Prepararse para el encuentro con Dios

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JULIO:
Prepararse para el encuentro con Dios
Día 31 de julio de 2011 Lectura: Mateo 29
“Por tanto, de esta manera te haré a ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto,
prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel”
(Amos 4:12)
Nuestro principal objetivo a largo plazo es prepararnos para el regreso de
nuestro Señor. Pero a corto plazo, planificamos muchas cosas, tenemos
muchos objetivos, uno tras otro. Mas, pase lo que pase, aunque hayamos
alcanzado muchos objetivos en nuestra vida, en un momento u otro
tenemos que estar preparados para el hecho de que tenemos que
morir. ¡Pensamos que eso sólo le ocurre a los demás, a mí no!
¿No sentimos que tenemos que preparar algo? Desgraciadamente,
pensamos a menudo que tenemos mucho tiempo y pensamos: "...más
adelante…"
Es peligroso pensar de esa forma. De hecho todos estamos expuestos a
múltiples peligros, y el final de nuestra vida no está forzosamente tan
lejano como pensamos. De hecho nada podemos hacer en eso.
El ser cristiano no es una garantía de una vida larga. Tampoco es
garantía de llevar una vida libre de sufrimientos. Recordar que la muerte es
un acontecimiento ineluctable nos hace modificar nuestras prioridades. Con
frecuencia pasamos mucho tiempo ocupados con los asuntos del mundo, y
descuidamos el prepararnos para la vida eterna en la presencia del
Señor. Al contar la historia de dos personas, el rico y Lázaro, el Señor
muestra que dos personas que mueren no se encuentran en la misma
situación: en el relato de Jesús, la diferencia reside en que uno de ellos sólo
se ha ocupado en las cosas materiales del mundo y ha dejado de
preocuparse por la cosa más importante: ¡Prepararse para el encuentro con
el Dios viviente!
Nuestro espíritu humano
Día 30 de julio de 2011 Lectura: Mateo 26
“Jehová, que extiende los cielos y funda la tierra,
y forma el espíritu del hombre dentro de él, ha dicho”
(Zacarías 12:1)
Zacarías l2:1 nos informa de que Dios formó nuestro espíritu en nuestro
interior. ¿Qué es lo que indica que somos creados a la imagen de Dios?
Nuestro espíritu. Este espíritu procede de Dios y es necesario para que
podamos tener comunión con Él. “Y el mismo Dios de Paz os santifique
por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado
irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23.).
El hombre no es únicamente un cuerpo, lo principal en él es el espíritu.
Desgraciadamente el mundo que nos rodea sólo se preocupa por el cuerpo
humano y por el bienestar del mismo.
La oreja ha sido creada para oír, el ojo para ver, pero el espíritu existe
para contactar con Dios. El mundo no puede comprender lo espiritual de
Dios, ni puede entender ni escudriñar acerca del espíritu que nos ha dado,
pero nosotros tenemos que tener una revelación muy clara. Sin nuestro
espíritu, Dios no podría ponerse en contacto con nosotros. Efesios 2:22
nos dice que la Iglesia es la morada de Dios en el Espíritu. Vemos, por
tanto, que la única manera de obtener la Iglesia es por medio del espíritu.
“Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace
que entienda” (Job. 32:8.). El hombre no es un mono mejorado, es una
criatura especial que posee un espíritu. Tengamos un aprecio cierto y real
por nuestro espíritu. ¡Entonces nos conduciremos como personas que
tienen un espíritu y no como los animales!
Dios se sirve de nuestro espíritu para alumbrarnos y darnos Su Luz:
“Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más
profundo del corazón” (Prov. 20:27.)
Una salvación completa (2)
Día 29 de julio de 2011 Lectura: Mateo 25
En él asimismo tuvimos herencia… a fin de que seamos para alabanza de su gloria,
nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.
(Efesios 1:10-12)
En cuarto lugar vemos que Dios quiere reunir todas las cosas bajo la
Cabeza de Cristo. Cuando somos redimidos, salvados y perdonados,
Dios nos introduce en la Iglesia para que estemos bajo la autoridad de la
Cabeza de Cristo.
El problema actual en el mundo y también entre nosotros es que cada
cual hace lo que bien le parece. Pero el deseo de Dios es reunirnos a
todos bajo Su Cabeza. Después de la caída, satanás comenzó a regirlo
todo; todo el mundo es rebelde y vive en un caos absoluto, nadie se quiere
someter a nadie. ¿Dónde podemos encontrar la sumisión a la autoridad
establecida por Dios al crear el mundo? El Señor nos tiene que hacer
regresar bajo Su Autoridad, debajo de Su Cabeza. ¿Cómo vivimos?
¿Hacemos en nuestra vida familiar, privada o profesional lo que queremos
o estamos sometidos a Su Cabeza? Aprendamos a hacer diariamente, en
todas las cosas, esta oración: “Señor sitúame bajo Tu Cabeza”.
En quinto lugar: Hemos sido hechos “herederos”. Dios es nuestra
heredad y nosotros la Suya. Dios se complace con nosotros, en nuestra
vida y caminar diarios. Para eso precisamos cierta transformación. Si
vivimos como los incrédulos no estamos cualificados para ser Su Heredad.
En sexto lugar, nos convertimos en la alabanza de Su Gloria. Es
maravilloso ser la alabanza de Su Gloria; esto quiere decir que expresamos
al Señor en todo. Encontramos una descripción completa de la salvación
que hemos recibido de Dios en Efesios 1:7-12. Esta salvación completa es
la meta que Dios se ha propuesto en Sí mismo, hasta que lleguemos a la
etapa final del llamamiento de Dios.
Una salvación completa (1)
Día 28 de julio de 2011 Lectura: Mateo 24
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas
de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e
inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el
cual se había propuesto en sí mismo”
(Efesios 1:7-9)
En Jesucristo tenemos la plena salvación. Se dice en los versículos de
inicio que tenemos redención mediante la sangre de Jesús. Dios envió a Su
Hijo a la tierra para que pudiésemos ser redimidos. ¿Por qué era precisa la
redención? Porque desde el comienzo, el enemigo de Dios, satanás,
frustró el designio que Dios tenía para el hombre. El pecado entró en
éste y dio origen a su caída. El hombre tenía que alcanzar cierta meta, pero
por desgracia cayó. Este es pues el significado de la redención: Devolver
al hombre a la posición inicial adecuada para cumplir el designio de
Dios.
Fuimos creados por Dios, pero enseguida el enemigo nos convirtió en
su presa. Dios pagó con Su propia Sangre el precio de nuestro rescate;
ahora le pertenecemos a Él por un doble motivo: 1º.- Por habernos
creado. 2º.- Por habernos redimido. Por eso no podemos hacer lo que
nos plazca, ya que le pertenecemos.
El perdón de los pecados es la segunda etapa de la salvación. No sólo
hemos sido redimidos, también somos perdonados. Su Sangre nos limpia
de nuestros pecados de ayer, de hoy, y de los que cometamos mañana,
porque la eficacia de la Sangre es eterna. Cuando confesamos nuestros
pecados, Dios es Fiel para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad (1
Juan 1:9.). Poco importa la gravedad de nuestros pecados. ¡Dios nos
perdonará!
