Subido por profesorluisvargas2103

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE
MÉXICO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
Licenciatura en Pedagogía
Análisis del texto: “prehistorias”
En su texto “Prehistorias”, E. de Gálvez presenta cinco narraciones escritas por
distintos autores. En ellas se tocan aspectos socioculturales de la Edad Media,
básicamente referidos al terreno de la moral.
En la primera narración, titulada las oscuras sombras del matrimonio, Gálvez
expone la ausencia de un órgano civil que regulara la unión conyugal. Ahora bien,
en ese mundo rigurosamente jerárquico, el lugar más importante y el primero
pertenece a la Iglesia. Ésta posee, a la vez que ascendiente económico,
ascendiente moral (Pirenne, 1970), por ello, debía interceder para la resolución de
la problemática marital y procreativa. Desde luego, gracias al fuerte teocentrismo
que imperaba en la época, toda regulación moral era eminentemente religiosa,
heterónoma y autoritaria, por lo que las prohibiciones jugaron un papel fundamental.
Las instituciones civiles comenzaron a aparecer mucho más tarde, hasta el siglo
XIX, gracias a la presencia del Liberalismo y el impulso de sus reformas de carácter
socio-jurídico1. Esto quiere decir que la mayoría de las uniones maritales en la Edad
Media eran ilegítimas y la Iglesia sólo pudo perpetrar prohibiciones parciales y/o
relativas. Pero cabe preguntarse acerca de la conciencia moral de cada una de las
personas que vivió en ese entonces, porque la comprensión de un mandamiento
tan simple de asimilar como “no fornicarás” o “no desearás a la mujer de tu prójimo”
no me parece que requiera de una complejidad filosófica tan avanzada. Es decir,
sin ser propiamente un dogma religioso, se entiende que eso afecta la integridad de
otros; ahora, si pensamos en el gran influjo que tuvo la iglesia en relación con la
difusión de la idea del pecado, las personas sabían muy bien del fatalismo inherente
si obraban en contra de la “palabra de Dios”. De tal modo, la Iglesia sólo poseía una
parte de la responsabilidad coactiva y moral, dado que, por otro lado, las personas
eran conscientes de dos de los deberes cristianos: la castidad y la fidelidad.
De la narración anterior considero que no es pretexto de “falta de educación” o “falta
de coacción” el hecho de que existiera una dinámica conyugal ilegítima. El ser
humano posee el mecanismo de la cognición que emana todo tipo de reflexiones a
través de la razón, por más simples que éstas sean. Entonces, ¿nadie era
consciente de sus “actos pecaminosos”? ¿Todos eran “presas martirizadas” debido
a su deseo sexual irrefrenable? En fin, la narración no hace reflexionar en torno al
a priori de la vida marital hoy en día legislada, pero ¿acaso eso resolvió en gran
medida los problemas de adulterio?, actualmente existen muchísimos casos de
“adulterio” o de infidelidades que infringen la misma ley; sin embargo, es una verdad
negativa eufemizada. He aquí entonces un dilema moral propio de la educación
moral.
LUIS EDMUNDO VARGAS GUERRERO
Matricula: 42307480-8
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE
MÉXICO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
Licenciatura en Pedagogía
En la segunda narración, titulada la letra con sangre entra, se resalta la violencia,
disfrazada de disciplina, que buscaba robustecer la personalidad de los jóvenes, ya
sea en los círculos académicos, laborales o “fraternales”. Considero que en muchas
ocasiones nos sorprendemos de conductas y hábitos que hoy en día se consideran
“obsoletos”, aunque estén igual de presentes casi como en la Edad Media. En el
texto se enuncian novatadas, lo que hoy conocemos como bullyng,
magistrocentrismos despóticos y vehemente disciplina. Por supuesto, aun
existiendo actualmente algunos hábitos reprochables, éstos han mutado a
diferencia de lo que sucedía hace casi siete siglos o más. Quizá los embustes
ríspidos característicos de una sociedad medieval brusca y rígida ya no estén
presentes; más, la violencia persiste en nuevas y más sutiles modalidades, por
ejemplo, la llamada violencia simbólica. Los ritos iniciáticos llamados novatadas aún
persisten, quizá ya no con la violencia tan acentuada medieval, pero si cargadas de
descalificaciones desmoralizantes. Y aunque ya no se permite ese
magistrocentrismo tan apuntalante, todavía existe esa autoridad intelectual del
profesorado, por ejemplo, persisten las clases en donde el profesor está al frente
del grupo en actitud dominante y las filas de pupitres dirigidas endurecidamente
hacia el profesor, evitando otro tipo de interacciones. Sin duda, la disciplina es
absolutamente necesaria en todo ambiente escolar, pero todo aquello que se gesta
a partir de la coacción, genera pueriles rebeldías o miedos oclusivos. Lo más
pertinente, considero, sería educar en la disciplina y para la disciplina.
