La cuestión agraria en México de 1856 a 1917 El problema de la tierra no fue unos de los principales causales convocados por Francisco I. Madero para derrocar al gobierno de Porfirio Díaz. El llamado “apóstol de la democracia” tuvo en mente una revolución meramente política, esto es, un movimiento encaminado a pasar el ejercicio del poder de un grupo a otro. Los campesinos e indígenas tenían otra idea en mente. Secundaron a Madero en un principio, sin embargo, al observar que este no daría solución a sus problemáticas, decidieron levantarse en armas para hacer valer su voluntad y lograr el cumplimiento de su objetivo primordial: la posesión de la tierra. La diversidad de procesos que se presentaron, a lo largo del siglo XIX hasta la promulgación de la Constitución de 1917, en la vida social, política y económica de México afectaron la relación del naciente Estado para con los pueblos campesinos e indígenas. Una relación basada en la confrontación entre el impulso del proyecto de Estado impulsado por los liberales mexicanos, con Juárez a la cabeza, y la propiedad comunal de la tierra de los pueblos, rancherías y comunidades. El problema agrario, tomado a partir de la publicación de la Ley Lerdo en 1856 hasta la promulgación de la Constitución de 1917, puede verse como un proceso general que paso por diferentes momentos en la lucha entre los liberales y las comunidades de campesinos e indígenas. Ahora bien, como ya se mencionó, el conflicto agrario en México tiene su principal antecedente en el período de la reforma. La lucha contra la Iglesia, y el enorme poder que esta institución desempeñaba a mediados del siglo XIX, tiene a los liberales ocupados en la emisión de un conjunto de leyes que buscan secularizar al todavía débil Estado mexicano. El 28 de junio de 1856, Miguel Lerdo de Tejada, ministro de Hacienda del gobierno post–revolución de Ayutla, proclama la Ley de Desamortización de las Fincas Rústicas y Urbanas de las Corporaciones Civiles y Religiosas de México. En esta ley se plantea que el acaparamiento de tierras en manos de la Iglesia impide el desarrollo económico del país, por tanto, “exigía que todas las corporaciones civiles y religiosas se deshicieran de sus propiedades inmuebles”. De esta manera, se producirían pequeños propietarios que impulsarían el desarrollo capitalista del país a través de la producción agrícola. No obstante, que la venta de las propiedades eclesiásticas sea la consecuencia más evidente, esta medida resulto, también, en perjuicio pueblos y comunidades campesinas e indígenas que vieron destruido “ la cohesión tradicional de pueblos y comunidades los cuales, como corporaciones civiles, eran propietarias de todas las tierras dentro de sus límites”. (Powell, 1974) Por tanto, se vieron también obligados a deshacerse de sus tierras en favor de la pequeña propiedad privada. Aunque su ejecución se vio frenada por la Guerra de Reforma, la Ley Lerdo, junto con la Ley Juárez y la Ley Iglesia, pasaron a la Constitución de 1857 sin cambios en los propósitos para los que habían sido realizadas. De hecho, se vieron potencializadas con la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos del 12 de junio de 1859, para el caso de las propiedades de la Iglesia que pasaron a manos de la Nación. Así mismo, tanto la Ley sobre la Ocupación y Enajenación de Terrenos Baldíos del 20 de junio de 1863, como la de diciembre de 1883, provocaron que las comunidades y pueblos perdieran la propiedad de sus terrenos, muchas veces, a bases de engaños y de interpretaciones prejuiciosas de la ley; además de que la segunda impulsaba la colonización de tierras para connacionales y extranjeros. De esta forma, se puede observar la continuidad entre los proyectos políticos de Juárez y el de Porfirio Díaz. A pesar del intento de derrocamiento por parte del segundo, lo cierto es que con su llegada al poder se logar obtener la consolidación del proyecto liberal defendido por el primero. El Estado del Porfiriato trae para el país el ansiado desarrollo económico, además de la estabilidad política. La riqueza se concentra en unas cuantas manos y las haciendas se convierten en parte dominante del paisaje del país, así como su primordial unidad económica. Este proceso se vio consolidado con la promulgación Ley de Terrenos Baldíos en marzo de 1894, legislación