EL CONSENTIMIENTO ÍNDICE 1.- EL CONSENTIMIENTO 1.1.-PREPONDERANCIA DEL CONSENTIMIENTO 1.2.-OFERTA Y ACEPTACIÓN 1.3.-REQUISITOS 1.4.- COMPRAVENTAS ENTRE AUSENTES 2.- FORMAS DE LA OFERTA 2.1.- NATURALEZA JURIDICA DE LA OFERTA. 2.2.- OPINIONES EN FAVOR DE QUE ES ACTO JURIDICO. 2.3.- OPINIONES RESPECTO A QUE NO ES ACTO JURIDICO 3.- NATURALEZA JURÍDICA DE LA ACEPTACIÓN 3.1.- CARÁCTER RECEPTICIO DE LA ACEPTACIÓN 3.2.- LA ACEPTACIÓN EN LOS CONTRATOS SOLEMNES 3.3.- CARÁCTER INDIVIDUAL DE LA ACEPTACIÓN 3.4.- LA ACEPTACIÓN “EN GENERAL”. 3.5.- ACEPTACIÓN CONDICIONAL. 3.6.- MANIFESTACIÓN DE LA ACEPTACIÓN 3.7.- EXISTENCIA DE LA ACEPTACIÓN 3.8.- EL SILENCIO 4.- BIBLIOGRAFÍA 1.- EL CONSENTIMIENTO Como en todo contrato se necesita de un acuerdo de voluntades debidamente declaradas. Para que se repute concluido y obligue a las partes, basta que el acuerdo haya recaído sobre la cosa y el precio, que son los elementos esenciales de este contrato. Así por ejemplo, no bastaría una declaración de voluntad común por la cual una persona se compromete a vender a otra un automóvil, si no se ha fijado el precio. Tal acto sería nulo y el comprador carecería de derecho a reclamar que el precio se fijara judicialmente. En cambio, no tiene ninguna trascendencia la omisión en el contrato de estipulaciones no esenciales tales como el escribano ante el cual se le otorgará las normas legales supletorias. Es claro que si una de las partes ha manifestado su voluntad de que la venta esté sujeta a tales o cuales condiciones, no habrá contrato en tanto no exista acuerdo sobre todos los puntos que integran la declaración de voluntad. Cabe preguntarse qué ocurre si las partes se han puesto de acuerdo sobre la cosa y el precio, pero no sobre otras cláusulas del contrato, no obstante lo cual lo suscriben, dejando constancia de que el punto en discusión será objeto de posteriores tratativas. Creemos que el contrato es nulo; la misma circunstancia de que el punto haya sido objeto de discusiones infructuosas y de que se lo reserve para un ulterior acuerdo, revela que las partes hacen de él una condición esencial y que ella no puede ser resuelta por reglas supletorias del derecho común, ya que la reserva formulada significa precisamente que las partes no entendían dejar librado el problema a la solución legal. Parece, pues, evidente que no hay acuerdo completo, tal como lo requiere el artículo 1137 y que no resulta exigible el cumplimiento de la convención, naturalmente, el consentimiento debe recaer sobre la naturaleza del contrato; si en efecto, una de las partes entiende vender y la otra recibir en depósito oneroso, no hay consentimiento sino disenso. 1.1.-PREPONDERANCIA DEL CONSENTIMIENTO Al establecer los requisitos y la definición del contrato, nos ha sido posible desentrañar que el artículo de voluntades es nudo de esta categoría jurídica1 ; al punto de ser fácil identificar la parte con el todo. Cierto que la capacidad, el objeto la causa la forma y la prueba son igualmente tópicos importantes a considerar y que de ellos también se trata en el presente volumen2. Pero ¿no serían acaso otros tantos factores necesarios para que el consentimiento se opere, logre validez, o llegue a ser demostrado en juicio? 3. V. Cap. I, núms. 2-3. Asimismo, nuestro Curso de Contratos I, n°70. V. para los dos primeros elementos Cap. IV; y en cuanto a las otras, el V. 3 Salvat, I, n°36 Colagrosso, n°91; Messineo, II n°8; Planiol-Ripert-Boulanger, II núms. 36 y 170 1 2 Pensamos sin desconocer tal preeminencia, que en verdad son aspectos del contrato, más que del consentimiento, por lo cual pueden ser examinados separadamente, y hasta es conveniente hacerlo para su mejor análisis. 1.2.-OFERTA Y ACEPTACIÓN El art. 1144 de nuestro código consagra “este principio: El consentimiento debe manifestarse por ofertas o propuestas de una de las partes, y aceptarse por la otra”. El origen de esta norma se encuentran en Freitas, lo mismo que en Aubry y Rau4 1.3.