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Costumbrismo, casticismo y andalucismo en los pliegos de cordel [X]

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Extraído del blog: adarve5.blogspot.com
lunes, 17 de octubre de 2022
Costumbrismo, casticismo y andalucismo en los pliegos de
cordel [X]
Los dos pliegos que reproduzco en esta ocasión no solo invitan a reflexionar sobre las
escandalosas luchas de fieras, como se denominaban entonces, sino que implican un
exacerbado sentimiento patriotero español frente a lo foráneo.
Antes de comentar sobre ello paso a reproducir el primero de ellos, impreso en Madrid
en 1849, donde se desarrolla un figurado diálogo entre un toro español contra un tigre
francés enfrentados a una lucha, lo que acentúa el propagandismo antifrancés a través de
estas muestras poco tenidas en cuenta de literatura popular impresa. Tras este diálogo se
incluye una letrilla jacaresca dialogada con el título de El preso y su maja sin que figure
su autoría, aunque fue escrita como sabemos por Manuel Bretón de los Herreros, pieza
que también fue puesta en música por Mariano Soriano Fuertes para ser cantada a dúo.
Las luchas entre los toros y otros animales, a partir sobre todo durante la primera mitad
del siglo XVII, se convirtieron en verdaderos espectáculos formando parte de las
celebraciones y festejos a los que asistían y patrocinaban los propios reyes de la Corte de
los Austrias.
Fuera del entorno estrictamente cortesano las peleas entre animales
seguían gozando de gran éxito entre el público. Si atendemos a algunas de las noticias
relatadas por quien fuera criado y cronista de Felipe II, como se autodenomina el mismo
don Luis Cabrera de Córdoba sobre lo sucedido en la Corte de España desde 1599 hasta
1614 respecto a estas peleas, tanto en Madrid como en Valladolid para entretener al rey
Felipe III, queda reflejada su activa participación en estos denigrantes espectáculos de
los que entresaco alguna muestra.
Valladolid, 9 de agosto de 1603 (pág. 184)
«Y la semana pasada hubo toros en la plazuela que se ha hecho tras de
Palacio, y se guardó uno por ser el mas bravo para el dia siguiente, que le
corrieron allí mesmo, y el Rey desde la ventana le tiró cuatro arcabuzazos, y
con el postrero le derribó con haberle acertado en la frente; y también los
han corrido hoy delante de Palacio, y hay juego de cañas con capas y
sotanillas de luto, porque aun no se ha mandado quitar el de la Emperatriz».
Valladolid, 29 de diciembre de 1603 (pág. 200)
«El lunes adelante, que fue 1.° de este, se les hizo una encamisada por el
príncipe de Marruecos, marqués de Almenara y otros caballeros de Madrid,
en que entró el secretario Muriel Corno, vecino de aquella villa, delante de la
casa del Duque, que dicen paresció bien á sus Magestades; y el dia siguiente
les corrieron también toros allí, y asimesmo el viernes adelante, y el domingo
guardaron el mas bravo al cual echaron un tigre que pelease con él; y aunque
le acometió dos veces el toro le arrojó con los cuernos así desenfadadamente,
de manera que se arrinconó y no volvió mas al toro, antes quedó muy
doméstico. Y para entretener el tiempo echaron tres alanos que pelearon con
el toro un rato, y acabada esta fiesta, se fueron sus Magestades á vísperas al
monasterio de la Concepción, por ser el otro dia de Nuestra Señora, y el
martes les volvieron á correr toros».
Valladolid, 6 de agosto de 1605 (pág. 256)
«El jueves, á 28 del pasado, se corrieron toros en Lerma y hubo juego de
cañas de seis cuadrillas de á cuatro, y salió en una de ellas S. M. con el duque
de Lerma á su lado, como caballerizo mayor, y los demás eran
gentiles-hombres de la Cámara y de la boca y mayordomos de sus
Magestades; y el Rey lo hizo tan bien como suele, porque nadie las juega
mejor que él. Esta fiesta se hizo por las bodas de los condes de Aguilar que
habia sido allí quince dias antes, y no se permitió que entrase nadie de fuera
á verla, y sus Magestades gustaron mucho de cierto despeñadero que habia al
rio, por donde iban á caer los toros cuando los acababan de correr».
Madrid, 7 de Julio de 1607 (pág. 308)
«El domingo, que fue el dia antes que S. M. partiese de Valladolid, quiso ver
pelear el león con un toro. Encerráronlos en la plazuela detrás de Palacio,
que estaba cercada de tablas. El león es muy nuevo y luego se acobardó, y á la
primera suerte le volteó el toro, con lo cual siempre anduvo huyendo, y
aunque le picaban con un garrochón nada aprovechó para que acometiese al
toro; y S. M. tiró tres jaras con una ballesta al toro y todas le acertaron, y
siempre hacia acometimiento contra el león, el cual siempre mostró
cobardía. Echaron lebreles al toro, y aunque se defendió mas de una hora, al
cabo le asieron, y con esto le desjarretaron».
Durante aquellos años hasta los camellos desempeñaron cierto papel en los festejos
encaminados a divertir a los reyes y a los cortesanos, así como la participación de perros,
especialmente los de tipo alano español, para azuzar al toro en caso de que no dispusiera
de la bravura suficiente y facilitar la tarea del matador, según consta en numerosos
testimonios literarios y artísticos. La crianza y adiestramiento de estos perros,
destinados a incitar a luchar a los toros, se solía realizar en los mataderos municipales de
la carne.
