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Discurso sobre la belleza - Pietro Bellori

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LA IDEA DEL PINTOR, DEL ESCULTOR Y
DEL ARQUITECTO, SELECCIONADA ENTRE LAS
BELLEZAS NATURALES1 SUPERIOR A
LA NATURALEZA2
DISCURSO DE G10. PIETRO BELLORI PRONUNCIADO EN LA ACADEMIA ROMANA DE SAN
LUCAS EL TERCER DOMINGO DE MAYO DE 1664, SIENDO PRlNClPE DE l.A ACADEMIA EL SEÑOR
CARLO MARATTI
Cuando aquel sumo y eterno intelecto autor de la Naturaleza fabricó sus maravillosas obras, creó mirándose a sí mismo las primeras formas, llamadas ideas, de manera
que cada especie quedó expresada en aquella primera idea y así se formó el contexto
de las cosas creadas. Sin embargo, los cuerpos celestes supralunares, no sometidos a
cambios, permanecieron siempre hermosos y ordenados y es precisamente así, eternamente precisos y hermosos, como llegamos a conocerlos gracias aa las medidas esferas
y al esplendor de su apariencia. Lo contrario sucede con los cuerpos sublunares, suje
tos a las alteraciones y a la fealdad, y aunque la Naturaleza pretende siempre causar
sus excelentes efectos, las formas se alteran por la variabilidad de la materia y la belleza humana se confunde más que ninguna, como vemos en las infinitas deformidades y
11
1 El planteamiento que hace Bellori en la introducción a su tratado se inserta plenamente dentro de la
tradición neoplatónica que había imperado en la tratadísti01 del siglo anredor: el a1tísta tiene en su mente
una Idea de la beHeza a través de la cual puede corregir la natu.raleza1 pero sin embargo se diferencia de los
trat.idos anteriores en el hecho de que par-,;1.
él esta Idea no se encuentrq. innata en el alma humana, sJno que
tíen~ su origen precisamente en la propia rontemplación de lo sensible, sublimándolo y purificándolo; para
ello, como señala Panofsk:y, fuerza una cita del Fedón de tal manera que hace dedr a Platón ni más ni menos
que tiene su comienzo en la Naturnleza,. Resulta inteque &laIdea sea un perfecto conocimiento de la cm.""a
resante que esta nueva actitud frente a la Idea quede manifiesta ya en el mismo titulo de la introducción.
1 Este oom,encímiento de que esta ,Jdea [.. .l seleccionada entre la.5 bellews naturales,, es -superior r, la
Naturaleza~y es fundamental para entender la posición de Bellori, que aboga por que la salvación de la pintura
se encuentra en un:a vuelta del artista hacia la namraleza -(X}mohace Annibal.e Carraccí-, pero que condena a
aquellos pintores nat:u.raitstasque son incapaces de trascender el modelo para llegar .alconocimiento de la verdad
3 Lz elección de este asunto como ten:.a de su discurso no es casual, sino que pretende de manera deliberada establecer una ;;olució:n de continuidad con el pasado y con el fundador de la Academia, Federico
Zuccaro, que Jiabfa publicado en 1607 L Tdea de' Píttori, Scultori ed A.rchitefti, y a cuya poesia inicial alude
de alguna manera la estructura del discurso de BeUori. El porqué de este deseo de subrayar la continuidad
habría que buscarlo en la nueva situación que atraviesa la Academia de San tueca a partir de media.dos de
los años cincuenta -y sobre todo a rníz de lá elección como príncipe de Cado Maratta en 1664-, cuando, después de más de una década, sale de un largo letargo que la había llevado de hecho casi a su desaparición.
