Sepa lo que debe y no debe hacerse en Misa Lo más sagrado que tiene la Iglesia para sus miembros es la Eucaristía, el sacramento en el que realmente se hace presente Jesucristo bajo la apariencia de pan y vino. En esta, la participación de los fieles sigue una serie de normas y reglas que tal vez no conoces. Aunque la pandemia del COVID-19 introdujo en muchos países algunos protocolos de bioseguridad, como permitir la Comunión en la mano, y otras regulaciones particulares, hay normas que no cambian. En marzo de 2004, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó la instrucción Redemptionis Sacramentum, “sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía”. Todas sus normas siguen vigentes y aquí las resumimos: La Misa debe celebrarse en un lugar sagrado, salvo raras excepciones, pero nunca es lícito a un sacerdote celebrar la Eucaristía en un templo o lugar sagrado de cualquier religión no cristiana. No está permitido relacionar la celebración de la Misa con acontecimientos políticos o mundanos, o con otros elementos que no concuerden plenamente con el Magisterio. No se debe introducir ritos tomados de otras religiones en la Misa. Un laico no puede leer el Evangelio y tampoco puede predicar la homilía. Esta lectura y la reflexión están reservadas al sacerdote o diácono. La elección de las lecturas bíblicas debe seguir las normas litúrgicas. No está permitido omitir, sustituirlas ni cambiar las lecturas y el salmo responsorial con otros textos no bíblicos. El pan a consagrar debe ser ázimo, solamente de trigo y hecho recientemente. No se pueden usar cereales, sustancias diversas del trigo. Es un abuso grave introducir en su fabricación frutas, azúcar o miel. El vino debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. En la celebración se le debe mezclar un poco de agua. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas. Las ofrendas, además del pan y el vino, sí pueden comprender otros dones. Estos últimos se pondrán en un lugar oportuno, fuera de la mesa eucarística. Solo se pueden utilizar las Plegarias Eucarísticas del Misal Romano o las aprobadas por la Sede Apostólica. Los sacerdotes no pueden componer sus propias plegarias eucarísticas, cambiar el texto aprobado por la Iglesia, ni utilizar otros textos. La Plegaria Eucarística debe ser pronunciada en su totalidad, y solamente por el sacerdote. No se puede omitir la mención del Sumo Pontífice y del Obispo diocesano. El sacerdote no puede partir la hostia en el momento de la consagración. La paz debe darse antes de la Comunión. El documento recuerda que “esta práctica no tiene un sentido de reconciliación ni de perdón de los pecados”. Se sugiere que el gesto de la paz sea sobrio y se dé sólo a los más cercanos. Se puede comulgar de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos de cada país. No es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel por el hecho de querer recibirla de rodillas o de pie. Los fieles tienen siempre derecho a elegir si desean recibir la Comunión en la boca, pero si el que va a comulgar quiere recibir el Sacramento en la mano, se le debe dar la Comunión. Sin embargo, si existe peligro de profanación, el sacerdote no debe distribuir a los fieles la Comunión en la mano. Los fieles no deben tomar la hostia consagrada ni el cáliz sagrado por sí mismos, ni pasarlos entre sí de mano en mano. Debe vigilarse para que no se acerquen a la Comunión, por ignorancia, los no católicos o, incluso, los no cristianos. Nadie puede llevarse la Sagrada Eucaristía a casa o a otro lugar. Hacerlo es sacrilegio. Si se tiene conciencia de estar en pecado grave, no se debe comulgar sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse. El sacerdote no debe proseguir la Misa hasta que haya terminado la Comunión de los fieles. Si se permite a un laico compartir un testimonio, se sugiere que se haga fuera de la celebración de la Misa. Su sentido no debe confundirse con la homilía, ni suprimirla. Se alienta la participación de lectores y acólitos que estén debidamente preparados. Se alienta la presencia de niños o jóvenes monaguillos con una catequesis adecuada. En este servicio pueden participar niñas o mujeres. Los fieles tienen el derecho de tener una música sacra adecuada e idónea y que el altar y los paños sagrados, según las normas, resplandezcan por su dignidad, nobleza y limpieza. Cualquier católico tiene derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico ante el Obispo diocesano o ante el Vaticano. :: Los Colores :: La Ceniza :: El Fuego :: El Cirio Pascual :: El Incienso :: La Colecta :: Imposisción de Manos :: La Comunión :: Saludo de la Paz :: Comer el Pan :: Besar los Evangelios :: Partir el Pan :: La Señal de la Cruz :: Los Golpes de Pecho :: El Agua :: Arrodillarse :: Las Campanas :: Ponerse de Pie :: El Canto :: Lavarse las manos (sacerdote) :: Gotas de Agua en el Vino LOS COLORES ¿Por qué y para qué los diversos colores en la celebración litúrgica? El color como uno de los elementos visuales más sencillo y eficaces, quiere ayudarnos a celebrar mejor nuestra fe. Su lenguaje simbólico nos ayuda a penetrar mejor en los misterios celebrados: "La diversidad de colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aún exteriormente tanto las características de los misterios de la fe que se celebran como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico." (Misal romano - IGMR 307) Los colores actuales de nuestra celebración: Actualmente el Misal (IGMR) ofrece este abanico de colores en su distribución del Año Litúrgico: a) Blanco: Es el color privilegiado de la fiesta cristiana y el color más adecuado para celebrar: -La Navidad y la Epifanía -La Pascua en toda su cincuentena -Las Fiestas de Cristo y de la Virgen, a no ser que por su cercanía al misterio de la Cruz se indique el uso del rojo. -Fiestas de ángeles y santos que no sean mártires. -Ritual de la Unción -Unción y el Viático b) Rojo: Es el color elegido para: -La celebración del Domingo de Pasión (Ramos) y el Viernes Santo, porque remite simbólicamente a la muerte martirial de Cristo. -En la Fiesta de Pentecostés, porque el Espíritu es fuego y vida. -Otras celebraciones de la Pasión de Cristo, como la fiesta de la Exaltación de la Cruz. -Las fiestas de los Apóstoles, evangelistas y Mártires, por su cercanía ejemplar y testimonial a la Pascua de Cristo. -La Confirmación (Ritual Nº 20) se puede celebrar con vestiduras rojas o blancas apuntando al misterio del espíritu o a la fiesta de una iniciación cristiana a la Nueva Vida. c) Verde: El verde como color de paz, serenidad, esperanza se utiliza para celebrar el Tiempo Ordinario del Año Litúrgico. El Tiempo ordinario son esas 34 semanas en las que no se celebra un misterio concreto de Cristo, sino el conjunto de la Historia de la salvación y sobre todo el misterio semanal del Domingo como Día del Señor. d) Morado: Este color que remite a la discreción, penitencia y a veces, dolor, es con el que se distingue la celebración del -Adviento y la Cuaresma -las celebraciones penitenciales y las exequias cristianas. e) Negro: Que había sido durante los siglos de la Edad Media el color del Adviento y la Cuaresma, ha quedado ahora mucho más discretamente relegado: queda sólo como facultativo en las exequias y demás celebraciones de difuntos. f) Rosa: El color rosa, que no había cuajado en la historia para la liturgia, queda también como posible para dos domingos que marcan el centro del Adviento y la Cuaresma: el domingo "Gaudete" (3º de Adviento) y el domingo "Laetare" (4º de Cuaresma). g) Azul: Con sus resonancias de cielo y lejanía es desde el siglo pasado un color privilegiado para celebrar en España la solemnidad de la Inmaculada, aunque en el misal romano no aparezca. EL FUEGO En nuestras celebraciones: - Aparece en forma de lámparas y cirios encendidos durante la celebración o delante del sagrario. Aparte del simbolismo de la luz entra aquí también esa misteriosa realidad que se llama fuego: la llama que se va consumiendo lentamente mientras alumbra, embellece, calienta, dando sentido familiar a la celebración. - Vigilia de Pascua: Es la celebración que queda enriquecida de modo más explícito con el simbolismo del fuego. La hoguera que arde fuera de la Iglesia y de la que se va a encender el Cirio Pascual remite intensamente al triunfo de la luz sobre la tiniebla, del calor sobre el frío, de la vida sobre la muerte. De allí partirá la procesión con su festivo grito: "Luz de Cristo", y la luz se irá comunicando progresivamente a cada uno de los participantes. El simbolismo de la luz está realmente muy aprovechado en el lenguaje festivo de la Noche Pascual. Pero en su raíz está el fuego que tiene sus direcciones propias y riquísimas. Su simbolismo natural El lenguaje del fuego tiene en nuestra sensibilidad humana y social, una interesante serie de sentidos. El fuego calienta, consume, quema, ilumina, purifica, es fuente de energía. Es origen de innumerables beneficios para la humanidad, pero también destruye, castiga, asusta y mata. Es un elemento bienhechor pero a la vez peligroso. Un rayo o un incendio pueden generar calamidades enormes. Sin el fuego no podemos vivir, pero puede causarnos también la muerte. No es nada extraño que en torno a este misterioso elemento natural se haya creado todo un simbolismo: -Para expresar la presencia misma de la divinidad, invisible pero fuerte, incontrolable, purificadora, castigadora, -o para designar los sentimientos humanos, como la pasión, que está escondida pero