EL PASTOR: PRIVILEGIO, PERFIL Y RESPONSABILIDAD Introducción Nuestro mundo vive una crisis de valores alarmante. Pocas instituciones y pocas vocaciones sobreviven el asalto de las fuerzas del mal que, a veces, buscan maneras creativas de disfrazarse y penetrar incluso al interior de la iglesia. Una de esas vocaciones que ha perdido fuerza debido a factores que no mencionaré aquí, es la de pastor. Tan serio ha sido el deterioro, que algunos que antes usaban el título de pastor con “orgullo santo”, hoy han decidido abandonarlo por otros títulos que, según ellos, tienen más autoridad. Hoy, a través de este mensaje totalmente basado en la Biblia, deseo reivindicar el título y la función de pastor. Afirmo, junto a millones de creyentes fieles en todo el mundo, que no hay título ni función eclesiástica más importante que el de PASTOR. 1. Privilegio e Identidad del Pastor Salmos 23:1 Génesis 49:24 Salmos 80:1 Isaías 40:11 Jeremías 31:10 Las citas anteriores se refieren a Dios como Pastor de su pueblo. En el Nuevo Testamento Cristo es designado como pastor de su rebaño. ENTONCES: El hombre que es llamado al ministerio pastoral pasa a ser parte de una gloriosa compañía: la compañía de Dios y la de Cristo. Comparte con ellos la tarea más importante que un ser humano puede realizar en el ámbito espiritual: la de ser PASTOR. El privilegio de llevar el título de pastor es grande, porque ese título está cargado de gran significado. Cuando se le aplica a Dios, involucra, como en Salmos 23:1, el establecimiento de una relación personal entre El y sus hijos: “Jehová es MI Pastor”. En Salmos 80:1, Jehová es el “Pastor de Israel”, alguien a quien su pueblo puede clamar con la confianza de que “El escucha”. Según Jeremías 33:10, el pueblo de Dios no tiene que sentir temor del futuro, pues “El que esparció a Israel lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño”. Cuando el título de Pastor se aplica a nuestro Señor Jesucristo, hay tres maravillosas ideas incluidas: (1) En Juan 10:11, Jesús es el Buen Pastor, (2) En Hebreos 13:20 se le designa como el Gran Pastor, (3) En 1 Pedro 5:4, nuestro Salvador es llamado el Príncipe de los Pastores. Cada una de esas designaciones describe una característica especialmente propia del Señor, la cual no aparece indicada para ningún otro pastor. La expresión “El Buen Pastor”, la cual El mismo se atribuyó, implica que Jesús es esencialmente “bueno”, que la bondad es una marca propia de su carácter. Y esa bondad lo lleva a buscar el bienestar de sus ovejas hasta el punto de dar su vida por ellas. En Juan 10:3-4 hay un contraste entre el pastor legítimo y el improvisado. El falso pastor no entra por la puerta del redil, sino que “sube por otra parte”. El verdadero pastor entra por la puerta con la confianza de que las ovejas lo conocen. El que no es el verdadero pastor del rebaño viene como Satanás, para robar, matar y destruir (v. 10). El “Buen Pastor” viene para dar vida en abundancia. La enseñanza es clara: un verdadero pastor no es un “arribista” que cae en la congregación en “paracaídas”, sino alguien de llamado genuino en quien de inmediato se reconoce el sello divino. Relacionado con esto está también la declaración de Jesús en Juan 10:11-12: “El Buen Pastor, su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa”. Este contraste entre el que cuida las ovejas porque le pagan y el que lo hace porque las ama al punto de llegar al supremo sacrificio, claramente define la identidad del verdadero pastor. ¡Qué compromiso tan serio tiene el pastor! El título “Gran Pastor de las ovejas” lo coloca en un plano infinitamente superior a todos los que vinieron antes de El como pastores del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y de los que habrían de recibir el título y desempeñar labores pastorales después de El. Significa que Jesús es el único que merece ser llamado Gran Pastor, porque nadie pudo hacer, ni podrá hacer, lo que El hizo por la humanidad. Porque ningún pastor terrenal posee la gloria, el