Subido por raman1959

reseña sobre Foucault el castigo generalizado

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BREVE RESEÑA DE: “VIGILAR Y CASTIGAR, 1.- EL CASTIGO GENERALIZADO”
La obra de Foucault “Vigilar y castigar” está centrada en su mayoría en la Francia
de finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XIX con breves referencias a otros
países europeos y a los USA, una obra de esta magnitud no es sencilla leerla y mucho
menos resumirla en unas cuantas hojas, por lo que es menester mencionar los
antecedentes al tema para una mejor comprensión, para posteriormente desarrollar el
breve ensayo, como a continuación se describe:
En el siglo XVll en Francia, durante el reinado de LUIS XIV, bajo las órdenes de Juan
Bautista Colbert, fue elaborada una ley criminal, conocida como:
La Ordenanza criminal de 1670.1
A consecuencia de su aplicación, la rudeza de la época se mostró en los suplicios, como
por ejemplo los infligidos a los autores de regicidio.
El más famoso de la época fue el caso Damiens (con el cual Foucault, inicia su libro
“Vigilar y Castigar”): hirió con un cuchillo a Luis XV (5 de enero de 17572) , con intención
de matarle; y ésta fue la reacción penal: se sujetaron sus piernas entre cuatro tablas y
se introdujeron cuñas a martillazos para que los huesos saltaran por la presión; después,
con unas tenazas al rojo vivo se le arrancó la carne de varias partes del cuerpo y se
vertió en las llagas una mezcla hirviente de plomo, aceite, pez3, cera y azufre; por fin,
sus miembros fueron atados con tirantes a cuatro caballos para que fuera descuartizado.
Diez horas duró, y finalmente Damiens murió, sus bienes fueron confiscados, su casa
arrasada hasta los cimientos y su familia expulsada del Reino.4
En los párrafos siguientes que es el tema que nos ocupa, Foucault deja en claro el
manifiesto sentir de la población respecto del suplicio, su rechazo en lo general y su gran
enojo en lo particular, por ser ellos el objeto de las penas:
I.- EL CASTIGO GENERALIZADO
"Que las penas sean moderadas y proporcionadas a los delitos, que la muerte no
se pronuncie ya sino contra los culpables de asesinato, y que los suplicios que
indignan a la humanidad sean abolidos."5
La protesta contra los suplicios se encuentra por doquier en la segunda mitad del siglo
XVIII: entre los filósofos y los teóricos del derecho; entre juristas, curiales y
parlamentarios; en los Cuadernos de quejas y en los legisladores de las asambleas.
Hay que castigar de otro modo:
•
deshacer ese enfrentamiento físico del soberano con el condenado;
•
desenlazar ese cuerpo a cuerpo, que se desarrolla entre la venganza del príncipe
y la cólera contenida del pueblo, por intermedio del ajusticiado y del verdugo.
Muy pronto el suplicio se ha hecho intolerable. Irritante, si se mira del lado del poder, del
cual descubre la tiranía, el exceso, la sed de desquite y "el cruel placer de castigar". 6
Vergonzoso, cuando se mira del lado de la víctima, a la que se reduce a la desesperación
y de la cual se quisiera todavía que bendijera "al cielo y a sus jueces de los que parece
abandonada".7
Peligroso de todos modos, por el apoyo que en él encuentran una contra otra, la violencia
del rey y la del pueblo. Como si el poder soberano no viera, en esta emulación de
atrocidad, un reto que él mismo lanza y que muy bien podrá ser recogido un día:
acostumbrado "a ver correr la sangre", el pueblo aprende pronto "que no puede vengarse
sino con sangre".8
En estas ceremonias que son objeto de tantos ataques adversos, se percibe el
entrecruzamiento de la desmesura de la justicia armada y la cólera del pueblo al
que se amenaza.9
La Revolución Francesa (1789) pretendió acabar con estos excesos, y la igualdad se
impone, incluso en la muerte, con la guillotina. Al demolerse la Bastilla, se destruye
simbólicamente el viejo régimen punitivo: estamos en el Siglo de las Luces.10
El 24 de marzo de 1790, Thouret abre en la Constituyente la discusión sobre la nueva
organización del poder judicial.11 El verdadero objetivo de la reforma, y esto desde sus
formulaciones más generales, no es tanto fundar un nuevo derecho de castigar a partir
de principios más equitativos, sino establecer una nueva "economía" del poder de
castigar, asegurar una mejor distribución de este poder, hacer que no esté ni demasiado
concentrado en algunos puntos privilegiados, ni demasiado dividido entre unas
instancias que se oponen: que esté repartido en circuitos homogéneos susceptibles de
ejercerse en todas partes, de manera continua, y hasta el grano más fino del cuerpo
social.
