Retrospectiva de la significación laboral en el Magdalena medio durante los años 90: el caso del petróleo. Andrea Carolina Bacca Quiñones Resumen: El artículo aborda las intensas luchas laborales en el Magdalena Medio durante la década de 1990, destacando Barrancabermeja como epicentro de tensiones, especialmente en la industria petrolera. Lideradas por trabajadores mejor educados y remunerados, estas protestas reflejaron la resistencia a la explotación y la búsqueda de condiciones laborales justas. La adaptación sindical a la informalidad fue un desafío clave, mientras que la alianza entre trabajadores del petróleo y colonos subrayó la importancia de la solidaridad. Barrancabermeja dejó un legado de resiliencia y transformación, moldeando no solo las condiciones laborales sino también la identidad colectiva de la región. El artículo concluye enfatizando estas luchas como lecciones que guían la intersección entre la memoria y la acción, resaltando la capacidad de la región para resistir y remodelar su realidad, con la justicia laboral y la equidad como faros hacia el futuro. Palabras clave: Magdalena Medio, Luchas Laborales, Barrancabermeja, Industria Petrolera Abstract This article delves into the intense labor struggles in the Magdalena Medio during the 1990s, spotlighting Barrancabermeja as a focal point of tensions, especially in the petroleum industry. Led by better-educated and higher-paid workers, these protests mirrored resistance to exploitation and the quest for fair labor conditions. Navigating the challenges of informal labor, unions played a pivotal role, and the alliance between petroleum workers and settlers 2 underscored the significance of solidarity. Barrancabermeja left a legacy of resilience and transformation, shaping not only labor conditions but also the collective identity of the region. The article concludes by emphasizing these struggles as lessons guiding the intersection of memory and action, highlighting the region's capacity to resist and reshape its reality, with labor justice and equity as guiding lights for the future. key words: Magdalena Medio, Labor Conflicts, Barrancabermeja, Petroleum Industry, Retrospectiva del conflicto laboral en el Magdalena medio durante los años 90: el caso del petróleo. En la década de 1990, la región del Magdalena Medio en Colombia se vio inmersa en un complejo y desafiante conflicto laboral que dejó huellas profundas en la sociedad y la economía locales. Este período estuvo marcado por tensiones entre diversos actores, incluidos trabajadores, empresarios, y fuerzas gubernamentales, dando lugar a un panorama social tenso y a menudo violento. El tejido socioeconómico de la región se vio alterado significativamente durante esta época, con una serie de factores que convergieron para crear un caldo de cultivo propicio para la agitación laboral (Gómez, 2002). Las dinámicas económicas, la presión por parte de grupos armados y la lucha por los derechos laborales se entrelazaron, generando un escenario complejo que desencadenó protestas, huelgas y, lamentablemente, episodios de violencia. En aquel período, excluyendo a los empleados administrativos del estado por no representar características intrínsecas al contexto regional, los grupos laborales dominantes en la zona estaban conformados por pescadores, trabajadores de la agroindustria, mineros, cementeros y petroleros (Archila, 2006). Este panorama laboral compartido generó 3 concepciones distintas en comparación con el resto del país, dado que los entornos laborales cotidianos eran compartidos, influyendo así en la auto percepción y en la percepción nacional sobre la identidad regional. Se podría afirmar que se configuró una población trabajadora diversa pero unificada, aunque afectada por el rezago infraestructural y económico, sumado a condiciones sociales desafiantes como los contratos temporales y sin garantías, la contratación informal y la inseguridad en los ingresos. El aumento del desempleo y el auge de los contratos por prestación de servicios a partir de los años 90 coincidieron con la crisis en la industria cementera y de palmas oleaginosas, lo que resultó en un incremento significativo de la población trabajadora "disponible para cualquier labor". Esta realidad persiste, especialmente en regiones marginales. Como consecuencia, surgieron múltiples organizaciones de desempleados, especialmente en municipios como Gamarra, Puerto Wilches, Puerto Berrío, La Gloria, Yondó, entre otros. Estas asociaciones impulsaron iniciativas de producciones alternativas y la creación de empresas (Cubides, 2010). Sin embargo, estas iniciativas se desenvolvieron en un contexto nacional e internacional que, en muchos casos, no favorecía a las regiones periféricas. La falta de inversión en infraestructura, combinada con políticas económicas que no siempre consideraban las necesidades específicas del Magdalena Medio, continuó generando obstáculos para el desarrollo sostenible y la mejora de las condiciones laborales. Con el avance de la década de 1990, la persistencia de desafíos en el Magdalena