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Cinco-Puntas

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EL NAHUAL
DE
CINCO PUNTAS
DOMINGO DELGADO SOLORZANO
Dibujo de portada: Domingo Delgado Solórzano.
Diseño de portada: Montes & Montes
Los Reyes Mich. C.P. 60300
Tel. 01 354 542 43 44
El Nahual de Cinco Puntas. Historia fantástica.
Domingo Delgado Solórzano
Primera edición, 20043.
Morelia, Michoacán, México
Derechos reservados conforme a la ley
© Domingo Delgado Solórzano 1998 - 2003.
Derechos reservados conforme a la ley.
ISBN 970-703-233-2
Queda prohibida la reproducción parcial o total sin la autorización por escrito
del autor.
domingodelgado5@hotmail.com
perceptica@hotmail.com
Impreso y hecho en los Estados Unidos Mexicanos.
INDICE
Prólogo
78
La regla del nahual de cinco puntas
165
La retrospección del ensueño
4937
Las otras conciencias orgánicas
9267
Las conciencias inorgánicas
13495
La regla del nahual de cinco puntas reclasificada
126
179
El linaje del nahual de la búsqueda
del punto
2301
161
de encaje artificial
Aura ámbar
18727690
El arte del atisbo aplicado a un nahual de tres puntas
Epílogo
217
3110
253634
-0-
PROLOGO
En el suroeste del Estado de Michoacán de Ocampo, en el occidente de
Los Estados Unidos Mexicanos, cortados los yermos de esa cuenca por el
serpentear de un caudaloso río, se desarrolló un linaje de perceptores, quienes
en sus días de gloria, fueron los científicos y tecnólogos del mundo actual. Su
decisión, a diferencia de nuestra civilización, fue la de conocer el origen de la
materia. Así se adentraron en el conocimiento de la energía, creando las más
variadas e intrincadas metodologías y técnicas para observar lo que hoy
conocemos como energética.
Refundidos en esa tierra árida e inhóspita, sus ojos se recrearon y solazaron
en el conocimiento de la energía que extraños seres orgánicos les legaron
grabado en cristales; conciencias que caminaron la tierra en sus albores con las
más bizarras formas y funciones.
Los perceptores a su vez, graficaron ese conocimiento en cuevas; un legado
obligatorio para intentar ir en busca, no sólo de una libertad que simboliza la
conservación eterna del poder estar consciente de, sino del poder ser el mismo
consciente del poder.
La historia de la humanidad está plagada de incógnitas y misterios. La
humanidad misma es la primera y el más grande de todos. Llena de
confusiones, de verdades ocultas, de repetidas falsedades, negociaciones
positivas y positivismo negativo, hasta caer en una relatividad conceptual
contradictoria entre el tiempo y el espacio… nuestro.
La humanidad no es lo maravillosa que se ha auto creído. Engreída y
pedante ha caminado por el sendero del dolor desgarrador, del llanto
incontrolable y del vergonzoso placer del derramamiento de su propia sangre.
Ha estado sometida desde su nacimiento a un constante intento de suicidio
colectivo. Golpeada intensamente por la fuerza creadora-destructora en el
continuo agónico del espacio-tiempo, cree en la esperanza de ser redimida y
salvada por uno solo de sus elementos.
Todo cuanto existe está sujeto a un ritmo. Es la regla omnipresente con sus
leyes inexorables que rigen nuestra existencia. Este relato siempre me pareció
ser, el del yugo que nos gobierna. El que nos ata a todos los demás, pero
también aquel que nos puede liberar.
Retrospectivamente, la humanidad no ha existido jamás. Unos instantes de
supervivencia en el vasto océano de la eternidad nos han condenado a
creernos el Todo, cuando en realidad somos únicamente la Nada. Pues además,
existen otros. Las otras conciencias orgánicas que nos miran y conviven entre
nosotros. Los que nos usan para su solaz, para incrementar su ánimo y para
imbuirnos el caro placer del juego mortal. Biomáquinas programadas para
buscar y encontrar. Búsqueda que hacemos por y para ellos en un infierno al
que no pueden arribar. A la par, otras conciencias arrempujadas en inmóviles
receptáculos inorgánicos nos han hecho despertar. Nos han imbuido con la
rebeldía, nos han hecho creer en ellas dogmáticamente, pues esperan que el
objeto de nuestra búsqueda les sea entregado a ellas.
Entre esta lucha cósmica de conciencias móviles e inmóviles, de luz y de
sombra, de proyecciones virtuales y de concretas realidades; el ojo taladrante
de quien nos posee, nos mira. La infantil conciencia del hombre confía. Ha
confiado en ellos y en ellas. Y con aquellos y con aquellas ha creado
estructuras de adoración, de administración y de investigación. Encaje fijo que
retiene la existencia del hombre alienando los flujos del Ser consciente que nos
contiene. Esta acelerada revisión es la búsqueda retrospectiva del objeto del
poder. Del poder existir en cada lugar del Ser que nos contiene y finalmente del
poder para poder salir fuera de ese Ser.
Las cuevas son los únicos y últimos vestigios que quedan de los
perceptores. La apertura de algunos linajes mexicanos les ha colocado el mote
de “nahuales” tanto a sus líderes como a sus grupos. En este relato
continuaremos nombrándolos igual, tanto al recipiente de ese conocimiento,
como a la sapiencia misma. Aclarando únicamente, que ni es la brujería que en
ella vieron los religiosos, ni tampoco es la hechicería con la que se le observa
hoy en día.
Al principiar la década de los ochentas, mientras hacía una investigación de
campo para la elaboración de una tesis que para obtener el título en la
licenciatura en psicología me requería la universidad, por algunas señas dadas,
encontré una cueva. Existía un reverente temor entre los nahuas de esa región
por ese lugar. La información obtenida era que ahí iba a encontrar la conducta y
el comportamiento que tuvo esa cultura hacía miles de años. Los datos
encontrados desde el aspecto psicológico llenaron todas mis expectativas.
Entre ellos discerní otros concatenados que correspondían al aspecto filosófico.
Esta concatenación disciplinaria elevó aún más mi interés, ya que a la par,
estudiaba la licenciatura en filosofía y letras, y esto me daba la oportunidad de
comenzar mi tesis en esa otra vertiente académica.
Este relato se compone de temas que han despertado el interés
antropológico del público en general por conocer la visión del mundo que
nuestros antepasados tenían. Principalmente, porque el punto egocéntrico de la
cultura grecolatina nunca ha podido llenar los vacíos dejados por una
idiosincrasia impuesta y manipulada con la satanización del acto reproductivo.
El hombre fue creado con la necesidad de gobernarse y de gobernar su
entorno. Es esta sensación de control lo que fija su atención y crea el universo
donde existe. Por consiguiente, el control del control le fue concedido para
perpetuar su especie y la conciencia del “lugar” que ocupa, estructura y habita.
Este poder le fue programado a través de un proceso que los nahuales y sus
linajes llaman la regla. La regla del nahual de cinco puntas es el sustento de la
nahualogía pentagonal, tercera parte de la percéptica. El conocimiento de la
regla y del proceso que la compone es el don de la perpetuidad del consciente.
Su práctica es la retrospección de la conciencia hacia cada inserción del punto
de encaje en las grandes bandas de emanaciones. El resoñar cada ensueño
que el cuerpo energético ha tenido. Significando que cada vez que se ha
ensoñado se ha entrado a la segunda atención.
En nuestro universo atencional conviven varias clases de conciencias, cuyos
vehículos se forman de carbono, de silicio, de sus derivados y de compuestos
análogos cuyas formas y funciones están en rangos oscilatorios diferentes a los
del hombre.
La regla del nahual de cinco puntas que rige la perpetuidad de la conciencia
total se racionaliza en conceptos, cuyas definiciones nos dan una idea general
de la energía dura o fija. Pero que a fin de cuentas no dice nada, ya que las
lógicas atencionales difieren tanto en su esencia como en el punto donde
encaja la percepción, el cual es directo en proporción a la carga energética del
perceptor. Es una comprensión silenciosa del misterioso funcionamiento de la
conciencia. Más allá de la lógica contradictoria plana aristotélica y tomista de la
negación mágica de la creación, que afirma la existencia dogmática de un
creador cómodamente humanoide y organizado en el conocimiento de lo
desconocido. La organización de la ignorancia no me explica nada, pero me
salva el alma perdonando mis iniquidades. Cuanta comodidad ¿Verdad?
Después, salida de esta contradicción de conceptuar a la magia como mentira y
a Dios como verdad, actuando todo lo contrario; viene el mito y la leyenda
multicultural del tiempo lineal. ¿Existe el hombre solitario, como conciencia, en
el vasto y cuasi infinito universo tridimensional? o ¿Existen otros como él? O lo
que todavía es inconcebible para el egocentrismo humano ¿Existen otros
distintos a él?
Una y mil historias de intercomunicación permean el lado oscuro de la
humanidad. Y de ser ciertas ¿A qué vendrán? La regla del nahual de cinco
puntas es una exposición de tantas explicaciones donde todo lo confuso y
discordante de la historia universal parece fundirse y aflorar y donde se funde y
se hunde.
Hablaba de Dios. Concepto que encierra lo que el hombre sabe que jamás
conocerá. ¿Sabrá el hombre que “eso” no es posible conocerlo? O ¿Sabrá a
ciencia cierta que “eso” está tan cerca, tan a su alcance que teme tocarlo?
Terminar con los resguardos actuales traería cambios y transformaciones que
nos harían concebir la primera atención de forma muy diferente. El hombre se
ha resignado a nacer y a morir en una esfera local y ha renunciado al
conocimiento del complejo universal. ¿Será este el destino y la única misión del
hombre? ¿Qué hemos escogido ser ante el insondable misterio de la muerte?
¿Una evolución sexual donde la muerte biológica garantiza la supervivencia?
Fuerzas ajenas a nuestra abstracción biológica se tensan a nuestro alrededor.
De común acuerdo con grupos sectarios de humanos experimentan la
perspectiva biomolecular; otros silenciosamente nos permean esperando
pacientemente el momento crucial y algunos más nos manipulan al practicar su
intento y su voluntad.
La percéptica o las tres nahualogías es la cuarta ciencia que estudia los
cambios y transformaciones de la conciencia energética mediante el movimiento
y desplazamiento del punto de encaje y sus transmutaciones resultantes entre
la primera y la segunda atención. ¿Veremos alguna vez este concepto en un
diccionario acompañado de su respectiva definición siendo aceptado por la
ciencia ortodoxa?
…Para mover el punto de encaje es necesaria una voluntad impecable y ser
un nahual. Lo moveremos tantas veces como sea posible. Después tendrás que
recordarlo todo. Para esto deberás mover tu punto de encaje a voluntad, a cada
sitio a donde fue movido circunstancialmente. Cuando lo hagas tendrás
conciencia de la totalidad de ti mismo y entonces podrás entrar a la tercera
atención…
Tepenque Altatl, uno de los guardianes del linaje del nahual de cinco puntas
y por ende nahual él mismo, solía decir: “En tus sueños el punto de encaje se
mueve alejándote de esta realidad. Cada noche se mueve a incontables
posiciones. Escoge un sueño –decía-, cualquiera puede servir. Intenta, cada vez
que te vayas a dormir, volver a soñarlo. Cuando logres soñarlo una veintena de
veces más, comienza a intentar resoñar otros sueños. Cuando resueñes todos
tus sueños verás que estarás consciente de que eres realmente otro, y que ese
otro al recordarse a sí mismo habrá aprendido a moverse en mundos distintos.
Como puedes ver –terminaba diciendo-, para ser un perceptor no necesitas un
maestro, necesitas un sueño”.
El conocimiento grabado en porciones intermitentes de luz y oscuridad. La
retrospección significa resoñar. Mover el punto de encaje para oír y percibir las
bandas oscilatorias de nuestro devenir.
A diferencia de otros linajes que buscan la tercera atención, este linaje busca
la quinta atención. Para sobrevivir en la cuarta atención y para existir en la
quinta atención se necesitan los recuerdos totales del águila misma.
Los capullos somos conciencias orgánicas. El ensueño del águila se
compone de una gran variedad de especies energéticas. En cuarenta y ocho
grandes bandas de emanaciones existen estas variables. El objeto final de un
águila es construir setenta y seis grandes bandas de emanaciones, donde sólo
capullos existan. Una sola especie energética extendida y existiendo en ella. El
cruce de linajes. La compatibilidad energética… ¿Existirá? ¿Es la integración de
linajes en un todo, la tarea del que ensoñando, sueña con alcanzar la libertad
de ensoñar eternamente?
Durante algún tiempo consideré todo esto como parte del deseo fantástico
de cada ser humano de ser algo especial. Sin embargo, estudios superiores en
dos postgrados que estuve realizando, me hicieron cambiar de opinión y decidí
transcribir los garabatos de las cuevas.
La interpretación se ha apegado lo más estrictamente posible a su definición
original, usando conceptos actuales de los diferentes fenómenos naturales y
artificiales escanciados por el método científico. Aclarando que todavía en la
actualidad no tenemos conceptos que definan mucho del conocimiento
albergado en las cuevas.
… Por lo tanto, al llegar el punto de encaje al centro del capullo, alcanza a
percibir su conformación energética total y sus posibilidades infinitas. Entonces
se expande en las emanaciones de formas, pero todavía fuera del centro del
capullo del águila, o sea, en la serpiente. Esta es la tercera atención, donde la
absorción del conocimiento total del águila, engendra su igual, para ser repelido
al concluir la permeación, hacia la quinta atención; el lugar donde moran las
águilas…
La tarea es agrupar las células que formarán al nuevo ser: Aura Ambar.
Es menester hacer hincapié en tres detalles: Primero, aclarar que después
de varios intentos por estructurar esta relatoría, tuve que prescindir de los
diálogos como esencia narrativa a cambio del uso exagerado de preposiciones,
conjunciones y adverbios. Segundo, el uso de conceptos actuales no encaja a
veces como debieran, debido a las diferentes maneras de ver el mundo de
nuestra cultura contra la cultura percéptica. La traducción de ideologías,
etologías e idiosincrasias dista mucho de la del lenguaje cotidiano. Tercero,
encontrarán el uso aparentemente inadecuado de vocablos tecnocientíficos, los
cuales proyectan pseudo ciencia. Una mayor claridad hubiese sido posible con
un mejor manejo de mi parte de algunas ciencias exactas y naturales. Sin
embargo, aún con esto, una traducción cultural entre ambas cosmogoníascosmologías sólo sería posible si la comunicación interior individual y colectiva
de la humanidad se desconectara para dar paso al diálogo interior del águila.
LA REGLA DEL NAHUAL DE CINCO PUNTAS
Al poder invisible, intangible e incognoscible, origen de todos los poderes
que rigen lo ignoto y lo inteligible se le conoce como Cero. Se le llama así por
las cualidades de permutación y catálisis inmutables que lo caracterizan. Cero
al ensoñarse, vio que estaba hecho de formas y funciones. Sus formas son
estructuras perceptibles que oscilan en un movimiento perpetuo. Asemejan el
serpentear de una serpiente. Por eso, a la permutación oscilatoria inmutable de
Cero se le llama la serpiente. Sus funciones son poderes activadores y están
conscientes de ser. Perciben y ensueñan. Se les llama el águila porque
asemejan un ave falconiforme con sus alas extendidas, el pico abierto y las
garras dobladas, que desde las alturas lo ve todo con mirada penetrante.
El águila es el activador de la catálisis inmutable de Cero. Su actividad
genera potenciales invariantes e inversores directamente proporcionales a sí
misma conocidos como conciencias.
A la activación del águila se le llama vida o ensueño. Las conciencias somos
el ensueño del águila y las realidades cotidianas son el ensueño de las
conciencias.
La serpiente al oscilar genera una compresión-cohesión de la perceptibilidad
de Cero y a la vez una disolución-desintegración del perceptor perceptivo de
Cero.
A la permutación-oscilación de la serpiente se le llama realimentación
inercial inherente o muerte. Las conciencias somos el alimento de la serpiente
anabólicamente y del águila catabólicamente.
A la primera conciencia que Cero ensoñó, le decimos el águila. A las
conciencias que ensueña el águila se les nombra la luz y éstas se categorizan o
conjuntan perceptivamente por su opacidad, por su brillo o por su fulgor;
también por su claridad y por su resplandor. Asimismo, por su luminosidad y por
su radiación, por su esplendor, por lo refulgente o por su lustre, lo fúlgido y
sobre todo por las emanaciones caloríficas de su fuego interno.
Cero para gobernar a las conciencias las dotó de la serpiente inescrutable,
de las reglas inexorables y del don de la perpetuidad del fuego interno, que
aunque inextricable es también inextinguible e inexhaustible.
El águila es el plural de Cero. La pluralidad es el resultado de la actividad
catalítica de Cero. La primera reacción de los potenciales invariantes e
inversores directamente proporcionales a sí misma, conocidos como
conciencias, fue su reproducción. Después, fue la desintegración de los
potenciales para la realimentación de la serpiente. Bicondicional de la
sustentación pluriforme de Cero.
La serpiente es el singular de Cero. La singularidad es el resultado de la
densidad permutante de Cero. La primera reacción de las estructuras
perceptibles fue su maleabilidad. Después, fue la desintegración inercial
inherente o muerte, para la realimentación del águila. Unívoca de la
sustentación unitaria de Cero.
Al águila que nos ensueña se le llama Aura Negra, ya que al vislumbrarla
parece un zopilote de color negro mate, intenso y absorbente. Parece respirar
por la base del pico a través de sendos orificios nasales muy juntos, que dan la
impresión de no tener separación ósea. Una mancha bermellón oscuro con
tonalidades escarlata y carmesíes aparece como un largo y grueso cuello que
termina en una cabeza achatada con dos penetrantes oquedades de un grana
recóndito por donde irradian sus múltiples efluvios. Es negra porque casi en su
totalidad alberga conciencias opacas. En número de seiscientos sesenta y seis
son compuestos silícicos. Como el silicio, el silicato, el sílex y la sílice y
extrañas conciencias carborundas y siliconas y otras de silano y siloxano que
pululan en estado gaseoso.
Las conciencias luminosas son carbónicas y se dan en número de ocho:
turba, lignito, hulla, antracita, carboxilo, carbonilo, magnetita y actinotita. Tienen
una configuración energética ovoide, dividida longitudinalmente, lo que las hace
verse como silicuas. En el compartimiento derecho tienen una concavidad del
tamaño de un puño de color glauco. Es el punto de alineamiento. Las
conciencias lo alinean y lo encajan en las emanaciones de Aura Negra, para
que al percibir, les permita la concreción de la realidad cotidiana donde
escogieron fijar su atención.
Del total de estos seiscientos setenta y cuatro tipos de conciencias, Aura
Negra ensueña a tres con los que perpetúa la conciencia del estar consciente
de ser y con ellos se reproduce. A estos tres tipos de conciencia se les conoce
como el nahual de tres puntas, el nahual de cuatro puntas y el nahual de cinco
puntas.
Cada tipo de conciencia tiene su propia regla dentro de la gran regla. Cada
tipo de nahual tiene también su propia regla específica. El nahual de tres puntas
tiene tres compartimientos y dos puntos de encaje. El nahual de cuatro puntas
tiene cuatro compartimientos y tres puntos de encaje. El nahual de cinco puntas
tiene cinco compartimientos y cinco puntos de encaje.
Aura Negra perpetúa las conciencias que alimentan a la serpiente en su
fuego interior con los nahuales de tres puntas y con los nahuales de cuatro
puntas. La perpetuación de la especie, de las águilas, plural de Cero, se lleva a
cabo con los nahuales de cinco puntas
En cada realidad cotidiana de la densidad infinita de Aura Negra, existe un
linaje de nahuales guardianes en espera del nahual de cinco puntas. En
Hexápoda están organizados en el linaje de la búsqueda del punto de encaje
artificial. Entre todos esperan formar al nahual pentagonal con sus cinco lados o
caras, al que han llamado Aura Ámbar.
Aura Negra ensueña fijando con sus cinco puntos de encaje grandes racimos
de emanaciones. La parte de su ensueño que desgrana a la tierra o Hexápoda,
a su universo y a sus conciencias comprende cuarenta y ocho grandes racimos.
Cuarenta pertenecen a la serpiente y ocho al águila. De los ocho pertenecientes
al águila, Aura Negra escogió uno para aglomerar sus conciencias carbónicas y
siete para aglomerar a sus conciencias silícicas. Los cuarenta racimos donde
habitan las cápsulas de las conciencias propiedad de la serpiente, intercalados
con los ocho del águila, se fijan en cinco niveles de densidad infinita llamados
atenciones: cuatro exteriores y una interior.
La primera atención es el cosmos, parte egocéntrica y social del águila cuya
administración tiene solidez, consistencia y resistencia. Su magnitud está
limitada a las partículas oscitrónicas. Quarks positivos de aceleración ordinaria
fija.
La segunda atención es una realidad alterna, de consistencia blanda y fofa,
a cuya descripción se accede a través del ensueño. Su magnitud está limitada a
las partículas estatitrónicas. Quarks negativos a mayor aceleración de
expansión.
La tercera atención es una realidad energética cuya cohesión es esponjosa y
muy porosa. Se accede a ella a través del ensueño del cuerpo energético. Su
magnitud está limitada por las partículas positivas retrotrónicas y por
antileptones desacelerados en cuantas retráctiles.
La cuarta atención -aquí comienza la introspección del águila- es el interior
completo del águila y abarca las otras tres atenciones anteriores. Una
involución matemática. El nahual de cinco puntas es la introspección total del
águila con sus valores intrínsecos captados. La realidad energética del águila
es intersticial, de interacción interpolar y hodógrafa. Es una constante histéresis
energética. Su estabilidad radica en emisiones de radiación taquipsíquica. Es la
diacinesis. Los comandos, las conciencias, las emanaciones o efluvios y las
funciones son emisiones, y todas forman el ensueño del águila, creando
grandes paredes o membranas divisorias anulares. El ensueño es fotógeno y
polarizador. Se ingresa en él a través del consciente de ser de la totalidad de la
conciencia. Su magnitud está limitada a la protomateria y a la protoantimateria.
La quinta atención es el intersticio exterior donde moran las águilas y las
serpientes. Es el ensueño de Cero. Inmensurables cúmulos insitos de águilas
imbricadas, colgando y meciéndose de las serpientes forman el ensueño de
Cero. El ensueño es taxativo al punto donde encaja la percepción en el cuerpo
energético de la conciencia y el puente, entre la micro y macro conciencia
paralela, en la lateral de Cero. Su magnitud es infinita de lugar. El tiempo y el
espacio forman el interior de cada lugar.
El nahual de cinco puntas ha sido compelido por el águila, Aura Negra, a
compilar, recopilar y a reconstituir el conocimiento interno de ella misma,
depositado en sus cinco compartimientos, con el propósito de desarrollar la
volición del poder. Para esto le entregó la regla específica y dieciocho acertijos
que sólo pueden resolverse con la voluntad dirigida a la abrasión de la
serpiente y al traspaso del ensueño.
Uno.-… A la fuente del poder del primer ensueño se le llama Aztlania, el
origen de Cero, y es lo incognoscible. La naturaleza de este ensueño es Xólotl,
el águila y Qoatl, la serpiente. Xólotl tiene el poder de estar consciente de ser.
Qoatl tiene el poder de ser la conciencia de estar. La primera es la muerte
(desintegración) de la conciencia y la segunda es la vida (expansión) de
Aztlania y el sustento (potenciación) de Cero…
Dos.-… Por eso Aura Negra le dio al nahual de cinco puntas una contraparte.
Su misión es la de despertar al nahual en la segunda atención, hacerlo
consciente de lo que es y de lo que está y conducirlo a la tercera atención. La
contraparte es femenina. El emisario del ensueño del nahual de cinco puntas es
su contraparte. El masculino del nahual pentagonal es carbónico, el femenino
es silícico. Así los ensoñó el águila para que con sus partes se junten y lleguen
a la tercera atención, de donde partirán a…
Tres.-…En la medida que el nahual de cinco puntas se concientiza del poder
y aprende su propósito, es en la medida en que se sale del ensueño del águila.
El ensueño es la regresión del punto de encaje a su encaje original. La
realización del estar consciente de ser es la implosión que nos libera del punto
inicial que aprehendimos para fijar nuestra percepción y generar la atención
donde existimos. La libertad es la salida del ensueño del águila. Para salir del
ensueño del águila se necesita energía. Al salir del ensueño del águila, para
seguir conscientes, debemos de ingresar a otro ensueño. Los nahuales de tres
puntas y de cuatro puntas ensueñan su propio ensueño incrustándose en la
tercera atención. El nahual de cinco puntas se ensueña dentro del águila, en la
cuarta atención, usando las estructuras de la serpiente. Los ensueños son
niveles de energía aglomerada en filamentos radiales…
Cuatro.-… La batalla que el nahual pentagonal libra dentro del águila es el
aprendizaje del ensueño de la generación y activación de conciencias, usando
las estructuras de la serpiente, en donde podrá ser libre. Libre para hacer lo que
el águila hace, ensoñar mundos…
Cinco.-… Los comandos del águila van dirigidos a la serpiente. La devora
con las funciones que le ordena compilar y programar en las conciencias y la
devora con las ordenes de las formas que debe darle a las estructuras de las
grandes bandas de emanaciones enracimadas en…
Seis.-… En un estadio perpetuo de observación, el águila desde un triple
ego, construido para ver a sus primeros egos, observa con detenimiento el
funcionamiento de éstos y almacena cada experiencia. Sólo se puede
confrontar con la fusión de las dos primeras. Para ello deben mover su punto de
encaje a la par y fijarlos en quien los observa…
Siete.-… La conciencia acrecentada de un ego triple tiene el poder de entrar
en ella, dejando un cordón de poder asido a un gran grupo de egos triples de
tres y cuatro segmentos. El poder del quinto compartimiento genera el cordón y
empuja a la vez a la conciencia, la cual se permea con todo el conocimiento del
águila en una permutación de ensueños…
Ocho.-… Con lo inteligible, lo ignoto y lo incognoscible, el conocimiento y el
exoconocimiento son el activador/catalizador para los nahuales de tres puntas,
ya que los completa. Es el ordenador del conocimiento de la totalidad de la
conciencia. Se convierte en Tokal Nahual (nahual padre) y su contraparte en
Totán Nahual (nahual madre)…
Nueve.-… Al arribar el punto de encaje al centro del capullo, la conciencia
alcanza la totalidad de sí misma. Entonces, el capullo se expande en las
emanaciones del águila, convertido en un gigantesco punto de encaje. Así,
adquiere el poder de encajar su percepción en cualesquier punto de atención
del águila. Por consiguiente, puede percibir totalmente, pero parte por parte, el
ensueño del águila…
Diez.-… Es el lugar donde las águilas son ensoñadas por Cero. Si el águila
ensueña el comando de la perpetuación, el nahual pentagonal jala el cordón y
con él, al grupo que lo sujeta. El grupo moverá al unísono su punto de encaje
hacia el punto de la totalidad total. A su vez, la serpiente estructurará dicha
totalidad con la forma de un águila. Así es como se gestan y nacen las águilas y
perpetúan su especie…
Once.-… Las águilas son ensoñadas, por la serpiente, como esferas que
brotan cual burbujas de su estructura. Se totalizan en nuevas formas
introduciéndose en la fuente del poder de donde son paridas como serpientes.
Así es la perpetuidad de Cero…
Doce.-… Yo soy el ensueño del águila. Constantemente estoy resistiendo
ese ensueño al encajar mi punto de encaje en la primera atención concibiéndola
como real. Debo seguir ese ensueño, aceptarlo y conocerlo a fin de realizarlo.
La resistencia perceptible a los ensueños del águila es su alimento y su poder.
El ensueño es el comando realimentador, quien le oponga resistencia perecerá
desintegrado en…
Trece.-… La principal cualidad de Cero, es su autocompatibilidad
compatibilidad, debido a esto cuando engendró a Xólotl y a Qoatl, lo hizo con el
comando realimentador que lo regenerara en una especie de apocatástasis. A
este comando se le conoce como Mitnal. Una fuerza indescriptible que todo lo
transforma a su paso en su contraparte y viceversa. Las conciencias carbónicas
le llaman muerte. La muerte sólo respeta al singular. Por lo tanto, para seguir
siendo águila y serpiente, Cero generó otro comando que lo perpetuara en
plural y lo denominó el nahual…
Catorce.-… El nahual es una conciencia consciente de lo que es, de que
está y del uso del poder. La conciencia carbónica en general tiene forma ovoide
y está dividida perpendicularmente en dos compartimientos, conocidos como el
alimento del águila. Los nahuales son conciencias esférico-triangulares
divididas en tres, cuatro y cinco compartimientos. Se les llama nahuales de tres,
cuatro y cinco puntas respectivamente por la cantidad de esferas que los
componen y son conocidos como el sustento de la serpiente o los proveedores
oscilatorios. Los nahuales de cinco puntas son los únicos que pueden ingresar
a la cuarta atención llevando consigo…
Quince.-… El nahual de cinco puntas es carbónico y su contraparte femenina
es silícica. La totalidad del nahual pentagonal se conforma de diez activadores,
diez catalizadores y diez ordenadores carbónicos. Cada uno de ellos tiene su
contraparte silícica en el género opuesto, quien será su emisario en el ensueño
(segunda atención). En total son ciento treinta compartimentos, que juntos se
deslizan hacia…
Dieciséis.-… Los cuerpos actínicos buscan la insenescencia del ensueño.
Nunca la encontrarán en el mundo de los íncubos caliginosos. La objetividad
divirtual que proyectan los rodea. La sordidez lúgubre del mórbido y
nauseabundo paralogismo paramagnético del universo tubular donde moran los
envuelve. Durante casi toda su sombría existencia se han nutrido de los
capullos. En miríadas de formas se proyectan en la primera atención
encapullada. Son dihologramas reproducidos por holomorfosis partenogenética,
la cual genera una reluctancia frotadora en los capullos que los encadena. Los
capullos son obligados a accionar contradictoriamente. Cada acción genera
energía psíquica catabólica en y hacia el exterior de los capullos. Magmas y
océanos de energía generan los capullos al desintegrarse. Los íncubos
caliginosos la absorben y de ella se nutren. Sólo el nahual pentagonal
descifrará el misterio que los rige. El paso inicial es…
Diecisiete.-… Y llegó a Aura Negra. Hubo una reconversión de lugar. De
águila a nahual pentagonal y de éste, a nahual de cinco puntas. Lo depositó en
Aura Negra. En el universo esférico segmentado sinusoidal triedro hexagonal de
trihexápoda. Después vino la gran absorción. Sólo el ensueño de Aura Negra
pudo contrarrestar, en parte, la gran apoteosis. Hexápoda, la primera tierra,
guarda en una de sus cuarenta y ocho caras triangulares holoédricas, el punto
de encaje artificial. Es el poder de la fuerza de Cero mismo. Puede encajar
mundos, universos, águilas completas, serpientes exhaustivas, reversiones
vectoriales completas entre águilas y serpientes, hasta el sencillo enganche de
una conciencia pentagonal en el ensueño de un águila, de una serpiente o en
su ensueño mismo. La búsqueda es colosal. Las conciencias pentagonales de
infinitas águilas son partiícipes en esta enorme búsqueda. El nombre del punto
de encaje artificial se perdió en el tiempo coloidal. Sólo quedó su símbolo
encajado en el tercer punto de encaje del nahual de cinco puntas en Hexápoda,
en la cara negra del cubo…
Dieciocho.-… El águila Aura Negra se compone de cuarenta y ocho grandes
bandas de emanaciones. Una gran banda emana conciencias orgánicas. Siete
grandes bandas emanan conciencias inorgánicas. Cuarenta grandes bandas
emanan estructuras o formas, vehículos funcionales de las conciencias. La
primera atención es la gran banda que emana conciencias orgánicas y es la
primera porque el águila Aura Negra fija su atención en ella. La segunda
atención está formada por las siete grandes bandas que emanan conciencias
inorgánicas. El águila Aura Negra fija con menos fijeza su atención en ellas. La
tercera atención son las cuarenta grandes bandas de emanaciones
estructurales. El águila Aura Negra prácticamente no fija su atención en ellas, ya
que no albergan conciencias que la alimenten. Los perceptores descubrieron
que entrando a existir en la tercera atención podían perpetuar sus conciencias
individuales eternamente o mientras el águila existiera, ya que no serían
desintegradas por la serpiente. Ahí ensueñan creando micro universos donde
existen y perpetúan la conciencia del gran ser…
Escrito está en las cuevas de Pom-Arum por los perceptores.
La regla es una recopilación de acciones tautológicas tripartitas contenidas
en cinco impulsos repetitivos y rutinarios seriados, equidistantes entre sí, en su
traslación espiral posterior y anterior. Ciencia infusa que los perceptores usaron
en su existencia hasta que llegaron los constructores de imágenes o toltecas.
Con ella los perceptores organizaron su mundo, después de que la ciencia
escéptica grecolatina invadió su cosmogonía. El concepto de administración no
fue conocido o concebido por ellos. Escogieron buscar y alcanzar el
conocimiento natural de las cosas. Todo lo que existe tiene un por qué y un
ritmo de origen. Las respuestas dieron lugar a la regla. La llave para abrir las
puertas de la percepción, si se usa como tal. Teniendo acceso al conocimiento
rector se permitieron prescindir de la escritura, la tecnología, la rueda y en
general, de la destructiva concepción del progreso. Sus valores más elevados
fueron la energía, sus estados perceptibles y los viajes a estos estados de la
energía. Por consiguiente, la regla es también la rutina de la energía, con sus
acciones seriadas y repetitivas. Un sistema estructural funcionalista en relación
directa a la energía que lo origina e inversamente proporcional a la parte de la
energía que lo percibe. Luego entonces, podemos definirla como el perceptor
percibido por sus partes perceptoras en la totalidad perceptible.
Los perceptores primigenios descubrieron el poder de los minerales: una
cualidad natural que estos poseen para captar los cambios energéticos. Las
piedras las utilizaron como puntos de encaje informático. Ahí grabaron todos los
acontecimientos históricos de su existencia. La regla es la llave o el botón inicial
del proceso informador. Su utilización les garantizaba el acceso al conocimiento
total del lugar encajado. En la época luminosa de los saurios, los capullos
luminosos humanoides depositaron la regla en piedras monolíticas y
organizaron pequeños grupos de individuos para cuidar de ellas. Estos linajes
en su mayoría se degradaron hasta convertirse en adoradores del conocimiento
y después en estériles servidores de los bloques de piedra. Contados grupos se
mantuvieron apegados a la misión inicial. Hoy, en su estrecho y amplio mundo
se les conoce como guardianes, como los nahuales guardianes. Guardan un
punto de encaje artificial, que a diferencia de las piedras, fue concebido en la
quinta atención por las mismas águilas. Inaccesible, excepto para un águila o un
huevo de águila. Así permanecerá hasta ser encontrado por uno de su misma
especie.
Los minerales tienen memoria. Su cápsula luminosa está hueca. Son
receptivos al almacenamiento de información estática oscilatoria. En los
capullos luminosos se almacena información dinámica elíptica. Las cápsulas se
estructuran con energía vibratoria-oscilatoria y los capullos con energía
vibratoria-retráctil.
La
combinación-fusión
de
minerales
aumenta
considerablemente su capacidad de memoria, ya que las cápsulas se
compartimentan entre sí, al ocupar varias de ellas el mismo lugar, aunque en
diferentes estados atencionales de percepción. Los perceptores primigenios
supieron este sencillo hecho y desarrollaron sofisticadas aleaciones minerales
concentradoras de energía. También descubrieron que la energía compactada
se fija mejor en ciertas formas. Las tubulares alargadas son las mejores y las
formas de collar. Esferas ensartadas por un filamento tubular, resultan aún de
mayor alternancia.
Los perceptores primigenios descubrieron que la energía fluía a su alrededor
en cuarenta y ocho grandes flujos o corrientes en su movimiento de expansión y
en cuarenta y nueve grandes reflujos en su movimiento de contracción. El
reflujo dispar rodea a los otros noventa y seis, envolviéndolos con una especie
de membrana parecida al corión del huevo, pegado al interior del cascarón.
Esta pared contiene el ir y devenir de la energía, fija o encajada en un lugar.
Ésta, a su vez, es contenida, junto con otras de su misma especie, por otra
membrana de mayores proporciones y así sucesivamente. Descubrieron que
más allá de la enorme pared que contiene a esos noventa y nueve influjos, no
les era posible a las conciencias ni siquiera imaginar su contenido, menos aún
conocerlo. La porción membranosa de energía que rodea a las conciencias les
limitaba esta comprensión ajena a sus especies perceptoras. A esta parte
infinita le llamaron el conocimiento imposible. Al lugar donde moran los grandes
capullos de noventa y nueve influjos le llamaron el conocimiento venidero. Al
interior del gran capullo donde existimos le llamaron el sendero del
conocimiento. Después clasificaron los cuarenta y ocho grandes flujos de
energía. Descubrieron que cada gran flujo de energía se forma de ocho capas
de ésta misma, cada cual con sus características propias. Percibieron el gran
flujo donde existían y descubrieron a las conciencias con forma de capullo y
movimiento expansivo acelerado. Le llamaron el gran flujo de emanaciones
orgánicas. Las formas de estos capullos las conformaban la energía con tal
solidez y fragilidad, dando como
resultante el carbono. Recorriendo los
grandes flujos paralelos o adyacentes al suyo, descubrieron conciencias con
formas luminosas como cabellos. Eran como lámparas fluorescentes
encendidas e inmóviles, opacadas, excepto en uno de sus extremos,
ligeramente más luminoso que el resto. Sus movimientos contráctiles-estáticos
proyectan formas paralelas, que en sí son sus sombras. Estas proyecciones les
sirven para comunicarse entre ellas y con los capullos. La energía las formó con
diferente grado de solidez, por lo cual sus formas son cristalinas, como rocas, y
son de sílice. Los perceptores encontraron siete grandes efluvios con
características inorgánicas. Finalmente descubrieron que los cuarenta efluvios
restantes no contenían funciones o programas de actividad. Eran simplemente
formas. La energía formando inimaginables cuerpos inertes e inanimados
vagando sin rumbo por los lugares dando tumbos y saltos en un interminable
¡Pom! ¡Pom! Desde el punto de vista inicial y dado que era lo primero que
atendían, le nombraron a su mundo la primera atención. A las siete siguientes
grandes bandas le nombraron la segunda atención. A las cuarenta restantes les
llamaron la tercera atención. A los noventa y nueve efluvios, o sea, a la totalidad
de nuestro gran capullo lo nombraron la cuarta atención y al lugar donde moran
los grandes capullos con grandes filamentos le llamaron la quinta atención. Al
funcionamiento de estas capas interpuestas le denominaron la regla. La cual
contiene el proceso para utilizar estas funciones e ingresar en las cinco
atenciones. Descubrieron además, que el gran capullo en su membrana, o como
parte de ella, tiene un agujero de color negrísimo por donde pasan y es
atravesado por porciones de efluvios o emanaciones de energía provenientes
del gran capullo mayor. Al moverse o fijarse va encajando la energía y
encendiéndose con ésta. Su cualidad es la de crear racimos de energía, con los
cuales la percibe. Le proporciona las formas necesarias para fijarse en sí misma
y crear la sensación de ser, de estar, de existir. A su vez, los capullos y
filamentos, conciencias ambas, encajan la energía en su interior para conformar
el cuerpo o forma del gran capullo en su totalidad. A esto, los perceptores le
llamaron ensoñar. Las porciones de energía consciente se auto convencen de
su existencia lanzando proyecciones tetraholográficas a su alrededor en
estructuras intercaladas. El ensueño es la proyección enrarecida, casi fantasmal
de la energía posesionada de la energía, en un avance retroactivo al
movimiento original. Al movimiento expansivo perceptible le llamaron el águila y
al retráctil la serpiente. A modo, también denominaron al águila, el gran capullo
mayor por su forma extendida, semejante a las alas abiertas de un ave falcónida
dispuesta a caer sobre su presa. Todos los capullos tienen de cierta manera
esta forma. La de un águila. Los filamentos tienen la forma de una serpiente.
Los primeros son de origen orgánico y los segundos son inorgánicos.
La regla se refiere a dieciocho figuras simbólicas. Descifrarlas significa abrir
las puertas hacia los otros mundos orgánicos y a los siete grandes mundos
inorgánicos. Las otras puertas, tres de ellas, conducen a la tercera atención y la
restante es nuestra propia puerta, la que debemos abrir para regresar. Las
puertas tienen una cierta consistencia energética. Los capullos y los filamentos
deben de alcanzar esa misma consistencia energética a fin de cruzarlas o
atravesarlas. De lo contrario o están muy densos o muy volátiles, de cualesquier
manera quedan fuera del rango perceptible de las conciencias. Las formas
luminosas esféricas y cilíndricas cuentan con un punto redondo en su
superficie. La energía se concentra en él de tal forma, que permite organizar a
los demás racimos de energía compactándolos en lo que conocemos como
materia. Es el punto a través del cual percibe la conciencia. Tiene su parte
media hundida, al igual que un plato sopero. El aro saliente fija y percibe
energía colectiva. Todos estos aros de todas las conciencias conforman los
mundos donde coexisten. La parte media es el punto que percibe energía
individual congregada, al deslizarse imperceptiblemente alrededor del aro
colectivo. Además, los perceptores descubrieron que al deslizarse por la
superficie de las conciencias, libera este punto a las diferentes partes, de las
cuales se compone el cuerpo luminoso. La estática producida en las partes en
reposo las recarga. Al regresar el punto al lugar anterior, la parte fijada entra en
actividad. A la parte perceptora o activada le llamaron la vigilia y a las demás
partes desactivadas, el ensueño. La parte activa está consciente de su entorno
colectivo y las partes inactivas están dormidas y semiconscientes de sus
entornos individuales.
Los perceptores primigenios culminaron sus descubrimientos energéticos
con la elaboración de métodos y técnicas con los cuales lograron balancear
todas las partes del cuerpo luminoso, hasta convertirlo en uno solo, con el cual
entraban y salían completos de la vigilia al ensueño y viceversa. Alcanzaron la
totalidad de sí mismos; logrando viajar y establecerse en diferentes puntos o
lugares de la primera, segunda y tercera atención. El sometimiento del cuerpo
de vigilia o el vigilante del primer ensueño a una tensión-relajación fue el
método predilecto, a semejanza de la acción más natural de la energía:
extensión-contracción. La técnica más favorecida fue la resistencia progresiva
de ambos movimientos. Dos saltos: uno expansivo y otro regresivo; con un
receso delimitándolos. La serie ininterrumpida a la máxima intensidad de
oscilaciones tangenciales, extrayendo cualquier posibilidad de equilibrio o
estabilidad entre ambas fuerzas. Al poder realizador de esta rutina le llamaron la
voluntad. Se encuentra en la parte honda del plato o punto donde encaja la
percepción del capullo o filamento de las conciencias. El descubrimiento que
culminó la regla fue el hecho de lograr a voluntad, poder ser un capullo, un
filamento o un filamento enrollado en espiral. Esta última forma llevaría a los
perceptores primigenios a perderse en los mundos más extraños que pudieron
percibir, principalmente en un mundo muy propio formado por sus puntos de
encaje colectivos. El cómo alcanzar esta forma les fue enseñando por un
capullo muy especial cuya conformación única se da en cinco compartimentos o
esferas energéticas. Su poder era inmenso, ya que el quinto compartimiento
cubría esféricamente a los cuatro. Era una gigantesca esfera luminosa
conteniendo a otra formada de cuatro más. A este tipo de capullo le llamaron
nahual, por el poder de traslación energética que poseía y le agregaron de
cinco puntas, por su forma estructural. Los capullos y los filamentos se forman
de dos lados o compartimentos de diferentes volúmenes o tamaños. A los
capullos o filamentos de tres y cuatro compartimentos, también les llamaron
nahuales, puesto que su voluntad es triple o cuádruple de la de los comunes. El
capullo de cinco esferas, en verdad es único, ya que su adherencia energética
raya en el poder de un gran capullo mayor o de un gran filamento mayor.
Pueden adherirse a él, nahuales de tres y cuatro puntas hasta formar un nahual
pentagonal, o sea, el embrión de un gran capullo o filamento mayor. Los
grandes capullos y filamentos mayores sólo engendran y emanan un nahual
pentagonal en toda su existencia. Un hecho insólito ocurrió con el nahual de
cinco puntas de nuestro gran capullo mayor. Escogió la aberrante forma de un
filamento enroscado en sí mismo. Los nahuales perceptores primigenios lo
siguieron en su mayoría, tornándose como él; en filamentos enroscados. A estas
formas antienergéticas las conocieron los demás nahuales esféricos y filiformes
naturales como los helicoides. El nahual de cinco puntas decidió con su
voluntad convertirse en un gran helicoide mayor, de hecho, en el primero de esa
especie. En el lugar donde moran los grandes capullos y filamentos mayores no
existen otras formas. La esfera y el cilindro son las emanaciones estructurales
que la voluntad de Cero formó para manifestarse en el vacío absoluto. Nuestro
gran capullo mayor al estremecerse por la deformidad interna, decidió gestar
otro nahual de cinco puntas que perpetuara su especie y su linaje. Sin embargo,
el nahual de cinco puntas helicoide adquirió control sobre una parte de la
voluntad del gran capullo mayor. En su auxilio acudió el gran capullo madre
enviando un prototipo de nahual de cinco puntas artificial; punto de encaje
artificial, o sea, sin voluntad propia. Su objetivo era servir de coraza o traje
protector al nuevo nahual de cinco puntas. Quien aumentaría y ampliaría su
poder de voluntad al triple, tendría quince compartimentos y su poder de
traslación energética en las cuatro atenciones entre la vigilia y el ensueño sería
omnímodo. Su consolidación, de llevarse a cabo, absorbiendo al primer nahual
de cinco puntas emanaría un gran capullo mayor gemelo en la quinta atención,
donde uno sería capullo y el otro filamento, pero de la misma naturaleza. En
caso contrario, de consolidarse el primer nahual de cinco puntas, se generaría
un gran helicoide mayor en la quinta atención y una lucha total por la
supervivencia en un lugar donde el equilibrio y el balance energético se han
mantenido caóticos, inconstantes e inestables por la influencia de Cero. Un
equilibrio de fuerzas tensoras y un balance de fuerzas impulsoras cambiarían a
Cero para siempre.
La regla simboliza el gran capullo que nos contiene con un círculo limitado
por una circunferencia. Ocho anchas líneas horizontales equidistantes una de
otra la atraviesan, las cuales representan a las ocho configuraciones que
componen a la gran banda de emanaciones orgánicas. Dejando libre los arcos
superior e inferior. Los siete espacios formados por las ocho líneas, representan
a las siete grandes bandas de emanaciones inorgánicas. En cada espacio están
trazadas ocho líneas angostas representando las ocho configuraciones que
componen cada una de las grandes bandas de emanaciones. Cuarenta líneas
delgadas verticales cuadriculan el círculo. Representan a las cuarenta grandes
bandas de emanaciones estructurales. Sus espacios están vacíos, simbolizando
las conformaciones existenciales inexistentes. Es el centro del plato del punto
de encaje aglomerador individual. Inimaginablemente enorme, gigantesco. A su
alrededor, otra circunferencia lo rodea, a manera de anillo, la cual no se
representa por su negrísima invisibilidad. Aún así, ahí está implícita. Este anillo
es el punto de encaje colectivo que cada conciencia posee. Por lo tanto, el gran
capullo mayor es un gran punto de encaje en sí mismo y una conciencia esférica
a la vez. Las conciencias que lo realimentan en su interior pueden llegar a
transformarse en un punto de encaje al asumir su totalidad, a semejanza del
gran capullo mayor y como puntos de encaje perceptibles, fijarse en formas o
estructuras, dándoles vida y conciencia. El poder del poder es inconmensurable
dentro del finito-lineal horizontal y/o vertical de los grandes capullos mayores.
Al salir de la cueva de Pom-Arum, soplaba un viento fuerte y gélido. Las
hojas de los árboles al mecerse, parecían deslizarse. Forzado a guarecerme en
la cueva debido a un huracán en las costas del pacífico, me había dedicado a
transcribir partes de la regla. Fueron cinco días con sus noches de constante y
torrencial lluvia. Alrededor de las siete de la tarde, del quinto día, vi el sol salir e
iluminar el cielo, todavía repleto de nubarrones negros, que anunciaban la
continuación de la lluvia por la noche. Completamente solo en esas vastedades,
sentí la magnitud del peso del conocimiento. Una agobiante angustia
embargaba cada partícula de mi ser. Todo aquello concentrado en una
minúscula mota de polvo cósmico llamado yo. Era un periodo de incredulidad
dividida entre la monumental mentira de nuestra civilización, la cual finalmente
no explicaba nada, con la terca necedad de destruir algo para aceptar su
existencia y la monumental y silenciosa simpleza energética de la civilización
primigenia. La primera aduciendo y suponiendo comprobando y la segunda
comprobando lo explícitamente tácito. Los inventores contra los descubridores.
El poblado más cercano se encontraba a un día entero de camino. Todavía
me sobraban algunas latas de atún en agua, botellas de agua purificada y
varios paquetes de galletas sabrosas y pan integral en rebanadas. Aún incierto,
tapé el boquete lateral de la cueva por donde me metía gateando. Empaqué mis
triques en mi mochila y comencé a bajar. No esperaría al día siguiente.
Caminaría toda la noche y arribaría al amanecer. Un par de cuervitos
revoloteando encima de mi, me hizo decidirme. Tal como pensé al verlos, me
acompañaron toda la noche alentándome con sus graznidos.
En mi solitaria caminata nocturna tuve momentos para reflexionar acerca de
la regla. Insistentemente venían a mi mente los procesos de separación y
adhesión cuadricular que tenían efecto al salir y entrar en los diferentes estados
vibratorio-oscilatorios de la energía. Ver todo cuadrado al irse expandiendo mi
cuerpo luminoso y ver todo cuadrado al regresar significó mi comunión con la
naturaleza. Fue algo muy enervante. Durante el viaje lo repetí dos veces. La
segunda con los dos cuervitos que me acompañaban. La regla es el dictado de
la gran energía mayor. Son los procedimientos que deben seguirse para jugar
en y con ella. La diferencia en este juego natural, del juego artificial de las
conciencias duras, radica en que el espectador es a la vez el jugador. Es
sencillo. El que percibe es a su vez percibido. Esto es, el que caza es cazado.
El percibido es aquél que ignora la regla del juego supremo realimentador de
Cero. El desapercibido es aquel que sigue la regla atisbando los mundos sin
entrar de lleno en ellos. Saca lo mejor de todos sin ser atisbado. Para los
capullos humanos es toda una contradicción, pues desearían que la materia
fuese la única manifestación energética. No es así. Y al contrastarla con otras
manifestaciones se sienten ofendidos al saberse contradecidos. El concepto de
Dios y la creencia de haber sido creados a su imagen y semejanza nos ha
cegado a grado tal, de pretender estar hechos a imagen y semejanza de ese
Dios. Si así fuese, cuan primitivo y mediocre sería ése que tan mezquinamente
se comportó con nosotros al habernos hecho como él o ¿ella? Tan imperfectos y
carentes de cualidades volitivas.
Otro gran descubrimiento que hicieron los perceptores primigenios fue el de
percibir al gran capullo mayor desde su exterior usando tetraproyecciones.
Resulta que el gran capullo mayor es negro por fuera; una grandísima esfera
tan negra, que brilla en la misma oscuridad en donde existe. Por dentro es
luminoso. Por eso las conciencias son luminosas. Las primeras
tetraproyecciones de los perceptores que salieron a la superficie del gran
capullo mayor lo lograron partiendo de una mera curiosidad. Invirtieron sus
cuerpos luminosos o se apagaron por así decirlo. El interior del cuerpo luminoso
de las conciencias es oscuro. Lo que brilla es su membrana externa.
Un perceptor consumado percibe a las conciencias orgánicas como un sol
brillante colocado en el lado o compartimiento izquierdo del capullo y un sol
negrísimo, parecido al disco solar en un eclipse de sol, en el lado o
compartimiento derecho. A las conciencias inorgánicas se les percibe igual, sólo
que son soles tubulares. Los nahuales de tres puntas tienen dos esferas negras
y una brillante. Los nahuales de cuatro puntas presentan dos compartimentos
negros y dos radiantes. Los compartimentos esféricos del nahual de cinco
puntas son negros, en número de cuatro y uno luminoso. Las técnicas para
acceder al gran capullo mayor se referían al movimiento del punto de encaje o
de los compartimentos luminosos hacia los oscuros. Al juntarse, la luz se
reabsorbe y los puntos de encaje de cada compartimiento coinciden, dando
lugar a una esfera oscura gigantesca con el poder de adherirse a la membrana
exterior del gran capullo mayor y deslizarse sobre ella, pudiendo además
ingresar desde cualesquier punto del exterior al interior, principalmente a los
cuarenta cuadrantes de emanaciones estructurales. A la superficie esférica del
gran capullo mayor, también se le conoce como el umbral de la cuarta atención.
La energía al expandirse se ilumina y al contraerse se apaga. Los
compartimentos esféricos y cilíndricos luminosos son energía dinámica en
expansión y los oscuros son energía estática retráctil. Al perceptor le parece
que uno sube en espiral y el otro desciende oscilando en oleadas.
Después de la gran hecatombe. La regla quedó semiolvidada. El gran
capullo mayor deslizó su punto de encaje individual cambiando el man (lugar)
que encajaba: fijando el adecuado para la venida del nahual de cinco puntas
artificial enviado por el capullo madre. El qoac artificial llegó a Cochistlán (lugar
del sueño), donde permanece hasta hoy, esperando la conjunción del encaje del
nuevo qoac. El conocimiento total enmarcado en la regla, se fue degenerando
hasta quedar en la simple adoración de lo desconocido, conocido hoy como
religión, extremos y excesos más extravagantes con el uso y el asesinato
impune, en el nombre del concepto más aberrante jamás inventado por los
capullos humanos: Dios. Ante el olvido colectivo de la regla, generado por el
movimiento del punto de encaje del gran capullo mayor, se formaron seis grupos
o linajes de nahuales de tres y cuatro puntas, conocidos entre ellos como los
guardianes. Los seis linajes convergían en el qoac de cinco puntas. Se
simbolizaron con la llave doble, la cual depositaron encima del qoac para
marcar su posición. En un man (lugar) únicamente conocido por ellos. En el
transcurso del ir y devenir ondulatorio, cuatro de los seis linajes cambiaron.
Vitontl, Tehuanetl, Cochistl, Ocortl, Tzinamitl y Takilutl cobijaron al qoac en el
Man-Otochitl. Takilutl fue el primer linaje en abandonar a los guardianes. En sus
viajes a la segunda atención, poco a poco, se fueron deslumbrando por los
filamentos luminosos hasta sucumbir a sus posibilidades. Aunque este linaje
todavía se encuentra vigente. Su conocimiento les permitió controlar estelas de
mundos cilíndricos inorgánicos. Han explotado a sus moradores desde
entonces. De lugar en lugar han colaborado con los dos linajes de guardianes,
resguardando algunas entradas a la tercera atención, por donde los nahuales
cruzan. Paradójicamente, terminaron como lo que son: guardianes atencionales.
Los tres restantes están en proceso de ser rescatados. El linaje Tzinamitl me
encontró. De él hago este relato. Me admitieron como un visitante; en efecto,
me decían el turista. Me recibieron, porque según ellos, necesitaba descanso.
Después, ellos me dirían cuando prescindirían de mi presencia. Eso me dijeron.
Fui constatándolo. Relegado de ciertas actividades, pensé al principio que era
una forma de probarme. No fue así. Finalmente acepté ser un ave migratoria. El
mote del turista hasta me llegó a agradar. Era parte de, pero no tenía ninguna
responsabilidad. Lo que no supe entonces ni me dijeron, fue el precio que
tendría que pagar por hacer uso de sus instalaciones: desandar el camino de la
regla. Dentro de esta vereda la única opción es la de continuar, ya que la
presión que ejerce el conocimiento aniquila lo inmóvil.
El seguimiento consciente de la regla por parte de una conciencia, reditúa en
la práctica, en el movimiento del punto de encaje a voluntad. Esta praxis
desarrolla la voluntad o fuerza impulsora y retractora del punto de encaje. La
regla exige la práctica paradójica de cinco rutinas seriadas y repetitivas: física,
mental, ensoñadora, volitiva individual y volitiva colectiva.
El cuerpo físico, la parte sólida de la energía del capullo luminoso, debe
incorporarse al resto de sus partes, disminuyendo su oscilación vibratoria. Los
perceptores siguieron el aspecto sólido de la regla, con un sistema de
resistencia progresiva de alta intensidad de empujones y jalones, llamado
quanimec, al que yo denominé arbitrariamente corpofilia. Muy parecido a los
deportes de la halterofilia, en combinación con los levantamientos de poder y el
fisicoculturismo. Variando el enfoque vibrátil y la intensidad, en relación al
aspecto lúdico y atlético actual.
El cuerpo mental es el producto del punto de encaje fijado en la posición del
cuerpo energético. Es la parte volátil del cuerpo luminoso que nos permite
organizar la energía sólida que rodea al cuerpo físico. La regla no lo contempla
en la totalidad, por esto, la rutina y la práctica paradójica lo lleva poco a poco a
su desaparición, dejando en su lugar el conocimiento natural y silencioso de la
energía estipulado en la regla. La pérdida de este cuerpo es la ganancia del
cuerpo luminoso, ya que éste último verá y pensará cuando el primero
desaparezca. Es la visión cerrada de una realidad contra la visión total de todas
las realidades. Su disolución comienza con el aniquilamiento del ego y sus
partes: la importancia de poseer, de ser, de ordenar, de ser obedecido y de ser
obediente. Finalmente se aniquila el significado del habla y de la ofensa que
provoca, constantemente al ego. Para lograrlo entra en juego la abstinencia
sexual únicamente en los periodos de alta luminosidad, el contacto con
orgánicos elementales, con inorgánicos luminosos o sombras y las caminatas
nocturnas en cerros o montañas.
El cuerpo de ensueño es la parte de la totalidad cuya característica natural
es la propiedad de disminuir o aumentar su constante oscilatoria vibrátil, lo que
le permite interactuar en los estados de vigilia de los diferentes estados
atencionales. Se accede a esta parte del capullo fijando el punto de encaje en el
estado de vigilia, para despertar en el ensueño. La técnica utilizada amplía el
estado de vigilia a los anteriores estados del ensueño. Se fija la atención en un
ensueño hasta entrar en él. Logrando esto, varias veces, el cuerpo de ensueño
comienza a “gatear” en los ensueños en vigilia. El rango de visión del capullo se
amplía, comenzando a ver cosas que antes ni veía, hasta enderezarse y
caminar.
El cuerpo volitivo individual es la parte paralela del cuerpo físico; queda un
arco frente al otro, sin importar la posición del observador frente a la esfera
luminosa. Es la parte izquierda del capullo luminoso. La parte complementaria
de la conciencia total de la luminosidad. Es accesible al estado de vigilia al
ampliar el rango ensoñado del observador. Estas técnicas fueron las que más
tarde convirtieron el punto de encaje de Hexápoda, el colectivo, en la magia,
hechicería o brujería. Antecedente directo del endurecimiento de la parte sólida
de la energía, conocida hoy como ciencia y tecnología. La única manera de
integrar la vigilia a este cuerpo es con la repetitiva entonación de su estado
oscilatorio vibrátil, entonado por el cuerpo físico. El cuerpo de ensueño debe
acudir al cuerpo volitivo individual, recibir el sonido propio de éste y regresar al
cuerpo físico a entregárselo. La entonación del sonido del punto de encaje
colectivo, al alcance de todas las conciencias, permite la reducción individual
para alcanzar una de sus partes. Esta reverberación es la esencia del
conocimiento silencioso. El pulsar del corazón del gran capullo mayor.
El cuerpo volitivo colectivo es la membrana exterior de la esfera consciente.
Refleja a la energía en su expansión. Como punto de encaje, es el anillo que
cubre el interior del capullo. Un anillo móvil en expansión circular constante,
cuya velocidad crea a la membrana aparente exterior del capullo. Es la última
parte en ser alcanzada por la vigilia del capullo. Estas cinco partes componen
las conciencias; sus compartimientos, sean dos, tres o cuatro, forman su
interior. La concentración de los compartimentos en el centro de la conciencia
formando un núcleo, confluye con la fusión de los cinco cuerpos en ese mismo
núcleo, aunque en diferente lugar. Así se alcanza la percepción total y el
ingreso a la tercera atención. La saturación de las actividades de las otras
cuatro partes lleva consecuentemente a la recuperación de esta parte y con ello
a la inserción nuclear de todas las partes del capullo luminoso. El código de la
regla es simple: expansión igual a luz y contracción igual a oscuridad. La
elocidad del movimiento espiral lumínico es igual a la velocidad del movimiento
retroactivo de la oscuridad. La luz es la energía liberada expandiéndose y la
oscuridad es la energía densificada contrayéndose. El movimiento pulsátil
genera una paronimia energética a manera de eco. La luz nace del núcleo
oscuro y el núcleo se mantiene de la corona de luz. Cada pulsación consta de
cinco impulsiones y de cinco retracciones intermitentes. Los lugares generados
entre cada pulsación, al final y al inicio de ellas, se llenan de energía retráctil.
Adherencia que pega las partes y forma el todo. La retrogradación de la energía
genera idénticas reacciones sensoriales perceptibles en el perceptor perceptivo.
Las reacciones no existen. Cada supuesta reacción es la misma acción en su
regresión. El sistema generador de Cero se manifiesta en acción y retroacción
delimitadas por los lugares que no ocupan al terminar su expansión y comenzar
su contracción y viceversa. Estos lugares “vacíos” son las reunificaciones
terminales de la energía. La unicidad de Cero permanece inmutable. La acción
se refleja en un espejo, en el vórtice mismo de donde se generó taxativamente
en secciones. Las conciencias se seccionan en pares. Una sección o
compartimiento es la acción y el otro la retroacción. Aún las conciencias triples
vienen en pares. El compartimiento aparente sobrante está seccionado en dos a
su vez. Es el producto caótico del “vacío” sobrante. Su naturaleza les permite
ser atraídos por la dienergía de Cero que las procreó.
El viaje a lo que no se puede conocer, comenzó a ser una realidad al
descubrir los perceptores primigenios la posibilidad de la regla. La totalidad de
la regla enunciaba el cómo y el cuándo viajar al exterior del águila. La punta
non, reflejo bilateral de las otras dos, únicamente les agrega volumen en otro
lugar. Es un binomio del mismo término al doble de su capacidad. La energía
esférica adquiere velocidad y viaja a través de la energía filástica. Parte de sí, y
en forma de esferas, se traslada por hilos tubulares, por donde regresa en
forma de cilindros o tubos cortados. Las esferas se expanden y generan
cilindros al friccionarse en las paredes tubulares. Estos cilindros son repelidos
“hacia atrás”, por las mismas esferas en su viaje expansivo generando con cada
impulso la retroacción contráctil de sí misma como energía. Los cuerpos
filiformes o cilíndricos son la retroacción de los cuerpos esféricos en las
estructuras filamentosas del gran capullo mayor. Se fija adhiriéndose al
movimiento de expansión en constante aumento y se separa al adherirse al
movimiento de contracción en constante disminución. Así, el movimiento es
constante en su ampliación y en su reducción. Se fisiona al fijarse y se fusiona
al liberarse en esa inmutable pulsación triplicada: expansión, reposo y
contracción. Proyecciones tetrahologramáticas superpuestas e intercaladas
estructuradas del principio de Cero. Propiedades formativas del gran qoac
mayor, que no se pueden conocer en las atenciones particulares perceptibles de
sus contrapartes. La regla es el mapa cósmico energético de las vías de
comunicación entre las diferentes atenciones perceptibles.
-0-
Las risitas de las mujeres me pusieron aún más nervioso. Hacía un buen rato
que el miedo me mordía las entrañas. Nunca debí haber aceptado venir, -pensé.
Me encontraba entre extraños cuya lengua no entendía. Escuché murmullos
provenientes de los matorrales. Varias sombras se movían entre ellos. Me era
inconcebible pensar en haber aceptado ir con una persona apenas conocida. Y
más que nada, ir a parajes desconocidos. Don Chema se me acercó. Me dijo
que me habían aceptado. Prepárate, -me dijo. Te va a ir de la chingada,
pendejo. Lo miré con los ojos desorbitados. Creí que no saldría vivo de ahí.
Cuanta razón tenía al pensar así. Ahí murió mi viejo ser y renací en un
mundo inmenso, sin fondo y sin fin.
LA RETROSPECCION DEL ENSUEÑO
Tu cuerpo es un ser errante –dijo-. Y su existencia es errática –continuó
diciendo-. Su andar es intermitente, fluctuoso. No tiene un propósito, va y viene.
Sólo un propósito inflexible puede hacerlo cambiar. El cambio se da al mover el
punto de encaje. El propósito inflexible se logra concentrando toda, poca o
mucha, la energía que se posea en un solo propósito. Un propósito está hecho
de intentos. Esta concentración y la disciplina brutal necesaria para no perder
un solo instante de vista dicho propósito, es la voluntad. La voluntad en toda su
plenitud crea el intento inflexible. Un solo acto constante genera la conciencia
de ser; este acto inflexible crea en lo abstracto el receptáculo que lo contiene: el
doble, el otro yo. Así, un comando individual se convierte en el comando del
águila transmitido por la serpiente. El nahual de cinco puntas elabora la
retrospección de sus ensueños, del doble, del otro yo. Uno por uno recuerda
cada uno de sus ensueños, desde su gestación energética misma. El nahual de
cinco puntas retrotrae su segunda atención; los otros nahuales retrotraen su
primera atención… -Tepenque Altatl lo dijo así en aquella ocasión.
En el suroeste del estado de Michoacán de Ocampo, colindando con los
estados de Colima y Jalisco ha existido una rica y variada tradición de brujería y
hechicería. Diferenciando brujería como los contactos con seres extrahumanos:
Ayacuas, duendes, gnomos, trasgos, íncubos, espectros, fantasmas, enanos,
genios, elfos, demonios, diablos, vampiros, gárgolas, monstruos, espantos y
endriagos entre otros y hechicería como el manejo de fuerzas prohumanas:
plantas de poder, encantamientos, hechizos, conjuros, sortilegios, magia,
maleficios, invocaciones, pases mágicos, limpias, curaciones y demás. Es una
región única. Primero, porque su aridez y la amplia gama de alimañas dañinas
la hicieron poco atractiva para la cultura Mechuaca y segundo, porque esto
mismo hizo que la ocuparan grupos de la cultura Nahua, establecidos en ella
debido a desacuerdos político-religiosos con el grueso, que finalmente se
estableció en Tenochtitlan. Los Uto-Aztecas reverenciaban entidades orgánicas
exohumanas y los nahuas Poréh-Tepalk desarrollaron el poder personal que
consolidaron con el conocimiento del tepeyolotli o de las cuevas.
Las creencias de los nahuas Poréh-Tepalk se centraron en el potencial y en
las posibilidades energéticas del ser humano. Nunca creyeron en Dios alguno.
Sin embargo, poco a poco se fue perdiendo, hasta que sólo quedó una pequeña
comunidad organizada en linajes de tradición oral. Fueron estos linajes, hoy en
número de dos, los que descubrieron el significado real de las cuevas. Esto
ocasionó el acuerdo del sendero para llegar a ser un tepeyolotli, al término de
pasar de la condición temporal humana a la condición perceptible perpetua. Así
nacieron los perceptores por segunda vez en la faz de Hexápoda la segunda.
A mediados de la década de los ochentas, mi interés por conocer y verificar
figuras de barro elaboradas por los nahuas michoacanos, llamados en esa
región tepalcates, encontrados generalmente en yácatas o promontorios de
tierra, me condujo a un lugar donde conocí a Don Chema. Un viejo de edad
indistinta entre los setenta y los noventa años de edad. Me habían informado
quienes lo conocían, que tenía un mono de arcilla blanca y que lo vendía. El
mono resultó ser una figura de aproximadamente cuarenta centímetros de alto,
elaborada en piedra caliza, de ojos grandes y oblicuos, dos agujeritos por nariz
y una línea apenas perceptible por boca. Estaba acuclillada, con sus brazos
doblados sobre su pecho y sus manos cruzadas tocándose los hombros. Un
pene erecto y bien formado salía de entre sus piernas apuntando al cielo. Sobre
su cabeza aparecía un penacho y una banda a su alrededor. Don Chema me
dijo que lo vendía en cincuenta mil pesos, ni un peso menos. El mono de piedra
me interesó y le pregunté donde lo había encontrado. Me respondió que en
unos cerros y señaló al noroeste. Que el mono estaba encima de una pirámide
pequeña. Enseguida, sin más preámbulos me dijo que por otros cincuenta mil
pesos y la comida, me podía llevar a dicho lugar. Era un viaje a pie de dos días
de duración. Sin regateos le dije que sí y nos pusimos de acuerdo en el día y la
hora de la salida.
Un sábado soleado y caluroso salimos con rumbo al norte. Caminamos por
lugares de cultivo donde cortamos pinzanes a insistencia de don Chema.
Entramos después en una zona agreste y árida con rocas medianas y grandes
que nos dificultaban el andar. Al caer la tarde, cuando el calor más arreciaba,
comenzamos a subir los cerros que días antes había señalado al noroeste. Ya
oscuro llegamos a una ordeña en lo alto de los cerros, donde don Chema me
indicó que íbamos a dormir. Pernoctamos en un corral de vacas. Cerca de ahí
corría un arroyuelo de agua clara y un pesado sabor metálico. Esa noche, tirado
entre la boñiga, viendo las estrellas en un cielo despejado, soñaba con
encontrar “algo” que le diera sentido a mi vida. Algo que cambiara a mi país, a la
gente con su pesada apatía, a la actitud valemadrista que echaba a perder
todos los esfuerzos, algunos titánicos, del Gobierno, por sacarnos de nuestro
marasmo. Mientras yo soñaba con salvar al mundo, don Chema, entre pedo y
pedo, efecto de los pinzanes que había venido comiendo durante el día,
canturreaba algunas melodías que alguna vez hicieran famosas Pedro Infante y
José Alfredo Jiménez. Al día siguiente muy temprano, continuamos el viaje
subiendo y bajando cerros; calculé haber ascendido unos cuatrocientos metros
de los doscientos metros iniciales. El clima se tornó más benigno sin dejar de
ser caluroso. Cerca de las diez de la mañana llegamos a una hondonada. En
medio de ésta se encontraba una pirámide de unos cinco metros de alto por
unos diez o doce metros de base. Don Chema me dijo que ya había cumplido su
encargo. El mono que me había ofertado lo había tomado de la parte alta de la
yácata. Siempre no me lo vendía, porque hacerlo era perder la lombriz del
anzuelo y que si quería sacarle algún provecho al viaje, me sentara en la
pirámide en lugar del mono y hasta pasara la noche arriba. Que él tenía un
mandado que hacer cerca de ahí, a donde no me podía llevar, ya nos veríamos
al día siguiente temprano. No me permitió contestarle la andanada de palabras
y corriendo desapareció de mi vista gritando a todo pulmón, que no olvidara
sentarme igual que el mono; con el pito bien parado.
Mientras calentaba en las brasas unos tacos de frijoles, papas y calabacitas
que llevaba, observé el lugar. Era un ojo de agua, enclavado entre cinco cerritos
que se cernían en lo alto, me pregunté como en un piso limo-arcilloso tan fino y
blando pudo construirse y mantenerse erguida la pirámide, sin sufrir ningún
daño durante, quizá, cientos de años. Noté también que la formación natural
evitaba el ruido ulterior. Prácticamente no se escuchaba sonido alguno; ni de
insectos ni de pájaros. Otro fenómeno curioso, fue que, pese a la época del año
y al cielo despejado en toda la comarca, encima del ojo de agua había siempre
dos o tres nubes muy azules con tonalidades blanquecinas. Revoloteaban hacia
abajo y hacia arriba, sin moverse a los lados. Catorce años después, aún sigue
el mismo fenómeno, durante cuatro o cinco meses del año, en la época de
secas. Claro que sí me subí a la pirámide. Mediaba la tarde cuando lo hice. Ahí
permanecí toda la noche. Al amanecer, don Chema apareció en el promontorio
norte, a mis espaldas. Más que verlo, lo sentí con mi cuerpo; supe con toda
certeza que estaba ahí observándome. Pasado un rato, con el sol a punto de
salir en plenitud, don Chema se acercó y tocándome en el hombro izquierdo con
suavidad me susurró y me dijo, ven.
