LA EUROPA MEDIEVAL Y EL CRISTIANISMO LA EDAD MEDIA Y LA CONFIGURACIÓN DE LA IDEA DE EUROPA año 710 gracias al florecimiento y fuerza expansiva del ideario político-religioso de Mahoma. A partir del encuentro de elementos culturales greco-romanos, judeo- cristianos, germanos y árabes se irá configurando Europa como entidad cultural. Aproximación histórica y división temporal de la Edad Media. La Edad Media es el período intermedio entre la Antigüedad y la Edad Moderna. Se desarrolló entre los siglos V y XV d.C. Lógicamente, el paso de una época a otra es gradual; por ello no todos los historiadores valoran los mismos hechos como significativos. Lo realmente cierto es que fueron mil años de historia. En ellos se desarrolló una civilización que se basó en la cultura grecolatina y que sirvió de fundamento a la cultura moderna. Durante la Edad Media se fusionaron pueblos y razas, se formaron los idiomas de Europa y las nuevas nacionalidades. Aparece la visión cristiana de mundo como elemento unificador de la Europa Medieval. Se conforma el Poder Temporal del Papado. Presenta tres grandes centros políticos, culturales y económicos: El Imperio Bizantino, la civilización islámica y los reinos cristianos de Occidente. De esta forma, podemos sostener que el mundo medieval está formado por tres grandes civilizaciones: la islámica, que se extiende por el Cercano y Medio Oriente, el norte de África y el sur de España; el Imperio Bizantino en Europa Oriental; y los reinos cristianos occidentales. Estos últimos nacen de la desintegración del Imperio Romano de Occidente, ante las invasiones de los pueblos germánicos en el siglo V. Dentro de los diez siglos de la época medieval es posible distinguir dos períodos en que se divide la edad media, estos corresponden a la: Alta Edad Media, que va desde los siglos V al IX d.c. Baja Edad Media, que se desarrolla entre los siglos X al XV d.c. La Alta Edad Media fue el resultado de las invasiones germanas sobre el Imperio Romano. La civilización latina se desintegra, pero se inicia la labor cultural y evangelizadora de la Iglesia. Es el período de fusión de los aportes germano, romano y cristiano. Ello madurará como una cultura propia en la Baja Edad Media, naciendo la actual “cultura occidental y cristiana”. Los Germanos En el centro y norte de Europa vivía un pueblo indoeuropeo, originalmente nómade, hasta que la barrera romana le obligó a detener su peregrinación y hacerse sedentario, formando pequeños poblados. Eran los germanos, integrados por una diversidad de grupos entre los que se encontraban los francos, alamanes, burgundios, vándalos, ostrogodos y visigodos, a quienes los romanos denominaban bárbaros, es decir, extranjeros. Los germanos no constituían un Estado unificado, se organizaban sobre la base de una autoridad patriarcal que tenía dos pilares: la familia, como célula básica, y un antepasado común como elemento unificador. La religión de los germanos era naturalista, es decir, adoraba a las fuerzas de la naturaleza y se regían por sus principios. Su dios principal era Odín, quien además de ser padre de los dioses, era el dios de la guerra, lo que anticipa la importancia de esta actividad en la cultura germana. Hacia el siglo IV, todos los pueblos germanos estaban prácticamente convertidos al cristianismo, debido a la tarea evangelizadora de los misioneros de la Iglesia romana. Este pueblo era ganadero, practicaban una agricultura rudimentaria; sus actividades más importantes eran la caza y la guerra. Esta última, formaba parte de sus vidas como algo natural, le dedicaban tiempo completo y poseían complejos sistemas de organización para desarrollar con éxito las empresas bélicas que iniciaban; un grupo de hombres libres se unía al jefe, al que juraban absoluta fidelidad comprometiéndose a seguirlo hasta la muerte en la realización de una empresa guerrera. Los guerreros eran el grupo más importante y poderoso de la sociedad, a ellos correspondía constituir la Asamblea General que era el órgano supremo de gobierno y se reunía cada dos semanas. En ella se adoptaban las decisiones más importantes, como la elección de los reyes y la administración de justicia que –al no estar escrita- se regía por la costumbre o norma consuetudinaria. La asamblea formada por los guerreros excedía incluso la propia autoridad del rey, pues ellos tomaban las decisiones más importantes, a partir de una propuesta de la corona real. Al igual que en la sociedad romana, entre los germanos existía la esclavitud, condición que podía adquirirse por nacimiento, cautiverio, o por haber perdido la libertad en un juego. Los esclavos germanos trabajaban en beneficio de un señor, a quien entregaban LA ALTA EDAD MEDIA Las invasiones Bárbaras y los reinos germánicos. Al terminar el siglo V, después de unos 1.200 años de dominio romano en el mundo mediterráneo, se producen en Europa una serie de acontecimientos que cambiarán el panorama del mundo occidental. La decadencia del Imperio Romano facilitó la invasión de los germanos que ocuparon el territorio europeo al norte de los ríos Rhin y Danubio, pero ellos, a su vez, se ven empujados por la llegada de pueblos asiáticos en el viejo continente. Así fue como los reinos bárbaros (germanos) irían configurando la nueva imagen de Europa, aunque eso no significaba que la cultura del viejo Imperio Romano dejara de existir, porque los pueblos germanos asimilaron una gran parte de ella y porque Bizancio se encargaría después de conservarla y desarrollarla. Configurados los reinos germánicos, convivirá además en el continente europeo el mundo islámico, presente desde el parte del producto de su trabajo, para que éste pudiera dedicarse plenamente a la guerra o a la caza. A partir del siglo IV, pueblos nómades como los Hunos, provenientes de Asia Central, ejercieron un empuje sobre Europa que precipitó a los germanos a iniciar sus primeras incursiones violentas más allá de los límites del Imperio. Ante las oleadas migratorias de los germanos, Roma tomó la determinación de legalizar su presencia. Para ello creó contratos de federación que permitieron a los foederati retirar alimentos de los almacenes públicos y, más tarde, adquirir tierras donde pudieran instalarse y organizar su trabajo. Los territorios ocupados con este procedimiento, y que tuvieron que ser abandonados por sus antiguos poseedores, formaron pequeños reinos, donde el monarca bárbaro tenía completo poder, no sólo sobre sus tribus, sino también sobre los romanos que habitaban la región. Con el tiempo, las prerrogativas de los foederati fueron aumentando y sus jefes o reyes llegaron a ocupar altos cargos en la administración romana y en el ejército, al tiempo que iban asimilando su cultura. La nueva imagen de Europa, después de la caída del imperio romano, muestra lo que sería la distribución futura de las naciones europeas, y que procede de la instalación de los pueblos germanos en el continente: Visigodos en Hispania, Francos en la Galia, Ostrogodos en Italia, Dalmacia e Iliria, Anglos y Sajones en Inglaterra, Burgundios en la Borgoña y Vándalos en África. La Europa que surgía era resultado de la síntesis de tres elementos: la base romana preexistente, el elemento diferenciador constituido por cada pueblo germano concreto, y el cristianismo como un lazo de unión que supera las diferencias entre todos. Durante este proceso de integración también se aceleró el proceso de descomposición del comercio, la circulación monetaria y la vida urbana; la economía se ruralizó1, haciéndose autárquica, y el conocimiento y la cultura se convirtió en un privilegio guardado solo para los religiosos. Los Hunos Uno de los pueblos temidos por el Imperio Romano fue, sin duda, el de los Hunos, que alcanzó su mayor poderío con Atila (432-0453), el rey que supo agrupar todas las tribus dispersas. Los Hunos procedían del Asia Central e iniciaron su éxodo a Europa hacia el año 374. Habituados a sus carretas y caballos, eran especialmente belicosos. De tez amarilla, barbilampiños, si se les preguntaba quienes eran, respondían: “lung”. Los romanos, suavizando el termino, los llamaron “Hunos.” Desde los comienzos de su éxodo, los hunos recorrieron el Asia occidental, llegaron hasta el Volga, lo rebasaron y, cruzando el Dniéster, alcanzaron el Danubio. Allí se juntaron con otros pueblos que habían descendido por los afluentes del gran río. Los Francos Se asentaron en las Galias como aliados de un pequeño Estado romano, al que defendían del peligro de los hunos, de los ostrogodos y de los piratas sajones. A comienzos del siglo VI habían logrado someter a los alamanes, expulsar a los ostrogodos y derrotar a los visigodos. La gran extensión del reino franco condujo a la necesidad de recompensar con grandes fortunas a determinados individuos encargados de controlar el paso de los invasores. Así se desarrolló una clase social privilegiada, una aristocracia desconocida hasta entonces entre los francos y que cada vez se hacia más poderosa. La vulgarización del latín y los aportes lingüísticos francos dieron lugar a la formación de un idioma peculiar que más tarde cristalizaría en el actual idioma francés. El creador del reino franco fue Clodoveo (465-511), la más brillante figura de la dinastía merovingia. Lo consiguió en lucha contra los alamanes, a los que venció en Tolbiac (496), proclamándose rey del territorio comprendido entre el Mosa y el Loira. Años después expulsó a los ostrogodos de Tours. Por fin, en el 507 derrotó al rey visigodo Alarico II en Vouillé, apoderándose del sur de la Galia. Elemento de cohesión muy importante en la sociedad galorromana fue su conversión al catolicismo. Tras Clodoveo, sus inmediatos sucesores redondearon el Estado Merovingio, absorbiendo a los burgundios. Sin embargo, la dinastía fue debilitándose, sus últimos representantes fueron llamados “reyes holgazanes”, dando la posibilidad de entregar las funciones de gobierno a unos altos funcionarios: los mayordomos de palacio. Así, cuando los musulmanes irrumpen en Francia. Carlos Martel, uno de estos mayordomos, los detiene en Poitiers (732). A su familia pertenece Pipino el Breve, que tras derrotar al último merovingio, Childerico, se proclamó rey de los francos. Se inició, de este modo, una nueva dinastía: la dinastía carolingia, llamada así porque su principal representante fue Carlomagno, hijo y sucesor de Pipino. Los Visigodos A mediados del siglo V, se encontraban asentados al sur de Francia y al norte de España, desde donde iniciaron una expansión que terminará con el dominio de toda la Península Ibérica. Los visigodos ejercieron un dominio militar absoluto sobre el pueblo hispano romano, que se vio sometido a una burocracia al servicio de la nobleza visigoda. La unión entre el pueblo godo y el hispano romano, que se realizó sin gran dificultad, teniendo un papel fundamental en este entendimiento la legislación que consagró las mismas leyes para unos y otros. El uso del latín como lengua escrita fue perdiéndose y comenzaron a formarse las distintas hablas hispánicas: gallego, portugués, castellano y catalán. La 1 Proceso en que la población abandonó las ciudades y comenzó a habitar el