Medio intensificó la necesidad de respuestas locales a problemas sistémicos. La falta de inversiones en infraestructura y el impacto desigual de las políticas económicas nacionales siguieron minando el desarrollo sostenible en la región. El entramado social y económico, ya 4 tenso por tensiones laborales, se vio aún más afectado por la creciente desigualdad y la falta de oportunidades (Archila, 2006). En este escenario desafiante, las asociaciones de desempleados no solo fungieron como espacios para expresar las adversidades compartidas, sino que también desempeñaron un papel fundamental como plataformas para la acción colectiva. La promoción de alternativas de producción y la instauración de pequeñas empresas se erigieron como estrategias adoptadas por las comunidades locales con el fin de diversificar las fuentes de empleo y contrarrestar la dependencia de sectores industriales en declive. Municipios como Gamarra, Puerto Wilches y La Gloria surgieron como centros vibrantes de resistencia y creatividad comunitaria durante este período crucial (Martínez, 2022). En respuesta a la carencia de empleo formal, surgieron con ímpetu proyectos agrícolas locales, cooperativas pesqueras y emprendimientos comunitarios como innovadoras soluciones (Burbano & Montenegro, 2017). Estas iniciativas, lejos de limitarse a la mera búsqueda de subsistencia económica, aspiraban a fortalecer el tejido social y la autonomía de las comunidades, desafiando con tenacidad las narrativas externas que solían estigmatizar la región. En medio de la adversidad, estos proyectos no solo representaron respuestas prácticas a los desafíos laborales, sino que también personificaron la resistencia y resiliencia arraigadas en las aspiraciones de las comunidades locales en su búsqueda de un futuro más próspero y equitativo. Sin embargo, esta resistencia se topó con desafíos significativos. La persistencia de la violencia asociada a grupos armados y la inestabilidad política regional complicaron aún más el panorama. A pesar de los encomiables esfuerzos realizados, las empresas y proyectos comunitarios se vieron afectados por la constante amenaza de la violencia y la carencia de 5 un respaldo gubernamental sólido (Cubides, 2010). En este contexto adverso, la lucha por la sostenibilidad y el desarrollo se convirtió en una tarea ardua, donde la resiliencia de las comunidades se puso a prueba constantemente. En busca de un reconocimiento social legítimo, se originaron en el sur de Bolívar, especialmente en municipios como San Pablo, Morales y Simití, algunas organizaciones mineras con la aspiración de mejorar las condiciones de vida y obtener reconocimiento como un sector social de importancia clave. Este camino hacia la legitimación social no solo implicaba una redefinición de la identidad de estos grupos como fuerzas laborales, sino también como actores fundamentales en la edificación de un Magdalena Medio más próspero y equitativo (Gamarra, 2005). No obstante, estas organizaciones se enfrentaron a desafíos significativos que pusieron a prueba su resiliencia y determinación. La resistencia de ciertos sectores gubernamentales y económicos a reconocer completamente su papel como contribuyentes legítimos al desarrollo regional, junto con barreras burocráticas y la falta de apoyo institucional, limitaron su capacidad para llevar a cabo proyectos a gran escala. La estigmatización persistente consideró algunas de estas iniciativas como simples respuestas a la necesidad, sin reconocer su potencial transformador (Pérez & Villamizar, 2017). En este contexto, la lucha por la aceptación y respaldo se convirtió en un obstáculo adicional para estas organizaciones, a pesar de sus esfuerzos perseverantes por contribuir al desarrollo regional de manera significativa. En la década de 1990, se gestó un cambio significativo en el paisaje comercial del Magdalena Medio. Municipios como Aguachica, El Carmen y Morales decidieron unir fuerzas y coordinar esfuerzos para mejorar sus canales de mercadeo y obtener precios 6 mayoristas más favorables. Este intento de manifestar la unidad entre los comerciantes representó un punto de inflexión en la región, dando inicio a una colaboración destinada a superar los desafíos inherentes a un sistema comercial fragmentado (Archila, 2006). La ausencia previa de una voz unificada había dejado a los comerciantes en una posición desventajosa frente a las dinámicas económicas cambiantes y a menudo adversas. La iniciativa de organización de los comerciantes no solo perseguía fortalecer su posición en las negociaciones, sino también abordar preocupaciones más amplias relacionadas con la economía local. La búsqueda de mejores canales de mercadeo tenía como propósito impulsar la competitividad de los comerciantes en un mercado constantemente cambiante. En Barrancabermeja, donde ya existía cierta organización gremial, la expresión gremial se orientó hacia la promoción de estrategias que beneficiaran tanto a los comerciantes como a la comunidad en general (Prada, 2011). La emergencia de gremios comerciales no solo fue una