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Estrategias de Aprendizaje
Juan Ignacio Pozo1
Introducción
Imagine al lector que debe enfrentarse a una tarea ingrata, que sigue aún
ocupando a muchos alumnos de diversas edades, como aprenderse la tabla de
los elementos químicos o Sistema Periódico recogida en la tabla 1.
¿Qué puede hacer para abordar el temido examen del próximo miércoles con
mayor probabilidad de éxito? Sin duda, la forma más fácil e inmediata, aunque
no necesariamente la más eficaz, de estudiar o aprender esa larga lista de
nombres, símbolos y números será repasar la lista una y otra vez, oralmente o
por escrito, hasta memorizarla. Tal vez la lista de símbolos y características de
los elementos sea demasiado larga para aprenderla por simple repetición. En
ese caso, será necesario recurrir a algún truco o sistema mnemotécnico que
permita elaborar el material de aprendizaje, relacionando los elementos entre sí
mediante algún sistema externo de la propia tabla, como por ejemplo formando
palabras (por ej., chalina para H, Li Na o baconiano para B, C, N, O) o incluso
frases con los símbolos químicos, lo que sin duda ayudará a recordarlos más
fácilmente en el momento del examen. Pero no es fácil encontrar palabras para
todos los símbolos, al menos respetando el orden de la tabla o incluso si se
encuentran, pueden conducir a errores en el recuerdo (por ejemplo, tras
recordar baconiano, ¿el símbolo del nitrógeno era N o Ni?). Por eso puede
recurrirse a un procedimiento aún más complejo para aprender el Sistema
Periódico: buscar las relaciones dentro de la propia tabla, es decir intentar
recordar los elementos a partir de su propia organización. Así, puede verse que
todos los elementos de la primera columna tienen una estructura cuya serie
acaba con un 1. Si sabemos lo que esto significa —que tienen un único
electrón en su última capa— nos ayudará sin duda a recordarlos mejor. De
hecho, la distribución de los elementos en la tabla no es aleatorio, sino que
responde a la organización interna del Sistema Periódico.
1
Tomado con fines educativos de: Pozo, J. Ignacio (1991) “Las estrategias de aprendizaje”, En
Monereo(comp.) Las estrategias de aprendizaje: procesos, contenidos e interacción. Barcelona
Ediciones Domenech
2
Tabla 1. Sistema Periódico actual0
Organizar estos elementos o esforzarse por hallar su propia organización,
puede ser una forma muy eficaz de aprenderlos.
Se podrían hacer muchas cosas para intentar aprender el Sistema Periódico,
pero de hecho las actividades de repasar, elaborar y organizar, en sus distintas
variantes, dan nombre a los tres grupos de estrategias de aprendizaje más
estudiadas hasta la fecha, por lo que ilustran adecuadamente el contenido de
este capítulo. En él nos ocuparemos de cómo se desarrollan, se adquieren y se
enseñan las estrategias de aprendizaje, que a partir de las definiciones de
Nisbett y Schucksmith (1987) y Danserau (1985), serían secuencias integradas
de procedimientos o actividades que se eligen con el propósito de facilitar la
adquisición, almacenamiento y/o utilización de la información.
La importancia de las estrategias de aprendizaje, tanto para la práctica
educativa como para la teoría psicológica, difícilmente puede ser exagerada.
Por un lado, las teorías psicológicas del aprendizaje han ido abandonando
progresivamente los modelos según los cuales el conocimiento del sujeto era
una simple réplica de la realidad, basada en la mera práctica, acercándose a
posiciones constructivistas en las que el conocimiento alcanzado depende de la
interacción entre la información presentada y los conocimientos anteriores del
sujeto. Aunque la adopción del enfoque constructivista no siempre supone un
abandono total de los supuestos asociacionistas tradicionales (Pozo, 1989),
parece claro que las teorías psicológicas del aprendizaje se orientan cada vez
más al análisis de la interacción entre los materiales de aprendizaje y los
procesos psicológicos mediante los que son procesados por parte del sujeto.
Paralelamente, los profesores han ido descubriendo que su labor no debe ir
dirigida sólo a proporcionar conocimientos y asegurar ciertos productos o
resultados del aprendizaje (por ej., el dominio del Sistema Periódico), sino que
debe fomentar también los procesos mediante los que esos productos pueden
alcanzarse (o sea, las estrategias de aprendizaje). Además, cada día parece
más claro que ambos tipos de objetivos no sólo son compatibles, sino que
probablemente se requieren mutuamente. Difícilmente se puede comprender
3
la Química sin una serie de habilidades o destrezas en el estudio, pero al
mismo tiempo la aplicación de las estrategias de aprendizaje más completa
requiere, para ser eficaz, de un cierto nivel de conocimientos específicos, en
este caso, de conocimientos químicos.
Este interés común ha dado lugar a un número creciente de estudios y
propuestas, que irían desde los numerosos cuestionarios sobre hábitos y
destrezas en el estudio y los diversos cursos diseñados para promover ese tipo
de habilidades (revisados y criticados entre otros por Nisbett y Schucksmith,
19897; Weinstein y Underwood, 1985) a los más rigurosos estudios
experimentales sobre la eficacia y el desarrollo de diversas estrategias de
aprendizaje o memoria (por ejemplo, Brown et. al., 1983; Flavell, 1985; Marton,
Hounsell y Entwistle, 1984) o, finalmente, a los intentos de instruir a diversos
tipos de alumnos en la utilización de distintas estrategias de aprendizaje (por
ejemplo, Danserau, 1985; Mayer, 1987; Weinstein y Mayer, 1986), unidos a las
reflexiones sobre el lugar que debe ocupar este tipo de instrucción en el
aprendizaje escolar o en el currículum (por ejemplo, Entwistle, 1988; Nisbett y
Schucksmith, 1987; Weinstein y Underwood, 1985).
En las próximas páginas intentaremos ofrecer una panorámica actual de
algunos de estos trabajos. Para ello comenzaremos estableciendo ciertas
distinciones conceptuales que, al tiempo que evitan algunas confusiones
comunes, permitirán relacionar las estrategias de aprendizaje con otros
conceptos conexos, como las habilidades para el estudio o la metacognición. A
continuación revisaremos los principales resultados sobre el desarrollo y
enseñanza de las principales estrategias de aprendizaje, lo cual nos obligará
previamente a clasificarlas.
