ATADO, REZADO Y CONJURADO Sobre diferentes esquinas de una zona muy concurrida de la ciudad, personas a diario reparten volantes a los transeúntes. En aquellos papeles publicitarios curanderos y rezanderos dicen ser expertos en lectura de cartas, tarot, tabaco y cigarrillo y prometen tener la cura a toda clase de enfermedades desde el cáncer, reumatismo e impotencia sexual. También sanar hechicerías y envidias. Garantizan el triunfo sobre el enemigo así cómo recuperar el amor, la salud y el dinero. Ante tales promesas y posibles soluciones tanto hombres como mujeres, se dan cita para ser atendidos por chamanes, curanderos, rezanderos, videntes y médiums con el fin de arreglar la suerte y cumplir toda clase de deseos. Al buscar una de las direcciones que aparecen en aquellos volantes, el lugar referido concuerda con la de una casa esquinera de tres pisos con portón naranja sin ningún aviso. El consultorio está listo para recibir a los visitantes desde las 8 de la mañana, aunque hay personas que llegan con anticipación porque la atención se hace de acuerdo al orden de llegada. Hasta el lugar ingresa Teresa, una mujer angustiada que busca el regreso de su marido quien se ha ido con otra, en un lapso de cuarenta y ocho horas sin importar dónde esté y con quién esté, tal como lo promete aquel papel. Esta que podría ser la solución a su crisis de amor, la llevó a contactar a la persona del volante. Cómo su problema requería una solución inmediata le programaron una consulta extra, la cual tendría un costo de $50.000. Aun cuando siguió la recomendación de llegar temprano a la cita sería la sexta en ser atendida. Mientras es la hora y aparece el vidente en la sala de espera seis personas se acomodan en dos sofás de telas desgastadas y amarillas. Las paredes de aquel pequeño salón están llenas de imágenes de santos, ángeles y animales. Sobre la mesa de centro reposa un florero con ruda y una base de metal donde se quema una barra de incienso que lleva en su humo un olor a flores y a madera. Dos plantas de gran tamaño despliegan sus hojas en las esquinas de la sala y una mata de sábila cuelga junto al lado de una herradura de caballo. Los asistentes inquietos miran la hora en sus relojes, no hablan entre ellos pero todos saben porque están ahí sentados. A las 8 y 15 de la mañana, la misma joven en jean y tenis que atendió a la puerta se acerca a cada uno de los asistentes para tomar sus nombres y el dinero; después de verificar que esté completo hace pasar al primero a una habitación contigua de la sala. De quince a treinta minutos puede tardar una persona dentro del consultorio. Detrás de un escritorio en el que reposan vasos de agua, velas, amuletos y pinturas de serpientes un hombre de estatura baja y piel morena se presenta como El Llanero, mira a los ojos y saluda con un fuerte apretón de mano, dice él para sentir la energía de su visitante. Desde allí sentado ofrece el medio por el cual va a hacer la adivinación: lectura de cartas, tabaco o cigarrillo, el paciente debe elegir el de su convicción. El Llanero asegura tener el poder de contactar espíritus, ver el futuro, y reconocer las intenciones malignas que rodean la suerte del visitante. Durante la sesión, el hombre baraja unas cartas desgastadas por el sudor de sus manos. Luego de observarlas con frialdad, mira al que está allí sentado y le refiere nombres, datos, acontecimientos del pasado y vivencias futuras. No importa si quien lo consulta lo hace porque perdió un amor o no logra conseguir pareja, o si se quedó sin trabajo y lleva mucho tiempo sin emplearse, o si de la noche a la mañana se arruinó, para todos los pacientes el veredicto de las cartas, el cigarrillo y el tabaco suele ser el mismo, el mal proviene en principio a uno de los siete pecados capitales: la envidia. El diagnóstico además revela que proviene de alguien muy cercano: de un familiar o un amigo, quien sin dudar, ha pagado un trabajo maligno a alguien que practica magia negra los cuales van desde entierros, hechizos, amarres de amor y conjuros a través de rezos en contra de la persona a la que se le desea hacer el mal. El enfermo de la suerte luego de escuchar noticias tan desalentadoras por el rezandero, debe comenzar cuanto