Padre JULIO REYES OROZCO Nació en el Táchira el 18 Diciembre 1906; profesó en Caracas el 22 Enero 1929; sacerdote en Caracas el 26 Enero 1936; murió en Los Teques el 28 Abril 1936, a 29 años de edad, 7 de profesión y 3 de sacerdocio. Carta mortuoria Los Teques, 28 de Abril de 1936 Queridos Hermanos: El Señor ha visitado esta casa, que cuenta apenas 7 meses de existencia, llamando a sí a nuestro buen hermano, el Sac. JULIO REYES, profeso perpetuo, de 29 años. Había nacido en San Juan Bautista (Táchira), hijo de Clemente Reyes y Teófila Orozco de Reyes, óptimos padres que supieron infundir en su alma aún tierna el santo temor de Dios. Desde pequeño se distinguió por su vivacidad y destreza en los juegos y entretenimientos juveniles, por su piedad y por su amor al estudio. En su ciudad natal aprendió las primeras letras y en el Seminario Diocesano se preparó para los estudios superiores. Así el 17 de Diciembre de 1927 pudo ser recibido en el Seminario Interdiocesano de Caracas) donde estudió Retórica y el Primer Año de Filosofía. Allí se cautivó la estimación y el cariño de sus Superiores, de tal modo que con dolor lo dejaron venir con nosotros, cuando sintió fuerte en su corazón la llamada a la vida salesiana. Día memorable fue para él el 20 de Octubre de 1927, cuando, finalmente, venciendo las dificultades, pudo entrar en nuestra Casa de Sarría como aspirante. En los tres meses que pasó en ese colegio demostró un celo no común por el bien de los muchachos, enseñando y asistiendo en Primaria y especialmente en el anexo Oratorio Festivo. El 21 de Enero del año siguiente entró en el Noviciado de La Vega, para ocuparse de la formación espiritual y prepararse a los Santos Votos, que pronunció el 22 de Enero de 1929. A causa de la gran escasez de personal se le permitió completar sus estudios filosóficos mientras hacía de Asistente de los Aspirantes de la misma Casa. Característica suya fue la exigencia de la limpieza personal y de nunca negarse en las vacaciones y en los recreos para ayudar con sus muchachos en la construcción de la Casa que se estaba fabricando, en aquellos que podemos llamar los años heroicos de La Vega. El tercer año de Tirocinio lo hizo en el Colegio Don Bosco de Valencia, donde supo conservar el buen […] del Colegio y edificar a sus compañeros de trabajo. Oportunamente renovó sus votos temporales y finalmente se ligó perpetuamente al Señor el 28 de Agosto de 1932. Regresó a La Vega para la Teología. En aquel tiempo tuvo el encargo de la distribución de los objetos de uso personal y bien merece particular atención su delicadeza de conciencia en presentar cada mes escrupulosamente nota exacta de cuanto había distribuido a cada uno. Recibió el Subdiaconado el 26 de agosto de 1934 y el Diaconado el 21 de Octubre del mismo año. En su cuaderno de apuntes personales se llama la atención a sí mismo y escribe: “Mansedumbre y menos tenacidad en sostener la propia opinión. Quien aspira al Sacerdocio debe ser humilde y manso. Quiero ser humilde a toda costa”. En este tiempo tuvo que sostener una durísima lucha con la familia que quería absolutamente que volviera a la Diócesis. Pero él no cedió, antes bien no regresó a su pueblo ni siquiera para la Primera Misa, obteniendo de tal modo la gracia de perseverar hasta la muerte en su santa vocación. Había ya comenzado el querido Julio su Cuarto Año de Teología cuando el Maestro Corso, que con admirable celo atendía al Oratorio Festivo y a 200 muchachos de la Escuelita de Sarría, cayó como un buen soldado en el campo del trabajo. Qué hacer? El año escolar había apenas comenzado, el personal de las diversas casas había sido ya distribuido y además estaba sobrecargado de trabajo. El Reverendísimo Padre Inspector creyó bien en el Señor llamar para aquel cargo al querido Diácono Reyes, el cual cumplió su obediencia con tanto celo y entusiasmo que tanto el Oratorio