HAY UN PAÍS EN EL MUNDO Hay un país en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol, Oriundo de anoche, Colocado en un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol. Sencillamente liviano, como una ala de murciélago apoyado en la brisa. Sencillamente claro, como el rastro del beso en las solteras antiguas. o el día en los tejados. Sencillamente frutal, fluvial. Y material. Y sin embargo sencillamente tórrido y pateado como una adolescente en las caderas. Sencillamente triste y oprimido. Sinceramente agreste y despoblado. En verdad. Con dos millones suma de a vida y entre tanto cuatro cordilleras cardinales y una inmensa bahía y otra inmensa bahía, tres penínsulas con islas adyacentes y un asombro de ríos verticales y tierra bajo los árboles y tierra bajo los ríos y en la falda del monte y al pie de la colina y detrás del horizonte y tierra desde el cantío de los gallos y tierra bajo el galope de los caballos y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor y debajo de todas las huellas y en medio el amor. Entonces es lo que he declarado. Hay un país en el mundo sencillamente agreste y despoblado. Algún amor creerá que en este fluvial país en que la tierra brota, y se derrama y cruje como una vena rota, donde el día tiene su triunfo verdadero, irán los campesinos con asombro y apero a cultivar, cantando su franja propietaria. Este amor quebrará su inocencia solitaria. Pero no. Y creerá que en medio de esta tierra recrecida, donde quiera, donde ruedan montañas por los valles como frescas monedas azules, donde duerme un bosque en cada flor y en cada flor de la vida, irán los campesinos por la loma dormida a gozar forcejeando con su propia cosecha. Este amor doblará su luminosa flecha. Pero no. Y creerá que donde el viento asalta el íntimo terrón y lo convierte en tropas de cumbres y praderas, donde cada colina parece un corazón, en cada campesino irán las primaveras cantando entre los surcos su propiedad. Este amor alcanzará su floreciente edad. Pero no. Hay un país en el mundo donde un campesino breve, seco y agrio muere y muerde descalzo su polvo derruido, y la tierra no alcanza para su bronca muerte. ¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido. Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste, triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije sencillamente triste y oprimido. No es eso solamente. Faltan hombres para tanta tierra. Es decir, faltan hombres que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre después de unas canciones. Madre de la hortaliza. Madre del pan. Madre del lienzo y del techo. Madre solícita y nocturna junto al lecho… Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces los alcen contra el sol y la distancia. Contra las leyes de la gravedad. Y les saquen reposo, rebeldía y claridad. Y hombres que se acuesten con la arcilla y la dejen parida de paredes. Y hombres que descifren los dioses de los ríos y los suban temblando entre las redes. Y hombres en la costa y en los fríos desfiladeros y en toda desolación. Es decir, faltan hombres. Y falta una canción. Miro un brusco tropel de raíles son del ingenio sus soportes de verde aborigen son del ingenio y las mansas montañas de origen son del ingenio y la caña y la yerba y el mimbre son del ingenio y los muelles y el agua y el liquen son del ingenio y el camino y sus dos cicatrices son del ingenio y los pueblos pequeños y vírgenes son del ingenio y los brazos del hombre más simple son del ingenio y sus venas de joven calibre son del ingenio y los guardias con voz de fusiles son del ingenio y las manchas del plomo en las ingles son del ingenio y la furia y el odio sin límites son del ingenio y las leyes calladas y tristes son del ingenio y las culpas que no se redimen son del ingenio vente veces lo digo y lo dije son del ingenio «nuestros campos de gloria repiten» son del ingenio en la sombra del ancla persisten son del ingenio aunque arroje la carga del crimen lejos del puerto con la sangre y el sudor y el salitre son del ingenio. Plumón de nido nivel de luna salud del oro guitarra abierta final de viaje donde una isla los campesinos no tienen tierra. Decid al viento los apellidos de los ladrones y las cavernas y abrid los ojos donde un desastre los campesinos no tienen tierra. El aire brusco de un breve puño que se detiene junto a una piedra abre una herida donde unos ojos los campesinos no tienen tierra. Los que la roban no tienen ángeles no tienen órbita entre las piernas no tienen sexo donde una patria los campesinos no tienen tierra. No tienen paz entre las pestañas no tienen tierra no tienen tierra. País inverosímil. Donde la tierra brota y se derrama y cruje como una vena rota, donde alcanza la estatura del vértigo, donde las aves nadan o vuelan pero en el medio no hay más que tierra: los campesinos no tienen tierra. Y entonces ¿De dónde ha salido esta canción? ¿Cómo es posible? ¿Quién dice que entre la fina salud del oro Los campesinos no tienen tierra? Esas es otra canción. Escuchad la canción deliciosa de los ingenios de azúcar y de alcohol. Procedente del fondo de la noche vengo a hablar de un