Subido por atehov

cuando hablamos de conducción Unidad 1 Colección Textos para entrar en calor

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Las temáticas que abordaremos en esta materia girarán en torno a la concepción de la
conducción escolar como mediación entre las políticas educativas y los sentidos y prácticas de
los distintos actores institucionales, entre los que se destacan tanto los docentes como
directivos/as y los y las estudiantes.
A tal fin buscará orientar la comprensión de lo que supone la conducción de las instituciones
y/o políticas públicas en educación, en distintos contextos, temporalidades, culturas,
representaciones y expectativas desde marcos conceptuales vigentes y en función de las
particularidades de dinámica y funcionamiento de una escuela atravesada tanto por la cultura
de la imprenta como de las tecnologías de la Información y la comunicación. El énfasis será
puesto en la reflexión acerca de los núcleos problemáticos que transversalizan al campo de
formación específica.
Se procurará ofrecer herramientas conceptuales e instrumentales que los ayuden a situarse
y actuar en ellas en función de encuadres científicamente validados y prácticas situadas.
Presentaremos los principales contenidos en tres unidades por cuyo
tránsito iremos analizando:
1- La construcción e implementación de políticas educativas transformadoras
en la escuela.
2- La conducción educativa con la escolarización masiva: inclusión y exclusión.
3- La construcción política, social y ética de la autoridad pedagógica con miras a la
superación de las desigualdades.
4- La tarea de gestión y conducción educativa como garante y sostén de trayectorias de
estudiantes
5- El conflicto como dimensión constitutiva de la gestión directiva en las escuelas
6- Directivos y acompañamiento a las trayectorias profesionales docentes
7- Tensiones entre evaluación y de la conducción educativa
A tal efecto trabajaremos con estrategias metodológicas propias del campo institucional
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operando el marco teórico como un dispositivo analizador.
Para las unidades temáticas, se sistematizarán los aportes de autores/as varios/as y
recorreremos las conceptualizaciones jerarquizando progresivamente el análisis de los
hechos educativos cotidianos, acompañados de sugerencias de lectura obligatoria.
Buscaremos, “poner en preguntas” la información para que no resulte enciclopedista y poco
significativa. Y para esto, primero debemos contextualizar lo particular de la situación que
estamos atravesando; con el regreso a la presencialidad plena luego de producirse
reconfiguraciones varias en las dinámicas escolares tradicionales luego del abordaje de la
pandemia COVID 19.
Para comenzar a transitar esta primera clase, queremos señalar que, cuando decimos
“alguien debe conducir”, lo hacemos en términos propositivos, esperanzadores,
prometedores. Conducir un proceso educativo -por ejemplo, una institución escolar- no
debe ser pensado como un sufrimiento o el reino de la imposibilidad, sino todo lo contrario.
Como la posibilidad de que otros y mejores caminos se puedan andar; como la alegría
pedagógica de saber que tenemos más herramientas de las que pensamos para definir
rumbos, la certeza de que nada de esto se hará de forma individual, y que las escuelas, las
aulas, los sistemas educativos no necesitan ser conducidas por líderes personalistas ni
gerentes de personal, sino por pedagogos que funden su autoridad en un saber a poner en
juego en el colectivo y que tome la mejor de las decisiones: decidir con y entre otros/as.
Dicho esto, la invitación es a preguntarnos juntes ¿De qué está hecha la autoridad de un/a
directivo/a escolar en estos primeros momentos del siglo XXI? ¿En qué se autoriza un/a
directivo/a? ¿En qué medida un directivo que se autoriza en el diálogo con sus docentes
puede convertirse en una ocasión para hacer circular entre colegas y con la comunidad
educativa los textos de la cultura? ¿Cómo podrán los directivos jerarquizar y sostener la
mirada en los/las estudiantes, pero a través de les docentes?
Los interrogantes antes planteados se constituyen en punto de partida para movilizar el
debate e ir vislumbrando posibles recorridos temáticos. Pensamos que un plan no debe
ser concebido, en términos de un diseño rígido sino ser “rígidamente flexible”. Más bien
actuará a la manera de un mapa, una hoja de ruta que indica los puntos cardinales, las
fronteras y los caminos posibles de esta materia.