respuesta a las dificultades económicas, sino también un reflejo de la capacidad de adaptación y resiliencia de las comunidades locales. La colaboración entre comerciantes no solo buscaba resguardar intereses individuales, sino también fomentar el desarrollo económico colectivo, reconociendo la importancia de la solidaridad y la colaboración en la construcción de un entorno económico más robusto y sostenible. Violencia y empleabilidad en el Magdalena Medio: un vínculo intrincado La década de los años 90 en el Magdalena Medio colombiano estuvo marcada por una intrincada relación entre la violencia y las oportunidades laborales (Delgado, 2002). Este complejo vínculo se convirtió en un elemento determinante que configuró el paisaje socioeconómico de la región, dejando una huella profunda en la vida de sus habitantes. Durante este período, la violencia se manifestó en forma de desplazamiento forzado, no solo 7 expulsando a las personas de sus hogares, sino también desgarrando las redes laborales establecidas (Cely, 2015). La movilidad geográfica forzada, como consecuencia de conflictos armados, resultó en una desconexión laboral que dificultó la adaptación a nuevas oportunidades de empleo. Por otro lado, los empresarios se vieron inmersos en un entorno amenazante. La violencia se tradujo en extorsiones y amenazas por parte de grupos armados, creando un escenario de inseguridad que limitó el desarrollo de negocios y, consecuentemente, la creación de empleo. La falta de estabilidad y seguridad disuadió inversiones y obstaculizó el florecimiento de nuevas empresas (Delgado, 2001). A nivel individual, la violencia no solo dejó secuelas físicas, sino también psicológicas. Los trabajadores, expuestos a situaciones violentas de manera constante, vieron afectada su salud mental, debilitando su capacidad para desenvolverse efectivamente en el ámbito laboral (Franco Gamboa, 2013). Este entramado complejo entre violencia y empleabilidad que caracterizó la década de los noventa generó un escenario desafiante para la comunidad del Magdalena Medio. Más allá de simplemente perturbar la estabilidad laboral, la violencia emergió como un elemento determinante que influyó de manera significativa en las perspectivas y oportunidades de empleo (Pico, 2016). En este contexto, la lucha por mejorar la empleabilidad se transformó en un acto de resistencia, donde la comunidad se esforzó por tejer nuevas posibilidades en medio de las adversidades (Loingsigh, 2002). Este complejo entramado entre violencia y empleabilidad en los años noventa perdura como un desafío arraigado en la historia del Magdalena Medio. Sin embargo, también se manifiesta como una oportunidad para la transformación y la construcción de un futuro más resiliente (Loingsigh, 2002). El desplazamiento forzado, que provocó la ruptura de redes 8 laborales, ha dejado cicatrices profundas en la estructura social y económica de la región (González, 2007). Para superar este desafío, se vuelve imperativo desarrollar programas que no solo aborden las necesidades básicas de quienes fueron desplazados, sino que también fomenten la reconexión laboral y la adaptación a nuevas oportunidades. Los empresarios, inmersos en su lucha contra amenazas y extorsiones, necesitan un respaldo integral. La creación de entornos empresariales seguros y estrategias de seguridad efectivas se erige como fundamental para impulsar la creación de empleo y la inversión en la región (Cely, 2015). La colaboración entre el sector privado y las autoridades se presenta como crucial para establecer un ambiente propicio para el desarrollo empresarial. En el ámbito individual, es crucial prestar una atención especial al impacto psicológico de la violencia. La implementación de programas de apoyo emocional y servicios de asesoramiento puede desempeñar un papel vital en la reconstrucción de la salud mental y la capacidad de los trabajadores para reintegrarse al ámbito laboral de manera efectiva (Arcila, 2003). Es imperativo reconocer que la violencia no solo deja secuelas físicas, sino también consecuencias profundas en el bienestar psicológico de quienes la experimentan. Abordar la transformación integral de la región implica un replanteamiento profundo de las estructuras económicas existentes. La diversificación de las oportunidades laborales, la promoción de la inversión y el impulso al emprendimiento se erigen como pilares esenciales para romper con la dependencia de sectores vulnerables a la violencia. En este proceso, la comunidad del Magdalena Medio se revela como protagonista fundamental (González & Montenegro, 2017). La colaboración entre diversos actores, que incluyen al gobierno, la sociedad civil y el sector empresarial, se presenta como un elemento esencial para tejer un entorno propicio para la empleabilidad y, al mismo tiempo, erradicar las 9 condiciones que alimentan la violencia. Esta colaboración holística, que reconoce la interconexión de los aspectos económicos y sociales, se convierte en la base para construir un futuro más resiliente y próspero para la región. Desentrañando