La reforma del derecho criminal debe ser leída como una estrategia para el
reacondicionamiento del poder de castigar, según unas modalidades que lo vuelvan más
regular, más eficaz, más constante y mejor detallado en sus efectos; en suma, que
aumente estos efectos disminuyendo su costo económico (es decir disociándolo del
sistema de la propiedad, de las compras y de las ventas, de la venalidad tanto de los
oficios como de las decisiones mismas) y su costo político (disociándolo de la
arbitrariedad del poder monárquico). La nueva teoría jurídica de la penalidad cubre de
hecho una nueva "economía política" del poder de castigar.12 Y la "reforma" propiamente
dicha, tal como se formula en las teorías del derecho o tal como se esquematiza en los
proyectos, es la prolongación política o filosófica de esta estrategia, con sus objetivos
primeros:
•
hacer del castigo y de la represión de los ilegalismos una función regular,
coextensiva a la sociedad;
•
no castigar menos, sino castigar mejor;
•
castigar con una severidad atenuada quizá, pero para castigar con más
universalidad y necesidad;
•
introducir el poder de castigar más profundamente en el cuerpo social.
La coyuntura que vio nacer a la reforma no es, por lo tanto, la de una nueva sensibilidad,
sino la de otra política respecto de los ilegalismos.13
El ilegalismo de los derechos, que aseguraba con frecuencia la supervivencia de los más
desprovistos, tiende a convertirse, con el nuevo estatuto de la propiedad, en un
ilegalismo de bienes.
Habrá entonces que castigarlo, y si este ilegalismo lo soporta mal la burguesía en la
propiedad territorial, se vuelve intolerable en la propiedad comercial e industrial: el
desarrollo de los puertos, la aparición de los grandes depósitos donde se acumulan las
mercancías, la organización de talleres de grandes dimensiones (con una masa
considerable de materias primas, de herramientas, de objetos fabricados, que
pertenecen al empresario, y que son difíciles de vigilar), hacen necesaria también una
represión rigurosa del ilegalismo.14
La economía de los ilegalismos se ha reestructurado con el desarrollo de la sociedad
capitalista. Se ha separado el ilegalismo de los bienes del de los derechos.15
La reforma penal ha nacido en el punto de conjunción entre la lucha contra el sobrepoder
del soberano y la lucha contra el infrapoder de los ilegalismos conquistados y tolerados.16
Constituir una nueva economía y una nueva tecnología del poder de castigar: tales son,
sin duda, las razones de ser esenciales de la reforma penal del siglo XVIII.17
Se constituye de esta suerte un formidable derecho de castigar, ya que el infractor se
convierte en el enemigo común.18 "Todo malhechor, que ataca el derecho social, se
convierte, por sus crímenes, en rebelde y traidor a la patria. Entonces, la conservación
del Estado es incompatible con la suya; es preciso que uno de los dos perezca, y cuando
se hace perecer al culpable, es menos como ciudadano que como enemigo."19
El derecho de castigar ha sido trasladado de la venganza del soberano a la defensa
de la sociedad.20
La ley deba tratar ahora "humanamente" a aquel que se halla "fuera de la naturaleza"
(mientras que la justicia de antaño trataba de manera inhumana al "fuera de la ley").21
En lo filosófico esto es lo que originó el llamado “Iluminismo” con Hobbes, Spinoza y
Locke, con Grocio, Bacon, Pufendorf y Wolff, con Reoussesau, Diderot, D`Alemberter,
Montesquieu y Voltarie. Montesquie publica su Espíritu de las leyes (1748). Después
aparecen César Bonnesana Marqués de Beccaria, con su tratado Dei delitti e delle pene
(Del delito y de las penas, Livorno 1764) acogido con distintos sentimientos y expresiones
por parte de la sociedad de ese tiempo.
