Subido por alberto alfranca

America prehispanica

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Tema 1. América antes de la llegada de los europeos: Teorías sobre el origen del
poblamiento del continente Americano. Los pueblos originarios: culturas, periodos y
zonas de influencia. Las civilizaciones autóctonas principales: Aztecas, Incas, Mayas y
Chibchas. Otras áreas culturales.
Teorías sobre el origen del doblamiento del continente Americano
Algunas consideraciones previas:
•
Se parte del hecho de que el grado de compartimentación del mundo americano a
fines del siglo XV era muy marcado. Desde Alaska a Tierra del Fuego existían
múltiples y diversas sociedades que se diferenciaban por su aspecto físico, su
lengua o su cultura. Esa multiplicidad es la que permitió la convivencia en el
continente americano de culturas muy primitivas con otras sociedades
desarrolladas cultural, social o científicamente.
•
Si descontamos el hecho de la existencia de ciertos circuitos comerciales que
permitieron el intercambio a larga distancia de productos de gran valor, las
diferentes culturas e imperios americanos solían vivir aislados los unos de los
otros. De ahí la dificultad para hablar del Nuevo Mundo como de una entidad
unitaria y estructurada.
•
Sin que ello suponga un enfoque eurocéntrico, la historia común de ese nuevo
mundo empezará a forjarse a partir de la conquista o invasión europea. Fueron los
conquistadores los que comenzaron a hablar de “indios” y los que le confirieron a
la palabra una idea de unidad que hasta entonces no existía.
La población indígena:
Pese a que resulta difícil hacer un cálculo fiable del tamaño de la población indígena, las
estimaciones disponibles han ofrecido una cifra variable que oscila desde los 11 ó 13 millones a
los 90 ó 110 millones. Cifras rechazadas por estudios demográficos más serios que, basándose
en criterios de carácter ecológico y de producción alimenticia, manejan una cifra que puede
oscilar entre los 60 y los 80 millones de habitantes. De ellos entre 40 y 65 millones
corresponderían a los territorios que, posteriormente, formarían parte del ámbito colonial
español: Las regiones más pobladas eran México (cerca de 25 millones) y la zona andina (entre
10 y 15 millones), en donde se encontraban las sociedades más estructuradas y avanzadas
(imperios inca y azteca). En el otro extremo del espectro encontramos a un abundante número
de pueblos cazadores y recolectores, que vivían en condiciones de escaso desarrollo
tecnológico.
Mientras lo grandes imperios se desarrollaron en los altiplanos tropicales y en las tierras
frías o templadas de las regiones intertropicales, los grupos menos desarrollados se
establecieron especialmente en las llanuras y en algunas tierras frías montañosas. Entre estas
zonas hubo diferencias demográficas importantes: las altas densidades en las primeras frente a
las bajas o muy bajas en las segundas, lo que indudablemente afectó a la conquista europea.
Nota: Al llegar a finales del siglo XV la diversidad es observaba en la existencias de múltiples
y diferentes identidades, pueblos, culturas, lenguajes, costumbres y creencias, así como en el
desarrollo de las más variadas historias, que apenas tenían puntos de contacto entre sí, pese a que
en ciertos casos los mitos cosmogónicos bebían de las mismas fuentes. Frente a ese la expansión
europea en el Nuevo Mundo haría tabla rasa del pasado homogeneizándolo casi todo (único rey
lejano al que solo se podía acatar a distancia; única y militante religión: el cristianismo; el
idioma español como lengua franca del imperio más extenso del continente; monedas comunes
que permitían la existencia de circuito comerciales de larga, mediana y pequeña distancia; etc.).
Durante los años sesenta y setenta del siglo pasado la respuesta al número de pobladores
que habitaban el Nuevo Mundo estuvo condicionada por la polémica ligada a lo que se
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denominó la Leyenda Negra de la Conquista: cuantas más personas hubiera en 1492, más
habrían muerto en las décadas posteriores y, por tanto, más cruel habría sido la conquista ibérica
según los detractores de España. Por eso, los defensores de la labor española sesgaban las cifras
a la baja, mientras los más críticos apostaban por los números más elevados posibles.
Por el momento, prestamos atención a los primitivos habitantes de América y su origen,
para intentar luego responder a la cuestión de cuántos había en el momento del descubrimiento:
Se sabe con bastante certeza que:
•
Durante millones de años los seres humanos que fueron ocupando otras partes del
planeta, no pisaron el continente americano, donde si se habían desarrollado una flora y
una fauna bastante originales.
•
Los primeros habitantes que alcanzaron las costas americanas lo hicieron a través de
movimientos migratorios procedentes de Asia. Tal afirmación lleva a descartar las
distintas teorías sobre el origen autóctono del hombre americano.
Hace cerca de unos 40.000 años, algunos hombres de origen mongoloide oriundos de
Asia comenzaron a poblar el continente americano caminado a través del estrecho de Bering.
Algunas bandas de cazadores recolectores, por lo general no mayores de 30, años llegaron a
tierras americanas durante el periodo glaciar conocido como Wisconsin. Tenían gran movilidad
y utilizaban utensilios rudimentarios de piedra, hueso y madera.
Ciertas teorías hablan de la presencia de gente de origen polinesio, llegada por vía
marítima a través del Pacífico. Si bien cabe la posibilidad de que accidentalmente algunas nave
hubiera transportado agentes procedentes de la Polinesia o de algún otro punto próximo del
Pacífico, resulta completamente diferente hablar de una ruta transpacífica en ambas direcciones,
que implicara a un número importante de navíos y personas, lo que habría supuesto algo tan
complicado como el conocimiento por parte de los navegantes de la época de una ruta de
regreso, que pudiera haber sido transmitida de una generación a otra.
Los pueblos originarios: culturas, periodos y zonas de influencia
Del periodo glacial quedan hallazgos arqueológicos, que dan constancia como el
yacimiento más antiguo conocido, el de Blue Fish Cave, junto al río Yukon. Desde la península
de Alaska, algunas bandas iniciaron largos y complicados periplos dispersándose por toda
América del Norte, para posteriormente llegar a Mesoamérica y América del Sur:
-
Se han hallado restos arqueológicos en Texas (36.000 a.C.); en Nicaragua (el yacimiento
de El Bosque 35.000 a.C.).
-
Los restos materiales hallados por arqueólogos en América del Sur, atestiguan que
algunas bandas primitivas de cazadores recolectores tardaron cerca de 10.000 años en
atravesar a pie todo el continente, de norte a sur, siguiendo generalmente la ruta de las
presas de caza.
En torno al 10.000 a.C., ciertos grupos indígenas vivieron un proceso de cambio
tecnológico, gracias al cual pudieron convertirse en cazadores de grandes animales herbívoros,
mientras que otros grupos no se adaptaron y mantuvieron el mismo nivel de vida que tenían
cuando llegaron a América. Es desde entonces cuando comienza a intensificarse un proceso de
diversificación entre los diferentes grupos aborígenes, que hasta entonces habían tenido un
bagaje cultural bastante homogéneo a lo largo y ancho del continente americano.
La tecnología empezó a evolucionar, gracias a mayores prestaciones, aumentando con
ello la capacidad de control y dominio del entorno. Aunque los útiles de piedra tallada eran más
eficaces, continuaron utilizándose otros de hueso y madera (cuchillos, agujas, puntas de flecha,
raederas, etc.) Los prehistoriadores asimilan este periodo al Paleolítico Superior, extendiéndose
aproximadamente hasta el 7000 a.C.
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Nota: Ante las peculiares características del poblamiento americano y su posterior evolución, la
mayor parte de las características cronológicas, válidas para Europa y Asia resultan de difícil
aplicación en América, especialmente cuando su traslación se realiza desde posturas
etnocéntricas.
En poco tiempo comenzarían a difundirse diferentes respuestas en función del entorno
ecológico en que se desarrollaban, así como por su grado de especialización y adaptación al
medio. No todas las bandas se especializaron en la caza de grandes mamíferos, cuya época
dorada terminaría en torno al 7500-7200 a.C. cuando el clima se volvió más seco y caluroso y la
desertización de una extensa zona de Norteamérica causó la extinción de las grandes especies
cazadas por el hombre, así como de algunas de las bandas que las habían convertido en sus
presas. Mientras, en algunas regiones la recolección continuó siendo el sistema preferido para la
obtención de alimentos, dadas las grandes facilidades existentes en su entorno, y en otras
regiones algunas bandas empezaban a especializarse en la caza de pequeños mamíferos
(conejos y otros roedores, patos, pájaros y otras aves), que completaban su alimentación con
plantas silvestres y, eventualmente, con los granos de las mismas. Mientras que aquellas otras
que vivían en la orilla del mar se orientaron a la recolección y pesca de mariscos.
Nota: Es probable que durante algunos milenios, entre el 15000 y el 2500 a.C, los cazadores de
pequeñas presas y recolectores de granos, que terminarían estableciéndose en cuevas y cavernas,
coexistiesen en determinadas regiones con cazadores de grandes animales, aunque viviendo de
forma totalmente independiente unos de otros.
Cerca del 6000 a.C., algunos recolectores de granos comenzaron a interferir exitosamente
en el proceso del cultivo, germinación de las semillas y explotación de las plantas silvestres de
las que se venían alimentando cotidianamente. Esta actividad, centrada en la manipulación de
ciertas especies vegetales, se complementaba con la caza y la recolección cuando el ciclo
agrícola requería de fuentes alimentarias complementarias.
Los restos más antiguos de la actividad agrícola se han encontrado en Nuevo México
(4000 a.C.) y Tamaulipas (3000 a.C.), en América del Norte y Mesoamérica, respectivamente,
siendo las principales especies desarrolladas la yuca, la batata, el maíz y el frijol. El maíz lo
encontramos entre el 900 y el 700 a.C. en el Perú. Los pueblos andinos domesticaron la quinua
(un grano rico en proteínas e hidratos de carbono), la papa, la calabaza y algunas legumbres
como el pallar y el frijol. Los habitantes de zonas superiores a los 3.000 metros de altura
siguieron cazando guanacos, alpacas y llamas, como lo habían hecho en el pasado, aunque con
el correr del tiempo domesticaron las llamas y alpacas, a las que utilizaron como medio de
transporte y para la obtención de la lana.
A diferencia de Asia, África y Europa, en el resto de América la domesticación de
animales no afectó a los grandes mamíferos (vacas, caballos, ovejas, cerdos, inexistentes en la
región) sino a especies más pequeñas (perros, pavos, y otras aves de corral). La arqueología nos
dice que en América existieron caballos y otros grandes mamíferos, aunque se extinguieron
mucho antes del surgimiento de las grandes civilizaciones, de modo que el escaso desarrollo de
la ganadería en la América prehispánica no fue una cuestión de capacidad sino de posibilidad.
Los grandes animales domesticables no existían en América cuando comenzó el proceso de
domesticación de plantas y animales y su existencia solo fue posible tras ser llevados al Nuevo
Mundo por los conquistadores.
El calendario agrícola comenzó a influir en la conducta y hábitos de los pueblos que más
destacaron en la domesticación de las especies vegetales. Eso hizo que la actividad humana se
hiciera más sedentaria en los periodos (primavera y verano) en los que la actividad agraria era
mayor; mientras que en las otras estaciones (otoño e invierno), en los que la falta de recursos les
obligaba a recurrir a recursos energéticos tradicionales, debían de partir en busca de sus presas
tradicionales, recuperando algunos hábitos del nomadismo.
Las técnicas agrarias se desarrollaron muy pronto, teniendo como principal referente la
coa o palo cavador. Mientras que el método más común de cultivo era el de tumba y quema o
roza (milpa en Mesoamérica), muy difundido luego entre las distintas poblaciones de origen
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maya. La roza o barbecho tenía dos funciones: limpiar la zona haciéndola apta para el cultivo y
utilizar las cenizas de las especies vegetales como abono. Sin embargo, la necesidad de crear
auténticos circuitos itinerantes buscando nuevas tierras, como consecuencia del barbecho,
impidió paradójicamente la formación de núcleos de población grandes y estable. En ciertas
zonas de tierras altas de los Andes o México central, el desarrollo de la agricultura se centró en
la construcción de grandes obras de infraestructura, como el regadío o la creación de terrazas en
las laderas de la montaña (bancales). En algunas regiones pantanosas y lacustres de
Mesoamérica se desarrollaron las chinampas o jardines flotantes, que creaban un microclima
adecuado para la agricultura, gracias al cual las especies cultivadas se explotaban con abonos
naturales. En medio de las chinampas se construían plataformas para que los chinamperos
instalaran sus viviendas.
El desarrollo tecnológico y el perfeccionamiento de algunas armas, como el lanzadardos
hicieron posible adaptar la caza a los nuevos tiempos. Por otra parte, la evolución de la cestería
permitió confeccionar elementos adecuados para la recolección, transporte y almacenamiento de
los vegetales y otros alimentos. Se utilizaron las manos, piedras y morteros para moler los
granos, con el fin de aumentar su valor comestible. La conservación de alimentos y
acumulación de excedentes favoreció el surgimiento de las macrobandas y potenció el concepto
de sociedad comunal. En esta época la propiedad tuvo un sentido comunitario. La idea de
propiedad privada quedaba referida, con muchas matizaciones, a algunos objetos personales de
uso individual, muchos de los cuales acompañaban a sus propietarios tras su muerte.
A medida que aumentaba el tamaño de los grupos, su organización se hacía más compleja
y surgían nuevos cargos (jefes y chamanes o sacerdotes) y nuevas instituciones de contenido
ideológica y religioso (ceremonias, rituales, etc.). Durante algún tiempo estas sociedades fueron
igualitarias, lo que permitía un mayor dominio del medio y control de los recursos. Pero su
consolidación, unida a un creciente sedentarismo, condujo a la estratificación social y,
posteriormente a las primeras manifestaciones del Estado. En conjunto, esta situación es la que
permitió la formación de los grandes imperios en Mesoamérica y los Andes.
Así pues, desde mediados del tercer milenio, los pueblos más desarrollados fueron
haciéndose cada vez más sedentarios. Algunos siglos después aparecieron las primeras aldeas, a
modo de agrupaciones de viviendas que albergaban entre 100 y 250 personas, generalmente a
orillas de los ríos o lagunas, para aprovechar el agua en los cultivos. La viviendas se construían
aprovechando los abundantes elementos naturales del entorno. También surgió la cerámica (sus
orígenes en América del Sur, pero no en los Andes centrales), a partir de distintos centros
independientes, especialmente en algunos ubicados en las costas de Colombia y Ecuador); así
como el tejido, especialmente del algodón.
Nota: Las piezas más antiguas encontradas pertenecen a los yacimientos de Valdivia, en el
Pacífico ecuatoriano (3500 a 2500 a. C.) y Puerto Hormiga, en el Atlántico colombiano (3090 a
2552 a.C).
La alfarería llegó a los Andes centrales en torno al 1800 a. C. y al centro-sur andino hacia
el 400 a.C. Los restos más antiguos de cerámica mesoamericana (2440 a.C.) se encontraron en
la costa del Pacífico en Puerto Márquez y Tehuacan, en torno al 2300 a.C.).
El formativo americano
El formativo americano se identifica con el neolítico europeo o asiático, aunque los
pueblos americanos no supieron utilizar la rueda. Por otra parte y a diferencia de lo ocurrido en
el Viejo Mundo el proceso de sedentarización y urbanización se prolongó durante casi cuatro
milenios. Durante dicho periodo la caza iría perdiendo importancia en beneficio del desarrollo
agrario. Así se fueron produciendo algunos procesos tecnológicos vinculados al regadío y a la
intensificación de las prácticas agrarias:
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-
Se comenzaron a construir acequias para el riego de las tierras en cultivo; diques
para controlar, almacenar y regularizar la utilización del agua; y terrazas en las
laderas de las montañas, para un mejor aprovechamiento de la tierra.
-
La construcción de grandes obras públicas no hubiera sido posible sin
importantes mecanismos de coacción social que permitieron disciplinar a fuerza
de trabajo: “sociedades hidráulicas” (concepto de interpretación marxista,
vinculado al “modo de producción asiático”, algo controvertido).
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La creciente especialización produjo excedentes alimentarios, lo que aumentó los
flujos comerciales, especialmente los de larga distancia, basados en algunos
productos escasos, de pequeño tamaño, gran valor y alta demanda, como las
conchas, el jade y las turquesas. El producto también se centro en productos de
gran consumo, como los vinculados a la alfarería, hasta entonces producidos con
fines exclusivamente domésticos. La cerámica comenzó a exportarse a las
regiones vecinas, fundamentalmente a los centros productores de los bienes más
demandados y por los que se la quería cambiar.
-
Frente al crecimiento demográfico y la menor disponibilidad de recursos la
respuesta fue la emigración de parte del grupo en búsqueda de nuevas tierras de
cultivo, siendo las cuencas de los grandes ríos la vía de penetración más
importante hacia el interior del continente. El maíz permitió, en buena medida
estos desplazamientos, gracias su poder alimentito y su fácil adaptación a los
suelos y climas más diversos.
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Las comunidades agrarias se urbanizaron y se asentaron en pueblos y ciudades,
donde se desarrollaron las “altas culturas”, en un proceso que podríamos
denominar de “surgimiento de las civilizaciones”.
Las bases de las civilizaciones americanas se establecieron en el periodo formativo que,
según regiones, se extendió entre el 2.500 a.C. y el 300 d.C. Los casos más destacados fueron
los Olmecas, en Mesoamérica y la cultura Chavín, en los Andes.
Características:
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Aunque se intensificó la vida urbana, en líneas generales, la población siguió
siendo mayoritariamente rural.
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El proceso de urbanización favoreció la estratificación social en el interior de las
comunidades, un fenómeno acompañado por el gobierno de sectores dominantes
poderosos y con una idea clara de dominación.
Nota: las élites debían “convencer” a los campesinos para que aportaran su trabajo a
la construcción y el mantenimiento de los centros, con sus monumentos, centros y
palacios y para que alimentasen a las personas que cumplían funciones no campesinas.
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Las comunidades urbanas se desarrollaron en torno a los principales centros
ceremoniales, aunque su origen es poco claro. Estos últimos estaban controlados
por élites especializadas, con el poder suficiente para poder apropiarse de una
parte del excedente agrícola y laboral producido en el conjunto de la comunidad.
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En este contexto surgieron los sacerdotes, muy pronto convertidos en
intermediarios entre los dioses y los hombres, que durante casi dos milenios
cumplieron funciones religiosas, políticas y económicas en las sociedades más
desarrollas de Mesoamérica y los Andes, donde a religión fue asimilada al poder
y el control estatal.
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El desarrollo de una religión compleja se vinculaba a la existencia de una fuerte
casta sacerdotal que controlaba el calendario y la escritura.
Nota: En cualquier caso, sigue planteando interrogantes el proceso que permitió el
surgimiento y la consolidación de las élites dominantes.
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OTRAS CULTURAS PREHISPÁNICAS
Culturas mesoamericanas
TEOTIHUACAN
Es el nombre que se da a la que fue una de las mayores ciudades del altiplano mexicano,
cuna de una civilización que se desarrolló entre los siglos I a.C y VIII d.C aproximadamente,
contemporánea a algunas otras de las ciudades principales de Mesoamérica. En ella aparecen
muchos de los conceptos que se verán en ciudades posteriores, como el trazado urbano o rituales
cuya importancia se ve plasmada en sus murales y en el culto de divinidades que trascenderán
en el tiempo. Entre los años 1 y 150 d. C. se empiezan a construir las grandes pirámides, como
la del Sol (representación del centro del universo). Entre el 150 y el 250 d. C. la ciudad alcanza
su máxima extensión con una población aproximada de 45.000 habitantes. Pero su máximo
esplendor lo va a alcanzar entre el 450 y 650 a. C, extendiéndose la presencia teotihuacana por
toda Mesoamérica, al mismo tiempo que en Teotihuacan hay presencia de grupos de otras
regiones, alcanzando una población de 85.000 habitantes. Entre los años 650-750 d.C. la ciudad
declina y finaliza la importancia que tuvo durante ocho siglos.