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¿Cómo nombramos lo que hacemos?
Nos parece importante clarificar, la concepción que sostendremos de aquellos tópicos que
se constituyen en núcleos de este espacio curricular.
La tarea de dirigir una escuela supone conducción. Últimamente leemos y escuchamos
hablar de "gestión". Este vocablo proviene del mundo empresarial y refiere al trabajo de
gerencia de una empresa. Para nosotros escuela y empresa son instituciones con dinámicas
de funcionamiento muy distintas, que responden a sustratos ideológicos que no pueden
asimilarse. “Gestionar una institución es hacer que las cosas sucedan” se suele decir en estos
tiempos en que el lenguaje de la educación se caracteriza por no ser propio sino importado
de otros lenguajes o directamente colonizado por otras disciplinas no escolares.
Desentrañemos un poco la frase, ya que podemos desde ella, encontrar claves para pensar
la conducción educativa.
Gestionar según el diccionario significa: “hacer trámites y tareas para conseguir una
determinada meta o logro personal.” “ocuparse de la administración, organización de una
empresa, actividad económica u organismo”.
En este sentido es que vinculamos el término a una concepción más empresarial y
administrativa que requiere que estemos atentos al riesgo de una traspolación automática
que junto con el término “arrastre” toda una concepción y también prácticas que limiten el
campo de posibilidad de un proceso educativo y por supuesto de quien lo conduce.
El ámbito educativo ha sido –y sigue siendo- muy proclive a importar metodologías,
términos, enunciados y por supuesto prácticas de ámbitos no educativos. Este hecho no es
en sí mismo perjudicial para la tarea de las instituciones, pero sí lo es su naturalización y
recibimiento acrítico. Basta con detenernos en un día escolar para ver que algunos rituales,
los usos del tiempo y las relaciones traspolan modos de hacer y de concebir que vienen de
otras disciplinas -por ejemplo, la militar o la judicial- y basta también asistir a algunas
capacitaciones o reuniones de personal, donde se nos anuncia el material que “bajó” para
trabajar en la institución y cuya novedad supone muchas veces ciertos cambios
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enunciativos que solo se traducen en “ya no dice X, ahora se dice Y”.
Es aquí que la segunda palabra de la definición inicial, “hacer” podría limitar a quien dirige
un proceso educativo. Pues no sólo debemos hacer, ejecutar, llevar adelante, “pasar el
mensaje”, sino por sobre todo pensar, reflexionar, decidir, hacer y evaluar para volver a
pensar…
La tarea del directivo es tarea de gobierno. Gobernar no es otra cosa que involucrarse
con el ejercicio del poder y la asunción responsable de una autoridad que incorpora el
conflicto como parte de la vida cotidiana. Pensar la tarea de conducir es por ello un
asunto político, en el sentido de velar por el “para todos” en la institución que se dirige,
ubicar lo ineludible del conflicto a la hora de abordar el qué, el para qué y el cómo de las
enseñanzas entre docentes con diferentes trayectorias, y finalmente, la tarea de reconducir
siempre la brújula hacia los/las estudiantes reales que habitan hoy las escuelas.
La dirección de una escuela como asunto político supone un particular cruce entre la
relevancia de la toma de decisiones que orienten acciones de orden colectivo, pero también
sobre cuestiones que atienden lo más singular que le sucede a un/una estudiante; el
tránsito y el diálogo con los sinsabores y también con la potencia del conflicto, así como en
el desafío de crear condiciones – siempre transitorias– que habiliten una cultura plural, de
cara a la mejora del ofrecimiento de propuestas de enseñanza para todos y cada uno de
los/las estudiantes.
En perspectiva analítica, podemos sostener que existen distintos modelos de conducción.
Y en un primer paradigma de conducción podríamos entender que quien conduce,
administra. Es decir, por ejemplo, será un buen director, aquel que pueda administrar mejor
los recursos humanos y materiales que el Estado o el dueño de la escuela provea. Aquí las
ideas de eficiencia y eficacia tienen un valor primordial, pues se cumplimentarán los
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estados administrativos y la mayor parte de la dinámica de las relaciones que se entablan
entre quienes son parte de dichos colectivos, en términos administrativos. Todo debe ser
escrito, debe “constar en acta” pues si no “a las palabas se las lleva el viento”.
