Entre Washington, La Habana y Bogotá Guillermo Pérez Flórez icen que los americanos (los yanquis) siempre hacen lo correcto… después de haber hecho todo lo demás. A juzgar por la política que Washington implementa ahora en Colombia y Cuba, después de 50 años, la frase no podría ser más cierta. Es cierto que este cambio es posible porque estamos en la posguerra fría, y tanto el embargo cubano como el combate contra las guerrillas colombianas son subproductos de ese periodo, marcado por el enfrentamiento entre los dos modelos de sociedad y Estado en que quedó dividido el mundo en 1945, tras la Segunda Guerra mundial. En Estados Unidos están pasando cosas. Se abre paso un tiempo nuevo que podría dar lugar al surgimiento de unas relaciones hemisféricas diferentes. El presidente Barack Obama, a quien se ha acusado de carecer de política para América Latina, está tomando decisiones de honda repercusión. Reforma migratoria, apertura con Cuba y la posibilidad de la paz en Colombia, entre otros asuntos, forman parte de lo que parecería ser una partitura nunca tocada para las Américas, que si bien no ha sido formulada explícitamente –e incluso hay quienes no creen que exista–, tiene capacidad para ilusionar. D Guillermo Pérez Flórez es analista político y director de Grupo Civis, consultora en riesgos sociopolíticos. 2 POLÍTICA EXTERIOR MAYO / JUNIO 2015 ESTUDIOS La reforma migratoria, la apuesta por la normalización de relaciones con Cuba y el apoyo a las negociaciones de paz en Colombia modifican la política de EE UU hacia sus vecinos americanos. ¿Cuál será el impacto de lo que se percibe como una relación más horizontal? Las relaciones entre Washington y el resto de pueblos al sur del río Grande han sido tradicionalmente conflictivas. Es una historia con más desencuentros que encuentros. EE UU siempre ha tenido dificultades para entender y relacionarse con el resto de culturas americanas, producto quizá de la negación de una parte de su propia identidad: su lado hispánico, el cual, como recuerda el historiador Felipe Fernández-Armesto, es más antiguo que el anglosajón, que terminó imponiéndose como mito fundacional y creando un perfil diferente a lo que es en realidad toda América: un mundo nuevo, diverso y plural, y no una sociedad homogénea y trasplantada, como se ha pensado desde el relato blanco. Por ello, no es casual que la modificación de la política en asuntos tan sensibles como inmigración, Cuba o Colombia, se dé cuando está al frente de sus destinos una persona mestiza, más parecida a los hombres del Caribe que al prototipo que ha encarnado el inquilino de la Casa Blanca. Obama es el primer presidente realmente americano, en tanto que se parece más a lo que es América. Los desencuentros han sido múltiples, y conforman una larga y amarga crónica con decenas de capítulos que se inician antes de 1823, cuando el presidente John Quincy Adams y su secretario de Estado, James Monroe, instruyeron a su embajador en España sobre su visión respecto a Cuba y Puerto Rico, a las que consideraban apéndices naturales del continente norteamericano. “Una de ellas –dicen en el mensaje– casi visible desde nuestras costas, se ha MAYO / JUNIO 2015 POLÍTICA EXTERIOR 3 ESTUDIOS / ENTRE WASHINGTON, LA HABANA Y BOGOTÁ convertido, desde múltiples consideraciones, en un objeto de trascendental importancia para los intereses comerciales y políticos de la Unión”. Desde esas calendas, México, Honduras, Nicaragua, Guatemala, Cuba, Panamá, Colombia, Chile, Granada, Uruguay, Argentina, Bolivia y Venezuela, por citar solo algunos países, han escrito tormentosas páginas sobre su relación con Washington. La famosa Doctrina Monroe, sintetizada en el aforismo “América para los americanos”, con el que EE UU quiso marcar fronteras al colonialismo europeo en tierras americanas, terminó siendo casi un designio continental. Todos los pueblos iberoamericanos han sentido –y padecido– en menor o mayor proporción, el poderío militar, económico y político de sus hermanos del norte, que siempre han visto la región (con pocas excepciones) como su patio trasero. Algunas acciones y frases estadounidenses han quedado esculpidas para siempre en los