ÍNDICE F. Cuetos Neurociencia del Lenguaje Bases neurológicas e implicaciones clínicas Diccionario de términos médicos 1800 páginas / Formato grande, 21 x29cm / Tapa dura/Edición 2012 Disponible también con: versión electrónica^^^ • Una obra imprescindible para todos los profesionales de la salud. • Casi 52000 entradas, con referencias cruzadas. • Cerca de 30000 sinónimos y variantes léxicas o gráficas. • Información etimológica e histórica para cerca de 7000 términos. • Información sobre nomenclaturas normalizadas en más de 5200 entradas. • Casi 27000 observaciones lingüísticas y técnicas. • Equivalentes de los términos en inglés. • Etimologías, siglas, abreviaturas, símbolos y acrónimos más frecuentes. • Recoge no sólo los términos correctos, sino también los erróneos con el fin de alertar al usuario. • Versión electrónica que permite hacer búsquedas en español e inglés, con actualizaciones permanentes. Neurociencia del Lenguaje Bases neurológicas e implicaciones clínicas booksmedicos.org I UNIVERSIDAD COMPLUTENSE iiiiiiiiiiiiiiiiiiiíiiiiieiiii 5328145976 Neurociencia del Lenguaje Bases neurológicas e implicaciones clínicas Fernando Cuetos Vega Catedrático de Psicología Básica, Departamento de Psicología, Universidad de Oviedo booksm2clicos.org 1 __ —editorial medica — _ panamericana 8UEN0S AIRES - BOGOTÁ - CARACAS - MADRID MÉXICO-PORTO ALEGRE 1 www.medicapanamericana.com Los editores han hecho todos los esfuerzos para localizar a los poseedores del copyright del material fuente utilizado. Si inadvertidamente hubieran omitido alguno, con gusto harán los arreglos necesarios en la primera oportunidad que se les presente para tal fin. Gracias por comprar el original. Este libro es producto del esfuerzo de profesionales como usted, o de sus profesores, si usted es estudiante. Tenga en cuenta que fotocopiarlo es una falta de respeto hacia ellos y un robo de sus derechos intelectuales. Las ciencias de la salud están en permanente cambio. A medida que las nuevas investigaciones y la experiencia clínica amplían nuestro conocimiento, se requieren modificaciones en las modalidades terapéuticas y en los tratamientos farmacológicos. Los autores de esta obra han verificado toda la información con fuentes confiables para asegurarse de que ésta sea completa y acorde con los estándares aceptados en el momento de la publicación. Sin embargo, en vista de la posibilidad de un error humano o de cambios en las ciencias de la salud, ni los autores, ni la editorial o cualquier otra persona implicada en la preparación o la publicación de este trabajo, garantizan que la totalidad de la información aqui contenida sea exacta o completa y no se responsabilizan por errores u omisiones o por los resultados obtenidos del uso de esta información. Se aconseja a los lectores confirmarla con otras fuentes. Por ejemplo, y en particular, se recomienda a los lectores revisar el prospecto de cada fármaco que planean administrar para cerciorarse de que la información contenida en este libro sea correcta y que no se hayan producido cambios en las dosis sugeridas o en las contraindicaciones para su administración. Esta recomendación cobra especial importancia con relación a fármacos nuevos o de uso infrecuente. ESPAÑA Visite nuestra página web: http://www.medicapanamericana.com ARGENTINA Marcelo T. de Alvear 2.145 (C 1122 AAG) Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina Tcl.: (54-11) 4821-2066 / Fax: (54-11 > 4821-1214 e-mail: infofa medicapanamericana.com COLOMBIA Carrera 7a A N° 69-19 - Bogotá DC- Colombia. Tel.: (57-1) 235-4068 / Fax: (57-1) 345-0019 e-mail: infompídmedicapanamericana.com.co / Quintanapalla. 8 4/ planta - 28050 Madrid. España Tel.: (34-91) 1317800/Fax: (34-91) 1317805 e-mail: mfoífrmedicapanamericana.es MÉXICO Hegel 141,2.° piso. 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Quintanapalla. 8. 4.* planta - 28050 Madrid, España Depósito Legal: M-38.578-2011 Impreso en España índice de autores Aguado Alonso, Gerardo Profesor Titular, Departamento de Educación, Area de Psicología Evolutiva y de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Navarra, Pamplona. Belinchón Carmona, Mercedes Profesora Titular, Departamento de Psicología Básica, Area de Psicología Básica, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Madrid. Cuetos Vega, Fernando Catedrático, Departamento de Psicología, Área de Psicología Básica, Facultad de Psicología, Universidad de Oviedo. Domínguez Martínez, Alberto Profesor Titular, Departamento de Psicología Cognitiva, Area de Psicología Básica, Facultad de Psicología, Universidad de La Laguna, Tenerife. González-Nosti, María Profesora Contratada, Departamento de Psicología, Área de Psicología Básica, Facultad de Psicología, Universidad de Oviedo. Igoa González, José Manuel Profesor Titular, Departamento de Psicología Básica, Area de Psicología Básica, Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Madrid. López-Escribano, Carmen Profesora Contratada, Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Facultad de Educación, Universidad Complutense de Madrid. Martín-Loeches Garrido, Manuel Profesor Titular, Departamento de Psicobiología, Facultad de Educación, Universidad Complutense de Madrid. Marulanda Páez, Elena Profesora Contratada, Facultad de Educación, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Rodríguez-Ferreiro, Javier Profesor Contratado, Departamento de Psicología Básica, Facultad de Psicología, Universidad de Barcelona. Prefacio Si echamos un vistazo a los libros escritos en castellano que tratan sobre las bases neurológicas del lenguaje podremos ver que la mayoría parte del modelo formulado por Geschwind en los años sesenta. En ese modelo se distinguen dos grandes zonas del cerebro responsables del procesamiento lingüístico: el área de Broca en la tercera circunvolución del lóbulo frontal izquierdo y el área de Wernicke en la circunvolución superior posterior del temporal izquierdo. El área de Wernicke es responsable de la comprensión oral, y el área de Broca, de la producción oral. Ambas áreas están conectadas a través del fascículo arqueado. A partir de ese modelo se distinguen varios síndromes afásicos que resultan de la lesión en alguna de esas áreas: afasia de Broca y afasia de Wernicke si se daña una de esas dos zonas, afasia de conducción si se daña el fascículo arqueado, afasia global si la lesión es masiva, etcétera. Sin embargo, las cosas han cambiado mucho en los últimos años. Gracias a los enormes avances producidos en este campo, fundamentalmente con el desa­ rrollo de la neurociencia cognitiva y, en particular, de las modernas técnicas de neuroimagen, se ha comprobado que la relación cerebro-lenguaje es mucho más compleja de lo que inicialmente se pensaba. Y, aunque el modelo de Geschwind, en esencia, continúa siendo válido, es demasiado simple para explicar algo tan complejo como es el procesamiento lingüístico y sus correlatos neurológicos. El lenguaje implica muchos más procesos que los de comprender y producir pala­ bras; supone procesar fonemas y combinar esos fonemas para formar palabras, combinar palabras para formar oraciones, extraer los significados de las pala­ bras individuales y los mensajes de las oraciones, entender el sentido retórico o metafórico de las frases, etc. Consecuentemente, son muchas las zonas del cerebro que intervienen en el procesamiento lingüístico, además de las áreas de Broca y Wernicke. Los estudios recientes muestran que en el lenguaje participan amplias zonas de los lóbulos temporal, parietal y frontal del hemisferio izquier­ do, así como zonas del hemisferio derecho. Incluso intervienen también estruc­ turas subcorticales como el tálamo o los ganglios básales. Por otra parte, la taxonomía de síndromes es insuficiente para explicar toda la amplia variedad de trastornos afásicos que se pueden producir como conse­ cuencia de las lesiones cerebrales. Son muchos los trastornos afásicos que no en­ cajan en esos síndromes. Además, las técnicas de neuroimagen están poniendo de manifiesto que no hay un correlato neuronal claro para los síndromes, pues se ha comprobado que algunos pacientes con afasia de Broca no tienen dañada el área de Broca y, a la inversa, pacientes con lesión en el área de Broca no pre­ sentan el síndrome de Broca. Y lo mismo sucede con los restantes síndromes, entre ellos el de Wernicke. En consecuencia, el modelo clásico de Geschwind ha tenido que ser reem­ plazado por modelos más complejos y sofisticados, y la tipología de síndromes, VIII NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE por categorías de trastornos más específicos y explicables por esos modelos. Más que clasificar a un paciente como afásico de Wernicke de lo que se trata ahora es de averiguar si sus problemas de comprensión se originan en el plano semántico, léxico, fonológico, etc. Así, las baterías clásicas de evaluación de los pacientes (como el test Boston) han sido sustituidas por baterías basadas en los modelos de procesamiento lingüístico, como la evaluación del procesamiento lingüístico en la afasia (EPLA) o la batería de evaluación de los trastornos afási­ cos (BETA). Sin embargo, estos importantes cambios aún no aparecen reflejados ni en los libros ni en la práctica clínica. Por esta razón, el objetivo de Neurociencia del lenguaje: bases neurológicas e implicaciones clínicas es mostrar el estado actual de las investigaciones en el campo de la neurociencia del lenguaje en toda su complejidad, es decir, separando los diferentes niveles del lenguaje (fonológico, morfológico, sintáctico, etc.) y analizando las bases neurológicas de cada nivel. El libro consta de diez capítulos: cinco destinados a los principales com­ ponentes del lenguaje, es decir, fonología, morfología, sintaxis, semántica y pragmática; dos al lenguaje oral, uno dedicado a la comprensión y otro a la producción; dos al lenguaje escrito, uno a la lectura y otro a la escritura, y el capítulo de introducción en el que presentan los antecedentes de la neurocien­ cia del lenguaje y se describen brevemente las principales metodologías que se emplean en el estudio de las bases neurológicas del lenguaje. Cada capítulo co­ mienza con una breve introducción del tema, a la que siguen una descripción de los procesos cognitivos implicados en el procesamiento del sistema que se trate (fonológico, sintáctico, etc.), el análisis de las bases neuroanatómicas de esas operaciones y, finalmente, una reseña de los tipos de trastornos afásicos que se producen cuando se daña alguna de esas operaciones. Los destinatarios de este libro son todas las personas interesadas en conocer las bases neurológicas del lenguaje y, especialmente, los estudiantes de psicolo­ gía, medicina, logopedia, enfermería, lingüística y cualquier otra disciplina en la que se trate este apasionante tema. Pensando en los estudiantes, todos los capítulos terminan con un resumen, en el que se recogen los contenidos princi­ pales del capítulo, y cinco preguntas de autoevaluación para que el lector pueda comprobar si ha comprendido las ideas principales expuestas en cada capítulo. Dadas la complejidad y la extensión del texto he querido contar con colabo­ radores especialistas en los diferentes temas para conseguir una visión más com­ pleta y profunda. Mi especial agradecimiento por su aceptación y buena dis­ posición a participar en esta obra, así como por haber seguido las indicaciones dirigidas a conseguir una homogeneización de los capítulos y la presentación del estado actual de cada tema de manera rigurosa y seria, pero con un lenguaje directo y asequible para que el libro resulte ameno y atractivo. Creo que lo han logrado de manera sobresaliente. Fernando Cuetos índice de capítulos Capítulo 1 Introducción Fernando Cuetos 1 Capítulo 2 Comprensión oral María Gonzdlez-Nosti y Fernando Cuetos 15 Capítulo 3 Producción oral Javier Rodríguez-Ferreiro y Fernando Cuetos 31 Capítulo 4 Fonología Gerardo Aguado 47 Capítulo 5 Morfología Alberto Domínguez y Fernando Cuetos 65 Capítulo 6 Sintaxis Manuel Martín-Loeches 77 Capítulo 7 Semántica Javier Rodríguez-Ferreiro 93 Capítulo 8 Pragmática José Manuel Igoa, Mercedes Belinchón y Elena Marulanda 111 Capítulo 9 Lectura Fernando Cuetos y Alberto Domínguez 137 Capítulo 10 Escritura Carmen López-Escribano 153 índice analítico 171 Introducción Fernando Cuetos ÍNDICE DE CONTENIDOS • • • • Concepto de Neurociencia del lenguaje Estudios con pacientes afásicos Técnicas electrofisiológicas y de neuroimagen Conclusiones CONCEPTO DE NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE La Neurociencia del lenguaje es una disci­ plina joven, aunque con profundas raíces en el tiempo, que estudia la organización del len­ guaje en el cerebro.1 Profundas raíces, porque hace ya muchos años que los investigadores es­ tán interesados en conocer las bases neurológi­ cas del lenguaje; joven, porque la forma en que la Neurociencia aborda el tema, tanto en el en­ foque como en la metodología, es nueva. Por una parte, trata de integrar diferentes discipli­ nas que investigan sobre el lenguaje y sus bases neurológicas, pues actualmente nadie duda de que para entender algo tan complejo como es la organización del cerebro humano es nece­ sario aunar los diferentes enfoques teóricos y metodológicos; por otra, hace uso de todos los medios posibles, y, en este sentido, las moder­ nas técnicas de neuroimagen, al permitir vi­ sualizar el funcionamiento del cerebro de las personas mientras realizan determinada tarea lingüística, han supuesto un salto cualitativo en este campo.2 En definitiva, la Neurociencia del lenguaje persigue los mismos objetivos que la Neuropsicología clásica o la Neurolingüística, pero sus métodos han cambiado. Los avances tecnológicos han sido claves en estos cambios, pues hasta la segunda mitad del siglo xx la única manera de estudiar las bases neurológicas del lenguaje era observando, me­ diante autopsia, los cerebros de personas que habían tenido trastornos afásicos para com­ probar qué zona del cerebro era la que estaba dañada. Conociendo el tipo de trastorno lin­ güístico que habían tenido en vida y el área que había sido dañada, se podía establecer una re­ lación entre áreas cerebrales y funciones lin­ güísticas. Con este procedimiento se descubrió el papel que juegan importantes regiones del cerebro en el lenguaje, como el área de Broca o el área de Wernicke, por citar sólo las más conocidas. Con la llegada, a partir de los años seten­ ta, de las primeras técnicas de neuroimagen (como el escáner), se produjo un importante cambio en la metodología de estudio, pues ya no era necesario esperar a que un paciente mu­ riese para comprobar dónde tenía la lesión, ya que se podía comprobar en vivo, lo que incre­ mentaba la posibilidad de hacer estudios con muestras amplias de pacientes. Pero el salto espectacular en este campo llegó en las dos úl­ timas décadas, con la confluencia de varios he­ chos importantes. El desarrollo de las técnicas de neuroimagen funcional, como la resonancia magnética funcional o la magnetoencefalografía, que permiten observar el funcionamiento cerebral tanto en pacientes como en personas sanas mientras hacen uso del lenguaje, posibili­ ta la realización de experimentos en los que se puede ir cambiando la tarea para comprobar en cada caso qué zonas del cerebro se están ac­ tivando. Incluso algunas técnicas de neuroima­ gen recientes, como la tractografía, consiguen visualizar los tractos de la materia blanca que unen zonas corticales, y que también juegan un papel importante en el procesamiento del lenguaje. 2 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Otro hecho de gran importancia para el de­ sarrollo de la Neurociencia del lenguaje fue la elaboración, por parte de la Psicolingüística, de modelos cada vez más complejos que detallan la estructura y organización de todos los com­ ponentes del sistema de procesamiento del len­ guaje. Estos modelos son fundamentales para poder explorar con éxito la organización del lenguaje en el cerebro, ya que sin ellos no se pueden interpretar los datos que proporcionan las técnicas de neuroimagen. Además, cuanto más detallados son esos modelos, más fácil re­ sulta entender los datos y encontrar el corre­ lato neurológico de los distintos componentes del sistema de procesamiento lingüístico. Los estudios neuropsicológicos clásicos utili­ zaban modelos lingüísticos muy sencillos, como si el lenguaje consistiese sólo en entender y producir palabras. A consecuencia de ello, la cantidad de áreas cerebrales que se suponía intervenían en el lenguaje era muy reducida. Pero en cuanto se empezaron a elaborar mode­ los más complejos en los que se consideraban otros aspectos del lenguaje, como las reglas sintácticas para formar oraciones o las claves prosódicas para interpretar el verdadero sig­ nificado de algunas expresiones, se comenzó a comprobar que son muchas más las áreas que intervienen en el lenguaje de las que en princi­ pio se creía. En la misma línea, también se comprobó que los tipos de trastornos afásicos que se pueden producir debido a lesiones cerebrales son más variados de lo que recoge la tipología clásica. La afasia de Broca engloba, en realidad, un conjunto de subsíndromes (agramatismo, tras­ tornos articulatorios, etc.) que son disociables entre sí, lo que significa que pueden aparecen en unos pacientes y no en otros; y lo mismo sucede con la afasia de Wernicke. Claramente, el modelo clásico y la tipología de síndromes iban resultando cada vez más insatisfactorios para explicar la implicación de nuevas áreas cerebrales y la aparición de nuevos tipos de trastornos afásicos. Por otra parte, los estudios con pacientes es­ taban enfocados a la búsqueda de centros cere­ brales responsables de determinadas funciones lingüísticas (centro de comprensión de palabras, centro de producción, etc.), como si el cerebro estuviese organizado por centros o módulos. Hoy en día, a partir de los numerosos estudios realizados sobre el funcionamiento cerebral, se sabe que el procesamiento cognitivo no se reali­ za en centros específicos, sino a través de redes neuronales que se extienden por amplias zonas del cerebro. Históricamente, la idea de redes neuronales procede de Donald Hebb, quien propuso la no­ ción de «asambleas neuronales» en 1949. Estas asambleas hacen alusión a conjuntos de neuro­ nas que se coactivan ante los mismos estímulos o las mismas tareas, y tal coactivación conlleva, a su vez, una asociación de las mismas, para que en próximas ocasiones vuelvan a activarse si­ multáneamente. Además, estas asociaciones pue­ den ocurrir entre neuronas próximas o alejadas, lo que tiende a diluir el concepto de localización de funciones cerebrales. Los estudios de neuroimagen muestran, sin lugar a dudas, que ante la realización de deter­ minada tarea lingüística no se activa un único centro cerebral, tal como sería esperable en base al modelo clásico, sino que se activan varias zo­ nas cerebrales, incluso bastante apartadas entre sí. Cualquier actividad, por simple que sea, re­ quiere la activación de múltiples neuronas que forman parte de una misma red, aunque estén muy alejadas espacialmente. Así, las redes res­ ponsables de palabras con alto contenido olfa­ torio (por ejemplo, perfume o incienso) se ex­ tienden por las regiones cerebrales responsables del olfato, o las redes responsables de palabras referentes a acciones (por ejemplo, agarrar o saltar) se extienden por las áreas premotoras en el lóbulo frontal.3 Obviamente, estas redes pueden tener mayor densidad de neuronas en una zona determinada y, por ello, una lesión en esa zona tiene más posibilidades de dañar la red y provocar determinados síntomas.3 Pero tam­ bién puede ocurrir que lesiones en zonas aleja­ das de la red produzcan daños similares y, por consiguiente, los mismos síntomas. Esa es la ra­ zón por la que a veces se encuentran pacientes CAPITULO 1. Introducción con características similares que tienen lesiones en zonas distintas del cerebro, y pacientes con lesiones en las mismas zonas que muestran sín­ tomas diferentes. En consecuencia, es necesario pasar de la búsqueda de centros del lenguaje o áreas implicadas en el procesamiento del len­ guaje, a la búsqueda de redes neuronales, esto es, redes responsables de las diferentes habilida­ des lingüísticas. Como consecuencia de todos estos hallazgos y de la toma de conciencia de la complejidad del tema, los investigadores actuales no tienen duda de que, si quieren avanzar en el conoci­ miento de las bases neurológicas del lenguaje, sólo pueden hacerlo de una manera interdis­ ciplinar, con aportaciones desde campos muy diversos, pero especialmente con modelos de procesamiento lingüístico que guíen la búsque­ da cerebral, mediante técnicas de neuroimagen cada vez más precisas en cuanto a localización espacial y temporal, con el estudio de pacien­ tes afásicos que muestren lo que sucede cuan­ do se lesiona determinada zona del cerebro y a través de modelos computacionales que sean capaces de simular el procesamiento lingüísti­ co en condiciones normales. En definitiva, con aportaciones de disciplinas tan diversas como la Psicolingüística, la Neurología, la Neuropsicología, la Lingüística o la Inteligencia Arti­ ficial. La combinación de todas esas disciplinas con el objetivo de conocer la organización del lenguaje en el cerebro es lo que constituye la Neurociencia del Lenguaje. Y las dos principa­ les metodologías que se utilizan son los estu­ dios con técnicas de neuroimagen y los estu­ dios con pacientes afásicos. Las modernas técnicas de neuroimagen, sin duda, suponen una importante herramienta para investigar la organización del lenguaje en el ce­ rebro, especialmente si se cuenta con buenos modelos cognitivos. No obstante, estas técnicas tienen algunas limitaciones importantes, como más adelante analizaremos. Por eso los estudios con pacientes lesionados cerebrales, cuidando ciertos aspectos metodológicos, siguen siendo una importante fuente de datos. De hecho, es­ tos estudios proporcionan importantes restric­ 3 ciones a la interpretación de los resultados que se obtienen con las técnicas de neuroimagen,4 razón por la cual la Neurociencia del Lengua­ je utiliza estos dos procedimientos, ya que la combinación de ambos proporciona informa­ ción que ninguno de ellos puede aportar por sí solo. Pero, además, el ideal de esta disciplina es conseguir encajar los datos procedentes de las distintas perspectivas, es decir: • Contar con modelos de procesamiento lin­ güístico que interpreten todas las activida­ des del lenguaje (comprensión y producción, lenguaje oral y lenguaje escrito) y en todos sus niveles (fonológico, morfológico, sintác­ tico, semántico y pragmático). • Encontrar los correlatos neurológicos (corti­ cales y subcorticales) de todos los componen­ tes de esos modelos: redes neuronales, trac­ tos, etc. • Predecir y explicar los trastornos afásicos en función de esos modelos lingüísticos y neu­ rológicos. Cuando los tres tipos de datos encajan, se está proporcionando validez a los tres niveles: a los modelos psicolingüísticos, a los modelos neuro­ lógicos y a la tipología de afasias. Como vere­ mos a lo largo del libro, en algunos campos los datos encajan razonablemente bien. Por ejem­ plo, en el área de la lectura (capítulo 9), donde los modelos cognitivos proponen la existencia de dos vías para pasar de la forma escrita a la pronunciación (vía léxica y subléxica), los estu­ dios de neuroimagen han detectado dos vías de conexión entre las áreas de identificación visual de las letras y las áreas de pronunciación (vía dorsal, que correspondería a la ruta subléxica, y vía ventral, que correspondería a la léxica), y los estudios con pacientes han encontrado dos tipos básicos de trastornos disléxicos (fonológi­ co y superficial), resultado de lesiones en esas vías. En otros campos, por el contrario, todavía queda trabajo por hacer, comenzando por con­ seguir modelos más precisos y detallados. Puesto que en todos los capítulos se va a ha­ cer referencia tanto a las técnicas de neuroima- 4 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE gen como a los estudios de pacientes, en éste de introducción vamos a describir brevemente el origen de estas metodologías y su funciona­ miento, así como sus ventajas y sus limitacio­ nes. En la figura 1.1 se muestran las principales áreas del hemisferio izquierdo a las que se ha­ cen referencias constantes a lo largo del libro. ESTUDIOS CON PACIENTES AFÁSICOS Los estudios científicos sobre las bases neu­ rológicas del lenguaje con pacientes afásicos comenzaron en la segunda mitad del siglo xtx. En concreto, se toma como fecha el año 1861, cuando el cirujano y antropólogo francés Paúl Broca presentó el famoso caso de Monsieur Leborgne, al que familiarmente llamaban Tan, porque «tan» era casi el único sonido que podía emitir. Este paciente tenía totalmente dañada la capacidad de producción oral, y sin embargo comprendía todo lo que le decían. El análisis post mortem del paciente Tan mostraba una considerable lesión en la circunvolución fron­ tal inferior del hemisferio izquierdo. Poco des­ pués, Broca publicó otro caso, el de Monsieur Lelong, con características muy similares y con lesión en la misma zona. En los dos años poste­ riores completó su muestra con datos de otros seis casos más, todos con problemas de produc­ ción oral y hemiparesia derecha. Por el contra­ rio, un paciente con lesión similar, pero en el Figura 1.1. Principales circunvoluciones del hemisferio izquierdo. hemisferio derecho, no tenía trastornos del ha­ bla. Estos hallazgos llevaron a Broca a concluir que esa zona frontal del hemisferio izquierdo (llamada posteriormente área de Broca) sería la responsable de la producción del lenguaje. Unos años después, en 1874, el joven médico alemán Cari Wernicke descubrió dos pacientes, también con trastornos del lenguaje, pero con características totalmente opuestas a las descri­ tas por Broca, ya que hablaban con fluidez pero no comprendían lo que se les decía. Cuando más tarde examinó, mediante autopsia, el cerebro de uno de estos pacientes, encontró dañada la circunvolución temporal superior posterior del hemisferio izquierdo, por detrás del córtex au­ ditivo primario, por lo que asignó a esta área la función de comprensión del lenguaje (más tarde esa región pasaría a llamarse área de Wernicke). Además, la contribución de Wernicke no se limitó a la descripción de estos trastornos del lenguaje y su asociación con ciertas zonas del cerebro, sino que desarrolló un modelo teórico que explicaba esta disociación entre sus pacien­ tes y los pacientes de Broca. Según este mo­ delo, habría dos centros de representación de las palabras, el centro auditivo en la circunvo­ lución superior del lóbulo temporal izquierdo y el centro articulatorio en la circunvolución frontal inferior, que a su vez estarían conecta­ dos entre sí por medio de fibras nerviosas. De esta manera, una lesión en el centro auditivo produciría trastornos en la comprensión, y una lesión en el centro articulatorio, trastornos en la producción. Wernicke predijo además un ter­ cer tipo de afasia, una afasia de conducción, que se produciría cuando se dañasen las fibras que unen el centro perceptivo con el centro articula­ torio, lo que dejaría los dos centros desconecta­ dos. La característica principal de este trastorno sería la incapacidad para repetir palabras, aun cuando el paciente mantuviese intactas la com­ prensión y la producción. Ese trastorno de desconexión entre los dos centros del lenguaje pronosticado por Wernicke fue descubierto pocos años después, en 1885, por Lichtheim, en un paciente que, efectiva­ mente, tenía como único trastorno la repetición CAPÍTULO 1. Introducción de palabras. Lichtheim propuso además un nue­ vo centro, el centro conceptual, en el que se en­ contrarían almacenados los significados, y que sería esencial para entender las palabras. Con lo cual, Lichtheim amplió el modelo de Wernicke a tres centros y tres conexiones entre ellos. Como consecuencia, también se amplió el número de posibles trastornos afásicos, en función de que se dañase alguno de los centros o alguna de las co­ nexiones, tal como se puede ver en la figura 1.2. Cuando la lesión se produjese en la conexión entre el centro auditivo y el centro conceptual, el paciente tendría todas las características de la afasia de Wernicke, excepto que tendría pre­ servada la repetición. Este trastorno fue deno­ minado afasia transcortical sensorial. Y cuando la lesión se produjese en la conexión del centro conceptual con el motor, tendría todas las ca­ racterísticas de la afasia de Broca, excepto la afectación de la repetición. Este trastorno se denominó afasia transcortical motora. Esta forma de observar la relación entre las facultades cognitivas y el cerebro, consistente en estudiar a cada paciente de manera minu­ ciosa mientras estaba vivo y después, cuan­ do fallecía, realizar el estudio post mortem de su cerebro para establecer el lugar concreto de la lesión, predominó durante la segunda mitad del siglo xix. Sin embargo, a finales de ese siglo, y especialmente a principios del xx, AC = Afasia de conducción ATM = Afasia transcortical motora ATS = Afasia transcortical sensorial Figura 1.2. Modelo de Litchtheim. 5 surgieron fuertes críticas contra esta corriente, llamada localizacionista, que acabaron con su desarrollo. Según los autores de la denominada posición globalista, los diferentes tipos de afa­ sias no se debían a la zona concreta que hubie­ se sido dañada, sino que eran consecuencia del grado de severidad de la lesión y del hecho de que estuviesen asociadas o no con algún tras­ torno motor. El lenguaje es mucho más com­ plejo, según esos autores, de lo que muestra el modelo Wernicke-Lichtheim, y depende de todo el cerebro, más que de zonas específicas.5 Esta posición globalista se vio reforzada por los estudios del psicólogo americano Lashley, que parecían apoyar la hipótesis de que el cerebro completo participa en todas las funciones (teo­ ría de acción de masas), y que cada área del ce­ rebro puede realizar cualquier función (princi­ pio de equipotencialidad). Varias décadas después, cuando la corriente globalista fue perdiendo influencia debido al descubrimiento claro del papel que determina­ das áreas cerebrales juegan en ciertas funciones cognitivas, al resultar obvio que lesiones pun­ tuales producían trastornos específicos, el neu­ rólogo americano Norman Geschwind recu­ peró el modelo Wernicke-Lichtheim y añadió nuevas aportaciones.6 Así, el centro concep­ tual, cuya localización cerebral no había sido especificada por Lichtheim, Geschwind lo si­ tuó en la parte inferior posterior del lóbulo parietal izquierdo, esto es, en las circunvolu­ ciones angular y supramarginal. A partir de la información acumulada, Geschwind elaboró un modelo neurológico sobre las áreas cere­ brales que intervienen en la comprensión y producción de palabras habladas, tal y como se puede ver en la figura 1.3. Este modelo postula tres centros básicos del lenguaje: área de Wernicke (centro de compren­ sión), área de Broca (centro de producción), cir­ cunvoluciones angular y supramarginal (centro conceptual) y las conexiones entre ellas. El pro­ cesamiento del lenguaje implica la activación de las representaciones en esos centros y la trans­ ferencia de unos a otros a través de los tractos de la materia blanca. Así, durante la repetición 6 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Córtex motor Área de Wernicke Figura 1.3. Modelo de Geschwind. de palabras, las áreas cerebrales que partici­ pan son las siguientes: primero, los sonidos del habla, provenientes de los oídos a través de los nervios auditivos, son analizados en el área auditiva primaria, situada en la circun­ volución temporal superior del hemisferio iz­ quierdo. De ahí se pasa la información al área de Wernicke para el procesamiento léxico. Desde el área de Wernicke, a través del fascí­ culo arqueado (un haz de fibras que se origina en el lóbulo temporal y se curva alrededor de la fisura de Silvio), la información se proyecta al área de Broca, en el lóbulo frontal, para el procesamiento fonológico y posterior articu­ lación a través del área motora. En el caso de la comprensión de palabras habladas, desde el área de Wernicke se activan los significados de esas palabras en el centro conceptual. De acuerdo con este modelo de Geschwind, los trastornos afásicos se pueden agrupar en sie­ te grandes síndromes afásicos: los cinco ya des­ critos (afasia de Broca, afasia de Wernicke, afa­ sia de conducción, afasia transcortical motora, afasia transcortical sensorial), más la afasia glo­ bal (cuando los trastornos del lenguaje son muy graves y alcanzan tanto a la comprensión como a la producción) y la afasia anómica (cuando el único trastorno es una dificultad para recu­ perar las palabras). Tres de los síndromes son producidos por lesiones en los centros (afasia de Broca, afasia de Wernicke y afasia global), y otros tres por lesión en las conexiones (afasia de conducción, afasia transcortical sensorial y afa­ sia transcortical motora). La afasia anómica no tiene un claro correlato neuronal. Este modelo tuvo una gran influencia debi­ do a sus importantes aplicaciones prácticas, ya que permitía inferir la zona del cerebro de los pacientes que había resultado dañada por la le­ sión, algo sumamente útil en una época en la que no había técnicas de neuroimagen y, por lo tanto, era imposible saber si una persona tenía una lesión cerebral y dónde estaría localizada. El procedimiento que se seguía era el siguien­ te: primero, a través de los tests neuropsicológicos, se detectaban todos los síntomas que presentaba el paciente. Después, a partir de esos síntomas, se clasificaba al paciente en uno de los síndromes afásicos. Finalmente, se infería la zona cerebral dañada. Así, de acuerdo con el modelo de Geschwind, cuando un paciente muestra dificultades en el habla espontánea, con un lenguaje poco fluido y de tipo telegráfico, con expresiones gramati­ calmente anómalas y además tiene dificultades en la repetición, pero su comprensión es bue­ na, se diagnostica como una afasia de Broca, y se infiere que tiene dañada la circunvolución frontal inferior izquierda.Si presenta los mis­ mos síntomas anteriores pero conserva la re­ petición, se tratará de una afasia transcortical motora, y probablemente la lesión se localice en el área suplementaria del lóbulo frontal iz­ quierdo, justo por delante del área de Broca, o en la conexión entre el área motora suplemen­ taria y el área de Broca. Si, por el contrario, el paciente presenta un lenguaje fluido, pero con abundantes parafasias y neologismos, y muestra dificultades en la comprensión y en la repetición, se tratará de una afasia de Wer­ nicke, y probablemente tenga una lesión en la zona posterior de la circunvolución superior del lóbulo temporal izquierdo. Si presenta los mismos síntomas que la afasia de Wernicke, pero conserva la repetición, se trata de una afasia transcortical sensorial, y probablemente CAPÍTULO 1. Introducción la lesión se sitúe en la circunvolución angular o supramarginal. Si el problema principal del pa­ ciente es la repetición de palabras y frases, se tratará de una afasia de conducción, y es pro­ bable que la lesión esté afectando a las fibras (fascículo arqueado) que conectan las áreas de Wernicke y Broca. Si el paciente presenta graves trastornos del lenguaje que afectan tan­ to a la comprensión como a la producción, se habla de una afasia global, y probablemente sufra una lesión masiva que le afecte a gran parte del hemisferio izquierdo. Y si su único problema es una anomia, quizás tenga una leve lesión en el lóbulo temporal izquierdo, aunque cualquier lesión en la zona del lenguaje puede producir anomia. De hecho, todos los tipos de afasias tienen, en mayor o menor medida, pro­ blemas de anomia.7 El modelo de Geschwind, que en términos generales sigue teniendo validez, presenta al­ gunos problemas a la hora de establecer las re­ laciones cerebro-lenguaje, fundamentalmente cuatro: • Son muchas más las zonas cerebrales que in­ tervienen en el lenguaje que las señaladas en el modelo. Con las técnicas de neuroimagen, se ha visto que prácticamente todo el hemis­ ferio izquierdo (área prefrontal dorsolateral, área motora suplementaria, áreas tempora­ les media e inferior, circunvoluciones angu­ lar y supramarginal), e incluso el hemisferio derecho, intervienen en el lenguaje. Ade­ más, está el papel de las estructuras subcor­ ticales, tanto los núcleos grises, el tálamo y los ganglios básales, como la material blan­ ca; en concreto, las conexiones subcorticales entre las áreas del lenguaje. La tractografía está poniendo al descubierto el importante papel de esas estructuras subcorticales. • Complejidad del lenguaje. El modelo de Wernicke-Geschwind no recoge toda la comple­ jidad y riqueza del procesamiento lingüísti­ co.8 El lenguaje es mucho más complejo que escuchar y decir palabras. Los lingüistas dis­ tinguen varios niveles diferentes (fonológico, léxico, morfológico, semántico, sintáctico y 7 pragmático) y las reglas para combinar los componentes de esos niveles. El modelo clá­ sico no tenía en cuenta esos niveles, y eso dificultaba la interpretación de algunos sín­ tomas, como las dificultades de comprensión en la afasia de Broca, que se pasaban por alto. Los afásicos de Broca tienen dificultades para comprender las oraciones gramatical­ mente complejas (por ejemplo, las pasivas y las de relativo), y algunos pacientes muestran disociaciones entre trastornos morfológicos y sintácticos.9 Un buen modelo debe dar cuenta del procesamiento (y alteraciones) en todos los niveles, incluidos el fonológico, el mor­ fológico, el sintáctico, el semántico o el prag­ mático. • Los síndromes clásicos no representan todos los posibles trastornos afásicos. Los tipos de trastornos afásicos son mucho más variados que los siete u ocho grandes síndromes pro­ puestos por el modelo clásico. Son bastantes los pacientes que no encajan en ninguno de los síndromes, ya que presentan síntomas va­ riados, a veces correspondientes a más de un síndrome. Hay pacientes que presentan tras­ tornos que corresponden a la afasia de Broca y también síntomas que podrían pertenecer a la afasia de Wernicke, y viceversa. Esta es, de hecho, la razón por la que se ha tenido que acuñar un nuevo síndrome, denominado «afasia mixta», para incluir a esos pacientes con síntomas variados que no encajan en un solo síndrome. Y, desgraciadamente, este tras­ torno aparece con demasiada frecuencia, por­ que los síndromes, en realidad, son entidades complejas con síntomas muy variados que po­ siblemente se originen en áreas diferentes del cerebro, como muestran las numerosas diso­ ciaciones encontradas entre síntomas dentro de un mismo síndrome. • Pobre correspondencia entre los síndromes y las áreas cerebrales (véase recuadro 1.1) responsables de esos síndromes. Cuando se comenzaron a introducir las técnicas de neu­ roimagen, se pudieron empezar a localizar de manera más precisa las lesiones. Algunos estu­ dios realizados con estas técnicas comenzaron 8 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Recuadro 1.1 La falta de correspondencia entre los síndro­ mes y las áreas cerebrales es, en cierto modo, esperable, ya que ni siquiera hay acuerdo en la delimitación exacta de las áreas. Así, no existe un consenso claro sobre lo que se entiende por área de Broca, pues aunque originalmente Bro­ ca se refería sólo al área 44 de Brodmann, pos­ teriormente muchos investigadores incluyeron también el área 45,12 e incluso algunos otros incluyen también el área 47. La delimitación del a mostrar la escasa correspondencia que hay entre los síndromes y las áreas cerebrales que clásicamente se les habían asignado. Uno de esos primeros estudios fue el realizado por Basso et al.10 con un amplio grupo de pacien­ tes afásicos. Encontraron que algunos pacien­ tes, con lesiones en áreas anteriores, en vez de afasia de Broca presentaban afasia de Wernic­ ke; y, por el contrario, otros con lesiones pos­ teriores tenían afasia de Broca. En otro estudio más reciente, realizado por Dronker et al.,11 en el que también se analizó una muestra de más de cien pacientes, median­ te la recogida de datos conductuales y de neu­ roimagen, comprobaron que algunos de los pacientes, clasificados como afásicos de Broca de acuerdo con baterías de evaluación de las afasias (algo más del 16%), no tenían lesión en el área de Broca. Por el contrario, sólo en­ tre el 50-60% de los pacientes con lesión en el área de Broca mostraba los síntomas de afa­ sia de Broca, alguno presentaba los síntomas de afasia de conducción, y la mayoría de afasia anómica. En el caso de la afasia de Wernicke, la correspondencia era aún menor, pues sólo el 65% de los pacientes clasificados como afá­ sicos de Wernicke tenía lesión en esa área, y Unicamente el 35% de los pacientes con lesión en el área de Wernicke mostraba los síntomas correspondientes a este síndrome. Y en lo que se refiere a la afasia de conducción, la mayoría no tenía lesión en el fascículo arqueado, sino en la circunvolución temporal superior y en la parte inferior de parietal izquierdo. “I área de Wernicke es incluso menos precisa, ya que comprende cinco o más áreas arquitectóni­ camente diferentes, con un considerable núme­ ro de regiones funcionales implicadas no sólo en la percepción del habla, sino también en la integración transmodal.13 En definitiva, el área 22 de Brodmann es parte fundamental del área de Wernicke, pero no es la única, pues incluye algunas más, como el parietal inferior y las cir­ cunvoluciones temporales media e inferior.14 En la actualidad se utilizan categorías más pe­ queñas que los síndromes, una especie de subsín­ dromes, que reúnen aquellos síntomas que sue­ len ir juntos y no son disociables, y que tienen un claro correlato neurológico y una misma interpretación cognitiva. Con esta nueva con­ cepción, la utilización de los pacientes afásicos como medio para conocer las bases neurológicas del lenguaje sigue siendo una metodología muy útil, y proporciona datos sumamente valiosos, algunos que sólo se pueden conseguir con esta técnica. Pero tiene también algunas limitaciones; de hecho, cuando se hacen estudios con pacien­ tes afásicos, hay que ser muy cuidadoso metodo­ lógicamente, si no se quiere llegar a conclusio­ nes erróneas. Los estudios con pacientes afásicos deben cumplir una serie de criterios o requisitos para que los resultados sean fiables: • El primero es el de hacer evaluaciones mi­ nuciosas y exhaustivas de los pacientes. Mu­ chas de las interpretaciones erróneas de los estudios clásicos se produjeron porque no se hacía una buena evaluación de los pacien­ tes, entre otras cosas porque no se disponía de baterías de exploración del lenguaje tan fiables como las que tenemos actualmente. Tampoco se contaba con modelos de proce­ samiento lingüístico tan completos y detalla­ dos como los que tenemos hoy en día, que sirviesen de guía en la exploración. • Otro requisito importante es tener una infor­ mación lo más completa y precisa de la loca­ lización y tamaño de la lesión. A ser posible, CAPÍTULO 1. Introducción no sólo de la corteza cerebral, sino también de la materia blanca, pues la mayoría de las lesiones cerebrales, pero especialmente las cerebrovasculares y las infecciones víricas, sue­ len destruir no sólo materia gris, sino también núcleos subcorticales y tractos que conectan áreas remotas de la corteza. Si sólo se tie­ nen en cuenta las lesiones en la materia gris, se pueden asignar a esas áreas de la corteza alteraciones que realmente son producidas por lesiones subcorticales. Metter y Hanson14 comprobaron que lesiones en el tálamo pue­ den producir síntomas de tipo Broca o Wer­ nicke (recuadro 1.2), dependiendo del área lesionada: si es en la zona de conexiones ante­ riores, produce trastornos muy similares a los que presentan los afásicos de Broca; y si es en las posteriores, similares a los de los afásicos de Wernicke. • Un tercer requisito es establecer la correla­ ción entre los trastornos lingüísticos y la le­ sión lo más tempranamente posible, ya que con el paso del tiempo se puede producir una reorganización cognitiva y cerebral. No obs­ tante, también hay que tener en cuenta que cuando se estudia al paciente en la fase agu­ da, esto es, al poco tiempo de producirse la lesión, se puede achacar el trastorno lingüístico Recuadro 1.2 Los estudios pioneros de Paúl Broca son conside­ rados por la mayoría de los investigadores como el inicio de la moderna Neuropsicología. Su metodolo­ gía, consistente en realizar la autopsia a los pacien­ tes Leborgne y Lelong para comprobar qué zona del cerebro tenían dañada y, por lo tanto, era la causa de los trastornos del habla, fue utilizada a lo largo de los años como principal método para estudiar las bases neurológicas del lenguaje. Desde enton­ ces, se consideró la tercera circunvolución frontal izquierda (o área de Broca) como el centro de la producción del lenguaje. Sin embargo, recientemente Dronkers y su equi­ po16 encontraron algunos defectos metodológicos en los estudios de Broca que le llevaron a establecer conclusiones erróneas. Gracias a que Broca conservó los cerebros de esos dos pacientes y se L 9 al área que a través de la resonancia magné­ tica o el escáner se ve lesionada, cuando, en realidad, parte de esos trastornos pueden ser causados por otras áreas cerebrales que no están funcionando debido al shock sufrido por la lesión, pero que no están dañadas. Si además de la resonancia magnética estructu­ ral se estudia al paciente con la resonancia magnética funcional, se podrán comprobar las zonas que están dañadas y las que, estan­ do intactas, tienen un nivel de funcionamien­ to por debajo del normal. TÉCNICAS ELECTROFISIOLÓGICAS Y DE NEUROIMAGEN La aparición de las técnicas electrofisiológicas y de neuroimagen supuso un salto im­ portantísimo en el estudio de las bases neurológicas del lenguaje, al permitir observar al momento la activación cerebral de las personas sanas mientras realizan una actividad lingüís­ tica. Gracias a estas técnicas, se han confirma­ do muchos de los hallazgos obtenidos con los estudios de pacientes (aunque también se ha comprobado que otros eran erróneos), pero sobre todo se han obtenido nuevos hallazgos. Posiblemente, el más importante sea que no “I encuentran en un museo de París, Dronkers et al. pudieron hacerles un estudio de resonancia mag­ nética para ver exactamente las áreas dañadas. Y comprobaron que Leborgne, que murió a los 51 años, tenía una historia de múltiples lesiones ce­ rebrales, que le habían dañado no sólo el área de Broca, sino también otras zonas posteriores. Igual­ mente, Lelong, que murió a los 84 años, también tenía dañadas otras áreas cerebrales además de la de Broca, algunas de ellas con importantes atro­ fias, posiblemente por demencia neurodegenera­ tiva. En concreto, Dronkers et al. encontraron que ambos pacientes tenían dañadas unas fibras de la materia blanca, el fascículo longitudinal superior que conecta las regiones del lenguaje anterior y posterior, y que podrían ser la causa de los trastor­ nos del habla de esos dos pacientes. 10 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE existen centros en el cerebro responsables de determinadas funciones lingüísticas, sino que el cerebro funciona a través de redes distribui­ das que se extienden por amplias zonas del ce­ rebro, mucho más allá de las regiones clásicas del lenguaje. El hecho de que ante una tarea lingüística simple se activen simultáneamente zonas alejadas en el cerebro, sólo se puede ex­ plicar bajo el supuesto de que esas áreas for­ men parte de una amplia red cerebral, cuyas conexiones pueden estar a nivel subcortical. Dentro de las técnicas de neuroimagen, las dos más utilizadas son la tomografía por emi­ sión de positrones (TEP) o PET, si se utilizan las iniciales en inglés y la resonancia magnéti­ ca funcional (RMf) o fMRI, en inglés. Ambas miden la actividad cerebral a través del flujo sanguíneo. El principio del que parten es que al realizar una operación cognitiva se activan ciertas regiones del cerebro, y esa actividad se ve reflejada en un aumento del flujo sanguíneo que va a esa región y del oxígeno que contie­ ne esa sangre, actividades metabólicas que son necesarias para nutrir aquellas áreas que están realizando un trabajo extra. Cada una de estas dos técnicas utiliza un procedimiento diferente para medir el flujo sanguíneo. La TEP, que se comenzó a utilizar en los años setenta, se basa en la detección de marcadores radiactivos integrados en agua, generalmente oxígeno 15, que se inyectan en la sangre. El agua marcada se diluye enseguida en la sangre y llega a todo el cuerpo, incluido el cerebro. El equipo de tomografía permite detectar el marcador, por lo que señala las zo­ nas del cerebro que están recibiendo mayor aporte sanguíneo como consecuencia de la actividad que está realizando el participante. Obviamente, el tener que inyectar sustancias radiactivas en la sangre es un inconveniente importante de esta técnica, y, de hecho, no se puede utilizar con niños. No obstante, las do­ sis radiactivas que se inyectan son muy peque­ ñas y los isótopos radiactivos tienen una du­ ración muy corta, por lo que son rápidamente eliminados de la sangre. Justamente debido a su limitada duración, es necesario disponer de un laboratorio al lado del equipo con el que poder producir los isótopos. La RMf, que se introdujo en los años noven­ ta, visualiza la actividad neuronal directamente a través de los cambios en el oxígeno que con­ tiene la sangre; no necesita, por lo tanto, inyec­ tar sustancias radiactivas. Su funcionamiento se basa en la detección del aumento de oxihemoglobina en una determinada zona cerebral a tra­ vés de sus propiedades magnéticas. La actividad cerebral se visualiza al contrastar las zonas ri­ cas en oxihemoglobina con las regiones de flujo sanguíneo normal. Lo que sí necesita la RMf es disponer de potentes electroimanes para reco­ ger los campos magnéticos generados por la oxigenación sanguínea, que es en lo que se basa esta técnica (figura 1.4). Tanto la TEP como la RMf tienen una buena resolución espacial, ya que informan con bas­ tante precisión de las zonas del cerebro que se activan ante determinadas tareas. Sin embargo, ambas tienen muy poca resolución temporal, puesto que la actividad metabólica es posterior al disparo neuronal responsable de los proce­ sos cognitivos implicados en la tarea; es decir, informan sobre la zona activada con bastante retraso, al basarse en la llegada del flujo sanguí­ neo que acude al área cerebral bastante tiempo después de realizada la función. Además, estas técnicas son bastante incómodas para realizar experimentos, ya que los sujetos tienen que es­ tar en posición horizontal y dentro de un tubo (tal y como se puede ver en la figura 1.4). No obstante, se han efectuado muchos experimen­ tos sobre procesamiento del lenguaje (en deno­ minación, lectura, escritura, etc.) con estas téc­ nicas, como se verá en los próximos capítulos. Para conocer el curso temporal de los pro­ cesos cognitivos, son mejores las técnicas electrofisiológicas, es decir, las técnicas que regis­ tran las corrientes eléctricas generadas por la actividad cerebral. A través de electrodos colocados sobre el cuero cabelludo, se pue­ de recoger la actividad de grupos amplios de neuronas y amplificar esas corrientes eléctri­ cas, para comprobar en qué zonas del cerebro se está produciendo mayor actividad. Con esa CAPÍTULO 1. Introducción Figura 1.4. Resonancia magnética. finalidad, se colocan electrodos por toda la ca­ beza, para que recojan simultáneamente la acti­ vidad de todo el cerebro. En función de los estí­ mulos o tareas presentadas, las ondas generadas son distintas, unas son positivas y otras negati­ vas, y aparecen en diferentes momentos después de presentado el estímulo y en distintas áreas ce­ rebrales. Esta metodología, denominada poten­ ciales evocados relacionados con eventos (ERP en inglés), o simplemente potenciales evocados, tiene una alta resolución temporal, ya que infor­ ma sobre los cambios cerebrales milisegundo a milisegundo. Pero, contrariamente a las técnicas de neuroimagen, tiene una baja resolución espa­ cial, ya que carece de capacidad para informar con precisión de las áreas cerebrales activadas, especialmente cuando se trata de áreas profun­ das del cerebro. Dos potenciales muy conocidos por los investigadores del procesamiento lin­ güístico son el N400, que se genera cuando la persona se encuentra con una incongruencia se­ mántica, y el LAN (left anterior negativity), que se produce ante una transgresión sintáctica. Una técnica también electrofisiológica, pero con mejor resolución espacial que los poten­ ciales evocados, es la magnetoencefalografía (MEG). La MEG recoge los campos magné­ ticos generados por las corrientes eléctricas cerebrales, por lo que tiene una buena reso­ lución temporal. Y como los campos magné­ ticos se distorsionan menos que los eléctricos 11 al atravesar los tejidos cerebrales, su resolu­ ción espacial también es buena. Además, los participantes se encuentran sentados, en una posición cómoda para realizar cualquier tipo de experimento. El principal inconveniente de esta técnica es el elevado coste de adquisición y mantenimiento. Un problema con las técnicas de neuroima­ gen es que no proporcionan información so­ bre la materia blanca, que, sin embargo, parece jugar un papel importante en el lenguaje, ya que cuando las lesiones alcanzan esa zona, las alteraciones en el lenguaje son mucho más gra­ ves; aunque las cosas están cambiando, pues recientemente se está desarrollando una nueva técnica a partir de la resonancia magnética, la difusión de imagen del tensor (DIT) en inglés, TDI o tractografía, que permite ver los tractos de la materia blanca que no se pueden visua­ lizar con la resonancia convencional. De esta manera, se puede investigar la conectividad de las redes neurales. Con esta técnica se ha des­ cubierto la existencia de otras vías de conexión entre el lóbulo temporal y el frontal, además del fascículo arqueado.17 También permite in­ formar de una manera más precisa del pronós­ tico de la lesión en los pacientes afásicos, pues cuando la lesión alcanza algún tracto, además de las áreas corticales, las posibilidades de re­ cuperación son mucho más bajas. Otra técnica interesante para el estudio de las bases neurológicas del lenguaje es la estimula­ ción magnética transcraneal (EMT) o TMS, en inglés. Esta técnica produce campos magnéti­ cos, que se aplican directamente sobre el crá­ neo e influyen sobre la actividad neurona! de la zona estimulada. En un principio, se utilizó para la rehabilitación de los trastornos psico­ lógicos (depresión, esquizofrenia, etc.) y neurológicos (enfermedad de Parkinson, afasias, etc.), puesto que, cuando se aplican frecuencias rápidas, los campos magnéticos tienen efectos excitatorios sobre la actividad neuronal. Pero también se están utilizando a modo de investi­ gación, produciendo una especie de lesión vir­ tual (obviamente, reversible en cuanto se deja de aplicar), ya que, cuando se utilizan frecuen- 12 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE cías lentas, se inhibe la actividad neuronal. La EMT es, por lo tanto, una metodología similar a la del estudio de pacientes afásicos, pero que permite poner a prueba de una forma más di­ recta el papel de determinadas áreas cerebrales sobre el procesamiento lingüístico. La EMT tiene, incluso, algunas ventajas im­ portantes sobre el método de lesiones. Una de ellas es que en las lesiones reales siempre hay riesgo de que se produzca una reorganización cerebral y que los pacientes utilicen estrate­ gias compensatorias, mayor cuanto más tiem­ po haya transcurrido desde la lesión, mientras que en la EMT, al ser instantánea, no existe esa posibilidad. Otra ventaja de la EMT es que se puede estudiar al mismo participante en situa­ ción normal y en situación de lesión, y com­ parar los resultados. También es muy útil que con la EMT se pueda seleccionar el área que se quiere estudiar y producir una «lesión» focal. Por el contrario, la EMT tiene el inconvenien­ te de que no permite estudiar los efectos de las lesiones subcorticales, porque no llega a las zo­ nas profundas del cerebro. Aunque las técnicas de neuroimagen constitu­ yen una herramienta de gran utilidad, también tienen algunos problemas importantes que li­ mitan su contribución. Una de ellas es que in­ forman sobre la correlación que existe entre la ejecución de determinadas tareas y los patrones de activación que aparecen en diferentes áreas cerebrales, pero no se puede concluir por ello que esas áreas activadas sean las responsables de la actividad lingüística realizada. No se puede establecer una relación causal, porque la acti­ vidad detectada podría tratarse simplemente de un epifenómeno o resonancia del proceso que se está estudiando. Otra limitación de las técnicas de neuroima­ gen es que en cualquier actividad lingüística no se activan sólo las áreas cerebrales responsa­ bles del lenguaje, sino que también se activan áreas de las que dependen otros procesos que intervienen en esa actividad lingüística, como los procesos atencionales, los de memoria o los de planificación de la tarea. Con lo cual, es difí­ cil determinar qué parte de la activación cere­ bral corresponde al lenguaje y cuál al resto de los procesos cognitivos. Una tercera limitación es que no informan de lo que sucede en los núcleos subcorticales (tá­ lamo, ganglios básales, etc.), y especialmente en los tractos subcorticales que unen las distin­ tas zonas de la corteza (y que juegan un papel importante en el procesamiento lingüístico), si bien es cierto que los recientes desarrollos de la técnica de tractografía están permitiendo realizar disecciones virtuales de los tractos en personas vivas.14 En definitiva, todas esas limitaciones obligan a tener que completar los estudios de neuro­ imagen con otras metodologías, si se quiere obtener información precisa y completa sobre las bases neurológicas del lenguaje. De ahí que, junto a las técnicas de neuroimagen, se siga in­ vestigando con pacientes afásicos. CONCLUSIONES Las investigaciones recientes parecen demos­ trar de una manera clara que el modelo clásico de Wernicke-Geschwind, con su taxonomía de síndromes, no recoge todas las áreas cerebrales que intervienen en el lenguaje, ni es capaz de explicar toda la variedad de trastornos afásicos existentes. A pesar de ello, los textos vigentes en castellano siguen basándose en ese modelo y refiriéndose únicamente a las áreas clásicas del lenguaje. Las áreas de Broca y Wernicke continúan siendo áreas fundamentales, pero hay muchas más. Por ello, se está produciendo una sustitución del modelo Wernicke-Geschwind por modelos de procesamiento lingüísticos y neurológicos más complejos, y esa sustitución está tenien­ do repercusiones importantes, no solo a ni­ vel teórico, sino también a nivel clínico. Así, la taxonomía de síndromes es cada vez menos usada, debido a su escasa utilidad, y en su lu­ gar lo que se hace es estudiar individualmente a cada paciente, con el objeto de comprobar qué procesos del sistema lingüístico han sido dañados por la lesión. Esto permite interpretar cada uno de los síntomas del paciente y dise­ CAPÍTULO 1. Introducción ñar programas de intervención ajustados a sus trastornos.7 Como consecuencia de este cambio de en­ foque, también se han modificado las baterías de evaluación de los trastornos afásicos. Así, baterías clásicas como el test Boston,18 que bus­ caban proporcionar un perfil de los pacientes que favoreciese su clasificación en uno de los síndromes afásicos, se han ido sustituyendo por nuevas baterías, como la evaluación del proce­ 13 samiento lingüístico en la afasia (EPLA)19 o la batería de evaluación de los trastornos afásicos (BETA),20 que tratan de evaluar cada uno de los procesos que intervienen en las diferentes face­ tas del lenguaje, tanto oral como escrito, y tan­ to en comprensión como en producción. Para ello cuentan con numerosas tareas, destinadas específicamente a cada uno de los subprocesos lingüísticos: discriminación de fonemas, acceso léxico, acceso al significado, etcétera. Resumen Hace ya siglo y medio que se viene investigando sobre las bases neuroanatómicas del lenguaje. En un principio, la única metodología posible era estudiar, mediante autopsia, los cerebros de las personas que habían manifestado trastornos lin­ güísticos antes de morir, para establecer relación entre los tipos de trastornos y las áreas cerebra­ les dañadas. Gracias a estos estudios, se descu­ brieron las principales áreas cerebrales respon­ sables del lenguaje, todas ellas en el hemisferio izquierdo. Con el desarrollo de las técnicas de neuroima­ gen, se produjo un avance importantísimo en este campo, ya que se podía visualizar la lesión en el cerebro de las personas aún vivas. Y más aún con el desarrollo de las técnicas de neuroimagen fun­ cional. como la tomografía por emisión de positro­ nes, la resonancia magnética funcional o la magnetoencefalografía, ya que permiten visualizar la actividad cerebral de las personas mientras reali­ zan ciertas actividades lingüísticas. Pero para que estas técnicas aporten realmente información, es necesario disponer de modelos de procesamiento lingüístico completos y detallados, que informen sobre todas las operaciones cognitivas que inter­ vienen en esas actividades. La utilización de estos modelos cognitivos y de las técnicas de neuroimagen ha supuesto importan­ tes cambios teóricos y aplicados en el campo de la relación cerebro-lenguaje. Teóricos, porque se ha comprobado que el lenguaje no depende de centros localizados en zonas concretas del len­ guaje, sino de complejas redes neuronales que se extienden por amplias zonas del cerebro: y apli­ cados, porque esos descubrimientos han tenido consecuencias en las taxonomías de pacientes afásicos, así como en la forma de abordar su eva­ luación y rehabilitación. Preguntas de autoevaluación • ¿Qué disciplinas forman parte de la Neurocien­ cia del Lenguaje? • ¿Qué requisitos son necesarios para que los estudios con pacientes afásicos sean fiables? • ¿Cuáles son los principales problemas del mo­ delo Wernicke-Geschwind? • ¿Qué ventaja tiene la resonancia magnética funcional sobre los potenciales evocados? ¿Y los potenciales sobre la resonancia? • ¿Cuál es el principal problema de la tomografía por emisión de positrones? 14 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Pulvermüller, F. (2002). The Neuroscience ofLanguage. Cambridge, Cambridge University Press. 2. Brown, C. M. y Hagoort, P. (1999). The Neumcognition of Language. Oxford, Oxford University Press. 3. Pulvermüller, F. (1999). Words in the brain’s language. Behavioral and Brain Sciences, 22,253-336. 4. Binder, J. y Price, C.J. (2001). Functional neuroimaging of language. En R. Cabeza y A. Kingstone (Eds.), Handbook of functional neuroimaging of cognition (187-251). 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La comprensión oral es una actividad muy sofisticada que requiere la participación de múltiples procesos cognitivos. Además, exis­ ten varios factores inherentes a las situacio­ nes comunicativas que pueden complicar bastante la tarea. Uno de esos factores es la presencia de ruido ambiental, que habitual­ mente acompaña al mensaje lingüístico y lle­ ga también a los oídos del receptor en forma de ondas sonoras. Por ello, una de las prime­ ras operaciones que hay que hacer para po­ der comprender un mensaje es la de separar la información lingüística de otros estímulos auditivos que llegan al oído al mismo tiempo. En ocasiones, este ruido ambiental lo cons­ tituyen otras conversaciones diferentes a la nuestra, pero que tienen lugar en el mismo contexto. Cuando se produce esta superpo­ sición de hablas, el oyente debe diferenciar el mensaje que va dirigido a él de los otros intercambios lingüísticos, y para ello se basa principalmente en las características acústicas de la voz del emisor. Una segunda dificultad que afecta al proce­ so de decodificación del mensaje es que el len­ guaje oral es continuo; no está segmentado en palabras, como ocurre con la lengua escrita. La fragmentación del estímulo lingüístico en sus elementos constituyentes corresponde al recep­ tor del mensaje, lo que sin duda supone una di­ ficultad añadida. Cuando observamos el habla de una persona a través del espectrograma, ve­ mos que no hay separación entre las palabras, sino que el sonido final de cada palabra se une con el inicial de la siguiente, produciendo una señal continua, tal y como se puede ver en la figura 2.1. muestra el patrón sonoro de una frase representada mediante un oscilograma (parte superior) y un espec­ trograma (parte inferior). Como se observa, no existen límites claramente definidos entre fonemas, sílabas ni palabras, debido a que el habla es continua. No obstan­ te, como se puede observar en la figura, la onda se inte­ rrumpe antes de cada fonema oclusivo (/k/, /p/ y /t/), debido al cierre u oclusión del tracto vocal. 16 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE El proceso de segmentación del lenguaje oral continúa hasta llegar a los fonemas, que son las unidades lingüísticas más pequeñas en que podemos dividir una palabra.a Los fone­ mas se describen siguiendo unos criterios ar­ ticulatorios (punto de articulación, modo de articulación y sonoridad), que confieren a cada fonema unas características que lo hacen único y permiten diferenciarlo de otros con rasgos articulatorios distintos; por ejemplo, los fone­ mas /p/ y /b/ son bilabiales y oclusivos según el punto y el modo de articulación, pero la so­ noridad del fonema /b/ permite diferenciarlo de /p/, que es sordo. No obstante, el número de realizaciones acústicas distintas en que un fonema particular puede manifestarse es po­ tencialmente infinito,1 debido, por un lado, a las diferencias individuales existentes entre los distintos hablantes (la voz cambia según el género, la edad y el estado emocional) y, por otro, a las variaciones en la pronunciación, debidas a los diferentes acentos dentro de una misma lengua y al contexto lingüístico que ro­ dea a dicho fonema; por ejemplo, el sonido del fonema /b/ no es el mismo cuando se pronun­ cia en posición inicial {boca) que cuando va en posición intervocálica {cabo). Esta falta de invariancia o, lo que es lo mismo, de corres­ pondencia sistemática entre los rasgos acústi­ cos y los fonemas, es otro de los factores que pueden complicar la comprensión del mensaje lingüístico por parte del receptor. A pesar de todos estos obstáculos, la mayoría de las personas no tienen dificultades a la hora de comprender el lenguaje oral, lo que indica la enorme efectividad de nuestro sistema de procesamiento. En este capítulo se describen algunos de los modelos que tratan de explicar la estructura y el funcionamiento del sistema de comprensión oral. Dedicaremos también una sección a expo­ ner cuáles son las áreas cerebrales implicadas en " Aunque esta cuestión no está del todo clara, ya que, como se verá en el capítulo 4, Fonología, los fonemas son representaciones abstractas de los sonidos, cuya realidad psicológica es discutible. este procesamiento y cómo interactúan entre sí. Finalmente, el tercer apartado de este capítulo está dedicado a analizar los trastornos que tie­ nen lugar cuando alguno de los procesos impli­ cados en la comprensión del habla se altera de­ bido a una lesión producida por traumatismos craneoencefálicos, accidentes cerebrovasculares, infección vírica o cualquier otro accidente que pueda producir daño cerebral. PROCESAMIENTO COGNITIVO Para poder entender un mensaje oral, el oyen­ te tiene que realizar varias operaciones cognitivas. Las primeras están destinadas a identificar los fonemas que componen ese mensaje a partir de las ondas sonoras que llegan a los oídos, y eso implica al menos tres tipos de análisis: • Acústico, en el que se analizan las variables físicas de las ondas, intensidad, frecuencia, duración, etc., de manera similar a como se hace con el resto de los sonidos. • Fonético, en el cual se identifican los rasgos fonéticos de esos sonidos (bilabial, oclusivo, nasal, etc.). • Fonológico, en el que se clasifican los seg­ mentos fonéticos identificados en el nivel an­ terior como fonemas de la lengua del oyente. Las siguientes operaciones se dirigen al re­ conocimiento de las palabras que componen ese mensaje. Eso significa segmentar el habla e identificar las palabras que forman las diferen­ tes secuencias de fonemas. Finalmente, están las operaciones destinadas a acceder al signifi­ cado de esas palabras. En general, los diferentes modelos propues­ tos para explicar esos procesos coinciden en la existencia de esos tres niveles de procesamien­ to, pero existen ciertas diferencias entre ellos acerca de la forma en que se llevan a cabo di­ chos procesos, o sobre las unidades que operan en cada nivel. Así, algunos autores proponen que, dada la invariancia entre los rasgos fonéti­ cos y los fonemas, la unidad de percepción del lenguaje oral no es el fonema, sino la sílaba. Mehler et al. compararon el rendimiento de CAPÍTULO 2. Comprensión oral los participantes para detectar una secuencia de fonemas (ej.: pa o pal) en un estímulo pre­ sentado oralmente. Observaron que, cuando la secuencia de fonemas que los participantes debían buscar coincidía exactamente con la estructura de la primera sílaba (ej.: pal — pal­ mera, o pa - palacio), los tiempos de reacción eran más rápidos que cuando no se daba esta coincidencia (ej.: pal - palacio, o pa - palme­ ra). Si el análisis de los participantes sobre el estímulo se realizara fonema a fonema, los tiempos de reacción deberían ser más rápidos cuanto más pequeño fuera el segmento a de­ tectar, independientemente de la estructura si­ lábica de la palabra. Otros trabajos también parecen apoyar esta postura. Es el caso del estudio llevado a cabo por Liberman et al.,3 en el que se observó que los ni­ ños menores de 5 años y los adultos analfabetos podían identificar palabras por su número de sí­ labas, pero no por el número de fonemas. Tam­ poco eran capaces de añadir o eliminar fonemas de palabras ni de seudopalabras. Sólo los niños mayores de 6 años (que ya habían aprendido a leer) y los adultos alfabetizados fueron capaces de realizar correctamente todas las tareas, lo que sugiere que la conciencia de fonema surge cuan­ do se ha adquirido la correspondencia fonemagrafema. Eso sugiere que no es necesario iden­ tificar los fonemas para realizar la segmentación del lenguaje oral. Modelos de comprensión Los primeros modelos de comprensión esta­ ban basados en el modelo Logogen de Morton y eran de tipo modular, esto es, consideraban que cada componente del sistema realiza sus operaciones sin influencia de los demás. En este sentido, los procesos de análisis auditivo com­ pletan su trabajo de identificación de los fone­ mas, después los procesos léxicos consiguen el reconocimiento de las palabras, y finalmente los semánticos permiten la recuperación de los sig­ nificados de esas palabras en el sistema concep­ tual. El modelo de Ellis y Yoimg4 (figura 2.2) es el ejemplo más conocido de esta clase. /copa/ /copa/ Figura 2.2. Modelo de Ellis y Young.4 Este modelo fun­ cional esquematiza de forma simple el sistema de pro­ cesamiento cognitivo para las tareas de reconocimien­ to, comprensión y repetición de palabras habladas. Otros modelos, como el TRACE de McClelland y Elman,5 por el contrario, son de tipo in­ teractivo, ya que todas las unidades funcionan en paralelo y se influyen unas a otras. Según el modelo TRACE, la percepción del habla se lle­ va a cabo a través de unas unidades simples de procesamiento, denominadas nodos, y las co­ nexiones que se establecen entre ellos pueden ser excitatorias o inhibitorias. Los nodos están distribuidos en tres niveles: rasgos, fonemas y palabras. Entre los rasgos hay detectores para cada di­ mensión de los sonidos del habla: consonante, vocálico, oclusivo, sonoro, etc. Cada detector es un continuo en el que se distribuyen los soni­ dos y también las pausas; así, en la figura 2.3 se puede observar que el sonido /m/ se sitúa en un nivel alto del continuo en el rasgo de sonoridad, mientras que el sonido /p/ se sitúa en un nivel más bajo del mismo. Los silencios y las pausas 18 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE en el habla, como es lógico, se situarán en los niveles más bajos del continuo en cada dimen­ sión. Los detectores de rasgos se organizan en grupos, ya que cada sonido posee todos los ras­ gos en mayor o menor cantidad, y la detección de los fonemas se lleva a cabo mediante la iden­ tificación del patrón característico de ese sonido en todos los rasgos que forman un grupo. Figura 2.3. Modelo TRACE. En la figura se muestra el funcionamiento de los tres niveles del modelo duran­ te la percepción del sintagma «Mi copa». En el nivel de rasgos se puede observar cómo los distintos sonidos, y también el silencio inicial, se distribuyen en el continuo de las dimensiones «oclusivo», «sonoro» y «vocálico». El sonido /p/, por ejemplo, se sitúa en un nivel alto en la dimensión «oclusivo» y en un nivel bajo en las dimen­ siones «sonoro» y «vocálico». La /a/, por el contrario, muestra el patrón opuesto. El patrón de activación de un sonido en las distintas dimensiones que conforman un banco de rasgos origina una activación en el nivel de fonemas del nodo correspondiente a ese fonema. Por último, la activación de un grupo de fonemas de mane­ ra consecutiva activa, a su vez, el nodo correspondiente en el nivel de palabras. Igual que en los rasgos, en los otros dos ni­ veles hay un detector para cada fonema y para cada palabra que la persona conoce. Los nodos están interconectados, mantienen conexiones inhibitorias con los demás nodos del mismo nivel y excitatorias con los nodos de otro nivel que sean consistentes. Por ejemplo, el fonema /p/ tendrá conexiones mutuamente excitatorias con los nodos del nivel de palabras que con­ tengan ese fonema (ej.: patada, copa) y, al mis­ mo tiempo, tendrá conexiones inhibitorias con las unidades de otros fonemas (ej.: /m/, /d/). En el momento en que la persona recibe un input auditivo, los tres niveles se ponen en marcha de forma simultánea e interactúan entre sí: los rasgos activan, a su vez, determinados fone­ mas, y éstos envían activación al nivel de pala­ bras. Cuando el nivel de activación de una uni­ dad excede un determinado umbral, comienza a enviar activaciones inhibitorias al resto de las unidades del mismo nivel. El modelo TRACE es conexionista, de modo que uno de sus supuestos principales es la in­ teractividad, esto es, que las conexiones entre nodos son bidireccionales. La activación, por tanto, fluye desde los niveles inferiores a los su­ periores (procesamiento de abajo-arriba), y tam­ bién al contrario (de arriba-abajo). Esto explica por qué en determinadas situaciones el contexto en el que tiene lugar la conversación y los fone­ mas circundantes pueden ayudar a la detección de determinadas unidades degradadas por el ruido, la superposición de hablas o la mala pro­ nunciación del emisor. Por ejemplo, es posible que una persona escuche la secuencia /li*ro/, y no esté segura de si el fonema central es /b/ o /p/. Sin embargo, el contexto (imaginemos que hipo­ téticamente se encuentra en una biblioteca) y el resto de los fonemas (la palabra /lipro/ no existe, pero la palabra /libro/ sí) contribuirían a que el fonema percibido sea /b/. Aunque centrado solo en la fase de reconoci­ miento de palabras, un modelo muy influyente es el modelo de cohorte de Marslen-Wilson et al.6 Este modelo propone que, dado el carácter temporal del habla, desde el mismo momento en que el oyente comienza a procesar el primer CAPÍTULO 2. Comprensión oral fonema de la palabra, ya se ponen en marcha los procesos de reconocimiento léxico. El re­ conocimiento de las palabras sería, por tanto, simultáneo a la producción del mensaje por parte del hablante, de manera que podría re­ conocerse un estímulo incluso antes de que el emisor terminara de pronunciarlo. El reco­ nocimiento léxico comienza desde el mismo momento en que el receptor percibe el primer fonema. En ese momento se activan todas las entradas léxicas que comienzan por ese fone­ ma, formando lo que se denomina «cohorte inicial». A medida que el hablante va produ­ ciendo el resto de los fonemas, esa cohorte inicial se va reduciendo, debido a la falta de coincidencia de algunas de las palabras con la cadena de fonemas pronunciados, hasta que se llega a un fonema en que la cohorte que­ da reducida a una sola palabra. Por ejemplo, si alguien pronuncia la palabra elefante, el fone­ ma /e/ haría que se activaran todas las palabras de nuestro léxico que comenzaran por ese fo­ nema: enero, elemento, extraño, elegir, elipse, entrar, elocuente... Con la pronunciación del segundo fonema, /l/, muchas de estas palabras serían inhibidas: enero, extraño, entrar, mien­ tras que el resto continuarían activas. La pro­ nunciación del tercer fonema, /e/, haría que se eliminaran de la cohorte las entradas elipse y elocuente, hasta que por último la cohorte quedaría reducida a una sola palabra desde el mismo momento en que el emisor pronuncia­ ra el fonema /f/, ya que en