país. Precisamente pobre de población. Pero no es eso solamente. Natural de la noche soy producto de un viaje. Dadme tiempo coraje para hacer la canción. Y éste es el resultado. El día luminoso regresando a través de los cristales del azúcar, primero se encuentra al labrador. En seguida al leñero y al picador de caña rodeado de sus hijos llenando la carreta. Y al niño del guarapo y después al anciano sereno con el reloj, que lo mira con su muerte secreta, y a la joven temprana cosiéndose los párpados en el saco cien mil y al rastro del salario perdido entre las hojas del listero. Y al perfil sudoroso de los cargadores envueltos en su capa de músculos morenos. Y al albañil celeste colocando en el cielo el último ladrillo de la chimenea. Y al carpintero gris clavando el ataúd para la urgentemente, cuando suena el silbato, blanco y definitivo, que el reposo contiene. El día luminoso despierta en las espaldas de repente, corre entre los raíles, sube por las grúas, cae en los almacenes. En los patios, al pié de una lavandera, mojada en las canciones, cruje y rejuvenece. En las calles se queja en el pregón. Apenas su pié despunta desgarra los pesebres. Recorre las ciudades llenas de los abogados que no son más que placas y silencio, a los poetas que no son más que nieblas y silencio y a los jueces silenciosos. Sube, salta, delira en las esquinas y el día luminoso se resuelve en un dólar inminente. ¡Un dólar! He aquí el resultado. Un borbotón de sangre. Silenciosa, terminante. Sangre herida en el viento. Sangre en el efectivo producto de amargura. Este es un país que no merece el nombre de país. Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura. Es cierto que lo beso y que me besa y que su beso no sabe más que a sangre. Que día vendrá, oculto en la esperanza, con su canasta llena de iras implacables y rostros contraídos y puños y puñales. Pero tened cuidado. No es justo que el castigo caiga sobre todos. Busquemos los culpables. Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos sobre los hombros de los culpables. Y esa es mi última palabra. Quiero oírla. Quiero verla en cada puerta de religión, donde una mano abierta solicita un milagro del estero. Quiero ver su amargura necesaria donde el hombre y la res y el surco duermen y adelgazan los sueños en el germen de quietud que eterniza la plegaria. Donde un ángel respira. Donde arde una súplica pálida y secreta y siguiendo el carril de la carreta un boyero se extingue con la tarde. Después no quiero más que paz. Un nido de constructiva paz en cada palma. Y quizás a propósito del alma el enjambre de besos y el olvido. Autor del poema: Pedro Mir 82.14% votos positivos Votos totales: 140 Comparte: AMOR VERDADERO Enviado por doblezeroo Seguir **** Con el ruido del eclipse la noche quitó su enagua, la luna del gran silencio nuestra azotea palpaba y mientras cubría tu rostro el lucero de su andanada yo te tenía en mis brazos en el balcón de la playa. Sobre la arena embestían los toros bravos del agua y traernos el océano sus doce olas de plata por la pampa de mi pecho tu mejilla quedó varada. En el mundo de los sueños tus dos ojitos nadaban, la brisa cruzó la costa como una lengua salada y el frescor de sus caricias ponía en tus dos pestañas la veleta de los trigos y una sonrisa en mi cara. ¡Que alegría!, ¡que dulzura! emanaba su joven alma, mi hijo pequeño dormía y algo bonito soñaba, que por eso en mis dos ojos la ternura vino a la fragua, que tres meses tienen sus muecas que sus labios son escarlata y por su piel de alabastro mi corazón se derrama. Yo seguía tarareando de mi garganta una nana destrenzando pensamientos en poesías trenzadas del amor que llevo dentro versado en notas doradas cuando una fugaz estrella con el polvo de sus alas vino tras mi sonsonete al ver como te besaba. Yo dejé de cantar entonces todavía lejos del alba y al morir todas las luces de neón desordenadas prendió en toda su grandeza el fulgor de la vía láctea. El abrazo de la concha en mis oídos silbaba, la luna hecha de papiro sobre ti se desgranaba y en ese mismo momento enmudecieron las arpas de todos mis pensamientos abriendo paso a las hadas de ese paisaje de amor que inconsciente regalabas, sumiéndome por completo en la atmósfera de la playa, sumergiendo mi universo en los sueños de tu mirada, sintiendo el placer de amarte rodeado de la dulce nada. ***** 81.76% votos positivos Votos totales: 2763 Comparte: EL REGALO Quisiera regalarte un pedazo de mi falda, hoy florecida como la primavera. Un relámpago de color que detuviera tus ojos en mi talle -brazo de mar de olas inasiblesla ebriedad de mis pies frutales con sus pasos sin tiempo. La raíz de mi tobillo con su eterno verdor, el testimonio de una mirada que te dejara en el espejo como arquetipo de lo eterno. La voluble belleza de mi rostro, tan cerca de morir a cada instante a fuerza de vivir apresurada. La sombra de mi errante cuerpo detenida en la propia esquina de tu casa. Un abejeante sueño de mis pupilas cuando resbalan hasta tu frente. La hermosura de mi cara en una doncellez de celajes. La ribera de mi aniñada voz con tu sombra de increíble tamaño, y el ileso