Nota: Con toda probabilidad, lo que ocurrió en Teotihuacan es lo mismo que ocurrirá con otras
ciudades mesoamericanas: llegan a su máxima expansión conquistando pueblos a los que
someten militarmente y aplican el tributo correspondiente, y en un momento de debilidad de la
metrópoli, estos grupos se levantaron contra ella. De cualquier modo, Teotihuacan mantuvo su
influencia aún después de destruida y abandonada.
Ella es el origen de muchos de los aspectos que perdurarán en sociedades posteriores del
centro de México, para las cuales la obra de los hombres será considerada como obra de los
dioses, bautizándola como “la ciudad de los dioses”.
LOS PUEBLOS MEXICA
Su origen sigue siendo todavía un misterio, rodeado de narraciones míticas y legendarias.
La dominación azteca se caracterizó por movimientos demográficos, de los que surgieron
algunas ciudades estado, con continuos cambios de alianzas y enfrentamientos entre los
distintos grupos. Parece como si los pueblos del Anahuac (“el lugar donde hay agua”= lagunas)
se empeñaran voluntariamente en cruzar su propia historia con la de los otros pueblos con ellos
emparentados lingüísticamente. Ellos se llamaban así mismos nahua, porque hablaban el
nahualt .
Grupos de emigrantes procedentes de la zona del Lago Salado, junto al desierto de Utah
se fueron desplazando hacia el sur-oeste, para posteriormente establecer la ruta sur-oeste/sureste, dejando grupos de dialectos emparentados. Emigración lenta de siglos en la que van
cazando o aprendiendo rudimentarias prácticas agrícolas, pero sin perder las lenguas originales,
más o menos diversificadas en dialectos. Hay, pues, un flujo, quizá desde el siglo VIII d.C., de
pueblos que buscan zonas más benignas. En este estado migratorio todos son chichimeca,
cazadores depredadores. La derivación general hacia el sur produce diversas oleadas:
1. La más importante es la que de denominará TOLTECA (h. 800 d.C), no por su
procedencia, sino porque fundan la ciudad de Tollan, desde la cual, levantando
templos a su dios Quetzalcoalt (“serpiente emplumada” o “de plumas”), unifican
todas las tierras, desde el norte del actual México hasta la zona central de las
múltiple lagunas o Anahuac, absorbiendo toda la sabiduría de las poblaciones
establecidas desde casi comienzos de la era cristiana en la meseta de México –los
teotihuacanos y otros pueblos- y organizando una dominación sobre tribus y aldeas
de muy distinto origen. Son comerciantes y agricultores; construyen palacios y
templos; y usan el calendario. Entre los pueblos invasores, después dominados por
los toltecas probablemente se encontraban los que luego se llamarían AZTECAS. El
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valle de México, donde siguieron vigentes los viejos patrones teotihuacanos, se vio
afectado por estos acontecimientos. La región acabó por dividirse en dos: Mientras
Tula controló la parte norte, Cholula dominó la sur. La decadencia inició una época
de gran inestabilidad política, el PERIODO CHICHIMECA, que duró hasta 1370.
2. LOS MEXICA (principal grupo de raíz azteca) llegaron al valle de México hacia
1253. A fin de asentarse en un territorio propio, controlado por ellos mismos,
iniciaron una serie de guerras expansivas contra otros pueblos de la región. Después
de permanecer durante cierto tiempo en Culhuacan se refugiaron en uno islote del
lago Texcoco, fundando Tlatelolco desde donde pudieron resistir durante mucho
tiempo los ataques de sus vecinos, aunque debieron pagar tributos a los pueblos más
fuertes y emparentarse con la nobleza de Azcapotzalco. Fue precisamente allí donde
iba a comenzar la construcción del último gran imperio mesoamericano.
Tenochtitlan y Tlatelolco fueron los principales centros mexica. La Triple Alianza,
que se constituyó en 1426 a partir del enfrentamiento entre los grupos regionales,
estaba integrada por Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. En el reinado de Izcóalt se
inicia la expansión hacia la vecina región de los lagos. Conocedores de su debilidad
(recursos alimentarios disponibles en el valle resultaron insuficientes) comenzaron a
interesarse por los recursos alimenticios de sus vecinos, lo que aceleró la expansión.
Si inicialmente se dijeron herederos de los toltecas, luego, para legitimar su
dominación sobre los restantes pueblos el valle de México, fabricaron su propia
historia. Las grandes campañas que les llevaron fuera del Valle Central y a través de
toda Mesoamérica se iniciaron en 1454. Motecuhzoma I, el sucesor de Izcóalt,
expandió el imperio hasta Veracruz, el área Mixteca y algunas zonas de Oaxaca. Su
aparición fue seguida por importantes cambios estructurales y filosóficos.
3. TLAXCALTECAS. Pueblo de la etnia nahualt, formó el reino de Tlaxcala, situado
en el actual estado de Tlaxcala mexicano. Esta cultura se desarrolló en el tiempo que
la de otros pueblos nahuas, como los mexicas. En torno al 1208 se establecía la
ciudad de Tlaxcala que pronto comenzó a someter a los pueblos de alrededor. Desde
el siglo XIV se encuentran en constantes guerras con los aztecas, que no lograrán
someterlos. Es más estos últimos les dejaron participar en sus guerras floridas, cuyo
objeto era la captura de prisioneros para posteriormente ser sacrificados a los dioses
Otras Culturas
CHICHIMECAS.
De acuerdo con la tradición, en las fuentes del siglo XVI se hace referencia a grupos
chichimecas que llegaron la ciudad a la ciudad de Tollan Xicocotitlán en el siglo XIII y que a
partir de entonces comenzaron a moverse hacia el sur estableciéndose hasta el valle de México.
Será entonces cuando abandonen su nomadismo para integrarse dentro del proceso cultural
sedentario mesoamericano Fueron los castellanos los que calificaron de “pueblos chichimecas”
a todos los habitantes que ocupaban el norte del Valle de México y, por ende, a todo el norte de
la “frontera mesoamericana”. Según el historiador Philiph Wayne Power (“La Guerra
Chichimeca, 1550-1600; FCE,1996), “las cuatro naciones principales de chichimecas eran los
pames, guamares, zacatecos y guachichiles”, estos dos últimos, a diferencia de los anteriores así
como de los tecuexe, caxcanes, tezol, cocas, Sauzas y guaxabanes, se encontraban, cuando
llegaron los españoles, en un estadio cultural inferior a todos los demás que poseían adoratorios
y desarrollaban la agricultura. De cualquier modo, la mayoría de los chichimecas eran
cazadores-recolectores y quienes practicaban la agricultura eran aquéllos que vivían cerca de los
ríos o en lugares en los que existían fuentes de agua y manantiales.
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ZAPOTECAS.
Cultura que se desarrolló en el Sur del Valle de Oaxaca y en el istmo de Tehuantepec.
Existen evidencias arqueológicas que remontan esta cultura desde hace 2500 años. La ciudad de
Monte Albán fue el centro del estado zapoteca, Los zapotecas representaban una cultura
sedentaria y avanzada, que habitaban en grandes aldeas y ciudades, en casas construidas con
piedra y mortero. En la zona arqueológica de Mitla existen evidencias de ocupación humana
desde los primeros siglos de nuestra era y tras la desaparición de Monte Albán pasó esta ciudad
a convertirse en centro de poder. Su mayor apogeo se experimentó entre el 950 y 1521. Durante
la conquista de México los zapotecas eran independientes de los aztecas, derrotando a los
españoles durante sus primeras campañas (1522 y 1527). No fueron subyugados por ellos hasta
1551.
MIXTECAS.
La civilización se desarrolló en el sur de México desde los siglos XV-II a.C y llegó a su
fin a inicios del siglo XVI. Los mixtecas destacaron en la artesanía dentro del ámbito mexicano
precolombino al igual que en sus trabajos en piedra y metal. En torno al siglo XII los mixtecas
se extendieron por el valle de Oaxaca una región históricamente ocupada por los zapotecas al
final de la época precolombina los mixtecas pasaban a formar parte del imperio azteca,
debiendo de pagar el tributo al emperador azteca.
HUASTECOS.
Los huastecos alcanzan la región huasteca entre los años 1500 y 900 a.C., al norte de la
cultura totonaca. Su ciudad principal llegó a ser Tampico. Se caracterizaron por sus habilidades
musicales. Derrotados por los aztecas en torno a 1450 les pagaran tributos, aunque mantendrán
cierta cierto autogobierno a nivel local. Finalmente serían sometidos por los españoles entre
1519 y 1530. Ubicados al norte de la cultura totonaca, hablaban maya, lenguaje que se utilizaba
en la actividad comercial. Su desarrollo artesanal tuvo como característica la fabricación de
objetos de concha, arte influenciado por la zona costera en la que se hallaba.
TOTONACAS.
Habitaban las regiones costeras y montañosas del este de México, principalmente
ocupando las tierras del actual estado de Veracruz. Si bien en la antigüedad llegaron a
conformar una confederación, al llegar al siglo XI se hallaban bajo el dominio de los zapotecas.
Su economía era de carácter agrario y comercial. Junto con el cultivo de maíz, yuca, calabaza,
fréjol, calabaza y chile, destacó la zona totonaca por su producción de ámbar líquido y de
algodón. Destacan como centros urbanos: El Tajín (300-1200), principal exponente del
esplendor de la cultura totonaca; Papantla (900-1519) y Cempoala (900-1519). Sobresalen por
su cerámica muy variada, a escultura en piedra, arquitectura monumental y su avanzada
percepción urbanística de las ciudades. Fue la primera en pactar con la hueste castellana frente a
los señoríos de la Triple Alianza.
Culturas andinas
Caracterizadas por su gran diversidad regional, extendieron su influencia por buena parte
de América del Sur. Fueron los Andes centrales los que conocieron una etapa de gran
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dinamismo cultural al coexistir distintos Estados teocráticos, asentados en territorios pequeños y
regidos por gobiernos centralizados. En los centros urbanos se desarrollaron las técnicas de
regadío y se intensificó la especialización artesanal (ceramistas, tejedores, metalúrgicos, etc.).
Podemos distinguir las siguientes culturas:
CULTURA MOCHE
Desarrollada entre el 100 y el 700 d.C. en los valles de Moche y Chicama, es un claro
ejemplo de los avances ocurridos en los Andes centrales, aunque hubo otras culturas
importantes como la VIRÚ, mientras en los valles de la costa central, mientras tanto, florecían
las culturas de RECUAY y LIMA.
La sociedad mochica (siglos II y VII d. C.) estaba bien organizada y dirigida por un
pequeño número de sacerdotes-guerreros. La consolidación del desarrollo regional hizo más
compleja la estratificación social de los mochicas. Su sociedad contaba con una agricultura
intensiva y eficiente gracias al control de los recursos hidráulicos y a la utilización de abonos
naturales, especialmente el huano (elementos de aves marinas depositados en la costa). Lo más
característico de la cultura moche fue su arquitectura monumental, con grandes pirámides, como
la Huaca del Sol, y la cerámica, de un gran sentido estético. Sus profundos conocimientos
metalúrgicos, con técnicas de soldadura al fuego y en frío, les permitió trabajas con oro, plata,
cobre y sus aleaciones.
CULTURA NAZCA
En los valles y en la costa sur, conocida por la figuras y formas geométricas trazada en las
Pampas de Nasca, un desierto de 500 Km cuadrados entre Nazca y Palpa, que representan
figuras gigantescas de animales, seres humanos y diseños geométricos, hechos a una escala
extraordinariamente grande y con mucha precisión.
Nota: Se ignora su fin, aunque se ha teorizado que fuera un gigantesco calendario resultado de
observaciones astronómicas. Según los últimos hallazgos y estudios presentados en mayo de 2015
por parte de la Universidad Japonesa de Yamagata, se postula que las líneas servían como
epicentros de la actividad ritualista tanto de los Nasca como de otra culturas circundantes. Se ha
desvelado que las líneas fueron hechas por más de una cultura y en momentos históricos distintos.
De esta manera cumplían una función integradora Se concluye también que servían para adornar el
camino del peregrino hacia la ciudad de Cahuachi, centro socio-político de la cultura Nazca, ya
que las líneas están hechas para verse desde cierta altura Floreció entre los siglos I d.C. hasta el
siglo IX d.C.
La economía nazquense estaba basada en la agricultura intensiva. Los nazcas lograron
resolver el problema de tierras eriazas en la costa mediante el empleo de una red de acueductos,
que constituye una verdadera hazaña de su ingeniería hidráulica. Un aspecto distintivo de Nasca
es su cerámica policromada, con figuras de hombres, animales, plantas, etc. En muchas de estas
cerámicas, se representan a hombres mutilados. El arte textil floreció tanto como en la época de
la cultura Paracas (Antecesora de la cultura Nazca se desarrolló entre los años 700 a.C. y 200
d.C. Además del textil, en lana y algodón, practicó una cerámica decorada y una cestería muy
elaborada. También realizaban trepanaciones craneanas, cuyos fines aún se discuten). Tuvieron
un estilo propio de trabajo de los metales, aunque de menor calidad al de la época de Chavín.
CULTURA TIAHUANACO
Se desarrolló en la época clásica al sur de los Andes, cerca del lago Titicaca (1000 a.C. al
1100 d.C.), a más de 3.000 metros de altura. Para algunos historiadores fue la cuna de las
civilizaciones de América del Sur, mientras que para otros fue la sede de un gran imperio
megalítico que controló los Andes centrales y por el sur llegó a Atacama, en Chile. Centro de la
civilización Tiahuanaco, cultura preincaica cuya economía se centraba en la agricultura,
arquitectura y ganadería, situada en la meseta del Collao, limitando con el sureste del Perú,
10
oeste de Bolivia, norte de Argentina y norte de Chile, territorio desde el que expandió su
influencia religiosa y tecnológica a otras civilizaciones coetáneas.
Entre sus construcciones arquitectónicas, muchas de las cuales poseen orientación
astronómica, podemos destacar la Puerta del Sol. Destaca su excelente obra cerámica,
destacando sus vasos ceremoniales (queros), los huaco-retratos (retrato tridimensional de un
rostro humano en una vasija), así comolos textiles.
.
HUARI
Centro urbano en las cercanías de Ayacucho, comenzó en el siglo VIII un proceso de
unificación regional gracias a sus conquistas militares. La ciudad estaba en una zona de recursos
limitados, lo que impulsó los intercambios con las regiones vecinas y con algunos centros más
remotos. Para garantizar las comunicaciones con sus dominios se desarrolló un complicado
sistema vial, antecesor del sistema incaico. El declive de Huari comenzó en el siglo X.
Posteriormente a esta fecha comenzó el proceso de descentralización que llevó al
surgimiento de tres grandes Estados en los Andes centrales: PACHACAMAC, en la costa;
LAMBAYEQUE en el norte; y un tercero que controló los valles de Casma y Chicama. La ciudad
de Chan Chan, fundada en el valle de Moche en torno al 800 d.C., fue la capital del REINO
CHIMÚ y sobrevivió hasta 1425, cuando fue conquistado por los incas.
Las civilizaciones autóctonas principales
CULTURA MAYA
Destacó en Mesoamérica, aunque su desarrollo fue influido por otras culturas de la
región.
Nota: Su máxima área de dispersión abarcaba los actuales estados mexicanos de Tabasco,
Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo y parte de Guatemala, Honduras y El Salvador,
según las fronteras existentes hoy en día.
Los tres periodos en los que podemos dividir la cultura maya son:
Formativo o Preclásico, entre el siglo X a.C. y el siglo III d. C. Durante este periodo,
gentes que bajan del altiplano de Guatemala van ocupando las orillas de los grandes ríos y lagos
del Petén. Estros grupos igualitarios, que cultivan la tierra y poseen cerámica, se extienden
poco a poco hacia la selvas fundando nuevos poblados interiores. Pocos siglos antes de la Era
cristiana, estimulados por otras influencias (cultura de Izapa) construyen los primeros templos
sobre basamentos piramidales, e inician los procesos de diferenciación social que habrán de
culminar en el periodo siguiente. De modo que, entre el 200 a. C. y el 300 d. C. surgirán una
serie de elementos que, pese a las diferencias regionales, irán configurando una cultura
relativamente homogénea con una misma lengua y una religión y filosofía comunes.
Periodo Clásico, entre los siglos III y X d. C. Durante este periodo se va acentuando el
ritmo de homogeneización, marcado por la extensión que va alcanzando la costumbre de erigir
estelas fechadas y el culto que acompaña a estas esculturas. La ideología que emana de los
centros en donde estas aparecen en los alrededores del Petén llega prontamente y es aceptada en
el inmenso territorio que a finales del siglo V alcanza desde Chiapas hasta el norte de la
península de Yucatán.
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Políticamente, el área maya se encuentra dividida durante este periodo en varios
“distritos” de tamaño desigual, pero cada uno bajo el gobierno seguramente absoluto de un
señor o Halach Uinic. Es decir, habían pasado de su unidad mínima de asentamiento, la casa, a
conjuntos residenciales mayores que originaron pequeños centros cívicos, dirigidos por élites
locales. De los centros cívicos-ceremoniales de mayor tamaño se paso a verdaderas ciudadesestado, que estructuraron económica, social y religiosamente un amplio territorio.
La sociedad maya la integraban un pequeño grupo de reyes-sacerdotes con sus familias
extensas (clan cónico) y el campesinado. Mientras los primeros gobernaban las ciudades,
dirigían la construcción de las grandes obras públicas y artísticas e impulsaron la religión y la
filosofía, los segundos, con su trabajo, se encargaban de garantizar el funcionamiento de todo el
entramado social. Entre ambos estratos se encontraba la nobleza local y un nutrido y variado
grupo de especialistas de distinto tipo (artesanos, artistas, etc.).
Nota: Los orígenes de la organización de la sociedad y de la estructura de poder en el área
maya pueden encontrase en el clan cónico. Es un extenso grupo de descendencia común
delimitado y fragmentado a lo largo de las líneas genealógicas. Se trazan distinciones entre los
miembros del grupo según la distancia genealógica que los separa del antepasado común: el hijo
primogénito entre posprimogénitos es que ocupa el puesto más elevado. Todos los grupos de
descendientes se dividirán en una rama decana o línea principal y otras jóvenes o líneas
secundarias. El cacicato como unidad política se levanta sobre el clan como unidad cerrrada de
descendencia. Pequeños sectores de linajes comprenden o dominan los establecimientos locales
y suministran, de su rama decana, los jefes locales. Los principales linajes locales de un distrito
están emparentados como “hermanos”, es decir, como descendientes de hermanos, y así integran
un linaje de orden superior dominante en el distrito. El jefe principal es el descendiente directo
del fundador del clan, y este es exaltado a la condición de divinidad suprema del grupo político.
La descendencia se establece ideológicamente por descendencia paterna. La teocracia maya se
apoya en el monopolio de las actividades religiosas por el linaje principal, con el jefe como
sacerdote y gobernante supremo y con el fundador del grupo de parentesco como dios y fuente
legitimadora de toda autoridad.
La iniciativa para una estratificación social parte del grado de relación con la línea directa
de descendencia de ese antepasado, y se traduce en la desigual distribución de las tierras
cultivables y en el acceso diferencial a los bienes conseguidos por medio del intercambio. Si los
linajes tenían asignadas funciones específicas entre los mayas, y si el ejercicio de tales
funciones confería prestigio, poder y riqueza, fácilmente pudo llegar a conferirse un sistema de
castas.