-REQUISITOS Con exclusión de los elementos que deben figurar en todo acto voluntario la “oferta” o “promesa” a de reunir, además, los siguientes: a) Desde luego, ajustándonos a nuestro art. 1148: “para que haya promesa, esta debe ser a persona a personas determinadas sobre un contrato especial, con todos los antecedentes constitutivos de los contratos” 5. Retengamos por el momento que corresponde dirigirla a un individuo cierto, tema sobre el cual tendremos que insistir6, máxime si tomamos en cuenta lo que se dijo en materia de voluntad unilateral7. b) Del mismo precepto se infiere que si ha de revestir las condiciones propias del contrato y referirse especialmente a cierto negociado, el objeto ha de ser definido, lícito y de acuerdo con la moral y las buenas costumbres 8. No debe olvidarse tampoco que es cuestionable si la conformidad ha de aplicarse a todos y a cada uno de los puntos sometidos; pero el asunta atañe más bien a la aceptación, y de todas maneras. 1.4.- COMPRAVENTAS ENTRE AUSENTES Cuando el contrato se celebra entre presentes, el acuerdo se perfecciona en el mismo momento en que la proposición de una de las partes es aceptada por la otra. Pero la cuestión se complica cuando se trata de contratos entre ausentes: ¿En qué momento queda perfeccionada la compra venta? a) Según la teoría de la declaración, el contrato queda concluido desde que el recipiente de la oferta a manifestado su voluntad de aceptarla9. El “Esboco” dice al respecto: “…No habrá consentimiento sin que la promesa de una de las partes (art.440) haya sido aceptada por la otra”. “Todo contrato-señalan Aubry y Rau en el pasaje aludido-exige esencialmente—el concurso de dos o de varias declaraciones de voluntad, manifestando su aceptación. El consentimiento necesario para formar un contrato debe ser recíprocamente dado por todas las partes”. 5 Freitas, art. 1852 n°3. Juzgamos preferible la expresión “caracteres” en vez de la palabra “antecedentes” que el texto utiliza. Propiamente lo que constituye el contrato no son estos últimos elementos, y los mencionados en nuestro Cap. I, n°2 cit., cuyo desarrollo ocupa una parte considerable del presente volumen. 6 V. más adelante, n°61. 7 V. nuestro tratado de Obligaciones, XXVI, núms. 1371-1380. 8 V. nuestra nota 25 y sus referencias. Por lo que hace al objeto particular, V. Cap. IV, n°173. 4 9 Sistema prepugnado por algunos autores en el derecho francés: DEMOLOMBE, t. 24, n°75; BAUDRY LACANTINERIE y BARDE, obligations, t. 1, n° 37. Pero la jurisprudencia de ese país a considerado que el problema del momento de la b) Según la teoría de la expedición, es indispensable, además, que la aceptación haya sido enviada al ofertante10 c) Según la teoría de la recepción es necesario que el ofertante haya recibido la aceptación 11 d) Finalmente, para la teoría de la cognición el contrato solo queda perfeccionado solo en el momento en que el ofertante ha tenido conocimiento de la aceptación12. El sistema seguido por nuestro código sobre este punto no resulta claro; mientras el art. 1154 dispone que la aceptación solo hace perfecto el contrato desde que ella se hubiera mandado al proponente, el articulo siguiente establece que el aceptante de la oferta puede retractar su aceptación hasta ella haya llegado al conocimiento del proponente; es decir, que mientras el primero adopta el sistema de la expedición, el ultimo parece adoptar el de la cognición. a) Para Llerena: El contrato queda perfeccionado para el proponente desde el momento en que se expide la aceptación y para el aceptante desde que ella llega a conocimiento del proponente13; teoría inaceptable, pues el contrato, por su propia naturaleza, debe quedar perfeccionado en un solo momento para todas las partes intervinientes14. b) Para Salvat: el contrato no está definitivamente concluido hasta el momento en que la aceptación llega a conocimiento del proponente y es por eso que hasta entonces el aceptante puede retractarse de ella; pero una vez que esa condición se cumple, es decir, conocida por el proponente la aceptación, dicha condición funciona retroactivamente de modo que el contrato se supone concluido, a todos sus efectos, desde el momento de la emisión de la aceptación15. A nuestro juicio, esta tesis se presenta a dos objeciones serias: en primer lugar, contraria el texto expreso del art. 1554 según el cual el contrato se hace perfecto desde que la aceptación se hubiese remitido; en segundo lugar, ella permitiría la revocación no solo de la aceptación, sino también de la oferta, hasta el momento en que la aceptación llegara a conocimiento del ofertante, solución a todas luces contraria al sistema de los artículos 1154 y 1155. c) Para Machado: el contrato queda perfecto desde el momento de la emisión de la aceptación, según la regla del art. 1154; lo que no impide conclusión del contrato es una cuestión de hecho, que por tanto varía según los casos, lo que a permitido algunas veces adoptar esta teoría o la dela emisión o la de la recepción. 