Universidad Autónoma de Zacatecas “Francisco García Salinas” Unidad Académica de Ciencia Política Maestría en Ciencia Política Generación XII Teoría Política II Ensayo final Coordinan: Dr. Héctor de la Fuente Limón Dr. Jesús Moya Vela Dr. Carlos Otto Vázquez Salazar Dra. Irma Lorena Acosta Reveles Guadalupe, Zacatecas, a 25 de mayo del 2020 Alumna: Xel ha Moira Fernanda Tortti Galán. Título: La democracia y el nacionalismo en Brasil El presente ensayo tiene por objetivo situarse en la consolidación de la democracia en Brasil. Abordaremos de manera general el paso de la democracia en América Latina, haciendo énfasis en el Estado liberal-oligárquico de principios del siglo XX, el nacimiento del Estado nacional-popular, el Estado autoritario-burocrático y el Estado neoliberal (Rincón, 2012), para con ello poder ir encauzando y poder situar nuestro análisis hacia el recorrido de la democracia brasileña articulando sobre las implicaciones de lo sucedido en dicho país con el ascenso del actual presidente Jair Bolsonaro y su relación con lo que hoy entendemos por nacionalismo. Rincón (2012) afirma que América Latina se puede analizar desde distintos enfoques: por un lado, sus divisiones geopolíticas, y por otro, desde las estructuras económicas, haciendo especial alusión al hecho de que Latinoamérica cuenta con economías dependientes y pertenecen a una región de países subdesarrollados, desde lo cultural, convergente con la religión católica, tradiciones y costumbres occidentales, con especial negación de lo que conocemos como América Sajona. América Latina es considerada como una región que se encuentra unida por condiciones históricas, políticas, económicas y culturales, con rasgos distintos y con otros tantos que convergen y los hacen distinguirse de los demás países del resto de occidente. 1 Entre el Estado liberal-oligárquico, el Estado nacional-popular, el Estado autoritarioburocrático y el Estado neoliberal Situar a América Latina dentro del concepto de lo que entendemos como el Estado liberaloligárquico resulta necesario para marcar la pauta de cómo lo entendemos en la actualidad y de cómo podemos hacer lectura de los eventos que se desencadenaron en esta región a mediados y casi finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Dicho momento histórico resultó como consecuencia del triunfo de las fuerzas liberales sobre las conservadoras, muchos de los países latinoamericanos que se independizaron de España, cuentan con declaraciones que se articulan desde lo que se comprende como Estados Liberales de Derecho donde la libertad y la promoción de los individuos resultan el centro de la acción del Estado, pero ya en la práctica no ocurre, sino lo contrario (Rincón, 2012). Como ya es sabido, la independencia en Latinoamérica significó una lucha interminable y encarnada por el poder: Al presentar la independencia como un enfrentamiento entre el poder imperial y los ejércitos libertadores, se tiende a olvidar que la batalla por la independencia fue una batalla por construir un orden político y un poder social acordes con las ideas y pensamientos políticos de época. La democracia era una de las alternativas y el orden oligárquico era otra forma de presentar el proyecto emancipador del imperio español. No cabe duda de que la construcción del Estado oligárquico necesitó de un tiempo para consolidar su proyecto y definir su estrategia (Roitman, 2008, p.165). Lo anterior nos habla de que fue un proyecto que tardó en consolidarse en toda la región de América Latina. Entre las luchas encontramos aquellas que surgen desde las interrogantes de las élites, que tienen que ver sobre todo con el miedo a la pérdida del poder. Pese a lo anterior el Estado continua su curso y se estructura y se institucionaliza, creando con ello, un orden político-militar y una legalidad a través de un denso flujo de constituciones, códigos y leyes que se sobre imponen a fuerzas, estructuras y dinámicas que niegan, rechazan y deforman las formas de las cuestiones jurídicas del sistema. Las constituciones y las leyes se formulan y se acatan, pero finalmente estas no son cumplidas del todo y resultan en una deformación de la realidad que se encuentran muy alejadas de la justificación ideológica (Rincón, 2012). La dependencia industrial y financiera se encuentra consolidada en la región. Las oligarquías inician su recorrido político, recorriendo su camino desde la bandera del orden y progreso 2 como señas de identidad. El positivismo es la doctrina de la dinámica oligárquica en la región. Porfirio Díaz en México, Estrada Cabrera en Guatemala, Marco Aurelio Soto en Honduras, Vicente Gómez en Venezuela, Latorre y Batlle Ordoñez en Uruguay, Justo Rufino Barrios en Guatemala coinciden dentro de lo que interpretan como