El lugar de las estrategias de aprendizaje entre los procesos cognitivos
Flavell y Wellman (1977) Establecían una útil distinción entre cuatro
«categorías de fenómenos» en el desarrollo de la memoria, que resultan
igualmente eficaces cuando se aplican al análisis de las estrategias de
aprendizaje. Habría en primer lugar unos procesos básicos de aprendizaje, que
derivarían de la propia estructura y funcionamiento del sistema cognitivo, tal
como ha sido estudiado analíticamente por el procesamiento de información
(véase, por ejemplo, Tudela, 1983; de Vega, 1984; también, capítulo 8 de este
volumen). Así, en el ejemplo anteriormente planteado para aprender el Sistema
Periódico, el sujeto ha de atender a la información presentada, poseer una
determinada capacidad de memoria a largo plazo, etc. En segundo lugar, el
sujeto dispondría de conocimientos relativos a diversas materias; siguiendo con
nuestro ejemplo, el sujeto tendrá conocimientos más o menos exactos sobre el
enlace químico o la estructura atómica de la materia, que pueden facilitar o
dificultar su aprendizaje. El tercer componente sería propiamente las
estrategias de aprendizaje, tal como han sido definidas anteriormente, que se
corresponderían con la secuencia planificada de actividades que realiza el
sujeto con el fin de aprender la tabla de los elementos químicos. Por último, el
sujeto dispondrá de un metaconocimiento o conocimiento sobre sus propios
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procesos psicológicos, que le ayudará a utilizarlos de un modo más eficaz y
flexible en la planificación de sus estrategias de aprendizaje
A estas categorías se han añadido posteriormente otras dos distinciones que
delimitan aún más el lugar de las estrategias de aprendizaje entre los procesos
cognitivos, tal como queda, reflejado en la figura 1. Se trata de la distinción
entre estrategias y habilidades, por un lado, y estrategias de aprendizaje y de
apoyo por otro.
Figura 1. Relación entre las estrategias de aprendizaje y otros procesos
cognitivos y no cognitivos. Explicación en el texto.
Numerosos autores han comenzado a diferenciar las estrategias de
aprendizaje de lo que podríamos denominar habilidades o destrezas (véase
Nisbett y Schucksmith, 1987). En el apartado anterior hablábamos del repaso o
de la elaboración mediante la formación de palabras. ¿Constituyen esas
habilidades —y otras muchas similares como subrayar, tomar notas, formar
imágenes, etc. — estrategias de aprendizaje en si mismas? No puede decirse
que la simple ejecución mecánica de ciertas habilidades o destrezas sea una
manifestación de la aplicación de una estrategia de aprendizaje. Para que ésta
se produzca se requiere una cierta planificación de esas habilidades en una
secuencia dirigida a un fin, lo cual sólo es posible mediante un cierto
metaconocimiento que hace que esas habilidades se usen de un modo
estratégico. Tal vez se comprenda mejor el lugar que ocupan las estrategias,
no reducibles a simples habilidades pero tampoco a metaconocimiento,
recurriendo a un ejemplo de estrategia ajena al aprendizaje. Imaginémonos una
actividad deportiva, por ejemplo el Baloncesto. El entrenador de un equipo
instruye a sus jugadores en una serie de habilidades, en este caso
movimientos individuales y colectivos, que requieren de sus jugadores ciertos
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procesos básicos —o hardware físico— y ciertos conocimientos previos (reglas
de juego, etc.). Los jugadores deben mecanizar o automatizar estas
habilidades en movimientos de ataque o defensa. Sin embargo, el uso de esas
habilidades en forma de táctica o estrategia depende del conocimiento sobre
las características del equipo contrario, la estrategia que despliega, etc., labor
que corresponde al entrenador. Es el entrenador el que debe disponer del
metaconocimiento necesario para planificar la estrategia y, si es preciso,
modificarla sobre la marcha adecuándola a la estrategia del contrario. Sin
embargo, el entrenador carece de las habilidades necesarias para ejecutar la
estrategia, por lo que ésta precisa tanto de las habilidades de los jugadores
como del metaconocimiento del entrenador.
En el caso del aprendizaje, la distinción entre estos procesos se hace más
difícil ya que es el propio sujeto el que debe ejercer a la vez de jugador y
entrenador. No obstante, es una distinción muy importante, ya que muestra la
insuficiencia de enseñar a los alumnos técnicas o habilidades de estudio que
no vayan acompañadas de ciertas dosis de metaconocimiento sobre su
empleo. La repetición ciega o mecánica de ciertos «recursos» o «hábitos» no
supone en ningún caso una estrategia de aprendizaje y ésta es una crítica
severa para muchos cursos y programas de entrenamiento en el estudio que
consisten en adiestrar a los alumnos en ciertas habilidades (por ejemplo,
subrayar, tomar notas, hacer resúmenes, etc.) sin que el alumno sea capaz de
realizar por sí mismo las dos tareas metacognitivas básicas: planificar la
ejecución de esas actividades, decidiendo cuáles de ellas son más adecuadas
en cada caso y, tras aplicarlas, evaluar su éxito o fracaso e indagar en sus
causas. Así, al estudiar el Sistema Periódico, el alumno debe elegir la
estrategia de aprendizaje adecuada en función de varios criterios.
a). la naturaleza cualitativa y cuantitativa de los materiales presentados (por
ejemplo si sólo tuviera que aprender la primera columna posiblemente el
repaso sería suficiente),
b). sus propios conocimientos previos sobre el material de aprendizaje (sin
unos mínimos conocimientos de química no es eficaz intentar organizar los
materiales),
c). las condiciones de aprendizaje (por ejemplo, el tiempo disponible, la
motivación o ganas de estudiar, etc.),
d). la finalidad del aprendizaje, es decir, cómo va a ser evaluado. En la mayor
parte de los aprendizajes escolares la finalidad esencial suele ser aprobar o
superar un examen; por tanto, será útil conocer el tipo de examen al que
uno va a enfrentarse y el tipo de recuperación de la información que
requiere. No es lo mismo aprender el Sistema Periódico para aplicarlo a la
solución de problemas químicos que aprenderlo para recordar el símbolo o
la estructura atómica de cada elemento.
Además de esta distinción entre habilidades y estrategias, se ha diferenciado
recientemente entre estrategias de aprendizaje propiamente dichas y
estrategias de apoyo al aprendizaje. Según Danserau (1985) Las estrategias
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de apoyo serían aquellas que en lugar de dirigirse directamente al aprendizaje
de los materiales, tienen como misión incrementar la eficacia de ese
aprendizaje mejorando las condiciones en que se produce. Incluirían
estrategias para aumentar la motivación, atención, la concentración y en
general el aprovechamiento de los propios recursos cognitivos. Así, un jugador
novel de nuestro equipo de baloncesto, aun cuando tenga las habilidades y el
metaconocimiento necesarios para aplicar la estrategia prevista, puede
ponerse nervioso o carecer de la autoconfianza suficiente. Las estrategias de
apoyo vendrían a ser autoinstrucciones para mantener unas condiciones
óptimas para la aplicación de las estrategias y en el caso del aprendizaje
escolar pueden ir dirigidas a incrementar la motivación, la autoestima, la
atención.
Como muestra la figura 1, las estrategias de apoyo están conectadas
directamente con los tres elementos centrales del diagrama: las habilidades,
las estrategias y el metaconocimiento. De hecho, esos tres componentes
resultan difícilmente separables. Sin embargo, en las próximas páginas nuestra
exposición va a estar dirigida a analizar las estrategias de aprendizaje, sin que
sea posible una referencia exhaustiva a las habilidades (véase, por ejemplo,
Selmes 1987) ni al desarrollo del metaconocimiento (por ejemplo, Moreno,
1989).
