Un cura de armas tomar ARTÍCULO PARA EL ANEXO 7

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ARTÍCULO PARA EL ANEXO 7
Un cura de armas tomar
La familia Torres está conformada por
el médico Calixto Torres, su madre
Isabel, su hermano Fernando y sus
dos medio hermanos, Gerard y Edgar
Westendorp
PERFIL
Camilo Torres, el sacerdote guerrillero, se lanzó a la lucha en nombre de sus convicciones religiosas, y con su muerte
se convirtió en el Che de los católicos.
E l 15 de febrero de 1966, el sacerdote Camilo Torres Restrepo, quien hacía pocos meses había cambiado la sotana por el
uniforme verde oliva de guerrillero, se alistaba, con otros miembros del naciente Ejército de Liberación Nacional (ELN) para
entrar en combate. Mal alimentados y con escasas armas, permanecían atrincherados entre los matorrales al lado de un
pequeño camino, a la espera del paso de un pelotón de soldados. Pocas horas después del amanecer, una columna de la
batería 120, adscrita al Batallón Bogotá, empezó a recorrer el camino en fila india. A la orden acordada, los guerrilleros abrieron
el fuego, pero la sorpresa del ataque pronto se perdió. Los militares que quedaron afuera de la manigua empezaron a repeler la
emboscada. En medio de la confusión, Camilo salió de su escondite para tomar el fusil de un militar que yacía muerto en el
camino. De repente, un sargento que estaba herido en el suelo disparó su carabina M2. Dos tiros alcanzaron al sacerdote en el
hombro y el abdomen, y lo dejaron mortalmente herido. Al ver lo ocurrido, tres compañeros hicieron lo posible por sacarlo del
camino, pero también terminaron muertos.
Ese día, dos balas calibre 30 milímetros pusieron fin a la vida de Camilo Torres, pero marcaron el inicio de un mito que aún hoy,
a pesar del tiempo y el olvido de muchos colombianos, sigue alimentando la guerra y la esperanza de unos ideales cristianos
aún por realizar. El sacerdote bogotano se convirtió en el prototipo del cura guerrillero y en el pionero de la Teología de la
Liberación en Latinoamérica, al demostrar que la fe y la revolución podían tener el mismo camino.
Jorge Camilo Torres Restrepo nació en el seno de una acomodada familia bogotana, el 3 de febrero de 1929. Su padre era el
reconocido médico pediatra Calixto Torres Umaña, y su madre, Isabel Restrepo Gaviria, quien ya tenía dos hijos de su primer
matrimonio con Carlos Westendorp. A los 2 años fue llevado por su familia a vivir, entre 1931 y 1934, en Bélgica y Barcelona. Al
regresar a Bogotá, a los 8 años, entró a estudiar la primaria en el Colegio Alemán, pero como fue cerrado a raíz de la Segunda
Guerra Mundial, hizo el bachillerato en el Liceo de Cervantes, donde se graduó en 1946. Allí escribía y publicaba El Puma, un
periodiquito que criticaba a los profesores, en los que mostraba su rebeldía y cuyo lema decía: 'Diario semanal, aparece cada
mes'.
Comenzó a estudiar derecho en 1947 en la Universidad Nacional de Colombia, pero después de un viaje a los Llanos encontró
respuestas al vacío que sentía en su interior. Tras un profundo análisis, descubrió que quería entregarse a la vida religiosa. Fue
aceptado en la comunidad de monjes dominicos en Chiquinquirá, pero como sabía que su familia no aceptaría su decisión, dejó
una nota para sus padres al partir. Isabel encontró la carta y alcanzó a su hijo en la estación del tren. Lo encerró por varios días,
pero al fin la voluntad de Camilo se impuso. Pero no sin hacerle una concesión a su madre, quien consideraba que la de los
dominicos era la orden más atrasada del mundo. Por ello se matriculó en el Seminario Mayor de Bogotá, donde se ordenó en
1954, antes de tiempo, gracias a su excelente desempeño académico. Tanto fue su éxito, que fue enviado a Bélgica a estudiar
sociología en la Universidad de Lovaina.
