La mañana del sábado 22 de Diciembre de 1894, mientras en Francia, en un ejemplo de vileza indecente, se condenaba a cadena perpetua por alta traición al capitán Dreyfus, en España, el país estaba prácticamente paralizado, y no por la noticia francesa, sino porque ese día se celebraba el sorteo de la lotería, que en su nuevo formato, aparecido dos años antes, se bautizó como “Sorteo de Navidad”, aunque pasaron cinco años hasta que este nombre apareciese impreso en los boletos. Por entonces aun no existían las bolas de madera de boj, eso no llegaría hasta 1913, hasta entonces entonces el sorteo se hacia con papeles. La emoción en la calle era palpable y la cosa no era para menos, el premio principal eran 3 millones de pesetas al numero, no obstante en los periódicos de la época se hablaba en general de 12 millones, ya que el conteo por reales era mucho mas normal que el conteo por pesetas, el segundo premio tampoco estaba nada mal, eran 2 millones de pesetas y el tercero un millón. Estas cantidades eran una autentica fortuna, ese mismo año se había licitado la plaza de maestro en Garganchón por 406,25 pts anuales, mas casa y retribuciones, el pago normal en otros pueblos oscilaba entre las 300 y las 500 pesetas, si bien posiblemente este es un mal ejemplo ya que por entonces los maestros tenían merecida fama de malpagados, la frase “Pasar más hambre que un maestro de escuela”, no era gratuita. Un cordero costaba 10,5 pts. el jornal normal de un oficial eran 3'75 pts. y el de peón 2 pts, el premio equivalía al sueldo de 2667 años de un oficial que trabajase 300 días al año. En definitiva, ganar el gordo con numero completo convertía en rico no solo al premiado sino también a su descendencia, el premio era, proporcionalmente, mucho mayor entonces que ahora, así que no había español, desde un humilde pastor, al propio primer ministro, que no jugase una participación por pequeña que fuese, y, por supuesto, todos estaban deseosos por conocer el resultado del sorteo. El sorteo también había despertado gran interés en los países vecinos, así se habla de que a Francia fueron a parar bastantes números y en Portugal se establecieron controles en la frontera para impedir que llegasen decimos al país, de hecho, según un periódico que cita a otro de la localidad portuguesa de Elvas, un señor fue detenido en la frontera y registrado exhaustivamente hasta que le encontraron una participación escondida en un zapato, “El portador del contrabando fue preso y multado en 100,000 reis” El sorteo Entrarían en la rifa 54000 números que salían a un precio de 500 pesetas, que era un dineral, estaban divididos en 10 décimos de 50 pts, si bien, ya por entonces, lo común era jugar participaciones de menor cuantía realizadas por el propio comprador del décimo, que en algunas ocasiones, seguro que por descuido, hacían mas participaciones de las que debían. Decía el diario El Imparcial del domingo 23/12/1894: “Desde la madrugada había cola en la Casa de la Moneda para ver el sorteo y antes de las nueve se vendieron á 4 y 5 pesetas los buenos sitios. Cuando se abrieron las puertas había cerca de dos mil personas poniendo sitio al edificio y se produjo un tumulto grande. Gritos, empujones, atropellos; de todo hubo, y más hubiera habido sin la presencia dé un capitán y varios guardias de orden público. El escándalo tomó tales proporciones, que por orden de la autoridad se cerraron las puertas, dejando sólo ,una entrada franqueable a las personas autorizadas para penetrar en el edificio. Hasta se dice que los del orden tuvieron que sacar los sables.”