que puede alcanzar una fuerza inaudita, para bien o para mal: el amor , el odio, el entusiasmo...etc. -El fuego es también la imagen del calor familiar, el crepitar de la llama en el hogar ilumina la vida, ahuyenta el frío, da alegría y sensación de bienestar. En la Revelación: Para saber toda la densidad de significado que el fuego puede llegar a tener y lo que puede expresar también en nuestras celebraciones, no hay mejor medio que repasar, que de lo que él dicen el Antiguo y Nuevo Testamento. Ante todo, el fuego sirve para expresar de algún modo lo que es imposible de expresar: la presencia misteriosa de Dios mismo en la historia humana. Recordemos el misterioso episodio de la zarza que arde sin consumirse (Ex 3). Moisés se acerca a un lugar que en seguida reconoce como sagrado, y oye la voz "Yo soy el Dios de Abraham...". También es con el fuego con el que se simboliza el juicio de Dios, como el fuego que penetra a todo ser existente, lo pone en evidencia, lo purifica o lo castiga. (Véase: Dan. 7,10 ; Gen 19 ; Is 66,16) EL INCIENSO ¿Qué quiere simbolizar el incienso? Lo que el incienso quiere significar en nuestra liturgia nos lo han ido explicando los varios documentos con sus explicaciones. El incienso crea una atmósfera agradable y festiva en torno a lo que se inciensa, a la vez que crea un aire entre misterioso y sagrado por la sutil impalpabilidad de su perfume y de su humo. Expresa elegantemente el respeto y la reverencia hacia una persona o hacia algún símbolo de Cristo. Pero más en profundidad indica la actitud de oración y elevación de la mente hacia Dios. Ya el Salmo 140 nos hace decir: "suba mi oración como incienso en tu presencia". El incienso es símbolo, sobre todo, de la actitud de ofrenda y sacrificio de los creyentes hacia Dios. El incienso une de algún modo a las personas con el altar, con sus dones y sobre todo con Cristo Jesús que se ofrece en sacrificio. ¿A quiénes se inciensa? -El Misal Romano sugiere con libertad el uso del incienso en estos momentos de la Misa: Durante la procesión de entrada Al comienzo de la Misa para incensar el altar En la procesión y proclamación del evangelio En el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, el presidente y el pueblo cristiano En la ostensión del Pan consagrado y del Cáliz después de la consagración (IGMR 235) a) Llevar incienso en la procesión de entrada e incensar el altar que va a ser el centro de la celebración eucarística, puede indicar el respeto al lugar, a las personas y al altar, o simplemente significar el tono festivo y sagrado de la acción que empieza. Pero el Misal no da demasiado relieve a este primer gesto: siempre se ha considerado más importante la incensación del altar en el ofertorio. b) La incensación del evangelio fue entrando a partir del siglo XI como signo de honor y respeto hacia Aquél cuyas palabras vamos a escuchar. El Misal (IGMR 33 y 35) explica por qué en el momento del evangelio se acumulan los signos de especial veneración: el lector ordenado, la postura de pie, el beso y otras muestras de honor entre las que hay que recordar el incienso. c) El uso del incienso en el ofertorio tiene especial interés. El altar y las ofrendas de pan y vino sobre él se inciensan "para significar de este modo que la oblación de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso" (IGMR 51). En este momento "también el sacerdote y el pueblo pueden ser incensados". Junto con el pan y el vino ofrecidos sobre el altar, y que son incensados, también el presidente se ofrece a sí mismo, y con él toda la comunidad y así se convierten ellos mismos en ofrenda y sacrificio, unidos e incorporados al sacrificio de Cristo. Son las personas, principalmente, las que vienen a ser simbolizadas como ofrenda y homenaje a Dios, con el gesto del incienso. Si nada más fuera un gesto de honor, se quedaría la asamblea sentada mientras la inciensan. En cambio, se pone de pie para indicar su actitud positiva, comprometida, de unión espiritual con las ofrendas eucarísticas. d) En la consagración el acto de la incensación manifiesta al Señor mismo. Todas las incensaciones se dirigen a los signos sacramentales de la presencia del Señor: el altar, la cruz, el libro del evangelio, el presidente, la asamblea. Ahora se inciensa el pan y el vino consagrados, el signo central y eficaz de la auto-donación de Cristo. LA IMPOSICIÓN DE MANOS En el Nuevo Testamento la acción e imponer sobre la cabeza de uno las manos tiene significados distintos, según el contexto en el que se sitúe. Ante todo puede ser la bendición que uno transmite a otro, invocando sobre él la benevolencia de Dios. Así , Jesús imponía las manos sobre los niños, orando por ellos. La despedida de Jesús en su Ascensión , se expresa también con el mismo gesto: "alzando las manos los bendijo" (Lc 24,50). Es una expresión que muchas veces se relaciona a la curación. Jairo pide a Jesús: "Mi hija está a punto de morir; ven impón tus manos sobre ella para que se cure y viva" (Mc 5,23). Imponer las manos sobre la cabeza de una persona, significa en muchos otros pasajes, invocar y transmitir sobre ella el don del Espíritu Santo para una misión determinada. Así pasa con los elegidos para el ministerio de diáconos en la comunidad primera: "hicieron oración y les impusieron las manos" (Act 6,6). Hay dos momentos en la celebración de la Eucaristía en que el gesto simbólico tiene particular énfasis. Ante todo cuando el presidente, en la Plegaria Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu (epíclesis), extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: "santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu". La Bendición Final es el segundo momento en el que el gesto de la imposición adquiere especial énfasis. Este gesto nos habla también del don de Dios y la mediación eclesial: Estupendo binomio: la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del mismo don divino a estas criaturas. La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la ,mano de un ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere santificar. EL SALUDO DE LA PAZ El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56b). a) Se trata de la paz de Cristo: "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor. b) Un gesto de fraternidad cristiana y eucarística: Un gesto que nos hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso, además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino. EL SACERDOTE EVANGELIOS BESA EL LIBRO DE LOS Al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: "Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados". Esta frase expresa el deseo de que la Palabra evangélica ejerza su fuerza salvadora perdonando nuestros pecados. Besar el Evangelio es un gesto de fe en la presencia de Cristo que se nos comunica como la Palabra verdadera. LA SEÑAL DE LA CRUZ No nos damos mucha cuenta, porque ya estamos acostumbrados a ver la Cruz en la Iglesia, en nuestras casas, pero la Cruz es una verdadera cátedra, desde la que Cristo nos predica siempre la gran lección del cristianismo. La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana. La Cruz es todo un discurso: Nos presenta a un Dios trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor; un Cristo que es juez y Señor, pero a la vez siervo, que ha querido llegar a la entrega total de sí mismo, como imagen plástica del amor y de la condescendencia de Dios; un Cristo que en su Pascua - muerte y resurrección- ha dado al mundo la reconciliación. Los cristianos con frecuencia hacemos con la mano la señal de la Cruz, o nos la hacen otros, como en el caso del bautismo o de las bendiciones. Es un gesto sencillo pero lleno de significado. Esta señal de la Cruz es una verdadera confesión de fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia, de posesión: al hacer sobre nuestra personas este signo es como si dijéramos: "estoy bautizado, pertenezco a Cristo, El es mi Salvador, la cruz de Cristo es el origen y la razón de ser de mi existencia cristiana...". Los cristianos debemos reconocer a la Cruz todo su contenido para que no sea un símbolo vacío. Y entonces sí, puede ser un signo que continuamente nos alimente la fe y el estilo de vida que Cristo nos enseñó. Si entendemos la Cruz y nuestro pequeño gesto de la señal de la Cruz es consciente, estaremos continuamente reorientando nuestra vida en la dirección buena. EL AGUA El agua es una realidad que ya humanamente tiene muchos valores y sentidos: sacia la sed, limpia, es fuente de vida, origina la fuerza hidráulica...También nos sirve para simbolizar realidades profundas en el terreno religioso la pureza interior, sobre todo. Por eso se encuentran las abluciones o los baños sagrados en todas las culturas y religiones (a orillas del Ganges para los indios, del Nilo para los egipcios, del Jordán para los judíos). Para los cristianos el agua sirve muy expresivamente para simbolizar lo que Cristo y su salvación son para nosotros: Cristo es el "agua viva" que sacia definitivamente nuestra sed (coloquio con la samaritana: Jn 4); el agua sirve también para describir la presencia vivificante del Espíritu (Jn 7, 37-39) y para anunciar la felicidad el cielo (Apoc 7, 17; 22, 1). En nuestra liturgia es lógico que también se utilice este simbolismo. A veces se usa el agua sencillamente con una finalidad práctica: por ejemplo en las abluciones de las manos después de ungir con los Santos Oleos o de los vasos empleados en la Eucaristía. Otras veces un gesto que en su origen había sido "práctico" ha adquirido ahora un simbolismo: como la mezcla del agua en el vino, que en siglos pasados era necesario por la excesiva gradación del vino, y que luego adquirió el simbolismo de nuestra humanidad incorporada a la divinidad de Cristo. Pero el agua tiene muchas veces un sentido simbólico: lavarse las manos para indicar la purificación que el sacerdote más que nadie necesita, o lavar los pies para expresar la actitud de servicio. Sobre todo el agua nos hace celebrar significativamente el Bautismo con el gesto de la inmersión en agua (bautismo significa inmersión" en griego): porque es un sacramento que nos hace sumergirnos sacramentalmente en Cristo, en su muerte y resurrección, y nos engendra a la vida nueva. La aspersión de la comunidad con agua en la Vigilia Pascual, o en el rito de entrada de la Eucaristía dominical, o el santiguarse con agua al entrar en la Iglesia, son recuerdos simbólicos del Bautismo. También el hecho de las casas (de las casas, de los objetos, de las personas) o el gesto de aspersión en las exequías se realicen con agua, quiere prolongar el simbolismo purificador y vitalizador del Bautismo. En el rito de la Dedicación de iglesias se asperjan con agua las paredes, el altar y finalmente el pueblo cristiano: siempre con la misma intención "bautismal", que coenvuelve a las personas, al edificio y a los objetos de nuestro culto. Todo queda incorporado a la Pascua de Cristo. Otro significado del simbolismo del agua es su cualidad de apagar la sed del hombre. Sed que no es sólo material, sino que muy expresivamente puede referirse s los deseos más profundos del ser humano: la felicidad, la libertad, el amor, etc. LAS CAMPANAS Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para señalar con su sonido la fiesta o la convocatoria de la comunidad. Desde el sencillo "gong" hasta la técnica evolucionada de los fundidores de campanas o los campanarios eléctricos actuales, las campanas y las campanillas se han utilizado expresivamente en la vida social y en el culto. Son instrumentos de metal, en forma de copa invertida, con un badajo libre. Cuando los cristianos pudieron construir iglesias, a partir del siglo IV, pronto se habla de torres y campanarios adosados a las iglesias, con campanas que se convertirán rápidamente en un elemento muy expresivo para señalar las fiestas y los ritmos de la celebración cristiana. También dentro de la celebración se utilizaron las campanillas, a partir del siglo XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre su uso) porque ya la celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se quieran hacer servir, no tanto para avisar de un momento por ejemplo, la consagración sino para darle simbólicamente realce festivo, como en el Gloria de la Vigilia Pascual. Los nombres latinos de "signum" o "tintinnabulum" se convierten más tarde, hacia el siglo VI, en el de "vasa campana", seguramente porque las primeras fundiciones derivan de la región italiana de Campania. Las campanas del campanario convocan a la comunidad cristiana, señalan las horas de la celebración (la Misa mayor), de oración (el Angelus o la oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o la defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con su repique gozoso anuncian las fiestas. Y así se convierten en un "signo hecho sonido" de la identidad de la comunidad cristiana, evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una sociedad que puede estar destruida. Como también el mismo campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que debería tener nuestra vida. El Bendicional (nn. 1142-1162) ofrece textos muy expresivos para la bendición de las campanas, motivando bien su sentido y convirtiendo el rito en una buena ocasión para entender mejor la identidad de una comunidad cristiana y sus ritmos de vida y oración. EL CANTO El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Tanto en la vida social como en la cúltico-religiosa, el canto no sólo expresa sino que en algún modo realiza los sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica. "No ha de ser considerado el canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios" (IGLH 270). El canto hace comunidad, al expresar más validamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en la vida familiar y social como en la litúrgica. El canto hace fiesta, crea clima más solemne y digno en la oración: "nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y su piedad por el canto" (MS 16). El canto es una señal de euforia. El canto tiene en la liturgia una función "ministerial": no es como en un concierto, que se canta por el canto en sí y su placer estético y artístico. Aquí el canto ayuda a que la comunidad entre más en sintonía con el misterio que celebra. A la vez que crea un clima de unión comunitaria y festiva, ayuda pedagógicamente a expresar nuestra participación en lo más profundo de la celebración. Así el canto se convierte de verdad en "sacramento", tanto de lo que nosotros sentimos y queremos decir a Dios, como de la gracia salvadora que nos viene de él. LA CENIZA La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo. Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua. EL CIRIO PASCUAL Del latín "cereus", de cera, el producto de las abejas. Ya hablamos en la voz "candelas candelabros" sobre el uso humano y el sentido simbólico de la luz que producen los cirios, y también del uso que en la liturgia cristiana hacemos de ese simbolismo. El cirio más importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de la luz de Cristo, y los cirios que se reparten entre la comunidad, para significar nuestra participación en esa misma luz. El Cirio Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más expresivos de la Vigilia. En medio de la oscuridad (toda la celebración se hace de noche y empieza con las luces apagadas), de una hoguera previamente preparada se enciende el Cirio, que tiene una inscripción en forma de Cruz, acompañada de la fecha y de las letras Alfa y Omega, la primera y la última del agabeto griego, para indicar que la Pascua de Cristo, principio y fin de el tiempo y de la eternidad, nos alcanza con fuerza siempre nueva en el año concreto en que vivimos. En la procesión de entrada se canta por tres veces la aclamación al Cirio: "Luz de Cristo. Demos gracias a Dios", mientras progresivamente se van encendiendo los cirios de los presentes. Luego se coloca en la columna o candelero que va a ser su soporte, y se entona en torno de él, después de incensarlo, el solemne Pregón Pascual. Además del símbolo de la luz, se le da también el de la ofrenda:cera que se gasta en honor de Dios, esparciendo su luz: "Acepta, padre santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de Dios... Te rogamos que este Cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche..." Lo que van anunciando las lecturas, oraciones y cantos, el Cirio lo dice con el lenguaje humilde pero diáfano de su llama viva. La Iglesia, la esposa, sale al encuentro de Cristo, el Esposo, con la lámpara encendida en la mano, gozándose con él en la noche victoriosa de su Pascua. El Cirio estará encendido en todas las celebraciones durante las siete semanas de la cincuentena, al lado del ambón de la Palabra, hasta terminar el domingo de Pentecostés. Luego, durante el año, se encenderá en la celebración de los bautizos y de las exequias, el comienzo y la conclusión de la vida: un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a la luz de la vida eterna. LA COLECTA El libro que durante siglos reunía estas oraciones de la Misa o del Oficio Divino, antes de su inclusión en el libro único del Misal o del Breviario, se llamó "Colectario". La palabra "colecta" viene del latín "collecta, colligere", "recogida, recoger". Se aplica ante todo a la reunión de la comunidad para la Eucaristía dominical o para las asambleas "estacionales" en Cuaresma. También se llama "colecta" a la recogida de dinero o de dones en el ofertorio, a la que alude Pablo (1 Cor 16, 12). EL MOMENTO DE LA COMUNIÓN Pero su uso más técnico es el referido a la "oración colecta" al principio de la Misa. Este nombre pudiera tener dos direcciones: o bien porque se pronuncia cuando ya está la comunidad reunida (oración de reunión, concluyendo el rito de entrada), o porque su finalidad es recoger y resumir las peticiones de cada uno de los presentes. También se aplica este nombre a las "oraciones sálmicas", que "sintetizan los sentimientos de los participantes" en el rezo de los salmos (Cf IGLH 112). La expresión "colligere ortationem", usual en los primeros siglos en la salmodia comunitaria, quería decir "recoger en una oración las intenciones de los que habían rezado el salmo". De ahí las "colectas sálmicas". El Misal de Pablo VI llama "colecta" a la primera oración de la Misa y describe así su dinámica: "El sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar colecta, y el pueblo contesta amén" (IGMR 32). Es la primera oración importante del presidente, que de pie, con los brazos extendidos, y en nombre de la comunidad, dirige su súplica a Dios. Las de nuestro Misal son fieles al estilo claro y conciso de la liturgia romana, con una invocación a Dios, muchas veces enriquecida con la alusión al tiempo litúrgico o la fiesta celebrada para proseguir con una súplica y concluir apelando a la mediación de Cristo. De la palabra latina "communio", acción de unir, de asociar y participar (correspondiente a la griega "koinonía") "comunión" significa la unión de las