Miriam y otras heroínas de Pésaj para los más pequeños Maxine Segal Handelman Luego de cruzar el Mar Rojo, Miriam les cantó a los israelitas una canción. Las palabras que están en la Torá son solo el comienzo: ¡Cantad al Señor, porque se ha ensalzado grandemente, al caballo y a su jinete ha arrojado en la mar! Por eso los rabis se preguntaban: ¿Por qué la canción de Miriam se cita solo parcialmente en la Torá? Y en el midrash se encuentra la respuesta: la canción está sin terminar para que las generaciones futuras la completen. Esa es nuestra tarea. (Traducción al español de la cita extraída de Miriam's Well: Rituals for Jewish Women Around the Year, Nueva York: Biblio Press, 1986.) (1) Las investigaciones nos muestran que los niños pequeños casi no encuentran modelos femeninos de conducta que sean positivos en los libros que leen, en la televisión (incluso con la introducción de Dora) o en la vida cotidiana. Durante Pésaj, nuestros niños aprenden acerca de Moisés y Paró, ¿pero qué aprenden acerca de Miriam, Iojebed, Shifrá, Puá, Bat Paró o las mujeres israelitas que jugaron un papel decisivo y ayudaron a conseguir nuestra libertad de Egipto? No podemos enseñarles a nuestros niños esos modelos de conducta que son de fundamental importancia a menos que nosotros mismos los conozcamos bien. La Torá y el midrash nos cuentan acerca de las mujeres sin las cuales Moisés nunca habría tenido siquiera la oportunidad de conseguir su rol principal. Las historias de esas mujeres exigen un lugar igualitario en nuestras aulas, si es que estamos motivados para provocar en nuestros niños y niñas las preguntas: “¿Qué significa todo esto para mí? ¿Cómo encajo yo? Cuál es mi rol en el futuro del pueblo judío?”. Si leemos con atención los capítulos 1 y 2 del Éxodo, tenemos una introducción a todas las mujeres de la historia de Pésaj. El libro del Éxodo comienza con el linaje de Jacob (Israel), e incluye a todos los hombres hasta José. A las mujeres se las da por sentado, no se las nombra. “Y los hijos de Israel fueron fecundos, y aumentaron abundantemente y se multiplicaron, y se hicieron muy fuertes; y el país se llenó de ellos” (Éxodo 1:7). Puede que a las mujeres no se las nombre, pero son una parte muy necesaria de la historia. De hecho, el Talmud nos cuenta que fue como recompensa por las mujeres justas que vivieron en esa generación que los israelitas fueron liberados de Egipto (Sotá 11b). ¿Por qué? En Éxodo 1:8-11, vemos el temor del nuevo faraón por la gran cantidad de israelitas, y la ejecución de su plan para evitar que se multiplicaran imponiendo trabajos forzados. Pero en Éxodo 1:12, vemos que su plan fracasa: “Pero cuanto más lo oprimían, tanto más se multiplicaba, y tanto más se diseminaba”. Midrash Tanjumá Pikudei 9 explica cómo ocurrió eso. Estoy muy agradecida a Aviva Zornberg por haberme introducido a este texto y por enseñármelo tan bien. Encontramos que cuando los israelitas padecieron los trabajos forzados en Egipto, el Faraón decretó que [los hombres] no durmieran en sus hogares ni mantuvieran relaciones con sus esposas. Rabi Simeon b. Halafta dijo: ¿Qué hacían las hijas de Israel? Bajaban a buscar agua del río y D’s llenaba sus baldes con pequeños peces. Ellas vendían algunos, y cocinaban otros, y compraban vino con lo que ganaban e iban al campo y alimentaban a sus esposos, porque está dicho: “y con toda faena del campo” (Éxodo 1:14). Y una vez que ellos habían comido y bebido, las mujeres tomaban sus espejos y se miraban con sus esposos, y ella decía: “Soy más bonita que tú”, a lo que él respondía: “Soy más bonito que tú”. Y como resultado, el deseo era habitual en ellos, y eran fructíferos y se multiplicaban, y D’s enseguida reparó en ellos. (Zornberg, p. 57) Porque, por supuesto, las mujeres nunca tolerarían el