MIÉRCOLES DE CENIZA ARQUIDIÓCESIS DE MONTERREY 18 DE FEBRERO DE 2015 INTRODUCCIÓN “La Cuaresma es un tiempo privilegiado que nos prepara a la vivencia de la Pascua” Muchas veces pensamos y actuamos como si la Cuaresma fuera un tiempo de preparación para la Semana Santa y casi todo tiende a prepararnos para esos días: Ejercicios Espirituales, penitencias, via crucis, ayunos, ramos, agua bendita, monumento, etc. Pero la Cuaresma tiene un sentido más amplio, hasta me atrevería a decir “espejeado” con la Pascua. Es decir, al pensar en “Cuaresma” debo pensar mejor dicho en “Pascua”. Sí, primero tengo que planear la Pascua, sí, los cincuenta días que la conforman y no solo en la Semana Santa o en el Triduo Pascual, que sin restarles su basilar importancia… ya no necesitan de tanta promoción. En cambio, la cincuentena pascual sufre de una notoria apatía tanto celebrativa como vivencial. En el marco de nuestro plan anual “La Parroquia Renovada” conviene que pensemos y reflexionemos qué tipo de Pascua queremos vivir y testimoniar: 1. La Pascua es el tiempo litúrgico que la Iglesia nos ofrece para presentar a la humanidad una ventana de lo que es la vida en el cielo. a) La Pascua está formada por 50 días (7 semanas + 1 día: 7x7= 49+1= 50) y (7+1= 8) lo que quiere decir que 50 y 8 significan lo mismo, es decir, la vida eterna (de hecho el “8” acostado es la representación de lo infinito). b) Los cincuenta días de fiesta (que deben festejarse como si fuera un solo día) se abren, como toda celebración litúrgica en tres dimensiones: la histórica, la presente y la escatológica (fin del mundo). c) Históricamente trae a nuestra memoria la resurrección de Cristo, sus últimas recomendaciones a sus apóstoles y discípulos, el envío universal, su gloriosa ascensión, la venida del Espíritu Santo y, la inauguración del ministerio apostólico en la Iglesia. d) Para el presente debe iluminar nuestra concreta realidad reflejada en el espejo de lo que Dios nos tiene prometido como vida eterna, como la salvación definitiva, como la consolidación de Reino Universal del Cristo, como la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte y, por supuesto la resurrección de los muertos. Debe no solo iluminar esta realidad (PASTORAL CATEQUÉTICA) sino además testificarla como auténtica (PASTORAL SOCIAL) de tal modo, que año tras año, hasta que el Señor regrese, estas realidad se vuelven cada vez más claras y evidentes pues van purificando y cambiando este mundo en aquel que un día, por la gracia de Dios, esperamos alcanzar. e) Así al considerar y contemplar esta visión-realidad de la vida eterna, la Iglesia en fuerza del Espíritu Santo, va tensionando la vida de los hombres y mujeres, de las culturas e instituciones hacia esa vida eterna hasta que la segunda venida de Cristo sea una realidad. 2. La Asamblea Eclesial Diocesana haciéndose eco de la Exhortación Post-sinodal: Evangelii Gaudium: quiere que nuestra iglesia diocesana se una IGLESIA DE PUERTAS ABIERTAS Y EN SALIDA. Una iglesia de destierre el desinterés, que se sensibilice, que sea más amable, más atenta a las necesidades y sufrimientos de sus hermanos. Que las parroquias sean verdaderas comunidades que superen el espiral egoísta de sus propias necesidades y se abra a las necesidades de las parroquias menos favorecidas o en inicial desarrollo. Finalmente, recordar que la celebración de la imposición de la ceniza, en este tiempo, la debemos considerar más como un signo positivo: acelerar en nosotros el crecimiento de la gracia. De la misma manera que los antiguos pastores quemaban los pastizales secos a fin de provocar, incentivar el retoño de los pastos, pues al quemar la hierba seca que impedía que la luz del sol calentara la tierra, los nuevos brotes tardaban en aparecer, en cambio, sin nada que impida a los rayos del sol calentar la tierra, la raíz de las pastas estimula el crecimiento de los brotes… así nuestro Miércoles de Ceniza, si bien todos somos pecadores, no es el afán de la Iglesia de estarlo recordando lastimosamente todos los años, más bien, suscitar en nosotros esa “prisa” de que brote en nosotros con mayor fuerza, la gracia de Dios. P. Jorge Rodríguez Moya Secretario MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2015 «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) Queridos hermanos y hermanas: La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen... Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos. Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia. La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan. Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida. El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación. 1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) La Iglesia: La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre. La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1Co 12,26). La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación. 2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) Las parroquias y las comunidades: Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31). Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones. En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897). También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón. Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres. Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Act 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad. Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia. 3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) La persona creyente: También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia? En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración. En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad. Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos. Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro. Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia. Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde. FRANCISCO CELEBRACIÓN DE LA IMPOSICIÓN DE LA CENIZA FUERA DE LA MISA RITOS INICIALES CANTO Hoy en oración, quiero preguntar Señor, quiero escuchar tu voz tus palabras con tu amor. Hoy quiero seguir tus caminos junto al mar, tus palabras, tu verdad ser imagen de ti. Ser como eres Tú: servidor de los demás, dime cómo en qué lugar te hago falta más. Ser como eres Tú: servidor de los demás, dime cómo en qué lugar te hago falta más. DIME SEÑOR EN QUE TE PUEDO SERVIR; DÉJAME CONOCER TU VOLUNTAD. DIME SEÑOR EN TI YO QUIERO VIVIR; QUIERO APRENDER DE TI, SABER AMAR. ENCOMENDACIÓN Celebrante: Dios mío, ven en mi auxilio. Asamblea: Señor, date prisa en socorrerme. Celebrante: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Asamblea: Como era en un principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Oremos, hermanos, para que con este gesto de la imposición de la ceniza erradiquemos el pecado en nosotros, apuremos la gracia y podamos dar testimonio de ser una comunidad parroquial que año con año se renueva a la luz del Evangelio. Nos ponemos de rodillas. (Todos oran en silencio por un momento) Celebrante: ayuno con el que iniciamos, Señor, esta Cuaresma, sea el principio de una verdadera conversión Quea ti,elydíaquedenuestros actos de penitencia nos ayuden desde la parroquia a ser solidarios con los más necesitados y marginados de este mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por lo siglos de los siglos. R. Amén. LITURGIA DE LA PALABRA Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 2, 1-5 H ermanos: Si alguna fuerza tiene una advertencia en nombre de Cristo, si de algo sirve una exhortación nacida del amor, si nos une el mismo Espíritu y si ustedes me profesan un afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo todos una misma manera de pensar, un mismo amor, unas mismas aspiraciones y una sola alma. Nada hagan por espíritu de rivalidad ni presunción; antes bien, por humildad, cada uno considere a los demás como superiores a sí mismo y no busque su propio interés, sino el del prójimo. Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor. HIMNO CRISTOLOGICO Cristo Jesús el cual existía en la forma de Dios no exigió tener la gloria debida a su divinidad. Se anonado tomando la forma del siervo de Dios y se asemejo a todos los hombres en su condición. HACIÉNDOSE HOMBRE SE HUMILLO, SE HIZO OBEDIENTE HASTA MORIR EN LA CRUZ HASTA MORIR EN LA CRUZ. Por eso Dios de modo admirable a Cristo exaltó y le otorgó un nombre tan alto que a todo exedió. Para que así el cosmos entero se centre en Jesús El es el Señor que a todos conduce al Padre: AMEN. EXHORTACIÓN Se trata de presentar a los fieles el aspecto “positivo” de la imposición de la ceniza, no solo como acto de penitencia, sino además y sobre todo como un momento intenso de gracia y oración. Se trata de que no solo mantengamos abierto nuestro corazón a los demás, sino además y sobre todo a tomar una actitud y una acción positiva y efectiva en favor de los pobres, los enfermos, los abandonados, los marginados. Ser conscientes de ser una Iglesia en busca de la oveja perdida, de la oveja herida y a no sentir lastima por ellas, sino llenarnos del santo coraje de Dios y hacerles justicia como hijos de Dios que todos somos y, por lo tanto, merecedores de una vida digna de esta vocación. Por tanto exhortamos a los fieles a que motivados y movidos por la gracia de Dios aceptemos de corazón volver nuestra mirada hacia él, y por él hacia nuestros hermanos convirtiéndonos de corazón y ponernos indiscutiblemente a su servicio. Recordemos, además la práctica de las obras de misericordia: Las Espirituales: Enseñar al que no sabe. Dar buen consejo al que lo necesita. Corregir al que yerra. Perdonar las injurias. Consolar al triste. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Rogar a Dios por vivos y difuntos. Las Corporales: Visitar y cuidar a los enfermos. Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Dar posada al peregrino. Vestir al desnudo. Redimir al cautivo y enterrar a los muertos. La práctica del ayuno en este día y el Viernes Santo, así como la abstinencia de carne todos los viernes. El ayuno consiste en desayunar y cenar la mitad de lo acostumbrado, no comer entre horas y una comida normal. Ayunar es uno de los mandamientos de la santa madre Iglesia y es obligatorio para los mayores de edad hasta cumplir los 60 años. En cambio, la abstinencia que debería ser todos los viernes del año es obligatoria a partir de los 14 años. Los invitamos a considerar el aspecto positivo de estas prácticas cuaresmales, en el sentido de fortalecer nuestro ser, tener un mejor control sobre nuestras tendencias y debilidades para ser y mostrarnos más íntegros. IMPOSICIÓN DE LA CENIZA Acompañados por un canto penitencial, los asistentes pasan uno por uno a que les impongan la ceniza. "ARREPIENTE Y CREE EN EL EVANGELIO". O bien "ACUÉRDATE DE QUE ERES POLVO Y AL POLVO HAS DE VOLVER". CANTOS PERDÓN, OH DIOS MÍO. PERDÓN E INDULGENCIA. PERDÓN Y CLEMENCIA. PERDÓN Y PIEDAD (2) . PERDÓN Y PIEDAD. Pequé ya mi alma, su culpa confiesa, mil veces me pesa de tanta maldad (2). Y Yo, en recompensa, pecado a pecado, la copa he llenado de la iniquidad (2). Mil veces me pesa de haber obstinado tu pecho rasgado ¡Oh suma bondad! Yo fui quien de duro madero inclemente te puso pendiente con vil impiedad (2). Mas ya, arrepentido, te busco lloroso, ¡Oh Padre amoroso! ¡Oh Dios de bondad! (2) PERDONA A TU PUEBLO, SEÑOR. PERDONA A TU PUEBLO, PERDÓNALE, SEÑOR. No estés eternamente enojado. No estés eternamente enojado. Perdónale, Señor. Por las heridas de pies y manos, por los azotes tan inhumanos. Perdónale, Señor. Por tus profundas llagas tan crueles, por tus salivas y tus hieles. Perdónale, Señor. Una vez concluida la imposición, el Celebrante y sus ayudantes, se lavan las manos y, se concluye con la Oración Universal de los Fieles. ORACIÓN UNIVERSAL DE LOS FIELES Celebrante: Hermanos, con el empeño de que año tras año nuestras parroquias se renueven a la luz del Evangelio, pidamos a Dios al inicio de este santo tiempo de la Cuaresma que nos permita cuidar de nuestros hermanos y no ponerle resistencia a su gracia para que en la Pascua podamos disfrutar de una comunidad parroquial donde se respire la suave fragancia de la resurrección de Cristo, y digamos con fe y esperanza: R. SEÑOR, QUE TE PODAMOS SERVIR CON ALEGRÍA Y GENEROSIDAD. Para que vivamos alegremente nuestro desprendimiento en favor de los demás, principalmente a los más pobres y alejados, oremos. R. Para que transformados por la Palabra de Dios veamos en las necesidades de nuestros hermanos una oportunidad para compartir lo que Dios a manos llenas nos ha dado, oremos. R. Para que desterremos de nuestras comunidades cualquier tipo de indiferencia, oremos. R. Para que tengamos siempre en nuestro corazón y en nuestras prioridades pastorales a aquellos que privados de su libertad purgan alguna pena o delito, oremos. R. Para que llevemos alegría y esperanza a aquellos que sufren en la soledad o en la enfermedad, oremos. R. Celebrante: P adre que la palabra de Cristo habite en nuestra Comunidad Parroquial con toda su riqueza para tengamos amor, que es el vínculo de la perfecta unión, y así el mundo crea en tu Hijo Jesucristo, al que tanto amas y que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén. DESPEDIDA La Bendición se suprime debido al rito de la ceniza. Celebrante: Asamblea: Con la convicción de prepararnos a la celebración de la Pascua, vayamos en paz. R. Demos gracias a Dios. CANTO RENUÉVAME SEÑOR JESÚS YA NO QUIERO SER IGUAL. RENUÉVAME SEÑOR JESÚS PON EN MÍ TU CORAZÓN. PORQUE TODO LO QUE HAY DENTRO DE MÍ NECESITA SER CAMBIADO SEÑOR. PORQUE TODO LO QUE HAY DENTRO DE MI CORAZÓN NECESITA MÁS DE TÍ. Ediciones SAPAL Monterrey, N.L., México Febrero de 2015