personas, o de una comunidad, o la comunión de los Santos en una perspectiva eclesial más amplia, o la unión de cada uno con Cristo o con Dios. Aquí la miramos desde el punto de vista eucarístico: la participación de los fieles en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Este es el momento en verdad culminante de la celebración de la Eucaristía. Después de que Cristo se nos ha dado como palabra salvadora, ahora, desde su existencia de Resucitado, se quiere hacer nuestro alimento para el camino de nuestra vida terrena y como garantía de la eterna. La comunión tiene a la vez sentido vertical, de unión eucarística con Cristo, y horizontal, de sintonía con la comunidad eclesial. Por eso la "excomunión" significa también la exclusión de ambos aspectos. El Misal (IMGR 56) invita a una realización lo más expresiva posible de la comunión eucarística: con una oración o un silencio preparatorio, por parte del presidente y de la comunidad; una procesión desde los propios lugares hacia el ámbito del altar, mientras se canta un canto que une a todos y les hace comprender más en profundidad el misterio que celebran, la invitación oficial a acercare a la mesa del Señor: "Este es el Cordero de Dios", invitación que apunta al banquete escatológico del cielo ("dichosos los invitados a la Cena del Cordero"), la mediación de la Iglesia en este gesto central (no "coge" la comunión cada uno, sino que la recibe del ministro), con un diálogo que ahora ha vuelto a la expresiva sencillez de los primeros siglos ("el Cuerpo de Cristo. Amén", "la Sangre de Cristo, Amén") con pan que aparezca como alimento, consagrado y partido en la misma Misa, para significar también la unidad fraterna de los que participan del mismo sacrificio de Cristo, recibido en la mano o en la boca, a voluntad del fiel, allí donde los Episcopados lo hayan decidido (en España desde el 1976, en Italia desde 1989, en México desde 1978), a ser posible también participando del vino, que expresa mejor que Cristo nos hace partícipes de su sacrifico pascual en la cruz y de la alegría escatológica, y con unos momentos de interiorización después de la comunión. Casos especiales son el de la primera comunión, en la que los cristianos participan por primera vez plenamente de la celebración eucarística de la comunidad: no sólo en sus oraciones, lecturas y cantos, sino también en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Tiene especial sentido la Comunión llevada a los enfermos, ahora eventualmente por medio de los ministros extraordinarios de la comunión, a ser posible como prolongación de la celebración comunitaria dominical. Particular relieve merece la comunión que se recibe como viático, en punto de muerte. Y finalmente, la comunión recibida fuera de la Misa, caso repetido sobre todo en lugares donde no pueden participar diaria ni siquiera dominicalmente de la Eucaristía completa, pero sí escuchar la palabra, orar en común y comulgar, en las condiciones que establecen el "Ritual del culto y de la comunión fuera de la Misa" (1973) y la instrucción "Inmensae cariatis" (1973). Respecto a repetir la comunión el mismo día, según el Código de Derecho Canónico (c. 917), "quien ya ha recibido la santísima Eucaristía puede de nuevo recibirla el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe", norma que ha recibido la interpretación oficial de que se puede hacer "una segunda vez". COMER EL PAN: Juntamente con el "beber", el "comer" es el gesto central de la Eucaristía cristiana. Si el Antiguo Testamento empieza con el "no coman" del Génesis, en el Nuevo Testamento escuchamos el testamento: "tomen y coman". Y si entonces la consecuencia era: "el día que comas de él, morirás", ahora la promesa es la contraria: "el que come... tiene vida eterna". El comer, ya humanamente, tiene el valor del alimento y la reparación de las fuerzas. Pero a la vez tiene connotaciones simbólicas muy expresivas: comer como fruto del propio trabajo, comer en familia, comer con los amigos, comer en clima de fraternidad, comer con sentido de fiesta. En el contexto cristiano de la Eucaristía, el comer tiene igualmente varios sentidos. Al comer el pan, estamos convencidos de que nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo. Su palabra ("esto es mi Cuerpo") sigue eficaz y su Espíritu es el que ha dado a ese pan que hemos depositado sobre el altar su nueva realidad: ser el Cuerpo del Señor glorificado, que ha querido se nuestro alimento. Este es el primer sentido que Cristo ha querido dar a la comida eucarística: "mi carne es verdadera comida". El es el "viático", el alimento para el camino de los suyos. También hay otros valores y gracias que Cristo expresa en el evangelio con este simbolismo de la comida: el perdón, la alegría del reencuentro, la fiesta, la plenitud y la felicidad del Reino futuro. Basta recordar la parábola del hijo pródigo, acogido en casa con una buena comida; o la de las bodas del rey; o la multiplicación de los panes y peces en el desierto, o la expresiva presencia de Jesús en comidas en casa de Zaqueo, de Mateo, del fariseo, de Lázaro. Y las comidas de Jesús con sus discípulos, tanto antes como después de la Pascua, que ellos recordarán muy a gusto. (Cf Hech 10,40). Además, Pablo entenderá la comida como símbolo de la fraternidad eclesial. el pan de la Eucaristía, además de unirnos a Cristo, participando de su Cuerpo, es también lo que construye la comunidad: "un pan y un cuerpo somos, ya que participamos de un solo Pan" (1 Cor 10,16-17). "Comer con" por ejemplo con los cristianos procedentes del paganismo, es un signo expresivo y favorecedor de la unidad de todos en la Iglesia, sea cual sea su origen (Cf la discusión entre Pablo y Pedro en Hech 11,3 y Gál 2,12). disminuye: es comido siempre, pero no se consume, sino que a los que participan de él, los santifica". PARTIR EL PAN "el gesto de la fracción del pan que era el que servía en los tiempos apostólicos para denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la importancia del signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo pan se distribuye entre hermanos" (IGMR 283). El origen de este gesto en nuestra Eucaristía lo conocemos todos. La cena judía, sobretodo la pascual, comenzaba con un pequeño rito: el padre de familia partía el pan para repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios. Este gesto expresaba la gratitud hacia Dios y a la vez el sentido familiar de solidaridad en el mismo pan. Muchos hemos conocido cómo en nuestras familias el momento de partir el pan al principio de la comida se consideraba como un pequeño pero significativo rito. Como el que se hace solemnemente cuando unos novios parten el pastel de bodas y los van repartiendo a los comensales que los acompañan. Cristo también lo hizo en su última cena: "Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio...". Más aún: fue este el gesto el que más impresionó a los discípulos de Emaús en su encuentro con Jesús Resucitado. "Le reconocieron al partir el pan". Y fue este el rito simbólico que vino a dar nombre a toda la celebración Eucarística en la primera generación. Primer significado de este gesto: el Cuerpo "entregado roto" de Cristo La fracción del pan puede tener, ante todo, un sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan que vamos a recibir es el Cuerpo de Cristo, entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la última donación, en la Cruz. En el rito bizantino hay un texto que expresa claramente esta dirección: "se rompe y se divide el Cordero de Dios, el Hijo del Padre; es partido pero no se Segundo fraterna significado: Signo de la unidad El Misal Romano explica: "por la fracción de un solo pan se manifiesta la unidad de los fieles" (IGMR 48) LOS GOLPES DE PECHO Gesto penitencial y de humildad. Es uno de los gestos más populares al menos en cuanto a expresividad. Así describe Jesús al publicano (Lc 18, 9-14). El fariseo oraba de pie: "no soy como los demás"... "En cambio el publicano no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador". Cuando para el acto penitencial al inicio de nuestra Eucaristía elegimos la fórmula "Yo confieso", utilizamos también nosotros el mismo gesto cuando a las palabras "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa" nos golpeamos el pecho con la mano. Y es también la actitud de la muchedumbre ante el gran acontecimiento de la muerte de Cristo: "y todos los que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho..." (Lc 23,48) ARRODILLARSE Estar de rodillas es una actitud de humildad. Expresa arrepentimiento y penitencia. Nos recuerda a Pedro cayendo de rodillas y exclamando: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (Lucas 5,8). Pero el cristiano se arrodilla ante Dios precisamente porque el es Dios, el único Señor del universo. Es un signo de Adoración que da a la oración un acento muy particular. (Haga la prueba de arrodillarse, inclinar la cabeza y juntar las manos en actitud de súplica...) Este sentido de adoración tiene hacer la genuflexión cuando entramos en la iglesia o delante del sagrario (allí donde hay una lamparita encendida para señalar que está Jesús presente en la Eucaristía). San Pablo se refiere a esta actitud en Efesios 3,14: "Doblo mis rodillas delante del Padre de quien procede toda paternidad" y el mismo Jesús "puesto de rodillas" oró durante su agonía en Getsemaní (Mt. 26,39). PONERSE DE PIE Es la postura más usada en la Misa. Al orar de pie los cristianos "significamos" nuestra dignidad de hijos