10 Es el sistema seguido por el código suizo de las obligaciones, art. 10; el brasileño art. 1086; el peruano art. 1335. 11 Sistema seguido por los códigos Aleman, art. 130 y mexicano, art. 1807. 12 Sistema del código italiano, art. 1342; español, art. 1262; venezolano, art. 1137. 13 Llerena. T. 4.P 225 14 De acuerdo: Acuña Anzorena anotador de Salvat. Fuentes de las obligaciones, T.1.n°66, nota 47A 15 Salvat. Loc. Cit., en nota anterior que se autorice al aceptante a retractarse hasta el momento en que el ofertante tuvo conocimiento de la aceptación16. Por nuestra parte adherimos a esta solución que no solo resulta simple y lógica, sino que permite hacer concordar sin ninguna dificultad los textos que parecían contradictorios. El contrato queda perfecto, con todo sus efectos, desde el momento del envió de la aceptación; no obstante lo cual se le reconoce al aceptante el privilegio de rescindirlo sin derecho de indemnización alguna para la otra parte. Esta solución se explica sin dificultad, pues hasta que el ofertante no tuvo conocimiento de la aceptación no pudo tener por perfeccionado el contrato ni ha podido fincar esperanzas en él; en suma, la retractación anterior al conocimiento de la aceptación, no le produce ningún perjuicio. Sin contar con que de esta manera se pone en un pie de igualdad a ofertante y aceptante; pues así como el primero ha podido retirar su oferta hasta que ella estuviera en conocimiento de la otra parte y, más aun, hasta que esta le enviara su aceptación, así también es equitativo que el aceptante pueda retractarse hasta que el ofertante haya conocido su aceptación. 2.- FORMAS DE LA OFERTA Cuando se trate de la celebración de contratos solemnes la oferta deberá observar la forma exigida para tales contratos. ARIAS SCHREIBER, plantea una cuestión muy interesante al decir que en los contratos solemnes tanto como la oferta como la aceptación podrán revestir cualquier forma, pero el contrato no se entenderá concluido sino a partir desde el momento en que se cumpla la solemnidad exigida por la ley o impuesta por las partes. Este planteamiento significa, en realidad, que en los contratos solemnes el consentimiento puede formarse separadamente delas solemnidad. Aunque en la práctica puede parecer que así ocurre, creo que la solemnidad tiene por finalidad calificar el consentimiento, en el sentido que este, para que tenga valor, debe prestarse a través de la solemnidad. En otras palabras, en el contrato solemne las declaraciones contractuales de oferta y aceptación, para tener calidad de tales, deben observar la solemnidad requerida desde que, aun en los contratos solemnes, la aceptación de la oferta da lugar a la formación del contrato, lo cual no puede ocurrir si no se observa la solemnidad. En efecto, tal como se ha visto en el comentario en el artículo 1352 del código civil, uno de los objetos de la solemnidad, quizá el principal, es que el 16 MACHADO. T. 3. P. 452 consentimiento sea meditado consiente, a fin de evitar de que el contrato se concluya de manera apresurada. No se trata, pues, de que el cumplimiento de la solemnidad sea dar valor a un consentimiento previamente formado, sino que el consentimiento se forma al manifestarse mediante la solemnidad. En tal virtud, pienso que en los contratos solemnes, tanto la oferta como la aceptación deben revestir la solemnidad exigida para el contrato. No se considera entre los requisitos de la oferta el que ella contenga la determinación del destinatario, pues ello dependerá de la solución que se adopte respecto al carácter recepticio de la oferta. La declaración de voluntad que no reúna los requisitos anteriormente relacionados no debe ser considerada como una oferta contractual sino únicamente quedara en el campo tratativas. 