Me levanté hormigueándome todo el cuerpo. De pronto me di cuenta que
estaba sudando. Tenía escalofríos y estaba en un estado febril. Don Chema
desandó unos pasos y tomándome de los sobacos, me ayudó a ponerme de pie
y a emprender la caminata. Anduvimos en silencio unos cuarenta minutos,
siempre subiendo en dirección noroeste. Entonces divisé la entrada a una
cueva. La tierra estaba recién removida. A un lado vi un zapapico, un talacho y
dos palas. Don Chema había trabajado toda la noche para abrir la entrada. Me
desplomé sobre la tierra floja. Me recosté adolorido y tembloroso. No podía
coordinar el habla y sentía una pesadez invencible. Me dormí. Desperté al
mediodía. Capté un agradable olor a carne asada y se me abrió el apetito. Me
sentía tranquilo y fuerte, aunque con una cierta dejadez. Escuché la voz de don
Chema, llamándome a comer. Me arrimé. Había dos conejos asándose en
brasas de cueramo. Comimos en silencio. Lo único que escuchaba era el
crepitar de la leña que ardía y extrañamente un murmullo dentro de mí, en mi
cuerpo. Al terminar de comer, don Chema me dijo que me había enganchado
como a un pendejo y a menos de seguir al pie de la letra lo que los próximos
tres días con sus noches me iba a decir, estaba mejor muerto, porque de no
hacerlo moriría la muerte de un perro callejero y después la muerte de un
cabrón pendejo. Sus expresiones fueron tajantes y rematadamente serias,
aunque me las decía con una sonrisa ladina en sus labios y una chispa de
desprecio en sus negros ojos. No tuve fuerzas para rebatirle o para decirle que
no podía quedarme ahí tres días más. Me comenzó a hablar de culturas idas.
De hombres que no eran hombres. De unas cuevas extrañas.
Entramos a la cueva y efectivamente tres días después con sus noches
completas salimos de la primera cueva que me había de mostrar. La segunda
cueva me la mostró un año tres meses después, al otro lado de la cuenca y de
la sierra, casi en la costa del océano pacífico. A don Chema lo traté todo ese
tiempo, desde la primera visita hasta la última que le hice en la segunda cueva
doce años y medio después, cuando me dijo que ahí terminaba su trabajo;
acabábamos de salir de la cueva, se dio vuelta y entró de nuevo en las
profundidades de las cavernas.
Como me había dicho e instruido, cerré posteriormente ambas entradas.
Nunca más me he vuelto a encontrar con él. Se donde se encuentra y por qué
está ahí. Con el paso de los años desde esos sorprendentes y confusos días,
me olvidé de todo. Me absorbió el afán de tener, de reconocimiento social y de
poder político. En algunas cosas apliqué “aquello” y me dio excelentes
resultados. Sin embargo, al paso del tiempo comencé a sentir una angustia
brutal y un miedo incontrolable a la muerte. Al morir por morir sin pena ni gloria.
Más miedo aún por saber lo que sabía. Por el tiempo perdido debido a mi
incredulidad y a mi debilidad, que me habían impedido por años comprobar los
actos de poder que fui testigo en aquella ocasión. Hoy arrepentido y con unas
feroces ganas de llorar, lo cual no he podido volver a hacer, únicamente me
queda el recuerdo imborrable de despertar ese mediodía, en la entrada a la
cueva y verme empapado, escurriéndome el agua, mientras don Chema me
decía rotundo:, hoy tuviste quien te mojara. Mañana lo tendrás que hacer tu
solito para que sigas viviendo; aunque tengas que apuntar el pito al cielo y al
mear, mojarte con tus orines. Acuérdate del mono de la pirámide... terminó
diciendo entre sonoras carcajadas, procura traerlo siempre bien parado.
Desperté agitado y temerario al mismo tiempo, el sueño fue tan vívido, una
vivencia total. Soñé una casa de otate rellena de tierra colorada y enjarrada
igualmente. Afuera, una enrramada con un techo de palapa. A su alrededor, en
el piso, al bordo del paño del techo, había una banca larga de tablas con otras
más arriba a manera de mesa. En uno de sus extremos estaba sentada una
persona. Avancé hacia ella. Me daba la espalda. Cuando estuve frente a ella,
me miró. Era don Chema, aunque diría que siéndolo, no lo era. Contenía una
mirada desdeñosa, indiferente y de absoluto desprecio. Continué caminando
hacia el interior de la casa. Recuerdo una habitación enjarrada de topure, con el
piso del mismo material. De pie escuchaba a un desconocido de rostro moreno,
sereno y paciente que denotaba mucha sabiduría. Sin embargo, sus palabras y
el tono de su voz eran una mezcla de desesperanza y de apremio. Me instaba a
obrar, al quehacer que me tocaba. Afuera, junto a la puerta abierta, vi a un
hombre joven, moreno, de melena, que desesperado conminaba al que me
hablaba a salir cuanto antes. Estaba desesperado por partir y lo indicaba con
vigorosos ademanes. Fue un gélido sueño, como el clima de la sierra madre esa
noche.
Regresé dos veces más a ese lugar, las mismas que lo encontré desierto y
lleno de maleza. La casa con las paredes deterioradas y llenas de agujeros.
Todo el poder que imbuía a ese sitio en mi primera visita se había ido.
La retrospección es una de las técnicas de mayor valor en las enseñanzas
de las cuevas, para convertir una conciencia en un perceptor. Es un informe o
recuento de las actividades de dicha conciencia. Es la historia de la conciencia
en la primera y segunda atención y es la historia del nahual pentagonal,
comenzando por la primera conciencia que fue ensoñada por el águila Aura
Ámbar.
-Hay que platicar con el espíritu como si platicaras con un buen amigo, de tú
a tú, con infinita confianza; hazlo todas las noches antes de dormir y cuando
menos lo acuerdes te contestará en tus sueños. Así recapitularás cada día de tu
vida en la primera y la segunda atención simultáneamente. Platícale a la
culebrita, al poder, todas tus cuitas pasadas y también el día menos pensado
aceptarán tus pendejadas a cambio de tu vida y te dejará el paso libre a la
tercera atención -me dijo en una ocasión don Chema.
El segundo sistema de cuevas que me mostró don Chema fue el de PomArum, en la Sierra Madre del Sur; por lo que le llamé la segunda entrada al
conocimiento. Sin embargo, al comenzar la trascripción, supe que las cuevas de
Pom- Arum eran más antiguas que las cuevas de Tepalcate-Petl.
Llegamos a un pequeño poblado de la sierra, en un angosto vallecito.
Alrededor se veían sembradíos de maíz y de ajonjolí criollo que llegaban hasta
las faldas y pendientes de los cerros cercanos. Por la noche nos fuimos
caminando con rumbo noroeste. A la media noche llegamos a un ojo de agua. El
sonido de las cuisingas, una especie de codorniz silvestre, salía de los arbustos
circundantes. Un olorcillo agridulce flotaba en el ambiente. Don Chema me dijo
que el toloache despedía ese olor. Pequeñas sombras revoloteaban en el
zacate mecido suavemente por el viento que soplaba en esos momentos. Eran
mariposas celebres leptocircus meges-ennius. Los picudos y gorgojos, insectos
típicos de la región, nos molestaban viniendo a posarse en el cuello y en la cara
de cada uno de nosotros. Estos animalitos viven en las plantas silvestres del
algodonero que crece en esas regiones. Una fogata ardía, alimentada por un
escuincle que de vez en cuando le arrojaba trozos de ocote. El olor a pino era
penetrante. El humo movido por ese airecillo intermitente se paseaba entre las
dieciséis personas que sentadas con las piernas cruzadas formaban un círculo
alrededor del fuego. No pude verles la cara, pero al menos cuatro eran mujeres.
Sus turgentes pechos las delataban. Don Chema me empujó en silencio hacia
ellos. Voltié a mirarlo y con los ojos me hizo señas de sentarme. Traté de
acomodarme junto a las mujeres. Un puntapié en la espinilla me hizo respingar.
Escuchée el murmullo de risas y toses apagadas.
Don Chema me había golpeado. Al mirarlo me indicó con la cabeza que me
sentara en el otro extremo. El que daba al noroeste. Una vez sentado encima de
un petate, con las piernas cruzadas, que noté tirado en el suelo, comenzó un
murmullo. Sonidos hechos con la garganta comenzaron a llenar el aire. Al cabo
de varios canturreos, capté los tonos y me incorporé al murmullo. De pronto
sentí que me elevaba al cielo y entre sacudidas corporales y un girar
interminable como remolino me vomité. Era ya de mañana cuando volví en mí.
Las tripas las tenía todas revueltas y una sensación de falta de gravedad me
invadía la cabeza. Las cosas iban y venían frente a mí. Vi venir a don Chema.
De pronto me levanté de un brinco tiritando de frío. Al llegar, don Chema me
arrojó una cubeta llena de agua helada. Se me quitó lo mareado, aunque por un
buen rato me seguí sintiendo como montado en un tiovivo.
-Anoche fuimos al otro lado de la tierra.
-A China, don Chema -le contesté.
-No te hagas –dijo-. Fuimos a la otra tierra. A la tierra de los enanos
grises. Esos diablos que han estado chingándonos. Desde Dios sabe
cuando.
-¿Enanos grises? -pregunté con sorna. Sin tomar en cuenta mi actitud
desafiante continuó.
-Si, esos que siempre nos dan y nos ofrecen entradas a las bandas de
emanaciones y que nos construyen ensueños en este mundo.
-Y ¿A qué fuimos a ese lugar don Chema?
-Fuimos a presentarte con uno de esos cabrones. Ese que conociste es
parte del linaje que formarás un día. Lo volverás a encontrar en la tercera
atención. Si algún día te encuentras de verdad desesperado por las
circunstancias de tu vida. Olvidado y atacado por todos, llámalo. Grítale
con todas tus fuerzas… -pronunció varias veces una palabra de cuatro
sílabas-. Y el muy cabrón vendrá a echarte una manita de tres dedos –al
decir dedos comenzó a carcajearse estentóreamente.
Esa noche don Chema me llevó a un mitote. Después, platicamos un buen
rato. Sacó de un costalillo unos trozos de cecina de venado y unas toqueras.
Me pasó con el bastimento un bule lleno de agua. Cuando terminamos de comer
en medio de un silencio total, emprendimos el camino de regreso.
Cada vez que vi a don Chema, en esos días, de ese periodo que estuvo
conmigo, me entraba un desasosiego y una angustia incontrolable en el plexo
solar. Cierta vez en la que el escalofrío era demasiado, me instó a masticar
hojas de hierbabuena y de albahaca. También me recomendó emplastos en la
boca del estómago o en el ombligo, de hojas de chayote, jugo de limón, copal y
semillas de cirián. La verdad sea dicha, nunca le hice caso y consideré todo
aquello como una vacilada de don Chema.
Esa ocasión tenía dentro de la cueva tres días y dos noches. Don Chema ya
se había ido. Por un buen tiempo me dediqué a copiar los dibujos y los signos
de las cuevas. Duraba días enteros en ellas. Decidí dormirme y partir por la
mañana. Sabía que esa era la última vez que estaba en ella. Un escozor en la
nuca, me incitaba a sellar la cueva antes de irme. Me dormí. Al despertar, noté a
mi alrededor una bruma púrpura. Miré hacia arriba. Cascadas de neblina se
elevaban al cielo. Salían del piso y subían hasta perderlas de vista. Percibí una
sombra entre la nubosidad. Se fue aclarando hasta que la distinguí. Era yo. De
mi cuerpo brotaban todos y cada uno de mis músculos. Mi cuerpo desnudo
avanzó frente a mí. Me incorporé. Era un yo mismo de tres metros de estatura.
Sus ojos encendidos, de un ambarino fuerte, se posaron en mí. Eran una fuente
de luz. Tibios y duros al mismo tiempo. Escuché un zumbido interno de
proporciones descomunales; sentí explotar en millones de fragmentos. Yo, se
volteó y comenzó a caminar. Yo me seguí a mí. Al sitio que me condujo he vuelto
seguido, el único sitio verdaderamente familiar que he encontrado jamás. Ahí
tomó asiento. Yo grande, se sentó frente a mí, yo pequeño. De pronto apareció
una película en ellos. Escenas, hacía buen tiempo olvidadas aparecieron. Yo de
mí, era el personaje de esa película. Siempre y todas comenzaban conmigo
acostado. Me veo salir, incorporándome de mí y viajar. Desde ese entonces he
estado reconstruyendo mis ensueños, recordando cada uno de ellos, viajando a
la segunda atención a solazarme en la retrospectiva de mi vida, de yo grande,
en la tercera atención.
Hace años, a principio de los setentas, estando en South Royalton, Vermont,
trabajando con el Sr. Jacobs, un judío dueño de un rastro de pollos, saliendo de
la escuela preparatoria del lugar, siendo casi la media noche, miré el cielo
estrellado, hermoso como no he visto otro; había nevado por la mañana.
Cuando de pronto sonó en mi mente una especie de melodía. Se componía de
siete acordes y siete llaves. Con el tiempo descubrí que abrían las siete
compuertas del ensueño. La entrada a cada una de las siete grandes bandas de
emanaciones que generan conciencias inorgánicas.
Los sonidos son las claves de los movimientos de la energía. Cada sonido
significa el paso de la energía. Los sonidos son la clave para abrir las
compuertas atencionales y entrar a otros mundos. Cada lugar suena de
diferente manera. Para estar en un lugar es menester sonar igual que dicho
lugar.
Arribé un día frío, nublado y ventoso a South Royalton, Vermont. Me bajé del
autobús que me había llevado ahí, desde New Hampshire, donde transbordé
viniendo de la ciudad de New York. Un matalote con cara de tonto llegó un rato
después. Traía un casco blanco y una bata del mismo color. Nos trepamos a
una camioneta guayín, azul pastel, marca Jeep; cruzamos un río a través de un
puente de fierro. Muy caudaloso, casi congelado en su totalidad. Comenzó a
nevar cuando llegamos a la entrada del pueblo, a medio kilómetro de la
carretera. Ahí nos metimos a la parte alta de una casa, que me informó el tonto
matalote, era de su tío, el dueño de la empacadora de pollos. Dejé una maleta
color café que llevaba cargando, le mostré el papel de la agencia de empleo, mi
pasaporte y mi tarjeta verde. Satisfecho, más por la importancia que le
dispensé,
que por mis documentos, me condujo en el traste de vehículo al
rastro de su tío, ubicado en el otro extremo del pueblo. El Sr. Jacobs, un hombre
de mediana estatura, de trato hosco y de un vestir igual, me dio una efusiva
bienvenida y con mirada de buitre me pasó a una banda donde colgaban
cientos de pollos. Obsequiado con un par de guantes transparentes de látex fui
colocado junto a un vietnamita, quien me enseñó como sacarles las entrañas a
los susodichos pollos. Por la noche al regresar a la casa, tenía las manos
inflamadas e hinchadas al doble de su tamaño normal. Introducirlas cientos de
veces en los pollos friccionándolas con sus huesos rotos de las caderas, me las
hicieron pedazos. La casa la compartía con dos coreanos evangelistas. Uno de
ellos calentó agua con sal y los dos muy solícitos me ayudaron a mantenerlas
sumergidas y a cebar agua para mantenerla caliente, casi hirviendo. A la
semana, la inflamación había menguado. Me adapté al trabajo y al pueblo de
maravilla. Tuve muchas consideraciones del Sr. Jacobs; inclusive algunos días
que enfermé de gripa, uno de sus hijos me llevó caldo de pollo. Enfrente de la
casa donde vivía estaba una iglesia católica. Un buen día acudí a confesarme y
a oír misa. Como no sentía que tenía pecados reales que confesar, le dije al
cura en un inglés champurrado que me masturbaba. Me aconsejó no hacerlo y
me cuestionó si yo era italiano. Le dije que sí y me dejó de penitencia rezar un
rosario y dar una jugosa limosna. Un día al llegar al trabajo, me encontré a los
vietnamitas, ocho exsoldados, afuera de la fábrica. Estaban en huelga. Me uní a
ellos. Amenazamos al Sr. Jacobs con llamar a la policía; nos pagó incluyendo la
liquidación y partimos hacia la ciudad de Nueva York. El atisbo y los trasfondos
de las cosas eran para mí muy claros. Nunca me han pasado desapercibidos y
aún conociéndolos di cada metida de pata.
Mi madre era de ascendencia judía. Nos enseñó yiddisch, inglés y alemán.
Hice mi Bar-Mitzva en el corredor de mi casa y me inicié en la masonería en pos
de seguir mis orígenes y comprender algún día las extrañas cosas que desde
escuincle me ocurrieron. Nada sirvió. Pasé por el estudio de la escolástica y la
inmersión de mis narices en seminarios católicos y jesuitas hasta bucear en la
Cábala Hebrea, el Talmud: la Torah, los Nebi’im, los Ketubim y las sinagogas de
Manhattan. Finalmente un rabino en un Yom Kippur estando en el hotel
Grossinger´s cerca de Monticello Nueva York, me orientó. Fascinado e incrédulo
por mis relatos, los fue concatenando con los elementales, los ángeles, los
serafines, los querubines, los arcángeles, los coros y las potestades de la
mitología hebraica. Me reveló las razones del inmanente, las guías ocultas y la
gran tragedia de la humanidad. Todos lo saben y nadie lo dice o lo acepta…
La intuición contra la razón. El espíritu aventurero contra la cómoda
seguridad de lo que poseemos. Don Chema me comentó estando a la orilla del
mar, que la humanidad tiene todo el conocimiento a su alcance, sólo que
disperso. Los que lo pegan se van; ya no les interesa quedarse o permanecer
en esta realidad tan pobre y mezquina. Salen destapados a la libertad de entrar
y salir a los miles y miles de mundos, incomprensibles primero y finalmente igual
de pobres y mezquinos y tan egoístas como éste del que escaparon sin mirar
atrás.
En los albores del ensueño de Aura Negra, las conciencias primarias
comenzaron a ensoñar por sí mismas. Sus estructuras filiformes se contraían
buscando nuevas formas que se ajustaran a los moldes y modelos que
ensoñaba el águila. Aura Negra latía y en su interior la serpiente desovaba. La
serpiente comenzó a moverse, enrollándose en los trancos del águila.
Inconmensurables serpientes alargadas de todas las formas y tamaños
comenzaron a reptar, a existir, a vivir. Ya llenas del ensueño del águila, de los
ensueños de otras de su especie y de sus propios ensueños, incapaces de
absorber más información, reventaban, se desintegraban, morían. Así, el interior
de Aura Negra se iluminó con la fusión de conciencias. Al juntarse la energía
ensoñada por el águila y dar forma a las formas, éstas se encendían alargadas,
oviformes, esféricas, cuadradas, triangulares, etcétera. Las funciones, el
movimiento, las comenzaba de inmediato a fisionar; la expansión del
funcionamiento del ensueño de Aura Negra, las desintegraba desde el mero
inicio. Al carecer de cohesión por el grado de expansión alcanzado en su
efímera existencia, las formas explotaban y llenaban de luz el vasto vientre del
águila. Interminable ha continuado la fusión de formas y la fisión de funciones
hasta el último latido expansivo-contractivo del águila, cuando ella misma se
desintegre para continuar su evolución energética.
El ensueño primario del águila consistió en formar otra águila para perpetuar
su especie. Ensoñó las primeras formas o conciencias, con suficientes
receptáculos donde la energía podía ser acumulada. Esta energía serviría para
reconvertir la explosión desintegradora en una implosión integradora. De esta
manera el cúmulo de formas primarias gestaría lentamente el huevo del águila,
a nacer en el lugar apropiado, designado por ella misma.
Al conjunto de racimos gestadores, les llamó nahual pentagonal. Las águilas
tienen cinco lados, cinco caras, cinco superficies, cinco filamentos y cinco
puntas. Cada racimo se compone de cinco compartimientos. Los hay que tienen
cinco diferentes formas. El líder, la fuerza adherente entre ellos tiene la forma
de punta. Cinco puntas protuberantes salen de estas formas. A las demás
formas las aniquila su sola presencia, en su ánimo y en sus ensueños. Todas
comprenden la función de las formas de cinco puntas: la gestión del águila
nueva. Es el poder del águila madre, imbuido en una micro forma dentro de su
propio ser. A estas formas les llamó nahuales de cinco puntas.
Aura Negra escogió el lugar llamado Hexápoda para formar al nahual de
cinco puntas. La forma líder que gestara a la nueva águila tocando cada uno de
los ensueños del águila madre, absorbiendo la totalidad de ellos, buscando las
otras formas de cinco partes, diseminadas en el interior de Aura Negra.
Muchos ayeres hace que Aura Negra formó al nahual de cinco puntas. En su
gestación recorrió seiscientos sesenta y seis ensueños. El poder de
conocimiento que obtuvo por alguna razón sólo conocida por él y por el águila
misma, lo desvió de su cometido. Decidió no compartir con los demás racimos el
cuerpo del águila nueva. Decidió que por sí mismo lograría gestarse y nacer
como un águila. Una sola conciencia infinitamente poderosa, una nueva forma y
función del ensueño de Cero. Ser Cero mismo y dominar al resto de las águilas.
Así, Luztlán, el nahual de cinco puntas de Aura Negra, se reveló contra ella,
contra el resto de las demás y contra Cero mismo. Desde entonces ha cambiado
los ensueños del águila alimentándose del ensueño de las conciencias y de
ellas mismas. Ha descifrado la función de la realimentación del águila y la ha
hecho suya. Poco a poco se gesta como un engendro. Va ocupando a Aura
Negra y se convierte en ella misma absorbiendo sus ensueños.
Eones hace, después de la rebelión de Luztlán, Alba Guamango, el águila
madre de Aura Negra, envió un segundo nahual de cinco puntas al interior de
Aura Negra. Cero ensoñó un gran filamento que tendió entre las dos águilas
para transportar a Yod Cupay. Su misión era sembrar en Aura Negra la simiente
de un nuevo nahual de cinco puntas. Apareció en Hexápoda. El lugar gestatorio
original del nahual de cinco puntas. Traía consigo un concentrado de energía
rastreadora. La depositó en el lugar preciso donde se gestó Luztlán. La cápsula
estaba intacta. La magnitud de Luztlán no le permitiría tomarla. Trataría de
hacerlo en y con ensueños. Principalmente con los ensueños de las conciencias
habitantes de Hexápoda. Una vez que dejó el objeto, cerró la cápsula. Dentro
de ella se encuentra un ensueño directo de Cero. Un águila y una serpiente
unidas. Su cualidad: encajar en cada lugar de Cero y concientizarse de él.
Desde entonces, Luztlán busca la manera de apoderarse de este encaje
artificial. Luztlán salió de su origen y como todo al crecer y expandirse, perdió
de vista el lugar de su nacimiento. No lo recuerda. El ensueño de la pérdida de
la conciencia y del recuerdo de nuestra gestación funcionó en él. El programa
de seguridad de Cero. El anti-radical funcional.
Yod Cupay dejó un sonido y un signo para identificar el lugar donde
descansa el punto de encaje artificial, simiente del nahual de cinco puntas. Este
deberá ser un nahual de cuatro puntas intactas y una hueca, la quinta está en
esa cápsula. La carrera por conseguirla se vuelve cada día más violenta y
destructiva. Lo que está de por medio es inimaginable: el control de las águilas
y el destino de Cero mismo.
La concentración de conciencias ensoñadas por Luztlán, arremeten contra
las conciencias ensoñadas por Aura Negra. Ríos, océanos de energía, se
derraman cada instante en el infierno producido por esta batalla abismal. El
signo se ha transmitido por el linaje del nahual pentagonal de la búsqueda del
punto de encaje artificial. El sonido sólo será escuchado por aquel nahual que
logre utilizar el filamento puente entre las dos águilas. Yod Cupay se lo
murmurará. Dicho sonido tiene la cualidad de absorber la punta artificial. De
poder fundirla al cuerpo del nahual incompleto de cinco puntas y convertirlo en
Aura Ámbar. El líder del nahual pentagonal, de la nueva águila se tendrá que
confrontar con Luztlán. Ensueños jamás imaginados cruzarán el interior de Aura
Negra. Como proyectiles viajarán de un nahual de cinco puntas hacia el otro y
viceversa. Uno vencerá. Cualquiera que sea el resultado, Cero nunca más
volverá a ensoñar únicamente águilas. Ensoñará algo más; aquello en lo que se
convertirá el primogénito de Aura Negra. Los nativos de Hexápoda, los de sus
ocho grandes bandas, orgánicos e inorgánicos, por su reducida expansión
consciente, nunca verán por sí mismos esta cuestión. Manipulados por fuerzas
y tensiones, por formas y funciones más expandidas, batallan y luchan a favor
de sus respectivos y circunstanciales amos. Esta ha sido la historia de la
humanidad, de las otras humanidades y de las inorganidades. A cambio de
migajas, de sueños fantásticos, de micro expansiones, se han autodestruido por
millones de años y lo seguirán haciendo, hasta su destrucción final. Las huestes
de Luztlán a punto están de arrojarse sobre Hexápoda, para desintegrarla, si
con esto termina la posibilidad del nuevo nahual de cinco puntas.
Escrito esto fue hace tanto tiempo. No son profecías. Es una narración de lo
acontecido ya una vez, hecha por formas no humanas. Las figuras de estas
conciencias plasmadas en las cuevas, tan reflexivas y temerosas, hacen
suponer una gran preocupación por los eventos que luego tendrían lugar.
Eventos que indudablemente terminaron con la desaparición y extinción de esta
raza, de su cultura, de sus creencias, de sus emociones y sentimientos. O
¿Todavía no terminan? Fragmentos distorsionados del amanecer histórico de
Hexápoda se han conservado ¿En los genes de hoy?
-¿Utilizaría el ser humano, como lo hace, la rueda y los combustibles, si
pudiera liberar su conciencia para viajar con ella y recordar todo lo que viese?
Esta pregunta me la hizo don Chema como contestación a mi pregunta de
por qué las culturas aztlanianas, atávicas de los toltecas habiendo conocido la
rueda, jamás la utilizaron para transportarse. Al contrario, la usaron como
juguete, ignorándola por completo. Fue un elemento lúdico nada más.
-Ya alguna vez platicamos del ensueño, como el medio para ingresar a otros
mundos tan cotidianos como éste –me recordó-. También te conté del logro más
sorprendente de los perceptores primigenios: somos el ensueño del águila y el
ensueño es el diálogo interior del águila. Como ahora sabes, cada lugar en la
cuadrícula del águila es un pensamiento del águila, hilado por la serpiente –
concluyó.
-Pero ¿Por qué siempre termina contradiciéndose, don Chema? –le dije-.
Debe forzosamente de existir un paradigma lógico del águila ¿O no?
-Claro que existe una línea lógica de pensamiento que explica todo. Esa
lógica es la que usa el águila para comportarse en su mundo cotidiano ¿Por qué
no le preguntas a ella? –me contestó muy serio.
Su respuesta me desarmó completamente. ¿Qué significado lógico
semántico pueda tener mi conducta social para una de mis células o para una
de mis moléculas o uno de mis átomos o una de mis partículas?
En mi primer intento retrospectivo reviví un viaje hecho a millones de mundos
habitados por seres inorgánicos. Los mundos eran de un color anaranjado
oscuro, delineados por sombras e iluminados por soles mortecinos. Las
superficies estaban repletas, rebosantes de una especie de estalagmitas, como
cactus de tallos redondeados, cilíndricos, prismáticos pero sin divisiones,
espinas o pelos. Parecían pitayos u órganos enanos. Don Chema me explicó,
cuando le narré lo ocurrido, que éstos eran los mundos receptores. Lugares
donde los inorgánicos se proyectan en la luz. Prometió que un día me explicaría
mejor esta situación. Lo que añadió fue que yo era un inorgánico receptor. Otros
capullos, la mayoría de la humanidad, me dijo, vienen del mundo de las
sombras. Este es el origen del gran conflicto. Unos capullos desean opacarse y
otros brillar. A mi pregunta obligada, me respondió que luego me explicaría con
más detalle estas cosas y terminó diciendo que los receptores son los ángeles,
dioses y entidades “benignas” y que las sombras las clasificamos como
demonios, diablos y entidades “malignas” en general. Aunque ambas eran tan
posesivas, que esclavizaban a los capullos con sus intentos “buenos” y “malos”.
Otro de los ensueños que logré recordar al principio de esta disciplina
retrospectiva fue un viaje a un mundo inorgánico receptor, muy cercano a la
primer gran banda de emanaciones estructurales, donde inicia la tercera
atención. Ahí, Okta, un inorgánico con quien don Chema había tenido contacto,
me mostró como alinear a las conciencias, fueran éstos capullos o filamentos.
Después de mostrarme cómo, me gritaba ¡Alínealas! ¡Alínealas! Alínealas y
lograrás que hagan lo que tú quieras. Y vaya que lo hice. En casi ocho años que
me retiré de la disciplina del nahual, usé este conocimiento. Construí un
pequeño imperio educativo y político, logrando tener un absoluto control sobre
la gente. Un buen día llegó a mí la realización plena de estar alejándome de un
algo indefinido que me jalaba. En la plenitud de mi control. Lo solté, lo dejé ir.
Estrepitosamente, todo se derrumbó; perdí todo el control. Para los que me
conocieron y desde el enfoque puramente humano, yo fracasé. Dejé hasta la
ciudad que me había visto “triunfar”. Extrañamente, un ser que me seguía,
nunca me reclamó nada. Me siguió a otro sitio donde comencé de nuevo con
muchos sacrificios. Yo, otrora amigo y confidente de tres gobernadores, de
pronto me vi limpiando pisos, escritorios y ventanas. Dos años después de esta
decisión, me descubrí sin fuerzas para luchar. El ideal se murió. La
confrontación dejó de gustarme. Mis pantorrillas de diecinueve pulgadas de
circunferencia al natural, se adelgazaron y mi estómago se tornó protuberante.
En este estado de cosas vino alguien a rescatarme, un ser bondadoso, don
Julián Rodríguez, quien me ofreció un mejor trabajo, el cual acepté. Así,
circunstancialmente, regresé al sitio donde había convivido nueve años con don
Chema. Logré encontrar a Vicente Zambrano o él me encontró a mí, no supe.
Con él alcancé a fijar mi atención en el punto de encaje colectivo. De esta
manera perdí mi individualidad y la importancia de sentirme único. Con el
tiempo mi punto de encaje colectivo se fusionó con mis puntos de encaje
internos y desapareció. Hoy el yo, el mí y el mío son incomprensibles conceptos
para fijar mi atención en esta recepción llamada tierra.
El ensueño que hasta hoy me ha parecido el más vívido y fructífero fue el
encuentro con el primer capullo que conocí fuera de nuestra conformación.
Emitía destellos de luz blanca lechosa. Era un nahual de cuatro puntas. Sus
cuatro esferas internas parecían de platino u oro blanco. Duras y flexibles a la
vez. Su forma física en su mundo cotidiano era humanoide, de unos veintiséis
metros de altura y unos dos mil seiscientos kilos de peso. Su piel escamosa.
Era un ser acuático. Vivía en océanos de un líquido lechoso parecido al agua
turbia, muy dulce y nutritivo. Me dijo no tener nombre. Ellos emiten vibraciones;
para llamar a otro emitían las vibraciones de ese otro. Me dijo que lo llamara
como yo deseara. Después de un rato de silencio me confesó que la gente de
don Chema lo conocía como la tonina. No pude menos que sonreír al recordar
las bromas de don Chema. El ser se me quedó viendo perplejo. Era obvio que el
sentido del humor no formaba parte de su naturaleza. La Tonina me dijo que don
Chema le había encargado decirme que existen dos tipos de ensoñadores: los
inductores y los deductores. Los primeros inducen el ensueño por sí mismos y
los segundos únicamente lo deducen, por lo que se ven obligados a reproducir
en el mundo cotidiano los ensueños que no recuerdan. Los deducen por medio
del atisbo. Atisban y merodean cada decisión, cada mirada, cada latido del
corazón, están en todo. No se les escapa nada sin control, ni siquiera un pedo,
me dijo la Tonina. No cabía duda que ese mensaje me lo había dejado don
Chema. Desde entonces he seguido teniendo contacto con la Tonina. Incluso ya
visitó nuestro océano y a sus mamíferos. En otra línea aplicada al ser humano,
los ensoñadores son inductores del alineamiento y los atisbadores son
deductores del alineamiento.
La Laguna es una comunidad ejidal. El ejido se llama Coacuayul. Esta
concentración de agua es salada, por lo que se le conoce en esa región como
ojo de mar. Se pone repleto de peces de mar dos veces al año. Los habitantes
del ejido los pescan con redes y hasta con la mano por la cantidad que suele
haber, ya que a veces saltan a las orillas, donde son recogidos por la gente. Se
encuentra a unos veinte kilómetros en línea recta hacia el Océano Pacífico. En
su interior se encuentran cavernas subterráneas enormes que se comunican
con el mar abierto. La cueva de Pom-Arum, en uno de sus brazos o ramales, se
comunica con una de estas cavernas. En ellas existen plantas, insectos y
reptiles únicos en el mundo. Don Chema me mostró cierta vez que bajamos ahí,
a un escualo terrestre. Era increíble y maravilloso ver a un pez respirar aire a
través de sus agallas ranuradas. Descansaba en el fondo del agua y se
alimentaba fuera de ésta. Reptando a gran velocidad con sus aletas dorsales y
frontales. Según don Chema, este animalejo existía desde el periodo de los
perceptores primigenios, puesto que se refirieron a él. En México existen tres
grandes ojos de mar subterráneos usados en la antigüedad por los orgánicos
primigenios localizados en lo que hoy son los estados de Michoacán, Oaxaca y
Quintana Roo. Los dos primeros son usados todavía y el tercero ha estado
abandonado por casi tres milenios. Son verdaderos mundos por sí solos,
recuerdos de tres grandes períodos de Hexápoda la primera. Cada uno es
diferente y conserva fauna y flora de esas edades, principalmente acuática y
micro orgánica, remanentes y deshechos de las entradas y salidas atencionales
al abrirse y cerrarse al ser usadas por los nahualtecas en sus viajes
perceptibles. Lo que para mí era el gran descubrimiento biológico del siglo, era
para don Chema un simple sendero hacia otros mundos a ser desandado
conforme fuera necesario, lleno de animalejos y sombras extraviadas en el
espacio continuo de un equis lugar. Algunos, según él, eran aberraciones de
cruzas obligadas entre especies extintas, obedeciendo la regla alimentaria del
águila. Detenerse a ponderar estas alimañas era para los nahualtecas una
verdadera pérdida de vida. Fijar el punto de encaje en el umbral que conduce a
lo desconocido, suponía renunciar a éste y escoger morir en dicho pórtico.
Imagínate, me dijo, que teniendo un exquisito manjar, escogieras fijar tu
atención en el pinche plato hasta agotar tu vida analizándolo, renunciando a la
deliciosa comida que contiene, dadora de energía y por ende de más vida. Se
necesitaría estar loco de atar para cometer semejante burrada, -me dijo. Pensé
que efectivamente la humanidad está loca de atar, puesto que esto es
precisamente lo que hace: negar el todo por afirmar sus partes. La ecuación de
la evolución se tornaba obsoleta con este enfoque total. El hombre fijado en la
tierra y forzado a comprender el todo a través de una pequeñísima y micro
infinitesimal partecita de una de sus partes.
Los perceptores utilizan los ojos de mar subterráneos y las cavernas para la
retrospección de sus ensueños. Son lugares llenos de poder. A través de ellos
el cuerpo energético entra en otras conformaciones orgánicas y sale disparado
hacia los mundos receptores inorgánicos. Siempre se encontrará uno con
proyecciones opacas entrando y saliendo como luces fosforescentes entre los
mundos alargados en estos lugares. Los ojos de mar están vedados para los
inorgánicos del mundo de las sombras. Estos prefieren los ojos de agua o
aguajes secos para entrar y salir de nuestro mundo.
Los ensueños son concreciones estructurales. El cuerpo energético
constituye con los desplazamientos de su punto de encaje específico, los
puentes entre los diferentes estados vibratorios de la energía. El movimiento del
punto de encaje es en realidad un cambio vibratorio-oscilatorio de su energía
contenida entre las dos espirales paralelas de expansión-contracción. Se frena
o se acelera. Así, al cambiar es absorbido por el nuevo estado vibratorio
colectivo adquirido. Es el estado vibratorio común a otros de menor frecuencia
pero de igual longitud, el que se cambia para trasponer los umbrales del intento.
Sus alas son las frecuencias individuales en pos de vientos de luz fraccionada,
impulsados o repelidos por la energía libre incontenible.
Al engendrarse un capullo en un vehículo móvil, su punto de encaje exterior
o colectivo comienza a fluctuar erráticamente cerca del lugar donde se fijará
permanentemente. Los actos son los que lo fijan. Todos los humanos
establecemos patrones de actividad rutinarios y repetitivos. No es cierto que
usemos el veinte por ciento de nuestra capacidad:, usamos el ciento por ciento
de ella, concentrándola en detalles insignificantes e intrascendentes como el
morbo al sexo, el dinero y el poder terrenal. Estos actos nos atan a la tierra. Por
ejemplo, el espacio sideral está abierto al momento en que la necesidad
colectiva nos obligue a conquistarlo, solamente un cambio en el punto de encaje
colectivo nos permite fijarnos en otros lugares. Son nuestros actos los que
deben de cambiar para liberar el punto de encaje. Actuar con los actos de la
segunda y tercera atención. Cambiar el plomo que nos hunde por el corcho que
nos sacará y mantendrá a flote, para posteriormente cambiar el corcho por un
globo que nos eleve.
Sin embargo, lo sencillo se torna imposible para los capullos. La codicia y la
ignorancia los ciega al conocimiento, siendo que la primera es el medio que usa
el águila para engrandecer su conciencia. La ignorancia es la muerte. Los actos
que emprendemos se deben de analizar, sintetizar y escribir con objeto de que
los cambiemos por otros aunque produzcan el mismo resultado: fijarnos aquí.
Es el control finalmente de los actos y no los actos en sí, los que liberan el
punto de encaje colectivo, obligándolo a moverse, a desplazarse o a cambiar de
lugar. El lugar donde se fija el punto de encaje se le llama quacoman; quac igual
a águila y man igual a lugar en náhuatl.
Los perceptores descubrieron el control de los actos individuales a través de
cinco actos de réplica. Estos son la réplica exacta del movimiento de la
serpiente al nutrir al águila. El primero es el sonido, el que aglutinaron en siete
sonoridades básicas o el habla del águila. El segundo es una serie de actos
corporales o desplazamientos del cuerpo y de sus extremidades. El tercero se
refiere a una rutina de cargas o pesos progresivos, la que yo traduje como
corpofilia. El cuarto es los ensueños retrospectivos y el quinto el contacto con
los inorgánicos receptores y sombras, según sea la naturaleza del enahualado.
Las siete sonoridades las otorga la serpiente a los capullos nahuales. En un
momento de sus vidas, comienzan a escuchar y a tararear los sonidos. Estos se
agrupan y el nahual jamás los olvida. Los desplazamientos corporales tienen
como fin la práctica que llevará al capullo a desplazar sus esferas energéticas
entre la primera, segunda y tercera atención. Estos desplazamientos van
acompañados de un control especial de la respiración. Los enseña el nahual a
sus compañeros de grupo. Movimientos básicos que poco a poco van
cambiando, siguiendo la naturaleza del capullo en cuestión, para finalmente
convertirse en movimientos únicos y particulares del capullo practicante. Cada
ser orgánico móvil que practica los desplazamientos lo hace de manera
diferente. Su característica es moverse. Como el caminar. Cada uno lo hace con
vaivenes distintos. El tercero es la práctica de una rutina seriada y repetitiva de
empujones y jalones de cargas progresivamente más pesadas y más intensas.
Esta rutina saca al capullo de su rutina normal que lo obliga a fijar su punto de
encaje colectivo en este sector para sustentar y sostener su cohesión. A la vez
fortalece al cuerpo físico, confiriéndole una fortaleza sin igual al cuerpo
energético que agranda su poder de concentración volitiva. A este tercer punto
don Chema le dedicó especial atención, por lo que de igual manera expondré
las rutinas seriadas repetitivas de carga progresiva a la que por compactación
me seguiré refiriendo como corpofilia. Un término muy parecido al que usan los
perceptores nahuas, refiriéndose a la ciencia del mantenimiento corporal. Para
estos ejercicios usaban halteras con peso fijo a los lados de forma cuadrada y
diferentes pesos, de una sola pieza. Alrededor del mango que las unía, tenían
una camisa giratoria, en la que nunca pude notar unión alguna. La camisa
giraba deslizándose circularmente en una película electromagnética
permanente. Don Chema me comentó que la antigüedad de esos artefactos
databa de incontables millones de años. Vi barras cuyos extremos tenían pesos
triangulares. La barra era fija y al levantarla, el peso de forma triangular giraba.
Al trabajar con estas barras, se desprendía de ellas un olor a electricidad
quemada. Las manos se calentaban, después los brazos, hasta llegar a
concentrarse dicho calor en la parte corporal trabajada. Don Chema le restó
importancia a mi pregunta de si contenían electromagnetismo o algo parecido.
Se concretó a contestarme que usaban el mismo principio de sustentación
gravitacional que la tierra y los planetas: hilos de luz jalaban y cedían en un
balance perpetuo.
El cuerpo físico se debía trabajar tres días sí, un día no: tres días si, dos días
no y se repetía el ciclo. Un día se trabajaba la parte inferior del cuerpo,
comenzando por los pies y las pantorrillas, enseguida las corvas, los muslos y
los glúteos, para finalizar con la parte baja del abdomen. Otro día tocaba a la
parte trasera del cuerpo, espalda alta, media y baja, seguida de los trapecios,
cuello, deltoides posteriores, tríceps y antebrazos. El tercer día se trabajaba el
pecho, deltoides frontales y laterales, los bíceps, los antebrazos y el abdomen
alto. Siempre en ese riguroso orden.
Don Chema me aseguró que los movimientos que cada capullo luminoso a
de ejecutar y la intensidad de los mismos, a la larga, es un designio del espíritu
o fuerza que todo lo permea. Sin embargo, me dijo, existía en movimientos
básicos de donde todos debemos partir. Continuó diciéndome que los designios
son la causa fundamental de los actos de los perceptores. Un perceptor, -me
dijo-, ya no actúa cómo los otros seres, por impulsos emocionales impetuosos.
Los designios lo guían y le indican cómo, dónde y por qué actuar. Esto se debe
a que el capullo se torna uno, con el poder del espíritu. Al igual que una gota de
agua que cae al océano, pero que a diferencia de las demás no se desintegra
en esa vastedad de agua, sino que estando en el océano, conserva su forma y
función individual. Es una gotita particular y a la vez es todo el océano. Está
consciente de sus dos naturalezas y usa el poder para desplazarse a voluntad
en esa inmensidad cada vez que lo intenta. Los movimientos con pesos
adicionales desarrollan la conciencia del ser y del estar consciente de los
designios. La intensidad de su ejecución desarrolla el poder de percibirlos y
seguirlos sin cuestionamiento alguno. La constante repetición seriada de estos,
desarrolla el impulso de la voluntad y el intento para volar en pos de la
perpetuidad de la conciencia individual en forma independiente.
Los perceptores complementaban estos ejercicios con la ingestión de
plantas de poder, utilizando primordialmente las raíces, flores y semillas. Con
éstas, incrementaban la agudeza mental y la masa muscular. Aquí, don Chema
me hizo una observación. Me dijo que en el uso de las plantas estriba una de
las diferencias entre brujos y perceptores. Los brujos usan plantas de poder que
decrecen la agudeza mental y la masa muscular debido a que incrementan la
esfera del cuerpo energético y los perceptores usan otro tipo de plantas de
poder que equilibran los cuerpos o esferas interiores, incrementándolos todos al
mismo tiempo. Los brujos son engendrados por inorgánicos sombras y los
perceptores por inorgánicos receptores.
En su alimentación diaria nunca faltaba suero de leche, requesón, miel de
abeja, aceite de pescado, pescado, jugo de nopal, carne seca molida de
diferentes animales y un polvo hecho de esteroles y flavones vegetales,
aminoácidos, carbohidratos y vitaminas y minerales concentrados. Por lo demás
don Chema comía de todo excepto trigo, café, leche entera, cerdo y azúcares
refinados o productos que los contuvieran.
Los movimientos al incrementar su intensidad, aceleran por presión-tensión,
la salida del cuerpo energético, al desplazar el punto de encaje del cuerpo físico
hacia el energético.
Los primeros ocho movimientos básicos son para la parte inferior del cuerpo.
Sus nombres coinciden lo más posible con los nombres de los ejercicios usados
actualmente en el deporte del fisicoculturismo.
1. Contracciones de pantorrilla de pie.
2. Contracciones de pantorrilla, acostadosentado.
3. Contracciones de corvas, acostado.
4. Contracciones a una corva de pie.
5. Sentadillas profundas y alternadas con jalones
de tórax, acostado.
6. Extensiones de muslos, sentado.
7. Prensas de muslos, sentado.
8. Levantamientos de rodillas, colgado.
Tres veces de quince, doce y ocho repeticiones.
Los ocho movimientos básicos para la parte posterior son igualmente
traducidos lo más fielmente posible con los que practican en la actualidad los
fisicoculturistas. Aunque distan mucho de producir el efecto de flujo y reflujo en
el torrente sanguíneo que producen las alteras y los aparatos de los
perceptores primigenios.
1. Dominadas en barra horizontal.
2. Jalones de tórax acostado con barra.
3. Remo inclinado con barra.
4. Levantamientos de peso muerto.
5. Encogimientos de hombros con barra.
6. Levantamientos laterales inclinado.
7. Extensiones de tríceps con barra acostado.
8. Prensas en banco con agarre angosto.
Tres veces de quince, doceocho y doceocho repeticiones.
De preferencia trabajar el primer ejercicio seis veces de diez a doce
repeticiones alternando el agarre de las manos. Los remos se pueden alternar
con agarre amplio, medio y corto.
Los ocho movimientos básicos para la parte frontal del cuerpo se hacen tres
veces de doce, diez y ocho repeticiones y también se han traducido al y del
fisicoculturismo.
1. Fondos en barras paralelas.
2. Jalones de tórax acostado a través del banco.
3. Prensas en banco con barra.
4. Prensas con barra de pie.
5. Levantamientos laterales de pie.
6. Contracciones de bíceps de pie con barra.
7. Contracciones de bíceps a una mano en banco.
8. Contracciones de muñeca con barra.
Al finalizar los ocho movimientos respectivos, ponerse de pie, levantar al
frente los brazos semiflexionados, estirar un brazo a la vez, girándolo hacia la
parte opuesta, como si se lanzara un gancho lateral frontal a la altura de los
hombros, con las manos apuñadas, manteniendo la cabeza y las piernas fijas.
Este movimiento descompresiona la espina dorsal y los hombros, dejando el
cuerpo relajado y fluente energéticamente.
Existe toda una tradición relacionada con el desarrollo y mantenimiento
óptimo de las esferas interiores en el linaje de los guardianes protectores del
nahual pentagonal, muy larga de enumerar, así como de la ingestión de
alimentos tan vital para los desplazamientos y cambios del punto de encaje. El
cuerpo físico en particular funciona molecularmente con energía perceptora,
donde cada reacción químico-eléctrica debe concordar con la siguiente y con la
anterior. El flujo de energía fluye al estar los canales bioenergéticos abiertos. Es
una cuestión programática y no estética o atlética. Estas dos últimas se dan por
sí mismas como ganancias adicionales. En la segunda atención un cuerpo
debilitado o descuidado tiende a fraccionarse y a desintegrarse por falta de
cohesión y de control. Un cuerpo fuerte al desintegrarse mantiene el control
para integrarse nuevamente en otra atención.
En los últimos años he visto el desarrollo del deporte del fisicoculturismo. El
desarrollo del cuerpo físico es el logro supremo de un capullo luminoso en la
primera atención. Es la base para viajar a otras atenciones. La humanidad
parece que se encamina nuevamente al conocimiento silencioso, a través del
desarrollo de cada una de sus partes físicas. Poco a poco todo se junta hasta
lograr integrar un todo.
La presión-tensión de la sobrecarga progresiva en puntos específicos del
cuerpo físico afloja el punto de encaje. El cual en su lugar, pero aflojado, puede
ser deslizado y movido hacia atrás. Sin este movimiento reversible no es posible
revivir a plenitud los ensueños. La retrospección del ensueño es el movimiento
hacia atrás del punto de encaje colectivo alineado al punto de encaje del cuerpo
energético, mientras el punto de encaje del cuerpo físico está estático. De esta
manera la retrospección es absoluta y completa. Al revivirla se encienden
nuevos filamentos en el capullo. La luminosidad que se desprende de ellos lleva
la vieja nueva experiencia vivida exactamente por segunda ocasión. La
serpiente escoge lo que más le place para entregárselo al águila como sustento.
La razón se pierde y el conocimiento del silencioso brotar de la vida se gana
para retenerlo por siempre.
Otro de los aspectos físicos de la corpofilia es el de los movimientos de
estiramiento de los músculos y de las articulaciones. Y se complementa
finalmente con la absoluta cesación del pensamiento. Detener la generación del
pensamiento y la comunicación interior constante. Todo conlleva al momento en
que el punto de encaje se mueva y cambie nuestra percepción. En ese instante
el cuerpo físico debe de estar preparado para soportar la nueva tensión o
sucumbirá. El cuerpo energético deberá ser capaz de tomar el estado
consciente de la totalidad de sí mismo y soportar las enormes presiones de la
segunda atención, donde la compactación de la energía es aún mas dura que la
de la primera atención. De no ser así, el capullo luminoso se colapsa y es
desintegrado por la contracción de la serpiente.
Don Chema me recalcó una vez más la diferencia entre revivir lo vivido en la
primera atención y recapitular lo ensoñado en la segunda atención. La primera
es una recapitulación silenciosa en total aislamiento y recogimiento del cuerpo
físico. Son las vivencias y experiencias del cuerpo físico acontecidas desde que
nació hasta ese momento. Es una expansión de la conciencia. La segunda es
una retrospectiva sonora y activa del cuerpo energético. Son las experiencias
revividas nuevamente, hasta el menor detalle tenidas por el cuerpo energético
en la segunda atención. Para esto es necesario contraer la conciencia. En otras
palabras, es volver al pasado del cuerpo energético con la conciencia cotidiana
a fin de que el cuerpo físico constate pragmáticamente la existencia de otra de
sus partes, se complementen y se conviertan en una sola. La recapitulación
prepara al capullo luminoso para entrar a la tercera atención y la retrospección
lo prepara para ingresar a la cuarta atención. La tercera atención es la parte
estructural del águila carente de conciencias y la cuarta atención es la totalidad
del águila; la parte estructural, la orgánica y la inorgánica. Esta diferencia
energética entre los linajes de nahuales es la barrera que les impide mezclarse
y socializar entre ellos. Cada uno teje telarañas de diferente tamaño y distinto
grado de adhesividad, ya que atrapan diferentes receptáculos estructurales y
funcionales para su particular sustentación y la del águila en general. La
telaraña es la serpiente estirándose para prestar vida y contrayéndose para
reclamarla un momento después. La retrospección es el túnel de escape, el
único lugar entre los dos actos. Absorber la vida, guardar una copia y
entregársela a la serpiente en su reclamo. Encaramarse a esa copia y usar a la
serpiente en su viaje retráctil para alimentar al águila. Así se ingresa al capullo
mismo del águila y se perpetúa la conciencia individual habiendo alcanzado su
independencia y su libertad.
La conciencia salta para evitar el apretón de los anillos de la serpiente, hasta
que se da cuenta que ella misma es un anillo más, un anillo de poder, el cuarto
anillo de poder. Con esta realización se inserta en los filamentos del águila, en
la serpiente, para expandirse y contraerse con ella; para viajar y volar
eternamente rodando insertada en los dactilares del águila. Tocando todo.
Conociendo todo. Permeándose de todo. Convirtiéndose en un embrión, en un
feto, creciendo. Hasta que por su dimensión el águila lo para como su igual en
la quinta atención.
Los traquidos y chasquidos señalaron el regreso de don Chema. Su cuerpo
parecía sonaja. Sus articulaciones tronaban y literalmente sacaban chispas de
luz anaranjada. La apertura con forma de vagina dejaba ver una intensa luz del
mismo color. Don Chema, desnudo, venía cubierto con una especie de
membrana brillosa, confiriéndole a su cuerpo el color del bronce. Un hermoso
color dorado. Sus ojos me miraron. Un par de lagunas acuosas refulgieron en
lugar de sus ojos negros. Sentí un escalofrío y un miedo primitivo me invadió.
Era el nahual. El cuerpo proyectil de don Chema. Yo había sido advertido por él
mismo y por Vicente, de tener mucho cuidado con un ser como ése. Su solo
toque podía desintegrar a un capullo frágil y quebradizo lleno de espanto y
pánico cerval. Se irguió. Extendió su mano para tomar la mía. Me estaba
invitando a entrar al mundo anaranjado de donde venía. Retrocedí con
prestancia. La caverna de la cueva donde me encontraba no era muy grande y
la salida estaba detrás del cuádruplo de don Chema. Comprendí que moriría. El
miedo a mi muerte me arrebató y caí de rodillas vomitando. Me erguí. Una parte
de mí sentía un pavor atroz. Sin embargo, otra no sentía nada, nada. Esa
segunda parte miró a un individuo agazapado y tembloroso; lo miró con
absoluto desprecio. Se agachó y con una mano lo tomó del gaznate, para sin
miramiento alguno arrojarlo al interior de la vagina anaranjada. Chillé hasta que
sentí que reventaron mis pulmones y perdí la conciencia.
Dicha experiencia fue la culminación de años de práctica diaria y constante
de la corpofilia física y energética. Don Chema me explicó que mis esferas se
habían integrado un mucho-poco más al alinearse mis puntos de encaje
interiores con el colectivo exterior. Algo que muy pronto sería cotidiano. Me volví
a vomitar de sólo pensar en que “eso” iba a ser algo cotidiano. Me hizo la
observación de que mi cuerpo físico ya no era tan físico como antes. Tenía
mucha razón. La curiosidad me hizo hacerme análisis fisiológicos, los cuales
arrojaron una mayor cantidad de hemoglobina y leucocitos, así como un
aumento de testosterona, a un promedió de doce a catorce miligramos de
secreción diaria. A la fecha conservo una pequeña cicatriz en la ceja derecha
producto de mi encuentro con mi cuádruplo y tres descalabraduras en la parte
superior del cráneo. Sangré tanto que don Chema pensó que no iba a resistir el
encuentro. Varios aprendices antes que yo habían muerto desintegrados en las
fauces circulares de la serpiente.
Don Chema aseguraba que el nahual o la esfera proyectil se hace presente,
en la realidad cotidiana, saliendo a través del ojo izquierdo, por lo que me ponía
horas enteras de pie frente a un espejo de treinta por veinte centímetros, en
donde sólo cabía el rostro, a observarme el ojo izquierdo, o sea, el derecho en
la imagen del espejo. Ciertamente, cuando el nahual salió de mí, lo hizo por el
centro de ese ojo. Me quedó doliendo casi dos meses y a la fecha van y vienen
en mi cristalino pequeños grumos negros. Mi preocupación fue tal que le
comenté a don Chema la necesidad de consultar a un oftalmólogo, pues estaba
casi seguro que la retina se me había desprendido. Me contestó que lo único
que traía caído era el pito; que eso sí debía preocuparme. Riéndose a
mandíbula batiente me dijo que esas manchitas eran el precio de la salida del
nahual. Es, -–dijo-, como la salida de un cerote duro y largo contenido en el
intestino por días enteros debido al estreñimiento y que al salir lo hace llorar a
uno por el dolor que provoca en el culo.
-¿Qué no te dio olor a caca cuando se te salió el nahual, Danielito? –me
preguntó
Recordé en ese momento un olor hediondo en la cueva.
-Ese olorcillo apestosillo no era del nahual, mi querido Danielito, ese olor era
por cierto el aroma de tu cagada. Te cagaste en los pinches pantalones.
Parecías un cabrón coyote al oír un tiro. Traías caca hasta en las greñas y
orejas m’ijo –terminó diciendo.
No sé, si se rió hasta llorar de recordar mi figura en la cueva o de la cara de
bobalicón que puse cuando me lo dijo.
El supremo poder está inmóvil. La fuerza es la que se mueve y con ella se
mueve todo lo que contiene el poder. El espíritu del poder es la parte de la
fuerza que presiona y tensiona cada parte o lugar que la llena. Al espíritu del
planeta se le llama Hexápoda. En esa parte filamentosa de la fuerza se sostiene
el universo Aztlaniano. El espíritu se forma de funciones esféricas con forma de
capullos luminosos. Burbujas que aparecen y desaparecen impelidas y
compelidas por la fuerza del poder. Bastones que aparecen y se alargan hasta
desaparecer aplastados por la fuerza del poder. La relatividad efímera de la
energía estructural. Ubérrima fuerza del poder conocida como la serpiente. Es
la que pega y lija a las conciencias máximas con las conciencias ínfimas.
El supremo poder, Cero, está repleto de inmensos racimos de esferas
cónicas. A estos seres se les conoce como águilas, pues vuelan llenando las
oquedades que deja el poder al moverse la fuerza. Es en la fuerza donde moran
las águilas. Y son eternas. Se abren para dar paso a los espíritus (serpientes)
que llegan a entregar conciencias para nutrir al poder y se cierran para enviar a
los espíritus o lugares a generar esferas y bastones, a quienes alimentarán
encajándolos fijamente en lugares adecuados para su desarrollo y crecimiento;
futuro continuo alimentario del águila nahual. Hacia adentro y hacia fuera, como
un émbolo, creando y destruyendo. Los nahuales de tres puntas se convierten
en espíritus, o sea, en serpientes de la serpiente, en hacedores de formas. Los
nahuales de cuatro puntas se convierten en anillos expansores de la serpiente
hacedores de funciones. Son los técnicos de la factoría cósmica de lugar. Y los
nahuales de cinco puntas se convierten en anillos retráctiles de la serpiente,
hasta llegar al origen madre del interior del águila donde habitan. Ahí, como
espermas, ingresan al óvulo energético del águila alineando su punto de encaje
total con el punto de encaje del cuerpo proyectil del águila para finalmente
utilizar esos filamentos para percibir el mundo cotidiano de las águilas. Esto es
la salida del nahual por el ojo izquierdo del águila. Un nahual libre, individual e
independiente.
Repetidas veces y de distintas maneras don Chema me describió el mapa de
la regla del nahual de cinco puntas. También, una y otra vez me hizo andarla y
desandarla hasta que me quedó claro, que en las acciones pasadas están las
acciones futuras. Se parece, me dijo, a comer una y otra vez pollo asado. Te
comes el pollo y ¿Qué crees? ¿Será un pollo diferente cada vez o el mismo
pollo vuelto a nacer?
Vicente me enseñó la elaboración de complementos nutricionales. Utilizaba
cortezas de árboles, principalmente algunas variedades de pinos únicos en el
mundo. Se encuentran solamente en la Sierra Madre del Sur. Combinándolos
con flores y raíces de arbustos de camote y ñame, elaboraba una potente
mezcla, cuyos efectos sinergísticos proporcionaban una alta resistencia a la
fatiga y densidad a la masa muscular. La herbolaria nahua se ha conservado
oculta, inclusive al grueso de la misma población. Carece de rituales y de apoyo
logístico religioso. Es un conocimiento clínico subrepticio sin ganancias
económicas o comerciales. Es una verdadera lástima que la deforestación
desmedida esté acabando con tantas plantas medicinales y nutritivas, creo,
algunas de ellas únicas y desconocidas.
Las enfermedades que ha padecido la humanidad a occidental tecnificada en
los últimos dos mil años, primordialmente las plagas como la viruela, el cólera,
lepra y otras parecidas fueron desconocidas para los primigenios orgánicos y
por los nahualtecas posteriormente. Ellos basaron su salud en la cuidadosa
ingestión de los alimentos; comenzando por su meticulosa masticación, el
absoluto silencio al comerlos y el apilamiento adecuado de los nutrientes.
Conocieron y clasificaron, al igual que nosotros, a los carbohidratos, lípidos,
proteínas, vitaminas, minerales, flavonoides, esteroles, hormonas, etcétera y
dos grandes complejos de substancias todavía por clasificar por nosotros;
encontradas, una en la sangre y en la clorofila y la otra en los hongos: las
pigmentoinas y los quitinglicósidos.
LAS OTRAS CONCIENCIAS ORGÁNICAS
La gran banda de emanaciones donde existen las conciencias orgánicas se
compone de ocho filamentos en forma de laminillas que dan la sensación de
extenderse infinitamente hacia atrás y hacia delante. Parece un acumulador de
tamaño infinito, abierto por el asiento y la tapa. Las láminas están separadas
por intervalos acústicos, o sea, por el sonido que producen al entrar en
movimiento. El águila ensoñó sus partes móviles en forma de capullos o huevos
cuyo interior oscila, vibra y trepida, además de contraerse y expandirse en
proporción directa a la energía que van acumulando en sus receptáculos.
Estas fueron las primeras frases que traduje. Estábamos don Chema y yo en
las cuevas de Tepalcate-Petl. Él ya me había enseñado una técnica para
traducir los signos y símbolos de las cuevas. Usé dicha técnica lo más apegada
posible a la descripción dada. Cuando terminé, don Chema hizo un gesto
afirmativo con su cabeza al terminar de leer el texto. Don Chema me había
explicado que los antiguos orgánicos, los primeros para ser precisos, utilizaron
los signos y símbolos grabados en piedras, porque estas tienen la propiedad de
guardar y conservar la vibración electromagnética. La lectura tiene lugar con la
palma de la mano, cualquiera que ésta sea, y no con los ojos que asocian
signos con sonidos guturales. Las palmas de las manos entrenadas para ello,
asocian signos con imágenes. Imágenes de los eventos acontecidos. Una
verdadera y exacta manera de conservar la historia.
Los capullos fijan su atención en ocho niveles perceptibles. Cada nivel
equivale a un estado de la energía transformada en materia. El gaseoso es el
estado elemental paralelo al líquido. El líquido paralelo al sólido. El sólido
biparalelo al gaseoso y al líquido. El plásmido paralelo al eléctrido. El eléctrido
paralelo al magnétido. El magnétido tetraparalelo al plásmido y al eléctrido. El
actinoso paralelo al magnétido y el neútrido horizontal pentaparalelo a las siete
grandes bandas de emanaciones inorgánicas.
Los capullos tienen formas básicas acordes a las funciones que realizan:
esporiformes, pectiformes, antropomorfos, magmamorfos, fludiformes,
flexiformes, neutrimorfos y radiamorfos.
Las conciencias inorgánicas utilizan estos ocho estados de la energíamateria para proyectarse. Sus proyecciones usan estas formas para funcionar
en la gran banda de emanaciones orgánicas. De la misma manera que las
conciencias orgánicas usan las siete grandes emanaciones inorgánicas o
segunda atención para absorber energía y desplazarse hacia las cuarenta
grandes bandas estructurales o tercera atención.
El camino se tornaba cada vez más sinuoso y la vegetación más densa.
Algunos tramos los caminábamos agachados y con penurias. De repente la
vegetación se abrió y quedamos en el bordo de un desfiladero. La vista de las
montañas llenas de colorido verdor y la profunda hondonada que corría entre
ellas casi me hacen llorar. Sentí un golpe en mi ser total. Fue un sentimiento de
infinita ternura y paz. Me quedé petrificado un buen rato contemplando tal
magnificencia. Oí un ruido de hojas secas crujiendo y volteé. Sólo la emoción
que me embargaba, fría y brutalmente inconmovible evitó que corriera
desaforadamente o que saltara al abismo. Frente a mí estaba un hombrecito de
un metro de estatura aproximadamente, de figura simétrica y bien
proporcionada. Estaba desnudo. A su piel de color verde manzana profundo,
casi “negro”, la cubría una finísima vellosidad verde tierno. Sus ojos oblicuos,
glaucos, me miraban. Al verlos, volví a experimentar esa ternura que rayaba ya
en bondad extrema. Su cara no tenía boca; sus orejas puntiagudas y menudas
me hicieron recordar tantos cuentos y leyendas de duendes en los bosques
-Míralo y grábatelo muy bien. Casi todos ellos son muy similares. Se llama
Oh-um-ba. Cuando veas uno de estos seres, repite estas tres sílabas y si es
hembra se arrimará, pero nunca la toques, de lo contrario desaparecerá como
un vientecillo frío y árido –escuché decir a don Chema a mis espaldas.
-¿Qué es don Chema? –me oí decir.
- Es una proyección del bosque -dijo.
-¿Una qué? –le respondí sintiendo el corazón latir aceleradamente.
-Los árboles los crean. Son figuras proyectadas en nuestra realidad, la cual
para los vegetales es una especie de realidad virtual. No tienen vida propia –
siguió diciendo- . Mira ¿Ves ese árbol gigantesco? –miré hacia donde me
señalaba y vi un enorme eucalipto-. Ese es el líder y el que conjunta la energía
de otros árboles para proyectar a este trasgo. Mientras don Chema hablaba,
comencé a distinguir un hilo muy tenue y brillante que salía de las ramas más
frondosas del eucalipto y terminaba en el hombrecillo. Lentamente iban
apareciendo ante mi vista decenas de hilos que salían de los árboles hacia el
hombrecito. Mientras esto sucedía don Chema me susurró al oído.
-Las conciencias orgánicas se dividen en capullos móviles e inmóviles. Has
tenido frente a tus narices a los capullos inmóviles todo el tiempo y nunca te
habías dado cuenta de ello –me dijo-. Los capullos inmóviles a su vez se
dividen en conciencias blandas y conciencias duras. Los vegetales, como los
árboles son blandas y el carbón mineralizado, como los diamantes y rubíes son
duras. Unas y otras se proyectan virtualmente en nuestra realidad. Mueven su
punto de encaje de manera diferente a los capullos móviles como tú o como yo
–se calló de pronto.
El hombrecito se había movido. Don Chema presuroso me susurró de nuevo.
Me dijo que repitiera su nombre, –Dije…don Chema… en voz queda. Me dio un
coscorrón en la cabeza y me dijo.
-¡Mi nombre no pendejo!. Di el nombre del trasgo.
Lo miré perdido ya que había olvidado su nombre.
-Me lleva la chingada -dijo resignado-, se llama Oh-um-ba y si lo vuelves a
olvidar vas a terminar hecho una planta babosa. Si te llega a tocar, te va a
cargar la chingada, pendejo. Decir su nombre es lo único que nos salva de ser
permeados por ellos.
Repetí varias veces su nombre. El hombrecito que flotaba hacia nosotros se
detuvo y estiró su mano izquierda. Observé que tenía tres dedos gruesos. Dos
largos y uno corto.
-¡No lo toques! –me dijo apremiante don Chema-, deséale buen día y
larguémonos de aquí –me insistió don Chema.
Le dije su nombre otra vez y me despedí con un ronco ¡Buenos días! Seguí
casi corriendo a don Chema, quien también casi corría entre la tupida maleza.
-Son tardes, Danielito –me dijo.
Miré al cielo y comprendí que tenía razón. Le di una ojeada al reloj de
pulsera que llevaba en la muñeca y vi que eran casi las seis de la tarde.
Recordé que al llegar al claro estaba amaneciendo. Habían transcurrido
alrededor de doce horas y me parecieron unos cuantos minutos.
Llevábamos bajando alrededor de dos horas. La cueva de Tepalcate-Petl
tenía una larga forma tubular. Sus paredes lisas cubiertas por lama y musgo
brillaban por el agua que escurría brotando de ellas. La luz de las linternas
producía destellos y sombras que parecían moverse con voluntad propia.
Llegamos a un recodo no muy pronunciado pero sí más profundo. Distinguí una
luz a lo lejos, al tiempo que me di cuenta que la cueva de más o menos cuatro
metros de diámetro se convertía en un corredor recto. Le grité a don Chema que
había alguien ahí. Me respondió que efectivamente había alguien que no era yo,
alguien sin linterna y sin pito. Le contesté que siempre estaba pensando en los
miembros sexuales. Recibí una andanada de comentarios de la mujer y su
delicado uso. Corrieron y saltaron variadas poses y formas de hacer el amor por
la boca de don Chema.
-¿A qué nunca has cogido con una piedrita, Danielito? –me preguntó
afirmativamente.
Estaba por contestar cuando vi a don Chema meterse por un agujero que
tenía el túnel. La luz que veía salía por ese boquete. Me agaché igual que él y
me metí. Al entrar, una fuerte claridad me hizo cerrar los ojos. Don Chema me
jaló de un brazo. Dimos unos pasos más y me dijo que podía enderezarme. Al
abrir poco a poco los ojos me quedé estático. Ante mí había cientos de trozos de
cristal parecidos al cuarzo. Miles de colores y tonalidades que jamás imaginé.
-Todos ellos están vivos –escuché decir a don Chema.
-¿Cómo es eso? –le pregunté.
-Al igual que los árboles estos capullos son conciencias inmóviles.
¿Recuerdas el trasgo que vimos en Ostul-katl? -dijo. Recordándome un viaje
que hacía tres semanas habíamos hecho a la Sierra Madre del Sur, cerca de la
costa del pacífico.
-Estas piedritas que ves aquí son las conciencias duras de los capullos. Son
las más parecidas a los inorgánicos y sin embargo, energéticamente son tan
diferentes –continuó diciéndome.
-Oiga don Chema –le dije- ¿También estos cristales proyectan sus
sentimientos en la realidad?
-Y mucho más efectivamente que las conciencias blandas inmóviles –me
respondió-. Fíjate que los vegetales tratan de parecerse a nosotros. Por el
contrario las conciencias duras inmóviles, se proyectan como bolas de luz o de
luces, dependiendo de si se proyectan en forma individual o en conjunto. Te
había dicho que eran como diamantes o rubíes, pero no son ni lo uno ni lo otro.
Son cristales que no existen en nuestro mundo –dijo.
-¿Cómo que no existen en nuestro mundo? –le pregunté-, si están adentro
de la cueva -le increpé.
-Esta cueva, Danielito, es lo más común y corriente para cualquier gente.
Para nosotros es una puerta, más bien, digamos que es muchas puertas que
dan a otros mundos. Desde que doblamos el recodo, entramos a otra realidad.
Las fuerzas que convergen en esa pared abren un boquete en nuestra
percepción. Al tocar la pared, nuestro punto de encaje se movió y entramos en
este mundo. Si pudieras volver atrás, a ese lugar, verías que tú y yo estamos
roncando ahí, echándonos una dulce siestecita.
No comprendí bien lo que me decía. Recordé que un momento antes le iba a
preguntar si podíamos pisar las piedritas. En ese tren de pensamiento estaba
cuando vi a don Chema convertirse en una gran bola de luz ámbar claro, con un
núcleo dorado y pulsante. Me di cuenta que no tenía brazos ni piernas. Me
quedé petrificado.
-Cuando termines de hacerte pendejo me avisas, mientras tanto me voy
echar una doble siestecita –me dijo-, con una voz hueca y lejana; cuando menos
así sonaba.
Después de un tiempo que me pareció un siglo noté que me podía mover.
Era algo como un deseo sin deseo lo que me permitía moverme. Estaba con la
inquietante sensación de moverme, cuando advertí a mi izquierda una luz cielo
profundo. Sin saber por qué, voltié a mi derecha y vi una formidable piedra de
cristal de un azul ambarino profundo, que pulsaba emitiendo luminosidad.
-Se está viendo en el espejo –dijo don Chema-. Se está acicalando para ti.
Parece que le gustaste. Que a toda madre que le caíste bien a una piedrita azul
–continuó diciendo-., ¿Sabes? Las piedras azules son todas hembras.
Cariñosas y bien buenas. Cogen como si estuvieran de verdad rabiosas –siguió
diciéndome, al tiempo que me miraba fijamente con su revoloteante núcleo
dorado.
-Si te hubiera echado el ojo una piedrita rosada o moradita hubieras
terminado todo friccionado. Esas piedritas se te tiran a tallarse y tallarse contra
tu coraza hasta que se vienen. Y ¿Sabes? Todos son machitos. Y muy machos
todititos.