Sin embargo son m1:chas las diferencias que separan. amb0s textos, pues, por ejemplo, si para Zuccaro
la Idea aún era UJ')amanifestación del togas, para Bellori coincide ya. con una idea de la Belleza, lo que le
aleja definitivamente de los planteimientos neoescolásticos de aquél. La afirmación de una estética de la
Belleza, independiente de cuestiones teológicas o gnoseol6g:icas1 fue uno de los mayores logros de.ia t-ñtica
de arte del XVUy en especial de :aellor.L
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desproporcio~es que hay en nosotros. Por eso los nobles pintores y escultores, imitan~º a aquel pnmer creador, se forman tambiéri en la mente un' ejemplo de belleza superior Y, contemplándolo, enmiendan la Naturaleza sin errores de color ni de líneas4
Es_taIdea o diosa de la Pintura y de la Escultura, abiertas las cortinas sagradas d~ los
altos ingemos de los Dédalos y de los Apeles, llega hasta nosotros y desciende a los mármol~s Y a las tel~s: cre~da por la naturaleza, supera su origen y se hace original del arte;
~~d1da al .campas. del mtele~to, deviene medida de la mano; y, animada por la imaginac1on, da vida a la ~magen. Ciertamente, porque así lo han determinado los mayores filósofos, las causas e1emplares están en los ánimos de los artífices y en ellos residen perpet~rnmente Y sin errores muy hermosas y perfectas. Idea del pintor y del escultor es aquel
e¡emplo perlecto y ex~elent~ de la mente, a cuya imaginada forma imitando se parecen
las cosas que caen baJo la vista, y tal es la definición que ofrece Cicerón, en el libro De
Gratare, a Bruto:
V~igi~r. in formis, et figuris est aliquid perfectum et excellens, cuius ad excogitatam speci~ imi~ando, ref~ntur ea qua sub oculis ipsa cadunt, sic perfectae eloquentiae speciem
animo videmus, e.fji"giemaun:bus quaerlmus5.
, Así, la Idea constituye la perfección de la belleza natural y une lo verdadero a lo veros~mtl de las cosas puestas al alcance del ojo, aspirando siempre a lo mejor y a lo maravillos~, por lo que no sólo se convierte en émula de la Naturaleza, sino que la supera
mostrandonos sus obras elegantes y acabadas, que, sin embargo, esta última no suele
mostrar~os perfectas en todas sus partes 6. Esta alabanza confirma las palabras de Proclo
en el Timeo, donde dice que, si se coge a un hombre hecho por la Naturaleza y a otro
creado por ~l.~rte de la escultura, el natural será menos garrido, porque el arte obra con
mayor precis10n. Pero Zeuxis, que con la elección de cinco vírgenes creó aquella ima7
~en de ~elen~ tan famosa , puesta como ejemplo por Cicerón en el De Oratore, ensena al rrusm~ ~empo al pintor y al escultor a contemplar la Idea de las mejores formas
naturales, elig1en~o....
entre vari~s cuerpos y quedándose con las más elegantes. A pesar
de todo, no penso el que pudiera encontrar en un único cuerpo todas las perfecciones
que buscaba para la hermosura de Helena, cuando la naturaleza no hace ninguna cosa
perfecta en todas sus partes:
r:eque enim putauit omnia quae quaeret ad venustatem vno in corpore se repertreposse,
ideo quod nihil simplici in genere omnibus ex partibus natura expoliunt.
Sin embargo, Máximo Tirio sostiene que la imagen que ofrecen los pintores así
tomada de cuerpos diversos, alumbra una belleza como no se encuentra en ni~oún
b
4
B~llori recoge la posición que, remitiéndose a la autoridad de Plutarco había mantenido ya Alberti en
'
e 1 De pictura.
. ~ E~.este_caso, lo mism~ que señalábamos en la nota 1 respecto a Platón, Bellori fuerza el significado de la
cita 6 e iceron, que, en realidad, en su traducción correcta venía a decir prácticamente lo contrario.
_ BT;nt?
estructura general de la argumentación de su discurso como las mismas citas clásicas que uti11za e ~n ~ben mucho al ~atad0 De pi~tura Veternm de Franciscus Junius (1638).