nuestro idioma no existen más palabras que coincidan con la se­ cuencia de fonemas «elef». Por tanto, el pun­ to de unicidad de la palabra elefante sería la Ifl, y marcaría el punto en el que se produce el reconocimiento de la palabra sin posibilidad de equivocación. Si el estímulo pronunciado es una palabra nueva o una seudopalabra, tam­ bién habría un punto de unicidad en el cual ese estímulo se separaría del resto de palabras existentes en nuestro léxico. Una revisión posterior de este modelo7 pro­ pone que la pronunciación de una palabra polisilábica no sólo activa las entradas léxicas de las palabras que empiezan por los mismos 19 fonemas, sino que también activa las entradas de palabras más pequeñas que están «incrus­ tadas» en ella; por ejemplo, la pronunciación de la palabra camaleón activaría también par­ cialmente las entradas léxicas correspondientes a las palabras cama y león, que se encuentran incluidas en ella. El acceso al significado en el sistema semánti­ co constituye la última fase de la comprensión oral. Sin embargo, aunque la recuperación del significado de palabras como mesa o elefante puede parecer una operación relativamente directa, no todas las relaciones entrada léxicasignificado son tan simples.1 Uno de los temas a los que se ha prestado más atención es al fenómeno de la ambigüedad en el caso de los homófonos. La secuencia de sonidos /a’roko/ puede ser una forma verbal, perteneciente al verbo arrollar (arrollo), o bien puede referirse a un río pequeño (arroyo). La cuestión princi­ pal es si se recuperan los dos significados cuan­ do los receptores escuchan esa secuencia de sonidos o si, por el contrario, la recuperación del significado está guiada por la clase de pala­ bra y por el grado de adecuación al contexto de la frase. La investigación al respecto8 indica que, aunque normalmente todos los sentidos de una palabra se activan simultáneamente en un primer momento, los contextos restrictivos podrían conllevar la activación de uno solo de esos significados si fuera muy dominante. Estos procesos que acabamos de describir permiten a la persona acceder al léxico y al sig­ nificado de las palabras presentadas oralmente. No obstante, existe la posibilidad de realizar algunas tareas, como la repetición, sin necesi­ dad de acceder a la forma ni al significado de las palabras. Por este motivo, muchos modelos de comprensión oral incluyen, junto a esa vía léxico-semántica, una segunda vía, llamada vía subléxica, que permite repetir los estímulos verbales sin necesidad de comprenderlos, lo cual resulta extremadamente útil para repetir tanto palabras nuevas como palabras inventa­ das o seudopalabras. Esta vía, formada por un mecanismo de conversión acústico-fonológico, parte, igual que la léxica, de un análisis acústi­ 20 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE co de los estímulos, y conecta de forma directa con el almacén de fonemas, donde la persona selecciona los fonemas adecuados para repetir el estímulo, tal y como se puede ver en la figura 2.2. Finalmente, alcanzado el nivel de fonemas, bien por la vía léxica o por la subléxica, se pon­ drían en marcha los procesos motores necesa­ rios para la pronunciación de la palabra que se quiere emitir. Los experimentos de tiempos de reacción han sido la principal fuente de datos en la investi­ gación sobre la comprensión del habla. Existe una gran variedad de tareas, que evalúan los di­ ferentes componentes del sistema de percepción y reconocimiento del habla. Para investigar los procesos de análisis auditi­ vo y de segmentación, es útil la tarea de juicio de rima, en la que el participante debe decidir si dos palabras riman o no. Lo mismo ocurre con las tareas de discriminación de fonemas, en las que los participantes deben decidir si pare­ jas de palabras reales o inventadas son iguales o diferentes. En unos casos son exactamente iguales (ej.: bar = bar) mientras que en otros difieren en un fonema (ej.: bar = par). Para estudiar el léxico auditivo, la tarea prin­ cipal ha sido, sin duda, la decisión léxica au­ ditiva. En ella, el participante debe decidir si los estímulos que se le presentan por vía audi­ tiva son palabras reales o inventadas. Para ello, debe comprobar en su léxico auditivo si existe una palabra con esa pronunciación. Otra tarea muy utilizada, en este caso para evaluar el acceso al sistema semántico, es la categorización, en la que el sujeto debe decidir si las palabras que escucha (ej.: lobo) pertenecen o no a una determinada categoría semántica (ej.: animales salvajes). También para el acceso semántico se utiliza la tarea de emparejamien­ to palabra-dibujo, en la cual tiene que señalar, entre varios dibujos, el que corresponde a la palabra que acaba de escuchar. Todas estas tareas pueden utilizarse también para evaluar a pacientes con problemas de com­ prensión oral en sus versiones de papel y lápiz. La exploración de la ruta subléxica se lleva a cabo mediante tareas de repetición de seudopa- labras, en las que se evalúa el funcionamiento del mecanismo de conversión acústico-fonológica. Hay, asimismo, diversas variables de las pa­ labras que influyen en el rendimiento de los participantes en estas tareas. Una de ellas es la complejidad fonémica, que influye en la seg­ mentación de los estímulos auditivos. Cuan­ ta mayor sea la complejidad fonémica de una palabra, más difícil será para los participantes reconocerla o repetirla. Una palabra con una alta complejidad fonémica es «cristal», ya que incluye sílabas complejas del tipo CCVC o CVC, lo que dificulta su segmentación. Otras palabras con sílabas del tipo CV, como «pato», son más fáciles de segmentar y, por lo tanto, de reconocer. La frecuencia léxica es otra de las variables que influyen, en este caso, en el acceso al léxico auditivo. La frecuencia léxica se define como la cantidad de veces que, por término medio, una palabra aparece en las producciones orales. Las personas suelen reconocer más rápidamente las palabras de uso frecuente que aquellas que son poco utilizadas en los intercambios orales. Así, en una tarea de decisión léxica, los partici­ pantes reconocerán más rápidamente estímulos como «perro» o «casa», que son muy frecuen­ tes, que otros como «buque» o «cisne», que son mucho menos utilizados. Tal y como hemos mencionado, el punto de unicidad es otra de las variables que influyen en el acceso léxico, ya que determina la rapi­ dez con la que somos capaces de reconocer los estímulos que se nos presentan por vía audi­ tiva. Así, las palabras que tienen el punto de unicidad en una posición temprana (como la palabra «gitano», cuyo punto de unicidad está en el tercer fonema) se reconocen más rápida­ mente que aquellas que lo tienen hacia el final (como «aguja», cuyo punto de unicidad está en el último fonema). En el acceso al sistema semántico, son dos las variables que influyen en el rendimiento. Una es la imaginabilidad, que se define como la fa­ cilidad para crear una imagen mental del con­ cepto designado por la palabra. Las palabras concretas como «cama», que son muy imagina- CAPÍTULO 2. Comprensión oral bles, se reconocen más rápidamente que otras más abstractas, y por tanto menos imaginables, como «salud» o «bondad». La otra variable que influye en el acceso semántico es la tipicidad. Un concepto es muy típico cuando es un buen representante de la categoría a la que pertene­ ce; por ejemplo, «vaca» es un ejemplo muy tí­ pico de la categoría «mamíferos», mientras que «ballena» es un ejemplo mucho menos típico de la misma categoría. El acceso al significado de una palabra será tanto más fácil cuanto ma­ yor sea la tipicidad de la palabra en cuestión. BASES NEUROLÓGICAS DE LA COMPRENSIÓN ORAL A pesar de la gran acumulación de conoci­ miento sobre el sistema de procesamiento del lenguaje, hasta hace algunos años se había pro­ gresado relativamente poco en el desarrollo de un modelo que integrara datos neuropsicológicos y psicolingüísticos con aquellos procedentes de la neuroimagen. Uno de los modelos que per­ miten comprender la organización cortical de la comprensión oral es el de Hickok y Poeppel9 (fi­ gura 2.4), que fue inicialmente desarrollado en el contexto del procesamiento de la palabra aislada. Según este modelo, los códigos sensoriales del habla deben interactuar con dos sistemas: un sistema conceptual y un sistema motor-ar­ ticulatorio. La tarea a realizar y las estrategias utilizadas por la persona serán los que deter­ minen cuál de los dos sistemas se activará pre­ dominantemente en un momento dado, y estos dependen de dos vías que parten de las áreas auditivas primarias en la circunvolución tem­ poral superior, y que se proyectan a distintas zonas del cerebro: al temporal inferior poste­ rior izquierdo, en el caso del sistema concep­ tual, y a la región temporoparietal, en el caso del sistema motor-articulatorio. El modelo establece que las etapas más tem­ pranas del procesamiento auditivo están anató­ micamente relacionadas con algunas porciones de la circunvolución de Heschl, una región si­ tuada en la parte superior de los lóbulos tempo­ rales. En diversas investigaciones se ha obser- 21 Figura 2.4. Organización cortical de la comprensión oral. En la imagen se muestran las estructuras cortica­ les que forman las redes dorsal y ventral propuestas en el Modelo de Hickok y Poeppel. La parte coloreada en negro es la encargada de llevar a cabo el procesamien­ to auditivo temprano de todos los estímulos acústicos que llegan al cerebro. A partir de ahí, la información se distribuye a una de las dos redes, en función de la ta­ rea a realizar. Cuando la actividad conlleva la conver­ sión del input acústico en un output fonológico, entrará en funcionamiento la vía dorsal (en azul), que implica áreas frontales del hemisferio izquierdo. Cuando se re­ quiere el acceso al significado, por el contrario, la vía elegida será la ventral (en gris claro), situada en el lóbu­ lo temporal izquierdo. vado que esta zona responde a todo tipo de soni­ dos, incluso a estímulos auditivos relativamente simples, como el ruido. El siguiente nivel jerár­ quico implica a las redes supratemporales; estas regiones, situadas cerca de la circunvolución de Heschl, responden de manera más vigorosa a señales estructuradas en el tiempo (ritmos, mú­ sica, lenguaje) que a estímulos no estructurados, como el ruido. El siguiente paso del procesamiento es espe­ cífico para el lenguaje, e implica a las porciones ventrolaterales de la circunvolución temporal superior, unas zonas que parecen responder me­ jor a señales temporales complejas, como el ha­ bla. Todos los estudios realizados sugieren que estas regiones de la circunvolución temporal superior, y también de la cisura temporal supe­ rior, están implicadas en etapas avanzadas del procesamiento auditivo, que son críticas para el procesamiento del fonema. A partir de aquí, el sistema diverge en dos vías de procesamiento: una vía ventral, implicada en la corresponden­ 22 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE cia entre sonido y significado, y una vía dorsal, implicada en asignar a los sonidos las represen­ taciones basadas en la articulación. La vía ventral, o vía del «qué» (que se co­ rrespondería con la denominada «ruta léxica», según los modelos de procesamiento cognitivo expuestos en el apartado anterior), permite asignar a las representaciones basadas en el so­ nido del habla una representación conceptual determinada. Esta vía se proyecta ventrolateralmente e involucra la cisura temporal su­ perior, la región inferior posterior del lóbulo temporal y algunas porciones de las circunvo­ luciones temporal medial y temporal inferior. La región posteroinferior del lóbulo temporal izquierdo parece estar implicada en la última etapa del procesamiento, que conllevaría el ac­ ceso a la entrada léxica y a su significado. Si el objetivo de la tarea no es sólo la comprensión de estímulos aislados, sino de una frase o un texto, habría otras áreas implicadas en el pro­ cesamiento sintáctico. El área que parece estar principalmente relacionada con la compren­ sión morfosintáctica es la región anterior del temporal izquierdo, pero también hay otras implicadas, como la cisura temporal superior, la circunvolución temporal medial y el área de Broca (en los capítulos 5, Morfología, y 6, Sin­ taxis, se desarrollan estas cuestiones). Los datos de que disponemos10 sobre la vía ventral parecen apoyar la opinión de Wernic­ ke de que las representaciones auditivas están representadas bilateralmente en los campos corticales auditivos y que, en consecuencia, es suficiente con que esas representaciones estén en un hemisferio para que sea posible el ac­ ceso al léxico. Si esto es así, las lesiones uni­ laterales no deberían causar dificultades en la comprensión, como sería de esperar si estas habilidades estuvieran fuertemente lateralizadas en el hemisferio izquierdo. Esta hipótesis bilateral predice, por tanto, que los déficits profundos en la percepción del lenguaje esta­ rán asociados a lesiones bilaterales. Los datos de pacientes con sordera verbal pura apoyan esta hipótesis, al igual que los experimentos en los que se exploran las habilidades de com­ prensión del hemisferio derecho en pacientes con cerebro dividido o sometidos al procedi­ miento de Wada? La vía dorsal, también denominada vía del «dónde» (correspondería a la «ruta subléxica» en los modelos de procesamiento cognitivo expuestos en el apartado anterior), represen­ ta una conexión estrecha entre los procesos implicados en la percepción y en la produc­ ción del lenguaje. Esta vía, que, como hemos señalado anteriormente, comparte con la ven­ tral gran parte del procesamiento auditivo, se proyecta dorsoposteriormente hacia el lóbulo parietal y, por último, hacia las regiones fron­ tales. Investigaciones recientes sugieren que la región crítica se encuentra en una zona pro­ funda dentro de la parte posterior de la cisura de Silvio, en el límite entre los lóbulos parietal y temporal. Esta vía permite formar represen­ taciones motoras de los fonemas a partir de estímulos auditivos, lo que es especialmente útil durante la etapa de adquisición del len­ guaje, ya que los niños deben configurar sus gestos articulatorios de manera que se corres­ pondan con la estructura fonética del lengua­ je al que están expuestos. Asimismo, el hecho de que las personas puedan repetir seudopalabras y palabras desconocidas de manera correcta, demuestra que la vía dorsal implica interacciones entre los sistemas lingüísticos auditivo y motor sin mediación de los sistemas conceptuales. Este modelo, además, sugiere que la memoria de trabajo verbal depende también de la vía dor­ sal, ya que este tipo de memoria podría conside­ rarse una forma de integración auditivomotora (percibe estímulos y realiza una tarea de ensayo articulatorio o repetición para mantenerlos acti­ vos de cara al recuerdo posterior). b El procedimiento de Wada es una técnica utilizada para prever los efectos de la neurocirugía en las funciones cognitivas de un paciente. Consiste en anestesiar tempo­ ralmente los hemisferios cerebrales (primero uno y luego el otro) mediante una inyección intracarotídea de amital sódico, para comprobar su contribución relativa en las funciones de lenguaje y memoria. CAPÍTULO 2. Comprensión oral En concreto, la base neurológica de la me­ moria fonológica sería: el córtex parietal iz­ quierdo, el límite entre los lóbulos temporal y parietal y las regiones laterales e inferiores de la circunvolución temporal superior y la cisu­ ra temporal superior; mientras que el compo­ nente articulatorio implicaría al córtex frontal izquierdo, al área de Broca y algunas regiones dorsales premotoras, lo que parece apoyar la predicción de este modelo. Las redes ventral y dorsal son disociables, es decir, pueden activarse de manera inde­ pendiente según las características de la ta­ rea que se esté llevando a cabo. Esto también implica que pueden lesionarse de manera independiente. Los datos neuropsicológicos apoyan esta hipótesis, ya que existen pacien­ tes con una buena comprensión del lenguaje pero que no son capaces de repetir seudopalabras," mientras que otros pacientes pue­ den repetir cualquier estímulo pero son in­ capaces de acceder a su significado.12 Si las tareas subléxicas dependieran de etapas tem­ pranas del proceso de comprensión oral, en­ tonces un fallo en estas tareas sería un buen predictor de dificultades en la comprensión, y sin embargo no es así. Este modelo sugiere, por tanto, que las tareas subléxicas depen­ den de unos circuitos neurológicos diferen­ tes de aquellos implicados en los procesos de comprensión. Algunos estudios de neuroimagen (figura 2.5) también parecen dar la razón al modelo de Hickok y Poeppel.9 Así, Glasser y Rilling13 realizaron un experimento utilizando la no­ vedosa técnica de neuroimagen por tensor de difusión, que permite rastrear los tractos de sustancia blanca en el cerebro. Los resulta­ dos del estudio sugieren que el procesamien­ to fonológico tiene lugar bilateralmente, ya que implica una vía que parte de la circunvo­ lución temporal superior y está presente en ambos hemisferios, aunque sólo en el hemis­ ferio izquierdo está conectada con el lóbulo frontal a través del fascículo arqueado. Otra vía que parte de la circunvolución tempo­ ral medial está presente también en ambos 23 Figura 2.5. Organización subcortical de la comprensión oral. En la imagen se muestran las dos vías propuestas en el modelo de Hickok y Poeppel a nivel subcortical. Como se observa en la imagen, la primera parte del tracto, en­ cargada de realizar el análisis acústico inicial, es común para las dos vías. Posteriormente, las dos redes neurales se separan y terminan en diferentes lóbulos cerebrales. Los autores proponen que la materia blanca del tracto dorsal forma parte del fascículo arqueado, mientras que el tracto ventral sería parte de la cápsula extrema. hemisferios, pero su función varía según la localización: en el hemisferio izquierdo está implicada en el procesamiento léxico-semán­ tico, mientras que en el derecho se ocuparía del procesamiento prosódico (véase también recuadro 2.1). Estos resultados pueden interpretarse me­ diante el modelo de Hickok y Poeppel:9 la información auditiva sería primero procesada en el córtex auditivo primario y decodificada fonológicamente. Desde allí podría dirigir­ se hacia las áreas frontales, para ser repetida inmediatamente (por la vía que incluye a la circunvolución temporal superior), o bien po­ dría ser enviada al córtex situado bajo la cisura temporal superior, para la comprensión léxicosemántica. Como este modelo postula, las áreas léxicosemánticas están situadas en una región estra­ tégica, lo que les permite recibir información tanto de áreas auditivas como de áreas visuales, lo que facilita realizar asociaciones entre ellas. 24 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Recuadro 2.1. La relación entre los procesamientos sintáctico y prosódico El procesamiento sintáctico constituye una importan­ te clave a la hora de comprender el lenguaje oral. En diversas investigaciones se ha observado que estos procesos de análisis lingüístico generan ondas electrofisiológicas características, tal y como se verá en el capitulo 6. Así, las violaciones de la estructura sintácti­ ca correcta de una frase normalmente originan ondas negativas tempranas en la parte anterior del hemisfe­ rio izquierdo, aunque en ocasiones se ha encontrado una distribución bilateral de esta negatividad. En el hemisferio derecho también se ha observado una onda equivalente ante violaciones sintácticas de los patrones armónicos en la música. Las caracterís­ ticas de la música, como la frecuencia, el ritmo y la entonación, también aparecen en el lenguaje oral, y constituyen lo que denominamos la prosodia, un aspecto también importante en la comprensión oral. Como hemos mencionado anteriormente, los proce­ sos de análisis prosódico están ligados a mecanis­ mos del hemisferio derecho. Algunos estudios han demostrado que ambos proce­ sos (sintácticos y prosódicos) se encuentran estre­ chamente ligados, y que la información prosódica es utilizada como guía en el análisis sintáctico. En este TRASTORNOS DE LA COMPRENSIÓN ORAL Los trastornos de la comprensión oral produ­ cidos como consecuencia de una lesión cerebral se denominan agnosias auditivas. Estos trastor­ nos han contribuido a corroborar los modelos teóricos de la comprensión oral y las bases neu­ rológicas descritas en el apartado anterior. Se han descrito varios tipos diferentes de agnosias auditivas, cuyos síntomas dependen del proce­ so que se vea alterado como consecuencia de la lesión. Trastornos fonológicos y léxicos Sordera verbal pura Los pacientes con sordera verbal pura tie­ nen dificultades para percibir el habla, a pesar de que la percepción de los sonidos ambientales, la expresión oral, la lectura y la escritura, se encuentran conservadas4. La sentido. Herrman et al.14 llevaron a cabo un experi­ mento de magnetoencefalografía (MEG), en el que se comparaba la actividad cerebral de los partici­ pantes cuando escuchaban frases en alemán sintác­ ticamente correctas (ej.: «El pez fue atrapado en el lago») e incorrectas (ej.: »EI pez fue atrapado en el»), ambas pronunciadas de forma monótona en unos casos o con una entonación adecuada en otros. Los resultados de su estudio indican que la lateralización del procesamiento sintáctico variaba en función de la prosodia de las frases: la ausencia de claves pro­ sódicas adecuadas (entonación monótona) producía una mayor actividad en la parte anterior del hemis­ ferio derecho, lo que indica que en estos casos era necesario llevar a cabo un procesamiento adicional para manejar inputs lingüísticos no óptimos desde el punto de vista prosódico. Cuando la entonación era la adecuada, por el contrario, la activación era bila­ teral. Este estudio, por tanto, sugiere que se produce una interacción muy temprana entre los análisis sin­ táctico y prosódico, y que las claves de entonación muy probablemente sean utilizadas para eliminar la incertidumbre durante la comprensión de frases sin­ tácticamente ambiguas. I lesión en este trastorno afecta al proceso de análisis acústico y, como se ha señalado en el apartado anterior, se produce como con­ secuencia de una afectación bilateral, ya que ambos hemisferios pueden realizar esa fun­ ción y, por lo tanto, una lesión unilateral no tendría por qué afectar a la comprensión oral. El daño en el análisis acústico impide al paciente realizar una segmentación adecuada de los estímulos en las sílabas o fonemas que los constituyen, por lo que se verá afectada también la repetición de estímulos verbales, tanto por la vía léxica como por el mecanis­ mo de conversión acústico-fonológico. No obstante, estos pacientes son capaces de reali­ zar algunos análisis «paralingüísticos», como identificar el género y la edad de la persona que está hablando, y también el acento y la entonación de las frases, ya que estos son as­ pectos que dependen más del procesamiento de la prosodia que del procesamiento lingüís­ tico propiamente dicho. CAPÍTULO 2. Comprensión oral 25 clínico Nakakoshi et al.15 describieron el caso de un pa­ ciente de 42 años que, a consecuencia de una hemorragia subcortical y la posterior cirugía, co­ menzó a mostrar problemas para comprender el lenguaje oral. Sus resultados en los tests auditivos eran normales para ambos oídos, y no mostraba dificultades para reconocer los sonidos ambienta­ les ni para percibir la música. No obstante, aunque su habilidad para percibir palabras monosílabas La comprensión de los pacientes con sorde­ ra verbal pura mejora ligeramente cuando se enlentece el ritmo de producción oral. Ade­ más, son capaces de identificar correctamente vocales aisladas, pero su actuación suele em­ peorar cuando se añade una consonante for­ mando una sílaba del tipo CV. Esto era lo que le ocurría a RC, un paciente descrito por Klein y Harper,11 ya que era capaz de repetir vocales aisladas, pero la repetición de los demás estí­ mulos era muy deficitaria. Así, repetía «collaboration» (colaboración) como «setter» (perro de muestra) y «God save the King» (Dios salve al Rey) como «as in a mix» (como en una mez­ cla). Era incapaz de comprender cuando se le hablaba, pero sin embargo su lenguaje espon­ táneo era prácticamente normal, y su lectura, fluida y sin errores. era bastante buena, tenía notables dificultades para percibir secuencias de silabas sin sentido. En las tareas de repetición, su rendimiento mejoraba cuando el ritmo de presentación de los estímulos era lento. La mayor parte de los errores los come­ tía en las sílabas finales de las palabras, ya que el procesamiento de las sílabas iniciales interfería con el procesamiento de las silabas posteriores del mismo estímulo. y realizan mal la tarea de decisión léxica au­ ditiva. La repetición de los estímulos se lleva a cabo mediante el mecanismo de conversión acústico-fonológico. El primer caso descrito de sordera para la forma de las palabras fue el de MK.12 Este pa­ ciente no tenía dificultades para realizar tareas de discriminación de sílabas, palabras y seudo­ palabras, pero su rendimiento en la tarea de de­ cisión léxica auditiva era muy bajo. Su proble­ ma de comprensión oral era tal, que en muchos casos aceptaba como nombre del objeto pala­ bras y seudopalabras fonológicamente semejan­ tes al nombre real (ej.: sea por knee). Cuando la presentación de los estímulos era visual, el rendimiento de MK en tareas semánticas era mucho mejor, lo que descarta un problema semántico como origen de sus dificultades de comprensión oral. Sordera para la forma de las palabras En este trastorno, al igual que en el anterior, la comprensión del lenguaje oral se encuentra seriamente alterada; sin embargo, los pacien­ tes son capaces de repetir tanto palabras reales como seudopalabras. El resto de las capacida­ des lingüísticas (lenguaje espontáneo, lectura y escritura) también se encuentran conservadas. El análisis auditivo en estos pacientes está in­ tacto, ya que de lo contrario no podrían reali­ zar la segmentación de los estímulos para repe­ tirlos posteriormente. El problema en este caso es que los pacientes no son capaces de recupe­ rar las entradas léxicas de los estímulos presen­ tados por vía auditiva; por lo tanto, no pueden distinguir las palabras reales de las inventadas, Sordera para el significado de las palabras Los pacientes que padecen este trastorno también tienen conservada la repetición tanto de palabras como de frases, el lenguaje espon­ táneo, la lectura y la escritura. Su compren­ sión se encuentra severamente alterada, pero, a diferencia del trastorno anterior, son capaces de reconocer las palabras reales, por lo que su rendimiento en la tarea de decisión léxica es bueno. El problema se encuentra en el acceso al significado de las palabras que se presentan por vía auditiva, es decir, en este caso el daño está en la conexión entre el léxico auditivo y el sistema semántico. 26 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE n Caso clínico El doctor O, un paciente descrito por Franklin et al..1T sufrió un ataque cerebral que le produjo un grave problema para comprender las palabras ha­ bladas. Se le propuso una tarea de sinónimos, en la que debía decidir si dos palabras tenían o no el mismo significado; cuando se le presentaban de forma escrita, su rendimiento era bueno; pero si se le daban oralmente, cometía muchos errores. La ejecución del paciente mostraba un efecto de la imaginabilidad, es decir, le resultaba más fácil comprender las palabras concretas (ej.: rueda, Ya Bramwell, en 1897,4 describió el caso de una paciente escocesa de 26 años con severos problemas de comprensión, debido a un ictus su­ frido como consecuencia de su tercer parto. Su lenguaje espontáneo era prácticamente normal, y su lectura también era buena, aunque solía tener algunos problemas para comprender frases largas y textos. En un principio se creyó que era un caso de sordera verbal pura, pero la paciente era ca­ paz de repetir e incluso escribir al dictado las pa­ labras que no podía comprender. Cuando leía el texto que acababa de escribir, lo comprendía per­ fectamente. Más recientemente, Berndt, Basili y Caramazza (198 7)16 describieron el caso de otro paciente con sordera para el significado de las pa­ labras. No era un caso puro, ya que su compren­ sión escrita también se encontraba alterada, pero observaron que su rendimiento en la tarea de de­ cisión léxica auditiva era bueno, lo que reflejaría que las entradas léxicas se encontraban intactas y que el problema era más de acceso semántico. Agnosia fonológica Los pacientes con agnosia fonológica tienen intacta la ruta léxica, por lo que pueden com­ prender y repetir las palabras que ya conocen. Su lenguaje espontáneo, comprensión lectora y escritura espontánea también están conser­ vados. El daño está en la ruta subléxica, por lo que el problema es específico para la repeti­ ción de palabras nuevas y seudopalabras. JL, un paciente descrito por Beauvois, Dérousné y Bastard,18 se quejaba de ciertos proble­ pájaro) que las abstractas (ej.: razón, problema). Su porcentaje de aciertos en la tarea de decisión léxica auditiva fue del 94%, lo que indica que, aunque no comprendiera las palabras, conserva­ ba intactas sus representaciones léxicas. Su ca­ pacidad para comprender el lenguaje cuando se presentaba de forma escrita también indica que el sistema semántico estaba preservado, y que el déficit se encontraba en la conexión entre éste y el léxico auditivo. Su repetición de palabras, tanto de alta como de baja imaginabilidad, era buena. mas para comprender y repetir palabras nuevas, como nombres científicos o nombres de luga­ res, aunque no tenía ninguna dificultad con las palabras que ya conocía. La escritura del pa­ ciente era buena, excepto cuando se trataba de seudopalabras. Trastornos semánticos Agnosia semántica Los pacientes con este trastorno conservan intacta la capacidad para repetir palabras, deletrearlas y distinguir las que son reales de las inventadas; sin embargo, muestran un dé­ ficit para la comprensión del lenguaje, tanto en su modalidad oral como en la escrita, lo que indica que han perdido los significados de las palabras. El sistema semántico está dis­ tribuido por varias áreas del cerebro y se or­ ganiza en categorías. Una lesión cerebral, por lo tanto, puede afectar sólo a unas categorías pero no a otras, de manera que un paciente puede tener problemas para comprender pa­ labras relativas a seres vivos pero no las rela­ tivas a seres inertes; en otros casos afecta a categorías más concretas, como herramientas o prendas de vestir. Yamadori y Albert19 describieron a un paciente que presentaba problemas de comprensión oral y escrita específicos para las partes del cuerpo y los objetos de una habitación. No mostraba nin­ guna dificultad, sin embargo, para comprender CAPÍTULO 2. Comprensión oral nombres de herramientas, utensilios o prendas de vestir, y podía repetir perfectamente tanto las palabras que comprendía como las que no. Disfasia profunda Los pacientes que padecen este trastorno tie­ nen dañada la vía subléxica, por lo que no son capaces de repetir palabras nuevas ni seudopalabras. La vía léxica, por otro lado, también pre­ senta un daño parcial, por lo que la comprensión oral y la repetición de palabras conocidas tam­ bién son deficitarias. Es frecuente que estos pa­ cientes cometan errores semánticos y derivativos a la hora de repetir, que pueden deberse a un fa­ llo en la elección de la entrada léxica, a la activa­ ción de una representación semántica equivoca­ da o a un problema de denominación. Si la lesión en la ruta léxica afecta sólo al léxico auditivo, el lenguaje espontáneo del paciente, su escritura es­ pontánea y su comprensión lectora estarán pre­ servadas; si lo que se encuentra afectado es el sis­ tema semántico, todas estas capacidades estarán también mermadas; y si el problema es de deno­ minación, la comprensión, tanto oral como escri­ ta, será buena, pero además de los problemas de repetición, el paciente tendrá también anomia. La repetición de los difásicos profundos suele estar determinada por la variable imaginabilidad, ya que su rendimiento tiende a ser mejor con las palabras concretas que con las abstractas. La cla­ se gramatical es otra de las variables que afectan a su ejecución; los sustantivos son los estímulos n-. clínico El paciente JR, descrito por Huber, et al.,21 era un administrador de software de 46 años que sufrió un infarto en la arteria cerebral media, lo que le produjo un grave trastorno en sus habi­ lidades de comprensión y producción oral. En una primera evaluación, el paciente mostraba un lenguaje fluente, pero con abundantes parafasias y errores gramaticales. Sus severas dificultades en repetición contrastaban con una lectura en voz alta relativamente preservada, mientras que en la tarea de denominación su rendimiento era moderado. En evaluaciones 27 que mejor repiten, seguidos de los verbos, los adjetivos y, por último, las palabras funcionales. El paciente GE, descrito por Patterson,20 tenía problemas de comprensión y además no podía hablar, repetir, leer ni escribir correctamente. En la tarea de emparejamiento palabra-dibujo, su rendimiento fue mejor con las palabras con­ cretas (80% de aciertos) que con las abstractas (60% de aciertos). Trastornos en la prosodia Aunque aún es necesaria más investigación al respecto, los estudios llevados a cabo hasta el mo­ mento sugieren que existen dos tipos de déficits disprosódicos, dependiendo de dónde se encuen­ tre la lesión. Así, pacientes con una lesión en el hemisferio izquierdo muestran una comprensión deficitaria de la prosodia lingüística (interroga­ ciones, exclamaciones, etc.), y los pacientes con lesión en el hemisferio derecho, por el contrario, tienen alterada la capacidad para comprender la prosodia afectiva e inferir de este modo los esta­ dos de ánimo (alegre, triste, preocupado). Estos dos déficits son disociables, como se pudo ob­ servar en un estudio22 en el que se compararon pacientes con lesiones en ambos hemisferios en tareas en las que se exploraba la comprensión de frases con diferentes entonaciones. Para evaluar la prosodia afectiva, los pacientes escuchaban una frase y debían señalar caras alegres, tristes o enfadadas dependiendo de la entonación del hablante. Para evaluar la prosodia lingüística, lie- “1 posteriores, se observó una mejora evidente en las tareas de denominación y repetición de pa­ labras, siendo la imaginabilidad y la frecuencia las variables psicolingüísticas que más influían en su ejecución. En la tarea de repetición de seudopalabras, por el contrario, su rendimien­ to continuó siendo muy bajo. Un análisis de los errores cometidos en la tarea de repetición de palabras y seudopalabras muestra una dismi­ nución en el número de no respuestas y un cre­ ciente predominio de los errores fonológicos a medida que el paciente evoluciona. I 28 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE varón a cabo la misma tarea, pero en este caso los pacientes debían señalar un punto cuando escucharan una frase afirmativa, un signo de in­ terrogación cuando escucharan una pregunta y un signo de exclamación cuando escucharan una exclamación. Se encontraron varias disociacio­ nes entre los dos tipos de pacientes: uno de ellos tuvo un 70% de aciertos en prosodia afectiva y sólo un 36% en la lingüística; otro, por el contra­ rio, obtuvo un 30% de aciertos en prosodia afec­ tiva y un 70% en la lingüística. La investigación indica que la comprensión prosódica es también disociable de la producción. Todos los trastornos descritos afectan de una manera u otra a la comprensión o repetición de los estímulos presentados de forma oral. Debido a la gran variedad de síntomas, es importante reali­ zar una buena evaluación, para identificar los pro­ cesos que se encuentran alterados y diseñar así una intervención adecuada al problema del paciente. Resumen La comprensión oral es un proceso complejo que se ve dificultado por algunos factores, como la presen­ cia de ruido ambiental, la necesidad de segmentar el habla o el problema de la invarianza entre los estí­ mulos acústicos y los segmentos fonéticos. Los diversos modelos teóricos que tratan de expli­ car cómo se lleva a cabo la comprensión del len­ guaje oral coinciden en que son tres las etapas de este proceso: análisis auditivo, en el que se ana­ lizan las características físicas de los sonidos y la segmentación del habla: acceso léxico, en el que se recupera la entrada léxica correspondiente al estímulo y acceso semántico, mediante el cual se recupera el significado de la palabra. Existe tam­ bién una vía subléxica alternativa, que permite re­ petir los estímulos sin necesidad de acceder a su significado. Esta vía es especialmente útil durante el proceso de adquisición del lenguaje oral. A pesar del consenso acerca de las etapas del sistema de comprensión oral, los diversos modelos difieren al explicar cómo se llevan a cabo estos procesos. Las diferentes técnicas de neuroimagen que se han ido desarrollando durante las últimas dé­ cadas han permitido conocer cuáles son las es­ tructuras corticales implicadas en la compren­ sión y cómo se organizan. El modelo de Hickok y Poeppel propone que la circunvolución temporal superior de ambos hemisferios está implicada en el análisis auditivo de los estímulos orales. De ahí parten dos vías, en las que están implicadas diferentes estructuras corticales. La primera de ellas es la vía ventral, cuya función es relacionar los sonidos percibidos con los significados corres­ pondientes. Esta vía se proyecta hacia la zona postero-inferior del lóbulo temporal izquierdo, y se correspondería con la ruta léxica de procesa­ miento del lenguaje. La segunda se denomina vía dorsal, y se ocupa de relacionar el lenguaje con la articulación motora de esos mismos sonidos percibidos, es decir, se corresponde con la ruta subléxica de conversión acústico-fonológico. Esta vía se proyecta hacia zonas profundas de la parte posterior de la cisura de Silvio, en el límite entre los lóbulos parietal y temporal, y finalmente hacia el área de Broca, situada en el lóbulo fron­ tal. Las bases neurológicas de la comprensión de la prosodia, según los resultados obtenidos por Glasser y Rilling, se encuentran en la circunvolu­ ción temporal medial del hemisferio derecho. Las agnosias auditivas son los trastornos que apa­ recen como consecuencia de las lesiones en cual­ quiera de estas áreas implicadas en la percepción del habla. Existen varios tipos de agnosias auditi­ vas, según el proceso dañado. La sordera verbal pura se produce cuando el daño afecta al análisis auditivo: en este caso, tanto la comprensión como la repetición de los estímulos se ven gravemente afectadas. Cuando la lesión afecta al léxico auditi­ vo, el trastorno se denomina agnosia para la forma de las palabras, y afecta a la comprensión, pero no a la repetición de estímulos. En la sordera para el significado de las palabras, se produce una desconexión entre el léxico audi­ tivo y el sistema semántico, por lo que el paciente es incapaz de acceder al significado de las pala­ bras, a pesar de que las reconoce como familia­ res. Un daño en el sistema semántico afecta a la comprensión del lenguaje, tanto en modalidad oral como escrita, aunque la capacidad para repe­ tir se mantiene intacta. El daño en la ruta subléxica se denomina agnosia fonológica, y afecta exclusivamente a la repetición de palabras desconocidas y seudopalabras. El daño en ambas rutas simultáneamente se denomi­ na disfasia profunda, y afecta tanto a la repetición como a la comprensión de los estímulos del habla. Por último, también pueden producirse déficits en la comprensión de la prosodia, que impiden a los pacientes inferir el sentido de la frase o el estado de ánimo del hablante basándose en la entona­ ción del lenguaje. CAPÍTULO 2. Comprensión oral 29 Preguntas de autoevaluación • ¿Cómo explica el modelo de cohortes el proce­ so de identificación de palabras? • ¿En qué tipo de agnosia auditiva se encuen­ tran afectadas tanto la comprensión como la repetición de estímulos presentados de forma auditiva? • ¿En qué regiones cerebrales se lleva a cabo el análisis auditivo de los estímulos presentados de forma oral? • ¿Cuáles son las dos variables que más afectan al rendimiento de los pacientes con disfasia profunda? • ¿Cuáles son las fases implicadas en la com­ prensión del lenguaje oral? REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Brown, C. 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Hablar significa expresar ideas, mensajes, sen­ timientos, etc., por medio de sonidos, lo que implica realizar varias transformaciones antes de que esas ideas que tenemos en nuestras cabe­ zas se conviertan en sonidos que salen de nues­ tras bocas. Primero es necesario transformar las ideas o mensajes, que están en formato abs­ tracto, en formato lingüístico; esto es, hay que buscar las palabras y oraciones con las que ex­ presar esas ideas. Generalmente realizamos esta operación sin dificultad, pero a veces nos cuesta encontrar la expresión adecuada, como cuando decimos «a ver cómo consigo explicarlo», o nos falta la palabra concreta para el concepto que queremos expresar. Después hay que activar los fonemas correspondientes a cada palabra y en el orden adecuado, para pronunciar exactamente la palabra que queremos decir. Un error en la selección de alguno de los fonemas o en el or­ den de pronunciación nos puede llevar a decir una palabra diferente de la que pretendíamos (por ejemplo, «cartero» por «carnero»), o una seudopalabra (por ejemplo, «carpero»). Final­ mente viene la articulación de esos fonemas a través del aparato fonador (faringe, laringe, boca, etc.). Pero a pesar de la complejidad que supone hablar y de las transformaciones que tenemos que realizar, en general hablamos de una manera muy fluida, a una gran velocidad y con un escaso número de errores. En términos generales, pro­ ducimos unas 150 palabras por minuto, lo que supone una velocidad impresionante, si tenemos en cuenta que disponemos de unas 50.000 pala­ bras en nuestra memoria entre las que elegir la adecuada en cada momento. Además, la tasa de errores es muy baja, salvo en situaciones estre­ santes, ya que el promedio es de sólo un error por cada mil palabras que pronunciamos.1 Obviamente, para llegar a conseguir tan al­ tos niveles de precisión y fluidez, es necesario disponer de un sistema muy complejo y sofis­ ticado, y ciertamente el sistema de producción oral lo es. Además, ese sistema está muy bien entrenado, pues no pasa un solo día sin que lo utilicemos y, en general, muchas veces al cabo del día. No cabe duda de que hablar es una de las actividades preferidas por los humanos, a juzgar por el tiempo que le dedicamos. Por otra parte, el entrenamiento del sistema de producción comienza muy temprano, ya que desde los primeros meses del bebé ya se le es­ timula a producir palabras y a incrementar su vocabulario. No obstante, este sistema de producción oral no siempre funciona con esa efectividad, ya que a veces nos cuesta expresar una idea o no encontramos la palabra o expresión adecuada para el mensaje que queremos expresar, has­ ta el punto de hacernos caer en determinadas ocasiones en el molesto estado de «tenerlo en 32 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE la punta de la lengua». Esto ocurre especial­ mente con las palabras de poco uso, que están menos accesibles en nuestro léxico. Por otra parte, ese sistema va perdiendo eficacia con el paso del tiempo, debido a la disminución de la actividad cerebral, lo que hace que los ancianos tengan un lenguaje menos fluido y con más episodios de «la punta de la lengua». Esa pérdida de efectividad es dramática cuan­ do la vejez va acompañada de una enfermedad neurodegenerativa, como el Alzheimer o la demencia semántica. También, cuando una le­ sión alcanza alguna de las áreas cerebrales que intervienen en el habla. En este capítulo veremos cómo está organi­ zado y cómo funciona el sistema de produc­ ción oral, cuáles son las bases neurológicas de este sistema y qué tipo de trastornos del habla se producen cuando se lesionan las áreas cere­ brales responsables de alguno de sus compo­ nentes. PROCESAMIENTO COGNITIVO A grandes rasgos, la producción oral consis­ te en la conversión de un mensaje abstracto o significado en una secuencia de sonidos. Para llevar a cabo este gran salto, hemos de realizar varias operaciones. Aunque hay multitud de hipótesis sobre cómo transcurre exactamente este proceso, existe cierto consenso en dife­ renciar al menos tres estadios fundamentales: nivel semántico, en el que se produce la se­ lección del concepto apropiado; léxico, en el que se escoge la palabra que le corresponde; y fonológico, en el que se activan los fonemas necesarios para producirla. El acuerdo sobre la existencia de esta estructura básica se funda­ menta en una gran cantidad de investigaciones, llevadas a cabo principalmente con dos meto­ dologías: la observación de errores del habla y la medida de los tiempos de reacción en tareas de denominación. Desde finales del siglo xix, muchas investi­ gaciones sobre el proceso de producción oral se han basado en la observación de los errores que producimos al hablar, tanto espontáneos (lapsus linguae) como inducidos por algún pa­ radigma experimental.2 El estudio de los erro­ res nos da una idea de qué ocurre exactamente cuando producimos el discurso oral. Una de las observaciones más relevantes es que la sus­ titución de una palabra por otra en el discurso se da entre palabras semántica o fonológica­ mente relacionadas entre sí. Cabe mencionar, además, que la gran mayoría de los errores preservan la clase gramatical de la palabra, de forma que un sustantivo se sustituye por un sustantivo, y no por un verbo o un adjetivo. Así, es más probable que sustituyamos la pa­ labra «cuervo» por «ciervo», que por otra sin ningún tipo de relación con ella, como «licor», o una de otra clase gramatical, como «volar». Otra observación importante es que muchas veces las sustituciones se dan entre partes de las palabras, y normalmente preservando el or­ den y estructura silábica. Se da lugar entonces a errores de intercambio de fonemas entre una palabra y otra (ej.: «corrón de buceos» en vez de «buzón de correos»), anticipación de fone­ mas de una palabra subsiguiente (ej.: «gato de goma» en vez de «pato de goma»), perseveración de fonemas de una palabra anterior (ej.: «caja de carillas» en vez de «caja de cerillas») o fusión entre dos palabras (ej.: «comendar» al unir el principio y final de las palabras «corre­ gir» y «enmendar»). Estos hallazgos ponen de relieve la importancia de la información semán­ tica, sintáctico-gramatical y fonológica en di­ ferentes momentos del proceso de producción oral. De ellos se desprende, por ejemplo, que la selección de las palabras conlleva restricciones gramaticales antes de producirse la activación de los fonemas, y que estos son recuperados so­ bre una estructura silábica ya establecida. Esta última apreciación se pone de manifiesto igual­ mente en otro fenómeno que también ha sido estudiado dentro de esta corriente de investi­ gaciones: el conocido como estado de «tenerlo en la punta de la lengua». Este término describe esa situación en la que queremos nombrar algo pero no somos capaces de recordar exactamen­ te la palabra correspondiente. En muchas oca­ siones sabemos más o menos cómo es de larga CAPITULO 3. Producción oral la palabra, e incluso tenemos alguna intuición sobre la letra por la que empieza o cómo se acentúa, lo que indica que toda esta informa­ ción se activa antes y de forma independiente del plan fonológico completo. En cuanto a los estudios de tiempos de reac­ ción, son muy habituales los basados en la tarea de denominación de dibujos. Esta tarea, que consiste simplemente en decir el nombre de un objeto representado mediante un dibujo o fo­ tografía, se considera una buena aproximación a la producción lingüística espontánea, con la ventaja añadida de ser experimentalmente con­ trolable. La denominación de objetos es una ac­ tividad cotidiana que realizamos con frecuencia. Por ejemplo, al decir «Dame el vaso», estamos denominando el objeto «vaso». El estudio de los tiempos de reacción de los participantes al realizar esta tarea ha sido muy importante para el desarrollo de modelos cognitivos de produc­ ción lingüística, pues se supone que las variables que afectan a la velocidad con la que se denomi­ na un dibujo estarán implicadas de algún modo en el proceso de producción. Como adelantábamos al principio de este apartado, el primer paso en la producción oral es la elección de un concepto en nuestro siste­ ma semántico. Los estudios de denominación nos han permitido identificar determinadas va­ riables que actúan durante este estadio del pro­ ceso. Entre las más importantes, se encuentran la imaginabilidad y la familiaridad. La primera de estas variables se refiere a lo fácil que resul­ ta evocar la imagen visual correspondiente a un concepto dado, y se operativiza mediante cues­ tionarios subjetivos. Un concepto como «mesa» obtiene unos valores muy altos de imaginabi­ lidad, ya que resulta muy fácil imaginarse una mesa. En cambio, el concepto «libertad» tiene valores mucho más bajos. La imaginabilidad está directamente relacionada con la dimensión concreto-abstracto, que parece tener una gran importancia en la organización semántica. En cuanto a la familiaridad, también se obtiene mediante cuestionarios subjetivos, y se entiende como el mayor o menor grado de contacto que solemos tener con un concepto o sus referentes. 33 Por ejemplo, «perro» resulta mucho más fami­ liar que «armadillo»; o «cuchara», que usamos todos los días, más que «arpón». Diversos estu­ dios han demostrado que producimos más fá­ cilmente las palabras que obtienen valores más altos de imaginabilidad y familiaridad. A nivel léxico, una de las variables más in­ fluyentes en el tiempo de denominación es la frecuencia léxica, o frecuencia de uso de la pa­ labra.1 La frecuencia léxica suele calcularse en función de recuentos sobre corpas de lenguaje escrito, aunque en los últimos años se está uti­ lizando también corpas de lenguaje oral, que parece predecir aún mejor la velocidad. Cuanto más frecuente sea una palabra en nuestro len­ guaje habitual, más rápidamente la producire­ mos. También ha resultado tener una gran in­ fluencia en el proceso de denominación la edad a la que aprendemos las palabras, conocida como edad de adquisición.4 La forma más obje­ tiva de medir esta variable es estudiando el vo­ cabulario infantil y cómo se va ampliando a me­ dida que los niños van creciendo. Sin embargo, se ha constatado que medidas mucho más sen­ cillas, como las obtenidas al preguntar a adultos cuándo creen que han aprendido cada palabra, son igualmente fiables y válidas. Parece, por tanto, que cuanto más temprano en nuestra vida hemos aprendido una palabra, más rápidamen­ te la produciremos, aunque en los últimos años se está especulando con la posibilidad de que lo importante no sea la edad en sí, sino el orden en que han sido adquiridas. Sea cual sea el origen exacto de su influencia, la edad de adquisición es uno de los predictores más potentes de la ve­ locidad de denominación. Tanto es así, que su efecto aparece incluso cuando se controlan los valores de frecuencia, variable con la que tiene cierto grado de correlación, ya que las palabras más frecuentes suelen aprenderse a edades más tempranas. Se considera que tanto la frecuencia como la edad de adquisición influyen sobre la denominación en el momento en que seleccio­ namos las palabras a partir del significado que queremos expresar. Finalmente, a nivel fonológico se encuentra otro grupo de variables, relacionadas con la 34 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE forma de las palabras, que también influyen en la producción oral. Una de ellas es la longitud total de la palabra, ya sea en cuanto a número de fonemas o sílabas, siendo menor el tiempo de reacción cuanto más corta sea la palabra. Otros factores, como la complejidad silábica, según el número y orden de las consonantes, o lo habituales que sean las sílabas en un idioma dado, frecuencia silábica, también influyen en lo rápidamente que las producimos. Todos es­ tos factores parecen tener efecto en el estadio inmediatamente anterior a la articulación de los sonidos, en el que seleccionamos los fone­ mas que se deben producir. Además de fijarse en la influencia de diferen­ tes características de los estímulos en la veloci­ dad de denominación, algunas investigaciones se han preocupado por desarrollar distintos procedimientos experimentales basados en esta tarea. Uno de los paradigmas más utilizados es el de interferencia palabra-dibujo.5 Esta meto­ dología surge como una adaptación de la cono­ cida tarea de Stroop,6 en la que los participantes deben nombrar los colores en que están impre­ sas distintas palabras. En la tarea de interferen­ cia palabra-dibujo, el experimentador pide a un voluntario que diga, lo más rápido que pueda e intentando no cometer errores, el nombre de una serie de dibujos que se le presentan suce­ sivamente. El participante debe, además, igno­ rar una palabra que se ha colocado sobre cada uno de los dibujos, a modo de distractor. Lo interesante de este procedimiento reside en que, a pesar de las instrucciones explícitas de no atender a la palabra, el voluntario no pue­ de dejar de leerla, lo que provoca un aumento en el tiempo de reacción con respecto a lo que ocurriría si presentásemos solamente el dibujo. Este enlentecimiento ha sido bautizado como «efecto de interferencia palabra-dibujo», dan­ do nombre al propio paradigma, y se entien­ de como resultado de la competición entre las representaciones léxicas correspondientes a la palabra y al dibujo, que rivalizan por ser elegidas en el proceso de lexicalización. Esta interpretación del modo en que transcurre el acceso léxico se conoce como selección léxica por competición. Desde esta perspectiva, los conceptos activos en el sistema semántico (por ejemplo, por ver un dibujo o leer una palabra) activan, a su vez, entradas en el nivel léxico. Estas entradas compiten entre sí para ser ele­ gidas por el sistema. La elección de la entrada correcta, la correspondiente al dibujo, llevará más tiempo cuanto más activadas estén las en­ tradas incorrectas, la de la palabra y otras que se hayan activado por estar relacionadas con ellas. El proceso de selección léxica se hace más complejo aún en el caso de los hablantes bilin­ gües (véase recuadro 3.1). Este paradigma experimental ha permitido manipular las distintas características de los estímulos que influyen en los tiempos de re­ acción de la denominación, como la relación que existe entre dibujo y distractor. La mani­ pulación de esta variable ha dado lugar a dos hallazgos importantes: el efecto de facilitación fonológica,7 que se refiere a la mayor rapidez con que los participantes denominan dibujos cuando el distractor es una palabra fonológica­ mente similar al nombre del dibujo; y el efecto de interferencia semántica,8 nombre con el que se designa el enlentecimiento en el tiempo de reacción que se produce cuando el distractor está semánticamente relacionado con el dibu­ jo. El descubrimiento de estos fenómenos ha ayudado a describir la arquitectura funcional del sistema de producción oral, pues de ellos se desprende la existencia de distintos niveles o momentos en el proceso. Así, la facilitación fonológica puede situarse en un nivel de proce­ samiento relacionado con la activación fonoló­ gica, entendiendo que algunos de los fonemas necesarios para la denominación del dibujo reciben activación doble por aparecer también en la palabra distractora. Por lo que respecta a la interferencia semántica, y según la hipó­ tesis de selección léxica por competición, se entiende que, llegado el momento de elegir la entrada léxica adecuada, la correspondiente a la palabra compite con la del dibujo. Al existir relación semántica entre una y otro, la palabra está sobreactivada, y por ello enlentece el pro­ ceso aún más. CAPÍTULO 3. Producción oral Recuadro 3.1. La producción en bilingües Ya hemos comentado la complejidad del proceso de selección léxica, en el que se debe elegir una entrada gramatical de entre todas las que han sido activadas desde el sistema semántico. Este proceso debería resultar más complejo aún en el caso de las personas que hablan varios idiomas, ya que el número de entradas léxicas, e incluso programas fonológicos posibles, se multiplica al disponer de varias palabras para designar un mismo concepto. En general, se asume que los hablantes que dominan varios idiomas poseen un sólo siste­ ma semántico o conceptual compartido entre todos ellos.9 Cada concepto está conectado con sus correspondientes nodos léxicos en los diferentes idiomas. Por ejemplo, en el caso de un hablante de castellano e inglés, existiría un único sistema semántico con un único concep­ to para representar el objeto coche. Este nodo conceptual estaría conectado con las entradas léxicas «coche» y «car». ¿Cómo elige el hablan­ te entre estas dos posibilidades? Una solución posible sería disponer de un mecanismo que corte las conexiones entre el sistema semánti­ co y las entradas gramaticales del idioma que no se está utilizando, y deje paso sólo a las del idioma apropiado en cada momento. Sin embar­ go, en muchas ocasiones se ha demostrado que las entradas de los dos idiomas se activan de forma paralela, por lo que un corte total de las conexiones entre el sistema semántico y el nivel léxico resulta poco probable. Otra posibilidad es que, una vez activadas las en­ tradas de los distintos idiomas, exista un meca­ nismo inhibitorio encargado de reducir la activa­ ción de los nodos que no corresponden al idioma adecuado, lo que se ha llamado selección léxica por inhibición. De esta forma, aunque todas las entradas tomarían parte en el proceso de selec- Modelos de producción oral En los últimos años se han propuesto varios modelos que intentan explicar todos esos ha­ llazgos experimentales. La mayoría de ellos coincide en suponer la existencia de los tres ni­ veles o subprocesos principales del proceso de producción oral; las diferencias se encuentran en la forma de entender la relación que existe entre ellos. Para algunos autores, el funciona­ 35 “1 ción, sólo las del idioma apropiado tendrían acti­ vación suficiente para ser elegidas. Una hipótesis más, conocida como selección léxica específica del idioma, es que la activa­ ción de las entradas correspondientes al idioma inadecuado sea ignorada por el sistema y, por lo tanto, éstas no entren en juego en el proceso de selección. Por último, la hipótesis de activación diferencial sugiere que las intenciones del hablante modu­ lan el grado de activación que se otorga a cada entrada léxica, favoreciendo las del idioma apro­ piado. Diferentes posibilidades del acceso léxico en bilin­ gües. miento del sistema de producción es modular, lo que significa que cada subproceso no se inicia hasta que haya terminado el anterior. De esta manera, la selección fonológica no comienza hasta que no ha acabado la selección léxica, y ésta no empieza hasta que no haya finalizado la selección semántica. Para otros autores, el funcionamiento se realiza en paralelo, lo que implica que pueden estar funcionando varios procesos al mismo tiempo. Por otra parte, algu­ 36 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE nos modelos sostienen que la activación fluye de manera serial de arriba abajo, es decir, des­ de los procesos semánticos a los léxicos, y de estos a los fonológicos. Otros defienden que la activación fluye en ambas direcciones, de arriba abajo y de abajo arriba, por lo que los procesos semánticos influyen sobre los léxicos, pero tam­ bién los léxicos influyen sobre los semánticos. Teniendo en cuenta estas dos características de funcionamiento podemos distinguir entre mo­ delos modulares, interactivos y en cascada. Preparación conceptual Estrato conceptual concepto 1 Codificación gramatical Estrato del lemma lemma I • Preparación conceptual: durante esta fase se elige el concepto léxico que permitirá expre­ sar el mensaje que se pretende hacer llegar al interlocutor. Este subproceso es relativamente complejo, incluso en una tarea sencilla como la denominación, ya que ante un mismo obje­ to pueden tener cabida varias respuestas. Por ejemplo, para denominar una silla podemos utilizar los conceptos léxicos correspondien­ tes a «mueble», «silla» o «butaca». Además, no siempre hay un concepto léxico claro y único para el mensaje que queremos expresar. Sería Silla —►¿número? Codificación morfológica morfema (métrica)-* <silla> <-s> 1 Modelos modulares Uno de los modelos de producción oral más conocido es el de Levelt, Roelofs y Meyer.10 Estos autores construyeron su modelo intentando dar cuenta de la gran cantidad de datos provenientes de estudios de tiempos de reacción basados principalmente en tareas de denominación de objetos. El modelo de Levelt supone que el proceso de producción lingüísti­ ca pasa por una serie de estadios, que van des­ de la preparación conceptual a la articulación de los sonidos. La activación se va desplazando serialmente de unos niveles a los siguientes, y no existe retroalimentación, por lo que se con­ sidera un modelo discreto o modular. Cada uno de estos estadios produce un tipo diferen­ te de representación, que se va aproximando cada vez más a la emisión sonora. A continua­ ción detallamos las distintas fases del proceso, según Levelt et al., que aparecen representadas en la figura 3.1: SILLA Estrato formal I ' /s//i//y//a/ o planes articulatorios Articulación sonidos Supervisión Figura 3.1. Modelo modular de Levelt. La activación se extiende sucesivamente de un estrato al siguiente. Adaptado de Levelt, Roelofs y Meyer.10 el caso de un hablante que necesitara descri­ bir una silla con reposacabezas. Ya que no existe un solo concepto léxico que agrupe toda esta información, debería acudir a va­ rios de ellos para poder expresarlo correc­ tamente. La elección de un concepto léxico u otro dependerá de las características de la situación comunicativa, lo que necesitemos comunicar en cada momento, y se produce en un proceso que Levelt et al. llaman toma de perspectiva. • Codificación gramatical: el objetivo de este estadio es recuperar el lemma más adecua­ do para el concepto léxico elegido en la fase anterior. El lemma es un paquete de infor­ mación sintáctica que se corresponde con la información semántica contenida en el CAPÍTULO 3. Producción oral concepto léxico. En este estadio han de es­ pecificarse algunos parámetros diacríticos, número, género, persona, tiempo, etc., que ayudarán a integrar la palabra en su contex­ to gramatical. Siguiendo con nuestro ejem­ plo, el hablante debería especificar el pará­ metro diacrítico número, dependiendo de si hay una silla o varias. • Codificación morfofonológica: en esta fase se prepara el plan articulatorio para la pala­ bra en un contexto prosódico determinado. El primer paso para ello es recuperar la for­ ma fonológica de la palabra. La incapacidad para conseguirlo puede dar lugar al fenó­ meno de tener la palabra en la punta de la lengua. Además, es en este momento donde probablemente se sitúe el locus del efecto de frecuencia léxica. Durante esta etapa se activa el morfema, que contiene la forma global de la palabra, y además información métrica sobre cuántas sílabas tiene y cómo se acentúa. Por último, se obtiene también in­ formación sobre la segmentación fonológica de la palabra. A partir de estos tres tipos de información se producirá el proceso de silabificación, en el que se construyen las sílabas teniendo en cuenta, además, el contexto lin­ güístico. En nuestro caso se recuperarán los fonemas /s/, /i/, /y/ /a/, que se agruparán en las sílabas [si] y [ya], • Codificación fonética: durante este periodo se activan los planes articulatorios corres­ pondientes a las sílabas construidas en el anterior estadio. Estos planes especifican los movimientos correspondientes de los órga­ nos fonoarticulatorios. El modelo supone la existencia de un silabario o repertorio de movimientos que se corresponden con las sílabas más frecuentes del idioma, y que se activan a partir de la información obtenida en la segmentación fonológica. • Articulación: en esta fase es en la que se produce la ejecución motora de los planes articulatorios, lo que supone una actividad compleja en la que se ven involucradas las estructuras neuronales y sistemas muscula­ 37 res que controlan los pulmones, la laringe, la boca, etcétera. • Supervisión: durante la articulación se pro­ duce también un proceso de supervisión de nuestra propia habla, lo que nos permite co­ rregirnos a nosotros mismos mientras produ­ cimos el discurso. Modelos interactivos Muchos de los modelos conexionistas surgie­ ron para intentar explicar la aparición de lap­ sus linguae, aunque se han ido renovando para dar cuenta también de datos obtenidos a partir del estudio de trastornos específicos de pacien­ tes o de experimentos de tiempos de reacción. De entre todos ellos, destaca el modelo de Dell," también conocido como modelo de «dos pasos», porque supone dos estadios entre el nivel semántico y el fonológico. La figura 3.2 presenta un esquema de cómo funcionaría este modelo. Según Dell et al., el proceso de producción oral comienza con la activación de rasgos se­ mánticos en el nivel conceptual. Estos rasgos se activan en función del mensaje que se quiere expresar, y extienden su activación hacia los nodos léxicos o palabras correspondientes. Es- Figura 3.2. Modelo interactivo de Dell. El grosor de los círculos indica el nivel de activación de cada entrada. La activación se extiende bidireccionalmente entre los distintos niveles. Adaptado de Dell, Chang y Griffin.11 38 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE tos nodos son representaciones no fonológicas de las palabras, que incluyen sus características sintáctico-gramaticales. La activación continúa extendiéndose hasta llegar a los nodos fonoló­ gicos. El modelo de Dell asume que la propa­ gación de la activación se produce en paralelo, por lo que no es necesario esperar a que haya acabado el estadio léxico para comenzar con el fonológico. Otra característica importante de este tipo de modelos es que la transmisión de activación entre unos niveles y otros es bidireccional; es decir, los nodos fonológicos también extien­ den su activación hacia nodos léxicos con los que están conectados, y estos a su vez activan otros rasgos semánticos. Por esta razón habla­ mos de un modelo interactivo. Esta cualidad fue implementada en el modelo de Dell para dar cuenta de un fenómeno ampliamente con­ trastado en la literatura sobre errores espon­ táneos del habla: la elevada tasa de aparición de errores mixtos. Ya hemos comentado en este mismo apartado que los errores del habla suelen estar relacionados con la palabra obje­ tivo, ya sea en cuanto a contenido semántico o a fonología. Pues bien, es muy frecuente en­ contrarnos con errores que aúnan ambos tipos de relación. Por ejemplo, si queremos decir la palabra «gato», es más probable que produz­ camos el lapsus «pato», relacionado semántica y fonológicamente, que «perro», relacionado sólo semánticamente, o «dato» con relación exclusivamente fonológica. La aparición de este tipo de errores con mayor frecuencia de lo esperado estadísticamente se puede ex­ plicar aludiendo al carácter interactivo del sistema. Los rasgos semánticos apropiados activarán el nodo «gato», pero también otros semánticamente relacionados, como diferen­ tes nombres de animales. El nodo «gato», a su vez, activará los fonemas correspondien­ tes /g a t o/, que devolverán activación hacia nodos léxicos como «dato» o «pato». La do­ ble activación de este último, por compartir características semánticas y fonemas con la palabra objetivo, facilitará su producción. En una reelaboración de su modelo, Dell et al. intentaron dar cuenta de los errores produ­ cidos por pacientes afásicos en tareas de deno­ minación de dibujos. Para ello, postularon dos tipos de lesiones que podrían afectar a dos ca­ racterísticas del sistema. Por un lado, la limita­ ción de la capacidad para transmitir activación o reducción del parámetro «peso». Por otro, la incapacidad para mantener la activación de una entrada determinada, o incremento del parámetro «caída». La reducción del peso de la activación dará lugar a la producción de seu­ dopalabras y palabras sin relación con la pala­ bra objetivo. En cambio, el incremento de la caída provocará errores semánticos, fonológi­ cos y mixtos. Manipulando estas dos variables, Dell et al. fueron capaces de simular el patrón de producción de errores de la gran mayoría de los pacientes afásicos que estudiaron. En una segunda evaluación, llevada a cabo un mes después, los pacientes presentaron una mejoría del 16% en la tarea de denominación. El mo­ delo fue capaz de simular también esta nueva situación, simplemente acercando los paráme­ tros peso y caída hacia los valores normales. Modelos en cascada Intermedio entre los modelos anteriores se encuentra un tercer tipo de modelo denomina­ do en cascada, por ejemplo el de Rapp y Goldrick.12 Como los interactivos, los modelos en cascada también defienden un procesamiento en paralelo en el que todos los niveles pueden estar funcionando al mismo tiempo, los pro­ cesos últimos no tienen que esperar a que ter­ minen los primeros para ponerse a funcionar. Pero, como en los modulares, la activación sólo fluye hacia delante, por lo que los proce­ sos inferiores no pueden influir sobre los supe­ riores, esto es, el procesamiento fonológico no influye sobre la selección léxica, ni ésta sobre la semántica. Considerar que la activación se extiende en cascada tiene importantes implicaciones teóri­ cas sobre cómo transcurre el proceso de pro­ ducción oral. Por ejemplo, imaginemos que el CAPITULO 3. Producción oral sistema semántico elige el nodo conceptual co­ rrespondiente a un animal de compañía que la­ dra; éste activará la palabra «perro» en el nivel léxico, que, a su vez, provocará la activación del plan fonológico /p/ /e/ /r/ /o/. Según una perspectiva modular, la activación de otros candidatos semánticamente relacionados, como «gato», quedará resuelta en el nivel de compe­ tición léxica. Al recibir menos activación que la palabra objetivo, «gato» será descartado, y al comenzar el siguiente nivel sólo se activará el plan fonológico correspondiente a «perro». Desde una perspectiva de procesamiento en cascada, en cambio, el proceso ocurre de ma­ nera diferente. Antes de resolverse totalmente el proceso de selección léxica, la activación de los nodos léxicos «perro» y «gato» provocará la activación de sus correspondientes planes fonológicos, o al menos parte de ellos, en el siguiente nivel. De esta forma, se activarían no sólo los fonemas correspondientes a «perro», sino también otros como /g/ y /a/. El procesamiento en cascada da cuenta de fenómenos como la facilitación fonológica en el paradigma de interferencia palabra-dibujo. Supongamos la presentación del dibujo de un collar sobre el que se ha escrito la palabra «col­ chón». Aunque el sistema acabe decantándose por el nodo «collar» durante la competición léxica, el procesamiento en cascada posibilita­ ría la activación doble de los fonemas compar­ tidos /c/ y /o/, lo que facilitaría la producción. BASES NEUROLÓGICAS DE LA PRODUCCIÓN ORAL Coincidiendo con el auge de las técnicas de neuroimagen, en los últimos años se han rea­ lizado numerosas investigaciones sobre las re­ giones del cerebro que están involucradas en la producción oral. Para ello, se ha registrado la actividad cerebral de los hablantes mientras realizan diversas tareas. Las particularidades de cada una de estas tareas nos ayudan a dife­ renciar los distintos momentos del proceso de producción. Como ya hemos comentado en las secciones anteriores de este capítulo, una de las 39 pruebas más utilizadas en los estudios de pro­ ducción oral es la denominación de dibujos. Esta tarea ha resultado de gran utilidad para establecer los diferentes momentos por los que pasa el proceso de producción, y también para hacernos una idea general sobre el sistema neuronal que lo sustenta. Tardamos un promedio de 600 milisegundos en comenzar a pronunciar el nombre de un dibujo, y para llegar a hacerlo ponemos en funcionamiento todas las regiones del ce­ rebro implicadas en la producción oral. Los estudios de neuroimagen13 que han utiliza­ do esta tarea encuentran actividad neuronal en una amplia red de estructuras, situadas principalmente en el hemisferio izquierdo. Ahora bien, en la denominación intervienen además procesos que no tienen nada que ver con la producción oral propiamente dicha, como los encargados de percibir y reconocer el objeto, y que tendrán su correspondencia en algunas de las regiones que acabamos de mencionar. Por otra parte, una tarea tan ge­ neral como la denominación de dibujos no nos permite establecer cuál de estas regiones se relaciona con cada uno de los subcompo­ nentes del proceso. Para resolver el primero de estos proble­ mas, el de descartar los procesos que no tie­ nen que ver con la producción oral, lo que se hace es comparar los resultados obtenidos mediante la tarea de denominación con los de otra tarea que comparta con ella todo el proceso de producción, desde la selección se­ mántica hasta la fonológica, pasando por el nivel léxico, pero no los estadios previos. Una de las más utilizadas con este objetivo es la generación de palabras. Los voluntarios de un experimento de generación deben decir pa­ labras que estén relacionadas con otra dada. Por ejemplo, es muy común la presentación de sustantivos, como «manzana», ante los cuales se deben producir verbos semántica­ mente relacionados, como «cortar», «pelar», o «comer». Las estructuras neuronales que se activen de forma específica para cada tarea se corresponderán con los niveles previos de 40 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE cada una de ellas, mientras que las activadas en respuesta a los dos tipos de tarea serán las responsables del proceso de producción. Los diferentes estudios muestran que las áreas que se activan ante los procesos de producción oral son las regiones intermedia y posterior de las circunvoluciones temporales media y superior, la circunvolución fusiforme en la región ven­ tral de ese mismo lóbulo, las circunvoluciones inferior y precentral del lóbulo frontal, e inclu­ so el cerebelo. Para resolver el segundo problema, el de la identificación de las regiones que susten­ tan cada uno de los subprocesos de la pro­ ducción, se deben comparar los resultados obtenidos mediante los paradigmas que aca­ bamos de mencionar con los de otras tareas que compartan o se diferencien de ellos en cada uno de los subcomponentes. Por ejem­ plo, para aislar las regiones encargadas de la conceptualización, podemos comparar la ta­ rea de denominación de objetos con otras de gran carga semántica, como la fluidez categorial (decir durante un tiempo determinado el mayor número posible de ejemplares de una categoría semántica dada, por ejemplo frutas) o el emparejamiento semántico. A partir de estas comparaciones, el procesamiento se­ mántico se ha situado en regiones del lóbulo temporal, incluyendo la circunvolución fusi­ forme y la región posterior del lóbulo tem­ poral izquierdo. El nivel semántico del pro­ cesamiento recibe una atención especial en el capítulo 7 de este libro, por lo que no se comentará más a fondo en esta sección. Si seguimos el modelo de Levelt, el siguien­ te nivel en la producción oral sería el de la codificación gramatical. La comparación en­ tre tareas de denominación y de lectura en voz alta, así como la utilización del paradig­ ma de interferencia palabra-dibujo, resultan buenos candidatos para aislar el subproceso de selección de lemma. Por un lado, la lectu­ ra en voz alta comparte todos los estadios de la producción con la denominación a partir, precisamente, de la selección del lemma; por otro, si atendemos a la hipótesis de la selec­ ción léxica por competición, el paradigma de intereferencia palabra-dibujo maximiza la actividad relacionada con este subcompo­ nente. Diferentes estudios señalan un papel fundamental de la parte intermedia de la cir­ cunvolución temporal media izquierda en la selección léxica. En una tarea de denomina­ ción de dibujos, esta actividad transcurre en momentos relativamente tempranos del pro­ ceso, entre los 175 y 250 milisegundos tras la presentación del estímulo. Una vez activado el lemma adecuado, el si­ guiente paso es de activación de su morfema correspondiente. La recuperación de la for­ ma global de la palabra, que ocurre entre los 250 y 330 milisegundos tras la presentación del dibujo en una tarea de denominación, se da también durante la lectura en voz alta, ex­ cepto en el caso de la lectura de seudopala­ bras. Al tratarse de palabras inventadas, las seudopalabras no activan formas globales de palabras, y se leen a través de una conexión directa entre ortografía y fonología (ver ca­ pítulo 9). La comparación de los patrones de actividad relacionados con la lectura de seu­ dopalabras con los de las otras tareas apunta hacia la parte posterior del lóbulo temporal, en concreto las circunvoluciones media y su­ perior, como la región encargada de la recu­ peración de la forma global de las palabras. Estas regiones incluyen el área de Wernicke, involucrada también en la comprensión audi­ tiva de palabras, lo que sugiere un lugar co­ mún de la representación de la forma de las palabras para los procesos de producción y comprensión. Tras la recuperación de la forma de la pala­ bra, el paso siguiente está dirigido a la codi­ ficación fonológica, donde se recupera cada uno de los fonemas que componen la forma global de la palabra. La comparación entre la actividad neuronal asociada a una tarea de lec­ tura en voz alta y otra de lectura silenciosa nos permite aislar este fenómeno. En ambos casos se produce la selección de fonemas, pero sola­ mente en la lectura en voz alta se dan los pasos siguientes de codificación fonética y articula­ CAPÍTULO 3. Producción oral ción. El subproceso de codificación fonológi­ ca, que transcurre entre 330 y 455 milisegundos tras la aparición de los estímulos, se asocia a actividad en la circunvolución frontal infe­ rior, también conocida como área de Broca. La última fase del proceso antes de que co­ mience la articulación de la palabra (lo que, como ya hemos comentado, ocurre en torno a los 600 milisegundos tras la presentación del dibujo), se corresponde con la codificación fonética, o activación de los planes articulato­ rios necesarios para producir la palabra. Esta fase se corresponde con la actividad neuronal que se recoge al final de las tareas de lectura en voz alta. Su foco principal se sitúa alrede­ dor de la cisura de Rolando, en las circunvolu­ ciones precentral y poscentral, que se corres­ ponden respectivamente con las cortezas mo­ tora y sensorial, aunque recibe apoyo de otras estructuras, como el cerebelo. La figura 3.3 muestra un esquema de las regiones involu­ cradas en los diferentes niveles del proceso de producción oral. TRASTORNOS ANÓMICOS A partir de los modelos de producción oral y sus bases neurológicas, descritos en los apar­ tados anteriores, se puede inferir la existencia de, al menos, tres trastornos en la producción oral de palabras: en el nivel semántico, deno­ minado anomia semántica; en el léxico, deno­ minado anomia léxica o anomia pura; y en el fonológico, o anomia fonológica.M Además, es­ tán los trastornos a nivel motor, denominados apraxias. Anomia semántica Los pacientes con anomia semántica tienen dificultades para activar las representaciones conceptuales o significados de las palabras. En consecuencia, el trastorno afecta tanto a la producción como a la comprensión, y tanto al lenguaje oral como al escrito. Normalmen­ te, el sistema semántico no queda totalmente destruido como resultado de la lesión, sino parcialmente dañado, por lo que los pacien- 41 fonética 455-600 ms fonología 330-455 morfema ■/ 250-330 ms lemma 175-250 ms concepto 0-175 ms Figura 3.3. Situación espacial y temporal de la activi­ dad neuronal asociada a distintos subprocesos de la producción oral. tes pueden tener acceso a ciertas categorías semánticas, pero no a otras. Así, hay pacien­ tes que tienen dificultades con los seres vivos, pero no con los objetos inanimados, mientras que a otros les sucede justo lo contrario. Una de las variables que suele ser más determinan­ te en la producción de estos pacientes es la imaginabilidad: les resulta más fácil producir palabras concretas o de alta imaginabilidad, como armario o bicicleta, que palabras abs­ tractas o de baja imaginabilidad, como idea o astucia. En cuanto a los errores que come­ ten, los más frecuentes suelen ser los erro­ res semánticos (por ejemplo, «manzana» por «naranja»). Uno de los casos más conocidos de anomia semántica es la paciente JCU, descrita por Howard y Orchard-Lisle.15 JCU tenía gra­ ves problemas de producción, y también de comprensión, y la mayor parte de los errores que cometía en la denominación de dibujos eran de tipo semántico. Otro caso ilustrativo de la anomia semántica es el de KE, descrito por Hillis, Rapp, Romani y Caramazza.16 KE también tenía muchas dificultades para nom­ brar dibujos, y los estímulos que no conseguía nombrar tampoco los entendía, ni a nivel oral ni a nivel escrito. 