. Aprovecho la cita de esta primera noticia para decir que por entonces, algunos periódicos no tenían ningún problema en inventar, añadir o quitar datos por su cuenta, sin que se resintiese gran cosa su código ético profesional (Vamos igual que ahora, pero quizás un poco mas exagerado, por cierto un ejemplar de este periódico costaba 5 cents, un periódico hoy cuesta unas 250 pts, el precio se ha multiplicado por 5000) Continuaba así el periódico: Empezó el sorteo con un síntoma de mal agüero: del tribunal formaba parte un señor tuerto. ¡Cómo había de tocar el premio gordo en Madrid y ni aun siquiera en España! Él gordo se fué lo más lejos posible, como verá el curioso lector. Es un dato para los que se rien de la bicha y demás supersticiones. A las diez y tres minutos empieza á dar vueltas el bombo. El primer premio que sale es uno de 60.000 pesetas para el número 884. No es para Madrid, sino para Oviedo. A medida que sigue el sorteo aumentan la impaciencia, ó mejor dicho, la ansiedad del público. A las doce salen un premio de un millón y otro de 20.000 pesetas. Eran los precursores del gordo el 8.653, eran las doce y veinte. La voz infantil del colegial de San Ildefonso canta: ¡El 8.653! Y casi á continuación: ¡Premio, tres millones de pesetas! Los concurrentes se miran unos á otros con curiosidad, buscando entre ellos al ganancioso. De todos los pechos sale un suspiro de tristeza y de desilusión. El ganancioso no está allí. Bien pronto se sabe que el premio gordo ha caído en Burgos. Una de las notas curiosas de la jornada de ayer fué el match entre los corresponsales de los periódicos de 3 provincias para ver quién se adelantaba a telegrafiar antes que nadie á su periódico los resultados principales del sorteo, es decir, los números de los premios mayores. Bicicletas, coches de lujo, simones, caballos y chicos corredores, escalonados para «correr» los números, tomaron parte en la carrero, cuya pista se extendía desde la Casa de la Moneda hasta la Central de telégrafos. Ganaron, según nos han dicho, los corresponsales que emplearon los caballos (suponemos que de carrera). Muy pronto corrió la noticia de que “el Gordo”, para disgusto de los madrileños, había sido vendido en Burgos, ciudad que nunca había tenido tal fortuna, las noticias no aclaran en que administración de las dos que había por entonces en la capital, sitas, ambas, en el paseo del Espolón, si fue en la 451 de Don Julián Jiménez o en la 452 de Doña Clotilde Gil. Así escribía el Diario de Burgos: “por todas partes con la rapidez del rayo, comenzó la gente á consultar papelitos que representaban otras tantas participaciones. Pero ¡oh decepción! El venturoso mortal poseedor del gordo no parecía por ninguna parte. Los que habíamos soñado con multitud de familias pobres enriquecidas repentinamente por arte de encantamiento; los que creíamos que la fortuna, cansada de mostrarse huraña con Burgos, sonreía una vez siquiera, habíamos hecho sencillamente una plancha. En la administración principal de la localidad, adonde acudió enseguida mucha gente, nos dijeron la horrible verdad. El billete número 8.653, con otros cinco, embarcóse hace algunos meses para la Habana, y allí estará tranquilo en poder de D. Manuel Alarcia,que fué quien lo adquirió en la administración del Espolón.” El billete había sido adquirido el 9 de Agosto, y hubo que pedirlo a Madrid, ya que en ese momento aun no se habían distribuido los billetes, el afortunado comprador ademas de este billete había adquirido alguno mas, no queda claro si cuatro, cinco o diez mas, en esto no se ponen de acuerdo los periódicos, pero parece que en total fueron cinco billetes, lo que suponía un desembolso de 5000 pts. Lo que llevo a escribir a un periodista: El afortunado comprador Don Manuel Alarcia era natural del distinguido pueblo serrano de Garganchón de donde había salido, hace ya bastantes años, para establecerse en la Habana allí tenia un negocio en la plaza del vapor llamado “el Baratillo”, aunque otros periódicos indican que tenia una librería, Don Manuel había venido a Burgos a visitar a sus hijos, una hija en el convento de Saldaña, un segundo estudiante en el instituto y pupilo en la casa de Don Lucio Tejada y Tobalina, este ultimo preguntado por un periodista reconoció que su