El conocer el misterio de Su Voluntad es la tercera etapa que Dios utiliza
en Su plena Salvación. Después de redimirnos y perdonar nuestros
pecados, Dios nos ha cualificado completamente para que podamos
conocer ese misterio.
¡Qué salvación tan maravillosa y completa! El Señor nos salva para
permitirnos cumplimentar Su propósito eterno.
La importancia de nuestro espíritu
Día 27 de julio de 2011 Lectura: Mateo 23
“Que por revelación me fue declarado el misterio,
como antes lo he escrito brevemente”
(Efesios 3:3)
Podemos estar agradecidos de ser hombres porque poseemos algo
maravilloso: Nuestro espíritu. Éste nos distingue de todos los animales y de
todas las criaturas. La Iglesia, el misterio de Cristo, sólo se puede revelar
en nuestro espíritu. Somos nacidos de nuevo en nuestro espíritu (Juan 3:6);
fuera de nuestro espíritu este misterio está escondido. En el libro de
Apocalipsis nos dice Juan que se encontraba exiliado en una isla por causa
de la Palabra de Dios y del Testimonio de Jesús (Apoc. 1:9-12.). Después
dice que estaba en espíritu en el día del Señor. Entonces escuchó una voz.
¿Por qué oyó esa voz? Porque estaba en espíritu. La voz puede hablar,
pero no siempre la escuchamos, porque frecuentemente no nos
encontramos en el espíritu.
Cuando Juan se dio la vuelta para escuchar lo que decía aquella voz que le
hablaba, vio siete candeleros de oro, los cuales son las siete Iglesias (Apoc.
1:20.). Tenemos que volvernos de nuevo para ver lo que está en el
corazón de Dios. Por medio de nuestra inteligencia no podemos explicar la
Iglesia. Nos hace falta estar en espíritu y únicamente entonces podremos
ver el misterio de Cristo, la Iglesia. Tenemos que ser iluminados en
nuestro hombre interior para poder discernir Su Designio eterno.
La revelación de la Iglesia sólo tiene lugar en nuestro espíritu, y nuestro
caminar diario en la Iglesia también tiene que tener lugar en nuestro
espíritu. Además, la unidad únicamente es posible en nuestro espíritu. Es
imposible juntar a los judíos y a los gentiles sino es mediante el Espíritu:
“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la
vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre,
soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en
guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efe. 4:1-3.)
La renovación de nuestro entendimiento
Día 26 de julio de 2011 Lectura: Mateo 22
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta”
(Romanos 12:2)
En Mateo 16, Pedro recibió del Padre una revelación extraordinaria que le
permitió reconocer que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Pero
algunos versículos más adelante, se permite reprender al Señor, hasta el
punto de que Jesús le tuvo que decir: “¡Apártate de mí Satanás!”.
Podemos recibir revelaciones, entender maravillosas verdades, pero
mantenernos en nuestros pensamientos carnales. Pedro realmente tenía
un corazón dispuesto para el Señor, y sus intenciones estaban llenas de
bondad, pero Jesús le mostró que sus buenos pensamientos, razonable y
lógicos, realmente estaban inspirados por satanás. Somos muy
conscientes de nuestras caídas y pecados, pero no lo estamos tanto en
relación con nuestros pensamientos.
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en
Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda
altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo
todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Cor. 10:4-5.)
Nuestra mente, la residencia de nuestros pensamientos, es el principal
campo de batalla de satanás. Cuando Pablo habla de la transformación,
dice que sólo es posible mediante la renovación de nuestro entendimiento.
Efesios 6 nos indica que la vida no consiste únicamente en el disfrute de las
inescrutables riquezas de Cristo, también se trata de un combate, para el
cual necesitamos una armadura. No es por nada que el casco de la
salvación ha de proteger nuestra cabeza, la parte más importante de nuestro
organismo, el lugar de donde proceden nuestros pensamientos.
Cristo nos redimió por un gran precio
Día 25 de julio de 2011 Lectura: Mateo 21
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados
por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales
son de Dios”
(1 Corintios 6:19-20)
Cuando nuestro corazón se siente tocado por todos los aspectos de la
muerte del Señor, no tenemos por menos que entregarnos a Él. Cuando
reconocemos la extensión de Su obra, nos consagramos espontáneamente a
Él. Desdichadamente, a veces nos falla esa percepción de Su obra y
consecuentemente no la apreciamos suficientemente. ¡La olvidamos muy
rápidamente! Pero debemos tener en cuenta que cuando el Señor efectuó
la redención, nos salvó del pecado y de la perdición y a la vez nos ha
redimido (comprado). Desde ese momento le pertenecemos; por tanto es
perfectamente normal que nos entreguemos a Él y le sirvamos.
Tomemos el ejemplo de alguien que encuentra una Biblia sobre una silla al
final de la reunión, en la cual está escrito el nombre de su propietario. Lo
normal es que se la entregue a su dueño. Al hacerlo no le está haciendo un
regalo, sino que le da aquello que le pertenece. En Lucas 17 hay una
parábola que ilustra este aspecto tan importante de la redención: “¿Quién
de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él
del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien:
Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y
después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo
lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando
hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles
somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Luc. 17:7-10.)
¡Reconozcamos que pertenecemos al Señor y ciñamos nuestros lomos para
servirle!
¡Consumado es!
Día 24 de julio de 2011 Lectura: Mateo 20
“Habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación
para todos los que le obedecen”
(Hebreos 5:9)
Está escrito en Juan 19:30: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo:
Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. La
redención está consumada. Sin ella nos sería imposible conocer a Dios:
“Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención
que es en Cristo Jesús” (Rom. 3:24.)
Cristo realizó tal obra en la Cruz que a nosotros no nos queda nada que
pagar: Somos justificados gratuitamente. Si quisiéramos añadir algo a
esta obra o pagar algo por ella, ofenderíamos grandemente a nuestro
Salvador: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió
por los impíos” (Rom. 5:6.). Porque “Dios muestra su amor hacia
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues
mucho más estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de
la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados por la sangre de su
Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”
(Rom. 5:8-10.)
Dios está completamente satisfecho con la obra de Su Hijo. Ella
satisface todas las exigencias justas de Dios. Ahora podemos entrar en el
reposo y disfrutar de la perfecta redención que el Hijo ha conseguido
para nosotros.
Dios no puede aceptar a nadie, sino a Su Hijo Jesucristo, porque en Él
ha depositado todo Su amor y para nosotros no existe nombre alguno
en el que podamos ser salvos.
Jesucristo venció al diablo
Día 23 de julio de 2011 Lectura: Mateo 19
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio,
y se sentó a la diestra del trono de Dios”
(Hebreos 12:2)
Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz, satanás y sus huestes de espíritus
malignos se encontraban muy cerca. En Mateo 27:42-45, aparentemente
son hombres los que hablan, pero en realidad era satanás tratando de tentar
al Señor: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de
Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios;
líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Soy Hijo de Dios”.
¡Jesús no se salvó a Sí mismo! Podría haberlo hecho, pero no lo hizo
porque la finalidad de Su Venida era “para dar su vida en rescate por
muchos” (Mar. 10:45.)
En el Salmo 22, los que hablaban de esta manera al Señor se comparan con
toros de Basan que abrían sus bocas, y con leones dispuestos a destrozarle.