plan del Faraón de separarlas de sus esposos. D’s estaba con las mujeres, dándoles peces que permitirían encuentros incitantes. Pero las mujeres eran de por sí inteligentes. Sabiendo que sus esposos, cansados y oprimidos, rechazarían cualquier expresión de admiración de parte de ellas, sacaban sus espejos y juguetonamente decían: “Soy más bonita que tú”. Ellos se veían así desafiados y debían responder: “No, yo soy más lindo que tú”. Este coqueteo los llevó a ser fructíferos, y D’s lo advirtió. Así, fue gracias al mérito de todas las mujeres de esa generación que los israelitas fueron liberados de Egipto. Ahora bien, en el aula de niños en su primera infancia, puede que esta no sea una historia para compartir con nuestros alumnos al pie de la letra. Pero es importante hacerles saber a los niños que todas las mujeres israelitas ayudaron a desafiar al faraón, lo que hizo que D’s se fijara en nosotros y nos liberara. Si bien todas las mujeres nos hicieron merecedores de la libertad, hay algunas que se destacan. Volvamos al Éxodo: “Y habló el rey de Egipto a las parteras hebreas, de las cuales la una se llamaba Shifrá, y la otra se llamaba Puá, y les dijo: ‘Cuando parteareis a las hebreas y, (las) observareis en el asiento; si fuere hijo, lo mataréis, mas si fuere hija, vivirá’” (Éxodo 1:15-16). El texto hebreo no es claro respecto de si las parteras eran israelitas o si eran mujeres egipcias que asistían a las israelitas. De todos modos, “las parteras temieron a D’s, y no hicieron como les habló el rey de Egipto, sino que dejaron vivir a los niños. Y llamó el rey de Egipto a las parteras y les dijo: ‘¿Por qué habéis hecho esto, y habéis conservado la vida de los niños?’. Y las parteras dijeron a Paró: ‘Porque las hebreas no son como las mujeres egipcias, sino que son robustas, y antes que llegue a ellas la partera, ya han dado a luz’ (Éxodo 1:17-19). D’s también repara en estas parteras, y es importante compartir su historia con los niños pequeños. Ellas se oponen a una orden cruel y malvada. Es cierto que le mienten al faraón cuando responden por qué no siguieron sus órdenes, pero es su fe en D’s lo que las impulsa a hacer lo correcto. Cuando compartimos la Torá con los niños, es importante adaptar el lenguaje y la historia a sus capacidades, pero sin cambiar el texto, para que no tengan que volver a aprenderlo más adelante. El coraje de Shifrá y Puá puede complicar demasiado la historia para niños de tres años o menos, pero para los de cuatro en adelante, se podría contar de la siguiente manera: Paró tenía miedo de que el pueblo judío se hiciera fuerte y luchara contra él si había una guerra. Tenía mucho miedo de los niños varones, que podían crecer y convertirse en soldados. Paró les ordenó a las parteras Shifrá y Puá que hicieran algo terrible. Las parteras son mujeres que ayudan a otras mujeres a tener bebés. Les ordenó que cuando fueran a ayudar a una mujer israelita a tener su bebé, si el bebé era nene, tenían que matarlo, pero si era nena, podían dejar que viviera. Pero Shifrá y Puá creían en D’s y no hicieron lo que Paró les había ordenado. Paró se enojó y los preguntó: “¿Por qué no hicieron lo que yo les dije?” Shifrá y Puá le mintieron: “Las mujeres israelitas son tan fuertes que tienen a sus bebés antes de que lleguemos a ayudarlas”. Y D’s protegió a Shifrá y Puá porque ellas ayudaron a proteger al pueblo judío. El faraón es obligado a poner en marcha su próximo plan: arrojar al Nilo a todos los bebés varones. Otras mujeres también se destacan en la historia de Pésaj. El capítulo 2 del Éxodo empieza diciendo: “Y un hombre de la casa de Leví fue y tomó por esposa a una hija de Leví” (Éxodo 2:1). No se la menciona en la Torá, pero el midrash nos dice que su nombre era Iojebed. “Y concibió la mujer y parió un hijo; y