42 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Caso clínico KE era un ejecutivo de 52 años cuando sufrió un accidente cerebrovascular que le dañó el área frontoparietal izquierda. Como resultado de la le­ sión, presentaba un habla muy poco fluida, que generalmente se limitaba a palabras aisladas. También tenía dificultades en comprensión, lec­ tura, escritura y denominación. En todas esas tareas cometía numerosos errores semánticos (oreja por nariz, león por tigre, zanahoria por ce­ bolla, tortuga por rana, etc.). A este paciente se le pasaron seis tareas dife­ rentes, pero con los mismos estímulos. Las ta­ Anomia pura Los pacientes con anomia pura sí que en­ tienden perfectamente los conceptos, lo que indica que su sistema semántico está bien. Su problema es que no encuentran las palabras adecuadas para expresarlos. Es como si estu­ viesen en un estado permanente del fenómeno de «tenerlo en la punta de la lengua», ya que saben exactamente lo que quieren decir pero les faltan las palabras con las que decirlo. Sus problemas tampoco son de tipo fonológico, ya que pronuncian correctamente las palabras en otras tareas que no necesitan la recuperación léxica, como es el caso de la repetición o la lec­ tura en voz alta. Las variables más determinantes de la eje­ cución de estos pacientes son la frecuencia de uso de las palabras y la edad de adquisición, ya Caso clínico ■ El paciente AA presenta una profunda anomia, como consecuencia de un accidente cerebrovas­ cular sufrido a los 53 años.14 En la tarea de deno­ minación de dibujos del Boston sólo es capaz de nombrar uno de los 60 dibujos (el de la casa), y en su lenguaje apenas aparecen los sustantivos. Sin embargo, no tiene problemas de compren­ sión ni tampoco de repetición. Ésta es la descripción que hace de la lámina del Boston: reas eran: denominación oral de dibujos, deno­ minación escrita de dibujos, lectura en voz alta, escritura al dictado, emparejamiento palabra hablada-dibujo y emparejamiento palabra escri­ ta- dibujo. Los porcentajes de error fueron similares en todas las tareas (en torno al 42%); además, la mayoría de los errores que producía en todas las tareas eran semánticos. Y, lo más importan­ te, había una gran consistencia entre tareas, ya que en todas fallaba prácticamente en los mis­ mos ítems. que tienen menos dificultades con las palabras que se adquieren tempranamente a lo largo de la vida y que tienen alta frecuencia. En cam­ bio, tienen graves problemas con las palabras adquiridas tardíamente y de frecuencia baja. Los errores más frecuentes son los circunlo­ quios (explicar la palabra que no consiguen recordar; por ejemplo, «eso que nos tapa de la lluvia», para referirse al «paraguas»), lo que in­ dica que conservan perfectamente los significa­ dos. También pueden producir errores semán­ ticos porque recuperan el nombre del objeto próximo al que quieren nombrar. Uno de los casos más conocidos de anomia pura es el paciente EST, descrito por Kay y Ellis.17 EST sufría una severa anomia, aunque no tenía ningún problema de comprensión, especialmente con las palabras de baja fre­ cuencia. ~l Esa es una niña que quiere coger un... que quiere coger un ... esto ¿cómo se llama... un... una mu­ jer tiene que leer... en casa... tiene el perro... un ... éste es el... tiene que mirar... está fuera... pero la hija tiene que coger eso... ¿cómo se llama?... para llevarlo... caer... escribir... y fue a tirar... a ver si tira abajo... y éste ¿cómo se llama?... lo ten­ go en el diente... J CAPÍTULO 3. Producción oral Anomia fonológica Los pacientes con anomia fonológica tienen dificultades para recuperar los fonemas, por lo que cometen errores de sustitución, omisión, adición, etc., de fonemas durante el habla. No tienen dificultades en la activación de los sig­ nificados, ni tampoco en la recuperación de las palabras a las que corresponden; sus pro­ blemas se limitan al nivel fonológico. Y como la recuperación de los fonemas es imprescindi­ ble en cualquier actividad de producción oral, estos pacientes también muestran dificultades similares en tareas de repetición y de lectura en voz alta. La variable más determinante de la ejecución de estos pacientes es la longitud, puesto que cuantos más fonemas tiene una palabra, más posibilidades tienen de equivocarse. Los errores más comunes son los fonológicos, y algunas veces neologismos, porque distorsionan tanto las palabras que cuesta reconocerlas. Muchas veces producen conductas de aproximación, ya que el paciente hace varios intentos de pronunciar correctamente la palabra, y a veces lo consigue. Uno de los pacientes más conocidos de anomia fonológica es RD, estudia­ do por Ellis, Miller y Sin.18 En definitiva, los tres tipos de pacientes anómicos presentan problemas en el habla, Caso clínico El paciente RD es un varón que sufrió un acciden­ te cerebrovascular a los 69 años. Su lenguaje es fluido, pero repleto de neologismos e intentos de pronunciar correctamente las palabras. Su com­ prensión, tanto oral como escrita, es buena; pero en cambio en las tareas de producción oral, como la denominación, lectura en voz alta o repetición, abundaban los errores fonológicos y neologismos. Éste es un ejemplo del habla de RD cuando in- 43 aunque de naturaleza muy distinta. En la ano­ mia semántica, los problemas se producen a nivel de significados; en la anomia pura, en la recuperación léxica; y en la fonológica, en la selección de los fonemas. A través de las tareas en las que estos pacientes tienen dificultades se puede diagnosticar el tipo de anomia. En consecuencia, además de las clá­ sicas tareas de denominación de dibujos (por ejemplo, el test de vocabulario del Boston o las tareas de denominación de objetos y ac­ ciones del BETA),20 a los pacientes con tras­ tornos anómicos conviene pasarles algunas tareas semánticas (por ejemplo, asociación semántica, emparejamiento definición-pala­ bra o emparejamiento de sinónimos, todas ellas del BETA), para comprobar si tienen da­ ñado el sistema conceptual y se trata de una anomia semántica. También tareas como las de repetición de palabras y de seudopala­ bras, para comprobar si tiene dañado el siste­ ma fonológico, en cuyo caso hablaríamos de una anomia fonológica; o si, por el contrario, sólo tiene problemas en la denominación y fluidez, y por lo tanto se trata de una anomia pura. Las variables que determinan su ejecu­ ción (frecuencia, longitud, etc.) y los tipos de errores que cometan ayudarán a completar el diagnóstico. “I tenía describir una escena en la que aparece un toro persiguiendo a un chico en un campamento de boy-scouts (adaptación hecha por Valle, Cue­ tos, Igoa y Del Viso, 1990):19 Un poro, poro... un poco está presigando a un niño o un scurt. Un sk...niño scut está junto a un poto, ponte de madera. Un... poste...ponte con un, eh, tranza, taza con propa tendida y sus cal­ cetines esedos... Aunque aparentemente hablar es una tarea muy fá­ cil (ya que todas las personas, con mayor o menor fluidez, lo consiguen), lo cierto es que se trata de una actividad tremendamente compleja, que impli­ ca muchos procesos cognitivos y, consecuentemen­ te, la participación de muchas áreas cerebrales, necesarias para transformar los pensamientos de formato abstracto en sonidos que producimos. La metodología inicialmente utilizada para es­ tudiar esos procesos era la observación de los errores del habla, espontáneos o inducidos expe­ rimentalmente. Actualmente se utiliza más la me­ dida de tiempos de reacción en la denominación de dibujos, así como las técnicas electrofisiológicas y de neuroimagen. A través de las variables que influyen sobre los tiempos de respuesta y los potenciales eléctricos generados por nuestro cerebro, se puede inferir la estructura y funciona­ miento del sistema de producción oral. A partir de los datos proporcionados por todas esas metodologías, se han propuesto varios mo­ delos de producción oral. Todos coinciden en que existen, al menos, tres niveles o tipos de proce­ sos: semántico o conceptual, donde se activan los significados que queremos expresar; gramati­ cal (léxico y sintáctico), en el que se transforman esos significados en formato verbal; y fonológico, en el que se activan los fonemas correspondien­ tes a esas palabras. Además, habría que añadir un último nivel puramente articulatorio, destina­ do a transformar esos fonemas en sonidos. En lo que ya discrepan los diferentes modelos es en la forma en que se relacionan estos niveles, y en cómo fluye la información entre ellos. Los mode­ los modulares sostienen que esos niveles son au­ tónomos, y que la información fluye en una sola dirección; en los modelos interactivos, la informa­ ción fluye en paralelo y en ambas direcciones (de arriba abajo y de abajo arriba); y en los modelos en cascada, la información fluye en paralelo, pero sólo de arriba abajo. Los experimentos actuales con técnicas de neuro­ imagen están permitiendo localizar las redes neuronales responsables de cada uno de los niveles o procesos que intervienen en la producción oral: las redes responsables de la activación semánti­ ca parecen extenderse por la región posterior del lóbulo temporal y la circunvolución fusiforme; la selección léxica parece depender de la circunvo­ lución temporal media del hemisferio izquierdo; finalmente, los procesos de codificación fonológi­ ca dependen de la circunvolución frontal inferior, también conocida como área de Broca. En consecuencia, las lesiones en esas áreas impli­ can alteraciones en el habla, aunque por motivos diferentes. Una lesión en las redes semánticas produce un tipo de trastorno en el que los pacien­ tes tienen dificultades para hablar, porque no con­ siguen generar los significados a transmitir. Estos pacientes tienen además trastornos de compren­ sión, así como en la lectura y la escritura. Una le­ sión en los procesos léxicos produce anomia pura, ya que los pacientes saben lo que quieren decir, pero no encuentran la palabra para expresarlo. Y una lesión en los procesos fonológicos produce un habla correcta a nivel conceptual y gramatical, pero con innumerables errores fonológicos. En definitiva, la maquinaria cognitiva tiene que es­ tar muy ajustada para que el habla fluya de manera normal. Cualquier alteración en las áreas cerebrales responsables de esa maquinaria implica dificulta­ des para hablar. Dada la variedad de procesos, los trastornos que se pueden producir por lesión son variados, y es preciso saber, con las técnicas de que disponemos actualmente, dónde se originan, para poder elaborar un tratamiento adecuado. Preguntas de autoevaluación • ¿Cuáles han sido tradicionalmente las dos prin­ cipales fuentes de datos sobre producción oral en la Psicolingüística, y qué fenómenos se han descrito a partir de cada una de ellas? • ¿En qué tipo de anomia, además de problemas de producción, los pacientes tienen problemas de comprensión? ¿Y en cuál tienen problemas de repetición? • ¿Cómo explican los diferentes modelos de pro­ ducción oral los efectos de interferencia se­ mántica y facilitación fonológica? • ¿Cuál es la variable más determinante de la ejecución en cada uno de los tres tipos de ano­ mia? • ¿Qué regiones del cerebro se ven implicadas en las distintas fases de la producción oral? CAPÍTULO 3. Producción oral 45 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Levelt, W.J.M. (1989). Speaking: From intention to articulation. Cambridge. 2. Meringer, R. y Mayer, K. (1895). Versprechen und Verlesen: Eine psychologischlinguistische Studie. Classics in Psycholinguistics 2. Amsterdam: John Benjamins Publishers. 3. 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Los hablantes, cuan­ do emitimos un mensaje, no combinamos fo­ nemas para formar unidades más grandes, las palabras. Producimos sonidos en secuencias más o menos largas, con pausas más o menos frecuentes y distribuidas en la secuencia según el volumen de aire de que dispongamos en ese momento, según la intensidad de nuestra voz (influencia de ios factores emotivo-afectivos), con modificaciones de esos sonidos según exis­ tan o no entorpecimientos y otros incidentes en el tracto vocal (engrosamiento de la pared rinofaríngea por catarro, comida que está siendo masticada, sequedad o excesiva salivación, son­ risa, etc.), en ambientes con distintos niveles de ruido, conversaciones simultáneas, y un buen número de factores más. Los fonemas3 son una mera construcción, no realizable, a partir de al­ gunas características de los sonidos (rasgos fo­ néticos), que intentan representar a los sonidos en forma de conjuntos, de los que el fonema es el prototipo. Lo que un oyente percibe también son sonidos, no fonemas. La cuestión sobre si a Sin embargo, la palabra griega (cpóvqjia) recoge muy bien el significado que se pretende dar aquí a los compo­ nentes más pequeños del habla: sonido que se dice, que contrasta con la definición del DRAE: cada una de las unidades fonológicas mínimas que en el sistema de una lengua pueden oponerse a otras en contraste significativo. Este último es el significado de fonema en este capítulo. la secuencia de sonidos activa una secuencia de fonemas en la mente del oyente está abierta, y no parece tener una respuesta simple. En con­ secuencia, se empleará el término sonido para los elementos de que está constituida la secuen­ cia hablada, y fonema para las representaciones abstractas de esos sonidos, cuya realidad psico­ lógica, no obstante, es discutible. Conocer cómo las señales del habla, en con­ creto sus componentes más pequeños, los so­ nidos, son procesados y representados en el cerebro, sigue siendo un reto para la ciencia cognitiva y para las neurociencias. Y este cono­ cimiento exige, en primer lugar, describir lo más precisamente posible cómo se perciben esas secuencias de sonidos coarticulados, a una velo­ cidad que puede llegar a los 20 sonidos por se­ gundo, cuyo parecido con esos mismos sonidos percibidos uno a uno se amortigua, e incluso se desvanece; secuencias en las que el aislamiento perceptivo de las palabras es impuesto por el oyente, no es una información contenida en la emisión del hablante (el enunciado «el oso olió una flor» es emitido como «e-ló-so-lióu-na-flór», y debe ser el oyente el que imponga los límites de las palabras, y de las sílabas, en esa secuencia, con un evidente carácter de unidad). Es también necesario conocer cómo el niño adquiere, o desarrolla (en el caso en que se considere que viene pertrechado ya con ella), la habilidad para lograr percibir esos sonidos, a esa velocidad, en una etapa en la que no se dispone siquiera de la capacidad de análisis consciente de ningún tipo de secuencia. Es in­ teresante hacer notar que cuando a un adulto CAPITULO Fonología 48 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE (hablante experimentado) se le hace oír se­ cuencias de un pitido, un siseo, un tono y una vocal, es capaz de distinguir el orden de esos sonidos a un ritmo inferior a 1,5 sonidos por segundo, frente a los más de 15 cuando se tra­ ta de identificar el orden de los sonidos en una secuencia de habla, y que es la velocidad de las secuencias a las que está expuesto un niño des­ de que nace. Y es interesante, porque es en esa etapa cuando se forman las representaciones neurales de los sonidos, aunque algunas cues­ tiones permanecen aún sin una respuesta satis­ factoria y compatible con los datos que los me­ dios actuales de análisis del habla hacen posible conocer. Se hace referencia a cuestiones como la medida en que esas representaciones se co­ rresponden con sonidos, o con sílabas, o con otras secuencias de otras longitudes, o la cues­ tión misma de si esas representaciones serían los prototipos de conjuntos de sonidos, lo que permitiría explicar la identificación de un soni­ do realizado de distintas formas y distintas condiciones coarticulatorias (considérense los sonidos de /n/ en «antes», «danza», «ancho» y en «ángel», por ejemplo). El propio hecho de hablar de representacio­ nes neurales, unidades del habla y de sus sus­ tratos neurológicos, sin que hasta ahora se conozca cómo unas (las unidades del habla: sílabas, sonidos, etc.) se proyectan en los otros (neuronas, sinapsis, etc.), es una cues­ tión importante para la que no se tiene res­ puesta, y procede de los diferentes niveles de análisis en que se sitúan las disciplinas que tratan de explicar el habla: Ciencia Cognitiva y Neurociencia. Esto deberá ser tenido en cuenta cuando en este capítulo se pase de un nivel de explicación a otro: no debe enten­ derse que la facilidad (incluso se podría decir ligereza) con la que se hace este salto se co­ rresponde con una relación claramente esta­ blecida y precisamente descrita entre habla y sustrato cerebral; nada más lejos de la reali­ dad. Sin embargo, la investigación llevada a cabo actualmente ha permitido afinar un poco más esa relación, y en ello se basa el uso de ambos niveles de explicación. PERCEPCIÓN DEL HABLA Desde hace más de setenta años se ha trata­ do de comprender cómo logran tener las per­ sonas la habilidad perceptiva para atrapar unas pocas formas lingüísticas en condiciones que varían incesantemente.1 Efectivamente, el escenario en el que se aprende a percibir dista mucho de ser la situación controlada de un laboratorio de acústica. Además, el continuo solapamiento espacial y temporal de las acti­ vidades articulatorias adyacentes (coarticula­ ción) modifica los sonidos y los despoja del carácter estable que parece inducirse de la de­ nominación «fonema», lo que convierte este fenómeno, la coarticulación, en el problema más difícil2 que debe resolver el oyente cuan­ do percibe el habla. El marco tradicional para conseguir conocer cómo se percibía el habla fue la jerarquización de sus componentes. Las oraciones (cuyo nú­ mero es infinito aplicando la propiedad de la recursividad) estaban constituidas por sintag­ mas; éstos, por palabras (que ocupan varios volúmenes); éstas, por sílabas (unas 2000 en español, de las que sólo unas pocas forman la mayoría de las palabras, siguiendo la ley de Zipf), que a su vez estaban compuestas de fo­ nemas (23 en español); y los fonemas, final­ mente, se podían descomponer en rasgos foné­ ticos (que son un puñado de 12). En cada nivel jerárquico, las unidades contrastaban entre sí, cuando aparecían en la misma secuencia, o se oponían, cuando o se utilizaba una o se utiliza­ ba otra (en el nivel fonológico, los sonidos /m/ y /s/ contrastan entre sí en «mesa», pero el so­ nido /s/ se opone a /t/, ya que, si se utilizara este último, la palabra sería otra, «meta»). Sólo se trataba de saber cómo se percibían estos po­ cos sonidos; pero la tarea, como se verá, resul­ ta difícil. Se han planteado tres perspectivas que pre­ tenden explicar cómo se lleva a cabo esta per­ cepción, y que permanecen activas actualmen­ te, a pesar de ser compatibles sólo en cierta medida con los datos sobre percepción de que se dispone en nuestros días. CAPÍTULO 4. Fonología Percepción lingüísticamente determinada A pesar de ser ésta la explicación más alejada de los datos, resulta sin embargo la más fami­ liar. Casi todos los estudiantes se han acercado a la Psicología del Lenguaje con este marco como guía. Procede de la Lingüística, especial­ mente de Jakobson, y la noción básica es que los contrastes fonémicos tienen carácter sim­ bólico, abstracto y lingüístico, que no depen­ den de la actividad articulatoria ni auditiva. Para que el oyente conozca lo que el hablan­ te quiere decir, deberá primero resolver la for­ ma del enunciado del segundo. Y esta solución comienza inevitablemente con la transforma­ ción de la forma fonética (los sonidos que real­ mente han sido emitidos) hasta identificar los fonemas, almacenados en alguna forma de me­ moria procedimental, a los que corresponden los sonidos que constituyen el enunciado. Se trata de un proceso de abstracción, que consis­ tiría en reformatear la cadena fonética, la se­ cuencia de sonidos reales analizables física­ mente, en otra versión menos específica y más general. Esta transformación no es unívoca; es decir, las características sensoriales de la cade­ na hablada no se corresponden directamente con esa serie canónica de representaciones de sonidos, abstractas, que contrastan y se opo­ nen unas a otras de manera clara, reglada (/m/ bilabial sonora nasal, /b/ bilabial oclusiva sono­ ra oral, /o/ vocal velar de apertura media, /a/ vocal central de apertura máxima, etc.). El oyente tiene que eliminar la varianza debida a varios factores: velocidad de la producción, di­ ferencias anatómicas (forma de la cabeza, im­ plantación de dientes, etc.), presencia o no de énfasis y con qué intensidad, diferencias en la claridad articulatoria, coarticulación, efecto Doppler; factores incidentales, que son dife­ rentes en cada emisión (ruido en el entorno, posición del hablante respecto del oyente, acti­ vidades simultáneas con parte del tracto vocal, etc.), y llegar finalmente a identificar las unida­ des, cuya combinación le permitirá reconocer la secuencia, abstracta ya, de fonemas y, tras 49 ello, acoplar esa secuencia con el significado, que también está almacenado en la memoria de largo plazo como un espacio cognitivo bien delimitado. (La concepción de una memoriaalmacén llena de ítems, los significados, tam­ bién está siendo revisada, especialmente desde la aparición de la perspectiva conexionista, mucho más acorde con los datos reales.) Respecto de la naturaleza de estas represen­ taciones abstractas (los fonemas) y de su rela­ ción con el desarrollo del lenguaje, es decir, de cómo es posible su existencia en la etapa en la que el niño muestra un habla limitada, se ha propuesto una explicación que procede direc­ tamente de la Lingüística Generativa: estas re­ presentaciones, sus contrastes y las reglas de combinación son innatas, propias de la especie humana; no se adquieren ni se desarrollan, sino que el aprendiz de una lengua concreta las descubre, las hace emerger. El más conspicuo representante de esta pers­ pectiva es Stampe,3,4 quien considera que el niño dispone de un repertorio fonémico abs­ tracto, con sus contrastes, pero también viene pertrechado con mecanismos innatos de sim­ plificación, que hacen que el niño exprese par­ cial e incorrectamente las secuencias (palabras) que corresponden a los significados que pre­ tende transmitir; y, con la paulatina desapari­ ción de estos procesos de simplificación en los 3 o 4 primeros años, va emergiendo el sistema fonológico. Manteniendo la idea, infundada empírica­ mente, de la existencia de un sistema subya­ cente que se manifiesta en el habla, se ha pro­ puesto la teoría de la optimidad,5 que, aunque es aplicable a todas las dimensiones del lengua­ je, ha tratado fundamentalmente de explicar, por medio de un conjunto jerarquizado de res­ tricciones universales, las variaciones fonéticas que se producen al actualizar en habla real ese sistema subyacente. Se trata de una teoría esen­ cialmente lingüística, que no tiene como obje­ tivo conocer qué hace el sujeto que habla y que percibe. Como ocurre en general en las teorías lingüísticas, en ésta también se confunde formalización, idealización (excesiva) de los da­ 50 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE tos, con explicación. Pero esta idealización for­ mal (sistema fonológico subyacente) no pasa de ser una descripción de una realidad perma­ nentemente variable. Sin entrar en un análisis de esta teoría, es in­ teresante saber que de ella se han derivado principios de intervención en los trastornos fo­ nológicos, basados en unas reglas de implica­ ción que pondrían de manifiesto que se podría ir de lo complejo a lo simple, ganando con ello esfuerzo y tiempo.5’6 Por ejemplo, las obstru­ yentes sonoras implican las obstruyentes sor­ das, las líquidas implican nasales, etc. Enton­ ces, la intervención de las primeras (las de más tardía aparición) implicaría la producción de las segundas sin una intervención directa. Y lo mismo se plantea respecto a los procesos de simplificación desde esta teoría. Sin embargo, cuando se han puesto a prueba en intervencio­ nes reales estas reglas, se ha comprobado que los niños aprenden los sonidos que comparten más rasgos fonéticos con los que ya pueden producir; es decir, que es mejor ir de lo simple a lo complejo,7 lógicamente. Adquisición de un sistema fonológico: perspectiva auditiva Así pues, probablemente los oyentes no ex­ traen los fonemas antes de reconocer las pala­ bras. Ni parece razonable que exista algún lugar en nuestro cerebro donde residan los fo­ nemas independientemente de las palabras constituidas por ellos2. Porque ¿es necesario, especialmente para un niño, identificar unida­ des sin significado para entender el propósito comunicativo de su interlocutor? La respuesta es negativa. En realidad, se podría afirmar que lo que dirige la percepción del habla (y de otras modalidades) no son series discretas de unida­ des, sino el objetivo de mantener un ajuste ade­ cuado entre el organismo y el mundo para faci­ litar la adaptación de su conducta. Sin embargo, la conciencia de que las se­ cuencias de sonidos se pueden segmentar, se pueden «dibujar» sonido a sonido (en la escri­ tura), hace relativamente verídica la existencia de un sistema de representaciones de esos soni­ dos, al menos, o sólo, en los adultos sometidos a una enseñanza explícita de las propiedades del lenguaje relacionadas con su carácter segmental. Para dar cuenta de esta evidencia se ha propuesto otra perspectiva, de tradición psico­ lógica, que considera que este sistema de re­ presentaciones de los sonidos no es innato, sino que se va construyendo a partir de la ex­ periencia. El problema, otra vez, es la ausencia de esta­ bilidad en el estímulo, su nivel de degradación respecto de los fonemas que se consideran (desde una perspectiva adulta experta) los pro­ totipos con que comparar ese estímulo. Para superar esta variabilidad del estímulo que debe servir para construir ese sistema de representa­ ciones, el niño dispone de un «programa» de aprendizaje8 relacionado con secuencias de so­ nidos, muy rápidas, sin límites entre las unida­ des, que se solapan constantemente, percibidas en contextos con más sonidos. La existencia de esta especie de programa está ligada a la especialización del cerebro humano, costosamente lograda a lo largo de la evolución. Y probable­ mente este programa esté constituido por ha­ bilidades para segmentar esas secuencias, para percibir sutiles diferencias significativas en función del objetivo comunicativo, para iden­ tificar patrones de sonidos, y para percibir categorialmente los sonidos. Todas estas habili­ dades han sido comprobadas en bebés, e incluso algunas de ellas en otras especies. Unas se lograrían antes que otras. Por ejemplo, la percepción categorial se ha observado en bebés de dos meses, y para los seis meses ya se cons­ tatan influencias contextúales en esa percep­ ción categorial, de tal manera que un niño sue­ co percibe un sonido diferente (/y/) entre la /i/ y la /u/, mientras que un niño inglés no percibe más que estos dos sonidos, en correspondencia con la variación vocálica del sueco y del inglés, respectivamente.2, ’•10 Sin embargo, otras habi­ lidades, como las referidas a la fonotaxis, tar­ dan más tiempo en adquirirse, y no es hasta el año cuando el niño muestra una insensibilidad CAPÍTULO 4. Fonología constatable hacia contrastes consonánticos que no están en la lengua de su entorno.8-10 En cualquier caso, el oyente, desde esta pers­ pectiva, se basa en la percepción auditiva para construir ese sistema de representaciones de los sonidos. La varianza de la cadena fónica es reducida o, al menos, es compensada por los mecanismos de que el oyente está dotado, que hacen posible un aprendizaje de las caracte­ rísticas estadísticas de la distribución de los estímulos en la secuencia fónica, con los que supuestamente coinciden los fonemas y sus contrastes. Sin embargo, si se considera que esta labor debe llevarla a cabo el niño que está apren­ diendo el lenguaje, el problema psicoacústico y fisiológico parece insuperable. En efecto, desde esta perspectiva explicativa, la percep­ ción está basada en que un oyente acumula una historia de experiencias con el sonido /d/, por ejemplo (sin duda, la variación de los so­ nidos sonoros es mucho mayor que la de los sonidos sordos,6 sean oclusivos o fricativos, ya que pueden tomar innumerables valores en el tono), y esa experiencia genera una distribu­ ción de probabilidades en la que se calibra cada sonido concreto recibido en función de su frecuencia, o, en otras palabras, de su prototipicidad. El oyente reconocerá como /d/ un segmento de la secuencia que oiga a partir de la probabilidad de que ese segmento sea asimi­ lable a la representación prototípica que tenga formada en ese momento.1-10 Evidentemente, con la experiencia el prototipo irá modificán­ dose, en el sentido de hacerse más flexible, de ser un «imán perceptivo» para cada vez más sonidos que sufran los efectos de alteraciones incidentales o persistentes con diversos orígeb Se ha tomado la licencia de emplear la redundancia de «sonido sonoro» y el oxímoron, que no pretende ser una figura poética, «sonido sordo» para una mayor faci­ lidad de comprensión. El empleo de «sonido» y «ruido», que hubiera sido lo correcto, hubiera resultado demasia­ do generalizador y confuso, especialmente el segundo tér­ mino para hacer referencia a los fonemas oclusivos sordos y fricativos. ■M nes (alteración del tracto vocal por enferme­ dad, ruido ambiente, competencia con otros sonidos de otros hablantes, habla de muñecas, juguetes y otros aparatos mecánicos, etc.). La presunta abstracción del sistema no sería más que esa mayor flexibilidad y capacidad de ge­ neralización. Pero esos segmentos, el asimila­ ble a /d/ y cualquier otro, duran mucho menos de un cuarto de segundo, que parece ser el lí­ mite mínimo para reformatear, en forma de representación, las impresiones auditivas del habla. Es cierto que actualmente un ingeniero puede aislar esos segmentos, extraer sus carac­ terísticas armónicas, identificar los formantes, etc., en unidades de tiempo de unos pocos milisegundos, para construir sistemas que con­ viertan el habla en texto, comunes hoy en día incluso en los móviles, por ejemplo; pero en un sistema fisiológico, las propiedades de una señal de tan corta duración adoptan una for­ ma diferente, y no parece que funcione de la misma manera. Parece, pues, que aún se está lejos de poder describir qué es un fonema o qué forma puede tener la distribución de las características sen­ soriales del conjunto de segmentos que permi­ ten al oyente identificar un sonido como una unidad distinta de otra. Sin embargo, son evi­ dentes la flexibilidad y la eficacia con la que un oyente identifica los elementos que forman las secuencias fónicas, aunque no se conozca cómo ese oyente resuelve el problema que plantea la variabilidad, velocidad, solapamiento, del estí­ mulo auditivo. Entonces, si las cosas suceden como se ha descrito, no parece plausible pensar que el niño pequeño disponga de un sistema de re­ presentaciones mentales de los sonidos. Pare­ cería más lógico pensar que el niño, a partir de su experiencia descifrando enunciados lin­ güísticos en función del objetivo comunicati­ vo, y con ayuda de los mecanismos señalados más arriba ligados al desarrollo del cerebro humano, va ampliando una competencia, un tipo de conocimiento específico, a partir de lo más básico, la percepción categorial (que se ha observado hasta en las chinchillas), flexibili- 52 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE zando ésta para que sirva para percibir los contrastes diferentes propios de la lengua con la que crece, añadiendo discriminaciones más sutiles referidas a la probabilidad de aparición de dos consonantes en un orden determinado (fonotaxis), pasando por la identificación de unidades más o menos grandes que permiten diferenciar las cosas en el mundo (terminacio­ nes de palabras para los plurales o los tiempos verbales, por ejemplo), hasta llegar, en una etapa posterior, cuando se le puede enseñar el principio alfabético de las lenguas de nuestro entorno, a aislar esos sonidos aplicables a cualquier secuencia, que el oyente impone en su análisis de esas secuencias, que llamamos fonemas. Y todavía más adelante el oyente se puede convertir en un experto en Fonología, y dedicar tanto tiempo y esfuerzo concentrado a esos segmentos de habla, idealizados en unida­ des perfectamente descritas formando un sis­ tema, que puede llegar a pensar, erróneamen­ te de nuevo, que tienen existencia propia. Explicación basada en la articulación (teoría motora) El problema de la variabilidad de la señal y de la consecuente falta de correspondencia unívo­ ca entre las características sensoriales de esa se­ ñal y las unidades lingüísticas, cuya existencia no se ponía en duda, llevó a la propuesta de una explicación basada en la articulación,1, 10 que afirmaba que la percepción del habla no se lle­ va a cabo a partir de la señal acústica, sino de la articulación de esas unidades. La percepción dependería de los propios esquemas motores del oyente; es decir: éste, como hablante, ha acumulado experiencia acer­ ca de la articulación de las unidades del habla, y ha establecido relaciones estables entre éstas y los gestos articulatorios que los producen en su propia habla. Cuando, en su papel de oyente, recibe una secuencia de sonidos, se activa el co­ nocimiento implícito que ha acumulado acerca de los gestos articulatorios necesarios para pro­ ducir cada segmento. Y, de esa manera, el oyen­ te reconoce las unidades del habla. Es como una codificación de la secuencia percibida en un «al­ fabeto articulatorio», que es posible gracias a que los articuladores (repliegues vocales, len­ gua, labios, velo) son evidentemente separables en partes que se pueden controlar. Por ejemplo, el cierre de las cuerdas vocales, en los sonidos sonoros, se lleva a cabo bajo control muscular, aunque, una vez cerrada la glotis, los movimien­ tos que siguen para articular un sonido sordo (relajación, apertura y vibración de las cuerdas) tienen un carácter balístico.5 Así, la expresión de una secuencia sería como un patrón motor, rápido e imbricado como las tejas de un tejado, que se va desplegando.’ Y esa secuenciación de movimientos representaría un input ineludible para la construcción de un sistema de fonemas. Como se verá más adelante, la activación del área de Broca en tareas perceptivas se ha esgrimi­ do para confirmar esta teoría. Por otro lado, la investigación sobre el papel de las neuronas espe­ jo también puede aportar datos interesantes.11 Desde esta perspectiva, no parece necesario que el oyente tenga que reformatear la señal en forma de secuencia coarticulada para ajustarla a un sistema de representaciones de los sonidos. Su propia experiencia en producir esa señal le sirve para una percepción correcta del habla y, por tanto, se explica la conciencia que todo usuario del lenguaje tiene sobre el carácter compositivo de las secuencias fónicas, así como también la conciencia de que las unidades que constituyen esas secuencias son estables y susceptibles de ser fácilmente segmentadas y reconocidas. Sin embargo, la descripción de los gestos ar­ ticulatorios en los que se basaba esta teoría era más intuitiva que real. Los métodos de imagen actuales (fibroscopio de alta resolución, reso­ nancia magnética, etc.) permiten poner de ma­ nifiesto una enorme variabilidad también en los actos articulatorios. El panorama es pareci­ do al descrito para la señal acústica: la relación entre fonema y su realización articulatoria es del tipo uno-muchos. Y el oyente/hablante se encuentra ante el mismo problema de tener que identificar el gesto más frecuente en la dis­ tribución de gestos articulatorios empleados para emitir un sonido a lo largo de varios me- CAPITULO 4. Fonología ses, para seleccionarlo como representación motora de un fonema determinado, y para que sirva de «imán» que asimile los gestos que se asemejen en alguna medida (¿cuánta?) a él. Por otra parte, teniendo en cuenta lo que se conoce sobre el desarrollo del lenguaje en ni­ ños muy pequeños, es evidente que estos mues­ tran una sensibilidad perceptiva que es anterior en el tiempo, y mucho mayor que la habilidad para articular sonidos. Es decir, no parece que la identificación de los sonidos de la que es ca­ paz el niño pequeño se produzca a partir de los movimientos articulatorios, ya que aún no es capaz de llevarlos a cabo. Las versiones actualizadas de esta teoría (fo­ nología articulatoria y realismo directo)1 se plantean sobre axiomas antiguos: el isomorfismo entre los contrastes propios de una lengua y los actos motores del habla, y la idea de que, en el terreno de los sonidos, no de los significados, lo que un oyente percibe es lo mismo que lo que el hablante expresa. Pardo y Remez1 traen a co­ lación una serie de ejemplos que ponen de ma­ nifiesto la imposibilidad de mantener el isomorfismo al que se ha aludido: «I do not know» puede ser realizado como [ai du nat nQuJ, [ai don nQu], [daño] y [asa], por ejemplo. Incluso un mismo hablante puede expresar esas varian­ tes en circunstancias diferentes. Entonces, la au­ sencia del isomorfismo pretendido entre formas gestuales reales y canónicas obliga al oyente a encontrar estas últimas entre todas las posibles, en una distribución que parece imposible de describir y caracterizar. Por otro lado, si se plantea una situación ex­ trema, como la de estar escuchando a una per­ sona hablar una lengua que el oyente no cono­ ce bien, se puede comprobar cómo éste no puede atender al nivel fonético y fonémico a la vez; le cuesta proyectar el material fónico que percibe al conocimiento que posee de las uni­ dades lingüísticas, es decir, le cuesta reconocer esos sonidos. Esto quiere decir que tampoco existe la paridad, tomada como axioma por es­ tas nuevas versiones de la teoría motora de la percepción del habla, entre lo que el hablante expresa y el oyente percibe. 53 Comentarios acerca de las explicaciones de la percepción del habla En definitiva, no parece posible identificar la unidad de percepción. Probablemente la pre­ gunta sobre las unidades de percepción no sea operativa, ni siquiera sea la correcta. A la vista de los resultados de las observaciones e investi­ gaciones llevadas a cabo para conocer cómo se percibe el habla, lo más adecuado sería plan­ tear esta percepción como resultado de la acti­ vidad de un sistema complejo (el cerebro con los subsistemas que lo conectan con el mun­ do), que recurre a los instrumentos de que dis­ pone en cada momento de su desarrollo, en cada contexto, en cada interacción comunica­ tiva concreta. No es, por supuesto, necesario un sistema de representaciones de los sonidos previo a la experiencia; pero tampoco parece necesario formar pronto ese sistema que impli­ caría que el oyente, para entender las palabras que oye, deba segmentarlas, acoplar cada frag­ mento sonoro con su correspondiente repre­ sentación, para, una vez identificados todos los sonidos, poder recomponer la secuencia con el significado también representado. El bebé, el niño pequeño después, el escolar, el adulto, dispone casi siempre de una enorme can­ tidad de claves y de información suplementaria y redundante que le permite comprender los men­ sajes que recibe en formato lingüístico. La evi­ dencia de que el oyente tiene clara conciencia de que el habla se puede descomponer en unidades más pequeñas, y la capacidad para reconocerlas (o mejor, imponerlas) en esas secuencias varia­ bles, solapadas, coarticuladas, es algo que se va logrando con el tiempo, pero no es en absoluto una necesidad para entender al hablante. Ni si­ quiera en el adulto se da probablemente ese reformateo de la señal de habla en unidades identificables, que forman una representación fo­ nológica de la palabra, si no es en tareas cuyo objetivo sea ese mismo (como aprender a escribir y a leer), o si no está en una situación especial que demande llevar a cabo esa actividad (como intentar entender a alguien que habla en una len­ gua no dominada suficientemente). 54 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE HABLA Y CEREBRO Antes de llegar a la circunvolución temporal superior en la corteza, la señal auditiva ha expe­ rimentado ya un procesamiento en distintos nú­ cleos subcorticales referente a la intensidad, frecuencia o tono y desfase temporal13’14. En este procesamiento subcortical del estímulo au­ ditivo se produce una gran redundancia: la co­ nexión de la información procedente de ambos oídos se conecta también a nivel del lemnisco lateral y del cuerpo calloso, ya en el córtex; la organización tonotópica establecida en la cóclea se mantiene durante todo el procesamiento has­ ta el córtex; la representación coclear se man­ tiene hasta el nivel central y después se multipli­ ca; los productos de los distintos procesamientos convergen y vuelven a separarse e ir paralelos a distintas partes del córtex; se transmiten grupos de frecuencias diferenciados, pero se mantiene la posibilidad de integrarlos en el córtex auditi­ vo. Esta redundancia es la clave de nuestra ca­ pacidad para analizar y comprender sonidos muy complejos (recuadro 4.1). La especialización de distintas neuronas en el córtex cerebral es muy sutil: dentro de la mis­ ma columna neuronal, hay neuronas sensibles a estímulos tonales descendentes, otras a los ascendentes, etcétera. Localización cerebral de la percepción del habla La concepción de una división estricta de fun­ ciones entre los dos hemisferios no se puede sostener actualmente. Por ejemplo, la descrip­ ción de Broca de la lesión de su famoso paciente fue sólo una observación del aspecto externo de la zona afectada, pero dicha descripción produ­ jo una serie de consecuencias respecto de la lateralización de las funciones lingüísticas y del tamaño del área que lleva su nombre, que aún persisten hoy en día sin el apoyo de los datos.15 En efecto, actualmente se ha puesto de mani­ fiesto que la representación neural de dichas funciones no está limitada a un sólo hemisferio. Lo que se constata, por el contrario, es una es­ trecha colaboración entre ambos hemisferios. Parece que la variable que más determinaría esta colaboración sería la complejidad del pro­ cesamiento. En tareas de reconocimiento de pa­ labras se comprueba que, cuanto más frecuentes son, menos colaboración del hemisferio dere­ cho se produce, y viceversa. Sin embargo, en relación con el procesamiento de los sonidos, no es tan clara esa relación. El área de Wernicke, junto con el área auditi­ va primaria y otras áreas adyacentes, incluidas algunas del lóbulo parietal, han sido considera­ das el sustrato neural de la percepción del ha­ bla; concretamente, de las representaciones fo­ nológicas de las palabras, que se activarían para el reconocimiento de la información visual (le­ tras) y auditiva (sonidos). Hay una variación significativa interindivi­ dual en el tamaño y en la localización del área de Wernicke y otras áreas. Por ejemplo, en el 95% de los diestros el hemisferio predomi­ nante para el lenguaje es el izquierdo; sin em­ bargo, el planum temporale (un área consti­ tuida por el área de Wernicke y la corteza posterior al área auditiva primaria) de ese he­ misferio es mayor sólo en el 65% de ellos, siendo el planum temporale derecho más grande en el 11%; si bien es cierto que la asi­ metría en favor del planum temporale iz­ quierdo es más pronunciada. Pero se ha venido comprobando reiteradamen­ te la implicación de otras áreas del hemisferio iz­ quierdo y del derecho en el procesamiento del habla y del lenguaje.13,16 El lenguaje está repre­ sentado extensamente por el hemisferio izquier­ do y por el derecho, por un lado; y por otro, en lo que se refiere a la fonología, esta distribución de su representación neural tiene como base, no las unidades que se suelen considerar en su estu­ dio (fonemas), sino constituyentes de más bajo nivel, más moleculares, como la intensidad, la velocidad, la frecuencia ascendente o descenden­ te, la localización del sonido. Parece que nuestro cerebro procesa sonidos, lo que es una afirma­ ción trivial, pero que es necesario poner de relie­ ve para atemperar la fuerte tendencia a «obligar» al cerebro a procesar unidades creadas a partir de la reflexión sobre el lenguaje. CAPÍTULO 4. Fonología Recuadro 4.1. Crecimiento del cerebro y conducta lingüística El cerebro del niño alcanza su peso final (1,5 Kg) alrededor de los 12 años. El cerebro de un recién nacido pesa aproximadamente 375-400 g, para llegar al final del año a los 900 g. El crecimiento se va ralentizando, y al final del segundo año lle­ ga a 1,1 Kg. Este aumento se debe al crecimiento del tamaño de las neuronas, a la proliferación dendrítica y axonal y a la mielinización, que per­ mite especializar la actividad cortical. Es decir, el crecimiento cerebral se relaciona directamente con el desarrollo de las funciones superiores, en­ tre ellas el lenguaje. Desde un punto de vista macroscópico, se pue­ den establecer algunas relaciones entre el creci­ miento del cerebro en el niño y la aparición de al­ gunas conductas comunicativas y lingüísticas. Kagan y Baird12 proponen tres transiciones en el primer año de vida: 1. A los 2-3 meses se establece la conexión si­ nóptica entre el lóbulo frontal (concretamente, la corteza motora suplementaria) y el tronco cere­ bral; esto permite la desaparición de muchos re­ flejos y la inhibición cortical de los núcleos neuronales del tronco cerebral que están implicados en el llanto. Con este mayor control cortical se produce en estos meses la maduración del hipo­ campo, que se asocia a un aumento de la memo­ ria del niño y, por tanto, de la atención a estímu­ los sobre los que el bebé ya se ha hecho un esquema de acción, cuya consecuencia más im­ portante, desde el punto de vista de la comunica­ ción, es la aparición de la sonrisa social. 2. Entre los 7 y los 12 meses se produce una aceleración en el crecimiento y diferenciación de las interneuronas piramidales e inhibitorias del córtex prefrontal; concretamente, hay una más extensa distribución de las dendritas y un mayor despliegue de ramas colaterales en los axones de las neuronas de la capa III del córtex prefrontal. A la vez, se da una proliferación de espinas dendríticas, que aumentan el volumen del hipocampo hasta casi el del adulto. El desa­ rrollo de estas zonas cerebrales se relaciona con el aumento de la memoria y, por consiguien­ te, con la capacidad para fijar esquemas de ac­ ción y recuperarlos sin necesidad de que estén en el campo perceptivo del niño. Esto marca el aumento de los procesos de asimilación inten­ cional (el niño se comporta según esquemas 55 “1 que ya posee ante nuevas situaciones y aconte­ cimientos en el mundo), y la aparición del miedo a los estímulos que no puede asimilar a sus re­ petidos y seguros esquemas (el típico miedo del bebé de 8 meses cuando alguien no conocido lo toma en brazos). Y esta misma capacidad para fijar y recuperar es­ quemas, de acción y perceptivos, probablemente permite al niño ir reconociendo los segmentos del habla más frecuentes, de tal manera que para los 9 meses es capaz ya de reconocer una palabra muy frecuente, aunque esté insertada en una secuencia más larga, y a los 12 meses dispone ya de cierto conocimiento respecto a epi­ sodios fonotácticos propios de su lengua, siem­ pre que estén dentro de situaciones funcional y comunicativamente plenas. 3. Hacia el final de este primer año de vida, se amplía significativamente la red de conexiones córtico-corticales entre el córtex temporal, el pa­ rietal, el frontal, y las áreas del cerebelo implica­ das en la representación neuronal de secuencias temporales. El establecimiento de las formas fo­ néticamente consistentes, que serán considera­ das por los adultos significativos como las prime­ ras palabras, está asociado al rápido crecimiento dendrítico de las neuronas de la sección orofacial, en contacto con el área de Broca, y al alar­ gamiento de las dendritas del núcleo dentado del cerebelo (relacionado con la coordinación e integración de secuencias de movimientos), cuya actividad en este tiempo parece incluso superior a la del adulto (el consumo de glucosa en los ni­ ños de 24 meses representa el 175% del de un adulto). Otra estructura cerebral que crece significativa­ mente en este segundo año de vida es el cuer­ po calloso, que conecta ambos hemisferios, como consecuencia del crecimiento de las neu­ ronas de la capa III del córtex, cuyos axones precisamente constituyen este cuerpo calloso. Esta estructura hace posible que el niño asocie secuencias de sonidos (esquemas perceptivos y motores fijados en situaciones comunicativas relevantes) y que se representarían neuralmente en el hemisferio izquierdo, aunque no sólo en él, con esquemas perceptivos de objetos y acontecimientos, representados sobre todo en el hemisferio derecho. ■ 56 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Por ejemplo, las personas con lesiones en el córtex auditivo pueden percibir estímulos au­ ditivos sin problemas, pero tienen dificultades para identificar estímulos muy breves, y para discriminar sonidos y describir la secuencia temporal de sonidos presentados en intervalos breves. Por eso, los pacientes con lesiones ex­ tensas del córtex auditivo se quejan de que no logran percibir el habla rápida. Estas lesiones en el hemisferio izquierdo tienen consecuen­ cias más serias que las del hemisferio derecho en la mayoría de las personas. Las personas con lesiones del área auditiva y de áreas adya­ centes del lóbulo parietal tienen dificultades para localizar la fuente del sonido, sobre todo si la lesión es en el hemisferio derecho. El pa­ pel de este hemisferio también parece ser cru­ cial en los aspectos suprasegmentales del habla (dirección ascendente o descendente de la fre­ cuencia). La teoría motora de la percepción del habla afirma que ésta se basa en los esquemas moto­ res que el oyente ha ido construyendo en su papel de hablante, y que activa cuando recibe la información por vía auditiva. Pues bien, se ha comprobado el papel de áreas cercanas a la de Broca en tareas de percepción de sílabas. Concretamente, la estimulación del córtex ad­ yacente a la parte superior del área de Broca (córtex premotor ventral) por medio de esti­ mulación magnética repetitiva transcraneal no interfiere en la identificación de sílabas de es­ tructura simple (CV), pero sí que lo hace cuan­ do la tarea implica un análisis más complejo (segmentación) de la sílaba.18 Estos resultados fundamentarían la teoría motora de la percep­ ción del habla. Además, resulta atractivo consi­ derar que, en los macacos, las neuronas espejo se encuentran en el área cerebral correspon­ diente al córtex premotor ventral humano, y que puede haber una «activación-espejo» tam­ bién en nuestro cerebro a la recepción del ha­ bla de los demás. Sin embargo se ha comprobado, en este mismo trabajo de Sato et al.,18 y en otros con diferentes métodos, que la participación de las áreas motoras en esta percepción se pro­ duce cuando la tarea es compleja y es necesa­ rio desambiguar el estímulo auditivo por me­ dio de la mejora de la señal. Estos resultados se podrían relacionar con la evidencia de que el fascículo arqueado es también asimétrico, con más fibras el del hemisferio izquierdo, lo que explicaría la significativa mayor actividad de este hemisferio en las tareas señaladas.15 Por otro lado, es conocido el papel del área de Broca en la memoria de trabajo. De hecho, se considera esta área como el sustrato neural de esta forma de memoria. Entonces, su activi­ dad en la percepción del habla cuando el estí­ mulo es complejo (identificación de sonidos no propios de la lengua del sujeto, habla enmasca­ rada o distorsionada, conflicto auditivo-fonéti­ co en situaciones de observación audiovisual, etc.) se basaría más en la necesidad de retener secuencias de sonidos para su análisis; es decir, en la memoria de esas secuencias. Entonces, ¿dónde está localizado exactamen­ te el sustrato neurológico de la dimensión fono­ lógica en su vertiente perceptiva? Indefrey y Cutler16 han llevado a cabo un metanálisis sobre una población de 1058 estudios de neuroima­ gen, de los que han seleccionado 55 experimen­ tos que cumplían los criterios técnicos exigidos, para conocer la localización cortical de distintas conductas lingüísticas (comprensión de oracio­ nes, repetición de seudopalabras, etc.). Los re­ sultados, referidos sólo a la activación del lóbu­ lo temporal, se muestran en la figura 4.1: focos de activación a partir de la escucha de sonidos aislados del habla y otros estímulos de carácter fonológico (seudopalabras, sílabas y habla in­ versa), comparándolos con los obtenidos a par­ tir de la escucha de palabras. La diferencia es abrumadora. Incluso los sonidos procedentes del ambiente (que no están representados en la figura), a los que no se presta atención, tienen una mayor representación neural que los soni­ dos aislados del habla. En general, los focos de activación a partir de estímulos de carácter fonológico se hallan situa­ dos en la parte posterior de la circunvolución temporal superior, en y alrededor del área de Wernicke. Parece que todos los estímulos lingüís­ CAPÍTULO 4. Fonología ticos activan esta parte del lóbulo temporal, pero siguiendo una relación jerárquica: cuanto más complejo es el estímulo, más se extiende la ac­ tivación a las zonas anteriores y ventrales de los 57 lóbulos temporales, en ambos hemisferios. Así, se puede observar cómo los focos de activación a partir de estímulos simples (sonidos aislados) son muy pocos y están en la parte posterior de cisura de Rolando circunvolución angular cisura de Silvio circunvolución temporal superior circunvolución temporal media área de Wernicke circunvolución temporal inferior circunvolución temporal inferior • sonidos □ Se ,Udh°^S/ silabas/habla inversa A palabras Figura 4.1. Córtex de los hemisferios izquierdo (Hl) y derecho (HD) con los focos de activación hemodinámica en situaciones de escucha pasiva encontrados en los trabajos revisados por Indefrey y Cuttler.16 En estos estudios se han controlado los estímulos auditivos procedentes del funcionamiento de los instrumentos empleados (PET o RMf). Sin embargo, cuando la escucha es activa y el sujeto tiene que decidir si dos sonidos son iguales, tiene que discriminar, etc., los focos de actividad se quedan reducidos al hemisferio izquierdo (Turkeltaub y Coslett).17 Los círculos señalan los focos en los que se ha encontrado actividad cuando los sujetos percibían sonidos. Los cuadrados representan los focos de actividad con estímulos de carácter fonológico, pero más complejos que los sonidos aislados. Los triángulos señalan los que se activaban cuando los sujetos oían palabras. 58 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE esta circunvolución. Esa misma zona se activa a la recepción de tonos (no representados en la figura 4.1). En cambio, el procesamiento de oraciones (no representadas en la figura 4.1) se asocia a la activación de la parte rostral del lóbulo temporal, circunvolución media, en ambos hemisferios. En lo que respecta al procesamiento fonológi­ co, la parte posterior de la circunvolución tem­ poral superior izquierda parece ser dominante. La zona contralateral correspondiente se activa­ ría cuando la demanda de procesamiento au­ menta, tal como se ha señalado más arriba. No obstante, el metanálisis de Indefrey y Cutler no permite saber qué tareas (procesamiento de síla­ bas, seudopalabras de más de una sílaba o habla inversa) son las que más demandas plantean, ya que los focos activados a partir de esos tres ti­ pos de estímulos se reparten de manera similar en ambos hemisferios. Sin embargo, Turkeltaub y Coslett17 ponen de manifiesto que cuando la tarea a realizar por parte de los sujetos no es sólo pasiva, como en el estudio citado más arriba, sino que se pide a los participantes que lleven a cabo discriminaciones entre sonidos del ha­ bla, y otras tareas, los focos de actividad cor­ tical se reducen casi exclusivamente al hemis­ ferio izquierdo. No obstante, los datos aportados por la in­ vestigación actual, aun no siendo tan superfi­ ciales (en el sentido literal del término, de ob­ servar la superficie del cerebro) como los de otras épocas, son todavía incompletos (recua­ dro 4.2). Localización cerebral de la producción del habla Se puede asumir que la producción del habla implica tres fases: 1) Programar el acto motor del habla. 2) Realización del programa motor por medio de las «órdenes» necesarias para convertirlo en series de movimientos articulatorios. 3) Convertir esos movimientos en sonidos. Recuadro 4.2 De los resultados comentados y mostrados hasta aquí, se pueden extraer algunas conclusiones re­ lativas a la localización cerebral de los constitu­ yentes fon ém icos del habla. 1. No hay acuerdo en la naturaleza de las repre­ sentaciones más pequeñas que la palabra impli­ cadas en la percepción del lenguaje. Es más: los medios actuales para investigar mucho más sutil­ mente la señal auditiva, la activación cerebral, etc., ponen de manifiesto que las presuntas repre­ sentaciones preléxicas probablemente no existan, o, al menos, no se correspondan con las unidades que se manejan en el estudio del lenguaje, tal como se ha venido haciendo. 2. La información procedente del habla es conti­ nuamente proyectada a unidades más grandes (las palabras), que se pueden relacionar con otras representaciones de otra modalidad perceptiva o que están ya fijadas en la red neuronal en la que se asienta el conocimiento. Las palabras, desde esta perspectiva, no serían ítems almacenados en depósitos (memoria de largo plazo), a donde llega la representación de la secuencia de sonidos, pre­ viamente procesada, para acoplarse con su co­ rrespondiente representación léxica en ese depó­ sito; las palabras estarían distribuidas en redes (neuronales). La activación de un elemento de esa red (neuronas, núcleos neuronales) formaría parte de la representación de muchas palabras. 3. De esta manera, se explicaría mejor la casi ausencia de áreas de proyección exclusivamente fonológica: el input procedente del habla puede estimular simultáneamente múltiples palabras; incluso se pueden activar parcialmente palabras con estímulos parciales. 4. Las palabras activadas competirían entre ellas hasta ser reconocida la que más informa­ ción acumulara. Y esta información, evidente­ mente, no provendría sólo de la señal del habla; en una situación de interacción comunicativa y de aprendizaje natural del lenguaje, otras fuen­ tes de información lingüística y extralíngüística adquirirían relevancia, en función del logro co­ municativo. CAPITULO 4. Fonología Las dos últimas fases son simultáneas.13 Estos procesos resultan en unos patrones de fuerza de espiración, de presión de los distintos articuladores (labios, lengua, velo del paladar) y de amplitud de los resonadores (estrecha­ mientos y ampliaciones del tracto vocal, desde la glotis hasta los labios) de una precisión casi indescriptible, y que se ajustan con el objetivo (qué decir) a partir de un feedback continuo auditivo, táctil, propioceptivo, que informa a la corteza de la posición, presión, etc. de cada uno de las articuladores. Como en la percepción del habla, tampoco están claras las unidades mínimas (si es que exis­ te alguna) de este programa motor del habla y de su ejecución: ¿rasgos fonéticos, fonemas, sí­ labas, palabras o grupos de palabras? Si se con­ sidera que un hablante adulto habla a una velo­ cidad de 5-6 sílabas por segundo, si para cada sonido es necesario el concurso de los movi­ mientos simultáneos de distintos órganos (dia­ fragma, músculos intercostales, repliegues voca­ les, músculos de la rinofaringe, paladar blando, lengua, labios), si para cada uno de esos movi­ mientos es necesario un complejo juego de exci­ tación e inhibición nerviosa, y, finalmente, si además cada uno de los movimientos de todos esos órganos está sometido a un solapamiento con los que le preceden y los que le siguen, pa­ rece que la eficiencia evidente (incluso en las personas con dificultades de articulación) con la que se produce el habla exigiría la existencia de algunas subrutinas preprogramadas. Qué tama­ ño tiene el conjunto de movimientos con que trabajan estas subrutinas, es algo puramente es­ peculativo. Probablemente influyan muchos factores: frecuencia, longitud, consumo de re­ cursos cognitivos mientras se habla, etcétera. Se ha comprobado que algunos mecanismos responsables de la producción del habla son co­ munes a otros movimientos sin relación con ésta. De hecho, la lesión de áreas adyacentes a la de Broca (figura 4.1 HI) produce alteracio­ nes en otras secuencias de movimientos. Inclu­ so la comprensión de acciones (pantomimas) se altera con esas lesiones. No obstante, es eviden­ te que los músculos relacionados con el habla 59 (mandibulares, linguales, etc.) son únicos en su composición fibrosa respecto a los del resto del cuerpo; por tanto, su activación e inhibición nerviosas deberán tener algunas características peculiares; y las neuronas espejo, ubicadas en áreas motoras terciarias (concretamente, cerca del área de Broca, en la parte posterior de la circunvolución frontal inferior y en la corteza parietal inferior), tendrían que ver con la acti­ vidad nerviosa responsable de la inervación de esos músculos. Además, los movimientos del habla son controlados por centros corticales, al contrario que otros movimientos automáticos, que son controlados en centros subcorticales. Parece que en la programación del habla par­ ticiparían, además de las zonas terciarias fron­ tales y parietales inferiores y las temporales posteriores a la cisura de Silvio (circunvolución angular), que hacen posible la actividad simbó­ lica del lenguaje, las áreas temporales secunda­ rias (área de Wernicke), ya que, como se ha vis­ to, son las responsables del procesamiento fonológico. A través del fascículo arqueado, en­ viarían información a la pars triangularis del área de Broca para la formulación lingüística, y de ahí pasaría la información a la pars opercularis, la parte del área de Broca adyacente a la porción más inferior de la circunvolución fron­ tal ascendente, para la programación verbal; concretamente, para la codificación fonológica, que mandaría órdenes con el programa fonéti­ co concreto al córtex en el que están represen­ tados neuralmente los movimientos de la cara, lengua, labios, etc. (esto es, a la porción infe­ rior de la circunvolución frontal ascendente, en la parte inmediatamente anterior de la cisura de Rolando).14 El proceso de articulación activa, además de la pars opercularis, el área motora suplementaria y la ínsula, de tal manera que una lesión de la ín­ sula produce apraxia del habla.13 Y, evidente­ mente, la activación de la corteza motora es bila­ teral, ya que la programación motora debe llegar a las partes derecha e izquierda de los órganos de la articulación; a partir de esta programación motora, se forma un haz de neuronas (haz geni­ culado), cuyos axones activan los núcleos de los 60 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE nervios craneales implicados en la motricidad fonoarticulatoria: facial (cara, lengua y laringe), glosofaríngeo (laringe), vago (músculos de la la­ ringe y de la faringe), accesorio (paladar blando) e hipogloso (lengua). Esta actividad nerviosa tan compleja es modulada, además, por circuitos que incluyen el tálamo, el cerebelo (para la coor­ dinación) y la corteza retrorrolándica (para el control de las sensaciones táctiles y propioceptivas de boca y faringe). TRASTORNOS FONOLÓGICOS Son necesarias dos precisiones iniciales: • Los trastornos funcionales, entre ellos el de la fonología, tras una lesión cerebral, tienen que ver más con la cantidad que con la calidad; o, dicho de otro modo, dependen más de la can­ tidad de tejido afectado que de su localización. La razón estriba en las tupidas y complejas co­ nexiones que se establecen entre las distintas áreas implicadas, cuyo daño puede producir alteraciones del lenguaje similares a las conse­ cuentes a las lesiones de las áreas corticales funcionales. • Sin embargo, está comprobado también que, excepto en tareas de escucha pasiva de soni­ dos aislados del habla, el papel del hemisferio izquierdo en el procesamiento y producción del habla es predominante. El hemisferio de­ recho tendría funciones subsidiarias pero im­ portantes para la comunicación, relacionadas, por ejemplo, con aspectos de índole social (entonación, significados ambiguos, lenguaje figurado, palabras de doble sentido, etc.),19 o con la complejidad del estímulo.18 Se van a considerar dos tipos de trastornos: los asociados a lesiones posteriores (área de Wernicke y adyacentes), y los que lo están a le­ siones anteriores (área de Broca y adyacentes). Trastornos fonológicos en percepción Cuando la lesión se circunscribe a la corteza auditiva primaria de ambos hemisferios, se pro­ duce sordera cortical; y cuando afecta bilateral­ mente al área de Wernicke, se produce la sordera verbal pura o agnosia auditiva verbal, ya descrita en el capítulo 2. La lesión del área de Wernicke del hemisferio izquierdo produce la afasia de Wernicke y la de conducción en su forma acústico-amnésica.19 Son estos trastornos, la agnosia auditiva verbal y la afasia de Wernicke, los que se van a tratar, por su relación con la dimensión fo­ nológica, que es el objeto de este capítulo. Afasia de Wernicke En la afasia de Wernicke el habla es fluente, abundante, sin esfuerzo; tanto, que puede llegar a la logorrea. También se observa la presencia de parafasias fonémicas («lunes, martes miérco­ les, jueves, viércoles...») y semánticas («camión» por «coche») y de neologismos, que pueden dar al habla de estas personas un aspecto de jerga, y hacerlo ininteligible al oyente; en las primeras fases no son conscientes de que no se les entien­ de (anosognosia), porque ellos mismos tampoco entienden lo que dicen. La comprensión, lógica­ mente, está gravemente afectada en todos los niveles (palabras, frases, conversación, etc.). Es­ tas dificultades adoptan diferentes formas, se­ gún esté la lesión más o menos cerca de otros núcleos neuronales (con alexia, cuando la lesión es temporoparietal, etc.). También la repetición está seriamente alterada por sus dificultades para discriminar los componentes de la secuen­ cia. Esta repetición no mejora cuando se les dan claves fonémicas o semánticas. Este trastorno pone de manifiesto una articu­ lación relativamente intacta, e, incluso, una or­ ganización de los sonidos aceptable, según las reglas fonotácticas de la lengua empleada. En­ tonces, ¿qué es lo que falla? Parece indudable que está alterada la memoria verbal. Su déficit consistiría en la destrucción, más o menos ex­ tensa, de las representaciones neurales de las pa­ labras, entendidas no como las entradas léxicas de un diccionario, sino como conexiones de uni­ dades subsimbólicas, muchas de ellas comparti­ das por muchas palabras, que forman una red, cuya activación permite organizar la secuencia de representaciones de sonidos, que, a través del fascículo arqueado, llegará al área de Broca para su codificación fonética. CAPÍTULO 4. Fonología “1 clínico Señor de 70 años, muy culto, con formación univer­ sitaria superior (doctor), acostumbrado a hablar en público, con afasia de Wernicke. Está explicando una lámina en la que se representa la llegada de unos conquistadores en sus carabelas a una playa en la que son recibidos por indios. Su explicación es muy entonada, agradable, con gestos explicativos muy elocuentes. (E: examinador, P: paciente. La se­ paración de palabras se basa en el contorno entonativo dado por P a cada fragmento.) E: Descríbame esto. P: ¿Que contuse esto? Bueno. Es parifil. En en una pasensia como testa olafiesfia que noquian egalo, se pareseafuni fofonigí que acaban de aú, de alguna bé, que alguglan tamú. (Gestos girato­ rios con la mano hueca cerca de la sien, como cuando se hace referencia a la acción de pensar Esto explica dos fenómenos importantes. Por un lado, esta destrucción no afecta a la articu­ lación (cuyo sustrato neurológico está asentado en el área de Broca y en el área inferior de la circunvolución frontal ascendente), ni a la posi­ bilidad de establecer conexiones entre unidades subsimbólicas no fijadas, inesperadas (neologis­ mos y parafasias fonémicas). Por otro lado, así se explica bien por qué las lesiones en el área de Wernicke en niños pequeños, al contrario de lo que ocurre en los adultos, producen afasias no fluentes y dificultades de articulación. En efecto, en el niño pequeño esa red de unidades subsim­ bólicas no ha sido aún construida o lo ha sido sólo parcialmente, y tampoco ha habido tiem­ po para establecer subrutinas preprogramadas para la producción. Entonces el niño, con este daño cerebral, puede activar sólo unas pocas re­ presentaciones neurales (en el sentido dado más arriba), y la «melodía cinética» necesaria para poner en marcha esa compleja maquinaria arti­ culatoria tampoco está bien desarrollada. Una conducta típica de este trastorno es la parafasia fonémica, que es una modificación de la palabra por sustitución, adición y omisión de uno o más de sus sonidos constituyentes. En el caso clínico, parifil es probablemente una parafasia de 61 sesudamente.) Algo hay reguío fémuli compua púay. (Ha terminado; se echa hacia atrás apoyán­ dose en el respaldo y cruza las manos.) No sé si... E: ¿En qué año se pudo dar ese encuentro? P: Bueno. Repecho seprecien sip douaryababar, sopre y sopreiar, que sí que sea de alguna mane­ ra concrierejasí como abeljé. (Entrelaza fuerte­ mente los dedos de las manos, como cuando se indica unión, mezcla.) E: En 1492, ¿no? P: Exactamente, claro. No solamente estos, o/eosto que des... de una maserá una y la ot. E: Descríbame esta otra lámina (una calle de me­ nestrales, en la Edad Media). P: Bueno, a ver. Yo pienso que esto repegé... (y sigue de forma similar a la anterior). fácil. El fundamento neuropsicolingüístico, como ya se ha señalado, es la puesta en marcha de la red en la que están distribuidas las representaciones neurales de las palabras, y que está dañada, en mayor o menor medida, manteniéndose relativa­ mente intactos el mensaje que se desea transmitir, la programación sintáctica y la capacidad para secuenciar sonidos según unas reglas fonotácticas aprendidas utilizando esa red dañada, y la posibi­ lidad de enviar esa información al área de Broca para su codificación fonética a través del fascículo arqueado. Este haz de neuronas, junto con áreas de la ínsula, puede estar también dañado, con lo que la repetición se altera; no sólo porque la per­ sona con este trastorno no encuentra en el área de Wernicke la representación de las secuencias que le piden repetir, sino también porque no llega en condiciones adecuadas al área de Broca la in­ formación enviada desde aquélla. Actualmente hay consenso en que los neolo­ gismos y la jerga no son sino consecuencia de este trastorno fonológico.20 Agnosia auditiva verbal En relación con la agnosia auditiva verbal, su­ cede tras una lesión bilateral de la parte poste­ 62 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE rior de la circunvolución temporal superior. Como en la afasia de Wernicke, el habla es flui­ da y la comprensión es deficiente, si se trata de un adulto. En cambio, en un niño la expresión está ausente o limitada a unas pocas palabras que son pronunciadas con gran esfuerzo, aun­ que estos niños logran con frecuencia comuni­ carse en forma visuomanual. Como en los adul­ tos, la comprensión es deficiente. El origen neuropsicolingüístico de este tras­ torno es la incapacidad para encontrar regula­ ridades en el estímulo auditivo, y, por tanto, para identificar sonidos estables y poder cons­ truir representaciones neurales de las secuen­ cias que forman esos sonidos. En el adulto con agnosia auditiva verbal, es como si se le hubie­ ra destruido el filtro fonemático que hace posi­ ble la concepción de la secuencia de sonidos como realmente una secuencia compuesta de unidades identificables. En el niño, se ha encontrado este trastorno asociado a epilepsias generalizadas (síndrome de Landau-Kleffner), pero también se considera agnosia auditiva verbal una forma clínica del trastorno específico del lenguaje en la que los síntomas parecen remitir a un origen similar: a la incapacidad para construir representaciones neurales que superen la varianza del estímulo auditivo. Parece como si estos niños percibieran el estímulo auditivo como realmente es desde el punto de vista acústico: casi infinitamente varia­ do, con unidades confusamente solapadas. En cierto modo, se trataría de la persistencia de la etapa en la que los bebés muestran su capacidad para percibir categóricamente los sonidos, sin llegar a ser «sordos» a contrastes que no perte­ necen a su lengua; algo que los niños con desa­ rrollo típico muestran ya a los 12 meses. Así pues, estos niños no pueden interpretar lo que oyen, no pueden construir representaciones es­ tables de las secuencias de sonidos que oyen porque las perciben diferentes cada vez, y, por tanto, tampoco podrán recuperar esas represen­ taciones para codificarlas en el área de Broca y pronunciarlas. Sin embargo, muestran intención y deseos comunicativos, y tratan de hacerse en­ tender con gestos. Trastornos fonológicos en producción En personas con lesiones en el área de Broca, se produce un trastorno de habla casi totalmen­ te restringido a la dimensión fonética del habla; sin embargo, la presencia de parafasias fonémicas pone de manifiesto una dificultad del pro­ cesador para codificar las unidades fonológicas del habla. Los trastornos consecuentes a estas lesiones suelen ser transitorios. Si la lesión afecta a es­ tructuras subcorticales (materia blanca, tálamo, ganglios de la base) y a regiones cercanas al área de Broca (ínsula), las manifestaciones afásicas son crónicas. Estos déficits no están específica­ mente relacionados con el habla, sino que for­ man parte de un trastorno motor más extenso. • En la afasia de Broca se observa un habla no fluente, que puede llegar al mutismo en las primeras fases de la enfermedad o a una pro­ ducción dificultosa de sílabas; las consonantes son más difíciles que las vocales para estas personas. La fluidez depende de la frecuencia (lo que implica la existencia de subrutinas de programación motora de secuencias de habla) e imaginabilidad de los nombres (los verbos son mucho menos frecuentes). También son frecuentes las parafasias fonémicas y el agramatismo, que depende en buena medida de la complejidad lingüística. La comprensión está relativamente preservada, pero se reduce con la complejidad sintáctica o con la longitud de la oración. El hecho de que se den estas altera­ ciones gramaticales en la producción, pero también en la percepción del habla, pone de manifiesto que los circuitos neuronales de esta área son responsables de completar el conjunto de la oración sobre la base de sus partes cons­ tituyentes13. Estas personas muestran dificulta­ des de repetición y denominación, en función de la frecuencia e imaginabilidad de las pala­ bras a repetir o a recuperar de su léxico. La denominación mejora con claves fonémicas. • En algunas tipologías de las formas clínicas del trastorno específico del lenguaje se consi­ dera la existencia de la dispraxia verbal. Sus manifestaciones son:21 CAPÍTULO 4. Fonología - Diferencia en la ejecución de tareas oromotrices y verbales, según sean éstas vo­ luntarias o involuntarias. - Dificultad para mantener la estructura fo­ nológica y fonotáctica de sílabas y palabras (metátesis, omisión de fonemas, etc.). - Producción no fluente del habla: movimien­ tos vacilantes, prolongaciones, repeticiones, alteraciones prosódicas. - Incremento de errores al aumentar la lon­ gitud del enunciado: más errores en pala­ bras de más sílabas, y en frases. - Errores en vocales, sonidos distorsionados hasta no parecerse a ninguno de la lengua hablada por el niño: lentitud, inhabilidad para producir secuencias correctas. - Variabilidad de las conductas descritas, es decir, no hay persistencia en la sustitución de un sonido por otro, o en la omisión de tal o cual sonido. Se ha constatado que es­ 63 tos niños tienen un balbuceo significativa­ mente reducido en la etapa prelingüística. La explicación neuropsicolingüística tendría que ver con la dificultad de estos niños para traducir el programa lingüístico en un progra­ ma motor (de ahí las conductas vacilantes, las omisiones y sustituciones) y para elegir unos parámetros correctos de coordinación tempo­ ral y de fuerza muscular; es como si no pudie­ ran coordinar todos los parámetros a la vez: frecuencia del sonido, movimientos de los ór­ ganos articulatorios y de las cavidades de reso­ nancia. Probablemente el sustrato neurológico de este trastorno incluya disfunciones en las áreas implicadas en la recepción fonológica y en la transmisión de este tipo de información a la pars triangularis (además del área de Wer­ nicke, parte inferior del lóbulo parietal cerca­ no a ella y vías de conexión de esta región con el área de Broca: fascículo arqueado, ínsula). Resumen La velocidad del habla, la variación que experimen­ tan los sonidos en función de la secuencia de la que forman parte, la coarticulación, el deterioro que sufren muchos sonidos en la señal verbal (di­ ferencias entre la percepción de esos sonidos cuando van aislados y cuando forman parte de una secuencia), y otros factores presentes en el acto de emitir un mensaje verbal, hacen de la per­ cepción del habla una tarea de una enorme com­ plejidad. Pero esta complejidad contrasta con la certeza que todo usuario adulto del lenguaje tiene de que esas secuencias pueden ser fácilmente fragmentadas en unidades pequeñas (sonidos). Se han propuesto varias explicaciones para dar cuenta de esta habilidad para descifrar los mensa­ jes formateados en esas secuencias de sonidos. Las más importantes son la basada en la percep­ ción auditiva y la teoría motora de la percepción del habla. Ninguna de las dos, por sí sola, explica totalmente esta habilidad; pero han sido, y siguen siéndo, fecundas en investigaciones que van refi­ nando dichas aproximaciones explicativas. De he­ cho, aunque la proyección de las unidades del ha­ bla en unidades neurológicas, más específicas que las grandes áreas de recepción y producción del lenguaje, es imposible de establecer actualmente, las propias investigaciones que proceden del cam­ po de la neurología adoptan dichas perspectivas como guías y modelos a poner a prueba. Las lesiones en el área de Wernicke están asocia­ das a la alteración de las representaciones neurales de las palabras; no como unidades léxicas, sino como conexiones de unidades subsimbólicas en una red, cuya activación permite organizar la se­ cuencia de representaciones de sonidos. Estas re­ presentaciones son necesarias para la programa­ ción del habla, por lo que estas personas muestran severas alteraciones en la forma de las palabras, llegando hasta la jerga. Las lesiones en el área de Broca producen una alteración en el programa motor y en la codifica­ ción fonológica del habla. Si las lesiones afectan a estructuras subcorticales y otras anexas (ínsula, fascículo arqueado), la afasia se hace crónica. Se trata más de un trastorno de la motricidad que de un trastorno del lenguaje. Una forma clínica incluida generalmente en el trastorno específico del lenguaje, la dispraxia verbal, estaría asociada a la disfunción de estas áreas corticales, y se definiría desde un punto de vista neuropsicológico como la dificultad para traducir el programa lingüístico en un programa motor. NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Preguntas de autoevaluación • ¿Cuáles son las explicaciones más plausibles de la percepción del habla? • Teniendo en cuenta las características del ha­ bla (secuencias solapadas, ininterrumpidas, relativamente deterioradas), ¿cómo se puede explicar de una manera bien fundamentada la experiencia del adulto de que esas secuencias pueden ser fragmentadas en unidades claras, simples? • ¿Cuál es el papel de la parte posterior de la cir­ cunvolución temporal superior del hemisferio derecho en la percepción del habla? • ¿Cuáles son las diferencias neurológicas y con­ ducíales entre la afasia de Wernicke y la agno­ sia auditiva verbal? • ¿Cuál puede ser la relación entre las conductas verbales manifestadas por los niños con dispraxia verbal y la actividad cortical? REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Pardo, J.S. y Remez, R.E. (2006). The perception of speech. En M.J. Traxler y M.A. Gernsbacher (Eds.), Handbook of Psycholinguistics. New York, Academic Press. 