OBELISCO Un obelisco es un monumento de piedra con forma de pilar o columna, de sección cuadrada con 4 caras trapezoidales iguales, ligeramente convergentes, rematando en su parte superior con una pequeña pirámide. Esta palabra deriva del griego OBELISKOS, diminutivo de OBELOS: hierro alargado que servía para asar. Los romanos los asociaron con la forma de una aguja. Solían erigirse sobre una base de piedra en forma de prisma que remataba en su parte superior con una pequeña pirámide, voz que podría derivar del griego PYRA: hoguera, fuego. Aquí se observaría claramente la relación del obelisco con el culto solar. Otra posibilidad es que se origine en el egipcio PIMAR. Los antiguos los tallaban a partir de un sólo bloque de piedra (monolito). El primero del cual tenemos noticia pertenece al reinado de Userkaf, faraón de la V dinastía egipcia (2400 a.C.). No se sabe cómo se erigían dado que no existe documentación describiendo el método usado. El obelisco más antiguo conservado es el de Heliópolis (en griego, "la ciudad del sol"). Fue construido en 1950 a.C. Generalmente la punta del obelisco estaba recubierta por una placa de oro (o con una aleación de plata y oro, los metales reales), como sucedía con las pirámides. Al caer sobre este revestimiento surgían extraordinarios resplandores. Sus dimensiones eran variables. El más alto tiene una altura de casi 42 metros y el más bajo no supera los 2 metros. Los faraones los instalaban generalmente a la entrada de los templos. En algunos de ellos se gravaban inscripciones que se referían a la divinidad invocada o a sucesos políticos por el cual se habían erigido. Una vez transportado desde la cantera al sitio donde debía instalarse, era puesto verticalmente sobre un bloque de piedra que servía de pedestal. Debió ser una operación complicada, dado que algunos obeliscos pesan 500 toneladas. Se presume que empleaban sogas y terraplenes Cuando los romanos conquistaron Egipto, en el siglo I a.C., trasladaron a Roma varios obeliscos. Para ello debieron construirse embarcaciones gigantescas. Uno de ellos se encuentra en el territorio vaticano. Fue tal la atracción que los obeliscos ejercieron sobre los antiguos romanos que en Roma se halla el doble de los que permanecieron en Egipto. Algunos de ellos fueron construidos por los mismos romanos, siguiendo el estilo egipcio. También París, Londres, Nueva York y Constantinopla cuentan con obeliscos egipcios. El de la metrópoli estadounidense es gemelo del que se levanta a orillas del Támesis, en Londres. El de Constantinopla data del reinado del emperador Teodosio I. Fue edificado en el 390 d.C. en el recinto del famoso hipódromo. Los asirios igualmente tuvieron sus obeliscos. Uno de los mismos, denominado Obelisco Negro, data del reinado de Shalmaneser III (siglo IX a.C.). Actualmente se encuentra en el Museo Británico de Londres. No menos numerosos son los obeliscos que se erigieron en el reino de Axum, en Etiopía. También en el antiguo Perú se hallan restos de estas construcciones. Tenemos así el obelisco Tello, escultura pétrea de forma prismática correspondiente a la cultura Chavín. Se trataría de un HUANCA o ícono ceremonial religioso. En época moderna fueron construidos en diferentes países occidentales, tanto con carácter público como privado. Estos últimos suelen tener una función funeraria y están básicamente asociados con la masonería, que presume de orígenes remotos en el antiguo Egipto. Son muy comunes, por ejemplo, en los Estados Unidos. Entre los privados se destaca el monumento a Washington, ubicado en la capital norteamericana. Fue construido entre 1848 y 1888. Es el más alto del mundo, con casi 170 metros de altura. En la Italia fascista se erigió uno en el Foro romano para homenajear a Mussolini. No menos imponente es el erigido durante la década de 1930 en Buenos Aires para conmemorar el 400 aniversario de la primera fundación de la capital argentina el 2 de febrero de 1536. Fue destruida por los indígenas en 1541 y vuelta a fundar en 1580. Sería un remedo del palo (que a su vez simboliza un árbol, el árbol del mundo) que se clavaba en el centro de la nueva población. Antigua costumbre española que se originaba, a su vez, en la tradición romana del MUNDUS, que implicaba la recreación del orden (el mundo) sobre el caos primigenio. Sin embargo, no debe dejarse de lado la influencia masónica en la instauración de este obelisco, instalado en tiempo récord (menos de 2 meses) por una empresa alemana bajo la responsabilidad arquitectónica de Alberto Prebisch, uno de los más destacados exponentes del modernismo en el país. Se emplazó en la Avenida 9 de Julio, en un sitio dónde previamente existía la iglesia de San Nicolás de Bari, que fue demolida a tal efecto. Respecto de la grandeza de esta monumento y de su simbolismo, André Malraux supo expresar de visita en Buenos Aires al contemplar sus grandes construcciones que la por entonces Reina del Plata era la capital de un imperio que no llegó a ser. Quizá el obelisco porteño es el aleph argentino. En Montevideo, también sobre su avenida más emblemática, la 18 de Julio, se halla un obelisco, de tamaño acorde con el denominado "paisito", la Banda Oriental del Uruguay. La torre Eiffel de París remeda, así mismo, un obelisco. El Monumento a la Bandera de Rosario, en cierta medida, recuerda igualmente la figura de un obelisco, aunque integrado a un cuerpo arquitectónico mucho más complejo. Ya que estamos en el terreno de las relaciones, no podríamos dejar de mencionar a los antiguos menhires que se extendieron por buena parte de Europa en la remota antigüedad, y también por otras partes del globo. De allí que el personaje Obélix de la historieta Asterix tome su nombre del término obelisco. Por último, podría conjeturarse que las catedrales góticas, con su culminación en forma de agujas, puedan derivar de una misma concepción que los menhires y los obeliscos. Greg Haedowm