de Dios. Como tenemos en nosotros el Espíritu que nos hace exclamar "Abba", "nos atrevemos" a llamar a Dios "Padre" y estar de pie delante de él. Es una actitud de cariñosa confianza hacia Dios a quien vemos, sobre todo, como Padre. Es una actitud que indica "prontitud", estar disponible, preparado para la acción. Por tanto indica decisión y voluntad para seguir al Señor. Desde el comienzo fue la actitud general de los cristianos: orar de pie, con los brazos extendidos (o levantados) y mirando hacia el oriente (a la salida del sol). Es también señal de alegría. Durante el primer milenio, los cristianos tuvieron prohibido arrodillarse en la liturgia de los domingos, pues -como sabemos- el día del Señor conmemora la Pascua, la Resurrección de Jesús. Así como la muerte es "estar postrado", la resurrección es un levantarse, un "volver a estar de pie". Por eso esta postura manifiesta también nuestra fe en Jesús resucitado. EL SACERDOTE SE LAVA LAS MANOS ANTES DE LA CONSAGRACIÓN Lo hace como gesto de purificación. El sacerdote se lava las manos para pedirle a Dios que lo purifique de sus pecados. LAS GOTAS DE AGUA EN EL VINO Con este signo el sacerdote le pide a Dios que una nuestras vidas a la suya. AI momento de preparar sobre el Altar el pan y el vino "el Diácono u otro ministro, pasa al sacerdote la panera con el pan que se va a consagrar; vierte el vino y unas gotas de agua en el cáliz.." (Misal Romano Nº 133). El instante en que se echa el agua se acompaña con una oración que se dice en secreto: "El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana. San Cipriano, a mediados del siglo II, escribió sobre este gesto litúrgico, lo siguiente: "en el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la Sangre de Cristo. Y cuando en el cáliz se mezcla agua con el vino, el pueblo se junta a Cristo, y el pueblo de los creyentes se une y junta a Aquel en el cual creyó. La cual unión y conjunción del agua y del vino de tal modo se mezcla en el cáliz del Señor que aquella mezcla no puede separarse entre sí. Por lo que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia (...) Si uno sólo ofrece vino, la Sangre de Cristo empieza a estar sin nosotros, y si el agua está sola el pueblo empieza a estar sin Cristo. Más cuando uno y otro se mezclan y se unen entre sí con la unión que los fusiona, entonces se lleva a cabo el sacramento espiritual y celestial" (Carta Nº 63, 13). ¿Qué se usa o necesita para la Celebración Eucarística? ALBA: Del latín "alba", "blanca". Es el vestido que se considera básico de todos los ministros que se revisten para la celebración litúrgica, desde los acólitos hasta el presidente (Cf IGMR n.298). Deriva de las túnicas antiguas, blancas, hasta los pies, que se perdieron en el uso civil, pero que se consideró que podían utilizarse simbólicamente en el culto, destacando con el vestido diferente de los ministros la diferencia entre la vida y la celebración. El alba se utiliza con cíngulo a la cintura, a no ser que ya quede por sí bien adherida al cuerpo, y con ámito sobre el cuello, a no ser que ya lo haga el alba por su forma (Cf IGMR nn.81 y 298) También tiene un sentido bautismal esta vestidura blanca. El domingo segundo de Pascua, o sea, en la octava de Pascua, se solía deponer el "alba", el vestido blanco que habían recibido los neófitos en su Bautismo una semana antes. Por eso este domingo se llamó "dominica post albas", y más tarde "dominica in albis". ÁMITO: En latín "amictus", de "amicio, amicire", rodear, envolver. Se llama así a la pieza de lienzo blanco, rectangular, a modo de pañuelo de hombros, que visten los ministros de la liturgia debajo del alba. Se ata a la cintura con unas tiras o cintas cruzadas. A veces tiene forma de capucha, adornada o no con cruces u otros motivos, que luego sobresale por encima de los otros vestidos (alba y casulla). Puede tener la finalidad práctica de preservar del sudor al alba. Pero sobre todo se aprecia su valor estético: cubrir más elegantemente el cuello. Por eso se puede prescindir del ámito si ya el alba cuida de esta estética por su forma (Cf IGMR, n.81) ALTAR: Es la mesa en que el Sacerdote consagra el pan y el vino CANTOR: Uno de los ministerios que se realizan en favor de la comunidad celebrante es el del cantor. Ya desde los primeros siglos tuvo importancia sobre todo el salmista. También ahora ayuda a una celebración más expresiva y digna el que junto a los lectores y otros ministros hay también guías del canto y en particular cantores, que cantan -desde otro lugar distinto del ambón, excepto en el caso del salmo responsorial o del pregón pascual- las estrofas de los cantos, las del salmo responsorial o de la comunión, o las invocaciones del acto penitencial, del Agnus Dei o de las letanías de los Santos, las antífonas de la salmodia o los responsorios después de las lecturas. CAPA PLUVIAL: La capa (del latín tardío "cappa", de "capere", coger, contener) es una ropa larga sin mangas, a modo de manteo o manto, circular, abierta, que se emplea sobre todo fuera de casa. Los obispos pueden vestir la "capa magna" en las solemnidades en su diócesis. Pero la capa más empleada en liturgia es la capa pluvial (de lluvia), que diversos ministros (presbíteros, clérigos, monjes) visten, con capucha o sin ella, con un broche en la parte delantera. Lo hacen sobre todo en procesiones, dentro o fuera de iglesia, y en otras celebraciones como el Oficio Divino, la bendición con el Santísimo o la bendición de las campanas. CASULLA: Del latín "casula", "casa pequeña" o tienda. Se dice de la vestidura que el sacerdote se reviste por encima del alba y la estola, a modo de capa o manto amplio, abierta por los lados y un hueco para la cabeza, a modo de poncho americano. En la historia ha tenido formas nobles y amplias, derivadas del manto romano llamado "pénula". En una evolución no muy feliz se llegó a formas más decadentes, como la "casulla de guitarra" que todos hemos conocido y contra la que ya protestaba san Carlos Borromeo. La llamada "casulla gótica" no era tal, sino que intentaba recuperar precisamente la amplitud de la forma original romana. La casulla es la que caracteriza al que preside la Eucaristía y las celebraciones unidas a ella (IGMR 299). En la ordenación del presbítero uno de los gestos complementarios es la vestición de la casulla. Los concelebrantes en principio son invitados también a revestirse de casulla, pero se permite que por motivos razonables puedan vestir sólo alba y estola (Cf IGMR 161). CÍNGULO: La palabra latina "cingulum" viene de "cingere", ceñir. El cíngulo o ceñidor es un complemento necesario para ciertos vestidos amplios como la túnica o el alba, para ceñirlos mejor a la cintura y facilitar el movimiento. A veces tiene forma de cordón y otras de cinta más o menos ancha. Los orientales usan la "zona", más adornada y colorista. Los ministros que usan alba y se ponen el cíngulo, a no ser que ya de otro modo, por la forma misma del alba, se provea a su estética y funcionalidad (IGMR 81.298). COMENTADOR / MONITOR: Entre los ministros... está el comentarista (en latín "commentator", como ya en SC 29), que es el que hace las explicaciones y da avisos ("admonitiones") a los fieles, para introducirlos en la celebración y disponerlos a entenderla mejor". El servicio que un comentador realiza en la celebración es muy antiguo, aunque el nombre y la importancia actual sean recientes. Los diáconos, en los antiguos libros litúrgicos, tenían encomendado ir guiando al pueblo en la celebración. En el Concilio de Trento (Denz. 946), al tratar de la lengua latina o vulgar en la Eucaristía, se hablaba de un servicio a la comunidad que pudiera interpretarse en esta dirección: "Manda el Concilio a los pastores.. que frecuentemente durante la celebración de las Misas, por sí o por otro, expongan algo de lo que en la Misa se lee, y entre otras cosas declaren algún misterio de este santísimo sacrificio". Es dudoso si se refiere al comentador actual o a la explicación homilética. Unos pocos años antes del Vaticano II es cuando se empezó a dibujar de nuevo esta figura del monitor, animador o comentador: en la Instrucción de 1958, sobre música y liturgia. Al principio, por la necesidad de ayudar a entender los textos que se proclamaban en latín, y luego, aun con textos en lengua viva, para ir motivando los diversos momentos y guiando la dinámica de la celebración. Las moniciones principales pertenecen más bien al mismo presidente de la celebración, pero hay otros momentos en que el comentador puede guiar, con breves y preparadas moniciones, hacia una oración más sentida, un canto más motivado, una lectura escuchada con mayor interés. Se esperaba del comentador que "lleve bien preparados sus comentarios, con una sobriedad que los hagan asimilables" (IGMR 68), que antes y durante la celebración coordine los diversos ministerios que, en conexión con el ministerio principal del presidente, ayudan a la comunidad en su celebración, contribuyendo a que la celebración tenga su oportuno ritmo y eficacia pastoral. El comentador "ocupa un lugar conveniente ante los fieles, pero no sube al ambón" (IGMR 68), porque el ambón está reservado a la Palabra de Dios. LOS LIBROS: Con las oraciones (misal) y las lecturas (leccionario) EL AMBÓN: Es el lugar desde donde se proclama la Palabra de Dios (en la Biblia) PAN Y VINO: La Misa siempre es la conmemoración (=hacer actual) de lo que Jesús hizo en la última cena con sus discípulos antes de morir. El pan que se usa tiene forma de