la paradoja: conflicto laboral y social en el Magdalena Medio En una región del país donde la sensibilidad ante el conflicto social violento se manifiesta principalmente en áreas rurales, podría presuponerse que las narrativas más destacadas estarían relacionadas con los conflictos laborales colectivos, generalmente concentrados en entornos urbanos. Sin embargo, la aparente contradicción que surge al examinar las luchas sociales en el Magdalena Medio entre 1990 y 2000 revela que la pugna laboral se desarrolla en medio de la confrontación armada (Cubides, 2010). Este fenómeno no solo destaca a los colombianos que en esa región se está librando una lucha por la defensa de la economía y la soberanía nacional, sino que también indica que el conflicto trasciende la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. En este contexto, la paradoja se despliega como un lienzo complejo donde los hilos del conflicto colectivo de trabajo se entrelazan intrincadamente con las dinámicas de la confrontación armada. Las luchas laborales emergen no solo como expresiones de demandas económicas y sociales, sino como actos simbólicos que resaltan la integralidad de la lucha en el Magdalena Medio. Estas luchas, lejos de ser simplemente episodios aislados de tensiones laborales, se convierten en representaciones visibles de la lucha más amplia que la región enfrenta, abordando no solo cuestiones laborales, sino también desafíos más profundos relacionados con la seguridad y la estabilidad económica y social. 10 La confrontación armada, en lugar de ser simplemente un escenario aislado, se convierte en el telón de fondo que da forma y redefine las pugnas laborales (Prada, 2011). La defensa de la economía y la soberanía nacional se integra al discurso de los trabajadores, recordándonos que, en estas tierras, el conflicto laboral trasciende la esfera individual para convertirse en un acto colectivo en defensa de un tejido social y económico amenazado. Es esencial reconocer que, a pesar de la violencia y la complejidad del entorno, las luchas sociales en el Magdalena Medio no se limitan a simples episodios de resistencia laboral (Mejía & Linares, 2022). Se manifiestan como expresiones de una lucha más amplia por la preservación de la identidad regional y la resistencia ante fuerzas que buscan desestabilizar no solo la estabilidad laboral, sino la totalidad del entramado socioeconómico. En medio de estas dualidades, las comunidades del Magdalena Medio no se presentan únicamente como testigos pasivos de los desafíos que enfrentan, sino como agentes activos de cambio. La resistencia no se circunscribe solo a la esfera laboral; es una respuesta colectiva que abraza la defensa de la identidad cultural y la estabilidad económica. Las estrategias de las comunidades para superar estos obstáculos no solo se centran en la resistencia inmediata, sino también en la construcción de alternativas sostenibles. Desde la formación de cooperativas hasta la creación de organizaciones gremiales, las comunidades buscan no solo sobrevivir en medio de la adversidad, sino también trascenderla y transformarla. La explicación de estos cambios se revela al observar dos factores clave que han transformado la dinámica laboral en la región del Magdalena Medio. En primer lugar, la urbanización de la vida social ha alcanzado niveles significativos, marcando una transición notable en la estructura social de la región. Por otro lado, esta área alberga las plantas de procesamiento más importantes de petróleo y aceite de palma, así como algunas de las 11 mayores empresas cementeras del país. Esta transformación en la composición de la fuerza laboral refleja un cambio significativo en la estructura económica y social de la región. La migración de actividades tradicionales hacia sectores más urbanos y tecnificados marca una nueva fase en la historia laboral del Magdalena Medio (Cabanzo & González, 2010). En el pasado reciente, los trabajadores en sectores como petróleo, ferrocarriles, agricultura y navegación fluvial del río Magdalena constituían la principal fuerza asalariada y eran protagonistas de muchos de los conflictos laborales. No obstante, en la actualidad, han sido sustituidos en este escenario por profesionales como maestros, trabajadores de la salud pública, empleados bancarios y del ámbito jurisdiccional, entre otros. La participación de estos nuevos actores en los conflictos laborales que estamos analizando es tangencial, ya que sus principales acciones ocurren a nivel departamental y trascienden ampliamente la división municipal que compone la región de estudio. Este cambio en la composición de la fuerza laboral no solo refleja una evolución en las actividades económicas predominantes, sino también una reconfiguración en las dinámicas y actores involucrados en los conflictos laborales en la región. Identidad colectiva y movimientos huelguísticos La participación en un movimiento huelguístico va más allá de la simple resistencia laboral; es la forja de una identidad colectiva arraigada en la solidaridad y la conciencia compartida. Los