lenguaje que no maltrata la palabra. Mi alborozo de niña que vive el desabrigo para que tú la cubras con la armadura de tu pecho. O con la mano aérea del que va de viaje porque su sangre submarina jamás se detiene. La fiebre de mis noches con duendes y fantasmas y la virginal lluvia del río más oculto. Que a nivel del aire, de la tierra y el fuego, el vientre como abanico despliega. La espalda donde bordas tus manos hinchadas de oleaje, de nubes y de dicha. La pasión con que te desgarras en el lecho del mismo torrente inabarcable como si el mismo corazón se te hiciera líquido y escapara de tu boca como un mar sediento. El manojo de mis pies despiertos andando sobre el césped. Como si trémulos esperaran la inexpresada cita donde sólo por el silencio quedaron las cadenas rotas. Y en tus dedos apresado el apremio de la vida que en libertad dejó tu sangre, aunque con su cascada, con su racha, los árboles del deshielo, algo de ti mismo destrozaran. La cabellera que brota del aire en líquidas miniaturas irrompibles para que tus manos indemnes hagan nido como en el sexo mismo de una rosa estremecida. La entraña donde te sumerges como buscando estrellas o el sabor a polvo que hará fértiles nuestros huesos. La boca que te muerde como si paladeara ríos de aromas; o hincándote los dientes matizara la vida con la muerte. El tálamo en que mides mi cintura en suave supervivencia intransitiva, en viaje por la espuma difundido o por la sangre encendida humanizado el mundo en que vivo estremecida de gestaciones inagotables. El minuto que me unge de auroras o de iridiscencias indescriptibles. Como si el ritmo de tu efluvio soberano salvaras el instante de miel inadvertida; o dejaras en el mágico horizonte de luces apagadas el tiempo desmedido y remedido. en que apresados quedaran los sentidos y al fin ya sin idioma, desnudos totalmente. Como si ensayando el vuelo se quemaran las alas o por tener cicatrices se extenuaran los brazos. La piel que me viste, me contiene y resuma, la que ata y desata mis ramajes. La que te abre la blanca residencia de mi cuerpo y te entrega su más íntimo secreto. Mi vena, llaga viva, casi quemadura, huella del fuego que me devora. El nombre con que te llamo para que seas el bienvenido. El rostro que nace con la aurora y se custodia de ángeles en la noche. El pecho con que suspiro, el latido, el tic-tac entrañable que ilumina tu llegada. La sábana que te envuelve en tus horas de vigilia y te deja cautivo en él duerme, sueño del amor. Árbol de mi esqueleto hasta con sus mínimas bisagras. El recinto sombrío de mis fémures extendidos. La morada de mi cráneo, desgarrado lamento, pequeña molécula de carne jamás humillada. El orgullo sostenido de mis huesos al que hasta con las uñas me aferro. Mi canto perenne y obstinado que en morada de lucha y esperanza defiendo. La intemporal casa que mi polvo amoroso te va ofreciendo. El nivel del quebranto o la herida que conmigo pudo haber terminado. El llanto que me ha lavado y que este pequeño cuerpo ha trascendido. Mi sombra tendida a merced de tu recuerdo. Autor del poema: Clementina Suárez 81.56% votos positivos Votos totales: 179 Comparte: PARA ANNIE ¡A Dios gracias! La crisis, el peligro ha pasado, y la pena interminable al fin concluyó, y esa fiebre llamada vivir fue vencida al final. Tristemente, yo se que fui despojado de mi fuerza, y sin mover un músculo permanezco tendido. Más nada importa, yo siento que al fin me encuentro mejor. Y tan quieto yazgo ahora en mi lecho que cualquiera que me viese podría imaginar que estoy muerto, podría estremecerse al mirarme creyéndome muerto. El lamentarse y gemir, los llantos y los suspiros, fueron aplacados; y con ellos el horrible palpitar del corazón. ¡Ah, ese horrible, horrible palpitar! Los mareos, las náuseas, el dolor implacable, cesaron con la fiebre que laceraba mi cerebro, con la fiebre llamada vivir que quemaba mi cerebro. Se calmó también la tortura, de todas la peor: esa horrible tortura de la sed por las aguas mortales del río maldito de la Pasión; pues para ello he bebido de un agua que apaga toda sed. De un agua que fluye con un murmullo de canción de cuna; una fuente que yace pocos metros bajo la tierra; de una cueva que se halla muy cerca del suelo. Que no se diga neciamente que mi morada es oscura y angosto mi lecho; pues jamás hombre alguno durmió en lecho distinto, y todos ustedes, para dormir, dormirán en un lecho idéntico. Mi espíritu atormentado descansa blandamente, olvidando, jamás añorando sus rosas; sus viejos anhelos de mirtos y rosas. Pues ahora, mientras yace apaciblemente, se imagina alrededor un aroma más sagrado; un aroma de pensamientos, un aroma de romero mezclado con pensamientos, con las hojas de ruda y los hermosos y humildes pensamientos. Y así yace en paz, sumido en el sueño sin fin de la verdad y la belleza de Annie, anegado entre las trenzas de Annie. Ella me besó delicadamente, ella me acarició con ternura, y yo me dormí suavemente sobre su seno, profundamente dormido en el cielo de su seno. Cuando la luz se extinguió, ella me tapó cuidadosamente, y rogó a los ángeles que me protegiesen de todo mal: a la reina