2. 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Amsterdam, John Benjamins Pub. Co. 21. Dodd, B. (1995) (Ed.). Differential diagnosis and treatment of children with speech disorders. Londres, Whurr Pub. CAPÍTULO Morfología Alberto Domínguez y Fernando Cuetos ÍNDICE DE CONTENIDOS • • • • Introducción Procesos morfológicos Representación cerebral de la Morfología Estudio de pacientes INTRODUCCION El morfema es la unidad mínima del lenguaje con significado propio. Y la Morfología es la parte de la Lingüística que estudia la estructura interna de las palabras y la manera en que los morfemas se combinan para formar palabras. Algunas palabras del castellano están formadas por un solo morfema (por ejemplo, «ayer»), pero la mayoría son palabras morfológicamen­ te compuestas, puesto que están formadas por varios morfemas. Por ejemplo, la palabra «in­ sensato» está formada por los morfemas «in» y «sensato»; o «perrazo», por «perr» y «azo». «Sensato» y «perr» constituyen la raíz de la pala­ bra, y los morfemas «in» y «azo» son afijos que modifican esa raíz. En el primer caso, «in» se trata de un prefijo, puesto que va antes de la raíz; y en el segundo «azo», de un sufijo, puesto que va después. Los afijos pueden ser de dos tipos: los que añaden información gramatical al nombre (por ejemplo, el sufijo «o» en «gato» indica gé­ nero masculino; «a» en «gata», femenino; «s» en «gatos», plural; etc.) y los que derivan una nueva palabra a partir de la raíz («pan-era», «salt-aba», etc.). El primer tipo de morfología recibe el nombre de flexiva, y tiene una fun­ ción gramatical; y el segundo tipo de morfo­ logía se llama derivativa, y tiene la función de construir nuevas palabras (recuadro 5.1). Recuadro 5.1. Diferencias entre morfemas flexivos y morfemas derivativos “I Los morfemas flexivos: Los morfemas derivativos: • Son siempre sufijos. • Establecen el género y el número de los sus­ tantivos y adjetivos y el modo, tiempo, número y persona de los verbos. • Pueden ser prefijos, infijos y sufijos. • Matizan o modifican el significado de la pala­ bra a la que se añaden. • Ofrecen al lector pistas sobre la concordancia de las palabras en las oraciones. • No modifican el significado de la palabra a la que se añaden. • Contienen muchas formas que son irregulares ortográficamente (se modifica la forma del su­ fijo en determinados verbos). • Su procesamiento se realiza en el área frontal inferior izquierda, asociada al procesamiento sintáctico. L • Permiten distinto grado de opacidad semántica con el significado de la raíz, desde una proximi­ dad muy alta (como en niño-niñito) hasta una irregularidad semántica fuerte (como en perio­ do-periodista). • Permiten hacer crecer el léxico de la lengua, ge­ nerando nuevas palabras (ej.: super-alucinante). • Son muy variados en cuanto a formas: en el Dic­ cionario etimológico de los sufijos españoles (Pharies, 2002), se recogen 487 sufijos diferentes. • Su localización es temporal posterior o, al me­ nos, más distribuida que la de los morfemas flexivos. 66 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE El procesamiento morfológico de una pa­ labra implica, por lo tanto, conocer el papel de los diferentes afijos, prefijos y sufijos, así como las reglas que regulan las combinacio­ nes de éstos con las raíces. Conociendo el significado de los afijos derivativos se pue­ den entender palabras que incluso no se han escuchado antes. Así, por ejemplo, podemos entender que «mastuerzón» se referirá a un mastuerzo grande, o que «okapito» será un okapi pequeño, aunque no sepamos lo que es un okapi. Igualmente, conociendo los su­ fijos flexivos se podrá comprender la rela­ ción de cada palabra con las otras palabras de la oración o de oraciones adyacentes, es decir, se puede establecer la concordancia sintáctica a través del género y número, en el caso de los sustantivos y adjetivos, y del modo, tiempo o persona, en el caso de los verbos. Para poder entender o producir una frase correctamente, tenemos que saber qué pala­ bras concuerdan con qué otras, y esto es fácil si nos fijamos en los sufijos de cada palabra. En el caso del género, sabemos que una pa­ labra que acaba en «a» se pondrá en relación con otra palabra que acabe también en «a». Por ejemplo, en la oración «El perro negro la­ draba a la gata blanca», sabemos que «negro» se refiere al «perro» y «blanca» a la «gata» (aunque hay notables excepciones; por ejem­ plo, en la oración «Tenía la mano blanca», «blanca» se refiere a la «mano», aunque una termine en «a» y otra en «o»). Y lo mismo en el caso del número, pues en la oración «Los cazadores que perseguían al ciervo estaban cansados», sabemos que «cansados» se refiere a los cazadores, y no al ciervo. En este capítulo analizaremos cómo lleva­ mos a cabo el procesamiento morfológico de las palabras, qué tipo de estrategias cognitivas realizamos para procesar los afijos y raíces de las palabras y qué áreas cerebrales son las res­ ponsables de esas estrategias. También vere­ mos las consecuencias que tienen las lesiones de esas áreas en el procesamiento morfológico de los pacientes afásicos. PROCESOS MORFOLÓGICOS La estructura morfológica es muy valiosa, porque desde el nivel de palabra proporciona información clave para conocer el significa­ do de elementos léxicos complejos, y también para construir niveles superiores de procesa­ miento sintáctico. Una pregunta que surge in­ mediatamente es si esta información se obtiene antes de haber reconocido la palabra, identifi­ cando sus morfemas componentes (raíz, sufijos y prefijos) o si, por el contrario, esa informa­ ción se obtiene después de haberla reconocido. La pregunta esencial es si el análisis morfoló­ gico es una condición para el acceso léxico o posterior a este. Existen razones a favor y en contra del pro­ cesamiento preléxico de los morfemas. A favor está el hecho de que, si en el léxico se almace­ nan sólo los morfemas, y no todas las palabras completas, el espacio necesario para archivar­ las es mucho menor. Almacenar la raíz hij- por un lado y tener un diccionario mental de sufi­ jos, supone que no tengamos que guardar to­ das las formas flexivas y derivativas de las pa­ labras «hijo, hija, hijos, hijas, hijitos, hijastro, etc.». Sin embargo, en contra está el hecho de que, para reconocer morfemas, hay que identi­ ficarlos dentro de la palabra, y no hay ninguna marca visual en la misma que nos diga dónde empieza y acaba la raíz, y dónde los afijos que lleva incorporados. Por eso, para reconocerlos es necesario implementar reglas que permitan llevar a cabo una segmentación eficaz de la pa­ labra. Pero la aplicación de reglas morfológicas exige dos condiciones indispensables: • Transparencia ortográfica. • Transparencia semántica. La transparencia ortográfica supone que, cuando se añada un afijo a una raíz, no se pro­ duzcan en ésta cambios ortográficos o fono­ lógicos. Por ejemplo, el verbo comer es orto­ gráficamente transparente. De la raíz com-, en el infinitivo comer se puede formar un pasado imperfecto, comía, sin perder ningún atributo ortográfico o fonológico de esa raíz, com-. Sin CAPÍTULOS. Morfología embargo, cuando se quiere obtener el mismo tiempo pasado a partir de la raíz ser, se obtiene la forma verbal era, la cual ha perdido todas las características fonológicas y ortográficas de la raíz. En este caso, no se puede proceder aplicando reglas de adjunción para obtener la forma en pasado, porque si se añade -ía a la raíz no se consigue el pasado, sino el condicio­ nal sería. La transparencia semántica es la segunda condición para que se puedan aplicar reglas de composición morfológica. Supone acep­ tar que cuando se añade un afijo a una raíz se mantengan sin modificación los rasgos se­ mánticos que incluye tal raíz cuando aparece libre. Se entiende, por supuesto, que el afijo le añade otros rasgos semánticos, pero esto no debe suponer una modificación del signi­ ficado primero. A partir de la raíz espos-, se puede formar el género femenino adjuntan­ do -a, o el masculino adjuntando -o. La raíz, cuando está libre, significa persona adulta ca­ sada-, con el sufijo -o significa persona adulta casada y hombre-, y con el sufijo -a significa persona adulta, casada y mujer. El significa­ do permanece invariable, y el sufijo añade un rasgo semántico a la raíz. Sin embargo, si se procede adjuntando estos sufijos de género a la raíz minut-, se obtendrá minuta por un lado (es decir, factura detallada por la adqui­ sición de un objeto o servicio) y por otro mi­ nuto (que no es precisamente el masculino de una factura). Si se viola alguna de estas dos condiciones de transparencia se impide la aplicación de reglas de producción o segmentación mor­ fológica. Estaríamos ante palabras llamadas morfológicamente irregulares. El acceso a su representación léxica y semántica no puede realizarse tomando como punto de partida la raíz e implementando una regla de adjun­ ción morfológica. Por eso es obligatorio que estas palabras tengan una representación explícita en el léxico, y que su acceso sea conseguido de modo directo por asociación entre el input y el trazo de memoria corres­ pondiente. Minuto y minuta, así como ser y 67 era, tendrían que tener una representación en el léxico. No valdría almacenar sólo la raíz. Las pruebas experimentales revelan que, cuando se dan las condiciones necesarias, el lector tiende a segmentar las palabras y a componer el significado de las mismas a partir de sus morfemas. Incluso cuando la palabra es monomorfémica, pero tiene una terminación o un comienzo que parece un sufijo (pseudoafijada), el lector realiza una segmentación de la palabra previa a su reconocimiento, lo que le lleva a una mala identificación de su significado y a un mayor tiempo de recono­ cimiento. En francés, el sufijo -ette significa pequeño; así, filie es niña, y fillette es niñita. Sin embargo, baguette, que es una barra pequeña de pan, no puede derivarse a partir de la raíz bague, que significa anillo.' Pues bien: el tiempo de reconocimiento de baguet­ te es significativamente más largo que el de fillette, porque se realiza una descomposición preléxica de la palabra. En español sucede lo mismo con palabras pseudoprefijadas como regalo, cuya primera sílaba podría ser un pre­ fijo, -re, con respecto a palabras realmente prefijadas, como reponer, donde -re es real­ mente un prefijo.2 (recuadro 5.2). Modelos En función de lo que venimos diciendo hasta ahora, los modelos de representación morfoló­ gica que se han planteado mantienen todas las alternativas posibles respecto de las unidades que se almacenan en el léxico: • Listado exhaustivo: todas las palabras, en su forma completa, tienen una entrada in­ dependiente,6 y no se especifica en absolu­ to ninguna característica morfológica de la misma. Los modelos conexionistas puros pueden ser clasificados en este apartado, porque sólo tienen en cuenta la composi­ ción ortográfica-fonológica de la palabra, las letras y los fonemas, y en ningún caso consideran la estructura morfológica de la misma. En todo caso, interpretan los resul- 68 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE n Recuadro 5.2. ¿De verdad hay algo más que forma y significado en una palabra? Un tema de discusión sobre procesamiento mor­ fológico es si realmente es necesario procesar los componentes morfológicos de las palabras o, por el contrario, esos componentes no son más que las características ortográfico-fonológicas y semán­ ticas de las palabras. Dos palabras de la misma familia morfológica, que compartan la raíz, como por ejemplo casa y casucha, comparten además la ortografía (fonología) y también el significado. La pregunta que, por lo tanto, surge, es si no será suficiente para el sistema de procesamiento léxico considerar las características ortográficas (fonoló­ gicas) y semánticas para explicar cualquier efecto experimental que surja de la relación entre estas palabras. Si fuera así, podríamos prescindir de las operaciones morfológicas, puesto que éstas serían sólo la suma de los cómputos de las relaciones ortográfico-fonológicas más las semánticas. Con objeto de responder a esta cuestión, hemos llevado a cabo una serie de experimentos de priming, utilizando primero como variable depen­ diente los tiempos de reacción3 y, posteriormen­ te, los potenciales relacionados con eventos (ERP),4 también llamados potenciales evocados. La técnica consistía en presentar primero una palabra durante un tiempo variable (prime), y después una segunda palabra (target), hasta que el participante realizase sobre ella una de­ cisión léxica, es decir, decidir si el target era una palabra real o inventada (seudopalabra). Esta técnica permite variar las relaciones que existen entre las dos palabras y observar el efecto que producen sobre los tiempos de reacción. En el gráfico siguiente se pueden ver los efectos de los tres tipos de relaciones: morfológicas (ej.: hijo-HIJA), ortográficas (ej.: foco-FOCA) y semánti­ cas (ej.: cirio-VELA), con presentaciones muy cor­ tas del prime, desde 32 ms, hasta presentaciones más largas y visibles de 250 ms. Estos efectos se obtienen comparando los tiempos de reacción de estos pares de estímulos relacionados con otras parejas de estímulos sin ninguna relación (ej.: pavo-META). Lo que observamos es que el curso del procesamiento es muy diferente para cada una de las tres. Las palabras que previamente han tenido un prime relacionado morfológicamen­ te se reconocen más rápido, desde que se inicia el procesamiento (32 ms) hasta un cuarto de se­ gundo después (250 ms). Sin embargo, los pares ortográficos empiezan proporcionando facilitación y terminan por producir un efecto de interferencia en las presentaciones más largas, sin duda debi­ do a que «foco» es un competidor léxico de «FOCA». Finalmente, las relaciones semánticas no produ­ cen ningún efecto en las presentaciones cortas del prime, y acaban produciendo una facilitación significativa a los 250 ms. Estos efectos tan dispa­ res muestran claramente un tratamiento cognitivo genuino y particular de las relaciones morfológi­ cas, que no son reducibles a relaciones meramen­ te ortográficas ni semánticas. Estos mismos estímulos fueron utilizados en otro experimento en el que se registraban los ERP de los participantes.4 De nuevo, emergieron diferen­ cias muy notables en un componente denominado N400, que es muy sensible a las posibilidades de integración de los pares de palabras. En el gráfi­ co puede verse cómo hijo-HIJA produce un pico positivo, diferenciado respecto de la condición sin relación pavo-META desde P200. Los pares focoFOCA producen este mismo efecto, para separar­ se rápidamente y producir una N400 retardada. Este efecto es muy interesante, porque los partici­ pantes toman, en un primer momento, foco-FOCA como pares relacionados morfológicamente; por eso ambos difieren de pavo-META alrededor de los <4-]PV 10Ó lo •5 pV ---------- hijo-HIJA ---------- foco-FOCA ----------- pavo-META 400 1000ms CAPÍTULO 5. Morfología 200-300 ms (P200), y sólo después empiezan a diferenciarse entre sí. Nosotros hemos interpreta­ do P200 como un componente que refleja el análi­ sis morfológico de la raíz de la palabra. Profundizando aún más en el procesamiento de las distintas relaciones morfológicas entre las palabras, Álvarez et al5 hicieron un experimento de ERP en el que trataban de localizar las dife­ rencias entre pares de palabras, como hijo-HIJA, que mantienen una relación morfológica flexiva, puesto que sólo se diferencian en el género, y pares como reino-REINA, que teniendo también género distinto, como las anteriores, mantienen sin embargo una relación derivativa, ya que el significado de ambas difiere en mucho más que el género. Los resultados, cuando se realiza una localización de fuentes basada en el método VARETA (una variante del algoritmo LORETA), muestran que el procesamiento de las relacio­ nes flexivas se realiza en áreas relacionadas con el reconocimiento visual, como el cuneo y la tados a favor del procesamiento morfológico de las palabras como una propiedad emergen­ te de las propiedades del sistema: puesto que la probabilidad de coocurrencia de las letras dentro de una raíz o un afijo es más alta que la que existe en los límites de estos, es lógico que el sistema sea sensible a estas propiedades de familiaridad de las cadenas de letras y fo­ nemas. Si a ello añadimos que esas secuencias activan casi siempre el mismo significado, no es de extrañar que la estructura morfológica, sin ser computada, produzca efectos «apa­ rentemente» debidos a ella. En todo caso, las propiedades morfológicas son reducibles a la suma de la activación ortográfica-fonológica más la activación del significado. Esta afirma­ ción no sorprende si pensamos que las pala­ bras relacionadas morfológicamente, como casa y casita, comparten parte de sus propie­ dades formales y de su significado. En este tipo de modelos, el cómputo morfológico de la palabra para establecer la concordancia con otras palabras de la oración será un efecto posléxico, que se producirá después del reco­ nocimiento de la palabra, y nunca antes. En 69 circunvolución lingual, mientras las derivativas activan áreas mediales del frontal izquierdo y el córtex cingulado. hijo-HIJA la figura 5.1 puede verse el orden de procesos que seguiría un modelo de este tipo. • Segmentación obligatoria: todas las palabras se segmentan en sus morfemas componentes. Se accede a cada uno de ellos en un nivel de representación morfológico y, después, a la palabra completa en el léxico.7 Es una concep­ ción preléxica y obligatoria del procesamiento. Como dijimos antes, existen algunas pruebas ESTÍMULO NIVEL LÉXICO INSANO INSANO NIVEL : SEMÁNTICO ¡ 1 SIGNIFICADO . IDENTIFICACIÓN í____ i CONCORDANCIA DEL SUFIJO J ; GRAMATICAL Figura 5.1. Esquema de procesos que tienen lugar en un modelo en el que se accede directamente a la representa­ ción de la palabra, sin considerar su estructura morfológi­ ca. La identificación del sufijo sería posléxica, y permitiría realizar la concordancia con otras palabras de la oración. 70 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE que sustentan este tipo de modelo; por ejem­ plo, aquellos experimentos iniciales en los que seudopalabras compuestas por mor­ femas reales empleaban más tiempo que seudopalabras sin estructura morfológica. Así, «seudopalabras» pseudosufijadas como dormaba producirán tiempos de reacción más largos que seudopalabras como tacrel. La raíz dorm- y el sufijo -aba existen en es­ pañol y, por lo tanto, si en el léxico están almacenadas estas estructuras morfológicas, la tendencia de respuesta del participante irá en la dirección de contestar que ésta es una palabra, cuando lo que tiene que contestar es que es una seudopalabra. De la misma manera, palabras pseudoprefijadas, como re­ galo, emplean más tiempo de reconocimien­ to que palabras que empiezan por sílabas que no pueden ser prefijos, como en tálamo. Los mismos resultados han sido obtenidos con palabras pseudosufijadas, como veíamos antes al comparar en francés baguette con fi­ líete. En la figura 5.2 puede verse el orden de procesos que seguiría un modelo de seg­ mentación obligatoria. Sin embargo, no tie­ ne sentido emplear obligatoriamente una es­ trategia de segmentación cuando nos vamos a tener que enfrentar a palabras ortográfica o semánticamente irregulares, como anduve. * Modelo mixto o dual: el acceso al léxico es una combinación de las dos posibilidades an­ teriores.8 Incluiría una ruta de segmentación, en la que se identifican la raíz y los afijos, para ESTÍMULO • NIVEL MORFOLÓGICO NIVEL SEMÁNTICO COMPOSICION : DEL : SIGNIFICADO INSANO : CONCORDANCIA GRAMATICAL Figura 5.2. Esquema de procesos que tienen lugar en un modelo en el que el procesamiento morfológico es una condición para el acceso al significado. La identifi­ cación del sufijo es preléxica, y a partir de ella se puede realizar la concordancia. después combinar los significados de ambos. Esta ruta estaría especialmente indicada para palabras morfológicamente compuestas re­ gulares, infrecuentes y nuevas. También in­ cluye una ruta directa por la que se accede a la representación completa de la palabra. Está indicada para palabras monomorfémicas, irregulares y palabras frecuentes o fa­ miliares. Por lo que dijimos antes, debido a la exis­ tencia de palabras que son morfológicamente regulares y palabras que son morfológicamente irregulares, el modelo que más probabilidad de éxito debe tener es el mixto. Un ejemplo de este tipo es el modelo de doble ruta elaborado por Caramazza8 y sus colegas, que recibió el nombre de augmented addressed morphology model (AAM), y que asume que el estímulo ac­ tiva tanto la palabra completa como las unida­ des morfológicas, los morfemas. La activación de la palabra completa a través de la vía direc­ ta es más rápida que la que se produce a través de los morfemas, sobre todo para palabras fa­ miliares. Si los morfemas que componen la pa­ labra son más frecuentes que la palabra com­ pleta, el acceso al léxico se producirá a través de la vía morfológica. El modelo asume que el nivel morfológico almacena los morfemas base de las palabras, y que cuando uno de ellos se activa, también lo hacen todas las palabras que usan ese morfema, es decir, que pertenecen a la misma familia morfológica. Así, en la vía morfológica, si leemos la palabra cajetilla se activará caj- en el nivel morfológico, y en el léxico se activarán cajita, cajón, caja, cajero y, por supuesto, cajetilla. Un hallazgo importante sobre el que se sustenta esta restricción es que se ha visto que el tiempo de reconocimiento de una palabra no depende sólo de la frecuencia léxica de la misma, sino también de la frecuen­ cia acumulada por todas las formas léxicas de­ rivadas de la misma raíz. Se entiende que las dos vías se ponen en marcha en paralelo, y una de ellas gana a la otra en el acceso léxico. Una representación gráfica de un modelo de este tipo podría ser la de la figura 5.3. CAPÍTULO 5. Morfología Figura 5.3. Ejemplo de modelo interactivo con tres ni­ veles: morfema, palabra y concepto. Las flechas seña­ lan dos vías para la activación del significado: una ruta léxica, que activa directamente la representación de la palabra (línea punteada), y otra, indirecta, que activa morfemas antes de llegar al nivel de palabra. REPRESENTACIÓN CEREBRAL DE LA MORFOLOGÍA Estudios electrofisiológicos y de neuroimagen Muchas investigaciones sobre el procesamien­ to morfológico de las palabras han utilizado los potenciales evocados como variable dependien­ te. La ventaja principal de utilizar los ERP es que permiten ver, milisegundo a milisegundo, la evolución del potencial eléctrico que se produce en las descargas neuronales ante una categoría determinada de palabras en relación a otras. El registro es continuo, y esto le da una resolución temporal inigualable. Uno de los componentes que mejor reflejan el acceso léxico y la integración semántica de la palabra en su contexto es N400, una negatividad que comienza a los 250-300 ms, tiene su pico a los 400 y suele terminar alrededor de los 600 ms. Tiene una localización central pos­ terior, bilateralizada o ligeramente orientada a la derecha. Se produce cuando el significado de una palabra determinada no encaja fácilmente con el contexto. Otro componente bien cono­ cido es la llamada LAN (left anterior negativity). Es también un pico negativo, habitualmente más temprano que N400 y con localización an­ terior izquierda. Se produce como consecuencia 71 de transgresiones sintácticas o discordancias de género o número en las frases. Estos dos componentes, NYOO fueron inves­ tigados en varios idiomas europeos con diseños muy parecidos.9 Se tomaba una raíz determi­ nada, que usa un sufijo regular y frecuente en el idioma, y se le añadía un sufijo de número irregular (poco frecuente, aunque existente). Por ejemplo, en español, una raíz regular podría ser cualquiera de las de los verbos de la primera conjugación, como cant- en cantar. Si el pasa­ do es cant-aba, puede presentarse en su lugar cant-ía, que es el sufijo irregular de la segun­ da o la tercera conjugación. Y al contrario, se puede tomar una raíz de la tercera conjugación permit- de permitir y añadirle un sufijo regular de la primera, permitaba. Así, tenemos irregularizaciones, como en cantía, y regularizaciones, como en permitaba. Mientras que las regulari­ zaciones producen un pico máximo en F7, es decir, área anterior izquierda, y no son signifi­ cativas en CZ, en el centro de la cabeza, las irregularizaciones producen una N400 clásica, con las mayores diferencias en Cz, y no significativa en los electrodos frontales. Estos resultados, bien confirmados a partir de diversos trabajos, parecen señalar que el lector busca un sufijo frecuente y regular, como -aba, para segmentar la palabra y separarlo de la raíz. Como consecuencia se produce LAN, que es un componente sintáctico. Sin embargo, en las irregularizaciones, el lector no detecta un sufijo irregular y poco frecuente, como -ía; por eso se produce el componente semántico N400, ya que el estímulo no tiene sentido para él. Además, su­ pone apoyar una localización anterior izquierda, asociada a ese componente LAN y probablemen­ te al área de Broca, al que se le han atribuido este tipo de funciones de modo tradicional. En una investigación realizada en español,10 se utilizaban regularizaciones del tipo permitaba. En concreto, se presentaban oraciones como: • Ayer, en la montaña, el escalador resistía fren­ te a la tormenta. • Mañana, en la montaña, el escalador resisti­ rá frente a la tormenta. 72 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE • Ayer, en la montaña, el escalador resistaba frente a la tormenta. • Mañana, en la montaña, el escalador resistará frente a la tormenta. En la figura 5.4 se puede ver que tanto en los verbos (resistía frente a resistirá) como en los no verbos (resistaba frente a resistará) exis­ te una importante diferencia entre la oración concordante y la discordante, independiente­ mente de que esa concordancia se haga con un verbo que no existe. Este resultado, junto con los examinados con anterioridad, señala que el lector detecta un sufijo e, inmediatamente, antes de reconocer la palabra, intenta hacerlo concordar con el marco temporal establecido previamente por el adverbio, es decir, un tra­ tamiento preléxico de la morfología de la pala­ bra en el contexto de frase. Estas evidencias concuerdan con otras obteni­ das a partir de resonancia magnética funcional, en las que se comparaba la activación producida por palabras monomorfémicas y palabras polimorfémicas que incorporaban sufijos. Los resul­ tados señalan que la activación es mayor para las palabras morfológicamente complejas en la zona inferior izquierda del lóbulo frontal y, de­ pendiendo del tipo de relación morfológica, so­ bre todo en derivaciones, en la circunvolución superior del lóbulo temporal izquierdo. Ambas áreas coinciden con las clásicas del lenguaje: área de Broca y área de Wernicke. Así sucede en un trabajo de tomografía por emisión de positrones11 en el que se pedía a los participantes que produjeran el pasado sim­ ple de verbos regulares e irregulares en inglés. Los resultados demostraron que las dos catego­ rías de estímulos producían una activación del área de Broca. Esta área 46 sólo se activa con los verbos regulares, y su función podría ser la aplicación de reglas. Por el contrario, los ver­ bos irregulares activan sólo el área temporal 21, especializada en procesar un trazo de memoria correspondiente a una entrada léxica particular. Otros muchos estudios tratan de especificar la relación entre la descomposición morfológi­ ca de la palabra y las vías ventral y dorsal que comunican estas dos áreas, pero no hay una evidencia segura de momento en este aspecto. Parece que las áreas temporales se activan so­ bre todo con palabras derivadas, mientras que las flexiones de las palabras producen una acti­ vación más selectiva del área de Broca. ESTUDIO DE PACIENTES Afasia de Broca Figura 5.4. Los estímulos disconcordantes presentan una mayor negatividad frontal alrededor de los 400 ms. Este componente podría identificarse como LAN (teft an­ terior negativity), un componente que ha sido relaciona­ do con violaciones de tipo sintáctico. Este componente afecta por igual a los verbos y a los «no-verbos», lo cual indica que la concordancia puede ser realizada preléxica­ mente, antes del reconocimiento de la palabra. Las pruebas que vienen del estudio de pa­ cientes son coincidentes con las anteriores. Los afásicos de Broca sufren un daño cerebral que afecta a las áreas 44 y 45, según el mapa de Brodman. Sus problemas lingüísticos afec­ tan sobre todo a la producción del lenguaje; a la expresión verbal, en concreto. Emiten frases con una estructura sintáctica simplificada, en la que faltan los nexos gramaticales, y suelen hacer CAPÍTULO 5. Morfología una conjugación errónea de los verbos que utili­ zan. No es extraño que se les haya puesto como ejemplo de pacientes en los que la construcción morfológica de las palabras se halla seriamente afectada. Son muy interesantes los estudios en los que se somete a estos pacientes a tareas de continuación de frases en las que, dado un verbo, tienen que ejecutar un cambio de tiempo verbal (por tanto, una sustitución del sufijo del verbo).12 El evalua­ dor les propone la frase «Todos los días firmo un documento. Ayer, como todos los días...», y el paciente debe continuar diciendo: «firmé un do­ cumento». Los resultados muestran que cometen errores de todo tipo sobre la forma verbal, susti­ tuyen los sufijos de persona o de número, utilizan sufijos temporales que no corresponden, etc. La tarea se resolvería de manera eficaz si pudieran di­ ferenciar la raíz que se les da en el verbo de la pri­ mera frase, «firm-o», y después sólo tendrían que añadir el sufijo de pasado, «firm+é». La incapaci­ dad de estos pacientes para generar reglas de com­ posición morfológica a partir de una raíz hace que cometan esos errores. Además, estos errores no están relacionados con la regularidad del verbo, es decir, recaen con la misma probabilidad sobre verbos regulares, como en el ejemplo anterior, que sobre formas irregulares en las que la aplicación no sería eficaz, como en «ando-anduve». Parece que no pudieran distinguir las formas regulares, sobre las que se pueden aplicar reglas, de las for­ mas irregulares, sobre las que no se deben aplicar, y cuyas representaciones deben ser buscadas en la memoria léxica. Anomia Un patrón bastante distinto es el que pre­ sentan los afásicos anómicos. Su problema se encuentra en la dificultad para localizar en su memoria las palabras de contenido que tienen que usar en el habla diaria: nombres, verbos, adjetivos, nombres propios, etc. Sin embargo, su capacidad para aplicar reglas morfológicas se halla intacta. Es decir, es un patrón de síntomas inverso al que presentan los afásicos de Broca. Estos pacientes no tienen problemas en la tarea 73 de continuación si las formas verbales son re­ gulares; pero si son irregulares, aumenta mucho el número de errores, puesto que, como hemos dicho, las formas irregulares, por definición, no pueden componerse usando reglas, sino que hay que ir a buscarlas a la memoria léxica. El problema es que el acceso a la memoria léxica de los afásicos anómicos está muy deteriorado. Más llamativo resulta aún el análisis cualita­ tivo de los errores verbales que cometen: en su gran mayoría consisten en sobrerregularizaciones, es decir, toman la raíz del verbo «and-» y le añaden el sufijo de pasado «and+é» y así caen en un error morfológico típico (ver ejem­ plos de los errores producidos por cada tipo de paciente en la tabla 5.1). Tabla 5.1. Errores producidos por los pacientes agra­ máticos y los anómicos sobre las formas irregulares. Mientras los agramáticos producen muchos cambios de tiempo verbal, los anómicos producen básicamente errores de regularización Verbo Oigo Pongo Ando Siembro Friego Siego Tuesto Se Pierdo Elijo Muerdo Juego Riego Sierro Huelo Pienso Hiervo Ruego Tiemblo Vuelvo Traigo Vuelco Vierto Errores Agramáticos Anómicos estuve pondré andé puse fregaré segaré sortar andé simbré, sambré freí poní silé, salí cogí elegiré, elijo mordiré jugaré regaré serraré ficharé, huelo pensaré, ganar herviré rogaría tembloró, semblé volveré, vuelvo traeré volcaré, volví vertiré, verto elijé chupé no gané hiervé ruegué vuelqué vierté 74 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Disociaciones dobles En cuanto a los estudios de caso único, ve­ remos a continuación algunos ejemplos de pacientes descritos en la literatura especiali­ zada que se atienen a esta disociación entre una vía directa de acceso al léxico y otra de descomposición morfológica. SJD era un pa­ ciente estudiado por Badecker y Caramazza13 que tenía problemas de habla espontánea, lectura y repetición. Cometía un alto núme­ ro de errores morfológicos en lectura, sobre todo de producción de formas verbales regu­ lares (ivalked), mientras que incurría en mu­ chos menos con formas irregulares (bought), las cuales hemos dicho que no pueden ser de­ rivadas por reglas, sino extraídas directamen­ te de la memoria léxica. Otro paciente, FS, descrito por Miceli y Caramazza,14 presentaba agramatismo en el habla espontánea, cometía errores sobre pa­ labras flexionadas y no sobre palabras deriva­ das. Estas últimas pueden llegar a tener una gran opacidad semántica (por ejemplo, cómo cambia el significado del verbo «decir» cuan­ do se le antepone el prefijo «pre»), y por eso deben estar léxicamente representadas. Sin embargo, su ruta léxica estaba perfectamente preservada, por eso no cometía apenas erro­ res con palabras irregulares. Tanto SJD como FS son ejemplos de un mal funcionamiento de la ruta de producción morfológica. SJD comete errores en verbos regulares; como sus formas compuestas no están en el léxico, no puede leerlos. En el lado opuesto tenemos a dos pacientes, ES y TS, presentados por Marslen-Wilson and Tyler,15 que sufrían demencias semánticas que afectaban especialmente a las formas morfológicamente irregulares. En ese mismo trabajo presentaban un es­ tudio cronométrico que usaba la técnica de priming morfológico. Utilizaron tres tipos de palabras: morfológicamente regulares (calledl cali), morfológicamente irregulares (gave/give) y semánticamente relacionadas (whitelblack). Se utilizó un grupo de control formado por sujetos con habilidad lingüística normal. Los pacientes JG y DE eran agramáticos, con habla muy vacilante y ausencia de afijos flexivos. Te­ nían problemas sobre todo con palabras mor­ fológicamente complejas, pero regulares. Por el contrario, el paciente TS era también agra­ mático, pero tenía especiales problemas con las palabras irregulares. Los resultados mos­ traron que la facilitación que se obtiene en los sujetos normales cuando se les presentan pares de palabras relacionadas morfológicamente, en la condición de palabras regulares, se convierte en inhibición en los pacientes JG y DE y, por el contrario, produce una mayor facilitación en TS. En este último aparece, además, inhibición en la condición de relación semántica. Se esta­ blece así una disociación doble con pacientes afásicos, utilizando una prueba cronométrica y una técnica de priming. Muy similar es el estudio presentado por los mismos autores en el que se registran los ERP para pares de palabras de las tres categorías mencionadas en el trabajo anterior. La negatividad frontal obtenida para pares de palabras regulares se hace posterior en los pares irregu­ lares, y es más distribuida y menos intensa en los pares semánticos. La conclusión es que si hay pacientes que con­ servan un procedimiento mientras han perdido el otro y viceversa, podemos concluir, de nue­ vo, que existen procedimientos independientes de acceso a la representación de las palabras, una ruta léxica directa y una ruta no léxica de descomposición morfológica. La importancia de los datos con pacientes es que apoya un so­ porte físico diferente (áreas o circuitería) para cada ruta morfológica. Los estudios neuropsicológicos nos han demostrado que las estruc­ turas neurológicas subyacentes a un tipo y otro de estímulos no son las mismas. Que cuando se lesiona una vía, la otra sigue operativa. Que la localización cerebral de la aplicación de reglas morfológicas puede ser frontal, mientras la acti­ vación léxica directa puede ser temporal. La estructura morfológica de las palabras deter­ mina los procesos mentales que tienen lugar du­ rante su reconocimiento. El hecho de que existan familias muy amplias de palabras que comparten la raíz y hacen variar los morfemas que se les añaden, refuerza la ¡dea de un sistema de reco­ nocimiento basado en la utilización de reglas de segmentación y composición. Pero, de la misma manera, las irregularidades morfológicas también son muy abundantes, y esto exige un mecanismo que no funcione por reglas, sino que permita al­ macenar las excepciones como representaciones independientes. Las pruebas experimentales basadas en el reco­ nocimiento de seudopalabras compuestas por morfemas existentes, así como de palabras pseudosufijadas o la existencia de pacientes como los afásicos de Broca, permiten apoyar la existencia de este mecanismo que opera bajo reglas. El he­ cho de que reconozcamos palabras irregulares y los errores de regularización en niños y afásicos anómicos, apoya un procedimiento de reconoci­ miento directo sin tener que hacer la descompo­ sición morfológica de la palabra. Las flexiones, más relacionadas con los aspectos gramatica­ les de las frases, al señalar las concordancias dentro de la oración, parecen más sujetas a un tipo de procesamiento por reglas; mientras que muchas de las derivaciones, debido a la mayor variación semántica que permiten en relación a la palabra base de la que parten, podrían ser ac­ cedidas de manera directa. Los estudios electrofisiológicos y de neuroima­ gen nos han permitido también acercarnos a la localización cerebral de ambos tipos de proce­ dimientos. Mientras el procesamiento a través de reglas morfológicas utilizaría con mayor pro­ babilidad el área de Broca, el acceso directo al significado de las palabras se llevaría a cabo en áreas posteriores del cerebro, sobre todo en el área temporal izquierda, o con una distribución aún más amplia. Preguntas de autoevaluación • Encontrar un ejemplo de irregularidad morfológi­ ca ortográfica y otro de irregularidad morfológica semántica. • ¿En el modelo de listado exhaustivo, el pro­ cesamiento del género será preléxico o pos­ léxico? tienen una frecuencia de los morfemas menor que la frecuencia total de la palabra, ¿por qué vía se procesarán? • ¿La anomia es un déficit léxico o sintáctico? • Si un paciente comete errores de regularización de palabras, ¿qué vía tendrá dañada? • En el modelo mixto o dual, las palabras que REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Longtin, C.M., Seguí, J. y Hallé, P. (2003). Morphological priming without morphological relationship. Language and Cognitive Processes, 18, 313-334. 2. Domínguez, A., Alija, M., Rodríguez-Ferreiro, J. y Cuetos, F. (2010). The contribution of prefixes to morphological processing of Spanish words. European Journal of Cognitive Psychology, 22 (4), 569-595. 3. Domínguez, A., Seguí, J. y Cuetos, F. (2002). 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No dicen lo mismo las oraciones «Juan besa a María» que «María besa a Juan», aunque en ambos casos las palabras que las componen sean exactamen­ te las mismas. De una a otra oración cambian radicalmente el agente y el receptor de la ac­ ción. La sintaxis tiene la culpa. La palabra sintaxis viene del latín syntaxis, que a su vez se deriva del griego gúvtock, de Guvtáaastv, verbo que significa coordinar. Y es que, según la definición del Diccionario de la RAE, en su 23a edición, la sintaxis sería aquella parte de la gramática que enseña a coordinar y unir las palabras para formar las oraciones y expresar conceptos. Se destaca por tanto el im­ portante papel que la Sintaxis tiene a la hora de coordinar elementos, si bien hay que decir, con el fin de completar la definición de la RAE, que no siempre son palabras lo que se coordi­ na, sino que una parte importante del trabajo de la sintaxis se aplica también a unidades o emisiones menores, unidades morfológicas. En este último caso hablamos de morfosintaxis, aunque es objeto de discusión para algunos au­ tores si la sintaxis y la morfosintaxis son una y la misma cosa, o si no serían dos procesos re­ lativamente independientes. 1 También creemos conveniente mencionar que, mientras en lin­ güística la sintaxis es sólo una parte de la gra­ mática, en Psicolingüística sintaxis y gramática se suelen tratar como términos equivalentes. En cualquier caso, una definición más práctica de sintaxis hablaría de reglas que permiten y de­ terminan cómo combinar símbolos, sean estos palabras o unidades menores (unidades morfo­ lógicas), en cadenas predominantemente secuenciales (consecuencia de las restricciones impuestas por nuestro aparato fonador), es decir, en frases y oraciones, y cuyo resultado es la descripción de una situación particular (que sea real o ficticia, es otro tema). Para algunos autores, la sintaxis es lo más importante y diferencial del lenguaje huma­ no, cuando comparamos éste con el de otras especies. Lo fonológico y lo semántico lo po­ dríamos compartir de alguna manera con otras muchas especies, pues, por ejemplo, los loros articulan algo externamente parecido a los so­ nidos de nuestro lenguaje, y se ha conseguido que algunos primates aprendan un cierto vo­ cabulario gestual, donde determinados gestos denotan conceptos o contenidos semánticos. La sintaxis, la capacidad de combinación de símbolos, sería única en nuestra especie. Esta ha sido la postura defendida principalmente por el lingüista Noam Chomsky y, a partir de él, por un gran número de seguidores. Según esta visión, además, sería esta característica del lenguaje la que explicaría la peculiaridad CAPÍTULO Sintaxis Manuel Martín-Loeches 78 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE de la mente humana y su capacidad de razo­ namiento abstracto. Al ser unas puras reglas formales, serían reglas desimbolizadas, es de­ cir, que constituyen una entidad totalmente in­ dependiente de los símbolos que combinan. Es por esto que gracias a la sintaxis se permiten infinitas combinaciones, incluso alejadas total­ mente del mundo real. Como ejemplo de esto, Chomsky sugirió la famosa oración «las ideas verdes incoloras duermen furiosamente». Gra­ cias a esta propiedad combinatoria, infinita y no condicionada por el mundo real, la sintaxis sería el motor del pensamiento, incluso la ra­ zón de la creatividad humana. De las infinitas combinaciones que se permiten, algunas ha­ brían sido realmente brillantes y productivas; se pueden combinar no sólo unas ideas verdes incoloras, sino, pongamos por caso, un hom­ bre-león, de donde tendríamos el origen de al­ gunas obras de arte paleolítico, mitad hombre y mitad animal. La principal operación del sistema sintácti­ co sería entonces la de combinar, unir o agru­ par aquello que va junto, aunque en ocasiones haya que mover algunas de las piezas de sitio. En el ejemplo «Pedro se come los helados que hacen en la tienda que han abierto en la esqui­ na con mucha fruición», la estructura sintácti­ ca determina que «con mucha fruición» es la manera en que «Pedro se come los helados»; ambas ideas van juntas, a pesar de que entre una y otra hay una cierta distancia y, lo que es peor, otras ideas que podrían haberse com­ binado: podrían hacer los helados con mucha fruición, o haber abierto la tienda de esta ma­ nera. Sin embargo, esta oración también es precisamente un buen ejemplo de que a veces la información no específicamente sintáctica determina, o ayuda a determinar, la estructu­ ra sintáctica, pues no es corriente hacer hela­ dos con fruición, ni mucho menos abrir tiendas de esta manera, mientras que lo es mucho más naturalmente para comer helados. Hablaremos más extensamente de esto en las secciones si­ guientes. En este capítulo vamos a describir las dis­ tintas propuestas acerca de cómo y cuándo se realizan estas operaciones combinatorias du­ rante la comprensión de oraciones, y veremos que hay al menos dos posturas, podríamos de­ cir que diametralmente opuestas y totalmen­ te enfrentadas, aunque ambas con un amplio bagaje experimental, así como algunas otras propuestas intermedias. A continuación ha­ blaremos de las principales áreas del cerebro que subyacen a la sintaxis, que, aunque se co­ nocen básicamente desde hace décadas, gracias a las lesiones cerebrales, sólo recientemente se entienden de manera mucho más completa y profunda, de la mano de las modernas técnicas de neuroimagen. De las consecuencias de esas lesiones que nos permitieron saber por dónde se localiza la sintaxis en el cerebro, hablaremos en último lugar. PROCESAMIENTO COGNITIVO Existe abundante evidencia experimental de que durante el procesamiento de oraciones el proceso es predominantemente incremental, es decir, que a medida que se va procesando una oración, cada palabra que se encuentra, al igual que cada partícula informativa (rnorfosintáctica), se incorpora a una estructura sin­ táctica en construcción. En otras palabras, los sujetos no esperan a recibir la totalidad de la oración para proceder a extraer su estructura sintáctica, sino que ésta se va construyendo «en línea».2 Hasta aquí, prácticamente todos los autores estarían de acuerdo. Las diferencias empeza­ rían a aparecer, sin embargo, y principalmente, en cuanto a lo que ocurriría en caso de conflic­ to entre la nueva información y la estructura o estructuras sintácticas construidas en línea hasta ese momento. Modelos de procesamiento sintáctico Para empezar, existe una notable división de opiniones respecto a si el procesador lingüís­ tico va construyendo una (y sólo una) estruc­ tura sintáctica, o varias. Para algunos autores sólo habría una estructura, y si la nueva in­ formación (la nueva palabra o partícula) entra CAPÍTULO 6. Sintaxis en conflicto con esa estructura, es decir, nos demuestra que no era la estructura correcta, entonces se producirían un reanálisis y la ela­ boración de toda una nueva estructura sin­ táctica en la que la nueva información tenga cabida. Por el contrario, otros autores piensan que, mientras no haya evidencias muy claras y la información lingüística procesada hasta el momento pueda dar lugar a dos o más es­ tructuras sintácticas, el procesador lingüísti­ co construirá y mantendrá todas esas estruc­ turas; cuando llegue nueva información, ésta puede hacer decantarse claramente por una y descartar otras. El primer punto de vista suele ser el que mantienen los llamados modelos modulares; el segundo corresponde a los modelos interac­ tivos. Sin embargo, no está en la raíz de la di­ cotomía «modular» contra «interactivo» el que haya una o varias estructuras oracionales ac­ tivas simultáneamente, sino que la principal diferencia entre ambas posturas vendría dada en realidad por el hecho de si cada uno de los principales componentes del lenguaje, y parti­ cularmente la sintaxis y la semántica, funcio­ nan como módulos de procesamiento indepen­ dientes, encapsulados e impermeables a lo que ocurra en otros módulos, o si la información puede fluir entre ellos con relativa facilidad. Pero aún hay más diferencias entre las posturas «modular» e «interactiva» del procesamiento de oraciones, que van más allá de lo que es­ tos meros nombres indican. Normalmente, los modelos modulares son también seriales, es decir, que se asume que los procesos implica­ dos en la construcción de una estructura ora­ cional siguen un orden temporal, no dándose un paso hasta que no se complete el anterior. I.o contrario ocurre con los modelos interacti­ vos, donde varios procesos pueden tener lugar simultáneamente. Además, los modelos modu­ lares suelen ser sintactocéntricos; es decir, que para estos modelos la principal guía utilizada a la hora de construir una estructura sintáctica es la propia y exclusiva información sintácti­ ca, la cual puede, no obstante, entrar en con­ flicto con otros tipos de información, como 79 la semántica, pero siempre en momentos tar­ díos, e incluso secundarios, del procesamiento de una oración. Para la mayoría de los modelos modulares, sin embargo, la información extra­ sintáctica puede ser tan determinante y decisi­ va, o más, que la sintáctica, a la hora de esta­ blecer la estructura oracional y desde el primer momento. Naturalmente, que el procesamiento lingüís­ tico sea modular o interactivo no tiene por qué ser sinónimo, al menos literalmente, de serial o paralelo, respectivamente. Ni tampoco sintactocéntrico frente a menos centrado en lo sintáctico; ni que haya, en un momento dado, sólo una frente a varias estructuras sintácticas posibles activas en un momento dado. Sin em­ bargo, es cierto que las propuestas teóricas de mayor éxito respecto al procesamiento sintác­ tico se mueven, precisamente, entre estos dos polos: modelos que son modulares, seriales y sintactocéntricos, por un lado; y modelos in­ teractivos, paralelos y basados en restriccio­ nes no sintácticas, por otro. Entre uno y otro extremo se han propuesto varias alternativas mixtas, dependiendo del peso que se les dé a la modularidad, la serialidad y el sintactocentrisrno individualmente, y de hecho es posible que la realidad se encuentre en algún lugar inter­ medio, o que ésta varíe dependiendo de múlti­ ples circunstancias y contextos.’ No obstante, creemos que resultará muy ilustrativo centrar­ nos en los dos principales extremos, que desa­ rrollamos a continuación. Modelos modulares, seríales y sintactocéntricos Los modelos modulares suelen asumir la pro­ puesta original de Fodor de que la mente hu­ mana consiste, básicamente, en módulos que llevan a cabo procesos muy específicos y que están informacionalmente encapsulados, es de­ cir, que sólo utilizan un tipo de información, la que les sea propia en función de su natura­ leza. En la dicotomía semántico frente a sin­ táctico durante el procesamiento de oraciones, la gran mayoría de estos modelos suele asumir 80 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE que, mientras el módulo o módulos dedica­ dos a la información semántica pudieran tener un grado menor de encapsulamiento, ser muy abiertos, el módulo sintáctico es, por el con­ trario, tremendamente encapsulado, imposible de verse afectado por otros tipos de informa­ ción también contenidos en la oración y que no sean estrictamente sintácticos. De entre todos los modelos de este tipo, el que mayor éxito con diferencia ha tenido es el de la teoría de garden path («sendero de jardín»).4 Esta teoría se basa experimental­ mente, como es el caso con bastante frecuen­ cia en los estudios psicolingüísticos, en el uso de oraciones con una estructura ambigua. O al menos temporalmente ambigua, pues el momento crucial viene cuando la aparición de nueva información desambigua defini­ tivamente la estructura oracional. Para este modelo, el procesador lingüístico construye sólo una estructura sintáctica de la oración, a la cual se va añadiendo la nueva información entrante. A cada nuevo ítem de información que llegue, el procesador utilizará, en primer lugar, información única y exclusivamente sintáctica para seguir construyendo la estruc­ tura de la oración. Sólo después se tendrán en cuenta otras informaciones no sintácticas, como la semántica, la contextual o la fre­ cuencia de las estructuras oracionales, entre otras. Si como consecuencia de esto último existiera un conflicto con la estructura for­ mada hasta entonces, se produciría un reaná­ lisis de la oración y aumentaría la dificultad de procesamiento. No obstante, también puede darse un con­ flicto entre la estructura sintáctica formada hasta el momento y la información puramente sintáctica de la palabra o partícula recién lle­ gada, sin necesidad de procesar subsiguiente­ mente otros tipos de información. Un ejemplo de esto lo tendríamos en (la), donde nos en­ contraríamos con que, al aparecer el adverbio «ya», y más especialmente aún con el verbo «está», pasamos de una situación estructural­ mente ambigua (donde cabían al menos dos posibles estructuras) a una desambiguación (a partir de ese momento ya sólo es válida una). La llegada de un segundo verbo hace obligatoria la búsqueda de un agente para el mismo, y este agente sólo puede ser «la mesa». Para reanali­ zar la oración y dar lugar a esta nueva estruc­ tura, debemos deshacer la estructura anterior, en la que «la mesa» formaría parte, junto con «las sillas», del complemento directo del verbo «arreglar». Todas estas operaciones suponen, evidentemente, un sobreesfuerzo, aumentan la dificultad de entender la oración. La situación es menos ambigua y más fácil, sin embargo, en (Ib), donde la conjunción adversativa «pero» determina la posibilidad de que a continuación venga una cláusula distinta. la. Mi amigo está arreglando las sillas y la mesa ya está arreglada. lb. Mi amigo está arreglando las sillas pero la mesa ya está arreglada. ¿Por qué en (la) nos hemos equivocado inicialmente de estructura? ¿Por qué hemos generado una estructura en particular, equi­ vocada, cuando hubieran cabido otras posibi­ lidades? Recordemos que, aunque los mode­ los interactivos admiten que se activen varias estructuras posibles a la vez, los modelos modulares sólo admiten una en un momento dado; en este caso, la estructura incorrecta. El modelo de garden path establece que esto se produce por la aplicación de dos principios lingüísticos universales que determinan cómo se realiza el análisis inicial de las oraciones ambiguas. Son universales porque existirían en todas las lenguas. Y, lo que es más impor­ tante, suelen funcionar correctamente (suelen acertar) en la mayoría de los casos, ya que las oraciones se ajustan más frecuentemente a esos principios. Estamos hablando de los principios de adjunción mínima y de cierre tardío.5 De acuerdo con el principio de adjunción mínima, el procesador incorporará la nueva información entrante construyendo la estruc­ tura más simple, la que implique un menor número de nodos en el árbol estructural. Está claro que en el ejemplo mencionado en (la), CAPÍTULO 6. Sintaxis incorporar la mesa a la estructura en la que resulta complemento directo, junto a las si­ llas, de lo que mi amigo estaba arreglando, es la estructura más simple y con menos nodos en el momento de aparecer la mesa, y por tanto es la preferida. Este principio se aplica, generalmente, adjuntando la nueva informa­ ción al nodo más alto posible en la estructura jerárquica de la oración, de forma que el nú­ mero de nodos de orden superior sea el mí­ nimo y no haya que crear otros adicionales. En el ejemplo mostrado en la figura 6.1 se muestra una misma oración con dos posibles estructuras, una oración claramente ambigua. Según el principio de adjunción mínima, sería la opción ilustrada en la figura 6.1a la preferi­ da en primer lugar, pues no necesita, como en el ejemplo ilustrado en la figura 6.1b, de tan­ tos nodos de orden superior, aunque ambas opciones sean igualmente correctas. El principio de cierre tardío viene a decir que, en caso de que en una oración ambigua las distintas opciones den lugar a un número Figura 6.1. Marcadores sintagmáti­ cos posibles en una oración estruc­ turalmente ambigua. En el ejemplo representado en a), se utiliza una es­ trategia de adjunción mínima; mien­ tras que en b), éste no sería el caso. Obsérvese cómo en b) hay un mayor número de nodos jerárquicos de or­ den superior. Det = Determinante; N = Nombre; 0 = Oración; P = Prepo­ sición; SN= Sintagma Nominal; SV = Sintagma Verbal; V = Verbo. similar de nodos estructurales, la información entrante se incorporará al sintagma u oración en curso. Por ejemplo, en la oración «Alberto dijo que lo compraría ayer», se prefiere ad­ juntar el adverbio ayer con el sintagma enca­ bezado por el verbo que acaba de precederle, «comprar», de manera que se interpreta que fue ayer cuando el sujeto realizó la acción de comprar y no la de decir, aunque ambas inter­ pretaciones sean igualmente correctas. Hay que decir que ambos principios están estrechamente relacionados y, como se puede comprobar en estos ejemplos, probablemente no sean del todo independientes. Los princi­ pios de adjunción mínima y cierre tardío serían reglas de carácter sintáctico y universal, y, se­ gún los modelos resumidos en este apartado, se aplicarían para construir una única versión de todas las estructuras sintácticas posibles para una oración que se esté procesando, revisándo­ se posteriormente sólo en caso de conflicto con información subsiguiente de carácter sintáctico o extrasintáctico. 82 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Modelos interactivos, paralelos y basados en restricciones extrasintácticas Para estos modelos, el procesador lingüísti­ co es, en principio, y desde el principio, opor­ tunista, de manera que tiene en cuenta todas las fuentes de información posibles a la hora de construir la o las posibles estructuras sin­ tácticas que definan la oración actualmente en curso. Por tanto, no sólo la información sintác­ tica tiene un relevante papel desde el primer momento, sino también otras como la semán­ tica, el contexto del discurso y la frecuencia de las estructuras sintácticas (qué estructuras son las más corrientes). Toda esta información se utilizaría en primer lugar, muy rápidamente (prácticamente en los primeros 300 milisegundos desde que aparece la nueva información)6 y con un cierto grado de fluidez entre los dife­ rentes tipos de información, pero sin que nin­ guna prevalezca sobre las demás. Del contraste inicial de toda esta información surgiría, a con­ tinuación, una o varias posibles estructuras sin­ tácticas como candidatas a describir la corres­ pondiente a la oración que se esté analizando. Todas las posibles estructuras sintácticas de la oración se activarían en paralelo, pero serían la o las estructuras que reciban más apoyo por parte de todos los datos las que estarán más activas. De hecho, en ocasiones puede haber dos (quizá más) estructuras para las que las evi­ dencias de todo tipo (sintácticas, semánticas, etc.) indiquen que son igualmente factibles. Para estos modelos, en el momento en que la estructura oracional deje de ser ambigua, el momento de la desambiguación, habrá un au­ mento de la dificultad de procesamiento por el hecho de tener que elegir entre ambas alterna­ tivas e inhibir una de ellas. Si, por el contrario, una estructura recibe mayor activación desde el inicio, pero en el punto de desambiguación se determina que es incorrecta, la dificultad de procesamiento también aumenta, porque en ese punto ambas opciones estructurales, la ini­ cialmente preferida y la ahora correcta, previa­ mente activada pero más débilmente, poseerán la misma cantidad de activación y entrarán en competición. La inicialmente preferida habrá de inhibirse, y aumenta la dificultad de pro­ cesamiento. Pero, a diferencia de los modelos modulares, en este tipo de modelos no hay reanálisis, no hay reconstrucción de estructu­ ras. Estas, todas las estructuras posibles para una oración dada, siempre han estado ahí du­ rante el procesamiento de una oración, no hay que construirlas de la nada; se trata de elegir entre varias alternativas ya activas, si bien pue­ dan tener mayor o menor grado de activación a lo largo del curso del procesamiento de la oración. Para la mayoría de estos modelos interac­ tivos, una fuente muy importante de infor­ mación a la hora de construir la estructura sintáctica es la semántica. A este respecto, se ha mencionado en numerosas ocasiones que el grado de agencia (animacidad) de un nom­ bre juega un papel importante a la hora de establecer la estructura sintáctica oracional.7 Así, por ejemplo, cuando se lee la oración en (2a) y se llega a la palabra «vio», la estructura es todavía ambigua en el sentido de que «la mujer» puede ser el sujeto de la oración o, como se desambigua después, el complemen­ to directo de la oración. Cuando los sujetos leen «el médico» en esa oración, necesitan más tiempo (reflejando una mayor dificul­ tad de procesamiento) que para leer eso mis­ mo, pero precedido por «que fue vista por», donde la desambiguación ocurre antes. Esto quiere decir que en (2a) se adopta claramen­ te la estrategia de preferir la estructura en la que «la mujer» es el sujeto. 2a. La mujer que vio el médico. 2b. La prueba que vio el médico. Sin embargo, en (2b) la situación es comple­ tamente diferente, pues el primer sustantivo que aparece es un objeto inanimado y, dada esta información puramente semántica, las probabi­ lidades de que ejerza de sujeto o agente de la oración se reducen considerablemente, hacien­ do igualmente o incluso más probable desde el principio que ese primer nombre, «la prueba», CAPITULO 6. Sintaxis sea el complemento directo de la oración. Para los modelos interactivos debería haber una di­ ferencia de dificultad en (2b) respecto a (2a), en el sentido de que ahora no debería haber di­ ferencias de procesamiento entre la lectura de «el médico», tal cual aparece en (2b), y «el mé­ dico» precedido por «que fue vista por». Des­ graciadamente, los diversos y numerosos ex­ perimentos realizados al respecto no han sido homogéneos en sus resultados, encontrándose en algunos casos que, efectivamente, la infor­ mación semántica fue capaz de determinar la estructura oracional desde el principio, pero en otros no se encontró una verdadera diferencia entre procesar oraciones de un tipo u otro. Al final, una conclusión de trabajo que algunos autores proponen es que el efecto de lo semán­ tico existe en cualquier caso a la hora de de­ terminar la estructura de una oración, aunque sea débil y no tenga por qué predominar sobre lo sintáctico, lo cual sería suficiente para seguir apoyando los modelos interactivos.8 Otro de los factores importantes a la hora de determinar la estructura de una oración, según los modelos interactivos, es la frecuencia de las estructuras sintácticas utilizadas en una deter­ minada lengua. Veíamos que, para los modelos modulares, los principios de adjunción mínima y cierre tardío serían universalmente determi­ nantes a la hora de establecer una estructura du­ rante la comprensión de oraciones. Sin embar­ go, para los modelos interactivos esto no sería así, sino que dependería de la frecuencia con la que estas operaciones se utilizan realmente en cada lengua; estos principios no serían sintácti­ camente universales. Algunos estudios han en­ contrado, por ejemplo, que para determinadas oraciones habría una preferencia por adjuntar la información entrante a un nodo bajo de la jerarquía en inglés, pero a un nodo alto en espa­ ñol.9 Las oraciones (3 a) y (3 b) son la misma en ambos idiomas; pero, mientras en el primer caso los sujetos prefieren la estructura en la que quien tiene el accidente es «el coronel», en español se prefiere asignar a «la hija» este papel. No sería, pues, una regla sintáctica la que determina una 83 estructura u otra, sino el uso que los hablantes hacen de un idioma. The journalist interviewed the daughter of the colonel who had the accident. 3b. El periodista entrevistó a la hija del co­ ronel que tuvo el accidente. 3a. Por último, no podemos dejar sin mencionar que algunos estudios parecen demostrar que el contexto ejerce también su influencia a la hora de construir la estructura sintáctica de la oración. Algunos experimentos muy ilustrativos demues­ tran incluso la influencia de contextos no lingüís­ ticos en este proceso, donde ciertos objetos a la vista del sujeto (como por ejemplo unas manza­ nas, unas toallas y una caja) determinan la prefe­ rencia por una estructura u otra de una oración estructuralmente ambigua que se está escuchan­ do en relación a dichos objetos, dependiendo de la disposición espacial entre los mismos.10 Como vemos, hay evidencias, en general, para que los modelos interactivos tengan al menos parte de razón, y no todo en la elaboración de la estructura sintáctica de una oración tenga que ser necesaria y exclusivamente sintáctico desde el inicio del procesamiento. No obstante, no siempre los datos apoyan esta afirmación, al menos contundentemente, y los efectos extras­ intácticos pueden ser muchas veces débiles o secundarios. Cabe admitir la posibilidad, final­ mente, de que en muchas, si no en la mayoría de las ocasiones, haya una cierta prevalencia de lo sintáctico a la hora de establecer la estructu­ ra de una oración, si bien puede haber multitud de factores (semánticos, fonológicos, contextú­ ales, de uso, etc.) y diferentes situaciones en las que éste no sea el caso, habiendo también, por tanto, numerosas excepciones. BASES NEUROLÓGICAS DE LA SINTAXIS En realidad, nada en el cerebro funciona de manera aislada, por lo que la tendencia al localizacionismo de épocas anteriores se viene sustituyendo más recientemente por propues­ tas en las que las diversas funciones cognitivas o mentales se apoyan en el funcionamiento no 84 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE de una, sino de varias áreas cerebrales traba­ jando al unísono y conectadas mediante una extensa red de conexiones neuronales. Por otra parte, los estudios realizados con actividad cerebral relacionada con el lengua­ je, y particularmente con la sintaxis, han sido realmente muy numerosos, dado el gran inte­ rés del tema desde múltiples puntos de vista (básico, clínico, evolutivo, etc.). Sin embargo, y como suele ocurrir con los procesos relati­ vamente complejos del cerebro, no habría un acuerdo tácito acerca de exactamente qué re­ giones del cerebro participan en la elaboración de la estructura de una oración, ni cuáles son exactamente los distintos procesos o subproce­ sos que puedan estar involucrados. Sin embar­ go, y a pesar de estas dificultades, sí podemos extraer algunos datos que parecen ser consis­ tentes respecto a la sintaxis y el cerebro. Área de Broca Si podemos hablar de una zona cerebral im­ plicada mayoritariamente en la sintaxis, ésta será sin duda el área de Broca (figura 6.2). Si­ tuada en las regiones frontales inferiores, en la circunvolución frontal inferior, aproxima­ damente abarcando las áreas 44 y 45, y pro­ bablemente parte de la 47, del mapa de Brodmann. La importancia de esta zona para el lenguaje ya la puso de manifiesto el neurólogo francés Paúl Broca con el estudio del famoso paciente Tan. El área de Broca se encuentra exclusivamente en el hemisferio izquierdo en la inmensa mayoría de los seres humanos (se estima que la excepción corresponde a menos de un 1%), siendo por tanto un caso claro de lateralización funcional cerebral, fenómeno muy marcado en nuestra especie y que se su­ pone implica ciertas ventajas en las computa­ ciones cerebrales. El área de Broca presenta un tamaño mayor en nuestra especie en com­ paración con otros primates y, de hecho, se­ gún algunos autores, ya presentaba un cierto aumento de tamaño en una especie tan lejana en el tiempo como Homo habilis (aproxima­ damente 1,8 millones de años). Cisura Lóbulo central : temporal Figura 6.2. Localización aproximada del Área de Broca. Áreas 44 y 45 del mapa citoarquitectónico de Brodmann. Con una sintomatología tan concisa como la de Tan, no era fácil sospechar que lo princi­ palmente afectado por la lesión podría ser la sintaxis. Subsiguientes y numerosos estudios con pacientes y, sobre todo, los más recientes estudios sobre actividad cerebral en personas sanas, han puesto de manifiesto la importan­ cia de esta región en la sintaxis.11 En el apar­ tado específico de los trastornos que afectan a la sintaxis, tendremos oportunidad de ver cómo, efectivamente, lesiones de esta región pueden afectar de manera muy específica al procesamiento sintáctico. La ubicación del área de Broca en esas regio­ nes infero-frontales no parece fortuita, desde un punto de vista evolutivo. Precisamente, si algo caracteriza a la sintaxis es que ésta establece en­ tre los diversos elementos de una oración cuáles son sus relaciones, que son en esencia abstractas (no se remiten a un espacio ni a un momento concretos, ni muchas veces reales). Recordemos que la operación principal de la sintaxis es la de combinar, unir o juntar aquello que va junto. Estas relaciones, además, se organizan jerárqui­ camente, como ya hemos visto, pues los nodos que se establecen en una estructura sintáctica (como en la figura 6.1) determinan qué va con qué y, lo que es muy importante, qué está den­ tro de qué, qué está subordinado a qué (es de­ cir, que lo que estaba en «el café», en el ejemplo CAPITULO 6. Sintaxis de la figura, es o «el ordenador» o «la mujer»). A este fenómeno lo llaman recursividad, y para algunos autores es realmente lo más singular y significativo del lenguaje humano. Pues bien, el área de Broca parece utilizarse para establecer relaciones jerárquicas, sean lingüísticas o no, al igual que para la manipulación de objetos, ima­ ginar movimientos, imitarlos o prepararlos, entre otras funciones. El hecho de que esté cerca de la zona que manipula directamente los movimien­ tos de la mano dominante indica la posibilidad de que en su origen tenga ciertas funciones ma­ nuales, manipulativas; y el hecho de que también se halle algo alejada de las zonas motoras prima­ rias indicaría, a su vez, que estas funciones son más bien de carácter abstracto. Manipulamos el mundo con las manos, y la raíz del término así lo demuestra. La manipulación abstracta de con­ ceptos e ideas abstractas sería, entonces, una de las principales funciones del área de Broca; es ahí donde encontramos las relaciones abstractas que implica la sintaxis. Pero para la correcta comprensión de los di­ versos fenómenos del mundo, real o ficticio, descritos mediante el lenguaje, la necesidad de poner junto o unificar aquello que debe ir junto no sería una operación exclusivamente sintáctica. A este respecto, el área de Broca no funcionaría como un todo unitario, sino que se pueden realizar varias particiones funciona­ les de la misma, de manera que los procesos semánticos y fonológicos del lenguaje también implican ciertas porciones del área de Broca.12 Lo fonológico parece estar más cerca de las zonas primarias motoras de las manos, pero también de la boca y el aparato fonador, mien­ tras que lo semántico implicaría las partes del área de Broca más alejadas de estas funciones. Lo sintáctico quedaría en el centro. Algunos estudios muestran que esta partición del área de Broca presenta unas conexiones específicas e independientes con otras áreas de la corteza en el hemisferio izquierdo.13 A este respecto, la porción más fonológica del área de Broca ten­ dría conexiones con el córtex motor; la por­ ción más sintáctica estaría conectada directa­ mente con la corteza parietal, mientras que la 85 más semántica lo estaría con el córtex tempo­ ral. En gran medida, estas dos últimas conexio­ nes formarían parte del fascículo arqueado, un haz de fibras que conecta amplias zonas fron­ tales centradas en el área de Broca con amplias zonas parietotemporales centradas en el área de Wernicke, y que muestra un notable desa­ rrollo en el ser humano. Aunque las divisiones o parcelaciones funcio­ nales dentro del cerebro, y especialmente en la corteza, nunca son unívocas ni están perfecta­ mente delineadas, parece ser que las funciones sintácticas del área de Broca aún podrían sufrir una diferenciación funcional más. En los estu­ dios sobre evolución humana del lenguaje y de psicología comparada con otras especies, se sue­ le hacer hincapié en que un estadio «primitivo» de sintaxis, presente ya en algunos animales, como los chimpancés, sería el de la sintaxis li­ neal, o gramática de estado finito. Por contra, una sintaxis más compleja y sólo presente en el ser humano es la llamada gramática de estruc­ tura oracional, que podríamos llamar recursiva. La recursividad, que ya hemos mencionado unas líneas más arriba, es esa capacidad de nuestro lenguaje de poder introducir unas ideas dentro de otras, como en las oraciones de relativo, y esto teóricamente de una manera infinita (aun­ que nuestras capacidades cognitivas imponen unos límites claros a este respecto). Este, como hemos dicho, sería para algunos autores el rasgo más distintivo del lenguaje humano. Un ejemplo de oración recursiva sería (4a), mientras que en (4b) podemos ver las mismas ideas expresadas de una manera lineal, no recursiva. Mientras sólo el ser humano sería capaz de entender (4a), otras especies podrían entender, a lo sumo (4b). 