66 TRIBUNA M ANUEL Godoy y Álvarez de Faria, Príncipe de la Paz, Duque de la Alcudia y Sueca y otros varios títulos, obtenidos legítima aunque fulgurantemente durante el reinado de Carlos IV, falleció en una buhardilla de París el 4 de octubre de 1851. Se acaba de cumplir, por tanto, el 150 aniversario de su muerte. Una exposición, estéticamente muy refinada, ha permanecido abierta todo el verano en el bello-Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, poniendo de relieve, a partir de unas impresionantes láminas inéditas, ima faceta hasta hoy desconocida en la múltiple y decidida actividad cultural de Carlos IV y su Secretario de Estado: la protección de la Arqueología española, y con criterios más científicos y bastante más ilustrados de los que animaron a su padre, Carlos III. Valga el ejemplo de la Real Cédula de julio de 1803, que fue la primera medida legislativa de alcance nacional en proteger una diversa pluralidad de yacimientos y monumentos, con la novedad rompedora de tutelar también los objetos de las culturas árabe y hebrea, en España tradicionalmente despreciados, cuando no ignorante y salvajemente destruidos. ALICIA MARÍA CANTO HISTORIADORA Godoy: una justa y necesaria revisión «Godoy completó 8 4 años de una singular vida, dividida en dos mitades contrapuestas de fulgores y sombras» SÁBADO 29-12-2001 ABC país que, sin duda, ni los entendía ni estaba preparado para ellos. Paradójicamente, hoy nos proclamamos herederos y paladines de los principios de aquella misma Revolución de 1789: Libertad, Igualdad, Fraternidad, Democracia, Derechos del Hombre..., pero seguimos carbonizando año tras año la memoria de quien, en medio de una de las más conflictivas y peligrosas épocas de la política europea, aun entre tropiezos, zancadillas y con algunos indudables errores, quiso iniciar a España ya por ese nuevo camino. Sin embargo, con muy pocas excepciones (Seco Serrano, Bullón de Mendoza, Serrano Poncela, Rojas...), los historiadores modernos, como denunciaba Douglas Hüt en su libro de 1987, «dejan incomprensiblemente a Godoy, dentro de la voluminosa bibliografia del periodo napoleónico, como una figura desatendida, a pesar de ser el gobernante defacto de España desde 1792 hasta 1808, y el más importante adversario del emperador francés al siu- de los Pirineos». Se acostumbra en efecto a despacharle como el amante guapo y frivolo de una reina fea y poderosa, o como el falo pensante de un rey cornudo e indeciso: un esquema demasiado simple para los descubridores del genio de Goya (que clandestinamente les traicionaría), o para quienes acumulan una larga lista de innovaciones sociales, económicas o industriales, la mayor parte de ellas desactivadas o destruidas tras su caída. Mientras, un experto analista como Ramón de Mesonero Romanos, diez años después del tránsito del desgraciado político (a quien había visitado en París poco antes de su muerte), ensalzaba, de la corte de Carlos IV y María Luisa, «....la ostentación y magnificencia, la tolerancia y libertad práctica de las opiniones, la ausencia de toda persecución política o religiosa, la protección y el impulso dispensado á las letras y las artes por ese mismo Godoy... a quien la historia contemporánea ha estado escarneciendo durante medio siglo...». Otro siglo y medio ha transcurrido, y el injusto escarnio de Gtodoy continúa. Pero ¿quién no podrá reconocer hoy, en varias de las insólitas notas de aquel reinado, algunas conquistas de nuestra actual democracia o, en sus concesiones para salvar a la monarquía española, un lejano precedente de nuestra «transición política» de 1975? La rehabilitación parcial de Godoy en 1847 por la joven Reina Isabel II no llegó ya a tiempo de que su edad En Badajoz se ha celebrado asimismo, coincidiendo con el aniversario, un congreso sobre su figura histórica, pero al que la prensa nacional ha permanecido igualmente ajena. La pésima suerte con respecto a la legítima defensa de su imagen pública, que persiguió al Príncipe de la Paz hasta su muerte y mucho después de eUa, no se ha aplacado tampoco en esta propicia ocasión del aniversario, pues ha venido a concurrir con el terremoto informativo tras el 11-S, que ha opacado tantas opiniones y noticias. Parece que, para que España se entere por ma todavía un muñeco que representa a Gofin de quién fue realmente, Godoy tendrá que doy, al que se Uama «el enemigo del pueblo». esperar hasta su 200 aniversario, ya sea el de Tan tristes honores no se dispensan a ninguno su nacimiento en Badajoz (en 2067), o el de su de otros mucho más notorios enemigos