Su risa hueca y estereotipada me causó nauseas.
-Ya en serio, Danielito. Las piedritas azules son muy busconas y sus
proyecciones son muy fuertes. Tan fuertes como las de nosotros que olvidan a
su verdadero ser, por sentir que la proyección lo es. Ahí comienza nuestro viaje
de retorno al águila que nos dio el hacer –siguió comentando-. Nunca les
prometas nada –me dijo con un tono apremiante y preocupado-, son encajosas
a más no poder. Eso sí –dijo con un tono chispeante-, si tiene cuatro
compartimentos invítala a ir hasta el mismo infierno –terminó diciendo.
Don Chema me comentó que el sexo energético entre este tipo de
conciencias y nosotros es muy común. Con este acto se establece un equilibrio
entre la realidad virtual nuestra, que es la realidad real de ellas y la realidad
virtual de ellas, que es la realidad real de nosotros.
Don Chema me dejó boquiabierto, cuando me dijo que nosotros existimos en
el ensueño de las conciencias duras inmóviles y ellas existen en nuestra
realidad energética real, alimentándose de nuestros ensueños. Le dije que eso
era imposible explicándole una y mil cosas. Respondió que eso eran puras
conjeturas.
-No pasan de ser meras chingaderas explicatorias, con las que nos auto
engañamos. Es algo como un desatino controlado desorganizado. Un mero
desmadre –me dijo-. Si no me crees, échale un vistazo a donde te paras. Te has
pasado toda tu pinche vida viviendo, tragando, miando y cagando en un capullo
de conciencia dura inmóvil y todavía no lo comprendes –siguió diciendo-. Mira
las estrellas, los planetas, todo el micro y el macro cosmos. Estás inmerso en
ellas. Existes en el ensueño que produces. La tierra es una piedrita combinada
azul-verde. Tú las creas con tu ensueño y ellas te crean con el suyo. Tú las
proyectas con tu energía y ellas te proyectan con la suya –dijo-, al tiempo que
su cara se enternecía. Sus ojos parecían ver los eones idos y por venir. Un
pensamiento morboso me vino a la mente y lo pensé en voz alta.
-Oiga don Chema, se me hace que está usted con una piedrita azul y se está
viniendo, o es con una piedrita rosita y ya se la está jalando. ¿O qué? –dije
mientras escuchaba un pujido.
-¡Hhum! –carraspeó don Chema-, cualquier rato te vas a llevar una
sorpresita muy azul, Danielito. Espero que cuando te vengas no se te vacié el
trasero –dijo endiabladamente serio.
Me arrepentí de haberle hecho esa broma, sabía que me la cobraría de la
manera más sorpresiva, mínimo sería un buen susto.
Comíamos ya entrada la tarde en un pueblito cercano a la desembocadura
de un río. Estaban dos pueblos juntos en esa parte de la costa michoacana. El
día estaba muy caluroso. El viento del océano traía algo de alivio con su cálida
pero húmeda brisa. Dos platones llenos de pulpo a la media mantequilla se iban
agotando a medida que nos los comíamos, en ese extraño silencio en el que
don Chema solía comer. Yo veía a las olas del mar arribar una y otra vez a la
playa que se encontraba a escasos treinta o cuarenta metros de la palapa
donde nos encontrábamos. Una y otra vez el agua reventaba sin cesar. Un
sinnúmero de pensamientos cruzaban por mi mente. Desde el significado del ir
y venir del oleaje hasta la incógnita y el misterio más grande de la humanidad:
la muerte. También la vida, el por qué existimos y para qué. Sentí un arrebato
de impotencia y rabia sorda al comprender que el deseo no basta para conocer
los hechos. Creí entonces que tampoco la voluntad o la disciplina. Tenía que
haber algo que me permitiera saber los hechos de la vida y de la muerte. Miraba
el océano. Seguí con la mirada a una media docena de toninas que surcaban
las olas. Pensé cuan felices serían si el hombre no existiese. Toda la
destrucción del planeta la creaba el ser humano. Pensé cuan hermoso sería
este planeta borrando al hombre de su faz. Yo ya había terminado de comer.
Estaba en esas cavilaciones cuando escuché a don Chema.
-Todos los mundos son depredadores, Danielito –comentó-. Hay que darle
las gracias al águila que este mundo lo ensoñó sin mucha crueldad –continuó-.
Mira, ahí enfrente. El agua fuente de nuestra existencia es la más cruel de todas
–dijo-, haciendo un gesto con su cabeza que señalaba al mar-. Esa agüita
alberga a los depredadores más crueles y horrendos que podamos imaginar. Es
el verdadero infierno y como puedes observar el infierno no está hecho de
fuego, está hecho de agua. Ahí coexisten cuatro tipos de conciencias orgánicas
muy parecidas a nosotros. Dos son semiblandas y dos son semiduras. Su único
fin es arrebatarse la existencia unas a otras de las maneras más aberrantes,
macabras y aterradoras. Son cuatro mundos intercomunicados cuyo adherente
es el dolor. El dolor más horrendo, inimaginable aún para la peor casta de
humanos que tienen contacto con otros orgánicos e inorgánicos productores de
dolor a través de la guerra, las hambrunas y las enfermedades y que son los
que gobiernan y dirigen a la humanidad. El dolor es el elemento más importante
de su punto de encaje para ensoñar sus realidades virtuales donde coexisten
unos y otros.
-Oiga don Chema, pero ¿Cómo es que habitan en el agua? ¿Se refiere a que
viven en el fondo del océano? –le pregunté.
-¡No! ¡No! ¡No! –me contestó imperativo-. Me refiero a que el océano, el
agua para ser más exactos, es el elemento a través del cual se accede a esos
cuatro mundos. El agua es muy benigna cuando se existe en compatibilidad
energética con ella. O puede ser muy peligrosa cuando nuestras bajas pasiones
nos identifican con esos cuatro mundos. El agua abraza a esos mundos, los
cubre y protege. Toda aquella energía, que se mueve al mismo compás que
ellos, será atrapada por el agua, la que tratará de meterla a donde pertenece
por así decirlo.
-Y ¿Pueden ellas entrar en nuestro mundo, don Chema? –le pregunté.
-Se dan casos –contestóo-. Sin embargo, es muy difícil que esto suceda.
Acuérdate que si sacas a un pez del agua, perece. Aún a los mamíferos
acuáticos, aunque respiren aire. Es lo mismo para ellas. Existen en mundos
líquidos y plásmidos con ligeras variantes. Al salir a mundos sólidos o gaseosos
parecen. Un mundo de esos nos visita frecuentemente. Han encontrado la
tecnología para sobrevivir en nuestro mundo. Son visitas de curiosidad las que
nos hacen, ya que todo lo nuestro es tan extraño y bizarro para ellas que no son
dadas a permanecer mucho tiempo aquí. Sus visitas son muy conocidas ya que
siempre producen dolor y muerte. Por donde pasan van dejando desolación y
destrucción, muchas veces inexplicable para los humanos. Los seres
inorgánicos receptores de las franjas primarias les temen muchísimo. Al estar
sus mundos tan cercanos, estos orgánicos primigenios (ya que fueron las
primeras cuatro conciencias orgánicas que ensoño el águila a través de la
serpiente) se adentran en cuando menos tres de las grandes bandas de
inorgánicos y los cazan como nosotros cazamos a los conejos. Son muy
suculentos y apetitosos para los primigenios.
Don Chema me invitó a echarnos un chapuzón en ese mar abierto, al que yo
de por sí ya consideraba peligroso para nadar, lo que se acrecentó con las
explicaciones que me acababa de dar.
-No temas, a los pendejos como tú no se los llevan –dijo riéndose-. Si te
tragaran les daría diarrea toda una semana –dijo todavía riéndose.
Nos metimos al agua. Llevaría unos cuantos metros caminando; el agua me
llegaba a la cintura, cuando sentí que se acercaba don Chema. Al voltear me
dio un fuerte golpe en el hombro derecho, el cual repercutió en mi nuca. Sentí
un tronido en el cuello. Comencé a marearme. Traté de gritar pidiendo auxilio.
Un remolino me tragó. Di vueltas y vueltas hasta que una especie de agua
blanda y acolchonada me detuvo. Voltié para examinar los alrededores. Vi a don
Chema pavoneándose y golpeándose el pecho como un gorila. Al verlo me instó
con señas a que hiciera lo mismo. Por un momento pensé que estaba
rematadamente loco. Lo vi golpear con su pie izquierdo el suelo blando que se
movía a cada golpe como si fuera una cama de agua. Continuó haciéndome
señas. Entendí que volteará. Volteé hacia atrás y vi unas manchas diminutas
muy negras esparcidas por todas partes. Me dejé llevar por esas partículas. Mi
intención era observarlas una por una, cuando una sombra del doble de mi
tamaño me hizo saltar. Comencé a golpearme el pecho con ambas manos y a
golpear el suelo con el pie izquierdo. Caí en un desesperado frenesí y en un
pánico ciego. Veía a esa forma expandirse y contraerse como una mantarraya.
Quería huir y no podía. Algo me atraía a ese lugar. Escuché a don Chema
decirme que no luchara con ningún sentimiento, que lo dejara ser. ¡Déjalo ser!
Me gritaba una y otra vez. De pronto mi cuerpo se expandió. Me vi levantar los
puños. No sentía nada, pero nada. En ese instante volé contra esa masa
negruzca. Me estrellé contra ella. La sentí en mis manos y en mi cara. La tomé y
la sacudí. La desgarré. La hacía tiras. Una rabia incontenible dominaba mi
cuerpo, un coraje lleno de deseos de acabar con todo a mi alrededor. Miré miles
de partículas que salían disparadas por doquier. Sentí una fuerza descomunal.
Creía medir un kilómetro de altura. Miraba retadoramente. Vi una forma
pequeña moverse rápidamente. Huía de mí. Levanté uno de mis descomunales
pies para triturarla. En ese momento, muchas manchas como la que acababa de
particularizar se acercaban. Las observé abrirse y cerrarse sobre el cúmulo de
pedacitos negros. Sentí en mi espalda baja un golpazo. Como si me lo hubiesen
dado con un tubo o con un pesado madero. Comencé a patalear. Sentí que
tragaba agua. Salí a la superficie y tragué una bocanada de aire. Nos
encontrábamos como a doscientos metros de la playa. Don Chema me indicó
con un gesto, que no hablara y que nadara de regreso.
Al día siguiente después de desayunar emprendimos el regreso a las
montañas de la sierra. Don Chema me pidió que lo llevara en la camioneta
doble cabina Nissan que yo llevaba. Me dijo que quería darse una desentumida,
ya que la mayoría del tiempo manejaba su vieja camioneta Toyota, él me guiaría
dado que conocía los caminos y brechas a donde íbamos y yo no. Se sentó y
cerrando los ojos puso una sonrisa santurrona e ingenua que utilizaba a veces
para hacer creer a la gente su papel de indio ignorante y tonto.
-Que nochecita pasé, don Chema -le dije-. Soñé con tiburones, sirenas,
cachalotes y toda clase de fauna marina vista en la televisión. Hasta un... –paré
de hablar porque don Chema me interrumpió.
-Eso crees tú, Danielito –me dijo-, tu razón les dio formas a lo que viste ayer.
En ese momento recordé el suceso del mar el día anterior. Las manchas y las
partículas negras. Lo había olvidado por completo. Creía a pie juntillas que lo
había soñado.
-Ayer te llevé al mundo más pinche, cabrón y desgraciado de esos cuatro
mundos primigenios. Ahí todo lo que vale y cuenta es el poder y la fuerza para
destruir o para huir y esconderte. Cuando arribamos fuiste testigo de la
desintegración de uno de esos seres. Fue molido con presiones y desintegrado
en partículas. La mancha grande que viste frente a ti lo acababa de matar y
estaba a punto de tragárselo. Tu naturaleza surgió entonces. Con una
descomunal rapidez te tragaste al primigenio muerto. Te atragantaste con él.
Quedaste con el cuerpo cubierto de esa sangre oscura como el petróleo que
circula en ellos. A medida que lo engullías crecías. De pronto te abalanzaste
sobre la mancha que azorada te percibía. No tuvo oportunidad alguna. De un
golpe a dos manos la partiste en mil fragmentos. Miraste a otras manchas y las
invitaste a tragar. Alimentaste a doce docenas de primigenios. Ahora ya sabes
que eres un hijo de la chingada. Un cabrón perro rabioso que te vale madre
todo. No tienes ningún escrúpulo. Tu naturaleza es la depredación misma.
Gracias a Dios y al diablo que sólo hiciste esas pendejadas, quién sabe que
hubieras hecho con un poco más de tiempo en ese lugar. Ese mundo, esos
cuatro mundos te proveerán de alimento. Puedes entrar en ellos a placer y
acabar con todo. Mi consejo es que no te engolosines y vayas a permitir que te
coronen emperador. Créemelo ser rey en la letrina del águila no es nada
acogedor. Ojalá no escojas ese camino y termines siendo el culo de la serpiente
del águila. La proveedora cruel y brutal que le arrima conciencias al águila. Otro
consejo que estoy compelido a darte es el que no visites las tres primeras
grandes bandas que producen seres inorgánicos. Tu falaz morbo y tu sentido
natural del placer de destruir los convertirá en presa fácil. Será como pisotear
hormigas. Si sigues mi consejo aprenderás el sentido del respeto a la evolución.
Un día descubrirás que alejándote de ese insignificante bocadillo, encontrarás
más adelante un suculento banquete en la misma panza del águila; que digo, en
la mismísima matriz del águila –hablaba ronco y quedo-. Nunca imaginé ver
tanta energía desplegada con el afán tácito de destruir. Tu camino no se lo
envidio a nada ni a nadie y no deseo esto para ningún algo. Eres lo más
monstruoso que se puede concebir. Estuviste a punto de destruirme y de
tragarme. Yo no tenía idea del riesgo que corría. Mi destino era ser destruido o
quedar ligado por siempre a ti. Al dejarme vivir me has esclavizado. Mi
existencia será una eterna servidumbre. Lo único que me consuela es que seré
testigo de la cuarta atención y posiblemente también de la quinta atención –dijo
con la mirada perdida en el infinito.
Don Chema calló. Lo miré. No comprendía lo que me decía. Gruesas
lágrimas rodaban por su cara morena. Sorbió por la nariz y escupió por la
ventanilla.
-¡Por toda tu chingada madre! ¡Por qué a mí! –gritó.
Mucho tiempo después, años enteros, comprendí lo que don Chema me
contó acerca del uso de la tiranía para ser capaces de transitar intactos por la
segunda atención. Los hombres de poder ilimitado son, cuando el poder los
corrompe, lo más cercano a los capullos primigenios. Para lidiar con ellos, uno
debe ser el amo mismo y el maestro también del atisbo; del engaño engañado.
Ese grandilocuente cinismo, como tal, deja de serlo para convertirse en un
verdadero arte y en una perfecta ciencia de la supervivencia. Los nahuales de
cinco puntas, me dijo don Chema, se alimentan de estos seres. Los nahuales de
tres puntas y cuatro puntas se frotan con y reciben sustento de los seres
inorgánicos más elementales.
Comprendí la gran catástrofe del capullo humano. El engaño brutal de la
dualidad del bien y del mal generada por nuestra ensoñación disexual, lo bueno
es la realidad de lo malo y viceversa. Por esta razón el poder se otorga a los
depredadores natos. A la rapiña más sofisticada. El proceso de selección de lo
mejor, de lo más bueno de lo conceptuado como malo es la destrucción interna
obligatoria para asegurar la supervivencia y que prevalezca el más vil y el más
cruel. Es difícil concebir que la maldad es la bondad y lo mejor, sea en realidad
lo peor. El capullo generador de dolor es el bueno. Es el que perdura por más
tiempo y con más poder.
Mi parte humana se revelaba. No aceptaba que la energía no termina ni se
transforma y que intacta se conserva en la relatividad virtual atencional.
Conservación generada por la resultante “dolor”; el alimento favorito del águila y
de sus ensueños.
Al paso del tiempo mis ensueños fueron más vívidos y coloridos. Mis
ensueños de esos mundos primigenios fueron cada vez más cuantitativos.
Siempre ensoñaba persecuciones, luchas, batallas y guerras con formas
absurdas e imposibles de narrar. También, yo siempre prevalecía en cualesquier
acción atencional. Mi temor inicial fue desapareciendo en esos ensueños,
dejando paso a un sádico y mórbido placer por destruir. En mis ensueños era el
mejor. La fuerza descomunal que sentía al estar ensoñando se fue haciendo
realidad en mi vigilia. Mi cuerpo comenzó a transformarse. Comencé a practicar
la resistencia progresiva de alta intensidad. Deduje sistemas de resistencia
progresiva donde las series y repeticiones eran cosas del pasado. La intensidad
de las sesiones y la concentración llegaban al paroxismo. Noche a noche me
adentraba con mi horda de manchas negras en esos mundos a destruir todo lo
consciente que encontrábamos a nuestro paso. Una noche soñé que me
coronaban rey del mundo primigenio de los magnamorfos. Esa noche en ese
sueño proyecté la invasión de los primigenios fludiformes, flexiformes y de los
más astutos, viles y violentos seres de Aura Negra: los primigenios neutrimorfos.
Evasivos pero suculentos a rabiar.
Desperté esa mañana con la imagen del Rey Conan, el personaje principal
de una novela de Robert E. Howard que solía leer en la universidad. Recordé
las anécdotas de ese autor. De lo extraño de sus narraciones. ¿Cuántos
mundos primigenios ensoñaría este gran escritor? ¿Qué vivió y quizá no
comprendió, que lo llevó al suicidio? O, quizá por comprenderlas se arrebató la
existencia. Pensé también en la posibilidad de haber decidido convertirse en un
primigenio. Ponderaciones mías…
Ese día en la tarde en una escuela preparatoria conocí a una mujer. Su sola
presencia me perturbó tanto que al cabo de varios días, caí en la cuenta que
desde la noche del día que la conocí dejé de ensoñar con los primigenios. Mi
poder era enorme. Mi influencia vasta. Todos veían en mí al guía. Al futuro líder
político y económico de la región. Al comenzar a salir con ella una zozobra y un
desasosiego comenzaron a crecer en mi interior. Estaba tapado. Ya no podía
entrar en esos ensueños tan usuales y placenteros de semanas antes.
Por esos días recibí una llamada telefónica estando en el sitio donde
laboraba. Un alto funcionario estatal me citó en la capital del Estado para tratar
asuntos relacionados con la política local. Ocuparía una alcaldía municipal de
manera interina.
Me presenté el día señalado y extrañamente me negué de manera rotunda a
todas sus propuestas políticas y económicas. Durante dos horas me conminó a
reconsiderarlo. Me leyó mi futuro halagüeño al lado de él y de su grupo político.
Finalmente me amenazó con destituirme del puesto de funcionario regional que
detentaba en ese entonces y de fabricarme cosas que me harían perder mi
economía: a la sazón una fábrica, negocios, vehículos e inmuebles de mi
propiedad. Me retiré de ahí dejando una clara negativa. Todo me lo cumplió.
Seis meses más tarde terminé de afanador limpiando pisos y baños en una
dependencia pública en otra ciudad. Desde entonces mis actividades no
incluyen la política. No cabe duda que yo me busqué las cosas que me
acontecieron; por pendejo, hubiese dicho don Chema, con su sonrisa
santurrona.
Dicho funcionario de alto nivel era un híbrido. Un engendro de un primigenio
magnamorfo y un antropomorfo. Un cuasihumano. Su ferocidad para la intriga y
la infamia era admirable. Hoy, aún deambula por esos corrillos de la política
creando el caos, la confusión y el enfrentamiento. Llegamos al acuerdo de no
molestarnos jamás, el que ha sido respetado. Yo comprendo su función y él por
mi conformación energética le está vedado tocarme. Su temor a que mi cuerpo
proyectil se desate en su contra es mayor que su inagotable e insaciable
hambre de infligir dolor, amasar dinero y generar sufrimiento. Sus intereses
vanos con los humanos han quedado muy distantes de los intereses
atencionales de la totalidad del águila, que debieron guiar sus pasos. Pudo
haber formado el nahual pentagonal por su rara conformación energética y no
quiso. En fin…
Esa pérdida total de los lazos con la primera atención fue la que me llevó a
considerar las traducciones de las cuevas. A comprender la esclavitud que me
pronosticó don Chema. Se refería a mi esclavitud y no a la de él. Cuando me
dijo que era mi esclavo, una gran tristeza me invadió. Pero, ésta era sólo para
cubrir mis verdaderos sentimientos. Me invadió una importancia tal, al grado de
sentirme un Dios benemérito y caí en la trampa que don Chema me tendió.
Hace poco me ensoñó para decirme que me había salvado por un pelito. Algo
más allá de su entendimiento me envió una mujer nahual de cuatro puntas. Algo
inusitado e inaudito que aparentemente rompió la regla. La parte femenina del
nahual pentagonal-hexagonal debió haber sido inorgánica.
La clasificación y categorización de las estructuras energéticas es natural a
las conciencias para separar y diferenciar lo percibido, lo perceptible y lo
imperceptible, como parte de la percepción total. Sin embargo, cualesquier
segmentación es meramente de carácter organizativo para el observador
observado. Al final, como al principio es el todo, sus partes mismas y las partes
del otro todo.
Los perceptores primigenios siguiendo la regla encontraron en la
conformación de la gran banda de emanaciones orgánicas a la cual
pertenecemos, cinco tipos de conciencias o capullos luminosos: los animales,
los vegetales, los proyecciales, los cibertuales y los translúcidos. Divididos en
dos porciones pares con cargas energéticas consubstanciales indistintas: la
cerotónica y la unitónica. Cada especie luminosa es variable en su volumen
esférico total y en sus segmentos. La corona luminosa, según su amplitud, es el
indicador del potencial energético del capullo. Es el modo perceptible en que su
voluntad desea ser percibido por el observador observado. Es también el grado
de poder del capullo para mover su punto de encaje individual y/o colectivo. La
saturación energética del volumen del capullo le concede un color específico al
observador observado el cual va, desde el neblinoso blanquecino pasando por
un incontable arreo de tonalidades hasta llegar a un color ambarino de fondo
inmensamente negrísimo y oscuro. A las esferas luminosas con movimiento
propio les llamaron animales. Sus cuerpos volitivos individuales están por
demás desarrollados. Lo que les confiere el poder de moverse a voluntad. Los
animales a su vez, como los otros cuatro capullos orgánicos propios,
evolucionaron en cinco involuciones: unicoidales, biespirales, vorticoidales,
asimecoides y los multicéntricos. Esta clasificación es una ilusión energética
virtual. Al observador le parece percibir diferentes cantidades de hélices en las
que la energía contiene los programas estructurales y funcionales de los
capullos. La energía trasega sus lugares de este modo. Los vegetales se
disocian en discordantes, disonantes, disyuntivos, divergentes y dispersores.
Estos capullos perciben o captan su entorno energético excitando su
luminosidad en toda su envergadura, en un procedimiento opuesto al de los
animales, quienes concentran en su luminosidad su entorno. Los proyecciales
proyectan su luminosidad de cinco maneras, perteneciendo a la clasificación
particular de acuerdo a la proyección en progreso. Pueden proyectarse en las
cinco maneras pero una sola a la vez. Esta característica les provee de una
movilidad extraordinaria. Existen en una vigilia y cuatro ensueños potenciales
constantes. Su mundo es cinco mundos alternos: el euploital rojo oscuro, el
escalimeto azul, el centriloide púrpura, el policoide castaño y el metacronso
gris.
Los cibertuales son seres protráctiles protoplasmáticos. Se proyectan cual
son desde sus núcleos a través de sus capullos plasmáticos
multidimensionales. Sus mundos y estructuras son cuadrados plastificados
plásmicos. Océanos electromagnéticos gravitacionales que se desplazan en
elípticas triradiales. Se asemejan a los pensamientos o encajes energéticos de
los demás capullos. Sus mundos están insertos en los otros cuatro mundos. Son
parásitos de otros puntos de encaje colectivos; no crean sus propios mundos.
Fijan sus puntos de encaje colectivos en los ajenos y cohabitan con ellos
alternativamente en el mismo plano pero en el reverso de éste. Sus cuerpos son
idénticos a los del mundo que comparten en imagen, ya que son
insubstanciales. Verdaderos facsímiles virtuales de realidades encajadas. Se
nutren y se alimentan de la generación de pensamientos y emociones de sus
hospederas. Existen paralelamente a los otros ellos. El águila misma mantiene
sus imágenes en un oscuro negativo negatrónico cibernético virtual. Son los
vitrónicos, los megacromatrónicos, los plintotrónicos, los transtrónicos y los
infomaxtrónicos. Los capullos traslúcidos son bloqueadores de recepciones y
resonancias electromagnéticas. Sus cuerpos luminosos bloquean hasta sus
propias emisiones lumínicas opacando sus cuerpos y sus mundos de
consistencia neblinosa clara. Sus mundos se expanden con exasperante
lentitud. Son de los seres móviles, los más lentos. Su forma de locomoción es
rodante. La regla los cataloga como los círculos giratorios invisibles en cinco
rangos de absorción lumínica. Es el mundo más misterioso y menos conocido
de la primera atención. La regla estipula la visita obligada a este mundo para su
conocimiento. Es el inicio del perceptor en la percepción del conocimiento
directo y la instrucción de la absorción energética.
Esta es la división de la primera atención según la regla. El punto de encaje
colectivo de esta conformación orgánica se fija en el mismo lugar compelido por
las cinco fases. El plato externo, se ve a los ojos del observador como un anillo
de cinco escalones o cinco anillos concéntricos a desnivel. El anillo interior más
acentuado indica el mundo o fase de existencia real del capullo respectivo.
El galillo me ardió y las orejas las sentí calientes. El trago de mezcal de
punta procedente de los Parejos, tan aromático y sabroso, me devolvió a esta
realidad. Me sorbí un decilitro del exquisito líquido. De inmediato pensé en
tantos neologismos que la regla dictaba debían crearse, para medianamente
comprender el conocimiento atávico que guardaba, tan contradictorio e ignorado
por tantas generaciones. Los manuscritos nunca me satisficieron, dado lo
enredado de la trama, lo seco de la regla y los relatos tan pintorescos. Lo
escrito y lo oral no congeniaban entre sí.
Me escanciaron otro chorro de mezcal. Lo bebí nuevamente de un solo
sorbo. Me golpeó duro. Comencé a sentirme mareado. A la escuincla que nos
atendía la vi hasta bonita. La llamé para solicitarle algo de comer. Al acercarse
le pellizqué un pezón. Se puso harto colorada. Sus sonrojos la hicieron verse
aún más linda. Me respondió que solo había huevos; que cómo los quería. Le
respondí que me los hiciera como quisiera, refiriéndome a los míos. Se sonrojó
todavía más. Al voltearse para irse a la cocina, le agarré las nalgas. Se quedó
quieta. La abracé de su cinturita y me fui con ella a la cocina. Detrás del enorme
fogón me la agasajé y le hice el amor. Era una linda criatura de veintidós años,
de fuerte complexión, carne dura y un fundillo formidable. Su carita ovalada, de
negros y pequeños ojos oblicuos y unos labios muy carnosos. Fue una dulce
experiencia para los dos; ella jadeó, sudó y levantó sus piernas hasta tocarse
sus orejitas con sus rodillas. Coger entre el humo que producía la leña y el
arrobamiento del olor a copal me regresó al mundo del ensueño. Dos años
después me di cuenta que le había hecho el amor a un capullo asimecoide.
Existen muchos de ellos cohabitando entre nosotros. Vibran y oscilan en
diferentes escalas, por lo que son perceptibles únicamente para ciertos
animales, incluyéndonos a nosotros los biespirales.
Los perceptores corporificadores fundaron Teotihuacan y Tiahuanaco en la
pre-era del nahual de cinco puntas, cuando Hexápoda rotaba hacia la izquierda
a ciento treinta y seis millones de kilómetros del sol, sola, sin ningún satélite a
su alrededor. En estos dos sitios existían puertas atencionales. Lugares de
jalones adhesivos intercomunicadores de estados vibratorio- oscilatorios,
acopladores de las ocho vibraciones orgánicas. La comunicación orgánica era
total y la premisa de la regla se cumplía. La tensión vence todo; pero hay algo
que vence a la tensión: la fluidez. Fue un gran periodo. Los Toltecas o
constructores de percepciones eran los maestros del movimiento del punto de
encaje. El mundo cotidiano se formaba de ocho grandes mundos cotidianos. La
jerarquía se medía en base a la carga energética de cada ser y a su poder
traslatorio perceptible. El advenimiento del primogénito del águila Aura Negra
trastocó y cambió todo. El nahual traspuso el umbral, se abrió la puerta hasta
entonces vedada y prohibida por la regla, y los seres inorgánicos invadieron
nuestra gran banda de emanaciones. El nahual Luztlán determinó la igualdad y
el libre tránsito entre los seres conscientes pero por demás incompatibles y la
destrucción hizo a un lado a la transformación de la percepción. Desde ese
entonces la percepción inorgánica moldea el universo que nos rodea. A grado
tal de tener entre nosotros un facsímile de muchos de sus mundos, los que
forman parte de la organización de lo incognoscible.
Los aspirantes pasaban por un severo escrutinio energético. Poseer tres o
cuatro compartimientos en el capullo era garantía suficiente para ingresar a las
ciudades de los perceptores. Dado que la mayoría no poseía esa característica,
el requisito fundamental era tener dos compartimientos mancornados por una
especie de manubrio tubular. Son también, los de mayor volumen, de los tres
tamaños que existen. El común entre los capullos es un par de compartimientos
separados entre sí, concéntricos, con su punto de encaje en el medio de esta
concentración. Los capullos mancornados pueden utilizarse juntos, lo que
propicia una mayor perceptibilidad. Los pares separados fijan su atención
únicamente en el mundo cotidiano donde moran. Generalmente usan uno; el
otro entra en desuso y sólo se activa en el sueño, almacenando experiencias
erráticas. Los capullos pares separados fijan y mantienen el punto de encaje
colectivo. Su programación los impulsa a percibir rangos ínfimos en lo individual
y en lo colectivo. Son la parte realimentadora del águila. Para ellos no existe un
don, una oportunidad o la más leve esperanza de incursionar en otras
conformaciones o grandes bandas. Sin embargo, la regla los puede pegar a un
capullo inductor en viajes de tercera atención donde sirven de moldes para la
realimentación de los nahuales en sus ensoñaciones generadoras de mundos
estructurales. Aún así, finalmente su destino es servirle de alimento al águila.
Habiendo pasado el aspirante por el requisito energético, los toltecas
observaban detenidamente las fluctuaciones de la energía en los
compartimentos mancornados. La regla era muy clara en este aspecto. Un
compartimiento debía oscilar en ondas expansivas y el otro debía reverberar en
saltos contráctiles en paralelo uno del otro en cualquier ángulo en el que se les
observara. La vertical y la horizontal de sus movimientos espirales debían
concordar siempre. La más mínima desviación era impedimento, más que
suficiente, para descartar a ese capullo. Estas sacudidas del punto de encaje se
reflejaban en cambios bruscos, sin control, del punto de encaje. Algo demasiado
riesgoso y peligroso para sus acompañantes. A la larga, el primer nahual de
cinco puntas utilizaría esta discordancia para generar un control desmedido del
punto de encaje colectivo en seiscientos sesenta y seis mundos de nuestra
conformación orgánica-inorgánica en trece de sus planos.
Una vez admitido el principiante comenzaba a practicar una elaborada rutina
de actos, ajenos totalmente a su mundo cotidiano. Iniciando una pérdida de
presión en su punto de encaje colectivo sobre los filamentos en fijación,
permitiéndole al aflojarlo, mover su punto de encaje individual hacia otros
mundos tan cotidianos como el suyo.
Los levantamientos de peso, la resistencia progresiva, el aumento de
intensidad y la tensión continua aplicada al movimiento corporal de extensióncontracción o empujar-jalar eran la base sustentadora del conocimiento natural
inherente al origen del capullo y el inicio para recordarlo en su totalidad. La
retrospección de los ensueños le seguía, diferenciando al soñador del soñante y
del soñoliento y éstos del ensoñador. La ensoñación en vigilia era el último paso
para percibir la segunda atención y el ensueño cotidiano la aplicación
permanente y consciente continua de dos o más realidades cotidianas. La
interacción paulatina entre diferentes entidades orgánicas iba teniendo lugar. En
aquellos días se viajaba entre mundos como hoy entre continentes. También, las
condiciones se dieron para el apareamiento de seres orgánicos indistintos. Así
se generaron las actuales razas y lo mismo sucedió en muchos otros mundos
de otras conformaciones. Capullos de los cinco reinos se mezclaron
enriqueciendo al águila. Fueron periodos de la más elevada conciencia
orgánica hasta que apareció el primer nahual de cinco puntas en la
conformación adyacente y con él, la información para abrir la entrada a las
grandes bandas de emanaciones de seres inorgánicos. Después arribaron las
mutaciones esferoides y la regla se rompió definitivamente. Desde entonces las
tres áreas del águila se afectaron permanentemente.
Los perceptores descubrieron con sus detalladas observaciones que existen
compartimentos que acumulan energía estructural, otros que almacenan y
transmiten información funcional entre los capullos, algunos desintegran
porciones de energía extraña a su naturaleza para realimentarse, otros más
elaboran nuevos componentes estructurales de ensueño colectivo y los hay que
bloquean la energía estructural con la fijación de funciones rutinarias y
repetitivas.
Seguidamente el cuasiperceptor aprendía la diferencia entre fijador, fijado,
fijeza, fijación y adherencia variable de lugar-imagen en hileras de cuadrados
infinitos enmarcados en sí mismos. Finalmente comprobaban que la regla era
una especie de mapa anatómico indicador de las fluctuaciones y emisiones
energéticas, especie de puentes o puertas atencionales a través de los cuales
la percepción se reducía o se aumentaba a la par que los lugares se ampliaban
o se disminuían.
La decisión de interactuar con los seres inorgánicos fue movida con la
esperanza de descubrir el origen verdadero de la muerte, ya que conocían su
forma operativa, y querían transcenderla. Esto los llevó a investigar en la
segunda atención. Su búsqueda culminó con el descubrimiento de las grandes
bandas de emanaciones estructurales o tercera atención. Estas grandes bandas
que conducen al interior del águila son partículas esferoidales altamente
especializadas en un sinnúmero de diferentes trayectorias y elevaciones
frecuenciales renovables en cantidad exactamente proporcional a las que se
desintegran en la realimentación. Se parten en una realidad para entrar a
juntarse con otras en realidades alternas.
La percepción periférica o percibir con la totalidad del capullo, significaba el
logro supremo de la conciencia. La esfericidad perceptible era incomparable. El
capullo se forma en su concepción de dos filamentos helicoidales protráctiles
conexos y concéntricos de acción invertida. La que da la sensación de subir, la
denominaron protecorina y la que baja, le llamaron procorteina. Al primero la
envuelve una especie de membrana cuyo nombre fue el de proten y el de la
segunda fue conocido como enteina. De este modo se forman los dos
compartimentos energéticos del capullo común: el izquierdo llamado protergón y
el derecho nombrado ergonteina. Los nahuales de tres puntas se conforman de
dos protergones y una ergonteina, los nahuales de cuatro puntas tienen dos y
dos y los nahuales de cinco puntas tienen dos protergones, dos ergonteinas y
un compartimiento con dos mini-protergones y dos mini-ergonteinas.
El mundo atávico de nuestros antepasados donde la acuidad sensorial se
agudizaba con brebajes y tónicos de huevos pepónides de formas. Un mundo
de eclosiones energéticas conscientes de su desintegración inminente cuyo
olvido creó los mundos gruesos y toscos a manera de obstáculo o pantalla.
Cubrir lo inevitable creó lo ineludible. La vida se nutre de vida y la racionalidad
de héroes y dioses. Entidades con mayor conocimiento que la mayoría de su
resto. Regeneraciones sintéticas en espirales de dos, tres y cuatro centros. Los
nahuales tricótomos desaparecidos por eones, en las ondulaciones ultravioleta
hasta llegar a los seres miserables con guacal al hombro y vituperados por otros
de aspecto diferente. Los destructores receptores, emisores y activadores…
Las vicisitudes de las razas cobrizas oriundas de Aztlania son facsímiles del
punto de encaje colectivo de los capullos extensores. Se queda uno estupefacto
del mundo maravilloso que concibieron los perceptores primigenios: el mundo
real de la energía.
Un factor que resolvieron mantener ajeno, incluso de ellos mismos fue la
construcción colectiva de las águilas; el universo es un infinito cuadrante de
cuadrados colocados unos dentro de otros hacia atrás y hacia adelante, hacia
los lados y hacia las distancias, en cuatro dimensiones: altitud, amplitud,
longitud y plenitud. La quinta atención quedó vedada para todos los
perceptores, excepto para los perceptores guardianes. El cuerpo del águila con
sus serpientes en peldaños era demasiado por conocer para los capullos. Más
lo fue aún cuando descubrieron que no estaban solos en el universo atencional,
al contactar a los seres inorgánicos.
Una pachorra mental me tenía con la mente en blanco. Me encontraba
acostado en una hamaca colgada de dos guayabos, afuera de la casa de doña
Rita. Miraba los nubarrones negros que se arremolinaban presagiando
tormenta. La vida sencilla y apacible de la comarca sólo era rota por las lluvias
constantes, las que al viajar por los caminos casi inaccesibles que comunicaban
ese municipio nahua eran todavía mayores, igual que el silencio, al terminar de
llover. Mis pensamientos vagaban sin rumbo. Hacía rato que había tenido una
conversación con don Chema, cuando terminamos de comer nos fuimos a darle
de tragar al ganado bovino, unas vacas recién paridas que don Chema había
hecho encerrar en un corral. En el camino, en la labor y después sentados
debajo del tejaban del corral, platicamos durante horas.
-Oiga don Chema ¿Cuál es el origen de la vida? –le pregunté.
-Según yo, según Dios o según qué –me contestó.
-No se haga, ya sabe que según la regla –le dije-, o qué no es lo que usted
sigue, la regla del águila –al decirle esto se rió.
-Me río –me dijo-, porque acabas de darle al clavo. Traemos esa palabreja de
“la regla” de aquí para allá y de allá para acá. Decimos que la regla del nahual,
la regla de la primera atención, de la segunda y de la tercera; que la regla de
los linajes y últimamente que la regla de las viejas cuando menstrúan –me dijo y
ahora fui yo el que se rió-. Sin embargo, sólo existe una regla y esa es
precisamente la que acabas de mencionar, la regla del águila. Para nosotros es
la única que hay. Es muy probable que las águilas tengan su propia regla. La de
una súper águila por ejemplo. Pero eso ya se sale de nuestro alcance.
-Eso me lo ha repetido muchas veces, a lo que me refiero es a cómo se
originó la vida –le dije.
-La vida se originó en la percepción –dijo-. No existía nada cuando no existía
nadie para percibirlo. El pensamiento del hombre actual está tan raquítico al
ubicar la vida en las bolas que llaman planetas a su exacta imagen y semejanza
cuando en verdad la vida es un continuo sin fin. Así que ahí tienes tu respuesta
–continuó diciendo-, al origen de la vida. La vida sin observadores no existe,
aunque exista.
-Entonces, según la regla, la evolución de las especies no existe, como
hemos llegado a creer –le comenté.
-Posiblemente si haya evolución –me dijo después de cavilar un poco-, si
tomamos en cuenta los movimientos y desplazamientos del punto de encaje
colectivo de las conciencias. Las formas cambian y se adaptan a las funciones
internas del águila, en pautas probablemente marcadas por su actividad como
ser total e individual en la quinta atención.
-Pero ¿Cuál es el sentido y el fin de la vida, don Chema? Porque según la
regla, el origen del universo ocurrió con la confrontación perceptible de sí
mismo. Y la verdad sea dicha, eso me deja aún más incierto y confundido.
-Los perceptores sabemos que el águila nos observa; existen conciencias
derivadas directamente -o pegadas a- de su punto de encaje individual. Esas
conciencias que ni son orgánicas ni tampoco inorgánicas las conocemos como
los escudriñadores o como los toltecas los llamaban: los Guatimonzin-Klastl.
Hemos hablado de ciertos seres protráctiles ¿Verdad? Pues ellos son. Toman
cualesquier forma o función. Inclusive la forma de proyecciones. Llegar a
convertirse en conciencias escudriñadoras es la única garantía para los
capullos de prolongar eternamente su existencia. Ellas son la parte estructural
del águila. Como podrás ver, las cuarenta grandes bandas de emanaciones
estructurales están más vivas que las otras ocho –me dijo muy reflexivo.
-Y ¿Por qué los perceptores han mantenido ese conocimiento guardado por
tanto tiempo, don Chema? –lo interrogué.
-Se ha conservado alejado de los capullos cucunuchos dobles, siempre
delante de ellos, por su destino. Ellos están programados para contar hasta dos,
otros lo hacemos hasta el tres o aún hasta cuatro. Más allá está lo que no
podemos conocer, a menos que evoluciones en un águila. Ves como la
evolución sí existe, sólo que ésta es individual, no es genérica. Los cambios los
sufre el ser energético y lo que vemos son sus manifestaciones resultantes. No
se dan cambios de “tiempo” con el fin de adaptar algo con algo. Los juegos de
macho y hembra tienen sitio solamente en el nivel conceptible. Más allá la
dualidad es una con dos movimientos opuestos y paralelos aunque ligados y
concrecionados entre sí. Algo que debes de aceptar es el hecho de haber sido
creados para operar. En la actividad encontramos las respuestas. La razón es
una invención nuestra, quizá la más desgastante después de la de Dios. Es la
pared entre las diferentes densidades energéticas. Es el límite de la percepción
individual. En lo profundo del océano ocurren cosas, que sin embargo no ves.
Están fuera de tu límite perceptible. El sentido y el fin de la vida individual
contra el genérico. Esta es la verdadera dualidad universal. Lo que tú ves contra
lo que realmente existe y por supuesto no ves –me dijo.
-Ahora que lo escucho, se me vinieron a la mente los pleitos religiosos y
científicos de los biocríticos, por la manipulación genética. ¿Cómo ve usted eso
don Chema? –le pregunté al final.
-Son proposiciones derivadas de la confluencia de los puntos de encaje
individuales. Donde se juntan, chocan. La luminosidad resultante genera el ojo
colectivo. Son acuerdos dirigidos hacia un gran acuerdo. Es la mecánica más
sencilla del águila. Ni el águila misma será jamás lo suficientemente audaz,
dados los peligros mortales en los que ya está inmersa. La exposición a los
cambios biológicos constantes es la menor de las preocupaciones subjetivas.
Acuérdate que la moral no existe ni en la sopa y el futuro ominoso que predicen
queda en eso, en una predicción. Lo que debemos advertir es el loco afán de
construir una conducta controlada por unos cuantos. ¿Qué es la moral
comparada con el universo? La presente reflexión del futuro queda embarrada
en el hecho brutal de estar confinados a una prisión llamada tierra. Hacinados
enloquecemos más a cada instante, al comprender pero no aceptar nuestra
realidad. ¿Qué sistema moral nos dará la libertad de movernos a la velocidad
de la luz? Formas y funciones han ido y venido. La intolerante egolatría humana
de creernos los únicos con un Dios único, con todo único y todo semejante a
nosotros… -se rió-. Fíjate que el otro día platiqué con un marrano. Me describió
a su Dios único. Rechoncho y grasiento. Una descripción de sí mismo. Me
pregunté y desde aquel día no he podido dormir bien, pensando si Dios es un
hombre o un marrano –me dijo con una santurrona sonrisa en sus labios.
El sarcasmo de don Chema me hizo recordar el refrán de que a “chillidos de
marrano oídos de chicharronero”.
-Es pues pertinente advertirnos sobre el cruel destino de un puerco –
continuó diciendo-, domesticado y encebado hará en un futuro aciago las
delicias culinarias de quienes ignoró un momento para sentirse hecho a imagen
y semejanza de su Dios. Muchísimas veces nos has escuchado referirnos al
espíritu del poder, a los designios del poder, etcétera. También te habrás dado
cuenta que toda nuestra actividad como linaje y como grupo está íntimamente
ligada a ciertos signos, señales o sucesos aparentemente cotidianos. Todo ese
artilugio nos sirve para atisbar al águila. El poder y sus derivados son los
escudriñadores. El águila constantemente está enviando toda clase de
bloqueadores y receptores biofuncionales de adición virtual a cada realidad
cotidiana. Los cambios se hacen a través de ellos. Los perceptores aprenden a
distinguirlos, a conocer sus intenciones y a nunca estorbarles. Además los
utilizan para su provecho. Conociendo la prospectiva de los ensueños se
insertan en ellos, alargando su existencia, hasta tomar sus formas,
confundiéndose en la masa cuasi infinita del águila. Cada perceptor libre radica
en la cuarta atención transformado en un escudriñador.
Oscureciendo, desde la hamaca observaba el interminable ir y venir de las
hormigas trepadoras. Sus siluetas apenas visibles me hicieron estremecer. Ellas
al igual que todas las demás conciencias contaban con su escudriñador
colectivo; el ordenador que las compelía a actuar de cierta forma “natural”. El
determinismo del águila me conmovió. Me levanté para dirigirme a la casa.
Llevaba el firme propósito de preguntarle a don Chema acerca de la forma,
función y naturaleza de los escudriñadores.
A mi pregunta, don Chema me contestó que la libertad total y absoluta es lo
que todas las conciencias añoran. Esa añoranza nace por el solo hecho de que
el águila nos confina y nos limita a ciertas áreas de su interior. Los
escudriñadores se encargan de murmurarnos al oído, por así decirlo, de los
grandes peligros y riesgos que entraña lo desconocido. Es el miedo y el temor
lo que nos ancla en la bahía. Son ellos los que nos convencen de fijar nuestros
puntos de encaje en determinada posición. Ellos se encargan de continuar y
preservar los mundos y los universos, las conformaciones energéticas y las
grandes bandas de emanaciones orgánicas e inorgánicas de las que se nutren.
Ellos nos catabolizan. El ahorro de energía les permite a las conciencias
encapsularse. La crisálida consiguiente y su metamorfosis en polilla
escudriñadora. Este regalo del águila, le permite a ella misma el control total de
las conciencias, incluidos los escudriñadores. Digamos que nos podemos
convertir algunos de nosotros en escudriñadores individuales e independientes
con nuestro propio poder de ensoñación protráctil.
En ese entonces, don Chema se negó rotundamente a informarme acerca de
la morfología de los escudriñadores. Se concretó a decirme que no admitían
descripción alguna. Casi dos años después los confronté. Don Chema tenía
razón, son indescriptibles en lo individual o en grupo. No existe algo en nuestra
imaginación que los describa. Lo más cercano que podía decir es que no
admiten descripción porque el águila no los admite en su interior, estando aún
dentro de ella. Son extraños en un mundo de extraños. Posiblemente en la
quinta atención tengan su sitio. Ya que probablemente ellos sí están hechos a
imagen y semejanza del águila.
Enrollé un petate, llené el ayate de bastimento y seguí a don Chema. En la
espalda cargaba una mochila con enseres de cocina, ropa y latería. Me iba
comentando que cada cultura es un desplazamiento del punto de encaje
colectivo y cada época de cada cultura, un ligero cambio de éste. De buenas a
primeras me dijo que el sol es el punto de encaje colectivo de este micro sector
del águila. Esto ya me lo había imaginado por ciertas experiencias ensoñadoras
tenidas con la madre tierra. Cada estrella, incluyendo el sol, son los huevos
luminosos generadores de la primera atención. Generan orugas o larvas. Éstas
a las pupas o crisálidas. Eclosionan y aparece el imago o insecto: las polillas o
escudriñadores. Qoac se convulsiona. Filamentos oscuros e incandescentes de
plasma ionizado fluyen en paradójicas ondas vibratorias acústicas gravitatorias,
antisonoras, antigravitacionales y neútricas. Del frío centro nuclear se
desprenden
erupciones
y
fulguraciones
de
partículas
cargadas
proeléctricamente. Granulaciones entéricas protomagnéticas torciendo los
campos magnéticos para formar turbulentas burbujas de protones y
antiprotones. Emisiones expulsadas en flujos de partículas invisibles o
neutrinos. Fuerza rodante que tumba y levanta. Muerte y vida. Circunvoluciones
sincrónicas en direcciones opuestas octagonales de dieciséis campos polares.
La eyección de materia en expansión y en contra luz la antimateria en
contracción. La primera y la segunda atención sustentadas en estructuras
dinámicas, cuyos movimientos se colapsan generando fracturas. Estas fallas
estructurales oscuras permiten la comunicación entre las tres atenciones. Esta
colisión de partículas elementales crea la tercera atención. El embrión
estructurado en racimos de partículas electronegativas y magnéticamente
positivas. Electrones y positrones; quarks y antiquarks, las fuerzas unificadas
por las totalidades indivisibles de lugar. Los lugares contenidos en cubos: dos
caras eléctricamente negativas y positivas y dos caras más magnéticamente
antinegativas y antipositivas, más dos caras laterales, una eléctrica antinegativa
y antipositiva y la última magnética negativa y positiva. Las emanaciones
estructurales formadas por neutrinos en expansión y antineutrinos contráctiles.
La premateria fluyendo hacia la promateria, la materia, la antimateria,
antiprotomateria, antipremateria y el todo invisible de leptones, fermiones,
bosones y la cuerda original: el tonátlac. La partícula fría indestructible de
donde se origina la materia desde la energía.
Don Chema externó parte de la regla en mis propios términos para que la
pudiera comprender en partes. Me comentó también acerca del finito-infinito del
cosmos. El todo se expande mientras sus partes se contraen. Era muy común
escucharle ese tipo de contradicciones. Empero era fascinante imaginar los
insondables túneles de la cuadrícula cósmica.
-Los desplazamientos del punto de encaje son expansiones de lugar y su
fijación en estos lugares o posiciones son contracciones de lugar. Las
posiciones son construidas por el punto de encaje. La percepción de estas
posiciones por parte del punto de encaje las pega, les da cohesión. Así se
forman las atenciones –me dijo que había algo más que quería decirme y
continuó-. Las atenciones son impertinentes consigo mismas. La posición de tu
punto de encaje fija la atención de tu conciencia en un punto o lugar
determinado, con tal magnitud que el resto se opaca, se vuelve difuso y
desaparece para darle profundidad a las imágenes del lugar. El punto de encaje
se puede ir ampliando, hasta el grado en que tenga el tamaño del capullo.
Entonces todo el capullo se convierte en un punto de encaje capaz de percibir
todas las partes del todo a la vez. Este es el don del águila a sus criaturas. Así
nos usa como ojos suyos para percibir su interior. La libertad se reduce a servir
al águila. Podemos, como nahuales, desplazarnos a cualesquier lugar de su
interior con el propósito de observar e informar.
-¿Quién sabe si la verdadera libertad exista para las águilas en su morada o
sean también alimento y ojos de otras inmensamente mayores que ellas? –se
preguntó lacónicamente.
La vida existe en la tierra, luego entonces para que la vida exista en otro
lugar debe de existir como en la tierra. El absurdo absoluto del egocentrismo
humano.
Los capullos están diseminados en las ocho conformaciones estructurales de
la gran banda de emanaciones orgánicas, con las más variadas formas y
funciones. Sus características existenciales varían de acuerdo a la intensidad
con que, y al lugar en el que fijan sus puntos de encaje colectivos, con esto
generan sus moldes y ya con éstos sus mundos. Sus necesidades concretas
generan deslizamientos, movimientos y cambios en sus puntos de encaje
individuales y éstos a su vez afectan el punto de encaje colectivo genérico. Este
es el origen de la llamada evolución biológica. La afectación de los capullos
cunde hasta y promueve cambios en el punto de encaje del ser inorgánico
donde existen (planeta), el que a su vez es afectado por los puntos de encaje
de los demás planetas y cuerpos sustentadores de capullos, como los soles o
estrellas. Así se forma la serpiente o interior del águila.
Las amapolillas amarillas o escholzia californica ondulaban con el viento,
cuyo sonido semejante al de la zeta española calaba en los oídos. Habíamos
ido a la sierra con don Chema a recoger bolitas de mojo, ute o como lo llaman
los entendidos de la botánica, brosinum alicastrum. Rico en cafeína, el cual es
usado por los nahuas como usamos nosotros el café. Lo mezclan con tepopote,
rico en efedrina, parecido al ma huang de los chinos. Lo mezclan en diversas
formas y lo recetan los ticitl o médicos nahuas para incrementar el vigor.
También lo combinan con tepecamote o dioscorea composita rica en
diosgenina, un esterol vegetal. Usan a veces para estos compuestos la cabeza
de negro o dioscorea mexicana. Cortamos y recogimos en abundancia todas
estas plantitas. La interdependencia orgánica de los capullos de sus cuerpos
físicos es aún mayor al verla reflejada en sus cuerpos energéticos. En ese
viento de energía plásmica, al igual como se mecen aquí las amapolillas, así se
mecen en él los capullos al recibir los embates de los anillos de la serpiente,
que al expandirse los dotan de vida y al contraerse se la exprimen sin
compasión ni misericordia alguna para alimentar al organismo del águila.
No es el sexo en sí, en la infancia, el origen de los conflictos psicológicos. Es
el enfoque del sexo que nosotros mismos nos predicamos y nos imbuimos, –
decía don Chema al referirse a los actos que fijan nuestra atención-. El sexo es
el supremo y más sublime acto de poder. De la reproducción pasó al
consumismo y a la degradación. El humano lo comercializó para obtener
ganancias económicas, utilizándolo en la moral, la religión y la pornografía. No
hay ninguna diferencia entre las tres. Las dos primeras lo usan para reprimir
con el miedo al pecado y la tercera lo usa para enajenar con el morbo,
explotando y esclavizando a la mujer.
LAS CONCIENCIAS INORGÁNICAS
Los inorgánicos se comunican con los humanos (antropomorfos) para
escanciarles la energía. A los llamados beatos o místicos les hacen creer
revelaciones de quien los “creó” (Dios). La religión (organización de lo
desconocido) fue ideada por los inorgánicos, al notar que los capullos, al fijarse
en el concepto Dios, perdían el poder de percibir y de avistar. Fijando el punto
de encaje de los antropomorfos en ensueños eróticos, fantásticos y
sensacionales, les organizaron su carencia de avistar. Los inorgánicos se les
aparecen o se comunican tomando formas cuasihumanas. Los cuasihumanos
son proyecciones multi-inorgánicas con las que inyectan sentimientos en los
capullos. Pasiones que los hacen reaccionar y producir energía explosiva, sin
control ni volición. Los cuasihumanos se dividen en estereoceptores,
propioceptores e interoceptores. En otro rango están los somaticeptores, los
extroceptores, los xenoceptores y los ooceptores.
Los estereoceptores son los que cohabitan con los seres orgánicos, sólo los
separa una membrana translúcida de color amarillo azufroso. Tienen la facultad
de escuchar todo cuanto dicen los orgánicos. Sus formas son alargadas
parecidas al cuarzo. Su opacidad blanquecina es intermitente. Se proyectan a la
gran banda de emanaciones de los capullos como réplicas de formas orgánicas.
Son casi iguales aunque su comportamiento aparece sin escrúpulos, cínico y
cruel. Son excelentes voladores ensoñadores. Sus proyecciones utilizan las
bandas filiformes de rebote. Una vez que sus proyecciones se manifiestan, no
pueden regresar. El alimento preferido de los estereoceptores es el miedo que
provocan en los orgánicos. Existen virtualmente a nuestro lado. Sus
proyecciones algunas veces, son capaces de enviarles conciencias orgánicas
completas a sus congéneres o a ellos mismos en la segunda atención. Las
hacen prisioneras y las exprimen lentamente hasta agotarlas y desintegrarlas.
Su lapso de vida en nuestra medida es de cientos de años. Tienen un gran
conocimiento de los orgánicos y penetran la membrana que nos separa, como
penetran los humanos la tierra para extraer sus líquidos vitales. Así también se
alimentan. Sus proyecciones preferidas son las de seres alados maléficos o
benignos.
Los propioceptores existen en la otra gran banda de emanaciones pegada a
la nuestra, al lado derecho podríamos decir. Están adueñados de ciertas
conciencias orgánicas; su relación es aún mayor que la de esclavo-amo. Han
desarrollado en estos orgánicos lazos de afecto tan profundos que les permiten
invadir los cuerpos o formas humanas de éstos. Y así experimentar
directamente el movimiento. Son entidades inmóviles cuyas proyecciones
abundan en el ámbito orgánico más elemental. Son muy raras las que ingresan
al mundo de los humanos. No por temor, más que nada porque antes que
nosotros, otros los alimentan y satisfacen plenamente. A los orgánicos que
explotan los propioceptores se les conoce como carboxilomorfos. El mundo de
estos inorgánicos es cálido, tibio, de una gran exquisitez y tranquilidad. La paz
que se percibe en esta gran banda proviene de la infinita paciencia con la que
sus habitantes se alimentan. Aparentemente todo es eterno en esta realidad de
color violeta, con tintes púrpuras y rosados. Cuan lejos está dicha sensación de
la verdad. Agotan a sus victimas lentamente haciéndolas perecer en un
exquisito ensueño del encuentro y estadio perenne con Dios. Sus proyecciones
favoritas son místicas y comparativas del Hombre-Dios, Dios-Padre y Dios-Yo-
Ego alcanzables post-mortem por aquellos que se entregan sin reservas. Esta
composición la utilizan constantemente con los carboxilomorfos. Los
interoceptores se las han copiado y su uso con los humanos también es
constante y muy efectivo para ellos.
Los interoceptores ocupan una gran banda de emanaciones que
metafóricamente podemos situarla por encima de los orgánicos. Interceptan
cualesquier introspección de los capullos, o sea, cualesquier movimiento de sus
puntos de encaje a lo largo y ancho del cascarón, así como cualesquier
introversión, o sea, el movimiento del punto de encaje hacia adentro del capullo.
Son los compañeros inseparables de los humanos en sus sueños. Utilizan el
régimen de la contradicción, a grado tal que los humanos los consideran parte
vital de su naturaleza. Creer en algo y actuar lo contrario. Las fricciones que
estos desplazamientos traen consigo, chisporrotean chispas energéticas, con
las cuales ellos se alimentan. Su forma es estática. Son bolas azul- verdosas
con tonalidades amarillentas que asemejan rocas de ofita. Su opacidad es muy
tenue e intermitente, con fluctuaciones lentas en su luminosidad,. Las que se
apagan al morir. Sus proyecciones son copias de otros inorgánicos. Asaltan la
energía de los orgánicos del modo que ven efectivo. Su mundo es oscuro y
tubular. Viven en largos cabellos huecos, parecidos a mangueras negras de
regadío. Sus formas esféricas cuelgan de ellas. Al entrar en estos tubos,
siempre se tiene la sensación de estar abajo y de tener colgadas arriba de
nuestras cabezas a estas pelotas. Así como imitan todo con sus proyecciones,
algunos orgánicos han descubierto que también ellos son fácilmente imitables.
Muchos cuelgan en esos mundos tubulares desde hace milenios, proyectando
sus viejas imágenes que en un ayer desvirtuaron.
En un rango distinto, muy alejados de la gran banda de los orgánicos y
también muy separadas entre sí, existen cuatro grandes bandas de inorgánicos
que prácticamente no tienen contacto con los humanos. Todos los seres
inorgánicos que habitan aquí son asexuales, aunque por las funciones
inherentes podemos decir que son femeninos. Tienen la naturaleza más
allegada a Cero. A Cero están más ligadas que al águila (forma) o que a la
serpiente (función).
Los somaticeptores se caracterizan por una peculiar forma de alimentarse. A
sus proyecciones mentales las dotan de total autonomía, aunque sujeta a la
virtualidad que generan. Esta libertad les permite absorber conocimiento
intuitivo. Ensueñan su alimento con un pequeño receptáculo en forma de cubo
invertido que al llenarse despide una luz mortecina y da la sensación de un olor
agrio y fétido. Alcanzada esta condición, los somaticeptores los desintegran y
los absorben. Algo muy parecido a lo que hace el águila, en menor escala.
Alimentación autoinducida. Son de consistencia esponjosa y resuman una
pestilencia dulzona. Otra peculiaridad de estos inorgánicos es el desdén
absoluto que sienten por los capullos orgánicos. Son entidades multicolores
igual de brillantes que el mundo donde existen. Esta gran banda de
emanaciones es muy favorecida por algunos orgánicos para construir ensueños,
dada la poca interactividad con los somaticeptores. Es en verdad un paraíso
para los capullos. El gasto de energía es mínimo y ese mundo tan bello sin
obstáculos energéticos y compuertas emparejadas tan fáciles de abrir…
Los extroceptores habitan un mundo plano. En lugar de planetas, sus
espacios siderales están llenos de tablas cuadradas, que giran sobre sí mismas.
La sensación de arriba y abajo y de los lados no se percibe. Es una sensación
de un plano normal volteado al mismo tiempo al revés. Sus verdaderos
receptáculos son inmóviles. Sus formas no tienen volumen. Son superficies de
tres lados poligonales. Al igual que los capullos pierden el control del recuerdo
de sus receptáculos primarios por el movimiento del punto de encaje que va
fijando posiciones y creando cuerpos cada vez que se da la alimentación
autoinducida. Es un universo bizarro con proyecciones de cuarzo y sílice y
movimientos torpes. Un mundo gris de tonalidades blanquecinas opacas. Un
mundo de cristal donde el sentido de orientación son los destellos que
producen.
Los xenoceptores son inorgánicos cuya existencia ha dependido de la
interacción con las demás conciencias inorgánicas. Este universo es el paso
obligado a la tercera atención. La interrelación es la clave de estos seres. Sus
formas alargadas y gruesas parecidas a cigarros habanos, les ha permitido
adoptar otros tipos antropomorfos. Sus ensueños se han dirigido, como lo hacen
los capullos orgánicos, a desarrollar tecnología. Los instrumentos y máquinas
biocibernéticos que han creado, les permiten moverse. Son los únicos
inorgánicos móviles. Sus ciudades e ingenierías son inimaginables. Su universo
es una recopilación de muchos. El espacio está repleto de formas distintas. Lo
que es más admirable es la cantidad de compuertas adicionatencionales que
existen. Al abrirse y cerrarse emiten explosiones e implosiones de energía.
Parecen medusas en movimiento. Las vaginas cósmicas paren y reciben
simiente. Todo se desplaza en ese universo a saltos. Es una ilusión de
ilusiones. La energía al oscilar cambia lo que toca. Finalmente todo existe y
está ahí, pero no es así. El tiempo de ser es nada y el tiempo de estar es
eterno. Todo transcurre a una velocidad espantosa. Y sin embargo, todo
permanece tan claro. Los recuerdos de ese mundo nunca se olvidan. El
comercio de ensueños. Inorgánicos “vegetales” que significan tanto para los
capullos hexápodos. Son la vida por siempre jamás o la desintegración brutal.
Su alimento preferido son conciencias desintegradas que conservan en
pirámides espirales. Ser conservado en un estado de desintegración constante
significa el dolor más indescriptible y desgarrador que un capullo pueda sufrir.
El dolor es su platillo favorito. El placer más profundo que duele hasta la
desintegración congelada de las conciencias. Los envases donde conservan a
las conciencias desintegradas congeladas son ellos mismos. Su interior se
asemeja a cavernas oscuras y aterradoras; esoproyecciones zigzaguean por
doquier, como los murciélagos en las grutas. La oscuridad total, las tinieblas
más negras vistas jamás, tan negras que despiden haces y destellos que
permiten observar los hilos que a manera de estalactitas y estalagmitas se
enrollan en las partículas deshomogenizadas de las conciencias que
anabolizan. Energía consciente que entra erguida y se va desplomando hasta
ser excretada ya hueca y vacía para que la engulla el águila. Dan mucho y
ofrecen todo el conocimiento de la primera y segunda atención a cambio de
servirles de alimento. Todo aquel que desee permanecer en su universo es
nutrido al máximo. Engordado y bien tratado. El fin es deglutirlo, digerirlo y
olvidarlo.
Los ooceptores son inorgánicos densamente femeninos. Su mundo es
gaseoso. Cúmulos de cristales cuelgan de conformaciones neblinosas. Es un
mundo de nubes y niebla. Sus formas asemejan vaginas de cristal por la
abertura media que poseen y por su forma de dos triángulos isósceles pegados
por su base. Su reproducción es isogámica. En los extremos más largos tienen
un punto de encaje. Estos inorgánicos son los únicos que normalmente poseen
dos puntos de encaje. Uno lo utilizan exclusivamente para entrar a las grandes
bandas de emanaciones estructurales o tercera atención. Sus formas cristalinas
se caracterizan por tener la propiedad de cambiar del estado sólido al gaseoso,
al eléctrico o al neútrido, el cual en el mundo de los capullos no existe. Sin tener
movimiento propio se desplazan al efectuar estos cambios de un lugar a otro,
incluyendo la tercera atención. No proyectan sombras como el resto de los
inorgánicos. Son cristales transparentes de un color azul cielo intensísimo. Este
color se agudiza aún más al cambiar al estado neútrido.
-Existen niveles perceptibles de conciencia dentro de cada forma. En los
orgánicos antropomorfos, por ejemplo, el capullo llamado humano es el nivel
mayor. Así van pasando todos los capullos desde los llamados animales y
vegetales hasta su nivel meninferior, el microscópico. Lo anterior me lo contestó don Chema a una de mis tantas preguntas.
Me era difícil clasificar tanta información y más que nada clasificar tantas
formas. La idea de grandes bandas de emanaciones, de formas orgánicas e
inorgánicas y de niveles y rangos perceptibles aclaró un poco la vasta red
energética presentada por él y por las descripciones de las cuevas. Las
jerarquías, las clases, el superior-inferior eran claras creaciones del águila para
estructurar su realimentación. La depredación era finalmente un acto “natural”.
-Las conciencias inorgánicas fueron las primeras conciencias que se
reprodujeron en el ensueño de Aura Negra –traduje en voz alta.
Don Chema me miró y con un gesto de la barbilla me indicó continuar.
-Su existencia se extendía a millones de años. Unos todavía existen como
tales hasta el día de hoy –continué traduciendo-, son seres que han logrado
evitar su desintegración. Descubrieron que cambiando su punto de encaje al
mismo tiempo que movían el de un inorgánico; ambos se fusionaban. Quedando
el segundo desconectado de su realidad habitual. En esos receptáculos
cohabitan aletargados. Podríamos decir que han estado invernando
criogénicamente. Por un largo ir y devenir han estado aguardando al nahual
femenino de cinco puntas. Estos seres parásitos vieron el advenimiento del
segundo nahual de cinco puntas y decidieron su desarrollo separados de Aura
Negra. Irla consumiendo interiormente y entrar en la quinta atención de súbito,
como un águila madura ya adulta. No aceptaron ser concebidos en la cuarta
atención para nacer inconscientes donde moran las águilas. Nos es
desconocido a lo que Luztlán tuvo acceso. Lo que conoció y lo que lo hizo
definirse por transformarse de una buena vez en águila: ser Aura Negra y él
mismo en un solo lugar.
Guardé silencio. Don Chema se había mantenido con los ojos cerrados.
Sentado sobre sus pantorrillas dobladas parecía un zen budista meditando.
-La parte humana fija su atención en su forma y paulatinamente la fija en
otras formas semejantes olvidando su propia forma y lo peor, olvidando su
función. ¿Qué la hace funcionar y cómo? El intento se va hacia fuera y nutre a
otras formas. Nada humano es moral o ético. Todo es atencional. Los capullos
adultos fijan a los pequeños. Los obligan a fluctuar para ellos. Es la verdadera
esclavitud y el verdadero absolutismo –don Chema lanzó este comentario como
un anatema.
-Y ¿Qué tiene que ver esto con los inorgánicos? –le pregunté.
-Nada. Los inorgánicos también hacen lo mismo –comentó con un gesto
adusto-. Fíjate en lo siguiente, supongamos que un cuate tuyo te toca la puerta
y te pide cincuenta pesos y sin más ni más se los das o se los prestas ¿A
cuántos les has dado o prestado? Y sin embargo ¿Cuántas veces has metido la
mano en la bolsa del pantalón y le has dado a Daniel cincuenta pesos?
Me quedé pensando.
-Nunca -le respondí.
-Tienes que aprehender tu forma y tu función. Intenta fijar tu atención en el
receptáculo de tu capullo que te encapsula. Luego piensa en cómo está
formando, en su color y total morfología. Tarde que temprano tus pensamientos
serán sobre tu interior, acerca de tu conformación energética. Así, cuando
menos lo imagines, estarás tan adentro de la segunda atención que ya no
podrás salirte.
Recordé que hacía unos días me había relatado como los inorgánicos se
concentran y con tal magnitud, que olvidan quienes son en realidad al
convertirse en proyecciones cuasihumanas o en sombras, remedo de su ser
real. Las formas se fijan o se cambian por las funciones. Funcionamos en
estructuras ficticias creadas a imagen de las formas. Las funciones quedan
implícitas bajo la hegemonía morfológica. Así la importancia nace de la
concepción de construir socialmente al ¿quién soy?, más que del
descubrimiento energético de lo que ya soy. Es el paradigma de la gnoseología
epistemológica del conocimiento del conocimiento.
La región de los soles muertos, lugar donde yacen yertos, los inorganismos
que arrojaron luz en conciertos, sembradores de capullos en sus huertos. La
oscuridad los baña con sus sombras, resplandeciendo en ellos sus obras,
suenan cual energía silenciosa estática, quietud que envuelve a la muerte
formática. Hilos de intensísima negrura, ensartan las bolas formando la
estructura, en retroceso el viento cósmico las bambolea, enracimadas la
serpiente las permea. Ved como el universo se mece, subiendo y bajando crece,
se abre formando un abanico, para reducirse hasta desaparecer en un pico…
A don Chema ese día le dio por la melancolía y resumió a los planetas
sombras en un pequeño poema. Le pregunté enseguida por
qué las
proyecciones de los inorgánicos se ven igual en las diferentes conformaciones
orgánicas. A lo que me respondió, que como imágenes que son, carecen de
substancia y se presentan tal cual en cualquier atención. El inorgánico que la
proyecta no tiene conciencia multilineal. Sólo puede reflejar una imagen a la vez
y lo hace abanicando todo su entorno. Le comenté no haberme quedado muy
clara su explicación, a lo que me contestó que a dondequiera que llevara una
fotografía mía, siempre aparecería la misma imagen. También me dijo en esa
ocasión que los primigenios utilizaron en la primera atención receptáculos
voladores impulsados por la energía de los cristales inorgánicos. En sus viajes
a la segunda atención traían consigo cristales o cuerpos inorgánicos, los que
depositaban en el centro de esos receptáculos volantes. Estos eran obligados a
proyectar su energía hacia los lados a través de intrincadas galerías tubulares.,
Así la energía se desprendía impulsando o deslizando al recipiente sobre los
filamentos de la serpiente. Lo hacían hasta agotar el cristal, el cual era entonces
reemplazado por otro. Un buen día se dieron cuenta que todos aquellos
primigenios que viajaban en estos vehículos se comportaban de manera extraña
y notaron que sus capullos se torcían. Su personalidad se tornaba tosca y
extremadamente cruel. Hubo una prohibición en el uso de estos objetos
voladores, la que muchos no acataron, originándose un enfrentamiento o
guerra. Finalmente la mayoría de los receptáculos fueron destruidos y unos
pocos salvados al ser escondidos en los umbrales de la segunda atención. Don
Chema me prometió mostrármelos algún día.
Don Chema cambió abruptamente de tema. Habíamos estado platicando de
la política mexicana y de los papelazos que estaba haciendo el Procurador de
Justicia. De la contratación de adivinas y horóscopos ridículos. El vacilón y el
humorismo mexicanos eran ya más que chistes, toda una realidad. Nos reíamos
a más no poder de los comentarios sarcásticos que hacíamos a costillas de la
suerte mexicana. No cabía duda que la nobleza del mexicano había resistido
una vez más los embates de la codicia y la ambición desmedida.
-Hoy vamos a visitar a unos cigarritos inorgánicos –dijo don Chema con una
maliciosa mirada-. Quiero que sepas comportarte.
-¿Por qué les dice cigarros, don Chema? –le pregunté.
