Escena: Una sala de interrogatorio austera, con una mesa blanca y sillas. El detective Rivas, un hombre de mediana edad con una mirada decidida, se sienta frente a Martín Díaz, un hombre de aspecto inquietante, con la mirada fría. DETECTIVE RIVAS (sujetando una fotografía de la víctima) Sr. Díaz, estamos investigando la muerte de Ana Rodríguez. ¿Puede decirme dónde se encontraba la noche del 12 de octubre? MARTÍN DÍAZ (mira la foto sin emociones) No tengo idea de quién es esa mujer. DETECTIVE RIVAS (saca un expediente) Tenemos evidencia que lo conecta con ella. Su huella dactilar fue encontrada en la escena del crimen. MARTÍN DÍAZ (se encoge de hombros) Tal vez estuve allí, no lo recuerdo. Pero eso no prueba nada. DETECTIVE RIVAS (aprieta las manos en un puño) Tenemos testigos que lo vieron salir de su casa la noche en que ocurrió el asesinato. ¿Qué estaba haciendo allí? MARTÍN DÍAZ (con una sonrisa siniestra) ¿Qué importa lo que estaba haciendo? DETECTIVE RIVAS (irritado) ¡Importa porque una mujer perdió la vida! Dígame la verdad. MARTÍN DÍAZ (gira la cabeza hacia un lado) La verdad es relativa, detective. Quizás lo hice, quizás no. ¿Qué diferencia hay? DETECTIVE RIVAS (apretando la mandíbula) La diferencia es que estamos buscando justicia para Ana. ¿Por qué la mató? MARTÍN DÍAZ (se inclina hacia adelante, susurra) La mataría una y otra vez si pudiera. No merecía vivir. DETECTIVE RIVAS (respira hondo) Tiene derecho a permanecer en silencio, pero tarde o temprano, la verdad saldrá a la luz.