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OS studocu
Brunt Conflictos sociales en la republica romana
Studocu no está patrocinado ni avalado por ningún colegio o universidad.
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaegmail.com)
a 14 5
A E.0A
ALE CP
. A. BRUNT
A FITONCEL
PROFESORA DE HISTORIA
BIBLIOTECA CULTURAL
COLECCIÓN LECTORES — CONFLICTOS
SOCIALES
EN LA
REPUBLICA
- ROMANA
————Í>———"f,
72
Ww,
EUDEBA
EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciarmaegmail.com)
Título de la obra original:
Social conflicis in the roman republic,
Chatto £ Windus, Londres, 1971
Traducida por
RUBEN MASERA
EUDEBA S.E.M.
Fundada por la Universidad de Buenos Aires
“PLAN EDITORIAL 1972-79"
E 1973
EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS ATRES
Rivadavia 1571/73
Sociedad de Economía Mixta
Hecho el depósito de ley
IMPRESO EN ARCENTfQA metia fee of char on
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PREFACIO
Este pequeño libro no es una historia general de
los asuntos internos de Roma en tiempos de la
República; el título define su tema: trata los conflictos surgidos entre los diversos órdenes y clases
de la sociedad. Por tanto, se refiere muy poco a
las facciones que dividían a la clase dirigente, facciones que, de acuerdo con mi opinión, fueron menos coherentes y duraderas y mucho más difíciles
de identificar de lo que comúnmente se supone en
la actualidad. Sólo se habla lo neceserio de las
ambiciones y maniobras de los individuos poderosos —cuya importancia no discuto—, de manera tal
que sea posible seguir el curso de los conflictos
sociales. Comencé por esbozar los efectos de la
expansión general de Roma, sobre la estructura
interna del mismo Estado romano y sobre las condiciones económicas globales que predominaban
en la antigua Italia; en los capítulos que siguen se
ordena cronológicamente el desarrollo del marco
político, incluyendo la actividad de las clientelas
y el carácter de la nobleza, como así también los
principios y cambios constitucionales. Quizás habría que advertir al lector interesado en los últimos tiempos de la República, que los tres capítulos finales deben leerse a la. luz de cuanto los
precedió.
el nde es mi deuda para con las útiles críticas
de Profesor M. I. Finley, editor general de esta
)
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EL
serie, y para con el doctor ]J. M. Moore, del Radley College, quien leyó la versión dactilografiada
de mi texto. Los puntos de vista expresados y todo
error remanente me pertenecen.
P. A. BRUNT
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CUADRO CRONOLÓGICO
Las fechas anteriores al año 300 a.C. se apoyan
en la tradición y son sólo aproximadas.
A. C.
754 Se funda Roma.
509 Se establece la República.
494 Se crea el tribunado de plebeyos.
451-450 Los decenviros codifican las leyes (las
Doce Tablas).
396 Conquista de Veyos.
390 Los galos saquean Roma.
366 El primer cónsul plebeyo.
338 Muchas ciudades latinas y Capua se vuelven
romanas.
287 La Ley Hortensia (fin de la lucha entre patricios y plebeyos).
280-275 Guerra con Pirro: al finalizar la misma,
el control de Italia (excepto la Galia Cisalpina) por Roma es virtualmente completo.
264-241 Primera guerra con Cartago.
241-227 En Sicilia y Cerdeña se constituyen provincias romanas,
c. 225-170 Conquista de la Galia Cisalpina.
218-201 Segunda guerra con Cartago (invasión de
Anibal). ;
c. 200 Se constituyen provincias en España (que
no se pacifica totalmente hasta el 19).
200-146 Guerras intermitentes en el este, que conve
gmail.com)
ducen a la anexión de Macedonia y parte de Crecia,
154-133 Graves guerras en España,
149-146 Tercera guerra con Cartago, que conduce a la anexión de parte del norte de
África.
133 Tiberio Graco tribuno.
129 Se constituye la provincia de “Asia”
oeste del Asia Menor.
125-121 Conquista del sur de Francia (más adelante, provincia de Galia Transalpina),
123-121 Tribunados. y muerte de Cayo Graco.
112-106 Guerra con Yugurta (primer consulado
de Mario, 107).
113-101 Guerra con los cimbros.
103-100 Tribunados de Saturnino.
91 Tribunado' de Druso. Estallido de
social.
9031 Concesión del carácter de ciudadano romano a todo habitante de Italia apto para tal
calidad.
55-84 Guerra con Mitrídates.
88 La primera marcha de Sila sobre Roma,
87-86, 53-S1 Guerras civiles.
82 Autocracia y legislación de Sila,
80-72 La guerra contra Sertorio en España,
78-77 El surgimiento de Lépido en Italia.
74 Estallido de la guerra con Mitrídates en el este.
73-71 Rebelión de esclavos en Italia.
70 Pompeyo y Craso cónsules.
67-62 Campañas de Pompeyo contra los
anexiones en el este.
63 Cicerón cónsul, La conspiración de Catilina.
59 Primer consulado de César. Primer triunvirato,
58 Clodio tribuno.
58-50 César conquista el resto de la Galia Transalpina, :
Ost
(en el
la guerra
piratas y
52 Asesinato de Clodio
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49-45 Guerras civiles entre César y pompeyanos.
44 Asesinato de César. 1
4442 Guerras civiles entre cesaristas y republicanos,
43 Se forma el Segundo Triunvirato,
43-36 Sexto Pompeyo controla Sicilia y los mares.
32-30 Guerra civil entre Octavio y Antonio. !
30 Octavio asume el control supremo. Anexión
de Egipto.
27 Octavio toma el nombre de Augusto. Comienzo del Principado.
docu
a
0 MILLAS 10
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0 KMS 0
Frontera del
territorio romano
C300 aC:
Mapa 1. Roma antigua y sus pueblos vecinos, C. 380 a.C.
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NOTA SOBRE MONEDAS Y MEDIDAS
Los antiguos romanos utilizaban los rebaños como medida de valor ( pecunia, dinero, proviene de
pecus, rebaño) y, para el intercambio, el bronce
por su peso. Las monedas más antiguas fueron
también de bronce. La plata y el oro se acuñaron
por primera vez en el siglo mt. Durante los últimos
200 años que se abarcan en este libro la moneda
corriente fue el denario de plata, que pesaba unos
60 granos; * todas las cifras dadas referentes al dinero están expresadas en denarios. (Un denario
valía 4 sestercios.) Sería engañoso dar un equivalente menetario moderno basado en su peso y pureza; lo que importa es cuánto se podía adquirir
con un denario. Tampoco esto puede precisarse de
modo acabado, pero en la página 30 se da cierta
idea de su valor.
La unidad de medida de los terrenos era el iugerum, equivalente a unos dos tercios de acre.
* Grano: medida que equivale a unos 0,06 gramos; por
lo tanto, 60 granos = 3,6 gramos. (N. del E).
11
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EL MARCO DE REFERENCIA: LA EXPANSIÓN
ROMANA Y SUS RESULTADOS
De acuerdo con la tradición, los romanos expulsaron al rey etrusco Tarquino el Soberbio y establecieron una república en el 509; esta fecha ha
sido puesta en duda, pero opino que es aproximadamente correcta. La República fue derrocada en
el último siglo antes de Cristo. Resulta imposible»
ubicar este cambio en un año determinado, La ins- titución republicana dejó de funcionar normalmente en el 59, como resultado de la alianza entre
Pompeyo y Julio César, que dominaron el Estado
durante una década. Sus rivalidades fueron motivo
de guerras civiles, brevemente interrumpidas por
el despotismo de César y pronto reanudadas después de su asesinato. Finalmente su hijo adoptivo
y heredero, César Augusto, surgió como el vencedor y fundó el sistema de una monarquía apenas
velada que nosotros llamamos Principado. Tal cambio se completó el día 13 de enero del 27, cuando
el comandante de los ejércitos declaró que había
restaurado la antigua República. De manera que
este libro abarca casi cinco siglos.
En el 509, el territorio romano comprendía sólo
unos 800 kilómetros cuadrados. La misma ciudad
CU Todas las fechas, salvo que se indique lo contrario,
son a.C.
E
amurallada estaba siempre en peligro de ser atacada por los extranjeros. Las asambleas del pueblo se interrumpían si se izaba una bandera en el
Janículo, la colina junto al Tíber, para indicar que
las fuerzas invasoras etruscas estaban a la vista.
En ese momento los romanos sólo podían formar
dos legiones, unos 8.000 hombres.
Aproximadamente en el 27, toda Italia era romana y todos sus habitantes, libres; con la excepción de los inmigrantes extranjeros y algunas tri, bus alpinas, sus pobladores eran ciudadanos. Centenares de miles de ciudadanos vivían también en
las provincias de allende el mar. En el 28, el censo
de Augusto incluía más de cuatro millones; de
acuerdo con mi opinión, se enumeraron mujeres y
niños de más de un año, al igual que los varones
adultos (de más de diecisiete años), pero es poco
probable que los resultados hayan sido correctos,
y un verdadero total podría haber incluido hasta
cinco millones. (Los resultados del censo republicano comprendían, por cierto, sólo a los varones
de más de diecisiete años.) Más tarde se darán las
cifras basadas en estos resultados, El poder romano se extendía entonces desde el Canal de la Mancha al Sahara y desde el estrecho de Gibraltar al
Eufrates; la mayor parte de esta superficie estaba
ya bajo control de los romanos hacia el 146 ( excepto Galia y el interior del Asia Menor), aunque entonces no se encontrara sometida en su totalidad
a una administración romana directa, Aún en el
27 los principados y las repúblicas de las fronteras, o incluso dentro de los confines del Imperio,
preservaban un cierto grado de independencia como Estados “clientes”. Augusto, sin embargo, consideró que. estos Estados “clientes” eran parte del
Imperio y no se encontraban menos bajo control
romano que los súbditos, a quienes se concedía,
por lo demás, amplia autonomía local. La sobera.
14
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana('
nía de Roma sobre toda Italia remonta al 280, Ya
or entonces Roma había superado las proporciones naturales de una ciudad Estado, pero e
vo las instituciones correspondientes a esa forma
política hasta la caída de la República.
La expansión romana fue, por ro e
sultado de guerras sostenidas contra Y e i o
que no cesaron siquiera en medio de la _ E
cha interna que comenzó en el o De —_— :
aspectos de la historia de la República, a más importante, pues fue la condición pre a
la difusión duradera de la cultura E E .
que promovió la “inmensa majestad 7 a - 7
mana”, Aunque éste no es el tema de E >
bro, constituye por cierto su marco E a
guerra y la conquista transformaron la
de Italia y contribuyeron primero a a A» En
go a exacerbar el conflicto social. Las hue 1as E
nas y las guerras con el exterior se NUS
a menudo y tuvieron mutuos efectos. a - A
sión, de por sí, distorsionó el io e las instituciones políticas, la maquinaria pe
bían utilizar los que pretendían reformar - dad. Alteró incluso la significación misma de
mino “romanos”.
Los antiguos romanos, aunque _—
incluían a hombres de origen sabino y E. todos latinos en cuanto a la lengua y actuaban ? :
lo común como aliados o miembros “e una e
que abarcaba todas las otras ciudades e
cinas, Roma adquirió preponderancia en esta e
y, después que los latinos e. “e EAS
sembarazarse de su control, disolvió la liga y
virtió en ciudadanos a muchos de sus — =
(338). Aproximadamente en la misma > Cs
puanos, que hablaban el osco, lengua y de
tanto del latín como el francés ET o.
bieron también la ciudadanía, perdiendo de
15
mail.com)
modo su independencia. La práctica de conceder
la ciudadanía a otros pueblos italianos se siguió
con frecuencia hasta la mitad del siglo m. Tudos
los nuevos ciudadanos, como los antiguos, debían
pagar impuestos y luchar en los ejércitos romanos,
y todos tenían los mismos derechos de intermatrimonio y relaciones contractuales privadas, pero a
muchos, como a los capuanos, se les negó en un
principio el derecho a votar o a ejercer cargos públicos en Roma: preservaron un cierto autogobierno local. Los capuanos se resintieron por esta situación de inferioridad, rebelándose en el 216. Por
"na proceso que nos es difícil seguir y que se completó probablemente antes del 90, la situación fue
modificada y se otorgó plenos derechos a todos.
Sabemos que Arpino, anteriormente de lengua osca, era promovida de este modo en el 188; fue el
lugar de nacimiento de Mario, quien salvó a Roma
de la amenaza germana en los años 102-101, y también de Cicerón. Los habitantes de Arpino recibieron los derechos de ciudadanía romana sólo dos
o tres generaciones antes de que naciera Mario, Esta liberalidad con los derechos de ciudadanía, aunque peculiar de Roma, es fácilmente comprensible: contribuía a que Roma contara con superioridad numérica sobre todo sucesivo enemigo y fue
un factor importante en el desarrollo de su fuerza.
Resulta menos claro por qué Roma, a diferencia de otros Estados de la Antigiiedad, permitía
que los esclavos manumitidos por los ciudadanos
adquirieran la ciudadanía junto con la libertad. A
estos hombres liberados no se les permitía servir
en el ejército, salvo en casos de crisis graves, aunque sí podían optar por remar en las flotas. Con
todo, sus descendientes; nacidos libres, no estaban
sometidos a restricción alguna y se sumaban a las
fuerzas numéricas de Roma. Con el correr del
po, el ingreso de reselavest lesibblerer denitria GM St
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16
d
il.com)
número de manumisiones crecieron ¡ enormemente,
razón por la cual una vasta Papa meets
proporción de ciudadanos tenía en sus ve.
tiempos de Augusto, sangre servil y ¡extranjer E
El número de romanos creció también de modo diverso. El pequeño y escasamente, Ue TT
torio que la ciudad tenía en el 509 no, po ría ba
ber sustentado por largo tiempo una población en
crecimiento. Solamente las anexiones. podían procurar un abastecimiento adicional para las nuevas
bocas hambrientas. En el 396, Roma conquistó Veyos, al norte del Tíber, y distribuyó la tierra entre
sus propios ciudadanos; su territorio creció en o"
de un tercio. Veyos desapareció como Estado independiente, Roma no procedía por lo. común con
tanta severidad, pero era su costumbre (según se
nos cuenta) tomar un tercio de la tierra de los
pueblos italianos que conquistaba y, de tiempo en,
tiempo, dividir parte de esta tierra entre los romanos pobres. De este modo, los ciudadanos carentes de tierras, como los hijos menores, podían [
tablecer sus propios hogares, crecer y multiplicarse.
Cuando Anibal invadió Italia en el 218, el territorio romano (sin contar el de sus súbditos aliados) alcanzaba ya unos 25.000 kilómetros or
dos, y los ciudadanos registrados (los varones de
más de diecisiete años) llegaban por lo menos a
270.000. Muchos de sus aliados se unieron a Aníbal
y fueron castigados con nuevas confiscaciones; además, a principios del siglo 1 anexaron grandes extensiones de terreno pertenecientes a los galos y los
ligurios en el norte de Italia. No podemos determinar la extensión precisa del territorio romano en este
período, pero respecto de la población, las .
del censo, probablemente cada vez más pi etas, sugieren que en el siglo el número de cindadanos varones adultos era superior a 400.000.
OCHrante mucho tiempo, la fortaleza de Roma
Pr
había dependido no sólo del número de romanos.
Otros pueblos italianos le estaban sometidos mediante alianzas perpetuas. Conservaban su autonomía local y no pagaban tributo a Roma, pero estaban obligados a proveer contingentes para los
ejércitos romanos a sus propias expensas y a luchar en guerras que ellos no decidían; en compensación, eran protegidos por Roma. A mediados del
siglo m, esta red de alianzas se extendió por toda
la Italia peninsular al sur de una línea que va aproximadamente desde Pisa hasta Rimini. En el 295,
el número de aliados era de unos 600.000. El norte del país, habitado por ligurios, galos y vénetos,
recibió durante la República el nombre de los más
poderosos de sus habitantes: Galia Cisalvina; fue
conquistada entre 225 y 170 aproximadamente,
aunque la pacificación de las zonas montañosas,
más hostiles, demoró algo más.
Entre los aliados, las ciudades latinas ocupaban
un lugar especial. Después de incorporar la mayor
parte de las comunidades latinas a su propio cuerpo ciudadano en el 338, Roma siguió fundando
nuevas colonias “latinas” en sitios estratégicos de
toda Italia; las últimas se establecieron a principios del siglo m en la Galia Cisalpina. En su mayor parte, los colonizadores eran romanos que habían abandonado su ciudadanía en Roma a cambio
de tierras y la integración en muevas comunidades
con autogobierno local. Las colonias se encontraban generalmente a gran distancia de Roma, excesiva para que los derechos políticos fueran de
algún valor; no obstante, la mayor parte y probablemente todos los latinos podían heredar y poseer
terrenos en territorio romano y desposarse con romanos, de manera que los hijos adquirían la situación del padre. A partir de fines del siglo m, los
que obtenían magistraturas locales se convertían
automáticamente en ciudadanos romanos; de este
4
|
modo, la clase gobernante local estaba más estrechamente vinculada con el gobiemo central, Sometido a ciertas condiciones, todo latino podía en
verdad obtener la ciudadanía romana con sólo emigrar a territorio romano. Estos privilegios, junto
con la memoria del ancestro romano y a menudo
quizá con el hecho de que se hallaban en malos
términos con los pueblos vecinos —cuyas tierras
habían sido confiscadas en su provecho— a los
que debían mantener a raya; explican sin duda por
qué, con pocas excepciones, las colonias latinas se
mantuvieron fieles a Roma en ocasión de cada
crisis.
No fue éste el caso de otros aliados. La mayor
parte de ellos hablaba lenguas incomprensibles
para los latinos (la lengua etrusca ni siquiera era
indoeuropea) y habían sido sometidos por la fuerza a la hegemonía romana. A lo largo de genera-*
ciones permanecieron dóciles en tal sometimiento,
Después de la derrota de Aníbal no tuvieron oportunidad alguna de obtener ayuda extranjera para
afirmar su independencia. El poder de Roma pa. recía inquebrantable, Además, durante el siglo siguiente la Italia peninsular gozó de paz interna,
imperturbable y sin paralelo. Los colonizadores romanos y latinos, esparcidos por todo el país, transmitían las ideas romanas y la lengua latina; ciudades remotamente aliadas solían remodelar sus
instituciones de acuerdo con el ejemplo romano,
Entretanto Roma estaba adquiriendo un Imperio en el Mediterráneo, en parte gracias al valor
de los soldados aliados; la mitad o unos dos tercios de sus ejércitos estaban integrados por latinos y otros aliados. Pero aunque los italianos contribuyeron en mucho a las victorias de Roma, su
parte en los beneficios del Imperio era bastante
más pequeña, y nulos la dignidad y el honor provenientes del poder imperial. A decir verdad,
18 - Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaco gfhail.com) 19
Roma intervenía en ocasiones, arbitrariamente, en
sus asuntos internos y sus personas carecían de
protección contra los caprichos de los comandantes romanos, Entre los aliados cundió la decisión
de exigir isualdad de situación mediante la extensión del derecho político romano. La exigencia
fue rechazada, y la mayor parte de ellos se rebeló
en el 90. Aun entonces su objetivo no consistió en
recuperar su vieia independencia, sino en instituir
un nuevo Estado federal, llamado Italia, modelado
en muchos aspectos de acuerdo con el Estado Romano.
1
Esta guerra “social” (la guerra contra los socii
o aliados) fue una de las más sanorientas entre
las emprendidas por Roma, y la más vana. Roma
sólo pudo someter a los rebeldes con la concesión
de la ciudadanía que anteriormente había negado.
Además, la lucha desencadenó una serie de acontecimientos que fueron causa de nuevas Suerras
entre los ciudadanos mismos (87-86, 83-81); las
pronias facciones romanas rivales, en su búsqueda
de arovo, tuvieron que conceder el derecho de
ciudadania incluso a antiguos rebeldes. En consecuencia, todos los pueblos de la Italia peninsular
se convirtieron en romanos. En el 69. un censo
parcial arroió la suma de 910.000 ciudadanos varones adultos: un cálculo más exacto bien nodría
haber suministrado un resultado de 1.200.000. El
pueblo de la Galia Cisalpina, apartado de los colonizadores romanos y latinos asentados allí, sólo
obtuvo derechos latinos, pero después de una prolongada agitación, César le concedió también el
derecho de ciudadanía en el 49. Toda la Italia
continental fue pues, romana en el más pleno sentido: sólo los vrovincianos estaban sometidos.
Es evidente que el examen de los conflictos sociales de la República romana no puede linglars
a los que exclusvX 0 piimmoraiatmien A:
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaeg
fa A
il.com)
sólo a la ciudad de Roma y a sus habitantes. Aun
en tiempos de César y de Augusto, cuando la población urbana creció enormemente, es muy improbable que más del 15 % de los ciudadanos romanos de todas las edades y de ambos sexos viviera
en la ciudad misma. Es cierto que Roma era la
arena en la que por ley debía tomarse toda decisión política, y que en estas decisiones pesaban a
menudo los deseos o los intereses de sus habitatantes e incluso, a veces, las sediciones que llenan
una gran parte de los anales de los tiempos finales de la República. Pero, en última instancia, el
curso de la revolución que atravesaba la República
era decidido por los soldados, casi todos reclutados
entre el pueblo campesino. Además, Augusto basaba su gobierno sobre el consentimiento universal de Italia, especialmente el de la clase acomodada de las ciudades italianas. Roma había convertido a Italia en una nación y se puso a la cabeza *
de las tradiciones nacionales.
Al superar los límites de una ciudad Estado,
Roma se negó a sí misma la posibilidad de la democracia tal como ésta era concebida entonces.
Apenas había surgido la idea de un gobierno representativo. En la Atenas democrática, los ciudadanos ordinarios se reunían con frecuencia en
asambleas populares abiertas a todos ellos, que decidian toda cuestión política y supervisaban de
cerca a los funcionarios ejecutivos; cada 1mo de
los ciudadanos contaba únicamente por sí mismo.
Roma también tenía asambleas populares, aunque
no se basaban, como las atenienses, sobre el principio de igualdad, Pero el territorio de Atenas alcanzaba sólo a unos 2.650 kilómetros cuadrados y
el número de sus ciudadanos era quizá de 50.000.
Toynbee observó con tino que una asamblea primaria sólo actúa democráticamente si los votantes
doeyen asistir a ella sin pasar más de dos noches
21
-
fuera de su casa. En Atenas,esto era posible; per
en el siglo mr algunos ciudadanos “romanos. tenían
su domicilio a. cientos de millas hacia el sur y,”
hacia el este, casi al doble de esa cifra. Distancias
mucho más breves habrían impedido su asistencia.
Pocos podían permitirse el costo del viaje, El campesino no habría podido abandonar el arado por
un día. Para que los habitantes rurales no estuvieran teóricamente en desventaja, debía darse noti- cia de las reuniones con larga antelación, y éstas
eran por necesidad poco frecuentes. De ahí que
los ciudadanos no pudieran adguirir mucha experiencia en los asuntos de Estado ni supervisarlos
de cerca, ni tampoco asumir decisiones en situaciones de emergencia. Además, debió de haber
sido físicamente imposible, aun en el siglo 1v, que
un número crecido de ciudadanos se reuniera en
un lugar, escuchara los debates y votara. Sólo a
fines de la República fue posible que 70.000 vo-,
taran juntos: aproximadamente un 6 % de la tota-"
lidad del cuerpo ciudadano. Aun si las asambleas
hubieran estado en principio democráticamente
constituidas, no podrían haber funcionado con democracia y justicia. De hecho, la asamblea de los
centuriones, que elegía a los principales magistrados, no era democrática en absoluto, pero pudo
haber representado a los ricos que la controlaban,
fuera cual fuere el lugar de su domicilio, pues estaban en condiciones de ir a Roma en ocasión de
las elecciones anuales. Ostensiblemente más democrática, la asamblea “tribal” era en última instancia dominada por los que vivían en la ciudad o
cerca de ella. Pero el verdadero poder siempre
perteneció al aristocrático Senado, que normalmente podía manipular y controlar las asambleas _
y, en un Estado tan grande como llegó a ser Roma
desde temprano en su historia, dada.la ausencia
“de instituciones democráticas representativas, 0
Nombres antiguos: Arina,
Nombres modernos: Pisa
Córcega 1
-Cerdeña
«
=—— Frontera entre la Galia Cisalpina
y el reszo de Italia E
[4 Territorio de los
ciudadanos romanos
[-] Territorio de ciudades latinas
Sicilia
a MILLAS. roo
j—————>
ó KMS m0
i Territorio de ciudades aliadas
" Mapa 2. Ttalia en el 133.a.C.
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana€lifimail.com) E“ E
e A
gobierno de'un hombre.
Los mismos. romanos oponían, complaciéndose;
su liberalidad para conceder la ciudadanía, a la
exclusividad de Atenas. Es perfectamente cierto
que su liberalidad ayudó a ganar la lealtad de sus.
súbditos en Italia primero y, más tarde, a partir
-de los tiempos de César, en las provincias, Esta
política sólo. pudo triunfar porque el sistema romano no fue democrático. Si la mayor parte de las
decisiones hubiera dependido de asambleas verdaderamente democráticas, esta concesión habría significado muy poco para los distantes apulios, sabinos o umbríos..No obstante, de acuerdo con el sistema aristocrático romano, la nobleza local de los
pueblos. italianos podía abrigar la perspectiva de
ser admitida en la clase gobernante de Roma una
vez que hubiera obtenido la ciudadanía.. Una generación 0. dos después de obtener Tusculum derecho de ciudadanía, Lucio Fulvio, destacado ciudadano dela mencionada ciudad, se convirtió en
cónsul (322) y fundó una de las más importantes
familias de .Roma.
Los pueblos aliados italianos y, en verdad, las
municipalidades de los ciudadanos romanos espar- .
cidos por toda Italia, se gobernaban de modo muy semejante al.de Roma. Tenían sus propias asambleas populares, sus propios magistrados electos,.
sus propias juntas formadas por hombres de prestigioso. nacimiento y fortuna, que ocupaban sus
cargos de por vida. No cabe duda de que en estas
pequeñas comunidades, de las que sabemos muy
poco, hubo vivas luchas -intestinas, disputas entrefamilias que podían culminar en derramamientos
de sangre, cuando el Estado romano mismo era:
desgarrado por: guerras civiles y luchas políticas que”: £
dividían a las clases. En Arpino, hacia fines del si” _glo m el abuelo de, Cigerón.sa. A
a
e AE AGO AA e
había altemátiva posible, a la oligarquía, salvo el -
17
Descáfrgado por Sofia Casciana (sofiacasciana(Ogr .com)
ES
a.
y conformada de acuerdo con la aprobada por los
-tribunos populares en Roma.
En “general, los gobiernos locales eran oligárquicos y se podía contar con que Roma reprimiría todo movimiento tendiente a alterar el orden
establecido; por ejemplo, en el 265, Roma ayudó
a los señores de Volsinii a aplastar una revolución
de siervos. Las noblezas locales, por lo tanto, dominaban sus ciudades patrias. Eran ellas las que
hacían conocer al Senado los deseos de su pueblo
—que eran sus propios deseos—, y podían ejercer
su influencia a través de vínculos de amistad y hospitalidad que los ligaban con las grandes casas de
Roma.. Durante mucho tiempo, los jefes aliados se-.empeñaron en mantener la identidad separada de
sus comunas. En el 215, los acomodados praenestinos, que servían a caballo, rechazaron el ofrecimiento de convertirse en ciudadanos romanos. Pero *
en el 90 fueron los conductores de quienes exigían
el derecho político italiano,
No cabe duda de que querían igualdad de rango por su valor intrínseco. Pero por entonces fue
también evidente que como ciudadanos no perderían el control local y obtendrían una mayor influencia en Roma. Arpino, cuyo pueblo gozaba de
la ciudadanía, se autogobernaba tanto como los
aliados que carecían de ella. Pero los arpinos podían también votar en Roma, y como los votos
rara vez se concedían sin compensación, era lícito
abrigar expectativas de favores de toda especie, aun
de regalos en dinero, El sufragio de las clases dide votación defendida -por un pariente de Mario
Me ERC A E mL 77 A ANT
, a AA
”
rigentes locales, que podían trasladarse a Roma.
para las elecciones, ejercía gran influencia en la
asamblea de los centuriones. Además, la carrera
en seis oportuñidades y, tal vez, la de otros adve=
OGUos-de probable: origen municipal que h
de Mario, que en esa época fue designado cónsul -
llegado a desempeñar altas funciones en Roma,
pueden haber sugerido que con el curso del tiem-1
po los magnates aliados alcanzarían también una
alta dignidad en Roma. Esas esperanzas se vieron
colmadas. Después de la obtención del derecho
político. por Italia, los candidatos a las más altas 1
magistraturas romanas debían cortejar el apoyo de
las clases elevadas de los pueblos más distantes:
Cicerón, por ejemplo, planeaba hacer su campaña |
en la Galia Cisalpina. Ninguna otra región era más
remota, y la mayoría de los pueblos que se encontraban en ella gozaba sólo del derecho latino, lo
cual significaba que sólo unos pocos de sus habitantes,.los ex magistrados, poseían sufragio; pero
eran necesariamente ricos y valía la pena solicitar
sus votos, Los cargos de menor importancia en
Roma eran llenados por la asamblea tribal, en la
que, si bien los votantes ricos no predominaban,
los magnates locales tenían mayor oportunidad de
obtenerlos si lograban, quizás a sus propias expensas, trasladar el pueblo de su municipalidad
y las municipalidades vecinas con el objeto de votar por un “hijo favorito”. De este modo, Gneo
Plancio fue elegido edil para el período: del 54
gracias a que virtualmente toda la población de
su ciudad patria, Atina y de los pueblos vecinos,
viajó un centenar de millas para prestarle apoyo.
Con el correr del tiempo, la nobleza italiana se
elevó aún más. El soldado, orador e historiador
Cayo Asinio Polión fue cónsul en el 40, cuando
Virgilio le dedicó su cuarta écloga; según parece,
era nieto de un jefe rebelde del 90, Herio Asinio.
Por ese tiempo, el Senado estaba lleno de figuras
“municipales”. Las guerras y las proscripciones
apresuráron la disminución de la vieja nobleza romana; sus lugares fueron ocupados por “toda la
flor de-las ciudades de toda Italia”, “los buenos
y valiosos hombres” a quienes (de acuerdo con 26
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana(?'
Claudio) Augusto y Tiberio querían ver én el
E
Senado. Para Catilina, vástago de una decaída casa
atricia, el arpino Cicerón era todavía un “foráneo”
(inguinal, pero el futuro estaba en manos de
los Cicerones, no de los Catilinas.
Gran parte de este libro estará consagrado a los
conflictos sociales entre ricos y pobres. Pero la contienda por el privilegio y la dignidad entre las clases superiores no fue de menor importancia y tuvo
influencia en esta lucha de clases, y ninguna fue
más grave y profunda en sus efectos que la que
acaba de esbozarse. ,
La primera de estas contiendas se desarrolló en-;
tre los patricios y los plebeyos ricos ( cap. III). Estos últimos lograron por fin la igualdad de derechos para asumir.cargos con el respaldo de los
ciudadanos pobres, cuya causa contra la miseria
social defendieron de vez en-cuando, No obstante, ,
esta miseria social fue probablemente aliviada en”
lo principal mediante la anexión de territorios enemigos y su distribución entre los pobres. Durante
este temprano período, la expansión parece haber
mitigado las tensiones sociales. No es que se las
haya eliminado por completo a todas o que en
Roma se haya logrado alguna vez algo que se
asemejara a la igualdad económica.
La prestación de servicio en las legiones quedaba reservada a los ciudadanos que podían equiparse por su cuenta con armas y la armadura de
defensa. Había una organización de acuerdo con
la fortuna. Los que tenían una propiedad eran
llamados assidui, esto es, hombres asentados permanentemente en su propio terreno, el resto eran
proletarii, cuyo servicio al Estado consistía en procurar los vástagos (proles) que criaban, o capite
censi, hombres que se contaban por cabeza, sin
propiedad digna de mención. Durante las crisis
aun los proletarii eran llamados y armados a expenÍ -"
ail.com)
* = o
sas públicas, por ejemplo, en ocasión de la guerra
contra Aníbal. Pienso que había ya por entonces
una mayoría de ciudadanos, Si la agitación popular
en Roma cesó casi por ciento cincuenta años después del 287, la razón puede ser, en parte, que
había pocos jefes potenciales para las masas, una
vez satisfechas las: aspiraciones a ocupar cargos de
los plebeyos más ricos, Pero la expansión probablemente había disminuido la intensidad del descontento social. En el 264, el pueblo votó la intervención en Sicilia contra la voluntad del Senado,
lo que provocó una prolongada y ardua lucha con
Cartago, que sólo finalizó en el 241: tenían la
esperanza de enriquecerse con los botines. Por el
contrario, en el 200 el Senado tuvo que seducir
a un pueblo agotado por la guerra para que aprobara las hostilidades contra Macedonia.
Entre estos dos acontecimientos, la pérdida de,
y vidas fue tremenda y se impusieron pesadas tasas”
| durante la prolongada lucha contra Cartago. En la
segunda guerra (218-201), la mitad de los hombres
entre dieciocho y cuarenta y seis años aptos para
servir en las legiones estaba generalmente bajo las
armas, muchos de ellos durante varios años ininterrumpidos; el promedio de prestación de servicios era de siete años. Los soldados que servían
en España, Sicilia o Grecia no podían visitar sus
hogares ni siquiera durante la licencia de invierno,
La victoria sobre Cartago no tuvo por resultado
una paz firme; era necesario someter a la Galia
: | Cisalpina. Hubo varias expediciones a Grecia o
Mapa 3. Italia: Rasgos físicos Asia: la pacificación de España apenas
comenzaba
| y sólo se completó en el 19; dos y a menudo cuatro
legiones permanecían estacionadas allí. Los romanos tenian registrado en el campo de batalla un
promedio de 47.000 ciudadanos por año desde el
pe q 200 al 168, y no muchos menos a partir de esa
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los italianos que se encontra| 28 Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianae gmail.com)
—=——— Caminos principales
29 más de 3.000 pies
más de 600 pies.
9 MILLAS 109
o KM15 100
0
— ban en los ejércitos y las flotas, el promedio no-.
minal asciende a 130.000, y aun si muchas unidades no se encontraban colmadas, difícilmente pu-do haber sido inferior a los 110.000.
En general, los ciudadanos que soportaban esta '
carga eran los assidui, Llegaron sólo a unos 100.000
durante la guerra contra Aníbal. No sólo se reclutó entonces a los proletarii, sino que la capaci- 1
dad de propiedad se redujo permanentemente. En
el siglo 1 disminuyó nuevamente a 400 denarios.
Según una estimación hecha aproximadamente en |
el 60 d.C., esa suma alcanzaba para adquirir apenas algo más de un acre de tierra cultivable y
despojada de viñedos, excesivamente poco para
permitir la subsistencia (Columela, III, 3, 8). No |
se conoce el valor de la tierra durante el siglo II, pero parece improbable que aun entonces
400 denarios hayan podido representar más que
el valor de una cabaña, un huerto y algunas pertenencias personales. Cicerón calculaba que un esclavo especializado podía ganar tres cuartos de
denario por día, y no necesariamente todos los
días del año (Pro Roscio el comediante, 28). El
soldado mismo recibía 120 denarios anuales, de los
que el Estado descontaba normalmente los alimentos, las ropas y las armas; es significativo que no
esperara ya que se equipara a sí mismo. Ésta de- bió haber sido una paga suficiente para vivir y no
mucho más; desnués de que César la elevó a 225,
se consideró todavía magra, como lo demostraron
los levantamientos del 14 d.C, Sin embargo, la capacidad de propiedad para un legionario del siglo
I alcanzaba a sólo el triple y un tercio, aproximadamente. de su paga.
Ocasionalmente - los soldados obtenían un rico
botín; se cuenta de voluntarios atraídos por esta
perspectiva o por una vida de aventura. Pero la
excepción al servicio era un privilegio codiciado,
30
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaeg
en diez ocasiones entre el 193 y el 150 surgieron
dificultades en la leva de tropas o para su retención bajo bandera y, a veces, se opuso a ello una
abierta resistencia, En el 133, Tiberio Graco y
otros temieron que la población sufriera una disminución; sin embargo, había registrados más varones adultos que en el 218 y tal temor no parece
tener sentido, a menos que se conociera una declinación en el número de assidui. Se reclutaron
entonces muchachos por debajo de la edad militar.
Para mitigar las penurias, se había ya intentado
que los soldados apostados en España no permanecieran allí más de seis años. El número máximo
de campañas que se podía exigir, veinte en tiempos de Polibio, fue aparentemente reducido antes
del año 108 por leyes que luego debieron ser derogadas. En el año siguiente, el Senado pudo suponer que la popularidad de Mario se desvanecería si éste se veía obligado a reclutar assidui para.
reforzar dos legiones en el África, aunque no puede haber necesitado más de 5.000 reclutas romanos; sólo 40.000 ciudadanos estaban bajo.las armas
y, quizás, el doble de aliados. a
Mario superó el dilema reclutando proletarii como voluntarios: éstos esperaban la conquista de
un botín y no quedaron desilusionados. No se volvió a aplicar la capacidad de propiedad. Es indudable que después de Mario las legiones estuvieron constituidas principalmente por proletarii, sobre todo porque la mayor parte de los ciudadanos
pertenecía a esta clase. Se supone también, con
frecuencia, que eran en su mayoría voluntarios.
Esto es una ilusión. En la década que comenzó
en el 90, los italianos bajo las armas llegaban a
menudo a los 250.000 6 300.000. Desde el 78 al 49,
el total oscila entre los 60.000 y los 150.000; el promedio es de 90.000. Durante los diez años siguien- —
tes casi siempre excede los 150.000, llegando -a-los a:
i.com) Te
200.000. Los voluntarios no podían colmar las filas
y hay amplias pruebas de que se recurrió a la cons-1
cripción. Aun los comandantes que requerían fuerzas relativamente pequeñas se valían de ella; por y
ejemplo, Murena —en el 64-, quien sólo necesita- |
ba fortalecer las legiones apostadas en la Galia. Ni
siquiera los propietarios quedaban exceptuados.
Pompeyo afirma en el 49 que los ejércitos sometidos a leva en Picenum “habían dejado atrás sus |
posesiones”, y en el 41 tenemos noticia de padres,
hijos o parientes de soldados que eran despojados | e
E recurrió normalmente a levas provinciales. En este
de sus propiedades para favorecer a los veteranos
(Dio, XLVIIL 9).
La creencia según la cual el servicio voluntario |
se había vuelto por entonces más frecuente que *
cuanto las pruebas permiten suponerlo, se basa en
la suposición de que el soldado tenía posibilida- |
des de enriquecerse, no a través de su magra paga,
sino del pillaje, los donativos de los generales y la distribución de tierras al producirse la baja. Quizá
por esos motivos se sumaran al ejército, por propia .
voluntad, más hombres que en el pasado. Pero en
algunas regiones el posible botín resultaba escaso y los generales eran con frecuencia incompetentes; en
lugar de enriquecer a sus ejércitos, los levaban a la |
destrucción. No existía sistema que garantizara recompensas en contante o tierras para los vetera- .
nos. Los hombres que habían servido bajo las ór- |
denes de Sila en la guerra civil de los años 83-81,
de Pompeyo en los años 67-62 y de los vencedores
en la guerra civil de los años 49-30, recibieron espléndidos donativos en dinero y tierras; éste fue Y
un privilegio que debieron al poder político de sus
generales. Los derrotados no obtuvieron tales gra- 4
tificaciones, y tampoco. podían pretenderlas. los le- ÑN
gionarios que sirvieron durante años en las guar- y
niciones provinciales: en .Sl-mejernale alos st Udo
32 Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianae gMafl.com)
”
compartirían quizás, el botín obtenido en la pacificación de las tribus pobres y bárbaras.
La conscripción fue detestada en todos los tiempos, especialmente durante las guerras civiles,
cuando se recurría a ella en gran escala. Cicerón
escribió, acerca de las levas de César en el 49:
“La conscripción constituye de por sí una penuria
incluso cuando la imponen hombres bondadosos.
¿Cómo piensas que se la reciba en esta ocasión?"
(A ático, TX, 19), El emperador Tiberio la abandonó por fin en Italia; en adelante, el gobierno
tiempo los legionarios estaban mejor pagos y tenían derecho a una gratificación fija al ser dados
de baja. No obstante, los italianos fueron desapareciendo gradualmente de las legiones, justo comentario sobre la supuesta popularidad del servicio militar durante los últimos tiempos de la República. Z
Al escribir sobre las condiciones que prevalecían
en la víspera de la reforma agraria de Tiberio Graco, Salustio dice que “unos pocos hombres lo controlaban todo en la paz como en la guerra: disponían del tesoro, las provincias, las magistraturas,
los hombres y los triunfos; el botín obtenido en la
guerra iba a parar a manos de los generales y unos
pocos más. Entretanto, los vecinos poderosos despojaban de sus hogares a los padres o los hijos de
los soldados” (La guerra de Yugurta, 49). Apiano y
(Guerras civiles, I, 7) dice que los impuestos y
campañas habían empobrecido al campesinado, y
Graco se. lamentaba de que los hombres que habían luchado por Italia se hubieran convertido en
vagabundos sin hogar junto con sus mujeres e hijos (Plutarco, Tiberio Graco, 9).- La alusión de
Apiano al efecto de los impuestos sólo puede referirse a los comienzos del siglo 1, pues en el 168
EL directa a la propiedad que se exigía de los
"”
ma
ciudadanos quedó interrumpida; el presupuesto pa
ra los gastos públicos provenía casi por entero d
las provincias. Los historiadores que describiero
la miseria social durante los primeros tiempos d
Roma siempre la atribuyeron al peso combinado,
de los impuestos y la conscripción. No pueden haber tenido prueba documentada alguna (cap. IT Y
y aunque es posible que se hayan apoyado en la
tradición oral, para decirlo, los detalles que procuran sólo pueden ser el producto de la imaginación
inspirada en experiencias posteriores, y se relacio:
nan con las condiciones de los dos últimos siglos
de la República, época en la que escribían. Así,
pues, - Livio afirma que en el 400, aproximadamente, cuando los soldados permanecían bajo las
armas durante todo el año por causa de la guerra
con Veyos (sólo allende el Tíber), volvían para
encontrarse con sus tierras en estado de abandono
por faltarles el cuidado de su propietario. Esa de-h
bió haber sido de hecho la suerte de muchos que
permanecieron seis largos años en Esvaña durante:
el siglo rm. Se nos dice que el cónsul Marco año]
Régulo solicitó ser relevado de su mandato en AÁfrica en el 256, porque durante su ausencia el mavordomo de su pequeña granja había muerto, el
labrador contratado se había fugado con sus productos y su mujer e hijos corrían el peligro de;
morir de hambre. Régulo, un noble, era con seguridad un gran terrateniente, y si bien la historia es ficticia, esa ficción sin embargo es verifica-1
da en el infortunio de muchos legionarios comunes
Livio cuenta también la historia (II, 23) de un
viejo soldado reducido a una virtual servidumbr
por la deuda, dado que sus tierras habían sido
arrasadas, su casa quemada y su ganado robade
mientras él se encontraba en el ejército; ese des:
tino pudo haber sido compartido por muchos sol.
dados italianos durante la guerra con Aníbal y m
34 : Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianae
ail.com)
es
aún en las luchas que aniquilaron parte de
nínsula durante las guerras civiles.
Las guerras y la conscripción agravaron sin duda el progresivo empobrecimiento del campesinado. Al conquistar lo que se complacían en llamar
el mundo, los romanos arruinaron a gran parte del
pueblo italiano; naturalmente, los aliados sufrieron
tanto como los ciudadanos. Entretanto, como lo
observa Salustio, las clases superiores se enriquecieron. Los senadores obtenían enormes beneficios
de los botines, donativos en concepto de gastos y
tasas ilícitas impuestas al pueblo, y los ricos que
no estaban en el Senado, los Equites (págs. 105 y
sigs.), de los contratos para obras públicas, el abastecimiento del ejército y el cobro de los impuestos
provinciales. En el 160, Lucio Emilio Paulo, que
había conquistado Macedonia, murió con sólo
370.000 denarios; hombre de escrupulosa integridad, Polibio lo consideró pobre para ser senador
(XXXI, 28; cf. XVIIL 35); sin embargo, su capital
fue 900 veces mayor que el que pronto se exigiría
de un legionario. En el siglo siguiente sólo las tieras de Marco Craso se evaluaron en 50.000.000
de denarios; solía decirse que nadie nodía considerarse rico a no ser que pudiera mantener un ejército con sus ingresos. Pompeyo y César eran más
ricos aún. La expansión de Roma profundizó el
abismo entre las clases.
La nueva riqueza se prodigó en parte en el consumo suntuario, en parte se invirtió en tierras italianas compradas a los pobres mediante pago o por
la ejecución de hipotecas o por la mera violencia y,
por fin, en esclavos. Ya durante la primera guerra
con Cartago se nos dice que en África, en el año
256, 20.000 prisioneros fueron sometidos a la esclavitud, y en el 261, 25.000 en una ciudad siciliana. Se
dice que Emilio Paulo vendió 150.000 epirotas en
167, y que César hizo 1.000.000 de esclavos en la
35
PL]
danos vivía fiieiedaieameps is gvailable free of charge on
a.
ersonas libres no hubiera crecido durante los doscientos años precedentes; la población crecía tan
sólo mediante la adquisición de esclavos, mientras
ue los mismos habitantes libres incluían varios
millares de libertos y otros de situación parcialmente servil.
Ya en tiempos de la invasión de Aníbal, el número de esclavos debió haber sido “onsiderable,
pues, de no ser así, le hubiera resultado imposible a Roma movilizar para los ejércitos y las
SE flotas a uno de cada dos ciudadanos en edad miE litar; sólo el trabajo de los esclavos pudo haber
8 procurado el alimento y otros artículos necesarios
año tras año. Sólo la abundancia de ese trabajo
ip hizo posible que el Estado siguiera recurriendo a
¡p tantos hombres libres durante las generaciones siguientes. La mayor parte del trabajo se realizaba
necesariamente en las tierras, En muchas grandes
propiedades, éste era hecho exclusivamente por
cuadrillas de esclavos. Pero la abundancia de esclavos también negaba a los hombres libres la
oportunidad de ganarse la vida decentemente en
tiempos de paz. El pequeño propietario, arruinado
por el servicio cumplido en el extranjero, tenía
dificultades en encontrar trabajo al volver. Sin
ocupación regular, el pobre no podía permitirse
tener una familia, La población lihre no lograba
aumentar, porque la esclava se multinlicaba. Asombrado por lo que leía en los anales snhre el número de soldados que Roma había rechitado en el
Lacio del siglo 1. Livio concluyó one había existido otrora una multitud innumerable de hombres
libres en lugares cue, en sus tiemnos. anenas procuraban un reducido terreno para la formación de
soldados y sólo eran rescatados del mero vacío por
los esclavos de los romanos (VI, 12).
Galia. No puede confiarse en estas cifras, especial
mente en la última, pero ilustran sobre el númerg
de esclavos que los contemporáneos hallaban creí!
ble. La guerra no era la sola fuente de obtención dá
esclavos; durante casi un siglo a partir aproximada:
mente del 167 la piratería floreció en el este del
Mediterráneo. Por mucho tiempo los romanos nd
adoptaron medidas para impedirla, quizá porquel
los propietarios de esclavos eran indirectamente
cretarios, contadores y doctores. No conocemos si
número, pero puede calcularse que en el año 28;
había 3.000.000 aproximadamente, contra 4.000.000%
de personas libres? Es probable que el número del
? Véase pág. 14, Aproximadamente es Et ocu
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaegmai 1 om) .
a ar
e
jue , : y dE
=_ A
4
==
1
EL MARCO DE REFERENCIA:
LA ECONOMÍA ROMANA
Al considerar la economía de un pueblo antiguo
cualquiera, debemos despojarnos de preconcepcioEnes propias de una era de amplio tráfico internafcional e industria en gran escala, facilitados por
inversiones acumulativas de capital y el flujo cada
vez más veloz de invenciones técnicas. La base de
la actividad económica en la Antigiiedad era agra| ria y todo distrito apuntaba normalmente a la autosuficiencia. Fuera de un radio estrecho, el tráfico se circunscribía al intercambio de artículos suntuarios y semisuntuarios u otros tan esenciales como el hierro y la sal, que no se encontraran dentro
! | de esos límites. En tiempos de escasez también hay bía que realizar esfuerzos para importar alimentos,
| y y las regiones excepcionalmente fértiles, como Cam] pania, tenían por lo general un excedente para
vender. El acontecimiento local más importante era
habitualmente la cosecha, hecho que todavía se refleja en nuestras festividades. Las sequías, las lluvias, las inundaciones o el saqueo de los enemigos
podían malograrla; el hambre era un peligro siempre presente. Pocos pueblos o ciudades podían contar con una regular importación de alimentos: era
demasiado precaria y costosa. En los últimos tiem39
Descargado.por Sofia Casciana (sofidcascianae Hmail.com)
+
pos de la República, la ciudad de Roma se convir- =
40
tió en una de las excepciones; los beneficios del 1
Imperio le hacían posible el dispendio requerido
para ello, pero la organización de los abastecimientos era difícil y el hambre nunca se encontraba
demasiado alejada, La industria rara vez tenía mercados extensos y no le eran necesarias grandes fábricas aun en los mayores centros de población
como Roma; puesto que sus productos podían hacerse a mano con ayuda de utensilios simples, no
había ventaja alguna en concentrar más trabajadores en un mismo lugar que los que un solo hombre
podía supervisar fácilmente. De ahí que los artesanos, .quienes a menudo vendían sus propios ar- .
tículos directamente a los consumidores, fabricaran la mayor parte de su producción en pequeños talleres. +
En Roma no se estimaba socialmente ni la industria ni el comercio, No se conoce a nadie que gozara de reputación y hubiese hecho su fortuna mediante la manufactura, aunque, por supuesto, los
terratenientes explotaban los recursos de sus propiedades; si en ellas se encontraba la arcilla adecuada, levantaban hornos para fabricar ladrillos o
mosaicos, o batanes; ya en el 226, un cónsul (Cayo Apustio) recibió el apodo de “batanero”. Resulta significativo que el hecho de que el padre
de Cicerón se hubiera beneficiado con un batán
instalado en su propiedad, sirviera de motivo de
escamio contra éste. Cicerón, además, despreciaba el comercio al menudeo con el pretexto moral
de que implicaba la mentira. El tráfico en gran
escala era algo muy distinto ante sus ojos. El viejo Catón, en el siglo m, pensaba que el comercio
puede ser más beneficioso que la agricultura, pero lo desaconsejaba- por. azaroso; recuérdese a Antonio, en El mercader de Venecia, y sus perdidos
bajeles llenos de valioso cargamento. Según opi1
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianae gmail.com)
gura, y Cicerón recomendaba al mercader exitoso
la adquisición de propiedades. En el relato de Petronio, el liberto Trimalción invertía las enormes
ganancias de sus aventuras marítimas en tierras
que se extendían a través de Italia, de mar a mar.
