Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires Comisión de Violentología Relatoría de la sesión del 24 de octubre de 2012 El miércoles 24 de octubre de 2012 a partir de las 17 horas tuvo lugar la décimo cuarta sesión de la Comisión Especial de Violentología en el Colegio de Magistrados y Funcionarios del Departamento Judicial de Dolores. Calle Sarmiento N° 75, ciudad de Dolores. La sesión contó con la presencia de los Diputados María Alejandra Martínez, Ramiro Gutiérrez y Franco Caviglia. Participaron además el Colegio de Magistrados y Funcionarios del Departamento Judicial de Dolores (Presidente: Dr. Luis Augusto Raffo), el Instituto de Estudios Judiciales del Departamento Judicial de Dolores (Presidente: Dr. Francisco A. Hankovits), la Universidad Atlántida Argentina (Decano Facultad de Derecho y Ciencias: Dr. Diego Olivera Zapiola y Dr. Juan Pablo García), el Colegio de Abogados de Dolores y el Departamento Judicial de Dolores (Presidente: Dr. Adrián Lamachia). Intervinieron además jueces de Paz, de familia, de garantías y otros operadores judiciales de la ciudad de Dolores y miembros de la comunidad académica de la Universidad Atlántida Argentina. El programa dispuesto para la jornada fue el siguiente: 17: 00 Sesión de la Comisión de Violentología con la participación de las autoridades organizadoras, y operadores judiciales con incumbencias relacionadas con la Violentología. 19: 00 Conferencia de Prensa con medios audiovisuales, gráficos y digitales 19: 30 Break 20: 00 Jornada de Exposición y Debate “Aproximaciones a la Violentología”. Disertantes: Mag. Paola Rodríguez y Dr. Franco Caviglia 21: 00 Preguntas y Debate Desarrollo de la Sesión Previa presentación de los miembros de la Comisión se procedió a la entrega de placas de reconocimiento a los Diputados Franco Caviglia y Ramiro Gutiérrez y de un presente a la relatora de la Comisión Paola Rodriguez de parte del Dr. Luis Augusto Raffo, Presidente del Colegio de Magistrados y Abogados de Dolores. Enseguida el Dr. Francisco Hankovits declaró sentirse complacido por la presencia de tres dignos representantes del pueblo sesionando en la ciudad de Dolores así como con una especialista internacional en temas de violencia. Así mismo agradeció a todas las autoridades de la ciudad de Dolores que participaron en la organización del evento. El fenómeno de la violencia- dijo- está presente en la vida cotidiana y también es una discusión académica. Hay que discutir responsablemente para controlar sus consecuencias y evitar su repetición. Tuve oportunidad de leer el texto del Dr. Caviglia, Violentología, y quisiera resaltar algunas de sus premisas: la necesidad del diálogo, la aceptación de la imperfección y de la diferencia y el respeto mutuo, pero fundamentalmente, la importancia de aceptar el riesgo académico de comprender la violencia desde aquí, desde esta sesión en Dolores como un punto de inicio. Estamos muy contentos de asumir ese riesgo académico y de empezar a discutir juntos esta problemática. Franco Caviglia: Buenas tardes. Bueno yo quiero contarles una anécdota. Mi hija quería que le regalaramos un hurón. Se lo pidió a la madre, pero ella obviamente no quería tener un animal asi en casa. La niña insistió hasta que al fin la madre accedió y en ese momento me dijo: ¡estoy conmocionada! Bueno, déjenme decirles que yo hoy estoy como ella, conmocionado, por no decir muy emocionado! Quiero agradecer a todos los que hicieron posible que este lugar de encuentros, desencuentros, convergencias y divergencias sea posible. El punto fundante de la Comisión de Violentología fue la pregunta por la violencia. ¿Qué es?, ¿qué decimos cuando decimos violencia?, ¿cómo la percibe la sociedad? Y esta pregunta orbita en tres registros: uno lingüístico, respecto al origen etimológico de la palabra; uno conceptual, referido a los significados de la violencia; y otro óntico que tiene que ver con qué es la violencia per se, esto es, cómo puede ser determinada en su ser. Frente a estas preguntas y niveles, la violentología no es un campo de estudios que haya encontrado o si quiera