EL CONCEPTO DE DERECHOS HUMANOS1 PEDRO NIKKEN2 La noción de derechos humanos se corresponde con la afirmación de la dignidad de la Persona frente al Estado. El poder público debe ejercerse al servicio del ser humano: no puede ser empleado lícitamente para ofender atributos inherentes a la persona y debe ser vehículo para que ella pueda vivir en sociedad en condiciones cónsonas con la misma dignidad que le es consustancial. La sociedad contemporánea reconoce que todo ser humano, por el hecho de serlo, tiene derechos frente al Estado, derechos que este, o bien tiene el deber de respetar y garantizar o bien está llamado a organizar su acción a fin de satisfacer su plena realización. Estos derechos, atributos de toda persona e inherentes a su dignidad, que el Estado está en el deber de respetar, garantizar o satisfacer son los que hoy conocemos como derechos humanos. En esta noción general, que sirve como primera aproximación al tema, pueden verse dos notas o extremos, cuyo examen un poco más detenido ayudará a precisar el concepto. En primer lugar, se trata de derechos afirman frente al poder público. Ambas cuestiones serán examinadas sucesivamente en este capítulo. I. LOS DERECHOS HUMANOS SON INHERENTES A LA PERSONA HUMANA Una de las características resaltantes del mundo contemporáneo es el reconocimiento de que todo ser humano, por el hecho de serlo, es titular de derechos fundamentales que la sociedad no puede arrebatarle lícitamente. Estos derechos no dependen de su reconocimiento por el Estado ni son concesiones suyas; tampoco dependen de la nacionalidad de la persona ni de la cultura a la cual pertenezca. Son derechos universales que corresponden a todo habitante de la tierra. La expresión más notoria de esta gran conquista es el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. A. Bases de la inherencia El fundamento de este aserto es controversial. Para las escuelas del derecho natural, los derechos humanos son la consecuencia normal de que el orden jurídico tenga su arraigo esencial en la naturaleza humana. Las bases de justicia natural que emergen de dicha naturaleza deben ser expresadas en el derecho positivo, al cual, por lo mismo, está vedado contradecir los imperativos del derecho natural. Sin embargo, el iusnaturalismo no 1 Publicado en: Estudios Básicos de Derechos Humanos, IIDH, San José, 1994. 2 Ex Presidente del Consejo Directivo del IIDH y Ex Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Profesor de la Universidad Central de Venezuela. 18 tiene la adhesión universal que caracteriza a los derechos humanos, que otros justifican como el mero resultado de un proceso histórico. La verdad es que en el presente la discusión no tiene mayor relevancia en la práctica. Para el iusnaturalismo la garantía universal de los derechos de la persona es vista como una comprobación histórica de su teoría. Para quienes no adhieren a esta doctrina, las escuelas del derecho natural no han sido más que algunos de los estímulos ideológicos para un proceso histórico cuyo origen y desarrollo dialéctico no se agota en las ideologías aunque las abarca. Lo cierto es que la historia universal lo ha sido más de la ignorancia que de protección de los derechos de los seres humanos frente al ejercicio del poder. El reconocimiento universal de los derechos humanos como inherentes a la persona es un fenómeno más bien reciente. En efecto, aunque en las culturas griega y romana es posible encontrar manifestaciones que reconocen derechos a la persona más allá de toda ley y aunque el pensamiento cristiano, por su parte, expresa el reconocimiento de la dignidad radical del ser humano, considerado como una creación a la imagen y semejanza de Dios, y de la igualdad entre todos los hombres, derivada de la unidad de filiación del mismo padre, la verdad es que ninguna de estas ideas puede vincularse con las instituciones políticas o el derecho de la antigüedad o de la baja edad media. Dentro de la historia constitucional de occidente, fue en Inglaterra donde emergió el primer documento significativo que establece limitaciones de naturaleza jurídica al ejercicio del poder del Estado frente a sus súbditos: la Carta Magna de 1215, la cual junto con el Hábeas Corpus de 1679 y el Bill of Rights de 1689, pueden considerarse como precursores de las modernas declaraciones de derechos. Estos documentos, sin embargo, no se fundan en derechos inherentes a la persona sino en conquistas de la sociedad. En lugar de proclamar derechos de cada persona, se enuncian más bien derechos del pueblo. Más que el reconocimiento de derechos intangibles de la persona frente al Estado, lo que establecen son deberes para el gobierno. Las primeras manifestaciones concretas de declaraciones de derechos individuales, con fuerza legal, fundadas sobre el reconocimiento de derechos inherentes al ser humano que el estado está en el deber de respetar y proteger, las encontramos en las revoluciones de independencia norteamericana e iberoamericana, así como en la revolución francesa. Por ejemplo, la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776 afirma que todos los hombres han sido creados iguales, que han sido dotados por el Creador de ciertos derechos innatos; que entre esos derechos debe colocarse en primer lugar la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; y que para garantizar el goce de esos derechos han establecido entre ellos gobiernos cuya autoridad emana del consentimiento de los gobernados. En el mismo sentido la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del 26 de agosto de 1789, reconoce que los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos y que las distinciones sociales no pueden estar fundadas sino en la utilidad común. 19 Es de esta forma que el tema de los derechos humanos, más específicamente el de los derechos individuales y las libertades públicas, ingresó al derecho constitucional. Se trata, en verdad, de un capítulo fundamental del derecho constitucional, puesto que el reconocimiento de la intangibilidad de tales derechos implica limitaciones al alcance de las competencias del poder público. Desde el momento que se reconoce y garantiza en la constitución que hay derechos del ser humano inherentes a su misma condición en consecuencia, anteriores y superiores al poder del Estado, se está limitando el ejercicio de este, al cual le está vedado afectar el goce pleno de aquellos derechos. En el derecho constitucional, las manifestaciones originales de las garantías a los derechos humanos se centraron en lo que hoy se califica como derechos civiles y políticos, que por esa razón son conocidos como "la primera generación" de los derechos humanos. Su objeto es la tutela de la libertad, la seguridad y la integridad física y moral de la persona, así como de su derecho a participar en la vida pública. Sin embargo, todavía en el campo del derecho constitucional, en el presente siglo se produjeron importantes desarrollos sobre el contenido y la concepción de los derechos humanos, al aparecer la noción de los derechos económicos, sociales y culturales, que se refieren a la existencia de condiciones de vida y de acceso a los bienes materiales y culturales en términos adecuados a la dignidad inherente a la familia humana. Esta es la que se ha llamado "segunda generación" de los derechos humanos. Se volverá sobre el tema. Un capítulo de singular trascendencia en el desarrollo de la protección de los derechos humanos es su internacionalización. En efecto, si bien su garantía supra estatal debe presentarse, racionalmente, como una consecuencia natural de que los mismos sean inherentes a la persona y no una concesión de la sociedad, la protección internacional tropezó con grandes obstáculos de orden público y no se abrió plenamente sino después de