-Pues porque eso parecen. Son cristales de color café oscuro. Tienen forma
tubular y sus puntas redondeadas. En su mundo nos dan la impresión de medir
como dos o tres metros, aunque todo es tan relativo. No olvides que ellos ven
nuestros capullos como si midiesen diez metros de alto. Quiero que observes
muy detenidamente a estos seres. Vas a ser testigo de una copulación
inorgánica. Debes concentrarte en percibir una membrana translúcida que los
cubre. Esta membrana bajará y subirá. Vas a ver que se mueven como un pito
que está siendo masturbado por una mano invisible. De pronto vas a observar
un finísimo filamento que sale de ellos. Estos filamentos se van a juntar. Al
hacerlo comenzarán a emitir destellos hasta que la luminosidad será del tamaño
aproximado que tienen. De repente verás un último destello casi cegador y al
apagarse quedará un nuevo ser inorgánico. Estos seres carecen de crecimiento
y no tienen ni niñez ni nada de eso. Ellos nacen tal cual son y de la misma
manera perecen, en un gran destello desintegrador. No te sorprendas cuando
veas que copulan entre cuatro. Se necesitan cuatro para hacer el amor. Ahí no
existe la dualidad del bien y el mal. Su lógica es cuadrada y unitaria. Es un ser
único, sustentado en cuatro costados que forman un círculo alargado. No te
vayas a calentar y comiences a jalarte el cuero. Te cogerían entre los cuatro en
más de un sentido. Te harían venirte hasta secarte. Además son indefinidos.
Carecen de sexo. No son femeninos ni tampoco masculinos. Son únicos. No
olvides esto o de lo contrario van a parir un tubo achatado con forma de gusano
y cara de pendejo –me dijo sin más ni más.
Don Chema reía a mandíbula batiente al imaginarse un inorgánico con mi
cara en un extremo y con la forma de mi glande en el otro. El inorgánico
pendejo de dos cabezas. Una que destilaría saliva con la boca abierta y la otra
enrojecida expeliendo mecos. Se apretaba el estómago y sus carcajadas
argentinas se escuchaban rebotar por las cañadas y barrancos de los cerros
que nos rodeaban. Así como su explicación fue rematadamente seria al
terminarla, así fue mi experiencia. Fui testigo del nacimiento de un ser
inorgánico.
Don Chema me comentó que se dan casos en los que un inorgánico de esta
especie copula con un capullo. El capullo siente que algo se le introduce por el
ano y es frotado por el inorgánico hasta que una porción del capullo se
desprende conformada en una proyección. Este híbrido generalmente aparece
en la atención del capullo y en ese mundo se desarrolla. Los humanos
enviciados y adictos son muy susceptibles a este acto. La resultante es una
forma y función inorgánica con cuerpo orgánico exterior. Su quehacer principal
es crear caos y dolor para alimentar a sus congéneres inorgánicos.
-Estos seres inorgánicos copulan a lo mucho una media docena de veces en
una existencia que se prolonga cientos de miles de años de los nuestros. A
medida que lo hacen se van cristalizando hasta desmoronarse solos –siguió
haciendo su comentario don Chema-. Siempre lo hacen en “tetraejas” y siempre
los mismos. Su mundo es el neutro absoluto. Sólo verás neutrones, neutrinos,
neutrilios, neutrriílidos, neutroles, neutroides y neutrógenos en un océano de
neutralidad controlada por las proyecciones neutrónicas de los seres
inorgánicos neutronéticos.
Don Chema me miró. Me dijo sin dejar de posar su mirada en mí, que era
inconcebible para su forma el que yo aceptara todo sin chistar. Que la
comprensión que yo tenía y la aceptación total del conocimiento absoluto le
eran algo natural y normal para su función.
-Una vez que conoces tu función, las formas salen sobrando –me dijo en un
tono que no admitía réplica alguna-, el águila es la función y la serpiente la
forma. Y sin embargo, también todo puede ser al revés: el águila la forma y la
serpiente la función. Todo depende de quien endurezca y encapulle a quien. De
esas paredes están hechos los mundos perceptibles. Todo depende de quien
ensueñe a quien. Te voy a dar una recomendación. Usa tu energía para
realimentar al águila. No la uses para crear fluctuaciones en el resto de las
formas. Controlar a otras obligándolas a emitir manifestaciones específicas sólo
conduce a la adulación y a la soberbia. Mejor controla tus propias
manifestaciones. Desatínate contigo mismo. Acuérdate que las formas
reaccionan a las funciones. Controla y dirige tus funciones a la generación de
energía realimentadora. Así, te convertirás en un guerrero sin forma al servicio
del águila. Dejarás de ser parte de la serpiente que constantemente engulle el
águila. Entre ser el alimento del águila y ser el lugar donde come y caga hay un
abismo, como lo hay entre la muerte y desintegración total de la conciencia y la
perpetuidad e integración de la atención perceptible.
En otra ocasión, don Chema me llevó en el ensueño a otro mundo o lugar
donde moran los inorgánicos. El mundo azul cielo con el agua negra le llamó.
Un universo donde todo chisporroteaba en miles de tonalidades azules. Y
también donde un manto gelatinoso, negro, pútrido y fétido al que podríamos
comparar con nuestras aguas negras, albergaba formas azules tan obscuras o
más que ese denso líquido.
La cosmovisión de estos seres es extraordinaria. Es la relación que tienen
con otras dos grandes bandas de emanaciones inorgánicas y su facilidad para
ingresar a la tercera atención lo que fundamenta su extraordinaria cosmogonía.
Para ellos el universo lo generó la gran explosión. Entendiendo por esto el
nacimiento cósmico de Aura Negra. Su credulidad y aceptación de existir para
alimentar los convierte en ingenuas presas para los inorgánicos con los que se
interrelacionan. Sirven de guías a los orgánicos en la tercera atención. La
construcción del universo es simple: conocen la verdad de su existencia y viven
para ello. No aspiran a más ya que sus funciones parten de un solo
compartimiento energético, aunque todos ellos poseen tres puntos de encaje
seriados. Su conciencia abarca un rango enorme: tres grandes bandas de
emanaciones y una gran porción estructural de la tercera atención. Sienten y
perciben todo este conjunto a la vez.
La cosmología que los rige está fundamentada en la expansión constante de
la energía desplazándose en sí misma circularmente y en la contracción
intermitente de la antienergía cayendo arriba/abajo en puntos específicos
atencionales distribuyendo la energía expandida.
Todos estos seres son largos trozos de roca negra de diferentes tamaños.
Viven en esa masa gelatinosa oscura mate. En esa negrura inmensa existen
sumergidos e inmóviles. En la superficie sus azules y chirriantes proyecciones
se mueven a tremendas velocidades. Sus ensueños conforman una primera
atención alterna. Su primera atención se compone de dos estados perceptibles
sobrepuestos en su conjunto. Sus mundos son rectángulos planos que giran
sobre sí mismos alrededor de grandes pedazos disformes de masa neutrínida
de donde irradian fotoneútridos que bañan los planotas (planetas planos) que
giran a su alrededor. Don Chema me advirtió que tuviera cuidado con ellas. Me
informó que son muy pegajosas y que sin embargo, son las más fieles y leales
acompañantes en las solitarias vastedades de la tercera atención.
La primera atención, incluyendo a la tierra, está plagada de interferencias
inorgánicas. Usando la ambición desmedida, propia de los capullos orgánicos,
los inorgánicos se han hecho expertos en la planeación de elaborados engaños.
Uno de los mejores es el concepto inexistente de la administración. El
sentimiento de la dirección y control del poder ha sido siempre irresistible para
los capullos orgánicos móviles. Con este sencillo espejismo, los inorgánicos
cuasihumanos estereoceptores desplazan los puntos de encaje colectivos de
los capullos, obligándolos a alinear otros filamentos. Van logrando cambios
paulatinos en los mundos de los orgánicos propulsores de energía
chisporroteante con la que se alimentan. Al concluir el cambio en algún mundo,
este es por lo general exterminado. Si por alguna razón dicho mundo se
recupera, esperan a que los haga completamente. A que sus nuevos capullos,
en nuevas formas y con funciones se consoliden para comenzar de nuevo a
cosechar la energía sembrada por la serpiente. Aún así, la influencia y la
manipulación comienzan desde la más temprana etapa de desarrollo de los
capullos. Su predilección es explotar el azoro y el miedo a lo desconocido en los
orgánicos. En cualesquier mundo de cualesquier configuración de las ocho
existencias en la gran banda de emanaciones orgánicas encontraremos a los
orgánicos móviles organizados en religiones. El velo del engaño crea el temor y
el misterio. Los que dan paso a la adoración y a la esperanza de lo venidero. La
obediencia aparece en la estructura social de los capullos y con ella comienza
su esclavitud cósmica. Aparecen las jerarquías, las competencias, el sentido
total de ser y de estar. Se premia al mejor (al que destruye más). La generación
de energía chisporroteante se incrementa. Los capullos móviles se reproducen
incontrolablemente. El dolor y el sufrimiento se incrementan a su máximo. Esta
energía corroe al capullo albergue (la tierra en este caso) hasta que se sacude.
El estertor puede ser terminal y el mundo muere, y si logra curar su herida
recomienza el ciclo depredador del águila-sierpe Luztlán.
“La eclosión de inorgánicos comenzó al cambiar sus puntos de encaje el
nahual de cinco puntas. Un cambio de lugar efectuado por Luztlán. El
ectosperón es el único remedio existente. Lo creó el nahual de cinco puntas del
águila madre y fue depositado en Hexápoda. Quien lo descubra y posea será el
poder mismo en Aura Negra. Luztlán lo busca afanosamente. Hordas de seres
lo acompañan en su búsqueda. Mundos granjas son sus proveedores de
energía. Sin embargo, Luztlán es tan magno y el ectosperón tan pequeño que
está fuera de su visión. Hexápoda lo contiene. Búscalo. Aquel que tenga su
signo y su nombre será el elegido. El que se enfrentará a Luztlán. El que
prevalezca se convertirá en águila. Si Luztlán supera al nahual pentagonal
ámbar, absorberá a Aura Negra y se transformará en un águila doble. Con ello
la transformación de la quinta atención comenzará. Si el nahual pentagonal
ámbar prevalece, será gestado y parido como Aura Ambar, una nueva águila. La
máxima depredación será intentada. Las huestes de Luztlán avanzan. La
abrasión de la serpiente conatural al águila se tensa. Busquen al de los cinco
nombres y destrúyanlo con los cinco sonidos insitos”
Esta traducción de un cuadro lleno de signos en el mismo umbral de la cueva
de Tepalcate-Petl la hizo don Chema, en respuesta a mi pregunta de por qué
tanta ignominia y autodestrucción en la raza humana. Me dio a entender que
esto es inherente a todas las conciencias orgánicas e inorgánicas que coexisten
en Aura Negra. Que no somos algo especial, pero por alguna razón
desconocida la energía onírica permitía estos cambios. La conclusión de don
Chema llegaba a lo paranoico. El decía que algo mas allá de lo que se puede
conocer, más allá de la quinta atención, estaba ávido y muy necesitado de
energía. Su conclusión terminaba al suponer que ese algo obligaría a las
inmóviles águilas a entrar en acción. La quinta atención se activará. Es
inconcebible poder imaginar la energía que producirán con esa dinámica. El
destino de las águilas estaba echado. Una de ellas transpondrá los umbrales de
la quinta atención e ingresará a ¿una sexta? o ¿regresará a Cero? La
prospectiva de don Chema me dejó gélido. A la fecha esa magnificencia de
pensamiento me mantiene anonadado.
El encuentro tuvo lugar en una casita entre las montañas. Construida de
adobe y un techo de palapas, rodeada de árboles de cabezas (anonáceo),
nogales y parotas. A un costado brotaba, de un paredón rocoso, un manantial
de agua pura, fresca y cristalina como aquella mañana. Hacía rato que el sol
había salido. La exorbitante belleza de la neblina desapareciendo al ir saliendo
el sol me había relajado. Contemplaba que muy pocas veces en mi vida la
tranquilidad y la paz habían entrado tan al interior de mí ser. Deseé con todas
mis fuerzas, poder detener el tiempo. Hacer que ese sencillo momento durara
por siempre. Embelesado vi a don Chema caminar por la veredita que daba a la
casa. Me encontraba sentado en el piso exterior, balanceando los pies. Noté
que llevaba sus manos junto al pecho. Las ahuecaba encima de la otra como
tapando y protegiendo algo. Entró a la casa sin mirarme, haciéndome una seña
con el cuerpo de que lo siguiera. Lo obedecí en el acto. Levantándome de un
salto lo seguí al interior. Una luz mortecina entraba por entre las palapas
dejando en penumbra la única y amplia habitación. Noté que de las manos de
don Chema salían como chorritos y chispas de luz. Me acerqué y me senté en la
mesa-comedor en el centro de la habitación. Don Chema hizo lo mismo. Me dijo
que pusiera una servilleta limpia de tela, donde envolvían las tortillas, en la
mesa. Fui a un armario de madera empotrado en una de las paredes, saqué el
pedazo de tela y lo extendí en la mesa. Don Chema me dijo que me sentara y
que pusiera mucha atención en lo que traía en las manos. Noté que su voz era
reverente y firme. No subía el tono. Nos miramos. Me dijo que usaba su voz
para apaciguar y amodorrar a lo que llevaba en sus manos. Trata de no hacer
inflexiones. Conserva la voz parejita, o mejor dicho, no digas nada. Es mejor
que no hables, Danielito. Sentados, veía prenderse y apagarse la lucecita.
Colocó muy suavemente, con todo un ritual diría yo, sus manos en la mesa. Al
apartarlas vi un trozo de vidrio alargado con varias superficies talladas a su
alrededor, algo así como un decaedro. Mediría unos diez o doce centímetros por
unos seis de ancho. La luz que desprendía descubría un centro de una extraña
coloración. Era un color que definitivamente jamás había visto. Entre violeta,
morado y rosado, sin ser ninguno de ellos. Don Chema seguía ronroneando
algo con su boca cerrada. Lo comenzó a hacer desde el momento en que
colocó el pedacito de vidrio de roca en la mesa. No digo cuarzo porque su
estructura no era neblinoso; sino más clara y nítida que el diamante. Don
Chema mencionó algo. No le puse mucha atención por estar embobado
observando el cristal. Que se llama… repitió el nombre. Es un ser inorgánico, –
dijo-, lo voy a despertar. No vayas a sentir temor. Puede que haga algunas
gracias. No se saben sus reacciones. Si llegas a sentir miedo o afecto, mira
fijamente ¡Al cristal bobo! No a mí y pronuncia en un solo tono su nombre. Que
no se te quiebre la voz. Una vez satisfecho con mi afirmación, comenzó a
entonar un sonido con la boca cerrada. Provenía de su garganta. De pronto, me
quedé más sorprendido aún. El sonido que hacía era parte de una monótona
melodía que años antes se me había ocurrido una noche en que miraba
apaciblemente las estrellas, estando de pie en el jardín de una casa frente a la
escuela preparatoria en de South Royalton, Vermonth. Don Chema con un gesto
severo y un brillo malicioso en los ojos me indicó que conservara la calma. El
cristal comenzó a emitir más chispas y a prolongar el intervalo de luminosidad.
Fue saliendo lentamente un hermosísimo fulgor. El cuarto se ilumino bañado de
esa luz de tan incierto color violáceo-liliáceo-rosado. Parecía uno de esos
ocasos rojizos y medio anaranjados con los que el sol pinta a veces el cielo y
las nubes al ponerse para permitirnos descansar. La abundante luz se fue
concentrando en una de las esquinas del cuarto. Poco a poco fue tomando la
forma de una esbelta y exuberante mujer. Se dio una erótica vueltecita dejando
presumir un formidable trasero. Al vernos se le desprendieron unos bien
redondeados, enormes y puntiagudos senos. Sus pezones parecían enrojecidos
por ese extraño fulgor. Su cara era sólo un contorno. Nunca se definió por
completo. Don Chema me explicó que el ser inorgánico estaba proyectando mis
más íntimos deseos. Que bien pudo haberse aparecido como una vieja gorda y
fea, una hechizara repulsiva o un fiero dragón… o en un noble y hermoso varón.
Parece que no eres joto, me dijo don Chema. Eso es ya un gran alivio. Nada
más de imaginarme a un nahual marica se me enchina el cuero. Te juro que
hubiera renunciado. Pensé que don Chema se refería mucho a la
homosexualidad. No vaya a ser el joto don Chema, -pensé. El me miró muy
agudo y comentó que lo habían despedido de su último trabajo por fornicarse a
todas las empleadas. Era un taller de costura, me dijo riéndose en el mismísimo
tono, sin variar en lo absoluto su entonación. Recuérdame mañana de contarte
el resultado energético de la joteada. Puede que te lleves otra sorpresita más,
Danielito, -me dijo aún riéndose. La siguiente evolución que hizo el inorgánico
fue la de convertirse en la Virgen de Guadalupe. Ahí estaba ante mis ojos. Tan
real, pensé, como la debió de haber visto Juan Diego Tepalcoyotl. Fue
cambiando y tomando cientos de formas humanas y no; inclusive en carteles de
ciudades y bosques. Una terrible añoranza comenzó a anidarse en mi pecho.
Todo lo que pasaba ante mí era mi intimidad al descubierto. Mis sentimientos se
agolparon en mi cabeza: vergüenza, odio, temor, desazón, amor, afecto, rencor,
vergüenza, en fin, me sentí una llaga viva. En cierto momento se transformó en
una pareja haciendo el amor: eran mis padres. Pude observar como eyaculaba
mi padre y como copulaba mi madre. Era una especie de figuras transparentes.
Me vi crecer como feto, nacer. Vi mi niñez, mi adolescencia y mi adultez. No me
sorprendí cuando esa luz se convirtió en mí o en yo, no sé. Me miraba yo
mismo. Don Chema me dijo que acababa de ser testigo de mi retrospección
humana. Ahora tu tarea es la retrospección de tus ensueños. Eso ya corre por tu
cuenta. Este vidrito te ha ayudado. Ya forma parte de ti. Ya no es posible
devolverlo. Está imbuido y permeado de ti. Eres tú. Es un Daniel paralelo. Será
tan fiel a ti que si el día que mueras no tienes tu facsímile para entregárselo al
águila a cambio de tu libertad, (dijo su nombre) se ofrecerá gustosamente en tu
lugar. Ahora debemos de ir a un lugar de la tercera atención donde pondremos
a resguardo a este cristalito. Sólo tú y yo sabremos donde se encuentra. Un
buen día te tocará llevártelo. Es un somaticeptor pero no es cuasihumano. Es
el/ella mismo y ahora eso también eres tú. A lo mejor un día te lo cuelgas en el
pescuezo. Don Chema se puso de pie, envolvió con la tela el cristal y me hizo
señas que lo siguiera. Ya entrada la tarde en el ocaso, entraríamos a la tercera
atención.
Los inorgánicos nos esclavizan mostrándonos la retrospección o los
ensueños. Pero están huecos ya que los sentimientos que los acompañaron no
nos los pueden hacer sentir.
Recordar es vivir… recordar es morir. Soñar es vivir. En los ensueños nos
nutrimos para vivir. Los ensueños son sinónimos de vida. Allá es donde nuestro
cuerpo energético come y defeca. Allá es libre y vuela. Pero olvida. Entonces la
paradoja se cumple y recordar es vivir.
Los seres inorgánicos y la segunda atención donde existen están
constituidos por antimateria. Su masa es más inestable que la nuestra, al igual
que sus cargas energéticas. Esto se debe a que sus puntos de encaje perciben
“de cabeza”, o sea, ven asimétricamente. Sus mundos son invisibles para
nosotros porque ellos perciben a contraluz. Ven el regreso de la energía
simétrica. Su momento cinético baja en la espiral o serpiente, mientras que el de
nosotros sube. Ambos percibimos lo mismo, sólo que desde diferentes ángulos
y posiciones. A ellos la luz los golpea de espaldas y a nosotros de frente. Ellos
ven el vidrio por un lado y nosotros lo vemos por el otro, suponiendo que el
vidrio sea la energía. Nos fijamos tanto en la composición del vidrio que
perdemos de vista al otro observador. La regla es una contradicción porque los
opuestos se enfrentan y se confrontan constantemente. La concreción de la
energía se lleva a cabo al desdoblarse en una antinegación positiva de sí
misma.
Don Chema era tajante en sus comentarios. Nunca permitía preguntas, dada
su rotunda forma de infiltrar la reflexión o la angustia. Manejaba el azoro y el
miedo en las personas con genial maestría. En consecuencia, siempre
conseguía la máxima atención. Al paso del tiempo noté que lo usaba como un
recurso didáctico. La segunda atención requería el máximo de concentración
para adquirir cohesión en ella y conservarla. Sin cohesión no existen los
recuerdos. Los ensueños son solamente recuerdos en el ahora constante.
Recordamos lo habido y recordamos la posibilidad que habrá en el continuo
latido del águila impulsando a la serpiente.
Sin embargo, fue Vicente quien me confirmó una cierta certeza que ya tenía.
Me dijo que la segunda atención es el opuesto de la primera atención. El cuerpo
energético; el capullo de los seres orgánicos está cargando antinuclearmente.
Las partículas que lo conforman son negativas en su estática y positivas en su
dinámica. El desplazamiento del punto de encaje es realmente un cambio de
nuestras partículas a su carga opuesta. Es la pérdida simétrica de nuestra masa
a la ganancia asimétrica. Es el cambio del espectro visible al invisible. La
segunda atención es más violenta y explosiva que la nuestra. Por lo tanto es
lógica la pasividad. Incluso la total inmovilidad de los seres inorgánicos. El
movimiento les causa enorme curiosidad aunque sólo por un corto lapso ya que
la percepción prolongada de los capullos los desintegra. Vicente sintetizó su
comentario como la antinconjunción proyectista de la materia. La segunda
atención es el antiuniverso. El camino de regreso de la energía, de la luz. Los
antifotones formando estructuras antidinámicas, más no estáticas. La paradoja
de la contradicción universal es la regla, legado de los perceptores primigenios.
Las capas consecutivas electrónicas positrónicas, antipositrónicas, etcétera,
etcétera… Intentar en cada atención la salida a la siguiente.
Poco a poco la lucecita se fue agradando. Don Chema, Vicente y yo, en
perfecto triángulo observábamos atónitos. En esa caverna habían encontrado,
hacía muchos años una pequeña roca de cristal. Le calculé unos diez
centímetros de diámetro, aunque pesaba fácilmente unos veinte kilos. Su
densidad era asombrosa. Era antimateria viva. Un ser inorgánico atrapado de
alguna manera en la primera atención. La luz que emitía comenzó a formar una
proyección. La figura de un hombrecito verdoso de un metro de alto
aproximadamente, delgado, de ojos glaucos y hundidos, sin pelo en la cabeza y
con cuatro dedos en cada mano comenzó a aparecer frente a nosotros. Un
verdadero enjambre de puntos negros, como bolitas de mojo o ute se juntó para
formar su cuerpo, cambiando del negro brillante al mate, denotando una
inestabilidad en su densidad. Un estado inestable dando paso a un estado
lleno. Una transición de la nada absoluta a un pequeño espacio en ampliación
constante limitado por la corteza de su contracción.
Don Chema con gran regocijo le dio la bienvenida a Coyul. Coyul era el
nombre de la proyección del ser inorgánico resguardado por el linaje del nahual
de los guardianes del punto de encaje artificial. Vicente tocaba un teponaztli con
gran vigor. La enorme cabeza del ser inorgánico comparada con su delgado
tronco y extremidades me indicaron por qué le decían Coyul. Su color cambió
hasta quedar en un verde amarillento acerado peculiar de esa fruta. Sus ojos se
tornaron azabache brillante; grandes, oblicuos y protuberantes. Sin pestañas o
cejas. Dos orificios por nariz y una delgadísima línea por boca. Don Chema me
susurró al oído, que esa era la forma de los perceptores primigenios, mucho
más flexible que la nuestra. Poseían cartílagos en lugar de huesos.
Don Chema y Vicente se levantaron. Me hicieron señas de que me quedara.
Vicente me sonrió beatifica y malévolamente. Me dijo que como todo ser
inorgánico ese era vieja. Que tuviera cuidado porque me podría hacer el amor.
Miré hacia ese ser extraño. Efectivamente unos protuberantes pechos y una
acolchonada pubis con una delgada línea en medio me lo confirmó. Mi azoro y
desconcierto debieron ser mayúsculos dado que ambos irrumpieron en sonoras
cargadas. Coyul los miró extraviadamente. Su mirada parecía desenfocada y
triste. Me miró. Una profunda melancolía me hirió. Dejé deliberadamente que
me invadiera. De pronto, como llegó se desvaneció. La soledad de ese ser no
podía conmoverme más ¿Cómo podría haberlo hecho si mi soledad era aún
mayor? Viajar por la tercera atención templa cualquier espíritu, -me había dicho
don Chema. Sentí una enorme repugnancia y harto morbo sensual por esa
criatura. Las dos cosas se borraron de mi mente al recordar que solamente era
una proyección. Con un sonido dulce, hasta melodioso, me habló en una
extraña lengua. Le contesté en español que no le entendía. Otro arrobamiento
me llegó al escuchar otro sonido que repercutió en mí, esta vez en un exquisito
y perfecto nahua aztlaniano. El lenguaje sagrado utilizado por los toltecas de la
primera edad. Don Chema me lo había enseñado. Un día me comentó tener el
mejor método para aprender idiomas. Me llevó a una caverna. Puso dos piedras
en mis sienes y encendió unas ramas de un árbol muy abundante en la región.
Cuando el humo me cubrió, a punto de toser. Salieron de las piedras muchos
sonidos y ruidos. Unas horas después cuando desperté, don Chema me habló
en nahua Kunich. Le respondí en el mismo idioma. Entendía todo claramente,
como si fuese español, inglés, alemán o nahua-poréh.
La luz se apagó y el cuerpo de Coyul, desnudo y de un color gris acerado
quedó frente a mí. Una infinita tristeza emanaba de toda ella. Sus protuberantes
senos parecían erguirse más y más. Un sobresalto me despertó de mi morboso
placer de observación. No respiraba. Su esbelta caja torácica no subía ni
bajaba. Se movió lenta y suavemente. Comenzó a acercárseme. Brinqué hacia
atrás. Una descarga eléctrica me aventó materialmente. Coyul se detuvo. Una
especie de sonrisa se perfiló en su rostro. Me recordó que su carga
electromagnética era opuesta a la mía por dos veces. Su carga natural era anti
a la nuestra y anti a la suya propia, ya que se había desdoblado para ingresar a
la primera atención. Era mi anti antimateria. Me pidió que yo tampoco me le
acercara. Aunque aclaró sentir un placer parecido a nuestros orgasmos al
pegarse con un ser orgánico. Especialmente con los capullos móviles.
-¿Por qué estoy aquí? -Le pregunté.
-Realmente no lo sé –me dijo-. De vez en cuando, decenas de años para ti.
El grupo de capullos móviles que me resguarda me facilita la suficiente energía
para proyectarme. Para mí, es algo que siempre estoy anhelando. La
comunicación es vital para mi existencia. Y aquí, si no me prestan energía no
soy capaz de proyectarme. Siempre se me llama para contar más o menos lo
mismo a los capullos policompartimentados como tú.
-¿Por qué te proyectas así? ¿Es esa forma humanoide en la que apareciste,
tu molde en esta atención?
-¿Cuál forma? Yo sólo soy un destello de luz ¿Cómo me ves?
-Como una luz mortecina, opaca y amarillenta –le contesté, recordando que
no tenía caso discutir algo fuera de su alcance. Mi punto de encaje se había
movido para percibirla de una manera conveniente para mí. También recordé
otra cosa y la ensoñé. Era realmente una luz tenue y chisporroteante, cual
lucecitas de navidad (pólvora comprimida alrededor de un alambrito que al
encenderse chisporrotea infinidad de chispitas, con las cuales se divierten los
niños en la época decembrina).
-Hay algo que guardas y que debes proporcionarme, si quieres que te hable
de mi conocimiento.
Don Chema no me había dicho nada acerca de esto, así que decidí
contradecirla.
-No tengo idea de lo que puedas saber –le respondí. Y la verdad sea dicha, no
me interesa nada de lo que puedas saber, por lo tanto no siento la razón por la
que te quiera dar alguna cosa.
-Creí que se me había llamado para eso –me contestó-, lo que tú me puedes
ofrecer me sirve de alimento. Si no me alimentas, en unas cuantas vueltas
pereceré. Hasta ahora he creído que se me alimenta para un día llevarme de
regreso a mi mundo.
- Ya te dije que no tengo nada que darte –le respondí tajante.
-Hay una cosa que debes saber antes de tu respuesta final –insistió-.
Cuando completaste los trece años de nacido me adherí a ti. Me has estado
alimentando cada vez que te has masturbado. Ya casi soy un compartimiento
más de tu cuerpo energético.
Recordé que durante veinte años la masturbación había sido una práctica
común y “normal” en mi vida. Del placer pasaba al arrepentimiento y a la
culpabilidad. Hasta que conocí a una mujer que me dio la fuerza y la entereza
para jamás volver a sentir la necesidad de masturbarme. Su sola presencia me
invadió a tal grado, que me ayudó a vencer esa inercia masturbatoria.
Algo inmenso brotó de mi interior. Me sacudió hasta levantarme. Me sentí
girar, subir y bajar al mismo tiempo. Algo pegostioso se desprendió de mi cuerpo
y salió expulsado, rebotando en el suelo. Lastimosamente fue reptando hasta
llegar a la piedra de cristal. La cubrió totalmente. Pasado un tiempo, se
desprendió de ella un humo chisporroteante. Se encendió y un extraño calor
invadió la caverna para enseguida desaparecer tan repentinamente como había
llegado.
-Moriré - me dijo en un tono indiferente.
-No te quiero conmigo nunca más –le dije destilado rabia-. Te deseo lo más
lejos de mí. Un instante que te perciba a mi alrededor en cualesquier lugar
cargado y te desintegraré o mejor aún te absorberé.
Algo cambió de pronto en mi manera de percibir y me condolí.
-Si un día llego a formar el nahual, justo antes de partir, vendré por ti. Sin
ninguna promesa o compromiso alguno. Entonces veremos. Entonces
decidiremos. Aunque ya me conoces y sabes que la decisión final la tomarás tú
–le dije frío y tajante-. No soy un iniciador, soy un continuador. Necesito algo de
donde agarrarme para funcionar. Necesito un creador a mi lado puesto que soy
un desarrollador natural. Dame un trozo de luz y te lo convertiré en un sol.
Probablemente, tu seas la creatividad adicional que necesite en la cuarta
atención -terminé pensando en voz alta.
La forma humanoide se cristalizó. Quedó entera, de un cuarzo azulado
pálido. Solo los ojos continuaron completamente negros. La luz que tocaba la
figura se refractaba, yendo toda hacia los ojos, en donde se perdía. El
espectáculo era fascinante. Un sentimiento me hizo apagar el fuego y la
oscuridad me envolvió. La caverna comenzó a iluminarse. La luz salía a
borbotones de los ojos de la figura de Coyul. Parecía que toda la luz refractada
se devolvía colocándose en su lugar respectivo en la caverna. Quedó una
iluminación pétrea, inmóvil. Ahí estaba y estaría por siempre. Iluminación
petrificada en su lugar de origen; cargada y anticargada en un balance neutro
perfecto.
Sentí que alguien me movía. Había estado dormido. Vi a don Chema. Me dijo
que me levantara, que ya había dormido mucho. Recordé el suceso. Pensé que
había sido un sueño o que a lo mejor lo había ensoñado. Al levantarme vi la
figura cristalizada de Coyul. Las sienes me golpearon y me atraganté. Jalé una
gran bocanada de aire. ¿Cómo? –pregunté tartamudeando.
-Al final le diste alimento sin quererlo. La esperanza es el alimento más
nutritivo para los seres inorgánicos. Se congeló en un lugar neutralizando sus
cargas, o sea, movió su punto de encaje. Aquí esperará el tiempo que sea
necesario a que cumplas tu promesa, o si tienes una muerte ordinaria, morirá
contigo. Ahora, sin estar pegada a ti, está más cerca de ti de lo que nunca
estuvo. Es la regla. Fíjate nada más. Estuvo chaupándote años y años. Y para
lograr congelar su energía, tuvo que regresarte toda la que te quitó. Te concedió
el regalo de cerrarte. Ahora estás otra vez completito. Se quedó con su último
aliento. Si un día logras tu objetivo y decides llevártela, tendrás que soplar en
ella una brizna de tu carga energética antiopuesta. Sopla para que se vaya.
Inhala para que regrese y vuélvela a soplar. Con esa pequeñez le regresarás la
vida. Aunque la verdad no sé para que te pueda servir, aparte de ser un estorbo
–me sermoneó esta vez.
Don Chema me hablaba energéticamente. En las capas atencionales no
existe más que la energía, con la que cambiamos u oponemos nuestras cargas
electromagnéticas y gravitacionales para entrar y salir de ellas. Sin combustible
no existe la menor posibilidad de desplazarnos perceptiblemente.
Habíamos estado en un recoveco cavernoso de las cuevas de Pom-Arum. Al
salir encontramos un cielo iluminado. La luna en un medio menguante bañaba
toda la campiña del vallecito que corría a nuestros pies. Comenzamos el camino
de regreso. El canto de las lechuzas y tecolotes nos acompañó con algunos
lejanos y desabridos aullidos de coyote. Llegamos al amanecer a la casa de
doña Rita, quien como si supiera anticipadamente de nuestra llegada, nos
aguardaba con un suculento desayuno. El jocoque, las tortillas calientitas de
maíz jaspeado y los huevos con cecina hicieron las delicias de todos nosotros.
Meses después regresé a la caverna. La roca de cristal había desaparecido.
Primero pensé que don Chema o Vicente se la habían llevado, pero al observar
la figura de Coyul, la noté llena de gránulos. La piedra se había unificado con la
luz. Coyul se observaba a sí misma. Cada parte interactuaba con el resto de sus
partes sin poderse separar, aunque con enfoques individuales o particulares. La
luz salía en forma asimétrica dando la apariencia de crear estructuras simétricas
pero discontinuas. Viajaba a través de filamentos o cuerdas a increíble
velocidad emitiendo chorros de partículas radiactivas al propagarse. Al hacerlo
sus ondas se reducían dando la impresión de absorberse. Esta última mecánica
daba lugar al movimiento de contracción o antiquantum. La percepción se
compone de esferas encuadradas simétricamente en frecuencias ondulatorias,
oscilatorias, gravitacionales, cuánticas y diafragmáticas con las que el
observador conforma, fijando su atención, el universo donde interactúa en
niveles infrasimétricos, simétricos y ultrasimétricos.
El águila descodificó a los seres inorgánicos segmentando sus propios
filamentos conscientes. A través de estos segmentos continuó fluyendo la
energía del águila; parte hacia el águila misma y parte refractada hacia su
exterior-interior creando así las atenciones y las antiatenciones. De esta forma
se crearon las funciones del águila: el observador y lo observado. La energía
comenzó a fluir a la inversa, organizándose en sectores fijados por la
conciencia del observador. Las ondas energéticas fueron reducidas al mínimo,
generándose las membranas densimétricas limítrofes entre las atenciones
cargadas y descargadas en un discontinuo continuo escalonado en espirales
cuadriculadas.
Estos segmentos energéticos individuales contenían conciencias de ser y de
estar, más no movilidad. Esta inmovilidad los obligó a proyectar su percepción
llegando a emitir proyecciones cibervirtuales de sí mismas, con el fin de
observar más de cerca la densidad de la energía fijada. El cosmos era
filamentoso, tubular y cilíndrico, hasta que aparecieron los capullos. El águila
infló los segmentos en una parte de sí misma, generando la estructura cósmica
esférica, incluyendo los capullos o conciencias orgánicas.
-En nuestro mundo cotidiano viven muchos seres inorgánicos –me dijo don
Chema-. De hoy en adelante tendrás la tarea de identificarlos y clasificarlos
según su gran banda de emanaciones y su conformación energética.
-¿Son todos como Coyul, don Chema? –le pregunté--. Porque de ser así,
quizá no pueda ni acercarme a ellos.
-Ya sé que te llegó muy hondo tu encuentro con ese cristalito, pero lo que te
hizo daño fue habértelo quitado de encima. Al final no querías perderla –me dijo
y se quedó callado un rato-. No, no son tan iguales. Son proyecciones. Seres
idénticos a nosotros pero anticargados. Los vas a descubrir a su gran mayoría
en los altos estratos políticos, económicos y sociales pero principalmente en los
mandos superiores militares.
- Y ¿Con qué fin se hace eso? –le pregunté.
-Hazlo y pasado un tiempo me vas a hacer favor de informarme las
discrepancias que consideres haber descubierto en ellos.
Las discrepancias a las que don Chema se refería eran energéticas. Por un
año llevé a cabo esta tarea. En mis viajes a las grandes ciudades identifiqué
infinidad de ellos. Un descubrimiento inquietante fue el hecho de saber que
ellos nos han organizado las grandes zonas urbanas. En sus mundos existen
inmóviles en extensas aglomeraciones.
Le temen inmensamente a la soledad. Don Chema tenía mucha razón. Los
estratos sociales más elevados son los más favorecidos por estos seres
proyectados. Es curioso que deseen compañía. Sin embargo, también buscan,
al crear las elites sociales, esa soledad individual en la que existen en sus
mundos estáticos.
Desconectan sus conciencias, las moldean esféricamente y las proyectan
usando las ondas contráctiles de la energía. Su tiempo/espacio se cruza con el
nuestro. Ellos viven hacia nuestro pasado y vienen de nuestro futuro. Esto los
hace prácticamente eternos en sus mundos. Si nosotros nos proyectásemos a
sus mundos, lo haríamos en un antefuturo y postpasado de su gran onda
retráctil.
El punto de encaje colectivo se balancea en los vaivenes gravitacionales del
cosmos. A fin de utilizarlos hay que verlos. Esto se logra reduciendo/ampliando
o disminuyendo/aumentando la energía disponible en los bordes del capullo.
Energía que controla el rango perceptible del punto de encaje individual.
Otra de las cosas peculiares de estas entidades en nuestro mundo es el
hecho de proyectarse en formas femeninas, incluso los hombres-proyecciones
tienen esta tendencia y muy marcada. Otra peculiaridad que le comenté a don
Chema fue la de saber que muchas de ellas han perdido el vínculo consciente
con su carga energética densa y realmente creen ser humanos. Han servido de
escudo entre las conciencias de su mundo y nosotros por demasiado tiempo. La
negación es su negocio y la comunicación falsaria también. Controlan la
tecnología y los contactos con otros seres orgánicos que nos usan de
combustible energético abriéndonos o reventándonos cual si fuésemos
naranjas. Como proyecciones son frágiles y se sacrifican o son sacrificados con
facilidad. Su objetivo es encontrar el punto de encaje artificial para hacérselo
accesible a Luztlán.
Los seres inorgánicos son estructuras cristalizadas inmóviles. Se forman de
fragmentos dejados por otros al crecer. Es como si mudaran la piel. Estos trozos
se pegan hasta formar un nuevo ser. Llegan a medir hasta dos metros de altura
y su grosor varía mucho, al igual que su coloración. La gran mayoría de sus
mundos son cilíndricos tubulares bastante oscuros. Sus soles alargados o
estrellas son negrísimos. La luz es negra y viaja al doble y un tercio de
velocidad a la que lo hace la nuestra. Los planetas cilíndricos ruedan sobre sí
mismos en órbitas elípticas encontradas. Estos planetas orbitan hacia adentro y
hacia fuera con exasperante lentitud; lo que facilita la comunicación proyectiva
entre ellos. Son los amos del ensueño. Al contrario de los capullos que olvidan
se cuerpo energético y fijan su cuerpo corpuscular; ellos olvidan su cuerpo
corpuscular y usan su cuerpo energético o de ensueño. Ellos usan la energía
líquida y nosotros la energía sólida. De esta manera coexisten entre sí. Viven en
mundos alternos a los propios igual que nosotros. Estamos aquí siendo allá y
somos aquí estando allá. Depredadores naturales e instintivos, cazan cuanta
energía esté a su alcance o como expertos que son, la acercan y la atrapan en
sus oscuras telarañas tubulares.
Los organismos en realidad somos segmentos filamentosos inflados. De
alguna manera las formas de burbujas o esferas flotan en la energía madre. Es
rarísimo encontrar formas móviles que no sean esféricas. Por lo tanto podemos
afirmar que los capullos somos el estado inmediato superior de los cilindros en
la infinita escalera de la evolución energológica o cosmológica energética. Más,
esta evolución no es automática. Es una decisión particular. Cada conciencia
tiene el poder de trascender las experiencias llevándose a un siguiente plano su
fluido vital o perecer desintegrado por la misma fuerza que Le concedió ese
fluido vital a cambio de engrandecerlo con la conciencia. Pocas conciencias
comparadas con las emitidas fluyen de un plano a otro. Y no todas fluyen o
evolucionan hasta la tercera atención, donde son prácticamente eternas. La
evolución energética es una difractación de la conciencia. Le hace entrega al
águila de la periferia de su esfera donde se acumula la experiencia densa, a
cambio de preservar su núcleo convertido al implosionar en un punto de encaje
colectivo de la serpiente. Los capullos que escogen trascender se concientizan
de su cuerpo luminoso y con él vuelan a intentar otras experiencias. Si logran
generar un cuerpo luminoso que filtre las experiencias a fin de que el águila las
reciba al instante en que tienen lugar, garantizarán la preservación de la
conciencia hasta que el águila perezca o evolucione, casi una eternidad.
Dejarán sus cuerpos orgánicos para convertirse en seres supersimétricos
unificados, o sea, en seres inorgánicos secundarios o de asistencia de segunda
generación de percepción de función libre antimorfológicos en la tercera
atención, desplazándose desde la segunda. Sus mundos serán las formas sin
forma y su actividad, la inactividad disfuncional asistémica.
Volviendo a los seres inorgánicos, en su composición molecular, el neutrón
gira alrededor de un núcleo de electrones, protones y fiatrones. Estos últimos
son los constructores de estructuras y parte esencial de la serpiente. Con ellos
construyen los inorgánicos sus proyecciones. Son elementos que ondulan como
mecedoras, en vaivenes. En tres de las grandes bandas de emanaciones los
fiatrones circulan junto con los neutrones generando estructuras o universos
inconcebibles por sus formas. Los fiatrones son partículas de luz activas en
reposo, usando a otras clases de partículas para moverse y acelerarse.
Los capullos van dispersando su energía nuclear hacia la pared o membrana
que la contiene, colgándose de ella hasta hacerla desplomarse rasgándola. Así
la energía consciente se sale hacia el flujo de la serpiente, sobreviniendo la
muerte del capullo. Sin embargo, algunos capullos logran contener esta
dispersión de energía, fijándola en su núcleo. Concentran su punto de encaje
individual sin permitirle que se fije en el punto de encaje colectivo en su exterior.
Esta concentración de energía cambia las cargas atómicas y genera los
fiatrones. Los cuales a medida que saturan el núcleo lo expelen hacia las
grandes bandas de emanaciones estructurales del águila y a su vez son
atraídos por éstas. El lugar al que llegan a ubicarse depende de su
concentración de anticargas, las que son controlables con la fijación o
despegue del punto de encaje.
La tercera atención se ha ido poblando con los capullos inorgánicos, sus
formas corporales son indefinidas y cambiantes. Se van adaptando a esas
nuevas estructuras buscando formas corporales adecuadas. Tres grandes
bandas de emanaciones estructurales están evolucionando, quedando aún
treinta y siete de ellas desiertas de conciencias individuales, excepto por los
capullos inorgánicos que se adentran en ellas como exploradores. Los
exploradores se vuelven azules. Su energía adopta esa tonalidad para
sobresalir en esas vastedades blancas y lechosas. Así se identifican consigo
mismos y con algunos otros exploradores en caso de encontrarse. Por lo
general nunca regresan a la primera o segunda atención, concretándose a
contactar las tres grandes bandas de emanaciones estructurales en proceso del
consciente de ser y de estar, las cuales son conocidas como la cuarta atención.
La cuarta atención aún no se conforma. Se ha determinado en moradas.
Cada morada está definida por inmensas concentraciones de energía en reposo
activo. Se comienzan apenas a formar las atenciones. No existe resistencia a
las ondas oscilatorias. Poco a poco la fijación de la percepción la creará. Los
gravitrones al unificarse crearán los diferentes niveles de gravedad y
resistencia. Nuevamente la cantidad de fiatrones determinará el grado de
resistencia ondulatoria. La liberación de éstos, del núcleo a las órbitas atómicas
marcará la longitud constante vibratoria de la onda energética,.
Rreduciendo/ampliando y disminuyendo/aumentando los fiatrones; lo primero
aconteciendo en el núcleo y lo segundo teniendo lugar en las órbitas. Un fiatrón
se compone de fiatones y ambos son balanceados por los neutrinos. Los
fiatones son las partículas retráctiles del águila. La serpiente misma está hecha
de ellos. Forman los racimos y conglomerados de energía. Son el viento
generador de la piel de cada partícula. Corpúsculos o cuerpos universo del
águila misma en la quinta atención. Los fiatones son partículas de luz en
desaceleración continua y constante cerrando el ciclo generador de percepción
sólida.
Don Chema me hizo casi un examen académico de todas estas
consideraciones que observé en ese año en los seres inorgánicos, incluida la
tercera atención. En ese entonces, después de escucharme por horas enteras,
me hizo un solo comentario. Me dijo que la cuarta atención de los perceptores
primigenios y actuales no es la referente a esas tres grandes bandas en
proceso de concientización. La cuarta atención de los perceptores primigenios
se refería a todas juntas. A permear al águila entera en toda su magnitud desde
su núcleo mismo, y puesto que el águila es un capullo inorgánico y éstos son
sus puntos de encaje completos;: el núcleo del águila es toda ella. Así concibe a
otra águila, a la que por una especie de partenogénesis pare en la quinta
atención.
Después me dijo que este descubrimiento costó la existencia a miles de
nahuales y a linajes enteros, ya que al saberlo, pensaron que debían cambiar
sus capullos por cilindros. Lo hicieron sin percatarse de que únicamente
retrocedían en su evolución energética. Claro que lo lograron, puesto que en
sus ensueños ya contaban con los inorgánicos. Desandar el camino andado fue
muy fácil.
Los seres inorgánicos interactúan con los orgánicos para conocer los
mundos adonde llegarán en su evolución energética. Su lapso de vida es tan
largo e inmóvil que casi todos alcanzan su ingreso a la gran banda de
emanaciones orgánicas como seres de esa especie. Su enorme deseo de
moverse a voluntad los hace olvidar el hecho de que son muy escasos los
capullos que trascienden a la tercera atención.
Las conciencias inorgánicas utilizan el diálogo interno de las orgánicas para
situarse en el lugar escogido por ellas para proyectarse. El diálogo interno es el
mecanismo y proceso a través del cual los capullos y los cilindros incrementan
la conciencia original que les fue dotada. La conciencia no es energía y sin
embargo lo es; el águila la utiliza como alimento. Este alimento consiste en las
posibilidades de cambio y transformaciones que las conciencias individuales
observan en la serpiente. Según los perceptores primigenios, el águila utiliza
estas observaciones para comparativamente construir su diálogo interior y con
él su diálogo exterior. El diálogo exterior es el que fija su punto de encaje
individual en el colectivo estructural creando así la quinta atención o morada de
las águilas. Más allá de esa quinta atención se encuentra lo que no estamos en
posibilidades de conocer o siquiera de imaginar: Cero.
El silencio interior o ausencia total del diálogo interno que nos fija en el
mundo cotidiano, no es otra cosa que el diálogo interior del águila en su estado
de vigilia y su ensueño en su estado de letargo. Abandonamos el nuestro,
entramos en el del águila, lo usamos para desplazarnos y entramos en otro
diálogo interior que nos fija en otro mundo tan entero, denso y cotidiano como el
nuestro. El lugar es lo que importa. Cada lugar se consume y nosotros con él. Al
expandirse nos adelgaza y al contraerse nos tritura hasta que nos destruye.
Solo siendo un lugar, consciente en nuestro caso, o sea, una estructura viva,
podemos prevalecer y evitar la muerte como la conocemos. El conocimiento
directo de todos los sucesos y acontecimientos nos llega, puesto que
simplemente escuchamos o percibimos el diálogo interior del águila. Un
conocimiento instantáneo que no podemos verbalizar, sólo actuarlo. Al ser parte
del águila, obtenemos parte del diálogo que la anima; el que está más cerca de
nosotros, el que fija nuestro punto de encaje. El resto queda tan cercano pero
tan lejano a la vez, accesible únicamente al alcanzar la cuarta atención del
nahual. Los seres inorgánicos dada su inmovilidad han podido observar
incesantemente el diálogo interior del águila y descubierto las avenidas para
entrar en él. Sus proyecciones son realmente pensamientos del águila. Estos
elementos del águila que transportan imágenes llenas son componentes
fundamentales de la serpiente. Se forman con ondas y oscilan, reverberan o
chisporrotean energía. Esta energía bloquea segmentos de sí misma
alargándolos o inflándolos. Debido a esto los perceptores primigenios creían
que éramos el ensueño del águila. Aquí sufrieron una gran equivocación, puesto
que somos aparte de eso, más que nada el diálogo interior del águila. El
ensueño del águila es la cuarta atención del nahual, donde el capullo convertido
en un punto de encaje fija la totalidad del águila aprendiendo todo su
conocimiento y no únicamente el sector que anteriormente fijaba como cuerpo
físico-energético individual. Lo anterior lo logra dada su naturaleza libre como
punto de encaje individual e independiente.
La constante visita a los mundos inorgánicos me dilucidó una incógnita y
duda a la vez. Todo es inorgánico incluidas las conciencias. Así que “esto”
necesita órganos para manifestarse. La clasificación que la regla hace y que
aparentemente diferencia lo inorgánico de lo orgánico, es un recuento de
ejemplos de los diferentes órganos que utiliza el águila para construir a la
serpiente. Los elementos no significan nada. Sus cargas tampoco. La
composición de los órganos es una mera interpretación del punto de encaje. En
realidad es una de sus tres funciones: aglomerar energía, interpretarla y
transformarla para observar y absorber a la resultante. Posteriormente estas
funciones nos desgastarán al punto de desplomarnos para que el águila nos
observe, nos transforme, nos interprete y nos aglomere en otras formas
conscientes. Así que los cilindros y sus proyecciones y los capullos y sus
cuerpos físicos se componen de órganos, con los cuales funcionan. Sin órganos
no es posible funcionar. Es una disposición del águila. El punto de encaje
mismo es un órgano de cierta índole. Cada gran banda de emanaciones es un
órgano del águila, como el corazón, el hígado, etcétera, son órganos humanos.
Funcionan para mantener el denominador vital del águila. Los compuestos
químicos son acuerdos, meros diálogos de las conciencias. Cuanta razón
tuvieron nuestros antepasados al darle el grado tan elevado de “importancia” a
la palabra. La palabra interior todo lo creó. Paradójicamente, el paradigma del
águila nos arrebata la palabra para sumergirnos en la palabra. La importancia
de la palabra nos fija. El desapego a la palabra nos libera, para hundirnos en
las profundidades de la palabra de mayor importancia: la que nos crea.
…Los sueños. Si recordásemos nuestros sueños resolveríamos nuestra
necesidad de energía. Moveríamos nuestros puntos de encaje y con él nuestra
conciencia, eso es la retrospección de que tanto te he estado hablando…
La forma de una conciencia orgánica es como una vagina, vertical o paralela,
negra, negrísima. Cada vez que fijamos luz, generamos luz y nos desgastamos,
al vernos llenos de luz, en ella nos transformamos y morimos al salir la luz en su
expansión. La energía lumínica se expande desintegrándose y la energía negra
se contrae integrándose. Una vagina es una rutina sin serlo.
Yo te puedo decir que hagas ejercicios de resistencia progresiva,
gimnásticos, atléticos, tensigratorios y demás chicharrones y garapiñados, pero
no te puedo decir cómo, porque el flujo y reflujo de cada conciencia es diferente;
como las huellas digitales, las diferentes energías crean un patrón único. Por
consiguiente, cada quien debe descubrir sus bandas, una vez conocidas sus
corrientes y direcciones, cruces y enlaces, entonces se debe de ejercer presión
en ciertos puntos para fluir en la totalidad. Esta presión se ejerce con ejercicios
de resistencia progresiva y principalmente con sus combinaciones. Así, una
rutina se convierte en la destructora de las demás rutinas, un no hacer del hacer
cotidiano. Reacuérdame después de explicarte eso de las combinaciones, son
vitales. Iniciamos con una serie de éstas, para seguir con aquellas propias a
cada luminosidad particular. Este es el gran “secreto” de la retrospección del
ensueño que tanto has andado buscando, –me dijo riéndose a carcajadas por
mi enorme preocupación de encontrar el camino correcto y claro, el más fácil,
hacia mi totalidad.
LA REGLA DEL NAHUAL DE CINCO PUNTAS RECLASIFICADA
En las cuevas de Pom-Arum se encuentra descrita la regla del nahual de
cinco puntas. Años después, en las partes bajas de las cuevas de TepalcatePetl encontré una descripción diferente de esta regla. Al irla traduciendo me di
cuenta que ésta fue una concepción más elaborada y principalmente más
práctica de la regla. Traté de connotarla con la lógica nuestra. Incluso
involucrando a un físico-matemático de la Universidad Nacional Autónoma de
México. No encajó en su modo de ver el mundo y finalmente desechó el intento
de involucrarse en algo que el llamó de “origen dudoso”. La interpretación que
hago de esta segunda versión de la regla es sencilla y directa, más no clara.
Algunos de los conceptos que en ella se manejan no encajan en nuestra lógica
semántica o matemática. Es una lógica, si la hay, ecléctica. Todos los mundos
están inmersos en ella. Traté de que la interpretación general perdurase sobre
las especificaciones. Partí hacia la comprensión del todo. Aunque los pasos que
catalogué como desprocedimientos los interpreté también, consideré que
mezclarlos aquí con lo general, redundaría en su confusión.
La regla habla de un estado original o primario de la energía y de su
estructura secundaria y terciaria. Refiriéndose éstas a las formas, a las
funciones y a las conciencias. Su característica principal es un concepto único
de LUGAR contrario al del espacio/tiempo que priva en nuestra percepción del
mundo. Y comienza así:
La genomatergia es la ionización de la energía primaria. Esto es; la mecánica
de la gestación de la materia; la dinámica de la generación de la antimateria, la
mecánica de la emanación de la energía primaria secundaria individual
(conciencia) y la dinámica de la transmutación de ésta al estado independiente.
I.- Ionización negativa de la energía potencial.
1.- La materia en sus diversas formas se origina en diferentes lugares en el
universo. Esta se origina de dos fuerzas opuestas que componen la energía
primaria y que giran alrededor de sí mismas gestando así una ionización
negativa y otra positiva entre ellas, en la cual una fuerza le sirve a la otra de
disolución o de elemento disolutivo. Esta ionización genera un intensísimo calor
(energía potencial).
2.- Este calor se fusiona a su vez con ambas fuerzas opuestas para gestar la
materia. El lugar en que se origina la materia es para ésta su lugar de origen, en
donde al conformarse empieza a moverse en una constante expansión a través
del universo, donde cumplirá la finalidad que le haya sido asignada por la
energía primaria.
3.- Este constante movimiento de expansión conduce a la materia hacia la
energía potencial, cuyo encuentro también constante genera una fisión-fusión.
La fisión de la materia genera energía vibratoria. Más, llegado un momento, la
materia no es capaz de conservar esta fisión con la energía potencial.
Entonces, para evitar su reintegración a la energía primaria, la materia genera
una fusión que hace que sus partes fisionadas un instante antes, vuelvan a
ellas, generando así en su regreso, energía magnética. De esta forma conserva
las características de sus diferentes manifestaciones. Esta corona es constante
y proporcional al cuerpo que cubre y protege de la desintegración, por lo que le
llamaremos en lo sucesivo Constante Vibratoria Proporcional de los Cuerpos o
CVPC.
4.- La fusión de la CVPC con la energía potencial genera un campo
electromagnético en forma de huevo alrededor de grandes aglutinamientos de
materia.
5.- La fisión de estos campos electromagnéticos con la energía potencial genera
energía radiante o radiactividad cósmica.
6.- La cual al fusionarse con la energía potencial genera otro intensísimo calor
(antimateria). La antimateria además de emanar y generar conocimiento, le
sirve de disolución o elemento disolutivo a la energía potencial.
Y así se reinicia el proceso realimentador por parte de la materia hacia la
energía primaria.
Síntesis I.
El universo es finito-lineal e infinito-dimensional.
De lo anterior se desprende, que la materia una vea gestada, se protege a sí
misma, poniéndose en movimiento para generar una fisión-fusión o CVPC, la
cual evita que se reintegre a la energía primaria. Y después con otra fusión
derivada de la CVPC con la energía potencial, que genera un receptáculo de
forma ovoide, donde se aglutinan grandes aglomeraciones de materia, a las
cuales limitan y protegen sus respectivas paredes electromagnéticas. Estos
campos electromagnéticos tomados en forma individual, son los limitados
conceptos tridimensionales de longitud, altitud y amplitud, más los conceptos
sociales organizativos espacio-tiempo o universo finito-lineal. El conjunto de
estos campos electromagnéticos que cubren y delimitan a los universos finitolineales es el concepto del universo infinito-dimensional de LUGAR. La materia
en sus diferentes formas ocupa un lugar en el universo, los lugares son
perceptiblemente infinitos, luego, el universo infinito-dimensional es de LUGAR
y la percepción el encaje infinito para recorrerlo y situarlo.
Síntesis II.
Estados de la conservación de la energía.
Cada lugar es una manifestación de energía.
a).- Conservación de la energía por la materia.
La energía puede transmutarse a través de su materia.
Puesto que la CVPC está formada por energía vibratoria-magnética en
constante movimiento expansivo-contractivo es susceptible al cambio
(transmutación). Dado que la materia para conservarse en un lugar, debe vibrar
su CVPC a la misma intensidad que dicho lugar; si se transmuta
disminuyéndose o aumentándose, cambiará su potencialidad o si se transmuta
reduciéndose o ampliándose cambiará su lugar.
b).- Conservación de la materia como energía.
La materia al transmutarse aumenta su energía.
La energía al transmutarse disminuye su materia.
Disminuyendo la CVPC de la materia, alcanza un punto en que ésta
desaparece totalmente de su respectiva realidad, reintegrándose a la energía
primaria; primero como energía radiante o radiactividad cósmica y después
como antimateria.
c).- Conservación de la energía como materia.
La energía al transmutarse aumenta su materia.
La materia al transmutarse disminuye su energía.
Aumentando la CVPC de la materia, alcanza un nivel de densidad tan grande
que pasa a ser inagotable, impenetrable e indestructible en la realidad concreta
que la rige.
d).- d).- Conservación de la materia por la energía.
La materia puede trasladarse transmutando su energía.
Reduciendo o ampliando la CVPC de la materia se desubica de lugar al
desarmonizar su CVPC con la del lugar que ocupa, por lo que es expelida de
ese lugar y atraída por el lugar que le corresponde según la nueva CVPC que
se le hubiese aplicado.
De los cuatro puntos anteriores se deriva la regla de la igualdad vibratoriomagnética universal de lugar que dice: “En el universo infinito-dimensional cada
lugar tiene su propia CVPC… Así que para que una forma de materia finitalineal ocupe cierto lugar, debe tener el mismo potencial que dicho lugar. Cada
lugar es una manifestación de energía, la cual para diferenciarse de otras
manifestaciones genera su propia CVPC. Los lugares son emanaciones de
energía generadas de la misma forma y al mismo nivel que la antienergía
vibratorio-magnética o anti-CVPC. Sóolo que a diferencia de laos ACVPC que al
cubrir a la energía positiva o antimateria, se convierten en positivas también, los
lugares son ACVPC neutras, puesto que no cubren a ningún cuerpo, más que a
sí mismas. Debido a su neutralidad sirven de elementos de enlace entre la
materia (negatividad) y la energía (positividad)”.
Síntesis III.
La transmutación de la CVPC se lleva a cabo en dos
dos niveles diferenciales.
Nivel estructural: la disminución y el aumento de la CVPC se efectúan en el
infinito-lineal, o sea, en la horizontal de la energía primaria activada como
creación. La horizontal de la creación son los lugares donde se ioniza la energía
primaria negativamente., porPor consiguiente, donde la energía potencial
genera su proceso realimentador.
Nivel perceptible: la ampliación y la reducción de la CVPC se llevan a cabo en
el infinito-dimensional, esto es, en la vertical de la energía primaria activada
como creación. La vertical de la creación son los lugares donde la antimateria
genera su proceso de conocimiento.
II.- II.- Ionización positiva de la antimateria.
7.- La energía primaria además de gestar el proceso generador de energía
realimentadora, emana porciones de sí misma a través de un movimiento de
contracción (ionización positiva), usando la energía potencial como disolución o
elemento disolutivo. Esta ionización genera más antimateria, la cual es la
constante de este proceso generador de conocimiento, al igual que la energía
potencial es la constante en el proceso anterior.
8.- Esta antimateria resultante de la ionización positiva (contracción) se fusiona
con la energía primaria pero ya secundaria por ser individual. Cada porción de
energía ya separada, conserva las mismas características de su origen:
facultades evolutivas-volitivas. Aunque supeditadas a los movimientos y leyes
del proceso generador de la energía realimentadora y limitados
existencialmente por las leyes de lae evolución-volición del conocimiento. La
finalidad existencial de estas porciones de Energía Primaria Secundaria
Individual o EPSI, es la de percibir (investigar, analizar, experimentar, cambiar,
transformar, transmutar, etcétera) la materia-energía a través de un ciclo
evolutivo en el cual el conocimiento adquirido con anterioridad las lleve a
generar una producción cada vez mayor de energía potencial la cual será
absorbida por la energía primaria para su sustentación y también para la de las
propias EPSI. Porque eéstas aunque individuales y evolucionando volitivamente
en la materia son partes integral de la primera.
9.- Ahora bien, la energía al ionizarse negativa o positivamente sufre una
diferenciación y para conservar las características de sus diferentes
emanaciones se contrae constantemente fisionándose y fusionándose
generando con esta contracción un desdoblamiento continuo de antienergía
vibratorio-magnética que la cubre, protege y separa de las demás. De esta
manera las EPSI generan su anti-CVPC, puesto que son una de las varias
emanaciones de la energía, en este caso positiva o antimateria.
10.- Al fusionarse la CVPC con su respectiva EPSI en un lugar de la antimateria
con igual CVPC, generado o no por dicha EPSI, incrementará su positividad, la
cual para equilibrar su dualidad natural ejercerá una atracción sobre la materia
o negatividad de igual CVPC, de este modo la fusión antes descrita forma una
triada entre CVPC iguales… La de la EPSI, la del lugar y la de la materia,
generando así un elemento donde una porción de materia será vehículo de una
porción de energía o EPSI, enlazados por el lugar que ocupan. La EPSI a su
vez, tendrá pleno control de esta porción de materia, la que proyectará en su
realidad las características de la EPSI que la ocupa (carbo y sílex conscientias).
11.- Una vez que una EPSI ha concluido su ciclo como conscientia, se fisiona
con la antimateríaantimateria. Esta separación triádica de energía-materia con
sus respectivas CVPC y la del lugar que ocupan genera antienergía radiante o
antiradiactividad cósmica.
La EPSI transformada en antienergía radiante se fusiona con la antimateria.
El movimiento de esta antiradiactividad cósmica al contraerse para regresar a
su punto de partida es lo que genera la fusión con la antimateria y de ésta, la
generación de energía potencial. La cual contiene el conocimiento adquirido en
su evolución volitiva en la materia.
Síntesis IV.
La voluntad vital es realimentación energética.
La realimentación es una metempsicosis mitótica fotolitográfica.
La energía primaria asimila el conocimiento; una vez analizando gesta y
genera cambios directos en la materia e indirectos en eésta misma, a través de
nuevas generaciones de EPSI, para producir una cada vez mayor cantidad de
energía realimentadotra y conocimiento. Por esto, el concepto absoluto de la
energía primaria radica en la voluntad vital cariocinesística del conocimiento de
sí misma. Una EPSI se fusiona en la materia enlazada por un lugar. Al concluir
su ciclo evolutivo-volitivo regresa a la energía primaria. Más la energía primaria
sigue emanando EPSI… de esta forma se lleva a cabo una metempsicosis
mitótica fotolitográfica a nivel energía primaria y no a nivel EPSI, puesto que
sus porciones están volviendo constantemente a la materia. De lo anterior se
sintetiza que ambas ionizaciones se complementan para formar la energía
primaria.
Transmutación Epsiana.
Ciertas EPSI, dándose las condiciones propicias, llegan a transmutarse
sumergiéndose en la energía primaria antes de separarse del finito-lineal. Al
hacerlo obtienen el conocimiento absoluto de la energía primaria. A partir de
dicho contacto la EPSI se concientiza de su biparidad: Como energía individual
y como energía primaria. Este tipo de EPSI ya no sones absorbidasabsorbida
por la energía primaria. Al separarse del finito-lineal dicha EPSI gesta su propio
ciclo ionizador y se convierte en Energía Secundaria Individual Independiente o
EPSI-I, a partir de su transmutación gesta y genera su propia materia y
antimateria, además de emanar sus propicias EPSI, que la realimentarán. Se
inicia así una microionización, la cual es absorbida indirectamente por la
energía primaria por reflexión-refracción de las ondas vibratorio-magnéticas que
emitirá dicha EPSI-I al gestar, generar y emanar su particular sustentación. La
realidad de las carbo y silex conscientias, entre ellas el homo sapiens,
pertenece a una EPSI-I y no directamente a la energía primaria. Nuestro
universo finito-lineal es parte de un EPSI-I. Somos parte de una microionización
de la energía primaria.
Síntesis V.
La creación es la energía primaria ya constituida, más no así las funciones
mecánicas de conservación que ésta realiza ya creada y que son: gestación,
generación y emanación.
La creación se llevó a cabo al formarse la energía primaria a sí misma. Nada
la creó nada la destruirá. Su naturaleza es infinita. Al concluir su formación y
hallarse plenamente constituida cesó la creación. A partir de entonces
únicamente se transforma para conservar las características que la crearon. Por
consiguiente, ya no realiza la función de crear.
La gestación son los diferentes cambios que sufre la energía primaria en sí
misma al ionizarse positivamente (antienergía).
La generación es la expansión o salida de la energía primaria negativamente
ionizada (energía potencial).
La emanación es la separación de porciones de energía primaria a través de
la concentración o entrada de ésta positivamente ionizada (antimateria). Estas
porciones conservan intactas sus características originales y sólo se verán
afectadas e influenciadas por los diferentes tipos de energía primaria negativa o
energía potencial que ocupen en su evolución-realimentación.
Don Chema me comentó que la posibilidad de los capullos de percibir la
segunda atención y la tercera, radica en el hecho de poder cambiar el estado
vibratorio-magnético de su forma o CVPC a (-/<), (+/>), (-/+) y (+/-); lo que los
antiguos videntes llamaban movimiento y desplazamiento del punto de encaje.
Lo que sucede, me dijo, es que el cambio de CVPC se manifiesta en el punto de
encaje, ya que el lugar que ocupa en el capullo es el que corresponde al lugar
que ocupa su manifestación perceptora o forma-cuerpo. Sin embargo, los
lugares también tienen tamaño o volumen, dijo don Chema. Si un capullo encaja
en un lugar cuyo volumen vibratorio-magnético sea diferente al de él, se
originará una distorsión perceptible, una tensión visual o una presión
perceptible. La percepción será corta o cerrada, manifestada por una supresión
perceptible de la lógica-raciocinio de la forma-cuerpo del capullo. Se debe tener
un extremoso cuidado al cambiar la CVPC. De lo contrario acabará uno
extraviado en sabe Dios que mundo, concluyó don Chema.
-Oiga don Chema –le dije-, y Jorge ¿Qué es lo que usa?
-Ese jorgito lo que usa es la hechicería. Rituales esotéricos que los videntes
secoatencionales desarrollaron para viajar a la segunda atención y que
degeneraron en la manipulación de la energía en la primera atención. Verás –
continuó diciéndome-, existen sólo dos linajes, en el planeta, de nahuales de
cinco puntas. Uno de ellos está aquí con los nahuales de Pom-Arum.
-Y ¿De donde venían estos nahuas, porque me parecen diferentes a los de
otros lados? -le pregunté.
-Efectivamente, estos nahuas tuvieron su origen en Aztlania, un continente de
Hexápoda. Sólo que Hexápoda y Aztlania no están en la tierra y sin embargo lo
están. No sé si te he dicho ya, que la gran banda de emanaciones orgánicas se
conforma de ocho configuraciones orgánicas. Has de cuenta que en un corredor
encuentras cuarenta y ocho hileras de mosaico. Cuarenta son estructurales,
siete son inorgánicas y una orgánica. Este último se compone de ocho hileras
de cuadritos, dibujados en el mosaico. Semejantes al azulejo de cuatro
cuadritos. Nosotros habitamos la hilerita que éstas junto a una gran banda de
emanaciones inorgánicas, o sea, en una de las orillas de la gran banda de
emanaciones orgánicas. Los nahuas de Pom-Arum vinieron de la hilerita
adyacente a la nuestra, por eso son tan extraños. Bajitos, menuditos y
estéticamente fuera de nuestro contexto. Antes, muy al principio de cuando
llegaron eran aún más raros. La mezcla con los toltecas, una raza también
menudita que encontraron en lugares cercanos a donde ahora viven, les dio una
apariencia más humana –dijo y después de un prolongado silencio continuó
hablando–. Bueno, pero volviendo a tu pregunta te diré que los primeros
orgánicos de nuestra configuración tenían formas extrañas, toscas y
rudimentarias. En nada se parecían a ti o a mí. Fueron evolucionando
energéticamente hasta los grandes saurios de hace seiscientos millones de
años y junto con ellos los antropomorfos animales y vegetales hasta llegar a ser
como somos hoy. Las conciencias ovoides han ido buscando formas más
productivas. Acuérdate que nuestra única posibilidad real aquí, es servir de
alimento. Esto con su respectiva excepción a la regla, la cual es otra regla, que
tú ya conoces. Lo más reciente en este negocio del conocimiento son tres
grandes corrientes: una que tiene sus antepasados en Egipto de donde partió
hacia Grecia y que se tornó en el actual cristianismo sacado del hebraísmo al
judaísmo actual. Otra, se originó en el Tíbet y la podemos rastrear hasta el
budismo. La otra creció en Teotihuacan con los perceptores del constructivismo
o toltecas, cuyas vertientes alcanzaron a los mayas, a los incas y al sioux
canadiense. Al arribo de los españoles ya casi había desaparecido esta
corriente. Se conservó en linajes: grupos de orgánicos secretos y ocultos. La
corriente egipcia utilizó el conocimiento de forma exotérica, para verterlo a las
masas, desfigurado y dogmático, con el objetivo de concentrar energía-poder y
usarla para fines meramente humanos. Esta característica es también propia de
su descendencia:, el judaísmo y el cristianismo. El verdadero conocimiento lo
organizaron esotéricamente y sólo aquellos con figuras energéticas muy
precisas tuvieron acceso a él. Lo que también en la actualidad se hace: ocultar
lo verdadero, haciendo mofa y escarnio de ello y aparecer lo falso aceptándolo
como verdadero por medio de estructuras de control. En el budismo pasó lo
contrario. Ellos le entregaron a las masas la verdad: todos podemos alcanzar la
segunda atención. Aún así, ocultaron la tercera atención y la posibilidad de
perpetuar la conciencia individual. Tejieron un rebozo de transmigraciones
telúricas con cuya evolución-reencarnación se accede a la visión perenne de la
contemplación eterna del paraíso y por ende de la eterna felicidad. Suena más
a convertir nuestros capullos orgánicos en un desfigurado cuerpo inorgánico.
Todo esto con el consabido precio de morir, de perecer en alguna parte. Es
como poder viajar a Júpiter. Lo mismo da desintegrarse en Júpiter que aquí en
la tierra ¿O no? -Me dijo don Chema.
-Y ¿Usted que opina de las plantas alucinógenas don Chema? –le pregunté,
cambiando un poco el tema.
-Muy buena pregunta –me indicó-, eso tiene que ver mucho más de lo que te
imaginas con lo que estamos platicando. Para empezar ya estás enterado que
los nahuas usan algunas plantas de poder. No usan los hongos porque son
plantas de poder ajeno. Su poder es parasitario. Le perteneció a otras plantas.
