Olimpiadas: Dinero y política Juan Poom Medina* Cada cuatro años millones de personas esperamos con ansia el inicio de los Juegos Olímpicos como una manera de distraernos de los efectos de la rutina que provoca el ritmo de lo que se ha denominado una “sociedad desbocada”. La espera de un ciclo olímpico se cumple cuando nos sentamos a observar y plantear escenarios sobre las posibilidades de que algunos de los atletas que representan a nuestro País alcancen medalla. También, es común observar los juegos para deleitarnos del espíritu de competencia y las habilidades de los atletas de muy alto nivel, es decir, los atletas que se ganaron un lugar en la justa deportiva a través de un sistema de eliminación o porque dieron la marca solicitada por el Comité Olímpico Internacional (COI) para poder participar. En pocas palabras, los Juegos Olímpicos son ese tipo de eventos que a la mayoría nos llena de satisfacción. Sin embargo, no todo es fácil cuando intentamos entender sobre la organización de los Juegos Olímpicos u otros eventos deportivos importantes. Muy lejos ha quedado el ideal del célebre Pierre de Coubertin que suscribía “lo importante no es ganar sino competir”. Hoy, la idea olímpica va de la mano de las ganancias económicas y de los posicionamientos políticos. El deporte amateur se ha convertido en el gran negocio de los empresarios y también de la política. Muchos atletas han declarado las presiones que sufren de sus patrocinadores o gobiernos para alcanzar una medalla. Derivado de esas presiones muchos atletas han recurrido a los dopajes para mejorar el rendimiento y así buscar subir al podium. Alguna vez escuché el señalamiento de la mejor atleta mexicana Ana Guevara, cuando señalaba a un programa de Televisión Azteca, la forma en que Televisa minimizó la medalla de plata ganada en Atenas. El inmenso valor de la medalla de plata que ganó para México no satisfizo a unos miserables. Ese detalle prueba, en parte, que hoy la gloria y sabor de una medalla no importa, lo realmente importante es el lucro que puede hacerse de una victoria olímpica. Ésas son las empresas y empresarios que han hecho del deporte amateur su mejor negocio. El talento de un deportista es comprado por el mejor postor para sacarle jugo económico. La atleta estadounidense Marion Jones es otro ejemplo de lo miserable que es la parte administrativa del deporte olímpico. Marion tuvo que regresar todas sus medallas olímpicas e ir a la cárcel por mentir a un tribunal sobre el uso de esteroides. No aceptar que se dopaba fue un error básico, sin embargo, el error fundamental fue no decir que debido a las presiones los atletas optan por caminos que no son los más honestos, a veces a sugerencia de sus entrenadores quienes a su vez reciben otro tipo de presiones incluso de sus gobiernos. Una medalla de oro representa prestigio y reconocimiento, pero sobre todo significa poder y dinero. Por eso a veces los atletas pasan de ser los héroes nacionales a instrumentos de enriquecimiento de otros. La posible correlación entre dinero y desempeño de los atletas es sólo una cara del deporte olímpico. De otro lado está el factor político. Ahora que la antorcha olímpica con muchos problemas recorre el mundo para llegar en agosto próximo al pebetero instalado en Beijing, las voces críticas proponen un boicot a la ceremonia inaugural de los Juegos debido a la falta de respeto a los derechos humanos en la región del Tíbet, y a la falta de presión de este país asiático hacia Sudán para detener los problemas de genocidio en Darfur. El problema aquí es que de nuevo el espíritu deportivo es subordinado a otras realidades lamentables. Sin duda, debido a las críticas internacionales el Gobierno chino debe responder y resolver positivamente el asunto de los derechos humanos; además debe sugerir detener los problemas en Darfur. Pero para lo que sí no hay lugar a dudas es que el espíritu olímpico debemos alejarlo de nuestra propia contaminación social y política para poder gozar del deporte. En este tiempo muchos adolescentes tienen sueños de asistir a una Olimpiada como atletas, ese sueño debe persistir dejando de lado el dinero y la política.