de los ángeles que me guardara de todo mal. Y tan quieto permanezco tendido en mi lecho (sabiendo el amor de ella), que ustedes imaginan que estoy muerto; y tan apaciblemente reposo en mi lecho (con el amor de ella en mi seno), que imaginan que estoy muerto, se estremecen al mirarme creyéndome muerto. ¡Pero mi corazón es más brillante que las estrellas que salpican en miríadas el cielo, pues brilla con Annie, resplandece con el amor de mi Annie, con el pensamiento de la luz de los ojos de mi Annie! Autor del poema: Edgar Allan Poe 80.73% votos positivos Votos totales: 716 Comparte: ESCUELA Oí tocar a los grandes violinistas del mundo, a los grandes "virtuosos". Y me quedé maravillado. ¡Si yo tocase así!... ¡Como un "Virtuoso"! Pero yo no tenía escuela ni disciplina ni método... Y sin estas tres virtudes no se puede ser "Virtuoso". Me entristecí. Y me fui por el mundo a llorar mi desdicha. Una día oí... en un lugar... no sé cuál... "Sólo el virtuoso puede ver un día la cara de Dios". Yo sé que la palabra "Virtuoso" tiene un significado equívoco, anfibológico, pero, de una o de otra manera, pensé, yo no seré nunca un "Virtuoso"... y me fui por el mundo a llorar mi desdicha. Anduve... anduve... anduve... descalzo muchas veces, bajo la lluvia y sin albergue... solitario. Y también en el carro itinerario más humilde de la farándula española. Así recorrí España. Vi entonces muchos cementerios, y aprendí cómo se llora en los distintos pueblos españoles. Blasfemé. Viví tres años en la cárcel… no como prisionero político, sino como delincuente vulgar... Comí el rancho de castigo con ladrones y grandes asesinos... Crucé diversos países y continentes; viajé en la bodega de los barcos, les oí contar sus aventuras a los marineros y su historia de hambre a los miserables emigrantes. He dormido muchas noches, años, en el África Central, allá, en el Golfo de Guinea, en la desembocadura del Muni, acordando el ritmo de mi sangre con el golpe seco, monótono y tenaz del tambor prehistórico africano de tribus indomables. He visto a un negro desnudo recibir cien azotes con correas de plomo por haber robado un viejo sombrero de copa en la factoría del Holandés. Vi parir a una mujer y vi parir a una gata. y parió mejor la gata; vi morir a un asno y vi morir a un capitán. y el asno murió mejor que el capitán. Y ese niño, ¿por qué ha llorado toda la noche ese niño? No es un niño, es un mono —me dijeron. Y todos se rieron de mí. Yo fui a comprobarlo y era un mono pequeño en efecto, pero lloraba igual que un niño, más desgarrada, más dolorosamente que todos los niños que yo había oído llorar en el mundo. El Sargento me explicó: —Anoche en el bosque matamos al padre y a la madre, y nos trajimos al monito. ¡Cómo lloraba el monito! Estuve en una guerra sangrienta, tal vez la más sangrienta de todas. Viví en muchas ciudades bombardeadas, caminé bajo bombas enemigas que me perseguían, vi varios palacios derruidos, sepultando entre sus escombros niños y mujeres inocentes. Una noche conté cientos de cadáveres buscando a un amigo muerto. Viví en manicomios y hospitales. Estuve en un leprosario (junto al lago petrolífero y sofocante de Maracaibo), me senté a la misma mesa que los leprosos. Y un día me acordé del Cid y les di la mano a todos, sin guantelete, no tenía otra cosa que darles. He dormido sobre el estiércol de las cuadras, en los bancos municipales y he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos. Y esta llaga que llevo aquí escondida —desde mozo, hace 60 años—, que sangra, que supura, no se cierra y no puedo enseñarla por pudor. No es herida gloriosa de guerra... ¡Pero hay llagas redentoras! Y una vez... alguien me llevó ciego a un lugar de pesadilla.. . de bicéfalos monstruos. ¿Alguien?... ¿o fue el veneno antiguo y poderoso de mi sangre que está ahí, agazapado como un tigre, se levanta a veces, deforma el Amor y me deja sin defensa en un mundo subyugante, satánico y angélico a la vez, donde se pierde al fin la voluntad y uno ya no puede decir quién quiere que venza, si la luz o la sombra? Sin embargo, aquella vez vencieron y me salvaron los ángeles... Pero yo no fui un soldado valiente. ¡Oh el amor, el amor...! ¡Qué formas toma a veces! ¿Por qué ha de ser así? ¿Por qué este veneno de la sangre está ahí siempre, agazapado como un tigre, y no se va, y a veces se levanta, y lucha... y, ¡ay!, puede más que los ángeles? Volví a blasfemar. Y otra vez, desesperado, quise escaparme por la puerta maldita y condenada y mi ángel de la guarda me tomó por los hombros y me dijo severo: no es hora todavía... hay que esperar. Y esperé. Y sufrí, y lloré otra vez. He visto llorar a mucha gente en el mundo y he aprendido a llorar por mi cuenta. El traje de las lágrimas le he encontrado siempre cortado a mi medida. Viví en Norteamérica seis años, buscando a Whitman, y no lo encontré. Nadie le conocía. Hoy tampoco le conocen. ¡Pobre Walt!, tu palabra "Democracy" la ha pisoteado el Ku-Klux-Klan. y "aquella guerra", ¡ay!, la perdisteis los dos: Lincoln y tú. Llegué a México montado en la cola de la Revolución. Corría el año 23... aquí planté mi choza, aquí he vivido muchos