7
Esta anecdota de_Zeux1s, muy repetida _en_
la Antigüedad, había sido recogida y aceptada prácticamentdedpc:rtoBdos:o~ trata.distas de arte del Renac1m1ento. El primero en verla críticamente y dudar de su veracia
1Lle
em101.
dª
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\-, o natural y que se aproxima a las estatuas hermosas. Lo mismo le aseguraba
sio a Sócrates: el pintor, habiéndose propuesto en cada forma la belleza natural,
tomar de distintos cuerpos todo lo que en cada uno de ellos sea de mayor per(fón, siendo difícil encontrarse uno solo perfecto. Y es más, la Naturaleza es por esta
~óíttan inferior al arte que los emuladores y los meros imitadores de los cuerpos que
'.eligen ni seleccionan la Idea fueron reprendidos: Demetrio fue tachado de dema'-lúnatural, Dionisia fue criticado por haber pintado unos hombres semejantes a nosbs y era comúnmente conocido como dv8pw-rróypayoc:,es decir, pintor de hombres;
són y Pirreico fueron condenados por haber imitado a los peores y más viles, igual
" ,en estos tiempos nuestros Michel Angelo da Caravaggio ha sido demasiado natuy-ha pintado a sus semejantes, y Bamboccio a los peores 8 . Sin embargo, Lisipo les
rochaba a la mayoría de los escultores que hicieran hombres como los que se
, cllentran en la Naturaleza y él se vanagloriaba de crearlos como debían ser 9, siguien_elúnico precepto dado por Aristóteles tanto a los poetas como a los pintores.
\,-En cambio a Fidias no se lo acusó de este defecto, pues al imitar más la Idea que
Naturaleza maravillaba a los espectadores con las formas de los héroes y de los dio; y Cicerón, hablando de él, afirma que Fidias, cuando representaba a Júpiter y a
nerva, no contemplaba objeto alguno del que sacar el parecido, sino que tenía preen su cabeza una forma grande de belleza y, mirándola, dirigía hacia dicho parela mente y la mano:
Nec vero ille artifex cum faceret louis formam, aut Minervae contemplabatur aliquem, e quo
similitudinem duceret, sed ipsius in mente insidebat speciespulchritudinis eximia quaedam,
quam intuens, in eaque defixus, ad illius similitudinem artem, et manum dirigebat.
Por eso también a Séneca, estoico y juez riguroso de nuestras artes, le pareció una
, ran cosa y le maravilló que este escultor, no habiendo visto ni a Júpiter ni a Minerva,
~oncibiera en su espíritu sus formas divinas:
Non vidit Phidias louem, fecit tamen velut tonantem, nec stetit ante oculos eius Minerua,
dignus tamen illa arte animus, et concepit Deos, et exhibuit.-
Apolonio de Tiana nos enseña lo mismo, que la fantasía vuelve más sabio al pintor que
la imitación: igual que ésta hace solamente las cosas que ve, aquélla hace además las cosas
- que no ve en relación a las que sí ve. Ahora, si con los preceptos de los sabios antiguos
- queremos encontrar también a los mejores de nuestros modernos, Leon Battista Alberti nos
_enseña que en las cosas no sólo se debe amar la semejanza, sino ante todo la belleza,
y que se deben ir eligiendo entre los cuerpos hermosos las partes más alabadas. Así,
8 Véase nota 2. Bellori establece aquí un interesante paralelismo entre los pintores modernos y aquellos
~utistas clásicos que figuraban dentro de la triple división establecida por Aristóteles entre los artistas griegos
que habían representado a los hombres como eran, peores de lo que eran y mejores de lo que eran. Antes que
Be\lori Agucchi ya había intentado establecer un paralelismo semejante, sólo que él situaba a Bassano en el
lugar del Bamboccio.
_,
9 Una vez más Bellori interpreta con absoluta libertad el texto original, pues lo que en realidad decía
Plinio de Lisipo era justamente lo contrario: que no había representado a los hombres como realmente son,
sino como aparecen, y que, por tanto, Lisipo podría ser tachado de ilustonista.