Estaban dirigidos por el diablo, aquel león rugiente. Satanás se dio cuenta
de que el Señor iba a efectuar la redención, e hizo todo lo posible para que
descendiese de la cruz. El Señor pudo haberlo hecho en cualquier
momento, demostrando Su Supremo poder al librarse de la cruz. Pero no
sucumbió a la tentación. Por el contrario, se mantuvo colgado de la misma
y “despojando a los principados y a las potestades, los exhibió
públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2:15.). ¡La cruz no
fue una derrota, sino una victoria memorable!.
El Señor estaba dispuesto a soportar la cruz y la ignominia porque sabía
que con ello efectuaba nuestra plena redención y le esperaba un gozo
infinito. Después de Su Victoria, se sentó en el Trono a la diestra de Dios.
Si queremos seguir al Señor, se nos dice que tenemos que cargar nuestra
cruz, pero también se nos ha prometido que participaremos de Su gozo y
reinaremos con Él.
Los padecimientos del Señor en la cruz
Día 22 de julio de 2011 Lectura: Mateo 18
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que
nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia;
y por cuya herida fuisteis sanados”
(1 Pedro 2:24)
Cuando Jesús estaba en la cruz alguien le dio a beber vino mezclado con
mirra, pero Él no lo bebió, porque era una especie de droga destinada a
mitigar Sus dolores. El que le ofreció aquella bebida es posible que se
compadeciese de Jesús. Pero el Señor estaba dispuesto a sufrir hasta el fin
la cólera de Dios para poder rescatarnos. Llevó sobre Su Cuerpo nuestros
pecados soportando el juicio divino en nuestro lugar.
En la cruz el Señor Jesús estaba completamente solo. Cuando todavía se
encontraba entre Sus discípulos, a veces se encontraba con situaciones
desagradables, porque ellos no comprendían lo que Él albergaba en Su
Corazón. Pero ellos le acompañaban pese a todo; Pedro estaba lleno de
buenas intenciones para con Él y Juan lo amaba mucho. Aunque estuviesen
dormidos, estaban con Él en el huerto de Getsemaní. Pero cuando El Pastor
fue herido y golpeado: “Entonces todos los discípulos, dejándole,
huyeron” (Mat. 26:56.). Judas lo traicionó, Juan se dio a la fuga y
Pedro le negó tres veces.
Pero el peor de los sufrimientos de Jesús, fue que Dios, Su Amado Padre, le
abandonase porque sobre Él llevaba el peso de nuestros pecados. Durante
las tres últimas horas sobre la cruz, Jesús se encontró abandonado de los
hombres y, lo que es peor, de Dios. Fue ese abandono el que le hizo gritar:
“Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has
desamparado? (Mat. 27:46.).
¡Cuánto tenemos que apreciar el gran precio que pagó por nosotros!
Esto nos tiene que motivar para vivir para Él y para buscar Su Justicia
(Mateo 6.33).
El arresto de Jesús
Día 21 de julio de 2011 Lectura: Mateo 17
Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores
contra sí mismo.
(Hebreos 12:3)
Jesús se encontraba, poco antes de Su muerte, en el huerto de Getsemaní y
allí lo arrestaron.
A continuación, leemos en Marcos 14:54 que, tras la huida de todos Sus
discípulos, Pedro le seguía de lejos, se sentó con los alguaciles,
calentándose con el fuego que ellos habían encendido; aquella noche hacía
bastante frio. Pero pese a ello, el Señor sudaba y manaba sangre de la
intensidad de Su sufrimiento en el huerto, porque veía que se aproximaba el
momento de Su muerte: “estando en agonía, oraba más intensamente; y
era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”
(Luc. 22:44.).
¿Qué hacían los discípulos durante aquel tiempo? ¡Dormían! Un poco
después, la turba y los jefes de los fariseos, vinieron para prenderle como si
fuese un malhechor peligroso. Cuando Pedro trato de defender al Señor con
su espada, Jesús le dijo: “¿Acaso piensas que no puedo orar a mi Padre, y
que él no me daría más de doce legiones de ángeles? (Mat. 26:53.).
Vemos en 2ª Reyes 19:35 que un solo ángel hirió en una noche a más de
cien mil soldados. Una legión representa aproximadamente seis mil
ángeles. El Señor, con una oración a Su Padre, podía conseguir la
destrucción de toda la ciudad de Jerusalén en unos segundos. Pero se dejó
apresar como un criminal.
Después de su arresto fue enviado de un lado a otros, como si se tratase de
una pelota, para satisfacer la curiosidad de Sus enemigos. Lo abofetean, le
escupen y le azotan en las espaldas con látigos de tiras de cuero con
puntas de hierro. Finalmente, después de haberle torturado toda la noche,
lo crucifican al mediodía del siguiente día. ¡Soportó todas estas afrentas y
padecimientos por Su Amor hacia nosotros!
Jesucristo, el Varón de dolores
Día 20 de julio de 2011 Lectura: Mateo 16
“sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”
(Filipenses 2:7-8)
Leemos en Isaías 53:3 que el Señor era un varón de dolores,
experimentado en quebrantos. Dios se hizo un hombre en Cristo, y
experimentó todo cuanto un ser humano haya podido sufrir. Sufrió
todas las tristezas, gustó todos los padecimientos que nosotros hayamos
podido padecer. A tal hombre es a quien, cómo cristianos, tenemos que
conocer.
Desde el comienzo de Su vida en la tierra, experimentó múltiples
padecimientos. El Dios viviente que venía para darse a conocer a Sus
criaturas ni siquiera encontró un lugar adecuado para nacer: Nonació en un
palacio, ni siquiera en una humilde posada o casa. Por eso tuvo que nacer
en un establo y dormir en un pesebre. Incluso después de nacer tuvo que
huir de Herodes que intentaba matarlo. En nuestros días y en nuestras
latitudes, se prepara todo para recibir al niño que ha de nacer: El servicio
especializado de la maternidad, los médicos y enfermeras cualificadas, la
cuna; todo está preparado, limpio y desinfectado.
El Señor no tenía casa propia. Cuando alguien le preguntó dónde moraba
para seguirle, contestó: “el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la
cabeza” (Mat. 8:20.). En otras palabras: “Piensa bien lo que vas a hacer.
¿Realmente me quieres seguir en estas condiciones? Jesús ni siquiera tenía
un horario fijo para comer. “Se agolpó de nuevo la gente, de modo que
ellos ni aun podían comer pan” (Mar. 3:20.). Y varias veces, Jesús y Sus
discípulos se tuvieron que retirar a un lugar apartado para poder comer y
encontrar un poco de reposo.
Velar en todo momento
Día 19 de julio de 2011 Lectura: Mateo 15
Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora
en que el Hijo del Hombre ha de venir.
(Mateo 25:13)
Debido a que el siervo establecido sobre la casa de su señor dejó de estar
velando, el Señor dice: “vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no
espera, y a la hora que no sabe” (Mat. 24:50.). Porque aquel siervo
pospuso en su corazón la venida de su señor a una fecha vaga e
indeterminada, y dio de lado al hecho de que pudiese volver de una manera
inminente, la venida repentina del mismo frustró todos sus cálculos. Él
sería sorprendido al no estar dispuesto para dar cuenta de su gestión, y le
pesará grandemente. Su dueño “lo castigará duramente, y pondrá su parte
con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes” (v. 51.). Será
apartado del Señor y de los demás servidores fieles que recibirán su
recompensa en el reino venidero. No perderá su salvación, pero sí su
recompensa (1 Cor. 3:15.)
