“Hachazos”Andrés Di Tella Argentina, 2011 http://www.youtube.com/watch?v=yOOTmhzAEpk ¿Cuál es la relación entre el retratista y el retratado? ¿Hasta qué punto un documental nos habla más de la mirada del realizador que del sujeto o tema que es documentado? ¿Qué tensiones enrarecen la relación entre el director y su personaje? “Hachazos” nos enfrenta de lleno a estas preguntas. Esta película de Andrés Di Tella, director argentino ya premiado en este festival en 2008 por “Fotografías”, puede leerse como el enfrentamiento entre dos cineastas: Claudio Caldini, cineasta experimental argentino, que trabajó en la década del 70 y el propio Di Tella. La tensión, o el conflicto de la película, surge de la resistencia de Caldini a hacer la película que Di Tella le propone, y ese forcejeo se convierte en una reflexión sobre el cine, sobre la representación, sobre el documental. Caldini es un exponente en Argentina del cine experimental de los años 70, de aquel cine que investigaba las propiedades plásticas del medio renunciando a la tiranía de la narración, del relato, de la representación. Un cine más ligado a las vanguardias europeas de los 20 y al cine experimental norteamericano de los 60 y 70 que al cine político y comprometido que se “debía” hacer en América Latina. En el 76 Caldini huye de la dictadura militar Argentina, que ya se había cobrado la vida de un amigo cineasta, y va a la India donde se incorpora a un Adhram, una comunidad espiritual donde un guía convive con sus discípulos. Allí tiene una crisis, tiene que ser ingresado en un manicomio, y regresa a Argentina a vivir en la calle y habitaciones de alquiler hasta que va a cuidar una quinta en las afueras de Buenos Aires. Allí lo encuentra Di Tella, allí lo conocemos nosotros. Durante todo ese tiempo Caldini ha conservado sus películas en súper 8, incluida una que testimonia el primer encuentro de los dos cineastas: siendo niño Di Tella participa de una filmación de Caldini, desde el fuera de campo, echando tierra sobre una performer. En esta ocasión se encuentran ambos en plano: Caldini, el cineasta experimental casi olvidado y Di Tella, con su película en la cabeza. La valija en la que Caldini lleva sus películas la primera vez que ve a Di Tella, se convierte en símbolo del conflicto entre los dos. Caldini se niega a reconstruir su llegada en tren con esa valija, pues para él nada significa, y Di Tella insiste, quiere convertir esa valija en símbolo del nomadismo del personaje, del trasegar de sus películas. Vemos como Di Tella dibuja en su cuaderno una suerte de story board, apuntes que se convierten en un leit motiv durante la película y que sirven también como puntuación, como división de las distintas partes en que está compuesto “Hachazos”. El director propone a Caldini que reconstruya, que ponga en escena la manera como filmaba sus películas, y entonces asistimos al despertar del cineasta experimental, a la transformación de este hombre adusto en un artista lúdico y apasionado. Vemos cómo amarra la cámara a una cuerda para hacerla girar en círculos, presenciamos la reproducción que hace de las técnicas usadas en sus películas en súper 8. El documental permite también a Caldini volver a proyectar sus películas, y es en los momentos posteriores a esas proyecciones, casi en la penumbra, donde Caldini desnuda más su interioridad en las conversaciones que tiene con el director. Bellas y oscuras secuencias. La película es también el testimonio de un nuevo renacimiento de Caldini, un renacer pasado por fuego. Como lo había hecho antes, Caldini quema sus naves, sus pertenencias, los objetos que simbolizan la última etapa de su vida y emprende un nuevo camino, un camino que pasa por proyectar públicamente sus películas. Se constata de nuevo la capacidad del dispositivo documental de modificar las realidades que retrata, el proceso de exposición y reflexión que Caldini transita en esta película parece ser en buena parte responsable de su cambio final. El documental no es inofensivo ni inocuo frente a las realidades a las que se aproxima: es capaz de modificarlas, de generar procesos que se salen de la pantalla, más aún en el caso de personas que en una película se enfrentan a sí mismas y a su historia. La ingenuidad que atribuye al documental la propiedad milagrosa de acercarse a las realidades de manera transparente, sin mancillarlas, sin alterarlas, es una vez más puesta en duda. El ritmo pausado, el estatismo de la fotografía, la precisión y sobriedad del montaje, la utilización del archivo del personaje, el acierto en la elección y utilización de la canción “Porque hoy nací” del grupo Manal, hacen de esta película una de las más intensas experiencias que este espectador apresurado ha tenido durante el presente festival.