« tD o~ ~ J ' ~ ~ l,:::J o·= en . . . . . - . .. . .. . . . . ... - . . .. .. ' ., ·.... ·.:_. . ..-· .' .. Howard Newby y Eduárdo Sevilla-Guzmán , Introducci6n .·: a la sociología rural Patrocinado por «The Internacional Sociological Association ISA» . ; Versi6n española de la Primera Porte: Cristina Méndez y revisión de F. Juárez ~-Alianza · ;~: Editorial ( INDICE Título original: Rural Sociol·o gy i l \ A mod<? de presentación .. . . .. . .. .. . .: . . .. 9 Primera parte: La sociología rural institucionalizada ~gradedµiientos .-. . . .. .. . .. . . .. . .. . . . .. . 13 .i 1. Introducción a la primera parte . . . . .. 15 \\ 2. El desarrollo de la sociología rural institucionalizada: de \ 3. Algunas consideraciones te6ricas_ . .. . . . . . . . . .... · 1 l Prqblemas de definición, 17. la Ley Purnel a los Path Analysis ................. . 1 23 38 ·una incursión por la sociología urbana, 47. 4. Propiedad de la tierra y estructura social ........... . \ . ~ 1 1 ; 1 1981 Sage Publicatlons, Vol 28 No. , ' © Current Socio Ov:/ • • d New Debli London, Beverly Hills. an~-1 S A Madrid, 1983 ,Alianza Bditonw, · ·• @ Bd. eca~n, 38; 11· 200 00 45 . ' Call 84-206-2377-6 I.S.B,r:1.: al· M.4L845-198} Dcp6stto leg . úidez Ciudad, S. L. 5. El cambio en las comunidades rurales . . . . . . . . . . . . .· .. M drid) Compuesto en FernLos Llanos, nave 6. Humanes ( a Impreso en La~el. _!_ - fn La producción simple de· mercancías agrarias: El crecimiento de la agroindustria, 72.-Las relaciones laborales en la agricul tura, 85. ¿El eclipse del mundo rural?, 107.-(i) La Teoría de la Dependencia, 109.--{il) Ln Teoría Centro-Periferia,· 110.-(ili) El Colonialismo Interno, 11.3. 7 53 Indice 8 _: '. : ·. .6 las sociedades socialist~s ....... .. 6. Un~ compat~Cl n c~n . s. A MODO DE PRESENTACION \ 116 ......... 127 ......... 133 c"ondusiones .. · .. · · · · .. · · · · · .. . . . breve incursi6n por 9. Apéndic~ a lal p~1mer~ parte. una . .. . .. . . .. .. . .. . «1a~_otra socio ogLa rur ,> ...... los estudios campe- u~· d; 137 Nota introductoria_. 137 .-El desarr~> tradición, 140.-(i) Sobr~ sinos: De la _«ant~gua)) ~ 1¡ «nur 141.-(ii) La «nueva>> trat el° _contexto e m~n~i~~~;ciones teóricas: ¿Un modo ~ dcm, 146.-(m) ~unas e _(iv) Más problemas qlle:, apu 06producción campe~mo?' 11 54 é di . ¿Hacia una renovac1on te tari~ 159.-Conclus16n de ap n ce. rica? 1 161. ~~t6Af° · ·l Segund~ parte: Sobre el pensamiento socia agr ario en España ......... ... ... ... ... ... ... ......... ......... la segunda parte .. • · .. .. · · · · Agrade~imien tos ·: d • ~ 10. Intro uc~1on a . . b 1 precursores ••• · · · · · · · · · · · · ·: · os t · m· telectual regerieraoo11. Anotaciones so re . 6· el contex o . uli De· 1a coyuntura h1stCr1ca _Y D la reforma hidráulica. al pop snista, 180.-Joaqu{n ostoª·1 ed 1 Moral: El campesinado como . d" l 183 -Juan az e mo ra 1cau'· 1's9 -Otros precursores, 195. fuerza po uca, · .. 'in~~tu~i~~~!!_z~d~,~--~~1;.~i,;,~ 12. La situación actual : · · · · · ~~aÍ a enfoque de ;lii so_g_ºlºgtp ____ --uva socioeconom1ca, 229. es~udios campesinos, 220.- erspec ...... ... ... ... Bibliografía •· · · · · ...... ... ... .................. ... ... ... ......... 169 171 176 El núcleo inicial de este libro se corresponde con el «Informe sobre la situación de la sociología. rural» que, en 1980, realizó Howard Newby para la International Sociological Association (ISA) y que fue publicado, posteriormente, en la colecci6n de monografías que aquélla edita en su revista Current Sociology. La naturaleza de tal publfoaci6n impuso al autor una serie de limitaciones que quedan expresadas tanto en la introducción como a lo largo de todo el trabajo. Y que, en definitiva, han yugulado hasta tiempos muy recientes el desarrollo de esta disciplina de~de los .altares del Establisliment .. ~ªflémico.._..ú.iando--Alianza--Editorh:l deciofó-pu@ícar en castellano este trabajo y ampliarlo, pidi6 a Eduardo Sevilla-Guzmán un informe -análogo sobre la situaci6n de fa sociología rural en España. Ambos acordamos entonces romper ·las limitaciones dd trabajo inicial completando y actualizando ,su enfoque originario con un nuevo capítulo sobre los estudios campesinos y la situaci6n internacional de la disciplina. .· . Así, pues, e$te trabajo es fruto de una colaboración entre ambos, tanto en lo que respecta a su contenido como a la estructura del libro. obstante, tal colaboraci6n •responde a una afinidad sobre la interpretación de la génesis, evolución y situación actual de la sociología rural, fruto del intercambio y conocimiento de los materiales originales con que se ha elaborado el libro, y no a una redacción conjunta del mismo. En este sentido, la primera parte, No con excepción del apéndice, ha sjdo redactada por Howard New9 ., 10 A modo de presentación by y responde, fielmente, al informe realizado par-a la ISA. El apéndice e. la primera, así como la segunda parte, han sido ,redactadas por Eduardo Sevilla-Guzmán. La confección de bibliografía a cada parte se correspende, igualmente, con esta división del texto. Con el presente libro pretendemos poner a disposición del lector de lengua española una interpretación crítica de la:génesis Y. evo,. lución del pensamiento wciológico en lo que se refiere a la agricul• tura, el campesinado y en general la sociedad rural. Nuestra convicción de que la teoría constituye d centro ordenador del acervo de conocimientos sociológicos sobre la realidad nos ha llevado a atacar «el problema» desde el modo que juzgamos más -satisfactorio, es decir, mediante una interpretación teórica del mismo. No se trata de recopilar una información exhaustiva sobre 1-a sociología rural sino de llevar a cabo una aproximación teórica a la misma; presentando, asf, una síntesis de las aport-aciones que consideramos más relevantes in.sertándola-s, además, en la coyuntura histórica y el contexto intelectual en que surgieron. Quien leyere, juzgue el posible éxito de nuestro intento. HowARD NEWBY y EouARDo SEvILLA-GuzMÁN Colchester y Córdoba, ·marzo de 1983 Nuestro agradecimiento a F8ix de la Poza y María Jos6 Recio por su par• ticipación en la mecanografía, as{ como a María Isabel Andrada por corregir y cotejar el manuscrito y mucho más. Dedico este libro, c:n !11 parte que me toca, a mis queridos maestros, ambos fallecidos recientemente, José Vergara Doncel y Angel P nlerm [E. S. G.]. Primera parte LA SOCIOLOGIA RURAL INSTITUCIONALIZADA por Howard Newby AGRADECIMIENTOS ' No hubiera .sido posible recopilar este mforme sin la ayuda de un determinado número de personas que me han proporcionado su colaboración, comentarios y consejos. Quisiera agradecer especialmente a Peter Utting su eficaz ayuda en la investigación y a la Fuller Bequest la .subvención económica al Departamento de Sociología de la Universidad de Es-sex. Las siguientes personas fueron lo suficientemente amables como para facilitarme la detallada información que les pedí: John Holik, de la Universidad de Missouri; Mincho Drag,anov, de la Academia Búlgara de Ciencias; Ruza First-Dilic, del Instituto para la Investigación Social de Zagreb; María Lsaura Pereira de Queiroz, de la Universidad de Sao P aolo; Mikharl Cernea, del ~aneo Mundial, Washington; Lili Maria Szwengrub, de la Academia Polaca de Ciencias; Eduardo Sevilla Guzmán, de la Universidad de Córdoba, España; Ada Cavazzani, de la Universidad de Calabria; y Theodor Bergmann, de la Universidad de Hohenheim. Mi más sincero agradecimiento a todos ellos. He &scutido, además, versiones anteriores de este e.studio con muchos amigos y colegas. Partes de una versión anterior se presentaron en una reunión sobre sociología de la agricultura en la Universidad de California, Davis, así como en una conferencia de la Rural Sociological Society, en San Francisco, celebradas ambas en 1978. A pesar del efecto literalmente incendiario de este trabajo durante la última de esas dos presentaciones y de nuestra fuga obligatoria al vesúbulo en espera de los bomberos, quedo agradecido a. todo.s aque- 13 14 Howard Newby llos que participa,:on, y de forma especial a Tom Ford y al colectivo de la Universidad de Texas A. & M. También ob~ve mucho en las presentaciones de versiones anteriores en unos seminarios que se dictaron en las universidades de Pennsylvania State y .Ú>mell en el verano de 197 8. Aprendí más de lo que se imaginan ·de los comentarios de Bob Bealer, Ke.n Wilkinson y Walt Coward .. -Otras personas han tenido que soportar períodos de consulta mucho más largos, incluyendo Bétltes o después a la mayoría de los miembros del Departamento de S<i>ciología Rural de la Universidad de Wisconsin en Madison, donde pasé dos veranos muy agrad.bles en 1977 y 1978. En particular me he aproveehado de mis numerosos años de intercambio fructífero con Arch Haller. Por otro lado, también me he -~p.eJicia,dc:> _de 1~ dis~sic>n~s mantenidas con Fted Buttel y Chuck Geisler (de Comell), 1Dick Rodefeld (de Peno State), Benno Galjart (de Leiden) y Btuno Benvenuti (de Wageningen). He de expresar igualmente agradecimiento a mis colegas de la Universidad de' Essex, pasados y actuales, especialmente a Colin Bell, David Rose, Peter Saunders y George Kolankiewicz. Por último, agradezco a Linda G~orge su acostumbrada velocidad y eficacia en. la ~ecanograffa. Capítulo 1 INTRODUCCION ~ LA PRIMERA PARTE «Muchos de nosotros», afirmó James Co . . . gural como presidente de la Rur 1 S .. 1 . e~ su discurso inau~ pensamos que sá-bemos lo que~0~11ª f oc1ety (RS;S) en 1972, tan seguro de ello» (71 * 515 a- s~10 og a ru~al, pe~·o no estoy como sintomático de la pér~da Estf comentario _se puede tomar c_iología rural durante los años 70 e c~)O pé1an~~dqude ha pa~eddo la sol sido más pronunciada en el aí d ' una .r 1 a . e conf1~hza que ha como. subdisciplina instituci~nall.z~~deo,ac16 f-1os E~tado~ Unidostundente en su ·discurso: · PP ue pamcular.inente con- .rlO tf i· En mi oip_ini6n, sabemos menos de la .dd de 1o que sabíamos de ·Ja soc1'edad soclie a rural conremporán:ea en 1972 rura· contemporá i ·· . mayoría de las investigadones que fos '61 nea en . os 40... S1. la desaparecieran de alguna forma soc1 ofgos rural~ hadan en -.1969 Y 1970 1 a.•• ·eo· mo resul• ta do de m1• esrudio he llegad , no1 se notar a. una gran pérd'd 1 no eran rea:lmente ~onoccdorcsº d: 1a con~¡us1~~ de que los sod61ogos rurales tos nos dive'rtílinlos cctn ella a pro c1? tlca de 4a sociedad ru~·al. Nosota .misma. •El mundo estaba ~o ?erc1bí -~n . profundo conocimiento de plma era capaz de aprender de 11an / ;11~s. rápidamente de lo que· 1a disci- ., nue se e. st aban· dan do en las zonas ru:ral· es (71, pp. 516, 521 ). os 1en1:1menos . :"J ,a:~~ Copp no estaba sin b 1 · · má~ tarde W K . h '(:_m argo, ~o o en su veredicto .. Dos afios _ _ _ _,_ . e1ti w~rner volv16 sobre este tema: de ~ BÜilio~:d: 1:~clm~::'j::;~• (;;, 1.f.f;"::t" con los de ·Jo, •siento, 16 La sociología rural institucionalizada Howard Newby ... la sociología ruril necesita quizás más que nada una m~yor ~di!icaci6n formulación de paradigmas. Ya tenemos bas~antes buenas mvest1gac1ones Y una gran abundancia de datos, pero nos queda mucho para Uegar a comprende-r lo que todo ello significa (358, p. }15). y Y en 1~ ·conferencia de la RSS de 1977, 'Sheldon Lowry ofreció un pronóstico igualment~ pesimista: . . .. me inquieta la posibilidad de que: la Rural Soci~logical Sodety es~é _padeciendo una crisis letárgica.·. Existen a1 menos algunas p~eba~ prelunmares de que hay un crecimiento· cancerígeno desárro'llándose s1l~nc1osamentc .por todo nuestro sistema y que,- si pasa: inadver.tido y no se detiene, con el ue~po minará nuestiras fuerzas, desviará nuestras energías y frenará nuestro crecimiento (320). ~ una ~tótica exagerada, como deja bien claro el ;e~to_ de su ,dis~~so ma~gural, ya que identificó problemas de d1sciphna_, aph~ab1h~ad teorica, responsahilirlarl público e, incluso, copncido.d investigadora. Estos parecen ·ser realmente «tiempos difíciles» ( 160, 267) para la \ socio · 1og1a ' rur al . . . Los c"omentarios de estos tres destacados especiahst{lS d_e 1~ sociología rural contrastan marcadamente con la confianza que difundía el informe de T. Lynn Smith en la última ocasi6n en qu:e la revista Current Sociology estuvo dedicada a este tema. En 1957, Smit}l f~~ c_apa~ de revisar _casi ;incuenta años .d~ progresos aparente: mente :continuos en la soc1olog1a rural y su v1s16n <lel futuro expr~ ·saba ~onfianza (325; para una vers-ión más, d~tallada ~e~ 327). ~m embargo, _en· 1977 Lowry ofrecía una panoram1ca de cr1~1s endémica de la disciplina, ccm «las cr~sis de l.os años 50 y 60» unidas ·a.l «momento crítico de la -sociolog{a rural» de los anos _70 (320, p. ~61). Aunque la •palabra «cri-sis>> se utiliza con demasiada frecuen~1a en sociología, en esta ocasión puede que no se esté- em~lea~do inadecuadamente; también los autores europeos han a<}ver\1do un mal~star •simiiar (por ej.-, 27, 125, 296). P?~ esta razon,. este ensayo mJ tentará analizar los o.rígenes <le la cr1s1s de la sociología, ~ral en lugar de: .ofrecer una ·revisión global de este campo. ~n analms q~e, esperamo~, sea sob!e _t~o útil para ~eñ~lar una salida_. Es~ obl~ga a investigar la .:soé1olog1a rural en. te_rmmos de. u~a. hi-stona de las ideas y· de una ·sociología del conoc1m1ento «60~1olog,1co rural». Aun• ·./.. que esto ·,_~iene ..la. ve~taja de cont~m~lar .la soc10l~g1a. ~ral a -la vez como una disc1phna y como una 1nst1tuci6n, tamb~én t~ene un_ grave inconveniente, y es que limita el alcance de la d1scus_i~_r__~1~c~ns• cribe consideral5lemente el material que se pu:ede exa1n10ar • .Afortu.···-----·---.-Lowry no ~st-aba -simplemente dando rienda suelta 'I.J 17 nad~me11:te, 1a necesi~ad de una_ revisión exhaustiva de la biblia- \. g7af!ª ·se red~ce gracias a la reciente publicación de una -serie de b1~hografías come~tadas (por ej., 29, 60, 131). Una tarea mucho mas _urge~te con~1st~ .~n evaluar el estado actual de la -sociología ,. vista de l~..!_4,ea g~nerahzada de _gue «la msuf1e1enc1a básica ,. e os co~~eptos soc1ol6g1cos que se fian utilizado para compren,. der los fe~~menos rurales, por fin ha sido percibida por aquellos que los ~t~an» ( 125 1 p. 254 ). a¡-~~-~I) Problemas de definición ·Por razones de comodidad, así como de duidad es necesario de~inir inicialmente el campo _de la sociología rural ,y, ·por consiguiente, ~~ alcance de .est~ en·sa.yo. Esto, en parte, es simplemente ~na cuest1on de conveniencia, ya que debe fijarse por necesidad algún tlpo de fron~era sumamente ar~itraria de lo que es la «sociología rural», al obJeto de poder mane,ar el material sobre el cual se basa este estudio .. En parte, sin embargo, los problemas de definición ~ue han sur do en la sociología rural so11..§.intamátk9-Ld~..~9.3 ....&Jic~· ta conceptua !llªs E!_O U1!..._~....9E~füquiere un -análisis más dete0100. Esta duall~acfse reliefa, desde uego, en-er·frabajO de· la mayoda de los sociólogos rurales: existe un.a conciencia generalizada " d~l hecho de que lo ·que constituye la sociología rural y· la diferencia de otras áreas temáticas es, en definitiva, una mera cuestión de co~odida~. Sin embargo, :al mismo tiempo ha existido alguna confus1ón sobre si una definición sociológie6mente significativa de «lo. rural» es posible o induso deseable. . La :primera. parte- de--este-··problemiC se ·puede ··defi~i~d~ lo que es la « sociología rural» en términos de qué es lo que hacen los qúe se aut~.efinen como <<sociólogos rurales». Aunque Copp . (?1, p. 515) califica acertadamente esta definición de «-superficial», s1 apunta ~ u~ as.pecto muy 11:1portante de la sociología rural: su est~ctura mst1tucional. La soc10logfa rural, en esta acepd6n arbitrari,a -y en muchos sentidos perjudicial para ella misma..:..- se separa de otros d · ue son i u.almente rur les ."'tr sociológicos: s~iolo ía del desa rollo los estu ios ·. camge- " ~2§.• ~n cuanto a los ~bros de text.01 revistas, activi a invest1gaor.a e incluso a la ensenanza, la 6oc1ología rural en general se ha visto institucionalmente separada de aquellas áre;s, Como s; discutirá .detalladamente más. adelante en este en·sayo, esta separación ha tendido a negar a la sociología rural tanto una perspectiva bist6rica como una oriéntación holíst~ca de la sociedad rural, con lais que se -abordar !~ 18 Howard Newby vería notablemente enriquecida. En este tra~jc;> . no voy· a. analizar estas áreas de conocimiento, ya que mi coleg,a ·~~do ~e~~a-~uzmán lo hará má$ adelante. Respecto .a c~mó se autodef1ne .111st1tu• cionalmente -la sociología rural, podría d~cir que e$ la soqiqk,gía •· t\nal .de las: stJt;fed(uf~s mdustria~ a tni. ad_ ·:. -~g~9~s- s~1edades de este tipo ·-por e¡emplo, rancia o ltaJ1a-+- indud~~l~n:iente cuentan con un sector campesino con1ider~bl~, lb que s1gru~1ca que no se pueden ignorar por completo determm~dos temas relac!!)na~os con los estudios campesinos y la 6~iologfa d~l 9~~~~qllo. S10 embargo, es en ese sentido como -se definirá aquí la sQcto1ogfa rural. La institucionalización de la sociolo~ rural trunbién se pres·ta a un segundo ti~ de aefiriici6n~ La s~~ol~g(~ rut~l ~o: s9to R9~ee _un objeto :eppeqfic de ~áli6~- sino -~am~1~ ~ .es~~t~ de t~s . . ct6n p~j>lf)~_ . .ece , este. estilo de 1nvest18iac1 ,rí (que cons1de1:aremos ~ e n t e en el ·s1guiene apamdo) _pa~~e haber alc~do un status '[>r6xi¡mo al de una weltr.ms~ha~g. ~ Pl!adigma en el sentido kuhniapo ( 197): Esto~ subest1tn'a llllp.~rt,;l.Ilte d~~ate. sob~e temas teóri~os y met9dol6g1cos que ha ~aracter~ado a 1~ so~~o~og!a rural de los; Estados Unidos desde la Segun<il~ Guerra Mundial. S10 embarg~, es~e estilo de investigación se ~a ~~~ntado a nie~udo. al mundo exterior predisamente. en esos tér~os. En este sen~1do (6umamente· es~ficQ) es ·posible aceptar lá opiajón ~e ~el-son de que: «Q?.mo · " . · · .ria· :·ace .t .• Ja· soct~l . .. ~ rural • es una creacrión e lo$ Esta: os U01dos>> ~254.; p. 410). «mventó» a 1, en os : 'án nt · ~g~ y sfrut6 .de _una existencia independiente, aunqµe un poco me m~da, ~e la s~?lo~ía ~general», lo que le perm~ti6 desarrollar ~u .propio estilo d~ i~e~t1~ae16n. Después de la :Segunda Guerra Mundial 6e ha prop~do desde _los .E~tados · Uiüdos a otras pa,;te~ del mundo, C(?nsetv~d~ su p~op10 ~stilo _de investigación y dandp lugar a u~#sarrollo ms_titucto~al, ~amb1é~ independiente de la «sociologfa ~al» que ya e~sda a~1. S61~ d~!1• / niendo la sociología riural en términos de este esul~ mvest1gac1on puede Hofstee, por ejemplo, ignorar. la larga trad1~1on eu~opea de investigación sociológica rural y decir que ~< ••• la. mfluen<:1:a de fa 6ociol0gfa americana moderna e~ gell:e;al, .y la soc1~logía. rural americana en particular, fue de primordial imp~rt1t.nc1a para el d~sarrollo de la sociología rural en Europa». (171, p. 338~. Se refiere a «esta ayuda Marshall mental» (171, p. 341)_qu_e esu~~l6 la so• ciologfa rural europea en los ~ños 50 y Uev6 a la divulgac1?n de es~e estilo de investigación a través de revistas tomo Soctologta. ~ur_alrs, Les Cahiers Ruraux, Etud.es Rurales, Zeitschr.ift /ür Agrargeschzchte und Agrarsoziologie y Quaderni di Sociolog~a Ruralis (~71, p. 338; cf. 205, p. 580'). Recientemente, la influencia de la soc10logfa rural La sociología rural institucionalizada 1 1 1 1; amer~cana se ha.extendido aún más: a América Latina'.(281, 331), a As!~ (36}, e mclu~o a la Europa Oriental (350}. Esta difusión tambien se ~a consolidado con la formación de asociadones regionales_ de soc1ol<:>gía rural en Norteamérica, Europa, Amérjca Latina Y AoSia, promocionadas en parte por la FAO. Por _consiguiente, aunque s~ ha hablado mucho de «crisis» en los Estados Unidos la influencia de es~e estilo ·de ~n~e~ti~adón se ha extendido; par;dójicamente, ~ás le¡os y má-s ráp1dament_e que.--nunca. : _La etiqueta que. normalmente se aplica a este estilo: de investigac16n es· la de «científico». Por, ejempló: Bl , estudio científico de 1~ sociedad rural como un áre~ especializada de la soc1ología, _es· un desarrollo del sig]o .. xx, y anteriormente a ln Segunda Guerra lv1und1al tuvo su crecimiento ,p:iás importante en ··los Estados Unidos. Desde 1950 este tipo de estudio ha conseguido apoyo institucional en. 6uchos países (205, p. 580). 1 1 19 1 ·1 . . (. ! , . ~m~ todas las ciencias, -la socio1ogía rural se qesarrolló . respondiendo . a una necesidad. iEs· un hecho elemental en la esfera de! pensamie,!lto científico que una nueva ciencia comienza a existir siempre ·que 'los fenómenos • con fos que él cerebro humano se enfrenta no sean ó no puedan ser comprendidg~ s~tisfactoriamente por fas disciplinas o ciendás ya existentes. Y así ocurr16 con la sociología rural (170, p. 1). . . .1:8~ cara~terfst~cas de est7 !=S~ilo de investigación ru:ientíficn~_san:_ positivista 1 cuantitativo· «a licado». Aunque· éstas características se examinarán más detalla amente a ·contiriuatión es importante en~ender ·que definen ·el campo· de la:: socioÍ6gía r~r.al al ,menas tanto coµio su contenido teórico. Así, .Taylor en. una afirn;ia~ión. típicamente etnocéntrica sobre «The Development i of Rural Sociology Abroad» (El desarrollo de ·la sociología ·rural ·en el ex. tranjero), está de acuerdo con la opinión del Director General de . . 1~ ·F~O respecto a_ que en 1945 no había «sociólog_os rurales en :fllngun lu ar· del mundo excepto en los Estados Unidos>> .. Taylor .q1uestra. eómo la· socio og a rura ue i un i a en.toñ-ces___pnr todo e~ mundo con un celo casi misionero p~r los sociólogos rurales americanos y sus alumnos formados en los Estados Unidos. La confusión d~l estilo de investigación con la aportación sustantiva está bien captada en el siguiente comentario de Taylor: · · · ' Supongo que se puede dedr que la sociología rural europea está ahora a~canzando su m_ayor{a de edad, pero aún no ha realizado mucha investigac16n. rural del tipo que ha establecido a esta disciplina sobre una amplla base· en fos Estados Unidos (342, pp. 471-2): · ( ( ( ( { ( ( ( ( ( ( ( ( ( f {t ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( { ( {. ( ,( La sociología rural institucionalizada Howard Newby 20 Por lo tanto, lo sociología rural sólo es reconocida como tal si se corr·e~ponde con el estilo de investigación corrécto: el. estilo en sí define. el contenido. ~unque uno de los propósitos de este ensayo es demoler ·ese supuesto· - simplista, necesariainente ha de propordona·r un·. punto de partida-. para el ai:iálisis. . _ .. · Se =oebe ·reconocer, 6in embargo, que la circunscripción de 1 la soci · ·. r 1. sociedades industriales avanzadas y a un .~stilo particular: de investigación es, en, _u t1m~...!I1~!~!1f.~-ª;:J.1Ái-:::¿Qñ-v.eniencia y ~ende exclusivamente ae fos -rrnes __ de este_ trabaiQ- En otras pa a. 1:"a"s;·1a··<<SOciología rural» (y fas comilla5 asipticas tienen como propósito: indicar el carácter provisional y arbitrario de esta etiqueta) está, en primera instancia~ definida en términos de las actividades primordiales de sus practicantes. Pero esto suscita inmediatamente un problema c~nceptual fundamental ·que no se puede tratar tar{arbitrariamente. Como Copp ha señalado: f No hay socieda·d rural y no •hay economía rural. Es simplemente nuestra distinción analítica, nuestro mecanismo retórico. Desgraciadamente terminamos siendo fas'.- víctimas de nuestra propia duplicidad terminológica. Tendemos a ignora·r -l~ importancia de lo que ocurre en la economía y en la sociedad • en su conjunto, y c6mo· afecta a1 sector -rural. Tendemos a pensar en el sector rural como:_ una entidad distinta que se puede desarrollar a ~a vez que se mantiene constante el sector no-rural. Nuestra forma de pensar está falsificada por nuestras propfas pafabras (71, p. 519). La histoda de la ·sociología rural, de hecho, ha seguido los pasos de este problema. Como veremos, ha existido una búsqueda, a la larga infructuosa, de una definición. .sociológica de «lo rural>);-~ renuencia a reconocer gue el término «rural» es una categoría em- PÍ!'."If.~.. .Y- -~~ --~.SJP.~.2.fil~ª.1-..sue _ si~plero~ote_:e.ulll~.«;!t?~~~!ét\,.,ey.Qirá- fica ». Como tal sé· -puede utilizar a modo de conveniente etiqueta taquigráfica, pero en si no tiene ningún ~;ignificado sociológico. Wakeley subraya este punto en una -sucinte. discusión sobre los problemas definición que existen en la sociología rural: 4e· su ... fa sociología rural ~stá atormentada por adjetivo calificativo. La pa'labra «rural» es esencialmente un téripino •V\llgar· que se utiliza para describir algunos campos especiales de esfuerio o de .particular importan<;ia, como se indica en cada caso por aquéllos que utilizan: ese término. El término popular «rur~l» no. se puede coinbinar apropiadan1ente· con el ~érmin.o :iend~ico «sociologla». -si no se -puedé desarróllar una aceptable conceptualizae16n ciendfica de ¼a palabra «l'Ural», s61Ó nos queda la sociología, _como sea o donde se practique, bien en un medio urbano, o en uno no -urbano. Carent~ _de una conceptualizaci6n socio16gica, ~a palabra «rur-al» aún se puede utiliza-r de forma -significativa, pero no de forma cientffica... 1. 21 ~.-sí, aun~~e _la ~~finición más común de la 6ociologfa rur.al sea «e~ estudio .c!ent1f!cº. de la sociedad rural», esto simplemente lan. tea la- ¡uesuon_ mas importante de si es posible definir sociol/gica~ente a «·soc1e~ad rural». El resultado, como ha señalado Kaufn:i~n (186_), ha sido la superficialidad y la carencia de una perspectiva ·prop~a ~entro del campo. La tesis sostenida en este trabajo es que al .s·er 1~aceptable cualquier definición sociológica de lo rural (un.a afirmac16n ~ue sustanciaremos más adelante)., entonces este c~~cepto _es tan. sol<: lo que Wakeley denomina un «referente em• pir~co». ,.La lo ta rural or tanto, se define mejor como la s?ciolo 1a d -a a · es ea rá icas on .tama.n en-~d de la poblaci~n sea~ rel-at~amente pequeños (cf. 358, p. 306}. . Dos consecuen~1as se desprenden de .lo _anterior. Primero, que no puede haber run~una teoría de la sociedad rural sin una teoría tout court de la sociedad. Aunque a menudo los sociólogos rurales :han recon~ddo, nada práctico ha_n hecho a·nte la circunstancia e _que la -s?C1edad_ rural sólo puede estudiar como parte de una 5 ?Cledad mas amplia. En cambio, la sociología rural se ba caracte. r~~ado Pº; .sn carác_tet eteórico, e incluso anti teórico (una observa:!.'¡¡° comu~1__2 -~ªd.m~H~~fl9.__ru:~~l!ºUª~ una teoría soc1ológ1caJ~spec! 1camente rur~ e forma inductiva sin referencia _!J~s socio!~g1~as, ~<gener~~~)>,. En .:algunos-a&pe<;:-tes,-sin-emb-argo-;·-·esta ret1cen..· · c1a teo~1ca es c~m~r~ns1ble._ Los autores clásicos de la hi6toria del P:~~~m~ento s~c1olog1co han servido mal ª. la soci~ogfa rural, ya _ que en --rn,fáfi ae crear teorias de la sociedad ur ana industrial 1 b~~ale~~e~~~~frecu~™nte,J_o incluso ignorado, la naturaleza de _la socredaa rurar.LO rural frecuentemente se ha visto como un res1duo···y;-J5?r-io:umo, 6e le ha prestado ·poca atenci6n dentro de la teoría s0~1oló~1ca .general, una falta de interés de la que la sociol~gfa rural tn~~~~?lemente ~e ha resentido. ~a·· segunda consecuencia •de da def~c101_1 de soc1ologfa rural que se acaoa de dar está estrec~amente relacionada con esto. .No solamente es evidente ue • la soc1ología rural no puede operar sin una teoría ace ta e la s~ad, slho tam6~én que requ1ere una teoria ae-la distribuci6n espacial de la poblac16n que sea asimismo sociol6gicamente relevante (ya que «rural» es una categoría espacial, geográfica). En otras 1º ! 1 1. s: 1 ~· ti 1. .i 1 1 1 • i. ; . ¡. 1 i { { 22 Howard Newby Capítulo 2 EL D~SARROLLO DE LA SOCIOLOGIA RURAL: DE U l.EY PURNELL A LOS PATH ANALYSIS ' 1 1 1 1 .f 1 I . \ La historia de la .sociología nma] en los Estados Unidos ha sido documentada por varios autores (p. e., .29, 44, 94, 170, 254, 255, 325). Existe un acuerdo. generalizado respecto a que la sociología rural surgió como disciplina a raíz de la «crisi~ agraria» de los Estados Unidos que siguió a la Guerra Civil, ci:isis que atrajo una mayor atención pública :hacia finales del siglo xrx. Fue duran te este período cilando. las.organizaciónes de los agricultores, como la Grange y más tarde la Farmers~ Al!iance, comenzaron a buscar un apoyo federal para resolver los problemas .econ6rriicos de las zonas rurales, que se veían afligjdas .por u·na grav~ depresión a finales de siglo. Como señala Nelsori (254, pp. 413-5), los· primeros sociólogos americanos, como Giddings, Sumner y ·10 que más tarde se c'onocería como la Escuela de Chicago, eran indiferentes o no tenían ningún interés por C6tos problemas. La sociología rural, por. tanto, se desa-;· rrolló independientemente de la sociología general. Sus: primeros representantes no sólo recibirían una escasa formaci6n sociológica académica, sino que sus esfuerzos se organizarían y basarían en un marco institucional totalmente distinto. · · En los círculos académicos, el «problema agrario» fue abordado por los economistas agrarios (véase 343 ), con los cuales, años más tarde, iban ,a aliarse más estrechamente los sociólogos rurales, antes que con los soci61ogos que investigaban otras áreas. Por otra parte, las deprimidas condiciones en que se encontraba la población rural merecieron la Eltenci6n de clétfaos. noveliMRS n.orirv-lir1-.. ,. •• 1· 4 • 24 Howard Newby dores. S.qiith (3'25, p.· 8) -atribuye gran importanica a las actividades de los· clérigos en la .creación de cursos sobre los problemas sociales rurales· en las universidades de Chicago, Michigán y North Dakota a finales de siglo. En 1908 el presidente Theodor~ Roosevelt coronó tales esfuerzos anunciando la creación de una· comisión para estudiar la vida rural (Camissi<>n on Country Life) que, seglin Smith, fue «responsable en gran medida del avance de la investigación sociológica rural y de su:enseña-nza en los Estados Unidos·» (325, p. 8; véase también ·254). El informe de esta coqiisión 1 escribe Smith, hacía 'Un llamamiento para mejorar la vida en el campo y recomenaaba tres medidas 'para llevar a ca-bo tan deseado objetivo; . . a) «analizar l.a vida rural... a través de un estudio o encuesta sobre todas las condiciones implicadas en ·la economía de .fas explotaciones agrarias y en la población. -rural» i . b) difundir. la extensión agraria a nive1 nacione:l_;. y . . e) ~<Ct~ar una ·C!:fmpaña para el progreso rural. Recomendamos b celebraéi6n de ~ongresos locales, estatales:.f'!: _ind\lSo nacionales para el- progreso rural, dlse~aaos para· aunar los ·esfi.ierz-os <;le educadores, .religi~sos · y organismos en . ·uri splo. r-no:vimien~ progresivo 9e reconstrucción de la vida ruricl» (325, p. 9). La Com~~ión rio sólo supuso un enorme estímúlo par.a la· investigación: s:ocioló.gica .;rural, sino que también deierminó la forma en que se reá.lizaría esta investigación: mediante la recopilación exhaustiva de .datos sobre la población rural; un. carácter fuertemente «aplicad6>> de los trabajos· re_alizado~; y la creencia inquebrantable en la-s virt.udes de la -vida rurál, ·así-como una estrecha identifkación con los ~alores y las costumbres de los habitantes de las_ zon~ rurales. ·,: · --·-· · · · - · --·---~- - -··· ¡La Iglesia -estuvo a la cabeza. de esta actividad inv~stigadora y siguió cel_9samente las recomendaciones del _informe de la Comisión. Entre 19¡2 y 1916 la Iglesia Presbiteriana realizó bajo la dirección de Warr~n H. Wilson (44, -pp. 7-8) dieciséis «Encue:;ta~ sobre fa Iglesia y 'las Comunidades Rurales» que afectaban a diecisiete con. dados en: doce estados diferentes. Posteriormente la organización clerical Interworld Church Movement desarrolló un ambicioso plan para llevar a cabo una investigación, por encuesta, sobre la Iglesia · y la vida .rural en todos los estados de la Unión. Esta actividad se desarrolló' .debido a la preocupación que sentía la Iglesia a conse• cuenda del declive de su influencia en las zonas rurales, factor que creían iba unido al deterioro de las «comunidades rurales». Hoffer, resumiendo este período, observa que: La sociología rural institucionalizada 25 . El _interés. por 1a 'Vida rural tendía a centrarse en el esrudio de ias comumdades, deb~d? .. a que su. ~~portancfa para el bienestar socia:! de la poblaci6n r~ral ~ral . facilinente perc1b1da por aqu~llos que estaban interesados en la vid~ rural. La may~ría de estos estudios eran meras exposiciones de hechos '/ citras sobre los diferentes aspectos de '1a vida en las comunidades rurales. Segun P~J:~e, se supo.nía. ~ue la obtención de datos sobre la vida comunitaria sería suf1C1ente para 1ustif1car los programas de mejora y perfeccionamiento rurales ( 170, p. 7). \. Tal e~!oque de «t:neduría» orientado por el interés pastoral se re~um10 ~n el. trabaJo de. Char~es Galpin, antiguo clérigo, que entró e1: !a Uruvemd~d de W1sconsm en 1911, donde realizó su estudio clas1~0 The Soctaf Anatomy o/ an Agricultura/ Community en 1915. ~alp1-~ des~rrolJo el «estudio de la comunidad» como un método p~ra 1nvest1gar las caracterí-sticas estructurales de las áreas de mercado d~ pequeñas poblaciones rurales, lo que ·para él constituía la «comunidad humana» dentro de la cual los habitantes de las zonas rurales podrían localizarse e integrarse. El trabajo de Galpin influyó en .toda una generación de sociólogos rurales. En 1919 fue nombr~do director de _la recie_ntemente creada Division of Farm Populatz~n a1td Rural Lije Studtes en el Bureau of Agricultural Bco1tomics del D~part.ame~t<:> de Agricultura de los Estados Unidos (USDA).· Desde est~ pos1c1ón fue capaz de estimular la investigación sobre fas_ comuru4ades rurales por todo el país, invirtiendo, comparativamen~e, una e~casa _financiación. A principios de los años 20 se publicaron, baJo la mfluencia de Galpin, una avalancha de estudios sumamente descriptivos sobre las comunidades ru.tales. De esta for?1a Gijlpin · estableció también los fuertes lazos que entre la sociología rural y el USDA (en su6 distintas manifestaciones) iban ~- modelar los__esfuerzos. -invest-igader,es-de-estrclisdpli:na-:-·· · ~-· ------~ · ·· Paralelament7, a esta actividad investigadora, la sociología rural comenzaba tamb1en a formar parte de los planes de estudio de las univers.idades. El pri~7r libro de texto de sociología rural, publicado en 1913, fue escrito por John Gillette y titulado Constructive Rural ,for.iology, al que siguió poco después el de Paul Vogt titulado lntroduction to Rural Sociology, -aparecido en 1917. No es de sorprender que los . problemas «descubiertos» por el informe de la Country Life Commision fueran los que .aparecieran en estos textos ya que esta investigación acababa de realizarse. Se insistía en eÍ enfoque puramente descriptivo y en el perfeccionamiento. El libro de Gillette, por ejemplo, incluía capítulos sobre temas como la sanidad, higie~e, e incluso caridad. Eran libros· que trataban P:obl~mas ~oc1ales ~ales mas que textos de sociología rural propiamente dichos. Sm embargo, al definir la sociología rural como !ª ;t '. ( -~-ff 26 Howard Newby la descripción de los -problemas de la sociedad rural y 6U perfecc!onamiento, iban a inaugurar un modelo de ~señanza e investigación sobre el tema que perduraría durante más de cincuenta años. Como indicó Schmitt (311, p. 180 ss.), el es.tudio académico de la vida rural en este primer período nunca estuvo totalmente inmunizado frente a la perspectiva predominantemen~e romántica, e incluso arcádica, de la vida rural que se encuentra en general en la sociedad americana. ·La socied~d rural en 6Í se contempló rara vez como algo problemático; el pJ;oplemá era más bien cómo conservar sus cu~dades saludables contra la debilitaci6n que introdudan fuerzas sociales c;xtrañas, a fin de impedir la desintegración de las comurudaaes rurales y la decadencia de la «forma traélicional de vida rural», así como preservar la exi-stencia de una identidad rural independiente. • ·· · · Esta p~g.ip.1ci6n p_or conservar los valo~s jeffersonianos de la comuni~d y la democracia· rurales, condujo, al patrocinio estatal activo de la soci~logía: rural como medio de·-se.rvir a_ la población rural en la retend6n de lo que se cre(a eran los valores y formas de vida- dpicame.n1:e· rµrales~ En otras pálahras;--ia 6ócfológía rural se convirtió en e de .una • -lftica social ~,q,ffdta.mefite d.ttigicfa . a t>~sqprar, ¡en lo posib e,_. as _vmu~ :apareo~n e e 1 ro ~ la .Am~ci~a l'ural. Galpin fue bastante ex~lkito sobre su com·pro~iso, temiendo que la transición de la vida rural a la urbana deshu~ada a la población · y la ~jada aislada de la naturaleza. Daría lµgar a una sodedad «inmunizada· por el ladrillo y la piedra, obteniendo su per.spectiva a través de periscopi~» ( 127, p .. 11). Sin emb.go, un programa de investigación y docencia tan ambicioso no pocilfa logra~se s~ 1~ ayuda ecori.6mica federal y por eso la Ley Purnell de 1925 ~s descrita de forma acertada por Smith (.32.5, p. 11) como <<una medida de primordial importancia en la historia de la investigación soc;.blógica rural>,i, · Esta ley permitía a las escuelas de agrQnomía y a las estac;iones ~rimentales agraria6 establetjdas al amparo .de la Ley Morrill de 1$62 y de la Ley Hatch de 1887 .-las instituciones conocidas como el! complejo Lani Grant (véase 37}-.apoyar la investigación sociol6gi~a rural. Cada estación recibía .50.00.0 dolares anualmente p~ra esta investigación, pérmitiendo que las estaciones experimentales agrarias financiaran la investigación s.ociol6gica· rural dentro de sus respectivas· fronteras estatales. La Ley Purnell, por tanto, ptoporcion6 el estímulo para que la sociología rural se estableciese como una' disciplina reconocida dentro del complejo Land Grant. No es sorprendente que se diese una gran producción investigadora, aunque bastante determinada en · . \ La sociología rural institucionalizada 27 ~r el contexto fastitucional. Por ejemplo, los sociólogos rurales s1e~pre estaban sujetos a una ·resión constante para demostrar que su trabaio era «)Ítil» ( 17 , p. 7), especia mente urante os anos la Gra-n Depr~si~n: Esto no hizo sino consolidar el carácter <<aplicado» de ~a d_1sc1elma, a la_. ~~..9!:le __se __ r~J9-~~-º-ªq_J_ª!ll~ifoJg_s_...fuer~ lazos mst1tuc1<;>nales con los econo~~t~L-'ªg~atio.s.... en.. b.ó.s..~u.eda _de una legit.t~ació? «cien~ica». La sociología rural, por tanto, pasó de ser una expres16n del interés de los clérigos rurales a constituir un área de invesd ación in.ductiva y sistemática; dicho con otras pal~bra~~ se pasó de «eva.tige ·smo>> «posiqy1smo>> ·(252). Permaneció, srn _embargo, la insistencia en la exposición del cambio sociai rural mediante tablas, como muestra el título del libro de Brunner Y Kolb ~ural Social Trends (193.3} -u_n nuevo estudio de 140 pueblos agr1colas.. En 1934 Dw1ghl Sanderson coordinador de la Investigación Rural bajo el . programa de. desa;rollo rural del New Dettl de Roosevelt, rogó a :los S(?ci6legos. · rurales que «proporcio- · naran hechos, datos para el :polítko y el administrador del programa» (204, p. 458)·. Sanderson promovió. «literalmente cientos>> de estudios de este tipo (325, p. 13} entre 1933 Y: 1936, en su. mayoría encuestas sobre las necesidades de ayudas benéficas así como ,sobre las característica.s sodoeconómicas de los benefi~iarios· ·de estas ay~das. ~ _finales ?e lo~ a~os 30 ya estaba bastante arraigado un estilo definido de investigación en la sociología rural, apoyado por una nueva ola de libros de texto y trabajos de síntesis (p. e., 192, 201, 387). Esto marcó un «período de maduración» (325) o de «mayoría ~e edad» (94), ejemplificado por la creación de la revista Rur~l Soctology en 1936 y la Rural Sociological Sóciety (RSS), divorciada de la American Sociological Society en diciembre de 193 7. Aunque era generalmente aceptado que quedaba mucho •por hacer en la soci?logfa rural, ésta parecía hallarse en una senda d~ progreso que podr1a reanudarse de nuevo después de la Segunda Guerra e ~~w. . La laguna que padeci6 obligatoriamente la investioaci6n socio-• lógica rural debido al esfuerzo de guerra, sin embargo:, permitió un pe7íodo de reflexión. En los -años inmediatos a la ·postguerra aparecieron una -serie de trabajos que discutían el estádo de la sociología rural en ese momeno, algunos en términos más :pesimistas que otros (p. e., 3, 43, 253, 368). En su sesión anual de 1948 la RSS aprobó una resolución autorizando a su Comité Ej.ecutiv~ a establecer una comisión para «ev.aluar el campo de la sociología rural en su totalidad... y hacer recomendaciones par.a un ·desarrollo más ordenado y sistemático». Las deliberaciones iniciales: de esta comisión Hevaron a la aparición del trabajo frecuentemente citado ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( e( { ( ( ( ¡( ,( :( ..( ,1 ¡'¡( ¡{ :( .( . -~ é :~ l 28 Howard Newby de Sewell sobre «Needed Research in Ru.ral Sociology» («La investigación necesaria 'en la sociología rural») (316 ). En este trabajo Sewell señala la aparición de una división de opiniones que se ha acentuado desde en tonces: ... -por úhimo, se acord6 que fa tarea más importante con que se enfrentaba la comisión era =la de examinar el campo de la disciplina para determinar )a investigación básica que debía realizarse, indican-do sus relaciones teóricas y sus requisitos· me todqlógicos ... Aquf .fue donde surgió el desacuerdo más grave durante fas deliberaciones de fa comisión ... :Este debate se entabló en torno a la interpretación del término «investigación necesari-a». Esta cuestión es quizás ,la más ·apremiante en 'la sociología rural .Y. gira en torno si la -pala•bra «necesaria» se debe. tomar en él sentido de lo que la sociedad en que vivimos necesita y exige de· dicha investigación para solucionar algunos de sus -problemas más acuciantes o ·si . se deqe, tomar en <!l sentido de que es necesaria para establecer un conjunto conveniente de conocimientos científicos sobre los fenómenos rurales {316, p. 1~6). a Para·_ la ·fra~ca consternación de Sewell, prevaleció el primer punto de v"ista y su trabajo consh;te en gran parte en una vigorosa crítica de dicho erifo~ue. Las críticas de Sewell van <l.idgic\as ha_cia . la aversi6n que existe por el_ ·tra'baJo te6rico, o~ipresente. en· fa sociología rural, a~ociada a su_ tradicional obstinación en mantener ·todo a un nivel «práctico». :&to ,se con(lrma -aún ·más por la h1slstencia en u.na definición de investiga~ión _necesaria en términos dé fo· que .los lfdercs agrarios! ~dministradores y ·aongreslstas consideran ·que debed-a estar haciendo la soc1ologfa rur~, por el pr_edominio.... d~l énfasis en los· problemas . [y] por el _fracaso... -en llegar a ·un acue~do · sobre un esquema sistemático provisional para la evalua~i6n d~~~re~ ... tH6,.p.,- l2l).- -- ---:---------------------- ·- ------_-·---· -·----· La afírn~~ción .de Sewell sobre tina «aversión . hada la teoría» en la. :sociol~gía rural ·se ha convertido· en una observaciót?- común ( véa~e el apartado .sigu-it.mte de éste_ trabajo). Per? _ta~~iéri se· preocut:6 · · de analizar los peUgros que amenazan ~ la disc1plma· en su totah. dad~ y .que re~idían en el «~nfasis ~xclusivame~te práctico» que, a su ent~n~~r, s~· había desarrollado. Así Sewell- ad~irtió que .. . nuestra preocupac1on -por fo inmediatamente práctico_ nos ha obligado a ajustarnos il amplios ·programas económicos, educativos y políticos, desempe• ñando papeles secu-ndarios de · carácter administrativo o. asesor,· en· fos que existe poca o n\nguna oportunidad·- de_ redizar cualquier tipo de investigación que ponga. a prueba ·nuestros_ coriocirpie~tos _más allá del nivel del sentido común, y mucho _menos comprobar hipótesis decisivas bajo ~ircunstandas que se aproximen a condiciones de control (3.16, pp. 121•2). La sociología~ ~al institucionalizada 29 Sewell_ argumentaba que bajo estas condiciones los sociólogos rurales n~nca llegarían a ser nada, excepto <<damas de compañía de los educadores· profesionales, economistas, administradores de prog;amas agr~1;ios y animadores ,sociales de todo tipo>>. Estos comentario~ se 1:Pltleron poco despues en dos trabajos que surgieron de las dehberac1ones del Research Committee de la RSS ( 148, 341). Los defectos más des tacados de la sociología rural se enumeraron de la siguiente forma: · l. Una aparente a-usenda de orientación te6rica en el desarrollo del problema de -la investigación. 2. Una falta de interés por la adecuación de los procedimientos de muestreo. 3. Una fa'lta de idoneidad de los instrumentos de medida. 4. Una_ preocupaci6n o información insuficiente sobre las condiciones de prueba o de campo . 5. Una fa:lta de control <le otras variables explicativas. 6. .Una ausencia de interés por orientar los resultados hacia ral (341, P., 1'17). . Wla teoría gene-· En otra p~te ~ros~ ( 148, p. 84) o~servó que muchos de los proyectos de. 1nvest1gac16n en la sociologí~ rural estaban «en el mejor · de los · casos indirectamente relaci.onados. con la sociología como disciplina». Gross idént.ific6 patdalmente éste papel de rc::solver problemas aJ hoc con la presi6n ejercida por los «lfderes y -adminis• tradores agrarios» sobre los sociólogos rµrales, mientras que Sletto, en ~u discusión del trabajo de Sewell, apµntó al dilema central plant~ado a los sociólogos rurales americanos en la época inmediata ___ --·-- a.la __postguerra:-----·------------------ ---------------------· i,. ,. e•-;..:~... ,• ?. : ' : . i El dilema de fos socl6logos rurales es que se les pide actuar como científicos al investigar los problemas prácticos de1 bienestar rural sin darles muchas oportunidades de realizar la investigación necesaria que des pueda proporcionar el conocimiento básico esencial para la experiencia científica. Lo que los sociólogos rurales parecen necesitar ante todo no es _más dinero para la inves~gación, sino la elaboraci6n de un pfan eficaz para conseguir mayor libertad a la hora de realiza-r una investigaci6n transcendente dentro de sus marcos sociales actuales (Sletto en 316, p. 128) . Vi_sta .desde esta perspectiva, la tendencia de la investigación · soci9l6gica rural de los Estados Unidos durante los años 50 no era muy esperanzadora. S-mith, en su trabajo para el Current Soci-ology en 1957 hizo ~nos comentarios sobre el cambio má6 importente que había experimentado el apoyo a la investigación: 1 1 l l 1 • 30 Howard Newby Durante los años formativos, así como en aquc<llos de rápido crecimiento y desarrollo, la investigación en los centros de experimentación agraria y los cursos de las facuJ tades agronómicas de ninguna forma tenían el monopolio de esce campo. Sin embargo, fue muy distinto en la década que acaba de finalizar. Los boletines, circulares, memorias y otras publicaciones patrocinadas por los centros de expedmentación agraria, constituyen la gran masa de la literatura •sociológica rural... Incluso las acti-vidades investigadoras de varias agencias federales fueron infructuosas a partir de 1945, de modo que ... con las agencias federales eliminadas de la investigación sociológica ru ral, es aún más patente la concentración de las actividades en los centros de experimentación agra-ria (325, pp. 16-17). El estrecho control de la financiación de la investigación y la peculiar estructura institucional de la sociología rural son probablemente los responsables de una de las mayores paradojas que se dieron en la historia de la disciplina en la postguerra. Por una parte, un amplio número de observadores han repetido constantemente las críticas de Sewell -quien quince años más tarde fue capaz de enumerar hasta veintiún trabajos en esa línea ( véase 317, pp. 428-9, n. 3 }-, con lo cual no se puede decir que los sociólogos rurales, a nivel individual, no fueran conscientes de estos temas . A pesar de ello, la naturaleza del producto de la investigación apenas ha cambiado en cuanto a su estilo y enfoque global, introduciéndose solamente algunos cambios menores en su orientación ( véase 317 k 334). Tal vez sea un ejercicio inútil y masoquista ofrecer una r reflexión detallada sobre cada una de estas críticas, aunque unot cuantos ejempl0s serán suficientes para dar una idea de la consistencia de los argumentos: •En términos genera-les, los sociólogos rurales han disfrutado de una posición muy favorable en cuanto al tiempo y persoml dedicado a la invesuga- · ción. Desgraciada-mente, este apoyo ha supuesto restricciones tanto administrativas como culturales que han obstaculizado el desarrollo profesional en este campo. La producción acad6,1ica no ha ganado en calidad ni tampoco se •ha adaptado al cambio socia-! de forma equivalente a su reconocimiento institucionalizado. De -hecho, los intereses de los sociólogos rumies casi no han C11mbiado desde el siglo pasado, un siglo que ha sido testigo de importantes reorientaciones en otras áreas de la sociologfa ... En fos últimos años, estas aportaciones [a la teoría sociológica] han disminuido, y muchos de los trabajos merecen el vehemente título que reciben: «recopilación de datos» (3., pp. 360, 362). -El sociólogo rural... está inmerso en un sistema tan ceNado, que es incapaz de experimentar la comunidad rural desde un punto de vista que no sea ideológicamente compatible con los miembros de la comunidad que estudia. Las restricciones políticas y burocráticas ... y el sesgo rural intrínseco del i:1 La sociología rural institucionalizad~ .n investigador, actúan como frenos de su investigación sobre las comunidades. La n?rmalización en ln recopi-lación de datos y en el an,ílisis forman parte del rito q~e caracteriza el proceso de investigación burocratizado, y sirven como medios__ para soslayar la información factual y poco práctica que con toda probabilidad surgirá de esta investigación sin emucturar. Asimismo el en~oqu_e de o~jcrividad y factualidad permite al investigador realizar s~· estu_d10 s1~ neces1da? de _enfrentarse a datos que contradigan In ética rural. La incapacidad del 111vest1gador para ir más allá de las aurodefinicioncs de las co'.11unidades rurales en su análisis de la vida comunal, expresa ~u de~eo de evitar contemplarse como un agente del desencanto en las comunidades. Al_ h_ncer esto. ~o es capaz de reconocer que no se puede ser necesariamente ob¡etivo ':1ant1ficando los sentimientos subjetivos de los dcmils ... El sociólogo rura~ es. mc~paz de realizar en su investigación esta transición de la pers• pect1va interior a la exterior, y por consiguiente nunca consigue ir más allá de las experiencias tópicas y subjetivas de las personas que est:r es1udinndo (271, pp. 349-350). . Hace dos años tuve 1a suerte de consult2r los programas de invcstigacion óe la mayoría de las más importantes universidades del comp1cjo Lafl(i Grt111t. Quedé muy impresionado con lo que vi, aunque también desilusionado. Desilusionado por lo que me pareció que era andar viejos caminos en búsqucd3 d.:: los mismos problemns de siempre y por no haber emprendido una investigació~ acorde con los principales proble:°1as que esráo emergiendo en nuestra sociedad... · ! Pevplejo por el 'J)roceso seguido en la selección de los problemas.. . no Jdfa evitar la hipótesis de que el criterio más importante para los sociólogos ~ales. ~ .·la hora de elegir los problemas a investigar no era orro que la disponibilidad de fondos. Quizás así es como es el mundo. Hasta ahora no he encontrado ,razones para refutar mi hipótesis ... :Somos expertos en convertir cualquier cosa en un problema de investigación y en diseñar una encuesta.. . Enfocamos los problemas en términos de reajustes individuales anees que de restricciones estructurales. De igual for• ma, nuestros clientes -las agencias- son más felices al vernos · actuar de esa manera. Puede que seamos unos psicólogos sociales regularl'5, pero im somos muy buen.os macrosociólogos. ·Las personas son · reales·; las estructuras sociales, los sistemas y Ins ideologías son efímeras. Nuestros anteceden1es rur~les y nuestra educación empírica nos hacen sensibles a lo concreto (71, pá. gmas 520-1, 523). Entre tanto, iparto hada Seskarchewan con un pequeño grupo de colegas para formar un grupo especial que discutirá la Perspectivas de una sociología r:ral radical. No tengo grandes esperanzas. Uno de los delegados ya me dicho que la idea que rienen :rlli de la diversión es sentarse en corro y contar el número de veces que el viento mece al trigo (344). · na Este último comentario de Taylor, aunque intencio~adamente jocoso, resume la prevención generalizada que ·sienten los sociólogos no ') Íf ):1 l Howard Newby 32 1). } 1} /} } } ) ) } ') '} ,., ) } ... ) '} ,.,, ,') ,. •·, ~} ,-, ') ') .'} 1} '} ) ) ) ") La sociología rural institucionalizada rurale~ · por el empmsmo superficial: tediosas descripciones de las organizaciones rurales, interminables estudios sobre la difusión de las innovaciones y «tabulaciones», en última instancia sin sentido, de las'. diferencias entre lo rural y lo urbano. Cu~ndo Sewell revisó de nuevo este campo en 1965, llegó a la conclusión de que «la investigación 6ociológica rural había recorrido ·u·n largo camino en los últimos treinta años>> (317, p. 451), especial.mente en cuanto a capacidad y presentación técnicas. No obsta~(~, permanecían los viejos problemas: . se a~saba a dicho complejo de ser el cliente -pasivo de la agroindustr1a. · ~n 5U interés por los alimentos de Jujo, en sus trabajos para las industdas de mput y output, "J en su investigación de Ja mecanización las universidades del complejo Land Grant y las estaciones de experimentación agraria existen fund~mentalmente como clínicas para la agroindustria pagadas por todos los contribuyentes. La investi ac'ón e fas universidades del complejo Land ~rant ·está ..:f!r~ª1~~~-- .ac1a... aq~~UQlJq~~ses priva os_:-9úe --·menor. ayuda nece-~Itan, mismo tiempo que Ignora o ataca los interesesaeaqlie'llos·que· ñecesttan ayuda desesperadamente. Todas las ventafas·estañ·en uti"'solO· lado. Lir--iigroirrdumir·millones, el pueblo cero. :Es una asignación disparatada de los recursos públicos (160, pp. 50-1). ar Una ;impresi6n bastante definitiva es que la sociología rural tiende a ser decidida~ente limitada no sólo en su enfoque so'bre las personas y los problemas locales, · sino también en sus orientaciones intelectuales... El interés por las poblaciones y situaciones -locales tiende a limitar la imaginación sociológica y: .la capacidad creativa del soci6logo rural, y le incita a prestar una atención• indebida a. problemas y res~ltados que puedan ser significativos fo. calmente aunqu~ -triviales en un contexto más amplio (.317, pp. 446, 447). El mayor peso de la crítica recae sobre la economía agraria (véa~e 107 y 156 para la discusión del «Watergate» de la economía agraria). La sociología rural reviste una importancia secundaria para el c?mplejo Land Grant -son los «hijastros del sistema» ( 160, págma 51 }-, aunque no por ello Hightower la exime de su vitriolo· «la basura sociológica», desde su punto de vista,. con-stituye «eÍ grueso de la investigación sociológica rural» (160, p. 56). Después de enumerar algunos de los ejemplos má-s sibilinos del reciente esfuerzo investigador, concluye: Asimismo, Stokes: y Miller, en una revisión m~todológica realizada . diez añ9s más tarde, observaron un progreso adicional en las técnicas de recopilación de datos y en el análisis de los mismos, pero como ~puntaron con razón, el uso creciente de las herramientas estadíst~cas má-s sofisticada-s y potentes no siempre implica un mejor conocimiento (334, p. 432). En este sentido observan que: La investigación en las universidades del complejo Lond Grant es un frau• de para las zonas· rurales. A pesar de expresiones ·ocasionales de interés de los portavoces de estas universidades, una revisi6n de los informes sobre presu• puestos .e investigación deja claro que no se tiene intención de hacer algo para paliar los estragos de la revolución agraria. Se continuará subrayando la eficacia corporativa y los arlilugios tecnológicos, mientras que la inmensa mayoría de los americanos del campo -agricultores independientes, jornaleros pequeños comerciantes y otros -residentes de las zonas rurales- tendrán qu; valerse por sí mismos, aun cuando esto signifique marcharse a la ciudad. Si perma~ecen en la América rural, pasará por allí de vez en cuando un sociólogo rural para entremeterse con· una encuesta (160, p. 57). .. Los prindpales temas de interés de los sqciólogos rura·les han pennanecido bastante inalterables en las doS' últimas décadas. Continúan dominando la disciplina ·los estudios relacionados: coñ· 1~ organización social y la psicología social {33t_.P,.....431). · _: ~. ·---···---····-·-·-·---···-··-· ·· · ,---_,-•-· • 33 ¡ Así, pese a que la mayor utilización del path analysis y de otras técnicas multivariables indudablemente ha aportado a la investigación . · sociológica rural la vitalidad· que necesitaba, de-splazando a aquella investigaci~n mucho más impresionista y poco organizada de la preguerra, ha permanecido lo que Haller denomina «la orientación Sea cual· fuere la validez de las afirmaciones de Hightower, fueron pragmática, el sesgo provinciano, la árida contemporaneidad y la '. presentadas con uriá fuerza imposible de ignorar. Los sociólogos especificidad de la mayor parte de la literatura sociológica rural .~ rurale~ .americanos, que desde bacía tiempo se enorgullecían de su americana» (véc1se 27). \.·~capacidad para investigar los problemas de la .población rural, se·~ En los últimos años las críticas a. la sociología rural en Estados Unidos continúan sin tregua. Recibieron un estímulo adicional con t =· daban cuenta ahora de que lo que se solía considerar como 6U ma, yor fuerza era rechazado de plano y que incluso sus motivaciones la aparición de Hard Tomatoes, Hard Times (160) (Tomates duros, · f se· es_taban impugnando. tiempos, duros), una crític~ .parci8;1 y disonante del ~<complejo :Land Parecía imposible que los sociólogos rurales pudieran salir airosos Grant» en los Estados Unidos, escrita por Jim Hightower, donde . ? .. de tantas· críticas. Durante más de veinte años habían sido el centro {\. }· ' ·: !, j 34 'i ,.'· Hovrard Newby de críticas. que , les mostraban demasiado preocupado_s__ P.º~--~es-· ti ación aplicada y no por los problemas sociológicos. Ahora se les ·esta a acusando··ae ·no· prestar un servicfo-·póbl-ico y de consagrarse a investigaciones cada vez má-s ajenas a las necesidades de la población rural. Quizá·s los consejos de Sewell se tomaron demasiado literalmente, pues como observaron Stokes y Miller (334, p. 416) en su revisión: . . . puede que ,la 15ociologfa rural se haya ca,racteri:tado durante los años 30 y 40 por una investigación a-plicada relacionada con una determinada política. Es difícil hacer la misma afirmación hoy día. Desde 1965 menos de un artículo de cada diez está dedicado a las medidas políticas y al bienestar social. ' 1 1 1¡ Stokes y Miller descubrieron también que, durante el mismo período, habían aparecido en la re.vista Rural Sociology más artículos que trataban de -la autoevaluaci6n de la disciplina (3 34, pp. 417, 432) que sobre temas de política y bienestar. Con ar-reglo a esto, sería razonable suponer que la mayoría de los sociólogos rurales habían acabado por aceptar las opiniones de Sewell y se habían encerrado en sus torres de marfil para llevar a cabo una investigación «básica» sobre tema·s teóricos y conceptuales, provocando así la ira de Hightower por estar demasiado alejados de los problemas del mundo real. Pero la verdadera situación era mucho más compleja , ya que Stokes y Miller habían hallado un cambio global mínimo en las características de la disciplina . A nálogamente, muchas de la-s críticas de Hightower no iban dirigida.s contra la reorizaci6n abstracta, sino contra la trivialidad de gran parte del trabajo empírico i una acusación ya familiar. Los problemas planteados por H:ightower no podían, por tanto, encajar en el esquema de ca cegarías «aplicadas» versus ca cegorías «básicas» utilizado por Sewell, ya que también se invocaban criterios de r.?sponsabilidad pública y de aplicabilidad social. Sin embargo, a la luz de los comentarios de Hightower, la lección que debía extl'aerse de la experiencia de los veinte años anteriores era que los conceptos. de investigaci6n «básica» y «aplicada» representan una andtesis falsa; que, de hecho, la principal falacia es considerarlos como antagónicos o incluso como alternativos. La verdadera debilidad era un problema de definición: había demasiadas investigaciones insignificantes, inadecuadas o intranscendentes, tanto , para los sociólogos como para el público. Este tema pronto se vio · ·· reflejado en sucesivos discursos presidenciales de la Rss·. Copp, por ejemplo, reconoció ·q~e había ten.ido lugar una _revolución en la estructuráC!e la agd.Úiliiira....ruru::ncana aesQuésctelaSegund~ Guerra l . ¡ ,- ----'------~-·- La sociología rural institucionalizada 3.5 Mundi.al, ~ero que los sociólogo~ ·rurales casi no habían prestado atención a lo es~ significaba par~__]~- és_th_ctü~~j~~i~f rµral (_71, p. 528). pp acn5uyo esta exrraorcfínaria omisión a. la folrn de autonomía de los sociólogos ruraies: · · ¿;;1e Quizás en nuestra relación de subsistencia con el USDA y con -las estaciones de e~perir.nentación hemos sacrificado parte de nuestra independencia y de nuestro· ingeruo (71, p. 526) . Al 1<1ño siguiente, Ford también tuvo en cuenta las cuestiones SUS· citadas por la polémica de ,Hightower. P¡¡ra Ford la. reéiente tenciencia hacia una «investigación más básica» consti t-uía hasta cierto punto una reacción a las insuficiencias teóricas y metodológicas ?e 1~ _inv7stigaci6n que se había realizedo · anteriormente én esca c;lisciplina, 1nsu.f1c1encias que en parte se han atribuido a un exceso de celo reformista desplegado a expensas de la competencia técnica. Lo que yo criticaría es el supue.sto t~ivial y dudoso de que llevar a cabo una investigación disciplinaria, ~specralm~nte si el -tema de la investigación se ha de,:ivado de un· .'problema social, equivale a prestar un servicio público. La verdad es que rara vez hemos examinado las consecuencias de nuestra investigación... y evidentemente no podemos encontra:r refugio en la vu lnerable racionalización de que «lo que es bueno para la disciplina es bueno para el público» (111, pp. 376, 377. Subrayado en el original). · · . Los comentarios de Forcl se discutieron en dos trabajos posteriores sobre la investigación sociológica rural y la polí cica social (267, 268), aunque la argumentación ·de ambos es básicamente la misma: que el punto de vista convencional que considera a la sociología rural como una disciplina «aplicada» es un mito (268, p. 452); de "hecho, los sociólogos rurales normalmente «carecen d~. una visió:° clara de lo que debe ser una investigación de aplicabilidad política» (268, p. 446) . S-e alega que las razones son las dos mencionadas por Copp y Ford, es decir, que .son ·canto internas como externa·s a la disciplina. La dependencia de la financi2ción del complejo Land Grant ha ,provocado una investigación intrnnscendente, pero, como reacción a esto, los sociólogos rurales rnmbién ~a~ int~ntado. imponer un estilo de investigación «científico», en úluma mstancia contraproducente, -en un esfuerzo mal concebido para compensar las_ insuficiencias rec;onocidas de la disciplina. Como observan Nolari y Hagan: · La cuestión es que, '<11 adoptar criterios tales como los esbozados por Seweli los sociólogos rurales se 'han-visto, segúi1 parece, impu-lsados a definir ·proble: ') } ) } __ 1) /) ) J ') ) ) ) ) ) ) ) ) ) 1) ) ) } ) ) ,·) ) ) ) ) ) ) ) ) ) 36 Howard Newby mas y a recopilar ·datos de tal forma que se maximicen las probabilidades de ser «científicos»· aunque se minimice la aplicabilidad -política. Queremos resa-1tar que no vemos una correlaci6n necesaria entre el problema de la investigación y: e~ m~todo de análisis, aunque puede que haya una fuerte propensión que emana de una decisión de «perfeccionar científicamente» la disciplina utilizando: :herramientas ana\íticas t~les como ·el análisis multivariable. En pocas p_alabras, mientras los.. sociólogos rurales permitan que el rabo metodológico. n_ienee a su perro investigador fcomo parece ser el caso actualmente), nunca:. t~ndrán mucho que ofrecer en cuanto a recomendaciones de politica social -.(-268, p. 444). Por ótro lado, la· presión que sufre la disciplina para mostrarse «científica» utilizando técnicas cuantitativas cua/.quiera que sea el problema (véase Stokes y Miller [334], que muestran que casi el 90 par. 100 de la investigación sociológica rural depende de un solo m~todo para recopilar datos, la encuesta mediante cuestionario), es ,a su vez un producto del contexto institucional de la sociología rural. ~mo indican Nolan y Galliher (267), sólo los datos «puros» se con~ideran normalmente aceptables en el ambiente investigador del complejo Land Grant, cualquiera que sean los caprichos del muestreo y la validez o consideraciones sobre 6U -aplicabilidad. La !:introducción de un rigor metodológico «científico», por tan· to, .ha ··_demostrado ser una solución falsa por sí sola, debido a la debilidad fundamental de la sociología rur-al a la hora de especificar los problemas de investigación considerados relevantes por el resto de los· sociólogos y por la propia población rural. Ciertamente no ha faltado un llamamiento a la reforma en estos últimos años, como han mé~cionado muchos de los trabajos citados en este apartado. Sin embargo, estas debilidades permanecen endémicas debido en gran parte a ta inercia- institucionaL La descripción algo ·melodramática de Lowry de una «crisis letárgica» (220, p. 465) se aprecia más fácilmente de esta manera. Ha contribuido· a esta crisis la falsa antítesi~ entre una orientación «científica» y el interés por los problemas,. las políticas y los programas rurales. Por un lado, la in.fluenci~: de los sociólogos rurales en el gobierno de los Estados Unido.s·. ha sufrido un considerable desgaste (220, p. 470) debido al -abandono de una investigación orientada a la formulación de polítka:s; sin embtrgo, por otra parte, la sociología rural conserva su bajo status entre los sociólogos., Un reg(eso a la investigación aplicada bajo su ,antigua forma sólo: serviría para renovar los dicterios sobre la «recopilación de· datos-~> y el «conocimiento privado», así co~o para conceder una licencia para llevar a ·cabo investigaciones de corto ,alcance. _La :sociología rural americana . a mediados de los eños 70, por tanto> parecía haber alcanzado un estancamiento La sociología rural institucionalizada 37 provocado . por la «incapacidad documentada» (267, p. 496), un estado alarmante a la vista del proselitismo con el cual se había llevado e~ estiló de investiga;ión de la sociología rural americana al extran1ero (325, 343). Aun más, para empeorar las cosas la soci?logía rural también se encontraba en Wl estado de confu;ión teórica. ( --Gft-.------------~-----~----- -- ---~---· ~ ----i---- -~---- -.- ------•--~--- { { Capítulo 3 La sociología rural ' institucionalizada ALGUNtAS CONSIDERACIONES TEORICAS y atrasada, señaiándose que la· innovación económica social procedería de las ciudades y de 1a indq-stria. Aunqt1e la vida· rural, a 6U 39 y vez, sería tr~formada por estas innovaciones materiales y cult_!:í· riles, ~ le ~signaba el papel de receptora pasiva de estos procesos, qa~ ·hmman-de madciaria y adaotarlá:.. Tarpunto de vista su1>yace a -mucha6 de las «antítesis vinculadas>> del pensamiento social del siglo XIX identificadas por Nisbet (266, capítulo 3) -conceptos tales como «tradicional-moderno», •«solidaridad mecánica y orgánica», «gemeinschaft-gesellschaft»-. También subyace a las teorías más recientes de la sociedad industrial o postindu-strial-, ·que de igual forma consideran lo rural como un residuo (p. e., 24, 188). Recientemente Giddens ha realizado una estimulante crítica de esta perspectiva, que resume así: «La aversión por la teoría» que ·siente. la socfolog{a rura! .Yª se ha discutido en este ensayo. Que la soc1ología rural es ateor1ca o incluso antite6rica en -su orientación ha sido, de hecho, una observación bastante común. Aunque las razones para esta afirmación son fáciles de entender, es pos.ible exagerar la falta de interés t~6rico demostrado por los sociólogos rurales y confundir el enfoque mdu~tivo que simboliza la investigación sociológica rural con ~a ausencia de cualquier tipo de desarrollo teórico .. Beal:r! por eJemp~o, ha realizado una defensa tenaz de la aportación teorica de la soc10log{a rural, llegando a la conclusión de que «quizás 1~ di.s:i~,lina no. esté tan mal como pudiera pensarse en cuanto a la teona se refier7>> (20, p. 472). Esta afirmación se examinará co~ detalle en este mismo apartado. Sin embargo, los problemas teóricos que ~ctualmente obstaculizan el desarrollo de la sociología rural no se pueden analizar sólo en términos de su historia en los Estados Unidos, ya que en determinados momentos de esta historia los sociólogos- rurales americanos han dependido en gran medida. de las. a~r~aciones de la tradición sodológka europea, más te6r1ca y f1losof1ca (véanse 94, 171, 206, 235). . Desgraciadamente, los autores clásic?s europeos de teor~a sociológica del siglo XIX dedicaron comparativamente poca atención a la agricultura y a la vida rural, concentran~o sus esfuerzos en el sector urbano-industrial que comenzaba a s~rg1r. En genera~ se descart~ba rápidamente la importancia de la sociedad rural, tenida por arcaica Se cree que el contraste ·fundáriiental :-del mundo moderno es el que se da entre le. sociedad agraria tl"adíclcinal, normalmente basada en la dominación, sancionada por 1-a religión, de !al élites. terrateni~ntes, aunque en realidad frecuen·temente se deriva del poder .'militai. y es coordinada dentro de un Estado autoritario, y la sociedad urbana industriai. de estru~tura, flexible y «meritocrática», caracterizada por una .difusión del ,poder ehtre élites competidoras, donde -la autoridad social se basa en transacciones e intercambios· seculares, Y no en la ética ,religiosa o el poder militar coactivo, y en la cual'.el. gobierno se transforma en un 1Estado democrático de masas. . . Conceptualmente, la teoría de la sociedad industrial implica una tipología polar de Jas formas de organización social conocidas familiarmente con una variedad de nombres: «status» versus «contrato», «solidaridad mecánica» versus «orgánica», gemeinscha/t versus gesellschaft1 etc. (139, pp. 718-9). Giddens, sin embargo, da un paso más y sostiene· que la· «teoría de la sociedad industrial» debe abandonarse o al menos f.racéloñarse pir-a someter a examen sus premisas. Afirma que: algunos o la mayoda de estos supuestos han quedad.o obsoletos en •una época en la cual lss principales divisiones y tensiones «internas» de las: sociedades avanzadas ya no están ·basadas, como en el siglo XIX y comienzos ·del xx, en las contradicciones existentes entre fos centros urbano-industriales ''/. la todavía fuerte atracción centrífuga del hinterland .rural (139 1 p. 719). La trayectoria teórica de la sociología rural ha repfesentado este proceso como en un microcosmos. 'Surgió en gran parte dentro del marco teórico criticado por Giddens, enraizada particularmente en el concepto de ge111einscbaft-gesellschaft de Tonnies. Sin ~mbargo, como ya se ha señalado, la sociología rura-1 estadounidense·· se alejó de este modelo en determinados aspectos importantes, ·:i;:videntemente, no compartfa la idea de que la vida rural fuel'a marginal o ( ( ( { ( { { ( { { ( ( ( ( ( { ( c. ;: <' (' ') } 1 l. } ) /) ) ) ) ) } ) } ) ) ) .) } ) ·, ) } ') ') i) ') ) 1) .·) } ) ) ) .) 40 Ho.ward Newby su~des:arrollada, -'S·~no qu~. por el contrarío gr~n parte de fa sociologia rural se dedicaba· a defender la integridad de lo que sé consideraqan la:s .cualidades características de· la vida rural. Además · el est~l~ empíri.co d~ la investigaci6n condujo al detallado ex~men que soJ~citaba.. G1ddens, al 1Ser una ·forma de investigar que ·inculcaba en sus_ practicantes la dificultad. de hacer mia fácil generalización de ml,lchos de los fenómenos sociales rurales .. Sorokin y Zimmerman fueron. lo~ primeros autores -que intentaron integrar, eri su libro de ·_texto Pr~nciples of Rural-Urban Sociology (328) (Principios de socz.ología. rural y urbana), la tradición teórica europea con esa.aetallada: _orientación empírica, siendo también los responsables de lo ~ue, ~asta mediados de los años 60·, formó el marco teórico más importante de la investigación sociológica rural: d continuo ruralurba~o. No· obstante, durante la postguerra se desmorona paulatinamente d continuo rural..urbano debido a los nuevos descubrimientos empí~icos, imposibles de asimilar dentro de un esquema de ese tipo. Esto ~a a. provocar. un vacío teórico en la sociología rural que, hasta ahora, '.ha sido imposible Henar y que también explica la confusión conceptual del término «rural», a la cual ya nos hemos referido. en la primer-a parte de este ensayo. . Por t~~to, en un -sen~id~teórico, la sociologfa rurrl cont~a siendo pnsraoei:Lde su historia. La culpa no es tanto de Tonmes como de la form~ en que se emplearon posteriormente sus conceptos originales de . gemeinschaft y gesellschaft. Para. Tonnies describían' formas· de relad6n y -no sistemas sociales reales. En términos puramente. formales, gemeinscbaft incluye cualquier conjunto de relaciones caracterizadas pot la cohesión emocional, la pro~undidad, la cóntinuidad y la realizad6n; gesellschaft, por e1 contrario, se refiere a -los asptctos .imper.sQnales_, __c_ontractuales. y t:aciQnales: _de _fa relación humana. En cierto modo estos conceptos, debidamente uti• lizados,. pueden ser de gran utilidad como mecanismo heurístico; perq ;ei uso que se hizo de ellos mostró rápidamente dos aspectos impb~tantes que ahora aparecen sumamente cuestionables. Primero, los co~ceptos sufr~e~on un proceso de cosificación --es decir, que gemein$cha/t y gese.l_lschafr pronto dejaron de ser herramienta6 de .análisis para convertirse en algo que se considera como estructuras ·social~s reales que ·se pueden examinar y enumerar_;,_. Segundo, y como: ·conse~.uencia, de aquello, se identificaron con determinados mod~los de asentamiento. En concreto, gemeinschaft se identificó con el pueblo rural y geseUschaft con la ciudad. El mismo Tonnies fue en p~rte respons~ble de esto al adoptar el punto de vista arcadiano de la :vida rural imperante entonces, sosteniendo que 1~ gemeinschaft «está· ,más fuerte y viva allí» (345, p. 35). Pero, en general, se j La sociología rural institucionalizada 41 . ~~stró cauto al considera-r los dos conceptos como formas de relac1on que, pese a e6tar diferencialmente distribuidas en la sociedad apare~en .~n di~ti~tos grados en todos los tipos de estructuras ; orgaruzac1ones soc1ale6. Los autores que desgraciadamente vararon los conceptos de geme.inschaft y gesellschaft en un continuo ruralurbano fueron, desde la perspectiva urbana, Simmel con su ensayo <~La metrópolis y 1a vida mental» ( 1903) y Wirth con su famoso trabajo «Urbanism as a Wa.y Life» (1938) y, desde la perspectiva de la 6~iologfa rural, Sorokin y Zimmerman ( 1929) y Reclfield en -su traba¡o· «The Folle Society» (1947). En cierto modo el continuo rural-urbano fue una expresión ligeramente velada de ciertas perspectivas culturales de la vida rural sumamente corrientes en el siglo XIX, que se podían encontrar e~ la teoría sociológica académica. De este modo una serie de convenciones literarias y artísticas tomadas de la forma pastoril se convirtieron en supuestos casi incuestionables sobre la sociedad rural, en parte porque encajaban muy bien dentro de la perspectiva cultural predominante. Ruth Glass, con alguna justificación, se ha referido a esto como un curso de adoctrinamiento extenso y meticuloso al cual hemos estado sometidos en todos lados antes o deS'pués ... ,Especialmente en el mundo anglosaj6n aún estamos condicionados para pensar en términos de una marcada distinción entre el «esti:lo de ivida» y ,las localizaciones rurales y urbanas. Para muchos de nosotros el adjetivo «rura:l» tiene unas connotaciones agradables y tranquilizadoras __,;belleza, orden, sencillez, descanso, democracia populista, sosiego, gemeinschaft-. Mientras que «urbano» significa 'todo fo contrario -fealdad, desorden, confusión, fatiga, coacci6n, disensión, geseltschaft- (141, p. 142). Una '\ZeZ obtenidas las amplias característica·s de los rasgos sociales ·rurales, ya-~sólo restaba que la furinidad de estudios de localidides americanas desde Galpin en adelante mldier-an la «salud» de las respectivas comunidades individuales comparándolas con esos criterios. Sin embargo, se hicieron· muy pocos estudios con objeto de examinar los •supuestos teóricos en sí (cf. 271). !l)e esta forma la tipología original gemeinschaft-gesellschaft de Tonnies se convirtió en manos de Sorokin y Zimmerman en un continuo n1ral-urbano; y más tarde en el fol,k-urban continutmz de Redfield (véase 217). -El prop6sito de los dos primeros autol'es era establecer las «características diferenciales de las comunidades urbanas y de las rurales, cuya totalidad tipifica a cada uno de estos agregados sociales» (328, p. 15). Con este fin enumeraron las diferencias. existentes entre la sociedad rural y la urbana con arreglo a una serie··de dimensiones --empleo, medio ambiente, tamaño, 42 Howard Newby densidad, etc.-. Sin embargo, su enfoque de la vida -rural adolece de una excesiva idealización. En cierto momento Sorokin incluso llega a evocar la imagen de unos campesinos felices cantando por el campo (ibfd., p . 509). No obstante, su libro de texto conjuntamente con el repertorio de fuentes que le acompañó (329) definieron el marco teórico en que se desarrolla.r_ía la 6ociología rural durante toda u,na generación. En fecha tan tardía como 1957, Smith lo elogiaba como «la mejor síntesis conseguida hasta ahora de la sociología rur.al» (325, p . 12). En vista de esto quizás sea conveniente citar las conclusiones de Sorokin y Zimmerman de forma detallada para ofrecer un ejemplo represent-ativo de esta orientación: Hasta ,hace poco, al menos para la mayoría de la población urbana, el ambiente de la ciudad, como tnl, ha sido mucho menos natural y ha brindado menos oportunidades que el ambiente rura-I para satisfacer !as necesidades humanas básicas y sus impulsos fundamentales. .. ¿Puede satisfacer un ambiente urbano de este tipo y su estilo de vida estos impulsos y hábitos fundamentales que se desarrollaron y adaptaron en un contexto tan diferente? La res9uesta es no. Ni los impulsos hacia una actividad creativa; ni la orientación, curiosidad y novedad¡ ni el deseo :vehemente de diversidad y de aventura¡ oí la necesidad fisiológica del aire ·f-resco¡ ... ni la necesidad fisiológica y psicológica de estar en contacto con fa naturaleza, de disfrutar con los propios ojos el verde de los campos, las bellezas de los bosques, la transparencia de los r!os, el ondular del trigo dorado en los catnpos; de oír el canto de los pájaros, la tormenta o ·la misteriosa calma de una noche en h naturaleza; de estos y de miles de fenómenos similares se ha visto privado el lhombre urbano... A pesar de las enormes mejoras eo las condiciones de vida de las clases trabajadoras urbanas, en lo que a esto se refiere, la ciudad aún sigue conservando un gran número de elementos «antinaturales» a través de los cueles se estimula el descontento y los desórdenes. El ambiente del agricultor-campesino, por el contrario, be sido mucho más «natural» y parecido a aquello que al hombre se le -ha enseñado a apreciar durante miles de n.fios de historia. \Los impulsos fundamentales del hombre, forjados por su pasado, se satisfacen con mayor facilidad en el ambiente de la actividad labora:! del agricultor. Aqu{ no se encuentra ni la ausencia de la naturaleza, ni la mortal monotonía del nrabajo. ni la especialización extrema, ni el deseq~ilibrio. Puede que su nivel de vida sea tan bajo como el del proletariado urbano y su ·casa o alojamiento igu1d de malo; pero aun as! el carácter global de su estructura de vida es bastante más sano y diferente, mucho más natural (328, pp, 466-7). Esta fantasf.a de Disneylandia contiene todos los componentes fundamentales de una Arcadia pastoril, incluso la indiferencia clásica por. los valores materiales en arns de unos supuestos beneficios metafísicos (a menudo ilusorios). Aunque pocos autores serían tan explícitos, Sorokin sencillamente expresaba esa confusión, muy habi- La sociología rural institucionalizada 43 f tua-1, de los aspectos estéticos sociales_~ la _vida rural q~e. st.:.by~ce e egue contrnuo r~f_:_UJ~º- hast~ ef trabajo de 'Redí1eld inclusive. De hecho, el trabajo de RcdTield, pese a ser más sofisticado y sociológico que el de Sorokin, también hace una descripción de la vida rural en términos parecidos: aislada, pe~ueíla escala, agraria, inculta horno énea y con un fuerte sentido e la so 1 an a e grupo (298; véase"famoíeii 21, -pp. 42-53; 232, capítulo L). DesgraCJadamente las caracterizaciones de la -sociedad rural de Sorokin y Red.field constan tanto de preceptos normativos ( a veces ilusorios ) como de descripciones empíricas . Como ha señalado McGee: 1 a to o l ! el mayor problema es que una vez creado el modelo del continuo rural-urbano, con sus supues tos orróneos sobre la naturaleza de las sociedades rural y urbana, se convierte en algo parecido a una institución - autopcrpetuada e imposible de criticar- (232, p. 43). Sin embargo, el continuo rural-urbano no era simplemente un conjunto de generalizaciones empíricas, sino que también se propo1úa explicar la naturaleza de la organización social remitiéndose a los modelos de asentamiento. Así pues, como posteriormente iba a señalar Duncan ... hubo un intento de desarro'llar una sqciologíá especial pata la población rural, bajo la ilusión de que era diferente · del resto de los grupos sociales. Transcurrió mucho tiempo antes de que se descubriera que la soci~l,?gía rural no era otra cosa que una sociolog!a que empleaba datos obtenidos de la población rural y de su comportamiento social (94, p. 8). Este «descubrimiento» -se basaba en una detallada iovestigac1on empírica en ambos «polos» del continuo ru ral-urbano. Por primera vez s.e comenzó a cuestionar la situación con la aparición de Ún nuevo estudi~ de Tepoztlan, la folk society original, realizado. por Osear Lewis (209) . Mientras que l{edfield había descubierto una comunidad homogénea, que funcionaba sin problemas, ba.stante. integ::-ada, content~, estable y armoniosa, Lewis subraya el individualismo latente en Jas instituciones y en el talante de Tepoztlan, Je ausencia de cooperación, fas tensiones entre las distintas aldeas del m!inicipio, los cismas en las aldeas, impregnadas de miedo, envidia y desconfianza en la-s relaciones -inte1.1personales (210, p. 123). Lo G.nterior tiene poco que ver con la gemei11scbaft, pero fue una concepción de la sociedad rural que se iba a repe,tir en varias crícícas a las «polaridades erróneas» del con~uo rural-urbano duranre Jos ) ) ,., ) ) , , ) ) ) ) ) ) , ) ) ) ) ) ) , ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) 44 Howard Newby años sesen_ta (150; véase también 26, 88, 157). Mientras tanto, y de forma desconcertante, · se estaban descubriendo comunidades de carácter gemeinscbaftlich en el ·seno de grandes núcleos urbanos, los llamados «pueblos urbanos», y que eran sencillamente los barrios homogéneos que habían sido estudiados por la E.scuela de Chicago en los ~ños 20 (véase 129). Gans, especialmente, puso en entredicho la pertinencia sociológica de los términos «rural>> y «urbano» en las sociedades indu-s triales avanzadas. «Los estilos de vida» escribió «no coinciden con •los modelos de asentamiento» ( 130, p. ' 114). ' Fue Pahl quien por fin rechazó la utilidad del continuo ruralurbano en .su importante artíoulo· aparecido en 1966. Efectivamente ~ -~a~l consideraba qu~.b-~<;.9..!l~~R;to~__«r~-~~>~~.{.~-~!.~ª1.;?.~ .129.. eran • ~ var,1ables expl1cat1vas -~-l_S,?lliQtJ-ª.L~Q.Q.~ ~ ~ -AJu¡o pruebas extrrudasde estudios de comunidades real_izados en Estados Unidos y Euro~a para demostrar que lejos de existir un único continuo de ~emeinschaft a gesellscha/t, se pueden encontrar ·relaciones de ambo_s LÍ!Ju_s e? las misma~ localidanes. Por esta razón, sostenía que: «Cualquier intento de vincular modelos de relaciones sociales a ambientes geográficos específicos es un ejercicio singularmente infrucruoso» (276,. p. 293). En c bio Pahl creía ue el análisis sociológico de las zonas rura es se debía centrar en a con rontación exisreme entre lo local y lo nacional, as1 como enfre ..1.a· pequena y la grarresca1a: «es Ia-sifüac1on funaamentalae"'fonflíclo · o··tensión p"el'teptib-Iie--rm1Toerrias zonas -metropoltta nismás··u¡:oariízadas- como en las aldeas más remotas y aisladas» (276, p. 286) . Los argumentos de Pahl tenían profundas vmplicaciones para la continuación de la sociología rural en ·su forma tradicional. De un plumazo había de~!'-1~'?,?__~L™m.a concY.Q);ual_~~_t,re el cuaf se veníab'~sando.la s6c10'.°gía rural desde Sorokin y Zimme"rm.añ;--,y··~ae-·•fiecfio....des·éfe -~alpm-y1o~_es. Al mismo '1iempoña5raaemostra·ao··que la sociologia rural ya no podía permitirse el lujo de considerar el sector «rural». aislado del testo de la -sociedad. Ochenta años después de la p_ublicación de Gemeinschttft utrd Gesellschaft, se habían r.eestablecido .-las herramientas del análisis de Tonnies a su condición ontológica correcta, al mismo · tiempo que 6e denunciaban algunos ele los aspectos más ambiguos de su legado teórico. Sin embargo, . no parecía· que -hubiera algo capaz de reemplazarlos. · Desgrac.i adamente, el carácter casi institucional del continuo rural-urba~o, sobre et que ·llama la atención McGee, ha provocado u~ sinfín ·rl~ \ntentos para resucitarlo como esquema cxplkativo viable (p. f ., 114, 163, 183, 218, 221, 232, 292, 312). La mayoría de estos intentos con1Sisten en catalogar diversas diferencias demográficas, económicas y sociales existentes entre la población rural y nJ La sociología rural institucionalizada 45 la urbana. Evidentemente, tales diferencias todaví-a abundan y se pueden mostrar con bastante facilidad. Gran parte de la sociología rural norteamericana, al menos, continúa siendo una codificación de esas diferencias. Bealer (20, p. 465) denomina a esto «la "orientación general" con un referente sustantivo que más predomina» . Supone «una tradición compartida» . o «punto de reunión» de la disciplina (20, p. 466 ), aunque como también señala Bealer, como mínimo es discutible el hecho de que esto sea una orientación apropiada o viable para la sociología rural. Lo ~ e cuestiona no es la ausencia de diferencias en el com orfimíento <m.t.te..lo_.r.uraLi]o ~r ·s ino • a neces1 a e emostrar cµalquier conexión _c;:Jl»-,~al eñfre ··e'i-cohcepto «rural» y det~m:úñidci.J:irios...deJñtw.cr:-ión. Ante la· auseñcía·-ae····t al conexión el concepto de «rural» se hace sociológicamente poco interesante: por no decir tan absurdo como, digamos, el comportamiP.nto ol,s~rvarlo los martes por la tarde (véase 27). El inductivismo que ha caracterizado a la sociología rural ha complicado este problema. Al igual que es posible comparar lo que ocurre los martes por la tarde con lo que ocurr: los dot?ingos por la mañana, los sociólogos rurales comparan los estilos de vida «rural» y «urbano». Y de igual forma que, i~dudablemente, el eomp_ortamiento del martes por ,la tarde es diferente del comportamiento del domingo por la mañana, descubrieron de forma previsi~ll; diferencias entre el comportamiento rural y urbano, y se dedico toda una rama de la sociología a inventariar estas diferencias . Debe quedar claro, sin embargo, que el descubrimien to de estas diferencias, por .sí solo, no justifica la creación de una sociología rural, como tampoco podríamos justificar «la sociología del martes por la tarde» como una · rama de la profesión, o la creación de departamentos pa_ra el estudio de los inartes por la tarde e incluso la creación de sociedades eruditas o la celebración de congresos internacionales sobre la teoría de los martes por la tarde. ~orno térmioa primordialmente empírico y descriptivo, el concept; de lo «rn.rak __~_ÍD,.Qap.a,i_ de pol'tlll.'-éuál'qü1er s1gmficado e~licativo de este tipo. . . • ·E l· hecño ·ae ..que··-«i:üra1» no sea una categoría soc10lóg1c~~e?te definida también ha sido responsable de los problemas de def1n1c1ón ya discuÚdos en este trabajo. En el pas~do, ~ste probl~ma se disi·mulaba porque coincidían el lugar de res1denc1a y traba¡o en la mayoría de las zonas rurales de las sociedades industriales avanzadas. Por eso la sociología rural podía definirse de forma verosímil como , el estudio <le aquellos que vivían en una población rural . ? que estaban dedicados o estrechamente vinculados a la producc1on de alimentos . Precisamente lo que ha disminuido la confianza de los sociólogos rurales intensamente dedicados a catalogar las diferencias '¡ . 1 ' ! : \ /f ! j ¡I' .:' .. ¡i 11 n1i: il r: flh 1· ii l.·1 46 Howerd Newby rurales-urbanas , ha sido la desaparición de este objeto de estudio (yéase 220, p. 35~)- Al devenir menos homogénea la base ocupacional de la pob~acion rural en todas las sociedades industriales avanzadas, ~ los soaólo~~- ~~a_l~s__t_ambién Je~ es má-s difícil det~rminar 1 qué --~~- ..l? q~e ~~l}st1tuye pr~c1samente lo «rural». Esta afirmación no n:ces1ta ¡usttf1carse, al haberse discutitlo en la primera parte del traba¡o, aunqu~, haya que sub~ayar algo. Desde luego Pahl exagera su arg~mentac1on en un 1Senudo, ya que en el Hmite los medios geográficos ¡>uéden definir modelos de relaciones sociales a través d: las restriccione_s que i1:11Pº?en a la estructura social, como por e!empl~, la_ de~ommada _«tirama de la distancia» (32). Es decir, que !' las m~t1tuc1ones sociales están situadas localmente y si están interrelacionadas, entonces puede que exista un «sistema social local» (330) digno de ate~ción sociológica - y al que podemos, sólo por razones de comodidad, llamar «rural»- . Pero lo anterior est? condicionado por una -serie de propiedades determinadas empíncamen ~e (y que parecen estar presentes, digamos, en muchas d~ las sociedades campesinas) y por el hecho de que cualquier relación : ausal entre la naturaleza de este sistema social local y su «ru_ralidad'.