años, aquí he vivido, he llorado, he gritado, he protestado y me he llenado de asombro. He presenciado monstruosidades y milagros: aquí estaba cuando mataron a Trotsky y cuando asesinaron a Villa, cuando fusilaron a 40 generales juntos... y aquí he visto a un indito, a todo México arrodillado llorando ante una flor. He acompañado a la muerte muchas veces: la vi a la cabecera de mi madre, de mi compañera, de amigos innumerables. He sufrido y sufro el destierro... Y soy hermano de todos los desterrados del mundo. Tengo un amigo judío que estuvo en Auschwitz y me ha enseñado las cicatrices del látigo alemán. He estado en el infierno. En un infierno que Dante y Virgilio no soñaron siquiera. Salí del infierno... y he rezado mucho después. Me sepultaron vivo y me escapé de la tumba. He vivido largos años y he llegado a la vejez con un saco inmenso, lleno de recuerdos, de aventuras, de cicatrices, de úlceras incurables, de dolores, de lágrimas, de cobardías y tragedias. y ahora... de repente, a los 80 años me doy cuenta de que sé tocar muy bien el violín... que soy un "Virtuoso", que puedo tocar en los grandes conciertos del mundo. Me gusta haber llegado a la vejez siendo un gran violinista... un "Virtuoso". Pero... con esta definición que oí cierta vez en un lugar... no sé cuál: "Sólo el Virtuoso puede ver un día la cara de Dios". Autor del poema: León Felipe 78.77% votos positivos Votos totales: 146 Comparte: HEBRAS DEL AMOR Enviado por doblezeroo Seguir ***** En un lugar bajo los montes yo conocí a mi princesa el pueblo era muy pequeño en su plaza había verbena y en medio de la algazara me conquistó la silueta blanca como una paloma con sus ojos de muñeca Yo le dije: "eres preciosa" mientras bajamos la cuesta y al pasar las diez farolas se encendió la luna llena. Silenciosa lavanda en flor apuntando a las estrellas el aire trenzaba alhelíes de su brillo en la melena y al parar junto al camino fue de intimidad la sierra bramó a lo lejos el ciervo y despertó la pasión cerca. Yo susurraba a su oído mil volcanes, mil hogueras ¡que labios rojos! ¡que piel suave! sobre la frondosa hierba. Por encima de las copas pasaba la luna lenta bañándola con su estaño y al desabrocharse a ciegas los botones de su blusa lentamente, como a tientas por las pupilas de la noche galopaba la blanca seda de unas magnolias que el viento desplegó en la piel secreta de dos senos que miraban como dos manzanas frescas. ¡Oh que mercurio empinado! del fino río en la ladera se había roto en su cauce nuestra luna de primavera y el murmullo de sus aguas cual celosas castañuelas hurtaba al viento las voces de la fiesta de la aldea mientras una celosía de arbustos y hierbabuena ocultaba un lecho donde el amor dio rienda suelta. Un gemido ultimo y sordo nos acuesta en la maleza y el rocío se evapora al calor de una pareja. Los ojos ya se cerraron la noche pierde sus prendas y ese azulón pasajero vuelve a vestir las vergüenzas ocho campanas se endulzan y se amargan las almendras ocho copos de la escarcha navegando en las cerezas sobre la ropa el pinazo cuenta una historia secreta sin sonido en las palabras bajo dos bocas sedientas. ¡Como gruñe el campanario! de la torre de la iglesia ¡que girasoles! ¡que prunas! tiene el prisma de la huerta enmudecen dos corazones canta que canta la sierra y un horizonte de gallos lejos del monte cacarea. ***** 78.12% votos positivos Votos totales: 1508 Comparte: TÚ Y YO I Yo vi un ave que suave sus cantares entonó y voló... Y a lo lejos, los reflejos de la luna en alta cumbre que, argentando las espumas bañaba de luz sus plumas de tisú... ¡y eras tú! Y vi un alma que, sin calma, sus amores cantaba en tristes rumores; y su ser conmover a las rocas parecía; miró la azul lejanía... tendió la vista anhelante, suspiró, y cantando amante prosiguió... ¡y era yo! II ¿Viste triste sol? Tan triste como él, ¡sufro mucho yo! Yo en una doncella mi estrella miré... Y dile, amante, constante fe. Pero ingrata olvidóme, y no sabe que padezco cual no puede nunca, nunca comprender... ¡Que mi pecho no suspira, ni mi lira tiene acordes de placer! Yo vi en la noche plácida luna que en la laguna se retrató; y vi una nube, que allá en el cielo, con denso velo la obscureció. Yo vi a la aurora, bañada en rosa, dorar la hermosa faz de la mar... Y vi los rayos de un sol ardiente que rudamente borraron luego, con rojo fuego, su bella faz... Así vi que bella naciera en un día, con dulce alegría, la aurora luciente de un plácido amor; ¡mas hoy yo contemplo, no más en mi vida, de negro vestida, la estatua tremenda de amargo dolor! ¡Hoy sólo me complace oír la queja amarga, que al cielo envía tierna la tórtola del monte con moribundo son! Sentir cómo susurra la brisa entre las hojas... ¡Mirar el arroyuelo que al eco de la selva confunde su rumor! Canto cuando las estrellas esparcen su claridad: cuando argentan las espumas; ¡las espumas de la mar! Canto cuando el ancho río murmurando triste va... Cuando el ruiseñor encanta ¡con su arpegio celestial! Y al ronco mugir de las olas; la noche con su lobreguez; y el trueno que silva en los aires, ¡me encanta y embriaga a la vez! Me place lo