participantes en una huelga experimentan una conexión emocional única, tejida por experiencias comunes, desafíos compartidos y objetivos colectivos. Este sentido de pertenencia se nutre de la conciencia de clase y laboral (Canal, Navarro, & Camargo, 2015). Los trabajadores que se unen a movimientos huelguísticos adquieren una percepción más 12 aguda de su posición en la estructura social, creando así una identidad colectiva basada en la defensa de los derechos laborales y la igualdad (Olaya & Ospina, 2021). La participación en una huelga implica, en muchos casos, un rechazo activo de la alienación. Al unirse al movimiento, los trabajadores reivindican su voz y resisten contra condiciones laborales que perciben como injustas, fortaleciendo así su identidad como agentes de cambio (Escobar & Meertens, 1997). Este proceso de identificación colectiva va más allá de la resistencia; es un acto de transformación y empoderamiento. Los participantes no solo desafían el status quo, sino que también se redescubren a sí mismos como individuos con el poder de influir en su realidad laboral y social. Esta identidad colectiva, moldeada por la experiencia compartida en el movimiento huelguístico, no solo es una respuesta a las condiciones laborales, sino también una afirmación de la dignidad y los derechos fundamentales de los trabajadores. A medida que los participantes se sumergen en la huelga, se enfrentan no solo a los desafíos económicos, sino también a una búsqueda más profunda de reconocimiento y justicia (Cabrera, 2004). En este contexto, la solidaridad se convierte en un catalizador poderoso. La conexión entre los trabajadores, basada en objetivos comunes y una lucha compartida, no solo fortalece la resistencia, sino que también establece cimientos para la creación de cambios duraderos en la dinámica laboral y social. La construcción de esta identidad colectiva no es estática; evoluciona con cada día de la huelga (Canal, Navarro, Camargo, 2015). Las consignas entonadas, las marchas realizadas y las victorias alcanzadas se suman a la narrativa en constante cambio del movimiento. Cada pequeño triunfo refuerza la identidad colectiva, recordándole a los participantes que su lucha no es en vano. 13 Asimismo, esta identidad trasciende las fronteras de lo inmediato. A medida que el movimiento huelguístico se prolonga en el tiempo, las generaciones futuras heredan la historia de resistencia y solidaridad. La identidad colectiva se convierte en un legado, un recordatorio perenne de la capacidad de la comunidad laboral para unirse contra la adversidad (Mendoza García, 2005). En el corazón de esta identidad colectiva se encuentra una narrativa compartida. Las historias de resistencia, superación y logros colectivos se entrelazan para formar la esencia del movimiento. Estas narrativas no solo cuentan la historia del pasado, sino que también proyectan la visión de un futuro más equitativo y justo (Lifschitz, & Arenas, 2012). El lenguaje y los símbolos comunes actúan como anclajes que refuerzan la unidad del movimiento. Consignas, lemas y símbolos visuales se convierten en la lengua común que une a los participantes, proporcionando un medio para expresar su identidad colectiva de manera tangible. Dicha narrativa no será otra cosa que eso: la memoria colectiva. Al mismo tiempo, si entendemos memoria como la posibilidad de retener, conservar y evocar información pasada dentro de una persona o un grupo de ellas, también se debe tener en cuenta la constante vulnerabilidad que se encuentra frente al olvido (Halbwachs, 2004). Se le otorga entonces a la memoria, más aun cuando se aborda desde su posición colectiva, una labor fundamental en el imaginario cultural como un mecanismo que fortalece la identidad y el reconocimiento del otro, factores importantes que se pueden relacionar con la lectura de Elízabeth Jelin: “A menudo, especialmente en el caso de grupos oprimidos, silenciados y discriminados, la referencia a un pasado común permite construir sentimientos de autovaloración y mayor confianza en uno/a mismo/a y en el grupo” (2001, p.10). 14 La memoria, entonces, se fundamenta en la escucha de la historia del otro, en el deseo por la conservación de la costumbre y en la lucha por la emancipación de la identidad. Dicha memoria será la consolidación de la vida de muchos a través de acontecimientos y contextos que se comparten a manera de comunidad, pues como mencionará Antequera, existe “…la imposibilidad de que los individuos recuerden sin apelar a los contextos en los que están inscritos, y que además lo hacen a partir de la estructura de los códigos culturales que comparten con otro” (2011, p.18). La memoria colectiva y el movimiento huelguístico están intrínsecamente entrelazados, formando un vínculo indisoluble que fortalece la identidad y la resistencia de los participantes (Orjuela, 2019). La memoria colectiva actúa como el tejido que une las experiencias compartidas, los desafíos superados y los logros alcanzados en la lucha laboral. En el contexto del movimiento huelguístico en el Magdalena Medio