Trabajo de Religión Las vidas de los primeros cristianos Los cristianos se casan como todos, tienen hijos, pero no abandonan a sus recién nacidos. Tienen en común la mesa, pero no la cama. Están en la carne, pero no viven según la carne. Habitan en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen a las leyes del Estado, pero, con su vida, van más allá de la ley. Aman a todos y son perseguidos por todos. No son conocidos, pero todos los condenan. Son matados, pero siguen viviendo. Son pobres, pero hacen ricos a muchos. No tienen nada, pero abundan en todo. Son despreciados, pero en el desprecio encuentran gloria ante Dios. Se ultraja su honor, pero se da testimonio de su justicia. Están cubiertos de injurias y ellos bendicen. Son maltratados y ellos tratan a todos con amor. Hacen el bien y son castigados como malhechores. Aunque se les castigue, están serenos, como si, en vez de la muerte, recibieran la vida. Son atacados por los judíos como una raza extranjera. Los persiguen los paganos, pero ninguno de los que los odian sabe decir el porqué”. La historia de la Iglesia cristiana comienza con el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles, antes de su ascensión al cielo, Jesucristo mandó a sus apóstoles que no se apartasen de Jerusalén hasta ser revestidos de poder supremo desde lo alto. Esperando el cumplimiento de esta promesa del Señor, los apóstoles, eligieron a Matías como el duodécimo apóstol, en lugar de Judas Iscariote. En el quincuagésimo día después de la Pascua, en la festividad judía de Pentecostés, que coincidió con un domingo, los apóstoles se reunieron para rezar. También se encontraba presente junto a ellos la Madre de Dios y algunos otros cristianos, en total 120 personas. Como a las 9 de la mañana de repente se oyó un ruido parecido al de un viento fuerte, y este sonido llenó la casa del monte Sión donde se hallaban los Apóstoles y sobre cada uno de ellos descansó una dividida lengua de fuego. Los Apóstoles sintieron una gran animación, esclarecimiento y sed de predicación de la Palabra de Dios y obtuvieron la capacidad de expresarse en varios idiomas. Para las fiestas de Pascua y Pentecostés, en Jerusalén se reunían todos los hebreos procedentes de diversos países. Estos, al haber olvidado la lengua hebrea fueron llamados "helenistas," mientras que los gentiles que fueron convertidos a la fe judía se denominaban "prosélitos." Para la fiesta de Pascua se juntaron en Jerusalén entre uno y dos millones de ellos. Muchos se reunieron alrededor de la casa donde se encontraban los Apóstoles. Éstos salieron y comenzaron a predicar el mensaje del Señor dirigiéndose a cada uno de los allí presentes en el idioma de cada país. El sermón del apóstol Pedro les lleno de fuerza espiritual, hizo que los que le escuchaban se interesaran y preguntaban: "¿Qué tenemos que hacer?" El Apóstol contestó: "Arrepentíos y recibid el bautismo para la absolución de los pecados, luego obtendréis el don del Espíritu Santo." Aquel día fueron bautizados 3.000 hombres. Después de Pentecostés los Apóstoles Pedro y Juan cuando iban hacia el templo para orar, se encontraron en la entrada del templo a un mendigo, cojo desde su nacimiento, que no podía caminar y suplicaba por una limosna. El Apóstol Pedro le dijo: "No tengo ni plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en nombre de Jesús Nazareno Cristo, levántate y anda." Éste saltó y se alejó de allí alabando a Dios. Este milagro impresionó mucho al pueblo. Después de las palabras pronunciadas por el Apóstol Pedro se bautizaron 2.000 hombres. De esta manera, el número de los cristianos en un corto período de tiempo, ascendió rápidamente hasta las 5.000 personas. Este primer grupo lo formaban: Judíos convertidos que vivían en Jerusalén. Judíos helenistas que venían de la diáspora (otros países ) Y “paganos” gente no judía de otras naciones Al principio este grupo fue considerado una secta judía pero cuando comenzaron las persecuciones y se dispersaron a causa de los mismos hechos que sucedieron en Antioquía empezaron a llamarse “cristianos”. En sus comienzos, los primeros cristianos seguían practicando los antiguos ritos y celebraciones judías e iban al templo a orar con la diferencia de que hablaban y predicaban a Jesús. Cinco rasgos que caracterizaban a los integrantes de esta primera Comunidad de cristianos: Llevaban una vida en común Había solidaridad entre ellos Vivían todos unidos Compartían todo lo que tenían Acudían al Templo diariamente a rezar juntos Todos los domingos o días del Señor, los cristianos se reunían en las casas particulares para Partir el pan, es decir para celebrar la Eucaristía, repitiendo los gestos y palabras que Jesús realizó en La