Subido por Emiliano Grillo Soria

¿Cómo evitar el autoritarismo climático - El Dipló

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eldiplo.org marzo 2024
https://www.eldiplo.org/297-la-construccion-del-enemigo/como-evitar-el-autoritarismo-climatico/
¿Cómo evitar el autoritarismo climático?
Nuria Vega
13-17 minutos
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Después de haber provocado inquietud el año pasado al pretender “preparar a nuestro país
(Francia) para un aumento de las temperaturas de 4 grados” (1), el ministro de transición
ecológica Christophe Béchu lo volvió a hacer al término de la 28a Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (COP28). Al anunciar su plan de adaptación al cambio
climático el 19 de diciembre último (2) declaraba: “Anunciar un incremento de 4 grados no
signi ca ser pesimista, es apoyarse con total exactitud en lo que nos dicen los especialistas del
Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) y de las Naciones Unidas,
con una evolución tendencial de variación, al día de hoy, de 2,8 a 3,2 grados a escala mundial, lo
que corresponde a 4 grados para nuestro país”.
Disfrazado de pragmatismo, este acercamiento al problema presupone que los acuerdos
internacionales no se van a cumplir y no podrán imponer una “atenuación” su ciente al
recalentamiento mediante la reducción de las emisiones de gas con efecto invernadero. Invocar
permanentemente la adaptación presenta la ventaja de postergar sine die decisiones
políticamente costosas respecto de la atenuación. Hoy, las políticas de atenuación y adaptación
se presentan dentro de un sistema ingenuo de vasos comunicantes en el cual las segundas
tienen que compensar los incumplimientos de las primeras.
Esa estrategia enmascara hipótesis implícitas que se ven cuestionadas por algunas evidencias.
Supone un ajuste paso a paso a los impactos del cambio climático, al modo de un dique que se
levantara hilera por hilera de ladrillos en tiempo real, soslayando que los medios para construirlo
estarán cada vez menos disponibles en un tejido económico, industrial y político cada vez más
restringido y propenso a desarmarse a una escala desconocida. Aunque el Grupo 2 del IPCC
(Impactos, Adaptación, Vulnerabilidad) utiliza la hipótesis de trabajo de una estabilidad política y
económica, reconoce que más allá de +1,5°C, su evaluación de las perspectivas de adaptación
se deriva de un ejercicio intelectual especulativo en respuesta a un problema mal de nido. Esto
lleva a Hans-Otto Pörtner y Debra Roberts, copresidentes del Grupo 2, a repetir que la
adaptación a +4°C es imposible (3). El IPCC también lleva por el mal camino a los responsables
políticos al optar por una posición supuestamente apolítica, pero con un modelo económico
constante, dentro de una visión de “desarrollo sostenible” que excluye los riesgos de ruptura y
crisis.
Sobre estas bases, hacen furor las estrategias de adaptación reduccionistas que compartimentan
la cuestión global en una multitud de problemas técnicos locales e independientes, cuando
incluso el muy modesto acuerdo nal de la COP28 subraya su inanidad: “El impacto del cambio
climático es en general transfronterizo e implica riesgos en cascada”. No se pueden ignorar las
interacciones a escala mundial. También es ilusorio ignorar las retroalimentaciones no lineales.
Por ejemplo: el aumento de los megaincendios forestales dejará los suelos expuestos,
haciéndolos lixiviables y menos capaces de almacenar agua de lluvia, lo que aumenta la presión
sobre los recursos hídricos durante las olas de calor, que de por sí son cada vez más frecuentes.
Esto traerá di cultades a las economías, que serán menos capaces de luchar contra la
degradación medioambiental.
Falso tecnosolucionismo
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Es cierto que la técnica puede desempeñar un papel a la hora de afrontar determinados desafíos
medioambientales. Pero un razonamiento “por separado” –basado únicamente en
consideraciones técnicas– escamotea el problema de un ajuste, imposible por razones
sistémicas, entre el mundo físico y el voraz crecimiento económico, tal como diagnosticó el Club
de Roma hace ya 50 años (4). Además, como precisa el geólogo Olivier Vidal, coordinador de la
red europea Era-Min, “la disponibilidad de recursos minerales terrestres y energéticos hace
peligrosa la transición energética, que a su vez conduce a un sobreconsumo”.
Ahora el tecnosolucionismo aparece en todas partes, por ejemplo cuando Béchu propone discutir
los “sistemas de referencia, normas o reglamentos técnicos” (5). Podemos apostar que lo que se
hará es intentar exibilizarlos. La historia demuestra que, debido a un sesgo optimista, los daños
asociados con las soluciones tecnológicas muchas veces se ignoran, aunque exijan una
adaptación de las sociedades humanas y de los entornos a tecnologías igual de complejas que
dejan en evidencia la precariedad de lo viviente –como en el caso de la energía nuclear–.
