“El Peje” en Sonora Álvaro Bracamonte Sierra No recuerdo sus visitas a Sonora cuando dirigía el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Seguramente las hizo porque fue durante su presidencia en el PRD cuando ese partido vivió sus mejores momentos al gobernar a alrededor del 40% de los sonorenses. En cambio tengo fresca la que realizó a Ciudad Obregón, en noviembre de 2004, a propósito de la presentación del libro de su autoría “Un proyecto alternativo de nación” que a la sazón se convirtió en su propuesta política en los comicios de 2006. Un auditorio abarrotado confirmó la capacidad de convocatoria del tabasqueño: Había ciudadanos de todas las tendencias y de todas las clases sociales que, curiosos los más y leales seguidores los menos, acudieron a esa cita para conocer al Gobernador del DF quien por entonces ya era considerado un fenómeno político. Su figura creció después del fallido desafuero. Fracasado el intento de inhabilitarlo para competir por la Presidencia renunció al cargo de Ejecutivo de la Ciudad de México y emprendió una gira por el territorio nacional como parte de su precampaña. Llegó a Sonora a mediados de agosto del 2005 precedido de un halo de indestructible y casi seguro ganador de las elecciones próximas. De hecho, previo a su llegada, EL IMPARCIAL publicó una encuesta en la que, para sorpresa de todos o de casi todos, lo ubicaba por delante de cualquier otro aspirante. En plena campaña, estuvo dos o tres veces más en la entidad. Pese a los evidentes estragos que le causó la “campaña negra” siguió contando con un importante apoyo de los sonorenses. El 2 de julio obtuvo más de 240 mil votos que representaron alrededor del 30% del total de sufragios emitidos en Sonora. Nunca un candidato de la izquierda había alcanzado un porcentaje tan alto. Ni siquiera en la época de oro del sol azteca: En 1997 el candidato del PRD al Gobierno de Sonora obtuvo el 23% y sumados los votos de las fórmulas a diputados el porcentaje se elevó a 26%. Muchos mexicanos están convencidos de que a este hombre le fue escamoteada la victoria en el 2006. Al menos prevalecen serias dudas respecto a la certeza y legitimidad del dictamen del Tribunal Electoral que le dio el triunfo a Felipe Calderón. Esta circunstancia propició la movilización ciudadana más grande que registre la historia política de México. La toma de Reforma fue la coronación de esa ola de protestas. Los medios y sus detractores enfilaron sus baterías para desacreditar la protesta y sobre todo a su líder. Lo consiguieron a medias pues pese al tupido ataque “El Peje” mantuvo la confianza de un porcentaje altísimo de los casi 15 millones que lo votaron. Que sus decisiones y el asfixiante e interminable acoso de los medios ha provocado un costo severo en su imagen y en la de su partido nadie medianamente sensato lo cuestionaría. Sin embargo, y a pesar de todo, sigue representando para muchos mexicanos un rayo de esperanza. Se ha echado a cuestas la cansada tarea de ser vigilante del Ejecutivo federal. Con ese compromiso sigue movilizando nutridos contingentes que lo escuchan y lo siguen. Los más avezados analistas estiman que es él quien impone la agenda nacional. Por lo menos así se percibió con la reciente reforma electoral que, de acuerdo con diversos especialistas, fue confeccionada prácticamente para dar satisfacción a sus reclamos. Pero sobre todo así se ve ahora que está en el tapete de la discusión la reforma petrolera. Conocida la iniciativa calderonista en esa materia y la posibilidad de que fuera aprobada sin mayor trámite, los legisladores del Frente Amplio Progresista tomaron la tribuna de la Cámara de Diputados y la de Senadores; el “secuestro” del Congreso y la movilización callejera en defensa del petróleo fueron suficientes para que se replanteara el mecanismo de discusión de la reforma de Pemex. Fue un triunfo en la perspectiva de los seguidores de López Obrador; lo consiguieron a un alto costo político para él. Los mismos medios de siempre desempolvaron sus viejas tácticas de desacreditación y las enfilaron hacia “El Peje”; hoy el ex Jefe de Gobierno del DF experimenta, como es natural suponer, una relativa disminución del apoyo popular que concitaba; a ello se le suma la etapa vergonzosa por la que atraviesa su partido. Pero AMLO sigue en lo suyo: Vigilar y cuestionar, cuando se requiera, todos los días a Calderón y avanzar en la organización de la defensa del patrimonio nacional. En un contexto más adverso del que tuvo en sus anteriores visitas, AMLO vuelve a Sonora en esta semana; viene a conformar los comités ciudadanos en defensa del petróleo. Será interesante saber qué tanto ha afectado su popularidad el metralleo descalificador al que ha sido sometido. Independientemente de que el personaje nos guste o no, una cosa queda clara: La historia del México actual no se podrá escribir sin la presencia de este polémico mexicano.