La Revolución Francesa cancela los abusos medievales con su Déclaration des droits de
l´homme et du citoyen (1791), que consigna que “las leyes no tienen el derecho de
prohibir más que las acciones nocivas a la sociedad”.
De manera simultánea, con Beccaria, John Howard, en Inglaterra tras haber estado
privado de la libertad, dedicó su existencia a hacer lo que se ha llamado la “geografía del
dolor”: a inspeccionar y describir las prisiones inglesas, primero, las continentales,
después, promoviendo un movimiento de estupor y de vergüenza que dio origen a la
Escuela Clásica Penitenciaria. La obra de Howard es recogida en su libro Estudio de las
prisiones en Inglaterra, en Gales y en Europa (Londres, 1777), fue la obra de Howard lo
que dio nacimiento a la moderna Penología.22
A través de esta técnica de los signos punitivos, que tiende a invertir todo el campo
temporal de la acción penal, los reformadores piensan dotar el poder de castigar de un
instrumento económico, eficaz, generalizable a través de todo el cuerpo social,
susceptible de cifrar todos los comportamientos, y por consiguiente, de reducir todo el
campo difuso de los ilegalismos. La semiotécnica con que se trata de armar el poder de
castigar reposa sobre cinco o seis reglas mayores.23
Regla de la cantidad mínima.- Se comete un crimen porque procura ventajas. Si se
vinculara a la idea del crimen la idea de una desventaja un poco mayor, cesaría de ser
deseable. "Para que el castigo produzca el efecto que se debe esperar de él basta que
el daño que causa exceda el beneficio que el culpable ha obtenido del crimen." 24
Regla de la idealidad suficiente.- Si el motivo de un delito es la ventaja que de él se
representa, la eficacia de la pena está en la desventaja que de él se espera. Lo que hace
la "pena" en el corazón del castigo, no es la sensación de sufrimiento, sino la idea de un
dolor, de un desagrado, de un inconveniente —la "pena" de la idea de la "pena".25
Regla de los efectos laterales.- La pena debe obtener sus efectos más intensos de
aquellos que no han cometido la falta, en el límite, si se pudiera estar seguro de que el
culpable es incapaz de reincidir, bastaría con hacer creer a los demás que ha sido
castigado.26
Regla de la certidumbre absoluta.- Es preciso que a la idea de cada delito y de las
ventajas que de él se esperan, vaya asociada la idea de un castigo determinado con los
inconvenientes precisos que de él resultan; es preciso que, entre una y otra, se considere
el vínculo como necesario y que nada pueda romperlo.27
Regla de la verdad común.- Bajo este principio de una gran trivialidad se oculta una
trasformación de importancia. La verificación del crimen debe obedecer a los criterios
generales de toda verdad. La sentencia judicial, en los argumentos que emplea, en las
pruebas que aporta, debe ser homogénea al juicio. Por lo tanto, abandono de las pruebas
legales; rechazo de la tortura, necesidad (102) de una demostración completa para
hacer una verdad justa, supresión de toda correlación entre los grados de la sospecha y
los de la pena.28
Regla de la especificación óptima.- Para que la semiótica penal cubra bien todo el
campo de los legalismos que se quieren reducir, se necesita que estén calificadas todas
las infracciones; es preciso que se hallen clasificadas y reunidas en especies que no
dejen escapar ninguna de ellas. Se hace, por lo tanto, necesario un código, (103) y un
código lo suficientemente preciso para que cada tipo de infracción pueda estar en él
claramente presente.29
Esta semiotécnica de los castigos, este "poder ideológico" es el que, en parte al menos,
va a quedar en suspenso y habrá de ser sustituido por una nueva anatomía en la que el
cuerpo, de nuevo, pero en forma inédita, será el personaje principal. Y esta nueva
anatomía política permitirá volver a cruzar las dos líricas de objetivación divergentes que
vemos formarse en el siglo XVIII: la que rechaza al delincuente "al otro lado", al lado de
una naturaleza contra natura; y la que trata de controlar la delincuencia, por una
economía calculada de los castigos. Una ojeada al nuevo arte de castigar demuestra la
sustitución de la semiotécnica punitiva por una nueva política del cuerpo.30
Luego entonces Foucault, es así como ve la transformación del suplicio, al castigo
generalizado, siempre de la mano de la transformación económica de la era,
continuando su obra hasta el desarrollo del Panóptico31.
