Etnográfia de la comunicación La etnografía de la comunicación estudia el uso del lenguaje por parte de los miembros de un determinado grupo: la situaciones en que se produce ese uso, las estructuras de diverso orden que lo sostienen, las funciones a que sirve y reglas que siguen los interlocutores, así como las diferencias y variaciones que se observan entre diversos grupos. Se trata de una corriente de la antropología lingüística que empieza a desarrollarse a mediados del siglo XX en los EE.UU. con los trabajos de J. Gumperz y D. Hymes. Junto con otras disciplinas, la etnografía de la comunicación ha contribuido al desarrollo del análisis del discurso. Al igual que el resto de esas disciplinas, estudia las relaciones que se establecen entre lengua, pensamiento y sociedad; cada una de ellas adopta una perspectiva particular y tiene un objeto de estudio propio; también, generalmente, cada una ha identificado su propia unidad de análisis, sea esta el texto, el acto de habla, la conversación... La de la etnografía de la comunicación es una perspectiva antropológica y social, su objeto de estudio específico es la interacción lingüística comunicativa y su unidad de análisis es el evento comunicativo. Gracias al hecho de compartir una lengua y unas reglas de su uso, la comunidad de habla puede participar en eventos comunicativos, que estructuran la vida social del grupo y en cuyo desarrollo se produce la interacción entre los individuos. Según la etnografía de la comunicación, la competencia lingüística del hablante es uno más de los componentes de su competencia comunicativa; esta competencia comunicativa no solo le permite tomar parte de las actividades sociales del grupo, sino que lo constituye como uno de sus miembros. En tal sentido, lo que caracteriza a un grupo humano en cuanto comunidad de habla es el hecho de compartir una misma lengua y unas mismas reglas de uso de esa lengua. La etnografía de la comunicación concibe la lengua como un repertorio verbal compartido por el grupo, más próximo a lo que la sociolingüística denomina variedad lingüística que a lo que la lingüística teórica denomina lengua o sistema lingüístico. Por otra parte, las reglas de uso a las que se refiere la etnografía forman un conjunto homogéneo y estable que regula la comunicación en el interior del grupo. En la didáctica de lenguas ha tenido una gran influencia la etnografía de la comunicación: en primer lugar, el concepto de competencia comunicativa ha obligado a un nuevo planteamiento de los objetivos de la enseñanza, ampliando el espectro de sus componentes más allá de la competencia lingüística; en segundo lugar, en las muestras de comportamiento comunicativo que se presentan como modelo para los aprendientes y en las prácticas de aprendizaje que estos realizan, las reglas de uso han adquirido un importante papel junto a las reglas del sistema; en tercer lugar, el concepto de evento comunicativo ha contribuido a consolidar la dimensión social y situacional de la lengua objeto de aprendizaje y a enriquecerla conceptualmente; y, finalmente, las diferencias y variaciones en el uso de la lengua entre sociedades y grupos han ayudado a reconocer la importancia del componente sociocultural y, correlativamente, de la competencia sociocultural e intercultural en la definición de los programas. Sociología del lenguaje Esta disciplina se dedica al estudio del contexto social de las comunidades de habla, en concreto, al estudio de las relaciones entre diversos factores sociales y las lenguas o variedades de lengua que los hablantes de estas comunidades usan. Hasta los años cincuenta del s. XX en Europa se dio una tendencia a la estandarización y al monolingüismo que se cultivó, especialmente, a través del sistema escolar. Esta tendencia se fue corrigiendo en los años sesenta debido al mejor conocimiento de sociedades (en África y Asia) con una gran complejidad de lenguas y de dialectos, así como a los flujos de población entre países y continentes. En esa década fue arraigando la idea de diversificación lingüística y de sociedades plurilingües. La sociología del lenguaje fue una respuesta intelectual a esta nueva interpretación de las lenguas en la sociedad, y los estudios derivados de ella han contribuido a la creación de nuevas políticas de actuación en respuesta a la diversidad. La sociología del lenguaje toma las comunidades de habla y las lenguas como instituciones sociales; estudia, pues, la distribución de lenguas y dialectos, los contactos entre lenguas