! NiCOLA COVIELLO Profesor óc Derecho Civil de la Universidad de Calania CApfnjLo xn C O f ^ N I D O D E L O S N E G O C I O S JURIDICOS DOCTRINA GENERAL DEL ^ ' DERECHO CIVIL Traducción al castellano de la 4* ed. italiana por Felipe de J. Tena, Licenciado en Derecho, y revisada por el Prof. Leonardo Coviello 129. Interpretación de la voluntad' Para determinar el contenido del negocio jurídico es necesaria la interpretación, o sea la investigación del sigrdficado que debe atribuirse a una determinada manifestación de voluntad; y además, es también preciso llenar las lagunas que se encuentran en la manifestación de la voluntad, para que se obtenga el fin práctico a que mira el negocio jurídico realizado (interpretación en sentido amplio). El sumo principio en materia de interpretación es que debe indagarse la intención del que ha hecho una declaración, antes que atender al sentido literal de las palabras (art. 1131"). Mas este principio debe entenderse con ciertas limitaciones. No significa que la mera voluntad, aun cuando no resulte exteriormente, deba tener eficacia jurídica, ya que así perdería su importancia práctica la |maiiifestación de la voluntad. Sigrüfíca que no sólo por los medios proporcionados por la gramática o el dÍccior\ario debe inferirse la voluntad real, sino por tod.o5 los que sumiiustra el arte de la lógica. Es siempre necesario que la voluntad se marüfieste; sólo que poco importfi que resulte del sentido literal de las palabras, y en general, prima facú, de los medios empleados para manifestarla, o que resulte en cambio, por vía de inferencias, del conjunto de las diversas disposidor\es, del fin práctico propuesto y de todas las drcuns- ARA EorroRES ' LAUREWT, Principes, XVI, nos. 500-513; Gionci, Obbügaziani, vol W, nos. 179, 195; HASENHORL, Das 6st. Obligathnenrecht, I, párra/o 84; Rechtsgescka/le, 3' ed. D A N Z , Auslegung der N i C O L A COVIELl-V tancias de hecho. Acontece, así, en la interpretación de los negocios jurídicos lo mismo que en la interpretación de la ley. Cuáles sean las reglas lógicas para la interpretación de la voluntad, la ley no lo dice n i es necesario enumerarlas; nuestra ley se limita únicamente a hacer una aplicación del principio recordado en los arts. 1136°, 1138° y 1139°. Dispone, en efecto, eí primero que las cláusulas de los contratos, y lo mismo debe decirse de todos los documentos efi general, sé interpretan las unas por medio de las otras, atribuyendo a cada cual el sentido que resulta de todo el documento: en el art. 1138° se reconoce la posibilidad de la interpretación restrictiva, y en el 1139° la de la interpretación extensiva. Aunque las expresiones sean generales, no deben interpretarse sino limitadamente al fin práctico que las partes se han propuesto; y viceversa, si hay locuciones no comprensivas, sino limitadas a un solo caso, pueden extenderse también a otros, cuando racionalmente pueda inferirse que el caso expresado se indicó solamente cxempU causa. En suma, tanto en una como en otra hipótesis los negocios jurídicos deben interpretarse dentro de los límites queridos por las partes, sin que deba irse ni más allá ni más acá de su pensamiento. Y esto vale tanibién para las renuncias, para las clausuras penales, para las trar\sacciones, respecto de las cuales se dice inexactamente que no es admisible la interpretación extensiva. Nunca es posible la extensión analógica, porque en los negocios jurídicos debe estarse a la voluntad de las partes, y la analogía supone la falta de voluntad. El principio voluntas spcctanda debe entenderse en el sentido que acabamos de expresar, no sólo per la razón Ide índole general de que la volimtad no maiúfestada carece de eficacia jurídica, sino también por una ríizón especial a las declaraciones dp voluntad que d_eben ser recibidas por otro, la que hace más rigurosa la limitación. La razón se encuentra en la exigencia práctica que hac? necesario confiar en las manifestaciones extemas, la cual necesidad fue reconocida por el legislador cuando estableció el principio de lá buena fe en la ejecución de los conhratos (art. 1124°). Ahora bien, la buena fe es bilateral; así como en interés del declarante exige ella que el que recibe una declaración no tome las palabras al pie