2.1.- NATURALEZA JURIDICA DE LA OFERTA. Pocos temas han dado lugar a tan profundos debates como el de determinar la naturaleza jurídica de la oferta, esto es, si se trata de un acto jurídico o no. Dos posiciones, ambas muy netas, se han adoptado en uno u otro sentido. 2.2.- OPINIONES EN FAVOR DE QUE ES ACTO JURIDICO. En otro trabajo he transcrito el parecer de CAMARRA, a quien considero el autor que ha encarado el problema con mayor profundidad, cuya opinión es en el sentido que en la oferta contractual es un negocio jurídico. En síntesis, el argumento de CAMARRA para llegar a tal conclusión es que las declaraciones de voluntad son de dos clases: los negocios jurídicos, que son aquellas declaraciones de voluntad a las que el ordenamiento les reconoce efectos jurídicos; y las declaraciones de voluntad en sentido estricto, que son aquellas que tienden a tener efectos jurídicos, pero que no las tienen por si solas. Agrega que la oferta es una declaración de voluntad que tiene el efecto jurídico de quedar obligado el proponente a no hacer acto alguno que haga imposible la ejecución de la relación que surgirá cuando la otra parte haya aceptado la oferta, por lo cual es un negocio jurídico. En similar línea de pensamiento se encuentran ROCCO, quien considera que la oferta, cuando es obligatoria, puede constituir un negocio jurídico autónomo, porque es causa de la obligación de mantenerla; LOPEZ DE ZAVALIA que otorga a la oferta el carácter de acto o negocio jurídico por ser un acto voluntario, licito, que tiene un fin jurídico inmediato; acordar al destinatario dentro de los límites marcados, potestad de concluir un contrato en virtud de la aceptación; SCHMIDT, para quien la oferta es un acto jurídico unilateral en el sentido que es el producto de la sola voluntad del oferente y no de un acuerdo entre el oferente y un tercero, MICCIO, quien precisa que el carácter de depredación negocial que tiene la oferta deriva del hecho que ella constituye un acto de voluntad que se propone producir efectos jurídicos a través del contrato. Deseo exponer en el párrafo la opinión de BIANCA, por su particular importancia. Considera este autor que la oferta y la aceptación, aparte de ser manifestaciones de consentimiento dirigidas a integrarse y perfeccionarse en el acuerdo, tienen también una relevancia autónoma en relación a los efectos inmediatamente producidos. En particular, la oferta es un acto que confiere al destinatario el poder de perfeccionar una determinada fattispecie contractual, y la aceptación es el acto de ejercicio de tal poder. En cuanto atributiva dl poder de aceptación, la oferta es un negocio jurídico unilateral que produce un propio efecto preliminar, y que tiene también una distinta disciplina jurídica y un distinto contenido, vuelvo a regular el poder de aceptación. 2.3.- OPINIONES RESPECTO A QUE NO ES ACTO JURIDICO FERREIRA cree firmemente que la oferta de contrato no reúne las calidades del acto jurídico, porque si bien es cierto que tiene por fin inmediato alguna adquisición modificación o extinción de derechos, sucede que no lo consigue por sí mismo; MIRAB ELLI opina que la oferta y la aceptación no son negocios jurídicos pues negocio es el contrato a que ambas dan lugar; como porciones de un negocio llegan a comprometer en el momento en que el negocio queda (concluido); antes de este momento, siendo actos jurídicos (según la teoría del negocio jurídico), producen solamente los efectos previstos por la ley; ZAGO considera que la oferta no es un negocio jurídico si no un acto unilateral que tiene por fin lograr el asentimiento de la persona a que ha sido destinada a efectos de hacer surgir el contrato. MESSINEO opino inicialmente en el año 1944 que la oferta contractual no es un negocio o ato jurídico unilateral, sino una declaración unilateral de voluntad, la cual solo si va seguida por una conforme aceptación expresa o tácita da lugar a la formación de aquel negocio jurídico bilateral que es el contrato. Posteriormente en el año 1968el mismo autor afirma su pensamiento diciendo que la oferta y la aceptación son presentadas como actos pre negociables, en el sentido que la oferta y la aceptación no son