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Leonardo da Vinci instruye al pintor sobre cómo formarse esta Idea y considerar lo que ve
Y hablar de ello, eligiendo las partes más excelentes de cualquier cosa. Rafael de Urbino
el gran maestro de los sabios, escribe así a Castiglione de su Galatea: «Parapintar una muje;
hermosa necesitaría ver más mujeres hermosas, pero como las mujeres hermosas escasean
yo me sirvo de una cierta Idea que me viene a la mente».
Cuando Guido Reni, que supera a cualquier otro artífice de nuestro siglo en la belleza, envió a Roma el cuadro de san Miguel Arcángel para la iglesia de los capuchinos 10
le escribió a monseñor Massani, Maestro di casa de Urbano VIII: «Hubiera querido tene;
pincel angélico o formas del Paraíso para crear al arcángel y verlo en el cielo, pero no
he podido subir tan alto y en vano lo he buscado en la tierra, de manera que he mirado la forma q~e me he fijado en la Idea. Está también la Idea de la fealdad, pero dejo
de plasmarla esta en el Demomo, porque lo huyo hasta con el pensamiento y no me
preocupo de tenerlo en mente•. Sin embargo, Guido se jactaba de pintar la belleza no
como se le ofrecía a los ojos, sino semejante a la que veía en la Idea, por lo que su
bella Helena raptada se celebró como la antigua de Zeuxis. Sin embargo, ella no era
tan hermosa como la pintaron, porque se le encontraron defectos y tachas; es más,
parece que no navegó j9-máshacia Troya, sino que llevaron en su lugar una estatua suya
por cuya belleza se guerreó durante diez años 11 . No obstante, se cree que Homero adoraba en ~us ~oemas a una mujer que no era divina para agradar a los griegos y para
hacer mas celebre el asunto de la guerra de Troya, del mismo modo que ensalzó a
Aquiles Y a Ulises por su fortaleza y su buen juicio. Por ese motivo Helena, con toda
su belleza natural, no podía compararse a las formas de Zeuxis y de Homero ni hubo
ninguna mujer que tuviera tanta hermosura como la Venus de Cnido o la Mi~erva ateniense 12 , llamada la bella forma, ni se encuentra hoy hombre que iguale en fuerza al
Hércules Farnese de Glicón, o mujer que se asemeje en hermosura a la Venus medicea
de Cleómenes.
Por esta razón, cuando los mejores poetas y oradores quieren celebrar alguna belleza sobrehumana, recurren a las comparaciones con las estatuas y las pinturas. Ovidio
describiendo a Cílaro, centauro de extremada belleza, lo celebra como si se parecier~
a las esculturas más alabadas:
Gratus in ore vigor, ceruix, bumerique, manusque
Pectoraque Artificum laudatis proxima signis.
Y en otro lugar cantó de Venus en tono elevado que, si Apeles no la hubiera pintado, todavía seguiría sumergida en el mar, donde había nacido:
Si Venerem Cois nunquam pinxisset Apelles
Mersa sub aequoreis illa lateret aquis.
10
Sigue estando en el mismo emplazamiento.
No hay ~ayor afirmación_ de ~sta superioridad del arte sobre la naturaleza que ésta: griegos y troyaos no combatieron por una ~u¡~r, smo I?ºr una escultura, pues las imperfecciones y los defectos de la mujer
de carne Y hueso nunca hubieran merecido provocar un suceso semejante.
12
La Atenea Parthenos de Fid.ias.
n
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II
Filóstrato ensalza la belleza de Euforbo comparándolo con las estatuas de Apolo Y
stiene que Aquiles supera la belleza de Neptolemo, su hijo, igual que las estatuas
peran a los hombres hermosos. Ariosto, al fingir la belleza de Angélica como si hubiesido esculpida por la mano de un artífice industrioso, la presenta atada a la roca:
Creduto hauria che fosse stata finta,
O d'alabastro, o d'altro marmo illustre
Ruggiero, O sia alto scoglio casi aiunta
Per artificio di scultore industre.