largas luchas y de la conmoción histórica que provocaron los crímenes de las eras nazi y estalinista. Tradicionalmente, y aún algunos gobiernos de nuestros días, a la protección internacional se opusieron consideraciones de soberanía, partiendo del hecho de que las relaciones del poder público frente a sus súbditos están reservadas al dominio interno del Estado. Las primeras manifestaciones tendientes a establecer un sistema jurídico general de protección a los seres humanos no se presentaron en lo que hoy se conoce, en sentido estricto, como el derecho internacional de los derechos humanos, sino en el denominado derecho internacional humanitario. Es el derecho de los conflictos armados, que persigue contener los imperativos militares para preservar la vida, la dignidad y la salud de las víctimas de la guerra, el cual contiene el germen de la salvaguardia internacional de los derechos fundamentales. Este es el caso de la Convención de La Haya de 1907 y su anexo, así como, más recientemente, el de las cuatro convenciones de Ginebra de 1949 y sus protocolos de 1977. Lo que en definitiva desencadenó la internacionalización de los derechos humanos fue la conmoción histórica de la segunda guerra mundial y la creación de las Naciones Unidas. La magnitud del genocidio puso en evidencia que el ejercicio del poder público constituye una actividad peligrosa para la dignidad humana, de modo que su control no 20 debe dejarse a cargo, monopolísticamente, de las instituciones domésticas, sino que deben constituirse instancias internacionales para su protección. El preámbulo de la carta de las Naciones Unidas reafirma "la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres". El artículo 56 de la misma carta dispone que "todos los miembros se comprometen a tomar medidas, conjunta o separadamente en cooperación con la Organización, para la realización de los propósitos consignados en el artículo 55", entre los cuales está "el respeto universal de los derechos humanos y de las libertades fundamentales de todos". El 2 de mayo de 1948 fue adoptada la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y el 10 de diciembre del mismo año la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Estas declaraciones, como todos los instrumentos de su género, son actos solemnes por medio de los cuales quienes los emiten proclaman su apoyo a principios de gran valor, juzgados como perdurables. Los efectos de las declaraciones en general, y especialmente su carácter vinculante, no responden a un enunciado único y dependen, entre otras cosas, de las circunstancias en que la declaración se haya emitido y del valor que se haya reconocido al instrumento a la hora de invocar los principios proclamados. Tanto la Declaración Universal como la Americana han tenido gran autoridad. Sin embargo, aunque hay muy buenos argumentos para considerar que han ganado fuerza obligatoria a través de su reiterada aplicación, la verdad es que en su origen carecían de valor vinculante desde el punto de vista jurídico. Una vez proclamadas las primeras declaraciones, el camino para avanzar en el desarrollo de un régimen internacional de protección imponía la adopción y puesta en vigor de tratados internacionales a través de los cuales las de los cuales las partes se obligaran a respetar los derechos en ellos proclamados y que establecieran, al mismo tiempo, medios internacionales para su tutela en caso de incumplimiento.el derecho a un medio ambiente sano y el derecho a la paz. Así, pues En el ámbito internacional, el desarrollo de los derechos humanos ha conocido nuevos horizontes. Además de los mecanismos orientados a establecer sistemas generales de protección, han aparecido otros destinados a proteger ciertas categorías de personas -mujeres, niños, trabajadores, refugiados, discapacitados, etc.- o ciertas ofensas singularmente graves contra los derechos humanos, como el genocidio, la discriminación racial, el apartheid, la tortura o la trata de personas. Más aún, en el campo internacional se ha gestado lo que ya se conoce como "tercera generación" de derechos humanos, que son los llamados derechos colectivos de la humanidad entera, como el derecho al desarrollo,, cualquiera sea el fundamento filosófico de la inherencia de los derechos humanos a la persona, el reconocimiento de la misma por el poder y su plasmación en instrumentos legales de protección en el ámbito doméstico y en el internacional, han sido el producto de un sostenido desarrollo histórico, dentro del cual las ideas, el sufrimiento de los pueblos, la movilización de la opinión pública y una determinación universal de lucha por la dignidad humana, han ido forzando la voluntad política necesaria para consolidar una 21 gran conquista de la humanidad, como lo es el reconocimiento universal de que toda persona tiene derechos por el mero hecho de serlo. B. Consecuencias de la inherencia El reconocimiento de los derechos humanos como atributos inherentes a la persona, que no son una concesión de la sociedad ni dependen del reconocimiento de un gobierno, acarrea consecuencias que a continuación se enuncian esquemáticamente. 1 El estado de derecho Como lo ha afirmado la Corte Interamericana de Derechos Humanos, "en la protección de los derechos humanos está necesariamente comprendida la restricción al ejercicio del poder estatal" (Corte I.D.H., la expresión "leyes" en el artículo 30 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, Opinión Consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de 1986. Serie A No.6, §22). En efecto, el poder no puede lícitamente ejercerse de cualquier manera. Más concretamente, debe ejercerse a favor de los derechos de la persona y no contra ellos. Esto supone que el ejercicio del poder debe sujetarse a ciertas reglas, las cuales deben comprender mecanismos para la protección y garantía de los derechos humanos. Ese conjunto de reglas que definen el ámbito del poder y lo subordinan a los derechos y atributos inherentes a la dignidad humana es lo que configura el estado de derecho. 2. Universalidad Por ser inherentes a la condición humana todas las personas son titulares de los derechos humanos y no pueden invocarse diferencias de regímenes políticos, sociales o culturales como pretexto para ofenderlos o menoscabarlos. Últimamente se ha pretendido cuestionar la universalidad de los derechos humanos, especialmente por ciertos gobiernos fundamentalistas o de partido único, presentándolos como un mecanismo de penetración política o cultural de los valores occidentales. Desde luego que siempre es posible manipular políticamente cualquier concepto, pero lo que nadie puede ocultar es que las luchas contra las tiranías han sido, son y serán universales. A pesar de la circunstancia señalada, y sin duda como el fruto de la persistencia de la opinión pública internacional y de las organizaciones no gubernamentales, la Declaración adoptada en Viena el 25 de junio de 1993 por la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, explícitamente afirma que el carácter universal de los derechos humanos y las libertades fundamentales "no admite dudas" (párrafo 1). Señala asimismo que "todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes entre sí" y que, sin desconocer particularidades nacionales o regionales y los distintos patrimonios culturales "los estados tienen el deber, sean cuales sean sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales" (párrafo 3). 