1
https://books.google.com.mx/books?id=wDMR_sLYm0QC&pg=PA45&lpg=PA45&dq=legislaci%C3%B3n+francesa+
ordenanza+1670&source=bl&ots=lLbfHkMvVL&sig=ACfU3U2eEnBCqXo-Uf4V34WtBQZrBu2GIA&hl=es419&sa=X&ved=2ahUKEwjSy7qRg8TiAhULWqwKHbjhCM44ChDoATABegQICRAB#v=onepage&q=legislaci%C3%B3n
%20francesa%20ordenanza%201670&f=false pag45. 30/05/2019 13:00 hrs.
2
http://www.efemeridespedrobeltran.com/es/eventos/enero/luis-xv.-hoy-5-de-enero-de-1757-atentado-contraluis-xv-de-francia.-el-bienamado-fue-apunalado-cuando-se-disponia-a-montar-en-su-carroza-para-salir-delpalacio-de-versalles 30/05/2019 13:15 hrs.
3
Sustancia resinosa, lustrosa, quebradiza y de color pardo amarillento, que se obtiene de la trementina y que,
mezclada con estopa y otros materiales, sirve para calafatear embarcaciones de madera.
https://dle.rae.es/?id=SqyV2F4|SqzysER 30/05/2019 13:20hrs.
4
https://www.academia.edu/6697929/UNIDAD_II_EVOLUCI%C3%93N_HIST%C3%93RICA_DEL_DERECHO_PENAL
p.4 30/05/2019 13:25hrs.
5
Así es como la cancillería resume en 1789 la posición general de los Cuadernos de quejas en cuanto a los
suplicios. Cf. E. Seligman, La justice tous la Révolution, t. I, 1901, y A. Desjardin, Les cahiers des États généraux et
la justice criminelle, 1883, pp. 13-20
6
J. Petión de Villeneuve, "Discours à la Constituante", Archives parlementaires, t. XXVI, p. 641.
7
Boucher d'Argis, Observations sur les lois criminelles, 1781, p. 125
8
Lachèze, "Discours à la Constituante", 3 de junio de 1791, Archives parlementaires, t. xxvi
9
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 67
10
https://www.academia.edu/6697929/UNIDAD_II_EVOLUCI%C3%93N_HIST%C3%93RICA_DEL_DERECHO_PENAL
p. 4 30/05/2019 13:28hrs.
11
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 72
12
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 74-75
13
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 76
14
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 79
15
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 80
16
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 81
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 83
18
Idem
19
J.-J. Rousseau, Contrato social, libro II, cap. v. Hay que advertir que estas ideas de
Rousseau fueron utilizadas en la Constituyente por algunos diputados que trataban de
mantener un sistema de penas muy riguroso. Y lo curioso es que los principios del
Contrato han podido servir para apoyar la vieja correspondencia de atrocidad entre
crimen y castigo. "La protección debida a los ciudadanos exige proporcionar las penas a la
atrocidad de los crímenes y no sacrificar, en nombre de la humanidad, a la humanidad
misma." (Mougins de Roquefort, que cita el pasaje en cuestión del Contrato social, "Discours
à la Constituante", Archives parlementaires, t. XXVI, p. 637.)
20
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 84
21
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 85
22
Samantha Gabriel López Guardiola, Derecho Penal I, ed. Red Tercer Milenio, ps.21 y siguiente.
23
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 87
24
Beccaria, Traité des délits et des peines, p. 89.
25
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 88
26
Idem
27
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 89
28
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 90
29
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 91
30
M. Foucault “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI Editores, Argentina, 1976, p. 96
31
Julián Pérez Porto y María Merino. ( 2013). Definición de panóptico. 30/05/2019, de Definición.De Sitio web:
https://definicion.de/panoptico/
17
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