“Mercader” no es nunca un término honorífico en
latín. La explicación no radica sólo en la perspectiva conservadora de una sociedad dominada por
terratenientes aristócratas, sino en consideraciones
económicas. En última instancia, lo que en Roma
procuraba el honor era la riqueza; aun la más antigua nobleza no podía pasarse sin ella si su rango
había de preservarse, y en algunas generaciones
los ricos parvenus se convertían en sus iguales, Pero la oportunidad tanto de adquirir como de preservar la riqueza adquirida por la industria y el
comercio era excesivamente limitada y riesgosa: no
existían los von Krupp o los Henry Ford de nuestra época.
El capital excedente podía también, por cierto,
invertirse en préstamos. La práctica de cobrar interés se había desaprobado otrora, e incluso había
sido prohibida. Catón observó que el viejo modo
de pensar quedaba evidenciado por leyes que imponían al ladrón una multa doble y una cuádruple
al usurero, Un siglo más tarde los escrúpulos morales habían desaparecido. Los romanos más eminentes practicaban la usura. Marco Bruto, ese
“hombre honorable”, prestaba a los provincianos
a un 487, porcentaje en parte dictado por la inseguridad del préstamo; entre los romanos que gozaban de buen crédito, el interés podía llegar a ser
tan bajo como el 4%. Pero-la mayor parte de estos
préstamos se concedían probablemente durante
breves períodos, para gastos personales y quizá
también los concedían los patrones para instalar a
sus libertos en talleres o fábricas. No existían vasnión de Catón, la diera: ¡exciala iBersión Es! doctividades de
empréstitos como las que nuestras=
Te
.e
grandes compañías de industria y comercio utilizan
para ampliar sus negocios. Tampoco había equivalente alguno de esas compañías, propiedad de una
multitud de accionistas con responsabilidad limitada. La ley romana sólo reconocía sociedades en
las que cada uno de los socios era cabalmente Tesponsable de las deudas y que se disolvían ante el
deseo o la muerte de cualquiera de ellos. La única
excepción era la de las compañías de contratistas
públicos, en las que participaban otros, además de
los principales, y que subsistían mientras durara
el contrato, normalmente cinco años; el Estado no
toleraba la repentina disolución de compañías que
desempeñaban funciones públicas esenciales. No
existía tampoco la deuda nacional: el Estado pagaba su desempeño como tal con ingresos contantes y reservas de metales preciosos; en consecuencia. no se podía acumular capital en los fondos públicos.
Es posible que los ingresos provenientes de las
tierras hayan sido escasos y la capacidad de incrementar la riqueza en tierras mediante la mejora
de una propiedad, a diferencia de la adquisición
de más acres, estaba limitada por el nada progresista carácter de la agricultura; después del 200,
la incrementación de la crianza de ganados y la
plantación de viñedos y olivos en lugar de cereales probablemente elevó la rentabilidad.
Los ricos se sentían tentados no a invertir y acumular, sino a gastar, a menudo demasiado pródigamente, El rango implicaba un consumo conspicuo. Las grandes casas estaban atestadas de adulones y sus propietarios salían siempre con un séquito. En tiempos de Nerón, la casa de un eminente senador ubicada en el centro de la ciudad
contenía 400 esclavos; Tácito observa que en esa |
|
1
época el lujo y la ostentación de la República todavía subsistían. Para hacer una carrera política era
42
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascian
=
-
casi necesaria la prodigalidad, pues había que procurar juegos, larguezas de toda especie e incluso
sobornos sin disimulo alguno. La mezquindad significaba el fracaso en las urnas. La extravagancia
se extendía más allá de la tumba. Se esperaba que
el heredero celebrara juegos funerarios. Polibio
(XXXI, 28) informa que en el siglo m podían llegar a costar 150.000 denarios, 1.500 veces la paga
de un legionario en ese momento. En tiempos de
Augusto, un liberto rico ordenó que se gastara en
su funeral 250.000 denarios (Plinio, Historia natural, XXXIII, 135), Los hombres deseaban dejar tras
de sí un nombre ilustre. En la época del principado encontramos en incontables ciudades benefactores que legan dinero para que, en perpetuidad, se distribuyan vino y dulces en ocasión de celebrarse el día de su nacimiento. . LN.
Esta tendencia a consumir más que a acumular
se vinculaba con la falta de oportunidades para la
inversión productiva, de la cual fue, quizás, antes
la consecuencia que la causa. Existía escaso progreso tecnológico. Las clases cultas despreciaban el
trabajo manual y sus operaciones por sórdidos. Quizá estuviera degradado por el predominio de la
mano de obra esclava. Los críticos modernos han
supuesto también que la mano de obra esclava era
renuente e ineficaz y que su costo anarentemente
bajo cerraba las mentes a las ventajas de las invenciones mecánicas. Sin embargo, no había mayor progreso en las provincias donde se empleaba
un número mucho menor de esclavos, ni tampoco
durante el principado cuarido (según se cree comúnmente) los esclavos se habían vuelto más costosos, pues el abastecimiento a partir de la guerra
y la piratería habían disminuido y era con mayor
frecuencia necesario criar esclavos y soportar el gasto -de mantener niños que quizá no alcanzaran la
edad en la que pudieran trabajar, Además, a-los
gmail.com) E
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AT a
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E ra
esclavos especializados había que darles la pers-*
pectiva de una temprana emancipación como incentivo para que cuidaran los intereses del amo. *
Séneca dice que fueron los responsables de muchas *
invenciones, tales como las ventanas transparentes,
las cañerías de agua caliente en los baños y la ta-.:
quicrafía (Epístolas, 90, 25).
El comercio y, por lo tanto, la industria no ha- podido desarrollarse en gran escala si no:
brían
hubiera habido antes un gran progreso en el
transporte. La revolución industrial en Gran Bretaña fue precedida por sustanciales mejoras en los
caminos y las vías fluviales y acelerada por la íntroducción de los ferrocarriles. El transporte por
tierra era sumamente retrógrado en la Antigiiedad.
No debe engañamos la habilidad de los romanos
para la construcción de caminos pavimentados, el
primero de los cuales, desde Roma a Campania
( Vía Apia) remonta a fines del siglo 1v. Tenían por
objeto facilitar el movimiento de los ejércitos; es
dudoso que hayan contribuido mucho al comercio.
Se sostuvo que no se asemejan tanto a caminos modernos como a muros de piedra; cuando el uso los
arruinó, no pudieron ser reparados, sino que fue necesario reedificarlos: operación costosa y llevada a
cabo con largos intervalos. Era por supuesto ventajoso para una granja encontrarse cerca de un camino importante, pero éstos servían sólo para las principales arterías del tránsito y en la mayor parte de
los distritos debió de haber sido necesario transportar productos por ásperas carreteras, Sin embargo, el
principal obstáculo para lograr un transporte barato
por tierra no era el carácter de los caminos, sino los
métodos ntilizados para el acarreo. 1 Hasta comienzos de la Edad Media, la práctica universal consistía en uncir el caballo mediante un arnés suave en *
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianae gifail.com
* Véase Lynn White, Medieval Technology and
Change, Oxford, Clhinchdore"Traslgga o gus 057
44
torno al cuello en lugar de hacerlo con un amés duro en torno al pecho; como resultado, se ahogaba al
tirar. El arnés de-los bueyes era relativamente eficaz; pero no podían arrastrar tanto como podría hacerlo un caballo y se trasladaban a sólo dos millas
por hora. En el Bajo Imperio el peso máximo permitido para los carros utilizados en el servicio gubernamental no superaba al de un carro de granja
sin carga del siglo xx. De ahí que el transporte por
tierra fuera lento, ineficaz y costoso. Catón (De
agricultura, 22) muestra que transportar lentamente un molino de aceite de unas 4.000 libras de peso,
añade por día a su costo inicial 2,5 %. En tiempos de
Diocleciano (y no habrá sido diferente en el período que consideramos), el precio del grano se incrementaba un tercio o quizá dos quintos si se lo transportaba cincuenta millas en carro. En los terrenos
accidentados y montañosos aun el transporte por
carro era imposible, Varrón cuenta cómo el aceite, el
vino y el grano se Nevaban al puerto de Apuleyo en
cestos cargados en asnos. Es improbable que esto haya resultado más barato,
Si se querían evitar los altos costos, los productos debían transportarse por agua. Las cifras mencionadas en los últimos tiempos del Imperio indican
que “era más barato enviar por barco el grano desde un extremo del Mediterráneo al otro, que enviarlo por carro 75 millas”.? Los barcos mercantes
eran tan grandes como muchos de los que solían
cruzar el Atlántico; es posible que algunos hayan tenido la capacidad de cargar 200 toneladas. El emperador Claudio otorgaba recompensas a los propietarios que se afanaron en el comercio de granos roa
manos con tal que sus barcos pudieran transportar.
10.000 modii, aproximadamente lo bastante como
para alimentar a 250 personas durante un año. Pe- *
() M. Jones, The Later Roman Empire, “Oxford,
E
Ter 1964, II, págs. 841 y sigs, |
)
|
To e ELN AAA
CEE
ro los viajes por mar eran un asunto riesgoso; no
existían los mapas o los compases. El Mediterráneo!
es un mar borrascoso y en ocasiones estuvo plagado:
de piratas. Durante el invierno la navegación normalmente se suspendía. Además, es obvio que el
transporte por mar servía de muy poco a los pueblos alejados de la costa 0, más bien, de los puertos,
en los que es muy pobre el litoral italiano
Quedaba el transporte por río o canales. Pero los
ríos italianos, como otros ríos mediterráneos, tienden a ser torrentosos después de las grandes lluvias
o los deshielos y a secarse en el verano, Puede que
en la Antigiedad y la Edad Media hayan sido más
navegables que hoy, quizá por causa de una mayor
humedad, antes de que tantos bosques de montaña
hubieran-sido derribados. Por cierto, se los utilizaba
mucho más. Al sur del Po, el Tíber es con mucho el
más extenso, amarillo por el lodo que acarrea y engrosado por numerosos afluentes, serpentea por 250
millas desde los Apeninos de la Umbría hasta su
desembocadura en Ostia. El flujo anual medio en
Roma es más del doble del que puede alcanzar en
tiempos de sequía; y durante las inundaciones
lo excede quince veces; he visto el amplio y pedregoso lecho de la parte superior de la corriente totalmente seco, salvo unos pocos charcos. Los grandes
barcos transportadores de grano tenían que entregar
su cargamento a barcazas en aguas expuestas junto a la desembocadura, pero hasta Roma llegaban barcos del tamaño adecuado e incluso pequeñas embarcaciones podían navegar los afluentes hacia el
interior tanto como por el mismo Tíber. La intensi- _
dad de la corriente es tal que probablemente iban
en lastre, pero transportaban el cargamento, trigo,
vino, madera, piedras, algunas veces desde el'curfem —
so superior en Umbría. Unos pocos de los otros rios
de la Italia peninsular pueden haber servido al trán- sito de la misma manera, aunque_no en el mismo
46
grado, y era aconsejable escoger una granja ubicada cerca de la costa o de un río navegable. Un claro indicio de la superioridad del transporte fluvial
es el hecho de que César iniciara la construcción de
un canal paralelo a la Vía Apia, preferido por los
mismos pasajeros.
Sólo en la Galia Cisalpina, el Po, el Adige y sus
afluentes reforzados por canales, ofrecieron un sistema de vías fluviales comparable a los de Inglaterra o Europa Septentrional. Desgraciadamente, para
no mencionar las calamitosas inundaciones a que estaban sometidos y la obstrucción por sedimentos que
se producía en sus desembocaduras en el Adriático,
daban acceso al mar en un punto muy distante de
los centros principales del mundo mediterráneo;
Roma no quedaba mucho más lejos de Alejandría
que de la desembocadura del Po. En el siglo 1 d.C.
la Galia Cisalpina era la parte más floreciente de
Italia; dos siglos antes sus abundantes cosechas, sus
víveres baratos habían asombrado a Polibio (II,
15). Los precios eran bajos porque la región carecía de mercados extranjeros. Transportar grano 4
50 millas o más a través de los Apeninos hasta Génova hubiera sido de.un costo prohibitivo y el transporte por mar desde la desembocadura del Po no
podía competir en Roma con el grano traído de
otras fuentes de abastecimiento más cercanas, no sólo en Italia, sino en Cerdeña, Sicilia y África. La
Galia Cisalpina quizás siguió siendo siempre en la
Antigiiedad una región cerrada en sí misma. No
obstante proveía a Roma de casi todo el puerco que
allí se consumía, la única carne que la mayor parte
de la gente podía permitirse. Los cerdos criados en
el norte podían trasladarse a la capital; de hecho
durante el siglo 1 d.C. hasta gansos se importaron
de Flandes.
-Duránte los primeros tiempos de la República se
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaC8 mail.com) 47
v"
obtenía el srano de consumo en las regiones circundantes 0, algunas veces, por el Tíber, de Etruria Y,
por mar, de Campania y Sicilia. Desde el 200, al t
multiplicarse la población, las fuentes locales fueron
siendo más y más inadecuadas y aumentó el volumen de los productos traídos por mar; los huertos
cercanos probablemente. se concentraron en el vino, el aceite y las legumbres, que rendían mayores
beneficios. En el 70 d.C., Roma dependía principalmente de las cosechas de África y Egipto en
una proporción de 2 a 1; no hay prueba de que
existieran importaciones regulares de Egipto antes
de su anexión en el 30, y hasta entonces, Cerdeña y
Sicilia habían sido más importantes. Durante la guerra social Campania todavía era el granero de la
ciudad. Roma no podía vivir sin importaciones y el
emperador Tiberio afirmaba que toda Italia dependía de ellas. Su declaración se creyó. Toynbee describió gráficamente cómo, ya en el siglo 1, los pastos, las viñas y los olivos suplantaron a los cereales
casi en todas partes; Dioniso había expulsado a
Ceres de la península. Este punto de vista es del
todo increíble. La ciudad de Roma se alimentaba a
expensas de sus subordinados; los ingresos imperíales no eran asequibles para otras ciudades italianas.
Los costos de transporte hacían inevitable que los
habitantes del interior cultivaran sus propios alimentos, El cultivo de cereal era ubicuo: la barcia,
observa Columela, es a menudo el único forraje con
que cuentan los animales; pero se la encuentra casi
en todas partes ( VII, I, 1). Algunos distritos, como
Campania y Apulia, se distinguían por su. grano. El
mejor de todos provenía de Clusium (Chiusi), en
Etruria, desde donde probablemente descendía por
el Tíber hasta Roma. Los romanos que escribieron
sobre agricultura indican claramente que el gran
propietario obtenía mayores beneficios con el el
el aceite o los patos per” earaeadorES $ has
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Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaeóail.com)
esclavos cultivaban
grandes propiedades. Dado que deben de haber
apuntado a producir lo suficiente aun en tiempos
de escasez, cuando los precios se elevan, en años
buenos 0 normales deben de haber dispuesto de un
excedente para vender a las ciudades vecinas. Además, por supuesto, el grano era también cultivado
por los campesinos no tanto para el mercado como
para la subsistencia familiar, Si fuera necesaria
una confirmación de la continua importancia del
cultivo de cereales, podría hallársela en los años
en que los piratas o Sexto Pompeyo interrumpieron
el abastecimiento por mar. Hubo hambruna, pero la
población no pereció en masse. Los habitantes de
la misma Roma subsistieron en su mayoría y deben
de haberse alimentado, si bien inadecuadamente,
con cosechas italianas,
Cada región estaba obligada a buscar la autosu- *
ficiencia, aun las grandes propiedades la buscaban.
Esto es válido no sólo con respecto al grano. Durante el principado el vino se producía en partes
de la Galia Cisalpina, donde el terreno y el clima
eran inadecuados. El rico podía saborear vino de
Quíos en cristalinos vasos; la mayor parte de la gente bebía vin ordinaire en recipientes de cerámica
local. El hilado y aun el tejido y la confección de
vestidos eran artesanías domésticas. Las grandes señoras se jactaban de pesar la lana para sus doncellas,
Las ropas confeccionadas en Tarento con los finos
vellones locales y teñidos de rojo con mejillones de
las inmediaciones, estaban destinadas a los ricos.
No había equivalente del algodón barato de Lancashire o Hong Kong que actualmente se vende en
el mundo entero. El comercio se reducía a artículos
de- primera necesidad que no podían obtenerse localmente a a los que podían hallar un mercado
espués de gravados por los altos costos del
orte, -. z
granos para el consumo en Jas
o a E
Todo esto no significa que el comercio careciera
de importancia, aun cuando no fuera indispensable.
No cabe duda de que en todo pueblo los ingresos
provenientes del comercio constituían una parte pequeña de lo que llamaríamos hoy el ingreso nacional, pero para las comunidades agrarias era precisamente la parte que elevaba al Estado por sobre el
nivel general, que procuraba una superioridad marginal y un exceso de recursos que podía utilizarse
para el incremento de su poder. La mayor riqueza
provenía entonces del ejercicio de ese poder. Atenas
sin lugar a dudas debía el ascenso a sus minas, su
aceite de oliva y sus barcos; por ser una ciudad antigua poseía un comercio abundante y su prosneridad económica excepcional la capacitó para construir una eran flota y adquirir un Imperio. Pero fue
con los beneficios del Imperio que levantó el Partenón. La historia de Roma no fue quizá del todo
distinta: sÁlo que la escala fue mucho más vasta.
Las colinas bajas, pero con capacidad defensiva,
sobre la que se levantó Roma, dominaban el primer
punto desde el que podía tenderse un puente sobre
el Tíber con los métodos conocidos en la Antigiiedad, como también la mita terrestre entre Etruria y
Cammania, vital cuando el inviemo o las actividades
hostiles suspendían las comunicaciones por mar. La
ciudad estaba lo suficientemente alejada del mar
como nara advertir con amplia antelación cualquier
invasión marítima, y lo suficientemente cercana como para gozar del beneficio de los productos traídos por mar: los artículos podían también embarcarse corriente abajo desde la Italia central v las
hovas en la desembocadura del río proveían de sal
que, corriente arriba, se llevaba hasta tierras sabinas. En definitiva era también importante que Roma estuviera estratégicamente bien situada; a través
de pasos bastante accesibles, los ejércitos podían
cruzar las montañas hacia el centro, el este y el no50 Descargado por Sofia Casciana (sofiacascian
reste, y las comunicaciones eran más fáciles todavía
con el sur. Pero fue probablemente el comercio lo
que dio a Roma una ventaja marginal sobre las ciudades vecinas al comienzo de su historia y lo que hizo que los aldeanos de los siglos vmr y vi, que
vivían en chozas de zarzo y barro, pudieran convertirse en los prósperos ciudadanos de la monarquía
etrusca, con casas de madera y ladrillo, templos monumentales, un sistema de cloacas de acabada ingeniería e importación de magníficos vasos áticos.
Los romanos hacían remontar ciertas corporaciones
privilegiadas (collegia) de artesanos a los comienzos del período monárquico: flantistas, orfebres, carpinteros, teñidores, zapateros, caldereros y alfareTOS: Dor cierto. eran muy antiguos, pues no incluían
a quienes trabajaran el hierro, que debieron abundar mucho antes de la República. Pero ni la existencia de estas cornoraciones ni los d“tos arqueológicos parecen nrobar que la Roma monárquica fue->
ra un centro industrial y exportador.. Quizá su orosperidad. como la de la vieja Corinto, radicaba principalmente en los impuestos al tránsito v la recesión
que siguió a la caída de los reyes etruscos puede entonces explicarse por el deterioro del comercio,
cuando las comunicaciones por tierra entre Etruria
y su avanzada en Campania quedaron interrumpidas y cuando la llamura latina era víctima de constantes incursiones nor las tribus de las montañas. La
decadencia económica puede dar cuenta de la amarga lucha social que se describe más adelante. Roma
involucionó y se convirtió en una comunidad casi
exclusivamente agraria. Los ricos eran los locupletes,
los que poseían abundancia de tierras. Pero la tierra había sido siempre la base de la economía romana.
No hubo una nueva ola de edificación monumental (de templos) hasta el 300 aproximadamente. Por
entonces la prosperidad fue la consecuencia de conDl
gmail.com)
E
| “ quistas y anexiones. El primer gran paso fue la ad- quisición del territorio de Veyos, al norte del Tíber; :
el saqueo de Roma por los galos en el 390 aproximadamente, demoró durante una generación nuevas conquistas, pero éstas siguieron luego con creciente vigor y buen éxito. En cierto sentido Roma
se convirtió en un gran centro comercial. Este desarrollo fue coherente y proporcional al crecimiento
de su poder. Naturalmente la ciudad había tenido
siempre un mercado (cada nueve días), en el que
los campesinos de las inmediaciones vendían sus
productos y compraban lo que necesitaban a los artesanos- urbanos. En el siglo m Catón recomendaba comprar en Roma túnicas, togas, capas, telas de
remiendo y zapatos de madera (aunque algunas de
estas cosas se fabricaban también en su propiedad)
así como también jarras, cuencos, arados, yugos, cerraduras y llaves y los mejores cestos, pero muchos
de estos artículos podían adquirirse también en los
pueblos de campaña: dependía de la distancia que
se fuera por ellos a Roma. Más adelante se les dio
a distritos o calles el nombre de alfareros, orfebres,
mercaderes de grano, fabricantes de sandalias, mercaderes de madera, vendedores de leños, perfumeros y fabricantes de hoces; los hombres dedicados a *
la misma artesanía tendían a congregarse. La manufactura de armas debió de haber sido particularmente imnortante; las legiones se movilizaban a menudo en Roma y se las adiestraba allí militarmente |
por un año. Los barcos de guerra también se fabricaban y se hacían a la mar desde el Tíber, y las
grandes flotas de las guerras con Cartago se equiparon allí. Los magnates tenían casas urbanas y un
personal doméstico cada vez más abundante. Había
que alimentar, vestir y albergar a muchos, Por tan-” |
to, aumentaron los trabajadores portuarios Y, al acelerarse: el ritmo de las construeciones públicas y 1
privadas, hulio muchos, más, abraros- dea: cons
59 Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana
dm TL a li
y
ción. En la misma medida, fue mayor la necesidad
de comerciantes al por menor y artesanos de toda
clase. La ciudad créció sobre sí misma. La. concentración de las riquezas del Imperio en manos de
unos pocos romanos significaba también que era en
Roma donde los empréstitos resultaban más seguros; la ciudad se convirtió, en el principal centro
bancario. Roma era el parásito. de todo el mundo
mediterráneo; no era la ciudad típica de Italia y
la mayor parte de los romanos no vivía en ella.
Los que sí la habitaban obtenían en su mayoría los
ingresos de las propiedades en Italia o, directa o
indirectamente, de los beneficios imperiales. El suministro de alimentos para los pobres, como la actividad edilicia pública y privada, corrían en última
instancia por cuenta de los provincianos.
Entretanto, como se vio en el capítulo I, Roma
aumentaba su territorio en Italia. Los escritores antiguos ensalzan a Italia por la fertilidad de su suelo
y su clima templado, sus ríos, lagos, bosques, minerales, pastos y caza. Bajo Augusto, el historiador
griego Dionisio de Halicarnaso sostenía que tenía
abundancia de todo producto que el hombre necesita. Algunos años antes Varrón había descrito al
país todo como un huerto. Estos panegíricos son absurdamente exagerados, Italia era pobre en minerales a pesar de los valiosos depósitos de hierro sobre
el Elba; durante el siglo 1 las minas de España satisfacían sus necesidades. De los ríos se ha dicho
ya bastante,
Los bosques ocupaban mucho más terreno por
entonces; la abundancia de madera resultaba sumamente valiosa para la nación y debe de haber
sido una importante fuente de recursos para los
propietarios individuales, La tierra sin duda se despejaba continuamente y el suelo virgen rendía ricas cosechas, la desastrosa erosión tan visible hoy
colinas italianas fue a menudo un efecto
ail.com)
demorado; por, el momento podía producirse mayor
cantidad de alimentos para mantener-a una población creciente, si bien sólo” por causa dela
importación masiva de esclavos. Pero a fines del
siglo xmx, el 45 % de la superficie permanecía sin
cultivar, y la proporción era probablemente mayor
en la Antigiiedad. Además, gran parte del suelo
era sumamente pobre; no existían los fertilizantes
— artificiales. Los agricultores debían ' recurrir principalmente a mezclas orgánicas en descomposición, pues el estiércol resultaba inadecuado y por
lo general era imposible cultivar forraje para muchos animales como también alimentos para el hombre. El sistema de trashumancia (pág. 55) era
causa de que los excrementos de la mitad del año
se desperdiciaran. Salvo en las regiones más fértiles, los campos debían permanecer generalmente
en barbecho año por medio. En los últimos tiempos de la República, los hombres se lamentaban
que el transcurso del tiempo hubiera agotado las
tierras y en el siglo siguiente Columela estimaba
que el rendimiento promedio de la siembra de
granos era sólo el cuádruplo; una cuarta parte de
esta cantidad era necesaria como semilla, Los datos recogidos en el medioevo y los comienzos de
la era moderna permiten suponer que sus cálculos
eran excesivamente pesimistas, aunque a fines del
siglo xmx el rendimiento a menudo duplicaba esa
cantidad. A decir verdad, estos antiguos panegiricos sólo muestran que Italia no era tan pobre en
recursos naturales como la mayor parte de las
otras tierras mediterráneas.
Sin embargo, cuando anexaban algún nuevo territorio, los romanos solían guardar para sí o para
los latinos las mejores tierras y dejar lo peor para
los' aliados. Hacia el siglo m había extensiones de
territorio romano hacia el sur de la frontera de
Campania, incluido el rico suelo falernio, donde
54 Descargado por Sofia Casciana (sofiacascian
22
mail.com)
se hacía parte del más noble vino italiano. La in- >
corporación de Capua, en el 358 aproximadamente, incluyó el norte de Campania, que tiene el suelo más fértil de Italia. De este país cantó Virgilio:
Pleno de pesado grano
y vino de Campania, poseído de olivos
y prósperos rebaños...
Es allí continua primavera
y sobrevive el verano.
Paren al año dos veces las vacas
y dos también
son las cosechas del manzano
Capua se rebeló y se unió a Aníbal; como castigo su pueblo fue privado de la propiedad de su
tierra, gran parte de la cual siguieron labrando
como arrendatarios del Estado; de algún modo (los
hechos resultan oscuros) los -magnates romanos
usurpaban la propiedad pública y obtenían grandes beneficios. Parte de ella iba también a las
nuevas colonias romanas, incluidas Puteoli (Pozzuoli). Como los barcos al volver desembarcaban
sus cargamentos allí, no en Roma u Ostia, y otros
tantos barcos no podían remontar el Tíber, gran
parte de la producción destinada a Roma se descargaba en ese puerto natural y probablemente a
partir de ese lugar volvía a embarcarse. El puerto
se convirtió en una de las ciudades más prósperas
de Italia.
El valle de Voltumo era también romano; allí
Venafrum producía el mejor aceite de oliva. Trechos considerables de la costa etrusca, que también se habían anexado, resultaban menos útiles;
gran parte de esta región era pantanosa y azotada
por las fiebres; en el 137 Tiberio Graco la encontró casi desierta: sólo 'los esclavos la habitaban.
3 Traducido de la versión inglesa de C. Day Lewis
(Georgis, 1, 143 y sigs.). Na
55
E
Otro gran trecho de territorio romano se extendía
a través de la Italia central en medio de tierras
sabinas, donde el lago Velino fue drenado no mucho después del 290 para procurar terreno virgen
destinado a nuevos asentamientos, hasta Picenum,
sobre el Adriático.
Entre el 218 y el 173, los galos y los ligures
tuvieron que ceder más territorio a los colonos romanos y latinos en Emilia (el nombre moderno
proviene de un cónsul del 187) y Piamonte; las
ciudades de Placentia (Piacenza), Cremona, Parma, Mutina (Módena) y Bolonia (Bologna) se
fundaron en este período y estaban destinadas a
gozar de una prosperidad excepcional.
Durante la guerra contra Aníbal, ninguna parte
del territorio romano fue sometido a devastaciones
prolongadas, salvo Campania, que no tardó en recuperarse. La guerra se libró principalmente en
territorio aliado, en el sur, donde provocó enormes
destrucciones y pérdidas de vidas. En este Ingar
la mayor parte de la región estaba cubierta de
montañas, "ahora a menudo desgastadas por la ero'sión, pero por entonces densamente forestadas, o
de colinas y mesetas escasamente fértiles; en el
280 el rey Pirro de Epiro había comparado su pobreza con los huertos de los romanos. La mayor
parte de los pueblos sureños se rebeló y se unió
a Aníbal, y Roma castigó su deslealtad apoderándose de grandes extensiones de su territorio, incluyendo a menudo los pocos valles o llanuras fér-tiles. La tierra recién anexada no era necesaria
para el asentamiento romano y gran parte de ella
fue probablemente utilizada como terreno de pastoreo por los magnates romanos, La miseria del
Mezzogiorno de la Italia modera recuerda con su +
desolación los tiempos de la República romana.
Se cuenta que Catón el Viejo dijo que 1
as me- -jores inversiones ems orden da= preferencia era;
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaQl
3
Eo
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buenas tierras de pastoreo, las tierras de pastoreo”
medianas, las tierras de pastoreo pobres y las
tierras arables. Si todos hubieran seguido esta supuesta recomendación, su objetivo habría fracasado; el mercado de lamas, cueros, queso y came no
habría tardado en saturarse, particularmente porque el nivel de vida de los esclavos y libres pobres era bajo. Los esclavos de Catón recibían una
túnica y una frazada año por medio y no comían
nunca came. (Nadie comía manteca y se bebía
poca leche.) La crianza de ganado resultaba más
económica en mano de obra que la agricultura,
pero eso relativamente carecía de importancia
cuando abundaban tanto los esclavos importados
baratos. No obstante, no cabe duda de que la crianza de ganado recibió entonces un gran impulso. A
través de los siglos siguió utilizándose en Italia el
sistema de trashumancia, que sólo ahora va desapareciendo. Todos los veranos, cuando las nieves
se derriten. se llevan los rebaños montaña arriba
para que coman los verdeantes pastos de los bosques o a las altas mesetas de los Aneninos; todos
los otoños vuelven a los valles o a las llanuras costeras. En la Antigiedad migraban desde los Apeninos centrales a Apulia, o desde las montañas
de Lucania a la costa de Calabria. Durante el
inviemo también había tierras de pastoreo en el
Lacio y Campania; el registro más temprano que
tenemos del sistema es un contrato modelo de
arrendamiento de Catón, que tenía sus granjas en
esos lugares. Puede que los romanos practicaran
la trashumancia desde tiempos muy tempranos,
pero sólo la pacificación de Italia y hiego la confiscación de extensas regiones en el sur pudieron
haberla llevado a ocupar una gran escala. Por primera vez los romanos ricos tenían a su disposición
durante el invierno, fértiles tierras bajas que poUonsagrar al pastoreo sin considerar los inte-.
—
reses de los agricultores residentes en ellas, pues
no se trataba de ciudadanos con voto, sino de rebeldes sometidos. En verdad, la' tierra pertenecía
al Estado, y el Estado imponía un precio por cada
cabeza de ganado que pastoreaba, pero este precio,
fijado por miembros de la clase que recibía las ganancias, no pudo haber sido alto.
De este modo, en algunas partes de Italia las
ovejas desalojaron a los hombres. Pero en otros lugares las zonas arables se extendieron probablemente mediante el desmonte de bosques y el drenado de pantanos; las vides y los olivos ocuparon
más tierras. La vid se había plantado cerca de
Roma durante la monarquía; el olivo (como su
nombre lo indica) se había importado de Crecia,
no sabemos cuándo,
En general, sólo los que tenían una posición
desahogada medraban, pues sólo ellos podían permitirse aguardar el rendimiento del capital invertido; la vid no rinde una cosecha entera durante
unos pocos años, y el olivo (que da fruto año por.
medio) tarda toda una generación antes de rendir. La tierra era el modo más seguro y más aceptado socialmente de invertir los bienes obtenidos
en la guerra y el gobierno. Los ricos no carecían
de motivo para tomar todo lo que podían del
campesinado empobrecido. Así, pues. las pequeñas
ropiedades tendían a ser absorbidas vor las grandes (latifundia), aunque nunca desanarecieron nor
entero, Plinio el Viejo decía que, desde un punto
de vista moral v- social, los latifundia habían arruinado a Tralia desde mucho tiempo atrás ( Historia
natural, XVIII, 35). Puede que económicamente
hayan contribuido a su riqueza. Los tratados griegos y cartagineses y quizá también los esclavos especializados importados del Oriente y de África,
incorporaron nuevas ideas. No obstante, la mayor
parte de los propietarios se encontraban siempre
58
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciane
e AE A
ausentes y dejaban todo en manos dé mavordom
y cuadrillas de esclavos, ,
agrícolas y se preocupaban sólo de los. ingresos:
rara vez se mostraban activos para realizar mejo.
ras, a diferencia de muchos grandes terratenientes
nobles de la Inglaterra de los siglos xvi y xr.
, extensos eran estos latifundia? En el 49
ucio Domicio Ahenobarbo ofreció, quizá a 10.000
soldados, 40 iugera per capita de su propiedad
(César, Guerras civiles, I, 17): por tanto, debió
haber tenido más de 400.000: unos 108.000 ha.
Un liberto rico, Isidoro, que murió en el Be.
dijo tener 3.600 pares de bueyes, lo suficiente como para arar 360.000 iugera (Plinio, Historia natural, XXXIII, 135). Cicerón se refiere en el 63 a un
hombre de no muy gran distinción que había adquirido toda una “región” (De la ley agraria, III
8), y existen muchas alusiones posteriores a propiedades de extensión semejante. A primera vista
resulta, pues, sorprendente que los que escribieron sobre agricultura, cuya obra estaba destinada
a los ricos, hayan descrito huertos cuva extensión
normal oscilaba entre los 100 y los 240 iugera, y
que los huertos excavados cerca de Pomveya fue-| ran de ese tamaño relativamente pequeño. Pero
| muchos hombres ricos tenían propiedades en regiones diferentes; Cicerón, por ejemplo, poseía varios huertos pequeños en el territorio de su Arpino nativo y propiedades en otros siete u ocho lgares. Al adquirir tierras contiguas, el propietario
podía economizar en villas, granjas y edificaciones
vecinas, pero podía parecerle más prudente, como
lo creía Pompeyo, distribuir los riesgos de las condiciones climáticas, Un mayordomo podía administrar convenientemente una unidad de 100 a 200
*ugera y supervisar a una docena de esclavos; su
escaso. tamaño no es prueba de que el propietario
no fuera hombre. de gran riqueza en tierras. La
OS
lui nte aa A
mail.com) 59
ignoraban las técnicas
a
Ds
crianza de rebaños exigía
extensas. Isidoro sostenía haber sido propietario de
257.000 animales sin contar los bueyes, esto es,
ovejas, cabras y cerdos. Algunos, sin duda, se alimentaban en tierras públicas o arrendadas, como
también en la suya propia. En el siglo m la ley .
(que no se observaba) prohibía que se pudiera “
alimentar a más de 100 bueyes y a más de 500 ovejas,
cabras y cerdos en tierra pública. Las estadísticas
modernas indican que para esa cantidad de bueyes u ovejas, se requerían aproximadamente 1.800
iugera. Isidoro pudo haber necesitado 300.000 o
mucho más en campos pobres. Puede que los rebaños no hayan sobrepasado las cien cabezas; también en este caso los propietarios preferían unidades-que un solo pastor pudiera atender. Podían
tener muchos rebaños semejantes.
Según se nos informa, los ciudadanos comunes
no habían tenido otrora más de siete u once iugera, y algunas asignaciones en las colonias del
siglo comprendían sólo de cinco a diez. Salvo
en terrenos inusitadamente fértiles, granjas tan pequeñas no pueden haber asegurado el mantenimiento de una familia. De acuerdo con los datos
que tenemos sobre las raciones de los soldados y
los esclavos, una familia de cuatro miembros podría consumir unos 144 modii o medidas de áridos
de trigo, en, parte sustituidas por verduras. Columela dice que en tierra mediana se sembraban
entre cinco y diez medidas de áridos per iugerum
y que el rendimiento promedio era inferior a cuatro veces esa cantidad. Probablemente las granjas
pequeñas se cultivaban más intensamente que las
grandes propiedades que-él conocía mejor, y quiZá sus cálculos sean en exceso pesimistas. Supongamos pues que se sembraran 10 modii y que se
recolectaran luego 50, de los que tendrian ¿ue
superficies más
AE Ls
el rendimiento no descendiera desastrosamente, la
mayor parte de la tierra debería dejarse en barbecho año por medio. De modo que el rendimiento neto promedio per iugerum no era de 40 modii,
sino de 20, y una granja de siete iugera producía
apenas grano suficiente para el consumo de la familia, y no había forraje para los animales, ni
frutos, ni un margen para ventas con las que pudierán satisfacerse otras necesidades. Parece pues
probable que estos pequeños propietarios tuvieran
que ganarse. penosamente la vida trabajando por
un jornal en las grandes propiedades, arrendando
parcelas adicionales de terreno, poniendo en práctica el derecho de apacentar cerdos y recoger
leña sobre las tierras del señor o quizás incluso,
de cercar y cultivar una parte. Siempre precaria,
su posición se volvía insostenible si se les negaban
tales oportunidades o si se los hacía servir en el
ejército un tiempo excesivamente prolongado, te- *
o 7
niendo que dejar las labores de la labranza a las
mujeres y los niños. Aun en años de abundancia
rara vez podían seguir la recomendación de Catón
y demorar la venta de los productos excedentes
hasta que los precios hubieran subido un tanto;
no tenían reserva y no podían crearla, Y puede
imaginarse lo que ocurriría en los años de escasez
con la ayuda de una petición de los campesinos
franceses de 1789: “Se seduce a un campesino que
atraviesa malos momentos con el ofrecimiento de
dinero contante; se le imponen dificultades por la
cruel generosidad de prestarle hasta que no puede
devolver lo tomado, Entonces se lo despoja de su
tierrá y se la vende a bajo precio para beneficio
del acreedor”. Los ricos ni siquiera tenían que
esperar estas oportunidades: la expropiación me* Cita de The Social Interpretation of the French ReLa
j E 1 i i , 1965,
reservarse 10 para rsemillanRermu reecpretendía dot: 29 AP, Cai vr a
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diante la mera violencia se volvió muy común. Su
control político les permitía también negar a los
pobres una' participación justa sobre la tierra pú- :
blica. ,
Desde la: guerra contra Anibal, los grandes propietarios recurrieron cada vez con mayor frecuencia a los esclavos tanto para cultivar sus tierras
como para atender los rebaños. Catón y otros escritores posteriores dedicados a la agricultura sencillamente dan por supuesto que la mano de obra
permanente de las grandes propiedades estaba
constituida normalmente por esclavos; en el mejor
de los casos, recomiendan el arrienda de tierras a
trabajadores libres, en el caso de encontrarse excesivamente alejadas como para que los propietarios ejerzan una supervisión constante o de ser
insalubres: un alto índice de mortalidad elevaba
indebidamente el costo de depreciación de los
esclavos. A -decir verdad, existen unos pocos indicios de que los arrendatarios libres fueran más comunes a fines de la República que lo que generalmente se supone, pero el trabaio de los esclavos
era el que sin duda predominaba, sujeto a una
condición: no resultaba económico para el provietario mantener durante todo el año la cantidad de
trabaiadores que necesitaba para las breves temporadas de trabajo más intenso. De ahí que se
contrataran trabajadores libres para la cosecha, la
vendimia, la recolección y la trituración de las
aceitunas. Este empleo temporario era asequible
para los pequeños propietarios que tenían su propiedad cerca de las grandes posesiones, pero era
también una de las pocas fuentes de ingresos para los que cárecían de tierras.
Para esa.clase, siempre numerosa y creciente a
partir del 200, había también a veces trabajo en
las ciudades. Pero igualmente allí los empleadores
parecen haber preferido esclavos para trabajos que
9 : .
62 . Descargado por Sofia Casciana (sofiacascia!
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duraban a lo largo de todo el año. Algunos esclavos probablemente incorporaban técnicas especializadas que se denominaban en el Oriente; a otros
se los adiestraba en particular. Los trabajadores sin
especialidad provenientes del campo no podían
competir en las artesanías y aun los artesanos nacidos libres parecen haber sido desplazados. Las
lápidas, el testimonio más importante con que contamos, indican que en Roma uizá no más del
10% de los artesanos había nacido libre. La proporción no es mucho más elevada en las ciudades
pequeñas; no encontramos ninguno en absoluto
entre los que hicieron la preciosa cerámica de
Arezzo (Arretium), que conquistó los mercados
del Imperio bajo Augusto. El grueso de las pruebas es posterior al período que consideramos, pero
estadísticas menos copiosas de inscripciones republicanas y augustinianas arrojan resultados similares.
Costaba dinero erigir una lápida, y la mayor
parte de los artesanos que lo hacían eran libertos;
presumiblemente habrían medrado y ganado la
manumisión en las mismas artesanías que habian
practicado cuando esclavos. Esto les procuraba algo de lo cual estar orgullosos y pudieron haber
sentido mayores deseos de conmemorarse a sí mismos que los pobres nacidos libres, o quizá estos
últimos no tuvieron los medios de hacerlo. Sin
embargo, los datos literarios sugieren con claridad
que los libertos y los esclavos preponderan numéricamente en Roma y que los pobres nacidos libres
constituían en la década del 70 sólo tina quinta
parte de la población libre (pág. 176). La mayor
parte de ellos subsistía probablemente trabajando
algún tiempo en los muelles; dado que los embarques cesaban casi durante el invierno, el trabajo se concentraba unos pocos meses al año, y
nadie dotado de razón hubiera mantenido cuadri63
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a
llas permanentes de esclavos en los Muelles. La
escala de la actividad edilicia también oscilaba
grandemente; sabemos que los contratistas tenían
trabajadores esclavos, pero con seguridad completaban sus cuadrillas con obreros libres; en el 44
encontramos hombres libres que trabajan en una
de las villas de Cicerón cerca de Roma. Los magistrados populares eran a menudo los propulsores
de nuevos programas edilicios, sin duda con el
objeto de crear oportunidades de empleo.
En general, la competencia de los esclavos debe
de haber provocado un gráve estado de desocupación o una escasez crónica de empleos entre los
libres pobres. ¿Qué podían hacer éstos? Se supuso
que muchos de ellos emigraron. Tenemos noticias
de muchos italianos en el oriente durante los dos
últimos siglos de la República, y probablemente
eran todavía más numerosos en las provincias occidentales, Se dice que en Asia solamente, Mitrídates, rey del Ponto, masacró a 80.000; la cifra,
sin duda, podría dividirse por diez. Estos italianos
de ultramar eran principalmente recaudadores de
impuestos, banqueros, comerciantes e incluso terratenientes; muchos eran aliados y no ciudadanos.
La mayoría es probable que estuviera constituida
por su personal, libertos o esclavos, El número de
hombres libres en los negocios de ultramar fue
significativo. económica y socialmente. en relación
con las comunidades en las que vivían, pero de
ningún modo nudo haber sido grande, Sin duda a
veces se asentaban soldados en regiones donde debían servir, en España, por ejemplo, pero durante
las guerras civiles era difícil reclutar italianos en
ultramar, y no creo que fuera practicable una emi- *
gración sustancial para los pobres, salvo con apoyo
y dirección gubernamentales, como los que prestó £l
César por primera vez en gran escala. ¿Cómo po0- 4
día componérselassindividualmaente oehergamp
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana
64
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ud
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para hallar tierras en un país extraño, adquirirlas
y acumularlas cuando no contaba con recursos, o
mantenerse allí en medio de vecinos extranjeros
llenos de resentimiento? Estas dificultades difícilmente hubieran podido superarse salvo en el caso
de que el Estado determinara y procurara la tierra, equipara las granjas y asentara a los emigrantes en colonias amuralladas contra un posible ataque, en las que centenares o miles pudieran defenderse entre todos. Puede decirse que no era inevitable que los emigrantes se ganaran la vida primordialmente contando con la tierra. Quizá no; peTo no contamos con base alguna para suponer que
los pobres abandonaran Italia para convertirse en
tenderos, comerciantes o artesanos en ultramar. Y
en todo lugar la agricultura constituía la base de
la economía.
Sólo que la agricultura no era la principal razón
de la inmensa riqueza romana. Aún menos lo eran
el comercio y la industria. Las actividades más
lucrativas de los romanos eran la guerra y el gobierno. En un principio la guerra tenía que pagarse; más tarde pagaba con creces por sí misma,
Hasta el 167, el Estado recibía anualmente de
los assidui (pág. 27) un tributo de 0,1 %; durante
las guerras las imposiciones eran aún más elevadas, pero, como empréstitos forzados, debían devolverse tan pronto como los beneficios de la victoria lo hicieran posible. De este modo, las sumas
extras tomadas durante la guerra contra Aníbal se
devolvieron con el botín y las indemnizaciones impuestas a los conquistados, catorce años después
de finalizada. Aun este tributum (según se nos
cuenta) fue causa de empobrecimiento. La tasa
era “regresiva”, se les imponía a todos en la misma
proporción y, cuando era elevada, resultaba abrupara los que eran relativamente pobres;
ución solía diferirse demasiado para que
..
los salvara de la ruina. En el 167, el tributum se E
endió y, en adelante, las únicas tasas impuestas a los ciudadanos fueron cargos de aduana no
muy elevados (abolidos temporariamente en el 60),
tasas a las ventas por remate y el valor de los esclavos manumitidos. El tesoro se alimentaba princialmente de los ingresos provinciales. Hacia el 84
llegaron a 50 millones de denarios por año, y hacia
el 62, después de las anexiones en el Oriente bajo
Pompeyo, a 135 millones.
¿Cuál era el destino de este dinero? Estas sumas
equivalen respectivamente a la paga anual de más
de 400.000 y más de 1.100.000 soldados rasos, Salvo durante las guerras civiles, la suma de las pagas
no puede haber alcanzado a 12 millones de denarios. Además, el costo de los abastecimientos militares se deducía en parte de la paga de los soldados. El gasto de las obras públicas era fluctuante; la edificación más costosa, según tenemos
noticia, y la más costosa antes de César, fue el
acueducto marciano, que tardó más de cinco años
en completarse (144-140) en 45 millones. Además
estaban los. juegos y, después del 123, subsidios
(eliminados o grandemente reducidos en ocasiones) para la distribución de granos en Roma, Una
vez el grano se distribuyó enteramente gratis (en
el 38) y a partir del 62 el míimero de beneficiarios
creció. Cicerón calculaba que insumían la quinta parte de los ingresos, 27 millones al año, pero
antes del 62 el costo debió de haber sido bastante
bajo, No podemos calcular un presupuesto, pero
parecería que aún antes del 62 debió de haber habido un abundante excedente. No obstante, a menudo se tienen noticias'de que el tesoro estaba corto de fondos. : L i
Sólo puede haber una explicación: las pródigas
asignaciones destinadas a los gobernadores y su
personal, a quienes no se les pagaba. En un año,
f
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianal
“86
Cicerón, como gobernador de Cilici Z
550.000 denarios. cia, acumuló
_ No había quebrantado ley alguna; se jactaba con
justicia de su integridad. A otros, la malversación
de la bolsa pública y la extorsión de los subordi-
nados les permitía acrecentar sus ganancias. El
botín era otra fuente de enriquecimiento. Los soldados ordinarios habitualmente participaban, pero ya en el 195 hubo quejas de que los generales
guardaban todo para sí y sus amigos; por cierto, el
comandante y sus colaboradores tenían siempre la
parte del león. Pompeyo trató a sus hombres en el
Oriente con excepcional liberalidad, pero en una
ocasión los tribunos militares recibieron allí 190
veces lo que recibieron los soldados rasos. El mismo Pompeyo se convirtió en el hombre más rico
de Roma. Después de su muerte, sus propiedades
se evaluaron en 50 millones, Los recaudadores de
impuestos también retenían legalmente una buena tajada antes de entregar los ingresos al tesoro,
para no hablar de lo que lograban mediante actividades ilícitas.
Los beneficios del Imperio capacitaban a las
clases altas para importar centenares de esclavos,
cargamentos enteros de piezas griegas de arte, obJetos suntuarios de toda especie y comprar tierras,
poblarlas de ganado o convertirlas en esos huertos
que Varrón admiraba. “Si no existe la justicia”, escribió San Agustín ( Ciudad de Dios, TV, 4) “¿qué
son los reinos, sino un latrocinio en gran escala?”
La clase dirigente romana lo practicaba en la más
alta escala nunca conocida: robaban a sus subordinados en el extranjero para poder robar mejor
2 sus compatriotas,
De acuerdo con las normas modernas, el mundo
antiguo fue siempre pobre y “subdesarrollado”. Si
algún progreso se lograba, era inevitable que la
gran mayoría siguiera ajustada a los mismos'molmail.com) 67
des, para que los muy pocos tuvieran los medios
y el ocio que les permitieran cultivar las artes y LU
las ciencias. Aun en la democrática Atenas, la propiedad se distribuía muy desigualmente; el trabajo de los esclavos mantenía las necesidades de
poetas y filósofos y permitía que ciudadanos muy
humildes consagraran parte de su energía a la guerra y al gobierno. Platón había dicho en su tiempo,
el siglo 1v, que toda ciudad estaba dividida en la
ciudad del rico y la ciudad del pobre, así como
Disraeli dijo en el siglo x1x que en Inglaterra había “dos naciones”, Lo que distinguió a Roma no
fue la desigualdad económica ni la explotación, sino la enormidad de la escala de ambas. Ya se considere esto moralmente condenable o no, los hechos tienen la más alta importancia histórica, pues
la revolución iba a nacer de la miseria y el resentimiento de las masas, Sin embargo, los primeros conflictos sociales en
Roma y el orden social y político de la República
imperial tuvieron lugar y cobraron forma en una
pequeña comunidad agraria muy agitada en la que
aun los ricos, según criterios posteriores, eran sólo
propietarios medianos (aunque quizá nunca se pidió a ningún noble Cincinato que abandonara el
arado para salvar el Estado), y es a esta era formativa a la que debemos consagrar primero nuestra atención.
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Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana
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PLEBEYOS CONTRA PATRICIOS, 509-287
La historia temprana de Roma es oscura, las
modernas explicaciones se contradicen entre sí con
entera libertad y todas, en algún grado, no superan la conjetura. Hasta el siglo mm, Roma atrajo
muy poco la atención del mundo griego contemporáneo, y la primera crónica romana de la ciudad
fue escrita por un patricio, Fabio Pictor, en el 200
Sólo unos pocos fragmentos sobreviven de su obra
. y de la de' otros cronistas republicanos posteriores.
El conocimiento que tenemos de la Roma primiti-
va proviene principalmente de las historias de Livio y Dionisio de Halicarnaso, escritas bajo Augusto. Se inspiraron principalmente en los anales
compuestos después de los Gracos o Sila. Debemos
preguntarnos con qué datos contaban Fabio y sus
sucesores,
En la época en que cayó la monarquía, los romanos eran ya por cierto letrados: las leyes y los
tratados se escribían. Sin embargo, ellos mismos
creian que la mayor parte de los primeros documentos fue destruida durante el sagneo de Roma
por los galos (c. 390), y aunque algunos textos
pretendidamente más primitivos fueron preservados por autores antiguos, su fecha o autenticidad
fue puesta en duda, fuera de los numerosos fragde las Doce Tablas, el código legal de c. _
450, que los niños romanos solían aprender de memoria, constituyen el documento mas precioso con
que contamos para el conocimiento del siglo v.