3. Transnacionalidad Ya se ha comentado el desarrollo histórico de los derechos humanos hacia su internacionalización. Si ellos son inherentes a la persona como tal, no dependen de la 22 nacionalidad de esta o del territorio donde se encuentre: los porta en sí misma. Si ellos limitan el ejercicio del poder, no puede invocarse la actuación soberana del gobierno para violarlos o impedir su protección soberana del gobierno para violarlos o impedir su protección internacional. Los derechos humanos están por encima del estado y su soberanía y no puede considerarse que se violenta el principio de no intervención cuando se ponen en movimiento los mecanismos organizados por la comunidad internacional para su promoción y protección. Ha sido vasta la actividad creadora de normas jurídicas internacionales, tanto sustantivas como procesales. Durante las últimas décadas se ha adoptado, entre tratados y declaraciones, cerca de un centenar de instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos. En el caso de las convenciones medios de protección que, en su conjunto, han transformado en más de un aspecto al derecho internacional y le han dado nuevas dimensiones como disciplina jurídica. Todo ello ha sido el fruto de una intensa y sostenida actividad negociadora cumplida en el seno de las distintas organizaciones internacionales, la cual, lejos de fenecer o decaer con la conclusión de tan numerosas convenciones, se ha mantenido en todo momento bajo el estímulo de nuevas iniciativas que buscan perfeccionar o desarrollar la protección internacional en alguno de sus aspectos. También se ha multiplicado el número -más de cuarenta- y la actividad de las instituciones y mecanismos internacionales de protección. En su mayor parte, han sido creadas por convenciones internacionales, pero existe también, especialmente alrededor del Centro de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, un creciente número de mecanismos no convencionales de salvaguardia. En los tres últimos años se ha comenzado a observar una innovación consistente en la inclusión de un componente de derechos humanos en operaciones para el mantenimiento de la paz dependiente del consejo de Seguridad (El Salvador, Cambodia, Haití). La labor de todas estas entidades, aunque todavía de limitada eficacia, ha sido positivamente creativa y ha servido para ensanchar el alcance del régimen. Han cumplido una fecunda tarea en la interpretación y aplicación del derecho. Han ideado medios procesales para abrir cauce a la iniciativa individual dentro de los procedimientos internacionales relativos a los derechos humanos. Con frecuencia, en fin, han definido su propia competencia a través de la interpretación más amplia posible de la normativa que se las atribuye, y han cumplido actuaciones que difícilmente estaban dentro de las previsiones o de la intención de quienes suscribieron las correspondientes convenciones. 4. Irreversibilidad Una vez que un determinado derecho ha sido formalmente reconocido como inherente a la persona humana queda definitiva e irrevocablemente integrado a la categoría de aquellos derechos cuya inviolabilidad debe ser respetada y garantizada. La dignidad humana no admite relativismos, de modo que sería inconcebible que lo que hoy se reconoce como un atributo inherente a la persona, mañana pudiera dejar de serlo por una decisión gubernamental. 23 Este carácter puede tener singular relevancia para determinar el alcance de la denuncia de una convención internacional sobre derechos humanos (hasta ahora prácticamente inexistentes). En efecto, la denuncia no debe tener efecto sobre la calificación de los derechos que en él se han reconocido como inherentes a la persona. El denunciante solo se libraría, a través de esa hipotética denuncia de los mecanismos internacionales convencionales para reclamar el cumplimiento del tratado, pero no de que su acción contra los derechos en él reconocidos sea calificada como una violación de los derechos humanos. 5. Progresividad Como los derechos humanos son inherentes a la persona y su existencia no depende del reconocimiento de un Estado, siempre es posible extender el ámbito de la protección a derechos que anteriormente no gozaban de la misma. Es así como han aparecido las sucesivas "generaciones" de derechos humanos y como se han multiplicado los medios para su protección. Una manifestación de esta particularidad la encontramos en una disposición que, con matices, se repite en diversos ordenamientos constitucionales, según la cual la enunciación de derechos contenida en la constitución no debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ella.3 De este género de disposiciones es posible colegir: Primero: que la enumeración de los derechos constitucionales es enunciativa y no taxativa. Segundo: que los derechos enunciados en la constitución no agotan los que deben considerarse como "inherentes a la persona humana". Tercero: que todos los derechos enunciados en la constitución, empero, sí son considerados por esta como "inherentes a la persona humana". Cuarto: que todo derecho "inherente a la persona humana" podría haber sido recogido expresamente por el texto constitucional. Quinto: que una vez establecido que un derecho es "inherente a la persona humana", la circunstancia de no figurar expresamente en el texto constitucional no debe entenderse en menoscabo de la protección que merece. 3 Varias constituciones latinoamericanas recogen expresamente la idea de que la enumeración de los derechos en ellas contenidos es enunciativa y no taxativa: Constitución de Argentina, art. 33; Constitución de Brasil, art. 5°-LXXVII-§6 (que menciona expresamente los tratados internacionales); Constitución de Bolivia, art. 35; Constitución de Colombia, art. 94 (que menciona expresamente los convenios internacionales vigentes); Constitución de Costa Rica, art. 74; Constitución de la República Dominicana, art. 10; Constitución del Ecuador, arts. 19 y 44; Constitución de Guatemala, art. 4; Constitución de Honduras, art. 63; Constitución de Nicaragua, art. 46 (que menciona expresamente varios instrumentos internacionales); Constitución de Paraguay, art. 80; Constitución del Perú, art. 4; Constitución de Uruguay, art. 72; Constitución de Venezuela, art. 50. 24 En conclusión, lo jurídicamente relevante es que un determinado derecho sea "inherente a la persona humana". Es por esa razón, y no por el hecho considerados como atributos inviolables que, por fuerza de la dignidad humana, deben ser objeto de protección y garantía por el Estado. En consecuencia, no cabe hacer distinciones en cuanto al tratamiento y régimen jurídico de los derechos de la naturaleza apuntada con base en el solo criterio de que figuren expresamente o no en la constitución. Para determinar si estamos frente a un derecho que merezca la protección que la constitución acuerda para los que expresamente enumera lo decisivo no es tanto que figure en tal enunciado, sino que pueda ser considerado como "inherente a la persona humana". Esto abre extraordinarias perspectivas de integración del derecho internacional de los derechos humanos al derecho interno, pues en los países cuyas constituciones contienen una disposición como la comentada, la adhesión del Estado a la proclamación internacional de un derecho como "inherente a la persona humana" abre las puertas para la aplicación de dicha disposición. En tal supuesto, los derechos humanos internacionalmente reconocidos deben tener la supremacía jerárquica de los derechos constitucionales y estar bajo la cobertura de la justicia constitucional. Hay otro elemento que muestra cómo la protección de los derechos humanos se plasma en un régimen que es siempre susceptible de ampliación, mas no de restricción y que también atañe a la integración de la regulación internacional entre sí y con la nacional. La mayoría de los tratados sobre derechos humanos incluyen una cláusula según la cual ninguna disposición convencional puede menoscabar la protección más amplia que puedan brindar otras normas de derecho interno o de derecho internacional. En esta dirección, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que, "si