implante en América Latina como una necesidad de solventar el orden en sociedades despóticas y anárquicas (Roitman, 2008). Por su parte el Estado nacional-popular fue el resultado de las nuevas realidades políticas, sociales y económicas a las que se enfrentó la región durante mediados del siglo XX, las mismas que hicieron colapsar al Estado oligárquico, las tensiones y diferencias en el modelo liberal-oligárquico, como se mencionó anteriormente, distaba en sus prácticas teórico-políticas y constitucionales, mismas que desembocan en la fase de transición que se extiende desde principios del siglo XX hasta mediados del mismo. Existieron modificaciones en cuanto a la instauración de Latinoamérica dentro del plano internacional que cada vez era más cambiante sobre todo en cuanto a su estructura económica y las clases medias y populares presionaban hacia una participación más amplia y de cambios ideológicos, las mismas que se manifestaron principalmente en el equilibrio del poder y en los sistemas políticos. (Rincón, 2012). La Revolución Mexicana, con la Constitución de 1917, el Uruguay de Battle, la Argentina de Irigoyen y luego Perón, el fallido intento de Gaitán en Colombia, el Brasil de Vargas, la Venezuela de Betancourt de 1945, la Guatemala de Arbenz, etc., son expresión de estos cambios sociales, económicos y políticos (p. 97). A pesar de lo anterior, no es sino a partir de la Segunda Guerra Mundial que los sectores populares en Latinoamérica toman más fuerza: “Es la etapa donde aparecen los denominados “populismos” latinoamericanos, que no son otra cosa que la presencia de las mayorías nacionales (obreros, campesinos, clases medias, etc.,) en partidos políticos y/o en organizaciones sociales, casi siempre bajo el liderazgo de personalidades carismáticas” (Rincón, 2012, p. 98). Lo nacional-popular puede entenderse desde la alusión a las prácticas políticas que reivindicaron los derechos de los trabajadores y de aquellos sectores de la población considerados más vulnerables, los mismos que fomentaron una fuerte movilización y organización de sindicatos fuertes y centralizados, especialmente en países como México, Argentina y Brasil. Lo anterior tuvo como consecuencia una 3 redefinición del papel del Estado: “que pasó a ser rector de la economía, tutor y garante de la organización corporativa de la sociedad e invocaron la Nación como espacio simbólico e imaginario de unidad” (Robotnikof y AIbar, 2012, p.4). Estos regímenes encontraron su declive a finales de la década de los años 60, a la vez que predominaba el sistema político sobre el Estado y sobre todo sobre los actores sociales, su ruptura más profunda fua al momento en que se acentuaron las tendencias a la separación entre el crecimiento económico y las demandas sociales, ya que estas últimas amenazaban los intereses de la clase media y los privilegios con los que contaba la oligarquía, ahondado a esto último podemos mencionar que el desarrollo económico hacia el interior se encontraba agotado y las fuerzas económicas para ese momento; voltearon a ver al sistema económico internacional que se encontraba en crecimiento (Rincón, 2012). Tras un contexto de crisis, se abrió paso a la implementación de golpes de Estado y a la implantación de dictaduras militares en la mayoría de los países de la región. A esta etapa se le conoce como Estado autoritario-burocrático (Moreno, 2018). El estancamiento económico que se podía percibir desde la década de los 70, marcaba la pauta para la implementación de un nuevo modelo de acumulación como ya se observaba a nivel mundial. La estabilidad política a la que se había llegado, ya fuera por la apertura democrática o por oleadas represivas, era la manera en que se fomentaba a invertir en capitales privados con una nula injerencia por parte del Estado en el control de economías nacionales (Moreno, 2018). Es importante que consideremos que ante este panorama podemos atribuir a este modelo como la antesala del neoliberalismo que ha logrado implantarse y sembrar raíces que perduran hasta nuestros días. Por su parte Rincón (2012) refiere a tres rasgos que son capaces de definir al modelo neoliberal: la disminución del tamaño del Estado, la privatización de las empresas públicas, y la desregularización de los mercados de bienes y servicios de la producción. El neoliberalismo es una propuesta de cambio en la estructura, no sólo económica, sino también política y social, la cual se relaciona directamente con la reorientación del crecimiento económico, pasando de un modelo de producción que se enfocaba en el mercado interno, a uno enfocado en el externo (Figueroa, 1999). Podemos comprenderlo, pues, como un programa intelectual, un conjunto de ideas acerca de la 4 sociedad, la economía o el derecho