Subido por marielpaloma26

SISTEMA GENITAL FEMENINO

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SISTEMA GENITAL (FEMENINO)
La diferenciación sexual es un proceso complejo que implica a muchos genes, algunos
de los cuales son autosómicos. La clave para el dimorfismo sexual es el cromosoma Y,
que contiene un gen de determinación testicular denominado sexdetermining region on
Y (SRY) en su brazo corto (Yp11). El producto proteico de este gen es un factor de
transcripción que inicia una cascada que activa a genes distales que determinan el
destino de los órganos sexuales rudimentarios.
La proteína SRY es el factor de determinación testicular; bajo su influencia se presenta
el desarrollo masculino; en su ausencia se establece el desarrollo femenino.
Gónadas
Si bien el sexo del embrión queda determinado genéticamente al momento de la
fecundación, las gónadas no adquieren características morfológicas masculinas o
femeninas sino hasta la séptima semana del desarrollo.
Las gónadas aparecen al inicio como un par de rebordes longitudinales, las crestas
genitales o gonadales (Fig. 16-17). Se forman a partir de la proliferación del epitelio y
una condensación del mesénquima subyacente. Las células germinales no aparecen en
las crestas genitales sino hasta la sexta semana del desarrollo.
Las células germinales primordiales surgen del epiblasto, migran por la línea primitiva y
a la tercera semana ya residen entre células del endodermo de la pared del saco vitelino
en proximidad al alantoides (Fig. 16-18 A). Durante la cuarta semana migran con
movimientos ameboides por el mesenterio dorsal del intestino posterior (Fig. 16-18 A,
B), y alcanzan las gónadas primitivas al inicio de la quinta semana, para invadir las crestas
genitales en la sexta semana. Si no alcanzan las crestas, las gónadas no se desarrollan o
son rudimentarias. Así, las células germinales primordiales tienen un efecto inductor
sobre el desarrollo de la gónada en ovario o testículo.
Poco antes y durante la llegada de las células germinales primordiales el epitelio de la
cresta genital prolifera y las células epiteliales penetran al mesénquima subyacente. Allí
constituyen varios cordones de configuración irregular, los cordones sexuales primitivos
(Fig. 16-19). Tanto en embriones masculinos como femeninos, estos cordones están
conectados con el epitelio superficial y es imposible distinguir a la gónada masculina de
la femenina. Así, la gónada se conoce como gónada indiferenciada.
Ovario
En los embriones femeninos con complemento cromosómico sexual XX y sin cromosoma
Y, los cordones sexuales primitivos se disocian para formar cúmulos celulares irregulares
(Figs. 16-21 y 16-22 A). Estos cúmulos, que contienen grupos de células germinales
primitivas, ocupan la porción medular del ovario. Más tarde desaparecen y son
sustituidos por estroma vascular, que constituye la médula ovárica (Fig. 16-22).
El epitelio de superficie de la gónada femenina, a diferencia del de la masculina, sigue
proliferando. En la séptima semana da origen a una segunda generación de cordones,
los cordones corticales, que penetran al mesénquima subyacente, pero permanecen
cerca de la superficie (Fig. 16-22 A). En el tercer mes estos cordones se dividen en
cúmulos celulares aislados. Las células de estos cúmulos siguen proliferando y
comienzan a rodear a cada ovogonia con una capa de células epiteliales denominadas
células foliculares. Juntas, las ovogonias y las células foliculares constituyen un folículo
primordial (Fig. 16-22 B; v. el Cap. 2, p. 26).
Así, puede afirmarse que el sexo genético de un embrión se define en el momento de la
fecundación con base en si el espermatozoide porta un cromosoma X o uno Y. En
embriones con una configuración cromosómica sexual XX los cordones medulares de las
gónadas involucionan y se desarrolla una generación secundaria de cordones corticales
(Figs. 16-21 y 16-22). En embriones con complemento sexual XY los cordones medulares
se transforman en cordones testiculares y no se desarrollan cordones corticales
secundarios (Figs. 16-20 y 16-21).
Conductos genitales
Etapa indiferenciada
Al inicio el embrión masculino y el femenino tienen dos pares de conductos genitales:
los conductos mesonéfricos (de Wolff) y los conductos paramesonéfricos (de Müller).