Otra diversión frecuente consistía en la de despeñar en laderas contiguas tanto a toros,
camellos, jabalíes o perros para que fueran abatidos a tiros por el arcabuz real cuando
intentaban ganar a nado la orilla para sobrevivir. Esta afición por parte de la dinastía de
los Austrias (con especial atención a Felipe III y Felipe IV), fue continuada
posteriormente por la dinastía borbónica a partir del año 1700 con Felipe V, algo que no
parece se haya extinguido del todo si tenemos en cuenta la conocida muerte a tiros de
elefantes en tierras africanas a cargo del actual rey emérito.
Los combates entre distintos animales se mantuvieron hasta los primeros años del siglo
XX. Estas luchas a muerte despertaban gran interés donde el toro bravo español se
convertía en referente de un patriotismo exacerbado y delirio patriótico propio de un
salvajismo ancestral que remonta a los romanos.
Una de las últimas luchas conocidas entre distintos animales en nuestro país tuvo lugar
el 24 de julio de 1904 en la antigua plaza de toros del Chofre en San Sebastián, donde se
anunciaba la insólita lucha entre un toro de lidia de cinco años llamado Hurón contra un
tigre de Bengala apodado César. Ante unos 10.000 espectadores comenzó el esperado
espectáculo donde el toro embistió al tigre quien se trataba de defender a duras penas
haciéndose incluso el muerto contra la verja en un intento de poner fin a la pelea. Ante la
insistencia del público el presidente ordenó que se azuzara al felino golpeándole con
palos, pinchándole con hierros y hasta con cartuchos de pólvora, algo que hizo que se
torcieran y abrieran algunos barrotes de la jaula donde estaban encerrados logrando salir
a la arena del coso. El pánico suscitado por si el tigre lograba saltar alguna barrera en su
huida hizo que los vigilantes dispararan desde los pasillos de las barreras contra los
animales, a lo que se unió parte del público. Tras esa lluvia de disparos muchas de las
balas rebotaron en los barrotes de la jaula ocasionando al menos un muerto, una
veintena de heridos y numerosos contusionados por caídas y atropellos.
Reproduzco a continuación este segundo pliego donde combate un león contra un
famoso toro español, apodado burlonamente como El cariñoso en la plaza de toros de
Aranjuez donde la francofobia se pone de nuevo de manifiesto de forma vergonzante.
La francofobia o sentimiento antifrancés es un concepto abierto y amplio que varía a lo
largo del siglo XIX según la época y los acontecimientos a que nos refiramos. La aversión
hacia lo francés se generalizó a consecuencia de la llamada Guerra de la Independencia,
aunque posteriormente la dicotomía entre lo "bueno" español y lo "malo" francés se fue
moldeando según las circunstancias que reflejan la tensión histórica entre lo español y lo
extranjero. Un ejemplo positivo de hermandad es el reconocimiento y el buen trato a los
españoles exiliados en Francia debido a la política opresiva de Fernando VII a pesar de la
diferencia de costumbres. Otro ejemplo, por el contrario, es el sentimiento antifrancés en
la década de los años 70 tras el éxito de la Revolución Gloriosa de 1868, tras el
derrocamiento de Isabel II a la que siguió la llamada Restauración intentando consolidar
de nuevo la monarquía española. Pero en el caso de la literatura popular impresa, como
sucede estos pliegos de cordel orientados a un público netamente más popular, se
aprecia de una forma mucho más uniforme la aversión y el rechazo por todo lo foráneo y
la exaltación de las costumbres españolas.
Estos espectáculos sanguinarios y crueles, representados en este caso mediante estos
pliegos de cordel, vienen a subrayar un nacionalismo patriotero como ideología y
simbolismo arraigado en las conciencias y sentimientos de una amplia capa de la
población frente a lo considerado foráneo.
Estas diversiones, como muestras de barbarie cruel e inhumana, deben ser cuestionadas,
combatidas y, por supuesto, erradicadas. Quiero aclarar que, en todo caso, no me refiero
propiamente a quienes consideran lo taurino como un "arte" que al parecer solo los
entendidos pueden apreciar, aunque su finalidad artística es acabar con la muerte del
astado a manos del llamado "maestro" o más propiamente el "matador", sino que me
refiero a la lucha entre diferentes animales. El pensamiento antitaurino se remonta a
muchos siglos atrás, resaltando la crueldad animal y la brutalidad propia de los festejos
taurinos, cuyo único fundamento consiste en atacar y hacer sufrir a un ser vivo hasta su
muerte por simple diversión. El antitaurinismo español no deja de ser toda una
significativa tradición cultural, aunque escamoteada y silenciada por quienes lo
consideran como una mera moda pasajera sin fundamento.
Para saber más
Aunque existe una abundantísima bibliografía a favor del taurinismo, no hay que olvidar
las más desconocidas y solapadas críticas al mismo que pasan conscientemente
desapercibidas y arrinconadas. Un muy valioso ejemplo es el realizado por Codina
Segovia, Juan Ignacio: Pan y Toros. Breve historia del pensamiento antitaurino
español. Plaza y Valdés (Madrid 2018) 238 páginas. El libro es un breve resumen
extraído de su tesis doctoral El pensamiento antitaurino en España, de la Ilustración
del XVIII hasta la actualidad, tesis de casi 1200 páginas, aunque reducido en este caso a
un libro de apenas 240 donde nos ofrece un demoledor y poco conocido recorrido
histórico del antitaurinismo español a lo largo de los siglos.
©Antonio Lorenzo
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