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diciembre‘13 | Conjunto de prendas femeninas del Valle de Ansó
PIEZA DEL MES
PIEZA DEL MES diciembre‘13
“Conjunto de prendas femeninas del Valle de
Ansó ”
Por Irene Seco Serra
jueves 5, 12, 19 y 26 de dicimebre a las 18.30
Duración 30 minutos
[Asistencia libre]
Conjunto de prendas femeninas del
Valle de Ansó
Corría el año de 1911, y Joaquín Sorolla Bastida firmaba con
Archer Huntington el contrato que le comprometía a pintar los
paneles que habrían de decorar la Hispanic Society de Nueva
York. Los inmensos cuadros sobre las provincias de España, que
se convertirían en el tramo final de su trayectoria artística, han
sido desde entonces admirados en todo el mundo. Pero el encargo
de Huntington también implicó el inicio de otra faceta de la vida
del pintor, cuyo resultado también ha llegado hasta nosotros pero
que casi nadie conoce: su colección de indumentaria tradicional.
El minucioso trabajo de preparación para los cuadros de la Hispanic Society duró ocho largos años, durante los que Sorolla relizó viajes, fotografías y bocetos, al tiempo que adquiría trajes
tradicionales de diversas regiones españolas. Además de servir de
modelo, los trajes fueron también utilizados por los miembros de
la familia con ocasión de diversas fiestas. Hoy se conservan en los
fondos del Museo Sorolla, pero no están expuestos al público de
forma habitual.
El traje femenino del valle pirenaico de Ansó que presentamos
aquí es del tipo de los que aparecen en La Jota, el panel de la
Hispanic Society dedicado a la región aragonesa. El mismo tra4
CONJUNTO DE PRENDAS FEMENINAS DEL VALLE DE ANSÓ
Fig. 1.
Joaquín Sorolla
La jota
1914
Museo Sorolla
Núm. de inv. 1051
je protagoniza los estudios que Sorolla
realizó antes de acometer este cuadro,
por ejemplo el célebre Abuela y nieta
del valle de Ansó, que llevó a cabo en
su estudio madrileño el propio año de
1911, o el también excelente Tipos del
valle de Ansó, que pintó al aire libre en
los Pirineos unos tres años más tarde.
Además, el Archivo del Museo Sorolla
contiene diversas fotografías de María
Clotilde, la hija del pintor, vestida de
ansotana. En una de ellas, por ejemplo,
posa en la escalera de acceso a la Casa
Sorolla con el modelo que hoy analizamos.
La relación de la familia Sorolla con
la zona pirenaica donde se encuentra
el valle de Ansó no podía ser más personal. El maestro tenía un estudio en
la ciudad más importante de los con-
Fig. 2.
Joaquín Sorolla
Abuela y nieta del Valle de Ansó
1911
Museo Sorolla
Núm. de inv. 956
tornos, Jaca. En él atesoraba apuntes
del natural y fotografías de tipos de
la zona, tomadas por él mismo y por
Francisco de las Heras, y desde allí realizaba viajes por la región. Además, en
septiembre del año 1914, su hija María
Clotilde se casó, precisamente, en la catedral de Jaca. Se piensa que la boda se
celebró allí para que su padre, que probablemente se encontraba por entonces
pintando el cuadro Tipos del valle de
Ansó, al que aludíamos hace un momento, no tuviera que abandonar su
labor de forma precipitada.
Centrándonos ya en el traje en sí mismo, hay que comenzar diciendo que
este atuendo de Ansó que sirvió de inspiración para tantos lienzos, y que en
más de una ocasión lució María Clotilde Sorolla, es un conjunto de prendas
diversas de calidades diferentes, por lo
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PIEZA DEL MES DE DICIEMBRE
CONJUNTO DE PRENDAS FEMENINAS DEL VALLE DE ANSÓ
Fig. 2.
Joaquín Sorolla
Tipos del Valle de Ansó
1914
Museo Sorolla
Núm. de inv. 1047
que, lo más probable, es que en su origen, no formasen parte del mismo traje. Según sus características, y teniendo
en cuenta la época en que fueron adquiridas por Sorolla, podemos fechar el
conjunto en un momento no demasiado avanzado de la segunda mitad del
siglo XIX.