> es totalmente. falsa. Simplemente e/ el resultado de la i_ncapac1dad de los habitantes para superar las restricciones esp_ac1ales que se le~ han impuest~, estando relacionada esta incapacidad co~ _las. ,desigu~ldades arraigadas en un sistema más amplio de estrat1ficac10n social, en lugar de en un medio rural per se. Por tanto, parafraseando a Pa-hl, no existe una población rural como tal; más bien existen poblaciones específicas que por razones diversas e ident~ficables 6e encuentran en las zonas urales (278, p. 105; véase también 260, pp. 95-101 1 en el cual se basa ampliamente la última parte de este aparrado ) . En los últimos años, y en varias ocasiones, han aparecido estos problemas en las revistas _de sociología rural (p. e., 27, 125, 220, 248, 296, 358). Muy recientemente se han observado indicios de que algunas de las deb~lidades teóricas cr6nic-as de la sociología rural pueden e~tar por fm a punto de abordarse, especialmente en los Estados Untdos ( véase 141, 301 ). Puede que la creciente y cada vez más profunda crisis social de las zonas rur-ales de los Estados Unidos (véase 160, 161, 237, 284) promueva algunas reflexiones fundamentales que ayuden a 6uperar la inercia institucional del . complejo !-411d Grant. Actualmente, -sin em!?.m Q.,.. el ye. des~~rn.cü- .. \11 tado continuo_ -~ur~~-~~Q.~ql)pa-sido sustituido por üñ--aparato \ ~"füar.a:úeyo nt por un nu7vo conjunto de problemas teóricos . que le proporcionarían a la soc10logía rural una nuev-a orientación y estímulo para la investigación. Lo que se nece~lt.a _no es más - ·--- La sociología rural institucionalizada 47 teorización abstracta - ya que una -sobredosis de «gran teoría» 6etla_ tan lñutiI como el actual empacho de «empirismo abstraeto» (242)-, más bien un reconocimiento d~_q~~ l~ .. el~b_oración de un'.: ~e?_Eia _Y la inv_estigacioñº"empírica ~o "tienen p~)r qué ser \ e1ercrc1os_}E_aegenclientes . De esta forma voly.emos· de nuevo al tema de IaTormulacion de problemas con que finalizó el aparcado anterior. Actualmente, la debilidad de la formulación de los problemas parece perpetuarse debido a los males gemelos que Kaufman (186), en uno de los primeros exámenes del problema, denominó la fijación del «período» y la «investigación de cafetería»; en otras palabras, la ausencia total de cualquier ~!.I?? de perspectiva histórica en la soaología rurar(vease.. tambieñ··206, p._128) y l_a definición de los problemascte investigación ( y de la financiación ) en términos de «tómalo o déjalo» por personas ajenas a )a disciplina. Por otra parte, la actual situación de anemia teórica en la soci_0logía rural (' ha contribuido 11 ese malestar. Por t•anto, parece poco pro.bable que la ~ociología rural pueda recuperar hasta que no se desarrolle un marco teórico más fecundo que proporcioné a los in-vestigadores unos problemas empíricos frucúferos que explorar. . . -~º r Un a incursión teór ica por la sociología urban a La sociología rural no ha sido la única discip.lina en pfldecer las confusiones del continuo rural-urbano. Este también condujo a la sociología urbana al mismo callejón sin salida ( que se manifiesta en la forma de -análisis del área social) y a un desfallecimiento que de igual forma presagió su desaparición. Por ello, en los últ·imos años, se le han planteado a la sociologºía urbana exactamente los mismos probl~m-as de definición. Los sociólogos urbanos, como sus col~g_as, se visto obligados a ponerse de m1erdoen un tema cuvo ámbito ~én se de iné con categm{aL~mP.J. ~ geográficas· en lugar d_e_ teóricas y sociológicas. El contraste entre las Tos dfsciplffiRs ,· sin embargo, es aeu-sacfo-:-N.tíentras que la sociología rural ha permanecido moribunda, la sociología urbana se ha revitalizado, si no transformado, mediante una revalorización de su propósito y- posibilidades, incluyendo un considerable c-ambio en la definición de lo que constituye el campo de lo «urbano». Por tanto, vale la pena investigar lo que puede aprender la sociología rural de esta discusión. !Los trabajos de do_s autores, David Harvey y Manuel Castells, pueden tomarse como representativos de· estos nuevos progresos en la sociología urbana. Desde luego, no es una coincidencia que tanto Harvey como Castells escriban dentro de un marco marxista pare- } } ). 48 '} ciclo, aunque no totalmente coincidente. La teoría marxista les con- } } ) ) ) ") ., ~, ~, ·, ') } } ~} ► , ') '} ') ·-, ) ') ') ) ') '} '} '} } ) Howard Newby La sociología rural institucionalizada 49 \ duce hacia una· solución holística de la crisis que ambos observan en la sociología urbana y en las vidas de muchos de los habitantes de los·. c~nt~os urbanos .. Sin e~bargo, no es su enfoque específicamente marx1-sta lo que· s~. diseute aquí, sino su tajante crítica de la tradici~n.· de la sociológía urbaaa y ·de la investigación heredada de la Escu~lá de Chicago, situada dentro del marco del continuo ruralurbano.: Hay numerosas resonancias en esta crítica del estado en que se ~ncu~ntra la:· ·sociología rural. CasteUs, por ejemplo, considera la soc10logfa_ urbana como una disciplina en busca de una materia. No tiene _:ninguna finalidad concreta de estudio, sino que es simplemente una «afirmación empírica» (56, p. 66). En otra parte, escribe que·:. -si aún i·fuera necesaria una paradoja sociológica, no sería la menor de las paradojas q_ue después de cincuenta años de existencia sólo quede un tema por investigar en la sociología urbana: 6U objeto material de estudio (55, p. 59). Las raz6~-es que señala Castells para explicar el estado actual son básicametite parecida-s a las que ha padecido la sociología· rural: el descubrizriiento de que el «urbanismo como estilo de vida>> no se . reduce a l~s ciudades; la bancarrota definitiva de lo que llama «los campos tr~nquilizadores de la recopilación de datos» (55, p. 42); la incapacidad para definir el campo de lo «urbano» una vez que se supone que la totalidad de las sociedades «modernas» se caracterizan por una Cl;}ltura urba~a. Sólo se puede recuperar la sociología urbana allí donde. ·coincidan }as unidades espaciales y las ·unidades sociales. Es decir, donde exista lo que en el apartado anterior se denominó un «sistema social local». Sin embargo, como señala Castells, las fuerzas de la · sociedad industrial avanzada tienden a destruir tal autonomía. local, convirtiendo tales sistemas sociales urbanos independientes·. en «vagos recuerdos» {55, p. 59) de la 'época anterior al «eclipse de la comunidad» (332) (véase el capítulo sobre «Comunidades». más adelante). Castells, por tanto, sugiere que. la mayor parte de ~a· sociología <<urbana» no es en absoluto el estudio de algo específicamente urbano: Actualmente lo fundamenta-1 es que. cualquiér cosa descrita por Wirth como «urbanls,mo» es en efecto la exipresi6n: cultutal de la industrialización capita• lista, de la aparición de la ec~nomía de -mercado y del proceso de racionalización de fa S(?ciedad ·moderna '(55, p. -~8). ,. , · Ca·stells, por consiguiente, pretende consid~ra·r lo «urbano» sencillamente como una manifestación del desarrollo global· de ·l"a so- ciedad (capitalista). Mantiene que hay que buscar la comprensión del urbanismo y de la urbanización dentro de los procesos generales de la sociedad capitalista, así como en la forma en que el capitalismo distribuye los recursos entre la población, especialmente los económicos, aunque también los espacial.es: La coincidencia entre determinados tipos ce:racterísticos de comportamiento y la constitución de grandes aglomeraciones en la sociedad industrial, frecuentemente puede lllevar a conclusiones err6neas. De hecho este es un caso típico de una correlaci6n falsa. Las transformaciones dentro de la base técnicosocial de la sociedad llevan no .r6lo a nuevos tipos de relaciones sociales, sino también a una nueva forma de organizaci6n espacial. La coherencia teórica del proceso no puede descubrirse correlacionando los elementos que coexisten en la ,superficie de la realidad, sino que hay que establecer las relaciones existentes entre los elementos estructurales a •través de los cuales se autoorganiza esta superficie (56, p. 69). Harvey e.stá de acuerdo con esa argumentación: Muchos investigadores, después de una reverencia ritual hacia el concepto de totalidad· que afirma que las ciudades no 6610 son conjuntos estadísticos de cosas y actividades, pronto reducen su problema (en nombre de la capacidad o de -la •resolución) al análisis de las cosas y de las actividades. Las ideas que obtienen de tales investigaciones no deben descartarse. De hecho, son una materia prima con la cual se puede forjar una idea del urbanismo. Sin embargo, su mayor importancia radica en que aprendemos a tratar ... «con los problemas en la ciudad antes que de la ciudad». El urbanismo ha de considerarse como un conjunto de relaciones sociales que •reflejan las relaciones establecidas en toda -la sociedad. Sin embargo, estas relaciones tienen que expresar las leyea según 1as cuales se estructuran. reglamentan y construyen Jos fenómenos (1.53, pp. 303-4). De lo anterior se deduce que Castells y H~rvey intentan establecer dos teorías estrechamente relacionadas, -aunque sean analíticamente independientes: una teoría del desarrollo social ( que, como marxistas, ambos situadan dentro del modo capitalista de producción) y una teoría de la producción social y de la organización del espacio. Castells, por ejemplo, considera ·lo «urbano» como la expresión· espaci~l de los procesos de acumulación y ce11tralización Je las sociedades capitalistas avanzadas. Al limitarse la sociología industrial a la ~sfera de la producción, 1a sociología urbana ha abordado una multitud de problemas cuya relación se establece porquf! pertenecen a la esfera del consumo colectivo, o sea, a los procesos de consumo cuya orgánización y utilización no puedCll ser nada más que colectivos, . ) i! 50 Howard Newby da<Li -la naturaleza y la di:mensión de los problemas: por ejemplo, la vivienda, las instalaciones colectivas, las provisiones para el tiempo de ocio, etc. (56, p. 75). Una parte de la -sociología urbana consiste, por tanto, en una sociología del consumo colectivo. Quizás, y afortupadamente, d_adas algunas de las ingeniosas críticas a las cuales se ha sometido este concepto (p. e., 277), la sociología rural no puede adoptar de forma fructífera esta idea aunque sólo sea por el hecho de que las esferas de la producción y del consumo coinciden frecuentemente en la agricultura. Raramente la «casa» y «el trabajo» se separan .º son separables. Esto, a su vez, está relacio~ad? con las gra~des diferencias que existen entre el desarrollo capitalma en la agricultura Y el que predomina en la industria fabril ( véase más ~elante}. Con todo, la producción de las formas espaciales, ~ las cuales Castells ha prestado menos atención ( véase 57, ~8), es evidentemente más importante dentro del contexto de la sociología rural, aun9ue sólo sea por la importan~ia de la tier~~ como ~actor de pro?ucc16n en la agricultura, que exige un uso mas extensivo del es~ac10, c?ntrariamente a lo que suele ocurrir en la mayoría de las_ industrias. Aquí resulta decisiva la relación entre la estructura social y la estructura espacial. Harvey, como geográfo, valora más este punto: Debemos rdaciona-r el comportamiento ~ocial con la forma mediante ln cual la ciudad asume una geografía determinada, una determinada forma espacial. Debemos reconocer que una vez que ~e crea una forma espacial ésta tiende a regular y, desde varios puntos de vista, a determinar el futuro desat>rollo del proceso social. NecesitAmos sobre todo formular conceptos que n?.s pe11mitan armonizar e integrar las estrategias <para hacer frente a ias comple¡1dades del proceso social y de la forma espacial (153, p. 27). ¿Cómo se pueden aplicar estas recomendaciones ·generales .ª la sociología rural? Para Harvey y Castells, desde luego, el mismo proceso que da luoar a una forma espacial «urbana» es también responsable del se;tor «rural>>. El campo se <'.ruraliza» co~o . el anverso de la «urbanizací6n» de -las ciudades debido a la grav1tac16n de la industria, el comercio, los servicios y los «medios» de consumo colectivo -sobre las zonas urbanas (cf. 238). La «forma espacial» de la sociedad, por tanto, se puede reducir a la naturaleza del uso de la tierra (véase 153, capítulo 5), moldeado por el merc_ado y'/o los factores propios de una economía planificada. Los térm1pos «rural» <curbano» r..!ª'°..l2.i ..~res~ntaEJ~~~iaJipe~te. una di~i?!6n e traba'o entre la a ncultura y la ÍndÜstna, esta última haciendo un uso muy intensivo e espacio, rruentras que a agricülfü.r'a utili- La sociología 111ral institucionalizada 51 zaba, ·y en gran parte sigue utilizando, el espacio (la tierra) de forma· muy extensiva. Puede que sea posible, como afirmación preliminar, -señalar que la división de la sociedad en zonas . <<rurales y urbanas» es· simplemente la expresión espacial de la divi_sión del trabajo. 'No obstante, sería bastante erróneo sugerfr uri · de,erminismo económico mecanicista, ya que esta forma espacial está regu• lada por los derechos socio-legales de la tenencia y de la propiedad que, desde muchos puntos de vista, forman y mold_ean. el proceso de asignación. De modo parecido también hay que. rechazar un determinismo ecológico ingenuo, ya que las relaciones entre lns características topográficas y climáticas, el sistema de uso de la tierra, la organización de la tenencia de la tierr~ y la estru~tura social (rural) no evolucionan 4e forma derermimsta. Desgraciadamente, sin embargo, es precisamente en este punto don~~ la aportación de la sociología rural ha sido muy escasa. Los soc10log0s ~urales han mostr'<ido un notable desinterés por las teorías macrosoc10lógicas que explicarían la aparición de formas soci~les y espa_cial;s <crurales» concretas. De hecho, como ya hemos v1sto, en nmgun caso parece haber sido particularmente útil la sociología rural en este aspecto. En la sociología rural es urgente rodavía estudiar cómo, por ejemplo, bajo condiciones tecnológicas y ecológicas parecidas, las relaciones de propiedad que sostienen los procesos de producción ~graria se han visto influidas por e~ desarrollo histórico_ de las sociedades dentro de las cuales se localizan. De hecho, la exigua contribución de la sociología rural a esta área se ha limitado a innumerables estudios sobi:e las costumbre.s,· tradiciones y, de forma más general, 1~s «valores» tomo obstáculos a la propagación de la innovación tecnológica (para'. unos . resúmenes, véanse 182, 302). Parece como sí, desde el punto de visea de la sociología rural, la única barrera al moderno desarrollo· agrario fuera la impQsibilidad de comunicar las nuevas técnicas de ·producción . Por lo dcm_ás, l:ast~ con confiar en las teorías ingenuas del determinismo tecno_]ógico Y ecológico (cf. Galjatt [124], para una crítica de est.e enfoque). P~r tanto han existido escasos intentos de desarrollar una economrn políti~a sistemática de la agricultura, así como una teoría comparativa de las estructuras sociales rurales bajo condiciones económicas similares. Este es el tipo de investigación que debe adoptar la sociología rural si nos ha de servir de guía el reciente resurgimiento de la sociología urbana. Lo anterior no quiere decir que e'. debate de la sociología urbana se pueda trasladar de forma simplista al contexto rural, ya que esto, entre otras cosas, implicaría que la agric~ltura se desarrolla con arreglo a1 mismo proceso que siguen otras mdus- } )-: }. )· ) ) ) ) ') ) ) '_) ) ') ) ) } } ) ) ) ) ) ) ) ) } J ) ) ) ) ) ) Capítulo 4 Howard Newby ~ri~s-~ 'Y est?, c<?mo veremos, no es necesariamente así. Tampoco implica, a fm de cuentas, que la 6ociología rural deba seguir servil~.ente a la. «nueva» sociología urbana en los múltiples y quizás ~~resolubles· probl,ema~ qu; ha planteado esta última (véase 277). ~n · embargo, la s_oc1olog1a ~ra1 puede obtener provecho de su ~Je~plo, adoptando ?,n enfoque más holístk~ que se plantee explfctta~~n.te a la cuest1~n del c_ambio _rural. b_ajo .las condi'ciones. que P;edoblman en ,las 6oc1edad<;s industriales avanzadas, .aunque es cuestio~a ,e todav1a . hasta que punto· el contexto institucional de la s?ciol~tfa rur~l va·ª: permitir que se exploren tales temas. La crítica s1 e~ argo,. es fácil; es ~ucho más difícil explicar en Hneas gene~ raes cp~o pued~_. ~roceder un~ sociología rural de este tipo. Con t~~o,. la· actual cr1S1s de la soc10logía rural ·exige que la investigallon -'3 : ~esarrc;,llar · s~ formul: de u~a manera _niás exacta y deta. ada:. La forma en que esta. organizada esta exposición pretende ~uger1r_ un esquema de este tipo, comenzando .por el recur60 más llllpottante de las zonas· rurales: la tierra. ·. · PROPIEDAD DE LA TIERRA Y ESTRUCTURA SOCIAL 7 1. r. 1 En ·las economí-as de subsistencia o cuasisubsiótencia, el acceso a la· tierra y su control es casi por definición un recurso decisivo; la estructura de la propiedad de la tierra, por consiguiente, no sólo sigue cerca a la estructura de poder de tales 6ociedades, sino que también es una de sus causas. Además, incluso en aquellas sociedades que ya no se pueden clasificar como subdesarrolladas, la importand~ de- la tierra como factor de producción en. la agricultura y como una de las principales formas de concentración de riqueza sigue_ .siendo_decisiva.. en el momento-de.-deter-minar-t.ant-e-la-e&t-rue•-•· -· tura económica como ,gocial de la sociedad rural. Precisamente, la forma en que la propiedad de la tierra está relacionada. con la estructura social ha sido un tema considerablemente debatido, aunque no haya sido un problema al que los sociólogos rurales le hayan prestado mucha -atención. La variable explicativa principal es el concepto de propiedad, o más concretamente, los derechos de propiedad, una reflexió~. que nos lleva bastante más allá de fos límites de la sociología -~ral convencional. Con todo, para el contexto en que . nos es~amos moviendo, conviene tener en cuenta este problema en lo que se refiere· a la interrelación entre tres categorías analíticas: la. economía de la producción agraria, las relaciones de propiedad y la estructura social rural. La: naturaleza exacta _de la interrelación existente entre estas categorías ha sido un tema intensamente debatido, y de forma continua, desde hace siglos en la jurisprudencia, la filosofía política y de 53 '.,, 54 · Howard Newby moral, _la econo~f~ politica .Y, últimamente, en la s~ología. Entre los soc1ólogos teer1cos «clásicos», Marx prestó particular atención a este .Problema .en el v.olumen tres de El capital (227); Weber le dio H ,.1! j; I' •' : 1 ~na ~portanc1a semeJante en la «sociología agraria» de los antiguos Imperios Y de la clase dominante prusiana (362). En los Estados Unidos, la investigación, en líneas parecidas, pa~ó de Veblen (351) a manos de. los «economistas ill6titucionales» como Common-s (68) Y. de a-llí -~alió de la esfe:a de he; sociólogos. En Europa, la «cuestión agraria» en Alemania mantuvo el tema candente, permitiendo a Karl Kautsky presentar su importante · tesis revisionista (187). Pero, c~m~ ya se ha señ~Iado anteriormente en este ensayo, el interés pr10c1pal de los sociólogos -se ha dirigido a otras cuestiones donde -se suponía menos significativa la naturaleza de la propiedad de la tierra. Por consiguiente, se han abandonado estos temas desde hace tiempo, particulatmente en la sociología rural. Por ejemplo, Stokes y _Miller (.334) ~ncontraro? que tan sólo el 0,2 por 100 de los traba1os que ex-a.aunaron se interesaban por la tenencia de la tierra. S~lamente -en los ·últimos tiempos, cori el reslll'.gimiento de los ~stud10~ ~ampesinos, ha apa!ecido un renova4~ interés por la rel~ci6n e~!st~llte, entre la propiedad de la tierra y la estructura social, particularmente en la tradici6n marxista {véanse, por ejemplo, 9.3, .319, y la. bibliografía resumida y criticada en 101). Dentro de los lfmites de la sociología rural, tal como tie define o~racionalmei;,.te en este ensayo, el tral:iajo mas extensamente citado sobre la propied~d de la tierra y la estructura ·social es el de Stinchc~mbe (.3.3.3). Evidentemente, Stinchcombé es uno de los _pocos soc16logos : de la postguerra que explfcitaménte correlacionó y comparó los d.erechos de propiedad con la6 reJ«ciones de c~a-se rurales. C,omo señalá,. la propiedad, más· que la· QCUpaci6n, tiende a ser el principié que define el 6Ístema de estratificaci6n de las .socieda~es .rurales Y:,. an.tes que la división del trabajo .pe, se, es la organi- . zaa6n de. las r~lac1t>nes de propiedad la que determina la naturaleza de la estruct~~~ de clases rural. Por esta raz6n, la agricultura siempre se ha res1st1do a la ~yoría de los intentos de elaborar categorías profesionales derivadas en gran parte del punto de vista urbano-industrial. Por ello, los estudios de movilidad -social como los de· Lipset y Bendix (2112) y '.Blau y Duncan (3.3) han tendido a «clasificar conjuntamente a todos los agricultores y a considerarlos como · uµa fuente no estratificada de trabajadores urbanos» (333, p. 183). Esta tendencia a relegar la poblaci6n rural a una masa amorfa -algo ' que Lenski (208, pp. 382-386) denomina la «clase agraria», incluso · sfo distinguir entre terratenientes y trabajadores agrarios sin tierraha sido en gran parte el resultado de intentos equivocado~ de apli- La sociología rural institucionalizada 55 car en un contexto ruta! las clasificaciones profesionales basadas en lo urbano. Stinchcombe intentó remediar esta situación derivando una tipología de Jas relacion~s de clase rurales de· los privilegios legales, los estilos de vid11, la destreza técnica, la participación política y las relaciones de propiedad. Asoció diversas configuraciones de estas características con cinco tipos de empresas agrarias: la agricultura señorial o :hacendada, el arrendamiento familiar> los ·_minifundios familiares, la agricultura de la~ plantaciones y 1-a agi:ic~ltura extensiva capitalista tipo «rancho». (Existen algunos paralelismos interesantes 1 pasa~os por alto, entre este esquema y el elaborado por Sorokin et al. [329, vol. 1, pp. 558-645].) Una de las: características más curiosas de la tipología de Stinchcombe, no· ?bstante, es que ha estimulado muy poca investigación empírica sobre los temas señalados, pese a la ne~esidad, reconocida por el propio Stinchcombe, de verificar -sus afirmaciones. Queda por explicar 6_i esto se debe o no a la naturaleza algo estática ahistórica y descrip~va de la caracterización de Stinchcom.be (como sugiere, por ejempJo, Goss et al. (145]} o si es que la ba6e institucional de la sociolci~ía ru~al ~ impedido que se prestase atención a esta área (puede res~ltar s1gnilicativo que Stinchcombe no s·ea sociólogo rural). Con .todo, el 6ilendo no deja de ser ·sorprendente. : Uno de los factores responsables de lo anterior es indudablemente la escasa familiaridad que los sociólogos rurales tieqen a la hora de manejar el concepto de propiedad, que, ·como af~i:ma con razón Stinchcombe, yace en el corazón de cualquier sistema: ·de estratificación rural. Quizás, como sugiere K.iernan: iEn épocas abuttidas de actividad rutinaria se ha tomado com~ dada la propiedad, al igual que otros heohos establecidos> fueran ~ales ~~ran las formas locales que adoptaba. Hl pensamiento académico normalmente. ·ha ten~ dido_ a pasarla por a:lto... Desde hace .tiempo la sociología parece .considerar todo el tema· gastado, agotado (:189, p. 362). . . ha Parece existir poca duda de que se «tomado como dada» la in~titución de la propiedad en la sociología rural, a pesar de. su manifiesta ·importancia no sólo para definir el acceso y el di~fru te . de recursos económicos decisivos, sino también por ser una de las mstituciones fundamentales que aseguran. la reprod1:1cdón de la estructura de clases rural intergeneracionalmente · (346). Por tanto, aunque. no existe ningún desacuerdo . sobre el hecho de qu~ la propiedad tépresenta un aspecto decisivo de l.a estructur~ _s~c~al_ -;111ral, ha habido una sorprendente falta de etenc16n por 1a 1nst1tuc1on de la propiedad en los recientes estudios empíricos (véanse 26.3. · 30'~). } ) 56 ) .. ) ) } ) ) ) ) .) ) .) ) ) ). ) ) ) ) ) ) . }. :) :).) ) ) ) ) ) ) ) ) Howard Newby En general; el tema de la propiedad, especialmente el de la tenencia de la tie~ra, sólo lo han tomado en serio fos sociólogos rurales del ~undo subdesar.roll~do, donde la consideración de la reforma agraria 1? ha hecho inev1table.(véase 89). En otras partes, con pocas excepc1o~es, .se ha p~sado por alto. Los libros de texto de sociología rural tienden, o bien a hacer un breve comentario sobre este tema (p. e., 216~ pp. ~09 ;ss.~, o a recurrir a generalizaciones sin comprobar, tales -como la s1gu1ente: Tal vez_ -~ determinante m~-s imp~rtante d~1 bienestar de aquellos que viven de. 1a tierra sea hasta que punto se encuentra en manos de unos pocos ia pr~p1edad Y el control de la tierra p se distribuyen entre los que viven de la agr1~ultura . .En todo el mundo, donde quiera que la propiedad y el control de la tierra e~tén amp"lia!11ente: distribuid_os, c~be observar (1) los más fuertes estfm~los ha~!ª un trabaJo estable y hacia un ,-ahorro máximo; (2) los niveles de .vida medios más elevados; (3) · el menor desarrollo · de ·fa estratificaci6n socia-!, tla menor_. di•stinci6n de ciases, ,la relativ-a ausencia de castas, y muy pocos enfrentamientos y lucha de clases¡ ( 4) un a1to nivel de movilidad social v~r~ical, d~ tal forma que el individuo puede acercarse lo más posible a la pos1c16n soc1·a-l que corresponde a su capacidad natu-ral y a Jos esfuerzos que _-persona·lmerite esté di·spuesto y .sea capaz de desarroUar; (5) una inteligencia ~eneral alta y con escasas diferencias, 'Y (6) una poblaci6n ,rural con personalidades al~amente desarrolladas y equilibradas (324, p. 297). r Se podría estar ~astante dispuesto a excusar estos ingenuos supua5tos que se han mculcado a toda una generación de estudiantes de soci_o~ogía rural si ( una vez des~nredadas las tautologías de fa5 proP.~s1c1~nes, ;Ontrastabl~s) hu_biese~ esti1:1ulado la necesaria investigac1<:n empmca para- qeterm1~at su :1ahdez. Sin embargo, es justo ·senal-ar~que· lqs trabaJos· -recientes, ·10cluso--en -los -Estodos--·Unidos,pondrí~n e~ duda esos supuestos (véanse, por ejemplo, 4, 378, 379). El _concepto de _propied~d, desde l?ego,. no· es fácil d_e manejar, .lo que ·_.también puede explicar las ret1cenc1as de los sociólogos rurales en este campo. Como ha señalado Denman, .el hombre ha teorizado 6obre la propiedad desde los tiempos más remotos de la historia es~rita s~n haber· llegado a ningún acuerdo sobre «este concepto tar;i. ambiguo» (84, p. 90; también 83, 85, 86 87). Está mu-. cho más_- á:~lá de los límite_s de este ensayo analizar· la larga historia de la bibliografía q~e existe sobre el tema (par'a uno·s resúmenes útfles, vé~i'ise 19_8, 223, 299, 309). Esto sería particularmente complicado d~da · la . naturaleza enormemente compleja de los derechos l~~ales -:p~incipalm:nte los derechos al beneficio, control y -alienac1on (22,3)-'- contenidos en el concepto de propiedad. Bazelon, de forma alg~ jo~osa, subraya muy·· bien este pwito: ,., La sociología rural institucionalizada En una Facultad de Derecho moderna una de las bromas más divertidas consiste en llegar a una definici6n de la propiedad. La Facultad considera que es oopresdndible para el desarrollo de la técnica ½egal tomarle e1 pelo a los aprendices de abogado con algo que no forme parte de los conocimientos ya aprendidos. iPrimero, se rechaza con desdén la imagen básica de la propiedad -la tierra y las cosas-. Después, se busca la ·definición en los derechos contractuales, en los dereéhos de acción (derechos no 1."ealiza-dos, inc1uyen?o las demandas judiciales), así como otros derechos ~tangibles. La clase piensa entonces que tiene la respuesta a fa ·pregunta: la propiedad son los derechos -denominados derechos de propie<:fad o, Gimplemente, la propiedad-. Aquí es donde el profesor moderno más se divierte, y ·para co~fundir totalmente a la clase muestra un caso en el que ipor primera vez un tribuna1 reconoce y hace cumplir el derecho de propiedad -bastante bueno es uno de Jos primeros casos de la radiodifusión en el que un tribunal por primera vez sostuvo que el derecho de emitir una retransmi,sión de un partido de baseball «perteneda» al club, y que éste podía disponer de. él y no pod{a se: utilizado por ~na parte .que no tuviera una concesi6n contractual del «dueno»-. Luego. viene el golpe de gracia: ¿Hizo cumplir el tribunal el dere;ho del club porq~e era un derecho de propiedad o era un derecho de ,propiedad ·porque el tribunal lo hizo cumplir? Un silencio fulminante, una sonrisa aparece en el ~ostr~ ~el profesor "i éste indica que la propiedad es un derecho ·de uso o d1spos1c16n que el tribunal hará cumplir. 'Ese día ya son mayores: Ja élite l~gal está preparada para salir al mundo, tautología en mano, para hacerse rica creando Y defendiendo estos derechos. Sin . embargo, un ápice de dud-a .permanece al imponerse las tautolog(a, más antiguas: la -tierra es la tierra, ser dueño de algo es -ser dueno de algo, y -toda propiedad, como la de fa tierra, debe ipertenecer a alguien (17, p. 53). # La tarea de los sociólogos es analizar estas tautologías relacionando la evolución. de Jos__derechos_de p~opiedad_con las_ estructuras cambiantes de la ·sociedad. Una relaci6n en la cual estará indudablemel?,• te presente algún tipo de causaci6n recíproca. Los derechos de propiedad no sólo son derechos definidos aut~ritariamente -lo cu~l suscita cuestiones sociológica-s capitales relativas al poder y la leg1tiniidad (véanse 68, 84, 185, 303)-, sino también un conjunto de reglas_· que afectan a -la asignación de los r~cursos y, Pº! tanto, a la distribución de las oportunidades que se tienen en la v1da ( ~éase la reflexión de Weber sobre la propiedad [361]). En este senttdo, los sociólogos pueden hacer una aportación real, valoran.do hasta qué punto la proliferación de las ca tegorfa-s legales de pr~~1edad ha dado lugar « cambios reales en el control y en el benefic10 o ~asta qué punto· son una mistificac!ón l•egalista .. Los s?ciól?gos, espec1almente, pueden resistir la tentac1qn de reducl.t la ~iscus16n ?e los .derech~s de propiedad a un ejercicio puramente técruco (legalista), situándola \. E A L íi 58 La sociología rural institucionalizada Howard Newby 59 r ' ¡j ' í 1 1 en un contexto social más amplio, relacionado con lil estructura de la desigualdad, la justicia distributiva y el equilibrio entre los derechos individuales y los colectivos. Esta es una importante función en una época en la cual está aumentando la complejidad de los derechos de propiedad en las sociedades capitalistas avanzadas debido en gran parte al intento de evitar el pago de impuestos. E~ cuanto ~ lo que .ª los sociólogos rurales concierne, esto reviste particular 1mportanc1a, ya que los derechos sobre la tierra representan la piedra angular de la sociedad rural, determinando y siendo determinados_ por l~s necesidades de la producción ngraria y de la estructura soc1opolít1ca. En ausencia en las sociedades capitalistas avanzadas de cualquier i~vestigación empírica comprobada de estos temas, aquí sólo es posible plantearlos en lugar de ofrecer algún resumen de los resultados actuales. La investigación en este campo es muy urgente. Lo que nos queda son unos cuantos trabajos dispersos oobre la tenencia de la tier.ra, que se pueden considerar como un subapartado de las reflexiones esbozadas anteriormente. Sin embargo, la tierra es un factor de producción que tiene características muy especiales que introducen diversas peculiaridades en la estructura de clases rural. Por ejemplo, su cantidad es (relati-vamente) fija; naturalmente, su tamaño no puede aumentarse a corto plazo, como tampoco se puede• trasladar de una localización física a otra. Por tan to 1 la tierra constttuye un monopolio natural: no se puede producir o reproducir a un precio variable. Por otra parte, aunque la calidad de ,la tierra se puede mejorar en algunos casos rápidamente -mediante fertilizantes, por ejemplo-, incluso las limitaciones de lo anterior pueden definirse bastante estrictamente por la naturaleza de la topografía y del clima. Asf, pues, la tierra, contrariamente a lo que ocurre con la maquinaria y otras formas de capital de explotación, no es movilizable según dicten las condiciones del mercado. La tierra no sólo presenta menor movilidad a la hora de entrar o salir de diferentes empresas de producción, sino que los derechos de propiedad exclusivos aseguran que la tierra también es un monopolio de propiedad. La deci-si6n más importante con que se enfrentan los propietarios, por tanto, es la de la utilización. En algunos casos determinados esto puede significar tener que considerar usos alternativos e la agricu.Jtura, pero para la mayoría esto significará una decisión de retirar o no una parte de la tierra de la producción agraria. Las decisiones más importantes son cuantitativas y no cualitativas, y ' por tanto en épocas de depresión econ6mica la tierra tiende a -ser simplemente retirada del cultivo en lugar de ser cambiada a otro uso alternativo, ya sea agrario o no. Comparados con otras indus- ( trias, los propieMrios agrarios son relativamente i.nsensH:i\es a las pautas del mercado - la mayoría tiene~ pocas posib~lidades· d~ elección que no sean la de utilizar sus tierras para fines agrariosEsta relativa falta de flexibilidp.d de la tierra -tanto geográfica como cualitativamente-- da a la propiedad de la tierra una categoría específica y peculiar dentro de la propiedad ·de los medios de producci6n en general. Estas peculiaridades se observaror. por primera vez en los escritos de Ricardo y más tarde ,en los de Marx y Kautsky. En estos últimos años, el análisis teórico <le-la tenencia de la tierra, por consiguiente, ha tenido lugar casi totalmente dentro del ámbito de los escritos marxistas, especialmente en lo que se refiere al concepto de renta, Es una preocupaci6n que ha ·surgido de dos áreas algo independiences del análisis marx.ista: el moda de producción feudal y, en particular, el problema complejo de conceptualizar la renta feudal dentro de las categorías ma-rxistas (véanse, por ejemplo, 165, 166, 349); y d desarrollo capitalista de la ciu~ad (véase 153, 154, 96, 97, 13). Gran parce de esta literatura ha sido resumida y aplicada recientemente por Massey y Cacalano {228 ~ a un análisis empírico de la propiedad de la tierra en G~an Brec::in:i.. Goss et al. exploran su aplicabilidad al caso de la agricultura no~teamericana (144 ). Todos estos análisis siguen la t radición de Ricardo, quien observó que la tierra no sólo es incapaz de aum~ntar en cantidad a corto plazo, sino que la calidad de una det~rmrn_ada parcela ·no es transferible. La tierra con una fertilidad por . enoma de la media produce rendimientos por encima de la me11a, pero esta desigualdad viene determinada por condiciones naturales _Y, por tanto es una cantidad relativamente constante. Esto tamb ién es aplic~ble al coste ·.de oportunidad de la tierra, que también· está d~términado por su localización geográfica. Por tanto, por su ·propia naturaleza la tierra puede propordonar un excedente de producto proveniente de la producci6n agraria o de la renta del suelo. iBajó el capitalismo, donde -la tierra se convierte ert _una m~rcancía y la propiedad queda santificada por los deree:hos _de pr~p1edad, -la renta del -suelo tiene dos componentes: la renta diferencial Y la renta absoluta ( véase 227; un tercer tipo de renta, la renta monopolística, ha -sido identificado por los sociólogos urbanos Y econ?· mistas marxistas -véan6e 97, i5J--·, pero éste es un tema aun discutido). La renta diferencial surge de los superbeneficios ~cumulados de la tierra de una productividad natural alta y permite separar la función de la propiedad de la producción de mercancías agrarias bajo el capitalismo. Massey y Catalano la definen de forma s11rin t~ • ) r ),. ) ) ., ) ) ) ) ) ) ·, ) ') ) ·, } ) ) ) ) } ) ) ) ) ) ) } ) ) ) ) 60 Howard Newby ~s cap~ talfatas l~alizados en parcelas de tierra con determinadas características pueden nece~1~ar menos capital para producir una cantidad dada de _out ~ut qu~ .l~s localizados ~n parcelas -~enos favorecidas. Por consiguiente, el precio _unitario, 1e p~oducc1ón (p~r unidad· de o_utput) en las parcelas más favo~ectdas: .sera inferior al precio de. -producción para el \Sector. El caapitalista locah~ado ~n un~ . parcela. de tierra favorecida, por tanto, con"Seguirá · un su• perávit _d~ benef1c10s_ equ1va-Iente a la diferencia entre ese precio unitario de ~roducci6n ·y el precio de producción que rige en el sector. Debido a que la tierra, ~s upa con~i~ión de producción, ,permite al dueño «interceptar» este supera~tt _d~ beneficios que es pagado como renta (diferencial), quedando para .el capitalista la tasa media de beneficios (228, p. 42). La ~ovµ.ida~ de la tierra y la exclusividad de los derechos de prop1e~ad, conJuhtamente, aseguran que el incremento de la competencia, que en una situación industrial análoga ·reduciría el exceden,te_ de bene~ici?~, -aquí se restrinja. La renta por alquiler -que lo umco .que s1gmf1ca es co~rar lo que e~ mercado ofertará por la renta de una parcela determ1nada -también asegura que la totalidad_ del exc~so de beneficio que se consigue corr~ponda al terrateniente, dcJando ~1 anen<latario los beneficios medios procedentes ~e In· proc.lucc16~, (que Mal'x explídtamente supone igual al prec~o _de ~a pr?du~cton en el peor de los suelos). Mientras que el !>L~p1e~art~ condnue cobrando la renta- de m~rcado total, el arrendatario t~mb1é~ se verñ obligado. a maximizar el output de su empresa (pa~~ iSat1sfacer. s_us pagos. por el ~lquiler). De hecho, puede que ·esto_ sea una nec~s1dad si eJ arrend~tar~o qu~ere mantenerse en el ne~ocio, ya que mientras que ·e~ propietario pueda poseer un monopolio lo_cal sobre la t~~rra, _nó· exist; ningún obstáculo para la competencia por. la tenenaa, que puede.:9bligar a que la renta suba hasta llegar· al ruvel del mercado~ . · ~a renta absolut~ también se obtien'e del monopolio local sobre -la tierra. E~to. permite que los terratenientes exijan un pago por el uso de la tierra, genere o no superbeneficios. Este beneficio absol~to existe po~que los. ,terrateni:ntes se niegan a ceder sin pago la tierra para la: producc1on. E~te incremento de renta se obtiene, por tanto, de todas las explotac1one-s, sin tener en cuenta su fertilidad Y su lo7alización. Da lugar a una barrera a la inversión y de ahí que, contrariamente a lo que ocurre con la renta diferencial se eleve el preci.~ de Jos ~ienes d~ ese sector por encima de su p;ecio de produ_cc1on. Es evt~ente q~e la renta absoluta depende de la propiedad privada de la tierra. Sm embargo, existe mayor controversia sobre las con~icio~•es nec:s-arias de ~a ~en.ta diferencial (véase 228). Un p~nto de vista convencional ha sido consic.lerar la renta ·diferencial como un efecto .tiecesa·rio del modo de producción c~pitalista: ( 164)' que La sociología rural institucionalizada 61 no depende de la forma particular de las relaciones sociales que intervienen en la propiedad de la tierra. En otras palabras, la propiedad privada de·· fa tierra se podría abolir y, según este punto de vista, permanecer 6in· embargo la renta diferencial (165, p. 294). Pero esto, según Massey y Catalano: ... sirve ·para confundir la plusvalía que 6e produce con la forma específica que toma como renta. Todo lo que implican estas condiciones desiguales [de producción] es costes desiguales y, por consiguiente, tasas desiguales de beneficios, ya que la plusvalía requiere para existir como renta condiciones espedficRS en la propiedad de fa tierra. Porque ,precisamente esta parte de la plusvalía (excedente de beneficio) para ser apropiada como renta diferencial requiere la existencia de mecanismos concretos que el análisis pueda demos. t-rar que conducen a ese resultado ... La parte exacta de la plusvali-a tomada como renta por el Estado capita1ista bajo una situación en .la que la tierra se ha nacionilizado se determina como un resultado de la lucha política de clases y es un tema que exige una investigación concreta (228, pp. 44-4.5). Así, la renta diferencial no es simplemente un impuesto sobre los productores, cualquiera que sea la forma de propiedad de la tierra, sino más bien una forma de t.propiación que puede variar bajo diferentes formas -históricas. Esto, como se discutirá más adelante, es importante cuando se tiene que desarrollar una explkacl61l de. las vnrh1ciones <le] modelo de tenencia de la. tierra. -:-Y, por consiguiente, de la estructura de clases rural- en las diferentes sociedaaes industriales avanzadas: Sin embargo, es fa exist-encia de esa renta diferencial la que proporciona a la ·agricultura una estructura de clases peculiar (véase _283 para un útil tesumen). Los analistas de traclici6n marxista, como Lenin y Kautsky, reconocieron que la comerdalizaci6n de la agricultura está señalada no 5ólo por la creciente orientación de la _producción agraria hacia el mercado, sino también por la aparición de un sistema terrateniente-arrendatario totalmente comercial -y como un corolario más, · por la proletarización de 1a fuerza ·de trabajo agrícola-. Una agricultura de subsistencia, basada en el si6tema terrateniente-campesino, es sustituida por la estructura tripartista formada por terratenientes, arrendatarios y jornaleros. Este último fue el sistema que caracterizó ,a la agricultura de Gran Bretaña a partir del siglo XVIII. Al penetrar el capitalismo en la agricultura, el campesinado -polarizado entre un proletariado sin tierra y una pequeña burguesía arrendataria- resultó destruido y la d.ivisi6n entre la propiedad y el cultivo de la tierra se hizo relativamente profunda. Fue este el proceso que llevó a Marx a realizar unos comentarios acerca de que el campesinado era «inexistente, histórica- 62 i !: ' .. '' 1 1 Howard Newby mente hablando» (un comentario del que más tarde se retractó). Sin embargo, a la vez que el monopolio natural de la tierra y la existencia de la renta del suelo permitieron que apareciera una clase· terrateniente distinta, fueron estos mismos factores, paradójicamente, los que obstaculizaron el ritmo de desarrolla capit"3.lista en la agricultura. La rápida racionalización y concentración de la propiedad de la tierra y de la producción de bienes en la agricultura se evita mediante la institución de la propiedad privada de la tierra, aun cuando la propiedad privada es en sí una condición necesaria para el desarrollo capitalista. La agricultura es frecuentemente el primer sector de la producción penetrado por el capitalismo, pero también va rezagado con respecto a otros sectores debido a la persistencia de un importante grupo de productores de carácter pequeño burgués bastante tiempo después de que otros sectores hayan manifestado marcadas tendencias monopolistas ( 16, 144 ). El ritmo de la penetración capitalist•a, por t anto, puede variar considerablemente entre diferentes sociedades rurales -aunque de características claramente capitalistas-, con variaciones igualmente considerables en la estructura de clases rural. (Para un ejemplo de penetración capitalista que efectivamente creó un cuasi-campesinado -en las tierras alcas de Escocia- véase 174). Este es otro ejemplo en la sociología rural en el cual se echa en falta una investigación histórica rigurosa y comparativa. (Desde luego, hay muchos estudios locales y nacionales que examinan estos temas empíricamente, pero pocos análisis comparativos de orientación teórica. Entre los estudios más frecuentemente cirados están : 78, 225, 289, 322. Véase también 284.) No es una coincidencia que se hay~ prestado gran ~tención a la naturaleza de las relaciones entre la tenencia de la tierra y la estructura social rural en el estudio de las sociedades campesinas, donde las relaciones terrateniente-arrendatario constituyen la característica más destacada del sistema de estratificaci6n social rural. Aunque gran parte de esta literatura va más allá del akance de este ensayo, copviene mencionar de pasada que la persistencia de un campesinado de cuasi-subsistencia, incluso en la mayoría de las economías capitalistas más avanzadas (por ejemplo, Francia, Alemania, Suiza), proporciona un ejemplo adecuado de la desigualdad del desarrollo capitalista en la agricultura, ya comentada en el párrafo anterior. En efecto, fue la preocupación por el hecho de que el campesinado europeo e-staba destinado a persistir tenazmente en la organización de la agricultura la que ·i ndujo a Kautsky a escribir su análisis sobre la «cuestión agraria» y provocó el debate en la política socialista germano-austríaca durante las primeras décadas de La sociología rural institucionalizada 63 este siglo (14, 213, cap. 4). Más recientemente, se ha anunciado la «fase final» del campesinado europeo (115), pero esto 110 parece probabl~ ·a la luz de las consideraciones políticas gue _actualmenc_e -sirven de base a la política agraria común de la Comunidad ·Ec•:>:iomica Europea. Estas interpretaciones, desde luego, dependen de cómo ~e defina al campesinado (3 19, 243 ), pero no cab~, duda de que la innovación tecnológica y la necesidad de acurnulac1on ?e capi cal en la agricultura no sólo _amplían c~nstantei_m:nte el ma_rge~ de las parcelas de tierra económicamente viables, s1110 qu_e,.al d1sm1nuir la necesidad de mano di:: obra comratada, crear. umaades productivas que, aunque no sean c~mpesinas en sus característic~s.' por lo menos son unidades donde la familia de nuevo es autosuftc1ente. El campesinado en Europa, en parte, sobrevive debido a que se ha transformado su naturaleza. En diversos aspectos esto ha supuesro un tipo de producción orientada no tanto h_a~ia la subsistencia directa como hacia el propósito expreso de paruc1par en el mercado, con la permanencia de parcelas pequeñas en los intersticios de !"as empresas capitalistas mayores , evitando frecuentemente la_competencia directa con ellas (véase 261 ). La razón de su supervivencia como productores de mercancías, sin embargo, no .se tendrá en cuenta de forma detallada hasta ei apartado siguiente. . . Aquí sólo es necesario señalar :os efectos que la s~perv1ven~ia del campesinado tiene sobre la estructura de la tenencia de la :lena. Su efecto más -evidente es el de poner. freno -a los dos amplios movimientos que distinguen -gl cap:talismo agrario: la acumulación y la concentración ( 14; los dectos . sobre fas estructuras soci2'1.es rurales en los estados socialistas se tendrán en cuenta en un apartado posterior). La agricúltura· sigue estas ·rendencias general7: de la_s ~eoominadas «leyes del desarrollo» del modo de producc1on cap1 ta.~1sta. Sin embargo, como ha señalado Kautsky, el proceso se compltca más en la agricultura que en la industria: Para empezar, los medios industriales de producción s~ pueden multiplicar mientr.as que en 1a agricultura la cierra es un recurso f1Jo, dentro de unas co~diciones dadas .. . En la agricultura, el gran terrateniente generalmente no puede aumentar su riqueza excepto a través de la concencrución, unit!ndo varias propiedades en una. En fa industria, la acumulación · cont_i núa i~de_µendientemente de la concentración: un gran capital puede crece r sin supri mir la autonomía de las empresas más pequeñas. Cuando tiene lugar esta supresión es el efecto de la formación del gran capital industrial. Aqd la ncumulació~ es el punto de partida. Por el contrario, donde la tierra .se fragmenta en dlferentes propiedades y donde prevalecen los pequeños propict~rios , b ~ grandes explotaciones sólo pueden obtener ti!na concentrando vanas propiedades ,n~s pequeñas, La dcsapadción de las explo¡aciooes 01ás peaueñas. nor tanto · 64 Howard Newby es J.a· ~ondid6n previa para la formación de una e~presa mayor .. Pero no basta. e;on esto; tambi~n es necesario que las explotaciones expropiadas for_men -~na super~ide continua (14, p. 30). · ·· ·_A ·n1erto~ ·que d .pequeño .propietario sea· eliminado a la fuerza · ·. -:--~na· característica común :en Ja t~ansid6n .del. feudalismo . al. capitalmno (246, 338}-, sus··.vecinos ambiciosos t~enen que .esperar a que_éste qui~bre · o -se ·quede sin herederos.· Mientras tanto, las peq~·enas próp1edad~:s de est.e tipo obstaculizan tenazmente el creci~ m1·en to de -los· grandes c◊-nglomerados de tierra. · ~~tos factores ·.explican la ·peculiar estnictura de· la tenencia de la tierra que se observa en la mayoría de las sociedades capitalistcis avanzadas: la dominación numérica de propietarios pequeño-burgueses ,Y ?e peq~eña escala que, a pesar de ser responsables én · la mayor1a de los .casos de una pequeña parte de la producción agraria (lo que se an~li.zar~ en el apartado siguiente), pueden representar una fuerza polaica importante en el momento de influir en las directrices de la •intervención estatal en la agricultura --como pronto nos r~cp~rda. una breve revisión de la historia de la política agrícola com~n de· la CEE-. Puede que también tengan una influencia culturaln:ie~te desproporcion_a4a: Obsérvese la ideología de la «fronter~» de· los Estados -µnrdos cop sus supuestos fundamentales jeffers~n~an?s ·:sobre la propiedad privada como ga·rante de la Hbertad ind!vl?ual. -y colectiva (47, 48). T~do esto da a entender que las predicc1one~ · sobre. la aparición de un sistema universal terratenientearrendata!io como característico de la agricultura capitalista han demost~a~o st? muy .Hmitadas en su alcance (véase 326, p. 505 sobre esta_ <<enttciad social especialmente única»).-·Muchos de ·fos fil. gos 1el_: tapitali~mo agrario identificados por los primeros autores ma.rx1stas, ·-el incremento del taµ1año y la esca-la de la empresa que -~~us~· el, desarrollo del_ latifundismo, la concentración de la producc10n~: solo han aparecido de forma muy lenta (y casi siempre en los secto~es de la agricultura más capitalizados e intensivos) y se han prodµc1do algunas inversiones 6ignificativas en esa tendencia general, ·como por ejemplo la parcelación de grandes fincas que tuvo lugar entr,e 1918 y 1923 en Gran Bretaña (347). Por el contrario la exis~e1;1da de fincas .de gran escala parece tener lugar sólo baj~ deter1:1madas y específicas condiciones históricas y/ o topográficas. Por eJemplo, en Europa las grandes fincas 6e encuentran donde han s~~revi vida a la _transición del feudalismo al capitalismo o bajo cond1c1ones en las que la clase terrateniente ha contribuido materialmente al proceso de la comercialización, instigando una «revo1ución desde arriba» ( 246). De hecho, la forma exacta en la que los due- La sociología rural institucionalizada 65 ños de la. tier~a han intervenido en tales cambios, o reaccionado ante ·ellos, ha afectado fundamentalmente, como demuestra Moore, al proceso de modernización. Por ejemplo, en el caso de Alemania la promoción tanto del industrialismo como de la comercialización de. la. ~gricultura por parte de los terratenientes produjo un Estado c~rporativo en el cual podían participar (138, cap. 14; 246, cap. 8). Por otra parte, en Inglaterra la comercialización de la agricultura precedió al proceso de industrialización en aproximadamente un siglo y aunque la clase terrateniente promovió la primera, en gran parte (aunque no totalmente) reaccionó contra lo segundo (347) y, por: consiguiente,· perdió el control de las principales funciones del Estado, viéndose obligada a estar políticamente a la defensiva (véase 315). Fuera de Europa, sin embargo, es la experiencia del coloni~ismo la .que ha revestido mayor importancia en la formación de la estructura de la tenencia de la tierra de las sociedades agrarias .avanzadas. Aunque en algunas regiones esto ha traído consigo la instalación de una clase hacendada a gran escala de orientación comercial, la estructura más caractedstica de la tenencia de la tierra no ha sido la gran finca privada, 6Íno la pequeña explotación familiar. En algunos casos (por ejemplo en el Medio ·Oeste de los Estados Unidos, parte de Canadá, Australia y Nueva Zelanda) ésta fue una política ·intencionada del Estado para ·regular el tamaño de la. explotación, frecuentemente como reacción contra la estructura de la propiedad de la tierra de la metr6poli europea. Las políticas de este tipo se expresan, por ejemplo, en la American Homestead Act de 1862. Un modelo de propiedad de )~__t~r!'~ ckeste_tipo .ha_.afecta·do de-fofi:ifa decisiva ala esffiícfura social de esas zonas y ha dado lugar a una actividad política de esos terratenientes/ cultivadores muy diferente a la que ha prevalecido en Europa Occidental (véase 146, cap. 1; 4, 25). Esta intervención directa del Estado en la regulación de la propiedad de la tierra, por consiguiente, con6tituye un factor que debería incorporarse a cualquier teoría de la propiedad de la ·tierra. El papel diferencial del Estado al dirigir el desarrollo hist6rico de 1a propiedad de -la tierra en Europa Occidental y en sus antiguas colonias es, asimismo, un fenómeno que requiere un estudio sistemático y comparativo sobre una base tran6nacional. Bajo condiciones de minifundismo, la concentración sólo pue4e proceder de forma muy lenta o a un ritmo que depende del grado de tenacidad del pequeño propietario, de sus necesidades sociales y económicas y de las economías de escala de que se dispone en una rama determinada de la producción de bienes. La capacidad del terrateniente/cultivador para «aguantar» frente a fuerzas econ6micas 66 Howard Newby aparentemente adversas· ( véase 65, cap. 7; 63, 123} está bien documentada. ~mo abandonar la tierra frecuentemente supone un re-t:oces? sooal, tanto d_e das~ como de status, es posible que se prefiera inclu~o el traba¡o a tiempo parcial en otro lugar antes que r~mper total~ent; con la tierra {115). Por ,otra. parte, no se puede disponer de mngun modo de las economías .de escala de forma uniforme en toc:!as las secciones de la pro!duccion agrícola. Por estas ra2ones, el rumo de concentración de la prqpiedad de la tierra pued~ ser_ de hech~ muy lento: por ejemplQ, han transcurrido más de diez anos para incrementar en una sola hectárea el tamaño medio e;{~ l~-~. ~iplotaciones en la C.E~E. ·Sin· eqi~~go existen variacion~s s1gn1f1c~t1vas en esta.s tasas entre los <liferentes países -por etemplo, es mu~ho más alta en Gran :aret~a-, d~pendiendo del v1¡or ~ lo~ prQ>gr~mas de concentraci6n d~ l_a. tierra patrocinados ~or el ~stado, el tipo de pro~ucci6n y las fqr~s de tenencia de la t~erra htst6ricamente establecidas (se ha co~eguido una concentrac16n bastante menor en las regiones de explotaciones pequeñas y ·, ocupada~ por sus ?ueños que en lás regiG,nes donde hay grandes expl~tac1ones trabaiadas por arrendatarios; vé~se 65, p.· 109). Sm emb~rgo, ntnguna de estas generalizacion~s puede formularse de forma ro~unda. Más bien son conjeturaa calculadas relativas a lo ~ue los soc16logos rurales pueden encontrar si se decidiesen a d_edicar su !iempo a ese análisis histórico comparativo de la tenencia de la tierra ~n las socied_ades capitalistas avanzadas que tanta,' fal~a hace. (Un _hbro muy útil de fueQtes ~st~dísticas descriptivas, pese. a estar _anuauado, es 279; el Land Tenur:e Center de la Univ:ers1~ad de Wiscgnsin, en Madison, es el priQcipal centro de invest1gae16n en ~te campo., aunque dedica casi todos sus esfuerzos a los países m~nos desarrollados.) Sin eq:ibargo, es precisamente en este punt? dqnde l~s aportaciones de la sociología rural brillan por su ausencia: -La S(j)Clo!ogía :nral ha cedido gr~n parte del debate el~s econom.1stas agrarios baJo la forma de <<reajuste de las explotaciones». {pa~a unos resúmenes de interés véans~ 8, 12), siendo escasa la ~1scus16n de los sup~e~tos fundamentales· los que se ha basado éste. No parecen existir muchas dudas de que esta insistencia en lo~. Estados Unidos de l~s a~os 50 y 60 se ,debió principalmente a los intereses de las. agencias financiadoras. El papel de la sociología ru~al era ~l de criada de la revolución tecnológica en la agricul~ur~, s1n analizar las ~onsecuencias sociales de ~sta revolución. Esto ultimo, al par~er, era un papel más apropíado para los sociólogos. Ahora que ya se ha observado el efecto de la revolución sobre l~ estructura d~ la sociedad rural, ha surmdo la inevitable desilus160 ( 160, gran parte de los ensayos recogidos en .301). Quizás exis- en La sociología rural in~titucionalizada ··. · 67 ta una creden~e comprensión, especialmente en los Estados \Jnidos, de que el «reajuste de las· explotaciones» es un eufemismo para designar un cambio fundamental :en estructura -de la sociedad rural que no se h~b1a reconocido al abstraer los cambios tecnológicos de la estructura de relaciones de propiedad dentro de las cuales estaban insertos.· Por ejemplo, una. de las consecuencias imprevistas muy bien pudo haber sido el aumento del nivel de propiedad de la tierra corpor_ativa o institucional (véase más -adelante); otra es la transformación de la.s «comunidades rurales» {véase -el capítulo posterior). Por tanto, aún existe una gran necesidad . de estudios sociológicos que sefialen cómo, bajo condiciones ecológkas y tecno16gicas similar~s, el desarrollo histórico de las sociedades dentro de las cuales están. localizadas há moldeado y formádo las relaciones de propiedad que ·sostienen .los procesos de producción agrarios. Sin embargo, han existido escasas tentativas de desarrollar una eco: nomía política sistemática de la agricultura capitalista :pioderna o una teoría comparativa de las estructuras sociales rurales bajo condiciones económicas modernas. El contraste con los «estudios campesinos» es en este caso bastante acentuado. Lo que permanece son unas cuantas tentativas, sumamente sugerentes, de formulaci6n de conceptos. En los Estados·' ·Unidos se está llevando a cabo un tímido intento de crear una nueva «sociología de la agricultura» que parte de un análisis de la tenencia de !a tierra y de la estructura de clases. En menor o mayor grado, este intento se halla influido por el análisis marxista de las clases ( 144 ), aunque también reviste una importancia análoga fa preocupación por apoyar los intereses- de la explotación familiar, en péligro de rápida desaparición, una ideología -más familiar a la -:sociología rural. Rodefeld, por ejemplo, sugiere que: la Es posible algo parecido a un diseño· ~~ :la •ag~icultura amedcana · teniendo en cuenta los tipos estructunles de las :explotaciones que surgen: ·cuando se clasifican recurriendo simultáneamente a los niveles de .propjedad ,-de la tierra, propiedad del capital y provisi6n de mano de obra por· sus: adininistradores (.300, p. 159). · Rodefeld continúa ha-sta obtener una tipología cuadruple del tipo de explotaciones, basándose en los niveles de propiedad de l_a tierra y las. p~ovisiones de mano d~ obra por los administradores de la! explotac16n y demuestra con la ayuda de esta tipología ·la importancia decreciente de las explotaciones familiare.s en los Estados Unidos, con i~depeodencia del nivel en que se. ·encuentren. en cuanto a la propiedad de la tierra. Si11 e.mbarao, c'omo RrvlPf~t,~ rA""' • ) )~ ) ... ) '} ) } ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) } ) } ) ) _) ) ) ) } ) ) } ) ) ) } 68 Howard Newby La sociología rural institucionalizada noce inmediatamente, una· valoración precisa de. estos cambios estructurales se ve obstaculizada pq-r la falta de· investigación previa en este campo e incluso por la ausencia de una estadística descriptiva básica:. _. , · aquí sólo ·nos pr~ocupa la inversión en la tierra). La intervención de estas instituciones ha provocado numerosas especulaciones sobre si este hecho· senalaba por fin la aparición del sis~ema terratenientearrendatario en su forma madura, que tantos -autores habían anunciado desde hacía mucho tiempo. ¿Es posible que en el futuro el agricultor· independiente, a la vez dueño y habitante de su propiedad, se convierta en el arrendatario de un fondo de pensiones, de una compañía. de seguros o de algún agente similar de las finanzas o del capital monopolista?" Desde 1970 ha habido un importante incremento de la propiedad corporativa de la tierra mediante compras efec~uadas por _instituciones financieras y compañías no agrarias, tanto en Gr-an Bretaña como en los Estados Unidos (véase 263, cap . .3; 228, cap. 6; 248, 145). Sin embargo, todavía es prontQ para ·saber si estas tendencias van a continuar, ya que las causas de esa renovada inversión institucional en tierras agrícolas no tienen por q1:1é. ser una característica permanente de la economía del futuro. Una primera causa tiene que ver con el papel del Estado. En todas las sociedades capitalistas avanzadas, el Estado ha intervenido de forma decisiva y extensamente en el sistema <le producdó11 agrario (como ~e verá en el ¡,róximo apartado) y como tal ha actuado · como· virtual garante del valor de la tierra agrícola. Como ha señalado Jpsling en un resumen de las políticas ágrarias del mundo desarrollado:· Al mismo tiempo, hay que decir que para valorar de forma precisa 1as · tendencias en los tipos de explota~iones y los cambios ~n los niveles y en los tipos de diferenciación estructural, se necesita una informaci6n más detallada de '\ln determinado número de áreas. Necesitamos ·saber más sobre quiénes poseen las tiertas de labr_anza y él capital agrícola (el 'administrador de la plotación, los trabajadores, el personal no agrario -qué clase de personal no agrario-), quiénes administran ias explotaciones nQtmalmente, ·quiénes realizan el trabajo agrícola (administradores, trabajadores -qué ttpo de trabaja.dores-) y qué parte del trabajo agrícola realizan. Un~ ,vez que se obtiene esta· información, entonces -se puede . proceder a clasificar las e,óplotaciooes . (c6mo mí.nimo) por su nivd de · diferericiación en la :p·ropiedad de la. tierra, la propiedad dél capitail, la administración y el trabajQ, · ·nad~s las . tendencias observadas had-a explotaciones ·de. ~ayor tamaño con · niv.eies .de diferenciad6n más elevados ·(los niveles más bajos de propi~dad Y · de -:provisión· de ·.nuno de obra por los adminfatrndorea) en todos l~s dimensiones· de. la· cst~uctura organizadonai, se necesitan estudios ·empíricos y conceptuales · qué determinen las fuerza_s causales que provocan estos caml,ios y las cons·ecuendas de los mismos ·para ' 'otras' características 'agr_arias,' para fa població~ agraria,.. las comunidades rli'rales y d sector urba~o (p. 176).. · ex- Por raro qlile le. parezc~ al profano, Rodefeld indudablem-ente tiene raz6n al dar a entender que his~óricamente la 6ociologfa_ rural ha_ descuidado el desarrollo de una: sociología de la ·agticultura, Los sociólogos rµrales han tendido más bien a tomar el-· sistema de producción agrario como µn factor «dado» en. sus análisis y se han concentrido·sólo.:._·en el-·examen ·de··la-s ·«imperfecciones»--·de-·e~te· sfatema, con: 'idea de rectificarlas· (un buen ejemplo es el estudiq de 1a tenencia de· la tierra· en .30 ). Inevitablemente, esto no ha favorecido un enfoque h~lís tico de la sociología de la propiedad de la tierra. Las tendencias reden tes en la _propiedad de la tierra en un determinado_ 'número de .sociedades capitalistas avanzadas, sin embargo, han ·dado lugar a un renovado interés por este tema. Como se mendon6 anteriormente, son compatibles, en principio, una gra.n variedad de formas de tenencia de la tierra con el desarrollo de una agricultura comercializada. La reciente inflación en la II)ayorí-a de las economías ·occidentales ha renovado el interés por la propiedad de la tierra como- ·una inversión de capitaJ por parte de determinadas 'instituciones .financieras y/ o corporativas. (Debe señalarse que en algunos casos ha significado la intervención directa en la producciqn, aunque esto se tiene en cuenta. en el apartado siguiente; 69 iLa conclusión principal es que la tierra, cuya oferta es la menos elástica en el conjunto de 1os · inputs, obtiene mayores ganancias unitarias y, por tanto, el mayor precio de -los activos disponibles para la producción. Aunque es posible que no se verifique lo anterior para los programas individuales y que .. se_ p..u«\a -m99ificar con e'l tiell'!~..Lg.~~ci~~-- a la disponibilidad de •t~~~~~gía de cultivo intensivo, las consecuencias ele estas conclusiones ya se fian 1nc01~porado al saber convencional de las poUticas agrarias (184, p, 247). Al mismo tiempo el Estado, como parte de su política de apoyo a la agricultura, ha dado frecuentemente u~ trato preferente a la agricultura en temas relacionados con los impuestos y los gastos. Lo anterior ha estimulado la inversión corporativa en tierras agrícolas como defensa frente a la inflación o como una «desgravación». Así, aunque el rendimiento del capital invertido en tierras es bajo \. · generalmente, las ganancias de capital unidas al ahorro _de impuestos pueden ser considerables. No obstante, la dependencia de la acción (o inacción) estatal puede crear una rápida fluctuación en los beneficios obtenibles. La segunda razón de la inversión corporativa en tierra está relacionada con las propias instituciones inversoras~ · han considerado ·la tierra como una inversión segura en cuanto al 1 l \ 70 ¡:. l·P· il. t., ~; !f Howard Newby crecimiento, del capital a largo- plazo, en la cual pueden invertir con seguridad lo que noi:nialmente es una p~queña fractjón de sus fondos Como una divetsificaci6n relativamente secundaria del modelo traclidonal de ihversión d.el capital fina.ncjero, la tierr~ no constituye una parte signiflcativa de sus car~eras, ni _se coQcibe un papelJ dominante ,den(ro de la estructura de ·1a propiedad de la tierra. Parece poco p~obable, por tanto, que :esta t~ndencia tenga como· resultado una alianza de la agricultura con otras industrias para es• tablecer una sc;pataoión completa de lá p~o.pied~d y del control. Obrando así, las compañías financieras se a,:ri~garían a una mayor int~tvenci6n pdlítica que gravase la propie~ad · institucional {como ocurre en determinados países escandinavos, por ejemplo, o en California). En última instanc~a, como ver~mqs en el próximo apartado, el conti;ol qe la prQdu~d6n alimentaria ~ la mayo.ría de las sociedades capitalistas avan%ada6 no depende de quién es d dueño de la tierra, y las instituciones tienen OP,Ortwiidades más lucrativas para su inversión en otros sectores e _incluso en la propia tierra. ¿C6mo se puede caracterizar entone~ 1a inversión institucional en tierra agrícola? En primer lugar, no hay nada nuevo en este comportamiento; los bancos desde hace tiempo han invertido en tierra agrícola, y de igual forma lo han hecho otras instituciones financieras. En segundo lugar, pese a que la reden te inflación ha fomentado una renovada oleada de inversiones en la tierra, resulta todavía una actividad esencialmente peri.férica para el capital financiero. Aunque el impacto sobre el mercado de la tierra puede- ser considerablé, representa poco más que calderilla para los administradores de la inversión. Con todo, el impacto sobre la sociedad rural y agraria en general es algo que merege la atención de los sociólogos rurales. Las consecuencias sociológicas de estos cambios en la propiedad ele -la tierra apenas se han analizado. En tercer lugar, como consecuencia de todo lo anterior, es necesario relaciomfr ·. el tipo de propiedad de la tierra con sus consecuencias para la soc¡edad rural. En otras palabras, ¿da lo mismo que la propiedad sea personal o institucional para la estructura de la sociedad rural en general y para la comunidad rural local en particular? ¿Qué ha ocurrido en realidad bajo estas nuevas formas de propiedad de la tierra y, en algunos casos, de relación con ésta? Antes de que se puedan contestar satisfactoriamente estas pre-guntas, es necesario desarrollar inicialmen-te -una tipología de la ·propiedad de la tierra. Massey y Catalano (228) sugieren que existen tres tipos diferentes de propietarios, «distinguiéndose entre ellos tanto en términos de relaciones de propiedad de la tierra como por, el papel de esa propiedad en la estructura global de la formaci6n •·,. La sociología · rural institucionalizada 71 social>> (p. 6.3). El primer tipo de propiedad de la tierra q4~ identificaron son los antigu-os bienes raíces) es decir, «la propiedad de la tierra que se ha adaptado a las condiciones del modo capitalista de producd6n» (p. 64). Este tipo de· propi_edad de la tierra e~ esencialmente una supervivencia de la era·· precapitalista que se. ha ido adaptando a las exigencias del capitalismo. La 'tiefra para esfe grupo no sólo significa una ganancia económica, sino tamoién -li_n: papel social más amplio: A diferencia de los terratenientes puramente capitalistas,· para este grupo la tierra es la base de otras actividades. Son agricultores, o coloriizadores, o propie~rios arrendadores, o madereros, porque son -los dueños de la . tierra y no a 'la inversa. Además, para ejercer estRS activí<lades no tienen que pagar un precio de compra por la tierra (p. 66). El segundo tipo lo constituye la propiedad industrial de la· tierra, donde se es el dµeño de la misma sencillamente porque es un medio de producción: La relación económica de la propiedad de la tierra, por consiguiente, está dominada :por consideraciones sobre determinadas características de la tierra y el proceso de producci6n. iEste grupo comprende el grueso del capital industrial, incluyendo a fos propietarios-agricultores (p. 67). El tercer. tipo lo ·constituye la propiedad finanpiera de la ·tierra, donde se es dueño de la misma por ser un sector donde invertir. Ni está estrechamente vincul~da con ningún otro papé! ·social .(como es el caso de los antiguos bienes raíces) ni tampoco· es si~plemente una condicipn necesaria de la producción (como es el caso de la propiedad industrial de la tierra). A los propietarios fin~ncie'rqs sólo les preocupa la subida de la cotización del valor capital de la tierra y/o los rendimientos {o rendimie~tos ,potenciales) que se pueden obtener de los rentos. En cu~to a lo que se refiere a la naturaleza de }as relac;:iones sociales ·rurales, es evidente que éstas variarán considerablemente según sea el tipo de propiedad agraria. Como concluyen Massey y ~~~= . ' fa apropiación d~ la .renta comq una fo~ma de plusvalía, aunque expresa un grado éle especificidad y coherencia: es por sí sola una base· insufü:iec• te para identifica; una fra<.:dón dist.inta en 'lós diversos gr.upo·s de agences implicados ... La renta .se .puede extraer en 'Varios puntos diferentes de la es-tructura global de las relaciones de producción y circulación, y no existe un solo papel en el que,. o bien la renta, o ~ien la tierra participen de esas relaciones. Aún más, la clara división de la propiedad burguesa de la tierra en •• _1 72 Howard Ncwby eres grupos· estructuralmente distintos indico que no se puede decir que exista ... una sola categoría que abarque todo el capital rural (p. 68). ) , ) ) Lo mínimo que ofrece la tipología de la propiedad de la tierra de Massey y Ca talana es un útil mecanismo heurístico que se puede utilizar para analizar no sólo la naturaleza de la relación entre la tenencia de la tierra y la estructura social (rural), sino también los. conflictos que puedan surgir entre los di/erentes tipos de propietarios, por ejemplo, según la naturaleza de la intervención estatal. Tarnbién sería interesante informarse sobre la distribución en el tiempo de la propiedad de la tierra entre esas categorías -aunque · haya que señalar que los problemas en la obtención de datos frecuentemente son enormes, dado que en numerosos países la propiedad de la tierra permanece bajo un velo de secreto y evasivas ( véas 263, 293 ). Sin embargo, lo anterior cfo n entender que existen enormes prol,le111us a investigar, relacionados con la tenencia de la tierra y la estructura social, que requieren un examen más detallado. Claro está que apenas si ha comen~ado la investigación. También es evidente que el tema parece ser más sutil y complejo de lo que daban a entender los sociólogos clásicos. La producción simple de mercancías agrarias: El crecimiento de la agroindustria En todas las sociedades capitalistas avanzadas, la tendencia mas importante de la agricultura, entendida como .profesión o actividad, se puede resumir en una transición de -para usai: tópicos familiaresla <(agricultura como estilo de vida» a la «agricultura como negocio» . Es decir, la agricultura se ha hecho cada vez más racional debido al conjunto de condiciones del mercado, que, como veremos, el Estado controla cada vez más. Sin embargo, el agricultor no participa ·en un solo mercado. Ruttan (305), por ejemplo, identifica cinco conjuntos de relaciones de mercado que estructuran la economía agraria: el mercado de los productos ( que puede variar considerablemen té según la mercancía), el mercado de los inputs, el mercado de trabajo, el mercado de la tierra y el mercado de los bienes de consumo ( véase también 23 ). La naturaleza de la producción simple de mercancías en la agricultura, por tanto, es muy compleja y no es fácil hacer ge·neralizaciones. No obstante, una condición tiende a dominar la producción agraria en todas las sociedades capitalistas avanzadas (se está tentado de afirmar simplemente en «todas las socied~des»), a saber, la creciente racionalización de la producción agraria, «de la agricultura a la agroindustria» (81) . La sociología rural institucionalizada 73 Para comprender las tendencias fundamentales de la producción agraria, los sociólogos rurales tradicionalmente han contado con el auxilio de los economistas agrarios, con los cuales, como hemos visto, han compartido una fuerte relación institucional. Dadas las oportunidades existentes para una fructífera cooperación entre las dos subdisciplinas, los resultados sin embargo han sido decepcionantes. Con .unas cuantas excepciones, los sociólogos rurales no parecen haber mostrado ningún interés por los factores económicos que han transformado la faz del campo en todas las sociedades capitalistas avanzadas a partir de la Segunda Guerra Mundial, como tampoco se han preocupado de indagar demasiado a fondo en las complicadas políticas de subvención de precios agrícolas adoptadas virtualmente por todos los gobiernos, con objeto de examinar sus consecuencias sociales. Por otra parte, los economistas agrarios han tare-fario en proporcionarnos a los sociólogos el tipo de análisis institucional y macroeconómico, o una política económica de amplia base, que más se ajusta a las necesidades de la sociología rural. En lugar de ello, las variables sociológicas suelen ser reducidas 0. los factores de error en las ecuaciones de regresión, al tiempo que los sociólogos han seguido ignorando los cambios económicos que han transformado la sociedad rural. A pesar de las advertencias (p. e., 135), hs dos subdisciplinas continúan ignorándose. Afortunadamente la revolución econométrica no ha oscurecido totalmente el trabajo de los economistas agrarios, y gracias quizás a sus relaciones predominantemente «estrechas» con el gobierno, aún permanece una fuerte tradición de análisis político, que está muy' relacionado con .los intereses de los sociólogos. Es en este contexto donde los economistas agrarios se han visto obligados a enfrentarse con las macroteorías del cambio social e histórico, como parte de las condiciones del desarrollo de determinadas políticas agrarias. Quizás por ello no es sorprendente que el análisis político haya revelado un acuerdo mucho menor entre los economistas agrarios que el existente en otros campos. Como señala Josling, el análisis político actual, desarrollado principalmente en Estados Unidos, aunque tomado como representativo del realizado en Europa y de hecho en cualquier país· industrializado o semi-industrializado, abarca: ... desde uo punto de vista de la sociedad predominantemente institucional, en el cua·l la política se forma mediante la interacción de los diferentes grupos que existen dentro de un sistema político y legal, en un extremo, a un '!)Un to de vista apolítico y no institucional, en el otro, en el cual el papel del gobierno es corregir cualquier defecto estructural que pueda entorpecer un sistema de mercado que, de otra forma, sería «perfecto» (184, p. 235). i ! i \ i ¡ 1 1 I· Howard Newby 74 Sin- embai,go, esta última visión es la o.rtodox~; tal como se presenta en_ la .tl!ªyQría de. los Ubros de texto. Bási*áµlente esto significa una valoración nepclásica de la agricultura como ·una industria atomizada en la cual, debido a la multiplicidad de empresas, prevalece una situación de eompetencia casi perfecta. De esta forma conviene destacar las condiciones del mercado del prodµcto, donde una combinación de Í!)estabilidad en la oferta, rápidos cambios tecnológicos, incremento de la. prpducción de alimentos y };,aja elasticidad-renta de la demanda para los mismos amenaza con: una superproducción crónica y/o fÍuctuaciones violentas tanto en la p~oducoión como en el precio (v~~nse, por ejemplo, 50, 181, 239}. Todos los gobiernos de las socied~des industriales avanzadas, por consiguiente, han 1Sentido .la pecesiclad de intervenir para suprimir esas «imperf~cciones» -para evitar .a los agricultores todas las repercusiones de su propia tende~cia a introducir innovaciones y a producir excedentes como reacci6n a la disminución de los beneficios (50)-. Esta intel'vención ha adoptado una gran variedad de formas -·aranceles, pago de déficits, precios de intel'iVención, subvenciones directas, form aci6n de carteles de ventas, regulación de la tierra cultivada-·, aunque el efecto global sobre el agricultor individual ha sido básicamente parecido. Le ha proporcionado incentivos para maximizar la producción sin sufrir una caída proporcional de 6US ganancias. Las consecuencias más visibles de esto han sido los cambios revolucic~,narios que han tenido lugar en ·1as técnicas de· p"roducción -la introducción de tractores y cos~chadoras, las mejoras en la cri~02a 1de los animales, la apUcacl6n cal;culada de los pfens~s, los fertwant~s y los pesticidas-. Todas estas innovaciones han dado como resulta~o unos incrementos enormes t~to de la producci6n como de la productividad (véase 98, 270), y han liberado mano de obra para ser empleada en otros sectores. Al utilizar de forma precisa estos plaµes, se han conseguido también otros objetivos desea~ dos por las pplítkas, como, por ejemplo, una ,mayor especialización, producción a escala, concentración, etc. (Para unos resúmenes interesantes de estas polfticas, véase· 181.) Aunque s·e reconoce. que no se han eliminado totalmente las fluctuaciones y la inestabilidad ~ pesar de todo el clima sigue siendo un factor significativo-, sí que se han reducido hasta cierto punto. Por ello esta orientación subra• ya el papel de la intervención estatal, «una aberración que sería superflua en un:a sociedad ideal» (184, p. 235) .. Este es, pues, un enfoque que parte de un análisis de las condiciones necesarias para el equilibrio del mercado y no de un determinado contexto político o social. La sociología· rural. institucionalizada 1 '\ 1. 75 La orientación «institucional», por el contrario~ adopta un punto de vista totalmente diferente. Abandona por completo el modelo del mercado perfecto, excepto, quizás, como mito que permite comprender parcialmente la lógica de los propios agricultores. En otras. palabras, las exigencias del mercado se consideran. com9 el resultado de un complejo sistema de negodaci6n entre las distintas a:gencias estatales, las organizaciones agrarias y el poder oligopollstá :e.n el mercado de ·aquellas empresas que controlan la oferta de inputs agrarios y. la venta, distribución y transformación· de los ou_tput.s. De esta forma. las políticas se establecen mediante un proceso: abierto de negociación que tiene en cuenta factores tales como la qeinanda urbana de alimentos baratos, la inestabilidad de los merca~os no . regu!ados, la. influencia de los precios agrarios sobre la inflaci6n, las justas ,ganancias de los agricultores y. de los demás compbnentes de la cadena alimentaria, la confiabilid~d de las fuentes ~xt.ranjeras de. «provisionamiento y la utilización de los excedentes agrarios como· reservas estratégicas y como un arma de la política internacional. Pese a que algun.os economistas agrarios han sido pa·rtidarios de esta orientación (por- ejemplo, Hathaway [ 115] en los Es·tados Úniqos y· M~rone [2Jl] y, con algu~as •res~rvas, Josling (.184} en · Gran Bretaña), la iniciativa de estos estudios ha recaído en 'mayqr medid.a sobre los científicos políticos (p. e~, 315, .no, 371). No obstante; todavía existen dos omisiones nota.bles en la literatura~ Una es la carencia de un análi.sis sistemático· de la Política Agraria Comunitaria 4entro del marco institucional -una tarea que se reconoce desalentádora, pero ·que también ha despertado poca atendón, pese · a que existen algunos. trabajos en curso relativos a determinadas áreas políticas-. Como comenta Josling: !El complejo contexto social de is polftica agraria europea se considera una curiosidad molesta, siendo escasos los economistas que han mirado más allá de la moderada lista de «objetivos» bosquejados en el Tratado de Roma para llegar a comprender las actitudes subyacentes en =la polftica. Aún sabemos muy poco sobre ·la· moti-v~ci6n real de un· conjunto de medidas agrarias que se han discutido tanto como cualg~er otra política económica de la historia recie~te (184, p. 2.37), ·. La. segunda omisi6n tiene que '·ver eón la falta de interés ·mostrado a la hora de sintetizar .las percepciones .de la orientación neoclá-sica con las del e.nálisis institudonil. No s6lo es precisa una síntesis, sino que también existe una carencia implícita de debate, o como mínimo de comprensión mutua. Por consiguiente, no ha surgido de la economía agraria ninguna política económica que 5e pueda. sostener (tanto en un sentido liberal como en un sentido marxista)· y sobre } '}~ ) .. }. ) ) ) )" ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) } } ) ) ) J ) ) ) ) } 76 Howard Newby la cual se· pueda fundam~ntar una sociología de la agricultura (·véase también los -comentadQs de 54). · Se pu~de cons~ltáf una revisión poco frecuente de los exponentes de estas .dos orientaciones en debate ·en un interesante intercambio que 6e ·recogió en. d American .Journal of Agricultura! Eco-no-· mies y que tuvci luga{.después de la ptiblicaci6n del trabajo «American Agriculture and the Prophecy of Increasing Misery», de Líanos y Paris (211) .. L.os autores intentaron demostrar la tesis de la pauperización de Marx,' investigando el descenso en ~a participación de los beneficios de los trabajadores de la. agricultui:a norteamericana a partfr de. l_a Segunda Gu(!rra Mundial, así como· las razones del rápid_o progreso tecnologico, y del incremento de la concentración ·durante .el- .rpisrpo período de tiempo en función de la tendencia hacia. una tasa decreciente de beneficios. Su conclusión consiste en que ·el nivel de· éxplotación (incluyendo la autoexplotación)° está aumentando .. Sin ·emba~go, los propios autores prevén al -final de sti trabajo las objeciones que su análisis puede suscitar: · El marco. ~eoolásico es esencialmente una teoría de la asignación de los recursos. El ~ompo~tamiento de la participación relativa del trabajo se expfica ,por el mecanismo dd mercado, y se considera como un resultado de ese mecanismo ha Jo -~a •~ip6tesis de la ·max_i~ización de los beqeficios, que supone la tendencia hacia la igualdad del · producto margina,! del trabajo y el nivel de salarios. En· este marco la explotación del trabajador surge como un problema de desequiHbr-io y no s_e emite ningún juicio ético. Por otra parte, el marco marxiano explica el comportamiento de ·la proporción relativa de la- mano de obra en términos de· los confüctos económic_os entre capitalistas y trabajadores y considera (y pronostica) su descenso como resultado de ¼a explotación cada vez mayo~ de la mano de obra, basada en la posición más favorable de los dueños del capital en la negociación. En amb~s · teorías, los cambios en la relación capital-trabajo (capita,l-salarios) son de gtan importa·ncia para explicar las variaciones en la participación relativa de la" mano de obra, y en ambas teorías la relación capital-trabajo varía con la adopción del .cambio tecnológico. Desde luego, las diferencias más importantes entre las dos teorías estriban en la interpretación del t~rmino explotación y ·las consiguientes filosofías sociales y previsiones sobre el cambio económico y social (p. 576). De hecho, fas discusiones posteriores demostraron la existencia de un conflicto·: entre las «filosofías sociales», aunque dada la abierta intervención: estatal en la agricultura y la .tendencia generalmente aceptada de_: cambio hacia la agroindustria, sí existió cierto grado de convergencia entre las dos orientaciones. Como lo expresa Schluter (310, p._ 158): «¡Lianos y París han vuelto -a descubrir la.restric• ción del pr~cio de coste· y le han dado un nuevo nombre!>> · La sociología rural · institucionalizada 77 Hay algo de cierto en el comentario de Schluter, pues aunque el vocabulario diferente refleje esas distintas «filosofías sociales», tanto· los- economistas neoclásicos como los institucionales {marxistas y no marxistas) reconocen que, para bien o para mal, el Estado se ha convertido en el regulador principal de los rendimientos de la mayoría de las ramas de la agricultura. En todas estas sociedades, los agricultores se encuentran bajo una re-stricción del precio de coste au.spiciada ·por el Estado. Es decir, el Estado se ha asegurado que a _los agr.icultores no se les reembolse ·totalmente las subidas de los costes que experimentan para provocar de ~ta manera un nuevo paso en• la innovación tecnológica. Los agricultores y. sus representan tes se han encontrado, por tanto, ne~ciando directamente con el Estado para mantener o mejorar su posición económica. Y a la inversa, el Estado ha podido labrar y moldear el tipo de agricultura que prefería, poniendo remiendos al sistema de ayuda.s. Existe una apremiat)te necesidad de análisis comparativos de estas intervenciones estatales que tengan en cuenta el reforzamiento sociol6gico de las diversas formas de la movilización -política de los agricultor~ y su éxito a la hora de obstaculizar o acelerar la tendencia predominante hacia la agroindustria. A pesar de la existencia de diversos; estudios comparativos de los movimientos políticos campesinos (p. e., 202, 375), aún faltan muchos estudios que investiguen de forma comparativa los movimientos políticos en la agricultura comercial (el mejor compendio es 146, cap. 1, que consiste en un resumen de la investigación de las organizaciones agrarias de los Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y Austra-lia; un compendio que incluye las organizaciones de los trabajadores es 110). En lugar de investigar las causas de la intervención estatal en la agricultura, los sociólogos rurales tradicionalmente han estado más preocupados por las consecuencias. Ha existido una larga tradición, especialmente en los Estados Unidos, de sociólogos rur-ales que documentaban los resultados de las políticas agrarias en términos de cambios demográficos, emigr.aci6n, pobreza rural, cambios en las comunidades rurales y otros problemas relacionados con el «reajuste de la agricultura». En muchos casos el papel, autoasignado, de los sociólogos rurales ha sido el de actuar como comadronas de la política agraria estatal, bien contribuyendo a la comprensión de los «desajustes» (como hace gran parte de la literatura sobre la difusión de las innovaciones) o bien intentando humanizar las decisiones políticas (removiendo 1~ conciencia de los artífices de la polf ti~a en temas tales como la despoblación rural o la pobreza). Sin embargo, los sociólogos rurales no han desarroll-ado una postura crítica hacia esas políticas.·· Hasta hace muy poco, a raíz del ataque de Highto- .,, Howard Newby 78 wer no ·ha comenzado a surgir esa crítica en los Estados Unidos (p. ~-, 237, 301). Entre mnto esa crítica virtu~ente no ~ste ~n Gran Bretaña y .en gran parte de Europa, donde¡ la tendencia hacia la agroindustria se con~idera natural e inevitable, cuando no de- seable. Con todo, ~lo la-· documentación descriptiva -de las tendencias sociales, preparadla por los sociólogos rurales, ha' permitido obtener una visión clara :de la transici6n hacia la ag~infiistria patrocinada por el Estádo y 1o que ello significa para la estr4~tura ~e la sociedad ruml. Ya: a=_ ·hL:comentado--que la- oonf«$letiéla · más- -~portan.. te ha sido la sus~ituqión i~teilsa de trabajo· l°)Qr c,pital. Como resultado, la..product~v.ida~. por hombre en la . agr1.'culijur.a. en 1~ ffl:ªro.rra de los países teonol~camente· avanzados, ·co~o 1Estados Urudo~ y Gran Bretaña, sµpedi ya ·a la de otros sed-ores ~ de: 1B economía. La demanda de imano de obra agraria perm~etit~ ha descendido considerablemente en itodas:las sociedades capithlistlas avanzadas (269) e indudablemente continuará decreciendo. Sin e~bargo, la reducci6n cuantitativa ·de la fuerza de trabajo está, produciendo cambios cualitativos ·en s~ estructura. Los agricultores, qµe .son el componente menos móvil de "la fuerza de trabajo, cdnstiltuyen una proporci6n. cada vez mayor,· y han Uevado a cabo una ~ustitución gradual de trabajadores P,erm'1nente8 por trabajadoras; te~pbreros y trabajadores a·ccidentafes. El mQdelo, y~ bastante arraigado en los Estados Unidos, tiene muchas ,probabilidades de generalizarse: por una parte, existe una red~cci6n de la mano de obra contratada permanentemente, lo que ptovoca un predominio de la~ explotaciones familiares con trabajád6res temporales o cóntratad~ para cubrir las épocas de m·ayor ~emanda; y por otra, la gradual 'reducd6n del número de explotaciones familiares mediante la fusi6n y la apárici6n de grandes corpo~aciones agrarias. Esta lenta polarizaci6n de la estructura agrarfa da lugar a tendencias contradictorias en la estructura de la emp~esa agraria, oscurecidas por la tendencia general. Mientras las explptaciones más pequeñas se deshacen de mano de obra y vu~lven a iomar un caráct_er familiar, también se están formando unidades mucho mayores que emplean cantidades considerables de trabajadores cohtratados. La tendencia global hacia el descenso de la utilización de. trabajadores con:tratados tiende a ocultar este cambio en la polari?ación interna de la estructura. Los economistas agrarios siguen siendo agnósticos en ~uanto a la relación entre el tamaño y la eficiencia, y en cuanto a la dirección en que evoluciona la conexión causal (~éase 39, 294, 265), si es que existe alguna. Los sociólogos rurales han tardado en inves• ! _ _I !----~- ___ !_1 ____ ~! ___ -- ~I ~-----~ 1- 1 ,,. · t 1 79 La sociolog.{a rural i.nstitucionali2ada hacia esta e~tructura polarizada. Como sefialan Krause Y Kyle (19~) en su trabajo sobre la agricultura a gran escala ~~, los ~stad~s Unidos aunque se ha expresado una gran· preocupaq1on P?r el impacto de Ía urbanización y de la industrializaci6n sobre la vida rural, «es bastante escasa la invesdgaci6n del impacto de l~s g7andes explotaciones sobre las comunidades y sobre las .