Nota: Se puede pensar en una endogamia de linajes con matrimonios monógamos, y
excepciones de ambas reglas para personas de alta jerarquía cuyos fines matrimoniales se
orientaban a alianzas entre diferentes adentros ceremoniales. Aunque para el comienzo del
periodo clásico parece existir un predominio de la línea de descendencia masculina, sin embargo,
en otras zonas de las tierras bajas en épocas más recientes se observa una igualdad de tratamiento
respecto a los hombres.
Cabe considerar en este periodo la importancia social de los grupos de guerreros como
estamentos especializados y del papel que pudieron jugar como impulsores de las
transformaciones en la vieja estructura política. De modo que es posible que la preponderancia
de las clases militares en el Posclásico, cuyas influencias parece se encontraban en las
influencias e invasiones mexicanas, se haya gestado en los últimos tiempos del Clásico con la
secularización del sistema cultural y la ruptura del orden jerárquico tradicional.
El jefe político y religioso habitaría, junto con la mayor parte de los miembros de su
linaje, en los centros ceremoniales capitales de distrito. En los centros más pequeños podían
residir los linajes secundarios cuyos jefes ejercían el poder sobre las comunidades rurales en
nombre del jefe del clan. En consecuencia, se establece una red de funcionarios que llevan a los
puntos más lejanos las normas dictadas en los sitios principales. Los linajes campesinos acudían
periódicamente a las ciudades o centros ceremoniales, bien para cumplir con el tributo y los
servicios inherentes o participar en construcciones de toda clase de trabajos públicos, bien para
asistir a las festividades que jalonaban el ciclo agrícola y el año sagrado de 260 días. En tales
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fiestas la minoría dirigente, a través del ritual, marcaba el comportamiento ideológico de la
sociedad, proponía labores y concedía recompensas. Todo ello facilitaba la integración y la
cohesión de unas gentes que vivían dispersas en la impenetrable jungla tropical.
Así pues, la organización socio-política clásica se basa en la identidad lograda por la
participación en las ceremonias. El ritual religioso tiñe la vida del campesino lo mismo que la de
los individuos de superior status, y es el principal mecanismo de integración desde el momento
en que los grupos de parentesco se ordenan en función de su proximidad a un antepasado mítico
y divinizado. Las fiestas en los centros ceremoniales trataban de infundir en las masas el
sentimiento de lo sagrado por medio un culto extremadamente complejo y rico. Las gentes
alcanzaban un estado de ansiedad con sensaciones de temor, respeto, veneración y acatamiento,
y participaban de la seguridad de que el ritual contribuía al bien de la comunidad. Los
sacerdotes oficiaban desde lo alto de las pirámides o en el interior de los templos, rodeados por
un decorado deslumbrante que debió tener hondas repercusiones en la mente popular.
Nota: Algunas de las ceremonias estarían relacionadas con: construcción o dedicación de
edificios, erección de estelas y otros monumentos, calendario con las diversas actividades
económicas, distribución de bienes, movimientos de los astros y demás fenómenos naturales,
transcurso de los periodos de tiempo, nacimiento y muerte de gobernantes y sacerdotes,
entronización y comienzo de reinados, victorias militares o preparación de empresas bélicas,
bodas, alianzas, fiestas fijas asociadas a ciertos dioses y otras variables según sus
manifestaciones y las necesidades de la colectividad y, en fin, todas aquellas celebraciones
señaladas en el calendario y que tenían que ver con los antepasados o con hechos sustanciales de
carácter vario.
Por otra parte, el tipo de ritos populares que se llevaban a cabo en ámbito rural, en las
propias unidades domésticas o en las capillas levantadas en los campos, se dirigían a
conmemorar las distintas etapas de la vida de los individuos, a asegurar el ritmo de las faenas
agrícolas, a alejar a las enfermedades e impetrar la protección para casas y milpas.
Nota: Es la clase de religiosidad que ha perdurado hasta hoy, después que la oficial
desapareciera con la llegada de los españoles, fundiéndose con el cristianismo y dando cabida
infinidad de fórmulas, conjuros y sencillas ceremonias que acompañan constantemente al maya
desde el nacimiento hasta la muerte.
Es casi seguro que los mayas, como los mexicanos, creían que la tierra descansaba sobre
el dorso de un gran cocodrilo que a su vez flotaba en una laguna. Sobre ella se elevaba el cielo
dividido en trece compartimentos dispuestos en trece capas horizontales o en siete niveles en
forma de pirámide escalonada, y por debajo había nueve mundos inferiores en los que
posiblemente reinaban los nueve Señores de la Noche. El ciclo mítico maya más coherente
llegado hasta nosotros es el Popol Vuh, o Libro del Consejo. En él se mencionan diferentes
edades y creaciones, según la idea cíclica que sobre este tema tenían los indios mesoamericanos:
una teoría evolutiva que, tras sucesivos perfeccionamientos, conduce a la humanidad actual.
En el Popol Vuh, la narración de esta ontogénesis se inicia del siguiente modo:
“Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio, todo inmóvil,
callado y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación el primer discurso. No había
todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas,
hierbas ni bosques: solo el cielo existía”. Los dioses estaban en el agua rodeados de claridad, y
entonces dispusieron la creación: “primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se
dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y
las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas”. Deseosos de ser adorados,
los dioses tratan de lograrlo con loa animales, pero no consiguen que hablen, por lo cual ensayan
hacer un verdadero hombre de tierra y lodo. Este primer intento resulta fallido, pues los hombres
se humedecían con el agua, se deshacían y no se podían sostener, por lo que destruyen su
creación y tratan de nuevo con la madera como elemento primordial. Esta humanidad hablaba y
pobló la superficie de la tierra, pero no tenía alma ni entendimiento, no pensaba en los dioses, y
fueron destruidos por medio de un gran diluvio, y su descendencia serían los monos que ahora
habitan en los bosques. Por último, los dioses deciden emplear el maíz: “De maíz amarillo y de
maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre.
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Únicamente masa de maíz entro en la carne de nuestros padres los cuatro hombres que fueron
creados”
Pocos dioses mayas tenían plenamente forma humana, la mayoría muestran en las
representaciones una mezcla de rasgos humanos y animales. Tienen carácter dual, como síntesis
de oposiciones, de modo que pueden ser a la vez benéficos y maléficos, jóvenes y viejos,
masculinos y femeninos. Un mismo dios suele tener varias advocaciones y nombres, lo que da
la impresión de que el panteón era más numeroso de lo que debió ser en realidad.
Los dioses principales de la civilización maya son:
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Itzam Ná, dios creador y conservador de la especie humana, representado primero con
aspecto de reptil y después como un anciano. Una de sus manifestaciones como dios de la
fertilidad y de la vegetación es Bolon Dz, acab.
Ix Chebel Yax es la esposa del creador y aparece en los códices con una madeja de
algodón como patrona del tejido, y a veces volcando el agua de un recipiente, pero casi
siempre como una mujer vieja pintada de rojo.
Kinich Ahau es el dios del sol y se le representa como un anciano de ojos cuadrados y una
especie de línea o lazo por debajo, o bien bizco con un solo diente en la mandíbula
superior en forma de T.
Ix Chel es la diosa de la luna. Patrona de los nacimientos y las relaciones sexuales.
Asociada con el agua del mar y de los lagos y con la tierra.
Chac es el dios yucateco de la lluvia, cuyo culto estuvo desde fechas remotas muy
arraigado. Tiene una larga nariz colgante y a veces la boca desdentada. En los códices
suele tener unhacha, símbolo de los rayos o del trueno, una antorcha, símbolo de la
sequía, o una vasija de la que cae el agua.
Ah Mun es el dios del maíz, un personaje muy joven de cuya cabeza sale, o en cuyas
manos o tocado aparece una mazorca o las hojas de la planta del maíz.
Yum Cimil, por último, es el dios de la muerte, con forma humana y rasgos de esqueleto.
Su cuerpo está manchado de negro y amarillo, colores de muerte que simbolizan la
descomposición de los cadáveres.
Ah Puch, dios de la muerte; diso del viento; dios de la guerra; dios de la muerte repentina
y de los sacrificios humanos.
Xamán Ek, dios de la estralla polar.
De los relieves, pinturas murales y escenas en la cerámica, se infieren algunos rituales
mayas. Fundamentalmente son los sacrificios humanos, de animales, plantas u objetos.
Nota: A los seres humanos se les sacrificaba extrayéndoles el corazón, por decapitación,
ahogamiento y flechamiento. Tales ceremonias se orientaban a conseguir abundantes lluvias, a
evitar determinadas catástrofes o a mantener el orden cósmico. Los oficiantes se purificaban
previamente mediante sangrías, ayuno y continencia sexual; se perforaban la lengua, el lóbulo de
la oreja o los genitales, con espinas de maguey o de manta de raya y dientes de tiburón. Con
navajas de obsidiana se hacían profundos cortes en el cuerpo, y la sangre se ofrendaba a los
dioses en recipientes preparados al efecto.
Los ritos funerarios son muy variados e incluyen el sacrificio de acompañantes, la
conservación y tratamiento posterior de alguna parte del cuerpo y la ofrenda de vasijas, joyas,
utensilios y una cuenta de jade que se colocaba en la boca del difunto.
El nombre para los sacerdotes en Yucatán era Ah Kin, aunque según sus funciones y su
jerarquía recibían otras denominaciones. Los Ahau can mai se encargaban de los cálculos
calendáricos, la adivinación y las profecías. El Ah Nakon se ocupaba de los sacrificios humanos,
y el Chilar de los augurios. Sobre todos estaba el Halach Inc., supremo jefe religioso y también
político. Más imprecisa son las informaciones sobre una orden de sacerdotisas que vivirían en
riguroso aislamiento cerca de los edificios dedicados al culto. Parece que sus funciones incluían
la conservación del fuego sagrado y que eran muertas a flechazos si perdían su virginidad.
A mediados del siglo VII d. C. la civilización maya pasó por su máximo esplendor y al
finalizar el siglo IX, por razones aún no bien conocidas, iniciaba su declive, que en un primer
momento afectó a los grandes centros ceremoniales del sur. No se vuelven a grabar fechas
14
completas en las estelas, y la civilización, localizada ahora en el norte y la parte media de la
península del Yucatán, toma nuevos derroteros
Nota: La decadencia se manifestó en el abandono por las élites de cualquier forma de actividad
cultural, en la parálisis de la actividad manufacturera y las construcciones públicas y en el
despoblamiento de las tierras bajas del sur.
Periodo Posclásico, entre el siglo X d. C. y la conquista española. Este último periodo
dividido en tres fases:
1.
Predomino de Chichén Itza, vieja ciudad clásica que a finales del siglo X era
ocupada por un grupo étnico procedente del sur, que se conoce como Itza.
Ciudad que comenzó una etapa de expansión y fue el primer Estado centralizado
de la historia maya, afectando todo el norte y centro del Yucatán. Algo después
otras gentes, gobernadas quizás por un señor, Kukulcán, fundan Mayapán.
Todos ellos introducen en tierra maya rasgos culturales toltecas originarios del
altiplano de México. Los linajes Itzá, Cocom y Xiú se imponen a las poblaciones
preexistentes y modifican de manera sustancial sus costumbres y creencias.
2.
Predominio de May apán, ciudad que declara la guerra a Chichén Itza y que con
ayuda de mercenarios mexicanos destruye la ciudad hacia 1200. El poder del
linaje Cocom durará hasta 1441, cuando aliados varios jefes maya-toltecas bajo
la dirección de Ah Xupán Xiu, saquean Mazapán y matan al Halac Inc y a sus
hijos.
3.
Desintegración: Con la caída de Mayapán, desaparece la última poderosa
ciudad-estado de Yucatán. Sigue, a continuación, en la mitad norte de la
península un tiempo de guerra y desorganización, durante el cual más de veinte
pequeñas provincias se mantienen en conflicto permanente. Pese a ello los
españoles tardarán casi 20 años (1527-1546) en conquistar y pacificar el
territorio. El último d maya en las tierras bajas, Tayasal, logrará mantenerse
independiente hasta el año 1697 amparado en la densa selva petenera.
UNA CULTURA AL SERVICIO DE LOS DIOSES
La cultura maya se forma precisamente en el lugar donde va a desarrollar todo su devenir,
es decir, fueron formando la cultura y sus formas propias de vida, con sus variantes regionales,
por obra de la agricultura del maíz y las hortalizas, del clima y de los elementos circundantes,
colonizando tierras boscosas o yermas, disputándole a la selva el terreno para la milpa.
Contactos intensos y permanentes entre la diferentes regiones facilitaron el desarrollo de Los
una cultura común, con cerámica policromada; el empleo de la falsa bóveda; un calendario
complejo; una escritura jeroglífica de signos ideográficos, silábicos y fonéticos; y un sofisticado
sistema numérico de base vigesimal, que tenía la unidad y el cero, lo que les permitió
importantes avances matemáticos, y que expresaba los números con puntos y barras.
La cultura maya es una cultura esencialmente intelectual, sometida en sus expresiones
más elevadas –Ciencia, Arte y Literatura- a la poderosa cohesión e influencia del clero. Sobre
una base económica rural se monta una refinada cultura, que mantiene su unidad y la
continuidad de sus logros en virtud de la solidaridad sacerdotal. Una unificación, sin duda,
debida a los “concilios” sacerdotales, reunidos para controlar resultados científicos, corregir la
cuenta de los años y otros aspectos similares, ya que todo el panteón religioso es una fabricación
puramente sacerdotal. Debemos pensar que primero fue la observación astronómica y que ella
exigió después arbitrar un método para contar la regularidad, frecuencia y variaciones de los
elementos celestes. Razón por la que es muy difícil separar entre los mayas calendario y
aritmética.
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Nota: Pueblo agrícola, al maya le era imprescindible poseer una exacta cuenta del paso del
tiempo para prevenir el momento exacto del desarrollo del ciclo cultivador. A esta exigencia dio
respuesta la ciencia sacerdotal, con una minuciosa observación del cielo y la invención de un
sistema matemático de extraordinaria precisión:
El Calendario: Los mayas establecieron un calendario solar, de trescientos sesenta y cinco
días, y para fijar las fechas, un calendario ritual, de doscientos sesenta días, a los que
llamaron, respectivamente, Haab y Tzolkin. Para lograr su objetivo partieron de la base de
dar nombres diferentes a veinte días, que se organizaban por trecenas. Así sobre la lista de los
veinte nombres (animales) superponían 13 números, que volvían a contarse desde el uno, al
llegar al catorce. De este modo, a lo largo del año, un mismo nombre no tenía un mismo
número. Combinaron los dos calendarios (suprimiendo los últimos cinco días, por ser número
impar) y solo volvía a coincidir al cabo de 52 años o de ciento cuatro años, ciclos que
equivalían a nuestros siglos. Además, establecieron “correcciones” por medio del ciclo lunar,
del ciclo del planeta Venus, contando incluso con la posición da algunas estrellas, como las
Pléyades. Sus exactas observaciones hicieron que en la época del descubrimiento su cuenta
del tiempo fuera más correcta que la europea, que exigió, como es sabido, la corrección
Gregoriana en el siglo XVI.
La Aritmética: está estrechamente vinculada la astronomía entre los mayas. El día y número
uno se llaman del mismo modo –kin- y se sigue por un sistema vigesimal, salvo cuando se
llega a la cifra del año –nueva coincidencia con el calendario-, siguiendo luego nuevamente.
Lo interesante es que para hacer sus cuentas usaron un sistema posicional, usando el cero. Se
contaba de izquierda a derecha y de arriba abajo.
La escritura jeroglífica: (hiero-glifo = signo sagrado) usada exclusivamente por los
sacerdotes. La escritura se empleó en tres materiales distintos. En piedra, para los edificios y
estelas; en los códices (en papel de maguey), hechos los signos a pincel; y en las superficies
de los vasos de cerámica.
Contemporáneos de los olmecas (los hombres del hule o ulmecatl), tomaron de ellos este
material. Los mayas supieron fabricar pelotas para sus juegos, suelas para sus sandalias, capas
impermeables para protegerse de las lluvias torrenciales y para aplicar cataplasmas, mezclando
el hule con otras sustancias. Es posible que el “invento” del maíz se deba a los mayas, en los
altos de Guatemala, ya que el maíz e halla en estado silvestre y es el producto de una
hibridación llevada a cabo por el hombre. Aunque no haya pruebas para ello, puede afirmarse
que el cacao (chacau haa en su lengua) fue cultivado y aprovechado para bebidas refrescantes o
embriagantes, o como moneda. Igualmente aprovecharon elementos naturales para tintes, como
el llamado por los españoles “palo campeche” (razón económica de la ocupación inglesa de
Belice), índigo, cochinilla y púrpura. En sus pintura usaron lo que se suelo designar como azul
maya, que lo conseguían de la bideilita.
No solo trazaron caminos que incluso atravesaban las lagunas, mediante elevados
terraplenes, sino que fueron los únicos indios americanos que supieron cubrir espacios cerrados
con obras de fábrica, es decir, con materiales pétreos. Mientras las cabañas eran de madera, paja
y cañizos, los palacios, los templos y juegos de pelota eran de cantería, con falsas bóvedas de
saledizo, conseguidas por aproximación de hiladas o grandes losas inclinadas. Sin poleas, ya
que desconocían el uso de la rueda, levantaron enormes pirámides de cerca de cincuenta metros
de altura, así como acrópolis impresionantes. El esfuerzo ingente de llevar sillares talados a
muchos metros del suelo sigue presentándose hoy como una gran proeza.
El IMPERIO AZTECA:
Presentación
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En la sociedad azteca los militares iban a tener un papel preponderante, dada la gran
importancia de la guerra en la expansión del imperio y en el mantenimiento del orden
interno. El Imperio azteca, que llegó a tener más de 200.000 kilómetros cuadrados, estaba
dividido en provincias, protegidas por sitios fortificados, desde donde se controlaban las
rutas comerciales y la entrega de tributos por los pueblos sometidos. Todas las provincias
del Imperio debían pagar tributo, aunque algunas estuviesen en manos de la nobleza
azteca y en otras siguiese gobernando la nobleza local. La fuerza militar hacia posible no
solo el funcionamiento ordenado del Estado, sino también la coacción en los distintos
grupos subordinados y el pago de las obligaciones tributarias.
Aunque el objetivo principal de las guerras era la obtención de tierras y tributos, su
justificación religiosa también era importante, al ser la principal fuente de obtención de
esclavos para los sacrificios humanos. Así surgieron las “guerras floridas”
Pese a la importancia que había adquirido la guerra, el Imperio descansaba en la
agricultura, de excelentes rendimientos e importantes excedentes. Los aztecas
combinaron todos los métodos y técnicas disponibles. Tumba y quema en las zonas
medias y altas de las montañas, secano en las laderas bajas y regadío en los valles, donde
las chinampas se constituyeron e una pieza clave de las explotaciones agrarias.
ASPECTOS SOCIALES Y POLÍTICOS
EL CALPULLI
El pueblo tenía una organización nuclear, el calpulli, que funcionaba como el grupo de
parentesco básico al que se adscribía la tierra para su explotación.
Nota: La significación de calpulli “gran casa”, connota al grupo de personas que, ligadas por
vínculo de parentesco, realizaban conjuntamente una serie de funciones de carácter
socioeconómico, religioso militar y político. Durante toda la época de la peregrinación, los
diferentes calpullis aztecas prestaron obediencia a quienes guiaban al conjunto tribal, los jefes
sacerdotes supremos, aquellos que tenían a su cargo el culto de los dioses y el destino mismo de
la nación. Cuando se produjo el asentamiento la situación comenzó a modificarse. En
Tenochtitlan se delimitaron cuatro grandes sectores o barrios, en los que los calpullis se fueron
asentando. A partir de ese momento fue también tributo de los integrantes de un calpulli habitar
en un mismo barrio, poseer un territorio en común, trabajar juntos para beneficio de la propia
comunidad.