aspire a respuestas definitivas. No tiene punto final sino puntos suspensivos. Dicho esto, quiero agradecer a Ramiro Gutiérrez por la organización, porque se que estuvo al tanto de cada detalle para que el encuentro saliera de la mejor manera posible. También a las Diputadas Maria Alejandra Martinez y Viviana Nocito (quien lamentablemente no pudo venir hoy) por acompañarnos en esta empresa. Más que hablar yo, me interesa que esto sea un diálogo en el que intercambiemos opiniones todos. Ahora voy a cederle la palabra a Paola Rodriguez, relatora de la Comisión para que los ponga al tanto de lo que venimos realizando. Paola Rodriguez: Buenas tardes a todas y todos, agradezco infinitamente la invitación. Como señalaba en la reunión previa en el Instituto de Estudios Judiciales, la creación de una Comisión Legislativa para el estudio de la violencia es una experiencia inédita. Ni siquiera en un país tan azotado por la violencia como Colombia, que es de donde vengo yo, existió una iniciativa similar. De manera que lo primero que deseo destacar es cómo desde ya, tempranamente, en Argentina se están tomando recaudos desde la rama legislativa para abordar el problema de la violencia. Esta Comisión está compuesta por seis Diputados Provinciales y todo un grupo de asesores profesionales y miembros de ONGs interesados en la materia. Viene sesionando desde el primer cuatrimestre de 2012 y tiene como antecedentes dos jornadas de reflexión realizadas en 2011 y 2012, respectivamente. La metodología de funcionamiento es de tipo seminario con un invitado experto cada semana, que instruye a los participantes en un tema específico (teórico o empírico) de la violencia, seguido por un espacio de discusión donde intervienen todos los miembros. Estos debates se acompañan con la realización previa de lecturas especializadas que facilitan una discusión informada. Como es imposible en este espacio de tiempo reproducir la totalidad de las temáticas que han sido tratadas, yo voy a tratar de resumir el camino recorrido en cuatro puntos. 1) ¿El qué de la violencia? La violencia se ha constituido en uno de los tópicos más discutidos y a la vez menos definidos en los discursos políticos y en las ciencias sociales. Se la ha empleado para referir hechos muy diversos con la engañosa creencia en su generalidad y univocidad. Cada teórico, como cada ciudadano, pretende saber qué es la violencia asignándole el estatus de una cosa, de un fenómeno social entre otros. La violencia existe desde la experiencia subjetiva de cada uno, y esta positividad adquiere nuevos contornos dependiendo de quién la enuncie, quién la evalúe o quien la interprete. De esta manera, la violencia emerge como categoría conceptual en el cruce de diferentes discursos antagonistas que se disputan una interpretación definitiva, haciendo de ella una noción polisémica. Proponer una reflexión sobre la violencia nos enfrenta con una ventaja que es a la vez un gran inconveniente: la existencia de múltiples y diferentes enfoques teóricos. Este puede ser un hecho ventajoso si asumimos que las reflexiones precedentes –que van desde la etología y la psicología hasta la antropología, la filosofía, la sociología y el derecho– de algún modo han abierto el camino para una discusión actual; pero deviene una dificultad cuando revela la imposibilidad de definir la violencia como un conjunto de hechos semejantes y fácilmente identificables. Nos encontramos por tanto, en un problema que, siguiendo a Jacques Ranciére, podíamos denominar desacuerdo: “un tipo determinado de situación de habla en la que uno de los interlocutores entiende y a la vez no entiende lo que dice el otro”. El desacuerdo no es el desconocimiento, pero tampoco es el malentendido. El desacuerdo no se refiere solo al significado de las palabras sino a la situación misma de quienes hablan. Por ello, la estructura del desacuerdo remite al litigio sobre el objeto de la discusión y sobre la calidad de quienes hacen de él un objeto. En este orden de ideas, la violencia no solo es una categoría polisémica sino fundamentalmente polémica. Es además