campo, retornando a una economía natural basada en la agricultura. transformación más importante fue el creciente predominio de una aristocracia que, a la larga, produjo el debilitamiento del poder real y abrió el camino a la sociedad feudal. Los Ostrogodos Ocuparon la península Itálica y tuvo una existencia de apenas sesenta años (493 al 553) en los que Teodorico, su más importante monarca, intentó conciliar en armonía la cultura romana con los elementos ostrogodos, siendo considerado como el “último soberano de Occidente”. Este reino germano conservó y cultivó el legado cultural romano, ocupando en puestos estatales a hombres dedicados a la gramática, al derecho y a la medicina. Puede afirmarse que este reino ostrogodo tuvo el mérito de transportar el legado del Imperio de Occidente a la naciente Edad Media europea. El imperio de Carlo Magno De todos los reinos germánicos establecidos en la zona del Imperio Romano de Occidente el más duradero fue el de los francos en las Galias. En el siglo VIII, d.C. la dinastía merovingia había sido desplazada por Pipino el Breve, cuyo hijo Carlos el Grande condujo el reino franco a su momento de máximo auge, convirtiéndolo en Imperio. Carlo Magno (768814) se propuso restaurar la unidad perdida del imperio Romano, para lo cual emprendió una serie de campañas militares contra los lombardos de Italia, los sajones en Alemania y los árabes en España. Sus victorias le permitieron fundar un extenso Imperio del que fue coronado emperador en Roma por el Papa León III, el día de navidad del año 800. Resurgía así el Imperio Romano de Occidente, que abarcaba desde el Atlántico al Elba y desde el Báltico a Cataluña e Italia. Pero la vida de este Imperio duró sólo hasta el año 843, cuando, por la firma del Tratado de Verdún, los nietos de Carlo Magno (Lotario, Luis y Carlo) se repartieron sus territorios. Carlo Magno gobernó su imperio bajo la forma de un poder absoluto, semejante al imperial romano, aunque era asistido por una corte de funcionarios civiles y religiosos. Sin embargo, dos veces al año se reunían los hombres libres del Imperio, al modo germano, en una asamblea general conocida como Campo de Mayo, en la que se aprobaban las leyes que eran recogidas por escrito en las Capitulares. El imperio se encontraba dividido en provincias que eran gobernadas por un conde (condados) y cuando eran fronterizas, por un marqués (marcas). Los Missi Dominici, o enviados del señor, eran inspectores que vigilaban las acciones de los nobles que gobernaban las provincias. Otra preocupación de Carlo Magno fue la actividad cultural. En una sociedad que privilegiaba por encima de todo la actividad bélica, el desarrollo de cualquier habilidad intelectual era considerado sin mayor importancia. Sin embargo, el analfabetismo y la falta de conocimientos elementales de aritmética comenzaron a comprometer la buena administración de los dominios conquistados. Entonces, el propio emperador intentó aprender el arte de leer, escribir y contar. Aquisgrán, capital del Imperio, reunió a los sabios e intelectuales de a época, provenientes de todas las regiones. Allí fueron explicadas y desarrolladas las llamadas artes liberales: el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía) que constituían la base del saber medieval. Este “renacimiento carolingio” no traspasó sin embargo el círculo de los eclesiásticos y nobles ligados a la corte. El Sacro Imperio Romano Germánico El segundo intento de reconstrucción imperial se llevó a cabo en el siglo X y fue iniciativa de Otón I, rey germano que aspiraba a la restauración del imperio de Carlo Magno y a ser jefe secular de la cristiandad. Para lograrlo, Otón sometió a los grandes señores e intervino en el nombramiento de Obispos de la Iglesia alemana. Su segundo objetivo se cumplió cuando el propio Papa le solicitó ayuda para superar el estado de anarquía existente en Italia. Tras dos campañas, Otón impuso su ley, y tanto Italia como los Estados Pontificios quedaron bajo su soberanía. El pontífice, agradecido, lo coronó emperador en el año 926. Nació así el Sacro Imperio Romano Germánico, que no logró ser una continuación del Carolingio, puesto que Francia fue excluida y Germania se alzó como su centro. Otón I y sus sucesores (Otón II, 937 y Otón III, 980) organizaron una Iglesia imperial para contrarrestar el poder de los nobles. Nombraron directamente a los abades y obispos, concediéndoles fuertes poderes gubernativos sobre sus diócesis. A la muerte de Otón III, el Imperio se desmoronó, permaneciendo el título de emperador como un símbolo de prestigio más que de un poder efectivo. El fracaso de la idea de reconstrucción imperial parece demostrar el gran peso que alcanzaban las nuevas fuerzas en la formación de la Europa medieval. La idea de Imperio era incompatible con la autonomía alcanzada por cada pueblo germánico en su asentamiento en Europa, y al interior de cada uno de ellos, el desarrollo y fortalecimiento de una aristocracia local ponía en peligro la posibilidad efectiva de los reyes de ejercer su poder y menos aún de formar un imperio. Se asentaban así los orígenes de la organización feudal. Una economía campesina, basada prácticamente en la producción para el auto consumo, tampoco era congruente con una noción imperial, donde parte de la universalidad descansaba en la posibilidad de intercambios de productos. En este panorama no es de extrañar que la única posibilidad real de dar unidad a la nueva Europa estuviera en manos del cristianismo y de la Iglesia Católica, (cuestión que quedará demostrada más adelante con Las Cruzadas, por ejemplo), que a esta altura ya era parte de la herencia dejada por Roma. EL IMPERIO BIZANTINO A raíz de la muerte del emperador Teodosio el Imperio Romano queda dividido en dos partes. De las cuales logra mantenerse el Imperio Romano de Oriente. Justiniano, su emperador, en los años 527 – 565 hace una serie de adelantos (caminos, acueductos, edificios públicos, etc.) en Constantinopla, por lo que esta pasa a ser una de las maravillas de la Edad Media. Los emperadores de Constantinopla siempre se siguieron considerando emperadores romanos, pero su autoridad estaba limitada al Imperio de Oriente y si bien las leyes romanas se mantuvieron en la legislación y las instituciones, en el curso de los siglos se acentuaron cada vez más los elementos griegos y orientales. La población ya no hablaba el latín, sino que este fue reemplazado por el griego. Desde el oriente se introdujeron elementos como la etiqueta en la corte imperial, pomposas ceremonias, etc. Se reconoce el Cristianismo como religión oficial del Imperio, pero se desarrolla de manera distinta a Occidente. En Bizancio al contrario que en Occidente, el poder del Papa disminuyó y se hicieron más amplios los poderes del emperador sobre la Iglesia y su autoridad máxima, el Patriarca de Constantinopla. En el año 381 el Patriarca de Constantinopla rechazó la doctrina del obispo de Roma y su autoridad sobre la Iglesia entera. En el año 1054 el Papa León IX y el Patriarca Miguel Cerulario se excomulgaron mutuamente y se produjo la ruptura definitiva. La Iglesia de Oriente se separó de la iglesia en Roma y se constituyó la Iglesia Griega Ortodoxa. Este es el primer Cisma de la Cristiandad. También conocido como el Cisma de Oriente. Luego de haber rechazado a los pueblos germánicos victoriosamente, los emperadores bizantinos tuvieron que afrontar nuevas amenazas. El peor golpe que recibe Bizancio fue con ocasión de la IV Cruzada. Los cruzados se desviaron a Bizancio en lugar de dirigirse a Tierra Santa, saquearon la ciudad y establecieron el Imperio Latino. Finalmente el Imperio de Bizancio pudo ser restaurado, pero sin recuperar su antiguo vigor. El Imperio sacudido por las calamidades internas, ya no se pudo defender contra las crecientes amenazas externas. Es así como en el año 1453 los turcos otomanos entran a Bizancio asestándole el golpe final. Aportes de Bizancio Durante un milenio Bizancio fue el baluarte de la cristiandad contra las hordas nómadas, los persas, los árabes y los turcos. Fue el centro comercial más importante de la temprana Edad Media. A ella acudían comerciantes de todos los países. El renacimiento del comercio en Europa en el siglo XII se produjo en gran parte bajo los estímulos del comercio bizantino. Se conservó el legado de la antigüedad clásica griega; se siguieron estudiando las obras de Platón y Aristóteles; florecieron la teología y la historiografía. Los bizantinos fueron notables arquitectos y lograron fundir los elementos arquitectónicos griegos, romanos y persas en un estilo original. También se destacan los mosaicos formado por pequeños trozos de piedra o vidrio coloreado. El valor de este imperio radica en haber recogido la herencia de la antigua Grecia y del Oriente y haberle impuesto su sello característico, para luego entregar este testimonio de la humanidad a otros pueblos de Europa, como lo serán las ciudades italianas, quienes serán el punto de inicio del renacimiento cultural. El imperio Bizantino conjugó en su civilización elementos romanos, cristianos y griegos; fue el heredero de la cultura antigua y puente espiritual entre Oriente y Occidente. EL IMPERIO ESPIRITUAL DE LA IGLESIA CATOLICA Después de dos intentos fallidos de instauración imperial, el Papado recogió la aspiración de establecer un orden universal en Europa, esta vez inspirado en el sentido espiritual y trascendente del cristianismo. Para lograr este objetivo, la Iglesia deberá sortear algunas dificultades que le darán el poder definitivo hacia el año mil. El poder temporal y el espiritual La relación de colaboración y de enfrentamiento entre el poder político (poder temporal) y el poder de la Iglesia (poder espiritual), fue favoreciendo a ésta última durante el medioevo. Ya en el siglo VII, Pipino, al ser proclamado rey de los francos por el Papa Esteban II, en agradecimiento le entregó al papado el territorio de lombardía, dando nacimiento a los Estados Pontificios, hecho que provocó un importante aumento de la riqueza y del poder de la iglesia. A fines del siglo IX, Carlomagno fue coronado como emperador por el Papa otorgando a la Iglesia un poderoso aliado militar y una clara unidad entre el poder espiritual y el temporal, cuestión que abría la posibilidad de construir un orden universal cristiano inspirado en la organización autocrática y jerarquizada del imperio Romano. Hacia el siglo XII, las convicciones de la Iglesia de convertirse en la única depositaria del poder eran aún más profundas. El Papa Bonifacio VII (1294-1303) señalaba: Existen dos gobiernos el espiritual y el temporal y ambos pertenecen a la Iglesia. La Querella de las Investiduras Los acontecimientos tuvieron lugar durante el pontificado del Papa Gregorio VII, que inició un proceso de reforma destinado a depurar las conductas del clero (prohibió, bajo pena de excomunión, el matrimonio de los sacerdotes y la compra de obispados y abadías), e independizar la administración de la Iglesia de la influencia que ejercía en ella el poder político. Hacia el año 1077 el Sumo Pontífice se enfrenta al poder del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (actual