Racismo, Colonolianizmo y Violencia científica de Eduardo Ménendez Cuando se habla de racismo, mucha gente solo acepta discutirlo en casos como Estados Unidos o Sudáfrica, pero niega que sea un problema importante en América Latina. Este pensamiento simplifica nuestra realidad y los procesos históricos que nos han formado. La gente que niega el racismo a menudo dice que es un problema inventado por los judíos o que solo ocurre donde hay blancos y negros, pero no aquí. Sin embargo, al hacer esto, ignoran y malinterpretan las causas económicas y sociales que producen el racismo, beneficiando a las clases dominantes. El racismo no es solo segregar a los negros u odiar a los judíos; es también discriminar, subordinar y explotar a otros basándose en supuestas diferencias biológicas, sociales o culturales. Cualquier relación que trate a las personas como objetos y las degrade es racismo. Nuestra historia latinoamericana está llena de relaciones raciales: con los indígenas, los negros, los inmigrantes europeos y los migrantes de países vecinos. Estas relaciones se han basado en modos de producción que determinan la distribución de recursos. Quienes niegan el racismo en nuestra región dicen que hubo prejuicio y discriminación, pero no como en la Alemania nazi o en las masacres de Nigeria y Bangladés. No entienden que América se construyó sobre el genocidio de millones de indígenas y negros, y que nuestra organización social, cultural y económica se basa en ese pasado. Los libros escolares suelen omitir este pasado, presentando a indígenas y negros como excusas históricas para que los blancos desarrollen su civilización. Esto refuerza las diferencias raciales a través de la educación formal. Ciencia y Raza. A mediados del siglo XIX, el racismo se convirtió en una teoría ideológica apoyada por supuestas pruebas científicas, especialmente en biología e historia. Aunque estas pruebas eran falsas, sirvieron para justificar el racismo capitalista y colonialista. La ciencia del siglo XIX desarrolló la idea de que los humanos evolucionan, y esta idea fue manipulada para crear y justificar diferencias raciales profundas. Así, se estableció que algunos grupos eran más "evolucionados" que otros, apoyando el racismo y la explotación. Aunque algunos científicos sabían que estas teorías eran falsas, muchos no hicieron nada para contrarrestarlas, contentándose con saber la verdad en privado. Esto permitió que el racismo y la explotación siguieran justificándose con argumentos científicos. Durante el siglo XIX, la ciencia se veía como la cima del conocimiento humano, especialmente en Occidente, y se usaba para legitimar el imperialismo. Esta relación entre ciencia y racismo no fue cuestionada hasta mucho después. Las atrocidades del siglo XX, como los campos de concentración y Hiroshima, revelaron la complicidad de la ciencia con el poder. Aunque se ha demostrado científicamente la falsedad del racismo, estas ideas aún persisten porque el conocimiento verdadero no se ha integrado completamente en la sociedad. Racismo y Capitalismo. El capitalismo se expandió gracias a una mayor eficiencia en la producción, sometiendo a personas y sociedades a su servicio. Occidente aplicó la racionalidad a esta eficiencia productiva, basada en la explotación, definiendo así el destino de la ciencia y la técnica. Este sistema implica explotación, subordinación y discriminación de algunas personas, ya sea por nación o clase. La primera expansión capitalista se justificó ideológicamente en términos culturales, con los "civilizados" dominando a los "primitivos", lo que llevó a relaciones humanas basadas en el concepto de raza. Esto se reforzó en eventos como el Congreso Eugenésico Mundial en 1921, que proponía eliminar a los pueblos coloniales por medios biológicos. El racismo, congruente con el sistema capitalista, fue apoyado por teorías "científicas" que justificaban la exterminación o subordinación de ciertos grupos. Alemania, conocida por su racismo, llevó estas ideas al extremo durante el nazismo, donde ciencia e ideología se unieron, resultando en la aplicación de la ciencia para justificar la irracionalidad. Durante el nazismo, científicos