La adquisición de las estrategias de aprendizaje
3.1
Una clasificación de las estrategias de aprendizaje
Aunque el interés de la psicología por el estudio de las estrategias de
aprendizaje suele asociarse, como hemos hecho anteriormente, al final de la
«glaciación conductista» —según expresión de Herbert Simon— y al
consiguiente auge de la psicología cognitiva del procesamiento de información,
lo cierto es que hubieron de transcurrir más de quince años desde el triunfo de
la «revolución cognitiva», en torno a 1956, a la publicación de las primeras
investigaciones sobre estrategias de aprendizaje, entonces llamadas
estrategias de memoria, para evitar sin duda las connotaciones «conductistas»
del término «aprendizaje». Este tardío interés por estudiar lo que hacían
efectivamente los sujetos cuando se enfrentaban a tareas de memoria o
aprendizaje se justifica posiblemente en el carácter más continuista que
revolucionario del procesamiento de información con respecto al conductismo
(Pozo, 1989), que llevó a centrar el interés en los aspectos estructurales de la
memoria en detrimento de sus mecanismos funcionales y, en definitiva, de la
adquisición de conocimientos.
Aunque existen algunos precedentes notables, los trabajos más influyentes en
el cambio del estudio estructural de la memoria a su estudio funcional y por
consiguiente al estudio del aprendizaje y de las estrategias empleadas por los
sujetos, fueron las investigaciones de Craik (por ejemplo, Craik y Tulving, 1975)
sobre los niveles de procesamiento. Estas investigaciones se proponían
estudiar qué era lo que hacían efectivamente los sujetos con la información
para recordarla y cuáles de esas actividades resultaban más eficaces. Con el
7
fin de controlar lo que los sujetos hacían, Craik y Tulving (1975, experimento 1)
manipulaban el nivel en el que sus sujetos procesaban una lista de palabras
comunes, mediante la realización de diverso tipo de preguntas previas a la
presentación taquistoscópica de la palabra correspondiente (véase tabla 2).
Cuando posteriormente se sometía a los sujetos a una prueba de recuerdo
incidental —es decir, sin que los sujetos fueran advertidos durante la fase de
adquisición de que iban a ser sometidos a esa prueba—, se observó que «las
preguntas sobre el significado de las palabras producían un rendimiento
mnésico mayor que las cuestiones referentes al sonido de las palabras o a las
características físicas de su impresión» (Craik y Tulving, 1975, p. 138 de la
trad. cast.).
Nivel de
procesamiento
Estructural …..
Fonémico ……
Categorial …...
Oración ……...
Pregunta
¿Está escrita la palabra con mayúscula? …………………...
¿Rima la palabra con “peso”? ………………………………..
¿La palabra es un tipo de pez? ………………………………
¿Encaja en la oración: “Se encontró con un .. en la calle”?
Respuesta
SI
NO
MESA
Beso
Tiburón
Amigo
Mesa
Mercado
Cielo
Nube
La eficacia del aprendizaje dependía de la profundidad con la que se hubiera
procesado el estímulo, siendo los niveles más profundos —más próximos a lo
semántico— los que producirían un mayor recuerdo. De esta forma se
estableció una primera clasificación de los procesos de codificación que
distinguía el procesamiento superficial —centrado en los rasgos físicos o
estructurales de los estímulos— del procesamiento profundo esencialmente
dirigido al significado. Ese nivel de profundidad estaría relacionado con la
cantidad de procesamiento y con el grado de elaboración de la codificación.
Aunque las investigaciones que acabamos de citar no estaban dirigidas
específicamente al estudio de las estrategias de aprendizaje, sino a los
procesos mediante los que los sujetos codifican la información, uno de los
componentes de esas estrategias (Weinstein y Mayer, 1986), y aunque la
propia relevancia teórica de los niveles de procesamiento ha sido discutida (por
ejemplo, Cermak y Craik, 1979; de Vega, 1984), la distinción entre
procesamiento superficial y profundo es muy relevante para nuestros
propósitos, ya que es una de las más habituales en las clasificaciones de las
estrategias de aprendizaje. Así, por ejemplo, el conjunto de investigaciones
realizadas por Marton y sus colaboradores (por ejemplo, Marton, Hounsell y
Entwistle, 1984), diferencia bajo el mismo epígrafe de «niveles de
procesamiento» entre enfoques superficiales y profundos. Recurriendo a una
metodología bien diferente a la anteriormente descrita, y más relevante desde
un punto de vista educativo, en estos estudios se investiga la forma en que los
alumnos realizaban tareas escolares como leer un texto o un artículo, se
identificaron varios enfoques o formas de abordar esas tareas. Los más
importantes eran de nuevo el enfoque superficial y el profundo, que se
diferenciaban esencialmente en la concepción subyacente del propio alumno
sobre lo que es el aprendizaje y en consecuencia en las actividades que realiza
para lograrlo (véase tabla 3). El enfoque superficial tiene como objetivos un
incremento en el conocimiento y la memorización o repetición literal de la
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información. En cambio, el enfoque profundo busca abstraer significados y, en
último extremo, comprender la realidad.
Tabla 3. Características de los enfoques profundo y superficial según Selmes (1988)
ENFOQUE PROFUNDO
P1 Integración personal
Intención de crear una interpretación personal del material.
Subraya la importancia de comparar la interpretación personal con la de otra persona.
Indica el deseo de relacionar la tarea con la situación personal fuera del contexto inmediato.
Intención de vincular las ideas y experiencias personales con el tema de la tarea.
Indica el deseo de relacionar la tarea/concepto con las situaciones cotidianas.
Considera la tarea como una parte del desarrollo personal
P2 Interrelaciones
Intención de relacionar las partes de la tarea entre sí.
Intención de relacionar la tarea con otros conocimientos relevantes.
Relaciona lo que conoce acerca de otro problema con su nuevo problema.
Relaciona los materiales estudiados previamente con nuevos materiales o
nuevos materiales con materiales futuros
Intención de relacional materiales procedentes de diferentes fuentes.
Piensa de forma activa en las relaciones entre las partes del material.
Intenta relacionar los aspectos de un problema.
P3 Trascendencia
Intención de centrarse en el significado del contenido
Intención de pensar acerca de la estructura subyacente de la tarea.
Intenta utilizar parte del material para representarlo todo o un texto para representar un tipo de
texto.
ENFOQUE SUPERFICIAL
S1 Aislamiento
Se centra en los elementos de procedimiento de la tarea.
Tendencia a tratar el material como si estuviera aislado de otros materiales.
Considera que la tarea consta de partes discretas.
Se centra en los elementos de la tarea.
S2 Memorización
Considera que el contexto de la tarea requiere la memorización del material.
El alumno define la tarea como una tarea de memoria.