de la letra, sino que atienda a la intención, así también en interés del que re|:ibe la declaración exige que a la expresión de la voluntad se atribuya el significado normal, según los usos de la vida y la práctica de los negocios. Por eso sola484 CONTENIDO DE LOS NECoaos JURÍDICOS mente en los negocios jurídicos esbdctamente unilaterales, como es el testamento, puede tenerse encuenta también el sigrúficado individual que el disponente quiso atribuir a una. palabra determinada (ín testamento plmius volúntales testantium interpretantür: 1.12 D , L17). Puede darse asimismo una interpretación auténtica, la cual, si es unilateral, no puede valer más que en los negocias uiülaterales; respecto de los bilaterales, o de los unilaterales en que la declaración deba recibirse por una persona, la interpretación debe ser bilateral. E n todo caso tal declaración es un negocio que puede tener eficacia retroactiva, pero quedando a salvo los derechos de terceros, si éstos han adquirido sobre la base del negocio precedente que, según el sigrúficado natural de la expresión y las reglas legales, tendría diverso sentido. Cuando, agotadas todas las reglas de la interpretación lógica, que^ da aún la duda sobre la verdadera voluntad de las partes, la ley misma interviene para hacer la interpretación, fijando el significado de la declaración dudosa. N o deben confundirse estas normas con las supletorias, o sea con las que regulan los efectos del negocio a falta de voluntad contraria, por más que tengan con éstas mucha afirüdad. Las normas supletorias presuponen falta de volimtad, en tanto que las interpretativas suponen ur\ voluntad no adecuadamente marüfestada. Las normas interpretativas no deben mirarse como normas doctrüiales, y que no tienen por lo mismo valor jurídico; son verdaderas normas jurídicas, porque constituyen criterios legales, y no simples aiterios lógicos; por eso r\ pueden violarse impunemente. Tales son: 1) la dedaración que adirúte dos sentidos, se debe entender en el sentido que le permita tener algún efecto, más bien que en aquel por el que no podría tener ninguno (art. 1132°); 2) las palabras que pueden tener dos sentidos, deben entenderse en el que más convenga a la materia del negocio (art 1133°); 3) el pacto ambiguo se interpreta según lo que se practica en el país en que se estipuló el conbrato (art 1134°); 4) en los contratos deben tenerse como establecidas las cláusulas usuales, aunque no se hayan expresado {arL 1135°); 5) en la duda, el contrato se interpreta contra el que ha estipulado i m derecho, y en favor del que ha contraído la obligación (art. 1137"), lo cual, no obstante la fórmula poco exacta que suele emplearse, significa que en la duda benignius est interpretandum; in obscuris quod minimum est, sequimur': Finalmente, en caso de divergencia sobre la intención de las dos partes, especialmente en los contratos bilaterales u onerosos, debe seguirse una inteipretadón 485 N l C O L A COVIELLO intermedia, que puede ser sugerida por el principio de la igualdad de tratamiento (equidad), a la que tiene derecho cada uno de los contratantes (art. 1124"). Mas esto no significa que pueda el juez rehacer el contrato conforme a su ideal de justicia y de equidad, contra lo que las partes han querido realmente: sigrüfica que en los contratos las dos voluntades deben interpretarse no aisladas y unilateralmente, sino armonizándolas entre sí, de modo que una no vaya a prevalecer sobre la otra, y de ese modo resulte la voluntad comim, que cada una de las partes podía y debía esperar según el fin del contrato. La errónea interpretación de los negocios jurídicos causada por inexacta apreciación de las circunstancias de hecho, no da margen al recurso de casación contra la sentencia del juez de fondo, tra tándose de una cuestión de hecho, no de derecho; al contrario, la sentencia que olvida aplicar, que aplica mal, o que interpreta falsamente las reglas legales de interpretación, es, como en cualquier obro caso de violación de una ley, recurrible en casación. 