: En estos versos, Ariosto imitó a Ovidio 13 describiendo a la misma Andrómeda:
Quam simul ad duras religatam brachia cautes
Vidit Abantiades, nisi quod leuis capillos
Mouerat, et tepido manabant lumina fletu,
Marmoreum ratus esset opus.
Marino, celebrando la Magdalena pintada por Tiziano, aplaude con las mismas alaanzas la pintura y eleva la Idea del artífice por encima de las cosas naturales:
Ma ceda la Natura, e ceda il vero
A que! che dotto Artefice ne finse,
Che qua! l 'hauea ne !'alma, e ne! pensiero,
Tal bella, e viua anear qui la dipinse 14•
Parece que la manera en la que se interpreta a Aristóteles en la Tragedia de Castelvetro
o es correcta, pues allí se sostiene que la virtud de la pintura no consiste en hacer la ilnaen bella y petfecta, sino semejante _alnatural, ya sea hermoso o deforme, como si el exce) de belleza fuera en detrimento de la semejanza 15. Este razonamiento de Castelvetro se
:reiducea los pintores icásticos y a los retratistas, los cuales no están sometidos a idea alguna, pero sí sujetos a la fealdad del rostro y del cuerpo, pues no pueden añadirles belleza
ni corregir las deformidades naturales sin destruir el parecidci; en caso contrario, el retrato
seda más hermoso y menos parecido. De esta imitación icástica no se ocupa el filósofo, que
enseña al trágico las costumbres de los mejores con el ejemplo de los buenos pintores Y
creadores de imágenes perfectas, que usan la Idea. Y son éstas sus palabras: •Siendo la tra( <gecliaimitación de los mejores, es necesario que nosotros imitemos a los buenos p":tores,
porque aquéllos, sirviéndose de su propia forma, al hacerlos parecidos los fingen mas her~
13Aquí Bellori está apoyando su discurso sobre la necesidad de que los artistas modernos copie~ las
obras de arte clásicas en el ejemplo de los poetas, pues Ariosto también se estaba dejando guiar P?r Ov1dio.
14 La inclusión de estas citas de Ariosto y Marino, en las que se celebra la belleza de una muier, resulta
sumamente reveladora de los intereses de Bellori, porque el elemento de referencia es una obra de arte Y no
l:tpropia Naturaleza, que queda relegada a un lugar más bajo. ,
, .
.
.
15 Este tipo de opiniones debían de ser frecuentes en los c1rculos ar~1sticos,y Bald1~ucc1reo'.erda que
Hernini •solía decir que la imitación producía el deleite de nuestros sentidos y que poma c?mo eiemplo el
gran placer que produce ver una buena pintura de una vieja asquerosa y repugnante que s1 fuera de carne
y hueso nos daría asco y provocaría náuseas ...
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mosos. «'ATTofa8óvTE½
TT]v oLxELavµopy~v, óµolous TTOLÓUVTES,
KaAALousypáyoumv». Sin
embargo, conviene a-la Idea hacer a los hombres más hermosos de lo que son normalmente y elegir la perfección. Pero la Idea no es una de estas bellezas: son sus formas variadas, fuertes Y magnánimas y alegres y delicadas, de todas las edades y de todos los sexos.
No obstante, en el deleitoso monte Ida nosotros no sólo alabamos con Paris a la suave
Ve~us o celebr~mos al tierno Baca en l~s jardines de Nisa, sino que arriba, en los yugos
fat:1gososde Menalos y de Delos, admiramos a Apolo con la aljaba y a la arquera Diana.