territorio alemán) Enrique IV, y hasta entonces un importante aliado en la difusión de la influencia y del poder de la Iglesia. El centro del problema radicó en determinar a quién correspondía investir a los obispos. De acuerdo a la postura imperial, esta era una atribución de los emperadores dentro de sus límites territoriales, tarea que venían realizando tradicionalmente desde la creación del Imperio (926). En su Dictatus Papae, Gregorio VII señaló que sólo él podía investir y deponer a los obispos y que sus declaraciones no podían ser puestas en duda por nadie. Como vicario de Cristo tenía suprema autoridad en materia de fe y doctrina. Para cumplir su deber, la Iglesia no podía estar subordinada al poder temporal. Sostenía, por el contrario, que la Iglesia debía tener primacía sobre el imperio y que el Papa podía destituir emperadores y desligar a los súbditos de su juramento de fidelidad. La negativa de Enrique IV de someterse a las prerrogativas papales, terminó con su excomunión y con la pérdida de apoyo por parte de la nobleza alemana, que estuvo dispuesta a elegir un nuevo emperador, en demostración de fidelidad al Papa. Aunque el emperador se retractó de su actitud en la llamada “Humillación de Canossa”, el conflicto se prolongó por varios años más, con otros protagonistas, aunque siempre a favor de la Iglesia. Desde entonces los Papas intervinieron con frecuencia en los asuntos de los estados cristianos y arbitraron en las disputas entre los reyes. El símbolo de la cruz se imponía como el principal elemento de unidad en la Europa post imperio romano. La visión cristiana del mundo occidental Muy pocas veces en la historia las Iglesias se han limitado a cumplir funciones relacionadas exclusivamente con la fe. En muchas épocas, incluso en la actualidad, han sido importante protagonistas políticas. Hubo períodos en la historia en que toda la protección social que hoy se encuentra principalmente en manos del Estado, estuvo en manos de la Iglesia, como por ejemplo la asistencia hospitalaria. En la Edad Media la Iglesia Católica copaba casi todos los ámbitos de la vida europea, y cuyo declinar en este sentido da precisamente inicio a una nueva época en la historia. Una gran institución económica Un elemento que contribuyó a incrementar el protagonismo de la Iglesia fue su poder económico. Una gran parte de la propiedad de la tierra (el principal recurso productivo de la época) estaba en manos de monasterios, conventos y catedrales, instituciones que arrendaban sus tierras para obtener ganancias, como una de sus formas de sustento. Por otra parte, todos los campesinos, incluidos los libres, tenían que pagar el DIEZMO, la décima parte de sus cosechas. Muchos monasterios, especialmente los benedictinos, funcionaban como verdaderas unidades económicas. Gracias al trabajo agrícola realizado por legos y siervos, lograban desarrollar una actividad productiva muy próspera. Muchos de ellos tenían grandes talleres en los que introdujeron una organización racional de trabajo. De allí salieron todas las obras de orfebrería, esmaltes y tejidos que adornaban las iglesias y catedrales. Fuentes de influencia social La sociedad medieval fue sobre todo una sociedad de fe cristiana. Al constituirse en la religión mayoritaria de la población europea, fue uno de los elementos que más contribuyó a la formación de una civilización común. La Iglesia era la única institución que superaba las fronteras nacionales y se encontraba presente en todos los países y regiones de Europa. Su influencia no se limitó por tanto al plano religioso, sino que se extendió, como revisamos antes, al político y económico, pero incluyó además el orden social y cultural. Los principales ritos en las vidas de las personas, desde el bautizo y el matrimonio hasta el entierro y los funerales, estaban relacionados con el cristianismo y con la Iglesia, que también fijaba el tiempo de trabajo y el de fiesta, el de la paz y el de la guerra. Las campanas de la Iglesia regulaban la vida cotidiana y las horas de trabajo de los campesinos. Incluso el calendario seguía las fiestas religiosas y los años se contaban a partir del nacimiento de Cristo. Otro ámbito en el que la Iglesia llegó a tener una importante presencia fue en las tareas de orden social. En una época de grandes necesidades materiales la caridad fue promovida como un importante valor del cristianismo, y como un requisito para poder alcanzar el cielo. La Iglesia estaba a cargo de hospicios que se preocupaban de cuidar a los enfermos, ancianos y huérfanos. Fueron muchos los albergues que se crearon en Europa a cargo de religiosos que actuaban como sanadores del cuerpo y del espíritu, incluso los monasterios servían de albergues y las iglesias de asilo a los perseguidos por razones políticas o judiciales. La Iglesia repartió alimentos para los más necesitados, protegió a los menesterosos, atendió a los enfermos y a los heridos en batallas y dio cobijo a los millares de cristianos que participaron en las Cruzadas. La iglesia como ente difusor y cultural El fortalecimiento el poder de los papas coincidió con la expansión de las órdenes monásticas. San Benito había fundado la Regla benedictina en el monasterio de Montecasino (529), que hace hincapié en el trabajo manual y en la oración (ora et labora) y exige la observancia de tres votos: pobreza, castidad y obediencia. Al interior de estos monasterios se desarrolló una importante actividad cultural consistente en la transcripción o copia de manuscritos antiguos, pinturas y redacción de crónicas históricas En el año 910 se funda la Orden de Cluny, formada por monjes vestidos de negro que trataban de revivir los valores de la regla benedictina, y que llegó a tener, en el siglo XI, mil quinientas casas repartidas por toda Europa. En el siglo XII se crea la Orden de Císter, integrada por monjes vestidos de blanco que aspiraban a una vida de mayor austeridad y alejamiento del mundo exterior. A partir del siglo XI Europa vivió un verdadero despertar cultural, que se manifestó en el renacimiento de la enseñanza y la cultura en las escuelas monásticas y episcopales. Las copias realizadas tempranamente por los monjes benedictinos y las traducciones que llegaban del mundo árabe, permitieron redescubrir las obras de los principales autores griegos y romanos. A los monasterios ubicados en el norte de la península Ibérica, puerta de entrada en Europa de la cultura y ciencia árabe, acudían estudiantes de todo el mundo occidental. El despertar de la cultura fue promovido en gran medida por la Iglesia, por lo que siguió siendo sobre todo una cultura eclesiástica. Sólo los clérigos y algunos pocos laicos sabían leer y escribir. Además, el latín seguía siendo el idioma de los libros, que era, por lo demás, la lengua de la Iglesia. En el siglo XI el número de escuelas y centros de enseñanza aumentó significativamente en Europa. Se trataba de escuelas situadas en los monasterios y en las catedrales, en las que se estudiaba teología y se formaban los futuros clérigos. Las bases del conocimiento eran la Biblia y las obras de los autores cristianos. Cuando en el siglo XIII se inicia el desarrollo de las ciudades, la Iglesia comienza a trazar también nuevas ruta en su acción. Las órdenes monásticas, encerradas en sus monasterios rurales, quedaban lejos de los nuevos espacios vitales. Fue necesario entonces salir a la calle a predicar y luchar contra las desviaciones de la comunidad cristiana. Aparecen así las órdenes mendicantes, siendo las más importantes la de los Franciscanos, fundada por San Francisco de Asís, y la de los Dominicos, creada por el español Santo Domingo de Guzmán. Ambas órdenes pusieron énfasis en la estricta observancia de la pobreza y de la caridad, pero además, en la necesidad de expandir la enseñanza y la predicación. A estas comunidades pertenecieron las principales lumbreras del saber universitario escolástico que comenzaba a desarrollarse en las ciudades. La escolástica Aunque el escolasticismo alcanzó su punto máximo en el siglo XIII, tuvo sus comienzos en el mundo teológico de los siglos XI y XII. La importancia del cristianismo en la sociedad medieval tal vez hizo inevitable que la teología asumiera un papel central en el mundo intelectual europeo. Ya sea en las escuelas monásticas, las catedralicias y en las universidades, la teología, el estudio formal de la religión, predominó sin contrapeso en relación a las demás ciencias. A comienzos del siglo XI los esfuerzos por aplicar la razón o el análisis lógico a las doctrinas teológicas básicas de la iglesia tuvieron un impacto significativo en el estudio de la teología. El nombre de este método deriva de sus fundadores, quienes recibieron el titulo de doctores escholastici, término que venia del verbo griego scholazein, que significaba originalmente tener ocio o perder el tiempo, posteriormente el termino evoluciono y se calificaba con este a los que enseñaban las siete artes liberales o la teología en los claustros y escuelas catedralicias. Sin embargo la palabra escolástica se utilizó para referirse a un sistema filosófico y teológico de las escuelas medievales que buscaba reconciliar la fe y la razón para demostrar que, lo que se aceptaba por fe, estaba en armonía con lo que podía aprenderse por medio de la razón. Se pueden señalar varias características para la filosofía escolástica: Mientras la filosofía antigua fue la filosofía de un pueblo y el pensamiento moderno el pensamiento de unos individuos, la escolástica fue la filosofía de una sociedad cristiana. Fue el producto del pensamiento social, y en cuanto tal, su modo de pensar respeto a la autoridad en las formas de la tradición y la religión revelada. Era natural que la religión tuviera una gran influencia en la visión racional de la vida en este periodo. La revelación era concebida como una norma y una ayuda para la razón. Como los filósofos de la edad media eran ante todo teólogos, sus intereses racionales estaban dominados por sus preocupaciones religiosas, “la elección de los problemas y la dirección de la ciencia eran controlados por la teología” La característica más constante de la escolástica fue su método: 1) La necesidad de un medio de comunicación, de un cuerpo de lenguaje técnico adecuado para transmitir las interpretaciones de la religión, Dios, el hombre y el universo material, llevó a los primero pensadores cristianos a adoptar el medio más viable, la terminología científica y filosófica griega. El pensamiento griego y la enseñanza secular debían ser un complemento auxiliar para el cristianismo, de esta forma la filosofía esta directa e inmediatamente subordinada a la teología. 2) A consecuencia de esta situación subalterna de la filosofía y de la naturaleza sagrada, los primeros pensadores cristianos se interesaron mucho más en la forma de pensamiento griego que por su contenido. Como consecuencia practicas de este interés especializado surgieron dos importantes factores: a) la lógica fue aceptada en bloque por los cristianos y b) No se creó ningún plan de enseñanza formal de la filosofía en los centros católicos. Hubo una facultad para enseñar lógica, como parte del trívium, y una facultad de Teología. Por estos dos elementos, todo el pensamiento desarrollado durante este largo periodo fue dominado primero, por la teología, y segundo, por la lógica. 