obleas hostiasVASOS SAGRADOS: Cáliz, copón y patena LAS VINAJERAS: Son unas botellas de vidrio: una tiene vino y la otra agua EL SACERDOTE: Es la persona que hace presente a Jesús y actúa en su nombre ASAMBLEA: La primera realidad visible de la liturgia es la comunidad reunida, la asamblea cristiana. En griego esta congregación de fieles se llama "synaxis". La palabra "asamblea" viene del latín "assimulare", "juntar", de "simul", "a la vez". Ya en el Antiguo Testamento se dieron de modo muy significativo las grandes asambleas del pueblo de Israel, como en Ex 19-24, 1 Re 8 y Neh 8-9. En el Nuevo Testamento la convocatoria se produce en torno a Cristo Jesús y se llama sobre todo "Iglesia", "Ekklesia", pueblo congregado, y desde la primera generación es una realidad importante en el conjunto de la vida cristiana. Sobre todo en la convocatoria dominical. de la Eucaristía La motivación no sólo es pedagógica, sino mas bien teológica: "En la celebración de la Misa los fieles forman la nación santa, el pueblo adquirido por Dios, el sacerdocio real" (IGMR 62). Cristo prometió: "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20); esta es la razón fundamental de la dignidad de la asamblea litúrgica; es signo eficaz de la presencia de Cristo. A la vez es la realización concentrada de toda la Iglesia: "En la asamblea que se congrega para la Misa...se hará visible la Iglesia constituida en su diversidad de órdenes y misterios" (IGMR 58; Cf IGMR 257). Además la misma asamblea es la que, bajo la presidencia del ministro que la completa en nombre de Cristo, celebra la Eucaristía: " En la Misa o Cena del Señor, el pueblo de Dios es convocado, bajo la presencia del sacerdote, que hace presente a Cristo en persona, para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico" (IGMR 7). Por eso, al reformar las celebraciones sacramentales, y también la Liturgia de las Horas, se ha tomado como uno de los criterios fundamentales el favorecer por todos los medios la participación activa por parte de toda la asamblea reunida, cuidando de modo especial lo más propio de ella; la escucha atenta, la oración y el canto en los momentos oportunos, las acciones sacramentales en las que participa, las exclamaciones y diálogos, etc. PREGUNTAS FRECUENTES ¿Por qué la Misa es los Domingos? Jesús resucitó el primer día de la semana, al día siguiente del sabbat (sábado). Por eso los cristianos nos reunimos ese día con Jesús.Con el tiempo llegó a llamarse el día del Señor, en latín "dies dominicus". De ahí viene nuestra palabra domingo. ¿Por qué es necesario que haya un sacerdote para la celebración de la Misa? Porque él ha recibido la misión de hacer presente a Jesús en la reunión de los cristianos. Él preside la celebración de la Cena del Señor, en nombre de Jesucristo. ¿Por qué se hace una colecta? Los cristianos colaboramos con los gastos del templo y ayudamos a los necesitados. ¿Por qué algunas personas no comulgan? Antes de comulgar por primera vez, los niños y los adultos bautizados reciben una preparación que les ayuda a creer firmemente en la presencia real de Jesús en el pan y el vino consagrados. Si no han recibido esa preparación, no van a entender lo que están haciendo. (También cuando se está en pecado mortal no se puede comulgar). ¿Qué Significa? ALELUYA: Esta palabra hebrea significa: "que viva Dios, hay que darle gracias y alabarlo". AMÉN: La palabra la hemos heredado, sin traducirla, del hebreo, y significa "firme, seguro, estable, válido". Por eso se convirtió ya en el Antiguo Testamento en la aclamación con la que alguien, sobre todo la comunidad manifestaba su asentimiento y aceptación de lo que se ha dicho o propuesto. Con esta palabra se acaban las oraciones, bendiciones, promesas, alianzas. Simbólicamente se llama al mismo Dios "Dios del Amén" (Is 65,16), y en el Nuevo Testamento se afirma de Cristo Jesús que es tanto el Amén de Dios a la humanidad como el de la humanidad a Dios: "en Cristo sólo ha habido si: todas las promesa hechas por Dios han tenido su sí en él, y por eso decimos por él amén a la gloria de Dios" (2 Co 1, 19-20). Al mismo Cristo se le define como "el Amén":"Así habla el Amén, el testigo fiel y veraz" (Apoc 3, 14).Desde siempre se ha pronunciado el Amén en la liturgia cristiana, por ejemplo después de las oraciones. Como decía san Agustín, "el amén de ustedes es su firma (suscriptio), su asentamiento (consensio) y su compromiso (adstipulatio)" (Sermón contra los pelagianos, 3). Hay dos momentos en que el Amén tiene particular sentido. Ante todo como conclusión de la Plegaria eucarística. La comunidad subraya diciendo, o mejor, cantando, el Amén a lo que el que preside ha proclamado en su nombre. También en la comunión, cuando el ministro dice "El Cuerpo de Cristo" o "La Sangre de Cristo", el que recibe la comunión contesta "Amén", reafirmando así su profesión de fe en este momento privilegiado.ANTIFONA, ANTIFONARIO: Viene de la palabra griega "antifoné", sonido o canto contrario; designaba al principio un estilo de salmodia en el que dos coros alternan en su rezo o canto, estilo llamado por tanto "antifónico".Luego se ha llamado antífona a otras realidades. En la Eucaristía los cantos de entrada, ofertorio y comunión se llaman también en el Misal "antífonas". Lo mismo sucede en Completas con el canto mariano final.Pero sobre todo se da este nombre a las breves frases que se dicen o cantan antes y después del Salmo, en el Oficio divino. A veces estas frases están tomadas del mismo Salmo (destacando así una idea más oportuna para el tiempo o la fiesta), otras veces son pensamientos bíblicos o del mismo evangelio (que así dan color cristiano al rezo del Salmo), mientras que otras son frases que se aluden a la teología de la fiesta o a las características del santo que se celebra.En la oración de la comunidad cristiana estas antífonas han gozado siempre de aprecio, sobre todo cuando se cantan, y han mostrado una eficacia notable para hacer más viva la participación del pueblo en el rezo de los Salmos. "Las antífonas ayudan a poner de manifiesto el género literario del Salmo, lo transforman en oración personal, iluminan mejor alguna frase digna de atención y que pudiera pasar inadvertida, proporcionan a un determinado Salmo cierta tonalidad peculiar según las diversas circunstancias; más aun, siempre que se excluyan acomodaciones chocantes, contribuyen en gran medida a poner de manifiesto la interpretación tipológica o festiva, y pueden hacer agradable y variada la recitación de Salmos" (IGLH 113). ANTIGUO TESTAMENTO: Una de las novedades más significativas de la nueva liturgia postconciliar ha sido el lugar mucho más significativo que se le ha dado a la proclamación del Antiguo Testamento.En el ciclo ferial de la Eucaristía (de dos años) y en el Leccionario (sobre todo el bienal) del oficio de Lecturas, se incluyen largas selecciones del mismo en lectura (semi) continuada. También las primeras lecturas de la Eucaristía dominical se toman del Antiguo Testamento, excepto en la Cincuentena Pascual. En el caso de los domingos el Antiguo Testamento se "compone armónicamente con el evangelio" (OLM 67), mientras que en la lectura continuada de las ferias y en el oficio de Lecturas se seleccionan sus libros por si mismos, para seguir con ellos la dinámica de la historia de la Salvación. Así se ayuda a entender el misterio de la salvación en Cristo también en su perspectiva de Historia, que abarca en un único movimiento la preparación del laurel y el tiempo de la Iglesia, centrados ambos en el acontecimiento de Cristo. "En la liturgia la Iglesia sigue fielmente el mismo sistema que usó Cristo en la lectura e interpretación de las Sagradas Escrituras, puesto que él exhorta a profundizar el conjunto de las Escrituras partiendo del hoy de su acontecimiento personal" (OLM 3; Cf Lc 4, 16-21; 24, 5-35.44-49). Con la distribución de las lecturas pensada para los domingos (Antiguo Testamento, Nuevo Testamento y Evangelio) "se pone de relieve la unidad de ambos Testamentos y de la Historia de la Salvación, cuyo centro es Cristo contemplado en su Misterio Pascual" (OLM 66).El Antiguo Testamento nos ayuda a entender el Nuevo Testamento. Las categorías de la salvación en Cristo están tomadas de la herencia de Israel: Pascua, memorial, Mesías, profetas, el Siervo.Como decía san Agustín, en el Antiguo Testamento está latente ("latet") ya el Nuevo, y en el Nuevo se hace patente ("patet") el Antiguo (Cf DV 16 y OLM 5). Esto vale para entender el misterio de Cristo y también para lección de nuestra vida cristiana. La historia de Israel y la nuestra son continuación de una misma actuación salvadora de Dios, aunque con la esencial evolución de haberse cumplido en Cristo el tiempo de la plenitud.AÑO LITÚRGICO: Se llama "Año Litúrgico" o "Año Cristiano" a la especial organización del año como celebración progresiva del misterio de Cristo: "La Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo, en días determinados a través del año, la obra salvífica de su divino Esposo...En el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la navidad hasta la Ascención y Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor" (SC 102).El comienzo y el ritmo de este Año Litúrgico es distinto al año civil, o del escolar, o del comercial. Comienza ahora en el primer domingo de Adviento, en la liturgia romana. En el pasado ha habido épocas y familias litúrgicas que más bien lo iniciaban en primavera o en otoño.ATRIO: El atrio, del latín "atrium", indica el