poder y majestad de Cristo. La designación “Príncipe de los Pastores” lo separa de manera definitiva y absoluta de todos los demás. El es el “Jefe” de todos los pastores y ellos están sometidos a El y tienen una autoridad delegada por El. Por eso, los pastores en la iglesia del Señor, aunque mantengan una relación de respeto y se acojan a las instrucciones de líderes y organizaciones terrenales, es finalmente a Cristo a quien tienen que rendir cuentas. Una nota interesante es que la designación “El Príncipe de los pastores” se vincula a la Segunda Venida de Cristo. En su primera venida El vino como “el buen pastor” y se convirtió en el “Gran Pastor” cuando entregó su vida para el perdón de nuestros pecados. Sin embargo, en su Segunda Venida El viene como “Príncipe de los Pastores”, sin relación con el pecado, dotado de todo el poder y gloria de los que antes se había despojado; listo para recompensar el trabajo bien hecho de sus delegados en el ministerio pastoral. Lo dicho hasta aquí sirve de base para afirmar que para un siervo escogido para el trabajo pastoral el privilegio no se limita a llevar un título tan honorable y a ser parte de una compañía tan distinguida, sino que además comparte con Dios y con nuestro Señor Jesucristo la función y las responsabilidades pastorales. 2. El Perfil del Pastor Uso la frase “El perfil del Pastor” para referirme al conjunto de características que lo definen: los rasgos de su carácter. El pasaje bíblico que mejor describe el carácter que debe tener un pastor está en 1 Timoteo 3:1-7. En este pasaje hay 15 cualidades imprescindibles de los que desean ejercer liderazgo pastoral en la iglesia. Podemos clasificarlas de la siguiente manera: A. La cualidad que define el carácter del pastor de manera general: “Debe ser irreprensible”, es decir, ha de conducirse de manera que nadie, ni dentro ni fuera de la iglesia lo pueda señalar o acusar con justa razón. B. La cualidad que prueba su respeto por el matrimonio: “Marido de una sola mujer”, es decir, no un practicante de poligamia, bigamia, ni un mujeriego que hace de la infidelidad conyugal su estilo de vida. C. Cualidades específicas que definen su modo de ser como persona: (1) Sobrio: Con su mente alerta, en pleno uso de sus facultades, templado. (2) Prudente: discreto, cuidadoso en el hablar y en el decidir, se cuida de emitir juicios precipitados. (3) Decoroso: de vida disciplinada y ordenada; disciplina y orden visibles tanto en su arreglo físico como en el modo de relacionarse con los demás. (4) Hospedador: que haga espacio para todos en su corazón; buen anfitrión, capaz de recibir con cortesía y hacer sentir bien a los que vienen a su casa o a la iglesia. (5) No pendenciero: que no ande metido en lo que no le incumbe; no un busca pleitos; que evite participar en actividades no edificantes y que podrían acarrearle problemas y vergüenza. (6) Amable: capaz de esparcir el amor de Dios en todas direcciones; que todos sean impactados por su gentileza. (7) Apacible: tranquilo, promotor de paz, de trato fácil y agradable. (8) Véase el pasaje paralelo en Tito 1:6-9. D. La cualidad que revela su actitud hacia los vicios: “No dado al vino”, es decir, el pastor no debe consumir bebidas alcohólicas como un hábito. Por extensión, queda también prohibido el uso de cualquier sustancia que pueda resultar en la reducción o pérdida de sus facultades mentales, alteración de su estado emocional o psicológico, o que dañen su salud física. E. Cualidades que revelan su actitud hacia el dinero y las posesiones materiales: (1) No codicioso de ganancias deshonestas. (2) No avaro F. Cualidades que prueban su autoridad moral para ejercer el gobierno de la iglesia: (1) Que gobierne bien su casa (2) Que tenga a sus hijos en sujeción (ver Tito 1:6). G. Cualidades que sugieren habilidad y madurez: (1) Apto para enseñar (ver Tito 1:9). (2) Un hombre de experiencia en la fe: “No un neófito”. H. La cualidad que define su reputación en la comunidad: “Que tenga buen testimonio