El alumno indica su intención de memorizar el material.
S3 Pasividad
La tarea es definida por otra persona.
Indica un enfoque irreflexivo o pasivo de la tarea.
Indica dependencia del profesor.
Trata el material externamente.
La distinción entre el aprendizaje dirigido al significado y el aprendizaje literal o
repetitivo no es nueva. De hecho, cualquier lector perspicaz habrá observado la
similitud entre esta distinción y la establecida por Ausubel entre procesos de
aprendizaje memorístico y significativo o incluso ente aprendizaje productivo y
reproductivo en la gestalt, aprendizaje en sentido amplio y en sentido estricto
según Piaget, etc. De hecho, se trata de algo más que una coincidencia. En
realidad, ambos enfoques —o ambos extremos del mismo continuo—, el
9
profundo-significativo y el superficial-memorístico, se corresponden con dos
culturas o tradiciones en el estudio del aprendizaje (Pozo, 1989), que se
remontan mucho más atrás en el tiempo, pudiendo encontrar antecedentes de
la distinción en la Grecia antigua. La tabla 4 recoge las principales diferencias
entre el aprendizaje por asociación, de carácter mecanicista, en el que el sujeto
adquiere una copia o reproducción más o menos elaborada de la realidad, y el
aprendizaje por reestructuración, de carácter estructural u organicista, en el
que se aprende reorganizando los propios conocimientos a partir de su
confrontación con la realidad o, lo que es lo mismo, estructurando la realidad a
partir de los propios conocimientos y re-estructurando éstos a partir de la
realidad.
Tabla 4. Principales diferencias entre los enfoques asociacionista
y estructuralista del aprendizaje
Epistemología ………………………………
Enfoque ………………………………….….
Sujeto ……………………………………..…
Origen del cambio …………………………
Naturaleza del cambio …………………….
Aprendizaje …………………………………
Mecanicismo
Asociacionismo
Organicismo
Estructuralismo
Realismo
Empirismo
Elementismo
Reproductivo
Estático
Externo
Cuantitativa
Asociación
Constructivismo
Racionalismo
Holismo
Productivo
Dinámico
Interno
Cualitativa
Reestructuración
Cada uno de estos tipos de aprendizaje estaría vinculado a una serie de
estrategias de aprendizaje que le son propias. El aprendizaje asociativo está
relacionado con aquellas estrategias que incrementan la probabilidad de
recordar literalmente la información, sin introducir cambios estructurales en la
misma. Volviendo al ejemplo inicial del aprendizaje del Sistema Periódico, el
repaso de la lista de elementos sería una forma de aprendizaje asociativo. En
cambio, el aprendizaje por reestructuración se logra mediante estrategias que
proporcionan un significado nuevo a la información o la reorganizan. Ello se
obtiene relacionando el material de aprendizaje —por ejemplo, la tabla de los
elementos químicos— con otros conocimientos anteriores, lo cual permite o
bien elaborar más esos elementos —mediante su relación con un significado
externo— o bien organizar la tabla estableciendo relaciones significativas a
partir de conocimientos químicos anteriores. A partir de estos criterios, la tabla
5 establece una clasificación de las estrategias de aprendizaje que se van a
exponer a continuación.
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3.2
Estrategias asociativas
De entre las estrategias asociativas, la más simple y al mismo tiempo la más
estudiada, es sin duda, el repaso, consistente en recitar o nombrar los ítems
una y otra vez durante la fase de adquisición. Ya en los modelos estructurales
de la memoria se establecía que el repaso no sólo permitía mantener Más
tiempo la información en la memoria a corto plazo (por ejemplo, cuando
repasamos un número de teléfono mientras buscamos una cabina), sino que
también facilitaba el trasvase de esa información a la memoria a largo plazo y
su posterior recuperación, posiblemente debido a que ha recibido un mayor —y
tal vez más profundo— procesamiento (así algunos de nosotros aún
recordamos con una mezcla de deleite y estupor algunas de las letanías
escolares aprendidas en la infancia, como listas de reyes, afluentes, símbolos
químicos, etc.).
El repaso es sin duda una estrategia eficaz cuando los materiales carecen de
significado, ya sea lógico o psicológico, en la terminología de Ausubel. De
hecho, esta era la estrategia que utilizaba Ebbinghaus para aprender aquellas
largas listas de sílabas sin sentido que constituían el material de aprendizaje en
sus investigaciones, que inauguraron la tradición asociacionista en el estudio
experimental del aprendizaje. Sin embargo, cuando el material tiene significado
—es decir, cuando hay relaciones no arbitrarias entre sus partes— se trata de
una estrategia excesivamente primitiva. Este carácter primitivo se ve
confirmado por el hecho de que es la estrategia que más fácil y precozmente
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se adquiere. No obstante su desarrollo o adquisición ha sido ampliamente
estudiado, por lo que disponemos de datos muy fiables que además permiten
ilustrar algunos rasgos generales en la adquisición del resto de las estrategias,
que por ser más complejas son menos conocidas.
Los datos que se conocen (por ejemplo, Brown et al., 1983, Flavell, 1985;
Pressley y Levin, 1983) muestran que la adquisición de la estrategia de repaso
sigue una pauta muy significativa —y por lo que se sabe común a otras
estrategias— que se recoge en la tabla 6. Se pueden identificar tres fases o
períodos en esa adquisición, siendo las edades señaladas meramente
indicativas, ya que dependen del entrenamiento en el uso de la estrategia. En
una primera fase, hasta los cinco-seis años, los niños no sólo no usan
espontáneamente el repaso, sino que tampoco se benefician de los intentos
por instruirles en su uso. En una segunda fase, de los seis a los diez años, los
niños no acuden espontáneamente al repaso pero si se benefician de la
instrucción —siendo suficiente la exposición a un modelo o incluso la simple
sugerencia—. Sin embargo, estos mismos niños, que han sido instruidos en el
uso de la estrategia, dejan de usarla en futuras tareas sin no reciben
instrucciones para ello. Es decir, son competentes para ejecutar la estrategia,
pero no la usan de modo espontáneo. Según Flavell (1985; Flavell y Wellman,
1977) estos niños mostrarían una deficiencia de producción, en comparación
con los más pequeños, cuya deficiencia residía en las competencias (es decir,
en los procesos básicos, según la terminología utilizada unas páginas más
atrás) necesarias para ejecutar la estrategia. Finalmente, a partir de los oncedoce años se observa un uso espontáneo del repaso como estrategia de
aprendizaje, además de un uso más selectivo y preciso de la misma a medida
que aumenta la edad y la experiencia. Los adolescentes tienden a repasar la
información de modo «diferencial», es decir, ajustando la estrategia a las
características de la tarea (por ejemplo, se repasa más veces cuanto más difícil
o más amplia es la tarea).
Tabla 6. Etapas típicas en la adquisición de una estrategia de aprendizaje según Flavell
(1985)
Habilidad básica para ejecutarla …………..
Uso espontáneo ……………………………..