como la Escuelita no sufrieron en nada. No sólo, sino que con gran satisfacción suya, al terminar el año pudo llevar algunos aspirantes al Aspirantado. Pero desgraciadamente allí terminó - y demasiado rápido - su vida activa salesiana y comenzó su purgatorio de sufrimientos. Mientras atendía a su querido Ora torio, se preparaba con el estudio y particularmente con intensa piedad al Presbiterado. Al Reverendísimo Padre Catequista General de la Congregación le dio filialmente cuenta de su alma y el amadísimo Superior le respondió entre otras cosas: “Estoy contento de la buena y decidida voluntad que demuestras de llegar a ser un Santo Sacerdote, digno de nuestro Padre Don Bosco”. Sueño dorado, que sólo por milagro pudo realizarse! Desde hacía tiempo sufría de incomodidades de estómago, digería con dificultad y no encontraba remedios que lo aliviaran. Enflaquecía de día en día. Sometido a examen médico, se vio que había sido atacado por el mal que no perdona (tuberculosis). En busca de un clima más benigno y que le prestara mejor, fue enviado a Valencia, donde tuvo que guardar cama por cuatro meses seguidos. Más que los dolores de la enfermedad, la pena que más lo afligía era la de no poder llegar al Sacerdocio y tener que privarse del inefable consuelo de subir al altar antes de morir. Con tierna confianza se dirigía a María Auxiliadora y le pedía que le concediera la gracia de poder celebrar siquiera una misa. La Virgen lo oyó, ya que hacia Navidad el médico constató en él una gran mejoría, por lo que se le permitió volver a Caracas y prepararse a recibir el Presbiterado. Monseñor Lucas Guillermo Castillo, Obispo de Coro, lo ordenó de Sacerdote el 26 de Enero de 1936. Pareció como si la Ordenación Sacerdotal lo mejorara, hasta tal punto que se pensó que pronto habría recuperado sus fuerzas y hasta habría vuelto otra vez a sus ocupaciones. Por eso fue enviado a esta Casa de Los Teques, de clima siempre primaveral y aire particularmente balsámico. En su nueva obediencia, la salud del Padre Reyes comenzó a mejorar a ojos vista, tanto que después de dos meses, pudo dar una hora de clase diaria. Hizo con extraordinario fervor los Ejercicios de mitad de año. Pero poco después recayó, presentando de inmediato síntomas alarmantes. No se hizo ilusiones y mirando serenamente la muerte, se preparó al gran paso con edificante disposición. En su lecho de dolor tuvo el consuelo de ser visitado varias veces por el Revmo. Padre Inspector y por los Hermanos de las casas cercanas. Imposible decir lo que sufrió por no poder recibir la Santa Comunión a causa del continuo vómito. También en esto lo quiso escuchar María Auxiliadora, ya que la noche entre el 24 y el 25 de Abril cesaron los vómitos y pudo recibir el Santo Viático y la Extremaunción. Se creyó que nuestro Santo Fundador quería llamarlo al Paraíso en el mismo día de su Fiesta, pero el Purgatorio del buen Hermano se prolongó hasta el toque del Ave María del 28 de Abril. Poco antes de expirar preguntó ingenuamente al Sacerdote que lo asistía: “Qué le parece? Estoy en las últimas?”. - “Sí, Padre Reyes! El Señor te dice: Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. – “Sí, sí, el Paraísoo…”, murmuró con palabras apenas inteligibles y diciendo esto expiró. Su cadáver fue transportado a La Vega, donde los clérigos y aspirantes le fueron generosos en oraciones y sufragios. Fue enterrado en el Cementerio de Caracas, cerca del Maestro Corso, a quien había sustituido en la Dirección del Oratorio Festivo y de la Escuelita Don Bosco de Sarría. Juntos se encontrarán ya en el Paraíso, al lado del Padre común, Don Bosco. Así lo esperamos y con razón. Si todavía tuviera que pagar alguna debilidad en el Purgatorio, apresuradle su entrada en el eterno descanso con vuestras fervorosas plegarias. Rezad también por vuestro afectísimo en Cristo, Sacerdote Isaías Ojeda, Director.