de los de afuera”. Es de notar que este pasaje empieza (v. 2ª) y termina (v. 7) enfatizando la necesidad de que en sentido general, tanto dentro de la congregación, como en el resto de la población, el pastor tenga una reputación irreprochable. Esa reputación incluye todas las áreas de su vida. En el pasaje paralelo de Tito 1:6-9 se añaden varios requisitos adicionales: (1) El pastor ha de ser humilde: “No soberbio”. (2) Ha de tener un temperamento tranquilo y controlado: “no iracundo”. (3) Ha de ser “amante de lo bueno”. (4) Ha de ser “justo”. (5) Ha de ser “santo”. (6) Ha de ser “dueño de sí mismo” (compare con la #2). 3. Las Responsabilidades del Pastor En relación con este punto examinaremos tres pasajes bíblicos: Juan 21:15-19; Hechos 20:28-31; 1 Pedro 5:1-4. (1) El pastor se dedica a cumplir con sus responsabilidades en la iglesia del Señor impulsado por dos grandes fuerzas: La fuerza del amor y la fuerza del llamado al ministerio. (2) Tres veces hace Jesús la pregunta a Pedro: “Simón… ¿Me amas? Recordemos que Pedro lo había negado tres veces. En la primera pregunta, Jesús añadió: ¿Me amas, MAS QUE ESTOS? Seguramente se refería a si Pedro lo amaba más que los otros discípulos. La razón: Porque anteriormente Pedro había dicho que aunque todos los demás se avergonzaran del Señor él no lo haría y que él estaba dispuesto a dar su vida por el Señor (Juan 13:37; Mateo 26:33). Cuando negó a Jesús en los momentos más difíciles de la vida terrenal del Salvador, su vano sentido de auto-suficiencia y su carácter impulsivo quedaron en evidencia. Jesús ahora quiere que Pedro entienda que no es con simples palabras que se demuestra el amor hacia El, sino con acciones concretas. (3) Entonces Pedro es restablecido en su vocación pastoral. Cada respuesta de Pedro va seguida de una orden del Maestro: “Apacienta mis corderos”; “Pastorea mis ovejas”; “Apacienta mis ovejas”. (4) El amor que Pedro le profesaba al Señor tendría que extenderse a las personas que integrarían la Iglesia y eso se demostraría a través del servicio. El propósito de servicio al Señor ya se indicó cuando El lo llamó originalmente, junto a otros: “Vengan en pos de mí y los haré pescadores de hombres” (Marcos 1:17). Pero ahora, en Juan 21:15-17 la imagen cambia de “pescador” a “pastor”. Pedro funcionaría como un evangelista (ganador de hombres para Cristo) y como un pastor (cuidador del rebaño de Dios). Ese es fundamentalmente el mismo llamado que reciben todos aquellos a quienes Dios escoge para la labor pastoral. Hay varias palabras que describen las responsabilidades del pastor, en el Nuevo Testamento: (1) Como se ve aquí, en Juan 21, el pastor tiene la responsabilidad de APACENTAR el rebaño. Es la misma palabra usada en Hechos 20:28 y 1 Pedro 5:2. En ambos casos el significado es: cuidar y guiar. Cuidar es pastorear en el sentido del Salmo 23. Allí, Jehová es un pastor que garantiza que todas nuestras necesidades están debidamente cubiertas. El pastor se asegura de conducirnos a “pastos delicados”, es decir, verdes, limpios y saludables. Se asegura también de llevarnos a las fuentes de “aguas de reposo”. El cuidado también incluye “Confortar el alma”. El pastor debe tener la actitud correcta hacia los miembros de la iglesia: debe tener siempre una palabra de aliento para personas que trabajan duro y que muchas veces están sometidos a grandes presiones a nivel de familia, lugar de trabajo, y en otras áreas de sus vidas. Hay particularmente tres situaciones en las que la gracia y habilidad del pastor para consolar son muy deseadas: cuando muere algún ser querido; cuando una persona está sufriendo de serios problemas de salud, o cuando alguien cae preso. En esas situaciones la “palabra sazonada con sal” es preferible a cualquier otra cosa. (2) La idea de cuidar incluye también la función NUTRITIVA del pastor. Lo que son los pastos verdes y las aguas limpias para las ovejas de un rebaño literal, lo son también la enseñanza de la Palabra de Dios, la oración, la adoración