áreas comerciales» {p. 757~. Indudablemente; las explota~ones familiar~s. continuar~n · predominando numér-icamente · e.ti u.ti futuro. prev1S1ble; espec1almente en aquellas r~as de la ag,icultui-a do.\lde existen es.casas economías de escala que se puedan ~nsegl,lir más ~á de un .tamaño de empresa que aún esté dentro c;lel alca~c~ de 1~. explotaci6_~ fam}liar (p. e., las explotaciones lecheras, la crfa de oveJas). Todav1a .mas, las .. explotaciones administradas p9r la ,familia· no son nece~ari~mente ·. 1~compatibles con el avance tecnológico\. Como señala N1kolitch: :· Las explotaciones famil.íarcs son más numerosas donde la mecaniza~i6n de la producci6n agrícola está al menos tan desarrollada como en cualqu· :r otra parte de los Estados Unidos, lo que demuestra su compatibHidad cvn este tipo de avance tecnol6gico (26.5, p. 533}. . ?e Sin embargo, en cuanto a la concentraci~n. la produ~ci6n_ ;e refiere, existe un cambio persistente y defmmvo en la ·d1r~cc1on hacia unidades de gran escala. Se ha calcul.ado que par.a f!n.ales de 1980 el 92 por 100 del output agrícola de los ~stadqs Um1os tendrá lugar sólo en el 10 por 100 de las explotaciones;: t_amb1én es posible, en Gran Bretaña y e;i otros países co~ una agricultura tecnológicamente 11vanzada, un nivel de concentrac16n qu~: se aproxime a esta cifra. · . ·: . . Las razones de este cambio dependen menos de la mcompatfbtlidad de las explotaciones familiares con la tecnología d_e procu~ción que de su capacidad para acumular _capital. a un nrmo, s~f1ciente como para apro~echar las nuevas mnovac1ones te_cnolog1cas necesarias para conservar la competitividad de los precios {120 ). En parte, las explot.aciones más pequeñas, se han enfrent.~d? con este problema especiá.li2ándose cada vez mas ( 133, 203 ), lmutand? así la .dispersión· de la inversió.n de c~pi~al y a~r,ovechando. al maximo el capital disponible. Esta t.e~denc1a tamb1en se. ha :~1~to. favorecida por la mejora de los medio~ de transpor.te y de la-s tecmcas. de ventas .. Sin embargo, la especialización- también ha ido..a~ompañada por la concentración de la producción en las empre~as. !11ª.Yºres, ya que pueden conseguir mayore5 e_conomí.as de escala Y s~porr~r períodos más largos de. condiciones a~·versas. c;{el n:e~c~do. Esta· esp~~ G.ialización. de iimal forma, hA Ítil"rf'ln1P.Mtdrln la ..tm,nt~n ,.¡ .J ...... t..-. 4 , ) ) . 80 ) t ,, , ,, ) ) ) ) ) ) ' ) ) ) ) ) l Howard Newby d_en tro de la agricultura y ha limitado la auto~omía .de las explotac1o?es (y de los agricultores) como l!nidade.s productivas. Las explotaciones dependen a-hora en mayor medida .pe los inputs suministrad_os ~esde fue:ª del sector, y los agricultores, antiguamente empresarios rn?epend1entes, se han vist9 sójetos a una erosión · progresiva de su independencia (véase 263) . La agricultura se ·ha visto envuelta cada vez en mayor medida en un complejo productor de alimen• tos cuyos límites están mucho más allá de la agricultura en sí un c?mplejo de in~us trias agroquímicas, de ingeniería, de transfo;maci_ón, de ventas y de distribución que participan tanto en el suministro de los inputs agra rios como en la comercialización de productos agrarios. De hecho, como han comentado Larson y Rogers (203): « ... la creciente dependencia de los agricultores de la agroindustria es un índice que señala la transición de la agricultura de subsistencia a la agricultu ra moderna» (p. 49). . Este complejo productor de alimentos apenas 1Si ha sido estudiado por lo_s economistas agrarios o por -los sociólogos rurales, aunque es evrdente, en lo que se refiere a estos últimos, que esto provocaría que el análisis fuese más aUá de lo que normalmente se entiende por «rural» . No obstan te, por el lado de la oferta, está claro que l?s agricultores compran cada vez más maquinaria, fertilizantes, piensos, semillas, pesticidas, productos petrolíferos y crédito .de organi,smos nacionales o incluso de organizaciones multinacionales, e~ relación . a las cuales están en 'una posición muy débil para negociar. De igu_a] forma, los agricultores venden gran parte de su .producto a mayoristas, transformadores y distribuidores · que también son organizaciones nacionales o mu! ti nacionales ( en algunos casos las mismas a quienes compran los inputs) . Frecuentemente lo anterior ha ido :acompañado por el d~splazamiento de diversos procesos de la producción alimentaria a empresas fuera de la explotación; y la tendencia hacia los alimentos envasados y precocinados en parte es una causa y ~n parte una consecuencia de lo anterior. De esta forma, la proporción de la población dedicada a la producción de alimentos no ha descendido al mismo ritmo que la de aquellos que se dedican a la agricultura; pero como el valor añarudo en la transformación de los alimentos es mucho mayor que en la producción, han su rgido unos· efeccos significativos sobre la transferencia de recursos fuera del sector agrícola rural y en los términos del comercio o del i~tercambio entre la explotación y los sectores .no agrarios. Todos ·estos fattores han contribuido a dar una vuelta adicional a la espiral de la capitalización, especialización y concentración de la producción que ha ¡¡menazado con reducir la autonomía em.- La sociología rural institucionalizada 81 presarial y administrativa de los agricultores hasta el punto de convertirlos en «operarios agrícolas» o «guardianes de la explo_tación». Aún sabemos· muy poco acerca de hasta qué punto perc1ben los agricultores estas tendencias y cómo las evalúan. Sin embargo, es evidente qtie si él Estado ha actuado como uno de los principales patrocinadores del cambio estructural en la agricultura (y _por tanto en la sociedad rural), no es menor el papel de las corporac1ones multinacionales y de otras empresas que componen el complejo productor de alimentos. También está claro que no sabemos casi nada sobre los lazos existentes entre estas corporaciones y la formulaci6n de las políticas estatales, a no ser algunas -.mécdotas sobre el movimiento en dos direcciones de los ~1 tos ejecutivos (160) y sobre la confección de determinadas políticas acordes con sus necesidades (75). No obstante, es aquí, en las actuaciones del Estado o de las industrias de la alimentación como Unilever, Ralston, Purina, Cargill, Cavenham Rank-Hovis-MacDougall, Nestle, Associated British Foods, GeneraÍ Foods, Tenneco y muchas más, en donde se decide el tipo de agricultura y, a la larga, de sociedad rural en casi todas las sociedades industriales avanzadas. Parece increíble que estos temas hayan sido tan poco estudiados por los sociólogos. La forma más visible y rurecta de intervención del complejo productor de alimentos toma la forma de integración vertical, quizás la forma más común de control en los Estados Unidos y en gran parte del Tercer Mundo. Mediante esa integración, las empresas pueden controlar todas las operaciones que van desde el abastecimiento de semillas a las tiendas de comidas rápidas (27 3 ). La integración vertical total provoca la pérdida total de independencia del agricultor, por lo que el «agricultor» se ~onvierte 7n un c~pataz d_e la industria alimentaria. Con todo, los mveles de 1ntegrac1on vert1cal varían considerablemente para los diferentes productos y en las distintas sociedades de similar desarrollo tecnológico, con lo cual son factores sociales e históricos más generales los que parecen explicar el crecimiento desigual de la integración vertical ( véase 24 7). Así, por ejemplo, los agricultores han encontrado diversos ~eruos para resistir el poder amenazador en el mercado del comple¡o p~oductor de alimentos, -bien a través de los esfuerzos de sus propios grupos de presión o bien bajo el patrocinio benevolente del Estado. Las organizaciones agrarias se desplegan no sólo para salyar la restricción del precio de coste implantada por el Estado, sino también para eludir las tendencias oligárquicas y monopolísticas de los proveedores y de los compradores. Pueden hacerlo creando sus propios carteles de control de la producción, tales como los consejos de ventas fundados en Gran Bretaña (357) -o fomentando el crecimien- J i ' 1 :i . í ._ { ., 82 Howard Newby to de las cooperativas, que a menudo están patrocinadas por el Estado, como un medio para apoyar a los producteres de pequeña escala y para asegµrar la continua vitalidad de las zonas rurales donde se concentran (V:éase 190)--. Serían de gr-an valor los estudios comparativos de estas diversas respuestas a la tendencia hacia la concentración y la integración. · En la mayoría de las sociedades industriales avanzadas sin embargo, la relación más común entre los agricultores y el 'complejo productor de alimentos es alguna forma de agriQiltura contractual, según la cual los agricultores evitan la intervención del Estado· en la determinación de los precios de los productos agrarios _y .Qegocfan los contratos directaµ1ente con las industrias de la alimentaci6n o con los mayo~istfs, Las organizacio~es agraria~ pq.eden interv~nir en este proceso u1teptatido entablar algún tipo de ·ntJgociación col~ctiva sobre los contra~os que salvaguarde los 4ltereses· de sus miembros, aunque e~stan a\gunas ventajas evidentes pararampas,partes. Al.agricultor se le pro¡jQrciona un mercado (y un preció) 1 garantizado ·para•.· su producto, reduciendo a6í el riesgo. También paede acceder más• . . _:. fácilmente al crédito, al consejo técnico y al asesor-amiento· en las · · ventas. El transformador, por otra parte,· puede asegurar la continuidad y la calidad <lb la demanda, compartir '-algunos. de los riesgos en la producción y evitar la pr~ducción agrflria_ directa, para no rozar l~s áreas políti~arnen~e sen~ibles qe_ la .propie(!lad· de la tierra, y no tiene por qu~ invertir capital en la" tierra, ~ue por otra parte proporciona un bajo nivel de rendimientos (295). Sin embargo, el agricultor cederá, casi con toda 6eguridad, parte de su autonomía y además corre el riesgo de incrementar su dependencia de una corporación industrial gigante y remota. . La agricultura coatractual t.ambién ha sido responsable de cambios en la estructura -de la producción agraria de •determinados bienes, con consecuencias de largo alcance para la sociedad rural. En los Estados Unidos, por ejemplo: ,La produ~ón cc;mtractual :Ja utilizan 1as unidades de gran escala para incrementar el precio de mercado o fos ingresos del" producto, abarcando varios años de producción. De esta forma se pueden eliminar intermediarios y se puede programar de antemano la producción, la manipulación y ·la transformación de los produ,ctos con objeto de conseguir una mayor eficiencia global. ila industrializacipn progresiva de 1a producción · está· siendo forzada por la propia industrialización de la LTansformaclón, la manipulación y la clistri'bución de alimentos. Las unidades de producción qué soh fo suficientemente grandes como para «adaptarse al sistema» participan de los beneficios que se generan (19.5, p. 753), 83 La sociología rural institucionalizada En algunos tipos ·de explotaciones, ia obtención de inputs, las ventas· y la transformación se han convertido en algo tan estrechamente vinculado con la producción que -se está reajustando su organización para coordinar de la mejor forma posible esas funciones. La oferta, la venta y la transformación son etapas de la ,producci6n agraria mejor adaptadas que el cultivo o la prpduc• ci6n animal a Ja concentración del capital, de la ·administrad6n y del trabajo. Como consecuencia de ello estas explotaciones tienden a convertirse empresas de mayor tamaño y e:n ellas predominan cada vez más ,las pautas de organización que se encuentran en fas in-dustrias no agrarias (265, p. 53.3). ep · Estas pautas se han repetido en Europa: Estos acuerdos contractuales... acentúan los problemas del reajust~ agrario. Por ejemplo, se acelera la adopción de nueva tecnología, acentuándose la presión sobre la oferta; esto es especia1mente p~9ba·ble ~n el caso d~ que - los contratos vayan acompañados 'de concesiones oe érédito signi(icati-vas, .Jo. que facilita la adopción de métodos de producci6n técnicamente más eficientes. Los incrementos que resultan en la oferta provocan una tendenda hac,ia: la baja en los precios y, posiblemente, se traducen en ingresos menorc;s · para los agricultores no contractuales. Estos acuerdos también provocan cambios fundamentales en la estructura agraria. Fomentan no sólo un menor número de grandes explotaciones, sino también un incremento de· 1~ especia'lízación, de tal forma que el tamaño de las empresas individuales se pueda aume.ntar hasta conseguir plenamen-te las economías de escala disponibles. Esta tendencia... probablemente provocará no sólo una reducción en el número de ;per• sonas empleadas en la agricultura, sino también una menor importancia. del papel que en la administración desempeñan los agricultor~s que· sol?reviv~n ... · dejándoles la !unción de meros guardianes (239, ,p. 104). Hace más de cincuenta años Kautsky, en un lenguaje· algo ·más pictórico, ya señaló algo muy parecido: . . La agroindustria está someti-da a la ley ·de con·centradón y centralización, a la.s economías de escala y a la ley de mayores tamaños de e~plQt!,ldón (cf. el ejemplo de Nestle), al igual que las demás industrias. ;n donde esa .industrialización de la agricu-ltura no elimina totalmente al pequeño propietario, lo ata al poder monopsonista de la fábrica y lo convierte· en un siervp del capital industcial, trabajando según sus exigencias: -La dominación de la. agricultura por la industria que señalan estos ejemplos ·va ·_más aUá, en ú:ltlma instancia, debido a la utilización más eficiente de ,]as nuevas materias, .jnclu• yendo el reciclado de los residuos y la producci6n de sucedáneos sintéticos (margarina, queso artifici"1), que compiten directamente con los productos -naturales:.. · No podemos decir que fa agrkul-tura se. haya _arruinado bajo estas .presiones. Pero su carácter conservador ha permanecido siempre dondequiera -que -hayan arraigado los modos modernos de ,producci6n. Toda la vida económica del campo, que giró eternaµiente en 11\s mismas órbitas, ha caído ~c.tualmeri-te , ) ),, ) l ) ) 84 Howard Newby en · un estado de revolución perpetua, 110 que es una característica necesaria del ca pitalismo (14, pp. 44-45). La mayoría de estas tendencias ·h an sido bastante documentadas por los economistas ag rarios, aunque es necesario todavía estudiar más a fondo sus consecuencias sociológicas . Es cierto que los sociólogos han observado el incremen to de la interacción rural-urbana que ha surgido <;orno resultado. de la creciente incorporación de la agricultura a la industria -una conciencia que, por ejemplo, ha provocado la inquietud con respecto a la categoría conceptual «sociología rural»- . Sin embargo,. las consecuencias de esas tendencias en cuanto se refiere la conciencia de los propios agricultores, a su movilización pol_ítica, a las «relaciones industriales» de la agricultura, al cambio demográfic.:o, a la provisión de servicios rurales y, quizás lo más im portánte, al cambio en la configura~ión de las relaciones de propied ad, r'equiere una investigación mucho más detallada. ¿Cómo sobrevivirá el agricultor .a todas estas · tendencias? H as ta cierto punto, como se indicó anteriormente, la ·tenacidad de los pequeños agricultores obedece_ a su disposi~ión. a aceptar compensaciones inferiores a las que podrían :obtene'r' en otros. sectores por su capital; frecuen te mente, incluso, obran así al objeto de conservar su «independencia» ( véase 264) . El -hecho mismo de que la emigración sea la única alternativa en muchas de las zonas aisladas donde exis te una agricul tura familiar, constituye también un fuerte factor disuasorio a la hora de abondonar la agricultura (véase 40, 128, 134, 174 , 290). Además, el pequeño agricultor frecuentemente es un agricultor a tiempo parcial, obteniendo ·u n-. segundo sueldo de un trabajo no agrario (28, 115, 134). Resulta evidente, sin embargo, que no todos los tipos de explo raciones se benefician en igual medida de las economías de escala . La -agricultura familiar puede verse favorecida por la mecanización en- algunoss casos, de forma que· las pequeñas explo taciones continuaran . existiendo junto a las unidades mayores en u·n futuro previsible,· tal vez evitando una competencia directa con ellas. Puede que las pequeñas explotaciones sigan prosperando rnedi¡mte una astuta especialización- en las áreas de producción que carecen de .interés para las empresas mayores -formas especializadas de . horticultura, jardinería, viveros, etc.- y/o aprovechando -las oportunidades que ofrece el mercado local y 1as condiciones del suelo. Como señala Nik.olitch: a ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) !Puede que la natura'leza biológica y ,Ja dispersión espacial de 1a producción agrícola." sean en gran parte ·las causas que dificultan una· gran concentración del ca,pital, de \.a administración y del trabajo en la agricu'ltura, contrariamente a lo '. que ocurre en -la industria. Por tanto, la eficiencia competitiva La sociología rural institucionalizada 85 (producción a menor coste) se consigue en la agricultura con l\lil tamaño de empresa menor que en muchos otros tipos de ~roducci6n, Y_ ~stos. tamaños menores, a su vez, se están adaptando a la ca-pactdad de ad.mirustractón Y de trabajo familiar ,por cuenta propia . Hasta ahora ningún avance tecnológico ha eliminado de forma decisiva la considerable influencia de las caracterfs ticas biológicas y espaciales sobre la organización de la producción agraria. Las explotaciones siguen siendo, en su mayor parte, administradas y poseídas por la familia y dando lugar a empresas relativamente pequeñas (265, ,p. 544) . Con todo, al permanecer las tendencias hacia una concentración cada vez máyor y hacia la integración de la -agricultura en _el co~plejo transformador de_ alimentos, . probable~ente el, p~queno a~tlcultor se encontrará ba¡o una continua pres1on econom1ca, especialmente ahora que los excedentes agrar!os son otra vez una c~:acterística endémica de los mercados mundiales y cuando la pres1on política de nuevo -se está ejerciendo con el fin de acelerar el descenso del número de pequeños prod'.1c~ore..~ «ineficie ntes» . Y~ es <;vidente en los Estados Unidos el surg1m1ento de un renovado mteres entte los sociólogos rúrales por la difícil situación del pequeño agricultor fam iliar (véase, · p . e., 301), reconociéndose y docume~~ándose ~1gunos de los efectos sociales nocivos de la c_once?trac1on agr ~r1a. Está apareciendo en ese país una nueva «soc1olog1a de la agri~ltura» como una forma de «populismo académico» con resonancias de a~ueUos valores jeffersonianos que influyer_on e? .el pasado en la sociología rural. Cualquiera que sea su base 1de?log1~a, este des~rrollo es esperanzador. Se necesita una nueva soc10l~g1a de la agricultura no sólo para comprender las causas del cambio en la estructura de la producción de alimentos, sino también para tener en cuenta las consecuencias de este cambio de las estructuras en términos de su impacto sobre la sociedad rural de forma más general. Las relaciones laborales en la a gricultura D ada la tendencia general hacia una organización de la producción agraria económicamente más racional, sería tentador suponer que las relaciones entre los patronos y _lo_s empleados en la agricultura se están racionalizando de forma stm~ar a ~o,mo º':llrre en la industria. Raup, por ejemplo, se pregunta s1 surg1ra la alienación como · problema en la agricultura corporativa: · iEs difícil ,para un trabajador de una fábrica textil, de una aceda, de una · refinería, 0 de 1J.1ia línea aérea, imaginarse dueño del capital con d que tra- { ( 86 Howard Newby baja. ·'E1ta identificación es mucho más plausible en la agricultura. Una estructura agraria corporativa en el último cuarto del siglo xx tiene que bregar con el problema de la alienación (295> p. 289), En los Estados Unidos ha existido una investigación escasa sobre este tema> que cabe encontrar en algunos trabajos locales dispersos. . Rushing (304 ), por ejemplo, ha investigado la composición de la estructura de clases rural en el estado de Washington y Martinson e! al. ~226) ha~ dado cuenta en un estudio de la impotencia y del a1slam1ento social del personal de una gran empresa agrartn en · Wisconsin. Como apuntan los autores de este último trahajo: ....• parece adecuado 9eñalar qµc, al menos en Wisconsin, entre e'l per~o11al de la gran explotación, el oficio de cada uno introo.uce u.ria· diferenclaci6n en cuanto a sentirse alienado del poder y de las demás 'personas ... Lo que parece evidente... es q~e la experiencia del · trabajo producir4 diierencias en los sentimientos de alien.ci6n entre el per¡o_nal de la explotación> que puede que se mantengan al ind~strializarse en . mayor médida la agricultura. Las influencias predominantes de una est~ctura diferenciada de la p,roducci6n permanecerán: y continuarán repercutiendo en el bienestar que experimenta subjetivamente el personal de •1a gran exi>lotación (p. 468). Aunque est9 es indudablemente correcto, la pro~c,~ÍQÓJ;l implícita de que las relacio~~s laboráles en la agricultu~ e$~- destinadas a volverse má$ paretjdas a las que prevalecen 1 en la; inciustria, al 'industrializarse en mayor meqida Ja agricultura,. ~s 9¡1g~ q~~ hay que tomar co~ m.u~ha ;pre<iauci6n. No existe una cprr$.PQp.dentja necesaria, axiomática, ~tre el desarrollo tecnolcSgko He la agricultura y cualquier sistem~ de~erminacfo de relacion~s labcmt~~s, como señalará una breve re0exi6n sobre las diferencias· entré la agricultura norteamericana y la europea occidental. Tampoco existe una corres.. pondencia entre el desarrollo de las relaciones labor-'les en la agricultura y en la industria, excepto, quizás, en un sentido· muy .amplio. Es cierto que en todas . las sociedades oapi~istas avanzadas el trabajador agrf~ola $e ha convertido en un tra~a:jador asalariado cuya situación en .el mercado es parecida .a la del t~abajador indus.. trial, y que, como· en otras .partes, ha existido una tendenda a convertir la relación ,enttte el patrón y el emple,ido en uná. ·relación contractual que implica el pago de un salario. Sin embargo, .las rela .. dones sociales que cubren esta situación de mer€ado en absoluto han mostrado las tend~ncias aparecidas en la industda, debido a las peculiaridades de las cendiciones de la -producción agraria. De hecho, el desarrollo de una agricultura «industrializada» es compatible con una amplia variedad de relaciones sociales (14 1 79, 151, 229}. La sociología rural- institucionalizada · 87 Esta diversidad en las relaciones sociales de la producción agraria hace que sea muy dificil realizar cualquier generalización trivial. En los últimos años, por ejemplo, se ha comprendido mejor que> bajo determinadas condiciones, la agricultura campesina no es absolutamente incompatible con un sistema industrializado en la producción de alimentos (véase 215). Además se plantea aun otro •problema, el de la ausencia de trabajos sociológicos rura~es · sobr~ los trabajadores agrarios contratados. Mientras qu~ grupos espedficos de trabajadores han merecido recientemente una considerabl~ atención -por ejemplo, los trabajadores emigrantes en los Estados .Unidos-, no existen trabajos sistemáticos y comparativos de l9s· trabajadores agrkoJas, y en muchas sociedades industriales av~~za_das su situación ·social permanece totalmente inexplorada. Estas cóns1deracfones hacen muy· provisional el resumen que se ofrece en, este apartado. Lo que sigue no es tanto una ,visión general de ~a investigación sobre el tema, sino más bien algunas ·conjeturas sobr~ lo que pueden encontrar los investigadores si se deciden a ex12lorarlo. Cualquiera que sea la diferencia entre la industria y. la agr\cultura, parecen existir pocas dudas acerca de que la revolución sufrida en las técnicas de la producción agraria ha ejercido. un pr~fondo efecto en las relaciones entre los agricultores ( que para nuestros fines,: en esta secci6n, comprenden a. los. propietarios, los _arrenda• tarios y los administradores) y los trabajadores· agrícolas. Uno· de los pocos'. -datos que. conocemos de los trabajadores agrícolas es que la mecanización .de ,.la· _agricultura ha disminuido drásticamente en términos· absolutos 'el número de tr~bajadores necesarios, arrojando a los. t~abajadores . agrfcolas . a otros s~ctores de la economía . y, en muchos casos, fomentando la emigración ·de la población rural-~ las ciudades . .La mecanizad6n --¡ la sustitución asodada. de trapajo. por capital- también ha afectado a. la -naturaleza· del t~abajo en. sí; . a las relaciones sociales entre los trabajadores y a las relaciones entre los trabajadores y sus patronos en la esfera laboral (260). Sin embargo, el impacto de la mecani_zaci6n sobre el trabajo agrario ha tenido un efecto contrario al. experimentado en· 1a industria> con algunas excepciones· que se t-jenen ert cuenta más 11delant~. La mecanización, por ejemplo, ha dijminuido la ~iyisi6n del trabajo entre los trabajadores agrícolas, en Jugar _d.e incrementarla> y lo ha hecho sin reducir la autonomía,. la. facultad de discreción o la variación que experimentan en su trabajo la mayoría· de los trabajadores permanentes contratados. En parte, esto' se debe a· la diferente. combinaci6n de los factores en la agricultura en comparación con la industria. Mientras que la tierra sigµe siendo un factor írpportante de la producción agrícola -también lo es en la ina yo ría de las l 88 Howard Newby ram_as de la industria, aunque de ningún modo en todas-, es imposible. conti:ol'ar las condiciones de la producción de forma que se revoluctune de forma fundamental el proceso productivo. En la indusma, la mecanización permitió que el proceso productivo se descompusiera en una serie de pasos que se llevan a cabo al mismo t1emr,o,- en la agricultura, sin embargo, la continua importancia de 1~, t1e:ra y de -las condiciones estacionales implica que ia producc1on, incluso después. de la mecanización, tenga que .Uevarse a cabo de ~orma sucesiva. ;Por lo tanto, la mecanización ha transformado el_ ritmo de tia.?aio en la tierra, pero ha dejado intacta en gran me) d_1da su cader1cia (38). Aún más, ha permitido que la maquinaria siga estando al servicio del trabajador en lugar de suceder lo con) trario, y así se _ha eliminado. de . 1a' a•gricultura gran parte del trabajo penoso y monótono, así com'o el físicamente arduo y agotador. Desde lu~go, esta tendencia no ha sido universal. En aquellas ramas de la agricultura donde la tierra tiene menos importancia y/ o cloncle es posible el control artificial del clima y de otros factores ambientales fundamentales, se han podido iniciar fo.rmus concurrentes de producción -má,s afines con la industria. De forma significativa estas exploL1r.i,ine:s .~e: rleno111in>111 color1ninlmr:nte «ex1,lol.aci0Hi:::; iu- dustriales» o «granjas-factorías». Son más comunes en determinados tipos Je produ;cción intensiva ganadera y hortícola, que pueden realizarse en el interior o bajo cristal, aunque donde lo permiten las condiciones na:turales, estas condiciones también se pueden conseguir en el exterior ---<orno, por ejemplo, en determinados lugares de California..:_,,., En estas «explotaciones . industri'<1les», los procesos productivos se ; han modificado de tal forma que son casi idénticos a los de la indu~lria, induyenJo e11 alguuo:; caso~ la i.11Le11:;a -aulurnatización y la producción en cadena. De hecho, en muchos casos la «agricultura industrial» ha sido establecida, o al menos fomentada., 9or la integración vertical o por los acuerdos de la agricultuni contractual con los transformadores (72) . Aunque parece razonable suponer que la_ situación laboral en estas explotaciones se asemeja a la de muchas fábricas, sabemos muy poco acerca de las condiciones de trabajo o de .las actitudes y comportamientos de estos trabajadores - muchos de los cuales, conviene señalar, son muj~res-. Con todo, la tendencia hacia la «agricultura industrial» parece, al menos a primera vista, demostrar una tendencia hacia la alienación presagiada por Raup y por .Martinson et al. Un ejemplo. más del crecimiento de una fuerza de trabajo alíe) nada en la agricultura es la contratación de trabajadores temporeros o emigrantes 'durante la cosecha de fruta y de verduras. Se ha prestado una particular atención a la situ~ción difícil de los trabajadores ) La sociologia rural institucionalizada 89 agrícolas emigrantes en los Estados Unidos, donde después del fa. moso programa de la CBS «Harvest of S·hame)> ( Cosecha de vergüenza) (1960), de Ed Murrow, en el progr_ama Sixty_ Mitrutes, hemos visto cómo las condiciones de los traba¡adores em1grant<;s. Y . su lucha por la sindicación se ha conv~rtido e~ un tema de. po_l:uea nacional. Sin embargo, hasta que Cesar Chavez no cons1gu10 el apoyo de los chicanos, los trabajadores emi~;antes eran ignorados convenientemente por el resto de la poblac1on y, ~on unas. poc~s excepciones honorables (p. e., 2.34, 3.35), no atraJeron el mt~res de la mayoría de los publicistas ocupados en temas rurales. ?,l historial de la sociología rural con respecto a este tema no h~,sido muy alentador hasta -hace muy poco tiempo. Pese a la atenc10n que 1Se prestó al· agricultor pobre .de los Estados Unidos, especi~lme?;e en los años .30, los sociólogos rurales pasaron •po~, alto la s1tuac1on, de los trabajadores emigrantes, lo que no cambio hasta que Chavez puso delante de ellos tal situa_ció~ .. En frase acertada. de Baker, siguen siendo los «trabajadores 111v1S1bles» ( 11 ). Hasta c1ert_o punto se •ha rectificado esta omisión, ya que desde entonces la literatura sobn: l<Js \rahajadorcs emigrantes ª?ªr~a _tem~~ tales_ <.:omo la lu 7~a entre el capiti1l y r:l trabajo, ln _d~scr1.~111ac1o_n racrn_l, la opres~on de las minorías, la pobreza y la 1n¡ust1c1a social, variando también las orientaciones de los trabajos (véase, p. e., ~,.30, 121, 28~, 122, 306 345 377). Las aportaciones de los soc10logos profesionales con{inúnn' siendo algo esporádicas (p. e., 304, 178, 118, 119); pero ya existe una conciencin mucho mayor de lo~. problemas peculiares de los trabajadores emigrantes y de sus familias. . e~~¡ todos los autores que han escrito sobre los traba¡adores agr!colas emigrautes coinciden en señalar que ~m pecullares pr~ ble mas están relacionados con es ta cruel parado¡a: l~s factores estructurales les hacen virtualmente impotentes. Jenkms y Perrow resumen estos factores así: Existen escasas resmcctones, ya sean de costumbres o de capacidad, que limiten 'la entrada a .Jos que desean trabajar en el campo. El. ~esultado es un mercado de trabajo «no estructurado» que ofrece poca estabilidad en ~-1 tr~bajo y que está abierto a todo aquel que lo desee. Los _campos de Ca'hfor~1a de Texas están lo suficientemente cerca de las provincias pobres de Méxtco ~orno para asegurar una afluencia continu~ de tra_baja??res, mu,chos de !os cuales llegan por medios ilegales. ia continua emtgra_c1on no s~l? g_aranu_za un exceso de mano <le obra, sino que ta,mbién comphca la mov1hzac1~n smdical, asegurando la existencia de divisiones culturales en tre los traba¡adores nativos y extranjeros. Aún más... la mayor!a de los trabajadores agrícolas, sean nativos o ex. tran¡eros, son. l raba1'adores temporeros y estacionales. A comienzos de los 90 La sociología rural institucionalizada Howard Newby años 60, las explotaciones agrícolas de c.alifornia ofrecían una media inferior a los tres meses de ~abajo al afio... y para la inmensa mayoría de los trabajadores agrícolas, inct~penqiente.qiente de &u especializaci6n o de su nacionalidad, los ingresos son tan bajos que no 1es permiten acumular reservas económicas como para arriesgarse. Debido a que ·la mayor parte de- los ingresos anuales se consiguen durante el breve :PCrfodo de la cosccha,·· Jos trabajadores no están muy dispuestos a arriesgar su .sustento en una huelga. Además de estas restricciones estructurales a la acción colectiva, ex.isdan las restricciones m~s dir~w impuestas por los cultivadores y sús alia90s políticos. El Departamento de Bmplco del estado de California y el· Ministerio de Trabajo desde -hace tieJllpo dirigen centros de colQcación que proporcionan trabajadorei para los ,patronos con amenazas de· 11uelga. Las medicas· .efe fuerza que amenazan dire~tame.ntc a los cultivadores, como los piquetes y los mítines masiyos, han sido consta.qtemente el ·blanco de ,la persecución oficial (178, ,pp. 251-2.52). Detrás de todo esto se ha encontrado siempre la industria americana de la· alimentación, un complejo multimillonario verticalmente integrado con el poder político y económico para evitar el crecimiento de una organi~ación sindical poderosa. De hecho, algunos de los factores desconocidos en el momento de valorar las oportunidades de vida de los trabajadores emigrantes tienen que ver con las razones por las cuales la agroindustria .americana decide organizarse de esta manera (el contraste con Europa es bastante notable) y también con la posibilidad de que la capacidad de los trabajadores para organizarse .simplemente precipite un paso adicional hacia la mecanización y la supresión de mano de obra. A pesar de los enormes progresos que ·ha tonseguido Chávez, en unas condiciones muy adveJ:sas, aún se percibe una gran impotencia. Como lo resume Baker: A diferencia de una planta de automóviles o de fábricas similares, no· existen entradas o aparcamientos donde puedan congregarse los trabajadores. Las fábricas, en este caso, son enormes campos que desaparecen en el horizonte. Mutj,os de los trabaj~dores viven en los campamentos que pertenecen a los cultivadores y que e~tán fuera del alcance de los organizadores sindicales. Es como intentar orgaµiizar una fábrica cuya localización cambiase diariamen•te y cuyos trabajadores· también cambiasen casi tan frecuentemente (11, p. 154). Podrían extraerse alguijas ideas interesantes comparando la difícil situación de los trabajadores ~grícolas emigrantes en los Estados Unidos con la situad6n del trabajador agrícola en otros sistemas a~rarios que tengan un ritmo parecido de desarrollo tecnológico, con objeto de lleg~r a comprender los factores que explican la presencia o ausencia de poder sindical. Quizás el ejemplo más asombroso de unos trabajadores agrícolas emigrantes que fueron l 91 capaces de organizarse, y que de hecho se encu~ntran a l-a vanguardia del movimiento obrero, sea el de Australia1 donde ~os _esquiladores han diarr<?lla~o un ,a~ to grado de so~i~aridad sindical y muestran una conc1enc1a políuca· bastante definida que no es normal· en otros lugares (véase 14~, cap. 1). _Esto de~uestra que la impotencia política de l~s . traba1ador7~ agricol_as e°"!-1gr~ntes n_o es inevitable, aunque todavía ·se n·eaeslta una mvest1gac1??. mas a ·fondo para determinar l~ ~~turaleza ~~ac~~ de las cond1c1o~e~ bajo las cuales puede func1on~ la p1ovihzac1ón ( para unas suºe · . rendas, véase 17 8). . · . Algunas· de estas posibilidades son más ev1d7ntes cuando se tiene en· cuenta la situáción de. la fuerza de crabaJO c~ntrata_da de forma permanente. Por ejemplo! Sufrin en ~u traba10 sob~e la organización laboral agraria americana -~or cierto, bast~nte• ignorado-- considera que los trabajadores emigrantes son mas sus~eptibles a 1~ organización que los restantes trabajadores temp~reros debido a la homogeneidad racial, a los ~~todos d_e traba10 en cuadrilla, a la vida en común y a la supervmón comun_ (335). Lo_s cambios tecnol6gicos que se han introducido en la a_~ncultur-a, evl· dentemente han- contribuido al aislam~ento del tra~aJ~dor a-gricola permanente tanto de sus compañeros como del pubhco _en g~neral Estos empleados ·ya no trabajan tanto en grupo como saltan, ex~epto en aquellas zonas donde pre?o~i~a una agricultura de plantaciones, pero inclu_so allí, la mecanizac~on ha pro~oca~o alteraciones importantes en la demanda de tra~aJO en cua?r1lla (p. e., en las plantaciones de elgod6n). Los trahaiadores ag~icolas :cont~atados permanentemente· actualmente traba1an muy ~1slados,.: subidos a -un tractor o a una cosechadora. En su mayona se encuentran distribuidos por el campo en grupos d~ una o ~os persona.~, ,Y después de lo que se ·ha dicho del traba1ador em1~rante, ~u1~a~ sean ellos los que más merezcan el apelativo de «trabaJ~~ores m~1S1b_les» • Aparte de los estudios que existen sobre la mov1hda_d· ~~qpac1onal de estos trabajadores (p. e., 31), ciertament~ parecen m~m_9les para la mayoría de los soci6logos rurales que siempre han 1~~ora?o su presencia dentro de la sociedad rur~l. No carece de mt~re~ un análisis de su situación social, especialmente porque mo~traria , el cuidado que se debe tener al aplicar a la agricultura. l~s · teon_as desarrolladas en los estudios 6obre la fuerza d~ trabaJo t~dustnal y que examinan las actitudes y el comportamiento de estos trabajadores. . . ,. b Ya se ha señalado el impacto que tiene fa .meca111z:ac~o~ so re el bienestar y la satisfacción en el trabajo_ d'e los traba1ador_es p~r~ manentes, Sin embargo, el descenso: toral en- el número· de traba12- Howard Newby } ) ) ) ) ) dor,es, así co1:10 el cambio introducido en la organización del trabajo agncol.a, suscitado por la mecanización, probablemente también tend.rán un efecto considerable en la estructura social de las explotacione~ Y ~e hecho :n Ja estructura -social local del campo. (Esto se examinara en el s1g~ien~e apartado) . .Por ejemplo, puede que se haya atenuado cualquier impulso colectivo que pueda haber surgi'do d.el contacto frecuente y 9mnipresente entre los trabajadores de la tter.rn (260). Aún más, la continua salida de mano de obra de la agr1':~ltura, ~ue, hecuentemente ha ido acompafiada de la despoblac1on rural ( vease 308 ), ha socavado la solidaridad de cualquier subcultura de la clase trabajadora rural que pudiera 'haber existido en, las zonas rural~s .en una época en la que la mano de obra fue mas num~rosa en la tierra ( 22, 257 ). Así, mientras que en el pasado los traba¡adores agrícolas frecuentemente desarrollaban un fuerte aunq~e d_isi!1)u1ado,. sentido de la · iden.tidad de grupo, basado en s~ expenenc1a c.~mpa~t1do con vecinos y compañeros ( véan~e, por ejemplo, 104, 10~, .10?, ~69 y los datos comparativos de 176), ahora parece haber d1sm1nu1tlo -aunque no haya desaparecido tot,almente-- Y con to.da probabilidad esa tendencia continuará en el futuro (~04, 257, _2'60, 54). Hay que estydiar los parámetros de estos cambio~, espec1alm\'!nte sobr~ una base comparativa, para ver hasta qué punto sigue .estando el trabajador agrícola «oculto a la historia». L~~ relaciones_ :ntre lo.s trabajadores agrícolas y 5us patronos tamb1en. se·?ª~ · visto afectadas por estas modificaciones. Quizás e! cambio r1'.as importante sea la desburocratización de las exploraciones como consecuencia de la disminución en la fuerza de trabajo. En el pas_ado, en. las ramas intensivas cfé la agricultura, el patrón era una frgu ra le1ana y. autoritaria pero la mecanización al haber dismi.n~ido drásticamente el núm~ro de trabajadores, t~mbién ha s11nplrf1c.ado la . est.ructura .de autoridad y, con la excepción de Ías ~xplotac1?nes: mayores, se · ha eliminado gran parte de los · mandos tnte1:me.d1os que. se in~~rponían entre el. patrón y el trabajador. Por con,c;1gu1ente, la relac1on entre los agricultores y 6US trabajadores es más personal. e informal, sin referencia a un código prescrito de· reglas y regulac1.ones·. ~o~o consecuencia de ello puede que se haya producido una reducción en la distancia social entre ambos consiguiéndose una mayor· identificación personal de los empleados con sus patronos, algo que resultaba imposible en el pasado (258). Sin e~bargo, estas generalizaciones deben seguir siendo puras especulac!ones. ,hasta .que no se. realice una inve-stigación más a fondo de la s1tuac1on social de los trabajadores ..en la agricultura moderna. Evidentemente, :no se ha tenido · en cuenta el con texto macrosocial de las transform~ciones agrarias, tales como la disminución general de La sociología rural insútucionalizada 93 las diferencias culturales entre lo rural y lo urbano, o los cambioo en la composición social de la sociedad rural ( véase más adelante), que también han repercutido de forma parecida. No obstante, si estas especulaciones tienen alguna validez, entonces se puede observar que la tendencia general de las relacione-s laborales en la agricultura ha sido contraria a la de la industria. El desarrollo capitalista de la agricultura, en general, no ha producido grandes concentraciones de mano de obra, ni un incremento de la burocracia, ni un estilo de administración más distante y autoritario, sino todo lo contrario. Tampoco las posibilidades de la acción colectiva a través del sindicalismo agrario han mejorado notablemente, corno consecuencia de lo anterior. Aunque el trabajador agrícola está menos aislado en un sentido cultural - menos limitado en su acceso al conocimiento del mundo que queda más allá de la explotación, así como en . relación a las expectativas y aspiraciones, que ya no son tan diferentes a las del resto de la población trabajadora-, existen menos oportunidades de sostener el conflicto de clases rural que surgía de la antigua estructura social. Actualmente, los trabajadores contratados permanentemente tienden a estar más aislados entre sí, a estar más en contacto directo con sus patronos y menos dispuestos a considerar su relación con los agricultores como antagónica -o al menos así se deduce en ausencia de alguna prueba palpable que demuestre lo contrario-. Donde aún existan grandes concentraciones de trabajadores que permitan formar una base par.a la acción y la organización colectivas, probablemente éstos serán trabajadores emigrantes o temporeros y, por tanto, estarán abrumados por una carga adicional de dificultades (119). En general, parece que los cambios recientes en la estructura social de la agricultura no han sido del tipo que puedan permitir a los trabajadores agrícolas modificar de forma drástica su situación, caracterizada generalmente por la explotación, a través de su propia acción colectiva . La estructur.a de las relaciones laborales dentro de la agricul•tura, por tanto, parece mostrar una tendencia, en términos weberi~nos, hacia el tradicionalismo -es decir, que las relaciones se están haciendo inás particulares y difusas-. Puede que esto parezca paradójico, ya que los sociólogos rurales tradicionalmente han dedicado un gran esfuerzo a describir la descomposición de la tradición en la sociedad rural, desde Tonnies a los innumerables trabajos sobre las comunidades que han resaltado la decadencia de la Gemeinschaft. De hecho es paradójico que dentro de un contexto de transformación tecnológica, de transición ·hacia la agroindustria y de una mayor racionalización de la actividad productiva, nos encontremos dentro ;• ' ; 1 '. ¡ ; 1. ¡ 1 i. i ! i { ,{ 94 Howard Newby de la agricultura con la recreación de estructuras «tradicionales» de relaciones de c~ase. Esta recreación del tradicionalismo en la agricultura, desde luego, es posible gracias al desplazamiento de la mano de obra hacia actividades ajenas a la agricultura, pero aun así continúa la paradoja. Los sociólogos rurales han. pasado por alto esto, en parte porque han adoptado un-a ver-sióii · descriptiva del. tradicionalismo, más• bien estrecha de miras ( 150), y en parte porque su enfoque se ha centrado casi exclusivamente en los cambios en las comunidades y en el incremento de la racionalidijd empresarial entre los agricultores. Podemos añadir a esta paradoja otra: desde hace tiempo los sociólogos en general ( aunque en menor grado los sociólogos rurales) han tenido la costumbre de considerar al sector rural .de las sociedades industriales avanzadas como «atrasado» o «tradicional», en contra-~te con las características «modernas» de la soci(!dad urbana. Sin embargo, en la mayoría de las sociedades industria.les avanzadas fue precisamente la agricultura la primera en «modernizarse» (246) y mostrar las relaciones impersonales e instr1.u~1entales, basadas en la clase, que luego iban a considerarse como características del urbanismo. Sin embargo, ahora la estructura de clases de la agricultur.a está volviendo a una estructura tradicional donde «todo el mundo. se conoce» en la explotación y donde las relaciónes de clase se median a través de una estructura personalizada y particularizada. Dentro de estas paradojas existen algunas áreas dignas de interés, por no decir nada sobre la oportunidad de desenmascarar algunas de las generaliz~ciones más imprecisas relacion~q·a-s con la «teoría de la sociedad industrial» (cf. 139). Por ejemplo, si la estructura de clase en la agricultura se está volviendo más «tradicional», ¿tamb.ién se puede ddcir lo mismo ·sobre la satisfacci6n: que producen estas relaciones? AunRue una vez más la ausencia de una investigación comparada y sis~emática obstaculice una generalización Hable, existen algunas pruebas que muestran que donde se combina un sistema jerárquico, y en buena medida adscriptivo, de estratificación rural con una estructqra altam~nte particularizada ele relacion~s, entonces se tiende a producir como resultado un sistema autóri_tario tradicional sin impoitar cuán racional o «moderna>> pueda ser la actividad económica de la clase dominante (véaQse, 'por ejemplo, 176, 136, 137, 314).· El patriarcalismo o capitalis,mo paternalista parece florecer bajo est~s cCI>ndiciones (259). El creciente particularismo de , In estructura social en la agtkultura ha permjtid~:r ~µe este pa~ernalismo se convierta en un medio viable para la estabilización ·de la jerarquía social rural y para conservar la identificación del trabaja- · La sociología rural institucionalizada .95 dor agrícola, _si aquellos que osten_tan el poder desean ?provechar. la oportunid_ad (véase 263 ). Si?· embargo,. ~xiste_ una posible fu~n~e de contradicción entre .el creciente· «trad1~1onahsmo» de la est~uctura agrícola y la dinámica «modernizadora» a que est.á suJe:~ la sociedad rural en general y que se puede expresar baJo d1st1ntas formas (véase 202, -178). Si buscamos las razones del ocaso de la autoridad tradi~íonal de la sociedad rural las encontraremos no tanto en el cambio. de estructura social de, la agricultura como en el cambio de va~ores de los patronos rurales. Es dudoso que cualquier concepto ge_~~ralizado de la autoridad tradicional patriarcal esté ahora tan arra1g~do entre los agricultores y terratenientes de las sociedades capitalis5as avanzadas como -lo estuvo en el pasado. La tradición y el cuho~ a los valores del señorito han -sido reemplazac;lo~ pqr la destreza, tecnica el conocimiento especializado, la: eficie~cia comercial Y. el prof~sionalismo. Así, mientras que la intensa mecanización :Y. la salida constante de trabajadores de la agricultura han p_roduc;1do condiciones más favorables para el mantenimiento de la autqridad tradicional y han permitido al patrón conseguir la identific~ción de sus trabajadores más fácilmente que en el pasa.do, _lo~ agr1cu_ltores están cada vez más dispuestos a adoptar una éuc~ racional. ~e profesionalismo. y a renunciar a las obligaciones sociales trad1c1ona-les que van unidas -a su posición. Para la generación más jov~n de agricultores y terratenientes, estas obligaciones pue~en parecer_les molestas, anacrónicas e incluso algo embarazosas. Atra~ados .~n est?s cambios generales -seguramente en mayor medida ·qµe _sus trabaJadores-, los agricultores pueden estar dispuestos a. tratar a s~s empleados de una forma más impe~sonal ; instrumental, ,,es decir, más parecida a la de los patronos mdustnales contemporaneos .. 'Por tanto, es evidente que existen ten~encia~ enfrentadas e~_. la agricultura moderna que están actuando s1multaneamente en·, di~erentes direcciones tanto en la estructura como en el contextq de las relaciones laborales. Por esta -razón es difícil predecir :el result~do de estas tendencias, especialmente cuando, como hemos señ.a~ado, las actuales: estructuras son tan diversas. Dependerá bas~ante: -~el futuro ritmo de salida de la mano de obra, de_ -la concentra:c1on agraria, de la integración vertical, de la inversión d_e e-apita! ·Y~ del cambio en las políticas de ayuda a la agricultura. El actual periodo marca.· una e.specie de encrucijada de las tendencias manifesta~as hasta ahora en todos o en la mayoría de estos factores·. La maY.or parte de las sociedades capitalistas avanzadas ~uestran uria fuerza de trabajo envejecida, de tal forma que la próxima década va a ser 96 Howard Newby testigo d~ c~!11bios ~ún mayores. Debe aportar la prueba definitiva a la predicc1on de Kautsky de que Capítulo 5 EL CAMBIO EN LAS COMUNIDADES RUR..A.LES ••.• el• modo l de <producción moderno, por tanto, vue¡ve a¡ f'mal de su oroceso . d ia1ect1co a punto de p c·d · a una supresión . de la separación · f . d . . .ar I a,. es decir, de 0 111 ustna Y de la agncultura (14, p. 47). ' 1 ) ; Anteríormen~e, en este ensayo, habíamos señalado la importancia de Tonnies como uno ele los «padres fundadNes» de la sociologí_a rural. Como se puede decir lo mismo de Tonnies en el campo de los estudios de las comunidades (21, cap. 2). no es sorprendente que estos estudios -hayan merecidq_ una especial atención de los sociólogos rurales, ni que estos estudios sobre las comunidades se hayan realizado casi totalmente dentro de un marco conceptual de gemeinschaft-gesellschaft. Partiendo del estudio precursor de Galpin, Social Anatomy <>/ an Agricultural Community (19 15), los sociólogos rurales han elaborado literalmente miles de estudios sobre comunidades, en muchos casos -especialmente en los EHados Unidos- patrocinados por agencias financiadoras (271). Por otra parte, los estudios de COI!!unidades han sido desde hace tiempo la especialidad de los antropólogos sociales y de los historiadores -sociales. De esta forma encontramos que el campo de los estudios comunitarios rurales cuenta con una metodología amplísima para el estudio del cambio social rural, así como con objetos de estudio propios. A la luz del sinnúmero de estudios que han aparecido en estos años, sería necesario otro ensayo para discutir este subcampo de forma adecuada. Afortunadamente ya contamos con un trabajo bibliográfico gue estudia de forma general el campo de los estudios de las comunidades (158), así como con análisis más específicos de . este campo en los artículos de Ford y Sutton (112), Olson (271), y Sanders y Lewis (307). 97 1 l ' 1 ' 1 98 Howard Newby La feroz crí.tica que hace Olson de la trivialidad de los estudios de las comunidades rurales en los Estados Unidos nos proporc~ona una cota útil de~de donde seguir el desarrollo de la investigación sobre las comurudades rurales hasta nuestros días. En cierto modo, los años -sesenta fueron una época de consider-able agitaci6n en el c~mpo de los estudios comunitarios. Como ya hemos señalado, el contmuo rural-urbano, que había servido como el principal marco de referencia y razón de 6er conceptual de gran parte de estos estudios, empezó a desacreditarse rápidamente. Esto se debió en parte a los avances teóricos, aunque mayor importancia tuvo la refutación empírica acum~lada. (La ~ista de estos estudios ya es larga, pero -además de las pnmeras críticas de Lewis [209], incluye 9, · 10, 40, 214, 275, 365, 369). El mismo concepto de «comunidad» se vio atacado en parte como resultado de estas críticas fundamentadas empf.ricamerite, pero también a causa de su ambigüedad y porque se creía que: era teóricamente equívoco {p. e., 330). El conocido análisis de HUlery sobre las diferentes d~finiciones de comunidad ( 162) también había minado la confianza de los soci6logos comunitarios, dest'.acando la utilización sumamente idiosincrásica del objeto básico de estudio. Por último, los estudios de las comunidades rurales, como muestra el artículo de Olson, se vieron envueltos· en una critica g~neralizada del «empirismo abstracto» (242), debido a su metodología impresionista, sus descripciones excesivas de la eco!ogfa local, de las organizaciones sociales y de la partici..pación socral, así como a su estrecho localismo y ahistoricismo. Por consiguiente, a finales de los años 60 ee difundió una creciente desconfianza sobre la validez de los estudios de las comunidades rurales y una consecuente disminución en su producción. La tradición ·de los estudios de las comunida4es rurales, que habían conseguido el status _de «clásicos» dent~o de la disciplina (p. e., f73, 126, 132), repent111amente desa:parec16. Como han comentado no hace mucho Sanders y Lewis: •.• los estudios de las comunidades holísticos y estimulantes de antaiio, que aportaban un buen examen etnográfico y sistemático de las comunidades como conjuntos cqmplejos 'Y significativos (con independencia de su orientación teórica) parecen h~ber perdido su popularidad, si no su utilidad. Lugares como «Plainvillc», «Elmtown», «Springdale» y otro sinfín de localidades seud6nimas ya no parecen i~teresar a los sociólogos .rurales como laboratorios pai-a estudios de comunidades (307, p. 49). Est-a conclusión deprimente no se extendió tanto, afortunadamente fuera de los Estados Unidos, como veremos. ' La sociología rural institucionalizada 99 Con todo, el aparato del complejo · Land Grant ·aparentemente aún es capaz de elaborar el mismo tipo de investigación t.rivial, que censuró Olson. Mucho más deprimente es el consiguiente desapro~ vechamiento de recursos. Después de haber transcurddo más de u~-a. década desde el ru-tículo de Olson, Sander-s y Lewis pudieron comprobar que el porcentaje de estudios descriptivos había variado muy poco (p. 47). Con palabras que recuerdan a las primeras críticas sobre la investigaci6n sociológica rural, concluyen que: . . ... desgmcfada.mente. muchos de estos estudies estaban o _muy ma:l hechos o eran relativamente inútiles, o las dos cosas a la vez. Hay demasiadas. p·ersonas dedicando demasiados esfuerzos a estudios cuya aportación empírica y teórica a la disciplina es nula o, en el mejor de los casos 1 confusa. Los ddec• tos que -los •autores clásicos atribuyen a la sociología rural... se manifiestan aún frecuentemente en la literatura e.uminada, a pesar de los notables progresos ... y las nuevas e i~ginativas directrices que algunos soci6logos ruraJes están examinando. El empirismo simplón -a menudo. muy ipal aplicado-parece ser una constante permanente de este campo y, hasta cierto·'. pu'nto, injustificada, incluso para aquellos que puedan defende~ las p4blicaciories de fas estaciones experimentales, que están hechas con fondos .públicos pm, facilitar una información gen-eral de utilidad para determinado público -profano (307, pp. 47-48). · . Aparte de los defectos que señalan Sar:ders y Lewis, esta investigaci6n también _tiende a ser contraproducente, tal como advierte Olson: , Realizar una investi~ación que ayude a resolver los problemas· que. tiene ante sf la poblaci6n rural forma parte de las valoraciones positivas que hace el sociólogo ruraJ del estilo de vida de un · pequeño pueblo; su ·convencirnier.to de que· 1a moralidad, 1a libertad y la igua-ldad emanan de fa pequeña- cc.munidad ]e impiden s~r consciente de J.as realidades subyacentes:.. La oi:icntación ·hacia la resolución de problemas está racionalizada por la ética y sfrve como sustituto de . la incapacidad del investigador para arnpli-ar la gama· de datos a -la que él mismo se limita. Así,. el sociólogo rural se encuentra en la necesidad de defender -la ética rural aLmismo tiempo que la sabotea a rodos los· niveles en· su afán por «acelerar· la entrada de la tecnología en las comunidades rurales», a•lgo que forma parte de.la orientación ·hada la resolución de los problemas (271, p. 348). Hasta hace muy· poco, a ·raíz de la crí:ica de Hightower (160) ·a la sociología rural, la comprensi6n de esta. contradicción no suscitó un · enfoque más crítico del· cambio en las comunidades rurales. Vo1ve., rernos a este punto más adelante, pero mientras tanto es necesario correr un discreto .velo sobre esta tradición de los estudios de las comunidades rurales para examinar los .desarrollos, más aientadores, que han tenido lugar· fuer-a de Norteamérica. 100 ) ) ) ) ) , ) ) ) Howard Newby Los estudio_s de _las comunidades tampoco están de moda en Europa, aúnque· el. gb1er-o se reanuda a rachas acompañado de, quizás, una valoración m'ás realista de su alcance y posibilidades. Por ejemplo, ha existido un notable abandono del estudio de las comunidades como una metodología para investigar procesos sociales más amplios (7, 21) . El uso de los estudios de la comunidad como método también ha atraído a los historiadores sociales y a los antropólogos históricos ·( quizás el ejemplo más apropiado sea el de Le Roy Ladurie · [207]; para un resumen véase el interesante manual de Macfarláne [222] ). Por tanto, ha descendido el número de estudios de las comunidades centrados en su propio interés, en parte como consecuencia del dese·ncant_o :generalizado s_obre el «empirismo abstracto»· que se manifestaba en estos .estudios. Este descenso también ha estado gsociado a la crisis del continuo rural-urbano que proporcion.aba una lógica a esros estudios . En consecuencia, nos hemos librado últimamente de la plétora anterior de estudios descriptivos sobre las comunidades rurales, donde se las representaba algo ingenuamente como estructuras sociales «tradicionales» , estáticas e inalterables, luchando en la retaguardia contra las fuerzas invasoras y corrosivas de la «modernidad)> (d. los comentarios de 276, 369) . Ahora existe un acuerdo generalizado acerca del hecho de que los ' procesos de cambio rural son más complejos de lo que habíamos pensado, y como -hemos ·observado, el cambio no puede considerarse como un factor exógeno que afecta a una comunidad rural, que de no ser por ello sería estática. Muchos de -los factores responsables del cambio social en la sociedad rural tienen lugar dentro de ellas - por ejemplo, la racitmalización de la agriculturaY ya se reconoce la necesidad de aunar un análisis de los factores causales endógenos y exógenos en un análisis más holístico del cambio rura-1. Sin embargo, esto sitúa al sociólogo comunitario en una especie de dilema. Después de haberse convencido de que es necesario un análisis holístico para entender los procesos del cambio en las comunidades rurales, ¿por qué interesarse por los estudios de las localidades de pequeña escala? Una respuesta es que los estudios de las comunidades, sean cuales sean sus desventajas, permiten al sociólogo, utilizando la frase célebre de Arensberg y Kimball, «~ir los datos sociales y psicológicos al rojo vivo» (7). Adem:ís, es importante reconocer que la comunidad -actúa corno un punto de referencia y como una fuente de relaciones sociales, tanto ubjcliva como subjetivamente, d·e la mayoría de la población . De hecho, es plausible señalar que durante los años 70 se ha 'registrado un resurgimiento ·de las «comunidades», . en el sentido de que ha existido La sociología rural institucionalizada 101 un mayor deseo de crear o volver a crear un sentimiento de comunidad en un mundo moderno aparentemente deshumanizador y en rápido proceso de .cambio ( 262). En parte, este resurgimiento de los valores de las «comunidades» se debe a la reafirmación de un .antiurbanismo y de un antiindustrialismo romántico en las sociedades occidentales durante los años 70, que surgieron como consecuencia dél impacto de la recesión económica y de la inestabilidad política. Por otra parte, las protestas cada vez mayores contra la contaminación ambiental, el desarrollo del movimiento ecologista, la conciencia de los posibles «límites del crecimien t0>) (245, 168) y la opinión de que «lo pequeño es hermoso» (313) han contribuido a un notable resurgimiento de los valores arcádicos y a un renovado deseo de vivir en comunidades «reales» - o lo que es lo mismo, rurales- . La propia sociología rural , dado que se fundó y se basó en juicios de valor de este tipo, no ha quedado totalmente inmune a esta tendencia. Una vez más parece haber existido un fin tanto social como sociológico a la hora de estudiar la dinámica de las pequeñas comunidades rurales para defender sus fuerzas manifestadas y sus cualidades de las amenazas a su existencia que representan las tendencias centralizadoras y burocráticas de la sociedad moderna. (Por ejemplo, véanse las citas cotejadas en 301, capítulos 3, 9, 11 l. y 12.) 1 11 ! Esta línea de razonamiento permite que los estudios de las comunidades se conviertan en una serie de cuentos sobre la moralidad de las tendencias observadas en la sociedad rural contemporánea. Estos estadios se presentan como revisiones de los estudios «clásicos» ya dtados por Sanders y Lewis. De hecho, como señalan: •La supervivencia de 1a sociología de las comunidades no depende en modo alguno de la supervivencia de 1os estudios de las comunidades rurales. Aunque estos últimos cons tituyen una parte importante del sistema de raíces de Ja sociología de 1as comunidades, nos podríamos preguntar si el ,faiilecimiento de estos estudios -si así fuese- ha llegado prematuramente, antes de agotar las ,posibilidades que este tipo de estudios generaJes aportan a la disciplina tanto 'empírica corno teóricamente (307, p. 49). Sin embargo, fuera de los Estados Unidos , la tradición de los estudios de las comunidades rurales continúa , investigándose las comunidades rurales para establecer qué pueden elucidar sobre los procesos societales más amplios. Es_tas comunidades se estudian como micruwsrnos de los cambios socinle~ má& amplios (cf. 21 , capítulo 2). Precisamente porque los pueblos aislados normalmente se han considerado como los elementos más estables, atrasados e inalterables de la sociedad, se han venido estudiando por lo que ; ! .,, Howard Newby 102 puedan esclare~er sobre los efectos ~ los. cambios ~acrosoc.iales, más extensos y• frecuentemente revolue1onar1os. (Los eJemplos incluyen 167, 2.50, 95, 116, 380, 40~. Si esta tend~ncia continuase~ el uso de los estudios de las comunidades como método para analizar el impacto de fos cambios sociales más amplios . ~proxi1!1~~ía. aún más el estudio $Ociol6gico de los pueblos rurales a la tradic1on establecida en la antropología social. Por otra parte, en tanto que esto implica un énfasis mayor en el cambio y en el proceso, se habr~ superado así una de las desventaja! de los. estudios de las c?~unidades rurales. Sin embargo, el peligro radica en que este tipo de cambios se pre~eráa basaridose una vez má:s en las potarid~des ya anticuadas de lo tradicional/moderno o de gemeinschaft/ gesellschaft. No bastante, hay o~ras buenas raz~nes pa~a afirmar que los estudios de las comunidades rurales siguen siendo una empresa digna de atenci9n. A pesar de la tendencia hacia la integraci6n vertical de la agricultura y el crecimieijto de las empresas ~grícola~ con una estructura :parecida a la que se encuentra en la 1~dustr~a, _la agricultura sigue e-stando. principalmente en. man~s de_ los propietarios familiares. El estudio de la forma de «mclus16n» ~~ la estructura familiar en la estructura de la tenencia de la tierra ·ha demostrado ser, por t~nto, una línea fructífera de investigació~. In~~dablemente el análisis mis famoso en esa línea es el estudio clas1co de Arensberg y Kimball 6obre el condado de. Clare, en la part~ occidental de Irlanda ( 6). Los estudios intensivos de las comuni~a~es realizados por Arensberg y Kimball frecuentemente son la un1ca forma en que se pueden estudiar ·a fondo los lazos familiares y la tenencia de la tierra. Además permiten que se hagan algunas valoraciones sobre la importancia de la estructura familiar al determinar e1 grado de cambio en la tenencia de la tierra a lo largo del tiempo (por ejemplo, sobre las decisiones. d~ C?(p~si6n) o la forma en que se adapta la familia a las restr1cc1ones. UDpue~tas por las. necesidades dei mercado de los productos agrarios. (Veanse, por ejemplo, 369, 251, 177, 40, 128, 123.) La importancia ~e la propiedad f~miliar en la agricultura ha permitido 9ue la propiedad de los medios de producción permanezca predominantemente en manos ~e. las personas de la localidad, pese a que en gran parte las decmones que afectan a la economía rural se tomen c~da vez más en otros lugares. Esto significa que el empleo rural y el poder político rural permanecen en manos local.es, con lo cual las decisiones tomadas localmente siguen siendo importantes, especialmente para aquellos que están empleados en la agricultura y en otras. industrias a~ines. Asf, aunque es necesario reco.nocer que pr?ptedad absentista de la tierra, la integraci6n vertical, la planif1cae16n estatal y la toma de ~ª. La sociología rural institucionalizada 103 decisiones pueden haber reducido el alcance de la a·utonomía local, esto sólo se puede establecer empíricamente mediante estudios •detallados de las comunidades en Jugar de suponerlo de ·antemano basándos en una especulación teórica v.acía~ . . Lo· anterior nos hace volver a los temas ya p·lanteados en es::e ensayo acerca de la conexión que existe entre la tenencia de la tierra y el sistema de estratificación rural. Los estudios de las comunidades han demostrado ser un método importante para examinar esta cuestión, aunque mucho dependerá de la configuración precisa de los recursos que se tienen localmente y fuera de Ja localidad. Desde luego, antes de que -se pueda emprender un estudio fiable del poder en las comunidades rurales, hay que especificar ·cuidadosamente los parámetros del poder local e indicar las reiaciones entre el sistema local y el contexto societal más amplio (véanse, por ejemplo, fos comentarios sobre 15, en 290. 128, 82). · Estos temas -~e han explorado más a fondo en el campo dé los estudios campesinos, donde se han hecho intentos explícitos de t~orizar sobre la articulación de lo local y lo nacional y sob~e su efecto en la conciencia y la movilización políticas. del campesinado (p. e., 202, 244, 375). Dentro del campo de los esfudib.s campesinos, este interés surgió de una énfasis en la orientación local de la cultura campesina que, siguiendo una tradición predominantemente americana de la antropología cultural, se ha considerado como una característica determinante del campesinado (297, 319, 374, 196). De un modo similar, Galeski ( 12.3) -ha explicado la tenacidad de la orientación comunitaria del campesino señalando que, aunque la sociedad necesita al campesino (o algún tipo de cultivador agrario) para la producción de alimentos, el campesinado no nece~ita a la sociedad .Y puede subsistir, hasta cierto punto, sin su intervenci6n. Existe una literatura bastante extensa sobre «las comunidades campesinas» y sus. relaciones tanto con los .sistemas de poder local como nacional, aunque frecuentemente esté interesada en la política personal, de carácter institucionalizado, de la relación patrón-cliente (resumida p9r 49), o en las instituciones de influencia personal, como la Mafia (35). También sabemos bastante sobre cómo, y en qué forma, se- rompe esta orientación comunitaria con el proceso de comercialización al ser atraídos los campesinos al mundo más amplio de las relaciones de mercado (véase, por ejemplo, la extensa bibliografía sobre la «revolución verde» resumida por 280). Sin embargo, se sabe menos sobre cómo· las pautas. del poder comunitaro rural ~e ven afectadas por estos cambios. En gran parte esto se debe a que existen muy pocos estudios del poder comunitario rural en zonas domina- ) ) ) , ) ) ) t ) ) ) ) 104 Howard Newby das por la agricultura capital is ta del mundo desarrollado (los ejemplos incluyen 224, 263 , 365, 108). Indudablemence, el mayor desafío a las estructuras establecidas del poder rural proviene de la transformación social que ha afectado a las zonas rurales de codas las sociedades capitalistas avanzadas: el significado decreciente del empleo agrario y la aparición de los «recién llegados» rurales, un·a población «adventicia» casi toda ex-urbana . ,Esta · pronunciada alteración demográfica ha creado a Ja sociología rural los problemas conceptuales ya descritos en este ensayo, debido no_sólo a que no se puede encajar fácilmente en el marco del continuo -rural-urbano, sino que .además donde más extensamente han ocurrido estos cambios también se han roto los fuertes lazos intelectuales e institucion~les entre la sociología rural y la sociología de la agricultura. En las dos últimas décadas, por tanto, la sociedad rural se ·ha urbanizado más, ha adquirido rpás características de la clase media y se ha hecho menos cultura para su actividad económica. El gran descenso del porcentaje de población que vive en zonas · rurales, que comenzó con distintos ritmos de rapidez a principio c\el siglo XI X en la mayoría de las sociedades capitalistas avanzadas, ·se ha invertido -aunque continúa en el hinterland· rural más aislado (18, 19)- . Así, aunque la mecanización de la agricultura ha lib~rado un porcentaje sustancial de la población rural hacia las zonas urbanas, también ha .sido sustituida por un grupo de población perteneciente en su mayoría a la clase media profesional y administrativa que se desplaza diariamente a sus trabajos en la ciudad, por jubilados y por otras personas que poseen su segunda residencia en el campo, donde suelen vivir la mayor parte del tiempo, y que trabajan, o trabajaban, en las ciudades. Esta «revolución silenciosa»: ( 2) en l_a composición social de la sociedad ruqi.l ha tenido un impacto considerable. Evidentemente ha cambiado la estructura de c.lase-s de· la sociedad ru ral, así como el equilibrio del poder local; también ha traído consigo un nuevo conjunto de conflictos sobre el uso de la tiérra· (agricultura versus usos turísticos y de recreo); ha llevado a una redistribución de los recursos -políticos, económicos y sociales- de la sociedad rural y ha desbaratado subjetiva y objetivamente el modelo de .\as «comunidades» rurales. Hace .ya más de una década que los sociólogos rurales se han venido ocupando de las consecuencias de este cambio. Se ha prestado una particular ·atencióh a l?s. escisiones creadas entre la población rur.al local y los recién lleg~dos {véanse, por ejemplo, 275, 77, 69, 70; .2, 99, 260). Una serie de trabajos han documentado el derrumbamiento de la antigua solidaridad comunal del pueblo rural, La sociología rural institucionalizada 105 como consecuencia de la llegada de una población nueva, no {lgraria y ex-urbana. Este tipo de afluencia ha tenido un efecto profundo al socavar los aspectos «cerrados» de muchos de los pueblos rurales, y ha sido un fenómeno genera.lizado en Europa Occidental y en parte de Norteamérica. Cuando el pueblo formaba una «comunidad ocupacional» (véase 22), frecuentemente era un grupo de familias estrechamente unidas por extensas relaciones de parentesco y oficio. En cierto modo estos pueblos eran el tipo de estructura social total y de pequeña escala que Coser describe como «instituciones ávidas», que ... aunque eo algunos casos puede o utitizar el mecanismo del aislamiento fí. sico, tienden a depender de mecanismos no físicos para separar al indígena del forastero y para erigir fronteras simbólicas entre ellos . .. Tampoco están las institucione·s ávidas marcadas por l.a coacción externa. Todo lo contrario, tienden a dep~nder de sumisiones voluntarias y a des11rrollar medios para ac• ti var -la lealtad y el compromiso ( 7 3, p. 6). La población adventicia, al penetrar en estas instituciones ávidas en número tan elevado, amenaza con destruirlas o al menos las obliga a adaptarse a su presencia. Han surgido nuevas divisiones entre «los de la localidad» y «los recién llegados» que frecuentemente hacen desaparecer las líneas de dase. En efecto, Pahl (275, 276 ) ha indicado que los pueblos rurales ofrecen oportunidades únicas como «laboratorios naturales» (en el sentido de la Escuela de Chicago) para estudiar el impacto de los cambios sociales inducidos nacionalmente sobre la estructura social de .las comunidades locales, especialmente donde estos cambios afectan a la competencia :-or los recursos escasos, como es el caso de la vivienda. No es sorprendente, por consiguiente, que los cambios en la composición social de los pueblos rurales hayan atraído consigo nuevas fuentes de conflictos. Estos conflictos han supuesto un incremento en la lucha por determinados recursos escasos como la vivienda o. la tierra, y también ·ha supuesto un conflicto ideológico en el estilo de vida. El extraño estilo de vida urbano y de clase media de los recién ·llegados tiende a alterar las pau tas de comportamiento -arrnieadas en el pueblo y con ellas los status, lo que a su vez puede dar lugar a resentimientos. Subjetivamente muchos Je los recién llegados vienen buscando la «comunidad» y creen haber encontrado un ejemplo auténtico en el pueblo rural (311, 367). Tienen, en la frase gráfica de Palil, un «pueblo en la mente», al que esperan que se ajuste la población rural. Irónicamente, sin embargo, la 106 Howard Newby destrucci6n que provocan en las estructuras de status locales (291) frecuentemente convierten en infructuosa esta búsqueda de una «comunidad» estática y armoniosa. De hecho, en cuanto a las personas de la localidad concierne, son los recién llegados los culpables de la destrucción. Esta ironfa ·está subrayada por los diferentes conceptos que los dos grupos se forman de la «comunidad». Para los de la localidad tiene uri sentido comunal -es decir, afectivo e informal, basado en una .superposición de lazos de parentesco, oficio y buena vecindad-, mientras que para los recién llegados es asociacional -construido sobre la participación en asociaciones voluntarias formalmente· designadas-. Esta distinción está mucho m,s de acuerdo con el sentido original que Tonnies daba a la gemeinschaft y la· gesellschaf t según el cual denotan diferentes moqelos de asociación humana, q~e con las -acepciones descriptivas y cosific_~as que luego se les asignaron. Además, como muchos de los sociólogos rurales han compartido Jas preocupaciones rom~tica~ d.e gran parte de l~s recién llegados ex-urbano~, a v:eces ha si~o d1fí~d ~parar la esencia del artefacto en los resultados que la mve.st1gac16n ofrece sobre este tema como en la engt1ñosa afirmación de Sanders y Lewis: «Es un a;¿oma ,de la vida de las comunidades americanas que las organizaciones vpluntarias· proporcionan lop mecanismos para realizar muchas de las metas comunales» (.307, p. 39), Dado que en la convencional visión sociol6gi~a de la comunida? rural basada en ,el consenso la «clase» y la <<°co~µnidad» se consideran antagónicas, no es .sorprendente que el «feri6In:eno ~e la distribución del poder» en los pueblos rurales se haya mvest1gado en términos de status y no de clase. La plausibilidad de este enfoque de la comunidadi rural ·se ha mantenido tanto tiempo ·debido en parte a la fuerza ·de la tradición cultural sobre el idilio rural, pero también porque ha-sta que las revolucion~s. de base ~ampe_s~a de· los años 60 no desafiaron este punto de vista paredan existir escasas manifestaciones públicas de conflicto o rebelión por parte de la poblaci6n rural en comparación con la tradición revolucionaria más antigua de las masas urbanas. El mito del idilio rural, -por tanto, pudo alimentarse a -sf mismo. Como c~n~ecuencia, sabemos ID?Y poco acerca de los cambios en la composición de clase de -la sociedad rural de los pafses capitalistas avanzados. Las afirmaciones de Pahl (i75) y Newby (260) de que la sociedad rural se está polarizando entre los opulentos que han decidido vivir allí y los pobres atrapados en la misma aún ~ecesiq1n una investigación empírica ~ás amplia (para unas ideas amencanas, véanse 59, 67,103,363). Las 1m~ plicaciones de esta -polarización para «el desarrollo de los recuI'6os La sociología rural institucionalizada 107 rurales» (364) también requieren mayor reflexión. Con la continua reducci6n de la fuerza de trabajo agraria ha surgido una falta de confianza en la «viabilidad» de las comunidades rur-ales tal como se han entendido tradicionalmente y se teme por su futuro (véase la selección ofrecida ·en~ 3ól ). Por tanto> reviste particular importancia que los sociólogos rurales reanimen fa tradici6n «clásica» de· los estudios de comunidades para poder observar si este pesimismo está justificado o no, y para contribuir ial desarrollo de polític~s apro-piadas allí donde se demuestre que esos temores están fu~&ados. Lejos de haber sobrevivido a su utilidad> hace ya tiempo que :se echn en falta una reanimación de los estudios de comunidades que pueda aportar conceptos teóricos relevantes. ¿El eclipse del_ mundo rural? El cambio en le. composición -social de la población rural¡ junto con el incremento de la intervención estatal en la agricultu_ra, el paso hada la agroindustria ~orporativa verticalmente integra:d~. y la decreciente autonomíia de las comunidades rurales, h_an tendido a incrementar la integración entre los sectores «rurales»· y «urbanos» de las sociedades industriales avanzadas. Esto ha dado lugar ·a una gran especulación sobre si estamos pre~~nciando la destrucción de una sociedad específicamente «rural» 9··si h~ce falta un nuevo apa• rato conceptual para. interpret-ar esta transformación• y para -llegar a una teoría explicativa más adecuada del cambio socio rµr-aL ·A raíz de fa defunéión del continuo rural-urbano, 1a búsqueda de _una teorí-a semejante se ha llevado a cabo de form_-a e-sporádi~a, si~ el rigor que ha caracterizado, digamos, a los estudios so~re la soc~edad ur• bana. No obstante, existen unas cuantas líneas de investigación que los sociólogos rura-les parecen estar oiguiendo y que quizás puedan ofrecer en el futuro una base teórica más coherente. Una de las •primeras declaraciones sobre el problema plaqteado apareció en The Eclipse of Community (3.32), u?a ~íntesi_s _d~ varios trabajos «clásicos» sobre las comunidades amenéanas. realizada por Stein. Este autor sostenía, basándose en los datos empíricos extraídos de estos trabajos, que la localidad co.~o principio ,de or~a_n_ización social ~e encontraba en una grave cns1s que -parecia dehn_mva. Este proceso representa el «eclipse» de las comunidades, que_ da título a su libro. Este eclipse se -habrfa producido como resu~taqo de tres procesos sociales importantes que caracterizan a la -socíed~d moderna: la industrialización> la urbanización y el crecimiento de la 108 La sociología rural institucionalizada Howard Newby 109 existentes entre ellas. En estos últimos años se han dado los primeros pasos para realizar esta tarea, aunque significativamente muchas de las ideas teóricas se han desarrollado fuera de la sociología rural, tal como se define institucionalmente, y ·se han importado para aplicarlas a un det_e rminado problema empírico. Aún no ha aparecido en la sociología• rural un solo conjunto -sistemático de teorías que se ocupen de estos ·problemas, aunque se está prestando una atención cada vez mayor .a las teorías desarrolladas en ot:ras áreas . Actualmente est~s teorías solamente constituyen temas de investigación potencialm_ente interesantes, y nada qiás. Se perciben una serie de repercusiones, pero de ninguna for~ se han conciliado adecuadamente todas las dificultades. Por tanto, lo que sigue constituye una lista de «trabaj·os teóricos en vías de desarrollo» y la categorización que se pr.esenta no es mutuamente excluyente. burocracia. Estos procesos destruyeron la autonomía de las comunidades locales . y erosionaron los aspectos característicos y únicos de las culturas ·locales. La sociedad moderna se convirtió en una socieda·~, de m~sas y se eliminaron los apoyos estructurales a -la -segmehtac1on social. . Estas tendencias centrípetas de la sociedad moderna acarrean una serie de consecuencias sociales-: No sólo -se observa un :nenor ~:ado de autonomía local, si~o también un mayor grado de 10ceracc1on rural-urbana, un . distanciamiento con respecto a los centros de decisi9n, tanto privados como públicos; y la creación de un mercado de consumo de masas con estilos de vida urüfor:mes. La designación de «eclipse de las comunidades» también -s upone un eclipse del mundo rur.al en un momento en que los procesos del moderno desarrollo convierten en marginales o periféricas a las zonas rurales de baja _densidad demográfica. Más recientemente, Summers et al. (3.36) han actualizado el argumento de Stein -analizando la «invasión corporativa» que 6ufre la América no metropolitana. Sin embargo, Summers da a entender . que están actuando ahora unas tendencias más centrífugas, tanto en la relocalización indus• erial como en las migraciones de la población urbana, -aunque lo anterior vaya acompañado de la centralización persistente del poder político y económico. Summers también ha analizado estos temas empíricamente en un est~dio sobre la industrialización rural en Illinois, donde el «eclipse de las comunidades)> va acompañado por la descentralización de la actividad económica . Esto sugiere que el proceso de «eclipse» es más complejo de lo que supone Stein -al menos hasta..cierto "punto la centralización · de las relaciones de poder puede ir acotnpafiada de una descentralización en la localización industrial-. (Véase .377 para unos datos comparativos .) Como ya se rnencion6 en este e~sayo, la · actual crisis de la sociología rura) está estrechamente ligada a las tendencia_s seculares de la sociedad rural; esbozadas por Stein y Summers. · De igual forma que el abandono del continuo rural,urbano privó de una· teoría al objeto de la :sociología rural, el eclipse que amenaza al mundo rural también amenaza con privarla de su objeto. Si los procesos que- están moldeando la sociedad rural no se pueden reducir ni explicar en térmi nos de la categoría «rural», entonces ¿dónde deja esto a la sociología ru_ral? . Ahteriormente, en este ensayo, se sugirió que siguiendo el ejemplo . de la · sociología urbana sólo nos podemos enfrentar de :orina satisfactoria a esta persistente cuestión si la sociología rural, a nivel teórico, se integra en la sociología tout court y si los sociólogos teorizan simultáneamente sobre la producción . de las formas sociales y espaciales y sobre la naturaleza de los vínculos (i) La Teoría de la Dependencia En la úl tima década, la sociología rural se ha visto influida por una variedad de teorías, o perspectivas teóricas, importadas de la sociología del desarrollo. Hasta comienzos de los años 60, la sociología del desarrollo compartía con la sociología -rural una tendencia excesivamente -simplista a aplicar categorías estáticas y cosificadas, tales como gemeinschaft gesellscha/t y tradicional-moderno, así como un evolucionismo ingenuo, a penas cuestionado, y una fuerte adhesión a una forma imprecisa de determinismo tecnológico. André Gunder Frank, en un célebre trabajo ( 113), puso en tela de juicio todos estos supuestos y ofreció una teoría del desarrollo en términos de «dependencia» --de hecho, era una mezcla de una teoría marxis ta del desarrollo económico desigual con una teoría politica del ·impe~ialismo--. Frank sostenía que la dependencia de las econorrúas coloni-ales satélites de los centros industriales capitalistas de Europa Occidental y de América del Norte fomentaba un sistema económico dual y una estructura de clases concreta asociada al mismo ( una «articulación de · modos de producción» en una específica «formación social» histórica) que explica el «desarrollo del subdesarrollo» en el Tercer Mundo, especialmente en América Latina (véase la importante colección de trabajos en Cockcroft et al. [eds.J [66]). En conexión con este proceso existen unas pautas características de organiz·ación industrial, de urbanización y de dominio clientelista de la élite ( véase 356 ). El término clave para definir esta situación es «dependencia»: "' i ' 1 ' ( ( - - - - - - - - - - --~La sociología rural institucionalizada Howard Newby 110 Por dependencia ~tendemos una situación en la cual la economfa de deter• minados países se · condicionada por el desarrollo y l1t e:mpansi6n de otras * economías a· las que! está•_somctida.··1..a relación de· ibterdépendencia entre dos o más economías y-1 entre ·éstas y el comercio mundial adopta la forma de dependencia cu111ldo ¡a,lgunos •países _(los dominantes) pueden--expandirse y ser autosuficientes, mi~tjtras que otros (los depencij~tes) pueden hacerlo sola• n:~n te como un r~l~jo de esa expansión, que puede tener un e,fecto tanto pos1t1vo como negativo; sobre su desarrollo inmediato (90, p. 2)1). Probablement~ es justo decir que dentro de la sociologfa _del desa·rrollo-se co~dera ye .la teOJfa· de la depeadenGia-ceme álgo pasado de mo~a, al !haber sido objeto de una -serie. de cr(ticas minuciosas en los últimos; años (p. e., ,i, 3~9, 100, 274, 233). No obstante. algunas de las ideas originales de Frank se han ampliado e investigado de tal forma que han ·producido una espiral considerable, tanto en el plano teórico como en el empírico. Oentro de la sociología rural el concepto· de «dependencia» de Frank parece atractivo en parte porque desqribe la creciente «periferialización» -política y econ6mica de la soci~dad rural, pero también porque se aplica, aunque sea de forma pai¡cial o inade·ci:iada, a los vínculos existentes entre el desarrollo ecoq6mico, la estructura social y la estructura espacial en que se fundamentan estos procesos. Ha- permitido que algunos soci6logos rurales, por ejemplo, analicen la dependencia de las zonas rurales remotas ~especto a los centros de decisión urbanos, industriales y polfticos, y que expliquen la -persistencia de la pobreza rural haciendo referencia a la dependencia respecto a las regiones que ostentan el poder! La diferencia esenci-al es que estas ·relaciones ocurren dentro de la ;nación y no -internacionalmente. (Véa~ gran. parte de la literatura sobre el Mezzogiorno, •P· e., 290; también en ·-los Estados Unidos, los trabajos sobre los Apelaahes presentados 'en 3,6; el enfoque de Frank también se ha utilizado en algunos trabajos sobre la Escocia rural, p. e., ,.3, 54, 174.) (ii) La Teorla del Centro--Periferia Como respuesta ~ -algunas de las insuficiencias de la teoría de la dependencia, han aparecido dos varfantes de ésta: la teoría del colonialismo interno (véase el siguiente subapartado) y -la teoría del • centro-periferia. Esta última es una amalga.ma curios-a de la teoría del lugar <!entral, desarrollada principalmente por los geógrafos, de la economía política clásica, tanto en su interpretación marxista como no marxista, y de la sociología del desarrollo regional. En el momen- 1 1. \ 111 to de esc~ibir este ensayo parece estu en boga, quiz_ás po¡:que es susceptible de una interpretación bastante ampli-a y, al_ menos: en la sociología rural, porque es compatible con gran parte de \a. tradición de investigación previa. Ha sido posible aprecia·r una teoría embrionaria del centro-periferia en la:s primer-as· formulaciotiés de Galpin sobre_ las áreas de mercado, por ejemplo, ~unque la·. -teoría del lugar central lleva mucho tiempo utilizándose para estudi_ar 1a namraleza de los modelos de -asentamiento rural .(63). · . . La teoría del centro-periferia realmente no es una teoría de algo> aunque facilita una especie de mecanismo descrip.tivo y holístico que permite que los cambios en las estructuras socioeconómicas de la sociedad se relacionen con los cambios en la estruct~ra espacial. La teoría del -lugar central, de donde ha surgido, fue desarrollada por los geógrafos a partir de los años 30 pa-ra explicar" la nafur.aleza de -la localización industrial y urbana ( 64). En un determinado nivel es:a «teoría» permite simplemente que el modelo. de' asentamiento 6e comprenda en términos de las economías de esc·ala: El dé~arrollo tiene lugar en nudos o núcleos porque o·e pueden conseguir· economías en la infraestructura y en la provisión de servicios cqri este modelo. Dentrq de la sociología rural y de la demografía S<?cial> el modelo se utiliza p~ra explicar variables tales como el creci:miento demográfico por referencia a la distancia con respecto· a grandes centros de población (p. e., 42, 46, J. 79), Tanto en la -sociología urbana como en la .rural se ha prestado, en esta fotcrpretación, a_ una forma dé -análisis del área social sumámente descriptiv9, u_na ~specie de contaduría social _en la que -se .catalogan distintos· atributos de la población y se relacionan con la localización residencial. La teoría del lugar central también. ha influido. en los planificadores á fa bor-a de p~omover uns e6~rategia de desarrollo regional basada en «centros de crecimiento», por la cual la industria, lo_s_ servidos ,públicos, las actividades culturales y los procesos de toma de d~dsiones se concentran- en determinadas loc.alidades con efectos multiplicadores para los hinterlands que las rodean.