En Mateo 24 y 25, menciona cinco veces el Señor el día y la hora en
relación con Su regreso: (Mat. 24:36, 42, 44, 50; 25:13.) Jamás menciona el
mes ni el año, sólo el día o la hora, y repite: “no sabéis el día ni la hora”.
El Señor quiere informarnos simplemente de que nadie conoce el
momento de Su Regreso. Lo que ciertamente desea es impresionarnos
para que estemos dispuestos, ya que no sabemos el momento de Su Vuelta.
Al no saber cuándo sucederá tal acontecimiento tendríamos que velar
hoy, cada hora. Cada día tendría que ser un día de vigilancia, porque
no sabemos si se tratará de hoy mismo. Lo mismo es necesario cada hora,
no sabemos si será por la mañana, al medio día, por la tarde o por la noche,
así que debemos velar cada día y cada hora.
No dañemos a nuestros consiervos
Día 18 de julio de 2011 Lectura: Mateo 14
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros…no como teniendo señorío…
sino siendo ejemplo de la grey (el rebaño)
(1 Pedro 5:2-3)
El siervo fiel y prudente se ha convertido en un mal siervo desde el
momento en que ha considerado que su señor retrasaba su vuelta: “mi señor
tarda en venir” (Mat. 24:58.). Entonces se relaja y comienza a “golpear a
sus consiervos” (v. 49.). En lugar de servir a sus allegados, empieza a
golpearles, asumiendo que tiene una posición superior a la de ellos, los
trata con dureza como si fuesen inferiores a él. Pero ahora no es el
momento de reinar sobre los demás y mucho menos el de golpearles. El
reinado tendrá lugar en el futuro, y nuestra capacidad para reinar estará
determinada por nuestra capacidad actual de alimentar a otros. Dios no nos
ha puesto en Su Casa para reinar, sino para alimentarnos los unos a los
otros.
Si dejamos de alimentarnos con las riquezas de la Palabra de Dios,
inevitablemente comenzaremos a criticar a otros miembros del Cuerpo.
Dejaremos de perdonar ciertas ofensas y lucharemos con nuestros
compañeros. Nuestras palabras que antes alimentaban a los miembros del
Cuerpo, ahora siembran la discordia entre los hermanos y las hermanas.
La caída de este siervo que sirvió en su momento fiel y prudentemente, no
sólo hace que golpee a quienes anteriormente alimentaba, sino que lo
convierte en un servidor carnal, porque come y bebe con los borrachos (v.
49.). Realmente existen muchas sutiles maneras de embriagarse, no sólo
bebiendo vino. El enemigo utilizará cualquier medio para embriagarnos e
impedir nuestra capacidad de discernimiento. Las personas que nos
rodean pueden conducirnos a veces a ser sabios y fieles, o a seducirnos
y convertirnos en necios e infieles. ¡Mantengámonos siempre en guardia!
Esperar Su inminente venida
Día 17 de julio de 2011 Lectura: Mateo 13
“El Señor no retarda Su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es
paciente para con nosotros”
(2 Pedro 3:9)
El Señor nos advierte que el mayordomo fiel y prudente que proveía a sus
consiervos con el alimento adecuado en el momento oportuno, se puede
convertir en un siervo malo (Luc. 12:42-46.). Que esto es posible se
demuestra en el versículo 45: “Mas si aquel siervo dijere en su corazón: mi
señor tarda en venir…” Vemos que se trata del mismo siervo del que antes
se decía que era fiel. ¿Cómo puede suceder esto? ¿Cómo alguien que era
fiel y prudente se puede convertir repentinamente en malo? Vemos en el
versículo 45 como aquel siervo dice en su corazón: ”mi señor tarda en
venir”. He aquí un punto de partida, que es muy significativo. El siervo
está convencido de que su señor tardará en venir y que él tendrá mucho
tiempo por delante. Al considerar que la venida de su señor no es
inminente, hace que deje de velar como debiera, y se relaje en el servicio
que le fue confiado.
¡Esta es una seria advertencia para nosotros! Nuestra espera de la venida
del Señor tendrá un gran efecto en nuestra vida y en nuestra conducta. Dios
desea que consideremos como inminente Su Venida, y está contento
cuando hacemos eso. Por ejemplo: ¿Esperamos que el Señor pueda venir
a arrebatar a sus siervos vigilantes antes de que acabe el día de hoy? Si
así fuese, eso influiría grandemente en nuestro corazón y en nuestro
caminar el resto de la jornada. El Señor lo sabe y es por eso que quiere que
le esperemos en cualquier momento. Despertémonos y volvamos nuestro
corazón hacia Él, para que podamos desear que sea hoy cuando se
produzca Su Venida, viviendo en la esperanza de la misma. Entonces
obtendremos la corona de justicia que el Señor reserva “para todos los que
aman Su venida” (2 Tim. 4:8.)
El alimento de Su Casa
Día 16 de julio de 2011 Lectura: Mateo 12
“Traed todos los diezmos al alfolí y
haya alimento en mi casa”
(Malaquías 3:10)
Después de haber sido nutridos y fortalecidos en el hombre interior por el
Señor, mediante el Espíritu Santo, estamos capacitados para alimentar a
otros. Y esta responsabilidad y este gozo nos corresponden entonces a
todos. Aunque nos parezca que tenemos muy poco que repartir, como
aquel joven que sólo tenía cinco panes y dos peces en Juan 6, podemos
ponerlo en las manos del Señor para que Él lo multiplique.
A nuestro alrededor existen multitud de personas que necesitan ser
alimentadas. ¿Por dónde podremos empezar? Podemos hacerlo por aquellos
que están más cerca de nosotros, donde el Señor en Su Soberanía nos ha
situado: Cónyuges, hijos, familiares, amigos, vecinos, compañeros de
trabajo, etc. De ninguna manera tendríamos que descuidar a nuestra propia
familia y ambicionar otros ámbitos de servicio más extensos.
Ejercitémonos también en alimentar a aquellos que el Señor ponga a
nuestro alcance diario, a todos cuantos podamos contactar. Dios honrará
nuestra disposición. Si somos fieles, el Señor ampliará cada vez más la
esfera de nuestro servicio; cada vez aprovisionaremos a un mayor número
de personas.
Dios desea que haya abundancia en Su Casa, y a ésta no la aprovisiona
un solo hombre, sino muchos. “Traed todos los diezmos al alfolí (a la
cámara del tesoro) y haya alimento en mi casa” (Mal. 3:10.). Seremos
bendecidos grandemente si el Señor nos encuentra haciendo esto cuando
vuelva. Cuando todos cumplan su cometido, trayendo a las reuniones, una
alabanza, una exhortación, una oración o una palabra de vida, la Casa del
Señor estará llena de comida y todos serán fortalecidos y animados.
