Posicionamiento del sector cooperativo para incidir en las políticas públicas Dip. Fed. Francisco Javier Saucedo Pérez En el presente documento se presentan algunas ideas generales alrededor del posicionamiento del movimiento cooperativo para la promoción de políticas públicas de fomento cooperativo. Cabe destacar que dichas ideas se inscriben como parte de un proyecto que pretende reivindicar y hacer valer la naturaleza eminentemente social de las cooperativas y la imperiosa necesidad que existe, en la coyuntura actual, de que el estado mexicano, sin vulnerar la autonomía de gestión de las sociedades cooperativas, se comprometa verdaderamente en su impulso y promoción, otorgándoles un papel destacado en el proceso de desarrollo económico y social de México. Para su presentación, el documento se ha organizado en tres apartados en los que se aborda la siguiente temática. En el primer apartado se presenta una síntesis apretada de lo que estimamos como los dos grandes paradigmas internacionales que marcan el punto de partida a partir del cual se definen y elaboran las políticas públicas, nos referimos a la concepción neoliberal dominante y a la concepción plenamente social. En el segundo apartado, señalamos, en términos generales, cual debe ser el posicionamiento desde el cual el movimiento cooperativo debe impulsar la promoción de políticas públicas de fomento cooperativo, un asunto que en el fondo tiene que ver con el carácter y el tipo de relaciones que deben establecerse entre el estado y el movimiento cooperativo. En nuestra opinión, dicho sistema de relaciones debe obedecer a un conjunto de principios éticos que eviten que la identidad cooperativa se vea comprometida por el hecho de sostener una activa política de alianzas y relaciones con diferentes órganos o instancias de la llamada “sociedad política”. Finalmente, en el tercer apartado, se delinean algunos de los ejes fundamentales que podría comprender un proyecto de desarrollo cooperativo para México. I.- Influencia del contexto económico, ideológico y social sobre la definición del carácter y la orientación de las políticas públicas. Fijar el posicionamiento del sector cooperativo respecto a la formulación de políticas públicas, entraña, antes que nada, un asunto ‘conceptual’ y ‘normativo’, por lo que hay que tomar una opción. Desde nuestro punto de vista la opción es apostar por un modelo universal social, que tiene fundamento en la vigencia efectiva de los derechos sociales ampliamente reconocidos entre las naciones en el marco del reconocimiento universal de los derechos humanos en los acuerdos, convenios, pactos de la ONU, frente a otro modelo que es conocido como el modelo social neoliberal. El principio en que se fundamenta el Modelo Neoliberal, se encuentra en dos valores, el de la libertad y la igualdad de oportunidades. La libertad se maximiza a través del mercado que lleva al objetivo o fin social. La existencia de la pobreza extrema obstaculiza la igualdad de oportunidades, por no poder jugar en el mercado debido a la desnutrición y baja educación entre otros factores, lo que significa que se carece de igualdad de oportunidades. 1 Bajo esta óptica, la intervención del Estado sólo se justifica, en cuanto existen funciones en las que el mercado no interviene, como por ejemplo, en proveer de bienes públicos (como la policía para la seguridad pública, y el ejército para la defensa nacional), y el apoyo a los pobres extremos (para que se incorporen al mercado). No se valora la igualdad de resultados ni se reconoce ninguna desigualdad de oportunidades adicional a la que padecen los pobres extremos. En consecuencia, no debe haber ninguna otra política redistributiva que la dirigida a los pobres extremos. La desigualdad de resultados que se deriva de las reglas del mercado, no se considera responsabilidad social sino individual. Con ello se establece una separación tajante entre la política económica y la social, en tanto que la política económica persigue el óptimo funcionamiento del mercado. Por tanto, nada de subsidio a la producción. En todo caso el subsidio es para los pobres extremos, y por tanto hay que seleccionarlos y desarrollar programas de orientación focalizada. Su propuesta consiste en programas focalizados. No se previene la pobreza extrema, sólo se cura. En este sentido esta visión o doctrina es consistente con el principio de subsidiariedad, que postula que el Estado interviene cuando han fallado la familia y el mercado. En cuanto a los impuestos estos deben ser proporcionales (todos deben pagar la misma fracción de su ingreso o gasto) y la única redistribución que se admite es mediante el gasto