que viene a poner fin a toda posibilidad legal de que los pueblos y comunidades de hacerse de sus tierras al quitar el limite que una persona puede denunciar como baldíos. Así mismo, da por terminada la obligación de los poseedores de poner a producir a estas tierras; hecho que será tomado en cuenta por los programas precursores y los planes lanzados por los movimientos revolucionarios. Esto no quiere decir que los pueblos y comunidades se quedaran estáticos ante la complicada realidad a la que se enfrentaron. Numerosos fueron los levantamientos armados que buscaron defender sus tierras y que hicieron que el gobierno porfirista adoptara una política represiva que buscaba imponer el orden a cualquier costo. Ejemplo de esto es el destierro que los yaquis de Sonora sufrieron a las tierras henequeras de la península de Yucatán, lugares en los que vivían en condiciones de esclavitud disfrazada de peonaje asalariado. Ahora bien, con lo desarrollado hasta el momento, se observa que solo la clase dominante ha logrado plasmar, por medio de las leyes, el pensamiento que sustenta la propiedad privada de la tierra. Los pueblos y comunidades se encuentran imposibilitados de ejercer cualquier acción y con un pensamiento latente, pero que no ha logrado expresarse a través de un programa que guíe su pensamiento y su acción. A pesar de estar más en tono con un contexto urbano y escrito con el obrero urbano en mente, el Programa del Partido Liberal Mexicano no es ajeno a la problemática agraria, la cual denuncia como “la falta de escrúpulos de la actual Dictadura para apropiarse y distribuir entre sus favoritos ajenas heredades, la desatentada rapacidad de los actuales funcionarios para adueñarse de lo que a otros pertenece, ha tenido por consecuencia que unos cuántos afortunados sean los acaparadores de la tierra, mientras infinidad de honrados ciudadanos lamentan en la miseria la pérdida de sus propiedades” (Programa del Partido Liberal Mexicano, 1906) Aquí, es interesante observar en las líneas del Programa, el respeto que se tiene a la propiedad de los hacendados, pues contrario a lo que pudiera pensarse de un pensamiento anarquista, solo menciona la expropiación de la tierra que no puedan hacer trabajar. Esto es, si el latifundista lograba mantener en producción la totalidad de sus tierras, estas no le serían enajenadas, incluso se les convida a hacerse más ricos. Aunque reconoce el despojo del que han sido objeto las comunidades y pueblos, además de manifestar que la devolución de los ejidos despojados es una cuestión de justicia; su objetivo se encuentra guiado a la obtención de tierras muertas para hacerles productivas dándolas en trabajo a los individuos que las requieran. A pesar de su amplio contenido social, el Programa no logró llevarse a la práctica. Sin embargo, logra influir en el desenvolvimiento del ideario zapatismo bajo la consigna de ¡Tierra y Libertad! Los zapatistas son campesinos del estado de Morelos que ante la mera mención de tierra en el Plan de San Luis Potosí deciden secundarlo. Se levantan en armas no contra el gobierno de Porfirio Díaz sino por “el ofrecimiento de justicia social en los tribunales” al declarar que los despojos arbitrarios “se declaran sujetas a revisión tales disposiciones y fallos y se exigirá […] que los restituyan a sus primitivos propietarios” (PLSP, 1910) La oferta esta hecha y no sería rechazada. Derrocado Díaz, Madero convoca a elecciones en las que es elegido presidente de la república. Para él, la revolución había terminado. El triunfo era suyo. Sin embargo, había desatado al tigre y no podría controlarlo. Apegado a la legalidad, no logro entender el pensamiento de los zapatistas, quienes ahora que tenían las armas se negaban a dejarlas hasta que sus demandas fueran satisfechas. El presidente no cumplió y ordenó “que las tropas federales batieran a las zapatistas; desde ese momento los procedimientos legales quedaban descartados” (Córdova, 1975) Con las armas en mano, los zapatistas, organizados como el Ejército Libertador del Sur, deciden tomar la acción y proclaman el Plan de Ayala, expresión más acabada del pensamiento campesino e indígena respecto a la cuestión de la tierra, problemática que debe ser central para la revolución en la que se metieron. En este texto, además de desconocer la presidencia