CASO 1 Brandon es un chico de 12 anos al que su madre trajo para una evaluación psiquiátrica por presentar rabietas que parecían contribuir al declive de su rendimiento escolar. Ala madre se le saltaban las lágrimas al referir que las cosas habían sido siempre difíciles, pero que habían empeorado al llegar Brandon a secundaria. Los profesores de sexto grado referían que Brandon era académicamente capaz, pero poco hábil para hacer amigos. Parecía desconfiar de las intenciones de los compañeros de clase que trataban de ser agradables con él y, sin embargo, confiaba en otros que, riéndose, fingían estar interesados en los coches y camiones de juguete que llevaba al colegio. Los profesores habían observado que lloraba a menudo y rara vez hablaba en clase. En los últimos meses, varios profesores le habían oído gritar a otros chicos, generalmente en el pasillo, pero a veces en medio de alguna clase. Los profesores no habían detectado ninguna causa pero, en general, no habían castigado a Brandon porque suponían que estaba respondiendo a alguna provocación. Al entrevistarlo a solas, Brandon respondió con balbuceos no espontáneos a las preguntas sobre el colegio, los compañeros de clase y la familia. Sin embargo, cuando el examinador le preguntó si le interesaban los coches de juguete, Brandon se animó. Sacó de la mochila varios coches, camiones y aviones y, sin mirar mucho a los ojos, se puso a hablar largo y tendido sobre los vehículos, utilizando aparentemente sus denominaciones exactas (p. ej., pala mecánica, B-52, Jaguar). Al preguntarle de nuevo por el colegio, Brandon sacó el teléfono móvil y mostró una serie de mensajes de texto: «¡¡¡Bobo!!!!», «Don tartaja», «PeRDeDoR», «¡Bicho raro’», «TODOS TE ODIAN». Mientras el examinador leía la larga ristra de mensajes que Brandon había guardado pero que, al parecer, no había enseñado a nadie, el muchacho añadió que otros chicos le susurraban «palabras malas» en clase y que después le gritaban al oído en el vestíbulo. «Y yo odio los ruidos fuertes». Dijo que había pensado en fugarse, pero que después había decidido que lo mejor era, quizá, huir a su propio cuarto. En cuanto al desarrollo, Brandon dijo su primera palabra a los 11 meses de edad y empezó a utilizar frases cortas a los 3 años. Siempre le habían interesado mucho los camiones, los coches y los trenes. Según la madre, siempre había sido «muy tímido» y nunca había tenido un mejor amigo. Le disgustaban los chistes y las bromas típicas de la niñez porque «lo entiende todo literalmente». La madre de Brandon venía observando desde hacía mucho que este comportamiento era «un poco raro», pero añadió que no era muy distinto al del padre, un abogado de éxito que tenía intereses parecidos. Ambos eran «tiquismiquis con las rutinas» y «sin sentido del humor». En la exploración, Brandon se mostró tímido y, por lo general, nada espontáneo. El contacto ocular era inferior al promedio espera- ble. El discurso era coherente e intencional. En ocasiones, Brandon se trabucaba con las palabras, hacía pausas excesivas y a veces repetía rápidamente palabras o partes de palabras. Brandon dijo que se encontraba bien pero añadió que le daba miedo el colegio. Parecía triste y solo se animaba al hablar de sus coches de juguete. Negó tener ideas suicidas u homicidas. Dijo no tener síntomas psicóti- cos. La cognición estaba intacta.