derivado de esas ideas. Por lo anterior, la ideología dominante de la segunda mitad del siglo XX y de los años que van del siglo XXI. Es una visión completa del mundo, una idea del orden social y de la justicia. El neoliberalismo es un programa político, con una serie de leyes, arreglos institucionales, criterios de política económica y fiscal, que se derivan de sus preceptos y que tienen el propósito de frenar y contrarrestar el colectivismo que primó en buena parte del siglo XX (Escalante, 2015). El neoliberalismo dentro del contexto de América Latina refiere a la desigualdad que existe en dicha región, donde la pobreza y los índices de inequidad son siempre un punto de partida para el estudio de dicho objeto. La CEPAL (2009) hace referencia a que: la región muestra grandes diferencias en su grado de preparación para proteger a los sectores vulnerables ante un contexto económico adverso. Los países de mayor desarrollo relativo cuentan con una dotación importante de instrumentos que permiten amortiguar los efectos de la crisis, mientras que en los países con Estados sociales más incipientes el bienestar de la población depende en buena parte de las estrategias y capacidades familiares para incorporarse a los diversos mercados (CEPAL, 2009, p. 14). Esto último responde a la premisa de que el neoliberalismo requiere de la participación activa de sujetos que persigan los ideales que el modelo económico ha propuesto, así como aquellos sujetos que intenten poner en marcha los medios para acceder a la falsa idea de que es posible una mejora con dicho modelo, y ello sea posible a través de acciones que ponen en marcha los representantes políticos. Burchard (2012) afirma que Latinoamérica es la región más desigual del mundo, ello se caracteriza por la convergencia tenaz entre la democracia y la desigualdad, y esta misma inequidad se ve reflejada no solo en términos de ingreso y patrimonio, sino también en un desequilibrado acceso a la tierra y a bienes públicos esenciales, como la educación, la salud y la seguridad social (Burchard, 2012). Esta desigualdad constituye un tema estructural, dado que el acceso a las posiciones y los bienes sociales disponibles o deseables ofrece limitaciones de carácter permanente que atraviesan las generaciones y se han consolidado, desde fines del siglo XIX hasta la actualidad, en un nivel superior al promedio internacional (Burchard, 2012, p. 138). 5 Pero entonces, podríamos atribuir que la paradoja latina se encuentra caracterizada de manera inteligente por la democracia y a pesar de que han existido etapas prósperas en la historia económica latinoamericana, son estas mismas etapas prósperas las que favorecen mayormente a grupos más privilegiados. Varios analistas atribuyen lo anterior a los déficits y defectos políticos e institucionales, así como a la dotación insuficiente de recursos que se destinan al Estado de Bienestar (Burchard, 2012). Brasil: ¿discurso nacionalista y democracia real? A lo largo de la historia brasileña ha existido un latente discurso nacionalista que abarca desde su independencia, pasando por el imperio, la proclamación de la Republica, el Estado Novo y la dictadura militar (Gadelha, s.f.). Los distintos modelos políticos que se han puesto en práctica en Brasil han tenido como objetivo la madurez de la democracia en dicho espacio geográfico (Braga y Acuña, 2015). Antes de explicar lo que ha sucedido en Brasil, encontramos necesario adentrarnos en lo que entendemos por nacionalismo y lo a lo que nos referimos con discurso nacionalista, para con ello poder dar paso a explicar cómo se entiende en dicho país y poder dar respuesta a: si podemos considerar lo que sucede actualmente en Brasil como democracia real y si ésta se encuentra o no relacionada con el discurso nacionalista. El nacionalismo como principio político sostiene que es necesario que exista congruencia entre la unidad nacional y la unidad política, bien como movimiento o como sentimiento. En segunda instancia es el que lleva a cabo acciones que están impulsadas por el sentimiento y éste a su vez refiere al estado de enojo que lleva a cabo la violación de satisfacción (Gellner, 2001). Para poder tener una idea más clara del nacionalismo em importante realizar algunas precisiones: el concepto de la nacionalidad hace referencia al vínculo jurídico entre una persona y un Estado que normalmente se encuentra basada en valores comunes. Por su parte, es importante comprender que el Estado es una organización política que controla y ejerce el poder supremo sobre una sociedad que pertenece a un territorio determinado, un Estado podría incluir múltiples nacionalidades (Macridis y Hulliung, 1998). “Una nación-estado, a diferencia de una nacionalidad (que no es un Estado) y de un Estado (que no está necesariamente basado en una nacionalidad común), se supone que es a la vez un Estado y una nacionalidad” (pp.234-235). Los términos de nación y nacionalidad aparecieron hasta el 6 siglo XVII con el objetivo de crear una conciencia identitaria común en un pueblo de un territorio determinado. Por su parte, el nacionalismo como discurso se ha ido transformando desde finales del siglo XX, hasta nuestros días. Si referimos al sistema internacional que se conforma por Estados nacionales, sigue refiriendo a identidades específicas que pueden dar lugar a explicaciones de cómo se pueden identificar distintos grupos de individuos con naciones particulares (Regalado y Ochoa, 2016). La llegada de los portugueses a Brasil significó la reconfiguración de un pueblo que encuentra en sus cimientos la recreación de diversas prácticas relacionadas con las colonias españolas en el continente americano, encontrando en lo más profundo de sus raíces al mestizaje como el problema más grande para llevar a cabo la conformación de dicho país (Regalado y Ochoa, 2016). La cultura de cada uno de los grupos en la nación del escudo amazónico (negros, blancos e indígenas principalmente), dio como resultado una población multicultural, que pronto aprendió a convivir con lo ajeno y lo transformó en propio. Así lo muestra el caso de la religión, puesto que el catolicismo brasileño se compuso de la diversidad brindada por la mezcla de las distintas poblaciones, además de las tradiciones religiosas paganas, islámicas, africanas y judaicas que los lusos traían desde sus tierras (p. 65). Después de que Brasil se independizara de Portugal, su vida como Estado-nación continuó en una lucha constante por dejar de ser vista como una extensión del país europeo y por ser reconocida con sus propias características y hacia el siglo XX la conformación de la República Brasileña se considera el primer paso hacia ese objetivo. A principios de 1900, Brasil se conformaba por una república de trabajadores libres y con ello se comenzaba con un proceso de modernización destacando su Constitución de 1891 (Regalado y Ochoa, 2016). Por su parte, el sistema federal se instauró de manera moderada y con ello los Estados tenían una autonomía limitada, pero al mismo tiempo intentando homogeneizarlos para poder dar cuenta de una unidad nacional. Algo que vale la pena mencionar y que se abordará más adelante fue la idea de “blanqueamiento” que se extendió durante las primeras décadas del siglo XX en gran parte de la región latinoamericana, ello debido a la influencia de Europa sobre todo en los grupos burgueses (Gadelha, s.f.). Durante el periodo del sistema federal lo cultural en Brasil adoptó formas identitarias que se extienden hasta nuestros días. Pero no fue 7 sino hasta el Estado Novo en el que se pueden identificar un contraste en cuanto a los símbolos que conforman lo brasileño. El rechazo a lo extranjero en materia comercial fortaleció la identidad de los brasileños con su Estado-nación (Regalado y Ochoa, 2016). “Para la segunda parte del siglo XX, el proyecto de nación modificó sus pilares, estableciendo uno nuevo que giraba en torno al Brasil industrializado, moderno y en potencial de desarrollo” (p.68). Como en otros países de América Latina, se implementó una dictadura que convirtió a Brasil en un país represivo lo cual provocó el descontento social que dio como resultado un alto índice de violencia e inestabilidad y luego de esto se abrió otro espacio histórico que se conoce como el “Milagro Brasileño” que trajo consigo una estabilidad económica en aquel país, debido a la inversión de largas sumas de capital extranjero al interior, lo que a su vez puede referirse como una contradicción de este momento, ya que se elevó el sentimiento nacionalista inclinado hacia lo militar, mismo sentimiento que se encontraba recostado sobre el capital extranjero (Regalado y Ochoa, 2016). A principios del año 2000, Brasil se caracterizaba por un avance en su desarrollo económico disparado con el presidente Lula la da Silva (Gadelha, s.f.). Este país ha encontrado ventaja en la globalización y con ella intenta dar una imagen que pueda venderse hacia el exterior. Y con ello, para estos años se puede definir a su nacionalismo de la siguiente manera: economía emergente, líder en países en vías de desarrollo, Brasil participativo y con una cultura que les da una identidad fuerte (Regalado y Ochoa, 2016). A pesar de lo anterior, podemos caracterizar a Brasil históricamente como una región principalmente pobre, donde predomina la exclusión, la inequidad, la violencia y muchos otros elementos que apelan al autoritarismo social y, desde sus orígenes, ha existido una hegemonía de élites que dominan a todos los sectores (Terto, 2020). Es en este contexto en el que Bolsonaro construyó un discurso conservador anticomunista, en dirección hacia la lucha contra la delincuencia, apelando a la justicia con mano propia y a un discurso anticorrupción imputando al anterior gobierno del PT, se atribuyó las características del gran salvador, que defiende la autoridad frente al crimen y la corrupción, dispuesto a combatir la violencia, pobreza y, la cada vez mayor desigualdad, como el defensor del cristianismo frente a la llamada ideología de género, del trabajador frente a los subsidiados por el Estado, y del nacionalismo brasileño frente al enemigo del mal gobierno al que denominó: pro-venezolano, corrupto y comunista (Ricci, 2019). 