Todos los trajes femeninos de Ansó que
Fig. 3.
Anónimo
María vestida de ansotana
1912
Museo Sorolla
Núm. de inv. 80493
han llegado hasta nosotros son muy
similares en cuanto a las prendas que
los componen, aunque como luego
veremos hay variantes de color y complementos.
Se trata de un tipo de traje solemne y
rectilíneo, de un aspecto tan curioso
que los primeros estudios lo identificaron con la vestimenta medieval, e
incluso buscaron raíces más antiguas,
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CONJUNTO DE PRENDAS FEMENINAS DEL VALLE DE ANSÓ
que se confundían en las brumas del
mundo celtibérico. El traje de Ansó
se entendía así como una foto fija del
pasado, un fragmento de historia que
había sobrevivido en un apartado valle
pirenaico por el que no pasaba el tiempo. Y, sin embargo, el modelo ansotano
no es en modo alguno un fósil, sino un
conjunto de elementos diversos. Engloba, eso sí, elementos de origen muy
antiguo y probablemente los revaloriza
dentro de las modas del Primer Romanticismo1.
La prenda que define a todos los trajes femeninos ansotanos es la llamada basquiña2 o sayal, una especie de
largo vestido suelto de tirantes, confeccionado en grueso paño de lana que
cae hasta los pies formando grandes
pliegues. En el Ansó del siglo XIX se
usaban basquiñas negras y verdes. Las
verdes se vestían a diario, como prenda
cotidiana, pero también se usaban para
el traje de novia, y más específicamente, para el traje “de tornaboda”3, el que
vestían las novias ansotanas al salir de
la ceremonia religiosa4.
Fig. 4
Basquiña de Ansó,
Adquirido entre 1911 y 1914
Museo Sorolla y Fundación Museo Sorolla
Nº Inv.122
En el traje cotidiano, la basquiña se
recogía para trabajar, dejando ver las
enaguas. La versión festiva, en la que
no se sujetaba la basquiña, podía confeccionarse con materiales de mejor
calidad y reservarse para las grandes
ocasiones. No es el caso de este traje, en
el que la basquiña presenta claras huellas de uso continuado. Sin embargo,
la familia Sorolla siempre utilizó las
prendas tal y como se ven aquí montadas, es decir, como traje de tornaboda.
A continuación iremos viendo los diferentes elementos que componen el
traje de Ansó de la colección privada de
Sorolla, y analizando sus características.
El cuerpo y la falda de la basquiña se
unen con una línea de talle muy alto,
que queda justo por encima del pecho.
La primera época en la historia de la
indumentaria en que el talle femenino
se colocó en la zona superior del tronco corresponde en España al tiempo
de los Reyes Católicos5, cuando convivieron talles bajos y altos; el segundo
momento histórico en que el traje femenino utilizó el talle alto se localiza
inmediatamente después de la Revolución Francesa6. En cualquier caso,
este peculiar y altísimo talle ansotano,
de aspecto casi talar, no se corresponde
con exactitud a ninguno de los talles
altos históricos que conocemos, que se
colocan debajo del pecho y no encima.
El cuerpo de la basquiña, de paño de
color negro, remata con alegres vivos
de lana amarilla y roja. Todo el enorme
peso de la basquiña queda sujeto por
los dos tirantes del cuerpo. Se dice que
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CONJUNTO DE PRENDAS FEMENINAS DEL VALLE DE ANSÓ
de las zonas donde la prenda ha sufrido mayor desgaste. Poco después, los
trajes verdes teñidos de forma natural
iban a empezar a desaparecer. Cuenta
Ricardo del Arco, un etnógrafo y folklorista que visitó la zona ansotana en los
años 20 del siglo XX, que “en Hecho
las mujeres ya no llevan el traje típico;
y me decían que una de las causas, a su
juicio la más poderosa, era que en Jaca
ya no sabían dar a las lanas “el punto”
secular del tinte”8.
Fig.5.