corazones latinoamericanos (entre ellas, “I took Panama”, de Theodore Roosevelt en 1903, luego de cercenarle un brazo a Colombia) y marcado generaciones enteras que se han debatido entre el amor y el odio hacia ese país. Pero las cosas parecen estar cambiando. El presidente Obama, tal vez sin proponérselo, está poniendo las primeras piedras de unas nuevas relaciones continentales (más necesarias hoy que nunca), al tocar asuntos claves para los pueblos americanos. La cuestión migratoria Trascendental para los pueblos latinos, en particular para México, ya que 32 millones de personas de origen mexicano viven en EE UU. Integradas en el colectivo hispano que suma ya más de 60 millones de personas, el 16,35 por cien del total de la población estadounidense. Si los hispanos residentes en la Unión fuesen un país, serían el tercero más grande de América, después de Brasil (200 millones) y México (122 millones). Además, el 80 por cien del crecimiento demográfico de EE UU de la última década se debe a los latinos. Florida, California y Tejas, los tres Estados más poblados, albergan al mismo tiempo la mayor cantidad de hispanos. Los latinos o hispanos ganan espacio en la vida diaria. De hecho, las elecciones de 2012 mostraron una nueva realidad política: la importancia de su voto. Florida, Nevada, Colorado y Nuevo México fueron determinantes para la victoria de Obama, quien según los expertos habría obtenido el 71 por cien de los votos latinos. Mike Murphy, portavoz del Partido Republicano, afirmó el día de las elecciones: “Tenemos un problema latino que acaba de costarnos unas 4 POLÍTICA EXTERIOR MAYO / JUNIO 2015 GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ / ESTUDIOS elecciones nacionales”. Esta nueva realidad política y social tendrá que ser observada por los republicanos si aspiran a reconquistar el poder. De ahí, la relevancia de la cuestión migratoria, desde la perspectiva política y electoral. La regularización de la inmigración decretada por Obama, que ha sido recurrida por 26 Estados gobernados por republicanos y bloqueada por el juez Andrew S. Hanen, de la Corte del Distrito Federal en Brownsville (Tejas), se orienta a normalizar la situación de cinco millones de inmigrantes, de los cuales cuatro millones son de origen latino. Con su acción ejecutiva, Obama avanzó en la dirección correcta Los latinos de EE UU, para solucionar un problema crítico y de derechos humanos, aunque como la población negra, solo fuese de manera parcial, pues los “sin papeles” podrían ascender, han sido objeto de según la Oficina del Censo, a 11,5 maltrato, discriminación millones. Un número demasiado grande para ser ignorado, y que al social, laboral, política y parecer es una de las claves de la productividad de la economía esta- judicial durante décadas dounidense: mano de obra que trabaja por menos de la mitad de lo que gana un ciudadano en situación legal. No es un secreto que los latinos reciben peor salario que la población negra y otros blancos europeos, lo cual mina los propios cimientos axiológicos de la sociedad estadounidense. En la recta final de su segundo y último mandato el hombre mestizo de la Casa Blanca transmite la impresión de querer ejercer un liderazgo similar al de Lyndon B. Johnson en los años sesenta del siglo XX, en la lucha por los derechos civiles, haciendo que el pueblo estadounidense se enfrente a sus propios dilemas. EE UU es más que una tierra de blancos. Creer lo contrario, les ha causado problemas de cohesión social graves. Los latinos, como la población negra, han sido objeto de maltrato, discriminación social, laboral, política y judicial durante décadas. Se les ha tratado como foráneos, cuando en realidad su presencia es anterior a la anglófona y está ligada a la construcción del país, en particular, el pueblo mexicano, que durante décadas ha ido a buscar oportunidades o ha sido invitado a aceptarlas en tierras que antes le pertenecieron legítimamente. La discriminación de los hispanos es atávica. Ya en la segunda década del siglo XX el gobierno federal aprobó restricciones legales para la inmigración mexicana porque, a decir del presidente Calvin Coolidge, había que “mantener MAYO / JUNIO 2015 POLÍTICA EXTERIOR 5 ESTUDIOS / ENTRE WASHINGTON, LA HABANA Y BOGOTÁ América americana”, tomando para los estadounidenses blancos, anglosajones y protestantes (WASP, en inglés) un vocablo que en realidad significa mestizaje, y que pertenece a todo el continente, como reconoció Obama el 17 de diciembre de 2014, cuando anunció el restablecimiento de relaciones con Cuba al afirmar en un claro español: “Todos somos americanos”. La regularización es imprescindible para que los migrantes puedan adquirir ciudadanía, el pasaporte hacia los derechos y la integración plena. Actualmente, solo la mitad de los adolescentes latinos termina estudios secundarios, y un escaso 16 por cien ingresa a la universidad, debido a los costes de la educación terciaria. Así, “sin papeles” y sin educación, los latinos han sido incluso percibidos como una amenaza contra la identidad americana, tal como expuso el profesor Samuel Huntington, quien veía un peligro dividir el país en dos pueblos, dos culturas, dos lenguajes. Tener una política migratoria integradora de todos los pueblos americanos es indispensable si se quieren unas relaciones hemisféricas armónicas, como lo demuestra la experiencia de la Unión Europea. La cuestión cubana Otro giro importante es la política hacia Cuba. El restablecimiento de relaciones significa el final de una larga, prolongada e inútil desavenencia, no únicamente con la isla sino con el subcontinente. De una u otra manera, el bloqueo a Cuba ha marcado la relación política entre Washington y América Latina. Desde que Cuba fue expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la cumbre de Punta del Este (Uruguay) en 1962, con una resolución que apenas tuvo un voto en contra (el de México), además del cubano, había sido imposible una foto completa de la familia americana. Fidel Castro supo hacer de ese bloqueo una causa no solo nacional sino regional y, de esta forma, la proximidad o distancia con La Habana se convirtió en un factor determinante de la relación de Latinoamérica con Washington durante medio siglo. Los Castro maximizaron al valor geopolítico de la isla, y la convirtieron en una plataforma para contestar al poder político estadounidense durante la guerra fría, gracias a Moscú. Luego surgió la “petrolizada” Venezuela, con el presidente Hugo Chávez. El contencioso cubano no está resuelto, es verdad. Los republicanos tienen suficientes herramientas políticas para bloquear el proceso (gracias a la mayoría en el Senado y la Cámara de Representes). Sin embargo, detener o 6 POLÍTICA EXTERIOR MAYO / JUNIO 2015 GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ / ESTUDIOS mover hacia atrás las manecillas del reloj podría salirles caro. Los argumentos opositores –como los esgrimidos por el republicano Marco Rubio– no suenan convincentes ante la evidencia real reconocida por Obama: “Estos 50 años de aislamiento no han funcionado, es momento de cambiar de postura (…) No creo que debamos hacer lo mismo durante otras cinco décadas y esperar un resultado distinto”. Imposible decirlo más claro y contundente. La Casa Blanca sigue adelante. Está poniendo las bases de lo que será el legado de Obama en este lado del mundo. Su determinación marca un antes y un después, como lo hizo la fracasada invasión a Bahía Cochinos Las negociaciones entre (Cuba), en 1961, una de las peores Cuba y EE UU no son chapuzas de la CIA en toda la historia, que contribuyó a atornifáciles: Guantánamo y llar en el poder a Fidel Castro, al las respectivas darle una victoria temprana a su revolución. indemnizaciones serán Más temprano que tarde, la los puntos calientes normalización de las relaciones será una realidad irreversible, así lo han entendido en el mundo económico. Netflix, Airbnb, MasterCard, American Express e IDT, entre otras empresas han empezado a operar en la isla. La expectativas de inversión son grandes. Hay sectores prometedores: la construcción, el turismo, la hostelería, el transporte marino, la agricultura y las telecomunicaciones, donde ya ha habido avances y que tendrá un efecto inmenso, abaratando el contacto entre los casi dos millones de emigrados cubanos y la isla. Un mercado que