negocios unilaterales, sino solamente declaraciones unilaterales de voluntad, y no sin advertir que, miradas con relación al contrato, son, realidad, fragmentos de un eventual negocio, porque la una sin la otra no pueden producir ninguno de los efectos que son propios del contrato. En el mismo sentido Gomez piensa que la oferta y la aceptación no constituyen negocios jurídicos, clasificándose como actos pre negociable, cuyos efectos son prefigurados por la ley. Refiriéndose a quienes, como Bianca, opina que la oferta es un negocio jurídico unilateral porque produce el efecto de atribuir al destinatario un derecho-derecho potestativo- consistente en perfeccionar mediante la aceptación el contrato, dice Diez Picazo que ésta tesis es muy difícilmente sostenible. La perfección no se produce porque el aceptante tenga ya un derecho ya al contrato. La aceptación no es, como luego veremos, un acto de ejercicio de un derecho, sino un acto de autonomía privada y de ejercicio de la capacidad de obrar. La oferta de contrato no es un negocio jurídico, sino una simple declaración de voluntad destinado a integrarse en el futuro contrato. 3.- NATURALEZA JURÍDICA DE LA ACEPTACIÓN Debates similares a los que ha dado lugar la naturaleza jurídica de la oferta se ha producido para juzgar la naturaleza jurídica de la situación. Los argumentos son bastante parecidos, pues, en el fondo, se discute si la aceptación produce o no efectos jurídicos por si sola. La única novedad es el planteamiento de Bianca, quien considera que el poder de aceptar la oferta concedida al destinatario constituye un derecho potestativo, cuyo ejercicio, supongo, se realiza mediante un negocio jurídico unilateral. Tanto la oferta como la aceptación son interacciones que se integran una a otra para dar lugar a la formación de contrato. Ni la oferta por un lado, ni la aceptación, por el otro, producen efectos jurídicos propios e independientes, no obstante lo cual constituyen las únicas declaraciones de voluntad que, según nuestro ordenamiento jurídico, son aptas para concluir el contrato. Cuando se unen, esta unión produce dicho apto jurídico plurilateral. Cada una de ellas separada de la otra, son meras declaraciones de voluntad en sentido estricto cuya existencia solo tiene sentido si preparan el camino para celebrar el contrato. Si, por cualquier circunstancia no lo logran, desaparecen del universo jurídico. Según Ferreyra dice que la oferta y la aceptación son declaraciones de voluntad idénticas en lo jurídico, de tal manera que la calificación dada conviene a la otra. Si se ha llegado a la conclusión que la oferta, por su naturaleza jurídica, no es un acto jurídico, ha igual conclusión debe llegarse tratándose de la aceptación. 3.1.- CARÁCTER RECEPTICIO DE LA ACEPTACIÓN Según una parte de la doctrina la aceptación va dirigida al oferente, por ello la aceptación es una declaración recepticia. Empero, si consideramos, coincidiendo con Bianca, que la recepticiedad consiste no solo en que la declaración sea dirigida a una persona determinada sino que también está orientada a que ella sea conocida por dicha persona, dada la función participativa que tiene, la opinión citada en el párrafo anterior merece una revisión. Según Zago, el verdadero rol que juega el carácter recepticio de una declaración es que sea conocida por el destinatario. Felizmente el código civil de 1984, al disponer en su artículo 1373 que el contrato queda perfeccionado en el momento y lugar en que la aceptación es conocida por el oferente, nos evita este debate. Efectivamente, es innegable que en este sistema la aceptación tiene carácter recepticio, aún con la exigencia de conocimiento que Bianca otorga a ese carácter. El hecho de que el artículo 1374 del mismo código establezca que basta que la aceptación llegue a la dirección del destinatario no altera esta situación, porque simplemente regula una presunción de conocimiento. Sin embargo, el artículo 1380 del código civil establece una excepción al carácter recepticio de la aceptación, pues dispone que cuando a solicitud del oferente o por naturaleza de la operación o según los usos, la prestación a cargo del aceptante haya de ejecutarse sin respuesta previa, el contrato queda concluido en el momento y lugar en que comenzó la ejecución. Si bien es cierto que a continuación el mismo artículo indica que el aceptante debe dar aviso prontamente al oferente del inicio de la ejecución y que, en su defecto, queda obligado a la indemnización de daños y perjuicios, ello no resta valor a que, en el caso previsto en dicho artículo, la aceptación no tiene carácter recepticio. 