3) La tercera característica del método escolástico, ya indicados, pero añade un nuevo elemento, el que durante el periodo medieval, la escolástica fue un importante instrumento pedagógico. Existía en y para las escuelas. Este nuevo elemento, junto a la supremacía de la lógica, la mentalidad tradicional y la conciencia social de los cristianos medievales, produjeron el enfrentamiento de las autoridades a favor o en contra de un determinado problema. En esencia, este método consistió en plantear una pregunta, presentar citas contradictorias sobre la cuestión y posteriormente llegar a conclusiones. Fue un sistema que exigió un pensamiento analítico riguroso. Y finalmente, la disputa, cuanto de una doctrina dada era silogísticamente defendida en contra de las objeciones de los adversarios. EL FEUDALISMO Europa durante los siglos IX y X fue asaltada por nuevos pueblos bárbaros, provocando una gran sensación de inseguridad en la población. De las regiones del norte llegaron los vikingos, daneses, suecos y noruegos que ocuparon Normandía, Inglaterra y Sicilia. Desde el Oriente, arribaron pueblos nómades de raza amarilla; rápidos jinetes húngaros y búlgaros recorrían Europa oriental y central. Desde el norte de África, los piratas berberiscos asaltaban villas y monasterios de Italia y del sur de Francia. La población se mostraba ansiosa por buscar la protección a la sombra del hombre poderoso que tenían más cerca. Estas invasiones diferían de las del siglo V, en que eran incursiones de bandas rapaces atraídos por la oportunidad del pillaje y de fructuosos saqueos. Las invasiones desorganizaron profundamente al Imperio Carolingio y agravaron la crisis al punto que lograron su desmembramiento definitivo. El desorden y la inseguridad en la vida que ellos motivaron, contribuyeron decididamente al surgimiento del Feudalismo, nombre con que se conoce al régimen económico, político y social que imperó en la Europa cristiana occidental durante la Baja Edad Media, del siglo X al XI. En “lo político” sus bases esenciales se afirmaron en el fraccionamiento de la soberanía de los reyes, cuestión que permitió el desarrollo de importantes poderes locales en manos de nobles: condes o marqueses entre otros. En “lo económico” significó el predominio de la actividad productiva rural por sobre la urbana, y en lo social una rígida distinción entre la clase de los señores y la de los siervos y los vasallos. La base económica y política sobre la que se consolidó el feudalismo estaba en el campo. La gran propiedad agraria y los lazos personales de dependencia desarrollados entre señores y vasallos, fueron las estructuras sobre las que se organizó el feudalismo y su escenario no podía ser otro que en el ámbito rural; en otras palabras, el feudo. La concepción del hombre ligado a un Estado y a unas leyes territoriales desapareció y fue sustituida por la dependencia de un hombre con respecto a otro, establecida por un juramento de fidelidad personal. El más poderoso ofrecía protección al que se le encomendaba, el que, a cambio, le juraba fidelidad. El primero era el señor, el segundo se convertía en un vasallo. Dicha relación se estableció en la ceremonia llamada acto de homenaje, por el cual el vasallo se comprometía ayudar al señor y este a proteger al vasallo. Si uno u otro no cumple con lo establecido, comete el mayor delito de la sociedad feudal: la felonía; las relaciones quedaban rotas. Al desaparecer el comercio y la circulación monetaria, la tierra cobró una intensidad económica casi exclusiva. Los señores acostumbraban pagar los servicios prestados mediante la concesión de tierras. Esta práctica completaba la imagen del feudalismo. El señor otorgaba al vasallo el beneficio de unas tierras (propiedad): el feudo, cuya propiedad seguía siendo del señor, pero el vasallo las tenía en usufructo. A cambio de eso, el vasallo estaba obligado a la prestación de servicios al señor. En el acto de homenaje, la entrega del feudo se simbolizaba con la donación de un puñado de tierra, de una pequeña rama de árbol, u otro procedimiento semejante. Todo lo anterior conduce a lo siguiente: El poder central desaparece; se atomiza en los distintos feudos. En ellos, el señor acapara las funciones propias del estado, tales como legislar, administrar justicia, acuñar monedas. El feudo es así un “Estado en miniatura.” En el plano económico, la propiedad se desintegra. Cada feudo constituye una unidad económica completa e independiente. Surge una verdadera jerarquización, esta va, teóricamente, desde le rey, que no es vasallo de nadie, hasta el último vasallo, que no es señor de nadie. El concepto de vasallo no determina la pérdida de libertad, alude a la dependencia de éste con respecto al señor, pero no implica esclavitud. El Vasallaje consolida los vínculos de dependencia. Los señores feudales no tienen todas las mismas categorías, ya que ella depende de la extensión de sus propiedades. Cuando son muy extensas, tienen bajo su autoridad a otros señores vasallos, que a su vez, pueden ser señores de otros vasallos. En este sistema jerárquico, el rey es sólo la cúspide de la pirámide social; no siempre es más poderoso que sus vasallos. Deberes del vasallo y del señor. Los deberes del vasallo hacia su señor, fundamentados en la fidelidad que le debe, son dos principales: la ayuda y el consejo. La ayuda, que se proyecta en un doble plano: militar, debe acudir con sus hombres y sus armas cuando el señor lo solicita; económico, debe contribuir con su dinero cuando se casa la hija del señor, o su hijo se arma caballero, cuando el señor es hecho prisionero y hay que pagar rescate. El consejo, por el que el vasallo está obligado a acudir a la corte del señor para asesorarlo cuando sea preciso y para ayudarlo en la administración de la justicia. Los deberes del señor son: Protección al vasallo, que se muestra siempre que éste le pide ayuda contra sus enemigos o demás peligros. Entrega de beneficio o feudo, de donde provienen los servicios que el vasallo le presta. El feudo, unidad económica. El feudo era unidad económica que albergaba las fuentes de riqueza indispensables: agricultura, ganadería y explotación forestal. Se trataba de una economía autárquica, de autoabastecimiento, en la que se producía lo que se consumía. El comercio quedó reducido a la mínima expresión. La circulación monetaria desapareció casi por completo. Las relaciones comerciales se limitaban, por parte del señor, a la compra ocasional de objetos de lujo a mercaderes ambulantes, y por parte de los campesinos, a pequeños intercambios entre vecinos. Asimismo, la producción artesanal se apagó, limitándose a la fabricación de aperos, armas o herramientas imprescindibles. La vida de las ciudades que había caracterizado al Imperio Romano fue lentamente desapareciendo, produciéndose un predominio de la vida rural en Occidente, que contrasta con el brillo y la riqueza del Islam o de Bizancio. El feudo era en sí una gran propiedad de tierra, un latifundio que pertenecía al señor. Su centro era la residencia habitual del propietario: la abadía o el castillo. La tierra cultivable se dividía en: Terra indominicata, de uso exclusivo del señor, trabajada por siervos y villanos; Mansos, propiedad de los colonos o villanos. Su tamaño dependía de la fertilidad del suelo; su número, de la extensión de la “terra indominicata”, ya que los villanos de los mansos eran los que la trabajaban; Tierras comunales, de aprovechamiento común, fundamentalmente pastos y montes. La sociedad feudal. La sociedad feudal se constituye sobre la base de tres estamentos principales: los nobles, los campesinos y los eclesiásticos. A cada uno de estos grupos corresponde una función y una actividad específica. Los nobles se dedican a la guerra, los eclesiásticos desempeñan una función espiritual y cultural, si bien en algunos casos actúan como nobles feudales y los campesinos trabajan la tierra. A cada una de estas funciones correspondió también una mentalidad propia y característica. La nobleza guerrera: la caballería. Estaba constituida por señores y vasallos, que participaban en las relaciones feudo vasalláticas. A su cabeza estaba el rey, y entre ellos había diferencias importantes, según su poder. Los grandes señores eran los condes, duques y vizcondes, dueños de extensos feudos. El último eslabón estaba constituido por los caballeros o valvasores, que no tenían feudos ni vasallos, pero acudían a la guerra a caballo y con un equipo de armas importante. La función esencial de esta nobleza feudal era la guerra, que muchas veces se dirigía contra vecinos, para obtener un botín. Sufrían las consecuencias de las huestes y cabalgadas, sobre todo las aldeas de los campesinos, más que el señor oponente refugiado tras las sólidas murallas de su castillo. El equipo militar era importante. La cota de malla, el yelmo, la coraza, protegían el cuerpo del guerrero. La lanza larga, la espada y la maza constituían sus principales armas ofensivas. En sus expediciones guerreras, los grandes señores arrastraban a sus vasallos, con los que constituían sus mesnadas o huestes. El objetivo principal era hacer prisionero al señor rival para exigir rescate por él. Su ideal era la fama, la gloria derivada de la mentalidad guerrera propia de los pueblos germanos. Cuando el señor feudal no peleaba, se preparaba para la próxima ocasión. Su actividad principal, entonces, era el ejercicio físico y el entrenamiento de armas, junto con la caza. La vida en el castillo. Los castillos representaron un papel básico en la vida de la Europa Medieval. Altas murallas, sobre las cuales permanecían noche y día los vigilantes, protegían los edificios interiores. Un amplio patio de armas, comunicaba con las diferentes partes del castillo. Éstas solían ser los pabellones para la tropa y los servidores; el almacén donde se guardaba el grano, la carne y las legumbres; los establos para las caballerías y la capilla, a cargo de un clérigo que estaba ligado al señor feudal por un juramento de fidelidad. La parte más importante del castillo era el edificio que servía de vivienda al noble y su familia. Destacaba la torre del homenaje, la de mayor elevación del recinto. defenderlos y darles refugio en tiempos de guerra. Pero, a cambio, los villanos contarían una serie de obligaciones: a) Trabajar durante un determinado número de días en las tierras particulares del señor; b) Pagarle la talla, tributo que exigía el señor en caso de necesidad; c) Pagarle un impuesto por usar el molino, lagar y horno. Esta tasa se llamó gabela. d) Solicitar licencia para contraer matrimonio y abonar un impuesto para su obtención. Los eclesiásticos. La Iglesia participaba también del modelo feudal imperante. Los obispos y abades eran nobles que recibían sus diócesis y abadías como concesiones de los reyes u otros nobles. Ellas se convertían en grandes feudos que contaban con sus propios vasallos. La Iglesia actuaba, por otra parte, eficientemente