De todos modos, más allá y más acá del uso de los términos, pero sabiendo que los mismos
no son ni ingenuos ni atemporales, preferimos ideológica y metodológicamente, hablar de
Conducción antes que de Gestión.
Para continuar con los modelos de conducción queremos seguir desenredando la frase
inicial, pensando si ese “hacer” no corre riesgo de ser concebido en términos de liderazgo
personal y no de construcción colectiva. Y aquí ingresamos en otra concepción sobre la
conducción educativa: el liderazgo personal. Muchas veces, hemos escuchado referir a la
“escuela de…” completando la frase con el nombre o apellido de su actual o anterior
director/a. Esto nos sugiere algún tipo de vínculo de fuerte identificación de una persona
con una institución.
Si bien éste no es un ejemplo que necesariamente conlleva la presencia de liderazgos
personalistas, sí es necesario decir que con frecuencia las instituciones son conducidas por
líderes. Y que esto promueve buenas prácticas, pero también supone algunos riesgos ya que
creemos en los procesos colectivos en los que quien conduce no acumula la suma de las
decisiones ni genera todas las respuestas a las demandas. Pero el sentido común educativo
nos podría refutar: “¿Un director que no dé respuestas? ¿Para qué está, entonces? ¿Para qué
accedió al cargo si no puede resolver los problemas que se presentan en su escuela?”
El modelo de conducción como liderazgo tiene sus orígenes en la década del ‘90 cuando
aparece un nuevo modo de concebir la gestión. Y junto con él, la palabra “management”
salta del ámbito empresarial al educativo. De ese modo un buen director será quien sea
capaz de optimizar el servicio. En este caso, lo que se exige es una capacidad de liderazgo.
Un liderazgo flexible, competente, motivador, que de alguna manera transforme a ese líder
en un animador. De alguna forma este modelo garantiza el “éxito” de la institución, a partir
de la instrumentación de estrategias que provengan del repertorio que el líder posee y
despliega.
Pero si bien esta impronta tiene matices necesarios, pues el carisma y la capacidad de
contagiar a los demás, el deseo de que acontezcan otros modos de hacer escuela son
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aspectos fundamentales para generar mejores condiciones institucionales, no
necesariamente éstos deben darse en términos individuales y personalistas, pues se
requieren instituciones que sueñen colectivamente los destinos de los sujetos –estudiantes
y docentes- que a ella asisten, para que esa asistencia sea sobre todo una presencia.
Una presencia que no sea guiada por un líder sino protagonizada por todos y cada uno
dentro de una comunidad educativa que alberga y promueve protagonismos individuales y
colectivos. Por eso es que aspiramos a que quien conduzca, por ejemplo, una institución, la
gobierne en términos políticos y democráticos. Una conducción que no lidere en dirección
unívoca ni solo administre recursos, sino que genere condiciones para el ejercicio de
derechos de todos/todas quienes son parte del entramado institucional.
Es entonces que adquiere relevancia el carácter político pedagógico de la conducción de
una institución. Se trata de gestionar en este sentido, de gobernar el camino que queremos
recorrer a la hora de pensar instituciones, aulas y sistemas educativos conducidos, pero en
clave de ejercicio de derechos, de vida democrática y de verificación de la igualdad entre
quienes asisten a ella.
Para finalizar, proponemos como un último juego de palabras incluir, agregarle al ya
conocido término de “toma de posesión” propia del acto de acceso al cargo docente el de
“toma de posición”, una posición que ejerza justicia, que emancipe y que eduque,
traicionando tradiciones y liberando de herencias que siguen aún, inmutables.
El texto es material educativa bajo licencia Creative Commons, atribución-no comercial y deben
ser citados sus autores si se reutiliza la obra. Para citar:
Alonso, V.; Brener, G.; Galli, G.; Galván, M.; Labajos, A.; Rocca, L. y Urquiza, S. (2023) La
conducción educativa. ¿De qué hablamos cuando hablamos de educación? Colección Textos para
entrar en calor. Materia Conducción de las Instituciones Educativas. Universidad Nacional de
Hurlingham.
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