4a. El niño que estaba jugando con la pelota que le habían regalado ha subido a cenar. 4b. Un niño estaba jugando con una pelota; la pelota se la habían regalado al niño; el niño ha subido a cenar. Pues bien: parece ser que la gramática lineal se fundamenta en la actividad de una peque­ ña parte del área de Broca, concretamente de la región opercular (una pequeña parte algo 86 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE oculta y ubicada hacia las regiones más moto­ ras primarias, es decir, hacia la cisura central), mientras que la recursiva implica a esa misma porción, pero también partes algo más anterio­ res del área de Broca, como si en la sintaxis exclusivamente humana se extendiera la canti­ dad de tejido neural dedicado a estas funciones lingüísticas.14 Ambos tipos de sintaxis también parecen tener diferentes conexiones con otras zonas de la corteza. Mientras la lineal parece usar una ruta ventral, la recursiva hace uso es­ pecialmente del fascículo arqueado, que, como hemos dicho, está mucho más desarrollado en el humano. Otras áreas cerebrales relacionadas con la sintaxis Pero como decíamos al principio de esta sec­ ción, nada en el cerebro funciona de manera aislada, y por tanto la sintaxis en el cerebro no parece limitarse al área de Broca. El área de Broca, lejos de estar aislada en su funciona­ miento, se conecta de manera especial con otras zonas del cerebro, no sólo para la comprensión y la producción lingüística integral (es decir, añadiendo otros factores extrasintácticos), sino también para las propias funciones estructura­ les o sintácticas. No obstante, la o las funciones específicas de cada una de las otras partes del cerebro implicadas en la sintaxis no están aún del todo claras, y parece en cualquier caso que, si bien pueden en algunos casos duplicar o susti­ tuir el trabajo del área de Broca, en otros serán funciones complementarias, necesarias para la correcta y completa interpretación de la estruc­ tura del mensaje lingüístico. Así, por ejemplo, algunos autores ponen es­ pecial hincapié en los ganglios básales, concre­ tamente en el núcleo caudado, como principal sustrato neurológico de la sintaxis. En esto hay una división de opiniones, desde los autores que opinan que es un mero complemento del área de Broca, hasta los que opinan que en realidad no es Broca la principal región de la sintaxis, sino el núcleo caudado. Las modernas técnicas de neu­ roimagen parecen apoyar la primera hipótesis. Los experimentos de neuroimagen no son aje­ nos, no obstante, al modelo teórico psicolingüístico del que se parta. Así, si se considera el reaná­ lisis de la estructura oracional como un proceso que ocurre en determinadas situaciones (recorde­ mos que esto sólo lo admiten lo modelos modula­ res), se encontrarán áreas activas que se asignan a ese proceso. Trabajos recientes indican que el rea­ nálisis tendría lugar no sólo en el área de Broca, sino que implicaría igualmente áreas homologas (es decir, la circunvolución frontal inferior) del hemisferio derecho. Un proceso que se hace necesario durante el procesamiento lingüístico es la construcción y el almacenamiento de la estructura oracional que vaya surgiendo del análisis en curso. Di­ cho de otra forma, puede que en el área de Broca y otras regiones se encuentre la forma de construir la estructura, las reglas sintácti­ cas. Pero el resultado de aplicar lo allí com­ putado debe almacenarse temporalmente en algún sitio, y esto parece producirse especial­ mente en regiones superiores del lóbulo tem­ poral, especialmente en regiones perisilvianas (lindantes con la cisura de Silvio). Por último, debemos mencionar que en al­ gunos trabajos se ha encontrado la implicación de regiones parietales superiores con funciones similares (aunque quizá no tan complejas ni tan completas) a las del área de Broca. La po­ sible importancia de su ubicación cerca de las llamadas neuronas espejo del lóbulo parietal, cuya contraparte frontal se ha propuesto como el origen de las funciones del área de Broca, ha sido puesta de manifiesto. También se ha puesto de relieve que las regiones parietales es­ tán implicadas en el sistema visual dorsal (no confundir con la ruta lingüística del mismo nombre), un sistema implicado en la percep­ ción del movimiento y la organización de los objetos en el espacio, que trabaja al unísono con áreas corticales próximas al área de Bro­ ca y que, curiosamente, se ha propuesto como estrechamente vinculado con las funciones sin­ tácticas.15 Todo lo aquí expuesto en relación a las ba­ ses neurológicas de la sintaxis es un resumen CAPÍTULO 6. Sintaxis donde hemos destacado lo más consistente, a día de hoy, a este respecto. Sin embargo, el tema de la sintaxis es lo suficientemente com­ plejo como para implicar probablemente a más áreas que las aquí mencionadas. Además, hay que decir que no hemos hecho alusión a lo que se sabe acerca del curso temporal de estos procesos, y que no lo hemos hecho porque en este caso hay numerosas propuestas con gran cantidad de evidencias dispares. Baste recordar que aún siguen vigentes tanto los modelos mo­ dulares (seriales y sintactocéntricos) como los interactivos (paralelos y basados en restriccio­ nes extrasintácticas), que son diametralmente contrapuestos, y para los que existen eviden­ cias experimentales en ambos sentidos. Como mencionábamos anteriormente, es posible que la realidad sea variable y dependiente de múl­ tiples circunstancias específicas y del contexto. No obstante, haremos un breve inciso para abordar mínimamente esta cuestión, aunque sólo sea por ejemplificar algunas de las princi­ pales investigaciones realizadas con la técnica de los potenciales relacionados con el evento (o potenciales evocados) sobre el procesamien­ to sintáctico (recuadro 6.1). Recuadro 6.1. Los potenciales evocados y los errores gramaticales Aunque los potenciales evocados no son espe­ cialmente buenos a la hora de decirnos el lugar exacto del cerebro donde están ocurriendo de­ terminadas activaciones, sí tienen la virtud, aún no superada por otras técnicas más sofisticadas y costosas, de decirnos cuándo ocurren determi­ nados fenómenos en términos de milisegundos. Manipulando adecuadamente las condiciones ex­ perimentales respecto a lo que ocurre psicolingüísticamente hablando en un determinado estímulo, podemos observar en qué momento preciso (y, aun­ que vagamente, también en qué lugar) están ocu­ rriendo modulaciones de la actividad cerebral espe­ cíficamente relacionadas con esas manipulaciones. Todos los ejemplos de dificultades y complejidades lingüísticas que hemos visto en este capítulo se re­ ferían a construcciones gramaticales con diferen­ tes grados de complejidad, algunas de ellas poco frecuentes, pero siempre sintácticamente correc­ tas. En el estudio psicolingüístico con potenciales evocados, sin embargo, el paradigma más utiliza­ do, con diferencia, ha sido el de la presentación de errores en oraciones claramente incorrectas. Estas incorrecciones han sido generalmente sin­ tácticas, como en (5b), o morfosintácticas (5c), y en numerosas ocasiones se han puesto en compa­ ración con incorrecciones semánticas (5d), incluso a veces simultáneamente (5e), con el fin de arrojar algo de luz acerca de las interacciones entre am­ bos tipos de información, punto candente de los debates entre modelos modulares e interactivos. La oración correcta, que sirve de línea base para estudiar lo que ocurre diferencialmente con la acti­ vidad cerebral ligada a las palabras o partículas in­ correctas, se muestra en (5a). y en negrita se han 87 “I marcado las palabras cuya actividad cerebral se compara específicamente entre condiciones. 5a. El sentimiento profundo emociona. 5b. El sentimiento profundidad emociona. 5c. El sentimiento profunda emociona. 5d. El sentimiento peludo emociona. 5e. El sentimiento peluda emociona. Diversos estudios realizados con potenciales evoca­ dos han encontrado importantes diferencias tem­ porales entre las anomalías sintácticas (como en [5b], donde aparece una categoría gramatical in­ correcta, es decir, un sustantivo en lugar de un ad­ jetivo) y las morfosintácticas (como en [5c], donde se marca el género femenino en un adjetivo que va con un sustantivo masculino). Varios datos parecen apuntar al hecho de que las anomalías sintácticas serían más graves, estruc­ turalmente hablando, que las morfosintácticas, y esto se acompaña de modulaciones eléctricas ne­ gativas frontales izquierdas (de ahí el nombre de LAN, por left anterior negativity) con diferentes mo­ mentos de aparición. Mientras que la LAN de las anomalías sintácticas puede aparecer tan pronto como a los 150 o 200 ms (y por eso se la cono­ ce específicamente como ELAN, por Early LAN), la LAN correspondiente a las anomalías morfosintác­ ticas aparecería más tarde, en torno a los 250 ms. Por lo tanto, han concluido algunos estudios, la estructura sintáctica se analiza rápidamente y en primer lugar, antes de la incorporación de otras in­ formaciones menos importantes que la categoría gramatical para la estructura de la oración, como NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE la información morfosintáctica, e incluso bastante antes que la información semántica, ya que ano­ malías de este último tipo (como en [5d]) suelen dar lugar a negatividades posteriores en torno a los 400 ms (el llamado componente N400). El sintactocentrismo y la serialidad (siendo lo primero lo sintáctico) estarían avalados experimentalmente.16 La modularidad también se vería apoyada por el hecho de que, cuando se han empleado anoma­ lías dobles (como en [5e]), las modulaciones pro­ piamente semánticas, como el componente N400, desaparecen, apareciendo sólo modulaciones sin­ tácticas que no se ven afectadas por la anomalía semántica adicional. El panorama, sin embargo, y como ya hemos anunciado, no es tan esclarecedor. Numerosos estudios adicionales no han dado siempre la ra­ zón a esta composición de lugar. De hecho, puede que algunos de estos datos se deban a aspectos idiosincrásicos del idioma empleado en la inves­ tigación, mientras que estamos abordando fenó­ menos que en teoría deberían ser universales. Por ejemplo, la distinción entre modulaciones tempra­ nas sintácticas y las más tardías morfosintácticas no parece estar nada clara en otras lenguas distintas del alemán, que se empleó en numero­ sos estudios iniciales. Cuando las mismas mani­ pulaciones se han empleado en, por ejemplo, el español, ambos tipos de anomalías (sintácticas y morfosintácticas) han dado lugar a modulaciones virtualmente idénticas y en los mismos tiempos, en torno a 250 ms. Por poner un ejemplo sencillo, en alemán muchas marcas sintácticas aparecen al principio de la palabra, mientras que en espa­ ñol y otros idiomas suelen aparecer al final de la misma; esto implicaría cierta ventaja temporal en el primer caso, y explicaría por qué en alemán se encuentran ELAN y LAN, y en español sólo en­ contramos LAN. Por otra parte, hay datos que ha­ blan de modulaciones semánticas tan tempranas como en torno a los 250 ms, incluso influencias del contexto semántico de la oración, y de hecho el componente N400 se presenta ocasionalmente tan pronto como en torno a los 250-300 ms, y con mucha frecuencia ya ha comenzado en dicho mo­ mento. Por lo tanto, no es extraño observar que las anomalías sintácticas, las morfosintácticas y las semánticas presentan modulaciones cerebrales con cursos temporales muy similares. Igualmente, existen evidencias de que las dobles anomalías pueden mostrar modulaciones semánticas a la vez que hacen desaparecer la LAN. Así pues, la modu­ laridad, la serialidad y el sintactocentrismo no pa­ recen inamovibles. Un último componente de los potenciales evo­ cados que suele aparecer tras una anomalía sintáctica o morfosintáctica es una modulación positiva de regiones posteriores que ocurre en torno a los 600 ms, conocida como P600. Su vin­ culación con el análisis (o reanálisis, según los autores) estructural de la oración parece claro. Sin embargo, este componente también se ve modulado por información extrasintáctica, como la información semántica, y se ha observado para otros tipos de anomalías estructurales no nece­ sariamente lingüísticas (como, por ejemplo, arit­ méticas, y de muchos otros tipos). Este tipo de datos parecerían dar la razón a propuestas según las cuales la estructura de la oración se estable­ ce tardíamente y tras recolectar información de todo tipo, incluidas la sintáctica y la semántica, que han sido analizadas previamente. Una figura esquemática de los componentes aquí menciona­ dos puede verse en esta figura. Representación esquematizada de los principales componentes de los potenciales evocados que refle­ jan procesos sintácticos y semánticos (datos reales, extraídos y adaptados3). Los electrodos se han colo­ cado aproximadamente en los lugares anatómicos co­ rrespondientes (F3 es frontal izquierdo, Cz central en la línea media y Pz parietal en la línea media). El com­ ponente left anterior negativity (LAN) aparece ante incorreciones sintácticas, el componente N400 ante incorreciones semánticas, y el componente P600 aparece ante ambos tipos de incorreciones, si bien es mayor y más frecuente ante las sintácticas. CAPÍTULO 6. Sintaxis TRASTORNOS De entre todos los trastornos cognitivos que pueden surgir como consecuencia de una le­ sión, los más específicamente relacionados con la sintaxis suelen incidir en el área de Broca y alrededores. Este trastorno se suele conocer como afasia de Broca, si bien es cierto que ésta no sólo presenta algunas subtipologías, como veremos, sino que también recibe múltiples nombres. Inicialmente, el propio Paúl Broca la denominó afemia, pero otros nombres subsi­ guientes para este trastorno han incidido en su localización (como el de síndrome triangularopercular) o, más frecuentemente, en su sintomatología, de ahí los nombres de afasia moto­ ra eferente o cinética, afasia expresiva, afasia verbal, o afasia sintáctica. La distinta subtipología de la afasia de Bro­ ca también es muy variada, y existen diversas propuestas. La que vamos a seguir aquí es la que aparecía recientemente en el excelente li­ bro Las afasias, de Alfredo Ardila.17 En esta propuesta se distinguen dos tipos de afasia de Broca, las así denominadas afasia de Bro­ ca tipo I y afasia de Broca tipo II, siendo la principal diferencia entre ambas el alcance o extensión de la lesión, lo que daría lugar, con­ siguientemente, a diferente sintomatología. Afasia de Broca tipo I En la afasia de Broca tipo I, las lesiones se li­ mitan estrictamente al área de Broca, más espe­ cíficamente sólo al área 44 del mapa de Brodmann. En estas circunstancias, las lesiones no son suficientes como para ocasionar síntomas significativos, de manera que sólo se observan defectos leves en la articulación, lo que se ma­ nifiesta en el síndrome del acento extranjero, y se reduce la habilidad para encontrar palabras. Existen también algo de hemiparesia y apraxia, pero a niveles mínimos. En numerosos casos el acento extranjero tampoco es evidente, y el síntoma quizá más habitual se limite a cierta 89 dificultad para la comprensión de oraciones con alta complejidad sintáctica, concretamen­ te para reorganizar la estructura sintáctica de oraciones en pasiva. Afasia de Broca tipo II En la afasia de Broca tipo II, las lesiones ya no se limitan estrictamente al área de Broca, sino que se extienden a áreas circundantes, como la región opercular, la circunvolución precentral, la ínsula anterior y la sustancia blan­ ca paraventricular y periventricular. Esta afasia se caracteriza por un lenguaje expresivo clara­ mente no fluido, producido con gran esfuerzo, pobremente articulado, con expresiones cortas y agramaticales. Su lenguaje se compone princi­ palmente de sustantivos, con marcada deficien­ cia o total ausencia de estructura sintáctica y de marcas morfosintácticas. Así, por ejemplo, en lugar de decir «los perros están en el jardín», su emisión sería «perro jardín». Aunque la comprensión del lenguaje es siempre muy superior a la producción, nunca es normal, y afecta especialmente a la com­ prensión gramatical. Cuando al paciente se le pide que repita palabras, presenta notables desviaciones fonéticas y parafasias fonológi­ cas, y presenta un curioso defecto selectivo en la repetición de estructuras gramaticales, pues las repite agramaticalmente. Por ejem­ plo, cuando a un paciente se le pide que repita «el niño camina por la calle», repite solamente «niño camina calle». El canto fre­ cuentemente mejora la producción verbal, si bien es cierto que no suele generalizarse al lenguaje espontáneo. La escritura al dictado se ve seriamente alterada, realizada con letras grandes, errores en el deletreo y omisiones de letras, y la escritura espontánea suele ser imposible. Dado el alcance de la lesión, se suelen presentar signos neurológicos como hemiparesia derecha y, en casos extremos, hemiplejía. NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE n Caso clínico El caso, extraído del citado libro de Ardila, se refie­ re a una afasia de Broca tipo I, ya que su sintomatología final se limitaba principalmente a la presen­ cia de un marcado acento extranjero. No obstante, en la evolución de la enfermedad y antes de su estabilización, se manifestaron muchos de los sín­ tomas de la afasia de Broca tipo II. Se trata de un varón de 26 años que, tras varios días de cefalea, pierde la consciencia y cae al suelo. La TC mues­ tra una pequeña zona de hipodensidad frontal iz­ quierda, limitada al área de Broca, consecuencia de un accidente cerebral embólico por cardiopatía congénita. Al inicio muestra imposibilidad para ha­ blar, pero en las semanas subsiguientes mejora progresivamente y al cabo de un mes puede emitir algunas palabras. Posteriormente, produce expre­ siones con un marcado estilo telegráfico, usando frases cortas (de unas cinco palabras por térmi­ no medio), moderado agramatismo, disprosodia y, lo más notable, un marcado acento extranjero. El paciente, nativo de habla española, habla el es­ pañol con el acento de un angloparlante nativo, a pesar de que su conocimiento del inglés previo a la lesión era muy rudimentario. Esta situación le preocupa y molesta, pues todo el mundo le toma por auténtico extranjero. Produce frecuentemente cambios fonológicos/fonéticos, como decir «nengún» en lugar de «ningún», u «ocopada» en vez de «ocupada». Su lectura en voz alta es lenta y ten­ dente a omitir los artículos, las conjunciones y las preposiciones. Su evolución fue rápida, mostrando residualmente a los dos meses un notable acento extranjero junto con una pérdida leve de la fluidez verbal y agramatismo muy leve. Resumen Toda oración consiste en una sucesión de palabras y morfemas organizados en base a una estructura, conocida como estructura sintáctica de la ora­ ción, que determina las relaciones específicas que hay entre todos esos elementos que la componen y, por lo tanto, la situación o idea específica que se está describiendo, más allá de los significados individuales de cada uno de sus constituyentes. En la literatura psicolingüística existe una notable división de opiniones respecto al modo exacto en que se determina dicha estructura durante la com­ prensión de oraciones. Por un lado, los modelos modulares proponen que la estructura sintáctica viene determinada, primaria y principalmente, por información exclusivamente sintáctica, que es pro­ cesada en un módulo específico para ese tipo de información y totalmente encapsulada respecto a otros tipos de información que, como la semánti­ ca, sólo se tendrían en cuenta en momentos sub­ siguientes del procesamiento. Otros modelos, los interactivos, proponen sin embargo que diversos tipos de información, y no sólo la sintáctica, po­ drían considerarse simultánea y rápidamente a la hora de determinar la estructura sintáctica. Exis­ ten evidencias experimentales en apoyo de ambas propuestas, por lo que el debate sigue vigente. La actividad cerebral medida con técnicas hemodinámicas, principalmente la resonancia funcional, junto con evidencias de numerosos casos clínicos, destaca la relevancia del área de Broca y zonas adyacentes (en la circunvolución frontal izquierda) para los procesos sintácticos. Preguntas de autoevaluación • ¿Qué importancia puede tener la sintaxis para la evolución del lenguaje y la mente humanos? • ¿Qué es el principio de adjunción mínima? Ilus­ trar con un ejemplo. • ¿Qué líneas básicas definen a los modelos in­ teractivos? • ¿Qué áreas del cerebro, además del área de Broca, participan en la sintaxis? Menciona algu­ nas de sus posibles funciones. • Enumera al menos tres síntomas significativos de la afasia de Broca tipo II. CAPÍTULO 6. Sintaxis 91 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Jackendoff, R. (2002). Foundations of Language. Bra­ in, Meaning, Grammar, Evolution. Oxford, Oxford University Press. 2. Marslen-Wilson, W. (1975). Sentence processing as an interactive parallel process. Science, 189, 226-228. 3. Martín-Loeches, M., Nigbur, R., Casado, R, Hohlfeld, A., Sommer, W. (2006). Semantics prevalence over syntax during sentence processing: A brain potential study of noun-adjective agreement in Spanish. Brain Research, 1093, 178-189. 4. Frazier, L. (1987). Sentence processing: a tutorial review. En M. Colheart (ed.) Attention and Performance XII: The Psychology of Reading, pp. 559-586. Hillsdale, NJ, Erlbaum. 5. Ferreira, F., Clifton, C. (1986). The indcpendence of syntactic processing. Journal of Memory and Langua­ ge, 25, 348-368. 6. Pulvermuller, F., Shtyrov, Y., Hauk, O. (2009). 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Las afasias: http://www.aphasia.org/docs/LibroAfasiaPart 1 .pdf http://www.aphasia.org/docs/LibroAfasiaPart2.pdf Javier Rodríguez-Ferreiro 7 ÍNDICE DE CONTENIDOS • • • • Introducción Procesamiento cognitivo Bases neurológicas del procesamiento semántico Trastornos INTRODUCCION El procesamiento semántico, o acceso al significado de las palabras, es uno de los com­ ponentes más interesantes de todo el proceso lingüístico. Al fin y al cabo, la comprensión y comunicación de significados es la parte cen­ tral del lenguaje. Cuando hablamos, buscamos activar en nuestro interlocutor una serie de sig­ nificados, y cuando escuchamos a otro hablar, nuestro objetivo es llegar a comprender lo que significan las palabras que estamos oyendo. Lo mismo ocurre cuando escribimos un mensaje o leemos un libro. El fin último de la mayoría de las actividades lingüísticas es que otra persona comprenda lo que se está diciendo y actúe en consecuencia. A lo largo de la historia de la humanidad, las distintas sociedades han ido desarrollando diferentes idiomas. Cada uno de ellos se fue construyendo a medida que se asociaban diver­ sos signos a los significados que se necesitaba expresar en cada momento. En algunas oca­ siones, dichos signos tienen un carácter ¡cóni­ co que recuerda directamente a los referentes, como las onomatopeyas o los jeroglíficos. La mayoría de las veces, en cambio, la relación entre el signo y su significado es totalmente arbitraria, y resulta imposible comprenderlo a menos que se domine el código utilizado. Es el caso de las palabras habladas o escritas del cas­ tellano. Nada puede llevar a un desconocedor del idioma a pensar que el conjunto de letras «casa» representa el lugar en el que vivimos, aunque a nosotros nos resulte totalmente na­ tural la asociación entre este significante y su significado. Para llegar hasta este punto, nuestro cerebro ha ido adaptándose durante todo el periodo de desarrollo y adquisición del lenguaje. Este proceso ocurre de forma casi automática al es­ cuchar e intentar comunicarse, en el caso del lenguaje hablado, y mediante esmerada instruc­ ción por parte de padres y maestros, en el caso de la lectoescritura. Poco a poco, las distintas palabras en sus diferentes formas se van aso­ ciando a los correspondientes significados, de manera que escuchar un determinado conjunto de sonidos, o leer una cadena de letras, evoca en nosotros una idea concreta. En este capítulo se intentará explicar lo que ocurre en nuestro cerebro cuando entendemos las palabras, y cómo se almacenan o represen­ tan sus significados. Para ello, hablaremos de lo que se conoce como memoria semántica y de su relación con distintas estructuras cere­ brales. Se describirán, además, distintos tipos de lesiones neurológicas que pueden afectar a nuestra capacidad para almacenar significados. PROCESAMIENTO COGNITIVO Podemos definir la memoria semántica como la parte de nuestro conocimiento sobre el mun­ do que, a diferencia de lo que ocurre con la lla­ mada memoria episódica, no está directamente vinculado a un momento específico de adquisi­ ción. La memoria semántica podría entender­ se como una especie de tesauro o diccionario mental en el que se organiza el conocimiento CAPÍTULO Semántica 94 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE necesario sobre el significado de las palabras.1 Una manera de estudiar cómo se estructura el conocimiento semántico es mediante la cons­ trucción de modelos conceptuales o matemáti­ cos que intenten simular su funcionamiento. De hecho, el término «memoria semántica» apare­ ce en el año 1966 en la tesis doctoral de M. R. Quillian, para dar más tarde nombre a su mode­ lo computacional. Modelo de Quillian El grupo de Quillian1 concibió la memoria semántica como una red de conocimientos. Cada nudo o entrada de la red alojaría un sig­ nificado o concepto. Los significados estarían distribuidos en jerarquías semánticas, relacio­ nándose entre sí mediante vínculos de inclu­ sión (la entrada «animal» incluye la de «pája­ ro», que incluye a su vez la de «gorrión»...). Las entradas también podrían relacionarse con otras mediante una conexión de tipo atribu­ to («pájaro» tiene «alas», tiene «pico», «vue­ la»...). Cuando necesitamos operar con ellas, las distintas entradas se activan. Además, la activación se distribuye a través de la red, ac­ tivándose también las entradas cercanas, en un proceso denominado propagación de la activa­ ción. Esta forma de distribución de la activación, y su persistencia durante un tiempo determina­ do tras la activación inicial, son elementos cla­ ve para entender el fenómeno que conocemos como priming semántico. El término priming se refiere a la influencia que la presentación previa de un estímulo tiene en la respuesta so­ bre un estímulo posterior. El priming semánti­ co implica un efecto de facilitación, reducción del tiempo de reacción, que se da cuando lo presentado anteriormente es un estímulo se­ mánticamente relacionado con el objetivo. Por ejemplo, en una tarea de decisión léxica, tar­ daremos menos tiempo en decidir si la palabra presentada (ej.: «mesa») es real o no si inme­ diatamente antes nos han presentado una pala­ bra semánticamente relacionada con ella (ej.: «silla»), en comparación tanto con un estímu­ lo no lingüístico (ej.: «####») como con una palabra sin relación semántica (ej.: «cuervo»). Una explicación a este fenómeno es que la en­ trada correspondiente a la palabra objetivo está ya activada en el momento de ejecutar la res­ puesta, debido a la propagación de la activación desde la palabra presentada previamente. Ade­ más de ser capaz de explicar el priming semán­ tico, el modelo de Quillian también encuentra apoyo en resultados obtenidos mediante la ta­ rea de verificación de oraciones. En esta tarea, los voluntarios deben decidir lo más rápida­ mente que puedan si una frase dada es verdade­ ra o falsa. Las frases utilizadas son del tipo «Un gorrión es un pájaro» o «Un gorrión es un ani­ mal». Según se desprende del modelo, los vo­ luntarios tardan más en responder cuanto más alejadas estén las entradas en la jerarquía, ya que la activación tarda más en propagarse hasta las entradas más lejanas. A pesar de este soporte empírico, el modelo de Quillian presenta algunos problemas. Por un lado, no todos los significados se prestan a una organización jerárquica. Así, conceptos abstractos como «libertad» o «justicia», o re­ feridos a acciones, como «saltar» o «recibir», no son fácilmente distribuibles en este tipo de estructura. Por otro, el modelo no tiene en cuenta algunas variables que sabemos influen­ cian nuestro conocimiento semántico. Una de ellas es la tipicidad, término que se refiere a lo característico que es un ejemplar de su cate­ goría. Por ejemplo, «perro» es más típico de la categoría «mamífero» que «ballena» u «ornito­ rrinco». La tipicidad se puede operativizar pi­ diendo a un grupo de voluntarios que evalúen lo representativos que son distintos ejemplares de una categoría. Empíricamente se ha demos­ trado que procesamos más rápidamente los ejemplares que se evalúan como más típicos. Este resultado contradice el modelo de Qui­ llian, según el cual todos los ejemplares en un mismo nivel de la jerarquía se procesan con la misma rapidez. Otro factor que desafía este modelo es el gra­ do de asociación semántica, que hace referencia a lo frecuentemente que aparecen juntas dos pa­ CAPÍTULO 7. Semántica 95 labras. Esta variable se suele operativizar como la medida de la frecuencia de diferentes respues­ tas libres ante una palabra dada (ej.: la primera palabra que se nos ocurre al leer «perro»), o en función de recuentos de co-aparición, aparición conjunta de dos palabras en un mismo enuncia­ do, en corpus lingüísticos. Palabras como «ro­ ble» y «árbol» están más asociadas entre sí que «árbol» y «planta», lo que facilita la tarea de veri­ ficar un enunciado como «Un roble es un árbol» comparada con «Un árbol es una planta». El mo­ delo de Quillian predeciría, empero, tiempos de reacción similares para ambos enunciados, ya que están a la misma distancia unos de otros. Modelos basados en características Muchos grupos de investigación han elabora­ do sus propios modelos de la memoria semán­ tica, bien basándose en el de Quillian o bien buscando metodologías alternativas. Algunos de estos modelos asumen que el significado de las palabras se fundamenta en la represen­ tación de rasgos o características. Entre ellos se encuentran el modelo de comparación de rasgos (MCR)2 o el espacio semántico unita­ rio de características (ESUC).’ Por su parte, MCR supone que el significado de una palabra puede entenderse como un conjunto de rasgos definitorios y rasgos característicos. Los rasgos definitorios serían aquellos que son esenciales para su descripción (ej.: ave: «pone huevos», porque todas las aves lo hacen), mientras que los rasgos característicos serían aquellos que aparecen en la mayoría de los ejemplares pero no son necesarios para una definición exacta (ej.: ave: «puede volar», porque no todas las aves vuelan). El modelo ESUC, más moder­ no, prescinde de esa distinción y basa la cons­ trucción de sus redes semánticas en una serie de características generadas por hablantes del idioma para describir y definir cada una de las palabras (ej.: perro: «tiene cola», «tiene cuatro patas», «es peludo»...). Como se refleja en la figura 7.1, los modelos basados en caracterís­ ticas son capaces de agrupar los distintos con­ ceptos en diferentes categorías semánticas con Figura 7.1. Agrupamiento de significados en el modelo ESUC. Al introducir distintos tipos de sustantivos, el mo­ delo ESUC los clasifica según el grado de solapamiento entre las características generadas por hablantes volun­ tarios. El modelo agrupa entre sí animales, vegetales, medios de transporte, instrumentos musicales, herra­ mientas, ropa y partes del cuerpo. Además, separa cla­ ramente los seres vivos de los inertes y agrupa los arte­ factos. Es llamativa la cercanía de las partes del cuerpo con las prendas de vestir, y su lejanía de los seres vivos. Adaptado de Vigliocco, Vinson, Lewis, y Garrett.3 gran precisión. Además, a diferencia de lo que ocurría con el modelo de Quillian, los modelos basados en características sí que dan cuenta del efecto de tipicidad. Los ejemplares más típicos de una categoría cumplirán con la mayoría de las características que conforman esa entrada, lo que los hace más fácilmente procesables, por ejemplo, en una tarea de verificación de ora­ ciones. Así, resulta más fácil decidir si un perro es un mamífero, ya que cumple con todos los rasgos habituales de la categoría «mamífero», que si una ballena es un mamífero, ya que este ejemplar de la categoría presenta características poco habituales. Modelos basados en prototipos Otras propuestas sobre la organización de la memoria semántica se han basado en el concep­ to de prototipo de Rosch.4 El prototipo es un representante de todos los miembros de una ca­ tegoría, que reúne los rasgos más frecuentes de 96 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE los ejemplares que la componen. Es una entidad esquemática formada con las características pro­ medio de todos los ejemplares, aunque en oca­ siones puede coincidir o parecerse mucho a un ejemplar concreto. Los ejemplares más parecidos al prototipo serán los más típicos; recordemos la importancia de la tipicidad en el procesamien­ to semántico de la categoría (ej.: «manzana» es un ejemplar muy típico de la categoría «fruta»). Además, las barreras entre categorías quedan difuminadas, de forma que los ejemplares más alejados al prototipo, por compartir menos ca­ racterísticas con él, pueden llegar a situarse en­ tre varias categorías (ej.: «tomate» está entre las categorías «fruta» y «verdura»). El concepto de prototipo resulta una solución más económica que la idea de listados de características, pues no es necesario que cada entrada desglose todos y cada uno de los rasgos de los distintos ejempla­ res, al estar ya resumidos en el prototipo. Una aportación importante del modelo de prototipos de Rosch es la idea de que existe un nivel básico (ej.: «gato») que es más fácil­ mente accesible, y que se encuentra entre los niveles superordinado (ej.: «animal») y subor­ dinado (ej.: «persa»). Rosch acota así la estruc­ tura jerárquica presentada por Quillian en tres niveles, dotando además de especial relevancia al nivel intermedio. El nivel básico es el que tendemos a utilizar en ausencia de restriccio­ nes específicas, y contiene conceptos fácilmen­ te diferenciables entre sí, pero suficientemente parecidos como para englobarse en una misma categoría superior. La idea de nivel básico ha encontrado apoyo empírico en diversos expe­ rimentos. Así, tareas de denominación de di­ bujos o verificación de oraciones resultan más fáciles si se utilizan conceptos del nivel básico, y se ha comprobado que los términos que an­ tes aprenden los niños al adquirir un idioma se sitúan en este nivel. Modelos basados en análisis de corpus Otros autores han construido sus modelos basándose en el análisis de corpus lingüísticos. Dichos modelos toman la forma de redes de conceptos que se ordenan en función de su si­ militud o disparidad semántica. Se sitúan aquí modelos como WordNet,' hiperespacio análogo al lenguaje (HAL)6 o análisis semántico latente (ASL).7 Por su parte, WordNet clasifica las pa­ labras con significados similares en grupos de sinónimos, llamados synsets. Cada synset ocu­ paría una entrada en el sistema, que se ordena en función de la relación existente entre unos synsets y otros. La mayoría de ellos están inter­ conectados mediante relaciones de tipo hipero/ hiponimia, similar a la inclusión del modelo de Quillian: el significado de un synset incluye al de otro synset («mamífero» es hiperónimo de «caballo», mientras que «caballo» es hipónimo de «mamífero»); coordinación: dos synsets comparten un mismo hiperónimo («caballo» y «perro» son coordinados y ambos son hipónimos de «mamífero») u holo/meronimia: el sig­ nificado de un synset constituye una parte del significado de otro synset («mesa» es holónimo de «pata», y «pata» es merónimo de «mesa»). Basándose en este tipo de relaciones, WordNet proporciona una simulación de la manera en que estructuramos el significado de las palabras, en forma de red de significados agrupados je­ rárquicamente. Los modelos HAL y ASL, en cambio, utili­ zan una metodología distinta. Tanto uno como otro fundamentan sus respectivos modelos del espacio semántico en la metodología del re­ cuento de co-apariciones, que ya comentamos al describir las críticas del modelo de Quillian. HAL y ASL utilizan métodos estadísticos dife­ rentes para aplicar la tasa de co-aparición al desarrollo de su red semántica. En estos mode­ los, la relación semántica entre los conceptos representados por distintas palabras depende del número de veces que esas palabras apa­ recen en un mismo contexto lingüístico. Así, nuestro conocimiento semántico se estructura­ ría en un espacio abierto, sin relaciones jerár­ quicas, que se puede representar gráficamente como aparece en la figura 7.2. Las entradas correspondientes a las diferentes palabras con­ formarían una red semántica basada en el gra­ do de asociación entre unas y otras. CAPÍTULO 7. Semántica nariz ojos orejas J cara / /* / cabeza pie gato / perro toro /' y ........... clientes ) Asia león Francia Europa / África s».w Figura 7.2. Representación de parte del espacio semán­ tico, según el modelo HAL. Distintos tipos de palabras aparecen distribuidos en función del número de co-apariciones (más cerca cuantas más co-apariciones). El mode­ lo estadístico HAL agrupa nombres de animales, países y partes del cuerpo entre sí, aunque con alguna excepción. El significado correspondiente a la palabra “dientes» apa­ rece más cercano al de «perro» o «gato» que a otros como «cara» o «nariz». El modelo también refleja la cercanía en­ tre palabras pertenecientes a distintas categorías pero fuertemente asociadas, como «león» y «África». Adaptado de Lund y Burgess.6 Modelos neurocognitivos Un último grupo de modelos lo formarían aquellos que intentan integrar las diferentes ideas sobre la forma en que se organiza la memoria semántica con lo que sabemos so­ bre el funcionamiento de nuestro cerebro. Las principales diferencias entre unos modelos semánticos neurocognitivos y otros estriban en la consideración de la memoria semántica como un espacio unitario o bien dividido en subsistemas, y en la importancia que otorgan a la modalidad por la que adquirimos el cono­ cimiento. Cuando hablamos de modalidad en este contexto, nos referimos a los diferentes canales mediante los cuales nuestro cerebro recoge información. Los sentidos, sobre todo la visión, constituyen los canales más obvios, pero también se tendrían en cuenta otros, como los sistemas encargados de las emocio­ nes, la motricidad o el lenguaje. Por ejemplo, según la hipótesis sensoriomotora,8 la memo­ 97 ria semántica se distribuye en forma de repre­ sentaciones específicas para cada modalidad de entrada, incluyendo los distintos canales sensoriales y también la motricidad. El siste­ ma semántico sería unitario, pero recogería información específica de cada una de estas modalidades. Así, los significados relativos a determinados referentes (ej.: «perro», «marti­ llo») se representarían en nuestro cerebro en forma de redes neuronales distribuidas por las regiones que se activan cuando interactua­ mos con ellos. La lectura de la palabra «pe­ rro» activará la información correspondiente sobre forma, tamaño y color de los perros, cómo se mueven, a qué huelen, el sonido que producen y las acciones que ejecutamos en su presencia. Toda esta información específica de modalidad sería la que da forma a nues­ tra entrada semántica para esa palabra. Como veremos más adelante, la hipótesis sensoriomotora encuentra apoyo en un buen número de investigaciones basadas en la aplicación de técnicas de neuroimagen a voluntarios sanos. En una línea similar a la hipótesis sensoriomotora, se encuentra la conocida como hipó­ tesis sensorial-funcional? Según esta última, el conocimiento semántico se estructura en dos subsistemas específicos de modalidad: por un lado, el sistema sensorial o perceptivo, que al­ macena información de tipo sensorial; y por otro, el sistema funcional, que almacena in­ formación relativa a la función de los objetos. Esta hipótesis hace predicciones específicas para dos tipos de conceptos determinados: por un lado, los relativos a seres vivos; y por otro, los correspondientes a seres inanimados. Así, el contenido semántico asociado a animales, frutas o verduras, se basará en información principalmente sensorial, ya que normalmente nuestra relación con este tipo de objetos se re­ duce a mirarlos, escucharlos, olerlos o tocarlos. En cambio, el contenido semántico de objetos inanimados, como herramientas o utensilios de cocina, dependerá fundamentalmente de sus características funcionales, es decir, para qué sirven y cómo se utilizan. La hipótesis sensorial-funcional surge para explicar la aparición 98 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE de un determinado tipo de déficit afásico, que se explicará más adelante en la sección de tras­ tornos de la memoria semántica en este mismo capítulo. Como vemos, las hipótesis sensoriomotora y sensorial-funcional presentan ciertas similitudes, pero también una diferencia fun­ damental; así, mientras que la primera asume un único sistema semántico, en el que se en­ tremezclan y solapan los diferentes tipos de in­ formación, la segunda asume dos subsistemas separados, uno para la información perceptiva y otro para la funcional. Otras perspectivas, como la teoría de la es­ tructura conceptual,10 en cambio, prescinden totalmente de las distinciones según la mo­ dalidad que postulan las hipótesis anteriores y proponen un sistema semántico unitario y amodal. Según esta teoría, la información se­ mántica se representa en forma de entradas abstractas y alejadas de los canales por los que fue obtenida. Otra asunción clave de esta pers­ pectiva es que las características conceptuales que suelen aparecer juntas se almacenan cerca en el espacio semántico, haciendo así especial hincapié en la distribución estadística de las características de los distintos tipos de con­ ceptos. Los autores también se preocupan es­ pecialmente de la distinción entre seres vivos e inanimados, desarrollando cuatro postulados acerca de cómo estos dos tipos de conceptos se distribuirían en el espacio semántico. El pri­ mero se refiere a que los seres vivos comparten más características generales entre sí, mientras que los seres inanimados tienen más caracte­ rísticas diferenciales. El segundo afirma que en los seres vivos la información funcional corre­ laciona altamente con las características pre­ ceptúales generales (ej.: «puede volar»-«tiene alas»), mientras que en los seres inanimados la función suele depender de las características diferenciales (ej.: «puede cortar»-«tiene filo»). El tercero posibilita la existencia de diferen­ cias en la distribución de características entre subcategorías (ej.: entre «animales» y «plantas») dentro de las grandes categorías de seres vivos e inanimados. Según el cuarto, las características altamente relacionadas entre sí serán más resis­ tentes al daño. La veracidad de estas premisas se apoya en resultados obtenidos mediante es­ tudios de producción de listados de característi­ cas y también en evaluaciones de pacientes con daño cerebral. Un último grupo de autores" ha desarrolla­ do una nueva teoría, la conocida como teoría de la topografía conceptual, en un intento de reconciliar los aspectos más relevantes de las hipótesis que acabamos de presentar. Estos au­ tores integraron ideas como la importancia de los rasgos sensoriales-funcionales y la forma en que se distribuyen estadísticamente las caracte­ rísticas de distintos conceptos, con un enfoque previo conocido como la teoría de la zona de convergencia. Según esta teoría, cuando per­ cibimos algo se activa una serie de detectores de rasgos en las regiones sensoriales y motoras correspondientes. Según el caso, los diferentes tipos de detectores percibirán forma, color, sonido, olor, textura, sabor, movimiento, etc., creando patrones de activación neuronal que se corresponden con la representación de dicha entidad en las diferentes modalidades. Cada vez que se activa un patrón de rasgos concreto en una modalidad dada, determinadas neuro­ nas situadas en áreas de asociación, neuronas asociativas, se encargan de codificarlos o «en­ lazarlos» (en inglés, bind) para un uso poste­ rior. Estas regiones asociativas forman las lla­ madas zonas de convergencia. En las regiones más anteriores de la corteza frontal y tempo­ ral, existirán zonas de convergencia superiores, encargadas de enlazar a su vez los patrones de activación de las neuronas asociativas corres­ pondientes a cada modalidad. Al recordar un objeto o comprender un significado, las neuro­ nas asociativas que se activaron al percibirlo se activarán de nuevo recreando la situación, aun­ que de una forma parcial. Simmons y Barsalou, autores de la teoría de la topografía concep­ tual, añaden a esta idea el principio de similitud topográfica, según el cual, cuanto más similares entre sí sean los patrones de rasgos que enlazan dos neuronas asociativas, más cerca se situarán éstas en la zona de convergencia. Así, las neu­ ronas asociativas que enlazan distintos tipos de CAPÍTULO 7. Semántica mamíferos se situarán muy cerca unas de otras, alejadas de las que enlazan herramientas. Ade­ más, como las herramientas comparten un me­ nor número de características entre sí que los animales (véase teoría de la estructura concep­ tual), aquellas formarán un grupo más disperso que estos. La figura 7.3 presenta un esquema de cómo se organizarían distintos significados en el cerebro según la teoría de la topografía conceptual. Conceptos abstractos Como hemos visto, las distintas hipótesis so­ bre la distribución del conocimiento semántico en el cerebro aluden, en muchas ocasiones, a las características sensoriales o motoras de los mismos. Este tipo de teorías sólo son aplicables a los conceptos referidos a entidades concretas, como «pera», «sofá» o «saltar», pero no a otros de carácter más abstracto, como «esperanza», Figura 7.3. Teoría de la topografía conceptual. Esquema sobre la hipotética representación de dos conceptos de la misma categoría (ej.: «animales») y uno de otra diferente (ej.: «herramientas»), según la teoría de la topografía con­ ceptual. Los mapas de rasgos de diferentes modalidades (ej.: visual, auditiva, háptica y motora) son enlazados por neuronas asociativas en distintas zonas de convergencia, situadas en las proximidades de las regiones sensoriomotoras. El patrón de actividad de estas neuronas es, a su vez, enlazado por neuronas en zonas de convergencia su­ periores en regiones más anteriores de la corteza. La dis­ tancia entre dos neuronas asociativas refleja lo similares que son los conceptos a los que corresponden. 99 «indiferencia» o «desear», que carecen de este tipo de rasgos. Existen pruebas de que los adultos tienen tiempos de reacción mayores y producen más errores en tareas que implican el procesamiento de palabras abstractas que concretas. También hay trabajos que señalan que las palabras abstractas son más difíciles de aprender para los niños en el proceso de desa­ rrollo del lenguaje, y cómo esta dificultad se hace mucho más patente para los niños con retraso mental o con trastornos específicos del lenguaje. Asimismo, se ha descrito gran canti­ dad de casos de pacientes afásicos y disléxicos que presentan un trastorno selectivo para los sustantivos abstractos. En un intento de ex­ plicar las diferencias entre uno y otro tipo de palabras, y arrojar luz sobre la forma en que se representan estas dos clases de conceptos, algunos autores han desarrollado distintas hi­ pótesis (véase recuadro 7.1 para otros tipos de palabras). Estudiosos como Lakoff12 han sugerido que los conceptos abstractos se fundamentan en una metáfora de algo concreto. Por ejemplo, el concepto correspondiente al sustantivo «ira», o al verbo «enfadarse», se apoyaría en el fenó­ meno perceptible de agua hirviendo intentando salir de una olla tapada. Sin embargo, esta hi­ pótesis no puede aplicarse a todos los concep­ tos abstractos, ya que algunos de ellos no tienen carácter metafórico. Además, cuando se pide a hablantes que den listas de características para definir este tipo de conceptos, los rasgos metafó­ ricos no aparecen entre los más habituales. Otra posibilidad es la ofrecida por la teoría de la codificación dual.1’ Sus autores proponen que las palabras concretas y abstractas se representan de maneras distintas. Según esta hipótesis, la in­ formación visual, o más ampliamente percepti­ va e incluso emocional, y la información verbal, se procesan por canales distintos y dan lugar a representaciones separadas: códigos análogos o basados en imágenes para la información visual, y códigos simbólicos o basados en conocimiento lingüístico para la información verbal. De acuer­ do con esta hipótesis, la recuperación de infor­ mación relativa a conceptos abstractos tendrá 100 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE su correlato neuronal en regiones situadas en el hemisferio cerebral dominante, por sustentarse estos en códigos de tipo lingüístico. El procesa­ miento de palabras concretas, en cambio, im­ plicará la activación de regiones cerebrales de ambos hemisferios, por fundamentarse su signi­ ficado, además, en códigos análogos. Por último, el grupo de Barsalou14 propone una visión más global de la forma en que se re­ presenta el significado de palabras concretas y abstractas, en la línea de su teoría de la topogra­ fía conceptual. Para estos autores, el contenido semántico de una palabra se fundamentaría en información sobre las distintas situaciones en las que ha aparecido esa palabra a lo largo de nues­ tra experiencia. Estas situaciones incluirían infor­ mación sobre las propiedades perceptivas de los objetos y los movimientos que podemos realizar con ellos, pero también sobre los lugares en los que suelen aparecer, las personas a las que se aso­ cian, o nuestra postura afectiva hacia los mismos. En el caso de las palabras concretas, el objeto al que se refieren cobraría especial relevancia sobre el contexto general de la situación. En lo que respecta a las palabras abstractas, la ausencia de un objeto perceptible haría que el foco de aten­ ción del concepto se dirija a otros factores, como el tipo de agentes que participan en la acción o nuestras sensaciones introspectivas al interactuar con el objeto. n Recuadro 7.1. Memoria semántica y clases gramaticales Las primeras investigaciones sobre modelos de la memoria semántica se centraban en el estudio del significado de los sustantivos, que en su mayoría se refieren a objetos. Ya hemos comentado lo inade­ cuado que resultaba el modelo de Quillian para dar cuenta de significados relacionados con acciones (designadas normalmente mediante verbos), pero modelos posteriores como MOR también recibieron críticas en este sentido. MCR iba explícitamente dirigido a la organización del espacio semántico de los objetos, que son relativamente sencillos de describir mediante características, pero no daba cabida a otro tipo de conceptos, como acciones o atributos, debido a la dificultad, o incluso imposibi­ lidad, para identificar características definitorias en significados de acciones o cualidades (representa­ das mediante adjetivos). Otros modelos optan por separar a priori entre distintas clases de palabras. Es el caso de WordNet, que distingue entre sustantivos, verbos, ad­ jetivos y adverbios, y describe distintos tipos de relaciones para cada una de ellas. Por ejemplo, en el caso de los verbos, WordNet sustituye la relación de tipo hiponímico por la de troponimia, que alude a las diferencias de modo ("cecear» es tropónimo de «hablar» porque implica hablar de un modo particular). Además, elimina la rela­ ción de tipo meronímico e introduce las relacio­ nes de implicación («respirar» implica «inspirar», porque para respirar hay que inspirar y espirar) y antonimia («ir» es antónimo de «venir», porque significan lo contrario uno del otro), que no tie- nen sentido en una clasificación de objetos. Los modelos más modernos, tanto los basados en el recuento de co-apariciones (HAL y ASL), como el modelo ESUC, basado en características, optan por no distinguir o establecer diferencias a priori entre distintas clases gramaticales, e intentan si­ mular un espacio semántico global partiendo de los mismos principios. Por su parte, los modelos neurocognitivos ha­ cen predicciones diferentes según sus premisas. Mientras que la teoría de la estructura concep­ tual supone un asentamiento neuronal similar para sustantivos/objetos y verbos/acciones, la hipótesis sensoriomotora asume grandes dife­ rencias, en función de la predominancia de ras­ gos perceptivos en los objetos y motrices en las acciones. (hiperonimia) descansar (hiperonimla) paquidermo l1 elefante — 1 mamut (coordinación) dormir'»— .. despertar (antonimia) trompa hibernar roncar (meronimia) (troponimia) (implicación) Organización semántica en WordNet. WordNet explí­ cita distintos tipos de relaciones entre los concep­ tos según la clase gramatical a la que pertenezcan. CAPÍTULO 7. Semántica BASES NEUROLÓGICAS DEL PROCESAMIENTO SEMÁNTICO En el apartado anterior hemos revisado algu­ nos modelos de la memoria semántica que in­ tentan simular, desde la psicología cognitiva, la forma en que se estructura nuestro conocimiento sobre los significados. Ahora bien: por un lado, el avance en los últimos años de las técnicas de neuroimagen, y por otro, la evaluación exhaus­ tiva de pacientes con trastornos semánticos de­ bidos a daño cerebral, han propiciado el desa­ rrollo de investigaciones sobre la localización del conocimiento semántico en nuestro cerebro. En general, podemos adelantar que la gran cantidad de datos recogidos sobre el correlato neuronal de la memoria semántica conceden un papel funda­ mental al lóbulo temporal, aunque existe un am­ plio debate sobre la importancia relativa de otras estructuras fuera de éste, en los lóbulos frontal y parietal. Una de las formas más evidentes de estudiar el sustrato neuronal del procesamiento semánti­ co es pedir a un voluntario que lleve a cabo una tarea de denominación de dibujos mientras re­ gistramos su actividad cerebral mediante alguna técnica de neuroimagen, como la TEP o la RMf. Para llegar a decir la palabra «mesa» ante el di­ bujo de una mesa, nuestro cerebro se activará llevando a cabo al menos tres subprocesos: per­ cepción visual del objeto, activación de la en­ trada semántica correspondiente, y selección y producción de la palabra. Los resultados de este tipo de estudios muestran que la denominación de dibujos activa una amplia red de neuronas distribuidas por las regiones occipital, temporal, y frontal. Gracias a multitud de investigaciones previas, sabemos con certeza que la actividad occipital se corresponde con la percepción del objeto. De hecho, esta actividad también apa­ rece en una tarea de simple visualización. La actividad frontal se sitúa en el área de Broca, que ha sido vinculada en multitud de estudios a los procesos de producción oral, más concre­ tamente en la recuperación de la forma de las palabras (véase capítulo 3), por lo que tampoco parece corresponder al acceso semántico. Una 101 vez descartadas esas dos estructuras, parece ra­ zonable considerar al lóbulo temporal como el mejor candidato para alojar el procesamiento de los significados. Más específicamente, la re­ gión fusiforme en la zona ventral del lóbulo, y las circunvoluciones inferior y media, en la zona lateral del hemisferio izquierdo, parecen jugar un papel importante en la memoria semántica. Ahora bien, los resultados obtenidos al estu­ diar una sola tarea no pueden tomarse como totalmente fiables hasta que no se hayan repli­ cado mediante otras tareas que compartan con ella el mismo proceso clave. Otras actividades que suponen el acceso al sistema semántico, y que han sido utilizadas frecuentemente en este tipo de estudios, son la lectura de palabras, la fluidez categorial (decir durante un tiempo de­ terminado el mayor número posible de ejem­ plares de una categoría semántica dada, por ejemplo, animales), la decisión semántica (deci­ dir si un objeto pertenece o no a una categoría dada; ej.: si una pera es o no una herramienta) o el emparejamiento semántico (elegir cuál de dos candidatos está semánticamente asociado a un tercero; ej.: escoger entre una sierra y un he­ lado ante el dibujo de un tronco). Esta última ta­ rea ha sido especialmente relevante en el estudio de la memoria semántica, y es la base de uno de los tests más importantes para su evaluación: el test de pirámides y palmeras, muy utilizado tan­ to en investigación como en la práctica clínica. La convergencia de resultados obtenidos al es­ tudiar el correlato neuronal de la ejecución de este tipo de pruebas ha confirmado el papel de las regiones ventral y lateral del lóbulo tempo­ ral en el procesamiento semántico. Sin embargo, también ha puesto de manifiesto la relevancia de otras regiones, como la corteza prefrontal y la re­ gión inferior del lóbulo parietal, incluyendo la circunvolución angular, sobre todo en tareas más difíciles que requieren cierto esfuerzo semántico. Un ejemplo de este tipo de tarea sería la asocia­ ción semántica intracategorial. En esta versión de la tarea de emparejamiento semántico, los candidatos pertenecen a la misma categoría (ej.: escoger entre un clavo y un tornillo ante un des­ tornillador), lo que dificulta un poco la elección. 102 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Categorías semánticas en el cerebro Como hemos podido observar, el procesa­ miento semántico depende de la actividad en una red neuronal muy amplia que se distribu­ ye por varias regiones de la corteza cerebral. El siguiente paso es intentar averiguar si las dife­ rentes estructuras corticales juegan un papel es­ pecífico en el mantenimiento de significados, o bien funcionan como un todo. Una posibilidad que ha sido explorada ampliamente es que dis­ tintas regiones respondan ante diferentes tipos de contenido semántico. Esta hipótesis ha sido comprobada en un buen número de investiga­ ciones, en las que se comparaba la actividad neuronal asociada a grupos de estímulos con di­ ferentes características semánticas, presentados en tareas como las que acabamos de comentar. Una de las comparaciones más estudiadas es la distinción entre seres vivos e inanima­ dos. Efectivamente, el procesamiento de es­ tos dos tipos de conceptos da lugar a activi­ dad en regiones diferenciadas, dentro de las amplias estructuras implicadas en el procesa­ miento semántico. La diferencia fundamental se ha encontrado en que, mientras el foco de la actividad relacionada con el procesamien­ to de herramientas se sitúa en la región late­ ral del lóbulo temporal, parte posterior de la circunvolución temporal media izquierda, el procesamiento de los seres vivos sitúa su epi­ centro en la región ventral del lóbulo, en la circunvolución fusiforme. Las diferencias en­ tre las características semánticas de una y otra categoría parecen ser la clave para entender los distintos patrones de actividad, ya que la circunvolución temporal media posterior está involucrada en la percepción del movimiento de objetos y la circunvolución fusiforme se asocia a la percepción de su forma. Estos re­ sultados cobran sentido si asumimos que los movimientos relacionados con los objetos tie­ nen más peso en el contenido semántico de las herramientas, mientras que las características visuales son más relevantes en el significado de los seres vivos (recordemos la hipótesis sensorial-funcional). Estos hallazgos también han sido interpretados como un apoyo a la hipótesis sensoriomotora, pues muchas de las regiones activadas se solapan o están en las inmediaciones de regiones que se activan cuando interactuamos con los distintos tipos de referentes. Así, al acceder al conoci­ miento semántico relacionado con nombres de herramientas, se activan principalmente regio­ nes implicadas en la percepción de movimien­ tos asociados a artefactos (parte posterior de la circunvolución temporal media izquierda), pero también las que controlan nuestros propios mo­ vimientos cuando las utilizamos (corteza motora y premotora), o las encargadas de percibir su for­ ma (región medial de la circunvolución fusifor­ me). Un patrón paralelo se observa en la activa­ ción de significados correspondientes a nombres de animales. El acceso a este tipo de conceptos depende de la actividad, principalmente en re­ giones laterales de la circunvolución fusiforme, que codificarían las características de tipo per­ ceptivo, pero también en la región cercana al surco temporal superior, encargado de percibir el movimiento biológico. La figura 7.4 presenta un mapa de la distribución de diferentes tipos de información semántica en el cerebro. Objetos Cualidades Acciones ■ Seres vivos ■ Formas = Movimientos ■ Inanimados Colores Figura 7.4. Categorías semánticas en el cerebro. De acuer­ do con la hipótesis sensoriomotora, diferentes tipos de conceptos activan redes neuronales situadas en las regio­ nes del cerebro que se activan cuando interactuamos con sus referentes. CAPÍTULO 7. Semántica Aunque la mayoría de las investigaciones se han interesado por la comparación entre dife­ rentes tipos de objetos, algunos autores se han ocupado también de estudiar el sustrato neuro­ nal del procesamiento semántico de significados relacionados con otro tipo de conceptos, como acciones/verbos o cualidades/adjetivos. Especial­ mente interesantes son los resultados obtenidos por Pulvermüller et al.15 al estudiar el correlato neuronal de la lectura de verbos referidos a mo­ vimientos de distintas partes del cuerpo. Estos autores pidieron a un grupo de participantes que leyeran verbos como «lamer» (movimiento de la cara), «coger» (movimiento de las manos) y «pa­ tear» (movimiento de las piernas). Los patrones de actividad asociados a cada tipo de verbo se situaron en regiones de la corteza motora simila­ res, o muy cercanas, a las que se activaban cuan­ do pidieron a los voluntarios que realizaran esos mismos movimientos. Más tarde se comprobó que los verbos de movimiento activan, además, regiones posteriores de la corteza temporal me­ dia, implicada en la percepción del movimien­ to. Del mismo modo, el grupo de Pulvermüller constató que la lectura de adjetivos que expre­ san cualidades visuales se asocia a actividad neu­ ronal en regiones de la corteza ventral y medial del lóbulo temporal, encargada de percibir este tipo de características. Así, mientras las palabras que expresan colores provocan actividad en la corteza parahipocampal y regiones más poste­ riores de la circunvolución fusiforme, las referi­ das a formas dan lugar a actividad en regiones más anteriores de esta circunvolución. Neuronas espejo Uno de los descubrimientos más interesantes de la neurociencia en los últimos años, y con posibles repercusiones sobre el estudio del pro­ cesamiento semántico, es el sistema de las neu­ ronas espejo.16 Este término se refiere a un con­ junto de neuronas observadas en el macaco que se activan tanto cuando realiza un movimien­ to concreto como cuando ve a otro llevarlo a cabo. Se considera que estas neuronas, situadas en la región premotora F5 y en el surco supe­ 103 rior temporal, toman parte en actividades como la imitación y comprensión de las acciones rea­ lizadas por los demás. Diversos estudios señalan que los humanos poseemos también un circui­ to de neuronas espejo que se distribuye princi­ palmente por regiones parietales y, sobre todo, frontales, como la región inferior de la circun­ volución precentral, y la parte posterior de la circunvolución frontal inferior. Además de estar implicado en la imitación y comprensión de ac­ ciones ajenas, el sistema de neuronas espejo en humanos podría estar relacionado también con la representación de significados relacionados con las acciones. Esta hipótesis se fundamenta en investigaciones que muestran cómo la escu­ cha de oraciones que expresan diferentes movi­ mientos activa las mismas neuronas espejo que la observación de dichos movimientos. El estu­ dio del sistema de neuronas espejo en humanos y su relación con la representación de significa­ dos aporta nuevos datos sobre la relevancia de las características motoras y perceptivas en la organización del conocimiento semántico. Los resultados obtenidos desde este enfoque se pue­ den integrar en perspectivas como la hipótesis sensoriomotora o la teoría de la topografía con­ ceptual. TRASTORNOS La evaluación del conocimiento semántico es una parte fundamental de cualquier explora­ ción de la capacidad lingüística, y no es raro en­ contrar déficit semántico en pacientes afásicos o en personas que sufren enfermedades neuro­ degenerativas. Pero, además de ser un aspecto crucial de la práctica neuropsicológica clínica, el estudio de la preservación de la memoria se­ mántica de distintos tipos de pacientes nos ha proporcionado una gran cantidad de informa­ ción sobre el modo en que representamos el co­ nocimiento semántico. La estimación del daño en pacientes afásicos ha dado pie a un extenso Corpus sobre la existencia de déficits que afec­ tan a unos campos semánticos, dejando otros intactos. Por otro lado, el deterioro semántico aparece como uno de los síntomas clave de pro­ 104 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE cesos degenerativos como la demencia frontotemporal o la enfermedad de Alzheimer, y se observa incluso en trastornos que no se caracte­ rizan principalmente por un déficit del lenguaje, como la enfermedad de Parkinson. Lesiones focales En ocasiones, la lesión de regiones del cere­ bro relacionadas con el procesamiento lingüís­ tico, ya sean originadas por un traumatismo craneoencefálico, accidente cerebrovascular u otras causas, da lugar a problemas del lengua­ je conocidos como trastornos afásicos. Dichos trastornos pueden afectar diferentes subpro­ cesos del lenguaje, incluido el procesamiento semántico. Algunas veces el deterioro provo­ cado en la memoria semántica se restringe a una categoría semántica concreta, dando lugar a lo que se conoce como un déficit específico de categoría. Es el caso de la paciente VER, estudiada por Warrington y McCarthy.17 Esta mujer sufría un trastorno afásico secundario a un infarto ce­ rebral en el hemisferio izquierdo que afectaba gravemente su comprensión del lenguaje. Al evaluar a VER, Warrington y McCarthy descu­ brieron que su déficit semántico afectaba a los objetos inanimados, quedando preservados los seres vivos, como animales o plantas. Un año más tarde, el mismo equipo estudió los casos de cuatro pacientes con encefalitis por herpes simple, una enfermedad vírica que afecta a las regiones medial temporal y frontal inferior del cerebro. Los autores observaron que los cuatro pacientes presentaban el patrón inverso a VER, conservando la capacidad para nombrar dibu­ jos de objetos inanimados, pero con graves pro­ blemas a la hora de denominar dibujos de seres vivos. Esta doble disociación se ha confirmado posteriormente en estudios especialmente bien controlados en los que se tuvieron en cuenta importantes características de los estímulos, como su frecuencia, familiaridad o imaginabi­ lidad. Dobles disociaciones se han encontrado también a niveles más específicos, por ejemplo dentro de los seres vivos, entre frutas, verduras y animales, y también en cuanto a categorías más amplias, como entre conceptos concretos y abstractos, o entre objetos y acciones. La aparición de este tipo de déficits específi­ cos se ha utilizado para argumentar que el siste­ ma semántico se organiza en categorías discre­ tas. Según esta hipótesis, las representaciones semánticas relativas, por ejemplo, a seres vivos y a seres inanimados, estarían separadas entre sí y localizadas en regiones diferentes del cerebro, lo que explicaría la posible aparición de dete­ rioros selectivos para una de ellas. Para otros, en cambio, estos trastornos pueden explicarse también aludiendo al porcentaje de caracterís­ ticas compartidas por los ejemplares de unas y otras categorías, sin necesidad de que las repre­ sentaciones de sus significados estén totalmente separadas. Los ejemplares que comparten va­ rias características se agruparían en el espacio semántico, y esto haría posible el déficit espe­ cífico. Por ejemplo, la mayoría de los animales tienen una cara con ojos y boca, cuatro patas, son capaces de moverse, etc. En la sección de­ dicada a los modelos semánticos, veíamos que diferentes conceptos se agrupaban naturalmen­ te en categorías como «animales» o «herramien­ tas», en función de la cantidad de características compartidas. Al poseer tantas características se­ mánticas comunes y ser tan parecidos entre sí, el daño haría difícil la recuperación de uno de ellos en particular de entre tantos y tan simila­ res competidores. Una tercera explicación para la aparición de los déficits específicos de categoría semántica es la aportada por la ya citada hipótesis sensorialfuncional, que va aún más lejos, asumiendo que las representaciones de los distintos tipos de objetos dependen específicamente de sus carac­ terísticas sensoriales o funcionales. Esto posibili­ taría la aparición de una disociación entre seres vivos y seres inanimados al depender uno de ca­ racterísticas sensoriales y los otros de rasgos fun­ cionales. Esta explicación parece ganar peso si tenemos en cuenta algunas investigaciones en las que se han encontrado pacientes con patrones de deterioro que podrían resultar contraintuitivos. Diversos estudios han constatado que las partes CAPÍTULO 7. Semántica del cuerpo y los instrumentos musicales, que a priori clasificaríamos, respectivamente, como se­ res vivos y objetos inanimados, respectivamente, no se comportan como el resto de componentes de su categoría. Por un lado, se han encontrado pacientes con dificultades específicas para recu­ perar información sobre los seres vivos que, sin embargo, no tenían ningún tipo de problema en relación al conocimiento correspondiente a las partes del cuerpo. Completando la doble disociación, se ha en­ contrado también que los pacientes con déficits específicos para los objetos inanimados sue­ len mostrar el patrón contrario, con un cono­ cimiento conservado para los seres vivos, pero problemas en cuanto a las partes del cuerpo. Además, a pesar de las dificultades relacionadas con los objetos inanimados de estos pacientes, en ocasiones su conocimiento acerca de los ins­ trumentos musicales se encuentra preservado. Los instrumentos musicales son, sin duda, se­ res inanimados, y parece sensato clasificar las partes del cuerpo como seres vivos, pero estos dos tipos de objetos podrían depender de carac­ terísticas distintas que el resto de miembros de su grupo. El conocimiento que normalmente se tiene sobre los instrumentos musicales, al menos aquellas personas que no saben tocar ninguno, se limita a ciertas características sensoriales de forma, color o sonido. En cambio, el conoci­ miento sobre las partes del cuerpo depende más de su función, de para qué o cómo se utilizan. L.a distinción según características sensoriales y funcionales se ha extendido también a dominios La paciente EW, descrita por Caramazza y Shelton,18 era una funcionaría jubilada de 72 años que había sufrido un accidente cerebrovascular en la región frontoparietal de! hemisferio izquierdo. Su lenguaje espontáneo era fluido y coherente, y su percepción visual estaba den­ tro de la normalidad. Una evaluación exhaus­ tiva reveló que EW presentaba un problema específico para el procesamiento de los anima­ les, en comparación con otro tipo de objetos. El déficit quedó claro en tareas tan dispares 105 semánticos más amplios, como el de los objetos y las acciones. Se han descrito casos de pacien­ tes con un deterioro específico para los anima­ les en comparación con herramientas y también con acciones, lo que cobra sentido si asumimos que las acciones tienen un contenido semántico más de tipo funcional. Como vemos, el patrón de deterioro encontrado en muchos de estos pacientes sería fácilmente explicable según las hipótesis basadas en la distinción entre caracte­ rísticas sensoriales y funcionales. Trastornos progresivos Las enfermedades neurodegenerativas pro­ vocan la muerte progresiva de las células ce­ rebrales. Hablamos de demencia cuando la pérdida neuronal da lugar a un deterioro en las funciones cognitivas. Este tipo de trastor­ no aparece normalmente en personas de edad avanzada, y provoca en muchas ocasiones un deterioro de la memoria que puede afectar al conocimiento semántico. La enfermedad de Alzheimer (EA) es el tipo de demencia más habitual. La pérdida neuro­ nal asociada a la EA comienza en las regiones del hipocampo y la corteza temporal medial, para ir extendiéndose poco a poco a las regio­ nes anteriores y laterales del lóbulo temporal, así como al lóbulo frontal. El patrón de dete­ rioro cognitivo asociado a esta enfermedad se caracteriza principalmente por un deterioro de la memoria episódica, pero suele incluir tam­ bién un déficit de la memoria semántica.” Los “I como denominación de dibujos de animales y herramientas, identificación de sonidos produ­ cidos por animales o artefactos, decisión de objetos (decidir si un animal o herramienta es real o no), decisión de partes (decidir cuál de dos cabezas corresponde a un animal, o cuál de dos elementos corresponde a un utensilio), etc. Además, el déficit específico de categoría presentado por EW afectaba a los animales, pero no a otras categorías de seres vivos, como frutas o verduras, que estaban intactas. 