3.2.- LA ACEPTACIÓN EN LOS CONTRATOS SOLEMNES En los contratos solemnes no es suficiente que la aceptación llegue efectiva o presuntamente al conocimiento del oferente, sino que se requiere, además, que sea declarada observando la formalidad a que está sujeto el contrato. 3.3.- CARÁCTER INDIVIDUAL DE LA ACEPTACIÓN Carbonnier y Josserand, sostienen que la aceptación es necesariamente individual, por cuento constituye una respuesta al oferente. 3.4.- LA ACEPTACIÓN “EN GENERAL”. Se considera que la aceptación es hecha “en general”, cuando se refiere a algunos puntos de la oferta y no a todos. Coincido con Messineo y Muñoz en que tal aceptación, por no ser totalmente congruentes con la oferta, no es vinculante para el aceptante. 3.5.- ACEPTACIÓN CONDICIONAL. Un importante sector de la doctrina sostiene que la aceptación debe ser pura y simple, por lo cual si se emite una aceptación condicionada se está modificando, en realidad, la oferta y, por ello, esta aceptación debe considerarse como una contraoferta. Tal afirmación hay que tomarla con ciertas reservas. Si el aceptante indica en su aceptación que el contrato que se le ha propuesto debe quedar sujeto a una condición, la afirmación es plenamente válida porque, en efecto se están modificando los términos de la oferta, que no contemplaban la existencia de tal condición en el contrato. En cambio si lo que se condiciona es sólo la aceptación, la situación es diferente, porque el aceptante no está planteando la modificación de los términos del contrato, convirtiéndolo en uno sujeto a la condición, sino únicamente relativizando la firmeza de la aceptación el problema cobra importancia en realidad, cuando se trata de una condición suspensiva, que priva de eficacia a la aceptación durante la vigencia de la condición, pues en el caso de la condición resolutoria, que no ataca el valor actual de la declaración, sino su eficacia futura, la aceptación produce de inmediato, como se verá más adelante todos sus efectos entre los cuales ocupa el primer lugar la formación del contrato. Tratándose de una aceptación sujeta a condición suspensiva lo que ocurre es, simplemente, como dice Albaladejo, que sólo será aceptación cuando la condición se cumpla. Distinto sería el caso si la condición se cumpliera después de vencido el plazo de la oferta, pues la aceptación sería tardía y constituiría, por ello, una contraoferta. Surge el problema relacionado con si el simple cumplimiento de la condición suspensiva a que está sujeta la aceptación da automáticamente lugar a la formación del contrato, o si es necesario que el oferente conozca este hecho. 3.6.- MANIFESTACIÓN DE LA ACEPTACIÓN Como toda manifestación de voluntad, la aceptación, según el sistema civil peruano, puede ser expresa y tácita. Se ha visto al tratar sobre la manifestación de la oferta, que existe un movimiento doctrinal orientado a sustituir ésta distinción por la de la manifestación directa e indirecta, aunque en realidad, no pueden asimilarse totalmente ambas clasificaciones. A diferencia de la oferta, que debe ser una manifestación sustancialmente expresa, la aceptación , cuya expresión normal está constituida por un simple “Si”, puede ser manifestada indistintamente de manera expresa o tácita, desde que mediante ambas maneras, de acuerdo con nuestro sistema, la voluntad se infiere indubitablemente. Solo cuando la aceptación no está constituida por un “Sí”, sino que es necesaria la manifestación adicional de la voluntad del aceptante, que no está contenida en la oferta, se puede exigir una manifestación expresa. Es preciso distinguir la manifestación de voluntad tácita, que está constituida por actitudes o circunstancias de comportamiento que revelan la existencia de la voluntad (Art.141 Código Civil) de la manifestación de voluntad presunta, que es la conducta a la cual la ley da el significado de una voluntad dirigida en determinado sentido. Mediante la manifestación tácita el sujeto exterioriza su propia voluntad; mediante la manifestación presunta la ley coloca su propia voluntad (la de la ley) en cabeza del sujeto, de tal manera que la manifestación no es de la voluntad del sujeto, sino de la voluntad de la ley. 3.7.