Así, un deslizamiento semántico extremadamente rápido en los medios de comunicación permitió
convertir la propuesta éticamente inaceptable de la geoingeniería climática en una solución
razonable de repliegue. Valiéndose de la notoriedad pasada de sus miembros procedentes del
mundo político, como su presidente Pascal Lamy, un in uyente grupo está sembrando la duda
sobre los bene cios que cabe esperar de la Modi cación de la Radiación
Solar (MRS). Al mismo tiempo que reclama una “moratoria” de los Estados sobre el despliegue de
la MRS, que se presenta como “altamente incierta, con efectos imprevistos o potencialmente
indeseables”, este grupo de presión pide una profundización en la investigación sobre el tema y
su puesta en contexto (6). Destilando anuncios sensacionalistas, aunque cientí camente
infundados, los promotores del tecnosolucionismo desvían la atención del despliegue alternativo
de soluciones técnicamente plausibles, socialmente justas y éticas.
Con la geoingeniería climática, el “sistema técnico” descripto por Jacques Ellul en 1977 se
impone hoy más allá de los meros seres humanos: ahora se trata de dominar la totalidad del
medio ambiente, tanto biótico como abiótico. Después de haber manufacturado las sociedades
humanas, los paisajes, los cursos de agua y la biosfera, se trataría ahora de “termostatar” la
atmósfera y hacerla “adaptable” a la demanda. Signo de los tiempos, se olvidaron las
advertencias de Peyo en Le Schtroumpfeur de pluie (1969), que pone en escena un con icto
alrededor de la arti cialización del clima. El sistema técnico se autonomiza, se externaliza, y
ahora habría que someterse a este nuevo Leviatán.
El ambiguo concepto de adaptación darwiniana se utilizó para someter a las sociedades
humanas.
Detrás de los reacomodamientos adaptativos se esboza un proyecto de control total del mundo
físico, una hybris que se ancla en una tradición prometeica de creencia en el progreso técnico. La
Ilustración marcó esta evolución, cristalizada por la desafortunada y desde entonces travestida
formulación de Descartes cuando nos invita a “convertirnos en amos y señores de la Naturaleza”.
El capitalismo y las experiencias socialistas, a través de las revoluciones industriales, se basaron
después en el extractivismo, convirtiendo a la naturaleza en un recurso externo monetizable. En
esa línea, los bosques ofrecerían un potencial de descarbonización de la atmósfera, y ya no
serían ecosistemas esenciales para los equilibrios biofísico-químicos que condicionarían lo
viviente: los proyectos de plantación masiva (1.000 millones de árboles en Francia de aquí a
2030) justi can entonces el apoyo a determinados sectores, como la aviación, mediante un
mecanismo de “compensación” del carbono.
El sueño neoliberal
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El ambiguo concepto de adaptación darwiniana se utilizó para someter a las sociedades
humanas. En biología, la adaptación designa tanto la diferencia de desempeño entre distintos
sujetos como su resultado, es decir, el estado obtenido por caracteres que tienen ventajas dentro
de un medio dado. Recientemente, bastó con que la extrema derecha encontrara ahí un paralelo
oportuno con la adaptabilidad humana al calentamiento global para que la adaptación darwiniana
se convirtiera en un recurso mediático omnipresente. Es cierto que las poblaciones humanas se
adaptaron a entornos muy diferentes mediante la selección de genes favorables o gracias a su
plasticidad fenotípica, pero en una escala de tiempo completamente distinta. La presencia de una
especie dentro de un medioambiente no signi ca que se encuentre en su óptimo adaptativo. La
supervivencia no es comodidad. ¿Habría que aceptar entonces la plani cación del sufrimiento y
la muerte?
A lo largo del siglo XX, la adaptación darwiniana se convirtió en un mantra neoliberal, tal como lo
describe Barbara Stiegler (7). Sin embargo, el medioambiente concebido por los liberales no era
inicialmente el mundo físico y biótico, sino el de la sociedad industrial. Los neoliberales,
constatando la inadaptación de la especie humana a este entorno, recurrieron a las políticas
públicas y la “fábrica de consentimiento” (8) para forzar la adaptación.
Según el historiador Jean-Baptiste Fressoz, es “sin decirlo, sin debatirlo [como] los países
industriales eligieron el crecimiento y el calentamiento global, y se con aron a la adaptación” a
partir de los años setenta.
Así, la aplanadora de la sociedad industrial no encuentra más que una servidumbre voluntaria
incapaz de obstaculizar su despliegue, que “asimila” las culturas del mismo modo que “adapta”
el mundo físico y el conjunto de lo viviente. Se cruzaron dos umbrales: las sociedades humanas,
y después todo el mundo físico y biótico se convirtieron en externalidades negativas del sistema
técnico. Esta inversión absoluta de la subordinación completa el proyecto neoliberal de garantía
de las ganancias capitalizadas mediante el control político total de todas las “esferas” de la
Tierra.