Intentos de inducir su uso …………………..
Efectos de su uso sobre el recuerdo ………
Estrategia
no disponible
Nula o pobre
Ausente
Ineficaces
__
ETAPAS
Deficiencia
de producción
Regular o buena
Ausente
Eficaces
Positivos
Uso maduro
de la estrategia
Excelente
Presente
Innecesarios
Positivos
Esta pauta en la adquisición de la estrategia de repaso es característica
también de la adquisición de otras estrategias más complejas y no es difícil ver
en ella una manifestación de la ley de doble formación que enunciara Vygotsky
(ver capítulo 6 de este volumen), según la cual los instrumentos de mediación
—en este caso la estrategia de repaso es un elemento mediador entre el niño y
la tarea que debe realizar— se adquieren primero interpersonalmente para
luego interiorizarse. De hecho, en la fase intermedia, la deficiencia de
producción permite identificar sin ambigüedad los dos niveles de desarrollo de
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que habla Vygotsky: el nivel de desarrollo real —los niños no repasan por sí
mismos— y el nivel de desarrollo potencial —y sin embargo se benefician de
instrumentos mediadores externa y culturalmente proporcionados—. Este
mismo proceso vygotskyano de interiorización es característico también de la
adquisición de otras estrategias de aprendizaje.
Aunque el repaso es, en mucho, la estrategia asociativa más estudiada,
cuando los materiales son más complejos pueden usarse algunas estrategias
de aprendizaje basadas en la asociación. En general, estas estrategias están
basadas en actividades complementarias —generalmente preparatorias— del
repaso. Así, en algunos casos, cuando el material es muy amplio (por ejemplo,
una lección sobre la prehistoria) es necesario seleccionar previamente las
partes que deben repasarse, para lo cual se copian selectivamente o se
subrayan. Además, ante cualquier material puede usarse el repaso escrito o
copia en lugar del repaso verbal.
La eficacia de todas las estrategias asociativas que hemos mencionado está
avalada por numerosos estudios siempre y cuanto la tarea sea meramente
reproductiva y no productiva. En caso de que se trate de una tarea que
requiera dominar el significado o la relación entre sus elementos, el aprendizaje
asociativo será ineficaz y habrá que recurrir a estrategias de aprendizaje por
reestructuración.
3.3
Estrategias de reestructuración
Dentro de las estrategias que recurren a conectar los materiales de aprendizaje
con conocimientos anteriores, situándolos en estructuras de significado más o
menos amplias, podemos distinguir —con el fin de mantener la nomenclatura
habitual en esta área— entre estrategias de elaboración, consistentes en
buscar una relación, un referente o un significado común a los ítems que deben
aprenderse, y estrategias de organización, que implican una clasificación
jerárquica u organización semántica de esos elementos. Uno y otro tipo de
estrategias difieren en complejidad, siendo la organización la forma más
sofisticada de aprender un material, pero al mismo tiempo la más eficaz cuando
ese material está explícita o implícitamente organizado, como es el caso de
todo el conocimiento científico. Comenzaremos la exposición por las formas
más simples de estructuración para pasar más adelante a las estrategias de
organización, siguiendo el trayecto paralelo al de la propia adquisición de las
estrategias.
Elaboración
La elaboración ocupa un lugar de complejidad y dificultad de adquisición a
medio camino entre las estrategias asociativas y la estrategia de
reestructuración por excelencia, que es la organización. Esto hace que algunos
autores (por ejemplo; Mayer, 1987) sitúen la elaboración entre las estrategias
basadas en la asociación o que diferencien entre elaboración simple y compleja
(Weinstein y Mayer, 1986), siendo la primera una forma de construir
asociaciones internas entre los ítems y la segunda la conexión entre material
de aprendizaje y conocimientos previos.
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En general, las estrategias de elaboración simple se caracterizan por facilitar el
aprendizaje de un material escasamente significativo —es decir, en el que los
elementos que lo componen no están organizados— mediante una estructura
de significado externa que sirve de apoyo o andamiaje al aprendizaje, sin
proporcionarle por ello un nuevo significado. Diríamos que la estructura externa
presta su significado al material que debe aprenderse, sin que éste resulte por
ello más significativo. Son por ello estrategias muy útiles cuando los materiales
de aprendizaje son arbitrarios y de hecho la conexión de la elaboración simple
con el aprendizaje asociativo se debe a que esta estrategia ha sido identificada
en numerosas investigaciones de laboratorio basadas en el aprendizaje de
pares asociados o listas arbitrarias de palabras. Este tipo de estrategias son
muy frecuentes tanto en su uso espontáneo como en las técnicas
recomendadas para mejorar el rendimiento mnésico. De hecho, buena parte de
las mnemotecnias desarrolladas desde la Grecia antigua hasta nuestros días
se corresponden con estrategias de elaboración simple (véase Licury, 1985).
Entre las numerosas técnicas usadas para elaborar un material «desde fuera»
sin apenas modificar su estructura interna destacaríamos las siguientes:
– Palabra-clave; suele utilizarse en el aprendizaje de pares asociados y
consiste en establecer un eslabón verbal intermedio entre dos palabras
que deben asociarse pero que no tienen una relación significativa entre
sí. La palabra-clave suele estar conectada superficialmente —por su
ortografía o pronunciación— con uno de los elementos del par y
relacionada por su significado con el otro. Esta técnica ha sido muy
utilizada para la enseñanza del vocabulario de lenguas extranjeras (por
ejemplo, Raugh y Atkinson, 1975; Levin et al., 1982). Así, una persona
que esté estudiando inglés puede recordar la asociación fear-miedo
mediante la palabra-clave fiera. Se ha comprobado que está técnica
produce un aprendizaje significativamente mejor del vocabulario de una
lengua extranjera (por ejemplo, Raugh y Atkinson, 1975).
– Imagen mental: una técnica muy parecida a la anterior consiste en
establecer la relación entre ambos elementos mediante una imagen —en
vez de una palabra— que los una. Así, el par relámpago-silla puede
recordarse formando una imagen de una silla partida por un rayo. La
eficacia de esta técnica está sobradamente documentada (véase
Pressley y Levin, 1983). Además, puede instruirse fácilmente a los
sujetos, incluso niños de preescolar, en su uso. No obstante, se ha
comprobado que los preescolares sólo se benefician de la instrucción
mediante imágenes impuestas —cuando el experimentador proporciona
la imagen que uno los términos— mientras que con los niños mayores es
suficiente la técnica de imágenes inducidas (sugerir la creación de
imágenes pero sin proporcionar ninguna imagen concreta).