- EXISTENCIA DE LA ACEPTACIÓN Teniendo en cuenta que la aceptación es, en principio, una declaración recepticia, surge la duda respecto al momento de su existencia. Si, por un lado, la aceptación es la declaración del destinatario, convertido ya en aceptante, expresando su conformidad con la oferta, es evidente que la aceptación existe desde que es declarada. Empero, dado su carácter recepticio, la aceptación no produce el efecto que le es propio, o sea da lugar a la conclusión del contrato, sino a partir del momento en que es conocida por el oferente. Resulta así que la aceptación existe a partir del momento de su declaración, pero no es eficaz, sino desde que es conocida por el oferente. 3.8.- EL SILENCIO El silencio del destinatario debe considerarse, salvo disposición expresa en contrario como rechazo de la oferta. Las partes pueden convenir en un contrato preparatorio (compromiso de contratar, contrato de opción o mediante otra convención validad) que el silencio del destinatario tendrá carácter de aceptación de la oferta del contrato definitivo. Con la promulgación del código civil en 1984, su artículo 142 dispone que el silencio importa manifestación de voluntad cuando la ley o el convenio le atribuye ese significado. La exposición de motivos de este artículo dice que, según él, el silencio “no constituye manifestación de voluntad en ningún sentido ya que carece de significado jurídicamente en sí mismo. El significado sólo se lo puede atribuir la ley o el convenio; la primera con sus normas supletorias y, el segundo, con las hipótesis y consecuencias previstas. Pero no se trata de una voluntad presunta o presumida, sino de atribuir al silencio el valor o significado de una determinada manifestación de voluntad de tal manera que, si el sujeto se mantiene silente, sabe que con ello está dando lugar a que su actitud tenga los efectos jurídicos que señala la ley o que tengan convenidos las partes”. En la sección relativa a los contratos en general del código civil, el artículo 1381 establece que si la operación es de aquellas en que no se acostumbra la aceptación expresa o si el destinatario ha hecho una invitación a ofrecer, se reputa concluido el contrato, si la oferta no fue rehusada sin dilación. La prueba de la costumbre y de la investigación a ofrecer corresponde al oferente. Obsérvese que en el citado artículo 1381 se emplea la expresión “se reputa” y no la expresión “se presume”, lo cual se hace con el propósito de poner en manifiesto que la ley no induce, que el silencio representa determinada voluntad del sujeto, sino que juzga que el silencio tiene determinado efecto, que puede ser ajeno a la voluntad del sujeto, lo cual no se toma en consideración. 3.9.- ROL DE LA ACEPTACIÓN Hay coincidencia en la doctrina respecto a que el elemento más importante para la formación del contrato es la conclusión de la oferta con la aceptación. Sin embargo, la coincidencia termina cuando se trata de establecer la manera como se produce ésta conclusión. Tradicionalmente se ha pensado que la oferta es una declaración de voluntad del oferente mediante la que se propone al destinatario la celebración de un contrato y que la aceptación es una declaración de voluntad del aceptante conviniendo con la propuesta. El contrato se formaría como así, por la coexistencia de dos declaraciones conformes de voluntad. Con posterioridad se ha tratado de encontrar cual es el verdadero rol que juega cada una de estas declaraciones de voluntad, esto es, como es que realmente se combina, sin dejar de reconocer que ambas declaraciones tienen las características que les asigna la teoría tradicional. 4.- BIBLIOGRAFÍA - EL CONTRATO EN GENERAL, Manuel de la Puente y Lavalle, Palestra Editores, 2007. - DERECHO CIVIL – CONTRATOS, Héctor Lafaille, Fondo Editorial, 2011. - TRATADO DE DERECHO CIVIL, Guillermo A. Borda, Editorial Perrot.