Alimentar en el momento oportuno
Día 15 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 11
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros,
enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría”
(Colosenses 3:16)
El Señor no solamente es fiel al alimentarnos, también es Sabio para dar
la porción de alimento que le conviene a cada uno. Nos alimenta con
amor y con sabiduría, con un alimento apropiado en el momento
oportuno. Lo que le dijo a la samaritana en el pozo fue diferente a lo que le
dijo a Nicodemo: Cada palabra se correspondía a una necesidad. Lo que
Jesús les dijo a Sus discípulos en Mateo 16 al 18, representa una progresión
con respecto a las palabras que les dirigió en Mateo 5 al 7, unos tres años
antes. No se puede invertir el orden de Sus Palabras; unas preceden a las
otras. Por ejemplo: El Señor nos podrá decir este año lo que no nos pudo
decir el año pasado. Él dirá a cada uno aquello de lo que tiene
necesidad, si está dispuesto a escucharle, y esa palabra le alimentará y
vivirá por ella.
Aprendamos a alimentar a los demás de la misma manera. Eso implica que
tendremos que mantener una comunión íntima con el Señor y que
dependamos de Él en todo. Los apóstoles también fueron mayordomos
fieles y prudentes, alimentando al pueblo de Dios en el momento oportuno.
Cada una de las Epístolas era específicamente apropiada para sus
destinatarios. El Señor está vivo y si nos mantenemos en comunión con Él,
nos dará una palabra para cada situación con la que nos enfrentemos. El
mismo Señor que atendía con sabiduría todas las necesidades, ahora vive
en nuestro espíritu.
Si la palabra de Cristo mora abundantemente en nosotros (Col. 3:16)
podremos nutrir adecuadamente a cada uno de los hermanos y
hermanas. Seremos semejantes a aquel “padre de familia que saca de su
tesoro cosas nuevas y cosas viejas” (Mar. 13:52.)
Colaboradores de Dios
Día 14 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 10
Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros
sois labranza de Dios, edificio de Dios”
(1 Corintios 3:9)
La Biblia habla de “colaboradores de Dios” (1 Cor. 3:9; 2 Cor. 6:1.).
Hebreos 3:14 dice que somos “participantes de Cristo” o (asociados de
Cristo.). Los asociados comparten sus medios y fuerzas para alcanzar un
mismo objetivo. Así mismo el Señor nos ha hecho participar en Su
Deseo de salvar a los hombres (1 Tim. 2:4) y de edificar Su Iglesia (Mat.
16:18.). Del mismo modo recibimos de Él todo cuanto es necesario para
nuestro caminar cristiano (2 Ped. 1:3.). Vemos que no hemos sido llamados
a servir como esclavos ciegos, que no se enteran de lo que hace su dueño,
sin capacidad para cumplir sus órdenes, a veces absurdas.
Antes de que podamos servir a Dios, Él nos quiere atraer a Sí mismo para
que todo lo podamos hacer “con Él”. Es también por eso que Cristo
derramó Su Sangre para “limpiar nuestras conciencias de obras
muertas para que sirvamos al Dios vivo” (Heb. 9:14.). ¿Acaso hizo esto
simplemente para tranquilizar nuestra conciencia? Es verdad que ha
perdonado nuestros pecados y es Fiel para olvidarlos (Heb. 8:12.). Pero,
por encima de todo, Su meta es que lo conozcamos como el Dios
viviente. Más aún, quiere tocar nuestros corazones para que todo lo
hagamos por amor a Él. Así quiere llevarnos a colaborar con Él.
¡Qué liberación experimentamos cuando entramos a Su Servicio!
¿Queremos colaborar en Su Obra con Él, para “conocer el misterio de Su
Voluntad, según Su Beneplácito” (Efe. 1:9)? Entonces entraremos en las
obras que Él ha preparado de antemano (Efe. 2:10.)
Amigos de Dios
Día 13 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 9
“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he
llamado amigos, porque todas las cosas que recibí de mi Padre, os las he dado a
conocer”
(Juan 15:15)
Jesús no consideraba esclavos a Sus Discípulos, que le debiesen una
obediencia ciega, sin esperar nada en cambio. Él los llamó “amigos”. ¡Qué
maravillosa noticia! Nosotros los cristianos actuales, hemos sido llamados,
al igual que los antiguos discípulos, y no estamos destinados a la esclavitud
(Rom. 8:15.). Ahora somos amigos del Señor. Él dio el primer paso al
morir por nuestros pecados, para sacarnos de nuestra situación de muerte,
cuando estábamos apartados de Dios (Efe. 2:1,13.). También es Él el Autor
de nuestra fe (Heb. 12:2.). ¡El Señor nos da esa seguridad!
Un esclavo sólo espera de su dueño que le dé una orden detrás de otra, y un
castigo si comete alguna falta. Habiendo hecho el Señor tanto por nosotros,
¿Cómo nos volvería a llevar a una situación tal? El Señor es nuestro amigo,
eso quiere decir que nos revelará cuanto el Padre le revele a Él. Esto es lo
que quiere decir Jesús en este pasaje. Un esclavo no sabe lo que piensa su
dueño, o qué objetivo persigue, pero un amigo sí. El Señor nos ha dejado
mandamientos y nos dice: “haz esto o aquello”. Pero principalmente nos
revela el deseo de Su Corazón en múltiples lugares de la Biblia. Nos quiere
hacer partícipes de Su maravilloso plan.
Ya en el Antiguo Testamento, para construir el tabernáculo, sólo esperaba
ofrendas voluntarias (Exo. 35:29) y no una obediencia ciega y mecánica
por miedo, ¡Cuánto más es verdad esto para Su Iglesia que tanto ocupa Su
Corazón! ¿Querremos ser amigos del Señor?
Liberados de la esclavitud de la carne
Día 12 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 8
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud…
sino que habéis recibido el espíritu de filiación”
(Romanos 8:15 – literal)
Todo creyente nacido de nuevo por la fe en Jesucristo, ha recibido, de parte
de Dios, el Espíritu Santo (Rom. 8:9.). Tal Espíritu quiere efectuar una obra
maravillosa en nosotros y conducirnos a una libertad totalmente nueva en la
presencia de Dios. “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu
del Señor, allí hay libertad” (2 Cor. 3:17.). El Espíritu nos libra del miedo
religioso a un dueño duro y severo.
La libertad de la que disfrutamos ahora no significa en ningún caso que
tengamos carta blanca para entregarnos a cualquier cosa. ¡Ni mucho
menos! Eso significaría recaer en la esclavitud de la carne. Porque el
Espíritu nos ha liberado de esa esclavitud, la cual nos describe Pablo
perfectamente en Romanos 7. Antes de convertirnos en hijos de Dios
estábamos forzados a pecar. Esa era una ley despiadada, sin excepción, la
cual nos hacía recaer en el abismo del pecado pese a nuestros esfuerzos
más intensos para sustraernos a ella. “¡Miserable de mí! ¿quién me librará
de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro” (Rom. 7:24-25.).
Al recibir la salvación de Dios hemos pasado de una ley a otra: “La ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús… la cual nos ha librado de la ley del
pecado y de la muerte” (Rom. 8:2.). El Espíritu nos da la Vida Eterna
que nos convierte en vencedores de las incapacidades carnales.
¡Qué gran noticia para nosotros los cristianos! No tenemos que seguir con
el miedo a nuestras caídas y fallos. Con nuestros propios esfuerzos no
conseguiremos nada. Dejemos que el Espíritu crezca y actúe en nosotros,
haciendo todo lo posible para cuidar de esta comunión con Dios en nuestro
espíritu.
