Ensayo: Bases Criminológicas de la Psicología Forense Autora: Jessica Sacoto Flores Facultad de Psicología, Pontificia Universidad Católica del Ecuador Psicología Forense Dr. Roberto Sicard 29 de agosto de 2022 Bases Criminológicas de la Psicología Forense La Criminología inicia en el siglo XIX como una disciplina científica que estudia la criminalidad y tiene por objeto la prevención del delito, el tratamiento del delincuente y la reparación de la víctima (Institut d´Estudis Catalans, 2015). Para lograr estos propósitos ha sido necesario incorporar dentro de su metodología científica a la Psicología Forense que, a través de entrevistas, pruebas psicológicas, y posteriormente el informe pericial, le aportará con conocimientos científicos de valor jurídico acerca de la persona del agresor como de la víctima, y así guiar la investigación criminal como la aplicación de leyes. El presente trabajo tiene como objetivo analizar los avances históricos de la criminología y como la psicología se ha ido integrando en su área multidisciplinaria. A principios del siglo XX la finalidad de la Criminología era “el estudio de las causas de los delitos, los actos en que se manifiestan, los caracteres fisiopsíquicos de los delincuentes y las medidas sociales o individualizadas de profilaxia o represión del delito” (Ingenieros, 1913). En este punto, podemos observar que la Criminología en un principio centró su estudio en las características físicas y biológicas del delincuente, para luego incorporar los factores psicológicos del agresor, así como sus factores contextuales y las reacciones sociales que produce esta conducta (Garrido et al., 2006). Es aquí donde surge la necesidad de valerse de los conocimientos de la psicología que se define como la ciencia que estudia los procesos cognitivos, la afectividad, la motivación y el comportamiento del ser humano (Aguilar, 2010). El uso de la psicología para capturar criminales inició en 1888, cuando el Dr. George Phillips diseñó el método “modelo – herida” para determinar el perfil del delincuente con base en el análisis de la naturaleza de las lesiones de la víctima. Sin embargo, en 1876, el médico Cesar Lambroso ya había diseñado la “Teoría de Antropología Delictiva”, en donde clasificó a los delincuentes en: criminal nato, delincuentes dementes y criminaloides, basándose en características físicas. En esta misma línea, el criminólogo Kretschmer clasificó a los criminales en cuatro grupos: Leptosómico, Atlético, Pícnico y Mixto, pero, ambas teorías fueron criticadas por carecer de evidencia científica y posibilidad de generalización (Turvey, 1999). Una teoría más aceptada fue la del Psiquiatra James Brussel en 1957 quien comparó las conductas del delincuente con desórdenes mentales similares, logrando formar por primera vez el “perfil psicológico”. Posteriormente, Tapias y colaboradores (s.f.) recopilan hechos de importancia para la psicología que inician con la elaboración de perfiles psicológicos de gran ayuda para grupos especializados en investigación criminal. Es así que en 1975 los profesionales del FBI (Federal Boureau Investigation) elaboraron un perfil de asesino sádico y asesino sexual para diferenciar las motivaciones existentes en un homicidio sexual, como pueden ser excitación, ira, venganza y la reafirmación del poder. Luego, en 1978 se inició un proyecto piloto de análisis psicológico criminal con el fin de formular perfiles mediante entrevistas de investigación con criminales encarcelados, que tenía por objeto establecer las características, motivaciones actitudes y comportamientos de los delincuentes involucrados en crímenes específicos y así procesar una base de datos (Ault y Reese, 1980). Asimismo, en 1983 Hazelwood elaboró perfiles psicológicos de violadores, a través de entrevistas con la víctima, en donde ahondaba sobre el análisis de comportamiento del agresor y su posible motivación (Arrigo, 1999). En esta década, el Senior Investigation Officer (SIO) logró el primer reconocimiento a la psicología dentro del ámbito criminal cuando elaboraron el perfil de un secuestrador en serie, siendo crucial para su identificación y posterior condena. Luego, a finales de los ochentas los agentes del FBI empezaron a trabajar con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM) para clasificar los crímenes de asesinatos, incendios y abusos sexuales, con una visión multicausal de los fenómenos de la criminalidad (Tapias et al., s.f.). Más adelante, Sutherland en 1992, propuso la teoría de “Asociación diferencial” en la cual planteaba que los comportamientos delictivos no tienen una base genética, sino que son aprendidos a través de las interacciones con grupos sociales desviados, siendo importante las motivaciones y justificaciones dadas para la comisión del delito. En esta misma línea, Durkheim, había planteado que la influencia de circunstancias