Como era de esperar, la degradación de los ecosistemas, y más generalmente del entorno, se
acompaña de una resistencia activa por parte de las sociedades humanas. En todo lugar los
militantes ecologistas son blanco de la represión: represión moral cuando el ministro del Interior,
Gérald Darmanin, pretende corromper la herramienta legislativa para amordazar las resistencias,
represión física cuando los militantes son asesinados o mutilados por las fuerzas del orden, como
ocurrió en Sivens en octubre de 2014, o en Sainte-Soline en marzo de 2023. Estos síntomas
revelan que, para seguir expandiéndose, la sociedad industrial no tiene otro camino que la
coerción, mientras aumentan el desorden medioambiental y las reacciones de la sociedad. La
analogía con la física es seductora: si no se quiere que aumente la entropía (desorden) de un
sistema termodinámico cuya energía total va en aumento, basta con aumentar la presión. Pero de
ahí a pensar que la vía autoritaria simpli caría la implementación del proyecto adaptativo
vigente...
1. France Info, 22 -02-2023.
2. Le Monde, 12 -06- 2023.
3. Le Monde, 12 -06 -2023.
4. “En 1972, l’avertissement du Club de Rome”, Manière de voir, N° 167, octubre de 2019.
5. Arco de calentamiento de referencia para la adaptación al cambio climático (TRACC), ministerio
de transición ecológica y cohesión de los territorios, 2023.
6. “Réduire les risques de dépassement climatique”, Commission sur le dépassement climatique,
septiembre de 2023.
7. Barbara Stiegler, Il faut s’adapter, Gallimard, col. “NRF/Essais”, París, 2019.
8. Walter Lippmann, Public Opinion, Harcourt, Brace and Company, 1922.
9. Véase Le Monde, 25 de septiembre de 2023.
10. “Les quatre degrés de l’apocalypse”, Le Monde diplomatique,
París, diciembre de 2023.
* Respectivamente: Miembro del colectivo Rebelión. Cientí ca, geógrafa, ingeniera e
investigadora en el Institut national de recherche pour l’agriculture, l’alimentation et
l’environnement (INRAE). / Miembro del colectivo Rebelión. Geofísico, director de investigación en
Ciencias de la Tierra en el Centre National de la Recherche Scienti que (CNRS). / Miembro del
colectivo Rebelión. Genetista de poblaciones, responsable de investigación en el
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INRAE.
Traducción: Merlina Massip
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Al presentar el calentamiento global como una fatalidad a la que habría que adaptarse, el
gobierno despolitiza el debate y profetiza la gestión capitalista autoritaria de los inevitables
desórdenes medioambientales. Este enfoque se presenta como la única
alternativa entre el ecofascismo, impulso colectivo de supervivencia, y el carbofascismo,
populismo de derecha ecocida encarnado por el argentino Javier Milei o el estadounidense
Donald Trump, que consumará el declive de una sociedad que se volvió decididamente
inadaptable. El plazo no está tan lejos: ¿no plantea el “Proyecto Manhattan para la Transición
Ecológica”(9), promovido por ciertos cientí cos en Francia, los albores de este autoritarismo? Su
título marcial, que hace referencia al proyecto que terminó en la primera bomba atómica, la
con scación del futuro común por parte de una élite autoproclamada, sustraída al control
democrático, y la concentración de saberes complejos entre las manos de expertos, todo ello da
motivos de preocupación.
Ante la amenaza autoritaria, la ex copresidenta del Grupo 1 del IPCC, Valérie Masson-Delmotte,
subraya que “el gran desafío es mostrar que hay alternativas posibles [y] deseables”. Y las hay.
Desde el punto de vista técnico, se identi caron y pusieron a disposición mecanismos de
“adaptación positiva” (10), que sólo precisan que se discipline a los industriales y a los mercados
nancieros, y apelan al despliegue de una ingeniería que convoque “soluciones basadas en la
naturaleza”. Los ejemplos son numerosos: la reforestación captura el CO2, la construcción de
jardines verticales y en altura urbanos reduce las temperaturas, la agroecología preserva los
ecosistemas. Estos mecanismos permitirán aplazar el naufragio.
¿Podemos ser más audaces? Vimos que los razonamientos alrededor de una “trayectoria” hacia
un calentamiento de +4 °C descansa, de facto, en una elección política e ideológica determinante
porque naturaliza, o externaliza, el deterioro medioambiental. Este paradigma va a contramano de
ciertas proposiciones ontológicas que invitan a dejar de oponer sociedades y naturaleza. Es
cierto que la presión medioambiental creciente requiere una adaptación. Pero al dejar de lado la
trascendencia de la economía, puede adoptar la forma de una renuncia positiva al frenesí
capitalista. Movimientos como los
Levantamientos por la Tierra [Soulèvements de la Terre] encarnan esto, al proponer deconstruir
los componentes dañinos de nuestras sociedades y reescribir un futuro que no tenga un uso
preferencial ni por parte de intereses ya creados ni por parte de expertos. Estas propuestas
pueden dejar obsoletas las profecías, hasta hoy autorrealizadas, de la consolidación del
autoritarismo.
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