Otra fue, sm duda, la belleza de Júpiter en O limpia y de Juno en Samos otra la de Hércul~¿
en Lindos Y la de Cupido en Tespia: así, las diversas formas se adapta~ a cosas diferentes
porque la belleza no es sino aquello que hace las cosas como son en su propia y perfe~
naturaleza, que los mejores pintores eligen contemplando la forma de cada una.
Debemos considerar además que, siendo la pintura representación de la acción
humana, el pintor debe tener en mente también los ejemplos de los ajfetti que pesan
sobre esas acciones, igual que el poeta conserva la Idea del iracundo del tímido del
afligido, del alegre, y así de la risa y del llanto y del temor y de la ira. istos moti d~ben
permanecer mucho más impresos en el alma del artífice con la continua contemplación
de la Naturaleza, siendo imposible que él los pinte con la mano del natural si primero
~o l~osha creado con su fantasía, y para esto es necesaria grandísima atención, porque
Jamas se ven los moti del alma si no es de paso y por algunos brevísimos instantes. Así
que, acometiendo el pintor y el escultor la tarea de imitar las operaciones del ánimo que
derivan de las pasiones, no puede verlas en el modelo, que se coloca delante sin sentir
ningún afecto, Y que aun languidece con el espíritu y con los miembros en el acto en
el que se vuelve y se para al dictado de otro.
Sin embargo, es necesario formarse una imagen de la Naturaleza observando las emociones humanas y acompañando los moti del cuerpo con los moti del ánimo, de manera
q~e l~s unos dependan de los otros. En tanto, para no dejar de lado la Arquitectura, tamb1en esta se sirve de su perfectísima Idea: dice Filón que Dios, como buen arquitecto,
contemplando la Idea y el ejemplo propuestos fabricó el mundo sensible a partir del
mund~ ideal_e mtehg1ble. Entonces, al depender la Arquitectura de la razón ejemplar,
tamb1en aquella se hace superior a la Naturaleza. Así Ovidio, cuando describe la cueva
de Diana, dice que la Naturaleza se dispone a imitar el arte al construirla:
Arte laboratum nulla, simulauerat artem
Ingenio Natura suo.
Seguramente Torquato Tasso tenía presentes estos versos cuando describió el jardín
de Armida:
Di natura arle par, che per diletto
L'imitatrice sua scherzando imiti.
És_t~es, además, un edificio de tal excelencia que Aristóteles argumenta que, si su
crea~1on fuera cosa natural ,r no diferente de aquello de lo que está hecha la
Arquitectura, la Naturaleza se hubiera visto obligada) al realizarlo, a seguir las mismas
reglas para reducirla a la perfección, igual que las propias habitaciones de los dioses
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ieron fingidas por los poetas con la industria de los arquitectos, ordenadas con arcos
:columnas, tal como se describieron el palacio del Sol y de Amor, llevando la Arquitectura
l cielo.
Así, los antiguos cultivadores de la sabiduría formaron esta Idea y deidad de la bellea eh sus mentes, mirando siempre hacia las partes más bellas de las cosas naturales,
orqlle muy fea y vil,es esa otra idea cuya mayor parte se forma sobre la práctica, que:éndo Platón que la Idea sea un perfecto conocimiento de l.a cosa que tiene su comien.:.
