TRIBUTO AL PERRO El único amigo carente de egoísmo de que dispone el hombre en este mundo egoísta, el único que nunca lo abandona, el único que nunca resulta ser desagradecido ni falso, señores, es su perro. El perro de un hombre permanecerá a su lado en la prosperidad y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Él dormirá en el frío suelo, donde soplan los vientos gélidos y la nieve azota con fuerza, solo por estar al lado de su amo. Él besará la mano que no le ofrece comida alguna; lamerá las heridas y las llagas que le produce el roce con la dureza del mundo, y guardará el sueño de su amo cual si fuera un príncipe. Cuando todos los demás amigos se van, él permanece; cuando las riquezas emprenden el vuelo y la reputación se parte en mil añicos, él es tan constante en su amor como el propio sol en su eterno viaje por el firmamento. Si el cruel destino convirtiese a su amo en un apestado del mundo sin amigos, sin hogar y sin dinero, el fiel perro no pediría mayor privilegio que el de acompañarle, poder guardarle frente al peligro y luchar contra sus enemigos. Y cuando la última escena sobrevenga, y la muerte se lleve a su amo e introduzcan su cuerpo inerte en la fría tierra, todos los demás amigos seguirán sin duda su camino, pero allí, junto a la tumba, permanecerá siempre vigilante el noble perro, con la cabeza entre las patas y los ojos tristes pero abiertos, en alerta espera, fiel incluso hasta en la misma muerte.