en la humanización de las rudas costumbres de la época, creando muchas instituciones que las suavizaron. Por el llamado derecho de asilo, prohibía realizar cualquier acto violento contra el que se encontraba dentro de una Iglesia, abadía o monasterio. Mediante la paz de Dios, amparaba a débiles y desamparados, así como a personas y objetos sagrados. La tregua de Dios paralizaba la guerra en determinadas fiestas y solemnidades religiosas, o en períodos tales como la Cuaresma o el Adviento. Las penas de excomunión pesaban sobre los que violaran dichas prohibiciones. Luego, el movimiento de las Cruzadas encauzó las fuerzas bélicas de la sociedad feudal hacia una alta empresa común. El clero secular. Se dividió en alto y bajo clero: a) El alto clero: La iglesia se institucionalizó según el modelo feudal imperante. Ella misma era un gran poder feudal, ya que poseía la tercera parte de la propiedad territorial del mundo católico. El comportamiento eminentemente feudal de los miembros del alto clero tuvo, entre otras consecuencias, la secularización de la Iglesia y la relajación de las costumbres: muchos obispos se comportaban como señores feudales; algunos se casaban y sus hijos heredaban los obispados. b) El bajo clero: los párrocos rurales eran, en su inmensa mayoría, casi siervos de un señor. El señor les concedía la parroquia así como daba el “manso” al resto de sus siervos. Aunque dentro de la comunidad rural era la única persona que sabía leer y escribir; su formación intelectual y religiosa era muy modesta. El párroco tenía que vivir del producto de su manso, igual que los campesinos, puesto que el obispo o el señor del feudo cobraba el diezmo. Las órdenes mendicantes. A partir del siglo XII, se produce en Europa un florecimiento de la vida urbana. Ante esto, la Iglesia hubo de trazar nuevas rutas a su acción. La ciudad conlleva un rápido enriquecimiento y un ascenso intelectual. La Órdenes monásticas, encerradas en sus monasterios rurales, quedan lejos de las ciudades; surgen nuevas órdenes que no buscan ya sólo la santificación de sus miembros en el retiro conventual del monasterio; se trata de salir a la calle, de predicar, luchar contra las desviaciones de la fe cristiana. Así aparecen las órdenes llamadas mendicantes, porque, en el nuevo ambiente de riqueza material que se respira, sus miembros subrayan la pobreza y viven de limosnas. Las más importantes fueron la orden de los franciscanos, fundada por San Francisco de Asís y la de los Dominicos, creada por el español Santo Domingo de Guzmán. EL MUNDO ÁRABE Los campesinos: la aldea. La vida rural se centraba en las aldeas diseminadas en los aledaños del castillo. Allí vivían los campesinos del feudo en casas de barro y ramas. En caso de peligro, se refugiaban tras los muros del castillo y contribuían a su defensa. No todos tenían la misma categoría y condición. Había que distinguir entre siervos y villanos. Los siervos eran casi esclavos, no tenían libertad, trabajaban las tierras del señor y estaban a su total servicio. Los villanos eran vasallos del señor. Se trataba de hombres libres que laboraban en sus propias tierras, los mansos. Sin embargo, estaban ligados al señor feudal por una profunda dependencia. Éste tenía obligación de Diseminado por sus arenales de Arabia vivía un pueblo semita, cuyas tribus de beduinos nómadas o seminómadas jamás se habían aliado para una gran empresa o para formar una unidad política. Ellos vivían del comercio con los pueblos vecinos, eran pastores, y alternaban frecuentemente esas actividades con la guerra o el saqueo a las caravanas que realizaban intercambios mercantiles en la región. Sin embargo, nunca habían enfrentado un enemigo común pues, por la pobreza de su territorio, no eran presa codiciada por los grandes conquistadores. Lo único que mantenía entre ellos un vínculo de carácter nacional era el santuario de La Caaba, en la ciudad de La Meca, una gran piedra de color negro (quizás un aerolito), adonde los árabes acudían en peregrinación una vez al año. Allí se rendía culto al dios de Abraham como protector de la raza árabe y también a numerosos ídolos, diferentes para cada tribu. Allí, en aquel país requemado por ardientes soles, y cuando no se divisaba en su horizonte ningún presagio de poderío, brotó súbitamente la llama que, con el nombre de Guerra Santa, habría de extenderse por tan grandes dominios como nunca tuvieron otros imperios anteriores. La chispa que inició este fuego fue un hombre llamado Mahoma (en árabe: Mohammed, alabado), quien había nacido en La Meca en el año 570. En su juventud fue camellero y comerciante. En estas actividades y en contacto con mercaderes judíos y cristianos, conoció los fundamentos de las religiones de éstos. Disfrutando de una acomodada situación, llegados los cuarenta años, sintió el deseo de retirarse a la soledad a pensar; deseaba escribir sus pensamientos y señalar sus recuerdos. Ahora, en la plenitud de su vida, no podía disfrutar pacíficamente sus riquezas porque había algo que quería meditar, algo que venía formulándose en su alma con más fuerza, algo que le seguía desde la infancia: ¿Cuántos dioses hay?, ¿A cuántos hay que adorar? De su retiro trajo Mahoma las respuestas: no hay sino un solo Dios, Alá, del que Abraham, Moisés y Jesús han sido sus profetas. Mahoma, era el último profeta enviado para predicar la fe en el dios único y la obediencia a sus mandatos. La religión de Mahoma no era muy original ya que estaba formada por elementos judíos, cristianos y tradiciones del pueblo árabe, pero era muy simple: creer en Alá y hacer creer a los demás hombres. Ese iba a ser de allí en adelante el deber de sus seguidores y lo cumplieron con un entusiasmo rayano en temeridad, sin debilidades ni vacilaciones, porque los que morían combatiendo por la fe de Alá disfrutarían las increíbles dulzuras del paraíso. De esta forma, Mahoma en sus prédicas atacó toda forma de politeísmo y fetichismo, cuyos ídolos y amuletos, afirmó públicamente, debían ser destruidos. Sin embargo, este hecho provocó un enfrentamiento entre el profeta y un grupo de religiosos guardianes de varios dioses que se encontraban en La Caaba, que finalizó con su huída desde La Meca a Medina, acontecimiento llamado La Hégira o partida (622); que destacará por constituirse en el punto de referencia adoptado por la cronología musulmana para contar sus años. Muy pronto los partidarios de Mahoma, llamados musulmanes, se multiplicaron y en el año 632 se apoderaron de La Meca y destruyeron todos sus ídolos. Poco después la mayor parte de la población árabe siguió los dictados de Mahoma y, en consecuencia, Arabia dejó de ser un conglomerado de tribus para constituir un Estado política y religiosamente unificado en torno al profeta y a sus descendientes, a los que se les llamó Califas. Cuando murió Mahoma, dejó un conjunto de preceptos que más tarde ordenaron sus discípulos formando El Corán (El Libro), libro sagrado de los musulmanes que es un conjunto de suras o capítulos que describen la experiencia de la revelación divina vivida por Mahoma, desde entonces es el libro sagrado de una nueva religión llamada Islam, que significa obediencia a la voluntad de Alá. Además, tenía la doble función de servir como Código Civil y compendio de normas morales e higiénicas que debían seguir los árabes. Una de las formas preconizadas para imponer la doctrina islámica fue la predicación de la Guerra Santa, que se llevaría a cabo contra aquellos infieles que resistieran el avance musulmán. La doctrina Islámica Islam, quiere decir “sumisión a Dios” y es el principio básico de la doctrina de Mahoma. El muslim o musulmán es su seguidor y debe entregarse por completo a la voluntad de Alá. La doctrina está contenida en el Corán, escrito por Zaid a la muerte de Mahoma. Ilustración del nombre de Alá en árabe. Alá es la castellanización de la palabra árabe Allāh ()هللا nombre que recibe en árabe el Dios único de las religiones monoteístas: islam, cristianismo y judaísmo. La religión monoteísta islámica recoge su profesión de fe en lo siguiente: “Sólo hay un Dios, Alá, y Mahoma es su profeta”. En base a la moral coránica se encuentra la idea de la Unicidad de Dios. De esta manera el Corán recupera la idea semítica de la unidad de Dios, rechazando la idea cristiana de que Dios es uno pero, a la vez, son tres personas: Padre, Hijo y el Espíritu Santo. Otros preceptos religiosos del Islam son: La oración o salat que puede ser privada o pública. La primera debe realizarse cinco veces al día y la pública los viernes, dirigida por el sacerdote o imán. El ayuno durante el mes de Ramadán. La limosna o azaque, para ayudar a los necesitados. La peregrinación o hach, al menos una vez en la vida a la ciudad santa de La Meca. La guerra Santa o Jihad, contra los infieles. Mahoma prometía el paraíso a quien muriese en ella. La Expansión del Islam A la muerte de Mahoma (632), Arabia estaba prácticamente unificada bajo su doctrina y su administración: a la cabeza del Estado se encontraba el Califa (jefe religioso, civil y militar), quien era asistido por un Visir (Primer Ministro). Los primeros cuatro califas legítimos (Abu Béquer, Omar, Otmán y Alí) iniciaron una extraordinaria acción conquistadora: vencieron a los bizantinos y a los persas; posteriormente ocuparon Palestina, Siria y Egipto en Occidente y Mesopotamia e Irán en Oriente. Dimensiones internas de carácter político y religioso permitieron el advenimiento de una nueva dinastía: los Omeyas, quienes establecieron la sede del califato en Damasco (Siria). Su reinado abarcó desde el 661 hasta el 750. En ese lapso extendieron el territorio del Islam hacia Oriente y Occidente; llegaron hasta el río Indo, ocuparon el Turquestán, penetraron en el sur de Asia Menor y en el norte de África hasta el Atlántico. La debilidad del Imperio Bizantino facilitó la extraordinaria expansión árabe. En el año 711 ocurrió un suceso trascendental: la expansión musulmana en el norte de África coincidió con la decadencia de la monarquía visigoda en España. Esta circunstancia fue aprovechada por los árabes, quienes al mando de Taric cruzaron el Estrecho de Gibraltar y derrotaron al ejército del rey Rodrigo en las orillas del río Guadalete. En poco tiempo todo el reino visigodo quedó en manos de los conquistadores. España se convirtió en un emirato (provincia) dependiente del Califato de Damasco, gobernado por un Emir, que residía en Córdoba. Posteriormente, los árabes iniciaron una serie de expediciones armadas contra los francos, asentados al otro lado de los Pirineos, pero fueron vencidos en la Batalla de Poitiers (732) por el Mayordomo de Palacio Carlos Martel, con lo cual debieron abandonar la idea de conquistar la Galia. Grande fue sin duda el ímpetu de los musulmanes, pero el éxito de sus conquistas se debió en gran parte al debilitamiento en que se encontraban los imperios conquistados. Hábiles políticos, ya que nunca hicieron sentir su condición de conquistadores y así los pueblos sometidos pudieron continuar desarrollando libremente sus actividades, siempre que reconocieran su sujeción política al Islam. Además, la simplicidad de la religión