una categoría abierta y liminar, imposible de encorsetar en un concepto unívoco. Y es finalmente un campo relativo, en la medida que se construye intersubjetivamente en medio de un entramado de discursividades que se disputan su significado. Más allá de los diversos enfoques que han querido encorsetar un fenómeno en sí mismo inasible, lo cierto es que la preocupación por definir, describir, explicar y controlar la violencia se ha extendido entre políticos, científicos y ciudadanos, en un contexto específico, que es el del orden epistémico moderno. Este se haya marcado por la idea de Razón como rectora y por el imperativo de dominio/conocimiento de la naturaleza y el hombre. Con esto quiero señalar que, si bien la violencia ha existido desde siempre, la preocupación científica por conocerla es un hecho relativo a los cánones de normalidad, cientificidad y ley propios de la modernidad. Es en este marco cuando se la construye como objeto de estudio, por más que desde siempre se la experimentara como fenómeno. Adicionalmente se trata de una coyuntura caracterizada por una mayor sensibilidad ante la temática, como producto de la civilización de las costumbres y la visibilización de prácticas que en tiempos pretéritos no eran vistas como violentas. 2) El por qué de la violencia La pregunta ¿por qué ocurre la violencia? nos remite casi inmediatamente a la pregunta ¿por qué somos violentos? De ahí que otro punto nodal de las discusiones de la Comisión haya tenido que ver con el debate acerca del carácter innato o adquirido de la violencia. Esto nos llevo por un recorrido multidisciplinario que va de la etología a la sociología pasando por la psicología y la antropología y que se resume en el debate naturaleza/cultura que ronda cualquier pregunta sobre lo humano. El binomio naturaleza- cultura atraviesa también a algunos pensadores interesados en comprender el fenómeno de la violencia, llevándolos a preguntarse si ésta se encuentra asociada a nuestra situación biológica, perteneciendo por tanto al ámbito permanente e inmutable de lo natural, o si por el contrario, es un producto de la cultura susceptible de modificación y control. Las teorías esbozadas por la etología, la neurofisiología, la psicología y la antropología en la búsqueda de la fuente básica de la violencia, han abarcado desde la consideración de naturaleza y cultura como ámbitos de carácter excluyente, hasta la consideración de los mismos como elementos situados en un continuum; desde el biologismo extremo al culturalismo, desde etnoecologías particulares a reflexiones universalizadoras. Nuestra hipótesis es que la violencia pone de manifiesto la ambigüedad constitutiva del ser humano, esto es, su condición de animal cultural, no pudiendo ser asignada con exclusividad al ámbito de la naturaleza o al de la cultura. La violencia en este contexto, aparece como una especie de eslabón perdido entre nuestra realidad zoológica y nuestra condición humana. Como escribe Merleau-Ponty, “es imposible superponer en el hombre una primera capa de comportamientos que se denominarían "naturales" y un mundo cultural o espiritual fabricado. Todo está fabricado y todo es natural en el hombre, en el sentido de que no hay una palabra, ni una conducta que no deba cualquier cosa al ser simplemente biológico, y que al mismo tiempo no se sustraiga a la simplicidad de la vida animal, no desvíe de su sentido a las conductas vitales, por una suerte de escape y por un genio de lo equívoco que podrían servir para definir al Hombre”. A diferencia de las teorías sociológicas, que consideran que el antagonismo es irreductible a los conflictos individuales, y que éstos se deben más bien a las características particulares de la estructura social; las teorías de la violencia provenientes de la etología y la psicología parten de la base individual, suscribiendo una concepción de la sociedad como un agregado de individuos física y mentalmente semejantes. Los estudios que intentan explicar el origen de la violencia en el individuo se dividen en dos corrientes fundamentadas filosóficamente en las teorías