106 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE pacientes con EA presentan normalmente difi­ cultades para llevar a cabo tareas de naturaleza semántica, como denominación de dibujos o juicios de sinonimia (determinar si dos pala­ bras significan lo mismo o no). Tanto es así, que tareas como la fluidez categorial parecen situarse entre las mejores herramientas neuropsicológicas para la detección del deterioro cognitivo leve (DCL).” El DCL es una entidad diagnóstica que se aplica a un determinado grupo de pacientes con problemas cognitivos mayores de lo esperable por su edad. El déficit presentado por los pa­ cientes con DCL es real; por lo tanto, no se re­ duce a una percepción subjetiva del paciente o de sus cuidadores, pero no es lo suficientemente importante aún para interferir con su vida co­ tidiana, y en ocasiones resulta difícil detectarlo mediante pruebas neuropsicológicas. Cuando el deterioro afecta fundamentalmente al campo de la memoria, se conoce como DCL amnésico. La importancia de detectar cuanto antes este es­ tado radica en que la mayoría de los pacientes que lo presentan acaban desarrollando la EA en los cinco años siguientes. Dada la ausencia de un tratamiento eficaz contra la EA, la detección temprana, e incluso preclínica, de estos pacien­ tes, resulta de vital importancia para el desarro­ llo de programas de entrenamiento que preser­ ven sus capacidades cognitivas. Otro tipo de enfermedad neurodegenerativa (menos común que la EA, pero muy relevante en cuanto al deterioro de la memoria semán­ tica) es la demencia frontotemporal (DFT). A diferencia de lo que ocurre en la EA, la atrofia asociada a esta enfermedad aparece en el ló­ bulo frontal y se distribuye poco a poco hacia el lóbulo temporal. Dada su naturaleza frontal, el efecto principal de la DFT es la aparición de trastornos disejecutivos, aunque también es común la afectación del lenguaje.20 Dependiendo de la distribución de la atrofia y del tipo de deterioro de la capacidad lingüística, se distinguen dos tipos de DFT. Los pacientes con una afectación eminentemente temporal, en regiones laterales e inferiores del lóbulo, además de en el polo temporal, suelen presentar un deterioro del lenguaje conocido como afasia progresiva fluente, o también demencia semán­ tica. La demencia semántica se caracteriza por un lenguaje fluente, aunque con problemas de denominación y comprensión de palabras que abarcan varios dominios semánticos. Los pa­ cientes con demencia semántica fallan sistemá­ ticamente en tareas como emparejamiento en­ tre dibujos y palabras o denominación, lo que pone de manifiesto una profunda degradación de su conocimiento semántico. Varios estudios de caso único han encontrado, además, que los pacientes con demencia semántica presentan dificultades específicas para las representacio­ nes semánticas relacionadas con los sustantivos/ objetos, en contraposición a otros dominios se­ mánticos, como el de los verbos/acciones. En otras ocasiones, la distribución de la atro­ fia asociada a DFT afecta principalmente a los lóbulos frontales. Los pacientes que sufren esta variante de la enfermedad suelen presentar un cuadro de deterioro lingüístico conocido como afasia progresiva primaria o afasia progresiva no fluente. Este síndrome se caracteriza prin­ cipalmente por problemas de producción, con errores fonológicos o gramaticales, pero no de contenido semántico. Sin embargo, estudios recientes apuntan a la presencia de un déficit de tipo semántico que afecta de forma selecti­ va a los significados de los verbos/acciones. Finalmente, en los últimos años ha crecido el interés por el estudio de posibles déficits se­ mánticos en pacientes que, a priori, no parecen presentar un deterioro lingüístico, pero sí de la función motora.21 Es el caso de personas con esclerosis lateral amiotrófica, parálisis supranuclear progresiva asociada a demencia o degene­ ración corticobasal. Varios estudios han demos­ trado que estos pacientes presentan un deterioro específico para el conocimiento semántico rela­ cionado con las acciones. Estas dificultades pa­ recen presentarse también en pacientes con una enfermedad mucho más común, también carac­ terizada principalmente por un trastorno motor, como es la enfermedad de Parkinson (EP). La EP es un trastorno neurodegenerativo debido a un déficit de dopamina en los circuitos cere- CAPÍTULO 7. Semántica 107 Caso clínico González-Nosti, Cuetos y Martínez20 evaluaron la memoria semántica de dos pacientes con DFT. BM, un ingeniero naval de 71 años, presentaba la varian­ te temporal de la DFT (demencia semántica). Por su parte, el carpintero de 73 años AO sufría la varian­ te frontal de esta demencia (afasia progresiva no fluente). Los pacientes llevaron a cabo tareas emi­ nentemente semánticas, como emparejamiento di­ bujo-dibujo, palabra-dibujo y palabra-definición, de­ nominación, categorización o fluidez, todos ellos con nombres de objetos. También se utilizaron pruebas brales encargados del movimiento. Entre sus sín­ tomas característicos encontramos rigidez mus­ cular y temblores, acompañados de bradicinesia o acinesia. Además, en ocasiones también se han descrito enfermos de EP con trastornos leves del lenguaje, en concreto de tipo semántico. Diver­ sas investigaciones han puesto de relieve un de­ terioro selectivo para el conocimiento sobre acciones/verbos en estos pacientes, tanto mediante tareas neuropsicológicas sencillas (como la deno­ minación de dibujos) como con paradigmas más complejos (el ya citado priming semántico). La aparición de este tipo de déficit en pacientes con trastornos motores apoya la idea de que el cono­ cimiento semántico de los verbos que expresan movimientos depende de las estructuras implica­ das en la realización de esos movimientos. Degradación de contenidos o problema de acceso Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el neuropsicólogo a la hora de evaluar la capacidad semántica de un paciente es poder determinar si el déficit observado tiene su ori­ gen en la degradación de los contenidos de la memoria semántica, o bien en una imposibili­ dad para acceder a los mismos. Warrington y Shallice22 propusieron una serie de criterios que deben cumplirse en una evalua­ ción para poder estar seguros de que el proble­ ma se encuentra en la pérdida de las representa­ ciones semánticas, y no en dificultades de acceso a las mismas: no semánticas de repetición y lectura de palabras y seudopalabras. BM y AO obtuvieron resultados cer­ canos a la normalidad en estas últimas pruebas. En cambio, los resultados de BM señalaron un impor­ tante déficit en la memoria semántica relacionada con los objetos que no aparecía en AO. Un análisis del patrón de errores mostró, además, que mientras AO producía exclusivamente errores de tipo fonológi­ co (ej.: «arsilla» por «ardilla»), BM cometía, asimismo, un buen número de errores semánticos (ej.: «zapa­ to» por «calcetín», «música» por «piano»). • El primer criterio se refiere a la consistencia en los resultados relacionados con los mismos ítems utilizados en diferentes pruebas y a lo largo del tiempo. Parece lógico pensar que un paciente que ha perdido la representación del concepto «perro» será incapaz tanto de nombrar el dibujo de un perro como de em­ parejarlo con la palabra «perro», y que fallará siempre que se le presenten estos ítems. • El segundo asume una mejor preservación del conocimiento superordinado que del su­ bordinado. Si entendemos el conocimiento semántico como una estructura jerárquica de entradas que incluyen otras entradas, tiene sentido esperar que la desaparición del con­ cepto «perro» conlleve una mayor pérdida en el conocimiento sobre los tipos de perros y sus características que sobre la categoría superordinada «animal». • El tercer criterio presupone una mayor pér­ dida de los ítems menos frecuentes, que se verían más fácilmente afectados por la pérdi­ da de conocimiento semántico que los de fre­ cuencia más alta. • El cuarto criterio se refiere a la falta de mejo­ ría ante la administración de pistas y ausencia de efecto de priming semántico, que no podrá aparecer si se han perdido las representacio­ nes semánticas. • En una versión posterior, los autores intro­ dujeron un quinto y último criterio; según éste, una mejoría en la ejecución del evalua­ do al disminuir la tasa de presentación de los 108 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE estímulos, proporcionando más tiempo para intentar acceder a la información correspon­ diente, indicaría un problema de acceso. Aunque son, sin duda, un referente a tener en cuenta en la evaluación de pacientes con pro­ bable daño semántico, los criterios del grupo de Warrington no están exentos de problemas. Uno de sus principales inconvenientes es que entienden la degradación del conocimiento se­ mántico como un proceso de todo o nada, sin dar lugar a una posible degradación parcial del El procesamiento semántico es fundamental en casi toda actividad lingüística, ya que uno de los ob­ jetivos principales de la comunicación es la transmi­ sión de significados. La capacidad cognitiva que nos permite almacenar dichos significados se conoce como memoria semántica. Desde la aparición del seminal modelo de Quillian, la memoria semántica se ha concebido como una red, más o menos jerár­ quica, de entradas conectadas entre sí por distintos tipos de relación. La activación de una de estas en­ tradas se propaga a través de la red activando las entradas relacionadas, lo que explica el fenómeno del priming semántico. Algunos autores entienden dichas entradas como un listado de características que definen los distintos conceptos, o bien como un prototipo que agrupa las características promedio de los diferentes ejemplares. Otros hacen énfasis, no en la naturaleza de las entradas semánticas, sino en la distancia entre unas y otras, en función de la co-aparición de las palabras en el lenguaje. Cada una de estas dos perspectivas da cuenta de diferentes efectos empíricos: el de tipicidad y el de asociación semántica, respectivamente. El procesamiento semántico da lugar a actividad neuronal, principalmente en regiones ventrales y mediales del lóbulo temporal izquierdo, aunque también en otras, como la circunvolución angular en el lóbulo parietal o en la corteza prefrontal. La aparición de actividad específica para distintos tipos de significados en regiones involucradas en nuestra mismo. Por ejemplo, si entendemos que la in­ formación semántica se estructura en función de características semánticas, podemos imaginar que se pierdan sólo parte de las características que corresponden a un concepto determina­ do, conservándose el resto. Este tipo de degra­ dación parcial podría explicar la aparición de efectos de priming semántico o la mejoría ante la administración de pistas, y también el dete­ rioro relativo de niveles de categorización infe­ riores en pacientes sin problemas de acceso. interacción con sus referentes ha dado lugar a pro­ puestas como la hipótesis sensoriomotora. Según ésta, el conocimiento semántico se estructura en forma de información especifica de modalidad. Esta hipótesis se reelabora en la teoría de la topografía conceptual, que añade ¡deas como la «zona de con­ vergencia», constituida por neuronas asociativas que agrupan la información de cada modalidad, o el «principio de similitud», según el cual las neuronas asociativas se situarán más cerca cuanto más simi­ lares sean los conceptos que enlazan. Una lesión focal de este sistema neuronal puede provocar un trastorno de la capacidad semántica para un grupo determinado de conceptos, dando lugar a lo que se conoce como déficit específico de categoría. De es­ pecial relevancia resulta la disociación entre seres vivos e inanimados, que ha dado lugar a un impor­ tante debate sobre el modo en que se distribuyen las características semánticas y a la aparición de la hipótesis sensorial-funcional. Algunas enfermedades neurodegenerativas tam­ bién provocan un deterioro de la memoria semán­ tica. Es el caso de la enfermedad de Alzheimer, y de un tipo de demencia frontotemporal conocido como demencia semántica. Asimismo, trastornos neurodegenerativos que afectan al sistema motor, como la enfermedad de Parkinson, también pare­ cen provocar cierto grado de deterioro semántico; en concreto del conocimiento relacionado con los verbos que expresan movimientos. CAPITULO 7. Semántica 109 Preguntas de autoevaluación • ¿Qué problemas presenta el modelo de Qui­ llian, y qué otros modelos los solucionan? • ¿Cómo se explica el fenómeno del priming se­ mántico? ¿Por qué es relevante en la evalua­ ción de pacientes con deterioro semántico? • ¿Cómo se representa el conocimiento semánti­ co según la teoría de la topografía conceptual? ¿Qué ideas de hipótesis anteriores integra esta teoría? ¿Cómo lo hace? • ¿La aparición de déficits específicos de catego­ ría implica que el conocimiento semántico se estructura en categorías discretas? • ¿Qué hipótesis sobre las bases neuronales del conocimiento semántico encuentran apoyo en los estudios de pacientes con trastornos del movimiento? REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Tulving, E. y Donaldson W. (Eds.) (1972). Organization of memory. New York: Academic Press. 2. Smith, E. E., Shoben, E. J. y Rips, L. J. (1974). Structure and process in semantic memory: A featural model for semantic decisions. 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Neuropsychologia, 47,3271-3274. 22. Warrington, E. K. y Shallice, T. (1979). Semantic access dyslexia. Brain, 102, 43-63. Pragmática José Manuel Igoa, Mercedes Belinchón y Elena Marulanda ÍNDICE DE CONTENIDOS • • • • Introducción Pragmática del lenguaje y procesos psicolingüísticos Arquitectura neurocognitiva del procesamiento pragmático del lenguaje Alteraciones neuropsicológicas en el procesamiento de enunciados figurados INTRODUCCIÓN Lenguaje, comunicación y significado La Pragmática es una disciplina que cruza las fronteras entre la Lingüística, la Filosofía del Lenguaje y la Psicolingüística. En un sentido general, se dice que la Pragmática se ocupa de estudiar el uso del lenguaje. Indagar acerca del uso del lenguaje supone preguntarse para qué sirve, qué cosas podemos hacer con él, cuáles son las funciones que desempeña en la vida de los usuarios y cómo se llevan a cabo esas fun­ ciones. El lenguaje es, sin duda, una herramienta multiusos, pues sirve para distintas cosas: en primer lugar, es una herramienta para repre­ sentar objetos, eventos y experiencias, es decir, se trata de un sistema simbólico o «intencio­ nal» que empleamos para referirnos a las cosas del mundo; en segundo lugar, es una herra­ mienta para transmitir información o conoci­ mientos sobre el mundo y para compartir las intenciones y estados de sus usuarios, es decir, para comunicarnos; y por último, es una he­ rramienta eficaz para controlar, regular y pla­ nificar nuestras propias acciones y las de los demás. En suma, el lenguaje es una herramien­ ta del pensamiento, en su función simbólica o representacional, y de la acción y la interac­ ción humanas, en sus funciones comunicativa y reguladora. Dentro de este marco de análisis, la Pragmática se puede definir como la discipli­ na que abarca el estudio de las competencias y actividades vinculadas al ejercicio de las fun­ ciones del lenguaje, y, más en particular, de la función comunicativa. La comunicación lingüística se basa en dos competencias diferenciadas: por un lado, la ca­ pacidad de procesar «formas» lingüísticas (mor­ femas, palabras, oraciones) para desvelar su significado, y por otro, la capacidad de inter­ pretar acciones humanas, esto es, conductas significativas que expresan intenciones. Todo enunciado lingüístico proferido por un hablan­ te competente en los dos sentidos mencionados expresa, por tanto, dos clases de significado: un significado lingüístico, que resulta de los significados de las partes que forman el enun­ ciado y del modo en que éstas se combinan, y un significado pragmático, que expresa la in­ tención del hablante, esto es, lo que el hablante pretende dar a entender al oyente cuando emi­ te el enunciado en un contexto determinado. Según la visión tradicional, los significados lin­ güístico y pragmático son independientes, y se recuperan mediante operaciones psicológicas distintas. Así, el significado lingüístico consiste en proposiciones que representan estados de cosas en el mundo y que, por tanto, tienen un «valor de verdad». En consecuencia, la inter­ pretación de un enunciado es el proceso por el cual el oyente determina qué condiciones han de darse para que el enunciado sea verdadero, y el significado se define como las condiciones de verdad del enunciado. En cambio, el signifi­ cado pragmático de un enunciado no depende de su correspondencia con un determinado es­ tado de cosas del mundo, sino de la intención del hablante que lo profiere. Por tanto, no se 112 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE puede evaluar en términos de su verdad o fal­ sedad, sino en función de otras consideracio­ nes, como su adecuación al contexto en el que se usa, su mayor o menor eficacia en la reali­ zación de la intención que expresa o su cohe­ rencia con las creencias y deseos de quien lo produce. En este sentido, podemos decir que todo enunciado lingüístico se enmarca en un «acto de habla», que presenta tres componen­ tes (en realidad, tres actos distintos que se eje­ cutan de forma simultánea): un componente «locutivo», por el que se «dice» algo (un con­ tenido proposicional); un componente «ilocutivo», por el que se «realiza» algo al decirlo, o se hace efectiva la intención del hablante al proferirlo; y un componente «perlocutivo», por el que se produce un efecto en el oyente o destinatario.1 Los actos de habla, entonces, son acciones o conductas en el sentido más ca­ bal de estos términos, es decir, son literalmen­ te «cosas que hacemos» con el lenguaje, como informar, declarar, convencer, prometer, pedir, suplicar o exigir algo, entre otras. Los actos del habla se pueden definir y distinguir entre sí en base a unas reglas, denominadas «condiciones de realización feliz». Por ejemplo, una condi­ ción esencial de las promesas es que quien las realiza esté en disposición y tenga la voluntad de cumplirlas; una condición esencial de las peticiones, órdenes o súplicas es que quien las recibe pueda satisfacerlas.2 Según lo dicho hasta aquí, el análisis del sig­ nificado de los enunciados lingüísticos queda como una tarea repartida entre dos disciplinas: la Semántica, que examina la relación del len­ guaje con el mundo, y la Pragmática, que es­ tudia la relación del lenguaje con sus usuarios. Sin embargo, hay dos problemas que enturbian y complican esta aparentemente nítida división del trabajo. Por una parte, parece obvio que la mayoría de los enunciados lingüísticos no contienen toda la información necesaria para derivar una representación proposicional. Esto sucede de forma evidente en oraciones que in­ cluyen términos indéxicos, como pronombres personales (ej.: «ella es estudiante»), sintagmas demostrativos («ese chico está dormido») o lo­ cuciones adverbiales («aquí hace calor», «an­ tes no había móviles»); pero también en otras muchas expresiones (por ejemplo, en una ora­ ción sencilla y aparentemente desprovista de ambigüedad como «El libro es rojo», el signi­ ficado lingüístico de los términos no permite aclarar si el predicado «rojo» se aplica a todo el objeto «libro» o tan sólo a una de sus partes, ya sea la cubierta o el papel en el que está im­ preso). Este problema de «infradeterminación semántica» se da continuamente en el len­ guaje natural, y nos indica que el significado lingüístico de un enunciado rara vez coincide con su significado proposicional, por lo que precisa de un enriquecimiento adicional. Por consiguiente, ya no son dos, sino tres, los pla­ nos del significado que debemos considerar: un significado «lingüístico», semánticamente infradeterminado; un significado «proposicio­ nal», enriquecido por elementos contextúales; y un significado «pragmático», referido a la in­ tención del hablante.1 Un segundo problema, directamente deriva­ do del anterior, es el relativo a las relaciones que se pueden establecer entre los tres planos de significado que acabamos de enunciar y al papel que se atribuye a las inferencias en la derivación de los significados proposicional y pragmático de los enunciados lingüísticos. Las inferencias son operaciones (procesos de cómputo, en una descripción cognitiva) que añaden información contextual (extralingüísti­ ca) al significado lingüístico para derivar otras formas de significado. Según la visión tradi­ cional en Pragmática, la denominada «teoría pragmática estándar»,4 la interpretación de los significados lingüístico y proposicional des­ cansa en procesos encapsulados de descodifi­ cación lingüística, el primero, y de inferencias semánticas indispensables, el segundo, hallán­ dose ambos desprovistos de inferencias prag­ máticas, relativas a la intención del hablante. Según esta concepción, que mantiene intacta la división entre Semántica y Pragmática, de la integración de estos dos niveles de significado se desprende el sentido «literal» del enunciado, y sólo si de este primer nivel de computación CAPITULO 8. Pragmática del significado literal resulta un significado in­ congruente con el contexto, el intérprete se ve empujado posteriormente a añadir inferencias pragmáticas para descubrir el significado pre­ tendido por el hablante. En contra de esta postura, muchos autores defienden la prevalencia de la interpretación pragmática en la comunicación lingüística, y con ella la idea de que incluso el contenido proposicional se tiene que inferir, al menos parcialmente, de premisas relativas a la inten­ ción comunicativa del hablante. Desde esta perspectiva, la comunicación lingüística im­ plica siempre procesos de «lectura mental», y la infradeterminación semántica del signi­ ficado proposicional sólo se puede corregir mediante inferencias pragmáticas. Dado que lo que el enunciado dice (el significado pro­ posicional) depende de lo que el enunciado implica (el significado pragmático), no tiene sentido, para estos autores, atribuir un signifi­ cado literal a los enunciados lingüísticos. La comunicación humana como actividad inferencial Como acabamos de ver, las inferencias son un ingrediente esencial de la comunicación lingüística, en la medida en que resultan im­ prescindibles no sólo para derivar el signifi­ cado pragmático, sino también para ir más allá del significado lingüístico y resolver el problema de la infradeterminación semánti­ ca. Prácticamente todas las teorías pragmáti­ cas coinciden en afirmar que la comunicación humana es una actividad eminentemente in­ ferencial. Esto equivale a decir que la comu­ nicación lingüística no se reduce a un mero intercambio de información entre un emi­ sor y un receptor, aunque naturalmente lo incluye, y que, por tanto, no se circunscribe a procesos de codificación y descodificación de señales en mensajes de acuerdo con un sistema de reglas combinatorias (sintaxis) y de interpretación de signos (semántica). Las inferencias que se realizan en la comunica­ ción lingüística se suelen dividir en dos catego­ 113 rías generales: las «explicaturas» y las «implicaturas». Las «explicaturas» son inferencias que operan sobre el significado lingüístico para de­ rivar lo que el mensaje dice (el significado pro­ posicional); se trata, entre otras, de inferencias que permiten identificar los antecedentes de los pronombres o desambiguar piezas léxicas (como exige el enunciado «Él se acercó has­ ta el banco»). Por su parte, las «implicaturas» son inferencias que se realizan para derivar el significado del hablante. Algunas de ellas tie­ nen un carácter general y convencional, en la medida en que no se refieren a situaciones o contextos comunicativos concretos, sino que se aplican por defecto. Así, las llamadas impli­ caturas «convencionales» vienen inducidas por presuposiciones asociadas a los significados de ciertas palabras, independientemente de su contexto de uso. Por ejemplo, el adverbio «in­ cluso», en una oración como «Incluso Juan lo sabe», introduce convencionalmente la presu­ posición de que «Juan no suele saber las cosas». Otras implicaturas (las «no conversacionales») no se refieren directamente a la intención del hablante, sino que funcionan como premisas necesarias o útiles para la comprensión de la misma. Así, para entender la expresión «Me duele la cabeza» como forma indirecta de re­ chazar una invitación a ir al cine, es preciso derivar una implicatura no conversacional que relacione el dolor de cabeza con la práctica de ciertas actividades sociales o lúdicas, como la de ir al cine. Las inferencias que aluden directamente a la intención del hablante son las implicaturas «conversacionales», que se derivan del cono­ cimiento implícito que hablantes y oyentes comparten sobre las condiciones que permi­ ten organizar y sostener una conversación. Un principio fundamental que regula de modo im­ plícito la actividad comunicativa es el principio de «cooperación».4 En virtud de este principio, y en aras de lograr la máxima eficacia comu­ nicativa, los participantes deben tratar de ser veraces, concisos, pertinentes y ordenados a la hora de transmitir sus intenciones comunicati­ vas. La transgresión por el hablante de alguna 114 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE de estas normas o «máximas conversaciona­ les», que se da típicamente en actos de habla figurados o no literales, como las peticiones indirectas, las metáforas, las ironías y los mo­ dismos, provoca que el interlocutor inicie un proceso inferencial, que finalmente le permite desvelar la implicatura conversacional e inter­ pretar el significado pretendido por el hablan­ te; así ocurre, por ejemplo, cuando alguien que ha planeado una excursión comprueba que ese día amanece diluviando y dice: «¡Qué día tan agradable!»; al ser este comentario manifies­ tamente falso y transgredir, por tanto, una de las máximas de la conversación, el interlocutor debe inferir que el hablante, en este caso, ha pretendido comunicar lo contrario de lo que ha dicho. Un asunto de particular interés psicológico en el estudio de las inferencias pragmáticas es el grado de obligatoriedad u opcionalidad que tienen para la comprensión de los actos comunicativos, así como el grado de automaticidad o de control consciente que entraña su realización. El hecho de que la mayor parte de estas inferencias se realiza de forma auto­ mática y por debajo del nivel de la conciencia del sujeto, al igual que la rapidez, y presumi­ blemente la obligatoriedad, con que parecen ser derivadas por los participantes en una conversación, han dado pie a pensar que estas operaciones mentales se hallan encapsuladas, es decir, pertenecen a un módulo cognitivo, o sistema de propósito específico, diseñado para el procesamiento de información pragmática en escenarios comunicativos.5 Sin embargo, el principal escollo que tiene que superar una interpretación modular de los procesos inferenciales es la de dar cuenta de cómo un siste­ ma cognitivo especializado en la inducción de estados mentales puede estar encapsulado y a la vez acceder a fuentes de información muy diversas, como habitualmente sucede cuando hacemos inferencias. Otra cuestión psicológicamente relevante desde el punto de vista pragmático es la con­ sideración de la comunicación humana como actividad «racional», guiada por el propósito de maximizar la eficacia comunicativa de los actos de habla en beneficio de los distintos participantes, y derivada y dependiente, por tanto, de capacidades o competencias cognitivas más generales. En las teorías pragmáticas actuales, se entiende por «beneficio» la modi­ ficación satisfactoria o útil de los «contextos cognitivos» de dichos participantes (es decir, sus creencias y conocimientos previos), y se asume que en aras de dicho objetivo puede ser conveniente hacer explícitos ciertos aspectos de las intenciones comunicativas de los inter­ locutores mientras se mantienen otros implí­ citos. Por ello, se dice que la comunicación humana es al mismo tiempo «inferencial» y «ostensiva»: inferencial, porque requiere «sa­ car a la superficie» información implícita que no está presente en el significado lingüístico; y ostensiva, porque provee al interlocutor de signos (gestos o palabras) que le permiten re­ cuperar esta información oculta.4,6 Dentro de los parámetros que definen el ca­ rácter racional de la comunicación lingüística humana, algunos autores ponen énfasis en el carácter cooperativo de la comunicación, y consideran que el compromiso de los inter­ locutores con el «principio de cooperación» antes aludido es esencial para dar cuenta del equilibrio entre la información dada e implíci­ ta que caracteriza los intercambios comunicati­ vos humanos. La transgresión de las máximas conversacionales derivadas de este principio se interpreta, entonces, como un modo indirecto, más sofisticado y tolerable desde el punto de vista social, de transmitir una intención comu­ nicativa particular, que no se podría evaluar de forma tan manifiesta y eficaz si el hablante se atuviera estrictamente a las normas de la con­ versación. Para otros, en cambio, la comunica­ ción se rige por un «principio de relevancia (o pertinencia),6 es decir, por el intento de ofre­ cer y obtener el máximo beneficio cognitivo a costa de un esfuerzo o coste comparativamente menor para los interlocutores. Según los pro­ motores de esta teoría, el cálculo de la relevan­ cia es un proceso que acompaña de forma im­ plícita al proceso de descodificación lingüística CAPÍTULO 8. Pragmática de todos los enunciados. Debido a ello, y tam­ bién al supuesto de que todo enunciado, por el mero hecho de ser proferido, implica la pre­ sunción de su relevancia y provoca en el oyen­ te un razonamiento inferencial, los enunciados figurados o no literales no son vistos por esta teoría como un tipo «especial» o «anómalo» de lenguaje, sino como una manifestación más (aunque quizá más extrema e ilustrativa) de la naturaleza ostensivo-inferencial de la comuni­ cación humana. La teoría de la relevancia, al igual que su predecesora, la teoría de la cooperación, es una teoría cognitiva de la comunicación. En ambas se concede un papel esencial a los procesos de atribución de estados mentales entre los par­ ticipantes en los intercambios comunicativos y, por ello, a la capacidad humana de razonar (deductivamente) y de crear metarrepresentaciones, esto es, representaciones mentales de otras representaciones. El carácter metarrepresentacional de la comunicación inferencial se aprecia de forma particularmente clara en la formulación que hacen estas teorías de los actos comunicativos. Estos actos comprenden dos estratos de intenciones superpuestos: en primer lugar, una intención informativa, con­ sistente en hacer manifiestos al interlocutor ciertos supuestos; y en segundo lugar, una in­ tención comunicativa, que estriba en hacer que el interlocutor reconozca la intención informa­ tiva anterior. La intención informativa es una metarrepresentación de «segundo orden», pues persigue crear en la mente del interlocutor la representación de un estado de cosas («A pre­ tende que B piense p»), en tanto que la inten­ ción comunicativa es una metarrepresentación de tercer orden, dado que pretende el recono­ cimiento de la intención informativa del ha­ blante por parte del interlocutor («A pretende que B reconozca que A quiere /», donde I es la intención informativa). En los próximos apartados revisaremos las competencias y los procesos cognitivos que subyacen al uso comunicativo del lenguaje, in­ cluyendo sus correlatos cerebrales y sus prin­ cipales alteraciones. Esta materia constituye el 115 núcleo de las investigaciones sobre Pragmática del Lenguaje (también llamada «Pragmática Experimental») de las que ha surgido una ma­ teria que se empieza a conocer como «Neuropragmática».7 PRAGMÁTICA DEL LENGUAJE Y PROCESOS PSICOLINGÜÍSTICOS Las investigaciones pragmáticas han abar­ cado, en las últimas décadas, fenómenos muy diversos y dispares, como la organización y re­ gulación de diálogos y conversaciones, el pro­ cesamiento de enunciados figurados (peticio­ nes indirectas, metáforas, modismos, ironías, proverbios, etc.), la realización de las llamadas «implicaturas escalares» o implicaturas que se derivan de términos lógicos, como los cuantificadores y otros operadores (ej.: verbos mo­ dales como «poder» o «deber», o conjunciones como «y» u «o»), la coordinación gestos-len­ guaje en los actos de habla, y otros muchos.8 Sin embargo, la mayor parte de los estudios se ha referido a la derivación de inferencias prag­ máticas en distintas clases de enunciados, por lo que serán los procesos de derivación de im­ plicaturas escalares y, sobre todo, los de com­ prensión de enunciados figurados, los que cen­ trarán a partir de ahora nuestro interés. La comprensión de enunciados con términos lógicos El uso de términos lógicos en el lenguaje na­ tural es un ámbito apropiado para plantear el problema de las relaciones entre la Semántica y la Pragmática, asunto al que ya hemos aludi­ do anteriormente en este capítulo. Una de las preguntas más relevantes al respecto es la de hasta qué punto los seres humanos se ajustan a las reglas de la lógica formal en sus procesos de razonamiento y de interpretación de enun­ ciados, cuestión que entronca con la discusión sobre el papel de las inferencias pragmáticas en la comprensión, y con el problema, más general, de la hipotética «racionalidad» de los actos comunicativos. 116 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Entre las inferencias más estudiadas en re­ lación con este problema, se encuentran las llamadas «implicaturas escalares», inferencias pragmáticas que se realizan sobre operadores lógicos, como «algunos» u «o», que forman parte de una escala con distintos grados de «fuerza informativa». La fuerza informativa equivale a la extensión que alcanza la referen­ cia de las expresiones lingüísticas en las que se utilizan estos operadores. Así, la escala de los cuantificadores se puede ordenar, según su fuerza informativa, de la siguiente manera: [todos > la mayoría de > muchos > algunos > pocos], donde cada miembro de la escala introduce un conjunto igual o mayor de ele­ mentos que el que le sigue. Otro tanto ocurre con los operadores [y > o]; así, «Juan estudia inglés y francés» define un conjunto igual o mayor de lenguas (dos) que «Juan estudia in­ glés o francés», dado que «y» tiene siempre una lectura inclusiva, mientras que «o» puede tener una lectura inclusiva («cualquiera de ellas») o disyuntiva («sólo una de ellas»). Así las cosas, en circunstancias en las que un hablante puede elegir un operador con mayor fuerza informa­ tiva («todos» o «y») y elige uno de menor fuer­ za («algunos» u «o»), el uso de estos últimos induce una implicatura escalar por parte del oyente, esto es, la inferencia de que, al usar los operadores menos fuertes, el hablante preten­ de definir un conjunto más pequeño de refe­ rentes; de este modo, «algunos» se interpreta comúnmente como «no todos» (aunque, desde un punto de vista lógico, también es congruen­ te o compatible con «todos»), y «o», como un operador de disyunción («uno u otro, pero no ambos»). Los estudios dedicados al procesamiento de implicaturas escalares se han propuesto averi­ guar en qué medida el significado lógico de las expresiones lingüísticas que hacen uso de ope­ radores lógicos se activa o no en una etapa de procesamiento previa a la realización de estas implicaturas pragmáticas. Algunos resultados muestran un interesante contraste entre el modo de proceder de los niños y de los adul­ tos. Así, algunos estudios han comprobado que los niños de 5 a 7 años tienden a favore­ cer una interpretación lógica de enunciados como «Todos los enanos que se comieron una fresa o un plátano consiguieron un diamante» (en este caso, la interpretación inclusiva fren­ te a la disyuntiva). En cambio, estudios efec­ tuados con adultos revelan que estos parecen preferir una interpretación pragmática de tales enunciados basada en implicaturas escalares. Esto se ha puesto de manifiesto tanto en tareas explícitas de juicios como en tareas implícitas que exploran los procesos sobre la marcha.9 En contraste con estos datos, otros estudios experimentales y algunos trabajos con registro de potenciales evocados arrojan un patrón de resultados distinto que indica que, en vez de derivarse automáticamente o «por defecto», las implicaturas escalares son procesos comparati­ vamente más lentos, dependientes del contex­ to y «racionales». El contraste entre los resultados con niños y con adultos se ha interpretado apelando a la idea de que las implicaturas escalares contribu­ yen a enriquecer pragmáticamente el signifi­ cado proposicional, pero al mismo tiempo re­ quieren un mayor esfuerzo de procesamiento y, por tanto, se hallan más al alcance de los adul­ tos que de los niños. Estudios recientes aportan evidencia en este sentido, al comprobar que los participantes tienden a derivar el significado ló­ gico de los enunciados, y no sus implicaturas escalares, cuando se realizan tareas con mayor demanda o carga de procesamiento. Por ende, se ha observado que existen importantes dife­ rencias individuales en la capacidad de los su­ jetos adultos para derivar este tipo de implica­ turas. Procesos cognitivos y comprensión de enunciados figurados Los enunciados figurados son aquellos en los que se produce una discrepancia entre su signi­ ficado literal (ya sea lingüístico o proposicio­ nal) y lo que el hablante quiere dar a entender cuando los profiere. Es precisamente por esta discrepancia por lo que estos enunciados han CAPÍTULO 8. Pragmática resultado de especial interés para los psicolingüistas, y se han convertido en el centro de nu­ merosos estudios empíricos dirigidos a clarifi­ car tanto la naturaleza como el curso temporal de los procesos implicados en la derivación de sus múltiples significados. Desde la perspectiva de la teoría pragmáti­ ca clásica, los enunciados figurados son actos de habla que transgreden una o varias de las máximas de la conversación y que, por tan­ to, requieren implicaturas conversacionales para su comprensión.4 Desde esta teoría, por otra parte, se entiende que la construcción del significado de enunciados figurados parte ne­ cesariamente de la representación del sentido literal y descontextualizado del enunciado, y que sólo a partir de operaciones opcionales de inferencia, más costosas que las empleadas para formular el significado literal, se llega a recuperar su sentido figurado. Sin embargo, esta concepción tradicional ha perdido peso frente a la idea de que los significados literal y figurado a menudo no se distinguen tan nítida­ mente, y de que este último se puede activar de manera independiente e incluso de forma pre­ ferente al literal. A este cambio de opinión han contribuido las propuestas de la teoría de la re­ levancia (que ya comentamos), pero también, y especialmente, los numerosos estudios que se han dado a conocer en las últimas décadas so­ bre el procesamiento de enunciados figurados en tiempo real en personas neurológicamente sanas y en pacientes con alteraciones de diver­ sas clases (daños cerebrales sobrevenidos en la vida adulta y localizados en distintas áreas, trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia o la esquizotipia, o trastornos del desarrollo, como el autismo). Los enunciados figurados no constituyen un conjunto bien definido y uniforme de objetos lingüísticos. Por una parte, los criterios em­ pleados para clasificarlos en categorías son diversos; así, en las peticiones indirectas y las ironías, se recurre a la intención del hablan­ te como criterio distintivo para definir este tipo de emisiones, mientras que en el caso de las metáforas se apela más a las relaciones 117 semánticas entre conceptos. Por otra parte, incluso dentro de cada categoría, encontra­ mos subtipos relativamente diferenciados de enunciados, que emergen de propiedades o variables también muy diversas. Por ejemplo, las metáforas y los modismos, pero no tanto las ironías, se pueden clasificar en función de su grado de convencionalidad o familiaridad; los modismos, pero no así las ironías o las metáforas, se prestan a ser clasificados según la plausibilidad de su interpretación literal o la composicionalidad de su significado es de­ cir, la posibilidad de reconstruir su sentido a partir de las partes que lo componen; los mo­ dismos, las metáforas y las peticiones indirec­ tas, aunque no las ironías, se pueden enjuiciar según su grado de transparencia semántica, es decir, la proximidad entre sus interpretacio­ nes literal y figurada. También cabe destacar que el contexto no influye del mismo modo en la interpretación de los distintos tipos de enunciados figurados, dado que parece desempeñar un papel más decisivo en las peticiones indirectas y en las ironías que en las metáforas o los modismos. Por último, conviene advertir que un mismo enunciado puede tener un valor pragmático múltiple; por poner un caso extremo, un mo­ dismo metafórico se puede emplear de manera irónica para hacer una petición indirecta (por ejemplo, una madre pierde la paciencia al ver que, en plena época de exámenes, su hijo aún no ha empezado a estudiar y le dice: «¿Vas a seguir hincando los codos de esa manera toda la tarde?»). El principal objetivo de la investigación so­ bre el procesamiento de enunciados no litera­ les es desentrañar las relaciones entre sus signi­ ficados literal y figurado, a fin de determinar hasta qué punto la recuperación del sentido literal es un proceso obligatorio y previo a la derivación del significado no literal. Intima­ mente vinculado a este objetivo general, está el de averiguar cuáles son los mecanismos de procesamiento implicados en la comprensión de esta clase de enunciados y determinar en qué medida estos mecanismos son específicos 118 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE de dominio, es decir, forman un módulo cog­ nitivo o, por el contrario, se aplican a la com­ prensión de enunciados lingüísticos de manera inespecífica. Una parte importante de la evi­ dencia al respecto está vinculada al hallazgo de estructuras cerebrales compactas y especia­ lizadas en estos procesos, y de pruebas de la susceptibilidad de los mismos a alteraciones selectivas. En la actualidad, como ya se comentó, la mayor parte de los modelos de procesamiento de enunciados figurados defiende el carácter interactivo de los procesos de interpretación semántica y pragmática, o, lo que es lo mis­ mo, la idea de que no hay una línea diviso­ ria clara entre la computación del significado literal y la interpretación de las intenciones del hablante.10 La prevalencia de uno u otro significado en distintos momentos del proce­ samiento depende de variables como la fami­ liaridad y frecuencia relativas de los significa­ dos, la convencionalidad del uso figurado de las expresiones o la transparencia semántica del enunciado y la consiguiente plausibilidad de su interpretación literal. Todas estas varia­ bles pueden conspirar o pugnar entre ellas a favor de una u otra interpretación a lo largo del proceso de comprensión, hasta dar con el significado pertinente. Así descrito, el proceso de interpretación de un enunciado se halla de­ terminado por la prominencia relativa de sus posibles significados, y por ello no cabe hablar tanto de una dicotomía entre el sentido lite­ ral y el no literal, como de una escala gradual, en la que se disponen los diversos significados atribuibles al mismo.11 Si tomamos el ejem­ plo de los modismos, nos encontramos con que hay modismos que sólo parecen admitir un sentido figurado, dada la implausibilidad, o incluso la anomalía, de cualquier interpre­ tación literal (ej.: «hacer el indio»), mientras que hay otros que sólo podrían interpretarse de modo figurado en un contexto sesgado (ej.: «lavarse las manos»). Dado el extenso repertorio de expresiones figuradas que encontramos en el lenguaje natural y la diversidad de variables que las caracterizan, resulta difícil extraer conclu­ siones generales sobre el procesamiento de este tipo de enunciados. No obstante, an­ tes de proceder a la exposición separada de las tres categorías que vamos a examinar, se pueden hacer dos observaciones aplicables a todas ellas, y que tienen que ver con el papel del contexto en la activación del significado no literal. La primera observación es que el contexto afecta por igual a la derivación del sentido literal y del sentido figurado de un enunciado, de lo que se deduce que el sig­ nificado literal (lingüístico o proposicional) no se activa por defecto ni es, por tanto, in­ sensible al contexto en el que aparece.12 Una propuesta interesante a este respecto es la que sugiere que, al interpretar un enunciado, se da inicialmente una primacía del significado literal en un nivel local, es decir, al interpre­ tar los primeros constituyentes del enunciado. Estos, sin embargo, pueden activar de inme­ diato representaciones no literales que condi­ cionen la interpretación de los constituyentes sucesivos, hasta el punto de que el sentido li­ teral del enunciado puede quedar postergado o cancelado en relación a otras interpretacio­ nes no literales del mismo. En consecuencia, la interpretación literal del enunciado en su totalidad a menudo no llega a computarse en absoluto.3 La segunda observación es que el papel del contexto está modulado por otras variables, como la prominencia del significado (literal o figurado) de la expresión o la convenciona­ lidad y la frecuencia de los diversos usos de la misma. Así, se ha comprobado que los ve­ hículos muy convencionales de metáforas no­ minales (ej.: «firme», «duro», «débil», en ex­ presiones como «aquel profesor era muy...») activan su sentido metafórico con indepen­ dencia del contexto en que se emplean las metáforas. De un modo similar, los modismos poco transparentes semánticamente y cuyo fi­ nal es altamente predecible (ej.: «rasgarse... [las vestiduras]») se procesan con extrema rapidez, incluso antes de que haya concluido su emisión completa. CAPÍTULO 8. Pragmática Comprensión de metáforas La metáfora es un acto de predicación por el que un concepto de un dominio se interpreta a través de un concepto perteneciente a un do­ minio distinto. La predicación metafórica sirve normalmente para identificar o, más propia­ mente, para atribuir propiedades a los referen­ tes o conceptos que caen bajo su dominio. La metáfora comprende siempre dos elementos: el vehículo, concepto que desempeña la fun­ ción de predicado, y el tópico o tenor, que es el argumento objeto de predicación. Así, en la expresión metafórica «Ese hombre es una má­ quina», el SN «ese hombre» es el tenor del que se predica que es «una máquina», que actúa como vehículo de la metáfora. La función de predicación ejercida por las metáforas se ha interpretado de diversos mo­ dos, que se pueden entender como operacio­ nes psicológicas: bien como una sustitución de conceptos, lo que presupone la atribución ini­ cial de un significado literal que es reemplazado por otro no literal, bien como una comparación implícita, en la cual la predicación se efectúa a partir de un cotejo de rasgos entre conceptos (tenor y vehículo), o bien como la categorización de un concepto (el tenor) como miembro de una determinada clase, representada por el vehículo.13 Un rasgo interesante de muchas metáforas es el hecho de que son falsas en su interpre­ tación literal. Esto se hace patente en aquellas que relacionan dominios conceptuales disjun­ tos, es decir, que carecen de rasgos comunes que permitan una comparación directa entre ellos (tal es el caso en metáforas como «Ro­ berto es una apisonadora»). En cambio, los enunciados metafóricos negativos (ej.: «nin­ gún hombre es una isla»), al igual que aque­ llos que relacionan conceptos pertenecientes a dominios que comparten rasgos, (ej.: «Mi hijo es un bebé»), pueden ser literalmente ver­ daderos. La falsedad literal de la mayoría de las metáforas distingue este tipo de enuncia­ dos de buena parte de los modismos y tam­ bién de los enunciados declarativos irónicos. 119 que sí pueden entenderse, en su acepción lite­ ral, como verdaderos. De las diversas cuestiones planteadas en la investigación sobre la comprensión de metáfo­ ras, nos vamos a centrar en dos estrechamen­ te relacionadas: por un lado, el mecanismo de procesamiento que se halla en la raíz de la in­ terpretación de este tipo de enunciados; y, por otro, el carácter, más o menos automático o encapsulado, de los procesos de comprensión de metáforas. Nuestra exposición se ceñirá a las llamadas metáforas «nominales», aquellas que presentan la estructura «A es B», donde A es el tenor de la metáfora y B su vehículo. Existen dos concepciones alternativas en tor­ no al mecanismo responsable de la interpreta­ ción de enunciados metafóricos. La primera corresponde al modelo de emparejamiento es­ tructural,14 que concibe la comprensión de me­ táforas como un proceso de comparación im­ plícita de los rasgos semánticos del tenor y el vehículo. Este proceso se lleva a cabo de forma automática, mediante el alineamiento paralelo de la estructura jerárquica de rasgos de ambos conceptos y la comparación de ambas estructu­ ras. De esta comparación surgen dos conjuntos de rasgos, uno de rasgos comunes al tenor y al vehículo y otro de rasgos dispares. La com­ prensión de la metáfora se completa, en una segunda etapa, con un proceso de atribución o proyección de uno o varios de los rasgos dis­ pares del vehículo sobre el tenor. Este último proceso se entiende como una operación infe­ rencia! no automática ni obligatoria. La postura alternativa corresponde al mo­ delo de inclusión de clases, que concibe la metáfora como un proceso de categorización, en virtud del cual el tenor se interpreta como un ejemplar perteneciente a la clase de fenó­ menos que denota el vehículo.13 El modelo de inclusión de clases rechaza la existencia de un proceso inicial de comparación de rasgos y, por tanto, sostiene que la comprensión de­ pende únicamente del proceso de categoriza­ ción, que considera automático y, por tanto, no inferencial. Según este modelo, los vehícu­ los de las metáforas tienen un carácter «dual», 120 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE en la medida en que pueden interpretarse en clave literal, a la vez que representan, en su dimensión metafórica, una o varias categorías abstractas. Ambos modelos coinciden en afirmar el carácter automático, incluso obligatorio, del proceso de comprensión del significado figu­ rado, lo que se pone de manifiesto en la difi­ cultad de inhibir o ignorar el significado no li­ teral de enunciados que se pueden interpretar como metafóricos. Este efecto de «interferen­ cia de la metáfora» se observó en un estudio ya clásico de verificación de oraciones,15 en el que se pedía a los participantes que juzgaran la verdad o falsedad de enunciados de cuatro clases: metáforas literalmente falsas («algunos empleos son cárceles»), metáforas mezcla­ das («algunas flautas son cárceles») y enun­ ciados literales verdaderos («algunos pájaros son gorriones») y falsos («algunos pájaros son cárceles»). Los resultados mostraron que los participantes tardaban más tiempo en juzgar como falsos los enunciados metafóricos que los enunciados literales falsos y las metáforas mezcladas, lo que viene a indicar que el sen­ tido figurado, y posiblemente verdadero, de las metáforas, se activa de manera automática e interfiere con la recuperación de su sentido literal, que es falso. Por otra parte, los dos modelos arriba men­ cionados difieren en su manera de entender la relación entre las metáforas y los símiles, o comparaciones literales entre conceptos (ej.: «Roberto es como una apisonadora»). Para el modelo de alineamiento estructural, en las pri­ meras fases del proceso de comprensión, las metáforas, sobre todo las novedosas, se entien­ den de la misma manera que los símiles, pues en ambos casos el proceso está guiado por la comparación de rasgos, una comparación im­ plícita, en el caso de las metáforas, y explícita, en el de los símiles. Las metáforas convencio­ nales no precisarían de este proceso inicial de alineamiento, y por ello se comprenden con más facilidad y rapidez que los símiles. Por su parte, el modelo de inclusión de clases sostie­ ne que todas las metáforas, convencionales o novedosas, se comprenden más deprisa que los símiles, dado que sólo estos últimos re­ quieren una comparación de rasgos. A tenor de ello, la convencionalidad de las metáforas, una propiedad asociada al vehículo, resulta ser una característica crucial para comparar los dos modelos en disputa, pues cada uno de ellos hace predicciones distintas del efecto de esta variable en la comprensión de enuncia­ dos metafóricos. La prueba más concluyente a favor del mo­ delo de alineamiento estructural a este respecto es la observación de que se tarda más tiempo en comprender metáforas novedosas que sími­ les novedosos, mientras que las metáforas con­ vencionales se comprenden más rápido que los símiles convencionales. Por su parte, el modelo de inclusión de clases sostiene que la conven­ cionalidad del vehículo no interviene de forma aislada, sino en interacción con otras variables como la «calidad» de la metáfora. Esta variable se ha definido como el grado en el que el sig­ nificado figurado del vehículo expresa una ca­ racterística importante del tenor, y constituye una medida subjetiva de la relación entre los términos que intervienen en la construcción de la metáfora. Las pruebas más favorables a esta hipótesis son las que revelan que el efecto de la convencionalidad del vehículo en la compren­ sión está subordinado a variables como la cali­ dad de la metáfora, y se da en interacción con ciertas propiedades del tenor, como el grado de restricción que éste impone en el procesa­ miento del vehículo y en la comprensión glo­ bal de la metáfora. Por último, interesa comentar que los parti­ darios del modelo de inclusión de clases man­ tienen que, si una metáfora es novedosa, se crea una categoría abstracta de orden superior representada por el vehículo, mientras que si la metáfora es convencional, el significado me­ tafórico se recupera directamente de la entra­ da léxica del vehículo en el sistema semántico. Esta concepción de la metáfora como un pro­ blema léxico-conceptual es la que defienden algunos teóricos de la relevancia. Desde esta perspectiva, la comprensión de metáforas se CAPITULO 8. Pragmática entiende como un proceso de construcción de conceptos ad hoc, en el que el significado del vehículo, que es difuso o genérico, cuando no abiertamente ambiguo, es enriquecido para ser combinado con el significado del tenor en el proceso de interpretación. Este proceso de en­ riquecimiento puede suponer, bien un «estre­ chamiento» por selección de rasgos, o bien una «ampliación» por adición de propiedades al significado original del vehículo, y constituye un ejemplo del fenómeno de «enriquecimiento pragmático» que, según la teoría de la relevan­ cia, interviene en la generación de explicaturas para obtener el significado proposicional del enunciado.16 De este modo, tanto la teo­ ría de la relevancia como el modelo de inclu­ sión de clases contemplan la comprensión de metáforas como un proceso vinculado más a la derivación del significado proposicional del enunciado que a la derivación de implicaturas pragmáticas. Comprensión de modismos Los modismos o expresiones idiomáticas son enunciados de varias palabras (por lo general, sintagmas verbales y locuciones ad­ verbiales) que expresan de manera figurada distintos tipos de significados, preferiblemen­ te eventos («rascarse la barriga», «buscar tres pies al gato»), cualidades de eventos u objetos («a trancas y barrancas», «de golpe y porra­ zo»), o actitudes («estar colgado» de alguien o algo). Por otra parte, desde el punto de vista gramatical, los modismos tampoco constitu­ yen un grupo uniforme de expresiones. De la amplia variedad de tipos existentes, en este apartado nos centraremos en los modismos que presentan la estructura de un sintagma verbal formado por un verbo seguido de un SN definido (ej.: «estirar la pata»), por ser este tipo de modismo, sin duda, el que más se ha estudiado. Los modismos presentan una serie de carac­ terísticas que justifican su interés para los in­ vestigadores. Por una parte, varían en su gra­ do de transparencia semántica, o, lo que es lo 121 mismo, en la proximidad entre su significado lingüístico y su sentido figurado. El hecho de que algunos modismos tengan un significado literal plausible («aguantar el chaparrón») y otros no («dorar la píldora»), permite analizar el papel que juega el significado lingüístico de estas expresiones en la interpretación de su sentido pragmático. Así, cabe suponer que en los modismos transparentes el significado lite­ ral es más accesible (o incluso inevitable), en el curso del procesamiento, que en los modismos opacos. Por otra parte, los modismos difieren en la dimensión de composicionalidad semán­ tica y, correlativamente a ello, en su produc­ tividad sintáctica y morfológica. Esto permite suponer que algunos modismos se procesan de manera composicional, o sea, como sintagmas u oraciones («morder el anzuelo»), mientras que otros se interpretan globalmente como piezas léxicas no descomponibles («hacer el indio»).17 Los modelos psicolingüísticos que dan cuen­ ta del procesamiento de modismos se dis­ tinguen unos de otros en la importancia que conceden a los procesos de descodificación lin­ güística en el acceso al significado idiomático de estas expresiones. Los modelos de acceso directo al sentido figurado defienden la idea de que los modismos se procesan como piezas léxicas y, consecuentemente, sostienen que los procesos de comprensión son más sensibles al contexto en que se inserta el modismo que al significado de sus componentes. Otros mode­ los, en cambio, conceden un papel más rele­ vante a los procesos léxicos y sintácticos en la comprensión, si bien admiten que el papel de estos procesos en el acceso al significado figu­ rado es limitado. De acuerdo con la denomi­ nada hipótesis configuracional, estos modelos sostienen que no hay razones para suponer que los modismos se procesen en virtud de opera­ ciones o mecanismos específicos, distintos de los procesos psicolingüísticos de comprensión de oraciones. La diferencia estriba en la fami­ liaridad del modismo y en la «predictibilidad» de su significado idiomático. Así, en modis­ mos altamente familiares y predecibles desde 122 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE su inicio («estirar... la pata»), se accede antes al sentido idiomático de la expresión que al significado literal, situación que se invierte cuando el modismo es de baja familiaridad y no predecible («poner el dedo en la... lla­ ga»).17 Esta predicción se ha confirmado en estudios de reconocimiento de palabras con priming transmodal, en los que los participan­ tes deben juzgar el estatus léxico de estímulos asociados con los sentidos literal y figurado del modismo. Por otra parte, y también de acuerdo con la hipótesis configuracional, hay pruebas de que el procesamiento sintáctico de las expresiones idiomáticas no queda desactivado una vez que se ha accedido al significado figurado del mo­ dismo. Así, se ha observado que al presentar modismos composicionales y predecibles in­ completos, se tarda menos tiempo en identifi­ car una palabra no relacionada, pero de la mis­ ma categoría gramatical que la palabra omitida del modismo (ej.: «lista» en lugar de «toalla» en «tirar la ...»), que una palabra no relaciona­ da de otra categoría gramatical («romper», en el ejemplo anterior). Esto parece indicar que la estructura sintáctica del enunciado se man­ tiene activa aun cuando se haya descartado la interpretación literal del modismo.18 Además, la comprensión del significado figurado de los modismos (especialmente de los ambiguos) exige la inhibición del significado literal o irre­ levante de la expresión, lo que se ha vinculado con un mecanismo ejecutivo llamado «meca­ nismo de supresión». Cuando falla este me­ canismo, como ocurre en algunos trastornos neuropsicológicos, los sujetos se muestran muy sensibles a la interferencia de la acepción lite­ ral de los modismos, especialmente si ésta se hace explícita en la tarea experimental y cons­ tituye una alternativa de respuesta congruente con el producto del análisis lingüístico (sintác­ tico) del enunciado. En conclusión, al igual que sucede con las metáforas, el procesamiento de las expresiones idiomáticas depende de factores tanto intrínse­ cos a las propias expresiones (como la transpa­ rencia semántica, la familiaridad, la predictibili- dad o la composicionalidad), como extrínsecos a ellas (como el contexto o la capacidad de suprimir significados irrelevantes). También es común a lo observado en el procesamiento de metáforas que la rapidez y la automaticidad con que se procesan los modismos no supone que los mecanismos implicados en su interpretación sean específicos de dominio ni, por tanto, dis­ tintos de los que intervienen en el procesamien­ to de enunciados literales. Comprensión de ironías La ironía verbal4 es una forma de burla o crítica disimulada que se emplea habitualmen­ te con el propósito de crear un efecto prag­ mático (perlocutivo) en el oyente y, a la vez, transmitir o mantener una cierta imagen del hablante ante la audiencia. Al igual que ocu­ rre con los modismos, los enunciados irónicos no se hallan asociados a ninguna estructura lingüística en particular, y así, para expresar actitudes irónicas, se pueden emplear enun­ ciados declarativos, interrogativos (como en las preguntas retóricas) o exclamativos (como en las hipérboles). La ironía verbal presenta características pe­ culiares que la distinguen de las restantes clases de enunciados figurados: • En primer lugar, junto a las peticiones indi­ rectas, las ironías dependen más que otros actos de habla del contexto en el que se emi­ ten y de ciertas señales ostensivas que las acompañan, como gestos faciales o una ento­ nación particular. • En segundo lugar, la ironía es un fenómeno más claramente pragmático que semántico, toda vez que descansa en implicaturas conver• Tanto la ironía como la metáfora son conceptos que sobrepasan los límites del lenguaje. Así como es concebi­ ble pensar en la metáfora como un fenómeno conceptual que se puede manifestar de forma no lingüística (ej.: me­ diante imágenes), también la ironía puede darse en situa­ ciones no formuladas en términos verbales, en las que se da un contraste entre la expectativa de un suceso y un desenlace contrario o distinto al esperado. CAPITULO 8. Pragmática sacionales y, por ello pertenece a la esfera de lo «implicado» por el hablante, y no de lo que el hablante dice explícitamente (significado proposicional). En consonancia con esta idea, se ha observado que el rendimiento en la comprensión de ironías depende, entre otras, de la posesión de habilidades de teoría de la mente, en particular de la capacidad de atri­ buir estados mentales de segundo orden («yo creo que tú crees que p»), así como de control metacognitivo (funciones ejecutivas).19 • Una tercera característica de la ironía es su estrecha vinculación con normas y expecta­ tivas sociales de carácter extralingüístico. Es­ tas expectativas, que normalmente se refie­ ren a sucesos deseables o de signo positivo, proporcionan la base para evaluar hechos o comportamientos, por lo general censurables o negativos, que justifican el uso de comen­ tarios irónicos. Esto explica el sentido crítico o ridiculizador que suele tener la ironía, así como su carácter presuntamente asimétrico, esto es, el hecho de que un comentario for­ mulado como «falso elogio» («¡Tú siempre tan educado!», para expresar burla o disgus­ to por un comportamiento incívico) se perci­ ba normalmente como más irónico que uno expresado como «falsa crítica» («¡Tú siempre tan grosero!», dicho con la intención de elo­ giar un comportamiento educado).20 Las investigaciones psicológicas sobre la iro­ nía se interesan primordialmente por estudiar las variables que regulan la eficacia comunica­ tiva de los enunciados irónicos, en lo que atañe tanto a la comprensión de las intenciones del hablante como a la evaluación de sus actitudes. El objetivo es descubrir cuál es la propiedad o el ingrediente esencial de las ironías y, en rela­ ción con esto, aclarar el papel que desempeña el significado literal del enunciado en la com­ prensión. La respuesta tradicional a estos in­ terrogantes es que, al expresar una ironía, el hablante pretende dar a entender lo contrario de lo que dice. Sin embargo, esta caracteriza­ ción de la ironía presupone que los juicios iró­ nicos expresan siempre creencias falsas, lo cual 123 resulta problemático, por varias razones: en primer lugar, porque no todas las ironías ex­ presan creencias directamente, sino qué pue­ den manifestar una gama muy variada de ac­ titudes proposicionales (preguntas, peticiones, actitudes emocionales, etc.); en segundo lugar, porque, en el caso de que las ironías expresen creencias, éstas no tienen por qué ser necesa­ riamente falsas; y, en tercer lugar, porque en las ironías no siempre se da una oposición en­ tre lo dicho y lo implicado, como ilustran las hipérboles y las preguntas retóricas emitidas con intención irónica. Dado que no parece haber un «mecanismo semántico» al que apelar para dar cuenta de la ironía, se han propuesto diversas explicaciones pragmáticas complementarias del fenómeno. Una de ellas afirma que lo característico de la ironía es la mención, por parte del hablante, de un hecho del que pretende tomar distancia para expresar una actitud de crítica, burla o recha­ zo hacia él. Por tanto, al emplear la ironía, el hablante se sitúa en un plano metalingüístico, como el que se adopta al citar textualmente los comentarios proferidos por otra persona. Con­ viene aclarar, no obstante, que bajo el punto de vista de esta explicación, no se considera nece­ saria la mención explícita del hecho que la sus­ cita, sino que es suficiente cualquier alusión o recordatorio indirecto del mismo o de un hecho relacionado. Abundando en esta idea, hay quien sostiene que, en la ironía, el hablante adopta de manera simulada el papel de otro para expresar juicios y actitudes que en realidad no comparte y que, por tanto, se deben interpretar en clave no literal. Por otra parte, hay que subrayar que, para que la ironía tenga eficacia comunicativa, al componente alusivo, destinado a atraer la atención del oyente hacia una expectativa (nor­ malmente incumplida en el hecho que se juzga), se le debe agregar un elemento que muestre de manera ostensiva la «insinceridad» del hablante al expresar su comentario. Hasta la fecha, los estudios empíricos so­ bre el procesamiento de ironías en tiempo real han arrojado resultados bastante consis­ tentes, que muestran que la interpretación 124 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE de enunciados irónicos comporta tiempos de reacción, en tareas de decisión léxica, y tiem­ pos de lectura iguales o mayores, pero nun­ ca menores, que los de sus correspondientes versiones literales. Además, estos estudios ponen de relieve que el significado literal de un enunciado irónico en contexto se halla disponible antes que el figurado, y no queda suprimido cuando se accede a este último.21 Estos resultados indican, pues, que el acceso al significado figurado de los enunciados iró­ nicos requiere un tiempo adicional de proce­ samiento, en comparación con la activación de su sentido literal, y que ambos significados permanecen disponibles una vez que se reco­ noce el sentido figurado de la ironía. A la luz de estos datos, se aprecia una diferencia dig­ na de resaltar en los procesos de derivación del significado no literal entre las ironías, por una parte, y las metáforas y los modis­ mos, por otra. La comprensión de metáforas y modismos depende de procesos rápidos, automáticos e independientes de contexto que, aun siendo pragmáticos, no requieren la realización de implicaturas, sino únicamente operaciones de enriquecimiento léxico, tan­ to más cuanto más familiares y transparentes sean los enunciados figurados. En cambio, la comprensión de ironías se apoya en pro­ cesos más lentos y controlados de inferencia pragmática que son, además, dependientes del contexto, y ponen en juego habilidades cognitivas de índole más compleja, como las inferencias mentalistas y las capacidades de control ejecutivo. ARQUITECTURA NEUROCOGNITIVA DEL PROCESAMIENTO PRAGMÁTICO DEL LENGUAJE Comprensión de enunciados figurados: estudio de la actividad cerebral en personas sin alteraciones neurológicas El empleo de técnicas de registro de la ac­ tividad cerebral en los estudios del procesa­ miento de enunciados figurados por parte de personas sin alteraciones neurológicas o cognitivas está aportando numerosos datos reveladores sobre la arquitectura funcional de estos procesos. Para empezar, hemos de destacar dos observaciones fundamentales: la primera es que la comprensión de enun­ ciados no literales abarca circuitos neuronales ampliamente distribuidos por la cor­ teza cerebral (lóbulos frontal, temporal y parietal); la segunda es que estos circuitos comprenden las áreas clásicas asociadas al procesamiento del lenguaje en el hemisferio izquierdo, pero también regiones homologas a estas áreas del lenguaje en el hemisferio derecho, cuyas funciones son todavía objeto de debate. En tareas de comprensión de metáforas, diversos estudios de neuroimagen han reve­ lado la activación de regiones de los lóbulos frontal, temporal y parietal de ambos hemis­ ferios. Así, en un estudio pionero con tomografía por emisión de positrones (PET),21 se observó activación en las regiones prefrontal y frontal, las circunvoluciones temporales media e inferior, el polo temporal y la re­ gión del precúneo en el lóbulo parietal del hemisferio izquierdo, así como en las áreas prefrontal y frontal, temporal media, el pre­ cúneo y el cíngulo posterior del hemisferio derecho. Estos datos se han visto confir­ mados más recientemente en estudios con imágenes por resonancia magnética funcio­ nal (RMf), que han mostrado actividad en la circunvolución frontal inferior izquierda (área de Broca y adyacentes) y también en el lóbulo temporal inferior y las regiones me­ dia e inferior del lóbulo temporal posterior del hemisferio izquierdo. En otros estudios más recientes,22 se han descubierto patrones de activación diferentes en la comprensión de metáforas familiares y novedosas, carac­ terizándose estas últimas por un patrón que se extiende por regiones de ambos hemisfe­ rios (áreas premotoras y región de la ínsu­ la), y otras exclusivas del hemisferio derecho (región homologa al área de Wernicke) y del izquierdo (área de Broca) (figura 8.1). CAPÍTULO 8. Pragmática - H. dcho. H. dcho. Broca • Figura 8.1. Red neuronal implicada en el procesamiento de metáforas novedosas que incluye regiones de ambos hemisfe­ rios (H) cerebrales (tomado de Mashal, Fausty Hendler).22 H. izd. Las diferencias entre metáforas familiares y novedosas se han confirmado y ampliado con datos de otros estudios. En líneas generales, el procesamiento de metáforas familiares se aso­ cia con actividad en las mismas áreas implica­ das en la comprensión de enunciados literales (así, el córtex prefrontal dorsolateral de ambos hemisferios y el lóbulo temporal medio e in­ ferior izquierdo, además de algunas regiones del hemisferio derecho, como las áreas tem­ porales media y superior o la circunvolución frontal media y superior). En cambio, el proce­ samiento de metáforas novedosas induce una activación adicional en regiones del hemisferio derecho que no se observa en el procesamiento de metáforas familiares. Las metáforas fami­ liares, además, inducen la activación específi­ ca de áreas relacionadas con el procesamiento visuo-espacial (probablemente porque los suje­ tos recurren a la imaginación visual para inter­ pretarlas), y estimulan también la intervención del córtex frontal medio, región implicada en la representación de estados mentales del pro­ tagonista en el procesamiento de narraciones y en el desarrollo de habilidades de teoría de la mente en general, que no se activa en el caso de las metáforas novedosas.23 Por lo que respecta a la mayor participación del hemisferio derecho en el procesamiento de metáforas novedosas, existen varias inter­ pretaciones plausibles que no son excluyentes: una postula que el hemisferio derecho se caracteriza por un modo más global y difuso de representación semántica, lo que permite activar un espectro más amplio de significados susceptibles de ser atribuidos a las metáforas novedosas; otra vincula la mayor implicación del hemisferio derecho, simplemente, a la ma­ yor dificultad de comprensión de las metáforas xi H. dcho. ■«sX” ' Insula o homóloga * Wernicke Areas premotoras H. izd. 125 II H. izd. novedosas frente a las familiares. En apoyo de esta hipótesis, se ha comprobado que, a medi­ da que las metáforas novedosas se van hacien­ do familiares (tras su presentación repetida en el experimento), se produce un cambio en el patrón de asimetría hemisférica, observándose una implicación progresivamente mayor del hemisferio izquierdo que del derecho. Los estudios de potenciales evocados en el campo de la metáfora arrojan resultados com­ plementarios a los que acabamos de exponer. El componente normalmente observado en relación con los procesos de comprensión de metáforas es el N400, comúnmente asociado con la presencia de estímulos semánticamente anómalos o implausibles en una oración. En este sentido, se ha observado que las metáfo­ ras nominales suscitan normalmente un N400 de mayor amplitud, en comparación con los mismos enunciados en su acepción literal, lo que a primera vista podría interpretarse como indicio de que las metáforas conllevan una ma­ yor carga de procesamiento y se procesan de un modo diferente a los enunciados literales. Este resultado, empero, se ha visto matizado en estudios más recientes, en los que se ha advertido que el componente N400 asociado a la interpretación de metáforas aparece úni­ camente cuando el vehículo metafórico es de baja probabilidad (como es propio de las me­ táforas novedosas).24 Además, con esta clase de metáforas, el N400 ampliado procede de fuentes neuronales localizadas en el hemisferio derecho, lo que viene a confirmar la partici­ pación suplementaria de este hemisferio en el procesamiento de metáforas poco familiares. Por último, merece la pena destacar dos estu­ dios muy recientes, en los que se comparaba el patrón de respuestas electrofisiológicas ante me­ 126 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE táforas familiares y enunciados literales y semán­ ticamente anómalos. En el primero de ellos25 se registró una respuesta bifásica asociada a las me­ táforas, con un N400 muy breve y localizado, seguido de un P600 de mayor duración (figura 8.2). Los autores interpretaron estos resultados como muestra del acceso temprano al significa­ do figurado del vehículo y de un proceso pos­ terior de supresión del sentido literal y de inte­ gración del sentido figurado en el contexto de la oración. En el segundo estudio, se compara­ ron metáforas cristalizadas y enunciados litera­ les (semánticamente anómalos y no anómalos), encontrándose un N400 localizado en la región posterior en las dos condiciones semánticamente anómalas (con independencia de que los enun­ ciados fueran metafóricos o no), así como un N300 muy marcado en el área occipital, que su­ giere la mediación de imágenes mentales en el procesamiento de este tipo de metáforas.26 Por su parte, el estudio de los correlatos neu­ ronales de la comprensión de modismos ofrece un panorama relativamente similar al descrito en las investigaciones de la metáfora. Tanto los datos obtenidos mediante técnicas de neuro­ imagen como los estudios de potenciales evo­ cados muestran que el procesamiento de mo­ dismos descansa, grosso modo, en los mismos mecanismos y circuitos neuronales empleados en el procesamiento del lenguaje literal, y que las estrategias y procesos al servicio de la com­ prensión de modismos no son muy distintos de los que se emplean en el procesamiento léxico y sintáctico ordinario (ej.: la resolución de am­ bigüedades léxicas o sintácticas). Figura 8.2. Respuesta bifásica de los potenciales evo­ cados (N400 + P600). registrada en un electrodo de la región centroparietal (Pz) durante el procesamiento de metáforas (tomado de De Grauwe et al.).25 En primer lugar, al comparar modismos ambi­ guos (es decir, con una lectura literal plausible) y no ambiguos (no interpretables literalmente), se ha observado que en ambos casos el proce­ samiento descansa en estructuras localizadas en las circunvoluciones frontal inferior de ambos hemisferios y en la circunvolución temporal media del hemisferio izquierdo. Sin embargo, la comprensión de modismos ambiguos, que requieren un apoyo contextual para su adecua­ da interpretación, activa de forma selectiva la circunvolución temporal media del hemisferio derecho. Estos resultados sugieren, por un lado, que el procesamiento de modismos, como el de las metáforas, depende de estructuras loca­ lizadas en ambos hemisferios cerebrales; y por otro, que el significado literal de los modismos (cuando existe) no se puede soslayar, sino que se activa incluso en contextos que favorecen una lectura figurada de los mismos. La participación de áreas del lóbulo frontal izquierdo en el procesamiento de modismos se ha puesto de relieve en estudios recientes de neuroimagen. En concreto, se han iden­ tificado dos circuitos: un circuito prefrontal dorsolateral (que incluye el área de Broca) y otro ubicado en las circunvoluciones fronta­ les media y superior, que se activan de ma­ nera proporcional al grado de «sentido figu­ rado» que se atribuye a los modismos.27 No obstante, un estudio anterior puso de mani­ fiesto que el papel del córtex prefrontal dor­ solateral en el procesamiento de modismos no se reduce al hemisferio izquierdo. En di­ cho estudio se empleó la técnica de estimu­ lación transcraneal magnética (TMS), pidién­ dose a los participantes que juzgaran si pares formados