130. La causa^ Uno de los elementos esenciales de los negocios jurídicos que importan actos de disposición patrimorúales, es la causa- De ella habla el código a propósito de los contratos (arts. 1104°, mS"-!!!!"); mas la doctrina extiende justamente I9 necesidad de tal requisito a todos los negocios jurídicos que, al igual de los contratos, producen efectos patrimoniales, como los actos unilaterales entre vivos y las disposicich Cfr. PoucNANi, " D i un'antica regola di dirillo (inítrpreííií/o confra stipiitatorein), 'riprodolta nel cod. d v . it.", en Filangieri, 1881. PoTHiER, Obbllgazioni, nos. 42-46; D E M O U J M B E , Cours de code civil, X X I V , p. 344; WihíDSCHEiD, UngüUigkeU. etc., pp. 270 y s.; LAUBZNT, Principes, vol. X V I , nos. 107-176; ALTBRY Y R A U , Cours de droft civ. franfnis, vol. I V , párrafo 345; ZACHARIAE y C R O M Í , Dir. cítí. ([rad. it.}, vol. II, p á r r a í o 324; PLANIOL, Trait¿ ¿limentaire de droil civil, II, nos. 1026-1046; B'uFNaR, PropTÍ¿l¿ tt contrat, pp. 526-560; CAPITANT, De la cause des obUgüiions, 2' ed-, París, 1924; Gionci, Obhii^azioni. vol. III, 437-445; BATnsnNi, Conlralti in genere, nos.' 92-102; L O M O N A C O , OÚligazioni, vol. I, pp. 155 y s.; MlLONi, "La causa ne' negozl giuridici", « n Fííanjirrí, 1898, p. 422; FERJIAÍUNI, LA causa, ele, ivi, 1891, p. 472; V E N E Z I A N , la causa de contratti, Roma, 1892; y en la Opere, I, p. 346; V E N U , en las notas a pAcmci-MAZZoNi, Ist., vol, Ü, pp. 419-425; y vol. I V , • pp. 30S-312; BRUSA, 11 concello di causa ne' negoxi giuridici, Turtn, 1901; BoNFA^ní, 11 contrallo e \ causa del conlralto", en Riv. di dir. comm., 1903; FRA-HM, La causa come requisilo del contralto, St^orelll, Roma, 1924; M C T T A , La causa delle obUgaxioni, TMrin, 1919, CONTENIDO DE LOS NEGOCIOS JURIDICOS nes mortis causa. Pero la ley no explica qué se entiende por causa, y, por otra parte, la doctrina es muy incierta al determinar su significado, a tal punto, que hay quien piensa que es del todo superfluo el elemento de la causa, porque se confunde con el objeto en los contratos onerosos, y cónel consentimiento en los gratuitos. Obtiénese el verdadero concepto de causa considerando que las declaraciones de la voluntad privada para producir efectos jurídicos deben tener i m objetivo práctico; m á s aun, en cuanto u n fin práctico está reconocido y protegido por el derecho, la declaración de voluntad que tiende a conseguirlo, asume la figura y la eficacia denegoclo jurídico. A éste lo caracteriza, pues, su función práctica, en cuanto pro tegida por el derecho. Todo el que enajena, renuncia o asume una obligación, no se propone enajenar, renunciar o transmitir el derecho p a t i ^ o n i a l 51c ei simpUciter, sino hacerlo con este o con aquel fin; por ejemplo, para donar, para satisfacer una obligación anterior, para otorgar crédito, para efectuar el camibio de lina cosa por otra. Pues bien, este fin práctico es la causa del negocio jurídico, la cual puede definirse diciendo que es <(la razón económico jurídica del negocio». Concebida así la causa, es evidente que se determina de modo diverso, según la diversa mdole de los negocios jurídicos. Así, en los conb^tos bilaterales, ella corriste en el cambio de las dos conbraprestadones, y, mirada con respecto a la obligación de un conbratante, consiste en la obligación del o b:o. En los contratos reales, esb:iba en la entrega de ui\ cosa con u nfindeterminado. En la donación y en los actos unilaterales a título gratuito, la causa es la voluntad de beneficiar, o sea de enriquecer el patrimorüo d^ otro sin contraprestación alguna. •Fluye de aquí qjue la causa es un elemento eseruáal del contenido del negodo jurídico, y tiene un valor obje tivo; ¿pues cómo podría concebirse una donación que no tuviese por objeto el enriquecimiento de otro sin compensación, o UJJI contrato ot\eroso sin dos prestaciones correspondientes? Esto no quita, empero, que la causa, con todo y constituir un elemento objetivo del negocio, pueda considerarse bajo el aspecto subjetivo, esto es, en cuanto constituye un objetivo práctico que^caracterizando el negocio, es querido por el que realiza ei negocio mismo. Pero bajo este aspecto no tiene importancia, pues es claro que quien realiza un negocio jurídico lo hace persiguiendo unfínpráctico; más todavía, es éste el que caracteriza el negodo. Porótra parte, aunquesub/etívamenfe exista una causa de la declaración de voluntad, o sea un fin práctico. 487