p. en la Naturaleza. Quintiliano nos enseña cómo todas las cosas perleccionadas por
•l ·arte y por el ingenio humano tienen su principio ~n.la propia Naturaleza, de la cual
dCriva la verdadera Idea. Por eso, aquellos que sin conocer la verdad mueven el todo
..,,Jionla-práctica, representan larvas en lugar de figuras; y no son muy diferentes aquellos otros que toman prestado el ingenio y copian las ideas de otros y hacen obras que
bo son hijas de la Naturaleza, sino bastardas, y parece que hayan confiado en las pin:·c'eladas de sus maestros 16 . A este mal se suma que, no sabiendo ellos elegir las partes
;'mejores por la falta de ingenio, eligen los defectos de sus preceptores y se forman _la
ldea de lo peor. Al contrario de aquellos que se vanaglorian del nombre de naturalistas11, no se proponen en la mente Idea alguna: copian los defectos de los cuerpos y se
afanan en la fealdad y en los errores, confiando también ellos en el modelo, como su
(.pt:eceptor; y, si lo apartan de su vista, al punto se retira de ellos todo el arte. Pla~ón
· compara a esos primeros pintores con los sofistas, que no se basan en la verdad, smo
en los falsos fantasmas de la opinión 18 ; los segundos son semejantes a Leucipo y a
·:··
:Demócrito, que con diminutos átomos componen al azar los cuerpos. Así, condenan el
árte de la pintura a la opinión y al uso, igual que Critolao decía que la elocuencia era
' un modo de decir y una habilidad de complacer: TpL~T\, y KaKoTEXVta, o, más bien ÚTEXv(a, costumbre, sin arte y sin razón, privando a la mente de su cometido y dándoselo
todo a los sentidos. Por eso, aquello que es suma inteligencia e Idea de los mejores
pintores, ellos prefieren convertirlo en un uso individual para aunar la sabiduría y la
ignorancia. Pero los espíritus elevados, sublimando el pensamiento a la Idea de lo bello,
sólo se ven raptados por ésta y la contemplan como cosa divina. Cuando el pueblo
refiere todo al sentido de la vista, alaba las cosas pintadas al natural, porque está acostumbrado a verlas así hechas, aprecia los colores hermosos y no las formas hermosas,
que no comprende; le molesta la elegancia, aprueba la novedad; desprecia la razón,
sigue la opinión y se aleja de la verdad del arte; sobre la cual, como su propia base, se
ofrece la nobilísima apariencia de la Idea.
Se está refiriendo a los manieristas toscanos y romanos seguidores de Mi_gue_l
Ángel.
Aunque Bellori no es el primero en utilizar el término de naturalistas para referirse a Carávaggio Y a
sus seguidores, fue él el que lo popularizó.
.
~
_.
__ ,
. .
•
1sBellori interpreta a Platón a su modo, pues a qmenes compara este con los sofistas es a los pmtores que
imitaban el aspecto de las cosas (fantasía) --es decir, a los que Bellori ~onsideraría natura~istas-, mie?-trasque ~~J.
tlquél los pintores que se asemejarían a los sofistas eran los que pmtaban·sus_/antasit::;, ~s declf, s~~ propias
imágenes mentales. De todas maneras, en este párrafo nos encontramos con ~tra cues~ton unportant1~una dentro del discurso belloriano: la oposición que existe entre la -verdad. y la «razon• Y la s1e~p:e mora1?1ent: sospechosa «opinión•; oposición que lleva el enfrentamie1_1to«c~ásico•/ •~a_rroco,(pu_es_laop1món no solo dicta e~
gusto de quienes se complacen con la pintura naturaltst~, smo ta_mb1enel _dequienes lo h~c:? con ese b~rr~
co encarnado por Bemini o Cortona) a un terreno que hnda casi con el d~ la moral; la op1mon es la. ant1tes1s
de la verdadera actividad intelectual y negación de la verdad; y, aunque solo fuera por ello, es sospechosa Y
condenable por naturaleza.
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Nos quedaría por decir que si los antiguos escultores se sirvieron, como ya hemos
apuntado, de esa Idea maravillosa, hay que estudiar las antiguas esculturas más perfectas, para que nos guíen hacia la belleza enmendada de la Naturaleza, y dirigir la vista con
el mismo fin a la contemplación del resto de los excelentísimos maestros, pero dejemos
este asunto para su propio tratado de la imitación, satisfaciendo a aquellos que critican
el estudio de las estatuas antiguas. Hemos dicho refiriéndonos a la Arquitectura que el
arquitecto debe concebir una Idea noble y fijarse una mente que le sirva de ley y de
razón, consistiendo sus invenciones en el orden, en la disposición y en la medida y éUritmia del todo y de las partes. Pero, por lo que respecta a la decoración y a los ornamentos de los órdenes, es cierto que la Idea se encuentra establecida y confirmada sobre los
ejemplos de los antiguos, que, con los frutos de un largo estudio, dieron forma a ese arte.