representa un tráfico de entre 40 y 50 millones de minutos al mes. A finales de marzo, Washington retiró 45 compañías, individuos y embarcaciones cubanas sancionadas por apoyar el terrorismo o el narcotráfico, ahora tendrán acceso al sistema financiero estadounidense. Obama ya ha solicitado al Congreso la retirada de Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. El diálogo entre Washington y La Habana no es fácil. Hay ámbitos espinosos, el de los derechos humanos es uno. En palabras de Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental y jefa de la delegación en las negociaciones entre Washington y La Habana, el “más difícil, pero el más importante”. En el campo de los derechos humanos, como subraya Josefina Vidal, directora general para EE UU en el ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, y quien lidera la delegación cubana en estas conversaMAYO / JUNIO 2015 POLÍTICA EXTERIOR 7 ESTUDIOS / ENTRE WASHINGTON, LA HABANA Y BOGOTÁ ciones, se tienen diferentes concepciones. Para EE UU son singularmente importantes la libertad de expresión y de reunión de todos los cubanos, incluidos los opositores al régimen. Cuba, por su parte, pone el acento en otros aspectos, como el acceso a la salud o la educación. Aquí se librará lo que queda de la batalla ideológica, pues La Habana reconoce de manera pragmática y discreta la derrota de la utopía comunista, al permitir pequeñas expresiones de iniciativa privada. Adicionalmente, hay dos puntos cardinales cuya solución precisará mucha creatividad. Uno es la base militar de Guantánamo, donde Cuba tiene interés. El otro, las indemnizaciones a las empresas y ciudadanos estadounidenses por las expropiaciones del gobierno cubano en 1959. A la fecha, casi 6.000 corporaciones mantienen sus demandas y cifran en más de 7.000 millones de dólares las indemnizaciones. A su vez, Cuba reclama una indemnización de 100.000 millones de dólares, en lo que tasa los costes del embargo al que ha sido sometida durante medio siglo. Pero la política es el arte de hacer posible lo imposible. Y, como dijo Albert Einstein: “En tiempos de crisis solo la imaginación es más importante que el conocimiento”. La paz en Colombia Además del diferendo con Cuba, posiblemente no existe en el continente ningún otro asunto que revista tanto interés geopolítico para Washington como el conflicto armado en Colombia. Guerra en la cual, valga decirlo, Washington está implicado de una u otra forma, desde hace medio siglo también. Colombia pertenece al “Mediterráneo americano”, expresión acuñada en 1942 por el profesor y experto en geopolítica Nicholas J. Spykman. Una zona que incluye México y su Golfo, América Central, Colombia, Venezuela y las islas caribeñas comprendidas entre Trinidad, Puerto Rico y Cuba. Spykman en su libro Estados Unidos frente al mundo, afirmó que ello significaba “para México, Colombia y Venezuela una situación de absoluta dependencia con respecto a EE UU, de libertad meramente nominal.” Conforme a esto, Washington ha librado allí la batalla más larga de la guerra fría, y entregado a Bogotá, casi ininterrumpidamente, asistencia militar, policial, política y económica; desde el Plan LASO (Latin American Security Operation) en los años sesenta, hasta el Plan Colombia, a finales de los noventa. Este último fue militarmente reforzado por George W. Bush, con un coste cercano a 9.000 millones de dólares, y que pasó de ser una estrategia antidrogas a una estrategia antiterrorista. Así, 8 POLÍTICA EXTERIOR MAYO / JUNIO 2015 GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ / ESTUDIOS Colombia en la primera década de este siglo llegó a ser el tercer receptor de ayuda militar estadounidense. Pero ahora parece que los colombianos han encontrado la ruta hacia la paz, y Obama está dispuesto a acompañarlos, ya que las circunstancias políticas lo facilitan y aconsejan. Este proceso ha recibido su bendición con la designación de un enviado especial, el diplomático Bernard Aronson, quien se ha reunido con el presidente Juan Manuel Santos en Bogotá y con los negociadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en La Habana. Esto último era impensable hace unos Apoyar el