pórtico o espacio previo, a veces rodeado de columnas, de los edificios, sobre todo los palacios y las basílicas. Equivale al griego "narthex". En los textos del Antiguo Testamento resuena con frecuencia la alusión a los atrios del Templo de Jerusalén: "Entren en sus atrios trayéndole ofrendas, póstrense ante el Señor en el atrio sagrado" (Sal 95, 8-9).A veces el atrio equivale al templo mismo, en sentido simbólico: "Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa" (Sal 83, 11). Litúrgicamente puede tener un buen sentido pastoral el que haya un espacio intermedio entre la calle y la iglesia, una cierta separación pedagógica, que de algún modo "defienda" el espacio interior como espacio de silencio y oración, y a la vez sea lugar de reunión, saludo o despedida, antes y después de la celebraciónBENEDICTUS: El "Benedictus" es un cántico que Lucas pone en labios de Zacarías, padre de Juan Bautista, y que nosotros cantamos cada día en Laudes. El Benedictus, como el Magnificat, "expresa la alabanza y acción de gracias por la obra de la salvación" (IGLH 50). Está lleno de citas, explícitas o implícitas, del Antiguo Testamento, anunciando que Dios cumple ahora, con el Mesías, lo prometido, "según lo había predicho por boca de sus santos profetas", "realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres". Ahora, con la plenitud de Cristo, "ha visitado y redimido a su pueblo", dándole "la salvación que nos libra de nuestros enemigos" .BIBLIA: Es el libro sagrado de los cristianos. El Antiguo Testamento narra la Alianza que Dios hizo con el pueblo judío antes de Jesús. El Nuevo Testamento narra la Nueva Alianza que Dios hizo con todos los hombres por medio de su Hijo Jesucristo.BREVIARIO: Breviario (del latín "brevarium") quiere decir resumen, abreviación. Tertuliano llama al Padrenuestro "brevarium totius Evangelii", "resumen de todo el Evangelio" (Ora. I). Se ha llamado así sobre todo al volumen o volúmenes en que a partir del siglo XII se fue concentrando todo el Oficio Divino. Hubo ya desde el siglo X una tendencia a refundir en volúmenes únicos los libros litúrgicos que antes estaban separados, pero que así podían facilitar el rezo (lecturas, oraciones, salmos, antífonas e himnos, etc.). El Breviario completo sólo aparece a principios del siglo XIII, para uso de la Curia romana bajo el pontificado de Inocencio III, y fue difundido en seguida sobre todo por los franciscanos, que así, con un volumen más manual, sin musicalización y con lecturas más breves, podían rezar mejor desde su característica de vida itinerante. El Breviario se adaptaba más a lo que poco a poco iba a ser el modo más frecuente de rezo, el personal, abandonado así el rezo comunitario en coro.CATÓLICA: En griego, esta palabra significa "universal": la Iglesia está abierta a todos los habitantes del universo. CAMPANAS: Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para señalar con su sonido la fiesta o la convocatoria de la comunidad. Desde el sencillo "gong" hasta la técnica evolucionada de los fundidores de campanas o los campanarios eléctricos actuales, las campanas y las campanillas se han utilizado expresivamente en la vida social y en el culto. Son instrumentos de metal, en forma de copa invertida, con un badajo libre. Cuando los cristianos pudieron construir iglesias, a partir del siglo IV, pronto se habla de torres y campanarios adosados a las iglesias, con campanas que se convertirán rápidamente en un elemento muy expresivo para señalar las fiestas y los ritmos de la celebración cristiana. También dentro de la celebración se utilizaron las campanillas, a partir del siglo XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre su uso) porque ya la celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se quieran hacer servir, no tanto para avisar de un momento -por ejemplo, la consagración- sino para darle simbólicamente realce festivo, como en el Gloria de la Vigilia Pascual.Los nombres latinos de "signum" o "tintinnabulum" se convierten más tarde, hacia el siglo VI, en el de "vasa campana", seguramente porque las primeras fundiciones derivan de la región italiana de Campania. Las campanas del campanario convocan a la comunidad cristiana, señalan las horas de la celebración (la Misa mayor), de oración (el Angelus o la oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o la defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con su repique gozoso anuncian las fiestas. Y así se convierten en un "signo hecho sonido" de la identidad de la comunidad cristiana, evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una sociedad que puede estar destruida. Como también el mismo campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que debería tener nuestra vida.CANON: La palabra viene del griego "kanon", que indica regla, medida, norma. Se aplica a muchas realidades; los canones de la convivencia o del arte, los canones del Código de Derecho, los libros "canónicos" (los que la iglesia admite como revelados), las horas "canónicas" del Oficio Divino, la "canonización" de los santos, etc.En liturgia se ha aplicado a la oración central de la Eucaristía. En latín se llamó "canon actionis", en el sentido de "norma con que se desarrolla la acción" Sacramentario Gelasiano) o "canon Missae" (Sacramentario Gregoriano). Pero ha tenido otros nombres: anáfora, prex, y ahora sobre todo "Plegaria Eucarística", que expresa mejor su contenido. CÁNTICO: Se llama cánticos en la Liturgia de las Horas a los cantos de la Biblia, a modo de himnos, pero que no son salmos. Se emplean en varias horas de la alabanza de las Horas. En Laudes, entre los salmos primero y tercero se intercala, en segundo lugar, un cántico del Antiguo Testamento (Daniel, Judit, Tobías, y sobre todo Isaías), uno para cada uno de los días durante cuatro semanas. En Vísperas, después de los dos primeros salmos, se añade -y ha sido novedad en esta última reforma- un cántico del Nuevo Testamento (Efesios, Filipenses, y sobre todo Apocalipsis), una serie de siete que se repiten cada semana, más uno de la carta de Pedro para los domingos de Cuaresma.También son cánticos los tres cantos del evangelio que se incluyen cada día en la alabanza de las Horas. El Benedictus, el Magnificat y el Nunc dimittis, los tres tomados del evangelio de Lucas, y que son tratados en su rezo con los mismos honores que la proclamación del evangelio en la Eucaristía. También se utilizan los cánticos para las Vigilias prolongadas (Cf IGLH 73).CANTO: El canto (del latín "cantus, cantare") es uno de los elementos más importantes de la oración litúrgica. Su motivación y su especificación se encuentra sobre todo en dos documentos: la instrucción "Musicam sacram", de 1967, y la introducción a la Liturgia de las Horas (1971: IGLH 267-84). El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Tanto en la vida social como en la cúlticoreligiosa, el canto no sólo expresa sino que en algún modo realiza los sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica. "No ha de ser considerado el canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios" (IGLH 270).El canto hace comunidad, al expresar más validamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en la vida familiar y social como en la litúrgica.El canto hace fiesta, crea clima más solemne y digno en la oración: "nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y su piedad por el canto" (MS 16).El canto es una señal de euforia. El canto tiene en la liturgia una función "ministerial": no es como en un concierto, que se canta por el canto en sí y su placer estético y artístico. Aquí el canto ayuda a que la comunidad entre más en sintonía con el misterio que celebra. A la vez que crea un clima de unión comunitaria y festiva, ayuda pedagógicamente a expresar nuestra participación en lo más profundo de la celebración.Así el canto se convierte de verdad en "sacramento", tanto de lo que nosotros sentimos y queremos decir a Dios, como de la gracia salvadora que nos viene de él.CENA DEL SEÑOR: Del latín "coena o caena" (del griego "koiné", común, comida en común). Es el nombre que, junto al de "fracción el Pan", le da por ejemplo san Pablo en 1 Cor 11,20 a lo que luego se llamó "Eucaristía" o "Misa" ("kyriakon deipnon", cena señorial, del Señor Jesús). Es también el nombre que le da el Misal actual: "Misa o Cena del Señor" (IGMR 2 y 7).El Jueves Santo la Eucaristía con que se da inicio al Triduo Pascual es la "Misa in Coena Domini", porque es la que más entrañablemente recuerda la institución de este sacramento por Jesús en su última cena, adelantando así sacramentalmente su entrega de la Cruz.CEREMONIA: Del latín "caerimonia o caermonia". Se llama así a un rito, tanto en el contexto social como en el religioso, que se realiza en honor de alguien o de algo, con un tono de solemnidad ritual, más bien público y reglamentado.En todas las liturgias se habla de ceremonias: desde las del Templo de Jerusalén y las religiones paganas hasta la celebración cristiana. La expresión se entiende popularmente más bien referida a la forma exterior de rito y a su exactitud formal. Pero eso no debe prejuzgar la profundidad de su estilo, que abarca tanto la fenomenología externa como la realidad invisible que sucede. Es lo que quiere transmitir el Ceremonial de Obispos: "Las sagradas celebraciones que preside el obispo manifiestan el misterio de la Iglesia, en el cual está presente Cristo; no son, por lo tanto una mera suntuosidad de ceremonias" (n. 12).Seguimos llamando "maestro de ceremonias" al que, en colaboración con el presidente y los otros ministros, prepara y dirige la celebración (Cf IGMR 69, y sobre todo CE 34-36). CREDO: Es una palabra latina que significa "creo". Con este nombre se designa la fórmula que expresa nuestra fe de cristianos. CORDERO DE DIOS: En los tiempos del Antiguo Testamento, los creyentes ofrecían corderos a Dios. A Jesús se le llama Cordero de Dios porque Él ofrece su vida a Dios. COMUNIÓN DE LOS ENFERMOS: Algunos miembros de la comunidad cristiana, nombrados para ello pueden llevar la Eucaristía a domicilio a los enfermos. El sacerdote les confía la Hostia Sagrada en una pequeña cajita llamada "portahostias" y les encarga decirle al enfermo que todos oran por él.CONCELEBRACIÓN: Se llama concelebración al hecho de que varios sacerdotes celebran juntos la misma Eucaristía, presididos por el celebrante principal, en contraste con lo que hasta el 1965 era uso corriente: las Misas individuales en los varios altares. Se puede llamar así a toda clase de celebración, por ejemplo de la Liturgia de las Horas, pero se suele reservar a la de la Eucaristía. El Concilio (SC 57) decidió restaurar o ampliar el rito de la concelebración a muchos más casos de los que antes se habían conservado de los siglos anteriores. De tal modo que ahora es ya un uso corriente cuando son varios los sacerdotes presentes. La regulación de este rito está en su propio ritual, el "Ritus servandus in Concelebratione Missae", promulgado por primera vez en 1965 (Cf IGMR 153-208).No son fáciles de interpretar los testimonios antiguos de la concelebración tanto en la iglesia latina como en la oriental. La forma de realizarla no era la actual, porque ahora --tal vez como efecto de la espiritualidad marcadamente ministerial e individual de los sacerdotes en los últimos siglos-- se ha instaurado una celebración en la que no sólo el sacerdote principal sino también los otros dicen algunas partes de la Plegaria Eucarística. En los primeros siglos era el obispo o sacerdote principal el único que asumía el papel presidencial, subrayando así más su ministerio de signo visible y sacramental de Cristo. La decisión no se ha tomado después del Concilio, sino ya antes, con Pío XII en 1957,en una respuesta del Santo Oficio.Si se ha decidido restaurar la concelebración eucarística, no ha sido precisamente porque así se resuelve el inconveniente de la pluralidad de Misas, ni para dar solemnidad a una fiesta, sino por motivos teológico-espirituales.La concelebración expresa mejor la unidad del sacerdocio: "son muchos los sacerdotes que celebran Misa: sin embargo cada uno no es más que un ministro de Cristo, que, por medio suyo, ejerce su sacerdocio" (Euch. Myst. 47; Cír PO 7). Pone también de relieve la unidad del sacrificio eucarístico: "puesto que todas las Misas reactualizan el único sacrificio de Cristo", "varios sacerdotes a la vez, con una sola voluntad ofrecen, realizan y al mismo participan en uno solo sacrificio por medio de un solo acto sacramental" (ibid). Y finalmente este modo de celebración pone de relieve la unidad del Pueblo de Dios: "pues toda Misa, en cuanto celebración del sacramento con que continuamente vive y crece la Iglesia... es acción de todo el pueblo santo de Dios, que actúa según un orden jerárquico" (ibid). La concelebración se aconseja de modo particular en ocasiones en que tiene más significación eclesial: la Misa crismal, las ordenaciones, los sínodos, la dedicación de las iglesias, y en general todas las celebraciones presididas por el obispo. CONFESIÓN: La palabra "confesión" viene del latín "confiteri", que a su vez proviene de "fateri" y "fari", hablar. En griego responde sobre todo a "exomológesis". Significa declarar, reconocer, admitir, confesar.Se puede referir a Dios (confesar la grandeza de Dios), a Cristo (dar testimonio, confesar a Cristo ante los hombres; Cf Rom 10, 10), a la fe verdadera (confesión de fe, el símbolo del Credo). Preferentemente se usa en relación a los propios pecados: reconocer y acusar el pecado ante Dios (Salmo 32, 5; 51, 5). A veces forma parte de la Eucaristía: el Misal llama "confesión general" al acto penitencial con que se inicia la Misa (IGMR 29).Pero sobre todo se llama confesión a la acusación de los pecados ante el ministro de la Iglesia en el sacramento de la Reconciliación penitencial. Es uno de los "actos del penitente" en este sacramento, junto al dolor interior, el propósito y las obras de conversión. La confesión puede empezar, si se quiere, con el "yo confieso" (Ritual 18). Tal vez es el acto más característico en la sensibilidad del pueblo cristiano, de tal modo que durante siglos al sacramento se le ha llamado "confesión, ir a confesarte", tomando una parte por el todo.El "Ritual de la Penitencia" (1974) y más tarde la instrucción de los obispos españoles "Dejaos reconciliar con Dios" (1989) motivan bien, dentro del proceso penitencial, el aspecto de la confesión: una parte necesaria del camino normal de la reconciliación por parte del penitente, que, como signo de su conversión interior, reconoce su falta ante el ministro eclesial y escucha de él la absolución es nombre de Dios y de la Iglesia. La confesión individual, complementada por la absolución, es el único modo ordinario mediante la cual los fieles que han pecado gravemente pueden reconciliarse con Dios y con la Iglesia, tanto cuando se acercan al sacramento en su forma individual como cuando lo celebran comunitariamente.Incluso en la tercera forma, cuando no pueden realizarse la confesión individual ni darse la absolución a cada uno personalmente, deben haber de momento, según el Ritual, una "confesión general", quedando para cuando se pueda realizar el proceso íntegro la confesión individual o auricular. El Ritual (n, 35). Describe esta confesión general: se trata de manifestar con algún signo externo la conversión interior y el deseo de recibir la absolución el "yo confieso", un canto, el Padre Nuestro, algún signo corporal como el inclinar la cabeza o arrodillarse. CONFESIONARIO: "Confesonario" o "confesionario" es el lugar donde se celebra la parte individual del sacramento de la Reconciliación. Toma el nombre del aspecto más característico del mismo, la confesión de los pecados por parte del penitente al ministro de la Iglesia.Durante siglos esta sede penitencial era sencillamente un asiento abierto, a veces situado en la sacristía o en una capilla discreta de la iglesia. Fue a partir de Trento, parece ser que por primera vez con san Carlos Borromeo, a fines del siglo XVI, cuando, para dar más solemnidad al sacramento, se empezaron a idear los confesonarios tal como nosotros los hemos conocido, a modo de habitáculo o garita con abertura delante y con rejas a los lados.Ahora se les llama "sedes penitenciales", o sea, una sede presidencial y a la vez penitencial, para que pueda tener lugar con tono celebrativo el encuentro eclesial de este sacramento. También se estudia la renovación y adaptación de sus formas como mueble. El episcopado español, en su instrucción "Dejaos reconciliar con Dios" de 1989, indicaba que "ha de evitarse que las sedes para el sacramento de la penitencia o confesionarios estén ubicados en los lugares más oscuros y tenebrosos de las iglesias como en ocasiones sucede. La misma estructura del mueble confesionario, tal y como es en la mayoría de los casos, presta un mal servicio a la penitencia, que es lugar de encuentro con Dios, tribunal de misericordia y fiesta de reconciliación" (n. 79). Y en otro documento anterior de 1978, en donde el mismo episcopado daba orientaciones sobre este sacramento, pensando seguramente en el nuevo gesto sacramental de la imposición de manos, pedía que las sedes de los ministros tengan una forma que sea apta para el desarrollo del rito íntegro (n. 71).ESPÍRITU SANTO: Es la persona divina que Dios nos da para que vivamos como Jesús. EVANGELIO: Esta palabra de origen griego significa: "buena noticia". La Buena Noticia es el mismo Jesús, que vive con nosotros. Se llaman "Evangelios" los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, que nos transmiten la Buena Noticia. EUCARISTÍA: Es una palabra que viene del griego y significa "agradecimiento, acción de gracias". Con este nombre se conoce también a la misa. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA: Significa que los discípulos deben repetir en memoria de Jesús lo que Él hizo y dijo en la Última Cena. HOSTIA: La palabra hostia significa "víctima ofrecida". La hostia consagrada es Jesucristo que se ofreció para dar la vida a todas las personas .IGLESIA: En griego, esta palabra significa "asamblea". "Iglesia" escrita con "I" mayúscula, significa la comunidad total de los cristianos en todo el mundo. MISA: A la reunión eucarística: actualmente se le conoce con el nombre de Misa, porque en latín, la frase con que se anunciaba que la celebración ya había terminado era: Ite, missa est.MISERICORDIA: Viene de dos palabras latinas que significan "miseria" y "corazón". Dios tiene misericordia por nosotros porque abre su corazón a todas nuestras miserias. También significa "Amor más allá de lo justo". OMISIÓN: Dejar de haber hecho algo bueno que yo hubiese podido haber hecho .PASIÓN: Los sufrimientos que padeció Jesús antes de morir en la Cruz. PONCIO PILATO: Es el nombre del gobernador romano que mandó crucificar a Jesús. RECONOCERSE PECADORES: Reconocer que nos hemos alejado de Dios, que es amor. SACRAMENTO DE NUESTRA FE: Es el signo sagrado de nuestra fe.