a una misma situación son aplicables la Convención Americana y otro tratado internacional, debe prevalecer la norma más favorable a la persona humana" (Corte I.D.H., La colegiación obligatoria de periodistas -arts. 13 y 29 Convención Americana sobre Derechos Humanos-). Opinión Consultiva OC-5/85 del 13 de noviembre de 1985, Serie A No. 5, §52). Este principio representa lo que se ha llamado la "cláusula del individuo más favorecido". Habiendo pasado revista al significado de los derechos humanos como atributos inherentes a toda persona, corresponde ahora ver como los mismos se afirman frente al Estado o, más genéricamente, frente al poder público. II. LOS DERECHOS HUMANOS SE AFIRMAN FRENTE AL PODER PÚBLICO Los derechos humanos implican obligaciones a cargo del gobierno. El es el responsable de respetarlos, garantizarlos o satisfacerlos y, por otro lado, en sentido estricto, solo él puede violarlos. Las ofensas a la dignidad de la persona pueden tener diversas fuentes, pero no todas configuran, técnicamente, violaciones a los derechos humanos. Este es un punto conceptualmente capital para comprender a cabalidad el tema de los derechos humanos. Como ya se ha dicho en el breve recuento anterior, durante la mayor parte de la historia el poder podía ejercerse con escasos límites frente a los gobernados y prácticas como la esclavitud y la tortura eran admitidas y hasta fundamentadas en ideas religiosas. 25 La lucha por lo que hoy llamamos derechos humanos ha sido, precisamente, la de circunscribir el ejercicio del poder a los imperativos que emanan de la dignidad humana. La nota característica de las violaciones a los derechos humanos es que ellas se cometen desde el poder público o gracias a los medios que este pone a disposición de quienes lo ejercen. No todo abuso contra una persona ni toda forma de violencia social son técnicamente atentados contra los derechos humanos. Pueden ser crímenes, incluso gravísimos, pero si es la mera obra de particulares no será una violación de los derechos humanos. Existen, desde luego, situaciones límites, especialmente en el ejercicio de la violencia política. Los grupos insurgentes armados que controlan de una manera estable áreas territoriales o, en términos generales, ejercen de hecho autoridad sobre otras personas, poseen un germen de poder público que están obligados, lo mismo que el gobierno regular, a mantener dentro de los límites impuestos por los derechos humanos. De no hacerlo no solo estarían violando el orden jurídico del Estado contra el que insurgen, sino también los derechos humanos. Puede incluso considerarse que quienes se afirmen en posesión de tal control. Aún si no lo tienen, se están auto imponiendo los mismos límites en su tratamiento a las personas sobre las que mantienen autoridad. Por lo demás, aplicando principios extraídos de la teoría de la responsabilidad internacional, si un grupo insurgente conquista el poder, son imputables al Estado las violaciones a obligaciones internacionales -incluidas las relativas a derechos humanos- cometidas por tales grupos antes de alcanzar el poder. Lo que no es exacto es que diversas formas de violencia política, que pueden tipificar incluso gravísimos delitos internacionales, sean violaciones de los derechos humanos. La responsabilidad por la efectiva vigencia de los derechos humanos incumbe exclusivamente al Estado, entre cuyas funciones primordiales está la prevención y la punición de toda clase de delitos. El Estado no está en condiciones de igualdad con personas o grupos que se encuentren fuera de la ley, cualquiera sea su propósito al así obrar. El Estado existe para el bien común y su autoridad debe ejercerse con apego a la dignidad humana, de conformidad con la ley. Este principio debe dominar la actividad del poder público dirigida a afirmar el efectivo goce de los derechos humanos (A) así como el alcance de las limitaciones que ese mismo poder puede imponer lícitamente al ejercicio de tales derechos (B). 26 ALGUNOS CRITERIOS SOBRE LA TIPOLOGIA DE LOS DERECHOS HUMANOS ÚRSULA STRAKA4 Dentro del concepto de los derechos humanos se incluyen una diversidad de derechos, que para su disfrute real y efectivo se requieren de variadas actuaciones por parte del Estado, d lo cual han surgido variedades de tipos o categorías, basados, tal como señala Antonio Cançado, en criterios como son: sustancia de los derechos; por los medios de protección; la condición de las personas (refugiados, mujeres, minusválidos, etc.); y la forma de protección (son garantizados frente al Estado o por el Estado). Actualmente se suelen agrupar en tres tipos derechos: civiles y políticos; económicos, sociales y culturales; y derechos de los pueblos. Como se ha visto con anterioridad todos disfrutan de una misma jerarquía y es necesario la vigencia de todos ellos para determinar la vigencia efectiva de los derechos humanos. Es de enfatizar que el fin de la clasificación en tipos, categorías o generaciones a los derechos humanos es más de carácter pedagógico-académico, en ningún momento se puede concluir que dicha clasificación responde a un proceso evolutivo de las legislaciones, ni ha rangos de importancia o cualquier otro motivo5 . A continuación se hará referencia a los criterios utilizados de manera más común y reiterada para diferenciar entre los derechos civiles y políticos de los derechos económicos, sociales y culturales. Posteriormente se tratará de manera especial los derechos de los pueblos o de solidaridad. Es de aclarar que este trabajo es referencial, busca brindar un primer acercamiento al tema, no tiene carácter exhaustivo. Criterios de diferenciación Carácter individual o colectivo de los derechos Se suele asimilar los derechos civiles y políticas como derechos de carácter individual, dado que su disfrute e incluso su posible violación se puede concretar en una persona sin que otras pudieran resultar afectadas, en cambio los derechos económicos, sociales y culturales van a tener carácter colectivo, dado que asegurar el disfrute de un derecho de este tipo a una persona, se le estaría asegurando (dadas las características) a un grupo de 4 Abogada, Master en Políticas Publicas y Master en Administración de Empresas. Docente Universidad Católica "Andrés Bello", Universidad Metropolitana y Universidad Andina Simón Bolívar. 5 Es de recordar las características de los derechos humanos, entre las que se mencionan la no jerarquización entre derechos y la indivisibilidad de los mismos. En relación a este último, la Conferencia de Derechos Humanos de Teherán (1968) proclamó la indivisibilidad de los derechos humanos, además de afirmar que para lograr la plena realización de los derechos civiles y políticos era indispensable el goce de los derechos económicos, sociales y culturales. 