La sociedad se encontraba estratificada piramidalmente:
EL TLATOANI Y LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA
El huey tlatoni (“el grande que habla” “el gran ordenador)” era la máxima jerarquía de la
escala local; gobernaba la ciudad y el territorio circundante y contaba con poderes militares,
civiles y religiosos. Los diferentes tlatoani estaban emparentados entre sí, siendo el de
Tenochtitlan la cabeza de todo el Imperio.
Aunque era representante de la divinidad, nunca se pensó, como en el caso de los incas,
que fuera hijo de alguno de los dioses o encarnación suya. El gran Tlatoani era igualmente el
máximo juez y sobre el recaían las más elevadas responsabilidades. De él dependía la iniciación
de cualquier guerra, la promulgación de las leyes y el comienzo de toda empresa importante.
Debía ser elegido de entre los pipiltin.
Como reflejo, en la organización política, de la creencia religiosa en un supremo dios
dual, al lado del huey tlatoani, desempeñaba igualmente funciones importantes el llamado
cihuacóatl (“serpiente femenina”, “mellizo femenino”). A este correspondía, en caso de
ausencia del tlatoani, desempeñar sus funciones. De manera transitoria asumía el poder en caso
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de fallecimiento del tlatoani. Entre sus funciones estaba presidir el tribunal más alto o de última
instancia y actuar en asuntos religiosos y de administración pública.
Lugar prominente tenían los varios consejos existentes, muy particularmente el consejo
supremo, formado por representantes de otros consejos secundarios. Entre sus funciones se
encontraba auxiliar al tlatoani en las cuestiones que pudiera someter a su consideración, así
como participar en la designación de funcionarios.
Nota: Otros cuatro dignatarios desempeñaban funciones muy importantes, entre ellas actuar en
ocasiones como miembros del supremo consejo: El tlacochcálcatl, “señor de la casa de los
dardos” que, junto con el tlacatécatl, asumía la más elevada jerarquía militar. El
huitznahuatlailótlac y el tizociahuácatl tenían atribuciones de jueces principales. Con el nombre
de tlatoque se conocían los gobernantes de todas las poblaciones de cierta importancia. Posición
distinguida correspondía a los llamados tecuhtli (en singular) y tetecuhtin (en plural), palabras
que significan “señor de señores” que, escogidos entre los nobles o la gente del pueblo, podían
desempeñar diversas funciones, entre ellas las de gobernadores, jueces y supervisores en el pago
de los tributos.
Cabe recordar que el expansionismo de los aztecas les había llevado a someter a muchos
señoríos, antes independientes. En algunos casos los antiguos gobernantes de ellos permanecían
en el poder pero con la obligación de prestar obediencia y pagar los impuestos al supremo señor
de México-Tenochtitlán. En otros casos eran algunos tetecuhtin aztecas los encargados de la
administración de esos pueblos o provincias.
LA NOBLEZA O PIPILTIN
La nobleza o pipiltin se situaba en un segundo escalón, junto a aquellos que se
ennoblecían al integrarse en el ejército (Caballeros Jaguar y Caballeros Águila). La continua
percepción de tierras y tributos les permitió consolidar su riqueza y poder; pese a ello algunas
cargas estaban encomendadas a la nobleza, la única que podía utilizar ciertos materiales
prohibidos al resto de la población, como vestidos o adornos. Asimismo, podían acceder a la
propiedad de la tierra y con frecuencia disponían del trabajo de mayeques y tlatlacotin.
Contaban con tribunales y sus hijos contaban con centros de educación especiales. Sus hijos
ejercían luego los cargos más elevados del gobierno. Solo de entre ellos podía ser elegido el rey
o tlatoani.
LOS POCHTECA
Resulta interesante destacar el acercamiento que, por razones económicas, habían llegado
a tener con los pipiltin los grupos, básicamente de macehualtin, que integraban los sectores de
comerciantes. Los pochtecas controlaban el comercio a larga distancia y también tuvieron un
papel importante en la expansión del Imperio. Habían obtenido una especie de código jurídico y
económico que determinaba las funciones que les tocaba desempeñar. Tenían ritos y
ceremonias exclusivamente para ellos. Poseían sus propios tribunales. Organizaban los
diferentes sistemas de intercambio comercial, en particular con gentes de regiones muy
apartadas. Desempeñaban con frecuencia las funciones de embajadores, emisarios y espías.
Llegó a ser tan grande su importancia social y económica que a veces contaron más en la vida
pública que muchos nobles o pipiltin. Entre otras cosas, los pochtecas estaban libres de trabajos
personales y podían poseer tierras en forma individual, cosa que les colocaba casi a la par con
los miembros de la nobleza.
LOS MACEHUALTIN
En la base de la pirámide estaban los campesinos y los artesanos: los macehualtin o
macehuales, “gentes del pueblo”. A ellos correspondía trabajar las tierras que eran de propiedad
comunal de su calpulli y, otras veces, también las que pertenecían a los pipiltin, así como las del
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estado azteca, de la organización religiosa, y aquellas cuyos rendimientos se dedicaban a los
gastos de la guerra. A ellos se debía, en máximo grado, el abastecimiento de productos agrícolas
que hacían posible el sustento de la población. Además, en su calidad de productores de muy
variadas formas de artesanía –materiales para la construcción, cerámica, arte plumario,
orfebrería, trabajos en piel etc- satisfacían tanto requerimientos cotidianos y necesarios como
otras urgencias de carácter suntuario o destinadas a fines religiosos o bélicos.
Individualmente y en su calidad de miembros de los calpullis, participaban de la riqueza
obtenida, aunque en mucha menor proporción y de manera distinta, si se compara su situación
con la de los pilpintin. Los macehualtin no tenían propiedad de tierra en forma individual.
Nota: Más aún, en los casos en los que determinados calpullis poseían escasas tierras laborales
o por razón de su desarrollo demográfico no podían ofrecer trabajo a algunos de sus miembros,
había macehualtin que realizaban tareas agrícolas en lugares que no pertenecían a su propia
comunidad. Eran los llamados mayeques, “los que tienen brazos”, es decir, una especie de
braceros que prestaban servicios a otros. Citemos en este punto también a los tlatlacoltin,
peculiar forma de esclavos. Su venta no era de por vida, pues ellos mismos u otra persona podía
realizar el rescate. En realidad ni los mayeques ni los tlatlacoltin constituían propiamente clases
sociales diferentes de los macehualtin o gente del pueblo.
Además de participar en el contexto de la producción del estado azteca, los macehualtin
integraban, de manera obligatoria, los ejércitos. Su educación la recibían en escuelas, en cada
calpulli, las denominadas telpuchcalli, “casas jóvenes”. Su preparación incluía, de modo
especial, las técnicas del arte de la guerra.
Los tributos
La existencia del estado azteca requería del pago de tributos así como de otros ingresos.
Tributaban, en función de sus calpullis, los macehualtin; además, los pueblos y señoríos que
habían quedado sujetos, así como otros que mantenían aún cierta forma de independencia. Otros
ingresos se derivaban de lo que se obtenía de las tierras que pertenecían al estado, así como de
los botines de guerra producidos en las frecuentes campañas. Los artesanos y mercaderes tenían
un estatuto propio en el que determinaban las contribuciones que les correspondían
Nota: Competía al cihuacóatl vigilar lo concerniente a la tributación. Funcionarios
subordinados eran el huey calpixqui, “gran guardian de la casa” y el petlacálcatl,”el de la caja o
petaca”.
SOCIEDAD Y ECONOMÍA
Existen enormes divergencias en cuanto al volumen de su población. Entre los cálculos
expresados sobre la población del área central (actuales estados de México, Hidalgo, Puebla,
Tlaxcala, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Coloma, Jalisco, Guerrero y Veracruz), mientras
unos hablan entre tres y cuatro millones de habitantes, otros elevan esta cantidad a los veinte o
más millones.
En cuanto al modo de especialización de quienes integraban la fuerza humana de trabajo,
sabemos que existía una distribución de actividades en función del sexo. Así, al hombre
correspondían las tareas agrícolas y la mayor parte de la producción artesanal. Mientras que a la
mujer correspondían los quehaceres del hogar, algunos nada fáciles como la transformación del
maíz en masa para las tortillas, lo que presuponía largas horas en la piedra de moler. Hilar y
tejer eran asimismo ocupaciones que competían a la mujer.
La actividad laboral era variada. Unos se ocupaban de los trabajos extractivos
(pescadores, recolectores, mineros...) otros grupos se dedicaban a la construcción (albañiles,
canteros, carpinteros, pintores…), a las industrias manufactureras (alfareros, canasteros,
productores de esteras, sandalias, curtidores, etcétera). Destaquemos el amplio campo de la
actividad artesanal dedicada a la producción de objetos utilitarios y de consumo general como
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papel, instrumentos líticos y de madera, canoas etc. y la de aquellos que elaboraban artículos de
lujo o suntuarios (orfebres, artífices de pluma, escultores, los que elaboraban códices o
trabajaban con gemas) principalmente para la nobleza y el culto religioso.
Junto con ellos la gran mayoría, los macehualtin, dedicaban buena parte de su tiempo a
la labranza de la tierra. Eran los productos que de ella obtenían los que, en buena medida
permitían su subsistencia, la familiar y la comunitaria; al igual que el pago de los tributos que
correspondían al supremo gobernante, al culto religioso y a otros propósitos ligados con la
administración pública.
Con el nombre de atoctli aptas para la agricultura. En los lugares dotados de agua y
materia orgánica prosperaban los cultivos de plantas básicas para el sustento: maíz, fríjol,
calabaza. Chile (pimiento). También existían otras tierras para usos más particulares, como las
que se nombraban xochimilpan, para el cultivo de diversas flores. Eran muchos los recursos
naturales que daban apoyo a la economía, tanto de carácter vegetal como animal. Sin embargo,
los animales propiamente domesticables eran, en cambio, casi inexistentes, excepción hecha del
perro. La ausencia de otros animales domesticables fue una barrera al desarrollo de una
tecnología más eficiente. Al no haber bestias que pudieran servir para la carga y la tracción, el
empleo de la rueda se limitó a su aplicación en algunos juguetes.
Entre los metales que conoció el hombre prehispánico estuvieron el oro, la plata, el cobre,
el estaño y, probablemente, en escala muy reducida el plomo. Otros minerales que también se
aprovecharon fueron el cinabrio (protosulfuro de mercurio), la calcita (carbonato cálcico), así
como diversos colorantes minerales, piedras preciosas y otras de diferentes naturalezas.
En cuanto al instrumental y la técnica empleada y a pesar de haber logrado grandes
creaciones culturales en campos como el del arte, en los cómputos calendáricos y astronómicos,
no alcanzaron a tener un instrumental muy perfeccionado, aunque sí, en muchos casos eficiente.
Abarcó todos los utensilios hechos en piedra (martillo, raspadores, morteros,..), otros de
pedernal, hueso y madera, como la coa, el palo que servía para las tareas agrícolas y, en menor
número, de metal. De estos cabe destacar las hachas de cobre. Particular atención merecen las
técnicas alcanzadas en el cultivo de la tierra. Además de la agricultura de temporal, en la que no
se descuidaba el empleo de algunas formas de abono, se valieron de sistemas de regadío,
cultivos escalonados y, sobre todo, el uso de las chinampas, conocidas como “jardines
flotantes” o mejor, “anclados” sobre el lecho de los ríos.
La unidad de producción primaria era la familia, cuyos integrantes participaban en trabajo
en función del sexo, como ya se ha indicado. Unidades mucho más amplias las constituían los
calpulli, algunos de estos, al parecer, especializados en determinados artículos, por ejemplo, en
los trabajos artísticos hechos de plumas. En cuanto a unidades de producción pagaban tributos al
estado. También proporcionaban mano de obra para realizar empresas, bien fuera en provecho
del mismo calpulli o de la comunidad del pueblo o ciudad. Este tipo de servicios –tributos y
participación directa en trabajos- eran asimismo obligación de entidades más amplias, los
señoríos sometidos al dominio de México-Tenochtitlan.
Finalmente se reseña, como elemento de suma importancia para comprender los alcances
que llegó a tener la economía en el México antiguo, la existencia de mercados y el comercio
exterior llevado a cabo por los pochtecas. Refiriéndose al mercado principal de Tlatelolco, el
conquistador Bernal Díaz del Castillo escribe en su crónica:
“quedamos admirados de la multitud de gentes y mercancías que había en la gran plaza y del
gran concierto que en todo tenían...Comencemos por los mercaderes de oro y plata y piedras
ricas, y plumas y mantas y cosas labradas y otras mercaderías de indios, esclavos y
esclavas…Otros mercaderes que vendían ropa más barata y algodón y cosas de hilo torcido y
cacahuateros que vendían su cacao…y había muchos herbolarios y mercaderes de otra
manera…Y también vendían hachas de latón y cobre, y jícaras y jarros de madera muy
pintados..Ya querría haber acabado de decir todas las cosas que allí se vendían…”.
A la metrópoli mexicana fluía toda clase de productos procedentes de regiones cercanas y
apartadas, obtenidos gracias a las negociaciones de los mercaderes o en calidad de tributos. A su
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vez, desde la capital se exportaban múltiples objetos manufacturados. Ciertamente se habían
vuelto complejas las relaciones de producción e intercambio durante el esplendor de
Tenochtitlan.
Nota: Las dos rutas más importantes del comercio establecido por los pochtecas eran:
- Una se dirigía a Xicalanco, junto a la Laguna de Términos, en las costas del Golfo.
Desde antiguo llegaban allí también en sus embarcaciones comerciantes de la
región maya. Allím podían adquirirse productos de zonas tan apartadas como
Yucatán, Honduras y aún las islas del caribe.
- La otra ruta llevaba a las costas del pacífico sur, en especial a la rica zona del
Soconusco, en Chiapas, de donde provenían el cacao, plumas de quetzal, jade y
metales preciosos.
LA RELIGIÓN AZTECA
En las creencias religiosas de los aztecas y en el conjunto de sus ritos, sacrificios, fiestas,
organización sacerdotal y, en una palabra, en la totalidad de sus formas de culto había elementos
de orígenes muy diferentes entre sí. Pervivían tradiciones de gran antigüedad, herencia en
común de muchos pueblos en el ámbito del México antiguo.
Nota:
Algunos elementos provenían de la etapa preclásica, anterior a la era cristiana. Muestra de ello es
la veneración al dios del fuego, el que se conoce también como Huehuetéotl, el dios viejo.
Perduraron asimismo creencias que habían florecido en las costas del Golfo de México. Probable
ejemplo lo ofrecen la adoración de deidades como Tlazoltéotl, la diosa que enciende el amor
lujurioso y que es a la vez “devoradora de inmundicias”; o la veneración a Xippe Tótem, dios
fecundador. Cabe recordar otros con raíces muy antiguas entre los olmecas, que vivieron en el
primer milenio a. C., más tarde también invocadas en el ámbito maya y en otras regiones. Entre
estos dioses destacan Tláloc, el propiciador de la lluvia, Chalchiuhtlicue, “la del faldellín de jade”
y Quetzalcóatl, “Serpiente emplumada”.
Legado para los aztecas fueron, asimismo, muchas de las creencias y prácticas religiosas de las
metrópolis de Teotihuacan (siglos I-IX d.C.) y Tula (X-XI d.C.), en donde ya se habían adorado
algunos de los dioses ya indicados. Pero el panteón mesoamericano llegó a enriquecerse todavía
más en dichos lugares. Aparecen así Xochipilli, “el príncipe de las flores”, el protector de las artes;
así como Tezcatlipoca, “el espejo que ahuma”.
A todo este sustrato que incluía múltiples mitos y doctrinas, formas de sacrificios y otras
variadas prácticas, se sumaron también las creencias de grupos que, más tarde, vinieron a asentarse
en la región central de México. Hacemos referencia a los que se nombraron genéricamente
“chichimecas”, los seminómadas de las flechas y el arco que, tras un largo proceso de
aculturación, comenzaron también a sentarse en pueblos, imitando la vida civilizada de los
antiguos toltecas. Precisamente los aztecas, uno de los grupos que a la postre vinieron a ubicarse
en el valle de México, traerían también sus formas de culto y sus propios dioses tutelares. Entre
estos sobresalen Huitzilopochtli, “el colibrí de la izquierda”, que habría de identificarse con el sol,
y la madre de este, Coatlicue, “la de la falda de serpientes”.
Aunando lo netamente azteca con todo aquello que provenía de etapas y pueblos muy
diferentes, la religión prevalente en México-Tenochtitlan al tiempo de la conquista española fue,
en realidad, el resultado de largos procesos de fusión o sincretismo. En cualquier caso, hay que
subrayar que, por obra de los sacerdotes y sabios, ese gran conjunto de elementos religiosos
lejos de ser un confuso agregado alcanzó un orden en función de la visión del mundo y los
ideales de la nación azteca.
El mito de los orígenes
Según los textos y códices que se conservan en lengua indígena el mundo había existido
varias veces consecutivas. La que se llamó “primera fundamentación de la tierra” había tenido
lugar hacía milenios. Tanto que, en conjunto, habían existido ya cuatro soles y cuatro tierras
anteriores a la época presente. En esas edades llamadas “soles” había tenido lugar cierta
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evolución en espiral, con la aparición de formas cada vez más perfectas de plantas y de
alimentos. Las cuatro fuerzas primordiales –agua, tierra, fuego y viento (curiosa coincidencia
con el pensamiento de Occidente y de Asia)- habían presidido esas edades o soles, hasta llegar a
la quinta época, designada como la del Sol de Movimiento.
Nota: Tal vez partiendo de antiguos cultos al sol y a la tierra, concebidos como principio
fecundante y como madre universal, llegó a concebirse la realidad de una deidad suprema de
naturaleza dual, sin perder su unidad: Ometéotl, “Dios dual”, Señor y Señora de nuestra carne.
Este, en una misteriosa generación y concepción cósmicas, dio lugar a todo cuanto existe. Él es,
como se repite con frecuencia, “Madre de los dioses, Padre de los dioses, el dios supremo”. En
un primer desdoblamiento de su propia realidad hizo nacer a sus cuatro hijos, los tezcatlipocas,
“Espejos que ahuman”: blanco, negro, rojo y azul. Estos dioses -con uno de los cuales se
identificará muchas veces Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría divina- constituyen las fuerzas
primordiales que pondrán en marcha la historia del mundo.
En un principio los hijos del dios dual obraron todos de acuerdo para echar los cimientos de
la tierra, del cielo y de la región de los muertos. Destruido sin embargo el universo cuatro veces
consecutivas por las pugnas de los dioses, estos se preocuparon por poner fin a tanta desgracia.
Se reunieron entonces en Teotihuacan para dirimir sus envidias y dar principio a una nueva
edad, la quinta de la serie, en la cual habían de nacer los hombres actuales. Esta quinta edad, que
recibiría el nombre de “Sol de movimiento”, iba a ser el resultado de la intervención y el
sacrificio voluntario de todos los hijos del dios dual. Y restaurada la tierra, fueron restaurados y
puestos en movimiento el Sol y la Luna, gracias al sacrificio de los dioses.
Si por el sacrificio de los dioses se hizo posible el movimiento y la vida del sol, tan solo
por el sacrificio de los hombres podrán preservarse su vida y movimiento, evitándose el
cataclismo que, como en las edades antiguas, podría poner fin a este Sol y a este tiempo en el
que viven los seres humanos.
