Subido por aruidrejo

El papel del gobierno en la educación

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El papel del gobierno en la educación
Es precisamente en el centenario de la Reforma universitaria de Córdoba
cuando Vargas Llosa, en La llamada de la tribu, recupera los aportes de Milton
Friedman, quien en 1955, publicara el texto “El papel del gobierno en la
educación” proponiendo que el camino para la mejor asignación de recursos
públicos destinados a ese propósito consistía en subsidiar la demanda, no la
oferta, a través de vouchers, cupones escolares, distribuidos entre las personas
que requiriesen los servicios formativos. Convertir a los estudiantes en clientes
y a las instituciones educativas en empresas resultaba la mejor opción para
alcanzar la conciliación entre la libre elección de las personas y la calidad de la
educación. A los ojos del escritor peruano, es inaceptable el hecho de que los
hijos de las familias pudientes estén exonerados de pagar su educación, en
sociedades donde esta es cada vez más costosa, dado que la sociedad civil tiene
tanta responsabilidad como el Estado en mantener el mejor nivel educativo en
base a la equidad.
Poco se dice en esta reivindicación del sistema de vouchers, de que el
trabajo de Milton Friedman, exploraba las posibilidades de que la libertad de
empresa pudiese construir un mercado de la educación, y de que el
financiamiento de la demanda educativa era el costo a pagar para sostener el
orden democrático. Dicho en sus palabras:
Una sociedad estable y democrática es imposible sin una aceptación
generalizada de un conjunto común de valores y sin un grado mínimo de
alfabetización y conocimiento por parte de la mayoría de los ciudadanos. La
educación contribuye a ambos. En consecuencia, los beneficios derivados
de la educación de un niño no sólo corresponden al niño o a sus padres,
sino también a otros miembros de la sociedad. (Friedman, 1955)
Según Friedman, un problema fundamental que debería resolverse a
través de un redireccionamiento del financiamiento educativo es el haber
confundido el papel del gobierno, dado que se habría excedido al querer no sólo
subsidiar la educación básica sino también administrar las instituciones
educativas que la brindan.
Un problema distinto se encontraba en el campo de la Educación Superior,
dado que al concebirla como una inversión que los individuos y las familias
realizan en términos de capital humano, del que se espera un rédito diferencial
a futuro, una tasa de retorno, la intervención del Estado en términos de subsidios
parecía injustificada. Sin embargo, la aplicación del voucher se podía extender
hasta esos niveles educativos dado que era necesario garantizar la igualdad de
oportunidades para quienes no pudieran cubrir los costos de su educación. Es
así, que Friedman admite las limitaciones del mercado y afirma que:
Las imperfecciones existentes en el mercado de capitales
tienden a restringir la formación vocacional y profesional, más
costosa, a personas cuyos padres o benefactores pueden
financiar la formación requerida. Convierten a esos individuos en
un grupo "no competidor" protegido de la competencia por la
falta de disponibilidad del capital necesario para muchos
individuos, entre los cuales debe haber un gran número de
personas con igual capacidad. El resultado es perpetuar las
desigualdades en riqueza y estatus. El desarrollo de acuerdos
como los esbozados anteriormente haría que el capital estuviera
más disponible y, por lo tanto, contribuiría mucho a hacer
realidad
la
igualdad
de
oportunidades,
disminuir
las
desigualdades de ingresos y riqueza y promover el pleno uso de
nuestros recursos humanos. Y no lo haría, como ocurre con la
redistribución directa del ingreso, impidiendo la competencia,
destruyendo incentivos y abordando los síntomas, sino
fortaleciendo la competencia, haciendo efectivos los incentivos y
eliminando las causas de la desigualdad. (Friedman, 1955)
Esta redefinición del rol del gobierno en la educación, expresada en el
sistema de vouchers es retomada casi dos décadas después por David
Friedman, el hijo de Milton, bajo la afirmación de que “los gobiernos deberían
subvencionar la escolarización en lugar de las escuelas”, sin embargo su
carácter libertario lo obliga a realizar algunas aclaraciones, dado que aboga por
una sociedad sin impuestos y sin gobierno, la implementación de los vouchers
sólo sería un paso inicial en la transición a una reforma radical hacia la sociedad
libertaria donde, finalmente, no existiría ya ningún tipo de financiamiento público
de la educación.
Luego de lamentarse del obstáculo que representan para su propuesta las
resistencias de la burocracia escolar y los sindicatos docentes, David Friedman
renovaba sus esperanzas en el hecho de que tanto el interés del gobierno por el
control de la educación como el apoyo popular a la educación pública se
encontraban con un creciente debilitamiento y concluía uno de sus análisis
diciendo:
Durante años hemos escuchado que todo lo que necesita el
sistema de enseñanza pública es más dinero. Durante años hemos
visto cómo aumentaba el gasto por estudiante, con un efecto
apenas perceptible en la calidad. Es hora de intentar algo nuevo.
(Friedman, 2012: 117)
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