27 personas, de igual forma de atentarse contra un derecho se verían afectados más de un solo individuo. Esto se puede ver con una serie de ejemplos muy sencillos que nos permitirán observar lo antes comentado. A continuación verán una tabla construida con tres columnas, en la primera encontrarán un listado de derechos, en la segunda la acción (básica) que deben hacer el Estado para asegurar la efectividad del derecho y en la tercera columna los posibles afectados por la medida. Vida No matar Un sujeto Educación Construcción de escuelas Comunidad Libertad de expresión No censurar Un sujeto Vivienda Construcción de viviendas Comunidad Trabajo Creación de fuentes de trabajo Comunidad Voto No impedir el ejercicio del derecho Un sujeto Libertad personal No detener arbitrariamente Un sujeto Salud Construcción de centros de asistencia médica. Comunidad Como podemos ver en el listado anterior cuando hablamos de los derechos a la vida, libertad de expresión, voto y libertad personal una sola persona (en principio) puede ser la afectada, es decir, el atentar contra la vida del Sr. X no implica que otras personas se vean afectadas, pero si estamos frente a derechos como a la educación, vivienda, trabajo y salud, del Estado crear o cerrar una hospital –por ejemplo- implica que toda la comunidad cercana a dicho centro hospitalario se verá afectada. Tipo de acción por parte del Estado Se refiere a la actitud que debe tomar el Estado frente a un tipo de derechos humanos para asegurar su disfrute. En el caso de los derechos civiles y políticos se parte del principio que el Estado tiene que asumir una actitud pasiva (no interferir). Sí estamos en presencia de los derechos económicos, sociales y culturales, el papel del Estado es diferente, tiene que realizar acciones, lo cual incluye el planeamiento, la ejecución de políticas públicas con el fin de asegurar el disfrute de este tipo de derechos. En el primer caso se estaría en presencia de una abstención (un no hacer) mientras que en el segundo de una acción (en un hacer). Tomando el cuadro anterior, lo utilizaremos para ejemplificar lo mencionado, en este caso la tercera columna indicará sí estamos en presencia de un hacer o no por parte del Estado. 28 Vida No matar Abstención Educación Construcción de escuelas Acción Libertad de expresión No censurar Abstención Vivienda Construcción de viviendas Acción Trabajo Creación de fuentes de trabajo Acción Voto No impedir el ejercicio del derecho Abstención Libertad personal No detener arbitrariamente Abstención Salud Construcción de centros de asistencia médica. Acción Como podemos ver en el listado anterior cuando hablamos de los derechos a la vida, libertad de expresión, voto y libertad personal, estamos frente a un requerimiento de inacción (abstención) por parte del Estado, en cuanto a los derechos educación, vivienda, trabajo y salud estamos en presencia de un hacer por parte del mismo (de manera directa, es decir, proveyéndolo, o de manera indirecta facilitando la generación por parte de terceros de mecanismos para el disfrute del mismo, por ejemplo permitiendo la educación privada, la existencia de centros médicos pagos, etc.)6 De recordar que el presente trabajo busca brindar un acercamiento al tema, se realizará una breve aclaratoria completaría a esta clasificación por tipo de acción: la separación entre los dos tipos de derechos en estudio no reviste ‘un carácter absoluto, puesto que el Pacto de Derechos Civiles y Políticos prevé la “posibilidad de una realización progresiva” de ciertos derechos, y el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales contiene disposiciones susceptibles de aplicación a corto plazo; los límites entre las dos categorías no son entonces siempre precisos; tal vez la distinción es ante todo una cuestión de grado o de intensidad de las obligaciones generales que vinculan a los Estados Partes. Aún así, y tal vez en este sentido, la distinción fue consagrada por los dos Pactos de Naciones Unidas’ Cançado, T: La Protección Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales. 1992. Tipo de obligación Cuando estamos en presencia de derechos civiles y políticos se habla básicamente que obligación del Estado son de resultado, es decir, basta que el ordenamiento jurídico reconozca y garantice los derechos, por lo cual las acciones del Estados son susceptibles de control jurisdiccional (basta constatar un hecho los viole y que le sea imputable). En cuanto a los derechos económicos sociales y culturales, se está en presencia de obligaciones de medio, no basta la existencia de un ordenamiento jurídico, ni de la sola 6 29 decisión política de los órganos gubernamentales, va a dependen adicionalmente de un orden social basado en la justa distribución de los bienes, lo cual solo puede alcanzarse progresivamente7 . Exigibilidad de los derechos Esto se encuentra muy vinculado a los puntos anteriormente descritos. Cuando estamos en presencia de derechos civiles y políticos la exigibilidad del derecho es inmediata, esto viene dado a que su disfrute (en principio) depende de la no acción del Estado, caso contrario de cuando en presencia de los derechos económicos sociales y culturales, exigibilidad no es inmediata, dado que la satisfacción del derecho requiere de acciones que depende de las posibilidades de recursos del cual disponga, además del tiempo mínimo necesario para llevar a cabo lo requerido. Tomemos el listado anterior y revisemos cuales son los requerimientos para el disfrute de esos derechos, podremos ver que cuando hablamos de los derechos a la vida, libertad de expresión, voto y libertad personal, estamos frente a un requerimiento de inacción (abstención) por parte del Estado, en cuanto a los derechos educación, vivienda, trabajo y salud estamos en presencia de un hacer por parte del mismo (de manera directa, es decir, proveyéndolo, o de manera indirecta facilitando la generación por parte de terceros de mecanismos para el disfrute del mismo, por ejemplo permitiendo la educación privada, la existencia de centros médicos pagos, etc.) Vida No matar Inmediato Educación Infraestructura, mobiliario, docentes, materiales (tiza, papel, etc.) Progresivo Libertad de expresión No censurar Inmediato Vivienda Construcción de las viviendas, incluyendo servicio de aguas negras, blancas, electricidad, gas natural, etc. Progresivo Trabajo Creación y/o ampliación de la industria nacional Progresivo Voto No impedir el ejercicio del derecho Inmediato Libertad personal No detener arbitrariamente Inmediato 7 Buergenthal, Thomas, Grossman, Claudio y Nikken, Pedro: Manual Internacional de Derechos Humanos. Instituto Interamericano de Derechos Humanos y Editorial Jurídica Venezolana. Caracas/San José 1990. 30 Salud Construcción de hospitales, contratación de personal médico, medicamentos, instrumental, etc. Progresivo Obligación de satisfacción En los trabajos anteriores se revisó las distintas obligación que ha asumido el Estado en materia de derechos humanos, cabe recordar: la obligación de respeto, garantía, no discriminación y satisfacción. No entraremos en el estudio de las mismas, solo mencionaremos que las tres primeras obligaciones son comunes para ambos tipos de derechos, mientras que la ultima, satisfacción, es exclusiva para los derechos económicos, sociales y culturales. Derechos de los pueblos o de solidaridad Hasta los momentos solamente hemos hablado de dos tipos de derechos: a) los civiles y políticos y b) los derechos económicos, sociales y culturales. Pero en la actualidad existe un tercer tipo de derechos humanos conocido como derechos de los pueblos o derechos de solidaridad, entre los cuales se pueden mencionar: el derecho a la paz, al medio ambiente sano, al desarrollo y a la autodeterminación de los pueblos. Siguiendo los criterios antes utilizados, se puede observar que estos derechos se caracterizan por: a) ser de carácter colectivo (se benefician o se afectan a la colectividad); b) en cuanto al tipo de acción que debe ejercer el Estado es tanto de abstención como de acción; c) el tipo de obligación es tanto de resultado como de medio; d) en cuanto a la exigibilidad es tanto inmediata como progresiva; y e) para que se dé el disfrute efectivo de los derechos es importante el cumplimiento de las obligación de satisfacción. De lo anterior se puede concluir que este tipo de derechos requiere tener en cuenta no solo los criterios derechos civiles y políticos sino también los de los derechos económicos, sociales y culturales. Adicionalmente otro elemento fundamental que los diferencia es que mientras las obligaciones en los primeros dos grupos estudiados de derechos se encuentra en manos de un Estado, y sus acciones afectan a los habitantes que se encuentren