social focalizado a los pobres extremos. Por su parte, el modelo universal social reconoce que: a) los seres humanos se caracterizan por amplias necesidades que rebasan con mucho las biológicas; b) el mercado no lleva al óptimo (objetivo) social, sino a profundas desigualdades y a la insatisfacción de necesidades (lo que supone daño humano); c) se requiere de la intervención del Estado y la garantía legal de que todos los individuos podrán satisfacer sus necesidades básicas, lo cual es equivalente a un régimen de derechos sociales diversos que a nivel internacional se expresa en acuerdos, declaraciones y convenios sobre derechos humanos; d) el Estado es el garante de tales derechos aplicando políticas públicas universales que sean preventivas de la pobreza extrema; y, e) en lugar del principio de subsidiariedad se aplica el principio de los derechos universales respaldados por la obligación del Estado. Teniendo como telón de fondo los dos grandes modelos expuestos anteriormente, en el caso de México es evidente que a contrapelo de los establecido en el artículo 25 de nuestra Carta Magna, que de manera inequívoca postula que la Ley debe establecer los mecanismos que faciliten la organización y la expansión de la actividad económica del sector social de la economía, en la práctica, se observa que la inmensa mayoría de las reformas legislativas, así como las políticas públicas de los diferentes ordenes de gobierno, se encaminan a facilitar la expansión y consolidación de las empresas del sector privado, tanto nacional como extranjero, en las distintas ramas de la actividad económica, incluidas aquellas de carácter estratégico que la Constitución de la República reserva para su explotación exclusiva por las empresas del sector público. 2 En este mismo orden de ideas, la disposición contenida en la recomendación 193 de la OIT (junio del 2002), suscrita por nuestro país, en el sentido de que toda sociedad equilibrada precisa la existencia de sectores públicos y privados fuertes, a la par de un fuerte sector social, es letra muerta. En los hechos lo que se observa es que las empresas del sector social, sin protección alguna, son sometidas a una competencia despiadada en el mercado abierto, sin estímulos ni apoyos de ninguna índole, lo cual provoca su ruina y desaparición constante, aumentando con ello la pobreza y marginación de amplios sectores de la población. Como es reconocido ampliamente, México padece una realidad social problemática: Un alto porcentaje (poco más de la mitad) de la población en México vive en condiciones de pobreza; el desempleo y subempleo se ubican por encima del 20% de la PEA; casi la quinta parte de la población es migrante y existe una distribución inequitativa del ingreso, ya que el 20% más pobre recibe menos del 5% del ingreso total, mientras que el 20% más rico concentra la mitad del ingreso nacional. En suma, nos enfrentamos a un entorno económico y social altamente desfavorable al surgimiento y desarrollo de las cooperativas el cual se ha configurado como producto de la confluencia de dos procesos. Por una parte, la llamada involución jurídica que, de manera sistemática, ha venido borrando los componentes sociales de la Constitución Mexicana y, por la otra, un sesgo claramente antisocial de las políticas públicas que ha privilegiado el desarrollo de las empresas privadas en detrimento de las empresas sociales y cooperativas. En los albores del siglo veintiuno, con el agotamiento del modelo neoliberal, se está produciendo una fuerte disputa en torno al marco regulatorio y el contenido y la orientación de las políticas públicas que es necesario dictar en materia de cooperativas. En términos generales, el debate se ha centrado alrededor de dos temas básicos, a saber: a) la definición de la naturaleza jurídica de las cooperativas y b) el sistema de relaciones que debe establecerse entre el Estado y las Cooperativas. Todo ello influido por una serie de transformaciones que han ocurrido en el panorama internacional y que se traducen en diversas presiones para que la legislación nacional se adecue a las exigencias internacionales1). No obstante lo anterior, también debe reconocerse que en México existen numerosos casos exitosos que han permitido que las personas incrementen sus ingresos y mejoren su calidad de vida mediante su participación en empresas cooperativas, lo cual refuerza la convicción de que es posible multiplicar en México las experiencias nacionales e internacionales de cooperativas exitosas, pero para ello es imprescindible que el Gobierno federal elabore e implemente políticas públicas adecuadas para el sector cooperativo que permitan fortalecer el espacio del sector social de la economía mexicana, de tal forma que el cooperativismo y la economía social adquieran una auténtica presencia macroeconómica y una influencia considerable en los 1 Entre dichas presiones del contexto internacional cabe destacar a últimas fechas, por una parte, los llamados Acuerdos de Basilea II y por otra, la reformulación de las normas internacionales de contabilidad (NIIF*S) Todo lo cual supone que todos aquellos países que decidan incorporar dichos cambios deberán realzar los ajustes correspondientes al marco jurídico en general y a la ley de Cooperativas, en particular. 