· ·'Yhills · resume de forma suCÍIIta es ta teorí~ de Ia siguiente manera: Al convertirse las ciudades en centros. de concentración económica, -se establece un sistema de relaciones jerárquicas ·entre las áreas metropolitanas y entre una metr6po:i Y. su área circundante. En este modelo el_ desarrollo se considera un proceso desigual y desequilibrado. Se da una polarización del desarrollo entre lás · áreas metropolitan-as y los hinterlands, ·disminuyendo la posibilidad de crecimiento en las zonas rurales. Para proporcionar una renta aéicional a los hinterlands se. provoca un efecto contrario de desbordamie:ito ) ) 112 Howard Newby mecJi.ante una ,l~hta salida de 1a actividad económica de la metrópoli. En otras palabras, el crecimiento en las regiones •periféricas depende de1 desarrollo de las áreas del centro·. Esta teorí~ ·. de. la localización y crecímiento desigual ha culminado en el centro de crecimiento o en Ja estrategia del polo de desarrollo (356, p. 20). ) ) ) ) ) ) ) ) r) La teoría• del lugar central ha recibido una glosa sociológica en el trabajo de Immanuel Wallerstein (354, 355). Inicialmente el trabajo de Wallerstein constaba de una descripción histórica de la exµansión del sistema económico capitalista desde el centro a la periferia, de los efectos de esta expansión en la frontera entre las wciedacles capitalistas y precapitalistas y de los cambios cualitativos que tal expansión provocó en el centro. Más recientemente, Wallerstein ha intentado en alguno de sus ensayos (recogidos en 355) construir una explicación teórica de la naturaleza y del contenido de la expansión capitahsta en todo el mundo . Esta transición ha ido acompañada de un <;:ambio desde categorías descriptivas cuasifuncionaüsla~ a una mayor complacencia hacia la economía política marxist~. De ésta forma la teoría del centro-periferia ha demostrado ser muy ·suge-stiva (véase el trabajo de Wallerstein que muestra bastan te bien la gran variedad de formas en que se puede aplicar la «teoría» del centro-periferia). En esencia es una etiqueta descriptiva y útil porque dirige nuestra atención a la relación etttre el «centro» y la «periferia», en lugar de considerarlos de forma independiente. Esto permite que se desarrolle un análisis holístico más satisfactorio, aunque la «teoría» del centro-periferia no constituye en -sí un análisis de ese tipo: siempre ha de parasitar otras teorías. De hecho, a menos que 5e relacione el ·análisis del centro-periferia con otra teoría específica, puede establecerse un relativismo carente de sentido: el «centro» de unos analistas es la «periferia» de otros. Aun más, no existe ningún ac11f.rclo sobre las causas precisas df. las tenrlf'.nr.ias C:f.nt.ralizadoras de la·s sociedades · industriales conterriporánea-s. Los autores marxistas varían en sus apreciaciones según resalten los factores relacionados con la producción, con la •CÍrcula~ión o con el consumo; en el urriverso weberiano de la racionalización aparecen influencias , neor.l::ísiras; los e.c:ólogos hum:;inos resaltan ·e] cambio demográfico y la competencia por el uso de la tierra. Por consiguiente, parece probable que la leuda Jd centro-periferia permanecía co111u una locución analítica y no como una teoría rigurosa. Aún queda por ver si esto provocará un estimulante eclecticismo o una elasticidad sin sentido en la termfnología. La sociología rural institucionalizada (üi) 113 El Colonialismo Interno La mayoría de las teorÍás del colonialismo interno conjugan básicamente elementos de la economía oolítica marxista con un modelo espacial de centro-periferia. Aunqu~ existe el peligro de que cualquier forma de estratificación social espacialmente diferenciada pueda calificarse de colonialismo ( véase 285) y que, por consiguiente, el término se vuelva impreciso y sin sentido, éste se ha utilizado con bastante fáciüdad para explicar el desarrollo desigual del centro y de la periferia bajo el capitalismo. Hechter (159), por ejemplo, ha analizado la relación existente entre Inglaterra y la franja celta de Gales, Escocia e Irlanda en estos términos. El «colonialismo interno» también se ha utilizado para describir la explotación de otra:s zonas periféricas dentro de estados nacionales contiguos (p. e., 41, 34). Sin embargo,. es discutible considerar estos ejemplos como colonialismo interno. Gorz, por ejemplo, ofrece una definición bastante completa: ..,. La concentración geográfica del proceso de acumulación capitalista necesa• riamente ha ido acompañada de un relativo -o incluso absoluto- empobrecimiento de otras regiones. Estas últimas regiones han sido utilizadas por -los centros industriales y financieros como ·reservas de mano de obra y de materias primas (incluidas ilas agrícolas), de igual forma que las colonias de los grandes imperios eu.ropeos. Las regiones <cperiféricas» han enviado a las me• trópolis sus a-horras, mano de obra, etc., sin tener derecho a 1a reinversión local del capital acumulado con su actividad ... De esta forma territorios completos se han convertido en zonas asoladas por el desempleo y la pobreza, o en regiones privadas de su sustancia hasta el punto de no retorno, es decir, hasta ese punto en que on ausencia de un porcentaje suficientemente elewdo de gente joven, de centros industriales y culturales, estas regiones ya no se ¡pueden desar.rollar (143, pp. 23-24; véase también 180). En contraste con la anterior, González-Casanova adopta una definición mucho más limitada: El colonialismo interno se corresponde con urra estructurQ de relaciones soci~les basadas en - la do~inación y h explotación de grupos culturalmente -heterogéneos y distintos ... Es el resultado de un encuentro entre dos razas, culturas o civilizaciones, cuya génesis -y evolución tuvo lugar sin ningún tipo de contacto mutuo hasta un momento de terminado ... Se distingue la estructura colonial y el colonialismo interno de ·la estructura de clases que el couonialismo interno de la estructura de clases en que el colonia.Jismo no sólo es una relación de explotación de los trabajadores por los propietarios de las materias primas o de los medios de producción y sus colaboradores, sino tam• bién ¡porque es una relación de dominación y explotación de toda una pobla- i . ' 1 1 f •' 114 Howard Newby ci6n (con sus distintas cl-ases, propietarios y trabajadores) por otra población que también tiene clases distintas (,propietarios y trabajadores) (142, pp. 130132, citado por .356, p. 40). Este es un enfo9ue mucho más concreto del coloniali-smo interno que excluiría la mayoría de los estudios empíricos que se hari realizado hasta ahora ;sobre el colonialismo interno en fas sociedades ca·pitalistas ,avanzad~s. Sin embargo, la definición de Gorz, aunque es -más amplia, podtfa -referirse a cualquier proceso de desarrollo desigual o incluso a determinadas formas de propiedad absentista. En este contexto, el «colonialismo interno» frecuentemente se utiliza como una m~t,fora y no como un concepto rigurosamente defirµdo, y como casi todas las metáforas se puede utilizar fácilmente de una forma muy poco .p~ecisa. · .· Estos tres enfoques repercuten cada vez en mayor medida en la sociología rural, a medida que v,a resultando cada vez má~ evidente que la sociedad ,GUral ya. no se .puede seguir considerando como un sistema social rel~tiv~mente cerrado, ni -siquiera por razones heurísticas. Estas teort,s no son en modo algo mµtua~ente ·excluyentes -a veces -se conjbinan de varias formas- y tampoco son .exbausti• vas: en la literatura se pueden encontrar otras teo)=fas de la sociedad rural y diversas teorías ad· hoc continúan siendo válidas. Sin embargo> 6Í tienen en ~omún el haberse marcado como _.objetivo descom-: poner las categoli{as «rural» y «urbano», intentando enc;ontrar pro- · C!!sos sociales comunes par:a ambas. También intep.tan de forma explícita relacionar i la ~structura social con la estrue.tura espacial del desarrollo y subdesarrollo regionales. Es en e$tos dos aspectos don• de probablemente resida su mayor potencialidad. También existe una institución hacia la cual todas estas teorías llaman nuestra a~nción: el Estado. A lo largo: de.1este ensayo hemo:; subrayado frecuentemente la importancia del Estado en el momento de encauzar el desarrollo de la sociedad rural y de fomentar la prosperidad eco.n6mi~a de la agricultura de las soci~ades capitalistas avanzadas. Evidepte~ente este no es el lugar apropiado para r~lizar una extensa ~ d~tallada discusión del papel _,que desempeña• e~ Estado en las sdciedbdes capitalistas avanza~as y que actualmente centra la atención; de tantos sociólogos y cientffkos políticos. Sin ~m• bargo, hay que señalar que al igual que la sociología -rural tiene que dedicar más atent:i6n a este debate si quiere avanz~ -hacia una com• \ prensi6n del ca~bio social rurál, también los teóricos del Estado tienen mucho que aprender de la sociología rural sf analizan la intervención est~tal en la agricultura.· Sea como fuere> está bastante claro La sociología rural institucionalizada 115 que la mayor intervención del Estado en la sociedad ru~al s6lo. puede examinarse de forma adecuada basándose en estudios · co~parativos. Una comparación de particular jmportancia, que habrja ql:le hacer, sería con las sociedades industriales avariiadas de Europa Oriental. En estos países se han realizado varios intentos de apartar a la agricultura del mercado, as{ como de implantar un sistema pla" nificado de desarrollo rural y regional. 'Por tanto, el caso de Europa Oriental no s6lo ofrece algunas percepciones sobre .los límites y posibilidades de la intervención estatal, sino que también permite valorar si las característi~as .que se han observado en la sociedad rural contemporánea se deben al desarrollo del capitalismo o del indus. trialismo. Por otro lado, la· -sociolo,gía rural. también florece en la6 socieda~es socialistas estatales y ha contribuido al desarrollo de la d:isciplin-a en .Occidente. . _ . 117 Capítulo 6 La sociología rural institucionalizad.a UNA COMPARACION CON LAS SOCIEDADES SOCIALISTAS la ingeniería social -<:orno una especie de lubricante para la maquinaria del desarrollo rural- . Incluso existe un notable parecido en la selección de los problemas y en la metodología empleada en la investigación: la «contaduría social» y el «empirismo baldío» de ningún modo se -limitan a la sociología rural americana y se ·han introducido fácilmente en el aparato de la planificación estatal de la Europa Oriental, aunque adopten una postura acorde con los «principios científicos marxistas-leninistas». Así, la recopilación de datos sociales sigue siendo la ortodoxia dominante en la Europa Oriental, con escasas y esporádicas aportaciones importantes a la disciplina. Casi no es necesario subrayar la·s razones más importantes de todo esto. El sector -agrario h-a demostrado ser un problema pertinaz y difícil para todos los países socialistas en su avance hada el ~~­ arrollo industrial. Como ya se ha observado en este ensayo, trad1c10nalroente el análisis marxista o neornarxista ha prestado menos atención al campesi~ado minifundista que -al problema del des-arrollo socialbtn de ln agricultura. Según Kolrinkiewicz: Para c:;.;aminar correctamente la voluminosa literntura que existe sobre el cambio agrario en la Europa Oriental, se necesitaría otro ensayo, especialmente· si se tuvieran en cuenta los datos de que se disponen en idiomas diferentes al inglés. Por ello en este apartado no se preténde presentar una revisión exhaustiva de la investigación sociológica rural en todos los países socialistas de la Europa Oriental, sino algunos temas especiales relac;\onados con los argumentos centrales de la anterior discusión. La sociología . rural de la Europa Oriental, evidentemente, no se puede considerar · como una unidad, como tampoco lo pueden ser las es tructurás de las· respectivas sociedades de la Europa Oriental. Algunos países· poseen una. larga:·y· floreciente tr'adición de investigación sociológica, que incluye la sóciológía rural. Polonia, donde la sociología rural ha desarrollado una fuerte tradición, tanto 'investigadora com~ · teórka, desde los tiempos de Znaniecki, sería el ejemplo más destacado. En otros países, como la Unión Soviética, la sociología rural apenas ha dado sus primeros vasos. (Véase 76 para una historia de la sociología rural soviética.) Con todo, uno de los as pectas si ngU!ares de la sociología rural de la Europa Oriental es su estrecha analogía con el estilo de investigación desarrollado en los Estados :unidos. Existe la misma estrecha colaboración con las ag encias es tatales, dedicadas a fomentar el cambio social rural y a reorganizar fa producción agra-ria. También existe una evaluación pa recicla del ·papel que representa la sociología rural como apoyo de 116 ,La tendencia que se ·ha seguido, desde la convicción de Ma.rx, de que el campesino trancés «habín dejado de lc:11cr. con-fian2lil en fa. :pequeñn explotación» 3 la valoración poco realista de Lenm y los bolchev1qucs sobre las reJaciones entre los diferentes estratos del campesinado rural, ha sido «desear que des'<!parezca» la agricultura campesina de pequeña escala y si esto fraca. sara la de ruplicar métodos más dkeotos (191, p. 1). Siguiendo estt,t línea, Wright ha escrito que: Toda la historia de la política agraria soviética es una historia de impaciencia .provocada ·por l'<ls restricciones impuestas por. Ja a~ricu-ltura campesina a la industrialización. Esta impaciencia llevó a repetidos intentos de a.tenuar salvar administrativamente las restricciones, de ar-ri-ba a abajo, con una des0 viación mínima de los recurscis procedentes de la industria. En el mejor de los casos los buenos resultados sólo muestran un éxLto parciai o temporal, seguido de una frustración y de una renovada impaciencia (376, 9 . 51). Es esta habilidad del campesinado para h-acer fracas-ar los programas tanto de -los planificadores estatales como de ·los científicos social~s, lo que ha motiv11do a Shanin a ~enominarlos d a clase incómoda}> (320, 318). Es precisamente el int,ento de superar. ~stos fracasos lo que ha convertido a la o~i.olo~ia . rur~l en auxiliar de la política agraria estat-al y de la pla?1ficac1ón reg1on~l, donde la mayoría de ·los regímenes europeos orientales se. han visto acosados por problemas relacionados con un sector agrario sumamente fragme?· tado en cuanto a la tenencia de la tierra, con una fuerza de traba¡o ¡ 1 1 • ! '. ' j f , 118 Howard Newby rur~l en~ejecida, ~on una gran escasez de viviendas, con una falta de 1nvers16n agf.ar1a y con un campesinado que, como afirma ir6nica~en te Kol~~icz, «~o ha visto con buenos ojos hasta ahora la agr1c~tura socializada .h~Jo .la forma de e~plotaciones estatales, y_ es~ec_1almente las colect1v12ae1ones, tanto por razones· subjetivas como obJettvas» ( 191, p. 1). · . La sociología rufal d~ los países socialistas, por tanto, se ha parecido alg~ a fa or1enta~16n «valorativa» utilfaada en Ja sociología rural ~menc~na en los an~s 50 y 60 en su deseo de fomentar la innovac16n SOCl~ t~ql6g1~a en la agricultur.a, el tiempo que se esforzaba por entender las causas de la resistencia ·a esos cambios por P~;te de los elementos «atra-sado~» o «tradicionales» de la poblac1on r~ral. No obstante, ha habido algunas diferencias significati- · va~ en cuanto al enfoqt1e general y la aplicación de tales estudios. Mientra_s, los estudios s?bre la innovación que durante tanto tiempo pre~om1naron en la SOClo!ogfa rural americana se ocupaban casi ex.: clus1v~mente de la adopción de la nueva tecnología agrícola, la-s innoyaciones e~ 1a, Europa del Este han tenido un ·carácter más genera11_za?o y direc~amente ~lítico. La socio~ogfa rural de los países soc1alista$, por tanto,_ ha mt~tado promúlg~r una reorganización mucho más extensa de la soc.tedad rural tout court bajo la tutela de ~na econo~a pl~ificada exp~dtamente. A-s( lo que· ha estado en Ju~go :h~ -sido un intento masivo por compten:de.r las fuentes de la res~stencia (hlP.d~mentalmente) campesina ·a las diversas formas de agncuitura so~1ahzada y a las relaciones de propiedad socialistas Y~ sean ~xplot-ac~ones estatales, colectivas, coopérativas, etc. (Lo~ e,emplos mcl~ye.q: en Polonia, .350; en Hungría, 152 y el trabajo que ha ap~rec1do; a rafz de los estudios sóbr.e la «sub-urbanización» de Sz~eny1 [véas~ má.s adelante]; en Bulgaria, 91, 92, 286; en Yugoslay1a, los 'tlll~.ª1ºs citados en 131; en Rumania, 61, 62). Este tema ta~b1én ha. fasci~ado ? ~quellos observadores occidentales que estu?1an los intentos socialistas de tran-sformar la agricultura europea 0~1ental, aunque estos autores han extraído conclusiones bastante diferentes de las mismas observaciones (véase, por ejemplo, 200, 109, 241) .. Frecu*nte~ente se ha señalado la ob~tinada capacidad de adaptac16n . q~~ ha mostrad~ la pequeña parcela privada, así como su contr1buq16n desproporcionada a la producción agraria: en la URSS, el 25,5: por l~0 de l_a producci6n agrari~ tot~l proviene del 1.5 por 100 .de las gerfas. labradas; en Hungría, el 33 por 100 \del 9,2 por 100, y en Bulgaria, el 37,9 por 100 del 9 2 por 100. En n:iuch~s pafsei• socialistas ~Polonia, Hungría, Yug~slavia- la contr1buc16n de las parcelas privadas campesinas no 6 6Io ha demostrado ser de vita.1 ,importancia para la Producción tnt~l. ~ in,H1'Pf'1'A: r. La sociología rural institucionalizada 119 mente para la estabilidad .política, sino que también se la ~a fo. mentado bajo diversas formas a través de las reformas agr~r1as, al haber fraca·sado la agrku:}tura socializada• a la hora de aumentar suficientemente la producción. Así, mientra-s que el campesinado, que ~epresent'cl ;1n «o?stáculo» para el desarrollo rural de la Europa· Oriental, ha sido obJeto. de una excesiva atención· por ·parte d.e los sociólogos rurales, ~o :ha o~urrido lo mismo eón las explotaciones colectivas y otras formas de agricultura socializada: Las explotaciones colectivas no sólo son de interés para los países· socialistas, sino que también interesan por diversas razones a los agricul~ores . ~e todo el mundo. Y as( ha. sido desde hace muchos años. Este tema:, ha s1Go tratado por una extensa literatura, aunque ésta se centra .especia-1?1~nte ~n cuestiones económicas y organizacionales. Existen muy pocos estud1~s soc10l6gicos, y de éstos muy pocos provienen de los países socialistas (339; P: 199). Como señala Szwengrub, un tanto crípticamcntc, esta cues.~i6_n. «se puede interpretar de varias formas» -y d~ ~echo así es~ .. P?~ eJemplo, seda interesante saber si bajo el soc1ahsmo se h~ elim1~ado la alienación .del trabajador agrícola de las grandes explotaciones a que hacen referencia Rushing (304) '! Raup (2?5) en el contexto americano. Peíses como Checoslovaquia .y Bulgaria han creado· enormes explotaciones colectivas cuya mano: de ·o~ta está orgf!niz-ada en «brigadas» que exceden ·10s límites de· los pueblos. For~a~ p~rte de un estilo de producción altamente mecanizado_ y esp~~ahzado qu_e no varía mucho respecto a las empres-as agroindustnales de Occidente -sin embargo, los estudios sociológicos sobre· ~stas· explot~ciones son casi inexistentes-. Al parecer sólo en Paloma se ha podido observar «un mayor interés por ,parte de los científ~cos.-:. en -los últimos años en el papel humano en el proceso de producc16q agra• ria» y ·«-han -aparecido trabajos que estudian las condicio~es <le los trabajadores agrícolas estatales» (li5, p. 20.3; este :ra:baJo res~me la literatura •polaca existente sobre este tema). _Aqu~ lgnar _se~ala factores que m'uy bien se podrfan aplicar a los yaba1ad0res agricolas de las· explotaciones agroindustriales de Occidente: La cuestión del prestigio ocupacional y la posición social es sin fo_gar a dudas uno de -los problemas -más importantes en este contexto. Está d_1rectamente asociado con la satisfacción que se obtiene del trabajo y con la a_utovaloraci6n de su utilidad para la -sociedad. Las conclusiones d~ -una -.investigación realizada en 1972 por c-1 ·autor destacan un COl'J'.lplej~ de. ~rob_l~mas d_e este tipo. Existía una diferencia muy acusada entre el baJo :,m~el de J>resugio que merecí-a la ocupaci6n y la conciencia que tenía ~l traba1ador .agrícola { ( 1 120 Howard Newby dcl la explotación estatal de Ja gran utilidad social de su traba¡·o En o . '6 d e au 1or esta era una de l · · P1nI o • · relacionadas con la contrata:i~ pr~nc1pa1es r~oncs ~ue explican las dificultades gativa del mismo en las explo~ _e persona ¡'3pac1tado y con la selección ne~acía muy poco. Esta contradic:~~~nei~destata es que se ~abía obsei:vado hasta u vas para la sociedad e l udablemente tema repercusiones nega• las en panicular así conmogepnera ly par_a 'dla ¿vocación de los trabajadores agríco, ara a act1v1 a prod · ¡ l . !Esto se subra a 3 u' . . ucuva en as exp otac1ones ... claramente q~e ei graqdol dyea i'qduee _la f ' i~•~emdgacilaón anterior había establecido nri 1cac1on e s asp 1' · los trabajadores con los fines d 1 r?ct0~es persona 1es de muy bajo E e a. cm~resa en las ex;plotac1oncs estatales era res sean -~~ns~e~~esoss dceonlcorsetos,, r~v~ste espdecial importancia que: los trabajadod l b , princ1p1os y e la n t l explotaciones estatales Y colectivas como . t't ·. , a urn eui e tra a¡o en las tuación en lo uc atañe . ·; ms 1 uc1ones y como empresas. La siginas 214-215).q a esa conc1enc1a no es aún satisfactoria .. . (175, pá- ) Sin embargo, éste _sigue sie~do uno de los pocos relatos francos de ~~ relacionados con la agricultura colectivizada. 61' ' . os socio egos rurales no han cuestionado al menos en ) s~s p~ 1cac1ones, los supuestos que sirven de base ~ los métod p1 e~nros para la transformación socialista. os O 06 s_tan te hen _ udn aspecto importante, la sociología rural de la , E uropa 0 nenca 1 a I o d 1 ) te D b'd I un paso por e ante con respecto a Occiden. e J o a que a transformación del campo se ha planificado ) c? 11 u_nad par_te. de .!ª r~distribución total de los recursos y de la rap1 a in ustnalizacion de toda la 'econom1'a los . 'l 1 } se ha 'd b , socio ogos rura es a_costdml ran,do a localizar sus estudios dentro de un ) anális~ te a lo o istt'o pe a soci_edad en lugar de dedicarse exclusivamen«!u~a >?· or necesidad esto ha ,hecho de la sociolo ía rural una sub~1sc1p~1~~ . much? más abierta que en Occidente. Se!n cuales sean la inflex1btl1dad e !n~uficiencias de las categorías analíticas concre~als empIeadas, ha existido una disposición a considerar el cambio socia. rura . , macrosocial y or . .1 como parte de una trans formac1on ) cons1gu1b~te, da ª¡doptar una perspectiva bastante más -amplia pes tos _cam tos .. e a que. suele encontrarse en la sociología rural e~ Por e¡emplo, las clasificaciones derivadas del con(?wdente I( t1nuo rura -ur ano han_ coi:vencido muy poco en la Europa Oriental donde las transformaciones que. se estaban forjando derivadas· d~ In aparato de !Jla11ificación estatal centralizado, afe~taban tanto a ) os secLOrei5 ~rurales» como.ª los «urbanos». Lo anterior ha tenido como resu ta o ~na •te~dencia a considerar las categorías de «rural» Y «urban_o>~ -~orno variables dependientes en lugar de independien) tes1 La d1v1s1on entre \a agricultura y la industria, o entre la ciudad y e campo, se ha considerado simplemente como una parte de .la di- ::~~;:;n~s .soc1~1:¡5 :J h!' , ) lr). de La sociología rural institucionalizada 121 visión social y espacial del trabajo que hay que superar durante el proceso de socialización. De ahí que sólo exista un ·pequeño paso que lleve a considerar algunos de los temas teóricos que hemos planteado anteriormente en este ensayo y que están relacionados con la base conceptual de la sociología rural y con el tipo de marco teórico que necesita la disciplina para poder regenerarse. Para hacer una breve recapitulación de los puntos que acabamos de examinar (véanse pp. 34-36), la sociología rural necesita aliarse con las teorías generales del desarrollo social; también necesita una teoría de la producción social y de la organización del espacio para conceptualizar de forma adecuada el concepto de «rural». De una forma algo casual, los sociólogos rurales de 1a Europa Oriental se han encontrado dedicados a esas dos tareas; a la primera, porque los imperativos del desarrollo industrial planificado les obligó a insertar los temas estudiados en un nivel macrosocial, a la segunda, por el intento de explicar y superar «la estructura básica ,..de la desigualdad regional desarrollada histórican:rente» (152, p. 135) y que habían heredado de la época anterior. Aquí hallamos resonancias del enfoque sobre las desigualdades socio-espaciales adoptado por los «nuevos» sociólogos urbanos y geógrafos de Occidente, como Castells y Harvey, aunque aplicado en este caso al análisis de zonas regionales mucho más amplias. Dentro de este contexto, quizás, la aportación teórica más importante que ha surgido de la Europa Oriental en los últimos años haya sido la denominada «tesis de la 6ub-urbanización», relacionada con el trabajo de los sociólogos húngaros Gyorgy Konrad e I van Szelenyi. Su importancia radica no sólo en el hecho de que se aplica a los temas teóricos antes mencionados, sino también en que aglutina una serie de temas cruciales relacionados con Ia estructura de los países socialistas, el papel del Estado, las desigualdades urbano-rurales, la importancia del sector agrario privado, la división entre trabajadores y campesinos (y empleados y no empleados), y los .Umites y las posibilidades de incorporar el sector agrario a una economía socializada. Ya que no se le ha prestado al concepto de «sub-urbanización» la atención que merece en la sociología rural ( y que, hasta cierto punto, ha recibido de los sociólogos urbanos), parece conveniente explicarlo con algún detalle. Konrad y Szelenyi comienzan su análisis trazando un paralelismo entre la super-urbanización de muchos -países del Tercer Mundo y el fenómeno de ·la sub-urbanización en Europa Oriental: iLa super-urbanización de los palses en v[as de desarrollo se produce por el bajo nivel de inversión indust:ria1 y por la falta de empleo. La suburbaoi- ,. 1 ' 122 Howard Newby zaci6n en la !Europa Orientail, por Otra parte, es el resultado de una industrializaci6n · excesiva a expensas de la infraestructur,a, 1El alto nivel de inversión industrial s~lo se podía asegurar con una pla'niñcaci6n central que hizo depender el crecimiento de la ·infraes~ructura de la polrtlca econ6mica y no de la demanda, y Ql!C retir6 del mercado productos infraes1ruc1t1rales, distribu: yéndolos como recompensas .administrativas, independientes- de los salarios ... Al no considérar la vivienda y los Pl'O<\uc10s de la Infraestructura como . mercancías, los sueldos -y salarios podían fijarse a niveles mucho más bajos que en los países en paretjdas etapas de desarrollo econ6D)i!=(). En principio, los salarios no incluían el pr.ecio de •los productos y servicios infraestructurales porque el Bitado :Jos proporcionaba a todos los asalariados como subsidios. La propc,rtj6n de •1a inversión industrial era demasiado alta, y la inversión en bienes dem-asiado baja; un porcentaje relativamen~e bajo de viviendas se construían con recursos dC'l Estado. Por tanto, era imposible adjudicar una vivienda a través de cauces administrativos a la m11orfa. de aquellos que buscaban nuevo empleo y que ten{-an unos ingresos tan bajos que no les permillan obtcller una vivienda propia en el limitado mcr<?ado abierto {193, p. 207). Esta forma desequilibrada de desarrollo industrial no ha permitido a los trabajador~s decidir por sí -solos que les convenfa más, si acercarse a 6US nuevos centros de trabajo industriales o permanecer en el campo y desplazarse diariamente a las ciudades: en la práctica realmente no han tenido otra alternativa que resignarse a lo segundo. Este modelo no sólo se ha dado en Hungría, sino también ea Checoslovaquia, Alemania Oriental, Polonia y Rumanía (339, páginas 38-39; 194, -p. 157). Konrad y Szelenyi también mantienen que los efectos de la sub-ll.l'banizaci6n han sido uno de las principales focos dé tensiqnes sociales en Europa Oriental. La sub..urban~zadón de estas sociedades, según Konrad y Szelenyi, tiene tres consecuencias importantes. Primero, la infraestructura está significatival)lente menos desarrollada de Jo que podría justificarse por el nivel de producción indust•rial de estas sociedades. SegundQ, la prop0rción de la renta nacional dedicada a «inversiones comunales>> ~s mucho más pequeña que la de los países capitalistas de Europa. Tercero, la estrategia del desarrollo industrial forzosamente -se encuentra en conflicto con las demandas de inversi6n que surgen del prqceso de urbanización. El resultado es una especie de «seudourbanizaci6n», al intentar los planificadores- regionales frenar el crecimiento urbano ·para no desviar los fondos de la industria. De esto se deduce que una vivienda urbana se conviert~ en algo muy cotizado, a lo que tienen mayor acceso los estratos sociales más altos: 1 Todo esto su-giere que la diferencia principal entre la población de l~s ciudades y la de los pueblos es actualmente, en un grado oada vez· menor, la 123 . La sociología nu-al institucionalizada la división entre el trabe10 dicotomia industri-ál-agrario, Y en mayorl grad.o ltura Y el trabajo en las in1 . d t . como en . a agricu • . 'f manu~, tanto en . a m us ria . ·l administrativo, Esto s1gm ica dustrias de scrvici~s de cuikter froftº;s~ra;¡ficación social verticul q Y i~r:lr- ue se pueden aplicar las categor as ~ed d '1 y la urbana . .Las . familias q d'f · í entre la soc1 a rura · • . l blos y a.nueUos con un srntu:; uka para 1 erenc1sr as • 1 ' bai·o viven en os pue. "1 · • , con un status socia•. mas . . f de las .personas que v1v~n en socíal más al,to en las CÍu<lildes; la gran .mayor a 1910 · 1a proporción de fos pueblos trabajan -con sus _mandos, f1:ntra; ~~~fe:?onales. era de un tercio iH'luellos que realizaban trabaJos e o i~ma Buda-pest 'Y en las ciudades .. "'1 • d d y de dos quintos en . d , d en ·las pequefias c1u a es . . . . de éstos empleados ·en las m usmas e mayores coh un número s1gmf1cat1vo d b . · 1'6n en la sociedad húngara ' d' de la curva e urd amzac . . '6 servicios ... La pen tente con la de la estrat1ficac1 n soal industrializarse, por tanto, se correspon e . cial {194, p. 161). , mas , Por·· la dep· resión . ·6n sbe -refuerza aun · Este proceso de estratif1cac1 . de esa forma los . salarios . ios para su venc1onar b . • de los precios agrar . . 1 nsec:uencias de la sub:-ur amzac1 6n urbanos. Una de las prmctpa es co ~ -tos al habitante rural én una ha sid.o colocar en d~ccrmrnad~s a:,~e~etribuciones. desiguales. _al trasituaci6n de desven-taJa, protuc~e~d d- a las actividades de ·ocio, a bajo, un ac~eso· desigual a a ¡1v1d· :;ci6n y cargando sobre.el halos -servicios al por menor Y a. ª e u. d~cide a buscar trabajo en bitante .rural el cost~ ~el tra¡sp~:t::b::izaci6n produce una distrila ciudad. Por cons1gu1ente, a . d strializaci6n y lo hace de ·una buci6n desigual de la carga de la m ~ !mente regresiva ·(a pesar de en línelas gednerales,l es. de las políti~a·s de plan.ilos -prme1p1os proc ama os en a 1 ..· forma. q~e,. J;ii~gía ficación regional)• l d ta-ja intentan compensar· su priLos habitantes rura es, en esvend_ ' i'n·gresos del empleo ur. . . . 1 te complementan o sus vac16n pr1nc1pa 1:1en _ : artel'as familiares. Así crece ·una bano ·con el c_ul_uvo ?e pettdi ~e las explotaciones estatales de agricultui:a m1n1fund1sta a a d . S- l · .. gran escala. Como concluyen Koru-a y ¿e cny1.. . b iza<:i6n que el crecimiento del empleo Es una característica. _de. la sub-uf ª~a acidad de las ciudades y a su capaindustria1l supere a1 cr~m~óto;e :ta furma un número cada vez mayor de cid~ para absorber po aci n. e e d 'cilios en los pueblos, -aunque estén personas se ve obligado a tener susb ~~1 res que se desplazan a ·diario a las empleados en la industria ... Los !ra aJau; están reestratificados dur-ante o::ho ciudades norma-1men-te son campesmo~ qalif' . dos o no cua·lificados componen horas al día. Estos tr~ajadores. senu~ ;ca ch horas de trabajo y largas la «nueva dase tra~a!adorn ... :~:pusu~ene .:pe~aelos eii la estación coo d_o, horas de espera y vtaJ~, sus ~uiedÚr<l!>te <:Uatro o ·cinco horas más en las ~cazadasque y juntos se v~ a trab~br . édo como. aparceros o a sus propias rras las cooperativas les an, ...as1gn t,. ) ) J )_ ) ) ) , ) j ) ') ) J j J ) J ) ) ) ) ) ) ) 124 Howard Newby parcelas fami.Jia res que con l . . qucñas de cuhivo~ intensivose ( lt~c4rnpo se han convertido en explotaciones pe, pp, 170-171). Esta '.mue.va clase trabajadora» f.o~ma que vive simultáneamente e d . una clase de transición ( 191 ) sensible a 'los cambios en !· n os s_1Stemas económicos y que es muy d 1 . as venta¡as y desve t . l . uno e os , sis temas. La capacidad de n a¡a~ re ativas de cada de transformar en una vin d l 'destos traba¡adores-campesinos del sector agrario . . privado du 1 aEneces1 ad .expli ca el continuo . vigor p~~ino como -«nueva clase i~cóªmo~t?ª Oriental. El trabajador-cambd,dad i.limi tada para saca l ª > 0 9 l ) ha demostrado una haque se les ofrece dentro ~/ mayor pdro~echo de las oportunidades vorables: unas con tc1ones por los demá·s des faSi hay un a-Iza en la indu . . Jada all í; si 4o hay en la ags~r1al, el potencial laboral de este grupo se tras r • · · ncu tura ento mente su trabajo indus trial Este ' nces ' Imita o suspende ternpora·J. obra emigrante que ·la ind~stria gru;~? comprende fa gr:1n masa de mano de es to no se debe o una falta J J• m_a ¡·ice ~or su inestabilidaa. Sin -embargo . ·¡· ne c11sc1p ina sino a I ti· , u11L1 Ju y d lugar de rraba¡·o le 11 ' 1 ,que e con icto e111re t:l <los ,¡ · , · s · cva a uc'har d f· .ª ~nos mas altos. Aunque 1 . e esa orma para obtener tensos a primera vista desd ols «nuevos traba¡adores» puedan parecer ind e.b , e · uego no son i se lI ra por J.a distribución de lo b ' ( mpotentes en ·la gran lucha que s 1enes 194, pp. 171-l?2). En un trabajo más · en Polonia K "l n1c·rec1_ente, y que -analiza con detalle los resultados ' o a 1ew1cz está de acuerdo con esa conclusión: . A ,través de su política de localizaci . . _teg1a de empleo, [el Estado] provocó ó:tclusmiil, sub-urbanización Y estra¡ador ·se ex-tendiera masivamente I .. ql el fenómeno del oampesino-trabacomo un fenómeno temporal Ac;u t1c1a me~te se podría haber identificado ª. me_nre, sin embargo, con ol desarrollo de un <lelcl'iuiua<lu c:;tilu de vid. · a, asp1rac1ones 'Y exp e · unpor,t-ante a través de u . e tat1vas, Y .1o que es mas _ d ¡ . n uso innovador de hi~ to o e ciclo. de la vida familia 'bl poquenas explotaciones en desa '.rollo de .una alase «en tr~:; i 7~ post e_ avanzar la -hipótesis de que el re'l·ac1ón sector privado/socializ d CI nr ; f.le¡a_ el estado de transición de la análisis tan complejo ood a o en ª. olorna -¡;le ho-y ... Sólo mediante un l Est d . emos esperar llegar a com d 1 e a o Y fas diversas clases soc· ¡ . P:en cr a re lación entre actual sociedad polaca que la es y las categor1as . ca racterísticas de la fl . . . ' aunque pa recen perifér' contrad 1cc1ones profundamente . d ( icas, re e¡an tensiones y arraiga as 191, pp. 47, 48). En un trabajo escrito j d' · salida de Hungría Szden i nhme iatam~nte después de su repentina ir, tentando desarr~llar un: te~r~ene1:al1zato todavía más su análisis, cer un análisis comparativo de la ~ . c? ere.~ce de~ Estado y ofre1rustrac1on regional en Europa La sociología rural institucionalizada 125 el papel del «Estado redist-ribucivo» no se detennina por una racionalidad tecnocrática, sino por µn nuevo tipo de conflicto de clase entre el «productor inmediato» y los «expropiadores», disfrazados como sistema de administración regional que· redistribuye tanto espacial como socialmenee el exceden te económico: y Norteamérica (339). Especialmente sostiene que Después de fa «pobreza de infraestructura» de la «econom(a de sitio», puede que los que repentinamente se encuentren en 4as -posiciones [más bajas) de la jerarquía regional, no privilegiados por la redistribución estatai, y especialmente aquellos que viven en ·las comunidades rura'les -privados de todos los medios de inversión de capital, empiecen a preguntarse ¿por qué nosotros que contribuimos como todo el mundo al <(bien común» y a -la renta nacional tenemos un-a porción menor del paste'! que supu~tamente es común, o acaso no es tan común después de todo? Aún más, no sólo es e'l tamaño de ·la -porción ·lo que se puede cuestionar, sino t.ambién el propio sistema de redistribución, h1 necesidad de expropiar e'l excedente y luego redistribuirlo según unos pFocedimientos científicos complicados y de financiar un enorme n¡.,nrnt0 administrativo e incluw una investigación científica con ese fin, cuando incluso ol más pobre de ·los pueolos podría autofinanciorsc y probablemente invertir más de lo que actull'lluentc hace si se ·le .pi:rmitiera retener al menos 11na fracción del excedente que producen sus habitantes ... D~de esta perspectiva, podr!amos sostener que los conflictos del sistema regiol}al sub-urbanizado contemporáneo no se pueden describir simplemente en términos de desigualdades en la asignación de las ayudas concedidas por 4a a·dministración redistribuitiva, ya que t-ambién reflejan o! conf.licto de intereses entre los productores inmediatos y el sistema redistribuiivo. Los conflictos básicos no surgen porque las ayudas asignadas -a determinadas categorías de las comunidades o a determinadas regiones sean insuficientes, o porque fas diferencias en las ayudas per capita sean demasiado grandes o demasiado pequeñas. Los conflictos básicos surgen de la forma y de los princi,¡,ios mediante los que se expropia y más tarde se reasigna el excedente (339, pp. 30, 50). l '. ¡ l Este análisis induce a comparaciones con el papel redistributivo del Estado en las sociedades occidentales, particularmente en el contexto de las políticas- de planificación agraria y regional - y esto es algo que Szelenyi explícitamente espera estimular-. Sin embargo, la importancia de la « tesis de la sub-urbanización» reside en su capacidad de uriir muchos de los temas cruciales que yacen en el corazón de cualquier aná!i.sis de las sociedades socialistas contemporáneas. Aún no disponemos de una caractedzación teórica satisfactoria de estas sociedades·, aunque el trabajo de Konrad y Szelenyi sugiere cómo se puede formular una caracterización de ese tipo. Dentro de la disciplina, sin embargo, su interés radica en ·la unión de lo -social ! ( 126 Howard Newby Y lo espacial, Y en que relaciona 1 b· :ni~a1 con fos campios en la. estruct~; cam tos e!11a estructura .social Evidentemente, fu «tesis de la . ~ la. soc.1edad en su con1unto. aportación teórica más important!u ur lin~jción» sig~e siendo la que haya aparecido en la Europ .ªP de a la soc1ología rural yanov sobre la economía cam ~ r1enta esde la teoría de Chapes.tna. . db Ó Capítulo 7 LOS PROBLEMAS QUE APUNTAN 1ª Este breve, selectivo y depJorable i:elato de la investigación sociológica rural en los países socialistas intenta mostrar algunos de los resultados positivos· de investigar el papel del Estado en la· agricultura y el desarrollo regional dentro de una perspectiva comparativa. También ilustra la forma en que la generación de desigualdad~ socioespadales, normalmente atribuidas al capitalismo, en parte se pueden deber -al proceso de industrialización en sí mismo ya sea dentro de una economía planificada o en una economía de mercado. (Para una discusi6n más detallada en esta línea, y localizada dentro del contexto del desarrollo del Tercer Mundo, véase 20.) La "investigaci6n comparativa de las sociedades industriales avanzadas del mundo es, como ya ·hemos comentado varias veces en este -ensayo algo raro en la sociologí-a rural, que no suele ir más airá de los tipos de investigación social de «teneduría» fomentados por la QCDE y otros organismos similares. De igual forma, no les ha interesado a los sociólogos rurales teorizar explícitamente sobre el papeL del Es~ tado en la promoción del cambio social rural. Es justamente lo contrario de lo que ha pasado en otras ramas de la sociología, donde en los últimos años ha existido un resurgimiento del interés por el Estado (análogo a la atención prestada al Estado durante el".período previo al estancamiento de los años 30 ), aunque gran parte: del debate ha tenido lugar a un nivel más bien,,' abstracto y no med.iante un examen empírico detallado del aparato estatal en determinad:as áreas políticas. Con todo, dentro de la sociología rural existen unas cuanI 1 1?1 , ) ), ) , ) ) ) ) ) ) ) ) • ) , ) ) 1 :~ 128 La sociología rural institucionalizada Howard N~ \a tas señ~les de 9ue el_ ,pap,eJ del Estado se está convirtiendo en nueva ar~ª: 1nvest1gac1on _(144 , 301, pp. 217-237), algo que p,. de b~nef1c1ar tanto a la soc10logía del Estado en las -sociedades ·, dustnales avanzadas como a la propia sociología rural. Esta c~eciente conciencia de la importancia del Estado parcct haber. _surg1_~0 •de tres preocupaciones interrelaci(?nadas. La primera, que predomina en mayor medida en la Europa Occidental se deriva de la creciente convicción sobre la irracionalidad de Política Agrari~ Común de la CEE. En los últimos años, esto ha contribuido a una· mayor politización d~ la política agraria, que a su vez ha prcf vocado: un debate público violento sobre la estructura global de la P.AC. Como consecuencia, es difícil omitir cualquier referencia, 'al papel del Estado (incluyendo el Estado supra-nacional) en una discusión sobre las fu tu'ras tendencias de la sociedad rural. Un desarrollo probabl~ será la unificación de las discusiones hasta ahora indep_endien tes,~~ la política agraria realizadas por los economistas agrnuos, el anal1s1s de los grupos ele prf':sión rf'alizado por los científicos P_~lícicos y la investigación del corporativismo realizado por -los soc10logos (p . e., 372; y con una aplicación a la agricultura 140) en un análi.sis más holístico de.l papel del Estado en la for.ma~ión de la socied_ad ~ur~l d_el · futuro. , ~ .los Estados Unidos; sin embargo, el reconoc1m1ento de ·la pol1t1ca agraria federal como un factor crucial ha -surgido de un conjunto de cuestiones bastante diferente (véanse 12, 149). 'Aquí el Estado ha representado un pap'el · menos visible y más indirecto, dependiendo menos de la intervención directa, aunque ha promovido el crecimiento de 1a agroindustria a través de una serie de medidas fiscales y de otro tipo . Mientras que en -la CEE es el coste de las políticas agrarias de ayuda lo que se ha convertido e.n el ·principal tema de debate público, en los Estados Unidos· ha sido, .como ya hemos visto, la tendencia acelerada hacia la agroindustria corpora'tiva, .el: creciente ritmo de destrucción de los pequeños aerirn I tnres·.y · J;i eles.composición del estilo de vida rural. En términos políticos, las presiones ·son, por tanto, totalmente apuestas a las de la CEE ---<:Ómo estabilizar o incluso aumentar el número de pequeños agricultores-; pero en ambos casos el papel del Estado probablemente se observará cada vez más. El tercer factor que probablemente· producirá una mayor conciencia del papel del Estado es el de la . desigualdad regional. El persistente período de estancain_iento económico durante los años 70 ha dado un empuje aJiciunaJ. a •las tendencias centralizadoras del sistema capitalista. Aquéllas zonas que se encuentran en la periferia han padecido de forma desproporcionada el de,sempleo, la falta de inversión, la reducción •de los servicios sociales y otros efectos perjudiciales del es- ?e ¡¡ 1 \ l ! ' '. 129 tancamíento económico. Esto ha llevado tanto a reivindicar una mayor intervención del Estado en la promoción de una política más enérgica de planificación regional como a criticar las tendencias centralizadoras del Estado exigiendo una mayor autonomía regional (para un resumen de la literatura, véanse 80, 147) . Existe actualmente yna creciente desconfianza con respecto a la efectividad de la .planificación regional ante la continua marginación económica de las zonas de baja densidad demográfica (véase 52) o el fracaso a la hora de abordar los problemas aparentemente crónic(}s de la po\reza rural (356). También esto, prpbablemente, llamará la atención ·;obre el Estado y sobre 1a capacidad de sus agencias para intentar eliminar con éxito las severas disparidades regionales en los niveles de vida (véase 172). Esta última fovma de pensar ya está apareciendo en gran parte de la -literatura _sobre las relaciones centro-periferia y sobre el desarrollo dependiente, -analizada anteriormente. Sin embargo, conjuntamente estos tres temas estimularán un conocimiento mucho más crítico yue el qu·e hasta -ahora se ha JaJo Jel papel del Estado, y esto a su vez formará una importante parte de una nueva sociología de la agricultura en las sociedades industriales avanzadas. La crisis económica de los años 70, de donde se derivan muchos de estos problemas, también ha coincidido con la aparición de otro tema importante que ha resultado ser de gran importancia para la sociología rural convencional: el crecimiento del medioambientalismo. La aportación de la sociología al movimiento ambienta-!, sin embargo, en el mejor de los casos ha sido indirecta -principalmente el estudio del movimiento y no pe los problemas que amenazan «el medio ambiente»-, aunque áreas asociadas como la planificación del uso de la tierra, el ocio y el turismo presenten grahdes posibilidades de aplicación en la sociología rural. No obstante, y simplificando demasiado, a los sociólogos les ha interesado más la ideología del medioambientalismo y el estudio del grupo de presión ambien~al como movimiento social (véase, por ejemplo, 74). Así, O'Riordan, al concluir su revisión del medioarnbientalismo, .Jo resume -así: El meclioambientalismo como vehículo para la reforma socia:) está a.Junentado por dos inquietudes complementarias. La primera es una comprensión real de que hay que hacer a-lgo, ya que determinados aspec tos de la vida son ya intdlera'bles. Es la cómprensión de h escasez -escasez de determinadas especies salvajes y paisajes, escasez d e una energía barat11 (o al menos con un bajo ·coste arobienta1), de alimentos y otras materias primas; escasez de comodidades en 'la vida .pública .y una creciente escasez de comodidades a precios razonables en la vida privada ... La segunda es una inquietud creciente sobre el futuro -uria duda omo~rescnte -que casi ha reemplazado a la , 1 • ~ 1 --~·---•---~-~1---~--- --~--~- --~.~--~----~--._ 1 Howsrd Newby 130 persuasiw coi#ianza que ha caracterizado a la élite en el poder en las democracias occidenra1es desde la revo1uc:i6n industrial. Esta pérdida genersiizade de fe en uno ;mismo, en los demás y en las ár~es de gobierno indudablemente es la más molesta de·. las dos inquietudes, porque sin fe y sin una creencia en 1la posibUidad de perfeccionamiento de la humanidad no se puede sostener el centro. y la civiiiza.ción tml como nosotros la _conocemos llegará a su fin (272, p. 252; este 4ibro es particll'larmente valioso ya que contiene una bibliografía extensa y exhaustiva). I¡ La sociologls rural institucionalizada 1.31 ... indudabl~ente se hubieran presentado a un «obser.vador neutral» como una invitación para la ref.lexión ecológica. Pero estos observadores no ex1$dan. l No_ se le ocurri6 a nadie sacar ·de estos datos conclusiones .pesimistas sobre i i el futuro de la industrialización. B1 movimiento ecologista sólo existe porque las zonas que habitan los burgueses, as{ como sus condiciones de vida, se han expuesto a estas cargas a-mbienta:les que la industrialización trae consigo. Lo que aterroriza a sus profetas no es tanto la decadencia ecológic-a, que ha estado presente desde tiempos inmemoriables, sino su universalización .. Ais• farse de este proceso se está haciendo mu~ difícil (102, ,p. 10). l Esto demuestra que la combinación de «comodidades» que compoA- la luz de las afirmaciones impresionantes que han hecho algunen el medio ambiente es lo que Hirsch, en su importante .libro nos de·los ·destacados autores del- movimiento -ambiental, quizá The Social Limits to Growth, ha llamado un «bien posicional» ':.-es no sea sorprendente que se haya dedicado uh gran esfuerzo· sociolódecir, algo que tiene una oferta fija y cuyo consumo depende .de la gico a desmitificar e ·incluso demoler algunas d.e las afirmaciones posición que cada uno ocupe en la sociedad (168}-. Los bienes pomás ,p~ten~ios~ que han surgido del grupo de presión medioamsicionales, por tanto, sólo llegan a_ manos de los primeros ricos, bient-al. En !tantp que los ambientalistas se han dedicado a producir anteproyectps sociales, no. es raro que los soci.6logos se -hayan senporque las características que los hace atractivos sólo se pued~n retener si el acceso a ellos se limita de alguna forma. En es te puri to se tido &uficientemente cualificados para comentarlos. Por su propia naturaleza, el medioambientalismo cuestiona muintersectan los conceptos de escasez física y escasez social. chos de los motivos, aspiraciones y logros eo los cuales se apoya el El medioambientalismo puede aplicarse a los problemas que. interesan a los sociólogos rurales porque la agricultura siempre ha. esmundo contemporáneo e incita a una valoración de las afirmaciones contradictorias que se hacen sobre ese mundo a la luz de prejuicios ta·do en el centro del debate desde, a) menos, la p~blicación de Silent y valores igual~ente contradictorios. Esto· es lo que hace al reciente Spring, de RachelCarson, .en 1962. Esto ha: provocado una !=reencia debate sobre el medioambientalismo tan interesante para los sociómuy aceptada. de que los métodos de cultivo de· la agricultura mologos, ya que aunque el medioambientalismo no ofrezca ninguna soderna han transformado negativamente la ecología rural .«tradiciolución generalmente aceptada para la situacio'n dificil que tan hábilnal» y que se ha convertido en una fuente de contaminación :cónmente ha expuesto, sí ha obligado a las partes interesadas a articular juntamente con las ciudades y las fábricas. Además, la mayor· riqueclaramente sus valores más preciados, y a ofrecer una 11mplia relaza y el amplio uso del coche ha aumentado la presión sobre el uso ción de utopías (74). Todo esto da a entender que el med~oanibiende la -tierra rural -para fines de ocio y turísticos, creando una ·poblatalismo no .es simplemente una cuestión tecqol6gica y ecológica, sino .' ción más consciente del medio ambiente, precisamente ·en el ~otambién una cuestión social, política e incluso filosófica. A5í, cal;>e i mento en· que estas tendencias amenazan con destruir los encantos aducir que los cambios cualitativos de las sociedades industriales · que tantas personas apreciaban. Actualmente, tanto por úna mayor avanzadas. .qu~. engendraron el movimiento ambiental a principios ·de tendencia hacia la agroindustria como por la mayor opnrtunidad, de los años 60 tienen que ver· tanto con la. presencia de la destrucción disfrutar dd oció y del descanso, posiblemente ~µmentarán. estas ambiental <;omo con el hecho de que las nuevas formas de co~tamipresiones. Por tanto, podemos esperar que el medioambientalismo nación y desbaratamiento social afec-taban a los sectores políticacontinúe siendo un problema naciente· dentro del cual tendrán su mente articulados, a los poderosos.\ Una sencilla reflexión histórica papel los sociólogos rurales. 1:-,a aportación más importante <le la somuestra inmediatamente que los problemas del medio ambiente no ciología rur~l en partkula·r será probablemente -la insistencia en que son nuevos: la industrialización hizo que muchas localidades se volse 'tengan en cuenta y se reconozcan las implicaciones sociales . más viesen virtua-lmente inhabitables hace ya más de doscientos años. amplias del medioambientalismo y la de cuestionar .las afirma~iones Sin embargo, lo que s{, es nuevo es que no se .puedan evitar las forque muchos de los gurús ecologistas hacen de «no tener afiliación mas más ~ecientes de la amenaza Qmbiental. Como señala Enzenspolítica», ya que el debate del medioambientalismo .en·' realidad: es berger, la miseria de las condiciones urbanas e industriales del sialtamente político, revelando problemas que forman· el meollo mismo de la política -justicia distributiva; libertad individual frente glo XIX más i 1 ) ). -, } () ) ") i'.,) ') } } ) ) ., (J J \J J 1 1) ) ) ) ) ) '.) :, ) '} ,) 1) 1 ,} r) (_) () ) 132 Howard Newby a asignación planific~~a de los recursos; el impacto de la ciencia y la tecnología en fa sociedad; la defensa de los derechos de propiedad privados; la expansión de la elección individual y la satisfacción de las necesidades sociales-. Debajo del conflicto sobre el medio ambiente existe, por tanto, un conflicto mucho más profundo que tiene . que ver coi;¡ los ,.principios políticos fundamentales y con. el tipo de sociedad qu·e 6e desea para el futuro; Esto indud11blemente explica el carácter político <iiferente del movimiento ambien~al en las diferentes sociedades -más radical .en los Estados· Unidos, por ejemplo (2.37), que en Gran Bretaña. (219), aµnque en ambas sociedades está dominado por la .clase media·( 48, 1)-: Una· vez más, todo in. dica que se podrían obten~r beneficios :~onsiderables si los sociólogos rurales _estudiasen el tema tanto en .·\Jl1 contexto hist6rico como comparativo . Capítulo 8 CONCLUSIONES • Este ensayo no ha intentado ofrecer una revisión exhaustiva de todas las contribuciones que se han producido en el campo de la sociología rural desde la última vez que se ·hizo en la revista Current Sociology en 1957. Dadas las limitaciones de acceso a -las contribuciones y la frontera de los idiomas, esto es inevitable; pero también ha existido un intento deliberado ~e c~ntrarse en aquellos temas ·que se pueden aplicar a la actual cdsis de_ la sociologCa rural. tal como se muestra en los comentarios que. se- incluyen en las primeras páginas de este ensayo. De hecho, se podía sostener que el perfil que aquí se hace de .fa sociol9gfa rural no es representativo, y en· -cierta • forma ésta sería una acusaci6n· razonable. Gran parte del trabajo · rutinario realizado por los sociólogos rurales, particularmente en los Estados Unidos, no se han incluido o -se ha referido sólo de pasada. Esto ha dado como resultado la omisi6n tanto de líneas de investigaci6n que· virtualmente han desaparecido (como es el caso .de ·la literatura s_obre la difusi6n de las innovaciones) como de otras que han aportado muy poco o nada -al avance de la disciplina (como es el caso de la rec.opilación de datos soci.ales, teoricamente baldía). Preferentemente se :ha realizado un esfuerzo concien~udo para abordar los roblem tanto conce tu es como em ricos. . os ue actualmente se enfrentan los soc1 o os rura es, para ottecer un p~norama e esta o actua, tanto e a ignorancia como del .,conoc11ruento de los ·problemas. De esta forma, se esperi-~-tiñiular una 1nvest1gac1on mas detallad-a de estos campos. coñ 133 ( ( ., 134 Howard Newby Uno de los. temas principales de este ensayo ha sido el hécho de que ·la sociología rural no ha rellenado adecu_adamente el vado conceptual que quedó después de .Ja desaparición del continuo ruralurbano. Esto se refileja en la insuficiencia en la formu.laci6n de los proble~a,s que continúa ,afligiendo a la disciplina .y que yace en el corazón del actual malestar de la sociología rural. Se ha afirmado conv~centemente ue .ara su erar estos • · . ..sociología __ru~=._!._f!P.~tn .~r _e. __ ~-~~º-~ la snciolog{a-urbana.,-par-tiendo l cíe~- !:.~ria li~~s~i~.4~Ji~e.ntro...de..la.cualla_«rural»__ se p~ loca1ª~r e!~- f~~-ª-· ~-ªJ!~~~!oria y, ~omo un corolario, desarro- estructÜra· • llar una teoría gue vincule la -social .con la estructura esaci . xisteñ-lafgÚnos .indicios de que los sociólogos rurales están i-spuestos a encaminarse en esta cli-rección El ejemplo de ,la «tesis de la sub-.urbanizaci6n» se ha citado en detalle porque, sean cuales sean -sus fallos, al menos intenta esclarecer estos problemas {así como unir de forma eficaz lo «rural» con la creación de lo «urbano»). El otro ejemplo importante es el uso de ·los modelos de centro-peri• feria de la estrµctura socioespacial, aunque aquí el peligro esd en que '1a adopd6n entusiasta de ,la teoría del centro-periferia ~implemente produzca: otra forma de reduccionismo geográfico -el continuo rural-urbano expresado ccSn· nuevas pA1abras-. No obstante, quizá se pueda· evitar este peligro mientras los modelos de centroperiferia continúen estando firmemente vinculados a los procesos de acumulación y centralizad6n socioeconómicas. Aunque este ensayo ha especificado el tipo de enfoque teórico necesario para reanimar a la sociología rural, ha evitado concret?r demasiado en cuanto a su contenido. La l6gka del argmnP.ll.tO_de que 1~ _so~iolQgfa ~i::~ n;<=esita vinculars~ más 'eyt~~cha~ente a los • ..P.roblema$ centrales de 1 - a como ot . ·· · 1m tea a ecesida.d de. ent ~ en la an variedad dé ·e ates t ricos ue ac~ tua mente. car~teri~~Lüª-.~· s;,g1(u¡ig,ijfa tfrrh r ·:ac!2!1__ m_ucho . más exten_sp..aemás no existe ningún deseo d~ ·imponer un µeter:min-ado enfoque teórico a la mayoría de los sociól6gos rurales -sim·plemente se -ha: insistido en que deben intervei;iir en esos debates, así como tenerlos en cuenta, mucho más de lo que fo han hecho hasta ahora-. :En muchos as,pectos, esto sim leinente. ,si ifka re.; petir una petjqi6n ue como h~mos visto e. · · 1. : héte •o·· · e ace m s e -ve te ¡aijós .una· '$e J~ e cr : cos · ~.: ~tado ·de. a. socio. o a 'rur . s 'necesario· recór ar- a tf verterieia1·sa· üda 'le de que bajo e enorme atractivo intelectual ·de estos argumentQs siempre se ha escondido la impotente inercia burocrática las agencia~ qµe ·-:r de financian proyectos, con su control sobre el tipo de investigación que de hecho obtiene su apoyoi Sin embargo, en esta c:oyuntl.1ra no La sociolo~ía rural institucionalizada 135 es nec~ario ten~r un pesimismo exce~vo. Estas· agencias ·no s011 monolít1c~s: e! tipo de investigación que se recomienda· en este ensayo .es financiad?· por ellas. La timidez intelectual y -la autocensura tamb1_én forman igualmente parte del problema. Como ha sostenido enérgicamente Ian Cat"ter (54), ha llegado la hora de que los sociólogos ~urales =s~lga? de sus armarios, tiren sus mal)diles de albafíHes Y empiecen ~ ded!carse ~- los grandes temas que tienen que hacer frente. ~a as1~tenc1a ~ciente a las reuniones de la Rural .Sociologica/, Soctety. y a la European Society for Rural Sociology da a entender que quizá e!to no_ sea sólo un espejismo. Pero han tenido -que pasar más de ve1~te anos para que el_ goteo de c~ítkas produzca incluso el -más mínimo. cambio perceptible y aún queda mucho ~amino por recorrer. , ,. ) t J t ) • 1 ' Capítulo . 9 APENDICE A LA PRIMERA PARTE: UNA BREVE INCURSION POR «LA OTRA SOCIOLOGIA RURAL» por Eduardo Sevilla-Guzmán t ) • t !f ) ) ) • ) ) ) ) J , ) ) • ) > ) ) ) ) ) ) Nota introductoria Esta breve incursión por la parcela del pensamiento 5ociológico que se encara con los problemas de la agricultura, el campesinado y, en general, la sociedad rural, desde posiciones teóricas indiferentes a fa edqueta institucional de la sociología rural como disciplina académica, responde a una síntesis de varios ensayos. Ninguno de ellos cuenta con el reconocimiento académico de la letra impresa. Los más están aún en el reposo de una discusión entre compañeros ~fines a mi modo de hacer sociología. No obstante, muchos de ellos han sido presentados en algún encuentro con especialistas en el tema y otros se hallan en curso de publicación. Los títulos, marcos, lugares y fechas de presentación de estos trabajos son los siguientes, por orden cronológico: «El evolucionismo multilineal en los estudios campesinos: Sobre el ·legado teórico de Angel Palerm», Segundo Congreso Español de Antrop_ología, en la Universidad Autónoma de Madrid del 6 al 10 de abril de 1981; «Perspectivas sociológicas en el pensamiento. social agrario español», ( Primer Congreso de la Federación de Asociaciones de Sociología del Estado Español, en -la Universidad de Zaragoza del 24 al 27 de septiembre de 198 i (una reelaboración de parte de este ensayo realizada con José Lui-s Sevilla se publicará en breve con el título de «Aproximació a !'actual pensament sociologic agrari», en el número 4 de la revista Estudis d'Historia Agraria); «La tradición so137 • Eduardo Sevilla-Guzmán 138 ciol6gica de la vida rural: Una larga marcha hacia el funcionalismo», ponencia presentada, en colaboración con Jósé Luis Sevilla, al congreso anterior (de próxima publicación en el Instituto Ba-lmes de Sociología del C.S.I.C. junto. con otros trabajos presentados en esta reunión de sociólogos); «El campesinado: Elementos para -su recon~trucción teórica en el pensamiento social», capítulo, redactado en l981, para el libro colectivo, aún en prensa, Tratado de Socio/.ogJa, de próxima publicación en Editorial Latina de Ma_,.,,.drid, y «Precunsore6 a~daluces de la So~iolo~ía Rural», Primer Cwgreso Andaluz !de S"ª-ologla, en •la U01vers1dad de C6rdoba del 28 al .30 de enero: de 198.3. No obstant~, el contenido de este apéndice -al trabajo de mi ce>-. lega -en su dpble acepci6n, profesional· y afectiva-· Howard Newby responde fielmente al a-rgumento diseñado para este trabajo. Finalmente qui.ero resaltar que durante el tiempo que be reflexionado sobre dos p~oblemas suscitados en este ensayo, me he· aprovechado de los trab4jos e intercaµibios con los siguientes coleg_as: Bogus- · law Galeski, 'Feodor Shanin, el propio Howard Newb'y~ Frederick Buttel, Alfons9 de Barros, Benno Galjart, Gwyn E. Jones y Manuel P~re1. Ynte~a. ~in ~.~bargo, el ~gado más enriqu~edor me ha ve-:,~d.o de Süva4_or Gmer y t~m~ién de Angel Palerm, cuya muerte truncó el ~ás frucfilero intercambio intefüctual de ·mi vida profesió- · nal. A todos ellos se -deben, más que a m{, cuantos aciertos puedan . . aparecer en ias pá~inas que siguen. Como se ha señalado en el apartado anterior, la 6ocioloefa n1ral institucionaliza~ es tan sólo una partP., sin dudá la men~~ : ~·rtil desde un punt~ de vista teórico, de la sociologíá rural. Para obtenf!r· una panorámica completa de la teoría sociológica en lo que respecta a l~s análisis sobre el c~mp~inado, la agricult'1ra y, en gener~-1, la sociedad rural :es necesario considerar, por un lado, lªs .a ortaciones de rla soqioJ.ogl · de/, desarrolJo or otro : o lo s ,· a a cabo por tra · ·c1 p 1n er i-sp-p_ aria de los Bstudfos C... esinos~ Exi. genc1as e tor1~ es en cuanto a ·a extensión de este trabajo nos obligan a tratar a.rtjbas en forma extremadamente esquemática. Más aún, la :sociología d~l desarrollo no va a 6er consid(!rada aquí de forma específica, puesto que en el epígrafe referente al Eclipse del mundo rural ya se han: esbozado los tres marcos, te6rkos ',ás. relevantes en i • • .~, f~anto a su ap rta · n á a socio ~g_a. iur , : as: te. r ijS . e a t ndencra, e ·cen,tro-peri erta y e co Oltf. ismo--mternc. · aste anaoir • ·que el proceso! de acumhlac16n teórica de esta ·t.tadición sociológica se inicia como consecuencia de 1a crítica a los modelos de desarrollo vigentes. Sobre todo cuando tal crítica se detiene en el análisis de -.. .. ... •- e Una breve incursión por la ~otra sociología rural>, 139 los problemas vincul~dos al subdesarrollo y consider~ a la a.gricuh:u" ra y la sociedad rural en el marco· de· una poli tica de carácter imperialista 1 • _Así, desde una pers,pectiva marxista se elabora un esquema conceptual a través del cual se pretenden explicar los mecanismos de explotaci6n ~e los países pobres ,por los paíse.s ricos 2 • Aun cuando algunas de estas perspectivas tengan una dimensión. fundamentalmente económica, el hecho de- que sean -las formas de dominación de la.s naciones · industrializadas sobre él campesinado del Tercer Mundo su objeto de análisis incluye su pesquisa ep los problemas sociológicos~ De esta manera un gran número ·de au tares, provenientes en gran parte de organismos internacionailes, critican la dimensión occidentalista del desarrollo rural en las acciones de tales organizac~on~s dentro de las diferentes _v~rsiones que surgen de las teorías económicas tradicionales del subdesarrollo. Figuras como Ernest Ferder, Gerrit Huizer :(·el malogrado· Jacoby habrían, entre otros muchos, de encuadrarse en esta corriente teórica 3 • Igualmente dentro· de esta tradición inteléctuaL ha de incluirse otra línea de · pensamiento no mar~ista que. centra sus·. e_s.fuerzos en el análisis de formas alternativas de desarrollo, tanto para los países del ,Tercer Mundo como para ··Jas sociedades más avanzadao, cuyas versiones· 1 El traba-jo pionero en este sentido Y que abre toda una serie de estudios dentro de esta corriente intelectual con perspectiva específicamente sociológica es Rodolfo Stavenhagen, Las clases sociales en las sociedades agrarias México: Siglo XXI, 1969). 2 En este sentido han de destacarse las aportaciones de Andre Gunter Frank (cf. Sociología del desa"ollo y subdesarrollo de la sodología, -Barcelona: Anagrama, 1971) que fueron duramente contestadas por la «ortodoxia teórica marxista». Y, sobre todo, Arghili Emmanuel (L'Echange !re.gal, Pnds: Maspero, 1969, hay versi6n castellana en ·México: Siglo XXI, 1972) y Samir Amin ·(Le déueloppement mégal, IParh: Mh1uit, 1973, traducción castellana en Barcelona: Fontanella, 1974),· a los que hebría que unir las aportaciones de Harry Magdoff (The Age oj Imperialism. The Ecunumics o/ U.S. Foreign Policy, New York: Monthly Review Press, 1969, e Imperialism: From the Colonial Age to the Present, New York: Mo:ithly Review Press, 1978) a la ceoda de la génesis y desarrollo del imperialismo y los trabajos de Paul. A. Baran y_ Paul M. Sweezy, por un lado, e Immanuel Wallerstcin, por otro; scibre la configuración del sistema tconómico mundial y el desarrollo del cápitalismo. Para un buen análisis de las diferentes posiciones teóricas en tomo al problema del subdesarrollo, cf. Ian eRoxborough, Theories of Underdevelopment (London: Mac Millan, 1979). Una cuidada selección de los trabajos más significativos de estos autores puede verse en Hamza Alavi y Teodor Shanin (cds.), Introduction to the Sociology oí Developing Societies (London: Mac Millan, 1982). 3. Una magnífica selección de los más recientes trabajos en esta. línea puede verse en H. Newby (ed.), International Perspectives in Rural Sociology (Chichester: John Wiley & Sons, 1978), pp. 131-182. ) 140 Eduardo Sevilla-Guzmán más recientes utilizan la teoría del ecodesarrollo y la nucleaci6n industrial en las zonas f:urales 4 • Dicho lo arit.erior, en las páginas que siguen nos vamos a centrar en el análisis esquemático -una breve incur.sión teórica-'- de la génesis y evolución de .los Estudios Campesinos, en 1o que se refiere a la dimensión sociológica de su aportación teórica. El desarrollo de los estu dlos campesinos: de la antigua a la nueva tradlción El proce·so de acu~ulación de conocimientos que origina el avance de la dencia no puede entenderse fuera de los marco.s sociales en que se .prod\Jce:: Lo que definimos como «ciencia» es, también, un producto· social y como tal no admite un análisis aislado de la situación socio-0.1ltur-al de la que surge. En concreto, la actividad de la ciencia social inc)uye factores tales como la coyuntura histórica, el contexto intelectua:l y -la praxis social y política de quienes la producen. Todo- ello constituye un fenómeno social que, para su análisis, requiere la aplicación tanto de la teoría como de-1 mftodo científico. Dicho.. con otras ·palabras, la ciencia social forma parte de «una totalidad cultural . en evolución; está inscrita en un sistema social específi_co y pehenece a una coyuntura histórica determinada. La historia de cualquier ciencia, sin embargo, puede e-scribirse -y de hecho con la mayor frecuencia se escribe- como si se tratara de un fenómeno 'independiente, como si fuera la historia de una mera progresión del intelecto ·humano: Por supuesto -las interrelaciones de -la ciencia con fa sociedad no niegan un cierto grado de aut011?mía a 1a _actividad científica, y afirman, por otra parte, la capacidad de la ciencia :para ejercer sobre 1a ·sociedad una acción crítica y transformadora. Ei:i conse_cuencia, constituye un error tan grave com9 el ·anterior e.scribir· :!-a· historia de la ciencia como un mero reflejo de Jas presiones, las exigencias y los conflictos de •la sociedad. Lo que es más peculiar a 1a ciencia, en definitiva, resulta aguelJo que acaba por transformar el objeto mi·smo de su estudio y de su actJvidad: '1a naturaleza y la sociedad» 5 • 4 ) ) Cf. por ejemplo los trabajos de lgnaoy Sachs en el Centre International de R_echerche sur l'Environnement et le Development (CIRED), así como los trab:i¡os que en Italia y Francia se están desarrollando por sociólogos rurnl~s, desde e~t':- -perspe_ctiva. Cf. l,gnacy Sachs, <dEcodesarrollo: Concepto, Aplicac1on, Bcnef1qos 'Y Riesgos», en Agricultura y Sociedad, núm. 18, enero-marzo, 1?81. O los trabajos de· Benno Galjart y Marc Mormont, entre otros. 5 . An!l~I P~lerrn, Historia de la etnología. Tylor y los pro/esi_onales britámcos (Meioco: CIS-INAH, 1977), p. 14. En los tres volúmenes aparecidos de Una breve incursión por la ;cotra sociología rural~ \ 1 i 141 La vocación revoludonaria y r.eformadora o conservadora e inmovilista de lo.s científicos sociales constituye una parte inseparable de su propio quehacer científico. La teoría, producto del mismo, se encuentra, por tanto, teñida de sus valores y asunciones. Pero esto no es --como señala Palerm- «el resultado de alguna perversión de su actividad científica. Por el contrario forma parte de las mismas condiciones de la actividad científica -social» 6 • El objetivo último de la ciencia es incidir sobre la -realidad; natural, en el caso de 1as ciencias naturales, y social, en el de las ciencias sociales. El análisis del pensamiento teórico 5obre el campesinado requiere tener muy presentes estas consideraciones ya que durante casi cuatro décadas se produce en él un corte drástico --1:rágico y epistemológico-- que, como veremos, tiene importantes repercusiones para tla clase campe.sin'.a . (i) Sobre el contexto histórico e intelectual En la década de los años sesenta comienza a gestarse, dentro del pensamieno social, una corriente intelectual que, con carácter interdisciplinario, se ocupa del análisis sistemático del campesinado. Aun cuando la aportación inicial a esta nueva corriente proviniese de la antropología, 5ociólogos, historiadores, economistas y, en general, todo tipo de científicos sociales se incorporan a '1a misma produciendo un fenómeno peCU11iar y aüpico en el panorama intelectual · presente. Aunque más adelante exploraremos, en un esfuerzo de -síntesis, \a evolución de tal corriente de. pensamiento, de momento basta con decir que «esta copiosa literatura científica, proviniente de muy distintas disdplina-s sociales, aborda el análisis del campesinado desde muy análogos postulados te6ricos. Estos parten de la asunción de que el campesinado, como sector social con una específica forma de vida vincu-lada a una propia concepción del mundo, no ha de desaparecer ineluctablemente en el camino del desarrollo eco11ómico» 7 • Pero además, e.sta «nueva tradición de estudios campesinos» pretende, como otros de sus rasgos e.senciales, recuperar el legado teóeste relevante trabajo del profesor Pa:lerm -los dos primeros están dc:<licados a los Precursores y Los evolucionistas respectivamente- se formula un esquema teórico de interpretación de 1a evolución del pensamiento antropológico de gran valor analítico. . 6 Angel Palerun, Modos de producci611 y formaciones socioecon6micas (México: Edicol, 1976). 7 Eduardo Sevilla-Guzmán, «Prólogo a la edición castellana» de Boguslaw Ga:leski, Sociología del campesinado (Barcelona: Península, 1977), pp. 519; p. 7. \ ( { Eduardo-Sevilla-Guzmán 142 rico de ·la rica tradición europea del siglo XIX y principios del xx sobre el campesinado. En cierto ~entido puede considerarse como una· continuación de aquclla «antigua -tradición» que estaba. involucrada en :los pr!)blemas·:campesinos de su tiempoª y de la que «son buenos ejemplos Haxthaµser y Maurer · en Alemania, Maine y Seebolm en Gran Bretafia, Kpyaleski y Chayanov en Rusia, y Costa en España. Sin sus contribuciones no es posible siquiera comenzar a pensar sobre -la problemática del campesinado y su teqda» 9 • El foco dé mayor vigor y creativddad de esta antigua tradición europea de estudios campesinos ·se encontraba en Rusia. Y esto :no es casual, ya que fue en este ¡país donde arraigan con mayor fuerza ·las teoda-s de Marx, en -las que juega un papel clave el enfoque· conflictivista · y la dimensión crítica de 1« realidad social; características ambas que son not-as esenci~les en 1« pesquisa teórica de los estudios campe-. sinos. Aun cuando Mime no se ocupa especialmente del campesinado, su teorfa de los modos ·de prbducd6n, por un lado, y su análisis específico sobre d capitailismQ, _por otro, deja-rían una profunda huella en esta co~riente intelectual. E-1, iunto a Lenin y Kautsky (en su intento de llenar el vado· te6rko de su pensamiento 6obre el campesinado) ha.p de insertarse igualmente copio fijaras relevantes dentro de la vieja uaclici6n de los estudios campe~ihos, pese a que su praxis sociopril,ítica, dentro de la preocupación marxista por la Cl,lesti6Ji · agraria, toqiara una dinámica de diferentes intereses. La ruptura que se ~stablece en :la evolución del pensamiento social• so,. bre el campesin~o que ha originado la existencia de una «antigua» y <<nueva» trad~ción de los estudios campesinos tiene mucho que ver con esta dinámica de intereses; aa cual no es sino el producto de aas interrelac~o~ existentes entre -la ciencia y la sociedad como conscuencia de que amba·s forman .parte de «una totalidad cultural en evolución». La configura~ión reciente de las diversas formas de dominación· ..._política y econóipica originadas a raíz del establecimiento del sistema económico mundial durante los siglos XVI y XVII 10 ha puesto en evidencia la naturaleza política de fos procesos de desarrollo econ6mico: En efect~, la actual distribución del poder a nivel internacional es el resultado de las decisiones estratégicas que alteraron el 1 8 &iuardo P. Ardiettl y Svein Aass, «Peasant Studies: an Overview», en Howaro Newby (ed.), International Persp~ctives in Rural Sociology (Chiches,. ter: John Wlley & SoQs., 1978), pp. 107-129; p. 107. 9 Angel Palerm, AnJropologla y marxismo (México: Nueva Imagen, 1980), p. 148. 10 I. Wallerstein, The Modern World System (Nueva York: Academic P,rcss, 1974), Traducci6n castellana en (Madrid: Siglo XXI, 1979). 143 Una breve incursi6n por la «otra sociología 111ral» i 1 1 1 1 curso histórico, por .un ·lado y en forme. directa, de las sociedades que alcanzaron «el desarrollo», y por otro indirectamente, del resto del mundo que quedó subordinado ~.. ellas. El proceso de transformaci6n social que. ílCOmpaña _a -la ~mplantación en Occidente del modo de producción capitalista y las repercusiones que dicho establecimiento tiene• sobre el campesinado constituyen la situaci6n histórica en la que surge la antigua tradición de los estudios"·: campe- · sinos. Así, el primer fenómeno analizado por ésta, es sin d~da, la revolución industrial inglesa, al ser esta· coyuntura histórica el laboratorio que utiliza~a Marx para construir su modelo «p_uro» de · capitalismo. Sin. embargo, el núcleo central de las contribuciones teóricas sobre el campesinado de esta tradición intelectual . desarrolla en las últimas déca~as del siglo XIX. La preocupación .~entral en su indagación se centra en la ddimitación conceptual· del :campesinado como forma de organización social y económica que.- persiste a lo largo de la historia 11 y a -la ·que parecen condenar. las d~cisiones políticas que, en unJroceso de acumulación de desigua1dades sociales, primero a niv · de Jos · nuevos estados y después a nivel internacional, originan ·los distintos pr9cesos de desarrollo ec6n9mico. Desde la perspectiva del análisis .de la «antig4a tradición de fos Estudios Camp_e6inos» tiene especial ÍQ.terés · eI ·proceso a. través del cual· tiene lugar la -vía soviética al desarrolfo. Ello se de~e a que ha de insertarse en dicho proceso el contexto intelectual y lBi· coyuntura histórica en el que tiene Jugar el debate teórico •má~ ~rascendente ( tanto por sus repercusiones en el propio. curso intelectual de los estudios campesi~os como en el proceso histórico- de la sociedad rusá) de la antigua tradición de esta corriente de -pensamiento. En él, se 11 :Existe una importante füeratura sobre estos problemas en la «antigua tradición europea>> donde ya aparecen los elementos esenciales del concepto de campesinado. Los trabajos de Kov«levsky (Modern Cust9ms and ,Ancien~ Laws of Russia,· Londres, 1981}, Maine (Village Comunit.ies in .. the East ~,na West, Nueva York, 1876), Seebolm (The English Village Community, Londres, 1890) y Costa (El colectivismo agrario en España, 1898) son tan sólo una muestra de un-a larga lista d~ trabajos en los que se. analiza la persisrencia histórica del campesinado. Una breve selección puede verse en Pitirim A. Sorokin, Carl C. Zimmerman y Charles J. Ga-tpin, A systematic so urce Boo.k in Rural Sociology (Nueva York: Russell & Russell 1 _1965), 1.• ed. 1930; P. Kropotkin presenta una sugerente interpret-adón d~ la génesis de. la co:nunidad campesina basándose en la acumulación teórica de esta. lit,eramra. Cf. P. Kropotkin, Mutua Aid (Nueva York: McClure; Chirlips .& -Co., 1902; hay versión castellana en Madrid: zyx, 1970), pp, 119-120. Para ·un breve pero penetrante análisis de varios de estos autores, desde la pers-pectivs de la evoluci6n · del pensamiento antrop"ológico con una selecci'ón de sus · textos más representativos, cf. A. Palerm, Historia dt la Etnologia. Los evo!ucioni.rtas (México: CIS-INAH, 1976). . , ) 1 144 Eduardo Sevilla-Guzmán ) se enfrentan por un Jad,o .el modelo de desarrollo marxista ortodoxo ) (Lenin y Kautsky) frerite al modelo del -populismo agrarista en el que se inserta la teoría de Chayanov y su modo de producción campesino. Tal e~rentamiento se produce en el marco teórico del curso que puede tomar el proc'eso histórico. La aceptación, por parte de la revolución triunfante, del modelo ortodoxo estableció la forma a través de la ~al se -llevó a cabo la acumulación socialista soviética, que originara la génesis de un nuev.o capitalismo de Estado que ha llegado a constituirse en el paradigma del modo de producción del socialismo real u; sobre todo, si se . tiene en ·cuenta el impacto y las repercusíone& que éste 'ha tenido sob.re el campesinado como consecuencia de ,]a marginación de los esqüem~s teóricos propugnados por la alternativa popu-la.rista. «El contexto ruso. de . mecanismo ) de cambio social rural fue siempre poderosamente influido ... por el gobierno, el estado y, después de la revolución, por el partido.» Las diferehcias políticas seguidas «representaron entre otros cosas elecciones conscientes de diferentes vías hacia la industrialización» lJ . En cualquier ca-so, si analizamos ·las divergencias entre los procesos de industrialización de todos aquellos países que han experimentado ) ta,l p aso a la sociedad desarrollada -las semejanzas (sobre todo en .lo que se refiere al campesinado) ·en los paradigmas «orient~l» y «occi) dental»· son tan es trechos que nos obligan a pensar en una «imita) ción consciente, aunque infortunada, del modelo histórico inglés, según la descripción de Marx y las interpretaciones de Lenin y Stalin». :Para P.alerm, «la ideología . oficial de la dictadura burocrárica exigió que los campesinos fúeran considerados como un vestigio ) del pasado, un grupo social condenado a' 1a extinción, de una fuerza J Una breve incursión por la «otra sociología rural» rea<:cionaria y una amenaza par.a la construcción del llamado socialismo» 14 • Duran te más de medio siglo los científicos sociales no sólo rechazaron abiertamente la posible exist~nda de un modo campesino de producción sino que alejaron de su pesquisa teórica cualquier análisis sobre el campesinado. Por el contrario, la Mass Society, por un lado y la clase obrera industrial, por otro, se constit-uyeron en el foco de atención de sus reflexiones, las cua,les se veían siempre teñidas por una ideología de «la -agonía del q1mpesinado». Esta surge, por una parte de la aceptación acrítica de las versiones dogmáticas y mutiladas que les presentaba la ortodoxia estalinista con el corolario de 1a ineluctable desaparición del campesinado y, por otra, por la mera ignorancia del problema ante Ja aceptación de que los procesos de desarrollo económico han de seguir indefectiblemente '1as distintas etapas de un proceso que se asume secuencial y taxonómicamente único 15 • De est,a forma la antigua tradición europea de -los estudios campesinos quedó paralizada. En la Europa occidental, como consecuencia del anacronismo que suponía el análisis de un grupo •social que comenzaba a ser considerado como un mero vestigio del pasado y en la Europa oriental, como consecuencia de los trabajos de Lenin y Kautsky H\ •por un lado, y fa represión de la burocracia estalinista para imponer una ortodoxia unificadora, por otro. Tal consenso teórico .sólo empieza a cuestionarse con el conocimiento de los textos inéditos de Marx al publicarse su Grundisse y los Cuadernos etnológicos. Es entonces cuando el evolucionismo multilineal, desde la antropología, y la tradición intelectual de fa Europa oriental 17 , desde la sociología, configuran la corriente te6H El l)ni<:u t:s(udio marxista que analiza el conjunto de circunstancias hi~tóricas que :configuran la especificidad del <tmodo de producción» del socialismo real fue I. Preo'brathensky, si bien su aportación ha de ser inscrita en el contexto his tórico de las dificultade-s de •la fase del comunismo de guerra Y de los fracasos -de .la fase de' la Nueva Política Económica Soviética, y sobre todo dentro· del debate te6rico con Bujarin. El desenlace de esta polémica origin6 la política .de colectivización obligatoria de la agricultura y la industrialización acelerada que desembocó en el terrorismo burocrático estalinista. Para Preobrazhensky la economía socialista había de pasar por el · período de acumulación primitiva, de igual manera que el capitalismo hubo de pasar, pa ra (!Ue «pudiera demostrar ·.sus ventajas sobre la producción artesanal», por un «necesario _periodo de pequeña producción». Cf. E. Prcobrazhensky,• T_he New Economi'cs. (Oxford: Clarendon Press, 1965), pp. 82-83. Para un sugestivo auálisis sobre 'la evolución· de las bases teóricas del marxismo desde su humanismo prometeico hasta el despotismo moderno estalinista cf. Leszck Kolakowaki, Las principales corrientes del marxismo (Madrid: Alianza, 1980) . 13 Teodor ·s·hanin, The Awkward Class (Oxford: Clarendon Press, 1972). 'P· 27. P.ara un excelente análisi.s del dualismo social citado, cf. pp. 24-26. 1.3 ) ) ) 145 Angel Palerm, Antropología y marxismo (México: Nueva Imagen, 1980), p. 165. 15 Un análisis más detallado de esta ideología, así como de sus raíces intelectuales en la teoría social, puede verse en S. Giner y E. Sevilla-Guzmán, «The Demise of the Peasant. Sorne ldeological in Roads into Social Theory», Sociología Ruralis, vol. XX, núm. 1/2, 1980, pp. 14-27. 16 Los ·trabajos clave de estos autores en la formulación de la teoría de la desaparición del campesinado bajo el capitalismo fueron ambos publicados en 1899. Existe versión castellana de ambos: V. l. Lenin, El desarrollo del Capitalismo en Rusia (Barcelona: Aricl, 1974) y K. Kautsky, La cuestión agraria (París: Ruedo Ibérico, 1970, y Barcelona: Laia, 1974), en traducción de Miguel Unamuno. 11 Cf. el trabajo pionero de Wiliiam I. Thomas y Florina Znaniechi, The Polish in nurope and American (Nueva York: Octagon Boocks, 1974), l.' ed., 1918-1920, 2 vols. Dos de los más representativos artífices de esta corriente han sido recientemente traducidos a·I castellano. Cf. Boguslaw Galeski, Basic Concepts of Rural Sociology, l.' ed. polaca en 1969 (Manchester Universiry Press, 1972). La versión castellana de este importante libro, ampliada con posteriores investigaciones del autor sobre agricultura colecüvizada, tiene el título l ·1 1 tj í l ( Eduardo Sevilla-Guzmán 146 rica que, con carácter interdisdplinario, reinicia (en la déc~da de los sesenta) y adquiere una cierta madurez teórica (en la de los setenta) el estudio del qampesb1ado, creando así la nueva tradición de los· estudios campesl,nos. Esta tradici6n intelectual ha restablecido ante la historia ia fiBt,1ra de Ale~~n4er V.. C~ay~ov, .«qaien cola~or6 por varios año.s. con .las autoridade~ soviéticas en !a s~lución. de l~s problemas de Ja: agnicultura rusa, a pesar ·de su falta de simpatía por la dictadura bolchevique. En 19.30 fue arrestado durant~ una de las grandes pµrgas estalinistas y enviado -a un campo de trabajos forzados. Se dice que murió en 1939. Las causas pelídcas de la prisión y -muerte de ehayanov están en estrecha relación con su teoría del -modo· campesino de producción y su consiguiente oposidón a la· .•políúc~ de .Stalin de colectivización obligatoria y general de -la a.gricult~ra. Pero nada está más lejos de la verdad que la versión propaga~a por el estalinismo sobre sus posturas contrarrevolucionarias. Ohas,anow pertene€e a la tradición revolucionaria del populismo ruso :y estaba fuertemente influido por el pensamiento teórico de Marx, al que siguió de manera crítica y nunca servil» 18 • A continuación, y en la misma línea de síntesis, voy a explorar el curso teórico qu_e sigue el resurgimietno de. e-sta tradición teórica. (ii) La nueva tradición Existe una general aceptación, dentro de la literatura sobre el campesinado, en situ_ar en 194:8 el punto de -partida de la «nueva tradición <le los ~studios campesinos». Fue enton¿es cuando Kroeber caracterizó a la spcieclad c1;1mpes~~ como una for~ de organización social con estruckuras «rurales ,a pesar de vivir en relación con -1os mercados de las lciudades; formando un segmento: de clase de una de Sociologla del ~ampesittado (·Barcelona: Península, 197'7). Teodor $hanin, Campesinos 'Y soci~adei camp.esinas (México: FCE, 1980)j ~r .como Naturale%4 'Y Lógica de la economla ca111pesi11a (Barcelona: AnagrarJ)a; 1976). ·Cf. de es. tos autores varios tl-abajos recientes publicados en Agnc,i/tura "J Sofiedad. 18 Angel Paler:l'Jl, Modo de producci6n y formaciones socioecondmicas (Mb · xico: Edicol, 1976),1 pp. -138 y· 139. Su intento de formula~i6n de un modo de producci6il campesi*o está en el ya citado trabajo de Al~er V. Chay~ov, The Theory o/ Peqsant EconQmy, V ed., 192.5 (Homewood: The Amencan iEconomic Associatl,n, 1!966). -Existe una versión. castell~a traducida directamente del ruso con, el título de La org11nizací6n de la uníd114 e_con6mit:d campesina (Buenos Aires: Nuéva :Visió_n, 1925) •. En ella . fal~ .el ensayo titu1ado \ «Sobre Ia· teoría del sistema económico no capitalista»,. de gran importancia para comprender su postura sobre un modo de producción campesino. Palerm incluye una excelente selección de textos de este ensayo en su trabajo Modos de producción .•. op. di., pp. 140-J.49. ·1 población mayor que -abarca generalmente centros urbanos y, ~ veces, hasta capitales metropolitanas. Constituyen sociedades -:parciales con culturas pardales. Carecen del aislamiento, la ~utonomía p9lídca y la autarquía dé los grupos tribales; pero sus unídades locales: conservan su vieja identidad, integración· Y: .apegó- a: la tierra y a los cultivos» 19 • Aun cuando en esta defiriidón. se enc;uentren . ya los elementos clave que· serán posteriormente utilizados par.a de'f_inir al campesinado, de hecho fue Robert Redfield quien inicia re:almente este nuevo proceso de acumulación teórica. Así, Redfield · lleva a cabo un estudio de varias comunidades campesinas mexicanas centrando su análisis en los cambios que en ellas tienen Jugar como consecuencia de las interrelaciones existentes entre ellas y la ~ociedad urbanoindustrial 20 • · Desde un punto de vista teórico, Redfield dedicó sus esfuerzos a 1.a formulación de un tipo ideal de sociedad éamp~sina que ha pasado al pensamiento social como la Folk-Society: Aunque no 'fuera ésta, ni mucho menos, su aportación básica al -pensamiento social agrario 21 • Los elementos clave, que oerían •posteriorment~ recogidos por la tr.a.dición teórica de los estudios campesinos para caracterizar el campesinado, son aquellos que señalara Kroeber y que Redfield, tomándolos de éste, formuló con mayor claridad. Estos son: a) su carácter de segmento de clase de una sociedad inayor· (Pm·t~society con Part-culture)¡ b) su relación con los mercados .de ·fas· ,aldeas y ciudades a pesar del autoconsumo de la unidad familiar; e) su interdepen.dencia con la «otra sociedad y cultura>> ·con la que mantiene «una relación de st-atus», que toma -distintas .formas. a lo largo de la historia y que se concreta en una forma de 6ubordinaciqn a la élite externa con quien mantiene una. relaci6n de «gobern~dor y gobernado o. explotador y explotado» 22 • 19 A. L. Kroeber; A.nthropology, Ha.r.court· Bracero, Nueva York, 1948, p. 284. 20 rRedficld estudia, primero, en compañía de su mujer e hij~s, una ppbladón azteca prc$~.i.ma a México (Teopoz.land, a Mexican Village:· ~ Studty of Folk Life, 19.30) _y, después (ayudado por quien más tarde sería su discípulo y colega, Alfonso. Villas Rojas, entonces maestro rural), cuatro comunidades yu• catecas (Chan Kom: A Maya Vilfage, 1934, y The Folk Culture o/ Yttcáüin, 1941. Publica~os tod9s ellos en T.qe University of Chicago Press)'. 21 R. Redfield, «The folle Society»~ The Atnerican Journal o/ Sociology, vol. Lil, nm. 4, enero, 1947, pp. 293-308. Soóre su carácter de modelo teórico, cf. «The Natural history of the Folk Society», Social Forces, vol. XXXI, núm. 3, marzo, 1953, pp. 224-228. 22 'R.obert Redfield, Peasant Society and Culture, The University of Chicago Press, 1956, pp. 29-.30 y 64-68. }48 Eduardo Sevilla-Guzmán Esta conc.e ptualizadón abrió un largo debate todavía inacabado sobre la definición del campesinado. Dicho deb,ate se inició a me~ d_iados de los ·,años cincuenta en ,la comunidad antropológica 23 , adquin_endo dos decadas más tarde el carácter interdisciplinario y~ mencionado. . E l -plu~alismo teórico la :antropología originó que la reacción que pr?du3er?~ los trabajos de Redfield en los antropólogos, tanto en Lat1n?am_e nca como en otras regiones del mundo, present,ara una gran vanedad . de enfo9ues con muy diversas perspectivas que van desde l~s c°:mentes ps1cologistas de «cultura y personalidad» hasta el fu nc1ona11smo de -la antropología social británica 2~ . No obstante los estudios _más reJe~an tes a la hora de analizar la estructura sociaÍ del camp~si~o ,pa:t\er;on del grupo vinculado a Julián H. Steward, cuya trad1cIOf! teonca se conoce como evolucionismo mu-ltilineal o ecología cultµr~I. Junto a Steward, cabe señalar como figuras más relevantes a' S1dney Mintz, Eric Wolf, Karl A. Wittfogel, Robert Adams y Angel Paler-m, e ntre otros muchos. Sin emb~rgo antes de pasar a considerar la · aportación de estos autores a lo_s e-studios campesinos creo necesario inscribir éstas en el context? in telectual de la teo ría social, aun cuando tal ejercicio , por el caract~r ,de este trabajo, ·haya de ser necesariamente sinóptico. S°:~re la d_ecada de ;los cuarenta se produce una importante renovac10n teónca dentro del pensamiento social proviniente de la antr?pología . : V . Gordon Childe y Leslíe A. White son ;us directos respQnsab!e~: Ambos aut_ore_s emprenden la tar.ea dé. recuperar el legado teonco del evoluc10msmo del siglo xrx, despojándole de sus elementos falseados ; esto es, de su esquema unilineal' del' cambio y d~ s~ _.fe en ·el progreso . Así el' paradigma evolucionista y el método b1st~mo-cultural ~odelado por Morgan y Tylor .aparece .de nuevo mcdian~e . \Jna r_eel~boración teóri<::a, produciéndose la emergencia de un neoevoluc10ms1:10 renovado b~jo la influencia d1:l pensamiento de Marx. Tan to Chrlde como White consiguen, desde · diferentes de. 23 F. G. F¡ie~ma~ organizó en -la Universidad de Arkansas (Philosophy De1)artment)_ un_semt~ano -per_manente sobre el campesinado que desc)e 1954 hasta 1957 1ntercamb1ó rn_ater_1 ~Ies entre, un gran número de investigadores que confrontaban -sus experiencias entre s1 ·y con las de Redfield. Una síntesis de algunos de es~os. trabajos pue_de encontrarse en F. -G. Friedman (ed.), The Peasant: A Sympos1ur:1 Co11c~n11ng tbe ~easa11t \VªY, and View of Life, University ~~ Arkansas: :nmeograf1ado y publicado, al menos, en ocho ediciones. Un trab~¡o clave en este proceso· de acumulación es el de George M. Foster, «What ts a Fo!