Subido por Miguel Martinez

Racismo de Menéndez

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Racismo, Colonolianizmo y Violencia científica de Eduardo Ménendez
Cuando se habla de racismo, mucha gente solo acepta discutirlo en casos como
Estados Unidos o Sudáfrica, pero niega que sea un problema importante en
América Latina. Este pensamiento simplifica nuestra realidad y los procesos
históricos que nos han formado. La gente que niega el racismo a menudo dice que
es un problema inventado por los judíos o que solo ocurre donde hay blancos y
negros, pero no aquí. Sin embargo, al hacer esto, ignoran y malinterpretan las
causas económicas y sociales que producen el racismo, beneficiando a las clases
dominantes.
El racismo no es solo segregar a los negros u odiar a los judíos; es también
discriminar, subordinar y explotar a otros basándose en supuestas diferencias
biológicas, sociales o culturales. Cualquier relación que trate a las personas como
objetos y las degrade es racismo. Nuestra historia latinoamericana está llena de
relaciones raciales: con los indígenas, los negros, los inmigrantes europeos y los
migrantes de países vecinos. Estas relaciones se han basado en modos de
producción que determinan la distribución de recursos.
Quienes niegan el racismo en nuestra región dicen que hubo prejuicio y
discriminación, pero no como en la Alemania nazi o en las masacres de Nigeria y
Bangladés. No entienden que América se construyó sobre el genocidio de millones
de indígenas y negros, y que nuestra organización social, cultural y económica se
basa en ese pasado. Los libros escolares suelen omitir este pasado, presentando a
indígenas y negros como excusas históricas para que los blancos desarrollen su
civilización. Esto refuerza las diferencias raciales a través de la educación formal.
Ciencia y Raza.
A mediados del siglo XIX, el racismo se convirtió en una teoría ideológica apoyada por
supuestas pruebas científicas, especialmente en biología e historia. Aunque estas pruebas eran
falsas, sirvieron para justificar el racismo capitalista y colonialista. La ciencia del siglo XIX
desarrolló la idea de que los humanos evolucionan, y esta idea fue manipulada para crear y
justificar diferencias raciales profundas. Así, se estableció que algunos grupos eran más
"evolucionados" que otros, apoyando el racismo y la explotación.
Aunque algunos científicos sabían que estas teorías eran falsas, muchos no hicieron nada para
contrarrestarlas, contentándose con saber la verdad en privado. Esto permitió que el racismo
y la explotación siguieran justificándose con argumentos científicos. Durante el siglo XIX, la
ciencia se veía como la cima del conocimiento humano, especialmente en Occidente, y se
usaba para legitimar el imperialismo.
Esta relación entre ciencia y racismo no fue cuestionada hasta mucho después. Las
atrocidades del siglo XX, como los campos de concentración y Hiroshima, revelaron la
complicidad de la ciencia con el poder. Aunque se ha demostrado científicamente la falsedad
del racismo, estas ideas aún persisten porque el conocimiento verdadero no se ha integrado
completamente en la sociedad.
Racismo y Capitalismo.
El capitalismo se expandió gracias a una mayor eficiencia en la producción, sometiendo a
personas y sociedades a su servicio. Occidente aplicó la racionalidad a esta eficiencia
productiva, basada en la explotación, definiendo así el destino de la ciencia y la técnica. Este
sistema implica explotación, subordinación y discriminación de algunas personas, ya sea por
nación o clase.
La primera expansión capitalista se justificó ideológicamente en términos culturales, con los
"civilizados" dominando a los "primitivos", lo que llevó a relaciones humanas basadas en el
concepto de raza. Esto se reforzó en eventos como el Congreso Eugenésico Mundial en 1921,
que proponía eliminar a los pueblos coloniales por medios biológicos.
El racismo, congruente con el sistema capitalista, fue apoyado por teorías "científicas" que
justificaban la exterminación o subordinación de ciertos grupos. Alemania, conocida por su
racismo, llevó estas ideas al extremo durante el nazismo, donde ciencia e ideología se
unieron, resultando en la aplicación de la ciencia para justificar la irracionalidad.