alemanes realizaron experimentos inhumanos en campos de concentración, donde las víctimas fueron tratadas como subhumanos. La eficiencia capitalista se mostró en estos campos, donde la racionalidad administrativa y técnica del Estado se aplicaba para mantener y desarrollar el sistema. Auschwitz es un ejemplo de cómo la eficiencia capitalista transformaba a los prisioneros en objetos, explotándolos y eliminándolos de manera sistemática. En resumen, el capitalismo evolucionado en Alemania demostró cómo la racionalidad se utilizó de manera irracional para justificar y llevar a cabo atrocidades. Este sistema planificó la explotación de aquellos considerados inferiores, como gitanos, eslavos y judíos, demostrando una última vuelta de tuerca en la irracionalidad de la racionalidad científica aplicada al servicio del poder. Las Razas. El texto aborda el problema del concepto de raza y cómo ha sido utilizado y malinterpretado a lo largo del tiempo. La pregunta "¿qué son las razas?" resulta complicada porque los científicos han propuesto muchas clasificaciones contradictorias, variando desde dos hasta más de doscientas razas humanas. A pesar de estas diferencias, no se debe negar la existencia de razas como un hecho científico. Históricamente, las diferencias entre grupos se explicaban en términos culturales, no biológicos, y no implicaban incompatibilidad entre ellos. Hoy en día, la raza se define por diferencias biológicas, pero estas no determinan diferencias psicológicas, sociológicas o culturales, ni establecen superioridad o inferioridad. La raza busca clasificar a partir de características biológicas promedio, sin absolutismos. Firth ilustra esto diciendo que los europeos tienen, en promedio, piel más clara y narices más angostas que los africanos, pero hay excepciones en ambos grupos. El concepto de raza es estrictamente biológico y debe separarse de nociones sociales, culturales o nacionales. Estas ideas han sido repetidas muchas veces y deben integrarse en nuestra vida cotidiana para eliminar el racismo. Sin embargo, grupos humanos construidos consciente e inconscientemente en el racismo encuentran difícil esta integración. Ejemplos históricos, como las descripciones racistas de los indígenas americanos por Letourneau hace 80 años, demuestran cómo persisten estas ideas. En la actualidad, algunas de estas percepciones se mantienen para justificar tratamientos psicológicos discriminatorios. En América Latina, ciertos grupos sociales y culturales son vistos como inferiores. Términos como "pereza" o "inferioridad intelectual" no se aplican a "ciudadanos blancos de clase media" sino a determinados estratos sociales. Similarmente, hay una percepción de inferioridad respecto a los países desarrollados. En los años 50, en Argentina, se comentaba con orgullo que los trabajadores locales eran casi tan eficientes como los alemanes, subrayando un complejo de inferioridad superado. Evolución, Especie y Raza. Desde la segunda mitad del siglo XIX, el problema racial ha sido un tema constante. Esto se debe a que la ideología racial se alineaba con el sistema capitalista. La raza se estudió científicamente como parte de la evolución biológica, pero a menudo se enfocó más en las diferencias entre razas que en la evolución humana en general. Los antropólogos prestaron más atención a las razas que a la especie humana en su conjunto, lo que contribuyó a jerarquizar y dividir a las personas. Durante la expansión europea, se utilizó el concepto de raza para justificar la superioridad de ciertas naciones y razas, especialmente las "anglosajonas" y "germanas", sobre otras. Este racismo se reflejaba no solo en teorías científicas seudocientíficas, sino también en estereotipos populares y políticas nacionales e imperialistas, afectando incluso a los nuevos estados de América Latina. Aquí, se consideraba a las "razas latinas" como inferiores y en decadencia. El racismo fue legitimado científicamente, y disciplinas como la biología, psicología y antropología contribuyeron a ello. La lucha contra el racismo implicó enfrentarse a estas teorías científicas que justificaban la discriminación. Aunque la ciencia debería representar