Fra costumbre de los romanos fechar las transacciones romanas u otras mediante el nombre de los
cónsules; por ejemplo, se decía que un acontecimiento que nosotros ubicamos en el 63, había ocurrido durante el consulado de Marco Tulio Cicerón- y Cayo Antonio. Por tanto, para la vida práctica, era necesaria una lista de los principales magistrados, y esta lista, los Fasti, que implica remontarse al 500, constituía la base cronológica de los
anales romanos, así llamados porque registraban
las transacciones año tras año. Probablemente en
lo fundamental sea correcta desde el principio. El
colegio sacerdotal de pontífices también solia registrar ciertos acontecimientos en tablillas blanqueadas; su contenido se recóúlectó y se publicó
posteriormente, en el siglo m. La versión publicada
pretendía remontarse hasta la fundación de Roma,
y es evidente que contenía muchos elementos legendarios. agregados posteriormente a registros genuinos que quizá no comenzaron antes del 300.
Además Catón decía que las tablillas estaban llenas de lo que él consideraba trivialidades, noticias
sobre hambrunas o eclipses, probablemente de escasa utilidad vara quienes, como Fabio, pretendían
escribir historia política.
Parece cierto que los primitivos cronistas tuvicran que recurrir principalmente a la tradición, en
especial a la conservada oralmente en las casas nobles a través de sucesivas generaciones, Cuando un
noble romano moría, hombres con las máscaras de +
sus antepasados y sus vestidos oficiales desfilaban
en el funeral, y un pariente 0 amigo pronunciaba
una oración que conmemoraba los hechos de estos “
antepasados, tanto como los del fallecido. Pero la
tradición oral era a menudo distorsionada por el:
70 : , Descargado por Sofia Casciana (sofiacascial
que alimentaban recíprocamente las diversas casas
También se enriquecía con el don que tenían los
romanos para inventar historias de vívidos detalles,
don que no expresaban como los griegos en cuentos sobre dioses o héroes, sino que lo aplicaban a
personas reales o ficticias en un contexto histórico
particular. Las historias a menudo inculcaban lecciones morales o políticas. Los anales de Fabio estaban ya atestados de verdaderas leyendas sobre el
período monárquico. Su crónica sobre los comienzos de la República era pobre; sus sucesores la
ampliaron enormemente en una época en que podía recordársela aún menos. La experiencia conE fertilizaba la imaginación: pueden deectarse anacronismos. La e iti
los Gracos o Sila se E >
pasa 0.
La empresa de recobrar la verdad sobre los siglos v y 1v puede parecer, pues, desesperada. Sin
embargo, la tradición es posible de controlarse mediante fraomentos de otros documentos de variada
especie: partes de antiguos rituales, la significación de términos técnicos, el carácter de instituciones históricas de Roma, que de vor sí revela
algo sobre su pasado, en fin, analocías con otros
pueblos. Mucho de lo que se nos dice debe rechazarse por incoherente y debe dudarse mucho sobre la base de aue probablemente no se pudo
guardar memoria de ello, Los argumentos y lemas
de conductores nartidarios y variadas inscrinciones particulares de conflictos políticos y sociales
pueden, a menudo, utilizarse sólo para la reconstrucción de tiempos posteriores. Algunos estudiosos basan su fe en detalles seleccionados y los utilizan para descrédito de la tradición en sus detalles más generales, luego arbitrariamente aceptan
lo que les place y presentan una historia tan ficticia como la de Livio, si bien menos entretenida.
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orgullo patriótico o familiar, y aun por la malicia
va
En cambio, mi propio esbozo, escéptico en cuanto í
a los detalles, conservará deliberadamente la es-tructura general de la tradición, que tiene muchas *;
probabilidades de haber sido trasmitida con bastante exactitud, :
Se nos dice que al principio Roma fue gobernada por un rey electo; a su muerte el poder pasaba
a un “rey interino” (interrex) hasta que se designara un sucesor permanente. Las analogías prestan *
apoyo a la tradición, y en la República había todavía “reyes interinos”, quienes celebraban las elecciones anuales, si el par de cónsules nombrado no
lo había hecho. Una elección real exigía el asentimiento tanto del pueblo en armas, por aclamación,
como del consejo de ancianos, para dar al Senado
su significado original. En la República se admitían hombres de treinta y aun de veinticinco años.
El Senado parece haber estado otrora constituido
por los jefes de familias y, por tanto, se los llamaba
también patres. En tiempos históricos, sin embargo, padre e hijo podían sentarse juntos. Los senadores constituían el consejo del rey, pero, como los
magistrados en tiempos de la República, no limitaban su decisión formalmente. Tenía nusnicitum,
es decir: el derecho de afirmar la voluntad de los
dioses mediante rituales prescriptos, y era quizá
como intermediario de los cielos que resultaba supremo en la tierra. Comandaba en la enerra y tenía jurisdicción sobre la vida y la muerte. Los romanos expresaban la suma de estas prerrogativas
militares y jurídicas en la palabra imperium; el general era un imperator, palabra de la que deriva la
nuestra “emperador” y que los griegos tradujeron como atutocrator, esto es,. “poseedor de poder ab- :
soluto”. Por su naturaleza, el imperium era despó- :
tico, y los romanos a menudo lo contrastaban con
libertas, libertad. De acuerdo con la tradición, el
último rey, Tarquino.msoberir hizo UN ey
79 Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianal
Ape
cio tiránico del poder y fue destronado por los no-bles, En la Roma histórica, la sola palabra regnum
(reino) evocaba algo maligno, y decir que un
hombre trataba de asegurárselo era el más amargo
de los reproches. Es sumamente plausible que la
tradición esté en lo cierto, aunque algunos la hayan impugnado, y que la monarquía fuera des-
tituida por una revolución en lugar de haber ido
desapareciendo gradualmente.
Los romanos sustituyeron al rey por dos magistrados, llamados posteriormente cónsules, que se
mantenian En su cargo sólo durante un año y que
no eran reelegibles inmediatamente. Heredaron el
poder real, y Cicerón pudo todavía decir que su
ley más elevada era la seguridad pública; en principio tenían discreción para hacer lo que mejor
les pluguiera. Pero el solo hecho de que fueran
magistrados anuales tuvo enormes consecuencias
Podía hacerséles rendir cuentas de sus actividades
al abandonar el Cargo y, como se mantenían en él
por tan breve tiempo, a menudo cedían ante la
voluntad del Senado, La participación en el Senado duraba de por vida, ellos mismos eran senadores y estaba en su propio interés el aumentar la
autoridad de un cuerpo en el que tenían voz permanente antes que la de una magistratura e
habrían de perder tan pronto. Además, por A.
liar convención, si los cónsules no estaban de
acuerdo, prevalecía el punto de vista negativo
y el Senado habría tenido dificultades sólo si amos conspiraran juntos i
este modo, el sistema UIRTA de ve
í debilitaba la fuerza del imperium y contribuía, como los
romanos lo vieron, a la libertas. En casos de emergencia, hasta fines del siglo t los romanos desionaban a un solo hombre como dictador para que
ejerciera un poder sin control, pero su cargo dudóttf seis meses, y el disgusto que provocaba
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E———]—L——_—
———————
]a autocracia era tan intenso que nadie se
nunca a exceder ese límite.
Con el correr del tiempo,
las empresas hizo A
magistrados —_——— e TEA
en la administración financiera; - E
pervisaban las edificaciones, las ca =_ A
cados de la ciudad; los pretores, que ]
cia en Roma y más tarde gobernaron ; Li a
cias-de ultramar. Se ascendía esta escala - P E
mociones peldaño por peldaño. A los pre E
cónsules a menudo debía uma pr rios años el poder después de e + - 0
en su cargo; ya fuera sobre los ejércitos e
rovincias; eran en este caso ape am:
cónsules, Los que habían sido ya E Pa
alcanzar -el apogeo de su carrera po ítica ==
censores; se les encargaba cada cinco, “
gistro de los ciudadanos en un E ac E
nómina del Senado, librar contratos -_ Tu
gilar la moral de los ciudadanos. Pero e có
seguían siendo siempre cabeza del Esta e
Sin embargo, no eran formalmente sober
ni dueños en realidad del poder. *
La soberanía, en un cierto sentido, —
al pueblo. Sólo el pueblo elegía a los mn e
declaraba la guerra, celebraba e y pr uu
gaba leyes. No us el La - E ha
do por uno de los mas g
Ca que éste decidía someter - Ss
Juntad, seleccionaba candidatos de una _ ;
se le presentaba y decía sólo a E
—— E e. TS pero - E posible una
es de cláusulas, po
E emana Había un debate mE
nadie podía hablar a no ser que el magistrado q
atrevió
la multiplicación de
la elección de otros
que asistian
i gistraconvocaba lo propusiera, aunque otros mas: e
dos pudieran también convocar reuniones P
74 Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana
mail.com)
—cutir y solicitar el punto de vista de diferentes
personas. Todo esto siguió así en tanto duró la
República.
Las asambleas del pueblo estaban además muy
lejos de la democracia. La mayoría se obtenía no
mediante el recuento de personas, sino mediante
el recuento de unidades. Había más de una clase
de asambleas; hablaremos aquí sólo de la de las
centurias, en la que las unidades que emitían su
voto, estaban compuestas de “centurias”, originariamente batallones de guerreros. Las centurias se
dividían de acuerdo con la clase a la que pertecían sus miembros, y en un principio, 98 de 193
estaban compuestas por ciudadanos que pertenecían a la clase más alta o (lo que en última instancia significaba lo mismo) que servían en la caballería. Si su acuerdo era unánime, las otras centurias ni siquiera eran convocadas. Los ciudadanos que no tenían virtualmente propiedad alguna,
los proletariií, formaban sólo una centuría, que era
la última en votar, si llegaba a hacerlo alguna vez.
Las centurias rara vez se reunían; la legislación
no era frecuente y después correspondió como norma a una asamblea diferente. Por la común, las
guerras no se declaraban y se las presentaba con
más o menos veracidad, como guerras defensivas.
La tarea regular e indispensable de las centurias
consistía en la elección de los magistrados. Esto
era en verdad de la más alta importancia; las elecciones no sólo decidían quiénes serían los agentes
ejecutivos del Estado: otorgaban a los candidatos
triunfadores un duradero prestigio en los consejos
del Senado. En Roma, la influencia (auctoritas)
tenía apenas menos peso que el poder oficial; pertenecía al Senado como tal y, dentro del Senado,
a sus conductores (principes), quienes debían su
eminencia en parte a su nacimiento o talento, en
parte a los honores que el pueblo les había conferido. : »
75
DE
El Senado y los principes eran en realidad los
dueños del poder. Nominalmente asesor, el Senado
no daba órdenes a los magistrados, sino que les
señalaba el camino por seguir, “si les parecía adecuado”. En la práctica sus sugerencias no podían
ser dejadas de lado; reuniéndose con frecuencia,
analizándolo todo, los senadores asumían, con su
prestigio social y su experiencia, la dirección del
Estado: constituían, como lo dijo el enviado de
Pirro de Epiro, “una asamblea de reves”, y Cicerón afirmó como regla aceptada de la constitución,
que los magistrados debían ser los sirvientes del
Senado (Pro Sestio, 137), A comienzos de la Republica los magistrados,
cuando menos, eran exclusivamente patricios, quienes también dominaban el Senado. No conocemos
el origen de los patricios, ni tampoco el del monopolio de su poder. Constituyeron un orden cerrado
durante toda la República; nadie podía ser patricio si todos sus antepasados de sexo masculino no
lo habían sido también, y en tiempos primitivos
intentaron prohibir su matrimonio con los otros
ciudadanos: los nlebeyos u hombres pertenecientes
a las masas (plebs). La distinción radicaba en el
nacimiento, no en la riqueza; el conflicto entre
las clases resulta ininteligible a menos que existieran plebevos ricos, aunque sin duda alguna la
propiedad se concentró originariamente en manos
de los patricios. Por esta razón, y también porque
controlaban el gobierno, se-los culpó de las miserias sufridas por los pobres; los plebeyos ricos, que
deseaban participar en el poder político, de tanto
en tanto se convertían en campeones de sus hermanos oprimidos. El consulado les fue abierto sólo
en el 366. Sin embargo, los patricios eran muy
pocos; después del 366 se tiene testimonio de sólo 91 clanes, algunos de los cuales eran sum te
pequeños, y antes"deemefechimsóko seaonoce
Descargatlo por Sofia Casciana (sofiacascianaQ
La 4 í
veintena. La disminución de su número sin duda
que ceder, pero resulta asombroso que hayan
sistido durante tanto tiempo. Una de las (eno
pudo ser las relaciones de dependencia y deferencia que no dejaron nunca de dominar la sociedad
romana durante toda la República,
— relaciones que debían obtenerse entre las
clases de acuerdo con la opinión de los aristócratas romanos, se lograron, según Veleio (II, 126)
bajo el emperador Tiberio: “el humilde contempla desde su baja condición al poderoso sin temor
- tanto que el poderoso no desprecia al humilde”.
_ e entre patrón y cliente servían a este
éal. Salvo entre el patrón y su antes esclavo, que
seguía obligado legalmente. a su antiguo amo po.
vínculos en la Roma del bajo Imperio tenían un
carácter simplemente moral. El cliente “se encoe (término todavía usado durante el vaE - _— a la “fe” de su patrón. La buena
- : e se jactaban los romanos, constituía
ase de muchas transacciones legalmente aplicables, Déro su alcance no se limitaba a actos que
pudieran dar pie a procesos judiciales. También
e ave se compensaran los buenos servicios.
Al abogado romano, que se llamaha en realidad
patrón. no se le permitía recibir hanorarios pero
podía esnerar que sus clientes asrodecidos lo recomnensaran mediante otros servicios y aun meE lecados: en treinta años, Cirerón recibió
:000.000 de demarios en donaciones. Moralmente
patrones y clientes estaban obligados a ayudarse
en todo modo que la ley lo permitiera. Los patrones daban siempre asesoría legal a sus clientes y
los representaban en juicio; también arbitraban en
sus querellas, Los patrones y los clientes no
p 4
des acusarse entre sí, ni tampoco servir de
en mutuo perjuicio, Se esperaba de los
contribuye a explicar por qué tuvieron finalmente
an e ai Mea
“
PUE o
e POR TN A
perrera
a
ue
clientes que escoltaran a su patrón en público, enriqueciendo su prestigio de acuerdo con su numero, y que votaran por él; se dice que en viejos
tiempos ayudaban al pago de las dores, las multas, los rescates y los costos de las elecciones.
Durante la guerra civil Pompeyo formó un ejército con sus chentes en la mayor parte (53), y
durante las rebesiones de la decada del 50, los
hizo venir desde ricenum y la Gaua Cisalpina para que lo defendieran y lucharan en las calles con
las multitudes hostiles. La relacion era hereditaría. Las tamilias más poderosas contaban entre
sus clientes con ciudades, provincias y prmcipes
extranjeros, para no hablar de los romanos ricos
que no pertenecían a la clase magistenas; a estos
resultaba . prudente dignificar con el nombre de
amigos. Un magnate podía movinzar en su defensa no sólo a sus propios dependientes, sino a los
de otros con quienes mantenía relaciones de alianza. Ahora bien, muchas comunidades e individuos
tenían más de un patrón; si los patrones rentan
entre sí, estaban obligados a elegir, ya de acuerdo
con consideraciones de interés público (lo cual,
claro está, supuestamente prevalecía sobre todo
vínculo privado), ya de acuerdo con su propia
seguridad y ventaja. .
Se nos dice que originariamente todos los plebeyos eran clientes de los patricios y, aunque *
principios de la República muchos plebeyos estuvieron libres de tener que servir como clientes
( presumiblemente descendientes de clientes de los
reyes desterrados o de familias patricias extinguidas), las casas nobles tenían numerosos dependientes. Según se cuenta, los Fabios guerrearon con los
Veyos durante siete años con la sola ayuda de sus
clientes. Los cronistas creían que los patricios eran
a menudo respaldados por sus clientes en contra
del resto de los plebeyos. Aunque esta creencia
78 Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana a
a ae dies. 4
mail.com)
pudo haber sido sugerida por la experiencia de
tiempos posteriores más que por una genuina tradición, era sin duda correcta. Los vinculos entre
patrón y cliente eran más estrechos en la Roma
primitiva que posteriormente. De acuerdo con las
Doce Tablas, un patrón que defraudara a su cliente era maldito y podía ser muerto impunemente,
ley más tarde derrogada. Se consideraba como hecho establecido que el patrón otorgara precedencia a sus clientes antes que a su familia política.
El sistema de dependencia era políticamente importante en el siglo 1 y debió serlo aún más en el
siglo v.
Sólo pudo haberse originado en una sociedad
en la que el poder económico y político estuviera
muy desigualmente distribuido. Una vez surgido,
tendió a perpetuarse. Vínculos aceptados por necesidad, adquirieron fuerza moral. En cada gene-ración algunos escapaban a la condición de cliente elevándose económica y socialmente, pero otros
se veían sumidos en ella, porque el poder seguía
concentrado en una pocas manos y el humilde
aún necesitaba de protección. La justicia, en particular, era siempre administrada por la clase superior. Los tribunales podían ser susceptibles de
sufrir influencia y aun de recibir sobornos; las demoras de la ley iban en detrimento de los pobres
y un demandante tenía que llevar a su defendido
personalmente ante el tribunal y, si ganaba el caso, ejecutar la sentencia sin apoyo alguno por parte del poder coercitivo del Estado. No hay, pues,
por qué asombrarse de que la mayor parte de los
hombres tuviera que pedir amparo a los patrones, sin cuyo sostén sería muy estrecha la perspectiva de reaccionar ante un ofensor, a la vez
más poderoso y desprovisto de escrúpulos.
1 Véase J. A. Crook, Law and Life of Rome, Londres,
Thames and Hudson, 1967, cap. II, y (con algunas exaq
Es, pues, posible imaginar que los patricios mantuvieron durante tanto tiempo su monopolio gracias a la abundancia de sus clientes. Pero quizás
hubo también otra razón. Durante los últimos
tiempos de la República, los candidatos a los diversos cargos rara vez, tal vez nunca, se basaban
en programas; solicitaban los votos por sus méritos personales 0, cuando éstos eran desdeñables
o desconocidos (como con frecuencia sucedía),
en los servicios que sus antecesores habían prestado al Estado. Cicerón dice que “todos nosotros,
los hombres nuevos, favorécemos a la mubleza"
(Pro Sestio, 21) y, sin embargo, él mismo era un
advenedizo. Pocos parvenus eran conocidos .del
electorado por sus talentos.- Nadie se recomendaba a sí mismo abogando por una política popular; todos pertenecían a la clase rica, pues era
costoso embarcarse en una carrera política. Exa"
natural que los electores prefirieran entre dos candidatos ricos al que pudiera referirse a la fama
de sus antecesores, A comienzos de la República,
sólo los patricios eran nobles. Aun cuando eran
elegibles por ley, los plebeyos ricos apenas podían competir, a no ser que se convirtieran en
campeones populares, cosa a la que rara vez estaban dispuestos, dado que sus intereses coincidían en general con los de los patricios. En el 366
insistían en que se prescribiera que uno de los
cónsules fuera siempre un plebeyo, y aun así durante muchos años, los electores desafiaron a la
ley y escogieron a dos patricios.
Si no hubiera sido por su carácter opresor, el
gobierno patricio habría podido prolongarse más
tiempo. Tenemos que creer en la tradición según
la cual había un gran descontento entre las masas, en parte por causa de una recesión económica
que hubo en el siglo v (pág. 51). Los pequeños
granjeros se endeudaban constantemente. De
acuerdo con las Doce Tablas, el acreedor tenía
derecho a la larga a vender como esclavo en el
extranjero al deudor que no quisiera o no pudiera pagar su deuda. Ni siquiera se mencionan en
la tradición casos de esta especie, pero tenemos
abundantes noticias de un misterioso contrato llamado nexum, de acuerdo con el cual el pobre
tenía que trabajar sometido al rico como devolución de empréstitos. Se nos habla no sólo de frecuentes protestas contra los acreedores, sino también de una persistente demanda de distribución
de tierras, El Estado, según se dice, poseía abun-
dantes tierras (ager publicus), pero eran explotadas casi exclusivamente por los que controlaban
el Estado, los patricios, en su propio beneficio.
No cabe duda de que los detalles de las historías de estas agitaciones se inventaron en épocas
posteriores en las qué la remisión de las deudas
y la distribución de la tierra pública fueron nuevamente exigencias populares, pero es muy improbable que no haya habido verdad alguna en la
tradición. Ciertamente, en el siglo 1v se abolió el
nexum, y no puede tratarse de una ficción anacrónica de la imaginación del cronista. Además, la
jurisdicción que tenía el cónsul sobre la vida v la
muerte, parece haber sido ejercida de modo salvaje y arbitrario. No sólo carecía de todo control,
sino que ni siquiera se publicaban los reglamentos
de la ley y las formas de procedimiento legal, únicamente conocidos por el colegio sacerdotal de
pontífices constituido por patricios .que podían
. también ocupar importantes cargos seculares. La
primera agitación exitosa de los plebeyos, de hecho tuvo por objeto lograr una mayor protección
geraciones); J- M. NalkseRomanohitigationn Quien), E
! rendon Press, 1966, caps. I-II. .
; 7 Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana(Q?!
2 el hombre común, contra la fuerza injusta y
d CU mps legal.
ail.com)
a
En el 494, según los cronistas, un gran conjunto de plebeyos se asentó en masse en las afueras.
de Roma y se rehusó a servir en el ejército, Una
“secesión” o huelga semejante se manifestó sin duda en el 287; y tuvo que producirse una acción
revolucionaria similar, para explicar la concesión
que los patricios se vieron obligados a dar: la creación del tribunado de plebeyos. Los diez tribunos
eran plebeyos elegidos anualmente por una asamblea organizada en unidades electorales llamadas
tribus. Eran estas divisiones locales del Estado,
originariamente cuatro en la ciudad y diecisiete
en los campos vecinos. Esta asamblea fue verdaderamente democrática en un comienzo, cuando
las tribus eran probablemente de número aproximadamente igual; los ricos no contaban con un
poder electoral superior. La función original de
los tribunos era proteger a los romanos humildes
contra la opresión de los magistrados. Lo hacían
interponiéndose literalmente entre ellos y sus víctimas (intercessio). Los magistrados no se atrevían a tocar a sus personas, que eran “sacrosan+tas”; eso significaba que los plebevos habían jurado vengarlos linchando a quien hubiera puesto
las manos sobre ellos. Pero su poder se limitaba
a la ciudad: fuera de los muros, el territorio romano era todavía demasiado inseguro como para permitirse cualquier restricción a la discreción de los
magistrados en actuar como meior les pareciera
por la seguridad pública. Esta limitación al poder
de los tribunos se prolongó durante toda la República, mucho después de que hubieran desaparecido sus motivos.
Comó conductores de los plebeyos, los tribunos
intentaron naturalmente incrementar su autoridad
de toda manera posible.
Celebraban reuniones de la asamblea tribal en
las cuales: podían promulgarse resoluciones proñ Descargado por Sofia Casciana (sofiacascial
Do «
gmail.com)
puestas por ellos. Estos plebiscita en un comienzo
no tenían fuerza de aplicación en todo el Estado.
Sólo los votos emitidos en la asamblea de los centuriones podían convertirlos en ley, y hasta el 339
ni siquiera las centurias podían legislar sin la sanción de los senadores patricios. Los plebiscita no
tuvieron fuerza de ley hasta el 287. Los cronistas
en realidad afirman que esta innovación se había
hecho ya en el 449 y en el 339, y se dice que
los tribunos habían introducido muchas leyes antes del 287. Se han conjeturado muchas explicaciones de esta incoherencia en la tradición, pero
podemos estar seguros de que, cualesquiera que
hayan sido los estadios intermedios en el desarrollo del noder legislativo de las tribus, éste no se
estableció nlenamente hasta el 287, y que antes
fue necesaria la aprobación de las centurias o de
los senadores patricios. Esto hacía más -fácil a los
patricios el entorpecimiento de la voluntad po- pular.
Hacia el final de la lucha entre los órdenes, los
tribunos habían convertido su derecho de veto a
los actos de opresión cometidos por los masgistrados contra los individuos, en derecho de veto a
todo acto oficial de los magistrados, incluso proyectos legislativos y aun decretos del Senado que
permitieran la acción de los magistrados; ésta llegó a ser la significación de intercessio. Los tribunos podían también vetar las acciones de otros
tribunos y, en teoría, un tribuno podía obstruir
la acción de los otros mueve. Esta prerrogativa
debe de haber tenido una larga evolución que no
podemos seguir. Es evidente que su origen radica en el hecho de que los tribunos tenían el poder popular de su lado.
Los cronistas afirman también que a principios
del siglo v, los tribunos intentaron conquistar el
poder de juzgar la vida de los patricios ante las
83
tribus, Estas historias tienen probablemente una
base en los hechos, pues las Doce Tablas determinan que sólo la asamblea de centurias es compe- .
tente para juzgar la vida de ún ciudadano. Esto se
explica mejor como prohibición de todo futuro
intento por parte de las tribus de practicar una
especie de ley de linchamiento.
Se lo ha relacionado con el supuesto derecho
de todo ciudadano a-apelar ante el pueblo contra
sentencias de muerte y otros severos castigos impuestos por los magistrados. Se pretende que este
derecho de provocatio fue concedido o confirmado por leyes de los años 509, 449 y 300; sólo es
probable que la última haya sido histórica, y afirmaba exclusivamente que la violación de la provocatio sería injusta sin prescribir sanción alguna.
En el siglo 1 hubo una nueva legislación (pág.
99) y, de acuerdo con la perspectiva ortodoxa de
ese tiempo, todos los procesos por crímenes graves tenían su lugar de apelación ante la incómoda asamblea centurial; además, el acusado podía
siempre eludir la pena abandonando la jurisdicción romana y exiliándose antes de que se dictara
el veredicto. Tivoli (Tibur) y Palestrina ( Praeneste) eran lugares de refugio convenientemente cercanos. Pero no es creíble que un crimen común,
como el asesinato, fuera juzgado de este modo,
y se arguyó recientemente que el procedimiento
descrito se aplicaba en realidad sólo a los casos
olíticos, análogos en parte. a los llevados a cabo
en la Inglaterra del siglo xvit mediante Leyes de
Proscripción; que los crímenes más comunes dependían de acusaciones privadas y eran procesados por tribunales ante los cuales no hahía apelación posible, que entregaban los convictos a la
venganza del acusador. Los magistrados también
se reservaban el derecho a iniciar procesos y gajecutar sentencias nrapeheblesyoste Estasimbían
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Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaegi
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dictadas por un consejo judicial que ellos hubie- 1%
ado? Sea esto como fuere, el derecho
ran desi
a la apelación del ciudadano no pudo nunca haber tenido gran valor, a no ser que contara con
los tribunos para que lo impusieran, y era improbable que éstos protegieran a los malhechores.
Sólo en la ciudad podía un tribuno intervenir personalmente entre un magistrado y un ciudadano. No obstante, los tribunos adquirieron un poder político de tales dimensiones, que sus puntos
de vista no podían ser ignorados ni siquiera cuando la Ley no los respaldara. Era posible que un
magistrado .temiera que uno de ellos lo tuviera
en cuenta cuando su mandato llegara a su fin.
Hacia el siglo m, los tribunos habían adquirido el
derecho de“acusar a los ofensores políticos ante
las centurias, y el quebrantamiento de la provocatio era motivo suficiente para ello. Estos quebrantamientos ocurrían por cierto, pero despertaban
una intensa indignación, y de vez en cuando (como lo veremos más tarde) la protección de la persona del ciudadano contra la tiranía de los magistrados se convertía en tema de grave discordia y
agitación popular.
Los primeros esfuerzos de los tribunos se dirigieron a la obtención de una mayor igualdad legal; en los años 451-450, conquistaron la codificación y la publicación de las leyes. “Cuando las
leyes se escriben”, dijo Eurípides (Las suplicantes, 433 y sigs.), “el débil y el rico obtienen la
misma justicia; cuando se abusa del más débil,
puede éste responder al próspero en igualdad, y
el hombre pequeño, con la justicia de su lado,
2 Para un resumen de esta nueva hipótesís, propuesta por
W,. Kunkel, véase A. N. Sherwin-White, Journal- of Roman
Studies, 1964, págs. 208 y sigs. Una vez que Italia se volviera romana, los acusados sólo podían escapar a la jurisdicción romana yendo a Estados aliados de ultramar, y los
no podían contar con los medios para hacerlo.
5
Ca
derrota al fuerte”. Este resultado no se logró de
modo cabal en los años 451-450, ni tampoco en
ninguna otra época posterior en Roma. No bastaba que la sustancia de la ley se conociera, cuando
los modos del procedimiento legal seguían siendo
un secreto de los pontífices, y la instancia de un
litigante podía anularse por haber usado erradamente una sola palabra en una fórmula, por ejemplo, “viña” en lugar de “árbol”. Las reglas de
procedimiento sólo se publicaron en el 304. Además, la sustancia de la ley era todavía primitiva
y torpe; aunque iba adaptándose gradualmente a
las necesidades cambiantes, no tanto mediante nuevos estatutos como mediante ajustes que hacían
los magistrados aconsejados. por ahogados y en
virtud de la discreción de su imperium, “estos ajustes eran el dictado principalmente de los intereses comunes de la clase superior, a la que pertenecian sus autores, y al pobre le debió de haber
sido siempre difícil obtener justicia. De ahí la
continua importancia del patrocinio (pág. 79).
Una regla contenida en las Doce Tablas prohibía el casamiento entre miembros de distintos
órdenes, pero .fue dejada de lado después de la
agitación plebeya del 445, Evidentemente, por entonces hubo plebeyos bastante ricos como para
abrigar ambiciones sociales y patricios dispuestos
a satisfacerlas, quizá deseosos de obtener una buena dote, La fusión parcial de los órdenes minó
también, inevitablemente, la exclusividad patricia
en el gobierno, De hecho, enseguida se exigió que
los plebeyos fueran asimismo admitidos en los cargos públicos. Por razones que desconocemos, los
patricios decidieron responder a esa exigencia suspendiendo el Consulado por la mayor parte de
los ochenta años que siguieron y reemplazándolo
por un colegio de tribunos militares (funcionarios
pertenecientes a un regimiento) con poderes con86 : Descargado por Sofia Casciana (sofiacasc!
*
3
1
sulares; los plebeyos eran elegibles, pero” rara “ve
se los elegía en la práctica. Esta experiencia (E
venció a los plebeyos ricos de que su único camino
era insistir en que un consulado al año, cuando menos, estuviera cerrado para los patricios. Se hizo
esta concesión, por fin, en el 366, después de una
prolongada agitación conducida por los tribunos
Licinio y Sextio. Se dice que fueron reelegidos durante diez años y que durante varios, impidieron
la elección de todo otro magistrado y entorpecieron toda empresa pública. Esto es difícil de creer,
pero es probable que haya habido un período de
virtual anarquía. Quizás el derecho de los tribu-'
nos a vetar todos los actos oficiales, que la historia presupone como establecido por entonces, se
originó en realidad a partir de un conflicto en el
que movilizaron a-las masas en contra del orden
público de un modo revolucionario,
Todos los otros cargos no tardaron en volverse
accesibles para los plebeyos, y en el 300, llegaron
a ser elegibles para los grandes colegios sacerdotales, cuyos miembros a menudo utilizaban su acreditado conocimiento de la voluntad divina para
obstruir medidas volíticas odiosas. En el 172, por
primera vez, ambos cónsules fueron plebeyos, y
en adelante esto resultó común,
Licinio y Sextio, a diferencia de anteriores agitadores, sólo lograron quebrantar la oposición patricia, porque vincularon los intereses de las masas con los de su propia clase numéricamente reducida. A partir del 450, si hay alguna verdad en
los informes de los cronistas (como seguramente
debe haberla) no cesaron los reclamos intermitentes para que se distribuyera la tierra y se anularan las deudas, intensificados sin duda cuando
malas cosechas o campañas desastrosas agravaban
la aflicción. Millares de pobres, de hecho, estaban
asentados en el territorio de Veyos (pág. 17), pero
87
gmail.com)
unos pocos años más tarde, el saqueo de Roma por |
los galos la debilitó por una generación, el volu- *
men de la deuda creció y no hubo más tierra conquistada por compartir. Se dice que Licinio y Sextio promovieron leyes que facilitaban el pago de
los empréstitos y limitaban la extensión de terreno
público que un hombre podía cultivar; probablemente la ley restringía también el número de amimales que podían pastar en las tierras sin cultivar.
(No hay testimonio de que fuera sólo entonces
que se les permitía a los plebeyos el goce de las
tierras públicas, y no me parece plausible esta
moderna conjetura.) No conocemos los máximos
fijados por la ley del 367; el límite de 500 iugera
de tierra cultivable, que existía en el 133, es excesivamente alto en relación con la extensión del
territorio romano; debió de haber sido elevado
más tarde. Existen buenas pruebas de la existencia de multas por la. transgresión del límite en el
295, vara no mencionar la historia según la cual
el mismo Licinio fue multado por este motivo; esto, al menos, ilustra claramente la verdad de que
no había identidad de interés económico entre las
masas y los jefes políticos, sino sólo una alianza
de conveniencia temporaria, indispensable para el
buen éxito de las exigencias políticas.
A martir del 366, Roma agrandó constantemente
su territorio; la creación de diez tribus nuevas entre los años 358 y 241, además de las cuatro ya
existentes en la tierra de Veyos, en territorio recientemente conquistado y colonizado, y la fundación de una veintena de colonias latinas durante el mismo período, contribuyó no poco a suavizar las demandas de redistribución de la tierra. La
clase gobernante pudo satisfacer el hambre de tierra de los pobres sin ceder nada de sus posesiones, y se beneficiaba del mayor poder que los
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asentimientos- daban a la. ciudad Ue: y 1): "Ss |
88 Descargádo por Sofia Casciana (sofiacasciana?g
e
fines del siglo mr, la gente privada de tierra constituía todavía aproximadamente la mitad de la población ciudadana (pág. 29).
El peso de las deudas seguía siendo abrumador.
De vez en cuando tenemos noticias de moratorias
en los pagos o cancelaciones de los intereses debi-
dos. La tasa legal de los intereses era limitada;
finalmente se prohibió cobrar intereses. Esta ley
figuraba aún en el libro de estatutos del 89, cuando un pretor trató de aplicarla. Hacía mucho que
era anticuada y quizá nunca se había hecho efectiva.
Ni siquiera resultaba una ventaja para los que necesitaban préstamos, ¿Quién iba a prestar sín esperanzas de beneficio para su capital, salvo a un
amigo?
En el 326 se abolió el nexum. Livio llamó a este
hecho un nuevo nacimiento de la libertad. Pero
quizá su efecto no fue muy considerable. Probablemente significó que ya no era permisible conceder empréstitos sobre la base de que el deudor
se convertiría automáticamente en esclavo de su
acreedor, si no lograba pagar en el tiempo fijado,
En adelante fue necesario llevar al deudor a los
tribunales. Pero si no podía o no quería pagar, el
tribunal autorizaba al acreedor para que lo confinara en una prisión privada; en el 216 se liberó
de este cautiverio a centenares para que sirvieran
en el eiército, Esto ejercía una fuerte presión sobre el hombre que teniendo bienes, se negara a
declararlos en el deseo de mantenerlos unidos para
su familia; contra el genuinamente insolvente, no
tenía otro objeto que el de la venganza. La deuda
se consideraba casi un crimen, concepto todavía
no remoto en la mente de Cicerón. Y un acreedor
racional, que creyera una locura encarcelar a un
deudor y mantener su mera supervivencia, - podría
querer llegar a un acuerdo con el cual se pudiera
dote la deuda. Así, el nexum pudo revivir bajo
dil.com) 89
una nueva forma. Esto estaba sucediendo en el 63
(pág. 188), y quizás algunas de las vividas descripciones de los cronistas de las miserias de la
esclavitud por deudas a comienzos de la República derivan de lo que ellos habían visto. En cuanto
a los deudores que tenían propiedades y no paga-'
ban, a fines del siglo 1 se inventó un nuevo y duro procedimiento, de acuerdo con el cual se podían vender todos ,sus haberes y privárselos de
muchos de sus derechos ciudadanos.
El problema de la deuda provocó la última gran
explosión en la lucha entre las clases, Llevó una
vez más a los plebeyos a la secesión en el 287.
Como la secesión sólo era un arma efectiva si la
efectuaban hombres capaces de prestar servicio
militar, debieron de haber sido los propietarios
campesinos los que sintieron su vida en peligro.
Se designó un dictador llamado Quinto Hortensio
(plebeyo). No sabemos qué forma de alivio halló
para los inconvenientes inmediatos, pero debieron
de haber sido transitorios, Sin embargo, tuvo permanente importancia el hecho de que haya promulgado la ley de acuerdo con la cual se concedió plena competencia legislativa a la asamblea
tribal con presidencia de un tribuno. En adelante,
la mayor parte de la legislación fue obra de las
tribus y los tribunos. Roma tuvo entonces más
formas democráticas, pero el vasto tamaño del
cuerpo ciudadano y el carácter deferencial las hacía normalmente ineficaces en la práctica.
Roma misma estaba convirtiéndose en una gran
ciudad. Como censor en el 312, Apio Claudio
construyó el primer gran acueducto para su creciente población; Manio Curio añadió otro en el
272. Apio construyó también el primer gran camino pavimentado, La Vía Apia, desde Roma hasta
Capua, mientras que Curio drenó el lago Velino
en el campo Sabino e hizo que millares de roma90
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasci
nos se asentaran en terreno virgen. Apio era el
jefe de una de las más grandes casas patricias,
Curio; un parvenu, pero ambos parecen haber sido jefes populares; Curio, heroico general y ejemplo de la antigua frugalidad, iba de un lado a
otro escoltado por hombres armados, aterrorizando
al Senado mientras éste era un protégé de Apio,
quien hizo publicar los reglamentos de procedimiento legal (pág. 58). Sus obras públicas procu-
raron empleos, como las de los posteriores “demagogos”. Apio fue quizás el primero en conceder
el voto a los libertos, pero censores posteriores
redujeron al mínimo el efecto de este hecho, restringiéndolo, sin tener en cuenta el domicilio, a
las cuatro tribus de la ciudad; en éstas el voto
de los individnos contaba poco, justamente por
ser las más numerosas. La controversia sobre el
voto de los libertos muestra que el número de
esclavos aumentaba notoriamente, siniestro signo .
para el futuro.
Dionisio de Halicamaso subrayó la moderación
manifestada en la prolongada lucha entre las clases, en vivido contraste con el revolucionario derramamiento de sangre, tan frecuente en las ciudades griegas, Pero, ¿qué se había logrado? En
la forma, un mayor control democrático, que resultó, a la larga, una mera ilusión. Los plebeyos
tuvieron que ser admitidos en los cargos públicos.
Pero, al abandonar su monopolio, los patricios se
aseguraron la continuidad de su participación en
el poder, Surgió una nueva nobleza en la que sólo
unos pocos plebeyos fueron admitidos y que era:
tan dominante como lo habían sido los patricios.
Sus intereses económicos y sus sentimientos oligárquicos no diferían en nada. El orden de la
sociedad permaneció básicamente inalterado. Los
viejos conflictos sociales reaparecieron, pero a los
pobres les fue más difícil hallar campeones que
91
(Egmail.com)
defendieran su causa una vez satisfechas las am- +
biciones políticas de los plebeyos ricos. No obstante, durante casi un siglo y medio las energías
romanas se concentraron fundamentalmente en la
conquista del extranjero, y la colonización, consecuencia de estas conquistas, contribuyó a mitigar
el descontento popular.
92
1v
LA ERA DE QUIETUD, 287-134
Hacia el 287, los romanos habían penetrado al
mundo en el que los griegos estaban interesados.
El estadista e historiador arcadio, Polibio (c 200120), pudo referirse a las crónicas griegas contemporáneas para dar cuenta del siglo m, y a su
propio conocimiento para los acontecimientos posteriores; vivió durante un largo tiempo en Roma
y tenía intimidad con hombres pertenecientes a
los círculos gubernamentales, en especial, con Publio Cornelio Escipión Emiliano (185-129), hijo
de Lucio Emilio Pablo, quien conquistó Macedonia, y fue él mismo destructor de Cartago (146)
y de la hispánica Numancia (133). Polibio utili;
z6 también los primeros anales romanos. Los extensos fragmentos de esta obra inmensa y las partes de la historia de Livio! basadas en ella, nos
suministran datos excelentes sobre las guerras y la
diplomacia romanas, Pero Polibio no tenía mucho
que decir sobre los acontecimientos intemos. También los cronistas, cuya obra es la base de Livio
y de muestras otras fuentes, se concentran en los
asuntos exteriores, y sus crónicas no están aún libres de invenciones. Además, para muchos años
no han llegado hasta nosotros las obras de PoliStuUdoCU.istencia, los años 218-168.
a
PDA
bio y de Livio, y tenemos que contentarnos con
crónicas muchos más breves, especialmente las de
los griegos Plutarco y Apiano, quienes escribieron
en el siglo 1 d.C. Hay muy poca literatura TomMana contemporánea. El tratado sobre agricultura y
los fragmentos de los discursos de Marco Porcio
Catón (234-149, cónsul en el 195) son de un valor excepcional; las comedias de Plauto ( muerto
en el 184) y Terencio (muerto en el 159) contienen abundante material que ilustra la vida social, pero es a menudo difícil distinguir entre lo
que copiaron de los modelos griegos v lo que derivaba de su propia experiencia de Roma.
No es sorprendente que las fuentes de que disponemos nos digan relativamente poco sobre los
asuntos intemos. Las guerras, al menos las sostenidas con Cartago, tenían una grandeza épica, y
sus consecuencias, esto es, el dominio de Roma
sobre el Mediterráneo, fueron inmediatamente patentes, mientras que los efectos sociales y económicos, anteriormente esbozados, se desarrollaron
gradual y ocultamente. Los esfuerzos romanos se
concentraron en la derrota de los enemigos extranjeros, y los conflictos internos fueron raros. Salustio observó que el período de luchas domésticas
comenzó cuando hubo desaparecido el temor ante Cartago; esto sólo sucedió cuando su destrucción, en el 146, porque aunque Cartago no constituyó un peligro real después del 200, los sufrimientos de las guerras anteriores habian quedado
tan grabados en la memoria de los romanos, que
no: podían apreciar cuán debilitada había quedado Cartago. Los redactores de los anales sostuvie- ron con cierta plausibilidad que aun a principios
de la República, la agitación surgió normalmente entre los plebeyos en años de paz exterior. La
aparente tranquilidad doméstica sella, así, la era f
descrita en este capítulo.
A
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascial
Por cierto, merecen atención algunos cambios o
luchas internos. Después del 241, cuando el nú-
mero de tribus había sido aumentado a un máximo definitivo de 35, pero antes del 218, la asamblea de centuriones fue ligeramente remodelada.
En adelante hubo 70 y no 80 unidades de electores en la primera clase, dos por cada tribu, una
de hombres de más de 46 años y la otra de hombres entre los 17 y los 45 años. Como el número
total de unidades electorales era todavía de 193
ya no había mayoría cuando estas 70 unidades y
las 18 de caballería estaban todas de acuerdo; al
menos, los electores de la segunda clase tenían
todavía que ser consultados. No obstante, los ricos
dominaron la asamblea de centuriones durante toda la República. Esto se olvida con facilidad. Por
ejemplo, puede que concibamos a Mario meramente como el favorito de los pobres. De hecho
Jo respaldaban ricos que no eran miembros del
Senado, y si no hubiera sido por el apoyo de éstos
nunca habría sido electo cónsul. ;
También estaba cambiando el carácter de la
asamblea tribal. Las diez tribus añadidas desde el
358 se encontraban todas más distantes de Roma
que las que existían previamente, y algunas se ubicaban en lugares muy remotos. En un principio, los
propietarios más poderosos que podían costearse el
viaje, eran los que controlaban su voto. Algunas antiguas tribus también recibieron territorios lejos de
Roma, Polia, por ejemplo, en la Galia Cisalpina; en
estas tribus los votos de los residentes en regiones
tan distantes deben de haber sido con mucho sabrepujados por los emitidos por electores domiciliados
todavía en las viejas zonas tribales cercanas a la ciudad. Pero algunas antiguas tribus nunca tuvieron
grandes extensiones de terreno, o ninguna antes del
90; eran tan pequeñas que se habían convertido en
meros apéndices de las familias nobles, tanto más
gmail.com) 95
cuanto que las grandes propiedades, trabajadas por
esclavos, estaban absorbiendo 'las tierras en mo
de Roma. Cuando los campesinos libres se trasla
daban, algunos a la ciudad, debieron . E.
mente registrados en las tribus correspondiente
su nuevo domicilio. No sabemos con que 1gor
hicieron los censores. De cualquier manera, en e
lapso de cinco años transcurrido entre un e
el siguiente, algunos miembros de tribus ._—_—
nas pudieron haber emigrado a Roma sin = inc porados en las listas de las tribus urbanas; E :
de ellos, incluso, pudieron haber tenido preponde
rancia, en las asambleas de asistencia mediocre, o
bre otros miembros de las tribus que vivían toda
vía en el campo. En 138, Tiberio Graco, que intentaba ser reelecto como tribuno, trató de conquistarse el voto urbano cuando quienes lo D
ban en el campo estaban ausentes por E... _
cosecha. Esto no habría tenido objeto si los bitantes urbanos hubieran seguido controlando sólo
4 votos de 35. Anteriormente había apelado al
pesinado, y éste había concurrido para votar Do E
pero esto fue excepcional. Entre el 70 y el 28,
listas electorales se revisaron sólo una o dos veces,
sí se las revisó realmente alguna vez (en esos cr
no se completó ningún censo formal), y N cabe
duda de que por entonces la asamblea triba e representaba a todo el cuerpo ciudadano, sino sólo a
la población urbana. Probablemente esto era asi
desde mucho tiempo atrás.
Por el contrario, los residentes en Roma .—]
dominaron la asamblea de los centuriones, ala ==
en ocasiones de importancia acudían los ricos des L
las regiones más distantes. El hecho de a. en
57, cuando las centurias promulgaron una ley
acuerdo con la cual se llamaba a Cicerón del exilio, +
pudiera éste decirngue sontaba.co el.0gtusia
imiento : lia; constituye un eje
asenb ento de toda la Ttalia: por Sofia Cásciana (sofiacasciana
extremo de esto. En el 79 Cicerón observó la inmensa concurrencia desde toda Italia, presente para
las elecciones, los juegos y los censos; constituye
una inferencia ilegítima considerar que fuera primordialmente el censo lo que los había llevado allí,
o que todos los ciudadanos hubieran ido a Roma
para ser registrados. No se habría podido alojar o
alimentar a 900.000 hombres. Se refería sólo a los
hombres de peso, cuya opinión política interesaba y
que probablemente votaban en forma regular en las
elecciones.
Como resultado de estos cambios, la asamblea de
los centuriones, que elegía a los magistrados más
importantes, la función más elevada del pueblo, se
volvió marginalmente más democrática, mientras
que la asamblea tribal, otrora democrática, de manera gradual fue cesando de ser representativa y lle96 a estar formada por los pobres urbanos, salvo en
raras ocasiones. A veces la dominaban agitadores
populares, pero probablemente fuera de ordinario
controlada por los ricos, de cuya liberalidad debe
de haber dependido el proletariado. De hecho, el
soborno directo fue volviéndose más y más común,
y la creciente frecuencia de leyes destinadas a reprimirlo dan testimonio de su falta de efectividad.
Durante, el siglo m la fundación de colonias
contribuyó un tanto, pero no suficientemente a la
satisfacción del hambre de tierras. En el 232, el tribuno Cayo Flaminio adoptó una medida para la
distribución de tierras en la costa adriática, que poseía desde hacía cincuenta años. Probablemente las
clases superiores la habían explotado para sus rebaños, y el Senado se opuso intensamente a la ley.
Flaminio enfrentó firmemente al Senado. Puede
que haya hecho también algo por aliviar el peso de
la deuda (Festus 470, ed. Lindsay). El suministro
de empleo mediante la construcción de un circo en
e mail.com)
UdoCcUuna carretera que conectaba a la ciudad con
pe
Rimini y los nuevos asentamientos fue característico de este jefe popular; las versiones modernas de
esas obras todavía llevan su nombre.
Flaminio no propuso la fundación de nuevas COlonias, “bastiones del Imperio”, sino el asentamiento esparcido de los pobres por una Zona fronteriza
donde su defensa se hacía más difícil, y puede que
esta medida haya resultado una provocación para
los galos, cuyo propio territorio estaba ubicado en
un lugar adyacente; esto pudo hacerles temer nuevas incursiones de los romanos para arrebatarles terreno. Estas medidas también condujeron a la conquista de la Galia Cisalpina, donde, entre el 218 y
el 177, se establecieron nuevas colonias romanas y
latinas; cuando se tuvo seguridad de contar con
“condiciones más ordenadas, el Senado mismo propuso nuevos asentamientos esparcidos de romanos y
latinos por Emilia y Piamonte en el 173. Después
de la guerra contra Aníbal, en el sur, también se
confiscaron extensos terrenos pertenecientes a los
italianos rebeldes, y, aparte de la fundación de algunas colonias, pequeñas en su mayoría, se asignaron tierras a los veteranos en Samnio y Apulia. De
este modo probablemente se crearon más de 50.000
pequeñas granias para romanos y latinos de la generación posterior al 200. Los propietarios gobernantes, pues, compensaron a una alta nroporción
de los que habían sufrido un prolonsado servicio
militar y el consiguiente descuido de sus propias
tierras, mientras que la confiscación del sur y de
la Galia Cisalvina les dejó grandes extensiones que podían exvlotar para sí mismos. Además, la tre- *
menda mortandad acaecida durante la invasión de ,
A
Aníbal había disminuido sustancialmente el número ¿
de ciudadanos a los que debía asignárseles terre- 1
nos. Pero, que sepamos, el asentamiento agrario —
cesó casi por completo alrededor del 170, mientras.
que la conscripción siguió teniendo efectos directos; E
” Descargado por Sofia Casciana (sofiacascia
as
de ahí el hambre de tierras que Tiberio Graco intentó satisfacer en el 135, cuyo origen debe buscarse principalmente en los 35 años transcurridos anteriormente,
Polibio vio en la ley de Flaminio para la distribución de tierras el primer paso que llevó a la desmoralización de la gente; probablemente escribía
después del 133 y lo consideraba un prototipo de
Graco, Flaminio, como Graco, desafió al Senado con
su actuación. Los tribunos por entonces rara vez
se comportaban de ese modo. Había muy escasa
legislación “popular” o resistencia al gobierno del
Senado. Tenemos noticia de no menos de tres leyes que de algún modo fortalecieron la protección
de los ciudadanos contra el castigo arbitrario impuesto por los magistrados. Una de ellas prohibía
azotar a los ciudadanos soldados con varas; como
resultado, en su reemplazo se utilizaron cañas. Probablemente el derecho de los ciudadanos a apelar
al pueblo en contra de la pena capital se extendió
a las penas impuestas fuera de Roma, pero no puede nunca haberse aplicado a los delitos militares
—existen amplios testimonios de que los generales
retuvieron el poder de ejecutar a los ciudadanos
bajo su mando— ni a los crímenes comunes, y la
única sanción efectiva para la observación del derecho radicaba todavía en la disponibilidad del tribuno para anlicarla o castigar su violación (pág. 86).