musulmana resultaba para las masas mucho más fácil de comprender que el cristianismo u otras religiones orientales. Por lo general, los árabes no ocasionaban daño a los habitantes del país anexado; sólo los que se resistían eran aniquilados o esclavizados. Exigían de los sometidos el pago de un impuesto; se les prohibía llevar armas, pero podían administrar sus asuntos internos, así como mantener sus autoridades locales, las cuales respondían por el ingreso de los tributos al tesoro de los conquistadores. El vasto imperio árabe, que iba desde España, al Occidente, hasta Persia, en Oriente, una vez agotada su fuerza expansiva se fraccionó. De esta manera, en el año 755, Abderrahmán I, sobreviviente de la Dinastía Omeya, consiguió llegar a la Península Ibérica, donde contaba con partidarios, para apoderarse del gobierno de la España Musulmana, llamada Al – Andalúz y proclamó un Emirato independiente, separado del resto del Islam. Más tarde, en el año 929 Abderrahmán III se proclamó Califa en Córdoba, y Marruecos y Egipto se constituyeron también en Estados libres. Por último, en el siglo XI otro pueblo musulmán, los turcos selyúcidas, se apoderaron del Califato de Bagdad. Al – Andaluz La Península Ibérica fue el único territorio de Europa Occidental donde los árabes se instalaron en forma prolongada (ocho siglos). En ese período no sólo los invasores y sus descendientes habitaron los territorios conquistados, sino también pueblos del norte de África, como los bereberes, integraron la población del país. Además, muchos visigodos permanecieron en las tierras ocupadas por los musulmanes, asimilaron sus costumbres y aceptaron la nueva religión. Sólo en el norte del país, sobre la costa del Mar Cantábrico y en los Pirineos, subsistieron reinos cristianos independientes. Los siglos X y XI marcan el apogeo de la cultura árabe en España, superior a cualquiera de los reinos cristianos de Europa. Cuando en todo el Occidente la economía y la vida urbana habían decaído, existían en Al – Andaluz grandes ciudades: Córdoba, Granada y Sevilla. Además, se practicaba un intenso comercio con el mundo cristiano y el oriente musulmán; así, muchos elementos propios de su civilización integraron luego la civilización occidental. Una larga guerra, interrumpida por períodos de paz y buenas relaciones, marcó la coexistencia de musulmanes y cristianos en España. A partir de la victoria cristiana de Covadonga (718) los reinos del norte extendieron sus dominios paulatinamente hacia el sur. Surgieron así, los reinos de Asturias, Navarra, León y, más tarde, Castilla. Finalmente en 1492, durante el reinado de los Reyes Católicos, los árabes fueron expulsados definitivamente de la Península Ibérica. Expansión geográfica del Islam La Literatura Al igual que el arte, esta llena de fantasía. Como ejemplo podemos mencionar “Las Mil y Una Noches” que es una colección de cuentos del mundo árabe y donde aparece el califa Harún-al-Rashid, uno de los más importantes de su época. Simbología Islámica El Islam se identifica con un símbolo histórico: la media luna o creciente islámico. Su simbolismo es rico y desconocido por la mayoría de gentes ajenas al Islam. Es creciente, por ser una de las formas más características de los movimientos de la luna, que simboliza a la vez el cambio y el retorno de las formas. La utilización de la media luna esta asociada a una estrella, en diversos países musulmanes simboliza la imagen del paraíso. Es también para el Islam símbolo de resurrección. La media luna no es una figura acabada, con serlo casi. Difiere de la esfera cerrada. Los teólogos musulmanes dicen que la media luna esta a la vez abierta y cerrada, es a la vez expansión y concentración. La media luna, fue el emblema del imperio otomano, el cual se convirtió, a partir de la Edad Media, en el símbolo de la mayor parte de los países musulmanes. Aún hoy muchos de ellos llevan este signo sobre su bandera nacional (Paquistán, Argelia, Libia, Túnez, Turquía...). Este uso, en principio ocasional, ha tomado poco a poco valor de símbolo, paralelamente al de la cruz cristiana o la estrella de David judía. Incluso a nivel internacional la organización que corresponde a la Cruz Roja en el Islam es por lo general el Creciente Rojo. LAS CRUZADAS El legado cultural Islámico El Arte Como el Corán prohibía la representación de la figura humana, los árabes recurrieron a la decoración para adornar su arte. Inventaron dibujos geométricos o estilizaron las plantas para crear complicadas decoraciones llamadas arabescos. Incluso la escritura árabe llegó a tener la forma de hermosos arabescos y era usada para adornar las paredes de las mezquitas o templos. Las mezquitas fueron junto con los alcázares (palacios) las mayores muestras de la arquitectura árabe, considerada una de las más hermosas. Las columnas de los edificios, el arco de sus ventanas, sus cúpulas, son de una elegancia y gracia incomparables. La Ciencia Los árabes no sólo recopilaron conocimientos científicos de las antiguas culturas sino que ellos mismos desarrollaron la astronomía, la medicina, la geometría y de manera especial el álgebra que introdujeron en Europa. Uno de los adelantos científicos más importantes fue la introducción de los números que ahora usamos y que ellos aprendieron y perfeccionaron de los hindúes. Junto con los números enseñaron el uso del cero que hizo posible las operaciones matemáticas de manera rápida y fácil. La expansión del Imperio islámico había dejado el territorio de Jerusalén bajo su dominio desde el siglo VII. La llamada Tierra Santa, era evidentemente de gran significado místico para los cristianos. En ese lugar geográfico había nacido Jesús, predicó su mensaje y muerto crucificado para salvación del mundo. Hasta el siglo XI muchos cristianos acudían a las tierras de Palestina en peregrinación religiosa y los sacerdotes que se encontraban allí en forma permanente, predicaban y practicaban su fe sin que a ello se opusiera el dominio musulmán. Las peregrinaciones fueron un fenómeno muy importante en el período medieval, obispos y nobles promovían su realización como una manera de expandir la fe, pero además porque ellas contribuían a desarrollar los lugares que se visitaban. Alrededor de los caminos de peregrinación se alzaban muchas iglesias y monasterios, que en el medio rural sirvieron para colonizar y poner en explotación regiones hasta entonces despobladas. Los principales lugares de peregrinación del período fueron evidentemente Roma, Santiago de Compostela, el Mont Saint Michel y por supuesto Tierra Santa. En el siglo XI las posibilidades de peregrinar a Jerusalén cambiaron significativamente, cuando un nuevo pueblo musulmán, los turcos selyúcidas, conquistó el territorio y comenzaron a dar muestras de clara intolerancia para la práctica de la fe cristiana. Este acontecimiento dio lugar a un episodio muy conocido en la historia medieval: las Cruzadas. Ese fue el nombre que recibieron las expediciones de los cristianos europeos con el fin de expulsar a los musulmanes de Jerusalén. Desde el llamado del Papa Urbano II en el año 1095, hasta 1270, se realizaron ocho cruzadas en las que miles de europeos pobres y ricos, campesinos y nobles, siervos y reyes, todos ellos con una cruz roja cosida sobre su pecho, se trasladaron hasta el Medio oriente con el propósito de expulsar a los infieles. La primera cruzada movilizó a varios nobles normandos, flamencos y franceses, y permitió la toma de Jerusalén en el 1099. Allí se formó un reino cristiano que fue nuevamente conquistado por los musulmanes al mando de Saladino en el año 1187. Las cruzadas, impulsadas por la fe, pero además por el afán de aventura y la esperanza de obtener riquezas, permitieron estrechar los lazos económicos entre Oriente y el Occidente y favorecer una actividad comercial que permitiría importantes cambios en la economía europea medieval. Las Cruzadas provocaron transformaciones en el modo de vida del medioevo, económicamente reiniciaron los contactos comerciales entre Occidente y Oriente. La primera cruzada marcó el cambio definitivo en las relaciones comerciales. En el año 1.097, Génova envió una flota que llevaba víveres y refuerzos a los cruzados que asediaban Antioquía, a cambio de los cual obtuvo privilegios comerciales que se ampliaron después de la toma de Jerusalén. En definitiva, el verdadero resultado de las Cruzadas fue haber dado a las ciudades italianas, Venecia, Génova y Pisa, el dominio del Mediterráneo, permitiendo la llegada a Europa de caña de azúcar de Líbano y Siria, tejidos finos del Cercano Oriente y Asia Central, sedas, especias y piedras preciosas del Lejano Oriente. aletargada, experimentara una fuerte recuperación, en especial, el comercio y la actividad manufacturera. a) Los focos comerciales: desde el siglo XI las Cruzadas habían permitido la apertura de un importante tráfico comercial en la costa del Mediterráneo, siendo especialmente favorecidas en este intercambio las ciudades italianas de Génova, Venecia y Pisa. Se trataba de un comercio de importación (especias, arroz, perfumes, medicinas, algodón y seda) y de exportación (principalmente tejidos de lana, madera y armas) que se hacia a través del Mediterráneo para seguir posteriormente una ruta terrestre a través de Asia. Otro foco comercial se constituyó en torno al Mar del Norte, en las ciudades de Lûbeck, Danzig, Wismar Hamburgo y Brujas, donde ricos comerciantes aunaron sus intereses y formaron la Liga de la Hansa, que mantuvo preponderancia en la región hasta fines de la Edad Media. La Hansa comerciaba con productos naturales: trigo de Prusia y Polonia, miel y pieles de Rusia, pescado de Escandinavia y lana de Inglaterra. Hasta sus puertos llegaban las especias, porcelanas y sedas que, procedentes de oriente, venían a través de Italia. b) Los nuevos instrumentos de circulación de capitales y de productos: el desarrollo del comercio permitió a su vez, el resurgir del intercambio monetario, que prácticamente había desaparecido durante el período anterior. Se acuñaron monedas locales que terminan adquiriendo valor internacional, como los ducados, se crearon letras de cambio, que permitían viajar a los mercaderes sin tener que llevar encima grandes sumas de dinero y comenzó el desarrollo de las prácticas bancarias como las ventas a plazos (créditos) y los préstamos con interés. La difusión de nuevas técnicas e instrumentos de navegación, y sobre todo la aparición de naves de mayor tonelaje, mejoraron considerablemente las comunicaciones y permitieron que el comercio marítimo siguiera desarrollándose. El comercio terrestre se vio favorecido con la construcción de puentes y nuevos caminos que facilitaban el transporte de las mercaderías. Una vez al año los mercaderes se reunían a vender sus productos en lugares y días fijos: eran las ferias. Las ferias eran grandes mercados de tipo internacional a los que acudían mercaderes desde los más remotos lugares de Europa. Tenían carácter periódico, no permanente. Su celebración duraba varios días. Los lugares elegidos para su instalación, eran puntos estratégicamente situados en relación con las grandes rutas mercantiles; la