Copia del Retrato de Helena Fourment “vestida de novia” de Rubens
Hacia 1630
Museo del Traje. CIPE MT039240
algunas basquiñas ansotanas llegaban
a pesar hasta treinta kilos, aunque no
es el caso de ésta que vemos aquí.
En el siglo XIX, tanto los paños verdes
de Ansó como los muy similares del ve-
cino pueblo de Hecho se llevaban a teñir a Jaca, donde trabajaban con hierba pastel importada de Francia7. Este
traje adquirido por Sorolla está con
gran probabilidad teñido de esta manera, y el color verde casi ha desaparecido
Bajo la basquiña, nuestra novia ansotana lleva una extraordinaria camisa
de cuello alto. Las camisas ansotanas,
como casi todas las camisas tradicionales españolas usadas en las zonas
menos cálidas de la Península, se realizaban en lino casero, de color crudo.
Las camisas populares del siglo XIX
eran, en general, muchísimo más largas que una camisa actual, y a veces
llegaban prácticamente hasta los pies.
De hecho, tanto las camisas femeninas
como las masculinas servían tanto de
ropa interior como de camisón para
dormir, además de usarse como camisa
propiamente dicha.
Pero volvamos a la camisa de nuestro
traje. Al contrario que la basquiña, esta
camisa no es una simple prenda cotidiana; es de un lino de una calidad
extraordinaria, tan fino y suave que parece algodón. Como también ocurre en
otras zonas de España, el canesú y las
mangas, que son las partes que pueden
verse, se han confeccionado con tejido
de lino de mejor calidad. mientras la
parte inferior es de un lino algo más
basto.
El escote es a caja, con la línea fruncida y una abertura parcial en el centro
del delantero, que se puede cerrar con
cordoncillos pasados por ojetes. La camisa de Sorolla conserva intactos estos
cordones del cuello con sus borlas, algo
que no suele ser habitual en camisas
de esta antigüedad. En en los hombros
lleva dos tiras bordadas a punto de cruz
que en Ansó llaman “guides”. Pero el
elemento más destacable de la camisa
ansotana es sin duda el gran cuello
plisado y rematado con encaje de bolillos casero, que en la localidad conocen como “gorguera”9. El plisado del
cuello ansotano era todo un arte, y los
pliegues se “peinaban” mediante una
clavija de madera llamada “recrebau”.
Los cuellos plisados y almidonados o
lechuguillas estuvieron muy difundidos en España desde fines del siglo
XVI10. Lo más habitual en la Península
fue el empleo de cuellos completamente cerrados, aunque a fines del XVI y
principios del XVII también se llevaron
los cuellos “a la italiana” o “a lo Medici”, que dejaban al descubierto la gar-
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CONJUNTO DE PRENDAS FEMENINAS DEL VALLE DE ANSÓ
ganta11. Este modelo es, precisamente,
el utilizado en las camisas de Ansó.
Sobre la camisa, nuestra novia ansotana lleva unas falsas mangas o manguitos de paño de lana. Estos manguitos
típicos del traje de Ansó siguen con
gran probabilidad tipologías renacentistas de influencia italiana. La España
de los Reyes Católicos adoptó desde fechas muy tempranas la moda de abrir
las mangas o convertirlas en manguitos separados12; su éxito fulgurante estuvo probablemente relacionado con el
empleo en España de lujosas camisas
moriscas, que de esta manera podían
lucirse mucho mejor13.
Las mangas del traje de Sorolla están
adornadas con una rica pasamanería
negra “de azabaches”, un lujo poco
común que nos indica que fueron realizadas ex profeso para un traje festivo,
y con gran probabilidad para ser llevadas en un período de luto .
Fig. 6
Detalle de las mangas del traje de Ansó,
Adquiridas entre 1911 y 1914
Fundación Museo Sorolla, Nº Inv. 60489
Pero el cuello o las mangas no son el
único elemento interesante del traje
ansotano. También muy curioso es el
elemento denominado “cuerda”, que
une las falsas mangas por la parte de
atrás. Hasta la fecha no se ha propuesto ninguna hipótesis sobre el origen de
este original rasgo del traje de Ansó;
personalmente pensamos que ciertas
representaciones iconográficas de finales del siglo XVI y principios del XVII
podrían darnos la clave: en ellas podemos ver unas cintas que caen desde lo
alto de las falsas mangas de los trajes
femeninos; a veces estas cintas se dejan
colgar a los lados, pero otras veces se
atan en el centro, creando así un modelo muy similar a la cuerda de Ansó.