Liberados del miedo a Dios
Día 11 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 7
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción (filiación),
por el cual clamamos: ¡¡Abba, Padre!!”
(Romanos 8:15)
Entre los hombres que reconocen la existencia de Dios, muchos tienen
miedo de encontrarse cara a cara con Él. Lo consideran como el supremo
Dueño al cual tendrán que rendir cuentas más pronto o más tarde.
Para algunos, como el siervo de la parábola de los talentos, se trata de un
amo “duro y severo” (Mat. 25:24; Luc. 19:21), con muchas exigencias
penosas para aquellos que le sirven. De esta forma es posible vivir en
temor, tal como los esclavos que les tenían miedo a sus dueños. Pero ya
hemos experimentado una salvación maravillosa. Cuando nos fatigamos
tratando de cumplir con nuestras propias fuerzas los mandamientos de
Dios, acabaremos por sucumbir al miedo del castigo si no estamos a la
altura del estándar de Dios.
Pero el capítulo 8 de la Epístola a los Romanos nos revela una verdad
maravillosa: Es por medio del Espíritu que podremos cumplir las
exigencias justas de Dios y ese Espíritu ya lo hemos recibido al nacer de
nuevo (Rom. 8:9.). Dios nos ha amado tanto que para salvarnos de Su
ira, ha entregado a Su amado Hijo. ¿Cómo podría Él dejarnos vivir
después en una vida de esclavitud? No, Dios nos ha dado el Espíritu para
librarnos y para hacernos capaces de llevar una vida digna de verdaderos
hijos Suyos. Incluso tenemos el privilegio de poder llamar a un Dios tan
grande y poderoso “¡Abba. Padre!” Es decir: “Querido Padre”. Como el
niño que corre gritando hacia su padre con absoluta confianza.
Si nuestra vida cristiana se desarrolla en la esfera del miedo a enfrentarnos
cara a cara con el castigo de Dios, es urgente que nos volvamos al
capítulo 8 de la Epístola a los Romanos y al versículo 15, pidiéndole a
Dios que nos ilumine.
Hablar con Dios
Día 10 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 6
“Y cuando entraba Moisés en el tabernáculo de reunión,
para hablar con Dios… y hablaba con Él”
(Números 7:89)
Dios habla, Él es la Palabra y Sus Palabras son maravillosas, “más que
todas las riquezas” (Sal. 119:14.). Moisés también hablaba con Dios. Se
trataba de un diálogo. ¿Cómo podemos concebir una amistad donde uno
solo sea quien habla?
Nosotros también tenemos derecho de hablar con Dios, para alabarle y
glorificarle. ¿No es algo glorioso poder celebrar a aquel que es el “Rey de
reyes y Señor de señores”, que obtuvo la más grande victoria, al salir
vencedor del peor enemigo, la muerte? Muchos aclaman a los ídolos
humanos que nada han hecho por ellos, y que perecen rápidamente.
Nosotros tenemos al “Vencedor”, que ha derrotado a todas las fuerzas de
las tinieblas, cuya victoria es eterna. ¡Cuán grande es Su amor hacia
nosotros!
Pero Dios nos permite que nosotros también le hablemos acerca de
nosotros, de nuestras angustias, nuestros anhelos, de nuestras alegrías, para
agradecérselas (1 Tes. 5:18) e incluso de nuestros problemas y
preocupaciones como vemos en el Libro de los Salmos. Podemos
confesarle nuestros pecados cuando consideremos que lo hemos
contristado, cuando hayamos desperdiciado el tiempo. Podemos hacerle
también participar de los asuntos que nos superan, ya sean materiales o
espirituales. El apóstol Pedro nos exhorta a “echar sobre Él toda nuestra
ansiedad” (1 Ped. 5:8.)
Pero podemos hacer algo más, podemos hablarle a Dios de otros para
buscar mediante la oración el bien de ellos. A Dios le complace que Sus
hijos se parezcan a Él que tanto ama a todas Sus criaturas. Al
acercarnos a Dios con confianza tocamos Su Corazón amoroso y entramos
en el secreto de Su Voluntad, “el misterio escondido desde los siglos en
Dios” (Efe. 3:9.). Entonces nos convertimos en Sus Amigos (Juan 15:15.)
Oír la Voz de Dios
Día 9 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 5
“Cuando entraba Moisés en el tabernáculo de reunión, para hablar con
Dios, oía la voz que le hablaba de encima del propiciatorio”
(Núm. 7:89)
Moisés mantenía una íntima relación con Dios, “cara a cara” (Exodo
33:11.). Estaba muy cerca de Él y podía oír la Voz del Señor. ¿Cómo
llevamos nuestro día a día? ¿No oímos esa voz que nos dice: “aquí estoy”,
“ven”, “no temas”, “párate, vas demasiado lejos”, “si haces eso pierdes
el tiempo”? ¡Cuan bueno es oír esa voz que quiere hacernos volver al
Señor, a Su Paz y a Su Gozo. Ella siempre nos dará una esperanza, cuando
tengamos problemas, estemos estresados o simplemente hundidos en la
rutina diaria. Hay tantas cosas que Dios nos quiere mostrar, para que las
disfrutemos. Cuando Él nos hable, el horizonte se nos hará cada vez
más claro.
“Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él
conmigo” (Apoc. 3:20.). Así se dirigía Jesús a los cristianos que habían
caído en un estado lamentable, “la tibieza”. Pero Su deseo no es
reprenderlos severamente para que temiesen Su divina autoridad. Este
llamado muestra, claramente, el verdadero deseo de nuestro Señor; pasar
con ellos un tiempo tan agradable como una cena entre amigos, en paz y
sosiego. ¡Que amor encierran esas palabras hacia nosotros, hombres caídos,
tan inclinados a enfriarnos y a dejar que se aparte de Él nuestro corazón!
No dejemos de abrir la puerta de nuestro corazón cuando oigamos Su
Voz, no importa la hora o el momento, ni nuestra condición, sea cualquiera
que sea la actividad que estemos desarrollando. El Señor nos quiere
trasladar a ese escenario de quietud y reposo representado en la “cena”,
donde hallaremos descanso y paz y seremos alimentados en nuestro
espíritu. De esta manera se renovará nuestra vida espiritual y se avivará
en nosotros el fuego del primer amor.
Cara a cara con Dios
Día 8 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 4
“Hablaba Jehová a Moisés cara a cara,
como habla cualquiera a su compañero (su amigo)”
(Éxodo 33:11)
El versículo anterior describe la relación entre Dios y Moisés. En el
Antiguo Testamento, sólo unos pocos, “los testigos de la fe”, disfrutaron
de ese privilegio de poder acercarse a Dios sin ningún intermediario.
Todavía no había venido Jesucristo para derribar el muro de separación
levantado por causa de la rebelión del hombre, el pecado del huerto del
Edén.
Pero en el Nuevo Testamento el llamamiento es para todos: “venid a mí
todos… (Mat. 11:29.) “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba…” (Juan
7:37.) “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia”… (Heb.
4:16), y otro llamamiento al final de la Biblia: “Y el que tiene sed,
venga…” (Apoc. 22:17.)
Dios quiere que todos los hombres se aproximen a Él. Para conseguirlo
dio el primer paso al venir al hombre en la Persona de Jesucristo; Jesús
abrió el camino en la cruz y hoy nos llama mediante el Espíritu Santo: “Si
oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones… (Heb. 3:7-8.)