época en que tenían lugar eran conocidas por todos. A estas citas comerciales, acudían también titiriteros, comediantes, juglares, que añadían a su celebración un sentido festivo. Gran fama tuvieron, entre otras, las ferias de Brujas, Lille, Ypres, Medina del Campo. Pero, por encima de todas, destacaron las reunidas en la región francesa de Champaña. En varias localidades de la misma (Lagny, Bar, Provins, Troyes) las ferias se fueron escalonando durante todo el año, pasando de un lugar a otro. La importancia de las ferias nace del hecho de que establecieron un importante contacto con entre Italia y los Países del eje Mar Negro – Mar Báltico, los dos mayores focos del comercio internacional. LA BAJA EDAD MEDIA El renacimiento del año mil. Durante este período, denominado por algunos historiadores como segunda edad feudal, se producen importantes transformaciones en el mundo medieval. La agricultura integra nuevos elementos que mejoran la producción, se produce un aumento demográfico y la vida urbana vuelve a ser un espacio activo. Los grandes avances agrícolas. El progreso agrario, en cantidad y en calidad, fue la fuente de un auge general expresado en una vigorosa explosión demográfica, cambios en la organización de la sociedad y en la división del trabajo, el desarrollo urbano y la recuperación de la actividad económica, procesos que se manifiestan casi simultáneamente. A partir del siglo XII tienen lugar una serie de importantes transformaciones en la actividad agrícola. Estos cambios se expresaron en un conjunto de progresos técnicos y en la ampliación del espacio productivo. El más importante de los progresos fue la difusión del arado con ruedas y vertedera, que permitía remover más profundamente la tierra, asegurando una mejor nutrición de la semilla y por lo tanto mayor rendimiento. A esto se sumaba la utilización generalizada del caballo en las faenas agrícolas en reemplazo del buey, gracias a la invención de un arnés más efectivo y al uso de las herraduras. En las regiones mediterráneas, las mejoras se debieron también al perfeccionamiento de las técnicas de regadío y a la introducción de nuevos cultivos, en ambos casos gracias a la influencia islámica. Fue decisiva también la introducción del molino hidráulico, que hacia el trabajo de 40 personas y, por tanto, liberaba mano de obra para las tareas del campo. En las regiones con menor abundancia de agua se utilizaron molinos de viento. Otro progreso que benefició profundamente la agricultura de este período fue el desarrollo de la rotación trienal de cultivos. La tierra se dividía en tres porciones y una de ellas se dejaba en barbecho, otra parte se sembraba en otoño y daba cereales de invierno (trigo y centeno) y la tercera se sembraba en primavera con avena, cebada o leguminosas: guisantes, judías (porotos), lentejas y repollos. La diversificación de los cultivos permitió alimentar el ganado al mismo tiempo que a las personas (cultivo de la avena), luchar contra el hambre al tener la posibilidad de compensar una mala cosecha de primavera por una mejor cosecha en otoño, o viceversa, y variar los regímenes alimenticios al introducir principios energéticos a través de las proteínas de las legumbres. La recuperación demográfica. Los mayores rendimientos agrícolas permitieron alimentar a un número de habitantes cada vez mayor, produciéndose un rápido crecimiento de la población europea entre el siglo XI y principios del siglo XIV. El incremento de la población empujó a muchos campesinos libres a emigrar en busca de nuevas tierras para cultivar. Hacia el 1250 un intenso movimiento de población transformó la faz de Europa. Los colonos alemanes se desplazaron hacia el este de Europa ocupando las llanuras más allá del Elba, y los cristianos hispanogodos recuperaban las tierras conquistadas por los árabes en la península Ibérica. La nueva economía. La expansión de la agricultura y las necesidades crecientes de de una población cada vez más numerosa, contribuyeron a que la actividad económica, por tanto tiempo La vida urbana: Desde el siglo XI y especialmente a partir del XIII, el aumento de la producción agrícola y las crecientes necesidades de una población en expansión, hicieron resurgir las ciudades en Europa. Muchos campesinos emigraron a las ciudades esperando convertirse allí en personas libres, o en busca de un trabajo de mejores expectativas, como la artesanía o el comercio. Muchas de las ciudades medievales eran de origen romano y a partir de estos siglos no hicieron más que recuperar el esplendor perdido. Otras en cambio, surgieron a partir del emplazamiento de castillos y monasterios que antes habían servido de refugio a la población, así como en las rutas comerciales de peregrinaciones más transitadas. a) Las ciudades arrebatan funciones: el surgimiento urbano estuvo vinculado en sus orígenes principalmente a la actividad comercial. Las ciudades italianas, las de Hansa y las sedes de las ferias, hicieron del intercambio comercial su principal fuente de crecimiento y expansión. Sin embargo, y como una expresión de la crisis del sistema de dominación feudal, las ciudades empezaron a sumir rápidamente múltiples funciones reservadas antes al poder eclesiástico o señorial. Muchas ciudades asumieron funciones administrativas, en especial aquellas que eran sede de un obispado, cabeza de un condado o de un principado, pasando a ejercer entonces algún tipo de dominio sobre el campo que las rodeaba, un privilegio que era antes del poder feudal. b) La expansión feudal: la ciudad estaba rodeada por grandes murallas, y en sus puertas se cobraban los impuestos a las mercaderías que entraban en ella. El centro de las ciudades aparecía siempre dominado por la catedral, la plaza del mercado y el ayuntamiento, donde se reunía el gobierno urbano. El crecimiento de las ciudades se materializaba en la construcción de nuevas murallas. Entre 1100 y 1230 Viena conoció cuatro murallas sucesivas que enmarcaban un perímetro que se ampliaba sin cesar. Los nuevos barrios que aparecían, dentro y fuera de las murallas, se organizaban en torno a las parroquias. emplazamiento. El tradicional emplazamiento fluvial de las ciudades en la Antigüedad, fue modificado por otros tipos de emplazamiento. Europa vio emerger ciudades marítimas, de encrucijada, camineras, etc. Se construyeron viviendas y barrios enteros fuera de las antiguas murallas. Este es el origen de los BURGOS, de donde derivará el nombre de sus habitantes, los BURGUESES. Estos artesanos de distintos oficios instalaron sus talleres y para ello eligieron las proximidades de los castillos o monasterios, las riberas de los ríos o costas, o las cercanías de los caminos, hasta donde llegaban los comerciantes y gentes interesadas en adquirir los artículos que producían. La burguesía, nuevos protagonistas, irán asumiendo un liderazgo en la conducción social, la cual dejara de basarse en la posesión de la tierra, en el origen noble y en la capacidad de dar protección a sus subordinados, sino que se basara en la riqueza que generaban debido a su actividad económica o profesión. Esta clase adquirirán un amplio predominio en el ámbito urbano. a) Los habitantes de la ciudad: La burguesía fue por excelencia los habitantes de las ciudades, espacio significativamente distinto al paisaje rural del que Las transformaciones económicas y sociales de los procedían, y en el que fueron alejándose de su origen siglos XI al XIII acarrearon además un importante cambio en la plebeyo para acercarse cada vez más a los privilegios de la vida intelectual. El saber y la cultura dejaron de ser un nobleza, a través de la práctica de otras actividades patrimonio exclusivo de los eclesiásticos, para alcanzar ahora a laborales. La burguesía era un grupo urbano muy disímil las nuevas clases urbanas. En este escenario un número cada vez entre sí desde la perspectiva de sus actividades e ingresos. mayor de personas aprenderá a leer y escribir, y el saber se b) Grandes y pequeños burgueses en la producción artesanal: expandirá a través de instituciones de exclusivo origen urbano: el grupo de artesanos urbanos fue un grupo que creció las universidades. considerablemente como consecuencia del aumento de la población y de sus necesidades. Los productos elaborados c) Las Universidades: de las escuelas catedralicias, que en el dejaron progresivamente de ser confeccionados en el siglo XIII habían sustituido a las escuelas monásticas como campo, que se limitó a la producción ganadera, mientras centros del saber, nacieron las universidades. La llegada de que la ciudad se especializó en las actividades estudiantes provenientes de diversas regiones, motivó que manufactureras y mercantiles, dando inicio a una rígida maestros y discípulos se organizaran de manera independiente, división del trabajo. Los artesanos, que también eran como una corporación o universidad, capaz de defender su burgueses, trabajaban en talleres donde producían tejidos, autonomía frente a poderes externos y garantizar así la calidad cerámica, herramientas, armas o joyas y ellos mismos eran de la enseñanza. los encargados de vender su producción en la ciudad, en el La universidad era dirigida por un rector y contaba con campo o incluso en zonas más distantes. En cada taller era cuatro facultades a cargo de un decano, la de Artes, la de posible encontrar tres categorías de artesanos: los Teología, la de Derecho Canónico y la de Medicina, donde se aprendices, que generalmente eran niños mayores de siete impartían distintas cátedras. Los estudiantes seguían clases años, los oficiales, que dominaban todas las técnicas del sentados en el suelo, sobre montones de paja, y tomaban notas oficio, y los maestros, que eran los oficiales que habían de las lecciones de los maestros en pequeñas hojas de logrado superar una dura prueba y hacer una obra maestra, pergamino. También disponían de libros de texto que, como además debían tener medios para fundar su propio taller. todavía no existía la imprenta, eran copiados a mano por los Entre la burguesía artesanal había importantes diferencias, libreros y escribanos establecidos en calles cercanas a la oficiales y aprendices llevaban por lo general una vida Universidad. modesta, en tanto que los maestros de los oficios más Los papas, especialmente Inocencio III y Gregorio IX, importantes tenían grandes fortunas y llegaban a tener comprendieron muy pronto la importancia de las universidades importantes cuotas de poder en el gobierno urbano. podían tener como instrumentos de difusión de la teología, y, c) La ciudad, el nuevo crisol social: junto con el desarrollo de venciendo la resistencia de los profesores seculares, impusieron las ciudades creció un gran número de pobres urbanos que la colaboración de profesores pertenecientes a dos órdenes no tenían trabajo fijo y fluctuaban entre la mendicidad y la monásticas de reciente creación: dominicos y franciscanos. En delincuencia estando al margen de todos los beneficios que la Universidad de París impartieron sus enseñanzas grandes ofrecía la ciudad. La ciudad estuvo también habitada por figuras de la ciencia eclesiástica, como Pedro Lombardo, San los