última cena. Escuchaban las enseñanzas de los Apóstoles, en su catequesis. Además, los Apóstoles en esas reuniones recordaban los hechos y las palabras que Jesús había dicho a lo largo de su vida, y los aplicaban a la propia vida de la comunidad. Las personas que querían pertenecer a esta Comunidad cristiana, debían comenzar por bautizarse, que era la costumbre que simbolizaba que entrabas a formar parte de la Iglesia. Los nuevos bautizados tenían que saber cómo vivir en comunidad, aprendiendo las costumbres cristianas y en su vida diaria viviendo según las enseñanzas de Jesús. Los Apóstoles realizaban numerosos milagros durante sus viajes. La abundancia de los dones del Espíritu Santo regocijaba a los creyentes y convertía al cristianismo a numerosos incrédulos, que quedaban impresionados por las fuerzas que les otorgaba el Espíritu Santo a los apóstoles, para realizar semejantes proezas. Sin embargo, los envidiosos jefes judíos odiaban a los Apóstoles. En medio de los cristianos se encontraban los judíos de Palestina y los ya nombrados "helenistas." Éstos últimos murmuraban y difundían la noticia quejándose de que sus viudas recibían menos subsidios durante la distribución. Por consiguiente, los Apóstoles sugirieron que los creyentes eligiesen siete varones piadosos, sobre quienes los Apóstoles impusieron orando las manos, lo que produjo el descenso del Espíritu Santo. De esta manera apareció ante ellos la sagrada dignidad de los "diáconos" (la palabra diácono significa "servidor"). Aparte de la distribución de los subsidios, los diáconos ayudaban a los apóstoles en sus sermones y también en la ejecución de los sacramentos. Al principio todo se realizaba de forma oral, puesto Jesús no dejó nada escrito. Solo después de muchos años después de la muerte de Jesús, se comenzaron a escribir en los cuatro Evangelios, que eran los hechos ocurridos durante la vida de Jesús narrados por cuatro de sus discípulos. Cuando el grupo fue aumentando en número, tuvo que organizarse teniendo como líderes a los Doce Apóstoles de Jesús, con Pedro a la cabeza. La palabra Iglesia significa en la lengua judía “ASAMBLEA” o reunión. Juntos en Asamblea escogían a los “Presbíteros” que significa “ancianos”, personas sabias, con experiencia. Los Apóstoles les imponían las manos y les comunicaban el poder de celebrar la Eucaristía repitiendo las palabras de Jesús “Tomad y comed todos de él porque esto es mi cuerpo, tomad y bebed todos de él porque esta es mi sangre”. Estos presbíteros, son los que actualmente llamamos sacerdotes. También instituyeron “Episcopios” (obispos) y diáconos para que estuviesen al servicio de la comunidad. Aparecen también “enseñantes”, profetas y profetisas, que predicaban las palabras del Señor. Pronto los discípulos salen a predicar fuera de Israel hacia otros países, y fundan nuevas comunidades (Iglesias) en las ciudades por donde pasan. Anuncian el “KERIGMA”, es decir, a Jesús Resucitado, que es el grito de su fe, como un pregón. Cada Iglesia tiene su vida propia, su rostro concreto, sus problemas. Hay mucha diversidad entre ellas, pero las une el mismo Espíritu, y la misma fe. Los primeros cristianos se consideraban una importante parte constituyente de su mundo: “lo que es el alma para el cuerpo, son los cristianos para el mundo”. No se distinguían de los demás hombres de su tiempo, ni por su aspecto, ni por sus ropas, ni por sus insignias, ni por tener una ciudadanía diferente. Cada uno de los primeros cristianos ocupaba un lugar en la estructura social de su tiempo, el mismo que tenía antes de convertirse. Si era esclavo, este no perdía su condición al hacerse cristiano aunque su vida adquiriese una dimensión distinta y sobrenatural. Esa actitud cristiana lleva a una apertura grande para asimilar los valores positivos, que existían en el paganismo. “Los cristianos no se diferencian ni por el país donde habitan, ni por la lengua que hablan, ni por el modo de vestir. No se aíslan en sus ciudades, ni emplean lenguajes particulares: la misma vida que llevan no tiene nada de extraño. Su doctrina no nace de disquisiciones de intelectuales ni tampoco siguen, como hacen tantos, un sistema filosófico, fruto del pensamiento humano. Viven en ciudades griegas o extranjeras, según los casos, y se adaptan a las tradiciones locales, y dan testimonio en las cosas de cada día de una forma de vivir que, según el parecer de todos, tiene algo de extraordinario”. Cumplen las leyes del emperador, que por su naturaleza, debe ser honrado con legítima diferencia, pero no adorado; ellos rezarán por él. Porque él no es Dios, sino un hombre a quien Dios ha puesto al mando, no para que sea adorado, sino para que ejerza la justicia en la tierra.