En Bélgica Restrepo entró en contacto con corrientes de la Democracia Cristiana y con sacerdotes obreros. Los fines de
semana visitaba a los mineros, a la vez que trataba de acercarse desde la academia a los problemas de la desigualdad y la
pobreza. De hecho, su tesis de grado de 1958 aborda desde la estadística la realidad socioeconómica de la capital colombiana.
El texto sería publicado en 1987 bajo el título 'La proletarización de Bogotá'. Según las memorias de Isabel Restrepo, Camilo
Torres vivió un año en un pequeño pueblo de Bélgica. Después estuvo en París, donde trabajó con el Abate Pierre recogiendo
basuras con indumentaria de obrero.
Pero tal vez su mayor influencia revolucionaria, según admiten dos de sus biógrafos, Walter J. Broderick y Orlando Villanueva
Martínez, fue su encuentro con grupos de cristianos que colaboraban clandestinamente en la lucha por la independencia de
Argelia contra el poderío francés. Fue allí donde Camilo conoció a Guitemie Olivieri, quien sería su secretaria privada. Por
primera vez vivió la emoción de sentirse involucrado en una guerra revolucionaria y descubrió que era posible forjar un
matrimonio entre el cristianismo y las convicciones de la gente que tomaba las armas por la causa de la liberación. En este
grupo empezó a desarrollar la idea de conformar un Frente Unido en el que los campesinos serían la vanguardia de la
revolución.
A su regreso a Bogotá, en 1959, fue nombrado capellán auxiliar de la Universidad Nacional, en donde creó, junto a Orlando
Fals Borda, la facultad de sociología. En la Ciudad Blanca, Camilo pronto se vio inmerso en un ambiente de efervescencia
juvenil en el que estudiantes de las más diversas disciplinas adherían al régimen recién instalado en Cuba. Incluso algunos que
habían viajado a estudiar a La Habana no demoraron en renunciar a las aulas para prepararse política y militarmente. Serían el
germen del Ejército de Liberación Nacional, o ELN. Como capellán y profesor de la Nacional, y después como activista
político, Torres estaba profundamente convencido de que el cristianismo bien entendido suponía la creación de una sociedad
justa e igualitaria. Y de que sin la revolución, es decir, un cambio radical de las estructuras de poder, la eucaristía carecía de
sentido.
Ese principio lo llevó a transformar de manera creciente el establecimiento, que al ver a Torres Restrepo como una amenaza, le
empezó a cerrar las puertas. Sus problemas comenzaron en 1962, cuando se enfrentó a la rectoría de la Universidad, que
había expulsado injustamente a dos estudiantes. El arzobispo de Bogotá, Luis Concha Córdoba, recién nombrado cardenal, le
pidió la renuncia y lo envió como cura (párroco) a la parroquia de La Veracruz. Torres se las ingenió para ingresar a la Esap,
donde organizó cursos de capacitación de reforma agraria, acción comunal, viajó por el país y conoció la realidad del
campesinado. Diseñó una granja experimental en Yopal para preparar técnicos. También entró a la junta directiva del Incora y
mantuvo sus acciones sociales en los barrios del sur del Bogotá y en Cogua. Todo esto sin dejar de ser el lector infatigable que
siempre fue.
Retirado de la Universidad Nacional fue nombrado decano del Instituto de Administración Social (IAS), dependencia de la
Escuela Superior de Administración Pública (Esap). En realidad, Camilo pasó de un polvorín a otro quizá más explosivo, donde
se debatían temas tan álgidos como la reforma agraria y los movimientos campesinos de lucha por la tierra. Como en todos sus
proyectos, Camilo se entusiasmó con este nuevo trabajo, que le permitía generar propuestas para solucionar los problemas del
campesinado. "Él pensaba que la revolución se podía hacer desde arriba, con la financiación del Estado, pero la realidad le
demostraría que este camino no era posible", dice Orlando Villanueva Martínez, quien acaba de publicar el libro Camilo,
pensamiento y proyecto político, que completa una serie de trabajos sobre la vida de este sacerdote.
Frente a esta dificultad, el sacerdote decidió "comenzar por la otra punta", es decir, desde abajo. Se dio a la tarea de organizar
a la clase popular para tomar el poder mediante una organización que se llamaría el Frente Unido. En octubre de 1964 convocó
a un grupo de intelectuales colombianos a elaborar un volumen de soluciones a los problemas del país, pero nadie apareció.