dentro de la jurisdicción del mismo, en los derechos de los pueblos las obligación están en manos de la comunidad internacional y no de un país específicamente, las acciones de un Estado va a afectar no solo a sus habitantes sino también a los de otros países. Para tratar de ejemplificar lo dicho, tomemos como ejemplo el derecho a un medio ambiente sano. Supongan que un río atraviesa tres países distintos (A, B, C). El río nace en A y desemboca en C. El país A tiene como principal producción la confección de ropa, lo cual incluye no solo el diseño y elaboración de las misma, requiere el teñido de telas, proceso esté que genera contaminación dado que los tintes no son fácilmente biodegradables, a pesar de ello vierten los residuos en el río. Qué implicaría esto. Primero la contaminación del río, que a su vez contaminaría las zonas cercanas a su paso, que a su vez pudiese causar enfermedades e incluso la muerte de las personas que habitan en dichas zonas o que se alimente de los productos provenientes de allá. Pero las 31 consecuencias descritas no van a afectar solamente al país A, sino también los habitantes de los países B y C dada la corriente del río. Acá vemos como: Las acciones de un país afectan a los pobladores de otros países, El carácter colectivo del derecho al medio ambiente sano La obligación del país A de no contaminar (abstención) botando al río los residuos de teñido y la acción de utilizar plantas de tratamiento antes de verter las aguas. CONCLUSIÓN Solamente vamos a reafirmar que todos los derechos humanos, independientemente de su tipo son inherentes a la persona, que se encuentran fundamentados en la dignidad de los mismos, que aun cuando, como expresa el Dr. Nikken, unos van a depender de la sola existencia un orden jurídico y político que los respete y garantice, y otros de las posibilidades fácticas que el Estado, en cuanto a recursos se refiere para satisfacerlos, ocasionando dos tipos de obligaciones distintas unas de resultado y otras de medio o de comportamiento, y que en este caso para establecer que un gobierno ha violado tales derechos no basta con demostrar que no ha sido satisfecho, sino que el comportamiento del poder público en orden a alcanzar ese fin no se ha adecuado a los estándares técnicos o políticos apropiados. BIBLIOGRAFÍA • Buergenthal, Thomas, Grossman, Claudio y Nikken, Pedro: Manual Internacional de Derechos Humanos. Instituto Interamericano de Derechos Humanos y Editorial Jurídica Venezolana. Caracas/San José 1990. • Cançado, Trindade: La Protección Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales. En: Estudios Básicos de derechos humanos, (Vol. 1). Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Costa Rica, 1992. • Diemer, A. y otros. Los Fundamentos filosóficos de los derechos humanos. Serbal/UNESCO. Barcelona-España 1985. • Nikken, Pedro: Las Garantías Internacionales de los Derechos Humanos. Editorial Jurídica Venezolana. Caracas 2006 • Van Boven, Theodor: Criterios distintivos de los derechos humanos. En: Las dimensiones internacionales de los derechos humanos (1 Vol.). Serbal/UNESCO. Barcelona-España 1984. 32 INDIVIDUO EN EL DERECHO INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS8 ADALBERTO URBINA9 George Scharzenberger señala que “la personalidad internacional significa la capacidad para ser titular de derechos y obligaciones según el Derecho Internacional. Cualquier entidad que posea personalidad internacional es una persona internacional o un sujeto del Derecho Internacional, a diferencia de un mero objeto del Derecho Internacional.”10 Lo que caracterizaría a los objetos del Derecho Internacional es su falta de personalidad internacional. Entre ellos estarían los trenes, carros, barcos, lagos, ríos, mares, peces, etc. Es posible recoger las dos teorías radicales en lo relativo a los sujetos del Derecho Internacional, del siguiente modo: La teoría clásica: Según la cual los únicos sujetos del Derecho Internacional Público - D.I.P. son los Estados, ya que este Derecho regula exclusivamente las relaciones entre ellos. La teoría de la Escuela Realista o Sociológica (Politis, Scelle): Los únicos sujetos del -D.I.P - son los individuos, pues son ellos los verdaderos destinatarios de toda norma jurídica. La postura clásica se reflejaba aún a principios del siglo XX en las obras de los doctrinarios. Así, para la época, en la primera edición de su obra Derecho Internacional, Lassa Oppenheim afirmaba que éste era un “Derecho entre Estados única y exclusivamente”. En 1927, la Corte Permanente de Justicia Internacional, en el asunto Lotus, se refería al Derecho Internacional como él que rige las relaciones entre “Estados independientes” (PCIJ, Reports, Series A, Nº 10). Es preciso puntualizar que la tesis que considera a los Estados como los únicos sujetos de este derecho debe vincularse cronológicamente con el nacimiento de los Estados nacionales y la elaboración clara del concepto de soberanía que surgieron en Europa después de la disolución de las estructuras medievales. Sin embargo, aún en el Derecho Internacional Clásico se reconocían, quizá a modo excepcional, al lado de los Estados, a algunos otros entes como titulares de un cierto grado de subjetividad internacional (la Santa Sede, la Orden de Malta o los beligerantes). El reduccionismo a ultranza de los sujetos del D.I.P. es un producto del 8 Adalberto Urbina, “El individuo en la evolución de las fuentes del derecho internacional de los derechos humanos” (2007) Boletín No. 3 Centro de Estudios de Derechos Humanos-Universidad Central de Venezuela 191-200. 9 Especialista en Derecho y Políticas Internacionales UCV, Profesor de Derecho Internacional Público y de Derechos Humanos UCV. UCAB y UNIMET. Coordinador de Investigación del Centro de Estudios de Derechos Humanos UCV. 10 A Manual of International Law, 6 ed., Londres, 1976 33 positivismo jurídico, con su radical separación entre el orden internacional y los ordenamientos jurídicos internos. A finales del siglo XIX, el surgimiento de ciertas estructuras institucionales (comisiones fluviales, uniones administrativas) que darían luego origen a las primeras organizaciones internacionales, representaba un cuestionamiento a la posición radical. Después de la segunda Guerra Mundial se acentuaría esta tendencia expansionista en la sociedad internacional. Ya en la octava edición de la citada obra de Oppenheim, editada por Hersch Lauterpacht en 1955, se señalaba que los sujetos del Derecho Internacional eran “fundamentalmente” los Estados, abriendo así el espectro de los sujetos a nuevas posibilidades. En la medida en que la subjetividad ha ido desligándose del concepto de soberanía, las necesidades de la comunidad jurídica internacional han ido marcando la pauta para que nuevas entidades puedan ser investidas de personalidad. La propia Corte Internacional de Justicia en su Opinión Consultiva sobre las Reparaciones por daños sufridos al servicio de las Naciones Unidas (1949) constataba que “En un sistema jurídico, los sujetos no son necesariamente idénticos en cuanto a su naturaleza o a la extensión de sus derechos; y su naturaleza depende de las necesidades de la comunidad. El desarrollo del Derecho Internacional, en el curso de su historia, se ha visto influido por las exigencias de la vida internacional, y el crecimiento progresivo de las actividades colectiva de los Estados ha hecho ya surgir ejemplos de acción ejercida en el plano internacional por ciertas entidades que no son Estados” (ICJ, Reports, 1962). En la actualidad, si bien los Estados conservan su carácter de sujetos originarios, es posible hablar de la existencia de una pluralidad y heterogeneidad de sujetos en el Derecho Internacional. Así pues, apartando las posiciones extremas, la evolución del Derecho