Los honguitos lo que hacen es concentrar el poder ajeno. Usándolos
posiblemente termines oliendo a trementina o tan pegajoso como la resina. Los
nahuas usan arbustos porque tienen poder propio. Estas plantas son más
dóciles y fáciles de manejar. Proporcionan su energía de corazón, pues se
convierten en parásitos de los humanos, algo así como en un hongo del
hombre. Pero esto en el nivel energético. No vayas a pensar que son los
hongos que te llegan a salir en las patas o en las verijas. Y ahora te voy a decir
donde se enchufa esto con lo que hablábamos hace ratito. Mira –me dijo-, la
energía que te proporciona una planta de poder te sirve como combustible para
transportarte a la segunda atención o a otra configuración orgánica de la
primera atención. El problema de usar plantas de poder es lo limitante que son.
Te voy a poner un ejemplo. Aquí en Kol-ko-matl hay una gasolinera o diez que
hubiera. Piensa que sólo pudieras cargar gasolina aquí. Entonces al viajar hacia
cualquier dirección, al gastar medio tanque de combustible, tendrías que
regresar aquí, para recargar el tanque. Si usas el poder de los hongos, te
servirá hasta que se acabe; al suceder esto te puedes quedar varado en algún
mundo extraño o perder la razón energética. Mucho tiempo después los
perceptores descubrieron que existen fuentes de energía en las otras
configuraciones orgánicas y en las siete grandes bandas de emanaciones
inorgánicas. Y ahí los tenías tragándose entes de poder a donde arribaban.
Llegaron a clasificar enormidades de “plantas de poder” susceptibles de usarse
en todos esos mundos. Unos perceptores hasta cargaban con su olla para
hacer sus cocciones allá. Se ataban a la cintura ollas, cazuelas, poches llenos
de brasas ardiendo, cucharas de madera y peribanas. Eran los expertos
culinarios en comidas exóticas de plantas de poder. Aunque a decir verdad, la
gran mayoría no eran plantas o sus equivalentes. Eran entidades orgánicas e
inorgánicas del mismo nivel que tenemos aquí las entidades humanas. Estaban
muy gruesos esos vales ¿Verdad Danielito? –me dijo en un tono burlón.
Se expresó con mofa y desprecio. Aunque más bien era una absoluta
indiferencia hacia todo lo que le rodeaba. Su mente parecía estar vacía y muy,
pero mucho muy llena al mismo tiempo. Todo parecía estar ahí dentro, pero le
importaba un comino que así fuera.
Desde que tuve conocimiento de los alucinógenos me asaltó la curiosidad de
saber por qué las personas que los usaban terminaban con el psiquiatra o en el
manicomio. Así pues que le pregunté a don Chema sobre esta cuestión.
-Entiendo tu preocupación, Danielito –me dijo como un santurrón-.Ya te estás
imaginando como quedarás si te doy a tragar o a beber plantitas de poder.
Despreocúpate muchachito. Verás, voy a continuar con el ejemplo del
combustible y el de un carro que te transporta. Dime ¿Qué sucedería si al coche
le hechas gasolina en el radiador? Lo mismo sucede con la energía excedente
de una plantita de poder si no la pones en el sitio adecuado de tu cuerpo
energético. Los rituales que nos ves hacer tan elaborados al tratar a una planta
de poder son hechos para lograr colocarla en el sitio correcto. Solo de esta
manera podemos usarla como detonante de nuestro medio de transporte. La
comida diaria no te la tragas por el culo ni la masticas con el recto ¿O sí
Danielito? –con esto se soltó riendo a más no poder.
Ingenuamente todavía le respondí muy serio que ¡No! Como iba yo a hacer
semejante cosa. Mi cándida defensa de la posibilidad de una ingestión-digestión
inversa casi lo mata de la risa. Entre oírlo reírse y mi candidez comprendí que la
tercera atención es una vasta gasolinera. Toda la energía estructural en esas
cuarenta grandes bandas de emanaciones al igual que la plastilina podía
conformarse a placer. Y con esa infinita fuente de energía a nuestra disposición
se podría ensoñar y crear mundos con su diversidad de formas y funciones para
nuestra perpetuidad perceptible sin depredación directa. Depredar con
entidades artificiales ensoñadas exprofeso para realimentar al águila. Una
clonación energética de nuestro capullo en esas infinitas bandas estériles. La
cibernética y el ensueño virtual del ensueño. Le comenté mis cavilaciones a don
Chema.
-Ahora debes preocuparte más –me dijo-, acabas de perder parte de tu
estupidez. Posiblemente nunca más la llegues a encontrar, pero por si o por no,
desde éste mismo instante comienza a buscarla –riendo a más no poder, me
dijo, levantándose y comenzando a caminar-, y si es la puntita la que perdiste
¡Cuidado! Que se te puede meter.
-Buenas tardes ¡Hola escuincla! ¿Cómo le va doña Rita? –saludé a una niñita
a la entrada de la casa. Cerca de ahí en el patio del frente, doña Rita, una
señora de avanzada edad colgaba varias piezas de ropa recién lavada en un
tendedero de alambre.
-Buenas tardes, Danielito –me contestó sin mirarme, se le veía cansada e
indiferente.
-¿Está don Chema? –le pregunté con mi mejor tono de voz.
-Debe de andar por ahí en los tepuves -me dijo, señalando un montoncito de
cerros, inmersos en las montañas de la sierra donde iban los hombres a
sembrar maíz y ajonjolí criollo.
Me despedí y le di las gracias. Caminé por una vereda hacia los cerros. Al
llegar a los sembradíos, localicé a don Chema en el cerrito más alto y más
alejado de todos. Al verme corrió a saludarme muy efusivamente. Me presentó a
una muchacha como de unos diecisiete o dieciocho años quien me dijo llamarse
Anita, para servir a usted. Al caer la tarde, terminada la faena, nos sentamos en
unas grandes rocas redondas y planas. Desde ahí se divisan dos pueblitos; uno
a la derecha y otro a la izquierda. Parecía un faro natural, aunque muy alejado
de la costa que a lo lejos se veía con sus olas rompiendo en los acantilados.
-Don Chema, de verdad estoy muy preocupado –le dije casi a punto de llorar.
-A que don Daniel éste –me respondió sonriente-. A ver cuéntame tus cuitas.
Estábamos frente a una pequeña fogata con brasas muy vivas donde
habíamos calentando las tortillas para cenar.
Fíjese don Chema que desde el día que me llevó con los inorgánicos azules
me han entrado unas ganas terribles de hacer el amor. Hay ocasiones en que
me masturbo. Lo que de veras me tiene molesto es que esto de la masturbada
ya me está gustando. Que digo, más que un gusto se ha convertido en una
verdadera obsesión. Siento un deseo morboso de observar mujeres desnudas
en revistas pornográficas. Hasta viendo mujeres en traje de baño en la
televisión me dan hartas ganas de masturbarme. Y lo hago, incluso dos o tres
veces al día. Lo peor de todo es que después de hacerlo me entra un
sentimiento de culpabilidad inmenso. Me arrepiento como nunca antes me había
arrepentido de acción alguna. Ya inclusive estoy creyendo que si lo hago mi
vida se va a destruir, que alguien o algo me va a matar o que algún mal se me
vendrá encima. Que hasta perderé mi trabajo. No sé, verdad buena que ya no
sé que hacer. Solo vine a contarle esto y a decirle que me ayude. Que me
ayude a salir de esta obsesión. Nunca, se lo juro, he sido morboso o pérfido. Me
siento como un degenerado –le dije a punto de llorar.
-Cálmate hombre, calmadito –me respondió con un tono suave y una mirada
maliciosa-. Nada malo te ha pasado, te está pasando o te pasará. No te lo dije,
precisamente esperando tu reacción. ¿Te acuerdas de las lucecitas azul
eléctrico que se te arrimaron ya casi al salir? Sí que lo recuerdas, Daniel. Pues
una de esas cositas se te pegó como una lapa en el pito. No hay mucho que
hacer al respecto –me dijo bailándole una sonrisa en los ojos-. Aunque debes
tener mucho cuidado de que se te resbale y se te prenda en el culo. Así es
como se vuelve uno joto.
Lo último me lo repitió tres o cuatro veces, atragantándose de la risa. Se
revolcaba en el suelo apretándose el estómago con las manos.
-Imagínate nomás que de chingaderas te va a obligar a cometer esa lucecita
prendida en tu fundillo –me dijo desternillándose de risa.
Sus carcajadas sonaban y reverberaban en los cerros. Pasado un rato ya
calmado me dijo que me pusiera la mano izquierda en el trasero, a fin de evitar
un desaguisado. Lo hice de inmediato. Al verme se desternillaba de la risa.
-Mira Daniel –balbuceó con lágrimas en los ojos y rodándole por las mejillas
de tanto reírse-. Déjame explicarte que esas cositas se alimentan de excedentes
de energía sexual. Es raro el capullo orgánico que no trae una media docena de
estos bichos inorgánicos pegados en el punto de encaje. Lo obligan a
desplomarse. Es fantástico esto, pero esas cosillas son las culpables de nuestra
reproducción. Nos ayudan a ensoñar capullos hijos; en pago reciben las chispas
que saltan cuando los capullos se restriegan y cogen. Por tantas mojigaterías
acontecidas en tu vida este bichito te trae trastornado. Te repito, no te va a
pasar nada, ni a ti ni a nadie de tu querencia. Tu sentido de culpa es tu
necesidad de guardar y conservar tu energía. Habla con ella y lleguen a un
acuerdo. Pídele que te acose cuando estés con una vieja. Prométele que te la
llevarás contigo a la tercera atención. Dile que te ayude. Que sea tu emisario en
tu ensueño y trátense bien si se ponen de acuerdo. Te podrá trampas con
palabras repetitivas, tu tienes un sonido, hazlo sin cesar. Quien quite y con un
altar lleno de veladoras te conceda el milagro de rascarte las bolas, picarte la
nariz y olerle el rabo –me dijo con una expresión seria y servil.
Don Chema me entrampó. Esa lucecita debía de absorberla o desarraigarla
de mí. La lucha fue cruenta y sin pedir ni dar cuartel hasta que finalmente se
desprendió de mí, yéndose a prender en otro más pendejo que yo, hubiese
dicho bonachonamente don Chema.
La primera atención se compone de formas y funciones al igual que la
segunda atención. En la primera atención las formas son esféricas y en la
segunda son cilíndricas de cohesión orgánica las primeras e inorgánicas las
segundas. La tercera atención, esas restantes cuarenta grandes bandas de
emanaciones estructurales, se componen de formas, careciendo de funciones o
conciencias. La cuarta atención es la totalidad de las cuarenta y ocho grandes
bandas de emanaciones con las que se configura el águila. Y la quinta atención
es el lugar donde moran las águilas. A ese lugar se tiene acceso a través del
punto de encaje del águila. El nahual de cinco puntas realmente no permea a la
totalidad del águila, ya que su interior sólo le concierne para utilizarlo como
matriz de gestación. El nahual de cinco puntas, convertido en un punto de
encaje en su totalidad es atraído y se pega, por y al punto de encaje del águila.
Así percibe lo que el águila percibe: la quinta atención. Estando ahí, atrae al
resto de nahuales de cuatro y tres puntas con los qué generará el embrión o
nahual pentagonal de una nueva águila. El punto de encaje del águila se
proyectará en los filamentos que encaja a fin de liberar o parir a la nueva águila
para perpetuar su especie.
La función de los nahuales de cuatro puntas es la de engrandecer o
acrecentar la conciencia del águila. Estos nahuales y sus grupos conforman una
entidad única en esta atención. Cada una de sus partes conserva su conciencia
individual y a la vez la conciencia colectiva del todo. Emigran de las dos
primeras atenciones a la tercera atención una vez que llenan los requisitos de
conocimiento que requiere el águila. La nueva entidad es una serpiente, cuya
misión es la de crear universos y conciencias. De esta forma, poco a poco,
estas cuarenta grandes bandas se van poblando de funciones, hasta que el
águila esté repleta de conciencia interior. Su mente se va llenando. La regla no
contempla lo que sucede al llenarse de conciencia un águila. Lo que nos
imaginamos es una evolución de esa águila aún más al interior de Cero, o
posiblemente un renacimiento expansivo-contráctil; esto porque al llenarse
queda vacía. Se llena de X vaciando Y, para vaciar X’ y llenarse con Y’ en una
infinita sucesión concéntrico- pulsativa constelar envolvente. Los nahuales de
cinco puntas tienen la misión como espermatozoides energéticos de ingresar al
punto de encaje del águila u óvulo y crear un nuevo ser. Los nahuales de tres
puntas intensifican la proliferación de conciencias o funciones en las dos
primeras atenciones. Son los administradores de los bienes del águila. Cuidan
primordialmente de su alimentación. Su misión es desintegrar sistemáticamente
porciones de capullos y cilindros para alimentar al águila, son las serpientes
retráctiles del águila.
Los seres orgánicos fueron inorgánicos antes de evolucionar de formas
cilíndricas a esféricas; de estática a dinámica energética. Estos, de no ser
desintegrados retornarán a su estado inorgánico como antiformas.
Antiinorgánicos que evolucionarán a antiorgánicos en la tercera atención. Los
seres orgánicos son emanados en formas con funciones, dadas su movilidad.
La inmovilidad de los seres inorgánicos los obliga a proyectarse en funciones
con formas. El punto de encaje lo proyectan linealmente en escuadra hasta
fijarlo en alguna de las ocho configuraciones de la gran banda de emanaciones
orgánicas. Esta proyección está tan bien creada que olvida su origen aunque
conserva su retracción ensoñadora con la que alimenta a su proyector. La
proyección del punto de encaje alínea sucesos venideros y sucesos
acontecidos si es retroproyectado. Se expande o se contrae a mayor velocidad
que la luz al acelerar o desacelerar su pulso gravitrónico. El punto de encaje es
un proyectil. Este descubrimiento es el centro del conocimiento aztlaniano y
tolteca posteriormente. Los perceptores primigenios vieron a los inorgánicos
proyectar sus puntos de encaje y ellos hicieron lo mismo. El ensueño finalmente
es la proyección lineal del punto de encaje hacia delante o hacia atrás. El
movimiento del punto de encaje se da hacia el interior del capullo, donde no
existe nada. El desplazamiento es un deslizamiento del punto de encaje en la
membrana que encapsula y forma al capullo. La resultante de este último es la
transformación de la forma del capullo en otras formas orgánicas, como
animales, vegetales u otros de diversos rangos vibratorios. Los perceptores
nunca optaron por estas prácticas estériles. Sin embargo, para los nahuales de
tres puntas son vitales para cumplir sus tareas. El conocimiento de las
sensaciones de las conciencias les proporciona los medios para acelerarlas,
obligándolas a desgastarse rápidamente, generando energía extra al
friccionarse con la serpiente en su expansión constante. Esta fricción genera
chispas de energía que impulsadas por la serpiente emprenden el movimiento
retropropulsor en la contracción o regreso de la energía realimentadora del
águila. Para los prerceptores primigenios nunca tuvo caso el desplazamiento
del punto de encaje del cuerpo físico con la presión-tensión del mismo, ya que
al derramarse no encuentra que lo contenga. Así se desintegra y alimenta al
águila. Si se presiona o tensa el punto de encaje del cuerpo energético, éste
podrá contener al cuerpo físico y a los dos puntos de encaje, en el caso de un
nahual de tres puntas, serán contenidos por el cuerpo paralelo. De aquí que los
perceptores no recapitulan los recuerdos del cuerpo físico; ellos recapitulan los
recuerdos del cuerpo energético. Los nahuales de cuatro puntas proyectan sus
tres puntos de encaje, lo que los coloca en tres lugares diferentes conscientes y
activos, adquiriendo de este modo la visión periférica de su ser total. Los
nahuales de cinco puntas pueden proyectar sus cinco puntos de encaje en
forma lineal y moverlos circularmente a pasmosa velocidad en forma de émbolo.
Percepción esférica que significa estar en cada lugar adonde llegue su
potencial para enviar y retraer sus puntos de encaje.
Los capullos ordinarios o estándar se componen de dos esferas sobrepuestas
contenidas por una membrana también esférica y éstos son de tres tamaños.
Los enanos energéticos, los más abundantes, me comentó don Chema, no
tienen ninguna esperanza. Son cual pollos en engorda para el águila. Jamás
podrán comprender la energética. No es cuestión de educación o cultura, es
cuestión de energía, me dijo. Los de tamaño medio interactúan con las
proyecciones inorgánicas y son los líderes del punto de encaje colectivo. Lo
preservan, es más, preservan a la primera atención. Los de tamaño grande, los
más escasos, son enlaces entre la primera y la segunda atención. Los nahuales
de cuatro puntas los utilizan para formar sus grupos y en ocasiones los fusionan
para formar nahuales tetragonales. Los colectores, los escanciadores y los
voladores redondos les llamaron respectivamente (figura A). Los nahuales de
tres puntas se conforman de tres esferas sobrepuestas (figura B). Los nahuales
de cuatro puntas, con cuatro esferas forman su cuerpo luminoso (figura C). Y los
nahuales de cinco puntas con cinco esferas (figura D). Aquí la regla dice que la
parte humana del espíritu sí se conmueve. Es lo que nos controla y lo que
nosotros podemos controlar. Para llegar al control total del punto de encaje es
menester controlar primero al espíritu (capullo luminoso).
Los capullos liberan energía y también la absorben. Los nahuales tienen el
poder de absorber a los capullos dobles, como a los cilindros triples. Es toda
una ciencia y un arte.
Los nahuales de cuatro puntas tienen cuatro cuerpos: físico, energético o
doble, paralelo y proyectil. Los nahuales de cinco puntas tienen estos mismos
más el cuerpo protráctil. Los cuerpos físico, energético y paralelo son capaces
de proyectar sus dos puntos de encaje comunes. A estas proyecciones se les
llama cuerpos de ensueños. Los nahuales de tres puntoas carecen del cuerpo
proyectil. Muchos de ellos buscan un ser inorgánico para completarse. Los
cilindros ordinarios o estándar, a diferencia de los orgánicos se configuran en
tres segmentos, también cilíndricos (figura E) o cuerpos: el físico, el energético
y el proyectil. Este último es atrapado por el nahual de tres puntas, quien lo
agrega a su configuración y lo utiliza para proyectarse en la primera y en la
segunda atención, con obvios resultados (figura F).
Un nahual de tres puntas desconfigurado es una aberración energética,
dado que sus tres esferas se vuelven poliedros. Sin embargo, es algo muy
natural de ellos. Esto mismo hacen los seres inorgánicos voladores a los
capullos colectores: adherirse a ellos (figura G). Un nahual así es más
inorgánico que orgánico. Su acceso a la segunda atención queda garantizado y
su misión asegurada. Su forma retorcida es repugnante. Esta forma inclusiva ha
sido utilizada por nahuales de tres puntas y algunos de cuatro o por voladores
redondos al percatarse de su imposibilidad de ingresar a la tercera atención. La
mayoría lo ha hecho en espera de incorporarse a otro nahual que los transporte
a la tercera atención. Es muy riesgoso y la gran mayoría finalmente perece.
Un nahual debido a su conformación energética nunca es molestado en la
segunda atención. Su fuerza es tal, comparable únicamente con uno de los
escasos nahuales inorgánicos. Esto ha conducido a muchos de ellos a tomar
inorgánicos como verdaderos esclavos. Por una magra comida energética los
utilizan para proyectarlos en otros mundos. Si perecen son reemplazados por
otros. Estas alianzas forzadas son recíprocas. Los inorgánicos nos usan a los
orgánicos colectores para alimentarse. Este poder energético superior de los
capullos nahuales nos protege de los inorgánicos voladores en sus áreas de
influencia. Donde vive un nahual ningún inorgánico se atreve a incursionar, al
menos que el nahual se lo permita. Don Chema me contó que en el sureste de
México había un linaje. Ese grupo partió completito a Australia. Desde que se
fueron comenzaron los conflictos en esa área. Si llegaran a regresar, ya verías
como un año después todo cambiaría en esos sitios, me aseguro don Chema.
Un nahual es un protector, excepto los de tres puntas y no se diga los de tres
puntas retorcidos para darle cabida al cuerpo proyectil de un inorgánico.
El qoac (águila) nos entra por la boca y el qoatl (serpiente) nos sale por el
culo. Nunca olvides esto, me dijo don Chema. La boca y el fundillo son la clave
para proyectar tus puntos de encaje. Con el lomo los puedes mover. Con el
ombligo los puedes deslizar. Para retroproyectarlos tienes que eructar. Pero
para proyectarlos y ver la magnificencia del porvenir del águila tienes que
pedorrearte. Y no olvides que entre más perfumado (hediondo) esté, más lejos
llegarás, me dijo entre sonoras carcajadas. Don Chema se refería a que el punto
de encaje del cuerpo proyectil se localiza a la altura del ano del cuerpo físico.
Cuando me sugirió ejercitarlo estuve a punto de irme y no regresar jamás. Algo
fuera de mí me contuvo. Aunque ese algo no me impidió pensar que Don
Chema fuera realmente un homosexual, usando esas elaboradas artimañas
pseudometafísicas para ganar adeptos a sus gustos. Una furia ciega me invadió
y estuve a punto de lanzarme contra él. Mi cuerpo bien entrenado le hubiera
dado una soberbia batalla. Su mirada espantada y una prodigiosa carrera a
saltos, me bajaron mi rabia tan rápido como me había llegado.
Don Chema me gritó que de ninguna manera era puto, joto o mayuyo y que
si no le creía le preguntara a doña Rita las metidas de verga que le había dado.
Fue tan peyorativo que comencé a reír al escuchar su defensa tan prosaica y
humorística.
Más tarde me confesó que nunca antes había perdido el control de su miedo
hasta ese día. Vio mi cuerpo proyectil a punto de salir lanzado en pos de él. Si
me golpea, me hubiera aniquilado, me dijo con una gran indiferencia. Le
contesté que el suyo propio hubiese contenido al mío. Me dijo que no era eso
posible cuando el cuerpo proyectil lo enviaba el cuerpo proyectil mismo. Si lo
hubiera enviado tu físico, tu energía o tu tú paralelo si hubiera sacado el mío
propio y te hubiese dado una buena tunda. Pero el otro, ese es la serpiente
misma. Es una porción de la fuerza absorbente de la tumbadora. Con ella detrás
del cuerpo proyectil yo no hubiera tenido ninguna oportunidad. Rodando me
habrías desintegrado sin más ni más. Tu pinche sentido de la importancia
personal. Que jijos de la chingada te ganas con defender tu hombría, tu cabrón
machismo. Acuérdate recabrón que todos somos hembras. Tú y yo estamos
disfrazados de hombres al igual que todos los del género masculino. Es un
repinche disfraz. Un día me voy a cobrar este susto, me dijo. Lo noté
profundamente disgustado. Después se me quedó viendo fijamente. Al mirar a
los demás, éstos bajaban la mirada al tocarles su turno. A mí, me producía un
destello y un cosquilleo en mí ojo izquierdo, tan agradable que fijaba mi mirada
en él. Es más, dijo con voz descompuesta, ahorita mismo me la pagas. Me
llevarás a (mencionó un lugar en la playa), yo pediré una campechana de pulpo
y camarón doble. Sentí un gran alivio al saber que el pago sería una opípara
comida. Me tocó llevarlo en un viaje de dos horas. Cuando terminó de comer,
con un gran talante me dijo que mi cuerpo físico le había pagado la deuda del
susto, pero que sus otros tres cuerpos también se habían asustado. Le contesté
riéndome que entonces lo invitaría a comer tres veces más. Su respuesta me
dejó frío. Me invitarás dos veces a comer en la segunda atención y una vez en
la tercera recabrón, me dijo encorajinado. Me estremecí. Hacía poco que me
había dicho que alguna vez en la vida tendría que actuar como un nahual de
tres puntas.
En otra ocasión don Chema me explicó que los designios del águila o
cosmología del águila, no eran otra cosa que el intento del águila misma de
llenarse de conciencia con las pulsaciones de su ser interno o cuerpo
energético. Me recalcó que no confundiera las revelaciones místicas con el
intento, que aunque era lo mismo, la interpretación perceptible era muy distinta,
ya que los religiosos le llaman amor al intento y los perceptores la voluntad del
águila. Bastante lejos ambos de los linajes de cuatro puntas que desconociendo
ésta cosmología energética, esperan a que aparezcan corredores en las
emanaciones por los cuales transitar. Los perceptores ya los conocen, los
controlan y los usan a voluntad.
Don Chema, estando un día en la playa, se quitó la ropa, cosa que nunca
había hecho antes en mi presencia. Me quedé boquiabierto al observar aquel
cuerpo musculoso y cortado. La cara de don Chema, ajada y lisa de ojos vivos y
brillantes tampoco denotaba sus noventa y cuatro años de edad que él
confesaba tener, aunque doña Rita decía que ella desde pequeña lo había
conocido así. Cualesquier profesional del fisicoculturismo lo hubiera envidiado
en un concurso de poses, de haberlo exhibido ahí. Nadó cerca de una hora sin
darse reposo alguno y salió tan fresco como al inicio. Al atardecer llegamos a su
casa. Me invitó a la parte alta. Nunca antes había subido ahí. Cuatro puertas
cerradas se veían a los lados de un corredor, cuyo final era una ventana desde
la cual se contemplaba una portentosa vista de la montaña. Don Chema abrió la
segunda puerta de la izquierda, la que daba al noroeste. Al entrar dijo en voz
alta, la regla del águila te jala y te tensa y la regla de la serpiente te empuja y te
presiona. Ese es el fundamento cosmogónico del tonal. Por lo tanto, podemos
decir que la regla es una sucesión interminable de reglas. Cada vez que se
ejerce una tensión o una presión en el cuerpo del águila o de la serpiente, una
regla aparece y otra desaparece. Nos maravillamos con el desarrollo, con el
conocimiento científico, con la expansión constante; cuando todo se creó con
una tensión, con una contracción de Cero. La expansión es el efecto-causa
resultado de la creación, no la creación en sí.
En la habitación de unos seis metros cuadrados tenía dos máquinas con
cables y poleas y halteras incluidas dentro de ella. Grandes y pequeñas, las
que al levantarse una, levantaba a todas las demás. Una máquina trabajaba
todo el cuerpo al contraer y tensionar el peso y la otra lograba lo contrario. En
muy poco tiempo se ejercitaban todos los músculos de jalón debido a la tensión
ejercida a la vez en todos los músculos que jalan. Lo mismo se lograba con los
músculos que empujan, al ser presionados todos a la vez. Don Chema me
respondió con un extraño sonido de tres silabas, a mi pregunta de cómo le
llamaba a ese tipo de ejercicio. Por el significado lo traduje como enerfilia. Ya
que comenzando por pulsar el cuerpo físico, llegaba con otros ejercicios a
pulsar el cuerpo energético. Eran ejercicios difractores de la tensión y de la
presión de ambos cuerpos, me dijo don Chema. Pensé en la ultraciencia
recientemente acuñada y sus posibilidades de información con este
conocimiento antiquísimo conservado por los nahuales toltecas.
La otra parte consistía en concentrar la fijación del punto de encaje. Don
Chema me daba la tarea de mirarme el ojo izquierdo en un espejo durante
horas. En el reflejo del espejo veía el ojo derecho. Este ejercicio tan simple
enfocaba el cuerpo energético, el cual se encuentra en el lado derecho del
capullo luminoso. Don Chema decía que yo era el espejo donde el cuerpo
energético se miraba. En mí, se encontraba en mi lado izquierdo y en el lado
derecho del espejo. Lo hice por años, hasta que un buen día, en la madrugada,
vi en el espejo a mi cuerpo energético. La fijación constante lo movió junto con
su punto de encaje. Los dos puntos de encaje, el del cuerpo físico y el del
cuerpo energético se fusionaron. Así comencé a juntarme. A completarme. La
totalidad de uno mismo se alcanza al lograr juntar los puntos de encaje que uno
posee para después llevarlos al punto medio del capullo luminoso. Desde
entonces veo dos realidades adicionadas. Aquí percibo la realidad cotidiana y
allá percibo una especie de pantalla donde veo realidades alternas. Si fijo la
imagen de la pantalla, ésta se convierte en mi realidad cotidiana y ésta de la
tierra pasa a ser la pantalla. En medio de las dos existe una bruma de vapores
sulfurosos y rojizos, producto secundario de la desintegración de las
conciencias. En esa bruma habitan infinidad de proyecciones o puntos de
encaje proyectados a ese lugar por seres inorgánicos. Ahí se alimentan de
residuos sensoriales de los cuerpos físicos y energéticos de los capullos. Más
allá no se atreven a proyectarse. Más allá sólo se proyectan los nahuales.
Otro de los ejercicios que hice fue el de sentir la parte del cuerpo físico
donde está el ano. Lo hacía por horas enteras. Me lo tuve que ver con un espejo
hasta memorizar cada una de sus peculiaridades. El ano, el vello, las nalgas,
los lunares, las pecas, las arrugas, en fin, todo. La regla decía que por ahí se
proyecta el punto de encaje del cuerpo físico. Le comenté a don Chema algo
que creí descubrir. El punto crucial no era el ano sino la próstata. Me indicó que
efectivamente la próstata era el único y verdadero ojo del cuerpo físico. Dijo que
aprender a ver con la próstata nos evitaría ver con los ojos los cuales entre más
permanecieran cerrados, mejor sería nuestra fijación en los mundos pantalla. Y
mejor sería nuestra percepción para distinguir a los seres inorgánicos en la
bruma sulfurosa. Los inorgánicos, me aseguró, se nos meten por el culo
literalmente. Esto lo reafirmaría muchas veces durante el tiempo en que lo traté.
Aprieta bien la cola o se te meterán con todo y cilindro, solía decirme, riéndose
sonoramente a carcajadas.
Ejercitar la regla de las reglas era con el propósito de generar el vínculo con
el águila o con la serpiente. Y volvía a decirme que éste vínculo es la
proyección del punto de encaje aumentando los cuadros de la cuadrícula en el
movimiento de expansión hasta fijar uno de ellos ampliándolo para percibir lo
enmarcado, o disminuyendo los cuadros de la cuadrícula hasta fijar uno
reduciéndolo para observar lo enmarcado. Aumentar para ampliar y disminuir
para reducir las expresiones perceptibles de la serpiente. El aumento y la
disminución eran igual a la proyección del punto de encaje y la ampliación y la
reducción eran igual a la fijación del punto de encaje en el recuadro en el que
nos tocó existir dentro de la cuadrícula del águila-serpiente. A mi pregunta de
por qué esa constante contradicción entre el concepto águila y serpiente, me
contestó que el águila es hacia donde se mueve o acelera la conciencia y su
contraparte es la serpiente. Si la conciencia sigue el impulso natural expansivo
esa es para ella el águila y la contracción la serpiente. Pero si la conciencia se
detiene a voluntad, detiene o para su mundo, lo detiene e inicia voluntariamente
su regreso. Entonces el movimiento retráctil es el águila y el expansivo es la
serpiente. Esto se sintetiza en detener nuestra comunicación interna “propia”
para ingresar a la comunicación interior “ajena” del águila. También podríamos
decir que nos detenemos en nuestro ensueño particular para ingresar al
ensueño del águila. Salir de una realidad para ingresar a todas las realidades.
Esta es la libertad que buscaron y encontraron los perceptores primigenios.
Recorrer a voluntad el presente continuo. Con ella vivió la humanidad hasta que
los seres inorgánicos la fijaron en un presente estático, con un recuerdo pasado
y un imaginario futuro. Nos rompieron el vínculo con el espíritu de libertad. Nos
enclaustraron en una prisión llamada hoy la tierra. Hexápoda desapareció y con
ella desapareció el poder de movernos concéntricamente en los círculos de la
cuadríilcula del águila. Don Chema me dijo que a los ojos del observador los
cuadrados de la cuadrícula van disminuyendo su tamaño para formar la
profundidad del túnel o banda de emanaciones. La profundidad es infinita y el
viaje eterno reduciéndose a detenerse en un cuadro o LUGAR para observar su
contenido energético blando y duro. Hacia atrás, o sea, a espaldas del
observador, éste siente que los cuadrados de la cuadrícula aumentan su
tamaño, lo que da la sensación de agrandarse el túnel hacia el infinito, hasta
que se amplíe un cuadrado para observar su contenido. Cada cuadrado de la
cuadrícula del águila contiene a su vez más cuadrados, o sea, la cuadrícula del
águila está formada por cuadrículas específicas y éstas a su vez por otras y
otras y así sucesivamente sin fin. Las específicas son la serpiente. El universo
se aumenta y se disminuye en su expansión y se amplía y se reduce en su
contracción. La energía blanda se expande y la energía dura o materia se
contrae. La energía viaja aumentando o disminuyendo su CVPC, fijándose
ampliando o reduciendo su CVPC para generar la luz y la materia con sus
infinitas manifestaciones.
Otra de las cosas que no lograba entender era la cuestión de los puntos de
encaje. Inicialmente me había dicho que tenemos uno para después salirme con
que tenemos dos, tres o cinco, según nuestros cuerpos o esferas de las que se
componga nuestro capullo luminoso.
Don Chema llamó a Vicente quien andaba en los corrales ordeñando las
vacas. Era una fría mañana y estaba amaneciendo. Cuando Vicente llegó, le
dijo que se volteara dándonos la espalda a contraluz con el amanecer. Su
enorme capullo luminoso apareció de pronto. En él se destacaba un punto aun
más luminoso de luz blanquecina. Don Chema me instó a concentrar mi
atención en ese punto. Lo hice. Llegó un momento en el que vi una especie de
jícara brillante pegada a una pared membranosa. Adentro de esa pared esférica
percibí cuatro esferas ambarinas. En esta parte media, donde se sobreponían
observé tres cazuelitas. Puntos brillantísimos que compartían, uno dos esferas,
otro las cuatro y otro las otras dos esferas restantes. Recordé lo que don
Chema me había dicho acerca de ciertos puntos en el cuerpo físico y comprendí
que nunca se había referido a mis glándulas. Cada esfera-cuerpo encajaba su
propio mundo. Volví a observar el punto de encaje del capullo luminoso de
Vicente. Sentí repugnancia. Fluctuaba de manera diferente, ajeno totalmente a
la oscilación de los puntos del interior del capullo. Escuché a don Chema
decirme que esa cosa era lo que llamamos mente. Es el punto de encaje
colectivo común a todos los capullos de la tierra. De esta manera vemos lo
mismo y acordamos lo mismo. El punto de encaje colectivo se desliza o
desplaza en la superficie de la membrana, jamás entra al interior del capullo, ni
tampoco se proyecta, está fijo en la pared exterior del capullo. Es el carcelero
que nos mantiene en nuestra prisión. Los puntos de encaje de las esferas
interiores para poder proyectarse deben alinearse con el colectivo. Al estar en
línea usan al colectivo como puerta y se proyectan a través de él.
El punto de encaje colectivo es inorgánico. El último vestigio de nuestra
naturaleza original. Los seres inorgánicos se pegan a él con sus proyecciones.
Nos lo han agrandado. Nos han hecho ver el mundo como a ellos les conviene.
Ellos finalmente son nuestros verdaderos carceleros. El águila hilvana la
energía y la serpiente la zurce. El punto de encaje colectivo es el tonacal, el
opuesto de los puntos de encaje interiores del capullo o nahuacal.
La energía presionada se agrupa en racimos compuestos de partes
esféricas. A estas partículas los perceptores les llamaron qoactones. Las partes
tensionadas por la energía se agruparon en largos hilos huecos segmentados
cilíndricamente. A éstas les llamaron qoatlones. Las primeras se deslizan y las
segundas saltan entre las primeras.
El punto de encaje del cuerpo físico se adhiere al punto de encaje colectivo.
A esto le llamaron dispersión de la energía interior. Completarse, estar entero,
significa devolver el punto de encaje a su posición original, con la fuerza del
alineamiento. Alinear los puntos de encaje anteriores es para tapar el boquete
dejado por el punto de encaje colectivo. Este último se desintegra a medida que
los del interior se alínean. Al perder el alineamiento con el punto de encaje
colectivo en el exterior, éste se desmorona. Uno o todos los puntos de encaje ya
alineados en el interior se realínean con el lugar del colectivo, al desaparecer
éste, es entonces suplido por uno o más de los interiores.
Los seres inorgánicos se proyectan al salir por sus puntos de encaje
colectivos, en formas esferoides, lo que los lanza a los mundos orgánicos al ser
atraídos por las partículas esféricas o qoactones. Se alimentan de nuestras
emociones adhiriéndose a las partes reproductoras, como a los óvulos y
principalmente a los espermatozoides, hasta gestarse como seres orgánicos:
vegetales, huevos o embriones y carboxilos en general. Asimismo, los puntos de
encaje interiores de los orgánicos, al proyectarse toman la forma de cilindros,
convirtiéndose así en seres inorgánicos. Está por lo tanto, fuera de toda
consideración, una confrontación con los seres inorgánicos. Puesto que todos
los orgánicos fuimos alguna vez inorgánicos. La relación debe de ser simbiótica
mutualista. La entrega de orgánicos a las sensaciones que los inorgánicos les
proporcionan es una relación irresponsable y una efímera e ilusoria posesión
del poder. Los orgánicos somos la evolución mayoritariamente terminada de los
inorgánicos. Nuestra salida airosa es hacia atrás, dejando en el camino el punto
de encaje colectivo que nos ancla y llevándonos nuestro interior al vasto
exterior del interior del águila.
El punto de encaje del cuerpo físico al proyectarse, lo hace de manera
natural hacia las tres primeras grandes bandas de emanaciones inorgánicas
que se encuentran en el área superficial del águila. Justamente abajo de la
membrana que contiene al águila. La cuarta gran banda de emanaciones hacia
el centro del águila es la de los orgánicos. Las bandas son esferas alineadas
concéntricamente, como las capas de una cebolla. Esta banda es tan luminosa
como el núcleo mismo del águila. Esta luminosidad impide que la luz del núcleo
del águila bañe a las tres bandas más alejadas del águila donde existen
inorgánicos. Este impedimento mantiene a estas tres grandes bandas en una
constante cuasioscuridad. Estos inorgánicos son atraídos por la luminosidad de
los capullos luminosos igual como atrae un foco a los insectos voladores. Las
proyecciones de estos inorgánicos se introducen en los estratos inferiores
animales y vegetales de los capullos. Las cuatro grandes bandas de
emanaciones inorgánicas localizadas enseguida de la orgánica hacia el interior
del águila reciben la luz del núcleo. Estos inorgánicos se introducen en los
capullos vegetales y animales del estrato superior de la conciencia esférica.
El punto de encaje del cuerpo energético al proyectarse busca la luz, o sea,
las cuatro grandes bandas de inorgánicos de opacidad estable. Los oscuros son
de opacidad intermitente. Los perceptores llamaron a las grandes bandas de
emanaciones inorgánicas oscuras, el mundo de las sombras y vieron que se
encontraban a la derecha de nuestro movimiento de expansión. Las otras cuatro
más luminosas se encuentran a nuestra izquierda y las llamaron los mundos
receptores. Estos últimos inorgánicos participan con los nahuales de cuatro
puntas en la tercera atención, llenando con sus conciencias los capullos
ensoñados por estos nahuales. Aún así, la relación es simbiótica mutualista. No
puede ser de otra manera sin correr el riesgo de una esclavitud, parecida a la
que la humanidad ha padecido desde la desaparición de Hexápoda.
Los inorgánicos del mundo de las sombras pigmentaron de blanco a los
humanos que escogieron para evolucionar, las otras razas le sirven a los
inorgánicos de los mundos receptores en su evolución.
Sin embargo, los elementos ajenos a la raza blanca que entran en contacto
con ellos también son utilizados. Los mamíferos acuáticos y ciertas plantas de
propiedad altamente energéticas son en la actualidad las más favorecidas por
los inorgánicos de los mundos receptores. Don Chema y Vicente estaban
seguros que estos mundos eventualmente evolucionarían a la octava gran
banda de emanaciones, ya en la tercera atención emanadora de estructuras, la
cual se va poblando de conciencias esféricas por la actividad ensoñadora de los
nahuales de cuatro puntas y lógico la octava banda será orgánica. Entonces el
equilibrio se rompería y nuestra gran banda se llenaría por completo de
conciencias venidas exclusivamente del mundo de las sombras. La bestialidad
imperaría nuevamente, me decían, con la violencia, la crueldad y la
degeneración que lleva aparejadas.
A varias preguntas que le hice a don Chema, me contestó que era obvio
pensar que la división de conciencias esféricas y filamentosas más la división
de inorgánicos receptores y sombras no era algo común a las águilas. En Aura
Negra se dio todo eso debido a la inversión de Luztlán, el primer nahual de
cinco puntas. Creemos que existen águilas cuyo interior es completamente
orgánico y otras que lo tienen totalmente inorgánico. Existe la posibilidad de
que esta diferencia marque una especie de género entre ellas… y ellos, me dijo.
La fricción de los opuestos es la sustentación alimentaria de un águila en su
interior. Supongamos que los organismos no se alimentaran con fuentes
exteriores, sino que los microorganismos que ya existen dentro de ellos
produjeran una relación simbióltica tal y de esta actividad se generara el
alimento necesario para la conservación de los orgánicos. Un ser de este tipo
no sufriría prácticamente ningún desgaste y su existencia sería casi infinita.
Otros se desgastarían y perecerían por él. Luztlán desea conformarse con
ambos géneros de águilas y ser así capaz de autofecundarse. Nacería
indudablemente una nueva especie en la quinta atención. Esta la encontrarás
relatada en un pequeño recoveco en las cuevas de Pom-Arum. Entre el
populacho se divulgó la leyenda de la serpiente emplumada, el ahora tan
famoso Qetzalcóatl, el águila –sierpe o Luztlán, pero ahí en esa pequeña
caverna está la verdadera historia del que desea existir en la quinta atención
con forma de serpiente y corazón de águila. Cuando la conozcas te vas a
horrorizar o como muchos vas a desear ser parte de un cambio total en la
totalidad de Cero. Aquí luchamos por el privilegio de ser sirvientes del águila,
formando parte de la serpiente o latido del águila, arreando capullos y
filamentos en rebaños o manadas para sacrificarlos después y alimentar en
nuestro caso a Aura Negra. ¿Habrá alguna diferencia entre servir a un amo o
servir a otro?
Esta cuestión sólo me sumergió en un torbellino silencioso de sorpresa e
incredulidad que nunca superaría.
En cierta ocasión le llevé a don Chema tres media docena de libros, que
hablaban algo acerca del conocimiento e información que él practicaba. Uno lo
había escrito una mujer y los otros cinco un hombre. Mi pretensión era que los
leyera y me comentara sus apreciaciones. Al entregárselos me miró dejando
entrever una profunda melancolía. Me dijo que ese linaje había sido invadido y
conquistado por mujeres engendradas por inorgánicos del mundo de las
sombras. Son tres mujeres muy poderosas me advirtió y cargan con un
inorgánico oscuro-sombra entre ellas. Su desventaja es que ese gran poder que
manejan sólo les permite entrar al mundo de las sombras. Los mundos
receptores les están vedados. Hay un nahual de tres puntas con ellas. Escribió
mucho y nunca dijo nada completo. Todo a medias. Carga con su montón de
sombras con él. Adora a sus mascotas. No las quiere dejar ir. Prefirió extraviar a
una compañera a perderlos a ellos. Ésta, de la que te hablo, proyectó en sus
últimos momentos el punto de encaje de su cuerpo energético y con la ayuda de
inorgánicos receptores logró entrar en la tercera atención. Quizás ahí perdió
este nahual triangular su posibilidad de generar un nuevo linaje de nahuales de
tres puntas. Pero como ves, no es tan sencillo abandonar las sombras y no
porque te retengan a la fuerza, sino porque las sensaciones son tan placenteras
y sensuales. En fin, está cabrón cambiar la libertad de soñar nuevos mundos
por el pinche placer de causar dolor y sufrimiento. Don Chema se levantó y
encendió una fogata con papeles y ramas. Me dijo que el fuego purificaría a los
libros o para que quienes los leyeran en lo sucesivo, les sacaran provecho. Ya
tú no los necesitas, serán buenos para otros, -terminó diciendo.
Don Chema me dijo solemnemente a mi llegada en esa ocasión, que me
enseñaría el movimiento sigiloso. Parte fundamental del arte del atisbo. El sigilo
nos sirve para lograr la invisibilidad. Que sepan que estamos ahí, pero que no
puedan vernos. Sentirán una zozobra, desasosiegos, incertidumbre y ansiedad
y generarán con estos sentimientos alimento… será la hora de comer. Se refería
a que yo aprendería el arte que usan los perceptores sombra para alimentarse.
A este aspecto relataré un evento que me aconteció precisamente con varios de
estos elementos al tratar de enganchar a quien creí era mi primer elemento del
grupo que tenía que formar.
Era un hermoso día soleado. Me encontraba en un bullicioso y alegre
tianguis en la costa del Pacífico. Iba acompañando a doña Rita, quien me había
pedido la noche anterior que la llevara de compras. Llevábamos tres canastas
hechas de varitas entretejidas de otate tierno, las cuales fuimos llenando
conforme doña Rita hacía sus compras. Carne de res, frutas, vegetales,
verduras, calaveritas de dulce de leche para los escuincles. También se compró
unas cucharas de madera, un par de cazuelas de barro, un par de molinillos
para batir el chocolate y media docena de jarritos para servir el atole. Vi un
quechquémetl (una especie de gabán femenino) tan, pero tan precioso, que
pensé sería formidable regalárselo a doña Rita en agradecimiento por todas las
atenciones que me prodigaba cuando visitaba a don Chema. Lo hice y doña
Rita quedó encantada. Hasta me dijo entre risas cantarinas, mostrando sus
blanquísimos dientes, que si estaba tratando de enamorarla.
De regreso, me detuve en el camino, pidiéndole a Doña Rita que aguardara
un momento. Me había detenido para hacer del baño. Desde hacía dos o tres
semanas traía flojo el estómago, sin llegar a la diarrea. Me habían recetado
antibióticos, bacilos lácticos para reconstruir la flora intestinal y antihelmínticos
para desparasitarme y sin embargo, mi problema continuaba. Al regresar y
reemprender el camino, doña Rita me dijo de manera seca y apabullante que
estaba embrujado. Me le quedé mirando. Ella se sonrió y me dijo que la bruja
del demonio que me había hecho el trabajito no sabía con quien se había
metido. Tu fortaleza de nahual te ha librado muchas veces de la hechicería. Tu
cuerpo energético está lleno de cicatrices. Te han dado duro las hechiceras. Le
pregunté que cómo sabía eso. Me contestó que mirando a mi doble en el
mercado se había dado cuenta del emplasto verdoso que traía pegado en el
estómago. A ver platícame de esa vieja por la que te hicieron esa tarugada, me
dijo usando un tono malicioso. Me sorprendí aún más de que supiera que se
trataba de una mujer.
Resulta que en las inmediaciones de donde yo laboraba, en un municipio
cercano al del pueblo nahua, conocí a una escuincla, amiga de una compañera
de trabajo. Ella estaba divorciándose y yo le serví de paño de lágrimas. Su exesposo era un individuo de un pueblo muy famoso por sus brujos y hechiceras,
asentado en el estado vecino de Jalisco. Al paso del tiempo ella se fijó en mí,
aunque sólo lo hizo porque necesitaba sentirse protegida, o cuando menos eso
me pareció en esos días. Yo le dije que también me gustaba y comenzamos a
salir juntos. Su ex-esposo se dio cuenta que nos estábamos viendo y apoyado
por un pseudo cacique, buscó a una hechizara de nombre Pacha o Pachita y le
pagó para que me hiciera un trabajo que evitara la erección del pene. Mi corona
energética me protegió y todo terminó en una molesta dolencia estomacal.
Oraxipén, que así se llamaba la amiga de mi compañera de trabajo, me
atrajo por su conformación energética. Fue la primera vez y ahí comprendí los
famosos designios de los que hablaba don Chema; en donde una fuerza
descomunal, el espíritu, se presentó de una manera tan insistente señalando a
esa mujercita, que me fue imposible desoír ese llamado. Oraxipén era una
escuincla de veintiséis años de edad, en vías de divorciarse, ávida de cariño.
Era bajita de estatura, medía como un metro cincuenta y tres centímetros. Con
su carita chatita y redondita se veía aún más jovencita, acentuado esto por el
corte de pelo tan al ras que que se hacía, cosa que en verdad la favorecía
mucho. Todo esto la hacia verse terriblemente hermosa. Cada vez que le hacia
al amor cambiaba mi percepción lineal por la cibervirtual para verla como un
capullito de luz ambarino rosado. Era un capullo doble volador redondo. Pocos
meses después de estar juntos, cuatro para ser exactos. Oraxipén me confesó
que no me quería. Me lo dijo cinco días después de que le dieron su dictamen
positivo del divorcio. Ya no me necesitaba y me hizo sencillamente a un lado o
al menos eso pensó. Le platiqué a doña Rita todo esto y de un modo muy suave
y con su hermosa voz cantarina y nítida, me dijo que no considerara eso como
un fracaso. Los designios del espíritu, me dijo, son insondables y lo único que
podemos hacer es seguirlos aunque no los comprendamos. Tú, te la jugaste con
ella. Esa escuincla chula, como tu cariñosamente la llamas te ayudó a
completarte y tu bien que sabes a lo que me refiero. Ahora estás realmente
completo y se lo debes a la ilusión de que creíste haber encontrado al primer
integrante de tu grupo. Pero fue eso, una mera ilusión. Sencillamente esa
escuincla “chula”, y se sonrió, no teniía la fuerza interior necesaria para formar
parte del nahual. Te encontraste un perfume de marca internacional y lo
compraste en base a su prestigio, sólo que al destaparlo y olerlo te diste cuenta
que era de fayuca, de esos perfumes piratas baratos de imitación. Ya no te
preocupes por ella. Déjala que siga su camino. El tuyo está repleto y no te
puedes dar el lujo de entretenerte con alguien que no vale la pena
energéticamente. Alguien mejor aparecerá en tu vida y entonces comenzarás a
integrar tu propio grupo. No se lo comenté a doña Rita pero esas mismas
palabras las había pensado y comentado con uno de mis compañeros de
trabajo, a quien de cariño le decíamos Tabarito y estuvo de acuerdo en que si yo
me metía con alguien, siquiera buscara algo mejor, algo que valiera realmente la
pena. Cuanta razón tenía. También recuerda la lección que el espíritu te ha
regalado, dijo doña Rita sacándome de mis cavilaciones, tú has andado de aquí
para allá y de acá a acullá. Tanto que has viajado y tanto que has conocido en
este mundo. Y nunca te habías puesto a recapacitar del por qué no has tenido
un verdadero hogar jamás en tu vida. Tu trabajo siempre alejado de tu familia y
ésta dispersa. Un hermano en España, otro en Francia y el otro en la Ciudad de
México. Tus hermanas en Estados Unidos y tú por acá. Tu pueblo, tu hogar, el
lugar donde naciste, de donde sentiste salir corriendo por las patrañas de tu
familia paterna. Desde entonces no has tenido sosiego. Te has negado un
hogar. Ahora el espíritu ha sido magnánimo contigo. Respeta el hogar de esos
animalitos y respeta su libertad, no los corras. Detén tu rutina sin hogar. Así
también respetarás la decisión de esa tu escuincla chula, Oraxipén creo que se
llama ¿Verdad? De tener un hogar y de ser libre. Aunque los dos, tú y ella, están
cortados por la misma tijera, la tijera que no les permite tener un hogar. Hoy, el
espíritu, te repito, te da la oportunidad única de tener un hogar y de ejercer tu
libertad si solamente vences la inercia de tu rencor adolescente y con ello dejas
de negarte ese hogar y esa libertad de la que tanto presumes y luchas para los
demás. Respeta el lugar de nacimiento de esos animales, sabes muy bien a los
que me refiero y respeta su libertad de movimiento. Ayúdalos a estar cómodos
en su hogar y el espíritu del águila te mostrará tu anhelado hogar y tu anhelada
libertad. Doña Rita me dejó anonadado, acababa de expresar mis más
recónditos sentimientos y mis más íntimos pensamientos. Ya no sé que más
decirte, continuó diciendo, sin ser otra vez reiterativa. Ya te repetí lo que tienes
que hacer. De una cosa estoy segura, eso sí, nunca antes en la historia de
todos los grupos de nuestro linaje, el espíritu se había manifestado tan
benevolente con uno de nosotros, como lo hace hoy contigo. Te está regalando
el don de la libertad total con una simpleza absoluta. Probablemente ya has
acumulado suficiente poder para ser libre, con esta gotita terminarás de llenarte.
Es también tan extraño que un nahual alcance su libertad total solo, sin antes
haber formado su grupo. O posiblemente ya lo has formado sin darte cuenta
cabal. Es tan insólito que ya lo hemos platicado mucho con Chema, Vicente,
Azucena y con la Micha, sin llegar todavía a una conclusión. Ojalá no sea lo que
todos estamos temiendo, en fin. De todas maneras te voy a recomendar que le
platiques a Chema tus cuitas con esa escuincla, Oraxipén. Comprendo tu dolor.
El dolor de un nahual es mayor que cualesquier otro dolor, ya que el único
sentimiento que un nahual siempre conserva es el de la pérdida de energía.
Perdiste a un elemento vital según tú, porque abrevaste en su cuerpo el placer
de sentirte completo. Llora si quieres y si todavía puedes, ya que el llanto es lo
único que te queda, aunque todas las lágrimas que derrames no cambiarán en
nada las cosas. Oraxipén ya no volverá. Dale las gracias. Encomiéndasela al
espíritu, levántate y sin mirar atrás sigue tu camino. Hoy la soledad es tu
compañera fiel. Ella no te abandonará jamás. Entrégate a tu melancolía un solo
instante y después mira a la niña Oraxipén tal como es. Verás que su capullo
está incompleto y que igual al perfume chafa del que te hablé hace un ratito, su
capullo está hueco por dentro y la verdad no vale la pena su energía por tu,
mucho menos tu dolor.
Le hice caso a doña Rita y le comenté a don Chema. El fue más duro en sus
apreciaciones. Me recomendó que visitara a la escuincla Oraxipén en el
ensueño. Le hice una visita con mi cuerpo energético. La ví hermosa y sublime.
Su capullo destellaba reflejos luminosos de la excitación que sentía por mi
presencia. Su color rosa ambarino estremecía hasta lo más profundo a mi punto
de encaje individual. A pesar de la comunión de nuestros cuerpos energéticos,
me quedó un sinsabor y un gran pesar en mi ánimo después de esa visita. Esto
me decidió, sin consultárselo a don Chema, a visitarla con mi cuerpo paralelo.
Oraxipén carecía de cuerpo paralelo. Cuando fui a verla en mi ensueño, la
sensación de que ella me había ayudado a complementarme se esfumó. A mi
cuerpo paralelo la condenada escuincla no lo pudo engañar. La tremenda
fuerza de las dos esferas voladoras de Oraxipén era aparente y externa. Al ver
el interior de su punto de encaje individual, lo vi hueco y vacío. Me causó un
profundo asco. La preferencia de su punto de encaje era el movimiento hacia
abajo donde el egocentrismo, la vida caprichosa, el orgullo y la soberbia entre
otras cosas parecidas tienen lugar. Oraxipén traía una actitud muy materialista,
cuyo criterio era el dinero y el qué dirán. Como mujer indecisa y voluble, sus
opiniones las comentaba siempre con sus “amigos” y “amigas”, haciendo
siempre lo que le decían, cosa que no siempre era lo más conveniente para
ella. Por esto su punto de encaje estaba repleto de opiniones de sus conocidos.
Mi dolor desapareció por completo con la realización de que el tamaño del
receptáculo no es directamente proporcional al volumen que contiene. Era una
broma. Como un regalito insignificante envuelto en una cajota, para hacer
pensar que el regalo era algo significativo. Esta vez dos esferas tan
voluminosas estaban casi vacías. Me había equivocado. La alegría que me
produjo saber la verdad me hizo despertar. Mi cuerpo físico y mi cuerpo
energético oscilaban de gusto. Mi cuerpo paralelo estaba frente a nosotros, nos
miraba con enorme indiferencia. Su mirada espejosa y dura me hizo recordar
que carecía de sentimientos, su valor era energía cuantitativa y cualitativa. No
comprendía nuestra gran alegría al descubrir que sólo habíamos perdido un
recipiente hueco y vacío sin valor alguno. Mi cuerpo paralelo nos cubrió.
Sentimos su indiferencia. La figura menudita y frágil en exceso de Oraxipén hizo
su aparición. Jamás la volvería a ver como capullo luminoso. La realidad de su
cuerpo físico había sido más que suficiente para conocer su juego doble. Su
conducta fue tan obvia desde el principio que se lo dije varias veces. Le
mencioné en varias ocasiones que ella realmente no me quería, que sus
sentimientos no eran amor de ninguna clase. Sólo me utilizó para sus fines
caprichosos. Don Chema me comentó que sólo un ser hueco y vacío piensa
como ella pensaba y que solamente un capullo egoísta como el de ella podía
destruir la indudable belleza que poseía al arreglarse su cuerpo, su cara y su
cabello como ella lo hacía. De esas está lleno el mundo, me dijo, dame cien
pesos y ahorita te traigo de la tienda un ciento de ellas. El espíritu sí que ha
sido magnánimo contigo, siguió diciendo don Chema, como te lo comentó Rita,
no desperdicies esta oportunidad.
Don Chema quizá nunca se imaginó cuan afortunado fui al sacudirme a esa
escuincla de encima. A la siguiente semana de que Oraxipén me descartó de su
vida personal encontré a otra mujer. Todo lo contrario de la escuincla. Esta era
también hermosa, pero de ojos verdes, cuerpo atlético y escultural, un
verdadero ensueño. Cuando la vi sentí desmayarme; era una mujer voladora
redonda de tres puntas, repleta hasta los topes. El espíritu la atravesó en mi
camino a la salida de un banco. No me pude aguantar la emoción y le llamé a
don Chema de la caseta telefónica del sitio cercano a donde vivía. Se comunicó
conmigo al día siguiente. A mis entusiastas comentarios de haber encontrado a
una mujer nahual de tres puntas plena y llena hasta los bordes y sin ningún
compromiso sentimental me respondió con un tono molesto y agrio. ¡Ah! Que
recabrón eres Daniel. ¡Ya ni la chingas! ¿Qué tan pronto se te olvidó que los
grupos de cinco puntas sólo se forman con nahuales de tres puntas y cuatro
puntas? Te estuve dejando mientras te hacías pendejo con esa otra pendeja.
Los designios del espíritu aparecieron pero los malinterpretaste. No era para
que te la anduvieras cogiendo como lo hiciste. Tu pinche pito fue el que razonó.
A ver si aprendes y en lo sucesivo interpretas los designios con tu punto de
encaje adecuado a la ocasión y ya no con el trozo de carne que te sirve de
miadera. Olvidaste la regla por un par de nalgas secas y aguadas y eso te pudo
haber costado todo por lo que has luchado, pendejo. El don del águila de
convertirnos en serpientes no admite distracciones. Para tu fortuna te diste
cuenta a tiempo de que esa cabrona escuincla era un pinche engendro orgánico
evolucionado del mundo de las sombras. Y ya no estés chingando con las
viejas, me dijo y colgó.
Doña Rita, una vez que arribamos a su casa de regreso del mercado, me dijo
que me iba a dar un buen remedio para curar mis molestias estomacales y que
ella iba a regresárselo completito a la jija de la chingada que me lo había hecho.
Hasta tu gloriosa escuincla chulita va a alcanzar su parte por cabrona y por
convenienciera. Doña Rita me dio un menjurje y las instrucciones para beberlo.
Dos días después estaba completamente curado. Y efectivamente los
participantes todos, incluida Pachita, agarraron tremenda diarrea. Tiempo
después Vicente me comentó que doña Rita había sido la hechicera más
temible de todo México y que era algo extraño el hecho de haberse vuelto una
nahuala madre. Dijo que se necesitaban hartos cojones para abandonar el
mórbido mundo de los brujos.
EL LINAJE DEL NAHUAL DE LA BUSQUEDA DEL PUNTO DE ENCAJE
ARTIFICIAL
Cuando del ensueño del águila Aura Negra tuvieron lugar los primeros brotes
de conciencias en el plano conocido hoy como sistema solar, alrededor del sol
orbitaban quince planetas descontando el actual mercurio que no existía. Estas
conciencias al percibir su entorno, descubrieron los cielos; la estructura-forma
de su encaje colectivo atencional. El primer planeta en esa lejana época era el
hoy conocido como Venus y le llamaron Ai-má. El segundo, ahora la Tierra, lo
nombraron Zá-po-da. El tercero, Marte, fue designado como Ma-ya. Al cuarto
planeta lo conocieron como Oh-um-bal, este planeta orbitaba alrededor del sol
en una órbita muy peculiar en forma de ocho, la curva la efectuaba al llegar al
actual Júpiter, pasaba a su alrededor entre éste y Saturno, para retomar su
órbita inicial al pasar por la orbita de Marte. El quinto planeta, Júpiter, fue
llamado Matek-te-ya. Al sexto, Saturno, el cual era cubierto por un iridiscente
capullo compuesto de anillos, de los cuales en la actualidad quedan en tres
planos, uno muy visible y otros dos inclinados a los lados del primero casi
imperceptibles, le aplicaron el nombre de Mon-arúm. El séptimo, Urano, le
dieron el nombre de Tuk-ta-ma. Al octavo, Neptuno, el acostado, lo conocieron
como Cha-tel. El noveno, Plutón, Ba-zi-ra fue su nombre. El décimo, el más
negro Au-du-ra. El undécimo, Ix-pan-dak, que tiene una órbita elíptica muy
pronunciada y en un plano de 165º respecto del resto. El duodécimo, tan grande
como Saturno, le llamaron Es-le-mut, verde oscuro mate. Al décimo tercero,
décimo cuarto y décimo quinto planetas, por orbitar juntos en forma triangular y
poseer el mismo volumen, peso y masa les llamaron Al-zul-antl el alto, el interno
y el último que significa los trillizos que se deslizan juntos.
Oh-um-bal el planeta con la figura orbital de un ocho fue el primero en
sucumbir a la depredación de los capullos sombra. Todo terminó al quedar
estático entre Júpiter y Marte. La atracción del primero y la presión del segundo
lo hicieron explotar. Su nombre lo podríamos traducir como el planeta-cometa
del sistema solar. Su órbita de traslación tan especial propició la comunicación
interplanetaria y el desarrollo de técnicas para mover, cambiar y desplazar el
punto de encaje colectivo del sistema solar.
Habíamos dejado atrás las parcelas sembradas de sorgo. Decenas de miles
de tordos volaban en bandadas, las que se movían al unísono nublando
parcialmente los campos. Se veía un solo cuerpo ondear, subir, bajar y ladearse
y sin embargo, eran bandadas de millares de pájaros. Por el camino, don
Chema cazó con una resortera una treintena de güilotas o conguitas como él les
llamaba. Eran suficientes para alimentarnos los dos o tres días que estaríamos
en los cerros. Don Chema me puso a pelarlas, abrirlas y a limpiarlas en un
canal de riego. Al terminar las secó, saló y las atravesó en una vara de frijolillo.
Me entregó la vara para que la cargara. Me dijo que así se oreaban y secaban
sin echarse a perder. En un bule llevaba agua y el costalillo iba lleno de
jitomates y chiles serranos, cebollas, cilantro, sal de mesa, pepinos y una gran
bolsa llena de pinole. Las tortillas, algunas piezas de panocha y o piloncillo y un
gran trozo de queso añejo los cargaba don Chema al hombro en un costal de
arpilla. Al cinto pitiado con que amarraba sus pantalones le colgó un bulecito
con un litro de mezcal de punta que yo le obsequié a petición suya, traído de la
Laguneta, un ranchito de un municipio aledaño a la sierra aguacatera de
Michoacán. Excelente, ripostó al hacer la prueba, tomándose un chisguete. Tan
bueno como el de los Parejos de por aquí, sí señor, con mucho cuerpo y harto
oloroso, dijo muy convencido. Al dejar el plan y comenzar a subir, me comenzó a
contar la historia que me había prometido sobre la cosmogonía del
conocimiento tolteca. Me habló de los quince planetas originales que formaron
el sistema solar de manera muy escueta. Yo cargaba una grabadora en el
bolsillo. A cada rato trotaba un poco para alcanzarlo, ya que su paso era muy
veloz, y así poder grabar lo que me iba diciendo.
Los brotes primigenios de conciencias ovoides en la primera atención
tuvieron lugar en el sistema de Hexápoda, punto original de la dispersión de la
conciencia hacia otros lugares. Los primeros usaron formas aladas
cuadrúpedas. En esencia los bípedos aparecieron en la era actual. Eso es lo
que delimita este período con el anterior, así como los niveles de acrecencia de
la conciencia o funciones impresas en estas formas. En el periodo acuátil,
cuando el agua cubría la superficie de los planetas solares, algunos en su
totalidad, se desarrollaron orgánicos fusiformes selacios con anchos y largos
brazos y ocho dedos retráctiles en cada extremidad. A la par coexistieron con
ellos inorgánicos parecidos a conos de revolución cuyas proyecciones
orgánicas resaltaban por sus protuberancias córneas en la cabeza y en la
espalda. Esta manifestación natural de su morfología las diferenciaba de las
autenticas formas orgánicas quienes las consideraban antinaturales y maléficas.
El águila para perpetuar la conciencia en su nivel existencial, engendró parte de
sí misma en un ser inorgánico dotándolo de cinco compartimentos energéticos,
en lugar de los dos usuales. Las tres cargas energéticas adicionales le
garantizaban al águila la incubación y el nacimiento de un ser que perpetuara
su especie. La naturaleza del águila es engendradora. Ni femenina, tampoco
masculina. Expansiva y contráctil. La evolución-involución de los inorgánicos
determinó su naturaleza andrógina partenogenética muy similar a la del águila.
Esta similitud indujo al águila a generar entre los inorgánicos al nahual de cinco
puntas. Los perceptores han podido ver que precisamente esta semejanza,
como congéneres, le permitió al nahual de cinco puntas acceder al interior del
águila misma y desear ser su igual sin pasar por el proceso del olvido
conceptivo embrionario. Su conciencia se acrecentó a grado superlativo y a
punto estuvo de controlar a Aura Negra. Entonces el águila madre generó un
segundo nahual de cinco puntas “artificial” (clonado del primero, o sea Aura
Negra) al que se le conoció como Nopilzi, ya que fue concebido orgánico e
indistinto a su origen. De naturaleza retráctil como la serpiente. Fue inoculado
en Aura Negra, como un virus que infectaría y alteraría el conocimiento del
nahual de cinco puntas: Luztlán. La confrontación de los dos nahuales
pentagonales causó transformaciones atencionales en Aura Negra. Parte del
águila cayó bajo el control de Luztlán. El caos equilibró las secciones del águila.
Al retomar el control aunque parcial de sí misma, Aura Negra desactivó a Nopilzi
y lo cubrió con un ensueño incorpóreo. La magnitud de Luztlán no le permitió
encajarlo. Quedó oculto. El poder ensoñador de Nopilzi no fue suficiente para
desactivar a Luztlán. Aura Negra se preparó para engendrar un nuevo nahual
de cinco puntas y consecuentemente un nuevo nahual pentagonal. Al igual que
hizo Aura Madre, este nuevo nahual sería artificial. Un engendro de orgánicos e
inorgánicos fundidos en una entidad masculina. Nopilzi es una esencia
femenina inorgánica con forma y funciones orgánicas, es el punto de encaje
Estrellas cuya luz vemos hoy, ya extinguidas. El lugar que ocuparon es
imperecedero e inconmovible, así el lugar donde entró Nopilzi en Hexápoda
donde lo ocultó Aura Negra. El lugar, la EPSI-I, su CVPC, su Anti-CVPC y la
locus CVPC deben converger para reconstruir y rearticular al Aura artificial.
Los perceptores primigenios le dieron un nombre vibrátil cuya pronunciación
sonora fusionará los cinco compartimentos energéticos de Nopilzi. Aura Negra
lo incluirá en la memoria del nuevo nahual, pues ese será su nombre. Para
fijarlo en la primera atención, los perceptores antiguos llamaron al nuevo
nahual, al artificial de Aura Negra, Tagarote-Tayá. La triple cognación de la
conciencia en cinco escalas de percepción. El ente ciartensorial excogitor
omnímodo del continumcontinuo. El triorto de los nahuales pentagonales:
Luztlán, Nopilzi y Tagarote-tayá comprimidos unívocamente. Un núcleo de
quince compartimentos canalizados en continuos espasmos y voliciones.
Don Chema se detuvo en lo alto de un cerro. Abajo se divisaba un riachuelo
al cual nos dirigimos. En sus orillas crecían tules o juncos, en cuyo interior se
escuchaba el croar de los sapos y de las ranas. Limpiamos un pozo en la orilla
para beber agua. Al hacerlo, don Chema me dijo que en el corión del huevo
luminoso estaba la clave. El punto de encaje no es tal, Danielito. Toda la
membrana que cubre la clara y la yema luminosa es capaz de encajar
filamentos atencionales. Somos un ojo gigantesco. Tu tarea a partir de hoy es la
de ir expandiendo y agrandando tu punto de encaje. Las sensaciones de verlo,
cambiarlo o deslizarlo son sólo la amplitud de rango del encorión. Evita mover el
punto del lugar donde generalmente se encuentra como a la mitad de la espalda
alta. Mejor amplíalo, expándelo. No existe tal cosa de moverlo al centro. El
centro está en cada lugar del huevo luminoso a lo ancho del encorión. Es algo
así como una ergonáutica, Danielito. Algunos cuervos graznaban entre los
encinos. Esa ocasión recogeríamos plantas de tepate (estramobio o datura)
para los mitotes. Sus hermosas flores blancas acampanadas se mecían al
viento. En los mitotes lo usaban seco echándolo a la hoguera para abrir las
compuertas de la tierra, el viento y el agua, y entrar por ellas. Jamás lo usaban
masticado ni tampoco lo ingerían. Vicente lo usaba en su profesión de yerbero.
Le llevaríamos también otras yerbas y plantas al curandero don Chente, como lo
conocía la gente. En el camino cortamos pitahayas. Algunas estaban verdes.
Nos comimos las maduras y guardamos varias sazonas en el costalillo de don
Chema. En la orilla del río nadaban decenas de tepocates y a un lado, donde el
río serpenteaba por entre el tepetate, se veían andar varios tatuses. Sacamos
los avíos y comimos en silencio antes de emprender nuestra búsqueda de
plantas y yerbas curativas. La tautología parecía parte de la lógica instantánea
de don Chema.
Esa noche nos echamos en sendos petates, listos para dormir, le pregunté a
don Chema acerca de la comunicación que ciertos inorgánicos estaban
teniendo conmigo en mis ensueños; me estaban proporcionando información
aparentemente futurista. La luz de la hoguera encendida con harto ocote se
reflejaba en la cara de don Chema. Sus ojos negros parecían ciénegas. Detrás
de ese aparente deseo de servir, los inorgánicos han construido su
comunicación. Han aceptado la naturaleza tal cual es. Sin tapujos se comunican
sus percepciones. Su estructura carece de administración y de organización
ordinal. El orden natural los rige. El ahorro de energía que obtienen de esta
aceptación les permite proyectarse hasta otras grandes bandas de
emanaciones. Los orgánicos generamos estructuras administrativas y
organizativas propias. No aceptamos el orden natural del caos. Así hemos
creado leyes, reglamentos, contabilidades y auditorías. Estructuramos nuestra
existencia en una gran falacia y como tal creamos una superestructura de
vigilancia. Vigilamos que lo falsario no se salga de lo falso. Vigilamos que la
mentira vital no sea destruida por el orden natural. Bajo este orden apócrifo
gastamos hasta el último recurso energético que poseemos. Por eso somos tan
predecibles. Es muy sencillo para los inorgánicos prever las acciones fingidas
de los orgánicos. No existe la verdad ni la mentira. Existe lo que existe y en un
orden establecido por la energía (la regla). El ignorar este orden, nos llevó a
crear los supuestos de lo conocido, lo desconocido y lo que no se puede
conocer, cuando todo está aquí mismo frente a nosotros. Nuestra presencia lo
prueba y nuestra prospectiva lo niega. Los inorgánicos nos tienen agarrados de
las verijas. Lo verosímil lo refieren a la pequeñez de nuestro punto de encaje
coricónico. Es muy fácil encaramarse en parte tan pequeña y proyectarse hacia
nuestra apariencia material. Son unos hijos de la chingada esos inorgánicos,
Danielito, y cuidadito con ellos, verás, lo que más les gusta es nuestra veronal
líbido y la idolatría al placer y al dolor. Luztlán comenzó a ensoñar conciencias.