Fue precisamente en este período que el Senado designó comisiones extraordinarias para someter a juício la vida de ciudadanos acusados de conspiración
y, en especial, de participar en el culto secreto de
Baco, considerado inmoral, sin que tuvieran derecho a apelar (186); los partidarios de Tiberio Graco fueron castigados de este modo en el 132. La situación fue algo diferente cuando se formaron tribunales permanentes para delitos particulares |
una promulgación popular, La primera entró
gmail.com)
afirma ( Brutus, 106) que se crearon otros cuando
Cayo Carbo (cónsul, 120) era joven, y es una suposición improbable que todos los tribunales de Si
E
1
tiempos de Cicerón, que juzgaban asesinatos, estafas, malversaciones, sobormos y traiciones, fueran
creados por Sila. Antes del 123, los miembros de to- “
dos los tribunales eran exclusivamente senadores. >
Sus veredictos no tenían apelación posible,
Hacia el fin de este período encontramos testimonios de que los tribunos tuvieron una mayor dis- ponibilidad para adoptar un papel popular. Los
hombres apelaban a los tribunos, con frecuencia en :
vano, en casos de real o pretendida desigualdad en las levas militares; pero es significativo de la cre- *
ciente opresión con que se ejercía la conscripción,
el hecho de que en los años 151, 149 y 138 de hecho
impidieron la leva. y
El control independiente por la asamblea estaba limitado no sólo por el hecho de que únicamente los
magistrados presidentes tenían iniciativa y sus mociones podían ser detenidas por vetos y artimañas
sacerdotales, sino también por no existir el voto secreto; los humildes ciudadanos emitían su voto bajo
la inspección de los hombres a cuyo poder y patro- nazgo estaban sometidos. La balota fue introducida
or leyes tribunalicias, por primera vez, en las elecciones del 139 y luego, para las cortes, en el 137; la .
traición fue exceptuada hasta el 107, y la balota no se incorporó a la legislación hasta el 131. El secre- to no fue probablemente efectivo hasta el 119, cuan- do Mario, como tribuno, hizo más difícil para los «
“guardianes de la balota”, pertenecientes a la'clase s
alta, ver cómo eran emitidas, Cicerón iba a deplorar
inovac an más fácil para los votantes
aciones que hacian más fácil para a
- , dermedidas: malévalas..L-2u2
E 34) A Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana(
la aprobación
funcionamiento en el 149; debía juzgar actos de 4
extorsión cometidos en las provincias, pero Cicerón
ail.com)
Misteriosamente, la segunda de estas leyes de la” *
balota recibió el poderoso respaldo del principal
noble de la época, Escipión Emiliano. Su carrera, de
modo extraño en verdad, prefiguró las de Mario y
Pompeyo. En los años 148 y 155, el pueblo, conducido por un tribuno, insistió en que se lo eligiera
cónsul, cargo para el que no estaba legalmente capacitado, y le confió el mando contra Cartago y
Numancia respectivamente. Ordinariamente, la asignación de las provincias era una cuestión que los
cónsules debían decidir entre sí mismos por acuerdo o sorteo, mientras que correspondía al Senado
la prolongación de su mandato más allá del año
habitual; a Escipión debieron coneedérsele dos años
para que diera fin a cada una de sus tareas.
Disgustada por la incompetencia de los generales escogidos de acuerdo con el principio de que a
cada noble debía dársele su oportunidad y la innecesaria prolongación de gravosas campañas impuestas por dicha incompetencia, la asamblea atirmó su
contro] soberano; su derecho a hacerlo iba a con-— - _ —- “popular” durante todos
pos de la República. Pero Escinión
fue probablemente algo más que un héroe de guerra: cortejó el favor de las masas y era acompañado
al foro-por una claque de libertos y otros plebeyos.
E pue De llegó nel a proponer un proyecto
y agraria que pudo haber anticipado en parte
la que habría de promulgar Graco, pero se ganó
el sobrenombre de “Prudente” al retirarla en deferencia a las objeciones senatoriales. De hecho, EsEIpION y Sus secuaces no apoyaban coherentemente
las causas populares, y no tardaron en contarse entre los opositores de Graco. No fue manifiesto tampoco que las leyes de la balota hayan alterado sustancialmente el carácter de la política romana. Por
u dos a misma especie de hombres siguió asumiencargos públicos después de que el voto se
- 10
hubiera vuelto secreto, y el proyecto de ley agraria de Graco, golpe asestado contra las prerrogati-vas y los intereses de la clase gobernante, poderoso
como el que más, se promulgó antes de que la balota se hubiera introducido en la legislación. Las
leyes de la balota de los años 139 y 137, resultan
interesantes fundamentalmente como la resistencia
a la conscripción y las agitaciones en nombre de Escipión, porque señalan el creciente descontento con
el gobierno de la nobleza y una nueva disposición
por parte de los tribunos a actuar como campeones
del pueblo. >
Durante la mayor parte de este período casi to- |
das las leyes propuestas por ellos habían recibido
la sanción del Senado, al que convenía inducir a los
tribunos a iniciar los nuevos estatutos que deseaba
promulgar. Se: empleaba también a los tribunos para vetar acciones de magistrados que el Senado desaprobaba E acusar ante las centurias a ofensores
que habían provocado su disgusto. Los tribunos no
hacían casi nada sin que el Senado o una facción
importante dentro de él lo instigara. (Livio, Xx, 37
los había llamado en tiempos más tempranos “enseres de la nobleza”, anacronismo que se volvió luego
veraz. Se les: permitía asistir a las reumiones del
Senado; muchos eran senadores, otros eran nobles
y el resto estaba constituido generalmente por secuaces de las familias nobles.
El término “noble” significaba literalmente “notable”. Caracterizaba no sólo a los patricios, sino a
los descendientes de plebeyos que hubieran sido
cónsules, dictadores o tribunos, o quizá también a
todos los miembros de tales familias.
La nobleza plebeya rivalizaba ahora con los paTe OT
tricios y a menudo los superaba. Nadie igualó a los
patricios Cornelios, clan con muchas ramas, en el:
número de magistrafuras por ellos obtenidas, pero:
mientras que los Julios, el clan patricio de César.
109 Descargado por Sofia Casciana (soliacascia
contaron con sólo seis cónsules entre el 366 y el 49
los plebeyos Fulvios tuvieron 17, y los alt Cecilios Metelos, 18; dos hermanos pertenecientes a es- e. desempeñaron cargos públicos en el 143 y el
— 3 _—_ sus hijos en la generación siguiente.
- On observó con mofa y escamio que Lucio
omicio Aheñobarbo había sido destinado al co
sulado desde su nacimiento (A Atico, IV, 8%, 2): lo
To consecuentemente en el 54. Tales hombres
- ce, reciben honores del pueblo cuando duermen,
E importaba el talento que pudiera tener un in- uo; entre sí, los oligarcas estimaban la igualad. La reelección se limitó y terminó por prohibirse, para que tantos como fuera posible tuvieran
su turno; la incompetencia era corriente. Pero la riqueza era esencial; sin ella incluso las familias patricias languidecían en el olvido, como la rama da
clan Cornelio resucitada por Sila. También en esto
los plebeyos podían ponerse a la par de los patricios; los Licinios Crasos adquirieron el Mb
bre de Dives; y Marco Livio Druse, tribuno eel
91, era el hombre más rico de Roma y pretendía
_ el _ de “patrono” del Senado. Ya se
e nó la riqueza en tierras de Domicio (pág.
El carácter exclusivo de la nobleza no debe exa———— Las viejas familias estaban siempre agoni— L y desapareciendo sumidas en la pobreza:
A == nuevos” tenían que reemplazarlos. Casi
a toda década más de una familia obtenía su primer cónsul, generalmente después de haber oc
cargos inferiores durante generaciones. Era su.
o menos comun que alguno se elevara a la cumTe sin que su familia hubiera pasado por este periíodo de aprendizaje; eran “hombres nuevos” - el
“o. sentido, Cicerón fue el primero (enel 63)
E treinta años, y aún él, a menudo menospreciado por los nobles, pudo ganarse finalmente su
LL |
IP gmail.com) 103
apoyo. Catón el Viejo estuvo aliado de modo seme-%
jante con un patricio, Valerio. Sólo Mario, entre estos nuevos hombres, ganó las elecciones contra los
deseos más o menos unánimes de la nobleza. Los
mismos nuevos hombres fundaban linajes nobles.
Cicerón describe a su hijo como “sumamente noble”. En su tiempo el biznieto de Catón fue uno de
los principales jefes de la nobleza.
La nobleza y el Senado estaban divididos en “
facciones. Está ahora de moda argúir, partiendo de
dudosas inferencias, que estas facciones eran 8 me
nudo alianzas familiares hereditarias. No hay testimonio explícito de esto para ningún período, y en
la época que mejor conocemos, la de Cicerón, la teoría manifiestamente se derrumba. Las amistades,
que ocasionalmente se apoyaban en genuinos sentimientos, eran de hecho con mayor frecuencia conexiones políticas, pero surgían, se disolvían y se renovaban con sorprendente rapidez. Ni siquiera las £amilias estaban unidas, y en las guerras civiles los
parientes adoptaban posiciones opuestas. Marco
Bruto, a cuyo padre Pompeyo había matado, abra76 la causa de éste en el 49; perdonado y promovido por César, lo asesinó. Su compañero en la conspiración, otro ex partidario de Pompeyo a quien
César había honrado, Cayo Casio, tenía dos hermanos que lucharon por César. Estos ejemplos podrían multiplicarse infinitamente. Bruto y Casio,
sin duda, actuaron para servir a los intereses de la
República tal como ellos los entendían; a otros pudo haberlos guiado la conveniencia personal.
En los tranquilos tiempos del siglo m, podemos
también suponer que los que se combinaban y recombinaban constantemente para promover su pr
pia-carrera o su propia fortuna, o la de sus amigos,
o para favorecer lo que ellos consideraban el bien
del Estado, eran más, bien,Jos individuos quemas +
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unan, co
po
LA
7
L
descubrieron los Gracos, cuando la autoridad del
Senado y los intereses de la nobleza en su conjunto se veían amenazados. Para Salustio la nobleza,
constituía una única facción cuya coherencia le daba vigor contra las masas esparcidas y desorganizadas. a
Los nuevos hombres no formaron una facción
propia, sino que se unieron a las que ya existian.
Además, una vez establecidos, tenían tanto interés
como el que más en mantener el orden vigente.
Habían alcanzado un alto rango y eran ricos desde
un comienzo; de otro modo la política les hubiera
estado vedada. Provenían d:* la clase conocida como
la de los Equites (jinetes), cuyas fortunas los calificaban para servir en la caballería. Los Equites
eran con justicia llamados “lecho de semillas” del
Senado. Estaban emparentados por vínculos matrimoniales con senadores y aun con nobles; comían
con ellos; participaban de las mismas aspiraciones
intelectuales y sociales y, en general, sus intereses
económicos eran idénticos,
Los más importantes, “la flor del orden” según
opinión de Cicerón, eran los contratadores estatales o publicanos. Hasta entonces no habían adquirido el derecho de “cosechar” los impuestos directos en las grandes provincias, esto es, de recaudar
ellos mismos los impuestos o disponer su cobranza
y guardarse los beneficios con sólo garantizar la entrega de una suma determinada al tesoro. Las cuotas de grano y frutos obtenidos en Sicilia eran de
hecho “cosechadas”, pero los contratos se hacían en
la provincia y los romanos normalmente no intervenían en las licitaciones locales. Sin embargo, los
publicanos romanos arrendaron al Estado las ricas
minas españolas y probablemente recaudaron derechos de aduana en Italia y otros lugares, Realizatambién contratos para entregar pertrechos de
u
5
ail.com)
a ==
familias. Y rivales o enemigos se
ndo vor Sole Cásciana Tedilacasciandes y construir y reparar edificios
públicos. Los.
contratos correspondían a las ofertas más conve-;
nientes en'las licitaciones celebradas por los censores cada cinco años. El Senado podía modificar- *:
los. Que los senadores no pudieran beneficiarse legalmente por la participación en estos contratos
que ellos controlaban, constituía una sabia medida;
no podemos saber si se' la respetaba o no, pero los
que tenían un papel preponderante en los contratos, los publicanos par excellence, por definición no
eran senadores. Se jugaban grandes sumas; muchos
hombres importantes tenían intereses en las compañías, que debían mantenerse en existencia mien
tras durara el contrato y podían renovarlo transcurridos cinco años, Les era necesaria una organización bastante elaborada; sus oficinas principales se
encontraban en Roma y sus intereses a menudo chocaban con la política pública. Constituyeron, por
tanto, grupos de presión siempre presentes. En los
años 169-168.1a severidad mostrada por los censores
Tiberio Sempronio Graco y Cayo Claudio en la
concesión de contratos enfureció tanto a los publicanos que urdieron que un tribuno acusara a los
censores, que escaparon por un muy estrecho margen. Su influencia no dependía sólo de su riqueza,
sino también de los servicios que hubieran prestado al Estado, muchos de los cuales de ahora en adelante serían desempeñados por funcionarios.
Otros Equites estaban empeñados en “negocios”
de otro tipo; solían ser, por ejemplo banqueros,
prestamistas o comerciantes, Ha sido costumbre
agruparlos junto con los publicanos y llamarlos a
todos negociantes, en contraste con la clase oficial
de terratenientes en el Senado. Algunas veces se
considera que los Equites eran los hombres adinerados par excellence. También en este caso se supone que los intereses comerciales provocaron a
menudo conflictos entre ellos y el Senado. Nada de
esto resulta válido. !
106 É Descargado por Sofia Casciana (sofiaca:
Ú
La evaluación de la fortuna ecuestre en los últimos tiempos de la República no era elevada, unos
100.000 denarios. Al 5 % habrían producido 5.000 al
año, pero aun un caballero de los círculos de Cicerón habría necesitado 25,000 (Paradojas de los
estoicos, 49). Naturalmente, muchos Equites poseían mucho más que el mínimo; algunos eran muy
ricos. Pero casi todos los romanos más ricos de la
República que podamos nombrar eran senadores.
En general debemos suponer que su fortuna consistía fundamentalmente en la posesión de tierras
y que la mayor parte de los Equites eran, como los
senadores, propietarios de tierras. Para no referirnos a individuos, esto puede demostrarse con respecto a los publicanos en cuanto a clase. Para las
sumas que debían al tesoro, debían tener garantía
en tierras. Sólo por las tasas de Asia después del
123, eran responsables probablemente de una deuda de 15 millones al año; para cubrir esta suma, si
no cinco veces más (para un contrato: de cinco
años), tenían que dar en prenda enormes propiedades. Gneo Plancio, el publicano más eminente
en tiempos de Cicerón, poseía tierras en el fértil
distrito de Atina. La mayor parte de los otros
Equites, como el padre de Cicerón, eran probahlemente simples caballeros campesinos. Los “negocios” de ultramar podían consistir en la propiedad
de tierras. Atico, amigo de Cicerón, tenía vastos
terrenos en Eniro, y existen muchos otros ejemplos.
Otros eran prestamistas, pero también los senadores prestaban dinero y con frecuencia lo tenían en
abundancia.
Los senadores no eran por cierto comerciantes en
el sentido ordinario del término, como lo eran algunos de los Equites; esto es, no compraban artículos para volver a venderlos. Una misteriosa ley
del 218, que sólo Flaminio respaldó en el Senado,
les prohibía ser propietarios de barcos de un ma107
gra a E gmail.com)
yor tonelaje que el. necesario para transportar los
productos de sus propias tierras. Sobre esto Livio
observa brevemente (XXI, 63): “Se consideraba
que toda clase de ganancia era impropia de los
padres”. Por sí solo, su comentario resulta absurdo;
aun los senadores, como la ley lo reconoce, tenían que vender sus productos y obtener beneficios de
ellos. En este sentido restringido existen abundantes pruebas posteriores de que eran comerciantes.
Y hacia el siglo 1, la interdicción de la posesión
de excesivo tonelaje en barcos resultaba anticuada.
No obstante, a ninguno de ellos se lo llama armador, comerciante o banquero. Estas empresas no
se consideraban seguras (pág. 41) y podemos dudar de que los Equ'tes empeñados en ellas fueran
habitualmente los más ricos o los más influyentes
de su clase. Los intereses comerciales no eran tam- .<
poco idénticos a los de los publicanos que recaudaban derechos de aduana sobre los productos traídos por mar; en el 59 se registra una controversia
entre ellos.
La hinótesis según la cual la clase ecuestre como
en todo tenía intereses económicos comunes que
divergían de los senatoriales, carece. pues de solidez v los intentos para demostrar que deseaban
cambiar la política exterior del Senado, en provecho de sus intereses comerciales para cuva refutación no tenemos espacio aquí, han sido todos desbaratados; son aún menos 'plausibles para los años
anteriores al 90. cuando muchos o la mayor parte
de los comerciantes italianos en el exterior eran
aliados sin derecho a voto y con influencia muy
limitada. Pero los intereses. de los publicanos po- í
dían chocar tanto con los del tesoro, del que el a
Senado era. celoso guardián (salvo contra sus propios miembros), como con los de los contribuyen- £
tes provinciales a quienes era su deber proteger. 4
La severidad de Itisdecensvisaysided +69 cibestra 6
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana(G
11€
il.com)
mer tipo de conflicto (pág. 107) la posibilidad
del segundo fue mayor después de que Cayo Graco
confiara el cobro del diezmo asiático a los publicanos, pero en el 168 el Senado había rehusado
arrendarles minas en Macedonia porque, según lo
sostuvieron, si lo hacían, los nativos sufrirán opre-
sión. Los publicanos eran los más ricos de los
Equites, y sólo ellos estaban organizados. En muchos pasajes en los que Cicerón habla de los- Equítes, el contexto nos revela que se refiere a los publicanos. Resulta pues tentador adscribir conflictos entre las clases simplemente a la incompatibilidad de los intereses de los publicanos con las exigencias de la política pública. Pero puede que nn
sea ésta toda la cuestión.
Polibio decía que el “pueblo” dependía en parte
del Senado porque casi todos estaban empeñados
en los contratos públicos (aun antes del 123) a
los cuales el Senado podía examinar, y en parte
porque sólo los senadores podían decidir los casos
civiles y criminales más importantes en los tribunales. Como los pobres no tenían dinero para inver
tir y generalmente no pueden permitirse litigios,
con la palabra “pueblo” debió de referirse a los
.Ticos no pertenecientes al Senado a los que se conocía socialmente, esto es, a los Equites. Eran los
hombres a los que no les gustaba ser llamados
“clientes” (pág. 77). Deseaban tener la apariencia
y, seguramente, todavía más, la realidad, de gozar
de independencia. Esto es lo que Cayo Graco les
aseguró al concederles derecho de jurisdicción
(pág. 132). Y lo que más hizo por la división entre
las clases fué la prolongada disputa sobre el control de los tribunales (123-70). No cabe duda de
que los Equites deseaban ese control porque les
ofrecía un medio de aplicar presión sobre el Sedo en beneficio de sus propios intereses mateÚU 0, más bien, en el de los publicanos. Pero,
*
como lo dice Cicerón, su derecho jurídico también
les dio una posición de “dignidad” o “esplendor”.
En una sociedad aristocrática, esto era altamente
apreciado, y
Y eso no era todo. Indudablemente algunos Equites como Atico, preferían una vida que les permitiera tranquilidad privada, o bien eligieron los beneficios de la celebración de contratos que les estaba negada a los senadores. Pero otros tenían la
ambición de emprender una carrera pública. De
no haber sido esto así, el Senado no habría podido
nunca obtener todos los reclutas de que tenía necesidad. Como dictador, Sila dobló el tamaño del
- Senado e incrementó el número de magistrados jóvenes recurriendo a “los mejores Equites”. El senado de los días que siguieron a Sila estaba lleno
de tales hombres. Pero aún después de Sila, la exclusividad de la nobleza les hacía difícil avanzar
demasiado leios. Mario, respaldado por los Equites de entre los cuales surció, se elevó al consulado cuando esta exclusividad estaba duramente
atacada. El resentimiento debió de haber estado
presente allí desde antes y persistió, Cicerón y Salustio, senadores de origen ecuestre, le prestaron su
voz. La relación de los Equites con la nobleza no
era diferente a la de los plebeyos ricos con los patricios antes del 366, y las ambiciones que algunos
de ellos abrigaban no diferían de la de los caballeros italianos (pág. 25), quienes constituían una
gran parte de la clase después de que se les concediera ciudadanía a los aliados, De este modo,
las aspiraciones políticas, como también los intereses económicos especiales, podían volverlos opo- sitores de la nobleza en ciertas ocasiones y parti-1
darios de los reformadores sociales. Pero, en eli
|
fondo, no sentían ninguna simpatía por los pobres
Eran propietarios de tierras y acreedores, no hom
bres despojados de sus tierras o deudores; no que
110 - Descargado por Sofia Casciana (sofiacasci
E gmail.com)
LI
rían eliminar el gobierno senatorial, sino participar en él, avanzar en la escala social o, cuando
menos, dividir los beneficios del gobierno; sobre
todo exigían que se mantuviera el orden y los
derechos de propiedad. En las grandes luchas que
ocupan el siglo siguiente, su conflicto con la nobleza desempeña un papel secundario; no obstante,
en definitiva, ellos fueron los verdaderos ganadores. En tiempos de Augusto, la vieja nobleza casi
había desaparecido y fue reemplazada por hombres nuevos pertenecientes a la clase ecuestre y,
sobre todo, a las oligarquías municipales.
111
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Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianaQimail.com)
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REFORMA Y REACCIÓN, 13379
Todos los historiadores de la Inglaterra del siglo xmx saben que los católicos se emanciparon
antes de la primera Ley de Reforma y que esa Ley
no concedió el voto a las clases trabajadoras, sea
somo fuere que se interpreten esos hechos. En «l
período que vamos a considerar ahora, asuntos de
casi la misma magnitud nos resultan oscuros. El
orden exacto de los acontecimientos es a veces incierto. El contenido de una ley compleja puede
resumirse —0 distorsionarse— en una única oración.
Las fuentes con frecuencia se contradicen. Todo
esto pone de relieve la subjetividad inevitable de
toda investigación histórica; hay casi una diferencia cualitativa entre un análisis de este período y
el de tiempos en los que la abundancia de material
conduce sólo a diferencias de selección y énfasis.
En lo que al breve esbozo que sigue concierne,
algunas de las incertidumbres que nos embargan
no interesan, pues afectan detalles que deben ignorarse, pero no puedo evitar la afirmación de hechos que no concuerdan con todos los testimonios
de que disronemos y que otros pueden negar; indicaré ovortunamente de qué hechos se trata.
Con frecuencia oscuro para nosotros, el período
era bien conocido en la Antigiiedad. Livio lo narró
con abundantes detalles, y como había crónicas poráneas muy acabadas, incluidas. las.-me=";
TT.
_— morias de algunos de los principales actores como
Sila, puede suponerse que su registro de todos los
asuntos de mayor importancia, especialmente los
de conocimiento público como la promulgación de
leyes, por ejemplo, era exacto, Pero sobrevive sólo
en epítomes magros y poco confiables. Las crónicas más completas con que contamos son las de
escritores griegos posteriores a Apiano y Plutarco,
y éstos son con frecuencia defectuosos y se basan
en fuentes que no podemos identificar o evaluar
con confianza. Es escasa la compensación que nos
brinda el hecho de que tenemos ahora alguna información documental sobre la historia interna de
Roma, pues consiste en fragmentos de inscripciones que a menudo plantean más problemas que los
que resuelven. Nuestro más temprano testigo es
Cicerón que nació en el 106, y que no sólo había
leído detalladas crónicas perdidas para nosotres,
sino que había conversado con hombres que asistieron o participaron en las transacciones de la época, pero sus numerosas alusiones a ellos, aunque
de gran valor, son a menudo enigmáticas o teñidas con sus propios prejuicios conservadores. Su
contemporáneo más joven, Salustio (c. 86-34), también escribió monografías, todavía existentes, sobre
la guerra contra Yugurta y sobre la conspiración
de Catilina en el 63, y una historia; ahora perdida,
excepto unos pocos fragmentos, que cubre los
años 73-67.
Un parvenu del país sabino, Salustio, fue turbulento tribuno en el 52 y sirvió con escasa distinción a César cuando éste fue dictador, antes de retirarse de la política con dudosa reputación moral,
para dar voz a su nostalgia escribiendo la historia
que ya no era capaz de hacer. Como había asumido la facción. “popular” en política y su admiración por Mario y César es manifiesta en su obra,
se lo acusó de prejuicio partidario, Este punto de
114 - Descargado por Sofia Casciana (soliacascianad8d
vista resulta equivocado. La historia de Salustio
está teñida más bien de un elevado tono moral,
extraño en un hombre de su pasado. Ensalzó las
cualidades con las Yue los romanos habían ganado
su dominio: frugalidad e industria, coraje y disciplina, devoción a los dioses y al Estado, buena fe
y la justicia que demostraban para con sus aliados
y subordinados. En los viejos buenos tiempos los
había inspirado una pasión por la verdadera gloria que merecía la “virtud”, Pero el Imperio y las
riquezas habían corrompido a la clase gobernante
con el lujo y la avaricia, la arrogancia y la ambición personal, vicio que estaba sólo “más cerca
de la virtud” que la codicia.
En un famoso paralelo entre Catón y César, a
quienes consideraba como los dos grandes hombres de su tiempo, aunque alaba a ambos por sus
elevadas cualidades, dice de César que “anhelaba *
para sí un gran poder, un ejército, una nueva guerra en la que pudiera resplandecer su virtud”
(Catilina, 54); esto era muy claramente ambición
y, de acuerdo con Salustio, la ambición era, junto con la avaricia, una de las dos causas principales
de la decadencia romana. Sugiere claramente que
a Mario lo manchaba el mismo defertn. Un fragmento de sus Historias (TI, 12) eiemnlifica su propia pretensión de estar por encima de las diferencias partidarias: “Una vez que fue sunerado el
temor a Cartago y que los hombres gozaron del
ocio indisnensable para proseguir con sus propias
rivalidades. hubo numerosas perturbaciones, tumultos y, finalmente, estallaron las guerras civiles; unos
pocos hombres poderosos, bajo cuya influencia había caído la mayoría, escudándose tras la honorable pretensión, de apoyar al Senado o al pueblo
común, buscaron el poder personal. No ganaron el
renombre de buenos o malos ciudadanos mediante
el servicio prestado al Estado; fueron todos “comail.com) : 115
ú
rruptos por igual. Se consideraba bueno a un hombre en proporción a sus riquezas y a la fuerza de uge
disponía para ejercer el mal, simplemente porque
defendía el statu quo, Esta mordaz denuncia de
los conservadores que pretendían ser boni (buenos), atribuye con razón mayor parte en la culpa
a los que constituían el gobierno; pero no oculta
los interesados motivos de sus oponentes. Salustio
castiga con frecuencia el orgullo de la nobleza,
pero como escribe en la década del 30, cuando
habían sido casi enteramente desplazados por los
“hombres nuevos”, dice que mientras que los últimos habían otrora acostumbrado superar a la nobleza en “virtud”, luchaban ahora por ganar el poder y los cargos públicos mediante “el robo y el
bandolerismo”. Condena todos los elementos políticos de la sociedad romana contemporánea con
incesante severidad imparcial.
El moralizar de Salustio-no se adecua mucho al
gusto moderno y su idealización de la antigua Roma es groseramente exagerada, pero el hecho de
que atribuyera la caída de la República a la avaricia y la ambición no es más que una formulación
sucinta de algo que difícilmente puede ser negado.
La “avaricia” de la clase gobemante se reflejaba
en la miseria y el descontento de las masas, de lo
que Salustio (a diferencia de Cicerón) era claramente consciente, y en este contexto de malestar,
la ambición de hombres como Mario y Sila, Pompeyo y César, iba a hacer naufragar el orden establecido.
Salustio reconoció también que los conductores
de ambas facciones eran “unos pocos hombres poderosos”. La revolución comenzó sólo cuando “se
encontraron hombres de la nobleza que prefirieron
la verdadera gloria al dañino dominio”. Tiberio y
Cayo Sempronio Graco, a quienes alude, los únicos políticos excep Le Latón is Lai 5 8 EE
116 Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciant
pureza de motivos, aunque según su opinión mostraron muy poca moderación una vez alcanzado el
triunfo, provenían del más alto rango social; su
padre había sido el estricto censor del 169 (pág.
107) su madre, la hija del Gran Escipión el Africano, vencedor de ¡Aníbal, Tiberio era yemo de
Apio Claudio, jefe de una poderosa casa patricia,
y Cayo, de Publio Craso (cónsul en el 131), el romano más rico de su tiempo. Tanto Apio como
Craso apovaron las reformas de Tiberio; y el hermano de Craso, que fue cónsul durante el tribunado de Tiberio en el 133, ofrecía asesoramiento
legal. Algunos estudiosos suponen que el principal
objetivo de Tiberio era establecer el dominio de una
facción familiar, pero no hay en las fuentes de que
disponemos nada que apoye esta opinión; ellas lo
describen como el verdadero autor de sus designios y no como la parlanchina marioneta de Apio
Le) ningún otro, mientras que sus enemigos pretendían que había sido separado del Senado nor causa de un rencor particular y lo acusaban de intentar convertirse en tirano, Sería ingenuo pensar que
Tiberio y sus amigos fueran indiferentes a la popularidad que todo beneficio conferido a las masas
tiende siempre a ganar, pero resulta excesivamente
clínico afirmar que todos los reformadores deben
actuar siguiendo motivos egoístas tan sólo, y no
contamos con información alguna que nos perm:a
leer la mente del mismo Tiberio. Tuvo que buscar
el apoyo de unos pocos parientes porque la mayor
parte de los miembros de su propia clase estaba
en su contra. Aun su cuñado y primo por adopción,
Escipión Emiliano, que se encontraba en España
cuando oyó la nueva de su muerte, citó un verso
de Homero:
“Así perezcan todos los que como él ofendieron”,
1 volvió para entorpecer la política de Graco, así.
tud P Ip P
ocu
gmail.com) 117
como sus amigos íntimos habían ya perseguido a
los secuaces de Graco. Explicar la crisis del 133
en términos de disputas faccionales constituye un
errdr fundamental. :
Tiberio se interesó por el empobrecimiento de los
ciudadanos y el aumento de la mano de obra esclava. Al viajar por el territorio romano situado
sobre la costa etrusca, sintió gran aflicción al ver
grandes propiedades cultivadas exclusivamente por
esclavos. La formidable rebelión que durante años
había asolado Sicilia y requerido un cónsul para
que pudiera ser aplastada, despertó en el 133 el
recuerdo de los levantamientos de esclavos en la
Italia de los años 198, 196 y 185. Además, los esclavos no podían utilizarse para luchar por Roma,
como se podía hacer aún con el proletariado libre en casos de emergencia. Y la continua reducción
del número de campesinos que iban convirtiéndose
en labradores sin tierra, no sólo disminuía el nú
mero de assidui: ( pág. 27), sino que constituía también una amenaza para la futura propagación de
la raza italiana. Los indigentes nó: se podían permitir casarse o “criar” niños; es “decir, los que
nacían eran abandonados y, o bien morían, o eran
criados como esclavos. Aun el censor del 131, Quinto Metelo, uno de los opositores de Tiberio, compartía su temor de que la población decreciera.
En cifras absolutas, el número de ciudadanos romanos registrado por los censores era por cierto
mayor que dos generaciones atrás, pero las tendencias eran en verdad siniestras. Tiberio, que se
había distinguido en el ejército, puso de manifiesto que uno de sus objetivos era el mantenimiento
del poder militar romano, y aunque hablara con
emoción y probablemente con sinceridad de la
miseria de los pobres que habían luchado por su
patria, el interés del Estado era lo que sin duda
primaba en su mente; a éste subordinaba el de su
118
L
i
a
a
:
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascian
propia clase. De acuerdo con la opinión tradicio-
nal a la que el viejo Catón prestó su voz, los
granjeros eran los mejores soldados. Como tradicionalista, Tiberio intentó. hacer revivir al campesinado del que se reclutaban los miembros de las
legiones.
Proyectaba distribuir la tierra pública entre los
pobres, de la que grandes extensiones habían sido
“ocupadas” sencillamente para cultivo exclusivo de
“propietarios” o servían como terreno de pastoreo
común. Me parece probable que el derecho a apacentar los rebaños sobre esa tierra pública y aun
el derecho de cultivarla haya sido esencial para
los pequeños propietarios, si lograban obtener lo
bastante en sus minúsculos terrenos para la subsistencia de la familia (pág. 60). Pero por entonces la mayor parte de la tierra pública había pasado a manos de los ricos, y los límites dictados
por la ley sobre la extensión que podían ocupar
(500 iugera) y el número de cabezas de ganado
que podían pastar en los dominios desocupados
(pág. 60) habían caído en desuso, Los que ocuparon la tierra terminaron considerándola como propia yv la utilizaron como dote, la hipotecaron y la
vendieron; incluso edificaron en ella sus villas yv
sus tumbas familiares; en la práctica, la distinción
entre tierra ocupada y propiedad se había desvanecido. Si ahora se los hubiera desposeido, habrían
considerado ese hecho una expropiación. Pero Tiberio les propuso mantener la posesión de no más
de los 500 iugera previstos por la ley, más 250
para cada hijo (o quizá para cada uno de los dos
hijos mavores); el terreno excedente debía quedar
disponible para ser distribuido en pequeñas asignaciones hasta un máximo quizá de 30 iugera.
La gente acudió del campo para aprobar el proyecto y para oponerse a él. Los opositores llevaban
las de perder, Existe claro testimonio de que los
gmail.com) : 119
partidarios de Tiberio provenían fundamentalmente de la población rural; tal vez fueran arrendatarios que esperaban obtener tierra propia, pequeños
propietarios que deseaban la seguridad para sus
hijos menores o labradores desprovistos de tierras
que residían en la ciudad. Sin duda algunos campesinos desplazados se habían trasladado a Roma
en busca del trabajo casual que pudiera haber allí.
Por cierto, la ciudad crecía grandemente; a principio del siglo y se habían construido nuevos muelles y mercados, y fue necesario más que duplicar
las reservas de agua mediante la edificación de
los acueductos de Marcio y Tepulano en los años
144-140 y 127. La primera de estas obras fue muy
costosa y es probable que haya requerido mucho
trabajo; al ser completada debió de haber cundido
la aflicción de la desocupación. Algunos de estos
campesinos desplazados fueron, sin duda, los que
llenaron la ciudad de proclamas en las que se animaba a Tiberio en su proyecto. Pero en el 129,
Escipión Emiliano podía reprocharles a las multitudes su extracción servil; para ellos “Ttalia no
era sino una madrastra”, y podemos suponer que,
como en tiempos de Cicerón, el número de libertos preponderaba vastamente por sobre el de los
nacidos libres (pág. 62) y no tenían con la tierra
conexión alguna. En general los hombres domiciliados en la ciudad desde hacía mucho tiempo no
tenían ninguna inclinación ni aptitud para el tra— bajo de labranza; en el 63, Cicerón iba a apelar,
contra el proyecto de ley agraria de Rulfo (pág.
182), a su preferencia por la vida ciudadana con
sus dádivas y espectáculos; y aún antes de que
el Estado hubiera comenzado a distribuir grano
en forma gratuita 0: a muy bajo precio, las grandes casas debieron de haber mantenido a clientes
pobres; en el 100-y £l.8%. da5.mmrao IE
estaban apegadas a sus patrones, y los clientes
Descargado por $o
la nobleza ayudaron a asesinar a Tiberio. Es un
completo error suponer que el plan de Tiberio o
cualquier otro plan agrario posterior fueron destinados-a la población urbana o que ésta se haya
sentido atraída por ellos; también lo es suponer
que fracasaron simplemente porque sus beneficiarios no estaban habituados a trabajar en el campo.
Los propietarios ricos lograron que otro tribuno,
Marco Octavio, vetara el proyecto de Tiberio. Después de prolongados altercados, Tiberio aceptó lle-
varlo ante el Senado cuyo consentimiento había
descuidado, aun cuando la costumbre constitucional lo requería; no cabe duda de que había previsto que ese consentimiento no sería dado, como
de hecho no lo fue. Como Octavio se rehusó a retirar su veto, Tiberio presentó otro proyecto para
deponerlo. Esto carecía de todo precedente y destruía una de las salvaguardas de la constitución.
Sus enemigos dijeron que había violado el carácter sacrosanto del tribunado y menoscabado la libertad de un tribuno aun cuando hubiera sido para
nroteger a los ciudadanos. No obstante Polibio había escrito (VI, 16) que un tribuno debe “siempre
hacer lo que al pueblo le parezca acertado y aceptar siempre su voluntad”, y por cierto que no se
conoce ningún tribuno que hubiera despreciado la
voluntad manifiesta de la asamblea como había
intentado hacerlo Octavio. La defensa de Tiberio
consistió en sostener que el pueblo era soberano
y que los tribunos eran sus criaturas (Plutarco,
Tiberio Graco, 15).
El proyecto de ley fue promulgado y se desigla Casciana (sofiacasciana
nó un triunvirato en el que figuraban el mismo
Tiberio, su joven hermano Cayo y su suegro, Apio,
con el objeto de que fuera aplicada. Esta comisión
tenía plenos poderes para medir la tierra pública,
decidir en toda disputa sobre títulos y distribuir
y udoecu.s entre los pobres. Su composición era consail.com)
T91
O
a
titucionalmente anómala; se consideraba impropio
que el autor de una ley o sus parientes fueran
miembros de una comisión establecida por esa ley.
Pero no podía confiarse en que otros verdaderamente llevaran a cabo la medida.
Se necesitaba dinero para equipar las muevas
granjas y el que controlaba el tesoro era el Senado; aparentemente Tiberio había olvidado en su
ley la adquisición de fondos. Pero la suerte le llegó del cielo. Atalo III, rey de Pérgamo en el oeste
de Asia Menor, legó a Roma su propiedad personal
y su reino. Tiberio promulgó una ley por la que
el tesoro real debía destinarse para equipar las
granjas y por la que el pueblo se reservaba el derecho a decidir cómo debía administrarse el reino.
Esto era una intrusión en el dominio de las finanzas, la política extranjera y la defensa, perteneciente al Senado; pues la aceptación del legado
implicaba un nuevo empeño en ultramar y, de hecho, hubo que vencer una grave rebelión antes
de que Roma pudiera hacerse cargo del reino. De
este modo, pues, se le dio al princinio de control
democrático la más amplia extensión. En la práctica significaba que Tiberio era quien tomaba las
decisiones, y sus enemigos pretendieron que tenía
intenciones de llegar a hacer de sí mismo un “rey”
o un tirano, y lo amenazaron con procesarlo cuando se cumpliera su año, Salió al encuentro a esta
amenaza tratando de ser reelecto: se cubriría durante otro año con el carácter sacrosanto de los
tribunos. Pero, si lo hacía por un segundo año,
¿por qué no más? Además, la reelección para los
cargos más altos era ilegal y podía argumentarse
que era, cuando menos, constitucionalmente impropio para el tribmado; destruía el principio de
rendimiento de cuentas. Esto dio un nuevo colar
a las manifestaciones hostiles, >
Una vez promulgada la ley agraria, los partida122
dE
Descargado por Sofia e f
rios rurales de Tiberio habían abandonado Roma,
como las elecciones se celebraban en tiempos de
cosecha, no podía contar con su regreso. Intentó
congraciarse con el proletariado urbano; cómo, no
lo sabemos. Algunas fuentes le atribuyen la propuesta de reducir el período de servicio militar y
la de transferir los derechos judiciales del Senado
a los Equites; dudo de que puedan ser meras invenciones. Para su propia protección se rodeó de
una guardia que, según se dice, contaba con 3.000
miembros. Todo esto de nada sirvió. Muchos de
sus colegas. se opusieron a su reelección, y mientras en la asamblea se discutía, el Senado se reunió
y decidió impedir un golpe revolucionario antes de
que fuera demasiado tarde. El cónsul, Mucio, se
rehusó a autorizar un recurso ilegal a la fuerza,
pero una facción de senadores, conducidos por el
Sumo Pontífice, Escipión Nasica, primo de Tiberio, se retiró apresuradamente con sus seguidores;
el público, deferentemente, les abrió camino; Tiberio huyó en defensa de su vida, pero fue muerto
a palos junto con muchos de sus partidarios. (Las
circunstancias exactas en que esto ocurrió se describen muy. variadamente y nunca quizá se narraron con fidelidad.) Este fue un simple asesinato,
pero respaldado ex post facto por los cónsules del
132, quienes condenaron a muerte a muchos más
de los que apoyaron a Tiberio, alegando que habían sido conspiradores revolucionarios; Escipión
Nasica ocupó un asiento como miembro de la corte en lugar de ubicarse en la barra, aunque no
tardó en hallar- prudente abandonar Italia.
El justificativo del cargo contra Tiberio era su
conducta incónstitucional; el Senado no se aventuró a anular la ley agraria, y la comisión, alterada- en cuanto a los miembros que la componían,
siguió sus tareas, pues las tribus siempre elegían
“a partidarios de los Gracos. Hubo infinitas dificul193
gmail.com)
CE
y tades para completar la medición de las tierras y 1
para resolver controversias acerca de los títulos.
El problema era tanto más delicado cuanto que
muchos terrenos estaban en poder de pueblos e
individuos aliados; los ricos “posesores” italianos
trataban de proteger sus propios intereses alegando oficialmente, en nombre de las ciudades que
controlaban, que se rompían tratados o, en el mejor de los casos, “derechos” aliados ( probablemenle derivados de la mera costumbre), si se los privaba del exceso de tierras por sobre el máximo
legal. Escipión Emiliano hizo suya esta causa; en
el 129 se las compuso de algún modo para transmitir la jurisdicción de la comisión a uno de los
cónsules, que no tardó en dirigirse a una: provincia: el trabajo se suspendió. Escipión murió repentinamente poco después, y, según rumores, su
muerte fue causada por un veneno administrado
nor un partidario de los Gracos o por su mujer,
hermana a su vez de los Gracos; por supuesto,
no hubo prueba alguna de esto. Según parece, la
comisión recuperó sus poderes, quizás en el 198;
de cualquier modo. por ese entonces tenía muchos
terrenos por distribuir. Probablemente no pudieron echar mano a las posesiones italianas, y si es
un hecho (lo cual no es tan seguro como muchos
creen) que los italianos no tenían parte en las.
asignaciones, eso puede haber sido una represalia
por la intervención de los magnates italianos. Lógicamente, el interés de Tiberio Graco por mantener el poder militar de Roma debió de haberlo
vuelto tan solícito para con los aliados como para
con los ciudadanos, y tal era el caso de acuerdo
con Apiano; que Cicerón lo negara puede bien ser
testimonio de su mala voluntad.
Uno de los comisionados, Marco Fulvio Flaco,
el último de una gran familia en ocupar el copsulado (en 'el 125); trvoetapejarrás dt ronve
! » Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianal
TO >
d
a los italianos ricos de que entregaran la tierra
pública a su-cargo a cambio de la concesión de
privilegios políticos; les propuso darles la elección
entre la ciudadanía y el derecho a apelar contra
los magistrados romanos. Se dice que no recibieron la propuesta con desagrado, pero que el Se-
nado no la aceptó, y Flaco partió a una guerra.
El resultado inmediato fue la rebelión de la colonia latina de Fregellae, que fue fácil y despiadadamente reprimida. Fue probablemente por entonces cuando el Senado decidió apaciguar a la
clase gobernante de las ciudades latinas concediendo la cindadanía a los que hubieran ocupado
cargos públicos locales. Hasta entonces no había
habido entre todos los italianos un abrumador deseo de poseer la ciudadanía romana, pero la idea
iba a ir fermentando gradualmente en sus mentes
hasta que tuvo por resultado la desastrosa explosión del 91. De visión más amplia que sus contemparáneos, Cayo Graco decidió solucionar la
cuestión sin mavor demora que la requerida para
organizar un apoyo tan extenso como para que
aun una medida que de por sí no tenía atracción
alguna para ningún elemento de la sociedad romana, pudiera adoptarse por su sola autoridad,
Llegó a ser tribuno en diciembre de 124. Había sido elegido en cuarto lugar solamente, quizá
porque sus enemigos se las compusieran para impedir que muchos de sus partidarios emitieran su
voto; sólo pudieron aclamarlo desde las ventanas
y los techos. Inmediatamente adquirió en el Estado una posición de dominio. No hubo posibilidad
de oponerse a su reelección e incluso impuso su
candidato, Cayo Fanio, para el consulado del 122.
Aún más elocuente que su hermano, fértil en ideas
y de ilimitada energía, había aprendido del fracaso de Tiberio y debió su triunfo al hecho de haO6Uadrertido que un reformador no podía apoail.com)
195
yarse sólo en el campesinado, sino que tenía que
vencer al Senado mediante la creación de una
coalición de otros intereses.
Los esfuerzos de Tiberio por ganar a la plebe '
urbana y a los Equites no fueron premeditados y
llegaron demasiado tarde; de acuerdo con Veleio
(IL, 3, 2) “la mayor y mejor parte de los Equites”
(evidentemente propietarios de tierras perjudici- dos por su ley agraria) y “las plebes no convencidas por los malvados designios de Tiberio” se ha- :
bían unido para lincharlo. Con la última expresión
Veleio indudablemente quiere decir lo mismo que Tácito cuando habla de los “sanos plebeyos uni- *
dos a las grandes casas” (Iistorias, I, 4). Cayo intentó quizá separarlos de sus patrones, sin duda para ceder a los Equites una participación en el
gobierno que le permitiera contrabalancear al Senado. Pero, ¿con qué fin? Nunca lo sabremos. Debe de haber odiado a los hombres que habían
perpetrado o permitido el asesinato de su hermano, pero después de transcurridos diez años es difícil que lo haya dominado el resentimiento personal. Era demasiado perspicaz como para suponer
que en la Revública otro cuerpo que el Senado pudiera conducir el gobiemo. En su ley sobre las provincias consulares, tenemos un indicio para sa- ber cuál sería su pensamiento; éstas debían ser
asignadas por el Senado, solo conocedor de lasnecesidades, pero antes de las elecciones, de modo que el pueblo pudiera elegir hombres para desempeñar tareas definidas de antemano. Pero el i
Senado no tenía control exclusivo de la política; £
La conducta del propio Cayo muestra que soste- 4
TT
nía que la asamblea podría intervenir en cualquier E
campo mediante una legislación que un tribuno
podía promover. ¿Soñaba con ser un Pericles ro-1
mano que gíriara a la República con su autoridad
y se mantuviera en su cargo año tras año? Si esta:
L
126 : Descargado por Sofia Casciana (sofiacascial G
es así, sobreestimaba por cierto la constancia del
electorado. ¿O estaba consciente, como lo sugieren
algunas anécdotas, de que la actitud asumida por
él estaba condenaba a la destrucción y se contentaba
con dejar tras sí un gran nombre: el de quien habría
efectuado muchas reformas útiles y creado una estructura política más equilibrada. Quizá sería erra-
do suponer que tuviera un único propósito determinado. Puede que haya pensado que cada una de
sus medidas era defendible de por sí y, al mismo
tiempo, que cada una de ellas contribuía al buen
éxito del resto y de su propio poder.
Los objetivos de Cayo son muy difíciles de determinar, ya que no hay acuerdo acerca del orden
en que sus medidas se promulgarón. Pienso que
todas pertenecen al 123, pero me limitaré a agruparlas aquí de acuerdo con su contenido.
Los fragmentos que han llegado hasta nosotros
de una ley agraria posterior, del 111 (pág. 137),
muestran que Cayo promulgó una ley sobre las
tierras públicas que reemplazaba a la de su hermano. En las fuentes literarias apenas se la mencionaba; esto sugiere que no introdujo ningún
nuevo principio, sino que meramente incorporó enmiendas dictadas por la experiencia. Pero Cayo
fundó o propuso la fundación de algunas colonias;
una de ellas, la de Capua, no llegó a nada (la comisión de Graco no perturbó a los que ocupaban
entonces las tierras de Campania), pero se enviaron colonizadores a Tarento y Scylacium en el sur;
y puede que en otros lugares algunos de los colonizadores enviados por Graco se hayan organizado en
colonias con poderes locales de autogobierno, Más
importante aún, se estableció una colonia allende el
mar en la parte fértil de Cartago, abandonada desde su destrucción en el 146. Cartago había sido un
gran centro comercial, pero resulta dudoso que se
haya tenido la intención de que la colonia heredagmail.com)
o.
e a
ALZA
————]r—£ <A
ra ese destino; Apiano dice que se aprobó ese asentamiento porque se creía que en África se podían
obtener buenas cosechas. De acuerdo con Plutarco,
las colonias italianas estaban destinadas a los “ciudadanos más respetables”, -y en Cartago las 'asignaciones podían llegar a un máximo de 200 iugera,
cuyo cultivo requeriría más trabajo que el que hubiera podido consagrarle la familia de un solo colono. Entonces, tal vez las colonias no estuvieran
destinadas al sostenimiento de labriegos, sino para
luero de hombres de sustanciales recursos, Pero esta conclusión no es segura. Como en el caso de otras
colonias italianas anteriores, podría ser que se concedieran asignaciones de terreno de gran extensión
a unos pocos colonos con el objeto de atraer a hombres capaces de administrar una nueva ciudad; la
extensión promedio de los terrenos pudo saber sido
considerablemente más reducida. La afirmación de
Plutarco deriva de la propaganda antigraquiana, y
puede que la verdad subyacente haya sido que
Cavo concediera tierras a los hijos más jóvenes de
los labriegos que ya poseían una propiedad mediana, aunque insuficiente para alimentar a varios hijos. El modo más adecuado de concebir los nlanes
coloniales de Cayo es considerarlos una prolongación de la política de rehabilitación del campesi- nado seguida por su hermano. Pero el vrovecto de
asentamiento allende el mar era una novedad que
iba a ser desarrollada en gran escala sólo por César y sus sucesores, T
Cayo construyó también caminos que pueden haber resultado ventajosos para los colonizadores graquianos. La ley según la cual debian ser recluta- 1
+
7
y
3
E
a
dos los muchachos de menos de 18 años y la de que E
se debía dar ropa gratuita a los soldados, también 4
he
beneficiaron al campesinado, que era el proveedor
de legionarios. La segunda ley evidentemente ¿
en el olvido despuésode-ú mente, qmmes en Wen
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianadl
193
pos de Augusto el costo de la ropa se volvió a descontar de la paga. Sin duda se sostuvo que los gastos públicos tenían que ser reducidos.
Era vano suponer que los pobres que vivían en
Roma pudieran o quisieran asentarse en el campo.