Por eso asumió personalmente la tarea de redactarlas, lo que daría origen a la plataforma del Frente Unido. Allí plantea una
reforma agraria y urbana, la nacionalización de los bancos, la energía y la seguridad social, en un marco de libertad de cultos y
de opinión.
En su último año de vida -de febrero de 1965 hasta febrero de 1966-, Camilo participó en un doble juego: por un lado, dedicó su
considerable energía a construir el Frente Unido, viajando a todos los rincones del país para dirigirse a miles de colombianos
que colmaban las plazas públicas para escuchar sus planteamientos revolucionarios y antioligárquicos. Por el otro, se
comprometió en secreto a apoyar la lucha armada, después de reunirse en la clandestinidad con Fabio Vásquez Castaño.
Había tratado de contactar a las nacientes Farc, pero el 7 de enero de 1965, el ELN se inauguró al atacar el pueblo de
Simacota (Santander). Allí divulgó su propuesta revolucionaria y Camilo se sintió atraído por la audacia del nuevo grupo y por
su proclama política afín con sus ideas. "Con gente como esta se podría trabajar", dijo. Y el joven sacerdote no tuvo mayor
dificultad en relacionarse con esos nuevos guerrilleros, pues algunos eran sus más cercanos amigos.
El 26 de junio, tras un largo cruce de cartas con el cardenal Luis Concha Córdoba, la Iglesia aceptó su reducción a estado laico,
y el 27 de junio ofició su última misa en la iglesia de San Diego. En agosto, tras una intensa campaña nacional de agitación
política y actividad intelectual, comenzó a publicar el semanario Frente Unido, en cuyo primer número insertó un Mensaje a los
Cristianos: "Lo principal en el catolicismo es el amor al prójimo... Este amor, para que sea verdadero, tiene que buscar eficacia.
Si la beneficencia, la limosna, las pocas escuelas gratuitas, los pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado 'la caridad', no
alcanza a dar de comer a la mayoría de los hambrientos, ni a vestir a la mayoría de los desnudos, ni a enseñar a la mayoría de
los que no saben, tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías... Es necesario quitarles el poder a las
minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres... La revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los
cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos".
Camilo endureció su discurso y decidió irse el 18 de octubre de 1965 al monte. Temía que su vida corriera peligro en la ciudad,
según recuerda su amigo monseñor Germán Guzmán, autor de la biografía El padre Camilo. Su ausencia deterioró
rápidamente el Frente Unido. A comienzos de 1966, Camilo difundió desde las montañas de Colombia su 'Proclama al pueblo
colombiano', en la que anunciaba su presencia en las filas guerrilleras y convocaba a los colombianos a empuñar las armas en
una guerra total contra el poder establecido. Aparecieron fotos suyas con un fusil al hombro prestado para la ocasión. Pidió ser
tratado como cualquier otro guerrillero y se propuso conseguir uno, el mismo que trató de tomar en la emboscada del 15 de
febrero de 1956 en la zona rural de San Vicente de Chucurí, en Patio Cemento. Camilo Torres Restrepo, el cura guerrillero,
cayó muerto en su primera acción militar.
El entonces comandante de la Brigada, coronel Álvaro Valencia Tovar, reconoció dos días después el cuerpo de su antiguo
amigo. Y, como le reveló esta semana a María Isabel Rueda, por orden superior lo enterró en la selva, envuelto en plástico,
cerca de una gran ceiba. Tres años después ordenó trasladarlo a Bucaramanga, en donde sus restos fueron los primeros en
ocupar el panteón militar recién construido. Allí permanecieron hasta 2002, cuando le fueron devueltos a su hermano Fernando
Torres. El gobierno y los militares pensaron que de conocerse su paradero, se habría convertido en un lugar de culto, de
peregrinación y de agitación social, por lo que prácticamente el general Valencia guardó el secreto, también por petición de la
familia.
Con su muerte, Camilo Torres se convirtió en el Che Guevara de los católicos, no sólo de Colombia, sino del mundo entero
TOMADO: SEMANA Sábado 21 Abril 2007
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