del origen de la sociedad propuestas respectivamente por Hobbes y Rousseau: las corrientes instintivistas y las corrientes ambientalistas. No suscribimos taxativamente las conclusiones de ninguna de estas dos corrientes y nos sentimos más cercanos de posiciones como la del biólogo chileno Humberto Maturana para quien la violencia no hace parte de una impronta biológica o psíquica innata, sino que es el resultado de un determinado modo de vivir. Todo ser vivo –afirma- requiere de un espacio relacional donde vivir y definirse y en los seres humanos, este espacio es la cultura. Allí se entrelazan emoción y el lenguaje para configurar redes de conversaciones, coordinaciones conductuales consensuadas y de estilos de vivir en lo cotidiano. Si la vida humana se da en un espacio relacional, la violencia es un modo de vivir en ese espacio que tendría lugar en “aquella situación en la que alguien se mueve con relación a otro en el extremo de la exigencia de obediencia y sometimiento, cualquiera que sea la forma como esto ocurre en términos de suavidad o brusquedad y el espacio relacional en que tenga lugar. La violencia es la negación del otro que lleva a su destrucción en el esfuerzo por obtener su obediencia o sometimiento. Ahora bien, no todas las situaciones de desequilibrio de poder son situaciones de violencia. Es la emoción bajo la cual se vive esa relación, lo que le da el carácter de violenta o no” Para vivir en la violencia se requiere estar inmerso en una cierta red de relaciones que definen un espacio social en el que un arma, un golpe o una agresión verbal devienen medios válidos para la consecución de fines. La violencia es un modo de convivir, un estilo relacional que surge y se estabiliza en una red de discursos que la hacen posible, que conservan el entramado de emociones que la constituyen, y en el que la negación del otro se vive como algo tan natural que no se ve. Es la cultura en la que se vive aquella que regulariza la violencia como un fenómeno inminente e inexpurgable, son las redes de conversaciones y las emociones que en ella circulan las que instalan a la violencia como una conducta legítima. 3) El para qué de la violencia Esta pregunta se relaciona con tres dimensiones o modos de circulación de la violencia. Sabemos que la violencia puede ser empleada como un medio para la consecución de fines (políticos, económicos, etc), de allí que tenga en primer lugar una dimensión instrumental. Esta ha sido ampliamente estudiada en las teorías que la vinculan con el poder, e incluso llegan a identificarla como su medio específico (Weber). Pero la violencia también connota una dimensión expresiva, detrás de cada acto violento hay actores que tienen una identidad que se quiere afirmar, negar o construir, unas representaciones, una imagen de si y del otro. Esto quiere decir que la violencia no puede explicarse sin los sentidos que la producen y sin los sentidos que la legitiman y en esta medida es necesario indagar en su tercera dimensión: la dimensión simbólica. Como señala Castillejo, la violencia es un texto social, por tanto, leer la violencia es leer las connotaciones simbólicas de los actos, es entenderla cadena de significados que se gestan no solo desde la perspectiva de quien ejecuta el acto, sino también desde los espectadores del mismo, pues la significación se produce en la interacción entre el agente violento y la representación de su acción en la sociedad. 4) El cómo de la violencia El cómo de la violencia nos remite a los discursos, pero fundamentalmente a las prácticas mediante las cuales nuestras sociedades construyen determinados órdenes que crean y legitiman la violencia. Estos órdenes tienen unas formas específicas de construir la alteridad que hacen del otro un potencial receptor de violencia. La manera en que construyo y percibo al otro justifica o no, la razón de ser de su muerte o victimización. De ahí que sea indispensable interrogarnos acerca de las identidades tejidas en la acción violenta en tanto ellas son un juego de espejos donde se resuelve el reconocimiento del otro y la mismidad