Ciclo tolteca de Quetzaocóatl
Así como los mitos de los orígenes cósmicos y del hombre aparecen ligados con
Teotihuacan, la actuación del sabio sacerdote Quetzalcóatl está vinculada con el esplendor de
Tula y los toltecas (siglos X-XI d.C.). Derivando probablemente su nombre del dios
Quetzalcóatl, quien simbolizó la sabiduría del supremo dios dual, el Quetzalcóatl sacerdote
parece haber dado principio a una nueva concepción religiosa de elevado espiritualismo.
Nota: El cuadro del reinado de Quetzalcóatl es la descripción de una vida de abundancia y
riqueza en todos los órdenes. Los toltecas habían recibido del sacerdote Quetzalcóatl su sabiduría
y el conjunto de todas las artes. El sacerdote habitaba en sus palacios de diversos colores,
orientados hacia los cuatro rumbos del universo. Allí llevaba una forma de vida que lo acercaba a
la divinidad. Vivía en abstinencia y castidad. Pero, sobre todo, estaba consagrado a la meditación
y a la búsqueda de nuevas formas de acercarse a la divinidad. Se afirma que Quetzalcóatl
“buscaba un dios para sí”; es decir, se esforzaba por percibir cuál era la naturaleza del supremo
dios dual, al que con frecuencia designaba como único dios.
Creencias y ritual aztecas
La versión de la historia azteca, que incluye datos acerca de su religión, se conserva en
los diversos textos indígenas. En ellos las divinidades netamente aztecas, en particular
Huitzilopochtli, se sitúan en un mismo plano con los dioses creadores de las edades o “soles”, es
decir, con Tezcatlipoca y Quetzalcóatl. Pero sobre todo aparece vigoroso el espíritu místicoguerrero del “pueblo del sol”, es decir Huitzilopochtli, que tiene por misión someter a todas las
naciones de la tierra para hacer cautivos con cuya sangre habrá de conservarse la vida del Sol.
Nota: Cuando los aztecas hicieron suya la idea de que su misión consistía en extender los
dominios de Huitzilopochtli, para obtener víctimas con cuya sangre debía preservarse la vida del
sol, tal forma de rito se practicó con mayor frecuencia. Para llevar a cabo los sacrificios de
quienes habían sido cautivados en la guerra, habían edificado los aztecas un templo rico y
suntuoso en honor de Huitzilopchtli. El antiguo calendario, heredado de los tiempos toltecas,
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regía el ciclo sagrado según el cual se determinaban los sacrificios que se debían hacer a los
dioses durante el año. Quedó establecido así lo que se puede llamar como “un teatro perpetuo”,
en el que muchos de los autores, víctimas humanas que representaban el papel de los dioses antes
de ser sacrificadas, revivían en los ritos el antiguo prodigio realizado por los dioses, que también
murieron y dieron su sangre por hacer posible la vida del Sol y de todo cuando existe.
Un antiguo himno sagrado, en el que se invoca a Huitzilopochtli muestra la importancia
que este había adquirido entre los dioses venerados en Tenochtitlan. Si su madre Coatlicue
había quedado identificada como una de los rostros de la suprema deidad femenina, este recibía
ya las más elevadas formas de culto. Su santuario se situó, con el de Tláloc, el Señor de la
lluvia, en lo más alto de la pirámide principal, dentro del recinto del que se conoce como
Templo mayor.
LOS INCAS
ORIGEN Y DESARROLLO DINÁSTICO
Eran originarios de la región de Huari y se establecieron en el valle del Cuzco a finales
del siglo XIII. La región se encontraba ocupada por algunos grupos aymaras, que fueron
asimilados por estos. Según la leyenda diez ayllus fundaron el Cuzco.
Nota: Cada ayllu era un clan patrilineal endogámico, una unidad de parentesco cuyos
miembros se creían descendientes de un antepasado común.
El Cuzco se dividió en cuatro barrios y este modelo fue aplicado por los incas a
posteriores fundaciones. A finales del siglo XIV se sentaban las bases del Imperio incaico. El
Inca que transformó el reino de Cuzco en el IMPERIO DE TAWANTINSUYO (el Reino de las
Cuatro Regiones) fue Pachacuti, cuya victoria sobre los chanca en 1438 le otorgó el control
sobre toda la región. A finales del siglo XV, y durante el reinado de Topa Inca Yupanqui, el
imperio se extendió hasta Quito, en el norte. A la llegada de los españoles, y coincidiendo con el
momento de su máxima expansión, el Tawantinsuyu se extendía desde la actual frontera
ecuatoriana-colombiana hasta el río Maule, en el centro de Chile, mientras que por el este, la
selva amazónica y el gran Chaco fueron sus límites.
Nota: La fantasía mítica inca nos habla de la llegada al valle del Cuzco, procedentes de la
legendaria región del Titicaca o de un lugar más cercano, de la pareja de hermanos-esposos
Manco-Capac y Mama Ocllo, fundadores de la dinastía incaica. A partir de aquí, podemos
interpretar el asentamiento de un pequeño grupo étnico originario de algún lugar no muy alejado
ni diferente del valle, escenario de un admirable proceso de desarrollo histórico, aglutinando,
consolidando e institucionalizando costumbres y tradiciones de pueblos diversos, unificándolos
bajo la estructura de un gran imperio, el de Tihuantinsutu,
El proceso que hizo llegar a un simple y pequeño estado rural a extender su hegemonía en
todo el territorio andino fue estimulado por las constantes apetencias expansionistas de otro
grupo étnico, guerrero y fuerte, establecido en un área cercana al asentamiento originario inca
en el valle del Cuzco: el de los chancas. La rivalidad inca-chanca forzó a ambos pueblos a
buscar alianzas entre sus vecinos. La colaboración de uno de estos, el de los quechuas, con los
descendientes de Manco Capac fue un factor importante en la supremacía final del grupo inca
sobre el Chanca, y no por cuestiones simplemente estratégicas. Pues el pueblo quechua aportó
uno de los elementos más decisivos para la unificación política y administrativa del futuro gran
imperio: el idioma, que se convertirá en el Runa Simi, la Lengua de los hombres.
Nota: La tradición indígena, recogida por los cronistas españoles, refiere la historia de doce
emperadores, el último de los cuales, Huaskar, había sucumbido a la potencia y empuje de los
ejércitos de su hermano Atau Huallpa, que se disponía a hacerse reconocer como el décimo
tercer soberano del Tahuantinsuyu, en el año 1532. Esa misma tradición insiste en la sucesión de
dos dinastías, la Hurin Cuzco, cuyos soberanos se instalaron en la parte baja de la ciudad, y la de
los Hanan Cuzco, que trasladaron su residencia a la parte alta de la misma.
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Solo a partir del octavo soberano, el Inca Viracocha se puede hablar con propiedad de una
historia del Tahuantinsuyo, cuyo verdadero forjador fue su hijo y sucesor Pachacuti, el “Gran
Reformador”, que reinó entre 1438 y 1471. La verdadera historia incaica abarca pues, apenas un
siglo, tiempo suficiente como para crear un gran imperio.
Nota: Las campañas de Pachacuti llevaron esta expansión hasta el territorio de los aymaraes de
a zona del Collao, junto al lago Titicaca, donde había florecido la civilización de Tiahuanaco,
cuna de tradiciones que, como se ha dicho, hablan precisamente del origen del pueblo inca.
Desde el altiplano hasta la costa del pacífico la soberanía de los incas fue reconocida sin
excepción. Hacia el norte Cajamarca representó la frontera más exterior de imperio de Pachacuti.
Pero la obra de este monarca no se limitó a la simple conquista de nuevos territorios. Su
labor como legislador y organizador sentó las bases para la consolidación y sucesivo
engrandecimiento del Imperio.
Tucac Inca Yupanqui, todavía en vida de su padre y mientras este se dedicaba a la tarea
de organización del Imperio y de la reestructuración y embellecimiento de su capital, fue el
artífice del ensanchamiento territorial del Tahuantinsuyu. Sus campañas lo llevaron hasta las
tierras de los señores del Norte, del reino de Quito, en la zona de la Sierra, y del señor de Chimú
en la costa. Desde Chimú no le fue difícil subyugar todos los señoríos costeños hasta
Pachacamac, en las cercanías de la actual ciudad de Lima, a su regreso a Cuzco. Por el sur la
expansión del Tahuantinsuyu le llevó hasta las tierras chilenas imponiendo su autoridad a todos
sus habitantes hasta el valle del río Maule.
El último gran Inca, Huayna Capac, no amplió demasiado sus fronteras y su labor fue
dura y difícil en la tarea de consolidar la soberanía incaica en regiones vastas y lejanas,
enfrentándose a constantes rebeliones, sobre todo en el Norte. A su muerte, en 1530, dejaba el
orden incaico restablecido y respetado desde el sur de Chile, donde él mismo dirigió la empresa
de organización administrativa, hasta las tierras del sur de la actual Colombia, fijando la frontera
en el río Ancasmayo y redondeando las fronteras del Imperio hasta la zona oriental de la actual
República del Ecuador. La crisis sucesoria y las guerras civiles entre sus hijos Huaskar y Atau
Huallpa, son sucesos absolutamente históricos y coincidentes con la llegada de los
conquistadores.
El IMPERIO INCA
Introducción
El establecimiento de una lengua oficial, el quechua, y de una religión común para todos
sus súbditos, constituyó un poderoso medio de unificación política y el instrumento
indispensable para sostener la maquinaría administrativa y la movilización de hombres y
productos, necesaria para mantener la seguridad y abastecimiento de todos los rincones del
Tahunatinsuyu.
Los incas construyeron una impresionante red viaria de casi 25.000 kilómetros de
longitud a lo largo y ancho de los Andes para mantener la unidad política y administrativa del
Imperio y canalizar los flujos de productos y personas. En unos casos de trata de senderos que
sólo permitían el paso de llamas en otros se trataba de calzadas transitadas por ejércitos enteros
con gran rapidez. El sistema contaba con dos ejes principales que atravesaban el imperio e
dirección norte-sur. Al desconocer o no utilizar el transporte y las comunicaciones marítimas, se
dio especial importancia a las de tierra, a través de caminos y puentes. El verdadero alarde de la
técnica incaica fue la construcción de majestuosos puentes colgantes, que volaban literalmente
sobre los cañones profundos y anchos de los grandes ríos.
Nota: Su seguridad requería la presencia constante de un vigilante que, además de supervisar
su buen estado, controlaba el paso de viajeros, a los que exigía un pontazgo o pago de peaje, que
debía ser hecho efectivo con parte de la carga que transportaban. Posiblemente se tratara de un
simple modo de controlar las movilizaciones de una población sujeta a normas estrictas en
cuanto a su falta de libertad para trasladarse de un lugar a otro.
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La base económica de los incas, como la de los aztecas era la agricultura intensiva. Los
principales cultivos eran a papa, el maíz, la quinua, los fríjoles y las calabazas. Un extendido
sistema de terrazas y una avanzada tecnología hidráulica favorecieron su éxito agrícola, que se
combinó eficazmente con la ganadería de llamas y alpacas.
Nota: Como en todas las manifestaciones de su cultura, los incas en el ámbito de la ingeniería
fueron herederos de las realizaciones anteriores, conseguidas por el esfuerzo y capacidad de
respuesta de los grupos asentados en las diversas zonas de la geografía del Tahuantinsuyu. Pero,
además, el genio organizador del pueblo inca fue capaz de extraer de esas experiencias el
máximo rendimiento en su principal objetivo: alcanzar el más alto nivel de producción en todas
sus tierras. Conseguir el dominio del espacio en una verdadera labor de remodelación y
estructuración de la propia naturaleza, mediante la construcción de terrazas escalonadas o
andenes que ampliaron el terreno utilizable para la agricultura (aseguraban un aprovechamiento
total del agua que se iba infiltrando desde lo más elevado, reduciendo además, gracias a la sabia
combinación de los materiales de relleno depositados entre sus muros, las pérdidas que podría
provocar la evaporación) o el desarrollo del urbanismo, con el complemento de una completa red
de canalizaciones de riego para aquélla o de abastecimiento de aguas para este, en ambos casos
con un perfecto sistema de drenajes para asegurar la consistencia de las construcciones.
No solo la infraestructura de las ciudades requería de una técnica de ingeniería, la misma
arquitectura, en su grandiosa simplicidad, puede considerarse también como obra de técnicos
expertos en esta ciencia que debían estudiar y conocer la capacidad de resistencia de los
materiales líticos, el equilibrio y el peso de los distintos elementos arquitectónicos, la perfecta
aplicación de eficaces técnicas antisísmicas que han permitido la conservación de numerosos
edificios de forma intacta, en una zona sacudida por frecuentes y devastadores terremotos. La
más importante muestra de la perfección alcanzada por la técnica incaica para conseguir hacer
aprovechable un terreno con fines urbanísticos y agrícolas conjuntamente es, sin duda, el
impresionante conjunto de la ciudad de Machu Pichu.
A diferencia del gran Imperio mesoamericano, los incas no practicaban el comercio a
larga distancia ni tenían monedas ni tributos pagados en especies. Por ello las relaciones de
redistribución entre los distintos grupos integrados en el Imperio, de buen grado o por a fuerza,
tuvieron una gran importancia.
LA ESTRUCTURA SOCIAL
El ayllu
La sociedad cuzqueña estaba organizada según unos patrones cuyo modelo se siguió en
todo el Imperio, aunque, sin duda, la existencia de una forma general de agrupación social, el
ayllu, simplificó la adopción de ese modelo y la generalización de las instituciones que se
basaron en él. El ayllu fue la cédula fundamental en la organización de las sociedades
preincaicas en toda el área andina. Es una comunidad formada por el conjunto de los
descendientes de un antepasado común, real o supuesto, pero cuya verdadera coherencia se
sustentaba en la posesión y el trabajo en común de un territorio, la marka, y el culto a espíritus o
divinidades protectoras del grupo o sus tierras
Nota: Este tipo de comunidad agraria es la que se ha mantenido en las zonas rurales andinas,
allí donde el sistema de colectivismo agrario ha continuado siendo el modelo tradicional de
producción. Lo que prueba que el vínculo de la posesión y el trabajo en común de la tierra tuvo
más fuerza que el representado por la consanguinidad. Los ayllus imperiales, las panaca, que no
tuvieron este carácter de territorialidad porque nunca cultivaron sus tierras, arrastraron su
existencia apenas hasta los últimos años del siglo XVI.
Sin prescindir de esta célula básica, la sociedad del Cuzco quedaba organizada a partir de
la existencia de dos grupos humanos diferentes: los incas conquistadores y el de los habitantes
primitivos de la ciudad. Si bien el grupo conquistador mantuvo una endogamia estricta con el
fin de mantener su carácter diferenciador, sus jefes, los collana, empezaron a tomar entre los
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conquistados, los callao, mujeres como esposas secundarias o concubinas. De esta forma surge
el grupo de los payan. Los términos collana, payan y callao son solamente indicativos de una
categoría social, no étnica, y formaban la distribución social en el Cuzco.
Nota: Para mantener la relación endógama de todos los grupos todas las ciudades y pueblos del
Imperio estaban divididos en dos zonas la Hanansaya y la Hurinsaya. En ellas los grupos
sociales del Cuzco se reflejaban en los ayllus collana compuestos por los representantes de la
autoridad central, los funcionarios de la alta jerarquía pertenecientes al grupo inca; los payan
estaban integrados por la familia de los curuca o señores étnicos; y los callao por la masa del
pueblo.
Pero sobre esta estructura casi empírica, la organización social implicaba una mayor
complejidad y una jerarquía de grupos y clases o estamentos sociales:
1. La figura del Sapa Inca se situaba por encima de todos ellos como ser supremo,
diferente a todos por su categoría de hijo del sol.
2. La nobleza, integrada por lo que los españoles llamaban “orejones”, debido a la
deformación de sus orejas por el uso, exclusivo para ellos, de grandes adornos circulares
incrustados en sus lóbulos, tenía diferentes grados.
Nota: A pesar de ser numerosa como consecuencia del régimen de poligamia, que fue un factor
diferenciador en ella con respecto al pueblo y una necesidad impuesta por la exigencia de la alta
burocracia, que solo se podía nutrir de ella, no dejó de ser siempre una minoría respecto a la
población plebeya, de la que dependían para su subsistencia.
En ella existía, además, una marcada jerarquización:
-
La descendencia de un inca, tanto masculina como femenina, con exclusión del
heredero, formaba su ayllu, la panaca real. La primera generación de los panacas,
es decir los parientes directos del emperador, sus hermanos, o los hermanos de su
padre, vinculados a él por lazos estrictamente endogámicos, constituían la
nobleza de categoría superior, encuadrados dentro del grupo collana.
-
Las siguientes generaciones, también emparentadas entre sí, aunque hubiera en
ellas descendientes del grupo no collana, sino payan, constituían un estamento
de la nobleza de sangre, aunque de segunda categoría.
-
Ajenos a la nobleza de sangre, existían grupos privilegiados formados por los
cayao establecidos en el Cuzco y sus zonas cercanas.
-
La nobleza local o provinciana constituida por los señores étnicos de territorios
integrados en el Imperio, colaboradores voluntarios de la administración
cuzqueña, gozaban también de la consideración y de los privilegios propios de
las elites metropolitanas.
3. Un grupo privilegiado era el de las mujeres escogidas o aclla. Seleccionadas o
escogidas desde la pubertad entre las hijas del pueblo, junto a las de la propia aristocracia, eran
educadas y preparadas para cumplir importantes misiones. Durante cuatro años recibían una
educación esmerada que abarcaba desde el perfeccionamiento del idioma y las artes domésticas
hasta la iniciación en los secretos de la religión y el culto. Una parte de ellas eran destinadas a
servir de esposas o concubinas para las elites; otras, en pequeño número, eran designadas como
víctimas en sacrificios religiosos; el resto, las mamacunas, las verdaderas “vírgenes del Sol”
dedicaban su vida al cuidado de los templos y del culto estatal, recluidas perpetuamente en los
acllahuasi anejos a esos templos, obligadas a guardar perpetua castidad y sujetas a una rígida
disciplina.
4. Existía un grupo social que se nutría de la masa del pueblo y que se rigió por normas
muy especiales. Los mitimaes o trasladados constituían un estamento utilizado por los Incas con
fines económicos y militares. Al parecer, los que tuvieron un carácter militar eran realmente
grupos privilegiados que llegaron a alcanzar una situación de excepción en la sociedad de los
territorios más alejados del Cuzco, sobre todo en los últimos tiempos del Incario.
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Nota: El traslado de ayllus completos o de población en masa obedecía a motivos políticos o
económicos. Cuando un territorio era incorporado al Tahuantinsuyu, era de vital importancia su
integración, acelerada y sin riesgos, en el marco general del Estado. Para facilitar ese proceso,
nada mejor que trasladar un grupo, ya perfectamente incaizado, que además de imponer las
técnicas y difundir el modo de producción tradicional cuzqueño, garantizaba la seguridad del
territorio controlando a la población autóctona y evitando los posibles complots que en ella
pudieran gestarse contra la soberanía de los incas. Estos grupos eran los verdaderos mitimaes de
privilegio.
5. Los hatunruna eran el gran motor del Estado. Sobre ellos caía la responsabilidad de
trabajar para el mantenimiento de esas élites improductivas, aunque no inoperantes, y de todo el
aparato burocrático estatal. Agrupados en ayllus y conservando su propia idiosincrasia, estaban
no obstante sujetos al más estricto control llevado a cabo mediante cuidadosos censos,
elaborados periódicamente sobre la base no de todos los individuos, sino de los cabezas de
familia, los purej, verdaderos responsables del tributo. La familia campesina era monógama y a
todos sus componentes no les estaba permitido trasladar su residencia, ni aún cambiar la forma
o los colores de su atuendo, por lo que podía identificarse claramente su origen. No tenían
derecho a ningún tipo de educación, salvo la que recibieran en el seno de su propia familia,
dirigida exclusivamente al aprendizaje de las técnicas de trabajo o al de las tradiciones del
grupo.