3 ámbitos social y cultural, posicionándose en la agenda nacional como un sector integrado capaz de contribuir eficazmente al desarrollo económico y social del país. II.- Posicionamiento del sector cooperativo para incidir en la definición de las políticas públicas. Si bien, como se indicó en el apartado anterior, el contexto económico, ideológico y social ejerce una influencia determinante en la definición de las políticas públicas, según el modelo ideológico dominante que inspire a la elite política que detente el poder del estado y, más específicamente del gobierno en sus diferentes niveles. Ello no obsta para que el movimiento o sector cooperativo permanezca pasivo frente a las decisiones que se toman desde las alturas del poder político. Todo lo contrario, el movimiento cooperativo, como un sujeto social con intereses y demandas propias, debe involucrarse en una activa política de relaciones con los centros de poder desde donde se definen y ejecutan las políticas públicas. Sin embargo, para que la incidencia del sector cooperativo en esta área de actividad resulte favorable a sus intereses y misión histórica, se requiere al menos la existencia de tres condiciones básicas. En primer lugar, contar con un proyecto propio en el que se delimiten claramente las necesidades a satisfacer y las aspiraciones que se desean conseguir, así como la aportación que el movimiento cooperativo puede hacer el desarrollo económico y social de los pueblos; en segundo lugar, ser muy firme en el respeto y defensa de una serie de principios éticos en los que debe sustentarse la relación entre el estado y el sector cooperativo, a fin de que se evite caer en prácticas dañinas como el clientelismo, el corporativismo, la dependencia crónica, la subordinación, el populismo, la corrupción y la manipulación, entre otros vicios típicos de los sistemas políticos imperantes en la gran mayoría de los países de América Latina y, en tercer lugar, mantener la unidad interna del sector de tal forma que, por encima de diferencias de grupo o sector económico, se presente un frente unido que sea capaz de interactuar con eficacia frente a los distintos grupos de interés de carácter público o privado. Las tres condiciones anteriormente indicadas son interdependientes entre si y se complementan mutuamente como un todo coherente y lógico, sobre cuya base se define la política de relaciones del sector cooperativo con el estado, para el diseño y puesta en marcha de políticas públicas de fomento cooperativo. El proyecto a desarrollar o defender y las formas de lograr y garantizar la unidad interna del sector cooperativo dependen de las condiciones históricas, jurídicas, políticas y sociales de cada país, siendo, por tanto, imposible realizar generalizaciones que respondan fehacientemente a las necesidades y aspiraciones del sector cooperativo en los diferentes países de la región latinoamericana. Cosa distinta, sucede con los principios en los que debe sustentarse la política de relaciones del sector cooperativo con el estado para la elaboración de las políticas públicas de fomento cooperativo, principios que, con variaciones y adaptaciones particulares para cada país, pueden convertirse en una especie de decálogo o de referencia general para animar el proceso de interlocución con los poderes públicos. En nuestra opinión dichos principios básicos pueden sintetizarse de la siguiente manera: 4 a) Respeto irrestricto a la independencia y autonomía del sector cooperativo, lo que se traduce en que cualquier beneficio de carácter económico, fiscal o material que reciban las cooperativas no deberá implicar una contrapartida de carácter político o ideológico hacia ningún partido político o grupo de interés. b) No a la discriminación hacia las empresas del sector cooperativo, lo que significa que las políticas públicas deben ser equitativas, independientemente del carácter social, privado o público de las empresas beneficiarias. c) Las cooperativas y sus asociados deben ser sujetos y no objetos de las políticas públicas, por