durante los años noventa, la memoria colectiva se manifiesta a través de las historias transmitidas de generación en generación. Estas narrativas no solo cuentan la historia del pasado, sino que también proyectan la visión de un futuro más equitativo y justo. La memoria colectiva se convierte en la narrativa viva del movimiento, alimentando la llama de la resistencia (Pico, 2016). La solidaridad entre los participantes, basada en objetivos comunes y una lucha compartida, se ve reforzada por la memoria colectiva. (Brito & Martínez, 2005). Las experiencias pasadas de triunfos y desafíos se convierten en los cimientos sobre los cuales se construye la identidad colectiva. Cada consigna entonada, cada marcha realizada y cada victoria obtenida se convierten en fragmentos de la memoria que fortalecen el sentido de pertenencia al movimiento. La memoria colectiva también actúa como un puente entre las generaciones (García, 2005). A medida que el movimiento huelguístico perdura en el tiempo, 15 las futuras generaciones heredan la historia de resistencia y solidaridad. La identidad colectiva, forjada en las llamas de la lucha laboral, se convierte en un legado que trasciende el presente y se proyecta hacia el futuro. Dinámicas sindicales y ciudadanas en la era petrolera La función vital de los trabajadores asalariados en la región adquirió una dimensión significativa, especialmente a partir de la década de 1920, cuando la producción petrolera se inició en la antigua Concesión de Mares, dando lugar a la entrada en operación de destacadas empresas como Tropical Oil Company, Texas Petroleum e International Petroleum, entre otras (Pérez & Villamizar, 2017). Con la presencia de estas compañías, proliferaron numerosas contratistas especializadas en construcción civil. Fue con la llegada del gran río navegable, el ferrocarril y la industria petrolera que la vida social de la región experimentó una transformación significativa, dando origen al surgimiento y consolidación de la fuerza laboral asalariada. La industria petrolera, en particular, se convirtió en un catalizador clave de esta evolución. La presencia de empresas petroleras atrajo a una fuerza laboral asalariada considerable, participando directamente en las diversas fases de extracción, transporte y procesamiento del petróleo. Este fenómeno no solo señaló una transición en la estructura económica regional, sino que también tuvo profundas implicaciones políticas al establecer una clase trabajadora con sus propias aspiraciones y demandas (Cantor, 2008). Este cambio no solo fue económico, sino que también contribuyó a la formación de una identidad colectiva y conciencia política entre los asalariados en la región. 16 No obstante, en este último escenario, la dinámica entre sindicatos y ciudadanía asumió características distintivas. Desde sus primeros pasos, la presencia del capital extranjero en la industria petrolera presentó un desafío significativo al reconocimiento efectivo de la legalidad laboral, reflejando situaciones similares a las que se vivían en esos mismos años en la zona bananera de Santa Marta. Las autoridades locales, en muchos casos, mostraron una disposición fácil para ceder ante las demandas del colonizador moderno y poderoso (Camelo & Linares, 2015). Los campesinos y colonos se vieron directamente afectados por la antigua Concesión de Mares, ahora bajo control extranjero. Las tierras de cultivo y las fuentes de agua se vieron contaminadas, las nuevas carreteras destruyeron senderos históricos, y la compañía impuso peajes y obligaciones que perturbaron la movilidad de los productores independientes. Los contratos petroleros inequitativos y los continuos abusos contra la población rural llevaron a los trabajadores petroleros y los colonos a forjar una alianza nacional con el objetivo de salvaguardar su derecho al trabajo y al libre tránsito por el territorio nacional (Archila, 2006). Este proceso no solo fue una respuesta a las injusticias laborales, sino también una manifestación de la resistencia de las comunidades afectadas ante las imposiciones de un poder corporativo extranjero. Las relaciones entre empleadores y trabajadores en la industria petrolera siempre estuvieron marcadas por tensiones. Las discordias que caracterizaron los tiempos de la Troco, definidos por la firme represión de las acciones obreras, parecen haberse trasladado inercialmente a la era del petróleo nacionalizado, posiblemente debido a la persistente influencia del capital extranjero (Medio, 2011). Al examinar el conflicto laboral durante el periodo objeto de este estudio, se evidencian los esfuerzos de las organizaciones laborales 17 por no desaparecer del escenario, preservar las conquistas obtenidas en el pasado y buscar una nueva comprensión con los empleadores. Este ajuste necesario implica la renuncia a ciertas posiciones y la reforma de las estructuras sindicales para adaptarse a los desafíos contemporáneos, como la informalidad y el empleo temporal, la precarización contractual y la competencia abierta de habilidades laborales (Rincón, 2023). La lucha