en una comunidad de habla, las situaciones de bilingüismo, de diglosia, las alternancias de código entre lenguas, etc. Se diferencia, así, de la sociolingüística, que opera en el nivel del uso de la lengua y del contexto en el que este se produce. En cuanto a la didáctica de la lengua, la sociología del lenguaje provee de un análisis de la situación lingüística de la comunidad de habla relevante, en varios sentidos, para los enseñantes ya que aporta datos de interés sobre: la situación de la lengua meta respecto a la L1, el estatus social de una lengua respecto a otra, las actitudes sociales hacia las lenguas y hacia las comunidades de habla, los valores culturales asociados a las lenguas, el tipo de oportunidades sociales de contacto entre ellas, el estatus socioeconómico de los aprendientes, etc. Todos estos datos son de particular importancia en la elaboración de planes de enseñanza y de aprendizaje de segundas lenguas en una determinada comunidad de habla. La sociología del lenguaje, además, propone contemplar las lenguas y la enseñanza de lenguas de un modo ‘sociológico’ e interpretar la enseñanza y el aprendizaje de lenguas como un modo de sociedad en el que se establecen grupos y contactos interlingüísticos y étnicos. Competencia sociolingüística La competencia sociolingüística es uno de los componentes de la competencia comunicativa. Hace referencia a la capacidad de una persona para producir y entender adecuadamente expresiones lingüísticas en diferentes contextos de uso, en los que se dan factores variables tales como la situación de los participantes y la relación que hay entre ellos, sus intenciones comunicativas, el evento comunicativo en el que están participando y las normas y convenciones de interacción que lo regulan. M. Canale (1983) fue uno de los primeros autores en describirla, en un artículo en el que -como su título indica- se propone recorrer el camino de la competencia comunicativa definida por Hymes a una pedagogía comunicativa del lenguaje. Al hablar de la adecuación de las expresiones, Canale distingue entre adecuación del significado y adecuación de la forma. La primera tiene que ver con el grado en que determinadas funciones comunicativas, determinadas ideas o actitudes se consideran como características de una situación dada (por ejemplo, y en términos de Canale, será generalmente inadecuado que un camarero de un restaurante ordene al cliente pedir un plato, con independencia del modo en que pudiera formular gramaticalmente sus frases); la segunda tiene que ver con la medida en que un significado dado se representa por medio de una forma lingüística que es característica de un determinado contexto sociolingüístico (por ejemplo, el camarero de un restaurante hará las preguntas a sus clientes de forma distinta según cuál sea la categoría del restaurante, el grado de confianza que tenga con ellos, y otras variables similares). Otros especialistas en didáctica de segundas lenguas en Europa han tratado la competencia sociolingüística, especialmente en trabajos relacionados con los proyectos del Consejo de Europa. Con ligeras diferencias de enfoque o de terminología en la definición del concepto, todos los autores que abordan el tema de la competencia comunicativa se refieren a la competencia sociolingüística. Unas veces la asocian a la competencia sociocultural, otras veces a la competencia discursiva y otras veces le confieren una identidad propia, como en el caso de J. van Ek, quien distingue entre competencia sociocultural, competencia sociolingüística y competencia social. Para L. Bachman (1990), la competencia sociolingüística forma parte, junto con la ilocutiva, de la competencia pragmática e incluye cuatro áreas: la sensibilidad hacia las diferencias de dialecto o variedad; la sensibilidad hacia las diferencias de registro; la sensibilidad a la naturalidad; y la habilidad para interpretar referencias culturales y lenguaje figurado. Para el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas, la competencia sociolingüística, junto con la lingüística y la pragmática conforman las «competencias comunicativas de la lengua» e incluyen el dominio de las siguientes áreas: los marcadores lingüísticos de relaciones sociales (saludos y formas de tratamiento, convenciones para los turnos de palabra, interjecciones y frases interjectivas), las normas de cortesía («cortesía positiva» -mostrar interés por el bienestar de una persona, expresar admiración, afecto o gratitud...