Moisés no veía a Dios, porque Éste no puede ser visto (Exo. 33:20.). Sin
embargo el Señor estaba tan cerca de Moisés como lo está cualquiera de
sus amigos. Dios hablaba con Moisés “cara a cara”. Hoy tampoco existe
una barrera de seguridad entre nosotros y nuestro Señor, cómo la que existe
para acceder a los grandes de este mundo, aunque nuestro Señor posee “el
nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:9.). Él se hizo tan próximo a
nosotros mediante el Espíritu Santo: “Porque el Señor es el Espíritu; y
donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Cor. 3:17.)
Utilicemos cada vez más esta libertad, la libertad de acercarnos a Dios.
¡Muchos, entre nosotros, pueden testificar que Él es realmente asequible!
Buscar al Señor y consultarle
Día 7 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 3
“Bueno es Jehová a los que en Él esperan,
al alma que le busca.
Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová”
(Lamentaciones 3:25-26)
David, cada vez que tenía que tomar una decisión importante,
consultaba con su Dios (1 Sam.23:2,4.). ¿Nos volvemos nosotros al Señor
en todas las situaciones y le pedimos que nos aconseje? Aunque la
situación que enfrentaba David fuese semejante a la anterior, donde ya
había recibido unas directrices concretas de parte de Dios. ¡Dios apreciaba
esa actitud!
Esa actitud de David recuerda la de Moisés y el pueblo de Israel cuando
atravesaban el desierto: ellos levantaban el campamento cuando la nube o
la llama de fuego se alzaban, y se mantenían en el mismo lugar cuando eso
no sucedía; esto demuestra su completa dependencia de Dios. Eso
demanda una verdadera dependencia del corazón hacia Dios: “permaneced
en mí, y yo en vosotros” (Juan 15:4.)
Muchos personajes del Antiguo Testamento decidieron en su corazón
buscar el rostro del Señor; y Jehová se dejó encontrar por ellos: “De toda
su voluntad lo buscaban, y fue hallado de ellos; y Jehová les dio paz por
todas partes” (1 Cron. 15:15: ver 1 Cron. 28:9; 2 Cron. 15: 2,4.)
Es el momento de buscar al Señor: “Porque es el tiempo de buscar a
Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia” (Oseas 10:12.). El Nuevo
Testamento nos anima a acercarnos a Dios, el galardonador de los que le
buscan (Heb. 11:6.). Esta actitud tiene resultados muy positivos en
nuestras vidas. La invocación del nombre del Señor nos ayuda a buscar a
Dios. “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que
está cercano” (Isa. 55:6.).
Una actitud de dependencia directa con el Señor nos trae la paz.
¡Busquemos al Señor!
Confiar en la Miseriordia de Dios
Día 6 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 2
No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven: pues las cosas que
se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”
(2 Corintios 4:18)
Muchos relatos bíblicos nos muestran a hombres que han basado sus
decisiones sobre cosas visibles y tangibles, mientras que otros muchos lo
han hecho apoyándose sobre lo invisible.
Esta es la gran diferencia entre Lot y Abraham, por ejemplo: “hubo
contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del
ganado de Lot… Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que
toda ella era de riego, como el huerto de Jehová… Entonces Lot escogió
para sí toda la llanura del Jordán; y se fue Lot hacia el oriente, y se
apartaron el uno del otro” (Gen. 13:5-18.)
Citemos también a Doeg edomita y a David. Doeg, el hombre que anduvo
en la carne, se apoyó en los valores temporales. Tuvo la impresión en cada
momento de ser muy inteligente para poder enriquecerse fácilmente o
ascender en la jerarquía social, buscando la oportunidad de convertirse en
el favorito del rey Saúl, a quien le comunicó la huida de David y la ayuda
que a éste le habían prestado los sacerdotes. Doeg se apoyó en la malicia,
confiando en la promesa de una recompensa temporal, su caminar fue en la
maldad y el engaño (ver 1 Sam. 22.)
El Salmo 52 es un cántico de David compuesto con motivo del informe de
Doeg a Saúl. Allí expuso el contraste entre el malvado que confía en sí
mismo, y el que confía en la bondad de Dios. David afirmó una vez más,
con fe, que confiaba en el amor eterno de Dios, que alababa al Señor por lo
que había hecho y que esperaba en Él: “La misericordia de Dios es
continua… Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios; en la
misericordia de Dios confío eternamente y para siempre. Te alabaré para
siempre, porque lo has hecho así; y esperaré en tu nombre, porque es
bueno, delante de tus santos” (Sal. 52:1, 8-9.)
Conocer a Dios quien está sobre todas las cosas
Día 5 de Julio de 2011 Lectura: Mateo 1
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas
vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego con acción de gracias”
(Filipenses 4:6)
En el libro del Génesis, Dios se le presentó a Abraham bajo el nombre de
“El Shadday”, que significa: “Yo soy el Dios que es”, “Soy el Dios
suficiente para todo”. David comprendió lo que quería decir ese nombre y
lo experimentó a lo largo de toda su vida (Sal54:6-7.).
En los Salmos, David, ha puesto de manifiesto lo que representaba Dios
para él en todos los aspectos de su vida: “Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía,
en Él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio”
(Sal. 18:1-2; ver 2 Sam. 22.). David se apoyaba en su Dios y sobre las
realidades divinas. Siempre se volvía al Señor y le alababa. La alabanza
nos eleva por encima de cualquier situación y nos ayuda a confiar en
nuestro Señor. Las situaciones, aun las más difíciles, pierden su
significado e importancia cuando utilizamos el arma poderosa de la
alabanza y el poder de Dios cobra más importancia y peso ante nuestros
ojos.
La historia de David registra una sucesión de situaciones negativas, más
fuertes que él mismo, pero en medio de tales circunstancias él se volvió a
Dios y lo alabó. Su actitud está ilustrada maravillosamente en dos
versículos del Nuevo Testamento: “Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil
4:6-7.)
Obtenemos la victoria cuando alabamos al Señor, porque reconocemos
que nuestro Dios está por encima de todas las cosas, y situamos a ese
Dios que todo lo ha vencido como centro de nuestra vida.
¡Depositemos sobre Él nuestra confianza, y seremos llenos de la paz de
Dios, y rebosaremos de agradecimiento y de alabanzas!
La preparación en el desierto
Día 4 de Julio de 2011 Lectura: Proverbios 31
“Mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia
de la gracia y del don de la justicia”
(Romanos 5:17b)
El profeta unge al futuro rey de Israel; luego pasan los días, las semanas e
incluso los años, sin que se produzca la investidura del citado rey. David
tuvo que esperar quince años desde que Samuel lo ungiese hasta
convertirse en rey de Judá, y veinte y dos antes de serlo de Israel. ¿No
se preguntaría David, a lo largo de ese tiempo, si quizás se habría
equivocado Samuel? ¿Cómo pudo seguir creyendo David en las palabras de
Samuel, cuando en lugar de vivir en el palacio real, saltaba de un escondite
a otro, por los desiertos de Israel, huyendo de la persecución de Saúl?