Al ser muy escaso el empleo regular (pág. 61), difícilmente hubieran podido subsistir a no ser por
las dádivas y el alojamiento ofrecido gratuitamente
por las grandes familias. Para aliviar su miseria, si
no también para reducir su dependencia de los propios adversarios políticos, Cayo dispuso uqe recibieran mensualmente raciones de grano a un precio
fijo, subsidiado por el Estado; de acuerdo con los
principios democráticos griegos, según los cuales
los ciudadanos, como los accionistas, tenían derecho a la obtención de dividendos provenientes de
los fondos públicos, no había prueba de medios, como sucede en nuestro propio estado de bienestar
social. Sin embargo, en la práctica, la medida beneficiaba sólo a los pobres residentes en Roma. No
tiene sentido considerarla incoherente con la política agraria graquiana. Quizá las dádivas atrajeron
a unos nocos que no podían vivir decorosamente en
el campo. nero el hombre no puede vivir, aun fisicamente. de nan solamente, y hasta el 58 las distribuciones no fueron gratuitas. Para el pago de la
renta. la rona y otros alimentos, en Roma los pobres
siguieron denendiendo de las grandes casas. Cavo
no había Inerado; como lo muestran muchos incidentes. vnlverlos enteramente indenendientes.
No podemos comparar el precio fijado, que ha
sido registrado, con el del mercado, pero debió de
haber sido significativamente más bajo; los adversarios de Cayo se queaban de que éste estaba agotando el tesoro. Quizá para limitar los gastos en
tiempos de escasez, se empeñó en un programa de
construcción de graneros, en los que podían alma-
docu los productos de cosechas abundantes, comail.com)
1320
A
—
ESCENA
prados baratos. Como los caminos, también los graneros procuraron empleo. Pero, en este momento,
también costaron dinero. Cayo necesitaba nuevos
ingresos. Sus discursos, según se nos dice, eran los E
de un campeón del tesoro. Instituyó nuevos dere- chos de aduana, presumiblemente en Italia, pero en
lo principal debió considerar las provincias. Con cada una de estas medidas, el beneficiar a los pobres
en Italia implicaba incrementar la explotación de los subordinados a Roma de ultramar, :
El tesoro del reino de Pérgamo, ahora la provincia de “Asia”, ya había procurado el dinero para
equipar las granjas de los colonizadores graquianos.
La administración de la provincia había sido organizada en el 129. A partir de entonces debió pagar tributo ( Veleio, II, 38,5), no sabemos de acuerdo con qué sistema; un documento al que generalmente se le atribuye la fecha de ese año, se.refiere a una disputa entre la ciudad de Pérgamo, inmune a las tasas, y los publicanos, a los que quizás hasta entonces, sólo les habría concemido el
cobro de ingresos provenientes de antiguos reinos,
y no de ciudades anteriormente sometidas a los reyes. No cabe dhda de qe Cayo promulgó una ley
según la cual los ingresos de Asia debían ser co- '
brados por publicanos romanos bajo contratos de
cinco años librados en Roma; esta ley constituyó la
base de la tasación en Asia hasta la dictadura de
César. Parece bastante claro que las ciudades hasta entonces exceptuadas debieron ahora pagar un diezmo sobre la producción. También existían derechos de aduana y tasas sobre el ganado. ane cobraban
diferentes compañías. Asia era, con mucho, la más
rica de las posesiones romanas y, sin lugar a dudas,
el nuevo procedimiento producía ingresos mucho
más elevados que el antiguo. En ausencia de una!
administración pública, el empleo de publicamos:
E:
parecía necesario; constituía una práctica común ena
130 Descargado por Sofia Casciana (sofiacascit
la Antigiiedad, salvo cuando se lograban sumas tope en comunidades que podían permitirse utilizar
publicanos propios para cobrar lo que tenían que
pagar. Todos los publicanos eran opresores; en los
Evangelios los pequeños hombres de Galilea se clasifican entre los pecadores. Pero para los contribuyentes había una gran diferencia entre los residentes locales, quienes no podían ser del todo indiferentes a la presión de la opinión pública, y las distantes comnañías romanas, con vastos recursos e
influencia sobre el gobierno. Cayo no pudo ser inconsciente de la injusticia y la miseria de las que
era causa; en el 165 el Senado se negó a dar en
arriendo a los publicanos las minas de Macedonia,
en narte nor causa de este riesgo.
Pero su medida no sólo hizo posible la financiación de sus reformas sociales; debía ganar el apoyo
de los Equites más ricos, quienes podían contar con
enormes ingresos tomados del legítimo porcentaje
de sus cobranzas, como también de extorsiones ilegítimas. Tampoco fue ésta la única manera en la
que solicitó su favor. Los miembros de la corte, que
iniciaban procesos por extorsión contra los magistrados romanos y los gobernadores provinciales,
eran senadores (pág. 100), y en algunos juicios recientes habían mostrado flagrantemente ser demasiado venales o demasiado parciales para con miembros de su propia clase como para hacer justicia.
Cayo transfirió el derecho de ocupar un asiento en
los altos tribunales a los Equites. Pero esto significaba que los gobemadores no cobraran más de lo
que debían: podían encontrarse a la merced de la
clase en la que los publicanos predominaban (pág.
106). Por tanto, así se agravaba la opresión del sistema publicano, En el 92, de hecho, la corte ecuestre iba a condenar y arruinar a un eminente miembro consular de destacada rectitud, Rutilio, que había comprobado su rapacidad en Asia. Que sepaPgmail.com) 131
“había constituido la especie de detalle biográfico
mos, este caso es casi Único, pero Cicerón, aunque 4
siempre amigo de los Equites, admitió en el 70 que €
avaros gobernadores habían tenido que adular ser- *
vilmente a los publicanos, y que muchos habían
sufrido por haber actuado en contra de los intercses y deseos de esa clase (Contra Verres, IT, 3, 94).
Diodoro dice casi lo mismo (XXXIV-XXXV), reflejando los puntos de vista del historiador griego
contemporáneo Posidonio.
Algunas fuentes afirman en términos generales
que Graco transfirió las “cortes” a los Equites, pero Plutarco registra una ley según la cual se divide
la jurisdicción equitativamente entre senadores y
Equites, mientras que el maltrecho Epitomatus de
Livio, quien no menciona legislación alguna de las
cortes, dice que promulgó una ley por la que se
debían agregar 600 Equites al Senado. Esa adición,
por cierto, no se hizo, pero se supuso con frecuencia que Plutarco o bien el Epitomatus nos dan noticias de un proyecto abrazado por Graco y abandonado más tarde en favor de una ley por la cual
los senadores se excluían completamente de la jurísdicción. Pero un cambio tan radical de planes
en que Plutarco se hubiera deleitado e intentado
explicar, Según mi opinión, lo que afirma Plutarco
es en general correcto y sostiene la mutilada versión del Epitomatus, en la que se confunde la list
de miembros del Senado con la de los miembros
de lus cortes. Livio, por supuesto, debió de haber
estado en lo cierto. Por tanto, debemos distinguir
dos medidas; una que impedía a los senadores la 4
iniciación de juicios por extorsión, pues su parcia- j
lidad estaba probada; la otra daba a senadores y 4
Equites igual derecho a integrar las listas de per- 4
sonas para juzgar casos civiles y criminales. Como i
ésta era la composición de esos tribunales emujos”.
casos de MD de ostenta oourimeidaly
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianát
E Natal
tarde de acuerdo con el mismo modelo para juzgar
en casos de ofensa política, que acrecentó la controversia entre Senado y Equites, la segunda de estas
medidas fue ignorada por la mayor parte de las
mismas autoridades. No obstante tuvo alguna consecuencia. En el pasado, como lo muestra Polibio
(pág. 109), los Equites habían tenido que ceder ante el Senado, pues eran sus jueces en los casos ci-:
viles y crim'nales más importantes. Para que los
Equites fueran verdaderamente indevendientes, tenian due tener participación en toda jurisdicción
aunque no hubiera resultado prudente ni aprobable eliminar por entero a los senadores de la tarea
pues ellos eran los que tenían más exneriencia y
conocimientos legales. Que el interés de Graco trascendía de los casos de extorsión, en los que únicamente los senadores podían asumir la defensa
resulta obvio no sólo por la afirmación de Plutarco
de que el objetivo de su reforma jurisdiccional era
volver a los senadores menos formidahles ante el
pueblo corriente y los Equites, sino además nor el
testimonio de Anpiano, según el cual había hecho de
los Equites jueces de todos los romanos y los italianos.
Estas medidas judiciales no fueron populares.
Una de ellas fue adoptada por la mayoría de una
sola tribu entre un total de treinta y cinco. El pueblo corriente no sentía amor alguno por los Equites. Eso no le importaba a Cayo. Varrón iba a decir que su legislación había vuelto bicéfalo al Es:
tado. Hombre apasionado, se dice que lo expresó
de modo más dramático, protestando de que hubiera dejado una espada clavada entre las costillas
del Senado (Diodoro, XXXVII 9).
Estaba también decidido a proteger al pueblo
corriente contra el ejercicio unilateral de la justicia
dec senatorial que había provocado la
e los partidarios de su hermano. Proba-ail.com)
blemente su primera medida fue declarar por ley
que no podía someterse a juicio la vida de ningún *
ciudadano, salvo que el pueblo lo ordenara. Eso
dejó abierta la posibilidad de que el pueblo mismo
formara tribunales permanentes para juzgar ciertos delitos (como el asesinato), cosa que hizo, pero puso fin en ltalia de cualquier modo al sistema
por el que los magistrados podían condenar bajo
el asesoramiento de un consejo por ellos elegido.
Quebrar la ley o aun proponer quebrantarla, era:
de por sí un delito capital, y cuando a esto”se le
dio un efecto retroactivo, el cónsul sobreviviente
del 132 tuvo que exiliarse.
El objetivo último de Cayo era elevar a los latinos a la ciudadanía, y a los otros italianos al derecho latino. Pero tuvo que postergar su proposición hasta el 122, y entonces había perdido su influencia. Estuvo ausente durante mucho tiempo
mientras organizaba la colonia de Cartago. La inclusión de italianos entre los colonos despertó celos y la elección de un lugar que había sido previamente maldito inspiró temores supersticiosos. En
Roma su colega Marco Livio Druso le hizo sombra
con insincera demagogia, al proponer colonias que
nunca se fundaron y sugiriendo que podían satisfacerse los reclamos de los aliados, si se les otorgaba el
derecho de apelar contra los magistrados romanos.
Si propuso un proyecto de ley a este efecto, no fue
nunca promulgado, pues aún los latinos siguieron
sometidos a la vara romana hasta el 51. El propio
protégé del cónsul Cayo Fanio, se volvió contra él
argumentando que si la ciudadanía se extendieri,
los habitantes de Roma serían expulsados de sus
sitios en los espectáculos y las asambleas, La proposición de otorgar la ciudadanía fue vetada o derrotada. Cayo presentó su candidatura una vez más,
pero ya no tenía programa positivo alguno, a no
ser la esperanza que les daba a los deudores de * 'pa134 d Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianá
gar sólo lo que estaban dispuestos” (Nonio, 728).
La persistencia del problema de la deuda es interesante. Un tal Catón, probable graquiano, propuso una ley en este tiempo, para regular las tasas de
interés. Tal vez Cayo deseaba sólo encontrarse en
una posición que le permitiera hacer cumplir sus
medidas. Pero colegas hostiles se negaron a reconocer los votos emitidos en sú favor y “no le fue po-
sible volver a su cargo. En el 121 se promulgó una
ley para noner fin a la colonización de Cartago.
Graco, alocadamente, recurrió a la fuerza para resistirla, pero el cónsul Opimio estaba bien preparado: tenía en la ciudad tropas extranjeras, caso
sin precedentes, Tanto los senadores como los Equites se armaron y armaron a sus sirvientes para reprimir el desorden. Cayo y Flaco, cónsul en 125 y
aliado de su confianza, fueron aniquilados, y Opimio arrestó v ejecutó (según se dice) a 3.000 de
sus partidarios.
Al tomar esta medida, en flagrante contradicción
con la reciente ley de Graco, Opimio tuvo el apoyo
del llamado “último decreto” del Senado, que se
había promulgado entonces por primera vez y estaba destinado a que los magistrados nrotegieran la
seguridad del Estado. Esto no les confería ninguna
nueva autoridad, pero indicaba que el Estado se
encontraba en peligro y se justificaba que actuaran de acuerdo con 'el principio de que la más alta
ley es la seguridad pública, sin tener en cuenta los
estatutos. Onimio fue por cierto procesado ante las
centurias, pero fue también absuelto. Las clases superiores, aun los Equites, no podían perdonarle a
Cayo el asalto al orden público y acentaron la defensa de Opimio, esto es, que la muerte de Cayo y
sus partidarios había sido justa.
Esta alianza entre senadores y Equites hizo que
un intento del Senado, para anular la legislación
judicial de Craco, resultara inoportuna, Pero sí se
135
gmail.com)
anuló la colonización de Cartago (aunuge los colo-:
nos, probablemente pocos, que ya se habían instala-"
do allí, no fueron molestados). También se modificó *
la ley del grano para reemplazar una extravagante “largueza” (Cicerón, Oficios, II, 72) nor la moderación. Según conjeturo, las nuevas distribuciones se asemejaban a las previstas por una ley del 73,
que se destinaban sólo a 40.000 beneficiarios; en
ambos casos, para poder ser beneficiario, era nece- .
sario haber nacido libre. Es dif.cil determinar so- *
bre qué otra base el número podía haber sido tan
limitado en el 73. Podría haberse argumentado
que el mantenimiento de los libertos indigentes co- rrespondía a los patrones (quienes tenían buenas %
razones para comprometerlos así en la lealtad), y como los libertos estaban fundamentalmente confi- *
nados a cuatro de las treinta y cinco tribrs. se puede
entender que lo que a primera vista podía parecer
una medida imnopular de cercenamiento, habría podido fácilmente obtener la mayoría. (Hay dudas
sobre la fecha de esta medida.)
¿Y el asentamiento agrario? No conocemos el número de asignaciones concedidas por la comisión
graquiana, Las cifras del censo que conocemos
muestran un aumento en el número de ciudadanos
registrados: de 319.000 en el 130, a 395 000 en el
124. Pueden plausiblemente suponerse dos cosas:
que hubieron escasos asentamientos antes del 131
y que los registros posteriores fueron más comple- |
tos como consecuencia delos asentamientos, Pero la
cifra del 124 resulta sospechosa y no se nuede de- *
positar demasiada confianza en este argumento, “í
De cualquier modo, sea cual fuere el número de ;
colonos, se nos dice que el plan fracasó. %
Tiberio Graco había hecho inalienables las asig- 1
naciones. Este reglamento, sin duda, fue sugerido 4
por la teoría y la práctica griegas; ciertas expegencias modernas minestramentpeeniaatto ofielrer Es
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascianal
196
para proteger las pequeñas propiedades. Después
de la muerte de Cayo, la primera medida tomada
por la reacción fue abolir la ley. Los ricos pudieron comprar el desalojo de los colonos. Luego se
interrumpieron las distribuciones y la comisión se
disolvió. Se exigió a los poseedores que volvieran
a pagar renta, y se aplicaron los procedimientos a
las “distribuciones”, quizá simplemente para pagar
el subsidio estatal al grano en Roma, Al fin esta
renta también se abolió. La medida difícilmente
hubiera sido aceptada por la asamblea tribal de
implicar la suspensión de la distribución en contante, en especial tal como aparentemente se promulgó en el 111, año en el que se atacaba mucho
al Senado (pág. 143), pero las dádivas de grano
podrían haberse conservado utilizando otros ingresos. La última ley-mencionada por Apiano parece
ser una de la que conservamos grandes fragmentos en bronce: muestra que toda la tierra otrora
“ocupada”, como también las asignaciones graquianas, pasaban ahora a ser propiedad privada, La
mayor parte del resto de las tierras públicas se reservaba para el libre pastoreo, lo cual no significa
que los ricos no podían cercarlas ilegalmente y cultivarlas, si ello les convenía. Según opinión de
Apiano, el resultado total fue que los pobres “perdieron todo” y quedaron reducidos a una situación
de 'desempleo. La merma de assidui en el 107 resulta significativa (pág. 203).
Si las posesiones de los colonos graquianos hubieran tenido 30 iugera de extensión, lo suficiente
para su mantenimiento, habría sido en verdad sorprendente que todos fracasaran. Pero otros campesinos no desposeídos. todavía en el 133, con propiedades menos generosas, estaban siendo sin duda arruinados por las viejas causas (págs. 57 y
sigs.); en particular, era quizá frecuente la exproviolenta (como lo alegan Apiano y Salus197
E ENT EE yr ae meda a
o
tio). Y la persistencia de la conscripción hacía supor
frir a todos por igual. Había una contradicción in-- |
trínseca en el objetivo graquiano de incrementar
el número de soldados campesinos en Roma, cuando era la conscripción la que tanto contribuía a
la destrucción del campesinado.
El problema agrario, que los Gracos no pudieron
resolver, no desapareció. Volvióse más agudo todavía: al adquirir una nueva forma, la exigencia de
asignaciones por parte de los veteranos, provenientes ellos mismos del proletariado rural, exigencia — |
que tenían el poder de imponer si sus comandantes se mostraban dispuestos a respaldarlos. El Senado triunfó sobre los Gracos con la espada, pero
la espada iba a pasar a otras manos,
"Los Gracos pusieron de manifiesto todas las fuerzas divisorias de la sociedad romana, y sus reformas y ruina comenzaron a mover los acontecimientos que culminarían con la caída de la República.
Los pobres no los olvidaron sino que, por el contrario, hacían diarias ofrendas en sus tumbas. Cicerón, que desaprobaba decididamente su conducta,
estaba obligado a referirse a ellos con respeto ante
el pueblo, y Salustio observó que la cruel victoria
de la nobleza le había dejado más temores que poder (Yugurta, 42). Aunque hubieran habido más
antiguas premoniciones de discordia (pág, 100).
fueron los Gracos quienes abrieron la gran brecha
en la política, que tanto Cicerón como Salustio
consideraron fundamental en los últimos tiempos
de la República. La destrucción de Tiberio y de
toda su política como tribuno, dijo Cicerón, dividió al pueblo en dos partes (República, E, AL):
Salustio insiste constantemente en la-hostilidad de %
los plebeyos, que ahora significa los pobres, con- E
tra la “facción” de la “nobleza”, los “pocos” que El
dominaban el Senado y pretendían conservar esz a
autoridad; en ocasiones identifica virtualmente la 2
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciad
138
Pgmail.com) —facción con el Senado. Estos hombres tiranizaban
al Estado; los plebeyos buscaban la “libertad”, que
algunas veces significa verse libre de la opresión y
otras una efectiva participación en el poder político. Para Cicerón la división se da entre o
hombres cuyo carácter y actitudes califica a menudo de sediciosos y con otros términos de oprobio, y los optimates o boni (buenos). Llama con
frecuencia a los Gracos populares y, según pensaba, Cayo era quien más merecía ese nombre.
En su discurso pro Sestio (96-105), Cicerón describe a los populares como aquellos que desean que
sus palabras y sus acciones gratifiquen a la “multi-tud” y añade que “las inclinaciones de la multitud
o el interés del pueblo a menudo divergen del bien
del Estado”. Por el contrario, los optimates incluyen toda la clase de la que provienen los senadores, la nobleza campesina, los comerciantes y aun
los libertos, todo aquel que “no es un criminal o
un perverso por naturaleza o no se ve confundido
por el estado de sus negocios privados”. Son optimates todos los que en política cumplen con el
deber de servir a los deseos, los intereses y las opiniones de los “buenos y los prósperos”, esto es,
aquellos cuva moral resulta tan sólida como su
cuenta bancaria. En otra parte, a decir verdad,
jugando con la ambigiiedad del término latino popularis, que puede designar al que actúa en bien
del pueblo antes que meramente “popular” Cicerón pudo pretender que los verdaderos populares
—como él mismo se consideraba que era— eran
partidarios de los propios principios que aquí atribuye a los optimates; esto vaciaba al término de
su sentido técnico. Cicerón hace pasar su discurso
pro Sestio por imparcial. Confiere excesiva extensión. a la pertenencia al grupo de los optimates, y
E
así como les ha otorgado sus propios principios
(págs. 182 y sigs.) que, como se lamenta en-oca
1395
.“
a,
siones, con frecuencia ignoran, otorga a los populares una mera demagogia que ellos hubieran repudiado; naturalmente, también ellos pretendían
actuar en interés del Estado.
La aplicación concreta del nombre de los dos
“partidos” a hombres y medidas particulares muestra lo que los diferenciaba. Los populares solían
proponer, en desafío al Senado, la distribución de
tierras y de granos o la disminución de las deudas;
los optimates se resistían en nombre de los derechos de propiedad o la economía-pública. Ocasionalmente, a decir verdad, para mantener la ventaja política del Senado, los optimates se tragaban
sus objeciones y ellos mismos apadrinaban tales
medidas, como lo hizo Druso en el 91 v Catón en,
el 62 (pág. 192). De acuerdo con el principio general, los populares actuaban a través del pueblo
(Livio, II, 39, 9) y un opositor a la democracia
puede también describirse como “adverso a las
perspectivas populares" (Cicerón, Ren'tblica, TIT,
47 y sigs,). Ninguno de ellos pretendía, a decir
verdad, que el pueblo de Roma, como el de Atenas, controlara toda la política y aun la administración de rutina; pero todos afirmaban el derecho
soberano del pueblo a decidir cualquier cuestión
que pudiera referirse a él, y a rechazar la pretensión de los: ontimates de que era necesaria la
sanción previa del Senado. De ahí que la concesión de poderes extraordinarios a Pomneyo por la
Asamblea en el 67 y el 66 fueran “medidas nopulares” (Cicerón, Filípicas, XI, 17 y sios.). En Ja
ocasión anterior, el tribuno "Cabinio había amenazado con tratar a un colega como Tiberio Graco
había tratado a Octavio. Ni siquiera un veto tribunicio puede entorpecer el camino de la volun-tad popular. Además, las leyes de la balota y posi-*
blemente la distribución de grano volverían al This document“$ availabl.
o * !
MATE ALLAN Aaa da e nd a
hombre común iba a obtener más proteceión contra el castigo arbitrario impuesto por los magistrados. Esto era en gran parte la libertad para los
populares; para los optimates, la libertad era su
propia libertad de participar en el gobierno sin
temor o favor. De acuerdo con Escipión Emiliano,
“la dignidad (dignitas) surge de la integridad, el
cargo público de la dignidad, el poder (imperium) del cargo público y la libertad del poder”
(Ast:n, Escipión Emiliano, pág. 267).
- Los optimates eran por cierto oligárquicos. ¿Eran
los populares democráticos? Por supuesto, también
ellos eran senadores y a menudo nobles, y no exigan que la asamblea gobernara continuamente.
Pero apoyaban el derecho soberano de la asamblea
a decidir sobre cualquier cuestión que planteara
sin la sanción del Senado. En ese sentido limitado
eran democráticos en sus declaraciones, y si éstas
y su práctica no se correspondían eso no los distingue de políticos de otras épocas a quienes no
negamos el rótulo que pretenden. Quizá ningún
popular, al menos después de los Gracos, fuera
sincero; quizás todos buscaban solamente satisfacer su ambición o la de su jefe, Pero sus motivos
personales, difíciles de determinar por otra parte,
son menos significativos que las verdaderas aflicciones y los genuinos descontentos a los que podían apuntar,
Ni los optimates ni los populares constituían partidos con una vida permanente. El Senado se mantenía casi siempre dividido en facciones, y actuaba
en respuesta a disputas privadas, compitiendo por
los cargos o discutiendo sobre cuestiones transitorias relativas al momento. Pero estas facciones tendían a unirse cuando la autoridad o los intereses
del conjunto estaban én peligro. Sólo había un ..
artido de los optimates cuando el control senatoudacu-: amenazado por los populares, Los popu=
. ail.com)
. free of rge on
blo menos obsecuente para: con la nobleza. y
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascian:
; a
1TAT
= e Ae E Pee = : E q A
“las elecciones y mantenerse en el poder por un
j 142 ” - : Descargado por Sofia Casciana (sofia
lares se hacían presentes sólo de vez en cuando,
generalmente para imponer alguna medida particular. Los partidos del tipo que nos es familiar en
una democracia representativa moderna, es decir,
asociaciones permanentes cuyo propósito es ganar
período de años, en los que (para utilizar la expresión de Lord Melbourne) tienen que “mantenerse unidos” (hang together) ya sea para llevar
a cabo una política determinada o simplemente
para mantenerse en el cargo, no tenían razón de
ser en Roma, donde tanto los electores del Senado
como los de la asamblea gozaban de sus derechos
de nor vida, y las mayorías estaban constituidas
por hombres que se unían para conseguir un objetivo esnecífico, pero que no tenían por qué com- “
prometerse a actuar juntos continuamente. De esto no se sigue que tengamos que ignorar el juicio:
tanto de Cicerón como de Salustio, hombres experimentados en la política de su tiempo, de que el
Estado estaba dividido fundamentalmente en dos
partes; si esta división se manifestaba sólo intermitentemente, era porque el hombre común sólo
hallaba jefes de modo esporádico. Pocos miembros
de la clase gobernante estaban dispuestos a ser
desnreciados por su ligereza y turbulencia o llamados agitadores sediciosos por sus partidarios, o
a esnerar avanzar en sus carreras con el voluble
apovo de las masas.
Los Equites habían ayudado al Senado a destruir a Cayo Graco. La alianza no tardó en disolverse. Un ambicioso príncipe del reino africano
vasallo de Numidia, Yugurta, se mofaba continuamente de la voluntad del Senado y, al vencer a;
su rival local, masacró a los italianos que habían
intervenido en su contra. En el 111, la indignació
pública forzó al Senado a emprender una guer
que con rázón éste consideraba inútil y conducía
E
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E
El
x
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,
gmail.com)
a 4
» 7
sin “energía; las negociaciones celebradas con el
enemigo provocaron la sospecha de que había habido soborno y en el 110 les siguió una vergonzosa
derrota. Una comisión designada por ley tribunicia y probablemente integrada por Equites, desterró a muchos hombres eminentes, entre ellos al
odiado Opimio, por su sospechada culpa en estas
transacciones, La guerra se prolongaba y un hombre nuevo, Cayo Mario, fue electo cónsul para el
período del 107 por las centurias, en desafío de
la nobleza; el voto de las tribus lo escogió para
el mando. Favorito de “todos los artesanos y rústicos cuyas manos eran la fuente de toda su riqueza y prosperidad” (Salustio, La guerra contra
Yugurta, 73), era de origen ecuestre y fue respaldado por los Equites. Algunos piensan que favorecían la nueva anexión de terrenos en el África,
a la que el Senado se oponía, con el objeto de ,
contar con nuevas tierras para explotar; no hay
nada que compruebe esta opinión, y después de
vencer en el 105, Mario no añadió un solo acre:
al territorio romano. Más probablemente los exasperó, como al pueblo en general, lo que consideraban, con razón o sin ella, la venalidad y la ineficacia de la nobleza. Pero Salustio muestra que
los jefes antisenatoriales, incluido Mario, se sentían
disgustados por el carácter exclusivo de la oligarquía. “Ésta fue la primera vez”, dice, “que se hizo
frente a la arrogancia de la nobleza”. Hugh Last
concluyó que facilitar carrera a los talentosos constitula la esencia misma del programa “popular”
Por cierto, durante todo el último tiempo de la
República, la exclusividad de la nobleza enajenó
a muchos miembros de la clase superior. Pero eso
no bastó para volverlos populares. Si se les daba
una buena participación en el gobierno senatorial,
1 Cambridge Ancient History IX, 139 y sigs.
143
nada tenían contra él. Muchas medidas típicamen- —.
te populares eran contrarias a sus intereses. A mñadie se lo rotula popularis simplemente por ser
“hombre nuevo”, o promover el ascenso de otros
“hombres nuevos”. El movimiento contra la nobleza durante la guerra con Yugurta fue en verdad
popular porque implicaba una apelación al pueblo
contra el Senado y porque el pueblo ventilaba su
rencor sobre los enemigos de los Gracos.
No sólo en el África manifestaba incompetencia
la nobleza. En el norte una serie de generales
provocaron a las tribus errantes germanas de los
cimbros y los teutones y sufrieron derrotas a sus
manos, la última en Arausio (Orange), en el 105,
una de las más graves padecidas por Roma. La
ira del pueblo cundió nuevamente. La Asamblea
juzgó a varios de los culpables por traición y los
condenó. En el 103 el tribuno Lucio Apuleyo Saturnino introdujo un procedimiento más racional,
creando por ley un tribunal permanente integrado por Equites, que debía juzgar los casos de traición. Esta ley iba a ser reemplazada por la que
promulgó Sila (en el 81), la .cual, entre otras co-sas, prohibía que los generales abandonaran su
a
——
a UI
PERO AUT PEPE
= y e
pañas todos los años hasta que los venció en el
102 y el 101, y aun entonces, aclamado como el
salvador. de Roma, fue elegido por sexta vez para
ocupar su cargo en el 100. Cada una de estas elecciones era contraria a la ley y al espíritu de la
constitución (pág. 73). La voluntad popular había llevado a un parvenu a una dignidad mucho
mayor que la alcanzada nunca por noble alguno.
La dignidad y la influencia eran de hecho todo lo
que Mario quería apasionadamente; la idea de convertirse en el solo amo del Estado jamás se le
había ocurrido. No se puede decir que haya tenido nada semejante a un programa político, pero
deseaba por cierto recompensar a sus soldados con
terrenos. Existieron precedentes: así, los veteranos
de Escinión habían recibido asignaciones después
de la guerra contra Aníbal.
Para asegurarse este objetivo y quizá también
para obtener su sexto y del todo innecesario consulado, se alió con Saturnino, quien también volvió a ser tribuno en el 100. Probablemente Saturnino haya promulgado una ley en el 105 por la
cual los soldados de Marío debían recibir parcelas de terreno en el África. Puede que también
.“
o A LE
provincia o 'emprendieran una guerra hor su pro- haya renovado entonces
la distribución de granos,
pia cuenta sin sanción del pueblo o el Senado; se- tal vez simplemente
resucitando las disposiciones
gún conjeturo, esta cláusula estaba tomada de la . i tomadas por Cayo
Graco. Propuso ahora nuevas
—
ley de Saturnino y su principal motivo era originalmente impedir la repetición de la inconducta
que había provocado tamaños desastres. Los procesos por traición y la ley de Saturnino muestran
una vez más al pueblo guiado por los populares
y reclamando control soberano sobre el Estado.
El miedo a los germanos era tan intenso que
Mario fue reelecto cónsul en el 104 y se le dio
el mando en el norte. Por el momento merodeaban otras regiones, pero como el peligro pod
volver a: hacerse presente MVianiermotentía" ca
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasc!
- di ,
doGUue nada importaban las leyes agrarias:
ail.com)
distribuciones de tierras y colonias. Los detalles
permanecen oscuros, pero resulta claro que los
beneficiarios debían ser campesinos, todos o casi
todos ellos veteraños, incluidos aliados italianos a
los que Mario había mostrado su favor otorgando
la ciudadanía a todo un batallón en el campo de
batalla; parecía que todos los. que marchaban a
las colonias debían obtener la ciudadanía. El Senado se resistió a la proposición y fue llevada a
cabo por mera fuerza; las multitudes ciudadanas,”
ias; apo
yaron a sus patrones a pesar de la ley del Erano
de Satumino, pero los viejos veteranos, por supuesto, tuvieron la mejor parte en la lucha. La
violencia alcanzó otro nivel: nada parecido había
sucedido en el 133 o el 123. Satumino era un adic:
to a su uso y:lo llevó demasiado lejos; hizo asesinar a un candidato al consulado (a su vez, un
viejo opositor al Senado) e incluso Mario tuvo que
volverse en su contra. El Senado volvió a promulgar el “último decreto”; todos los elementos respetables de la sociedad se armaron junto con sus
partidarios y, bajo el mando del cónsul, redujeron a Satumirio y sus amigos, y luego, sin instrucción. los lincharon. Mario y los populares se desacreditaron, y las colonias de Saturnino nunca se
fundaron; tampoco parece que hubo distribución
de tierras entre los veteranos. (La mayor parte
de los estudiosos cree que en Numidia se habían
asentado algunos por la ley del 103, pero según
mi oninión. no hay prueba que apoye esta creencia, ni tampoco es muy probable de por sí.)
Desde el 107 los proletarii fueron incorporados
a las legiones (pág. 31). La descripción que da
“Apiano de los disturbios del 100 muestra que provenían de la. población rural, y todos los datos
recogidos en -el siglo siguiente prueban que las
zonas de reclutamiento normales eran los distritos
de campo; en un tenor semejante, Cicerón iba a
describir los veteranos de César como “rústicos
y, sin embargo, los hombres más galantes y los
meiores ciudadanos” (A sus amigos,.XI, 7, 1),
pero .cuando se levantaron en armas contra el Senado, como “hombres del campo, si se los ha de
llamar hombres en verdad y no más bien bestias"
( Filípicas, VII, 9), mientras Virgilio observaba que
en las guerras civiles “se toman los labradores,
los: campos se descuidan” ( Geórgicas, 1, 503). Con
“muy escasa o ninguna propiedad, estos proletarios
146
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascidn 7
AP gmail.com)
rurales debieron ser arrendatarios o labriegos sin
tierras, pero su indigencia era sólo marginalmente mayor que la de muchos campesinos que antes
habían sido considerados aptos para el reclutamiento, que seguían siéndolo todavía y que quedaban a menudo arrminados en el transcurso del
servicio militar, cualesquiera fueran sus posesiones
al princivio. La incorporación de proletarios no
explica de por sí la proposición de dar tierras a
los veteranos; los soldados del viejo estilo anenas
hubieran estado menos necesitados de asienaciones desnués de varios años de servicio en el -eiército. El nuevo factor no era un incremento significativo en la naturaleza de la necesidad. sino la:
excencional influencia de un general ane estaba
ansioso nor satisfacerla, aunque, en definitiva, fue
demasiado inento como para lograr huen ésito,
Los críticos de Mario en tiemnos nosteriares
pretendieron que la ambición lo había impulsado
a reclutar hombres pertenecientes a 1na clase “nor
la que había sido honrado y que le había permitido alcanzar su grandeza; para el hombre que
busca el poder, el instrumento más adecuado era
la gente más necesitada, que de nada tiene por
qué preocuparse desde que nada tiene. que considera cualquier cosa honorable con tal que se le
pague” (Salustio, Yugurta, 86). De hecho, el peligro de que un general pudiera hacerse amo del
Estado no se materializó con Mario, sino con Sila,
Pompeyo y César, y es improbable que al hacer
un cambio en el reclutamiento, pequeño por lo
demás, Mario haya tenido motivos siniestros, aunque estos motivos le hayan sido atribuidos por sus
contemporáneos. Además, la enorme necesidad de
soldados durante: las guerras civiles. hubiera hecho estos cambios inevitables a la larga. Mario
sólo había acelerado el proceso, y la causa raigal' - de la deslealtad que mostraron los soldados ala -
PT
=- sE
República en días posteriores no fue su actividad, E
ni siquiera la ambición de sus sucesores, sino la
incapacidad de la clase gobernante para hacer nada que atrajera hacia el orden republicano a los
hombres cuyas armas eran indispensables en la
guerra. |
El torbellino político no terminó con la muerte
de Saturnino, pero los acontecimientos posteriores
son peculiarmente oscuros. Por ejemplo, no sabemos casi nada de una ley agraria presentada en
el 99 por un tribuno, Ticio; fue vetada y Ticio
mismo castigado en el SS por tener en su casa
un busto de Saturnino. Parece que la unidad entre el Senado y los Equites se hubiera preservado todavía, pero ésta se disolvió en el 92 a más tardar, por causa de la inicua condena de Rutilio
(pág. 131), que fue motivo para que una fuerte
facción del Senado atacara decididamente a la jurisdicción ecuestre y provocara un amargo conflicto entre ambos órdenes. Su campeón fue Marco
Livio Druso, hijo del viejo opositor de Cayo Graco, hombre de elevada cuna, inmensa riqueza. y
ostentosa rectitud, que llegó a ser tribuno en diciembre del 92. Aunque adoptó métodos populares, actuaba en interés de la nobleza; durante mucho tiempo tuvo el apoyo de la mayoría en el
Senado y con característica vanidad declaró ser
.el. patrón del Senado.
El contenido y el propósito de las proposiciones de Druso son objeto de infinito debate. El
poco confiable Epitomatus, de Livio, dice uqe intentaba dividir la jurisdicción entre el Senado y
los Equites. Pienso que estaba ya dividida, salvo,
a decir verdad, en lo que respecta a los tribunales
de mayor importancia, esto es, los que juzgaban
los actos. de extorsión y traición. Nuestras otras
fuentes afirman con detalles de fuerza e
ria que se proponías tramsferivlejurisdiación e
y Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciar
T4Q
ail.com)
ramente a los senadores, pero para ampliar el Senado, y no me cabe duda de que Livio estaba de
acuerdo en ello. Las cortes permanentes romanas
relativas a lo criminal eran muy grandes —en un
juicio por extorsión había un jurado de cincuenta
miembros— y, como por entonces indudablemente
existan varias, un Senado de trescientos miembros
muchos de los cuales podían ausentarse en un
momento cualquiera para cumplir con un asuntt.
.oficial, no suministraba la cantidad de hombres
requerida. Druso, por tanto, propuso doblar ese
numero,
debían escogerse entre los Equites. Puede parecer
que un cambio semejante no implicaría una gran
diferencia, pero no es así. Los publicanos estaban
excluidos del Senado. La medida de Druso habría
sacado de la jurisdicción precisamente a quienes
fueron causa de la ruina de Rutilio, La composición del orden ecuestre era de hecho heterogénea,
y Druso vodía tener esperanzas de que los que se,
incomoraran al Senado, probablemente meros caballeros camnesinos, no tardarían en compartir los
criterios de sus pares, Sila iba a volver ley lo que
Druso babía planeado, con el mismo obietivo a la
vista. Druso tenía por cierto otro proyecto: el de
que los miembros de los jurados de origen ecuestre nudieran ser juzgados por aceptar sobornos, de
lo que estaban excentuados por un curioso truco
legal. Esta medida debió ser retroactiva y, por supuesto. provocar grave indignación. Y si bien algunos Equites se sintieron atraídos por la perspectiva de ocunar un lugar en el Senadn. el orden
como totalidad se resintió por la pérdida de su
privilegio de clase.
La disputa entre los ricos presentó seguramente muy escaso interés para los pobres. Para obteTel su apoyo, Druso ofreció nuevas distribuciones
o y tierras, sin temor al costo. No tenemos
==
Los nuevos senadores, necesariamente,
detalles sobre su ley de granos, pero para otorgar
asignaciones de tierras le fue necesario invadir las
posesiones aliadas en terrenos públicos, que la comisión graquiana no había tocado. En compensación, ofreció la ciudadanía romana a los aliados.
Tal vez esperara que los nuevos ciudadanos se volvieran fieles partidarios de la nobleza, a la que
deberían su promoción, en caso de un futuro conflicto con los Equites o la plebe. Sin embargo, opino que es probable (aunque sea imposible demostrarlo) que deseara sinceramente promover este *
trascendental tambio por sí mismo y no sólo como
jugada política.
En el 95 los cónsules habían promulgado una
ley por la que se investigaba la legitimidad de una
acusación según la cual algunos italianos habían
usurpado la ciudadanía romara. De acuerdo a lo
que se nos dice, nada contribuyó tanto a enajenar
la clase gobemante entre los pueblos aliados y a
promover la guerra social. La rebelión del otoño
del 91 fue simplemente concertada; esto indica que
hubo una escrupulosa organización y preparativos
durante algunos años. Podemos conjeturar que los
hombres prudentes de Roma habían llegado a tener conciencia del peligro, entre ellos, Lucio Licinio Craso —uno de los autores de la ley del 95,
ahora el vartidario más poderoso de Druso— y que
habían llegado a la conclusión de que el otorgamiento de la ciudadanía era la única alternativa
de una terrible explosión. Los líderes aliados estaban dispuestos a dar a Roma una oportunidad
más para lograr pacíficas concesiones, Pero la concesión de los derechos de ciudadanía no era popular entre las masas de Roma, las que sin duda se
orientaban todavía de acuerdo con los temores sobre los que había especulado Fanio en el 122 (pág.
134): Además; quizás en una sociedad jerárquica,
a cada cual le complace mirar desde lo alto al que
o -150 é Descargado por Sofia Casciana (sofiacascia
EP gmail.com)
ocupa una situación menos privilegiada en la esca-,
la. Tampoco aprobaba toda la nobleza dar “un
salto en la oscuridad”, En los años 88-87, iba a
tratar de limitar el derecho al voto de los nuevos
ciudadanos. Las fuentes no dan una explicación
de esta actitud. Quizá dudaran de su capacidad
para manejar un electorado muy agrandado, aun:
que de hecho, en las elecciones de la generación
siguiente, iban a mantener su predominio, sólo
cuando las guerras y las proscripciones los hubieran diezmado o arruinado, pudieron hallar satisfacción las ambiciones políticas de los magnates
aliados (pág. 25). En el 91, el cónsul Lucio Marcio Filipo. cuya retorcida carrera revela una total
carencia de principios, dirigió una decidida oposición a Druso dentro del Senado. Druso sólo pudo
llevar a cabo sus otras medidas por la fuerza, y su
proyecto de extensión de la ciudadanía no parece
haber sido nunca sometido a votación.
Al tratar de conciliarse con todos excepto con
los publicanos, terminó por enajenarse casi de todos. Muchos aliados se resintieron por la pérdida
de sus tierras, pues entendían que el derecho a la
ciudadanía no los obligaba a renunciar a nada de
lo que avreciaban. La ley judicial afrontaba a los
Equites en cuanto a clase y disgustaba a los senadores (podemos suponerlo), que no deseaban compartir su dignidad. La muerte de Craso en setiembre constituyó un golpe fatal. Quizá la inquietud
que crecía en Italia aumentaba la alarma del Senado, cada vez más dispuesto a volver a la vieja
tradición romana de no hacer nunca concesiones a
las amenazas de fuerza. Filipo lo persuadió de anular las leyes de Druso argumentando que habían
sido ilegalmente adoptadas, mediante poderes adquiridos por una ley consular del 98 (que no podía
nunca utilizarse, salvo contra medidas que ya-no
contaran con el apoyo público). Druso cedió; poco
ce después fue apuñalado en público y su asesinato nun=
formar un tribunal, integrado por miembros de su
mulado la rebelión traicioneramente. Su verdadero
crimen era, por cierto, el asalto a las prerrogativas
ecuestres.
Italia había gozado de paz interna durante unas
cuatro generaciones, por lo cual los horrores de la
guerra que había estallado y los de las que habrían
de seguirla deben de haber producido un gran impacto. En el 90 y el 89, más de 250.000 hombres estaban en armas. Roma debió recurrir a los nacidos
libres de la ciudad de Roma para que prestaran
servicios de campaña y en las guamiciones debió
utilizar incluso a libertos. Las pérdidas fueron severas en ambos bandos; las enormes cifras que figuran en las fuentes de que disponemos, aunque
increíbles, muestran que Tas luchas libradas debieTon ser extremadamente sangrientas. Casi todas tuvieron lugar en los Apeninos centrales y en las regiones del sur, pero en las guerras civiles posteriores los principales teatros de operaciones se trasladaron a las cercanías de la misma Roma, Etruria
y la Galia Cisalpina. Al final casi toda la Italia estaba sumida en la lucha, Se incendiaron y se saquearon muchas ciudades, y algunas no se recuperaron nunca. Los cultivos, naturalmente, se vieron limitados, y los eiércitos con frecuencia consumían los granos sembrados,.tanto porque estaban
necesitados de alimentos como para negárselos al
enemigo. :
El daño económico fue más extendido y probablemente más intenso que durante la guerra con
Aníbal. - Hacia el 88 todos «Jovenabeldesrhabían- sido ES
Ia
ca se investigó. Su muerte fue la señal para la rebe- *
lión aliada, y los Equites se las compusieron para
propio grupo, para condenar a muchos de sus par- *
tidarios, bajo el poco plausible cargo de haber esti- *
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana.
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metidos excepto los samnitas y los lucanios en el
sur, aunque en el proceso Roma había tenido que
conceder la ciudadanía a los italianos leales, particularmente a los latinos. Pero las dificultades de
Roma fueron la oportunidad del ambicioso Mitrídates, rey de Ponto (en el noroeste del Asia Menor); profundamente provocado por los romanos,
invadió la provincia de Asia y, en el 87, estaba por
entrar en Macedonia y Grecia. Los italianos fueron
masacrados por todas partes y no había tropas para impedir su avance. De este modo Roma perdió
Asia, su posesión más lucrativa, en la que los publicanos habían invertido grandes sumas. Esto
agravó la crisis del crédito, lo que siempre puede
ocurrir en una guerra civil, pues la inseguridad imperante es causa de que se interrumpan empréstitos y se atesore el dinero. En el 89 un pretor había tratado. de aplicar una ley anticuada contra el
cobro de intereses; acreedores desesperados lo asesinaron en el foro y no se realizó investigación alguna. Era immerioso enviar tropas contra Mitrídates y el cónsul del 88, Lucio Cornelio Sila, que había obtenido notables victorias contra los italianos
rebeldes, fue designado para el mando, El viejo
Mario, que también había abandonado su retiro.
para luchar contra los italianos, ambicionaba el honor para sí mismo. Encontró un aliado en un noble
llamado Publio Sulpicio Rufo, quien tenía el cargo de tribuno.
Al conceder la ciudadanía a los aliados leales, el
Senado había tratado de anular su poder político
incluyéndolos a todos en unas pocas tribus cuyos
votos podían superarse siempre. El enojo que esto
provocó entre los italianos prueba decididamente
el valor que otorgaban a los derechos políticos de
los ciudadanos. Como viejo. amigo de Druso, Sulicio quizá trató de completar la tarea que aquél
CH intentado vanamente realizar, y sólo recurrió .
Eo
TA
A vee .
.a Mario o aun a los Equites, los más acerbos enemigos de Druso, por causa de la negativa política
del Senado y los cónsules. Posiblemente los Equites favorecieron los reclamos de los nuevos ciudadanos con el objeto de impedir el riesgo de mayores desórdenes, que hubieran también estorbado
a Roma en su lucha contra Mitrídates. Pero las
pruebas de que disponemos son tan magras que no
puede ofrecerse con confianza conjetura alguna sobre la evolución de las facciones de ese momento.
Sulpicio expulsó por la fuerza a' los cónsules del
foro y luego hizo promulgar leyes para redistribuir
a los nuevos ciudadanos y para otorgar el mando
en el oriente a Mario. Sila se había retirado a su
campamento en Capua. Allí dejó que se pensara
que si se enviaba al oriente a Mario y no a él, se
utilizaría un ejército diferente, y que sus hombres
perderían los ricos botines que, por experiencia,
sabían que podían esperar de su habilidad y su
largueza. Clamaron éstos entonces para que mar“chara sobre Roma y, aunque abandonado por “todos sus oficiales, salvo uno, que desaprobaron un
golpe tan sin precedentes, así lo hizo. Mario y Sulpicio estaban sin defensa; Sila ocunó la ciudad,
anuló las leyes de Sulpicio y proscribió a sus príncipales enemigos, Sulpicio fue perseguido y muerto; Mario escapó.
Sila contaba con un argumento. No había forma
de sostener que las leyes de Sulpicio, impuestas a
la fuerza, representaran la verdadera voluntad del
pueblo y eran, por cierto, contrarias a la voluntad
del Senado. Sila le salió al encuentro con una fuerza aún -mayor, Pero fatalmente había hecho evidente. que el Estado estaba a la merced de un general decidido con un ejército cuya fidelidad se
basaba, simpiemente en la esperanza de obtener
ganancias. Esta fue una nueva etapa en el proceso
de la revolución. Ya durante la guerra social Sila
154
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascia
E e ei
se había ganado el afecto de sus tropas disminu-
yendo la disciplina y permitiéndoles el saqueo de
una ciudad rebelde, A lo largo de toda su carrera
no descuidó nunca asegurarse el afecto de sus soldados. Iban a recibir enormes recompensas en el
este y, por último, asignaciones de tierras en Ttalia; Salustio afirmó que para asegurarse su lealtad,
les permitió, contrariamente a la vieja costumbre,
liberalidades excesivas (Catilina, 11). El mejor discípulo de Sila fue César, quien aplicó la lección
con objetivos muy distintos.
Sila fue y siguió siendo siempre un optimus devoto de la supremacía del Senado. En el 88 promulgó apresuradamente nuevas salvaguardias constitucionales para su poder, de tan breve vida que
no es necesario que las consideremos. Partió luego
hacia el este, donde en pocos años derrotó a Mitrídades y restauró el poder romano, Entretanto, un
enemigo, Lucio Cornelio Cinna, había vuelto como
cónsul para el período del 87, y no demorá en resucitar los planes de Sulpicio. El Senado resistió y
el foro se anegó de sangre: Cinna se apoyó en los
nuevos ciudadanos, los optimates de la muchedumbre urbana, todavía apegada a las grandes casas.
Cinna se vio obligado a huir y el Senado lo privó
de su cargo. Ésta era otra innovación constitucional y, apelando al sobrante de las tropas en Campaniá, Cinna, con razón, la consideró una violación
de la soberanía popular; no correspondía al Senado quitar lo que el pueblo había dado. Lo que es
más importante aún, pudo apelar a los recursos de
las ciudades a las que recientemente se había concedido la ciudadanía. Mario se le unió y pudo movilizar fuerzas que virtualmente hicieran perecer
de hambre a Roma. Los vencedores penetraron en
la ciudad y proscribieron a los principales senado-res; se condenó a muerte a algunos de: los hom:
bres más eminentes de Roma. Mario - recibió el
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pulsión, eran o la esperanza de la ganancia o la
lealtad personal, lo más natural era que se unieraa
al comandante con mayores probabilidades de vencer (no habría recompensas para el conquistado)
o empuñar las armas en nombre de sus patrones.
Las victorias de Sila en el este le habían dado un
prestigio inicial, pronto enaltecido por nuevos
triunfos, mientras que la mayor parte de los sobre' E
mando en el este, pero murió antes de que pudiera e
asumir su cargo, .
Durante los años 86-84, Cinna y sus amigos con- *
trolaron a Italia. Habían profesado sentimientos
populares, pero, una vez en el poder, concedieron f
; muy escasa atención a los derechos del pueblo.
Habían abrazado la causa de los nuevos ciudadahee
j a = pero ma E TA q vivientes de la nobleza, algunos de los cuales no
| he E a funti > Pp — 1 q E tenían otro remedio que fingir la aceptación
del
re Mayan dado pasos etectivos para incuir a los ita- if cobierno de
quieres habían asesinado a sus ami| tanos” ón las: listas de- electores. No tenian palíes g0s y parientes,
se apresuraron a ponerse de su la; ni principio alguno. La crisis: de crédito habíase £ do. En Picenum,
Gneo Pompeyo (106-48) reunió
y agravado; las pérdidas en el Asia habían hecho 1 tres legiones para
Sila; había heredado grandes
; quebrar incluso a los en El tesoro estaba El posesiones y numerosos
clientes de su padre, cónhi vacío, era necesario disminuir las deudas públicas “| sul enel 89. A
menudo las actitudes de los gobier| y privadas en tres cuartos. Pero no se les ocurrió íf nos locales
debieron determinar quién luchaba por
a los partidarios de Mario buscar la alianza de los “| quién; rechútaban
soldados para uno u otro bando.
muchos que debieron de haberse arminado en la
lucha, o de la clase, mucho más abundante, de los
: que venían sufriendo necesidades desde antes, mediante muevas medidas de colonización.