lo cual se recomienda la creación de espacios de consulta y concertación democrática en los que se exprese la opinión y se facilite la participación activa y responsable de los organismos representativos del sector cooperativo en la elaboración, ejecución y evaluación de las políticas públicas. d) Las políticas públicas no deben sustituir el quehacer de la entidad asociativa o de los organismos de integración, por lo que no deberá imponerse una forma específica de organización gremial como condición para acceder a los beneficios de la política pública, sino dejarse un amplio espacio a la creatividad e innovación de formas de autorganización y articulación social. e) Las políticas públicas deben orientarse preferentemente a desarrollar las capacidades cívicas y empresariales de los ciudadanos que conforman el movimiento cooperativo, así como a mantener, reproducir y movilizar el capital social generado a través de la interacción social, atacando de raíz las causas que provocan el atraso y la marginación de amplias capas de la sociedad y no limitarse a atemperar los efectos epidérmicos de la pobreza y la exclusión social. f) Demandar que en los procesos de elaboración y aplicación de las políticas públicas, las diferentes dependencias de los gobiernos federal, estatal o municipal involucradas, establezcan mecanismos de coordinación interinstitucional a fin de evitar cualquier forma de competencia o de duplicidad de funciones. Exigir, asimismo, que se establezcan mecanismos transparentes de rendición de cuentas, de evaluación independiente de programas y proyectos y de revocatoria ágil del cargo de funcionarios incompetentes. III.- Algunos elementos de una estrategia de desarrollo cooperativo. De entrada, toda estrategia de desarrollo cooperativo que se fundamente en los principios enunciados en el apartado anterior, debe tener como objetivo fundamental el de crear las condiciones jurídicas, políticas, económicas y sociales que permitan o faciliten la conformación del sujeto social organizado que le de sustento y razón de ser a la política de desarrollo cooperativo. Respetar la autonomía de gestión y la independencia del sector cooperativo representa el punto de partida de toda política pública ajena a cualquier intención de mera legitimación política o de creación de clientelas políticas o electorales. Considerar a las cooperativas como sujetos y no como objetos y no sustituir a los destinatarios de la política pública, permitiendo que sus destinatarios cumplan con la responsabilidad que les corresponda a partir de las formas organizativas que más les convengan, constituye la base esencial de un estilo de trabajo en el que la actividad del estado y del sujeto social no se 5 contraponen, sino que se complementan, desde su propia esfera de interés y en el marco de sus respectivas competencias y responsabilidades. En este orden de ideas, posibilitar que los procesos de planeación, seguimiento y evaluación de las políticas públicas asuman un carácter altamente participativo por parte de los organismos representativos del sector cooperativo, a través de diferentes instancias de consulta y participación, como pueden ser los consejos consultivos, las mesas de concertación o los foros de participación ciudadana, parecer ser un mecanismos idóneo coherente con el propósito fundamental de lograr que las cooperativas se hagan cargo de su propio desarrollo. De igual forma, deberá existir en la estructura del gobierno federal, preferentemente de aquellas instancias que tienen que ver con el desarrollo social, una dependencia pública que se encargue de coordinar las políticas públicas de fomento cooperativo y que actúe como contraparte institucional del sector cooperativo. Finalmente, la elaboración de un censo y un directorio de cooperativas debidamente actualizado, así como un diagnóstico que permita identificar la problemática que afecta al sector cooperativo, sus principales debilidades y potencialidades resulta básico para el diseño de cualquier política de fomento cooperativo debidamente sustentada en la realidad concreta. Sobre esta base, puede aspirarse a la elaboración de un proyecto de desarrollo cooperativo que se distinga por su carácter integral, autosustentable, democrático, transparente y humanista, que permita promover un reparto más equitativo de los recursos públicos y de las oportunidades de acceso a los mercados, a la infraestructura instalada, a la tecnología de punta y a las fuentes de información, educación y comunicación modernas. El objetivo final consiste en lograr que México cuente con políticas públicas modernas, eficaces, eficientes y congruentes con las