~ Cultu:e)~, American A,nlhropologist, vol. LV,. núm. 2, 1,953, pp. 159-173. A el se -unirla un la rgo numexo de autores que desde distinto~ enfoq~es· teóricos analiza¡:¡ diversas comuni<lades campesinas. Lopreato, Banfteld, Batley, Kaplan, Bennet, Kennedy y Leslie · entre otros muchos son autores involucrados en esta tarea. ' ' Una breve incursión por la «otra sociología rural» 149 perspectivas, dar una fundamentación empírica a los procesos histó ricos basada en una ,perspectiva materialista en la que el determinismo económico actúa como variable explicativa de la mudanza social. De esta forma ambos autores establecen los cimientos teóricos de -lo que más tarde sería el evolucionismo multilineal, también denominado como ecología cultural o, desde una perspectiva 25 más amplia, como materialismo cultural • Aun cuando no es este lugar para hacer un análisis de la -aportación de estos autores, sí creemos necesario establecer las líneas básicas de sus respectivos enfoques teóricos. Quizá el rasgo más importante de la obra de V. Go.rdon Childe constituye el establecimiento de continuidad entre la historia natural y la historia humana mediante una estrategia materialista. Para ello parte de un nuevo concepto de la historia en el que ésta se origina e n. las «'ciencias naturales», en la biología, la paleontología y la geología y no en las estrechas perspectivas políticas que clasifican los cambios 'históricos en períodos de decadencia o ascenso, según los aspectos formales de las dinastías reinantes o los triunfos y .Jos fracasos de un determinado gobierno. «Por fortuna -dice Gordon Childe- la pretensión de considerar exclusivamente la historia •política ya no es incontrovertible. Marx insistió en la importancia primaria que tienen las condiciones económicas, las fuer, · zas sociales de producción y las aplicaciones de la ciencia, como factores de cambio social. Su concepción realista de la historia viene ganando aceptación en .los círculos académicos ... Este tipo de historia · puede eslabonarse, naturalmente, con .Jo que se llama prehistoria>>, la cual permite, a través de la arqueología, caracterizar por las «herramientas e instrumentos de producción los sistemas económicos, que no se encuentr,an descritos en ningún documento escrito» 26 • · Unida a esta concepción realista de la h-istoria aparece en Childe una apreciación humanista de la arqueología, que permitiría a -la ciencia· social disponer de una valiosísima evidencia con la que fundamentar empíricamente sus construcciones teóricas. Así V. Gordon Childe . considera que «el prehistoriador y el arqueólogo pueden vislumbrar sobre el salvaje pasado de nuestros predecesores, desentez.5 Marvin Hlirris, The Risc of A.nthropological .Thcory (Londres: Routledge & Kegan, 1968), passim. 26 V. Gordon -Childe, Man Makes Himself {Londres: The Rationalist Press Association Ltd., 1936), versión castellana en (México: F.C.E., 1954), p. 15. Existen también traducciones de New Light on the Most Ancient East (1928) con el títul6 de Nacimimto de las civilixaciones orientales (Barcelona: Península, 1968) y de Prehistoric Discoveries como Descubrimiento de la prehistoria (.Buenos Aires: J¼íciones Siglo Veinte, 1978). 1 1¡ i 1 ( ( 150 Eduardo Sevilla-Guzmán r~_ando sus bastos instrumentos y sus desenmarañados adornos, organizándolos en grupos locales, o en series cronelógicas. Así se· consigue una ima$n de la vida material de los diver6os pueblos>> 21 • Aun cuando «la arqueología no ofrece en general muchas · perspectivas ·para correlacionar instituciones sociales con estadios de de_sarrollo ele. lá cu•ltur~ definida en términos económicos» 28 , si permtte descubrir · regularidades por medio de la comparación de culturas, ofreciéndonos así una explicación de c6mo cambian éstas. Así, los criterios tecnológicos que formulara L. H. Margan pueden ser válidos desde una perspectiva taxonóm!ca, no procesµal, para descubrir ciertas regularidades· de la evolud6n ·cultural. ·Ohilde admitió por ejemplo, la: existencia de correlaciones entre determinadas etapa~ . técnico-écon61ll.\cas y las instituciones polltic.as existentes. Por otro lado su análisis de los fenómenos de convergencia y divergencia cultural se aproximan claramente al posterior enfoque de los «ec~ lagos culturales». Sin embargo es White quien aplica más claramente, como luego haría Steward, una estrategia materialista a la comprensión de la historia. En efecto, Leslie A. White percibe con gran nitidez -la determinación tecn@lógica de la cultura, aportando ásí importantes elementos teóri~os a lo· que más tarde constituida el· enfoque matérialista cultural. P.ara White todo sistema social es una funci6n de un sistema tecQológico que actúa como variable independiente del sistema cultural que lo subsume. Toda organización social puede percibirse comq un sistema 6ocial en el que existen tres estratos horizontales: el: inferior, que constituye la fuente de determinación · de los demás, de matura-leza tecnológica; el intermedio, que· dmstituye el substrato social,· y el superior o filos6/tco que -ho es sino una manifestación de la$ fuerzas tecnológi~s. A,.,í pues, el fact~r tecnológico es, en definitiva, qujen detetmina el ~onjunto del .sis_. tema cültural. Il,á t~nologfa produce tal determinación, por un lado, en forma clirec~a sctbre 1~ soQie~ad y, por otro, conjuntamente·. con ésta sobre la fijoso(ía. Redprocamente, la filosofía y el sistema social condicionaii ·la tecnología y se condicionan reclprocamente entre sí mediante un.a suerte de interacción circular. Sin embargo para White es, en qltima instanci-a, la tecnología quien determina a los demás factores,• siendo el elemento clave para entender la evolución de la cultura 20• , rr V. G.ordQ~ Oh~e, Nacfmlento d: las civilizaci(J11es... , op, cit., p. 7. 28 V. Gordon Chij.de, Social Evolutton (lo~~s: Wa~ts, 1963), p. 162, l.ª ed., 19,1; traqucclón castellana en (Afianza, 197)). · 29 ·La primera formulación clara de su detei,minismo tecnol6gico aparece en <&ergy and tbe iEvolutlon of Culture», American Anthropologist, vol. 4,, Una breve 1ncursi6n por la «otra sociología rur~l» 151 La aportación de Childe y White con su fructífera síntesis acumu~ativa d_el evolucionismo, en un proceso de vfgorosa renovación, sentó las bases teóricas del evolucionismo multilíneaL El más des• tacado artífice de esta corriente t~órica dentro - del pensamiento a_ntropol6~ico, Julián H. Steward, define el evolucionismo multilineal_ como una ~<metodología basada en la asuridón de que en el cambio cultura•! tienen lugar regulaciones significativas y ello· está relacionado con la determinación de leyes culturales.. . así como. con la ~econstrucción histórica, aunque no pretende que los datos. histórico~ puedan ser clasificadQS en etapas universales. Se in teresa en las culturas concretas, pero en lugar de ·encontrar en las variaciones locales y en la diversidad hechos molestos que obligan a pasar dei marco de· referencia particular al general, se ocupa sólo de aquellos paralelos limitados de forma, función y secuencias que tienen validez empírica>> 30 • Para clasificar los fenómenos culturales recurrentes Steward· propone la construcción. de «taxonomías culturales» basadas en el concepto de «cultura tipo», el cual se d~termina por <<rasgos seleccionados más que por el total de los elementos que -la componen», Estos rasgos culturales a través de los cual-es se caracteriza una «cultura tipo» deben ser determinados por el problema y el marco ·de referencia utilizado · y se les debe atribuir «una importancia taxon6mica primaria» imputándoseles una <<Í.nterrelaci6n funcional con otros aspectos de una· cultura tipo>> 31 • ,!\.unque un cier.to númeró:• de autores, .e.n general provinientes del estr~cturalismo -antropológico 32 ·:han· criticado al evolucionismo multilineal de ser· p~rtado_r ·de un 'enfoque ecológico cultural que cae no pocas veces.· en «un materialismo reductor al restrinoir la . o economía a la tecnología y a· los intércam_bios biológicos y :energéticos con -la naturaleza>:. 33 , otros lo: han insertado en la ~-strategia materialista cultural· de fa cual la ecología cultural no sería sino un 194.3, pp. JJ.5-56. · Una revisi6n de este· trabajo puede verse en castellano: L.:A. White, La ciencia de la :cultura {Buenos Aires: Paidos, 1966), pp. 337~363, lt ed. inglesa, 1947. Su e~p9sición más completa puede verse en The Evolutton o/ Culture (Nueva York: McGraw-Hill, 1959). 30 Ju1ian H. Steward, Theory o/ Cultural Change (Urbana: University of Illinois Press, 19.55), pp. 18 y 19. · 31 lbíd., p. 23. . 32 Uno de los más reconocidos críticos es Maurice Godelier. Cí. tambjén el debate entre Berger y Sahlins en Ct1rrent An-tbropology, vol. 17-2, 1976, pp. 290-305. . . 33 Isidoro Moreno, Cultura y modos de producción: Una visi6n de la antrapologia desde el. materiolirmo histórico (Madrid: Nuestra Cultura, 1978), p. 98. 152 Eduardo Sevilla-Guzmán 3 ) ) caso particul_ar ~. Esta estrategÍa. r~cupera para el pensamiento social la busqueda de . las leyes de la historia en la ciencia del hombre 35 • ~1:. efecto, en la actualidad arece claro ue el evolucionismo mult1l1nea supuso .Ja aplicación de una estrate ia ma eria is ul~ra a a comp~ens1on e a ,istona ue dicha estrate ia se basa en_ ~? ecerm;~1smo tecnoeco og1c~ y tecnoeconómico e probada fert1l1dad anabt1ca, que se ve ampliada -al insertarse en la actividad -~ultidisciplinari'a de los estudios campesinos; es decir, cuando recogen ademas las aportaciones a la teoría del campesinado ·de la ·historia, la ~1enc1a pol1trca, Ja economía la sociolo ía en la bós ueda e un engua¡e Y una meto o og1a común. La perspectiva de estos autores rompe, por un lado, con la limitada visión -de analizar los aspectos diqámicos internos, tanto estructurales como funcionales de_ la comunidad can)_Pe~i,na como variable independ!ente y; po; otro, con la mera d~s~npc1on de .los elementos de la sociedad mayor, como .factores c;ond1c1onantes de aquélla. Por el contrario se reco. n_oce la__ comunidad campesina como parte de 110 todo inter~onectaJo e1~que .ef cambio se ··determina por f?_c;torc~ s congmicas y tecno1ug1~os · de ~la· ern'üCfüra social global~~ Par-a este enfoque materiaTista cu! cural lo releva rúe ya no es la caracterización de la sociedad campesina a través de su cultura, sino la consideración de su eco:1.omía como determin¡mte de aquélla. Así, esta comente teonca no ve_ el problema pe la .d1tl:!renc1ación campesino no campesi.no en térmtnos de i,ina compar.adón, entre «lo folk» y lo urbano, sino entre 1 ) ) ) ) , ) ) , ) ) ) , ) 34 Harris sostiene que «hasta el momento, como no resultaba difícil• predecir, la, tendencia a_adop~a; la opinión materialista cultu ral bajo la guisa de la ecolog1a cultural h~ ommdo el reconocimiento de sus antecedentes históricos,_ que se hallan en _l~s _t~sis de Marx. De hecho, uno de los aspectos más f~scinantes de la ~ontr1buc1on de Steward a la restauración del estudio nomotet1co es el pau)atino y no reconocido redescubrimien to de los principios que Marx fo rmuló hace muchos años en su Prefacio a •la Crítica de la economía política» (Marvin Harris, El desarrol/.o de la teoría antropológica, Madrid: Siglo XXI, 1978, p. 568). 3 ~ lb,id., ipp. 2 'Y 3. 36 Gf. J .. H. ·Steward, <<Area rese:arch: Theory and . practice», Social Res-earch Councrl Bullettn, núm. 63, 1950. -En este sentido tiene gran importancia el P:oyeqo que Steward y sus colaboradores llevaron a cabo en Puerto Rico (cf. J~lian H . .Steward, «Culture patterns of Puerto Rico», An11ales o/ the American Acade~1y of Politica[ and Social_ Scienr.e, Fi,ladelfia, enero, 1953, P_P· _95-102; ~n el preten?en aislar ~na sene de subculturas, «culturas ti-po», s~gu1endo el e~quema teórico stewardiano), así como las tesis doctorales de vanos autores Vlnf ulados con la corriente teórica. Cf. · Sidney Mintz, Caiiamelar: The Contemporary Culture o/ a ~~ral _Prterto Rico Proletaria!, y Eric Wolf, Culture C_hange and Culltlre Stab1l1ty tn a Puerto Rican Cof/ee Community, a:17bas tesis doctora les (Nueva York: Ann Arbor Columbia Universioy Microfilms, 1951). Una breve incursión por la «otra sociología rural» 153 el pequeño productor r,¡grícola y el terrateniente, . el funcionario gubernamental y el conjunto de agentes que actúan como poderosos foras teros al someter a las sociedades campesinas a manejos y controles. Tales élites políticas y económicas se apropian del excedente de la producción campesina y establecen unos vínculos estructurales y funcionales con la comunidad campesina, creando sobre ella una forma de dominación económica, política y cultural. Junto con esta forma de dependencia , lo que caracteriza ,al campesinado es su forma de explotación de fos recursos naturales a través de una tecnología simple, pero adaptada al medio mediante un alto grndo de aprovechamiento de la energía natural y del medio. La más completa caracterización del campesinado dentro de esta corriente teórica 37 se debe a Eric Wolf. Este no sólo recoge los elementos más interesantes de la aportación de sus compañeros, sino que además incorpora a su análisis relevantes aspectos de la i!ntigua tradición de los estudios campesinos. En general, la conceptualización que Eric Wolf hace del campesinado está considerada como la primera forrpalización teórica completa realizada sobre el mismoªª. Su 6{ntesis teórica ofrt:ce uua )!anorámica relativamente completa del campesinado desde el enfoque ortodoxo de los estudios campesinos 39 • Considera éste ue el cam esinado está inte rado or dos rasgos básicos. Por un a o, por un sustrato economico en e ue la ami 1a campesina, como un1 a e pro ucc1on consumo, actúa con una 1nam1ca propia re aciona a con una estructura demo ráfica y e tamano e as ex otac1ones. stas vana es eterminan el grado \ e .autoexp otación de la .fuerza de trabajo familiar, así como su nivel · de autoconsumo o, por el contrario, -la intensidad de su relación con el mercado 40 • Por otro lado, aparece el sustrado social del caro37 Un .resumen y evaluación de los primeros análisis de comunidades campesinas realizados con este enfoque ecológico cultural, así como del surgimiento de la literatura antropológica sobre el campesinado, puede verse en Berna! Siege (ed.), Biennial Review o/ Anthropology (Stanford University Press, 1962); artículos de Clifford Geertz (pp. 1-41) y Ernestine Frield (pp. 276-306), ambos con el título de «Studies on Peasant Life». 38 Eric R. Wolf, Peasants (Londres: Prentice-H all, 1966). 39 E. Sevilla-Guzmán y M. Pérez Yruela, «Para una definición sociológica del campesinado», en Agricultura y Sociedad, núm. 1, octubre-diciembre, 1978, pp. 15-39 y 19-25. ~0 El artífice de esta conceptualización fue Alexander V. Cha.yanov, The Theory o/ Peasa11t Economy, l.' ed., Moscú, 1925 (Homewood: The American Economic Association. Richard D. •Ipwin, Inc. 11966). Hay una edición castellana, traducida directamente del ruso, con el título de La organización económica campesina (Bueno$ Aires: Nueva Visión, 1974). Su conceptu-alización microsocial de la organización campesina ha sido completada a nivel macrosociológico por Teodor Shanin ( «The Nature and ·Logic of Peasant Economy», ·1 1 'i 1 1 154 Eduardo Seyilla-Guzmán Algunas consideraciones teóricas: ¿Un modo de producción campesino? (Hi) Se debe a Boguslaw Galeski el, probablemente, más relevante trabajo enc«min~~o a obtener suficiente generalidad en la definición _anelítica d~l campesinado como para caracterizar sus trans .. · formaciones como estructura social ~. Sin embargo, ello no resuelve el probleµia ·de C$tudfar los diferentes contextos históricos en los que -se ha ido desarrollando a fin de dilucidar su verdadero significado y las• triinsformacioijes experimentadas en su seno cómo consecuenda de ·los cambios habidos en los modos de producción de la sociedad. Teodor Shanin diferencia, en este sentido tres fases en la evolución '.histérica del c~pesi~ado. ~ara ello pa;te de que éste «no es sólo un grupo soc1al diferenciado 6ino un modelo general de vida», CUfO significado y expresividad evolucionan a lo largo de. la hi~tpria. Así, e? la sociedad tribal aparece como un sector d!ferenc~apo de la ·misma,. con un carácter de nomadismo, pa~a luego, en un período posterior que podrá denominarse como sociedad de pequeñps productores, manifes.tars~ como prototipo de dicho perfod,o, históricamente· diferenciado. Más tarde en la sociedad industrial, el campesinado aparece de nuevo relegado a ser no sólo un sector de la misma, sipo además un sector marginal. Fue la «revolucipn ,grícola», que precedió a la revolución industrial, la que cre6 .las bases de un asentamiento estable de la cliviJournal of ·PeasanJ Studies, vol. I, nms. 1 y 2; hay traducción castellana en Barcelona: rA.nagr~a, 1976). Cf. tambi~ en este séntido tiene gran interés el trabajo interdiscipli.tiado homenaje a Daniel Thorner: E. J..Hobsbawm W. Kula A. Mitra, K. N. -RaJ :-¡ J. Sacfa, Peasanls in Hisrory (OJdord Univer;ity Press 1 1 1980). 41 ,Los trabajos :de IEric Hobsbawm, Hamza A111vi, Martínez Alier Ar~ro Warman, Terry ·Ra~ger son, entre otros los artífices de estos element~s teóricos complementarios. Cf. E. Sevilla-Guzmán, «Prólogo a la edid6n castellana» de ~i Galeski, Socio~ogla del' campe!inado (Barcelona: Península, 1977), pp . .5i.19, , Gf. BoguslaW Galcski, Soctologla del campesinado ... , op. cit., pp. 163205. Una adaptaci6n del modelo de Galeski para su aplicacl6n a España puede verse en B. Sevilla-Guzmán, La evoluci6n del campesinado en España (Barcelona: Península, 1979). Una breve incursión por la «otra sociología :ur'al» 155 sión de la tierra y de un alza revolucionaria de la productividad posibilitando la existencia .de un excedente en las explotadone~ · agratias. Esta posibilidad marcó la' aparición· de un pafrón de vida n~~vo en la sociedad rural, caracterizado por la presencia, ya defi·11-!tl~~, de los -p~queños · agricultores 43 •. Sin embargo, esta diferenc1ac1on ?º p~rmtte tampoco llegar a reso~ver el pro~lema de la mud~nza histórica· del campesinado. Esto sólo se conseguirá cuando d1spongam~ de herrami_entas· teóricas que nos permitan definir, primero, clis~intos tipos de campesinos ·específicos; segundo, ·clases ~e sociedades campe's.inas concretas, y, tercero, los estadios de des-2"'. · rrollo histórico en qu~ se encuentran unos y otros. y ~ómo se producen los cambios que modifican estas formas. · · · El primer traba-jo en este sentido pertenece a lo que :hemos llamado la antigua tr~clición de lo~ estudios campesinos y se: debe, de nuevo,. a Alexand~r V. Chayanov, quien trató ele conceptualizar un modo de prod_ucción campesino, siguiendo las huellas que tra_zara Marx a•l esbozar una teoría general de los modos de producción. Cuando Marx construyó los modelos teóricos de modo de prod_ucción y formación socioeconómica 44 escribió un prólog~, que no mcluye en aquella publicación, ya que según él «anri'cipaba resultados que estaban todavía -por demostrar» 45 • Este prólogo, conservado en manuscritos hasta después de la muerte de. Marx, forma parte de lo que hoy se conoce como los Grundrisse. Estos «t~xtos revisten un extraordinario interés, no sólo porqu_é · contribuyen a complementar la teoría general de los modos de ·prcducción ... , sino también porque plantean, por primera \~~z, el problema de la articulación entre diversos modos de oroducción dentro de una misma formación socioeconómica» 46 que" más". adelante formularía Rosa Luxemburgo 47 • para explicar el desarrollo capitalista en el nuevo <;ontexto fmperiaJista~ Marx, en el prólogo recuperado de su Crítica de la economía polfrica, dice cforcimente Teodor Shanin, The·Awkward Class (Oxford: Clarendon l,'ress, ·1972), . . ~ Estos conceptos, núcléos de la teoría general de ·Marx del n,odo de .producción-formación socioecon6mica, son formulados con extraordinaria claridad y concisión en su Contribución a la critica de la economía política (Madrid: Comunicación, 1970). No obstante, el concepto de ,modo d.e próducción, que es el _que aquí nos interesa en forma espedfica, no fue elaborado teóricamente en .fórma extensa ,y detallada, sino que, por el contrario, fue directa• mente aplicado para cxplkar 1.a «formación social burguesa~ . en El capital. 45 Marx, Early \Y/ritings, XIII,· p. 7, en Martin Nicolaus, prólogo a Karl Marx, Grundrisse {Londres: NLR-Pcnguin Books, 1973), ,p.· 38: . 46 Angel Parlerm, Modos de producción y formacione-s socioecon6micas (México: Edicol, 1976), pp. 20 y 21. . . n Cf, La acumulación de capúal (México: Grijalbo, 1976), 43 pp. 207-210. ) ) ) } ) ) } } ) ·) } l I') ~ l-ro .t ) t·} I} f') ,. } l } t } t} r) } ) 156 Una breve incursión por la «otra sociología rural» Eduardo Sevilla-Guzmán por un lado, y las forma-s de Estado, por otro, no pueden entenderse sino a través de la exploración de la forma en· que están enraizadas en· la sociedad civil 52 • Las relaciones específicas en que entran los hombres al integrarse en la producción social sitúan a éstos en una dinámica eri la que su voluntad es independiente del proceso en que se ven inmersos y que constituye,. globalmente considerado, la· estructura económica de la sociedad. Esta es el substrato real sobre el que se elevan las formas jurídicas y políticas a las que corresponden formas definidas de ciencia social. Ello permite el análisis .de fa naturaleza y especificidad de cada sociedad, por un lado, y de cad·a época histórica, por otro. Así, pues, el concepto de modo de producción ( si se nos admite tan arriesgada -simplificación, desprovista del rimbombante ropaje estructuralista) posee en su raíz heurística ·una doble dimensión: estática y dinámica. La cuestión es si tanto en una etapa histórica, como en una sociedad específica coexisten (como intuyera Marx ya desprovisto de sus orejeras occidentalistas) distintos modos de producción, ¿qué papel juega el -modo campesino en la sociedad, por una parte, .y en la evolución de ésta, por otra?. Se ha tratado de responder a esta pregunta mediante los conceptos de «modo» sectorial y «~ecundario» de producción entre otros 53 • Esto es, como un modo de producción siempre articulado a ¡otro que lo domina. Este tipo de construcciones teóricas, no exentas ciertamente de fertilidad analítica, plantean muchos problemas teóricos~ entre otros motivos por negar al campesinado ·la capacidad de ¡generar una estructura económica propia, como modo dominante, y una e6pecíficn conciencia social. Teodor Shanin considera que el concepto de modo de producción campesino «es probable que posea demasiadas limitaciones heurísticas como para que sea incluido o definido» 54 para el análisis del que en .<~todas las clases ?e soci~c;lad e':'fste · una específica forma de . producc1on. que es supenor a las demás. formas de producción y a sus ~elaciones... Es u~·a. especie de i1µminación general que baña todos los colores y modrf1ca sus particularidades. Es como un éter particul~r que d~t~rmina la· gra_veda_d esFsedfi:a de cada existencia que se ha ~~ter1ahzado en su mrerior» . As1, Marx acepta en su esqu~~a teorico gener~~ fa e~istencia de distintos modos de producc1on en _una formac1on social, -así como su articulación en torno a un modo dominante. Esto e-s lo que induce a Chayanov a formular desd~ ~ una pe_rspectiva económic~, s':1 teoría ~e un modo de pro~ d~c~1on carope.smo, el cual estar1a vinculado, Junto a otros en las distintas fases del desarrollo blstórico. P.ara Chayanov «ef futuro efe. la teoría económica consiste, no en construir una sola teoría universal de la vida econónúca, 6Íno en concebir una serie de sistemas teóricos adecuados al rango de los órdenes económicos del presente y del pasado, y q1:1~ nos permitan descubrir las formas de ~u coexistencia y. de su evolución.>> 49 • En fa actualidad, existe u~ mter~~ante debate en torno al roblema de la arti ·' m~,:s1n-a o ·en e mo o e pro ucción capitalista 50 . Aun.que, en genera~, ~.n este. ~ebate no se plantea a nivel teórico el problema de la ex1st.t:~~ia o ·no d~ un específico modo de producción campesino, la apar1c1on. de varios relevantes trabajos 51 que aplican el. modelo chaya~ov.1an.o está replanteando. indirectamente el problerpa. Aun cuando, como ya hemos adelantado Marx no definiera explícitamente el concepto de modo de prod~cció~ la aplicación que de ést~. hace •a su modelo ideal de capitalismo permite una clara delimit~ción conceptual de aquél:· Las relaciones socioeconómicas, 48 I<arl Marx, Grundrisse ... , op. dt., p.p. 106-107. A.. V. Chayanov, «textos>> en A. iPalerm, Modos de producci6,r... , op. cit., p. 14~. · .· 50 • lCf. Nico~ Mouzelis, «Capitalism and the Development of Agriculture», en.. ]~ur~al o/ Pi1asant ~t"4ies, vol_. ~' mím. 4, julio, 1976. Kosta Vergopoulos, «CapH~·lism it~~- Peasant Pro~uct1v1ty», en The .Tournal o/ Peasant Studies, vol. ·~um. 4, lUlto, 1978, y mas tarde el interesante trabajo de Harriet Friedman,. ~<Household. Productio1! and The National Economy: concepts. for the A?alys1s of Agranan Format1011s», en The ]ournal o/ Peasant Studies, vol. 7, num. 2, enero, 1980. 51 iEntre ellos,. cabe des.tacar Di-ana Hunt, «Ohayanov's Model · of Peasant H~usehol-d R~s~urce AI1ocat1<:>n», en The Joumal o/ Peasant Stttdies, vol. 6, num. 3: abril, 1979_, y Svetn Aass, «The Relcvancc of Chayanov's Macro 'Dh~or.y to the Case 9,f Java», en IE. J. Hobsbawm, W. Kula, A. Mitra, K. N. iRaJ e, I. Sa~hs-{_eds.), Peasant in I-listory. Essays in honor ·o/ Daniel Thorr.er (Oxford _Un1~ers1ty Pre~~• 1980), ,pp .. 221-248. (\sí como los trabajos de Armando Bartra, L:a explotac1on del traba10 campesino por el capital (México: MacehuaJ, 1979) y .EJ. comportamiento económico de la producci6n campesina (México: Un1ym1dad Aut6noma de Chaplngo, 1982). 49 157 · i l 52 Marx entiende por sociedad civil: «La verdadera fuente y teatro de toda la :historia ... [que] abraza toda la interacción material de todos los individuos dentro de un~ etapa concreta del desarrollo de las fuerzas productivas», K. Marx "1 F. IEngels, Tbe Germa11 Ideology {·Londres: Lawrencc ano Wishart, 1970), ,p. 57. Para un análisis de este concepto en el pensamiento de Marx y las. cuestiones teóricas 'que plantea, d. Kalakowski and S. Hampshire (eds.), The Socialist Idea: A Reapprisal {Nueva York: Basic Books, 1974). 53 J. Tepícht, «Economía contadina a Teoría marxista)>, en Crítica Marxista, núm. 1, 1967; S. Cardoso, «On the Colonial Bodes of .Production of the Amcricas», en Critique o/ Anthropol.ogy, núms. 4 y 5, 1975. Cf. una más amplia bibliografía en E. P. Archetti anó S. Aass, Peasant Studies, op. cit., pp. 118-119, y, T. Shanin, «Definiendo al campesinado: Conceptualizadones y desconceptualizacioncs. Pasado y ·presente de un debate marxista», en Agricultura y Sociedad, pp. 9-52 y 30-36. 54 lbúh p. 38. 158 Eduardo Sevilla-Guzmári Una breve incursión por la «otra sociología rural» 159 :! campe~_inado .. Sin em~argo, debat~ continúa abierto y en el centro diferenciación entre las acepciones «sustantivas» y «formal» que de las· pe~qui~a~ ,de mdagac1on teórica sobre el campesinado. da al término economía ss. Así, tienen esp~cial relev~ncia sus inda. En. mi opimon el probl~ma, ~, ha-sta que nuevos hallazgos per- gaciones, dentro de su enfoque su,stantivista. ~e la ·economía, resm,itan .. ·de nuevo su recons1deracion, puede obviarse mediante. la pecto ail hecho de que las leyes de esta sot;1 las. de la naturale~a y la bus_qu~da de co_nceptos q~e permi_tan dar cuenta de la especificidad ~e~iproc~~ad, la redistri~ución y el J?tei;ca~bio son. ~~s for1!1a~ de so~ial: .de los _diferentes. tipos sociales, q~e sirvan para caracterizarA.. ·. ~te~rac1on ~ue dan ·u_mdad · Y. ,estabihda~:. a: las· formas ec~nom1c~s. ª. los. CaI1_1pes1nos en d1st1ntas etapas históricas. En este sentidd.l · · ales mecanismos de mtegrac1on surgen. co~o...consec.uen~1~ d~ d1sSid?er. Mmtz propone una estrategia específica para analiza~ el· ~aro'~-.: ·,ositivos institucionales que hacen posibI~·- el funci~namiento del pesina:?º en b~se a la construcci6n de tipologías históricas de sacie-· ... 6Ístema e~onómico 59 : ·Polanyi práporcion~ .. ~sí un.as heiramieritas de ~ate~ '.._campesinas. Tales. tipologí~s requerirían la construcción de · gran utilidad; para ~l ~nálisis ~e ~a~ ·so~~7~~d~s. prec~pitalistas. . · ?e combinan as1 en. la. d1me1.1S16~ ~1st6r1~.a de : la e~plorac1?.t:1 ... • .. . e miqi~nes de al~ance m~ermed!o . del ~ampesinado; para: ello. se req~er:ma c~ra_ctenzar la d1ferenc1ac!ón interna del campesinadoª es te6r!ca ~;tual de. •lps. estud1o·s c~~e~mos. ambas estrate,1as. de lll-' . •·· ·.. d,ecir, :los distintos estratos campesinos, la relación de éstos: .entre vest1gac1on. Por un lado, los anál1S1s de .t1po~:_de ca~pesma~O· y .de· si Y con otros g~upos rurales. no campesinos, así como la específica ·sociedad7s c~mpesinas con~retas y, .por· ~~t~~, _la inda~aci~n. de pe-· cul~ur.~ ,Y ;~mumda? ca~pes1_nas que se corres-p~nde con fa si_tuadodos h1st6ncos en los'..que. aquéllas y estas puedan ms~r1b1t~e. soc~al. h1st_or1ca analiza~a . Sin embargo, no es esta fa única estrateg~a ~eguida por las distintas corrientes teóricas de -los estudios cam• (iv) Más problemas que apuntan p~s.inos; en. _efecto, Kula plantea el problema ·con extraordinaria ni~idez al afirmar que «parece cierta la tesis marxista de. que la mayor parte de las leyes económicas ... tienen un alcance limitado Los distintos marcos teóricos que ia .teoría social utiliza como herramientas para el análisis· del campesinado, como categoría unie~ el ·.ue~po Y en el espacio, circunscrito generalmente a un ·deter~mado sistema socioeconómico» 56 • Su teoría económica del feuáa- : ·versal (unidad familiar campesina, comuni9ad campesina, y cultura y sociedad campesinas), est~n siendo e~ ·Ia actuaJidád recqnceptuahsmo ,:prese?ta materia•les muy importantes para entender el pa-pd del ·c~mpesrnado en este tipo histórico de sociedad. Así cuando : !izados para caracterizar las nuevas forn;1as de articulaci6n del cámKul~ define el sis tema económico feudal como un régime~ agrario •. pesinado en el «nuevo contexto ·capitali~ta'>> de la economía mundo. e;1 el. 9ue la explotación_ campesina. se limita a una parcela de sub- · El análisis del campesinado y la agricultura familiar, se enfoca hoy sistencia (_con lo .que ·sausface sus nece_sidad~s básicas y lo necesario 4esde la perspec~iva de las exigencias e imposiciones- del sistema de interdependencias en que se ve inmerso. Perspectiva,. que se basa en para c_ontmuar la reproducc~ón si~ple), mientras que las tierras· de las aportaciones.· de lós más relevantes· artífices de .fa -tradición intela hacienda de} seño~ produc~n el·: excedente que pasa íntegramente lectual de los estudios campesinps que aquí -hemos. conside,:~do, en a ~ano~, de este, esta en cierta ..-~orma describiendo la forma de aruculacion del campesinado en dicho sistema 51. forma. esquemática. Somos conscientes de que, dadas las limitaciones de este trabajo, hemos dejado de tr~tar -un gran n4mero de temas Aun cuando, como ya adelantamos· y fuera del debate en torno de gran· relevancia teórica· que, aúnqll~ hayan *lp señalados en al m~do de producción, el análisis del campesinado en los diferenforma puntual, merecían haber sido tratados con -~~plitud y prote~ s1st~ma.s socioeconóm~cos está •aún por hacer, sin embargo ya fundidad. Tal es el caso de cuantos problemas ~tán relacionados e;=1sten. 1m~ort_antes, materiales p_ar.a su exploración. En este sentido tiene especial mteres las aportaciones de Karl Polanyi respecto a su con el campesinado y la estructura social:, Así, te~as tales como fa 1 1 55 6idney Mintz 1 «A Note on the Definition of Peasantries», en The ]ournal ~/ Pe~sant Studzes, vol. I, núm. 1, 1973, ,pp. 91-106 "/ 92. Wnold Kula, «Textos», en A. Palerm Modo de produccz'6n y op c,·t -PP· a57-166 y 157. , ... , . ., 51 ~itokl Kula, Teoría econ~mica del siste1!1a feudal (Madrid: Siglo XXI, 1974), l. er. polaca, 1962, parnm. Cf. la reciente traducción castellana Las medtd(Zs y los ~ombres (Madrid: S_iglo XXI, 1980). } ,. sa Cf. K. Polanyi,· «The· tEconomy as instituted procesi)>, en K. Polanyl in History .ami Theo;,j :(Glencoe, Illinc;,is: The Free ,Press, 1957). Exist~ vers!ón castellana de este ·1 ~rabajó en Maurice Godelier (ed.), Antropología y Economía (•Barcelona, :An.ag~áma, 1976), pp, 155178. . · :· · 59 Karl Polanyi, The Greot Trans/ormation (Boston: 'Beacon Press, 1957), l.ª ed., 1944; -pp. 47-52. . y H. W. Pears~>n (eds.), Economics 1 ! ¡ •· ! ..... 1 : ! . . ., . 160 •;t.:. t ! 161 ~. ;·:~ cliferenciaci6n interna del campesinado; su intercambio asimétric"Hf < \✓ción- conceptual. van a 6er esquemáticamente consider-ados en las pásu presenci!!. como fuerza política; su posición dentro dél sistemá· . i' ·, giñas que siguen. económico mundial y sus características en la-s sociedades avanzadas¡ ~ ¡; sólo ha~ te9ido breves referencias. El .ªn~Hsis teórico que hemos : Con . clusión al apéndice: ¿Hacia una renovación teórica? pretendido ·nacer del proceso de conoc1m1entos acumulados sobre· >í· En la segunda mitad de los años setenta comienzan a percibirse el campesinado se presenta, pues, bastante incompleto. No obstante, -~: _; decididos intentos de renovación dentro del pensamiento sociológico creemos haber aportado un análisis comprensivo sobre el núcleo·. j ~ : · centra•! de los elementos teóricos de la tradición intelectual de los ·: · que se encara con el análisis de la sociedad rural. Dos nue~a~ corrientes teóricas irrumpen en él. Por un lado aquella prov1nienre estudios campesinos. de la tradición de los Estudios Campesinos hasta aquí analizada, Empero, existe en la actualidad un debate teórico al que quereque utiliza básicamente las herramientas - de ·la sociqlcigía y recoge. mos hacer una breve alusión final: se centra éste en la validez el legado Lcórico de la antigua tradición europea de estudios sobre teórica de estas c~tegorías tradicionales para su utilización univerel campesinado. Y, ,por otro, las investigaciones que se ocupan de sal en el mundo moderno. El impacto general que los procesos de los procesos de desarrollo en Latinoamérica y los países sebdesat:rocambio están prod_u_ciendo sobre el campesinado en el mundo actual llados y que centran su análisis en los aspectos que, como ia rerorestá exigiendo a éste fórmulas de readaptación que en buena medida ma aoraria eliminan los obstáculos que presentan las esuuccurns suponen la desaparición, aparente o real, de varias de las caracteb ' . agrarias para el desarrollo económico y social. Aun cuando en mu· rística-s que fueron utilizadas para su definición teórica tradicional. chos casos estos trabajos son realizados por investigadores vmcuEl análisis del campesinado · no puede prescindir del origen real de lados a organizaciones internacionales, poseen un alto colitenido tales caractel'Ísticas y, en lugar de recrearlas, ha de hacer hincapié crítico y en ellos, como vimos anteriormente, predomina un enen las modificaciones introducidas en 106 procesos de adaptación a foque bastante radical. que se encuentra · sometido. Así, pues, y como consecuencia de las La aparición de estas dos nuevas corrientes en el pensamiento cuestiones planteádas al considerar la mudanza histórica del camsociológico agrario coincide con el momento de mayor crisis en la pesinado, comienza a producirse una renovación teórica que parte sociología rural institucionalizad-a. Tal crisis, como _ha sido. anadel análisis de los procesos de interacción entre el .campesinado y lizado, posee ya en los años setenta un carácter crórnco. La literael re-sto de la sociedad en el contexto del sistema económico muntura sociológica de esta c.orriente· de pensamie~to es un cont~nuo dial y de -las paut¡s globales del cambio. Estas podrían subsumitse lamento en el que tan sólo se trata de -destruir la basw·a teonca en una tende,ncia general de integración de la agricultura en el siscreada hasta entonces. La sociología ruraL va a dejar de existir como tema económico gl9bal. Los. -procesos de desarrollo económico, sean disciplina ácadémica y área de conocimiento. Algunos de aqu~llos de índole so¿ialista o capitalista, subvierten aunque en formas -difetrabajos poseían una postura tan ingenua, consecuencia de su falta rentes, algu11os de los rasgos tradicionales del campesinado. El · de perspectiva real de los problemas al ser éstos enfocados desde desarrollo de la economía mundo en sus dos vers · o · taf"v la pequeñez de su mundo académico, que provocan la r~plica desde c, · enta ,. e~tá vaciando de chntem o varias ~ (') trucciohes otras tradiciones sociológico agrarias, sobre todo desde Jos estud1.os cas ast;a a 'ora ut1 za as so ·re· el c esinado·. Este se en'. campesinos 60 . Parece como si existiera una crisis. de identi?a~ en la cuentr.a. ca al vez más inte rada al funcionamiento de este sistema sociología de la vida rural basada no sólo en la irrelevancia 1nteleccorporativo e impersonal, e cua uti iza su modo de ex lotación ·y en especia a 'pecu lar pro uct1v1 a e su uerza de tra ajo en 00 Quizá el más elaborado la.mento de la sociología de la vid,i rural sea ei _sus- mecamsqios He desarrollo. Esto no quiere decir que el came~de Bruno Benvenuti, Benno Galj~rt y Howard Newby, ,,Tht: Current Status sm_ac!o esté S1en'do.-·reconstru1do por el ststema, sino que ciertamente of Rural Sociology», Sociología Ruralis: vol. 15, núms . 1-2. 197·1, pp., 3-21; Tiene interés Ja réplica que a esre amculo hace Teodor Shan1n (« A W~rl? esta tom~ndo .na~Vas posiciones de Sü-bordinacion para cuyo análisis Without Rural Sociology? The lssue of 6pecificy and rhe Fucure of a D1sc;lia teurfa $6Q1al se encuentra; .en la actualidad, eh un proaeso de pline)>, Sociología Ruralis, vol. XVI,_ ~976) criticando su pcsim_isn;o antropo; --remodelac16n de 6u ba aje teórico en el cual est~ ·uoando un destalógico, consecuencia de su estrecha v1s16n de Jo que_ e, la soc1010gia rur:d, . a: pe ir tra 1e1on .te_ r1c;a e os estudios . campesinos. Los esobviar la antigua tradición de los estudios campesinos, por un lado, y las fuerzos de indagación teorica "implicados en este intento de· renova- ·-1: diferentes corrientes que al margen de 1a sociología de la vida rural americana, . ¡. . Eduardo Sevilla-Guzmán\:_ ~ .l9ná breve incursión por la «otra sociología rural» 162 J t j ) ) ) ) ) ) > Eduardo Sevilla-Guzmán · tu.1l de su acervo teórico, sino en la propia definición · dei' objeto de esca dis'cipli11a. Ello ha determinado la existencia de una suert~ de ;inom ia. académica en los sociólogos rurales inscritos en la . tradicil111 de lo sociología · rural institucionalizada. . Aun cuando las dos corrientes de pensamietno con pretensiones m1ovadoras (los estudios campesinos y los análisis del subdesarrollo) st,n en pri ncipio ignor!)dos por la sociología rural estableci~a (que c,,minúa «encapsulada» por su aparato institucional académico ape• g:1do al legado tradicional de la sociología de la vida rural), se produce un paulatino acercamiento entre ésta y aquéllas . Ello es consecuencia del papel · que juegan otros nuevos enfoques teórico·s que, desde una perspectiva genuinamente sociológica, analizan los problemas ag·rarios que están surgiendo ahora en el propio ·rnunqo nnglosajón . Tales enfoques son básicamente dos que, c0mo veremos 111ás iidelante , .a finales de los años setenta se ven envueltos entre :,í en una profunda interacción que está originando una única corriente. Esta ªP.arece como una sociología rural crítica y supQn~ una valiosa renovación en el pensamiento social agrario, en general, y de ·la tradición teórica de la vida rural, en particular. El fenómeno que desencadena este proceso tiene lugar en Inglaterra, en la primera mitad de los años setenta, cuando aparecen una serie de ·trabajos 61 que analizan globalmente las investigaciones sobre comunidades rurales desde una perspectiva sociológica. Sin embargo, al ·:hacer un especial .énfas is en los estudios de comunidades rurales norteamericanas (de la .más . pura tradición en 1a sociología rural institucional) tienen una ampl ia repercusión en los círculos oficiales de la sociología rural americana. Al inscribir estos trabajos los estudios de comunidades de la vida rural dentro del pensamiento social sobre la comunidad se produce un primer intento de insertar esta ramá de la sociología rural institucionalizada dentro de la teoría sociológica. Con ello se inician los primeros síntomas de una ruptura Una breve incursión por la «otra sociolog!a rural» 163 con· el tan au tosen tido «parroquialismo rural americano». Sin embargo, lo que consolida esta corriente s?~, varias investi~aciones ~n equipo que, recogiendo la más p~r~ trad1c1on, ~e~ pensamiento sociológico, aplican sus esquemas teorices al analts1s de: los problemas de la agricultura inglesa introduciendo en su pesquisa un enfoque histórico y dimensión crítica que en muchos aspectos nos recuerdan los modos de aproximación de los Estudios Campesinos 62 • Sin embargo, junto a esto utilizan con .gran profusión ~~ e11cuesta, c~mpaginando este método con otros upos de observacton ·algo más 1.nte_nsivos 63 . Además en estos trabajos (fuera de toda sospecha pro~inc1anista de la tradición sociológica de '1a vida rural) • se aprecia un evidente acercamiento con la sociología rural americana pretendiendo 64 incluso recuperar determinados elementos de aquélla en un claro intento de renovaci6n teórica. Por otra parte, aparece en la segunda mitad de .lo~ .años setenta en Estados Unidos (y ésta es probablemente la corhente que comienza a mostrar una más fuerte repercusión en la sociología rural americana ) una nueva tradición intelectual que, desde la propia sociología rural americana, crítica el desarrollo teórico alcanzado y, sobre todo, se preocupa por una serie de problemas hasta ahora inéditos en su pesquisa. Entre éstos se encuentran los temas relacionados con el cambio estructural en la agricultura y el medio ambiente · la estructura agraria; la comunidad rural y la polarización regi~nal; la agricultura y el Es tado, y, sobre todo, la filosofía 'l por otra; están produciendo una renovación continua en .el p:nsanúento social , : agrario. {Un balance catastrofista 'Y desenfocado de la soc10log1a rural con aná- ,· · logos planteamientos a los qu~ Be~venuti el al. en c~steUano puede v~rse eo M. García Ferrando, ,,La :Soc1ologrn Rural en perpecnva: Una evaluactón crítica» Revista de Estudios Agrosocirrles, núm. 96, julio•septiembre, 1976, pp. 2559}. Cf. un excelente resumen puede verse en Howard Newby, Basic Pa~ers. !~ Workshops 1 (México: V Cong1 eso Mundial de Sociologa Rural, 7-12 sept1ero• ~ bre, 1980), ·PP· 103-32. 61 Colín Bell y Howard Newby, Community Studies (!Londres: Allen & Unwin, 197'1} y de •los mismos autores The Sociology o/ Co111m1mity (Londr~s: Fr.ank kass 11nd Co. Ltd., 1974) como una selección de algunos de los traba10s analizadbs en el anterior libro. iEl estu<lio de Roben J. Havighum y Antoo . J. Jansen, Commu11i1y Research, Curren/ Sociology, vol. XV, núm. 2, 1967,.,.,- , juega también uo cierto papel en este 4Jroceso. ~,•.s•' ·1·. j V 62 Cf. como uno de los más representantes ejemplos Howard Newby, The Diflerencial \'1/orker (Londres·: Allen Lane, 1977). Especialmente su análilli histórico de los trabajadores agrfcolas ingleses (pp. 23-91}. 63 Cf. entre otros Howard Newby, Colin Bell, David Rosey y Peter Saunders, Propecty, Paternalism and Power (Londres·: Huchi~son & Co. ~td., 1978); H. Newby, D. Rose, D. Saunders y C. Bell, «Farming . for aurv1val: Smaµ Farmers in the Class Siructure» en F. Bechhofer y ·B. ,Elhctt (eds.), The Petll Bourgeoisie in the Class Str11~t11re (London: Mac Millan., 1979) . Howard Newby, «U rbanización y estructura de clases rurales: reflexiones en torno. al estudio de un caso» Agricultura y Soéiedad, núm. 14, 1980. Así como varios artículos en ]011rnal 0/ Farm Ma11age111e111, Comparative Studies in Sociely and Hislory y Sociological Review. ~ Howard Newby autor central de este grupo, surgido bás!camente en ,el Departamento de Sociología de la Univ.ersid_ad de Ess7x, percibe en Galpin (una de las figuras cent rales de lo soc1?lo~1a de la v19a rural como ~cmos visto) «una embrionaria teoría centro•per1 fer1a en sus primeras formu lac1oncs1) (cf. H. Newby, Basic Papers ... , op. cit:, •P· 114). Por ~tro lado este aut~r inicia una serie de fructíferas colaboraciones con Fredcnk Buttcl de la Umversid~d de Cornell que, como ve remos más adelante, juega un rel~vante 9apel en el movimiento de renovación que surge deMro de Estados Un idos. Newby en 1980 •pasa a desempeñar un puesto importante en uno de los. clásicos santuarios de la sociología rural amr:ricana: el Departamento de Soc1ologla Rural de la Universidad de Wisconsin. 1 ¡,r. 1' 1 ! • 1 { ( 164 Eduardo Sevilla-Guzmin la ciencia social uülli,ada en el. arullis~ de Jos ~oblemas a~arios es. La colaboraci6n a que ant~s hemos aludido entre las corrientes renovadoras británica y americana se materializa no sólo en el inicio de trabajos éomunes _entre autores pertenecientes a ambos movimientos intelec~ales 66 , sino .,obre . todp en la .apertura de un nuevo debate dentro ele la sociqlog{a rural. Este. se centr~ sobre los nuevos problemas· que surgen en agricultura de las sociedades . avanzadas, pot: un lado, y la internacionalización del capit~ junto a la nueva división del ·trabajo que aparece -a escala mundial, por otro. . · ef .. Es importante sefialar qu7 ª"!nque sólo hem?s hecho r erenca . a las acciones intelect~ales .br1táruca y _norteamencana, por su p~pel destacado en estos amagos ·de renovación teórica, a ellas ha~ría_ que unir, y en algunos casos con un importante peso e~~ecíf1cQ;; diversas aportaciones pro(;ede~tes de algunos pafses europeos . Aun• que ya señalamos anteriormente_ los problemas clave en. que se <l~ . 6S Cf. Frederick H. Buttel, ~<Es~ctu¡as agr_arias y ecolog_fa rural:, Hacia una politica económica del desarrollo rurru», Agricultura "J Sociedad, n~: 13, 1979, ·pp. 2.n.J06, dqq4,e se ~riCl:1en~ra un detallado . relato de esta corn~t~ intelectual ast como una anipha -Bibhograf!a sobre cada uno de los problemas• centrales que aborda df;ntro del c~ntexto _lntcle~tuál genérico del que .surge cada una de estas ramas. lgualmente, . en este numero aparece u~ trabaJo de Charles E. Gcisler dentro de esta perspectiva crítica de •la soc10logfa rural ameriéana. · . ed Th Rural socio · ¡~gy · 66 Cf. Fredcrick H. Buttel "I Howud_ Newby ( s.}, . e of: the Mvanc~d Socie#és ..., op. cit., .donde se hace una _l:llt.eresante selecc16n de trabajos en las di~rentes áreas en cada una de ~stas <:ome~ues. . . 61 ' Cf. Salvador Giner, M. -P~r~ Yruda y Eduard.? ~o/ªºº• «La agricul- . tura en·. la sociedad cotp9rativa», X -<;~ngreso de .S.ociolog,a 'J{ural, Córdo~~•· · abril, 197?, pon~qcia ~risáda en la. aplicaci6n a la agri~ultlJ!a del esquem~ teórico eláborado en ·salvador-Glner y~- Pérez Yruela, La Socie¡¡lad· corpo_rat,ua (~a~. · drid: OIS 1979) y cuyo enfpque fue interpretado. poi' Howard _Newby . y. . Frederick Buttel como ·periene~en~e a esta. corriente de pensamiento. (En este sentido tiene un alto interés. _la- tésis doctoral de ];duard? M~ano; Corporatismo "I Agricultura: Aproxiinaci6n•''fll Ca~o ~.rp11~ol, pmvemdad ~e ~rdoba: Dpto. de Economfa y Sociología Agra~1as. septiembre, 1982, de p~xima publicación en ~ SPA del Minist~rio ~e Agr1.cultura.) ~gu_almente, los r.ec1en!es trabajos de J. Minuel Naredo, Martfnez Alter y Pablo Campos, en Espa~a, H.. o los estudios de F. Bel, Y. Le Pape, A. Fleury y A. Mollard, en. F\-anc1a, sobre las implicaciones . sociale~, ~eriyadas dl: los problemas energét!cos Y la agricultura, se _cncue.qtran de a_lguna. forma_. vinculados co.n •los traba1os de la Jtnea ambientalista y ecolo1ista. _4e. esta. co!r1ente de 1~ soc1ología ~ral. En esi~,:sentido cf. el número dedicad~ a problemas ener~~ucos de .Ag~tcultura 'Y Srr ciedad, núm. 1.5, abril-junio, 1980, ·y. Energla Polittca ln/orma_ci6n: Cu~4ernoí de Ruedo Ibérico núm. 63-66, mayo-diciembre, 1979. En !taha cabe ~1tar los trabajos de Giov~nni Mottura, Enricó Pugliese {cf. H. Newby y F. Butt-le, The Rural Sociology, .op. cit. y Agrícola, me1.1.ogiorno e mercoto del lavoro. Belonia: II Mulino: Fcltrinelli •. 1979) entre otros ·que podría, de alguna forma,- Una. breve incursión por la «otra sociología ru-ral» 165 centran los esfuerzos investigadores de este intento renovador, -merece 1a pena recoger aquí un reciente manifiesto de esta: nueva ~ología rural crítica. Frederick H. Buttel y Howard Newby resumen así los principales problemas en que ésta centra en la ·.actua• lidad sus esfuerzos te6ricos: «La nueva sociología rural incluye la ~structura ·del capitelismo en las sociedades avanzadas, la política x agraria del Estado, el trabajo agrícola, los desequilibriós regionales y la ecología agrícola» 68 • Previamente, Howard Newby y ce.ntrándese en el campo de la estructura del capitalismo en las socí~dades avanzadas presentó una sugerente estrategia teórica para la sociofog{a rural, que en nuestra opinión confluye claramente con. la de los estudios campesinos. Así dice que tan sólo a través ~e una aproximación más global podrá la sociología rural 6ituar su e!1Íoque en el cambio social que experimenta la sociedad rural bajo l~s condiciones de una sociedad predofriinantemente capitalista. )En la actualidad se está produciendo un intenso debate sobre el éamino que debe tomar esta nueva sociología rural. Para unos, éste debería pasar por una economía política marxista de la agricultura que comenzara por desmantelar la sociología rural como un área especifica de investigación; •para otros, bastaría con aceptar el plur~lismo teórico de esta ccrriente en el núcleo central de elementos· ,comunes, .fos que se refieren al «enfoque integrador del estudio :de la sociedad rural. .. partiendo de su desarrollo histórico» {como.) «un medio de vincular· fa estructura social y la estructura espacial del mundo contemporáneo», y denominar a este quehacer teórico ~ociología de la Agricultura como expresión, no únicamente de un, tema de. estudio, «sino como un estilo de investigación que se diferencia, de .alguna forma de la sociología rura: convencional, siendo ·su crítica .y -antítesis 89 • En cualquier caso, parece cl~ro que se está' pro• duciendo un cambio sustantivo en la Q1ahera · de hacer sociología rural. Confiamos que este análisis crítico a1 pensamiento social agrariQ contribuya. a ello. inclu.irse en este grupo y sobre todo la linea de -pensamiento prevalente en las nuevas révistas Agricoltura e Socíeta 'Y La Questione Agraria.. Y en Portugal los trabajos de Afonso de Barros y el equipo interdisdplinario del Instituto Gwbenkian de Cienda. Todas estas aportaciones siguen 1a linea marcada por las revist~·s The Journal oj Peasant Studies en Inglaterra, pdmcro, y f!.griculJuta ·y Sociedad, en España después, a la que se unirá más tarde la revma de Estudios Rurales La:inoamericanos. . . 68 .F. 13uttel y H. Newby, «Townrds a Critica! Rural Sociology» en Tbe Rural S«iology of Advanced Societies (Londres: Croom ~elm, 198,0),. pp. 1-35; p. 15. Cf. especia1mente pp. 14~27 para una -propuesta de estrateg,a tnteleccual a la vista de los resultados ya alcanzados. · . . 69 H. Newby, -:<The Ghallenge o-f Rural Sociology Today» en Basic Papers ... , op.= cit., p. 1:19. Segunda parte SOBRE EL PENSAMIENTO SOCIAL AGRARIO EN ESPAÑA r. .. ,,, f4: ~-( i r rr ~ r r ~ r r ~ r r \ ~ ~ -' ~ :~i . . r.... .. ~ "', t r. r , '¡ r .. r ¡ ► ., ..,:, ,·~ t , AGRADECIMIENTOS i 1, !: h La investigación básica de la que he extraído los materiales para realizar este trabajo fue llevada a cabo en la primavera y verano . de 1981. Es consecuencia de la petición que me hizo el Comité Qrganizador del Pri.mer Congreso de la Federación de Asociaciones · de So<;iología del Estado Español de, por un lado, coordinar el grupo de trabajo de sociología rural y, por otro, escribir una ponencia sobre la situación de esta parcela del conocimiento en España. Varias persom1s me ayudaron a realizar aquellas rareas. Eduardo Moyana Estrada, Alfonso Ortí y Roberto Sancho Hazack aceptaron mi ele.manda de coordinar conjuntamente los clos subgi:upos (Estudios rurales aplicados y Teoría social agraria) que me vi forzado a establecer ante la avalancha de trabajos presentados al área de sociología rural del congreso. Diferentes panes del voluminoso manuscrito que presenté como ponencia fueron leídas y comentadas por Xi r110 Aza gra, Antonio María Calero, José Luis Casas, Jesús Co.ntrerns y Eduardo Moyano. Algunas de sus sugerencias han sido :int'roducidas al resumir aquel trabajo para redactar este ensayo . Es.pecial referencia be de hacer a Alfonso Orci, cuyo intercambio (en mi aprendizaje sobre el Regeneracionismo, en- general, y la tigura de Joaquín Costa, en -particular) me ha enriquecido especialrnente, no sólo en el plano intelectual --cuya aportación rne ha sido fundamental-, sino, también y sobre todo, en el personal, a través de su amistad. La parte del texto referente a los precursores del pensamiento social agrario en España fue presentada en junio de 1982 en un 169 .-:~: ;•t 17 º Eduardo Sevilla-Guzmáa~J: ·.. : r,·/ ,r,. :. Capítulo 10 . -•~~J. ff~-:- ·. INTRÓDUCCION ... . .A LA. SEGUNDA PARTE Seminari?. del.· Departarn,ento de Econom_ía y Sociologí~ Agrar~r;;~*¿ de la U.1)1vers1dad de _Córdoba, que ha sido un marco ideal para llevar a c?bo es.te traba Jo. Agradezco a todos sus miembros el estímu: :~·O:.'\i :U lo .Y am~1ente mtelectu~l allí existente. Debo a la paciencia d~ ·Pilar:;=;: :·:: f Rema el excelente trabaJo de mecanografía y corrección del deficiente .• ·· · ' Y casi siempre ininteligible, borrador de estos papeles. · ·· jf1i:: ·: '.: . ,. #.,•.· .... .-~i~_: ,/~~ ~;:': ·l{\\f · Aun cuando existe una relativamente abundante literatura sobre la sociología española 1, Jos trabaj_os es~ecíficos. sobre áreas o ramas 1 . J. --~-+ _·._:¡·-_.· ... ':. .--. ::.¡> ·j <El ,primer trabajo en este sentido se debe a Enrique Gómei Arboleya, «Sociología en España», en Revista de Estudios Pol1ticos, núm. 98, 1958, páginas 47-83, publicado posteriormente en J. S. Roucek (ed.), The Recent Trends · in Sociology (Nueva York: Philosop'hical Library, 1958) y en Sociologla española de los años ietenta (Madrid: CECA, 1971), a quien todos coinciden en atribuir un papel d~cisivo en la reimplantación de la sociologia en •España con posterioridad ·a 1939. Después aparecen diversos artículos .poco relevantes sobre el tema, entre los que podrían citarse .por su vinculación· con el objeto· específico que aquí nos oéupa los trabajos <ie Antpnio Per-piñá (discípulo de Severino .Aznar, a quien consideraremos más adelarit~ por su vinculación a la sociología .rural) en la Revista Internacional de Sociologla (núm. 8, 1944¡ pp. 3H0}¡ Revista Iberoamericana de Seguridad Soci(,l (núm. 6, 1968¡ pp. 3-21) y más recjentemente en la Revista dé Estudios folíticos (núm. 194, 1974¡ pp. 29-56). Sin embargo el primer intento de an4lisis con pre.tensiones sistemáticas de la sociología española se debe a Amando _.de -Miguel y colaboradores -fundamcntatmcnte Jesús M. de Miguel-: SociolQgÍa español.a de los años :etenta (Madrid: Confedcraci6n E'spañQla de Caja·s. de Ahorros, 1971). Y a ambos, ya en forma separada, los trabajos más :_ ambiciosos sobre el tema; cf. Amando de. Miguel, Sociologla o subversi6n (Barcelona: Plaza & Janés, 1972), Homo Sociologicus Hispanicus. Para entender " los soci6logos españoles {Barcelona: Barral, 197.3), qµe incluye un origin;at epflogo de Josep Vidal Beneyto, «Sociología y garbanzos», pp. 252-292, y «Sociology in an Authoritarian Society: A Pesimistic Reflection on the Case¡_of Spain», en T. B. Botto• more (ed.), Crisis and Contention in Sociol-ogy (Lo:ndres: Sage, 1975), por un lado, y Jesús M. de Miguel y Melissa G. Moyer, Sociology in Spain, número especial de Cur,:ent Sociology, vol. 27, núm. 1, primavera de 1979, por otro 171 ... , ,,. { ( Eduardo Sevilla-Guzman 172 Sobre el pensamiento social agrario en España. concretas. de la ·misma: son más es<,:asos. 2 • Empero, la mayor parte de. lqs trabajos que pretenden -mostrar la situación d~ nuestra disci. plina ló"fü~.cen desde posiciori~s ckr~ament~ peculiares. En efecto, en general, estos trabajos se -esfuérz~ por detectar ~scuelas, grupos intelectuales o clanes -académicos 'üdlizando como criterios de da$ificación el -grado· de itnportanica del status académico (o fundo11arial) de los sociólogos y/ o· su· posición estratégica en la marcha de la disciplina. en nu~tro país._ --Cón ello soslayan, por una parte, el ~ontenido de sus aportaciones (~anto en -lo. que. se refiere · a su enfoque teórico ·4omo -a, su v-alor lnt~lectual) y, por otra, la coyuntura histórica y el c9ntexto sociópoHtico como ~lemento interviniente en dicha producción; factores ambos imprescindibles para entender la situación actuJil de la sodologfa .española. Pero quizá la peculiaridad más llamativa de estos trabajos cqnsis~e en el desprecio abso- . luto que m:uest~an por toda. ]a:· tradición intelectual española cuya praxis polftica pueda ser cálifi~a4a «pe izquierdas». Si bie~, tal olvido es comprensible en el caso de Gómez Arboleya, en su intento de desplazar «aquella·· sociología pazguata y vergonzante que nos .· . querían imponer algunos ideólogos baratos del .régimen y que no Bste úl_ timo tu.b"jo rec.:pJe u~a bibliogfaf_Ja de 1.,so títulos .a~pados en cam-. ...-..._.~ ... i10s $0dbl6gjco~ · ~e~~~: de gran iJltaés y. supoJ!e, en mi o¡~i6n, el m4s ·i~· -~·. ti coinpl~to estudio F~-º h~ta ahora .sQbre. la scxuología espanola, con todas lás deficiencias qye sep=plp en el ,texto. Un ex~lente ~ento ..(no cons~ado po:r sú ~reveda~) i de sálvar ~ales deficieJ}cias se depe ~ Salvador Giner, ·«Virtudes ~ ·mdfgenet¡'s de)~ SOCJOlogfa eapafiolai>, en J. M•. Castellet (ed.), LtJ ~ .. fura 'bajo ef /ran ~i.rm~JB~celon~:. Er;litj9nes de bolsi-~o, 1977); P. P.· ~3. .J.155. De este mismo utor ~ cdlaboráct6n con Joan Estruch cf. «Sc,c1ol9gfal>, en JAs Ciences soéid.ls ali J~llis~s. ~tÜns (Barcc.lona: Editjons 62, 1977}. Junto a estos , trabajos ~n jjil opíni6n los m;Ú relevantes- .existen diversas ·~as biogtáficas y de / pubUeáciones sociológicas con comen~rios ·iniciales ~ los que, Qn g~nerall se repi.ten las ideas ~gidas en los referidos trabajos. Cf. -p~r. ejeIQplo V. J. ~si~trc ~fa~ «Las ciencias social~ en España», número .mono:. gráfico de Docu,bent~n social, núm. 24, novi~bre, 1-.97-6. A partir de. 1979 comienzan a apdrecer lqs qi~cct~rios de las dist!ntas asocia~oncs de sodolosfa dél- Estado eapañctl ·.(el t1mero· de ellos;. Insutut d'Estudis Catalans, Associacil Calalana de S<J.t;i.~lr,,g a. Direclori 1978 1, con · posterioridad, Asodaci6n aragonesa de Sociológa,. Di ect~rio ·1·980) que co~ienzán ·a eliminar 1a· ~~itrariedad de las sel.ecciohes aniteriores. En la actualidad está en marcha el primer Directorio sociollSgico; ··ae la Federaci6n de Asociaciones -de Sociología del Estado español, pátrocinado por el Centro de lpvestigaclones Sociológicas, que puede formalizar y cla.:un carácter institucional a las- guías bibliográficas existentes tobre la :sociolq'gfa española, si se decide, como ~pero,· incluir la reseña de los trabajos ·publicados, ·comenzando con ello a resolverse este problema. . . 2 Uno de los primeros trabajos realizados en España de esta naturaleza se ocupa precisamente de analizar la sociologfa rural. Cf. Manuel García Ferrando, ~La invesiipc:ión y la cnseñama de la ·sociología rural en iEspaña», Revista .1 ... r:,.,mUnr Aar,unciales, núm. 74, 197-1, pp, 101-115. ··: • •J., f 173 ei:a más que un humillante intento de legitimación ideológica de la dictadura a. través de la doctrina social de la Iglesia ahora -transmutada -en "sociología cristiana"» 3, -así como en aquellos que nos dan sus visiones del pensamiento sociológico desde esta sociología con. fesional, no tiene justificación en el resto de los .casos. Así,_ es· de lame~tar que cuando Amando de Miguel afirII?a que en España «la sociología entra de la mano de los regeneracionist~s de fln_ales del -siglo XIX y principios del xx con la esperanza. de resolv~r -los males sociales conociéndolos» 4, analice ex~lusivamente, aunqu~ eso sf, en forma acertada (como veremos más adel_an te), la sodologí a regeneracionista católica, despreciando el más rico legado te6rit6 de esta corriente intelectual dentro del pensamiento sodológico es.pañol: por lado, el regeneracioni-smo nacionalista en los distintos pueblos de España y, por otro, el pensamiento regeneracionis ta· ·periféri~o de todos aquellos intelectuales. que -consci~ntes, a partir de la primera década del siglo, de su impotencia política para modificar desde ª"iba el curso del desarrollo capitalista es-pañol p~san. a positjones más radicales poniéndose al servicio de los interese-s del c~mpesinado {como en el caso de Costa, que consideraremos después) :a del movimiento obrero, convirtiéndose, en muchos casos, en: ·cuacltos al _servicio del proletariado 5 • · ,-;· En _las páginas que siguen voy a· intentar analizar la situación actual de la .sociología rural en España, tratando de insertar en la pesquisa de mi análisis estos elementos que echo de menos en los trabajos hasta ahora realizados. No obstante, la naturaleza de estos papeles suponen una serie de limitaciones de las que deseo advertir al lector. El carácter harto esquemático del análisis introducirá una componente subjetiva ante la obligada selección de autores y _temas q Je, ·un 1 Salvador Giner, Virtudes e indigencias de ta sociología espaíiofo .. ., op. cit, 141. 4 Amando de. Miguel, Sociología o subversión ... , op. c~t., p. .30. · 3 i,. · 5 Para un acertado análisis, .del regeneracion'ismo, más -por su enfoque que por su contenido -a veces ~quívoco e incompleto-, cf. Manuel Tuñón de Lara, Medio siglo de cultt1ra española_ (1885-1936) (Madrid: Tecnos, 1970). Aunque en su estudio sobre la sociologjá española Jesús M. de Miguel pretende corregir la visión sesgada-· de A. de. Miguel, no llega a conseguido ya que aunque su análisis sea -m~s completo continúa ofreciendo tan sólo la aportación conservadora a nuestra disciplina al omitirse, entre otros, fenómenos culturales tan relevantes como la Escuda Moderna de Ferrer y el georgismo, por ·ejemplo, olvidando a figuras de la talla de Bias Infante .y Senador G6mez. Por otra parte, y ,ya dentro del franquismo, soslaya el papel jugado por CEISA y, sobre todo, por Ruedo Ibérico. . .~t 174 : . Eduardo Sevilla-Guzmán '..·. ,. .?!-~·....~: .-. ',' 1 ·· aunque trataré de paliar con extensos pies de página, limitarán. su · . ){/ profundidad. Otra dificultad que es importante salvar se refiere JU propio: ·objeto de· estudio; e.sto es, a la sociología· rural española: ¿Qué 'literatura científica puede inscribirse dentro de la sociologia rural?. Como· vimos antes, -la sociología rural está atravesando desde hace vatios años una crisis de identidad. Crisis que comienza a supe• ¡.:_ rarse: c;omo consecuencia de varias corrientes teóricas .que introducen ; en ellá;un- enfoque -multidisciplinario. Por ello he dado un sentido ampli~ '·.al objeto de análisis, ~obre todo teniendo en cuenta que exist_e en España una relativamente valiosa literatura que, desde pets~ pectivas diversas (histórica, económica, antropológica y de otras ciep: das social~s), analiza con enfoque sociológico el campo español. J:QQ esto quiero resaltar el sentido multidisciplinario que doy a la p~¡ ·. cela de la sociología que analiza la agricultura, la sociedad rural ·j el ca:mpo ·en. geheral; conceptos éstos que no pueden ,para ·su dio ser considerados en su mera dimensión ecológica, sino por._:;# . . contr-a:rio en el marco relacional de la sociedad global en que ';~ · ·.-.-:.;:, -f¡- Sobre el pensamiento social agrario en España 175 de dominación política en que se. inscribe el franquismo y su pos• terior fránsito hacia la democracia·ª. ,: es~; ?Jt' encÁ~tª;~es, pretendo realizar un análisis de la socioiogfa rur~ .. española, a través de las perpectivas sociológicas detectadas én el :- (..: · · ·:[,:. pensamiento ·social agrario español, mediante: a) la caracterizaéión de los:· distiritos marcos 6ociales -coyuntura histórica y _contexto .. •·a in tele~tual-· en que tiene lugar la producción científica analiza~; ' · b) la ·consideración de las -aportaciones sociológicas clave de los 'áüi~ res más releva·ntes en ca<;la_ período, y e) la inserción de tales apór~ taciónes en las corrientes : te6ric9:s exi'5tenies en la sociología rur~ actu~l~: que hemos analizado· -anteriormente. ..... Pa~a llevar a cabo tal empresa partiremos del análisis de los prec~(sores · de la sociología rura1 española y consideraremos, ,d~~ pués, )as -aportaciones más recientes. El período histórico en el qu~ situaremos el legado teórico de nuestros precursores se extiende desd~- entrado el. ochocientos hasta la Segunda República española. Por· :fortuna contamos ya en la actualidad con un acervo bibliográfico ~.uficiente como para esbozar, en sus rasgos básicos, tanto estas coyunturas históricas como -los contextos intelectuales respectivos de cada una de ellas. Por otra parte, el conjunto de aportaciones recientes, y que en rigor pueden considerarse como la situación actua.1 del pensamiento sociológico español sobre la cuestión agra• ria, tienen lugar a lo largo del sistema político instaurado en 1939 y se :prolongan hasta la actualidad. La interpretaci6n de la situaci6n · sociopolítica y cultural en que se desarrollan es analizada aquí en el m~rco teórko del concepto de despotismo moderno como forma .. •., e Cf. E. Sevilla Guzmán y S. Giner, «Absolutismo desp~tico Y domina• . dónde clase: El caso de España», en. Cuadernos de. Ruedo Ibérico,. ~úms. 43.45 (Pads, 1975), pp. 83-104, y su posterior readaptac1~n p~ra el análms ~el cam• .pesinado en Es-paña en E. Sevilla Guzmán, La eu~luetón del campe~,nado ... , op. cit., .pp. 123•155, versiones actualizadas a las ripidas transformaciones en Quaderni di Sociología, vol. XXV, núm. 1, 1976, pp_. 11-40, ~ ~on la colabo!a• ci6n de M. Pér.~ Yruela en Papers, 1980. Pa!·* la trans1c16n dei:nocráuca S. Giner y E. Sevilla-Guzmán, «From Despotlsm to Perlamentar1sm» en R. 'Se.ase (ed.), The State in Western.Europe (~~~res: Croom Held, 1980) Y «From Corporatism to Corpora~ism: 'I'~e Spa~1sh Case»,. paper pres~ntado al . Social Science Research Council Meeting, Saint Cathermc Collegc, Oxford Univ., julio 198.1, así como el Q_rcsentado al ~oloquion on .$out,hern Europe Tran5formed Center for West European Stud1e •~xeter Un1vers1ty 18-19 de marzo 1983, de próxima publicación en A. Williams (ed.), Southern Europe Transformed (Londres: Harper and Row). Capítulo 11 ... ,,..~~"t-=·:· 'ºJf ',".,,~: determina que, desde sus inicios, los cambios operado1;; acruas1.:u contra el campesinado, que va siendo despojado de sus tierras e • -~ ~-' instituciones de apoyo colectivista. : ..• ~:~ ~:. La nueva situaci6n social del campesinado supone una toma de J(~l · · éonciencia para un cierto número de intelectuales que pretenden ':~,~t ,: ilittoducir en las transformaciones agrarias una nueva dimensión s'ó'cl¡tl para ellos no incompatible con la económica. E_il:) pro~oca ..: :- '.~~-Ú- .'~ ép.frentamiento, en el mundo de las ideas, de dos pos1c1~nes mteli¿tµales antagónicas . Realizar los cambios en favor exclusivo de 1a ,l .: ' . o,µrguesía o, por el . contrario, dar entrada c:omo sector social favo~;,, jr. reciclo por la reforma agrari'a al campeSLnado mediante su . acc~so a.:Ia tierra y la consolidación de sus in~tituciones consuetudinarias . .' :W, Su mantenimiento y renatur-alizaci6n (ya que multit~d de, bienes /{J!¡ comunales de los pueblos eran disfrutados por la ohgarquia local yfQ .usurpados por los señores)° suponía· un ataque directo al p_acto . ,.: '\'ll ::'f u;{erclasista de la burguesía y nobleza rica, teñido con un carácter ,,; · ·r.i!l.i ,.J~•.progreso económico que no pasaba del saneamiento fisca_l para ·.!?i1,:r¡/ '. , el,.Estado. Los esfuerzo:; de la minoría intelectual procampesma no a ser más que una denuncia ·académica y política que obtiene A lo largo del siglo XIX tiene lugar en España una acci6n de clast ...;,\:-;. ,;:·~ cómo respuesta el exilio y la represión. (f?ª'ª sí~ de la burguesía . Los procesos de desamoi:tizaci6n y des~ .r-: l{ : En este contexto 6e inserta el que puede considerarse como t)nO vmculac16n transfortjlan la propiedad de la tierra de feudal en burl i, · de los pr~eros precursores_,de la sociolo~ía rural: Flórez _Estra~a. gues~. Las nuevas formas jurídicas modifican las relaciones de pro- -..~~ L,a ,relevancia de su aportac1on .al pensamiento social agrario radica ducc16n en el campo y la burguesía consigue, en una compleja. y ti'11.rechazar el programa político del liberalismo burgués, mostrando las deficiencias del programa ilustrado respect_~ a (os intereses, del laboriosa actuación hist6rica, controlar el poder, logrando así alterar la naturaleza del sisterna. Este proceso se -prolonga desde las Cortes · ·.t,l' · campesinado. Aun cuando su mayor contnbuc1on uene un caracter f,i económico determinados aspectos de la misma poseen claras impli?e Cádiz a la Primera República y tiene sus períodos claves en 7 1834-1843 y 1854-1896. A partir de entonces la -acci6n revoluciocaciones s~ciológicas. Su Economía Política es la primera exposinari'a de la burguesía se transforma en forma definitiva e irreversible ,\• 4,:\ ~6n científica en España del proceso económico capitalista Y preen cons:rvadora, consciente, tras el experimento republicano, de que :·:.. ~ '1- La primera edición aparece en 1828, publicándose siete ediciones en su opositor fundamental ya no es la nobleza sino, por el contrario, menos de medio siglo entre ellas una traducción francesa en 1837. En las las clases proletarias y campesinas surgidas de •las transformaciones cdkiones posteriores a la primera de 1915 aparece una versión aumentada con operadas en el sis tema. un folleto que vio la luz en 1919 con el título La cuestión social. Origen, latitud y efectos del derecho de propiedad, donde expone su teoría colec1ivis1?.. Es aquí, en la coyuntura histórica de la acci6n progresista de t Cf. Migu-.:1 Artola, «Introducción : vida y _obr~ de don Afva_ro Flórez E~rrad_a''.• la burguesía y en el centro de su acción revolucionaria donde nos Obras (Madrid: Biblioteca de Autores Espanolcs, 1958) oo; 10mos; pagt• !nter~sa esbozar la ?,énesis del contexto intelectual e~ el que se nns IX-XLIV; pp. X.XXI y XXXIX. El Curso de Economía Políti(a ~epro· mscnben las aportaciones de los precursores de la sociología rural elucido según su séptima edición ocupa, junto con ~l excelente- estudio HH~Oductorio de Artola, el primer volumen. Las referencias a esta obra se rcf,er_en en E_spaña_. Es éste ~!'1 contexto en el que la lucha por el triunfo a esta edición salvo cuando se indique expresamente, en cuyo caso se cica del liberalismo consutuye la bandera enarbolada por los intelectuala edición cua;ta (Madrid : <M. de •Burgos, 1835). Existe una reedición de em l~s.' qu,e se ven envue_ltos en una actuación política en la que partubajo en Madrid: Instituto de .Estudios Fiscales del Minim:rio de Hacienda, ticiparan en forma activa . El conjunto de transformaciones operadas 1980, con un estudio preliminar de Salvador Almenar ( ,~El pcnsamit'.nto. económico de A. Flórez 1Estrada. •Economía ricardiana y reformismo rnd!cd», en la estructura agraria se realiza mediante una alianza entre la pp. XXXIV.CXV), quien presenta una cuidada edición de esta obra (cf. 12). burguesía y los sectores con poder econ6mico de la nobleza; ello ANOTACIONES SOBRE ·1os PRECURSORES .",t·•-~ -l~fJ' /:, ., ··~fJ ·;-J :.- -¡~;).'?: ~-. ':JJv'lii'li ~- ·Ueg~ \q. ,i~;.,, l 'l I .1., 176 •• = ~' 178 V li Eduardo Sevilla-Guzfü 'ti,:: social agrario en España senta, ¡unto a su personal doctrina los h U d Ri .d ~. Stuan Mºll bo d , a azgos e car o ~ I I · d d bl el n una ª r e divulgación Y acumulación teórica·•de\: in u a e va or. . .., .d La evolución intelectual de Flórez Estrada tiene lugar desde • 1 ,~~~~~ras rÍx~ntro ~el ~ás_ puro li?eralismo hasta posiciones clruíf:< ue p mas a sociali~rno .. A~1, en su-s primeras obras ( en -'·•Jasl° -;.~-.. ~parecen con 5 rrucc1ones de carácter sociológico) de natuí:iia ·.·.... deeza asicament_e polí rica 8, define la idea de patria no ~n términos ., 1 de ¡<_:1n a com~niclad _territ?rial histórica y política», sino en términos " 0 ecesaria «existencia de determinados de h . d' 'd al ,,_. cuya def h l · d d rec os lI1 IVI u es, · -;.,_ st y e ]' ensj é ~~e qdue el ciu a an_~ se resi a a todo yugo extraño»;~ . ·.- 'T.--:~·xp 'C::ª e . x1to _ e a Revoluc1on Francesa argumentando su- fe · ·· :1: en la victoria espanola g . . ::· ~, ai\ A d d · . ~n óen_tro e un_a postura claramente l1'beral y en el campo ··.: •i.t',·-','•r,._· '-~ f s~c~oecon mico agrario, dieciocho años más tarde se . declararía aidiente defensor de la enfiteusis que para él f l · 1. i · ..J }ti-f j' l , u e «e sis tema rn·as: .. ·;;-, , ~ e iz, _pues -asegura a lab'.ador ia completa recomp~nsa del trabajo• , :tf Y. cfapnal que_emplea en tierra aJena y Je estimula a cultivarla como · i· • -SI 11n::i prop1 D · , individuo todoª· el nt1n~und· oltro rn~do se puede reunir en ·un mismo'. d 'N• , · eres e propietario v todo el celo del cultiva1 ·, or . .' lli~un , otro sistema de arriendos ·puecle asegurar ~ejor al 1 pr?pietnno b. ~enta -de s1 s tierras, y al colono el salario de su trab~~o ~ b_~ 11 t1lidadF.; ele! capital que en ellas emplea; finalmente, /·. P nin gun otro meroclo se puede enriquecer tanto el propietario f como e1 colono y la sociedad» 10 ( b~ ~t , ·_¡r; b ,, li e::lil_ J 1 t t 1 1 , 1_· · : · _ Fin~lmente, Y ya al término. de su evolución intelectual once f~~s mas ,tarde,_ presentaría -su posición ante el problema agra~io en t tªs r;di1al, frut~ 1 de la experiencia de su larga .lucha, tano es e e1 ar amento como desde la calle 12 , [>Or los Intereses ¡·- ¿ª : ~'"idEciótd paObla Hisloria ~e la Revolución Española (Londres, 1810). io, F e stra a, ra~ ... , crt., tomo I, pp. XIX y XX. Cf. ( 13). Cf. (12 ).. Estrnda, Eco1101111a Polttrca (Madrid: iM. de Burgos, 18-35), p. 316. º~-. 1 1- M ~. t'6rez ~é Estrada denuncia la ilegalidad de la desamonización de eenv,·1czaa, a YI cofns1gdue someter a votación un proyecto alternativo en el oue Se rian os rau es de ial métod ( 'd · · 1· !rinsf~rm_a~iones del trienio liberal) y ~e libr~~~º~\ ~!nfp~~i~~d~xd!e¡3c !n~i:i:J Tai°~~~b,hdadóldel col~nato en arrendamiento sustituyéndolo por la ·enfiteusis. rio ¡ecto_ s o CO~to con quince VULUS. Joaquín Co~ta, El Colrr.tiuismo agraspana (Madrid:_ Imprenta de S. Francisco de Sales 1898) p 22 Co veremos después el anális· d e b F , ' . ' · · mo terés. Cf. (p . 13-25). Cf (1s7) e osca so re lorez -Estrada tiene especial in- en u p. . . . . . ~esptes _de su fracaso en las Cortes, Flórez Estrada continúa su lucha en dl?ro e os in_ter~ses del campesinado, tanto a través de la prensa corno me ,ante su praxis mtelectual. campesinado, a quien pretende inútilmente hacer partícipe de ~ reforma agraria desamortizadora. Así, partiendo de una crítica .. r· ·· ¡. ·. Adam Smith, como lo hiciera Marx treinta .años después, Flórez , macla llega a elaborar .su teoría colectivista de la propiedad de ,la tierra en los siguientes términos: . Apropiada la tierra por un corto número de indiviuuos, los demás se ven colocados en fa dura alternativa de sucumbir a 1a falta de subsist.encias, a despreaderse de una parte del producto obtenido con su irabajo, a cambio del permiso del propietario para usar de tal tierra apropiada ... ¿sería justo que una clase social se apropiara de las fuentes y los rlos, y -que los desheredados tuvieran que pagar al dueño una renra sólo porque los dejaran beber? Pues h tierra es un instrumento tan necesario a 'la vida como los ríos y ~as fuentes, 'Y el monopolio de ella no constituye una usu rpación menor... Toda vez, _pues, que conocemos la causa de ese vacío que se siente en la sociedad y .avisa en ella la discordia de las clases, apliquémonos , el único posible reme:dio, consistente en rescatar las tierras indebidamente apropiadas y rescatar su .dominio 13_ Desde la perspectiva del pensamiento sociológico agrario, junto n lo ya señalado, tiene especial interés el. análisi_s que Flórez Estrada rP.aliza de los «sistemas de arrendar .la- propiedad territorial» estableciendo, desde una perspettiva compnroda, las ventajas e inconveniente <lt cada uno de ellos, tanto en su aspecto económico como desde la posición de clase del colono. Aii{, diferencia siete sislcmos hi-stóricos de arriendo que vnn desde e.l patri(lrcal, en el que «no se conocía la propiedad tenitotial» y .que ~e <¡nivelaba la condición de t0dos ... asegurando al labrador el" fruto completo de sus afanes», -hasta la enfiteusis (del que ya hen;i.os considerado su valoración antes de aceptar el colectivismo), -pasando por los sistemas de esclavos, siervos de corbea, de censo, de colonos. aparceros y de simples arren- damientos 14 • Parece claro que fa vida ·polítíca.:de· Flórez Estrada -se caracterizó por una cadena ininterrumpida de .'fracasos, salvq en su-s· primeras intervenciones durante la lucha contra los franceses, en las· qu.e- .se le ·atribuye la redacción de la pr.':)clani~ del Plincipa,do de Astut_ias,. llamando al pu~blo a las armas. ·Sobre. todo, su inhabilidad pol(tica se puso de manifiesto durante el trienio liberal, donde de un modo 13 A. Flórez de fatrada, La cuestiqn social, origen, lotitud y efeclos del derecho de propiedad (Madrid, 19)8), citado en J. Co:an, El cnlectivismo .. ., op. cit., pp. 16 y 17. En la edición de la Biblioteca de Autores Españoles, cf. 'PP· 116 y 117 del tomo I, en que con idéniico contenido aparece una redacción algo distinta. Cf. ( 12 y 13). · 14 Cf. A. Flórez de Estrada, Obras ... , op. cit., tomo I (13), pp. 107-15. :..,;.,::¡i '.f.. .~.. .,.,. t,,· ' .,; 180 Eduardo Sevilla-Guzrñd: :·::~: ~~.l &ibre el pensamiento social agrario en Españ:! . :.•' -~·e: ¡ sf?&.. ,./ . : ...., 181 11 efímero. y puramente nominal lleg6 a participar en el gobierno.~ }:::,er~J.ant~s de la gran tra~sfor_ma~ión antifeudal y es, después_.15de 1 han a~nbu1do estos · fracasos a una clara ausencia de condiciones '. .: :. · revolución burguesa, ant1cap1talista. Las bases rurales del ~ cema orator1as is •.Sin emh>argo, lo relevante para nuestro análisis es Ja . , í? llescansaban en un sufragio censitario que., de 184~ .ª 1890. (_con clara e~oluc1.ón ideológica que se percibe en sus escritos y el rigor · } y . :el• paréntesis del sexenio r~volucionario)'. sól_o per1;11 te parucipar Y la solidez mtelec~ual ~e m~chas de sus -aportaciones, que Je llevan ', :~ • ycomo electores a los terratenient~s y ~ropiecanos. ~g~1colas con,1 con~e~de una co~cepc16n r~cardtana de la propiedad ( «el trabajo es el ~ ..¡.':;t:ib~ción superior. a 25 pe~etas \ cant1dad que_ d1ftcilm_cnte ": ª en umco. m~~anual de Ja riqueza») hase~. una posición colectivista ( «la . ~ v1da un .campesino). Los mtent?s de los distintos est_ratas d.... clase aprop1ac1on de la tierra no es conciliable con las bases de Ja só: · _if . >'del campesinado de defender sus intereses dentro del sistema chocan c1edad») en una luc~a c?~stante por los intereses del campesinado·. t \·.J ilsi contra un sistema de lega)idad que les usur~a :sus t_i;rras en :ºs Pes-et, e~ su .esquemanco pero excelente análisis de la ·propiedad i,' : pleitos de señoríos; le-s coacc1?na con una adrn1~1strac1on local ,tr, ; fütraria y corrompida; y un sistema parlamenrario que les excluye en la Espana Liberal, ha considerado la figura de Flórez Estrada como «una voz di~~ordante, una utopía y un vaticinio [ que] no primero (hasta 1890) y les engaña después (hasta 1923.). . favorece los benef1c1?s y las glorias que se prometen los liberales ' 1•' De hecho el sistema político liberal es un _largo _c?mino de afianzamiento de este pacto en el que-la hegemon1a poli_oca d~ los. grnncon su nueva . propiedad». No nos hagamos ilusiones -escribe Fl?rez-, la soc~eda? no llegará a verse organizada como corresponde, des propietarios del sur· (conservado~~s}· y de la ohgar~uia mguera mze~tras la ~bltgac,ón de trabajo no se haga extensible a todos los del centro (liberales) alcanza, a pa1 ur de la Restaurac1on, t:na. conasoc,ad~s;, mientras la fa<;ultad :oncedida al productor para disponer r' solidación política ddiniti~a. «Cuando escaliaron . las agi ~ac!ones del frulo integro de su mdustrt~ no sea un derecho religiosamente ..,, proletarias, l~s sectores soc1.al~s burgueses _no ag~anu~ -no tuvier~'.: obs-e.rvado. No hay otra ~ ternattva; o continuar ta lucha de los dos ... reparo en remarse del movimiento progrcs1scai>_. incor?orá~dose asi parttdos en que se halla dividido el género humano O dar al trabajo a la coalición reaccionaria. En esca, la Iglesia :egurn s1en<lo un la recompensa debipa . Mi idea se dirige al último objeto. elemento muy importante (a pesar de l_1~ber perd1d.o 1~u~~~ de s~ ~Pero por el momento -prosi~u~ Peset 16- no triunfó aquel fuerza territorial) «~o sólo, por :u. posición como inw.c ucion ca~Jc~m:no de utopía .. • Fre~ce al soc1alismo de Flórez la burguesía talisra, sino por la 1deologia legmma?ora que ~ropo~ci~n~ba ª ·ª d.isen6. con sus leyes una idea diversa de la propiedad que convenía coalición» 11 . La dimensión formal del com prom1so lmtonc_o entre ª sus llltereses.» la aristocracia terrateniente y la burguesía urban_a lo conmtuye la estructura política caciquil en su doble dimensión rura( (al articular los poderes sociales locales en la España «conserv~dora de la .Meseta» y «señorial del Sur») y cein !ralizadora, al proyectar mediante De la coyuntura histórica y el contexto intelectual la infraestructura administrativa el poder central en aquellas zonas regeneracionista y sectores sociales donde el gobierno de Madri? no podía conectar directamente: la España foral pequeño-campesrna del Norte Y la El sist~~1a políti7o de.l Estado liberal -español es un claro reflejo burguesía del Estado liberal 18 • Es en la :~gunda_ ~a~e del Esrn1o de !a coalm 6n reaccionaria entre la burguesía y la aristocracia terrade la Restauración y hasta su desmembrac10n dehmq~a,· en la dicteruente qu.e per~ite la realización de las acciones anticampesinas tadura de Primo de Rivera, donde surgen las aportac10nes que \·a· q.ue denunciara F¾Qrez Estrada. El soporte rural de dicho sistema no mos a· analizar. Estas se deben a Joaquín Cosca. y Juan Día;-: del Motiene una naturaleza campesina; por el contrario, el campesinado ral. Más tarde consideraremos los trabaios de Constando Bernaldo de Quirós, Pascual Carrión, Severino Aznar, Bias· Infante y Julio • 15 M. Areola, 'Introducci6n: Vida ~ obra de D, Alvaro... , op. cit., páSenador Gómez, los cuales se encuentran a caballo entre esra coyungmas XXVII y ?CXJX. ·E n este · traba¡o puede encontrarse una brillante y t ~~..~f~u, f fi compacta. descripción de sus más relevantes aportaciones muchas de las cuales no han sido aquí consideradas por su carácter básicame~te económico 1~ • M. P;ser, «Derecho y Propiedad en la España Liberal», Quad~rni Fiorenllnt .. ,, num. 5-6, 1976, pp. 497 y 498 Para una interesante interpretación de la dobra de .F16:cz fatrada, ~f. Joaquín Arango, «-La Crítica de Flórez Estrada 8 18 esn_mott1zac1~n de Mend1zábal: una oportunidad perdida parn el capitalismo espanol», Revista de Traba;o, núm. 31, 1970, pp. 113-256. 11 LB l 'E. Sevilla-Guzmán La evoluci6n del campesinado ... , op cit., p. 72 Ó. Alfonso Orti,' «Estudio introductorio», en Oli1:arq11ía y, cac1q111s1110 como la forma act11al de gobierno et! Espa1ia: _LJrgen:,ia y modo de camb;arla (Madrid: Ediciones de la Revista de Traba¡o, 19 15), tomo I, PP· XIXCX::LXXXVll, apartado 2.1. 182 ' ) ) ) • ,' •• • t ) t ) t t 1 ) , ) ) ) Eduardo Sevilla-Guzmán '· . 11,ra histórica v el e. • d ,. :i Sobre el pensa~ento social agrario en España 183 · · · xperimento emocranco de la Se d R '61' ·., : J,.1mci pando tan ro ést 'I . . gun a epu ica, . , ~~~i y, . . . . . <iunista Po. f os/orno aq_ue los del dima in telectual regenera- 'I\~·, 1,.- ,.• versal. En ella se observan dtstlntas tendencias intelectuales como rabajos· de ~I ? rcu~, ~ d contra n o de lo que sucedía al analizar los :-~: • variantes de la misma, que A. Ortí define en los siguientes términos, 1 st l ª• con tam~s aquí con una excelente caracerización so -ºí~z. : :~•. de acuerdo con su· estrategia social para el desarrollo económico 1 Ja actividad cio,~_gica d e contexto intelectu11l en el que se inserta ' .· ..' capitalista: «el populismo progresista costiano -q~e sueña con un daborado un reouJª e ~s.tos autores. ~n efecto, Alfonso Ortí ha _.• '.. modelo de desarrollo rural y comunitario que fije ..a las masas en 1 unitari amente ~o e O teon_co _que permite, por un lado, interpretar ;,~~;- el campo y las preserve de la proletarización- el 1éformismo local y, por otro dªi·f :cge_neralcJOni~m_o como estructura de pensamiento ·; ~ de Maura y el .paradójico regeneracionismo conservador -que conasd d1sc1ntas ten denc1as · 1'd eo]og1cas ' · "'~-· a las areas ' · bases · ancano - de1 carintegran así' comctenciar · . que lo :· l .:f:: fí a en converm rura1es campesinas, O I El rege~eracioni ª gunas e s~s cor~ientes intelectuales periféricas: .._,:~ ;n,:. li_smo, en bastión inexpugnable del Estado de la Restauración frente festación . sn:io _como corn_ente rntelectual no es sino la maní-' ·:~ á' las amenazantes masas urbanas. Ambos regeneracionismos coinciO de] liberal\~~;'.ncia:1s tª» que tt~ne en nuestro país la crisis general .--;••.!!~ ·· den con el regeneracionismo liberal de los imtitucionalistas en proconstituye f Y, q e, aunqu_e_ inserta en el movimiento europeo "· ...; :, clamar la necesidad de educar a las masas rurales, para que asuman neracion'ismun enom<t? especificame~te español. La crítica del rege; : . :~ . ;· ,6us responsabilidades cívicas y se conviertan en una nueva cantera 20 el prostituidon1_be. 1 ,,_rige contr~ el Sistema liberal en sí, sino contra ·:.,~~ ¡ _r· de amantes ciudadanos de las instituciones liberales» • Escadu de 1~ R era isn:~ es pano! Y más concretamente contra el ··: ~ 1, ,, Desde la perspectiva del pensamiento socia.l agrario y como "' CSLaurnílnn al que se p d d' d .; .!•,t-,5 'f ' · 1ect~a l de ~sta pata 1 farma hab' · nadas reformas re ene;·a.1 ' .: rete~ <;, me_1ance eterrni: ';,¡i . ·:, ~pi ~nomeno mte n~· que situar e1 peng ., Y a_utentt/rcar. La estrategia para llevár •a . /·:, ·:. sam1ento de detemunados intelectuales que, mas o menos coneccaba tal tr liberali-sm O orTac,_~n cons1ste. en ·reformar de forma radical .el ~.-Jr1t/t fados con el instituciorn1lismo gineri:rno, introducen en sus modos y ello º ;md exis~ente, ~~crend0 • de· él un liberalismo soéial. ·. ·-~ l~f de · indagación teórica determinados elementos que les separa11 del analfabe:i traves fe una au t~ntica_ reforma social ---"-erradicación del ·,.,: · l~~:: enfoque regeneracionista en lo que respecta al campesinado 21 • Igualjf mente habría que situar aquí a determinados pensadores -que, desde y en gen:mº1• rle orl ma ~?rana, el!minación de las injusticias sociales ' ra , a e evac1 on del nivel d 'd d' · · · ' ter soc!a · r1st~¡> social- que ¡0 transforme en un libe \v1 a me _1a~te una política {;.. eJ ·regenerac~onismo a postu ras de_ «cardac , evo1~c10na~ crático Esto sól d' . ra ismo autent1camente demog . Y que constituyen 1a comente mte1ectua1 espano1a e1 georg1smo . arriba .gu1'ada º. poi ia conse~u1r_se mediante una revolución desde poi e regenerac1on1smo. f-r: sod;'¡~ ~rsr 11 es ca regener~ci?ni st a a la crisis del Estado liberal se j;: Joaquín Costa: De la reforma hidráulica al popullsmo radical 1 centra rse un1camen te gzza a l '!' . d l ' socioló ic . en e ana 1s1s e os factores r tem g do~ qdue explican la estructura oligárquico-caciquil de] sis::f Se debe a Joaquín Costa el intento de detectar, dentro del pena, per ien o con ello la dim · , h' , · d I 6amiento social agrario, una corriente intelectual típicamente espa'<lnalizad D f ens1on istonca e a situación social a. e esta arma en su , . d I E d ¡· ñola, la escuela colectivista, que se identificaría ·con esta línea del el mito de la ., ' cmica e sta o ibera! subyace pensamiento. Se esfuerza Costa en descubrir «Úria sucesión de penhistórica que qr~;t~:ion burg_uesa f~u 5 crada como inte~pretaci6n corri , d1 ª!ia como incuestionable dogma en todas las sadores marcados con un sello común, que hace de todos ellos como Así, el~:e\le~:::~t~,:nco docit1 español hasta fechas bien recientes. un solo hombre en cuyo cerebro la idea va e~olucionando y desenvolviéndose, desde Vives, en quien se anuncia como un oscuro nis ta ie -son la «mitific~~i6ne d ª¡ pla~aform_a ide~lógica . re~eneracio! presentimiento, basta Fl6rez Estrada, en guii;h es ya disciplina cortina d h d . e P~ er oligárquico caciquil» como l. · ·, e • ~mo e una Jnterpretación anacrónica de la historia· fa formal y hasta "gaceta ble". Esta idea que ~ubordina la propiedad 1 t nis_i?n h~ac:0 ?al» de los intelectuales que cumplan finalment; la unc1on IStorica de la bu rg , d 20 !bid., ·p. CX:LXX. Cf. especialmente p. CXClV sobre la función hisperdida• y el de 11 O d u~t recu~eran o la conciencia social tórica objetiva del krausismo, tras su . transformación en una pedagog(a namcdian(e una pifí:f~a ~ ¡cado lib:ral democrático que haga cional por la generación de Gincr. · socia e ª pequena burguesía la clase uoi21 Tal es el caso de J. Díaz del Moral y de Q. Bernaldo de Quirós, entre otros. 19 Alfonso Ortí, Estudio i11trod11ctor1·0 .. ., . 22 op. cit., passim. Baldo,,~ro Argente y Bias Infante son dos de sus más destacados re• presentantes. ~t ªF5 r' 4 t1d • ' . Eduardo Sevilla-Guzmál}- 184 del suelo al interés general y llama a su disfrute a todos los hombres se_ve ilmanecer en el siglo XVI y crecer y agigantarse -hasta ser moví~ m1~nto a~as_allador · y forzar un momento la ciudadela de la legislac1ón ulttmos de· la _centu:ia decimoctava, constituyendo una de las mas granadas marufestac1ones del espíritu nacional» 23 . Se ha acusado a Costa «en su afán de buscar precursores a la obra de F16rez de Estrada [de] ·llega[r] a crear de manera -arbitraria una trad~c!