-; «cortesía negativa» evitar comportamientos amenazantes, disculparse por ellos,...-; descortesía deliberada -brusquedad, antipatía, reprimendas...-), las expresiones de sabiduría popular (refranes, modismos, expresiones de creencias, actitudes o valores, etc.), las diferencias de registro, los dialectos y los acentos (reconocimiento de los marcadores lingüísticos, por ejemplo, de la clase social, la procedencia regional, el origen nacional, el grupo étnico o el grupo profesional), en sus manifestaciones del léxico, la gramática, la fonología, las características vocales, la paralingüística o el lenguaje corporal. El Marco Europeo propone, además, una escalas ilustrativas de los diversos niveles en que un hablante de una lengua puede mostrar dominio de la adecuación sociolingüística. Comunidad de habla Con el concepto de comunidad de habla (en inglés, speech community) los estudiosos de la Etnografía de la comunicación definen a un grupo social que comparte una misma variedad de lengua y unos patrones de uso de esa variedad. La comunicación entre los miembros de la comunidad se lleva a cabo en el marco de unos eventos comunicativos que estructuran y desarrollan la vida social del grupo. El origen del concepto se remonta a mediados del siglo XX, primero con los trabajos de W. Labov y luego con los de J. Gumperz y D. Hymes, interesados todos ellos en la variación social del lenguaje y en el estudio de los grupos sociales que utilizan una determinada variedad de lengua, en su caso del inglés. La relación entre la comunidad de habla y los usos lingüísticos no es unidireccional: la comunidad no solo da origen al conjunto de formas lingüísticas que conforman la variedad lingüística del grupo y al conjunto de reglas de uso que siguen sus miembros; al propio tiempo, ella misma se constituye en cuanto tal comunidad de habla merced a esos conjuntos de formas y de reglas. En palabras del especialista en antropología lingüística A. Duranti, la comunidad de habla es «el resultado de las actividades comunicativas que lleva a cabo un determinado grupo de personas». Se distingue así del concepto chomskiano de comunidad lingüística, que remite al conjunto de hablantes de una misma lengua (no de una variedad de aquella) y, además, concibe ese conjunto como una comunidad ideal y homogénea. La etnografía de la comunicación, por el contrario, se interesa por comunidades reales, a las que considera siempre heterogéneas desde el punto de vista lingüístico, social y cultural. Lo que los hablantes comparten en la teoría de Chosmky es el conjunto de las reglas del sistema, la Gramática universal; lo que comparten los miembros de una comunidad de habla son, por un lado, determinadas manifestaciones superficiales de esa gramática universal y la variación que les es inherente, y por otro, unas reglas de uso que son ajenas al sistema abstracto de la lengua. Así, la comunidad de habla se caracteriza no tanto por el conocimiento de la lengua que poseen sus miembros cuanto por el comportamiento lingüístico que siguen. Por ejemplo, el conjunto de los hispanohablantes constituye una única comunidad lingüística, distribuida en muy diversas comunidades de habla. El concepto de comunidad de habla está muy estrechamente vinculado al de competencia comunicativa, pues esta se refiere precisamente a lo que una persona debe conocer para participar, de forma eficaz y adecuada, en las actividades lingüísticas de un grupo. De ahí la importancia que estos conceptos han adquirido para la enseñanza de lenguas, y que ha llevado a incluir en los programas aquellos conocimientos y habilidades no estrictamente lingüísticos que permiten llevar a cabo la comunicación. Variación lingüística Se entiende por variación lingüística el uso de la lengua condicionado por factores de tipo geográfico, sociocultural, contextual o histórico. La forma como los hablantes emplean una lengua no es uniforme, sino que varía según sus circunstancias personales, el tiempo y el tipo de comunicación en que están implicados. En función del factor que determina el distinto empleo de una misma lengua, se consideran varios tipos de variaciones: la variación funcional o diafásica, la variación sociocultural o diastrática, la variación geográfica o diatópica y la variación histórica o diacrónica. Con el nacimiento de la sociolingüística en los años 50 y 60 del siglo XX se destaca la importancia de la variación lingüística, si bien la dialectología o geografía lingüística ya había abordado en el siglo XIX el estudio de los dialectos o variedades