vio que era un niño hermoso y lo tuvo escondido tres meses. Pero no pudiendo ocultarlo por más tiempo, tomó para él una arquilla de juncos, y la calafateó con asfalto y con brea; y colocando en ella al niño, la puso en un carrizal, a la ribera del río” (Éxodo 2:2-3). El midrash nos cuenta que los egipcios llevaban un registro de la fecha de parto de cada mujer. Este bebé había nacido tres meses antes, lo que le permitió a Iojebed mantenerlo escondido hasta que los egipcios fueran a buscarlo porque sabían cuándo nacería. Iojebed se rehúsa a someterse al malvado decreto del faraón. Cuando llega la hora de la muerte, ella lleva a su bebé al Nilo, el lugar donde habían muerto tantos otros bebés, y pone al suyo en el agua, pero con la protección del amor de una madre (y un poco de asfalto y brea para mantenerlo a flote). Nuestros niños deben saber sobre Iojebed. Sin su valentía, su sentido común y su amor, no tendríamos a Moisés. Entonces, podemos contarles: Hubo una mujer israelita que pudo esconder a su bebé varón. Se llamaba Iojebed. Lo escondió durante tres meses, pero sabía que los espías del faraón lo encontrarían. Entonces, Iojebed pensó un plan: tomó una canasta de mimbre y la cubrió con arcilla y brea para que estuviera seca por dentro y no se hundiera. Puso a su bebé en la canasta y después, puso la canasta en el río Nilo. Una mujer desafía el decreto del faraón escondiendo a su bebé en el Nilo. Otra mujer desafía su decreto salvándolo de las aguas. “Y descendió la hija de Paró para bañarse en el río, mientras que sus doncellas se paseaban por la ribera del río, y ella vio la arquilla en el carrizal, y envió a su criada para que se la trajera. Y cuando la abrió, vio al niño, y he aquí que el niño lloraba y le tuvo compasión, y dijo: ‘Este es de los niños de los hebreos’” (Éxodo 2:5-6). Bat Paró (literalmente, la hija del faraón) conoce el decreto de su padre, todos lo conocen. Queda claro en el texto que ella sabe que es un niño hebreo, uno de los condenados. El texto no nos dice cómo lo sabe. En la película Los diez mandamientos, es la manta en que está envuelvo el bebé lo que delata su identidad. Bien se puede plantear esta cuestión a los niños en la clase. Seguramente, podrán expresar algunas ideas más interesantes que las de los realizadores de Los diez mandamientos (o incluso de El príncipe de Egipto). Más allá de cómo sepa Bat Paró quién es el bebé, desafía el decreto de su padre a sabiendas, y es tan audaz y valiente que lleva al niño al palacio del faraón para criarlo como propio. Su historia debe ser parte de la historia más amplia que compartimos con los niños pequeños como preparación para Pésaj. Por supuesto, hay una mujer más sin la cual no habría historia. En la Torá, Miriam, la hermana mayor de Aarón y Moisés, aparece en el texto cuando Moisés es puesto en el Nilo por su madre Iojebed. “Y su hermana (del niño) se apostó de lejos para saber lo que le sucedería” (Éxodo 2:4). Más tarde, gestiona para Bat Paró la crianza del niño: Iojebed será su nodriza hasta que pueda ser destetado (alrededor de los tres años de edad). En el Talmud, los rabis reconocen la sabiduría de Miriam: Amram [el padre de Miriam, Aarón y Moisés] actuó siguiendo el consejo de su hija. Cuando Paró decretó: “Todo hijo que naciere lo echaréis al río” (Éxodo 1:22), Amram fue y se divorció de su esposa y todos los hombres de Israel hicieron lo mismo. Y su hija le dijo: ‘Padre, tu decreto es más grave que el de Paró, porque Paró decretó exterminar a los hijos varones, y de ti aprenderán todos los hijos de Israel, y ninguno engendrará más hijos ni tampoco más hijas’ . Así, “Y un hombre de la casa de Leví fue y tomó por esposa a una hija de Leví”. (Éxodo 2:1) Sotá 12a Entonces, Amram fue y tomó nuevamente a su esposa, y todos los hombres