esfuerzo de años, pues las guerrillas están en la lista de organizaciones terroristas. paz colombiano significa Un gesto que no consiguió el fracasado proceso de paz de la adminisdesmantelar la única tración de Andrés Pastrana (1998guerrilla antiimperialista 2002) también con las FARC en 1999, que al igual que el actual fue que queda en el apoyado por la UE. continente americano ¿Por qué Washington respalda esta negociaciones de una forma tan decidida? Existen muchas razones. Una es que considera (como cree el gobierno colombiano) que este es el momento de negociar, dado que las guerrillas están debilitadas (aunque no vencidas). Quizá piense que es mejor terminar de extinguir un fuego, que si bien ya no tiene capacidad para expandirse al vecindario, en cualquier momento si cambian las circunstancias podría resurgir y tornarse más complejo. Adicionalmente, apoyar los esfuerzos de paz colombianos significa desmantelar el único aparato militar irregular de naturaleza antiimperialista que queda en el hemisferio. Lo cual es un triunfo. Otra razón es que este respaldo resulta estratégico cuando las tensiones con Caracas se han agudizado, hasta el punto de considerar a Venezuela como una “extraordinaria amenaza a la seguridad nacional y la política exterior de EE UU”, lo que es sin duda una valoración tan desproporcionada como afirmar que Washington prepara una intervención militar en Venezuela. Para Washington sería una derrota que la paz en Colombia se debiera a La Habana y a Caracas, ya que EE UU quedaría dentro del lado de la guerra. Al avalar este proceso, EE UU juega a tres bandas: se incluye entre los amigos de la paz y, de paso, debilita la retórica bolivariana antiimperialista, lo cual no es poco. MAYO / JUNIO 2015 POLÍTICA EXTERIOR 9 ESTUDIOS / ENTRE WASHINGTON, LA HABANA Y BOGOTÁ El futuro americano La VII Cumbre de las Américas (Panamá, 10-11 de abril) se celebró en un contexto inédito: la presencia de Cuba y una atmosfera de distensión, reclamada desde la primera cumbre en Miami en 1994. En Panamá quedó claro que, si bien aún queda camino por recorrer, es posible un continente en paz. Deviene ahora la impostergable tarea de construir o reconstruir organismos hemisféricos e instancias subregionales bajo la perspectiva de “todos somos americanos”. Comenzando por la propia OEA, durante años excesivamente funcional a los intereses norteamericanos; siguiendo con la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que forman parte de una arquitectura perfilada por Chávez en clave de contrapoder. Para todo esto, Washington deberá seguir dialogando y buscando acuerdos (como con Cuba e Irán), en vez de dar órdenes e intervenir en asuntos internos de unos países americanos que hace tiempo han alcanzado una mayoría de edad política y económica. ¿Está EE UU dispuesto a desarrollar una relación horizontal con sus vecinos del continente? Este parece ser el primer interrogante. La monumental asimetría económica, militar, científica, tecnológica y empresarial entre el norte, centro y sur de América constituye una dificultad superlativa a la hora de relacionarse. Washington a menudo subestima este factor de desequilibrio. Hoy parecen convenientes el respeto y la humildad ante un mundo multipolar, en el que otros pretenden a América Latina, China en primer lugar. La capacidad de EE UU para mantener una relación horizontal con el resto de países americanos dependerá también de la vigencia que tenga el pensamiento de Obama, una vez deje la Casa Blanca en 2016. El engranaje político de EE UU no se mueve por los caprichos ni los estados de ánimo de sus gobernantes, pero el pensamiento presidencial determina la orientación de esa maquinaria. El proceso electoral interno estadounidense para 2016 será trascendental. Por ello, sería deseable avanzar cuanto más se pueda en lo que resta de la administración Obama en su aproximación a América Latina. ¿Son conscientes de esto los líderes latinoamericanos? Ojalá no estemos en presencia de una valiosa oportunidad perdida, y finalmente se abra un tiempo nuevo en las Américas que ofrezca mayor prosperidad y seguridad para sus ciudadanos. 10 POLÍTICA EXTERIOR MAYO / JUNIO 2015