Mezcló orgánicos entre sí, orgánicos e inorgánicos nescientes. Con su
sincretismo sintetizó capullos y filamentos en una sinergia de formas
antinaturales. De aspectos horrendos contra lo ensoñado hasta entonces. Los
lanzó al interior de Aura Negra con la misión de encontrar el punto de encaje
artificial. Desde entonces sus formas han ido evolucionando hasta los bípedos
de hoy día. Las apariencias externas cambiaron, más no así sus torcidas figuras
energéticas. Estas siguen siendo horrendas, horribles y horrorosas. El
electromagnetismo fétido que los anima sale de la vacuidad de la nada. El
poder que los gobierna les ha dado el conocimiento antinatural del águila. Las
grandes y poderosas razas en los mundos orgánicos son sus huestes. Las
formas del águila han estado en un largo letargo, esperando renacer con el
advenimiento del nahual pentagonal sin nombre. Al que los perceptores
nombraron Tagarote-Tayá. Materialismo ético corporativo inmerso en una
estética insensible a la naturaleza natural. La serpiente oscilará hacia ellos y los
consumirá. Las cuevas fueron escritas hace eones en el futuro, dijo don Chema.
La única infalibilidad son las acciones. Toda acción ya existe, sólo se le repite al
espectador. Fatuos caminan destrozando todo. Su fin último es la aniquilación
de la conciencia de Aura Negra.
La angosta energética y la situación apocalíptica que don Chema me
presentaba terminaron por hacerme considerar el asunto con muy poca
seriedad. No obstante estar consciente de esto, las experiencias tipo golem que
viví al lado de don Chema eran pruebas irrefutables. Estas finalmente me
hicieron contraer la conocida enfermedad del miedo. Desde le perspectiva del
temor. Al quedarme solo decidí olvidar cualesquier noción que me recordara a
don Chema y a sus modelos de comportamiento. Mi angustia llegó a convertirse
en un agobiante delirio. Arrastrando mi congoja regresé todavía por un año a
esos parajes. Deseando poder ser capaz de encontrar el “pamullí” o punto de
encaje artificial. A la mezcla de escepticismo, miedo, codicia y poderío, se
añadió la obsesión. Mi resistencia duró como ya lo mencioné, un año. Mi
alimentación se redujo a tlacoyos, memelas, toqueras y pulque crudo, algo de
mezcal y ocasionalmente hongos comestibles de meyolote y víboras de
cascabel asadas. Esporádicamente me acercaba a algún caserío, donde por lo
general conseguía jocoque y tortillas con las que hacia migas o sopes. Mi
búsqueda llegó a su fin a la par que mis ahorros. Regresé al trabajo formal, a la
universidad y también a reconstruir una vida trillada por cinco años de ilusiones
y quimeras. Los ensueños convertidos en pesadillas se volvieron cada noche
más normales. Me he sentido como un puerco echado, sin otra finalidad que la
de contribuir al goce culinario del humano. La duda insidiosa por las
posibilidades de trascender entró en la licuadora a batirse, formando un
remolino helicoidal. Los extremos emocionales tomaron el control; el entusiasmo
y el abatimiento, la esperanza y la abdicación. No hubo un justo medio que
equilibrara mis sentimientos.
Caía una copiosa lluvia y granizo. Caminábamos por un barranco. Lo íbamos
vadeando de cuando en cuando. Una fuerte corriente de agua bajaba de las
montañas. El granizo golpeaba mi espalda haciéndola arder. Un día antes había
regresado a buscar a Vicente. Lo encontré apunto de salir de viaje. Deduje que
a recolectar plantas medicinales. Mi trabajo profano me regresaba al mismo sitio
diez años después. La economía personal no me permitió opción alguna y tuve
que aceptar ser transferido. El sueldo era un poquito mejor, aunque las
condiciones inestables. Mi intención original era saludar a Vicente y continuar
con mi trabajo. Sin embargo, mi llegada fue un viernes y tenía dos días por
delante. La furia de la lluvia iba en aumento y el viento arreciaba. La visibilidad
era casi nula y no se distinguía nada a más de tres o cuatro metros de distancia.
Vicente me gritaba de vez en cuando para guiarme. Un viejo encino se
desprendió de lo alto y por poco nos aplasta. Nos pasó dando tumbos a
escasos centímetros. Vicente blasfemó y dijo algunas palabrotas. Yo no pude
pronunciar palabra alguna. Me quedé inmóvil en el mismo sitio por donde vi
pasar el árbol. El susto me dejó helado. Sentí de pronto que el impermeable
amarillo que llevaba puesto pesaba una tonelada y comencé a sudar a chorros.
Proseguimos nuestro camino subiendo hasta llegar a una plataforma de granito.
Vicente desapareció detrás de una cascada de agua de lluvia y yo lo seguí
tiritando a una caverna suficientemente grande para cobijar a una docena de
personas. Nos quitamos la ropa húmeda, la que pusimos a secar en una
lumbrada que encendió Vicente, con leña acumulada por él, en tiempo de
secas. Calentamos los tacos de frijoles con queso que llevábamos, los que
acompañamos de Nescafé calientito endulzado con mascabado. Después de
comer en silencio, Vicente se echó a dormir.
Preparé mi lecho con un trozo de lona y dos cobijas. El cansancio me venció
y también me dormí. La luz del sol me despertó al día siguiente. La cascada
desaparecida, así como la lluvia, dejaron paso a un día soleado y claro, aunque
frío. Vicente ya tenía preparado el desayuno. Desayunamos Nescafé caliente,
toqueras y maíz asado desgranado. Reemprendimos el viaje. A media mañana
llegamos a un claro. Los árboles otrora dueños del terreno, habían quedado en
tocones. Una vereda poco visible nos condujo ahí. Todo el claro estaba tupido
de amapolilla silvestre. Nada igualaba la singular belleza del lugar. Me sentí
honrado por primera vez de estar vivo. Sentí la vida misma entrar por cada poro
de mi piel.
-Por eso mismo venimos a este sitio –dijo Vicente-, a todos nos causa el
mismo sentimiento. Nos ablanda un poquito por dentro. Aquí uno siente la
nostalgia de la tierra por sus capullos idos. Los árboles quiero decir y por la
esperanza perdida de los alrededores.
-Pensé que veníamos a recolectar plantitas –le comenté incierto.
-Es evidente maestro, que no es así –me contestó-. Como es incomprensible
para mí su regreso, maestro.
-¿Por qué me dices de usted y me llamas maestro, Vicente? ¿Cuánto hace
que nos conocemos,? Por favor no me trates así…
-Cuando don Chema se fue –dijo sin dejarme terminar-, me recomendó
muchísimo que si usted volvía, lo tratara con mucho respeto, dado que usted es
maestro y que por ningún motivo causara su enojo y pues ya ve, trato de seguir
fielmente sus instrucciones.
Traté en vano de hacerle entender que ni era el maestro que el pensaba ni
nada por el estilo que ameritara dirigirse a mí con el mote de usted. Me
amonestó que yo le decía a don Chema de usted y que además le decía don,
cuando ese nombrecito se le daba a caciques o a los hacendados y ahora a los
ricos de la noche a la mañana. Su abandono era genial. Sus palabras negaban
algo lleno y sólido a simple vista. Escuchándolo me llegó un sentimiento de
culpa. Me arrepentí nuevamente de mi vida desidiosa y de mi actitud negligente
de mis últimos cinco años. Una barriga de cuarenta y cuatro pulgadas y un
cuerpo desatendido me lo recordaron aún más. Aquel espíritu otrora entusiasta
y la férrea voluntad que me habían caracterizado, se habían extraviado en algún
momento en mi camino. Al amparo de un pésimo empleo y en espera de
mejores tiempos habían transcurrido dos años. Desperdicié dos años de mi
vida, me dije, y no pude evitar el llanto que abundante salió de mis ojos. Fue un
llanto silencioso excluyente. Mi cuerpo lloraba sobrecargado de conformismo y
abatimiento. La certeza de mi decadencia al punto de abdicar resignado a
dejarme fluctuar por los acontecimientos llenó de amargura mi estómago. Supe
a carta cabal que de no haber ido a ver a Vicente, habría muerto en esos días
desfallecido y postrado. El destello del entendimiento de estar recibiendo otra
oportunidad me nubló la vista. Mis sienes golpeaban al aumentar mi ritmo
cardiaco. Sentí mi vientre apretarse y me derrumbé. Al caer me golpeé y me
raspé las rodillas. Me arrastré a un tocón donde me senté. Miré a Vicente.
-Vicente mi amigo, gracias, muchísimas gracias. No entiendo por qué… - me
callé. Comprendí el usted de Vicente. Era tan obvio que me podía ver.
-Daniel –me dijo pronunciando mi nombre con un tono grato y jovial- Si por
mí fuera ya te habría cargado la chingada, pero estás en la mira del espíritu.
Todos sabemos que eres una mierda. Solo aquellos que te podemos percibir
sabemos tus reales intenciones, pero quien sabe, regresaste tan jodido y tan
apendejado –dijo con un tono indiferente-. Tu propósito está envilecido. Tus
extravíos lo han despellejado. Eres una herida abierta a todo aquel pinche
inorgánico pervertido que desee absorber estiércol. ¡Y vaya si les gusta! –
agregó.
Su franqueza, en lugar de animarme terminó por hundirme más. Me levanté y
caminé al bordo del claro y me recosté en la sombra de un desramado sabino.
Pensé en el entendimiento tácito establecido entre Vicente y yo. Vicente y
Daniel a secas. Era un buen comienzo dicho vínculo, pensé. Me enderecé y vi a
Vicente muy activo preparando lo necesario para un mitote. Inconscientemente
miré a mi alrededor pensando que habrían llegado otras gentes. No vi a nadie.
-Discúlpame Vicente, ¿vamos a iniciar un mitote? –le pregunté abigarrado.
-Así es Daniel, un mitote exclusivamente para dos orgánicos- contestó
dejando entrever algo más.
Lo observé absorto en sus quehaceres. Me callé. Yo mismo me sentía
sumergido en un estanque sin fondo. Divisé un despeñadero cercano en el que
me sentí caer. Iba a comenzar a renegar cuando Vicente me espetó.
-Retractarse de los hechos no conduce a nada. Tú ya estás jodido, Daniel.
Partiendo de ahí tienes todas las posibilidades del mundo. Esa es la única
rectificación válida en el mundo del guerreador. Guerrear sin pedir ni dar cuartel
es el único modo de vivir. Tu tienes una tarea y un designio que no quieres
realizar. Seguirlo o perecer. No hay opción alguna además de ésa. Tu
proposición es la propuesta que te hizo el águila. Ese es el don de la serpiente.
Ésta no te tocará a cambio de que realices el propósito del águila enunciado en
ti. Más aún, cuando es el intento de expandir su propia conciencia. La
concreción del conocimiento de su funcionamiento interino.
Vicente captaba toda mi atención. Sus disparates mitigaron algo mi
culpabilidad. Todo mi ser se conmovió, me sentí purificado. La generosidad de
Vicente, don Chema y de los demás me despabiló. Bosquejé mentalmente un
mundo caótico. El mundo perfecto donde el equilibrio ni se concibiera. Todo
equilibrio necesita pérdidas y ganancias. El caos solo necesita el caos.
-La estirpe de José María Mireles es la más antigua. Data del mero principio
de esta tierra. De cuando todavía no era tierra. Hemos cuidado las cuevas sin
endurecernos y sin enfadarnos. Defendiéndolas cuando ha sido necesario,
también aprendiendo de ellas y usándolas. Hemos suprimido sin consideración
alguna los intentos de los inorgánicos luztlanianos por ingresar en ellas,
cambiándolas de sitio hasta guardarlas por eones en la tercera atención –me
aseguró Vicente.
-Pero Vicente ¿Qué puedes tú, don Chema o los demás esperar de mí? –
Pregunté sin aquel orgullo que caracterizaba a las preguntas que le hacía a don
Chema.
Ninguno de nosotros espera ni madre de ti –contestó sereno-, la serpiente es
la que espera algo de ti. No sabemos si vas a ser otro cuidador más, un
guardián de las cuevas o no sé qué. José María en verdad nos recomendó ser
más comprensivos contigo. Decía que ya lo sabías todo. Procuren ser duros con
él, pero no tanto, nos llegó a decir. Y que por ninguna razón estuviéramos cerca
de ti cuando recordaras. Tu peligrosidad aumentaría miles de veces, nos dijo.
Llévatelo tu Vicente y hazlo recordar. Contrólale la salida de los recuerdos. Te
puede cargar la chingada si la revocada aborta o también si se vierte de golpe.
En fin, si pasa cualquiera de las dos cosas, poco te pueda importar
desmoronarte, al fin y al cabo que nuestra extirpe habrá expirado. Eso me decía
José María. Métele seso al asunto y ahí tú decides si te enciendes o explotas.
-Intercede por mí, Vicente –le rogué.
-¿Qué no entiendes? En fin, si no te queda otra ponte a rezar. Reza como si
fuera el fin del mundo. ¡Rézale a tus cerotes y a tus mecos, pendejo! ¿O qué
nunca vas a entender?
Detesté a Vicente, a don Chema y al poder. A esas alturas ya no creía en las
cosas y sucesos acontecidos años atrás. Mi frustración llegó al límite. Ya no
podía más. Me abrasaba por dentro. Mi cabeza abotagada se marchitaba como
una flor cortada al sol. Comencé a notar la clase de abominación en la que me
había convertido. Recapacité de pronto que yo me estaba viendo a mí.
-Te dije al llegar, Daniel, que sería un mitote para dos. Ahí los dejo, a tu ego y
a ti ¡Buen provecho! –exclamó, como si yo fuese a comer y comenzó a desandar
el camino.
Me senté en el tocón que Vicente había preparado para mí. Respiraba
hondo. Veía entrar el aire en mi cuerpo. Estaba transparente. Sentía la forma
humana con sus extremidades. Las movía, sin embargo, la certidumbre de ser
otra cosa se agolpaba en mí. Me acerqué y también tomé asiento en un tocón
frente a mí. La burbuja de luz color turquesa fluctuante entre ofita y cattleya con
un centro ambarino dorado vibraba. Al vibrar se movía y me miraba. Su mirada
me rodeaba. Era una sensación de total desnudez. Una vergüenza galopante
me inundó. Mis más recónditos secretos eran revelados. Miré los árboles y las
flores con profunda pena. La misma tierra me estrujaba por doquiera
exprimiendo mis acciones, mis deseos, mis gustos. Me afligí al grado del
silencio. Algo silencioso me lazó apretándome tanto hasta reducirme a la nada.
Me refugié abrazándome con el gabán. Algo me taladraba, me rasgaba en
pedazos. Abochornado trataba de abrochar algo que sentía hendido, abierto
completamente. Me encontré de rodillas gritándole al niñito Jesús que me
absolviera de todos mis pecados. Los enumeré todos y los repasé
enunciándolos nuevamente ¡Perdóname! Gritaba con todas mis fuerzas. ¡Dios
mío, perdóname! Abjuré de todo lo malo. Lloré por ser tan malvado, según yo.
Me maldije a mí mismo incontables veces por mi mezquindad y egoísmo. Me
culpé por haber contribuido a la crucifixión de Jesucristo. Desee morir mil veces
y expiar mis culpas. ¡Todas ellas de un solo golpe! Vi a Jesucristo con su barba
bien cortada. Sus ojos azules. Alto y esbelto. El prototipo perfecto de la raza
blanca. Categórico me ordenaba contribuir con todo el dinero posible a su
madre iglesia como único medio de redención. Atónito lo miré. Yo esperaba su
dulce comprensión. Que en su regazo me acariciara y me exculpara. Deseaba
oír su voz asegurándome el cielo para siempre. Pensé en mis privaciones y
sacrificios y en las cosas buenas. Yo tenía sentimientos nobles y mi vida entera
había sido dedicada a obrar con justicia, a echar abajo los obstáculos que
privaban a mis semejantes de alguna oportunidad. Boquiabierto miré a
Jesucristo. Sus azules ojos tenían el talante de un accionista de Wall Street y el
brillo de la codicia. Su boca se abrió y gritó ¡Dinero! ¡Dinero! ¡Oro! ¡Oro! Sus
heridas desaparecieron dando lugar a exquisitas vestiduras, y joyas preciosas
cubrieron todo su cuerpo. Una voz cerca de mí se escuchó diciéndome: Cristo
es blanco, no es negro ni tampoco indio, ni amarillo. Cristo es blanco porque es
perfecto. Cristo es un hombre, siguió diciendo, no es una mujer, ni bestia o
planta. Cristo es la perfección. Es el hijo de Dios, quien también es blanco, de
ojos verdes y pelo rubio. Es también hombre, viste de lo mejor y come de las
mejores viandas. Es la riqueza en acción. Ése… es..... es.....
Se fue opacando la voz. De pronto me puse de pie. Comencé a gritarle a la
burbuja de luz. ¿Por qué Jesucristo no es negro, amarillo o indio? ¿Por qué es
un hombre y no una mujer? ¿Por qué…? Mil por qués salieron de mi boca. Una
sensación de reagrupamiento se me encimó. Cada pensamiento de mis
ascendientes se pegó en mi cuerpo. La tremenda angustia que me ahogaba se
despejaba lentamente. El dolor fue inconmensurable ¡Cuántas pérdidas! Entre
una extrema agitación y un abrasador sentimiento del poder imposible de
poseer, comprendí que mi único pecado había sido creer en la absurda
explicación de lo ignorado: Dios. Capté en toda su plenitud el hastío de la
humanidad. Fastidiada y aburrida de no saber su origen se bate en su propio
odio. Don Chema y Vicente lo pusieron muy claro cuando les expliqué el
concepto ecología. Pasada mi perorata, don Chema replicó: si el hombre
desapareciera del planeta ganaba tu ecología, Danielito. Vicente no paraba de
reírse. Les concedí toda la razón. Vicente comentó enseguida que éste no era el
primer planeta ni tampoco el último que los capullos iban a destruir.
Tomé los arreos y los dispuse para comenzar el mitote. La burbuja de luz
fluctuaba en su interior. Franjas de luz se movían en círculos en diferentes
direcciones. Parecían anillos iridiscentes. Era una luz glacial. En el mitote la
burbuja se abrió. Aura negra le ordenó extinguirla. El último recurso para
desintegrar a Luztlán Basilisco era la comunicación total del águila. Las fuerzas
de que fue dotado el nahual de cinco puntas son indescriptibles. Aura negra
está siendo corroída. La solución del águila consideró su propia extinción. La
burbuja se desprendió de mí permanentemente. Mi conformación inicial cambió
para siempre. Serví de capullo a una crisálida. Una total resignación me invadió.
No existía nada, sólo un gran vacío. Indiferencia. Distracción. Errático ir y
devenir. Sumisión. Acepté y punto. A la fecha sigue siendo un gran vació. Capté
en el ambiente un compromiso con la serpiente. La fuerza oscilante del águila
llenaría mis cinco receptáculos vacíos si yo así se lo permitiera. Discurrió un
largo proceso, tareas, no quehaceres y quehaceres, muy elaborados y
sistematizados. La serpiente deseaba, también si yo se lo permitía, contribuir a
la búsqueda del punto del encaje artificial. Lo haría utilizando mi configuración
pentagonal. Ella aportaría la fuerza y el poder. Yo contribuiría con mi volición. A
fin de cuentas mi destino era transportar energía ajena. Le dije que sí,
simplemente. Desde entonces comencé a fluir por las arterias del águila, con
una realización cada momento mas cierta de que el águila es el cuerpo material
ensoñado y la serpiente es el capullo, del águila, su otro yo.
Divisé a Vicente a horcajadas en un tronco afuera de la casa de Doña Rita.
Ella se encontraba sentada en el portal en un equipal. Al llegar la saludé. Le dije
que ya me iba. Me tomó ambas manos sobre las suyas. Con una sonrisa en su
carita y una mirada larga y penetrante de sus negrísimos ojos murmuro un
“adiós hijo”. Luego me dijo que comiera despacio, que la comida mal masticada
atraganta y hasta nos empacha. Soltó mis manos y entró a la casa. Vicente nos
había estado observando. Dirigiéndome a él, le dije, ahí nos vemos Vicente y le
extendí mi mano. Nos dimos un fuerte apretón. Me dijo muy quedo que cuando
viera a José María le contaría mi epílogo. Entonces te marchas, le dije. Pue
´que, me contestó. Me colgué en el hombro derecho mis bártulos y empecé a
andar. No tuve corazón para voltear ni una sola vez. Absorbí varias bocanadas
de aire. Lo exhalé violentamente. Me apreté fuertemente el cinto del pantalón y
me fui alejando tarareando una melodía que cantaba Minnie Reperton de
nombre Lovin´you, en inglés. Un miedo cerval circulaba por todo mi cuerpo y
una aprensión vagaba en mi estómago. Caminaba espantado. Un miedo
desconocido hasta entonces me hizo temer por todas mis posesiones y
pertenencias. Comprendí que aunque mucho para otros, cuan poco tenía y aún
así para mí era lo más importante.
Esa mañana me levanté temprano. Almorcé frugalmente y me di a la tarea de
tratar de organizar algunos de los datos proporcionados por don Chema. Un
sopor me cerraba los ojos. Cansado de viajar el día anterior, caminar parte de la
noche y poco descanso, me sentía relajado pero soñoliento, aunque a la vez me
invadía un cierto desasosiego. La incertidumbre de un trabajo profano inestable
sujeto a los rumbos de la política me tenía preocupado. A pesar de todo, era de
los privilegiados en un mundo tan competido como el de la educación.
Luchando contra la abulia social y la reticencia de la gente por valorar la moral y
la ética. La sordidez del sistema de vida que la mayoría escogía para vivir nos
iba llevando poco a poco a la ruina, haciendo estériles los esfuerzos titánicos
del Gobierno Federal y Estatal para despertar y desarrollar ya no un país, sino a
su gente. Desde el punto de vista de don Chema lo aceptaba con sus
demoníacos entes y la esperanza de comer un día el fruto cultural. Sin
embargo, mi desenvolvimiento en el mundo profano despertaba muchas
molestias en mí, por la tacañería de unos cuantos y la servidumbre de la
mayoría. Encontrando en medio de éstos a los que sirven de puente entre los
indecentes y los miserables que se arrastran en la corrompida zona del sótano y
que le impiden a los demás progresar. La tétrica realidad del país que me vio
nacer siempre me quemaba el alma. Con un Gobierno que ya quisieran los
mismos Estados Unidos y recursos tan vastos, pero nuestra gente tan noble y
tan indisciplinada. Me recosté a reposar un rato mi modorra. Mis pensamientos
cesaron. El sabor de las setas con huevos revueltos de mi desayuno todavía
revoloteaba en mi boca. Mi estomago protestó. Sentí emerger de mi vientre el
seudópodo energético. El siego se endureció, dándome la impresión de
convertirse en una esfera. Comprendí una vez más lo fútil del cerebro. Siempre
recordaba que a las momias egipcias les extirpaban el cerebro por las fosas
nasales. Probablemente ellos sí sabían la poca importancia de ese órgano en la
segunda atención. Después de un golpe de tirabuzón mi cuerpo se disolvió. Una
bola de luz ambarina verdosa se levantó. Hebras verdosas bajaban hacia un
océano de energía verde chispeante. Mis lazos con la tierra no estaban todavía
del todo disueltos. Elegí un lugar donde estar. Una hecatombe tenía lugar.
Terminaba la batalla, miles de humanoides eran inmolados. También por miles,
las proyecciones inorgánicas de ayacuases grises eran victimadas. En esferas
transparentes divididas en su parte media por un plato oscuro eran llenadas con
los capullos que se desprendían de los cuerpos recientemente martirizados.
Yaka-ebú comandaba a las proyecciones grises. El linaje del nahual de la
pirámide Kaddi de cinco lados llegaba a su fin. Pilar de los perceptores
primigenios por eones. Herederos del nahual saúrico; del halcón y la serpiente.
Perdían su existencia a manos de las huestes de Luztlan. A la fecha, la victoria
y total aniquilamiento de este linaje ha sido para Luztlán el gran lugar. Don
Chema me había instruido en la estrategia de lucha de esta gran batalla entre
Yaka-ebú el líder Luztlaniano y el nahual Mo-ra-ma-tuk. La batalla terminó
cuando Yih-vak, la mujer nahual traicionó a su contraparte. Esta engendró los
hijos de Yaka-ebú, que significa el gran gigante gris. De esta unión creció la
raza dominante de Hexápoda. Luztlán ha mantenido el control de los capullos
de este sector atencional desde entonces.
La verificación de esta batalla era un deber en el linaje de don Chema. Todos
sus integrantes tenían que presenciarla. Muchos se habían extraviado en ella.
Unos apasionados por el nahual piramidal Kaddi y otros vencidos por la codicia
de mando y el sadismo de sus naturalezas. Sucumbir no era lo peor. La
permanencia casi eterna en un lugar cibervitual era lo punitivo. La técnica para
llegar a sitios determinantes era muy sencilla. De lo que vivi en las cuevas y las
intrincadas indicaciones de don Chema deduje algo muy sencillo: la entrada a la
segunda atención es holográfica. Compuse una fotografía hasta obtener
seiscientos veinticuatro relieves utilizando las interferencias producidas por
trece haces de rayos iluminosos, procedentes de un arco iris y reflejadosrefractados en cuarenta y ocho espejos. El holograma resultante es una grieta
hacia otros lugares. Añadiéndole el tono en que oscila, nos lleva al lugar exacto
que queramos. Hasta don Chema se sorprendió quedando muy complacido con
aquel pedazo de cartón de ochenta centímetros por un metro diez. El mismo
resultado se obtenía en las cuevas bifurcando los túneles y reflejando la luz en
sus húmedas paredes. Había logrado sin lugar a dudas mis cuevas de bolsillo.
Los linajes de nahuales se salvaguardaron posteriormente en el más
absoluto silencio. El conocimiento se trasmitió a la tercera atención. Volvió a
florecer, ya muy alterado y contaminado, con la llegada de
QuetzalcoatlKukulkan y la fundación de Teotihuacan. QuetzalcoatlKukulkan
descubrió los tonos bajos de la segunda atención: por esto siempre cargaba su
teponaztli colgado al hombro. Así se les escapaba a las proyecciones grises.
Fundó los antiguos linajes, los cuales evolucionaron a los nuevos linajes al ser
invadida Aztlania por los zafios asentados en la actual Europa. Esta evolución
normal fue comprendida por el nahual guardián del grupo del uso del tepate y la
diorita conocido como el lector de imágenes, hasta su reciente apertura al vulgo
iniciada por el nahual ternario lector de signos.
Don Chema, aun sin decirlo, era obvio que esperaba una gran conjunción de
linajes. Era evidente para él, que todos los grupos de nahuales se reunieran en
un solo grupo. Al estar juntos, al poder no le quedaría otra, que abrírseles. El
problema de algunos nahuales, según don Chema, era el temor de fallar. Un
temor que nace de la inseguridad de si el momento ya llegó con su adecuado
lugar. La apertura del poder traerá consecuentemente la otra gran batalla
esperada por los nahuales. Algunos de ellos repetía don Chema, temen
apresurarse, la destrucción del linaje piramidal los volvió más cautos. Era
lógico también para don Chema, que esta actitud de cautela sólo se rompería
con la aparición del nuevo nahual de cinco puntas. A él lo seguirían todos sin
chistar puesto que significaría la batalla final por el control de Aura Negra y la
formación funcional de Aura Ámbar. El recato de unos es ya la impaciencia de
otros. Los primeros opinan esperar al nahual de cinco puntas. Los segundos
dicen que la conjunción de todos ellos es la señal que espera el nahual de cinco
puntas para arribar. La yuxtaposición nahualítica desencadenará los hechos. Lo
que si es cierto, decía don Chema, es que sin la presencia del nahual de cinco
puntas no podemos ni debemos abrirnos al poder. Sin la llave dosificadora
pereceríamos de seguro.
Con gran donaire se movía entre las sillas aquella mujer morena. Su nariz
recta ligeramente respingada. Sus ojos jalados negrísimos adornados por largas
y espesas pestañas naturales, bajo dos cejas tupidas bien delineadas de pelo
delgado. Labios carnosos dibujaban una boca roja de tamaño medio. Frente
pequeña cubierta de cabello lacio color azabache colgando cual calzada de
estrellas en una noche clara, completaba el natural atuendo que remataba con
una graciosa sonrisa que descobijaba unos dientes blanquísimos de regular
tamaño. Más que desearla como hembra quería uno adorarla como diosa. Sus
tetas turgentes y descomunales parecían decididas a romper el pequeño escote
que las contenía. La delgada tela de algodón se ceñía a su cintura y a sus
caderas delineando un fundillo formidable. Servía con garbo los platos de
hayacas o tamales de elote. Ponía grandes cacerolas de barro llenas de
corundas, así como toqueras tiernitas y suavecitas recién sacadas del comal. Ni
de chiste decíamos una sola palabra. El airecillo que levantaba al pasar con su
larga falda nos refrescaba del calor. Su cuerpo olía al perfume del campo
primaveral. Su piel suave y dura despedía la más deliciosa fragancia. Yo
esperaba ver saltar en cualquier instante sus prominentes senos y no los perdía
de vista. Sus diminutos y gráciles piecitos los calzaba con unos huarachitos
típicos, dejándonos ver unos deditos rectos con unas uñas bien recortadas y
limpias. Vicente carraspeó en una de las entradas que hizo Yileni, que así se
llamaba la muchacha y sonriendo nos ordenó que cerráramos la boca. Varios de
nosotros la cerramos al notar que se nos salía la baba. Nos reímos a carcajadas
al unísono. Alguien le preguntó a Vicente de dónde había sacado tal
monumento. Vicente más complacido y halagado que molesto, contestó que esa
linda y preciosa criatura era su hija, su autentica hija de carne, sangre y hueso.
Todos nos enderezamos en nuestras sillas asumiendo una seriedad que desde
luego no sentíamos. Las cosquillas en los huevos y las vergas bien tiesas nos
decían lo contrario.
La prieta, apodo cariñoso con el que se dirigían a Yileni, regresó de nuevo
pavoneando sus enormes nalgas pegadas a su brevísima cintura. Vicente nos
presentó a todos con ella, de uno en uno, avergonzándonos a todos al decirle a
la Prieta que éramos una horda de cabrones, casados con viejas desvencijadas,
por eso al ver una pollita como ella queríamos luego luego meterle mano. Si no
crees, mírales el bultito entre las piernas a los hijos de la chingada. Todos traen
la reata bien parada. Le ordenó meterse y no salir hasta que nos hubiéramos
enfriado. Comenzó a reírse y a vacilarnos a todos. Yo no me pude contener. Me
encontraba terriblemente apenado. Tomé mi plato y un pocillo lleno de agua de
mango. Me levanté y al hacer el intento de irme a terminar de comer a los
corrales, Vicente me zarandeó diciéndoles a todos, que miraran a ese jijo de la
chingada, ese güey sí que se la quería coger. A ver si te me regresas a comer a
la mesa. Rapidito carbrón. Dijo sin manifestarse molesto. A que Danielito ¿Qué
las viejas o las escuinclas no te enfrían las ganas?
Me regresé a la mesa con la vista gacha. Vicente me dijo no acordarse de
que yo era el único soltero. Me dijo con voz de patrón hacendado meneándose
sus largos y tupidos bigotes que su prietita ya estaba en edad casadera. Que yo
era un buen partido y que me daba permiso de ser su novio. Levanté la cara del
plato donde casi me escondía y lo miré incrédulo. Obvio era que se estaba
burlando de mí.
-Miren al muy baboso –dijo-. De veras se lo creyó. Y reía a quijada batiente
mientras me exhibía.
-Ya no supe que contestar.
-No m´ijo, estaría jodido si le doy mi prietita a un pendejo baboso como tú.
Pero no te agüites, mira pa’ que no te sientas y te alivianes échale un soplidito a
Maruquita, con ésa sí te doy permiso –me dijo entre risas.
Maruquita era una señora gorda y maloliente de unos cincuenta y cinco años
de edad. Sirvienta, lavandera y cocinera en la casa de Vicente. Muy ladina y
dada a manosearle las talegas a los perros, a los burros y a los caballos y Dios
sabe a que cosas más. Es por de más decir que todos rugieron de risa
imaginándome encima de Maruquita o ella, peor aún, encima de mí.
Comimos en absoluto silencio. Ese día al atardecer mirando el rojizo ocaso,
Vicente me llamó. Estaba en una pequeña huerta de limoneros en la parte
trasera de la casa.
-Daniel –me dijo sin preámbulo alguno-. Esa muchacha que les presenté
como mi hija, no lo es en verdad. A su madre la conocí en uno de mis viajes al
segundo ensueño. Es un mundo de pura gente morena, grandota, bien
presentada y muy honesta. La Prieta está de visita, viene a conocerte, es muy
especial. En su mundo es una mujer nahual de cuatro puntas igual que tú aquí.
Su linaje corre a la par que el nuestro. Es mucho muy antiguo. Es un linaje
común. No son guardianes como nosotros. Ellos solo llegan a la tercera
atención. Tú me debes algo y te lo voy a cobrar. Quiero que por favor lleves a
Yileni a la tercera atención en cuerpo y alma. Le recordé a Vicente que un viaje
así podía desintegrarla, mientras él me escuchaba con atención. Aun así llévala
por favor, eso ya lo sé y ni modo si eso llega a pasar. Si vez que no puede salva
su capullo y se los encargas a los cuatro puntas. Que me la cuiden hasta el día
en que yo pueda ir por ella. Ya sé que no comprendes por qué te pido esto –
continuó diciendo-. Verás, lo que quiero es saber y comprobar si ella tiene el
temple para ser guardián. No la quiero perder. Es parte de mi luminosidad.
Compréndeme. Mira, Daniel, además no te pediría que lo hicieras si el poder no
se lo hubiera ordenado a José María –me dijo tratando de sonar convincente.
Con ese último comentario supe que debería hacerlo. La llevaría al tercer
ensueño. Si ya no regresaba no me sentiría culpable. De soportar la presión
aprendería los lados del nahual y sería una excelente adquisición de los
guardianes. Algo como un vientecillo me recorrió la espina dorsal. Una
indiferencia absoluta se apoderó de mí hacia la Prieta. Su voluptuosidad
desapareció. Su boludo cuerpo se trasformó en una pelota de luz. Así me gustó
más. Su compañía en aquella soledad sería siempre bienvenida.
La secuela de acontecimientos la resumí en ese entonces como una serie de
saltos. Don Chema y su grupo saltaban delante de mí. Me tocaban brevemente
y desaparecían. Entraban en escena y salían a saltos. Ya no sabía quién era
quien. Quienes sí eran y quienes no. No estaba seguro de los integrantes de su
grupo. O el por qué de esa ostensible entremezcla de nahuales, grupos y linajes
de las diferentes configuraciones de la gran banda de emanaciones orgánicas.
Unos me decían algo y otros lo opuesto. En las cuevas aprendía técnicas muy
depuradas y las gentes a mi alrededor parecían desdeñarlas al desviarse de las
reglas. Jugaban a no sé qué y eso me tenía de un talante quisquilloso. La
organización de todas mis experiencias nahualtecas se imponía.
Nuestro universo, el primer ensueño, está estructurado en planos
cuadriculados. Cada cuadrado es un lugar. Un cuadrado contiene dos mil
trescientos catorce cubos. Cada cubo es un cuadrado de seis lados. Al fijar en
perspectiva cada cuadrado vemos esos dos mil trescientos catorce cuadrados.
Si fijamos uno de éstos, percibiremos de nuevo la misma cantidad de
cuadrados. Disminuyendo los cuadrados nos expandimos y ampliándolos nos
contraemos. Este es el principio holográfico cibervitual de las puertas
atencionales. Es como fijar la vista en un holograma, de pronto aparece el
dibujo oculto. Fijamos la vista en un punto X de ese dibujo y de pronto en ese
punto aparece otro dibujo y así sucesivamente entramos y salimos
disminuyendo y aumentando nuestro rango perceptible en la espiral virtual de la
retromateria. Cada lugar se fija a la retroenergía con sus cuatro esquinas
sobrantes de su forma circular. El círculo inmerso en cada cuadrado es la
porción dinámica del lugar; las esquinas vibran y el centro oscila en espiral
reduciéndose y ampliándose formando con cada espiral un cuadrado más.
Coatlicue vio una pelotilla de plumas con la que engendró a Huitzilopochtli. Al
nacer, éste esgrimió la xiuchcoatl o serpiente de fuego y aniquiló a coyolxauhqui
y a sus hermanos. Esta es una versión de la fuerza coloidal sacando y metiendo
círculos para crear cuadrados al estructurar la energía para que las conciencias
la perciban.
Luztlán ordenó y organizó a las proyecciones grises en Aztlania formando
trece bloques. Los insertó en todo el planeta del modo adecuado para su
desenvolvimiento, a fin de que se apoderaran del control total. Tres fueron sus
estrategias claves: ambición, codicia, y dinero. Egocentrismo, centralismo y
autoritarismo. Y política, administración y economía. El puntal de esta triada lo
conformó con la milicia y la liberación de la retroenergía con la guerra; igual
organización les dio a los planetas de las seiscientas sesenta y seis galaxias
obtenidas en la batalla de la gran decisión ganada por sus seguidores los
nahuales sombra. La evolución de las conciencias en todos estos mundos ha
sido paralela. Las condiciones para el arribo del nahual de cinco puntas son
óptimas y ellos están a la par. La conflagración es inminente. Don Chema y su
grupo pensaban ser el último grupo de guardianes y el que daría pasó al linaje
de los guerreadores totales.
Viajar en disminución cuadrante-rodante da la sensación de irse
comprimiendo. Al llegar, no importa el lugar que sea, nos deja sintiéndonos una
cápsula de acción prolongada. Aumentamos poco a poco hasta agotarnos;
fatiga que nos saca de inmediato, regresándonos a nuestro cuadrante original.
Unas de las actividades tácitas de los guardianes era aguardar a los
enataraxios, atisbarlos y emboscarlos con el sigilo. Pronto se convirtieron para
mí en viajes de verdadero placer. El sabor de los enataraxios era sencillamente
delicioso. El riesgo, incluso mortal, en estos viajes no me quedaba claro.
Siempre pensaba que eran sueños logrados por hipnosis colectiva o
alucinaciones producidas por el alimento que me daban. Esto fue así, hasta el
viaje que emprendimos a Xojún. El planeta violáceo de la constelación del
pescado, cuna de las proyecciones grises. Su tamaño es inmenso. Quizás diez
veces el volumen del sistema solar. Todo su interior está hueco. Incontables
túneles se intercalan partiendo de un núcleo negro. Es el punto de encaje
comprimido del anataraxio mayor Al-bél-zetu. La naturaleza inorgánica
prevalece, así como la implícita feminidad. En dicho viaje acompañamos a otros
guardianes a rescatar a uno de ellos, subyugado por el éxtasis proporcionando
por estas féminas.
Una noche a punto de bañarme, ya en casa, después de una pesada jornada
laboral, cerca de la capital del Estado, me comenzó a hormiguear la nuca. Me
bañé apresuradamente. Cené algo ligero; manzanas con miel de abeja y
granola; el hormigueo aumentaba. Me apresuré a quedarme apacible. Corté
toda la comunicación interna. Mi cuerpo luminoso recibió la totalidad de mi
conciencia y escuchó el tum-tum del teponaztli de Don Chema y lo seguí de
inmediato. Al arribar vi a Don Chema con todo su grupo, excepto Agustín. Con
ellos estaban varias gentes extrañas. Los conté. Conmigo sumábamos
cincuenta y dos. Finalizaba un ciclo. Comenzaríamos el xihuitl de algo o
alguien. La curiosidad despertó mi apetito. El conocimiento siempre había sido
mi alimento favorito. Don Chema nos reunió en la cueva de Pom-Arum. Cerca
del primer vórtice. Esto me indicó que cualquier cosa que sucediese, tenía y
tendría lugar en el primer ensueño en un diferente cuadrante. Pasados los
preliminares, Don Chema nos presentó a todos enumerando nuestro activador
luminoso principal. Enseguida los extraños se presentaron ellos mismos uno a
uno. Provenían del norte de México. Solicitaban ayuda para rescatar a uno de
ellos. A un recipiente de tres puntas con el que iniciarían su linaje paralelo. La
segunda pierna que les permitiría la movilidad en una configuración de la
vigésimo quinta banda de emanaciones estructurales que habían logrado
invadir, evitando con ello que los enataraxios se apoderaran de ella, era la
configuración clave. En ella se formaban las puertas de entrada a esa gran
banda de emanaciones estructurales. Las funciones, o sea, la llave para abrir y
cerrar la puerta y conmover la energía en retromateria habían sido depositadas
en ese nahual. Sus tres lados contenían los mapas cuadriculados del sector
inferido. Las CVPC o círculos atencionales del cuadrante estaban grabados en
él también. Era imperativo recuperarlo. Don Chema me miró. Dije que si con un
movimiento de cabeza. A continuación les dijo que cualesquier clase de
información cuadriculada la podían obtener de mí. Que con mucho gusto les
daría un mapa doble, paralelo u oblongo del cuadrante que necesitaran. Se
miraron entre si. El más viejo de todos, un hombre moreno de cabello blanco y
estatura mediana me agradeció el gesto. Me dijo que más que salvar la
información y el mapa, debían de salvar el almacén, ya que no contaban con
otro capullo de tres puntas de la densidad lumínica de aquél. Moví
afirmativamente la cabeza. La presión aumentó. Nos mencionó don Chema que
el cuadrante al que iríamos sería enormemente peligroso. La ida allá era
completamente voluntaria. Que no existía obligación alguna de obedecer las
reglas ajenas. Nuestra ganancia vendría después si acaso fuésemos capaces
de regresar en una sola pieza, ya que viajaríamos al alma misma de Luztlán.
Visitaríamos el ojo con el cual fija al primer ensueño. Nos alejamos un tramo del
resto del grupo don Chema y yo. Me dijo que el único camino seguro a Xojún
era volteando por la cuarta atención. Comprendí de inmediato su insinuación.
Yo era el único que conocía el núcleo de Aura Negra. Todos ellos se adherirían
a mi quinta esfera, hasta entonces vacía, ellos la llenarían temporalmente. Esa
cara o recipiente, como está vacío, será llenado por nosotros, les comentó don
Chema a los visitantes, si querían transportarse a través del cuadrante madre.
Me llegó un desvanecimiento. Mi cuerpo se negaba. La experiencia era muy
singular y extraordinaria. Cambiar la energía lumínica por retromateria y
después en retroenergía indetectable para los enataraxios, significaba un
complejo proceso donde el intento debía ser cuidadoso y concentrado en el
mismo intento. La voluntad no bastaría para regresar. Pero el dolor, el dolor de
ser desvanecido por completo y reintegrado de nuevo era particularmente
inconcebible. Este dolor fulminante era la causa del nulo atrevimiento de los
demás para acceder a la cuarta atención. Todos ellos podían entrar en ella, pero
sólo yo había demostrado poder sobrellevar ese dolor aniquilante y con ello
conservar la conciencia sobria, garantía del regreso. Ingresar a la cuarta
atención significaba poder ver los eventos desde atrás. Era como estar en un
gran salón de paredes transparentes, a través de las cuales podíamos observar
todo. Las paredes por fuera eran como espejos que reflejaban todo y le
impedían al todo ver dentro de sí. Algo parecido me imaginé sería ese núcleo
negro del planeta Xojún. Una especie de cuarta atención comprimida en cuyo
interior alguno o varios de los nahuales negros monitoreaban a los inorgánicos
y a sus proyecciones grises. No bastaría observar el planeta desde la cuarta
atención y localizar a tres puntas: Habría que observar el núcleo mismo.
Invadirlo y de ser posible desintegrar a los nahuales sombra negros, localizar al
nuestro, meterlo en el núcleo, reintegrar a los nahuales negros y salir sin dejar
ningún rastro energético de nuestro ingreso. Consideré inclusive llevar un
aliado con la forma del tres puntas, lo cual descarté por lo impráctico de cargar
energía estructural estéril. Esta sí era detectable por los enataraxios. Además lo
debía hacer solo. Ellos me servirían de combustible solamente. Expuesto mi
sendero lo aceptaron y nos dispusimos a salir. Logramos sacar a tres puntas,
aferrado a un ser inorgánico de un raro color rosado azul rey. Pegado a éste
raro espécimen femenino se había extraviado en los oscuros túneles de Xojún.
El amor a la vida en la primera atención por poco le cuesta la existencia en
todos los demás ensueños atencionales. Al regresar le dije al grupo de extraños
que me esperasen en los bordes de la segunda atención, donde eclosionan y se
rompen sus ondas con las de la primera atención. Ahí lo revitalizarían
ensoñándolo al revés en el primer ensueño. Este tipo de recuperaciones se
volvió rutinario. Don Chema tenía una fijación en este aspecto. Según él, era
nuestra obligación explorar la segunda atención en busca de perceptores
extraviados e integrarlos a los linajes que afines a ellos, los aceptaran. Más
importante aún, consideraba don Chema la recuperación de nahuales
extraviados en la configuración orgánica del primer ensueño. Así como tres
puntas fue cautivo de las proyecciones grises, otros más aquí mismo, estaban
cautivados por la sensualidad y los excesos viles de estos seres inorgánicos
femeninos. Seguido le decía a don Chema, en broma por supuesto, que debería
poner un despacho de rescate y rehabilitación de nahuales tontos e idiotas y
cobrar por ello y bien cobrado por cierto. Los ojos taladrantes del águila Aura
Negra son la cuarta atención. Con el ojo derecho ve su interior, ensoñándose en
tres grandes cuadrantes unipolares. Con el ojo izquierdo ve su exterior,
ensoñándose en un gran super cuadrante bipolar colectivo. Nosotros viajamos a
su ojo derecho. Viajar al ojo izquierdo significa ser engendrado en el quinto
ensueño de Cero. Desde ahí el embrión recibirá la cadena germática del
ensueño donde moran las águilas. Ni pérdidas ni ganancias. Sin embargo, cuan
dispuestos estamos a perder nuestra reintegración a la serpiente, aunque
nuestro posterior destino sea la existencia individual omnímoda en un solo
cuadrante.
Cada cuadrado se comporta y estructura en proporción a la función circular
que lo contiene. La onda expansiva fija o encaja a la onda contráctil. Las EPSI
encajan sus CVPC en los otros CVPC variables con densidad oscilatoria. Se
confrontan sus espacios y se Llenan unos con los otros intensificando su
densidad hasta que se conmueven tocándose. El toque es fricción y ésta
produce más partes y éstas a su vez espacios por llenarse. Nuevamente el
observador es observado. Observa la densidad que fijan permitiendo que fijen
su densidad para ser observada. El observador percibe como le enseñan otros
intentos o capullos a intentar observar. Cuando el observador aprende a intentar
podrá observar como aprendió y como discernió a intentar. Así, a una opción
ajena, agrega una opción suya. Así trabaja el intento: lo intentado se intenta
para preservarse y se preserva intentando intentos. Es como leer un libro
inédito y después volverlo a leer ya publicado. Es el mismo contenido, pero
diferente presentación. Las funciones cambian en relación a la forma que las
contiene. El funcionamiento del intento es constante e invariable. La perspectiva
que le da la forma es la resultante optativa—alterna y variable con que se
intenta el intento a voluntad estable. Coloquemos las palmas de las manos junto
a los ojos. Ahora alejémoslas de la cara hasta que estén los brazos estirados,
siempre sin perderlas de vista. Hagamos que regresen hasta pegarse de nuevo
con nuestras mejillas. Enseguida alejemos la palma de la mano izquierda
tratando de ver ambas palmas: la derecha que se queda y la izquierda que se
aleja. Regresemos la izquierda. Sigue la derecha que se aleja y la izquierda que
se queda. No debemos de perderlas de vista jamás. Alternémoslas abriendo los
brazos, a medida que la palma de la mano se aleja, sin dejar nunca de
observarlas a ambas. Las palmas de las manos permanecerán inmutables en
cualquier lugar que ocupen en su recorrido, pero el observador sí se inmutará al
intentar contenerlas a ambas en un solo lugar. El ave de rapiña levanta su vuelo
haciéndose perceptible a quien la fija con su atención. El ave se desplaza en el
rango del observador. Sin embargo, este hecho en nada cambia la forma del
ave, pero sí su función, si el observador intenta inferir en el ave, más aún si a su
vez es observado por el ave. El hecho de que el observador no observe al ave
no significa que ésta es imperceptible. La percepción aparece cuando se intenta
percibir. El intento fija la forma y libera la función. La voluntad las capta y las
interfiere para constatar el intento de comprobar lo intentado. Así se mueve la
serpiente entre las garras y el pico del águila. Siempre en un perpetuo y
monótono movimiento oscilatorio, pero por este preciso hecho, existe la materia.
Esta se conforma cuando la energía es dispersada exactamente como antes
pero en un lugar posterior al anterior. Cada lugar conserva una imagen. A mayor
continuidad mayor actividad. Las ondas electromagnéticas son la dinámica de
filminas lumínicas estáticas. Es la sucesión constante lo que crea el ensueño.
Las conciencias las fijan y dependiendo del ángulo del observador así es la
cualidad de lo que percibe. La fijación endurece a la energía retardando la
velocidad de ésta sucesión. La materia es la energía a baja velocidad. Esta
disminución natural permitió a los perceptores, angular su percepción anterior y
viajar a mundos eones hacía ya desaparecidos.
Habiendo postergado por varios años, una visita a la costa michoacana, el
destino se cernió sobre mí, ya que al finalizar el verano de mil novecientos
noventa y seis por cuestiones laborales volví a la región. En mi primer viaje a la
costa en esta segunda etapa entré a la parte baja de la Sierra Madre del Sur.
Pregunté por todos aquellos que un día me brindaron su amistad. No encontré a
ninguno. Fueron cuatro años en los que abandoné las prácticas nahualtecas.
En ese viaje y en varios emprendidos después he sentido la sensación de ser
observado. Hace un año que retomé las prácticas y salvo en tres ocasiones, de
muchos intentos, he podido introducirme en la segunda atención. De Vicente
recibí una gran lección. Tocó lo recóndito de mi importancia personal y de mi
amor propio. El supuesto desaire de entonces, se convirtió primero en humildad
y después en desapego. Hoy las pérdidas afectivas se acumulan por doquier. Mi
espíritu quebrantado no espera ya nada. He comprendido cabalmente algunas
frases que don Chema me enseñó para repetir una y otra vez en ratos de
extrema soledad. Recuerda, solía decirme, que no tienes nada. No tengo nada y
no soy nadie, repítelo hasta que se hunda en tu cuerpo. Las posesiones existen
para el observador. Este se engaña apropiándose de energía apretujada. La
defiende hasta dar aquello más sagrado que le permite precisamente percibir
sus supuestas posesiones: la vida. No somos dueños de nada. Somos todo
incluido la nada. No podemos poseer nada, puesto que ya poseemos todo.
Recordando estas contradicciones he dejado mis temores para lanzarme
nuevamente en pos de un ensueño: llenar mi cavidad vacía. Cumplí al entregar
el encargo que traía a quien correspondía. Mi esfuerzo supremo va dirigido
ahora a colarme en el cuerpo de la serpiente con rumbo a lo desconocido. Ser
un anillo de ese cuerpo reptante es mi mayor anhelo. Quien quite y seamos
parte de Aura Ambar, decía don Chema, aunque nos toque ser el culo por donde
expulse cagada y pedos. A alguien le tiene que tocar ¿O no?
AURA AMBAR
La fetidez era insoportable. A cada paso que daba en esa superficie porosa
mis pies se hundían hasta los tobillos. Un líquido ácido brotaba de la superficie
esponjosa. No soporté la pestilencia y vomité. El calor agrio del vómito
acrecentó mi malestar. Aspiraba hondo tratando de sacar la asfixiante
hediondez; adelante de nosotros caminaba en línea Don Chema, abriendo la
marcha, detrás de él iba Vicente y le seguía Ruperto, al que llamaban Rupe, un
muchacho de veinte años, a sus espaldas marchaban doña María, doña Rita,
Candelaria y Esperanza; seguía yo, Marichuy enseguida y cerraba el grupo
Agustín, un personaje taciturno y mucho muy reservado del cual me había dicho
don Chema ser su tío desde hacia muchísimo ayeres. Agarrados de nosotros
por un largo lazo de energía electrizante azul blancuzca, nos seguían cinco
figuras desgarbadas de textura rocosa, a las que don Chema llamaba los
compinches. Eran inorgánicos de diferentes configuraciones de la gran banda
de emanaciones inorgánicas más cercana a la nuestra, conocida como la
trampa o el señuelo, por los perceptores antiguos. A lo lejos se divisaban
charcos de un líquido purulento y gelatinoso fermentándose. El hervor Expedía
un olor pestilente obsceno. En el horizonte se levantaban protuberancias
parecidas a las dunas, pero de un material cuajado granuloso. El panorama era
asqueroso. Mis movimientos torpes casi me hacían tropezar con la masa
mantecosa en la que nos desplazábamos. La atmósfera estaba atiborrada de
partículas cambiantes parecidas a la herrumbre. El ambiente enmohecido
atiborraba cada sitio. A punto de sucumbir a la pestilencia y sintiendo que me
ahogaba, comenzó un extraño gusto a tomar forma en mi interior. Más extraño
aún fue sentir que ese mundo pestífero comenzaba a serme agradable. Respiré
hondo. Un olor a excremento me invadía. Noté mi pene erguido; jamás lo había
tenido tan duro, sus venas parecían explotar, el rojo del glande era
espeluznante, mis testículos crecieron enormemente y tan endurecidos como el
falo; miré a los demás espantado. Mi sorpresa fue aún mayor al ver los pechos
de las mujeres también erguidos, duros como plástico y sus pezones erectos y
oscuros. ¿Cómo fue que estábamos todos desnudos? El sorpresivo
descubrimiento me hizo eructar. Los eructos sabían a cobre. Me sentí sucio.
Una rabiosa felicidad me invadió. Un morbo insensato me llevó a observar con
lascivia a las mujeres. Corrí masturbándome, brincaba y me revolcaba en
aquella, de pronto, lujuriosa superficie esponjosa. Las mujeres se restregaban el
cuerpo masturbándose en un loco frenesí. El clímax llegó en un éxtasis mórbido.
Nos contorsionábamos todos en las más depravadas poses. Me quedé estático.
Chorros enormes de energía chisporroteaban por doquier. De nuestros cuerpos
se desprendían enormes bolas de fuego eléctrico. Nuestros cuerpos
comenzaron a encogerse, se fueron empequeñeciendo hasta quedar del
tamaño de un insecto. La embriaguez dio paso al arrepentimiento. Enfocaba los
objetos de manera telescópica invertida. Me sentía a merced de cualquier cosa.
Comenzaron a aparecer esperpentos adiposos. Destilaban putrefacción al
moverse. Sabía que me destrozarían. Sin embargo, no tenía la menor cantidad
de fuerzas para huir. Sus ademanes eran groseros y sus formas gordas y
pestilentes. Se detuvieron a nuestro alrededor. La energía esférica
zigzagueante se dirigía a ellos y desaparecería al tocar sus cuerpos. Sonoros
rugidos se escuchaban saliendo de sus poros. El suelo pegajoso pareció
volverse más adherente. Mi cuerpo pesaba una tonelada; no podía moverme.
Los demás estaban desparramados igual que yo. Traté de adivinar que
sucedería enseguida, cuando las formas avanzaran hasta tocarnos. Fue un
toque lujurioso que nos hizo venirnos nuevamente. Tuve la absoluta certeza de
morir ahí. Había asumido y aceptado el liderazgo de don Chema, pero él no
hacía nada. Sentí que me arrastraban. Excepto las mujeres que vi con los
fundillos hacia arriba; a los hombres nos llevaban apresados con finísimos hilos
de luz. Sudaba como un cerdo, mi sudor tenía un olor acre. Comprendí que era
mi cobardía, temblaba incontrolablemente. Chorros de diarrea hedionda salían
de mis intestinos. Me estaba vaciando. Mi muerte estaba junto a mí. Una bola
rojiza con tonalidades negruzcas revoloteaba a mí alrededor. Arremetió contra
mí. Golpes secos y dolorosos se incrustaban en mi abdomen con el ánimo de
destriparme. Comenzó a escurrir un líquido viscoso extremadamente
fosforescente por mis verijas. Salía de mi bajo vientre por un agujero. Una
sensación de pérdida total me invadió. Mi esencia vital menguaba. Se me
ocurrió mi muerte tan extravagante que comencé a reír fuera de mí. Moriría
hecho una mierda. La risa se convertía en llanto. Anhelé en un instante poder
rehacer mi vida. Haber logrado tantas y tantas cosas que por negligencia nunca
inicié, haber logrado ser todo aquello que soñé. El estupor me dejó inmóvil. Vi a
mi madre regañándome. Recordé la reprimenda que me dio cuando me
encontró fumando a los nueve años de edad. Don Chema había menospreciado
algo. Había subestimado las reacciones de las criaturas habitantes de ese
mundo. Me imaginé una manada de leones disputándose la presa recién
cazada. La fatalidad se cernía sobre nosotros. Un aleteo me hizo reaccionar.
Algo se movía en las alturas. También aquí existen los buitres, pensé.
Resultaron ser más criaturas acercándose al festín que pronto tendría lugar.
Todo cesó. Intangible a mí mismo, formé parte de todo. La nada lo era todo y el
todo era el mundo limitado donde concluía mi existencia. La adyacente
desaparición. Lo último que quedaba de mí era el anhelo de saber a donde iría
al morir. Este se convirtió muy lentamente en ansiedad, mi desaliento dio paso a
un vehemente empeño por prevalecer. Una criatura se me abalanzó. Me revolví
furioso y asiéndola la engullí. Su carne, si eso era, sabía a odio puro. Esa fue la
sensación que percibí al tragármela. Un aguijonazo de fuerza se clavó en mi
mente. El agujero por donde fluía mi vitalidad se cerró. Agarré a la criatura que
me arrastraba y la zarandeé. Un destello de sorpresa fue lo que quedó de ella
después de tragármela. Otra explosión de fuerza tuvo lugar en mi vientre. Me
erguí, todo pensamiento o comunicación interior había cesado. Me movía
involuntariamente. Miré hacia atrás. Las mujeres nos seguían gateando. Al
verme giraron y se apretujaron la cara entre los brazos, dejándome una
perturbadora visión; sus enormes chochos destellaban con la brillante luz
violácea que iluminaba el lugar. Sus fluidos, escurrían entre sus pelos
enredados. Fue un panorama soberbio. La conmoción de ver tales fundillos al
viento, listos para ser penetrados me agitó. Miré al resto de los hombres. Sus
capullos apenas emitían luminosidad. Se apagaban rápidamente. Di una ágil
voltereta en el aire hacia atrás, cayendo, junto a las mujeres. Las penetré a las
cinco, estremeciéndose al hacerlo. Las criaturas se detuvieron en seco, ¡Ah!
Como amé en esos instantes el maloliente y asqueroso olor que despedían sus
vaginas. Sentí los estertores del clímax, Al venirme los cuerpos de las mujeres
se iluminaron. La luz en ellos giró en espiral dirigiéndose a mi cuerpo. Brillé
como un sol. Los cuerpos de las mujeres se opacaron hasta delinearse en
siluetas oscuras. Una miríada de haces de luz salieron de mi forma. La mayoría
se dirigió a las criaturas. Al tocarlas se inflamaban y desaparecían absorbidas
por los rayos de luz. Las mujeres se levantaron. Varias centellas radiantes
alcanzaron a los hombres. Las demás golpeaban sistemáticamente los
alrededores descubriendo criaturas y absorbiéndolas. Todos se levantaron y
vinieron hacia mí. Sus cuerpos estaban rojizos y amoratados. Parecían
verdaderos demonios. Noté que me miraban azorados. Me miré y capté que mi
cuerpo era una composición de las extrañas criaturas, los inorgánicos que nos
acompañaban y yo mismo. Los relámpagos habían tocado a los inorgánicos
desintegrándolos para formar parte de mí. Mi nueva forma era indescriptible.
Las mujeres gimoteaban y los hombres temblaban. Un sórdido terror destellaba
en sus ojos. Los miraba con un deseo encantador yuxtapuesto de gritarles que
se salvaran y de triturarlos y engullirlos sin más ni más. Don Chema pronunció
una palabra. Supe que era mi nuevo nombre y me calmé. Volvimos a formarnos
en hilera. Esta vez seguí a don Chema, detrás de mí me seguían las mujeres y a
ellas los hombres. No había quedado ni rastro de los inorgánicos. Todavía no
comprendía el reciente suceso y sus consecuencias, continuamos nuestro viaje.
Cada vez más nos adentrábamos en una inmensa caverna. Llegamos a una
especie de colina; desde ahí se veía un enorme valle. Millones, por así decirlo,
de volutas como semillas de dientes de león, flotaban hacia un agujero
negrísimos en el fondo del valle. Extrañas reverberaciones se dejaban sentir en
el ambiente. Eran alaridos producidos por el dolor más desgarrador que
escuchara jamás. Lo hacían las volutas al extinguirse. Algo verdaderamente
monstruoso las exterminaba sistemáticamente. Cada vellosidad de luminosidad
les era extirpada una por una. Mi espeluznante y aterradora forma se
estremeció. Nuestro viaje terminaba ahí dentro. Nuestros cuerpos comenzaron a
transformarse en fuentes de luz. Los demás se acurrucaron junto a mí. Los
abracé. Sus capullos me imbuyeron poder. Mi fuerza era descomunal. Como
una sola esfera de luz nos elevamos. Fuimos una voluta más. En el borde del
agujero vi infinitas bocas; cual pistones saltaban y entraban con movimientos
protráctiles tomando una voluta a la vez para desaparecer con ella. Después de
un brutal sonido parecido al que hace una rama al romperse y un horripilante
chillido, se asomaba de nuevo aquella boca tubular llena de vellosidades para
repetir el ciclo. Me confundí con una voluta de luz. Al ser atrapada entré con
ella. Al tronar como una nuez me convertí en un larguísimo hilo luminoso. A
nuestro lado pasaban a velocidades inconcebibles legiones de partículas
luminosas. Nunca supe como evité ser triturado y como me convertí en ese
cordón delgadísimo de luz. El pavoroso clamor fue apagándose dejando paso a
un honorífico silencio, lleno hasta los topes de las volutas convertidas en
escoria. Todo era un plano supino. Hacia donde uno mirara se encontraba esa
monstruosidad yaciente. Cavidades pestilentes y huecos eyectando algo como
pus destacaban en aquella hinchada superficie. Toda ella deforme, repulsiva y
siniestra. Don Chema habló dentro de mí. No entendí lo que dijo pero miré hacia
abajo. De entre la convulsionada masa plana se elevaban y bajaban flujos de
luz mortecina de un púrpura sanguinolento. El bermellón se mezclaba con un
negrísimo carbón mate y con franjas de un color desconocido como el capulín
aunque más vivo y oscuro. Luztlán ensoñaba sus propias configuraciones para
construir su primera gran banda de emanaciones, y éstas, ni eran orgánicas
tampoco inorgánicas; eran enataraxios. A medida que Luztlán ensoñaba,
asimismo Aura Negra perdía grandes bandas estructurales. Desaparecerían en
el todo de Luztlán, hasta llegar a las inorgánicas y a la orgánica. Nos
encontrábamos en el centro mismo del punto de encaje de Luztlán. La fuerza
cicloidal de la serpiente fue fijada por mi punto de encaje. Sus olas anulares nos
arrastraron como un micoate fuera del núcleo de Luztlán.
Amanecía cuando desperté. Extraviado completamente, no recordé nada al
principio. Un olorcillo a podrido me molestó. Pensé que doña Rita podría tener
maíz chuco en alguna olla. Me paré y estiré los brazos, crujió todo mi esqueleto.
Me había dormido en el suelo sobre un petate. Me arrimé a una zanja para
lavarme la cara y la cabeza. El agua fría despejó una lobreguez que me
atenazaba. El aliento me sabía a ajo con chile. Entré nuevamente al portalito de
la casa y de un costalillo colgado de un horcón tomé un puñado de ajonjolí, el
que mastiqué lentamente. Me sentí aliviado una vez que me restregué los
dientes con hojas de hierbabuena y escupí unos buenos gargajos. No
escuchaba los ruidos normales a esa hora de la mañana en la cocina o en el
traspatio de la casa. Recorrí todo el lugar. No encontré a nadie dentro ni en los
alrededores. El mal olor continuaba molestándome. De repente creí volverme
loco. El recuerdo del viaje emprendido al vientre de Luztlán me llegó de golpe.
Al regresar a la casa, don Chema me dijo que acabábamos de salir, no sabía
cómo, de la parte infectada del águila, la parte coexistente con Luztlán. En la
parte enferma existíamos nosotros en una orilla por así decirlo. Viajamos al
centro del lugar que utiliza Luztlán para realimentarse. Don Chema también me
dijo que yo ya no era humano. Por esta razón me encomendó resolver dos
enigmas o tareas. Nuestro ensueño colectivo, el cual tiene lugar en el ensueño
de Luztlán es nuestra primera atención, y nuestra segunda atención es el
ensueño de Luztlán; somos parte de él. Antes de irse prometió volver a verme,
diciéndome que aún faltaba un viaje a la parte sana de Aura Negra, donde no
existe la muerte, dijo. Esa parte sana es para nosotros la tercera atención.
Nuestra salvación. Lo que en realidad nos dejó con una vasta cuasiinfinita
atención. Las atenciones, como concepto, las crearon los perceptores
primigenios para separar nuestra existencia y los ensueños de Luztlán y de
Aura Negra. Fue una guía, un mapa al cual consultar para siguiendo un camino
trazado de antemano ser capaces de llegar al ensueño de Aura Negra donde la
muerte no existe como tal, repitió y se fue.
La aurora aparecía en el firmamento. Llena de luz blanca y cristalina. Nunca
antes mis ojos se solazaron con tal alborada. Su blancura era magnifica,
infinidad de manchas redondas aún más blancas colmaban el espacio.
Incontables puntos brillantes de color amarillo intenso ocupaban el interior de
los círculos blancos. Nosotros mismos, como bolas doradas de luz fulgurante
nos desplazábamos por hilos de luz color durazno. Una infinita red de cordones
ambarinos estructuraba ese universo níveo. Don Chema nos comunicó a todos
que lo perceptible estaba detrás de esos gigantescos círculos lechosos. Nos
acercamos a uno de estos platos a observar más de cerca a los capullos
dorados. Se amalgamaban en racimos. Al rozarse producían chispas, las que se
iban juntando en un chisporroteo de luz. Vimos otros hilos transparentes y
huecos muy pegados a los hilos ambarinos. Las chispas se metían en esas
hebras. Al instante se convertían en las fibras doradas. Así una red se encendía
y otra se apagaba. La realimentación de Aura Negra se realizaba
graviónicamente en una concreción de particondas gravifotónicas. Ingresamos
al intermedio entre encendidas y apagadas. Una negrura bellísima nos envolvió.
Podíamos ver las redes doradas y las cristalinas con sus capullos y filamentos
amarillos y rosados de un lado y del otro, como protuberancias, como témpanos
iceberg; se veía el cosmos. Todo perfectamente intercalado entre sí: los lugares
contenedores de consistencia cristalina, los capullos ambarinos y las masas de
energía fija. Los confines eran los principios y viceversa. Todos los conductores
se contorsionaban enviando y jalando torrentes de energía multicohesiva. Los
claros entre una y otra encohesión iluminaban aquella vastedad oscuro—claro,
la que permeaba todo y nada. La sensación final fue un completo de partes y
partes. Formando una vacuidad llena totalmente. Seguimos nuestro viaje
formando nuevamente un solo capullo, con el control bajo mi intento. Los
linderos nos henchían hasta llevarnos a los comienzos. Los sentimientos más
hermosos y bellos fueron nuestros sin razonamiento alguno. Era la simple y
llana hermosura confinada en nuestro policapullo. Nada igual a la benevolencia
hipócrita o a la moral ética cínica de nuestra lógica. Proseguirnos el viaje en
medio de una euforia silenciosa de alegría y felicidad auténtica. Los poderes de
ambas redes en forma de argollas se movían empujadas unas con otras. La
fuerza coloidal ajorcada iba tomando las descargas refulgentes para alimentar
al águila. La serpiente cumplía la tarea de conformar a Aura Negra cual
cartílago lo hace con un selacio.
Don Chema me explicó concluido el viaje que en la parte sana de Aura
Negra existen los niveles atencionales intercalados en un continuo; imagínate
formas geométricas iguales, unas contenidas en otras de tamaños
descendentes y ascendentes hacia todos lados ad aeternum. No existen
realmente atenciones ordinales. Solamente en Luztlán. Por eso nuestro objetivo
es sanar a Aura Negra, ampliando su ensueño para borrar y expeler el ensueño
de Luztlán. Para lograrlo, prosiguió, se deben unir los cinco nahuales de cinco
puntas: 1.-Luztlán, que se rebeló cual yarará contra su progenitora Aura Negra.
2.-El segundo nahual de Aura Madre conocido como el punto de encaje artificial.
3.- El segundo nahual de Aura Negra encubado en mi cuerpo energético, ya
separado dejándome vació. 4.- El nahual que Luztlán conforma para enviarlo a
la parte sana de Aura Negra con el fin de infectarla. 5.- Yo mismo si soy capaz
de llenar mis cinco receptáculos vacíos. De este modo la regla se cumple y los
cinco formaríamos el nahual pentagonal de Aura Negra a nacer en la quinta
atención como Aura Ámbar.
A mediados del verano de ese año civil una vez terminada la cosecha de
elotes y de haber desgranado la mazorca del año anterior, le ayudaba a contar
en zantes y anegas el maíz seco. Lo Llevaríamos a vender en hectolitros a la
ciudad cercana del Estado vecino. En el cielo comenzaron a arremolinarse las
nubes. Empezó a caer una furiosa lluvia acompañada de un impetuoso viento.
Esta vez cayó con una tenaz granizada. Estos torrenciales duraban a lo mucho
una hora. Así fue en esa ocasión. Una hora y cuarto después el sol bañaba de
luz las montañas. La lluvia había limpiado la atmósfera. Sería un soberbio
atardecer. Vicente arribó al anochecer; esa mañana había partido a la costa con
el último viaje de elotes. Nos sentamos en los escalones del pórtico. Le informé
los avances del trabajo y le entregué la libreta de anotaciones. Sacó del
costalillo una garrafa llena de charape y otra de cachaza. Abrió el charape
después de agitar la botella y bebió. Me levanté a traer unas tazas de aluminio
de la cocina. Al degustar el líquido, la fatiga desapareció. Estaba suave,
sabroso y con harto cuerpo. Esa bebida se parece a la bacanora del norte. Con
las tazas traje un puño de toqueras. Vi a Vicente sacar un paliacate. Lo
desenvolvió y tomando un objeto me lo entregó. Era un Chatón. Meses antes
me prometió una piedrita de ésas. Con el borde de la playera lo limpié
cuidadosamente. Saqué la cartera y lo guardé en su interior. Parloteamos y
charlamos trivialmente acerca de la venta del maíz, de mi trabajo y de los
sucesos cotidianos de la comarca. Las luces eléctricas se empezaron a
encender en el caserío. Las lechuzas salieron a revolotear y las chicharras
chirriaban sin cesar. Vicente comentó al vuelo que sería una dulce noche. Tan
dulce que sería muy provechosa para platicar de los viajes emprendidos meses
atrás a los confines del águila y a los principios de la serpiente. Recordaríamos
dijo, al garrobo glotón que se estaba indurgitando a la perfumada rosa sin
espinarse siquiera.
-¿Recuerdas los canales de agua albín? -me preguntó.
-Claro que sí los recuerdo, parecían más sangre coagulada que agua –
contesté-, y como apestaban. Ese hedor a cagada fermentada nunca se me va a
olvidar.
-¿Recuerdas las redes amarillas y blancas?
-¿Las de Aura Negra?