Desde el día en que fue ungido, hasta el día en que tomó posesión del
trono, David pasó por innumerables pruebas. Durante aquel período
escribió
muchos
Salmos,
expresando
sus
padecimientos
y
los
cuestionamientos a su Dios, manifestando a la vez tanto su fe como su
relación con el Señor. ¿Cómo no sentirse tocado por las innumerables
alabanzas a Dios que encontramos en los Salmos compuestos por David en
medio de las circunstancias más adversas? David aprendió a vivir por fe
y no por vista. En el desierto que atravesó se fortaleció su confianza en
Dios; aprendió a conocer al Señor en Sus múltiples aspectos, y descubrió el
poder de la alabanza. “Alabaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno” o
“Te alabaré por todo lo que Tú eres, oh Jehová” (Biblia del sembrador.)
(Sal. 54:6.)
Nuestra vida sobre la tierra constituye también un tiempo de preparación.
Al igual que David, cruzamos desiertos, donde nos enfrentamos con
nosotros mismos, donde profundizamos nuestra relación con el Señor y lo
descubrimos bajo numerosos aspectos. Diariamente recibimos Su Gracia
abundante y el don de Su Justicia, y reinaremos también en vida con Él
(Rom. 5:17.) “Si sufrimos, también reinaremos con Él” (2 Tim. 2:12.)
A menudo, en los Salmos, David reafirma su confianza en Dios y
manifiesta acerca de lo que el Señor es para él.
Avivar el don de Dios para edificar Su Casa
Día 3 de Julio de 2011 Lectura: Proverbios 30
“Y si sobre este fundamento edificare oro, plata,
piedras preciosas, madera, heno hojarasca,
la obra de cada uno será manifestada”
(1 Corintios 3:12-13)
El Señor dijo que edificaría Su Iglesia (Mat. 16:18); pero las Epístolas a los
Corintios y a los Efesios nos muestran que no lo haría solo, sino con la
colaboración de Sus hijos (ver 1ª Cor. 3:9; Efe. 4:16.)
Todo creyente nacido de nuevo ha sido salvado para servir al Señor. Por
tanto tenemos que cuidarnos de la manera en que actuamos, porque no nos
debemos apoyar en nuestras capacidades naturales y humanas. Todos
tenemos talentos y medios para invertir en la obra de Dios, pero es
necesario hacerlo como Él lo desea.
Tengamos en cuenta que cuando hagamos algo para el Señor, tal cosa no
siempre le va a satisfacer a Él. Cada siervo del Señor se enfrenta
continuamente a dos alternativas: Edificar con madera, heno, hojarasca o a
hacerlo con oro, plata, piedras preciosas. Los primeros elementos
representan el conocimiento, la percepción de las cosas y la manera de
pensar que provienen del planteamiento previo de los creyentes, basado en
su cultura, en todo aquello que es terrenal, humano y natural. Los demás
elementos, son preciosos porque tienen la impronta divina. Una obra
realizada con madera, heno u hojarasca, aunque llegue a ser gigantesca, no
resistirá la prueba del fuego.
Es bueno ser conscientes de la necesidad de estar edificando conforme al
propósito de Dios. Pero esto no nos debe hacer caer en la pasividad con el
pretexto de que existe el riesgo de edificar malamente. Cada uno de
nosotros ha recibido uno o múltiples talentos para invertirlos en la obra del
Señor y es responsable de aquello que ha recibido. Por tanto tenemos que
orar en base de 2ª Timoteo 1:6: “Por lo cual te aconsejo que avives el
fuego del don de Dios que está en ti”. ¡Avivemos la llama del fuego del
don de Dios, es nuestra responsabilidad el hacerlo!
Procuremos edificar en el Señor en todo cuanto emprendamos (ver Juan
5:1-5.)
El poder de Dios en la debilidad del hombre
Día 2 de Julio de 2011 Lectura: Proverbios 29
“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu,
ha dicho Jehová”
(Zacarías 4:6)
Vemos en 1ª de Samuel 17:45 que David, cuando fue a combatir con
Goliat, no confiaba en las armas de guerra humanas, sino en el nombre del
Señor. ¡Es bueno redescubrir el Poder del nombre del Señor!
Dios le dijo a Pablo: “Bástate mi gracia: porque mi poder se perfecciona
en la debilidad” (2 Cor. 12:9.). El mundo es propenso a la independencia,
señal de fortaleza de carácter y de competencia. El cristiano vive a
contracorriente pues se esfuerza para no hacer nada sin Dios, el cual se
convierte en su Señor, en su Dueño. Cuanto más se une con Dios, más
cuenta se da de que nada bueno reside en él y especialmente de que nada
procedente de él le puede agradar a Dios.
Un creyente tiene que vivir en absoluta dependencia de Dios; no confía en
sus capacidades naturales, sino que mora en Su Señor de manera que éste
pueda actuar en él y por medio de él. De esta manera desarrolla una
relación viva, íntima y permanente con Él.
Muchos personajes bíblicos ilustran esto. Al principio eran fuertes por sí
mismos, pero tuvieron que ser llevados al límite de sus capacidades para
resultar útiles para Dios. Moisés tuvo que abandonar el palacio del faraón,
salir de Egipto y vivir cuarenta años en el desierto, para poder comenzar su
ministerio. Pedro perdió su confianza en sí mismo después de negar a
Jesús, entonces el Señor le encomendó la tarea de apacentar a Su Rebaño.
Pablo tuvo que ser derribado a tierra en el camino de Damasco para
replantearse sus fines y convertirse en el apóstol de los gentiles. Cada uno
de ellos tuvo que ser quebrantado y ver con sus propios ojos la
inutilidad de sus esfuerzos antes de convertirse en instrumentos útiles
para Dios y desarrollar el ministerio para el que habían sido llamados por
Él.
El bien en la casa de Dios
Día 1 de Julio de 2011 Lectura: Proverbios 28
“Seremos saciados del bien de Tu casa, de Tu santo templo”
(Salmo 65:4)
Muchos de los Salmos contienen referencias a lo bueno que es morar en la
casa de Dios: “Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente
te alabarán… Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos,
escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las
moradas de maldad” (Sal. 84:4, 10.)
Encontramos el mismo sentir en el Salmo 27: “Una cosa he demandado a
Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi
vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su
templo” (v. 4)
Y en el Salmo 122: “Yo me alegré con los que me decían; a la casa de
Jehová iremos” (v. 1.) “Jehová, la habitación de tu casa he amado, y el
lugar de la morada de tu gloria” (Sal. 26:8.).
¡Qué bueno es habitar en la casa de Dios! Éste es el lugar donde podemos
ver la Gloria de Dios y encontrar Su Nombre, es decir Su Persona. ¡Dios
se goza en Su Morada! En el Antiguo Testamento el tabernáculo y el
templo eran la representación de la casa de Dios. El tabernáculo no tenía
una apariencia especialmente atrayente, porque la parte externa del mismo
estaba hecha con pieles de tejones (Exo. 26:14.). La Iglesia, que es ahora la
Casa de Dios, aparentemente no tiene ningún atractivo visible. Es preciso
tomarse el trabajo de entrar para descubrir la belleza de la misma. En su
interior somos atraídos por su esplendor. Todo testifica de la Presencia de
Dios y de Su Gloria. Entonces exclamamos: “Bienaventurado el que tú
escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios; seremos saciados
del bien de tu casa, de tu santo templo” (Sal. 65:4.)
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