del señor Madero, reconocen la usurpación de que han sido objeto los “terrenos, montes y aguas” y, por tanto, la necesidad de restaurarlos a sus legítimos dueños: “los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes a estas propiedades”. Es importante señalar que la propiedad comunal de la tierra ya no es parte central de la problemática que ahora esta más orientada en la pequeña propiedad que se encuentra en la necesidad de obtener tierras por medio de la expropiación para “ejidos, colonias, fundos legales o campos de sembradura o de labor. Por otra parte, reconocido por la Soberana de la Convención Revolucionaria, este Plan no logra tampoco llevarse a la práctica fuera del territorio controlado por las fuerzas zapatistas. Ahora, tras la muerte de Madero y la usurpación de Victoriano Huerta, la Revolución continua su marcha con la división del ejército revolucionario en dos facciones con intereses y perspectivas por demás contrarias. Por un lado, se tienen a las fuerzas campesinas encabezadas por Emiliano Zapata y Francisco Villa que alcanzan su apogeo en diciembre de 1914 cuando ocupan la ciudad de México. Después de este momento, los campesinos e indígenas no lograrán mantener la cohesión de esta facción y de a poco irán siendo derrotadas por las fuerzas constitucionalistas con Venustiano Carranza y el grupo Sonora a la cabeza, quienes se levantaron en armas contra Huerta por medio del Plan de Guadalupe, documento que en su versión original no es más que la proclama de devolver la legalidad al gobierno mexicano. La tierra en ningún apartado en mencionada. Sin embargo, ante el empuje de las fuerza campesinas, los constitucionalistas se ven obligados a adoptar la bandera agraria como parte importante de su ideario político. De tal forma que se emitirán leyes agrarias que vayan encaminadas a la formación de la pequeña propiedad mediante la disolución de los latifundios y la restitución a los pueblos de las tierras despojadas. Con el objeto de arrebatar por completo la bandera de la tierra a las fuerzas campesinas, el 06 de enero de 1915, Carranza difunde una ley que reconoce el malestar de los pueblos ante el despojo ocasionado por la Ley Lerdo, además de promover la dotación de terrenos a los pueblos que carezcan de ejido. Derrotados los ejércitos populares, Carranza logra la consolidación de su proyecto político mediante la promulgación de la Constitución de 1917. En dicho texto, la cuestión agraria se ve zanjada al declarar que es la Nación quien detenta la propiedad de la tierra y que solo esta tiene el derecho de transmitir el dominio a los particulares. Una solución pragmática que lleva el conflicto por la propiedad agraria a una lucha que debe ser mediada por el Estado que ha surgido de la Revolución. Bibliografía Decreto del gobierno sobre ocupación y enajenación de terrenos baldíos (1863), recuperado el 26 de mayo de 2022, de http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/4IntFrancesa/1863DOT.html Ley sobre terrenos baldíos, mandando deslindar, medir, fraccionar y valuar los terrenos baldíos o de propiedad nacional, para obtener los necesarios para el establecimiento de colonos. (1883), recuperado el 26 de mayo de 2022, de https://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/5RepDictadura/1883LTB.html Ley sobre ocupación y enajenación de terrenos baldíos (1894) recuperado el 26 de mayo de 2022, http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/5RepDictadura/1894DSO.html de Programa del Partido Liberal Mexicano en Córdova, A. (1975) La ideología de la Revolución Mexicana. (4ta ed.) México: ERA Plan de San Luis Potosí en Córdova, A. (1975) La ideología de la Revolución Mexicana. (4ta ed.) México: ERA Plan de Ayala en Córdova, A. (1975) La ideología de la Revolución Mexicana. (4ta ed.) México: ERA Plan de Guadalupe en Córdova, A. (1975) La ideología de la Revolución Mexicana. (4ta ed.) México: ERA Ley agraria de la Convención en Córdova, A. (1975) La ideología de la Revolución Mexicana. (4ta ed.) México: ERA Artículo 27 constitucional en Córdova, A. (1975) La ideología de la Revolución Mexicana. (4ta ed.) México: ERA Córdova, A. (1975) La ideología de la Revolución Mexicana. (4ta ed.) México: ERA Powell, T.G. (1974) El liberalismo y el campesinado en el centro de México (1850 a 1876) México: SEPSETENTAS