de la sociedad. Dime qué violencia padeces y te diré en qué sociedad vives. Más allá de los actores violentos y de los hechos de violencia en si, es preciso que nos preguntemos por los contextos de producción donde se suceden los actos violentos, no tanto como espacios físicos sino como construcciones culturales producidas por la propia sociedad. Vale decir con esto, que la violencia no es la otra cara del orden, el enemigo que acecha a la sociedad desde fuera, sino el producto y más fiel reflejo de aquello que nos constituye. Nuestra mirada sobre la violencia no es la de entenderla como un fenómeno marginal o periférico o como un problema más dentro del listado de problemas sociales sino verla en su relación de co-originalidad con todo orden, al menos en los términos de lo que en las sociedades occidentales hemos instalado como tal. Con estos cuatro puntos aspiro al menos abrir el debate porque lo que nos interesa fundamentalmente es conocer sus experiencias y puntos de vista. Muchas gracias Augusto Sosa (Abogado- Ex Juez federal): Yo quisiera preguntar por un fenómeno que nos preocupa a todos hoy en dia, por las magnitudes que ha adquirido, que es el tema de la violencia juvenil. Estamos viendo una capa social juvenil que parece más violenta. ¿A qué responde esta violencia que uno ve a diario, por qué se produce? Agustin Hankovits (Presidente de la Cámara Civil de Dolores): En efecto hay que ver la violencia en una dimensión social como una relación con el otro que es una negación del otro. Debemos llevar la discusión a esta dimensión. Cambiar la cultura de la violencia por una cultura de la responsabilidad. El violento busca la pertenencia a un grupo, es una manera de llamar la atención de la sociedad desde la negatividad. En ocasiones, el que es violento busca afecto. Yo quiero poner como ejemplo un caso que me han contado aquí, de un niño que llega al juzgado por problemas de violencia y la persona que lo asiste le pregunta: ¿vos que querés, que te tengan miedo o que te quieran? Y en efecto lo que el chico buscaba era llamar la atención, que lo quisieran. Cuando hablamos de violencia hablamos del lado oscuro que tiene nuestra sociedad. La violencia no es una cosa, es una negación del otro, y el violento también sufre la violencia. La violencia tiene un efecto mimético, es contagiosa y por ello cuesta clausurarla. Y en este punto la pregunta que me hago es si las resoluciones judiciales con su propia lógica sistémica no terminan teniendo como efecto una propagación de más violencia. Esto es, si los operadores judiciales no agenciamos un efecto tal que lleva a la propagación de la violencia en lugar de cortar con el efecto mimético. Franco Caviglia: Pensemos la violencia en términos de décadas o de siglos. En estos tiempos de larga duración no tenemos certeza de si efectivamente la violencia ha aumentado o disminuido. Yo particularmente, creo que la violencia ha disminuido, porque se ha visibilizado como problema, se ha convertido en un patrón de legitimidad su contención, y porque estamos en un mundo mucho más sensible a la violencia que en el pasado. En la Edad media había una tasa de 175 muertos por cada 100 mil hab., mientras que hoy un país como Argentina tiene una tasa del 5, 5. Si esto es así, tendríamos que a lo largo de la historia de la humanidad la violencia ha disminuido. Esto lo corroboran trabajos como el de Norbert Elías. Ahora bien, si bien ha disminuido en términos relativos, lo cierto es que también se ha democratizado. Hoy cualquiera puede matar a cualquiera porque se ha roto la inmovilidad social de las sociedades estamentales y hoy el rico y el pobre interactúan en los mismos espacios y pueden ser por tanto victimas de la violencia en cualquier momento. Ha habido pues una redistribución de la violencia en muchas manos, y no solo la del Estado. Esto no quita que, por otro lado, podamos hablar de un progreso de la conciencia moral donde la preocupación por el tema de la seguridad más que un síntoma negativo es una actitud que habla positivamente de nuestra escasa tolerancia con la violencia. Por