Probablemente nos encontramos una vez más ante una deficiencia de
producción (Flavell y Wellman, 1977). La formación de imágenes se ha
usado también como método complementario a la palabra-clave en el
aprendizaje de vocabularios extranjeros. En este caso, la técnica tendría
dos fases: a) eslabón acústico entre los elementos; b) formación de
imagen a partir de esa palabra-clave. La figura 2 muestra un ejemplo de
14
esta técnica aplicada al aprendizaje del español a partir del inglés. Está
técnica mixta se ha mostrado eficaz no sólo para el aprendizaje de
vocabularios extranjeros, sino también de terminología científica,
capitales de estados y países e incluso nombres de personas (Levin,
1981). Además, es una técnica de fácil instrucción, si bien nuevamente
aparecen deficiencias de producción en niños pequeños cuando no se
proporciona explícitamente una imagen para cada caso.
– Rimas, abreviaturas, frases, etc.: estas técnicas se utilizan para aprender
listas de ítems y consisten en formar siglas, rimas, palabras o frases con
los elementos de la lista. Al comienzo del capítulo poníamos algunos
ejemplos de este tipo para el aprendizaje de la lista de los elementos
químicos. Licury (1985, p. 130 de la trad. cast.) propone una frase-clave
en francés para recordar los elementos del tercer período:
Átomo ……
Símbolo …
Frase ….
Sodio
Na
Napoleón
Magnesio
Mg
Mange
Aluminio
Al
Allégrement
Sílice
Si
Six
Fósforo
P
Poissons
Azufre
S
Sans
Cloro
Cl
Claquer
Argón
A
d’Argent
(Nalpoleón come alegremente seis peces sin agitar el dinero)
Existen muchas cancioncillas y rimas infantiles que sirven para el
aprendizaje de muy diversos materiales escolares. Muchas siglas tienen
también esta función.
– Códigos: otra forma de elaborar una lista de aprendizaje no estructurada
es utilizar un código conocido al que asociar, uno a uno, los elementos
que componen la lista. Se ha propuesto el uso de códigos verbales,
numéricos y espaciales (por ejemplo, Licury, 1985). En este último caso,
el método de los loci [lugares] atribuido a Simónides de Ceos, allá por el
año 470 a. de C., consiste en utilizar una distribución espacial conocida
(por ej., las habitaciones de una casa o las provincias de España) para
aprender una lista asociando cada uno de sus elementos a uno de esos
lugares. Se ha comprobado la eficacia de algunas de esas técnicas
basadas en códigos, si bien ésta depende del dominio previo del código
por parte del sujeto y de la facilidad para combinar esta técnica con
alguna de las anteriores (por ejemplo, formar imágenes en cada una de
las habitaciones con los elementos asociados a ella).
15
Todas las estrategias de elaboración que hemos venido comentando tienen
algo en común. En todos los casos se trata de aprender un material escasa o
nulamente estructurado mediante el recurso a una estructura externa a la que
se asocia el material. Podríamos decir que esa estructura u organización
externa actúa en paralelo, «desde fuera» del material de aprendizaje, sin llegar
a impregnarlo de su significado. En otras palabras, la elaboración simple sirve
para facilitar el aprendizaje de una lista arbitraria, reemplazando al aprendizaje
meramente memorístico o asociativo, pero no para proporcionar significado —
o estructura interna— a esa lista. En este punto difieren de las estrategias de
elaboración compleja, en las que la estructura externa pasa a ser asumida, al
menos en parte, por el propio material de aprendizaje. Este tipo de elaboración,
que conduce a formas más profundas de reestructuración, se vincula
teóricamente con las teorías del esquema (Weinstein y Mayer, 1986), uno de
los enfoques de aprendizaje predominantes en el procesamiento de
información durante las dos últimas décadas (véase para un resumen del
mismo Vega, 1984; Pozo, 1989; también capítulo 8 de este volumen). De entre
las técnicas que elaboran en profundidad los materiales podemos destacar dos
grupos esencialmente: por un lado, el uso de analogías y modelos y, por otro,
el conjunto de técnicas empleadas para elaboración de un texto escrito por
parte del lector.
– Analogía: consiste en la formación de un modelo u organización externa a
una materia que sirve para estructurar ésta. Es muy frecuente en la
enseñanza utilizar modelos, ejemplos o analogías para facilitar la
comprensión de temas particularmente abstractos o complejos para los
alumnos. A veces el intento no pasa de ser una mera ilustración, pero en
otros muchos casos se convierte en metáfora o analogía. La propia
psicología, cuando recuperó el interés por la mente y su funcionamiento,
recurrió a una metáfora externa —la analogía del ordenador digital— que
le ayudó a organizar su propio conocimiento. Como vemos, a diferencia
de otras técnicas de elaboración más simples, mediante la analogía no se
proporciona no sólo una estructura externa, paralela, sino que esa
estructura pasa a ser asumida como forma de organizar los propios
materiales. En otras palabras, la analogía transfiere su significado al área
de aprendizaje con todas sus consecuencias. Como muy bien sabemos
los psicólogos cognitivos —por ejemplo también los profesores de
Química, cuya enseñanza se basa necesariamente en modelos o
analogías— las metáforas ayudan a entender, pero a largo plazo pueden
suponer corsés difíciles de superar (algo que no sucede nunca con las
técnicas más simples). Esta resistencia a la modificación de las metáforas
una vez establecidas es sin duda una prueba de su eficacia y una
manifestación más de las exigencias cognitivas de la reestructuración
(Pozo, 1989). A pesar de su uso habitual en el aula, las analogías no
están suficientemente estudiadas como estrategia de aprendizaje. Existen
algunos estudios sobre su uso espontáneo en tareas de laboratorio (por
ejemplo, Gick y Holyoak, 1983; Sierra y Froufe, 1987), pero pocas
investigaciones sobre la instrucción en el uso de la analogía. En términos
generales, las mayores dificultades en el uso de esta estrategia parecen
proceder de la necesidad de establecer una correspondencia profunda, y
no sólo superficial, entre el modelo y el propio material de aprendizaje. En
16
otras palabras, instruir en el uso de analogías requiere del sujeto un
conocimiento profundo de las dos áreas comparadas. Por ello, recurriendo
a una terminología empleada anteriormente en relación a la formación de
imágenes como estrategia de aprendizaje, la mayor parte de los
profesores tienden a instruir a sus alumnos en analogías impuestas —es
decir, proporcionan modelos para la comprensión— pero no en analogías
inducidas —es decir, no enseñan a sus alumnos a formar analogías—. En
último extremo; la formación de analogías, como las técnicas de
organización que veremos más adelante, es altamente dependiente del
contexto y resulta difícil de enseñar más allá de dominios específicos.
– Elaboración de un texto escrito: se trataría del conjunto de actividades
realizadas por los alumnos cuando aprenden a partir de un texto. Gran
parte del aprendizaje escolar, sobre todo desde los diez-once años, se
produce a través de exposiciones verbales, sean orales por parte del
profesor o escritas, por lo que las técnicas empleadas por los alumnos
para aprender de un texto o una exposición oral se hallarían entre las
estrategias de aprendizaje de uso más común. Por su propio carácter, la
investigación en esta área se ha centrado en la comprensión de textos
escritos, siendo ésta de hecho una de las áreas más pujantes en la
investigación actual sobre aprendizaje e instrucción (véase por ejemplo,
Just y Carpenter, 1987; también, de modo más resumido; García
Madruga y León, 1989; Reder, 1985). Obviamente, los dos elementos
fundamentales para la comprensión de un texto son la forma en que éste
está construido y las actividades que realiza el sujeto durante su lectura.