triste y lo alegre; me gusta la selva y el mar, y a todos saludo contento... ¡Y algunos se ríen al verme!... Y, a veces, ¡me pongo a llorar! Yo adoré a una mujer con el fuego de mi joven y audaz corazón: mas ya he dicho que aquélla olvidóme, y que vivo en tremendo dolor. ¿Estoy loco? No sé: lo que siento, no lo puedo jamás explicar. Es un rudo y feroce tormento... Nada más; nada más... ¡nada más! ¿Qué soy? ¡Gota de agua desprendida del raudal turbulento de la vida! Soy... algo doloroso cual lamento... Arista débil que arrebata el viento! Soy ave de los bosques solitaria!... Deshojada y marchita pasionaria!... Pasionaria, ave, arista, llanto, espuma... ¡perdido de este mundo entre la bruma! ¡Felices aquellos que nunca han amado! ¡Felices!... ¡Felices que no han apurado el cáliz terrible de un fiero dolor! Y ¿qué es el amor? ¿Amor?... Germen fecundo de la dolencia humana... Origen venturoro de sin igual placer... con algo de la tarde y algo de la mañana... ¡Con algo de la dicha y algo del padecer! ¿No veis a la luna, que brilla fulgente en el cielo? ¿No oís del arroyo el süave y callado rumor? ¡Pues eso que brinda la luna tranquila, es consuelo! ¡Pues eso que dice el arroyo en el bosque, es amor! ¡Y amé! Tal vez mi vida no fuera dolorosa si hubiera conservado por siempre mi niñez, si nunca hubiera visto los ojos de una hermosa, lo rojo de sus labios, lo blanco de su tez! ¡Felices aquellos que nunca han amado! ¡Felices!... ¡Felices que no han apurado el cáliz terrible de un fiero dolor! ¡Qué amargo es el amor! ¡Qué amargo es el amor! ¡Así exclamando, yo cruzaré el desierto de mi vida, mostrando a todos mi profunda herida, que lágrimas y sangre está manando! Y al compás de canciones sombrías, cantaré de mi amor la memoria... Y sin gloria, llorando siempre, pasaré mis días ¡entre polvo, entre lodo, entre escoria! Y al ronco mugir de las olas; la noche con su lobreguez; y el trueno que silva en los aires, serán mi tormento también. Me place lo triste y lo alegre: me gusta la selva y el mar... Yo siempre estaréme contento; y algunos, reirán al mirarme, ¡y a veces, pondréme a llorar! Cantaré si el ancho río murmurando triste va; si el ruiseñor me encantare con su arpegio celestial; cuando mire a las estrellas esparcir su claridad sobre las peñas negruzcas y las espumas del mar. ¿Por qué?... Porque sin amor, vuelan dolientes, sin calma, las avecillas del alma entre el viento del dolor. ¡Daré dulces canciones a los fugaces vientos, para que entre sus alas las lleven lejos, lejos, del mundo hasta el confín! Iréme a las montañas... iréme a los oteros... y allí tal vez, ¡Dios santo!, tal vez seré feliz. ¡Y en las alas del viento, oirá mis canciones la ingrata!... La ingrata a quien adoré. Aquélla que rióse de ver mi desgracia... Aquélla a quien dile mi amor y mi fe! ¡Triste es la noche! Triste es la selva... Y del arroyo lo es el rumor; pero es más triste que el arroyuelo y que la noche, mi corazón. Mis acentos, en los vientos cual lamentos moribundos sonarán, como el eco que en el hueco del árbol seco, tiernos forman los Favonios al pasar. ¡Aprendan los bardos mi historia de amor; y cántela todo el que es Trovador! ¿Viste triste sol? ¡Tan triste como él, sufro mucho yo! Autor del poema: Rubén Darío 75.82% votos positivos Votos totales: 335 Comparte: PANTÉICO No, pasemos de un fuego a otro fuego, de un tormento apasionado a un deleite mortal, pues muy joven soy para vivir sin deseo, y tú demasiado joven para malgastar esta noche estival en esas ociosas preguntas que los antiguos hacían a oráculos y augures, que jamás respondieron. Pues, amor, sentir es mejor que saber y la sabiduría es un legado estéril, y un sólo latido de pasión, tu primer arrebol, vale por todos los proverbios del sabio; no dejes que la muerta filosofía hiera tu alma, ¡tenemos corazón para amar, labios para besar! Escucha el susurro del ruiseñor como el agua burbujeando en una jarra de plata, cuyo canto es tan dulce que la Luna empalidece de envidia, esa Luna suspendida en lo alto del cielo que no puede oír la arrebatadora melodía. Mira cómo curva cada uno de sus cuernos la niebla, ¡oh, lejana y hacendosa Luna! ¿Acaso los blancos lirios en cuyas copas sueñan las abejas, la nieve de pétalos que cae cuando la brisa agita los castaños o el destello de las ramas tiernas en el agua no colman tus anhelos, no bastan a tu deseo? ¡Ay! De sus tesoros ya nada más ofrecerán los Dioses los elevados Dioses hartos ya y pesarosos de nuestros pecados sin fin, de nuestro vano intento por expiar mediante el dolor, la penitencia o la oración, los perdidos días de juventud. Pues ya nunca más escucharán al bueno o al malo, y enviarán la lluvia sobre el justo y el injusto. Nuestros Dioses descansan tranquilos esparciendo con pétalos de rosas su vino oloroso, y duermen bajo los árboles que se mecen suavemente, allí donde los asfódelos y los lotos amarillos se abrazan. Y se lamentan por los alegres días del pasado, cuando no sabían de la maldad del hombre y vivían en un sueño. Y en la lejanía, contemplan sobre el broncíneo suelo el enjambre de hombrecillos, como si fueran insectos, el hormiguero de minúsculas