supuesto es mi opinión y es altamente debatible. Angela Salim (Asesora de menores de Dolores): Respondiendo a la pregunta del Dr. Hankovits tengo que decir que los instrumentos legales no alcanzan. Lo que hay que cambiar son las cabezas. Nuestras historias personales y académicas se atraviesan. Si el síndrome del maltrato infantil no entra en el código penal, el caso de una criatura maltratada que no tipifica dentro de lo dicho por el código se queda sin respuesta, no hay un culpable a quien pueda hacerse responsable. Y hay que decir que tenemos instrumentos legales obsoletos. A mi preocupa la franja de chicos no punibles. En cada turno de la asesoría vienen cada vez más chicos de entre 11 y 13 años que no pueden ser tratados por esta instancia porque no están dentro de la edad imputable. Yo quiero transmitirle esta preocupación a ustedes legisladores, de lo contrario ¿qué tipo de sociedad vamos a tener a futuro si no estamos haciendo nada por los niños y adolescentes de hoy? Laura Elías (Jueza de garantías de Dolores): Para mi la violencia debe medirse hacia atrás. Yo disiento con su opinión Dr. Caviglia. Yo no creo que haya habido una disminución de la violencia. Al contrario, ha crecido de manera exponencial. Yo estoy a cargo de un juzgado de responsabilidad juvenil y ya estoy viendo la tercera generación de miembros de una misma familia con problemas con la justicia. La estadística de cada turno en mi juzgado que es el de la Costa y en el de Ayacucho puedo advertir que se ha avanzado legislativamente, pero que los hechos de violencia son aberrantes. Hay cifras que no se compadecen con la realidad de la violencia. El Estado no nos ayuda, yo trato de evitar la consumación de un delito, pero a partir de mi resolución judicial, si el no hay una respuesta efectiva del ejecutivo, no es mucho más lo que puede hacerse. Para dar un ejemplo, yo puedo emitir una caución para que un marido golpeador se aparte de la mujer maltratada, pero si no hay lugares a donde esta mujer pueda acudir, la resolución se queda en la nada. A las mujeres se las deja en el hospital con los hijos y al final se tienen que ir y volver al lugar del maltrato. En charlas que he sostenido con la señora Borona Vemos que la violencia es permanente. No debemos quedarnos solo en la teoría en el cómo, en el por qué, sino que debemos ser los instrumentos de la solución. Franco Caviglia: Norbert Elías en su famoso trabajo El proceso de la civilización invertía los términos de la pregunta por la violencia. En su opinión no se trataba de preguntar por qué somos tan violentos sino de responder por qué somos tan civilizados. Tu planteo tiene disparadores y consecuencias muy interesantes. Si partimos de la hipótesis de que la violencia está increscendo, cuáles serían los remedios para poder darle una terapéutica? ¿Por la cultura? Por la evolución moral de la humanidad? O ¿requerimos de otros principios y valores que nos ayuden a resolver la situación? Acaso una alternativa de hierro? ¿Se requieren más instrumentos legales o ella misma se regulará socialmente? Laura Elias: Yo creo que si, que la gente no se ha podido educar suficientemente. Es gente que no ha podido tener contención. Falta que el Estado venga con las herramientas antes de que los chicos cometan el ilícito. Nosotros como operadores jurídicos es poco lo que podemos hacer porque ya tenemos que decidir sobre un hecho consumado. Franco Caviglia: No alcanza con el solo progreso de la conciencia moral, la fraternidad, la compasión. Se requiere de instrumentos del Estado, la educación, salud, políticas públicas. No podemos esperar nada del proceso natural sino que debemos utilizar instrumentos por fuera de eso. Esto abre un gran interrogante. Adriana Huguenin (Funcionaria de la Suprema Corte Provincia BA): Mi nueva pasión es la violencia. Mi extracción es desde el derecho del Trabajo, y en este espacio, la violencia representa una cuestión diferente. La huelga por ejemplo, es una violencia que viene a romper ese presente indeseado para crear un futuro mejor. La violencia puede ser entonces vista como positiva. Creo