Subido por Alex Lopez mamani

ESCUELA totorani

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Lección 5 para el 29 de abril de 2023
“Decía a gran voz: ‘¡Teman a
Dios y denle gloria, porque
ha llegado la hora de su
juicio! Y adoren al que hizo
el Cielo y la Tierra, el mar
y las fuentes de las aguas’ ”
(Apocalipsis 14:7)
El ángel que lleva consigo el evangelio eterno, y nos invita
a temer a Dios y a darle gloria, nos anuncia: “la hora de
su juicio ha llegado” (Apocalipsis 14:7).
¿Es éste un mensaje de miedo o de alegría, de terror o de
esperanza? La Biblia es clara. Para los que aman a Dios, el
juicio es una buena noticia: “En esto se ha perfeccionado
el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el
día del juicio” (1ª de Juan 4:17).
“Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado”
(Salmo 51:2)
Después de haber pecado, David le pide a Dios que borre
su rebelión (Sal. 51:1). ¿Borrar? ¿De dónde?
Él sabe que Dios le perdona cuando reconoce su pecado
(Sal. 51:2-3). Y la conclusión de David es inesperada: “Para
que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro
en tu juicio” (Sal. 51:4). ¿Juicio?
¿En base a qué hace Dios estas tres cosas: borra nuestro pecado,
nos juzga con justicia, y Él es tenido por puro en el juicio?
En base al evangelio, nuestros pecados son perdonados; nuestra
salvación está asegurada; salimos victoriosos en el juicio.
A la luz del sacrificio de Jesús todo el Universo –que, por cierto,
está muy interesado en nuestra redención– reconocerá la
justicia de Dios en su trato con el pecado.
“Y tuya, oh Señor, es la misericordia; porque tú pagas a cada uno
conforme a su obra” (Salmo 62:12)
La justicia exige la muerte de aquel que peca al transgredir la Ley de Dios
(Ro. 6:23; 1Jn. 3:4). Para evitar el castigo, Dios podía haber abolido o
cambiado su Ley.
Pero no hay cambio de ley. Los impíos serán juzgados y castigados según
sus obras (Ap. 20:13). El transgresor de la Ley es condenado (Ap. 20:15).
¿Cómo podemos, pues, tener esperanza en el
juicio? Por la misericordia de Dios. Jesús pone su
vida en lugar de la vida de aquel que lo acepte
como su Salvador (Ef. 2:4-5; Stg. 2:13).
“Solo Cristo puede presentar una intercesión
eficaz en nuestro favor. Él puede hacer callar al
acusador con argumentos que no se basan en
nuestros méritos, sino en los suyos” (TI 5, pg. 446).
Daniel recibió una visión sobre el juicio que Dios celebrará
ante todo el Universo, y de sus resultados (Daniel 7):
Dios inaugura el juicio
sentado en un trono
de fuego (v. 9)
Millones asisten al
juicio, y se abren los
libros (v. 10)
Jesús acude al juicio
como nuestro
representante (v. 13)
Al finalizar, Jesús
recibe “dominio,
gloria y reino” (v. 14)
El juez decreta la
destrucción de los
impíos (v. 26)
Jesús entrega su reino
“al pueblo de los
santos” (v. 27)
El juicio pone punto final
al gobierno del mal. Las
acusaciones de Satanás
contra Dios han resultado
falsas. Dios ha sido
vindicado, su pueblo ha
sido perdonado, y Jesús
recibe el reino. Luego, Él
vendrá a recogernos y a
entregarnos el reino que
ha recibido.
Al igual que a Daniel, a Juan se le mostró la magnífica escena del Juicio Celestial (Ap. 4).
Dios aparece en su trono (v. 1-3)
24 ancianos rodean el trono para actuar como jurado (v. 4)
Salen truenos, relámpagos y voces: comienza el juicio (v. 5)
Aparecen los testigos: los querubines que representan a los
ángeles que han estado entre nosotros (v. 6-8)
Antes de continuar, Dios es alabado (v. 9-11)
La alabanza es el punto central de esta escena de juicio. Los seres celestiales
alaban a Dios porque es digno de juzgar y poner fin al pecado. “Señor, digno
eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las
cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap. 4:11).
En resumen, los capítulos
4 y 5 de Apocalipsis
muestran el comienzo del
juicio investigador en
1844.
Cuando el libro se abre, la
humanidad es juzgada por
el contenido del libro.
Los capítulos 6-11
muestran el desarrollo de
este juicio.
Juez
El Padre
Jurado
24 ancianos
Asistentes
Ángeles
Abogado
Jesús
Testigos
4 seres
En la mano del Padre aparece un rollo. Su
contenido será examinado durante el juicio.
Pero no hay nadie digno de abrir sus sellos y
juzgar con justicia sus hechos (Ap. 5:1-4).
Solo uno es digno: Jesús, el Cordero de Dios que se sacrificó por
nosotros. Él nos representa en el juicio, y su vida perfecta y recta
nos cubre (Ap. 5:5-7).
Ante tanto amor derrochado, el cielo
irrumpe nuevamente en alabanzas a Jesús
(Ap. 5:8-14 NVI).
El propósito del juicio no es descubrir lo
malos que somos, sino revelar lo bueno
que es Dios.
«Satanás insiste delante de Dios en sus acusaciones contra ellos […]
“¿Son éstos” -dice- “los que han de tomar mi lugar en el cielo, y el
lugar de los ángeles que se unieron conmigo? […] Contempla su
egoísmo, su malicia, su odio mutuo”.
[…] “¿Me desterrará Dios a mí y a mis ángeles de su presencia, y, sin
embargo, recompensará a aquellos que han sido culpables de los
mismos pecados? […]”.
Pero aunque los seguidores de Cristo han pecado, no se han
entregado al dominio del mal. Han puesto a un lado sus pecados, han
buscado al Señor con humildad y contrición y el Abogado divino
intercede en su favor. El que ha sido el más ultrajado por su
ingratitud, el que conoce sus pecados y también su arrepentimiento,
declara: “‘¡Jehová te reprenda, oh Satán!’ Yo di mi vida por estas
almas. Están esculpidas en las palmas de mis manos”»
E. G. W. (Testimonios para la iglesia, tomo 5, pg. 448)
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