Cuando los griegos le dieron los mejores términos y proporciones, confirmadas por los
siglos más doctos y por el consenso y la sucesión de los sabios, se convirtieron en leyes
de una maravillosa Idea y belleza última, que, siendo una sola en cada especie, no se
puede alterar sin destruirla. Lamentablemente, por ese motivo la deforman quienes la
transforman con la novedad, porque la fealdad está cerca de la belleza, del mismo modo
que los vicios tocan a las·:virtudes. Desgraciadamente observamos un gran mal en la caída
del Imperio Romano -con el cual cayeron todas las buenas artes y con ellas más que ninguna otra la Arquitectura-, porque aquellos bárbaros edificadores, despreciando los
modelos y las Ideas griegas y romanas y los más hermosos monumentos de la Antigüedad,
exaltaron durante muchos siglos tantas y tan variadas fantásticas fantasías de órdenes, que
con espantoso desorden la volvieron monstruosa.
Bramante, Rafael, Baldassarre 19 , Giulio Romano y, en tiempos más recientes, Miguel
Ángel se han esforzado en devolver las heroicas ruinas a su primera Idea y aspecto, eligiendo las formas más elegantes de los edificios antiguos. Pero hoy, en lugar de darles
las gracias a estos hombres sapientísimos, algunos vienen con los antiguos ingratamente
vilipendiados, como si sin alabanza de ingenio y sin invención se hubieran copiado los
unos a los otros. Sin embargo, cada uno aparenta tener en la cabeza una nueva Idea y
embrión de la Arquitectura propios, exponiéndolos en la plaza y en las fachadas: son
hombres ciertamente carentes de toda la ciencia que es propia del arquitecto, nombre
que llevan en vano 20. Y tanto es así que, deformando los edificios y las propias ciudades
y los recuerdos, se afanan en ángulos, divisiones y torcimientos de líneas; descomponen basas, capiteles y columnas con bolas de estucos, repeticiones y desproporciones;
y también Vitruvio condena semejantes novedades y nos propone los mejores ejemplos.
Pero los buenos arquitectos mantienen las formas más excelentes de los órdenes;
los pintores y los escultores, escogiendo las más elegantes bellezas naturales, perfeccionan la Idea y sus obras adelantan y superan a la Naturaleza, lo que representa la última alabanza a estas artes, como ya hemos probado. Nace entonces el respeto y el estupor de los hombres ante los artífices: ésta fue la gloria de Timantes, de Apeles, de
Fidias, de Lisipo y de tantos otros celebrados por la fama, los cuales, elevados sobre las
formas humanas, llevaron sus Ideas y sus obras a la admiración. Bien puede llamarse
entonces a esta Idea perfección de la Naturaleza, milagro del Arte, providencia del
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telecto, ejemplo de la mente, luz de la fantasía, Sol que de~de el Oriente inspira la
•atua de Menón, fuego que vivifica la estatua de Prometeo. Esta hace que Venus, _las
acias y los amores, dejando el idalio jardín y las playas de Citerea, vengan a habitar
rt·la dureza de los mármoles y en el vano de las sombras; en su virtud, la~ musas fo~Ilen las riberas del Elicón los colores para la inmortalidad, y por su glona desprecia
Ítlas babilónicas tela~ y alaba fastuosa dedáleos linos. Pero como la Idea_ de la el~• encia se rinde ante la Idea de la Pintura en la misma medida en que la vista es mas
ficaz que las palabras, aquí se me quedan cortas las palabras y callo.
Se refiere a Peruzzi.
Se está refiriendo a Bernini y, sobre todo, probablemente, a Borromini. Veáse supra p. 11.
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