fueron e hicieron lo mismo. Pero Miriam no solo es sabia. La próxima vez que aparece en el texto, se la nombra y se la llama “Miriam, la profetisa, hermana de Aarón” (Éxodo 15:20). Los rabis se preguntaron: ¿Por qué es Miriam una profetisa? ¿Por qué “hermana de Aarón” y no “hermana de Moisés”? No hay dudas de que es la primera mujer en la Torá que recibe el título de profetisa, y Abraham es la única persona en la Torá hasta ese momento en ser reconocido como profeta (Génesis 20:7). Los rabis ofrecen esta explicación: ¿La hermana de Aarón y no la hermana de Moisés? Rabi Amram dijo en nombre de Rab: nos enseña que ella profetizaba mientras todavía era solo la hermana de Aarón [antes del nacimiento de Moisés] y dijo: “Mi madre dará a luz a un hijo que será el salvador de Israel”. Sotá 12b-13a Miriam, la profetisa, reaparece en la saga de Pésaj en la ribera lejana del Mar de los Juncos. Su presencia encuadra la historia, de una costa a la otra. En la orilla del Nilo ella salva al pueblo judío al conseguir el sustento para el futuro redentor de los israelitas. En las costas del Mar de los Juncos, ella lidera al pueblo, concretamente a las mujeres, en la celebración de la redención hecha realidad. “Y Miriam, la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y salieron todas las mujeres en pos de ella, con panderos y con danzas. Y Miriam les cantó a ellas: ‘¡Cantad al Señor, porque se ha ensalzado grandemente, al caballo y a su jinete ha arrojado en la mar!’” (Éxodo 15:20-21). Siempre me va a resultar sorprendente el hecho de que las mujeres israelitas hayan llevado consigo sus panderos. En hebreo, un pandero (tof) se define como un instrumento de percusión o tamboril de mano, y se lo menciona muchas veces a lo largo del Tanaj. En medio del caos de salir de Egipto en la mitad de la noche, estas mujeres tuvieron confianza y fe en que su futuro les depararía momentos de celebración. Ya sea que uno use una pandereta, un tamboril de mano o un palito con platillos pequeños clavados en un extremo, es esencial que esta danza sea parte de la vivencia escolar de la historia de Pésaj para todos los niños en la primera infancia. Moisés y el pueblo cantaban, pero Miriam y las mujeres bailaban. Los niños pequeños necesitan bailar. La historia de Pésaj debe ser contada con todo el cuerpo. Como educadores de niños en la primera infancia, aprendemos muchísimo de esas mujeres. En esta historia en la que dominan los hombres, existen importantes modelos de conducta femeninos, mujeres sabias y fuertes y dispuestas a oponerse a lo que está mal, algo tan necesario en este mundo actual de Bratz y Barbies. A veces tenemos que ser un poco proféticos, viendo potencial donde nadie más lo ve, ya sea en un niño al que es difícil llegar, o en una unidad del programa a la que permitimos surgir, confiando en que los resultados finales valdrán la pena. Tenemos que recordar traer nuestro pandero y otros “instrumentos” de alegría inesperados. · Necesitamos tomar la iniciativa, cantar una canción, hilar una historia que amplíe las vivencias de los niños. Tenemos que liderar para que otros –colegas, niños, familias– sigan el ejemplo, tomando sus propios instrumentos y agregando sus propias estrofas a la canción. Con Shifrá, Puá, Iojebed, Bat Paró y Miriam ocupando un lugar junto a Moisés, Aarón y Paró, la narración de la historia de Pésaj ahora está completa. Bibliografía Greenberg, Tobey and Nechama Retting. Morah, Morah, Teach Me Torah: A Multmedia Approach to Teaching the Weekly Parsha All Year Round. Publicación independiente: http://torah4kids.com/ Zornberg, Aviva. The Particulars of Rapture: Reflections on Exodus. Nueva York: Image/Doubleday, 2001. Notas: (1) N. de T.: Título en español: El pozo de Miriam: Rituales para todo el año para mujeres judías.