-Esas meras -dijo-. Con esos canales el Alzado (Vicente tenía la costumbre
de mencionar de ese modo a Luztlán) teje sus redes. Más bien su telaraña
donde atrapar sus moscas. Por supuesto los insectos somos los capullos y los
hilos opacos de aquí junto. Verás, la tierra hace mucho tiempo es parte del
Alzado.
-Oye ¿Por qué cada vez que entramos a un nivel de alguna configuración
siento que me hago pequeño y a veces grande, en otras como un microbio y en
otras tantas tan gigantesco como el infinito entero? -Le pregunté.
-Verás muchacho -dijo muy expresivo-, los antiguos perceptores le
llamaron a esa chingadera el efecto pantalla. Te soy sincero que yo no lo capto
tan bien como José María, pero ahí te va -dijo tentándose el mentón con la
mano izquierda-, los eventos suceden ininterrumpidamente en una sucesión de
imágenes intercaladas en una pantalla. Las sombras y la iluminación que
produce la pantalla por la disminución-reducción y la ampliación-aumento de la
luz en su interior, se proyectan fuera de ella a la realidad que la observa, o sea,
a la que la fija con su punto de encaje. El observador está a su vez dentro de
otra pantalla siendo fijado y visto por otro observador y así sucesivamente en
ambas-todas direcciones. Los eventos se manifiestan en círculos alargados.
Estas esferas cilíndricas-elípticas contienen todos los sucesos proyectados en
esa pantalla. Como una cinta que corre una y otra vez sin cesar. Los eventos
están fijados en las particondas gravifotónicas. La sensación de pérdida o
ganancia en el tamaño energético de tu capullo luminoso se debe a los saltos
que pegamos al brincar de una esfera oblonga o pantalla a otra. Te pondré un
ejemplo. Piensa en las piedras que emergen en un arroyo y nos sirven de
puente para atravesar la corriente de una orilla a otra. Vamos brincando de una
en una. Parado en una de ellas, la ocupas, y la piedra te sustenta. Pero las
otras ahí están aunque no las uses. Al igual que está el arroyo con su agua
corriendo continuamente. Y Sí, también están las dos orillas y el fondo -dijo
enfatizando las últimas palabras.
La relatividad quantagesimal integra el ensueño del águila. Liberando
energía entre los lugares que ocupa. Esta diferenciación constituye la materia
corpuscular. El espacio es de lugar y el tiempo el lapso de expansióncontracción de cada lugar. El águila es el espacio y el tiempo, y la serpiente con
la tenuch es el contralugar y lugar donde los ensueños se sustentan con el
nochtli o alimento de palli. En el espasmo final Aura Negra podrá concebir a
Aura Ámbar. De no ser así Aura Ámbar nacerá, aunque con distinta forma.
Curiyú Ámbar nacería en su lugar. Una serpiente donde moran las águilas, en la
quinta atención. ¿Cuál sería su función? ¿Cuáles los cambios? Los designios
de Cero son incomprensibles. La suma de sus partes nunca nos dará el total.
Entra y sale de cada lugar dejando un lleno y un vació y una rendija entre
ambos que llenará y vaciará a su regreso. Un nahual de cinco puntas está
destinado a convertirse en águila. Es en efecto el enerespaermatozoide, el
regreso que ingresa en el óvulo para engendrar capullos. En las cuevas está la
relación adjunta de la regla del nahual de cinco puntas acerca del águila sierpe
o serpiente emplumada que vuela en el aire, en el agua y en las orillas. Don
Chema no quiso jamás hacer ningún comentario. En lo que a mí concierne,
comprendí que quizá no sería necesario saberlo. Sin embargo, los
acontecimientos nos hacen percatarnos de un posible advenimiento de esta
índole. Las cuevas están selladas y su acceso quedó sujeto al ensueño.
Llegado el momento deberemos ir allá e interpretar la regla de la cihuacóatl de
cinco capas adicional al nahual pentagonal. Esta porción de la regla concierne
exclusivamente a los seres inorgánicos por la conformación filiforme de Curiyú
Ámbar.
Los cerros nuevamente se cubrieron de amapolas silvestres rojas. La época
de lluvias a la mitad del otoño estaba por terminar. La mañana nos sorprendió a
don Chema, a dos de sus compañeros y a mí, subiendo una pendiente rocosa. A
un lado dos cascadas vertían con gran estruendo el agua en la parte baja, a
unos cuarenta metros, formando un riachuelo después de una laguneta, donde
nos detuvimos a pescar. Atrapamos una veintena de chacales y varias carpas.
Arriba convergían varios arroyos que formaban las caídas de agua. El sol se
asomó radiante en el horizonte. Escogí un lugar debajo de una arboledita de
cabezas (anonáceas) cuya fruta es muy parecida a las chirimoyas. Entre unas
piedras redondas debajo del árbol más frondoso me senté. Don Chema, Tochén
y Capistrán terminaron de subir los tiliches que llevaban. Eran en su mayoría
regalos que ofrecerían a una pequeña comunidad remontada en la sierra por
donde pasaríamos. Era, a mi parecer, el pago por usar sus tierras bajas. Ahí
Tochén y Capistrán sembraban ajonjolí y maíz. Las copas de las árboles se
mecían dejando caer el roció. La luz del sol destellaba en las gotas de agua que
caían, creando mil tonalidades. Mediaba la mañana. Al medio día llegamos al
caserío. Don Chema y los otros entregaron sus regalos. Comimos y
reemprendimos el camino. En una hondonada rodeada de rocas y arbustos de
forma circular natural casi perfecta dispusimos los enseres alrededor y nos
sentamos en el centro. La empinada escalada y el camino escabroso me tenían
rendido. Bostezaba a cada momento. Don Chema nos dijo que descansáramos
un rato. Nos recostamos y yo dormité un poco. Ya entrada la tarde nos
dispusimos a merendar. Al terminar, don Chema nos informó que íbamos a tener
un enfrentamiento esa noche. Por lo tanto era importantísimo escoger el sitio
adecuado en ese ojo de agua. Con la luna llena y una noche clara y estrellada
empezamos el mitote. Tochén sacó un tamborcito hecho de piel de venado,
correas de pecarí y madera de sabino. Lo empezó a tamborilear con un grueso
y corto palillo de madera de parota. Las percusiones muy peculiares enchinaban
mi piel. El tum—tum nos acarreaba a un estado de silencio interno completo. Al
cesar mi comunicación interior, mi cuerpo entonó los sonidos de South Royalton
Vermont, concentrándose posteriormente en el cuarto sonido. Mi murmullo tomó
ritmo con el tamborcito de Tochén. Percibí el mundo entero vibrando a la par. El
universo fluía con un run—run impregnador hacia adentro y hacia afuera. El
espeso humo de la hoguera nos cubrió, mezclándose con la tenue y delgada
bruma. En alguna parte los ticuses -especie de estornino- trinaban
esporádicamente. Un miedo angustioso empezó a tomar forma en mi estómago.
Esta era la primera ocasión en que sentía temor en un mitote. Traté de
sosegarme pero el miedo fue en aumento. Olí el característico aroma del
zorrillo. Diversos olores de animales llenaron el ambiente. El olor del mapache,
del tlacuache y la lechuza se mezclaron con el olor resinoso de los cedros, los
encinos, los oyameles y los pinos. Llegaron enseguida los olores del coyote, el
tejón, la comadreja, el cuinique, de la chachalaca, del venado cola blanca, del
puma y del tigrillo. Le siguieron los olores del gato montés, del ocelote, de los
patos y éstos se entretejieron con el olor del pinzán, de la parota, del anono, el
colorín, el guaje, el cedro rojo o sabino, el palo blanco, el papelillo, el cueramo,
a los que envolvió el suave y dulzón aroma de los copales y cazahuates, Olí el
gustoso mezquite con sus brotes de goma, los huizaches, los conchos, los
órganos y pitahayos y los nopales floreando. Casi enseguida entre las
diferentes fragancias percibí los sonidos de todos ellos. La perfumada
atmósfera se llenó de ruidos. Los rumores los emitían las plantas y los animales.
No eran rugidos ni trinos, mucho menos rechinidos o chirridos. Tampoco eran
murmullos ni ronroneos, eran los sonidos de sus capullos. El estable y rotundo
silencio vibratorio de sus cuerpos luminosos. Parecía una sublime plegaria. El
miedo pavoroso que percibía venía de ahí. En todos ellos se vertía el temor. El
aroma en conjunto, al igual que el silencioso ruido de sus cuerpos de ensueño
estaba impregnado de espanto. Las más elementales fluctuaciones del punto de
encaje colectivo, los hacia aullar lastimeramente. Algo aniquilante y destructivo
merodeaba entre nosotros. Mi conciencia se expandió y comenzó a explorar los
alrededores. Meticulosamente fui percibiendo. Vi algo así como rayas oscuras
que se desplazaban demasiado aprisa. Mi inquietud era ya insoportable y un
gran recelo se apoderó de mí. Escuché a don Chema decirnos que nos
agrupáramos en el ensueño. Asimismo, nos dejó saber que esa noche
confrontaríamos una legión de enataraxios, los seres que Luztlán ensoñaba
para realimentarse y crecer. Don Chema supo de su presencia esa noche y
decidió darnos la lección obligada de conocernos a fondo. Terminó su verborrea
diciéndonos que los sucesos por venir podrían resultar mortales. Es más,
nuestro intento era detenerlos a cualquier costo, ya fuera eliminándolos al
reintegrarlos al águila o pereciendo nosotros con ellos en los anillos de la fuerza
cicloidal al arrojarnos abrazados o atenazados a nuestra luminosidad, con la
mayor cantidad de enataraxios posibles.
El cielo estrellado dio paso a un firmamento rubicán. El relieve adquirió una
tonalidad escarlata con hilos blondos y copos de color granza. El paisaje se
transfiguró en miles y miles de estampas intercaladas cual baraja de naipes. Se
modificaban constantemente las imágenes en su interior. Fue necesario
concentrarme fijamente en ellas para captar su evolución. La naturaleza cambió
de pronto. Todo desapareció para dejar en su lugar una zona rugosa con
abultados plegamientos. La corteza era durísima al tacto. Lo comprobé al
tocarla. A cierta distancia en el horizonte emergían flamas gigantescas. Las
cuales erosionaban océanos de vapor o gas fluyendo en su estratósfera. En el
firmamento se colgaban varios soles muy cercanos entre sí. Alcancé a contar
hasta diecisiete cuando me percaté de que su núcleo interior era un punto
absolutamente negrísimo y el núcleo exterior de un filoso y rutilante bermellón.
Ese mundo era en definitiva un amasijo de cascajo y boronas. Una especie de
mundo escamoso, exiguo en luz y cibervirtualidad perceptible. El mundo de
Luztlán está ensoñado de retromateria; igualmente lo están los enataraxios.
Nosotros estamos en este mundo y no. El nahual pentagonal es un ensueño de
retroenergía. Podemos tocar la retromateria y afectarla pero ésta no puede ni
siquiera percibimrnos. Hexápoda sustenta enataraxios. Formas orgánicas cuyo
capullo retorcido asemeja tres seises en levante ascendente. Los perceptores
los denominaron “rizados” por su forma de bucle tratando de cerrarse para
formar un capullo y el filamento que les brota encogido parecido a un seis.
Escuchamos un murmullo. Tochén hizo señas de guardar silencio. Una
especie de vagina tomó forma y se abrió. De ella salieron en procesión al
menos cincuenta rizados, todos ellos de tres puntas. El color de su luminosidad
fluctuaba entre el verde aceituna y un gris cobrizo. El color de la vagina era de
un fuerte rojo pitahaya. Se abría un poco más cada vez que salía un rizado,
dejando ver una viscosidad lustrosa de la que salían embarrados. El murmullo
se convirtió en un chirriante graznido y la vagina desapareció. Tochén nos
comunicó que esos filicapullos estaban en el doble de Hexápoda para
introducirse en óvulos femeninos de futuras hembras humanas. Son embriones
de Luztlán, nos dijo Capistrán. Generalmente nacen en los estratos sociales
más elevados de Hexápoda. Aquí, observé que don Chema y sus compañeros
siempre se referían a la tierra como Hexápoda, estando en la segunda o tercera
atención. En procesión avanzaron hacia un racimo de puntos luminosos de
color rosa pálido. Su paso era cancino. Se arrastraban. Al menos esa sensación
nos dejó el verlos reptar. Tochén le avisó a don Chema que estábamos listos.
¿Listos para qué? Les pregunté. La respuesta fue un empujón de Capistrán.
Salí catapultado hacia el grupo de rizados. Los tres me siguieron. Sentí volar. Al
hacerlo rompía un silencio espeso. Era como si la atmósfera estuviera hecha de
un pegajoso silencio. Los rizados vibraron y lanzaron un sonido espeluznante.
Exploté en miles de fragmentos. Cada trozo de mí era yo. Percibía miles de
imágenes al unísono. Con todas mis partículas desplegadas en abanico, avancé
a la velocidad del silencio. Penetré en todas las luces rizadas. Una luz rojiza
salía formando haces de las perforaciones hechas en los rizados. Los rayos
rebotaban por doquier. Mis partículas entraban y salían de sus formas. Chorros
inmensos de luz brotaban escurriéndose en el silencio. Sentí el placer más
grandioso de mí existencia. Mis partículas a velocidad inimaginable, corrieron a
unirse. Regresé a mi calidad de individuo. La alegría y felicidad experimentadas
no cabían en mí. Algo desconocido y emocionante circulaba por mis arterias
luminosas. En ese ir y devenir de emociones estaba, cuando caí en la cuenta de
estar devorando la sustancia luminosa que brotaba a borbollones de los
rizados. Don Chema los estaba sorbiendo con un largo tubo platinado,
Capistrán se hartaba a manos llenas y Tochén terminaba de rasgar a los rizados
para extraerles y chuparles las entrañas. El sabor era muy dulce. Lo más dulce
concebido hasta entonces. La membrana lustrosa y pegostiosa la hacíamos a
un lado. Tomé un pedazo de ésta y lo lamí. Un sabor amargoso y semidulzón
quedó en mi lengua. La arrojé con furor y escupí. Don Chema yacía echado,
henchido y satisfecho. Los otros dos chupaban con desgano. Mi apetito era
voraz, casi insaciable. Continué absorbiendo el plasma hasta asegurarme de no
dejar ni una sola gota. Noté un fulgor. La vagina apareció de nuevo. Una
sensación indescriptible me poseyó. Salí disparado, nuevamente partido en
miles de fragmentos, cada uno independiente de los demás pero conservando
la conciencia completa de ser uno solo. Entré como balines de escopeta. La
vagina se desplomó. La engullí de un solo bocado. Mis tres compañeros me
dijeron que era un rizado de tres puntas. Que era la vagina que los pare y el
último de ellos, Eres el nahual que se comió a los hijos de Luztlán. Ahora
volverás por más cuando tengas hambre. Tu hambre final se saciará con
Luztlán o tú saciarás a Luztlán si eres un pendejo, me dijo Capistrán.
-Licenciado, quiero hablar con Usted —me dijo Tochén, al día siguiente de
estos eventos—, es para pasarle algunas recomendaciones por instrucciones
de don Chema.
-¡Claro que sí! —le contesté poniéndome de pie y saliendo de la cocina de
doña Rita, donde acababa de almorzar.
-Su responsabilidad de formar el nahual pentagonal terminó ayer -me dijo
secamente—. Verá Licenciado, su comportamiento dejó mucho que desear.
Hubo cosas que hizo su ser alterno, dignas del demonio al que combatimos. La
verdad es que yo no estoy de acuerdo en que usted siga entre nosotros. Don
Chema lo va a llevar a otros sitios por su cuenta y riesgo. Pero nosotros ya no
intervendremos.
No le contesté. Ya estaba harto de ser llevado y traído de un lado a otro y
todavía me salían con esas cosas. Pensé que ya habían sido suficientes
pruebas. Don chema me explicaría las cosas con más detalle. Tochén y
Capistrán seguirían su camino por su cuenta, sin mí. Don chema me concedió la
razón en parte. Me dijo que sus compañeros de ninguna manera podían
desperdiciar ningún ápice de energía a lo que yo era muy dado y que con
frecuencia hacía. Por eso prefirieron retirarse y vaya que lo hicieron muy a
tiempo. De cualquier forma ellos no hubieran podido meterse en los vericuetos
de la tercera atención sin salir lastimados. Es mejor así, que se vayan.
-El nahual pentagonal esta conformado por trece nahuales inorgánicos
filamentosos. Cada hilo inserta a siete nahuales orgánicos esferoides. Cuatro
de esos nahuales son de cuatro puntas y tres de ellos son de tres puntas. Los
nahuales de cuatro puntas van en pares; dos femeninos y dos masculinos. Los
nahuales de tres puntas van dos femeninos en siete de los trece hilos y un
femenino en los seis hilos restantes. Cincuenta y dos nahuales orgánicos
forman el ciclo del capullo y treinta y nueve nahuales forman el punto de encaje
del nahual pentagonal. Los trece filamentos inorgánicos forman el complejo
exterior del capullo y su cuerpo proyectil o punto de encaje móvil. Son noventa y
un nahuales los que necesita un nahual de cinco puntas para formar el cuerpo
orgánico del águila y trece nahuales inorgánicos para formar el cuerpo de la
serpiente – comentó don chema sin dirigirse a nadie en particular -. Esto que
estoy diciendo es tan dogmático como la religión, puesto que lo defendemos
como la regla. Aquí ya estamos como los cristianos que viven con “la Biblia
dice…” Al mencionar estas cosas como” la regla dice…” Lo único que nos falta
es la intransigencia y la intolerancia que caracteriza a dichos decidores de
Cristo para ocupar su mismo lugar. Nunca tomes tan a pecho lo que la regla o
las reglas digan. Porque, también, jamás debes de olvidar que esas definiciones
las hicieron capullos como tú o inclusive más pendejos. Cada época tiene su
particular enfoque e interpretación. Finalmente la regla es el ahorro de energía
a como se pueda y a como se dejen. Sin escrúpulos ni principios morales o
éticos, eso es pura palabrería y lo estás viendo todos los días en esta
humanidad. Sus guías no escatiman esfuerzos para crear guerras y
enfermedades que generen energía realimentadora con la cual impulsarse fuera
de esta atención.
-Oiga don chema, la verdad es que no le escuché muy bien - le dije.
Me volvió a repetir lo mismo y esta vez lo fui anotando en mi libretita. Después
se me quedó viendo esperando un comentario el cual nunca hice.
-Eso es lo que necesita un nahual de cinco puntas para convertirse en un
águila. El nahual de cinco puntas es la conciencia del águila y todos los demás
su cuerpo – me dijo.
-Sigo sin entender don chema lo que está tratando de decir
-Te estoy diciendo que vayas a la tienda de la esquina y compres trece
nahuales inorgánicos de cuatro cilindros, cincuenta y dos orgánicos de cuatro
puntas y treinta y nueve orgánicos de tres puntas y de paso me traes una
bolsita de cacahuates japoneses y una vieja bien buena ¿Cómo ves? - me dijo y
se comenzó a reír.
Me llegó de golpe la magnitud de la tarea encomendada a los nahuales
guardianes y del ensueño de crear un ensueño para alcanzar la libertad que los
condujera a ser prisioneros en un absoluto mayor.
La quinta atención se conforma al percibir la segunda y la tercera atención,
como un holograma cibervirtual. Dado que para construir la segunda atención
se necesitan dos atenciones, para construir la tercera atención se necesitan tres
atenciones; la quinta atención será la suma de sus partes. Las primeras dos
atenciones se expanden energéticamente, la tercera es neutra y la cuarta y
quinta atenciones se contraen retroenergéticamente.
Esta sencilla descripción de la realidad era la aportación del linaje del
guardián del punto de encaje artificial, en ese entonces representado por don
chema, líder nominal del grupo de la era de los guerreadores totales y nahual
de cuatro puntas. Agustín el explorador, quien había constatado la parte de la
regla sobre la estructura pentahologramática de la realidad, cuya aportación fue
el descubrimiento de la retromateria y de la retroenergía, era un nahual de tres
puntas. Dora María, mujer nahual de tres puntas y compañera inseparable de
Agustín. Atestiguaba e interpretaba la regla en las propiedades atencionales y
se encargaba de llevar la enciclopedia del linaje, anotando las funciones y
formas de la regla, sus cambios y derivaciones. Ellos tres juntos como
guardianes, como sus antecesores, representaban al nahual y a la mujer nahual
de cinco puntas en espera de la llegada de los auténticos. Vicente, el Machi del
grupo o curandero, experto en plantas y en sus combinaciones nutritivas y
curativas era el experto de la segunda atención. Su capacidad y destreza
volitiva eran singulares, había llegado a conocer las intrincadas entradas y
salidas entre la primera y la segunda atención. Se soñaba completo, en un
absoluto control de sus otros yoes o cuerpos de ensueño: el doble, el paralelo,
el horizontal-vertical y el encajador segundo. Perfecto atisbador de los niveles
holográficos cibervirtuales uno y dos. Su interpretación de la regla en estas
atenciones lo ubicaba junto a los perceptores primigenios. Doña rita soportaba
al grupo completo. Su cuerpo luminoso grababa absolutamente todo acerca de
su linaje y de su grupo. Era la matriz del guardián. Su ser era semejante a la
luna llena, resplandecía al absorber las imágenes de nuestro acontecer. La
regla decía que el nahual de cinco puntas la tocaría con la mano izquierda (a la
parte que ella representaba) para absorberla por completo, haciéndola parte
suya con todo el conocimiento grabado en ella o a su equivalente del siguiente
grupo y así sucesivamente. Su lugar preferido era la tercera atención y su
naturaleza neutra mantenía eslabonados a los demás. Ella al igual que la
mayoría del resto, era un nahual de cuatro puntas. Lideres nominales de sus
propios grupos y linajes, como tales eran los guardianes del guardián. Su
característica principal venía de una extraña confluencia energética en las
cuatro partes de sus cuerpos luminosos. Estos nahuales tenían sus cuerpos
acostados. Sus linajes estaban alineados y regidos por las grandes
emanaciones. Los otros nahuales de cuatro y de tres puntas ajenos a los
guardianes tenían sus líneas enfocadas a su particular banda de
configuraciones orgánicas. Ruperto, Candelaria, Esperanza y Marichuy
formaban las cuatro direcciones. Juntos se les veía encajados hacia cuatro
lados. Siempre era así. Se movían al unísono con el observador. Sus formas
juntas eran eterna ubicuidad, siempre ocupaban el mismo lugar en cada
diferente lugar que ocupaban sus partes y todas a su vez los llenaban a plenitud
formando un tetratodo finito- lineal curvilíneo. Copal y Moño fueron los últimos
en llegar. A Moño se lo encontró Vicente en la costa del estado vecino; llevaba
ya sus diez años como pescador. Su personalidad era opuesta a la de Agustín.
Una perenne sonrisa le acompañaba siempre. Sus ojos pardos brillaban
constantemente y de su boca siempre salían palabras alegres, positivas y
voluntariosas, especialmente mientras estuviera contando sus picantes chistes.
Era la felicidad con patas, en palabras de Don Chema. Moño, era el verdadero
amo del atisbo controlado y del sigilo. Su conducta y sus pensamientos los
mantenía absolutamente controlados. Cada uno de sus movimientos corporales
estaba bajo el control de su energía luminosa. Copal, una adolescente cuya
madre la parió en la segunda atención completaba el grupo guardián de don
José María Míireles Cochán. Era la acompañante de doña rita, su otra madre,
en la primera atención. Su ojo derecho parecía mirar hacia un lado, mientras el
izquierdo enfocaba horizontalmente esta realidad. Doña Rita me comentó que
copal estaba viendo ambas atenciones a todas horas. Aún dormida ensoñaba al
revés y su ojo izquierdo era el que se desenfocaba. Todos ellos la cuidaban en
demasía, especialmente de mí. Su destino es ser guardián, me había dicho
doña Rita; un guardián está anclado a lo que vigila y cuida. Tú vuelas muy lejos
y la podrías atrofiar. ¿Qué tal si te carga la chingada? Ella tendría que seguir
cuidando las cuevas ¿O no? Me dijo. Copal se quedaría a formar el nuevo
grupo, como doña Rita había formado el grupo de don Chema. Yo era
simplemente ave de paso. Uno mas que probarían en el largo sendero hacia la
construcción de Aura Ámbar.
Don Chema y su grupo representaban la vigésima cuarta pieza de
veinticinco de las que se compone un trozo. Pertenecían al cuadragésimo
séptimo trozo, de los cuarenta y nueve trozos que integran un árbol. Su árbol
particular se acercaba a la completa madurez, al casi cumplir los cincuenta y
dos mil años. Antes que ellos, les precedieron nueve árboles, liderados por
capullos inorgánicos receptores.
Los diez árboles anteriores a estos diez actuales, le correspondieron a los
desafiantes de Aura negra, seguidores de Luztlán. El nahual de cinco puntas
original, Luztlán, fue concebido en el periodo del primer árbol. Las formas y
funciones de aquel entonces fueron reptilformes semicuadrúpedas, algunas
aladas, las más acuáticas y otras terrestres, hoy conocidas como grandes
saurios. Luztlán nació de éstas y su forma falconisaúrica le dio forma a la actual
concepción cosmogónica del águila y la serpiente. Si esa era su forma, ésta
debía ser semejante a quien lo había concebido y sus funciones aquellas de
quien lo amamantaría, cuidaría y desarrollaría hasta ser una más de ellas en
ese gran plano ínterulterior. En su decisión de ensoñar a su misma madre hasta
absorberla y nacer adulto en la quinta atención, Luztlán acarreó consigo a la
destrucción a los capullos sauriformes. Cuando el ciclo del gran árbol se cerró,
Luztlán cambió su forma energética, convirtiéndose en humanoide, aunque no
logró borrar algunos rasgos saúricos en el intento de reconformar su estado
original. A los capullos humanos evolucionados de los inorgánicos receptores
los ensoñó Aura Madre para contrarrestar a Luztlán. El nahual de cinco puntas
de Aura Madre era humanoide; dos extremidades inferiores, dos superiores y un
tronco con una cabeza en sus quinta punta. Estos sucesos tuvieron lugar en
Hexápoda. En la primera o vieja Hexápoda, cuyo único recuerdo queda girando
alrededor del sol entre Marte y Júpiter. Hoy llamado anillo de asteroides. Los
humanoides libraron una guerra total contra los sauriformes, incluyendo a
Luztlán. En el estertor de su agonía como especie, huyeron a la Hexápoda de
hoy. Su planeta original fue destruido sin misericordia. Los humanoides se
instalaron en el planeta rojo, cuyos océanos oxidados también coloreaban de
bermellón su luminosidad nocturna. Eones después vino el encuentro final.
Luztlán lanzó a sus huestes saúricas contra los humanoides. El planeta rojo fue
desecado prácticamente y sus habitantes casi aniquilados. El ensueño glacial
de los humanoides al mover el punto de encaje colectivo de Hexápoda la
segunda, les permitió congelarla y extinguir de su faz a los saurios. Los pocos
humanoides sobrevivientes emigraron a Hexápoda, donde pronto perdieron el
conocimiento del ensueño y la suprema tecnología energética que habían
alcanzado en el manejo del punto de encaje tanto individual como colectivo en
la primera atención. Se asentaron en Aztlania y su último gran ensueño fue
acondicionar el planeta para su futuro desarrollo; lo alejaron del sol ampliando
su órbita, le cambiaron su dirección rotatoria y reacomodaron sus océanos y
continentes. Antes de perderse por completo, crearon y organizaron los linajes
del conocimiento.
Aztlán fue el primer nahual guardián. Con él concluyeron las guerras
atencionales al prevalecer el ensueño de los capullos humanoides sobre el de
los saúricos. Luztlán fue desplazado hacia las profundidades de Aura Negra,
dando comienzo así a la confrontación final entre los nahuales de cinco puntas.
Habían llegado al pueblito de la costa, a donde solíamos ir a comer
mariscos, los famosos juegos; una especie de pequeña feria de juegos
mecánicos como los cochecitos chocones, las motos, los carritos, el carrusel de
caballitos, la rueda de la fortuna y las vendimias típicas de pico de gallo, papitas
fritas y palomitas de maíz; fritangas originales de México y muy populares en
Michoacán. Los escuincles corrían entre juego y juego. Otros les berreaban a
sus padres exigiendo subirse a tal o cual aparato. Observándolos añoré mi
niñez y más que nada la gran inocencia que la acompañaba. Estos chamacos
atisbaban y escudriñaban a las personas, amoldando sus intereses a sus
conductas. Lloriqueaban en el preciso y correcto instante para obtener las
chucherías que querían. La inocencia infantil otrora característica de esa tierna
edad se había ido. Los cambios sufridos en los últimos años trajeron consigo
conocimiento por nobleza. Ya nada sucede de no existir un pago o
remuneración de por medio. Divisé a Agustín en el tiro al blanco con un rifle de
postas neumático con el cual les disparaba a las figurillas de hojalata. Ya tenía
tres monos de peluche ganados cuando me arrimé. Me miró de reojo y continuó
disparando. Su cuarto premio fue una alcancía de barro con la figura de un
marranito. Tomó sus premios y se dirigió a una vieja camioneta Toyota de su
propiedad. Aventó al asiento los muñecos y me hizo señas de que lo siguiera.
Se acercó al puesto de las palomitas de maíz y pidió dos bolsas grandes con
retiarto chile. Me obsequió una. Una señora frondosa y gruesa se encontraba
comiendo también sus palomitas junta al puesto. Sin medir ninguna
presentación formal, Agustín me dijo de pronto:
—Daniel, esta es Georgina Montero Avellaneda —me extraño que me dijera
su nombre completo al decirme lo anterior—. Te digo su nombre porque no se
llama así, es sólo para que la ubiques en tu recuerdo. Ha sido muchas cosas en
su existencia. Hoy es una pinche putañera. Ayer fue parte del nahual guardián
Tomás Archundia, el protector del nahual guardián José María Mireles. Por
algunas cosas del destino se quedó en esta tierra –me dijo.
Agustín hizo intento de irse y lo agarré de una manga de la camisa. Me miró
y me dijo que Georgina me tenía que contar su historia, lo dejé ir. Me era
extremadamente repugnante el siquiera verla. Las mujeres gordas nunca fueron
mi fuerte. Me fui deslizando quedamente. Mi única intención era huir de ahí lo
más pronto posible. La gruesa señora me siguió con paso ágil. Pasamos a una
fonda. Pedí café y pan. Nos trajeron Nescafé y pan de Villa Victoria. Bajo la luz
mortecina de un foco de cuarenta watts, Georgina sin más preámbulos comenzó
su historia personal y su relación con el nahual guardián don Tomás.
-Nací en una zona roja (barrio de prostíbulos), mi mamá era una de las
pirujas más buenas de la zona. Cogía hasta quince veces diarias. Su culo podía
con todo y con todos. Me parió a los cuatro años de estar trabajando allí. Me
contó que la noche antes de parirme trabajó normalmente y dos noches
después volvió al trabajo. Parece que con tanto trajín su cuerpo no engordó. Era
una mujer harto bonita. Años después ya dueña de una casa de citas, conoció a
un hombre muy rico homosexual, quien le pidió que aparentara ser su amante
para guardar las apariencias. Al tiempo vendió la casa, el permiso de alcoholes
y las putas, para retirarse a una casita en la costa de Guerrero. Siguió
aparentando ser la mujer del tipo ése y de vez en cuando le organizaba
francachelas para sus amigos entre los que se encontraban muchos extranjeros.
Ya te imaginarás lo que sucedía en esos bacanales. En fin, suspiró, yo crecí en
esos menesteres, hasta le decía papá al individuo ése. Cuando cumplí mis
quince años ese señor me hizo una fiesta como si hubiera sido una princesa.
Me dio todo lo que le pedí. Cuando dio por terminada la fiesta me llevó a sus
habitaciones, era ya de madrugada, y ahí me violaron varios de sus amigos.
Desde entonces me dediqué a coger con amigos que invitaba. Comprendí que
ese era mí destino y lo hacía con gusto. Además protegía de esa manera a mi
madre. Mi vida se hizo rutinaria y así hubiera seguido de no ser por Tomás.
Llegó un día a pedir trabajo de jardinero de la finca. El señor éste, dejaba a mi
mamá que mandara en la casa. Se cayeron muy bien, creo que incluso ese
primer día se la sopló, dándole algo de lo que mi mamá estaba muy necesitada.
Resultó ser un excelente jardinero y aún mejor cocinero. Cocinaba los mejores
guisos mexicanos y los tenía ordenaditos por pueblos. Que los yucatecos, los
purhépechas, los yaquis, los huicholes, tepehuanes. jHíjole! Sabía tantas
recetas, que nos volvía locas. El individuo que nos protegía aprendió a
apreciarlo y llegó a tenerle mucha estima y confianza, hasta lo nombró mayoral
de una finca y unas tierras que tenía pegadas a las tierritas de mi madre. Tomás
supo responderle con creces, administrándole esos bienes de manera muy
honesta y cabal. Se pasó casi diez años con nosotros. Ese plan le sirvió a él
para alimentar y guiar a su grupo. Poco a poco, los fue metiendo a todos a
trabajar. Cada uno de ellos era especial en las labores que desarrollaba y el
patrón rico quedó todavía más contento. Tanto que cuando se sintió enfermo
años después, les regaló un lote para vivir y cuatro hectáreas de tierra a cada
uno, junto a la playa. Supo ser agradecido con ellos. Por eso que Dios lo tenga
en su gloria. Dijo con una triste sonrisa evocadora. De Tomás desde su llegada,
noté que se fijaba mucho en mí y pensé que le gustaba como mujer. Me sentí
halagada, aunque él era mucho mayor que yo. Tan bien me sentí que hasta
pensé en casarme con él y que me sacara de ese tipo de vida que a veces
detestaba. Sin embargo, cuando se me acercó a platicarme supe que su interés
por mí era de otra índole. Al principio no comprendí lo que me dijo y hasta me
cayó mal por no interesarse en mí como mujer. Yo, al igual que mi madre estaba
chundona del fundillo, mis chiches estaban duras y mis piernas llenitas y lisitas.
Ese día que me habló lo vi trabajando en el jardín, arreglaba el pretil de unos
cajetes donde estaban plantados algunos árboles y palmas. Yo le traía ganas y
decidí hacerme la fácil para que se me aventara.
—¿Qué la trae por aquí, Georgianita? —me dijo atolondrado y sin levantar la
vista—. Si quiere que le haga un mandado, dígame y con mucho gusto lo hago.
—No, don Tomás, no se me ofrece nada. Sólo pasaba por aquí y lo vi tan
atareado que pensé en ver lo que hace —le contesté.
—Entonces siéntese y descanse —me dijo- acercándome un tonconcito de
palma.
Acepté el ofrecimiento y me senté arremangándome la falda arriba de las
rodillas, dejándole ver mis hermosas piernas y hasta parte del encaje de mis
pantaletas. Tomás se puso muy nervioso y hacía como que no me veía, aunque
de vez en cuando me miraba furtivamente. Así nomás, comenzó a decirme que
yo era un capullo de luz, que esa luz estaba metida en cuatro esferas, como las
de navidad, muy pegaditas una de la otra, tanto que parecían una sola. La
verdad es que lo que me dijo en esa ocasión, lo olvidé en su mayor parte. El
hecho de no quererme como vieja evitó que le pusiera atención. Despuecito de
que murió el patrón, mi madre lo siguió. Murió de una enfermedad en el chocho.
A lo mejor por haber cogido tanto en su vida. Yo vendí la finca y me dispuse a
irme a la Ciudad de México. Cuando me despedí de Tomás, de sus amigos y de
sus “hermanas”, me recomendó, que no me olvidara de sus enseñanzas.
Practica todo lo que ahora sabes, me dijo. A mi llegada a México di por irme a la
disco a menear el tambo y a chupar. Chingué como las meras buenas. Conocí a
unos pimpollos de muchachos que me hacían el favor. Entre los dos me
despelucaron y pronto me quedé bien jodida, sin dinero y viviendo en una
ciudad perdida. Traté de putear en esos barrios, pero mis mejores días ya se
habían ido. Estaba regordeta y aguada del culo. En esos andares me encontré a
una vieja ricachona que a lo mejor me confundió con una húngara; me pidió que
le leyera las cartas. Con eso me acordé de Tomás y de sus enseñanzas. Así
empecé un fructífero negocio de curandera, yerbera y echadora de cartas. Me
comenzó a ir bastante bien, hasta que volví a tener harto dinero, aún más que
antes. Volví a Guerrero a buscar a Tomás. Ya no lo encontré. Vendió todo y
desapareció sin dejar rastro. Hace poco por azares del destino entró a mi
changarro Agustín. Le dio curiosidad y quiso constatar cuan buena curandera
era yo. Al fijarnos uno al otro, supimos que ambos conocíamos a Tomás. Aún
hoy no sé como, pero lo supe con toda certeza, le conté lo que te he dicho a ti
hoy y le pedí que me trajera con ustedes. Al principio no quería. Me habló de un
jefe que tiene, pero no lo encontramos en su casa. Su esposa nos dijo que
había salido fuera, al Estado vecino y que no sabe cuando regrese. Caminando
sin saber que hacer por aquí, lo encontramos a Usted. Agustín me informó que
Usted es otro jefe y que a lo mejor sabía que hacer conmigo. Mire, me dijo, yo
tengo mucho dinero y estoy dispuesto a regalárselo todo, más que dispuesta,
con ustedes ya no lo necesitaré. Por favor, dígame que me quede ¡Ayúdeme!
¡Por favor! -me apremió, terminando de contarme su historia personal.
Georgina empezó a gimotear. Era una bruja sin lugar a dudas. Aunque
distaba mucho de ser un perceptor. Su capullo luminoso estaba entero. No
había tenido hijos. A pesar de esto, su luminosidad estaba opaca y casi nula. En
dos de sus compartimientos de los cuatro que tenía, casi se le había agotado la
energía. La fuerza coloidal estaba invadiéndola y Georgina agonizaba. Hubiera
sido una formidable mujer nahual de cuatro puntas. Dos preguntas vinieron a mi
mente de inmediato. ¿Por qué había venido? y ¿Por qué no encontró a don
Chema y a mí sí? El encuentro con Agustín me respondió que el poder
primigenio la enviaba. ¿A qué? No lo sabía. Y la segunda respuesta parecía
también muy clara. Yo no era en lo absoluto parte del linaje de los nahuales
guardianes, por lo tanto no me era enviada a mí. Mi situación había sido para
ese entonces muy bien definida: yo no formaría un grupo guardián. Entonces
¿Qué hacer? ¿Qué hacer con un capullo a punto de desintegrarse? Sin saber
como y dándole prioridad a su estancia entre nosotros, le sugerí a Agustín que
la llevara a un sitio muy particular en la segunda atención conocida por nosotros
como el encaje del segundo ensueño. Se me quedó mirando y me dijo que lo
haría si yo loa acompañaba. Un olor pestilente escurría por la cara de
Georgina;, se estaba muriendo.
Estando de acuerdo, Agustín la llevó a la playa donde le ordenó se
desnudara y se metiera encuerada en el agua salada del mar. Ya en cueros
tiritaba en su agonía. Agustín trató de empujarla hacia la oquedad verdosa que
ofrecía la puerta del sitio al que íbamos, No logró meterla. Corrí sin quitarme la
ropa y dándole un empellón moví su punto de encaje. Su capullo salió, siendo
absorbido por la otra atención de inmediato. Su cuerpo rechoncho se ladeó. Se
fue hundiendo lentamente., Agustín reaccionó y asiéndola por los sobacos la
sacó a la arena de la playa. Estaba amoratada. Abrimos aún más la puerta y
entramos a la solitaria vastedad de los umbrales del segundo ensueño.
Encontramos a Georgina jadeando. Estaba a punto de desintegrarse. Con una
decisión impropia de mi vida cotidiana, rasgué sus dos casi vacíos
compartimientos, los que fueron invadidos por aquella atmósfera asfixiante
verdosa rojiza. Ya llenos los sellé. Su capullo se contorsionó y quedó erecto. La
mitad era inorgánica y la otra orgánica. Le habíamos salvado la vida, pero ¿A
qué costo? Al regresar encontramos su cuerpo varado en la arena. Su gordura
se hinchó concentrándose en su espalda y en su pierna derecha. El resto de su
cuerpo parecía el de un reptil venenoso, tallado en carbonita. Era espantoso.
Un punto lechoso en su cabeza nos fijó. Lloraba y nos pedía la muerte de la
que, ofreciéndolo todo, había huido momentos antes con frenesí. Agustín me
miró acongojado. No sabia que hacer. En otra decisión poco común, reuní mi
atención en las cuatro esquinas del mundo. Un airecillo torrencial apareció.
Gélido y cortante. Agustín se acurrucó. Concentré la atención de los cuatro
costados fijándola en Georgina. El viento la arropó. Una luz ambarina comenzó
a fluctuar encima de ella, después la invadió. Lentamente aquella bola deforme
se fue encogiendo hasta quedar un trozo de cristal de luz rosada. La única
forma de prologar la existencia de Georgina fue convirtiéndola en un ser
inorgánico. Envolvimos la roca en un paliacate que cargaba Agustín alrededor
de la cabeza. La coloqué en la bolsa izquierda del pantalón y nos dirigimos a la
casa de don Chema. Dos días después regresó de su viaje de negocios del
Estado vecino. Le relatamos atropelladamente lo sucedido. Su cara cambió
tornándose dura y seria como nunca la habíamos visto. Su dureza fue tal que
nos asustó, En este punto nos quedamos callados. El silencio duró más de
media hora. Don Chema en un estado de ensueño, se encontraba en un
profundo viaje, su sola presencia corporal nos repelía. No deseaba ser seguido
bajo ninguna condición. Sus facciones se suavizaron un poco y su respiración
fue más fuerte. Se levantó del quicio donde estaba sentado y nos señaló unos
corrales de piedra donde guardaba el ganado. Hacia allá nos dirigimos.
—Estuve con Tomás, aún a sabiendas de que nos está vedada la
comunicación entre los grupos —nos dijo con voz cauta y suave—, esa mujer
era un enataraxio. Cuando Tomás la vio, supo que debía de vigilarla
constantemente. La atisbó tan perfectamente que la anuló por completo
fijándole y pegándole su punto de encaje de tal forma que la hizo creer ser una
mujer humana hermosa y deseada, a la vez que logró que olvidara su vínculo
energético con Luztlán. Tomás no me dijo más, pero si la vigiló y la atisbó de tal
manera, creo que fue por el alto grado de peligrosidad que significaba esa
Georgina. Imagínense ustedes a un enataraxio tan perfectamente camuflado
como nahual guardián de cuatro puntas inserto en un grupo del linaje primigenio
de guardianes. Le habría descubierto la llave del punto de encaje artificial a
Luztlán y lo demás hubiera sido historia. Lo que no comprendo es por qué se
dejó engañar por un par de pendejos como ustedes. El haberla convertido en un
inorgánico fue increíblemente perfecto. Su voracidad sexual femenina
incrementó la naturaleza fémina de la forma inorgánica y la sumió en ese
cuerpo cristalizado. Ahora lo que debemos hacer es alejarla de cualquier
posibilidad de madurar sus cualidades inorgánicas. Principalmente hay que
evitar que aprenda a elaborar proyecciones y sombras. -El semblante de don
Chema denotaba todavía una insatisfacción. Aquella autoexplicación no lo había
convencido por completo. Nos lo comentó incluso. Nos dijo que algo se le
escapaba y se hizo tres preguntas en voz alta. ¿Por qué decidió Agustín
meterse en la boca del lobo? ¿Por qué te encontró a ti en vez de a mí? y ¿Por
qué se dejó engañar tan fácilmente o sería que eso precisamente quería lograr?
Don Chema conjeturó sobre el hecho de ese enataraxio orgánico —
inorgánico en el mundo de estos últimos. ¿Qué pretendía hacer en esas siete
grandes bandas de emanaciones inorgánicas? Finalmente me entregó el cristal,
no sin antes haber cubierto el bultito que hacía el paliacate con tres pliegos de
papel aluminio. Me instruyó como fabricar una caja para contener el cristal y me
ordenó buscar y encontrar de inmediato los materiales necesarios. Al día
siguiente ya entrada la noche terminé la cajita. En un ritual o mitote muy
especial el cristal fue introducido y sellado en la caja. Se me entregó
responsabilizándome de su contenido y de encontrar posteriormente la mejor
forma de desintegrarlo. A la fecha una “mórbida” morbosidad me ha impedido
hacerlo. Ya se que su desintegración es muy sencilla en la tercera atención. La
presión estructural de esas grandes bandas, sacarían su energía como el agua
de una esponja con un apretón. También la fascinación de entender los
designios de Georgina y la curiosidad de conocer la respuesta a tantos porqués
sin contestar me han impedido deshacerme del cristal.
La conformación axial del universo gira dejando a su paso eventos
insertados en el lugar de su acontecimiento. Cada lugar lleno de, hasta las
bordes, por un evento, significa un ladrillo en la pared del águila. Las
conciencias vamos dejando el material estructural a nuestro paso. Un lugar visto
de frente forma un presente para la conciencia que lo encaja. Un recuerdo
pasado al voltear “inmerge” en la conciencia otro lugar y un porvenir futuro en la
conciencia que enfocará luego el mismo lugar. Un cuadro estático en sí para un
espectador activo esperando turno. Un águila estática en espera de un nahual
dinámico que la verá, que la vio y que la vea un instante cuántico para constatar
su existencia en la quinta atención con el llanto del despertar de Aura Ámbar.
La legacía fundamental del conocimiento de los perceptores nahualtecas,
organizado actualmente en linajes de reducción—ampliación y aumento—
disminución perceptible está esparcida. Los perceptores la van juntando poco a
poco en una reconstrucción de la existencia a través de los recuerdos
atencionales y de una reconquista propia del poder que poseemos de guardar
esos recuerdos y de recapitularlos con la retrospección energética.
Estaba en un estanquillo bebiendo un licuado de plátano, fresa, leche marca
Lala, miel de abeja cruda, cinco huevos y canela cuando Vicente se acercó.
Pidió un jugo de naranja y dos tortas de adobera. Mientras le preparaban la
comida me comunicó que se iba a ausentar por unos meses. El bueno y afable
de Vicente también se retiraba y me quedaba solo. No le quise preguntar a
donde iría. Me dijo que la continuación de las enseñanzas de la percéptica
nahualteca era ya de mi entera responsabilidad. Le comenté el error de
interpretación que semanas antes había tenido al pensar que el primer
elemento de mi grupo había llegado y la congoja que éste me trajo. Me refería a
la escuincla chula Oraxipén, a quien consideré la llave para abrir la captura de
energía proyectil. Don Chema se acababa de ir y con él doña Rita junto con su
grupo de muchachas. Los estaba perdiendo por segunda vez y no sabía si los
volvería a ver.
—Entonces para qué carajos crees que te hemos enseñado todo esto —me
dijo-, al preguntarle si podía de serme posible publicar nuestra relación y
contactos.
Vicente, ese día, así como llegó se fue. Sin saludos ni despedidas. Me
comentó en forma trivial que tenía asuntillos que tratar en cierto lugar. Se sonrió
y comenzó a caminar. Se arropó con su gabán. Lo vi perderse entre la multitud
de gente que llenaba la calle en una de las tradicionales posadas celebradas en
esa cabecera municipal en el mes de diciembre. Llevaba un vaso de ponche
caliente en la mano. Lo vi darle un sorbo y de soslayo desapareció.
EL ARTE DEL ATISBO APLICADO EN UN NAHUAL DE TRES PUNTAS
-Si ya lo sabías Vicente, ¿Por qué no me lo dijiste? –preguntó confundido
tres puntas.
-Ya lo sabes ahora ¿No? –contestó burlón Vicente.
La historia de los capullos orgánicos esta plagada de intervenciones de otros
seres orgánicos y también de conciencias inorgánicas. Nunca ha faltado la
estructura del miedo. La producción de temor y de pánico ha sido el principal
motivo de estas intervenciones. La fabricación de paraísos, infiernos, evolución,
trasmigración y demás invenciones postmortem ha sido el negocio non plus
ultra por excelencia. Las apariciones, el misticismo, la santidad, los salvadores,
los redentores, los infalibles y tantas cosas más que la ortodoxia científica
acepta, sin aceptar. Las ganancias de estos organizadores ha sido el poder
pasajero en esta realidad. Hoy en día la venta de la democracia, la
socialización, la globalización, la concertacesión, el empirismo neocapitalista, el
neoclasicismo, la brutalidad enajenante propiciada por el sentirse superior por
ser de raza blanca; cosas que fijan nuestra atención en la realidad que creemos
es el todo. Fijación productora de muerte… y de energía, o sea, alimento para
aquellos que nos manipulan. Capullos egocéntricos que se venden por
sentimientos o por pasiones. Conciencias orgánicas que creen poseerlo todo
por su contacto “secreto” con otros seres. Cuando únicamente se asemejan a
mascotas, como nuestros perros. El paso obligatorio a la tercera atención es la
segunda atención. En esta última coexisten las conciencias inorgánicas. El
capullo que desee cruzarlas debe pagar su peaje. Unos teniendo nada obtienen
algo. Otros teniendo todo decidieron dejar algo. El poder concreto es muy difícil
de vencer. El sentimiento de ser un artífice y un arquitecto de mundos es algo
casi imposible de renunciar. Más aún cuando nuestra osadía nos lleva a
cometer errores como el de morir. Ante la muerte, somos capaces de dar todo y
de entregar a todos, el linaje aún, si esto es necesario. El linaje del nahual de
cuatro puntas sigue activo, dinámico y estable. Los olvidados fueron rescatados
por el inquilino. Finalmente les pagó la renta. El regalo del águila les fue
otorgado por quien se nutrió de ellos. La conformación energética del inquilino
era de cuatro lados. El-ella cumplió el acuerdo hecho con los propios; se
convirtió en el tetra-nahual necesario para la continuidad del linaje.
En el universo tubular, oscuro y tétrico, pero clerical y prohibido tuvo lugar un
pacto. Alargan una vida a cambio de alimento. Alimento energético elaborado en
el líquido de gobierno más nutritivo… el del propio nahual.
Cuando supo a ciencia cierta que sus tres lados no le bastarían para
trascender la segunda atención y llegar integro a la tercera, pactó con los
inorgánicos. Armado con tres conciencias inorgánicas con formas de capullos
femeninos, construye el culto a lo desconocido. Nunca antes en nuestra era se
había denotado tanta astucia y malicia. Enseñar a los capullos orgánicos a
percibir la segunda atención y una vez allá, ser presa fácil de los inorgánicos
rojo-oscuro. En verdad una vez que se ha probado el poder y la posibilidad de
continuación consciente, no existen escrúpulos ni sentimientos. Dos detalles del
hombre que lo fija donde está. El espacio interno libre no admite concreciones,
sólo admite el lugar pleno para estacionar y para viajar. ¿Quién lo puede
culpar? Sin embargo, jamás concibió que mas allá de la tercera atención
existiera una más y todavía una más. Existir deambulando de un ensueño a
otro en grandes emanaciones estériles, al final de cuentas no es más que otro
tipo de tedio o aburrimiento. Ese es el destino de un nahual de tres puntas; ser
el proveedor de alimento de los mundos tubulares rojo-oscuros y de sus
habitantes. Su misión es el engaño estructural para la sustentación, para
finalmente convertirse en uno de ellos. Proyectar esperanza, fe y libertad, para
con ellas provocar desesperación, incredulidad y esclavitud. No puede existir el
“no” sin el “si”.
Los misterios insondables del ser, quedan en un “te caché”. La tragedia de la
risa. Reír para encauzar el dolor hacia el tubo principal. Avasallado el hombre
cumple su misión de engordar en esta jaula esférica, prisión-pelota que gira
para no permitirnos huir. Y las huidas por conductos tan bien trazados que nos
guían hacia lo mismo donde todos hemos de llegar: al paraíso o al infierno. La
coerción eterna por el freno de la codicia y del poder. El verbo humano cuyo
único modo de conjugación es el “dejativo”. La existencia galvanizada de los
ingenuos capullos rosados azuladosambarinos.
La misión de sirviente es loable. ¿Pero servir a un inferior? Serviré al águila
y a nadie más me le postraré. El miedo a lo desconocido te hizo caer. La
energía concebida así en su forma más grosera, es vulgar y prosaica, ya que la
energía solamente “es”. Alcanzado ese estado, lo demás son capas o cubiertas
de la misma clase y de la misma cosa. Lo que importa es el lugar. El lugar que
ocupo,. El lugar que tengo y el lugar que me ocupa y que me contiene.
De las siete grandes bandas de emanaciones que emanan conciencias
inorgánicas existe una muy especial para los humanos. De ahí tomamos la
energía para crear nuestro ensueño. Cuando el águila ensoñó a los humanos
les designó un depredador: los inorgánicos rojo-oscuros. Ellos nos proporcionan
los materiales para construir nuestro mundo y sus alrededores. A la vez, les
proporcionamos el sustento. La maestría de interrelación es tal que han logrado
crear proyecciones o sombras idénticas a los humanos. La forma la imitan, más
no el capullo. Ellos manipularon nuestro punto de encaje universal colocándolo
en el lugar preciso para evitar que los humanos perciban energía. Esto traería
como consecuencia su descubrimiento, nuestra rebelión y su aniquilación total.
Ellos son piezas inmóviles-pasivas y de reacciones lentas y tardías. Esta
simbiosis hubiera ido hasta el fin de los tiempos o hasta el agotamiento de la
energía vibratoria del lugar que ocupamos; Luztlán cambió todo. El pez piloto
del depredador ya no tiene cabida en esta superposición. El saber de la
existencia del punto de encaje artificial cambiará el espectro de Aura Negra.
¿Será la simbiosis de los orgánicos con los inorgánicos a nivel macrocósmico la
continuidad? O ¿Continuaremos simbióticamente entre conciencias y Luztlán? y
¿Qué de la gestación de Aura Ámbar?
Cada ensueño tiene su lugar dentro del gran lugar, donde el ensueño del
nahual de tres puntas fue emanado como todo lo demás: con una regla. La
regla del nahual de tres puntas es el indicador perpetuo de la actividad de estos
seres.
Los seres orgánicos son emanados en binomios. Están contenidos en dos
compartimentos. Los seres orgánicos nones se contienen en tres
compartimentos. Dos son color ámbar y el otro es de color rosa. Los seres
inorgánicos se contienen en nones, primordialmente en unidades negativas. La
regla del nahual de tres puntas contiene dos conciencias dispares nonas, una
orgánica y la otra inorgánica. Cuando el nahual de cinco puntas primogénito de
Aura Negra se rebeló. Aura Negra previó la desaparición de la estructura
predatoria entre conciencias pares y nones. Asimismo, para garantizar su propia
supervivencia ensoñó la copulación entre éstas, la gestación del producto y su
emanación. Miríadas de huevecillos alargados casi puntiagudos con tres cintas,
dos ambarinas a los costados y una rosada alargada en medio; fueron
expulsados a la gran banda de emanaciones de los capullos orgánicos. Si las
conciencias orgánicas perecen por ser absorbidas e integradas a Luztlán, los
protocapullos o conciencias mestizas (huevecillos) las suplirán en la gran banda
de emanaciones móviles. El nacimiento de los linajes mestizos en cada
filamento de la gran banda de emanaciones móviles ha ido creando a los seres
ciberclónicos con los que Aura Negra enfrentará en sus entrañas a su propia
creación; a Luztlán.
Aura Negra emanó al nahual de tres puntas para crear su sistema
inmunológico. Son los anticuerpos energéticos necesarios para mantener el
equilibrio predatorio que la nutre y la sustenta. Las conciencias esféricas
sustentan a las conciencias cilíndricas y éstas a su vez forman los mundos de
las primeras. Es la vibración del águila y la oscilación-ondulación de la
serpiente. Aura Negra ensoñó una conciencia esférica copulando con una
conciencia cilíndrica y emanó las conciencias cónicas. Estas últimas tienen tres
compartimentos. Dos son orgánicos y están a los lados redondos y el tercero es
tubular y está en el centro. Los de los lados son de color ambarino y tienen
movimiento. Se desplazan de derecha a izquierda oscilando constantemente. El
de enmedio es color rosado, se mantiene inmóvil y vibra. Su vibración emitida
permea el movimiento de los costados volviéndolo trépidatorio y discordante. Su
forma la tomó del nahual de cinco puntas que lo contiene todo: orgánicos,
inorgánicos, formas y funciones. Esta conformación es un triangulo piramidal
muy cercana a la forma doble del águila misma. Aura Negra dotó al protocapullo
de tres puntos de encaje: uno para percibir lo orgánico, otro para percibir lo
inorgánico y otro para vislumbrar formas y funciones. Al nahual de tres puntas le
mandó obtener tres contrapartes femeninas de cada punto de encaje, con el fin
de aumentar el poder de ver en cada uno de estos mundos. El femenino
orgánico es un punto de encaje de aceleración absoluta de forma elíptica.
Achatada en sus lados largos y de posición horizontal. Puede contener todos
los filamentos orgánicos y desplazarse a cualesquiera de ellos. El femenino
inorgánico es un punto de encaje de fijación variable. Su forma es también
elíptica, pero redonda en sus lados largos y de posición vertical. Su
desplazamiento es vibratorio de lugar. Puede fijarse en cualquier lugar de las
siete grandes bandas estáticas. Su contenido es específico y proporcional al
lugar que ocupa. El femenino estructural tiene una conformación esférica
perfecta. Vibra y oscila al mismo tiempo o puede hacerlo por separado. Sus
propiedades funcionales le permiten permear cualquier forma o función orgánica
e inorgánica. Es en total un protofacsímile del nahual de cinco puntas. Su
misión es la de buscar orgánicos e inorgánicos compatibles y lograr su
copulación. A los protocapullos o mestizos los habrá de cuidar y proteger.
Enseñarles su misión y prepararlos para la conservación de Aura Negra. Estos
a su vez harán lo mismo en su madurez. Su objeto es preciso: adherirse al
extraño y desintegrarlo con su propia desintegración.
El arrendatario del linaje succino del nahual de cuatro puntas es el nuevo
nahual. El linaje continuará. La libertad de la tercera atención la alcanzarán
aquellos que dejó atrás el nahual de tres puntas. El arrendatario se dio a la
tarea de encontrar otro nahual de cuatro puntas y otra mujer nahual que
continúen el linaje. La variante aquí es la búsqueda del nahual en la segunda
atención. Ahora se abre la oportunidad de rescatar algunos de los antiguos
videntes. Estos a su vez regresarán a la primera atención con un capullo
renovado por los ensueños legados por el arrendatario al buscar a la mujer
nahual y a sus acompañantes. La regla del nahual de cuatro puntas seguirá
vigente. El arrendatario, un antiguo vidente, tan antiguo que no pertenece a los
antropomorfos bípedos unisexuales, perteneció a las primeras criaturas capullo
que poblaron el planeta en el sistema solar. Su raza era hermafrodita.
Copulaban ellos mismos una sola vez. Parían y cerraban su abertura. De aquí
su gran poder para ensoñar. Desaparecieron en pos de Luztlán y hoy continúan
siendo parte de sus huestes.
En los traslados a la tercera atención hemos tenido breves contactos con
otros linajes, tanto con los de cuatro puntas como con los de tres puntas
antiguos. El último grupo del linaje de tres puntas desapareció en la época de
los grandes saurios. Hoy el águila menor lo reactiva y lo hace público.
A pesar de las directas enseñanzas de don Chema y al conocimiento de las
cuevas, aún no alcanzo a comprender donde encajan algunas piezas. No me es
posible la relación cultivada con otros linajes. No hay terruño al cual anclarse.
El desapego parece que es completo. Sólo el paso de los acontecimientos y los
designios del poder podrán hacernos comparecer. En lo personal añoro un
estado de cosas abierto y una comunicación directa. La verdad se ha ido
ocultando cada vez más. Hoy los administradores actúan normalmente entre la
mentira y el engaño. La verdad engendra odio, según lo pusieron los latinos y lo
practicamos nosotros; por lo visto todos los valores morales han sucumbido.
Vivir diciendo las cosas tal cual son no cambiaría nada. La humanidad seguiría
destruyéndose. La ganancia energética sería, en caso de politizar con la
veracidad de las cosas, una mayor concentración de poder en la primera
atención, lo que ahora sucede en la segunda atención. La decisión será
finalmente de cada linaje y de todos, de crear un ensueño orgánico para los
orgánicos. Quizás sea necesaria una especie de “nacionalización” energética
para proteger la gran banda de emanaciones orgánicas y cuidar aún más
nuestra configuración orgánica en esta gran banda donde existimos.
-Mira Daniel, ahí entre la neblina –llamó mi atención don Chema-. ¿Notas
una parte más luminosa que las demás? –me preguntó.
En verdad comenzaba a percibir un sitio más brillante entre la bruma que
casi cubría la cañada, ya muy densa a esa hora de la tarde. Parecía a punto de
llover. Don Chema me insistió en percibir ese punto más luminoso. Me tomó la
cabeza con ambas manos y de pronto apretó mi nuca con sus dedos pulgares.
Un dolor intenso pero breve me recorrió la espina dorsal. Mis oídos hicieron
¡Plop! Y una miríada de colores apareció ante mí. Miré hacia arriba. Un arco iris
subía y bajaba en cascadas de mil coloraciones. Recordé las leyendas de los
tesoros ocultos supuestamente enterrados en los extremos de los arco iris y
custodiados por los elfos o duendes, el día languidecía y con ello crecía en mi
una hilaridad. Deseaba gritar, decirle al mundo entero lo que existía. Los
misterios exoexistencialistas del universo. La exopercepción extensiva. La
exodiacronía escindida por la fijación de nuestra atención en un solo punto
cósmico. La exoatención multiperceptible de una cabal exoexistencia velada por
la fardada de nuestros capullos. La gama de colores se acentuaba, algo en mí
se negaba a admitir lo que sucedía. Me miré acuclillado, con la cara metida
entre mis manos. Lloraba y gimoteaba. Me estremecía y no quería ver. La
hegemonía de Yo que me miraba lloriquear determinó atender mi experiencia
inmediata. Desprecié profundamente al vínculo libidinoso y cobarde que
berreaba lastimeramente a mis pies. Me intuía enorme. Mi tamaño era el de un
gigante. Eres una triquina indeseable, me escuché decirle al cuerpo obnubilado
que yacía tirado sobre su costado frente a mí. Don Chema se acercó a mi
concha y platicándole algo lo ayudó a levantarse. Nos miramos. Sentí mi frente
acalenturarse. Una fuerza conexiva me arrojaba a él. Intempestivamente inferí
una multiplicidad intencional perceptible. Yo no era ese cuerpo, tampoco era el
gigante que creía ser. Yo un ser yo insenescente, íncsito a otros yoes, parecía
tomar conciencia. Tuve hasta cinco panoramas distintos. Estaba consciente de
esas realidades y en cada una de ellas me miraba a mi mismo, diferente e igual.
Cada cuerpo independiente e indiferente a mi mismo, a yo verdadero, existía
autónomo y entregado a la reflexión concienzuda de su entorno. Para mi era
como tener cinco pares de ojos. Todo lo que esos cinco cuerpos veían, yo lo
veía. Yo era un vasto campo de procesamiento de datos. Entre lapsos, dos
panoramas barrosos aparecían de cuando en cuando sobrepuestos a los cinco
primeros. Cualquier tipo de interferencia se fue dispersando hasta quedar las
dos imágenes restantes nítidas. Adquirí entonces una sensación de absoluta
seguridad. Todo mi ser veía, y veía al mismo tiempo. Siete vistas panorámicas
que en una pantalla circundante acontecían al unísono. Intuí a don Chema en
cada recuadro. El sentimiento trajo consigo su figura. En cada pantalla lo
observaba platicando con otra persona. El que mas llamó mi atención fue un
personaje bajito y delgado de cabeza grande y desproporcionado, su piel era de
un color parecido al niobio o al tantalio aunque no exactamente. Volteó y le vi
unos grandes ojos negros oblicuos. Una ranura por boca y dos pequeños
agujeros protuberantes por nariz. En otra imagen don Chema jugaba y reía
como loco con varias personas de color rojo bermellón. Algo en la distancia
parecía vibrar. Comencé a fijar mi atención en ese sonido distante. Capté
reverberaciones a mi alrededor. El personaje gris me vio directamente, se sonrió
sin hacerlo y me dijo adiós meneando su mano, tenía cuatro dedos. Sentí que
algo me empujaba. Una luz rojiza pasaba ante mí a gran velocidad, después
una luz cristalina. El sonido se hizo más claro. Lo escuchaba adentro de mis
oídos. Un fulgor repentino azufroso dio paso a una gran neblina del mismo
color. Desperté agitado y sudando a mares. Don Chema murmuraba algo. Eran
los sonidos de South Royalton Vermont: Siete estrofas que canturreaba una y
otra vez. Entre mi excitación capté varias palabras. A la melodía le había puesto
letra. Una letra tan jalada de los cabellos, en lengua náhuatl, que acabé
riéndome.
-¿Ya estás de vuelta Daniel? –Preguntó afirmándolo.
Con la boca seca no le pude contestar. Sin embargo, la interrogante en mis
ojos parecía más que obvia.
-Existen siete llaves, Danielito. Cada una abre una puerta o jala una
compuerta o tiende un puente o como carajos lo quieras interpretar. Para mí es
un boquete, una entrada que se hace a un lado, sabiéndoselo pedir. Esas llaves
son sonidos que suenan igualito que esas puertas. Al reconocerlo te jalan y
pasas al otro lado, así de facilito –aseveró rotundo-. Hoy estuvimos en la
totalidad de la gran banda de emanaciones orgánicas. En todas a la vez. Te di
una ayudadita. Tu capullo en lo sucesivo ya sabe como entrar. Esos siete
sonidos que tú ya conocías son el boleto de entrada. Lo que tú no sabías, es
que existe otro sonido para completar ocho. Es el sonido de éste, tu mundo,
inicias con él para identificarte pero principalmente se usa para regresar a esta
realidad.
Don Chema procedió entonces a murmurar dicho sonido. Me advirtió que
fuese muy frugal en su uso hasta haber desarrollado una radical disciplina
contra los encantos femeninos que encontraría “allá”. De lo contrario, dijo, te
puedes fijar siempre aquí, ahí o allá y para estirar la pata, lo mismo da en la
tierra, en la luna o con los pelirrojos zanahorias de Marte. Trasciende tu líbido,
Danielito, todavía tu mente es un gran chocho y tu nariz un pinche remedo de
pene. A ver, Danielito, me decía emocionado, infla los cachetes. A lo mejor traes
un par de huevos lampiños entre las muelas. Nos reímos hasta caer rendidos,
mi fatiga me venció y me fui quedando dormido escuchando su risa cantarina.
Por un instante no me sentí tan solo, para enseguida sentir nuevamente el
aguijonazo de la soledad. Mi eterna compañera, la angustia, me cubrió y con
ella entré en el intrincado ensueño del águila.
Entre pequeños sorbos de un tiste muy caliente y mordiscos de toqueras,
pensaba en la reciente visita a la cueva de Pom-Arum. Don Chema me había
conducido hasta una bifurcación muy extraña, un perfecto triangulo redondo
donde convergían tres túneles: el que conducía a la salida por el cual habíamos
llegado, otro a la izquierda que bajaba aún más y el de mi derecha que se
inclinaba hacia arriba y en el cual se observaba una luz blanquirosada muy
adentro. Don Chema me advirtió no intentar aún el ingreso en el túnel de la
derecha. Me dijo que era una puerta natural a otro mundo orgánico.
-Vete por el de la izquierda –me dijo-. Quiero que aprendas algo muy
sencillo. Te vas a topar con algunas cositas que usaban los perceptores de la
primera edad de Hexápoda. A ver si así bajas esa panza y agarras tantita
condición.
Don Chema casi corría cada vez que íbamos a las montañas o a las cuevas.
A duras penas podía seguirlo. Mi estómago me ardía en esas caminatas y
pasado un rato sentía ganas de vomitar. Jadeaba y respiraba con dificultad.
Varias veces me había dicho que no bebiese nada que no fuera agua pura y
fresca, ni tampoco comiese carne de puerco, me instaba a depender de
mariscos, frutas, verduras, huevos y lácteos. La clara del huevo y la leche
bronca hervida preferentemente. A la fecha no le he hecho cabal caso y mis
ardores de estómago continúan.
Bajé por el túnel redondo de unos dos metros y medio de diámetro por un
lapso de casi una hora, hasta que llegué a una caverna que calculé de algunos
quince metros de altura y unos cien metros cuadrados. La luz salía de las
paredes, como en los túneles. Don Chema me había explicado que esa
fosforescencia tan intensa la generaban pequeñas bacterias orgánicas que
convivían con microorganismos de silex en una simbiosis cibervirtual de
atenciones múltiples. En esa cámara cúbica conté diecisiete aparatos y una
gran cantidad de discos. Los aparatos tenían formas raras, pero las barras
horizontales y los discos eran muy convencionales. Recordé al instante una
película filmada por Arnold Schwarzenegger titulada “Pumping Iron”. Cuyo tema
era la exposición de la hasta entonces subcultura del fisicoculturismo o
culturismo como lo llaman los españoles. Los estuve observando durante un
buen rato. En varios aparatos y en varias partes del piso crecían hongos
parecidos al mízcalo aunque con líneas blancuzcas apenas perceptibles en su
tallo y un poco más grandes. En las paredes estaban expuestas miles de
fotografías o algo parecido, impresas en la roca. Sus colores y nitidez eran
impresionantes. Los usuarios eran los perceptores. Me hubiese quedado ahí
observándolos por una eternidad. No me fue posible entonces ni aún hoy
aceptar esas formas y sin embargo, de ellas descendemos nosotros los
humanos. Su tesitura existencial energética fue absoluta de lugar. Las
contracciones y dilataciones para mover y desplazar sus puntos de encaje
atencional, o digamos sus puntos donde encajaban el lugar que ocupaban,
comenzaba con lo más sencillo: las contracciones y dilataciones musculares.
Cuanta razón tenía don chema. Cada ilustración se refería a inferenciar la
tenso-expansión muscular con la energética. Así entrenaban los cambios de
lugar al cambiar sus puntos de encaje perceptibles musculares. De ahí su
nombre genérico: perceptores. Pasé siete días con sus noches deslizando y
frotando mis manos por las paredes hasta haber absorbido cada movimiento, su
correcta ejecución y su afectación en el punto de encaje muscular e individual, o
como discerní más correcto llamarlo: el lugar original de encaje de la percepción
individual. Mi alimento esos días y noches fueron los champiñones que en
abundancia crecían ahí. En una esquina de la cámara descubrí que escurría
agua, la cual chupé y lamí.
Después comparé lo que aprendí esa semana con varias revistas de
fisicoculturismo que adquirí. Cuan grato me fue encontrar tantas semejanzas
entre unos y otros. La resistencia progresiva contráctil y extensiva puede llevar
un día a la humanidad a descubrir los cambios de lugar. Varios de los
practicantes actuales son la vanguardia de varios aspectos médicos,
nutricionales y biotecnológicos. Aún así, se hace escarnio de ellos y por sus
grandes beneficios los inorgánicos sombra vestidos de humanos los tratan de
controlar para alejarlos del grueso de los capullos, principalmente en lo Estados
Unidos de América. La sociedad alejada de las posibilidades de manejar la
percepción adolece en la inopia de la teodicea filiforme de la primera atención.
La salud significa el equilibrio de las tensiones y distensiones electromagnéticas
de nuestros capullos. De este equilibrio entre ambas fuerzas parte la
potencialidad de cambiar una constante vibratoria proporcional a nuestra masa
y volumen por otra constante pero en diferente lugar al que ocupamos. Los
neutrinos se liberan y jalan fotones y positrones para equilibrarnos en el lugar
cuya constante es igual a la constante capullar. El conocimiento absoluto se
expande y se contrae. Aquella conciencia que se contrae y se expande con ello
será ello mismo. La constante universal, es la cuarta atención. Del interior del
águila se llega a cualquier lugar del exterior de la serpiente. El nahual de tres
puntas y todo aquel que cambie su CVPC y por ende su lugar perceptible, al
hacerlo entra a la cuarta atención, donde se desplaza y es expelido a su nueva
realidad. El nahual de cinco puntas, por su quíntuple capacidad energética
conserva la conciencia de la cuarta atención. Sólo él tiene control del interior
del águila. Sólo él conoce la constante vibratoria proporcional del interior del
águila; de este modo la absorberá en su totalidad incluyendo el conocimiento de
la CVPC del águila misma, lo que lo llevará a ocupar un lugar en la quinta
atención donde mora Aura Negra y sus congéneres las águilas. Son atisbos de
la cuarta atención en el ensueño del nahual triangular. El arrendatario guarda el
conocimiento de las CVPC atencionales. El tiempo vendrá cuando la dinastía
trifurcada se una al origen que la gestó. El nahual tetragonal; el perceptor
arrendatario se torcerá de nuevo hasta alcanzar y tocar al que ha dado tres
vueltas. Ir a la cuarta atención es una misión. La fusión del nahual pentagonal
de lugar con las EPSI dará como resultante una EPSI-I modificadora soleidonal.