El conducto paramesonéfrico deriva de una invaginación longitudinal del epitelio en la
superficie anterolateral de la cresta urogenital (Fig. 16-23). En la región craneal el
conducto se abre hacia la cavidad abdominal a través de una estructura similar a un
embudo. En la región caudal discurre en posición lateral al conducto mesonéfrico, y
luego lo cruza por delante para elongarse en dirección caudomedial (Fig. 16-23). En la
línea media entra en contacto estrecho con el conducto paramesonéfrico del lado
opuesto. El extremo caudal fusionado de ambos conductos se proyecta hacia el interior
de la pared posterior del seno urogenital, donde da origen a una pequeña
protuberancia, el tubérculo paramesonéfrico (Fig. 16-24 A). Los conductos
mesonéfricos drenan en el seno urogenital a ambos lados del tubérculo
paramesonéfrico.
Conductos genitales femeninos
En presencia de estrógenos y en ausencia de testosterona y AMH (MIS), los conductos
paramesonéfricos se convierten en los conductos genitales principales en el embrión
femenino (Fig. 16-25). Al inicio, pueden reconocerse tres partes en cada conducto: (1)
un segmento vertical craneal que se abre a la cavidad abdominal, (2) una región
horizontal que cruza el conducto mesonéfrico y (3) un segmento vertical caudal que se
fusiona con su par del lado opuesto (Fig. 16-24 A). Con el descenso del ovario, las
primeras dos partes se convierten en la tuba uterina (Fig. 16-24 B), y las porciones
caudales se fusionan para constituir el conducto uterino. Cuando la segunda parte de
los conductos paramesonéfricos se desplaza en dirección mediocaudal, las crestas
urogenitales se reorientan de manera gradual en un plano transversal (Fig. 16-27 A, B).
Una vez que los conductos se fusionan en la línea media, se establece un pliegue pélvico
transversal amplio (Fig. 16-27 C). Este pliegue, que se extiende desde las caras laterales
de los conductos paramesonéfricos fusionados y se dirige hacia la pared de la pelvis, es
el ligamento ancho del útero. La tuba uterina se ubica sobre su borde superior, en tanto
el ovario lo hace sobre su superficie posterior (Fig. 16-27 C). El útero y el ligamento ancho
dividen la cavidad pélvica en fondo del saco rectouterino y en el saco vesicouterino. Los
conductos paramesonéfricos fusionados dan origen al cuerpo y al cérvix, así como al
segmento superior de la vagina. El útero está rodeado por una capa de mesénquima
que forma tanto su cubierta muscular, el miometrio, como la peritoneal, el perimetrio.
En ausencia de testosterona, los conductos mesonéfricos en la mujer degeneran.
Regulación molecular del desarrollo de los conductos genitales
El gen SRY codifica un factor de transcripción y es el gen maestro para el desarrollo de
los testículos. Parece actuar junto con el gen autosómico SOX9, que codifica un
regulador de la transcripción, que también puede inducir la diferenciación testicular (v.
Fig. 16-28 en relación con una vía potencial para la acción de estos factores). Se sabe
que el SOX9 une a la región promotora del gen del AMH (MIS) y quizá regule su
expresión. Al inicio, el factor SRY o el SOX9, o ambos, inducen a los testículos para
secretar FGF9, que actúa como factor quimiotáctico que induce a los túbulos del
conducto mesonéfrico a penetrar la cresta gonadal. Si estos túbulos no la penetran, la
diferenciación de los testículos no continúa. Más adelante el SRY, ya sea de manera
directa o indirecta (por mediación de SOX9), induce una regulación positiva sobre la
síntesis del FACTOR ESTEROIDOGÉNICO 1, que estimula la diferenciación de las células
de Sertoli y de Leydig. Junto con SOX9, SF1 y eleva la concentración de AMH, y con esto
produce la involución de los conductos paramesonéfricos (de Müller). En las células de
Leydig, SF1 regula positivamente a los genes de las enzimas que sintetizan la
testosterona. La testosterona ingresa a las células de los tejidos blanco, donde
permanece sin cambios o es convertida en dihidrotestosterona por la enzima reductasa
5α.
La testosterona y la dihidrotestosterona se unen a un receptor intracelular específico de
gran afinidad, y este complejo hormonareceptor se transporta al núcleo, donde se une
al ADN para regular la transcripción de genes específicos del tejido y obtener sus
productos proteicos. Los complejos testosteronareceptor median la diferenciación de
los conductos mesonéfricos para dar origen al conducto deferente, las vesículas
seminales,
los
conductillos
eferentes
y
el
epidídimo.
Los
complejos
dihidrotestosteronareceptor modulan la diferenciación de los genitales externos
masculinos (Fig. 16-25).
El WNT4 es el gen de determinación ovárica. El producto de este gen estimula la
transcripción del gen DAX1, un miembro de la familia de los receptores nucleares de
hormonas, que inhiben la función de SOX9. Además, WNT4 regula la expresión de otros
genes responsables de la diferenciación ovárica, pero estos genes blanco no se han
identificado. Un blanco pudiera ser el gen TAFII105, cuyo producto proteico es una
subunidad de la proteína de unión a TATA para la ARN polimerasa en las células del
folículo ovárico. Los ratones hembra que no sintetizan esta subunidad carecen de
ovarios.