8 Bolsonaro alzó su bandera con el lema de campaña “Brasil acima de tudo, Deus acima de todos” (Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos), Se sirvió de la fe y dentro de su discurso también defendió el valor de la “familia tradicional” y, de esta manera enmarcó un “retorno moral” que busca terminar con los avances progresistas de los últimos años, lo cual podría atribuirse al efecto positivo que tuvo su discurso en la sociedad brasileña, que está caracterizada por su alto nivel de religiosidad, en su mayoría practicantes del cristianismo evangélico y el catolicismo (Ricci, 2019). El mandatario brasileño, emergió como un líder en un contexto de crisis económica, con índices de violencia cada vez mayores, con la pobreza e inequidad presentes y con una corrupción coludida en los estratos políticos. A manera de conclusión ¿Es posible entonces hablar de una democracia real en Brasil? A simple vista y con el repaso anterior, podemos situar a Brasil dentro de lo ocurrido en toda la región latinoamericana, en donde podemos decir que ha predominado el ensayo y error para poder consolidar cada Estado-nación y con ello, cada democracia. Podemos pensar también en lo que caracteriza a una democracia y más aún a lo que caracteriza principalmente a las democracias latinas, donde la batalla campal entre las élites y el pueblo, ha dado como resultado la cada vez mayor desigualdad. Brasil es el ejemplo claro de ello, donde actualmente y debido al fallo de sus gobiernos, emerge la imagen de un líder político que presenta diversas contradicciones y que resulta difícil considerar dentro de las definiciones de lo democrático. En toda la región de América Latina se llegó a creer que de alguna manera las leyes y las instituciones democráticas protegerían de igual manera a todos los sectores sociales. Resulta importante comprender y discutir sobre la creación de dinámicas sociales solidarias, donde se rechace un Estado basado en jerarquías y relaciones desiguales. Entender a la par cómo ha funcionado la democracia y los distintos modelos económicos en dicha región nos ayuda a debatir lo que ocurre en nuestra actualidad. El modelo actual necesita de la participación activa y equitativa de los sujetos donde se persigan los preceptos del proyecto económico, ya que lo que nos dicta lo que ocurre en la actualidad, obedece a que dicho modelo funciona llenando de vacío el lugar que promete y ello demuestra su falta de sentido y pone sobre la mesa la discusión de sus fallas y de las recientes crisis que se viven, no sólo económicas, sino también de representación democrática. El ejemplo brasileño, nos dota de distintos matices que pueden ayudar a la comprensión de ello, pero que también nos dejan abiertas interrogantes: ¿Es 9 posible que dentro de un modelo económico que advierte de mayores peligros sociales y de una cada vez mayor desigualdad se pueda tener una democracia real? O ¿Los nuevos nacionalismos emergentes, van de la mano de dicho modelo para poder simular ante las sociedades una democracia real? Dejar esas preguntas sin respuesta, nos puede llevar de la mano en la búsqueda de la comprensión y análisis de lo que ocurre actualmente en la región. Referencias Braga y Acuña. (2015). El fortalecimiento de la democracia en Brasil y los retos de la observación electoral. En América Latina Hoy. 70, pp.91-108. Burchard, H. (2012). ¿Por qué América Latina es tan desigual? Tentativas de explicación desde una perspectiva inusual. Nueva Sociedad, No.239, pp.137-150. CEPAL, (2009) Panorama general de América Latina, Santiago de Chile, Chile, Naciones Unidas, 292 p. Escalante, F. (2015). Historia mínima del neoliberalismo. D.F, México, El Colegio de México, 320 p. Figueroa, S. (1999), Liberalismo económico y transformación estructural en Chile y en México, Tesis profesional, Facultad de Economía, UAZ. Gadelha, V. (sin fecha). El nacionalismo en Brasil como nueva colonialidad: discurso mestizo, enunciadores blancos. Universidade Federal do Ceará, pp. 1-7. Gellner, E. (2001). 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