6. Formando parte de la masa del pueblo, aunque fuera de su organización, estaban los
yana –individuos desvinculados de sus ayllus-, siervos o criados perpetuos, cuya existencia ha
motivado el que algunos autores consideren a la sociedad inca como esclavista. Al ser separados
de su grupo familiar quedaban liberados de las obligaciones del trabajo comunitario, pero su
función era la de desempeñar de forma vitalicia todo tipo de servicios para el señor al que
fueran adscritos. A cambio, gozaban de una cierta independencia y beneficios inherentes a la
relación directa con un señor, que podía compensar su dedicación y fidelidad incluso con la
posesión personal de algunas tierras y con la entrega de concubinas.
LA ORGANIZACIÓN POLÍTICO-ADMINISTRATIVA Y EL SISTEMA DE EXPLOTACIÓN
Y REPARTO DE LAS TIERRAS
El gobierno de los incas se caracterizó por el ejercicio de un poder absoluto, controlado
por el Sapa Inca a través de una compleja red burocrática que alcanzaba a todos los súbditos, si
bien las tradiciones de los grupos dominados se respetaron en el ámbito religioso, económico e,
incluso, político.
Nota: Se trataba de un Estado en el que se mezclaron, de manera original, instituciones y
formas de gobierno comunistas con un régimen monárquico apoyado en principios teocráticos.
La autoridad del soberano del Tahuantinsuyo era acatada por todos sus súbditos con la
reverencia debida al hijo del Sol. Todas las tierras eran del Inca y este las distribuía entre los
curacas y los ayllus. No existía el tributo en especie, pero todos los pueblos del Tahantinsuyo
debían donar parte del trabajo de las comunidades (ayllus) al gobierno, a los sacerdotes y a los
curacas. El producto de esas prestaciones personales (mita) se almacenaba en grandes depósitos
(tambos), estratégicamente ubicados a lo largo y ancho del Imperio. Estos recursos se
empleaban para mantener la integridad del Imperio y en las nuevas campañas militares, para
construir caminos y otras obras públicas, así como para socorrer a la población en momentos
catastróficos.
La monarquía era hereditaria, aunque no forzosamente la sucesión tenía que recaer en el
primogénito, ni siquiera en uno de los hijos de la Coya, esposa del Sapa Inca, que a partir de
Pachacuti fue una de sus propias hermanas.
Nota: La institución del matrimonio adelfogámico por el noveno soberano obedeció, tal vez, al
afán de revitalizar el mítico origen de los hijos del Sol, como descendientes de la primitiva pareja
de hermanos-esposos Manco Capac y Mama Ocllo, sacralizando así la estirpe conquistadora.
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El heredero era designado por el Soberano, en función de su capacidad y aptitudes para el
gobierno y la estrategia militar. Pero, previamente, tenía que ser reconocido como tal por la
nobleza cuzqueña, y de hecho las sucesiones fueron frecuentemente tumultuosas y se decidieron
después de motines y conspiraciones entre sectores de esa nobleza, originados por los intereses
de los grupos familiares de las concubinas, madres de los pretendientes. Una vez que el
heredero era reconocido y proclamado, su autoridad se consideraba indiscutible para la poderosa
nobleza y por supuesto para el pueblo, ajeno por completo a las intrigas de la Corte.
El Cuzco, centro físico y espiritual del Imperio, en el que residía el Sapa Inca fue el eje y
modelo de esa organización perfecta. La misma capital con su estructura cuatripartita generó la
división del creciente Tahuantinsuyu en las cuatro regiones o suyos del Imperio, gobernadas por
los Suyoyoc Apu, cercanos parientes del Sapa Inca, que formaban un Consejo al que este asistía
y gobernaban en su demarcación, siendo las decisiones importantes del soberano.
A esta demarcación de carácter político se superponía otra de carácter administrativo: en
los suyos se encuadraban la provincias equivalentes a los Estados preincaicos incorporados
paulatinamente al Imperio, aunque determinados en sus demarcaciones por la población que
había de mantener su productividad, más que en la mera extensión geográfica. Cada provincia
debía ser el asentamiento de 40.000 familias y estaba determinada por dos factores originales de
la organización político administrativa inca:
- La distribución decimal de la población.
- La distribución tripartita de las tierras del Imperio.
Cuando el Inca conquistaba el territorio se procedía inmediatamente a la distribución de
los recursos naturales y humanos. Aún cuando la estructura del Ayllu se respetaba (de hecho se
tendió siempre a garantizar la autosuficiencia económica) y se mantuviera la propiedad de las
tierras comunales, el soberano confiscaba:
- Un lote de ellas que destinaba al mantenimiento del Estado.
- Otro lote era reservado para mantener las exigencias del culto: eran las llamadas
“tierras del Sol”.
- Las del pueblo abarcaban las parcelas necesarias para el sustento de los ayllus.
El sistema de la división tripartita de las tierras exigía la reglamentación de los sistemas
de trabajo que las ponían en explotación. Para las del pueblo era fundamental garantizar la
equidad en el reparto de las parcelas y de la adjudicación a cada familia. La unidad de cultivo
para ellas era el tupu, que era “simplemente el lote de tierra necesario al mantenimiento de un
matrimonio sin hijos. El reparto, solamente en usufructo, se efectuaba periódicamente cuidando
de que cada familia tuviera acceso, dada la diferente calidad de la misma, a tierras en las que se
pudieran obtener los alimentos necesarios para su sustento. Los lotes no podían ser cambiados
ni vendidos. Repartido el suelo cultivable, la comunidad asistía al sistema de explotación
mediante el sistema de ayni, trabajo comunitario mediante un sistema de reciprocidad, que
comprendía básicamente las actividades agrícolas, aunque también implicaba la construcción de
las casas de cada nueva pareja. Este sistema de reciprocidad local, el ayni, implicaba la
obligación para el dueño de la parcela que trabajaba toda la comunidad de alimentar a todos los
que colaboraban con él mientras durase el trabajo.
Había otro tipo de tierras, que se podrían considerar como propiedad privada, que eran las
patrimoniales de cada Inca, transmitidas a sus respectivas panacas y explotadas por la población
yana.
Nota: ¿Qué proporción existía entre estos lotes y qué criterio se seguía para su distribución?
Ciertamente se aseguraba la autosuficiencia de las comunidades, pero las necesidades de
consumo de estas se reglamentaban y se mantenían en un nivel mínimo, lo que permitía que la
extensión de los restantes lotes fuera considerable. Y esta era una exigencia impuesta por la
cantidad de recursos que absorbía el sustento del inca, las élites y el culto, que dependían de la
explotación de esas tierras, confiada a las comunidades que residían en ellas.
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El funcionario que representaba en las provincias la máxima autoridad era el Tlocricuk,
cuyas funciones, aunque eran esencialmente administrativas, abarcaban otros aspectos políticos
y militares, y además ostentaba el poder ejecutivo de manera muy amplia. Para desempeñar sus
funciones contaba con una red de funcionarios subalternos, residentes en las ciudades más
pequeñas y en los pueblos de su demarcación, pero él mismo estaba sujeto a una vigilancia y
supervisión de su gestión.
Nota: Funcionarios volantes o inspectores recorrían constantemente las tierras de
Tahuantinsuyu con misiones del Soberano, cuya función era recoger informes sobre todos los
aspectos de gobierno y administración. Sin embargo, gracias al respeto que se tuvo por las
formas locales de gobierno, con las que se estableció una inteligente coexistencia mediante un
estricto sistema de reciprocidad de servicios y de redistribución de bienes se mantenía una
absoluta comunidad de intereses entre el poder central y el de los curucas.
Los curacas eran jefes locales, cuya autoridad fue respetada casi sin excepción,
permitiéndoseles ejercer su autoridad casi sin excepción sobre las comunidades que les estaban
sujetas. Eran de categoría variable. Dependían del número de individuos que controlaban y
cuyos servicios personales tenían derecho a utilizar. Su rango superior era reconocido dentro de
la comunidad y por el Estado. La obligación de los curacas era velar por el rendimiento del
trabajo y controlar la entrega del tributo, del que debían rendir cuentas personalmente al Inca en
el Cuzco.
Nota: A cambio recibían a su vez regalos del soberano. De esta manera se establecía a través de
la redistribución de bienes, una comunidad de intereses con los señores locales cuya lealtad era
necesaria para el Inca. Lealtad y colaboración que se aseguraban, también, valiéndose del
sistema de retener en la capital del Imperio, en calidad de rehenes a los hijos de los curacas, que
en su día habían de suceder a sus padres.
Mientras las relaciones de redistribución tenían lugar entre las comunidades indígenas
(ayllus) y el poder central (el Inca), con la mediación de los curacas, las relaciones de
reciprocidad ocurrían en el interior de los ayllus, permitiendo repartir equitativamente las cargas
laborales entre todos los miembros de la comunidad, así como la realización de tareas que
requerían una amplia movilización de mano de obra, especialmente aquellas vinculadas con el
calendario agrícola.
Para la distribución del tributo del campesino andino y para organizarlo se impuso el
sistema de la distribución por edades para todos los individuos de acuerdo con la capacidad de
trabajo de cada uno de ellos, y la división decimal de los cabezas de familia (los purej), que eran
los verdaderos tributarios. Rigurosas inspecciones y censos controlaban las incidencias
demográficas. Todo era cuidadosamente anotado por el Quipucamayoc, y supervisado por las
constantes inspecciones de los funcionarios de la administración. El quipu o registro, hecho a
base de cordeles de diversos colores anudados de forma precisa y convencional que hacía variar
su sentido y comprender su contenido, era el instrumento de contabilidad y la forma de
conservar mediante un sistema puramente nemotécnico, datos de todo tipo.
El censo de los trabajadores resultaba imprescindible para la formación de los grupos
decimales. La base de estos era la pachaca o centena de purej, agrupación artificial de carácter
económico, creada con finalidades puramente administrativas. Los diferentes subgrupos de las
mismas estaban controlados por los capataces o mandones, que debían rendir cuentas ante el
pachaca-camayoc, campo que recaía sucesivamente en todos los componentes del grupo. Eran
ellos los encargados de organizar el trabajo agrícola en común o minka para el cultivo de las
tierras del Inca y del culto. La pachaca se multiplicaba en grupos mayores. Sus encargados no
estaban sujetos a la mita y eran los señores naturales de los componentes de sus equipos, cuya
categoría variaba según el número de familias.
El riguroso sistema de almacenamiento y distribución de la producción era la clave del
equilibrio económico estatal. Los depósitos locales, provinciales y metropolitanos aseguran las
reservas de todo cuanto necesitaban las élites, que recibían del Inca para su manteniendo. Los
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templos contaban con sus propios recursos procedentes del producto de las tierras del culto.
Pero una buena parte del excedente de producción, que rebasaba con un amplio margen las
necesidades de esas élites, se recogía en un tipo de almacenes, los tambos, situados a intervalos
en la magnífica red de caminos que recorría el Imperio y que servían de abastecimiento
permanente a los ejércitos y a los tributarios que prestaran cualquier servicio fuera de sus
propias comunidades.
LA RELIGIÓN
El de los incas fue un pueblo profundamente religioso. La vida toda del hombre, como
individuo y como componente de su ayllu estaba regida y condicionada por la presencia
constante de fuerzas y seres sobrenaturales, a cuya influencia era difícil sustraerse y cuya
benevolencia era preciso conseguir mediante la práctica constante de ritos y ofrendas.
Características que se advierten en el marco de la vida tanto espiritual como material en
tiempos del Imperio:
- La existencia de una fuerte tradición preincaica tolerada e incluso absorbida por
los señores del Cuzco.
- Una clara diferenciación entre la religión de la élites y la del pueblo, es decir,
entre esa tradición respetada por los conquistadores y una religión oficial,
utilizada como factor importante y decisivo en la unidad del Imperio.
Aunque la base de toda la ideología de las élites -elaborada por los amautas hasta la
categoría de una verdadera teología-, fue la creencia general en toda el área andina y en épocas
remotas de la existencia de una divinidad creadora, un Ser Supremo que, con distintos nombres
pero con las mismas características, aparece como centro de los mitos de la creación en diversos
lugares desde el altiplano a la costa y desde el Titicaca al Ecuador.
La divinidad creadora del área del Cuzco es Viracocha que, procedente del lago Titicaca,
del que emerge después de haber creado el cielo y la tierra, procede a la creación sucesiva de
dos humanidades.
Nota: La primera de las cuales destruida por él mismo y convertida en piedras, con la que labra
los modelos de la segunda humanidad. Después se dirige hacia el Norte, al Cuzco, y, tras
organizar y ordenar el mundo actuando como héroe civilizador, continúa su marcha hacia el
Norte, pero dirigiéndose a la costa, desapareciendo en el mar siguiendo el camino del Sol y
prometiendo su regreso.
Viracocha es un dios celeste, creador y fertilizador, relacionado con el mar y el agua. Su
nombre es significativo: espuma de la mar, o espuma del agua. Aparece con atributos solares,
pero no es el Sol, ni su culto tiene las características del culto solar. El Sol, como divinidad del
Estado incaico, es de una aparición más tardía. Al perecer, el culto solar perteneció, como el de
Viracocha al que relegó a un segundo plano, a las élites imperiales y que fue impuesto
oficialmente a todo el Imperio, como eje de un nuevo orden religioso después del reinado de
Pachacuti.
Nota: Para subrayar la importancia de la aparición de un nuevo orden y diferente en el Incario,
Pachacuti se vale del culto solar, que oficializa con la magnificencia de que dota al templo
existente en el Cuzco dedicado al Sol, el Coricancha. El prestigio del culto solar y su vinculación
con la dinastía de los incas, son pues, consecuencia de una victoria política.
Junto a estas divinidades superiores, otras de carácter celeste, vinculadas a ellas,
ocupaban un lugar importante en el panteón inca. Pero el pueblo estaba inmerso en una serie de
ritos y ceremonias, expresión de su sentimiento religioso, más orientadas hacia el culto de
divinidades regionales, locales y familiares y aún personales de carácter naturalista o animista, a
las que no se sustraía ni la misma casta de los incas. Estas prácticas son las que sobrevivieron y
las que aún hoy subsisten, aunque modificadas, entre el campesinado andino actual:
30
-
El culto a las huaca, objetos o lugares sagrados, representaba la más importante
manifestación de la religiosidad de los incas. Estas eran cualquier objeto, ser o
fenómeno de la naturaleza que ofreciera características consideradas como
sobrenaturales por su aspecto inhabitual.
-
El cuerpo de un antepasado, el mallqui, así como la representación en piedra de
ese antepasado, en el caso de que fuera supuesto y no real.
-
El lugar en el que se rendía culto a las huacas “transportables”; o las sacarina,
lugar de donde se creía que había surgido un antepasado, o un grupo, desde las
entrañas de la tierra.
Las ceremonias del culto oficial requerían, además de ricas ofrendas, sacrificios
numerosos de llamas y, en ocasiones excepcionales, de seres humanos, jóvenes y niños. Las
ceremonias oficiales que se celebraban de manera sincrónica en todo el Imperio, eran las que
marcaban los ciclos agrícolas determinados por los equinoccios y los solsticios. Un ceremonial
complejísimo se seguía para las más importantes, entre las que destacaba la del Inti Raymi, o
Gran Pascua del Sol, que se celebraba con motivo del solsticio de junio.
LOS CHIBCHAS
“En 1539 se encontraron en la sábana de Bogotá tres huestes conquistadoras españolas,
dirigidas por los capitanes Gonzalo Ximénez de Quesada, Sebastián de Benálcazar y Nicolás de
Federmann. Habían salido de sitios tan dispares y lejanos como Santa Marta, Quito y Coro, pero
la búsqueda común del oro les condujo hasta aquella sábana andina, situada a 2.400 metros sobre
el nivel del mar, en plena cordillera central. Allí eran donde vivían los chibchas.”
La leyenda del Dorado, según la cual el cacique Guatavita celebraba una ceremonia en la
laguna, recubriendo su cuerpo de oro y arrojando objetos del mismo metal al agua, había sido el
imán que había juntado a los tres conquistadores. Lo curioso del caso es que los chibchas no
tuvieron jamás oro en sus tierras, ni siquiera aluvial. Lo que realmente tuvieron eran esmeraldas
y, sobre todo, sal; auténticas minas de sal gema de las que sacaban unos panes que
intercambiaban luego por oro, algodón y otros productos cultivados en tierra caliente.
Nota: La sal fue mucho más importante que el oro para los pueblos prehispánicos y jugo un
papel decisivo en el desarrollo cultural de los chibchas.
Los Chibchas probablemente fueron unos invasores de la cordillera central andina, donde
se instalaron poco antes del siglo V de nuestra Era. Ocuparon tierras medias y hasta calientes,
pero los posteriores invasores (Karib) los obligaron a subir a alturas más elevadas, ubicándose
finalmente en las altiplanicies de Bocayá y Cundinamarca. Allí estaban los chibchas,
prácticamente rodeados de pueblos Karib y en espera de nuevos ataques, cuando llegaron los
españoles.
La cultura chibcha se considera comúnmente la cuarta cultura de América después de las
culturas Inca, Maya y Azteca. Se conformó sobre unos buenos excedentes agrícolas, logrados
mediante el laboreo de unas tierras óptimas y con una técnica apropiada. El desarrollo
demográfico desembocó en la construcción de numerosos poblados notables.
Nota: Las viviendas tenían planta circular y se fabricaban con paredes de cañas embarradas y
techos de paja. Se rodeaban a demás de unos cercados donde colocaban láminas de oro
tintineantes.
Sus templos tenían la misma forma de las viviendas, aunque de mayores dimensiones.
Nota: Especialmente fue famoso el templo del Sol de Sogamoso, que se incendió por el
descuido de un soldado español, que depositó en el suelo una antorcha encendida, mientras se
dedicaba recoger objetos de oro.
Los Chibchas fueron uno de los grandes pueblos mineros de América. Tuvieron minas de
cobre en Moniquirá, minas de carbón en Sogamoso, minas de esmeraldas en Sogamoso y minas
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de sal de Zipaquirá. Su técnica metalúrgica fue por ello muy avanzada con piezas exquisitas,
como la conocida balsa de oro que se encuentra en el Museo del Oro de Bogotá, donde se
representa quizá la leyenda de Guatavita. También se hicieron primorosos “tunjos” o alfileres de
oro decorados con motivos antropomorfos, que utilizaban para sujetarse las ruanas o mantas de
algodón, sobre el hombro.
Los tejidos alcanzaron una gran perfección, ya que debían suministrar vestido a un pueblo
que vivía en clima frío y en temperaturas que a veces bajaban de cero grados. Los chibchas
realizaron mantas de algodón, que pintaban luego con colores vegetales y minerales por medio
de pintaderas de cerámica. Hicieron, por otra parte, una cerámica de altísima calidad, con
figuras modeladas de caciques y sacerdotes, así como de carácter utilitario.
La casta sacerdotal Chibcha fue muy poderosa y dirigió un culto complejo en el que
destacaron deidades como el Sol y la Luna, a los que se ofrecía incluso sacrificios de niños.
Creían en un dios creador, llamado Chiminigagua y reverenciaban al arco iris y a las lagunas.
Su héroe civilizador fue Bachué, quien después de enseñarles numerosas cosas y dejarles un
código moral, cabalgó sobre el Arco Iris y dejó caer su cetro sobre el salto del Tequendama
(cascada natural de Colombia, ubicada en el municipio de Soacha en el Departamento de
Cundinamarca), para abrir una vía de desagüe para la sabana. El culto funerario fue asimismo
notable. Los chibchas conocieron la técnica de momificación, que utilizaron con sus grandes
jefes. Las momias eran colocadas en un lugar reservado a los caciques, con esmeraldas en los
ojos, boca y ombligo.