antes con un trabajo de sanación, como se le conoce al tratamiento que recomienda el curandero para arrancar y desatar cualquier traba que no le admite prosperar y tener lo que desea, de lo contrario los espíritus del mal no permitirán que avance por el camino del triunfo. Con el convencimiento del experto en espíritus el paciente atemorizado acepta. El Llanero, eleva sus manos y después de una invocación, declara recibir el mensaje de los espíritus buenos quienes le dan la fórmula para desligar aquella atadura. El tratamiento varía según el caso del paciente y puede oscilar entre $200.000 y $800.000. Teresa tendrá que pagar un costo de $500.000 y su tratamiento incluye además de rezos, unos baños que le realizará el curandero en el consultorio durante tres sesiones y un amuleto para alejar el mal. Mientras el paciente escucha el valor que debe pagar, puede leer sobre la puerta un mensaje que dice: Para que todos los tratamientos tengan el efecto deseado el dinero debe ser cancelado por adelantado. Sin opción de fiar, además debe adquirir una fórmula esotérica, que no se incluyen dentro del costo del tratamiento. En busca de los productos recomendados por el curandero, Bogotá tiene una gran oferta de locales comerciales y zonas especializadas donde se elaboran, distribuyen y comercializan al por mayor o al menudeo. Las plazas de mercado son el punto de comercio de los productos esotéricos por excelencia. En ellas hay locales donde se consiguen toda clase de plantas, hierbas dulces dentro de las cuales se cuentan manzanilla, hierbabuena, cidrón y limonaria y las hierbas amargas en las que es común encontrar ruda, cicuta, altamisa y tomillo. Jabones para atraer el amor, el dinero, sacar malas energías. Esencias para ambientar los lugares y atraer la buena suerte. Riegos para atraer a la clientela. Velas de todos los colores, tamaños y formas y un sin número de productos al servicios del esoterismo y la magia. Si surge una duda sobre que marca o cantidad usar, las personas que atienden estos locales comerciales suelen conocer y recomendar sobre el producto adecuado según sea el caso. En barrios populares y comerciales las tiendas esotéricas ofrecen para la venta todo tipo de productos para atraer la buena suerte con precios desde los $1.000. Una vez los pacientes adquieren los productos de la fórmula, regresan al consultorio para iniciar el procedimiento. En esta fase es necesario entregar una o varias fotos del ser que se desea atraer, regresar o atar, se usan para hacer el conjuro eficaz, también se valen mechones de pelo y ropa íntima. Pero si se trata de un dinero que se prestó y no se logra recuperar, basta escribir en una lista los nombres de los deudores. Todo tratamiento con El Llanero debe incluir una serie de baños a base de hierbas y esencias, dice él: por el poder curativo y energizante que cada uno de ellos contiene. Durante el procedimiento el curandero riega el agua sobre el paciente y le golpea el cuerpo con unas ramas para sacarle la sal mientras emite sonidos que sólo él logra entender. Según sea el caso los baños incluyen riegos y esencias con nombres tan curiosos dentro de los cuales es común encontrar el llama clientes, destrancadera, abre caminos, lluvia de oro, quita sal, afrodita o garrapata. El paciente persuadido del poder curativo de estos ungüentos, ignora que la base de composición es agua, colorante y esencia y que son elaborados de forma artesanal en algunos barrios populares de la ciudad. Al final de las tres sesiones, Teresa deja la foto de su ex marido sobre un altar del consultorio. Junto al retrato, reposan las de otras cuantas personas. La imagen es atada por un cordón rojo e iluminada por una vela con figura humana, aquella debe quemarse en un lapso de 48 horas, tiempo en el que debe surgir efecto el conjuro. Al cumplirse el plazo si por alguna razón el resultado no es el esperado, no hay porque desfallecer El Llanero garantiza el procedimiento pero advierte: qué con tanto espíritu malo que anda por ahí suelto lo mejor es reforzar el tratamiento, para aquello es necesario realizar un nuevo aporte, eso sí, no menor a $50.000 para canalizar un pronto regreso de ese hombre que está: atado, rezado y conjurado.