sindical en el periodo examinado refleja el empeño de las organizaciones de trabajadores por mantener su relevancia en un escenario cambiante (Medina, 2010). Frente a la realidad de la informalidad y el empleo temporal, así como la precarización de los contratos, los sindicatos se vieron compelidos a replantear sus estrategias para adaptarse a los tiempos modernos. El contexto de la informalidad y la competencia abierta de habilidades laborales ha llevado a una reevaluación de las estructuras sindicales (Marín et al, 2018). La necesidad de enfrentar dinámicas laborales más flexibles y cambiantes ha impulsado a los sindicatos a buscar nuevos entendimientos con los empleadores. Esto no solo implica la cesión de ciertas posiciones, sino también la exploración de formas innovadoras de representación y negociación que reflejen las realidades contemporáneas del mundo laboral (Sarmiento, 2002). En este proceso, los sindicatos buscan no solo preservar los logros del pasado, sino también ser agentes proactivos en la definición de un futuro laboral más justo y equitativo. La forja de una alianza nacional entre los trabajadores del sector petrolero y los colonos resalta la trascendencia de una respuesta colectiva frente a los abusos y desafíos impuestos por el capital extranjero. Aunque esta colaboración tiene sus raíces en las luchas específicas de la era petrolera, establece un precedente significativo para la solidaridad y la unidad como herramientas fundamentales en la defensa de los derechos laborales y la justicia 18 social. En esta nueva fase de la lucha sindical, se vislumbra la resiliencia de las organizaciones de trabajadores frente a las transformaciones laborales imperantes. Confrontando la informalidad, el empleo temporal y la precarización contractual, los sindicatos se ven compelidos a reinventarse y desarrollar estrategias innovadoras para mantener su relevancia en el panorama laboral contemporáneo (Sarmiento, 2002). La dinámica cambiante del empleo ha desencadenado una revisión profunda de las estructuras sindicales. La adaptación a la flexibilidad laboral y la competencia abierta por habilidades especializadas ha llevado a los sindicatos a replantear sus tácticas y estrategias. Esto implica no solo la necesidad de negociar en términos más flexibles, sino también de explorar nuevas formas de representación que se ajusten a las complejidades del mundo laboral moderno (Quijano & García, 2022). La alianza nacional entre los trabajadores del sector petrolero y los colonos emerge como un ejemplo inspirador de colaboración en la defensa de los derechos laborales y la justicia social. Este pacto, originado en las luchas específicas de la era petrolera, sienta las bases para la solidaridad y la unidad como pilares esenciales en la búsqueda de condiciones laborales justas y equitativas. Huelgas en la era del petróleo: caso Barrancabermeja La distribución espacial del conflicto laboral en la región refleja las tendencias a nivel nacional, concentrándose en las áreas más desarrolladas, donde fluye abundantemente la inversión de capital y los trabajadores asalariados están más organizados. Este escenario alcanza su máxima expresión en Barrancabermeja, donde las huelgas han dejado una marca profunda. En este contexto, los principales protagonistas de las protestas son principalmente los trabajadores mejor remunerados y organizados, aquellos con niveles más altos de educación formal y conciencia política. En contraste, las regiones caracterizadas por un 19 rezago cultural, relaciones laborales primitivas y un orden social violento, como los extensos dominios del latifundio ganadero o los numerosos talleres de la pequeña industria, han experimentado una participación limitada en estas manifestaciones (Archila, 2006). Barrancabermeja, al ser un epicentro de la actividad petrolera en la región, se destaca como el epicentro de la actividad huelguística en el Magdalena Medio. Este fenómeno no resulta sorprendente dada la concentración de asalariados, la presencia de inversiones significativas y la organización robusta de los trabajadores (Amaya Cabanzo & González, 2010). La ciudad se convierte así en un microcosmos donde las tensiones laborales se manifiestan de manera intensa, moldeando la dinámica socioeconómica de la región. La influencia de Barrancabermeja como epicentro del conflicto laboral resalta su importancia como punto de convergencia de fuerzas laborales y como escenario donde las dinámicas económicas y sociales se ven profundamente afectadas por las luchas laborales. El entramado social de Barrancabermeja, configurado por la concentración de trabajadores asalariados y la influencia crucial de inversiones capitalinas, ha propiciado un ambiente propicio para la expresión de las demandas laborales (Cabanzo & González, 2010). Los trabajadores mejor remunerados y educados, respaldados por una organización sólida, han encabezado las protestas, alzando sus voces en busca de condiciones laborales más justas y equitativas. En contraste, las áreas caracterizadas por un rezago cultural y relaciones laborales primitivas han experimentado una participación más limitada en estas manifestaciones. Barrancabermeja, como epicentro industrial y económico, ha emergido como el corazón de la resistencia laboral, donde las tensiones entre empleadores y empleados han dejado una huella indeleble en la memoria colectiva (Zambrano Guachetá, 2023). 