ón e_conómica española de signo colectivista que no puede adm1t1rse s1 no es,_··co~o él hace, sacando conclusiones que atribuye a autores que nad¡t d1Jeron al respecto, o viendo en los textos más de 1~ que s_:is autores ponen» 24. Sin duda, la Escuela cólectivista agraria. espanola p1anteada en los términos en que Costa lo hiciera no resiste,. en m_uc:hos de s~s -aspectos, una contrastación empírica. Pero las hipótesis de trabaJO pueden ser válidas en otros muchos, sobr-e. todo en_ aquellos en 9ue. pretende fundir en su pesquisa la indagación te6r1ca y h praX1s mtelectual al considerar los «hechos» de las. i_nstituci~nes colectivistas consuetudinarias campesinas «como expresion lr~ct1ca de aquel ideal». En este sentido puede decirse q.ue su analms de·.Fl6rez de Estrada y de la Ilustración agraria const~tuye un excelen~~- prece_dente d~l análisis sociológico; en él se percibe un modo de -mdagac16n teórica sumamente valioso y adelantado en las coordenadas de la cultura española. Por otra parte, utiliza en for~a orto~oxa, prob~blemente por primera vez en el -pens~miento s?cial espa~ol, d~termmados aspectos del método científico. Al partir de la h~pótes1~ de un reformismo social colectivista en determinadas fracciones ~ustradas analiza los trabajos de Olavide, Floridablanca, Ca9poman~s y Jovellanos, e inserta sus aportaciones en su c?ntexto soc101:ol~-~1co, en un valioso intento de contrasración empírica. R~sulta d1ffctl creer que Costa tergiversara conscientemente el pensamiento de los autores que analiza sobre todo si se tiene en cuenta que sus _indagaciones «no signific~n -p·ara él- otra cosa, a este ~especto, s~no ~no~ · cua~t?~ materiales allegados empfoicamente Y eslabonados sm ningun artif1c10 orgánico, por simple orden de fechas, con la ·esperanza de que muevan a más diligentes rebuscadores {l completar la se¡:le, para que ejercitando sobre ella la ciencia de su labor crítica saque una historia y una filosofía de b historia de eso que no e_s . ª~º:1'ª ni siquiera un primer brote». Al que atribuye un carácter prov1s1r;,i:ial cuando señala que «no puede aún afirmarse con enter.a certeza la; existencia de tal escuela, porque no conocemos ,ª • ·2:1 Joa-guí!1 C?sta, E( coléctivísmo agrario en Erpa,ia (Madrid: Imprenta _de ~an Francisco de Sales,: 1898),. p_. 228. Cf. (7) . . . · . 1M. Ar toln, . «Estudio prclim.inar» en A. Flórez de Estrada Ob as . op. cll,¡ p. XXXVII. a. (13). ' ' ..., • . 1 ·f: · .;_Sobre el pensamiento social agrario ca España 185 \ ··,$ bastante fas doctrinas de cada pensador en -particular, cuanto menos • .•l' ::-"-· •,.·su génesis, entronque y parentescos» 25 . , Por otra parte, sus -análisis «de los hechos que en algun respecto 26 pueden considerarse como expresión práctica de. a~uel ideal» ; ~sto es su caracterización de las instituciones trad1c1onales carnpesrnas p~ede considerarse, tanto por su técnica de rc~~l,ección de elatos como por su método de trabajo y rigurosa e:xpos1c1on, co_mo_ uno de los primeros· análisis sociológicos 27 del c,zm p.esina~o realiwaos e1_1 Eu:o• pa, en cierto sentido comparable a los rraba¡os de Mau_rer, ~1a1_n, Kovaleski y Chayanov, sin cuyas contribuciones no es pos_1ble siqu1e• ra comenzar a pensar sobre la problemática del · campt:sin~do Y su teoría 28 • · Joaquín Costa inicia su análisis de las i!"lstimciones· coledivis_t~s con el estudio de las presuras y eser.líos como formas de_ «o~up~cion por el· trabajo», considerando la evolución de est2.s. 1nst1tuc_:un_es campesinas desde el siglo xm, . en el que los «a~ota~ient~~. Je ue rras de labor» se «estatuyen en el fuero aragones de scalm>> -de ahí que, aunque común a coda la península, su país clásico se::. el valle del Ebro: Arngón, Navarra y Cataluña-, hasta las fo rm2:; en que sobrevive y se practica esta institución en di_vc:-sas zo_nas en el siglo x1x. En forma análoga analiza los «acornmi•e_nro~ pt:1 va10, d_e pastos- comunes, así como otras varian tes ?.e e;}ª i11smuc1ón e~ diversos períodos y áreas de nuestra geogrnlia» ··. E,. fo~·ma :rnalog_a recorre un gran número de instituciones consuerud1nanas campesinas con carácter más o menos colectivista, que agrupa en {<COéOS f1. jos 'a censo público», «tierras patrimoniales d~ l_a 111unicipalid:1cl», «tierras comunes del vecindario». «sorteo periódico dt: tierras Cü· munes» «quiñones vitalicios», «explotación comunal de tierras coA munes»' -así como las «comunidades de aguas»; cofradías o hermandades y las formas pesqueras de :aprovechamiento en ~?mún. En _su exploración de cada una de estas formas de cooperac1?n camp~sin_a introduce una perspectiva comparada buscando analogias coi: msut· tuciones campesinas de otras latit\.l~~s _(c?rno en el _caso ?el mir r_uso, · f cuya forma de explotaci~n a su ¡u1c10 «e:1 Espana perna c.111a) de 1 Joaqufn Costa, Colecti_vismo 1grario .. ., op. cit., p. 229 . Cf. (7j. Ibíd., p. 246. · . . . lb d Utiliza la observación intensiva mediante un equipo de ce.ª orn ores que, junto a él, se desplazan a distin!as zonas de l.a geografía . peninsular, ~<.'éogiendo as! ]os materiales que posteriormente son integrados en este rr~ba10. Su estudio Derecbo consuetudi11ario de Espa,íc (cf . (8)) recoge la pr11nera versión de estos materiales. . , . 2s Angel Palerm, Antropologia '.,' marxismo (Mcx1co: Nucv-a lmagen, 1980), 25 2G 27 p. \~8 -Joaquín Costa, Et Colectivis:no ... , op. cit., pp. 249-283 (Cf. [7]'t. ir 11 · .;1·· 186 ' Eduudo S,,ill,.Cuuruin .. muchos · 1 Jo) l ·' sig os» , o que enriquece Corno ya h d I en gran medida su análisis. ·. emos ª e an cado sus estudio b · . s so. re _el campesinado, en espe.c1al lo recogido en Derecho El Colectivismo Agrario en E _Con7uetudmano _de Espa,ia y en ción intelec tual europea de sp;~a, sttúa ,a Costa en la rica tradigado teórico está siendo . eSru ts sobre el campesinado, cuyo lede los Estlldios Campes· iec~pera O por la nueva orientación teóri~a E · rnos · · · XJSCc una general aceptación por d 1 · · a Joaquín Cos ta como un parte. e a izquierda en iuzgar serlo sin poder» ( Azaña ) ~ºt:~tdor ~a_d1ca1 _« que quiso dejar de campesino, desclasado « ~ ueñ cond1,c1~nam1entos de «pequeño«cared a de sen tido poiult»q (Ri~~~tgues rnadaptado» (Ürtí) ~ que . . . 0 MeU~) como consecuencia de ser un «au todidacta» a2 T 1 algu nos ·aspectos iodud.abl: ~s ¡uici~s, en ~111. opinión, aun con tener lecrual de Cos ta a ¡0 largo t~ cTtos, bniegan _la evolución inte• de posiciones c; nservadoras ea ª cua -se o I s~rva ciertamente_ el paso que no encuen tran en su re . ¡P 0st ~ras c ara!11ente ~evolucionarías, adecuado 33 En ¡ l pu 6 ,1~a~ismo tard10 un nicho ideológico _____· e exce ente -analis1s del pensamiento de Costa que : ... Jbid., p. 337 . d' . Sobre esta corriente intelectual f E S . ._ .. e 1c16n española», Boguslaw Gal k' •/ ·. l . ' cvtlla-Guzmán, «Prólogo a la Pentrisuln, 1977), pp. 5-19. es 1, ocio og1a del campesinado (Barcelona: Tuñón de Lara, Costa y Una .. 1 Cuade_rnos para el diálogo, 1974) muno e,'. la cr1s1s _de /in de siglo (Madrid·: 7 cil. (9), p. CXCVIII · R Me'u/·} i, Ai·?rt1,. Estudio prelimina; ..., C. Azaña, Obras Completa~ (México · Oas~c10{966) ertana, Gijón,_ 10-III-1911¡ 0sta .Y el regeneracionismo (Barcelbna · tomo 5; E. Tierno Galván, ~ os Citados ~n Jacques Maurice Carl arna, S. A., 1961)._ ~stos tres últic161~r populismo (Madrid: Siglo Xxr f;7~e)rrano, Costa: Cm1s de Restaura. ·Exme una «aproximación evid' ' PP: 220•?· . de refo rma social costiano a lo l en~e de la 1ntenc1onahdad del programa remporán:o suyo, que ha pasad: i~~~:m1~:¡ros del populismo liberal ruso, contura publicada sobre Costa» como h e~¡i a1durante muchos años en la literaCarlo~ Serrano en su magn,Hica ¡ ª ~1 0 cara Y oport~namenrc señalado por S~1r l'tdeologie de Joaquín Costa (P~:r:-'\:;en d~~bdac1ón con J. Maurice- : x1s~es, 1974), p. 62. «En la actualid d ~tre . tu es et d~ Rccherches Marpulismo, como tes timonia el p ól a existe un renovado Interés por el ponómicos ( 1893-99) de Leni r ºfº1deXFcrnan~o Claudín a los Escritos Ecir Y la ~dición de obras comon'la~nd 1~ od ?(I E~n?res, 1974, primer volumen¡ Rusia, Ed. Estela 1969 1 d \ n ra¡ W-alic~1: Populismo y marxismo en de Occidente, 1975,,_ A'lf~ns~ Ortf jentur1¡. E~ populismo ruso, Revista na CXCVIIJ. Existe una cierta t 'd . .s,u 10 pre zm111ar._.., op. cit. (9), págidel popul ismo revolucionario rusiª 1c1on por ~s ellstud1os campesinos dentro Marx en lo que respecta al cam es~ue prc~en_ ,e enar el vado teórico de y nunc~ servil. Tal es el caso dep A11~:~~d s1gu1endole de una man.era critica carnctenzar un modo de p od 'ó er V. Chayanov, en su intento de Economy, l.' ed. Moscú 92~c(Hn campedsino. Cf. The Theory o/ Peas1111/ 1966). ' ' omewoo : A.:EA, Richard D. Ipwin, Inc., ';t1 M ·B' raEc~ f , ,,~_· ~ ; Sobre el pensamiento social agrario en España 187 •· f_··' r: ... · realizan Jacques Maurice y Carlos Serrano, estos autores e.stablecen una periodización de su obra que, si bien no coincide, en mi opinión, 34 con su evolución intelectual , sí permite descubrir ésta ~ través de su análisis malthusseriano, que como tal queda incompleto al mostrar } . una estructura ideológica .sin su articulación en el contexto econó.. ' mico, político y cultural de la época para contrastar las posibilidades · · ·> ·1 d 1 1 · 1 · · 35 rea es e ta a ternauva en e mismo . · i· No obstante, este· trabajo «demuestra», en mi opinión, que Costa ·llega a un republicanismo «revolucionario>> tras un período de ,· «intervención política y definición del régimen¡> renunciando a la idea de una adaptación in terna del sistema e incluso· a la posibilidad de influir desde fuera sobre él. Para Costa ha l legado la h ora de la famosa «revolución de abajo» como preámbulo a la de «arriba», 36 . ,., que sigue siendo, sin embargo, la que considera como esencial • La lectura crítica de la caracterización que Maurice y Serrano hacen .1 _ de la evolución intelectual de Costa demuestra que ésta va de pos. turas reformistas a posiciones claramen te rev9lucionarias en su pe37 ; .{· culiar republicanismo • Posición revolucionaria, empero, que difiere . ~' 34 1 , En mi opinión, la evolución intelectual de 1Costa ha de interpretarse .~ antes y después de su Colectivismo Agrario. Con anterioridad a la realización !,; de este trabajo Costa adquiere unas herramientas de análisis en su contacto ~ -:· con el krausismo, que le permiten articu.lar una teoría reformista global, que :f_t · abandona a ,partir de 1873 para, a partir de entonces, rehacerla centrándose exclusivamente en la defensa de intereses del campesinado. La madurez teórica de su «modelo de desarrollo» en base a la recuperación y actualización de las instituciones tradicionales campesinas se alcanza, pues, en la segunda mitad de la década de los ochenta, para en la década siguiente delimitar su estrategia de acción, que serla expuesta en el Ateneo en 1901. Su fracaso le lleva a una última postura revolucionaria. Esta interpretación no pasa, por ahora, del nivel de hipótesis dado mi limitado conocimiento del tema. Quede aquí, pues, para que otros más versados en él y con conocimientos suficientes para su contrastación empírica la falseen o fundamenten. la persona capaz de llevar a cabo tal rarea (en mi opinión el mejor conocedor de Costa y su entorno sociopolftico) es Alfonso Ortí. Sin embargo, al introducir en su pesquisa una dimensión autocrítica (posiblemente fruto de su identificación con el popu• fümo costiano) presenta un discurso lleno de elementos contradictorios respecto a su interpretación de Costa. 35 Costa: Crisis de la Restauraci611 y ... , op. ciJ., pp. 43-112. 36 Costa: Crisis de la Restauraci611 y . .. , op. cii., pp. 73 , 75 y 102-103. :r( !El republicanismo de Costa, o por lo menos su afición al partido, descansaba en un malentendido. Para Costa, el republicanismo era la predicación en verbo y actos de la revolución y en particular significaba negarse a toda concesión al régimen existente. J. Maurice y C. ~errano, J. Costa ... , op. cit., p. 105. Este trabajo, de indudable mérito, no :se ve exento, en algunos de sus aspectos, de la moda del juicio ii,quierdista. Sin embargo, y quizá de uno manera inconsciente (ya que su interpretación global de la mundanza intelectual costiana es, en mi opinión, errónea), por el rigor de su análisis y su documentada exposición esta obra permite ·perdbir una visión clara de tal -t. ¡: t~- 189 Sobre el pensamiento social agrario en Espafi.a 188 . Eduardo Sevilla-Guzmán del sentido ortodoxo·de determinada 12 . . ceso histórico una dimensi, T quierda ( que atribuye al prose encuentra en el clog t~n um mel~1 y cuya versión más ingenua . ma 1smo esta mista) 1 d c16n y que en el caso de Co a concepto e revolust placable en este punto 3a ª -<o~o en el de Azaña, su juez im. t . - se caractenza básica m erpretac16n ~nacr6iiica d 1 l . mente por poseer una . d telectual de Costa sé- pres~ mtona e España. La evolución indel análisis de sus escrito con extraordrnaria nitidez a través tivista se produce a díz ds. i ~aso_~el «Costa hidráulico» al colecllo agrario (que publica de a expos1c16n de su programa de desarr<>de la Institución Libre d ulranEte su_ período de director del Boletín " de A gricultores , y eGanad a nsenanza . ) en el Conºreso d en es t a revista propuestas son marginadas o eros , e 1880, donde sus radicales nos propietarios, fuertemenfe rv:;~~l ºJgano lde los grandes y mediapoder de la Restauración En lo i_a os. a . a estructura política de formular -su estrategia col~ctivist s fnos ~1gu1entes Costa se dedica · a del campesinado posee una el a, ª c~a _en defensa de los intereses gárquico caciquil. La dimensió~ra r{-8:'1-s mtelect~al anti-sistema olida después en el Ateneo en Olip. ltlca 'de la m1sma sería formulasu garquza .Y caczquzsmo, · · racaso le llevaría a · su cuyo nuevo popu 1smo revolucionario final 39. f t ~¡8 r eyoluci6n. a pes~r de inter rio (cf. p. Pero, 78, donde se desvirtú:r;tar de f~rma errónea el Colectivismo Agro• mar que «no pone ed . tela de . . . per5am1e~t0 de F!_órez de Estrada al afirgan~aº así la evolución.· intelectu·atd~10FI ~ pr)op1edad privada de la tierra» ne. Cf. Juan Maricha1 Vocación es un hbEo de obligada con;ulta. Odrd! <<Estudio prelimin'ar», en Olig!,º '¡ca de Aza~a, p. 198, citac!o por on e se demµestra que Azañ , quia y.··, op. Cit. {9), tomo I o. CXII re~!u.ci6n burguesa española. a poma, como Costa, el mito de la '.ir.realizad¡ 1·· ºí~:-' . .. . .Por fortuna no . toda la . i uicrd . '\Sl!' ·algunos más benevolentes Í¡ ntrí a ¡uzga a Cos_ta en. tan duros términos. b1do, p~se a sus contradiccione~ ·y ·a s·buycn «el ~émo histórico de haber saecon6m1ca y social del "problema de~sE:rr':re,~, situar la__verdadera naturaleza -~ contra su propi2. volun'tad- las ue~ana , entrea~~1endo de este forma sociales». Tal es el caso de J Ma . pC sªs a la acc1on de nuevas fuerzas Alf~ns? Ortí, que panjci"pa plen~;~~t: ¿" erra~o, J. Cosl~;··, op. cit., p. 189. preliminar», de Oligarq11/a y caciquism (9)sta interpretac1on, en su «Estudio una postura de acuerdo con ·mi inter:ret ·!ªrece adoptar, por el contrario tluc es muy posible que· su imagen uniformac1 n estos papeles cuando die~ e~asc a tener con eJ; tiempo ·un consci e y m1t1ca ,d~l campesinado nacional c_auva, se produce una marcada d~alidad ente v¡lor tact1co. ,~De forma signifitJanos más radicales -como los del ,,¿;;{re.~~ pl-anteamientos teóricos coseparnnte conferencia sobre "Viriato I ect!~1smo _Agrario"' o los de su gl? II .ª· de C." de 1895.:._ auténtica fnte: cuest!on social en España en el sipequeño-burgués, bordada sobr~relaf16n á un peculiar materialismo J ~1ca prerromana -que no es más u e ant_ st1co telar de una. sociedad sociedad agraria española del xrx {Cf q e una pintoresca transposición de la A, Ortl, «Oligarquía y pueblo en 1 .. su excele~te trabajo sobre este tema: a mrerpretoc16n populista de la historia: ~~ t?~rico, d: En nuestra opinión, como en el caso de Flórez Estrada, el arnalisi6 de la función histórica de Joaquín Costa como intelectu-al está aún por hacer. Pierre Vilar atribuye a Costa el deseo de, «en una lucha ardiente contra la crisis de su patria, utilizar globalmente este fondo revolucionario y tradicional, popular y sabio de actitudes y hábitos, de costumbres· y escritos, que constituyen una cultura en 40 ambos sentidos del término d sociológico y el intclectu,11 » • Pero al confundir vestigios estructural~s e imágenes del porvenir, al mezclar críticas y •proyectos· basad.os sobi:e principios contradict0rios -tradicionales, burgueses, libertarios, au tori rnrios- . Costa propu· so un compromiso en la confusión. En su iicmpo se 'te acusó de confundir la nostalgia del pasado con las posibilidades del futuro; el economidsmo territorial y el idealismo utópico; la fidelidad a los viejos místicos con el anticlericalismo militante. Juan Diaz del Moral: El campesinado como fuerza política Otra figura de indudable relevancia, no sólo en el pensamiento social agrario español, sino, como en el caso de (osL:1. de proyección teórica más amplia es la de Juan Díaz del1 Moral. Su obra H istoria de las agitaciont·s campesinas andaluzas ' supone, sin duda, un La crítica mitológica del latifundismo en el liberalismo soc1ab. c:1 Estru!:os sobre Historia de Espa,ia. Homenaie a T 111ió11 de Lara t Mad:id: Universidad Internacional M. Pelayo, 1981, tomo I, ?P· 315-348) E. S. G.J frente a sus discretas representaciones interclasistas en sus discursos y textos sobre \ns1 cuestiones de\ día [¡todas anteriores a su realización del Coleclivismo agrano E. S. G.) -aunque es cuestión que todavía se ha de profund11.ar a 1ravés de diversas aportaciones- que en la mentalidad política de Joaquín Cost,1 s<: da una cierta dualidad impuesta por este plantcarnienco táctico ,,se percibe en d "Costa, intimo, y con frecuencia anónimo, (que) se distingue por su radicalismo, un radicalismo que tiende a adoptur formas jacobinas y prccspanaquisrns''i, . . aunque Costa era ajeno <(a cualquier forma de socialismo marxis;a, como la inmensa mayoría de -los intelern1ales bu rgueses e~paño\es a fina\es del xrx (fuera del doctor Jaime Vera, de la etapa marxista cie U11arnu::o, y dP unos cuantos casos aislados más) ... Cabe, por tanto, que Cost.1 llegase a ser consciente, wn el tiempo, de las implicaciones de si; modelo aqierras a un reformismo antilarifundista; pero luchar.do de for111u pr:ícrica por la reforma mlnima, no creyese conveniente suscitar el fanrasm:1 de la vieja re/om111 mtÍ· xima, representada por la ideología del reparto de tierras republicano. que reaparecerá victoriosa con la 11 República. Alfonso Ortí, ,tfaiudio prelim:n~r», en «Dictámenes y discursos de J. Costa en los congresos de Agricultores y Ganaderos de 1880 y 1881», en Agricultura y sociedad, núm. 1, 197.6, pp. 210· 292, pp. 240 y 250. Cf. (6). lbíd., pp. 233 y 234. .. . 40 H J..a primera edición es de Madrid: Revimi de Derecho Privado, 1928. Existen dos reedicioncs recientes en Alianza Edilorial, b primera de 1973, sin , )' ) ) ) , t ) ) ) ' , t ) 1 l i /1 ~ ): t . I' ) 1) ,, ) ) ) ) ) t ) ) ► 190 Eduardo Sevilla-Guzmán 'rab:ijo pionero del e f 1 pesinado 42• n oqu~ actu:i de la sociología política del cam_Aun cuando ya se hayan esbozad 1 , . G1racLer general, definen el ºh. os, :asgos _bas1cos que, con .liian Díaz del Moral contexto Jstonco social y político de ficado de esta obra ◄.1 h:ra ci;prender en forma concreta el signi:1spec1os de la vida d y q conocer, no obstante, determinados e su auwr · Janee, pueblo eminenteme 1a en Buja. . Díaz l del M ora l se insta ¡orna ero de. la eampma ·- de C'ordoba, como notario (a petición nte ro ia banos) al finalizar el si· 1Op p Ey renunciando a otros desti'nos urJ . g xrx. Slo sucede l e campesinado bajo la ¡ fl · . d . en e momento en que nacional y la ~rganizació~ ~:n~i~ e _las ideas d~ la Primera Internucstro país inicia en A d l , pnmeras sociedades obreras en · · ·, ' n ª uc1a un movimi · insp1r_ac1on, de luchas sociales Juan D' enco. anarqu1-sta en su ta mente en 'Bujalance las .. iaz del Moral presencia direccomo los conflictos de l 90~rimras huedlgas generales de 190.3' así Desde el principio qued .Y as gran es huelgas de 1918 a 1920 a vivamente impres10 . d 1 f' . 9ue se escondía en el trasfondo de ll n~ o por a , 1losofía e_scas una concepción del mundo , ~que as acc10nes : Creyo ver en lismo indígena» 44 que sost , l t1~1camdent~ campesina, un «sociama de relación e~tre los erna ha J ea e libertad social· como fórdel mundo. Ello le llev seres d~rnanos en un nuevo orden moral por un lado la oe'11e~1·s ay adestu Jlalr ad flondo en forma sistemática, . , º ~ esarro o e · · f::spaña y en forma especial A d l , mov1m1enco campesino en to obrero que surge a • len nd. ª¡ ucia Y, por otro, el movimienmve mun Ja con la a .. , d l . 1· mo, al objeto de insertar '1 , panc1on e cap1ta ist cialisrno indígena>> qu~ en eS e Y tratar de entender el «so<das luchas de los pe:ci JO en sus paisanos. Para Díaz del Moral dalucía, no son rná~ªr;;!:eesinos ~ordd~bedses, como las del resto de Aoun eptso JO e la historia del problema so- ªi,~ .··.: ~' f. :iobre et pen~auucu,v $ ºr" (irr ..~ cial español y aún del mundial. .. Sería imposible entender las conmociones de esta región sin tener presente las demás de los países civilizados: el movimiento proletario es uno de -los -hechos más universales de la Historia» 45 • , Al conocer directamente a algunos de los participantes bujalanceños de las acciones campesinas 46 , Díaz del Moral comienza a elaborar toda una construcción teórica con la que explicar la concepción del mundo del movimiento campesino y su estrategia de acción, así como a recoger pacientemente la información de cuantos sucesos ocurrían en la campiña cordobesa en una . observación-participación de más de una década, que da a su obra una peculiar dimensión empírica. Esta hace un análisis de los grandes movimientos sociales que, a lo largo de la historia, tienen lugar en la: ,p,rovincia de Córdoba. Aun cuando, como ha demostrado Domí'nguez Orciz 47 , no existe un vínculo entre «las agitaciones campesipas que con tanta profusión aparecen en Andalucía a mediados del siglo xr.x» con las revueltas andaluzas de 1647 a 1652 que, a pesar :de la amplia participación en ellas de obreros agrícolas, tuvieron un carácter netamente urbano «ni con la agitación rural, provocada por el hambre del siglo xv111» 4 8, Díaz del Moral se remonta al siglo XIV para hacer un recorrido de los movimientos sociales cordobeses, tratando de descubrir las primeras huellas del «socialismo indígena» del movimiento obrero campesino andaluz. Describe así una serie de episodios que (como el motín de Arrabal, las matanzas de judíos, el caso de Fuenteobejuna y el motín del hambre de 1652) él califica de antecedentes. No es este lugar p~ra hacer una crítica específica a las muchas y complejas· interpretaciones que Dí~z del Moral atribu(5 d apéndice documental final . . en ~ colección _A,lia~za Unive!s'id~d. ec/,~s~tn completa, la segunda en 1976, El traba¡o clasico con que . . . . . c:n la nueva tradición . de ¡05 Es s~J' inicCn e5r~ tipo de análisis sociológicos Awkwo;d Class '(Oxford· O . dlU Jop ampesinos es Teodor Shanin The Barrington Moore Y KarÍ Aª•~1ress , 1972). Aunque los trabaj~s de ,;J Díaz del Moral escribi6 ot 1ll oge . sean cla ros antecedentes inmediatos. que ~~, lle¡;ó a publicar en vid;\tia~~dobrel la~ reformas agrarias europeas, colccc1on de ma-terial cmpíric0 . 1 1 erar o incompleta en cuanto a reagitaciones · e irre evante comparad • de las (d O . o con su H'1stor1a · campesi11as anda/uvas d~. don José Vergarn Doncel < e _emo~ es1_a información a la amabilidad h1¡0 de luan Díaz del Moral' p:nbr~c1mon10 g1recto). En 1967 Carmelo Díaz de Las ·Reformas Agrarias E~ o ico/ste tra ajo, que vio la luz con el cftul~ vist:4 de _Occid~nce, 1967). Cf.r e la Postguerra 1918-1929 (Madrid: ReJuan D1az del Mo J H' · d 1973), p. 78. Cf. (10). ra' ,stona e las agitaciones..., op. cit. (edición de vv-. - . Í!, Ibíd., p. 22. 1Díaz del Moral no solla frecuentar el casioo, sino. que, por el contrario, solía «alargarse a los bares obreros». Ello no significa· que el notario fuera .¡.; aceptado por los campesinos bujalanceños en su ámbito de relación, ya que en general le consideraban un señorito burgués; no obstaptc, algunos de los más «cnteraos1> hablaban con él y alguno de ellos le vc:fa frecuentemente. (Testimonio directo de varios amigos bujalanceños que le co,;iocieron, confirmado por su ·hija, doña Eugenia, a quienes agradezco tan valiosa información.) ~7 A. Domínguez Orciz, Alteraciones andaluzas (Madrid: Narcea, 1973), passim. 4B Parece claro que ninguno de «los tres grandes períodos de agitación intensa y generalizada en la España de la Edad Mod~rna - el movimiento de las Comunidades de Castilla en el siglo xv1; los disturbios de mediados del xvn, también localizados en la Castilla mesetaria, con repercusiones en Guipúzcoa y valle del Ebro y pocas y muy débiles én Andalucía1>; y la «extensa oleada que siguió al motfn de .Esquilache en el, siglo xvm>- tuvieron en general un carácter campesino. Cf. A. Domfnguez Ortiz, Alteraciones ... , op. cit., pp. 85, 86 y 158. 1 1 1 ,, ! i'I• 1 ' 192 Eduardo Sevilla-Guzmáp Sobre el pensamiento social agrario en España ye a cada uno qe estos episodios. Por el contrario, lo que aquí nos mtere-~a es establecer un balance global de su aportación, al objeto de desvelar su p~sible inserción en el pensami_ento social agrario y, más concretamente, su posible carácter precursor en las perspectivas teóricas actuales. _de la sociología agraria. En este sentido, la dimensión teórica qué d notario de Bujalance introduce en su pesquisa al buscar precedentes de las acciones de clase del campesino nos llevan a considerarle, como ya ildelantamos anteriormente, como un precursor de . la nueva tradición de estudios campesinos 49 y, sin duda, como el pionero. en utilizar .el enfoque heterodoxo en la definición del .campesi,nado para el aI1álisis de su acción política so. Sin embar~ go, la parte más importante de su libro es aquella en la que estudia los _movimientos campesino_s cordobeses desde mediados del siglo xrx hastá 1923. E11 su análisis detecta en el campesinado cordobés un 9laro enfrentamiento ar nuevo orden capitalista entonces emergente · en España y con un _:rigor y objetividad, características éstas bas.tance inusuales en aquellos rnomentos, inserta estas -acciones en el contexto· del movimiento . obrero internacional Así, muestra cómo 1a acción campesina, espontánea en sus comienzos, surge de la mano de las nuevas políticas · que republicanos y federalistas organizan en las coyunturas ·políticamente ·:favorables 51 y va adquiriendo, con la difusión de las iaeas de la Primera Internacional y la organización de las primeras1 sociedad.es obreras en España y Andalucía, un carácter más organizado, por ·un lado·; y una· dimensión de -acción social colectiva, por Ót¡o. Es necesario ·.señalar aquí que, aunque la obra de Díaz del Moral supone un d?cumento sociológico de incalculable valor ·por su enfoque y método de análisis 52 , su contenido posee aspectos que dan· al trabajo un carácter bastante desigual. No existe pna crítica sistemática que valore globalmente su obra desde una ·)?erspectt'h1 multidisciplinar 53 , dimensión ésta en que se ve plenamente inmerso su enfoque; lo que supone una razón rr.ás para incluirle como precursor de los estudios campesinos. Nuestra valoración se centra exclusivamente en la perspectiva de la sociología rural donde , por otra parte, existen varios trabajos que lo analizan rnmbién e:1 tér· minos bastan te positivos 54 • · · Como ha señalado Víctor Pérez Díaz, aunque casi todos bs intelectuales de la época «trarar.on de implicarse, o esruvieron dis¡;uestos a hacerlo en algún momento 9e sus vidas, en los movimientos iiberale-s y radicales del momento: .. ia experiencia resuitó ser para éllos de incertidumbre e impotencia. Quedaron, pues, fi jos ante el país; al tiempo, obsesos y distantes», fueron como espectadores «a lo~ que el sentimiento de rechazo q·Je resulrn de la anticipación del 49 Para un detenido estudio de la misma tratando de establecer una con· tinuidad teórica coa la antigua tradición europea· de estudios sobre el campe• sinado d. E. Sevilla Guzmán, <4El campesinado», Manual de Sociología (Ma• drid: Ed. Latina, en prensa). 50 Sobre el enfoque heterodoxo en los estudios campesinos, cf. E. SevillaGuzmán y IM. ·Pérez. Yruela,· «-Para una definición sociológica del campesinadoi>, en Agricultura y -Sociedad, núm. J., 1976, pp. 15-39. 61 -En la actuali~ad contamos con una valiosa aportación de Antonio Miguel Berna! sobre los p~imeros brotes de violencia campesina en Andalucía como consecuencia de la disolución del régimen señorial y las usurpaciones por parte de la nobleza ·a los pequeños propietarios y colonos mediante la calificación legal de «señotfos territoriales» a las tierras de su jurisdicción y el posterior fallo a su ~a-vor de los «pleitos de señoríos». Cf. A. -Miguel Berna!, La propiedad de la t¡erta y las luchas agrarias andaluzas (Barcelona: Ariel 1974). Cf. especialmente I pp. 114 y ss. Para un excelente análisis global del proceso de apropiación de 1la tierra en Andalucía durante este período d. A. M. Berns.l, La lucha por la tierra (Madrid: Taurus, 1979), passim. 193 i 1 1 52 Cf. como ejemplo de los releva:ites resui tadcis teóricos, enrr,: 01rns in• vestigaciones, Eric J, Hobsbawn, Pri,mtive Rebels (Ma·nchester Un1vernly Press,- 1971). 53 Tan sólo contamos con una esquemática y, a mi .juicio, equ.vocJd a (como creo haber demostrado en otro lugar: E. Sevi-lla Guzmfo, «Perspl:C!1vas socio16gicas en el pensamiento social agrario españc-b,, 1 Co¡;gre.ro de !.r Fcderací611 de Asociaciones de Sociolog/a d,?l Estado español, Zaragoza , 24-27 de septiembre de 1981, pp. 53-54) visión global de su tiabajo_en el, por ot~o lado, valioso es tudio de Tuñón de Lara (Medio siglo cult11ral español 1885-1 9;6, Madrid: Tecnos, 1970, pp. 220-221). Jesús ,M. de Miguel califi;a est.1 obra, e~ su reciente trabajo sobre la sociología espaiiola, como «el ~1as co~nplcro. Jnalisis de las escuelas de pensamiento incluidas en las c1enc1as sociales>• nast3 ahora realizado en nuestro país (Sociología in Spair. ... , op. cii., p. 157t 54 tEl primer trabajo en este sentido se debe a Víctor p¿rez Díez en Pueblos y dascs sociales en el campo español {,Madrid: Siglo. XK_l, 197,l), pp. 7-35. Aun cuando en este trabajo Pérez Díaz no llegue a cons1d~r.ar d:· rectamente el trabajo de Día:: del ,Moral denrro de la m_1eva. t~ad1c101~ de los Estudios Campesinos (probablemente al care.:er 1odav1a ae persµewva histórica para percibir la existencia de est~ nueva corr_ien te en el• pcnsam1enl0 social ·agrario), de hecho al caracterizar su obr_n atribuye a ése.a los ra~gos básicos de esta tradición teórica. En un excelente intento de cont rnuar e! t raba¡o de Díaz del Moral hasta finalizar la l[ República , M. Pérez Yru~la (La con• fliclividad campesina en la provincia de Córdoba 193 1-1936. Madr!9: Min1s;erio de Agricultura, 1979) ·hace un valioso análisis de_ la obra dr D1az de l .\ •1~r.3! y da continuidad· teórica a varias de sus 2port2c1ones. No obsrnh,e, t~rnb1tn en este trabajo se e.puntan algunas de sus deficiencias, aun;i~ e s111 lleg:,1; a un análisis en profundidad de las mismas. 1Parn una esquem;;uca evJ luac,on dc::I aspecto sociológico agrario de la obrs de Díaz_ ?ti Mornl en un c_ontexro teórico más amplio e:. E. Sevilla G tizrná n, «Not1c1a sobre ,un homc~a:c campesino n Juan Díaz del Moral y aproximac!ón a su ft1n,:-1ón. h1stóms C<;mo intelectual», er. Axerquía: Revisla de fa111d1os Cordobesc~, num. 1, ocwore. 1980, pp. J.19-32.5. 1 )" '.) ) -1, ) ) ) (j J :'} ·) /) r) :) ., } 1_} ) ) } I·) ) 1) i') ) ) ) ) } ) ) ) j 194 Eduardo Sevilla-Guzmán- propio fra;caso y del. se_ntimiento de la propia impotencia neutraliza los urg~~t~s e irreprimibles deseos de intervenir». Por el contrario, . Juan D1az: _de! Moral, a través de su obra, adopta una actitud ·ra&cnlmente ~1stmta., Así, al analizar la evolución política del campesi:.. na~o en Andaluc1a, lo hace con el claro ,propósito de hacer ciencia ~oc_1al con el com~romi~º de conducir «su investigación hasta· s,us u:lt1m~~ c~nsecuenc1as» . Su perspectiva de análisis le hace ver la s1tuac10n ,.andaluza c?mo un todo articulado, situando la naturaleza d_el con~hcto campesino en el foco de su atención. Y su marco -teórico _se. centra en torno a la «determinación de un proceso soci_ai, el' mov1m1e.nto campesino, y su identificación no como resultado .de elementos constantes en las distintas situaciones sociales considera~ das sino ·a través del análisis de su estructura interna y concretamente de. los factores psicológicos, culturales y sociales que permi56 ten su ~esarrollo>> • No es est·e lugar para valorar la fertilidad o no de este :enfoque, ni para analizar críticamente su obra ( que ha sido en sus. aspectos geJ?éricos descrita anteriormente). Lo relevante en nur.stro' discurso es que del enfoque teórico y la perspectiva de la obra _de Juan Díaz del Moral ·s-e despren.de, P,Or un lado, un com.. µro1111~0 <le~ ,uutor con los inter~se-s dr.1 campesinado y, por otro, su clara mse~c1on en el. pensamiento so~inl agrario como precursor de los Estudios Campesmcis. .. , • N~ pretendemos analizar :en este trabajo -la función históric.a, como intelectuales, de los autores considerados. No obstante, en los casos de mayor _interés de nuestro discurso: Joaquín Costa, por un l~do, Y Juan Diaz del Moral, por otro, ha habido relevantes opimones en este terreno. Ambos autores son incluidos en nuestro análi-sis c?mo prec~~sores de los Estudios Campesinos, tanto por sus planteamientos teorices como por la praxis intelectual que se despre.nde de sus obras. En este sentido puede -afirmarse que existe claro paralelismo en el legado teórico de ambos autores y aquellos que _son considerados, dentro del pensamiento social agrario, como artífices de la ~~tigua tradición teórica de los Estudios Campesinos, cuya recuperac1on de su legado teórico es una de las tarea·s clave de la hue~a tradición' de esta. corri~~te de pensamiento. A Joaquín Costa Y D1az del Moral cabe el merito de ser los «descubridores» entu• sias.t~s ·de ·una tradición intelectual que posee «los más viejos antec7dentes espafio_les. del _soci~lismo». A través de sus obras 6upieron «in_te?rar -e!"} u~a historia le1ana y profunda un socialismo español y una idea espanola de la revolución que demasiados historiógrafos un : Víctbr. Pérez Dí!z, Pue~~os ·:v clases sociales ... , op. cit., -pp. 8 y 9. E. ~ev11la-Guzman, Noticia sobre ... , op. cit., pp. 324 y 325. ,. Sobre ·el pensamiento social agrario ·-en E~pafi.a 19.5 6ensibles á las dnkas influencias, y de :una marier~ a menudo irritant_e, parecen hacer··provenir tan sólo de Faurier./ Bakunin· o de Fa- nelli» 51 • ¡ • \ I·• 'f: · ;¡ .¡. Otros precursores . ,,· :, .. ... \. . _. A gran ~~stancia d~ ambos, ya_ -de~provisto~_:•_;de est d~en$i6i. intelectual universal, aparecen un dérto número· ·de autores que de-:· . · ben ser. también considerados como :precursores _de la sociología ru-·ral española. En prfmer lugar y por. la similitud._;con Díaz del Moral,. · tanto en los temas po~ él analizados· como en su. ubicación intelectual _en la periferia d~l regeneracionismo institu.donalista, vamos a c?ns1der_ar ,ª _Constando Bernaldo de Quirós. Aun cuando·-la aportac16n soc10log1ca más relevante de este ·autor se encuentre dentro del campo de la criminol~gía, su ~bra · pósee aspe~tós de gran interés pa~a el_ pensamient? s9c!al agrario. As{, -sus en;ilisis de la protesta ~mpes!na _son. v-ahosos; tanto desde la perspéctiva de su evoluc16n h1st61:1ca y las formas que ésta va tomando 58 como por 6u intento de ext,licar tales acciones. •a 'través de.:! su ;inculación con la estructurá ~ocial de las zonas en que se prodú~e y del tipo. de relaciones sociáles existentes en· las mismas. Así, .~n Andalucía -dice Bernal'do de Quirós- «la impulsión. a la d~llncuencia bandolera arrancaba de la propia constitución social del país ... el latifundismo ... , la ausencia casi total de da-ses medias, las grandes masas de proletariado agrícola ... des-poseídos de tierras.-... ,viviendo si no intercaladas con la -aristocracia territorial, al lado, y a la vista de ella, con el e-spectáculo de su poder, su· ociosidad y: su riqueza (determina el paso de la) "protesta ineficaz y discutibl~ del bandido a una nueva" exenta ya del pecado original de aquélla, o sea·, del delito: la protesta obrera que débil y subterránea al principio, al cabo desborda y aflora a la superficie social» 59 • ; ,:; La base empírica de sus análisis procedía :de los Informes que, para la Administración, realiz9 a través del !,:tltituto de Reformas Sociales, al que perténeció desde 1904, prim:ero como auxiliar y 51 Pierre Vilar¡ Le socialisme espagncl ... , op. cit:,{~. 243.· Para un intento de caracterizadón de los divijrsos ciclos de rebeliones campesinas· andaluzas cf. C. Bernaldo de Quir6s, l!l -e'ipartaquismo agrario andaluz, l. ed. 1919 (Madrid: Halc6n, !968), pp. 29-37. Cf. (2). 59 C. Bernaldo de Quirós y Luis Arcilla, El bandolerismo andaluz, l.' edición 1933 (Madrid: Turner, 1973), pp. 85 1 86 y 258,, ,cf. (2). •Existe una interesante selección de textos de este autor realizados por J. L. García Delgado en la que, junto a una documentada biografía, se recogen los trabajos más relevantes de este autor desde la perspectiva de la sociol~~ía rural. Cf. (2). 68 1 .•.. ' 196' . : . Eduardo Sevilla-Guzmán ' después· desde .1919 iomo jefe de la sección Agrosocial. Su labor como «funcionario» ~ enviado ·.a las regiones conflictivas donde las provincias y ·po'blaciones presehtaban u~os caracteres más graves supuso el principal mo~¡vo de .su •contacto con la realidad. Sin embargo, tales informes ~.t:án em_itidos tras cortas estancias y en ellos se recogían materiales de dudosa fü1bilidad, como ha sido 6eñalado por Díaz del Moral respecto a sus dictámenes cordobeses·61, que se basaban fundamantalm.~nte en .los datos que les proporcionaban kis autoridades y los patronos.-·Esta actividad y el que su obra (con las salvedades ya apuntadas) en lo que respecta a los problemas sociológicos agrarios, tenga un · carácter fundamentalmente descriptivo de acopio de materiales. empíricps nos permitiría situarle, dentro de las corrientes teóricas de la sociología rur-al, como precursor de la tra- dición «institucionalizada» 02 • Otro precursor de gran popularidad es Pascual Carrión. La instrumentalización que de él hiciera el régimen poÜtico anterior, en plena operación cosmética a la búsqueda de una imagen de mudanza democrática, hace difícil la valoración de su obra. Sobre todo, por la aparición_de trabajos que, realizados en una etapa senil con más de ochenta ruios, le eran demandados por apologistas del régimen mutante ofreciéndole éxito y fama después de treinta años de vejación. Antes de pasar ,al análisis de su obra como aportación a la sociología rural pu~~ tener interés resumir, aún en forma harto esquemática, -su proy.ecto de Reforma agraria que repite insisten~em~te, como una rec~t~. m~gica,.en la mayoría de sus escritos 63 • Se trata de expropiar los llatifundios de más de un determinado t-amaño -cambiante con la calidad de la tierra- aunque siempre iniciando tal proceso por -las «tíerr-as sin cultivar» o las que lo hacen «4eficientemente», q1,1e deben «abandonar de inmediato las manos ociosas o inexpertas que las poseen». Tal expropiación debe realizarse 60 61 62 Ibid., pp. 3..3.\41. J. Díez del Móral, Historia de las agitaciones ... , op. cit., p. 262. Cf. (10). Una relación de sus obras puede verse en (2) pp. 343-365. .Para una rc;laci6n de éstos véase: José Luis García Delgado, «Estucho preliminar» en (5), 'pp. 7.1-92. ·En este libro García Delgado, después de un documentado y cntu$iasta ensayo biográfico recopila una interesante coleccióo de artículos de p):eosa y divulgación de Pascual Carrión seleccionfodolos Y agrupándolos con b1,1en criterio, de tal suerte -que muestran claramente su postura ante la «qu:stión social agraria» y, aunque en forma más parca, su aportación sociológ.\ca (cf. especialmente pp. 223-262). Es de agradecer qut en su recopilación García Delgado no haya incluido de su inducida fase sociológica senil más que una entrevista que él mismo le hizo para la revista Triu11fo en 1971, y la mediocre recensión que al libro de Malefak.is realizó Pascual ~ · ' - .. - u ~"nA-, " r.,•l!dilo aauel mismo año. 63 Sobre el pensamiento social agrario en España ,.,~ 17 / «abonando a los propietarios el valor actual de sus tierras deducido capitalizando la renta media durante un cierto y deter~inado número de años». Con esta medida el Estado no :iará desembolso alguno, pues «basta darles títulos de una deuda especial creada con ese fin cuyos intereses y amortizacio:1es se pagaría con las rentas que de estas tierras se obtuviesen». La propiedad de esta tierra pasaría a los municipios y una organizacióii técnica campesina ·local se encargaría d~ su administración, ar:endando la tierra a sus socios en rentas justas. De esta forma la renta del suelo va a la sociedad (dueña de· la tierra) y el «fruto íntegro del trabajo !> a la fo miiia ~brera -agrícola, ~ue explotará la tierra en lotes suficientes para s::i~sfacer sus necesidades puramente materiales y dedicarse a «perfecc10nar el· espíritu, base indispensable del progreso de la socic:dad» ~~. Prácticamente este esquema fue _el elaborado por la Comisión T écnka Agraria para llevar a cabo la Re5o:ma Agraria. Aun ·cuando las cierras expropiadas fuesen tan sólo las arrendadas o mal cultivadas que sobrepasaran cierta extensión se establecerla un impuesto progresivo sobre el líquido imponible en i.as fincas de toda España, al objeto de crear un fondo para la Reforma Agraria . Este proyecro pudo ser, tanto económica como técnicamente, viable; pero la reacción de -los propietarios a través de la Agrupac:ón Nacional de Propietarios de Fincas rústicas (creada pan combatir esra reforma), "JO, un lado, y la táctica dilatoria adoptada en el Parlamento por la ~inoría agraria, por otro, hicieron que este proyecto se transformara primero y se desechara después. . Desde el punto de vista del pensamiento sociológi-co agrario, Junto a lo ya expuesto, lo más relevante del legado intelectual de Carrión es su aportación en Los latift.indíos en España. Y ello concretamente en dos aspectos. El primero se refiere a la publicación de una estadística completa sobre bs fincas ce más de 250 hectáreas por municipios en las provincias del sur de Espai'ía, así como a la descripción minuciosa de ·la estructura de la propiedad en nuestro país. Su imporra_ncia radic'a no •sólo en el gran valor document:il que para posteriores investigaciones tuvo este trabajo, sino también, 64 Cf. «El Sol», 27-IV, 11-V, 1 y 5-VI, 6-V11, 10 y 21l-\lf1I, de 1919. v 8-V_II de 1920, artículos publicados so~re el problema de la tierra en 1~ revJsta semanal España durante los meses de junio, julio y d1c1embre de J9:12, •La Reforma agraria, problemas /u11dame111a!c:J (Madrid: fa1udios Polí1iros ~ i_ales Y Económicos, _núm. 14, 19.H) r «La éistribución Je la ~•t0pi~dacl rust!ca Y sus con~ecuenc12s», en Algunos arpectos d,· la Rejorma Agraria ( i\lemon~ de la _sección de Ciencias Económicas del Ateneo, 1934). Todos c:s ros traba¡os publicados en las recopilaciones (-1 ) ~ (5). ) ., ' ;) ') \.} ) } ) IJ } _) ) } ) 1) } ) j,) 1 } :) ) ') _: j.•) 1· ) ') ') 1 ) ') .) .) l j ) 198 Sobre el pensamiento social agrario en España Eduardo Sevilla-Guzmán -rizar la lógica de su pesquisa teórica; «su argumentación teórica deja de ser válida en tanto en cuanto busca. una integración de ambas dimensiones, sin adoptar un plano de abstracc~ón y razonamiento único» 69 • Así, mientras su lógica de indagaciói).: se mueva unas veces en un discurso técnico-económico, en otras,.' ippr el contrario, lo hace en una dimensión moral, sin. que en ningún momento se plantee el problema en· términos políticos·; .terreno'. éste en que, en mi opinión, ha de -abord~rse el análisis· 10 ;: El fraca~o teórico de Carri6n, que co·nduye su exploración teq..rica éo.n la n;i'~ra aceptac~ón de fa exterisión como factor principal en el latifundió, al atribuir que «los demás aspectos se hallan m~y mezclados con· la ·magnitud y casi siempre son una consecuencia. é~ta» 11 , no' invalida la fert1lidad analítica de su ·análi~is y, sobre tódo~ su pap~l ·de precursor en este tipo de indagaciones teóricas. · ·. · .. . Las aportaciones. de Pa~cuál Cardón eri los ~tifum:lios en España, así como su actividad lntclcctu"~ · desde la Admi:nistracióD;: pri~erq en el Catas.~-ro, .'con la elaboración. de Inf(!rmes ,so~re 1~ s1tuaci6n de .la propiedad rústica· y otros . aspectos._. -agrono~1cos 1 , Y .. después• la Junta ·Central ..de. Ref~mia .· 4graria :1~, nos. ll~va. a i~sertar la actividad intelectual de Pa-sc'µal Carrión como· un claro: pre-·.: .. y sobre todo, en_ la· repercusión social y política qu~ por entonces tuvo su publicación: . El s~gundo aspee-to sociológicamente relevante d~. la obra de Pascual Carrión consiste en su intento de definir teóricamente, desde un punto de vista científico, el concepto _de latifundio 65 • El ~ra'.' caso de ,dicho intento no invalida la fecundidad de su exploración. teórica. Su análisis posee, junto a los elementos clave ~e dk!1a ,c~tegoría analítica, los dos enfoques prevalen~es en la teoria soc1olo~1ca agraria actual· para abordar su análisis 66 , el económico y el sociológico 61 • . . . En :su .-intento de armonizar a través de la ciencia diferentes concepcio~es: ide~lógicas, Pascual Carrión utiliza elementos de las dq~ · visiones· prevalentes (produc_tiv~sta y tecnocrática en la derecha! ,Y ética e· id•ealista en la ·izqui<.:üla) en aquellos ~ños sobre la cuest1on social agraria. Para unos el latifundio es una finca «mayor de l~ q~e normalmente puede explotar un agricultor»; para otros, por el con-_ trario un latifundio es una finca «mayor de la que normalmente debería: tener un individuo» 68 • Tales imágenes no son sino la ~xpre• sión popular de dos concepciones diferentes .de la form_a en que se pretendía por aquellos años organizar la sociedad. Camón trata. d~ conceptualizarlas diferenciando un «aspecto social» y otro «eco1:16mico» del latifundio. El .h~cho de que ambas visiones posean un doble enraiza~iento racional.:y afectivo no es, en principio, razón suficiente para desau~o65 ·:Publicado inicialmente como Pascual Carrión,. ~<Ante ~a iReforr_na Agrt ria. Concepto <le Latifundio», Revista de los Servic.zos Soczal-Agr~rtos ,Y. .~· Estadístfca Social, núm. ·l, 1932, pp. 17-21 y reproducido en Los latifundios e~ España. (Madrid: Gráficas Reunidas, 19'32), pp. 39-46. Cf. p). . . 66 Para un recorrido te6rico de tales enfoques en la -literatura socu~l6g~~ªagraria, .d. Salvador Giner y E. Sevilla-Guzmán, «The Latif~ndio as a Loe~ System of Class Domination», en Iberian Studies, vol. VI, num. 2, 1.977. . , 67 '.En mi opinión la más acabada versión española del enfoque econ6r~u.co, que, como veremos más adelante, es el comúnmente aceptad_o en la ·_trad1c16n, teórica .de la vida rural (desarrollado básicamente en la soc10logía rural americana_ Y· cuyo -principal artífice es Lynn Smith) se de~e a ]osé M. Naredo Y José M. Sumpsi: Cf. «Superación del concepto de laufund10», en .Cuadernos para eí diálogo: España Agrar~a, n~m. extra XLY, 1975, pP• 8-13. Para un~ caracterización· del enfoque soc10lóg1co1 cf. E. Sevtlla-Guzman, «Para u~a nición sociológica del latifundismo», en Afonso d~ Barros (ed.)! A Agrzc.u tu_rtz Lati/umí.iaria uia Península 1bérica (Oeiras: In~Ututo 9uI1?enk1an de C1en9~, 1980), · ,pp. 29-46; Tuñón de Lara en su trabaJo Medso siglo de .... (op. etl,! pp. 216-219) sobrevalora el trabajo de Carri6n sobre todo al analizar. su. ~~Í~­ junto a la de Díez _del Mor~l, que ~s la que realmente marca un hito en-.. ~ hist?r~a del pensam.1ento social espanol, lo que !1º puede, en absoluto, aftr marse .de la de Camón 1 como hace el profesor Tun6n de Lara. ea iPM,cual Car.ri6n , Los Latifundios, op, cit., p. 40. refi 199 de en cedente de la tradi~i6n sociológica rural )nstit~q!onaliztUi~, siettdá_. pqr tanto un claro precursor de la so,ciotogía rura_l. española. . . . . Al hacer esta valoración no. hemcis ·Considerado la última etapa.. de su attiyidad int~lectual, en la que, .desiumbr~do por el re~es~u-, brimiento de su. prestigio (ya octoge11:ario), realiz~ ·varías: descr1~c10-: nes de la situación actual de la agricultura· titilizapdo materiales inadecuados 1 que le llevan a publicar varios trabajos repletos d~ in._ genuidad _74 , los cuales son, por _su valoración pos~tiva de la política f 1 ,. 69 E. Sevilla-Guzmán ··ta evóluci6n del' campesina4,á... , op. cit., p. 193, donde puede encontrarse' una crítica más. amplia ·a es~~- concéptualizaci6n de Carri6n. · · · ·· 10 M. Pérez Yruela .y E. Sevilla~Gtizmán, «La ~ensi6n ·pol~tica ,en 1a reforma agraria: Reflexiones en .~orno al ·cas~ andaluz».,i;.~n Axerq_uta, num. _1, 1980. Cf. también en este sent1ao A. Ortí, Oligarqu~.~- y pueblo ... , op. cit., pp. 327-29. . .:i 71 .P. Carri6n, Los latifundios ... , op. cit. .0)., ,p .. 44. P~ra un ~cel~nte análisis emplrico fabeando esta conclusi6n cf. Vlad1m1r .Lentn, El capitalismo y la agriclfllura en Estados Unidos, l.ª ed., Petrogradot_;1917, Obras, t. XXIII (Madrid: Akal, 1977);··pp. 89-183: . . :.1,: ••• . ,a iElabor6 para Angel Ossono y Gallardo, s1en~.o:·· éste Mi~1stro ~e FotQento, valiosos Informes provinc_i~les, así como colab~r~ de forma contmuada en el Instituto Nacional de. ·Prevw6n. ··, · .,~ Para una deta-llada descripción de su labor en··:·tste organismo cf. (5), 8 pp. 1 ·~: por ejem~lo la utilizaci6n indiscriminada d;\os trabajo_s publ!c~dos por el ~~tedo fie ·Agricultura, mezclando datos de -las estadísticas of1c1ales J· 1 Eduardo Sevilla-Gmiin 200 Sobre el peosamicoto social agrario en Espana agraria española, acogidos con gran entusiasmo -por los políticos. d~ ; 1 t 1 ,¡ i ·I i .,' r, " régimen franquista,' que Je vejará y humillará por más de_tre1Dta años. Ello no an~la, empero, la progresista praxis intelectual que hasta la Segunda República desarrolló con su sociolo$Ía rural. Existe una interesante polémica entre Amando de ..Miguel y Antonio Perpiñá Rodríguez en torno a la figura de Severino Aznar, máximo representante en el pensamiento social agrario del regeneracionismo conser11ador. Aunque el objeto de la misma (si don Severino fue precursor o, por el contrario, ya un sociólogo es b~stante irrelevante) no deja de ser un pseudoproblema, puede tener mterés presentar aquí algunos de los razonamientos esgrimidos por ampos, ya que arrojan bá~tante luz sobre la figura de tan notable pen.sa~q~ católico. Dice Perpiñá que «uno de nuestros jóvenes y más mteµ. gentes neosociólogos» designa. a Aznar como «ilustre precursor» y se pregunta cóm·o designaremos los sociólogos de 1980 a los del final de los setenta ( que es cuando escribe este e.rtículo) para añadir -ya en otrb trabajo, pero de las mismás fechas- que en la primera mitad del siglo XX florece «el que seguramente ha sido el primero de nuestros• sociólogos, Severino Aznar Embid, no influido por los teutones; és.te, tanto más que teórico, fue hombre de acción• :Y, junto a la búsqueda de -la realidad, no olvidó nunca l?s aspectós normativos». La réplica de De Miguel es dura, ya que dice que <do cierto es que pese a todas fas agudas intuiciones de aquel "publi~sta" y "misionero social" que fue don Severino Aznar, _en una hi6• toría objetiva qe· la sociología española, su nombre apenas puede ser citado más qu~ c:;on extrema benevolencia». Lejos de nue~tra intención entrar en esta polémica, que tan sól? hemos presentado porque refleja un importante aspecto del naCl• miento de la sociología rural en España: el primer español que conoce y cita autores de la sociología rural americana fue Azna~. Amando de Mrguel analiza con gran claridad su papel en «estos primeros esfuerzos· de una sociología tan bienintencionada como provinciana y dudosamente científica»: «El propio don Severino (como casi siempre se le llama entre los profesionales) nos recuerda que la enseñanza de' .la sociología (católica) se sienta muy tempranamente en -los seminarios diocesanos, seguramente por la influencia del grupo de los primeros "propagandistas· cat?licos" y "deroó7ratas cristianos" que ~l contribuyó a fundar . En 1901 se crea la primera cátedra de Sociología en el Seminario de Toledo. Diez años más tarde -había ya 46· cátedras. Se trata de una sociología "eminentemente ·-- 1~· ..,,t.. ,i.1,-~ ele carácter polltico propagandístico que, como (4), publica ...... , " 1 -, 1 201 práctica", orientada hacia el conocimiento del llamado "problema (o cuestión social" y .de las- soluciones propuestas por el pensamiento pontificio» 75 • . Lo relevante de esta polém¡ca, aparte de· lo señalado, es que en ella no se menciona en absoluto la : obra de Severino Aznar, que, aun cuando tenga ciertamente · una cl~ra dimensión de «misionero social», posee también elementos en su enfoque y herramientas reó. ricas claramente sociológicos. La figura de Aznar tiene, para la teoría de la sociología rural, un limitado interés, ya que los modos sociológicos que aparecen en su indagación se esterilizan ceóriéamente • al introducir en ellos el «pensamiento cristiano» y la «ley de Dios» 78 • 15 S. Aznar, Problemas sociales de actualidad (Barcelona. Acción Soda! Popular, 1914), pp. 166 y ss., citado -en Amando de Miguel, Sociología o rnbversi611 (Plaza & Janés, 1972), p. 30, y de este mismo trabajo pp. 32-35. 76 iLa aportación de Severino Aznar a :a sociología rural se concreta en l dos trabajos: Lo abolición det solario -publicado inicialmente en el Boletín menrunl de Instituciones económicos y socinles (Instituto lnterirncional de .'1,gn• cultura, Roma, 1972)- y Despoblación y Colonhoción (Barcelona: Labor, 1930). Cf. (1). :En ellos el líder demócrata-cristiano pretende fundamemar empí:·ica\:..... mcnte cl pensamiento de León XIII en le .Rcrum Novarum respecto al ac•:eso de la mayoría a la propiedad privada. Aunque el primer rrabRjo roca tangencialmente el tema, ya que se centra en el análisis de la industria -y el comercio, en el segundo aborda frontalmente la cuestión social agraria buscando «reducir la ,masa asalariada por elevación de su categoría socia'., abrir accesos a la propiedad, constituir una ~plia democracia rural, robusteciendo así la clase medie económica y ciando mayor estabilidad al país son refo rmas sociales básicas, elernentales, imprescindibles, urgentes». La .rnanc:r3 que propugna para obtener tales reformas sociales es la de una acció:i antim:volucionaria. Tal acción pre• tende llevarse a cabo mediante «ideas-fuerzas» que comb2tan las revoluciones «cuando aún están e zancadas en minar la~ almas y en agazaparse en las conciencias». Hay que evitar el asalto al «alma colectiva» que siempre. es previo en las revoluciones al «asalto al ,Poder». Y para eso no son eficaces los regimientos ni los cañones, sino las ideas-fuerza -como esa a la que· León Xlll dio, con su ingente autoridad, can maravilloso ¡:ioder de penc·trnción-: las ideas trenzadas de sentimiento, difundidas, irradiadas en una obra educadora optimista e incesnnte» (Derpobloci6n y .. ., op. cit., p 6). -Este trnbajo in:luye un valioso -parn el tiempo en que se realiza- análisis sociológico sobre !a; causas de la despoblación campesina (pp. J7-53 ). Resulta revelador que i:ste t. autor no cite a Joaquín Costa en este trabajo, ya que la de:iominada r(•jormo agraria mí11imt1 costiana coincidiría teóricamente con la reforma agraria úmócroto-cristiano de Aznar. Esta pretende -;-apoyándose en los informes_ técnicos del ingeniero agrónomo Pascual Carrión~ .parcel~r algunos latifundios (sin meter mano al «nvispero · de los bien cultiva'dos.:: bastaría el derecho de ;irefertncis o de tanteo en lo que se vende»;; •previa su pues,a en riego, si e,o es posible, para después realizar una colonización a través de explotaciones fa~iliares con las siguientes condiciones: a) «propic:dad socializacia de la "fami!iJ, no del individuo»; b) en régimen de pt'queña propiedad; e) pero «suficiente ¡>nra dar estabilidad a la familia en la tierrn •>; d) siempre que <,no perjudique a la .<nrirrlArl v. en ~cnernl, que permita el cultivo, según una buena técnica ngra• .j li l r,., r) r') r» t·) r-, r; t) t) t· t 202 . JI(i. Sobre el pensamiento social agrario en Espafia Eduardo Sevilla-Guzmáil · •<,~·: . :· ... ..~-~' :·. . No es ·este el cas_o de_ sus oponentes, los «georgist-as, que, al"'utlf :::\_,. ~, l~zar argumentos racionalistas para contrarrestar las «verdades -ctis-~· ·. 1 tianas»,. se. mueven en planos de razonamiento distintos. Como con.;· secuencia de ello tal debate -abandona el terreno de la sociología para. adentrarse en el mundo de la especulación filosófica. Ambif .. l comentes. de pensamiento, el «catolicismo social>> y el «georgismo'>> :-cf con Severmo A~nar y Baldomero Argente, como líderes respectivos·; , P?se: un gran i_nterés desde la perspectiva del pensamiento agrarid espanol. La pnmera por- su instrumentalizadón del campesinado· d~ra?te la Segunda República 77 , así como por la utilización· de los S1ndrcatos Católicos con fines análogos en unos momentos en que (en contraste c_on el proceso de secularización iniciado en otros ses europ~os a fines del ochocientos) la Iglesia, sus organizaciones· Y su pren·sa, identificaban religión y política y ~ctuaban activamente con_tra cualquier intento de transformar el desequilibrado· sistema dé. de~1gualdad social de nuestro· país 78 • Y la segunda por la relevanda de _algun?s de sus más d~stacados representantes entre los que, -ap~f te d_e Argente, poseen singular relieve Blas Infante que introduc~· en su regionalismo andaluz una dimensión de clase. vinculada al cairi~' par ~~~a::· r!a)>,0-0tra condición. que· h.abría de cumplir la extensión ·es que fuera c1en~e_. para satisfacer las necesidades de una familia media y ·absorber todo su. trabajo. Esta• ·suficiencia deberá ser fijada en cada localidad; al menos .en cada: _comarca:, según la calidad de la tierra, el cultivo a que se dedique y -en at~~c!6n -al ~olumen. de la fall}ilia media allí. Por cada hijo que exceda de 1~ · famil~~ medla eodrá reci~ir, además, un tanto por ciento de extensión» .. La pecuha_r. tenencia de la tierra que Aznar denomina propiedad socializ~da de_. la. familia «no. se da a la familia _actual, sino a la estirpe representada, no s6!o por_ l~ actual s~no por las generaciones que le sucedan»; por ello el patrimonio fam11lar «c_onv1 7ne que tenga y en la mayor pureza posible, los sigui.ent~ caracteres Jurídicos: a) inalienabilidad; b) inembargabilidad y "e)·. indívisibill~ d~~» {[ 1], P.P• 16.3, 169, 174-188 y 168-169). ,Es claro que tal tipo de refo~á d1f1e~e sustantivamente del colectivismo agrario propuesto par Costa, ·sobre·.· t!'do en lo 9ue· re.sp~~ta al trato al oligarca latifundista y a la estrategia pepu• lista de transformac1on de las estructuras agrarias que · pretendía cambiar la natur:Jleza. del poder ·para transformarlo de su carácter todavía feudal-caciquil en ot:o de carácter. camp~sino. Sin duda Aznar conocía la obra de Costa y era co.osc1ente de las d1ferenc1as entre ambas reformas agrarias. n Cf. :?· Sevilla-Guzmán y Paul Preston, «Dominación de· clase y modos de cooptacton ~el. campesinado en :España», en Agricultura y Sociedad, núm . .3, 1977, pp. 147-.165. . . ,~ Cf. los ~xcelentes trabajos sobre este tema de Juan José Castillo,. El sin~ dtc4l~!':1º ama~tllo en España {Madrid: Edicusa, 1973); sus artículos en La. CZfe-StJon ~grarta en España (Madrid: Edicusa, 1976} y en Agricultura 'J Socie4ad,. ~um. 6,. 1978, pp. 71-136, y Sobre los orígenes y evolución de la Con• /~d_er~cton Naci~nal Católico-Agraria y Propietarios muy pobres (Madrich·. Mi- ' nisteno. de Agriculturá, 1Q79); Así como E. Sevilla-Gu.zmán La evolución .d~l' campesinado ... , op. · dt:, p¡;: 90.93 '. 102-104, 113-120 y 29i-29J. :... ," ; :. ., t ·t . l.· ) 203 . _ l ~- ; .: : . ·· 1 · .· ~\_, :·.-~sino sin tierra"º, y Julio Senador G6mez, ~~Y,as caracterizaciones del c~pesino castellano e interpretaciones sob~q su expoliación nos obligan. a incluirle junto al líder andalucista entre los precursores de la sociología -rural española. La ausencia dt;., un detenido análisis de su actividad intelectual en este trabajo s6lo:~s excusable ante las limitaciones del mismo, ya consideradas en l~_-Jntroducción. Blas Infante considera el campesinado si~t .tierra como un elemento consustancial -al id!!al andaluz, haciéndo!e que juegue un papel central en su proyecto político. A lo larg~,- .de su obra, bastante endeble desde un punto de vista. científico, Infante· parece identificarse con el populismo agrario de Joaquín Costa. El estudio ·en el que aparecen lo~ elementos clave de su pensall)iento regionalista es La verdad sobre el complot. de Tablada· y el 'ertado ·ubre de Anda~ucía ( 15) 80 • Sin embargo, su aport-ad6n m.á~ i importante a la so. ciología rural es el esquema teórico que esboza en el conjunto de artículos que, con el título de Los latifundio/: en Andalucía, se pu• blican en la revista Anv:ialucía en 1919. No ;obstante, dicha construcción teórica ·aparece ya con anterioridad~ ~iunque en forma dispers~, en. varios trabajos. Aun c~a~do su ap~tato conceptual tuviese una clara fragilidad teórica, Infante inserta eq el centro de su argumentación al jornalero: «Andalucfa se redfó1irá por la conversión del jornalero en granjero, en cultivador de m1 propia tierra, esto es, p_or la creación de· una clase media campesina~> 81 • Para ello era necesario sacar -al campesinado sin ,tier.r~ de su «situación de masa», ;, 19 Gf. sus apasionados artículos ·:so~re -la «Cu~¿ti6~ agraria andaluza», en El Sol, 10, 14, 15 y 20 de mayo d~.:1919. Cf. Blas_,Infante, Bl ideal Andaluz, l.' ed. 195 (Madrid: Tuc~~ Ediciones, s. q, pp .. 130 y ss., donde propone la cread6n de uria · clase media ·camp~sina. · 1Eiciste un.a reedici6n de su obra La verdad sobre el .complot de Tablada y· el ·ErtaJo.. libre de Andalucla, l.ª edid6n, 1931 .(Granada: Aljibe, ·1979). ·q. (15). . :- . . . 80 · ·El trabajo en el que desarroiia-'explícitamente la influencia costiana es La obra de Costa. J. L. ·Ortiz d~: Lánzagorta fija su publicaci6n ~n 1911. Cf. su. bliograffa:· Blás· Infante. Vid4 y muerte de:' -~ñ .hombre and"ui (~e.villa: Imprenta .Grafitúlica, 1979), donde. da u.na cronología dr: la vida ·y·_de · las obi:as de Bias Infante, pp. 295-304.• Manuel Ruiz Lagos en. su pecu1iar:trabajo País Andaluz (Jerez ·de la Frontera: CSIC; Gráficas de Exportador Caracu~l, r~78). habla der conte_ni~o de este ~iab'ajo ·de :Slas_;·In~ant~ si~ especificá:r claramente cuál es ~!.pensamiento de-éste y cuáles sus :ptop1a's. 1_deas. Cf. pp. 14!-1-1:49, El mejor tr~bajo sobre Bias Infante se debe a Juan Antonio Lacómb-1 Blt1! Infante: 1.a· /or;a de. un ideal andalu1. :(Granada: ;4.ljibe, 1979). .· 81 Blas Infante, «Sobre el problema de la ti~rra», 'An,dalucla. Revista mensual editada por el Centro Andaluz. de Sevilla, ::diciembre, 1916. Reseña- de una conferencia pronunciada por el ijder andalu~Jlta en el Centro Obrero Re• . publi~o de OSrdoba el 1.3-XI-11916. , 1 204 11. ! 1 J Eduardo Sevilla-G1.1%IX1án resolviendo el problema «hondo e indilatable de la creación de ·un pueblo». Dado que Andaluda era un «país ,agricultor» donde «el '1abrador está arrojado .del pueblo» y la tierra está vinculada a «pseudolabradores». El «pu·eblo labrador [integrado, para Blas Infante, por la clase jornalera'.] irrumpe e.h la capital mendigando el trabajo que en el campo 6e le niega» 82 • Se hace, pues , necesario remover los obstáculos que se 1oponen a la creación del pueblo yugulando la «masa de la ·cual ha ·ele salir modelado dicho pueblo». En definitiva,. Blas Infante considei:a que «~s el latifundio bárbaro en nuestro territorio la principal ; barrera que hay que destruir para realizar , la espiración de · vida grande del pueblo andaluz» 83 y el instrumento para llevar a cabo tal destrucción es la Reforma Agraria 84 • Senador Gémez presenta en su pensamiento un claro trasfondo 6ocialista. As{, anali+a el proceso histórico en términos de un cambio en el que la «maquinofaccura suplanta a la manufactura; y la pequeña producción individual comienza a desaparecer aniquilada por la producción en serie». Este aspecto de la ev9lución técnicoeconómica determiJ?.,~· que los provechos de la industria caigan «en poder de una nueva aristocracia u oligarquía industrial que ha suplantado a la feudal. Aristócratas, en lo moderno y en lo antiguo, son los dueños de los instrumentos de producción; porque tanto el dominio de las tierr,ás como el de 1as máquinas o del capital hace a uno dueño de la vida de los demás hombres» as. Sin embargo, lo más relevante de si,1, obra, desde. la perspectiva de nuestro análisis,· es su apasionada ¿·~scripción del campesinado castellano inmersa en una continua denupcia del proceso de la apropiación de la tierra 86• 205 Sobre el pensamiento social agrario en Esp:úia Ambos, Blas Infante y Julio Senador Gómez, son portadores ~e una clara praxis intelectual vinculada a los intereses del crunpesmado. ª .Reseña ~e una, conferencia dada por Bias Infante en el Centro Andaluz de Sevilla el 16 de ju;úo de 1917 en Andmucía, año II, núm. 13, junio de 1917. 83 ,Bias Infénte, (ill.egiona.lismo catalán y regionalismo aodalun, Andaluc!a, 05rdoba, afio III, .I\ÚID, 82, 16 de mano de 1918. 84 Bias Inf~nte, rLos latifundios en Andalucía», en A11dal11cia, C6rdoba, núms. 126 a 132, en.ero-abril, 1919. Donde aparece el esquema teórico completo de su pensamien'to respecto al campesinado. u Julio Se,nador ; Gómez, Lor derechor del hombre y lor del hambre (Valladolid: Valentín Montero, 1928), pp. 103 y 104. 811 Cf. como ejeinplo de esta actitud su «Nos condenaste, en general, a comer el pan con el sudor de nuestro rostro, y ahora hay muchos que lo comen descansadamente co{l el sudor del rostro ajeno, por permitimos cultivar sus fincas», Julio Senado~ Gómez, AJ servicio de la plebe (Madrid: Javier Morata, . 1930), p. 76. Cf. también La canci611 del Duero (Valladolid: Viuda de Momero, 1919)¡ La ci11dad calte/lana (Barcelona: Minerva, s. f., 1918?) y Cartilla en escombros (Valladolid: Viuda de Montero, 1920). Una selección de textos pre" 1 J. .. _. =-•···••r•,. ;.,..,vl11rrinn ,J.- 11na reciente reedü;ióQ d1; cjps de sus obras más significativas d. Julio Senador G6r:ie1., CastiJI~ en . rn:pm~ros . Y Los derechos del hombre y los del hambre (Madrid.: Colecci~in Adm!ni~, ra.c1on y ciudadano. Comercial Malvar, 1978). En el estudio _p~eltr:,1~ar Jir.it:ne:• Lozano define n Senador como un «CoSla» (p. IX). Existe ,aocm,1~ un~ ~ntcrv san te selección de rextos y prólogo de César A rrnando Gorncz. Cf. Julto Se• nqnnr. Desd~ Castilla (M?dri4; ;l;picignes y Seminarios, 197 3). Jp~c Capítulo 12 207 Sobre el pensamiento social agrario en ·España LA SITUACION ACTUAL militar en «glorioso alzamiento» y «cruzada» y, después, a la dominación de clase (-al excluir totalmente al campesinado y movimiento obrero .de cualquier forma de participación ~lí.tica) del sistema político franquista en un «régimen social-católiqo>>. De est-a forma la Iglesia óbtuvo como contr11partida la ·entrega de~ sistema educativo. a sus instituciones encarg11das ·oficialmente de l~: reproducción de tal dominación de clase. Junto a_ la 6ocializaci6n a_µtorita·ria e interpreta• · ci6n oficial de tina nueva historia de España;:;de las etapas iniciales de la enseñanza, se busc6 una despolitización <;le· la enseñanza superior · Y: una confesionalidad en las ciencias sociales. que 6610 la doctrina so.· cial cat6Hca podía proporcionar. Así l~s unicas. ~nstituciones específica• · mente sociológicas que existieron en Españ~_::.hasta el final de los · ::.:. . .-J ~;=~~-- ->o,_-cincuenta, fueron el In-stituto de Estudios Políticos, órgano de pro., ··· •:{ )t:·.· ~ 4ucción ideológica del franquismo, y las 'instjtuciones ecle~iales del· -.-,:/ J\.· '.;· J'nstituto Balmes de Sociología, que dirigió desde su creación en 1942 5 ha·sta 1959 el «preéursor de 1a sociología- rurai>> Severino Azn-ar, y la ,-.'./. --~;--:::d.! .ifr::·;--C?!i~ina· General" .<k Estadistica.·,, ·. Soc~ologÚf'. de ~a Iglesia creada_ . .,:z; '.'.· • .:::~.. •.i·i,: ..;·· 1_e.tt-1952. La soc1olog{a rural católica Jugarí~ un importante papel · f\?tes de pas~r al análisis de las aportaciones más relevantes .. : ·);.,., ~r-~~ ·el proceso de leg~timiza~i6n d~l. franquisqi~~·:· ~·t1·:. •• · · L~ fórmula política d71: f~a1wu1sm~ t~nla durante este. perí~do reah:adas entre 1940. Y, 1982 al pensamiento sociológico agrario ·;'\ un n~cl~o central de . .elemeptos ~4_eológicos ~~r una clara d1mens16n . espanol, se hace necesario es~ablece_r-- el. contexto sociopolítico e intelectual e~ q,u: surg~ ta~ producción; aunque sea, cumo en las co•'. ~grar1a;· éstos, .como ·9emos anáhzad~ en otta part~, se encontraban . yuntura_s histor1cas a~ter1ormente consideradas en forma harto es(: tn6ertos _ep la ideologta -de la soberanía. del campesmaáo_·. Aun cuanquemáttca. . . __. · ' do dicha. ideología, presente b~sta etapas· avAtlzádas. de la evolución . La forma ~e domi_naci6n_ política impuesta en España tras el j d~l. ré~men, e.nmiría en cont~adicd6n -c~·t:la _forma d~ de_sarrollo 88 triunfo de la s~~leva~c16n mtlaa_r del treintaiséis poseía una clara ·i · cap~talista elegida .por la ~0Ht1ca ec~n6m1ca! del franqu1smo , fue· natur~lcza ?espo,u7a . En sus primeras fases, cualqüier forma de u.tilizada en _-~n pr1m_er pepodo (hast~ _1_960)- ~ara ~o.optar al campe· pluralismo 1deolog1co era contundentemente aniquilado como parte smado con tierra, lo _c~al no era difícil p~~, amplios sectores d~l ~e la represión institucionalizada llevada a cabo en forma sistemá-norte que, por su conservadurismo s~cial y,.,teligioso, eran muy senttca contra }~s venc~dos. Así, no es de extrañar· 1a ausencia de una ~ibles ·a la opinión ~e 1~ lgles~a. ,.p,n_ .<=l_ ~?~. 1~ situación era muy. dic~ltura ,poht1ca m~mmamente ~laborada 88 y el monoli~ismo ideol6ferente, ya que el sistema· represivo -de m~? ."9e ?bra. a$rícola msgico del contexto intelectual primero. De esta forma puede afirmartaurado para mantener sometido .al. campe~~~a·do stn tierra era m·ás 8:, que hasta el final de los años cincuenta los instrumentos de opredifícil de justific~r. Sin embargo, la socio/iJgía rural cat6lica, c6m90 sion cu!tural impidieron la aparición de literatura sociológica que pHce en muchos 6entidos _de agu~lla represi9n , justifica la polltica n_o t~~1era el apellido de católica. De necho se realiz.6 una· 1egisocial agraria franquista dirigida· a ;los jor~aleros en los siguientes 1 t!mac1_on por par.te de la I~lesia que t-ransform6, primero, a:l golpe _términos: · >:- : 5( .. ( .La reforma de dar a todos ·1os obreros del ~ampo un patrimonio famifür, · además de que seguramente no hay tanta tierra ·para tqdos, seda muy costo- 8 ~ · .b<;:bLI. P!e,f~e página núm: 6, donde se da . una referencia co~pleta del a_pcio . 1 togra 1co_ de ~uanto sigue. · · B OI .Para Ana disc~si6n sobre este tema véanse las posturas enfrentadas de E:• t~a -Y • de Miguel, por una parte, y de S. Giner, M. Pérez Yrúela .y ' ?ev11;a-Gu,zmán, por otra, en «El régimen franquista. Papers» Reviúa de SocJo1ogta, num. 8, 1978, pp. 53~141. ' ···· 206 ) . r' . .·. !· . 89 E. Sevilla-Guzmán, La evolución. "del camp,jsinado en ... , op. cit., p. 141. Sobre el concepto de soberahta del· campesinado· :-t¡ su permanencia en. los fas-cismas; cf.-pp. 1.37-143 y 157-176.: ·. ·. •· 90 !bid., p. 147. · ,¡ :-:-j,,.,., ··tt\~~:;~~r,,•· ._. :A '-1,)_&qprc el pensamiento scx:íai agrario en Es pafia . 208 Eduardo Sevilla-GuzmÁn ? . 209 . :. ~ ?f.}::•::¡l &a, pues, e más de:' la tierra habría que proporcionar a codos maquinaria agrfcO'Ia, aperos, semillas, yuntas, numerario, etc. Lo cual expondria al fracaso, sí no se tomasen, much9s precauciones. En cambio, •la rnu'ltiplic11cí6n de fos huertos familiares es a propósito ipara los braceros que nada tienen, pero ~ue con su huerto ya no van a dopender de su trabajo asalariado tan solo, sino de un trqzo de tierra, que les libera con seguridad· del hambre... El huer- to familiar crea un sentido conservador, que se infiltra sin duda en el que posee este mírlimo de · vida, que le hace poco propicio a adoptar soluciones extremistas para salir ·dp st1 angustioso estado 81 . Estas refüexiohes sociológicas de la sociología rural católica franquista sirven par-a la elaboración teórica de una estrategia ideológic:a· que subyace a·: las acciones de oolítica agraria de aquellos años . . Obsérvese la símfütud entre los r;zonamientos del padre Burgarola V2 y el espír(tu con que el Ministro de Agricultura, Rafael Cavestany y de Anduaga, defiende en las Cortes la creación del Instituto Nacional de· Corrcentración Parcelaria. Afirma éste que el campesinado español como «base permanente que reserva a la Patria en su indep_endencia y su dignidad» debe actuar para «tapar la peligrosa grieta» de otro estallido revolucionario como el de 1936· «frente a la estampa de las revoluciones triunfantes, sobre la deva/ taci6n; frente al · triste desfile proletario arrastrando cadenas de esclavi_tud, opongamos la estampa del campesinado puesto en pie sobre su uerr~ con ur,ia ·casa al fondo, a cuya puerta juegan sus hijos, y por enclllla de todos una modesta, pero divina, cruz, meta de todos los caminos del espíritu y hacia la cual nos lleva nuestra fe y nuestra ambición de• españoles» 83 • Así, si la ,so.~fología general tiene un claro carácter colaboracionis:a en, su reimp-lantaci6n ·en España con posterioridad a 1936, la soc:olog1a rural, 4fn.tr_o de la _doc~rina social de 1a Iglesia española, actua como ésta leg1t1mando al sistema político en los ámbitos de 1 Marc_ín Burgarola, S. J., El problema social en el campo español (Mad:Jd: Agencia Gen 7r~l de Librería y Artes Gráficas, 1950), pp. 170-171. Cf. también en_ este I sent.1dp la obra de Francisco 'Sánchez-Puerta_, Las clases medias econ6m1~a; ~1)'1:adncl. ; CSIC, 19.51), pp. IJ.J0-171, y en espmal· la p. 131, donde se espec1f1~a ·claramente que u~a «clase numerosa de campesinos propietarios» es ~~ más ~mportante seguro contr_a las «sublevacío!le~ sociales». . Para una ~qmpleta relación de estos soc1.6logos rurales clericales cf. ":'· J..,Sastre G ~rc~a, «Las ciencias sociales en •España», en Documen/aci6n Soc1ai,. num. 24,. n~v1e1:1bre, 197?.· Aun cuando las obras de esta sociologfa conf_es1on~l. a~rana ~o f1gur_an, su~ongo que por pudor intelectual (d. la Íicha bibliográfica ele! padre Burgárola . en p. 62) entre los trabajos de los autores r~.s~ñados, su identificación· es fácil, ya que todos ellos incluyen en su espe<;1alidad la Gtogra/fa humana. . ~. tR.af~el Cave·stany de Anduaga, Una política agraria (Madrid: Ministerio de Agricultura, 1958), pp . 94 .y 95. • 111 ·· t'$·: su competencia: la agricultura, el sindicalismo agrarici y, en general , _,. " ~ la política agraria . La sociología rural no contó, corn~ la sociolo_gía genera-1, con un Gómez Arboleya «apasionado filósoto, com::::~1d,o con toda radicalidad y compromiso a la tarea de h:,ce_r s~c10.og1_a y formar sociólogos» 94 que «cuando puso fin a su propia vida !' f1• nales de 1959 ... ·había empezado a introducir el rigor en la sociología española» 95 . Por el contrario, fueron Severino Aznar, <~e;de~ el Instituto Balines y los Seminarios diocesarios, y Man_uel Mar~a Z:1• lueta y· Enríquez, desde la Cátedra d-'! Derecho Agrario )' Socwlog:a de la E. T.5.I. Agr6nomos de Madrid, quie:1es , con su s0Clolog1a pastoral, legitimaban ideológicamente la dictadura a través de una sociología rui·al católica. Esta no podía ser aceptada por el empms·IDO abstracto y cuantificador de la sociología académica mor,· americano que comienza a institucionalizarse en España en los a:'íos sesenta. De .ahí que ta nto en la Universidad como er, el I.rotitr!to de la Juventud, -así como en el Centro _de Estud/os S~ci'.1!es ~l~l Valle de los Cafdos y rnmbién en el Institut o d~ ta O ¡.,in.1011 · _1- ubl_ica o demás instituciones de lo que se ba denominado «la soe1olog1a colaboracionista» 11e se rechace esta disciplina, por lo que no aparece durante estos años ningún sociólogo que en rigor pueda clasificarse como dedicado a la sociología rural. Es, por el contrarío, de:11 ro de lo que se ha llamado la «anti-academia» , ~rtadóra de la «soci~lo,gía crítica_» 97 , donde aparecen los primeros sociólogos rurales esran?les. Fue ésta la «contestación contra-cultural al triunfante neocap1t:1lismo franquista» que <<partía de una apasionada des~1icifícació n de los métodos y práctica del empirismo abstracto - re10ante en la nueva s'oaiología- como burdos instrumen tos de manipulación de la conciencia alienada de la masa, legitimadores de las fo rmas de P?der tecno-burocráticas» 88 . Así, pues , la praxis intelectual de la soetología crítica se desarrolla como consecuencia de la búsqueda de un último reducto de una pre,endida conciencia libre que se enfrenta. ra, por un lado, a la ascendente recnoestructura empirista _d_el e~t,ablishment sociológico académico y, por otro, a la bu rda leg1t1mac1on pseudo-sociológic:a de la Iglesia. f_,os · dos locus intelectuales donde se inicia la sociología· rutal en España son la Escuda Crítica de Amando de Miguel, Sociologíd· ;l wbversi611 ..., op ci~., P·, 26. _ Salvador Giner, V irtudes e i1tdigencias de la sociolog1a espanola... , op. cit., p. 141. · 94 95 00 Jbíd., passim. . . Jesús M. de Miguel y Mell1ssa G. Moyer, Soczology in Spain, op. cit., pp. 66-69. • 118 Alfonso Ortf, «.Servidumbre de la Sociología», en La Calle, núm. 104, 18-24 marzo, 1980. rn 210 t t Eduardo Sevilla-Guzmán Ciencias Sociales de CEISA, por un lado, y Ruedo Ibérico, por otro. La primera de es tas instituciones - fue clausurada con reiteración entre 1965 y 1970- por necesidades de supervivencia ante la represión gubernativa presenta una fachada de pluralismb abierto a qu_ienes se movían en el mundo académico oficial, aunque estaba arnmada realment_e por radicales grupúsculos de universitarios que, en ~na actividad intelectual de aparente amateurismo y de desorden, realiza.ron una relevante tarea sociológica de comunicación oral. Su praxis intelectual -inadvertida por los «liberales numerarios» que eran instrumenralizados por su mera participación fo~mal- tenía un elemento decisivo de acción revolucionaria, en un sueño utópico en .rotal desconexión con las fuerzas del cambio de ·la Historia .. Por CEISA pasarían, dejando la huella de su personalidad y abrtendo _las nuevas ruta-s a la sociología rural, Víctor Pérez Díaz y Mario Gaviria, cuyo aportación al pensamiento sociológico agrario analizaremos .más adelante. La ·segunda insti~ucián :que aquí nos _interesa considerar es Ruedo Ibérico que, con una praxis. intelt:t:lual más realista -explicable también por encontrarse en el exilio parisino-, aglutinaba a un ampli~ grupo de intelectuales vinculados o no a la oposición real de los partidos políticos. Su órgano de expresión Cuadernos de Ruedo lk~rico presentaría una sociología radical que, aunque por la agres1V1dad de su lenguaje quedara descalificada ante ciertos ojos académicos, posee, en mi opinión, un buen número de los trabajos más . relevan tes que ha producido la sociología española, muchos de los. cuales eran reproducidos en las más prestigiosas revistas anglosajonas de sociología, historia · y ciencia política. Naredo, Martínez Alier, Salvador Giner y otros científicos sociales, cuya aportación al pensamiento social agrario constituye sin duda el núcleo de ·mayor interés para la sociología rural, realizaron, como colectivos, con seudónimo y a veces con su propio nombre, desde aquel espacio teórico de libertad, las más sustantivas y radicales críticas realizadas a la despótica dominación política del franquismo. Antes de pasar a analizar los trabajos más relevantes dentro del pensamiento social agrario español actual que presentan elementos de interés para la sociología rural creemos necesario referirnos a la obra de Julio Caro Baroja, cuya contribución a la Sociología en general y a la sociología rural en panicular es única en tantos sentidos. Resulta incomprensible que un trabajo del rigor de Sociology in Spain, en su exposición sobre los actores e instituciones dentro de la si tu ación actual de la sociología en España (que no en lo ·que se refiere al contenido de sus obras ni a la sociología prefranquista, como ya apunMmos en la introducción), olvidara introducir en -fa evo- Sobre el pensaaúento social agrario en España 211 lución de nuestra disciplina a la figura que · probablemente posee un mayor reconocimiento internacional 99 • Olvido lamentable que adquiere cierta gravedad cuando se trata de un trabajo realizado para la International Sociological Association en su órgano de comunicación Current Sociology. Salvador Giner, en su breve incursión por la si tu ación de la sociología en Espafia, se refiere .a este fenómeno 100 en -los siguientes términos : He oído la a"lucinante observación de que Caro Baroja no es sociólogo -¿qué estudiarán sus investigaciones sobre los vascos, sobre la magia, -sobre los pueblos del Mogreb? ¿La 61ora y la fauna?- ~orno si ello justificara la ignorancia en que le ha tenido no sólo -Ja ·sociología oficial, sino también la no oficial. Escritos hay sobre el estado de la sociología española contcmporáneá en los que su nombre ni siquiera :rparece. ¿Será .porque, siguiendo la mejor tradición de los sociólogos de antaño, Caro Barojá es tan historiador como etnólogo, tan lingüista como investigador de campo? ¿Será porque sus enfoques no encajan con ninguna escuela conocida, y :echan mano con frecuencia de sus conocimientos clásicos?, ¿o será porque un~ obra maestra como lo es Vidas mágicas e Inquisición parece que s6lo t~ata del pasado? · Pues bier., no solamente contiene este libro zigzagueante y quizás :dgo dificil una reconsideración f.undamental· <lt: muchos teorías sociológicas contemporáneas sobre la religión, la irracionadidad y la legitimación ideológica, sino que es un estudio empírico de ,primera magnitud y quizás el. mejor comentario indirecto que poseemos sobre la cultura franquista 101 • Caro B-aroja constituye sin duda la figura más importante que posee el pensamiento social agrario españoJ. Su contribución a la o; Uno de los más importantes académicos de la European Society for Rural Sociology se refirió a Caro Baroja en una de las sesiones del IX Congreso Europeo de Sociología Rural, para expresar la dificultad del aprendizaje de nuestra disciplina en Europa, relatando que en los· años cincuenta se trasladó a España pretendiendo completar su formación sociológica agraria anglosajona trabajando con el maestro Julio Caro. Baroja. Al ·encontrarle en Vera de Bi• dasoa alejado de la Universidad y sin medios -para · realizar ningún tipo de docencia hubo de desistir de ·trabajar con el que consideraba más importante ~ociólo¡o rural. ·· 1 IEI trabajo de Jesús de Miguel y Melissa G: Moyer es, de entre los trabajos sobre la sociología española, probablemente.!aquel que presta mayor atención a Caro Baroja, ya que aunque no le incluya en sus clasificaciones genera• cionales sociológicas, cita siete de sus obras en : la bibliografía, y se refiere a él en el apartado sobre Sociologla rural señalando' que «la producción ind!gena de investigaci6n antropológica se inició en 1962 con los trabajos de Carmelo Lison, Julio Caro Baroja y Claudio Esteva Fabregat». Por entonces varios trabajos de Caro Batoja, traducido a varios idiomas, eran lecturas recomendadas en universidades europeas. Jesús de Miguel y Melissa G. Moyer, Sociology in Spain_ ... , op. cit., p. 105 y reseña bibliográfica: núms. 172, 474, 475, 476, 477, §18 y 1.270. 101 Salvador Giner, Vir-t 11des e indigencias de Id sociologla española, op. i:it., • r p. ·142. ' - ., 212 Sobre el pensamiento social agrario en España Eduardo Sevilla-Guzmán trabajo no fue sino el primer paso de una investigación más amplia que alcanza su verdadero relieve con la publicación años más tarde de Emigración y sociedad en la Tierra de Campos: Estúdio de un proceso migratorio y un proceso de cambio social (83 ). Es aquí donde Víctor ?ér~z Díaz esboza un esquema teórico del proceso de desa_rrollo capttalista español, que despLcé~ sería desarrollado y sisremat1zado por Naredo y otros autores, que trataremos al considerar los estudios socioeconómicos.- 'Dé- esra forma elabora un marco teórico expl!cativo del pr?ceso de desinteg~ación social en que se veía subs~m1do el campesrn~do como. conse_cuencia de la presencia hegemónica en el campo de las · formas de dominación económica que, en forma acumulativa, introducía el desarrollo c:api t:.1lista . Años más tard~ tal sistema explicativo sería popularizado en los medios -.tcadém1cos como, la crisis de la agric_u ltura tradicionaL. Proba~lemente, una de_ las mas relevantes aportac1ones de este trabajo se encuentra en la interpretación teórica gue realiza del proceso de emigración desde una doble perspectivg: teorfo sociológica agraria es, como señalaba Giner, muy difícil de insertar en las corri!!ntes actuales que la integran. No obstante, 6US estudios sobre el mito en la sociedad rural, así como su articulación ideológica en la sociedad mayor (20, 22, 25 y 26), presentan elementos analíticos que llenarían de luz la pobreza teórica de la tradición institucional de la sociología rural actual. Algo parecido podría decirse en lo qqe respecta a .sus descripciones del folklore, el arce y las formas de . vida tradicional en las que subyacen interpretaciones teóricas que. cuestionan aspectos centrales dé ia teoría sociológica agraria ( 2 i, 23 y 24). Sus reflexiones teóricas sobre la utilización de las u,nidades de análi.sis y sobre los aspectos metodológicos .de la investigación social llegan a concluir en hallazgos que muchos años después son elementos indispensables al análisis de la nueva tradición de los estudios campesinos (26 y 27 ). La utilización de la perspectiva histórica que introduce en sus investigaciones, así como los estudios . de casos para contrastar hipótesis buscando la dimensión cualitativa de .su esquema teórico sin pretensiones de generalidad son elementos que permiten la fusión de enfoques macroy microsociológicos en la indagación sociológica agraria. Tales formas de aproximación a la realidad rural son utilizables tanto en los ~studios de- comul)idades como en los análisi6 genéricos de sociedades campesinas. La marginación ~ que se ha visto sometida la fi. · gura de Cár~ Baroja por las ciencias sociales agrarias españolas sólo es explicable por la miseria ÍI1telectual de la vida académica espa·ñola, en fa que las actitudes· gremialistas y los mecanismos de defen. ,-sa ·de :la . me'dioqi~ad propician la existencia de funcionarios servi·.doies del · ~cademicismo.·.burocrático y rechazan la de científicos ·· ~ociales ~d_epen~entes . .·: En un primer momento, la emigración rural aparece como I• 1 Probablemente• la aportaci<fo inicial más relevante, dentro de la sociología rural, ·al pens~iento social agrario español -actual se deba e. Víctor P&rez Díaz. Su trabajo Estructura social del campo y éxodo rural (82} es, en mi' opinión, el primer estudio español qué sobre una comunidad: ·.rural presénta una interpretación genuinamente sociológica. Por su_'' planteamiento teórico y rigor metodológico, en _lo que respecta a la tecolección de datos y a la articulación de los Oll.S· mos en su discurso, constituye un estimable análisis sociológico del problema central de la sociedad agraria española en los años sesenta . No obst·ante, mostraba, en ciertos aspectos, un deficiente trata• miento de los materiales empíricos acumulado.s. Por otra parte, este una co11d11ct,1 partic11lar de movilidad, resultado de una decisión, anima-da y significada por un proyecto de cambio, de ascenso ... c:s decir: constituida a ¡rnnir de un agen- ,'.. . El enfoque de la ,sociología rural lnstituclonallza~a 213 • ¡ ... te ~ue proyecta, que decide, y que, finalmente, emigra. Pero al nivel de la sociedad globail, la emigración i-parece más bien como el result~do de un proceso soci3'._l que la precede, y que la desborda. En un primer momento, mera agregación de condt.rCtas de movilidad, seriales, externas unas 1 otras, ~ resultado glob:d aparece como «masivo», desordenado, incontrolable, ,<irrac10nal»; Y en cambio cada conducta en particular, como racional e inteligible. Pero desde la perspectiva de la sociedad global, la emigración en su crm¡un: t~ aparece como un resultado necesario y «racional», como el mecanismo de a¡uste de la estruct.ura ocupaciona,l y óe distribución de la población '.)Or la geo~r:ifía del país a la estructura productiva. Y en cambio cada emigración pnrt.1cular como un acontecimiento contingente. En. ~en!id11d, _el desajuste, el conflicto interno de la sociedad globa-1, el ~esoquil1br10 creciente en su seno entre el medio rural y el urbano se refle13 en . et d~sajuste en el interior del campesino entre sus 3spiracione s, urgidas ·Y_ ennqucc1das por su contacto con la ciudad, y las posibilidades que Je: sat.Jsfacerlas Je pr_oporciona el campo. Y de este desajuste parte, poco menos .que como un disparo, su proyecto de emigrar. El ~~07ecto recibe. asl! tanto su im;,ulso y su con re nido como su form 3 y su _pos1b1ltdad de realización, de aquel desajuste. Interioriza ese desajuste extcnor. En el momento mismo de cump1irse, como realización de una libertad se desc~bre como un destino. Un destino que se cumple a través y por en¿ cna de el. '.