La cuerda del traje de Sorolla fue cosida a las mangas en algún momento de la historia de uso del traje en la
familia, y así permanece hoy. Presenta
en el interior un forro parcial de algodón listado en azul marino y blanco,
muy aprestado, que le da consistencia
y rigidez.
El peinado característico de las ansotanas decimonónicas era el llamado peinado “de churros” o “pelo de virgen”,
en el que el cabello trenzado y encintado se unía a un postizo relleno de borra
(el “churro”), para luego colocarlo alrededor de la cabeza a modo de corona.
Este tipo de peinado sólo quedaba al
descubierto cuando llevaban dos tipos
de traje: el “de cofradía” y, como en
este caso, el “de tornaboda”. A no ser
que estuvieran vistiendo uno de estos
dos trajes, las mujeres se cubrían la cabeza con pañuelos o mantillas.
El churro que vemos aquí está forrado
con algodón rojo estampado con luna-
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CONJUNTO DE PRENDAS FEMENINAS DEL VALLE DE ANSÓ
Fig. 8.
Detalle del monumento a Sir Henry Belasyse
Fotografías: E. Anguita Mandly.
Fig. 7.
Monumento de alabastro erigido en la catedral inglesa de York en vida de Sir Henry Belasyse
Fotografías: E. Anguita Mandly.
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CONJUNTO DE PRENDAS FEMENINAS DEL VALLE DE ANSÓ
tremendamente específico. Hubo peinados aproximadamente similares
en época de los Reyes Católicos. Por
entonces, estaba de moda encintarse
la trenza y, aunque la mayoría de las
damas la dejaba caer sobre la espalda,
algunas se la enrollaban alrededor de
la cabeza. En tiempos más recientes, ya
en el siglo XVIII, también volvieron a
emplearse peinados parecidos dentro
de las corrientes neoclásicas que revivían elementos renacentistas.
Fig. 9.
Detalle del vestido de seda rosa con efecto moaré regalado a la Infanta Isabel, hija de Isabel II, por la ciudad de Andújar en el año 1862.
Museo del Traje. CIPE, MT001298
res blancos. El color rojo es habitual en
los churros que conocemos; no así, el
estampado, que da a esta pieza de Sorolla un toque muy original.
El hecho de peinarse con trenzas apretadas y enrollarlas alrededor de la cabeza respondía posiblemente, entre
otras cosas, a la búsqueda de un objetivo práctico; no olvidemos que durante
el siglo XIX las habitantes de la zona
ansotana soportaban un clima extremo en unos momentos en que el lavado de cabello no era aún una práctica
habitual. Pero el aspecto del peinado
de Ansó, con su corona de churros, es
El toque final a este traje de novia ansotana adquirido por Sorolla lo proporcionan dos vistosas escarapelas de
cinta de seda colocadas sobre el pecho.
Las grandes escarapelas de seda fueron
complemento habitual de los trajes ansotanos en su vertiente más festiva. Si
en el traje “de cofradía” se preferían los
tonos morados, para los trajes de novia
los gustos se inclinaban generalmente
hacia el rojo y el amarillo.
Las dos escarapelas adquiridas por Sorolla están realizadas con cinta de seda
de gran calidad. Una de ellas alterna
cinta de seda labrada roja y amarilla,
mientras la otra es listada, con predominio del color rosa y con el acabado
de aguas que se conoce como efecto
moaré. Este tipo de efecto, conocido desde mucho tiempo atrás, estuvo
particularmente de moda en España
durante el reinado de Isabel II (entre
1833 y 1868).