20 Las huelgas en Barrancabermeja no solo fueron momentos de tensión laboral, sino también episodios cruciales que dejaron un legado duradero en la historia y la identidad de la región del Magdalena Medio (Henriques, 2015). Estas protestas no solo expresaron las demandas inmediatas de los trabajadores, sino que también actuaron como catalizadores de transformaciones sociales y laborales más amplias. Las luchas laborales en Barrancabermeja fueron impulsoras para mejorar las condiciones laborales y elevar la conciencia sobre los derechos de los trabajadores (Arcila, Muñoz, & Martínez; 2003). La concentración de asalariados en la industria petrolera y la determinación de los trabajadores mejor educados y organizados generaron cambios tangibles en la dinámica laboral de la región. Estos eventos contribuyeron a consolidar Barrancabermeja como un epicentro emblemático de la lucha laboral en el Magdalena Medio, dejando un impacto perdurable en la configuración socioeconómica de la zona. La oposición laboral puso de manifiesto la intrincada red de relaciones entre el capital foráneo y la fuerza de trabajo autóctona, evidenciando las tensiones inherentes a la gestión de considerables inversiones extranjeras y la salvaguarda de los derechos de los trabajadores. Estas tensiones alcanzaron su punto álgido en forma de huelgas, delineando así un escenario en el que se libraban batallas cruciales por establecer un equilibrio entre la rentabilidad económica y la justicia social, como apunta Ramírez (2018). Este legado de resistencia y transformación reverbera de manera continua en la región del Magdalena Medio. Las contiendas de los trabajadores en Barrancabermeja no solo resultaron en mejoras palpables en las condiciones laborales locales, sino que también sentaron los cimientos para la consolidación de una conciencia colectiva en torno a la importancia fundamental de la justicia y equidad en el ámbito laboral, tal como lo señalan Benavides (Téllez, Gómez & 21 Romero, 2015). Este proceso no solo fue un punto de inflexión para la fuerza laboral local, sino que también marcó un hito en la comprensión colectiva de la necesidad de armonizar los intereses económicos con la salvaguarda de los derechos y la equidad, dejando una huella duradera en la historia y la percepción de la comunidad del Magdalena Medio. Conclusiones: En el tapiz histórico del Magdalena Medio, las luchas laborales, en especial las huelgas en Barrancabermeja, se erigen como marcadores indelebles de una época de cambio y resistencia. Estos episodios no solo representaron confrontaciones inmediatas por condiciones laborales más justas, sino que también se convirtieron en impulsores de transformaciones profundas que reverberan en el presente. Las huelgas en Barrancabermeja, en su carácter de epicentro laboral, desentrañaron las complejidades de las relaciones entre el capital extranjero y la fuerza laboral local. Estos conflictos delinearon los contornos de la lucha por el equilibrio entre la rentabilidad económica y la salvaguarda de los derechos laborales. La resiliencia de los trabajadores y la solidaridad forjada durante estas luchas dejaron una huella duradera en la conciencia colectiva de la región. En el presente, el Magdalena Medio lleva consigo el legado de estas luchas como un recordatorio de la capacidad de la comunidad para resistir y transformar su realidad. La resiliencia de los trabajadores, la adaptación de los sindicatos a las dinámicas cambiantes y la búsqueda constante de condiciones laborales equitativas son reflejos del espíritu perseverante que caracteriza a esta región. Al mirar hacia el futuro, es esencial aprender de estas experiencias pasadas (Barreto Henriques, 2015). Las lecciones de las huelgas en Barrancabermeja no solo informan sobre la historia laboral del Magdalena Medio, sino que 22 también proporcionan perspectivas valiosas para abordar los desafíos laborales contemporáneos. En la intersección de la memoria y la acción, el Magdalena Medio continúa escribiendo su propia narrativa de cambio y resiliencia, forjando un camino hacia un futuro donde la justicia laboral y la equidad sean pilares fundamentales de su identidad. 23 Bibliografía Amaya Cabanzo, X., & González Sandoval, E. R. (2010). Trazando rutas y abriendo caminos: la escuela campesina de formación humana del Magdalena Medio, una experiencia de desarrollo (Master's thesis). Antequera Guzmán, José Darío. "Memoria histórica como relato emblemático Consideraciones en medio de la emergencia de políticas de memoria en Colombia." (2011). Archila, M. (2006). Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio, 1990-2001. Colciencias Colombia. Arcila Estrada, M. 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