padre le había entregado una participación de cinco pesetas pero que ignoraba si era del numero ganador (¿???, quizás la participación estaba en la Habana) y otro mas en el seminario conciliar de San Jerónimo. Al comprarlos, acompañábale su íntimo amigo don Claudio Gutiérrez, comerciante establecido en la Plaza Mayor nº 6, el cual tiene hoy el sentimiento de no haberse quedado con la más mínima participación. “El Sr. Alarcia parecía que tenía grandes seguridades de que le iba a tocar algún premio, porque encargó con gran encarecimiento al dueño de la lotería, Sr. Jiménez, que le telegrafiara hoy á la Habana el resultado del sorteo, dejándole telegramas cifrados para cada uno de los premios, aun para los de ochenta mil pesetas” Miembro de la “Sociedad Benéfica Burgalesa De La Habana” de la que ese año era vocal, de esta sociedad era presidente y fundador Don Fidel Alonso de Santocildes, esto es, el “General Santocildes” por entonces solo coronel, allí promovió la construcción de un monumento al Cid Campeador, el héroe burgalés por antonomasia, a cuya financiación contribuyó aportando una importante suma. “Cuenta la Sociedad con 202 socios en esta forma; 27 de 1,5 pesos, 21 de á peso y 154 de á medio peso, y si en la actualidad no es mayor el número débese á haberse embarcado con dirección á su querida provincia muchos de ellos, entre los cuales se cuentan los vocales Pedro Gómez Mena, D. Saturnino Sainz, D. Manuel Alarcia y D. Eusebio Mendivil “ El diario el Imparcial del domingo 23 contaba: “ El afortunado español á quien la suerte ha otorgado un premio de tres millones de pesetas como aguinaldo para estas Pascuas, es lo que en algunas provincias se llama, un indiano, pero un indiano clásico. Salió de España muy joven, sin destino alguno, animado del deseo de hacer fortuna, como tantos otros, y sin otros elementos que su laboriosidad, su energía y su fe en que con el trabajo se llega á todo. Trabajó en efecto y sus principios fueron difíciles cual ocurre á todo emigrante. Pero poco á poco fue subiendo y captándose la confianza de las personas con quien trataba y logró conseguir, andando los tiempos, una administración de loterías en Cuba. Aquella prosperidad y la relativa holgura que le daba la administración, no fueron perdidas para el Sr. Alarcia, quien las empleó en estudiar el bachillerato, primero, y en hacerse abogado, después. Este solo hecho demuestra que el ganancioso del premio gordo es un hombro de fibra para el trabajo y que la fortuna no ha sido del todo ciega esta vez al distribuir sus favores. Con los ahorros que hizo en la administración de loterías, el Sr. Alarcia, espíritu emprendedor, puso en la Habana un baratillo desde supo aumentar su peculio hasta convertirla en verdadera fortuna. Una desgracia vino entonces á sorprenderle. Su baratillo estaba en la plaza del Vapor y esta plaza quedó destruida por un incendio. El emigrante cambió entonces de rumbo. Con el dinero que le quedaba, que según parece no era poco, y con el crédito que su buena conducta durante años enteros le había granjeado, puso, no un baratillo, sino una librería, en la que se cree ha acrecentado su caudal. Prueba de que no debe hallarse pobre, son su viaje á España este año y el hecho de haber comprado seis billetes enteros de la lotería de Navidad, cosa que no puede hacer un cualquiera. Lo que no se sabe es si el Sr. Alarcia compraría los billetes para sí propio o para repartirlos en participaciones á los parroquianos de su librería.” Esplendido periódico este que al día siguiente ya sabia tantas cosas de Don Manuel, y que fue el único en dar tantos detalles, desde luego es cierto que hubo un incendio “En la madrugada del 7 de septiembre de 1872, un voraz incendio destruyó totalmente el inmueble” , fue reconstruido dos años después. Si en 1872 le había dado tiempo a llegar a la Habana, estudiar bachiller y abogado, Hay que reconocer que tiene buena planta el garganchonero