vidas y después, hastiados, regresan a sus refugios, los lotos, y se besan en la boca y escancían divino licor de amapola que les sume en un sueño purpúreo. El Sol, divino poseedor del fuego trocado en oro, enarbola allí su flamígera antorcha, y cuando las doce vírgenes hubieron tejido la relumbrante trama del mediodía, la Luna se desprendió de los brazos de Endimión a través de la rosada bruma, y desfallecieron los Dioses vencidos por pasiones mortales. Por el prado cubierto de rocío avanza la Reina Juno, con los blancos pies salpicados por el azafranado polen de los lirios esparcidos por el viento, mientras Ganimedes brinca en el cálido mosto de ambarina espuma, desmadejados sus rizos como cuando al asustado muchacho se lo llevó el águila a través de las azules auras jónicas. Oculta en el corazón verde de algún jardín, la Reina Venus, en compañía del pastor, con su cuerpo cálido y suave como una rosa silvestre cuya blancura el orgullo arrebola, ríe dulcemente al Amor mientras la celosa Salmacis atisba a través de los mirtos y suspira dolorosamente por la perdida felicidad. Jamás soplan allí los lúgubres vientos del norte, que hielan y desnudan nuestras forestas iglesias, ni cae jamás la ligera nieve de plumas blancas, ni osa el rayo de dientes rojos sacudir la noche engarzada en plata mientras yacemos llorando un dulce y triste pecado, un deleite ya muerto. ¡Ah! Ellos conocen la lejana primavera del Leteo y los ocultos manantiales de aguas violetas donde el deshecho y fatigado pie del caminante descansa y emprende de nuevo el viaje; y saben de las ocultas fuentes del cristalino brebaje donde las almas insomnes liban el bálsamo del sueño. Mas oprimimos nuestra naturaleza y Dios o el Hado son nuestros enemigos, y desfallecemos o nos nutrimos en una inútil contrinción. ¡Nacimos demasiado tarde! ¡Y qué bálsamo es el pulverizado sopor de la amapola para quien en un finito latido del tiempo conjugara el júbilo del infinito amor y el dolor del infinito crimen! ¡Oh! Estamos hartos de este sentimiento de culpa, hartos de los goces desesperados del amante, hartos de cada templo que levantamos. Cansados de toda justicia, de las plegarias sin respuesta; pues el hombre es débil, Dios duerme, y lejos está el cielo. Un instante intenso: un gran amor, y después sólo morir. ¡Ah! Jamás ningún barquero su negra chalupa habrá de arrimar a la desierta ribera, ni moneda de bronce alguna podrá comprar para las almas la travesía del río de la Muerte hacia la tierra sin Sol; de nada sirven la víctima, el vino y las promesas; la tumba está sellada y los muertos, muertos. Nos movemos en los aires supremos, estamos hechos de lo que palpamos y vemos, y con la sangre de nuestras venas se embellece el Sol y con nuestras fértiles vidas veredan los árboles henchidos de primavera, y somos hermanos de las bestias, y la vida es sólo una y todo es mutación. Con latidos de sístole y diástole, una gran existencia palpita en el gigantesco corazón de la tierra y poderosas las olas del Ser fluctúan desde el germen enervado al hombre, pues participamos de cada roca, de cada pájaro, de cada fiera, de cada colina, unos con la esencia que mata y otros con la que devora. Desde las íntimas células de la incipiente vida pasamos a la cumplida perfección; y así envejece el mundo: los que ahora somos divinos, fuimos informe masa de bullente púrpura rayada en oro, insensibles a la desdicha o alegría, y castigados por la furia de algún mar tormentoso. Esta dura ardiente llama que nuestros cuerpos quema inflamará algún día los prados cubiertos de narcisos. ¡Ay! Tu plateado pecho florecerá en nenúfares y los campos que el arado quiebra serán provechosos para nuestro amor esta noche; nada se pierde en la Naturaleza, todo vive de la Muerte. El primer beso del joven, la primera campanilla del jacinto, la última pasión del hombre, la última lanza roja que emerge del lirio, el asfódelo que se resiste a dejar florecer sus frutos por miedo a su excesiva belleza, el tímido pudor de la novia ante los ojos del amante, todos ellos están consagrados por el mismo Sacramento. Y no sólo nosotros, pues también sacudirán la tierra las pasiones del amor, y los rubios ranúnculos que se agitan de gozo al alba saben de un placer tan real como el nuestro, cuando la frescura de los bosques en flor aspiramos la penetrante primavera y la vida es bella. Y cuando los hombres nos entierren bajo los tejos, tu boca carmesí será una rosa y tus dulces ojos campánulas empañadas de rocío, y cuando los blancos narcisos, retozando con el viento, sus lascivos besos les brinden, temblarán nuestras cenizas y jóvenes nos volveremos a sentir. Y así, despojados del consciente tormento del mundo, en alguna dulce flor nos iluminará el Sol y desde la garganta del pardillo volveremos a cantar, y como dos brillantes serpientes reptaremos por nuestros sepulcros o como dos tigres nos deslizaremos por la jungla donde duerme el león de amarilla pupila y con él lucharemos. ¡Cómo se agita mi corazón pensando en esa vida sublime después de la muerte, convertidos en bestias, pájaros y flores, cuando esta copa colmada del espíritu estalle en busca