Internacional muestra los cambios en torno a los perfiles de la subjetividad internacional y específicamente, en lo atinente a la posición que ha ocupado el individuo en este ordenamiento jurídico: En la evolución del Derecho Internacional se pueden apreciar las dos fases distintas, en cuanto se refiere a la posición del individuo como sujeto de este derecho. La primera corresponde a la etapa del Derecho Internacional Clásico o Tradicional, ya mencionada, que va desde sus orígenes hasta el término de la Segunda Guerra Mundial; la segunda fase es el reflejo de las transformaciones experimentadas por el Derecho Internacional, especialmente a partir del término de la Segunda Guerra Mundial. En la etapa del Derecho Internacional Clásico el individuo no es considerado como sujeto del D.I.P, sino que, en la dicotomía entre sujeto y objeto de Derecho, éste sería más bien, un objeto de reglamentación internacional. Durante todo este período los tratadistas sostienen como verdad absoluta que los únicos sujetos del Derecho Internacional son los Estados, y en ello radicaría precisamente la diferencia esencial entre el Derecho Internacional y el Derecho Interno. El Derecho Internacional regularía la conducta de los Estados; el Derecho Interno, en cambio, regularía la conducta de los individuos. Del Ordenamiento Jurídico Internacional sólo derivaban derechos y obligaciones para los Estados, y el tratamiento de los ciudadanos o habitantes de un Estado, le competía únicamente al Derecho Interno. Para 34 que al individuo se le pudiera aplicar una norma del Derecho Internacional, era indispensable que el Estado la incorporara a su Derecho Interno, transformándola en norma de ese ordenamiento. Esta posición, como ya se ha dicho, fue evolucionando paulatinamente hasta llegar a admitir que el Derecho Internacional, además de regular la conducta de los Estados, se ocuparía también de los otros entes distintos de aquellos, aunque siempre va a prevalecer en ellos una connotación gubernamental o intergubernamental. De esta manera, ya a finales del siglo XIX y comienzos del XX, comienza a aceptarse a las Organizaciones Internacionales como sujetos del Derecho Internacional. Sin embargo, sigue negándose al individuo toda posibilidad de ser destinatario directo de derechos y obligaciones. Algunas normas internacionales que lo afectaban, tales como las referidas a la protección de minorías, o la Doctrina del Standard Mínimo Internacional para el tratamiento de extranjeros, no constituían una excepción a la regla, ni iban en contradicción con la idea de que las obligaciones internacionales eran sólo asumidas por los Estados y que de la violación de las mismas se derivaba responsabilidad nada más que para ellos. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se producirían dos acontecimientos que alterarían radicalmente la posición del individuo en el derecho internacional. En primer lugar, la adopción de la Carta de Londres (8 de agosto de 1945), que aprobó el Estatuto del Tribunal Militar Internacional de Nüremberg, sentando las bases para juzgar a los criminales de guerra nazis; en segundo lugar, la suscripción de la Carta de las Naciones Unidas y la posterior aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, unidas a la de otros instrumentos en la misma materia. Estos dos hechos vendrían a configurar una nueva situación, en la que el individuo podría ser considerado como sujeto del D.I.P. La evolución completa de esta subjetividad el individuo se verificó en tres etapas, que consiguieron su concreción positiva, en las fuentes del Derecho Internacional de los Derechos Humanos (sobre todo, pero no exclusivamente, en las convencionales). El individuo como titular de obligaciones internacionales La responsabilidad penal internacional del individuo ya tenía algunos antecedentes en el derecho internacional. Quizá el más conocido es la inclusión, en el artículo 227 del Tratado de Paz de Versalles, al final de la Primera Guerra Mundial (1919), de la disposición que preveía el enjuiciamiento del Káiser Guillermo II de Alemania por supuestas violaciones “a la moral internacional y la santidad de los tratados”; el Emperador sería enjuiciado por una Comisión de cinco jueces (pertenecientes a las potencias vencedoras) que determinarían la sanción punitiva “que debería imponerse” (el tratado también contemplaba la entrega a los aliados, para ser juzgadas, de “las personas acusadas de haber cometido actos contrarios a las leyes y costumbres de la guerra”). En 1945, la Carta de Londres, contentiva del Estatuto del Tribunal de Nüremberg, instrumento adoptado por los aliados el término de la Segunda Guerra, establece una serie de principios y normas, mediante las cuales se pone en claro que el individuo es titular directo de deberes internacionales (el sistema sería aplicado también a los criminales japoneses mediante una Proclama del Jefe Supremo de las Fuerzas de Ocupación que creó un Tribunal Militar Internacional del Lejano Oriente). Estas normas se agrupan en las tres categorías de crímenes internacionales en los que podía incurrir un individuo: 35 • Crímenes de Guerra propiamente dichos: asesinatos, malos tratos o deportación para trabajos forzados u otros fines de las poblaciones civiles de los territorios ocupados, asesinatos o malos tratos a los prisioneros de guerra, ejecución de rehenes, saqueos de bienes públicos o privados, destrucción de ciudades o pueblos sin motivo, devastaciones no justificadas por exigencias militares. • Crímenes contra la humanidad (o de Lesa Humanidad): Asesinatos, exterminio, reducción a la esclavitud, deportación o cualquier otro acto inhumano cometido contra poblaciones civiles, antes o durante la guerra, persecuciones por motivos políticos, religiosos o raciales. • Crímenes contra la paz: la planeación, preparación, iniciación y ejecución de guerras de agresión o en violación de los acuerdos internacionales, o la participación en planes para realizar tales actos. La obediencia debida (órdenes de los superiores militares) o el cumplimiento del Derecho Interno (actuar por encargo del gobierno), no eximían de responsabilidad al individuo, pero podían constituir atenuantes. Los principios que sustentaron los juicios de Nüremberg fueron confirmados por la Asamblea General de la O.N.U. mediante la Resolución 95 (1) de 11 de diciembre de 1946. La importancia de la Carta de Londres radica, en que, por vez primera, el individuo, como tal, será responsable del cumplimiento de obligaciones internacionales en forma personal y directa, lo cual lo convierte en un sujeto peculiar del Derecho Internacional, pues, hasta ese momento, será sólo titular de deberes más no de derechos internacionales, ni de capacidad procesal alguna, lo que en todo caso no impediría que los criminales de guerra nazis y japoneses contaran con las facilidades necesarias para su defensa. El desarrollo posterior del Derecho Penal Internacional perfeccionaría los contornos de la responsabilidad del individuo. Entre los instrumentos internacionales más significativos destacan la Convención para la prevención y sanción del delito de Genocidio (1948), la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa humanidad (1968), la Convención internacional sobre la represión y el castigo del crimen de apartheid (1973), la creación mediante sendas Resoluciones por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de los Tribunales para el enjuiciamiento y castigo de los crímenes internacionales perpetrados en el territorio de la antigua Yugoslavia (Res. CS 827 de 25 de mayo de 1993) y de Ruanda (Res. CS 955 de 8 de noviembre de 994), y el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (1998). Éste último representa la definitiva tipificación en el ámbito universal, de los crímenes internacionales. El individuo como titular de derechos internacionales La Carta de las Naciones Unidas: Aprobada en 1945 en la Conferencia de San Francisco, constituiría un paso adicional en la evolución del Derecho Internacional Público al establecer que el individuo es titular directo de derechos internacionales a los que denomina “Derechos Humanos y libertades fundamentales de todos...”