Centrándonos en estas últimas, el sujeto debe elaborar el texto a partir de
sus conocimientos previos. Se han investigado diversas técnicas para la
elaboración de textos por parte del lector (véase García Madruga y León,
1989; Meyer, 1987; Reder, 1985) Una de las estrategias más frecuentes
es la elaboración de resúmenes. Diversos estudios han mostrado que la
instrucción explícita en técnicas de resumen produce un mejor
aprendizaje que las estrategias de aprendizaje a partir de textos usadas
espontáneamente por los alumnos. Para ser eficaz, el resumen debe
captar la macroestructura del texto en lugar de su microestructura o sus
detalles particulares (Danserau, 1985). Parece que los resúmenes que
hacen espontáneamente los alumnos suelen centrarse con demasiada
frecuencia en aspectos de detalle en lugar de en los rasgos estructurales
o ideas centrales del texto. De hecho, una mayor frecuencia o rutina en el
uso de resúmenes parece desviar éstos hacia la microestructura del texto
(Danserau, 1985). Otra técnica de elaboración frecuentemente empleada
por los alumnos y que, no obstante, requiere instrucción adicional es la
toma de notas. Carrier y Titus (1981) diseñaron un sistema para enseñar
a los alumnos a tomar notas: a) distinguiendo entre información
subordinada y supraordinada; b) abreviando en palabras; c)
parafraseando o utilizando sus propias palabras; y d) utilizando
subrayados. El entrenamiento en esta técnica producía un mejor
aprendizaje de textos científicos. Otras estrategias de elaboración
estudiadas incluirían la formulación de preguntas, la comparación, la
comprobación de objetivos, etc. Estas últimas técnicas, al igual que
algunas de las anteriores, tienen por objeto no sólo elaborar el texto, sino
17
sobre todo organizar sus ideas, relacionando las ideas presentes en el
texto con los conocimientos previos del sujeto. Esta es de hecho la
principal función de las estrategias de aprendizaje basados en la
organización.
Organización
Las estrategias de organización consisten en establecer, de un modo explícito,
relaciones internas entre los elementos que componen los materiales de
aprendizaje. Dado el carácter constructivo de los procesos de aprendizaje, la
elaboración de esas conexiones dependerá de los conocimientos previos que
el sujeto pueda activar. Por ello se trata no sólo de las estrategias más
complejas, sino también de las que requieren una implicación más activa, o un
mayor esfuerzo de aprendizaje, por parte del sujeto.
La forma más simple de organizar un material de aprendizaje es clasificar los
ítems de modo ordenado. Por ejemplo, una persona que tiene que salir a
comprar diversas cosas para la casa, puede clasificarlas en función de las
tiendas o departamentos donde debe comprarlas (por ejemplo, droguería,
librería, ferretería, etc.) o de las habitaciones a las que están destinadas (por
ejemplo, cocina, cuarto de baño, etc.), con el fin de no olvidar ninguna.
Obsérvese que en este último caso —la organización de las compras por
habitaciones— la estrategia difiere de la técnica de elaboración basada en los
loci en que en el caso presente las categorías están relacionadas con la propia
función o significado del objeto comprado (es decir, no es arbitrario que la
cortina de baño se incluya en la categoría «cuarto de baño»), mientras que en
la estrategia de los loci la asignación de los ítems a los lugares era en principio
arbitraria. Esta es la principal diferencia entre las estrategias de elaboración —
especialmente las simples— y de organización: al elaborar un material de
aprendizaje se intenta facilitar su recuperación, pero sin que ello
necesariamente altere el propio significado del material, mientras que al
organizarlo se pretende precisamente facilitar su recuperación mediante un
mayor número de conexiones o relaciones internas, es decir, dotando de un
mayor significado a los elementos que componen ese material.
Se ha comprobado que la clasificación de los ítems en grupos que comparten
características comunes es una estrategia que los niños de once-doce años
usan espontánea y habitualmente. Sin embargo, a edades más tempranas esa
estrategia puede estar disponible aun cuando no se use de modo espontáneo,
mostrando una vez más la pauta característica en la adquisición de las
estrategias de aprendizaje recogida en la tabla 6. A los cinco-seis años, los
niños ni usan la clasificación ni pueden ser entrenados para usarla
eficientemente. En cambio, a los siete-ocho años se observa la característica
«deficiencia de producción», cuando los niños pueden ser entrenados para
usarla pero no la usan espontáneamente, en muchos casos ni siquiera tras la
instrucción (véase Brown et al., 1983; Flavell, 1985).
Sin embargo, la clasificación no es sino la más simple de las formas de
organizar un material. En realidad, toda clasificación debe acabar conduciendo
a la elaboración de taxonomías o clasificaciones jerárquicas, cuyo uso como
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estrategia de aprendizaje resulta bastante más tardío y difícilmente puede
considerarse espontáneo, ya que depende por completo de la instrucción.
Diversos estudios muestran que una de las diferencias esenciales entre las
personas novatas y expertas en un área determinada, es la forma en que
clasifican u organizan jerárquicamente esa área (por ejemplo, Chi, Glaser y
Rees, 1982; Pozo, 1987). Igualmente varias teorías del aprendizaje aplicadas a
la instrucción coinciden en que la principal función de la instrucción debe ser
ayudar al alumno a construir, según la feliz expresión de Vygotsky (1934), una
«pirámide de conceptos» (véase también Pozo, 1989). Por ello, la forma más
eficaz —aunque también la más compleja— de adquirir cuerpos organizados
de conocimiento es precisamente aprender a organizarlos de modo jerárquico.
En los últimos años se han elaborado diversos programas de instrucción con el
fin de proporcionar a los alumnos, generalmente adolescentes o universitarios
de primeros cursos, esta estrategia de aprendizaje. Resumiremos a
continuación tres de estos intentos:
– Construcción de redes de conocimiento (Networking). Este programa
diseñado por Danserau y colaboradores parte de la idea de que, en
palabras de su autor, «el material debe transformarse en redes o mapas
de conexiones entre nodos. Durante la adquisición, el alumno identifica
los conceptos o ideas importantes (nodos) y representa sus
interrelaciones (conexiones) en forma de un mapa de redes. Como ayuda
para esta labor, se enseña a los alumnos una serie de conexiones
etiquetadas que pueden usarse para codificar las relaciones entre ideas»
(Danserau, 1985, p. 221). En la construcción de esa red de
conocimientos mediante su organización jerárquica explícita se
diferencian tres tipos de estructura: jerarquías, cadenas y racimos. La
tabla 7 muestra las conexiones posibles en cada una de esas estructuras,
así como los rasgos principales de éstas. Los datos existentes parecen
avalar un mayor aprendizaje en los sujetos instruidos en esta técnica, si
bien dicha instrucción parece bastante costosa, ya que suele requerir
más de veinte horas de entrenamiento (véase Danserau, 1985).