~ proceso ~areda arrancar de una decisión de emigrar. Vista · de cerca, la decmón de emigrar est~ba ya decidida. Lo que antes cabía describir como una conducta, imputable a un agente, orientacb hacia un fin, ahora se ~evela 1 ., \ »--' 1 :) ) ,} } ) ~) () ) 1 J ) } ) (} } :) 1) ,, V) I} 1) f) ') r) () /) [ ) !) r) ) ') ) ) 214 Eduardo Sevilla-Guzmán Sobre el pen~amiento social agrario en Esp~a · como una pieza en un proceso socia-1 sin sujeto y, por tanto, sin finalidad, donde sólo cabe obser-var un <cmecanismo» en marcha (83, pp. 30 y 31). Aun cuando sus esquemas de interpretación poseen una raíz claramente conflictivista y los elementos teóricos que subyacen al mismo se .encu,en tren dentro de la tr.adición de los estudios campesinos· hemos incluido este trabajo dentro del apartado genérico de so~lo./'lc)gía rur~l. por .considerar que ·en sus .formas de indagación está ausente :el -enfoque político al no introducir en su pesquisa los valores s.ubyace.tites a· la política agraria del franquismo. En cualquier caso h{ obra de Víctor Pérez Díaz posee (como veremos más adelante) .en muchas de sus aportaciones elementos claramente .identificables cop la tradición teórica qe los estudios campesinos. En mi opinión los trabajos de Víctor Pérez Díaz constituyen, junto -a los de Juari -Martínéz Alier y José Manuel Naredo, que serán. analizados más :_adelante, las aportacione-s más relevantes realizadas en el período ~quí analiza·do al pensamiento social agrario. español. Uno ;de los -autores más prolíficos de la sociología rural española es Mqnuel' Garría Ferrando. Sus trabajos se inscriben d~ntro de la más pul'a /,-adición_ in·stituci<.m,i de la sociología ru.ral. Tal es el caso dé sus análisis de la sociología rural española o de su crítica de teoría. socioiógica rural, en la que como en el caso de los más ortodoxos. análisis realizados desde e-sta tradición teórica, se ignora totalmerite la rica tradición europea de estudios sobre -el campesinado y se considera a la «sociología rural como un invento americano» 1º2 • Dentru Je esta misma tradición intelectual de la sociología rural se· ·encuentrnn varios trabajos de José Cazorla Pérez, a quien cabe atribuir el, probablemente, primer estudio reallzado en Españ3: genuinamente sociológico-rural sobre las subculturas rural y urbana, (30 y 31 ). Aun cuando no centre su análisis en las sociedades agradas ~spañolas, los trabajos de Cazarla sobre estratificación 5ocial en España poseen elementos de gran interés para la sociología rural. Sobre todo si se tiene en cuenta que este tipo de análisis de estratificadón social constituye una parcela clave dentro del pensami-ento sociológico de la sociologia rural institucionalizada. Algo parecido _puede decirse de los trabajos de Amando de Miguel (69), 102 Cf. '.Manuel Garda Ferrando (39, 40, 41, 42, 44). Es obliga_do citar a-quf el breve análisis que realizan Jesús M. de Miguel y Melissa G. Moyer. sobre la.situación actual de'l~_sodología rural dentro.de su ya, varias veces citado, So.ciQ/ogy in Spain. :Análisi's · q9e (salvado el grave lapsus de Baroja y las deficiencias de carácter global señaladas en la introducción), con las limitaciones prop.ias de insertarse en un trabajo sobre el conjunto de la sociologfa en Españá 1 presen~a materiales útiles para el conocimiento de nuestra disciplina. = t 1 1 ¡ ; 21, Línz (64 y 65), Murillo (80) y Tezanos (108 y 109). Sé qebe a· este último autor uno de los escasos t~abajos con qµe con~~mos _especí- \' ficamente· sobre· 1as desigualdades agrarias: Api_áximaci6n al estudio de las clizses soéiales en el campo espaijo~. Trabajo éste que, a pesar de .su título y del lenguaje utilizado., posee las liérramientas clásicas, tanto teóric~s como metodológicas, -~e }Qs estudfos de estratificaci6n social de la vida rural americana. En este s~t'ltido puede decirse que no añ~de nada al trabajo que sobre este :;tema realiz6 previamente García Ferrando {43) que presenta una visión. más ortodoxa y completa del problema. Una poslci6n alternatHra: del mismo es la que presenta Salvador Giner en su e·squemátié~ análisis de las sociedades agrarias español,as (52). El estudio ~e las desigualdadea sociales en las sociedades agrarias españolas · tstá aún por hacer, ya que· -la perspectiva puriamente empírica -·'y en cierto 6entido incompleta- de la .visión que d_e éstas presenta la tradición institucional de la sociología rural habrfa de -~ompletarse con un enfoque teórico conflictivista que presentara -éstas en el contexto de la dinámica de transformación de la estruQtura social española. LA pincelada d.e Giner puede indicar' un camino a seguir, pero en ningún momento llenar el vacío qu'c el p·ensamiento sociológico 11gra• rio posea sobre este tema. . . Dentro de este mismo enfoque, en extremo. empfrico, de la tradición sociológica rural se'. encuentran los tr~'bajos de Amando de Miguel y colaboradores que, aunque serán anal~ados con mayor detalle al considerar -los estudios socioeconómicos, deben ser· citados a4uí !JOr el extremado refinamiento de sus indicadores e indices agrosodalP..c: c:on los que se presenta una dimensión descriptiva y ahistórica de algunos a_spectos de la situación ~ocia! de la agricuhuu española (70). De análoga naturaleza son losi:primeros trabajos de Antonio Gámiz y otros (.35, .36, .37 y .38). .· El que la sociología rural posea en Esp~ita un desarrollo muy limitado se debe fundamentalmente a la faha de apoyo institucional con que ha contado fa investigación ·sociológica agraria es• pañola. El problema surge, por un lado, com◊ consecuencia de las • rivalidades ·entre los distintc;,s cuerpos profe~jonales . que · compiten por el control d~ los distintos organismos de .l~ administraci6n agra• ria en nuestro país, y por otro, como consecQencia del miedo irracional a la dimensión subversiva qu€; pudier(':acompañar al estudio · d_e los problemas sociales del campo, heredad.o- de situaciones histÓ• ricas pasadas. Este, el temor a -la sociologfa,· formaba inicialmente· parte de la propia naturaleza del sistema polftico implantado tras el triunfo de la sublevación antirrepublicana de 1936 y obviamente fue tran~triitido .a la investigaci6n . agraria qµrante el franquismo, 1 { F r 216 Sobre el pensnmiento social agrario en España Eduardo Sevilla-Guzmán tión fundamental técnica; el problema básico del desarrollo del medio rural era la r~t~Jab_ilidad de los proyectos» (96; p. 101). Sin embargo, a partir de 1-964 se pretende introducir a través de una -nueacción la Ordenación Rural, el «desarrollo social rutal» como técnica de acción institucionalizada. Se crea un «cuerpo de sociólo- · gos rurales» para integrarse en equipos de actuación inte;disciplina14 ria. «La nueva -actividad y el organismo ampliado º a ._: partir del ¡)ecreto-Ley de Ordenación Rural, viendo la tendencia hacia la globalidad del desarrollo rural [ poseía] una clara visión de fu curo, que la situaba a la vanguardia de la teoría de desarrollo: y modernización rural» ( 96; p. 106 ). No obstante, tales acciones:• estuvieron totalmente desconectadas de la extensión y divulgaci~n agrarias, por un lado, y de la investigación sociológica aplicada,, por otro, aun cuando la normativa al respecto fijara la coordinación con el Servicio de Extensión Agraria. Faltaban, pues, planteaf!1Íentos teóricos que surgieran como consecuencia de las acciones de desarrollo comunitario de una investigación sociológica apficada . paralela a tales acciones. El problema del .;tatus impuesto· por los cuerpos .falta de conocimientos sociológicos y, s~bre todo, profesionales, la inexistencia de una infraestructpra organizativa que incl~yern esa globalidad te<$rica del desarrollo so~ial-rurál -extensión, educación agraria, animación, investigación aplicada;.·., etc . - , entre otros motivos imposibilitaron el desarrollo de esta parcela de la sociología rural en España. El balance global de esta experiencia :én palabras del sociólogo rural que más ha trabajado en España en estos temas Roberto Sancho Hazak (91, 92, 93, 94 y 95) es el siguiente (96; p. 135): _per~~eci._~~~º- l~~t~i hasta _la. ac~alidad como C(?nsecuenda de la · 1n~rc1a corporat~va d~ dichos·. orgañismos•.·• · · · · :· · · · -• . El obstáculq del -~orporativisrrio profesion·al tier)e unas repercus1o~~s mucho ~ás ~plias que· la falta .del desarrollo en la investigación agraria ep esta: parcela sociológica. En efecto el tradicional repart9 ~e los· cuerpqs de la administraci6n agraria de distintas es. feras de la ~rpa ej~r,:~en?o en -cada una de ellas el poder , través de -los Colegios ,y. .Asoc1ac1ones .profosionales (fundamentalmente de · la: élite. u~vei:sitaria :f_uncionarial:· ín.genieros agré~oµios, de montes, :-. ?e cam1_nos, caqales .y', puertos, eritre otros) ha determinado que la · m~estigación y :}á ettensi6n y .divulgación agra,da se encuentr~n en E~pañ~ ·totalmente de,con·ectadas 1~. ·. ·Nq es un·_:-¡v:obleµia de ·.conocimiento de las -herramientas teóri_ca:s• y J;netodol6gicas necesai:ias ·para el desarrollo de .este área de la sociol9gí~ rural, ya que, aun criaQdo este --tipo de conoéimientos 6ea dominado por ·1os ~vestigado!~s,'. y. extensionistas,· ·la inexistenda de programas. cpnjuntos de .investigaci6n y extenJión a fos diferenmedios s~~~ales agrarios· d~_ :.Ja .diversidad ·regien~l española esteriliza su act1v1dad. ~a tecnología · social del desarrollo sociál rural sólo es válida. en el li;larco de un·:conocimient0. previo .de la realidad social agraria que pe~_mita la ~·daptación de aquélla a ésta; s6lo entonces .el desarrollo ·spcial ·~ral ofrece los resultadps prácticos que se dan en aqu~llos . países donde es ta rama de la sociologia rural est~ .más desarrollada·.. En España se ha pretendido importar estas a~t1v1~~dea del «·p~~aa1gma- americano» sin comprender la ineficaaa del mero tr~svas.e~ de mé~dos y técnicas a otro medio ·social sin un desarrollo propio! de la .investigación (en lo que a esquemas de interpretación teórica: se refie:re} en este campo. · Así, durante mudlos años «la proble~ática de la agricultura, y con ell-a del mundo ;r:ural», en España se entendió «como una cues- va t:~ • 103• Es éste ~n tema que está aún. por estudiar des~e una perspectiva soaológ~ca y que t~gen.clalmente tocó José ·L6eez de Sebastián durante su breve pero prolffico ·pa$o poi la sociologfa rural. ~f. (216). Desde el Ministerio de Agricultura (Negeciado -de Asuntos Sociales) -por un lado_ y la cátedra de Derecho. Agrario Y :Socio~pgía d~ la ETSI Agrónomos de Madrid este brillante ingeniero agrónOIJlO ptdpulsó diversas investigaciones (sociométricas y socioem• pfri~~) en equipó. Lo~,'t-rabajos de Ron~a y Osuna en el' v~rano de 1968, o los t~abaJps de curso: de l~s· cursos aca~é!Jl1cos 1967-68 y 6~69, son tan sólo unos eJemplos cuyos ~atem~es le perm1ueron la realización de diversos trabajos. Aun cuando dldios estl)dios carecieran de solidez en las herramientas teóricas y meio.dol~gicas utilizadas, su· imaginación y creatividad sirvieron para estimular .ª muchos de sus ~tudiantes .e iniciarlos en la investigación social agraria. Jav1er Cal~trava :RequeJia, Mi_guel Elena Ros.elló y Antonio Gámiz L6pcz, entre otros, Juegan en la actualidad un papel .1rmportante en la tarea de romper la inercia corporativa de la administraci6n agraria. 217 la ·Es' notorio que el organismo que desde 1964 se propuso tratat a la sociedad rural como un todo, pasó por un momento de máxim9 op_timismo acerca de lo que se podía y debía hacer¡ este optimismo fue, posiblemente, e1 culpable de la ·creación de un cuerpo de agentes de .cambio dentro :de la orga• nizadón¡ sin embargo, posiblemente una cierta frivolidad en el· planteamiento hizo que la situación de los a-gentes no hiciese más ·que mantenerse constantemente en el mismo punto, en un retorno continuo. al origen, que imposibi• litabá la satisfacción de la exigencia implícita de formar cuerpo de personal y de doctrina, es decir, de hacer sociología rural. Dificultados por la presión de la organización informal y de las organizaciones •provinciales, e-1 escaso a.poyo de la organización formal y -la falta de instrucciones pr.edsas, ·. se ·creó la necesidad de improvisar un comportamiento respei:to a ellos! a '.-aprenderlo de los rn~mos mirándoles hacer el plano de las actuaciones concretas, sometidas i t- \. !" :, 1 ' : Se refiere al Instituto de Concentración Parcelnrin y Or-denación Rural, hoy fundido con el Instituto Nacional de Colonización y transformado en el 104 IRYDA. ( ( ( ( ( ( { { { ( ( { ( { ( ( ( { ( ( { ( { ( ( ( ( ( ( ( .•-( ry ') ,.,•) 11) •) ª'.} •: } U·) n·) •·) t) ~ } t) r} , t) ) t) t) t) t) t ) :~ di 218 Eduardo Sevilla-Guzmán ª una infjnita gama de situaciones personales en el seno de los equipos •co- ~ :,~: ..· ·'.:if- marcales .. ~n este c?ntexto la sociología rural más o men-os aplicada ha tecid~ un desarr~llo «caóuco y un tanto individual». ··.~~-:- Vincul~d?s .a este organismo, el actual IRYDA, varios agr6no1:10s espec1a~1zados en economía agraria y sociología- rural han realt~ado ~r.abaJos dentro del área del desarrollo rural· entre ellos tuv1eron t~portanc~a .García ~teyza (211) y Miguel Bueno (19, 202 Y 203). · . Este ultimo ha Jugado un papel relevante en el desar.rol~o de esta actividad socio16gica por su doble condici6n de profes1ona-l de. :stos temas en el terreno práctico de la Administración y su actuac1on den~ro del Instituto de Estudios Agrosodales, en cuyo seno se ~an realizado un gran número de investigaciones sobre diversos aspe,cto_s s?ciológico~ del campo_ español. Por desgracia, "la gran n;i.a~orra de. estas no solo n~ han sido publicadas, sino que sus resu~t~~os han s1_do total~ente ignorados por los políticos. Mario Gavma Y su equipo trabaJaron durante varios años llevando a cabo este tipo ~~ estudios de campo que analizaban aspectos concretos 106 de .una ;eg1on o comarca • La. importancia de Mario Gaviria en la soc1~log1a. rur_al no rad~ca tanto· en sus heterodoxas y a veces lúdicas. investtgac~ones que~: llenas de im~ginación y de una gran· riqueza 1?terpretat1va en c~anto a: la formulación de hipótesis, carecen en .1!neas general~s de un marco teórico global j, método de contras:~cion ~ue las ~espalde empíricamente, sino sobre todo por su crlzca r~d~cal al sts~ema y la denuncia de fas continuas agresiones que la P_ohuca _suponia_ para ~1. campesinado. El propio dinamismo investigador. de Mario Gavma, · la f~_cilidad y facundia de muchos de sus proyectos e investigaciones condicionan que, en ocasiones, la 219 Sobre el . pensamiento social agrario. en Espa_~~ gran riqueza que :entrañan éstas I)·o s_·ean quizás· pl~namente aprovechadas ·en· su ·-proceso de publicaci6n:.comunica~ión lM. · En.. ~i 9pinióp- ,la obra de Mar_~o .qaviria, a~n. est_anq.o d~ntro de la problemática d_el desar!ollo social:· ru_ral, co~stlt~ye. ~na, 1m~lacahle ctítica a fa forma en cómo se ha desarrollado esta msutucionalmen~e en España1 y· ello ·no ·sólo'.'_p~(su .con*~id? demo~~~or, 6Íno también por. -los modos de expló~aci6h:·.fle la ..~~a-hdad uuhz~~?s ._e~ sus inve-stigaciónes. Su praxis. intelectl:ial, por.·:un la~o, y lá m~o-. ducción en España, dentro del campo :~e la .~ociolog~a· rural~. d~ -la ,. Investigación• interdi~dplinaria en· :~q171ip<;> ·d;nt.fo de un enfoque ~ar- . xista heterodoxo de gran fertilidad analítica-t;·por. otro·, son la ll,lás .. valiosa aportación ~e este autor~ a la ,s_oci~logía .ru.ra~. es~añola ~ue, · ·: . en su pesquisa, a4qui~re ~na· dJmen~!6n 1nt~~discipltn~r1a, formando un todo con la soc1olog1a urbana . .:, . Recientemente se ha producido un inter~sante debate en torno· a ,la posibilidad de una reforma.· agraria, en ~~ ac~u.a.Udad, para A~dalucía como consecuencia del nuevo contex-to or1gmado por la msis energética que, ·aunque sea consid~rada más adelante en la sección de estudios campesinos, _creemos debe dtarse ~quí, ya que en ella s·e produce~ determinadas aportacio11:es *-6ricas que, por su· en-· foque han de insertarse tanto en la soc10logja del desarrollo rural,rama ésta· de la sociología rural institucionali~~da (cf. M. Pérez Yruela y E. Sevilla-Guzmán (.8 7 }, ·A. Gámiz 7 ] , José M. ª Sumpsi (106], Antonio Sánchez López [90] y L\J1S Godoy, Agustín Ló- J? pez Ontiveros y Antonio Lópe:z.Ontiveros .C?4]). . El organismo encargado oft~1a-Imente de :~evar cab~ la investigación agraria en España, por las razones ~ás ~mba senal~das,. ha margina-do· totalmente la sociología· rural has:ta ue~pos muy recientes. Aun cuando existan _desde hace unos pocos anos Departa_mentos de Economía y Sociología Agrarias, la a~tividad de los_ m1s1:110s ha estado paralizada por los funcionarios d~l cu~rpo que por rigurosa antigüedad paramilitar han regido los.::.~st1nos d~ la CRIDA (Centros Regionales de Investigación y Des~rollo Agrarios). El cam- .ª 105 • Impulsores ambos_ de la Asociaci6n ,Española de faonomfa y Sociología Agrarias que en sus reuniones anuales publicó -y continúa haciéndolo- interesantes trabajos, apo~tación _de sus miembros a tales encuentros. Cf. (18) entre otros. Además. ~s obligado_ citar aquí las monografías que el Servicio Nacional d~ Concentraczon Parcelaria y Ordenación Rural publicaba mostrando la doc• trma. Y en alg~nos casos los resultados prácticos, fruto de interesantes análisis, de dicho_..organismo {ca~o del c_st.udio de Miguel Bueno y F. Cruzconde, Estudio de la_ pr~mera cooperativa de producción constituida en una zona concl!nlrada M~drid: SN<;:P9R, núm. 2, 1961). Un valioso análisis sodoló~ico de esta coope: rat1-v.a: fue realizado, años después por Víctor Pérez D!az (173}, pp. 58-124. Sobre la~ monog_raf1as~ del SNCPOR cf. (202). Tiene especial interés, junto a sus :t_ra~aJos. p~bli~ados ~n, las monografías del SNCPOR ( 103 y 104), el estudio que -_M1gu~l ~1guan realizo para el lNC evaluando la acción del mismo en el Plan. BadaJoz, cf. ( 102). 1 ~ • Una pequeña !Iluestra de estos trabajos inéditos pero cons·ervados en la biblioteca del ~nstltuto de ;Estudios Agrosociales son: M. Pérez · Yruela, J. R.- Sanz Y J. G1ménez Cruz.Conde (84) y M. Pérez Yruela, Luis Esteruelas Y J. el Cru~ (85), ·1;·-;.. 101 Parece como si a Mario Gaviria le bastara· Jon co.nocer los pro~lemas y enriquecers~ personalmente en la vivencia y co~prens1ón de los mismos, pasando totalmente a la hora de expoper y tran~n_utu a l?s de~ás la percep• ción profunda que sin duda alcanza d~ cuantos fe?ómenos analiza. Cf. Mario G.aviria (45, 46,47, 48 Y 49). · . :.: , d h be · 10s Junto· a esto cabe atribuir a Mario· Gavma el mérito e a r introducido en '.España la obra de HeJ?,ri J..efebvre P!,~n~ando un enf~ue alternativo al de la sociología rural americana de gran mteres. Cf. 1:I· Lefebvr.e, De. !o rural a lo urbano (Barcelona: Península, 1971). Por este motivo Y la d1mens1on c"rftica de su obra ésta puede incluirse, en algunos aspectos, como veremos más adelante, dentro de los estudios campesinos._:•: Eduardo Sevilla-Guzmán bio de política -~entíf~ca d~ ~;tos organismos estableciendo .una esti:uctura par~lela ,ourocráüco-inve-stígado~a, a raíz del paso de Antomo Herrero Al~~n (57)_por e~te orgarusmo, ha abierto una vía de espe.ranza a 1a mve_stig~-~ión_ s_ocioecqnómica agraria en el Instituto Nacwnal de 1nvesttgac1on-es Agrarias. No obstante mientras no se estab!ezca _una fusión de l_a investigación y la ·exte~sión agrarias en Esp.ana, el desarrollo instituc~bnal de la Sociología del Desarrollo Social Rural y su trascendental acción sobre la sociedad rnral no podrá llevarse a .cabo. . · Final?1~nte, ~o quiero dej~r · de citar un conjunto de trabajos antr?polog1co;5 .que aunque_se hallan dis~antes de la tipología de las comentes teonca~ del pensamiento sociológico agrario poseen elementos_ de gran ~nterés para ·nuestra disciplina. Tal es el caso de determinadas reflexiones teóricas o metodológicas de Jesús Contreras (32 Y 33),.Juan Maestre Alfonso (66 y 67), Juan Frigolé Reixach (34), Ign~c1 Terrades (107 y 195), o los trabajos, más dentro de la problemám:a_"de la ~ociolo?ía rural, de Josepa Cuco (208 y 209), Luque 'Baena ~21~), López Ltnage (215) y Joan F . Mira Castera (75. Y 76), quienes han realizado relevantes aportaciones a los Estu110s de Comunidades. Especial referencia debe hacerse de los traba¡os -en muchos sentidos antitéticos- de Carmelo Lisón Tolosana (61, 62 y 63) y de Isidoro Moreno Navarro (77, 78 y 224), autores ambos que, por su aportación al pensamiento -social agrario, rebasan .1~ cstr,ec~ez de los clichés disciplinarios aunque se muevan en tradición teórica de la antropología. Los estudios ~ampesinos _En este apart~do queremos incluir aquellas aportaciones que es• tudian el campes-~nado con un enfoque de tipo sociológico inserto ~n. un m_arco _teórico de claro ~arácter conflictivista. Aunque su análisis se inscriba •en el específico proceso histórico de la formación soci~l . estudiada,, se percib~ en su praxis intelectual y política una exp;1c1ta defensa de los intereses del campesinado. Presentamos aqm, pues, no s?lo aquellos trabajos que por su acumulación teóric~ pueden considerarse dentro de :la sociología del campesinado, s~no. a9uellos. 9µ~, ~un desde posfoiones de cualquier otra específiéa disciplina, ut1l1zan tales herramientas en un marco teórico interdisc-iplinario. Como ya h¡!mos adelantado, al caracterizar las corrientes teórica~ actuales en d pe.n~a~iento sociológico agrario, Juan Martínez A1,Pr ,.. 11nn rlP lno 1n1r1 ~rlnrt>< ,1,. 1,, n11Pn<> t,-,,r1i ,·iAn ,1,,. lno P<h l- Sobre· el pensruniento social agrario en España 221 dios campesinos. Ello, unido a la extensión y profundidad de los temas por •él tratados, nos permite utilizar· su cibr¡¡ pari1 analizar este conjunto de trabajos. Durante los años 1964 y l. 965, Juan Martínez Alier realiza un trabajo de campo en la campiña andaluza sobre el que basará más tarde su investigación sobre La est(lhilidad del latifundio ilJ9. Es éste un análtsis global del sistema latifundista en el que, a la caracterización que se realiza del mismo, subyace una clara dimensión teórica. En ella, mediante una excelente fundamentación empírica de los mismos, aparecen .los eleme_ntos_ chive que constituyen dicha forma de explotación. Quizás el rasgo mis relevante de su análisis consiste en :ntroducir en el misma una dimensión :dinámica que sitúa al latifundismo en el proceso de evolución histórica español. La naturaleza del latifundismo ·radica en el control mediante «unas ciertas condiciones políticas y sociales muy especiales» del conflicto originado por el proc·eso de aptopíación ele la tierra, primero feudal y después capitalista, por p~rte de los grandes propietarios. El análisis de -la agricultura latifundista en tales términos, atribuyendo a ésta, en los años sesenta, una evidente «est¡:uctura de tipo capitalista» supone la formdación teórica coherente y completa del proceso histórico español al _analizar en dicho marco uno de sus elementos c'.ave: el sim:ma laúfundisrn (ibid. , p. 47). Se rompe así, por un lado, con el mito de la revolución bu rguesa inacabada y, por otro, con la ideología de una . dominación política preburguesa en la que la ariscocracia latifundista andaluza de -carácter señorial 6e alía con . ks · restantes oligarquías esp;iñolas, ocultando tras una fachada capitalisca un s(stema sociopolítico despótico y semifeudal. Naredo y el conjunto de autores analizados con anterioridad completarían el análisis global de un proceso que 1vlartínez Alier tan sólo considera en aquellos aspectos relacionados con las repercusiones de éste sobre el campesinado sin tierra andaluz de los años sesenta. Por otra parte, con su trabajo Ivfartínez Alier ahre una nueva vía de análisis de extraordinaria fertilidad ana\írica sobre el concepto de latifundismo. Se debe, de nuevo, a .José Manuel Naredo y colaboradores 110 el primer intento relevante de dar una con109 Cf. J. Manfnez Alier (154). Una excelente aplicación de los resultados de esta ínvescigación a la pr~xis política de la i~uierda (entendicnd::> por tal aquella que ·pretende una revolución socialista) puede encontrar;-~ en Juan Martínez Alier, «¿Un edificio capitahta con una fachada feudal? El fatifunJio en Andalucía y en América Latina», en Cuadernos del Ruedo Ibérico, núm . 15, 1967, pp. 3-53. 11º iLos trabajos· a que .vamos á ~eferirno; son fruto de una inv-~stigación sobre la gran explotaci6n agraria en España que, para la Fundación Juan March, ha realizado desde 1975 y durante vsrios años u11 equipo dirigido po: José M. Naredo, José M.• Su-mpsi y Luis Ruiz..Maya. 222 il Eduardo Sevilla-Guzmán tinuidad teórica al trabajo de Martínez Alier. Así éstos retomando de. aq~_é] la -dimensi.ón dinámica de] latifundismo'. pret~ndcm caracterizarlo dentro del marco _de _ I: evolución de la agticultura. Para e!lo parren de la conceptualizac1on económica del latifundio (ya con· soc10económ1ca) · · dsiderada en el apar tado re f ercnte a 1a perspectiva esarrollando una co~struc_ción teórica de gran poder analítico . Para estos autores el «latifundio es una finca de gran extensión· en la que_ se da un desapro_vech~miento claro de sus recursos. Como paradigma ?e tales traba¡os citaremos el estudio de Naredo, Ruiz-Maya Y. SumP.s1, e~ el _q~e llegan a una fo_rmulación teórica de gran consisten~ia al_ 1nscn~1r dentro de ~,na ttpología dicotómica el concepto ~~ l~{ifun9 10. As1, el paso una agricultura tradicional" a otra 0 _erna produce una serie de transformaciones en las unidades ~grar!as de explo~ación de gran extensión,· de tal suene que las ,,grandes explotaciones agrarias tradicionales" se transforman en grandes empresas agrarias". Mientras que las primeras se insertaban en__el marco de una economía natural poco intensa en capital Y ener~.1~, las segundas hasa11 su proceso procluctivo en un alto nivel tccnolnc1co con Í1 iertc . capi_t,alización. El latifundio aparece, tanrn ~n una como en utr_a, s1tu~c_1on, Clrn11~0 ~na explot~rión agraria juno ª )a g~an extens1on utiliza una cecnica productiva atrasada respecto, al tiempo y espac1·0 en e1 que esta' s1tua • d a yendo en per¡u1c10 · ·· d . e su propia rentabilidad» (81; p. 12 ). Con este análisis Sump_si, 1'-!aredo y Ruiz-Maya llegan a formul~~ un co'.1c~pto del l~ t1fund10 que constituye la más acabada vers1on e~onom1ca del mismo. Sin embargo, su análisis al soslaY?!' la dimensión sociológica d~I latifundio, pierde, e~ mi opinion, l~s elemen_tos clave del mismo tal como fueran inicialmente car~c!enzado_s, ~111 una espe,:ifir.ación formal de los mismos, por 1':131ti~ez Al1er. En efecto, la conflictividad latente del sistema latifund1~ta, consecuenci? del rechazo por parte de los jornaleros de tal_ orde_n s~c1al, const1tu~e un elemento sin el cual el concepto de latifundio ~1erde_su propia naturaleza ( «La violencia es parte integral del la1Jfund1_o, y no _se debe a los malos ,sentimientos de pro~ietarios Y auto~1dndes, sino al rechazo comprensible por los obre1~s de un tal siste ma» [154; p. 342]). Su estabilidad tiene una dimensión política sin la cual no puede st1bsistir. Un intento de recupera'. esta dimensión -sociológica del latifundio se debe a Salvador ~rner Y col_aboradores (51, 52, 53, 98 y 189). Estos han preten~ido caracterizar el concepto de latifundio desde una perspectiva e_stnctamente sociológica, en la cual subyace como mantenedora del sistema la din:iensión política. Definen éstos como latifundio aquellas «exploraciones de gran tamaño que, formando parte de una ?~ Sobre el pensamiento social agrario en España comunidad campesina, generan sobre éste un modo local de dominación de clase que, ejercido por el grupo de· terratenientes que monopoliza los medios de producción agraria, es implementado ( a través de unas relacione,s sociales de dependencia) por unos grupos sociales de servicio en cuyas manos se encuentran las instituciones económicas, culturales y políticas que controlan a nivel local la vida de la comunidad creando en la misma un específico orden social cuya organización del trabajo y la propiedad determina la explotación. del campesinado». El latifundismo de.sde esta perspectiva se basa, pues, en la existencia de un «sistema represivo de mano de obra agrícola que requiere la u,tilización in~titucionalizada de la coerción sobre la fuerza de trabajo de los ca·mpesinos sin tierra» (53; pp. 48-50). Así, para la perspectiva sociológica las variables que determinan la forma de dominación local latifundi-sta radica en variables tales como «el grado de apropiación 'de la qerra, el número de jornaleros por unidad de superficie, las alternativas de acceso a los medios de vida, la homogeneidad del grupo de propietarios, el apoyo que existe por parte del poder central a la -c~ase dominante, la integración de la estructura social y formas de organización del movimiento de protesta de la clase dominada» (53; p. 103). El análisis <le Antonio J. Sáuch~z López ele los modelos de uso de la fuerza de rralJajo agrícola en la campiña dd Guada'lquivlr ha de inscribirse dentro de esta línea teórica. En efecto, para cst~ aut~r es la intervención fundamental de un .factor extraeéon6mico la ·,que determina la existencia del · latifi.)n~i~mo, ya que. éste se · basa e.n lá obtención de unos bajos costes de la fuerza d.e trabajo jornalera «gracias a la presión que hace .sobre esa mano de obra el aparató represivo en manos del Estado» ( 184; p. 88). Recientemente Alfonso Ortí ha dado continuidad a estos trabajos -al señalar «el hecho de que la estructura burguesa del latifundism? constituye -dentro del orden general capitalista- una estructura peculiar articulada por relaciones de fur:rza ( casi inmediatas) entre propietarios y jornaleros¡ relaciones particularmente intensas y conflictivas, que tienden a engendrar -de modo sistemático- la violencia» (170; p. 331). La relevancia de estos trabajos radica no sólo en la fertilidad de sus aportaciones teóricas, sino en la praxis intelectual que se deriva de las mismas al proponer diferentes estrategias respecto a la cuestión <le una reforma agraria actual para la España latifundista. En este sentido puede afirmarse q4e en la actualidad los análisis sobre el latifundismo CQncluyen en _dos posiciones claramente enfrentadas. Por un lado aparecen los partidarios de una reforma agraria de carácter campesino en el nuevo contexto socioeconómico { ( Jrlif4A.Xs !~ 224 Eduar~o Sevilla-Guzmán creado por la ~risis ~ergética .(aparecen aquí J. Mertinez Alier, Af: fonso Ortí, M,nueJ l:>érez Yniela y E. Sevilla-Guzmán) y pdr otro aquellos que· consideran irr~evante tal reforma _agraria por su carácter burgu~: y su•.intrascendencia para la economía del país (su más .ardiente 4e,f.~sót és José ~nuel Naredo, ·aunque varios de aqueUos que h,µi tttafzfajado en su· equipo párecén· apoyar sus conclusiones, sobre tbdo Antonio J. Sánchez López y, aunque en menor grado, J. Mari, S~mpsi). Este debJlte, todavía inaC:áhado, puede encontrarse en e~ núm~o mon~ráf~co número 7 4edicado a la .reforma agraria de /igr;q,i/,tura y Sociedad y en el reciente tr.abajo colectivo A Agric,J¡iura: -Ltttifimd.ma tta Pettinsula lberica_· ~n los que apar~cen r~le_v,ntes ~abti_.ºª dé Juan ~artmez Alier, José M.ª Sumpsi, Mario· Gavi~ia, José Manuel Naredo, Edward. Malefa~s, Michael Dr-ain y vario$ ottos autores. En tomo a este debate han surgido interesantes di;CU$iQnes te6ri~as sobre el _concepto de_ reforma agraria, asf como :sobre la natu~aleza del mismo. (37, 87, 83, 54, 90 y 106 }. Lo qu~· nos· ·ha movido a considerar tal debate en este apartado de estu~os .o~~pesinos es el tr-asfondo político del mismo y, sobre ·todo, su vinculaci6n con el papel del campesinado al proceso histórico. En este -~ehtldo puede afirmarse qu~ en· la discusión teórica sobre la realización de una reforma agraria procampesina subyace la acepta~6~ o.: el .rechazo a una vfa altern,ativa al capitalismo diferente al modelo. ecqnómíco de desarrollo establecido por la ortodoxia marxista. $e{ tr-ata, definitiva, de aceptar o no que junto al de.sarrollo del modo de producción capitalista como dominante se articulen o,tros que permitan, según Qquél al que se potencia, diferentes dis~ibuciones de _-poder en la socied~d. Resumiendo: se trata de acept~ la temporalidad histórica especifica del proceso histórico en cada sociedad concreta y con ella de diferentes variantes del c-ambio (e$ decir, ún evoludonfamo multilin.eal) o, por el contrario, aceptar la secuencia taxon6mica rígida del evolucionismo unilineal. Cuestión ésta que se encuentra en el centro del debate te6rko de los estudios campesinos, tanto en la antigua como en la nueva tradición de los mismos. Pero además en esta controversia aparece como trasfondo la valoración ·hist6rica del reformismo antilatifundista y ·procampesino, as{ como del curso- del proceso histórico, tema ya· anali~ado en lt¡t sección dedicada a los precursores y sobre el que, en forma esquemática, vamos .a volver. Ya hemos -señalado que Antonio Miguel Bernal ( 119, 123, 124 y 125), Antonio María Calero (129, 130, 131 y 132) y Alfonso Ortí (169, 170 y 171) son los tres autores que, desde una perspectiva histórica, han analizado con mayor profundidad y rigor el en, ..... ntamiPntn rlP.1 r~mr,p1,Íniulo al orden social liberal. así como su en Sobre el pensamiento social agrario en España ( ( ( 225 ar rechazo modo de ·dominación, foudril primero y- capitalista después. En esta misma línea están los trabajos de Barrolomé Clavero (134) y José Acosta Sinchez (110 1 111 y 112) sobre las repercusiones de la revolución burguesa en las estructuras sociales agrarias y la reforma agraria; José Alvarez Junco (114, 115·), Jacques Maurice (158, 160 y 161) y Juan Antonio Durán (140, 141 y 142) sobre el anarquismo campesino, que con gran f.ertilidad teórica trató de conceptualizar Eric Hobsbawm ( 150); Balc.ells (121 y 122), Azagra ( 120), C~sas .( 13 3); Fernánde-l ~ de ·Pin_edo ( 14 8), Pérez L~dc~ma (176), Mariano .Peset (18Q), Antoni Segura y Jaurne Suau (1162) sobre los mecanismos de explotación del cámpesinado. Todos estos .autores presentan eleII?,entos t_eórico~· y evidencia empírica de in_ter'és para el pensamiento social agrario esp~ñol desde la perspectiva hist6rica de los estudios campe$jnos 1.11 • . _, En una línea de análisis genuinamente sociológica, y de~de esta misma perspectiva histórica de los estudios campesinos, se -~ncuentran los trabajos de Juan José Castillo ( 127 y 128) y Manuel Pérez Yruela (177, 178 y 179). En ambos casos es especia~men~e vali~s? el marco teórico en el que insertan su abundante evidencia empmca. Respecto al primer caso, el esquema explicativo de las· acciones del catolicismo social (cf. sobre este punto d estudio, en colaboración, de Paul Preston; 181) posee nna gran fertilidad an~iític.a y contrasta con la pobreza teórica existente sobre el papel de la Iglesia en el proceso histórico español. Algo análogo podría décirse ·respecto a la conflictividad campesina en lo que se refiere a los trabajos de Pérez Yruela. Volviendo al hilo argumental de nuestro discurso, esto e~, a! análisis de la aportación de Juan Martínez Alier a los estüdios cam111 tSoy consciente de que aunque son todos los que est:ín, no :he incluid0 a varios ci,mtíficos sociales cuyas aportaciones bistriográficas ~on fu~d:1mcr. t:l!es -entre ellos el más relevante es, sin duda, Pierre Vilar (196)-, incluso en d análisis de la estructura agraria de las situaciones históricas por dios t:sturliadas. Así, Julio Valde6n, ~arda de C?rtaza: y Salv~dor Moxó_ l!n él 1:1?do de producción feudal {donde Ue!len espcc1_al rel1e~e las mterpretacicme:,. teon~n::., de Re~ma Pastor); Gonzalo Anes, Anton:o Do_m1~guez Ornz, Miguel, Art~ia _\en las primeras etapas de implantación del capuahsmo) y Josep Font~na, l:.;1~·1que Sebastia, Jordi Nadal y Juan Sisinio Pérez Garzón (en los mome.~'tos en que se consolida la presencia h~gernónica del cap1 talismo) poseen. tst11d10~ Je. gr~u valor sobre ]os marcos sociales en que si! insena el campesinado . En ning\m caso estas reflexiones significan emitir un juicio sobre el quehacer· historiol,!r:i• fico global de estos autores¡ por el contrarie\ mi an:ilisis. se cenera _en un aspecto parcial muy conc:reto de su obra: aquel que:: se refiere_ a _s~1 :intcrpr<::~;l· ción sociológica sobre algún elemento de la estructura agraria. l ntcrp:~rnuo!1 que, por otra parte, yo considero relevante para el proceso rle acurnulac1on teorica del pensamiento i;oriológico agrario, · ( c. (' ( (. {, (' 1 ( C. {' ( ( ( { { ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( { --~·e ,, ) t ) •, ) , ) ) ) ) ) t , ) ) ) ) t ) ) ) ) ) ) ) t 1) t 226 Sobre el pensamiento social agrario eo Espa.ija Eduardo Sevilla-Guzmán pesinos- hay que señalar que, después de sus investig~ciones ·~obre las relaciones de producción latifundistas en Andalucia (publicada en inglés con el título de Labourer~ and L:ndow!1~rs So~thern Spain), extiende su campo de estudio a La~1noamer1ca _1nvest1gando las haciendas ?ndinas del Perú y las plantaciones de azucar en Cuba antes y ·después de la revolución ~e 1959 (155, ~56 Y 147). ~~ es este el lugar para analizar las diversas a.portac1_ones de M~r unez Alier a la teoría social agraria co.mo consecuencia d~ est_e tipo de investigaciones comparadas; ni disponemos de espacio ,n! _la naturaleza de· este trabajo lo admitiría. No obstante, ~u analisi~. es un valiosísi1no esfuerzo para clasificar la gran variedad de lo~ mtemas ele tenencia de la tierra y la utilización que éstos hacen de la fuerza de trabajo del campesinado, con o sin tierra, en el qu~ se aportan · ·'on. Asf , de Haciendas. , .Plannn merosos elementos para su teonzac1 d t11tio·ns and Collec~ive Farms, obra que resume la mayor par.re e sus in~estigaciones previas, entre otras intere~~~tes aporrac:ioncs, quiero resaltar las siguientes: su sugerente analis.,s 6obre los conceptos de· «excedente» y «explotación» como educa a los plnnteamientos de •la economía neoclásica, por un lado, y del enfoque sustantivista de la escuela de antropología económica, por otr~. I gualmente su análisis desde la posición de clase de los ter~aten~en~tsd) utilizando el esquema teórico de Chayano~, de. la racionalida , e sistema latifundista jorn_alero frente a.l lat1fund1smo .de ap_~rcer~:l: arrendamiento, es especialmente relevante. El estud1_0 de las ciones de producción en las haciendas andinas en las que la _aparente servidumbre feudal - en el sentido de Kula- e~. ~xpl.icada ª partir -de un nivel sociopolítico. Resumiendo; el anahs.1s . de Jua? Marrínez. Alier presenta, junto a releva~tes , ~nterp~etacio~es. teóJ1i cas sobre diferentes aspectos de la orgamzacion soc1oe~?nom1ca e campesinado, una fundamental y e~clarecedora, ~~flexio~ sobre s~ diferenciación · interna. En este sentido sus analis1s sobre las act~ tudes políticas de los campesinos.~ _de _l,as jornaleros han contri· buido en gran medida a la de~m1t1hcacion., por una parte, de 1~ indiferencia p~lí rica del ca~p~s111~ parcelar_10 Y, por otr~, defl sianismo primttivo del campesmo ;ornalero, mostran~o asi l_a a acia de la . existencia real de muchas de tales supu~stas diferencias ~ntre ambos . Su obra ha originado, como consecuencia de sus aportaciones ' sobre. el proletariado agríc~la, el que éste ~ea cons1'der~d0 com: un egrupo analíticamente margmal en el estudio de la soC1edad ca P l sina, generando lo que se conoce c~mo el enfoque heterodoxo e_n e análisis del campesinado. Enfoque este que posee uno~ antece~entes especialmente relevantes dentro del pensamiento social agrario es: !n t~ { ' 227 pañol como consecuencia de la obra, ya analizada, de Juan Díaz del Moral (cf . en este sentido 10, 172, 177, 188, 189'.y 192). E.s obligado citar aquí a Manuel Pérez Yruela, no sólo por su contribución a formalizar teóricamente este enfoque dentro de -los estudios campesinos, sino por sus excelentes indagaciones teóricas sobre el comportamiento político del campesinado y su aplicación al caso andaluz. Dentro de esta tradición teórica tiene gran importancia el análisis de Miren Etxezarreta sobre el · contexto teórico de una de las más relevantes corrientes de -los estudios campesinos . Su estudio sobre Kautsky, Lenin y otros autores .respecto a la evolución del campesinado suponen una interesante : indagación analí.cica para su aplicación a la situación actual de la estructura agraria española; cosa que ella misma hace respecto al País Vasco (143). Su libro La evolución del campesinado. La agricultura en el desarrollo capitalista (144) presenta junto al trabajo ya comentado una exce'lente selección de textos de esta corriente de pensami~•nto que centra su análisis en -los distintos modos de dependencia que aparec:eu en la agricultura como consecuencia del avance del capÍtalismo. Eu este sentido puede afirmarse que en España, como ep el resto de los países avanzados, se ,produce una fase de hegemonÍ? industrial en el campo que impone un sistema de absorción de fo. agricultura, de tal suerte que los sectores del campesinado que consiguen readaptar las explotaciones de acuerdo con sus exigencias pasan a 6et dominados por el sistema agroindustrial. Así estas explotaciones se encuentran totalmente sometidas a una nueva forma de dependencia, a través de la cual traspasan su plusvalía a las industrias agrarias de las que dependen, fas cuales, por el contr'ario, traspasan cada vez en mayor medida al <(Campesino-obrero» -el •·riesgo, la incertidumbre y toda la serie de elementos, vinculado.~ a la fase del proceso productivo agrario-industrial, que. habiendo dejado de gravar a la industria· pasa a gravar al campesino, lo cual permite a aquélla acumular las partes sustantivas del beneficio correspondient~ a las fases del proceso productivo sobre las que ha extendido. su control. Pero, con independencia de que el campesiriado esté más o menos integrado -a una cadena de :producción vertical agraria,. las empresas agrarias en general se encuentran dentro · de un mercado cada· v.ez·· más dominado por los .intereses industriales que controlan la producción mediante la apropiación de sus excedentes, ya sea en el: mercado de las inputs o en las fases de la comercialización. En defi~ nitiva, el capital financiero penetra cada vez más en la esfera de· · la producción, reorganizando y convirüendo gradualmente a la' . agricultura en un sector industrial del que absorbe prácticamente la totalidad de su excedente. Estas nueva-s pautas de dependencia 228 Eduardo Sevilla-Guzmán Sobre el pensarniemo social agrario en E spaña sobre el campesinado:'tjue comenzaron a ser estudiadas por Naredo en su Evolución de la agricultura en España (226) y que en 6U manifestación de agricultura a tiempo parcial ya ha sido considerada (fundamentalmente a través de los excelentes trabajos de Eladio Arnalte¡ 116, 117 y 118), cuentan desde entonces con una gran aceptación entre los científicos sociales agrarios (147, 189, 212, 213, 227 y 234). Lamentablemente no disponemos aún de estudios monográficos que nós! muestren las formas que adquiere este proceso d« proletarizadón campesina en los distintos subsectores agrarios . Las hipótesis y-·argumentaciones pioneras de Enriqu_e Barón sobre la relación agricultura-industria (198) no han sido aún fundamentadas con un apoyo empírico gue pruebe y especifique su indudable validez. El trabajo de Antonio Gámiz -sobre la producción bajo contrato de tomate en Badajoz ( 146) no es sino un excelente ensayo en el que se apuntan las pautas teóricas y metodológicas que deben seguirse ei;i este tipo de trabajos para analizar las P!=!CU· liares relaciones qne se establecen entre las distintas esferas del complejo agro-industrial. ,En esta misma línea aunque con un tratamiento macrosocioeconómicQ está el trabajo de Alicia Langreo ( 151 ) y los trabajos de Juan i Fenollar, entre los que e.abe destacar una acertada caracterización .del proceso global desde una perspectiva teórica (152). Un interesante análisis de las repercusiones de este proceso sobre el campesinado español se debe a Jesús Contreras en su trabajo El campesinado españo!: Transformación y Dependencia, así como a sus indagaciones sobre las guerras agrícolas ( 13 5, 136 y 137). Los trabajos más recientes sobre las nuevas formas que adopta la agricultura e.n su creciente proceso de integración en el si'stema económico global tienden a c:onsiderar éste en el contexto in'ternacional. En este sentido y aun cuanJo no se centre en problemas específicamente agrarios tiene especial interés, por la fecha en que fue escrito, d análisis que Alfo nso Ortí hace del proceso de desarrollo económico español en 1970 que, s pesar de su brevedad, supone una primera caracterización esquemática del telón de fondo en que a partir de la segunda mitad de los años setenta ha de insertarse el desarrolle de la agticultura española y que en la actualidad ocupa muchos de los esfuerzos de los sociólogos y economistas dedicados al análisis de la estructura agraria. Decía O rtí, al referirse al proceso de integración de la economía española en la economía mundo como consecuencia del tipo de desarrollo económico elegido: «Retorna -a.sí, una vez más, el viejo mito medieval de la venrn del alma al diablo y de las ansias de eternidad de los IPrirl"~ nnrteres del doctor Fausto.,. al producirse .. . (a través M .... 229 del colonialismo tecnológico) - . . clase cm . l . d' ... una extrana s11nb10sis entre la vieja presaria rn igena --uno de los r d d l 1. tradicional celtibérica1 d e ucros e n menta idad l:: ~~ternaci~nales. Finalmen~e, ~:l ~ J:~!e:erI 0~:d~~e;e~ir11~~.~~:~~:; su retiro ~º~? renta u?a gran pane de Íos beneficios enerados por Ja etapa 1mc1al de la incorporación tecnológica A I g l · a vez a estructura económica · df tica y malthusiana :~logeqna conservará su viela planta monopo!ísnol ' . ' ue a un nuevo y mas elevado nivel ...,-. og1~0 y con unos centros de decisión económicos subordinad~s a l~~ intereses estructurale-s y a las situaciones coyu ntur¡.¡Jes de eco;~~1Iz:dexte1hna» _( 231; PP; 479-480. En este se::i cido cf. el lr:Jb;¡o O S oc ? anos ~es~~cs por J. Muñoz, Santingo Roldán y An ,e] d;~~o~~ 1¡ m ternaláacwn . 1 el capital en Espa,ia ( 1959-1977), Iv1:itrab~jo d: ~lf~~s~ª1ar~i).Dra1ogo, 1978, donJt: s:: Ja conrinúidad a] - Existe una relativamente abundante bibliografía sobre es te oroce,,~, aunque la mayor parre de esros trabajos (que da ·amenre ·h~n de insertarse en la tradició d J d. . " ., d n , ~ os e_stu .1os campes1110$) se l.'en,rnn en la d' 1 1s~us1?,º e aspectos teon cos (c1ertamenre imprescindibles para ª consu_uccion <l~ un marco de aproximación a la realidad ) · ésto· n_o so\~1~º un primer paso para explicarla. Tal explicació11 rc~üic:r/ ~1ª:,em . a.go, el. apon e de aquellos ma:-eriales empíricos gwe lo funsent:d~en. ~un :cu~ndo ,la mayor parre de e'st?s trabajos son pre, l s en;/ bd,bl1ograf1a referente a esra secc1cín, quiero referirme a_qu1 a est~ io e Juan ~uro y Jesús Regidor sobre el 1\'eoc:a italzsmo , agrarzo en Andalucta y a los trabajos de E. Mo"ano A /, .. M · entre otros, quf' anaiizan • , · e$te ux , , . Perez Yruela y M . P' _erez 1·oum10, e~ otras comumdades autóno:nas o en el conjunto· del Esl ; J5Pª~?l. fºsA Co~gr_esos Europeos {de sociología rural) v de a e_ er~c1on. e , soc1ac1ones del Estado español (en el orup~ de traba¡o ae soCJolugrn rural) celebrados en Córdob;; 19-:9 , º.,~ 7,. . , ' ' •~•dw goza , 1981, of recen rnteresan res resuicados a nivel teórico (et 79 Y 162) de e5te problema. ... r:1ceso 1 • 1 ) ~" Perspectiva socioeconómica ~tª dif ~~xiste _ab_~indante liter~tura en las ciencias sociales que, desde d etentes_ 1sc1pl1~as,_ ha anal~z~do los aspl!cros agrarios de la muanz! f°crnl,1 eco~o~1c:a y pol1t1ca que ha experimenraclo· el Esr,1do d:~an~ en ~s ultimas cu~cro décadas. De éstos un número PO ª denab.le p1cse!lta da tos, rn ce,precaciones, perspectivas teóri~~< \ en general., elementos de reflexión relevames oarn 1~ ~nrinlnor,. ~;,:r .. 1° 230 Eduardo Sevilla-Guzmán En este apartado incluimos un cierto número de trabajos que, r~alizados en- su mayor parte por economistas, pretenden c.aracterizar la estructura socioeconómica agraria de España. Estos estu~10s pued~n ser interpretados, desde el punto de v_i~ta 4e1 p~nsam1ento social agrario, como ·un :proceso de acumulac1on c1ent1f1ca en el que se van superponiendo las aportaciones de muchos de sus autores hasta alcanzar. la caracterización teórica de un modelo de desarrollo agra,. río que $e ve respaldado -p~r la evidenci! empírica por ~llos acumulada. En las páginas que siguen voy a intentar ha_cer, Junto a una esquemttica e·volución de· sus aportaciones a l~,·soc1ología rural, una caracterización de -la dinámica de transformac1on de las estructuras agrarias españolas .desde la perspectiva de sus propios hallazg?s. E~ · es te sentido el. trabaj"o pionero se debe a Juan Anllo 9~e, con· el título de Estructuras· y problemas del _campo español, realiza en 196 7 ( 197) la primera descripción global de la Estructu:ra A~raria española. Es éste \in trabajo en ·el que predomin~n la d1mens16n descriptiva, adoleciendo de :una visi6n ··real de conJu~to, pero por realizar el prim.er análisis estadístico del Censo Agrar~o de 1962 Y apuntar ya algunos de los problem~s. clave de la a~ricultura es~añola debe ser aquí citado como in1c1ador de este upo. de tr-abaJOS ( de menor interés es el trabajo que por enton~es _realiz! .sobre el tema Campos Nordman; 204). El primer estudio s·1stemat1co. de la agricultura española que pretende ~x?licar la estructura agraria <liante las interrelaciones de sus distintos elementos se deb~ a Xa vier Flores que en su Estructura socioeconómica de la agr:cultt:1;a española (210) :presenta una l?~norámica completa ... de la s1tuac1on social y económica del campo español durante los a_nos s7~(!nta. A?n cuando en este trabajo ·predomine igualmente la d1men_s10,11. ?eswptiva ,de los distintos aspee.tos que trata, el excelente anahs1s e5ta. · dí-stico que realiza para· apoya·r ·sus af'irmac10nes, por un lado _. . , y fa ·comprensión de los problemas clave de la estructura a~rar1~ española ( algunos de los cuales son desmenuzados en un valioso 1~tento 'de expHcación estructural), -por otro, ~onvierte -a. este trahaJo.. en una· fuente imprescindible para el estudio de la agricultura espanola ·de aquellos años. . , . . El · primer análisis. específicamente soc1olog1co de ·la estructura ~graria española se debe a Amando de Mi~uel Y,co~aboradores e~ . el. caphulo IV, dedicado a la E~truc~~ra so~!oeco,iom.ica,__ del_ fam~so Informe sociol6gico sobre la sttuaczon soc!al E~~a~a, ·conoc1do cómo el FOESSA-1970 (223 ). En él se realiza un analms del campo :d~l más.· puro 'émpirismo abstracto -posic.ión ;ntonces _hegem6n1c~ e_h. la 6ociología española-; su carácter ahist6r1co y .puram~nte_ des me: 1e Sobre el pensamiento social agrario en España 231 criptivo trata de ser cqntrarrestado· con un tratamiento extremada~ente sofis~icado de la información. Aun cuando en su conjunto dicho ~rabaJo no aportase nada nuevo a los ya realizados poseía determm~dos aspectos que -supusieron una apori.ación para la sociología rural española. Tal es el caso del valioso ánáli-sis que hace del problema del minifundio o del tratamiento qbe da al latifundio. Estos dos a-spectos del estudio del ca.ropo del ·FOESSA-70 tendrfan una continuidad teórica en el tratamiento de '.-~stos temas por Sancho Hazak y Eliseo Bayo {119 y 93) en su análisis de ·la estructura agraria. · . El tr~bajo que supone, sin duda, la aporta.ción mas importante al pensamiento social agrario del ~onjunto de. ·estudios socioecon6micos de la agricu!tura aquí conside;-a.dos ,se ...·~ebe a José Manuel r-:iaredo. ~µ.. Evoluct6n de la agricultura españ~a. Desarrollo capitalista y crtsts de_ las formas de producci6n tra4i~ionales (226 ), constituye la aplicación sistemática ( recuérdese qu~.: ~n su análisis de la emigración :rural Víctor Pérez Díaz esbozó Y~ .. este modelo teórico para .insertar en é.l su estudio de la Bmigraci6n. y sociedad en ti-erra de Campos. Cf. 83, pp. 3Q-32), por·primera :~~z en España, de un modelo te6ri~o ~ara explicar el· papel de la ~gricultura en el desa~ rrollo del capitalismo español. En este trabajo; ~lUnque no se exprese en forma específica, Nare~o utiliza el marcp·.~·te6rko que elabor-a Lenin pa-ra caracterizar las transforinadones ·~- que se ve. sometida la agricultura en el .avanc~ del capitalismo•·. ['V. I. Lenin, El desarro- . llo del capitalismo en Rusia, l.ª ed. 1899 ·(Bar~elona: Ariel, 197 4)] y mediante un excelente tt'1tamiento de la i'n~ormadón estadística utilizada funda~enta empíricamente su - aplic~ti6n para explicar las transformaciones acaecidas en la ,agricultura· .. española durante el l proceso de industrialización. A esto hay- que ·añadir una brev~, pero . rigurosa, introducci6n hist6ric~ que :enmarca 6µ.:trabajo en un modelo lj teórico explicativo realmente v-alioso. Junto a ·ello ·se analizan con gran originalidad aspectos específicos·· que ~t desarrollo capitalista \ introduce como nuevas pautas de dependend~, tn el campo español. ¡ . Así, su análisis de la agricultura a tiempo pardal y otras formas de proletarizació~ campesina, o su fundame~taci~n de los mayores beneficios crediticios por parte· de la. g,:an explotación (226; pp. 8.391 y 139 y ss:), son -excelentes ejet?plos de la ard~lación del ma~ ·terial empírico en un discurso . teórico más '.:amplio. Pero, además, · el trabajo de. ~aredo fundamenta su modelo general de desarrollo de 1~ agricultura española a través. -9e otras apor~aciones que lo amplían y especifican. Tal es el ·caso..del es~cidio que él realiza con José Luis Leal,: Joa~uín 1.eguin~. -y.:Lws Terr4ifeta y. en el_ que pajo ·¡__ .. ~ .. ) { { Eduardo Sevilla-Guzmtfn 2.32 el· título de La agricülftlra en el desarroJlq capitalista· español-19401970.(227), aparte de una más clara formulación de model~, analizan los múltiples mecanismos a través de lof cuales la agri~ultura lleva .a cabo mediante un trasvase intersector1al el aporte mas sustantivo al pr0ceso ·de industrializació~ esp~ol. (cf. un excelente análisis del mpdelo y· de esta línea de 10vest1gac16n en 213). A. pa~tir d~ La evoluci6n de la agricultura esp~ñola ª!?ªrecen un gran número :de trabajos que adoptan s~ mode!~ para mterpretar las transformaciones de estructuras agrarias espanolas. En este sentido .cabe citac, entre· fos más relevantes, el añadir nuevas evi~encias empíricas para su apoyo, por un ~ado, · y com:pletar determmadas interpretac=iones, por otro, los traba10s de J. L. Garcfa Delgado. ~n ellos anállza l~s rentas agrarias en el contexto dd esquema teórico de Naredo de: -la -agricultura tradicional y trata de detectar los cambios ocurridos ea la agricultura ~spañola más recientemente (21~ Y el tr~baJo de :Gartfa· :Férnández [214] y otros varios, ta~to a ruvel de comunidaqes -rurales '[215J 218 y 224], como a nivel global [11~, 206 y (2.38]) .. · . El análisip que -realiza Salvador G1ner y colaboradores _de la estructura social ·agraria española supone una clara alternattv~ a1 enfoque socia)ógiao.>pot entonces do~inan!e, en ~1 que los· ~~pectos cua~tltativos ·prevaJ~an sobre cualqwer tipo de mte.rpretae16n cu~litativa. El Hecho ·de que se •bJ~erten en un estu~o más amplio sobre la est~ctura :5ocial española, aun cuando: enriquezca en ~gunos. aspectos ;el análisis de las 6·ociedades agrl(rias e.~P.~olas al mterrel.ácionar ~~.mento~ de ~ta.s eon otr?_s de la ~octe~ad global, su- pone una ~it~ció~ ya que el. --~atanuento e~ ·demasiado esquemá- tico. No obs.t'¡ante, ep ~stos trabaJos 6C apu~t~n los problemas cl.a!e de la estruétura so.cial agraria en un discurs~ cuyo enfoque e~, sin duda el ele.atento ·de más valor, y.a que en él se esboza una t1pologfa de socie4ades ·agr~as de gran. interés para el .estudio global de :~a estruc•~.'. ra agraria esp.afiola teniendo· ~n · cuenta su tremenda· diversidad (cf. 51, ;52, 53, 87, 88, 97, 98, ~9 y_ 189). ·En el· m<Ddelo 1i;ntroducldo . por. Naredo (y ·readaptado por otros · ~ · :autores .su aplicaci6n a) a~álisis de difer~tes aspectos de la 'estru~tura-. agraria) _:se coµiprue~a c6mo la d~c~da de. los cuarenta .supone un PfOCeao.Jde atutn~fi~6n a través_ de :la a~ricultura en _la ·. gue la s9br~explo.~ci6!1 ·.-inte~si.va del ~pes~nado- tanto .en 6us ·estratos menos favorec1dbs de_ Jornaleros sin qerra · -median.te el · ':sistéma rep.(esivo de ma9<.? de·_ obra agrícola-· como en sus .capas más acomodadas p◊r la. ~u~óexplo~ación de la foerz~ · ?e . trabaJ? fa- . miliar generan un áhorro y pcn··: consiguiente u!1ª c~p-~~l?ad. ?e fmanciación que .pondrá en marcha el proceso de mdustt1állzac1on. para; Sobre el pensamiento social agrario en España 2.3.3 En estos años jug6 un importatne· papel el Servicio··Nacional del Trigo Y en la política agraria que se siguió con este cultivo. Víctor Pétez Dí~z. realiza un excelente análisis de este aspec:to y· a nivel de comurudad rural fundamenta empíricamente un~ ~ipótesis ,generalmente aceptada, pero cuyos mecanismos de implementación real no se conocían (82, pp. 66-71). Algo parecido sucede con el apoyo qu~ el SNT suponía para el campesino castellano. el g~an propietario dur,nte aquellos años. Varios autores han analizado los meca?ismos reales de apoy? a través del estraperlo, así como el papel Jugado por este orgarusmo dentro de una política de precios. Las r~~ercusiones de ésta sobre el campesinado que· es mantenido, artif1cualmente por los mecanismos de dicha polí-tica agrar.ia .'durante aquellos años, para más tarde ser abandonado en un espacio· económico sin las mínimas posibilidades de defensa .real ha sido una de las má-~ relevantes aportaciones· de ~stos autores 0&9, 198, 226, pp. 27-32; 119, pp. 12 y 55; 212, pp. 275 y. ss.). Es ·impoitante señala~ aquí la relevación del análisis que de es;a ·política . 'agraria se realiza en la obra de Juan Naranco, La agricultura y el deiatrollo econ6mico. i!fpañol;. desde Cuadernos de-1 Ruedo Ibérico (números 20-21, de 1,968), este autor denuncia .la dimensió•n polític~ del de.sarrollo agrario español desde una. radical praxis intelectual, adel~tándos~ en varios años a conclusiones y conceptos que después ap~recen como elementos clave del modelo de desarrollo. agrario español de Naredo. · ·. Durante estos años se inicia la política de colonización. Aun cu~nd? al analizar los trabajos cuyo enfoque cae dentro de fa iociología d~l Desn:·rollo social rural ya nos ·hemos referido a varios au:t~~s g_ue ,analizan este t~po de· acciones o q4~ ere. la .-peculiar doctrina ~nd1gena de las mismas, hay otros estudios que enmarcan esta política en el proceso de desarrollo español, como -aquellos de J. Martínez Alier, A. Sánchez López,· Gaviria, Naredo y colaboradores (221, 222, 184 y 50), o el brillante estudio de esta política agraria de Nicolás Ortega. (230). Sin embargo él trabajo que, en mi opinión ofrece una visión más dara de la agricultura española !!n aquello¡ años, aun cuando su enfoque· se centre en exceso en los problemas económicos, -se debe. a J. Clavera, R. Hombrabella y J. M. Esteban en su estudio Capitalismo español de la autarquía a la estabilización (19.39-1959) Y el· trabajo de este último en el libro colectiv<l que edita Paul Preston .~o~re 1~. ~.vol_ución de la situa~ión·, so~iopolítica del franquismo, Spam zn Crzsrs (97), que .posee ademas en varias de sus contribuciones aspectos relevantes para atender fa.~. transformaciones que se producen por enton~es en la es true tura agraria. ., )~ ). ) '} ) } ) _) ) :-.} ·) •.. ) r} ) ,) t) ;ª-) /) ') '} ;··) ¡··) l) r) '·) ~ ) t) ·) ) 234 Eduardo Sevilla-Guzmán En lás primeras· etapas de la industrialización, es decir, a partir de 1951, se parte de unos niveles tan bajos que la relevante aceleración sufrida por las actividades industriales en esta primera década sitúa todavía a .España notablemente alejada de .producción normal de la mayoría de los- países que conformaban el mundo de Occid7~te .. ~n este período no existe prácticamente ningún tipo de plamf1cac10~ ~spac1~l. Sin embargo al comienzo de -los años sesenta y como c~:ms:ecuenc1a del Plan de Estabilización ( 19 59-1961) se dan los primerps pasos en este sentido ... (en los planes de Desarrollo) ... se adopta; d~ramente u1:1. tipo d.e industrialización urbana que provoca y ·genera la contin.uidad ~·dd éxodo rural que, si en los años cincuenta ·:supuso la -~alida de las comunidades rurales de amplios sect?res-_·.de jornaleros, en la década de los sesenta comienza a producm.e en las familias de los 6ectores más bajos del campesinado con tlerr~ (pequeños propietarios, arrendatarios y aparceros). Con ello ·se _cqnsigue un doble objetivo: por un lado, satisfacer la cre~iente m~ho de obra que exigía a medida que avanza el desarrollo mdustr~~l. y, por otro, obtener una sustantiva fuente de financiación para el qesarrollo español a través de las remesas de los emigrantes extranjer:ós (189; p. 211). Aun -.~uando existen un gran número de trabajos que analizan ~1 proceso migratorio español muy pocos lo hacen desde 1a perspectiva de. las repercusiones que ésta tiene en la estructura social agraria Y much(? menos aún los que junto con éstos pretende medir la emigraci9n rural (189; pp. 209-219); tan sólo Caro Baroja ha hecho unas reflexiones sugerentes sobre el tema a las que habría de unirse, como ya: señalamos antes, los estudios más relevantes en este asp~co que se qeben a Víctor Pérez Díaz. Sin embargo sus trabajos, aun•· que analizan cualitativamente este proceso en el marco de las· . transformacion·es acaecidas en España en las décadas de los aaos : cincuenta y ses en ta, lo hacen como trasfondo de sus estudios de comunidades específicas para Castilla por lo que no consideran eL impacto· diferencial de este proceso en las diferentes estructuras .. agrarias de los países que integran España. El análisis sociol6gico de la emigración española desde esta perspectiva está muy por hacer. Los. únicos estudios interesantes con carácter global se deben a Jordi'. Cardelús y Angels Pascual (232 y 23.3). Los estudios de· García Barbancho tienen una dimensión puramente estadística, sin . . ninguna pretensión explicativa del proceso; aunque por el momento·¡ en qqe· se realizan y el período que abarcan 1900-1975 hayan de··· ser considerados como un trabajo de indudable valor éste tan s6lo;:.; _·. radica' ·en ser el punto de partida para posteriores i~vestigaciones: · Los trabajos de Cardelús y ·P~scual. pretenqen dar contenido te6rico . Sobre el pensamiento sqcia.l agrario en España 235 a fas cuantificaciones de . Ba~~ancho y superar su nivel de~criptivo ~ara presenta~; una exphcac1on. gl?bal del proceso migratorio. El hbr? en cue-st1on se. llama Movtmt'entos migratorios y organizaci6n socz~l y sui:_,o?e un in;teresante intento de explicar, desde una perspec.ttv~ marxista, al exodo rural y su impacto ·~n la organización s?cta~ del· ~stado español. Su análisis pone en ·¿videncia' la insuficiencia d~ la e.c?nomía clásica y neoclásica para explicar el fenómeno de la em1~rac1on. Por el contrario es la acumulación de capital lo que c~nstltuye el núcleo de su intento de explkación llegando a conclmr con que «el desarrollo desigual que se da en el Estado ~spañol polari~ado .en muy poc~s zonas ... sólo es.-imputable al conJun~o d~ fracc1~nes de .la bur~uesfa del. Estado ·español, ·as{ como al cap1 tal in ternac1onal... No es el desarrollo y la :industrialización de Cataluña ni el subdesarrollo de Andalucía, Extremadura y Galicia 1~, que da lugar a la inmigración a la primera zoha y a la emigrac1on de las segundas. Es, en cambio, en todos los -sentidos es decir la movilización permanente y global. .. con una, líneas fu~rtes mar~ cada-s no por los intereses de entes· abstractos como son económicos o espacios políticos, sino· por. los interes·es de:. Íos grupos sociales que detentan el control del capital y, por tanto, pueden decidirsobre su localización» ( 23 3). Parece claro que el: proceso global de acumulación de capital es esencial para entender el proceso de emigración que ha existido en España durante· las últimas décadas Y que, ~i.ertament~ la6 alterna ti.vas ':ltilizadas po( 'Cstos ·autores par-a el analms del mismo es una vía de análisis mucho rnás fértil que la de ·las leyes de la oferta y la_ dem~nda que; en un contexto de armonía, pretendían presentarnos la .movilidad del / actor trabajo como la de un mero. elemento más de la prodqcción. No obstante aceptando. importantes aciertos en -aquel planteamiento teórico existe, ~? mi opinión, ciertos aspectos mecanicista-s en el mismo que ?ebili~an 'fuerza_ de _sus argume~to~. Ello no· obsta para que las 1nvest1gac1ones en equipo de estos autores, a los que ha de unirse J. ~- Oroval, constituyan los análisis más d~$tacados que se han 1:ahzado hasta hoy sobre el tem-a en nuestrQ país. En nú opinión, el desarrollo del pensamiento ma·rxista· .&obre la movilidad de l_a fuer~a de _trabajo ~osee en · la actualidad· numerosas lagunas te~r1cas e incluso determ1nadas contradiccione~ ¡ sin embargo existe· :'1~ importante nioviD:iento de renovación, 1 suplement.ándolo y revisandolo en forma crí ttca en sus propios términos 112 • Aun cuan- !ª 1·· 1. L L-' 113 L . r. lac1'6n te6rtca · reIevan~e con··carácter. · · a pnmera 1o~mu, general de este tema se debe a M. N1kohnako ( ~Notes. Tow~rds a ~tnera.l Theory of Migra- ··' ( 1 1 2.36 Eduardo Sevilla-Guzmán do existen v-arios estudiQs específicos sobre·· 1a emigraci6n· a~ria, ésta en general tiene u,h carácter fundamentalmente descr1pt1vo. Los trabajos más intere,antes sobre este proceso, junto a los ya señalados, lo an~an ~ien con un carácter global,. caso de los de José Cazarla~ Dav:iid D .. Gregory, Salvador Giner, N~n Salcedo y· Manuel Castells, Oi bien ,se ~entraµ cm el contexto del inmigrante en las zonas urban~s, caso de C. Sole, G; Kade y G. Shiller, J. M. Marsal y M. Mandilovitch •y-, sobre todo, de Angels Pascual que toca, de nuevo, este tema cori una extr~ordinatia sagacidad en su libro: El retorno -de los emigrantes: ct;m/licto o integración (29, 101, 20.3, 217, 227 y 232 ). Para concluir esta 'esquemática consideración sobre los trabajos de emigracion qµiero referirme a un estudio qµe pos~e, en mi opinión, un exiraor~nario ·valor pará la teotía soci~. agraria. Se trata de 1a hi~ioria de vida Hace,: la América de Joan. F. Marsal y que puede con~iderarse, por. sus sugerencias teóricas y la riqueza de sus plantea.mieptos, como un an~isis dentro de la más pura tra• didón infolectual •de los estudios campesinos (220). Si retomamos el hilo conductor. de nuestro discurso para, dentro de él, analiz~ fos :estudios socioecon6micos ·relevantes para el pensamiento soci~ · agrario es obligad<? señalar ·que la. em.igraci6n - rural desencadena un ·proceso· de cámbio irreversible_ en la estruc~üra. social agrari~: .Este determina que, a partir .de lá ·segunda mitad de- la década de los s~~ntf., la ·co~isten_cia de las· fqrmas d~ exploJación, -tradicional ·en 'las grandes éxplotaciones · y dél mod9 «cam.P.e~fuo?> ·aparece.' ya prácticam~nt~ dentro de una db~-~~ª. de desin... tegrición. (83, 10~, ·117 y 1.7..5) .. L~s leyes del mei~ado imperaban sobre· ambas. ·Las g~andes ~p~O!aclones tenían a11n la oport~dad de reconvertir· s~ or,~zad6n ··pro.ductiva y transf~rm~rse en .~odernas -empresas ._cap1tal1stas. _-BI. Estado:las hahfa p~ov1Sto de una nada desdeñab~e ·l gama. de f~cilidades para la int~~ificaci6n. eµ ca·pital de su est~ctura ·_de prtjducd_p.n. S~ embargo,· en lineas -gen~rales, tal cambio no había tenido· .lugar, al menos de· forma suf1cÍentemente generalizada. Ello era. :.debido a qúe 1~. facilidades que se les proporcio~ban)ban 'insertas· en. el contexto más amplio del proteccionismo gubernámental .. Esto aseguraba '1 las grandes· explotaciones importahtes ~cedentes · sin que fuera necesario asumir ningún tipo de riesgos, cosa q4e sucedería de intentarse una modernizaci6n racional de dichas explotaciones; de ahí que el cambio de , tion in Late Capit;ili~m»,. ;Race and Ciass, vol. XVII, núm. 1, 1975). Para ~ excelente intento · de completar tal enfoqu_e ~compañado de una .mordaz ~ríuca del mismo cf. Teodor Shanin, «El advenimiento de los campesinos; Eau~antes que trabajan, campesinos que viajan y marxistas que escriben», en Agricultura y Sociedad, núm. 16, 1980, pp. 9-26. l .. 1 ¡ . :.' ¡ i 1 ¡ 1 l ¡ .i Sobre el . pensamiento social ag1·ario en España 237 sistema tradicional -de cultivos se produjera. en un __ gran número de sector:es siri considerar el interés a largo pfazo de la colectividad. Dicho en otras palabras, utilizando los esquemas del proteccionismo oficial que iban teóricamente dirigidos a las explotaciones familiares campesinas (81, 82, 136, 137 y 183); con ello la modernización de un gran número de grandes explotaciones había sido t •.!alizada con una visión coyuntural que, aunque supusiera la obtención de unos jugosos beneficios a corto plazo, significaba la continuid.ad de una serie de cultivos poco rentables para la economía nacional desde la perspectiva de los mercados nacionales (cf. 38, 74 1 81 1 98 y 106) . Ello propicia la proliferación de, por un lado, las . multinacionales y la consecuente dependencia exterior Y:, por 9tro, de la agroindustria. «Las fuerzas que actúan vinculadas al de.sarrollo capitaHsta en el campo, generado por el tipo=- de industrial_i-zación adoptado, comienzan a insertar cada vez más· al ca·mpesinado cada vez más den• tro de los mecanismos· del ·sistema económico global y a modelar sus e~piotaciones» (189; p. 240} y su .forma· de (?rganizadón ,social de acuerdo con los intereses <le las corporaciones agrarias ( cf', 18, 46, 90, 138, 144, 147, 15i y 182). Al final de la década d~ los setenta el sistema productivo agrario se encuentra en una situación de depe1?,dencia generalizada de las grandes corporaciones agroindustriales, tanto en la fase de abastecimiento de inputs como en la de transfo~mación y distribución, situación é-sta de mayor gravedad para la agricultura familiar y el sector ganad-ero. Hasta ahora Jas fórmulas cooperativas han sido fácilmente asimiladas por el sistema _agroindustria~ y las vent~jas económicas de la integración vertical se transforman paulatinamente en formas socioculturales de -~xplotación; que el nuev.o contexto democrático se ve incapaz de comrolar con el débil poder de negociación de las organizaciones de productos agrarios. El control democrático de la integracién ver~"ical requ_iere una intervención estatal que difícilmente puede producirse con la corporatizada concertación agraria existente. Así, p.ues, las formas de domináción latifundista sobre el campesinado sin . tierra, y agroindustrial sobre la agricultura familiar, mantienen aL campesinado español en una insostenible situación de explotación. _La re . forma agraria, por un lado, y el control democrático de las form!'s de coordinación vertical, por otro, requieren una interven9ión estatal que se hace cada vez más inaplazable si queremos que }a transición polJtica llegue también al campo. : t :J r t Sobre el pensamiento social agrario en Espafia Capítulo 13 NOTA FINAL r ,· r En las paginas anteriores he intentado establecer algunos elementos para. explorar el pensamiento social agrario. en España. Se . trata·· tan sólo de iniciar un camino que se presenta complejo y lleno · de dific'ultades. El primer paso ha sido caracte.rizar, por un lado, el contexto intelectual y, por otro, la coyuntura histórica en que tienen , lugar las distintas aportaciones consideradas. Ello ha sido necesariamente .esquemático y no sé si los breves trazos han ·configurado mínimamente el cuadro. En cualquier caso, mi empeño ha sido esbozar el m_arco en el que se produce el surgimiento del regeneracionismo, no sin antes hacer una breve referencia a -las transformaciones que convierten en hegemónica la implantación del capitalismo en Espa• ña. La obra de Flórez Estrada aparece ahí como una crítica, reformis_ra primero .Y· radical después, al programa político del orden liberal triunfan t~ 113 . · E,-1' regeneraciontsmo como estructura teórica permite, gracia's al modelo ·elaborado por Alfonso Ortí, diferenciar 113 Este antecedente podría haber sido completado con un análisis de la con~trucción teórica de la Ilustraci6n agraria. Las exigencias editoriales de es• .~.ac10,_ por un lado, y mis propias limitaciones intelectuales, por otro, lo han 1mped1do. No obstante, en el trabajo que generó estos papeles (E. SeviUa-Guz.. mán, ,_,Perspectivas socio)ógicas en el pensamiento social agrario español», ~?n~nc1a presentada al Primer Congreso de Sociología de la Federaci611 de Asc>crac1o~es d~ Sociología del Estado Español) se inició, aun en forma torpe y t~ntauva, dicha tarea que confío poder concluir cuando finalice la investiga• c16n global de la que todo esto son piezas inacabadas. 238 l. 239 distintas corri·entes de pensamiento en las que ·situar la obra, de los precursores del pensamiento social agrario español. Con la obra de Joaquín Costa aparecen, probablemente, los primeros elementos teóricos que pueden, en rigor, calificarse como una producción sociológica agraria, en el sentido que hoy se atribuye a esta disciplina. Sus análisis de las instituciones colectivas campesinas constituyen una valiosa contribució~ a la teoría social agraria. Algo parecido puede decirse de su crítica al modelo de desarrollo agrario elegido por el Estado -liberal como vía al «progreso». Sobre todo si se tiene en cuenta que su análisis de 1a estructura agraria de la Restauración va enmarcada por la caracterización de la forma de dominación política «olig.arca y caciquil» en que se inserta. En esta misma ·línea ha de situarse la breve pero lúcida y d~nsa obra de Juan Díaz del Moral. Y ello no sólo por su excelente análisis de observación participante sobre la conflictividad campesina en Córdoba durante las primeras décadas del siglo, sino también, y sobre todo, por la dimensión teórica que introduce al buscar precedentes de las acciones de clase del campesinado en su enfrentamit::ulo al nuevo orden copitalista entonces emergente: en Espafia. En algunas páginas de su Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, el notario de Bujalance alcanza a comprender --como un relámpago de excepciona:! lucidez en su clase social y en su épocael hecho nuevo de la radical autonomía política y revolucionaria del movimiento obrero. Ambos autores, Joaquín Costa y Juan Díaz del Moral, han de ser considerados, tanto por su enfoque teórico como por su praxis intelectual, como representantes españo\es de la antigua tradición de los estudios campesinos y, en cierto sentido, como fundadores de la sociología rural en España. ·Varios autores -son también calificados como precursores de la sociología rural actual, aun cuando sus aportaciones al pensamiento social agrario tengan un a relevancia.: menor. Tal es el caso de Severino Aznar, dentro del regeneracionismo conservador .. De mayor relieve es ·la obra. de Constancio Bernaldo de Quirós, en la periferia del ·regeneracionismo institucionalista, por sus análisis de las distintas formas · de conflictividad y protesta campesina. Con una praxis intelectual claramente vinculada, 11 los intereses del campesinado se consideran, también, los trabajos de Pascual Carrión, Blas Infante y Julio Senador Gómez, todos ellos dentro de los regeneracionismos nacionalistas periféricos. Del primero han de resaltarse, aparte de su oportunidad, sus esfuerzos por teorizar en torno al latifundismo y la reforma .agraria; de In.tan te y Senador, su deses pe- ( 240 Eduardo Sevilla-Guzmán rada denuncia de fas ~gresiones a que se ve SOJl?.etido el campesina. dcf comcH~structür~csociai. · · · · · · · ... ·... · · ·· · · No. obstante, es necesario matizar que «en casi ningún momento fa común perspectiva · regeneracionista .consigue traspasar -en sus proyectos de. reform~ la invi~ible pero rígida. frontera ideol6gica pequeñoburguesa que ;sepata -en fa España ~terior a la guerra .civil· de 19.36- a· las ;fracciones: ~ás progresistas ·del bloqu~ de fas . :cl-a~es me~s 1;especto de unas mas·a.s .trabajador~s sobre-explotadas, ·:y P,Olítica y ~ociálmente oprimidas. Barrera social y epistemológica ·que .. incapacita a la inielligentsia ·. burguesa -en general-, tanto para: c~prei:ide.r :l11s reivindj~~ci<:>nes e ideailes -ca9a vez más radi·=calbados--:- de .'la.s masas tr~baj~d<;>ras; como la sitµación histórica . misma.. y_ los proc~sos .<:le cambio. es.tructur.a1 que están transforman. ·. do violentamente el país» 11~. • . : .·. . . · La pobreza te6rica de la ·sociología durante -la 4ominad6n desp6tica del f.ranquismo sólo co~~QZa a romperse en la 'década de los setenta. «Has_ta .1974 la 6ocJolog1a-:rur-al española· ha estado repre_sentada en todos dos ~9ngre~os ·i_n~rnacion:ales :por funcionarios de fa administración públi~a o ~r .:~a~rdotes por~adores de la sociología pastoral del. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sus comunicaciones y ponencias ·no ·era~ sino rec9piladones estadísticas con los· resultados ofitj_ijles de ·los .lqgros que en el campo conseguían lps distintos gabinetes ministeriales_» us. Sus trabajos no han sido aquí considerados más que pá.r~ esquematizar el. contexto intelectual · franquista en el que ~a sociología · rural · realiza una burda legitimadón pseudo-sociol6gica, a través de la Iglesia y -la Administrndón Pública, de las diversas formas de· expiotación a que se ve someti<lo el campesinado como consecuencia de las políticas agrarias del régimen. La única excepción a esta miseria inte~ectual. se encuentra en la figura de Julio Caro Baraja. Su obra constituye una reconsideración fundam~tal a muchas de las construcciones teóricas hasta hace poco hegemónicas en la sociología rurai. Su automarginación de las formas institucfona-lizadas de la vida académica conuituye un espado de libertad que actúa como defensa de su -actividad intelectual dotándola de un sentido :crítico por entonces inexistente. La aval~nc~a del empirismo abstracto y cuantificador de la sodc;,logfa. académica, de_ corte· -americano, que inunda la actividad in• 114 Alfonso• Ord, «Co~ferencia en el acto de apertura», FASEE, Primer ·\Congreso Je Soclologla. Nuestra So,:iología, hoy {Zaragoza: Asociaci6n Arago- nesa de Sociología, 1982) pp. 27-57, ~- 37. us Eduardo Sevilla-Guzmán, «Prólogo a la edición castellana», en Boguslaw Galeski, Sociologla del Campesinado (·Barcelona: Península, 1977), p. · 6. Sobre el pensamiento social agrario. en España telectual española en lo~ años .sesent_a:, .!lQ alqmz~ -ª la sociología. ru- . riiL Por el cóntrário, ésta. surge de los centros de contestac-ión en que .se refughaba la denominada 'sociología crítica': CEISA,. en el interior, y Ruedo Ibérico, en el exilio parisiense. Por la Escuela Crítica de Ciencias Sociales de CEISA pasarían, utilizando alg~nos intersticios antifranquístas de la Administración, Mario Gaviri.a y Víctor. Pérez Díaz. Desde Ruedo Ibérico surgirían Juan Martínez Alier y José -Manuel Naredo. Los cuatro, cada uno con la huella específica de su personalidad, abrirían el camino para una sociología rural foera ·de los controles esterilizantes de la Administración y de la Iglesia. Se llega así a -la fase de descomposició:1 del régimen franquista, donde se producen las aportaciones m.ís relevantes al pe:1samiento social agrario. Los trabajos más valiosos, desde un punto de vista so(:iológico, sobre la agricultura, el campesinado y, en general, la sociedad rural, tienen un carácter interdisciplinario. Así, desde la historiografía se encuentran: los análisis de Antonio M. Berna! sobre la conHgurnción del sistema latifundista; las caracterizaciones de An tonio·)vi. Calero sobi·e el movimiento campesino y las indagaciones de Juan A. Duran sobre el anarquismo campesino en Galicia. Desde la' economía tienen especial interés los estudios de José M. Naredo sobre la evolución de la agricultura española y de Juan Martínez Alier sobre las estructuras sociales del campesinado en diferentes contextos so• ciopolíticos. Y desde posturas estrictamente sociológicas, la-: crítica radical de Mario Gaviria a las distintas política.s agrarias y- el refi• namiento teórico de los estudios de comunidades de Víctor Pérez Dínz. Con posterioridad, es decir, ya dentro de la transición pqlícica, aparecen -algunos núcleos institucionalizados donde se Pevan ;_~ cabo interesantes inve-stigaciones sociológicas sobre temas agrarios·. ·Estas, ya liberadas del sesgo pastoral y la subordi:1ación política,.· poseen no sólo fa dimensión interdisciplinada, ante~.- apuntada, srno· que ésta se complementa con el trabajo en eguip-o .. ·su intensa. acth. idad en la organización de congresos y reuniones· de trabajos sobre los problemas -agrarios actuales es indicador de una vitalidad que he tratado de reflejar al relatar el contenido de sus trabajos·, pero que, por desgrada, se halla aún -lejos de ofrecer elementos· teórícos que puedan ofrecer soluciones al proceso d~ desintegración social a que ha sometido el neocapitalismo agrario a la sociedad rural e:spañola. 1 1 BIBLIOGRAFIA Bibliografía -~ PRIMERA PARTF.. -LA SOCIOLOGIA RURAL INSTITUCIONA- LIZADA. l. A.\1ison, ·L.; H11uiro11111cntal PlanniTJg. I .ondrc~, Allcn & Tlnw~n, 19n. 2. Ambrose, P.: Tbe Quicl Reuolution. Londres, Ghatto & Wm<lus, 1974. ) . ) ) .) 3. Anderson, C. A.: «Trends in Rura l Sociology», en R. K. Merton, L. Broom y L . S. CottrcU (eds.), Sociology Today. Nueva York, Basic Books, 1959. 4. Ander~on, Terry -L., y Peter J. Hill: «The Role of Private Property in the His1ory of American Agriculture, 1776-1976», American ]ournal nf Agricr1/lur11I Economics 58 (6), 1976: pp. 937-945. 5. Anclerson, W. A.: «Rural Sociology a.s Sciencell, Rural Sociology· 12 (4), 1947: pp. 347-.356: . 6. Arens~e rg, C. M., y S. T. Kimboll:' Family n11d Com,mmity in Ireland. Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1949. 7. Aren.sberg, C. M., y S. T. Kimball: «Community Study: Retrospect and Prospect», American ]01ir11al o/ Sociology 7.3 (6), 1968: pp. 69,1-?05. 8. Ash1on, J., y S. J. Rogers (cds.): Economic Change and Agrzcullllre. Edimburgci, Oliver & Boyd, 1967. 9. B11iley, F. G .: Gi/ts and Poison. Oxford, BlackweU, 1969 . 10. Bailey, F, G.: Strategies and Spoils. Oxford, Blackwell! 1~71. 11. Baker, G. L.: «The Invisible Workers: Labour Organisatton on American -Farms» en R. Merrill (cd.) ( 1967): pp. 143-167. 12. Ball, A. G.'. y E. A. Hcady (eds.) : Siu, Struclure and Futwe o/ Farms. Ames, Towa, lowa State University Press, 1972. · 13. Ball, M. J.: «Differential Rent and thc Role of Landed Property», IntÚnational ]ournal o/ Urba11 a11d Regio11al Researc-h 1 (3), 1977. 14. Banaji, J.: «Surnmary of ·Selected Pans of Kautsky's Agraria,: Ques· tio11» Economy and Society 5 ( 1), 1976: pp. 2-49. 15. B;ndcld, L.: T he Moral Basis o/ a Backward Society. Glcncoe, Ill., Free Press, 1956. 242 , . 1 !· 243 16. -Barkley, P.: «A Contcmporary iPolitical 1Economy .of Family Farmingl>, American ]ournal o/ Agricultura/ Economics 58, 1976: pp. 812-819. 17. ·Bazelon, D.: «W·hat is Property?», en D. Mermelstein (ed.): Economics: Mai11strea111 Readings a11d Radical Critiques.. Nueva . York: Random House, 1970. · · 18. Beale, C. L.: «Qualitative Dimensions of Decline and Stability Among Rural Communities>l, en L. R. Whiting (ed.): Communilies Left Behind: Altematiues for Deuelopment. AÍnes, Iowa, lowa State Uni,versiry Press, 1974. ·· 19. Bealc, C. iL.: «The Reviva! of ·Populotion Growth in Nonm_etropolitan : . America», en R. D. Rodefeld et al. (eds:) (1978): _pp. 518"-523. 20. Bealer, R. C.: «Theory and Rural Soci"ology», Rural Sociology 46 (4), 1975: pp. 455-477. 21. Bell, C., y H. Newby: Commimity Studies. Londres1 Allen -and Unwin, , 1971. 22. :Bell, C., · y H. Newby: «The Sourcés of Variation 'in Agricultura! Workers. lrnages of Society», Sociological Reuiew 21 (2), 1973: pp. 229-253. 23. -Bell, C., y H. Newby: «Capitalist Farmers in the British Class Structure», Sor:inlngia Ruralis 14 ( 1/2), "19i4: pp. 86-107. · 24. -Bcll, D.: The Coming of Post-Industrial Sociely. ·Londres: Hcincmann, 1974. 25. Benedict, -M. R.: fa~m · Poltcies o/ ·1hc Unltéd Si~tes, 1780-1950. Nuc• va York: 'The Twentieth Century Fund, 1953. ·. • 26 . IJ3enet, Francisco: «Sociology Unce.rtain: The ldeology of the RuralUrban Continuum», Comparative Studies in Society and Hislory 6 ( 1), 1963: pp. 1-7.3. . 27. Benvenuti, Bruno, Benno Galjart y Howard Newby: «'l'he Current Status of Rural Sociology», Sociología Rurali.r 14 (.1/ 2), 1975: pp. 3-21. 28. Bergmann, Thw<lor: «Changc Processes in Farming and Political Consciousness and Attitucles of Peasants and Worker-Peasants», Sociologia Ruralis 15 (1), 1975: pp. 7.3-89. 29. Bertrand, Alvin: Seuenty Years o/ RiiraJ Sociology. Baton Rouge, La: Louisiana State University Press, 1972. 30. :Bemand, Alvin L., y Floyd L. Corty: Rural La11d· Tenure in the United Sta/es. Bacon Rouge, La: •Louisiana State University Press, 1962. 31. •Bishop, C. E.: Geographic a11d Occupational Mopility o/ Rural Manpower. Paris, OCDE, 1965. 32. ,Blaney, Geoffrey: The Tyranny o/ Distance. Melbourne, Cheshire, 1965. 33. Blau, P., y O. D. Duncan: The American Occupational Struclure. Londres, Wiley, 1967. 34. Blnuner, Robert: «Interna! Colonialism and Ghetto Revolt», Social Problems 16 (3), 1969: pp. 386-402. · 35. Blok, A.: The Mafia o/ a Sicilian Vi/lage, 1860-1960. Oxford, Blackwell, 1974 . 36. Bose, S. P.: «Socio-Cultural Factors in Farm lf.fficiency», India11 ]ournal o/ Extension Educatio11 1 (3), 1965 . 37. Bowman, Mary Jean: «The Land-Grant College and Universities in Hu- 1 1 ! 244 Bibliograffa Bibliograffn - mnn.ffi.esources Developmont», ]ournal of Eco11omic Hi.rtory 22, 1962: pp. 523-546. 38. Brewster, J.: «T-he Machine Process in Agriculture and Indusrry», en K. A, Fox y G. D. Johnson (cds.): Ri:adings in the Economics of Agriculture. Londres, Allcn an<l Unwin-; 1970: pp. 3-13. 39. Britto!l, D., y N. B. Hill: Size a11d EÍ/iciency in Farming. Farnborousg Sazon House, 1975. 40. J3rody, Hugh: Inishkillone. Londres, Allen Lane, 1973. 41. Brody, Hugh: The Peop{e's Land. Harmondsworth, Pcnguin Books, 1975. 42. Brunn, S. D.: «Ghange in the Service Strµcture of Rural Tr2de. Areas)>, R11ra! Sociology 33 (2), 1%8: pp. 200-206·. 43. füunner, Edmund de S.: «Sociology 1'omorrow», Rural Sociology 11 (2~ 1946: pp. 95-102 . 44. ~runncr, Edmund de S.: The Growth of- a Science: A Half Century o/ Rural Sociological Research. Nueva York, Harper & Brothers, l957. 45. Brunnc:r, E. de S., y J. Kolb: Rural Social Trcnds. Nueva York, Harpt-r & .Brothers, 1933. 46. ·Butler, J. E., y G. V. Fuguitt: «Small Population Change and Distance from Larger Towos», Rural Sociology 35 (4), 1970: pp. 395-409. 47. Buttcl, F. H., y W. L. Flinn: <QOurces and Consequences of Agracian Vnlues in American Society», Rural Sociology 40 (2), 1975: pp, 134-151. 48. Buttel, F. H., y W. L. Flinn: «Socio-political Consequences of Agrarianism», Rural Sociology 41 (4), 1976: pp. 473-483. 49. Cnmpbell, J. K.: I-lonou,; Family and Patronage. Oxford, Clarendoo Press, 1964. 50. Capstick, M.: The Economies of Agriculture. Londres, A.llen & Uowin, 1970. 51. Cardozo, F. H.: ~endence and Deve]opment in Latin America», New Lef.t Review 74, 1972: pp. 83-95. 52. Cartee, Ian: «'Ilhe Highlands of Scotlaod as ao Underdeveloped Region», en E. de Kadt y G. W,ifüams (eds.): Sociology and Development. Londres, Tavistock, 1974: pp. 279-314. 53. Carcer, Ian: «The Peasantry of Northern Scotland», ]ournal of Peasant Studies .3 (2), 1976: pp. 151-191. 54. Carter, Ian: Farm Lije in Northeast Scotiand, 1840-1914. Edimburgo, John Dooald, 1979. 55. Castells, MRnuel: «Y-a-t-il une Sociologie Urbaine», Sociologie du Tra. vail 1, 1968: pp. 72-90¡ reimpreso en Pickvance (ed.) (1976), en las páginas referidas. 56. Castel!, Manue1: «Theorie et Ideologie en Sociologie Urbaine», Sociologie .:t Societcs 1, "1969: pp. 171-190¡ reimpreso en Pickvancc (ed.) (1976), en las páginas referidas. 57. Castel!, Manuel: «Advanc;ed Capitalism, Collective Consumption and Urban Cont·radictions: New Sourccs of Inequality and New Models for \ Change», en L. N. Lindberg et al (eds.), Stress and Contradiction in Modern Capitalism, cap. 7, Lexington, Mass., D. C. Heath, 1976. 58. Ca·stells, Manuel: The Urban Question. Londres, Edw11rd Arnold, 1976. .[Hay tr.aducdóo castellana: La cuestión urbana, Madrid, Siglo XXI, 1979.) 2t,5 59. Caudill, Harry M.: Night Comej to the Cumberla11ds. Bosron, Little, füown, 1963. 60. Cernea, M.: Monographic Rcsearch o/ Rural Communities 111 Ro111a111an Sociology. Viena, Eurupean Centre for Documentation and Co-ordination oí Research in Social Scicnccs, 1974. · · 61. Cernea, Mikhail: «The Orgahisation ~nd th1:: fodividuai: The Economic Rationale of Peasam Co-0peration», ]ourna/ o/ Rural Co-oprration 3 ( ¡), 1975: pp. 13-29. · 62. Ce_rnea, Mikhai l: «The Largc~cale Formal Organisatinn nnd tht Family P rtmary Group», ]oum<1/ o/ Marriage ancl tbe Famzly, nuvicmbr.: 1975: pp, 927-936. 63. Chisholm, M.: Rural Settlement and Land Use. Londres Hutchinson 1962. ' 64. Chrisrallcr! W.: Central Places i11 So11thern Gt·rmany. Englewood Cliffs, NJ, Prenuce Hall, 1966; original 1933. 65, Clout, H. D.: Rural Geography. Oxtortl, Pcrgamon, !9i2. 66. Cockcroft, James .Q., Gunder Frank y D,lc L. Johnson (ed~.) : Depender.ce and Underdevelopment: Latin Arnerica' Pol1tical Economy. Garden City, NJ, Dóubleday Anchor, 1972. 67. Coles, Robcrt: The Childrcn of the Crisis (3 \'Olúmcnes). I3oston, Litth:, Brown, 1972. 68. Comrnons, John R.: Legal Foundations o/ Capitalism. Madison. University of Wisconsin Press, 1924. 69, Connell, John: «1lhe Metropolitan Village: Spatial and Social Processc, in Discontinuous Suburbs», en J. H. Johnson (ed .), Tht? Geog1.1phy o/ S:iburban Growth, Londres, Wiley, 1974. ' · 70. Connell, John: The End o/ Tradi-tion. Londres, R,)utledge & Kcgan .Paul, 1978. · 71. Copp, James- H .: «<Rural Sociology and Rural Development» R11ral Sociology 37 (4), 1972: pp . .'i15-533. ' 72. Cordtz, D.: <1Corporate Fnrm.ing: A Tough Row to Hoe», Fortune 86 (2), agosto 1972, pp: 134-139. · 73, Coser,• L.: Grcedy Insli(ulions. Glencoe, lll, Free Press, 1974. . 74. Cotgrove, S.: ,4Environmentalism and Utopía», Sociological Review 24 (!), · 1976: pp, 23-42. 75, Counter lnformacion Scrvices: U11ilc11er. Lond:·cs, Cl:S, 1975. · 76. Co_x, T. M.:· Rural Sociology in Jhe Soviet Union. Londres, Hurst, 1978. 77. Cn~hc?n, R.: Commuter Village. Newton Abbott, David & Charles; J.965. 78. Cut1le1ro, J. A.: Port11guese Rural Society. Oxford, Clarendon Press, 1971. 79. •Daneo, C.: Agriculture e Sviluppo Capitalistico in Italia, Turín Einaudi 1969. ' ' 80. Davies, T.: «Capital, State and Sparse Popu!ations», en H . Newby (ed.) · . ( 1978), pp. 87-105. 81. Dav!s, John H.: «From Agriculture to Agribusincss», Harvard Business Rev,ew 34 (1), 1956: pp. 107sl 15. 82. David, J.: ~Morals and Backwardness», Comparat111e St11dies in Society and History 12 (3), 1970: pp. 340-356. 83. Denman, D. R.: Origins of Ownership. Londres, A!Jen & Unwin, 1951. 1 'I 1 1 1 1 1 1 1 Bibliografía Bibliograf!a Denman, D. R.: La11d a11d Peo ple. Londres, Leonard Hill, 1967. Denman, D. R.:· Land Use and the Conslitution o/ Properly. Cambridge: Cambridge Universicy Press, 1969. Denrnan, D. R., The Place o/ Property. Berkhamsted, Geographical Publicat ions, 1978. . Denrnan, D. R., y Sylvia Prodano: Land Use: A11 Introd11ctio11 lo Pro• pril'tnry Land Use Analysis. Londres, AUen & Unwin, 1972. Dewey, R.: . «Thc Rural-Urban · Cont\¡uium: Real bue Relatively Uniropomnt», American Journal oJ Sociology 66 (1), 1960: pp. 60-66. )89. Dorner, Pet~r; Land Reform. Harmondsworrh, Penguin Books, 1973. 90. .Dos Santos, T.: «The Structure of Dependence», American Economic Review 60 (2Í, 1970: pp. 231-236. 91. Draganov, M.: Mentality o/ the Bulgarian Peasa11/. Sofía, Partizdat, 1974. 92. Draganov, M. 1 et. al. (eds.): The Vil/age: The People, Tbe Land, The Time, The Labour. Sofía, Partizdat, 1973. 93. Duggett, Michae1: «Marx on Peasants», Journal of Pesasa11I Studies 2 (2), pp. 159-182. · 94. Duncan, Ocis Durant: «Rural Sociology Coming of Age», Rural Sociolo:, ),'. gy 19 (1), 1954: pp. 1-12. 95. Duvignaud, .J.: Cbange al Sbebeika. Londres, Allen Lane, 1971. 