. Entre las 36 disposiciones de la Carta que se refieren a los Derechos Humanos, en cuanto derechos de la persona que tienen como fundamento el Derecho Internacional, se pueden citar, el preámbulo y los artículos 1.3, 10, 11, 13, 34, 55, 56, 62, 68, 73, 76 y 99. De entre los anteriores destacan los artículos 55 y 56 en los que se definen respectivamente las obligaciones de la organización y las de los Estados miembros en materia de Derechos Humanos. Una de las dificultades que plantea la Carta es la de no identificar, de modo claro y preciso, cuáles son esos derechos de los que el individuo es titular. La Declaración Universal de Derechos Humanos: Este vacío sería llenado pocos años después por la Declaración Universal de Derechos Humanos, instrumento adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Aunque el contenido de esta Declaración será bastante vago y genérico, debido a las discrepancias que surgieron entre sus redactores, tiene la virtud de precisar los derechos que constituyen el catálogo de Derechos Humanos. Entre ellos están el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad (Artículo 1), la prohibición de la esclavitud y la servidumbre (Artículo 2), la prohibición de la tortura y los tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (Artículo 3), el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica (artículo 4), la igualdad ante la ley (Artículo 5), el derecho a un juicio justo (Artículo 11), el derecho a la intimidad y la vida privada (Artículo 12), el derecho al libre tránsito (Artículo 13), el derecho a buscar asilo y disfrutar de él (Artículo 14), el derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión (Artículo 18), el derecho a la libertad de opinión y de expresión (Artículo 19), el derecho a la libertad de reunión y asociación pacíficas (Artículo 20), los derechos de participación política (Artículo 21), el derecho al trabajo (Artículo 23), el derecho a la educación (Artículo 26), etc. La Declaración Universal, que no es un tratado y la cual, en su momento, fue adoptada como “un ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse” (Preámbulo), es considerada en la actualidad como un instrumento vinculante. La Doctrina acepta hoy el carácter de Ius Cogens que tiene el contenido de la Declaración, es decir, su naturaleza de norma imperativa del Derecho Internacional General, aceptada así por la comunidad de Estados en su conjunto y que no admite norma en contrario. El individuo como titular de la capacidad procesal internacional La idea de que el individuo es titular de derechos y deberes internacionales, resultaría incompleta si no tuviera también la capacidad procesal para hacer valer esos derechos, es decir la posibilidad de participar directamente en los procedimientos ante instancias internacionales. Ésta capacidad tenía algunos antecedentes en el Derecho Internacional. Entre ellos se encuentran el XII Convenio de la Haya de 1907 que establecía un Tribunal Internacional de Presas, abierto a los individuos neutrales o beligerantes (el cual nunca entró en vigor), el Tratado de Washington entre las Repúblicas Centroamericanas, que creó el Tribunal de Justicia Centroamericano en 1907, competente para conocer de demandas individuales, previo agotamiento de los recursos internos (que nunca admitió una demanda tal), y los Tribunales Arbitrales Mixtos, establecidos por los tratados de paz de 1919, competentes para conocer demandas individuales contra los Estados ex enemigos. Sin embargo el 1920 se decidió excluir al individuo de toda participación en los procedimientos ante la Corte Permanente de Justicia Internacional, situación que, en 1945, mantuvo el Estatuto de la actual Corte Internacional de Justicia. 37 La capacidad procesal del individuo surgiría primero en Europa, al margen del Sistema de Naciones Unidas, con la adopción, en 1950, por parte de los Estados miembros del Consejo de Europa, de la Convención Europea de Derechos Humanos (“Convenio de Roma para la protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales”). En ella se establece un catálogo reducido de derechos humanos (unos 10 de los mencionados en la Declaración Universal), que lo Estados partes no solamente reconocen, sino que se comprometen a respetar internacionalmente. Igualmente se crean mecanismos y procedimientos internacionales que estarán abiertos al individuo, cumpliendo con ciertos requisitos, de tal forma que éste pudiera disfrutar de cierta capacidad procesal y hacer valer sus derechos ante instancias internacionales (en ese entonces la instancia ante la que podía acudir era la hoy extinta Comisión Europea de Derechos Humanos, actualmente el individuo, en virtud del Protocolo XI de la Convención, puede demandar directamente al Estado ante la Corte Europea de Derechos Humanos). En el seno de Naciones Unidas, la aprobación, en 1966 de los dos Pactos Internacionales de Derechos Humanos (Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales), iría acompañada del Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, instrumento que permitiría a los individuos someter a la consideración de un Comité de Derechos Humanos, comunicaciones por violaciones de sus derechos humanos. En 1989 se adoptó un Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, destinado a abolir la Pena de Muerte. Además existen otros instrumentos y procedimientos internacionales del Sistema de Naciones Unidas en los que se contempla la participación directa del individuo en mayor o menor medida (procedimientos establecidos por las Resoluciones 1235 y 1503 del Consejo Económico y Social en los años 1967 y 1970, respectivamente; y los llamados Mecanismos Extra-convencionales geográficos y temáticos). Hay que puntualizar que la doctrina denomina “Carta Internacional de Derechos Humanos”, al conjunto de instrumentos constituido por la Declaración Universal , los dos Pactos Internacionales y los dos Protocolos Facultativos del Pacto de Derechos Civiles y Políticos. En el ámbito regional americano, se aprobó en 1948, por la Novena Conferencia Internacional Americana, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. A ésta siguió, en 1969, durante la Conferencia Especializada convocada por la Organización de los Estados Americanos en San José de Costa Rica, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la cual contempla mecanismos procesales adecuados para que el individuo pueda actuar internacionalmente (ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos). En África, la capacidad del individuo se lograría mediante la aprobación, bajo el patrocinio de la Organización de la Unidad Africana, en 1981, de la Carta Africana de los Derechos del Hombre y de los Pueblos. Ésta contempla, bajo la denominación de “Otras comunicaciones” la posibilidad de que el individuo pueda hacer valer sus derechos humanos violados ante una Comisión Africana de los derechos del Hombre y de los 38 Pueblos (hoy existe además una Corte Africana de los Derechos del Hombre y de los Pueblos, abierta al individuo bajo ciertos requisitos). En conclusión, se puede afirmar que actualmente, el individuo es sujeto del Derecho Internacional, en tanto que es titular de derechos y obligaciones, y en cuanto que goza de una cierta capacidad procesal internacional, claramente consagrada en las fuentes del Derecho de los Derechos Humanos, limitada, pero real y efectiva