también que tendríamos que vernos más como sociedad. Yo creo que el que es violento carece de elementos para manifestarse de otra manera, como los niños pequeños que muerden porque no saben hablar. Hay gente que muerde no porque no sepa hablar, sino porque no tiene con quién hablar. Si yo fuera joven hoy en día no tendría con quién hablar y sería también violenta. Pero ahora soy privilegiada y me ocupo de trabajar escuchando a los que nunca son escuchados. A ese niño, del que hablaba Francisco Hankovits, lo entrevistaba yo, le preguntaba, vos qué querés? Y lo cierto es, que los violentos son gente que nos incomoda porque nos hacen ver cosas que no están buenas, que no nos gustan. Por qué no nos pensamos un poco más los jueces. A mi me sobran leyes, lo que necesito es gente que se comprometa a trabajar en la trinchera. Somos nosotros la sociedad violenta, tenemos parte en el hombre que golpea a la mujer. Nos faltaría el compromiso desde el poder ejecutivo. Hay dinero para programas pero a la gente no le llega la atención. No me asusta la violencia. La gente violenta necesita un interlocutor para poder hablar, alguien que la mire. Necesitamos que la violencia no se repita y no se propague. Compromiso desde los programas y desde la gente que está en la ejecución judicial es lo que necesitamos. Verónica Polchowski (Juez de Familia de Dolores): Yo creo que si hay una crisis de valores. Si queremos proyectar una sociedad a futuro debemos pensar qué valores queremos y necesitamos. Yo si creo que los juegos de video generan violencia porque hacen ver a los otros como meros objetos, eliminables. Coincido con el Diputado Caviglia en que la crueldad ha disminuido. Las víctimas están reclamando DDHH desde las calles. Yo si creo que las leyes faltan y que las leyes deben adecuarse a las víctimas. Es cierto que el agente trasgresor emite un mensaje: que si no se hace nada y falta autoridad y límites esto va a ser cada vez peor. Y el justo límite debe nacer de la ley y ser aplicado por el juez. El trasgresor debe saber que si se viola la ley va a haber una consecuencia. Debe haber programas de reinserción social del infractor pero también limites claros a la trasgresión, castigos que se cumplen. Las meras amenazas se quedan en el archivo. Si la victima no denuncia y solo espera que la maten porque total con la denuncia no logra nada. Con respecto a la violencia institucional, creo que hay instituciones que deben revisar a sus agentes. La victima necesidad continuidad, seguimiento y hay que enfocarse más en el DDHH de la víctima que del agresor. Hay que tener una política de prevenir el daño. Y de manera paradójica tengo muchos casos de violencia familiar efectuados por agentes del servicio penitenciario. Yo también estoy viendo a la segunda generación de chicos abandonados, de chicos que salen de la institución estatal a la nada. Son niños que no tienen un proyecto de vida. La Escuela que es el baluarte de la protección a los chicos está también en crisis. Por todo esto, creo que es necesario reforzar la familia, las instituciones estatales, ver de qué manera vamos a revertir el daño infligido sobre estas personas. Zulema Borona (Instructora Judicial Centro de Atención a la victima de Dolores): Voy a hablar de delitos de violencia de género. Se han dado todas las herramientas a las víctimas para que logren un empoderamiento, para que asuman conciencia sobre el problema, pero debe haber también una red de contención para que la mujer se sostenga en su decisión. Si las personas que operan el sistema no cambian la manera de ver las cosas y analizan de otra manera el delito que se sucede dentro del ámbito familiar seguimos con el problema. Se han emitido resoluciones para que estos delitos sean visto desde una perspectiva de género. La mujer puede romper las reglas patriarcales y empoderarse pero el hombre violento no comprende qué y por qué se esta quebrando este juego. Y ahí me parece necesario que se contemplen los derechos del hombre violento a conocer su error, para resguardo de la víctima y para que él comprenda las nuevas reglas