En el invierno de los años 83-82, Sila controlaba +
extensas partes de Italia y tenía tantas posibilidades como sus enemigos de “reunir tropas mediante
la amistad, el miedo, el dinero y las promesas”
Li y T T - . .
! . En el 53 regresó Sila decidido a vengarse. Te- (Apiano, Guerras
civiles I, 86). Otro verano de
¡ nía un ejército bien adiestrado aunque pequeño, cruentas luchas acabó
con la guerra. Se trataba mecon sólo cinco legiones. En el comienzo sus ene- ramente de una disputa
por el poder: no había en
|
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migos lo superaban ampliamente en número. Pero juego cuestión alguna.
Pero hizo de Sila el amo del
muchas de sus tropas no se sentían inclinadas a la Estado, v utilizó su
poder para reconstruir el sisteguerra. Cinna había sido ya muerto por los solda- ma político de acuerdo
con los intereses de la olidos a los que había intentado llevar al este, anti- garquía.
cipándose a Sila en una ofensiva: Sus sucesores eran de Tala nenibiado al
-mikmo ditador La añ
Mesmpeents y no tenían causa a la que apelar; bigua dictadura de seis
meses de duración hacía
Sila no tardó en poner en claro que no era su in- tiempo que había ya
caído en desuso y Sila no a
| tención privar a los nuevos ciudadanos de sus de- resucitó. Se hizo
dictador sin límite de tiempo y
| techos, pao a algunos, especialmente en Etru- —. con poder legislativo,
aunque prefirió que el pueblo
ria, Samnio y Lucania, no confiaron en sus pro- ratificara sus leyes. Los
hombres hablaron postemesas, los partidarios de Mario no pudieron ya riormente de su regnum o
tiranía. En todo, salvo en i
Coon mudo La dm ta came el nombre, fue en verdad un rey. Pero no había
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casi inmediatamente: cuando los únicos motivos gal. 2: i E Aa
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los soldados para la MERA ASE de 16 BES co udocibades de que fundara una
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hijo era un niño. Probablemente no se le ocurrió establecer alguna otra clase de monarquía. Cuando
hubo finalizado su tarea, se retiró; viejo y cansado,
deseaba solaz sensual. A principios del 78 murió
repentinamente. Había estado libre del temor de sus
enemigos, pues había matado a todos los que contaban. |
Mario y Cinna habían ejecutado a unos pocos
“de sus principales opositores; el primer paso de Sila
como dictador fue proscribir sistemáticamente a más
de 2.000 hombres de nota que habían dado algún
apoyo a los partidarios de Mario en la guerra. Las
víctimas provenían de todas partes de Italia, y sus
partidarios locales podían con frecuencia cobrarse
rencores privados; algunos fueron muertos primero
y condenados después. A los hijos de los proscriptos
se les impedía ocupar cargos públicos y se confiscaban sus propiedades. Las comunidades que habían intervenido en favor de los vencidos sufrieron
la confiscación de tierras y a los habitantes de algunas de ellas se los privó de la ciudadanía. Sammnio,
donde la oposición había sido más fuerte, fue reducida a ruinas, Sila no cumplió la promesa de observar los derechos de los nuevos ciudadanos, pues no
se hizo censo alguno hasta el 69, y muchos probablemente quedaron sin registrar en las tribus y las
centurias.
El objetivo de Sila no era solamente castigar a
sus enemigos, sino, además, recompensar a sus amigos. Al confiscar la propiedad de los proscriptos
y las de los que habían muerto luchando contra él,
acrecentó vastamente el dominio público. Muchos
partidarios de Mario habían sido grandes propietaríos. A los partidarios de Sila se les permitió adquirir gran parte de esta propiedad a precios mínimos;
a decir verdad, años más tarde muchos no habían
pagade un solo céntimo. Por supuesto, Sila fue el que
más se benefició de todos. Además de tierras, sus ad- - fi
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158 ú Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciaflle gmail.com)
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quisiciones incluían esclavos pudo incluso liberar
a más de 10.000. También se otorgaron asignaciones
de terrenos a sus soldados, que llegaban a 120.000
según Apiano, y a 80.000 según estimaciones más
modestas y realistas. Estas distribuciones de tierras
deben de haber sido comparables a las realizadas
por los Gracos, y se ha afirmado que Sila hizo
tanto como habían hecho ellos por la restauración
del campesinado. Esto es un engaño. Sila deseaba
ubicar a sus hombres en colonias en las que pudierán mantenerse juntos varios millares de soldados
con el-objeto de poder movilizarlos rápidamente
en caso de que su régimen se viera amenazado.
Para esto no era necesario confiscar tantas grandes
propiedades; se encontraban esparcidas por toda
la Italia y se repartieron entre sus principales partidarios. Para concentrar a sus colonizadores en terrenos contiguos, tomó extensiones enteras de terrenos pertenecientes a comunidades fundadas por
Mario, expulsando a “las plebes inocentes” ( Salustio, Discurso de Lépido, 12); los colonos vivían
generalmente junto a los pequeños labradores a
los que habían desalojado, con sentimientos de odio
TECIPTOCO.
Como los colonos graquianos, los veteranos de
Sila con no poca frecuencia fracasaban en sus
intentos. La probable explicación se clarificará más
adelante (págs. 188 y sigs.). No era porque fueran
de origen urbano o porque el prolongado servicio
militar les hubiera hecho perder el gusto y la capacidad para la labranza. Su número indica que tres
de cada cuatro deben de haberse sumado a su partido después de regresar a Italia, y ninguno fue
reclutado en Roma, donde entró sólo en el 82. No.
cabe duda de que muchos habían servido en campañas anteriores, pero no habían estado continuamente con las legiones durante años... :
- El proyecto constitucional de Sila era atrinche5159
ta.
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Equites por igual.
La plebe no tenía poder alguno a no ser que
pudieran hallar a un jefe entre los magistrados,
generalmente, los tribunos, Sila limitó el veto tribunicio (no sabemos exactamente cómo) y privó
a los tribunos del derecho de propiciar leyes, en
todo caso sin que mediara la sanción previa del
Senado. Además, ningún ex tribuno podía aspirar
a otro cargo. Los hombres de talento y ambición
dif.cilmente renunciarían a la posibilidad de ocúpar cargos de relevancia en el Estado. No habría
ya nuevos Gracos ni segundos Sulpicios. Era improbable que los tribunos de bajo rango se enfrentaran con los otros magistrados en defensa 'de los
individuos oprimidos, y el sistema de Sila se consideró un ataque a la libertad y la seguridad del
ciudadano común. A Sila le pareció entonces adecuado atacar además los intereses materiales de los
pobres. Abolió la distribución de granos y deió que
el proletariado urbano recurriera a las grandes casas como único alivio de sus miserias. Los efectos
de esta medida recayeron en la nobleza, que después de Sila va no pudo contar tanto con el apoyo
de las multitudes urbanas. —”
Probablemente a Sila no se le había ocurrido
que los más altos magistrados podrían resultar peligrosos para el Senado. No se había presentado
ningún caso en el que ambos cónsules hubieran
“rechazado su autoridad y, si uno de ellos lo hubiera hecho, el otro probablemente lo habría contrarrestado, Cada uno de los ocho pretores y los dos
cónsules tomaba normalmente una de las provincias después de pasar un año en Roma y la gobernaba por doce meses. En España, la Galia Transalpina, la Galia Cisalpina, Macedonia y el Asia
Menor había -guamiciones más o menos permanentes, pero eran demasiado pequeñas para «dep
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rar la autoridad del Senado contra la plebe y los *
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Descargado por Sofia Casciana (sofiacascia a
sentar una amenaza frente al gobierno central, aún
si el gobemador se mantenía en el mando durante
más de un año y tuviera tiempo para ganar apoyo.
Es difícil en verdad creer que Sila pudiera suponer
que los mandatos no se extenderían por más de un
año —tales lapsos eran comunes en la práctica— o
aún que no se presentarían nunca casos de emergencia en los que fuera necesario concentrar fuerzas más abundantes al mando de un general de
excepcional habilidad durante varios años. La experiencia iba a mostrar que sólo en tales circunstancias estaba el Senado expuesto a la presión ejercida por un hombre ambicioso que pudiera contar
con la fidelidad de sus tropas, y aún en ese caso
no había peligro de que no pudiera contarse con
el apoyo de optimates como Quinto Metelo Pío (en
España desde el 79 al 71) y Lucio Licinio Lúculo
(en el Oriente desde el 74 al 66). Puede que Sila
haya pensado que no había peligro de que nadie
volviera a comportarse como él lo había hecho en
el 88 o el 83, o Cinna en el 87; las condiciones revolucionarias de esos tiempos no nodrían repetirse
nunca, En verdad, no habría tenido sino un único
modo efectivo de obviar ese riesgo, si hubiera sido
capaz de concebirlo: lograr que las tropas se apegaran al gobierno y no al general, haciendo que
el Estado les pagara una prima regular al retirarse.
Esta fue la medida adoptada por Augusto, pero
resultó costosa; tuvo que imponer tasas sobre la
herencia a los italianos ricos para poder sufragar
los gastos. Si la clase gobernante de la República
hubiera estado preparada para pagar por su “libertad”, podrían haberla preservado; en cambio, tuvieron que contribuir al costo de un sistema en el
cual la libertad se perdía. De cualquier modo, Sila
no consideró las recompensas tan pródigamente
concedidas a sus soldados como un precedente, pues
narios podían ser aún dejados en la miseri
o re
A los Equites se los privó de sus derechos judiciales, pero no (como se lo sostuvo algunas veces)
de sus contratos para cobrar tasas. Como Druso
lo había advertido, había que ampliar al Senado
para integrar las cortes. Sila reclutó a “lo mejor
de entre los Equites” para fortalecerlo con un núméro de quinientos o seiscientos; el enrolamiento
automático de veinte cuestores anuales a la edad
de treinta años o más, debía mantenerlo en ese
número. Tanto los nuevos miembros propuestos por
Sila, como los cuestores, se elegían. En este aspecto,
no modificó significativamente los derechos del
pueblo, ni siquiera se anularon las leyes de la baJota. El Senado se convirtió en un cuerpo menos
exclusivo. Pero los cargos más altos siguieron siendo pocos, en general fueron privilegio de la nobleza, que era poseedora de la mayor riqueza y del
patronazgo, y los que se habían elevado a ellos
eran los que dominaban el Senado.
Sila creó una o dos nuevas cortes permanentes
para juzgar en lo criminal y revisó todas las leyes
penales. En su obra, absurdamente sobrevalorada
por algunos estudiosos modernos, no aparecen principios originales de importancia.
Cicerón reconoció que la causa de Sila, en comparación con -la de Mario, había sido honorable,
pero, según su opinión, fue seguida de una victoria
poco honrosa. Una vez muerto, Sila no recibió muchos elogios. Había sido un tirano, “un señor del
lujo, la avaricia y la crueldad”, y el tiempo de su obierno había sido calamitoso. Quizás a Cicerón
lo ofendía tanto su ignorancia de los derechos de
propiedad como su falta de humanidad. Pero el
suyo fue el veredicto universal de la Antiguedad.
Los antiguos juzgaron a Sila de acuerdo con normas morales y lo condenaron: los modernos se
muestran más amables, pues son más proclives al
magnificar el triunfo. No obstante, Sila logró muy
162 : - Descargado por Sofia Casciana (sofiacasci Er
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poco más que acrecentar la miseria humana. Su
sistema no tardó en desmoronarse; fue duro para
los Equites, la multitud urbana, los desposeídos y
los nuevos ciudadanos y no logró recompensar a
los soldados. Lo que perduró es la memoria de su
ejemplo y sus métodos. En el 49 Cicerón describe
a los pompeyanos como gentes que al pensar en las
proscripciones y las confiscaciones se dicen: “Sila
lo hizo; ¿por qué no yo?” En el 63 Catilina había
concebido los mismos pensamientos. Durante los
siguientes treinta años Italia temió la aparición de
un nuevo Sila. Al marchar sobre Roma y proclamarse dictador, César siguió los precedentes asentados por Sila, pero se ganó la opinión pública
por el prudente resquemor que la conducta de Sila
le ocasionaba.
-
VI
LA CAÍDA DE LA REPÚBLICA, 78-27
La buena voluntad de los gobernados
Fee de hambre si no la alimenta
a buena conducta de los gobernantes.
= Lord Halifax Conocemos mejor la historia romana desde el 65 *
al 40 aproximadamente, que la de ninguna época
anterior. El material documental no es copioso, pero
“| contamos ahora con abundantes escritos contemporáneos. De Salustio ya se ha dicho lo bastante (págs
114 y sigs.). Los comentarios sobre la guerra de las
Galias y las guerras civiles de César (10044) y sus
continuadores poco se relacionan con nuestro tema,
pero las obras de Cicerón (10643), sus discursos,
sus cartas y también sus tratados sobre retórica y
filosofía, que contienen muchas alusiones históricas, tienen un inmenso valor, aunque nos dicen
muy poco acerca de las condiciones y los deseos
de las clases más bajas. La correspondencia de Cicerón consiste en parte de cartas intercambiadas
con sus contemporáneos más eminentes, pero las
revelaciones íntimas de su pensamiento cotidiano,
en las que no hay ningún intento de ocultar la verdad, se encuentran especialmente cuando escribe
migo ecuestre de toda la vida, Ático, quien
o Ma en los más altos círculos aunque mantuvo
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Descargado por Sofia Casciana (sofiacascian
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en
sos 06 otra cuestión. Algunos fueron pronunciados
para clientes privados, y rara vez podemos estar
seguros (como podemos estarlo en ocasión de su
defensa de Sestio) de que exprese su propio punto de vista. Aún sus discursos políticos no son siempre sinceros. En ambos hay distorsiones y omisiones para adecuarse al caso en cuestión. Sus opiniones genuinas aparecen en sus tratados retóricos y
también en sus cartas.
Hasta el 65 aproximadamente, los documentos de
que disponemos son escasos y aun después los claros en el testimonio contemporáneo son considerables y deian muchos problemas por resolver. Como
las grandes historias de Salustio, Polión (cónsul
en el 40) y Livio se han perdido, la narración continua de los hechos se apoya todavía en crónicas
posteriores cuyas fuentes se desconocen. Casio
Dio, quien tuvo un alto cargo público a principios del siglo m d.C., es el que brinda un mejor
marco de referencia a partir del 67; intentó ir más
allá de la superficie de los acontecimientos, pero
no siempre comprendió la escena de la República.
Apiano y Plutarco siguen teniendo importancia. La
historia de los acontecimientos del primero desde
la muerte de César hasta el 35, es la más acabada
con que contamos, y los pormenores encuentran
con frecuencia su confirmación en Cicerón; probablemente utilizó a Polión como fuente. Las vidas
de César y Augusto, de Suetonio, escritas a principios del siglo m1, mezclan anécdotas dudosas con
material valioso. Hay, por supuesto, otros datos esparcidos aquí y allí, Varrón (116-27) nos brinda
un cuadro de las grandes posesiones en su obra
sobre economía rural. í
- Apenas había muerto Sila, cuando el desconten-, a
to estalló con violencia. En Etruria los campesinos il
desposeídos atacaron a los colonos. Bajo el pre. El
166
olítica una prudente neutralidad. Sus discurDescargado por Sofia Casciana (soliacascl a
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pida
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texto de restaurar el orden, el cónsul del 78, Marco
Emiliano Lépido, reclutó un ejército formidable
y exigió la reinstitución de la distribución de granos (que se concedió temporalmente), la restauración del poder tribunicio, la restitución a las comunidades italianas de los derechos de ciudadanía
que Sila había eliminado (lo que se efectuó a través de las cortes) y, sobre todo, una nueva distribución de las tierras. Lépido sostuvo que a los veteranos se los había engañado con “bosques y marjales” (quizá fuera cierto en parte), que las mejores tierras habían ido a parar a manos de unos pocos
favoritos de Sila y que con una mejor distribución,
todos podían quedar satisfechos, los soldados de
Sila como los desposeídos. Su reputación pasada
no carecía de máculas y su capacidad era limitada;
no obstante un sistema que había dejado a todos
llenos de rencor era tan vulnerable que pudo llevar a una rebelión que sólo se reprimió con dificultad en el 77. Aparentemente los veteranos no
confiaron en él, y recurrieron al Senado, tal como
Sila lo había esperado.
En su derrota desempeñó un panel esencial el
joven Pompeyo, nuevamente llamado para convocar y dirigir un ejército, aunque no ocupara ningún cargo público. Entonces y durante los diez
años siguientes, el Senado sufrió la desventaja de
carecer de talentos; casi todos sus miembros experimentados y sin duda muchos jóvenes que constituían una promesa, habían perecido en las guerras civiles y las proscripciones. En España, un brillante oficial, Quinto Sertorio, había ya conducido
una rebelión con la participación casi exclusiva de
nativos, quienes sin duda pretendían sacudirse el
yugo de Roma; desde el 79, Quinto Metelo trátaba
de sofocarla sin mucho éxito. Entonces los restos
del ejército de Lépido, mos 20.000 hombres engrosaron las fuerzas de Sertorio. Era necesario reOT
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forzar a Meteló y el Senado no tuvo otra alternativa que enviar a Pompeyo. Por tercera vez se le “
confiaba un mandato extraordinario, Él y Metelo
lograron reducir a España sólo en el 71.
Las notables hazañas de Pompeyo le inspiraron
una inusitada ambición que iba a ser fatal para la
República. Tenía el don de la organización. Nunca
se hallaba verdaderamente satisfecho, salvo que estuviera activo como general y administrador, sirviendo a la vez al Estado y acumulando patronazgo, beneficios v poder; perseguía una sucesión de
altos mandatos. Esto les negaba oportunidades a sus
pares y le provocó conflictos con los oligarcas que
ansiaban la igualdad dentro de los límites de su
propia clase. Surgió también la sospecha de que
aspiraba al poder autocrático que Sila había sustentado. Esto no se justificaba, aunque Pompeyo E
se pensara con derecho a ser reconocido como el
hombre número uno de Roma, y si bien probablemente deseara sobre todo este reconocimiento por
parte de su propia clase —la nobleza—, amaba el
aplauso y cortejó la popularidad: estaba dispuesto
a recibir del pueblo lo que el Senado no quería
:
El
4
E
concederle de buen grado. Por tanto, no fue leal !
a los optimates, que temían su mal disimulada am- 1
|
bición, su violento pasado y sus inescrupulosas maniobras políticas. La hendedura que se abrió entre
él y el Senado lo condujo en el 70 a subvertir el
sistema de Sila, v en-el 59 a promover la carrera
de César, quien iba a destruirlo. Si no hubiera sido
por la amistad de Pompeyo, César no habría teni- 6:
do nunca la ovortunidad de-conquistar Galia; y si
no hubiera sido por su posterior enemistad, no habría tenido pretexto alguno para convertirse en amo úl
del Estado. La lucha en esos años no se redujo a España. A
¡Sin mencionar las campañas. en la frontera de a
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cedonia, en el 74 estalló en el este una granDescargado por Sofia Casciana (sofiacasciana
ra, Una vez más contra Mitrídates, y hasta el 62
se mantuvieron grandes fuerzas. En el 73 una re- .
belión de esclavos conducida por Espartaco en Italia, adquirió tales proporciones que en el 71 fueron
necesarias diez legiones para sofocarla. Probablemente casi 200,000 italianos, más de uno de cada
seis nacidos libres de sexo masculino, estaban bajo
las armas en las varias campañas emprendidas por
ese tiempo.
Espartaco no condujo un movimiento de protesta
contra la esciavitud, y menos aún un levantamiento de todo el proletariado. Pocos hombres libres
colaborarían con los esclavos. Al parecer, la mayor
parte de sus seguidores provenían de los pueblos
allende los Alpes, sencillamente querían escapar
y recobrar la libertad en su patria. Pero la oportunidad del pillaje los distrajo fácilmente y no tuvieron otra alternativa que abastecerse en el lugar:
Puede que su número haya llegado a los 150.000
hombres. Sus actos de devastación se extendieron
desde la Galia Cisalnina hasta el extremo'sur. La
mayor parte murió luchando” o fue ejecutada una
vez capturada; probablemente algunos se refugiaron en las colinas. Desde luego sus propietarios
sufrieron una severa pérdida económica. Hasta que
se los pudiera reemplazar, la demanda de trabajadores libres debió de aumentar. Pero es natural
que quienes más sufrieron fueran los pequeños labriegos, pues no tenían reservas que les permitieran aguantar hasta mejores tiempos cuando saquea- ban sus graneros, destruían sus cosechas y árboles
y quemaban sus casas. Además, muchos debieron
incorporarse alas legiones.
Con los levantamientos de Lépido y ¡Espartaco
volvieron a surgir en una escala menor las miserias
provocadas por las guerras civiles, que se repiticlos años 43-40. En el 66 Cicerón podía
recordar a-los italianos que “cuando las fuerzas
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hostiles están cerca, aun cuando no hayan hecho
todavía ninguna incursión concreta, los rebaños se
abandonan, el cultivo de la tierra se descuida y
los barcos mercantes quedan solos en los puertos”
(En pro de la Ley Manilia, 15). Los mismos ejércitos romanos provocaron grandes daños. Cicerón
sostenía que en el extranjero arruinaban tantas ciudades aliadas en las que se encontraban acuartelados durante el invierno, como destruían ciudades enemigas, y para verificarlo apelaba a los recuerdos de sus marchas por Italia. El jurista Labeón, probablemente pensando en las guerras de
la década del 40, planteó el caso de un arrendatarío que huyó a la mera aproximación de los soldados, quienes ocuparon su casa y quitaron los
marcos de las ventanas, etcétera, probablemente
con el objeto .de conseguir leña. ¿Era responsabilidad del propietario o del arrendatario? En el 43,
Décimo Bruto, que estaba por iniciar un sitio en
Módena (Mutina), mató y saló todo el ganado
para hacer provisión de came, y Antonio, que venía de Brindisi para atacarlo, vació graneros y
mató rebaños en route. Por una vez, Sila y César,
con éxito parcial, intentaron frenar a sus hombres,
pero tales incidentes u otros peores aún debieron
de ser corrientes toda vez que Italia era escena
de operaciones militares. :
La violencia era ahora endémica. La década de
la guerra civil había habituado a los hombres a
ella. La expropiación forzosa era más común. Era
posible que aun un hombre poderoso encontrara
a sus esclavos muertos y su propiedad ocupada
por pandillas armadas por un vecino. En el 73
se introdujo un nuevo y más severo procedimiento por el que la pena que correspondía a, tales 1
ataques era el pago cuádruple de lo destruido, Por El
ese tiempo quizá también se concibieron otros remedios contra la fuerza o el terrorismo, Puede du- El
170
Descargado por Sofia Casciana (soliacascianl
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darse de cuánta haya sido su eficacia, en especial
en salvaguardia de los pobres. Los pequeños labriegos eran obviamente más vulnerables a la
violencia practicada por los vecinos influyentes,
dueños de numerosos esclavos, y tenían “menos
oportunidad de encontrar un pronto auxilio en los
tribunales, si es que en realidad tenían alguno.
Muy difícilmente hubieran podido contar con los
servicios de un Cicerón como abogado.! Un método para. acrecentar la propiedad era simplemente
derribar las señales de limitación de los terrenos;
la práctica estaba, por supuesto, prohibida pero
persistió, we
El peligro amenazaba también la vida y la libertad de los hombres. Un siglo más tarde se
consideró una peculiaridad de los tiempos de Cicerón el hecho de que los caballeros no viajaran
fuera de Roma sin una escolta armada. Abundaban
los salteadores de caminos que se apoderaban del
viajero indefenso y lo vendían como esclavo. si no
lo robaban y lo mataban simplemente. Muchos
eran quizá personas arruinadas por las guerras o
que habían desertado de las bandas de Espartaco
0, más tarde. de Catilina. Los que secuestraban
podían descubrirse de pronto en las prisiones (ergastula), en las que los grandes señores mantenian encadenados a sus esclavos; era muv escasa
la oportunidad que tenían de salir de esas remotas
fortalezas rurales para vindicar su libertad frente
a una corte. Es posible que muchos canturados en
el curso de las guerras sociales y civiles hayan
llevado una prolongada vida de desdicha en esas
prisiones. Existía por cierto.una ley penal, probablemente de este período, contra el secuestro, y un proceso civil por el que se podía exigir la li1 Sus discméos exrpro: de Cetina: $ Tulió:progusóa ahun:
dentes Dnebar EA cina y Tulio procure a
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- para acusar a antiguos magistrados ante las centu-. “E
beración de un hombre libre ilegalmente demorado; pero, ¿cómo podrían los amigos de ese hombre conocer su paradero? Las numerosas alusiones
legales, una de las cuales data del 204, a “un hombre libre mantenido en buena fe como esclavb”
sugieren que los hombres libres eran a memudo
comprados por quien no conocía su condición (o
se cuidaba de no hacer preguntas indiscretas). El
bandolerismo era más frecuente en las tierras de
pastoreo y en los bosques montañosos. En el 60,
el Senado designó estas tierras como la provincia
en la que los cónsules del 59 debían restaurar el
orden. La intención era privar a César, cuya elección era segura; de un alto mandato. Pero había
una verdadera necesidad de adoptar medidas especiales, y en el 36 Augusto designó a un hombre
de rango consular para llevar a cabo la tarea que
César, comprensiblemente, había desdeñado.
Estas condiciones hacían difícil la defensa del
punto de vista de los oligarcas, según el cual debía “
preservarse el sistema de Sila en interés del orden
(otium). Sus opositores podían replicar que el orden de Sila era en todo caso equivalente a la “servidumbre” y que la libertad de los ciudadanos
dependía de la restauración del poder tribunicio.
Alegaban que en el campo los ciudadanos no estaban a salvo de ser sometidos a castigos e incluso
ejecutados por los magistrados (Salustio, Discurso
de Macer, 2% y sigs.). En la ciudad los tribunos
podían todavía intervenir en defensa de un individuo que estuviera sufriendo. una injusticia, pero
su mandamiento no tenía peso más allá de esos
límites, y puede que Sila haya anulado su poder
y
evi ui ins
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Tias, quizá la única restricción. eficaz contra la desconsideración de los derechos de los ciudadanos EE
fuera de Roma. Enel 78 comenzó una a —: da
para repeler la legisfaCión Tesi Sabre” EN pa:
d Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciana
el
5
tribunicio, y en el 75 a un cónsul, Cayo Aurelio
Cotta, le -pareció prudente promulgar una ley por
la que los tribuños podían aspirar nuevamente a
otros cargos más elevados; esto no les dio más poder y meramente intensificó la agitación, pues
hombres más ambiciosos estaban ahora dispuestos
a asumir el cargo de tribuno. Pero el tribunado'
había obtenido su poder como resultado de las
“secesiones” o las huelgas militares; ahora las masas estaban demasiado dispersas y desorganizadas
como para ejercer una presión abrumadora. El instrumento popular eficaz era el ejército.
Pompeyo volvió en el 71 y decidió no desbandar sus fuerzas hasta triunfar a fines de año, El
privilegio que buscaba para sí, esto es, ser electo
cónsul sin contar con edad suficiente para ello ni
haber ocupado cargo alguno que lo capacitara, no
podría haber sido denegado de cualquier forma;
pero amenazó a la oligarquía con otras exigencias,
Aprobó abiertamente la restauración de los viejos
derechos tribunicios y prorrumpió en invectivas
contra los malos gobiernos en las provincias y la
corrupción en las cortes senatoriales. Estaba quizá
disgustado con el Senado por haberle éste dado,
recursos inadecuados en España, y parece, por lo
demás, que fue siempre partidario de los gobiernos eficaces cuando éstos no entraban en conflicto
con sus intereses personales. La eficacia había estado desdichadamente ausente en los últimos pocos años, y no era probable que la influencia de
Pompeyo aumentara si se mostraba partidario de
las reformas populares. La venalidad de muchos
jurados senatoriales había despertado. general indignación; un importante optimus pudo decir que
si no hubiera sido por esto, no habría habido tanta
presión para que se restaurara el poder tribunicio;
¡gtambién origen a la exigencia de que se desig- censores para purgar al Senado, aunque la
Ea
de los censores no era habitualmente una institución popular, Aun las masas mostraban ocasionalmente cierto interés por la justicia y los buenos
gobiernos. :
La historia del primer consulado de Pompeyo
y de los pocos años siguientes está mal documentada y muchos detalles permanecen en el misterio.
Su colega fue Marco Licinio Craso. Vástago de una
gran casa noble, Craso había aplastado la rebelión
de esclavos; las subastas de los tiempos de Sila le
habían permitido amasar una fortuna que superaba a la de cúalquier otro romano hasta que los
botines de las conquistas enriquecieron más todavía a Pompeyo y César. Era experto en intrigas
y consagró su carrera en gran parte.a frustar aPompeyo, a menudo fingiendo colaborar con él.
Juntos promulgaron una ley que suprimía las limitaciones que había impuesto Sila al poder de
los tribunos. Se eligieron censores y se eliminaron
64 hombres de la lista de senadores; también llevaron a cabo el primer censo tolerablemente completo desde el 90 y, por fin, concedieron a muchos
de los nuevos ciudadanos, derechos efectivos. Luego Pompeyo y Craso disputaron abiertamente y
no pudieron hacer nada más. Aurelio, un pretor,
fue el que debió revisar la composición de las cortes algo más avanzado el año.
Su ley preveía que estuvieran integrados por tres
paneles compuestos de senadores, Equites y tribuni aerarii respectivamente. El segundo panel se
componía claramente de los que tenían la distinción que conferían o arrebataban los censores, de
poseer un caballo a costa pública. Los tribunt derarií eran poseedores de un cargo, sinecura anticuada, y puede que hayan sido también designados E.
por los censores. Como Cicerón los clasifica también como miembros del orden ecuestre (Pro Fla- E
co, 4), parece que les hubiera correspondido «el
17 4 - 1 Descargado por Sofia Casciana (soliacascianf
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censo ecuestre; en un sentido amplio del término, los
Equites superaban en número a los senadores en
una proporción de dos a uno. Según conjeturo, estas calificaciones más bien artificiales para el servicio jurídico se preferían a una simple calificación
por propiedad alegando que la integridad de las
cortes podía mantenerse gracias al control moral
que podían ejercer los censores. De hecho, la corrupción siguió constituyendo un mal con las pro.porciones habituales. Lo que logró la ley fue terminar con la vieja lucha entre el Senado y los
Equites por ganar el control judicial. El Senado
* no tuvo oportunidad de rechazar la ley de Aurello, y muy pocos motivos para hacerlo; sabemos
cómo votaron los jurados de los diferentes paneles
en unos pocos juicios, y los votos no se clasificaban.
de acuerdo con la clase a la que pertenecían los
que los emitían. Por tanto, rara vez había conflicto ,
de intereses entre el Senado y los Equites. Fue
realista por parte de Cicerón instar a que las clases
actuaran en armonía.
Poco fue lo que las masas ganaron con estos
cambios, fuera del hecho de que los tribunos podían dispensarles ahora una mayor protección personal. Aun a los soldados se los privaba de recompensa. Probablemente en el 70, el tribuno Plotio
promovió una ley por la que los veteranos de la
“guerra sertoria debían recibir asignaciones de terrenos: aún en el 59 no se había cumplido. Hasta
después de volver del este en el 62, Pompeyo evidentemente no mostró aptitud alguna para llevar
.a cabo lo que debe de haber deseado. Tampoco
se reanudaron plenamente las distribuciones de.
grano. En el 75 había habido una “cruel” escasez.
Los cónsules habían sido asaltados por una multitud hambrienta en la principal vía pública” de
Roma, la Vía Sacra. Sus sucesores en el 73 ha- - sa
bían sido obligados a introducir distribuciones; :
aso
“+ probablemente al precio de los Gracos, pero res- —
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AUREA A
tringidas a 40.000 beneficiarios. Quedaron excluidos quizá cuatro quintos de los pobres nacidos
libres. Según ya lo dije (pág. 137), conjeturo que.
sólo los libres recibían el beneficiv.
Aún después del 70, pocos tribunos se manitestaron campeones de las masas. Salustio describe
al tribuno Licinio Macer en el 73, poniendo de
relieve su dificultad en conseguir los recursos de
la nobleza “solo, impotente, magistrado solamente
de nombre” (Discurso de Macer, 3). Desde .entonces, el tribunado había recobrado sus viejos derechos, pero los que lo ocupaban sin duda seguían
pensando en sus futuras perspectivas políticas, o
bien eran nobles, o bien dependían del respaldo
que éstos les prestaran. Los mismos tribunos populares dependían en su mayoría de grandes figuras como Pompeyo o César y eran sus instrumentos; sólo Clodio constituye un caso aparte.
Pero el populacho nada podía lograr sin contar
con un liderazgo.
'Las actividades de los piratas habían agravado
durante .años las aflicciones de Roma, Centrados
en Cilicia, habían equipado grandes flotas y, como Roma no tenía armada, controlaban los mares.
El Senado había adoptado medidas aisladas contra
ellos sin resultado alguno. No era seguro navegar,
salvo en invierno, justamente la estación en la que
los navegantes antiguos no se atrevían a abandonar
el puerto. El transporte de tropas y dinero corría
muchos riesgos, y aún más el-de granos, del que
dependía el pan del pueblo romano. Las depredaciones sé extendían a los puertos y al interior;
en Ostia, el puerto de Roma, se capturó o se incendió una flota y la Vía Apia fue invadida. En .:%
el, 67-el tribuno Aulo Gabinio propuso que se
invistiera a Pompeyo con poderes extraordinari
en toda Roma duratitectrest añoeby res! lediera €
Descargado por Sofia Casciana (sofiacascia
17 3
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udoct» hecho, todas las clases, debiera
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mando de numerosos barcos y hombres í ¡a |
truir a los piratas.-Su proyecto tuvo la. 6 decidida oposición del Senado, que sólo evitó.ser masacrado por una furiosa multitud mediante una
oportuna retirada. Las protestas acallaron la voz
de dos tribunos opositores: cuando uno de ellos
intentó interponer su veto, se lo amenazó con la
suerte de Octavio y se retiró. Cicerón iba a defender la medida de Gabinio alegando que no
iba a permitir que la voz y la voluntad de un único colega tuviera más peso que las de todo el
Estado” (Asconio, 72, C). La doctrina, que era
la de Tiberio Graco, no difería de la que él repudió por cierto más tarde y probablemente no la
aprobó nunca en el fondo de su corazón. En unos
pocos meses Pompeyo barrió los mares con una
eficacia incomparable. Una nueva ley tribunicia,
promulgada por Cayo Manilio en el 66, le confirió
el mando en la guerra oriental, que todavía se
prolongaba. Muy pocos optimates se opusieron a
ella. El poder de Pompeyo era ya tan vasto que
el nuevo cargo difícilmente pudo haberlo aumentado materialmente.
Hubo un enorme entusiasmo popular por la ley
gabinia. No debe atribuirse fundamentalmente a
la presión ejercida por las clases comerciales. Por
supuesto, el comercio padecía con la actividad de
los piratas, pero los comerciantes no tenian influen- des-
cia; Cicerón le da más importancia a los daños
sufridos por los publicanos. Pero la víctima principal era el bajo pueblo. Cuando el precio del
grano sé elevaba, moría de hambre. Pompeyo se
impuso como primera tarea despejar las mtas marinas hacia Cerdeña, Sicilia y el África, principales
fuentes de trigo para la capital. El mismo día de su designación, hubo un súbito descenso del. p
cio, que llegó a muy bajo nivel. _....: a
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2 e
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nes tan/ bijuriosas no sólo para los intereses materiales de Roma, sino también para su prestigio.
El Senado mismo había albergado ese deseo, aunque no había arbitrado los medios para llevarlo
a cabo; era convicto de incompetencia y, si alguna justificación hubiera sido necesaria para resucitar el poder tribunicio, ahora se contaba con
ella, pues. la iniciativa tribunicia promovió una
medida esencial que el Senado no había sabido
adoptar. La ley de Gabinio sobre piratería no fue
algo aislado; junto con su colega Cornelio, emprendió otras reformas que no habían contado con
el apoyo del Senado, Una de ellas, quizá, merece:
especial atención. Era costumbre de los pretores,
responsables de la jurisdicción civil, anunciar con
edictos al asumir su cargo las soluciones a las que
recurrirían. Al crear nuevas soluciones, ajustaban
continuamente la ley a las nuevas necesidades sociales. y económicas. Pero no se les exigía que
siguieran esos edictos al tomar decisiones concretas. De este modo la ley resultaba incierta e indebidas influencias podían torcer su curso. Cornelio prescribió que en el futuro los pretores no
debían desviarse de sus propios edictos.
Pero aunque -la legislación tribunicia del 67 se
topó con necesidades reales y aun urgentes, era:
natural que los optimates se resistieran a conferir
vastos poderes a Pompeyo, GCabinio fue su asociado
y más tarde obtuvo, gracias a él, el consulado del
58; la ambición de Pompeyo constituyó tanto o más
la fuerza motivante de su resolución como el interés del Estado. Retrospectivamente Salustid consideró que Pompeyo había restaurado los derechos
tribunicios sólo para facilitar su agigantamiento personal. Las fuerzas de que disponía lo volvían poten: cialmente amo del Estado. La Ley Manilia confirmaba el peligro. Por supuesto, no habría sido así
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cial en el deseo de acabar con depredacioDescargado por Sofia Casciana (sofiacascia ñ
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si los soldados hubieran estado más pegados al
República que a su general. Nadie en - sta :
Unidos habría tenido por qué temer que e apre
Eisenhower se apropiase del poder al regresar vic
torioso de Alemania.
Los acontecimientos iban a mostrar que Pompeyo
no tenía ambición de actuar como Sila a su regreso.
Moralmente, para asumir el poder absoluto, e
ra necesitado la provocación con que los - de.
rios de Mario desafiaron a Sila. Los que 10 € cían bien, quizá no abrigaran temor a que == a
a la tiranía, pero sus rivales no querían verlo _
quiera en un lugar de preeminencia. Craso, en pa S
cular, trató de asentar su propia influencia para trarrestar la de Pompeyo. En el 70 contaba con
plio apoyo en el Senado, y la presteza E Ne o.
día préstamos libres de interés le daba A í a A
fuerza. Intentaba ahora tener una ponulanicad |
grande y contaba con la ayuda de Cayo Julio César,
S hasta entonces distinguido sólo por su
extravagancia y sus deudas, su eme TES
tendida descendencia de los dioses | su familia,
verdad, no había sido demasiado ate po
su indudable parentesco con Mario y su dec - a
oposición a los optimaies. En el 64 intentó con nar como asesinos a los que habían a a los
proscriptos por Sila y en el 63 participó de [o
samiento de un viejo senador, Rabirio, quien ha tomado parte en el linchamiento de Saturnino. E
declaraba ferviente opositor al arbitrario te e
los ciudadanos. Su popularidad se sumó al e de.
masivo y obtuvo de ese modo en la elección de
el cargo de e Maximus, puesto supremo en
la religión del Estado.
odo Craso como César habían intentado ==
sir la ciudadanía 'a los pueblos del norte de —
principalmente los de allende el Po, a los que —se les habían: otorgado los derechos latinos en el
joven patricio
hubie- E
19 ——
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llegaban a deber una condición más elevada a Craso y César, su fidelidad podría cambiar de rumbo,
a El intento fue frustrado. César, por fin, les dio la
ciudadanía en el 49. Pompeyo estaba engrosando
enormemente los ingresos públicos ( pág. 63). Craso y César se propusieron hacer lo mismo anexando a Egipto, donde el título del rey regente era incierto: uno de sus predecesores (se decía) había conferido el reino a Roma, También en esto fracasaron
(65) y en el 59 Pompeyo, Craso y César iban a
promover el reconocimiento del rey a cambio de un
enorme soborno. Craso y César parecen también
haber instigado un proyecto de ley agraria promulgado por el tribuno Rulo en el 63. El plan consistía
en distribuir no sólo tierras públicas, sino también
las que pudieran adquirirse de quienes estuvieran
dispuestos a venderlas, sobre todo, con el nuevo
dinero que Pompevo estaba incorporando. El conocimiento que de él tenemos deriva por entero de
los discursos pronunciados por Cicerón, entonces
cónsul, que sin duda lo interpretan erradamente.
En su segundo discurso sobre la Ley Agraria (70),
desacredita algo dicho por Rilo, esto es, que “el
populacho urbano tenía demasiado poder en el Estado y tendría que ser drenado” como si se tratara
de “agua de pantoque”, comparación que, para su
fuero interno, le pareció adecuada (A Atico, TL 19,
4). Pero existen otros indicios de que los beneficiarios debían ser rústicos, incluidos. sin lugar a
dudas los que recientemente “habían perdido sus
tierras bajo presión económica y habían buscado
refugio en la ciudad. Además pudo haberse sabido,
o era fácil de prever, que Pompeyo exigiría asignaciones de terrenos para sus veteranos. Si el proyecto de Rulo se hubiera convertido en ley, Po
peyo habría regresadopera seria tea eseharena Me
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89 por una ley promulgada por el padre de Pom- :
peyo. Eso los convertía en clientes de Pompeyo; si “|
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naa DN UE
eat A a a
comisión de distribución de tierras (de la NA
biera estado excluido), ya en completo A. e
todas las tierras disponibles. Y aunque sin a a o
hubieran repartido tierras a los en q
to y el patrocinio habrían correspondido E - +
misionados, quizá sobre todo a Craso y y y
no a Pompeyo. Cicerón, que detestaba la =
ción agraria en general y que era, entre otras y.
un perro guardián autoasignado de TE. =
tró astutamente el plan, que no interesaba a los Te
hacía ya mucho que se domiciliaban en mo a
amenazó con un veto, y el proyecto fue =
do o derrotado. Pero la legislación agraria de
sar del 59 iba a seguir lineamientos similares.
Craso y César intentaron también ubicar a amigos en los puestos clave; esto no era lo que intentaban hacer todos los “os e.
yentes. Así, pues, apoyaron la aa e ka
Antonio y Lucio Sergio Catilina para el consula
del 63. :
Ambos eran figuras de dudosa reputación, E
pecialmente Catilina. Era conocido por haber sido
uno de los más sanguinarios agentes. de T > su
todo lo que se dice de él es cierto, había - e y
tonces cometido una serie de crímenes. Pero e T
vástago de una decaída casa patricia, E o
encanto personal, fascinaba a la juventu E T de Roma y había seguido una carrera potític is
todoxa culminada de la más aprobada E a
un pésimo gobierno en el África. Quizás + Pe 7 :
de Craso y César, cuyas intrigas desperta A
pechas, contribuyó más que las malas cu a
de Antonio y Catilina para que la nobleza TN"
dara a Cicerón, el hombre nuevo, que e _
apoyo de los Equites. A nesar de A. .—
ciones populares acerca de la exclusivida A
quica. no había nunca impugnado la autorida
1821
do y, una vez aceptado en la clase gobernante, e
a
Vera
E e uan:
TRE
182
podía contarse con que emplearía su influencia y *
su habilidad oratoria en su defensa, Eso fue lo que *
hizo, por ejemplo, al resistirse exitosamente al proyecto de Rulo y defender a Rabirio,
Ya en el 66, Cicerón, que pertenecía a una buena
familia ecuestre, había afirmado que todos los senadores, excepto unos pocos que buscaban el monopolio del poder, deseaban que los Equites estuvieran junto a ellos en dignidad o rango, y unirse
además con ellos en una entente política (Pro
Cluencio, 152). Siempre se mantuvo fiel a este ideal
de unidad entre las clases y, más tarde, lo amplió
para incluir en ella la clase propietaria de toda la
Italia. Sus lemas eran “la concordia de las clases”
y “el consenso de Italia”. Todos los buenos hombres
tenían de hecho interés en preservar el otium cum
dignitate, que puede parafrasearse como un estado
ordenado en el que los hombres se evaluaran de
acuerdo con el rango que ocupaban en una estructura social jerárquica. “A los buenos ciudadanos”,
observó en el 43 (Filípicas, XTII, 16), “los hace en
primer lugar la. naturaleza, pero la fortuna ayuda.
La seguridad del Estado contribuye a la ventaja
de todos los hombres buenos, pero beneficia más
claramente a los hombres de fortuna”. Podía referirse privadamente a “mi ejército de los ricos” (A
Ático, 1, 19, 4), a “aquellos que aumentaron su fortuna y acumularon riquezas gracias al favor de los
cielos” (Contra Catilina, TV, 19). Al pueblo común
lo despreciaba: “el desdichado populacho medio
muerto de hambre, que asiste a las reuniones masivas y succiona la sangre del tesoro” (A Ático, 1
16, 11). Por tanto, no encontraba valor alguno a
nada que suniera a democracia. Obietaba el voto
secreto, y sólo con repugnancia reconocía que la - 1
restauración del poder tribunicio había sido necesaria- para apaciguar al populacho. Las democra-. £
cias griegas habían sucumbido por causa de la “irre-
e Descargado por Sofia Casciana (sofiacas ol (Egmail.com)
frenada libertad y licencia de las asambleas”. A los
demagogos les era fácil agitar a los artesanos, ==
deros y toda esa especie de hez” (Pro Flaco, 1518); según su opinión, todas las ocupaciones manuales eran mezquinas y sórdidas, y los que las
practicaban, inaptos para participar de las decisiones políticas. Sólo para obtener la estabilidad había que concederle al pueblo un mínimo de libertad política que lo contentara. En la democracia
los hombres no se jerarquizaban de acuerdo con el
rango y se ignoraba el principio vital que _
la organización del centuriado romano, segin €
cual, “el mayor número no debe contar con el mayor poder” (República, I, 43; 11, 39, 57).
Esto era vital, pues la mayoría, dado que a
pobre, podría utilizar el poder para atacar los derechos de propiedad. De acuerdo con ideas que
Cicerón tomó del filósofo griego Panecio, el Estado
existía para mantener la justicia, esto es, para de
tar que un hombre dañe a otro (a-no ser que se lo
haya provocado) para que cada cual tenga asegurado el uso de lo que le pertenece, y para que todos por igual tengan uso de lo que debería gozarse en común, según parece, ¡el fuego, el agua
y los buenos consejos! (Oficios, 1, 52). Los hombres tenían el deber positivo de hacer dinero y
aunque se los insta a ser generosos, no debían ir
tan lejos como para dilapidar su patrimonio. El primer deber del estadista era asegurar que, por equidad de la ley y los tribunales, cada cual pudiera.
7
conservar lo suyo y que “mientras no se debería
arruinar a los débiles por causa de su baja condi- ción, la envidia no debía impedir que los ricos mantuvieran o recobraran lo que les pertenecía”. Cicerón ilustra estos preceptos con ejemplos de la historia romana para mostrar que siempre -hay-. que
condenar las redistribuciones de tierras y Jas cancelaciones de deudas ( ibid., II, 72-87).
TALES
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- tivos-del mismo. e
.—.. No cabe duda dé que Cicerón desarrolló sus puy
-— tos de vista de un módems MBeracO Peteórica
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0
En un manifiesto de credo político pronunciado *
en el 56 (Pro Sestio, 99 y sigs.), definió las bases *
del otium cum dignitate como la preservación de
los cultos y los auspicios, el poder de los magistrados y la autoridad del Senado, las leyes y las costumbres ancestrales, las cortes y el fuero (donde
las leyes recibían su apoyo), el crédito, las provin- -:
cias y los aliados, el prestigio del Imperio, la fuerza
militar de Roma y la solvencia del tesoro. Todo esto, en suma, se reducía al mantenimiento del statu
quo. Los cultos y los auspicios. tenían importancia, “4
como lo confiesa en otro lugar, porque podían manipularse para impedir medidas “sediciosas”, El crédito —el término latino fides, que significa también
“buena fe”, tiene una más bella resonancia moral—
era esencial para los derechos de propiedad; “nada
es tan eficaz para mantener unido al Estado” ( Oficios, TI, 84). Y en nombre del tesoro, del que los
grandes extraían sumas enormes, uno siempre podía £
oponerse a lá “prodigalidad” de tierras y granos, 5
aun cuando no significara abusar de los derechos
legales o tradicionales de los propietarios privados.
La lista omite un ideal al que Cicerón también
atribuía un.muy alto valor, esto es, la libertad, “que
consiste no en tener un amo justo, sino en no tenerlo en absoluto” ( República, TI, 43). Pero su concepto de libertad era el del senador de alta posición,
que exigía el derecho de formar y emitir su- juicio
independiente en las deliberaciones por las que se
decidía la política del Estado, no el del hombre común, al que normalmente habría negado la. participación en tales decisiones. Ésta era la libertad senatorial que Augusto iba a destruir, Ésa es la razón
por la cual tuvo que hacer matar a Cicerón antes
de llevar a cabo-la mayor parte de los otros obje22
Descargadó por Sofia Casciana (sofiacascial
que lo que hubieran querido o podido la mayor parte de los miembros de las clases superiores, pero
su teoría se corresponde tan bien con sus intereses
y, generalmente, con sus acciones, que LA
considerarla representativa. Se articulaba tan claramente y sus consecuencias prácticas estaban expresadas 'de modo tan explícito precisamente por
estar amenazada. Los hombres rara vez sienten la
necesidad de expresar y justificar sus creencias
cuando éstas son universalmente compartidas. No
es que hubiera una filosofía política o social plenamente elaborada. Quienes atacaban la estructura
establecida eran sólo agitadores, a menudo o siernpre aventureros alentados exclusivamente por sus
propios intereses, cuyo objetivo confesado era apenas el de vengar ofensas particulares, y los movimientos populares :de Roma carecían del fervor moral y también de la base intelectual que un credo
como el marxismo puede conferir a los equivalentes modernos. No obstante, era grave la amenaza
contra todo lo que Cicerón valoraba.
El orden mismo se estaba quebrantando. Antes
de la guerra social, la violencia era un fenómeno
ocasional: ahora se había vuelto endémica tanto en
la ciudad como en el campo. Los tribunos Gabinio
y Manilio ya habían recurrido a ella. En el 66 comenzamos a oír de pandillas de asesinos a sueldo,
compuestas en parte por gladiadores y esclavos fugados: Salustio y Cicerón hablan ambos de una clase de gente armada profesional (sicarii). La ley
prohibía, bajo pena de muerte, portar armas con
intención criminal, pero era difícil aplicarla. La
ciudad carecía de guamiciones y de policía. Los
magistrados tenían sólo unos pocos hombres armados. Sólo puede conjeturarse una explicación: quiza
la misma nobleza temiese 'otorgar poder. policiaco
a uno de sus pares. A fines del 66 el juicio de Ma1
UdQGUr.e interrumpido por la fuerza; “Catilina, Me
Bmail.com) Z 185
NET
F
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. 186
apareció armado en el foro, tuvo cierta intervención El
en el asunto. Circulaban rumores de que él, u otros, El
tenían planeado por entonces, o más adelante, ma- “|
sacrar a los senadores y tomar el poder; la repetición los enriquecía en el detalle, y la gente estaba
siempre dispuesta a inculpar a sus enemigos, especialmente cuando éstos estaban arruinados o habían muerto y no podían replicar; aun Craso y César fueron víctimas de estas calumnias. ? Pero el
mero hecho de que algunos las encontraran posibles, ilustra la inseguridad imperante,
Los collegia desempeñaban un papel cada vez
más importante en este desorden. Algunos eran asociaciones de artesanos, incluso los que supuestamente remontaban a la monarquía (pags. 49 y sigs.)