por una expresión («llegar a las manos») seguida de un dibujo (relacionado con el significado literal o el idiomático de la expresión) guardaban relación de significado. Los resultados mostraron que la interferencia producida por la estimulación magnética se daba en la región frontal dorsolateral de am­ bos hemisferios al presentar modismos, pero se limitaba al hemisferio izquierdo al presen­ tar enunciados literales.28 CAPITULO 8. Pragmática Los estudios de potenciales evocados rela­ cionados con la interpretación de modismos también han aportado resultados similares a los de la investigación sobre metáforas. Así, un estudio llevado a cabo con modismos en francés,29 observó la atenuación del com­ ponente N400 ante la presentación de una palabra semánticamente relacionada con el significado idiomático del modismo («rendir las armas», abandonar), en comparación con una palabra asociada con su sentido literal (deponer). Este efecto se daba en modismos con un uso figurado muy prominente, pero se invertía (menor atenuación del N400) al comparar los modismos prominentes con sus interpretaciones literales. Finalmente, y por lo que respecta a la evi­ dencia neurológica del procesamiento de las ironías, el interés de los investigadores se ha centrado en explorar las variables no lingüísti­ cas que determinan la interpretación y la valo­ ración de enunciados irónicos, a fin de ubicar los circuitos neuronales en los que descansan los juicios sobre la adecuación situacional de los comentarios irónicos, y sobre el carácter irónico o literal de las expresiones empleadas en tales situaciones. Según los datos de un estudio con resonancia magnética funcional,30 la tarea de enjuiciar enunciados irónicos activa en ambos hemisferios la circunvolución frontal superior, media e inferior, el córtex prefrontal medial, la circunvolución temporal superior, el lóbulo pa­ rietal inferior, el núcleo caudado, el tálamo, la ínsula izquierda y la amígdala; mientras que la tarea de enjuiciar enunciados literales activa la circunvolución frontal derecha, la circunvolu­ ción frontal media e inferior de ambos hemisfe­ rios, el córtex prefrontal medial, la circunvolu­ ción temporal superior, lóbulo parietal inferior y núcleo caudado (todos ellos, bilaterales), la ínsula izquierda, el tálamo derecho y la amíg­ dala izquierda. Un estudio anterior31 mostró que los juicios sobre la adecuación de la iro­ nía a situaciones sociales están correlacionados con la activación del córtex frontal medial del hemisferio izquierdo, mientras que los juicios relativos al significado literal o figurado de los 127 enunciados se hallan asociados con la activación del polo temporal del hemisferio derecho y el córtex órbito frontal medial. Estas regiones in­ tervienen, asimismo, en tareas relacionadas con la atribución de estados mentales, lo que viene a confirmar la dependencia de los procesos de comprensión de la ironía de las habilidades de teoría de la mente. Otros datos que merece la pena subrayar son los suministrados por experimentos de potenciales evocados. En algunos de estos estudios se ha prestado atención a ciertas va­ riables que marcan diferencias individuales en la emisión de enunciados irónicos y humorís­ ticos por parte de los hablantes, y en la in­ terpretación de los mismos por los oyentes. Así, por ejemplo, se ha comprobado que los patrones de respuesta cerebral en potenciales evocados son distintos según los sujetos ten­ gan mejor o peor capacidad de captar el senti­ do humorístico de chistes y bromas con ingre­ dientes de sorpresa e ironía, o en función del estilo comunicativo del hablante que emite mensajes que los oyentes pueden interpretar como irónicos o sarcásticos. Los patrones de respuesta eléctrica cerebral en la comprensión de ironías también se han mos­ trado sensibles a ciertos sesgos introducidos ex­ plícitamente por los experimentadores mediante instrucciones dirigidas a los participantes. Así, el patrón de potenciales evocados cambia según los sujetos adopten una estrategia analítica u holística a la hora de valorar enunciados irónicos. Un componente de los potenciales que aparece de manera consistente en distintos estudios es el P600, componente habitualmente asociado a procesos tardíos de integración de información en la oración. En un estudio muy reciente de comprensión de ironías, se observó la presencia de un P600 de larga duración, en ausencia de un N400 previo, en respuesta a enunciados irónicos presentados tanto visual como auditivamente. Este dato viene a corroborar una hipótesis a la que ya hemos aludido anteriormente en este ca­ pítulo: que la comprensión de ironías es una ac­ tividad que no se asienta en procesos de índole semántica.32 128 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE ALTERACIONES NEUROPSICOLÓGICAS EN EL PROCESAMIENTO DE ENUNCIADOS FIGURADOS La consideración, derivada de los estudios psicolingüísticos y de neuroimagen, de que el proce­ samiento pragmático de enunciados abarca pro­ cesos cognitivos responsables de la comprensión de su significado preposicional (localizados en áreas cerebrales del hemisferio izquierdo [H1J) y también otros procesos (y áreas) adicionales, ha hallado abundante evidencia complementaria en estudios realizados con pacientes con trastornos neuropsicológicos de diversas clases. Curiosa­ mente, sin embargo, hasta hace poco no se ha incluido de forma sistemática en estos estudios a pacientes con diagnóstico de afasia (es decir, con alteraciones en los componentes fonético-fonológico, morfosintáctico o léxico-semántico del lenguaje). A consecuencia de la creencia, cuan­ do menos cuestionable, de que el procesamiento pragmático se halla «lateralizado» en el hemis­ ferio derecho (HD), la mayoría de los estudios sobre comprensión de enunciados figurados o derivación de implicaturas se ha realizado con pa­ cientes con lesiones localizadas en este hemisfe­ rio cerebral o con trastornos neurodegenerativos más amplios (ej.: enfermedad de Alzheimer). Por otra parte, el reconocimiento del papel desem­ peñado por las habilidades mentalistas y de con­ trol ejecutivo en el procesamiento pragmático ha dado pie a la realización de estudios con personas con graves problemas en estas habilidades, como es el caso de personas con trastornos del espectro autista sin retraso mental asociado (los llamados síndrome de Asperger y autismo de alto funcio­ namiento), esquizofrenia y esquizotipia. Estudios con pacientes con daño cerebral Desde la década de los 70, diversos trabajos han mostrado que pacientes lesionados HD, y no tanto personas con afasia, evidencian difi­ cultades para comprender bromas, metáforas, peticiones indirectas y diversas formas de iro­ nía, y fallan en tareas que exigen realizar infe­ rencias sobre las intenciones de los hablantes.19 A la luz de esta evidencia, algunos autores sugirieron que el procesamiento pragmático podría hallarse disociado de otros componen­ tes del lenguaje, de forma tal que un paciente con dificultades en ese nivel conservaría intac­ tas sus capacidades psicolingüísticas, mientras que un afásico con déficits sintácticos o léxicos podría no evidenciar dificultades para atribuir correctamente intenciones apropiadas a sus interlocutores, procesar emisiones figuradas o realizar diversas clases de inferencias pragmáti­ cas. En contra de esta suposición, se ha objeta­ do que no todos los pacientes con lesión en el HD evidencian este tipo de dificultades y que, según el lugar y extensión de la lesión y el tipo de expresión figurada que se utilice, los rendi­ mientos de los pacientes pueden variar sustan­ cialmente.33 Por otro lado, los resultados de otras inves­ tigaciones han puesto también de manifiesto diversos fallos metodológicos que permiten dudar de la validez de los datos en los que se había sustentado la hipótesis de «doble diso­ ciación». Uno de estos fallos tiene que ver con el tipo de tarea. En varios de los estudios sobre com­ prensión de enunciados figurados (especial­ mente, metáforas y modismos) con pacientes lesionados del HD, se han observado patrones desiguales de rendimiento en función de la ta­ rea empleada: los participantes con lesiones en HD rendían peor en tareas de elección forzo­ sa basadas en material pictórico que habitual­ mente incluían, entre las opciones de respues­ ta, dibujos vinculados a la interpretación literal de los enunciados; en cambio, su ejecución mejoraba notablemente en tareas de paráfra­ sis, en las que no podía haber interferencia del significado literal de las expresiones figuradas. Al hilo de esta evidencia, varios autores han propuesto que los fallos de pacientes lesiona­ dos del HD podrían no deberse, en sentido es­ tricto, a un déficit «pragmático», sino más bien a dificultades en otros procesos cognitivos, como por ejemplo, la capacidad de inhibir el significado literal de las emisiones cuando éste se hace explícito durante la realización de la CAPÍTULO 8. Pragmática tarea, una capacidad incluida en la denomina­ da «función ejecutiva». Por otro lado, se sabe que los pacientes con lesión en el HD pueden padecer de déficits perceptivos, lo que podría contaminar su rendimiento en tareas que in­ cluyan el procesamiento de material gráfico. Un segundo problema hace referencia a los materiales empleados en los estudios con po­ blaciones clínicas con el objetivo de valorar la comprensión o producción de emisiones figuradas. Buena parte de dichos trabajos no incluye materiales que manipulen o controlen la diversidad de variables que comportan tales expresiones (ej.: familiaridad y convencionalidad de las metáforas, opacidad semántica y predictibilidad de los modismos, o el carácter de falsas críticas o falsos elogios de las iro­ nías), pese a que las investigaciones psicolingüísticas y neurocognitivas han constatado el efecto de estas y otras variables en personas sin alteraciones. El tercer y último problema a que haremos alusión se refiere a los criterios de selección de los participantes. En la mayoría de trabajos, los pacientes continúan eligiéndose, principalmen­ te, en función del área en la que presentan la le­ sión, y no en función de su perfil de habilidades o dificultades lingüísticas o cognitivas. Además, en muy pocos estudios se llevan a cabo análisis que permitan vincular los déficits pragmáticos de los pacientes con sus déficits psicolingüísticos, al no emplearse simultáneamente tareas que permitan valorar el procesamiento de ex­ presiones literales y de expresiones figuradas. Con este panorama en mente, revisaremos brevemente algunos de los hallazgos que han dado cuenta de las alteraciones más prominen­ tes en la comprensión pragmática de enuncia­ dos en pacientes con distinto tipo de daño ce­ rebral. En el subepígrafe siguiente, revisaremos algunos de los estudios realizados con otros grupos clínicos. En relación con la capacidad de pacientes con lesiones en el HI o el HD para derivar diversas clases de implicaturas conversacio­ nales, no se han observado diferencias entre pacientes lesionados de HD y de HI en estu­ 129 dios que evaluaban las implicaturas derivadas de la transgresión de las máximas griceanas de cantidad, calidad, relevancia y modo, si bien ambos grupos de pacientes mostraron un ren­ dimiento significativamente peor que el del grupo de control sin alteraciones. Además, se daban correlaciones muy bajas entre las pun­ tuaciones en las tareas de implicaturas y la ex­ tensión de las lesiones en el área perisilviana izquierda (área del lenguaje) o su área homo­ loga en el HD. Por lo que respecta al procesamiento de enunciados figurados en pacientes con daño cerebral, cabe destacar los resultados de un es­ tudio’4 que se centró en valorar la compren­ sión de metáforas convencionales altamente familiares y sarcasmos (ironías ofensivas) en pacientes con lesión en el HD, pacientes con lesión en el HI y sujetos neurológicamente sa­ nos. Los resultados del estudio indicaron que los pacientes con lesión en el HD no diferían de los controles en la interpretación oral de las metáforas, aunque su rendimiento sí fue peor en la tarea de comprensión de sarcasmos en comparación con los pacientes lesionados del HI y con el grupo control. Por su parte, los pacientes con lesión del HI rindieron peor en la interpretación de metáforas que en la com­ prensión de sarcasmos en comparación con el grupo de pacientes lesionados del HD. En am­ bas tareas, los sujetos con daño en el HI rindie­ ron significativamente peor que los controles. Estos hallazgos confirman la contribución del HI a la comprensión de emisiones metafóricas, a la vez que la menor dependencia del procesa­ miento de la metáfora (frente a la ironía) con respecto a las habilidades de inferencia mentalista. De forma complementaria, diversos estudios han hallado dificultades en la comprensión de enunciados sarcásticos en pacientes con le­ siones en el córtex frontal, especialmente en áreas prefrontales directamente asociadas con la atribución de estados mentales a otras per­ sonas. Más específicamente, se ha constatado que los pacientes con un daño en el córtex pre­ frontal derecho, sobre todo en la región ven- 130 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE tromedial, muestran un peor rendimiento en la interpretación de sarcasmos, comparados con pacientes lesionados en otras regiones de ese mismo córtex.’5 Volviendo de nuevo a las metáforas, merece la pena citar una línea reciente de trabajos de nuestro grupo en los que se pone de manifies­ to la existencia de una relación entre el déficit léxico-semántico de pacientes afásicos con le­ siones en el HI y la dificultad para compren­ der metáforas atributivas, sobre todo si son de carácter novedoso (ej.: «la conferencia fue un palo») y no van precedidas de un contexto. Hay que subrayar que en las metáforas atri­ butivas, el vehículo alude a una categoría abs­ tracta (aquí «palo» se interpreta como «evento que produce efectos negativos sobre aquellos que lo vivencian») en la que se ha de incluir el tenor («la conferencia») para captar el sen­ tido figurado de la expresión. Lo interesante de este estudio es que el rendimiento de estos pacientes era sensiblemente mejor al procesar metáforas analógicas (expresiones en las que el vehículo hace referencia a atributos ligados a su significado concreto, ej.: «máquina» en «ese empleado es una máquina»). Esta disociación era paralela, en estos pacientes, a la observada entre su dificultad para comprender y utilizar palabras abstractas y su habilidad comparativa­ mente mejor con las palabras concretas, lo que hace pensar que su dificultad para comprender metáforas era una manifestación secundaria de un déficit léxico-semántico más fundamental. Finalmente, en relación con el procesamien­ to de los modismos por parte de pacientes con daño cerebral, mencionaremos los resultados de tres estudios. El primero de ellos examinó la comprensión de modismos no ambiguos (esto es, con una interpretación literal poco proba­ ble) y altamente familiares en pacientes afásicos, equiparados con un grupo control, utilizando diversas tareas. Los resultados mostraron un bajo rendimiento de los pacientes en la tarea de emparejamiento modismo-dibujo, con una marcada tendencia a seleccionar el dibujo que representaba la interpretación literal de la ex­ presión, en contraste con el rendimiento supe­ rior observado en la prueba de paráfrasis oral. Estos resultados se interpretaron como muestra de que los pacientes presentan un déficit en el mecanismo de supresión o inhibición del signi­ ficado irrelevante de la expresión, de resultas de lo cual son más sensibles a la interferencia de la acepción literal, especialmente si ésta está dis­ ponible y constituye una alternativa de respues­ ta en la tarea. El segundo trabajo evaluó la comprensión de modismos italianos altamente familiares y am­ biguos (es decir, con interpretaciones literal y figurada plausibles), a través de una tarea de emparejamiento oración-palabra. Sus hallazgos pusieron de manifiesto un rendimiento empo­ brecido en la muestra de pacientes. Un dato de particular interés en este trabajo es que los pa­ cientes cometieron más errores en modismos cuya interpretación figurada hacía referencia a un concepto abstracto (ej.: «confianza», para «romper el hielo») que en modismos que alu­ dían a conceptos concretos (ej.: «dolor», en «ver las estrellas»). Finalmente, un trabajo más reciente, realiza­ do con un grupo de pacientes con alteracio­ nes psicolingüísticas de predominio semánti­ co, arrojó resultados comparables a los de los estudios previamente reseñados. Los autores valoraron la comprensión de un conjunto de modismos italianos opacos muy familiares mediante tareas de emparejamiento modismodibujo y modismo-palabra y de interpretación oral de enunciados. Además, evaluaron la comprensión de palabras aisladas y las funcio­ nes ejecutivas de los pacientes. Los pacientes mostraron un rendimiento especialmente de­ ficitario en aquellas tareas que exigían la su­ presión del significado literal del enunciado, tal y como ocurre en tareas como la de empa­ rejamiento modismo-palabra o con la prueba de definición oral.36 Los tres estudios de mo­ dismos aquí reseñados vuelven a poner de re­ lieve que las dificultades de comprensión de enunciados figurados observadas en pacientes afásicos (sobre todo los que exhiben un tras­ torno de índole semántica) tienen su origen en déficits cognitivos de carácter más general, ya CAPITULO 8. Pragmática sea en relación con propiedades conceptuales (como la dimensión concreto-abstracto) o con habilidades de control cognitivo, y no se co­ rresponden en modo alguno con el contraste entre el significado literal y el significado figu­ rado de las expresiones lingüísticas. Estudios con otros grupos clínicos Según vimos en la primera parte de este ca­ pítulo, una de las cuestiones centrales que ha tratado la investigación más reciente sobre el procesamiento de enunciados figurados hace referencia a la realización de operaciones inferenciales de carácter automático y especí­ fico de dominio, reguladas por un hipotético «submódulo» de la comunicación que formaría parte del módulo de la teoría de la mente.’ En este sentido, una alteración que comprometa la capacidad de atribución de estados mentales producirá, con toda probabilidad, un déficit en el procesamiento de enunciados figurados, es­ pecialmente ironías. Una línea de trabajo que ha abordado expe­ rimentalmente esta predicción se ha llevado a cabo con pacientes esquizofrénicos, quienes, como ocurre con las personas con trastornos del espectro autista, presentan disfunciones neuropsicológicas no localizadas a nivel cere­ bral que, entre otras cosas, provocan dificulta­ des para la correcta derivación de inferencias mentalistas.59 Los hallazgos de estos estudios han confirmado que estos pacientes presen­ tan dificultades para procesar ironías pero no para interpretar metáforas, lo que pone de manifiesto una disociación en las capacidades de comprensión de estos dos tipos de enun­ ciados.57 Las dificultades mostradas por los pacientes esquizofrénicos en la comprensión de ironías aparecen asociadas, en algunos estudios, a un pobre rendimiento en tareas de teoría de la mente de segundo orden. Sin embargo, según los propios autores de estos estudios, estos ha­ llazgos dependen más de la complejidad lin­ güística (estructural y semántica) de las tareas empleadas en ellos que de un déficit en la ca­ 131 pacidad de los pacientes esquizofrénicos para atribuir estados intencionales. En esta línea, se ha argumentado que, en la esquizofrenia, la di­ ficultad para procesar ironías (y en ocasiones también metáforas) puede ser el resultado de un déficit relacionado con una pobre integra­ ción de la información del contexto en el que aparecen los enunciados. Esta dificultad, que afectaría al procesamiento de cualquier tipo de expresión lingüística (figurada o no), se habría comprobado en otros trabajos sobre esquizo­ frenia y potenciales evocados, en relación con el procesamiento psicolingiiístico. En una línea similar, pero trabajando con po­ blaciones con trastornos del espectro del autismo (síndrome de Asperger o autismo de alto funcionamiento), dos estudios aportan pruebas de la naturaleza más semántica que pragmática del procesamiento de las metáforas, uno reali­ zado con una muestra de adultos y otro con una muestra de niños. En el primer trabajo, los au­ tores pusieron de manifiesto que la dificultad en la comprensión de metáforas nominales en personas con síndrome de Asperger, valorada a través de la activación del potencial evoca­ do N400 ante metáforas nominales implícitas, descansa en un déficit de índole semántica que les impide activar el significado de expresiones convencionales y, muy especialmente, derivar una interpretación figurada de pares de pala­ bras que podrían dar lugar a metáforas nove­ dosas. Comparados con un grupo de control, los participantes con síndrome de Asperger evidenciaron una amplitud significativamente prolongada de la N400 ante ambos tipos de expresiones, lo que se interpreta como prueba de un déficit temprano en la interpretación de esta clase de enunciados.58 Por su parte, el tra­ bajo sobre comprensión de metáforas y símiles en niños (de entre 8 y 15 años de edad), diag­ nosticados con trastornos del espectro autista y con pobre rendimiento en tareas de teoría de la mente, puso de manifiesto que estos niños eran capaces de parafrasear metáforas, al igual que los niños de su misma edad mental y cro­ nológica sin sintomatología autista. Además, en este estudio no se observó correlación algu­ 132 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE na entre la tarea de comprensión de metáforas y las pruebas de habilidades mental istas. Estos resultados invitan a pensar que los problemas de inferencia mentalista caracterís­ ticos de personas con síndrome de Asperger (y autismo de alto funcionamiento) no guardan relación con las dificultades que a veces pre­ sentan estas personas en el procesamiento de metáforas. Antes bien, se considera que estas dificultades están vinculadas a déficits en pro­ cesos psicolingüísticos (específicamente léxicosemánticos), determinados fundamentalmente por variables como la familiaridad o la fre­ cuencia léxica de los enunciados, al igual que ocurre en las personas sin alteraciones. Por lo que respecta a las ironías, diversos es­ tudios llevados a cabo con personas con tras­ torno del espectro autista han constatado que las dificultades en la comprensión de enun­ ciados irónicos, cuando las hay, tampoco se pueden atribuir exclusivamente a la presencia de déficits mentalistas. Por una parte, hay es­ tudios que ni siquiera han encontrado diferen­ cias significativas entre participantes diagnosti­ cados con trastorno del espectro autista y sus respectivos controles en tareas que valoraban la comprensión de emisiones sarcásticas. Otros estudios tan sólo han hallado diferencias en comprensión de ironías asociadas a habilidades mentalistas que exigían la generación de metarrepresentaciones de segundo orden.40 Estos hallazgos son compatibles con la hipótesis de que las dificultades de comprensión de ironías observadas en estos sujetos podrían deberse, en parte, a otros déficits no mentalistas, como por ejemplo la denominada «coherencia central débil» (o dificultad para integrar información de diversas fuentes) que parece caracterizar el estilo cognitivo de las personas con autismo. En lo que respecta a la derivación de implicaturas escalares en personas con trastornos del espectro autista, estudios muy recientes,41 sorprendentemente, no han encontrado dife­ rencias entre grupos con autismo y de control en cuanto a la proporción de interpretaciones pragmáticas (vs. lógicas) de ítems que incluían marcadores como el cuantificador «algunos» o la conjunción disyuntiva «o». Como se recor­ dará, en este tipo de tareas una interpretación pragmática exigiría hipotéticamente un razo­ namiento mentalista, lo cual no sería esperable en una condición como el autismo, caracteri­ zada por graves déficits de mentalización; por el contrario, una interpretación sólo lógica de los operadores sería compatible con la idea de que el procesamiento de estos sujetos tien­ de a implicar una estrategia de análisis «lo­ cal» (y no global) de los enunciados (esto es, una «coherencia central débil») que excluye, además, cualquier atribución «intencional». Estos resultados se han explicado apelando a la hipótesis de que para derivar implicaturas escalares basta con reconocer la intención informativa del hablante (lo que exige una metarrepresentación de primer orden), y no tanto reconocer su intención comunicativa (lo que exigiría ya una metarrepresentación de segundo orden), y esta habilidad se halla al al­ cance de las personas con autismo sin retraso mental asociado (síndrome de Asperger y au­ tismo de alto funcionamiento). Además, cabe destacar que los participantes con síndrome de Asperger o autismo de alto funcionamien­ to de sus estudios tenían niveles de compe­ tencia lingüística muy altas y, probablemente también, competencias mentalistas superiores a las de la mayoría de personas con autismo, por lo que podrían constituir un subgrupo inusualmente competente a nivel pragmático dentro del colectivo autista. Para terminar esta sumaria presentación de la evidencia obtenida con poblaciones clíni­ cas respecto al procesamiento pragmático de enunciados, señalaremos que diversos estudios realizados con pacientes neuropsicológicos no lesiónales (pacientes con demencia y con esqui­ zofrenia) han permitido también comprobar la importancia de mecanismos ejecutivos como el mecanismo de supresión para la comprensión de algunas clases de modismos. Un estudio con pacientes con demencia tipo Alzheimer42 ha revelado un efecto del tipo de tarea sobre el rendimiento en la comprensión de modismos ambiguos, registrándose mayo­ CAPÍTULO 8. Pragmática res tasas de acierto en la tarea que no incluía la interpretación literal de los enunciados como parte de las opciones de respuesta, en contraste con aquella que sí la consideraba. Resultados similares se han obtenido con pa­ cientes esquizofrénicos, utilizando una tarea de emparejamiento modismo-dibujo y modis­ 133 mos familiares de dos clases (ambiguos y no ambiguos). Aunque en el caso de los esquizo­ frénicos la diferencia no resulta tan marcada, se ha observado un rendimiento ligeramente inferior de estos pacientes ante modismos am­ biguos que ante modismos no ambiguos, com­ parados con el grupo de control. Resumen La Pragmática es la disciplina que se encarga de estudiar el uso comunicativo del lenguaje. La co­ municación lingüística es un proceso complejo, que supone el manejo de diversos niveles de signi­ ficado: un significado lingüístico, determinado por las palabras que forman parte de los enunciados y la forma en que éstas se combinan: un significado proposicional, enriquecido por elementos del con­ texto y evaluable en términos del ajuste del men­ saje a sus condiciones de verdad: y un significado pragmático, que refleja la intención del hablante al proferir enunciados lingüísticos. El tránsito en­ tre estos planos de significado requiere la reali­ zación de inferencias de diversas clases. En este capítulo, hemos centrado nuestra atención en el procesamiento de enunciados que incluyen cier­ tos términos lógicos y enunciados figurados, como las metáforas, los modismos y las ironías, en un intento de desentrañar los procesos cognitivos que subyacen a su comprensión en contextos co­ municativos. Los enunciados figurados son enunciados lin­ güísticos que se caracterizan por la discrepancia entre sus significados lingüístico-proposicional y pragmático. Los hallazgos de la investigación psicolingüística y neuropsicológica del procesamien­ to de estos enunciados revelan que el significado literal no siempre se recupera de forma obligatoria ni previa a la derivación del significado figurado, y que el procesamiento de enunciados figurados está mediado por variables lingüísticas (como la prominencia relativa de sus significados literal y figurado, o la convencionalidad, la familiaridad y la frecuencia de sus diversos usos, entre otras), así como por capacidades y mecanismos extralin­ güísticos (como la capacidad para atribuir estados mentales a otras personas, o el mecanismo ejecu­ tivo de supresión). Por otra parte, hay pruebas de que los procesos de comprensión del significado figurado comparten los mismos circuitos neuronales y áreas cerebrales que participan en el procesamiento del lenguaje literal, aunque también requieren la intervención de regio­ nes del hemisferio derecho homologas a las áreas del lenguaje localizadas en el hemisferio izquierdo. Por último, el estudio de pacientes con trastornos neuropsicológicos, además de validar lo anterior, ha puesto de manifiesto que el procesamiento de enunciados figurados descansa también en recur­ sos y habilidades cognitivas de carácter general re­ lacionadas, entre otras, con la cognición social y las funciones ejecutivas. Preguntas de autoevaluación • ¿Qué niveles o dimensiones de significado se pueden hallar en todo enunciado lingüístico? ¿Cómo se justifica la distinción entre esos nive­ les de significado? • ¿Qué propone la denominada «hipótesis configuracional» sobre el procesamiento de los mo­ dismos? • ¿Cuál es el papel del hemisferio derecho en el procesamiento de enunciados figurados? • ¿Qué aportan los estudios con pacientes con esquizofrenia y con trastornos del espectro autista al conocimiento de los procesos y capaci­ dades implicadas en el procesamiento pragmá­ tico de enunciados? • ¿Qué argumentos y qué datos empíricos se po­ drían esgrimir a favor de la hipótesis que pro­ pone formas de procesamiento distinto para las metáforas y las ironías? 134 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Austin, J.L. (1962). How to do things with ivords. Oxford, RU: Clarendon Press |trad. esp., Cómo hacer cosas con las palabras. Barcelona: Paidós, 1982]. 2. Searle, J.R. (1969). 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Contraria­ mente al lenguaje oral, cuyo origen se remonta aproximadamente a unos 100.000 años, y que se aprende sin necesidad de una enseñanza espe­ cífica, la lectura requiere de una enseñanza siste­ mática que dura varios años y en la que muchos niños pueden tropezar con serias dificultades. En sentido estricto, leer consiste en transfor­ mar los signos gráficos que aparecen sobre un papel o pantalla en sonidos (en el caso de la lec­ tura en voz alta) o en significados (en el caso de la lectura silenciosa comprensiva). Y para poder hacer esas transformaciones, es necesario reali­ zar una serie de operaciones cognitivas comple­ jas, comenzando por el procesamiento de los estímulos visuales (identificación de las letras a partir de las manchas de tinta escritas sobre el papel), conversión de esos estímulos visuales en lingüísticos (activación de los fonemas corres­ pondientes a esas letras), conceptuales (com­ prensión de los significados de las palabras for­ madas por esas letras), motores (pronunciación de los fonemas en la lectura en voz alta), etc. Esas operaciones, obviamente, requieren de un sustrato neuronal, de unas redes neuronales que conecten áreas del cerebro que en principio esta­ ban destinadas a otras funciones (áreas visuales, lingüísticas, motoras, etc.), y muchas veces esas conexiones no son fáciles de establecer por al­ teraciones de tipo neurobiológico, como ocurre en el caso de las dislexias evolutivas, lo que se traduce en enormes dificultades para aprender a leer. Otras veces, habiendo sido desarrollados los circuitos de lectura, algún tipo de lesión ce­ rebral (traumatismo, accidente cerebrovascular, etc.) daña parte de esos circuitos, produciendo alteraciones en lectores expertos, alteraciones que se conocen como dislexias adquiridas.1 En este capítulo, vamos a describir las princi­ pales operaciones cognitivas que realizamos du­ rante la lectura de palabras, así como los mode­ los propuestos para explicar esas operaciones. Después describiremos las bases neurológicas de esos procesos, descubiertas fundamentalmente a través de las modernas técnicas de neuroimagen (resonancia magnética funcional, tomografía por emisión de positrones, etc.). Y, finalmente, describiremos los principales tipos de trastornos disléxicos que se pueden producir como conse­ cuencia de una lesión cerebral. PROCESAMIENTO COGNITIVO Aunque la lectura parece una actividad instan­ tánea y automática, en realidad es necesario rea­ lizar un buen número de operaciones hasta llegar al significado o pronunciación de las palabras es­ critas. La primera es la identificación de las letras a partir de los signos gráficos. Si no conseguimos 138 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE identificar las letras del texto escrito (como nos sucede a veces con algunos textos poco legibles, como las recetas médicas), difícilmente podre­ mos continuar con la lectura. El siguiente paso es el de convertir esas letras o grupos de letras (grafemas) en sus correspondientes fonemas. Justa­ mente, la mayor parte del tiempo destinado a la enseñanza de la lectura se dedica al aprendizaje de estas reglas de conversión de grafema en fone­ ma. A partir de esos fonemas ya se puede identi­ ficar la palabra, tal como sucede cuando escucha­ mos una palabra en el lenguaje oral. Este tipo de lectura es lenta y trabajosa, porque requiere ir transformando una a una, de manera serial y de izquierda a derecha, las letras que conforman la palabra en sus correspondientes sonidos. Pero no es ésta la única forma de leer palabras. A medida que una persona se va convirtiendo en lector experto, comienza a reconocer las palabras de manera global, de una manera rápida y sin esfuerzo, como si se tratase de objetos visuales. Pasa así de percibir las letras serialmente a perci­ birlas simultáneamente en paralelo. Este tipo de lectura sólo se consigue cuando la persona lleva tiempo leyendo a través de la conversión de grafemas en fonemas y ha visto ya muchas veces la misma palabra. Es así como consigue formar una representación ortográfica de cada palabra para poder reconocerla directamente. Las primeras representaciones ortográficas que se forman corresponden a las palabras cor­ tas y frecuentes, que el aprendiz ve escritas una y otra vez. Poco a poco va aumentando el núme­ ro de palabras que puede leer de forma directa, aunque el ritmo de adquisición no depende de | la edad, sino de la experiencia lectora: cuanto más lea una persona, más representaciones for­ mará en su léxico y mayor fluidez conseguirá en la lectura. Esta forma de leer no necesita de una enseñanza sistemática, sino que el propio lector, a base de ver escritas una y otra vez las mismas palabras, termina formando representaciones ortográficas de esas palabras. Obviamente, cada una de esas operaciones que realizamos durante la lectura requiere de un tiempo determinado. Los estudios en los que se mide el tiempo que las personas tardan en leer cada palabra muestran que la media está alre­ dedor de los 500 ms. En un experimento en el que un grupo de estudiantes universitarios leía una amplia lista de palabras,2 encontraron que el tiempo medio de lectura era de 490 ms, aunque gran parte de ese tiempo está dedicado a la pro­ nunciación de las palabras; el tiempo empleado en el reconocimiento visual de las palabras y su acceso al significado y fonología no suele supe­ rar los 250 ms, tal como muestran los estudios realizados con las técnicas electrofisiológicas (potenciales evocados; magnetoencefalografía [MGE]). Aproximadamente, los primeros 100 ms se dedican al procesamiento visual de las palabras, y los 150 restantes a la activación semántica y fonológica. Quedan otros 250 ms, hasta completar los 500, que se dedican a activar y ejecutar los programas motores para emitir la pronunciación (recuadro 9.1). Cuando se realiza lectura silenciosa, sólo se invierten los primeros 250 ms dedicados al procesamiento semántico, tal como indican los estudios de seguimiento de los movimientos oculares. Recuadro 9.1. El curso temporal de la lectura Cuando leemos, experimentamos una ilusión óp­ tica instantáneamente: tenemos la impresión de que nuestros ojos se deslizan sobre el papel de manera continua. Sin embargo, si probamos a hacer esto sobre el borde de una mesa, veremos que es imposible: nuestros ojos dan pequeños saltos, llamados movimientos sacádicos, y des­ pués hacen fijaciones al final de cada salto. En la lectura ocurre exactamente igual: el 90% del tiempo se dedica a fijar la vista sobre el papel para extraer la información necesaria del texto, y el 10% restante a realizar los movimientos sacá­ dicos. Un lector hábil realiza una media de cuatro fijaciones cada segundo, de manera que puede leer unas 300 palabras por minuto, dependiendo de la longitud de las mismas. Los movimientos oculares cumplen lo que se ha llamado supuesto ojo-mente, que quiere decir que esta actividad periférica está regida por pro- CAPÍTULO 9. Lectura cesos cognitivos de carácter central, es decir, que los movimientos del músculo del ojo, de carác­ ter periférico, tienen una relación directa con la comprensión, mejor o peor, que el lector está te­ niendo del texto. Se ha comprobado que cuando la dificultad del texto es mayor, los movimientos sacádicos aumentan, el tiempo de las fijaciones se hace más largo y también se hacen más regre­ siones (movimientos del ojo hacia atrás) a partes del texto por las que ya había pasado. Por el con­ trario, las palabras familiares, cortas, predecibles por el contexto en cuanto a categoría gramati­ cal o significado, reciben fijaciones más cortas. Cuando se fija fovealmente una palabra, también se extrae información parafoveal de la siguiente, es como si la estuviéramos viendo con el rabillo del ojo, de manera que esta exploración previa hace disminuir el tiempo de la siguiente fijación en unos 20 ms. De lo anterior se deduce que el tiempo que nues­ tro cerebro emplea en procesar una palabra es de aproximadamente 250 ms, pero ¿qué ocurre durante ese tiempo? Parece que durante los pri­ meros 60 ms, la información extraída de la pa­ labra pasa hacia las áreas corticales visuales y se inician los procesos léxicos para su reconoci­ miento, que ocurrirá entre los 100 y los 200 ms, aproximadamente. Hay que tener en cuenta que la información visual es tratada, en primer lugar, en el lóbulo occipital, y que después pasa hacia áreas temporales y frontales, donde la palabra es procesada sintáctica y semánticamente. Al mismo tiempo, hacia los 150 ms se dispara el programa oculomotor, controlado por procesos atencionales para iniciar el siguiente movimiento ocular. A los 250 ms, la se-ñal de inicio de movi­ miento llega a los músculos del ojo, y se dispara un nuevo movimiento sacádico. La mayor parte de la información sobre este tema se ha recogido a través de aparatos de registro de movimientos oculares. Estos equipos permi­ ten rastrear el movimiento del ojo con una increí­ ble exactitud, a través de técnicas sofisticadas de reflexión de rayos infrarrojos sobre la superficie del globo ocular. Otro equipamiento de laborato­ rio que ha permitido estudiar el curso temporal de los procesos cognitivos relativos a la lectura es el de potenciales evocados. En este caso, se miden los potenciales eléctricos a través de unos electrodos en el cuero cabelludo de la persona, mientras lee el texto. El dato más relevante hasta el momento es el que se refiere a un pico eléc­ trico negativo que se produce a los 400 ms de inicio del estímulo. Este componente se deno­ 139 mina N400, por tener signo negativo y ocurrir a los 400 ms. Se ha visto que se produce cuando el lector no puede integrar semánticamente una palabra en el contexto que la precede: por ejem­ plo, en la frase «la arena del desierto formaba grandes lagos-, la palabra lagos produciría una N400 con respecto a otra en la que se leyera «la arena del desierto formaba grandes dunas-. A simple vista, este componente se contradice con los datos de movimientos oculares, según los cuales a los 200 ms se ha alcanzado ya el acceso léxico. Sin embargo no es así, si tenemos en cuenta dos cosas: la tendencia negativa hacia el pico de la onda en este componente se inicia aproximadamente a los 200 ms, como puede ver­ se en la figura, y además el acceso léxico es una operación que se inicia más tempranamente que la integración semántica. Por otra parte, en dis­ tintos estudios se ha visto que otro componente, positivo y más temprano, P200, está relacionado con operaciones de reconocimiento de silabas y de los morfemas de la palabra. En resumen, desde que el ojo aterriza sobre una palabra, se desencadena una serie de operacio­ nes que llevan finalmente a la comprensión de la misma, lo cual a su vez modula la longitud del movimiento sacádico y el tiempo de la próxima fijación. Los datos de técnicas distintas pueden ofrecer información complementaria que nos ayude a comprender cómo circula ese flujo de información desde los órganos periféricos, los ojos, hacia las áreas corticales de integración semántica. Curso temporal según el regetrc de potenciales evocados relacionados conevertos (ERP) Curso temporal según el registro de k» movmientos oculares Cambo atenoonal inoo programa motor Curso temporal de procesos, comparando los datos de potenciales evocados relacionados con eventos (ERP) con los de movimientos oculares. Se observa que los procesos registrados con ERP transcurren incluso después de que el ojo ya no esté mirando la palabra. 140 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE No obstante, ese tiempo de lectura varía, en función de una serie de variables tanto del lec­ tor como de las palabras. Obviamente, los tiem­ pos son muy distintos cuando se trata de un lec­ tor diestro que cuando se trata de un aprendiz, de una persona con una buena fluidez lectora o de una persona con poca fluidez. Existe una gran variabilidad en los tiempos de lectura, in­ cluso entre estudiantes universitarios que se su­ pone tienen similar destreza. Por otra parte, también influyen poderosa­ mente las características de las palabras. Hay va­ riables muy determinantes de los tiempos de lec­ tura, como son la longitud (las palabras cortas se leen más deprisa que las largas), la frecuencia (las palabras que vemos escritas una y otra vez requieren menos tiempo que las que sólo vemos ocasionalmente) o la edad de adquisición (las palabras que se aprenden tempranamente a lo largo de la vida se leen más rápido que las que se aprenden a una edad tardía). Hay, además, otras variables que, aunque menos influyentes, también determinan los tiempos de lectura, como son la vecindad ortográfica (cuando una palabra tiene muchas otras parecidas ortográfi­ camente; por ejemplo, «casa» tiene como veci­ nas ortográficas: «masa», «gasa», «cosa», «caso», «caja»... los tiempos de lectura disminuyen), la categoría gramatical, (se leen más rápido los sustantivos que los verbos), el número y la com­ plejidad de las sílabas, etcétera. Los efectos de estas variables interactúan con la experiencia lectora y, así, los efectos de longitud son mayores en los niños que están aprendiendo a leer, porque identifican de for­ ma serial las letras de las palabras y cada letra supone un incremento de varios milisegundos. En cambio, el efecto frecuencia es mayor en los lectores avanzados, porque realizan una lectura directa de las palabras. También influye sobre la lectura y las estra­ tegias lectoras el sistema ortográfico al que pertenezca el lector. Los lectores de sistemas ortográficos transparentes, como el castellano, pueden leer cualquier palabra por conversión de los grafemas en fonemas, ya que todas se ajustan a estas reglas. Por el contrario, los lec­ tores de sistemas opacos, como el inglés, tienen que leer muchas palabras de manera directa, porque son irregulares y no se ajustan a las re­ glas grafema-fonema. Por esa razón, los niños ingleses tardan mucho más tiempo en apren­ der a leer que los niños de idiomas transparen­ tes como el finés, el español o el italiano.3 Modelos de lectura Existen numerosos modelos que tratan de explicar los procesos que realizamos durante la lectura, pero todos convienen en las ope­ raciones básicas que necesariamente tenemos que realizar. Todos defienden la existencia de, al menos, tres sistemas de procesamiento: el ortográfico, encargado de la identificación de las letras que componen las palabras; el fono­ lógico, encargado de recuperar los sonidos; y el semántico, encargado de recuperar el significa­ do de las palabras. En lo que se diferencian los distintos modelos es en la organización de esos procesos y, especialmente, en la manera en que interactúan durante la lectura de las palabras. Mientras que algunos modelos defienden un procesamiento serial, lo que significa que cada proceso no empieza a operar hasta que no ha terminado el inmediatamente anterior, otros defienden un procesamiento en paralelo, según el cual todos los procesos pueden estar traba­ jando simultáneamente. Sin duda, los dos modelos más conocidos son el modelo dual, o modelo de doble ruta, propuesto inicialmente por Coltheart (1981),4 y el modelo conexionista, propuesto por Seidenberg & McClelland (1989).5 Modelo dual De acuerdo con el modelo dual, existen dos vías para llegar desde la palabra escrita al sig­ nificado y a la pronunciación: la vía subléxica, que actúa mediante la transformación de cada uno de los grafemas que componen la palabra en su correspondiente fonema, y la vía léxica, que reconoce la palabra de forma directa. La vía léxica es más rápida, pero requiere que esa palabra esté representada en la memoria orto­ CAPÍTULO 9. Lectura 141 gráfica del lector. La vía subléxica es más lenta, pero permite la lectura de cualquier palabra, sea conocida o desconocida, e incluso seu­ dopalabras. En castellano, con la vía subléxica podríamos leer cualquier palabra, ya que todas se ajustan a las reglas grafema-fonema (si ex­ ceptuamos algunas palabras extranjeras, como Hollywood, Peugeot, etc.). En inglés, en cam­ bio, necesitan hacer un gran uso de la vía léxi­ ca, ya que son muchas las palabras irregulares que no se ajustan a las reglas grafema-fonema (ej.: el grafema «a» se pronuncia distinto en «have» que en «made»). Posteriormente, Coltheart et al. (2001)6 pro­ pusieron un modelo computacional a partir del modelo de doble ruta, con algunos procesos funcionando de manera serial y otros de manera interactiva, tal y como se representa en la figu­ ra 9.1. Cada componente del modelo contiene unidades simbólicas, tales como palabras, letras o fonemas. Esas unidades interactúan entre sí de dos maneras: excitadora e inhibidora. Es excitadora cuando la activación de una unidad contribuye a la activación de otra unidad (por ejemplo la activación de las letras «t, r, e» con­ tribuyen a la activación de la palabra «tren»). En cambio, es inhibidora cuando la activación de una unidad dificulta la activación de otra uni­ dad (por ejemplo, la activación de las letras «m» y «o» dificulta la activación de la palabra «tren», al no contener ninguna de estas dos letras. En la figura 9.1 se pueden ver los vínculos excitado­ res entre unidades representados por flechas, y los inhibidores, por círculos. Aunque este modelo mantiene el nombre de modelo dual (modelo de doble ruta en casca­ da), en realidad distingue tres rutas, ya que la léxica la separa en léxico-semántica y léxica no semántica. La vía léxica no semántica necesita de varias operaciones para generar la pronunciación de una palabra. La primera es activar todas las uni­ dades de letra que forman la palabra de manera simultánea (activación en paralelo). Después se produce la activación de la representación de la palabra en el léxico ortográfico y, a su vez, la correspondiente representación en el léxico fonológico, que finalmente, si la lectura es en voz alta, activa los fonemas componentes para su pronunciación. • La tercera vía es la léxico-semántica, que si­ gue la misma ruta que la no semántica hasta el léxico ortográfico, y a partir de él se activa la correspondiente representación semánti­ ca. Sólo después se activará la representación en el léxico fonológico. • La vía subléxica genera la pronunciación de las palabras mediante un algoritmo que aplica las reglas de correspondencia grafema-fonema. Así, para cada grafema obtiene la correspon­ diente pronunciación, y la suma de todos ellas produce el sonido de la palabra. Esta vía opera de manera serial, de izquierda a derecha. Este modelo consigue simular los principales hallazgos encontrados en los estudios de recono­ cimiento de palabras, tales como el efecto frecuen­ cia, el de vecindad ortográfica, longitud, etcétera. El efecto frecuencia se explica porque las pa­ labras de alta frecuencia se leen por la vía léxi­ ca, que es más rápida, mientras que las de baja Figura 9.1. Modelo de doble ruta en cascada. El mode­ lo consta de tres rutas: la ruta léxico-semántica, la ruta léxica no semántica y la ruta de conversión grafema-fo­ nema. Cada ruta está compuesta de varios niveles que interactúan entre sí. 142 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE frecuencia, al no tener representación léxica, necesariamente tienen que ser leídas por la vía subléxica. El efecto de vecindad, lectura más rápida y precisa de las palabras con muchos vecinos ortográficos, se explica porque se activan las representaciones léxicas de todas las palabras vecinas, lo que acelera su pronunciación. Pero especialmente resulta de un gran apoyo al modelo la interacción, repetidamente encon­ trada, entre lexicalidad y longitud, en el sentido de que la longitud afecta más a las seudopala­ bras que a las palabras (las seudopalabras lar­ gas son las más difíciles de leer). Mientras que las palabras se leen por la vía léxica (en la cual no influye la longitud, ya que todas las letras se procesan en paralelo), las seudopalabras nece­ sariamente tienen que leerse por la vía subléxica y, por lo tanto, mediante la aplicación serial de las reglas grafema-fonema. Por lo tanto, cuan­ tas más reglas grafema-fonema haya que aplicar, debido a la longitud de la palabra, más tiempo se invertirá en su lectura completa. Modelo conexionista Entre los modelos conexionistas, el más co­ nocido es el modelo de triángulo, propues­ to inicialmente por Seidenberg y McClelland (1989),5 y seguido por otros modelos posterio­ res.7 Se le denomina modelo de triángulo por­ que considera que el proceso de lectura está compuesto por tres dominios representacionales: ortografía, fonología y semántica, conec­ tados entre sí en forma triangular. Entre esos dominios se encuentran las unidades ocultas, tal como se puede ver en la figura 9.2. Al contrario del modelo dual, en este mo­ delo conexionista no hay un léxico en el que se encuentren representadas las palabras. La información sobre las palabras se encuentra distribuida por la red, en los pesos de las co­ nexiones entre las unidades o nodos. De esta manera, las palabras más frecuentes se reco­ nocen antes, porque han sido procesadas más veces, y cada vez que se procesan aumentan el peso de las conexiones.5,7 Figura 9.2. Modelo triángulo de lectura, según Seiden­ berg y McClelland.6 En este modelo de triángulo, la lectura en voz alta de las palabras se puede realizar de forma directa, por la conexión ortografía-fonología, o de manera indirecta, a través de la semántica. Las seudopalabras, al no tener representación semántica, sólo se pueden leer a través de la co­ nexión ortografía-fonología. En cuanto a la lectura comprensiva, también se puede realizar de dos maneras: directamen­ te, de la ortografía a la semántica, o indirecta­ mente, a través de la fonología. En definitiva, aunque ambos modelos son cla­ ramente diferentes (el modelo de triángulo es completamente interactivo, mientras que el mo­ delo dual tiene algunos componentes seriales; el modelo de triángulo utiliza la misma vía para la lectura de palabras y seudopalabras, mientras que el modelo dual utiliza vías diferentes, etc.), no cabe duda de que tienen muchas similitudes, puesto que ambos postulan dos vías diferentes para pasar de las palabras escritas a la pronuncia­ ción y al significado. Aunque los modelos de lectura han sido ela­ borados a partir de investigaciones realizadas en lengua inglesa, que tiene una ortografía muy opaca y con numerosas palabras irregulares (que no se ajustan a las reglas grafema-fonema), en los últimos años se ha comprobado que esos modelos son válidos para el resto de los idiomas, CAPÍTULO 9. Lectura incluido el español, con su sistema de ortografía transparente. Igual que el inglés, el lector caste­ llano también hace uso de dos vías o estrategias: una, mediante la transformación de las letras en sus sonidos (utilizada principalmente para las palabras desconocidas); y otra, para leer las pa­ labras globalmente y conseguir una mayor flui­ dez. La diferencia radica únicamente en el uso que se hace de una y otra vía: un mayor uso de la vía subléxica en los lectores de los idiomas transparentes y un mayor uso de la léxica en los lectores de ortografías opacas. BASES NEUROLÓGICAS DE LA LECTURA Tal como hemos indicado, la lectura es una ad­ quisición reciente y, por lo tanto, no está progra­ mada aún en el cerebro, no existe un área cere­ bral responsable de la lectura. En consecuencia, aprender a leer implica desarrollar circuitos que establezcan conexiones entre áreas destinadas a otras funciones (entre la visual y la fonológi­ ca para la lectura en voz alta, entre la visual y la semántica para la lectura comprensiva, etc.). Eso significa que el cerebro de los lectores cuen­ ta con algunos circuitos neuronales que no están desarrollados en los cerebros de los analfabetos. Cuando los niños aprenden a leer, realmente están estableciendo conexiones entre áreas del cerebro destinadas a otras funciones y, con ello, desarrollando nuevos circuitos neuronales que posibilitan la lectura. Los estudios actuales con las técnicas de neuroimagen están permitiendo conocer cuáles son esos circuitos, al comparar los cerebros de niños que están aprendiendo a leer con niños mayores que ya son buenos lectores, o al comparar adultos lectores con adultos analfa­ betos. También se comparan las áreas cerebrales que se ponen en funcionamiento dependiendo del tipo de palabras a leer, palabras conocidas o desconocidas, palabras regulares o irregulares, etc. Fruto de estos estudios, en los que se com­ paran los diferentes tipos de lectores y los dife­ rentes tipos de palabras con variadas tecnologías que miden tanto la activación cerebral (mediante resonancia magnética funcional) como el curso del funcionamiento mediante magnetoencefa- 143 lografía, como el tamaño de las áreas cerebrales mediante morfometría, o la conexión entre las distintas áreas mediante tractografía, actualmen­ te tenemos una idea bastante completa de la circuitería cerebral responsable de la lectura. Estudios realizados comparando personas lec­ toras con analfabetas,8 mostraron claramente las diferencias que el aprendizaje de la lectura pro­ duce sobre el sustrato neuronal cerebral. Me­ diante neuroimagen, se comparó a un grupo de campesinos portugueses lectores con otro grupo de personas del mismo entorno, pero que por razones políticas y sociales no habían podido acudir a la escuela y no sabían leer. Los resulta­ dos mostraron que había diferencias importantes en los cerebros de los lectores respecto a los de los analfabetos. Cuando tenían que repetir seu­ dopalabras, los alfabetizados activaban las áreas del lenguaje en el lóbulo temporal izquierdo; en cambio, los analfabetos activaban las áreas fron­ tales, responsables de las funciones ejecutivas. Parece como si los analfabetos resolviesen las tareas lingüísticas como si fuesen tareas de me­ moria, más que de lenguaje. De hecho, muchos de los errores que cometían cuando tenían que repetir seudopalabras era transformarlas en pa­ labras parecidas (ej.: «carmigo» en «camino»). Otra demostración aún más determinante de cómo el aprendizaje de la lectura supone el desa­ rrollo de áreas y conexiones cerebrales, es el es­ tudio realizado con ex-guerrilleros colombianos que estaban llevando a cabo un programa de in­ serción social.9 Mediante morfometría cerebral, estos investigadores compararon la densidad de materia cerebral de un grupo de estos guerrille­ ros, que habían aprendido a leer, con otro grupo que todavía no había comenzado el aprendiza­ je de la lectura, y encontraron que los lectores tenían más materia gris que los analfabetos en cinco regiones posteriores del cerebro, princi­ palmente del hemisferio izquierdo. En concreto, éstas eran las regiones en las que los lectores te­ nían más materia gris: la parte dorsal del lóbulo occipital (encargada de procesar estímulos visua­ les altamente discriminativos, como las letras); las circunvoluciones supramarginal y temporal superior del hemisferio izquierdo (responsables 144 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE del procesamiento fonológico) y las circunvolu­ ciones angular y temporal media posterior (en­ cargadas del procesamiento semántico). También encontraron una mayor cantidad de materia blanca en los lectores en el splenium del cuerpo calloso. El cuerpo calloso es el tracto que une los dos hemisferios, y en la lectura juega un papel importante en la integración de la información visual procedente de los dos campos visuales. Áreas cerebrales implicadas en la lectura En definitiva, el aprendizaje de la lectura im­ plica el desarrollo de un sistema cortical alta­ mente organizado, que integre los componen­ tes ortográfico, fonológico y léxico-semántico. De acuerdo con los estudios actuales, este siste­ ma incluye tres áreas cerebrales del hemisferio izquierdo, una dorsal (temporoparietal), otra ventral (occipitotemporal), las dos posteriores y otra anterior, en la circunvolución frontal in­ ferior.10 En la figura 9.3 se puede ver la distri­ bución cerebral de esas tres áreas o sistemas. El sistema dorsal comprende la circunvolu­ ción temporal superior con el área de Wernicke y el lóbulo parietal inferior incluyendo las cir­ cunvoluciones angular y supramarginal. El papel de este sistema en la lectura es integrar la infor­ mación visual con la fonológica y semántica. En los lectores adultos, la circunvolución temporal superior responde con mayor actividad a las seudopalabras que a las palabras familiares,11 lo que sugiere que este sistema interviene en el pro­ cesamiento fonológico relevante para el apren­ dizaje de nuevas palabras. Frontal inferior Parietotemporal temporal Figura 9.3. Áreas implicadas en la lectura. El sistema ventral incluye el área occipitotem­ poral inferior del hemisferio izquierdo, así como las circunvoluciones temporal media e inferior del hemisferio izquierdo. El área occipitotem­ poral es especialmente relevante para la lectura, ya que de ella depende el sistema responsable del reconocimiento ortográfico de las palabras. De hecho, ha sido denominada por algunos au­ tores como el área de la forma visual de las pa­ labras.12 Esta área, situada en la circunvolución fusiforme, se activa ante la presencia de palabras presentadas visualmente; en cambio, no se acti­ va ante palabras presentadas de manera auditi­ va. Además, como prueba de la importancia que tiene en el reconocimiento visual de palabras, cuando se produce una lesión en ella los pacien­ tes pueden identificar letras individualmente, pero no consiguen leer las palabras globalmente. En el siguiente apartado describiremos este tras­ torno, denominado alexia pura. Por otra parte, la actividad de esta área corre­ laciona altamente con la destreza lectora: cuanto mayor es la destreza de un individuo, más ac­ tividad se produce en ella ante la presencia de palabras escritas. En un principio, los niños no muestran actividad en esa zona, sólo se va de­ sarrollando a medida que van adquiriendo flui­ dez lectora. Y ese desarrollo, más bien tardío, no mantiene relación con la edad, sino con la expe­ riencia lectora, lo que indica que sólo tiene lugar como consecuencia del aprendizaje de la lectura. Las zonas temporales media e inferior iz­ quierda se encargan del procesamiento semán­ tico. Numerosos estudios de neuroimagen han comprobado que las tareas que exigen acceder al significado de las palabras activan necesaria­ mente las zonas inferior y media del lóbulo tem­ poral. Igualmente, los estudios con pacientes han comprobado que las lesiones en esas áreas producen pérdida de información semántica.1’ Finalmente, el sistema anterior se corresponde con la circunvolución frontal inferior. Este siste­ ma es responsable de la recodificación fonológi­ ca durante la lectura; aunque no sólo en la lectu­ ra, sino también en la denominación oral, en el habla espontánea y en cualquier otra actividad que exija la pronunciación de fonemas. CAPÍTULO 9. Lectura 145 Conexiones entre áreas cerebrales La conexión entre esas tres áreas da lugar a circuitos, que equivalen más o menos a las vías propuestas por el modelo dual, o por el mode­ lo de triángulo. En los últimos años, con el de­ sarrollo de las técnicas de tractografía, se está descubriendo la conectividad entre las diferen­ tes áreas corticales; y, en el caso de la lectura, se ha visto la existencia de dos circuitos claros: • El circuito dorsal, que conecta la zona temporoparietal con el frontal izquierdo (área de Broca), se encarga fundamentalmente de pro­ cesar las palabras desconocidas. Este circuito tiene una gran actividad durante los comien­ zos del aprendizaje de la lectura. Equivaldría a la vía subléxica de conversión grafema-fone­ ma del modelo dual, o a la conexión ortogra­ fía-fonología del modelo de triángulo. • El circuito ventral, que conecta la zona occipitotemporal (área de la forma visual de la palabra) con el lóbulo frontal, a través del temporal medio e inferior. Este circuito fun­ ciona principalmente en la lectura de palabras familiares. Equivaldría a la vía léxico-semánti­ ca en el modelo dual, o a la conexión ortogra­ fía-semántica en el modelo de triángulo. En la figura 9.4 se muestran ambos circuitos. El uso de uno u otro circuito depende de una serie de factores, relativos tanto al tipo de pala­ bras que se leen (frecuentes vs. infrecuentes, re­ gulares vs. irregulares, etc.) como a la destreza de los lectores (adultos vs. niños), o incluso al sistema ortográfico (opaco vs. transparente). Así, el circuito dorsal es más utilizado en la lectura de seudopalabras. En un estudio realizado por Simos et al.14 en el que producían interferencias eléctricas en esa zona, encontraron que los parti­ cipantes no podían leer seudopalabras, mientras que la lectura de palabras, incluso irregulares, permanecía intacta. En cambio, el sistema ventral es más rápido que el dorsal, y muestra mayor ac­ tivación a las palabras que a las seudopalabras.15 En un estudio de resonancia magnética fun­ cional, Fiebach y Friederici16 comprobaron la actividad cerebral de un grupo de sujetos mien­ tras decidían, mediante dos botones, si las series Figura 9.4. Sistemas neurales de la lectura: a) circui­ to dorsal, que conecta la zona temporoparietal con el frontal izquierdo (área de Broca). Realizaría la conver­ sión grafema-fonema o la conexión ortografía-fonología: b) circuito ventral, que conecta la zona occipitotemporal (área de la forma visual de la palabra) con el lóbulo frontal, a través del temporal medio e inferior. Es la vía neural, que representa la ruta léxico-semántica o la co­ nexión ortografía-semántica. de letras que aparecían en la pantalla eran pa­ labras o seudopalabras. Encontraron que las palabras producían mayor activación en la zona occipitotemporal y en la circunvolución tem­ poral media del hemisferio izquierdo, mientras que las seudopalabras producían mayor acti­ vación en la zona frontal inferior izquierda. La interpretación que hacen de estos resultados es que la lectura de palabras frecuentes comienza en la zona occipitotemporal izquierda, con el reconocimiento preléxico de las palabras, y se extiende por la zona temporal media, donde se produce el acceso al significado. En cambio, la vía de lectura de seudopalabras parece exten­ derse más hacia la zona frontal izquierda. También depende el uso de uno u otro cir­ cuito de la experiencia lectora. Durante los co­ mienzos del aprendizaje de la lectura, los niños muestran activación sólo en el circuito dorsal. Sin embargo, a medida que van adquiriendo ex­ periencia lectora, se va activando la circuitería ventral.15 Los niños usan más que los adultos las circunvoluciones angular y supramarginal du­ rante la lectura (partes del sistema dorsal). Estas 146 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE dos estructuras juegan un papel importante en la integración de los procesos visuales, fonoló­ gicos y semánticos. Los adultos también usan más esas áreas cuando tienen que leer palabras desconocidas. Por último, la utilización de ambos circuitos también viene determinada por el sistema orto­ gráfico en el que las personas tengan que leer. Los lectores de sistemas ortográficos opacos como el inglés, en el que existen muchas pa­ labras irregulares, tienen que hacer un mayor uso de la vía léxica, mientras que los lectores de sistemas ortográficos transparentes como el castellano, en el que todas las palabras son re­ gulares, hacen mayor uso de la subléxica. Paulesu et al.17 comprobaron, mediante tomografía por emisión de positrones, la activación cere­ bral de estudiantes ingleses e italianos mientras leían palabras y seudopalabras, y encontraron que los italianos mostraban mayor activación en la circunvolución temporal superior del he­ misferio izquierdo, mientras que los ingleses mostraban mayor activación en la zona poste­ rior de la circunvolución temporal inferior y en la circunvolución frontal anterior del hemisfe­ rio izquierdo. No obstante, ambos sistemas no son en ab­ soluto independientes, sino que interactúan durante la lectura de palabras, aportando in­ formación fonológica y semántica de manera cooperativa para conseguir una mayor fluidez lectora. De hecho, el área de la representación visual de la palabra se va formando a partir de la lectura por la vía subléxica,10 puesto que esta vía exige también que el lector esté visual­ mente expuesto al estímulo. Por esa razón los niños disléxicos, cuyas dificultades para apren­ der a leer se deben a sus déficits fonológicos, no consiguen desarrollar el área visual de las palabras, tal como muestran los múltiples estu­ dios de neuroimagen. TRASTORNOS Una vez vistos los procesos cognitivos que intervienen en la lectura de palabras y las ba­ ses neurológicas que los sustentan, podremos entender los trastornos de lectura que se pue­ den producir cuando una lesión cerebral daña alguna de las áreas o circuitos responsables de esos procesos. A esos trastornos de lectura producidos por lesión cerebral se los conoce con el nombre de dislexias adquiridas, para diferenciarlos de las evolutivas, referidas a los niños con dificultades para aprender a leer. En términos generales, se distinguen dos ti­ pos de dislexias adquiridas: las periféricas, ori­ ginadas por lesión en alguno de los componen­ tes más periféricos del sistema y las centrales, originadas en el procesamiento léxico-semánti­ co. Dentro de las periféricas, las más estudiadas son la dislexia atencional, la dislexia por negli­ gencia (ambas por lesión en el sistema atencio­ nal) y la dislexia visual por alteraciones de tipo perceptivo. También se suele incluir, entre las dislexias periféricas, la alexia pura o dislexia le­ tra a letra, aunque realmente las alteraciones en esta dislexia se encuentran a nivel de palabra. Dentro de las dislexias centrales, las tres más conocidas son la dislexia fonológica, la super­ ficial y la profunda. Aquí vamos a dejar las dis­ lexias periféricas, ya que se producen por lesio­ nes en otros sistemas (perceptivo, atencional, etc.) que, aunque intervienen en la lectura, no forman parte del sistema lector. Sólo nos cen­ traremos y trataremos de explicar la dislexia letra a letra y los tres tipos de dislexias centra­ les: dislexia fonológica, dislexia superficial y dislexia profunda. Dislexia letra a letra La dislexia letra a letra, también llamada alexia pura o alexia sin agrafía (por no pre­ sentar trastornos en la escritura), ya fue des­ crita por Dejerine a finales del siglo xix. Los pacientes con alexia pura identifican bien las letras individuales, pero tienen muchas difi­ cultades para leer las palabras de una manera rápida y fluida, ya que tienen que identificar de forma serial cada una de las letras que la componen. Estos pacientes conservan el res­ to de habilidades lingüísticas, incluidas las de CAPÍTULO 9. Lectura “I Caso clínico Un caso representativo en español de alexia pura es el de un joven universitario, EM, que fue operado de un tumor en la zona temporooccipital. La única secuela que le quedó de la operación fue una alteración en la lectura. Aun­ que leía correctamente cualquier palabra, sus comprensión oral de palabras, escritura y re­ petición, y sólo tienen dificultades con las palabras escritas. Incluso si se les deletrea la pa­ labra o se les dibuja sobre la piel, la reconocen más fácilmente que si se les presenta visualmen­ te. Pero no se trata de un problema visual, ya que pueden identificar las letras y realizar la lectura serial letra a letra; lo que ocurre es que su lectura es muy lenta, y los tiempos incre­ mentan de forma dramática cuanto más larga sea la palabra. Cuando se trata de una pala­ bra muy larga, pueden tardar varios minutos en leerla. En los casos más graves, tienen in­ cluso que nombrar en voz alta las letras de la palabra para poder leerla (para leer la palabra «familia», dirían «efe, a, eme, i, ele, i, a... fami­ lia». Se reconoce fácilmente este trastorno por la lentitud con la que los pacientes leen y los enormes efectos que la variable longitud de las palabras tiene sobre su lectura. El trastorno de alexia pura se produce por lesión en el «area de la forma visual de la pa­ labra». Aunque Dejerine situaba el trastorno de la alexia pura o alexia sin agrafía en la cir­ cunvolución angular, es en el área 39 (según el mapa de Brodmann) donde se encuentran las representaciones de las palabras, y cuya lesión produce alexia pura. Caso clínico El primer caso de dislexia fonológica publicado en castellano fue AD, un hombre con estudios superiores que sufrió un accidente cerebrovascular. Este paciente leía bastante bien las palabras, especialmente si eran de alta frecuencia, pero 147 tiempos de lectura eran enormemente largos, especialmente con las palabras largas. A veces cometía errores en los finales de las palabras largas, por intentar adivinarlas sin terminar de leerlas (leía «portafolios» donde decía «portafotos»). Dislexia fonológica La dislexia fonológica fue descrita por pri­ mera vez por Beauvois y Derouesné en 1979.18 Los pacientes con dislexia fonológica leen co­ rrectamente las palabras familiares, pero tie­ nen dificultades para leer las palabras poco fa­ miliares y, especialmente, las seudopalabras. La mayor parte de los errores que cometen son errores visuales en las palabras (leer «mancha» donde dice «marcha») y lexicalizaciones en las seudopalabras, es decir, convertirlas en pa­ labras de parecido ortográfico (leer «molino» donde dice «mogino»). Estos pacientes se re­ conocen por su dificultad para leer las palabras desconocidas, y la variable más determinante en su ejecución es la frecuencia: pueden leer las palabras de alta frecuencia, pero fallan en las de baja frecuencia. Dentro de los modelos cognitivos de lectu­ ra, este trastorno se interpreta en el modelo dual como una alteración en la vía subléxica que impide la aplicación de las reglas grafemafonema y, por lo tanto, dificulta la lectura de las palabras de baja frecuencia y las seudopa­ labras. Los pacientes tratan entonces de leer a través de la vía léxica, lo que los lleva a come­ ter errores visuales y lexicalizaciones. Desde el modelo de triángulo, se interpreta como una “I tenía serias dificultades para leer seudopalabras. Los errores que cometía eran fundamentalmente lexicalizaciones (leía «papel» donde decía «gapel») y errores en la aplicación de las reglas grafemafonema (leía «riegra» donde decía «piegra»). 148 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE alteración en la conexión de la ortografía a la fonología, por lo que los pacientes tratan de leer a través del significado. En cuanto al circuito cerebral que pudo ser dañado por la lesión, claramente ha teni­ do que producirse en la vía dorsal, en la co­ nexión entre las zonas temporal y frontal del hemisferio izquierdo o en alguna de las áreas componentes, como pueden ser la circunvo­ lución temporal superior, la circunvolución angular, etcétera. Dislexia superficial La dislexia superficial fue descrita por pri­ mera vez, por Marshall y Newcombe, en 1973.19 A los pacientes con dislexia superficial les ocurre justo lo contrario de lo que les su­ cede a los que sufren dislexia fonológica, ya que leen sin dificultad las palabras regulares, sean familiares o desconocidas, e incluso las seudopalabras, pero tienen graves dificulta­ des para leer las palabras irregulares que no se ajustan a las reglas grafema-fonema. La mayor parte de los errores que cometen son regula­ rizaciones, es decir, las pronuncian como si se ajustasen a esas reglas. Así, leen «ollibood» cuando ven la palabra «Hollywood», o «peujeot» cuando ven «Peugeot». Este trastorno, que puede pasar desapercibido en español, al no tener palabras irregulares (sólo las pocas tomadas de otros idiomas), resulta bastante grave en inglés, al contar con un gran núme­ ro de palabras que no se ajustan a las reglas grafema-fonema. En español tienen dificulta­ des con los homófonos; por ejemplo, «vaca»«baca», ya que no pueden distinguir por su pronunciación qué forma ortográfica se co­ rresponde con el animal y cuál con el artefac­ to que se pone encima del coche. Dentro de la dislexia superficial, hay tres variedades: dislexia superficial de input, dis­ lexia superficial central y dislexia superficial de output. En la dislexia superficial de input, los pa­ cientes no sólo pronuncian mal las palabras irregulares, sino que además no pueden acce­ der a su significado, ya que la pronunciación no se corresponde con ningún significado («ollibood» no significa nada). En la dislexia superficial central, los pacien­ tes distinguen las palabras por su forma pero no consiguen acceder al significado, porque tienen dañado el sistema conceptual. En la dislexia superficial de output recono­ cen visualmente las palabras, acceden correc­ tamente a su significado, pero cuando las tie­ nen que leer en voz alta las pronuncian mal, porque regularizan su pronunciación. Estos últimos pacientes no tienen problemas con los homófonos, ya que los reconocen bien; y donde podrían fallar, en la pronunciación, no hay posibilidad, ya que se pronuncian igual. La característica que mejor define a estos pa­ cientes son los errores de regularización, y la variable más determinante de su lectura es la regularidad, ya que leen bien las palabras regulares. La interpretación de este trastorno, de acuer­ do con el modelo dual, es que se ha producido una lesión en alguno de los componentes de la vía léxica. En el caso de la dislexia superficial de input, la lesión habrá dañado el léxico or­ tográfico; en el caso de la dislexia superficial central, al sistema semántico; y en el caso de la dislexia superficial de output, al léxico fo­ nológico. Muy similar es la interpretación del modelo de triángulo, ya que la dislexia super­ ficial se produce por lesión en la vía que co­ necta la ortografía con la fonología a través de la semántica, y se puede dañar la conexión ortografía-semántica o la conexión semánticafonología. La zona cerebral dañada en el caso de las dislexias superficiales, sin duda, es el circuito ventral; y, dependiendo de qué componente de este circuito resulte dañado, se producirán los distintos tipos de dislexia superficial: de input, si es en las zonas más posteriores del lóbulo temporal izquierdo; central, si es en las zonas media e inferior del temporal izquier­ do; o de output, si la lesión se produce en la circunvolución frontal izquierda o en la co­ nexión temporal-frontal. Con dislexia superficial, el caso más llamativo es el de un médico, que también sufrió un accidente cerebrovascular y podía leer sin dificultad, tanto las palabras como las seudopalabras, pero tenía Dislexia profunda Finalmente, la dislexia profunda es la más gra­ ve de todas las dislexias adquiridas. Los pacientes con dislexia profunda son incapaces de leer seu­ dopalabras y palabras desconocidas, y tienen difi­ cultades para leer ciertas clases de palabras, como las abstractas, las palabras funcionales o los ver­ bos. Producen errores visuales, derivativos y lexicalizaciones, pero los errores más característicos son los semánticos, esto es, sustituyen la palabra que tienen que leer por otra con la que no tiene ninguna relación ortográfica ni fonológica, pero sí de significado (por ejemplo, leer «sol» por «luna», o «mar» por «océano»). De hecho, aunque son muchos los síntomas que presentan los pacientes con dislexia profunda, los dos más característicos son la incapacidad para leer seudopalabras y la comisión de errores semánticos. También hay tres variedades de dislexia profunda: de input, central y de output, con características similares a las des­ critas en el caso de las dislexias superficiales. El trastorno de dislexia profunda se interpre­ ta, desde el modelo dual, como una alteración en las dos vías, total en la subléxica (de ahí la incapacidad para leer seudopalabras) y parcial en la léxica (de ahí sus dificultades con otros tipos de palabras). En función de cuáles sean los procesos dañados en la vía léxico-semántica (léxico ortográfico, sistema semántico o léxico fonológico), se producirán los distintos tipos de La joven universitaria PR sufrió un grave acciden­ te de moto a los 23 años que estuvo a punto de costarle la vida. PR era incapaz de leer seudo­ palabras y tenía dificultades con las palabras, es­ pecialmente con las de baja frecuencia, con las baja imaginabilidad y con los verbos. Los erro­ enormes dificultades con tas palabras extranjeras de uso común en español. También tenía proble­ mas para reconocer los homófonos y cometía fal­ tas de ortografía, a pesar de haber sido médico. dislexia profunda: de input, central o de output, respectivamente. Desde el modelo de triángulo, también se interpreta como una alteración que afecta a ambas vías: la que conecta directamente la ortografía y la fonología, y la que lo hace a través de la semántica. En cuanto a la zona cerebral lesionada, pa­ rece claro que los pacientes con dislexia pro­ funda han sufrido una lesión masiva del he­ misferio izquierdo que les ha dañado los dos sistemas, tanto el dorsal como el ventral. Aunque la taxonomía de los trastornos disléxi­ cos fue propuesta en un principio para el siste­ ma inglés, los estudios realizados en los últimos años han mostrado que los mismos tipos de pa­ cientes descritos en inglés también han sido en­ contrados en los idiomas transparentes, incluido el castellano.20 La diferencia está en la gravedad y frecuencia de esos trastornos en función del idioma; así, la dislexia superficial, que muestra serias dificultades en inglés, pasa prácticamen­ te desapercibida en castellano, al no existir pa­ labras irregulares. También la frecuencia de los trastornos es diferente, pues en inglés se encuen­ tran muchos casos de dislexia profunda, al in­ tentar leer por la vía léxico-semántica y cometer así errores semánticos, mientras que en español son muy pocos los casos descritos, y siempre se trata de personas que tenían un alto nivel cultu­ ral y, por lo tanto, hacían un gran uso de la vía léxico-semántica. res que cometía eran visuales (leía -tráfico- en vez de «trágico», o «caliente» por «cliente»), morfo­ lógicos («rosas» por «rosal», «repetición» por «repe­ tir»), etc; pero eran especialmente llamativos los errores semánticos (leía «pelo» donde ponía «ce­ pillo», «oro» por «plata» o «pizarra» por «borrador» !