de aire y con las pálidas hojas de algún día de otoño el primer conquistador del alma de la tierra se convierta en la última gran presa! ¡Imagínatelo! Nos infiltraremos en toda la existencia sensorial; el carpídeo Fauno, el Centauro, los Elfos de ojos risueños que interrumpen su danza para atisbar el alba sobre los prados no estarán más cerca que tú y yo de los misterios de la Naturaleza, pues oiremos latir el corazón del zorzal, y crecer las margaritas, y las campanillas en los días grises suspirar por el sol, y sabremos quién hila las argentadas telarañas, y quién dibuja con arabescos la orquídea, y con qué grandes alas vuelan las águilas de pino en pino. ¡Ah! ¡De no habernos jamás amado, quizás el narciso nunca hubiese atraído a la abeja a su dorado seno, ni el rosal encendido los matojos con linternas carmesíes! ¡Acaso ninguna hoja hubiera brotado en primavera sino para humedecer los besos y los labios de los poetas! ¿Se habrá apagado la luz de nuestro espléndido sol o es esta tierra laberíntica menos bella desde que somos herederos de la Naturaleza, con todas las pulsaciones de vida que agitan el aire? Mejor será que nuevos astros surquen los cielos y sobre flores y campos se cierna un nuevo esplendor. Y nosotros dos, que la naturaleza juzgamos, estaremos juntos y el gozoso mar será nuestra vestimenta, y la aristada estrella sus flechas lanzará para alegría nuestra. Seremos parte del poderoso universo entero y a través de los eones con el Alma del Cosmos nos confundiremos. Seremos notas de esta grandiosa Sinfonía cuya cadencia gira por las esferas rítmicas, y el palpitante corazón del Mundo vibrará al unísono con nuestro corazón. Los años robados ya abandonaron su horror; no hemos de morir. El propio Universo será nuestra Inmortalidad. Autor del poema: Oscar Wilde 73.17% votos positivos Votos totales: 287 Comparte: JAPÓN ¡Áureo espejismo, sueño de opio, fuente de todos mis ideales! ¡Jardín que un raro kaleidoscopio borda en mi mente con sus cristales! Tus teogonías me han exaltado y amo ferviente tus glorias todas; ¡yo soy el siervo de tu Mikado! ¡Yo soy el bonzo de tos pagodas! Por ti mi dicha renace ahora y en mi alma escéptica se derrama como los rayos de un sol de aurora sobre la nieve del Fusiyama. Tú eres el opio que narcotiza, y al ver que aduermes todas mis penas mi sangre - roja sacerdotisa tus alabanzas canta en mis venas. ¡Canta! En sus causes corre y se estrella mi tumultuosa sangre de Oriente, y ése es el canto de tu epopeya, mágico Imperio del Sol Naciente. En tu arte mágico - raro edificio viven los monstruos, surgen las flores, es el poema del Artificio en la Obertura de los colores. ¡Rían los blancos con risa vana! Que al fin contemplas indiferente desde los cielos de tu Nirvana a las Naciones de Occidente. Distingue mi alma cuando en ti sueña - cuando sombrío y aterrador la inmóvil sombra de la cigüeña sobre un sepulcro de emperador. Templos grandiosos y seculares y en su pesado silencio ignoto, Budhas que duermen en los altares entre las áureas flores de loto. De tus princesas y tus señores pasa el cortejo dorado y rico, y en ese canto de mil colores es una estrofa cada abanico. Se van abriendo si reverbera el sol y lanza sus tibias olas los parasoles, cual Primavera de crisantemas y de amapolas. Amo tus ríos y tus lagunas, tus ciervos blancos y tus faisanes y el campo triste con que tus lunas bañan la cumbre de tus volcanes. Amo tu extraña mitología, los raros monstruos, las claras flores que hay en tus biombos de seda umbría y en el esmalte de tus tibores. ¡Japón! Tus ritos me han exaltado y amo ferviente tus glorias todas; ¡yo soy el ciervo de tu Mikado! ¡Yo soy el bonzo de tus pagodas! Y así quisiera mi ser que te ama, mi loco espíritu que te adora, ser ese astro de viva llama que tierno besa y ardiente dora ¡la blanca nieve del Fusiyama! Autor del poema: José Juan Tablada 72.52% votos positivos Votos totales: 262 Comparte: Desde el 1 hasta el 10 de un total de 38 Poemas largos 1 2 3 4 Añade tus comentarios 1 2 3 4 Ranking de Usuarios Día Semana Mes Año mjmd 29.98 puntos mariaarmengol 20.06 puntos invisible17 10.00 puntos benji 6.02 puntos rafa21 1.94 puntos Ver ranking completo Mejor poema de Octubre SILUETAS En la noche, Veo siluetas sobre la cama, la soledad me enloquece Y los recuerdos ocurren o será que se hacen realidad? Levanto la mano y toco su imagen Saboreo lo dulce de su piel Y me deleito con la miel que brota de su boca. Enviado por evive Meme del día Chiste del día EN EL BAÑO Este soy yo siempre que voy a un baño público: Me lavo las manos. Las pongo en el secador de manos. Espero. Espero. Espero. Me seco las manos en los pantalones. Frase del día A BARCO NUEVO CAPITÁN VIEJO yenni blanco arrieta Poema del día ¡Qué gusto da lo mismo! Descubrir lo mismo. Repasar lo mismo ¡Qué sabroso es lo mismo! Perderse en lo mismo. Encontrarse en lo mismo. ¡Oh, mismo inabarcable! Danos siempre lo mismo. Gabriel Zaid Secciones populares Chistes cortos Poemas cortos Poemas de amor Frases de desamor Frases de amor Fábulas cortas Yavendras.com El portal de humor, entretenimiento y cultura más original Aquí podrás encontr