Desde entonces habían surgido muchos más. Otros
estaban compuestos por hombres que celebraban los
mismos cultos o que vivían en el mismo vecindario.
Todos eran básicamente locales. Los artesanos se
congregaban juntos, y la gente que vivía en el mismo distrito solía celebrar los oficios religiosos en
los templos de las encrucijadas locales. Todos estos
collegia contaban con funcionarios electos con cuya
intervención era fácil conducirlos a una manifestación o motín del mismo modo que mediante la intervención de las sections fue conducido el menu
peuple durante la Revolución Francesa. En el 64,
el Senado abolió por decreto a los collegia, que se
manifestaban “contrarios a los intereses de la República”, y prohibió la celebración de cultos en
las encrucijadas. Su derecho a actuar de. este modo
era cuestionable, y es más bien extraño que la orden, según parece, haya sido efectiva.
Cicerón tendía a asociar a los egentes (necesita2 Véase R. Seager, Historia, 1964, 338 y sigs. La nariación que-hace de este episodio M. Cary en Cambridge An- a a
cient History IX, cap. XI, constituye una fantasia; todo el- 3
capítulo en-general no nos merece confianza alguna.
Descargado por Sofia Casciana (sofiacasciBlEe gmail.com)
dos) con los perditi (casi “criminales”); = ==
lejos de considerar a la pobreza un crimen. El Y >
cierto, una fuente de criminalidad. La condici n S
bajo pueblo urbano era en extremo o E
mayor parte de ellos sólo podía aspirar a E _
casual, especialmente durante la estación de -—
vegación, cuando tenían que E >"
buirse los abastecimientos, Como la ciuda iba cr
ciendo, había siempre edificios privados - trucción, pero basta la década del 50, + o) uu
peyo completó un teatro de piedra para dar ca -.
a 40.000 personas y César comenzó a financiar cos
tosas construcciones, hubo pocas grandes e. públicas. El grano no era gratis para nadie - o E
barato para una reducida minoría. Los pobres, ap
ñados en una densidad siete u ocho veces mayor
que la de una ciudad inglesa moderna, A
menudo en alojamientos de sesenta o más e
altura, precariamente construidos y con Pe gro
constante de venirse abajo, mal iluminados, ma ==
tilados y sin medios adecuados para cocinar. (
ta el siglo 1, dice Plinio, no hubo panaderos; per
- por entonces tampoco les era posible a los pobres
hornear el pan en su casa.) ! o
El agua no se distribuía, y no había conexión a
tre las casas ordinarias y las Cae Ca a
decir verdad. la reserva de agua de la ci. ; T
uible para la mayoría en las fuentes púb . e
bió de haber vuelto a ser insuficiente; me —edificación de nuevos acueductos y la reparaci de le
"os viejos, Augusto casi la duplicó. No existian gadas para extinguir el fuego, y en las frecuen c
conflagraciones los hombres deben de haber - 4
do a menudo sus escasas pertenencias persona!
cuando no la vida. Tampoco se tomaban precauciones eficaces contra las graves pee
siempre podían provocar las crecientes e y 5
Pero los propietarios medraban.. En el 44, Cicerón
Flo E o Mi
o A A
e ear nia
saldar el resto de la deuda, violando (según soste“se había extineuido en Italia, Quizá la escasez de
U
apartó las rentas que recibía de sus propiedades en
las insulae, para mantener a su hijo que estudiaba
en Atenas; le daba lo suficiente como para pagar a
160 legionarios de acuerdo con los salarios anteriores a César. En el mismo año declaró que dos de
sus tiendas o casas de alquiler se habían derrumbado y que en otras se habían descubierto resquebrajaduras. Las ratas, al igual que los inquilinos
habían huido, pero tenía esperanzas de volver a
reedificar con provecho. Gran parte de la fortuna
de Craso se originó en la compra, a escaso precio
de propiedades urbanas dañadas por los incendios,
En la ciudad, los pobres deben de haberse atrasado en el pago de la renta cón mucha frecuencia:
aunque sólo conozcamos la gravedad de estos atra- - 4
sos después del 49, esto debe explicar su interés en
la cancelación de las deudas en el 63. De acuerdo
con Cicerón, nunca el monto de lá deuda había sido
tan grande como en esa época, Afectaba a Italia en
todos los rincones, Los veteranos de Sila se quejaban en una carta del otoño del 63, cuya sustancia,
si no el texto, nos transmite Salustio (Catilina, 33):
desdichados e indigentes, la violencia y la crueldad de los usureros los había privado dé su patria
y de toda su reputación y su fortuna...; después
de la pérdida de su patrimonio, no se les permitía
retener la libertad de sus personas”. Esto parece
significar que después de ser vendidos, eran obligados a trabajar para sus acreedores con el objeto de
nían) la vieja ley nor la que se- había abolido el
nexum (nág. 89). Es curioso que en el 37 Varrón
(1,17) afirme que esa clase de esclavos por deudas
esclavos, que fue la consecuencia de la rebelión de
Espartaco, creó una demanda temporaria de esta
nueva especie de trabajadores dependientes: quizá
César, cuando fue dictador 1meró ete NÓ por
Descargado por Sofia Casciana (sofiacas!
180
ae ja EVA
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Eden;
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Yegmail.com)
deudas o éstos huyeron uniéndose a los engrosados
ejércitos de la generación siguiente.
Cicerón y otros escritores antiguos atribuyeron la
miseria de los veteranos exclusivamente al lujo y la
extravagancia, poco posible como explicación general, aunque algunos, naturalmente, pudieron no
haber sido previsores. En tiempos modernos se supuso que el hecho de haber vivido anteriormente en
la ciudad o el prolongado servicio prestado en las.
legiones los había incapacitado para la vida rural;
las premisas son falsas (págs. 146 y sigs., 159). No
hay por qué buscar muy lejos la causa de su fracaso; la respuesta es la adversa condición económica
de Italia que describimos antes. Solicitaron la renovación de esa ley del 80 por la que las deudas se
habían reducido en tres cuartas partes. Ya antes de
ese año un tribuno había hecho un abortado intento
de procurar alivio a los deudores. Todo esto era un
gran peligro para el sagrado principio de Cicerón
de la buena fe o el crédito.
Derrotado en las elecciones del 64, Catilina volvió a presentarse en el 63; aparentemente falto del
apoyo de Craso y César, recurrió a los descontentos.
Aparecía en público con una abigarrada multitud
compuesta por los veteranos de Sila y los campesinos que habían desalojado de sus tierras, ahora unidos en una común miseria. En el Senado declaró
que había dos cuerpos en la República, uno débil
con cabeza informe (se refería a Cicerón) y el otro
fuerte, pero sin cabeza: a éste él le procuraría una,
siempre que lo mereciera (esto es, si lo elegía). Estaba sumamente endeudado, aunque cubierto, se. gún afirmaba, por sus propiedades; y, según se dice,
aseveraba que los desdichados sólo podían contar
con un campeón sincero: aquel que fuera él mismo
desdichado. Todo esto presagiaba un programa de
neelación de deudas y distribución de tierras, que :
do Mbbjeto de su posterior conspiración. No pudo:
100 —-
-—- “de Catilina, pero sus amenazas indujeron a Catilin
si e 7
haber atraído a las clases superiores que controlaban la asamblea electoral; probablemente Catilina
conducía las elecciones rodeado por una fuerte
guardia compuesta por sus partidarios y llevando
ostensivamente un peto. Catilina fue rechazado. No
tenía ya oportunidad de avanzar en su carrera legalmente ni quizá tampoco de escapar a la bancarrota, por lo que comenzó a planear un golpe armado. :
Entre sus partidarios se incluían otros nobles (en
especial un pretor, Publio Cornelio Léntulo) cuyas
finanzas, como las suyas, estaban desquiciadas, por
lo que intentaban alcanzar la riqueza y el poder mediante la revolución, recurriendo a toda clase de cri
minales y aventureros y, lo que es aún más imporRoma e Italia. Salustio se refiere especialmente a
las plebes urbanas y a “los jóvenes que habían llevado una vida de miseria trabajando en los campos
y que, atraídos por la prodigalidad pública y privada, habían llegado a preferir el ocio en la ciudad al
afán inútil” (Catilina, 37). La verdad es seguramente que estos campesinos, que no habían podido
mantenerse sin tierras, tomaron partido por Catilina
porque éste les había ofrecido tierras mediante una
nueva distribución, Mientras las plebes urbanas no
guardaron fidelidad a Catilina, hay testimonio de
que estallaron disturbios en su favor en Etruria (lugar donde más se había sufrido el asentamiento de
Sila) y en casi toda otra región de Italia: la Galia
Cisalpina, Picenum, Umbría, los Abruzzos, Campania, Apulia y Brucio. La conspiración indicaba el alcance e intensidad del descontento agrario.
En octubre hubo en Etruria un levantamiento armado. Cicerón nó pudo todavía recurrir a una prue
ba que convenciera a sus pares de la complicidad,
Descargado por Sofia Casciana (sofiaca:
fundara sus esperanzas en la intimidación. Cicerón =
AA
tante, a la gente endeudada y necesitada de toda <=:
A e A NR DE OO pone ALIAS e MI
sens A
A Nao on DNI
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a abandonar Roma y asumir el mando. Se tomaron
severas precauciones. A toda zona inquieta se enviaron senadores con plenos poderes de represión,
se reclutaron tropas y se instalaron guarniciones en
todos los lugares amenazados; en la misma Roma,
una banda de “jóvenes selectos”, clientes de Cicerón
del Reate, lo protegían. Mommsen despreciaba a Cicerón por ser un hilandero de palabras, valiente
ante ataques fingidos”, capaz de “derribar muros de
cartón con atronador estrépito”; de hecho, demostró
ser un jefe de Estado vigilante y decidido, 7 las
prontas medidas de defensa que adoptó explican
por qué, fuera de Etruria, los levantamientos no legaron a nada. Por supuesto, todos los ciudadanos
propietarios se aunaron en la crisis, y Cicerón se regocijó de que su ideal de armonia entre las clases
se hubiera realizado. :
Catilina tenía esperanzas de que sus amigos de
Roma asumieran el control de la ciudad, pero en diciembre Cicerón por fin encontró pruebas decisivas
de su culpabilidad. Léntulo y los otros fueron arrestados y condenados a muerte. La mayor parte de los
secuaces de Catilina desertó entonces y a principios
del 62 los restantes fueron vencidos en una batalla
y el mismo Catilina murió al frente de ellos. Tan escasas fueron las consecuencias de todo lo acaecido,
que se llegó a decir que nuestra comprensión de los
hechos subsiguientes no habría sufrido merma, si no
hubiéramos sabido nada de ello. Ésa es una perspectiva superficial. Cicerón, es cierto, tenía fuertes
motivos para magnificar su logro y posar como el
salvador del Estado. Pero Salustio, que no era precisamente uno de sus admiradores, consideró como la
prueba más significativa de la degeneración moral
de Roma, “el hecho de que hubiera ciudadanos firmémente resueltos a arruinarse a sí mismos y al £stado:.. tal era la fuerza de la enfermedad cuya
infección invadía la mente de la mayoría de Jos a a :
1“
191%,
:
Ea
dadanos” (Catilina, 36). Esta enajenación de la República puede atribuirse más a causas económicas E
y sociales que a causas morales, y era más evidente
en las zonas. rurales, donde se reclutaban los soldados.
Las plebes urbanas habían sido separadas de los:
conspiradores por haber declarado Cicerón que planeaban quemar la ciudad hasta. sus cimientos. Aun
los más humildes perderían entonces el lugar donde
vivían, trabajaban y ganaban su pan cotidiano y el :
lecho donde dormían ( Contra Catilina, IV, 17). Hacia fines de año hubo un cambio repentino de sentimientos. Cicerón había hecho ejecutar a Léntulo
y a sus cómplices sin juicio, de acuerdo con la au- :Ei
toridad que le confería un decreto del Senado al
que César se había opuesto, pero que había apoyado un joven senador, Marco Porcio Catón, cuya
habilidad y férrea resolución se combinaron en adelante con su elevada cuna y su carácter para convertirlo en el jefe más influyente de los optimates.
Era un flagrante quebrantamiento de la ley de Cayo
Graco (pag. 131), y si nobles como Léntulo podían
ser condenados a muerte sin haber sido sometidos a
proceso, la seguridad del hombre común gozaba de
menos garantía todavía. Antes de que Cicerón hubiera cesado en las funciones de su cargo, comenzó
una agitación en su contra. Nunca volvió a gozar
de la popularidad con que antes había contado, En
el 49 confesó a ¡Atico que a los-ciudadanos “malvados”, por algún motivo, les parecía que ganarían
popularidad con atacarlo.
Para mantener el orden y su áutoridad, era necesario hacer una concesión. Las conquistas de
Pompeyo habían incrementado en gran medida los
recursos del tesoro, y en el 62, el mismo Catón, que
era tribuno, extendió la distribución barata de -granos posiblemente a todos los habitantes libres das
Roma...
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Descargado por Sofia Casciana (sofiaca:
199
$9hducirse poco más o menos a su antojo: El Sena
udo - a
a . ..- Le 52. 5
A fines de ese año, Pompeyo volvió desde el este.
Al disolver inmediatamente su ejército, dio muestras
de que no tenía aspiraciones inconstitucionales; a
decir verdad, inició movimientos de acercamiento
amistoso a la nobleza. Pero se había afrentado a
demasiados nobles y éstos entorpecieron insistentemente su-demanda de que el Senado ratificara sin
cuestionamiento todas las decisiones que había
adoptado sobre el futuro gobierno del este y de que
se hicieran asignaciones de tierras a sus veteranos.
De este modo, lo empujaron a aliarse con César, a
quien no se pudo mantener alejado del consulado
del 59. César había defendido la Ley Gabinia y,
a pesar de su alianza con Craso, no había rotú
nunca con Pompeyo. Pudo incluir a Craso en una
coalición que llamamos el primer triunvirato. César
estaba dispuestó a cederle a Pompeyo la autoridad
consular y sus artes demagógicas a cambio de una
gran provincia que el Senado le había negado (pág.
172).
La oposición del Senado hizo que César no demorara en someter directamente a la Asamblea un
proyecto de ley agraria. Pompeyo no ocultó que a
la obstrucción violenta se opondría la fuerza de los
recios brazos de sus veteranos. A los tribunos opositores sencillamente se los expulsó del foro. El colega de César, Marco Calpumio Bibulo, se retiró
por el resto del año a su casa e hizo saber que ob. servaba el cielo
como éstos podrían
legalmente negocio
sin precedentes de
mente toda razón a
en busca de presagios. Arguyó que,
ser negativos, no podía tratarse
alguno; este quebrantamiento
la ley religiosa quitaba técnicaCésar, y sus adversarios decla-
_Taron su intención de someterlo a juicio cuando vol- -_.
. viera 4 ser un ciudadano privado. Por el momento,
en tanto actuaran unidos, los. triunviros» podian
EMia quedado reducido a desempeñar
cóm
+7
de la oposición. Se ratificó el asentamiento de Pompeyo en el este. Se aprobó la demanda de los publicanos asiáticos de una remisión de parte de la
suma que habían acordado pagar al tesoro por con-— <
trato. El hecho de que el Senado no hubiera accedido a esa demanda había alterado por un tiempo la
concordia entre los órdenes, pero aun si esta diferencia no hubiera tenido lugar, el curso de los acontecimientos en el 59 no habría sido materialmente
diferente. Los Equites no controlaban el equilibrio
político, ni tampoco estaban unidos entre sí durante el verano se produjeron manifestaciones de
los Equites en contra de los triunviros, de las que
eran indudablemente responsables los nobles campesinos. El poder de los triunviros siguió vigente, al 41
principio respaldado por los veteranos de Pompeyo,
luego por la proximidad del gran ejército que César
había formado en Galia. ;
La legislación agraria de César (las leyes eran:
dos) preveía que los veteranos y 20.000 pobres con
tres o más hijos, recibirían asignaciones de terrenos
de manos de una comisión, en parte provenientes del
dominio público, en parte de tierras que la comisión comprara con los nuevos ingresos, a vendedores
bien dispuestos, al precio fijado por el censo. La rica tierra de Campania, que había sido arrendada
por el Estado desde el 211 y que los Gracos no habían tocado. debía estar aún disponible, pero es im- ll
probable que los pequeños labriegos perdieran allí 1
las tierras que habían arrendado; ni siquiera los hacendados medianos que formaban el consejo municipal de Canua- fueron molestados, y Cicerón estaba probablemente en lo cierto al estimar que había tierra allí sólo para unos 5.000 colonos, Los capitalistas romanos fueron los que dierón esta can
tidad. Sólo los veteranos no pudieron haber sido me-nos.de 25.000, y si añadimos otros 20.000 proletarios, el plan pudo haber servido para distribuir .unas
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a
194
Descargado por Sofia Casciana- (sofiac: :
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50.000 asignaciones de. terrenos y lograr más para
la revitalización del campesinado que lo que Sila
había logrado, pues ahora no se expropiaría a ningún pequeño hacendado. Aunque no conocemos casi
nada de las actividades de la comisión, debe de haber satisfecho por lo menos a los veteranos; sobre
este punto, el silencio constituye una prueba. —
En el 58, aunque no en todos los años sucesivos,
los cónsules fueron amigos de los triunviros. Lo que
es más importante todavía, tuvieron en el tribuno
Publio Clodio un eficaz colaborador. Era patricio
por nacimiento, pero en el 59, César, como sumo
pontífice, había sancionado su adopción por una
familia plebeya, lo que lo capacitaba para ser electo
tribuno. Esto no lo convirtió en instrumento de los
triunviros; ningún miembro de su orgullosa familia
estuvo jamás al servicio de nadie, y tendía a ser el
forjador de su propia influencia, pero asistió a los e
triunviros quitando de la escena a dos hombres
que podrían haberlo incomodado. Uno de ellos era
Catón; Clodio promulgó una ley para anexar a Chipre y Catón fue designado para organizar la nueva
provincia. No se aventuró a negarse y, por ende, no
pudo impugnar la validez de las leyes de César enel 59: si éstas eran nulas, también lo era la adopción
de Clodio, y Clodio no tenía derecho a ser electo tribuno o a vrononer nuevas leyes. Tampoco podía atacar el principio popular de acuerdo con el cual el
pueblo podía conceder mandatos estraordinarios como el suvo nronio. Cicerón fue tratado con mavor
aspereza: Clodio le guardaba un rencor personal
y lo envió" al exilio.
“ Clodio promulgó primero una ley que excluía de
la legalidad a todo aquel que hubiera condenado a
muerte a alguien sin juicio previo. Esto aludía-cla— ramente-a. Cicerón, que imploró la protección del
“Senado y los Equites, los cónsules y los. triunviros. . - Pero los cónsules habían sido sobornados.por Clodio
Pa
195.
CEL
“ con la promesa de ricos mandatos provinciales, y
Pompeyo y César, subordinando viejos vínculos de 1
egalizó sin restricciones ese derecho de asociación
las opo
por:1
amistad a los intereses presentes, mantuvieron una Fi
abierta neutralidad que ponía a Cicerón en manos
del enemigo. Casi todos los otros tribunos estaban
en contra de Clodio, pero éste era amo de las calles
y, dada la actitud de los cónsules y de César, que =
todavía estaba fuera de Roma reclutando tropas, no £f
había autoridad más alta ni fuerza superior que lo
hicieran cejar en su cometido. Cicerón huyó, luego
fue formalmente desterrado y su propiedad se confiscó. Simbólicamente, Clodio dedicó el lugar donde
se levantaba su propia casa al espíritu de la Libertad que Cicerón había desafiado al violar el derecho de los ciudadanos. o E
Esta medida fue de por sí popular, pero Clodio -€l
ya había fortificado su poder en la ciudad mediante 4
otras leyes. Una de ellas, que prohibía en el futuro
el abuso de obstrucciones religiosas que Bibulo había practicado, sólo eliminaba un impedimento a
la soberanía popular, Más importante fue la instauración de la dádiva gratuita de granos, echando de
este modo por tierra la ley de Catón (pág, 192), y
que la abolición por el Senado de ciertos collegia
en el 64 había infrigido (pág. 186). De este modo
ganó un apoyo en la ciudad que lo convirtió, a diterencia de otros tribunos populares anteriores, en una
fuerza política aun cuando ya no ocupaba su cargo.
La abolición del cargo para las raciones públicas de grano fue seguida de un vasto incremento de los
beneficiarios. Hacia el 46, se había elevado a 320.000
miembros del sexo masculino de más de diez años
La perspectiva de contar con grano sin cargo, alen
tó: nuevas emigraciones desde el campo, pero el
solo grano sin cargo no mantenía viva a la gente,.y
rtunidades de empleo, aunque incrementada evos . propesaie de vatica ción: ib:
e - | s + a Descargado:por Sofia'Casciana (sofiacascia
vd - Y Ls
= 1 aia EEN e EZ
a ERA AENA
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A o AE
eran limitadas. Como dictador, César redujo el número de beneficiarios a 150.000, y aunque envió a
ultramar como colónos quizás a unos 70.000 miembros de las plebes urbanas, había todavía un hueco
de unos 100.000. ¿A qué clase de gente excluyó?
Probablemente a algunos que no tenían derecho a fiar en la lista en absoluto y a los que Pompeyo había tratado de eliminar en el 55. Los romanos a menudo manumitían a esclavos sin pasar por los procesos legales formales que imponían una tasa. Su
libertad resultaba precaria y dependía de que el
pretor la apoyara en caso de que sus antiguos amos
quisieran reducirlos a la servidumbre una vez más;
la regularización de su situación quedaría solucionada con Augusto o Tiberio, quienes le garantizaron la libertad con ciertas restricciones. No eran
ciudadanos, pero es concebible que se registraran
ilegalmente para recibir las dádivas destinadas a los
ciudadanos. Además, aun cuando se nbservaran las
formalidades legales, el amo podía obligar al liberto a trabajar para él a cambio de un «alario que le
bastara para subsistir. Como el Estado procuraba
en parte el mantenimiento, la liberación de los esclavos en estos términos debió de haher sido a me- nudo el recurso más barato para los amos. Según
conieturo, César debió de desaprobar esa medida y
excluyó a los libertos manumitidos a martir de cierta fecha. Pero después de su muerte no se observaron las reglas que impuso; en el verano del 44 había otra vez 250.000 beneficiarios de la dádiva y, en el 5 a. C., 320.000; tres años más tarde Augusto
redujo el número a 200.000 aduciendo no sabemos
qué principio.
-Estas cifras son el único dato de que disponemos
para apreciar el número de la población urbana de
la época. No sabemos cuántas mujeres libres o niños
- de: menos de diez-años había, ni tampoco cuántos _
degUun siendo esclavos. Pero la mayor parte de los
re
DEL er a .
De
servil; y los amos no necesitaban tantas mujeres como hombres; era escaso el empleo que había para
ellas excepto en el trabajo textil y, como los esclavos podían ser adquiridos a bajo precio cuando crecidos e inmediatamente aprovechables, las mujeres
no eran necesarias para la reproducción de esclanor costo en el campo. En cuanto a los pobres libres, les era extremadamente duro criar a sus hijos;
el ofrecimiento de niños debió de haber sido presumiblemente corriente y probablemente por las manumisiones en gran escala que hubo en la década
del 50.
No creo que debamos considerar que la población
total superaba los 750.000 habitantes. Por cierto,
menos de la mitad de los habitantes libres recibía las
dádivas. A cinco medii por mes, erañ amplias para
una persona, pero insuficientes para una familia.
Por tanto, el precio del grano en el mercado seguía
teniendo importancia para los pobres.
- Una vez legalizados los collegia, Clodio comenzó
a organizarlos sobre una base casi militar, en batallones y compañías, y les distribuyó armas. Según
Cicerón, estaban compuestos por esclavos, especialles”) y, en el mejor de los casos, mercenarios. Esto
es dudoso. Él mismo sugiere que llamar a la gente
que iba a las reuniones políticas “exiliados, escla' vos, insanos”, era un truco Tetórico, y era capaz de | neos decían que las multitudes de los siglos xv
xix de Inglaterra y Francia estaban compuestas
por malhechores, pelagatos y convictos; pero toda
vez que se encuentran documentos, comprobamos
qué:se-trataba generalmente de artesanos, tenderos—y“trabajadores: respetables. Las Catilinarias- se -ha— bían referido:á- “los artesanos y esclavos”, y Cicerón
198 A - 7 - Descargado por Sofia Casciaha (sofia
abitantes de Roma eran aparentemente de origen
vos. Además, los niños esclavos podían criarse a me- ]
mente fugados, criminales (“asesinos de las cárce- . El
calificar de esclavos a los libertos. Los contemporá- .
E
a
ad
menciona tenderos entre los partidarios de Clodio;
observa también que cuando los tribunos sediciosos
deseaban reunir. una multitud, cerraban los comercios. Ahora bien, en una hambruna del 41, la gente
cerró sus comercios espontáneamente; y otros disturbios anteriores probablemente no fueron fomentados tanto por agitadores como, por la aflicción. No
cabe duda de que Clodio debió su poder sobre las
multitudes primordialmente a la gratitud que había sabido ganarse; pero quizás aun él debió especular sobre las desdichas para arrancar a los tenderos de sus mostradores y a los artesanos de sus talleres.
Mientras era todavía tribuno, Clodio se enfrentó
con Pompeyo, quien, aterrado, se mantuvo encerrado en su casa durante meses. En el 57 Pompeyo se
decidió a volver a llamar a Cicerón. Como acción
preliminar, un tribuno optimus, Tito Anio Milón,
tuvo que reunir pandillas contratadas, incluidos gladiadores, para disputarse la calle con los partidarios de Clodio (Cabe observar que la nobleza podía- aún ganar la mayor parte de las elecciones,
incluso las tribunicias.) Finalmente, Pompeyo organizó al pueblo respetable de toda Italia para que
se dirigiera a Roma y votara la vuelta de Cicerón
a las centurias, que podían dominar todavía. Tuvo
una recepción entusiasta, según su propio testimonio, aun de la “más baja plebe”; si esto era cierto,
se trataba de la emoción masiva del momento, de
esa volubilidad que a él mismo le gustaba tanto
censurar. :
Por el tiempo de su destierro, había habido escasez de alimentos; Cicerón observó que con echar
por tierra su casa, los hombres no iban a satisfacer
su apetito con tejas y cemento; esto implica que
estaban muy hambrientos. Una cosa era dictami-nar-que había-que entregar grano gratuitamente -— . MN
“otra -muy distinta procurarlo. La ley-de Clodio < .1aQómail.com) a Í t - -199
í A
“mentar al mismo tiempo la reserva. El concurso
— (por los que fue muerto), a Pompeyo se le asig- “Sl
- «,cipó:los utilizados por Augusto para. administrar.
probablemente incrementó la demanda sin increpara la vuelta de Cicerón debe de haber agravado
la escasez. En julio y setiembre del 57 hubo disturbios por la hambruna. Los precios oscilaban y *
las multitudes se levantaban cuando eran altos y +
no cuando a Clodio le parecía conveniente. Fue ne- cesario confiarle a Pompeyo una comisión extra- 1
ordinaria por einco años en procura de grano. Los
precios bajaron como por arte de magia, pero Pom- 7
peyo no eran ningún mago y la organización de “
las reservas llevó su tiempo. En febrero, abril- y
agosto del 56 vuelven a aparecer precios elevados, 1
esterilidad de los campos y cosechas pobres. El- 3
hambre fue el motivo fundamental de la constante -violencia de la década del 50, más frecuente qui- 4
zá de lo que tenemos noticia. En ocasión de un
levantamiento, Clodio acusó al.mismo Pompeyo
de matar al pueblo de hambre.
Si ésta fuera una historia política, sería indis- %
pensable tener en cuenta y analizar las complejas úl
maniobras de los triunviros, Clodio y los optimates 3
más importantes durante los años siguientes. No es %
ése nuestro tema y no contamos con el espacio ne- Xy
cesario. En el 56 los triunviros, que venían sepa- 3
rándose, reanudaron su unión. César iba a retener Al
su provincia hasta el 50 o (según el punto de vista ortodoxo) hasta el 49. Pompeyo y Craso, como
compensación, fueron designados. cónsules en el 55, .
y mientras Craso fue a luchar contra los partos
no el gobierno de España, que condujo mediante
delegados o asistentes, mientras permanecía en las”
afueras de Roma cuidando de que la voluntad de:
los triunviros no fuera burlada; este sistema anti-":
las provincias. Pero carecía de autoridad para ma
-% tener el orden en la"ciidad, dOlde 16” vieteficia tudoé
N Ta Descargado por Sofia Casciana (sofiacaE
el Ae E EA Eo, d:
el derramamiento de sangre se volvieron-cosa co- -
rriente. En el 57 el tribuno Sestio fue dejado por e
muerto en las calles. En noviembre del 56 Cicerón
fue atacado sorpresivamente por las pandillas de
Clodio con gritos, piedras, palos y espadas, y sólo
se salvó por la intervención de su escolta. Al día
siguiente Clodio trató de quemar la casa de Milón
en pleno día y fue casi muerto en un contraataque.
Pompeyo y Craso sólo ganaron las elecciones por
la violencia. En el 54 el desorden era tal que no
se pudieron elegir cónsules para el año siguiente;
había transcurrido ya la mitad antes de que hubiera
ninguno. A principios del 52 tampoco hubo magistrados excepto los tribunos. Luego Milón asesinó a
Clodio cerca de la ciudad. Enfurecida la multitud
quemó su cuerpo junto con la casa senatorial y la
basílica adyacente de Porcia en una gran pira funeraria. Mataban a todos los que se topaban si vestían ropas finas o usaban anillos de oro*. Las casas de muchos hombres eminentes se veían amenazadas, El odio de clases era evidente. Por fin los
optimates, que habían fomentado algunas veces la
anarquía para perturbar a Pompeyo, tuvieron .que
dirigirse a él en demanda de ayuda. Se lo nombró
cónsul único y con la ayuda de tropas restableció
el orden. —. Reconciliados con Pompeyo, los optimates no habían perdonado a César y tenían intención de hacerlo volver para que rindiera cuentas de las ofensas cometidas por él en el 59. Pompeyo, celoso de
su antiguo aliado no mostró disposición - alguna
para garantizarle seguridad concediéndole el derecho a un segundo consulado en ausencia y hacerse
“cargo de él una vez terminado su mandato. El conquistador de Galia y favorito de las multitudes hubiera ocupado un lugar prominente en el Estado
sar
[o) y ==
E
gmail.com
E, ñ 4 as 5 E Tr
LS ue senadores y los Equites tenían derecho
Ta N e
Te
— desplazando a Pompeyo. El Senado deseaba reem==
plazarlo en la fecha más temprana posible; los tri- E
bunos, partidarios de César, vetaron sus decretos.
En enero del 49, confiando en dos legiones que :
Pompeyo tenía ya en Italia y en su supuesta E
lidad para reclutar más, de ser necesario, el Senado emitió “el último decreto” (pág. 135) y amenazó la seguridad personal de los tribunos cesa- 1
ristas si persistían en su veto. Éstos huyeron para +
unirse a César, quien marchó sobre Italia. Las fuerzas de Pompeyo eran inadecuadas, las, ciudades abrían sus puerfas al invasor, los nuevos recluta- 1
dos se dispersaban o se unían a las fuerzas de César. Pompeyo se retiró a través del Adriático con
las pocas fuerzas que pudo mantener “unidas. En 4:
sucesivas campañas (49 y 48) César aniquiló sus :
ejércitos en España, primero, y luego en el este.
Refugiado en Egipto, Pompeyo fue muerto. Los 3
sobrevivientes de su partido lograron organizar una
nueva resistencia, en el África primero, que César Ei
conquistó en el 46 (Catón murió allí de su propia |
mano) y luego, una vez más, en España, donde
fueron aplastados en el 45. Pero César había sido al
el amo de Roma e Italia desde el 49, y de la ma- a
yor parte del Imperio desde el 48; gobernó auto- 1
cráticamente como dictador, y las guerras .poste- 1
riores sólo limitaron el tiempo que tenía para adoptar otras medidas que las crisis o defectos más per- :
manentes de la estructura política y económica le.
sugerían.
En el 49 los pompeyanos pretendían estar tu-chando por la autoridad -del Senado y César por:
el carácter sagrado de los tribunos y la libertad:
del pueblo, oprimido por una pequeña facción que
había aterrado al Senado mismo para que emitier
sus fatales. decretos. (Era perfectamente cierto qu
la mayoría -de- los miembros del Senado hubier:
aceptado un compromiso pacífico, pero fue- domi
209 +" | Descargado por Sofia Casciana (sofiagi
piedad según la evaluación de preguerra. Hab
haEgmailicom) : : ES
nada por sus figuras más importantes.) Aunque
cada partido presentaba su argumentación constitucional ante los ciudadanos y los soldados, es improbable que esta propaganda influyera en muchos, César no ocultaba que luchaba también por
su “dignidad”, el rango que se había ganado por
sus funciones y sus conquistas. Le era más cara
la dignidad, decía, que la vida; no añadió que le
era también más cara que la vida de miles de otros
ciudadanos que perecieron en la guerra. Sus enemigos alegaban que aspiraba al regnum, despotismo. Su disponibilidad. para aceptar términos en los
que no hubiera tenido control de la República,
sino sólo el primer lugar, muestra que no era ése
su designio original; pero cuando la guerra y la
victoria le dieron el poder absoluto, lo tomó de
buen grado, La República, dijo supuestamente, era
un fantasma insustancial, y la abdicación de Sila
había probado que no conocía el ABC de la politica. Pero, ¿eran sus opositores menos desinteresados? En ocasiones aún Cicerón pensó que Pompeyo, tanto como César, intentaba convertirse en
“rey”. Y mientras César persistentemente perdonaba a sus adversarios, éstos tenían la intención de
proscribir a los cesaristas y compartir el botín.
Al principio muchos esperaban que César proscribiera a sus “enemigos, redistribuyera las tierras
y cancelara las deudas. Los ricos, los Equites tanto
como los senadores, se inclinaban por Pompeyo.
Pero estos temores fueron pronto acallados. En el
49 César exhibió tantó respeto por la corrección legal y los derechos de propiedad como las condiciones lo permitían. Había escasez de dinero en
circulación, pues se cobraban los préstamos y se
atesoraba la moneda ante la incertidumbre -que
provocaba la crisis, pero César hizo que los deu=
dores satisficieran a sus acreedores entregando pr
E
A
ADE: 4
SN:
invadido rápidamente a Italia, y fue evidente que
los pompeyanos sólo: podrían ganar reconquistán-.
¡(Incluidos estados vasallos) :
1777 Terr gobernado por Roma antes del 100 AC
— Fronteras del Imperio Romano C. 27 A.C
INTI] Terr. anexado por Augusto
dola a la manera de Sila. Al hablar de proscripciones y confiscaciones se enajenaron la opinión,
especialmente por haber sugerido algunas veces que
todo aquel que no hubiera estado de su parte, sería tratado como si hubiera estado en su contra.
La mayor parte de los propietarios había permanecido en Italia; se alarmaron y comenzaron a
desear el triunfo de César, Cicerón se queiaba de
que pensaban sólo en sus huertas y sus bolsas. E
Los hombres a menudo tomaban partido por :
causa de vínculos personales de amistad o lealtad.
Pero un mismo hombre podía tener amigos en am- a
bos bandos yv las comunidades, lealtades conflicti- —
Jerusalem
|
vas. Los italianos al norte del Po eran clientes a
la vez de Pomveyo y de César, pero César era el
e — ra . E 0 a que tenía su control y se alistaron en sus ejércitos. — ,.
7) os Picenum era una vieja plaza fuerte pompeyana,
1 AEREA : y y
z NA sin embargo los pueblos de allí se pasaron a las
E: — NN” z filas de César sin que mediara un solo golpe; si
E NN 5 , q E , 0 P
Iv o Pompeyo no podía protegerlos, ¿qué le debían? El
- => NS optimus Lucio Domicio Ahenobarbo reclutó trob N == pas entre sus arrendatarios y clientes, pero a otros
El SN = f soldados tuvo que ofrecerles grandes asignaciones 5
A Nu de terrenos de sus propiedades para inducirlos a
8 — la lealtad. Si : los soldad Elo N a lealtad. Sin provecho: los soldados eran merce
narios, pero querían estar de parte de quien tu-
viera probabilidades de ganar. Lo mismo hicieron
muchos de sus superiores,
César venció por la superioridad de su genio militar y la lealtad de su ejército veterano de las Galias,
de menos de 40.000 hombres. Lo había obtenido
TRIBUS NOMADES
O
"Millas
por su magnetismo personal y los “servicios”: que
- le había prestado, -El- botín ya los había -enriquecido, y tenían esperanzas de enriquecerse aún más.
N STENDOr a - César: dobló aproxiudo: nte-la-paga -de todos:los: soldados; llevá
-Mapa 4. El imperio romano em el 27 a.C. - «+
Pear Ls This document is available free of charge o
MA
mail.com)
Descargado por Sofia Casciana (sofaca
“dola a 225 denarios al año. Al cesar en sus servi
cios, los veteranos no sólo recibirían parcelas de E
tierras, sino recompensas de 5.000 6 6.000 denarios ==
por su triunfo en el 46, y la oficialidad recibiría, +
cantidades proporcionalmente más elevadas. El ape-.
go que tenían por él perduró aún más que su vida;
sintieron apasionados deseos de vengar su asesinato, Entre el 49 y el 44 reclutó probablemente
unos 200.000 soldados. que reunió él mismo o que
tomó de los pompeyanos. Éstos no sentían la misma devoción por él. Los más eran conscriptos. No £
sentían deseos de prestar servicios, pero una vez =
en el ejército, intentaron obtener la mejor parte. En las guerras que tuvieron lugar después de la muerte de César, lucharon generalmente por el
mejor postor, no menos por sus asesinos que por
su heredero o sus amigos. Algunos pompeyanos habían creído realmente
que la sobrevivencia de la República dependía de
su buen éxito; Bruto y Casio adoptaron la misma
posición en los años 44-42 y una vez más apelaron
al sentimiento republicano. La libertad, como ellos
la entendían, corría peligro, pero se trataba de la
libertad de unos pocos y podía fácilmente representarse como el dominio oligárquico; era reducida la gravitación que tenía entre las masas, y aun las clases respetables en general deseaban más que
nada la seguridad. Las guerras se decidían no por %
el apoyo que despertaban los principios, sino por L
mera fuerza, un predominio que se aseguraba en £
parte por vínculos personales, aún más por el ofrecimiento de recompensas que los rivales hacían a
los soldados o, más bien, por la expectativa de que
podrían .cumplir lo prometido. El viejo orden político. quedó alterado en lás luchas: no despertaba
la.lealtad-por sí mismo, ni tampoco la merecía.
Por suiparte: César había profesado fidelidad:
los principios populares. Una vez obtenido. el p
ATAN
eE
¡lA
É
206 e 5 Descargado por Sofia Casciana (sofiaca S
Te
der, los burló, como lo había hecho Cinna. Se reservó la elección de muchos de los magistrados y
privó al pueblo de derechos electorales. Había in-
vadido a Italia, dijo, para defender a los tribunos.
En el 44, cuando los tribunos le disgustaron, los
depuso. Fue un monarca, pero no pudo fundar una
monarquía. Ya maduro, no tenía hijo ni pariente
cercano lo suficientemente crecido como para sucederlo (no podía preverse que su sobrino nieto
y heredero, el futuro emperador, Augusto, sería lo
suficientemente maduro a la edad de diez y nueve
años), ni ningún amigo adecuado a quien legar
el poder. Todo lo que pudo hacer, actuando con
incesante energía en los intervalos entre las campañas, fue promover reformas útiles (que no pueden enumerarse todas aquí), algunas de las cuales revelan sus viejas simpatías populares.
Hasta el 46, África estuvo en manos pompeyanas y Roma quedó aislada de uno de sus princi-4 :
pales proveedores de granos, Esto causó la subida
del precio del grano y ocasionó gran aflicción.
Cuando los pobres tenían que pagar más el pan,
quedaba menos en sus bolsillos para otros gastos,
como la renta, por ejemplo. En el 48 y el 47 hubo
sangrientos tumultos en las calles, en ocasión de
solicitar que se anulara el pago de rentas y otras
deudas. En el 48 en Roma tuvo que concederse
la anulación por un año del pago de rentas y,
según mi opinión, el mismo César la renovó a-su
regreso. con un límite tope de 500 denarios. También dio alivio a los deudores permitiéndoles descontar el interés pagado del capital adecuado, aparentemente hasta el 25% Puede que también
haya introducido un modo de bancarrota menos duro
para los deudores que tenían una propiedad sustancial y. es concebible que haya dispensado de
cumplir prisión (pag. 188) a los deudores que ju- .
an no. tener medios para pagar. Si esta última
207
ZA 7 yume o NC
conjetura es “exacta, esta medida cayó luego en
desuso; eso es posible, pues sabemos que cierta ley relativa a las deudas que promulgó, ya no se
aplicaba en el 33 d. C. Todo esto estaba más allá _ de la capacidad de comprensión de Cicerón. “¿Exis
ten hombres”, escribió después de la muerte de
César, “que han de vivir gratis de la propiedad de
los otros? Cuando he comprado o edificado una “E
casa y la he mantenido a mis expensas, ¿va usted
a gozar de ella sin mi consentimiento?... ¿Qué
ha de decirse de la cancelación de las deudas sino %
lo siguiente: usted compra un -huerto con mi dine- fl:
ro, usted tiene el huerto y yo ya no cuento con
mi dinero?” Eso era simple robo y se destruían las
bases de la sociedad. No era-raro en verdad que
César hubiera favorecido .esas medidas en el tiempo en que (así le gustaba decir a Cicerón) era.
cómplice de Catilina y estaba embarazado por las +
deudas; pero ahora que era un hombre rico, ¿cómo
podía explicarse? ¡Sin duda se trataba de amor a
la maldad por la maldad misma! (Oficios, II, 84
y sigs.).
Hemos visto que César redujo a menos de la mitad el número de beneficiarios de las distribuciones
» de granos. Pero hubo grandiosos proyectos edilicios, q
completados algunos de ellos más tarde para dar
empleo, y no sólo en Roma. Planeó el drenaje de E
los mariales del Pontino que llevó a cabo Mussolini. *
Además se les dio tierras a 80,000 pobres en el extraniero. Puede que el total incluyera algunos veteranos asentados en las provincias y quizás otros
de origen rural: la mayor parte procedía de la.
ciudad. Los colonos no fueron todos a tierras va
. cantes, fue necesario expropiar a provincianos- que“
“una coalición antinatural entre el Senado con.- Lépido y en los ejércitos de las provincias occidena > 7 ko A
a los terratenientes existentes, salvo-unos pocos que
habían tomado posesión de terrenos-en tiempos de
Sila sin título habilitante. A diferencia 'de Sila, trató con coherencia de sanar las heridas de la nación
y no abrir otras nuevas,
No obstante, fue asesinado el 15 de marzo del
44 por hombres a quienes él había perdonado o
que habían luchado por él, pero no aceptaron someterse a un amo, por benéfico que. éste fuera.
Tenían esperanza de que, si eliminaban al monarca,
se restablecería la República y el poder de su
propia clase, que ellos, sin duda sinceramente, E
identificaban con el bienestar público. Como Cé- Ñ
sar, estaban dispuestos a ser misericordiosos: no
tocaron a sus principales partidarios, Marco Emilio
Lépido y Marco Antonio (por. entonces cónsul).
Éste fue un error fatal. Cicerón lamentó no haber
sido “invitado al banquete; entonces, no hubiera
habido sobras” (A sus amigos, XII, 4, 1).
Una serie de hábiles maniobras pronto convirtieron a Antonio casi en amo del Estado. Su buen
éxito habría sido completo, si hubiera tenido el
apoyo unido de todos los antiguos partidarios de
César. Pero algunos, incluso los veteranos de César,
se resintieron ante sus esfuerzos por dejar de lado
al joven Cayo Octavio, heredero de César, que tomó
el nombre de César y a quien llamamos convencionalmente Octavio. Durante algún tiempo hubo
ducido por Cicerón (fue su hora heroica) y Octavio, que ocasionó la derrota de Antonio en el
norte de Italia y la disolución de la mayor parte
de su ejército (43). Antonio halló nuevo apoyo en
tales. Comprendió entonces la necesidad de un trato con Octavio. Por su parte Octavio deséaba "ven¡dee de los asesinos de su padre -adóptivo—Qu
a E a
sufrieron (como era lo habitual) en interés del
pueblo-amo. A los veteranos, probablemente red.
cidos”a 20.000, se les asignaron terrenos en la mi
- Aita aRPeo en ea Un SO deso)
Y - + - Descargado por Sofia Casciana (sofiac:
>
aban los- grandes * ejércitos: del este,
descubierto 0, más bien, confirmado, que el plan
del Senado era usarlo y descartarlo luego. Los tres
dinastas sumaron sus fuerzas, entraron en Roma y
proscribieron a sus opositores. Su concepción era
la de Cicerón, quien le había dicho a Bruto que
las guerras civiles no cesarían nunca si a los enemigos se les mostraba una espuria clemencia. Ci- *
cerón fue ahora una de sus víctimas, Asumieror
conjuntamente poderes autocráticos como “triunviros para la constitución del Estado”. En el 42
destruyeron los ejércitos de Bruto y Casio en Filipos: los “liberadores” se quitaron la vida. En adelante, como escribió Tácito, no hubo ya ejércitos
republicanos y los conquistadores no tuvieron más
que dividirse y pelear por los despojos. La cuestión no era simplemente la de quién había de ser
el amo. Era concebido que ninguno surgiría finalmente como el vencedor y que las guerras civiles
sólo terminarían con la desorganización del Imperio. En esos años Horacio podía contemplar el día
en que el caballo parto cabalgaría en las calles
de Roma. La República había acabado: ¿podría
algún hombre crear un sistema nuevo y durable
en el que Roma pudiera sobrevivir?
Octavio dio la respuesta. Llevaría demasiado espacio contar aquí cómo, en la virtual partición del
Imperio efectuad.: en el 49 y ratificada en el 40,
Italia, el reservorio de legionarios, llegó en la práctica a estar bajo su control, mientras Antonio emprendía la tarea. de apaciguar el este y vengar
la derrota de Craso ante los partos, empresa que
terminó sólo con un nuevo desastre (36); cómo
entretanto Octavio eliminó primero a Sexto, hijo
del gran Pompeyo, quien, desde una base en Sicilia había conquistado el dominio del mar, y luego a. Lépido: (36); cómo entonces él y Antonio se.
enfrentaron como rivales; cómo se las compuso
rentaron= col "
para condenar.o presentar falsamente a Antonio.
210
LO Dil
PARAS
Descargado por Sofia Casciana (sofiaca
Ue TE
UE)
eegmail.com) A
como un renegado ante las tradiciones italianas,
ue había abandonado los intereses de Roma por
su “amante” Cleopatra, reina de Egipto, y conquistarse la opinión italiana, uniendo a todos los ciudadanos mediante un juramento de fidelidad personal a sí mismo (32); cómo, con abrumadora
superioridad, derrotó a Antonio en Accio (31) y
cómo, al suicidarse Antonio y Cleopatra reunió el
Imperio bajo su solo control y anexó a Egipto (30).
La paz se restauró, los veteranos se asentaron,
se hicieron pródigas distribuciones de tierras entre la plebe y se inició un gran plan de edificación, todo esto casi a expensas de su enorme fortuna privada, aumentada con los despojos de
Egipto. Pudo exclamar, con cierta justicia, que 59
bernaba con el consentimiento de todos, pero no
pudo gobernar solo. Necesitaba la cooperación de
la clase superior. Reconoció que tenian un apego
sentimental por la vieja República y, por fin, en”
el 27 fingió restaurarla, y convertirse sólo en el
primer ciudadano (princeps). Pero conservó para
sí las provincias más importantes y los ejércitos
más grandes, y en los cuarenta años restantes de
su larga vida, en los que los hombres fueron gradualmente habituándose al nuevo sistema, su control tendió a volverse más severo en todas las ramas del gobiemo. Desde el 23 comenzó a contar
casi como años monárquicos la atribución anual
del poder tribunicio, que le había sido conferido
de por vida. Lo conservaba, dice Tácito (Anales,
IL 2) “para protección del pueblo común ; por
cierto el título era una concesión: a las viejas tradiciones populares. Veremos más adelante cuán
fielmente las continuó. El comando de las tropas
_era más vital, pero no la sola base de su poder. Él mismo reclamó supremacía en auctoritas (pág:
75), influencia ante todo fundada en su continuo :
“buen éxito en el mantenimiento del orden -en-Ja
21
PUE Mea
CE
patria y del prestigio en el extranjero; asegurando
de ese modo un consentimiento casi universal. Se
lo simbolizó en su nuevo nombre Augusto, que
significa “reverenciado”. Fue equiparado a los dio- ses y a Rómulo, quien fundó Roma augusto augurio, con un presagio que adelantaba lo que sería
Roma con el tiempo: señora del mundo. Esto lo
había logrado aparentemente su nuevo gobernante.
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. TL 4
Descargado por Sofia:Casciana (sofi Te
“EPÍLOGO
Acriora ex eo vincula (Tácito)
Augusto, según opinión de Tácito, se ganó a los
soldados con regalos, al pueblo con grano y a todos con las delicias del orden (otium).
- Los soldados recibían ahora regularmente tierras
o dinero al retirarse. Augusto sostuvo que, de ese
modo, había pagado a 300.000 que le juraron obediencia. El total no incluía unos 25.000 veteranos
de Antonio, retirados en los años 41-40. Según supongo, por ese entonces unos 50.000 italianos recibieron asignaciones de terrenos en ltalia, en el 36,
15.000 más se asentaron en Ttalia o Sicilia. Después
de Accio, se les dio tierras a unos 85.000. Incluían
a provincianos y muchos fueron destinados a las
colonias de ultramar. El reclutamiento provincial
- y'el asentamiento en el extranjero continuaron luego, y no podemos estar seguros de cuántos de los
veteranos retirados entre el 30 y el 14 d.C., unos
175.000 probablemente, eran italianos o asentados
en Italia. La
El tratamiento de los soldados fue siendo cada
vez menos favorable a medida que Augusto se ubicaba más y más firmemente en el poder y tuvo
mayor posibilidad de restaurar la disciplina. La
mayor. parte de los hombres retirados en los años
41-40 yen el 36 había servido sólo unos seis años;
el 13 aC. fijó un término de dieciséis, yen
retenía a los hombres en armas du
--: tiano logró subordinar el ej ército al poder civil du== rante dos glosa EAS
a
rante un término de veinte, veinticinco o más aún:
* Los triunviros prometieron a sus tropas en Filipos
5.000 denarios además de tierras, En el 29, Octavio
pagó en realidad un donativo de 250 denarios a los
veteranos que había asentado en colonias militares; pero desde el 13 el dinero era una alternativa
a la entrega de tierras. En adelante los veteranos
tenían derecho a 3.000 denarios. Esto no era la
abundancia, pero era más de trece veces su paga
anual, ya aumentada por César, mientras que el
veterano republicano no había tenido derecho a
nada en absoluto. Era costoso y Augusto, que hasta entonces había pagado a los veteranos de sus
propios recursos, vio la necesidad (en el 6 d.C.)
de financiar la paga de los soldados con los ingresos provenientes del impuesto a las ventas por
remate en Italia y las nuevas tasas impuestas a
la herencia de los ciudadanos más ricos. La imposición fue aceptada por el Senado bajo protesta;
si la clase gobemante hubiera estado preparada
para soportar esta carga durante la República, es
posible que eso habría cimentado la lealtad de las
tropas al viejo régimen. La lealtad se debía ahora
al Emperador. Con él estaban unidos los soldados
por el vínculo religioso de los juramentos, y era
él quien designaba a sus comandantes. Si los elegía con prudencia, serían hombres de contiar.