Los Chibchas tuvieron una reunificación política. Se formaron varias confederaciones
importantes entre las que sobresalieron la de Bacatá o Bogotá y la de Hunzá o Tuja, que
luchaban entre sí por la hegemonía. La última batalla entre las confederaciones tribales se dio
poco antes de la llegada de Quesada, Banalcázar y Federmann a la sabana.
LAS CIVILIZACIONES MARGINALES
Ámbito suramericano
John Milton Cooper distingue entre pueblos marginales externos (integrados por los
isleños y costeros de los archipiélagos australes de Sudamérica, los Fueguinos, Patagones,
Pampeños y Granchaqueños, por un lado, y los de las Sabanas del Brasil oriental por otro) y
pueblos marginales internos (los habitantes de las florestas de la Sudamérica tropical).
Nota: Se puede hacer una clasificación general que diferencia siete grupos diferentes: 1)
Nómadas de las cuencas fluviales de Sudamerica tropical (Cuenca del Orinoco medio y bajo; 2)
Nómadas de la jungla tropical (selvas de Colombia; junglas ecuatoriales del Sudeste de
Venezuela, indígenas del Matto Grosso, Bajo plano boliviano oriental; 3) Cazadores y
recolectores del retropaís (gentes del retro país del litoral atlántico y gente y tribus del Altiplano
Oriental brasileño y del Amazonas; 4) Tribus del Gran Chaco; 5) Uru (Asentados en los
alrededores del lago Titicaca); 6) Tribus de la Pampa y de la Patagonia; y 7) Fueguinos.
Caracteres generales
Caza, pesca y recolección constituyen las formas económicas primordiales, estando, por
lo general ausentes la agricultura y la domesticación, con excepción del perro. La cerámica o no
existe o es muy rudimentaria, así como las artes textiles. Predominaron los útiles en madera,
hueso o piedra. Los instrumentos musicales se basan en la percusión. El fuego se conoce por
frotamiento. La vestimenta, cuando existe –en las regiones frías-, se basa en las pieles.
La unidad socio-económica la constituye la banda, surgida de la unión de varias familias
que pueden emparentarse por lazos de consanguinidad, la jefatura de la banda, cuando existe,
presenta una autoridad limitada, sancionada por el consenso de las familias. No obstante, las
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familias, como integrantes de la banda aparecen bien organizadas, en ocasiones con estricta
monogamia, aunque sea más frecuente la poligamia y el conocimiento ya del levirato (tipo de
matrimonio en el cual la mujer viuda que no ha tenido hijos se debe casar con uno de los
hermanos del fallecido) ya del sororato (práctica que consiste en la unión matrimonial de un
varón con un conjunto de hermanas, o bien con una hermana como esposa principal y las
restantes como concubinas. Por extensión, también, en la práctica según la cual, cuando queda
viudo este debe casarse con la hermana de su mujer).
La experiencia religiosa se presenta integrada dentro de un cierto teísmo, por creencias y
prácticas animistas, mágicas y chamanísticas. Condiciones todas ellas difícilmente reunidas en
un solo pueblo marginal.
Ámbito norteamericano
El periodo Arcaico en Norteamérica
Hacia el 10.000 a.C. las condiciones ambientales y ecológicas comienzan a cambiar,
debido fundamentalmente a la retirada de los hielos.
Nota: La flora y la fauna del Pleistoceno fueron sustituidas por otras, las especies fueron
obligadas a desplazarse hacia el norte y muchos grandes animales, como mastodontes, mamuts y
el bisonte de la Edad de los Hielos, quedaron extinguidos. Conforme este cambio avanzaba, las
poblaciones paleoindias, que vivían de la caza y del forrajeo trashumante, tuvieron que adaptarse
para poder vivir en este nuevo entorno. Los nuevos suelos surgidos tras el deshielo dieron lugar a
su vez a nuevas especies animales y vegetales, lo que provocó un cambio en las estrategias de
subsistencia de los pueblos. Frente a las poblaciones del Lítico, que primaban su alimentación
mediante la caza nómada, las gentes del Arcaico basaban su dieta en el aprovechamiento de la
amplia variedad de recursos generada por las nuevas condiciones ambientales, dando paso a una
trashumancia más restringida, en la que los grupos siguen unas pautas regulares y se limitan a
recorrer unos territorios más reducidos, en función de las estaciones.
El Arcaico, pues, es una larga etapa de transición entre los grupos cazadores de grandes
animales de la etapa anterior y la aparición de las primeras floras de subsistencia agrícola, en la
que las poblaciones aprenden a aprovechar la amplia gama de recursos animales y vegetales que
las nuevas condiciones climáticas han generado.
Con la desaparición de la megafauna, las poblaciones del Arcaico hubieron de centrarse
en la caza de animales menores, como ciervos, alces y caribúes, sustituyendo la explotación
extensiva que había caracterizado el periodo anterior por su aprovechamiento intensivo de las
especies menores. El arma de caza principal fue el átlatl o lanza arrojadiza. Un campamento
base, ocupado de forma intermitente, servía para facilitar el aprovechamiento de los recursos de
la zona, siendo abandonado temporalmente para desplazarse a otras zonas en función de la
explotación de los productos que ofrecía cada estación.
El incremento de las poblaciones y, por tanto, de la densidad demográfica, obligó a las
poblaciones a colonizar nuevas regiones, resultando ocupadas algunas áreas marginales. En sus
cortas y cíclicas migraciones, los grupos debían llevar consigo herramientas portátiles sencillas,
aunque una paulatina tendencia a la sedentarización hizo que algunas comunidades dejaran
grandes aperos en sus campamentos estacionales para volver a utilizarlos a su regreso. En este
mismo sentido, el lento abandono de las pautas migratorias se puede relacionar con el
almacenamiento de alimentos y el aumento de la riqueza material de las poblaciones, aunque
todos estos rasgos deben ser contemplados como una evolución general que varía de unas
regiones a otras en función de la diferente disponibilidad de los recursos.
Los grupos de este periodo parecen haber sido de pequeño tamaño, organizados en
función de las relaciones de parentesco. Por otra parte, el aumento demográfico de población
parece sugerir la competencia entre bandas por obtener el control sobre los mejores territorios.
A finales del Arcaico, son muchas las bandas que han conseguido manipular su entorno,
realizando cultivos ocasionales o quemando bosques para mejorar el pasto de los ciervos.
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También han aparecido las primeras formas de trueque y se ha incrementado la diferencia
social, manifestada en la aparición de objetos exóticos en algunos enterramientos. Sin embargo
este no es un proceso homogéneo ni común a todas las regiones: mientras que en algunas áreas
los primeros cultivos vegetales han comenzado a aparecer al comienzo del III Milenio, en otras,
todavía a la llegada de los colonos europeos, las poblaciones conservan un modo de vida que se
podría definir como típico del Arcaico. Por eso es por lo que la fecha dada para finalizar el
periodo, el año 70 a.C. resulta arbitraria, aunque útil de cara a una investigación.
Áreas Culturales
El estudio de la evolución cultural de las poblaciones de América del Norte se ha apoyado
en la delimitación de áreas culturales con su correspondencia geográfica, lo que tiene la ventaja
de permitir el agrupamiento de numerosas culturas locales en unas cuantas unidades más fáciles
de manejar.
Nota: Sin embargo conviene hacer algunas matizaciones:
-
Los límites de áreas son difusos y a veces no bien definidos, variando a lo largo del
tiempo.
-
El uso de una herramienta como el concepto de área cultural para el estudio de un
territorio tan heterogéneo hace que existe o existió, dentro del área, una zona de
irradiación cultural, que exporta cultura y sirve de modelo para las zonas marginales. Sin
embargo, las investigaciones han demostrado que las pequeñas poblaciones han
elaborado estrategias adaptativas diferentes en función del medio en el que se envuelven,
siendo por ello peligroso hacer cualquier generalización.
-
La utilización de áreas culturales para diseccionar las culturas norteamericanas no deja de
ser un instrumento peligroso, por lo que supone de discriminatorio hacia culturas que son
dejadas en un segundo nivel y cuya importancia, sin embargo, puede ser central.
En cuanto a la clasificación de áreas culturales en Norteamérica se ha considerado la
lengua como elemento diferencial definitorio, si bien en América la coincidencia entre lengua y
cultura es algo poco normal pues prácticamente solo se da entre los esquimales, habiendo
pueblos que comparten una misma lengua pero cuya cultura es diferente o bien lo contrario. Por
lo que para la división del territorio norteamericano en áreas culturales se ha tendido a seguir
otros criterios, resultando muy útil el geográfico, según el cual hay concordancia entre áreas
culturales y regiones naturales.
La clasificación más seguida por los antropólogos, pese a presentar problemas, es la
establecida por el Hand-book of North American Indians, una mezcla de regiones geográficas y
culturales, en la que se tiene en cuenta el medio ambiente de los territorios, los medios de
subsistencia de las poblaciones y la presencia de un número significativo de rasgos comunes.
Siguiendo estos criterios, las áreas culturales de Norteamérica serían: el Ártico, el Subártico, la
Costa Noroeste, La Meseta interior, las Grandes Praderas, el Noreste, el Sureste, la Gran
Cuenca, California y el Suroeste. Otra gran área, el nordeste de México, resulta polémica, pues
si bien sí aparece así definida por la arqueología, las investigaciones etnológicas afirman lo
contrario.
Nota: La inmensidad del territorio a analizar, así como la extensa gama de posibilidades
ecológicas y las numerosas respuestas adaptativas constatadas hacen que muchas de estas áreas
hayan sido, a su vez, subdivididas en función de ciertos rasgos importantes y específicos
compartidos.
El Ártico y el Subártico
La región septentrional de América del Norte presenta dos áreas culturales diferenciadas,
tanto en función de sus rasgos geográficos como del tipo físico de sus habitantes. Pero ambas
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comparten una característica esencial: el papel central que los recursos de origen animal tienen
en sus medios de subsistencia.
-
El Ártico (costa de Alaska, norte de Canadá, la Tierra de Ellesmere u
Groenlandia): Se trata de un área bien definida y un medio ambiente y cultura
homogéneos. La temperatura media del mes más cálido es de 10ºC, siendo este
rasgo que marca el límite, correspondiendo a la separación entre la tundra
norteña y los bosques boreales. La fauna es muy diferente, si bien la que resulta
determinante es la marina. Desde un punto de vista etnológico, cabe distinguir
entre las poblaciones esquimales occidentales; las del Ártico central o canadiense
(siberianos, aleutas de Alaska y los del delta del Mackencie) y los esquimales de
Groenlandia.
-
El Subártico (Península de Labrador hasta el interior de Alaska, una extensa y
ancha banda que se extiende en sentido este-oeste). Su límite oriental no está
claro –tanto geográfico como cultural- aunque sí el occidental pues las
estribaciones de las Montañas Rocosas y alguna diferencias culturales permiten
separar perfectamente el Subártico del área cultural del noroeste.
Las poblaciones que a partir del año 40.000 a.C. comenzaron a poblar el continente
americano a través de estas regiones desarrollaron sistemas culturales muy variados y una
sucesión de tecnologías cada vez más complejas, que permiten colonizar territorios más
extensos. Por otra parte, el aporte de poblaciones asiáticas debió de producirse en varias fases,
siendo constantes los contactos entre ambas zonas.
En el Ártico, la evolución tecnológica y cultural permitió la aparición de tres grandes
tradiciones:
-
Hacia el 1000 a.C., la aparición de nuevos pobladores asiáticos permitió en
Alaska el surgimiento de la tradición Norton, con un mayor énfasis en recursos
costeros y una tosca alfarería característica.
-
Mientras tanto, en el Ártico oriental se originaba la cultura Dorset, también
basada en el aprovechamiento de los recursos del litoral marino. Esta cultura se
extendió por la bahía de Hudson, Groenlandia, la península de Labrador y
Terranova, aprovechando la caza de morsas y focas en la época estival. Algunos
recursos típicos de las poblaciones esquimales aparecieron en la tradición Dorset,
como los cuchillos de nieve para construir iglúes, los zapatones de hielo y
pequeños patines. Al parecer sus kayaks eran técnicamente muy avanzados.
-
La otra gran tradición del área es Thule.
Nota: Hacia el año 100 d.C., en la región del estrecho de Bering, surge la Cultura
Antigua del mar de Bering, procedente de un tronco similar a la Norton.
Posteriormente, hacia el 900 d. C., surge en el norte de Alaska y algunas zonas del
litoral asiático la cultura Birnik, que evolucionó hacia la cultura Thule.
La cultura thule se extendió hacia el este, absorbiendo o desplazando a los Dorset.
Se vio favorecida por la superioridad técnica, con el empleo de grandes umiacs y
flotas de kayaks, lámparas de aceite de ballena, trineos de perros, arpones mejor
construidos, iglúes de nieve, arcos y flechas, etc. Focas, morsas y ballenas eran
cazadas e primavera y verano, mientras que en otoño e invierno la caza se
centraba en el caribú y el buey almizclero. La excelente adaptación de estas
poblaciones a un entorno de extrema dureza les permitió sobrevivir a lo largo de
varias centurias, configurando la tradición genéricamente llamada esquimal que
puede observarse hasta la actualidad.
La caza del caribú es también la base alimentaria de las poblaciones del Subártico,
complementada con el aprovechamiento de los recursos marinos en las costas del labrador y la
bahía de San Lorenzo.
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En resumen, las poblaciones que poblaron en Ártico y Subártico experimentaron una
profunda evolución tecnológica, que permitió lograr una especializada industria de hueso y
marfil, con la que fabricar no solo herramientas y útiles de caza, sino también objetos
ornamentales o suntuarios como pectorales, pulseras, pendientes, etc. La decoración de estos
objetos hace referencia a su estilo de vida, siendo frecuentes las representaciones de actividades
de caza y pesca o de elementos de panteón. La talla en madera de máscaras y bastones albergó
una gran importancia entre los pueblos aleutinos, así como el trabajo de la cestería y bolsas de
transporte.
Los bosques orientales
La región oriental norteamericana comprende dos grandes áreas culturales, la del nordeste
y la del sureste, estando mucho mejor definida la segunda que la primera.
Nota: Geográficamente en conjunto es una región definida por la presencia de grandes masas
arbóreas, que se extienden desde la costa y los montes Apalaches hasta las praderas occidentales
y desde los Grandes lagos hasta Florida.
A finales del Arcaico, hacia el 700 a.C., la actividad forrajera y recolectora es sustituida
paulatinamente por el cultivo de algunas plantas indígenas, al principio como complemento de
la caza y la recolección de os frutos silvestres, dado su escaso rendimiento.. En principio, los
productos cultivados –girasoles, calabazas y especies primitivas del maíz, entre otros- no son la
base de la alimentación de estas poblaciones, a causa del escaso conocimiento de las técnicas de
cultivo.
Aunque rudimentario, el nuevo sistema de subsistencia permitió la aparición de un
espectacular desarrollo en el valle de Ohio hacia el 700 a. C., y posiblemente ya hacia el 1100 a.
C., la cultura Adena (700 a. C.-400 d.C.). A esta sucedió, mejorándola y haciéndola más
compleja la cultura Hopewell (100 a. C. -400 d.C.).
Nota: Son conocidos más de doscientos asentamientos adena, en los que se levantan grandes
construcciones en forma de círculos, cuadrados y pentágonos, muchos de ellos alcanzando los
1oo metros de diámetro, con finalidad ritual y simulando animales. Son igualmente
característicos los túmulos, en cuyo interior se realizaba el enterramiento, bien en cuencos de
arcilla individuales, bien en tumbas de madera en las que podían caber tres individuos. En
ocasiones se ha hallado objetos de valor en los enterramientos más lujosos, como collares, pipas
tubulares o lápidas esculpidas.. La artesanía además se benefició del comercio a larga distancia,
permitiendo disponer de cobre con las poblaciones del norte de Migchigan. Hachas, abalorios,
collares, brazaletes, anillos, etc. Fueron los objetos de lujo realizados por los artesanos de Adena,
habiendo sido hallados solo en algunas tumbas, lo que indica alguna forma de estratificación
social.
Heredera de la cultura Adena es la Hopewell, quienes construyeron espacios urbanizados
unidos mediante calzadas, alrededor de los cuales edificaron sus montículos funerarios.
Nota: Típicamente, sus montículos podían alcanzar los 12 metros de alto y los treinta de
diámetro, mientras que algunos taludes sobrepasaban los 500 metros de longitud o de diámetro.
Algunas construcciones tuvieron una función funeraria, mientras que otros tuvieron una
función sagrada. Los objetos depositados en su interior son más numerosos y ricos que los
hallados en los montículos Adena, gracias sobre todo al incremento de las rutas comerciales,
que permitieron contar diferentes materiales con los que los artesanos elaboraron multitud de
objetos como pendientes, figurillas, hachas, azuelas, collares, pipas, etc., muchos de ellos
hallados en el interior de los montículos y usados en sus ritos funerarios. Los motivos
ornamentales podían ir desde la geometría hasta las representaciones zoomorfas o
antropomorfas.
Hacia el 400 d. C. La cultura Hopewell se encuentra en decadencia. La ruptura de la red
comercial o la entrada desde México de nuevos y más eficaces sistemas de cultivo, que
provocaron la competencia por las tierras más fértiles, pudieron ser motivos suficientes para
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explicar su desintegración, aunque hay que contemplar que se produjera un cierto cambio
climático, con un descenso de la humedad. Esta tradición se trasladó hacia el sur, originando
hacia el 800 d. C. La cultura del Mississipi, que se vio beneficiada por a introducción desde
México de variedades de maíz más productivas, lo que permitió un incremento de las proteínas
y el aumento de las poblaciones.. Los asentamientos del Mississipi son los más grandes hasta
entonces, pudiendo albergar hasta 10.000 habitantes (Cahokia, en East St. Louis, Illinois).
Probablemente es esta expansión tuvo mucho que ver la reactivación de as viejas rutas
comerciales Hopewell.
Las Praderas
Comentario geográfico. Abarca las grandes llanuras centrales que se extienden hasta el sur de
Texas. Medio muy homogéneo, limita por el Oeste con las Montañas Rocosas; por el norte, con
los bosques septentrionales y por el este con los Apalaches, aunque es este un límite en parte
ecológico, movible y culturalmente de difícil precisión.
Algunos investigadores denominan esta zona como la de las grandes llanuras y la definen
como una zona en la que subsistencia se basa en la caza de herbívoros como el bisonte y otros
animales de menor tamaño, como venado, conejo etc.
Nota: Se pueden distinguir dos regiones (Driver): una de las llanuras, en la que básicamente se
practica a caza; otra, las praderas, donde la agricultura es el sistema de subsistencia
predominante.
Físicamente esta área está se caracteriza por la presencia de grandes tierras de pasto que
favorecen el desarrollo de una fauna variada y rica, como bisontes, antílopes, ciervos, alces y
osos negros y pardos. El caballo, tan ligado en la imaginación popular a los indios de las
praderas, no aparece hasta la llegada de los españoles, pues los primitivos caballos
norteamericanos se extinguieron en el Pleistoceno hace 10.000 años. Muchas plantas producían
gran cantidad de semillas, frutos y tubérculos, que fueron aprovechados por los recolectores
arcaicos. Hasta la llegada de los europeos la agricultura fue una actividad marginal, aunque
comenzó a colonizar las llanuras desde el este por medio de la incursión de poblaciones
pertenecientes a la Tradición Mississipi, hacia el año 900 d.C., quienes llevan consigo también
la construcción de montículos y centros fortificados.