_l 150 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Resumen La lectura es una actividad reciente de los hu­ manos que, contrariamente al lenguaje oral, ne­ cesita de un aprendizaje sistemático, ya que no existen áreas cerebrales responsables de la lec­ tura. Aprender a leer significa establecer conexio­ nes entre áreas cerebrales destinadas a otras actividades (visual, fonológica, semántica, etc.), lo que da lugar a nuevos circuitos en el cerebro. En concreto, la lectura de palabras depende de dos sistemas cerebrales, dorsal y ventral, que co­ nectan la parte posterior del hemisferio izquierdo con la circunvolución inferior del lóbulo frontal izquierdo. El circuito dorsal, que une el área temporoparietal con la anterior frontal, es responsable de la relación ortografía-fonología y es el primero en desarrollarse, pues se inicia en el momento en que el niño comienza el aprendizaje de las reglas de conversión de grafemas en fonemas. Este sistema es imprescindible para la lectura de palabras desconocidas y seudopalabras; sin embargo, no es eficaz en el caso de palabras irre­ gulares. El circuito ventral une el área occipitotemporal con la circunvolución frontal inferior, y es respon­ sable de la lectura de palabras familiares. Este sistema se desarrolla mas tardíamente cuando el niño comienza a formar representaciones de las palabras como consecuencia de haberlas leído en repetidas ocasiones. Permite una lectura más rápida y es eficaz en la lectura de palabras irregu­ lares, siempre que sean familiares. Cuando esos circuitos no se acaban de establecer de manera adecuada (dislexias evolutivas) o se dañan a con­ secuencia de una lesión cerebral (dislexias ad­ quiridas), se producen alteraciones en la lectura, cuyas manifestaciones son diferentes en función de las áreas dañadas. Cuando se produce una le­ sión en el sistema dorsal, los pacientes muestran dificultades para leer seudopalabras y palabras desconocidas, aunque pueden seguir leyendo las palabras familiares. Cuando la lesión afecta al sistema ventral, los pacientes no pueden leer las palabras irregulares y su lectura es mucho menos fluida. Conocer esas alteraciones y las bases neu­ rológicas que las producen es de suma importan­ cia de cara a la rehabilitación. Preguntas de autoevaluación • ¿Por qué la longitud de las palabras afecta de manera distinta a los buenos lectores que a los aprendices? • ¿Cómo se realiza la lectura de palabras desco­ nocidas según el modelo dual? • ¿Qué áreas cerebrales componen el circuito ventral? • Cuándo un paciente disléxico tarda mucho en leer las palabras, especialmente si son largas, ¿qué área cerebral tendrá probablemente da­ ñada? • ¿Cuáles son las hipótesis que mantiene el su­ puesto ojo-mente sobre los movimientos sacádicos y las fijaciones? REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Cuetos, F. (1998). Evaluación y rehabilitación de las afasias. Madrid, Editorial Médica Panamericana. 2. Cuetos, F. y Barbón, A. (2006). Word naming in Spa­ nish. European Journal of Cognitive Psychology, 18, 415-436. 3. Seymour, RH, Aro, M. y Erskine, J.M. (2003). 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Escritura Carmen López-Escribano ÍNDICE DE CONTENIDOS • • • • Introducción Procesamiento cognitivo de la escritura Bases neurológicas de la escritura Trastornos INTRODUCCIÓN La escritura es una herramienta muy pode­ rosa en nuestra cultura, ya que facilita la co­ municación a través de la distancia y el tiempo, hace posible recopilar y preservar la informa­ ción, permite que el conocimiento sobre un tema se desarrolle y se refine y proporciona un medio flexible para la expresión artística, política, cultural, científica y espiritual. Pero escribir es un proceso complejo que requiere altos niveles de autorregulación y control; in­ cluso los escritores más expertos encuentran dificultades en los aspectos relacionados con la escritura, como por ejemplo, el conocido fenómeno del «folio en blanco», que hace re­ ferencia a la dificultad de comenzar a escribir un texto. Las habilidades o procesos cogni­ tivos necesarios para escribir son difíciles de desarrollar, y requieren práctica intensiva. Tanto la escritura como la lectura son adqui­ siciones recientes en la historia de la huma­ nidad, no están programadas en el cerebro y, por tanto, no se desarrollan de modo natural como el lenguaje oral. Ambas requieren de una enseñanza sistemática y específica duran­ te varios años. El estudio de la escritura, en sus etapas ini­ ciales y hasta casi finales del pasado siglo xx, estaba enfocado básicamente hacia el produc­ to o al texto escrito, hacia cómo mejorar este texto o composición y hacia el estudio de las características y modelos de la prosa escrita de autores ejemplares. El carácter de este en­ foque, orientado al interés sobre la calidad de la producción escrita, está recogido en reglas formalistas y máximas presentadas por autores como Strunk y White1 en lengua inglesa. En español, Nebrija editó la primera Gramática de la lengua Castellana en 1492; posteriormente, la Real Academia Española, fundada en 1713, se ha dedicado a preservar la pureza, elegancia y propiedad de nuestra lengua. Esta concepción tradicional de la escritura orientada a la composición escrita y a su ins­ trucción, fue puesta en tela de juicio por lin­ güistas, psicólogos, educadores y académicos como Bruner, Luria, Piaget, Nelly y Vygotsky, entre otros. Estos estudiosos propusieron modelos alternativos al estudio de la escri­ tura, considerando el lenguaje (tanto escrito como hablado) como un proceso cognitivo y expresivo. Una figura que contribuyó de­ finitivamente a considerar el lenguaje como proceso fue Chomsky.2 Según este autor, la competencia lingüística es innata, universal y cognitiva; por tanto, para estudiar el lenguaje es necesario estudiar el funcionamiento de la mente. Un libro que marcó el comienzo de la in­ vestigación empírica sobre escritura en Nor­ teamérica, fue la publicación de Emig3 The Composing Processes of Tivelfth Graders. Esta investigación analizó la escritura como un pro­ ceso cognitivo, y utilizó el estudio de casos y la técnica del «pensamiento en voz alta» para analizar los estilos de escritura de profesores y estudiantes. 154 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE En las décadas de los 80 y 90 del pasado si­ glo, surgieron desde la Psicología Cognitiva dos de los modelos más influyentes sobre escri­ tura: Hayes y Flower4 y Scardamalia y Bereiter.5 Posteriormente describiremos estos mode­ los con mayor detalle. También hacia la década de los 80 nacie­ ron los modelos sociales de la escritura; des­ de esta perspectiva se criticaron los modelos cognitivos, por considerar que sus supuestos eran demasiado positivistas y reduccionistas. Los modelos sociales argumentaron que la es­ critura es «un acto social», y advirtieron que los modelos cognitivos sobre escritura pre­ sentan a los escritores como individuos soli­ tarios, aislados, luchando con sus pensamien­ tos, cuando en realidad la escritura se realiza en unas condiciones socioculturales que son determinantes para el escritor y para su com­ posición. Actualmente existe una tendencia integradora de los modelos cognitivos y sociales que explican el proceso de escribir, ya que se en­ fatiza que, aunque podemos diferenciar entre cerebro-mente internos (modelo cognitivo) y ambiente externo (modelo social), el contexto interno y externo del escritor representan un único sistema interactivo a la hora de produ­ cir una composición escrita. La investigación sobre escritura, lectura y alfabetización se en­ trelaza cada vez más con otras disciplinas y perspectivas. Dos avances científicos situados a finales del siglo xx han alterado el modo en que los investigadores y los educadores se acer­ can al estudio y a la enseñanza de la escritura: el primero, la aplicación de las nuevas técni­ cas de imagen cerebral al estudio del cerebro humano en funcionamiento; y el segundo, la utilización masiva de ordenadores personales, asequibles y fáciles de usar.6 Sin restar importancia a la influencia que el contexto externo o social ejerce sobre la escri­ tura y el escritor, el objetivo de este capítulo es presentar la investigación empírica realizada desde el paradigma cognitivo o desde el con­ texto interno del escritor: «mente-cerebro». En primer lugar, revisaremos los procesos cogniti­ vos implicados en el desarrollo del sofisticado proceso de escribir. En segundo lugar, describi­ remos las bases neurológicas que sustentan esos procesos, y que han sido descubiertas funda­ mentalmente a través de las técnicas actuales de neuroimagen cerebral. Para finalizar, describi­ remos los principales trastornos que se pueden presentar en la escritura como consecuencia de una lesión cerebral. PROCESAMIENTO COGNITIVO DE LA ESCRITURA Podríamos afirmar que los modelos cogniti­ vos (dual y conexionista), citados en el capí­ tulo anterior de este manual, que hacen refe­ rencia a la lectura. También son aplicables a la escritura, por las similitudes que presentan en el desarrollo de estas dos habilidades. No obstante, cada sistema de lenguaje tiene su propia trayectoria de desarrollo y su organi­ zación interna. De este modo, la escritura, y especialmente la escritura productiva,3 a la que haremos referencia a lo largo de este capítu­ lo, presenta aspectos y procesos cognitivos que la diferencian de otros sistemas de lenguaje, y que explicaremos a continuación. Modelo de Hayes y Flower y modelos posteriores revisados Uno de los modelos cognitivos más influ­ yentes sobre escritura, y cuya terminología se utiliza con frecuencia en un gran número de investigaciones y estudios, es el presentado por Hayes y Flower.4 Posteriormente, este grupo de investigadores ha presentado otros mode­ los7, 8’9 que revisan y complementan la descrip­ ción de los procesos cognitivos presentados en el primer paradigma. Estos modelos revisados incluyen, además, una discusión más amplia a Entendemos por escritura productiva la actividad mediante la cual expresamos ideas, componemos textos, redactamos una noticia o escribimos un libro. Otra forma de escritura es la copia o el dictado; este tipo de escritura es más mecánico, y en él interviene un número menor de procesos. CAPITULO 10. Escritura sobre otros aspectos relevantes al proceso de escribir, como el contexto, la motivación, el afecto y la memoria. Los tres procesos cognitivos descritos origi­ nalmente por Hayes y Flower4 (planificar, trans­ cribir y revisar) fueron mantenidos en modelos posteriores,7 pero sustancialmente reconceptualizados. La planificación fue incluida en una catego­ ría más amplia, denominada reflexión, que in­ cluye, además de la planificación, la solución de problemas, la toma de decisiones y la elabo­ ración de inferencias. La transcripción fue renombrada como producción de texto, y ha sido reelaborada considerablemente.8 El proceso original de revisión ha sido expandido en modelos pos­ teriores, incluyéndose la interpretación del texto, la reflexión y la producción de texto; estos procesos, a su vez, estarían autorregulados y dirigidos por el esquema de la tarea a realizar, concepto que hace referencia a los mecanismos de control y a la autorregula­ ción que el sujeto desarrolla durante el acto de escribir. La monitorización descrita en el primer mo­ delo ejercería una función similar, permitiendo al escritor moverse entre los diferentes proce­ sos y la memoria a largo plazo, adecuando así sus respuestas a las necesidades impuestas por la tarea. Estos elaborados procesos cognitivos son atribuidos al individuo, como lo son los com­ ponentes afectivos (objetivos, predisposición y creencias), los conocimientos del escritor (cono­ cimiento sobre el tema, el género y la audiencia) y memoria de trabajo. Otros factores externos al individuo, de acuerdo con los modelos pos­ teriores,7 son el contexto social y el ambiente físico. F.I contexto social incluye a la audiencia y ios colaboradores; el ambiente físico incluye el texto a desarrollar y el medio utilizado para componerlo. En las revisiones y modelos posteriores,'- ’•9 se incorpora también un análisis más exhaus­ tivo de la memoria de trabajo y de la memo­ ria a largo plazo, y de sus respectivos roles en 155 la competencia de la escritura. La memoria de trabajo llega a ser el foco de atención para analizar el desarrollo de la escritura experta. Debido a la naturaleza altamente interactiva de los procesos implicados en la escritura y a las demandas que estos procesos generan sobre la memoria de trabajo, ésta puede ser fácilmente sobrecargada si alguno de los procesos no ha sido automatizado. A continuación explicamos con más detalle los tres componentes que describen el proceso de escribir: planificar, trascribir y revisar. Planificación-reflexión La planificación es un elemento preponde­ rante en las primeras versiones del modelo de Hayes y Flower. Siguiendo a estos autores, pla­ nificar comprende la generación de objetivos, la generación del contenido y la organización del contenido para desarrollar el texto. Sin em­ bargo, en modelos posteriores7-9 se ha reconsi­ derado que planificar no es el proceso esencial de la escritura experta. Aunque bien es verdad, según estos autores, que los escritores expertos emplean más tiempo planificando que los no­ vatos, los escritores expertos también emplean más tiempo generando ideas y revisando el texto. De este modo, no es la proporción del tiempo que se emplea planificando lo que dis­ tingue a los escritores expertos de aquellos que lo son menos, sino el tiempo total empleado en la tarea de la escritura. Por otro lado, también sugieren estos auto­ res, en modelos posteriores,9 que el escritor crea y genera ideas durante el mismo proceso de escritura, experimentando la producción de texto como un proceso libre de descubrimien­ to y construcción, y no sólo como un proceso de redacción de ideas previamente planifica­ das y organizadas. De esta forma, se compara el proceso de «expresión libre de ideas» con el de «planificación previa», advirtiendo de que este primer proceso podría liberar la mente del escritor para manifestar abiertamente lo que piensa y siente, generando así textos más crea­ tivos. Estas últimas reconceptualizaciones sobre 156 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE el proceso de planificación tendrían, en caso de verificarse, importantes implicaciones para la enseñanza de la escritura. Transcripción-producción de texto La transcripción incluye procesos cognitivos que regulan la tarea de la escritura, como la ortografía, el control motor y la generación de texto. En todos estos procesos, tanto la memo­ ria de trabajo como la memoria a largo plazo juegan un papel importante. En su primer modelo, Hayes y Flower pro­ ponían, en el proceso de transcripción, un modelo detallado de producción del lengua­ je escrito, en el cual el concepto que tuvie­ ra el escritor sobre el esquema de la tarea a realizar dirigía los procesos cognitivos. Este concepto o esquema de la tarea a realizar se refiere a los mecanismos de control o auto­ rregulación que el sujeto desarrolla durante el acto de escribir, ya que la escritura es una actividad intencional autodirigida y autoplanificada. A mayor conocimiento metacognitivo de los procesos relacionados con la es­ critura, mejor calidad en los textos escritos, que se refleja tanto en la productividad como en el grado de coherencia de las composicio­ nes."’ Estos procesos cognitivos de control o monitorización de la escritura generan ideas prelingüísticas, trasladan esas ideas a lenguaje (a menudo con considerable revisión) y trans­ criben ese lenguaje a la forma escrita. La generación de texto comparte muchos componentes cognitivos con la generación de lenguaje oral, como la selección del contenido, la recuperación léxica, la formulación sintác­ tica y otros. La escritura de palabras implica, además, la recuperación de la forma ortográ­ fica y de los grafemas que forman las palabras y, finalmente, de los programas motores en los que se especifica la secuencia, dirección y am­ plitud de los movimientos que se deben reali­ zar para escribir las letras o grafemas que com­ ponen el texto escrito. Tanto la ortografía (o la forma correcta de escribir las palabras) como el control motor de la escritura, son aspectos del proceso de transcripción que representan un auténtico reto para las personas con dificultades específicas en la escritura. La falta de fluidez en recuperar las palabras o el esfuerzo requerido por el control motor, pueden llegar a limitar los recursos en la memoria de trabajo y a afectar negativamente la generación de texto. La generación de texto es la producción mental de un mensaje lingüístico, marcado, en el caso de la escritura, por la transcripción de ese mensaje a texto escrito. Como el ha­ bla, la generación de texto implica la trans­ formación de ideas a palabras, frases y uni­ dades mayores de discurso en la memoria de trabajo. Como en el lenguaje oral, las pausas en la cadena del lenguaje generado durante la escritura están influenciadas por las estruc­ turas sintácticas, como el párrafo, la frase y los límites de las cláusulas, así como por el tipo de género del texto. La longitud y la co­ herencia del texto suelen ser las medidas de fluidez de generación de texto más utiliza­ das. La coherencia del texto se refiere a las conexiones lingüísticas utilizadas en el texto (repeticiones léxicas, utilización de nexos referenciales, etc.). Los escritores expertos generan textos más largos y coherentes que los escrito­ res novatos. La generación de texto fluida es importante, porque durante tareas complejas como la es­ critura los procesos cognitivos compiten por recursos limitados en la memoria de trabajo. Los procesos ineficientes a nivel de recupera­ ción de palabras o control motor pueden con­ sumir recursos que deberían estar dedicados a procesos superiores, como la planificación y la revisión. Revisión Hayes7 propuso que tanto la revisión como la generación de texto están guiadas por un esquema global de la tarea de revisión, e in­ fluenciada por los recursos de la memoria de trabajo y de la memoria a largo plazo. Este esquema global de la tarea de revisión hace CAPÍTULO 10. Escritura también referencia a los mecanismos de con­ trol o autorregulación que el sujeto desarro­ lla durante el acto de revisar el texto escrito. El esquema de la tarea dirige múltiples pro­ cesos cognitivos, que incluyen la lectura crí­ tica, la resolución de problemas y la produc­ ción de texto. La revisión implica la lectura guiada por el esquema de la tarea de trabajo, la evaluación del texto y la reescritura, cuan­ do sea necesario. La mayoría de los escritores (adultos y niños) parecen operar con un esquema de revisión superficial, enfocado hacia las características superficiales del texto (sustitución de palabras, corregir algún error ortográfico, pasar el texto a limpio), más que a un nivel conceptual (re­ visar el significado del texto). Esta tendencia puede estar incluso más acentuada cuando se carece del conocimiento previo del tema sobre el que se escribe. A medida que la edad y la habilidad de la escritura se incrementan, los escritores están más predispuestos a revisar el significado de lo escrito. Para resolver un problema en un texto, el escritor debe, primero, reconocer que tal problema existe, y luego tomar los pasos apropiados para corregirlo. Esta es­ trategia de resolución de problemas implica comparar una representación del texto actual con una representación del texto planificado, ser consciente de las discrepancias entre uno y otro e iniciar los cambios oportunos para cambiar el texto actual, de acuerdo al texto previsto. Modelo psicolingüístico Desde la Psicolingüística, también se han propuesto modelos que describen todos los procesos cognitivos que intervienen en la escritura, desde los más abstractos o concep­ tuales hasta los puramente motores. Cuetos11 propone cuatro procesos cognitivos nece­ sarios en la escritura: la planificación del mensaje, la construcción de las estructuras sintácticas, la selección de las palabras y los procesos motores. 157 Planificación del mensaje En la planificación se genera información so­ bre el tema que se va a escribir. Durante esta búsqueda de información, la memoria a largo plazo juega un importante papel, ya que es en ese almacén donde se retiene el conocimiento que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida. Una vez generada la información, en una segunda etapa, se seleccionan los contenidos más relevantes de los recuperados de la memo­ ria y se organizan en un plan de trabajo. Por último, se establecen los criterios o preguntas que serán utilizadas en el proceso posterior de revisión, y que ayudan al escritor a comprobar si el texto se ajusta, o no, a los objetivos inicia­ les planteados. En este modelo, los criterios de revisión del texto forman parte del proceso de pla­ nificación. En realidad, la revisión del texto implica muchas de las tareas descritas en el proceso de planificación de los modelos ex­ plicados anteriormente, como la selección de contenidos, la solución de problemas, la toma de decisiones, la elaboración de infe­ rencias y los mecanismos de autorregulación y control. Construcción de las estructuras sintácticas Una vez que se ha decidido el mensaje que se quiere transmitir, el escritor construye las es­ tructuras gramaticales en las que luego encajar las palabras. Estas estructuras serán el armazón que le permitirá expresar el mensaje de forma escrita. Selección de las palabras Para recuperar la forma ortográfica de las palabras que formarán parte de las estructuras sintácticas, existen dos vías de acceso: la vía su­ bléxica y la vía léxica. A la hora de seleccionar una palabra utilizando cualquiera de estas dos vías, se activaría, en primer lugar, el significa­ do o concepto que se quiere transmitir (sistema semántico): 158 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE • En el caso de la vía subléxica, se buscaría des­ pués la forma fonológica correspondiente a ese significado (léxico fonológico) y, finalmente, se convertirían los sonidos que componen las palabras a signos gráficos, mediante un me­ canismo de conversión de fonema a grafema (CFG). Estos grafemas se mantendrían activos en una memoria operativa (almacén grafémico), dispuestos para ser escritos. • En el caso de la vía léxica, después de acti­ var el significado, se activaría directamente la representación ortográfica o la forma en que deben ser escritas las palabras (léxico orto­ gráfico). Estas representaciones ortográficas, una para cada palabra, se mantendrían dispo­ nibles, al igual que en el procedimiento ante­ rior, en una memoria operativa, desde don­ de se ejecutarían los movimientos necesarios para formar los signos gráficos. En la figura 10.1 se representan las dos vías de acceso a la escritura de palabras descritas anteriormente. que las palabras estén representadas en el léxico ortográfico del escritor para ser recuperadas. En la conversión de fonemas a grafemas, la memoria a corto plazo juega un importante papel, reteniendo los fonemas que vamos a es­ cribir en el orden correspondiente (almacén de pronunciación), o la forma gráfica de las pala­ bra que vamos a escribir (almacén grafémico), mientras se realizan las operaciones destinadas a convertir esas formas fonológicas o gráficas a los signos gráficos. En esta memoria de corta duración a veces se producen alteraciones en el orden en el que se deben secuenciar los so­ nidos, o errores de sustitución de un grafema por otro, especialmente cuando se trata de ora­ ciones largas que rebasan la limitada capacidad de estos almacenes. Para evitar estos errores, a menudo se emplea la estrategia de repetición, es decir, repetimos internamente las palabras mientras las vamos escribiendo. La vía subléxica permite obtener la ortografía por aplicación de las reglas de transformación de fonemas a grafemas. Sin embargo, es insufi­ ciente para seleccionar la ortografía correcta en palabras que contienen fonemas que se pueden representar mediante diferentes grafemas, como por ejemplo la palabra «boca», ya que el sonido /b/ se puede representar con las letras «b» y «v». Del mismo modo, la vía léxica no sirve para escribir palabras desconocidas ni seudopalabras (una serie de letras que se pueden pronunciar, pero que no tienen significado), ya que requiere Procesos motores Figura 10.1. Modelo en el que se representan las dos vías para el acceso a la escritura espontánea (Cuetos)11. En función del tipo de escritura que se vaya a realizar (a mano, ordenador, en la pizarra, etc.) y del tipo de letra que se elija (mayúscula o mi­ núscula, cursiva o script, etc.), se activarán los programas motores que se encargarán de pro­ ducir los correspondientes grafemas. Aunque diferentes autores utilizan distintas nomenclaturas y clasificaciones para describir los procesos cognitivos relacionados con la es­ critura, básicamente no existen grandes diferen­ cias entre los modelos que describen el proceso de escribir. En la figura 10.2 presentamos un resumen comparativo de los diferentes modelos relacionados con la escritura. En este resumen se recogen y comparan los procesos cognitivos del modelo original de Hayes y Flower4 con los modelos posteriores revisados7*8 y con la aproximación psicolingüística a la escritura de Cuetos.11 Esta figura muestra que, básicamen­ te, los modelos cognitivos sobre escritura, con algunas variaciones y utilizando diferente no­ menclaturas, siguen criterios comunes a la hora de explicar los procesos implicados en el acto de escribir. Debemos interpretar los procesos CAPÍTULO 10. Escritura 159 Hayes y Flower (1980)4 Planificación ALARGO - Generar objetivos - Generar contenido PLAZO -Organizar contenido MEMORIA t Transcripción - Esquema de la tarea a realizar!mecanismos de control y autorregulación) Revisión - Leer -Editar t t MONITORIZACIÓN Hayes (1996)7 8 Reflexión - Planificación - Solución de problemas -Toma de decisiones - Elaboración de inferencias t Producción de texto - Ortografía -Control motor de la escritura -Generación de texto Revisión - Interpretación del texto - Esquema global de la tarea de revisión (mecanismos de control y autorregulación) : : MEMORIA DE TRABAJO Y MEMORIA A LARGO PLAZO Cuetos (2009)11 Planificación -Búsqueda de información - Selección de contenidos - Criterios de revisión Procesos psicolingüísticos - Construcción de la estructura gramatical: sintáctica y léxica (vías léxica y subléxica) - Procesos motores : t Figura 10.2. Modelos cognitivos de la MEMORIA MEMORIA escritura: comparación entre modelos y procesos implicados11. A LARGO PLAZO DE TRABAJO cognitivos presentados en estos modelos como interactivos, recursivos, potencialmente simul­ táneos, guiados por metas y cualitativamente diferentes en niños y adultos. Modelo de Bereiter y Scardamalia Los modelos presentados en el apartado an­ terior son de carácter genérico, es decir, facili­ tan una descripción detallada de los procesos b El modelo de Hayes y Flower4 incluye también el con­ texto de producción, no presentado en esta figura. El modelo de Hayes7 incluye el contexto de la tarea y otros aspectos, como la motivación y el afecto, no presen­ tados en esta figura. de la composición escrita para ser aplicados universalmente a cualquier escritor, sin tener en cuenta su desarrollo evolutivo o su nivel de escritura. Sin embargo, los modelos de escritu­ ra deben prestar atención a cómo los procesos implicados en la escritura, así como los recur­ sos de memoria son diferentes dependiendo de la etapa de desarrollo estudiada. De acuerdo con esta idea, Bereiter y Scar­ damalia5 proponen dos modelos de escritura: uno referido a escritores inmaduros, denomi­ nado contar lo que se sabe, y otro a escritores maduros o expertos, denominado transformar el conocimiento. En el primer caso, el escritor reproduce lo que sabe sobre un tema y lo ex­ 160 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE presa directamente sobre el papel. En el segun­ do, el escritor reconsidera lo que sabe sobre un tema para adecuarlo a las características y necesidades de su audiencia, es decir, los es­ critores maduros o experimentados tienen en cuenta al lector y al contexto, modificando y transformando lo que previamente conocen sobre un tema para acomodarlo a las necesida­ des informativas de su audiencia. En el recuadro 10.1 se recogen las princi­ pales diferencias entre escritores inmaduros y escritores expertos en los procesos relacio­ nados con la escritura anteriormente mencio­ nados: planificación, transcripción, revisión y autocontrol. Es importante tener en cuenta estas diferencias, ya que no podemos esperar el mismo nivel de desarrollo y de ejecución en un niño que en un adulto, o en un escritor novato o con dificultades que en un escritor experto. BASES NEUROLÓGICAS DE LA ESCRITURA Los primeros conocimientos que tenemos so­ bre las áreas del cerebro implicadas en la escri­ tura provienen de estudios post mortem y de cirugía realizados en pacientes disgráficos. Las tecnologías de neuroimagen, que se comenza­ ron a utilizar a finales del siglo pasado, han am­ pliado nuestro conocimiento sobre el cerebro que escribe. Escanear el cerebro de una persona mientras escribe plantea importantes retos metodológi­ cos. En primer lugar, la escritura productiva depende de múltiples procesos cognitivos; por tanto, son muchas las áreas cerebrales impli­ cadas. De este modo, las tareas seleccionadas para un experimento de neuroimagen y escri­ tura deben ser cuidadosamente diseñadas, de modo que las respuestas o activación produci­ das por las mismas puedan ser claramente in­ terpretadas y analizadas en comparación con los procesos que se deseen estudiar. Por ejemplo, el cerebro que escribe expresa el código de la lengua interna al mundo exter­ no a través de un sistema grafomotor. El sistema motor controla no solamente la ejecución de un acto motor, sino también la planificación de ese acto. Para realizar un experimento de neuroima­ gen que estudie este proceso de planificación grafomotora, es necesario diseñar y seleccionar tareas que estén relacionadas con el mismo y que se puedan realizar dentro de un escáner, ya que, como explicaremos posteriormente, no siempre es posible escribir directamente en experimentos de neuroimagen. En este sentido, una de las ta­ reas más utilizadas y conocidas es la denomina­ da sequential finger tapping, que consiste en to­ carse con el dedo pulgar cada uno de los dedos de la mano de modo secuencial, comenzando, por ejemplo, con el dedo índice y terminando con el dedo meñique, y repitiendo estos movi­ mientos secuenciales de los dedos sucesivamente varias veces. Esta tarea, que podríamos deno­ minar experimental, implica una planificación e intencionalidad motora en el movimiento de los dedos similar a la producida por los movi­ mientos de la mano al escribir. Adicionalmente, también es necesario diseñar y seleccionar tareas que impliquen movimientos de los dedos, que no requieran planificación ni intencionalidad; por ejemplo, tocarse sucesivamente con el dedo pulgar el mismo dedo, normalmente el índi­ ce. A esta tarea la podríamos denominar tarea control. Supuestamente, ambas tareas activarán áreas cerebrales relacionadas con el movimiento de los dedos de la mano, pero la tarea experi­ mental activará más áreas cerebrales que la tarea control, ya que su realización implica la ejecu­ ción de procesos adicionales de planificación de un acto motor no presentes en la tarea control. La diferencia en la activación cerebral producida por estas dos tareas señalará qué áreas cerebrales son las relacionadas con el proceso que quere­ mos estudiar; en este caso, de la ejecución y pla­ nificación de un acto motor. Por último, es también necesario seleccionar y diseñar tareas comportamentales, que se rea­ lizan fuera del escáner y que están relaciona­ das con los procesos que se quieren estudiar. El objetivo es verificar la validez de la tarea experimental utilizada en el escáner. Siguien­ do con nuestro ejemplo, la tarea experimental de organización serial de los movimientos de CAPÍTULO 10. Escritura 161 Recuadro 10.1. Principales diferencias entre los escritores expertos y los escritores inmaduros o con dificultades en los procesos relacionados con la escritura Escritores expertos Escritores inmaduros o con dificultades Proceso de planificación - Planifican su tarea de escritura. Dedican tiempo - Utilizan estrategias inefectivas para escribir, pien­ a la búsqueda de información y a la selección de san que la tarea de escritura es un plan en sí mis­ objetivos y contenidos que los guiarán en el pro­ ma. No distinguen entre planificar y escribir. No ceso de generación del texto. dedican tiempo a la planificación, escriben direc­ tamente sus ¡deas. Tienen intenciones y objetivos específicos a la - No tienen intenciones específicas a la hora de es­ hora de escribir un texto. Saben qué tipo de texto cribir un texto, y la representación del texto que quieren producir. quieren producir es vaga e imprecisa. Proceso de transcripción Durante las fases iniciales de la escritura, gene­ - Tienen dificultad en generar contenido, suelen ran más contenido del que necesitarán, para eli­ producir historias cortas que contienen poca ela­ minar después en el proceso de revisión ¡deas boración o detalle. superfluas o inservibles. Generan lenguaje alternativo con cierta facilidad - Tienen dificultad en generar lenguaje alternativo para mejorar la calidad del texto. para corregir un problema, incluso cuando han sido capaces de detectarlo. Producen texto escrito con fluidez, permitiéndoles mo­ - Tienen dificultad en la producción de texto, lo que verse más allá de «contar lo que saben» e implicarse limita su capacidad de memoria de trabajo para en procesos superiores, como planificar y revisar. implicarse en procesos superiores. La recuperación de las palabras es automática, - La ortografía representa un auténtico reto, dudan no representa un reto y se realiza sin esfuerzo, li­ a la hora de escribir una palabra, no sabiendo berando recursos de su memoria de trabajo para muy bien cuál es su forma correcta, quedando ser dedicados a la generación de contenido. comprometidos otros aspectos de la escritura, como el desarrollo de contenido. - El control motor de la escritura está automatizado - Escriben con esfuerzo y lentitud. Estas dificultay escriben con fluidez y sin esfuerzo. des al transcribir representan también un reto para cualquier persona que tenga que leer el texto producido (incluso, a veces, el texto resulta también ininteligible para el propio autor). Proceso de revisión Realizan evaluaciones intensivas y procesos de - Raramente realizan revisiones significativas. Ope­ revisión que mejoran su composición. Revisan ran con un esquema de revisión superficial. Sus tanto forma como contenido, teniendo en cuenta revisiones están enfocadas hacia las caracterís­ su contexto y audiencia. ticas superficiales del texto (corregir algún error ortográfico, pasar el texto a limpio, etc.). Tienen mayor capacidad de memoria, porque sus - Suelen quedarse estancados en los procesos de habilidades para componer y revisar el texto están revisión, debido a su baja habilidad. Además, ca­ más desarrolladas y operan de modo automático. recen de práctica en planificar y transcribir sus ideas a palabras; esto afecta a su capacidad de memoria, tanto a corto como a largo plazo. Proceso de autocontrol Regulan y monitorizan con regularidad lo que es­ - Ponen en marcha escasos mecanismos de auto­ criben, comprobando que el texto producido se rregulación y control durante la tarea de la escri­ ajusta al texto planificado. tura. Son realistas y críticos sobre su capacidad de es­ - Tienen un sentido poco realista de su autoeficacribir. Saben que necesitan dedicar mucho tiem­ cia. En ocasiones, suelen ser extremadamente po y esfuerzo para producir un texto de calidad. confiados sobre su capacidad de escribir. Piensan que no necesitan dedicar mucho esfuerzo o tiem­ po para escribir un texto de calidad. 162 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE los dedos, o sequential finger tapping, realizada con la mano dominante, en contraste con la ta­ rea control (tocarse sucesivamente con el dedo pulgar el mismo dedo), ha mostrado tener una excelente fiabilidad y validez de constructo en la evaluación de problemas de escritura en ni­ ños de primaria, y activa cinco regiones cere­ brales diferentes.12 Otro reto metodológico para los experimentos de neuroimagen y escritura tiene que ver con el movimiento del brazo necesario para escribir. La resonancia magnética funcional (RMf), tecnolo­ gía muy empleada en los estudios de neuroima­ gen, especialmente con niños, es muy sensible a los movimientos de las extremidades superiores del cuerpo, ya que estos movimientos producen una alteración de los campos magnéticos, lo que se conoce con el nombre de artefactos motores, actividad positiva-falsa o enmascaramiento de la activación real del cerebro. El procesamiento de imágenes con el cuerpo rígido, cabeza y cuerpo alineados en posición horizontal, es la técnica más común utilizada en los estudios de neuro­ imagen. Esta postura hace que no sea posible la escritura convencional durante un experimento con RMf. La única tecnología de imagen cere­ bral que no es sensible a los artefactos motores (ruido o distorsión producida por los movimien­ tos del cuerpo) es la tomografía por emisión de positrones (PET), pero es una tecnología consi­ derada invasiva, ya que resulta necesario inyec­ tar sustancias radioactivas, de modo que sólo puede ser utilizada con personas adultas. Este es, probablemente, uno de los motivos por los que se han realizado pocos estudios de neuroimagen y escritura con niños utilizando RMf. Sin embargo, recientemente el equipo de investigadores formado por Richards, Berninger y colaboradores12’13 ha realizado varias in­ vestigaciones con esta metodología. En alguno de esos estudios12 hicieron adaptaciones senci­ llas, con el objetivo de minimizar los artefactos motores producidos por las tareas relacionadas con la escritura, como colocar un libro sobre la línea media del pecho del niño, tumbado dentro del escáner, quien a su vez utiliza una púa de madera para escribir sobre el libro. No obstante, y a pesar de ser ésta una tarea lo más adaptada posible a la escritura convencional, dicha forma de escribir hace que no sea posi­ ble el control visual ni kinestésico directo de lo que se escribe. Normalmente, los niños que van a realizar estos experimentos practican es­ tas tareas de escritura fuera del escáner, hasta familiarizarse con ellas. Consecuentemente, muchos de los estudios de imagen cerebral sobre los procesos relacionados con la escritura han sido realizados con adultos con desarrollo típico o con adultos que han per­ dido la función de la escritura debido a lesiones cerebrales. Normalmente son estudios realizados en lengua inglesa y con tomografía por emisión de positrones (PET). La mayoría de la investiga­ ción sobre cerebro y escritura se ha centrado en el proceso de transcripción, especialmente en los procesos motores relacionados con la escritura, aunque con mayor frecuencia los estudios están abordando procesos de generación de texto a ni­ vel elemental, como la generación de palabras, y recientemente también se ha realizado algún estudio sobre la generación de texto a nivel de frases.17 Áreas cerebrales implicadas en la escritura Debido a que la escritura es una actividad compleja, especialmente la escritura productiva, son muchas las áreas cerebrales implicadas. Los estudios de autopsia y lesiones cerebrales rela­ cionados con la escritura revelan que ésta po­ dría verse selectivamente afectada si se lesionan zonas localizadas, principalmente, en el lóbulo parietal superior izquierdo, circunvolución supramarginal, circunvolución angular, área de Wernicke y área de Broca, zonas que también han sido relacionadas con otros aspectos del lenguaje.14 Por otro lado, la mayoría de los es­ tudios post mortem y de cirugía realizados en pacientes disgráficos han mostrado que el cór­ tex parietal es un área implicada en la disgrafia pura, una forma de disgrafia caracterizada por dificultades en la escritura en ausencia de otras anormalidades motoras o de lenguaje. Por ejem- CAPÍTULO 10. Escritura pío, la disgrafia es una de las características del síndrome de Gerstmann que va acompañada de lesiones en el córtex parietal. Los actuales estudios de neuroimagen con personas sanas han replicado, básicamente, los resultados obtenidos previamente con pacientes disgráfícos. Estos estudios muestran que los pro­ cesos relacionados con la escritura dependen de redes neuronales que se extienden por amplias zonas del cerebro. Puesto que la escritura es una actividad compleja que implica procesos de planificación, lingüísticos, motores, etc., cuan­ do escribimos intervienen prácticamente todas las áreas del cerebro." A continuación especi­ ficamos cuáles son las principales áreas respon­ sables de cada uno de los procesos de escritura descritos previamente en este capítulo. Los procesos de planificación y revisión han sido los menos abordados en la investigación sobre cerebro y escritura. Estos procesos y todas las tareas implicadas en los mismos, como la ge­ neración de objetivos y contenidos, la toma de decisiones y solución de problemas, el estableci­ miento de los criterios de revisión, etc., depen­ den fundamentalmente de los lóbulos frontales y, más específicamente, de la zona prefrontal, que es donde radican las funciones ejecutivas." En estudios recientes sobre cerebro y escritura reali­ zados con niños,12,15 en los que se han investiga­ do algunas de las tareas relacionadas con la pla­ nificación de la escritura, la conclusión es que los escritores competentes versus aquellos que no lo son, difieren en la activación cerebral en regiones frontales asociadas con la cognición, funciones ejecutivas, memoria y lenguaje. Durante el proceso de transcripción, según los modelos cognitivos de la escritura descri­ tos previamente, se transforman los conteni­ dos mentales en signos gráficos o grafemas; y, al igual que en la lectura, en la escritura, para llegar a la forma ortográfica de las palabras, existen dos vías de acceso: la vía subléxica y la vía léxica. Por tanto, de modo similar a la lectura, también la escritura necesita de un sis­ tema cortical altamente organizado que integre los componentes ortográficos, fonológicos y léxico-semántico necesarios para escribir. De 163 este modo, las áreas cerebrales responsables de estos componentes en la lectura: sistema dor­ sal, sistema ventral y sistema anterior (véase figura 9.4), también lo son en la escritura, ya que una lesión en cualquiera de esas áreas o sistemas afectaría a la ortografía y a la genera­ ción del texto escrito. Adicionalmente, los es­ tudios sobre cerebro y escritura, cada vez con mayor frecuencia, están abordando la investi­ gación de los procesos de generación de letras, palabras y texto a nivel de frases. Algunos de estos estudios15,15 muestran que la circunvolu­ ción fusiforme izquierda (figura 10.3), también denominada como área de la forma visual de las palabras, está relacionada con la forma or­ tográfica (visual) de las palabras y el procesa­ miento de la forma de las letras. Como anteriormente comentamos, un gran número de estudios sobre cerebro y escritura se ha centrado en el proceso de transcripción, especialmente en los procesos motores de la es­ critura. Berninger y Winn6 proponen tres áreas cerebrales principales relacionadas con estos procesos, además de activación adicional en re­ des computacionales distribuidas, dependiendo de la tarea estudiada. Estas tres áreas son el área de Exner, el lóbulo parietal superior izquierdo y la región premotora del lóbulo frontal izquier­ do (véase figura 10.3). Región premotora Área de frontal Exner Lóbulo parietal superior fusiforme Figura 10.3. Áreas implicadas en la escritura. 164 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE En 1881, Exner observó que la parte pos­ terior de la circunvolución frontal media en el lóbulo frontal izquierdo estaba asociada a la función de la escritura. Un siglo después, Anderson, Damasio y Damasio16 propusieron que el área de Exner (como este primer cen­ tro de escritura es ahora denominado) podría desempeñar un papel importante, coactivan­ do secuencias de movimientos necesarios para generar las letras. Así, el área de Exner sería responsable de trasladar las imágenes auditivas transferidas desde áreas posteriores del lengua­ je a secuencias de movimientos necesarios para escribir letras y palabras. Un segundo centro de la escritura ha sido lo­ calizado en el lóbulo parietal superior izquierdo. De acuerdo con estudios de lesiones focales, los pacientes con disgrafia debida a un déficit pre­ dominante de ejecución motora de la escritura, más que a un déficit central del lenguaje, sufren lesiones en esta área. Esta región ha sido pro­ puesta como un centro de escritura donde los códigos internos de la forma de las letras son generados y almacenados para su producción posterior. Estos códigos serían transmitidos des­ de esta región a las áreas de Broca y de Exner, para su generación. En un experimento recien­ te17 realizado con adultos, utilizando PET y una tarea que implicaba, por primera vez, la escri­ tura narrativa real de frases con control visual y kinestésico, se investigó la contribución de los lóbulos parietales al lenguaje, concluyendo que la mayor contribución del córtex parietal a la comunicación está en el control sensorimotor de la escritura, y que la activación producida por la escritura en áreas parietales es bilateral, superior y ampliamente distribuida. Por último, el código grafomotor para escri­ bir una letra podría estar representado en la región premotora del lóbulo frontal izquier­ do,18 un tercer centro relacionado con la es­ critura. El córtex premotor coincide práctica­ mente con el área 6 de Brodmann (BA 6), en el lóbulo frontal izquierdo, en personas diestras. La actividad en esta región es crítica para la guía sensorial de los movimientos y el control de los músculos del cuerpo. TRASTORNOS Una vez vistos los procesos cognitivos que intervienen en la escritura productiva y las bases neurológicas que los sustentan, pasamos a explicar los trastornos de escritura que se pueden producir cuando una lesión cerebral daña alguna de las áreas o circuitos responsa­ bles de esos procesos. A los trastornos produ­ cidos en la escritura causados por algún tipo de daño cerebral se los conoce con el nombre de agrafía o disgrafia adquirida, para diferen­ ciarla de la agrafía o disgrafía evolutiva, que se refiere a las dificultades que tienen algunos niños para aprender a escribir. Debido a que son numerosas las regiones cerebrales que contribuyen a la habilidad de la escritura, los síntomas de los pacientes con disgrafia adqui­ rida pueden ser muy variados, dependiendo de la zona cerebral dañada. En las últimas dé­ cadas se han realizado diferentes intentos de clasificación de las disgrafias, pero no resulta fácil, ya que en las disgrafias adquiridas apa­ recen síntomas tan diversos de unos pacien­ tes a otros, que resulta difícil clasificarlos con exactitud. En términos generales y desde un punto de vista psicolingüístico, las agrafías se pue­ den clasificar en disgrafias centrales (cuando falla el procesamiento léxico) y en disgrafias periféricas (cuando fallan los procesos mo­ tores). Otros modelos más clásicos clasifican las disgrafias en afásicas (cuando el meca­ nismo que falla es el de planificación), en disgrafias no afásicas (referidas fundamen­ talmente a los trastornos motores de la es­ critura) y en otros trastornos de la escritura, incluyendo en este apartado trastornos de origen muy diverso. Nos referiremos a con­ tinuación, en primer lugar, a las disgrafias afásicas en las que encontramos dificultades lingüísticas de carácter general, que se ma­ nifiestan tanto en el lenguaje oral como en el escrito, y posteriormente a las disgrafias centrales y las disgrafias periféricas, relacio­ nadas con trastornos más específicos de la escritura. CAPÍTULO 10. Escritura Disgrafias afásicas: trastornos de planificación Normalmente, los pacientes con disgrafia afásica tienen graves dificultades para planifi­ car lo que van a decir o a escribir. Aunque su lenguaje es gramaticalmente correcto y pue­ den repetir historias familiares, son incapaces de producir un lenguaje creativo y espontá­ neo. Les cuesta mucho redactar cualquier es­ crito, aunque sea una simple nota; tienen que dedicar mucho tiempo y, al final, sólo consi­ guen unas cuantas frases estereotipadas. Con relación a los modelos cognitivos de es­ critura a los que nos hemos referido en este ca­ pítulo, las disgrafias afásicas se interpretarían como una alteración en el proceso de planifi­ cación. Se trata de un desorden del lenguaje expresivo debido a lesiones en el área frontal izquierda. El proceso de planificación, como anteriormente señalamos, depende fundamen­ talmente de los lóbulos frontales, y más especí­ ficamente de la zona prefrontal, que es donde radican las funciones ejecutivas. Disgrafias centrales: trastornos a nivel léxico Este tipo de disgrafias se caracteriza por las dificultades en la habilidad de decodificar y codificar el lenguaje escrito. Consecuentemen­ te, los pacientes que sufren disgrafias centra­ les tienen alterada tanto la habilidad de leer (alexia o dislexia) como la de escribir (agrafía o disgrafia), además de tener afectadas todas las modalidades de escritura (a mano, a orde­ nador, deletreo con letras de plástico, etc.). En este tipo de disgrafias, la lectura y la escri­ tura no tienen porque estar igualmente afecta­ das. Algunos pacientes pueden reconocer letras Luria19 describe un paciente que, tras haber reci­ bido una herida de metralla, conservaba la mayor parte de los procesos intelectuales (leía sin dificul­ tad y con buena comprensión lectora, memorizaba 165 escritas, pero son incapaces de formarlas; otros pueden formar letras escritas, pero no pueden leerlas. Sin embargo, incluso aquellos que pue­ den leer letras o palabras que no pueden escribir, llegan a tener dificultades en la lectura cuando las palabras son más largas o menos frecuentes. Como se explicó en el capítulo anterior, de­ pendiendo de la vía de recuperación de la for­ ma ortográfica de las palabras, subléxica o léxi­ ca, existen pacientes con lesiones en una u otra, que presentan, lógicamente, síntomas diferen­ tes. Existen así tres tipos de disgrafias centrales: • Disgrafia fonológica: el paciente conserva su habilidad para escribir palabras para las cuales tiene una representación léxica (ej.: su nombre, que normalmente todo el mundo reconoce y sabe cómo se escribe), pero es in­ capaz de escribir seudopalabras o palabras desconocidas. • Disgrafia léxica o superficial: en este caso, el paciente es capaz de escribir correctamen­ te palabras regulares y seudopalabras, pero comete errores con las palabras de ortografía arbitraria (ej.: zanahoria). • Disgrafia profunda: cuando se lesionan las dos vías, la léxica y la subléxica, en cuyo caso los pacientes tienen dificultades con las palabras de ortografía arbitraria y una total incapacidad para escribir seudopalabras. Además de estas alteraciones, el síntoma prin­ cipal de los pacientes con disgrafia profunda es que comenten errores semánticos al escribir al dictado o de forma espontánea, esto es, errores consistentes en sustituir una palabra por otra re­ lacionada semánticamente.11 Con relación a los modelos cognitivos de es­ critura a los que nos hemos referido en este ca­ pítulo, las disgrafias centrales se interpretarían, listas de palabras, resolvía problemas complejos, etc.), pero tenía seriamente deteriorada su capaci­ dad de planificación, y escribir una carta o mante­ ner una conversación le resultaba imposible. 166 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Caso clínico Paciente con disgrafia fonológica que mostraba una comprensión y producción oral normal, buena lectura, e incluso era capaz de escribir correcta­ mente al dictado la mayor parte de las palabras según el modelo de Hayes y Flower,4 como una alteración en el proceso de transcripción y, más concretamente, en los componentes ortográfi­ cos y de generación de texto. Según los mode­ los psicolingüísticos,11 lo que fallaría serían las vías de acceso (léxica o subléxica) a la represen­ tación ortográfica de las palabras. En cuanto a la zona cerebral lesionada, en el caso de las disgrafias centrales, además de las zonas relacionadas con la lectura, citadas en el capítulo anterior (circuitos dorsal, ventral y an­ terior), estos pacientes podrían sufrir también lesiones localizadas en la circunvolución supra­ marginal (área donde se origina el procesamien­ to de las correspondencias ortográfico-fonoló­ gicas de las palabras). Disgrafias periféricas: trastornos a nivel motor Mientras que las disgrafias centrales afectan a todos los modos de producción de escritura (a mano, a ordenador, con letras de plástico, etc.), las periféricas pueden afectar sólo a al­ gunas formas de escritura, a la vez que otras continúan funcionando correctamente. Por otra parte, las variables lingüísticas (frecuen­ cia de las palabras, categoría gramatical, con­ creción-abstracción, etc.), tan importantes en las disgrafias centrales, no afectan a este tipo de disgrafias.11 En general, los pacientes con disgrafias peri­ féricas muestran dificultades en los mecanismos de planificación de los movimientos motores para escribir letras y palabras, no viéndose afec­ tados otros aspectos del lenguaje. Puesto que hay varios procesos desde las áreas posteriores del lenguaje, donde se almacenan los grafemas, hasta la ejecución de los movimientos necesa- ~l y, sin embargo, tenía extremadas dificultades con las seudopalabras: sólo era capaz de escribir dos seudopalabras de cuatro letras de una lista de diez, y ninguna seudopalabra de seis letras.11 rios para escribir letras y palabras, y todos estos procesos son susceptibles de ser lesionados, hay varios tipos de disgrafias periféricas.11 A conti­ nuación citamos las más conocidas. Cuando se lesiona el almacén grafémico, los trastornos se producen por igual en todas las pa­ labras, independientemente de la vía utilizada. Los errores más frecuentes de este trastorno se producen a nivel de grafema: sustituciones de grafema, omisiones, intercambios, etc. Y pues­ to que el almacén grafémico es el punto de sa­ lida de cualquier tipo de escritura, estos errores aparecen en cualquier modalidad de escritura, a mano, a ordenador, con letras de plástico, etc. Cuando la lesión se produce en el mecanismo de conversión alográfica, los pacientes pueden elegir bien el grafema, pero no el alógrafo que le corresponde (mayúscula, minúscula, cursiva, etc.). Como ya sabemos, la selección alográfica está guiada por una serie de reglas (uso de ma­ yúsculas al comienzo de la escritura, después de punto, con los nombres propios, etc.), y pa­ rece que estos pacientes pierden la capacidad para hacer uso de ellas. Si la lesión se produce en el mismo almacén alográfico, el paciente tendrá dificultades per­ manentes con ciertos alógrafos o con toda una clase de alógrafos (por ejemplo, con las letras mayúsculas, con las cursivas, etc). Cuando el trastorno se produce en la co­ nexión del almacén grafémico con el almacén de patrones motores, los errores más típicos son los de sustitución de letras. Ahora bien, este desorden se limita sólo a la escritura a mano, ya que la escritura con teclado o utilizando letras de plástico no exige movimientos motores. Si la lesión se produce en el mecanismo de asignación del patrón motor grafémico, el re­ sultado es una pérdida de la información acer­ CAPÍTULO 10. Escritura ca de los programas motores que controlan la formación de las letras. A este tipo de dis­ grafia se le conoce con el nombre de disgrafia apráxica, y se caracteriza porque la ortografía de las palabras es correcta, aunque las letras están muy deformadas. La caligrafía de estos pacientes está muy afectada. En este caso, tam­ bién está intacta la escritura con teclado o con letras de plástico. Otro trastorno bien conocido es el que se produce por alteración de los procesos per­ ceptivos, por ausencia de información visual y kinestésica de los movimientos que se ejecutan al escribir. La escritura a mano es una destreza que exige una alta precisión en los movimien­ tos y, cuando por alguna razón hay impedi­ mentos para guiar y corregir esos movimien­ tos, aparecen trastornos en la formación de las letras. A este tipo de trastorno se le denomina disgrafia aferente, y sus principales síntomas son las dificultades para mantener las letras dentro de una línea horizontal y la tendencia a omitir y duplicar rasgos y letras. Con relación a los modelos cognitivos de escritura a los que nos hemos referido en este capítulo, las disgrafias periféricas se interpre­ tarían, según el modelo de Hayes y Flower,4 167 como una alteración en el proceso de trans­ cripción y, más concretamente, en los compo­ nentes referidos al control motor de la escritu­ ra y a la generación de texto. En el caso de las disgrafias periféricas, las zonas cerebrales afectadas son aquellas que se han relacionado con las dificultades motoras de la escritura: área de Exner, lóbulo parie­ tal superior izquierdo y región premotora del lóbulo frontal izquierdo. En el área de Exner, se trasladaría la información auditiva, procedente de áreas posteriores del lenguaje (lóbulo parietal izquierdo), a impulsos moto­ res, que se encargarían de formar la palabra y las frases escritas. La actividad en la región premotora del lóbulo frontal izquierdo es crí­ tica para la guía sensorial de los movimien­ tos y el control de los músculos del cuerpo. Consecuentemente, los pacientes con lesiones en estas áreas frontales manifiestan dificultad para formar letras y palabras, escriben con gran esfuerzo y falta de coordinación y su es­ critura muestra un aspecto muy descuidado y, en muchas ocasiones, ininteligible. En algunas ocasiones son totalmente incapaces de escri­ bir, no teniendo afectadas otras áreas del len­ guaje. “I Caso clínico Ingeniero de producción retirado, IDT, que a los 73 años mostró una dificultad extrema en la escritura de letras y palabras. Sin embargo, no mostraba problemas para copiar esas mismas letras y palabras. Parecía tener dificultad para acceder a los programas o secuencias motoras correspondientes a la forma visual de las letras y palabras.20 Resumen La escritura es la herramienta más potente para la transmisión de la cultura humana que se haya inventado jamás; pero es una actividad muy compleja, en la que intervienen multitud de tareas y procesos. Básicamente, y aunque utili­ zando diferente nomenclatura, los modelos de escritura coinciden en describir tres procesos cognitivos básicos: la planificación, la transcrip­ ción y la revisión, que son guiados por proce­ sos de monitorización y control, y hacen uso de la memoria a corto y a largo plazo del escritor. Estos elaborados procesos cognitivos se desa­ rrollan con el tiempo, y se manifiestan de modo diferente en niños y adultos, no pudiéndose es­ perar el mismo nivel de ejecución en un escritor inmaduro que en uno experto. 168 NEUROCIENCIA DEL LENGUAJE Puesto que la escritura es una actividad compleja, que implica un gran número de procesos cogniti­ vos, cuando escribimos intervienen prácticamente todas las áreas del cerebro. Los procesos de pla­ nificación y revisión dependen fundamentalmente de los lóbulos frontales y, más específicamente, de la zona prefrontal. El proceso de transcripción, en concreto el acceso a la forma ortográfica de las palabras, depende de los sistemas dorsal, ventral y anterior, des­ critos en el capítulo anterior. Estudios recientes muestran que la circunvolución fusiforme del he­ misferio izquierdo también está relacionada con la forma ortográfica de las palabras. Los procesos motores de la escritura dependen, básicamente, de tres áreas cerebrales: el área de Exner, el lóbulo parietal superior izquierdo y la re­ gión premotora del lóbulo frontal izquierdo. Cuando las áreas cerebrales descritas relaciona­ das con la escritura y la conexión entre ellas no se acaban de establecer de manera adecuada (disgrafias evolutivas) o se dañan a consecuencia de una lesión cerebral (disgrafias adquiridas), se producen alteraciones en la escritura, cuyas ma­ nifestaciones difieren según las áreas dañadas. Los pacientes con disgrafia afásica tienen graves dificultades para planificar lo que van a decir o es­ cribir; en las disgrafias centrales falla el procesa­ miento léxico, y en las disgrafias periféricas fallan los procesos motores. Conocer esas alteraciones y las bases neurológicas que las producen es muy importante para el aprendizaje y la correcta ense­ ñanza y rehabilitación de la escritura. Preguntas de autoevaluación • ¿Qué similitudes y diferencias existen en el pro­ ceso de transcripción en los diferentes modelos cognitivos explicados? • ¿Cómo intervienen los mecanismos de control y autorregulación necesarios para escribir? • ¿Por qué el diseño de un experimento de neu­ roimagen y escritura plantea importantes retos metodológicos? • ¿Qué áreas cerebrales son importantes para el control motor de la escritura? • Cuando un paciente con disgrafia escribe con dificultad, falta de coordinación, y con letra ile­ gible y difícil de descifrar, ¿qué área cerebral tendrá probablemente dañada? Razone su res­ puesta. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Strunk, W. y White, E.B. (1959). The elements of style. New York, Macmillan. 2. Chomsky, N. (1968). Language and mind. New York, Harcourt, Brace & World. 3. Emig, J. (1979). The composing processes of twelfth graders. Urbana, IL, National Council of Teachers of English. 4. Hayes, J.R. y Flower, L.S. (1980). 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Writing research (pp. 28-40). New York, The Guilford Press. CAPÍTULO 10. Escritura 10. García, J.N. y de Caso-Fuertes, A. (2007). Effectiveness of an improvement writing program according to students’ reflexivity levels. The Spanish Journal of Psychology, 10(2), 303-313. 11. Cuetos, F. (2009). Psicología de la escritura. Madrid, Wolters Kluwer España, S.A. 12. Richards, T.L, Berninger, VW, Stock, P., Altemeier, L., Trivedi, P. y Maravilla, K. (2009). Functional magnetic resonance imaging sequential-finger movement activation differentiating good and poor writers. Journal of Clinical and Experimental Neuropsychology, 31(8), 967-983. 13. Richards, T.L, Berninger, VW, Stock, R, Altemeier, L., Trivedi, R y Maravilla, K. (2009). Differences between good and poor child writers on fMRl contrast for writing newly taught and highly practiced letter form. Reading and Writing, Online Firstru, 31 October 2009. 14. Menon, V. y Desmond, J.E. (2001). Left supe­ rior parietal córtex involvement in writing: in- 15. 16. 17. 18. 19. 20. 169 tegrating fMRI with lesión evidence. Cognitive Brain Research, 12, 337-340. James, K.H., y Gauthier, I. (2006). Letter processing automatically recruits a sensory-motor brain network. Neuropsychologia, 44, 2937-2949. Anderson, S., Damasio, A. y Damasio, H. (1990). Troubled letters but not numbers: Domain specific cognitive impairments following focal damage in frontal córtex. Brain, 113, 749-760. Brownsett, S.L.E., Richard, J.S.W. (2009). The contribution of the parietal lobes to speaking and writing. Cerebral Córtex, 20,517-523. Brain, L (1967). Speech disorders: Aphasia, apraxia and agnosia. London, Butterworth. Luria, A. (1974). Cerebro y Lenguaje. Barcelona, Fontanella. Baxter, D.M. y Warrington, E.K. (1986). Ideational agraphia: a single case study. Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry, 49, 369-374. índice analítico r A C Afasia - de Broca, 62, 72, 89 - de Wernicke, 60 - evaluación del procesamiento lingüístico (EPLA), test, 13 - progresiva - - fluente, 106 - - no fluente, 106 Afemia, 89 Agnosia(s) - auditivas, 24 - - verbal, 61 - fonológicas, 26 - semántica, 26 Agrafía, 164 Alzheimer, enfermedad, 32, 105, 132 Análisis de Corpus, modelo, 96 Anomia, 73 - fonológica, 43 - pura, 42 - semántica, 41 Apraxia del habla, 59 Área(s) - de Broca, 56, 59, 84, 124 - de Wernicke, 54, 59, 60 Artefactos motores, 162 Asperger, síndrome, 131, 132 Cascada, modelos en, 38 Codificación dual, teoría, 99 Códigos, tipos, 99 Cohorte de Marslen-Wilson, modelo, 18 Comprensión oral, 15 - bases neurológicas, 21 - complejidad fonética, 20 - discriminación de fonemas, 20 - emparejamiento palabra-dibujo, 20 - frecuencia léxica, 20 - imaginabilidad, 20 - juicio de rima, 20 - modelos, 17 - - cohorte de Marslen-Wilson, 18 - - de Ellis y Young, 17 - - de Hickok y Poeppel, 21, 23 ---- circunvolución de Heschl, 21 - - de Wada, 22 --TRACE, 18 - punto de unicidad, 20 - repetición de seudopalabras, 20 - trastornos - - en la prosodia, 27 - - fonológicos y léxicos, 24 - - semánticos, 26 Comunicación humana, 114 Cooperación, principio, 113 B__________________________ D Batería de evaluación de los trastornos afásicos (BETA), test, 13 Bereiter y Scardamalia, modelo, 159 BETA, 13 Broca - afasia, 62, 72, 89 - modelo, 4 Brodman, mapa, 84 Daño cerebral, estudios, 128 Déficit específico de categoría, 104 Dell, modelo interactivo, 37 Demencia - frontotemporal, 106 - semántica, 32, 106 Difusión de imagen del tensor, 11 Disfasia profunda, 27 4 172 ÍNDICE ANALÍTICO Disgrafia(s) - afásicas, 165 - aferente, 167 - apráxica, 167 - centrales, 165 - periféricas, 166 Dislexia, 146 - fonológica, 147 - letra a letra, 146 - profunda, 149 - superficial, 148 Disociaciones dobles, 74 Dispraxia verbal, 62 Disprosodia, 27 E Ellis y Young, modelo, 17 Emparejamiento - estructural, 119 - palabra-dibujo, 20 - semántico, 40 Enfermedad - de Alzheimer, 32, 105, 132 - de Parkinson, 106 Enunciados figurados, 116 - alteraciones neuropsicológicas, 128 - - pacientes afásicos, 130 - comprensión, 124 EPLA, 13 Errores - de intercambio, 32 - del habla, 32 Escritura, 153 - áreas cerebrales, 162 - bases neurológicas, 160 - - artefactos motores, 162 - - sequential finger tapping, 160 - modelos cognitivos, 154 - - Bereiter y Scardamalia, 159 - - Hayes y Flower, 154 - - psicolingüístico, 157 - procesamiento cognitivo, 154 - proceso - - planificación-reflexión, 155 - - revisión, 156 - - transcripción-producción de texto, 156 - trastornos, 164 Espectro vocal, análisis, 15 Esquizofrenia, 131 Estimulación magnética transcraneal, 11 Estructura conceptual, teoría, 98 Estudios electrofisiológicos y de neuroimagen, 71 F Facilitación fonológica, 34 Familiaridad, 33 Fonemas, discriminación, 20 Fonética, complejidad, 20 Fonología, 47 - habla - - percepción, 48 - - y cerebro, 54 - trastornos, 60 Fonotaxis, 50 Frecuencia - léxica, 20, 33 - silábica, 34 G Ganglios básales, 86 Geschwind, modelo, 6 H Habla - percepción, 48, 53 - - auditiva, 51 - - categorial, 50, 51 - - lingüísticamente determinada, 49 - - localización cerebral, 54 ---- área de Wernicke, 54 - - perspectiva auditiva, 50 - - teoría ---- de la optimidad, 49 ÍNDICE ANALÍTICO ---- motora, 52, 56 ------ fonología articulatoria, 53 ------ realismo directo, 53 - producción, 59 Hayes y Flower, modelo, 154 Heschl, circunvolución, 21 Hickok y Poeppel, modelo, 21 Hipótesis configuracional, 121 I Imaginabilidad, 20, 33 Inclusión de clases, modelo, 119 Inferencias, 112 - explicaturas, 113 - implicaturas, 113 - pragmáticas, 115 Interferencia - palabra-dibujo, 34, 40 - semántica, 34 Ironías, comprensión, 122 J_________ Juicio de rima, 20 L Lectura, 137 - bases neurológicas, 143 - - áreas cerebrales, 144 - - conexiones, 145 - modelos - - conexionistas, 142 - - de triángulo, 142 - - dual, 140 - movimientos sacádicos, 139 - procesamiento cognitivo, 137 - supuesto ojo-mente, 138 - trastornos, 146 Lemma, 36, 40 Lenguaje, 111 - comunicación y significado, 111 - neurociencia, concepto, 1 - oral, 15 - procesamiento pragmático, 124 Levelt, modelo modular, 36, 40 Léxico(s) - concepto, 36 - nodos, 37 M Magnetoencefalografía, técnica, 11 Máximas conversacionales, 114 Memoria - a corto plazo, 158 - fonológica, 23 - modelos - - Quillian, 94 - semántica, 93 Metáforas, 117, 119 - comprensión, 124 - modelos, 119 Metarrepresentaciones, 115 Modelo(s) - de análisis de corpus, 96 - de Bereiter y Scardamalia, 159 - de Broca, 4 - de cohorte de Marslen-Wilson, 18 - de Ellis y Young, 17 - de emparejamiento estructural, 119 - de Geschwind, 6 - de Hayes y Flower, 154 - de Hickok y Poeppel, 21 - de inclusión de clases, 119 - de Levelt, 36 - de prototipo de Rosch, 95 - de Quillian, 94 - de triángulo, 142 - de Wada, 22 - dual, 140 - en cascada, 38 - interactivos, 82 - - de Dell, 37 - modular(es), 79 - - de Levelt, 36 - neurocognitivos, 97 173 174 ÍNDICE ANALÍTICO Modelo(s) (cont.) - psicolingüístico, 157 -TRACE, 18 - WordNet, 96 Modismos, 117 -comprensión, 121 - tipos, 126 Morfología - afasia de Broca, 72 - anomia, 73 - disociaciones dobles, 74 - modelo(s), 67 - - listado exhaustivo, 67 - - mixto o dual, 70 - - segmentación obligatoria, 69 - procesos, 66 - representación cerebral, 71 - tipos, 65 N Neuroimagen, técnicas, 9 - difusión de imagen del tensor, 11 - estimulación magnética transcraneal, 11 - magnetoencefalografía, 11 - potenciales evocados, 11 - resonancia magnética funcional, 10 - tomografía por emisión de positrones, 10 Neuronas - espejo, 56, 86, 103 Nodos - de orden superior, 81 - estructurales, 81 - fonológicos, 38 - léxicos, 37 0 Oraciones, verificación, 94 P Paciente afásicos, estudios, 4 Parafasia(s) - fonética, 61 - fonológicas, 89 Parkinson, enfermedad, 106 Pars - opercularis, 59 - triangularis, 59, 63 Percepción, unidad, 53 Planum temporale, 54 Potenciales evocados, técnica, 11, 71, 87, 125 Pragmática, 111, 112 - del lenguaje, 115 Priming, técnica, 74, 94 Principio(s) - de cooperación, 113 - de relevancia, 114 - lingüísticos, 80 - - de adjunción mínima, 80 - - de cierre tardío, 81 Procesamiento - cognitivo - - de la comprensión oral, 16 - - de la escritura, 154 - - de la lectura, 137 - - de la producción oral, 32 - - de la semántica, 93 - - de la sintaxis, 78 - de enunciados figurados, 117 - - metáforas, 119 - - modismos, 121 - de implicaturas escalares, 116 - léxico-semántico, 23 - prosódico, 23 - semántico, 101 - sintáctico, 78 Producción oral - bases neurológicas, 39 - modelos, 36 - - en cascada, 38 - - interactivo de Dell, 37 - - modular de Levelt, 36 - procesamiento cognitivo, 32 - trastornos anómicos, 41 Prosodia, trastornos, 27 Psicolingüística, 2 Psicolingüístico, modelo, 157 Punto de unicidad, 20 ÍNDICE ANALÍTICO Q Quillian, modelo, 94 R Recursividad, 85 Redes neuronales, 2 Relevancia, principio, 114 Resonancia magnética funcional, técnica, 10 s Selección léxica - específica del idioma, 35 - por inhibición, 35 Semántica, 112, 113 - asociación, 94 - bases neurológicas, 101 - categorías, 102 - modelos - - análisis de corpus, 96 - - de prototipo de Rosch, 95 - - de Quillian, 94 - - neurocognitivos, 97 - procesamiento cognitivo, 93 - trastornos, 103 - - lesiones focales, 104 - - progresivos, 105 Sequential finger tapping, 160 Silabario, 37 Silabificación, 37 Similitud topográfica, principio, 98 Síndrome(s), 32 - de Asperger, 131, 132 - de Landau-Kleffner, 62 - del acento extranjero, 89 - triangular-opercular, 89 Sintaxis, 113 - bases neurológicas, 83 - - área de Broca, 84 - - ganglios básales, 86 - - sistema visual-dorsal, 86 175 - modelos, 78 - - interactivos, 82 - - modulares, 79 - procesamiento cognitivo, 78 - trastornos, 89 Sordera, 24 - para el significado de las palabras, 25 - para la forma de las palabras, 25 - verbal pura, 24 Synsets, 96 T Teoría(s) - de garden path, 80 - de la mente, 123, 131 - de la optimidad, 49 - motora, 52 Términos lógicos, 115 Test(s) - batería de evaluación de los trastornos afásicos (BETA), 13, 43 - evaluación del procesamiento lingüístico en la afasia (EPLA), 13 - vocabulario de Boston, 43 Tipicidad, 94 Tomografía por emisión de positrones, 10 Topografía conceptual, teoría, 98 TRACE, modelo, 18 Transparencia semántica, 121 Trastorno(s) - anómicos, 41 - de la comprensión oral, 24 - de la escritura, 164 - de lectura, 146 - del espectro autista, 131, 132 - en la prosodia, 27 - fonológicos, 60, 62 - - afasia de Wernicke, 60 - - agnosia auditiva verbal, 61 - relacionados con la sintaxis, 89 - - afasia de Broca, 89 - - síndrome triangular-opercular, 89 - semánticos, 26, 103 176 ÍNDICE ANALÍTICO V w Vía(s) - dorsal, 22 - léxica, 141, 158 - léxico-semántica, 141 - subléxica, 141, 158 - ventral, 22 Vínculos de inclusión, 94 Vocabulario de Boston, test, 43 Wada, modelo, 22 Wernicke, afasia, 60 Wernicke-Lichtheim, modelo, 5 WordNet, modelo, 96 z Zona de convergencia, teoría, 98 booksmedicos.org notas notas notas notas Cerebro y Lenguaje Diéguez-Peño • PeñoCasonovo Cerebro y Lenguaje 400 páginas / Cartoné /17 x 24 / 20) 1 Goodglass • Kaplan [valuación de la Afasia y de Trastornos Relacionados 724 páginas / Cartoné / 17 x 24 / 2005 F. Cuetos Neurociencia del Lenguaje Bases neurológicas e implicaciones clínicas E»cr>tura La Neurociencia del Lenguaje es una disciplina reciente que trata de aunar los conocimientos de la Psicolingüística, la Neurología y la Afasiología para poder entender cuáles son los mecanismos cognitivos y cerebrales responsables del lenguaje. Gracias al desarrollo de las técnicas de neuroimagen y de los modelos de procesamiento cognitivo, cada vez se conoce mejor cómo está organizado el lenguaje en el cerebro y qué sucede cuando una lesión afecta a una zona responsable de una determinada función lingüística. Esta obra consta de diez capítulos: uno de introducción, cinco destinados a los principales componentes del lenguaje (fonología, morfología, sintaxis, semántica y pragmática), dos al lenguaje oral (comprensión y producción) y dos al lenguaje escrito (lectura y escritura). En todos los capítulos se describe el procesamiento cognitivo y las bases neurológicas de cada uno de sus componentes, así como los tipos de trastornos afásicos que aparecen cuando se produce una lesión. Para facilitar el aprendizaje, todos los capítulos terminan con un resumen y preguntas de autoevaluación. Este libro está destinado a todos los interesados en las bases neurológicas del lenguaje y en los trastornos afásicos que surgen como consecuencia de cada tipo de lesión. Especialmente dirigido a los estudiantes de psicología, medicina, logopedia, enfermería, lingüistica y de cualquier otra disciplina en la que se aborde este apasionante tema. » /oo'tao i