La tercera narración me recordó la fuerte tendencia del mexicano a no planificar su
futuro. Fenómeno tanto individual como colectivo. En efecto, antropológicamente el
mexicano posee un carisma dionisiaco, es decir, es muy proclive a la fiesta, la
embriaguez y el bullicio. Así como afirma Vincent El hombre medieval vivía al día, y
lo vivía veloz, el mexicano ha sido y es presa de eventos masivos que corrompen
su disciplina económica. Tanto en el caso de un rito de paso conocido como “quince
años”, como en algo más preocupante: la administración del propio Estado. Los
gobiernos priistas posteriores al milagro mexicano ofrecieron salidas económicas
inmediatas (infraestructura de importancia secundaria, programas sociales de
impacto superficial, la aplicación nuevos modelos económicos, etc.) para legitimarse
en el poder.
La receta para equilibrar esa tónica dionisiaca es, por supuesto, la lógica apolínea
del orden y la armonía.
En la cuarta narración tenemos una brevísima historia de un francés que fue presa
de las intrigas y odios con los que comenzó la llamada Baja Edad Media y que el
historiador Johan Huizinga retrató con maestría.
LUIS EDMUNDO VARGAS GUERRERO
Matricula: 42307480-8
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE
MÉXICO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
Licenciatura en Pedagogía
Esencialmente lo que quiere destacar Lancaster en este texto es la idea de valor, o
sea de la valentía. Aquella valentía caballeresca tan característica de la Edad Media,
en la que fuera por cuestiones de honor o de conciliación política, se arriesgaba la
propia vida. En esa época morir poseía tintes distintos a los actuales; sin embargo,
¿acaso no es normal enterarse de la muerte como del anuncio de un nuevo
producto? Hoy en día la muerte se ha normalizado tanto que ya no se trata de honor
o valentía, sino de odios absurdos entre criminales. ¿A veces sobra el valor? O ¿los
valores a veces sobran?
Por último, en la quinta narración se expone un tema bastante curioso considerando
que en la primera parte de mi escrito escribí acerca de la castidad y la fidelidad
conyugal. Y vaya que es curioso, puesto que la promiscuidad estaba a la orden del
día, pero la desnudez era embarazosa. Qué ambivalencia moral tan sui generis,
¿cómo puede ser posible que el acto sexual procreativo fuese tan común cuando
no se podían mirar abiertamente los cuerpos?
Después de la lectura de todas las narraciones podemos integrar, como dije al
principio, una reflexión en torno a la educación moral. Ciertamente, la educación
medieval no se ha distanciado tanto de la contemporánea; sin embargo, podemos
concluir que antes del origen de las instituciones tal como hoy las conocemos,
existía una fuerte tendencia a una violencia más encarnizada y a valores que
calificaríamos de anacrónicos o caducos. Eso quiere decir, que sí, ha existido cierta
evolución moral, pero no podemos negar que muchos tintes medievales
permanecen pululando aun en el siglo XXI. Evidentemente, la educación moral es
uno de los procesos históricos de más larga duración, echa raíces muy profundas.
Pero no nos percataríamos de ello si no indagáramos más acerca de nuestros
antepasados, por ello es fundamental conocer la Historia de la educación y de las
costumbres.
Bibliografía:
Gálvez, de E. Prehistorias, en: Aguirre, María Esther (2012) Introducción a la Pedagogía I, México,
UNAM-FFyL, pp. 9-10.
Pirenne, Henri (1970) Historia económica y social de la Edad Media, México, FCE, pp. 16-17.
LUIS EDMUNDO VARGAS GUERRERO
Matricula: 42307480-8
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