La introducción del caballo reactivó en muchas poblaciones estables o semiestables un
modo de vida nómada, al facilitar el seguimiento y la caza de los grupos de bisontes. Por ello,
construirán poblados portátiles y herramientas de fácil transporte, lo que hace que los restos de
su cultura material sean escasos. Sus asentamientos arqueológicos solo se ven en forma de
anillos tipi, mientras que sí se conservan algunas estructuras de carácter ritual, como las “ruedas
médicas”, símbolos solares en forma de círculo formados por cantos rodados depositados en el
suelo, con un número de radios que puede llegar hasta 28 y un círculo de piedras en el centro.
Su función se relaciona con la danza del sol, que se practicaba hacia el solsticio de verano.
Gran Cuenca y Meseta
La Gran Cuenca
Comentario geográfico. Situada al oeste de los Estados Unidos, comprende los Estados de
Nevada, Utah y parte de Oregón y de California. Se trata de la última frontera de Norteamérica,
un territorio de clima semidesértico, en el que los ríos fluyen desde las montañas hacia el
interior, pero las aguas quedan evaporadas debido a las altas temperaturas. Las aguas forman
lagos salobres —el mayor de todos el Gran Lago Salado de Utah— que acaban por evaporarse,
así como las lagunas y arroyos formados por la escasa lluvia.
Las variaciones de altura son el principal determinante de la vida animal y vegetal,
resultando escasos los recursos y, por tanto la población, dedicada básicamente a la caza de
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bisontes, ciervos y pequeños roedores y a la recolección nómada de frutos y semillas, siguiendo
pautas estacionales.
El gran desarrollo cultural de la zona es el llamado Fremont, en Utah, que se extiende
también por el área suroeste.
Nota: Fremont es una cultura marginal con respecto a otras grandes tradiciones como Hohokan,
Mogollón o Anasazi.
Buena parte de los investigadores señalan que Fremont tiene origen arcaico y evolucionó
bajo el contacto y la influencia Anasazi. A partir del año 950 d.C. los sitios de Fremont son
abandonados, probablemente por el aumento de la desertización, de tal forma que hacia el 1300
ya apenas existían. Para algunos historiadores, las gentes Fremont son los antepasados de los
utoaztecas y de grupos posteriores. Para otros, los Fremont estaban relacionados con los
navajos/apaches, expandiéndose su familia lingüística hasta el sur de Canadá.
Decaída la cultura Fremont, Utah es ocupada por shoshones, utes, paiutes y otros grupos
cuya lengua pertenece a la familia utoazteca. Estos grupos se expanden hacia el noroeste y,
desde la introducción del caballo por los españoles, difunden su modo de vida nómada a caballo
por las Grandes Llanuras.
La Meseta
Esta zona se diferencia de la anterior por su mayor humedad, fruto del sistema fluvial
ordenado en torno a los ríos Frazer y Columbia. La alimentación se basa en la recolección de
frutos y semillas, así como en la caza. Pero esta dieta se complementa nutricionalmente gracias
a la pesca del salmón y otras especies fluviales.
Hacia el I milenio a.C. se forman los primeros poblados semiestables, en agrupaciones
semisubterráneas, un patrón de comportamiento que se prolongó hasta tiempos históricos,
siendo utilizado por las gentes Klamath-modoc, en Oregón. Estos asentamientos eran utilizados
a lo largo del año hasta que en el verano, las poblaciones se trasladaban a viviendas hechas con
ramas y arbustos, dejando que sus alojamientos semisubterráneos se secasen y aireasen.
Costa Noroeste
Comentario geográfico: Área dispuesta de norte a sur, su margen septentrional es el río
Yacutat, mientras que el meridional es el Cabo Mendocino. El límite interior es la vertiente
pacífica de las Rocosas.
Se trata de 2.000 kilómetros de costa, por lo que los principales recursos serán marino y
fluviales. El paisaje es montañoso. Fiordos acantilados, torrentes montañosos, rápidos, islas
—como Vancouver— jalonan su paisaje. Las corrientes fluviales aseguran la comunicación en
las zonas que riegan, lo que favorecerá el comercio entre sus poblaciones. Las zonas no
irrigadas, sin embargo, que corresponden al interior habrán de convivir con unas escasas y
difíciles comunicaciones.
Los inviernos son cortos; la altura de las montañas permite una lluvia abundante en otoño
y en invierno, así como una alta humedad. Los veranos son secos y soleados. La vegetación es
abundante gracias al clima templado, con exuberantes bosques de coníferas, cedros y abetos
de gran tamaño, excelente materia prima para construir viviendas, barcos, etc. Los suelos, muy
cubiertos de vegetación, facilitan abundancia de frutos silvestres. Esto redunda, además, en
una gran variedad de animales como alces, ciervos, cabras monteses, etc. También la fauna
marina es abundante: mamíferos —focas, ballenas, nutrias— y peces —salmones, pez
candela, escorpina, arenque etc—.
Nota: Tal vez ya hacia el 10000 a.C. el área fue ocupada por gentes cazadoras recolectoras, que
pudieron aprovecharse del deshielo para avanzar hacia la región. Hacia el 3.000 a.C. aparecen
asentamientos especializados en el aprovechamiento de moluscos, cuya ocupación prolongada
deja grandes concheros como mejor evidencia arqueológica. Los útiles encontrados consisten en
herramientas de hueso y pizarra, que ya comenzaron a aparecer hacia el año 3500 a.C. Más
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cercanos en el tiempo son mazas y adornos labiales de piedra y puntas de pizarra. Estas son
sustituidas después por útiles más elaborados, en concha y hueso.
El desarrollo de la región aparece íntimamente ligado a la explotación de los recursos
marinos y fluviales, la cría de aves de corral y caza terrestre. La variedad de recursos permite el
establecimiento de asentamientos semiestables, construidos a partir de abundante madera
disponible en la región. Esta madera —fundamentalmente el cedro, fácilmente trabajable—
permite también construir embarcaciones cada vez más ligeras y elaboradas.
Hacia el principio de la Era cristiana aparecen casas asociadas a enterramientos y
viviendas familiares ligadas a un linaje. La evolución de estas sociedades les lleva, ya hacia el
500 d.C., a un grado notable de estratificación social y desarrollo material, que se incrementará
con el paso del tiempo, de tal manera que sobre el año 1000, ya están presentes todos los rasgos
característicos de la región.
Existe una tradición cultural en toda el área, compartiendo los distintos pueblos algunos
rasgos socio-económicos. Los troncos lingüísticos, sin embargo, son diferentes. Se han
diferenciado tres regiones dentro del área —norte, central y sur— siendo la primera la que
alberga las culturas más características.
Nota: Los pueblos más característicos del área son Tlingit, haida, tsimshiam, gitkian, niska,
kwakiutl o wakashan, haisla, haihais, heiltsuk, o bella-bella, nootka, salís, bella-coola y chinook.
La organización social se centra en un poblado, cuyo poder político es detentado por un
jefe. La organización económica, por el contrario, se centra en una confederación de poblados,
cuyo papel es importante en caso de guerra. Los asentamientos son permanentes, aunque cada
comunidad dispone de varios emplazamientos estacionales. Existe una residencia principal,
usada en invierno, que es el poblado más elaborado y de mayor tamaño. El invierno es el
momento en el que se reparan los enseres y se celebran las fiestas. El traslado se hace por mar,
desmontando las paredes de las casas y transportándolas en canoa a modo de plataforma. Cada
poblado integra más de treinta casas, estando situado generalmente en la franja costera, en zonas
recogidas y en los accesos a manantiales.
Nota: Las casas se disponen en hilera, formando una calle de cara al mar, con un malecón. Se
trata de grandes casas comunales, en las que pueden vivir entre diez y cien personas, que
integran un linaje familiar, hombres libres que se mueven entre los poblados y esclavos. Cada
casa tenía u jefe. En el interior de las casa había bancos de tierra a lo largo de las paredes,
recubiertos con tablones. Sobre estas plataformas se colocaban las camas y enseres. Entre los
pueblos del sur, los espacios familiares eran compartidos por esteras, mientras que, en el norte,
construyen casetas para dormir. La madera se tallaba con útiles de piedra, concha o hueso y,
ocasionalmente, hierro. Los postes que sujetaban las casas eran tallados con emblemas propios
del poseedor de la vivienda. También en madera se fabricaban máscaras, cajas, cucharas, peines,
tótems, etc.
La jerarquización social aparece claramente reflejada en la gran cantidad de objetos
suntuarios, exponentes de riqueza y categoría social.
Nota: el jefe de grupo dispone de medios para congregar gente, ganar adeptos para sí conseguir
prestigio y una ocasional colaboración por parte de otros jefes. Algunas fuentes, quizás de modo
exagerado, han señalado que se podían regalar esclavos o incluso sacrificarlos.
California
Comentario geográfico: Esta área cultural corresponde casi en su totalidad a los límites del
Estado actual. En su interior pueden alcanzarse alturas de hasta 4.000 metros. Se produce en el
territorio la existencia de una gran variedad de entornos ambientales, como zonas casi desérticas,
espesos bosques, robledales o chaparrales. Por ello lo recursos son también variados, lo que no
estimuló el surgimiento de una explotación agrícola intensiva y promovió el establecimiento de
los grupos en pequeños territorios.
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Las condiciones favorables para la subsistencia atrajeron hacia el territorio californiano a
muy diversas poblaciones, ya desde antiguo. El resultado es una alta variedad de familias
lingüísticas separadas, de tal forma que a finales de la Prehistoria pudieron existir unos
quinientos grupos tribales muy diferenciados culturalmente entre sí.
Hacia el 2000 a.C. la explotación de los recursos locales parece acentuarse, siendo el
principal de todos ellos la bellota, el elemento principal de muchos pueblos nativos de la
California central y meridional. Además, se recogían hierbas, raíces y granos. Acompañaban la
alimentación vegetal el producto de la caza de mamíferos marinos, aves, conejos, roedores,
ciervos, osos y antílopes, así como la recogida de moluscos y la pesca del salmón –en la mitad
norte del área-.
La alimentación de excedentes alimenticios, así como el desarrollo de modelos de
almacenamiento, comercio y distribución, favoreció la sedentarización. Se trata en este caso de
aldeas estables, que integran uno o varios linajes con uno o más jefes y que funcionan como
centro principal de varios asentamientos temporales incluidos en el territorio bajo control de la
comunidad. El liderazgo personal recae en un personaje de prestigio, quien se encarga de dirigir
los equipos locales de producción, especializados en las tareas de subsistencias. Eran
importantes las relaciones entre las diferentes comunidades, que solían unirse bajo una única
autoridad política, a modo de confederación. Chumash, shasta, miwok, tipai, gabrielino, yuki,
pomo, maidu, etc. eran grupos que podían también unirse para formar asociaciones de culto,
intercambiar bienes o concertar matrimonios. También llegan a formarse alianzas militares y
comerciales, que alcanzan gran extensión.
La gran diversidad cultural producida en California se traduce en la existencia de un
variado y heterogéneo registro material. Las poblaciones costeras elaboraban objetos de concha,
como pendientes, amuletos o anzuelos. Los grupos en cuya subsistencia la bellota o las semillas
tiene una importancia central elaboran morteros, piedras de moler y manos. La cestería alcanzó
un gran desarrollo, aunque no se puede hablar de un único patrón estilístico.
El Suroeste
Comentario geográfico: El área engloba los Estados de Nuevo México, Arizona. Sur y este de
Texas, suroeste de Colorado, sur y oeste de Utah y extremo sur de Nevada, todo ello en Estados
Unidos, así como los estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León y
Tamaulipas en México.
Existe una enorme diversidad ambiental en esta enorme área, siendo a veces considerada
como una subregión de Mesoamérica. En cualquier caso, existe un cierto paralelo del área
suroeste con el sureste en cuanto a su estrecha relación con Mesoamérica, de donde proceden las
técnicas de cultivo y otros rasgos culturales. En un área caracterizada por la aridez, son pocos
los ríos permanentes, apenas el Grande, el Colorado y el Pecos. La gran diversidad topográfica,
ecológica y fáunica proporciona un variado aprovechamiento de los recursos naturales. Esta
variedad obliga a las poblaciones a desarrollar diferentes adaptaciones, micro-especialización
que se traducirá en diferentes tradiciones culturales. Cuando se introduzca la agricultura, se hará
esencial adaptarla a los variados ambientes existentes. Los recursos de la caza y la recolección
nunca serán abandonados, siendo usados como complemento y alternativa a la actividad
agrícola. Igualmente, la vida sedentaria se alternará con una movilidad continua, ante la
variedad de zonas de cultivo.
El área suroeste posee algunos rasgos definitorios, especialmente en tiempos históricos, si
bien no todos se dan a la vez:
-
Existencia de aldeas permanentes, con población relativamente densa. Las
formas arquitectónicas aparecen regionalmente diferenciadas: casas
semisubterráneas, casas “de albañilería”, viviendas de adobe, etc.
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-
Utilización de habitaciones especializadas para la realización de funciones
rituales y espirituales, como las kiva de los indios pueblo, los juegos de pelota
etc.
-
Presencia de patrones de asentamiento, constatados arqueológicamente.
-
Desarrollo variado de las técnicas agrícolas y conocimiento de la domesticación
de animales, como pavos y perros. Los recursos agrícolas primordiales son el
maíz, frijol, calabaza, algodón o tabaco.
-
Fuerte continuidad con el pasado pre-agrícola: mantenimiento de la caza y
recolección, así como de técnicas antiguas de preparación de alimentos.
-
Uso extensivos de conchas marinas, obtenidas por comercio, como objetos
suntuarios.
-
Débil estratificación social, que coexiste con grandes obras públicas, como
canalizaciones, juegos de pelota etc. Los controles sociales serán de carácter
religioso, y no político.
-
Énfasis en la elaboración del ceremonial. Ligero desarrollo del sacrificio humano
y de las cabezas-trofeo. Elaboración moderada de prácticas mortuorias, pero con
poco diferencia de estatus.
-
Ausencia de guerras, aunque sí que existen asaltos e incursiones.
-
Uso de la cerámica con una rica decoración pintada. Conocimiento de los telares
y existencia del tejido. Fabricación de artilugios para fumar tabaco.
Nota: La tradición cultural del área aparece hacia el 5000 a.C., cuando están ya establecidos
una serie de grupos que ocupan el área desde el 8000 a.C. Estos pueblos han recibido la
denominación general de “Cultura del Desierto” y basan su subsistencia en la caza de animales y
en la recolección estacional de nueces, girasoles, piñones, enebros, yucas etc. Dentro de la
Cultura del Desierto hay que destacar la tradición Cochise, que se extiende por los valles y
sierras del sur de la Meseta Colorado. A fines de Cochise se detecta un lento camino hacia la
sedentarización, ligada a la domesticación del maíz.
Las relaciones continuas con Mesoamérica harán que algunas poblaciones, al menos
desde el 500 a.C. se alejen definitivamente de los patrones característicos del Arcaico para
hacerse agrícolas, aunque es este un proceso lento y en modo alguno homogéneo. El 600 a. C.,
como fecha más lejana, y el 300 a.C. se postulan como fechas de origen de la primera gran
cultura del área, Hohokam. Esta tuvo su centro en el desierto meridional de Arizona, y basó su
sistema de subsistencia en la implementación de sistemas de riego para la tierra, con lo que
lograban obtener dos cosechas en el desierto, aunque a base de un gran esfuerzo. Además de la
agricultura, fundaron poblados sedentarios (Snaketown, Pueblo Grande o Mesa Grande). Estos
asentamientos contaban, por influencia de la mesoamericana Teotihuacan, con juegos de pelota
y grandes montículos ceremoniales, concentrados en grandes recintos urbanos. También han
sido halladas boas de caucho, de procedencia mexicana.
Las viviendas tradicionales estaban construidas en fosos o depresiones excavadas en el
suelo de caliche. Después del año 1300 los poblados los poblados se organizan siguiendo un
patrón rectangular o cuadrado, formando recintos de adobe, debido a la influencia de la cultura
salado. Las viviendas se disponen en acantilados, fácilmente defendibles, formando varios
pisos.
Los grandes centros hohokam funcionaban como cabeceras de comunidades dispersas,
controlando los sistemas de irrigación y a los pequeños poblados circundantes compuestos por
casas semisubterráneas circulares. La dependencia de los centros menores con respecto a los
grandes sugiere alguna forma de caudillaje.
Nota: Generalmente los asentamientos hohokam presentan asociada una producción cerámica
con decoración en rojo sobre crema, así como útiles diversos (hachas de piedra, metates,
campanas de cobre, adornos de concha, etc.).
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Hacia el año 1450 la cultura Hohokam se desintegra, probablemente debido a las
incursiones apaches y a un descenso en la producción agrícola. Consecuentemente, se
abandonan los sistemas de regadío y los pobladores se diseminan por el territorio regresando a
una vida seminómada o integrándose en pequeños asentamientos dispersos.
Cabe destacar también la tradición Mogollón, cuyo origen puede situarse en el 300 a.C.
Sus asentamientos se caracterizan por integrar un gran número de pequeñas viviendas. Antes del
año 1000 d.C. las residencias de estas poblaciones son casas-pozo, generalmente circulares, con
una superficie media de 17 metros cuadrados y de profundidad diversa. Posteriormente, después
del año 1000 d,C., el patrón de asentamiento cambia a favor de estructuras de habitación sobre
el nivel del suelo. También se construyen grandes kivas circulares, una casa-pozo de mayor
tamaño que pudo ser utilizada como lugar de reunión para la comunidad, que se convertirán en
las construcciones ceremoniales típicas de pueblos posteriores de la tradición Anasazi y de los
indios Pueblo. Los asentamientos, de fuerte carácter defensivo, funcionaron como puntos de
abastecimiento de productos como turquesa, ópalo y ámbar, que fueron exportados hacia Tula,
en México, para ser utilizados por las élites toltecas.
Nota: La cerámica mogollón se caracteriza por el color negro sobre fondo blanco, con
decoración geométrica y formas de hombres y animales.
La tercera gran tradición del suroeste es la llamada Anasazi, que se extiende por las
tierras altas de la Meseta de Colorado y es el antecedente de los indios Pueblo modernos. Sus
primeros periodos se denominan Basketmaker (cesteros), y se caracteriza por la fabricación de
cestas en ausencia de producción cerámica y recogiendo las pautas recolectoras de la “Cultura
del Desierto”.
Hacia el año 185 a.C. surgen los primeros poblados de casas excavadas, superficiales y
sencillas. Posteriormente van ganando en profundidad, tamaño y complejidad, exigiendo pozos
de ventilización para que saliera el humo de los hogares. Las viviendas están provistas de un
sipapu, un pequeño agujero por el cual, según la tradición, comunicaba el mundo terrenal con el
inframundo, y por el que habían surgido los antepasados.
Después del 500 d.C. los Anasazi desarrollan su propia cerámica, con diseños en negro
sobre blanco. Paralelamente decae el sistema de vivienda semisubterránea a favor de casas
levantadas sobre el nivel del suelo, en las paredes de acantilados, con paredes de adobe y
caliche. De planta cuadrada o rectangular, estas surgieron hacia el año 700 d.C., mientras que
las antiguas viviendas excavadas se mantuvieron como kivas, para uso ceremonial. Hacia el año
1150 d.C. la gran mayoría de los poblados Anasazi han adoptado este patrón residencial, sin
duda gracias a sus condiciones defensivas.
Hacia finales del siglo XII los poblados Anasazi decaen, quizás debido a un prolongado
periodo de sequías. El declive se acompaña de una invasión, sin que el invasor pueda quedar
bien identificado hasta el año 1500, en que llegan al territorio navajos y apaches. Las
poblaciones Anasazi se diseminan y adoptan un patrón de vida seminómada, siendo empujados
por nuevos grupos recolectores foráneos. Este es el estado de cosas en el que se encontrarán los
españoles a su llegada en el siglo XVI.
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