P. Rodrigo Molina, inspirador de la Cruzada Mariana (I) Hoy, 28 de abril, el P. Molina inspirador de la Cruzada Mariana y Fundador de la de la Asociación Católica Unión Lumen Dei, cumple su 9º aniversario de fallecimiento. Extraemos un capítulo de su vida “Creyó en el Evangelio” en torno a su amor y devoción a la Virgen Santísima. Devoción a la Señora (I) Santa María… Dulce tema. Nuevo y trascendental secreto de la santidad del Padre Molina. Porque sólo Ella, como Mediadora maternal que es, fue la que derramó en su corazón las maravillas que en el orden de la gracia nos mereció su Divino Hijo, Jesucristo. Para el Padre Molina todo tenía que estar envuelto en María. «No se puede hablar de Lumen Dei -dijo un día- sin hablar de Santa María». Para el Padre era sencillamente impensable un presbiterio sin una imagen suya, un día sin el Rosario, un mes de mayo sin el Ejercicio de las flores, un Primer Sábado sin una especial solemnización; celebrar su fiesta de la Inmaculada sin la novena preparatoria, una Solemnidad suya sin una Vigilia comunitaria previa; una empresa sin su patrocinio, propaganda nuestra sin su imagen. A sus proyectos apostólicos más ambiciosos quiso llamarlos CISAMA: Ciudad Santa María… Quedó muy influenciado de la entera consagración mariana según la explicó y vivió San Maximiliano María Kolbe. Entre las cuantiosas predicaciones que nos dejó de la Señora, en su carpeta de 1999 encontramos una acerca de su Inmaculada Concepción. En ella nos ha invitado a «Inmaculatizar» el momento presente, nuestra vida toda. En agosto de 1996, en los Ejercicios de mes, nos exhortaba: «Nunca dejen el Rosario, la devoción a la Señora, por más ocupaciones que tengan». «A veces -escribía la Hna. Mirla Urdaneta- lo observé rezando el Rosario por la terraza de Santa María que está frente a la calle. Lo hacía muy recogido y paseando». En uno de sus papeles encontramos su intención de rezar los quince misterios cada día. La idea de colocar un Rosario rodeando el Inmaculado Corazón del cuadro de la Capilla de Madrid brotó de él. No hace mucho, predicando en el Seminario en una fiesta de María, dirigiéndose a la imagen que preside el presbiterio de Nuestra Señora del Encuentro, comenzó a declamarle de un modo muy cariñoso y castizo una preciosa poesía y varios piropos. Lo hacía despacio, sonriendo, marcando cada sílaba. Todos nos quedamos impactados y embelesados al contemplarlo. El 7 de diciembre de 2001, en su última Vigilia de la Inmaculada, nos exhortó a consagrarnos por entero a Ella y a que escribiéramos esta entrega con nuestra sangre. Si así nos animaba, creemos que no sería una temeridad -antes parece muy probable- el suponer que él mismo, ya desde joven jesuita, siguiendo el ejemplo de San Juan Berchmans a quien tanto imitaba, hiciera esta consagración. El P. Rufino García, uno de los primeros colaboradores del Padre Molina, y de los más próximos, nos cuenta: «Siempre fue un gran apóstol mariano, y esto lo he vivido con él durante muchos años, más de veinte. Cuando le conocí en Bilbao, su primera visita fue al Santuario de la Virgen de Bilbao. En Caracas, su primera visita, a la Virgen de Coromoto; y así podríamos repetir todos esos lugares a los que yo le acompañé... Es evidente que él iba de la mano de la Virgen a extender el Evangelio. A todas las ciudades a las que llegaba, lo primero que hacía era visitar el Santuario de la Virgen de esa ciudad. En Miami tienen los cubanos un Santuario a la Virgen, fue la primera visita que hicimos, o sea, esto era una constante en el Padre. El fondo de todo su cristocentrismo estaba arropado por esta espiritualidad mariana que ha terminado en esta imagen que tan bonitamente llaman “Nuestra Señora del Encuentro con Dios”. Ese encuentro que necesita el mundo de hoy». «En Barcelona, cuando en 1994 se decidió poner la central de los medios de comunicación, el Padre quiso ir a Montserrat a poner a los pies de la Virgen este proyecto. Celebró la Santa Misa, tuvimos un rato de oración y luego, contentos, regresamos a la Comunidad. Ya podíamos planificar».