y la administración de los sacramentos a los creyentes. Por mucho que se afane el pastor en traer ovejas al redil, de poco servirá si no las puede alimentar bien. El mejor alimento que un pastor puede dar a su congregación es CRISTO mismo: el “pan de vida”, el “agua de vida”. Nada sostiene mejor a un creyente que su comunión íntima y vital con su Salvador. (3) En Hechos 20:28 Pablo exhorta a los pastores de la iglesia en Efeso: “Por tanto, velad por vosotros mismos, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”. “Velar” significa lo mismo que VIGILAR. Esta idea representa exactamente la función del obispo. (4) En el Nuevo Testamento, los términos obispo, anciano y pastor son intercambiables y por lo general se refería a la misma persona. Como ya se ha visto, “pastor” indica la función de atender, guiar y alimentar. Por otro lado, “obispo” se refiere a la función de vigilar o supervisar; mientras que “anciano” se enfoca en la madurez y capacidad de gobernar en la iglesia local. La razón de pedir a los pastores que vigilen sobre el rebaño tiene que ver con los peligros a los que está expuesto. Pablo habla de “lobos rapaces”, que simboliza “hombres que hablan cosas perversas para arrastrar a los discípulos”. El pastor tiene que estar preparado y dispuesto a proteger a la iglesia de falsos maestros y falsos profetas que quieran desviarla de la doctrina sana y del camino de la verdad. Como los “ancianos” de las iglesias locales del Nuevo Testamento, el pastor de hoy debe ser hombre de Dios, que pueda ejercer su función DOCENTE eficazmente y que pueda GOBERNAR la congregación con actitud correcta. En 1 Pedro 5:1-4 hay instrucciones específicas sobre este último punto: (1) No debe hacer su trabajo porque lo obliguen: “no por fuerza”, sino porque siente el deseo de servirle a Dios: “voluntariamente”. (2) No debe servir buscando beneficiarse usando la manera del mundo. Los líderes del mundo trabajan por poder, dinero y popularidad, sin importarles cómo los consigan. El pastor, por el contrario, lo hará “con ánimo pronto”, con o sin compensaciones de parte del hombre. (3) Los pastores no deben convertirse en dictadores: “No como teniendo señorío”, sino que deben ser ejemplos de humildad y gentileza al dirigir la iglesia. No debe olvidar que cada creyente tiene su propia dignidad y merece respeto y consideración. (4) Lea las palabras hermosas del Apóstol Pablo en 1 Tesalonicenses 2:3, 7 y 11: “Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño… Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos… así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros”. (5) Observe que en este pasaje se destacan tres modos en que Pablo, como Pastor, servía a la congregación: Primero, como un consejero fiel. Segundo, con la ternura de una madre. Tercero, con el cariño de un padre. ¡La iglesia que tiene pastores con esas características es bendecida y dichosa! (6) Finalmente, la recompensa del trabajo pastoral bien hecho está asegurada y no precisamente por parte de los hombres, sino por parte del Señor mismo: “Cuando aparezca el Príncipe de los Pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”. Conclusión Ser pastor es uno de los más elevados privilegios que una persona puede llegar a tener. Quien ejerce la función pastoral se asocia con Dios mismo y con el Señor Jesucristo en su obra. El pastor debe ser una persona de vida transparente, a quien nadie tenga nada que objetar con razón y cuyo buen testimonio sirva para promover la gloria de Dios y el crecimiento de la iglesia. Un hombre o una mujer que ha recibido tan gloriosa encomienda, debe tener un carácter sano y dones y habilidades apropiados que evidencien la llenura y la unción del Espíritu Santo. Esas condiciones permitirán al pastor desempeñar eficazmente las muchas responsabilidades que Dios pone sobre sus hombros. El verdadero pastor es uno que Apacienta, cuida, guía, alimenta, educa, vigila y gobierna a la iglesia de Dios con amor y autoridad espiritual. (Félix R. Méndez)