necesidades del desarrollo del sector cooperativo en las diferentes regiones y ramas de actividad económica. Sin embargo, debido al enorme rezago social acumulado y a la consistencia de los obstáculos estructurales que se oponen al desarrollo económico y social del país, es imprescindible establecer objetivos de corto y mediano plazo que comprendan, entre otras cosas, la reactivación e inclusión de las cooperativas en la economía regional y nacional y la promoción de la integración cooperativa para generar economías de escala y poner en marcha circuitos comerciales autogestionados que posibiliten la eliminación gradual de los intermediarios y agiotistas. Las políticas públicas de fomento cooperativo en el corto y mediano plazo deben distinguirse por su alto impacto social y económico, lo cual debe traducirse en la generación de empleo y autoempleo a partir de requerimientos mínimos de capital, defensa del poder adquisitivo de las personas, fortalecimiento del poder de negociación de los sectores económicamente vulnerables y reducción de las enormes disparidades en la distribución del ingreso actualmente existentes. Atendiendo a esta consideración, las políticas de fomento cooperativo de corto y mediano plazo deberán orientarse preferentemente a: 6 1) Apoyar aquellas actividades productivas que favorezcan la protección del medio ambiente y la producción y distribución de bienes y servicios socialmente útiles. 2) Estímular las actividades empresariales que generen puestos de trabajo de carácter duradero y bien remunerados; que permitan incorporar a los sectores ubicados en la llamada economía informal, hacia la formalidad económica. 3) Apoyar las actividades que incidan en el desarrollo local de los pueblos y comunidades. 4) Apoyar aquellas cooperativas que se ajusten al principio de democracia interna y que se encuentren afiliadas a organismos de integración de segundo y/o tercer grado. 5) Apoyar preferente a aquellas cooperativas que asocien grupos sociales vulnerables, tales como: indígenas, discapacitados, mujeres, jóvenes, tercera edad, etc. Ahora bien, entre los programas, proyectos y medidas de política pública a impulsar para promover el desarrollo del sector cooperativo en México, en un escenario de más largo plazo, pueden señalarse, de manera enunciativa más no limitativa, los siguientes: 1.- Un Programa que permita montar un sistema nacional de educación y capacitación cooperativa que desarrolle las competencias técnicas y profesionales, las capacidades empresariales y de gestión, así como las virtudes éticas y las habilidades organizacionales de las sociedades cooperativas. 2.- Un Programa que contribuya a establecer un sistema nacional de información y difusión de la cultura cooperativista a través del cual se difundan los logros sociales y económicos de las sociedades cooperativas y sus organismos de integración de la manera más amplia posible. 3.- Un programa de financiamiento cooperativo que permita no solamente financiar con créditos a bajas tasas de interés los proyectos de expansión empresarial de las cooperativas de base y los organismos de integración, sino que también disponga de recursos para financiar proyectos de investigación científica en materia cooperativa. 4.- La expedición de un decreto que promueva la inclusión de la educación cooperativa en los planes y programas de estudio y en las actividades escolares en los diferentes niveles de la educación pública; 5.- Un paquete de estímulos fiscales que incluya al menos tres aspectos fundamentales: a) Exente del pago de impuestos y derechos fiscales de carácter federal todos los actos relativos a la constitución y registro de las sociedades cooperativas, así como de sus organismos de integración; b) Disponga que las sociedades cooperativas de nueva creación queden exentas del pago del Impuesto Sobre la Renta y del Impuesto al Activo durante tres años contados a partir de la inscripción de su acta constitutiva, y c) Determine que las Sociedades Cooperativas en general pagarán contribuciones únicamente respecto de los excedentes que se distribuyan entre los socios. 6.- Actuar como garante del cumplimiento de los derechos y preferencias reconocidos al sector cooperativo; 7 7.- Gestionar y/o financiar la adquisición de empresas en crisis por parte de sus trabajadores para su conversión en sociedades cooperativas; 8.- Promover la inclusión de las sociedades cooperativas en los programas de adquisiciones gubernamentales y en los programas regionales y especiales, y 9.- Gestionar la concesión o administración de bienes y/o servicios públicos a favor de las sociedades cooperativas y sus organismos de integración. 8