La escuela como sociedad: fundamentos de la convivencia en la escuela1 1. La educación como espacio social La educación es uno de los espacios fundamentales en los que ocurre el desarrollo humano, y puede considerarse el más significativo proceso histórico-social, pues es a través de ella que se garantiza la transmisión de habilidades, valores y conocimientos de una generación a otra y se permite a la nueva generación recrear, reconstruir y reinterpretar la cultura de la anterior. Siguiendo a Bruner (1996), la educación no puede entenderse, simplemente, como un proceso de transmisión de conocimientos, sino como un espacio de amplificación de las capacidades humanas, pues el desarrollo de la mente humana es, siempre, un proceso cultural asistido desde el exterior. La escuela construye democracia. Generalmente, se suele pensar en la democracia solamente como un sistema político con instituciones y mecanismos legales (los poderes del Estado, el sistema electoral) que organizan la vida de una sociedad o país. Sin embargo, es importante ampliar esta concepción reduccionista de la democracia y entenderla, sobre todo, como una cultura, es decir, una forma de vida en común donde las personas se relacionan entre sí con el fin de construir y consolidar una convivencia humana armónica que permita el bienestar y desarrollo pleno de todos. Entenderla como una forma de vida nos permite comprender mejor el rol fundamental que tiene la educación en su construcción, porque es en la escuela donde el niño convive día a día en sociedad, con otros niños y adultos, y es allí donde aprende a respetar las diferencias, a valorar la diversidad o a explicar sus puntos de vista y escuchar los de los demás. La escuela tiene, precisamente, la función de formar a las personas para la vida en sociedad. El sociólogo Emilie Durkheim (2000) concebía la educación como un proceso social y a la escuela como una pequeña sociedad, es decir, como la imagen y el reflejo de la sociedad mayor. Para él, el objetivo de la educación es suscitar y desarrollar en el niño cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que requieren en él tanto la sociedad política en su conjunto como el ambiente particular al que están destinados de manera específica. John Dewey (1966; 1895/1972) afirmaba que para que la escuela pudiera construir democracia y fomentar el espíritu social de los niños tenía que ser pensada y organizada como una comunidad cooperativa que pudiera ampliar y perfeccionar la experiencia, a fin de que los niños tengan conciencia de su pertenencia a un grupo social y contribuyan con él de manera activa. Para Dewey, la educación para la democracia requiere que la escuela se convierta en un lugar de vida para el niño. Piaget (1932) toma la idea general de Durkheim, acerca de la educación como espacio social, y privilegia el rol que tienen los pares en el proceso de socialización y desarrollo de los niños. Es entre pares que los niños construyen cooperación y un punto de vista moral para resolver los conflictos por los que atraviesan, ya que es entre iguales que el niño se siente libre para plantear sus puntos de vista, escuchar el de los otros y 1 MINEDU. Curso Virtual gestión de la convivencia escolar. Módulo 1, Sesión 1: La escuela como sociedad: fundamentos de la convivencia en la escuela. Lima. Perú.2017 1 llegar a una solución consensuada para los problemas que enfrenta. Así, Piaget pone de relieve el rol fundamental que tienen los compañeros en la convivencia y en el desarrollo de la moral y la ciudadanía, pues un ciudadano es una persona que puede comprender los problemas sociales y las diferentes soluciones que los individuos proponen para ellos, que es capaz de cooperar y competir con los otros a través de medios racionales y pacíficos, y que puede, quiere y sabe participar responsablemente en la vida social. Tal como se plantea en la Propuesta de Evaluación de Formación Ciudadana desarrollada por el Ministerio de Educación del Perú en el año 2004 (Dibós, Frisancho y Rojo, 2004), en la tarea de construir un mejor país para todos, la educación debe contribuir a formar a los peruanos como ciudadanos capaces de a) reflexionar críticamente sobre su entorno y sobre el país, b) comprometerse con el desarrollo y la mejora de nuestra sociedad y c) construir un sistema democrático y de bienestar para todos. Kohlberg (1985) y Power, Higgins y Kolhberg (1989) se apoyan tanto en la visión general de Dewey (1966) acerca del desarrollo como la meta de la educación, como en el concepto de comunidad propuesto por Durkheim, y plantean que un comportamiento democrático y un desarrollo moral responsable es función no solo de la disposición psicológica individual, sino también de las normas de grupo compartidas y de un sentido de comunidad, el clima de la escuela y el carácter del grupo. Como puede verse, el concepto de comunidad es muy importante para la construcción de una convivencia democrática. Una comunidad se asume constituida por relaciones que se valoran como fines en sí mismas y no solamente como medios, y conllevan una identificación subyacente entre sus miembros, los que comparten narrativas, tradiciones y prácticas sociales. 