macrosociales, debilita el sistema de valores individuales, dando como resultado una “Sociedad Anómica” sin bases sólidas para regular su conducta de acuerdo a las normas sociales. Estos postulados, sirvieron para que Agnew estableciera la teoría de la “Tensión”, basándose en la idea de Cohen, quien planteaba que los jóvenes de clase baja sufren de frustración por no poder alcanzar gratificaciones inmediatas de estatus social, y esto los llevaba al cometimiento del delito en “pandillas” para sentir alivio (Buil, 2016). Sin embargo, Travis Hirschi creía que a las teorías anteriores les faltaba añadir el factor de “Vínculos sociales” pues planteaba que el apego, el compromiso, la implicación y las creencias de individuo pueden actuar como factores protectores para el cometimiento del delito, además, propuso que las personas con bajo autocontrol eran más proclives a cometer actos antisociales. Otros enfoques como el “Etiquetamiento” consideraba que una sociedad que define a cierto comportamiento como desviado, provocaba una etiquetación en el individuo que interioriza dicha etiqueta para hacer una carrera delictiva. Por otra parte, la teoría de las “Oportunidades” y de las “Ventanas Rotas” establecen que un delito se comete en circunstancias específicas de acuerdo a las oportunidades que le crea el entorno, y que este mismo delito a su vez puede crear otro mayor, por lo que se debería crear políticas estrictas para controlar los comportamientos antisociales incluso desde las pequeñas infracciones (Buil, 2016). Estudios más recientes, han intentado explicar la conducta antisocial a través de modelos integradores, por ejemplo, David Farrington en 2005 formuló la teoría integrada del potencial cognitivo antisocial (ICAP), en la cual se hace énfasis en la Criminología del desarrollo cuyo objeto de estudio es la evolución del comportamiento antisocial en las diferentes etapas del ciclo vital, así como los factores de riesgo y protección, a la vez que incorpora factores biológicos, emocionales, educativos y sociales como potenciales factores predictivos del delito. Asimismo, en 2015 el Psicólogo Santiago Redondo desarrollo el modelo de “Triple Riesgo Predictivo” que incluye factores personales, oportunidades delictivas y pobre red de apoyo social (Buil, 2016). Actualmente, con base en los modelos citados anteriormente los psicólogos forenses participan en los tribunales de justicia realizando pericias psicológicas para casos de agresión sexual, violencia doméstica, homicidios, feminicidios, etc., evaluando tanto al agresor como a la víctima, siendo crucial la determinación de la credibilidad del testimonio, posibles trastornos mentales y la responsabilidad criminal, aportando una guía para las decisiones futuras del tribunal, por lo cual, es necesaria una continua preparación académica y profesional (Vázquez, 2007). Finalmente, concluiremos que la labor del psicólogo forense ha estado íntimamente ligada a la criminología desde sus inicios, siendo de vital importancia una visión multifactorial de la génesis y evolución de las conductas delictivas, para esto, se necesita de evaluaciones forenses y una metodología científica que aporte bases sólidas para elaborar el perfil criminal. Esto nos ayudará a entender y predecir el patrón de comportamiento, las motivaciones de la conducta antisocial y/o criminal, así como, los factores familiares y sociales que propiciaron la continuidad del delito. Solo así podremos dar una guía confiable y viable para toma de decisiones judiciales, creación de políticas públicas e intervención psicosocial de forma adecuada y eficaz. Jessica Sacoto Flores Referencias: Aguilar, D. (2010). Fundamentos generales sobre criminología y control social. En Contribuciones a las Ciencias Sociales. Recuperado de www.eumed.net/rev/cccss/08/daa10.htm Arrigo, B. (1999). Introduction to forensic Psychology. Issues and controversies in crime justice. San Diego: Academic Press. Ault, R. y Reese, J. (1980). A Psychological Assessment of Crime: Profiling. FBI Law Enforcement Bulletin. Pp. 22 – 25. Buil, D. (2016). ¿Qué es la criminología? Una aproximación a su ontología, función y desarrollo. En Derecho y Cambio Social. Recuperado de www.derechoycambiosocial.com Garrido, V., Stangeland, P. y Redondo, S. (2006). Principios de Criminología (3° ed.). Valencia, España: Tirant lo Blanch. Ingenieros, J. (1913). Criminología. Madrid, España: Editorial Daniel Jorro. Institut d´Estudis Catalans. (2015). Criminología. Recuperado de http//:goo.gl/y3NhoS Tapias, A., Avellaneda, L., Moncada, M. y Pérez, I. (s.f.). Elaboración de perfiles criminales desconocidos con base en la escena del crimen. [Documento impreso]. Turvey, B. (1999) Criminal Profiling: An Introduction to Behavioral Analysis. San Diego: Academic Press. Vázquez, B. (2007). Manual de Psicología Forense. Madrid, España: EDITORIAL SÍNTESIS, S.A.