Los estrógenos también están implicados en la diferenciación sexual y, bajo su
influencia, los conductos paramesonéfricos (de Müller) son estimulados para constituir
las tubas uterinas, el útero, el cuello uterino y el segmento superior de la vagina.
Además, los estrógenos actúan sobre los genitales externos en la fase indiferenciada,
para dar origen a labios mayores, labios menores, clítoris y segmento inferior de la
vagina (Fig. 16-25).
Vagina
Poco después de que el extremo sólido de los conductos paramesonéfricos entra en
contacto con el seno urogenital (Figs. 16-29 A y 16-30 A), surgen dos evaginaciones
sólidas a partir de la porción pélvica del seno (Figs. 16-29 B y 16-30 B). Estas
evaginaciones, los bulbos senovaginales, proliferan y dan origen a una placa vaginal
sólida. La proliferación continúa en el extremo craneal de la placa, lo que incrementa la
distancia entre el útero y el seno urogenital. Para el final del quinto mes la evaginación
vaginal está del todo canalizada. Las extensiones vaginales que se asemejan a alas y
rodean el extremo inferior del útero, los fórnix (fondos de saco) vaginales, son de origen
paramesonéfrico. (Fig. 16-30 C). Así, la vagina tiene un origen dual, con su porción
superior derivada del conducto uterino y la inferior del seno urogenital.
La cavidad de la vagina permanece separada de la del seno urogenital por una delgada
placa de tejido, el himen (Figs. 16-29 C y 16-30 C), este último está conformado por el
recubrimiento epitelial del seno urogenital y una delgada capa de células vaginales. En
él normalmente se desarrolla una pequeña abertura durante la vida perinatal.
En la mujer pueden conservarse algunos remanentes de los túbulos excretores craneales
y caudales en el mesoovario, donde constituyen el epoóforo y el paraoóforo,
respectivamente (Fig. 16-24 B). El conducto mesonéfrico desaparece, excepto por una
porción craneal pequeña que se identifica en el epoóforo y en ocasiones una región
caudal pequeña que puede identificarse en la pared del útero o la vagina. En una fase
posterior de la vida puede formar el quiste de Gartner (Fig. 16-24 B).
Genitales externos
Etapa indiferenciada
Durante la tercera semana de desarrollo las células del mesénquima que se originan en
la región de la línea primitiva migran en torno a la membrana cloacal para constituir un
par de pliegues cloacales un tanto elevados (Fig. 16-32 A). En posición craneal a la
membrana cloacal, los pliegues se unen para constituir el tubérculo genital. En la región
caudal los pliegues se subdividen en pliegues uretrales, en la región anterior, y pliegues
anales, en la posterior (Fig. 16-32 B).
Entre tanto, otro par de elevaciones, las protuberancias genitales, se hacen visibles a
cada lado de los pliegues uretrales. Estas prominencias constituyen las protuberancias
escrotales en el embrión masculino (Fig. 16-33 A) y los labios mayores en el femenino.
Al final de la sexta semana, no obstante, es imposible distinguir el sexo a que
pertenecen.
Genitales externos femeninos
Los estrógenos estimulan el desarrollo de los geni-tales externos en el embrión
femenino. El tubérculo genital solo sufre elongación discreta y constituye el clítoris (Fig.
16-35 A); los pliegues uretrales no se fusionan como en el varón, sino que se transforman
en los labios menores. Las protuberancias genitales crecen y dan lugar a los labios
mayores. El surco urogenital se mantiene abierto y constituye el vestíbulo (Fig. 16-35
B). Si bien el tubérculo genital no se elonga en gran medida en la mujer, es mayor que
en el varón durante las fases tempranas del desarrollo. De hecho, el uso de la longitud
del tubérculo como criterio (en la medición mediante ultrasonido) ha generado errores
de la identificación del sexo durante el tercer y cuarto meses de la gestación.
Descenso de los ovarios
El descenso de las gónadas es considerablemente menor en el feto femenino que en el
masculino, y los ovarios por último se establecen justo por debajo del borde de la pelvis
verdadera. El ligamento genital craneal constituye el ligamento suspensorio del ovario,
en tanto el ligamento genital caudal da origen al ligamento uteroovárico (ligamento del
ovario propiamente dicho) y al ligamento redondo del útero (Fig. 16-24). Este último
se extiende hacia los labios mayores.
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