del puemuerte (en 2101). Sin duda un cruel y perma- blo español. O de la abortada democracia de nente sino. Sus restos reposan todavía en ima 1812, como sin ir más lejos demostró serlo el modesta tumba del beUo cementerio parisino propio Fernando VII una vez que se apoderó del Pére Lachaise. El sencillo túmulo, que pre- del trono paterno: la abolición de la constituside un medallón con su encaracolado perfil, ción liberal de Cádiz y el regreso triunfante de está próximo al de otros muchos españoles, la Inquisición bastan para reputar al joven rey, igualmente sancionados con el destierro en dis- traidor a su patria y a su padre y reatador del tintas épocas de nuestra atribulada historia pueblo a sus ancestrales -y parece que amadascontemporánea. Nacido en Badajoz el 12 de ma- cadenas. Basta con analizar la actuación del yo de 1767, Godoy completó 84 años de una vencedor para sospechar cómo era en realidad singular vida, dividida, como su guión heráldi- el vencido, y qué tipo de cambios, en la novedoco, en dos mitades contrapuestas de fulgores y sa línea francesa, pretendía Godoy traer a un sombras, riqueza y miseria, fama y difamación. Su «caso» debería mover a la reflexión y a los JAVIER TOMEO deseos de enmienda de nuestra ESCRITOR conducta colectiva. Es un ejemplo nítido de cómo pueden llegar a destruir todo el crédito y la labor de un estadista las envidias y los recelos, bien hacia el brülo y la inteligencia naturales, bien I amigo Ramón —cualquie-Sobre todo —precisé— no me hacia una política que no benefira sabe por qué misteriosa gusta que me lo recuerdes preciciaba a «los intereses creados» razón— me recuerda una vez samente cuando acabamos de sende varios tipos (un heredero remás que el mayor poder del dia- tarnos en el mejor restaurante sentido, una nobleza vieja y priblo consiste en hacernos creer francés de la ciudad y estoy a punvilegiada, una Iglesia cerril con que no existe. Luego, perfeccio- to de encargar al maitre un una poderosa Inquisición). Y un nando esa reflexión —que antes Saut du Lapin, que en francés ejemplo de cómo dos propaganformularon otros— añade que el significa precisamente conejo. das convergentes, la de Napodiablo es tan astuto que algunas Ramón sonríe y me explica que león y la de Fernando VII, impuveces se nos presenta con cara de hace siglos el diablo penetró en el nemente desplegadas durante conejo y que, al adoptar ese cu- cuerpo de una virtuosa toledana, muchos años, han sido capaces rioso disfraz, es como si nos dije- Uamada María Gracia, en forma de construir ima imagen negatise: de naranja, y que otra vez, en una va de un efecto tan duradero. -No desconfiéis de mi, amigos monja, en forma de lechuga. Luemíos, porque yo no existo. Sólo go, sin dejar de sonreír, recuerda Tan dinradero que, casi 200 soy un conejito de largas orejas que al diablo le son factibles toaños después de la ruina política enhiestas y largos bigotes. das las formas de la materia y del dichoso e infeliz Secretario que algunas veces puede adoptar de Estado y fiel amigo de Carlos Le digo a mi amigo que me IV, se acaban de celebrar otro fastidia que me recuerde que el la apariencia de paloma y de coraño más las llamadas «fiestas del diablo puede presentarse algunas dero e incluso la de algún político que se presenta ante la opimotín de Aranjuez». Unas fiestas veces con cara de conejo para («de interés turístico» desde 1990) cogernos por sorpresa y mane- nión pública preocupado por la paz y la felicidad de los hombres. en las que puntualmente se quejamos a su antojo. El diablo y el conejo M y su salud le dejaran volver a España. Además, de su árbol caído se había hecho ya mucha leña: sin habérsele celebrado nunca juicio alguno, había sido despojado de títulos, honores y propiedades, incluso de lo que le había sido regalado con la ley ordinaria en la mano, como el palacio de Buenavista, obsequiado en 1807 por el Ayuntamiento de Madrid, o los bienes que en 1819 le legó en su testamento la Reina María Luisa, muerta en Roma en sus leales brazos. Este 150 aniversario parece una buena ocasión para que la sociedad española se plantee, junto a la reflexión sobre nuestro congénito cainismo, que quizá sea hora ya de perdonar sus errores a Godoy, pero también de reconocerle sus muchísimos aciertos, favoreciendo que sus restos mortales descansen por fin en Badajoz, como él quería. En la patria que tanto amó, pero con la que no consiguió entenderse. ABC (Madrid) - 29/12/2001, Página 66 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. 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