Por las fechas en que María Clotilde
Sorolla se fotografiaba vestida de ansotana con este traje que había comprado su padre, ya no todas las mujeres de
Ansó lo utilizaban. Pronto su uso iría
desapareciendo, y las amplias basquiñas verdes y negras quedarían relegadas a los arcones. Sin embargo, a día
de hoy los trajes de Ansó siguen constituyendo el símbolo por antonomasia
del apego a las costumbres locales y a
la tradición en el lugar. Desde 1971, el
último domingo de agosto se celebra la
“Fiesta de exaltación del traje típico de
Ansó”. En palabras del estudioso aragonés Antonio Beltrán14:
“Cerca de cuatrocientas personas se
visten con trajes auténticos o copiados
de ellos con el prurito de no introducir
ninguna falsedad salvo la que resulta
del mismo hecho de convertir por un
día el traje, ya de museo y antítesis
de los actuales, en vestido llevado, debiendo adaptarse al peso y rigidez de
las prendas, algunas de hasta treinta
kilos, especialmente de las basquiñas,
que acaban produciendo rozaduras en
las poco acostumbradas ansotanas de
nuestros días tal vez con la piel más
fina que las de antaño y, desde luego,
sin camisas recias que la protejan.”
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CONJUNTO DE PRENDAS FEMENINAS DEL VALLE DE ANSÓ
entero.
Los distintos modelos de traje que
conocemos se recogen por ejemplo en
ARCO (1924); véase también BELTRÁN
(1993).
4
Las novias vestían durante la boda un
traje negro denominado “traje de iglesia”, complementado por un gran delantal de seda; después, se despojaban
del vestido negro, quedando ataviadas
con el tipo de atuendo que vemos aquí.
Los trajes de iglesia no sólo los empleaban las novias, y variaban en sus
detalles según el momento del ciclo
vital o personal de su portadora (luto,
etc). Existió además otro traje negro
denominado “de cofradía”, que sólo
llevaban las muchachas, y que complementaban con manguitos blancos
adornados con cintas de colores, y
abundancia de escarapelas en tonos
morados y joyería. Véase e.g. MANEROS
et al. (1993: 24-27).
5
Véase BERNIS (1978).
6
E. g. BOUCHER (2004: 333 seqq.).
7
BELTRÁN (1993: 169); GORRÍA (1997:
29). Otras plantas que proporcionan
tinte verde para lana son el aligustre, el
abedul, la cebolla, el espino de tintes, la
parra virgen, la gayuba y el castaño de
indias (ROQUERO y CÓRDOBA 1981:
86-96). Existe también la posibilidad
de obtener verde por superposición de
tinte amarillo y azul, como ya se hacía
en el Egipto faraónico (Iidem ibid: 11).
8
ARCO (1924: 19). Los métodos tradi3
Fig. 10.
Fiesta del traje de Ansó, agosto de 2010.
Fotografía: Natalia Jiménez
Notas
Para una aproximación al traje de
Ansó y al origen de sus elementos véase
SECO (2009).
1
El término “basquiña” puede prestarse a equívoco. En el ámbito de la indumentaria histórica hace referencia
a una falda; sin embargo, en el caso
ansotano define una pieza de cuerpo
2
cionales de teñido con plantas fueron
sustituidos por los tintes sintéticos a
partir de la segunda mitad del siglo
XIX: en 1856 se obtuvo la primera materia colorante artificial: ROQUERO y
CÓRDOBA (1981: 9).
9
Aunque no se trata de una denominación correcta desde el punto de vista
terminológico del estudio de la indumentaria.
10
Para su evolución véase BERNIS
(1990: 80-81 y 99: 100).
11
BERNIS (1990: 100).
12
La primera evidencia iconográfica
del empleo de manguitos se data en el
año 1486 (BERNIS 1978: 36).
13
Probablemente hubo también otros
modelos de manga de raíces antiguas
en los trajes femeninos de la zona pirenaica, como sugiere un grabado de
Antonio Rodríguez de 1801 (MANEROS 2002: 40, sin embargo, piensa que
estas mangas son quizá una “curiosa
interpretación o variación de los manguitos”). La imagen muestra un tipo
de manga abierta en vertical que ya se
llevaba en tiempo de los Reyes Católicos (BERNIS (1978: 36), y cuyo uso fue
habitual en tiempos de Felipe II (BERNIS (1990: 90-91).
14
BELTRÁN (1993: 163).
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