diatópicas. En el caso del español, por ejemplo, son numerosos los trabajos que muestran la variedad dialectal dentro la unidad lingüística y cultural que caracteriza el español de ambos lados del Atlántico. También son tradicionales los trabajos filológicos sobre historia de la lengua que describen la variación que ha experimentado un idioma a lo largo de los siglos. Por su parte, los estudios en análisis del discurso destacan la proyección de la situación en la forma que adquiere un texto: su objeto de estudio es precisamente el uso lingüístico determinado por las variables contextuales. De todos modos, los estudios que interrelacionan los distintos tipos de variedades se desarrollan en el marco de la sociolingüística. La investigación empírica en este campo ha dado lugar al denominado variacionismo o sociolingüística cuantitativa urbana (Labov), rama que estudia la variación lingüística asociada a factores sociales que se dan en un hablante o en una comunidad de hablantes. En el análisis variacionista se parte del concepto de variable lingüística como unidad de análisis. Una variable lingüística es una unidad de la lengua (fónica, léxica, gramatical, discursiva) en cuya realización difieren los hablantes según variables sociales del tipo edad, sexo, nivel sociocultural, lugar de origen o grado de instrucción. Por otro lado, en la moderna sociolingüística se produce un cierto cambio en la percepción y la explicación de la variación diatópica: de concebir la lengua como un sistema propio de una determinada área geográfica, del que se derivarían los usos de las otras áreas, se habría pasado a la conciencia de la variación diatópica, que implica concebir todos las realizaciones lingüísticas como dialectos o variedades geográficas de una misma lengua. En cuanto a los tipos de variación, se distinguen, por un lado, las variaciones determinadas por las características personales de quien emplea la lengua y, por otro lado, las variaciones condicionadas por factores del contexto: 1. La variación lingüística relacionada con el usuario tiene que ver con la interrelación entre variedad lingüística y características del hablante: a. según su origen geográfico, se distingue entre dialectos o variedades diatópicas b. según su formación cultural, se establecen distintos niveles de lengua o variedades diastráticas; c. según su edad o profesión, se distingue entre jergas o lenguas especiales. 2. La variación lingüística determinada por el contexto de uso caracteriza los distintos registros de lengua, también llamados variedades funcionales o diafásicas. Los estudios de sociolingüística han puesto de relieve la interpretación diversa que un mismo fenómeno lingüístico puede tener en distintas comunidades de habla: fenómenos que pueden considerarse variantes diastráticas en una determinada comunidad en otras se consideran variantes dialectales. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los fenómenos del dequeísmo y queísmo (adición o supresión de la preposición de ante la conjunción que); frente a las descripciones de corte normativo, que caracterizan estos fenómenos como propios de un nivel de lengua poco culto, desde una perspectiva sociolingüística son analizados como un capítulo importante de la variación sintáctica: junto al español peninsular estándar de hoy, se distinguen dialectos queístas y dequeístas (muchos de ellos del español de América). Por otro lado, el contacto de lenguas en las comunidades bilingües ha puesto de relieve la dificultad de determinar el factor que condiciona el uso de determinadas variedades lingüísticas. Se ha observado que determinados fenómenos no pueden ser analizados en función de los factores individuales de los usuarios (su lengua materna) sino que también vienen determinados por factores contextuales: por ejemplo, el uso en español del artículo determinado ante un nombre propio utilizado por un hablante catalán en ocasiones no puede atribuirse a su origen geográfico sino que se han de tener en cuenta también las condiciones pragmáticas de producción de su enunciado (canal, intención comunicativa). En didáctica de las lenguas, el trabajo sobre la variación lingüística ha sido considerado desde siempre determinante para ser competente comunicativamente y se ha ido ampliando hasta la toma de conciencia de la gran variedad de géneros discursivos. En el caso del español, los materiales actuales incluyen también contenidos relacionados con los dialectos del español de América, y su contraste con el peninsular.