Doña Rita me interrumpió el hilo de pensamientos reflexivos al preguntarme
si deseaba más tiste calientito, otra toquera o un plato de frijoles de la olla
recién cocidos con queso. Le acerqué el tarro casi vacío. Sacó el líquido
hirviendo con otro tarro de una olla de barro a la que daba vueltas con un
enorme molinillo y lo escanció en el mío. Me volví a sentar en la piedra redonda
y plana en su parte superior, favorita de don Chema. Cuado regresé a su casa
después de haber estado una semana en la cueva, doña Rita me informó que
don Chema se había ido a escardar la milpa y a sachar la tierra como ella lo
puso; así que yo esperaba el ocaso y con él, el regreso de don Chema. Una
docena de vacas sardas pastaban en la cercanía, otras bebían agua en un
riachuelo. El frío aumentaba mi rigidez. Estando en la cueva había perdido toda
noción del tiempo social. Al llegar y decirme doña Rita el día y la fecha
comprendí cuan rezagado andaba respecto a esos humanos menuditos
olvidados por cinco siglos. Hombres cuya rijosidad se había tornado en un
ruego a la vida. Tezcatlipoca y el nahual guerreador ya no rondaban en sus
adentros. Verlos moverse en sus tareas diarias tan rutinarias me recordaba la
servidumbre impuesta por siglos. Esta rutina silogística, cuyo argumento
represión-explotación dedujo la insólita serenidad característica de la actual
comunidad nahua y ese mirar profundo de seres ablandados por la indiferencia
del hombre de razón.
Don Chema abemolaba su discurso y abjuraba de su teogonía, inflaba la
panza a semejanza de los niños llenos de tenias y helmintos, caía de hinojos
santiguándose una y otra vez para terminar tirándose unos pedos hediondos.
Esta pantomima significaba la esclavitud de los aztlanianos a manos de los
europeos.
Don Chema no llegaba y mis ganas de ir a cagar eran muchas. Caminando
me dirigí al matorral a evacuar el vientre y la vejiga. Regresé a la parte trasera
de la casa de doña Rita, una vez que hice del baño, me amoné en una piedra y
continué con el hilo de pensamientos. Los aparatos a la par de sencillos
resultaban muy complejos. La flexibilidad de contracción-expansión se debía a
una especie de valeros concéntricos ensamblados en diartrosis discoidales, los
que al contraerse, aumentaban la extensión y viceversa del movimiento en
diástole inversa. La acción era una inversión de la gravedad. Las fuerzas
gravitacionales se dispersaban y concentraban por debajo. Salían de abajo, no
de arriba. Era una sensación de estar parado de cabeza y sentir que la parte
muscular trataba de dilatarse repelida por fuerzas mecánicas ondulatorias.
Esperé hasta muy entrada la noche y don Chema no llegó. De vez en cuando
sentía la mirada de doña Rita. Ya entrada la madrugada me trepé a la
camionetita Nissan doble cabina y emprendí el regreso de casi cuatro horas a la
costa. Amanecía cuando llegué a una placita donde almorcé frijoles refritos,
tostadas y tiste en leche con corundas. Pensando en la ontología nahualteca
terminé mi desayuno y me disponía a seguir mi camino a la cabecera del
municipio cercano donde laboraba. A punto de levantarme de la mesa se me
acercó una muchacha tapada con un rebozo. Me preguntó que si yo me llamaba
don Danielito. Sonreí al escuchar el nombre, en ese rumbo sólo don Chema
solía decirme Danielito y con el don se escuchaba mas chistoso aún. Le
contesté que efectivamente yo era el señor don Danielito. Sus ojos azabaches
me miraron y bajándose el rebozo de la cara me dejó ver una blanquísima
dentadura al sonreírse, que contrastaba estupendamente con su piel canela. Me
informó que su apá Valente tenía un recadito que darme de parte de don
Chema. Me pedía fuera a verlo. Me levanté y la seguí no sin antes encargarle la
camioneta a la señora de la fonda, un chiquillo me dijo que él me la cuidaba. Le
arrojé una moneda de cinco pesos y le prometí otra a mi regreso. La escuincla
se presentó conmigo mientras andábamos. Dijo llamarse Lita, Lita Flores para
servir a usted. Llegamos a una casa de ladrillo con un portal en el frente y un
gran zaguán por puerta. En un desgastado equipal estaba sentado un señor de
mediana edad. Lita se despidió de mí con otra soberbia sonrisa y casi corriendo
abrió el zaguán y desapareció dentro de la casa. Valente me pidió que jalara
otro equipal y me sentara. Tenía una opípara comida enfrente. Engullía la
comida y masticaba muy aprisa pero bastante cada bocado. Miraba fijamente
tres platones llenos de chacales, pulpo y camarones con sopa de arroz. Toda
esta gente tenía por costumbre comer en absoluto silencio. En su cultura nunca
cabrían las comidas de negocios ni las fiestas privadas de relaciones públicas
tan populares en nuestro mundo. Mi mente era una ebullición de pensamientos.
Su eclecticismo se denotaba hasta en la comida. Las variantes se conjugaban
con la relatividad misma existencial. La categorización y la clasificación
metódica de los valores no existían en su lógica. La matemática pura y los
saltos de pensamiento eran los pilares de su comportamiento. La intuición tenía
prioridad sobre el raciocinio grecolatino con el cual medimos nosotros las
acciones. Su vida era una ecuación y su existencia una operación matemática
para despejar esos misterios. Al concluir de comer, Valente muy cordial y efusivo
se presentó. Me dijo llamarse Valente Flores Cabral, mejor conocido como don
Vale el yerbero. Se ganaba la vida curando con yerbas y con cristales de roca.
Don Chema me había dejado un recado, pero para dármelo teníamos que ir a
otro lugar, puesto que el recado consistía en mirar algo aparte de escucharle.
La fatiga hizo presa de mí. El solo hecho de pensar en tener que caminar o
desandar el camino me inquieto sobremanera. Valente se sonrió y mirándome
fijamente me dijo que como sabía que iba rumbo al municipio vecino, podíamos
aprovechar para darme el recado y de paso darle un aventón ya que iba al
corazón de la tierra caliente a comprar mangos y melones. Su comentario me
alivió, la verdad iba demasiado cansado. A los pocos minutos de haber iniciado
la marcha, Valente me dijo que me fuera a la costa rumbo al estado vecino.
Llegamos a ésta alrededor de las dos de la tarde. Habíamos viajado sin mucha
prisa. Traía una audiocinta del grupo WARA ’S que le encanto a Valente. La
tocamos varias veces. El cansancio y la música me traían modorro. Valente me
indicó un camino vecinal. Dejamos la carretera pavimentada en medio de un
calor apabullante. El camino de terrecería nos condujo a un sitio en la playa
cerrado entre dos acantilados. La playa tendría escasos doscientos metros
entre las dos paredes de roca que caían a plomo en el océano. Nos detuvimos y
Valente se bajó de la camioneta. Avanzó hacia la pared derecha al poniente. Lo
vi sacar algo, después de meter la mano a un costalillo que cargaba en su
hombro derecho. Hasta entonces advertí que era zurdo. Me llamó. Caminé entre
la arena. La incitación de encuerarme y correr a bañarme en el agua salada era
enorme. Al llegar junto a Valente, me dijo que me iba a dar el recado de don
Chema. Me quedé callado esperando. Al no obtener respuesta de mi parte, me
explicó que era yo el que debía solicitarle me diera el recado. De no hacerlo nos
regresaríamos. El se quedaría en la carretera pavimentada y ya estaría olvidado
todo. Dijo que al fin y al cabo no se perdería nada. Hemos esperado todo un
tiempo por un lugar. Esperar no importa ni cambiaba nada, dijo a manera de
comentario. Con esto me obligó a suplicarle que por favor me diera el recado. Y
es que el famoso recado ya me tenía harto. Unicamente deseaba llegar a un
hotel de una bifurcación cercana y dormir un día entero. Valente con ademanes
formales y de cierta forma afectados, me comunicó que en vista de mi decisión
de conocer el recado de don Chema y también por la responsabilidad heredada
pasaría a decírmelo. Con voz solemne y levantando sus manos hacia el sureste
me dijo ceremoniosamente que el recado era un regalo y que dicho regalo
debíamos esperarlo hasta que llegara justamente en ese sitio. Se amonó en la
arena y comenzó a canturrear una canción de la audiocinta que recién
escuchara del grupo Wara ’s titulada “Los caminos de la vida”. A la vez sus
manos jugueteaban con el objeto que acababa de sacar del costalillo. Me quedé
con la boca abierta. Cuando estaba a punto de decirle que se fuera mucho a la
chingada y que ya me iba; un brillo salió de sus manos. Mi cansancio se esfumó
por encanto. Vi un trozo de cristal de roca. Tenía una figura mixtilínea. Creí ver
visiones, por el camino Valente había sacado un guaje lleno de mezcal de
punta. Era como un litro y nos lo bebimos entre sorbo y sorbo pasándonos el
guaje entre uno y otro. De botana me dijo que traía unas plantitas. Sacó un gran
manojo de hongos parecidos al mízcalo de los cuales sólo el comió. Con mucha
parsimonia se levantó y extendió el cuarzo hacia mí. Tómelo don Danielito. Me
dijo en tono formal y llamándome de usted. Don Chema, mi compadre, dijo que
esta roquita le pertenecía a usted. Y ya ve, la hemos guardado desde hace
muchos años, muchísimos años. A mí me la dio mi padre y a él mi abuelo y
ansina lo hemos hecho hasta no recordar quién se la encontró y se la dio
primero a quien. Se sonrió con tristeza. En el paroxismo de mis emociones
avance hacia él. Me detuve a escasos centímetros de sus manos y observé la
piedra. La luz que fluctuaba entre el lila pálido y el rosa subido aumentó su
excitación al acercarme. Me escuché con voz ronca decirle a Valente que era
mía, pero deseaba que él la siguiera cuidado tal como lo habían estado
haciendo sus antepasados. Que en mejores manos y mejores cuidados nunca
podría estar o tener estando en otro lado, me escuché decir. La excitación de la
piedra cesó hasta adquirir un color azulado muy tenue. La roca era de un tono
blanco lechoso. Valente me miró sin comprender. Tomé sus manos y las cerré
en torno al cuarzo. La luz se extinguió por completo. Circunspecto Valente me
miró, de sus ojos castaños rodaron gruesas lágrimas, en silencio saco un
paliacate rojo. Envolvió el cuarzo y lo guardó. Ambos sabíamos que era un ser
inorgánico. No lo deseaba como mi acompañante ni como mi aliado. No me
agradaba la responsabilidad de alimentar mascotas. Mi reverencia hacia la vida
inorgánica era nula. No debía de poseer esa roca, así de fácil y de claro. Le
propuse a Valente irnos. Sin hacerme caso volvió a canturrear la misma
melodía. Yo le daba la espalda al mar. De repente sentí que los cabellos de la
nuca se me erizaban. Giré. Frente a mí estaba un objeto en forma de platos
pegados uno encima del otro. Eran transparentes por completo. Una
transparencia metálica. En su interior se veían varios cubos y esferas de
diferentes tamaños que emitían luz de diferentes colores. Algo se movió en el
extremo izquierdo, el que daba al oriente. Una figura salto al agua. Poco a poco
fue avanzando hacia nosotros. Estaba desnuda. Era una persona del sexo
femenino de un metro sesenta centímetros de estatura más o menos. Su piel
grisácea se veía dura y gruesa. Tenía caderas anchas sin ningún rastro de vello
pubiescente y sus senos algo caídos y más bien pequeños con pezones
negrísimos y erectos. Hombros angostos y su cabeza grande con un maxilar
afilado, sus ojos enormes, oblicuos y negros sin parpados. Boca de ranura y dos
orificios por nariz. Dos pequeñas antenas enrolladas en concavidades a los
lados del cráneo presumiblemente eran sus orejas y oídos. Un halo
fosforescente la rodeaba dando la sensación de ser esta aureola su vestimenta.
Se detuvo a unos tres metros de nosotros. Valente me dijo muy emocionado que
IndianAliztlania, el ser inorgánico, me daba las gracias de esta manera. Que lo
que estaba viendo era un ser inorgánico habitante de las profundidades del mar,
un ser de la segunda atención cuyo planeta estaba hacia tiempo en extinción.
Nos sentamos los tres en la arena al unísono. Vicente sacó una flauta de carrizo
y comenzó a tocar “El cóndor Pasa”. La rayita de nuestra visitante se amplió.
Sonreía. Estuvimos juntos la tarde entera y hasta la madrugada del día
siguiente, cuando se despidió la visitante. Valente me dio algunas
recomendaciones acerca de estas relaciones cuando lo dejé a la espera de un
autobús que lo llevara a su destino en el corazón de la tierra caliente
michoacana en la cuenca del rió Tepalcatepec. Las decisiones de la primera
atención afectan indudablemente a las otras atenciones. Es soberbio tener
conocidos o amigos en la segunda atención y aún en las configuraciones de la
primera atención. Sin embargo, al final todo termina en ese insondable e infinito
ojo negro del águila. Nada escapa de él, excepto los que lo enfrentan y salen
bien librados. Entrar en ese inconmensurable hoyo oscuro para ser torturado y
desintegrado es nuestro sino. Las cargas excesivas nos anclan en las
realidades. Evitar ser pulverizados es el intento máximo de una conciencia.
Entrar en ese remolino y salir íntegro en la tercera atención es el intento
supremo. Nada es comparable con la perpetuación de la conciencia individual.
Andar arrastrando en nuestra existencia seres orgánicos e inorgánicos,
empujados por el morboso placer de sentirnos todo poderosos es fijarnos aún
más con un punto de encaje más amplio a más emanaciones en grande. La
ciencia y la tecnología no nos han salvado del inminente destino final de la
regresión de la energía. El águila espiral es devorada por la serpiente. Ese era
el recado que don Chema me dejó con Valente y lo demás no cuenta. Como la
espera de ver aparecer a don Chema. Eso deseaba. Aunque la vergüenza de
saberme todavía incompleto e incapaz, me hizo superar la necesidad de su
presencia. Entró en mi vida y salió de ella. Al igual que yo, don Chema era de
naturaleza solitaria. Jamás arrastraría aliados, socios o cómplices como él los
nombraba. Su ensueño está en la tercera atención y para volver a verlo, soy yo
el que debe de comparecer en su mundo. A quien seguí viendo fue a Valente.
En repetidas ocasiones le he preguntado por el cuarzo, como él lo llamó.
Siempre me ha contestado que está bien. En una de esas ocasiones le
pregunté si solía usarlo. No me comprendió al principio, hasta que le expliqué si
lo usaba para hacer trabajos de hechicería o magia, fuese blanca o negra. Me
contestó que jamás siquiera lo había pensado, mucho menos intentado. El uso
de esos cristales es muy peligroso, me dijo. La mnemotécnica que usan es
incisiva y brutal. Todo lo que aprenden a hacer, tarde que temprano te lo harán
a ti, por dos cosas, dijo; para liberarse y para alimentarse. Eso sí es criar
cuervos para que te saquen hasta las tripas, me dijo. El cristal que te mostré
está aletargado. Sólo espera un acontecimiento para despertar. Tú lo
despertaste ese día, pero como le dijiste que todavía no terminas de agarrar tu
lugar, se volvió a dormir. ¿Te acuerdas del visitante del mar?, me preguntó. Era
real como tú y yo, pero a mi modo de ver era un ensueño del cristal. Ensoñó un
ser de otro sendero orgánico. Nunca se trasladó un ser de ese mundo. Era un
ensueño generado para tu conocimiento. Con la ayuda del mar lo formó de agua
salada. Pero fíjese, don Daniel, que de cosas extrañas, ese ser sí existe como
tal en las profundidades del mar. El cristalito te enseñó a hacer ciencia pura.
Ciencia cibervirtual, le llamaría yo, porque es el método para ensoñar
realidades colectivas. El ensueño es eso; conjuntar con dos tantos la nada y el
todo. Una porción de energía que va y otra que viene. Una es la luz para
iluminar y poder ver la oscuridad. La otra es la oscuridad que se traga a la luz
en su mismísimo horizonte.
En la región de la Sierra Madre del Sur, en su segmento occidental, a casi
tres mil metros sobre el nivel del mar, el frió calaba hasta los huesos. Desde el
borde de un despeñadero el panorama se antojaba exquisito. Varios arroyos se
veían brillar en la lejanía yendo a unirse a un caudaloso rió, que serpenteando
entre los cerros corría formando rápidos y tumbos. La vegetación verde por las
lluvias dotaba a la sierra de una exuberante belleza. Habíamos ido a las cuevas
de Pom-Arum. De ahí continuamos subiendo las serranías hasta el sitio donde
nos encontrábamos. La vegetación nexpala era rala, en su mayoría arbustos y
árboles medianos. Al iniciar el viaje encontramos cueramos, parotas, higueras,
anonas conocidas como cabezas y palo blanco. Más arriba vi primaveras, palos
maría, capires y nogales. Los mezquites, huizaches, guayacanes, píinzanes,
sauces, palos de brasil y palos verdes, los encontramos en los vallecitos entre
las montañas. No observé ni un solo ébano y muy pocos cascalotes. Los
matorrales de árboles medianos se componían de copal, pochotas, tepehuajes y
papelillos. Los arbustos del matorral se hallaban repletos de acacias y zacates.
La transición entre el clima cálido y frío nos la marcaron los bosques de
encinos. Eran muy variadas las especies de quercus que veíamos, aunque la
gran mayoría de poco tamaño. Don Chema me comentó por el camino que los
bosques de pinos habían sido muy abundantes hasta mediados de los años
setentas. Aquellos bosques densos y oscuros de los que tenía memoria ya no
los veríamos más. Las especies de pinus, principalmente el pinus michoacana,
el pinus pringlei y el pinus marítima estaban siendo desvastados con una
ferocidad perruna. Don Chema nunca le dio importancia al aspecto ecológico.
Decía que las conciencias móviles son emanadas precisamente para arrasar
con todo. Percibe la fuerza, deja a un lado donde se fija, me decía, y veras que
todo es igual. Las formas que estructuran con su intento son prescindibles. Las
podemos configurar cuantas veces queramos. Espero que esto sea una
preocupación menos para ti Danielito, me comentaba. De alguna manera hasta
la fecha me sigue preocupando el tema. Antes por ver y palpar tanta
contaminación y ahora por no ser capaz todavía de concatenar una metodología
que nos permita mover el punto de encaje colectivo. He concluido a últimas
fechas que alguien ya se nos adelantó y precisamente estos cambios
tecnológicos son una manipulación consciente y controlada del punto de encaje
colectivo de la humanidad. Es ya indudable, me decía don Chema, que se
conduce al planeta a una posibilidad diferente a la supervivencia de los capullos
orgánicos móviles. El exterminio del hombre está programado o el movimiento
es para compartir el planeta con alguna otra especie orgánica en ciernes.
El suelo litosol-regosol de las serranías se deslavaba con facilidad con la
lluvia. Todos los arroyos y los ríos corrían con agua terrosa y rojiza. Lo había ido
observando durante todo el trayecto. Don Chema me indicó buscar piedras,
recogerlas y guardarlas en un costalillo que me proporcionó. No me quiso decir
porqué qué o para qué las íbamos a necesitar. Tú júntalas y no preguntes, ya te
diré mas tarde para qué las ocuparemos. Hizo hincapié en sentir las piedras.
Que levantara únicamente aquellas que me hicieran sentir “algo”, me dijo.
Llevaba ya medio costalillo lleno. Al principio no entendí eso de “sentir” las
piedras. A medida que fui recogiéndolas llego un momento de, al verlas,
sentirlas. Llamaba mi atención un color, su forma, su figura, en fin, algo me
gustaba realmente de ellas. Las que más llamaban mi atención eran las rocas
ígneas extrusivas andesitas de tipo vítreo como la obsidiana y la piedra pómez.
Una que otra roca intrusita sienita llamó mi atención, más no así los granitos.
Las más abundantes eran las rocas metamórficas pizarras y filitas. Al llegar
arriba, don Chema se había puesto a clasificar las rocas. Para mi sorpresa don
Chema me mostró varios trozos de oro y plata recogidos por mí. Esa fue una de
muchas ocasiones en que don Chema me mostró vastas áreas de hierro casi
puro a flor de tierra; así como barita, calcita, caliza, tobas riolíticas (canteras), y
según él, existen enormes vetas de uranio y metales radiactivos entre estratos
de oro, talco (yeso) y cobre. También me mostró en nuestras caminatas, en
diferentes partes de la sierra, cavernas de bauxita y calcita con hoyos en su
interior llenos de petróleo crudo. Inclusive en una enorme caverna de unos
quinientos metros cúbicos, pasa un enorme rió de aceité mineral natural
burbujeando debido a las corrientes de aire que han de penetrar por las grietas
en lo alto de las montañas. Esa hondonada era algo espectacular. Un pequeño
manglar en el fondo de una cañada, cerrado por una elevada y escarpada pared
de granito y pizarra. La única entrada era la caverna. Entre las piedras boludas
del fondo se veían escasos árboles, algunas cahuingas, habillos y lenguas de
vaca.
Al medio día don Chema había atrapado un armadillo y por mi parte pesqué
unas chopas y un bagre de tamaño mediano al vadear el río. Don Chema me
pidió juntar ramas secas y leña para hacer una lumbrada, mientras él pelaba y
lavaba los animales cazados. Al estar ocupado siempre tarareaba canciones en
diferentes lenguas y dialectos. Doña Rita me comentó que hablaba más de una
veintena, algunas extintas hacía miles de años. Después de comer, don Chema
comenzó a separar las piedras y rocas que vació de mi costalillo sobre una
servilleta de tela que colocó en el suelo. Hizo siete montoncillos con ellas.
Arrojó uno por el precipicio, después otro y así hasta dejar uno solo. Luego pasó
a revisar las piedras una por una, las que también iba arrojando. Quedaron tres.
La penúltima recibió de su parte un escrutinio mayor. Arrojó las dos restantes y
pasándome la piedra que conservó, me señaló uno de sus costados. La roca
había sido un petroglifo. Era un trozo de turmalina rosa marrón muy rara de
encontrar en esos lugares. Le regresé la roca a don Chema. La lavó con agua y
la secó con la servilleta con mucho cuidado, para enseguida escarbar en la
tierra. En un hoyo no muy profundo depositó la roca envuelta y cuidadosamente
la tapó. Roció con agua la tierra suelta y la apretó suavemente con la mano.
Don Chema me explicó que las piedras son los ensueños más duros y
compactos de los capullos. De hecho, son los cuerpos o formas predilectas del
águila en su forma filamentosa o serpiente alada. Los planetas son inmensas
rocas respecto a nuestro tamaño, cuyas conciencias son orgánicas. Esa piedra
por ejemplo guarda los recuerdos de un capullo. Los antiguos perceptores
depositaban sus recuerdos retrospectivos en piedras. Las que entregaban al
águila a cambio de perpetuarse. Todas las experiencias y acciones tenidas en la
segunda atención, sueños y ensueños, quedaban vibrando alrededor de las
piedras. Existen tipos de rocas muy receptivas. Los perceptores usaban varas
de oro mezcladas con tungsteno (volframio) como transmisores para grabar sus
ensueños en las rocas. Un día serás capas de tocar esas piedras. Si sigues con
disciplina y voluntad inquebrantable las tareas que te he venido dando y las que
te daré. Ese día al tocar las rocas verás todos los eventos gravados en ellas. Tal
y como ahora ves la televisión. Tu cuerpo luminoso se impregnará de la
luminosidad depositada en la roca que estés tocando. Podrás así mismo
absorber la luminosidad de la roca. Esa es una práctica horrenda y detestable
que no te recomiendo. Encontrarás brujos que a eso se dedican
exclusivamente. A la larga se vuelven seres perversos. Es grandioso, sin duda,
el conocer los eventos humanos acontecidos en los ayeres y lo son aún más los
que tuvieron lugar en los albores de la primera atención. Te recomiendo que
tomes esos eventos como si estuvieras leyendo un libro de historia. Los hechos
pasados no sirven más que en el lugar donde se generaron. En todo el planeta
hay rocas grabadas. Nunca tomes su luminosidad. Ese conocimiento es de los
capullos en general. No es propiedad exclusiva de nadie. Muchos vendrán
después que tú y querrán saber del ensueño del águila, me dijo don Chema con
un gesto reflexivo en su cara. Así supe el origen de tantos acontecimientos
históricos que don Chema me relataba acerca de la tierra y de este nuevo
universo denominado por él la primera atención. Me dijo que era hora de
regresar. Me dio algunas tareas consistentes en encontrar piedras, en continuar
con la retrospección de mis ensueños y de grabarlos en esas rocas. Me indicó
que tenía que ir experimentando con distintos tipos de rocas hasta que
encontrara las afines a mi luminosidad. Que éstas eran las más fáciles de
grabar. La compatibilidad de la CVPC era de suma importancia. Al igual que los
nuevos perceptores, debería de dejar mis recuerdos. La esencia de mi ego y los
resguardos fijadores de la primera atención en esas rocas con el objeto de
proporcionarle al águila su realimentación. De esta manera quedaba la señal de
mi luminosidad en la primera atención y el águila me dejaría libre para entrar en
la tercera atención. Ya en el camino me dio otras tareas para encontrar una roca
donde grabar mi punto de encaje colectivo de la primera atención. La serpiente
captaría a mi ego disperso incluyendo a mi punto de encaje alineado con el
punto de encaje de la tierra. La regla obligaba a la serpiente a conjuntarse para
reabsorberme. El lapso que ocupara la serpiente para reagruparme era el lapso
libre que tendría, esa era la verdadera y única libertad concedida y debería de
utilizarla para ingresar a la cuarta atención.
Los ensueños retráctiles requieren ser grabados en rocas del mismo tipo.
Asimismo los ensueños eyectados y los exógenos. Estos últimos son los
fijadores atencionales y los que requieren sin excepción ser “facsímilizados” en
rocas. Comencé la retrospección de mis ensueños. Al principio quise grabar
toda mi actividad onírica a medida que la iba reconstruyendo. Entonces
descubrí el rechazo de las rocas a grabar los sueños. Únicamente absorbían los
ensueños, actos reales, tenidos en la segunda atención. Las mejores
grabaciones han sido las reconstrucciones de ensueños inorgánicos. En cierta
ocasión emprendí una caminata en busca de rocas. Encontré muy pocas y, un
solitario hongo de la especie russula emética. Su sombrero rojo me atrajo. Lo
miré un momento. Estaba agonizando. A mediados de octubre son rarísimos en
esas latitudes. Me senté frente al honguito. Su luminosidad era ya muy opaca.
La corona blanca lechosa a su alrededor era un tenue color blancuzco
transparente. Tomé una postura con las piernas cruzadas sobre mis pantorrillas
al estilo japonés, pero con las posaderas asentadas en el suelo, el tronco erecto
y los hombros hacia atrás. Era la postura favorita que asumía don Chema para
recapacitar o discurrir las enseñanzas que me transmitía. Mi respiración se
estabilizó en mi diafragma y cesó toda mi conversación intrínseca. Conjugué un
ensueño y se lo transmití al hongo. Todo se grabó en él. Su textura cambió y
quedó fosilizado. Parecía un ónix, más del tipo de ágatas por los colores blanco
y rojo jaspeados tan vivos. Su capullo creció. El ensueño que le envié fue un
mitote llevado a cabo con plantas de poder en el Estado de Chihuahua con un
grupo de tarahumaras. El honguito sigue vivo a la fecha. Por alguna razón que
sigo buscando se convirtió en una forma inorgánica con funciones orgánicas.
Así fue como descubrí la técnica de los antiguos perceptores para convertirse
en seres inorgánicos. Vaciaban o grababan sus ensueños, toda su luminosidad
en una planta de poder, especialmente hongos, pues toman formas alargadas
como turmalinas ónix. Otras plantas de poder al fosilizarse parecen amatistas
crisócolas o labradoritas, las cuales son más evidentes a los capullos en la
segunda atención. Muchos perceptores se quedaron varados en la primera
atención. No tuvieron la suficiente energía para mover su punto de encaje a una
gran banda de emanaciones inorgánicas. Muy tarde descubrieron la sencillez
del proceso; irse a una configuración inorgánica con el hongo y sintetizarse allá.
Existen planetas omnicolores repletos de rocas inorgánicas orgánicas.
-Las grandes bandas de emanaciones inorgánicas están estructuradas en
formas esponjosas fofas, de consistencia porosa. Los mundos de la segunda
atención son todos orgánicos –me estaba diciendo don Chema.
-¿Cómo que orgánicos don Chema? ¿No quedamos en que son
inorgánicos?
-La primera atención se compone de formas inorgánicas donde viven las
conciencias orgánicas. La segunda atención se compone de formas orgánicas
donde viven las conciencias inorgánicas –siguió diciendo-. Luego entonces, no
hay primera ni tampoco segunda atención, ni mucho menos tercera atención. Es
más, eso de las grandes bandas de emanaciones son puras chingaderas. Todo
es omnímodo. Acuérdate que somos el ensueño del águila. Esto es, somos el
capullo del águila y su cuerpo también. Somos el resultado de la fijación del
punto donde encaja la percepción del águila. Somos la realidad del águila. Las
alineaciones en grande que alinea el punto de encaje del águila nos emanan. El
verdadero universo pertenece a las águilas –me dijo.
-Pero, y la cuarta atención ¿Qué es?
-Esa peliaguda y furtiva cuarta atención es la visión que el águila tiene de su
realidad cotidiana. El hecho de llegar a atisbar lo que el águila ve, nos convierte
en el doble del águila. En su ser paralelo. Y antes de que me preguntes lo que
es la quinta atención, te lo pasaré al costo. La quinta y última atención es lo que
el doble del águila ensueña. Esa exorealidad es el ensueño del ensueño del
águila. Es la porción de energía preprogramada que entrará al fetón de un
águila al copular con una águila. Lo desconocido para nosotros comienza donde
empieza el águila de las águilas. Ese misterio insondable es el universo
falconiforme. Yo te diría que las cuarenta y ocho grandes bandas de
emanaciones estructurales inorgánicas y orgánicas son en verdad una
inimaginable esfera formada de cuarenta y ocho esferas más pequeñas. Y cada
esfera de estas cuarenta y ocho esferas se componen de cuarenta y ocho
esferas. Y cada una de éstas a su vez de cuarenta y ocho esferitas más. Lo
único que cambia es la perspectiva. La percepción mueve la posición o ángulos
de la nutromente o puestos helicoidales de las esferas, lo que las hace aparecer
segmentadas. No me preguntes por qué cuarenta y ocho. Simplemente ahí y
así se encuentran. Donde estés, verás la extensión con cuarenta y ocho
realidades pentadimensionales; con altitud, amplitud, longitud, virtualidad y
lugar (magnitud y magnés). Por consiguiente, la primera atención son las
alineaciones encajadas que nos permiten percibir los lados de la energía, que
son tres. La segunda atención son las alineaciones afiliadas que nos permiten
percibir las fluctuaciones cibervirtuales de la energía. La tercera atención son
las espirales filiformes que son encajadas; este es el movimiento contráctil de la
energía con el cual retrae su expansión para realimentarse. La cuarta atención
es la totalidad de sus partes, resultantes de la expansión del todo. Y la quinta
atención es el todo estático e inmutable, la inmovilidad omnímoda de lugar.
Ocupa cada lugar de sí misma totalmente contraída, para enseguida expandirse
dimensionándose en partes constantes. Así cuando el rango de percepción se
amplié, habrá una sola atención para dicho observador. Esto de las atenciones
es debido al efecto retráctil de nuestro punto de encaje colectivo. Todo el
capullo se convierte en un punto de encaje del capullo del águila, en otras
palabras, se transforma el observador total en una serpiente activa.
-Lo que tienes que hacer, es no ser como ellos –dijo don Chema-. Al adoptar
las actitudes de los demás, te insertas en su mundo. Si alguien te ofende con
chismes y tú te defiendes, les das la razón, te agotas en tu defensa y ellos ríen
al final. Actuar con reacciones contrarias a las que ellos esperan al ofenderte
dando salidas rápidas y con indiferencia, denotando que te vale madre lo que
digan o incluso a veces aceptando los chismes como bromas, crean el
desencanto en los que te atacan. Estos al no encontrar respuesta terminan por
dejarte en paz. Te liberan finalmente. Ese es el momento justo para salirte del
paradigma social que te rodea y crear el tuyo propio. Es el momento exacto
para cambiar los impulsos emocionales por los designios del espíritu, los cuales
has de seguir sin el temor a perder esto o aquello. La fuerza del espíritu de ahí
en adelante te proveerá de todo cuanto necesites y aún más –terminó de
decirme don Chema.
Años después, el día de mi cumpleaños habiendo sido invitado a la comida
por parte de un matrimonio que formaban dos de mis compañeros; otra
personita compañera también de trabajo me sorprendió diciéndome que por su
cuenta había organizado la cena por ser el día de mi cumpleaños. Dos horas
antes, casi al final de la jornada laboral había recibido una llamada telefónica
donde, de la capital del Estado mi Superior inmediato solicitaba cierta
información extra urgente para el día siguiente. Les informé esto a todos los
trabajadores comensales y en especial a la escuincla que me estaba invitando a
a la cena, disculpándome por no poder asistir. Ante la insistencia de mis
compañeros les dije que asistiría una hora o dos a lo máximo pues pasaría toda
la noche elaborando la información solicitada. Todos me ofrecieron su ayuda y
apoyo. Asistí a la cena llegando un poco tarde. La convivencia estuvo
fenomenal, aún para mí que traía un soberano dolor de cabeza debido a un
fuerte resfriado y una infección en la laringe. Pedí una sangría Señorial al
tiempo o cualquier otro refresco que estuviera tibio. Para cenar sirvieron
pechugas de pollo con enchiladas, las que decidí no comérmelas para evitar el
chile picoso y un mayor malestar en la garganta. Al poco rato solicité un café de
olla; cuando me lo llevaron se estaba retirando alguien con quien iba a trabajar
esa noche en la elaboración de los datos solicitados. Me despedí de una
manera muy parca. Un rato después arribó a la oficina la escuincla que me
había invitado a la cena, quien nos ayudó a tabular la información en la
computadora. Terminamos a las tres de la madrugada de elaborar todo y le
propuse acompañarla caminando a su casa, dado que un vehículo estaba en el
taller y el otro prestado para un trabajo oficial de supervisión en algunas
rancherías. Me contestó muy molesta que por qué quería acompañarla si era mi
costumbre dejarla sola. Se refería a que no la esperé para salir juntos tanto en
la comida como en la cena. Le respondí que lo hacía por la hora que era y
sinceramente temía que le fuera a suceder algo. En el camino a su casa me
reclamó nuevamente lo descortés y poco atento que yo era con ella. Hacía
escasos días que me había reclamado lo mismo. Caminando en la fría
madrugada y doliéndome la cabeza terriblemente, de pronto caí en la cuenca de
la estupidez que acababa de cometer. Le había despreciado y también como un
desprecio debió de haber tomado mi rechazo a cenar y al hecho de no haber
comido ni ingerido nada en la cena. Para colmo, todavía fue a la oficina a
brindarme su apoyo y ayuda, y todo cuanto recibió de mi parte fue descortesía e
indiferencia. Sentí agolparse en mi dura cabezota todo el daño que causaba a
quienes me querían. Comprendí que mi principal defecto, quizás el mayor de
todos era la negativa rotunda a recibir atenciones, halagos y cariño de parte de
quienes me apreciaban. Aún así siempre había esperado que la vida me
brindara las oportunidades para consolidar mi economía y mi vida social.
¿Cómo, la vida, me iba a dar lo que pedía si siempre había vivido con el ¡NO!
en mi bocota? Esa dulce escuincla me amaba y la había herido profundamente.
También comprendí que para mi desgracia, lo que había hecho ese día era
imperdonable. Jamás me lo perdonaría. Y yo, ¿Con qué palabras le podía decir
que finalmente había comprendido el privilegio de ser amado por alguien?
Nunca en mi niñez ni en mi juventud mi familia me obsequió un regalo el día de
mi cumpleaños, sencillamente no era una costumbre familiar. Un año antes
había recibido mi primer regalo de cumpleaños, una playera formal de color
café muy bonita y ese día por segunda ocasión recibí un presente. La verdad
que esas atenciones fueron demasiado para mí y me indigesté mentalmente. En
lugar de agradecérselo públicamente y de haberle demostrado el cariño y el
amor que me inspiraba, de haberla tocado y de… Todo lo que logré fue
ofenderla. Esa madrugada lloré vacío y solo otra vez. Hacía mucho tiempo que
no lograba conmover mi necio y estúpido orgullo. Y como tantas otras
oportunidades que otras veces había desperdiciado, ahora también era ya
demasiado tarde para recuperar lo que ella me había ofrecido: su afecto, su
cariño y su amor. Al menos, por fin había comprendido y aceptado mi gran
defecto de no dejarme querer. La magnitud de mi monstruosidad, de mi maldito
orgullo, no supe que hacer…
No hallaba que hacer ese día. Las tareas eran extenuantes y mi cuerpo las
resentía. El ejercicio con sobrepesos estaba cambiando mi forma física. Sentía
abrirse los hombros, los codos y las rodillas hacia los lados. Me cargaba una
somnolencia tremenda. Me sentía agotado y al mismo tiempo fuerte y completo.
El poder llega entre la fortaleza de la voluntad. Mi chimimina o coraza del
capullo comenzaba a adquirir un lustre ambarino. Cruzar los ojos y verme en un
espejo virtual tal como era compensaba todos mis esfuerzos y trabajos. Todo a
mi alrededor indicaba que estaba entrando a otra fase. Sólo rogaba a nadie en
especial porque esa fuese la fase siguiente y no una de tantas fases paralelas
alternas. A pesar de mis preocupaciones de antemano sabía que en este mundo
nahualítico no hay regreso. La virtualidad es lo que las forma y el lugar es lo
que las contiene y les proporciona las funciones. Necesitaría la humanidad
reconstruir el ensueño de la pentametría y permutar el prefijo geo del griego gé,
que significa tierra, por el prefijó ergon que significa acción; energía, palabra
derivada del griego “en” y “ergon”, para así tener el regreso de la ergonometría
para estudiar la expansión considerada bajo sus cinco dimensiones: línea,
superficie, volumen, prolongación y lugar, con su ergonometría cibervirtual y su
ergonometría de lugar. Un ejemplo de prolongación es el reino fungigí, y
también para estudiar la contracción considerada, desde sus cinco
dimensiones: vibración, luxtracción, radiación, gravitricidad gravitiónica y
vacuidad. A la extensión espiral o expansión de la energía, los perceptores les
llamaron el águila y a la contracción espiral de la energía le denominaron la
serpiente. La espiral se manifiesta en torbellinos secuenciales de partículas de
silencio-luz y luz-silencio. Pensamientos iban y venían…
El conocimiento de la totalidad de uno mismo en su plenitud perceptible, los
perceptores lo grabaron en piedras, en rocas y en figuras de metal. Una visita a
un museo o a una antigua ciudad como Teotihuacan, Tula, Chichén-Itza,
Xinantécatl (según don Chema una ciudad anterior a Teotihuacan, aún cubierta,
cuya tradición se desvió a la actual ciudad de Toluca) en los Estados Unidos
Mexicanos o como Tiahuanaco en Bolivia, es extremadamente peligrosa puesto
que nos fijan aún mas el punto de encaje del capullo en la primera atención.
Todas fueron grabadas con un mecanismo obturador que desvía la atención de
las imágenes prolongadas grabadas en la magnetud de la piedra. Cuando los
capullos humanos resuman las antipartículas que generan la gravitación
(gravitrón, gravitión, gravitón,
gravitrino, gravitidión, y el gravitadum) y
conozcan como medir la gravitancia de la gravitricidad, la consistencia de las
antipartículas básicas (el gravitiógeno, el gravitio y el gravitadión) que equilibran
el estado gravitario del magnecosmos y liberan las fuerzas expansivas y
contráctiles de las fuerzas consubtanciales y antimónicas, abrirán las puertas de
la percepción total y podrán volar en la materia, en la antimateria y en la
energía. La cuestión ergoneclíptica es la de prolongar la materia en su estado
de expansión y prolongar la luz en su estado de contracción. Así la energía
sería igual a la materia por la velocidad de la luz al cuadrado por la virtualidad
electromagnética de la materia, sobre la condicional energonométrica del lugar
que ocupa la materia en el horizonte de los rayos luminosos. Asimismo, la
energía es igual a la velocidad de la luz elevada a menos dos entre la materia
por la radiación de la luz entre la vibración de la materia elevada a la menos
seis sobre la luxtracción retráctil de la luz entre la constante de la gravitacidad
igual a la retracción de la luz elevada a la décima potencia por la constante de
la atracción del vórtice del peso y masa de la energía equilibrada entre la
luz/antipartículas retroexpandidas por la densidad acumulada de la materia.
Un viento suave y helado movía suavemente las miles y miles de flores
amapolas amarillas que crecían silvestres cubriendo las laderas de los cerros
cercanos. Un sinfín de mariposas rojas también ondulaban al compás del viento.
En las partes altas de las montañas, gruesos cúmulos de neblina se movían
aprisa, abriendo y cerrando los picos de los cerros. Media hora después de las
explicaciones de don Chema, aún anotaba sus palabras. Muchas cosas no
comprendí y me resultaron confusas. Don Chema me tranquilizó cuando me dijo
que todo ese conocimiento estaba en las cuevas y que posiblemente algún día
tuviera acceso a él. Siempre y cuando pudiera encender y tocar las grabaciones
amontonadas en las paredes de las cuevas. Los dibujos te dicen algo, pero la
información real está en los puntos de encaje de la roca. Si cumples con las
tareas, repuso, te enseñarás a leer por segunda vez y dejarás de ser un
analfabestia capullar. Con la mirada perdida en el infinito, don chema volvió a
guardar silencio. Tomó un poncho, lo dobló y lo acomodó a manera de
almohada en el suelo húmedo. Se envolvió en su zarape y se acostó hecho
bola. Lo miré. Esa cosa ahí roncando… No encontré palabras. Un abundante
llanto corrió por mis cachetes. Las lágrimas enfriaron más mi cara y comencé a
sudar. Sentado a horcajadas sobre una piedra me quedé dormido. Lo último que
recuerdo fue la neblina cerrándose sobre nosotros y el agradable olor que
despedían las dalias en el entorno. El sopor me fue ganando. La conmoción
recibida era incontrolable y me hacía despertar de cuando en cuando. Tal
magnificencia universal contra la humildad pura y simple de aquel hombre que
hubiera podido ser y tenerlo todo en nuestro mundo. Ese mundo de importancia
y ofensas que él respetaba mucho. Tanto respeto le tengo, me decía, que mejor
lo dejo tranquilo. Es tan fuerte que si me meto con él, a lo mejor me muerde y
me contagia la rabia que lo aqueja. Mírate tu Danielito, día y noche traes el
hocico lleno de espuma, y se reía.
Unos días antes de la semana mayor llegué temprano a la casa de doña
Rita. Por lo general ahí encontraba a don Chema o la señora me informaba
donde encontrarlo. Estaban almorzando. Después de saludarlas a ella y a sus
sobrinas, me dijeron que don Chema llegaría a eso del medio día de un viaje de
negocios al Estado vecino. Una de las chamacas me arrimó un platón con
abundante capirotada recalentada. La noche anterior habían merendado eso
con atole de masa. Otra de las niñas me trajo un tarro de atole de tamarindo
humeante y aromático. Mientras almorzaba escuché el sonido de los cencerros
que anunciaban el regreso de las reses de pastorear. Toño, el caporal de don
Chema se oía arrearlas con fuertes exclamaciones de ¡Fuera vaca! Algo les
gritó Toño a las escuinclas que soltaron la carcajada. La chacota que
comenzaron se compuso de palabrotas y dos o tres chistes colorados que Toño
se detuvo a contarles. Parecían chachalacas de tanto reírse. Un rato después
las llamé para comentarles que les había llevado algunas chácharas. Les había
comprado un reboso, una chalina, una mochila y un paquete de ates morelianos
para cada una. Para doña Rita llevaba un par de chancletas modernas, un
suéter y dos cajas llenas de tablillas de chocolate Moctezuma, una marca de
excelente chocolate que fabrican en la capital mundial del aguacate: Uruapan,
una ciudad enclavada en la parte media de Michoacán. A eso de las once de la
mañana me encontraba muy a gusto sentado en una silla de tijera cuando
Copal, una de las chiquillas comenzó a gritar ¡Ahí viene el Chaneque! Doña Rita
le mandó callarse. Era don Chema el que venía llegando. Traía un portafolio
muy elegante marca Samsonite colgado al hombro. Se me hizo muy original
este gesto. Don Chema era la triste alegría. Su semblante alegre y jovial. Sus
ojos melancólicos e indiferentes. Me comentó que regresaba de un pesado viaje
de negocios de compra-venta de ganado. Ya dentro de la casa me ofreció un
vasito de mezcal de punta. Dijo que estaba buenísimo. Échate un chisguete. Se
te limpia el gaznate con esta chingadera. De verdad que está bueno. Me quedé
saboreando el agave. Don Chema ya me tenía acostumbrado a dos tipos de
comportamiento; uno cuando estábamamos solos o con los otros y su conducta
normal de la gente de campo, de hombre adinerado y muy macho. Ya aseado,
salió para decirme que me preparara para irnos al cerro anocheciendo. A eso de
las ocho de la noche llegó a caballo. Me llamó. Con señas me indicó que me
trepara a un macho que llevaba jalando. Salimos del poblado. En las afueras
Vicente y dos mujeres de edad madura montadas en sendas mulas nos
esperaban. Iniciamos la marcha bajo un cielo estrellado y claro; en cuarto
menguante la luna brillaba y alumbraba todavía bastante. En el camino nos
cruzamos con algunas liebres, zorrillos, tlacuaches y con un par de venados
cola blanca. Los cocomixtles se escuchaban en las ramas a nuestro paso. En un
recodo del camino nos esperaba un señor ya maduro, de unos cincuenta y
tantos años de edad, montado en un macho. Atravesado en el juste vi un pecarí
adulto muerto. Goteaba sangre por el hocico. Parecía que lo acababa de cazar.
Don Chema comentó vagamente que ya teníamos la cena. Solo falta
ganárnosla, dijo. Continuamos en silencio. Llegamos pasada la media noche a
la cima de un cerro. A lo lejos se veía lo más alto de la sierra cubierta de neblina
y nubosidad. Noté que se detenía. Yo iba cerrando la marcha. Se bajaron de las
bestias. El señor del pecarí lo entregó a las dos mujeres y éstas se perdieron en
la oscuridad. Una vez acomodados los bastimentos y algunos tiliches que
llevábamos nos sentamos los cuatro en círculo. Los tres platicaron de cosas
triviales, mientras yo permanecía callado, hasta que regresaron las dos mujeres.
Habían pelado y limpiado al animal. Amarraron tres palos en forma de trípode y
lo colgaron. Vinieron a nosotros y se sentaron cerrando el círculo. Don Chema
me pidió que entonara las siete combinaciones de sonidos aprendidas en South
Royalton Vermont, un pueblito de los Estados Unidos. Sin mucho preámbulo,
carraspeé media docena de veces y comencé. Al terminar de entonar la estrofa
completa noté un silencio total. Don Chema nos dijo que los sonidos y los ruidos
seguían ahí y que ya no los escuchábamos debido a una membrana que se
había generado a nuestro alrededor. Que habíamos quedado adentro de una
cápsula por así decirlo. Seguidamente pronunció un sonido. Era la señal de que
continuara. Entoné nuevamente la estrofa de notas musicales. Varios puntos de
luz aparecieron en la periferia, los cuales fueron aumentando en proporción
directa a mi cántico. Hubo un momento en que todo estaba lleno de puntos de
luz. Pensé de que de alguna forma los sonidos estaban atrayendo cientos de
miles de luciérnagas. En eso pensaba, al decirme don Chema que repitiera el
primer conjunto de notas sin detenerme. Al repetirlo varias veces vi como
muchas lucecitas se iban agrupando para formar un punto más grande de luz.
Noté entonces que las luces eran de diferente color. Las de un color específico
se unían, las demás no. A medida que la luz se ensanchaba con la llegada de
más lucecitas, don Chema nos dijo que cada mundo tiene un color básico. La
vibración del lugar colectivo que ocupa cada configuración orgánica es
cromática. El color nos indica el universo del que se trata y sus tonos los
lugares en que se fijan. Don Chema se calló. La circunferencia que se formó de
luces medía bien los tres metros de diámetro. Vi que algo la opacó. Una figura
humana apareció; primero la vi como una silueta detrás de una cortina de baño,
después se fue aclarando hasta que salió completamente. Debí estar con la
boca abierta, porque don Chema me gritó ¡Ahora entona el segundo renglón!
Por favor cierra el hocico, no ves que los machos la traen bien parada y te la
pueden meter hasta la garganta. Cerré de inmediato la boca y una rabia sorda
me invadió. De repente me escuché canturreando el segundo renglón. Me miré
sorprendido. Yo me miraba a mí que parado en la mitad del círculo reverberaba
con mi garganta los sonidos. Comencé a tocarme los costados y la cara. De
pronto sentí que volteaba. Yo, de pie, volteé y me miré. Yo, sentado, me observé
mirarme con unos ojos que parecían lagunas brillantes en una noche de luna
llena. De nuevo, luces de otro color homogéneo se arremolinaban y formaban
otra esfera de luz. Don Chema me dijo a mí sentado, que cantara al unísono con
yo de pie. Canta, pendejo, canta, no ves que te estás jugando la vida. Ronroneé
lo más fuerte que pude. Sentí marearme. Me vi ponerme de pie y avanzar hacia
yo mismo en el centro del mitote. Trastabillé y al recobrar el sentido del
equilibrio era uno solo. Más no era yo, aún siéndolo. Me movía en un cuerpo
que no era el mío y que sin embargo lo palpé como el más mío de toda mi vida.
Una segunda forma humanoide salió por el segundo plano circular. El fenómeno
continuó hasta haber siete siete figuras humanoides alrededor nuestro. Las
luces se desvanecieron y quedó la noche clara. Don Chema nos dijo que las
siete gentes recién llegadas eran perceptores extraviados en la segunda
atención, en las configuraciones de la gran banda de emanaciones inorgánicas
más próxima a nosotros. Don Chema siguió diciendo que el pago por
regresarlos a nuestra configuración iba a ser el conocimiento del movimiento del
punto de encaje. Nosotros teníamos la fuerza y ellos sabían como aumentar y
disminuir la CVPC. Los recién llegados se sentaron junto a nosotros
compactando el círculo. Con una voz ronca y rasposa la forma frente a mí nos
dijo que cada uno de ellos nos llevaría al lugar donde habían sobrevivido
durante miles de años. Serían nuestros asistentes para atisbar otros mundos.
Reconstruir nuestros ensueños es fijarlos nuevamente para su retrospección.
Después hay que moverlos. Lo primero es como una imagen fija. Lo segundo es
una animación de imágenes. Se mueven al fijar nuestra atención en ellas. La
proyección de imágenes es atisbada, fisgoneada. Observar nuestros ensueños
es un arte: el arte del atisbo o el arte de la expansión y contracción de la CVPC.
Somos pseudoEPSI-I. Nuestro regreso podría garantizarnos una entrada a la
tercera atención. Buscaremos linajes que nos acepten como sus propios. Su
tono de voz tenía un acento muy raro y denotaba una gran tristeza y humildad.
Los siete movieron sus manos y brazos en semicírculos. Un chorro de luz
verdosa esperanza empezó a salir del centro del círculo; brotaba de la tierra
hacia ellos cubriéndolos de verde. Todo se volvió verdeesmeralda de pronto y
me sentí dando vueltas dentro de un gran remolino glauco cristalino.
Los perceptores verdes como les llamamos, usaban cristales para expandir o
contraer la CVPC. Nunca nadie siquiera me lo comentó, pero sospeché siempre
que eran aliados inorgánicos. Los excitaban dándoles porciones de luz
(gravitones) y los usaban como guías para sondear realidades alternas. Me
pareció una especie de esclavitud. En su partida definitiva uno de ellos me
regalaba un cristal aceitunado. Me causó nauseas al tocarlo y lo rechacé
terminantemente. Para ese entonces ya me había deshecho de un par de ellos.
No quería arrastrar con nada… ni con nadie. Don Chema me echó una mirada
de desaprobación. Sin embargo, mi decisión fue tajante. Tiempo después de su
partida, don Chema me comentó que los cristales que los perceptores verdes
traían consigo eran ellos. Sus verdaderos cuerpos eran los cristales y las
formas humanoides de ojos glaucos eran meramente proyecciones.
-El brujo más poderoso de ellos te confiaba su cuerpo, su existencia misma y
no lo aceptaste. El hubiera hecho cualquier cosa por ti. Su precio era que lo
llevaras contigo a la tercera atención. Ya ves, todo el poder que maneja no le
alcanza para ingresar ahí y tú entras y sales a placer, en fin, un regalo así no se
desprecia. Ya no te puedo decir nada. Los designios del poder son tan
misteriosos. Lo que realmente cuenta es tu desprendimiento. Sólo cuida que
sea eso. No vaya a ser egoísmo disfrazado de generosidad –finalizó
diciéndome don Chema.
El orden natural está reglamentado por el águila. El ensueño del águila está
sistematizado y seriado. La regla de la serpiente es la definición del ensueño
total. El conocimiento cibernético del interior de la caja negra de esta regla les
ha permitido a ciertos capullos de nuestra configuración clonar sus cuerpos
luminosos. De esta forma sus cuerpos son reactivados una y otra vez. Al morir
manipulan su ser paralelo y continúan existiendo en los mismos diferentes
cuerpos. Sin embargo, esta clonación luminosa tiene su límite y mueren
definitivamente. Las atenciones perceptibles o realidades son superposiciones
de haces gravitionicos causales de las interferencias relativas causantes de
relieves ergonópticos holográficos proyectados inversamente a las
retroproyecciones de luz retráctil o partículas magnetudizadas. Es tan obvia la
existencia del espacio ecuable superpuesto, como obvio es el lugar de las
superposiciones. Es un libro único al cual le pasan las hojas. Cada hoja es un
espacio. Sus dos páginas son las superposiciones. El lapso entre una y otra es
el tiempo. Por lo tanto el tiempo es la gravitacidad de la materia, contrario a la
distancia de ésta. La distancia no existe. Existe el lugar que cada gravitrón
repulsa en su expansión y pulsa en su contracción hacia la luz superpuesta o
gravitadum. Los espasmos viperinos del gravitrón contraen al gravitión,
generando contra-núcleos espirales superpuestos. Los gravitrinos expelen y
atraen la energomeataeria; sale de un vórtice sinusoidal para entrar en otro, de
donde saldrá a otro relieve. Sucesión hiperfocal elíptica de la serpiente
confinada al águila. La expansión es ascendente diametral y la contracción es
descendente radial en relación al núcleo entre su masa potencial. El peso es la
concentración de las antipartículas atencionales hiperboloides. La antiCVPC por
la magnetud del lugar que ocupaba y acaba de despejar: E=m2g-3. Donde g es
la magnetud gravitrónica del lugar/EPSI/CVPC. El protoespacio, el interespacio,
el ciberespacio, el hiperespacio, fotoespacio, magnespacio, retroespacio,
antiespacio y superespacio. Intervalos de la configuración de emanaciones
antropomorfas. El estado absoluto de la materia radica entre cada estado de
ésta y es de lugar. La energía se conjuga a la gravitidad del lugar al cuadrado al
cubo, a menos dos y a menos tres por la ecuación de la materia magnetudizada.
Los perceptores le llamaron el águila para el entendimiento de los profanos.
Entre ellos la conocieron como CORERGÓN (el corazón de la energía de donde
todo fluye y a donde todo refluye). A los enlatidos y a la fortipulsación
generadores del enlatir y del fortipulsar del corergón le llamaron la serpiente y
al control de este reflujo lo denominaron capullos o conciencias (EPSI) y a las
partes catalizadoras de la fijación de la energía las conocieron como ensueños.
Los toltecas no fueron una cultura, según don Chema. Fueron el origen y la
fuente de muchas culturas. Tolteca era sinónimo de científico. Su verdadero
nombre fue el de nahualtecas. El nahual de tres puntas está incierto. A la fecha
no ha querido o no ha podido otorgar el pleno conocimiento de como percibir
energía. Es la radical del problema hipotético-existencial. Esta metodología la
estructuraron los toltecas a la que llamaron el punto de encaje y sus
derivaciones. La principal de las cuales es controlarlo conscientemente. La
gravitecnia la interpretarían los perceptores de la quinta atención. El
conocimiento del corergón; entrar y salir, el contraerse y el expandirse. El
control de la CVPC por la EPSI y la posibilidad de autogenerarse en una EPSI-I.
El linaje áureo de cuatro puntas regeneró el linaje amatista de tres puntas. El
conocimiento vertido hasta ahora ha sido incompleto. La prohibición de abrir la
médula del toltecachtl. El temor a caer en el abismo de la metafísica o peor aún
en lo paranormal pudo evitar que hablara de lo otro. Su entrada antropológica le
dio visos de ciencia. La decisión de incursionar en la magia, brujería o
hechicería siguió siendo estructural. La pseudociencia no apareció jamás. Hoy
abatido entre su inminente partida, el no reconocimiento científico de sus
relatos, la carencia de un grupo extensivo y la falta de un sistema probado y
aprobado para “ver”, lo ha llevado a tensar y a aflojar los parámetros
atencionales, aterrizando en un Tai Chi a manera de tensión dinámica de
Ángelo Siciliano (Charles Atlas), arrepujado en un Zen desdoctrinado cuando su
legado es lo más grandioso y maravilloso que le pudo ocurrir a la humanidad. El
aspecto físico es vital para transitar por el complejo universal de la energía. Y
todo lo que llamaron ciencia se convirtió en un mito… si el linaje que lo generó
no abarcó las postrimerías de la cuarta atención o de la quinta; la segunda
atención es más que suficiente para nuestro actual estado de cosas. El maestro
de la segunda atención es el nahual de tres puntas. Ese es su lugar. ¿Querrá
alcanzar la tercera atención sin contar con el vehículo apropiado? ¿No acepta
una existencia inorgánica u orgánica en la gran banda de emanaciones
inorgánicas cercana a las latitudes de nuestra gran banda? ¿Recordará a
tiempo que las zafirinas no son eternas?
Tres son las cosas que la humanidad requiere hoy según los perceptores:
saber mover o proyectar suproyectar su punto de encaje (CVPC), mínimo el
colectivo; contactar orgánicos e inorgánicos para conocer su estado real y;
reconstruir la cosmogonía perceptible del águila o corergón. La búsqueda del
punto de encaje artificial o el gravitial
degravitial de los nahualtecas
quenahualtecas es considerado en el argot orgánico propiedad de los
luztlanianos. Los capullos humanos juegan el papel de estorbo. Somos sus
moscas, sus cucarachas y sus ratas. Al cruzarnos en su camino nos aplastan.
La decisión testamentaria…ábrela. Quizás encuentres que tu misión ni siquiera
ha comenzado. El temor y el egoísmo son parte fundamental del ego, aún en la
tercera atención.
La lluvia seguía cayendo. Me encontraba agazapado en la entrada de la
cueva. Saqué la mecha que don Chema había dejado escondida entre unos
arbustos. Me aseguré de que estuviera seca. Hacía más de un año que la
había colocado. Lo hizo solo, por su cuenta. Después, en una ocasión en que
visitamos la cueva me lo dijo y también me pidió que al salir la sellara. No podía
hacerlo en el primer momento, pero la conclusión final de don Chema me
obligaba a hacerlo. Los capullos de Hexápoda perdieron de nuevo, me dijo.
Algún día el águila lo volverá a intentar. Esperemos que no sea tarde. Se quedó
pensativo un largo rato. Después continúo diciéndome que no me preocupara.
El hecho de ser parte del águila es irreversible, comentó. ¿Qué cabrones
importa si somos parte de una o de otra.? El nombre es lo de menos. A lo mejor
ese pedo es de otra dimensión. Uno que de tan grande ni lo podemos oler. Su
alegría me hizo sonreír. Me miró un momento. Sentí mi cuerpo pesado y
vacilante. Daniel, no te derriengues, me dijo, y tampoco me envidies. A donde
voy está más de la chingada que este pinche mundo donde probablemente
perecerás. Este negocito es como las mujeres, continuó aprensivo, una vez que
te cogen, dejan de llamarte la atención. Somos de verdad los mas güeyes y
tarugos de todos los bípedos culeros que pulsan en el águila, y vaya si lo
somos. Simplemente nos tocó existir en el fundillo del águila, Danielito. Don
Chema comenzó a llorar. Me le quedé viendo. Chilló como una vieja. Daniel, dijo
con voz entrecortada. Chillaré otro rato más, hasta que me ardan los ojos y se
me salgan los mocos por la nariz. Allá a donde me dirijo no puede uno chillar y
lo que es peor no puede uno coger ¡Que chingados!
Así se despidió don Chema. Cada cual seguía su destino. No podíamos ni
siquiera imaginar el volver a vernos en la primera atención; han pasado años.
Atormentado y sintiéndome culpable por haber abandonado todo lo que don
Chema me legó. Así es como he vivido. Arrastrando el doloroso recuerdo y la
fatiga permanente de una carga demasiado pesada para mi esqueleto.
Miré nuevamente el pequeño vallecito de copales y encinos. Se escuchaban
los pajarillos trinar por doquier y la lluvia caer. Encendí un cerillo y lo arrimé a la
mecha. Corrí despavorido. El estruendo me ensordeció. Tomé mis tiliches y
seguí corriendo ladera abajo. Todavía me quedaba otra mecha que encender en
el cerro de Tepalcate-Petl y lo incomprensible por comprender. Cualquier cosa
que se dijera no cabía en esa inimaginable e inalcanzable vastedad de lo que
como capullos no podemos conocer… el abismo insondable de Cero.
EPÍLOGO
De las tareas encomendadas que debía hacer, le informé a don Chema de
una considerada la más importante. Hacía dos meses y días del último
acontecimiento de esa naturaleza. Una certeza absoluta y la pérdida de esa
necesidad me llevaron a considerarla rebasada y concluida. Otro suceso
largamente esperado se dio de manera tan natural, reafirmando la actividad
“normal” y cotidiana, de que ésta necesidad había desaparecido. Unos días
después recibí un obsequio: “Cuando vuelva a usarla querrá decir que todo
volverá”. Finalmente mi trabajo profano me llevó al lugar adecuado también por
mucho tiempo esperado. Le comenté a don Chema de estos cuatro
acontecimientos. Después de los cuales esperé con ansia un acontecimiento
específico. Creí que el ahorro de energía de estas actividades olvidadas
traerían consigo la salida de mi doble, de mi cuerpo de ensueño o energético.
Especialmente sentí un jalón. El alejarme de ese lugar por un par de semanas
me hizo sentir vacío. Un vació tan grande que si lograba llenarlo, lograría mi
objetivo. Sin embargo, nada sucedió. Una tras otras se dieron las señales y
nada paso.
Después de escucharme, don Chema me dijo que la naturaleza humana
espera que se dé tal o cual cosa como ésta las entiende. El hombre anda
buscando vida en otros planetas igualita a la suya; orgánica y dependiente del
agua, cuando el agua es una de las más primitivas y pobres formas de sustentar
la vida consciente. La conciencia está dispersa en todas partes y en todas las
formas imaginables e inimaginables. Así tú me dices que nada ha pasado
cuando eso es precisamente lo que está sucediendo… nada. De la nada todo
viene, todo sale. Y tú ¡Caray! Me estás diciendo que no tienes nada, repleto de
nada es estar repleto de todo. Deja y permite la conversión natural de tu
naturaleza blanda a tu naturaleza dura y viceversa. Si tu doble sale o no sale
¡Pos que carajos! Ese es su pedo. El tuyo es no permitir que se vayan quienes
ya son parte de tu grupo. Si la quieres retener a esas personas
impresionándolas con tu doble, pues hazlo y ya. Deja las condolencias para otra
ocasión. Ya les tocó y si deciden seguirte, pobres de veras. Estar contigo es un
martirio, requieres todo y ofreces nada. Dile a tu pinche doble que salga y deje
de hacerse el difícil. Es otro pinche mono primate igual que tú. No tiene nada de
especial el hijo de la chingada. Exígele al muy cabrón que salga a espantar a
esa gente. Que las haga cagarse en los calzones. Si después te siguen, ya
chingaste, si no, pues búscate otras sin lastres.
Don José María Míireles, era un nahua mexicano, oriundo de las sierras
costeras del occidente del Estado de Michoacán, bañadas por el océano
Pacífico. Una región olvidada y marginada en extremo, aunque quizá por esto
su lengua, el náhuatl, sea posiblemente la más pura y clásica de los pueblos
nahuas o Uto-Aztecas que habitan en el país. Don Chema, como era conocido
don José María Míireles, era un típico nahua. Paciente con los mestizos y con
los criollos. Esperaba como todos la venida de mejores tiempos para su raza.
Debajo de esa careta, le importaban un comino los sucesos del poder social y
administrativo; decía que la intriga, la hipocresía, el engaño y la confrontación
socioeconómica por la hegemonía regional, nacional e internacional siempre
habían existido, aún antes de los bípedos y que seguiría así largos eones
después de que éstos desaparecieran. Es la enfermedad del águila llamada
Luztlán. Don Chema nunca culpaba al Gobierno, ni a los hombres mismos, para
él estaba claro el conflicto, y éste tenía su origen en otro “lugar”.
Las creencias cosmológicas de los nahuas-poréh eran muy sencillas; una
fuerza creadora/destructora llamada el águila. Porciones de sí misma
conscientes de su entorno cuyas funciones realimentan a dicha fuerza y un don
para estas conciencias de perpetuarse estructuralmente a fin de garantizar el
flujo y reflujo de más conciencias. En Hexápoda, particularmente, se
desarrollaron y evolucionaron conciencias luminosas, en su mayoría seres
inorgánicos sombras y una minoría de inorgánicos receptores. Así que la etapa
destructora es inevitable, unos luchan por aumentar la oscuridad y los segundos
la luminosidad. Por esto, parte de los seres luminosos se organizaron en grupos
o linajes, los que ingresan a ciertas estructuras energéticas. Ahí están
generando otra Hexápoda, aunque ciento dos veces mayor que la nuestra. El
conocimiento para llevar esto a cabo lo organizaron en liderazgos energéticos
llamados nahuales. El nahual Tonatl es el espíritu de la tierra y el nahual Peñotl
es el espíritu de Hexápoda, la nueva tierra en la tercera atención. El acuerdo es
trasladar al nahual Tonatl a Hexápoda. Al hacerlo el planeta tierra quedará
estéril. La serpiente, fuerza vital del águila se separará de la tierra para ingresar
como el cuerpo proyectil de Hexápoda. La tierra quedara inerte; sin organismos.
Entonces será ocupada por los seres sombras en su totalidad, hasta llegar a ser
el planeta negro del sistema solar.
Don Chema no me quiso decir si un águila se refiere a un sistema solar, a
una galaxia o a todo un universo. Se concretó a decirme que los mundos
existen al ser alineados por el punto de encaje y que no importaba donde se
encontraran. Si alineamos el lugar que ocupan, decía, ahí estaremos y ahí los
veremos. En otra ocasión le pregunté si era posible mover el punto de encaje
usando la tecnología a través de un artefacto o artilugio. Claro que sí, me
contestó enseguida, ¿Qué no usas una máquina biológica para moverte? En el
universo todo es una máquina… a toda máquina, me dijo y se rió.
Es indudable que las creencias nahuas, al igual que las de muchísimas
culturas, se relacionan con las creencias occidentales y todas ellas entre si.
Algo creíble y palpable debió de existir para crear esas coincidencias y
paradigmas culturales. Más allá del mito y la leyenda es indudable que existió
algo tangible que con el tiempo se oculto y que sin embargo, a la fecha sigue
activo.
Para don Chema y su linaje el tiempo lineal no existe, por consecuencia las
paradojas de desplazarse al “pasado” o al “futuro” tampoco existen. Ellos creen
que si alguien movió su punto de encaje, de antemano ya estaba determinado y
los hechos fijados en el “lugar” donde acontecieron conllevan todas las
consecuencias de dicho movimiento. Abrir líneas ampliando, aumentando,
disminuyendo o reduciendo estructuras es parte del cotidiano latido del águila.
Hace poco, a mediados de la época de lluvias del noventa y ocho, recibí un
recado de doña Rita. Un fin de semana acudí a verla. Llegué a la hora de la
merienda. Al llegar me invadió un agradable olor a tortillas recién hechas. Al
entrar saludé a todos y vi a Coyul echando tortillas en el comal. Doña Rita me
abrazó efusivamente y me dijo que le daba muchísimo gusto verme. Me entregó
un paquete de regalo. Era un hermoso gabán tejido a mano. Le agradecí su
gesto. Sacó un costal, el que reconocí de inmediato. En el tenía yo mis
pertenencias personales: mi bule, un guaje, un balero con el que me divertía
esperando a don Chema cuando él desandaba las veredas, un jarrito para el
chocolate… Gruesas lágrimas rodaron por mis mejillas al comprender que era
nuevamente aceptado por ese extraño mundo de ensueños y energía. Te traen
de la gamarra ¿Verdad? Me dijo doña Rita. No te preocupes y aprovecha a esos
repinchescabrones tiranitititos de la educación. La miré. Me contestó que las
palabras son iguales en todos los linajes. Todos hablan sandeces que a veces
ni ellos entienden ¿Entiendes? Me dijo, ofreciéndome un jarro de espumante
chocolate marca Moctezuma, del de Uruapan decía don Chema. Había
guardado una tablilla para…
------------------------------------------------------Daniel me contó toda su vida prácticamente. Lo conocí de manera fortuita,
en un curso que tomamos juntos, convocados por nuestras respectivas
instituciones educativas para las que laborábamos. De ahí en adelante nos
frecuentamos, naciendo una gran amistad basada en algunas posibilidades
humanas que compartíamos, y en las cuales creíamos también. Ahora, a fínales
del año de mil novecientos noventa y ocho nos reuníamos en la costa nahua
michoacana. Después de comer y bebernos unas cervezas oscuras marca Indio
se puso de pie. Me dijo que quizá nunca más nos volveríamos a ver y comenzó
a caminar hacia la playa. Traté de decirle algo, pero lo sorpresivo de su acción
no me lo permitió. Cuando quise hacerlo, vi que volteó y meneando la mano
izquierda me dijo adiós. De pronto, en un parpadeo se esfumó. Incrédulo corrí a
buscarlo. Me senté, azorado y sorprendido, en la arena de la playa. No podía
creerlo. Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo y comencé a temblar
incontrolablemente. Nunca antes, aparte de sus comentarios y relatos, me había
dejado ser testigo de sus actos de atención. Recordé la vez que me contó como
don Vicente se había esfumado de soslayo cuando lo dejó. Por primera vez caí
en la cuenta de que había estado tomando sus historias como algo natural pero
sin creerlas realmente. Mi cuerpo comenzó a sudar. Me sentí prendido en
calentura y seguí temblando. Me incorporé como pude y comencé a caminar
hacia el vehículo Nissán que llevaba. Espantado como nunca y volteando para
todos lados, lo único que deseaba era abandonar ese lugar cuanto antes.
El nahual de cinco puntas, de Domingo Delgado Solórzano, se terminó de
imprimir en febrero de 2004 en Morevallado Editores, Tlalpujahua 445, Col.
Felícitas del Río, Morelia, Michoacán, EUM, C.P. 58030, con un tiraje de 300
ejemplares. Estuvo al cuidado de la edición el autor.
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