– Estructuras de nivel superior. Meyer ha desarrollado una técnica par
enseñar a los alumnos a organizar su aprendizaje, cuando éste se basa
en el uso de textos expositivos. La técnica consiste en instruir a los
sujetos en discriminar cinco tipos de estructuras de nivel superior (ver
tabla 8) e identificar ante cada texto el tipo de estructura que se
corresponde con él. Según comprobaron Meyer, Bandt y Bluth (1980) los
alumnos considerados buenos lectores mostraban, como consecuencia
de la instrucción, un mayor aprendizaje de los rasgos estructurales o
ideas centrales del texto que los que los no entrenados en ella.
19
Tabla 7. Estructuras identificadas por Danserau (1985) con sus características esenciales
Estructura
Jerarquía
Cadena
Racimo
Conexión
Parte (de)
Mano
Descripción
Palabras-clave
El contenido de un nodo inferior es parte del
objeto, idea, proceso o concepto contenido en parte de
P un modo superior
segmento de
dedo
porción
Tipo (de)/
El contenido de un nodo inferior es un
Ejemplo
miembro o ejemplo de la clase o categoría de tipo de
(de)
los procesos, ideas, conceptos u objetos
categoría
escuela
contenidos en un nodo de nivel superior
ejemplo de
I
clase de
pública
hay tres “X”
Lleva a
El objeto, proceso, idea o concepto de un
lleva a
práctica
modo lleva a —o concluye en— el objeto,
concluye en
II proceso, idea o concepto de otro nodo
causa
perfección
es un medio para
produce
Analogía
El objeto, idea, proceso o concepto de un
nodo es análogo a, similar a, correspondiente similar a
Universid.
a, o igual al objeto, idea, proceso o
análogo a
a
igual a
concepto de otro nodo
se corresponde con
factoría
Característica El objeto, idea, proceso o concepto de un
tiene
ciclo
nodo es un rasgo, aspecto, cualidad,
se caracteriza por
c característica, atributo o detalle del objeto,
rasgo
azul
idea, proceso o concepto de otro nodo
propiedad
aspecto
atributo
Evidencia
El objeto, idea, proceso o concepto de un
indica
nodo proporciona evidencias, hechos datos,
ilustra
brazo
apoyo, pruebas, documentación o
demuestra
roto
confirmación para el objeto, idea, proceso o
apoya
concepto de otro nodo
documenta
c
prueba
rayos X
confirma
muestra
20
Tabla 8. Estructuras de nivel superior identificadas por Meyer
Estructuras
de nivel
Definición
superior
Covariación …………………… Relación causal entre antecedente y consecuente.
Comparación …………………. Semejanzas y diferencias entre dos o más objetos o ideas.
Colección ……………………… Varios objetos o ideas pertenecen al mismo grupo o pueden
formar una secuencia en el tiempo o en el espacio.
Descripción ……………………. Afirmación general con el apoyo de detalles, atributos,
explicaciones o contextos.
Respuesta …………………….. Pregunta y respuesta, problema y solución o comentario y réplica
– Mapas conceptuales. A partir de la teoría del aprendizaje de Ausubel,
Novak (1985; Novak y Gowin, 1984; Moreira y Novak, 19988) ha
diseñado una técnica de instrucción que tiene por objeto desarrollar en
los alumnos la capacidad de «aprender a aprender». La técnica se basa
en enseñar a los alumnos a elaborar dos tipos de mapas: los mapas
conceptuales —o diagramas que representan los conceptos de un
determinado área y las relaciones entre ellos (ver figura 3— y los mapas
v —basados en la V epistemológica de Gowin (Nocak y Gowin, 1984),
que son un instrumento heurístico para ayudar a los alumnos a tomar
conciencia de los elementos implicados en la producción o construcción
de nuevos conocimientos (figura 4).
21
22
23
Aunque inicialmente ambas técnicas se introdujeron con alumnos
universitarios, su uso se ha extendido a otras edades, adaptándose incluso
para niños de siete y ocho años. Por ejemplo, en el caso de los mapas
conceptuales Novak y Gowin (1984) proponen una larga y detallada lista de
actividades para introducir su uso desde el inicio de la enseñanza escolar hasta
la Universidad. Según estos autores, la visualización de las relaciones entre
conceptos en forma de diagrama y la necesidad de especificar esas relaciones
mediante la construcción de su propio mata conceptual de un área o un tema
permiten al alumno una más fácil toma de conciencia de sus propias ideas y de
las inconsistencias de éstas. De esta forma, la técnica de Novak basa su
eficacia en fomentar el metaconocimiento del alumno y se apoya en la
creciente importancia que las teorías del aprendizaje y la instrucción vienen
concediendo a la toma de conciencia en el cambio cognitivo (para una revisión
véanse Moreno, 1989 o Pozo, 1989). Esta insistencia en el metaconocimiento
viene reforzada por el uso de los mapas V, que pretenden fomentar la
vinculación entre el conocimiento teórico y la actividad práctica a partir de unas
preguntas iniciales que centran la conciencia del alumno sobre la relación entre
realidad y conceptualización (véase Novak, 1985 y Gowin, 1984).
De esta forma vemos que las estrategias de organización, las más complejas y
sofisticadas de entre las estrategias de aprendizaje, nos devuelven a la
compleja red de relaciones entre los procesos cognitivos que se resumía unas
páginas más atrás en la figura 1. La aplicación eficaz de este tipo de
estrategias requiere altas dosis de metaconocimiento por parte del sujeto, ya
que de hecho sólo se puede aprender a aprender mediante una mayor reflexión
sobre las formas en que habitualmente uno aprende. Es esta la dirección que
están tomando la mayor parte de los programas de entrenamiento en
estrategias de aprendizaje o los diseños curriculares orientados a este fin.
Frente al uso repetitivo de técnicas sencillas, que el alumno aplicaba
mecánicamente, la transmisión de habilidades para el estudio y el aprendizaje
se dirige cada vez más hacia el fomento de un mayor metaconocimiento en los
alumnos (por ejemplo, Entwistle, 1988; Nisbett y Schucksmith, 1987; Selmes,
1988). De hecho, no podría ser de otro modo, ya que mediante las estrategias
de aprendizaje lo que hace el alumno es, ante todo, obtener un mayor
aprovechamiento de sus procesos de aprendizaje. Un buen piloto debe conocer
el motor de su automóvil. Pero en este caso, el piloto es al mismo tiempo su
propio ingeniero y ese mayor conocimiento llevará, sin duda, a aumentar la
potencia y reducir el consumo de su motor. Al fin y al cabo, las relaciones entre
conciencia y aprendizaje son recíprocas, y unas mejores estrategias de
aprendizaje permitirán sin duda disponer de mejores procesos de aprendizaje.
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