máximos representantes del poder feudal. Clero y Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino. nobleza convivieron en este escenario con los nuevos grupos sociales y debieron experimentar las primeras formas de las nuevas relaciones que caracterizarán a la sociedad Ilustración de una cátedra universitaria medieval. moderna. Los cursos en las universidades eran bastante largos. Los horarios de clase empiezan a las 6 o las 7 de la mañana, prolongándose hasta El las 7 u 8 de la tarde con una pausa al mediodía para comer. corporativism El método de trabajo en todas las asignaturas es fundamentalmente o, una nueva oral, y consiste en tres partes: forma de 1) Exposición, en el cual el maestro lee un texto y lo relación comenta. social: 2) Disputa, en el cual lo discute con sus alumnos y organiza A debates. fines del 3) Repetición, en el cual los estudiantes memorizan lo período aprendido. medieval se El Resurgimiento urbano y el desarrollo del desarrolla en Burguesía las principales ciudades de Europa una poderosa burguesía que ponía de Durante el siglo XI, en pleno desarrollo del sistema manifiesto la crisis que comenzaba a afectar al sistema de feudal, reaparece y aumenta lentamente en importancia un relaciones feudales. Nobles y clérigos seguían siendo, sin elemento típico de la Antigüedad: La ciudad. embargo, los sectores con más poder e influencia social y aunque Este resurgimiento urbano se inicia con la crisis del el servilismo y el vasallaje eran modos de relación que en su modo de producción feudal. Las viejas ciudades, expresión original tendían a desaparecer, seguían existiendo a semiabandonadas, renacen, o se crean otras nuevas. Una innovación en los nuevos núcleos urbanos, fue su través de formas nuevas en el modo que los grupos sociales se organizaban y relacionaban entre si. La burguesía trató de protegerse de los lazos de dependencia y subordinación que debía mantener con la Iglesia y la clase de los nobles, creando agrupaciones que le permitieran defender sus intereses mediante la fuerza común. Bajo la idea de mantener su autonomía, esta nueva clase social dio nacimiento a las corporaciones, que agrupaban principalmente a personas unidas por intereses socio-profesionales, y que creían que la comunidad interesada debía gestionar sus propios asuntos y practicar la solidaridad, liberándose así del poder feudal. Las universidades nacen bajo esta premisa, lo mismo que las corporaciones de comerciantes, hansas, que logran incluso que los señores feudales garanticen la normal realización de las ferias que quedaban bajo su zona de influencia, incluyendo la reposición de los artículos que se perdieran por alguna razón en los caminos bajo su jurisdicción. Los artesanos se agruparon en corporaciones denominadas gremios, que reunían a trabajadores de un mismo oficio. Los gremios regulaban las horas de trabajo, la calidad de los productos y protegían a los artesanos en caso de enfermedad. Cada gremio ocupaba una calle determinada de la ciudad, a la que daba un nombre: hilanderas, curtidores, herreros. En ocasiones era el lazo religioso el nexo más fuerte entre los miembros de una corporación y entonces se llamaba cofradía. Bajo el mismo concepto, la burguesía más rica y poderosa luchó porque las corporaciones municipales, en las que se hallaba representada, se convirtieran en las verdaderas detentoras del poder urbano. De este modo, el castillo, el palacio y la catedral, sedes de los antiguos poderes feudales, fueron reemplazadas por los nuevos símbolos del poder burgués, las casas comunales, los mercados y el ayuntamiento. Los resultados de este movimiento de emancipación urbana no fueron iguales en toda Europa. En muchos casos se limitaran al logro de determinados privilegios económicos y la ruptura de las ataduras feudales. Las ciudades italianas y alemanas fueron las que lograron una mayor autonomía municipal, el poder económico acumulado por las ciudades italianas a partir del siglo XI las llevó a buscar su independencia del Sacro Imperio Germánico, la obtuvieron en alianza con el papado, llegando algunas a constituirse en repúblicas soberanas, como Venecia y Florencia; o en tiranías como las de Milán o Roma, bajo la autoridad de las familias Sforza y Borgia, respectivamente. En Francia, Inglaterra y España los reyes trataron de utilizar el poder organizativo de las ciudades en provecho de la unidad del reino y contra sus dos mayores enemigos: el papado y los señores feudales. La burguesía había adquirido en estos lugares suficiente poder económico como para que se le tuviera en cuenta a la hora de regir los destinos del país. Ya a mediados del siglo XIII se manifiesta una situación de mutuo equilibrio y control entre los grandes poderes del momento: el monarca, la nobleza, la Iglesia y el pueblo llano representado por la burguesía. El movimiento corporativo burgués y las cada vez mayores necesidades financieras y administrativas de los Estados Nacionales dieron lugar a la aparición de los Parlamentos (las Cortes Castellanas, Los Estados generales franceses y el parlamento Inglés) en los que participaban los tres componentes más poderosos de la sociedad: la nobleza, el clero y tercer estado, es decir, la burguesía. El origen noble, la posesión de la tierra y la capacidad de dar protección iban dejando de ser los pilares del poder, el cual comenzará a sustentarse en la posesión de fortunas mercantiles y en la sólida unión corporativa a partir de intereses comunes. Orígenes del capitalismo: El dinero y el comercio. Si el pago en especies y el trueque habían sido el modo de pago bajo el Feudalismo, a partir de la Baja Edad Media, se produjo la reaparición del dinero. Se acuñó indistintamente en oro y plata en cada ciudad. Por lo mismo, aparecieron los “Cambistas” (personas que hacían el cambio monetario interurbano). El comercio dinamizó la economía y esto se puede apreciar en las siguientes transformaciones que introdujo: En los comienzos, el comercio fue local, es decir, dentro de cada ciudad. Al poco tiempo, fue interurbano y más tarde, internacional. El manejo del dinero hizo indispensable que los mercaderes tuvieran mayor conocimiento de operaciones mercantiles, por lo que recurrieron a la Contabilidad, como complemento de sus actividades. En Italia, Luca Faccioli tuvo el mérito de haber creado la “Partita Dopia” (Partida Doble), registro que los comerciante llevan del “debe” y “Haber” en las operaciones mercantiles. La aparición del crédito y del capitalismo financiero Las operaciones de intercambio en los centros de comercio, como las ferias, generó una gran movilidad del dinero. De hecho, los comerciantes tuvieron que tomar las precauciones correspondientes ya que habitualmente eran asaltados en los caminos, por las sumas de dinero que transportaban. Por otra parte, los comerciantes en la Ferias, buscaron maneras de aumentar sus ventas y apareció el Crédito como instrumento de pago. Este grado de confianza que el comerciante otorgaba al comprador, se expresó por medio de la Letras de Cambio y Pagarés, en una primera etapa. Los resultados no se hicieron esperar, las ventas aumentaron considerablemente y las operaciones fueron de montos tan elevados que también justificaron la aparición de los Bancos, instituciones de cambio, depósito y custodia de documentos que complementó esta nueva función mercantil. Los grandes burgueses se convirtieron en importantes banqueros, como las familias de los Fugger, los Sforza, los Visconti, los Médicis, en Alemania e Italia, respectivamente. El progreso de las industrias, arte y comercio hacia el S. XIV D.C. vieron nacer en Europa, las Bolsas, donde se transaban las acciones, documentos que representaban dinero. La economía mercantil había cedido paso a la crediticia. Tampoco estuvieron ausentes de las actividades mercantiles, los préstamos y la usura, como males necesarios. La Iglesia condenó estas operaciones tan frecuentes y planteó que seria crítica a las actividades mercantiles y el lucro que generó. Se opuso al préstamo con interés y condenó la usura. Su ideal fue la “Teoría de Justo Precio”, esto quiere decir, que los mercaderes debían vender a un precio justo, esto es, no lo más caro posible, sino a un precio razonable que permitiese cubrir los costos y obtener la justa utilidad para poder vivir “digna y honradamente”. Las organizaciones del comercio Los hombres que vivieron del intercambio comercial, debieron organizarse para enfrentar las múltiples dificultades que surgían en las larga travesías que realizaban entre la ciudades, o bien, entre los distintos países. Si las rutas eran terrestres, la amenaza la constituía el salteador de caminos; si la ruta era marítima, el pirata era el peligro al acecho. No podían viajar solos, sino en grupo; no se debía enviar un solo barco, sino una flotilla. Por eso los mercaderes empezaron a asociarse en forma permanente. En un comienzo, cualquiera podía ingresar a estas asociaciones, pero las condiciones cambiaron con el tiempo porque se consideraban factores como la competencia, la nacionalidad de los asociados y la defensa de las ciudades que tenían sus milicias y hasta una armada. Es posible mencionar algunas formas de organización mercantil: Las Commendas: Organización que tenía dos tipos de socios: Unos ponían en capital y otros el trabajo, siendo repartidas a medias, las utilidades. Las Compañías: Surgieron cuando las operaciones se hicieron hacia una determinada área geográfica. Los navegantes se ponían al servicio de grandes capitalistas que invertían el dinero en el comercio de ultramar. Las Ligas: Federaciones de ciudades libres, reunidas con la finalidad de obtener beneficios aduaneros, especialmente. En Alemania existió la Liga Hanseática; la Lombarda en Italia y en España, la Hermandad de las Marismas, que agrupó a las ciudades marítimas. Las Guildas: Organización de comerciantes que tenían incluso, forma de representación política. La Peste Negra Fue una de las peores catástrofes naturales que afectó a Europa entre los años 1347 y 1352, provocando una notable disminución de la población. La epidemia fue introducida desde Oriente (se registró su aparición en Constantinopla) y desde allí se propagó hacia los puertos, por las naves italianas. El año 1347 causó estragos en Messina (Sicilia, Italia) y Marsella. Al año siguiente, Vencia, Nápoles, Génova, Barcelona y Valencia. Desde la costa avanzó hacia el interior, siguiendo los valles de los ríos y las rutas del comercio. Entre 1349 y 1352, la peste recorrió los territorios de Inglaterra, Francia, Alemania, Escandinavia y Rusia. La mortandad fue enorme en todas partes. A los 10 años del primer brote de la peste, 33 millones de personas habían perecido. La población se había diezmado en un 30%. En la Edad Media, los contemporáneos denominaron estas epidemias como “pestes”. La peste Negra o Bubónica, era producida por el bacilo “Pasteurella Pestis” que se cría en el estómago de las pulgas, a su vez estas pulgas eran transportadas por las ratas existentes en las embarcaciones comerciales. Las condiciones de higiene, salud y alimentación hacían que los hombres fueran indefensos frente al flagelo.