Durante el nazismo, científicos alemanes realizaron experimentos inhumanos en campos de
concentración, donde las víctimas fueron tratadas como subhumanos. La eficiencia capitalista
se mostró en estos campos, donde la racionalidad administrativa y técnica del Estado se
aplicaba para mantener y desarrollar el sistema. Auschwitz es un ejemplo de cómo la
eficiencia capitalista transformaba a los prisioneros en objetos, explotándolos y
eliminándolos de manera sistemática.
En resumen, el capitalismo evolucionado en Alemania demostró cómo la racionalidad se
utilizó de manera irracional para justificar y llevar a cabo atrocidades. Este sistema planificó
la explotación de aquellos considerados inferiores, como gitanos, eslavos y judíos,
demostrando una última vuelta de tuerca en la irracionalidad de la racionalidad científica
aplicada al servicio del poder.
Las Razas.
El texto aborda el problema del concepto de raza y cómo ha sido utilizado y malinterpretado
a lo largo del tiempo. La pregunta "¿qué son las razas?" resulta complicada porque los
científicos han propuesto muchas clasificaciones contradictorias, variando desde dos hasta
más de doscientas razas humanas. A pesar de estas diferencias, no se debe negar la existencia
de razas como un hecho científico. Históricamente, las diferencias entre grupos se explicaban
en términos culturales, no biológicos, y no implicaban incompatibilidad entre ellos.
Hoy en día, la raza se define por diferencias biológicas, pero estas no determinan diferencias
psicológicas, sociológicas o culturales, ni establecen superioridad o inferioridad. La raza
busca clasificar a partir de características biológicas promedio, sin absolutismos. Firth ilustra
esto diciendo que los europeos tienen, en promedio, piel más clara y narices más angostas
que los africanos, pero hay excepciones en ambos grupos.
El concepto de raza es estrictamente biológico y debe separarse de nociones sociales,
culturales o nacionales. Estas ideas han sido repetidas muchas veces y deben integrarse en
nuestra vida cotidiana para eliminar el racismo. Sin embargo, grupos humanos construidos
consciente e inconscientemente en el racismo encuentran difícil esta integración.
Ejemplos históricos, como las descripciones racistas de los indígenas americanos por
Letourneau hace 80 años, demuestran cómo persisten estas ideas. En la actualidad, algunas de
estas percepciones se mantienen para justificar tratamientos psicológicos discriminatorios.
En América Latina, ciertos grupos sociales y culturales son vistos como inferiores. Términos
como "pereza" o "inferioridad intelectual" no se aplican a "ciudadanos blancos de clase
media" sino a determinados estratos sociales. Similarmente, hay una percepción de
inferioridad respecto a los países desarrollados. En los años 50, en Argentina, se comentaba
con orgullo que los trabajadores locales eran casi tan eficientes como los alemanes,
subrayando un complejo de inferioridad superado.
Evolución, Especie y Raza.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, el problema racial ha sido un tema constante. Esto se
debe a que la ideología racial se alineaba con el sistema capitalista. La raza se estudió
científicamente como parte de la evolución biológica, pero a menudo se enfocó más en las
diferencias entre razas que en la evolución humana en general. Los antropólogos prestaron
más atención a las razas que a la especie humana en su conjunto, lo que contribuyó a
jerarquizar y dividir a las personas.
Durante la expansión europea, se utilizó el concepto de raza para justificar la superioridad de
ciertas naciones y razas, especialmente las "anglosajonas" y "germanas", sobre otras. Este
racismo se reflejaba no solo en teorías científicas seudocientíficas, sino también en
estereotipos populares y políticas nacionales e imperialistas, afectando incluso a los nuevos
estados de América Latina. Aquí, se consideraba a las "razas latinas" como inferiores y en
decadencia.
El racismo fue legitimado científicamente, y disciplinas como la biología, psicología y
antropología contribuyeron a ello. La lucha contra el racismo implicó enfrentarse a estas
teorías científicas que justificaban la discriminación. Aunque la ciencia debería representar la
verdad, a menudo ha reflejado los intereses del poder político.