96. Edel , M.: «The Theory of Rene in Radical Economis», Boston Studies in llrban PolitÍcal Economy, \Xlorking Paper núm. 12, 1974. 97. ,fülel, M.: «Marx's Theory of Rene: Urban · Applications», en CSE (ed.), /fousing and Class in Britain. Londres, CSE, 1976: pp. 7-23. 98. Edwa rds, A'ngela, y Alan Rogers (eds.): Agricultura/ Resources. Londn:s, ·Faber, 1974. 99 . .Elias, N., y J. Scotson: The Establisbed and the Outsider. Londres, Cass, 1965. 100. -Emmanuel, A.: «My ths of Development Versus Myths of Underdevelo¡>ment», Ne w Left Reuiew 85, 1974: pp. 61-84 . 101. Ennew, Judith, Paul Hirst y Keith Tribe: «"Peasantry" as an Economic Category», ]011rnal o/ Peasanl S111dies 4 (3), 1976: pp. 295-322. ·· ) 102. Enzcnsbergcr, H. M .: «A Critique of Political Ecology», New Left Re. u1ew 84 , 1974: pp. 3-31. (Hay trad. cast.: Una crítica de la ecología po. }, lítica. Barcelona, Anagrama.] ), 103. Erikson, K.: Everyt hi11g i11 its Path. Nueva York, Simon & Schuscer, 1977. ) 104. Evans, G. E.: Ask The Fello ws \Ylbo Cut The Hay. Londres, Faber, 1958. 105. Evans, G. E.: The Horre in 1he F11rrow. Londres, Faber, 1960. ) 106. Evans, G. E.: \Y/bere Benrds \'flag Ali. Londres, Faber, 1970. ) 107. Farrell, -Kenneth R.: «Public Policy, The Public Interese and Agricultura! Economics>), American Journal of Agric11lt11ral Economics 58, 1976: ) pp. 785-794. 108 Ferrell, M. Z., O. C. Fcrrcll y Q:. Jenki ns: <;Social · Powcr in a Rural , CornrnunilV>), Growth a11d ·Cha11ge 4· ( 1), 1~73: pp. 3-6. , 109. Fischer, L'. A., y P. E. Uren: The New H111gar/an Agricult11re. Montreal, ' ·McGill-Queen's Univcrsit,- Press, :1973. Y,8. ) .l 1 247 110. flores, Xavier: Agricultural Organisations a11d Economic a11d Social Deuelopme111 i11 Rural Areas. París, OGDE, 1971. llJ.. Ford, Thomas R.: «Towards Meeting the Social Responsibilities of Rural Sociology», Rural Sociology 38 (4), 1973: pp. 372-390. 112. :Ford, T. R., y \Y/. A. Sutton: «T•he Impact of C-hange on Rural Communities and Fringe Arcas: Review of a Decadc's Researdí», en James H. Coop (ed.), Our Cha11gi11g Rural Society. Ames, Iowa, Iowa State University Press, 1964: pp. 198-229. 113. Frank, Andre Gunder: «Socio]ogy of Deve1opment and . Underdevelopment of Sociology», en James D. Cockcroft et al. (eds.) :(1972): pp. 321397. [Hay versión case.: Sociología del subdesarrollo y .subdesarrollo de la sociología. Barcelona, Anagrama.] 114. Frankenberg, Ronald: Communiti~s in Britain. Harmonds:worth, Penguin Books, 1966. 115. Franklin, S. H.: The E11ropea11 Peasantry: The Final Phase. Londres, Merhuen, 1969. 116. Fraser, R.: The Pueblo. L~ndres, .Allen l;.,anc,:, 1973, 117. Friedland, W. H., y D. Nelkin: «Technologic:il ·Trends ,·and the · Organisation of Migrant Farro Workers», Social' Problems , i.9 • (4), 1971: . . pp. 509-521. 118. Friedland, W. H., y D. Nelkin: Migran/:. Agricultura/ Workers. in. America's Nortbeast. Nueva York, Holt, Rine'hart ·& -Winston, 1972. 119. Friedland, W. H., y R. J. T,homas: «Paradoxes of f,.gricúltural Unionism in California», Society, mayo/ junio 1974:'''pp, -54-62. 120. Friedmann, Harriet: «World Mar~et, State añd Family Farm: The -Social Bases of Household Production in a Era of Wage Labour». Trabajo pr~~.- " sentado en la conferencia anual de la -ASA, ChiciÍgo, 19"17. . 121. Fusco, P., y G. D. Horowitz: The California G;ape Strike. Nueva .York, . MacmilJan, 197 1. · · · 122. Galarza, Ernesto: Mercbants o/ Labour. San J~sé, Ca, Rosictucian· Pres~, 1964. 123. Galeski, Boguslaw: Basic Concepts in Ru~al Sociology. Manchester, Manchester University Press, 1972. [Hay trad. cast.: Sociologfa del campesinado. Barcelona, Pen!nsula.] · 124 . Galjart, Benno: ,oRural Development and Sociological Concepts: A Critique», Rural Sociology 36 (1), 1971: pp. 31-40. 125. Galjart, Benno: «The Future of Rural Sociology», Sociologia Ruralis 13 (3/4), 1973: pp. 254-263. 126. GaUiher, A.: Plainville Fi/teen Years Later. Chicago, University .of Chicago Press, 1953. 127. Galpin, C.: Rural Life. Nueva York, Century, 1918. 128. Ga!tung, J.: Members o/ Two Worlds. Nueva York, Columbia University Press, 1971. 129. Gans, Herbert: Tbe Urban ViUagers. Glencoe, IU, Free Press, 1962. 130. Gans, Herbert: «Urbanism and Suburbanism as Ways of Life», en R. E. Pahl (ed.) (1970). 131. Gasparovic, Zlatho: «Bibliography of Works of Yugoslav Sociologists ,Published in Period 1969-1973», Reviia za Sociologiiu 6, 1976. Bibliograffa ~ •. Gasson, Ruth: «P8't-time -Fa.rmers 1ñ Soütli&st -England»,--- Farm -En.. ,; viornment 11 (3), 1966: pp. l.)}. Gasson, Ruth: «The Chariging Locatiqn of Intensive Crops in England f _atid Wales», Geogrtiphy p)t 1966:. pp. 16-28. . l.ijl. Gasson, Ruth: ·Occ'flpaJtonal Immob1l1ty o/ Small Parmm. Cambridge, : University of Cambridge,._ Department of Land Economy, Occasional Paper núm. 1.3, 1966. -1~.5. Gasson; Ruth: «Use of Sociol<;>gy in Agricultura! Economics», Journal of Agricultura/ Economics 22 (1), 1971: pp.- 28-38. Gcnovese, E. D.: In Red .and Black. Londres, Aill~n Lane, 1971. 't,7. ·Genovese, E. D.: Roll ]ordan ·Rol!. Nueva York, Pantheon, 1974. Íi)S. Gerth, H. H., y C. W. Milis: From Max Weber. Londres, Routlcdgc & n,•l.39. Bibliograffa . _,1 '46. Kcgan Paul, ·1948. 139. Giddens1 Anthony:: «Oassical Social Theory snd Modern Sociology», American ]ournal o/ Sociology 81 (4), 1976: pp. 703-729. 140. Giner, S., y M. Pérez Yruda: «Agriculture and the Corporate Society». "Trabajo presentado en el ·Dédfno Cóngre.~o Europeo de Sociología Rural, Córdoba, Esp~a, abril 1979. 141.· Gh\ss, Ruth: «Conflict in Cities»p en el Simposio de la Fundación CIBA, Conflict in Society. Lanches, Churchiil Press, 1966. 142: González-Casanova, P ,: «Intemal Coloniallsm and Natio.nal Developmenb>, Studies in Com_parative Inierna_tional Development 1 (1), 1969: pp. 27-,7~ . 14.3. Gorz, A.: «Colonialism at Home and Abroad», Liberation 16 (4), 1971: pp. 1.25, 144. Goss, Kevin F., Frederick H. Buttel y Richard D. Rodefeld: «The Political Economy of Class Structure in Capitalist Agriculture,>. Trabajo presentado en la Rural Sociological Society, San Francisco, agosto -1978. 145. Goss, Kevin F., y Richard D. Rodefeld: Corporate Farming i11 the United Sta/es: A Guidc to Cufrent Literriture, 1967-1977. University Park, Pa, iP-ennsylvanl-a State University, Department of Agricultura! Economics and Rural Sociology, 1978. 146. Gra'ham, B. D.: Tbe Formation of the Australian Country Parties. Camberra, ANV Press, 1966. 147. Gras, C.: Regiones y Autonomlas en Europa Occidental desde 1978. Granada, Universidad de Granada, I~stituto de Desarrollo Regional, 1978. 148. Gross, Neal: «Review of Current Research on the Sociology of Rural Life», American Soci-Ological Review 17 (1), 1952: pp. 83-90. 149. Guither, H. D. (ed.): · Who Will Control U. S. Agriculture? Urbana-Chamcpaign, Universi~ of HHnois Co-operative Extension Services, 1972. 150. Gusfield, Joseph: «Tradition and Modernity: Misplaced Polarities in tbe Study of Social .Change», American ]ournal o/ Sociology 72, 1967: ,pp. 351-362. . 151. Gutlemann, M.: Structures et Reformes Agraires: Instrumen·ts Pour L'Analyse. París, Ma~pero, 1974. 1 <-"I u"""" 7. A. Karpati y A. Vagvolgvi: «The Development of Settlement l 1 ). i ¡ _$truc;rure in· the Hungarian Vrllage», en T. Huszar et al. (eds.), Hungcirian Solciety and- Márxist ·sociology. Corvian Press, -1978: _pp. 134-158. . 153. Harvey, David: Social Justice and tbe City. 1-0ndres, Edsard Árnold, 1973. [Hay trad. cast.: Urbanismo y desigualdcd socitif Madrid, Siglo XXf.] 154. Harvey, .David: <<Class, Monopoiy Rent, ?inance Cápital and the Urban Revo!utiom>, Regional Studies B (2), 1974: pp. 239-252. 155. Hathaway, D. E.: Government and Agricuiture. Londres, MacMillan, 19q"J. 1.56. Hathaway, Dale E. qt al.: «Public Sector Research and Educátion anc the Agribusiness Complex: Unholy Alfünce or. Sodally Beneficial .Parrnership?», American ]ournal o/ Agricultura/ Economics 56 (6), -1974: pp, .'993-1002. 157. Hauser, P. M.: «Observations on the l:Jrban-Folk and ·urban-Rural Dichotomies as -Forms of Western Ethnocentrism», en. P. M. Hauser y L. Schnore, The Study o/ Urbanisation, Nueva York, Wiley, 1965. 158. Havighurst, R. J., y A. J. Janscn: «Coromunity Rescarch», Curren/ Sociology 1.5 (2), 1965. 159. Hcchter, M.: Interna! Colonialism:. The Celtic Fringc in British National Dev~lopment, 1536-1966. Londres: Rout!edge & KtgRn Paul, 1975. 160. Hightower, Jim: Hard Tomatoes, Hard Times. Cambridge, Mass, Schenkman, 19i3. 161. Hightower, Jim: Eat Yo11r Heart Out, Nueva York, Vintage Boóks, 1975. 162. Hillery, G. A.: «Definitions of Commu.nity: Arcas of Agreemcnt», RH· ral Sociology 20 (2), 1955: pp. 93-118. 163. HHlery, G. A.: Communal Organisations. Chicago, Chicago Univcrs:ry Press, 1969. . . · 164. Hindess, Barry: «Lenin and th~ Agrarisn Ques·tion in che Firsc Russian Revolutiom>, Theoretical Practi~e 6: pp. 13-19; 165. Hindess, Barry, y Paul Q. Hirst: P.rec:apitalists Modes o/ Production. Londres, Routledge &· Kegan .Psul, 1975. 166. Hindess, Barry, y Paul Q. Hirst: Modes o/ Production and Social Formation. Londres, Routlcdge & Kegan PauJ, 1975. 167. Hinton, W.: FanshetJ. Harmondsworth, Penguin Books, 1973. 168. Hirsch, F.: The Social Cost oí Growtb. Londres, Routledge ~. Kegan Paul, 1976. 169. Hobsbawm, E. J., }' G. Rude: Captain Swing. Londres, L~wrence & Whhart, 1971. [Hay trad. cast. en Barcelona, Ariel.] · 170. Hoffer, C.: «The Development of Rural Sociology», Rural Sociology 26 (1), 1961: pp. 1-14. 171. Hofstee, E. W.: «Rural Sociology in Europe», Rural Sociology 28 (3), 1963: pp. 329-341. 172. Holland, S.: Capital Against the Regions. Londres, Madvlillan, 1976. 173. Hollingshead, A. B.: Elmtown's You!h. Londres_, \\7i!ey, 1949.- · 174. Hunter, James: The Making oi the Cro/ting Communit·y. Edinb~rgo, John Donald, 1976. 175. lgnar, Marlik: «Sociological Problems of Polish State Farms», en J. Turowski & L. M. Szwengrub (ed.) (1976~: pp. 203-221. 176. Jayawardena, C.: «Ideology and Conflict in Lower Class Communities», Compara/ve Studies in Sociely and History 10 (3), 1968: pp. 41.3-446. ) --250 ) ) ·) ) ) ) _) ) ) ) , ) .Otouograuu 177. Jenkins, P.: The Agrirnllural Comm11ni1y in South-West · Wales at ·,he Tum o/ thé Twentieth Ce11t11ry. Cardiff, University of Wales Press, 1971. 178. Jenkins, J; Craig, y Charles Pcrrow: «Insurgcncy of the Powerless: Farm Workers Movements (1946-1972)», American Socio/ogical Review 42 (2), 1977 : pp. 249-268. 179. Johanson, H. E., y G·. V. Fuguitt: «Changing Retail Activity in Wisconsin Villages», Rural Sociology 38 (2), 1973: pp. 207-218. 180. Johnson, D, L:: «On Oppressed Classes», en James D. Cockcroft et al. ( eds.) (1972). 181. Johnson, D. G.: World Á.griculture in Disarray. Londres, Fontana, 1973. 182. Janes, Gwyn: «Adop tion and Diffusion of Agricultura! Practices», World Agricultural Economics a11d Rural Sociology Abstracts 9 (3), 1967: pp. 1-34 . 183. Janes, Gwyn: Rur_al Lije. Lond res, Longman, 1973. 184. Josling, T. E.: «Agricultural Policies in Developed Countries: A Review», ]ournal o/ Agricultura/ .Economics 25 (2), 1974: pp. 229-263. 185. Kancl , Úon: «Pr~perty and Economic Power as Issues in I~stitutional -Economics»; ]ournal o/ Economic lssues 8 (4). 1974: pp. 827-840. 186. Kaufman,. Harold F.: «A Pcrspective for Rural Sociology», Rural Sociology 28 (1). 1963: pp. 1-17. 187. Kautsky, Karl: La Questio11 Agraire. Parfs, Maspero, 1970. [Hay. trad. cast.: La cuestión agraria. Barcekrna, Laia, 1974.) 188. Krrr, Clark. el al.: lndustrialism and Indus,trial Man. Cambridge, Mass, Harvar<l Univcnity Press, 1960. 189. Kierna n, '.V. G.: «Priv.ite Prop~tty in Ifürory», en Jack Goody et al. (ed.), Family and I11herita11ce, cap. 10, Cambridge, Cambridge University Press, 1976. . . 190. Knapp, "J. G.: A11 Analysis ó/ Ag-,-iwltural Co-operation in Engla11d. Londres, ACCA, 1965. . l 91. Kolankiewicz, Gcorge: «The New Awkward Class: Toe Peasant-Worker in Poland1>. Trabajo presentado en el Décimo Congreso de Sociología Rural, Có_rdoba, España, 1979. 192. Kolb, J ., y E. de S. Brunner: A 5tudy o/ R11ral 5ociety. Bos ton, Houghtoo -Mifflin, 1935. 193. Konrad, G., y l. Sz.clenyi: <(Social Conflict of Underurbanisation», en A. Brown .et al. (eds.), Urban a11d Social Economics in Planned and Markel Economies. Nueva York, Praeger, 1974: pp. 206-226. 194. Konrad, G., y l. Sz.elenyi: «Social Conflicts of Underurbanisation», en •M. Ha rloe (ed.). Captive Cities, Londres, Wiley, 1977: pp. 157-174. 195. Krause, K. R., y L. R. Kyle: «Economic Factors Undcrlying the lncidence of La rge Farming Units: The Curren t Situation and Probable Trcnds», American ]011mal o/ Agricultura/ Economics 52 (4), 1970: pp. 748-763. 196. Krocber, A. L.: Anthropology. Londres, Harra¡,, 1948. 19.7. Kuhn, T. S.: The Structure o/ Scientific Revolutions. Chicago, Univcrsity of Chicago Press, 1962. [Hay trad. cast.: La estructura de las revoluciones científicas . México, f.C,E.) 198. Lafargue, P.: Evolution o/ Property from Savagery to Civilisation. Calcuta, Sreekali Prakasalya, s.f. 199. Laird, Roy D.: «Prospects for Soviet Agriculture», Problems o/ Communism 20, 1971: pp. 31-38. 200. Laird, R. D., y B. Laird: Soviet Communism and Agrarian Revolution. Harmondsworth, Penguin Books, 1970. 201. Landis, H.: Rural Lije in Process. Nueva York, Harpcr, 1940. 202. Landsberger, H. A. {eds.}: Rural Protesl: Peasa11t Movehtents and Social Change. Londres, Macmillan, 1974. 203. ,Larson, O. F., y E. M. Rogers: <tRural Society in Transition: The American Setting», en James H. Copp (ed.), 011r Changjng Rural Society: Perspectives and Tre11ds. Ames, lowa, Iowa State Univetsity Press, 1964: pp. 36-67. 204. Larson, Olaf: «Income and Wclfare of Rural People-Agriculturnl Research Significant to Public Policy, Pu-blic-Welfa:rc and Community Improvement», Rural Sociology 30 (3), 1965: pp. 452-461. 205. -Larson, Olaf F.: <<Rural Society», en D. Sills (ed.), Intemational Encyclopaedia o/ Social Sciences, Nueva York, Macmillan & Free Press, 1968. 206. Lcfebvre, Hen ry: «Perspectives de la Sociologie Ruralc», Cabiers Internatio11a11x de Sociologie 14, 1953: pp. 122-140. 207. Le Roy Ladurie, E.: Montaillou. Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1977. 208. Lenski, G.: Power and Privilege. Nueva York, McGraw-Hill, 1966. 209. Lewis, Osear: Li/e in a Mexican Village. Urbana, University of Illinois :Press, 1949. ¿lQ_ Lcwls, O~t:a1 : <(Control$ nnd Experim~nts in Fieldwork», en A. R. Kroeber et al. (eds.), Anthropo/ogy Today. Chicago, Chicago University Press, 1953. 21l. L ianos, T. P., y Q. París: «American Agriculture and the Prophecy of Increasing Misery», American ]ournal o/ Agricultura/ Economics 54 (4). 1972: pp. 570-577. 212. Lipset, S. M., y R. Bendix: Social Mobi!ity in I11dustrial Society. Berkeley, University of California Press, 1964. [Hay trad. cast. en Buenos Aires, Eudeba.) 213. Lipton, M.: Why Poor People Stay' ·Poor. Londres, Maurice TempleSmith, 1977. 214. ,Littlejohn, James: Westrigg. Londres, Routledge & Kegan Paul, 1963. 215. -Long, N.: An Introductio11 to the Sociology o/ Rural Deve(opment. Londres, Tavistock, 1977. 216. Loomis, C. P., y J. A. Beegle: Rural Sociology. ~nglewood Cllifs, NJ, · · ··• Prentice-Hall, 1957. 217. Loomis, C. P., y J. McKinney: «Intr9duéci6n» a F. 'TonJ?ies (1957). 218. Low, George D.,· y Charles W. Peck: ·<~Location and Lifestyle: The Coro- ··.· parative Explanatory Ability of· Urbanism ~nd Rurality», Rur~I ~ocie/o- . gy 39 (4), 1974: pp . .392-420. . 219. Lowe, P. D.: «T:he Enviorenmental ·Lobby: A Survey»; Built Environ-·. · ment Qt1arterly 1 (1, 2, 3), 1975: pp. 73-76,· 158-162, 235-238.- .. ·,\· Bibliografía 2'2 220. ·,Lowry;· -Shefcfon: ·«Rural Sociology·· at the Cro~roads», .RuraLSociQ_loa.. ·42 (4), 1977: pp. 461475,. 221. ·Lupri, Bugen: «Th.e Rural1Urban Variable Reconsidered:. The Cross.Cultural Pers¡,ective~, .Sociología Ruralis 1 U), 1966: pp. 1-~0. ~- ·MacFarlane, A~: ~e-canstructing Historical Communities. Cambridge, .Cambridge Uni-vcrsity Press, 1977. . · 2Z3. · Macpherson, C. B,:' Demq'cratic Theory: Essays in Retrieval. Oxford, Cla1 . rcndon Press, 1973. 224. Madgwick, P.: The Politjcs .Press, 19i3. . o/ Rural Wales. Cardiff, University of Wales 225. Martíne2;Alier, J. :. Laboi11~ers and Landowners in Southern Spain. Londres, Allen & Unwin, 1971.. [Versión cast. La estabilidad del latifundismo, París, Ruedo Ibérico.] 226. Martinson, O. B.,: E. A. Wilkening y R. D. Rodefeld: «Feelings of Per werlessness and Sbcial lsolation Among "Large-Scalc" Farm Personnel»1 Rural Sociology 4.1 (4),. 1976: pp. 452-472. 227. Mlll'X, Karl: Capital,'. vbl. III, Londres, Lawrence & Wishard, 1894. [Hay trad. cast.: El ~apital, México, F.C.E.] 228. Massey, Doreen, y Alejandrina Catalano: Capital and Land. Londres, . Edward Arnold, 1978. 229. Mattura, G., y E, Puglicse: Agricultura: Mezzogiorno e Mercato det Lavoro. Bolonin, 11 iMulino¡ 1975. 230. Mattiessen, P.: ~al Si Puedes: Escape 1/ You Can. Nueva York, Random House, 1970. · 23'1. MoCrone, G.: 'fbe Economics o/ Subsidising Agriculture. Londres, Allen & Unwin, 1962. . · 232. McGee, T. G.: The Urbanisation Process in the Third World. Londres, G. Bell & Sons, 1971. 23}. MoMlchael, J., J. Petras y R. Rbodes: «lmperialism and the Contradictions of D~vclopment», New Lcjt Review 85, 1974: pp. 86-104. 234. McWilliams, C.: Factories in the Fields. Boston, Little, Brown, 19.39. 235. ·Mendras, Henrl: «Les¡ Etudes de Sociologie Rurale en Europe», Sociologia Ruralis 1 (1), 19.60: pp. 15-34. . 236, Mendras, Henri: Rural _Sociology in France. Parfs, Mouton, 1969. 237. Merrill, Richard. (cd.): Radical Agriculture. Nueva York, Harper, 1976. 2.3-8. Merrington, Johp: «Town and Country in the Transition of Capitalism», en Paul Sweezy, et al., The Transition from Fc!udalism to Capitalism, Londres, New ~ft Books, 1976: pp. 170-195. 2.39. Metcalf, D.: The Economics o/ Agriculture. Harmondsworth, Penguin Books, 1969. 240. Milinkovic, Bosijkljka; Bibliografiia Radova o ]ugoslavenskom Selu i Pol¡oprivredi (1964-1975). Zagreb, Institut zu historiju radnickog pokrcta hrvarski, 1976. ~4¡1. Millar, James R.: «The Prospects for Soviet Agriculture», Problems of Communism. (mayo/junio, 1977): pp. 1-16. 242. Milis, C. W.: The Sodological -ImagintJtion. Nueva York, Oxford University Press, 1964. [Hay trad. cast.: La imaginadón sociológica, México, F.C,E.) Bibliografía 253 243. Mintz, S. A.: «A Note on the · Definition of Peasant,ries», Journal, o/ -Peasant Studies 1 (1), 1971: pp._ n-1Q§. __ . 244. Mintz, S.: «Rural Proletarian Consciousness»;- Jourizal of Peasant Studies 1 (3), 1974:. pp. 29.1-325. · · 245. Mishan, E. J.: The Cosl o/ Economic Growth. Harmondsworth, Penguin Books, 1968. · 246. Moore, Barrington: The Social Origin! of Dictatorship and Democracy. Londres, Allen Lane, 1966. [Trad. cast. en Barcelona, Península.] . 247. Moore, C. W., y G. \V/. Dcan: «Industrialised Farming>>, en A. G. Ball y E. O. Heady (eds.) (1972): pp. 214-231. · 248. Munters, Q. J.: «Sociologie. Ruralis on t;ie Balance», Soc:iologia Ri"alis 12 (2), 1972. . 249. Munton, R. L. J.: <<The State of thc Agricultura} Land Markct, 1971-73)>, Ox/ord Agrarian Studies 4 (2), 1975: pp. 111-130. 250. Myrdal, Jan: Report from a Chintse Vil/dge. Londres, Picador, 1975. 251. Nalson, J.: Mobili-ty of Farm Famitics. Manchcster, Manches ter U1-iiversity Press, 1968. : 252. Nelson, Lowry: «Constructing Rural Sodology», Rural Socio/ogy 9 (2): pp. 219-225. 253. Nelson, Lowry: «Rural Sociology: Dimer.sions and Horizons», Ru,;a/ Sociolog)• 10 (2), 1945: pp. 131-.lJ.~. 254. Nclson, Lowry: «The Rise of Rural Sociology: The Pre-Purr:.ell Period», Rural Sociology 30 (4), 1965: pp. 407-427. 255. NeJson) Lowry: Rura! Sociofogy. Minneapolis, University of Minnesota Press, 1965. · 256. Newb>·, Howard: «Agricultura! Workers in thl~ C!ass Struc~urei>; S_ocio• logical Review 20 (3), 1972: pp. 41.3-438. 25i. Newby, Howa1·d: «The Changing Sociological Environment of the ..Farm,>, Journal o/ Farm Management 2 (9). 1974: pp. 414-487. 258. Newby, Howard: «The Diferential Dialectic», Comparative Studi(s in Society and History 17 {2), 1975: pp. H9-164. ': 259. Newby, Howard: <<Paternalism and Capitalism», en R. Scase (ed.), Industrial Society: Class, Cleavage and Control. Londres, A.Ue11 & .U-nwin, 1976. . .. . 260. Newby, Howard: Thc 'Di/erential Worker.· Londres, Allen Lane. 1977. 261. Newby, Howard: «The Rural Sociology ~f Advanced Capitalist So~i-~ties>•, en Howard Newby (ed.), lnternational Perspectiues in Rttral Soc.iofogy. Londres, John Wiley, 1978, 262. Newby, Howard: Green and Pleasant Land? Social Change i11 Rural England. Londres, Hutchinson, 1979. 263. Newby, Howard, Colín Bell, David Rose y Peter Sa:under: ProP,crty, Paternalism and Power. Londres, Hutchinson, 1978. 264. Newby, Howard, David Rose, Peter Saunders y Colin Bell: «Fa-rming or Survival: Small Farmers in the Class Structure», en Frank Bechhofer y Brian Elliot {eds.) 1 Tbe Petit Bourgeoi!te in the Ctass SiructÜre. bndres, Macmillan, 1980. 265. Nikoli~ch, R.: <,Family-Operated Farms: Their Co6patibility' with ·Tecb- ,_ 254 ) ~ , ) ) t Bibliografía nological Advancc», American Jour!1al o/ Agricultura/ Economics 51 (3), 1969: pp. 530-545. 266. Nisbet, Roben: The Sociological Tra'dition. Londres, Heinemann, 1966. [Trad. cast.: La formación del pensamiento sociológico. Buenos Aires, Amorrortu.) . . 267. Nolan, Michael F., y John F. Gafülier: «Rural Sociological Research and Social Policy: Hard Data, Hard Times», Rural Sociology 38 (4), 1973: pp. 491-499. 268. Nolan, Michael F., y Robert A. Hagan: <(Rural Sociological Rescarch, 1966,1974: lmplications for Social Policy», Rural Sociology 40 (4), 1975: pp, 435-454.' 269. OECD: OECD Agricultura! Review. París, OCDE, 1969. 270. OEOD: The Growth of Output, 1960-1980. París, OODE, 1970. 271. Olson, P.: «Rural American Community Studies: The Surviv'<ll of Public Ideology», Human Organisation 10 (3), 1965: pp. 342-350. 272. 0 1Riordan, T.: Enuironmenlalism. Londres, Pion, 1976. 'l.7.1. Ortc,son, Howard M., y Gkn J. VoUmar: qThe Nnn-fnmily Corpornrioo in Farming», en A. G. Ilall y E. O. Heady (eds.) (1972): pp. 29Ó-3'13. 274 . Oxaal, l., et al. (eds.): Beyond .the Sociology o/ Deuelopment. Londres, Routledgc & Kegan Paul, 1975. · 275. Pahl, R. E.: Urbs in Rure. Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1965. 276. Pahl, 'R. E.: «The Rural-Urban Continuum», Sociología Ruralis 6 (3-4), 196~: pp. 299-327; reimpreso en R. E. Pahl (ed.) (1970). 277. Pahl,· R. E.: «The State and CoUective Consumption in Capitalist and Socialist ·societies», en R. Scase (ed.), Industrial Society: Class, Cleavage and ·Control. Londres, AUcn & Unwin, 1976. · 278. Pahl, R. E. (ed.): Readings in Urba11 Sociology. Oxford, Pergamon, 1970. 279. -Parscins, Kenneth H., Raymond J. Pcnn y M. Philip (ed.): Land Tenure. MadisCin, University of Wisconsin Press, 1956. 280. ,Pearsc, .A.: «Technology and Peasant Production: Rcflections on a Global Study», en H. Newby (ed.) (1978): pp. 183-212. . 281. Pereira• de Queiroz, Mªria Isaura: «Por Que Una Sociología dos Grupos Rurais?>>, en M. Lahar (cd.),_ Sociologia Rural. Río de Janeiro,. 1969: pp. 7-32. . 282. Perclman, Michael: · «American Agriculture and the Prophecy of increasing Misery: A Comment», American ]011rnal o/ Agricullural Economics 56 (1), .'1974: pp, 165:167. 2'83. Pcrelman, Michael: «Natural Resources and Agriculture Under Capitalism: Marx's Economic Model», A111erica11 ]ournal o/ Agricull11ral Economics 57 (3). 1975: pp. 701-704 . 284. Perelman, Michael: Farming for Pro/it i11 A Hungry World. Mo.ntilair, NJ, Allenheld, Osman, 1977. 2·85. Persky, Joe: <(Th~ South: A Colony at Home», So11thern Exposure 1, 1973: pp. ~0-22. 286. Peshéva-Popova, R.:· Village Culture and Ways o/ Lije. Sofía, Zemizdat, 1970. 287. ,Pickvané:e, C. G. (de.): Urban Sociology: Critica/ Essays. Londres, Merhuen, 1976. 0 Bibliografía 255 288. Pitrone, J . .M.: Chavez; Man o/ the Migrants .. Nueva York, Alba House, 1971. 289. Pitt..Rivers, J.: The People o/ the Sierra. Chicago, University of Chicago Press, 1969. [Hay trad. cast.: Los hombres de la sierra. Barcelona, Grijalbo, 1971.) 290 . .Pizzorno, A.: «Historical Marginality and Social Cha'nge», lnternational Reuiew o/ Community Development 10 ( 1), 1966: pp. 55-66. 291. iPlowman, D. E. G., W. E. Minchinton y M. Stacey: «Local Social Status in England and Wales», Sociological Review 10 (2), 1962: pp. 161-202. 292. Poplin, D. E.: Communities. Nueva York, MacmiUan, 1972. 293. Popper, Frank: «We've Got to Dig Decper into Who Owns Out Land>>, Planning 42 (10), 1976: pp. 17-19. 294 . Raup, P. M.: <~conomies and Diseconomies of Large Scale Agriculture»1 American ]ournal o/ Agricultural Economics 51 (6), 1969: pp. 1274-1283. 295. Raup, P. M.: «Corporate Farming in the United St'<!tes», ]ournal o/ Economic History 31 (1), 1973: pp. 274-290. 296. Rcdclift, Micl,ael. «Intcrprctntive Rescarch Rnrl Structural Change in Rural Sociology», Sociología Ruralis 14 (1/2), 1974: (>P· 22-32. 297. Redfield, R.: Tepo1.tla11: A Mexica11 Village. Chicago, Chicago University Prcss, 1930. 298. Redfield, Robert: «The Folk Society», American ]ournal o/ Sociology 52 (3), 1947: pp. 293-308. 299. Renner, K.: The Institutio11s o/ Private Law and Their Social Functions. •Londres, Routledge & Kegan Paul, 1949. 300. Rodefeld, Richard D.: «Trends in U.' S. Farm Organisational Structure and Type», en R. Rodefeld el al.: (eds.) (1978): pp. 158-177. 301. Rodefeld, Richard D., Jan Flora, Donald Voth, Ísao Fujimoto y Jim Converse (eds.): Change in Rural America: Causes, Consequences and Alternatives. San Luis, C. V. Mosby, 197.S. 302. Rogers, E., y F. Shoemaker: Communication o/ lnnovations: A CrossCultural Approach. Glencoe, IU, Free Press, 1971. 303. Rose, David, Peter Saunders, Howard Newby y Colin Bel!: «Ideologies of Property: A Case Study», Sociological Reuiew 24 (4), 1976: pp. 699-731. 304. -Rushing, W. A.: Class, Culture and Alienation. Lexington, Mass., D. C. Heath, 1972. · 305. Ruttan, V. W.: <(Agricultura! Policy in an Affluent Society», ]oumal o/ Farm Economics 48 (6), 1966: pp. 1100-1120. · 306. Samora, J.: Los Moiados: The \Yletback Story. South Bend, Indiana, University of Naire Dame Press, 197-1. 307. Sanders, lrwin T., y Gordon F. Lewis: «Rural Community Studies in the United States: A Decade in Review.», Annual Review o/ Sociology 2, 1976: pp. 35-53. 308. SaviUe, John: Rural Depopulatio11 i11 E11gla11d 0114 Wales, 1851-1951. Londres, Roudedge & Kegan P.aul, 1957. 309. !Schlatter, R.: Prívate Property. - The History o/ an Idea. Londres, Allen & Unwin, 1951. }10. Schlurer, G.: «American Agriculture and ·the Prophecy of Increasing Ml- Bibliograffs 256 séiy:· K-Cómmerit»,- ArñeñcmrJournal 1974: pp. li5-159.. of-Agricultural·-Bconomics-56 -~l) •.. . 311. Schmitt, P. J.: Bfck. to Nature: TJ,e Arcadian Myth in Urban America. Nueva York~ Oxford University Press, 1969, 312. Schnor~, L.~.: «The ·RuraUJrban VeriaJ:>le», Rural Soclology 31 (1), 1966. 313. Schumacher, ! B. F.: Small is- Beauti/ul. Londres, Pahldin, 197.3. (Existe versión espa~ols: Lo Pequeño es .Hermoso. Madri~, Blume, 1978.) 314. Scott, J. C,,: y B~ K. Kerkvliet: «How Traditional 1atrons Lose Legitimacy», Cult*re et· f!evelopement, verano "1974: PP•; .501-.540, 3115. Self, P., y" H. Storing: .The State aml the Farmer. Londres, Allen & Un- win, 196.2, 316. Sewell, Wi~iam H.: «Nceded Research in Rural Sociology», Rural Sociology 15 (;2), 19.50: pp. ll5-130. ).17. Sewcll, · Will¡iam H.: «Rural Sociological Research, 1936-1965», Rural Sociology 30. (:4), 1-965: pp. 428-45,1. 318. Shanin, Te~or: «The Peasantry RS a Political Factor», Sociological Review 14 (1)~ 1966: pp. 5--27. }19. Shanin, Te~dor (ed_.): Peasants a.mi Peasant Societies. Harmondsworth, Penguin Books, 197,1. [Hay trad. cast,: Campesinos y sociedades campesinas. Méxiao, F.Ct::.., 1980,] 320. Shanin, Teddor: The Awkward Class. OlGford, Oxford University Press, 1972. [Hqy: trad. cast.: La clase incómoda. Madrid, Alianza Ed., 198.3.] 321. Shanin, Tc~dor: «The Nature and Logic of the P~sant Economy», journal of Peas~nt Stüdies, 1 (1/2), 1973: pp. 63-80, 186.206. 322. Silvermt1n, 5.:. <IEx_ploitation in Rural Central Italy: Structure and IdeoJogy in Str,atifkiltion Study1> 1 Comparative Studies in Society and History 8.1 (.3), 1971: pp. 327-339 .. · 323. Simmel, G.: <<The ¡Metropolis· a~d Mental Life», reimpreso en K. Wolff (ed.) The Sociology o/ Georg Simmel. Glencoe, Ill., Free Press, 1903. }24. Smith, T. l;ynn: Tbe· Sociology oi Rural Li/e.. 'Nucva York,· Harper, 1953. [Trad. cast. en Buenos Aires, Editorial Bibliográfica, Argentina, .1960.] 325. 6mith, T. J..ynn: · dlural Sociology in the United States and Ganada: A Trend Repqrt», Current Sociolog'j' 6 ( 1), 1957. 326. Smith, T. l!.ynn: Study of Social Stratificatioi;i jn the Agricultura! Sectlons of the United Ststes: Nature, Data, Procedures and Preliminary Re- . sults1>, -Rural"Sociology 34 (4)~ 1969:. .pp. 496-509.· }?.7. Snµth, T; Lynn: «The Devclopment of Rural Sodology in the United StatCJ, with a''l_c'ew ~nnotations on its Dcvclopmcnt ui the South», Revue International de Sociologi~, .Series ,II, -vol. 8 (1), ,197.3: pp. 60-90. .~iB. _Sor9kin, P. A., y C. C. Zimmerman: Principies- o/ R.ural-Urban Sociology, . Nueva .Yerk, Henry HoK 1929.' -.~9. Sorokin, P. A'., C. C. Z~merman y C. J. G_alpin:·. A" Sy.rtematic Source · . ·· -Bpok in Rµral Soci(!logy. ·~inneapolis, Uni~•ersity of Minnesota Press, 1930. .330. Stacey,· M.: «The Myth of Comni'unity Stuclies», British ]ournal. of Sociolo• gy 20 (2), 7969:. ·pp. 134.14·7 ..... · . . 3}1. Stavenhngen, Rociolfo: «Rural Sociological Rcsenrch in ,Brazil» Rurttl Sociology. 29. (?), 1964: pp. · 2.3l-.246. ' 332, Stein, M.: · Tbe Eclipse of Communit-y. Nueva York, Harper Row, 1964. «A Bibliografía 257 333. S_~ch~I!}~e, ___,A.: . «l\gtjcultural :Enterprise and Rura1 Class Rel~tíons», American Journal of SociÓlogy 6'r (2),·~-1~61: pp: 169.J. 7ó·. 334. Stokes, C., Shannon y· Michael K. Miller:'. «A ,Methodological ·Review of Research Since 196.5», Rural Sociology 40 {4), 1975: · pp. 4:11-434. 335. Sufrin, Sidney C.: «Labour Organisation in Agricultura} America,.' 19301935», American ]ournal of Sociology 43 (4), 1937: pp. 5414-559.' 336. Summers, G. F., S. Evans, J. Minkoff, F. Clemente y. IE. M~ ·Beck: Industrial Invasion of Non-Metroploitan America. Nuev.a York, Prae. ger, 1976. 337. Summers, G., y A. Sarlvik (eds.): Non-Metropolita~ I nduttrial · Growth anti. ·Community Cba11ge. -Lexinghton, Mass. 1 D. C. Heath, 1979. , 338. Sweezy, Paul et al.s Tbe Transition from Feudalism to Capitalism. Londres, New Left Books, 1976. [Trad. cast.: Madrid Ciencia· Nueva, Artiach y Ayuso.] ' , 339. Szelenyi, I.:; «Regional Management and Social Class: · The ~ase of tEastern iEurope». •Lom:lres, Centre for Environmental Studies, 1975. 340. 5zwengrub, iLili Maria: <<Collective Farming in Poland», en J. Turowsk.i y L. M. Szwengrub (eds.) (1976): pp. 193-202. · 341. Taves, Marvin J., .y Nea! Gross: «A Critique of Rural -Sociology Research, 1950», Rural Sociology 17 (2), 1952: pp. 109-118. 342. Taylor, Carl C.: «The Development. of Rural Sociology Abroad», Rural Sociology .30 (4), 196.5: pp. 462-4i3. , 343. Taylor, Henry C., y Anne Dewess Taylor: The· Story of Agricultur,1l Economics in the United States, 1840-1932. Ames, lovia, lowa ·Sta:c Colleg~ Press, 1952. · 344. Taylor, Laurie: «Dry Sundays and Still . Drinks in "tExciting. Cicy" ,>, Times Higher Education Supplement, 27 de sepiiembre de 197..¡_. 34.5. T1,1ylor, R. B.: Chavez and the Farm \Vorkers. Boston, Béacon, 1975. 346. Thompson, E. 1P.: «The Grid of Inheritance: A Comment», e~ Jack .Goody et al. (eds.) Family and lnherilt.mce, cap. 9, Cambridge, Cambridge University Press, '1976. . 347. Thompson, F. IM. L.: English Landed Society in the Nineteenth .Century. Londres, Routledge & Kegan .Paul, 1963. 348. Tonnics, F.: Community and Sodety. Nueva York: Harper & Row, 1957. original 1887. [Trad. cast.: Barcelona, Península, 1979.J 349. · Tribe, K.: «Economic Property and the Theorication of Grnund Rént», Economy and Society 6 (1), 1977: pp. 68--88. · .350. Turowski, Jan, y Lili Maria Szwengrub {eds.): Rural Social qangc :n Poland. Wroclaw, Ossolincum, 1976. 3.51. · Veblen, Thorstein: Absentee Ou;nership and Bt1siness Enterprise in Recent Times. Nueva York, Viking, 19i3. 352. · Vidic~, A. J., y J. Bensman: Small Town in Mass Society. Princenton, NJ., Princeton University Press, 1958. 3.53. Wakeley, Ray •E.: 1ADefinitions and Relationships of Rural Sociologp», Rural Sociology 32 (2), 1967: pp. 195-198. 354. Wallerstein, I.: The Emerging World System. Nueva York, Academic Press, 1974. {Hay trad. cast.: El moderno sistema mundial, Madrid, Siglo XXI, 1970.] { ( ( { ( { ( ( ( { ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( .( ( (. ( ( ( ·•'t.1 258 -, ) ) ) ,t ) ) t ) ) ·¡ i , ) ) ) i ) l. J t .¡ ) v. ) 1) 1 ) 1) t) t Bibliografía 355. WalJerstein, l.: The Capitalist World Economy. Cambridge, Cambridge University Press, 1978. 356. WaUs, David S.: «Thrcc Models in Search of Appalachian Developmenc: Critique and Synthesis», Univcrsity of Kentucky, ColJege of Social Profes~ions, forocopiado 1976. (Se publicará una versi6n corregida eo F. Buttel & H. Newby [ed.], Rural Sociology o/ Advanced Societies: Critica/ Perspectives. Alienheld Osman, 1980.) 357. Warley, T. K.: «The Future Role of Marketing Organisatioos», ]011r11al Agricultura/ Eco110111ics 14 (4), 1963: pp. 550-5711. 358 Warner, \'(/. Kei th: ,ll\ural Society io a Post-Industrial Age», Rural Sociology 39 (3), 1974: pp. 306-317. 359. Warren, B.: «lmperialisrn and Capitalist Development», New Left Review 81, 1973: pp. 2-44. 360. Weber, Max., en H. H. Gcrrh & C. W. Millss (ed.): From Max Weber. Londres, Routledge & Kegan Paul, 1948. 361. Weber, Max: The Theory of Social a11d Economic Orga11isatio11. Gleocoe, IU: Free Press, 1964. [Hay trad. cast. como parte de Economía y Sociedad. México, Fondo de Cultura Econ6mica.] 362. Weber, Max: The Agraria11 Sociology o/ Ancient Civilisations. Londres, NLB, 1976. 363. Welier, Jack lt'..: Yesterday's People: Life in Contemporary Appalacbis. :Lcxington, Ky: University of Kentucky Press, 1965. 364. Whitby, M. C., D. L J. Robins, A. W. Tanscy y K. G. Willis: Rural Resource Development. Londres, Methuen, 1974. 365. Wild, R.: Bradstow. Sidney, Angus & Robemon, 1974. 366. Wiid, R.: «!Local.ities, Social Relationships and the Rural-Urbao Cootinuum», Australia and New Zealand Journal o/ Sociology 10 (3), 1975: pp. 170-176. 367. WilJiams, Raymond: The Counlry and /he City. Londres, Ghatto & W-indus, 1973. 368. Williams, Robert M. Jr.: «Review of Current Research in Rural Sociology», Rural Sociology 11 _(2), 1946_: pp. 103-104. 369. WilJiams, W. M.: A W est Country Village: Ashworthy. Londres, Rout.' . lcdge & Kegan Paul, 1964. · . 370. Wilson, G.: Special Interesls · and Policy-Making. Londres, Wiley, 1971. 371. Wilson, G.: «Farmers' Organisations io Advanced Socicties», en H. Newby (ed.) (1978): pp. 31-54. 372. Winklcr, J.: «Corpora tism», 'European ]ourizal o/ Sociology 17, 1976: pp. 100-136. 373. Wirth, Louis : «Urbanism as a Way of Life», American ]ournal o/ Sociology 44 (1), 1938: pp. 1-24 . 374. Wolf, Eric: Peasa11ts. Englewood Cliffs, NJ ., Prentice-Hall, 1966. [Hay trad. cast.: Los campesinos, Barcelona, Labor, 1978.) 375. Wolf, Eric: Peasant \Vars in the Twentieth Cenlury. Londres, Faber, 1973. [Trad. castellana en Méx.ico, Siglo XXI.] 376. Wright, A. W.: «Syslemic Ills in Soviet Agriculture», Problems o/ Commtmism 24, 1975: pp. 51-55. o/ Bibliografía 259 377. Wright, D.: They Harvest Despoir: The Migran! Farm Worker. Boston, Beacon Press, 1965. 378. Wunderlich, Gene: «Who Owns Ameriea's Land: Problems in Preserving the Rural Landscape», Washington DC, USDA Economic Research Service, 1974. 379. Wunderlich, Gene: «Property and rhe Future of Agriculture», American Journal o/ Agric11lt11ral Economics 58 (6), 1976: pp. 946-952. 380. Yglesias, J.: 111 the Fist o/ Revolution, Harmondsworth, Penguio Books 1972. ' 381. Zimmerman, C.: Oomumptio11 and Standards o/ Living. Nueva York, Henry Holt, 1936. l .,, l l 1 ¡' i j l . 1 SEGUNDA PARTE.-SOBRE EL PENSAMIENTO SOCIAL AGRARIO EN ESPAAA. a) Precursores 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. \ Bibliografía ·iayos. sobre la estructura econ6inica y social de Anáaluc/a, Madrid: Ediciones de la Revista de Trab'ajo, 197.3. CarrÚS-0, Pascual: Los lati/utidios en España. Su importancia, origen, conrecuencias y solución, Barcel.ona:· Arid, 1975; 1.• ed. 19.32. Carrión, P.ascual: La Reforma Agraria de la II República y la situación actual de la agricultura españ_ola, Barcelona: Ariel, 1973. Carrión Pascual: Estudios sobre la agricul!tira española (1919-1971), Madrid; Ediciones de la Revista de__Trabajo, 1974, con un documentado estudio preliminar de · José Luis García Delgado (pp. 9-67). Costa, Joaquln: «Dictámenes y .discursos en los Congresos de Agricultores y Ganaderos de 1880 y 188.l•>?, Agricultura y Sociedad, núm. 1, 1976; pp. 209-.3.36. Edición y estudio preliminar de Alfonso OrtL Costa, Joaquín: El Colectivismo agrario en España, ?:aragoza: Guara, 1983; l.' ed. 1898. En colaboración. con el Instituto de Estudios Agrarios, Pesqueros y Alimentarios del Ministerio de Agricultura. Costa, Joaquín: Derecho Consuetudinario y Economla Popular de España, ZaragOZll: Guara, 1982; l.' ed. s. f., 2.' ed. 1902. Costa, Joaquln: Oligarquia y Caciquismo, Madrid: Ediciones de la Revista de Trabajo, 1978, dos volúmenes¡ 1.• ed. 1902. Con un excelente Estudio Preliminar de Alfonso Ortí. Hay otra edición en Zaragoza: Guar•a, 1982. D!az del Moral, Juan: Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, Madrid: Alianza Universidad, 1973; 1.• ed. 1929. Reeditade sin , t , t 1 A 1!---• 1 Qt:,-, 261 11. Dlaz del Moral, Juan: Las reformal' agrarias europeas de la posguerra 1919-1929, Madrid: Revista de Derecho Privado, 1967 . Editada por su hijo Carmelo Díaz, tras una recomposición de materiales inacabados. 12. Flórez Estrada, Alvaro: La cuestión social. Origen, /111it11d y efectos del derecho de propiedad. Reproducido con ligerns modificaciones de su Economfa Política, Madrid: Instituto de :Estudios Fiscales,, 1980, y en (1.3 ) tomo 1; pp. 115-121; l.' cd. 19.39. 13 . Flórcz Estrada, Alvaro: Obras, Madrid: Biblioteca de Autores Españoles, Ediciones Atlas, 1958. Dos tom~s. 14. Infante, Bias: El Ideal Andaluz, Madrid: Tucar Ediciones, 1967; l.' edición .1915._Con un interesante estudio preliminar de Juan Antonio 12comba · y una introducción ,poco cuidada de .Eorix,¡ue Tierno Ga.'. ván. 15. Infante, Blns: La verdad sobre el Complot de Tablada y el Estado libre de Andalucla, Granada: Aljibe. 16. S,...nador González, Julio: Castilla en escombros, Madúd: Comercial Malvar, 1978¡ 1.• ed. 19,15. 17. Senador Gómez, Julio; Los derechos del hombre y los del hambre, Madrid: Comercial Mlllvar, 1978; l.ª ed. 1928. b) l. '42nnr, Severioo: Despoblación •y colonización, Barcelona: Labor, 19.30. 2. :Bernaklo de Quirós, Constan~io: El Espartaquismo agrario y otros e11- .3. 1- Sociologfa rural institucionalizada 18. Blas_co Vizca[oo, Cristina: «Agricultura n tiempo parciru en la previo.da de Málaga», eo AEESA, /.-a agriculturá :1 el e,npl<!o, Madrid: Iusciruto de Relaciones Agrarias, 1980; pp. 279-329. 19. Bueno Gómez, Miguel: «Ln reforma de_. las estructuras agradas en las zonas de pequeña y median!!, p~opiedad», eo Agricultura y Sociedad, núm. 7, abril-junio 1978; pp. 145-183. · 20. Caro Bal'Oja, Julio; Atg11Í1os mitos españoles y otros ensayos, Madrid: IEciitora Nacional, 194ll. 21. Caro Baroja, Julio: «La vida agraria tradicional reflejada eo el iine españoh>, Estudios de Hi.rtoria Social de España I, Madrid: lostituco «Balmes» de Sociología, CSIC, 1949. 22. Caro Baroja, Julio: «La ciudad y el campo o una discusión sobre viejos lugares comulles», eu Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, núm. 15, 1959; pp. 381-400. Versión inglesa «The City and the couotry: Reflexioo oo some allcient commoo places», en J. Pitt-Rivers (ed.), Mediterranean coutttrymen (ParÍSJLa Haya: Mouton nnd Co., 1963). 23. Caro Baroja, Julio: <dlemarques sur la vie agraire en Andalousie», eo Etudes R11rales1 núm. 10, 1963; pp. 81-101 . 24. Caro Baroja, Julio: «Honor y vergüenza (examen histórico de varios conflictos populares)», eo Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, núm. 20, 1964; pp. 4!10-460. Versión inglesa «Honour and shamc : A historical account of several conflicts», en J. G . .Peristiany (ed.), Hot1ot11 an shame: The values o/ Medituranean S.ociety, 1964. 25. Cal'O Baroja, Julio: 'fhe World of tbe Witches, Londres: Weidenfeld and Nicholson, 1964, y Chicago: Uoiv. of Chicago Press, 2' ed. 1968. ;¡:;,llrilín Alemana Die I-lexen ut1d ibre Wel1 1 Stuttgart: iEurst K!ett Ver- 1 ') a, ')., t) ~) r, ~-} ,,. ) ~- ) W") i, } v·) ) ,. i, ) i,·) ~· ) .. ) ,. ) l') ) .. . ) ) ) . . ~ t ) t ) ) ~ ) r ) ~ ) r) 262 · Bibliografía Bibliograffa lag. En castellano Madrid: Revista de Occidente,. 1961 y Madrid: Alianza, 1966. 26. Garo Bar~ja, Julio: La ciudad y el cam,po1 Madrid: Alfaguara, 1966. • 27. :Caro Ba~oja, Julio: De la superstición al ateismo. Meditac_iones antropol6gicas1 Madrid: Tauros, 1974. . 28. Casado, Dem.etrio: La pobreza en la estructura social de España, Madrid: .A.yuso, 1976. Cf. especialmente los apartados referentes a los agricul. tores •pobres y sin tierra, pp. 105.39, 29. · Cisado, Demetrio: «:La sociedad rural castellana», en Castilla como . necesidad, Madrid: ZYX, 1980. 30. · Cazarla Pérez, · José: «Las subculturas rural y urbana», pp. 545•580, Sociología Española de los años setenta, Madrid: Confedet:adón Espa• fiola de Caj~s de Ahorros, 1971. Publicado previamente en el Anuario del Centro d-e Estudios Sociales, núm. 20, 1963. }l. Cazorla Pérez,. José: Problemas de estratificación social en ·España, Me, .diid: ··fülicusa,. -1977. 32.- :Contreras·, Jesús (en colaboraci6n con Ignacio Terrades): «Representatividad. y significatividad cultural de la comunidad en función del trabajo de campo», en Cuadernos de Antropologla Social y B~nologla, nú'mero 6, Madrid, 197-8; pp. 16-32. Publicado posteriormente en Primera. Re!Jnió,i de Atztropólogos Españoles, Sevilla: Publ. de la Univ. de Sevilla, 1975. · 33. Contreras·, Jesús: <4Reforma agraria y conflictos intercampesinos en la Sierra del Sur del Perú», en Ethnica, núm. 9, 1975; pp. 181-204. 34 ... Etigole Reixach, Joan: <~reaci6n y evoluci6n de u-na cooperativa agrí:' cola eri la Vega Alta del Segura desde 1962 a 1974>>, Revista de Estudios Sociales, núms. 14•15, 1975. 35 .. G¡Ím"iz L6pez, Antonio :(~n· colaboración con E. Sevilla Guzmán): «Es· . trµctura espacial -de las formas _de tenencia de la tierra en E-spaña», en : Revista de Estudios Agrosocialei, núm. 74, 1971; pp. 7-75. 36 .. Gámiz López, Antonio: «,La población rural en España» (en colaboracj6n con>E. Sevilla Guzmán y J. Diez Nicolás), en Anales del Instituto Nacional. de Investigaciones Agrarias, núm. 3, 1972. 37 .. Gámiz L6pez, Antonio: <4E-structura social y paro agrario en Andalucía», en Argumentos, núm. 18, 197'8; pp. 42-47. 38. Gámiz López, Antonio: «El proceso de cambio y desorganización social ·en· la sociedad rural», en A. BaUadn, A. Camilleri et al., La crisis de l~· agricultura tradicional en España, Madrid: Centro de Estudios dd Valle de los Caídos, 1974; pp. 149-1165. 39. Óarda Ferrando, Manuel: «La investigad6n y la Enseñanza de la Sociología Rural en España», Revista de Estudios Agrosociales, núm. 74, .enero.marzo, 197'1 (reproducido en la revista yugoslava Sociologija Sela, tiµm. 34, 1971 y en la publicaci6n de la Academia Polaca de las Ciencias, Problems o/ the Development o/ Agricul1u;e aná ln/ormation on the State o/ Rural Sociology in various counlries, 1971). 40. García Ferrando, Manuel: La Innovación Tecnológica y difusión en la agricultura española, Madrid: Servicio de Publicaciones del Ministerio 4~ Agricultura, 1976. .! ¡ ,¡ ¡ fi J 1 l.: 1 ·1 f' j 263- 41. García Ferrando, Manuel: Mu;er y Sociedad Rural. Un ·Análisis ·Socio- : -lógico sobre trabajo e ideologias, Madr~d: ·Edicusa, 1976. . 42. García Ferrando, Manuel: <(La sociología rural ·-'~n per~pectiva: una· evaluación crítica», en Revista de Estudios Agrosociales, núm. 96, 1976. 43. García Ferrando, Manuel: «Soci_al strat~fication in the agricultural sector of Spain», en Sociologia Ruralis1 XV., núms. 1-2, 1975. Traducción castellana: <~Estratificación social en el campo español», en Revista de Bsiudios Agrosociales, riúi;n. 102, 1977. 44. · García Ferrando, Manuel: «Toe Diffusion of Technological Innovations in Spanish Agriculture», en iBruce R. Crouch (ed.), Bxtension and Rural Development, Londres: MaoMiUan, · 19so. 45. Gaviria, Mario: Campo, urbe y espacio del ocio, Madrid: Siglo XXI, 1971. 46. · Gaviria Mario: <<El desarrollo regional contra la sociedad rural. El neorurJismo como modo de vida», en Revista de ·Estudios Agrosociales, ·núm. 84, julio-septiembre, 1973; pp. 49-67 . 47. Gaviria, Mario, et al.: Ni desarrollo regional ni. ordenación del territorio: El caso valenciano, Madrid: Turner, 1974. 48. Gaviria, Mario: Zaragoza contra Arag6n, Barcelona: Libros de la Frontera, 1974 . 49. Gaviria, Mario: Ecologismo y ordenaci6n del territorio, Madrid: Edi· cusa, 1976. 50 . Gaviria, Mario (en colaboraci6n con J. M. Naredo y Juan Serna como coordinadores de un numeroso equipo de investigaci6n): Extremadura saqueada, Barcelona: Ruedo Ibérico, 1978. · 51. Giner de San Julián, Salvador: Continuity a,ul Change. The Sociizl Strati/ication in Spain, Universit:y .of Reading: Mon~graph Series. ~f the Graduate School of ~ontemporary ·European Stud1cs, 1967. Existe una versi6n en castellano: «La estructura social de España», en Horizonte español, 1972, Pads: Ruedó Ibérico, 1972; .pp. 2-43. 52. Giner de San Julián, Salvador: «Spain» en Margaret S. ~rcher y Salvador Giner (eds.), Contemporary · B~rope, Londres: We1denfeld and Nicholson 1971 · pp. 125-161. Existe una versión castellana notablemente a~pliada' como <~La estructura social de .. España» en Antonio ,L6pez Pina (ed.), Poder y clases sociales, Madrid.: Tecnos, 1978; pliginas 73-133. Ambos trabajos son una reelaboraci6n susta~dva de «La estructura social de ~spaña>>, en Horizonte Español 1972 (Par!s: Ruedo. Ibérico, 1972), pp. 2-47. 53. Giner de San .Julián, Salvador (en colaboraci6n.. con Edu~rdo_ SevillaGuzmán): «Thc Latifundio as. a Local Mode of Cless Dom1nation: Thc Spanish .case», en lberian .Studies, vol.. VI, núQl .. 2,. \971.LPP~ .. 47-58. 54. Godoy López,. Luis (en coláJ,oración con Agu,t~ y Antonio Lóp~z Ontíveros): «Reforma Agraria en Andaluda», :en Argu_mentos, abril, 1980; pp. 32-35. 55. Gómez Ayau, Emilio: <d>e la Reforma Agraria -a la Polftica de Colonización», en Agricultura y Sociedad,· núm. 7, abril1unio, 1978; páginas 87-,121. j 264 Bibliogrnffa 56. Gutiérrez Esteve, Manuel: «Crisis de la sociedad rural y crisis de la comarca», en Documentaci~n Social, núm. 9, 1973; pp. 7-19. 57. Herrero Akón, Antonio: Agricultt1ra asociativa en España, Madrid: Hermandad Nacional Sindical de Labradores y Ganaderos, 1971. 58. Lamo ·de Espinosa, Jaime: <éLos latifundios· y el desarrollo agrario», en Información Comercial Esp'Oñola, núm. 403, 1967; i>P• 77-88. 59. · iLamo de Espinosa, Jaime: «Agriculturas a tiempo parcial y mi~fundios», · en RevJsta de Estudios Agrosociales, núm. 60, julio-septiembre, 1967. 60 .. Lcguine, Herrán, Jo:ajuÍn· (en colaboración con J. 1,4. Naredo): «Exodo 'rural · y envejecimiento •de la población activa agraria», en Información Comercial Espt1ñola, púm. 469, 1974; pp. 84-89. .61. Llson Tolosana, Carmclo: ·«Social factors in economic dcvelopment: Spain», en J. G. Peris~a;iy (ed.), Cóntributions to Mediterranean Sociology; ~ar1s: Mouto~ & ·Co., ,1968; pp. 325~337:· 62. Lison Tolosana, Carmclo: A11tropología Social en España, Madrid: Siglo ~I, 1971. . 63. Lison Tolosaba, Carmelo: Invitación a la Antropo/.ogía c_ult11ral de España,. Madriq: Akal, · 1980: 64. Linz, Juan J.: «Elites locales y cambio social en la Andalucía rural», en Kade y Linz, E!t-udi~ -~ocioeconómico de Andalucía, Madrid: Estudios del Insµtuo de Desarrollo Económico, 1970, tomo II. pp. 381-831. 65. Linz, Juan j .: «Patterns .of Land Tenure, iDivision of Labor, and Voting Behll'Viour in Europ::», en Comparative Politics, abril, 1976; páginas 365-430. De e·stc mismo autor tiene gran interés su análisis, en vfas de publicación sóbre los partidos políticos agrarios «Farmers and Pcasant Pnrties» del que tenemos conocimiento de una versión provisional. 66. Maestre Alfonso, Juan: Introducción a la &tropología Social, Madrid: Akal, 1974,. 67. Maestre Alfonso, Juan: Modernización y cambio en la España rural, !Madrid: .&licusa, 1975. . 68. Martínez Alier, Juan: «El reparto», en Cuadernos de Ruedo Ibérico, núms. 13~14, 1967; pp. 47-65. 69. Miguel, Amando de (en colaboración con Juan J. Linz): «Within nation differences nnd comparations: The Eight Spains», en R. L. Merrit aod S. Rokkan (eds.), Comparating Nations: The Use o/ Quantitative Data in Cross-National Research (New Haven: Y ale University Press, 1966). . 70. Miguel, Amando de (en colaboración con varios autores): Informe Sociológico sobré la situación social de España, 1970, Madrid: Euroamérica, 1970. 71. Miguel, Jesús M. de: Notas sobre la csJrucltira social del campo español, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1969. 72. Miguel, Jesús M. de (en colaboración con MelissA G. Moyer): «Rural Sociology», en Sociology in Spain. Curren/ Sociology, vol. 27, núm. l, 1979; pp. 103-106 y 199-206. 73. Mira Castera, Joan F.: Un estudi d'antropologia social. al País Valencia, Barcelona: Edicions 62, 1974. Bibliografía 265 74. Mira Castera, Joan F.: «Sociedad rural y cambio social: notas pare un planeamiento», en Primera Reunión de Antrupólogos Españoles, Sevilla: Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1975; pp. 211-223. 75. Mira Castera, Joan F.: Els vale11cians i la /erra, Valencia: Elisen Ciimcm, 1978. 76. Mira Castera, Joan F.: Vivir y hacer historia. Estudios desde la antro· pología social, Barcelona: Península, 1980. 77. Moreno Navarro, Isidro: «La investigación antropológica en España», en Primera Reunión de Amropólogos Españoles, Sevilla: Publicaciones de In Universidad de Sevilla, 1975; pp. 325-338 . 78. Moreno Navarro, Isidoro: Cultura y modos de producción. Una visión de la antropología desde el materialismo histórico, Madrid: Nuestra Cultura, 1978. 79. Moyano Estrada, Eduardo (en colaboración con M. Pérez Y ruela Y. :E. Sevilla Guzmán, edición y presentación de): Agricultura y Suciedad, núm. 13, octubre-diciembre, 1979. Especial dedicado a.! X Co:igreso Europeo de Sociolog{a Rural. 80. Murillo Ferro], Francisco (ed.): Número monográfico sobre Andalucfa de A11ales de Sociologla, núms. 4-5, 1968-69. 81. Naredo, Jos¿ Manuel (en colaboración con J. M. Sumpsi y L. Ruiz. Maya): «Superación del concepto de latifundio», en C11ademos para el diálogo: España Agraria, número extra XLV, 1975; pp. 8.Jl,3. 82. Pérez Draz, Víctor: Estructura social del campo y éxodo rural, Mndrid: Tecnos, 1966. · 83. Pérez Díaz, Víctor: Emigración y sociedad en la Tierra de Campos: Estudio de un proceso migratorio y un proceso de cambio social, MR• drid: Instituto de Desarrollo Económico, 1969, Ex.is te uria nueva versión publicada en Barcdonaa: Aricl, 1971, con el t!Lulo de Emigradón y cambio social: Procesos migratorios y vida mral ·en Castilta. 84. Pérez Yruela, Manuel {en colaboración con J. R. Sanz An:anz, J. Giménez Cruz.Conde): Análisis de /os aspectos sociales derivados del cultivo del olivar, ~adrid: In'stituto _de Estudios Agrosocialcs .del Ministerio de Agricultura, 1971. Trabájo mimeografiado conservado en la biblioteca de IBAS. Existe igualmente un Informe sobre comarcas deprimidas del mr de la Penínsulc (1970) y otro sobr~ las ·comarcas de Sierra Norte (Sevilla) y Valle de los Pedroches (Córdoba) (i970). 85. Pérez Yruela, Mrnuel (encolaboración con Luis M. Esteruelas y Juan Giroéne-z Cruz-Conde): Aspectos sociales y tendencias de los r.rre11d11mie11tos de regiones de ,predominio de cultivo exte11Sivo y ganadería (Cáceres-Salamanca), Madrid: Ins:ituto de Estudios Agrosocialcs dd Ministerio de Agricultura, 1972. Trabajo mimeografiado conservado en la biblioteca de! JEAS. Existe también un I r./orme sobre el .coopcrctivmno e11 la Rioia Alavesa, de 1973. 86. Pérez .Yruela, M:anuel: «Notas para la construcción de 1.1n concepto ~ociológico de latifundio», en Revista de Estudios Agrosociab, nÚ• mero 105, octubre-diciembre, 1978; pp, 91-104. 87. Pérez Yruela, Manuel (en colaboración con E. Sevilla Guzmán) : «La ·dimensión poUtica de la reforma agraria: Rdlex.ioncs en torno al caso , ) ) J , 266 88 . ) 89. ) , t ) ) ) ) •, ) t ) ) , 90. 9 l. 92. 93. 94. 95. 96. 97. ) ) ) , 98. ) ) ) ) 99. t 100. ) ) ) Bibliografía andaluz», en herquia. Revista de Estudios Cordobeses, núm. 1, 1980; pp. 193-228. .Pércz Yruela, Manuel (en colabor~_ción con E. Sevilla Guzmán): «Análisis sociológico del campo español», en. Asociación Cultural Hispano Norteamericana, La doble crisis de la .·agriw/Jura española, Madrid: AGHNA, 1981. Pino Artacho, Juan del: El ~ooperativismo en· Málaga, Málaga: Servicio de Publicaciones dd Instituto de Cultura, -Diputación Provincial de •Málaga, 1974. Sánchcz López, Antonio: «La vía agraria al paro», en Arg11me11tos, núm. 26, "1979. Sancho Hazak, Roberto: «La promoción y selección de líderes locales en el marco del desarrollo comu ni tario», en Revista de Estudios Agrosociales, núm. 61, 1967; pp. 67-83. Sancho Hazak, Roberto: «La estructura social de las comunidades rurales ante la reconversión de los núcleos de población», en Revista· de Estudios Agrosociales, núm. 67, 1969. Sancho Hazak, Roberto: «La sociedad rural hoy», en M. Fraga, · J. Velarde y S. del Campo (eds.),. La España de los atios 70. La sociedad (Mad rid: Moneda y Crédito, 1972). Tomo I, pp. 219-317. .· Sanch.o Hazak, Roberto: «La función de los Medios de Comunicación 6ocial en el medio rural», en Revista Espaiiola de la Opi11i6n Pública, núm. 32, 1973¡ pp. 3-17. s;ncho Hazak, Roberto: «Efectos sociales de la emigración rural», eo Proble;nas ·políticos de la vida local (Madrid: 1975); pp. 148-179. 6ancho Hazak, Roberto: «La práctica del desarrollo rural», en · Revista de . Estudios Sociales, núms: 17,18, 1976¡ pp. 101-135. Sevma-Guzmán, Eduardo: «The Peasantry and the Franco Rcgime», en Paul Presten (cd.), Spain in Crisis, Londres: Havester, 1976; páginas- 101-124 y 296-303. Hay una versión castellana con el titulo de «El ,campesinado en el desarrollo capitalista español (1939-1975)», en Paul: Presten (cd.), .Espa,ia en crisis, México: Fondo de Cultura Económjca, 197'8; pp. 183-216, Y otra versión italiana, como «I ~nc.adini cd il · Regime Franchista», en Paul Presten (ed.), Le basi a_utoritarie della Spap_11a democratica, Turín: Rosenherg & Sellier, 1978¡ pp. 181-217. Sevi!la-Guzm'án, Eduardo: «Reflexiones teóricas suL1e el concepto sociológico de latifundismo», en Afonso de Barros (cd.), A Agricultura Latifundiária na' Península Ibérica, Oeiras: Instituto Gulbcnkian de Ciencia, 1980; pp 29-46. Sevilla-Guzmán, Eduardo: «L'agricultura a gestione familiarc nell'ambito deUo sviluppo del capi talis mu spagnolo 1939-1980)>, r.n Famig(ia rurale e nuovi modelfi di sviluppo per le aree interne mediterra11ee, Troina: Internationa1 Med!cerran~an Managcment Imtit\itr./ Asoci~ci6n Medíterránea de Sociología Rural, 1981. S~iUa, José Luis (en colaboración con Eduardo Sevilla-Guzmán): «La tradición sociológica de la vida rural: un largo camino al funcionalismo», en La soéiologia rnral en el Primer Congreso de la Federación de A.ro- Biblioeraffa 101. 102. 103. 104. 105. 106. 107. 108. 109. 267 crac:ones de Sociologfa del Estado. español, Madrid: Instituto Balmes de Sociología. CSIC. Siguán Soler, Miguel: Del campo al mburb,io, -Madrid·: CSIC, 1959. Siguáo Soler, Miguel: Colo11izaci6n y desarrollo social. Estudio en el marco del Plan Badajoz; Madrid: Instit.uto Nacional de Colonización, 1963. Tres tomos. Ejemplar mimeografiado. · Siguán Soler, Miguel: El medio rural castellano y sus posibilidades de ordenaci6n, Madrid: Servicio Naciona>l de Concentración Parcelaria y Ordenación Rural, 1967. . Siguán. Soler, Miguel; «El desarrollo de ·1os·.recursos humanos ·en relación con los programas de desarrollo coinú'Ílitario», en · Desarrollo comunitario rnral, Madrid: SNCP y OR. Serie . mo'nográfica, núm. 19, 196.8¡ ·· ... pp. 69-99. También tiene interés en este sen~ido su trabajo «Dinámica . de grupos», en Aspectos Sociológicos de l.a · Ordenaci611 rural, Maqrid; SNCP y OR. Serie monográfica, núm. ·181 1967; pp. 69-fOl. Siguán· Soler, Miguel: El medio rural 'en Andalucía Oriental, Madr.id: .SNCP y OR. Serie · monográfica, núm. 23, 1971. Existe una segunda versión de este trabajo, ligeramente . modificada en Barcelona: Ariel, 1972. Sumpsi Vifias, José Marfa: «La Reforma Agraria y las contradicciones de la izquierda», en Argumentos, núm. 2), 1979; pp. 16-21. Terrades Saborit, lgnasi: Antropología del campesinado catalán, Barcelona: A. Redondo, editor, 1973. Dos tomos. . Tezanos, José F.: Estr11etura de clases en la España act11al, Madrid: Edicusa, 1975. · Tczanos, José F.: «Aproximación al estudio de las ; clases sociales en el campo español», en Sistema, núm. 19, 1977; pp. 83-102. ¡ \ ¡ .· :¡ 1 I' ,,.,., H il it j¡' .,,,!1 l¡ 1 ¡¡: ~) Estudios campesinos llO. Acosta Sánchez, José: El desarrolhi capitalista y la democracia española, Barcelona: Dirosa, 1975. 111. Acosta Sánchez, José: Andalucia. Reconstrucci611 de una identidad y lucha contra el centralismo, Barcelona: Anagrama, 1978. 112. Acosta Sánchez, José: «Reforma Agraria y Constitución» (Introducción a un estu<lio metodológico de Derecho Consti tucional comparado), en Agricultura y Sociedad, núm. 21, octubre-diciembre,·· 1981¡ pp. 131-261. 113. Alonso, J. L. et. al., Crisis agrarias y luchas campesinas, Madrid: Ediciones Ayuso, 1976. 114. Alvarez Junco, Ju:.é: Prólogo n Anselmo Lorenzo, El proletariado militante, Madrin: Afünza, 1974; pp. 9-20. 115. Alvarez Junco, José: «EA contrato de · aparcería: Una estrategia posibilim drl anarquismo decimonónico», en Agricultura y Sociedad, número 12, julio-septiembre, 1979; pp. 299-361. 116. Arnalte Alegre, Eladio: «Agricultura a tiempo parcial y relaciones de producción en la cicricultura dcl Pa{s Valenciano>>, en Irn1estigaciones Eco116micas, núm. 9, 1979. ! 11: ¡1 ij !· ~,i 1 1 ( 268 Bibliografía 117. Amalte · Méil'F, Bladi9: Agricultura a tiempo parcial en el Pals Valenciano, Madriq: SM.. M.tniste#o de· Agricultura,. 1980. 118. Arnaltc Alegre, Eladio: «Agri~t!,lra a tiempo parcial y transformación del campesin~do», ~ Agricultura · y Sociedad, núm. 17, octubre-diciembre, 1980; pp. 20}222. . · · 119. Artola Gallego, Miguel (en. ~olaboración con A. M. Bernal y J. Con·trcras): El lqti/unt!io. Propiedad y explotaci6n siglos· XVIII-XX Madrid: Minist~io de Agricu~tur~: Servicio de Publicaciopes Agraria~,' 1978. 120. Azagra Ros, Joaqµm: ·«Fiscalkiad . directa sobre el mundo rural valen. ciano en la ~gWlda mitad dei sigló ;an, en Estudis l'HisJoria Con'tem-. porania del Pais Valencja, ¡980; · pp. 255-289. 121. Bilcella, Afbert: «~a conflictividad ·s~cial agraria en Cataluña y la Unio de ·Rabassair~ -hasta 19.39», en Agricultura y Sociedad, núm. 2, eneromarzo, 1977; pp•. ,347-396. · 122. Balcclls, Al~~t: Bl problema agrari a Catalunya 1890-19)6, La questi6 rabassaire, Barcelona: Nova ,.Terra, 1968. Existe una versión castellana revisad.a·· en Madrid:· .SetVicio de Publicaciones del Ministerio de AgJ-icultura, :1980. · 123. :Bctnal Rodrfguez; Antonio M.: La propiedad d,e la tierra y l1ZJ luchas ª&~~rias andifluus, Barcelona: Ariel, 1974. 124. Betnd Rodt.guez, Antonio M.: La lucha por la tie"a, Madrid: Taurus, 1979. 12.5. Bemal 'Rodrlguez, Antonio M.: «Andalucla Occidental: Economía ruritl, 1590..1765'1>, .en ~tonio Domúiguez Ortfz (director), Historia de Andalucia, Barcelpna: Planeta,. 1981. Tomos VI y VIJI. 126. Blasco V.izc4{.no, Cristina: El fen6ineno de la agricultura a tiempo parcial. El caso especial de su desa"ollo en la provincia de M4laga, Sevilla: J>ublicacioncs de 1a Universidad ·de Sevilla, 1981. 127. Castlllo, Ju~ Jo, (en colf\l,o~t1tjón con J. M. Boms): «Notas sobre Angel Narv~ud» et~ Angel Narvaud, La cuesti6n social en España, Madrid: EdJc.iqries la Revista· de Trabajo, 1915; pp. 7-46. · 128. Castillo, Ju~ Jb ~= fropiela,:Jos. m_uy pobres.· Sobre la subordinaci6n polttlca del' pegÍ!, ,ño campesinado en España, Ma-drid: Servicio de Publlcacfones ~grarih del Mhüst~io de Agricultura, 1979. 129. Qllero Amqr, Att~nio María: ~{6logo a R. Pérez del Afamo, Dos revoluciones andaluzai, Madrid: '.ZYX, 1971. di 1.30. C~ero Amqr, &.ltonio Mar1a: Historia del movimiento obrero en Granada, Ma~d: Tecnos, 1973, 1.31. Atlero Am9r, Antonio Marfa: Movimie. ntos sociales en Andalucla (182019)6), Matlrid: Siglo XXI, 1976. \ 1.32. Calero Amor, Antonio María: ~ovimiento obrero y sindicalismo» en Historia de Andalucla, Barcelona: Planeta; pp, 101-160. ' 1.33. Casas Sindiez, José Luis (en colaboración con José Calvo Poyato): Con/lictividpd social en Andaluda. Los sucesos de Montüla de 187), Córdoba: Excmo~ · Ayuntamiento de Córdoba, 1981. f.34. Clavero, &rtolo~é: «Foros· y Rabassas. Los censos agrarios ante la revolución cspañola1>, en Agricultura 1 Sociedad, núm. 16, julio-septiembre, 1980, pp. 9-26, y núm. 18, pp. 65-100. 269 Bibliografía 135. Contrcras, Jesús: «Las guerras agrícolas», c11 Cuadernos para el Diálogo, extra RV, Madrid: 1975; pp. 84-88. 136. Contreras, Jesús: ~ campesino español:· transformación y dependenda», en Perspectiva de la antropologia e~pañ.ola, · Madrid: Aka:l, 1978; pp. 227-236. Publicado con anterioridad tn Tri,mfo, 1974, · . 1.37. Coñtreras, Jesús: «La crisi della riproduzione delle imprese agricole di tipo familiare in arce marginali della Catalogna», en Famiglia Ruta/e e nuovi modelli de svUuppo per Je aree interne mediterranee1 Tfoina: Internacional Mediterranean Management lnstitute/ Asociation Mediterranea de Sociología Rural, 19&1. 138. Cortina, Jorge: «Las transformaciones agrarias en Murcia. El proceso de proletarización del campesinado murciano», en Areas, núm. 1, primer semestre 19&1¡ pp. 115-122. · 139. Cuco i Giner, J. (en C•:>laboración con }t:.an i Fenollar, R.): «La -proletarizaci6n del campesinado y su relación con el desarrollo capitalista: !El caso del Pais Valenciano», en Agricultura y Sociedad,· núin. _12, julioseptietr1bre, 1979; pp. 145-168. · 140. Durán, Juan Antonio: Historia d-e .. caciques e ideologias la Galicfr, no urbana, Madrid: Siglo XXI, 1972. 141. Durán, Juan Antonio: Crónicas l. Agitadores, poetas, caciques, bando• leras y reformadores en Galicia, Madrid: Akal, 1974. 142. Durán, Juan Antonio: «El problema agrado de Galicia (Otro proceso de cambio por derribo)», en Agricultura y Sociedad, núm. 18, •.eneromarzo, 1981; pp. 101-176. 143. Etxezarreta, Miren: El caserlo vareo, Bilbao: iEléxpuru, 1.977. 144.- iEtxezarreta, Miren (ed.): 1.A evolución del campesinado. La agricultura en el desarrollo capitalista, Madrid: Servic~o de Publicaciones Agrarias del Ministerio de Agricultura, 1979. · 145. Frigole Reixach, Joan: «"Ser Cacique" y "Ser Hombre" a ia negaci6n de las relaciones de ,patronazgo en un pueblo de la Vega Alta d~l Segura», Agrictdtura y Soaiedad, núm. 5, Madrid: Ministerio de .Agricultúra, 1977; pp. 143-174. • 146. Gámiz, Antonio: «Agricultura familiar y dependencia en· 1a produ~~i6n bajo contrato», en Agricultura 'Y Sociedad; núm. 1, octubre.diciembre, 1976; pp. 73-93. 147. Garcés, Vicent: «La cuestión agraria y el cambio social», en. Agr:icullura y Sociedad, núm. 11, abril-junio, 1979; pp. 293-299. . 148. Fernández de Pinedo, !Emiliano: «Actitudes del campesino parcel¡rio ante la usura y el crédito rurales (ss. XVI-XVIII),>, en SAIOAK,· Re.vista d.e. Estudios Vdscos, núm. 1, 1977; ,pp. 136-147. · 149. G11viria Labarta, !Mario: «'La competen~a. rural-urbana por el · uso de la tierra», en Agricultura y Sociedad, núm. 7, abril-junio, 1978;.-.pp.'245-261. 150. Hobsbawm, tEric J.: Primitive Rebels, Manchester University Press, 1959. Cf. cap. V sobre los anarquistas andaluces. Hay traducción castellana en :Barcelona: Aricl, 1968 y 1974. 151. Juan i· Fenollar, Rafael: «La teoría de la agroindustrialización y la estabi• ·lidad del campesinado», en Agricultura ,, Sociedad, núm. 9, octubre-<liciembre, 1978; pp. 165-186. en ) ) , ,. } ) ) ) ) ) ) ) ) ) ) 270 Bibliografía 152. Langreo, A.licia: «Análisis de la integración vertical en iEspaña», en Agricultura y.Sociedad, núm. 9, octubre-diciembre, 1978; pp. 187-205. 153. Manínez. Alier, Juan: «La actitud de los latifundios de Córdoba respecto al empico de obreros», en Anales de Economía, núm. 31, octubredicicmbré, 1965. 154. Martíncz A:Iicr, Juan: LA estabilidad del -latifundismo, París: Ruedo Ibérico, 1968. Hay una versión inglesa con el título de Labourers and Landowners in Sorithern Spain, ·Londres: Allen and Unwin, 1971. 155. •Martínez Alier, Juan: «Perú: Letters .from Shepherds' Union Bulletin», en The ]ou/\tlal of Peasant Studies, vol. 1, nm. 1, 1973; pp. 112-116. 156. ·Martínez Alier, Juan: Haciendas, Plantations and Collective Farms, Londres: ·Frank Cass, 1977. 157. Manínez Alier, Juan (en colaboración con José .Manuel Narcdo): «La noción de fuerzas productivas y la cuestión de la energía», en Cuadernos de Ruedo Ibérico, núms. 63-66, 1979; .pp. 71-90. 158. Maurice, }aoques (en colaboración con Gerard Brey): «Casas Viejas: reformismo y anarquismo en Andalucía (1870-1933)», en El movimie11to libertario espa,iol. Supieme11to de Cuadernos de Ruedo Ibérico 1974 pp, 17-42, I I 159. Mauricc, JaC(]ues (en colahoración con Carlos Serrano): J. Costa: crisis de Restauración y pc,¡mlismo, Madrid: Siglo X,"CI, 1977. 160. •Maurice, J acques: «Problemática de las colectividades agra rias en la Guerra Civil», en Agricultura y Sociedad, núm. 7, abril-junio, 1978; pp. 53~5 . 161. Maurice; Jacques: ,«Para una topolog{a del anarquismo andaluz», ea Actas I Congreso Historia de A11dal11cía. Andalucía contemporá11ea (siglos XIX y XX). Publicaciones del M. Piedad y C. Ahorros de Córdoba, 1979; pp. 387-402. 162. Moreno Navarro, Isidoro: -« E trabajo de campo etnológico en España Y el problema de la elección de comunidad», Ethnica, núm. 3, Barcelona, 1972; pp. ·165-180. 163. Naredo,·.José Manuel (en colaboración con J. ,M, Supsi y L. Ruiz-Maya): <<Superación del concepto de latifundio», en Cuadernos para el Diálogo: Espa,ia 'Agraria, número ox trn X!LV, 1975¡ -pp. 8-13. 164. Naredo, José Manuel: «Ideología y realidad, en el campo de fa Reforma Agraria», en Agricultura y Sociedad, núm.· 7, i978; pp. 199-221. 165. Naredo, José Manuel: «Energía y · crisis de civilización», en Cuader11os de Rue-do Ibérico, núms. ~3-66, ~979¡ pp:0 39-70. 166. Naredo, José !Manuel: «Algunas .precisiones sobre la noción de latifundio y el devenir de la agricultura latifundaria», én Áfonso de fü. rros (cd.), A Agricultura La1if1111dária na Península Ibérica, Oeiras: Instituto Gulbenkian de Ciencia, 1980¡ pp. 427-438. 167. Naredo, José Manuel (en colaboración con Pablo Campos): «La energía en ios sistemas agrarios», en Agricultura y Sociedad, núm. 15, 1980¡ pp. 17-113.' 168 . Naredo, José Manuel (en colaboración con Pablo Caw¡.,os): «Los balances energéticos de la agricultura española», en Agric11lt11ra y Sociedad, núm. 15, 1980; pp. 163-255. Bibliografía 271 169. Oní Sen:lloch, Affonso: «Infortunio de Costa y ambigüedad del costismo: una rcedición acrítica de "Polltica hidráulica"», en Agricultura y Sociedad, núm. 1, octubre-diciembre, 1976; pp. 179-190. 170. Ortí Senlloch, Alfonso: «Oligarquía y pueblo en la interpretación populista de la historia: La crítica mitológica del latifundismo en el libelismo social», en Estudios sobre Historia de Espa,ia, Homenaje a Tuñón de LAra, Madrid: Universidad Internacional Menéndez ,Pelayo, 1981. Tomo I; pp. 315-348. De este mismo autor cf. «Crisis dei modelo ncocapitalim y reproducción del proletariado ru~al (represión, resmgimiento y agonía fina-! de la conciencia ·jornalera)», en I Congreso de Sociología de la federación de Asociaciones de Sociología del Estado espaiiol, Zaragoza, 24-27 de septiembre de 1981 (en proceso de publicación). ' 171. Ortí Benlloch, Alfonso: <i.:risis del modelo neocapitalista y reproducción del •proletariado rural (represión, resurgimiento y agonía ,final de la conciencia jornalera)», en LA Sociologia Rural en el Primer Congreso de la Federació11 de Asociaciones de Sociologia del Estado español, Madrid: Instituto Balmes de Sociología. 172. .PaJerm Vrqueira, J. Vicente: «Notas para una tipología de comunidades rurales», en Cuadernos de An.tropología Social y _Etnología, núm .. 61 Madrid, 1973; pp. 79-97. Publicado posteriormente en Priméra Reunión de Antropólogos Espa,ioles, Sevilla: Publica_~iones .de In l:Jolversidad de · : Sevilla, 1975. 173. Pén:'l. Díaz, Víctor: Pacblos y clases socinirr en el campo espefñol, Ma¡ drid: Siglo XXI, 1974. 174. Pérez Dfnz, Vícror: «Process of Chaoge.,in -Rural· Castillian Com.munities», en J. :B. Aceves ·.y W. A.' Douglas ._(ed.~.), ·rhe Changing Fac_es o/ Rural Spai11 1 Nueva York: John Wiley &' Sons.' S'chenkmapn Puól., 1976,: _. :Existe una previa versión francesa de este •trabajo en Etudes Rurales, núm. 51, Í973. · . . ·. 175. Pérez Díaz, Víctor: «Cambios sociales · ·Y transformaciones- culturales·. Variaciones -sobre el -proceso de cambio de · la ·castilla campesina», en Agricultura y Socieda4, nú.ro'. 2, 1977; pp. 97•129. 176. Pérez -Ledesma, Manúel: · «!El problema ag~ario en AndaJuda a comienzos de siglmi; ,Agricultura. y Sociedad, ·húm. 3, abril-junio,. 1977; páginas 245-351. · 177. Pérez Yruela, Manuel (en colaboración con E. Sevilla Guzmán) : «Para una definición _sociológica del campesinado», en Agricult.ura y Sociedad, núm. 1, octubrc;-d.iciembre, 1976; pp. 32-29. 178 . .Pérez Yruela, Manuel: <❖El conflicto en el campesinado», en Agricultura y Sociedad, núm. 10, enero-marzo, 1979¡ pp. 245-271. 179. Pérez Yruela, Manuél: La conflictividad campesina en la provincia de Córdoba (1931-1936), Madrid: Servicio de Publicacion·es Agrarias del Ministerio de Agricultura, 1979. 180. Peset, MariAno: «Derecho y propiedad en In España liberal», en Quademi Fiorentini, núms. 5-6, 1976-1977 ¡ pp. ~63-507 . 181. Pres ton, Paul ( en colaboración con ·E. :Sevilla Guzmán): «Dominación de clase y modos de cooptación del campesinado en Esp_aiía: La Segunda t.; 1 k.,,. 272 Bibliografía República», en Agricultura 'Y Sociedad, núm. 3, abril-junio, 1977; páginas 147-165. 182. Rodríguez Zúñiga, Manuel '(en colaboración con Ruiz Huerta, J., y Rosa Soda Gutiérrez): «El desarrollo ganadero español: un modelo dependiente y desequilibrado», co Agricultura y Sociedad, núm. 14, eneromsrzo, 1980; pp. 165-194. 183. Roux, Bcrnard: <4La agricultura familiar en el sistema latifundista aodaluw, en Agricultura y Sociedad, núm. 17, octubre-diciembre, 1980; pp, 109-1.31. 184. Sánchez López, Antonio J.: «La colonización y el mantenimiento de fa dependencia entre gran y pequeña propiedad: el caso de Viar», en A gricultura y Socie;Jad, núm. 17, octubre-diciembre, 1980; pp. 69-108. · 185. Sánchcz Lópcz, Antonio J.: «El paro en Andalucía: una explicación», en Sociologfa del Trabajo, núms. 3-4, enero-junio, 1980. 186. Sancho Hazak, Roberto: <olas explotaciones familiares y la colectivización de la agricultura, El caso polaco», en Agricultura y Sociedad, oÚ• mero 5, 1977; pp, 175-206. 187. Sans Prats, Juan Antonio: «Algunos aspectos del desarrollo cnpitalist:a en la agricultura canaria», en Agricultura y Sociedad, núm. 2, eneromarzo, 1977; pp, 249-288. 188. Sevilla-Guzmán, Eduardo: «Prólogo a la edición castellana» a Boguslaw Galeski, Sociologla del campesinado, Barcelona: Pe.óí.nsuln, 1977; pp, 5-19. 189. Sevilla-Guzmán, Eduarj:lo: La evoluci6n del campesinado en España, Barcelona: Península, 1979. 190. Sevilla-Guzmán, ~duardo (en colaboración con Salvador Giner): «The Demise of the Peasant: Some Rcflcctions on ldeological Iuroads ioto Social Theory», en Sociologfa R11ralis, núm. 1/1, 1970; pp. 13-27. 191. Sevilla-Guzmán, .- Eduardo: «Camperols i marxisme en !'obra d'Angel Palerm», en Cuaderns d'Institute Cata/a d'Antropologia, núms. 3-4, 1981; pp. 169-180. Cf. también un breve apunte biográfico sobre este autor con d título de «La significación de Angel Palerm en ios Estudios Campesinos», en Agricultura 'Y Sociedad, núm. 17, 1980. 192. Sevilla-Guzmán, Eduardo: «El campesinado: Elementos para su reconstrucción teórica en el pensamiento social», en Manual de Sociologla, Madrid: EdltoriaJ Latina. 193. .Sevilla-Guzmán, Eduardo: «El evolucionismo multilineal en los Estudios Campesinos»¡ en Actas del Segzmdo Congreso de Antropologfa, Madrid; Asociación Madrilefia· de Antropología. Abril, 1981. 194. Sevilla Guzmá.n, Jos6 Luis (en .colaboración con Eduardo Scvilla-Guz.. már,l):· «.Aproximación al pensamiento sociológico agrario actual», Qua. demes. d'ffütoria Agraria, n~m. 4. 195. Tcrrades Sabotit, lgnasi: «Els origens de la Institución de l'Hereu a ' Catalunya: vers una interpretació ·coritcxtuah>, en Quaderns de l'Im ti/11/ Cata/a Antropologia, · núm. 1, 1980; ·pp. 65-97. 196. Vilar, Pierre: La Catalogne dans l'Espagne Moderne. Recherches sur les fondaments· économiqties des s/rnctures nationales, París: 1962. Tres •~-~. >-iov tr11ducci6n catalana: Ca1alun1a dim l'Espan-,a Moderna. Re- Bibliograffa 273 cerque; 10bn· ets fondamentr economics de les estructures nacionals, Barcelona: Edicions 62, 1964-66. d) .1 Perspectiva socioecon6micfl 197. Anllo, Juar¡: Estructura y problemas del campo c?Sj)flñol, Madrid: Ed.icusa, 1967. 198. Barón, Enrique: Ei /in,11 del campesinado, Madrid: ZYX, 19'/l. 199. Bayo, Elíseo: El manifiesto de la tierra, Barcelona: Planeta, 1973. 200. :Bosque Maure!, Joaquín: «La distribución de la explotación agrariR en Andalucía», Anales de Sociología, núms. 4 y 5, 1968-69; pp. 3-16. 201. ·Brenan, Ge·rald: Al sur d~ Granada, •Madrid: Siglo XXI, 1974. Pu~lic::do inicialmente en inglés en Hamish Hamilton, 1957. Hay una edición en Penguin, 1963. 202. Bueno Gómez, IM1guel (en colaboración con F. Galindo y R. Gómez): Explotaciones ganaderas en comarc,1s . de Ordenación R11rd, Madrid: Monograf!as del SNCP y OR, 1967. . 203. Bueno Gómez, Miguel: ((El impacto de In migración de la mano de obra agrícola en !ns peque.ñas y medianas explotaciones de -la meseta caste• llana», en Revist(I de Estudios Agrosociale1, núm. 58, enero-marzo, 1967. 204. Campos Nordmann, Ramiro: Estructura t1graria de España, Madrid: ZYX, 1967. 205, Casado, Demetrio: fo.troducci6n a la socio!ogía de la pobreza, Madrid: Euramérica, 1971. 206 Contreras Hernández, Jesús: «Cultu ra l:'J ral y dependencia campesina», en Documentación Social, núm. 32, 1978; pp. 183-191. 207. Cruz Villalón, Josefina (en colaboración con Ojeda Rivera, J, F.., y Zoido Naranja, F.): <cExplo taci6n .familiar y c:stratc:gias campesin.as en los nuevos regadíos béticos», c:n Agricultura y Sociedad, núm. 17, octubre-diciembre, 1980; po. 19-67. 208. Cuco Giner, Josepa (e~ colaboración con M. A. Fabra, R. Jua·n · y J. Romero): La qüesti6 agraria al Pafs Valencia, Barcelo1~a: Aedos, 1978. 209. Cuco Giner, Josepa: La tierra como motivo. Propietarios y jornaleros en dos p:ub/os vale11cia11os, Valencia: Institució Alfons el Magn!inim. 210. Flores, Xavier: · Estructura IOfioeco116mica de la agricu/iu,1.1 e;pcr.ola, Sarcelona: Penlnsula, 1969. · 211. G arcía de Otc:yza, Luis: «'Los regímenes de explotación dd suelo nacional», en Revista d~ Estudios Agr9sociales, núm. 1, octubre-diciembre, 1952. 212. García Delgado, José Luis . (en colaboración con Santiago Roldánj: «Contribución al análisis de la agricul tu ra tradicional en España: Los cambios decisivos de la última década», en M. Fraga, J. Velarde y S. dd Campo (cds.), La España de los años 70. La Eco110111ía, Madrid: Moneda y Crédito, 1973, vol. II; pp. 73-104. 213 . García Deliado, José Luis: «A propósito de la agticulrura en el des1.rrollo capitalista español (1940-1970)», en J. L. García Delgado (ed.), ' f' ) _) . ) _) .) \_ __ : ·\) \) ·:_) ~--) .-i_-_-} ¡") ~:) L~") ¡--) ':) l,) r_) C) t) t) t) l,.) t) jt~) 1:) t,) \'_) ,-_) l) t) t) ) 274 Bibliografía Bibliografía La cuestión agraria ·en la España· contemporánea, Madrid: Edicusa, 1976; pp. 525-553 .. 214. García -Fernández, Jesús: Organización del espacio y economla rural, ~n la fü:paña atlántica, Madrid: Siglo XXI, 1975. . 215. L6p~z Linage, Javier: Antropología de la ferocidad cotidiana: supervive11cia y trabajo en-_ una comunidad cántabra, Madrid: Servicio de Publicac;iones Agrarias del Mlnisterio de Agricultura, 1978. . 216. L6p~z. de Sebastián, José: Politica agraria en España 1920-1970,. Madrid: Guadárrama, 1910. · 217. ·L6pez Ontíveros, Antonio: Emigración, propiedad y paisaje agrario en la, cáf!tpiña de Córdoba, Barcelona: Ariel, 1974. 218. Luqµe -Baena, Enrique: Estudio _antropol6gico social de un pueblo del Su"r, Madrid: Tecnos, 1974. 219. Maestre Alfonso, Juan: Hombre, tierra y dependencia en el Campo de GibraJ.tar (Un estudio de campo en una zona subdesarrollYJda),. Madrid: Cuadernos de Ciencia Nueva, 1968. 220, Marsal, Juan ~.: Hacer la América. Autobiografía 'de un inmigrante -español ~n la /4rgentina, Buenos Aires: \Editoria:l del Instituto,· 1969. 221. M*rdnez. AHer, Juan: <<'En torno a un problema de ·empleo agrkola entre los obre~os de la campiña y el regadío de C6rdoba», en Revista de T;abaio, núm. 13, 1966; pp. 7-51. 222. M,rtínez Alier, Juan: «Alrededor de un problema de empleo ~grkola entre obreros de la campiña de C6rdoba», en Revista de Trabajo, número ·17, 1967.; pp. 41-90. 223. Miguel, Amando de (en colaboración con J. M. de Miguel, J. L. Re> mero,. E. Sevilla-Guzmán y otros): Informe sociol6gico sobre la situaci61J :social de España, Madrid: Euroamérica, 1970. En especial el apart~do "4.1,'.«El Campo», del capítulo 4, Estructura econ6mica; pp. 180-260. 224. Mor~no Navarro, Isidro: Propiedad, clases sociales y hermandades ·en ia B.aja. Andalucía. La estr~;t'ura social de un. pueblo del Aljarafe, Madrid:- Siglo XXI, W72: · · 225. MurUlo Ferro}, -Francisco (eri colaboración con José Cazorla Pérez y otrp~): Estudios socioecon6micos de Andalucla. Estructura social, Madr'ip:- Estu~ios del Instituto de Desarrollo Econ6mico, 1970, vol. l. 226. N~redo, José Manuel: La evoluci6n de ·la agricu'ltura en E.rpañiJ, Bar• celona: Estela, 1971. Existe otra·- edici6n con algunas modificaciones eri Barcelona: Laia, 1974. 227. Na:redo, José Manuel (en colaboración con J. L. Leal, J. Leguina y L;: Terrafeta): La agricultura en el desarrollo capitalista español 19401970: Madrid: Siglo XXI, 1975. 228. Naredo, José Manuel: «La visi6n tradicional del problema del latifundio-y sus limitaciones», en Gonzalo Anes y otros, La Economía· Agraria en : la Historia de España, Madrid: Alfaguara~undad6n Juan March, 197~; pp. 237-244. 229. Narváez Bueno, Antonio (en c0laboraci6n con Cristina Blasco Vizcaíno): «A~gunas apreciaciones sobre el desplazamiento de mano de obra agrícola: en Andalucía)>, en AEESA, La agricultura y el empleo, Madrid: !IRA, 1980; pp. 201-221. .. -~ :~ :, ... ·¡ (·~ } ~ t .I· 275 230. Ortega, Nicolás: Pol!tica agraria- y dominaci6n del espacio, Madrid: -Ayuso, 1979. 2}1. Qrd, Alfonso: «La investigación científica, un: mito para el futuro. ' iLa difícil resistencia al colonialismo>>, en Migt)el Martínez Cuadrado (ed.), Anuario Político Español, 1970, Madrid:- Cuadernos para el Diálogo, 197.1; pp. 459-501. . 232. Pascual, Angels: Bl retorno de los emigrantes. ¿Conflicto o integracióni, iBarcelona: Nova Terra, 1970. · 233. J'ascual, Angels (en colaboraci6n co,n J. Cardelús): Movimientos migratorios· y organización social, Barcelona: Penínsul¡i, 1979. 234 . Peix Massip 1 Andreu: «La crisis de la agricultura campesina», La sociología· rural en el I Congreso de la Federación de Asociaciones de Sociologia del Español, Madrid:· Instituto Balmes de Sociología, CSIC. 235 . Pitt~vers, Julián: Tbe People of the Sierr.a, Londres: Wcidenfeld & Ni- . cholson, 1954. En español: Los hombres- de la Sierra. Ensayo sociológico sobre un pueblo anda/,uz, B~celona: Grijalbq, 1971.· 236. Seguí Navarro, Antonio: <&hre· el sistema de ·patronazgo», en Revista de la Opinión Pública,· núm. 48 1 octubre-<liciem.bre, 1976; pp. 141-163. 237. Sevilla-Guzmán, Eduardo: «Estructura de clases ·en una comunidad campesina latifundista», Actas. del I Congreso de ! Historia · de Andalucla. Andalucía contemporánea (siglos XIX y µ); Pi> :467-481. 23'8. Sumpsi Viñas, José María (en colaboraci6n con J. M. Naredo y L. RuizMaya): «La crisis de las. aparcer(as de secano enpa postguerra», en Agri• cultura y Sociedad, núm. 3, 1977. . i. 239. Tío, Carlos: La política de aceites comestible~ en la España del si• glo XX, Madrid: Servicio de Publicaciones d~ Ministerio de Agricultura, 1982. · ( ( Alianza Universidad Volúmenes publicados 224· Anta{ogla da la-literatura espafto• la da..flnalea .del. siglo, XVI a ma. diados del XVII. Selecclón Y notas de Germán Blelberg 225 José Ferrater Mora: De la materia a ta ráz6n . 226. f'.,Jlko Tlnbergen: Estudios de eto•·· log(a, 2 · 227 José Antonio Meravall:· Lás Comu; nidadas de Castilla 228 Pierre Gourou: Introducción a la geografía humana 229 Richard J. Bernsteln: Praxis y ac• cl6n 230 Ludwig von Bertalanffy: Perspecti• vas en la teoría general de sistemas 231 Karl Bühler: Teoría del lenguaje 232 Roy Harrod: Dinémlca económica 233 Jonathan Bennett: Le aCrftlca de la· razón pura» de Kant. 1. La Ana• lftlca 234 235 Peter Calvocoressl, Guy Wlnt: Guerra total 236 Aothony Glddens: La estructura de clases en las sociedades avan• za'das 237 Jullus Kleln: La Mesta 238 Aron Gurwltsch: El c~po de la conolencla. Un an6Usls fenoma• nól6gtcó 239 Robert Nlsbet, Thomas S. Kuhn, .Lynn Whlte y otros: Cambio SO• clal 240 Alvln W. Gouldner: La so,clologfa actual: renovación y crttlca l. M. Cromble: Anállsls de lea doctrinas de Plat6n 243 J!)hn F. Coverdale: La Interven• cl6n f-sclsta en la Guerra Civil áapaftóla 244 Staphen E. Toulmln: El puesto de la raz6n en la 6tlca 245 Anthony Wllden: Sistema y ea• 241, 242 trLlctura t 246 Rosario Vlllarl: La revuelta anti• e~paftola en N6poles 247 A, J. Ayer: Lo~. problemas centra• les de le fllosoff a . 248 Steven Runclman: Vísperas slcl• llanas 249 Concepción de .Castro: La Revolu• clón Liberal y los mu,ilclplos es• paftoles 250 Mlchael Ause: La fllosofla de la btologfa 251 Pedro González·Blasco, José Jimé· .nez ·atanco, José M.• López Piñe• ro: Hlsforla y sociología de lo ciencia :~n España 252· .Ervlng o·otfman: Relaciones en pú·. bllco 253, 254 Joseph Kl•Zerbo: Historia del .Afrlce negra 255 Karl BOhler: Teorfa de la expresión 256 Alvln W. Gouldner: El futuro·de los Intelectuales y el .ascenso de la nueva clase 257 Georg Henrlk von Wright: Explica• clón y comprensión 258 W. H. Thorpe: Naturaleza a11lrnal y naturaleza humana 259 · Erlc R. Wolf, J. Ciyde Mltchell y otros: Antropología social de las sociedades complejas. Compilación de Mlchael Banton 260 R. W. Southern: La formación de la Edad Media 25 1 Barry Barnes, Thomas S. Kuhn, Robert K. Merton y otr~s: Estudios sobre soclolog(a de . la cien• cla, Compllaclón e Introducción de Barry Barnes 262 Thomas S. l<uhn: La teorla del cuerpo negro y la cuántica, 1894•1912 discontinuidad 263, 264 Frledrlch Heer: Europa, madre de revoluciones 265 G. W. F. Hegel: Lecciones sobre la fllosof(a de la historia un!versal 266 Vllfredo Parata: Forma y Jqulllbrlo sociales. Extracto del tratado de sociología general 267 Glovannl Sartorl: Partidos y slste• mas de partidos, 1 E. R. Dodds: Los griegos y lo lrra. 268 c1onal 269 Norman Cohn: Los demonios. famlllares de Europa 270 · Hans J. Eysenck y Glenn· o·. Wil~on: El ·estudio experimental de : las· teorías freudlenes · : . 271 Wllhelm DIithey: Introducción .a las ciencias del esplrJtu 272 Enrique Ballestero: El encuentro de las ciencias soclale11 , J 273 Karl Jaspers: Origen y meta de la 295 hi storia 274 Manuel García.Pe/ayo: Los mitos políticos 296 275 Nicolás . Ram iro Rico: El animal ladino y ·otros estudios politicos 297 276 Leszek Kolakowski: Las principa, les corrientes del marxismo. 1. Los fundadores Benjamín Ward: ¿Qué le ocurre a la teoría económica? 298 Francisco J. Ayala: Origen y evolución del hombre 300 277 278 279 280 } , 284 A. J. Ayer: Parte de mi vida 347 Javier Arce: /El último siglo de la España roma a (284-409) Gerd Brand: Los textos fundamentales de Ludwig Wittgenstein Cristóbal Colón: Textos y documentos completos 348 321 Guillermo A aya: El pensamiento de Américo estro Prestan Cloud: El cosmos, la Tíerra y el hombre Lloyd de Mause: Historia de la infancia 349 322 Sir Macfarlane Burnet y David O. White: Historia natural de la enfermedad· Infecciosa lmre Lakatos La metodología de los program s de Investigación científica 350 Howard F. Ta lor: El Juego del C.I. 351 Bernard d'Es agnat: En busca de lo real Emilio Lamo de Espinosa : La teoria de la cosifícación: de Marx a la Escuela de Francfort Elliot Aronson: El animal social. lnt róducc·Jón a l a psicología social José Ferrater Mora y Prlsci lla Cohn: Etica aplicada. Del aborto a la violenci a 323 Stuart Hampshire: Spinoza 324 Marvin H·arrls: El materialismo cultural 325 Ferrán Valls 1 Taberner, Ferrán Soldevlla: Historia de Cataluña 352 Pedro Laín E traigo: Teorla y realidad del oír 353 1 Bernhard Rensch: Horno sapiens. De animal a semidiós 326 Talcott Parsons: El sistema social 301 327 Kathleen Newland: La mujer en el mundo moderno 354 Alvln W. G1 ldner: Los dos mar- J. Hintikka. A. Macintyre . P. Wlnch y otros : Ensayos sobre explicación y comprensión María Cruz Mina Apat: Fueros y revolución liberal en Navarra 302 Cario M. Cipolla: Historia econó• mica de la Europa preindustrial 328 Anthony Kenny: Wittgenstein 355 José Luis E. H. Carr, R. W. Davies: Historia de lél Rusia Soviético. B.iscs de ·unl\ nr.onomía planificada (192f;. 1929). Vol umen l. 1.' porto E. H. Carr. R. W. Davles: Historia de la Ru sia Soviética. Bases de una economía planificada ( 1926· 1929). Volumen l. 2.' parte 303 Jesús Mosterín: La ortografía fonémica del español 304 J. Blondel, M. Duverger, S. E. Finer , S. M. Llpset y otros: El Go• bierno: estudios comparados Curt Paul Janz: Frledrich Nletz· sche. 1. Infancia y Juven tud 305 José Lorite Mena: El animal para• dójico 330 Joseph D. Novak: Teoría y práctica de le educación xismos 331 , 332 Edmund Husserl: lnvestlgacio• nes lógicas Jonathan Bennett: La uCrltlco de la rn1ñn purnn de Kant. 2. La rli:iléclica 307 Gi lbelrt Harman, Jerrold J. Katz, W. V. Oulne y otros : Sobre Noam Chomsky: Ensayos críticos 333 Jean Piagel y otros : lnvestlgeclo• nes sobre las correspondencias 334 Antonio Gómez Mendoza: Ferrocarriles y cambio eco116llllco en 1:spaña (1855-1913) 335 Hannah Arendt: Los orígenes del totalitarismo. 3. Totalitarismo 306 artínez: Pasajeros de Indias 329 356 Julián MarlJs: Antropología metafísica 357 Policla y ocledad democrática. Compilado , or José Maria Rico 358 Lul~ Diez f:P.I Corral: El pensamiento poli leo europeo y la monarquía de España 359 Crisis en ·1·uropa 1560-1660. Compilac ión ti~ 'r,~vc,r Astan 360 1. Bernard Cohen: La revolución newtoniana y las transformaciones de las, Ideas científicas 308 Henrl Frankfort : Reyes y Dioses 336 Svend Dahl: Historia del libro 361 309 Hannah Arendt : Los orígenes del totalitarismo. 1. Antisemitísmo 337 Harald Fritzsch: Los querks, la materia prima de nuestro Universo Leszek Kol1kowskl: Las principales corrientes el marxismo, 111 362 · 31 0 338 Ramón Tamames: Es tructura eco• nómica internacional José Manu I Sánchez Ron: El orl• gen y deslrrollo de la relatividad J. A : Hobson: Estudio del lmperia• lismo • William Berkson: Las teorlas de los campos de fuerza. Desde Faraday hasta ~instein 363 288 Fr~nr.isco Rodrí(JUP.7 Adrados: El mundo de la lirica griega antigua 311, y 312 Franco Venturi: El populismo ruso 339 Frederick J. Newmeyer: El primer cuarto 'de siglo de la gramática generatlvo-transformatoria (1955-1980) Gustav He nlngsen: El abogado de las brujas. Brujerla vasca e Inquisición esp ñola 364 289 H. J. Eysenck: La desigualdad del hombre 290 Santiago Ramón y Cajal: Recuerdos de mi vida: Historia de mi labor científica Margare! ~ Mahler, Olto F. Kernberg y otr s: Diez años de psicoanállsls e los Estados Unidos (1973- 1982) Compilación de Ha• rold P. Blu 365 E. H. Carr Las bases de una economla planificada 1926-1929 366 Agustln Albarracln Teulón: La teo• ria celular 367 Rob ln J. Wllson: Introducción a la teoría de grafos 368 l. Pri goglne e l. Stcngers: La nueva alianza (Metamorfosis de la ciencia) 369 Teodor Shanln: La clase Incómoda 285 286 287 291 292 , 319 320 K. S. Schrarr-Frechette: Energía nuclear y bl nestar público 28 1 Antología de la literatura española de mediados del siglo XVII a mediados del XVIII. Selección y notas de Germán Blelberg 282 T. W. Moore: Introducción a la teoría do la educación 283 299 P. D. King: Derecho y sociedad en el reino visigodo Alberto Reca'rte: Cubo: economía y poder (1959-1980) Kurt Gode l: . Obras completas 31 3 314 315 Mark Nothan Cohen: La crisis alimentarlo de la prehistoria Wolfgang Gtegmüllcr: Lo concepción estructurallsta de las teorías 293 Norman Cohn: En pos del Milenio 294 lmre Lakatos : Matemáticas, ciencia y epistemología Ramón Tamames: El mercado común europeo Leszek Kolakowskl : Las principales corri entes del marxismo. 11. La edad de oro Gerald Holton: Ensayos sobre el pensamiento científico en la épo• ca 'de Einstein 316 l\tlas de música 317 Víctor Sánchez de Zavala : Funcionalismo estructural y gener~tivismo 318 Jean Piaget: Estudios sobre lógica y psicología 340 Pedro Laln Entralgo: La medicina hipocrática 341 Richard Sennett: Autoridad 342 Julián Zugastl: El bandolerismo 343 344 t Curt Paul Janz: sche , 2 Friedrich Nietz• Francisco Tomás y Valiente: Gobierno e Instituc iones en la España del Antiguo Régimen 345 John Tyler Bonner: La evolución de la cultura en los animales 346 Roberto Centeno: El petróleo y la crisis mundial ., 370 Pedro Laln Entralgo: La relación médico-enfermo ~ r f1 1 ' 375 Paro e Inflación, Perspectivas lnst ltuclonales y estructurales. Compllaclón de Mlctiael J. Plore 371 Enrique Ballestero: Teoría económica de las cóoper11tlvos 376 Carlos Pereyra: El suJeto de la Hls• torta 372 Mlchael Ruse: La revo lución dar• wlnlsta 377 373 Jullén Marias: Ortega. 1. Clrcunstanela y vocación Howard Newby y Eduardo SevillaGuzmán: Introducción a la soclología rural 378 374 Jullén Marias: Orteg:a, 2. Las tra• yectorlas Manuel Ballbé: Orden público y mi• lltarlsmo en la España constifuclona! (1812-1983) í¡' 1 .... ··