y no transmita a sus hijos estas ideas y esta conducta. En definitiva, para que se repiense el vinculo entre hombres y mujeres porque las solas medidas de seguridad no alcanzan. Fernando Sotelo (Presidente de la Cámara Penal de Dolores): La historia de la humanidad empezó con un genocidio. Cuando Caín mató a Abel eliminó a la mitad de la humanidad. Esto para darnos una idea de cómo se construye el relato humano. Heidegger nos decía que somos seres para la muerte y que es esta conciencia de la finitud la que nos angustia y nos conduce a la violencia. Más allá de lo filosófico estamos en una sociedad que esta nutrida por dos valores: el miedo y la codicia. Estos son los mismos que identificaran en su momento Hobbes y Schmitt. Estos dos valores generan pautas violentas. La discusión sobre el poder, es la discusión acerca de quién se hace cargo del monopolio de la violencia y ahí nace la historia del Estado. Yo viví los años del Proceso trabajando en la justicia y me convencí que la violencia del Estado es la violencia más fuerte que existe. En aquel momento, un evento como éste no hubiese sido posible, porque el Estado no puede permitir que alguien diga que no puede ser capaz de controlar la violencia. La libertad es un acto de violencia porque enfrenta al poder que busca limitarla. Por ello, eliminar la violencia es el sueño de los tiranos. La violencia excede largamente a los conflictos, la violencia de hoy nos hace olvidar a las violencias pasadas. Sobre lo que dijo el Diputado Caviglia yo recordaría las expresiones de Richard Rorty en Contingencias y Solidaridad a propósito del Siglo XX. Nos hemos hecho más sensibles, pero la violencia del Estado se mantiene porque ha logrado producirse industrialmente. No estoy de acuerdo con que haya más derechos humanos para las victimas que para los victimarios, son para todos. La Justicia es el instrumento más violento que existe dentro del sistema, y el único límite a la violencia estatal es la publicidad de los actos. Sin embargo, sabemos con Agamben que hoy vivimos en un estado de excepción permanente. En efecto, la matriz de la violencia nos ha hecho olvidar el principal valor de la Revolución Francesa: la fraternidad, y esto nos hace olvidar que los presos, también pagaron con sus impuestos nuestras carreras universitarias… Juan Pablo Curi (Juez del Tribunal Oral de Dolores): Mi experiencia en el departamento judicial es muy reciente. Estuve leyendo el libro sobre Violentología y la sensación que me queda es que la violentología no sea una respuesta concreta a un saber que no haya dado antes la criminología, temas como el interaccionismo, la situación especial de habla, el espacio relacional de la violencia, las subculturas criminales etc. ya estaban dichas antes. No logro ver algo novedoso dentro de la violentología. Por otro lado, me parece que el diagnóstico actual debe partir de la constatación de que el Estado hobbesiano fracasó y de que el sistema judicial es obsoleto para dar respuesta a los problemas sociales. Cumple una función meramente simbólica. El Estado tiene que esforzarse por encontrar otras herramientas más allá del sistema penal (educación, seguridad). Debe agudizar el sentido crítico, darle mas espacio a otras disciplinas y no querer seguir dando respuestas desde el derecho. Siendo las 19: 15 se dio por terminada la sesión. Asistentes a la Comisión Adrián Ruben Lamacchia Adriana Huguenin Alejandra Pagani Maria Alejandra Martinez Federico Pablo Hankovits Federico Rimondi Fernando Bruno Fedra Esposito Fernando Sotelo Francisco Agustin Hankovits Franco Caviglia Gaston Fernandez Javier Pablo Laborde Juan Pablo Curi Juan Pablo Garcia Christian Zamora Matias Zalbajauregui Laura Ines Elias Liliana Ferreira Luis Augusto Raffo Marcos Fernando Val Maria Alejandra Martinez Maria Angela Salim Mariela Migueles Mariana Rive Martin Esquisito Martin Ibarlucia Octavio Sosa Paola Rodriguez Paola Ventura Paula Sachela Ramiro Gutierrez Ricardo Cerda Rodolfo Rive Roggero Daniel Romina Lujan Dangelo Silvana Regina Canale Silvia Gugliermeti Veronica Haide Polchowski Zulema Borona