la verdad, a menudo ha reflejado los intereses del poder político. Muchos libros de texto y estudios médicos contienen ideas racistas del siglo XIX. Esto no niega la importancia de la formación científica, pero sí cuestiona cómo se utiliza el conocimiento científico y nos insta a reflexionar sobre su impacto y el poder que le conferimos. Los negros y los hombres prmitivos. Durante gran parte del siglo XIX, especialmente en su última parte, se intentó establecer "científicamente" la inferioridad del hombre negro y otras razas no blancas en comparación con los "blancos". Muchos de estos estudios se basaban en medidas del cráneo, el peso del cerebro y correlaciones entre características psicológicas y físicas. Estos trabajos llegaron a ser muy elaborados y se pensaba que demostraban la inferioridad racial de los negros. Junto a estos estudios, se enfatizaba el primitivismo, bestialidad, degeneración e infantilismo de esta raza. Estudios posteriores demostraron que estas conclusiones eran incorrectas, pero no se difundieron tanto porque no eran útiles ideológicamente para quienes necesitaban justificar sus creencias racistas. Un caso notable es el del antropólogo estadounidense Bean, que concluyó que la zona frontal del cerebro estaba menos desarrollada en los negros que en los blancos, y la zona posterior más desarrollada. Bean creía que esto reflejaba que los negros eran inferiores en funciones intelectuales y superiores en ritmo y percepción. Sin embargo, cuando el jefe del Departamento de Anatomía de la Universidad John Hopkins repitió el estudio sin saber a qué raza pertenecían los cerebros, encontró que no había diferencias significativas entre ellos. Este tipo de proyección de prejuicios raciales en estudios científicos fue una constante. Por ejemplo, la teoría de la evolución fue utilizada para explicar diferencias raciales, pero se hicieron afirmaciones incorrectas como que la nariz estrecha de los nórdicos era una adaptación al clima frío, ignorando que otros pueblos en climas fríos tienen narices anchas. Se creía popularmente que el color de la piel era una adaptación climática, pero estudios más recientes mostraron que no era así. Los errores y persistencias en estas ideas deben entenderse en el contexto socioeconómico que permitía su continuidad. Antiguamente, se hacían interpretaciones raciales ingenuas basadas en datos métricos, y cuando estas se volvieron políticamente inaceptables, se buscaron otras correlaciones constitucionales para llegar a las mismas conclusiones racistas. Hoy en día, se utilizan conceptos erróneos de adaptación para perpetuar los prejuicios raciales. Estos prejuicios se han vuelto parte de nuestro sentido común, considerándose "naturales". Antropólogos modernos como Ashley Montagu han denunciado la visión violenta y sanguinaria del hombre primitivo, argumentando que nuestros antepasados sobrevivieron más por cooperación que por conflicto. Sin embargo, algunos antropólogos todavía insisten en una visión prejuiciada de los primitivos, interpretando datos de manera que refuerzan la idea de una "maldad innata" en el hombre, en lugar de considerar contextos históricos y socioeconómicos actuales. Conclusión. Revisamos cómo la ciencia ha ayudado a formalizar y mantener el racismo, y cómo esta ideología es útil para el sistema capitalista. Creemos que esto seguirá así hasta que se cambie este sistema de producción. Puede parecer exagerado, pero nuestra opinión se basa en la situación actual del conocimiento y la persistencia del racismo en algunas teorías neoevolucionistas. Hoy, el racismo se ha transformado en un "racismo cultural" para justificar las mismas acciones del racismo antiguo. Esto se ve en teorías como la de la Modernización y la Alianza para el Progreso, que dicen que los países dependientes no avanzan por sus costumbres y valores, vistos como obstáculos inamovibles. Este tipo de pensamiento muestra cómo el racismo sigue presente y justifica desigualdades. Sin embargo, esta situación también ha generado respuestas dialécticas, causando dependencia y conflictos violentos en el Tercer Mundo, y la instalación de violencia sistemática en los países metropolitanos.