Muchos libros de texto y estudios médicos contienen ideas racistas del siglo XIX. Esto no
niega la importancia de la formación científica, pero sí cuestiona cómo se utiliza el
conocimiento científico y nos insta a reflexionar sobre su impacto y el poder que le
conferimos.
Los negros y los hombres prmitivos.
Durante gran parte del siglo XIX, especialmente en su última parte, se intentó establecer
"científicamente" la inferioridad del hombre negro y otras razas no blancas en comparación
con los "blancos". Muchos de estos estudios se basaban en medidas del cráneo, el peso del
cerebro y correlaciones entre características psicológicas y físicas. Estos trabajos llegaron a
ser muy elaborados y se pensaba que demostraban la inferioridad racial de los negros. Junto a
estos estudios, se enfatizaba el primitivismo, bestialidad, degeneración e infantilismo de esta
raza. Estudios posteriores demostraron que estas conclusiones eran incorrectas, pero no se
difundieron tanto porque no eran útiles ideológicamente para quienes necesitaban justificar
sus creencias racistas.
Un caso notable es el del antropólogo estadounidense Bean, que concluyó que la zona frontal
del cerebro estaba menos desarrollada en los negros que en los blancos, y la zona posterior
más desarrollada. Bean creía que esto reflejaba que los negros eran inferiores en funciones
intelectuales y superiores en ritmo y percepción. Sin embargo, cuando el jefe del
Departamento de Anatomía de la Universidad John Hopkins repitió el estudio sin saber a qué
raza pertenecían los cerebros, encontró que no había diferencias significativas entre ellos.
Este tipo de proyección de prejuicios raciales en estudios científicos fue una constante. Por
ejemplo, la teoría de la evolución fue utilizada para explicar diferencias raciales, pero se
hicieron afirmaciones incorrectas como que la nariz estrecha de los nórdicos era una
adaptación al clima frío, ignorando que otros pueblos en climas fríos tienen narices anchas.
Se creía popularmente que el color de la piel era una adaptación climática, pero estudios más
recientes mostraron que no era así.
Los errores y persistencias en estas ideas deben entenderse en el contexto socioeconómico
que permitía su continuidad. Antiguamente, se hacían interpretaciones raciales ingenuas
basadas en datos métricos, y cuando estas se volvieron políticamente inaceptables, se
buscaron otras correlaciones constitucionales para llegar a las mismas conclusiones racistas.
Hoy en día, se utilizan conceptos erróneos de adaptación para perpetuar los prejuicios
raciales.
Estos prejuicios se han vuelto parte de nuestro sentido común, considerándose "naturales".
Antropólogos modernos como Ashley Montagu han denunciado la visión violenta y
sanguinaria del hombre primitivo, argumentando que nuestros antepasados sobrevivieron más
por cooperación que por conflicto. Sin embargo, algunos antropólogos todavía insisten en una
visión prejuiciada de los primitivos, interpretando datos de manera que refuerzan la idea de
una "maldad innata" en el hombre, en lugar de considerar contextos históricos y
socioeconómicos actuales.
Conclusión.
Revisamos cómo la ciencia ha ayudado a formalizar y mantener el racismo, y cómo esta
ideología es útil para el sistema capitalista. Creemos que esto seguirá así hasta que se cambie
este sistema de producción. Puede parecer exagerado, pero nuestra opinión se basa en la
situación actual del conocimiento y la persistencia del racismo en algunas teorías
neoevolucionistas.
Hoy, el racismo se ha transformado en un "racismo cultural" para justificar las mismas
acciones del racismo antiguo. Esto se ve en teorías como la de la Modernización y la Alianza
para el Progreso, que dicen que los países dependientes no avanzan por sus costumbres y
valores, vistos como obstáculos inamovibles.
Este tipo de pensamiento muestra cómo el racismo sigue presente y justifica desigualdades.
Sin embargo, esta situación también ha generado respuestas dialécticas, causando
dependencia y conflictos violentos en el Tercer Mundo, y la instalación de violencia
sistemática en los países metropolitanos.
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