2. Pedagogía para la convivencia y la democracia Como hemos visto hasta aquí, la escuela es un espacio social por naturaleza, un lugar en el que se desarrollan las capacidades para la vida en común, la convivencia democrática y la ciudadanía. Un ciudadano es una persona que participa activamente de la vida en sociedad. Si a esto le añadimos una perspectiva ética, puede decirse que un ciudadano también es una persona que orienta su vida a fines éticos tanto para el colectivo o la comunidad como para sí mismo como individuo. La educación ciudadana se trata, entonces, de desarrollar en los niños, niñas y adolescentes, las capacidades básicas, cognitivas y afectivas, necesarias para preparar ciudadanos libres, conscientes, autónomos y capaces de autorregulación, que puedan convivir con los otros democráticamente y participar efectivamente de la vida en sociedad. Para ello, debemos tener en cuenta que las interacciones sociales no son siempre de la misma naturaleza. El artículo 9 de la Ley General de Educación plantea que la educación debe contribuir a la formación de una sociedad democrática, justa, inclusiva, próspera, tolerante y forjadora de una cultura de paz que afirme la identidad nacional con un sustento en la diversidad cultural. El Nuevo Currículo Nacional (2016) plantea como principios educativos la Calidad, Equidad, Ética, Democracia, Conciencia Ambiental, Interculturalidad, Inclusión, Creatividad e Innovación, además de Igualdad de Género y Desarrollo Sostenible, asume un enfoque de derechos y un enfoque intercultural, y enfatiza en el ejercicio de la ciudadanía como una de las metas de la Educación Básica 2 Regular. Sin embargo, la escuela, institución que debiera potenciar el desarrollo de las personas, al llevarlas a alcanzar las mejores condiciones en sus diversos desempeños, no está cumpliendo en la actualidad con su rol fundamental. La escuela tiene dificultades para formar mentalidades críticas, y no parece poder ayudar a los jóvenes estudiantes a desarrollar estrategias cognitivas y afectivas que le permitan tener una mejor comprensión del mundo complejo y cambiante en el que viven. Como resultado, se tienen egresados de las escuelas con una visión simplista y simplificada de las cosas, con escasa creatividad para enfrentar las diversas situaciones por las que atraviesan, con poca flexibilidad para aceptar ideas novedosas y sin habilidades para organizar la información de manera que esta les sea útil al momento de tomar una decisión o dar sobre algo un juicio de valor. Las situaciones que diariamente se presentan en las aulas, por ejemplo, los asuntos concernientes a la disciplina, a las relaciones maestro-alumno o a los sistemas de evaluación, son afrontados por los docentes y las autoridades educativas de manera inadecuada, ya sea apelando a la represión y el ejercicio de la autoridad (castigos, sanciones, malas notas, suspensiones, llamadas de atención) o mediante la prédica de principios éticos y valorativos (“Tienes que responsabilizarte de tus actos”, “No se le pega a una mujer”, “Debes pensar que el país te necesita”, “Está mal copiarse en un examen”, etc.), aun cuando ambas estrategias han demostrado ser ineficaces para formar democracia, mejorar la convivencia y desarrollar la autonomía y el juicio crítico de los estudiantes. La formación ciudadana requiere de una pedagogía distinta, que tome en serio al estudiante como agente participativo de su propia vida social. Magendzo (2007) propone, en este sentido, la pedagogía deliberativa, la que define como aquella pedagogía que busca educar a las personas para la convivencia y participación democráticas en una sociedad pluralista, lo que a su vez implica desarrollar una serie de capacidades y competencias, que son las siguientes: La capacidad para comunicarse y establecer un diálogo fluido y entendible. La capacidad para argumentar y convencer con explicaciones racionales bien fundamentadas. La capacidad para entender y penetrar en la racionalidad del discurso del otro. La capacidad para autorregularse, para tomar perspectiva y distanciarse del propio discurso. La capacidad de crear confianza mutua y tomar decisiones buscando el bien común. 3