Además, los centuriones, que habían sido los jefes
naturales de los soldados durante los motines y deserciones tan corrientes durante las guerras civiles,
eran ahora mucho mejor remunerados y por lo general se podía confiar en ellos para reprimir la
sedición. La indisciplina militar iba otra vez a
arrojar al Imperio en una terrible confusión en el
siglo m, pero fuera de dos graves interrupciones
en los años 68-70 y 193-197 d.C., el sistema augusñ
du
Descargado por Sofia Casciana (sofia
"Los legionarios republicanos no habían mostra“do lealtad a un gobierno que no evidenciaba preocupación por sus intéreses, ni tampoco por las plebes rurales entre las que eran reclutados. Augusto
y sus sucesores tomaron medidas adecuadas para
el mantenimiento de los soldados, pero se mostraron bastante indiferentes ante el destino de las
plebes rurales. El asentamiento de veteranos en los
años 41-40 se asemejó al efectuado por Sila. Como
Sila, los triunviros habían confiscado las grandes
propiedades de sus enemigos, pero éstas se vendieron para financiar la campaña de Filipos o para enriquecerse ellos mismos y a sus principales
partidarios. También ellos tendieron a concentrar
a los veteranos en colonias como bastiones de su
propio dominio, consagraron tierras y casas de dieciséis de las ciudades italianas más opulentas a su
propio beneficio. Los pobres, como el Melibeo de
la primera égloga de Virgilio, tenían que abandonar sus cabañas techadas con turba; aun los veteranos se quejaban cuando las víctimas eran sus
padres e hijos o los padres e hijos de sus camaradas caídos. No había compensación alguna y si
una inmensa confusión y sufrimiento. Después de
“Accio, Augusto pudo pagar con su propio bolsillo
las tierras de que se apoderó en Italia, pero a los
partidarios de Antonio todavía se los expulsaba y
se los asentaba en ultramar. Y luego, como sucedió
más adelante, muchos de los veteranos recibieron
asignaciones de tierras en las colonias provinciales, a menudo a expensas de los nativos. Puede
-que el resultado neto de estas operaciones no haya
— aumentado sustancialmente el número de pequeños propietarios en Italia.
Después de Tiberio (14-37 d.C.), la conscripión” se aplicó rara vez en Italia; en el siglo 1
abía pocos itálianos en las legiones. Esto parece
m)
aber perturbado al gobierno. Nerva (96-98 1.C:) a
a a MS
términos xdel arriendo, Algunos. desespera EY
916
incorporaran a las filas del ejército. La esperanza
resultó vana y no sabemos en qué medida este plan
“alimentario” contribuyó a aliviar la miseria. En
general, dado que el gobierno podía depender aho- ra del reclutamiento en las provincias, no le era
necesario sentir esa urgencia por mantener el potencial humano en Italia, quizás el principal motivo de la ley agraria de Tiberio Graco. Tampoco
podría haber futuros Gracos. Desde un comienzo
el nuevo régimen no dio cabida a tribunos sediciosos. Las quejas de los pobres no cundían ni eran
escuchadas y.sólo se puede sospechar su miseria
a través del registro unilateral de la historia.
Sería inexacto suponer que los pequeños labriegos hayan sido eliminados en Italia. Si la conscripción había acelerado su ruina, los varios planes
de asignación de terrenos desde el 133 habían,
temporariamente al menos, retardado el proceso. £:
Varrón, que escribía en la década del 30, obser- +
vaba que muchos hombres pobres labraban sus
propios campos con ayuda de sus familias. Pero
hay indicios de que la concentración de la propiedad en:grandes extensiones continuaba. Además,
los ricos preferían todavía utilizar el trabajo de
cuadrillas de esclavos. Es también cierto, sin embargo, que arrendaban huertos a- labradores libresEsto no era nada nuevo, y puede que el hecho
de que ahora.sepamos más de ello sea sólo un.
accidente de las pruebas que sobreviven. Quizá
los hacendados mismos utilizaran el trabajo de los
esclavos, ¡a menudo, suplidos por los. propietarios junto con;otros, elementos costosos incluidos en los
d “a
Descargado por Sofia Casciaña (sofiac; cian
E
- mente "pobres y se atrasaban de continuo en el
pago de la renta, por lo que los propietarios podían embargarles sus pertenencias personales. El
peso de la deuda “seguía siendo abrumador. ColJumela (1, 3, 12), que escribió aproximadamente
en el 60 d.C., alude a las inmensas extensiones
que los grandes propietarios cultivaban “por, medio del compromiso de algunos ciudadanos y cuadrillas de esclavos”; parece que los deudores es-
taban nuevamente obligados a trabajar para sus acreedores, como en el 63 (pág. 188). Los abogados del siglo m declaraban que los labradores
eran incuestionablemente libres de abandonar sus
huertos; esto indica que se intentaba retenerlos.
Probablemente la población declinaba; los propietarios enfrentados con la escasez de mano de obra
recurrirían a la coerción, apoyándose en la sanción
de la ley de deudas o en su influencia política.
En una sociedad libre, la clase trabajadora habría
mejorado su situación si la demanda de trabajo
hubiera superado la oferta, pero en el Imperio ro- mano la libertad era algo cada vez más deteriorado y el gobiemo estaba en manos de la clase
superior. Hacia el siglo 1v, la imposición de tasas
se extendió a las tierras en Italia, y como los ingresos se reducirían si los campos permanecían
desiertos, el gobierno encadenó al suelo a los trabajadores rurales, a los libres como a los esclavos;
ellos, y sus hijos después de ellos, tenían que trabajar la tierra donde habían nacido. Esto convenía
también al propietario, pues de ese modo los trabajadores libres no podían prestar sus servicios al
mejor postor,
-: De este modo los rurales pobres de Italia, cuyos
— fuertes brazos habían derribado la República, no
“ganaron nada, a la larga al menos, con la revoe
ción: Habían: contribuido a establecer un régifuerte que ya no dependía de-su apoyo-y que —
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PE. 017
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“podía contemplar sus necesidades con indiferen-cia. No es fácil tampoco imaginar qué se podría
haber hecho por ellos. Los varios planes: de asignación de terrenos de la República no habían tenido un efecto duradero. La interrupción de la
conscripción no resultó ser un remedio suficiente.
El apetito de tierras de los ricos siguió voraz, y,
las malas cosechas y la falta de providencia colocaba todavía a los pobres a su merced. El trabajo
- servil seguía compitiendo con el de los hombres
libres. Aunque la guerra y la piratería ya no provelan una abundante reserva de esclavos a bajo
precio, no parece probable que hubiera una declinación significativa en la utilización de esclavos.
A juzgar por los escritos jurídicos del siglo 1 y
| principios del m, los esclavos aún dominaban en
el comercio, la industria y la agricultura de Italia.
Quizás ahora se practicara la crianza de esclavos
en gran escala. Tal vez la venta ilegal de hombres
libres y de sus hijos era una práctica más común
de lo que generalmente se admite, El empobreci| miento de los hombres libres se correlacionó siempre sin duda con el empleo extensivo de esclavos.
Augusto ganó para sí, mediante la distribución
de granos, a las plebes urbanas. Abrigaba la idea
de abolir las dádivas, pero no se aventuró a hacerlo, aunque finalmente redujo el número de beneficiarios (pág. 197). De este modo, el precio del
grano en el mercado libre siguió siendo importante, y un sistema más eficaz para procurar reservas
de ultramar lo mantuvo sin duda relativamente
bajo. Los sucesores de Augusto gastaron enormes
sumas en promover el comercio de granos y mejorar las instalaciones portuarias de Roma. Los
emperadores también aumentaron las reservas de
agua y tomaron precauciones contra los: incendios
“y las inundaciones. La mayor. parte-de-ellos fu
-.TOn grandes constructores de diverso: modo: la ci
í r E |
Descargado por Sofia Cascian
E
dad se adornó de templos, teatros, palacios, etcétera. Todo esto creó nuevas posibilidades de empleo para trabajos ocasionales. Vespasiano rechazó
“un sistema de ahorro de trabajos si lo adoptaba.
preguntó, ¿cómo iba a alimentar a sus pobres?
Había también espléndidos espectáculos para divertir al proletariado y sus superiores. “Todo el
mundo recuerda la mofa de Juvenal: la plebe sólo,
tiene hambre de pan y circo. Satisfacer ese hambre era prudente. Aunque la ciudad contaba ahora con un mejor servicio policiaco —contando los
bomberos, que formaban brigadas de unidades se-,
mimilitares, hubo, después de Tiberio, unos 20.000
soldados en la ciudad para mantener el orden—, un
motín era algo serio. Octavio en el 39 y más tarde
Claudio, fueron casi linchados por multitudes hambrientas. En el 238 d.C. los soldados sólo pudieron
someter al pueblo pegando fuego a los balcones
de las casas. Como resultado, gran parte de la ciudad quedó devastada. Para preservar sus personas
de los insultos, si no del ataque, los emperadores
tuvieron que dar a las plebes urbanas una posición-de privilegio: los contribuyentes provinciales
pagaron la cuenta. Las plebes habían desempeñado un papel subsidiario en la Revolución, sólo por
momentos imnortante. Por ejemplo, cuando alejaron a Cinna de la ciudad y se desencadenó una
serie de acontecimientos que llevaron a Sila a la
dictadura, cuando impusieron la ley Gabinia por la
violencia y de ese modo a Pompeyo el poder, que
resultó fatal nara la República, o cuando su continua turbulencia durante la década del 50 promovió finalmente el acuerdo entre Pompevo y los
—optimates, que- fue el origen de la guerra civil del
49. Pero en definitiva obtuvieron inmensamente
- más que los pobres rurales.
Todos, parecería, se beneficiaron con-la restau-..ación de-la-paz y el orden. “Con las tierras en.
E
iaa a
ED
“poder del César”, escribió Horacio (Odas, II, *
14), “no temeré conmociones ni la muerte por violencia”. Éste era el tema 'constante de la propa-.
ganda de Augusto. Y es difícil exagerar los disturbios y el error imperantes en los años precedentes. Apiano ha hecho una muy vívida descripción
de las condiciones del 41, cuando Octavio trataba
de asentar a los soldados ( Guerras civiles, V, 17 y
sigs.). Como resultado de las. guerras civiles en
las que los generales habían llegado a depender
de su lealtad, estaban totalmente fuera de controly se entregaban al pillaje a su antojo. No había
trabajadores en los campos, y los labriegos, temerosos de ser despojados por los veteranos, se mostraban reacios a sembrar lo que otros podrían cosechar. Sexto Pompeyo comandaba los mares y
había virtualmente interrumpido las importaciones
marítimas. El hambre fue endémica hasta su derrota en el 36, En el 41 el pueblo de Roma “cerró
sus talleres y arrojó a los magistrados de sús puestos, pues vela que no eran necesarios artesanos ni
magistrados en una ciudad oprimida por la necesidad y el saqueo”. Entre los partidarios de Antonio y los de Octavio tuvo lugar una pequeña
guera civil; otra vez afligieron a Italia la conscripción v las devastaciones, Hacia el 40 los soldados
mismos se hartaron de la guerra y obligaron a los
triunviros a solucionar sus querellas. Sólo en el
36 pudo Octavio comenzar a someter el bandolerismo y los secuestros que habían sido un mal muy
prolongado (pág. 172). El temor de que Italia
se convirtiera nuevamente en escenario de opera- .:
ciones militares debe de haber contribuido a que
la opinión pública apoyara a Octavio en el 32;
como los pompeyanos en el 49, Antonio sólo podía
vencer reconquistando la tierra. Podrían continua
nuevas” proscripciones y confiscaciones,-y los: ricos
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tenían más por perder. El otium, la paziv-el orden: ree of charge T
Descargado por Sofia Cascióna
AL E . Ñ A (E. > ¡ul >
+ Da EL “bajo un gobierno fuerte, había sido uno de los
principales objetivos de Cicerón, y Augusto lo hizo
realidad. :
La libertad en el sentido que le daban los optimates por cierto se había perdido, pero la mayor
parte de la vieja nobleza que la comprendía y
la apreciaba mejor había perecido en las guerras
y proscripciones. Sus pocos sobrevivientes estaban
dispuestos a pagar el precio de la seguridad. Los
“nuevos hombres” de las ciudades de Italia, quienes en gran parte habían suplantado a la vieja nobleza, obtuvieron una situación más elevada
y una mayor influencia que la que hubieran po. dido esperar anteriormente, no sólo en el Senado
“sino también en el orden ecuestre que, cada vez
- con mayor frecuencia, dio a los emperadores agentes ejecutivos y asesores. A decir verdad, con el
correr del tiempo el acceso a las posiciones de
poder e influencia en el Estado. fue cada vez más
fácil tanto para los provincianos, como para los italianos de las clases superiores.
Los-emperadores eran autócratas y muchos degeneraron en tiranos. Hubo una constante tensión
entre ellos y las clases más altas de la sociedad. El
Senado en particular, preservó el esprit de corps
que fomentó la mutua desconfianza entre sus miembros de cualquier origen y aquellos emperadores a
quienes disgustaba la expresión de puntos de vista
independientes y aun la más leve sugerencia de
crítica; o de aquellos que desatendían la pretensión
según la cual eran sólo los primeros de los ciudada-nos; apetecían el resplandor de la situación real y.
ha
--aun divina, y destruían la afabilidad de sus rela- ciones personales con los hombres de rango eleva-:
- do. A algunos, como Domiciano (81-96 d.C:), el
miedo los hacía crueles y la- falta de dinero para
satisfacer sus extravagancias, rapaces: La vida y:la
As
ana
doe gee los individuos estaban asu merced y los 2” > E PERA
“reinados del terror sólo terminaban con la rebelión
rango! ro ejemplo, si la en era de muerte, a.
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o el asesinato. Pero pronto se desvaneció todo pensamiento de resucitar a la República. Los crímenes
y los caprichos de algunos emperadores provocaron
silenciosos resentimientos -y conspiraciones ocasionales, pero lo que los hombres deseaban era la eliminación del gobernante y no la destrucción del régimen.
El régimen estaba asegurado porque respondía a
las necesidades e intereses de las clases más elevadas. Ningún hombre podía gobernar solo el Imperio sin ayuda, y todo emperador debía buscar en
esas clases a sus. asesores y funcionarios. Tenían casi
el monopolio de la educación y la experiencia requeridas, ( Hasta un cierto límite, los emperadores
podían hallar también asistencia en sus propios esclavos y libertos, altamente capacitados.) Los emperadores podían perseguir a algún senador o
miembro ecuestre en particular, pero a ninguno de
ellos se le habría ocurrido siquiera (ninguno fue
hombre de puntos de vista originales) atacar los intereses vitales de toda la clase alta y, si lo hubiera
intentado, no habría sobrevivido. Es característico
el hecho de que, cuando Pío (138-161 d.C.) prohibió ciertos modos de tratamiento inhumano de los
esclavos por sus amos, justificó su prohibición en
nombre de los intereses de la clase alta: si no se
controlaba la crueldad de unos pocos amos, todos
podrían sufrir la agitación de los esclavos. No sólo
se mantuvo la institución de la esclavitud a lo largo de todo el principado, sino que se fortaleció la
estructura jerárquica de la sociedad. “Nada”, escribió el convencional Plinio el Joven durante el Im- perio de Trajano (98-117 d.C.), “es más injusto
que la igualdad" (Cartas, TX, 5). Durante el siglo
E seintrodujo una distinción más clara en el derecho penal. entre. los hombres libres de diferent
Descargado por Sofia Casciana (So L
más “honorables” (senadores, Equites, miembros de
los-concejos municipales locales) se los decapitaba;
los otros eran quemados vivos, arrojados a las fieras o crucificados. Estas gentes “más humildes” podían también ser torturadas, como los esclavos. Los
ciudadanos comunes, tanto como los senadores, habían perdido el derecho a la libertad de que gozaban durante la República, pues las clases inferio-
res no tenían más garantía contra el abuso arbitrario que las clases superiores de libertad de expresión política. La libertad de toda especie sufría deterioro. Políticamente, se la destruyó primero en el
centro y luego en los municipios, donde las oligarquías locales eran cada vez más estrechamente con“troladas por el gobierno imperial. Económicamente
sobrevivió (salvo, por supuesto, que como en toda
época, los pobres la tenían sólo de nombre, y los
esclavos no la tenían en absoluto) hasta el siglo IV,
“en el que casi todos, como los campesinos, estaban
obligados de por vida a. la profesión de los padres.
Aun la tolerancia religiosa desapareció cuando, primero los arigeradores paganos y luego, más acentuadamente, los cristianos, exigieron a sus súbditos
_ que practicaran sólo los cultos < que ellos aprobaban.
En la República el descontento de los pobres y
la ambición de unos pocos magnates se combinaron
para producir la anarquía, la guerra civil y la revolución. El resultado fue político y no social o eco-- nómico. Fuera de Roma, la condición de las. masas
sólo mejoró en la medida en que el mantenimiento
- de la paz y el orden de por sí lo permitieron, En
el Baio Imperio, cuando los. documentos son otra
vez abundantes, el abismo entre los ricos y los po- bres era por lo menos tan extenso y tan profundo
-como siempre, y la miseria y la opresión igualmente
grandes. El costo de la paz era elevado . Para.
/Mommsen, César -fue un héroe; él, y. no Augusto, Za
ue el Cal de la nueva MONET y su bra
necesaria y el menor de los males”. Demostró cómo
el principio del absolutismo actuaba “pura y libremente... en ausencia de toda complicación material ajena”. Gibbon, a cuya autoridad apeló Mommsen, había ya observado que un gobernante. absoluto en la Europa de su propia época podría ser restringido y modificado por la influencia de otros Estados vecinos: “pero el Imperio de los romanos colmaba el mundo y, cuando el Imperio cayó en manos de una única persona, el mundo se convirtió
en una segura y temible prisión para sus enemigos”.
Según oninión de Mommsen, el nuevo sistema estuvo desde el comienzo mismo “enteramente marchito y muerto”, pues no logró procurar “un libre
desarrollo popular”.: Por cierto la pérdida de libertad se acompañó del estancamiento en la mayor parte de las artes y las ciencias. Al mismo tiempo, 4:
los hombres buscaron consuelo en múltiples variedades de fisolofía y religión, por la desdicha y la
nulidad de la vida en este mundo. Si en el Principado hubiera habido un portavoz de los viejos sentimientos populares, no habría.encontrado mucho
que cambiar en las palabras con que Tácito expresó
la resignación y la amargura senatoriales: “Durante veinte años (desde el 49 a.C.) hubo conflicto,
ninguna costumbre se observó, tampoco ninguna ley: los peores crímenes quedaron impunes y las ac- .
ciones honorables resultaron a-menudo fatales. Por
fin... César Augusto, en seguro dominio..., nos ..
dio leyes a seguir en paz y un príncipe. En adelante nuestros vínculos fueron más estrechos” ( Anales, III, 28). . re:
==
E History of Rome (Everyman ed., Iv, 439 y sigs.),. of
— Cibbon; Decline and Fall, cap; II; los últimos ocho pá
retos Mah: Los: cris Tisdogimga Baeiea esa aa
. ña Y Fo
Le AE
Descargado por 8
crónica más actualizada en inglés, y en las motas a From
> the -Gracchi to Nero (Londres, University Paperbacks,
OTRAS LECTURAS
Las fuentes, que el plan editorial me impide citar cabalmente, se mencionan en forma exhaustiva para los acontecimientos de vieja data, año tras año en The Magistrates
of ihe Roman Republic, de T, R. S. Broughton (Nueva
York, American Philological Association, 2 vols., 1952), En
Roman Civilization, de N. Lewis y M. Reinhold (Harper
Teorchbooks, vol. 1, 1955) y History of Rome through the
Fitfh Century, de A. H. M. Jones (Harper Torchbooks,
vol. 1, 1968) se podrán consultar selecciones traducidas de
viejos documentos; en cuanto a la hístoria social y económica, es más completa Economic Survey of Ancieni: Rome,
de T. Frank, vol. 1 (reedición, Paterson, Pageant Books |
“Ine., 1959). 7
De entre las historias generales de la República, la más |
su e interesante, referida a todas los aspectos de la
vida romana, sigue siendo la de T. Mommsen (ed. Everyman, 4 vols.): es obra de un historiador muy imaginativo
que dominaba todos los documentos conocidos hace un
siglo. Desdichadamente la versión es pesada y Mommsen
rara vez cita los testimonios. La documentación es más
abundante en la: Cambridge Ancient History, vols. VII-X
(1928-34); los diversos capítulos, de diferentes autores, son
de mérito variado. Las bibliografías completas fueron en
parte actualizadas en lo que respecta a ciertos períodos,
por E. Badian, “From the Cracchi to Sulla” en The Crisis
of the Roman Republic, editado por R. Seager ( Cambridge, Heffers, 1969), en adelante citado como “The Crisis. ..”, y de manera más selectiva por H. H. Scullard en
su History of the Roman World 753-146 BC (Londres,
Methuen, 1960; Nueva York, Barnes and Noble, 1961), la'
1963; Nueva York, Bares and Noble, 1964): Doy más abajo una breve. selección de obras en -inglés posteriores.
la: Cambridge Ancient History sobre el período que sia Au. Scipio- Aemilianus, de A. E. Astin (Oxford; “>
Press;.1967), es quizá la mejor exposición sobre -. Le
nar
Da e - Y ETT Clarendon Press, 1958; Nueva York, Oxford University
Press, 1958), y Roman Imperialism in the Late Republic
(Oxford, Basil Blackwell, 1969; Nueva York, Barnes and
Noble, 1968), ambos de E. Badian, a pesar de sus títulos,
constituyen una muy buena exposición de la historia do“méstica de Roma. Cicero and the Roman Republic, de F.
R. Cowell (Londres, Pelican Books, 1964; Gloucester,
Mass., Peter Smith; Baltimore, Md., Penguin Books), constituye una buena orientación sobre el marco de referencia
en general: Cicero the Siatesman, de R. E. Smith (Cambridge University Press, 1966), es una bien escrita apología. Caesar, Politician and Statesman. de M. Celzer (Oxford, Basil Blackwell, 1968; Cambridge, Mass., Harvard
University Press, 1968), es la exposición más completa y
confiable de todos los asuntos en los que intervino César,
pero véase también el interesante esbozo de J. P. V. D.
Balsdon, Julius Caesar and History (Londres, Teach Your— self History, 1967; Nueva York, Atheneum Press, 1967). The
Roman Revolution, de R. Syme (Oxford, Clarendon Press,
1939, y reedición en rústica; Nueva York, Oxford University Press, en rústica), constituye fuera de toda comparación la mejor exposición del período que abarca los años
44 a.C. al 14 d.C. 5
La obra fundamental sobre la constitución romana sigue siendo Rúmisches Staatsrecht, de Mommsen; la traducción francesa, Droit Public Roman (8 vols.), está agotada. Existe un lúcido esbozo en Historical Introduction to
the Study of Roman Law, de H. F. Jolowicz (Cambridge
University Press, 1965). Últimamente se ha concedido más
atención 'al funcionamiento concreto del sistema y su base
social; The Roman Nobility, de M. Gelzer (Oxford, Basil
Blackwell, 1969), publicado por primera vez en 1912, hizo
época. Para un examen comprensivo, véase Party Politics
in the Age of Caesar, de L. R. Taylor ( University of California Press, 1949; Gloucester, Mass., Peter Smith, 1962);
- importantes obras de
the Roman Republic ( American Academy at Rome, 1960)
, y Roman Voting Assembles ( University of Michigan Press,
1966). Otros autores han ido más lejos en la elaboración
- Wirszubski “(Cambridge University Press, 1950),- constitu
aa e una valiosa corrección de esta última tendencia; contr
a primera; véase mi-“Amicitia in the Late Roman:R pu
A era o : == Z
es 226 o
Descargado por Sofia Casciara
“a crisis del 133. Foreign Clientelae, 264-70 BC, (Oxford, *
detalle son sus Voting Districis of E
de teorias sobre las facciones más o menos permanentes —
de la nobleza; y en la depreciación de la importancia de .
Jos problemas; Libertas as a Political -Idea at Rome, de C.=
(sofia e
D
blic”; en The Crisis... y comentarios sobre Tiberius Graechus; de D. C. Earl, en Gnomon (1965), págs: 189-092, y
del valioso Res Publica Amissa (en alemán), de C. Meier,
en Journal of Roman Studies (1963), págs. 229-32. Violence in Republican Rome, de A. W, Lintott (Oxford,
Clarendon Press, 1968; Nueva York, Oxford University
Press, 1968), trata correctamente su tema.
Service in the Post-Marian Roman Army, de R. E. Smith
(Manchester University Press, 1955; Nueva York, Barnes
and Noble, 1958), corrige muchos errores sobre el ejército.
Sobre la historia social y económica, además de Frank,
“véase Slave Systems of Greek and Roman Antiquity, de
W. L. Westermann (Filadelfia, American Philosophical Association, 1955), con mi comentario aparecido en Journal
of Roman Studies (1958), págs. 164-70; Law and Life in
Rome, de J. A. Crook (Londres, Thames and Hudson,
1967; Ithaca, Nueva York, Comell University Press, 1967);
. Roman Freedmen during the Late Republic, de S. M.
Treggiari (Oxford, Clarendon Press, 1969); Daily Life in
Ancient Rome, de J. Carcopino (Londres, Routledge, 1941;
New Haven, Conn., Yale University Press), -_ fundamentalmente en documentaciones del tiempo imperial, pero en parte relacionado con la República. Un lib-o más
antiguo, Agricola, de W. Heitland (Cambridge University
Press), es una obra muy completa sobre el trabajo miral.
Sobre Salustio, véase Political Thought of Sallust, de D.
C. Earl (Amsterdam, reedición de Hakkert, 1968; Chicago, 1968; Chicago, Ill, Argonaut, Inc., 1961) y Sallust,
de R. Syme (Cambridge University Press, 1964; University of California Press, 1964).
Muchas de las afirmaciones que hago en este libro, algunas de las cuales pueden parecer polémicas, se fundan
en mis otros escritos. De entre éstos, “Italian Aims at the
Time of the Social War” (Journal of Roman Studies, 1965,
págs. 90-109), “The Equites in the Late Republic” (The
Crisis...) y “The Roman Mob” (Past and Present, 1966,
págs. 3-27), tienen títulos que hablan por sí solos; sobre
el reclutamiento militar y la persistencia del problema
=-- agrario, en el siglo 1, véase “The Army and the Land in
- the Roman Revolution” Journal of Roman Studies, 1962,
págs. 69-86). Mi libro Italian Manpower 225 BC-AD 14
(Oxford, Clarendon Press, 1971), trata, entre otras cosas,
del censo y las cifras sobre la población, el múmero de
oldados, “de colonos militares y de ciudadanos asentados
el. extranjero, y muchos aspectos de las condiciones so“y económicas en las regiones de Italia:
gu
Abruzzos, 190.
Acueducto Marciano, 166,
120..Acueducto Tepulano, 120.
Adige, 47.
África, l4, 31, 35, 36, 144,
145;
sus cereales, 47, 177,
: 207.
“Agustín, citado, 67,
Anibal, su invasión de Italia: 7, 17 y sigs., 30, 37,
-56 y sigs., 62, 99, 117,
145.
— Antonio (Marco Antonio),
9, 170, 209-211.
Antonio, Cayo, 181.
Apiano, 94, 166; —.
citado, 133, 137, 159,
210.
_ Apulia, Apulianos, 24, 44,
“46, 56 y sigs., 98, 190.
- Apustio, Cayo, 40.
Arausio, l44,
Arpino, l4, 16, 24, 59.
Asia, 8, l4, 64, 122, 160;
=. como provincia romana,
4 1 23, 107; 1180, 181,
Es 153, 156.
“Asinio, Herio, 26;
: véase también Polio.
2. Atalo II de Pérgamo, 122.
Atenas, 50, 67, 140, 186.
Ático, Tito Pomponio, 107,
Augusto, 9, 10, 713, 97,
172, 186,197, 200,
“mayor dridad, e dado alguñas fechas” que nose, en/ en
ÍNDICE DE PERSONAS, PUEBLOS * ”
Y LUGARES *
Basilica Porcia, 175.
Bibulo, Marco Calpumio,
193, 196.
Bitinia, 36.
Bolonia, 47.
Brucio, 190.
Bruto, Décimo Junio, 179.
Bruto, Marco Junio, 41,
104, 206-210.
Calabria, 57. .
Campania, 40, 44, 48-51,
54-56, 127, 155, 190, 194.
Canal, 14.
Capua, 7, 15 y sigs., 55
127, 154, 194.
Cartago, 7, 29, 35, 52, 93,
101, 115, 127 y sigs., 135,
136,
Casio, Cayo (pretor 44),
104, 206-210.
Catilina (Lucio Sergio
Catilina), 8, 16, 115, 163,
171, 182-190, 208.
Catón, Marco Porcio ( cónsul 195), 104; citado, 40, 41, 45, 52,
56, 57, 70, 115, 119;
su obra, 94.
Catón, Marco Porcio (pretor 54), 104, 119 wy sigs.,
140, 192, 195, 202.
Cerdeña, 47,177.
César, Cayo Julio, 13, 20,
30, 35, 64 y sigs., 104,
114 y sios., 130, 146, 155,
163,166, 170, 172, 179-181, 186-209, passim, 214;
_citado, Ss
2
“sus Comentarios,” 165- —
166.
Cicerón, Marco Tulio, 26
y sigs., 30, 67, 96, 120,
182-191, 195-201, 210;
citado, 30, 33, 40, 59,
66, 73, 76, 80, 96,
100, 103, 105, 107,
109, 110, 132, 1386,
139, 140, 146, 147,
162-163, 170, "175,
177, 180, 182,183,
184, 186, 192, 196,
200, 203, 2 209,
210;
escritos, 115 y sigs.,
171; 185:
opiniones, 89, 100, 109,
116, 192, 208;
orígenes y familia, 18,
- 31, 108;
propiedad, 59, 64, 77,
188.
Cilicia, 176. : :
Cimbrios, 144.
Cincinato, 68.
'Cinna, Lucio Cornelio,
155, 158, 161, 206, 219.
Claudio (emperador 41-54
d.C.), 45, 219.
Claudio, Apio (censor
312), 90-91, 117.
Claudio, Apio — (córisul
143), 117 y sigs., 121.
Claudio, Cayo (censor
169), 106.
Cleopatra, 211.
Clodio, Publio, 9, 176,
195-201.
Clusium, 46.
Columela, (c. 50 dC.), su
obra sobre agricultura citada, 30, 54, 60, 217.
Comisión graquiana de
asignación 'de tierras, 121,
— 124, 136, 149.A Comelio,- 108,
=— “ Comelio, “Cayo (tribuno “
“Descargado por Sofia Casciana ($
67); 178.
Cotta, Cayo Aurelio, 173.
Craso, Lucio Licinio, 1
y sigs.
Craso, Marco Licinio, 35,
176, 179-181, 186-201;
passim, 210.
Craso Muciano, Publio Le
cinio, 117. !
Crasos Licinios, 103.
Cremona, 56.
Curio, Manio, 90, 91.
Delos, 36.
Dio, Casio, 166;
citado, 32... Diodoro (historiador Cc. :%
40), citado, 132, 133. -- “Y
Dionisio de Halicarnaso, E.
69; : .
citado, 53, 91. —. E.
Disraeli, citado, 68. x
Domicio Ahenobarbo, Lucio (cónsul 54), 59, 103,
205.
Druso, Marco Livio (tribino 122), 134 y sigs. ¿
Druso, Marco Livio (tribuzo 91), 103, 140,-136-9.
Egipto, 180, 202, 211;
sus cereales, 48,
Elba, 61.
Emilia, 56, 98.
Emilio Paulo, Lucio, 35 y
sigs. 93. ,
Epiro, epirotas, 35, 107. E
Escipión Africano, Publio Comelio, 117. E
Escipión Emiliano, Publio E
Cornelio, 93, 102 y sigs.;
citado, 141, +
Escipión Nasica,
— Comelio, 123.
= A = - España, 29, 34 160, 167
y sigs.; 7
minas de, 7, 8, 53, 105.
Espartaco, 167-171, 183.
Etruria, etruscos, 13 y
sigs., 17, 48 y sigs., 118,
152, 156, 166, 190.
Eufrates, 14.
Eurípides, citado, 85, [
Fabio Píctor, 69 y sigs,
Fabios, 78.Faminio, Cayo, 98, 99,
107. a
Fanio, Cayo, 1925, 126,
127,187, 150.
Filipo, Lucio Marcio, 151.
Filipos (batalla), 209, 210,
214 y sigs.
Flandes, 47,
Fulvio Flaco, Marco, 125.
Fulvio, Lucio (cónsul
322), 24.
Fulvios, 101.
y |
Galia Cisalpina, 7, 14, 18,
20, 26, 47-49, 78, 95, 98,
152, 160, 170, 190;
derechos civiles, 20, 179180.
Galia Trasalpina, 8, 160,
- 169, 194, 209,
; Galilea, 131.
Galos, en Italia, 17, 56;
< saqueo de Roma por los,
52, 58.
Génova, 47.
Gibraltar, estrecho de, 14.
Graco, Cayo Sempronio, 8,
109-110, - 121, 125-135,
141, 145, 199.
- Graco, Tiberio Sempronio
censor 169), 106, 124.
Graco, Tiberio Sempronio
(tribuno 133), 31, 55,-96,
99-102, - 116-124, 136, 140,
TAE 215,216, - =
, el >
O E
Gracos, + 104%:116,
i21,
124, 136-141, 160, 194,
Grecia, 29, 58, 133,
Guerra — contra
143, 144.
Horacio, citado, 210, 220,
Hortensio, Quinto, 90.
Isidoro, C. Cecilio, 59, 60.
Jltalianos, véase aliados.
Italia, conquistada por Roma, 16-19; —
devastación de, 152, 170,
220;
durante el principado,
213-221;
economía de, 33-68;
lenguas de, 19;
población de, 36;
véase también, Calia Cisalpina.
Janículo, 14.
Julios, 102.
Juvenal (c. 50-130 d.C.),
citado, 219.
Labeón, Marco Antistio (c,
1 d.C.), citado, 170.
Lacio, 37, 52, 57,
Lago Velino, 47, 90,
Latinos (aliados y colonos
romanos), 14-20, 56, 88;
SE y sigs., 134 y sigs.;
sus derechos, 18, 25, 125
y sigs., 179;
su lengua, 15, 19.
Lelio, Cayo (cónsul 140),
101.
Lenguas oscas, 15 y sigs.
Léntulo, Publio Comelio
(pretor 63), 190-192,
Lépido, Marco Emilio
(cónsul 78), 167, 169.
Lépido, Marco Emilio
( miunviro), 210 y sigs.;
Yugurta,
==
pa
a des ». - RA a Las
Ley de Cabinio, 140, 176178, 185, 193,219. '.
Licinio (tribuno 367), 85.
Livio, 69, 71, 93, 113, 148;
citado, 34 y sigs., 37,
89, 102, 108, 140, 166;
su Epitomatus, 132.
Lucania, lucanios; 57, 153,
158.— Lúculo, Lucio Licinio, 161.
Macedonia, 8, 29, 35, 109,
131, 153, 160, 166.
Macer, Cayo Licinio, 176.
Manilio Cayo, 177-179.
Mar Mediterráneo, 45.
Marianos, 156 y sigs., 179.
Mario, Cayo, 8, 16, 25 y
sigs., 31, 95, 100, 104,
110, 114 y sigs., 143147, 154-159, 179.
Marjales Pontinos, 208.
Metelo Macedónico, Quinto Cecilio, 118, 161,
Metelos, Cecilios, 103.
Mezzogiorno, 56.
Milón, Tito ¿Amio, 199,
201. *
Mitrídates, 64, 153, 169.
Módena, 56, 170,
Mucio Scevola, Publio,
123;
Murena, Lucio Licinio, 59.
Nerva, 215,
Numancia, 93, 101.
Numidia, 142, 146.
Octavio, Marco (tribuno
1339, 121, 148. 177,
Octavio, véase Augusto
ET A yo NE
deis
i a
Partos; 200, 210.
Pérgamo, 122, 130,
Petronio: (c. 60 d.C.), 41. Piacenza, 56.
Piamonte, 98,
Picenum, 32, 56, 78, 190,
205.
Pirro, rey de Epiro (319272), 56, 76.
Pisa, 18.
Plancio, Gneo, 26;
su. padre, 107.
Platón, 68.
Plauto, 94.
Plinio el Joven (c. 61-110
d.C.), citado, 222.
Plinio el Viejo (23-79
d.G.), citado, 187.
Plocio, 176.
Plutarco, 94, :114, 166;
citado, 33, 121, 128,
139.
Po, 47.
Polibio, 93;
citado, 43, 47, 109, 121,
133.
Polión, Cayo Asinio (cónsul 40), 26, 166.
Pompeya, 59.
Pompeyanos, 202, 205 y
sigs,
Pompeyo (Gneo Pompeyo,
Magno), 153, 32, 35, 59,
66 y sigs., 78, 101,
103, 116, 140, 147,
157, 167 y sigs., 175200, 219 y sigs.
Pompeyo, Sexto (su hijo),
49; 210. Ponto, 153.
Posidorio, 132.
a Ci A E E
Régulo, Marco Atilio, 34.
Rímini (Ariminum), 18,
- 96. ,
Roma, ciudad de, 3, 5053;
población de, 20, 199;
véase también, asambleas, plebes urbanas.
Rómulo, 212,
Rulo, Cayo Servilio, 180.
Rutilio Rufo, Cayo (cónsul 105), 131.
Sabinos, 14, 15;
su país, 90.
Sahara, l4.
Salústio, 110, 114 y sigs.,
165;
citado, 33, 94, 138- y
sigs., 143, 153, 159,
179, 176, 178, 185,
188, 190, 191, 1992
Samnitas, Samnio, 98; 153,
156.
Satumino, Lucio Apuleyo,
144-146, 179,
Seylacium, 127.
: Séneca (muerto en el 65
d.C.), citado, 44.
— Sertorio, Quinto, 167.
Sestio, Publio, 166, 201.
Sextio (tribuno 367), 76,
80, 84, 88.
- Sicilia, 7, 29, 35, 48, 105,
118-177; 2087213;
Sila, Lucio Comelio, 32,
100, 110, 116, 147, 153168, 172 y sigs., 179,
181, 190, 203, 209,
215; 219.
+ Sistema. sileano, 150-174.
Tácito (c. 100-d.C.), “citado 40, 128, 211-213.
Tarento, 49, 127, Tarquino, 13, 72-73.
Terencio, 94.
Territorio romano, 13-18,
25;
Teutones, lá44.
Tíber, 14, 48, 50, 52, 55.
Tiberio (emperador), 8,
27; 31;:48, 197, 215,
219.
Tibur, $4..
Tierra falernia, 54.
Tribu poliana, 95,
Tribus alpinas, 14.
Trimalción, 41.
Túsculum, 24.
Umbria, umbríos, 24, 46,
190.
Valerio Flaco, Lucio; ( cónsul 195), 104,
Varrón, 135;
citado, 53, '133, 188,
216. >
Vasos áticos, 51.
Veleio (pretor 15 d.C.),
citado, 77, 128, 130,
Venajrum, 55
Véneto, 18.
Vespasiano, 219.
Veyos, 7, 17, 34, 78, 87,
88.
Vía Apia, 44, 47, 90, 176.
Vía Sacra, 175.
Virgilio, citado, 146; 215.
Opimio, Lucio, 135, 145. Praeneste, 84. Sulpicio Rufo, Publio, 154
Volsinii, 25.
Ostia, 46, 55, 176. - Puteoli, 55. y si : Volturño, 55.
*Pensciol 183: Quíos, 49. This ocupar Eneas 40 S
Descargado por Sofia Casciar
Acueductos, 66, 90, 120,
187
y Agricultura,
passim,
: 53, 62
Albergue, 51, 187, 2153
'Alados (italianos), 15,
17, 19, 62, 108, 124126, 133-135, 145,
149, 152 y
Alimentos, 57
Asambleas. celebradas en
Roma: 14, 24, 26, 75 y
sigs., 81-85, 91, 9597, 100-101, 126, 140
y sigs.;
en' ciudades italianas,
24 M_,
Artesanos, 63, 143, 183,
187, 198, 220 |
Assidui, 27, 30-32, 118,
139
Auctoritas, 73, 211
- Auspicium, 72
y Autosuficiencia (económi
ca), 39, 49, 52
especialmente,
Bancos, 353, 64, 108
ÍNDICE ALFABÉTICO
Canales, 47 5
Came, 47, 58
Capite censi, 21
Censores, censura, 78, 91,
96, 108-109
Centurias, 19-23, 75, 9597, 143, 192
«Cerámica, 49, 62
Cereales, véase Granos
Cifras de los censos, 14 y
sigs., 17, 20, 35, 136,
192 z
Clientes, clientela, 77-80,
56, 107-110, 120, 126,
156, 179, 191, 205
Y 17 y sigs., 55 y
2, 97-98, 197-130,
Tas. 185,
209, 215-216
Collegia, 51 y sigs., 196,
198
Comercio, comerciantes,
39-53, 64, 107 y sigs.,
177, 218
Conscripción, 27-35, 64,
100-102, 123, 128, 206,
216-218, 220
Constitución, véase Repú159, 208p imposible en Roma, 21
- y sigs.;
tendencias hacia, 80, 91,
95-97
x Despoblación, 30, 118119
- Deudas, problemas de las,
_34, 61, 81 y sigs., 8789, 97, 110, 135, 140,
153, 157, 184, 188189, 207, 206, 217
- Devastaciones, 56, 152,
170, 220
.. Dictadura, 73, 90, 102,
7 157
Doce Tablas, 7, 69, 7881, 63, 86-87
La Edificación, 64, 66, 187;
véase Obras Públicas
y Ediles, 74
Emigración, 65, 65
Empréstitos de “dinero, A1,
108, 188; véase Tasas
de Interés
Equites, 35, 105-110, 121,
126,
148163,
184,
131-135, 142-144,
150, 151, 162174-175, 177,
203, 221-222
Ergastula, 171
E Esclavitud, esclavos, 16,
== ==
Fábricación de “adrillos,
40
Fábricas, 40
Facciones, 105, 116-117,
141, 202
Fasti, TO
Fides, 184
XGranos, distribución en
Roma, 55, 66, 98, 121,
128-129, 136, 140,
146, 150, 161, 175176, 187, 192, 196198, 207, 218;
importación de, 39, 4551-55. 17, 200, 207206, 218
producción en Italia, 40,
-— 46 y sigs., 55
Guerras, sus efectos en
Italia, 13; passim, 64-68
Hambrunas, 39, 51, 175,
177, 200-201, 219-220.
“Hombres nuevos” en Roma, 26 y sigs., 41, 80,
91, 103-105, 110-111,
118, 144-145, 221.
Huertds, véase Propiedades, Campesinado
Imperio, su extensión, 14- 35-37, 43, 87-66, ET,
91, 118, 158, 170171 1 198 y sigs., Imperium, 72-73, 86-141
216-218, 224 y sigs.; Incendios en Roma, 188,
rebeliones, 37, 118, 169- 218. |
Bandolerismo, 116, 172,
blica.
220
Barcos, propietario de, 41, Consulado, 76, 80.
Cortes, véase Jurisdicción.
44 y sigs., 107
Cronistas (romanos), 34,
15
Boni, 116, 138 ; : E
Botín, 31-35, 87, 155, 205 69-72, 78, 81 y sigs., 171 Industria, 40 y
sigs., 5187, 90, 93 y sigs. Espectáculos, 120, 134, 52, 215 |
1 Caminos, 44, 90, 97-28, Cuestores, 74, 162 . 919 Intercessio, 82, 87,
176
128 Estados clientes, 14 Interés, tasas de, 41, 89,
135, 153, 179
“Exposición de los niños,
> 36, 118, 197 Y
Extensión de la ciudada,
ía, 16 y: sigs., 1 y e
sigs, 153, 158-159, ? Campesinado, 29-35, 59- ' mo A
62, 64, 119-120, 124, Dádivas,- véase Distribu-'
128, 129, 136-137, ción de -granos —146-147, 157-158, Democracia; actitud de 1
_— populares, 122, 126- 19
De o. 184;
Interrez, T2
Inundaciones, 39, 48;
en Roma, 187, 218
Invenciones, 41.
Ttalia, 42, 4 y ses 50
165, 166, 170,18
a
Sa na
Jurisdicción, 73 y sigs.,
77 y sigs. E6 y sigs., 99100, 109, 132- 134,
143, 148, 151, 161,
173-175, 178
Y Latifundio, 34, 49, 53 y
sigs.
Leche, 57
Legados 200
y Legislación agraria, 85 y
sigs, 97, 100, 119-128,
136- 138, 140, 146, l45149, 180, 193-195, 216
Leyes, 77-79, 84-87, 90
Leyes de la balota, 24-25,
100-101, 140, 162, 182
Libertad, 72 y sigs., 89
139-141, 161, 174, 183184, 206, 221, 224-225
Libertos, 16, 41, 63, 91,
120, 156, 196-197
Lujo, 42, 117
Madera, 53, 56
Manteca, 57
Manumisiones,
bertos
Marxismo, 185
Minas, 53, 105, 109, :131
Movimientos populares, 76,
86-8%, 91, 98-109, 114115, 139-141, 148, 136,
172-173, 177-180, 189,
194-199, 207, 211
x Mimicipalidades de Italia,
24-25
Nexus, 61, 89, 188
.1 Nobles, 80, 102-104, 110— 111, 118, 137, 138, 149:
145, 151, 157, 221
véase LiObras TO 66, 91, 97,
Al a
09, e ta e las
? This A ar AN
Descargado por "Sofia €
e a a
Proscripciones,
159, 163, 167, 207, 210,
221
Provocatio, 84-85, 99, 146,
179, 193, 195
Publicanos, 43, 64, 66, 105
-109, 130-131, 149, 153,
156, 194
» Olivos, 42, 48 y sigs., 58
E AT Ads y caps.
V y VI pas
Obiime 172,9 213, 220;
cum dignitate, 182-184
x Particios,
ciones;
pulares
Panaderos, 187
Y Pastoreo, 42, 48 y sigs., 56-:
6D, Ss, 98,'119, 137
Patricios, 25, 76- 92, 102 =
Patrocinio, véase Clientela
Piratería, 36, 43, 46, 177178 :
Plan alimenatrio, 217
Plebes, definición de las,
76; ;
organización de las, 8289 y sigs., 95-96
Plebes urbanas, 51 y sigs.,
62, 91, 96, 120, 123,
126, 129, 135, 146, 151,
160, 163, 180, 183, 185192, 197-199, 218
Plebeyos, véase Patricios
Y. Población; de Italia, 14,
17, 35 y sigs. De Roma, . —-'
20, 51-53, 198
Pontífices, 70, 81, 86-87,
179, 195"
Populares, definición de
los, 138-142 :
Pretores, 74, 178
Principado, 13, 211-224
Príncipes, 76
131; véase FacOptimates;
Po- Y Queso, 57
Recaudadores de impuestos, véase Publicanos
Regnum, 13-14, 73, 123,
142, 157
Rentas, 128-129, 146, 188
República en "Roma, su
caída, cap. VI passim;
su fundación, 18:
sus principales instrucciones, 73-76, 81-85,
89-92, 95-98
Ríos de Italia, 46,47
Riqueza (de los jefes romanos), 35, 41 y sigs.,
59 y sigs., 67, 107;
Ropa, 30, 49, 57
Xx Salarios, 30
Secuestros, 171, 220
Senado de Roma, Composición del, 25 y sigs., 76,
106, 109, 148, 162, 167,
2921;
durante el Principado,
224;
durante el sistema de Sila, 160-162, 186, 192,
5 209;
179;
45.-58-62, 107, 158-159 a ipuderes, 21, 72.70
TE Dé 2.105, 106, 111, / "121,
192, 126-127,.. 140,
cue 156:
155, 158- *
NARA
“último - ens del”,
135, 146, 202 —Senadores, su jurisdicción,
99-100, 109, 193, 132135, 148, 162, 174
Servicio militar, véase Assidui; Conscripción
Sobarno, 97, 100, 149
Soldados, gastos de, 66-67;
su número, rechutamiento y condiciones de
servicio, 26-37, l1l44147, 160-162, 213216; véase Conscripción; Distribucin de
tierras; Veteranos
Sociedades en el derecho
*BIZANO, 41, 42
Y Tasación, 17, 29, 38, 586,
66, 89, 105, 107, 130181, 1681; 218, 217
Tejidos, 49, 148
Tenderos, 40 y sigs., 52,”
183, 199
Y Tierras, como
59;
confiscación de las, 17
y sigs., 56 y sigs.;
distribución de las, 17 y
sigs., 27, 32, 56, 89 y
sigs., 90, 109, 211;
véase también Legisla-
ción agraria; Colonias;
valor de Tas, 18
Y Tierras públicas, 58, 60,
81, 88, 119, 137 y sigs.,
158, 180, :194-195 +
Trabajo en los muelles, 55
y sigs., 120, 187
y Transhimancia, 54-57
Transporte en Italia, 4447, 49, 176
Tribunado (consular), 86,
103 y
Tribunado (plebeyo); 82-87,
101 y sigs:; 120-122; 140,
a
inversión,
1 160 y sig, 176-178, 184, — — 195, 905, 208, 209, 2141. =
7 201-209,.207,-210, 216 215, 220 y sigs. 1 y
* Tribus, 82, 88, 91, 95 y — Viñedos, 42, 48 y sigs., 54.1
sigs., 103 Vino, véase viñedos E :
Tribuni aerarii, 174 Violencia, 34 y sigs., - L
Veteranos, 98, 138, 145- 137, 170, 185, 199-204 ÍNDICE
E 147, 159-162, 167, 175, - Voluntarios en el ejército, E
180, 188 y sigs., 193- 31 y sigs. ==
T . Prefacio sAKRns SCAN ETE OREA A 5
1
Y] Cuadro” Cronológico .........ee.eess0verererecees 7
E Nota sobre Monedas y Medidas ................. 11
1. El marco de referencia: La expansión romana y
sus resultados + 22:00 54560013760 CANE 13
1 II. El marco de referencia: La economía romana .. - 39
SEE. ZE ab A
III. Plebeyos contra Patricios, 509-287 ............ 69
IV. La era de quietud, 287-134 ........evsesee... 93
Í V. Reforma y reacción, 1353-79 .........ee.....- 113
| “VI. La caída de la República, 78-27 ............. 165
A Epílogo SAR Mee ars a
> Otras lecturas .......e.e.cervoroorarececóeereee 225
Índice de personas, pueblos y lugares ............. 229
Índice alfabético ................ PE ET MEC 234
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